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CLASE 2. Nueva Historia de La Rehabilitacià N 2
CLASE 2. Nueva Historia de La Rehabilitacià N 2
Christian Jullian
La medicina es, junto con el derecho, una de las carreras más viejas. Como todos
sabemos, ya se enseñaba esta disciplina en las universidades medievales y, a
diferencia de carreras más recientes, como la antropología, la sociología, la
arqueología y aunque tal vez les sorprenda a muchos, la propia historia (subrayo,
como carrera universitaria), esa gran longevidad, junto con sus propias
características epistemológicas y su enfoque pragmático -que en realidad es más
reciente-, como su destacada verticalidad y autoritarismo, la han llevado a apelar,
como uno de sus más importantes sustentos, a la historia. Tener eso presente es
clave, porque nos ayuda a entender por qué una enorme cantidad de documentos
producidos sobre este tema, son elaborados por los propios médicos, la mayor
parte de las veces los actores de esas historias o sus discípulos, lo cual también
explica su carácter eminentemente institucional y apologético.
Y la consecuencia más importante de todo ello, si se le piensa bien, tiene que ver
con una ampliación de los alcances de la medicina: ya no sólo se trataba de curar
a los cuerpos enfermos, sino ir al antes y después del padecimiento, hasta llegar a
abarcar toda la vida. La etapa de prevención, es decir, el “antes”, se había
afianzado con la llegada de la perspectiva higiénica durante el siglo XIX, pero el
concepto de “enfermedad en fase de secuela”, que es propiamente el objeto de
atención de la rehabilitación, completo el control del ciclo vital. Fue precisamente
en esos espacios médicos ampliados o, al menos, medicalizados, donde se gestó
la nueva disciplina que incorporaba los elementos innovadores de diagnóstico y
clasificación, alternativas quirúrgicas, el uso de prótesis y el desarrollo de terapias,
con otros aspectos vinculados más con la educación, la capacitación para el
empleo y las adaptaciones que podían realizarse en centros de trabajo, la mayoría
de los cuales se habían desarrollado como resultado de otros procesos, pero
todas esas actividades siempre coordinadas por el propio personal médico ¿Y
quién podría dudar de que eran los galenos los mejor capacitados para
desempeñar tan noble y compleja labor?
Desde luego, otros aspectos contextuales fueron determinantes para que este
proceso tuviera lugar. Como se explica con cierto detenimiento en la lectura
optativa para esta semana, al menos tres factores llegaron a ser clave para que
esto ocurriera. En primera instancia, la enorme cantidad de jóvenes que resultaron
heridos o mutilados en los combates de la Primera Guerra Mundial -y
posteriormente, en la Segunda Guerra Mundial- y que debían reinsertarse a la vida
laboral. En segundo lugar, las legislaciones laborales producto de las luchas
obreras, que contemplaban ciertos esquemas de protección para aquellos que
sufrían algún accidente en su centro de trabajo y que se fueron extendiendo
paulatinamente por todo el mundo, conforme el siglo XX avanzó. En tercer lugar,
no deben minimizarse las terribles epidemias de poliomielitis, que azotaron
periódicamente diversas regiones del mundo entre las décadas de 1920 a 1950.
Para prevenir los contagios y, más adelante, cuando las vacunas estuvieron
disponibles, para motivar a la población a inmunizarse, se generó una serie de
intensas y dramáticas campañas mediáticas que intentaban convencer a la
población sobre la desgracia que representaba para un niño tener las secuelas de
esa enfermedad. Esos tres elementos, implicaban una significativa carga
económica para los estados y la rehabilitación sería vista como el medio para
evitar esa desgracia personal y sus costosas consecuencias para la sociedad en
su conjunto.
Con todo lo dicho en el párrafo anterior, no debería sorprender a nadie que los
estudios de historia de la rehabilitación puedan circunscribirse casi siempre a las
diferentes corrientes de la historia de la medicina, pero en muy menor medida a
las historias sociales y culturales, influidas por otras disciplinas sociales. Pero
¿acaso la rehabilitación no incluye también elementos educativos, de capacitación
laboral y hasta de colocación en los empleos? De hecho, dependiendo el país
específico del que se trate -y esto aplica no sólo a Latinoamérica, sino a todo el
mundo- el énfasis se puso, por razones sociohistóricas específicas, en solo
algunos de esos aspectos, así como también, fue dirigido sólo a ciertas
discapacidades, ignorando a las demás. ¿Y qué ocurrió con las personas que se
negaron a aceptar las nuevas perspectivas, si es que existieron y registraron sus
opiniones o experiencias de resistencia? ¿En verdad los individuos entonces
denominados genéricamente “inválidos” en la mayoría de nuestros países, se
sentían así? ¿Hubo quien utilizó el auge de la rehabilitación para emplearlo de
algún modo a su favor y obtener beneficios con ello, y si es así, cuáles fueron sus
estrategias y sus resultados? Una historia que tomara en cuenta estos matices y
otros que debo dejar de lado por motivos de espacio, seguramente nos haría
comprender más a fondo las situaciones y circunstancias vividas por aquellos
destinatarios de estas acciones.
En los excelentes trabajos elaborados por Gildas, como el que tenemos como
lectura obligatoria en esta clase, el análisis se centra en algunos países europeos
o que tuvieron enorme influencia europea o de agencias internacionales (OIT,
OMS, ONU), como Argentina y Brasil. No obstante, comparar esos estudios con lo
ocurrido en otros lugares, como México, resulta interesante, porque permite
reconocer una trayectoria complementaria en la difusión de esa perspectiva que
Gildas denomina Nordatlántica: la agenda específica de los Estados Unidos y su
interés por influir en los países latinoamericanos, introduciendo a través de su
inmediato vecino del sur, categorías, perspectivas y técnicas, que a su vez
intentaban moldear las políticas públicas al respecto. La famosa frase de Porfirio
Díaz “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos” cobra
especial importancia en este sentido. Al ser uno de los países que más claramente
se encontraba en el círculo de influencia norteamericana, México sirvió como
intermediario para muchos otros países del continente, convirtiéndose no solo en
receptor, sino también en emisor de los nuevos lineamientos, pero “traducidos” a
sus realidades cotidianas, mucho más cercanas a las de los países hermanos que
a los que les dieron origen.
Pero el papel de los individuos también fue relevante en otros sentidos: cuando
Bustamante se hizo cargo de la DGR (1952-1958), por ejemplo, cuatro de los once
Centros de Rehabilitación se dedicaban, de un modo u otro, a atender a la
población con discapacidad auditiva, gracias al interés personal que aquel médico,
especializado en otorrinolaringología, tenía en esos temas. Cuando fue sustituido
por Manuel Velazco Suárez, en el sexenio siguiente, la mayoría de esos centros
fueron reemplazados por otros, enfocados en los entonces denominados “locos” o
“con problemas mentales”, debido a que la especialidad del nuevo encargado era,
precisamente, la psiquiatría. ¿Se trató de una situación que podría ser excepcional
y característica de México, o pudo ser una tendencia dominante en los países
latinoamericanos? ¿Hasta dónde podrían rastrearse los efectos positivos o
negativos de esas decisiones basadas en las preferencias o antecedentes de los
personajes que impulsaron o al menos fueron la cara visible de este proceso?
Y, desde luego, para complementar lo señalado, jamás debe perderse de vista
que la historia rara vez es lineal o unicausal. Porque los estudios sobre
rehabilitación en América Latina construidos desde abajo, es decir, desde los
relatos de los propios sujetos rehabilitados -o de aquellos que, por la razón que
fuera, se negaron a ser rehabilitados-, es casi inexistente. En el estado actual de
las investigaciones, tenemos un solo lado de la moneda y la necesidad de
construir nuevas vetas de análisis y reflexión es evidente. ¿Y qué ocurrió en los
otros países, aquellos sobre los que todavía no se han puesto por escrito sus
historias? Incluso en los países analizados, ¿se adoptó el nuevo paradigma de
manera uniforme a lo largo de todo su territorio, o fue un proceso más bien
ocurrido en las grandes urbes, pero que poco o nada modificó la forma en que los
individuos sujetos a rehabilitación eran pensados y tratados en el resto de las
poblaciones? ¿Es posible que prácticas, ideas y valoraciones mucho más antiguas
simplemente se vistieran con ropaje de la moderna rehabilitación, pero que, en el
fondo, sólo enmascararan lo que ya se hacía con anterioridad, pero con otros
nombres?
REHABILITACIÓN Y DISCAPACIDAD
Otra idea que considero muy relevante tiene que ver con no perder de vista la
importancia que tuvo la llegada de la rehabilitación a Latinoamérica para la
introducción de la noción de discapacidad. Ciertamente el término discapacidad no
se usó sistemáticamente hasta las décadas de 1980 y 1990 en la mayoría de los
países de la región, pero el que se crearan centros donde se evaluaban las
capacidades desde la década de 1950, definitivamente abonó para que eso
ocurriera de la forma en que pasó. Se trató, sin duda, de una profunda
transformación en la que se comenzó a privilegiar una forma de pensar a los
individuos en función de sus posibilidades de hacer tal o cual cosa, del
funcionamiento de los cuerpos, de su idoneidad para desempeñar ciertos trabajos,
ciertas actividades. De ese modo, categorías históricamente bien diferenciadas,
comenzaron a agruparse de forma innovadora según este nuevo criterio de “poder
hacer”, específicamente en términos de “poder producir”, medido a través de los
procedimientos recién adoptados, con exámenes e instrumentos infalibles y
completamente objetivos, determinado por fuerzas que definitivamente no
surgieron de nuestra forma de ver el mundo.
Por último, cabe preguntarse ¿fueron los médicos los responsables directos de
esas transformaciones, o fueron simplemente el instrumento usado por los
estados para conseguir ciertos fines vinculados con la productividad y la
gobernabilidad? ¿Estaban plenamente convencidos de lo que hacían y, si era así,
cómo llegaron a adoptar esa perspectiva? ¿Y si eran sus familiares o incluso ellos
mismos los que en determinado caso pudieran estar del otro lado de la mesa de
consulta, en el rol de pacientes, verían las cosas del mismo modo? ¿Cuáles eran
las valoraciones de esos médicos, cuando se despojaban de su bata blanca?
PREGUNTAS FINALES QUE BUSCAN RESPUESTA
Aunque las breves reflexiones aquí expuestas como las más elaboradas
presentadas en las lecturas semanales se centraron en unos cuantos países,
tiempos y procesos, las implicaciones de la llegada de la rehabilitación a nuestra
región están lejos de agotarse. A continuación presento unas pocas preguntas que
no tienen todavía respuestas lo suficientemente satisfactorias, en un deseo de
mostrar cuán grande es nuestra ignorancia sobre estos temas y de qué tamaño es
la necesidad de seguirlos trabajando, en especial, desde otros puntos de vista.
¿De qué formas influyó, por ejemplo, la crisis económica de la década de 1970 en
los programas de rehabilitación? ¿Cómo fueron usadas para fines oficiales las
políticas rehabilitatorias en los países que enfrentaron movimientos armados o
vivieron bajo regímenes dictatoriales? ¿Cómo fueron recibidas por la población en
general y por las personas con discapacidad en particular estas transformaciones?
¿Qué se sabe de sus familias, de sus redes de apoyo y subsistencia, de las
afectaciones a su vida cotidiana que trajo consigo la nueva visión de las cosas?
¿Por qué casi no existen estudios que den cuenta de los aspectos económicos
involucrados o que intenten cuestionar qué tan exitosa fue la adopción de
políticas, prácticas y perspectivas rehabilitatorias, a nivel colectivo, pero también
individual?
A MODO DE CONCLUSIÓN
4.- Es vital tener presentes en la medida de lo posible, como referentes para este y
cualquier otro tema histórico, tanto los elementos diacrónicos vinculados a él como
los sucesos y procesos contextuales, porque es ahí donde por lo regular se
encuentran las explicaciones más enriquecedoras.