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Extasis o comunión cósmica

Por Raymond Bernard, F.R.C.

Es el milagro de la unidad.

La comunión cósmica es un estado del ser. Es el vuelo de la personalidad del alma hacia las más
altas cumbres donde la individualidad queda reintegrada en la totalidad, el ego es transformado
en super-ego, dejando de ser meramente un segmento del Todo, y convirtiéndose en realidad en
el Todo, fuera del tiempo y del espacio, en el eterno Presente.

Los filósofos hablan de las mentes objetiva y subjetiva y del subconsciente. Gracias a tales
clasificaciones, se ha alcanzado cierto conocimiento del gran fenómeno que constituye la
conciencia. Mas como en todo cuanto concierne a nuestro ser, desde su más sutil hasta su más
grosero aspecto, no existe otra diferencia que la de la frecuencia vibratoria; así también sucede
entre las diferentes formas de la conciencia, donde sólo puede verse diferencia en intensidad y
gradación. Durante nuestra estancia en el plano físico, debemos ejercitar nuestra voluntad para
decidir el estado de conciencia que debemos adoptar.

Durante nuestras horas de trabajo (periodo que llamamos de exteriorización) nuestra existencia
está divida entre la conciencia objetiva y la subjetiva, con preponderancia sobre la primera. En la
escala graduada de la conciencia, nuestra percepción será registrada en el más bajo nivel. Así
como el latir del corazón no cesa porque no es percibido, así, también el influjo de la corriente
superior persiste, aun cuando bajo el control de la subconsciencia. Este es el estado del hombre
generalmente.

El místico, mediante sus propios esfuerzos, llega a ser un experto, o más propiamente dicho, un
técnico: su percepción se mueve constantemente desde el más bajo hasta el más alto nivel de la
conciencia. Por esta razón, su existencia es fecunda y útil. El está alerta y despierto,
experimentando una permanente comunión cósmica que le otorga beneficios sobre todos los
demás hombres y hace de su vida entera una vida de dedicación y devoción.

Es un hombre, pero sin embargo, su existencia es impersonal. Para los demás, él es una
personalidad distinta, que posee gustos, inclinaciones, hábitos que obviamente son imperfectos;
pero dentro del universo él es el vehículo del Cósmico, un canal a través del cual la Fuerza
Divina se manifiesta.

Es cierto que la comunión cósmica tiene sus grados: La comunión permanente del místico es por
esto menos evidente. Es como la felicidad a la cual nos acostumbramos y Sólo la notamos cuando
no se goza ya más. Por esto los períodos de meditación son importantes, pues el hombre puede
así, sin destruir su contacto armonioso con el Cósmico, descubrir por un instante que él lo posee
ya, y acentuar su percepción consciente de ello, alcanzando una inefable Paz Profunda y logrando
vislumbrar un destello de lo que puede ser la recompensa de una vida consagrada.

La comunión con el Cósmico es algo así como la fusión de las simples y diminutas gotas de agua
con el inmenso océano universal: No hay súplicas o ruegos, ni musitar de palabras sólo
inteligibles para nosotros , objetivas y limitadas; tan sólo hay apacible entrega, confiándonos
completamente al Gran Todo sin el menor esfuerzo mental ni de otra índole, sin que nada
perturbe nuestra atención, con la mente en quietud y calma. Entonces puede el alma revelarse.
Puede uno ascender al Todo y participar por algunos segundos en la vida del universo.
¿Qué impresiones habrán de obtenerse de tal comunión? ¿Cómo puede lo indescriptible ser
incorporado en la imperfecta expresión de nuestras palabras? Es imposible, y hasta insensato, el
tratar de dar una impresión de especular sobre la magnificencia, la belleza, y la sin igual cualidad
de tal comunión. Para entenderla es preciso experimentarla. Quizás, básicamente, es mejor así.
Tesoro de tal naturaleza no es para exponerse a la curiosidad pública. El meditar sobre ella
constituye un privilegio; privilegio que está alcance de todos, y el que lo desee puede gozarlo.

La comunión cósmica es la recompensa segura y confiable, de todo el que estudie y guíe su vida
de acuerdo con los principios a los cuales haya entregado su fe; pero cualquier gracia o beneficio
que reciba, por merecido que sea, debe ser compartido con sus semejantes. Los beneficios de la
comunión cósmica no pueden ser patrimonio de un solo individuo o de unos cuantos.

La absorción dentro del Todo, ya sea o no un contacto consciente con la Fuerza Suprema
universal, de la cual todos participamos como seres humanos pensantes, renueva las facultades,
restaura la armonía interna, amplía nuestra visión de las cosas, y purifica nuestros diversos
medios. Esta purificación siempre debe ser considerada como una preparación. Propiamente
considerada, es el estado que precede a la acción. Esta acción es el servicio a Dios, y es la esencia
del servicio Divino el servir a nuestros semejantes.

A través de la comunión cósmica y sus efectos internos, visibles e invisibles, el místico


(convertido en un canal consagrado al Cósmico) dirige su voluntad hacia la transmutación del
poder cósmico, llevándolo hasta el nivel de aquellos que pueden ser asistidos por tal poder.

Su sensibilidad le permite tomar en cuenta varios elementos psicológicos de otras personalidades,


compartir con ellos el camino hacia la vida espiritual interna. Lograr conciencia del infinito por
una fracción de segundo tiene incalculables consecuencias para uno, al igual que para todos.

Ya que el concepto "Como es arriba así es abajo" y su opuesto son la ley y la verdad evidentes,
aquel que se consagra a la comunión cósmica, contribuye igualmente a nutrir y renovar la carga
vibratoria del aura del mundo y a dar mayor poder y eficacia a las fuerzas constructivas del
Cósmico. Este es el milagro de la Unidad. Es aquello que nos permite llegar a comprender el
alcance y poder de un pensamiento.

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