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¿El deseo de acostarte con otra mujer es una de esas experiencias que es preciso
vivir? Preguntó ella. Y, una vez vividas, ¿se puede seguir adelante, sin volver a
sentir idénticos deseos? No. No. Dijo ella. Una vida de liberación de los instintos se
compone de diferentes estratos. El primero conduce al segundo, el segundo al
tercero y así sucesivamente. Después no vamos a poder preservar nuestro amor en
esta liberación de los instintos. El placer anormal anula el gusto por el normal.
Era día sábado, Ulises decidio ir a buscar a Yahaira a su lugar de trabajo. Ella no
estaba en la pista. Penso. Puede estar acostada leyendo el ultimo libro de Hector,
puede estar haciendo el amor con un soldado, o puede estar corriendo como una
cabra loca por la acera caliente del parque libertad, con un solo zapato, perseguida
ferozmente por un hombre llamado Gustavito. Esté donde esté, su ausencia lo
aniquilaba. Pregunto a una de las chicas si sabia cuándo llegaria Yahaira. ¿Yahaira?
Yahaira? No, no la conozco. La he visto en el tik yok. Y ella como lo iba a saber si
sólo hace una hora más o menos que ha cogido este empleo y ya está sudando
como si setuviera envuelta con dos colchas chapinas?
Ulises pensó. ¿Por qué no la saco a bailar?... Bailaron algunas vueltas de sudor y
agua de rosas, mientras hablaban de callos y juanetes y varices y ulceras. Y la
Yeny podría decirme algo sobre Yahaira. Yeny tiene una boca ancha y está fresca
como un geranio, pues acaba de llegar de una sesión de tracatrá que ha durado
toda la tarde.
¿Sabes Yeny si va a venir Yahaira? No lo creo... no creo que venga esta noche.
Será mejor que preguntes a Lorenzo: él es el dueño de este puticlub y lo sabe todo.
Lorenzo dice que sí, que Yahaira va a venir cuando se desocupe. Espero y espero.
Las chicas exhalan vapor, como caballos sudorosos. Medianoche. yahaira no
aparece. Ulises se dirije despacio, de mala gana, hacia la puerta. Un cipote cara de
santaneco está abrochándose la bragueta en el dintel de la puerta.
Detrás de la barra había una joven con el cabello despeinado y el delantal sucio. Mi
primer impulso fue el de largarme de allí, pero la sed que tenía y sobre todo la
sensación de tener que volver a afrontar enseguida mis preocupaciones, hicieron
que me acercara hasta la barra. Deme una jarra de cerveza con un vaso bien
heladito, boca de costillita de cuche.
En toda mi vida no había bebido cerveza y luego licor, cuyo solo olor me producía
un rechazo profundo, me dio por pedir uno. Durante esos días estaban cambiando
todas las costumbres de mi vida y no disponía de las fuerzas para hacerles frente.
Por primera vez la muchacha se fijó en mí. Lentamente alzó los párpados algo
granulosos y me miró con ojos claros y despiertos
Puse un par de billetes sobre la barra y me fui de la cerveceria sin decir una
palabra. La tarde de verano me recibió con el calor del sol y un viento ligero y
sedoso. Una claridad se extendió desde la calidez del estómago hasta la cabeza, mi
corazón latía libre y fuerte. Ahora veía los colores encendidos de las faldas de las
hembras por las calles, ahora oía el redoble de las alondras sobre el azul. Mis
preocupaciones se habían marchado.