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KORNEI

CHUKOVSKI

EL LIBRO
DELAS
MARAVILLAS
KORNEI CHUKOVSKI

EL LIBRO
DE LAS MARAVILLAS
Ilustraciones:
A. KANEVSKI
Y. VASNETSOV
V. KONASHEVICH
V. SUTEEV

[EJñJ
EDITORIAL PROGRESO
MOSCU
EL TELÉFONO

1 2

Repica el teléfono,
Me acerco al instante. Llama el cocodrilo
“¿Quién es?”, yo pregunto. desde el río Nilo:
“Soy el elefante”. “¡Querido doctor,
“¿De dónde me llama, hazme ese favor!
quisiera saber?” Mi hijo y mi mujer
“De casa del camello. chanclitos de goma
¿De dónde va ser?” quisieran tener”.
“¿Y qué es lo que quiere?, “Espera, ¿acaso
¿café?, ¿hierba mate?” la otra semana
“Ni lo uno ni lo otro. no envié dos pares?...
Quiero chocolate”. Fue por la mañana...”
“¿Para quién lo quiere?” “Los que tú me enviaste
“Pues para mi chico”. la otra semana
“¿Y le mando mucho?” nos los merendamos
“Diez libras y pico. de muy buena gana.
Si me manda más, Ahora esperamos
el muy picarón, con ansia los tres
puede indigestarse que envíes seis pares.
de algún atracón”. ¡Ya ves!”

© Traducción al español Editorial Progreso 1974


3

Los lebratos blancos llamaron también.


“¿No tendrá usted guantes que nos queden
bien?”
Más tarde llamaron los sabios monitos:
“¿Podría enviarnos usted dos libritos?”

Llamó luego el oso,


rugiendo furioso.
“Deje de rugir.
¿Qué quiere pedir?”
El oso rugía;
yo no le entendía.
“¡Hu-u-u! ¡Hu-u-u!”
Pero qué y por qué.
¡no lo sé!
“Déjese ya de gritar,
cuelgue el auricular”.
5

Las grullas me dieron la murga:


“Envíe doctor una purga.
De ranas nos hemos hartado
y el vientre tenemos hinchado”.

Llama el chancho: “Doctor,


¿no tendrá un ruiseñor?
Un servidor
y el ruiseñor
podríamos cantar
un cántico en su honor”.
“¡Ni hablar! ¡No, señor!
¡Nunca con los chanchos
canta el ruiseñor!”

Otra vez el oso:


“¡Salve a la foca!
¡Ayer un erizo
se tragó la loca!”
8

Esa algarabía
dura todo el día.
Tin-tin-tin,
tin-tin-tin.
Ora llama el gato,
ora el puercoespín.

Dos gacelas, hace poco,


casi me volvieron loco.

“¿Cierto que en la feria


el columpio ha ardido
y que el tiovivo
también se ha perdido?”

“¿Qué decís, gacelas?


¡Ni que fuerais lelas!
Nada, nada ha ardido,
nada se ha perdido.
¡Todo sigue igual!
¡Todo está normal!”
Pero no escuchaban
y vociferaban:

“¿Cierto que en la feria


el columpio ha ardido
y que el tiovivo
también se ha
perdido?”

¡Mira que son lelas


esas dos gacelas!

Ayer, aún oscuro,


me llamó el canguro:
“Diga, por favor,
¿vive ahí el condor?”

Le grité indignado:
“¡Está equivocado!
¡Ha marcado mal,
llame a la central!”
10

En tres noches no he dormido,


estoy rendido.
Dormirme ya debería,
aun de día...
Pero a la primera cabezada,
¡otra llamada!

“¡Socorro, doctor, doctor!”


“¡Hable claro, por favor!”
“Es mi primo hermano,
cayó en un pantano...”
“Quién?”
“¡Mi primo Hipopó!
Rodó y se cayó.
Y... ¡qué va!,
¡ni para aquí ni para allá!
Si no viene pronto
se hundirá el muy tonto”.
¡Pobre Hipopó!
¡Qué puedo hacer yo!
“¡Bueno! ¡Corro, corro!
¡Corro en su socorro!”
11

¡Menudo trabajo costó


sacar del pantano a Hipopó!
1
}
J
AYMEDUELE

Aymeduele, el buen doctor,


mitiga cualquier dolor.
Acuden los animales
a curarse de sus males,
el gusano y la raposa,
la vaca, el lobo, la osa...
A todos quita el dolor
Aymeduele, el buen doctor.

Llega la raposa muy de


sopetón.
“Me clavó la abeja su largo
aguijón”.

Llega luego el perro y dice


infeliz:
“El tonto del gallo me pico la
nariz”.

© Traducción al español Editorial Progreso 1974


Llega mamá liebre, al final del día.
“¡Ay, a mi lebrato lo pilló el tranvía!
¡Mi pobre lebrato está ahora cojito,
porque dos patitas le cortó el maldito!”

Le dice Aymeduele: — “¡Deja de llorar!


En menos de nada lo voy a operar.
Otras dos patitas coseré al lebrato.
Correrá tu hijo igual que hace un rato”.

La liebre el lebrato llevó al buen doctor.


Lo llevó cojito, con mucho dolor;
otras dos patitas le cosió al instante
y quedó el lebrato sanito, flamante.

La liebre, contenta
se pone a bailar,
y ríe, y grita
a todo gritar:
“¡Gracias, Aymeduele,
por tus buenas manos!
¡Corre mi lebrato
como sus hermanos!”
3

Llega el chacal como un rayo,


galopando sin desmayo.
“Aquí tiene un telegrama.
Hipopótamo lo llama”.
“En África le esperamos.
Salve a nuestras criaturas.
En su ayuda confiamos.
Saludos y mil venturas”.

“¿Han enfermado? ¿Es verdad?


¡Oh, qué gran calamidad!”

“¡Sí, sí, sí, de escarlatina,


de gripe y de tos ferina,
de paludismo, bronquitis,
difteria y apendicitis!...
¡Corra, corra, buen doctor,
dése prisa, por favor!”

“Está bien, volando iré


y a los chicos curaré.
¿Dónde vivís, en el llano
o quizá en algún pantano?”
“Vivimos de mar a mar,
en Togo y Madagascar,
y a orillas del Limpopo,
donde están Hipó y Popo
4

El buen Aymeduele saltó de su asiento,


por bosques y prados corre como el viento.
“¡Limpopo!” — repite casi sin cesar,
y todo su anhelo lo pone en llegar.

La nieve y el viento lo empujan atrás.


“Vuélvete, Aymeduele, que no llegarás”.
Y cae Aymeduele, no puede seguir.
“¡Se acabó —exclama—, se van a morir!”

Pero en ese instante, de atrás de unos pinos,


se acercan dos lobos y dicen muy finos:
“Monta, Aymeduele, y agárrate bien,
que te llevaremos en un santiamén”.

Galopa Aymeduele, vuela como el viento.


“¡Limpopo!” —repite a cada momento.
5

Se ve Aymeduele ante el mar anchuroso


que ruge y que brama furioso.
Las olas, muy altas, ¡qué horror!,
se quieren tragar al doctor.

“¡Ay!, si de pronto yo me hundo


en este mar tan profundo,
¿quién curará de sus males
a los pobres animales?”
“Monta — dice una ballena,
acercándose a la arena —,
que, como un barco gigante
yo te llevaré adelante”.

Monta Aymeduele en el pez.


“¡Limpopo!” — dice otra vez.
6

Los montes le cierran el paso al doctor,


que trepa por ellos bañado en sudor.
Cada vez más altos y más fatigosos,
clavan en el cielo sus picos riscosos.

“¡Ay!, si no puedo llegar,


nadie los podrá salvar.
¿Quién curará de sus males
a los pobres animales??

Dos águilas acudieron


y a Aymeduele le dijeron:
“¡Monta, doctor, de corrida!
¡Llegaremos en seguida!”

Monta Aymeduele al instante,


“¡Limpopo!”, dice anhelante.
7

En África, “Digan, por favor,


en África, ¿dónde está el doctor?”
en el gran
Limpopo Los hipopótamitos
llorando comieron muchas pipas
lo espera y están muy enfermitos
nuestro buen Hipopó. con gran dolor de tripas.

Bajo una palmera, El avestruz y sus crías


observando el mar, llevan llorando tres días.
en África espera ¡Ay, cuántas enfermedades!
lleno de pesar. ¡Ay, cuántas calamidades!
¿Llegará el doctor Ictericia y bronquitis,
en algún vapor? difteria y apendicitis,
sarampión y escarlatina,
Los rinocerontes viruela y tos ferina...
y los elefantes
por llanos y montes Todos gimen: "¡Qué dolor!
preguntan cargantes: ¿Por qué no viene el doctor?
El tiburón, apenado, El desgraciado saltón
en la arena se ha tumbado, tiene una dislocación.
porque a sus pobres hijitos Como no puede saltar,
les duelen los dientecitos. lloriquea sin parar:
¡Dos semanas sin dormir! “¡Aymeduele!, ¿dónde estás?
¿Cuánto se puede sufrir? ¡Ven, que ya no puedo más!”
8

Un pájaro grande se acerca volando.


Todos en la orilla se quedan mirando.
Y ven que Aymeduele agita la mano
y saluda a todos contento y ufano.
Todos los enfermos gritan con fervor:
“¡Viva Aymeduele! ¡Viva el buen doctor!”
El águila vuela en lo alto del cielo
y al poco, veloz, se posa en el suelo.
Aymeduele corre, y en las barriguitas
a los tragoncetes les da palmaditas.
Y para curarles de la indigestión,
a cada enfermito le tiende un bombón.

A los tigrecitos
se acerca rayados
y a los camellitos
de lomos corvados,
y les da a todos
con muy buenos modos, diez noches seguidas,
leche condensada, de ir y venir.
una cucharada. Diez noches seguidas
a los animales
Diez noches seguidas cura las heridas
pasa sin dormir, y libra de males.
9

¡Ya ríen, ya gritan, alegres y ufanos,


Limpopo!
¡Ya están todos buenos, ya están todos sanos.
Limpopo!
¡Ya brincan y corren con gran alegría,
Limpopo!
¡Ya pasan felices la noche y el día,
Limpopo!

Hace un guiño el tiburón,


como un chico juguetón,
y se ríe a carcajadas
que son como campanadas.
Los cuatro hipopótamitos
y todas las demás fieras
ríen con tan fuertes gritos
que sacuden las palmeras.

Ríe Hipó, ríe Popo:


¡Hipó-popo, Hipó-popo!
y el hipopótamo va
gritando acá y allá:
“¡Viva Aymeduele, el doctor
que cura cualquier dolor!”
¡VIVA EL AGUA Y EL JABON!

La frazada ¡Oh! ¿qué es esto?


se escapó, ¿Qué sucede?
la sábana echó a volar,
y la almohada, ¿Por qué en torno
por el cuarto todo rueda,
saltaba a todo saltar. brinca, corre,
salta y vuela?
Tendí la mano a la vela,
y en la estufa se metió, Las planchas
y el libro, tras los botines,
como una rana, los botines
bajo la cama brincó. tras las botas,
las botas
Intenté desayunar tras la correa:
y me acerqué al samovar, todo rueda,
pero huyó, el muy barrigón, todo corre,
como del gato el ratón. todo brinca y todo vuela.
y tanta mugre en las manos
Sale un lavabo muy feo que escapó tu pantalón.
de la alcoba de mamá
y dice con gesto serio, Muy de mañana, a la aurora,
lo mismito que papá: se lavan los ratoncitos,
los gatitos, los patitos,
— ¡Ah, muchacho, muchachote! todos los animalitos.
Pero ¡qué barbaridad!
Pareces un carbonero; Sólo tú no te has lavado
mira y te convencerás: y sigues todo tiznado.
tienes tiznada la cara, Por eso tus calcetines
y en la nariz un manchón, escapan tras los botines.
Soy Bienlava, Se pusieron los cepillos
el Gran Lavabo, a restregarme furiosos,
de los lavabos señor repitiendo, como grillos
y de esponjas y estropajos director. fastidiosos:
Si llego a ponerme bravo
y lo ordeno a mis soldados, — Lo lavaremos entero
en tropel acudirán con esmero, con esmero.
cientos, miles de lavabos Este niño quedará
y con enorme alboroto limpio, limpio de verdad.
y tremenda algarabía
a las aguas del canal Saltó el jabón a mi pelo
te echarán con alegría. cual una avispa lo haría
Golpeó la palangana y me enjabonó en un vuelo.
y gritó: "¡Kará-Barana!" ¡Ay, qué picazón sentía!
Del estropajo furioso y al estropajo espantó
escapé como de un oso. cuando mis apuros vio.
Y me siguió el estropajo Pero luego protestó
calle arriba y calle abajo. y me dijo,
pero luego se irritó
Salté la verja del parque y me dijo:
con mucho valor y arte.
Y el estropajo maldito — Te irás a casa en seguida.
me siguió como un mosquito. ¡pero ahora!
y te darás un buen baño
Por fortuna se acercaba de una hora.
mi querido Cocodrilo, Quiero verte aseadito,
que a sus hijitos contaba quiero verte arregladito
un bello cuento del Nilo, sin demora.
Por la calle corriendo salí
y al lavabo de casa volví. Al instante, el pantalón
Con jabón, con jabón, vino a mí muy retozón.
con jabón, con jabón
sin descanso me lavé Las tortas dieron un grito:
y las manchas — ¡Aquí estamos, amiguito!
de la cara El bocadito corrió
una a una me quité. y en mi boca se metió.
Luego vino mi buen libro,
y el cuaderno le siguió.
La aritmética, con brío,
bonita danza bailó.

Y Bienlava,
el Gran Lavabo,
de los lavabos señor
y de esponjas y estropajos director,
se me acercó bailarín y me dijo cariñoso:

— Así me gustas: al fin,


Hmpio, lavado, lustroso.
¡Y era hora, chiquitín,
que te viera tan hermoso!

Hay que lavarse, amiguito,


cuantas veces haga falta.
No puedes, si no estás limpio
mantener la frente alta.
¡Que viva el jabón de olor,
y el peine del tocador,
y la pasta que los dientes,
nos deja tan relucientes!

Hay que mojarse, bañarse,


zambullirse, enjabonarse,
en la tina, en el baño, en la artesa,
en el río, en el arroyo, en la presa
y en el agua azul del mar.
Gritemos todos a una,
muy fuerte, a todo pulmón:
Viva el agua y el jabón!
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HAN ROBADO EL SOL

Paseando por el cielo un día,


el sol tras una nube se ocultó.
La liebre a la ventana se asomó
y resultó que nada se veía.

Y las comadres urracas


corrieron por los sembrados
para contar a las grullas
todo lo que había pasado:
“¡Qué desgracia! ¡Qué dolor!
¡El cocodrilo se ha tragado el sol!”
Sólo tinieblas había,
como si de noche fuera,
quien en la calle estuviera
de fijo se perdería.

Llora el pobre gorrioncito:


“¡Sal, solecito, cuanto antes!
Sin luz, no se ve el granito,
¡y nos moriremos de hambre!”

Y lloran las liebrecitas,


pues se han perdido en el prado
y no encuentran su casita
por mucho que la han buscado.

Sólo los cangrejos, con ojos saltones,


se arrastran sin dar tropezones.
Y tras la montaña, allá en el barranco,
los lobos aúllan infundiendo espanto.

Temprano —brillan aún los


llaman con fuerza a la puerta
dos respetables carneros;
¡Tan-tan, amigo, despierta!
“¡Salid, fieras, ahora mismo
y venced al cocodrilo!
¡Hay que obligar al avaro
a devolver lo robado!”

Pero los llamados se echan a temblar:


“¿Cómo vamos a luchar?
Tiene espantosos colmillos...
¡Cualquiera le quita a ése el solecillo!”

Y se van corriendo en busca del oso:


“¡No te chupes más la pata, perezoso!
¡Sal al momento de tu guarida,
que hay que ayudar al sol en seguida!”
Pero el oso, por lo que sea,
no tiene muchas ganas de pelea.
Va y viene junto al pantanito
llorando y llamando a sus nietecitos;

“¿Dónde estáis, patudos condenados?


¿Por qué a este viejo habéis abandonado?”

Y la osa madre, muy desconsolada,


busca a los ositos alzando las ramas:
“¿Dónde, hijitos míos, os habéis metido?
¿Acaso al barranco os habéis caído?
¿O es que fieros perros malvados
en estas tinieblas os han devorado?”

Busca por el bosque todo el día,


desolada, sin hallar a sus crías.
Sólo negros buhos en sus escondrijos
la miran con ojos redondos y fijos.
Pasó por allí una liebre Ya no pasarás cuidado:
y le dijo al oso viejo: Tus nietos vendrán de nuevo,
Patudos y cariñosos, diciendo:
“¿Cómo no te da vergüenza “¡Aquí nos tienes abuelo!”
llorar igual que un conejo?”
Ve, patizambo encogido, El oso
a buscar al cocodrilo. se levantó,
Aráñale, despedázalo un rugido
y arranca de sus fauces el sol. lanzó
Y cuando el sol rescatado y hacia el Río
brille sereno en el cielo, al punto corrió.
Tan fresco y tranquilo, Mira, como no lo hagas,
en el Río Grande de fijo que me las pagas.
está el cocodrilo. Te partiré por la mitad,
para que aprendas a no robar.
Entre sus colmillos ¡El mundo a oscuras has dejado
afilados, y estás tan fresco ahí tumbado!”
rojo como el fuego,
brilla el sol robado. Pero el cocodrilo suelta
carcajadas tan tremendas
Se acerca el oso despacio que hasta los árboles tiemblan.
y toca al bicho en el brazo: Y dice, sin vergüenza alguna:
“¡Oye tú, malhechor, “Si quiero,
suelta ahora mismo al sol! ¡me tragaré también la luna!”
Enfurecido, el oso
un rugido
espantoso
lanza
y sobre su enemigo
se abalanza.
¡Cómo le aprieta y zarandea!,
demandando con calor.
“¡Devuélvenos ahora mismo
nuestro sol!”

El cocodrilo, muy asustado,


chilla a grito pelado.
Mas, al abrir la boca colmilluda,
el sol se le ha escapado
y hacia el cielo ha volado.
Ya va hacia los espacios azules
acariciando los arbustos
y las hojitas de los abedules.
¡Viva el dorado solecito!
¡Y viva el cielo, tan azulito!
Los pajarillos empiezan a gorjear,
y los escarabajillos a volar.
Y en el prado,
soleado,
se ponen las liebres a brincar.

Mirad a los nietecitos.


Peludos, cariñositos,
han acudido corriendo:
“¡Aquí nos tienes, abuelo!”
Las liebres y las ardillas,
los chicos y las chiquillas, ¡
todos, locos de contento,
besan y abrazan al viejo:
Gracias por el solecillo
que nos has devuelto!”
••
.
¡Viva el agua y el jabón!
trad. de J. Vento

Han robado el Sol


trad. de A. Herráiz

El teléfono
trad. de J. Vento

Aymeduele
trad. de J. Vento

К. Чуковский
«Книга чудес» на испанском языке

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