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Prólogo

En tanto que nueva Directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente, me complace presentar la versión impresa del Manual del Convenio de Viena
correspondiente a 2019.

El Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono se aprobó en 1985 con el objetivo
de proteger la salud humana y el medio ambiente frente a los efectos adversos resultantes de
las modificaciones en la capa de ozono. Poco tiempo más tarde, en 1987, se aprobó su
Protocolo de Montreal relativo a las Sustancias que Agotan la Capa de Ozono.

La capa de ozono actúa como escudo y protege la vida en la Tierra frente a los efectos
perjudiciales de la radiación ultravioleta. Como consecuencia del desarrollo de productos
químicos para una amplia gama de usos (que abarca desde equipos de refrigeración y aire
acondicionado, propulsores de aerosoles e inhaladores de dosis medidas hasta espumas
aislantes y plaguicidas), la capa de ozono ha sufrido una erosión que culminó en la aparición de
un “agujero” sobre la Antártida. Los clorofluorocarbonos (CFC), productos químicos artificiales,
fueron acogidos como sustancias milagrosas que acabarían por revolucionar muchos aspectos
de nuestra vida cotidiana. A mediados del decenio de 1970, la revista Nature publicó las
investigaciones científicas llevadas a cabo por Sherry Rowland y su estudiante de doctorado,
Mario Molina, sobre la base de la labor del también científico Paul Crutzen: en ellas se advertía
del riesgo de que los CFC pudieran agotar la capa de ozono. En 1985, su tesis se vio confirmada
cuando Joseph Farman, Brian Gardiner y Jonathan Shanklin, del British Antarctic Survey,
publicaron en Nature otro artículo en el que documentaban su descubrimiento de un agujero
en la capa de ozono. La reacción internacional fue no solo rápida, sino también eficaz. Gracias
a los tratados sobre el ozono, que en la actualidad controlan la producción y el consumo de
diversas sustancias que agotan el ozono y contribuyen al calentamiento atmosférico, la capa
de ozono está en vías de regeneración, y se prevé que se habrá recuperado hacia mediados del
presente siglo.

El Convenio de Viena se centra en una supervisión y una observación científicas continuadas


de la capa de ozono, sobre la base del legado de los científicos que contribuyeron a definir el
problema. Las Partes en los distintos tratados sobre el ozono se valen de los resultados de esa
vigilancia y observación para fundamentar sus decisiones sobre las medidas con las que hacer
frente al problema. La vigilancia y la observación también puede ayudar a las Partes a medir el
grado de rendimiento, explicar las medidas adoptadas y atenerse a su mandato.

En el Manual se recoge el texto del Convenio, así como todas las decisiones de las Partes hasta
la fecha. Ha sido concebido como un recurso para las Partes y los interesados de los tratados
sobre el ozono con el que facilitar sus deliberaciones a propósito de las cuestiones de
importancia vital que se abordan en los tratados sobre el ozono.

El éxito sin precedentes de los tratados sobre el ozono nos permite afrontar el futuro con
esperanza y demuestra que, cuando existe voluntad política y compromiso, la adopción de
medidas colectivas para resolver problemas comunes puede evitar una crisis mundial.

Inger Andersen

Directora Ejecutiva Programa de las Naciones

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