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Clase 2, Módulo 2:

“NUEVA HISTORIA DE LA REHABILITACIÓN EN AMÉRICA LATINA”

Christian Jullian

Bienvenidos y bienvenidas a la clase 2 del segundo módulo de nuestro Diploma.


Esta será la primera sesión que no fue videograbada previamente, porque opté
por un formato escrito y un contenido más breve, a fin de variar un poco la
dinámica con respecto a las semanas anteriores y liberar tiempo para que se
realicen las lecturas y se participe más significativamente en el foro, que esta vez
implicará un esfuerzo un poco mayor de parte de ustedes, las y los participantes.

La clase de hoy se titula “Nueva historia de la rehabilitación en América Latina” y


es un tema tan amplio y complejo, que sin duda podría ser objeto de un Diploma
específico dedicado a ello. Pero quiero subrayar la primera palabra del título:
“Nueva”. Elegí ese término, no porque esta historia “nueva” ya exista, sino por la
enorme necesidad que tenemos de abordar esos temas por caminos innovadores
y más críticos, con otras preguntas, considerando otras voces y actores, enfoques
e ideas, así como otros procesos e influencias que, hasta hoy, lamentablemente
han sido ignorados o al menos infravalorados en los estudios existentes. Este
hecho determina, desde luego, lo que voy a exponer el día de hoy, en el entendido
de que todavía existen demasiadas lagunas en la información sobre ciertos países
o regiones, contenidos y temporalidades, pero también sobre ciertos actores y las
diversas posturas que adoptaron ante las cambiantes circunstancias. Se puede,
sin duda, aventurar una serie de interpretaciones generales que sirvan de marco
de referencia y subrayen ciertos aspectos clave, pero la tarea está todavía muy
lejos de llegar a un punto que nos permita siquiera vislumbrar los alcances y
efectos de la rehabilitación en Latinoamérica. No obstante, en la lógica de intentar
abrir nuestro Diploma a nuevas rutas de comprensión y problematización, hablar
de la rehabilitación era, definitivamente, una pieza indispensable de nuestro
rompecabezas y por ello, esta sesión se enfocará en ello.
Igual que hicimos la semana pasada, no busco explicar hasta el último detalle que
se conozca vinculado con el tema o presentar una línea de acción a modo de
receta, sino todo lo contrario: identificar cómo se ha hecho hasta ahora en líneas
generales, un campo de estudio que podríamos denominar “historia tradicional de
la rehabilitación” y señalar cómo podríamos enriquecerlo, a fin de tener mejores
referentes que nos ayuden a comprender de manera más clara y crítica lo ocurrido
en el pasado con las personas que hoy denominamos con discapacidad, o al
menos sobre ellas -en especial los tipos de atención y enfoques con el que se ha
brindado, así como sus consecuencias-, en este crucial ámbito.

UNAS PALABRAS INTRODUCTORIAS, PARA CONTEXTUALIZAR

La medicina es, junto con el derecho, una de las carreras más viejas. Como todos
sabemos, ya se enseñaba esta disciplina en las universidades medievales y, a
diferencia de carreras más recientes, como la antropología, la sociología, la
arqueología y aunque tal vez les sorprenda a muchos, la propia historia (subrayo,
como carrera universitaria), esa gran longevidad, junto con sus propias
características epistemológicas y su enfoque pragmático -que en realidad es más
reciente-, como su destacada verticalidad y autoritarismo, la han llevado a apelar,
como uno de sus más importantes sustentos, a la historia. Tener eso presente es
clave, porque nos ayuda a entender por qué una enorme cantidad de documentos
producidos sobre este tema, son elaborados por los propios médicos, la mayor
parte de las veces los actores de esas historias o sus discípulos, lo cual también
explica su carácter eminentemente institucional y apologético.

Si sumamos lo anterior con el prestigio creciente e influencia del gremio médico en


la toma de decisiones a nivel político, en especial producto de dos procesos
consolidados durante los siglos XIX y primera parte del XX, primero el auge del
higienismo -originado por el crecimiento de las ciudades-, y segundo, el
afianzamiento del paradigma bacteriológico -gracias a los estudios de Pasteur y
algunos otros, quienes descubrieron la existencia de ciertos microorganismos
como los causantes de la mayoría de las enfermedades infecciosas-, que
consiguió enfrentar más o menos exitosamente muchas enfermedades, después
de siglos de exigua eficiencia en ese sentido, podemos entender por qué los
médicos se convirtieron, tal vez, en el mejor símbolo del progreso positivista: sus
innovaciones técnicas y tecnológicas, quirúrgicas y procedimentales, así como el
desarrollo de nuevos medicamentos y tratamientos junto con la creciente
especialización en sus estudios, hicieron a la medicina uno de los principales
espacios donde la ciencia moderna mostraba su superioridad.

Y la consecuencia más importante de todo ello, si se le piensa bien, tiene que ver
con una ampliación de los alcances de la medicina: ya no sólo se trataba de curar
a los cuerpos enfermos, sino ir al antes y después del padecimiento, hasta llegar a
abarcar toda la vida. La etapa de prevención, es decir, el “antes”, se había
afianzado con la llegada de la perspectiva higiénica durante el siglo XIX, pero el
concepto de “enfermedad en fase de secuela”, que es propiamente el objeto de
atención de la rehabilitación, completo el control del ciclo vital. Fue precisamente
en esos espacios médicos ampliados o, al menos, medicalizados, donde se gestó
la nueva disciplina que incorporaba los elementos innovadores de diagnóstico y
clasificación, alternativas quirúrgicas, el uso de prótesis y el desarrollo de terapias,
con otros aspectos vinculados más con la educación, la capacitación para el
empleo y las adaptaciones que podían realizarse en centros de trabajo, la mayoría
de los cuales se habían desarrollado como resultado de otros procesos, pero
todas esas actividades siempre coordinadas por el propio personal médico ¿Y
quién podría dudar de que eran los galenos los mejor capacitados para
desempeñar tan noble y compleja labor?

Desde luego, otros aspectos contextuales fueron determinantes para que este
proceso tuviera lugar. Como se explica con cierto detenimiento en la lectura
optativa para esta semana, al menos tres factores llegaron a ser clave para que
esto ocurriera. En primera instancia, la enorme cantidad de jóvenes que resultaron
heridos o mutilados en los combates de la Primera Guerra Mundial -y
posteriormente, en la Segunda Guerra Mundial- y que debían reinsertarse a la vida
laboral. En segundo lugar, las legislaciones laborales producto de las luchas
obreras, que contemplaban ciertos esquemas de protección para aquellos que
sufrían algún accidente en su centro de trabajo y que se fueron extendiendo
paulatinamente por todo el mundo, conforme el siglo XX avanzó. En tercer lugar,
no deben minimizarse las terribles epidemias de poliomielitis, que azotaron
periódicamente diversas regiones del mundo entre las décadas de 1920 a 1950.
Para prevenir los contagios y, más adelante, cuando las vacunas estuvieron
disponibles, para motivar a la población a inmunizarse, se generó una serie de
intensas y dramáticas campañas mediáticas que intentaban convencer a la
población sobre la desgracia que representaba para un niño tener las secuelas de
esa enfermedad. Esos tres elementos, implicaban una significativa carga
económica para los estados y la rehabilitación sería vista como el medio para
evitar esa desgracia personal y sus costosas consecuencias para la sociedad en
su conjunto.

¿QUIÉN HA ESCRITO ESTA HISTORIA Y QUÉ HA SIDO INFRAVALORADO,


COMO RESULTADO?

Lo primero que se hace en un análisis heurístico, cuando de escritos históricos se


refiere, es tener claro quién es el autor del material al que se recurre como fuente
de información, porque eso permite identificar las motivaciones y posibles sesgos
que contiene. Ya decíamos que la producción de trabajos sobre temáticas
vinculadas con la rehabilitación, proviene principalmente de médicos,
frecuentemente aquellos que participaron de algún modo en los servicios que
describen. Ese hecho, como cualquier otro, presenta ventajas y desventajas. Las
ventajas tienen que ver, sobre todo, con la precisión fáctica y la profunda
comprensión de los procedimientos implicados. La minuciosidad característica de
la mayoría de los médicos, su deseo de dejar constancia de su trabajo, así como
el rescate de lo que consideran “los aportes” a su campo de actividad, trajo a la luz
docenas de trabajos ricos en información. Pero las desventajas también deben ser
tomadas en cuenta: elaborada desde una suerte de superioridad moral y una
visión ya muy superada del trabajo histórico, sin dar voz a los otros involucrados y
con una casi inexistencia de acercamientos críticos. Los aspectos médicos son
siempre los privilegiados y los problemas resueltos, así como los casos de éxito,
los únicos relatados. La vida institucional siempre está por encima de lo privado y
los sujetos son tratados como pacientes a los que hay que salvar, pero a los que
rara vez se escucha. En el mismo sentido, esos escritos se rigen por una suerte
de destino teleológico, en donde las cosas tenían que llegar al punto en donde se
encuentran, de manera prácticamente lineal -y cuando no es así, jamás es culpa
de los médicos o la medicina en general-.

Con todo lo dicho en el párrafo anterior, no debería sorprender a nadie que los
estudios de historia de la rehabilitación puedan circunscribirse casi siempre a las
diferentes corrientes de la historia de la medicina, pero en muy menor medida a
las historias sociales y culturales, influidas por otras disciplinas sociales. Pero
¿acaso la rehabilitación no incluye también elementos educativos, de capacitación
laboral y hasta de colocación en los empleos? De hecho, dependiendo el país
específico del que se trate -y esto aplica no sólo a Latinoamérica, sino a todo el
mundo- el énfasis se puso, por razones sociohistóricas específicas, en solo
algunos de esos aspectos, así como también, fue dirigido sólo a ciertas
discapacidades, ignorando a las demás. ¿Y qué ocurrió con las personas que se
negaron a aceptar las nuevas perspectivas, si es que existieron y registraron sus
opiniones o experiencias de resistencia? ¿En verdad los individuos entonces
denominados genéricamente “inválidos” en la mayoría de nuestros países, se
sentían así? ¿Hubo quien utilizó el auge de la rehabilitación para emplearlo de
algún modo a su favor y obtener beneficios con ello, y si es así, cuáles fueron sus
estrategias y sus resultados? Una historia que tomara en cuenta estos matices y
otros que debo dejar de lado por motivos de espacio, seguramente nos haría
comprender más a fondo las situaciones y circunstancias vividas por aquellos
destinatarios de estas acciones.

¿CÓMO SE DIFUNDIÓ LA REHABILITACIÓN POR EL MUNDO?


Aunque los estudios sobre estos temas parten de una visión hegemónica donde la
circulación de saberes tiene un claro sentido desde el Norte Global y hacia el Sur
Global, sin duda existieron adecuaciones locales, malos entendidos, valoraciones
ancestrales y elaboraciones propias en los niveles individual, local, regional o
nacional, que se mezclaron con las ideas dominantes llegadas de fuera y
circulaciones Sur-Sur, que adoptaron diferentes vías: desde las orquestadas por el
propio Norte, a través de apoyos específicos de ciertos países a los otros, que se
encontraban dentro de su círculo de influencia, pero también los que llegaron
institucionalmente, entre países, y por último, los que fueron producto de
iniciativas de los propios individuos, que migraban o, convencidos y por voluntad
propia, intentaban llevar esas ideas o prácticas, a otros sitios.

En los excelentes trabajos elaborados por Gildas, como el que tenemos como
lectura obligatoria en esta clase, el análisis se centra en algunos países europeos
o que tuvieron enorme influencia europea o de agencias internacionales (OIT,
OMS, ONU), como Argentina y Brasil. No obstante, comparar esos estudios con lo
ocurrido en otros lugares, como México, resulta interesante, porque permite
reconocer una trayectoria complementaria en la difusión de esa perspectiva que
Gildas denomina Nordatlántica: la agenda específica de los Estados Unidos y su
interés por influir en los países latinoamericanos, introduciendo a través de su
inmediato vecino del sur, categorías, perspectivas y técnicas, que a su vez
intentaban moldear las políticas públicas al respecto. La famosa frase de Porfirio
Díaz “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos” cobra
especial importancia en este sentido. Al ser uno de los países que más claramente
se encontraba en el círculo de influencia norteamericana, México sirvió como
intermediario para muchos otros países del continente, convirtiéndose no solo en
receptor, sino también en emisor de los nuevos lineamientos, pero “traducidos” a
sus realidades cotidianas, mucho más cercanas a las de los países hermanos que
a los que les dieron origen.

En México fueron relevantes los expertos internacionales financiados por la ONU,


la OMS y la OIT, pero también por Washington a través de la Organización
Panamericana de la Salud, y estos últimos tuvieron importante injerencia en la
toma de decisiones y en la puesta en marcha del proyecto rehabilitador tanto en
México como en los países a los que influyó. Al mismo tiempo, médicos
mexicanos estudiaron en diferentes programas de universidades norteamericanas,
pero solo mencionaré dos en esta ocasión, por ser ejemplos destacados de la
década de 1950: Andrés Bustamante Gurría, primer encargado de la Dirección
General de Rehabilitación (DGR), dependencia de la Secretaría de Salubridad y
Asistencia (hoy Secretaría de Salud) responsable de introducir en el país el
concepto de rehabilitación y extenderlo por casi todo el territorio nacional, y Pedro
Berruecos Téllez, fundador del Instituto Mexicano de la Audición y el Lenguaje
(IMAL), primera escuela privada que no sólo atendía niños que hoy
denominaríamos con discapacidad auditiva, sino también, formaba profesores
para atender a esa población. Esta última institución, el IMAL, fue responsable de
una interesante transferencia hacia otros países de la región, al establecer
programas de formación dedicados a profesores extranjeros, que regresaban a
sus lugares de origen para crear en ellos escuelas que imitaban el trabajo que se
hacía en México, el cual, a su vez, había tomado como modelo las perspectivas
del Central Institut for the Deaf, de St. Louis Missouri, EEUU.

Pero el papel de los individuos también fue relevante en otros sentidos: cuando
Bustamante se hizo cargo de la DGR (1952-1958), por ejemplo, cuatro de los once
Centros de Rehabilitación se dedicaban, de un modo u otro, a atender a la
población con discapacidad auditiva, gracias al interés personal que aquel médico,
especializado en otorrinolaringología, tenía en esos temas. Cuando fue sustituido
por Manuel Velazco Suárez, en el sexenio siguiente, la mayoría de esos centros
fueron reemplazados por otros, enfocados en los entonces denominados “locos” o
“con problemas mentales”, debido a que la especialidad del nuevo encargado era,
precisamente, la psiquiatría. ¿Se trató de una situación que podría ser excepcional
y característica de México, o pudo ser una tendencia dominante en los países
latinoamericanos? ¿Hasta dónde podrían rastrearse los efectos positivos o
negativos de esas decisiones basadas en las preferencias o antecedentes de los
personajes que impulsaron o al menos fueron la cara visible de este proceso?
Y, desde luego, para complementar lo señalado, jamás debe perderse de vista
que la historia rara vez es lineal o unicausal. Porque los estudios sobre
rehabilitación en América Latina construidos desde abajo, es decir, desde los
relatos de los propios sujetos rehabilitados -o de aquellos que, por la razón que
fuera, se negaron a ser rehabilitados-, es casi inexistente. En el estado actual de
las investigaciones, tenemos un solo lado de la moneda y la necesidad de
construir nuevas vetas de análisis y reflexión es evidente. ¿Y qué ocurrió en los
otros países, aquellos sobre los que todavía no se han puesto por escrito sus
historias? Incluso en los países analizados, ¿se adoptó el nuevo paradigma de
manera uniforme a lo largo de todo su territorio, o fue un proceso más bien
ocurrido en las grandes urbes, pero que poco o nada modificó la forma en que los
individuos sujetos a rehabilitación eran pensados y tratados en el resto de las
poblaciones? ¿Es posible que prácticas, ideas y valoraciones mucho más antiguas
simplemente se vistieran con ropaje de la moderna rehabilitación, pero que, en el
fondo, sólo enmascararan lo que ya se hacía con anterioridad, pero con otros
nombres?

REHABILITACIÓN Y DISCAPACIDAD

Otra idea que considero muy relevante tiene que ver con no perder de vista la
importancia que tuvo la llegada de la rehabilitación a Latinoamérica para la
introducción de la noción de discapacidad. Ciertamente el término discapacidad no
se usó sistemáticamente hasta las décadas de 1980 y 1990 en la mayoría de los
países de la región, pero el que se crearan centros donde se evaluaban las
capacidades desde la década de 1950, definitivamente abonó para que eso
ocurriera de la forma en que pasó. Se trató, sin duda, de una profunda
transformación en la que se comenzó a privilegiar una forma de pensar a los
individuos en función de sus posibilidades de hacer tal o cual cosa, del
funcionamiento de los cuerpos, de su idoneidad para desempeñar ciertos trabajos,
ciertas actividades. De ese modo, categorías históricamente bien diferenciadas,
comenzaron a agruparse de forma innovadora según este nuevo criterio de “poder
hacer”, específicamente en términos de “poder producir”, medido a través de los
procedimientos recién adoptados, con exámenes e instrumentos infalibles y
completamente objetivos, determinado por fuerzas que definitivamente no
surgieron de nuestra forma de ver el mundo.

Incluso en los países anglosajones, la adopción de las perspectivas y prácticas


rehabilitatorias fue crucial para el surgimiento de lo que hoy denominamos modelo
social de la discapacidad y las posturas derivadas de él: la mayoría de los líderes
de los movimientos asociativos de personas con discapacidad en esos territorios,
se encontraban en esa condición precisamente como resultado de las epidemias
de polio y, en menor medida, como consecuencia de las heridas de guerra o los
accidentes laborales, y apenas una muy mínima parte, por una condición
congénita. Fue precisamente esa generación la que vivió en carne propia las
primeras prácticas rehabilitatorias y fue a ellas y a los discursos que las
acompañaron, a lo que reaccionaron. El modelo social, entonces, se construyó en
gran medida como una respuesta a ello y la creación del famoso modelo médico-
rehabilitatorio cobraría sentido en esas décadas, pero si se viaja más atrás en el
tiempo, tiende a desdibujarse. Pero también la reflexión podría ir en otra dirección:
más que hablar de un modelo médico ¿no tendríamos que hablar, más bien, de
una sociedad profundamente medicalizada, desde décadas, tal vez siglos antes, y
que abarca mucho más allá de los ámbitos concernientes a las personas con
discapacidad?

Por último, cabe preguntarse ¿fueron los médicos los responsables directos de
esas transformaciones, o fueron simplemente el instrumento usado por los
estados para conseguir ciertos fines vinculados con la productividad y la
gobernabilidad? ¿Estaban plenamente convencidos de lo que hacían y, si era así,
cómo llegaron a adoptar esa perspectiva? ¿Y si eran sus familiares o incluso ellos
mismos los que en determinado caso pudieran estar del otro lado de la mesa de
consulta, en el rol de pacientes, verían las cosas del mismo modo? ¿Cuáles eran
las valoraciones de esos médicos, cuando se despojaban de su bata blanca?
PREGUNTAS FINALES QUE BUSCAN RESPUESTA

Aunque las breves reflexiones aquí expuestas como las más elaboradas
presentadas en las lecturas semanales se centraron en unos cuantos países,
tiempos y procesos, las implicaciones de la llegada de la rehabilitación a nuestra
región están lejos de agotarse. A continuación presento unas pocas preguntas que
no tienen todavía respuestas lo suficientemente satisfactorias, en un deseo de
mostrar cuán grande es nuestra ignorancia sobre estos temas y de qué tamaño es
la necesidad de seguirlos trabajando, en especial, desde otros puntos de vista.

¿De qué formas influyó, por ejemplo, la crisis económica de la década de 1970 en
los programas de rehabilitación? ¿Cómo fueron usadas para fines oficiales las
políticas rehabilitatorias en los países que enfrentaron movimientos armados o
vivieron bajo regímenes dictatoriales? ¿Cómo fueron recibidas por la población en
general y por las personas con discapacidad en particular estas transformaciones?
¿Qué se sabe de sus familias, de sus redes de apoyo y subsistencia, de las
afectaciones a su vida cotidiana que trajo consigo la nueva visión de las cosas?
¿Por qué casi no existen estudios que den cuenta de los aspectos económicos
involucrados o que intenten cuestionar qué tan exitosa fue la adopción de
políticas, prácticas y perspectivas rehabilitatorias, a nivel colectivo, pero también
individual?

A MODO DE CONCLUSIÓN

Con todo lo expuesto hasta este punto, aunque breve y no lo suficientemente


hilado, espero haber dejado claras al menos las siguientes tres ideas:

1.- Estamos muy lejos de agotar la capacidad explicativa de los fenómenos


vinculados con la rehabilitación, en gran medida gracias a que los estudios
realizados hasta ahora, a penas han resuelto algunas de las preguntas, imitando
viejas fórmulas que buscan simplemente legitimar prácticas, ideas e incluso, la
vida personal y profesional de algunos de sus principales defensores.

2.- La llegada de la rehabilitación a América Latina fue un proceso lento y muy


complejo, lleno de matices y particularidades determinadas por una gran cantidad
de variables. Si intentamos entender o exponer esto de forma monolítica, como la
socorrida versión de la influencia Norte-Sur, suponiendo que la forma en que se
desarrolló en algún lugar puede ser extrapolada a alguno otro, o llevar las
conclusiones de un tiempo a uno diferente esperando que reflejen lo que ocurrió
en ambos momentos con la misma solidez explicativa, claramente estamos
introduciendo sesgos que traerán consecuencias en nuestra forma de pensar las
diversas situaciones.

3.- El papel de los individuos, ya fuera el de los encargados de establecer cierta


política pública, idea o técnica, de quien la recibió o administró, o incluso quien la
resistió, desde los líderes y pioneros hasta los “soldados de a pie”, es sin duda
vital y debe ser recuperado y ponderado en su justa medida.

4.- Es vital tener presentes en la medida de lo posible, como referentes para este y
cualquier otro tema histórico, tanto los elementos diacrónicos vinculados a él como
los sucesos y procesos contextuales, porque es ahí donde por lo regular se
encuentran las explicaciones más enriquecedoras.

Sigamos discutiendo y reflexionando.

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