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ALFREDO LEÓN LLEVA MÁS DE 35 AÑOS ENTRE LA MADERA Y EL COBRE

Guiomar López (13-5-22) | LA PRENSA DE LARA. Ese juego de colores claros


atrapa en la mirada de Alfredo León, mientras sus dedos llevan las huellas de ese
trabajo con pinzas o tejidos que lo sumergen en la artesanía. A más de 35 años
inmerso entre piezas únicas se ha ganado el respeto de otros creadores que
reconocen su larga trayectoria y lucha por la defensa de este sector ante la
sociedad.

Su discurso es fluido y por eso fue reconocido el pasado Día del Artesano, como el
orador de orden en la sesión especial en el Concejo Municipal de Iribarren, donde
recibió un reconocimiento especial por su larga trayectoria. Se siente a placer
bajo la sombra del almendrón y estando a un costado del Teatro Juares, donde
un mantel blanco resalta parte de sus piezas en madera, cuero, cobre y bronce.

Es de alma, es libre, así como ese espíritu que lo lleva itinerante por las principales
calles de Barquisimeto. Ha dejado sus huellas en la calle 27 entre 19 y 20, que
luego lograron que se declarara como zona de protección artesanal. También en
la frescura de la plaza Los Ilustres y en cualquier lugar que le permita el contacto
directo con aquellos que valoran el verdadero trabajo artesanal. Su disposición es
permanente y no tiene prisa para compartir un mínimo de su vivencia con cada
una de sus obras, sin importar que sean pulseras, gargantillas, tobilleras,
anillos, zarcillos y hasta aquellas de gran formato en fierro forjado, con
ensamblaje de piezas de carros. Es tanta su creatividad, que levantó a Don Quijote
con su armadura entre la precisa unión de bujías y otros repuestos de carros.

Soñador constante

Las esculturas en metal han sido su debilidad y pueden superar 1,5 metros de
altura. "¡Yo ando por la calle es mirando qué pueda conseguirme en el camino!",
exclama de su fascinación por conseguir tuercas, tornillos, alambres o alguna
pieza vieja que transforma con su trabajo artesanal. Sonríe al confesar ser amigo
de varios chatarreros o dueños de talleres, quienes hasta le guardan alguna que
pueda ser de utilidad a ese estilo de León.

Como todo un experto, al ver una pieza su cerebro empieza a ubicarla en alguna
creación. Su experiencia es tan precisa, que la mayoría de las veces acierta con ese
modelo inicial. No trabaja con patrones a papel, por lo que todo sale directamente
de su imaginación y sus manos le dan forma, además de lo pertinente del
volumen. Todos en colores sombríos, con destellos de envejecido.
Reconoce que a veces debe frenarse y dejar de ser impulsivo, para no exagerar y
atiborrar su taller. Es el lugar sagrado de su casa en Los Crepúsculos, donde tiene
todas sus herramientas junto a la reguera de piezas de pivotes (circular), bujías,
diversidad de alambres y hasta una corona de moto que puede terminar como
una genuina coladora de café.

"Nunca fui aplicado para estudiar", recuerda de la preocupación que le dio a su


mamá, Ana Martínez Rodríguez, quien le inculcó aprender algún oficio artesanal.
Primero fue la albañilería, luego a recuperar zapatos y hasta que empezó a
experimentar con la madera para convertir un trozo del palo del cepillo de barrer
en un trompo. Todo lo aprendía de observar a otros y sólo necesitaba de una
navaja, trozo de vidrio o cualquier elemento cortante.
Desde 1986 se formalizó su talento creativo al participar en ferias artesanales en
Caracas y demás regiones del país. Para 1993 estuvo en la comisión de artesanos
en Barquisimeto que luchaban por la Ley de Protección del Artesano, considerado
como el primer grupo con su norma y con sus concejos regionales de artesanos.

Sus dos hijos siempre lo han apoyado, así como su nieta. Ellos crecieron viéndolo
entre cueros, madera y metales, con la exactitud en el martillo y el cuidado
extremo en los cortes con la hoja de la segueta. También entre las combinaciones
con el tejido macramé, que es 100% manual. Además del apoyo con aparatos,
como la máquina de soldar y equipo de oxicorte.
Pero, ¿qué ha sido lo más difícil para Alfredo León?, responde que ir más allá del
"está bonito", para que se reconozca y acepten al creador. Además del desafío al
lograr que todas las piezas cuadren, tal como lo tenía en mente. Compilar el
material y dar con las formas que terminan en piezas únicas a partir de un anillo,
el efecto envejecido que puede resaltar piedras ojo de tigre o serpentina.
Huesos y corales que llevan impreso ese elemento natural.

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