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PRIMER TRATADO:

RESUMEN

El Primer Tratado es uno de los más extensos de toda la novela. Si nos basamos en el
argumento, podemos dividir el capítulo en dos partes bien definidas: los primeros años de
Lázaro, desde su nacimiento hasta que su madre lo cede al ciego, y las desventuras por las que
atraviesa mientras sirve a su primer amo (el ciego).

En este primer capítulo, Lázaro empieza a narrar su vida desde su nacimiento en el río
Tormes, de donde proviene su nombre. Nace en aquel lugar porque su padre, Tomé, trabajaba
en una molienda en la orilla del río. Tras quince años trabajando allí, es acusado de robar de los
costales y, como castigo, es desterrado; más tarde muere en una batalla contra los moros.

Al enviudar, su madre, Antona, debe vérselas por sí sola y, por tal razón, se muda a la
casa del Comendador de La Magdalena, donde se dedica a cocinar y lavar ropa para los mozos
que trabajan allí. Con uno de esos hombres establece una relación, de la que nacerá el hermano
de Lázaro. Si bien al principio Lázaro desconfiaba de Zaide, la nueva pareja de Antona,
rápidamente su estima por él crece, dado que se ocupa de traer comida y leña a la casa cada vez
que visita a su madre.

El hermano de Lázaro solía temer a su padre porque era el único negro en su familia y,
cada vez que se encontraba con él, corría a los brazos de su madre, que era blanca. Lázaro
comenta lo irónico de la situación, ya que su hermano también tiene la piel oscura. Lázaro
repara en la ironía que supone el miedo que tiene su hermano, de tez oscura, a su propio padre,
precisamente porque es negro. La reflexión que hace Lázaro en esa ocasión —“¡Cuántos debe
haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mesmos!”— se puede extender a
una valoración moral: ¿cuántos juzgan a otros sin reparar en sus propios “pecados”? Esto nos
lleva a apreciar el relativismo moral que observaremos a lo largo de toda la obra, al indicar que
no se puede juzgar a un hombre con reglas generales y aplicables a todos.

En un momento dado, los encargados de los establos se dan cuenta que Zaide ha estado
robando. Lázaro recuerda haber tenido que vender las herraduras que el hombre llevaba a la
casa. Zaide recibe un castigo y su madre debe mudarse para evitar los rumores en su contra.

Antona consigue trabajo en un mesón y allí conoce a un ciego. Su madre encomienda a


Lázaro al ciego, quien promete tratar al muchacho como un hijo.

En el puente a la salida de la ciudad, el ciego le indica a Lázaro acercarse a un toro de


piedra y procurar escuchar un ruido en su interior. En el preciso momento en el que el chico
acerca su oído a la cabeza del animal, el ciego lo empuja con fuerza contra la piedra, se ríe de él
y le ofrece su primer consejo: debe ser más astuto. Lázaro recuerda lo aturdido que quedó
después de ese golpe y reconoce haber aprendido la lección.

De este primer amo (el ciego), Lázaro destaca su astucia y el talento para ganarse
limosnas mucho más generosas que las de otros ciegos. Su amo conoce innumerables plegarias
para todo tipo de súplicas y dispensa curas para cualquier enfermedad que otros padecen. Las
mujeres suelen ser más vulnerables a sus engaños. Por otro lado, también Lázaro menciona que
el gran defecto del ciego: su mezquindad. Mientras acompaña al ciego, Lázaro no tiene
suficiente para comer. Pronto encuentra la manera de remediar esa situación con astucia. El
ciego guarda todas sus pertenencias en un costal cerrado con una argolla de hierro y un
candado. Aprovechándose de su ceguera, Lázaro descose el fondo del costal para robarse
comida sustanciosa y, luego, cose nuevamente la rotura para evitar ser descubierto. A partir de
ese punto, Lázaro va a narrar todos los modos en los que intenta engañar al ciego para comer y
beber y, asimismo, todos los castigos que va a recibir como consecuencia.

Al principio, el chico toma el jarro del ciego y le da unos sorbos antes de devolverlo a su
lugar; pronto, el ciego sospecha y cambia de lugar el vaso sin dejar de sostenerlo con su mano,
para evitar que su guía lo engañe. La siguiente solución ingeniosa falla, porque el ciego se da
cuenta de que Lázaro utiliza una paja de centeno para tomar de su vaso. Finalmente, para seguir
bebiendo Lázaro hace un agujero muy pequeño en la base del jarro y lo tapa con cera. Cada vez
que desea beber, saca el tapón o lo derrite, y deja que el vino se vierta en su boca. Cuando el
ciego descubre el engaño, golpea al chico con el jarro, causándole un gran daño. A continuación,
el amo cura las heridas del chico con vino. De todas maneras, Lázaro va a sentir un gran
resentimiento y le va a ser imposible perdonarlo, sobre todo porque el maltrato que recibe del
ciego no va a cesar. El chico encuentra maneras de vengarse, llevándolo por los lugares más
difíciles, los caminos más pedregosos y el barro más hondo.

Camino a Toledo, pasan por el pueblo de Almorox, donde el ciego recibe un racimo de
uvas de regalo. El amo decide compartir ese regalo con su guía, pero establece la regla de que
cada uno deberá tomar una uva a la vez. En un momento dado, el ciego empieza a tomar dos
uvas a la vez, sin decir nada al respecto. Adoptando la misma actitud, sin decir nada, Lázaro
empieza a comer las uvas de tres en tres. Cuando terminan el racimo, el ciego llama la atención
a Lázaro por su engaño y le deja saber que fue fácil descubrir la trampa porque, cuando el ciego
empezó a tomar dos uvas cada vez, Lázaro permaneció en silencio, en lugar de reclamar.

Todavía en Escalona, amo y servidor se encuentran en un mesón. El ciego le pide a


Lázaro que ponga a asar una longaniza y le traiga una jarra de vino. El chico decide reemplazar la
longaniza por un nabo para poder robar la carne a su amo. Acompaña la longaniza con el vino.
Cuando el ciego se da cuenta que la longaniza es ahora un nabo, abre la boca de Lázaro a la
fuerza y mete su nariz para oler y corroborar así la trampa. En ese momento, Lázaro vomita en la
cara de su amo y, como consecuencia, recibe golpes, rasguños y tirones de pelo. Nuevamente
curan sus heridas con vino y el ciego le advierte que a Lázaro que debe le debe su vida a esta
bebida más que a su propio padre.

Amo y guía continúan su viaje y, en el siguiente pueblo, deben buscar una posada, dado
que llueve. Para este momento, Lázaro ha resuelto dejar a su amo en cuanto pueda. Aprovecha
las circunstancias y convence al ciego de que debe saltar un arroyo que se ha formado por la
lluvia para evitar mojarse los pies. Lázaro ubica a su amo enfrente a un pilar de piedra y le indica
que debe saltar. El amo pega un salto largo y se golpea la cabeza contra la columna de piedra de
tal manera que queda tendido, herido. Lázaro aprovecha para burlarse de él por haber olido la
longaniza, pero no la columna. El joven no vuelve a saber de él.

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