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La rebeldía de que…

de ADarkDreamer_   

Capítulo Cuatro
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por ADarkDreamer_

25 de julio del 2018

Dylan es un niño extremadamente diferente a otros


que conocí. Es tan inteligente, creativo y directo, que
a veces me siento pequeña frente a él. Por momentos
siento algo de miedo, porque no es nada bueno que
siga con esa actitud. Llegué a pensar que puede ser
un juego de él, solo que un simple juego no haría que
mi jefe se quede pensativo cada que me pregunta
cómo va. a
2

Hazel desde el día uno se sintió bien con mi


presencia, eso me ayuda, porque si Dylan tiene algo
conmigo y ella no, podemos seguir intentando. Con
Rosa siento mucha tranquilidad. Me enseñó cocinar
galletas y mu!ins. Siempre que tiene tiempo para mí,
aprendo algo de ella. Con Peter, el guardia, poco y
nada hablé, es algo reservado, aunque cuando se
entera o ve que hago algo mal, no tarda en burlarse.
Y con Frank, bueno, a él lo veo de paso. Es un hombre
amigable. a
1

Abro rápidamente el viejo paraguas apenas bajo del


taxi. Corro hacia la entrada apenas el portón es
abierto. La lluvia empeoró en el camino, al igual que
el viento, que está intenso y ruidoso.

Rosa ni siquiera espera que toque, ya está asomada


desde que el Peter me abrió. Subo las escaleras y,
cuando estoy por llegar, por culpa del viento, el
paraguas se voltea. Lucho para entrar a la casa, sin
soltar el paraguas que perdió forma por el viento,
impidiendome avanzar. a
1

Ambas reímos con fuerza porque, aparte de que el


momento fue estresante, también fue gracioso y un
tanto vergonzoso. Volteo al esuchar una risa infantil.
Dylan está en el pie de la escalera observando el
objeto que fue destrozado por el clima.

—Oye, qué bonita risa tienes. Siempre andas a mi


alrededor serio, como un viejito. Así te ves más
guapo. a
33

Deja de reír y se sonroja, adoptando su semblante


serio, sin tardar en darme la espalda. Ya se cumplió
un mes desde que empecé, y él sigue igual. Aunque
ahora lo escucho reír o sonreír por mis comentarios o
despistes.

—Algo es algo.

La sigo en silencio, sintiendo la nariz fría. El cambio


tan repentino del clima me tomó por sorpresa ayer y
hoy vine preparada. Lleva mí ya inservible paraguas a
la cocina y la sigo.

—Es raro que esté despierto.

—Cuando su papá no se va a trabajar, ya anda


merodeando desde temprano.

— ¿El señor está aquí? a


17

Mi voz sonó emocionada y me pego mentalmente


por eso. Es agradable tener la presencia de él aunque
no sean más que pequeñas conversaciones las que
tenemos. Él me agrada. a
12

—Por la lluvia no se fue. Está en su oficina—avisa, sin


percatarse de mi patética reacción. a
4

Me da la espalda para comenzar a preparar cuatro


tazas de té. Se mueve de un lado al otro cantando
por lo bajo. Se acerca al teléfono con el que se
comunica con Peter y no logro escuchar lo que dice.

—Hazel aún duerme, pero puedes subir si quieres.


Dylan seguramente está jugando.—Aparta dos tazas
en otra bandeja—. Les daré esto a Frank y a Peter.
¿Puedes llevarle a Christian su té? Ahí también está el
tuyo, querida. Tómalo caliente. a
9

Sale sin esperar mi respuesta. Me levanto, dudosa de


su pedido, y agarro la bandeja para luego salir.
Atravieso el pasillo que está al lado de la escalera y
me detengo frente a la puerta de su oficina. Golpeo
con suavidad la madera lustrada, pero pasan los
segundos y no obtengo respuesta. Vuelvo a insistir y
tampoco responde.

Me encamino a la cocina y dejo la bandeja en el


centro de la encimera. Agarro mi taza antes de
sentarme.

—¿No te contestó?

Niego y frunce el ceño. a


1

—Luego intento, seguro está al teléfono.

—Te dejo esa tarea entonces. Si me necesitas, estaré


ordenando las habitaciones.

El clima no me ayuda en lo absoluto. Los párpados


me pesan y apenas son las ocho. Seguro tengo cara
de cansancio, así como la nariz un poco roja.

—¿Mala noche?

Brinco en mi asiento. Esta recostado en el umbral de


la puerta, con los brazos cruzados y le doy una
miradita rápida. Es la primera vez que lo veo sin traje
y se ve exactamente igual de atractivo. Lleva unos
vaqueros oscuros junto a unas mangas larga del
mismo color, haciéndolo ver fresco, igual que su
actitud. a
2

—Mal clima diría yo—respondo, pasando saliva.

—Sí, no ayuda mucho.—Recorre con la mirada el


espacio—. ¿Rosa necesitaba algo?

—Eh... Me pidió que le lleve té.—Señalo la bandeja.

—Lo siento, estaba al teléfono—se disculpa,


acercándose—. ¿Llegó bien?

—Mi paraguas sobrevivió hasta la entrada. Cumplió al


menos con su misión—bromeo.

Ríe, sentándose a mi lado.

—A veces no sé si contraté una niñera o una


comediante. a
48

—Supo elegir. No siempre se tiene un combo como


ese. a
3

—Tiene razón.—Le da un sorbo a su humeante


bebida—. Por cierto, Dylan no está así porque no le
agrade, sino porque se divierte haciéndole creer eso. a
9

— ¿Cómo lo sabe?

—Es mi hijo.—Sonríe—. Ciertas preguntas te dan


grandes respuestas. También lo estuve observando y
cuando algo le molesta, él mismo me lo hace saber
con pequeñas cosas. Estuvo jugando hasta conmigo.
—Niega con la cabeza, sin perder su gesto—. Así que,
podemos estar tranquilos. La acepta.

"Podemos estar tranquilos" Suena bien. Ese


comentario tan normal, hace que mi corazón se
caliente un poco. a
3

«Cálmate, mujer». a
1

—Ya temía perder mi trabajo—bromeo un poco,


llevando la taza mis labios.

— ¿Se iba a rendir?—pregunta divertido, volteando su


cuerpo en mi dirección.

—No lo sé. Pero no es sano que un niño no esté


cómodo en su propia casa. Usted buscaría lo mejor
para él, no para mí—suelto, sin percatarme de cómo
me observa. a
6

De reojo veo como Rosa entra y se detiene cuando


nos ve. Retrocede lentamente, llevando un dedo en
sus labios en señal de silencio. ¿Qué le pasa? a
77

—Es un buen punto.—Parece pensativo, sin


percatarse de ella—. ¿Le llegó a pasar?

Arrugo el entrecejo.

—¿Qué cosa?

—Que un niño no la acepte.

Aparto la mirada. Me remuevo incómoda en el


banquito, apartando un mechón húmedo de cabello.

—Una vez, sí. Le recordaba a alguien y... la niña


simplemente no podía verme—recuerdo. Su carita
estaba roja las dos únicas veces que me vio. Su rostro
se bañaba en lágrimas y su garganta soltaba sollozos
que me lastimaron de una manera inhumana. a
23

—¿Sabe a quién?

—A su maltratadora—susurro, tragándome un nudo


—. Eso me comentó su tía. Hace no mucho se había
mudado con su familia paterna, pero seguía
recordándola. a
5

—Debió ser difícil.—Me atrevo a mirarlo—. Para las


dos. Ella, muy pequeña para haber atravesado por
eso y tú... usted—se corrige—por haber presenciado
tal reacción. a
4

Un pinchazo llega cuando se corrige, pero lo ignoro


dando un último trago de mi té.

—Fue algo difícil. Por un momento la entendí... Creo


que eso hizo que sintiera culpa. El que le recuerde a
alguien que la dañó.

—¿Le pasó algo parecido?

—Nadie se zafa de sufrir—respondo, acariciando la


taza vacía.

—No, nadie lo hace.—Su voz suena un tanto perdida


—. A veces, hasta los que más queremos son capaces
de dañarnos. a
5

No me atrevo a apartar mis ojos de la taza. Sonó tan


para sí mismo el comentario, que no quiero
incomodarlo. a
4

—Digamos que esa es una forma de lastimar


realmente a alguien: Lograr que te quiera y luego
dañarlo.

—Ni que lo diga.—Suspira—. ¿También le pasó?

—Hoy está muy curioso—digo, haciéndolo reír hasta


que pequeñas arrugas se posan en los costados de
sus ojos, provocando una sonrisa en mí—. Un viejo
amor—confieso. a
1

—Yo igual.

—¿Necesita detalles?—bromeo, pero me detengo


cuando se pone un poco serio.

—No tendría problema en escuchar—admite,


encarándome—, solo que yo me saltaría esa parte.

Muerdo mi lengua, curiosa.

—¿Puedo saber por qué?

—Porque uno no siempre está listo para contar una


historia que le marcó. a
2

Asiento.

—Yo tampoco—confieso y se tensa—. Cuando la


historia es larga y pesada, es más difícil de soltarla.
Lo bueno es que no me gusta hablar de mis
exparejas.

—Coincido.

—Creo que no es muy profesional de mi parte estar


hablando con mi jefe de cosas amorosas—titubeo,
analizando el panorama.

Se carcajea.

—Digamos que le doy un aumento por conversar


conmigo sobre temas dolorosos respecto a la vida.—
Me da una sonrisa completa y pierdo un momento la
concentración—. Usted es muy agradable para
charlar. a
8

Me congelo ante el halago.

—Usted también—balbuceo, sonrojándome.

—Tengo que seguir trabajando—dice, levantándose


—. Trate de seguirle el juego a Dylan.

—Eso haré.

Desaparece y me quedo ahí, con la cara caliente y...


contenta. Fue interesante tener una conversación
normal, que no sea de trabajo con él.

Luego de ordenar, subo para verificar el estado de


cada uno. Hazel aún duerme por lo que decido
dejarla. La lluvia no paró ni un segundo, y al parecer
no tiene intención de hacerlo. Dylan se quedó
dormido en el sofá de la sala de juegos, así que busco
una manta para cubrirlo. Ordeno algunos juguetes,
no todos, porque está armando su estación de tren
hace días.

—Están rendidos—digo, cuando la veo limpiando en


la cocina—. ¿Quieres ayuda?

—No, no, siéntate. Yo termino y podemos jugar


cartas.

Asiento rápidamente. Es lo que más hacemos cuando


los niños duermen y antes no le encontraba la gracia,
ahora diría que soy fanática. Ella me enseñó distintas
formas de jugar hasta con mazos diferentes. Es una
mujer con grandes conocimientos. a
1

Apenas termina de limpiar, se dirije a la heladera


para sacar la jarra de jugo y las galletitas que juntas
preparamos ayer. Mientras ella acomoda todo en la
mesa, saco los vasos para ayudarla antes de ir rápido
al baño y aprovechar de paso para arreglarme el
cabello un poco. Mis famosos mechones rebeldes
con el viento se descontrolaron un poco, aunque ya
los acepto. De ahí no se movieron desde que tengo
uso de razón.

Me encamino nuevamente a la cocina pero me


detengo al sentir nuevamente su aroma. Me ubico a
un lado de la puerta abierta, observando como ríe
mientras ella le comenta sobre el nuevo modelo de
cartas que compró hace unas semanas. Trato de no
reírme cuando él le advierte en no volverme una
adicta a ellas.

Son muy unidos. Ella lo cuidó cuando desde que era


un niño y le ayudó con sus hijos, a pesar de tener
niñeras, desde que nacieron. Lleva su mano arrugada
al brazo de él y lo estira, obligándolo a tomar asiento.

—Aún eres joven como para estar pensando en


trabajo todo el día—lo regaña y me escondo mejor.
Está mal escuchar conversaciones ajenas, pero no lo
puedo evitar. Si mi mamá me viera, seguro me toma
de la oreja. a
5

«Y te lo mereces».

—No empieces con eso.

—Pues empiezo. Christian, tu pareja es tu trabajo.


Eso no es normal.

—No es mi pareja, pero la responsabilidad que tengo


es muy grande.

—La última mujer como tu pareja que vi pasar por


aquí fue Isabella. Y eso fue hace años. a
4

—Si tengo mujeres, no las traería aquí, dónde viven


mis hijos—se defiende—. No tengo porqué contarte
sobre eso, es incómodo. a
9

—Siempre llegas temprano, los fines de semanas


sales con ellos, cuando viajas te pasas preguntando
por ellos.—Lo toma por los hombros—. Christian,
date tu espacio también.

—No lo necesito.

—Todos cometemos el grave error de creer que la


vida es eterna cuando es tan efímera que no nos
damos cuenta cómo se desvanece frente a nosotros.
Cerrarnos a sus oportunidades es vagar en ella sin
rumbo, condenados a la monotonía y creyendo que
es lo único que podemos aspirar.—Sus palabras,
aunque no sean para mí, taladran mi cabeza—. No
quiero que te quedes solo por miedo a salir
lastimado, hijo. a
39

Este suspira.

—Créeme que estoy bien. Tengo todo lo que necesito


conmigo porque ellos son mi vida entera. Poder
abrazar a mis hijos y saber que están bien es todo lo
que necesito. a
4

—Pero no es lo único que hay para ti, Christian.

Escucho como una puerta es abierta en el segundo


piso y me encamino a las escaleras, y las subo rápido.
Me topo con Dylan caminando por el pasillo con el
cabello húmedo.

—Qué bien. El muchacho ya está bañado.—Lo felicito


y tapo mi nariz—. Yo decía que teníamos que
encargarnos de eso.

—Tú tendrías que hacer eso.—Me ojea—. Un peine no


te vendría mal. a
30

Se mete a su cuarto y llevo mis manos a mi cabello.


Corro al cuarto de Hazel, me paro frente a un espejo
para acomodar de nuevo un mechón que se escapó
del agarre de coleta antes de darle toda mi atención
a la pequeña que descubro ya está despierta.

—Cuando llueve tienes el sueño muy pesado.—Le


acaricio la cabeza y sonríe, llevándose una mano a su
cara.

Suelta carcajadas cuando la agarro y jugueteo con


ella. Me encargo de bañarla con sumo cuidado y
secarla bien. Cuando está lista peino su cabello y le
aplico su perfume.

Casi piso a Dylan cuando salgo.

—Me estabas olvidando.

—¿Quién podría hacer eso? El que lo haga es porque


directamente no te conoce.

Sonríe, orgulloso. Bajamos sin prisas las escaleras y,


al adentrarnos a la cocina, él corre hacia su papá con
entusiasmo. El señor le da un abrazo mientras deja
besos en su cabellera.

—¡Pero si ya está levantada!—exclama Rosa. Sus ojos


brillan cuando ve a la niña—. Siéntense, yo sirvo la
mesa.

—Puedo hacerlo—ofrezco cuando veo que la mesa


está con las cartas, indicándome que estaban
jugando hasta hace unos segundos.

—Gracias, Alice.

Toma asiento y le paso la niña.

Pongo los platos y cubiertos al otro lado de la mesa.


Saco los mu!ins que hicimos ayer y los caliento,
aunque Dylan ya está mirando las galletitas. Preparo
las bebidas de cada uno sin mucha prisa.

—Puedes acercarte—le digo a Dylan y este no duda


en bajar de las piernas de su papá para sentarse en
este lado de la mesa, donde está el desayuno—. Yo
voy a...

—Me gustaría darle el desayuno a ella, ya que estoy—


me interrumpe y no dudo en asentir. Se levanta y
acomoda a su hija en su silla especial para luego
sentarse él frente a Dylan—. Siéntese, Alice. Hoy
parece perdida.

Abro la boca, sin saber qué decir. Claramente estoy


dudosa y no sé cómo hacer para dejar de estarlo
cuando está cerca. Rosa me mira de reojo,
aguantando una sonrisa. a
21

—El clima suele dejarme la cabeza un tanto


arruinada.

—Casi sale volando con su paraguas, señorita


Cooper. Increíble, por poco pierdo la niñera que
apenas lleva un mes. a
3

Me sonrojo cuando él y su hijo se ríen. La mujer que


está a mi lado lleva una mano a su boca y eso hace
que sienta como el color aumenta.

—Y así iba a regresar Wendy.

—Dylan, ya hablamos de eso.

Este rueda los ojos y sigue comiendo. El timbre


suena, haciendo que todos miremos la puerta de la
cocina.

—Iré yo.—Se levanta, dejando sus adoradas cartas en


la caja.

—No diré que estoy celosa de que tu atención siga


sobre alguien que ni conozco, porque eso hará que te
sientas con poder.

—Eso ya lo sé, ni me lo tienes que decir.

Me sorprendo. Es un niño tan rápido, que mis bromas


quedan cortas con él.

Sin querer, el señor golpea un vaso con su codo que


está en la esquina de la mesa y se cae. Le pido que se
quede quieto ytraigo la escoba junto con la pala para
recoger.

—Cuidado, no se vaya a cortar.

—No va a pasar—digo, justo antes de que el filo me


abra la piel. a
40

—¡Es sangre!—grita el niño, asustando a su hermana


que no tarda en chillar.

Termino de juntar, mientras él los calma. Pongo un


curita que encuentro en el botiquín de la cocina y
levanto mi dedo.

—Ya está.

—Hoy la suerte no está de tu lado.—Sacude su


pequeña cabeza.

—Nunca lo está—admito.

Rosa entra con un semblante serio. El señor se pone


de pie con Hazel en brazos.

—Christian, la señora Isabella está aquí. a


74

__________

¡Hola a todos!

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Les gustó? a


1

No se olviden de seguirme en mis redes sociales. Por


ahí les comento sobre las actualizaciones, entre otras
cosas. (El link está en mi perfil de Wattpad)

Nos leemos.

-V.

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