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Boletin Nº29. Octubre 2011
Boletin Nº29. Octubre 2011
EDITORIAL
EDITORIAL
Queridos lectores, como cada inicio de curso, os presentamos una
nueva entrega de nuestro queridísimo Boletín Pastoral Familiar, que como
sabéis es una iniciativa de los Misioneros Claretianos de la Provincia Bética.
Nos encontraremos artículos relacionados con la educación en la fe, las
relaciones conyugales, la educación en la alimentación de los hijos, entre otros,
así como una oración por el nuevo curso.
Como no puede ser de otra forma, el equipo coordinador del BPF
agradece un año más la colaboración desinteresada de los autores, tanto de
los que siguen con nosotros como con aquellos que se incorporan este años,
proporcionando los artículos que darán contenido a las publicaciones de este
curso.
No queremos dejar de recordar a nuestros lectores, que en la Iglesia
Católica, el mes de octubre es el Mes de las Misiones, que tiene como finalidad
promover el espíritu misionero en toda la Iglesia, así como comprometerse de
modo concreto con las misiones que se desarrollan tanto dentro como fuera de
nuestras fronteras. Hay que vivir sus cuatro semanas como una unidad donde
la oración, el sacrificio, la limosna y la vocación misionera se suceden en
perfecta armonía. Os animamos ha vivirlo bajo un prisma familiar.
Muchas gracias por vuestra generosidad y Feliz Curso.
Desde esta perspectiva no espero a que pasen los años y sea mayor
para preguntarle si desea bautizarse, como tampoco espero a que alcance la
edad suficiente para que elija el sabor del biberón, si le cambio el pañal o le
doy un baño. Además, como viene a decir SS Benedicto XVI en el Mensaje
para la Cuaresma de 2011, al bautizar al recién nacido se pone de relieve que
el bautismo es un don de Dios, ya que nadie merece la vida eterna por sus
propias fuerzas.
En esta palabra, Isaías nos habla del amor tan entrañable que Dios tiene
por su pueblo Israel. También nosotros hemos tenido la suerte de conocer y
experimentar ese amor, reflejado a través de la oración, de nuestra pareja, de
nuestros hijos, de numerosas experiencias y circunstancias de nuestra vida…
Dios hace una alianza con Israel, y esta alianza la compara con el amor
dentro del matrimonio, con frases como “como joven se casa con su novia, así
se casará contigo tu constructor…”. El día de nuestra boda aceptamos esta
alianza en la que Dios se compromete a cuidar de nosotros como pareja, no ya
solo individualmente. Podemos decir ahora que a nuestro matrimonio “no se le
llamará ya más abandonado…”. Durante los quince años que llevamos
casados, esta alianza ha sido “evidente” en numerosas circunstancias
personales, de pareja y familiares, que con los ojos de la fe, se han resuelto de
forma providencial.
También a lo largo de estos años hemos experimentado ese gozo del
que habla Isaías: “como goza el esposo con la esposa, así gozará contigo tu
Dios”. Es muy bonito pensar que Dios “goza” y disfruta con nuestro matrimonio,
así como nosotros gozamos de El en pareja.
Es una etapa difícil ya que tanto el padre como el profesor deben seguir
educando pero, ‘en la distancia’.
El joven -o nuestro hijo- debe sentirse acompañado pero no vigilado.
Especialmente en casa… ya que la educación doméstica será la que realmente
termine formando al individuo. La educación de nuestro hijo no es algo que
deba reservarse para la escuela o el instituto.
Es gratificante en ese sentido entrevistarse con una familia que se
interesa no solo por el rendimiento académico de su hijo sino por ese otro
‘rendimiento’, el humano… que, muchas veces, percibe mucho mejor el
profesor que el padre. Aún son muchos, por suerte, los padres a los que les
interesa saber cómo se comporta su hijo fuera del ámbito familiar, tanto en el
aula como en el patio.
Es curioso ver cómo un mismo individuo desempeña (no siempre, pero
sí muy a menudo) roles distintos en casa, en el aula o en el recreo. Y quizá los
roles sean distintos porque las expectativas sobre él también sean distintas.
Es complicado educar a un adolescente sin llegar a agobiarle. Pero tal
dificultad no debe ser excusa para eludir nuestra responsabilidad. Nuestros
hijos y nuestros alumnos necesitan POCAS normas pero claras y exigentes.
Constancia
Muy importante, en ese sentido, es ser constante en nuestra exigencia.
En muchos casos nuestros hijos –o alumnos- terminan consiguiendo aquello
que anhelan por reiterativos en su petición. En ese sentido, el educador debe
tener claras las cosas. La experiencia nos dice que ceder al ‘acoso’ del
adolescente termina por hacer de él un ser egocéntrico.
Como padre espero no caer en el error, aunque sé que la tarea es difícil.
Prefiero que mis hijos traigan un suspenso a casa… que un ‘suspenso en
comportamiento’. Ojala no haga falta elegir… pero, dado el caso, prefiero que
mis hijos sean buenas personas (comprensivos, generosos…) a que sean
‘buenos estudiantes’. Prefiero un sobresaliente en buena conducta a un
sobresaliente en inglés o filosofía.
Ya lo decía el padre Claret en una de sus reflexiones más conocidas,
tomada de la Sagrada Escritura: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo
entero si se pierde su alma?” Los conocimientos siempre hay tiempo para
aprenderlos (o encontrarlos en la ‘Wikipedia’)… los valores… llega un momento
en que son ya… irrecuperables.
Por Coordinadores
A todo ello por supuesto hay que añadirle las dificultades sociales y
como no las antropológicas que cada vez más nos desorientan. De esta
manera observamos como muchas familias han perdido el rumbo por no estar
arraigadas en unos fundamentos propios: los padres cada vez más pierden su
autoridad, los hijos crecen sin referentes, y los matrimonios se van
desgastando en medio de toda esta situación.
Desde ahí nos damos cuenta como la familia sufre en su propia raíz, ha
perdido su esencia y necesita recurrir a otros, en su mayoría psicólogos que les
ayuden cuando todo parece desbordado. Cuando contemplo esta realidad me
acuerdo de las palabras que repitió Juan Pablo II en su exhortación apostólica
Familiaris Consortio, ¡Familia se lo que eres, se tu misma!
La familia nace de la unión entre el hombre y la mujer, son ellos los que
un día decidieron prometerse amor eterno en la expresión de su alianza
matrimonial.
En este sentido hay que orientar a los padres a convertirse ellos mismos
en agentes de cambio, empezando por ellos, que es lo que olvidan muchas
escuelas de padres.
De esta manera es necesario que antes de dar pautas de
comportamientos para el cambio de sus hijos, se favorezca un clima de
confianza por el cual se sientan acogidos, sostenidos y alcancen esa seguridad
y fuerza necesarias para su tarea educativa. Ya no solo porque hay un equipo
de formadores ayudándoles sino por la misma riqueza que se crea entre los
demás padres como grupo, el poder compartir experiencias o expresar
sentimientos sin ser juzgados. Solo desde ahí podremos conocer que es lo que
necesitan, que les preocupa, como se sienten como padres, etc. Y ayudarles a
reconocer o a recuperar sus virtudes y fortalezas a la vez aceptar sus propias
limitaciones.
Por todo ello concluimos que lo que pretende una escuela de padres es
procurar una ayuda para mejorar la vida de familia, para valorarla y
promocionarla convirtiéndoles en ejemplo y modelo de la sociedad en la que
vivimos.
Edita:
Equipo de Formación de Agentes Laicos EFAL.
Misioneros Claretianos de Bética.
Coordina:
Lourdes Márquez y Rafael J.Pérez
Diseño contenidos:
EFAL y Equipo Coordinador
Diseño :
Auxi Villafuerte SC
Webmaster:
Ricardo Rodríguez (Sylverton), Lourdes Márquez