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SOMOS TÚ Y YO
Michelle Durán
©2022, Michelle Durán
Registro Nº 2208201815869
ISBN: 9798849852423
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A mis dos yayas y media
ÍNDICE
ÍNDICE
NOTA
CAPÍTULO 1. AXEL
CAPÍTULO 2. AXEL
CAPÍTULO 3. KEY
CAPÍTULO 4. KEY
CAPÍTULO 5. KEY
CAPÍTULO 6. AXEL
CAPÍTULO 7. KEY
CAPÍTULO 8. AXEL
CAPÍTULO 9. AXEL
CAPÍTULO 10. AXEL
CAPÍTULO 11. AXEL
CAPÍTULO 12. KEY
CAPÍTULO 13. KEY
CAPÍTULO 14. AXEL
CAPÍTULO 15. AXEL
CAPÍTULO 16. AXEL
CAPÍTULO 17. KEY
CAPÍTULO 18. KEY
CAPÍTULO 19. AXEL
CAPÍTULO 20. AXEL
CAPÍTULO 21. KEY
CAPÍTULO 22. KEY
CAPÍTULO 23. KEY
CAPÍTULO 24. KEY
CAPÍTULO 25. AXEL
CAPÍTULO 26. AXEL
CAPÍTULO 27. AXEL
CAPÍTULO 28. KEY
CAPÍTULO 29. KEY
CAPÍTULO 30. KEY
CAPÍTULO 31. AXEL
CAPÍTULO 32. AXEL
CAPÍTULO 33. AXEL
CAPÍTULO 34. AXEL
CAPÍTULO 35. KEY
CAPÍTULO 36. KEY
CAPÍTULO 37. KEY
CAPÍTULO 38. AXEL
CAPÍTULO 39. AXEL
CAPÍTULO 40. AXEL
CAPÍTULO 41. KEY
CAPÍTULO 42. AXEL
CAPÍTULO 43. AXEL
CAPÍTULO 44. KEY
CAPÍTULO 45. KEY
CAPÍTULO 46. KEY
CAPÍTULO 47. KEY
CAPÍTULO 48. KEY
CAPÍTULO 49. AXEL
CAPÍTULO 50. AXEL
CAPÍTULO 51. AXEL
CAPÍTULO 52. AXEL
CAPÍTULO 53. AXEL
CAPÍTULO 54. KEY
CAPÍTULO 55. KEY
CAPÍTULO 56. KEY
CAPÍTULO 57. AXEL
CAPÍTULO 58. AXEL
CAPÍTULO 59. AXEL
CAPÍTULO 60. KEY
CAPÍTULO 61. AXEL
CAPÍTULO 62. AXEL
CAPÍTULO 63. KEY
CAPÍTULO 64. KEY
CAPÍTULO 65. AXEL
CAPÍTULO 66. AXEL
CAPÍTULO 67. AXEL
CAPÍTULO 68. AXEL
CAPÍTULO 69. KEY
CAPÍTULO 70. AXEL
AGRADECIMIENTOS
SOBRE LA AUTORA
NOTA
Cuarenta horas. Casi un fin de semana completo. Ese era el tiempo que
había pasado desde su ruptura con Axel.
Key había roto antes con más gente. Chicas, algún que otro chico. Su
relación más larga hasta la fecha apenas había durado seis meses. Charlize
era una compañera de su clase de química avanzada. Lo de ella había sido
un flechazo inesperado. Por aquel entonces, Key había tenido quince años y
había estado muy salido. Acababa de perder la virginidad y lo único en lo
que había pensado había sido en repetir la experiencia, así que había ligado
y se había acostado con la gente sin ningún tipo de compromiso. Tinder,
Instagram, todo le servía. Charlize, por el contrario, era seria, responsable,
algo tímida, bajita y su cuerpo no era normativo. Era, en definitiva, lo
opuesto a él. Nada hacía presagiar que pudieran interesarse el uno por el
otro, pero lo habían hecho. Gracias a un trabajo que los había obligado a
pasar más tiempo juntos de lo normal, lo que al principio había parecido
una relación cordial y distante pronto se había encendido, y al poco tiempo
habían empezado a salir.
Sin embargo, Key no había tardado en fastidiarla y Charlize había roto
con él.
Como bien había dicho Lady Di en esa mítica entrevista televisiva:
«éramos tres en este matrimonio, así que estaba un poco abarrotado».
Había pocas cosas de las que Key estaba seguro en la vida, pero, desde
luego, una de ellas era que sus sentimientos hacia Ben Waters distaban
mucho de lo que se suponía que debía de ser una simple amistad.
La primera vez que se había dado cuenta de que veía a su mejor amigo de
otra forma había sido cuando tenían doce años y habían estado jugando un
partido de fútbol en una de las canchas del vecindario. Había habido señales
antes, por supuesto, pero no había sido hasta entonces cuando la certeza lo
había golpeado en toda la cara. Había sido un caluroso junio, y Ben había
detenido el partido para secarse el sudor de la cabeza con una toalla. Key lo
había observado, y había estado a punto de tropezarse con sus propios pies.
Algo había rugido en su interior, las tripas se le habían dado la vuelta y su
rostro había enrojecido.
Recordaba perfectamente lo que había pensado, y también recordaba los
rápidos latidos de su corazón; había sido como si su cuerpo hubiera
empezado a funcionar por primera vez en ese momento, como si todos los
años que habían trascurrido hasta entonces no hubieran sido más que el
calentamiento para la carrera principal.
«Ben es… es sexy, joder».
Pero no había tardado en desterrar ese pensamiento de la mente. Se había
obligado a sí mismo a recuperar el control y, para cuando hubieron
retomado el partido, Key había vuelto a ser el mismo de siempre.
Solo que no había sido así.
Desde entonces, su fijación por Ben no había hecho más que aumentar.
Se fijaba en él en los entrenamientos del club de atletismo. Le encantaba
su sonrisa, su maravillosa sonrisa. Su risa le hacía volar. El brillo pícaro en
sus ojos antes de realizar alguna travesura le gustaba más que los cereales
del desayuno. Escucharlo hablar era suficiente como para alegrar cualquier
día malo.
A los catorce años no le había quedado más remedio que asumir la
realidad: estaba jodidamente enamorado de su mejor amigo.
Había sido el inicio de su descenso a los infiernos.
—¡Buenos días, bello durmiente!
Key miró a su hermana y se dejó caer en su silla habitual para el
desayuno. Pony seguía como siempre: con esas pintas de hippie ecologista
que tanto la caracterizaban. Su cabello rubio estaba atado en una coleta alta
y sus ojos castaños lo observaban con curiosidad. Vestía una sencilla
camiseta de talla extragrande —seguramente de Joe— y sostenía una taza
de té humeante con las manos llenas de anillos artesanales.
En la mesa había todo tipo de comida, desde muffins de arándanos hasta
tostadas de salmón y aguacate. Olía de maravilla. Sin embargo, el estómago
de Key estaba cerrado y lo único que se sirvió fue un simple zumo de
naranja.
En casa de los Parker la comida siempre era de un cáterin a domicilio.
Eran unos negados en la cocina.
Su hermana seguía sin quitarle ojo de encima.
—¿Qué? —le preguntó él, perdiendo la paciencia.
—¡Venga, Keycito! —dijo Pony. Key torció el gesto. Adoraba a su
hermana, pero odiaba que lo llamara de esa forma—. En esta casa puede
que seamos un poco despistados, pero no tontos. ¿Por qué te crees que estoy
yo aquí?
Ah, se lo temía.
Pony vivía junto a Joe desde que ambos se habían graduado en la
universidad, así que ver a su hermana desayunando en el salón como
cuando eran pequeños era toda una rareza. Key tendría que haberse
imaginado que algo así pasaría tarde o temprano.
—No lo sé —contestó, para ganar tiempo—. ¿Porque nos echabas de
menos, quizás?
—Siempre, ¡pero no es eso lo importante ahora! —Su hermana hinchó
las mejillas con aire infantil—. Es porque papá y mamá te han escuchado
llorar todo este fin de semana y están preocupados por ti. Y ahora que te
veo yo también lo estoy. ¿Qué ha pasado?
Key sabía que no tenía muy buen aspecto. Llevaba dos noches sin dormir,
y ese fin de semana apenas había salido de su habitación. Su higiene
personal había pasado a un segundo plano y solo se había duchado y
afeitado esa mañana porque tenía que ir al instituto.
—Ha sido un finde complicado —dijo. Se terminó el zumo de un trago e
hizo el amago de levantarse, pero su hermana lo agarró de la muñeca y lo
obligó a permanecer en el asiento.
—¡No se te ocurra huir! ¿Por qué ha sido un finde complicado?
Key apartó la mirada.
Recordar a Axel y cómo lo había fastidiado todo con él le hacía sentir tan
mal que ni siquiera le salían las palabras.
No estaba listo para hablar de Axel con Pony. Key sabía que era bisexual
desde hacía ya unos cuantos años, pero nunca se había atrevido a hacerlo
público, ni a sus familiares ni mucho menos a sus amigos. Y no porque
tuviera problemas para aceptar su sexualidad. Tenía la enorme suerte de
vivir en un ambiente tolerante y, al fin y al cabo, seguía siendo un hombre
blanco, atractivo y popular, así que salir del armario no habría acabado con
sus privilegios. Pero… hacerlo habría significado dar muchas
explicaciones. Tendría que hablar de cómo había sido Ben el primer chico
que había hecho que se le pusiera dura, de la vergüenza que eso le había
hecho sentir y de lo traumático que había sido para él llegar a la conclusión
de que, aunque le gustaran también los tíos, jamás encontraría a nadie que
le hiciera sentir como su mejor amigo. Por eso había decidido guardar
silencio todos esos años.
El miedo lo paralizaba. ¿Y si Pony no lo entendía? ¿Y si ponía en
palabras lo que Key llevaba pensando todo el fin de semana? ¿Y si le decía
que era un egoísta y un mentiroso y que se tenía bien merecido todo lo que
había ocurrido con Axel?
A simple vista podía parecer que a Key no le importaba nunca nada y que
tenía la situación bajo control, pero no era cierto. Lo único que había hecho
a lo largo de su vida había sido seguir el estereotipo y la imagen que la
gente tenía sobre él. El chico de oro, el deportista, el de las notas de diez, el
novio heterosexual perfecto. La realidad era muy distinta. Key era un
cabezota, un dramático patológico, un idiota que siempre metía la pata al
hablar y alguien a quien le aterraba hasta su propia sombra.
Axel era la única persona con la que se había atrevido a ser él mismo.
Axel era el único que había sabido ver más allá de su fachada. Axel, su
cucaracha cascarrabias, el chico que le había enseñado que el amor puede
ser bonito y correspondido, que puede ser sano y no una obsesión
enfermiza.
¿Cómo había permitido que sus miedos echaran a perder la cosa más
preciada para él?
—La temporada de competiciones. Con todo esto de sacarme el carnet de
conducir y los exámenes creo que estoy bajando el rendimiento —dijo,
finalmente. Pony alzó una ceja. No lo creía, pero a él le daba igual si lo
hacía o no—. Estoy un poco agobiado con todo. Quiero abarcar mucho y
siento que no voy a conseguirlo. Entrar en Medicina no es sencillo. Tengo
que mantener una media muy alta. Además, en la última competición quedé
tercero y me preocupa no ser capaz de volver a los resultados que obtenía
antes de, ya sabes, la lesión.
El accidente que había sufrido en aquella pista de atletismo era un tema
algo tabú en su familia. No es que no se hablara de él, sino que todos los
Parker lo trataban con mucho tacto. Sabían que había sido un hecho muy
traumático para Key. Sacarlo a colación era jugar sucio, pero sabía que era
la única manera que tenía para que Pony lo dejara en paz.
Y no se equivocó.
—Ah, ya veo. —Pony asintió—. Dime, Keycito, ¿te duele? ¿Has notado
algo diferente? ¿Quieres que vayamos al médico?
—No, no. La rodilla está bien, no te preocupes. —dijo. Su hermana
guardó silencio y Key aprovechó el momento para levantarse del asiento—.
Me voy a clase. ¿Nos vemos luego?
—Sí, claro, pero…
Key no quiso escuchar nada más. Le mostró a su hermana una sonrisa
forzada y salió del comedor.
Hill parecía enfadado cuando Key se reunió con él y Conrad esa misma
mañana.
—¿Se puede saber qué coño has estado haciendo todo este fin de semana
para ignorar mis mensajes? —le preguntó—. ¡Te he enviado como treinta
memes, imbécil, y eran de los buenos!
Conrad puso los ojos en blanco.
—No te creas. Me los pasó también a mí y eran una mierda.
—¡Conrad!
—¿Dónde está Ben?
Hill bufó ante las palabras de Key.
—Desaparecido en combate.
El rubio torció el gesto.
Sus amigos y él solían ir siempre juntos al instituto. Era un hábito que
habían adoptado en primaria cuando apenas había comenzado su amistad y
que habían mantenido hasta ahora que estaban cerca de acabar el penúltimo
año de instituto. Sus casas quedaban cada cual más lejos, pero ni la
distancia ni la lluvia ni sus otras obligaciones rompían la costumbre.
Key y Hill tenían ya diecisiete años y ambos estaban en proceso de
sacarse el carnet de conducir. Key suponía que el camino se les haría más
ameno una vez que lo hicieran en coche y no tuvieran que quedar en la
estación de metro de al lado de la casa de Hill cada mañana, ya que era la
que más cerca les pillaba del instituto.
—¿Ha pasado algo entre vosotros? —preguntó Hill.
—No —contestó Key, tan rápido que no engañó a nadie.
—¿Habéis discutido? —Conrad centró su atención en él. Parecía
preguntarle otra cosa muy distinta con la mirada.
«¿Es por Axel?».
Key le retiró la vista. Su amigo era la persona más intuitiva del planeta y
nunca se le escapaba nada.
—No lo sé.
Hill alzó las cejas con sorpresa.
—¿Y por qué ha sido esta vez?
Pese a lo que pudiera parecer, la relación entre Ben y Key no era tan
idílica. En realidad, solían discutir muy a menudo. A Ben le gustaba
pasárselo bien, las bromas y las jugarretas, pero sabía dónde estaba el límite
y solía ser más responsable que Key. Su mejor amigo siempre le reprochaba
que se pasara de la raya, y a Key le parecía una molestia que, con los años,
Ben fuera cada vez más aburrido.
Lo que no había comprendido hasta hacía muy poco era que Ben no
cambiaba, simplemente maduraba. Y ahora lo sabía porque era lo que le
había pasado a él desde que había empezado a salir con Axel.
Estaba seguro de que su mejor amigo se había cansado de llamarle sin
tener ninguna respuesta por su parte, y ahora estaba molesto. Por eso, había
tirado hacia clase sin ellos, porque Ben odiaba las confrontaciones y
prefería hablar cuando las cosas se hubieran calmado y no en caliente para
no meter la pata.
Además, estaba el asunto de su pareja. O expareja; Key ya no lo sabía.
—Llegamos tarde. Será mejor que nos pongamos en marcha.
—¡Hostia puta! —Hill le echó una ojeada a su smartwatch y comenzó a
andar sin esperarlos—. ¡Que tengo matemáticas a primera hora! ¡Como
llegue tarde la Trunchbull me mata!
—¿Quieres dejar de llamar así a la profesora Sanders? —Conrad bufó,
caminando mucho más despacio que él—. Si te machaca tanto es porque
eres insoportable.
Hill le sacó el dedo corazón.
Key sonrió un poco y los siguió.
Por lo menos, las cosas con ellos seguían siendo como siempre.
Ben había mandado el mensaje al grupo que tenía con Conrad y Hill,
pero Key le abrió una conversación aparte.
Key.
Ah, así que ahora a comerse la boca con otro tío se le llama “complicación”. Entiendo.
Key.
Lo suficiente para decidir que ahora no solo NO me gusta el sexo, sino que me replanteo hacerme
monje
Por cierto, definitivamente ya no siento nada por ti.
De Ben-cojón Waters.
Vale. Guay. Supongo.
Me muero de la vergüenza. No deberías haber visto eso.
Key.
Estoy de acuerdo. Porque no tendría que haber pasado.
No se suponía que estabas enfadado con Nico?????
De Ben-cojón Waters.
¡Y sigo enfadado!
Pero se ha presentado en el vestuario y… ¡no sabes cómo besa, Key! ¡Y la carne es débil, joder! ¡Te
juro que he querido detenerlo!
De Ben-cojón Waters.
¡Ya lo sé!
Pero es complicado.
Key.
Algún día tendrás que hacerlo.
De Ben-cojón Waters.
O no. Puedo ignorar la situación hasta que me gradúe y lo pierda de vista y me enamore de otra
persona en la universidad o yo qué sé.
Key.
De nada.
Pero la próxima vez cierra la puerta con cerrojo.
De Ben-cojón Waters:
Lo haré. Ahora si me disculpas voy a morirme un rato.
Key adoraba a su mejor amigo, pero tenía que admitir que se comportaba
como un auténtico tirano cuando se enfadaba.
—¡Más rápido! ¿A eso lo llamas velocidad? ¡Porque La Reina te está
adelantando por la izquierda!
Key casi sentía pena por el pobre Arnold. Había entrado nuevo en el club
ese mismo año y todavía no estaba al mismo nivel que los demás. Por
suerte, era un tipo duro que no se dejaba aplastar por nadie. Cuando Ben se
giró para vigilar a otro compañero, el chico le sacó el dedo corazón y Key
sonrió.
La alegría duró poco.
—¡Si queremos clasificarnos para el campeonato del año que viene
vamos a tener que trabajar más duro!
—¿No crees que te estás pasando un poco? —se aventuró a decir él, pero
Ben le lanzó una mirada mordaz.
—¡Cállate! ¿Qué demonios haces aquí parado? ¿Te crees que porque eres
la estrella no tienes que entrenar? ¡Da un par de vueltas a la pista y suda la
camiseta!
Key rechinó los dientes y le hizo una peineta.
—Que te den. Estás insoportable.
Ben ni se inmutó.
—Ponte a correr —le dijo. Y Key se alejó de él y se puso a trotar
alrededor de la pista, en parte para no discutir más y en parte porque no le
apetecía una mierda estar junto a ese gilipollas que se hacía pasar por su
mejor amigo.
Ni siquiera sabía qué demonios ocurría, aunque, a juzgar por su
comportamiento, Key empezaba a sospechar que todo tenía que ver con
Nico Rush.
El encargado de recoger las toallas no se había presentado a los
entrenamientos desde el cumpleaños de los mellizos Waters. Solo había que
sumar dos más dos.
—¡Más rápido, Key!
Dios, estaba insoportable.
El rubio le lanzó a Ben una mirada envenenada. Abrió la boca para
gritarle que era un estúpido y que se pusiera él mismo a entrenar cuando el
ruido de la puerta del gimnasio al cerrarse le hizo perder la voz y dejar de
correr.
Y no fue el único.
Nico Rush acababa de hacer acto de presencia y Ben parecía haber visto a
un fantasma.
«Mal asunto», pensó Key y, notando la tensión en el ambiente, decidió
acortar la distancia que lo separaba de su mejor amigo. Por muy molesto
que estuviera, el rubio siempre sacaría las garras por él.
—¿Nico? —preguntó Ben. Ya no había ni rastro de su mal humor—.
¿Qué haces…?
Nico tendió un papel en su dirección. No había ni rastro de emoción en su
rostro y Key tuvo que resistir el fuerte impulso de zarandearlo para hacerlo
reaccionar. Nunca lo había soportado; ni cuando ambos habían ido detrás de
Ben ni ahora que ya había superado esa etapa.
—Me largo —dijo Nico, y movió el papel para darle énfasis a su decisión
—. Abandono este club de mierda.
Su mejor amigo parpadeó.
—¿Qué?
—¿«Club de mierda»? —preguntó Key. Había alzado la voz más de lo
que pretendía y varios de sus compañeros se acercaron a cotillear lo que
sucedía—. Tienes suerte de que Ben te aceptara en primer lugar y de que te
ofreciera este puesto. Sin los créditos extra no hubieras aprobado el curso
pasado.
Nico echó un vistazo a su alrededor y chascó la lengua.
—¿Siempre tienes que montar un numerito? Además, ¿a ti qué narices te
importa?
—¿Por qué te vas? —preguntó Ben, adelantándose a cualquier respuesta
que Key pudiera dar. Su amigo parecía incómodo, molesto, triste y al borde
de las náuseas—. ¿Es por lo que pasó en mi cumpleaños?
Ah, así que había sucedido algo entre ellos. Eso explicaba el mal humor
de Ben, pero Key todavía no podía encontrar la conexión entre lo ocurrido
con Nico y la pelea entre los hermanos Waters.
—No —contestó Nico. Era muy buen mentiroso y nada en su rostro hacía
indicar que le afectara lo más mínimo lo que fuera que hubiese ocurrido ese
día, pero el chico había hablado rápido y no engañó a Key. Además, su
mirada se había dirigido hacia la mejilla de Ben; la cual estaba llena de
arañazos. Había sido un vistazo rápido, apenas un segundo, pero algo había
brillado dentro de sus ojos. ¿Curiosidad? ¿Preocupación? Si Key no lo
conociera, habría pensado que se trataba de lo segundo. Pero ese chico no
podía sentir nada, ni siquiera por Ben, así que bien podría haber sido un
efecto de los focos del gimnasio—. Acepta mi renuncia y ya está.
—No quiero. No tienes que irte solo por mí. Tu labor en el club es…
Cuchicheos. Ya no había nadie en el gimnasio que no estuviera atento a la
conversación.
El cuerpo de Nico se tensó y el chico volvió a mirar en rededor. Tenía la
mandíbula apretada y parecía estar deseoso de salir de ahí. Por primera vez,
Key sintió algo parecido a la empatía hacia Nico. Ahora que él mismo
estaba recibiendo tantos comentarios desafortunados por los pasillos, los
susurros lo ponían de los nervios. No se fiaba de nadie y caminaba con la
sensación constante de que la gente quería hacerle daño.
¿Y si por eso…?
Key siempre había pensado que Ben y Nico mantenían su relación en
secreto porque esta no era seria y porque su mejor amigo ni siquiera se
había parado a pensar en lo que suponía salir del armario hasta que ambos
lo habían hablado aquella vez en la azotea, pero empezaba a pensar que
había estado equivocado. Porque Nico parecía más nervioso que nunca con
el escrutinio de sus compañeros del club mientras que Ben solo mantenía su
atención en él, como si el resto del mundo no existiera.
—Esto es absurdo. —Nico negó con la cabeza. Hizo una bolita con el
papel de su renuncia y la tiró al suelo—. Nunca debí haberme unido al club
en primer lugar.
—Nico… —La voz de Ben sonó bajita—. Igual podríamos hablar sobre
lo que pasó y…
Pero Nico no quiso quedarse a escuchar nada más. Sin lanzarle una
última mirada a Ben, dio media vuelta y echo a andar hacia la salida del
gimnasio. Su mejor amigo hizo el amago de seguirle, pero Key lo agarró del
brazo.
—Ahora no —le susurró. Ben parpadeó, confuso. Entonces se dio cuenta
de las miradas de los demás y volvió a adoptar su pose de capitán del
equipo.
—¿Qué narices hacéis aquí parados? ¡Moved el culo, joder!
Sus palabras tuvieron un efecto inmediato. La multitud se separó y todos
volvieron a sus ejercicios. Todos… menos Key.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, pero su mejor amigo no parecía
dispuesto a hablar, porque le lanzó una rápida mirada y señaló la pista.
—Tú también.
—Ben…
—Corre.
Key se mordió el labio inferior. Tragándose la frustración, dio media
vuelta y obedeció.
Las cosas mejoraron un poco los días posteriores. Ben seguía de mal humor,
pero era una persona racional y sabía que no tenía que pagarlo con todo el
mundo; así que se le bajaron los humos, se disculpó con sus compañeros del
club de atletismo y cambió su actitud.
Axel, por el contrario, se lo estaba tomando de otra forma. A medida que
se iba acercando el día de desprenderse del cabestrillo se mostraba menos
enfurruñado, y para cuando se lo quitaron ya había vuelto a su humor
habitual.
Sin embargo, eso no hacía las cosas más fáciles.
Puede que Key ya supiera que había ocurrido algo entre Ben y Nico, pero
seguía sin saber qué había pasado entre los hermanos y ninguno de los dos
parecía dispuesto a contar la verdad. Así que ahora el rubio dividía su
tiempo intentando consolar a su mejor amigo, quedando con Axel —al
principio para ayudarlo con su lesión en el hombro, y luego para animarlo
un poco, porque seguía algo alicaído— y tratando de controlar los nervios
que le causaba el examen de conducir.
Iba a aprobar, eso seguro, así que no entendía por qué el corazón le latía
cada vez más rápido a medida que se acercaba la fecha. Para cuando se
levantó el 6 de mayo, Key estaba experimentando la misma adrenalina que
sentía cada vez que colocaba los pies en el andador en la pista de atletismo;
el mismo ruido sordo que opacaba cualquier sonido y hacía que solo
pudiera concentrarse en poner un pie delante del otro lo más rápido posible.
Estaba acostumbrado a ese tipo de emociones cuando tenía que competir,
pero no cuando se enfrentaba a un examen. Igual todo esto de la pelea entre
Axel y Ben le había afectado más de lo que se pensaba. Eso de estar
rodeado de sentimientos negativos no le venía nada bien. Por suerte, no era
el único que lo estaba pasando mal. Él por lo menos sabía conducir, pero
Hill…
—Voy a suspender —sentenció su amigo.
Ben negó con la cabeza.
—No pienses eso, tío.
—Voy a atropellar a alguien.
Key puso los ojos en blanco.
—Hombre, en ese caso sí que te suspenderían.
Hill palideció.
—Intenta no hacerlo —aportó Conrad.
Su amigo no parecía estar pasando por su mejor momento. De hecho, ya
había potado una vez, y eso que solo llevaban media hora esperando a que
los llamara el examinador.
—¡Anderson, Hill! —lo llamaron entonces, y Hill se cuadró cuan largo
era.
—¡P-p-presente!
—Tu turno.
—Dios, va a potar otra vez —susurró Ben, con el ceño fruncido por la
preocupación.
Su amigo dio un par de pasos en dirección al examinador, pero antes de
que pudiera llegar muy lejos Conrad lo agarró del brazo.
—Puedes hacerlo.
—Pero…
—Sé que puedes. Y si suspendes no pasa nada. Vuelves a presentarte.
Eres tenaz, nunca te rindes.
Pareció tener el efecto de un jarabe reconstituyente: Hill tragó saliva y se
le llenaron los ojos de un brillo extraño.
Para sorpresa de todos, sonrió.
—Nunca me dices estas cosas.
—Porque no sueles merecértelas. Y ahora ve. Demuéstrale a todo el
mundo que puedes hacerlo.
Hill asintió. Con una actitud mucho más chulesca, relajada y más
parecida a la habitual, terminó de bajar los escalones, habló un poco con el
examinador, consiguió sacarle una sonrisa gracias a su encanto natural y se
metió dentro del vehículo.
Y, en lugar de arrancar hacia delante, dio marcha atrás y se chocó contra
el coche que se encontraba a su espalda.
Ben soltó un gemido lastimero y se tapó los ojos con las manos y Conrad
resopló. Key, por su parte, se mordió con fuerza la lengua para evitar soltar
una carcajada.
—Bueno… por lo menos sabe dar marcha atrás con mucho arte —dijo, y
Ben le golpeó en el hombro como respuesta.
¿FIN?
AGRADECIMIENTOS
Y ya van dos. Y sigo sin saber muy bien qué decir. Todavía no me creo el
recibimiento que ha tenido La búsqueda del cliché perfecto. Autopublicar es
un camino complicado y lleno de baches, pero me considero muy
afortunada, porque a mi lado he tenido a gente maravillosa que sigue
apostando por mí y que ha luchado para que este sueño saliera hacia
delante. Por favor, espero no dejarme a nadie.
Para empezar, me gustaría volver a agradecer todo su trabajo a mi
editora, María Coma. Sin ti, nada de esto habría sido posible. Pillaste el
tono de la historia desde el primer momento y me has ayudado a que esos
primeros borradores desastrosos sean algo más decentes. Gracias y mil
millones de gracias.
A Libra Summers (@iliibra), la tremenda ilustradora que ha hecho estas
dos cubiertas que me tienen enamorada. Eres una de las personas más
talentosas de mundo y trabajar contigo ha sido una auténtica fantasía.
A la Academia de Literatura Juvenil para Escritores, especialmente a
Laura Tárraga. Sin todos los recursos, cursos, podcast y ayuda de la
academia no habría sabido cómo avanzar. Y sin tus mentorías, Laura. Sin
ellas me habría rendido varias veces. Así que gracias por aguantar mi chapa
mes a mes y por tanto apoyo.
A La Avenida de los Libros. Muchísimas gracias por incluirme en uno de
los números de la revista. Que contactarais conmigo y que os animarais a
hacer una lectura conjunta del cliché fue como guau. Todavía no me lo creo.
La revista es increíble y todes vosotres lo sois aún más.
A Sara (@perdidaentrenovelas), Laia (@greywindbooks), Laura
(@mydreamsmya), Raquel (@raquel_abracadabrantes), Lidia
(@lidiawaitforit ), Carmen (@dreambookss._) y muches otres que me
apoyáis en redes sociales y que hacéis que sea un poquito más sencillo
lidiar con el mundo virtual.
A mi familia, en especial a mi madre. Eres la persona más fuerte y
maravillosa que conozco. Gracias por no soltar mi mano nunca.
A mis amigos, que me aguantan siempre. Y a ti, Alba. Gracias por no
cortarme nunca las alas.
A les lectores de Wattpad y de aquel antiguo foro de internet donde se
publicó esta historia en sus inicios. Gracias a las personas que me han
apoyado desde el primer momento, y a aquellas que vinieron después.
Y, por supuesto, a ti. Muchas gracias por haber recorrido este camino
junto a mí.
SOBRE LA AUTORA