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Dasein

Hay recuerdos que nacen y se desarrollan pero no mueren nunca.

Podrán envejecer, sí, pero entonces los vemos con dulzura.

Hoy, después de tantos años, vuelve tu recuerdo y nuestra historia. Nuestros mundos nunca se
hubiesen podido cruzar sino hubiésemos sido, en el inicio de nuestra historia, yo tu paciente y
vos mi terapeuta.

Fue una mañana de Setiembre, ya primavera, hace años, cuando me acerqué al Centro Due a
tener mi primera sesión con vos.

Llegué al Centro y después de anunciarme a la recepcionista que estaba detrás de un vidrio, se


me pidió que tomara asiento en los puff que había contra las paredes, que la licenciada Dasein
ya me iba a atender. Así que me puse a ojear las revistas de psicoanálisis que allí estaban,
como un modo de enterarme de algo con respecto a la mirada psicoanalítica, al universo al
que iba a acceder, y bajo la lupa sobre la cual iban a ser auscultados mis temores y esperanzas,
mientras esperaba mi turno para ser atendido.

Me encontré con temas siempre graves a la consulta. Para decirlo de un modo más claro: no
entendí ni una palabra. Las dejé a un costado, y me puse a observar a la secretaria que atendía
llamados, derivaba pacientes, y también escribía algunos informes cuando no sonaban los
teléfonos internos, con un ritmo de despacho que me llevó a compararla con las
administrativas de las oficinas de la terminal de ómnibus de Retiro donde venden los pasajes.

Creo que estaba empezando a experimentar un tipo de inquietud propia de mis recelos, que
me llevaba a pensar fantasiosamente en rajarme, como si ese fuese el movimiento más
apropiado para mis circunstancias. Error. Había llegado hasta ahí porque no podía seguir con lo
mismo, del mismo modo en cómo estaba viviendo, y fue por esa inminencia de un encuentro
con ciertas verdades propias que vi cómo me resistía frente a lo que sería un viaje de
exploración a mí mismo.

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