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ie Set Camp y posvanguardia Manifestaciones culturales de un siglo fenecido José Amicola México 1 edictin, 2600 92, Baseeons Ler Palos Mexicna SA ube Dat previne ha Ley 11,728 te in Argentina ‘Queda hecho el depo Iimpreso on Gs Snags el Eero 358, Lan, en agos0 cs Iss 950.12 3805.9 Indice Agradecimientos . Introduccion: Camp-gender kitsch-parodia 1. Tiempos posmodernos 2. 1a politica y la poética del camp 3. Campcones camp: Copi y Perlongher 4. Gender y genre en la obra de Manuel Puig 5. Algo mas sobre kitsch 6. Parodizacién, pesquisa y simulacro 7. The Buenos Aires Affair, novela policial 8, Cortazar: “The smiler with the knife under the cloak: Ce 9. Son de Cuba. Parodia y carnavalizacion en De donde son los cantantes y Tres tristes tigres 10. La nueva vi dl i 11. Conelusiones: “A camp sight or a camp site” Bibliografia Indice analitico uw 13 we BT 49 61 89 107 431 141 163 175 193 205 27 For Paul King, this book as camp as @ row of tents! Agradecimientos Esta obra ha sido posible gracias al apoyo para proyectos de investigacion de ta Facultad de Humanidades de la Univer- sidad Nacional de Ta Plata. Es importante sefalar aqui, ade- mids, que el fructifero debate y la buena disposicién hacia una entusiasta causa comin entre los colegas de esa institucién h hecho posible ya algunos resultados que se evidencian en la fundacion de la revista Orbis Tertius, del Centro de Estudios de dicha universidad, donde han aparecido varios de los tra- bajos que ahora forman parte de este volumen. A mis colegas de esa public asi como a Ia casa de estudios a la que pertenezco vaya aqui mi agradecimiento, Igualmente hago pti- blico mi recone torial Paidés, por su constante aliento, Dominguez y Ana Amado, directoras de la colecci6n Género y Cultura, por ha- berme inclvido entre sus huestes y haber discutide conmigo muchos de los aspectos del texto. Buenos Aires, diciembre de 1999. Introducci6n Camp-gender-kitsch-parodia exe ojo y xe onto que permite ubicar los aconteceres, Co- nnectarios, no podriamos en rigor hablar de esti Ronexro Ecanasnes (1998) ‘A partir de la década del sesenta cobran nuevo sentido los movimientos de liberacién norteamericanos (encabezados por minorias marginadas) a rafz de las inusitadas consecuencias que promovieron @ escala mundial. Esos jentos no eran un fenémeno nuevo. En rigor, h abido impulsos por la ema- nipacién femenina, por lo menos desde 1870, en los Estados Unidos, pero también en Rusia, Luego, hacia 1910 surgieron en Inglaterra las influyentes protestas de las sufragistas. Sin embar g0, ninguno de estos antecedentes produjo un debate tan pro- fundo como el suscitado en los famosos sixties, La repercu: de ese movimiento se aprecia ju del 2000, donde parecen haberse cap ‘critica, tomado del temtorio dela gramaicay la biologa Por otro lado, el motin de “Stonewall” de los homosexuales contra la policia en Nueva York ocurre al afio siguiente, y su re percusi6n es tal que esé motin finalmente se convierte en un emblema de la lucha gay (Inglis, 1993: 14; Duberman, 1993 166-212). Tal vez la obra wr represente este ‘nas homosexuales en la / 14 Camp y posvanguardia de Puig El beso de la mujer arafia (1976). cuanto al concepto de gender? que nos va a ocupar en , tended aqui su pri- mera definicién como “el status social del sexo” (Laqueur, 1990) y no s6lo como “rol sexual” (lo que podria parecer una asigna- ica en tanto intercambiable 2 voh romado pazte en. r que la apertura actual hact las i2quierdas poli tara los miembros gay en sus filas es 15 poco después de la difusién de este concept, ganara fa calle queens norte: as,_Asi el camp podria en- mo una tension estética frente al pop imino kiésch, por otra parte, ha apa- empre ligado a la esfera estética, pero como fenémeno tanger a gay en su capacidlad de us mente critico la forma parodica, y, por 1o tuar a manera de engarce de las conceptas de gendery camp, que también ite que descubrimos incierta— es que este sitira, pero, al mismo tiempo, se caracteriza por hacer de ellas un modo general de s 30 (Meyer, 1994: 188). Al mismo tiempo, to que organiza esta constelacién basada en I ves de camp-gender-kitsch-parodi tend ginas que siguen como un se da en una ma maquinico”, que despertados durante I 5 Estadlos Unidos y en sus grupos c fucrzas de protesta nacidas mi procesos libertarios vienen a producir, e engranaje: hasta poco antes giraban en el v. vyenck cuanto a I \ceptos mencionados, se trata aqui, en nds especifico de este concepto, véase el 16 Camp y posvanguardia tonces, de que esta constelacién -en sentido be ‘mo un conjunto de elementos puestos repentinamente en cone- ion (cf. Wolin, 1994: 92)- pone sobre el tapete un juego de re laciones sui generis de modo simultineo. Asi el camp recicla el kitsch, pero acentuando el significado de construccién de las imposiciones de gendery, al mismo tiempo, mostrando un cos- ilo aristocratizante frente popular propagado por el 1s mass-media (Ross, 1993: 65), sin dejar de po- parodia se manifiesta como el fendmeno fa- vorito entre los juegos de ensamblaje del arte con el pasado en una etapa que a falta de otra denominaci6n mejor, podra lla marse “posmoderna” o, segtin otras propuestas que implican no de habla inglesa, “posvanguardista” (Hutcheon, | obra pertenecien- en un lugar de enuncia- nO, CO” época de exclusividad masculinista en la tadicin literaria ar- gentina, ya se piense en los grandes nombres de Borges, Arlt o Cortizar (para mencionar sélo a aquellos a los que considero que forman un sistema en el campo literario argentino por I manera en que aparecen historicamente imbricados). Sin em- bargo, los textos de Puig no entran exclusivamente en la esfera p, gracias ala particular y cau le insercién cultura gay, como. construceién de un gucto. Puig ¢s un autor que se proclama ay, pero tiene en su programa tn organigrama ihustrado de de- claracién completa de los Derechos del Hombre y del Ciudada- no que le viene de una confianza en la Raz6n, y por ello pue- de hacer cantar sus arias al modo mozartiano como en La flau- ta magica, donde el discurso de la masoneria expresaba que el 10s mencionadlos se da un juego de fanciones el concepto “cursi” (que Introduccion 17 héroe era antes que nada un hombre y por eso era antes ida representante del ser huma: do, no pe berse gestado sin la mirada sesgada cel indivi- «duo que contiene dentro de sila inseguridad de su posicion, el mundo, y, por lo tanto, por la identidad, esencial Los estudios acerca del género en se mente hacen legion en la academ es rador de una situacién que necesitaba, sin embargo, del impu so de una teorfa de Ta sexualidad, que, a mi juicio, s6lo n: n del primer tomo de la Historia de la sexua en 1976, Podria pensarse, entonces, que los 1a. ocupa en tas uso de la homosexualidad dentro del género novel podria decinse i cenfocada el tema como un “problema a resol fad presente y aun deseable. Doll ade de su tecortido inc 18 Camp y posvanguardia estudios de gender habjan nacido a fines de Jos sesenta, entr otras cosas, para llenar el vacio de una teoria de la sexualidad istemte (Sedgwick, 1985: 13). ‘Un cjemplo cabal de esta explosion lo representa la acumu- lacién primigenia de una serie de capas superpuestas en for- ma de una arqueologia del saber que forman un sistema. Eh giendo a sus precursores, la década del noventa se apoya aho- fa en Mauss, Lévi-Strauss y Lacan, ademas de Foucault, para llegar a las ideas de una serie que puede condensarse en au: (oras (y autores) feministas en una cadena que van desde Gay- le Rubin, Eve K. Sedgwick y Judith Butler, hasta David Halpe- in (quicnes investigan desde diferentes disciplinas), Todos cllos han re-descubierto que, segtin los estudios antropol6; cos, ha existido desde épocas primitivas una Jos varones de un clan que los ha llevado au jeres de su clan como el don que les permitia entrar en con- ns otros clanes. Esta necesidad social, una vez. ins- ecesitaba de regulaciones y prohibiciones que man- tuvieran la circulaci6n asi dis Dos han sido, pues, los tabies que ese dispositivo puso en marcha: el del incesto y el del acto sexual intermasculino, cle modo que uno fuera la contracara del otro, La prohibicién del incesto obligaba a las mujeres a salir del clan; pero este tab no hubjera sido efectivo en toda su dimensién si, al mismo gestantes de un mismo clan no hubieran aceptado la prohibicién de acercamiento sexual entre si, que los @ aceptar mujeres de otros clanes. El tabti que pe- saba sobre las relaciones sexuales intermasculinas venia a re- forzar, entonces, el principio de lo genital para centralizar su objetivo en Ja procreacion (con mujeres de otros clanes) y la difusién de la especie. Esta brillante explicaci6n de los dos ta- bues universales se apoya en lo que se conoce como “el sis- tema del don”, Dicha idea su n buena parte de la criti ca desde los ochenta; como ejemplo de ello quiero citar la re- context de un famoso cuadro de Manet (Déjeuner sur 'berbe, 1863; ahora en €l Museo de Orsay en Paris) en la tapa del libro de Eve K. Sedgwick titulado: Between Men, En Introducciin 19 lish Literature and Male Homosocial Desire (1985). En el cua- iro citado dos caballeros atildadamente vestidos conversan sobre el césped mientras delante de ellos una mujer desnuda (a idea pristina de ‘modelo det pintor’) mira al espectador on cierto desparpajo (un desparpajo para la época victoriana dentro de lo que se consideraba posible en la vida publica) Para Manet, quizas, el desnudo femenino en su cuadto signi. ficaba un epitome del arte pietorico de su: momento 0 vn pro- grama de biisqueda de realismo dentro de las tensiones de la Pintura de aielier por oposicion al trabajo en exteriores; ace, mis de esto y de su juego con las diferencias de géneros y la Parodia al arte barroco de un pintor como Giorgione, hubo en su intencionalidad el deseo de épater le bourgeois, y ganar mercado, Lo cierto es que el feminismo actual va a poner es te cuadro en el contexto de un deseo: demostrar c6mo la re lacion creada por la cultura que hemos heredado es una rela. ci6n wiangular conde dlos varones (a veces dos tivales) see. fieren a la mujerobjeto. La recontextualizacién de la época Posvanguardista no podria ser mis clara como principio de Teciclaje de la tradici6n. La mujer del cuadro de Manet es el objeto del don, asi como ef objeto de la conversacién;* pero iones de la cultura estin en manos de los varones y este hecho no deja de mostrar que la relacién clave es la in. que Eve K. Sedgwick denomina en el tado “homosocial”. Fl uso recontextualizado de este ciadro no puede ser més actual y, al mismo tiempo, més foucaultia, 8 No debe; ones. Segiin él relato comico del asunto, un argentino hab hele eset con Ch See despues de disia a su compancra que se disuzara de varon, Una vez que la modelo se yor del hom- bre ert tener a Su lado @ otro var6n a quien poder contre su aventura con Gud Schife algo que sea ns imponsge Sit vez ete chise pone e acento enn impound dein pees oe impomtancta de la puesta en relato 20 Camp y post de Orsay, Pari, FAlmuerzo en ta hal, 1363, Museo Introducctin 21 no. En efecto, la obra de Foucault ha sido defi par teorfa de Ia sexualidad, pues ha venido a dara los estudios ion nueva e historizada como verdade- ra etapa fundacional. Para Foucault, el sistem sun patron de referen sentado en la época griega clasica vitable por su capacidad para isotopias de oposicion y al, apectos que todavia se hallan en vigor y son ahora de alcance universal, Sélo el pensamiento estoico y 0, apoy’indose en esta plataforma previa, el cristianismo pu- ntroducir algunos cambios que, sin embargo, dejaron in- las oposiciones maniqueas griegas. El cris- Imperio Romano, , 1972-1977: 197), e sentido, es interesante prestar on al andlisis de Foucault llevado a cabo en los tomos segundo y tercero de su Historia de ta sexwatidad (1984a/b), que echa luz sobre el tema tan controvertido de las relaciones intermasculinas entre 28 griegos pero situando estas reflexiones ahora baj que de su func 1 dentro del sistema sociopol tual. El ciudadano adulto griego debia hallarse en pleno do- minio de su prestigio filico para emplear dicho prestigio 2 ni- vel piblico en el 4gora o a nivel pris Pp los subalternos: las mujeres, los adolescentes varones, los ser vidores (esclavos de ambos sexos) y los extranjeros que de la ciudadania respectiva. El equilibrio del sistema itico de los varones adultos se mantenia en tanto los s fueran incluidos ~con distintos artificios (ideolég cos) dentro de un coto separado que los declaraba minusvi- idos y, por , obligados por una ley no eserita a ser los receptéculos de un “falicismo” que se reforzaba en la medida en que encontraba la cavidad que Jo contuviera, La cavidad era, entonces, pensada como entidad negativa que servia para representar especialmente a la Mujer (como la Na- da), es decir como aquello que carece de entidad (Sedgwick, 1985: 32). donde el estoicismo hal 22° Camp y posvanguarctia Sin embargo, ya los estoicos griegos y, luego, sus suceso: res romanos, empezaron a elaborar un pensamiento de te rarquizacion de I vida familiar que apuntaba a colocar en una posiciSn legal de mayor respeto a la mujer. Asi, la matrona r0- mana logra un reconocimiento desconocido en Pericles. FI platonismo se enfrenta en esa Marco Aurelio, Epicteto, Plinio 0 Plutarco ¢% nos dice Foucault. Se pierde, en este momento de la historia del pensamiento, la idea griega de philia como sentimiento estilizado de pasaje de conocimiento (Foucault, 1984b: 301). Marco Aurelio o Plutarco cantan las delicias de la vida conyugal y de la felicidad de la. pareja Cesposa-esposo) que domina al conjunto de la familia, algo que va a confluir lo XVIIL 0 en las novelas de inismo aprovecha, por cierto, este impulso venido de las culturas paganas para difundir una religion basaca en el amor y el respeto, y obtiene, asi, una re: colocacién de la mujer en el sistema social, Se produce, por lo tanto, lo que Foucault denomina una “conyugalizacién” de la sociedad, que estaba inserta en la base de Ia cultura etrusca que los romanos iban a absorber, un susirato que Foucault, sin embargo, no toma en cuenta, Este autor tampoco mencionaal- go que parece evidente y que consiste en que el culto maria- no que cunde en la Edad Media viene a reforzar el papel de la Virgen Maria (como la imagen de la mujer capaz de amor filial) y, al imponer su esquema mariano, reafirma el concep- to de la familia y de las relaciones sexwales intramatrimoniales. Este esquema entra en colisién, por cierto, con una parte del sistema griego clésico, vinculado a las relaciones conocidas como “pederisticas", en ba al adolescente varén a la vick mismo tiempo que in- troducia al efebo en el universo piblico cultural y politico), utilizindolo, igualmente, como cavidad para su deseo en el plano corporal. El triunfo de la religién cristiana habria de im- poner la jerarquizacion del papel de la mujer mediante una nueva imagen que la sacaria del encierro del gineceo griego para mostrarla camino del templo. Introduccion — 23 Este rescate de la mujer va de la mano con las diatibas cris- tianas en contra del ‘pecado nefando” (que no puede decirse) en boca de San Pablo y sus seguidores (a “sodomia” es un neo- logismo posterior al siglo Xi; como la etiqueta de la "homose, id” es una creacion de fines del siglo XIX Vlordan, 1997, 1990), Esto significa que, en este sube y baja de pres. tigios, en definitva, la jerarquizacién del papel de la mujer y el econocimiento de su sexualidad trajo consign la desjerarquiza- cion de las relaciones sexuales intermasculinas (que no lama. remos todavia *homosexuales” para no resultar anacrOnieos), Es notable que el cambio de una consideracion de la sexualidad que Foucault fift hacia los comienzos del siglo XVIL haya pro ducido una tabuizacion de la sexualidad en general, Esta peli- srosidad de lo sexual leg a su culminacién en la epoca veto. riana, cuando, por otra paste, vuelve a renacer el interés por tuna sexualidad “contra natura’, pero ahora de forma clandest, na; es decir, por una sexualidad que contra la moral cristians no estuviera basada especificamente en la procreacién, En este proceso, las telaciones sexuales intermasculinas se tornaron un problema especialmente a partir de fines del siglo XVII, segun establecié Foucault después de algunas vacilaciones en cuanto ala fecha en que se habria dado el viraje Ci 1999: 467).10 ela aparicin de la “homasen jones de posibilidad, al comienmo de se produce el encierro de Jos 08 y los sodomitas apareci ‘mo tiempo, Foucanit aprovecha en su sings tema “pecans epresva” acu dee fen Herbert Marcuse), por la cual el capi dad para encauzar toda energia hacia el lo. Para Leo Bersani no importa tan mido la sexval dl", sino el modo. ‘son un proceso 1995: 35) de estos tra ie en vars consi un choque ta de la diferencia (Bersani, 1995: 39). , 24 Camp y poseanguardia bios ocurtidos en la historia y la distinta posicin de la m la sociedad, la penetracién sexual siguiera gozando de seguido su sanci6n en Ia época griegs “Si la jeranquizacion de la familia y de la mujer habia servi- do para estigmatizar las relaciones sexuales intermasculinas, femenino no berarse de la misma idea griega de valo- racion del falo y, por Jo tanto, la mujer seguia siendo un su- bordinado, pero ahora con el arreglo introducido por el cris- tianismo (que culmina en ka condena publica hacia Os de). Siendo la mujer el individuo penetrable por excelencia, esa condiciOn significaba su estatuto permanente de subordi- a posicion materna en la fa- Gq no la uviera en cuenta. Agu aparece e modo flagrant contradiccién que la época en que vivimos ha llegado a po- ner en evidencia y denunciar. No es de extrafiar, entonces, que Jos reclamos de las mujeres hayan producido en las Gltimas décadas del siglo XX una produccién en carambolage de pro- testas en otros campos. Entre kas nuevas luchas actuales se ha~ lla Ja idea de una revision del concepto de “homosexual”, sna esencia sino como un “devenit”, idea hace ya algunos afios por Gilles Deleuze y Félix Guattari (Perlongher, 1997a: 33). se dé como una justa campal y una batalla, donde lo mase no ¢s el acoso, no hace mis que patentizar el mundo genér co en el que ef soneto se siente a sus anchas (véanse pags. 190-192). No es demasiado ocioso anotar aqui que el acto se- x Antigiiedad griega cargado de la idea de iciedad toda penetiacion produ Je por Si aparece cancelada toda posi ty Lefauche: 1975: 98). Introduccion 25 . Por cierto, una marca de autoridad pantes sobre el otro (Foucault, 1984a: rca de la violencia, donde la victoria le comresponde al p yo" y arrollador, Ahora bien, el efebo es objeto de una preo- cupaci6n valorizante en toda li cultura griega a causa de la Posicion que le tocaba cumplir al adolescente en la economia de a sexualidad, donde podia ser pasivo pero era noble co- laclano varGn, Sin embargo, el hecho de que en este mismo efcbo estuviera en germen el futuro ciudadano y éste pudiese conservar rastros de “pasividad sexual” en la vida Pensadores griegos de honda preocupacion (Fouca 277). Este intento de ion (donde la iperancia en el caso de Platén fuega un papel esencial) que fue conocido luego como “amor platonico". Puesta en marcha la antinomia pasiv’ penetrar significa ejercer Ia superioridad, {06 maginar, entonces, la pasividad del efebo con su futuro destino? Plat westar indirecta- mente a Aristofanes en el famoso didlogo en que lo coloca co- mo interlocutor de Sécrates (en EI banquete). No se trata de buscar su media mitad en los casos del amor como pretende adulto esa verdad y el adulto sabe sustruerse @ la belleza que el muchacho exhibe (Fou Para Foucault, entonces, sexvalidad provendria recién terior seria falsa, porque ya represion de la \leocristiana pos- taba en muchas cc portadora del futuro ser. Tal vez Foucal (en cierta imprecisi6n que minimizaria la importan- de la culpa instituida en la moral judeocristiana, que él mismo, sin embargo, ha venido develando en toda su obra. En realidad, menciona un poco mas adelante en su es- tudio (1984a: 325) que Grecia carec nstituciones represo- ras de la moralidad, Foucault deberia re 26 Camp y posvanguardia acién, entonces, que la ley judaica era ka prueba trario; por lo tanto, no serfa ocioso considerar que fue la regulacion judeocristiana la que tuvo lugar después del sicismo griego y la que imperd hasta nuestro siglo gracias justamente a la in izacion de los aparatos eclestisti- cos que la Grec no pose ‘khora bien, siguiendo a Foucault, es importante seftalar también que las novelas griegas de la época alejandrina (en Ie bisagra de la decadencia del mundo antiguo) anuncian el amor hacia la mujer como central y que éste se apoya en la fea de conyugalidad, virginidad y fidelidad que el mundo cristiano habria de hacer suyo hasta cl presente (Foucault, 1984b: 307-308). En este sentido puede decirse que el “amor atiego” desaparece paulatinamente a medida que Ta mujer se Ya haciendo visible para el mundo modemo. Aprovechando eatos conceptos foucaultianos, digamos entonces que el cris- tianismo habria de catapultar ese mensaje acerca de la centra- Iidad de la procreacion hacia los dogmas de virginidad feme- gue sirvieron para lanzar a Ta mujer a la vida publica y, al mismo tiempo, para volver a atarla més sutilmente a la vida hogarefia ‘Es on este punto donde surge la necesidad de una mifada caitiea sobre los mitos occidentales relacionados con los sexos piologicos. Asi, por ejemplo, se manifesta aliora con toda evie Ta manipalacion ejercida durante el nazismo del con- de mujer construido Bajo esa época, La mujer nazi debia, fon efecto, ser una representante robusta de una raza de bro! ce segiin la imagineria wagneriana, pero, al mismo tiempo, de- iia mantenerse dentro de la esfera hogarena y seguir depen- diondo econdmica y legalmente de! varon. Ello se puso en evi dencia en las celebraciones organizadas por el ministro de Pro paganda Goebbels, quien en 1936 cre6 el desfle del Dia del ‘Ane Aleman en Minich, donde se disfrazatm a las muchachas paftaban las caravanas con atuendos “nordicos", no izando el kitsch sino implementando una manipulacion generica (itches, 1972: 105). No era dificil forjar semejante smagen en Alemania, dado que para ello s6lo habia que Introduccion 27 de anular los conatos de independencia alcanzados durante la década anterior en la Repiblica de Weimar, y volver a las tra diciones conservadoras decimonénicas que estipulaban que la mujer debia simbolizarse en las tres “K" (Kirche-Kinder-Kiiche. Iglesia-Nifios-Cocina). Sin embargo, el mismo régimen nazi cambio funclamentalmente su credo en el lapso de pocos aios, cuando la movilizaci6n bélica desplegada por Alemania hizo bra femenina. Las fabricas Cy no naron con mujeres, que stbit mente encontraron que el Estado las lamaba fuera del hogar, repiticndo slogans que ahora (como en Rebeliin en la granja de George Orwell) se afanaban en seAalar la habilidad con que Ja mujer podia maniobrar los implementos de la produccién fa- bril, sin impostar que estuvieran entrando de ese modo en un temritorio que hasta hacia poco, es decir, ci 4 estadlo vedado. Gesto camaleénico que tectado por la investigadora Victoria de Grazia fascismo italiano, aunque en Italia los procesos fueron menos flagrantes (De Grazia, 1993: 368). En la posguesra esas mismas mujeres alemanas, acarreando las pesadas piedras de las ruinas cn las ciudades bombardeadas, serfan, més tarde, el simbolo de la reconstruccién de un pais que se habia qued: nes. Conocidas como las Triimmerfrauen (anujeres de los & combros) de fines de los cuarent las de la guerra ha- bian vivido en su propio cuerpo la violacion epistémica que las habia llevado en el lapso de una década a ser el objeto de una determinacion social que las etiquetaba como “hogarenas y obedientes”, como “obreras y empleadas en la vida publica” y, finalmente, como “mujeres que arrastran los escombros”, Ellas habian recibido en la cuna nombres femenine is connotaban con la sumision y la (elares) nos. germane (como Elfriede: que usaban los varones, designados con nombres de animales prestigiosos o de la esfera guerrera y de la valentia (como Wolf gang: paso de lobo; o Siegmund: heraldo para la victoria). Por otro lado, mieniras el Estado nazi en su primera época propo- 28 Camp y posvanguardia ‘para of Dia del Ane Alen Prope Introduccin 29 nia el i rfa del 's formaciones militares, favoreciendo las conductas homosexuales en el plano privado, podia pasar re- pentinamente, a causa de conveniencias politicas, a cambiar de tictica y organizar una razia entre un cuerpo de soldados del 8) echando le 1934 8, Judith Butler, una de las autoras més concepto de gender, desta de la lar en muchos casos cuanto les rep es afeminados. La homofobia, por lo no debe ser como meramente cultural, sino que esti dentro de esa economia social que manifiesta el panico a no poder cum- plir con la imposicién de esa misina sociedad. Las agresiones contra Jos homosextiales dehen entenderse, entonces, no tanto nal o del géneso’ se éstos Winckelmar XX): Jo que ha sido que condena a los (en el Cen el sig macio también un “street level policing of nero sexual en el plano call regulacion del intercam bio sexual hace imposible, entonces, distinguir entre lo cult y lo econémico, y la homofobia es un fenémeno que esta den- tro de es que sentido, la compulsividad de contra los infractores (Butler, 1998: 58), Judith Butler, en su ensayo capital titulado Gender Trouble (Ge 1990), sostiene que el descubrimiento de la categoria de norma impone una reaccién anda 30 Camp y posvang’ gender como marca social sobre la sexualidad deberfa Hevar consigo la toma de conciencia de que existe una asimetria en- tre gender y sexo biolégico, pues, mientras el sexo biolégico se reparte én dos (el masculino y el femenino), ello no coin- cide con la multiplicidad de aspectos que toman las diferen- cias de género (Butler, 1990: 6). Este nuevo enfoque propor- Giona la idea de que seria una crasa simplificacion decir que él sexo representa a la naturaleza y el gender a la tanto el genderes el aparato de produceidn dentro del establecen los sexos y participa de lo natural y cultural (Butler, 1990: 7) La “genealogia” foucaultiana vendria a exponer, justamente, las opciones binarias como construcciones posibles de varia- ion y, en este sentido, nunca hubiera podido legarse a la ac- tual especulacion sin el aporte del estudioso francés. A partir de Foucault, entonces, se lanza al centro de interés el papel del cuerpo en el que se inscriben con dolor las marcas del géne- 0, asi como en la pelicula china Adis, mi concubina se cas- tiga al nifio alumno de la Opera de Pekin, obligado a sentirse mujer y a utilizar, como especialista en los papeles femeninos, los pronombres de “género” femenino en su vida cotidiana. El gender es, en efecto, una marca que asume el cuerpo diferen- cialmente sexuado peto siempre es marca relacional (Butles, 1990: 9). El gender asegura la identidad y, de ese modo, soli- lo que hay de discontinuo ¢ incoherente en cl indi- ;, 1990: 17). Las, sociedades consiguen lograr una izacion del deseo en primera instancia por razones ual se heterosex politico-cconémicas, Esta es, quizés, Ia mayor novedad de los embates del feminismo ocurrido entre 1960 y 1970. No seri casual que haya sido el psiquiatra Robert Stoller quien ganara el concepto de gender en el mismo ano de 1968 cuando tuvo lugar la protesta politica representada por el Ma- 12. Al referime a “emhates del feminiseo” quiero significar que el nismo no nace en Jos sixties, sino que en esta década recibe su fuerte imp so gracias a factores de modemizaci6n que repercaten en la &poca act Introduccion 31 yo Francés (Butler, 1990: 24, Faleonnet y Lefal 99). Bn los nuevos estudios que siguen a la enu nuevo concepto, Ia "perversion polimorfa” de origen fre no aparece ahora revalorizada como el telos 0 finalidad de la sexualidad humana y no como una capa detenida para la ca- rrera hacia la heterosexualizacién. Siguiendo a Judith Butler, entonces, la personalidad gay no es una copia de la no gay (que seria el original); en rigor, ambas conductas se copias, pues no existen los originales de 1990; 31). Es por ello que la prolifcraci6n a gender (miiltiples vias de, expresion de la sexualidad) viene a “estruir los binomios fijos considerados etemnos, ast como la ope iltwra/naturaleza, gracias a una entidad engloban- te, que se expresa en el concepto de Io social En un libro posterior, ji T pasa & contestar a las Preguntas suscitadas por su primer ensayo, insistiendo en la ventaja del témino que viene enarbolando p: anterior uso de “roles sexuales” que daban la impresién de que se podia pasar de un rol a otro como un actor que inter Papeles diferentes en obras diferentes. Una de las ideas an de Gender Trouble (pero ahora con mayor de un “imperativo heterosexual” 9 “hegemonia heterosexual” que la sociedad se auto-impone (Butler, 1993: 2, 15). Ello aseguraria el funcionamie! cos cuya puesta en cuestién llevaria a un mites de la inteligibilidad, Judith Butler trabaja, en rigor, sobre Ja idea de “performatividad”. Esta pone en evidencia la au ad de quien enuncia.# Judith Butler cita el caso de que se le diga a una nena de tierna edad: “eres una nena", y en este acto de habla se le impartan no s6lo sus deberes sino también su autoconciencia, Para esta autora las asignaciones que se pro- 13. Bacto de habla per 0 ~aguel en que el hablante no sélo at ma sino que, por medio de un enunciado, “crea” el acontecimiento (por ejemplo: “Los deciaro marido y mujer"= Gene interés para las feminlstas por ie se le reconoce at hablante de mo- 32 Camp y posvanguardia y que conciemen a otras ad) rearman asi el mun. ducen en el mundo de Ja sexualid lades (como Ia homosexu do de Jo simbélico (Butler, 1993: 110), Fen este tema una voz diferente (que Pierre Bourdieu, en sti tltimo libro 1¢ (1998), considera también que est La wuesta y tolerada, constituye una “violencia simbélica” que se Perce capecialmente por medio de la comunicacion simbolica del conocimiento y de los sent 2s (Bourdieu, 1998: 7), donde el homosexual se queda justamente con la parte de ma- yor inferioric ica” (Eribon, 1999: 185), Bourdieu coincide precisamente con una feminista pionera como \ jen habria visto 1o primitivo de la separac ys sexos en todas las sociedades y los aperativos del va convencer a la mujer de su propia superioridad. con la intespre digamos que lo interesante de la postura de Bourdieu es que para analizar el orden de la dominacién sobre la mujer intro duce la palabra genres, definiéndola como habitus sexués, allt donde nosotros hablariamos ya de diferencias genéricas o lisa 19 la de los bongés de Mali y 1969, de Jean Rouch y Germaine Di aaceptadas a la bre los onas mast az que los varones de la tibu asumian en un yomento dado para asustar a 1s areplegace rf, n0 poi dja de tenes euen es to “torpe” [gauchd), derecho/curvo (esta ultima palabra conser- mbién en francés el sentido de “taimado”), seco/hi- fuera ‘0 (privaclo), que terminan siendo caracteriza- ciones opuestas que definen lo masculino y Jo femenino (Bourdieu, 1998: 13). A este \es Bourdieu termina por agregar el binomi por tante: impenetrable/penetrable (Bourdieu, 1998: 112), que so Jo puede ser entendido en toda su dimensi6n cuando s¢ lo en- sexualidad documentada por Fou- “la fuerza del orden masculino se per cibe en el hecho de que se abstiene de encontrar su justifica cién’ (Bourdieu, 1998: 15). No es la etimologia que se puede aducir ogica: vir y virtus en latin connotan la potencia fisica mascu- Jina basada en la potencia 1998: 16-18) de los sexos as, En el ambito la denominaci6n de gender no 's paises de lengua inglesa, es intere: Da cor mienzos de la década de los setenta (La fabrication des méles de Falconnet y Lefaucher) podia todavia trabajar con la idea de “roles sexuales", demostrando [a coherencia de un univer: $0 jeleologico masculino, donde el var6n giraba en torno de ideas de potencia, poder y posesion (Falconnet y Lefau cher, 1975: 65-66). En efecto, en La fabrication des males, el mn el hecho de que el Ma- ia de aguas en las & telaciones sexuales, pero, al mismo tiempo, no d lar la honda imbricacion entre la politica y la sexualidad obliga a una conducta de mostracion de “vi hha cundido de Camp y posvanguar rones para la cual Ja misma sociedad determina sus “perros guardianes’ las et ejemplo, que “testigo" viene de “testiculo”, porque eran sola- mente los varones quienes podian dar “testimonio", En defini tiva, la oposicién clisica entre nomos y physis sigue predomi- \do en Ia sociedad modema. Falconnet y Lefucheur, por su Jado, mostraban ya claramente en 1975 la incidencia en el por os polos masculino/fen La tremen- jo de los perros guardianes del género, sin », se destaca desde el momento en que quiere definit- se un concepto como “virilidad”. Y para ello se llega a la mis- ma denigracién de todo lo femenino o se alcanzan absurdos ion de los perfumes, los cuales se ads- como en el caso del perfume extraido de la ‘© muy “dulce”, se- gin los casos (Faloonnet y Lefaucheur, 1975: 23). Como la ma yoria de los autores que abordan estos temas, también Bou dieu afirma que lo que el varén ha hecho en su deseo de afi marse frente a la mujer es una construccién que ha llevado a a mujer @ hace en este sentido, la vagina aparece comc te al falo (Bourdieu, 1998: 24). Es por especialmente cuando es ¢ bre entra en la esfera de una libido dor 1998: 27), Pa. ra este soci6logo francés, entonces, la sumisi6n en el amor fa- ties decir: la devocién del dominado por el dominador) se complementa con la libido dominandi del dominador; y son instituciones como la familia, la escuela y la iglesia quienes cementan el terreno (Bourdieu, 1998: 87-93). Ast se produce lo que el personaje de Lewis Carroll determinaba en su en- cuentro. con, Introduceian 35 signifiquen cosas tan di La cuestion es €50 €s todo, iio Humpty Dumpey- quién de ser el Amo, ria | | : 1. Tiempos posmodernos bre lata y AxDuEAS Hivssen (1986) Una de las mayores prec académicos del fin del siglo XX es acotar el término (primeramente doc res lo establecer . en cambio, ‘ne, por ejeme mo es la época en la que su apuesta lamb, 1994: 5). Po igo mom Hevado a tomado como una cin (Docherty, 1996: {@ propuesta~ que no determinada ha Ie este co no debe ser 6m que conile 38 Camp y posvanguardt operativo seria, a mit juicio, deshistorizar la misma categor {que Thomas Docherty, por ejemplo, trata de definir como un momento singular de la historia de! siglo XX. Lo mais intere- sante es que el critico britdnico nos convence en otros mo mentos de su argumentacién, al definir moderniciad” como vna continuacién de las vanguardias hist6rica senticlo de que aquellas establecieron una nueva relacion en- tre el Arte con mayéscula y la cultura de masas, mientras que ta poca actual se aprovecharfa de esa embestida, pero ster do 4a consciente de fa indisolubilidad en que se encuentran tsos dos polos como antinomias dialécticas inseparables (idea compartida también por Andreas Huyssen). Segtin Docherty, Satonces, 1a posmodernidad se caracterizaria por su senti tniento ante fa inevitabilidad del ser historico (Docherty, 1996; ‘ast como por la certeza de que las ctapas anteriores es- juvicron dominadas por una mirada que se centraba en él su- jeto masculino (Docherty, 1996: 171). Apoyado en wna platar forma filosofica junto a los nombres de Walter Benjamin y Gir lles Deleuze, Docherty determina con agudeza que mientras que las vangua is establecian cotos territoriales, tendiendo a 10 cultural basado en una ética de la Tlustracion, ta posvanguardia va a implementar una desteritorilizacton que la lleva hacia una pluralidad internacional (Dochery, 1996, 205), De este modo, lo que ensefaria [a posvanguardia es una escucha diferente, en la que no se trata de homogenei- ar lo distinto, sino de pret€nder la no destrucci6n de la Otre- dad en el otto (Docherty, 1996: 225), Para Richard Murphy, por otra parte, es imprescindible an- tes de entrar a discutir qué entendemos por “posmodernismo”, tsaber a qué nos referimos cuando hablamos de Modernism y “avantgarde (Musphy, 199%: 2) y los esfueraos de su investiga Gon se centran en un andlisis del expresionismo que Peter Birger en su crucial ensayo sobre las vanguardias habria de- ‘ado fuera de consideracién, interesado como estaba especial- mente en el sursealismo y cl dadaismo. En éstas distinciones, sin embargo, hay que prestar aten: cin, al mismo tiempo, a un uso filos6fico € historico del tér- Tiempos pasmodernas 39 mino “modernidad!, sogtin este conc c "sales como uae Tae. Pra stones oslo, eines, mode tn prod qe hemes €l silo XVI que implica el gio epistemotdgico represents do en Ja losofia por pensadores como Descartes, pero tam < , Kant y Hegel. En este sentido, Hal ue ls perodivaciones de Max Weber, a lan el pasado en este momento historico « mzacon de los dominios ce cee denidad pareceri asi asocado con la eis weberana de “desencaniamiento del mundo”. Lo problemitico de esta pre semacién radiata en ae ela parece no coicii conf qe fe lene presensando en el ferteno del ate, cuando se soe ne que or cep, Bada fuego Kiba y Malm 1 it lores dle la modernité. Esta nocién, {spreads en ns, n aca de Wale Benjamin, leases sa rotular lo que la perspectiva benjaminiana lee eo. capitalismo en Pa nea; pues ena concen xt ca Baelancoe tara om I ase ce a conceio “aie Mader ahr, en ale sxpresiOn francesa a la 3 impla mucas shock thie bdyeate eine cate gue proven. l fin de cuentas, el pesmaodernismo vendkra 7 nueva conffuencia, en tanto el mievo termino va a pretender abarcar tanto los dominios del pensamiento she sm0- emo”, por cierto, certo fc fmien como una wae de pigina de a ex ean. De aqui surgiria también el encono dé Habermas en contra del posmodernismo y su Constante diatriba. En efecto, el filésofo alemn cataloga al posmodernismo como movimiento conservador, mientras que Hluyssen se encarga de desmenuzar con buenos argumentos festa postura, sosteniendo que ¢l posmodernismo actual en palma con 10 mis controvertido de las vanguardias historicas pene con aquello que ha sido domesticado y hecho potable F ‘on, Fn definitivar Huyssen sale a la defensa del mio estableciendo que de To que ahora se trata es ‘omo cuestionar para el posmoder de reabrir un debate sobre el esteticist las relaciones de la cultura de masas y repensar el asunto del sujeto y del gender (Huyssen, 1986: 207). Para Huyssen | vanguardias historicas europeas fracasaron en st proyect dado que la Segunda Guerra Mundial interrumpi6 todo el de- centonces, que los alemanes eckien mano del concep- teadieién det tr rdernité en Nietzsche o Mallarmé 3, Escomprens de modemidad, amparancose et -s bagan arrancar st audelaine y Rimbaus). 1¢ los fra (ouando Tiempos posmodernos 47 sarrollo y tanto Hitler como Stalin colaboraron a su diéspora, En la tesis de Huyssen, entonces, las vanguardias hist6ricas no tuvieron otra posibilidad més que el exilio, es decir, emi- grar a Estados Unidos, donde se encontraron con una socie~ dad que al final del milenio consiguié condens: pales embates culturales, como p: un nuevo fenémeno que hab “posmodernismo”, Volviendo a la argumentacién de Jameson, es interesante destacar en este punto que la linea de diferenciaci6n que ha sentado entre modernismo y posmodernismo le permite a es te autor oponer la pelicula de Antonioni, Blow-up, al posmodemismo de base de un film de De Palma titulado pro- gramiticamente Blow-Out Jameson, 1991: 37). Tal vez, en el terreno de ** agua para nuestro mo- lino y decir aqui que esta comparacién jamesoniana podria pensarse como cl vanguardismo de Cortizar (conectado con ¢l argumento de la pelicula de Antonioni y con toda la filoso- ia sesentista del amor como categoria fugaz) enfrentado al posmodernismo de Manuel Puig, en su bisqueda de hacer ex- plosiva la cultura de masas y analizar el amor en niveles antes insospechacios, pero nuevamente profundos. El estudio de Ja- meson sobre posmodernismo, por otra parte, termina por cc fluir, asimismo, en un acercamiento al fendmeno del camp, que aparece definido como lo “histéricamente sublime’ (Jameson, 1991: 34). Lo que vendria a hacer el camp, enton: “llevando fa iclea jamesoniana hasta sus Gltimas con- Jos prinei- producir el humus apto »s de conocer como el al mercado, imponiéndole a éste sus propios términos de jue- 0. Pero, al asociar posmodernismo y camp, Jameson muestra el acierto de sus percepciones, especialmente cuando reflex idad de mente su la restitucién del honor politico perdido del camp aparece en la idea de que el posmodernis- mo viene a afilar unos dientes que han terminado por volver- se romos. ¥ en este sentido, Jameson contesta a Susan Sontag ya sus famosas “Notas sobre camp ngulares ¢ inasibles de 1po marginado o invisible. En retados como tales un siglo ie vena a prometer la efecto, los después de la Reve igualdad) pasaron al ataque, enrostande a sus propios padres fi dl iglo XIX empez6 a dar sus fra- “filosofia de la sospecha” del siglo a 7 tos en areas donde ni Nietzsche ni Marx hubieran creido po sible un motin, este sen wocac p discoteca nio de 1969). tanto el reto provocative que “ posvanguardia” como ef camp, una de sus n jcione afurecen ante nosotros en las presenies pags ono ein ad, la estadounidense, que culturales nacidos en una socieda st me lo menos me del siglo XX, aparece ejerce descle bate internacional, Tal vez, Ia idea més apretada de lo que nos sucede en la cultura en este siglo que fenece, pueda ser . cha inteligible mediante la presentacién del asunto como u verse camo la loc En este sentido pox We) ha bajado a la sala y se sienta ahora a la mesa. 2. La politica y la poética camp: Nos hallamos ante un cuadro que muestea a dos encerados por fa fatalidad -0 por el destino entre redes, Obligados a realizar sus actos mas int © de ellos despliega sus deseos y temores ante s Projimo con un progresivo desnudamienio de su conciencia, Poniendo su peasamiento en un amor que se halla fuera del tenttorio posible y que, por lo tanto, es inalcanzable, cada uno de los dos protagonistas traviste al otro, finalmente, Con la inne gen del objeto de su deseo. Y abst puebla cad desvalido se est en ese paramo ice a una preparacién que es el alimento decantado en una pasta devenic¢ ico ingerible (polenta), frente a las fantasias de un mundo dle jauja que estaria pe fos manjares del mun ombres de los dos in los deseos elementales y co- res Se perfila como el s¢ mientras el otro, apegado a la tierra, se complac ensofiaciones de su compaiiero, que el menos sofador también sueia. Tanto uno como estin inmersos, en efecto, en un mundo de tal 4 aparecido en la revista Orbis Tortus (publica. dios dle Teoria y Critica Lietaria de Nacional de La Plata), ano 1, n° 2/3, 1996, pgs, 227-238, 50 Camp y posta mente, se derrumba ante la primacia del deseo sexual en un te ‘orig concebido desde el texto como una prision. Sin embar- go, antes de llegar a un acto tabuizado por Ia sociedach, la prtc- te de fuego ante una supuesta pertenencia a un grupo (el ho- mosexual) deviene simbolica, pero no en el acto sexual, sino @ itaves del beso entre varones que aparece marcacamente con fpotado como piedra de toque de una entrega. Se llega, a Ja copulacidn, sin embargo, « partir de roles prefijados, de mo- tal que el mas sofiador encatna casi obligatoriamente el pel del penetrado por el poder de un falo que centraliza el po indeciso entre la adscripe ista a la vez, Aira descubre que la funcion de lo gay como “un estabilizador relative de lo no, por set un émbito cargado con su propio teatro y di thecha del mundo” (Aira, 1991: 32), e el texto historieta de Ce plenamente en ese ‘mundo dentro de na gay en la que Copi encontré su des! Aira parece no descubrir aqui es que tanto a de azar, son, justamente, las expropiaciones cultura donde la que esta os atributos sexuales, es decir: una historia revisitada con el €s piritu sesentista. Aira acierta, en cambio, cuando establece que hay algo que separa marcadamente el uso de lo gay que hace Copi de aquel que hace Puig, pero no ve que ello se basa jus hente en que In estética camp no es el tinico principio de constraccién de este ultimo (Aira, 1991: 69), Ahora bien, encuentro un hilo conductor entre lo que afr ma Aira sobre Copi y el espiritu sesentista encamado en las puestas del Instituto Di Tella que ahora renace en Ia esceno- frafia a cargo de Jorge Ferrari de La China de Sergio Bizzio y 1a politica y ta poetica camp — 5 Daniel Guebel. En efecto, para si dibujo de una ¢: Gop grea pairs CASA a de un peo PERRO”, pe te ave a feria el ante de la nibriea y la rechindancia Cala, 21), Bs lo que sucede justamente en la puesta di- por Rubén Szuchmacher en 1995 de La China (Te La Plaza, Buenos Aires), En el texto original y en la pues ‘nos Aires), Ei > original y aoe ), En el texto original y en la puesta, lo con Ja parte de femineidad que el var y a la vez, en un juego de tabies y cata so ale ul iabiies y rupturas que cada sociedad nomento dado se permit, seta cata ver nucras eras. Lo divertido de la telacion que estoy tratando de cs. tablecer estaria en el fe era jinal de que justamente la ma- Cbesco, Un watado sobre ta patra, un parigrato como “ta endose a la mujer real cel poeta Hidalgo (Ludm romper con to- ». En. efecto, Ludmer trabaja Hage, Mare sea els la de 1973. Saber a aaa istema que ir en su nove- 8, claro esti, que es el arte el que abre las enero gauchesco, entonces riptos dentro del gesto fundante ra que, una vez que se llegue a La Vuelta de Ma tocari la frontera extrema del espacio mo para que se pued jo al cue! Fierro, se terior del género, co pasar a otto género, al teatro, a la no ‘mer, 1988: 87). Esto es lo que pasara en 58 Camp y posvanguardia 1a China, donde se explotari un principio constructivo del ge nero gauchesco ~el dialog entre varones para exacerbarlo y evarlo a sus Gltimas consecuencias. $i el género gauchesco no hablaba més que de la ley masculina, aqui sera ésta la constan- te obviedad frente a la ausencia de lo femenino, para lo que nunca hubo espacio en el propio marco genérico. No debe causar asombro que entre los manuscritos inédi- de Copi se halle un texto parddico del sainete gauchesco rioplatense bajo el titulo La sombra dle Wenceslao. Lo que se manifiesta en todos estos textos es, en rigor, el decir, es 1a voz. -también doble— de la enunciaci6n. Los tpi cos negativos del género como el sexismo, el racismo y la xe- nofobia (Ludmer, 1988: 202) aparecen mostrados, gracias al sujeto de esa enunciacién (doble) habilmente desmontados por el pliegue irénico del texto. Seri el camp, entonces, el movimiento venido de la plaza piiblica, el que atravesara radicalmente el discurso literario de muchas literaturas, refuncionalizando pactos de lectura. Ast La China osa introducit en nuestro campo la pareja de gauchos que se halla en la columna fundacional del género gauchesco fen tanto constitucién de la patria, segiin la vision de Josefina Ludmer, y que ya tenia su contrapartida parddica en esa espe- Ge de mock epic, o falsa epopeya, de Estanislao del Campo, pero que ahora ¢s desacralizado en uno de los sentidos que el victoriano siglo XIX no se habia permitido hacer visible: el dis- curso sexual. En efecto, Ludmer declara a propésito del Faus- fo que es “la primera vuelta de la cinta celeste y blanca’ (Ludmer, 1988: 123), El Fausto significa, en efecto, un despla- zamiento de Io pe Je Jo pablico, que habia sido la razon de ser del género. Con la introduccién de la ironia se estable- ce una grieta ahora entre enunciado y enunciacion. Bl género ya deja de contarsc solo, y el relato enmarcado fagocita el mar- co. A pesar de la parodia gauchesca, el discurso nacionalista se sigue atrincherando en el género considerado el mayor pro- ducto literario argentino. Esto sido puesto en claro por Roberto Arlt, quien en 1932 no titubeaba en sus denuncias cuando escribia que se hacia nacionalisme con el gaucho y que 1a politica y ta pottica camp 59 ~lts mejores Composiciones gauchas, son obs de sefiores ue sino gastan levita y astén, usan cuello palomita y fe cigartillos uurcos” (Alt, 1995: 168), fee _Estos sefiores se tian transformado ahora en Sergio B ¥ Danlel Gucbely, si las sese8as sobre la obra insisten cn atusion dela pera a un presunts Rxperando a Get pampea- no, ete, or mi parte, que fas deus tienen que ver ~como até de demostrar en mi comienzo exposiivo- con nuest vida y literatura nacional? (como ditia Grams ae lo que aqui se juega es una batalla de la sexu imaging damente politico, un combate que ya habfa enteado puerta grande ala literatra argentina gracias usamentens ng mirada que en algunos momentos rozaba la estética del camp. China no se construye solamente sobre el sainete gauches, co ni el teatro del absurdo, sino que su dillogo intertextual estblece, en primera insti, con la tain canons ca ts literatura nacional, entendde como tn tatado teotbaico fOr It pat. Por elo segn Luda, la gus de i dobe {lel dos y del dueto es el principio que rige el gener Grudn 198: 205218 este sentiio €s interesante desea. bricque Bewna So, por su pute, analzando fos dos ga chescos en lobes de Borges, que son um forma de dog, tambien Neg 2 laud conclusion de relacionar dialectic mnt mt Bnei con cl prnipo romano de ie Ae hint cueo dels gauchos Piz y Sos taba so Iminalmente la idea cle un juego de espejos que pone Higro la constituciGn de una ‘dentidad social, En eate centile, sa obra lleva la densidad parGdica a la exacerbacion satiies poniendo en escena para un pi pectin plec ), en tanto que Pues la figura del travesti del texto engin {ue hacia su aparicin ~como los personajes en los dibujos opi sin que ad fo amunciarsy bulindose, en med ae ampa, del principio de verosimilitud. L: eniph a puesta de 1995 de La ina efectud, sin embargo, un recorte, al dejar justamente de 60 se instaura una de- westismo, sin ver que 1 en el discurso social ~aquello que Roger na “combustion” (Lancaster se el camp. Por otra parte, el camp Ja propia homo- de donde podria origis responde -en tanto proceso de combt fobia endocéntrica de los grup cuartel a tc reglas de juego heterosexuales, nasculina que Di bon, so fobo, proveniente de cualquier rin dad. En este sentido, el camp aparece como cento dee as 4 cstratagema en contra de idier Eribon v Ia seriedad € azo armado a la visibilidad, habiendo entendido que ka ocu mento para el amordazamiento (o el chantaje 3, Es evidente, en este se hhogue en mente conde se nota ividuo provisto de pe de, poder. 3. Campeones camp: Copi y Perlongher ma a partir del contraste. En cfec- 10, la mayor f s investigaciones acerca del fenémeno camp tratan esta manifestacion como un acontecimiento que se da en el plano teatral y ieo (como ocu ja categoria del happening). Las teorizai Sa no mencionan casi nunca 10 que otros gen poesia o la novela, parecieran implicar en este “atte gay te folle’ que es el camp. El camp aparece en la mayori jas sin ser puesto en relaci6n con la muultitud de attficios, convenciones y formas ceftidas a formulas fijas (lo que en la ctitica en inglés es conocide como ‘formulaic). En las paginas que siguen, por se consideran las ma festaciones camp no sélo en textos | escena, sino tam- bién en la poesia y en la narrativa, con el fin de las dle ferencias que cada género literario puede aportar. No pa demasiado fuera de lugar, entonces, tratar de pensar el cai , a pesa de su fijacion en la ley de la teatralidad, nos pone también frente al mundo de la poesia, un territorio aparentemente aje no al gesto que venimos de! y de la novela de la pas- vanguardia, poema de Néstor Perlongher (1949-1992) “Por qué sere- ‘mos tan hermosas” contiene, como veremos, en forma de pr 62 Camp y posvanguardia grama, una provocaci6n paradigmitica de la presentacion del | camp. Su autor rompe, dristicamente, por un impulso desau- | ratizante, no sélo Ja condicién del poema como territorio sa- i grado, sino que desestabi fen sus versos implic no 0 a otras manifestaciones de Ja historia literaria, pero tras- ladando los textos “a lo divino” (es decir, a una version para iniciados en el universo cerrado de las costumbres homose- xuales), Asi, cada texto presentado como poético en el pacto autorial de Perlongher crea una nueva capa de significacién donde la parodia literaria “redime” e] mundo gay con una mi- rada de provocacién ante I diferencia. El poema menciona- do, por ejemplo, presenta la andfora “por qué”, que inicia da conju fico para remitir a una estratagema del barro- co. S6lo que aqui esa ret6rica aparece distorsionada y sacada del contexto faloceitico de ese pertodo literatio, para entrar (como sucede en algunos autores cubanos contemporineos, como Severo Sarduy y Lezama Lima) en un mundo vedado a la mirada Jiteraria. Este mecanismo parece indicar la supue: actitud condenatoria de un grupo vilipendiado sobreimpuesta a la vision propia dentro del grupo. En otras palabras, el tex- se construye gracias a la superposicién de varias capas di cursivas que se contraponen en la miracka de aceptacion y re- cchazo del objeto tratado. Fl texto de Perlongher es el siguien- te (1997b: 56-57): Por qué seremos tan perversas, tan mezquinas Gan derramad: sea el cielo como una explosion de vasel como un chisporroteo, como un tiro cl Jor qué seremes tan sentadora smos por sus nombre uando nadie nos esci pizpiretas, chat! tan solteronas, tan dementes Campeones camp: Copi y Perlongher 63 Por qué estaremos en esta densa fronda agitando Ia intimiciad de las malezas los se agiten muellemente Por qué | setemos tan disparatadas y brillantes abordaremos con tocado de phima el latrocinio desparramando gri ue no retrasarén la salva, no ero que al menos permitirin guifarle el ojo al fusilero Por que seremos tan despatacradus, tan obesas sorbiendo en lentas aspiraciones el zumo de las noches igrosas entregadas, tan masoquistas, tan econisticamente hablando~ nos fant gozOSAS, an gustosas ‘que n0 nos bastard el gesto airado del muchacho, su curvada munecs pretenderemos de: Y extraer las secretas esponjas de la axila tan denostadas, tan g Por qué creeremos en la iinmediatez, en la proximicad de los milagro circuidas de coros de viryenes su cuerpo. idas y asesinos dichosos lees cremas los tocadioses jioseando Por qué seremos tan superficiales, tan ligeras encantadas de ahogaraos en las pieles que nos recuerdan animales pavorosos y extintos, Fogosos, gigantescos Por qué seremos tan sirenas, tan reinas marasmos del romanticismo jes, tan aja la ead tan de reaparecer en los etanques donde bios de h indo, chorreando la felonia de la vida fs 4 Gampy posvanguardia Ia poesia de Perlongher, entonces, se presenta como un texto que saca partido de la provocacion camp. Ella lanza la condicin de fofle a la arena como una caracterizacién que, aunque presuntamente negativa, termina significando la ala- banza del perfil que parece denigrar. Ahora bien, las condici nes de posibilidad del camp se han presentado a partir de los hos sesenta, coincidiendo con el fendmeno del arte pop en Estados Unidos. Los antecedentes aparecidos, por cjemplo, en el period llamado clasico del cine de Hollywood (entre 1930 y 1950) se presentan como una prehistoria del fenémeno camp, previo al pop de los cincuenta. Por otto lado, es cierto, como sostiene Graciela Speranza quien analiza el fenémeno de renovaci6n en la literatura argentina de la obra de Manuel Puig-, que el consumo del objeto camp © pop implicaria: [J una celebracién implicit en el proceso por el cual se encue! or exceptional en el objeto degradado. A diferencia del consumidor kitsch, engaftado en su pretension midor del pop © del camp es un connaisseur que a cién idiosinerisica al paisaje de le cultura de masas. Camp y pop coinciden no s6lo en la reversion de las definiciones legitimad: de! gusto, sino también en a atibucién moderna del género femenino a la cultura de a sas, se entiende que la sensibilidad camp se vincule a lo androgi- no y al gusto homosexual y que el surgimiento del pop ~a pesar de Ia ausencia notable de artistas mujeres~ coincida con la emer iberacion gay. Hay to- davia otro aspecto ca que el pop y camp se acercan aunque, pa- cojicamente, radique alli la diferencia mas significative: un des- én por la oviginalidad, un gusto por la copia (que en el camp po- ra asimilarse al gusto gay por la imitacién) que sin embargo se ‘zucluce en una forma de distancia casi teatral (Speranza, 1999: 49} Para la investigadora, ademés, la paradoja de la distancia estética del pop adquiriséa en este punto -cs decir: en el mo- mento de [a copia~ dimension filosofica en tanto cuestionatia no s6lo las relaciones entre objetas estéticos y no estétice copia y original misma identidad del arte, esto es, su diferencia eser realidad (Speranza, 1999: 57). El Campeones camp: Copi y Perlongher 65 camp seria, entonces, la exac , y Hevindolo todo a una exasperaci6n antes desconocida. La mencion de una "Santa Arlette” y la ceremonia de un vela- torio organizado en su entorno por razones politicis parece emitir a la figura mitica de Eva Per6n, que Copi habia toma- do como figura teatral en 1969 Cobra estrenada en Paris al aio siguiente por el argentino Alfredo Rodriguez Arias) y a la que pasaremos a referirnos. En el caso de exta pieza teatral podtiamos preguntarnos cual Eva Pern es la que Copi pone en escena, Se trataria, en fin, de una Eva que se yergue ante nosotros erigida mis en la leyen- da sobre su figura que en su vida militante, Esa imagen, enton- ces, parece vincularse més 2 una lines que va desde Borges con “EI simnlacro” hasta legar a la Santa Fotta, de Tomas Eloy Mar tinez, como dimensién que impregna tanto los textos de Copi y de Perlongher, aunque cn Copi se trate, por cierto, de una Evita lada ¢ histérica, antibista y dvida de vestidos y per fumes, es decir, rodeada por todas las maldiciones que hab echado sobre ella los miembros de un partido de la oposicior como la Uniéin Civica Raclical, a la que pertenecta ta familia del autor. En este sentido, las libertades historicas que la obra s ite develan una fistamente en el momento. en que a partir del Cordobazo (21969) cn Ia Argentina se gesta un movimiento que retoma a Eva Per6n como bandera revolueionaria, Al mismo tiempo, es- ta infidelidad voluntaria apunta a una lucha contra todo realis- mo (como también se percibe en la novela Santa Evita, de To- mas Eloy Martinez), El texto de Copi tiene algunas tensiones que se dirigen, con todo, en otto sentido: el desamor de Juan Pern hacia su es- posa y la cobardia de este conductor politico, presentados en obra teatral de Copi, no dejaban cle contribuir en los seten a la reconstuccién del propio mito. Ese mito nos daba una Evita mas valiente que st! compaiero de destino. Esta tenden- ia del texto a construir un personaje , a pesar de t do, va 2 culminar en el desenlace en el que Eva Pern es Campeon camp: Copi y Periongher 71 -adora de la colosal ceremonia de su propio entiero, Si en esta obra Copi no deja de enfacar el ter Optica de sus opositores, como lo habia hecho Puig en el guién pist- mo de casi diez afios antes La iajada, esta nueva lectura del mito, que también alude al ambiente de las bambalinas cine- matogrificas del pasado de actriz de la primera dama argent na, se aleja del intento de Puig de comprender un destino re- volucionario para Hevar las capas de significacién a un grand macabre, donde el cancer de la protagonista se torn una pie- za clave de manipulacién por parte de la misma vietima de la enfermedad. Asi “Evita” (nombre escrito en la pronunciacién francesa) en la obra de Capi aconseja a Perén trasladar las in- minentes elecciones presidenciales inmediatamente después de sus propios funerales para obtener un mayor rédito pol co de su muerte (Copi, 1986: 111), hablando al mismo tiempo de c6mo querria que embalsamaran su cuerpo (112) 1a lectura camp de este mito aparece subrayada, en prime- 4 instancia, por el tavestismo dle fa puesta, en la que “Evita” ¢8 interpretada por un var6n. Al mismo tiempo, lo que llama la atencion es el modo en que el texto consigue transformar a un personaje controvertido, pero socialmente interesante, en un ckisico como el que podria interpretar una Marlene Die- lich, en sus interpretaciones como ladrona de joyas de nivel internacional, En este sentido, el final de de teatro camp al que el texto se encamina desde el prineipi “Evita” huye de su lecho de muerte con su amante, dejando que Perén lance la noticia de su fallecimiento, pero utilizando como cadaver de la exhibicion que se prepara el cuerpo de enfermera personal de Eva Peron, a quien el personaje de “el Amante” ha apufalado en la escena anterior. La sensibilidad camp estaria aqui presente cn la exageracién de los elemen- tos puestos en juego y en su t id: “Evita” na aqui como la habia dejaco la cabaretera personificada po Marlene Dietrich para seguir a su amante, caminando descal- za a través del desierto en Ia pelicula Marruecos. Lo que in porta en de Sternberg como en la pieza de Copi es solamente el gesto: éste hace explotar toda la discursividad de aly condena de por si el pi similitud a una vergonzosa version que va a ngher de este tema pa yece puesto en el otro extreme de la historia, pues su poema FL cadaver" (Peilongher, 1997b; 42-45) va a estar enfocado lesdle el sentimiento de los asistentes al entierro de Eva Peron, que -en una capa semdntica muy sutil- revelan ser “locas de arrio” impresionadas por ef destino tnigico de kt muerta, FL cortazariano de Historias de cronopios y de famas se ba > en un “atte folle” intado como hecho pol texto ser \ipio de vero- alguien tan camp como Copi. Al mismo tiempo, el re ogrado en tore 1 pone el acento en Ja carga de sig- {on alegorica de un elemento, el cuerpo Muerto, que se- p Walter Benjamin babia si T0960. Junto a la idea de decaclencia y deterioro emblematizada en Jo agonico y cadavérico, sin embargo, el camp va a dar im- a los cosméticos y fas mascaras de fa femi (05, el poen ngher y mencionen la palabraemblemitica de lo camp c Revlon. La cosmética alegorizada en Revlon vuelve a repetizse en | mas ampu- losamente “FI cadiver de Este poema culmina en 1a apoteos! camp con un ensalino tomado del vu- ‘zumbificacién” con estos versos: “No de- ja de insufla pompa/ de lo vano, como un bre= tel/ de polvo: coup same’ (Perlongher, 1997 179). apropiacion de los escritores camp de serie de inte Campeoues camp: Copt y Perlongher 73 raz, Un tnivesti, sino inten Y la femineidad caudalosa vu mientras que, a la manera de Walsh, m su nombre de mujer por anton: icidn” del mito de Evita por parte de muchos es- podria comprenderse, quizis, como una construc: cién paralela (coherente a su modo) a lo que se pi El texto en prosa de Perlongher titalado “Es se apropia del cuerpo sexuado de este icono popuk transformarlo en un icono ga fa santa y prostiruta d texto se tensiona en la misma interrogacion del narra quien se pregunta sobre la identidad sex tiene delante: de la persona que ‘Me tlaino Ev sos un tmvest ay vos 1", le contesté, "Seguro que n preciosura? A ver, éEvita qué?” “Eva Duarte", me no seas insolente o te bajis ne? (Bajar el bu (Perlonghes 1997a: 194.) 4 Camp y posvanguardia fe texto construido como Jo que los formalistas rusos lla- marian un ‘ska2’, en virtud de li complicidad de grupo crea- da entre el narrador y el supuesto pubblico de la narraci6n

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