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Un día mientras
paseaba con la cola en
alto, andaba tan
distraído que le pisó la cola a un perro,
éste muy enfurecido comenzó a
perseguirlo, Mil corría muy rápido
pero el perro logró alcanzarlo y le
mordió una pata. Por muchos días Mil
anduvo con la pata vendada, lloraba
desconsolado y decía: “miau, miau, he
perdido mi belleza”.
L os gatos
lo recibieron con los brazos abiertos,
aceptaron las disculpas y se volvieron
amigos, Mil no volvió a presumir su
pelaje, al contrario, siempre fue
amable con todos los demás.