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Coordinadores:
Cristina Rechea Alberola
Andrea Giménez-Salinas Framis
Antonio Andrés Pueyo
Psicología criminal
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34. 28015 Madrid
Teléfono: 91 593 20 98
www.sintesis.com
ISBN: 978-84-9171-231-2
Depósito Legal: M. 20.888-2022
Parte I
Por qué las personas delinquen
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Psicología criminal
Parte II
Cuánto se delinque y quiénes lo hacen
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Índice
Parte III
Cómo se investiga el crimen
desde una perspectiva psicológica
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Psicología criminal
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Índice
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Perspectiva histórica: los primeros pasos
para explicar el comportamiento delictivo
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Parte I. Por qué las personas delinquen
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Perspectiva histórica: los primeros pasos para explicar el comportamiento delictivo
Afortunadamente esto eran cosas que pasaban en el siglo xviii… pero ¿seguro que
solo ocurría esto en el siglo xviii?, ¿no queda vestigio alguno en nuestros días de seme-
jante práctica flagrantemente prejuiciosa y antigarantista?
Una investigación publicada en 2003 por el profesor de Psicología de la Universidad
de Oslo, Per Schioldborg, demuestra que los criminales “guapos” tienen más probabili-
dades de obtener sentencias más benévolas, independientemente de la gravedad del de-
lito e incluso cuando el jurado solo cuenta con una descripción escrita del aspecto físico
del delincuente. Existen otros estudios que confirman el sesgo favorable hacia personas
físicamente atractivas pero lo que hacía peculiar este trabajo de la universidad noruega
es que el estereotipo relacionado con la belleza se activa con una mera descripción es-
crita de los encausados, sin necesidad de mostrar la imagen. Tendríamos que revisar por
tanto lo que verdaderamente se ha avanzado desde el siglo xviii hasta nuestros días si se
demostrara que algunas decisiones judiciales podrían estar condicionadas por la fisono-
mía de los acusados. Y quizá no sea una conclusión descabellada si consideramos que
una situación crónica de vulnerabilidad y exclusión social correlaciona con hábitos de
vida poco recomendables, provoca un peor acceso a los servicios de salud –tal y como
se concluye en una investigación de Martín y colaboradores (2016)– y, en definitiva,
se tienen menos posibilidades de una alimentación equilibrada y de calidad, variables
todas ellas íntimamente relacionadas con el semblante que la vida nos va esculpiendo a
lo largo del tiempo. No todo es genético en el resultado final de nuestra fisonomía. Por
otra parte, también una situación crónica de vulnerabilidad y exclusión social correla-
ciona con una peor asistencia letrada en situaciones de litigio, al menos en relación con
la que pueden financiarse individuos situados en la cúspide económica de la pirámide
poblacional. La ecuación resultante, por tanto, es bastante previsible.
En todo caso, existen trabajos de investigación que sugieren que estas inferencias
de características de la personalidad a partir de rasgos físicos no están basadas en prejui-
cios, sino que tiene una base científica. Con esta premisa, una investigación de Guerrero
y colaboradores –¿del siglo xviii? No, de 2016– encuentra que existe una alta correla-
ción entre el grado de inclinación de la frente y la impulsividad. No se trata en modo
alguno de una investigación aislada si atendemos al trabajo desarrollado por entidades
como el Instituto Superior de Morfopsicología, sito en Barcelona, accesible para quien
desee valorarlo bajo su propio criterio.
Sea como fuere, y volviendo ahora sí al siglo xviii, con la expansión de la fisonomía,
se empezó a diseminar con fuerza la frenología. En aquella época era considerada una
ciencia que sostenía que la forma del cráneo y, por generalización, la morfología del
cerebro guardaba una estrecha relación con nuestros rasgos mentales y nuestras compe-
tencias personales (figura 2.1).
Uno de sus principales precursores fue Franz Gall (1758‑1828), médico alemán, que
estaba convencido de que cada una de las funciones mentales dependía de zonas específicas
del cerebro. Esta teoría está totalmente invalidada en la actualidad, aunque, no obstante,
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este anatomista atesora el mérito de ser el primero en identificar a la materia gris del cere-
bro como un tejido activo formado por neuronas. Con la invención de microscopio un siglo
después la anatomía del sistema nervioso descrita por Gall experimentó un notable avance
que culminó con la magistral obra de nuestro Nobel de Medicina, Santiago Ramón y Cajal.
Figura 2.1. Ilustración del s. xix sobre localización cerebral de facultades mentales.
Los postulados más importantes de Franz Gall giran en torno, por un lado, a la
idea de la localización cerebral de las facultades mentales y, por otro, a lo que por en-
tonces parecía irrefutable, esto es, que la morfología del cerebro determina el tamaño
del cráneo. A partir de estos dos planteamientos, este autor sostiene que, dado que el
desarrollo de los órganos del encéfalo, y por tanto de las facultades mentales, influye
en la forma del cráneo, el análisis de su superficie permitirá determinar la personalidad
y el perfil psicológico en general de un individuo. A partir de este principio, la forma
habitual de diagnóstico de los frenólogos era examinar con las manos el cráneo de la
persona explorada con el fin de detectar peculiaridades, posibles deformaciones, asime-
trías, etc. Para afinar aún más el dictamen médico, se medía el perímetro del cráneo, y
otros parámetros de la testa, con un calibrador especial que, como no podía ser de otra
forma, se llamaba craneómetro (figura 2.2). La propuesta de Gall recogía un listado de
competencias psicológicas tales como la prudencia, la astucia, la vanidad, el amor, etc.,
que tenían su precisa localización en diferentes puntos concretos del cerebro. En este
sentido, su obra, la podemos considerar como el primer manual de psicología criminal,
ya que, efectivamente, para el sentido moral, la capacidad de asesinar, o robar, Gall
detallaba las áreas cerebrales respectivas comprometidas en estas desviaciones.
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Perspectiva histórica: los primeros pasos para explicar el comportamiento delictivo
Otro claro antecesor del perfilado criminal realizado por Cesare Lombroso en torno
al “criminal nato” lo vamos a encontrar en la ingente obra del frenólogo español Mariano
Cubí y Soler (1801‑1875) entre la que podemos destacar su Introducción a la frenología
(1836) o el Manual de frenología (1844). Sus principios, basados en los que ya se han
detallado de Franz Gall e inéditos en España, tales como que las facultades del alma son
innatas y el cerebro es el órgano donde reside, le pasaron una costosa factura, ya que es-
tuvo procesado por el tribunal eclesiástico de Santiago. No sería aventurado considerar al
español Cubí y Soler como uno de los precursores de la criminología en el mundo, ya que,
tras visitar numerosos hospitales y presidios de la época, llegó a la conclusión, treinta años
antes que Lombroso, de que “hay criaturas humanas que nacen con un desmedido desarro-
llo de la destructividad, acometividad o combatividad más defectuosa, cuya organización
constituye naturalmente al ladrón, al violador, al asesino, al estafador y a otros criminales”.
Sus trabajos en este ámbito tuvieron en España una influencia decisiva en la con-
cepción del que fue el primer y efímero Código Penal de nuestro país. Promulgado en
1822, encontramos por primera vez en un texto legislativo los conceptos de delincuente
e imputabilidad. Lamentablemente, el periodo histórico denominado Trienio Liberal
que lo hizo posible concluye con el retorno del absolutismo, la disolución de las Cortes
españolas por Fernando VII y la abolición en 1823 del citado código. De alguna forma,
aquella constante tensión entre absolutismo y liberalismo tiene su reflejo hasta nuestros
días en la confrontación del denominado “derecho penal del enemigo” y el “derecho
penal del ciudadano”.
El efecto nocivo colateral de sus planteamientos en torno al “criminal nato” descrito
es que empieza a asentarse el poso teórico de la ineficacia del tratamiento de los internos
en prisiones como fruto de una intratable predisposición orgánica hacia la maldad. La
lógica subyacente es que, si las “facultades del alma” son innatas, los programas de tra-
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Perspectiva histórica: los primeros pasos para explicar el comportamiento delictivo
Como hemos sugerido en el apartado 2.1, el entusiasmo con el que se defendían los prin-
cipios fundamentales de la frenología y la fisonomía contrastaba con los rudimentarios
y en ocasiones estrafalarios procedimientos pseudocientíficos que los avalaban. Diga-
mos que era una época en la que primero, por alguna suerte de inspiración, se creía en
una determinada forma de entender el mundo o el ser humano, como por ejemplo que el
alma estaba en el cerebro. Y a partir de ahí, todos los indicios, técnicas y observaciones,
se acomodaban a toda costa en ese resultado final.
El método científico que va a empezar a concebirse en el ámbito de la criminología
a finales del siglo xix y principios del xx se caracteriza, como es lógico, por un recorri-
do inverso, ya que la observación sistemática, la medición y experimentación no solo
posibilita formular y analizar hipótesis, también su modificación y reformulación como
consecuencia de nuevas observaciones y evidencias. Aunque cabe decir que, en esas
primeras décadas, todavía estaba por llegar a nuestra disciplina la verdadera impronta
del método científico, a saber, el total rechazo a las verdades absolutas.
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Perspectiva histórica: los primeros pasos para explicar el comportamiento delictivo
Como podemos observar, estas seis categorías podrían sintetizarse en dos grupos
generales: los criminales y los criminaloides, que podrían diferenciarse en virtud de la
etiología de su comportamiento. De carácter genético y biológico en el caso del primer
tipo, sus inclinaciones delictivas constituyen un rasgo de su personalidad. Y de carácter
más contextual o ambiental en lo que concierne a los criminaloides (figura 2.4). A lo
largo de este manual, como podremos comprobar, todos los modelos explicativos de la
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conducta criminal se van a mover entre estos dos parámetros, herencia-ambiente, delin-
cuencia persistente vs. delincuencia ocasional.
Criminales Criminaloides
Genética Contexto
Biología Ambiente
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portamiento está determinado por unos atributos relativamente estables que predisponen
a cada individuo a actuar de una determinada manera.
Aunque, como en el caso de Cesare Lombroso, no descartó la influencia del ambien-
te o del contexto, Eysenck defendía que las diferencias entre los rasgos de los individuos
estaban determinadas esencialmente por la genética. Como fruto de sus investigaciones
identificó tres dimensiones independientes de la personalidad denominadas:
a) Extraversión.
b) Neuroticismo.
c) Psicoticismo.
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Perspectiva histórica: los primeros pasos para explicar el comportamiento delictivo
Como fruto de esta evidencia inicial de que existen individuos que, ante el mismo
r efuerzo negativo, experimenten una mayor inclinación a comportarse de forma con-
traria a las normas, la investigación desarrollada por Eysenck plantea dos causas orgá-
nicas fundamentales relacionadas ambas con un anómalo comportamiento del sistema
nervioso:
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Parte I. Por qué las personas delinquen
En definitiva, estas personas necesitan más estimulación que el resto para acti-
var su sistema nervioso central y, en fin, experimentar emociones de forma más
intensa. Estos individuos responden al tipo extrovertido de la clasificación antes
citada de Eysenck. Dicho en otras palabras, para conseguir la misma activación
cortical que alguien puede obtener en un bote, echando un sedal y esperando
a que pique un pez, el extrovertido necesita tirarse en paracaídas. El problema
es que, si no hay posibilidades de hacer un deporte de riesgo, busque las emo-
ciones por otra vía, quizá transgrediendo las normas.
2. La segunda razón planteada es la alta excitabilidad del sistema nervioso autó-
nomo. En este sentido, existen sujetos con una alta capacidad de excitación del
sistema nervioso simpático (autónomo) o cerebro visceral. El cerebro visceral
también se conoce como el sistema límbico, conformado por el hipocampo,
la amígdala, el septo y el hipotálamo, y regula los estados emocionales tales
como el miedo y la agresión. Es responsable de la respuesta de lucha o huida
ante una situación de peligro. Si este sistema se excita con facilidad se tienen
serios problemas para controlar las reacciones emocionales. Responden al tipo
neurótico de la clasificación de Eysenck, que se caracterizan por no responder
adecuadamente ante situaciones estresantes. También pueden reaccionar de for-
ma desproporcionada y se enervan con enorme facilidad siendo más probable
que se vean involucrados en acciones antisociales.
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Perspectiva histórica: los primeros pasos para explicar el comportamiento delictivo
Resumen y conclusiones
A lo largo de la historia, ha sido una constante en todas las sociedades humanas identi-
ficar, juzgar y castigar al transgresor de las normas de convivencia. Esta dinámica ha te-
nido un claro valor adaptativo en una especie como la nuestra cuya supervivencia ha
estado tan supeditada a la eficacia del grupo.
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