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PRELUDIO

En Aleth había un gigantesco y majestuoso árbol plateado que llevaba más de dos mil años en
el mismo lugar.

No todos los vivos o los muertos conocen exactamente su ubicación debido a que es un lugar
sagrado, pero si tienen certeza de su existencia.

Para llegar, la ruta era única. Había que atravesar un campo envuelto en niebla y tormentas, en
aquel prado se dice, pueden escucharse los ´´canticos´´ y verse en el cielo un gigantesco y
majestuoso árbol plateado que recibe con misericordia a los que van al lugar del que ya no se
vuelve

Las tormentas impiden ver lo que está más allá, pero en determinado momento, si el viajero debe
encontrarlo, llegara a una escalera de oricalco de gran longitud, algunos cuentan que es larga,
otros que son las raíces del mismo árbol. Lo que sí se sabe es que la escalera sube muchísimo.
Tanto sube, que si uno recorriera del todo, que las nubes se convertirían en tierra y el ascenso
se haría de la tierra a las nubes, otra vez. Nadie se ha animado a contestar si esa segunda tierra
que se pisa es la misma que se abandonó al ascenso si es otra. O que. Lo mismo sucede con el
cielo del que se sube. ¿Es el mismo cielo que solloza derramando sus lagrimas de abajo? Nadie
lo sabe. Así son las cosas.
Por fuera, el árbol es bastante similar a un viejo templo hecho naturalmente por la tierra misma
con 9 entradas. 6 de esas llevan a las falsas tierras de reposo, mientras que solo 3 conducen al
corazón del árbol.

Si se observa con detalle y se quita el musgo, se vera con claridad, que cada columna hecha de
raíz parecieran puestas de manera especial, Y se pueden ver algunos símbolos como espírales,
flores y dragones perfectos desperdigados aquí y allá. También como si fueran parte de la
misma, inscripciones que nadie se anima a traducir que fueron escritas por manos antiquísimas y
sagradas, las tormentas, en la cumbre, le coronan sin nunca llegar a tocarle.

Los héroes y reyes dignos arriban al lugar una sola vez en su vida, sin que nadie se los señale y
sin perderse entre los laberintos infranqueables de niebla. Tienen algo en su interior que les
marca el camino, y cuando saben que les ha llegad, al fin, su hora, simplemente se dirigen allí y se
recuestan en el lugar que les está reservado.

Al entrar al árbol sacro, se verá una galería cubierta en una materia que no es agua ni niebla ni
aire pero que puede sentirse. Los que conocen aquello deben seguir y adentrarse en el corazón
del árbol. Una vez en el se vera una cascada que cae a través de una esfera flotante para luego
caer al gran abismo iluminado por luz azulada. Esta esfera posee miles de túneles que llevan al
final.

Al entrar, los cuerpos de los honorables difuntos descansan sentados en el suelo como si
estuvieran dormidos. Hojas bendecidas en zafiro los cubren en su descanso. Del peregrino
vinieron y de él regresaran.

—El Manuscrito, último capítulo.

PROLOGO

Y vio janavah el peregrino, grande y sabio que la maldad cubría en su manto a los hombres y que
cada pensamiento era de continuo mal.

—El manuscrito, capitulo cinco.

Eran las doce de la noche. En el balcón de su hogar, Adalan el guardaluz saco de su bolsillo su
reloj de mano mientras peregrinos y comerciantes recorrían las calles junto a sus dromedarios y
paquidermos. Poco a poco en el oscuro cielo se formaban ríos de estrellas que se
entremezclaban formando espirales. Astala empezaba a resaltar entre las estrellas que rociaban
el cielo siempre nocturno.

Las cicatrices de los cielos se empezaban a mostrar en la via lactea

Astala brillaba con intensidad avisando con embriaguez el fin del ciclo diurno, Adalan algo
cansado llama a su hijo para identificar a las estrellas en el siempre cielo estrellado y asi ciclar a
las luces de su colonia a la noche, Galain identifica y adalan comienza a apagar las luces de las
calles y plazas hasta que todo queda oscuro, ahí la puerta suena y su amigo y ex dicipulo
ketterin entra a su casa con su hermanita lambda, ketterin habla junto a su maestro sobre los
viejos tiempos y de la libertad que gozaban y como es que adalan ya no creía tener esa libertad
por su vejez y que como poco a poco se estaba muriendo paso a paso como todos los hombres
pero que aun asi sentía como se acercaba mientras tomaban un buen vino dorado,también de
que el mundo es una selva y que pocos realmente gozan de la libertad. hasta que adalan le
pregunta como transformo una botella rellenada en agua que su hijo había llenado por que se
había tomado el vino, ahora era una botella de vino dorado, ketterin le empieza a decir sobre las
torres en las que adalan convive todos los días y que originalmente las torres tenían el doble de
su tamaño y que abajo se podría encontrar el ´´camino´´ y muchas cosas asombrosas. Adalan le
dice que sigue sin responder su pregunta, a lo que ketterin responde que si el quiere volver a
gozar de la libertad

Los arboles volvían a quedar calvos.

cual gusano que va de sí tejiendo su cárcel y su eterna sepultura

El pueblo de por sí ya es melancólico. No tiene gran cosa, aparte de la fábrica de hilaturas de


algodón, las casas de dos habitaciones donde viven los obreros, varios melocotoneros, una
iglesia con dos vidrieras de colores y una miserable calle mayor que no medirá más de cien
metros. Los sábados llegan los granjeros de los alrededores para hacer sus compras. Fuera de
eso, el pueblo es solitario, triste; está como perdido y olvidado del resto del mundo. Si se pasa
por la calle Mayor una tarde de agosto, no encuentra uno nada que hacer» .

A poco tiempo de caminatDalain

Lo que mas detestaba lambda, eran las construcciones asimétricas


Ketterin cal´zeth, el guarda luz, vestía su tradicional azalea el día que visitaría al gruñón Lineth .
Las ropas hermanas del rojo eran la tradición, sin embargo, nunca se acostumbro a traerlas cada
año nuevo.

Eran las justas 12 de la noche cuando la ceremonia del fin del año viejo acababa y nacía el
festival de un año nuevo. los guardainciensos abrían sus puertas y se unían a la juerga.

La noche había caído por completo, pero no se estaba a oscuras. Al contrario. Las farolas se
extendían por pos las orillas mientras bañaban la calzada en luz blanca

Ketterin forjaba su camino a través

tejiendo un camino entre los juerguistas de medianoche que deambulaban por el elegante paseo
de cafés y restaurantes. Los clubes sociales empezaban a vaciarse, al igual que los teatros
dentro de la Galería del Dibujante, así que las calle estaba a punto de volverse más atestada.

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