Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El Destello de Hiroshima
El Destello de Hiroshima
6 de agosto de 1945.
8,15 horas.
De pronto sucedió.
Se oyó un ruido ensordecedor y un horrible resplandor atravesó el cielo.
Era una luz naranja; no, una luz muy blanca, deslumbrante, amenazadora, como si cien
relámpagos estallaran a la vez.
Un bombardero americano B-29 había lanzado la
primera bomba atómica, la primera, en la historia de la
Humanidad. Se llamaba «Littleboy» — niño.
Cuando Miichan recobra el sentido, todo a su
alrededor está oscuro.
Todo es quietud y silencio.
«Dios mío. Pero ¿qué ha pasado?, ¿qué sucede? No
me puedo mover...»
Se acercaba un ruido crepitante y en la oscuridad
se elevó una roja llamarada.
¡Fuego! ¡Un incendio!
—¡Miichan! —gritó su madre.
Miichan estaba allí, inmóvil, apresada bajo unas maderas.
Al fin pudo salir arrastrándose. La madre la abrazó con fuerza.
Rápido, rápido. ¡El fuego!
¿Papá?
El padre estaba entre las llamas.
—No, ¡no te acerques!
Miichan y su madre, desesperadas, contemplaban las llamas, juntando sus manos en un
rezo.
De pronto oyeron un ruido y vieron al padre entre el fuego. La madre corrió a salvarle.
—Papá está herido. ¡Tiene agujeros en el cuerpo —gritó Miichan.
Con el cinturón del kimono le vendaron las heridas.
«¿De dónde sacaría mamá tanta fuerza?»
Cargando al padre sobre su espalda tomó a Miichan de la mano y echaron a correr.
¡El río!
—¡Agua! —gritaba suplicante Miichan.
A tropiezos llegaron hasta la orilla y cayeron al río.
Miichan se soltó de la mano de su madre.
—Ánimo, ¡corre! —le gritó mamá.
Mucha gente, a su alrededor, corría también escapando del fuego.
Tenían los ojos y los labios hinchados, y sus kimonos, abrasados.
—Agua, ¡agua! —suplicaban los niños casi sin voz.
Algunos vagaban como fantasmas, y su piel quemada les caía a jirones. Otros, sin
fuerzas, permanecían en el suelo.
Había montones de cuerpos.
¡Ni el infierno podría ser más espantoso!
Desesperados, continuaron su huida y aún cruzaron otro río. Pero la madre de Miichan
desfallecía de cansancio.
«Hop, hop» —Miichan escuchó un ruido junto a sus pies.
Eran golondrinas que, con sus alas quemadas, ya no podían volar.
El río arrastraba cuerpos y restos humanos, también un gato.
A lo lejos —al volver la cabeza— Miichan vio a una madre con su bebé en brazos.
—He podido escapar hasta aquí, pero al darle de mamar vi que estaba muerto.
Y así, con el niño en sus brazos, se sumergió en la profundidad del agua, hasta que
Miichan no la vio más.
El cielo se oscureció y se oyeron truenos.
Comenzó a llover.
La lluvia era negra, densa como aceite, y aunque era el mes de agosto, un frío intenso
heló el ambiente.
El arco iris apareció en la oscuridad del cielo brillando con fuerza sobre muertos y
heridos.
Miichan no creció más. Aún después de mucho tiempo parece que siguiera teniendo
siete años.
—Es por culpa del destello —dice su madre con lágrimas en los ojos.
—Me pica aquí —dice a veces Miichan, señalando su cabeza con el dedo. Y su madre,
entre los cabellos, encuentra un pequeño cristal incrustado, de cuando ocurrió «el
destello».
El padre había mejorado, y cuando sus siete heridas cicatrizaron, todos creyeron que
estaba curado.
Pero un día, tras un otoño lluvioso, su pelo cayó a mechones y murió de una
hemorragia. Su cuerpo se había cubierto de manchas moradas y lanerías moradas.
Los que no habían sufrido heridas o quemaduras se alegraban de haber sobrevivido,
pero con el paso del tiempo morían como el padre de Miichan.
Los que vinieron a Hiroshima, buscando a sus familiares, también murieron, del mismo
modo.
Aún hoy, en los hospitales de esta ciudad muchas víctimas del «destello» siguen
enfermas. No se pueden curar.
—Las bombas no caen solas, las tiran los hombres... Los hombres son los responsables de
esta atrocidad, no el azar, ni la casualidad... Que otros hombres puedan impedir que esto
suceda de nuevo.
***
«Que no vuelva a suceder nunca», es el mensaje que nos deja Toshi Maruki, pintora
japonesa.
En colaboración con su esposo, Iri Maruki, ha realizado numerosas obras de arte, entre
las que destacan los frescos titulados «Imágenes de la bomba atómica».
Toshi Maruki
El destello de Hiroshima
Valladolid: Miñón, D.L.1986