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MIGUEL IGLESIAS

Miguel Iglesias Pino de Arce; Cajamarca, 1830 - Madrid, 1909) Militar


y político peruano. Jefe político y militar del norte en la Guerra del
Pacífico (1879-1883), Miguel Iglesias propuso en el llamado
Manifiesto de Montán (31 de agosto de 1882) la firma inmediata de
la paz con Chile, a la vista de que prolongar una guerra ya perdida
solamente agravaría los estragos y sufrimientos de la población.

ANDRES AVELINO CACERES


(Andrés Avelino Cáceres Dorregaray; Ayacucho, Perú, 1833 - Lima, 1923) Militar y
político peruano, héroe de la Campaña de La Breña contra la ocupación chilena de
Perú durante la Guerra del Pacífico (1879-1883) y dos veces presidente de la
República peruana (1886-1890 y 1894-1895) durante el Segundo Militarismo. Ingresó
muy joven en el ejército y tomó parte en varios de los enfrentamientos civiles de la
época al servicio de Ramón Castilla. Ascendido a capitán, acudió a la frontera cuando
estalló la guerra con el Ecuador. Durante el gobierno del general Pezet fue
desterrado a Chile por su oposición al presidente; cuando le fue permitido regresar
al país, apoyó el golpe de Estado de Mariano Ignacio Prado y participó en el Combate
del Callao o del 2 de mayo de 1866, en el que Perú derrotó a la flota española.

REMIGIO MORALES
Pica, Perú, 1836 - Lima, Perú, 1894) Militar y político peruano que
fue presidente de la república entre 1890 y 1894. Miembro del
ejército desde 1854, intervino en sucesivos conflictos civiles y en
la Guerra del Pacífico (1879-1884). Finalizada la contienda en
virtud del Tratado de Ancón, apoyó a Andrés Avelino Cáceres en
su lucha contra el gobierno de Miguel Iglesias (1883-1885).

JUSTINIANO BORGOÑO
Hijo del también general Pedro Antonio Borgoño, veterano de la
Independencia, administró desde muy joven los intereses que su padre
poseía en el valle de Chicama. Sin embargo, cuando apenas contaba con
veinte años, ingresó en el ejército.
NICOLAS DE PIEROLA
(Nicolás de Piérola Villena; Arequipa, 1839 - Lima, 1913) Político
peruano que fue en dos ocasiones presidente de la República
(1879-1881 y 1895-1899). El joven Nicolás de Piérola tuvo
inclinaciones eclesiásticas: estudió en el Seminario de Santo
Toribio de 1853 a 1861, pero ese año dejó la institución y se casó
con doña Jesús de Iturbide y Villena. En 1864 editó el periódico El
Tiempo.
La felicidad escondida

“En el inicio de los tiempos, antes de que la humanidad poblara la Tierra, los distintos dioses se reunieron con el fin
de preparar la creación del ser humano, a su imagen y semejanza. Sin embargo uno de ellos se dió cuenta de que si
los hacían exactamente iguales a ellos, en realidad estarían creando nuevos dioses, con lo que deberían quitarle algo
de tal manera que se diferenciara de ellos. Tras pensarlo detenidamente, otro de los presentes propuso quitarles la
felicidad y esconderla en un lugar donde no pudieran encontrarla nunca.

Otro de ellos propuso esconderla en el monte más alto, pero se dieron cuenta de que al tener fuerza, la humanidad
podría llegar a subir y hallarla. Otro propuso que la ocultaran debajo del mar, pero dado que la humanidad poseería
curiosidad podría llegar a construir algo para llegar a las profundidades marinas y encontrarla. Un tercero propuso
llevar la felicidad a un planeta lejano, pero otros concluyeron que dado que el ser humano tendrá inteligencia podrá
construir naves espaciales que puedan llegar a alcanzarla.

El último de los dioses, que había permanecido en silencio hasta entonces, tomó la palabra para indicar que sabía un
lugar donde no la encontrarían: propuso que escondieran la felicidad dentro del propio ser humano, de tal modo
que este estaría tan ocupado buscando fuera que jamás la hallaría. Estando todos de acuerdo con ello, así lo
hicieron. Este el motivo por el cual el ser humano se pasa la vida buscando la felicidad, sin saber que en realidad está
en sí mismo.”

Esta hermosa historia en forma de cuento refleja algo que está muy presente en la sociedad actual: solemos buscar
la felicidad constantemente como si fuera algo externo que podemos alcanzar, cuando en realidad la encontramos
precisamente cuando no la estamos buscando sino disfrutando del aquí y el ahora.

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