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Mel Wentworth & Sofía Belikov

Beluu Vane Black Ann Ferris


Mary Warner Daniela Agrafojo Jadasa
Karlamirandar evanescita Miry
Clara Markov Jeyly Carstairs Mae
Pau_07 Pachi Reed15 Fany Keaton
XimeNi Jasiel Odair NicoleM
Sandry Annie D Mel Wentworth
*~ Vero ~* Auris Florbarbero
Kyda Alessandra Wilde Mary Haynes
MaJo Villa Hansel

itxi Jadasa Melii


*~ Vero ~* Anna Karol Laurita PI
Miry GPE Jasiel Odair Mary
GraceHope Pachi Reed15 Daniela Agrafojo
Lu Helena Blake Vane Black
Sandry Fany Stgo. SammyD
Nikky Auris

AnnyR’ Joselin
Gesi Anna Karol
IsCris

Anna Karol
Sinopsis Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Capítulo 25
Capítulo 11 Capítulo 26
Capítulo 12 Three Hard Lessons
Capítulo 13 Sobre la Autora
Capítulo 14
Haría lo que fuera por mi trabajo soñado. Ahora tengo que
hacerlo.
Para salvarme el pellejo en la oficina, soy forzada a venderlo en un
club a ciegas exclusivo e ilegal. Él pagó miles de dólares por una noche
para poseerme, pero cuando la venda cae, quiero más. Más noches,
más reglas y más de este hombre inaccesible e inflexible.
Regla número uno, no hacer preguntas. Regla número dos, no
mentir. Pero, ¿la regla número tres? Esa es la más difícil de obedecer.

Blindfold Club #1
Traducido por Beluu
Corregido por Itxi

Mi mejor amiga Payton y yo estábamos celebrando el mejor mes


hasta el momento en su trabajo, en el cual ganó cuarenta mil dólares,
más de lo que yo haría en todo un año. En realidad, lo hizo en un
puñado de noches vendiéndole su cuerpo a los hombres. Era una
auténtica prostituta de clase alta.
—Estoy ofreciendo un servicio público —bromeó—. Los tipos feos
y gordos pueden follarse a una chica que luce como yo.
Era una prostituta con un corazón de oro, una cazafortunas, y
eligió esta “carrera” a pesar de haber obtenido un grado en
comunicaciones en Northwestern. La eligió. No había necesidad ni
objetivo que la forzara a caer en esa posición, aunque frecuentemente
me preguntaba si no habría alguna razón emocional, una que estuviera
desesperada por satisfacer.
Nos asignaron como compañeras de cuarto al azar durante el
semestre de universidad que estudiamos en Ámsterdam. Elegí estudiar
en el extranjero porque parecía algo que iría bien en mi currículum, y
ella porque, supongo, estaba aburrida. Fue esa primavera en el barrio
rojo donde descubrió su vena exhibicionista. Todos los americanos que
estábamos en los dormitorios decidimos ir a un espectáculo sexual, más
que nada como una broma, y el anfitrión quedó fascinado con mi
preciosa compañera.
Mi boca se desplomó cuando la invitaron a unírseles, y observé
con fascinación cuando se subió triunfantemente al escenario. Esa
noche no participó en el sexo, pero no tuvo problema en mostrar la piel
cremosa de sus pechos o tocarse por todas partes.
Me hizo sentir incómoda, pero si soy honesta, también la envidié.
No tanto por la actuación, sino por su falta de inhibición durante el
tiempo que estuvo allí y la falta de vergüenza después. La confianza
goteaba de cada una de sus células. Era atractiva, pero su personalidad
sin complejos la hacía increíblemente ardiente. Incluso, aunque soy
heterosexual, tenía un flechazo por ella.
Ahora estábamos en uno de los rincones más tranquilos de su
lugar favorito, un bar de moda donde ninguna bebida costaba menos de
doce dólares y que además se encontraba lleno de idiotas buscando
echar un polvo.
—Estas son de los caballeros de allá —dijo el mesero tan flaco
como un sorbete pasándonos unas bebidas y señalando al otro extremo
del bar. Generalmente los idiotas viajaban en pareja, y el menos
atractivo intentaría conversar conmigo mientras el otro hacía su mejor
intento para conquistar a Payton. Era alta y esbelta con ojos azules
vibrantes, y yo era la versión de los hombres pobres. Mi cabello era
castaño claro, el suyo caía en brillantes ondas negras. Mis curvas eran
mis muslos, mientras que las suyas eran amplias para máxima
atracción. Mi rostro era común y corriente, el suyo era exótico.
—Creo que deberías hacerlo —dijo.
—¿Hacer qué? —pregunté. El par de trajeados vio que aceptamos
sus bebidas y se acercaban.
—Venir conmigo la próxima vez. Darle una oportunidad. —Era
por lo menos la tercera vez que lo sugería.
—De ninguna manera. ¿No me conoces?
Me dio una sonrisa conocedora.
—Soy Todd —dijo el tipo, incluso antes de llegar hasta nosotras.
No podría haber lucido más como el cliché de un idiota si lo hubiera
intentado—. Este es mi amigo John.
Qué apropiado. El tranquilo fijó sus ojos en mí por un momento y
luego pareció luchar contra el impulso de mirar alrededor por mejores
opciones.
—Gracias por estos —dijo Payton—. Estábamos sedientas. Soy
Payton y esta es Evie, y justo le decía que pensara en unirse a mí la
próxima vez que esté visitando clientes.
—¿Trabajan juntas? —preguntó Todd. Olía como si hubiera
estado parado demasiado cerca de una fábrica de colonia cuando
explotó.
—No —continuó—, pero creo que le gustaría.
—¿De qué trabajas?
—Soy una dama de compañía.
Todd parpadeó aturdido. Luego su sonrisa se amplió y nos dio un
vistazo de sus dientes demasiado blancos.
—Oh, ¿sí? Yo también. ¿Qué tipo de beneficios consigues?
¿Dental? ¿Visión?
—No necesito la visión, llevo una venda mientras trabajo. Tanto a
mis clientes como a mí nos gusta el anonimato.
—Por supuesto —dijo, pareciendo querer seguirle la corriente—.
Entonces, Evie, tú…
—Mi error —interrumpió Payton—. En realidad, no puedes
llamarla así, solamente sus amigos y familia pueden. Su nombre es
Evelyn.
Su dulce y extraña posesividad sobre mi apodo apareció después
de graduarnos cuando mi primer gran amor me dejó. Los perdedores de
sus amigos me conocían por el apodo, y después de un desastroso
encuentro con ellos, posterior a la ruptura, en el Taste of Chicago,
decretó que, de ese momento en adelante, el privilegio de usar el
nombre tendría que ser ganado.
—Evelyn, de acuerdo —dijo, empujando el sorbete del cóctel a un
lado para poder tomar un sorbo de su bebida—. ¿Vas a convertirte en
una dama de compañía como tu amiga y yo?
Mi rostro se inundó de calor por el pensamiento. —No, no podría.
—¿Pagarías dinero para dormir con ella? —preguntó Payton.
Todd me dio una mirada evaluadora que me hizo sentir más como
un pedazo de carne de lo que nunca me sentí en ese bar.
—No lo sé, quizás —dijo, indiferente—. Generalmente no pago por
sexo. —Generalmente, notó mi cerebro, lo que implicaba que había
pagado.
—No es sólo sexo. —Payton puso una mano en el brazo de Todd y
lo atrajo hacia ella—. Es una experiencia. Estás comprando la
oportunidad de tener completo control, de hacer lo que sea. Incluso esa
oscura y retorcida fantasía que secretamente has querido intentar.
—¿Sí? —Miserablemente trató de no lucir demasiado excitado,
pero el pensamiento de hacerle cualquier enferma idea que tuviera a
Payton fue demasiado—. ¿Estás interesada en las cosas duras?
—Absolutamente. Pero Evie no es un fenómeno como yo. —Sus
ojos azules fueron al otro tipo, el que se concentraba en mí—. ¿Qué hay
de ti? ¿Pagarías para hacerle lo que sea que quisieras?
—No me utilices como material de reclutamiento —dije. No estoy
segura de por qué me importaba, pero una pequeña parte de mí quería
oír si este extraño al azar pagaría por el privilegio de tener completo
control sobre mi cuerpo.
—Bueno, es caliente y todo, pero no me interesan las cosas raras
—contestó. Mi corazón latió un poquito más rápido por su adulación.
—Es un vainilla, y además está en quiebra —añadió su amigo.
—Guau —dijo Payton—. Parece que nuestros amigos tienen un
montón en común.
Me hallaba en quiebra gracias a enormes préstamos estudiantiles
que, junto al alquiler en el centro de Chicago y los servicios públicos,
me dejaron prácticamente con nada. Sin embargo, no sé si diría que
estaba estrictamente interesada en el sexo vainilla. No era ninguna
mojigata, pero en comparación con ella, era una monja.
—Espera, ¿cómo funciona? —preguntó Todd—. Si tienes los ojos
vendados, ¿cómo haces los arreglos?
—El club se ocupa de eso.
La sonrisa desapareció de su rostro un poquito, como si estuviera
preocupado de que estuviera hablando en serio. —¿Qué club?
—El club privado para el que trabajo. —Terminó su bebida, sacó
una tarjeta de negocios y un bolígrafo de su cartera, y me pasó su
bolso—. Date la vuelta.
Lo hice y terminé mi bebida, sabiendo que estábamos a punto de
hacer nuestra salida. Puso la tarjeta de negocios en mi hombro y
garabateó una palabra.
—Si estás interesado —dijo y le entregó la tarjeta—, ve a este sitio
web. La contraseña en la parte trasera es válida hasta el domingo a
medianoche.
—¿Qué?
—Gracias por las bebidas —respondió, tomando su bolso y
arrastrándome con ella. Dejarlos queriendo más era su especialidad,
pero los dos hombres lucían más que nada confundidos y
decepcionados.

El resto del equipo esperaba a que nuestro jefe llegara y


comenzara la reunión del lunes, una vaga charla sobre el clima de
verano desvaneciéndose llenaba el silencio. Logan Stone llegaba once
minutos tarde a la reunión que solicitó.
—¿Deberíamos darle cinco minutos más? —preguntó Kathleen,
una de las diseñadoras senior. Prefería irme en ese momento. La orden
de mi primera gran cuenta había llegado de la imprenta y la muestra
terminada me esperaba en una caja de FedEx en mi escritorio. Ver la
pieza de tu trabajo de diseño terminada era profundamente
satisfactorio, y tenía un poco de la ansiedad que tienes en la mañana de
navidad.
Entró sin excusas ni disculpas, y apenas nos saludó. Me hizo
preguntarme si era una deliberada táctica para hacernos saber cuán
poco le importaba nuestro tiempo, o para asegurarse de que supiéramos
en qué lugar estábamos.
Logan era un diseñador senior cuando empecé, y el año pasado
venció a dos de los otros diseñadores para convertirse en el encargado
del departamento. El poder se le subió directo a la cabeza. Tenía
dificultades para aceptar las críticas de los clientes antes del ascenso, y
ahora era una pesadilla. Las críticas negativas eran respondidas con lo
que me gustaba llamar sermones “educativos” en los que nombraría
todas las razones de diseño para las decisiones que tomó en cuanto a
un material gráfico. Era imposible discutir con él.
Siempre se salía con la suya, y la peor parte era que generalmente
tenía razón.
Su corbata se hallaba torcida, como si se la hubiera puesto en un
apuro. Quizás su rapidito de la hora del almuerzo lo atropelló. Era
atractivo, con cabello castaño corto y perfectamente estilizado, y una
estructura delgada y esbelta, por lo que sería lógico que tuviera una
novia. O quizás una amiga con derechos, dado que su estricta
personalidad le haría difícil salir con alguien.
Conectó su portátil y abrió la carpeta de críticas donde todo el
departamento dejaba las muestras de su trabajo en proceso. Era
anónimo para todos excepto para él y el artista que lo elaborara, y
ocasionalmente podía ser despiadado. Pero hoy parecía estar de un
humor decente, elevando sus críticas de un: “Comienza de nuevo” a un
“Necesita trabajo”.
Si iba a ser así de ahora en adelante, no tenía ningún problema
con que llegara tarde a cada reunión. Después de que terminamos,
reuní mis cosas y escuché su discusión con otro compañero sobre su
fin de semana. Corrió un medio maratón el sábado y terminó de los
primeros en la división de los treinta a treinta y cuatro años, pero con
un precio.
Llegó tarde porque tenía los músculos tensos y doloridos y fue a
hacerse un masaje. Hoy, a la mitad de la jornada laboral. Si fuera
Payton le habría dicho cuán ridículo sonaba, pero porque era yo y él no
podía verme, rodé los ojos y me apresuré a llegar a mi escritorio.
Rasgué el paquete hasta abrirlo y saqué la caja de tarjetas,
admirando el terminado brillante en el que los nuevos clientes gastaron
su dinero. Parecía tonto estar orgullosa de una pieza de cartulina
impresa que anunciaba una botella de vodka, pero trabajé demasiado
duro para conseguir unir los conceptos que el cliente quería. Era
llamativa y sorprendente. Incluso Logan lo dijo en su crítica, su mirada
cayó a la mía ese día en la sala de conferencias. Decidí que me
disgustaba un poco menos en ese momento, hasta que puso la muestra
de otra diseñadora y la mandó a casa llorando.
Una sensación de alarma hormigueó por todo mi cuerpo. Algo se
encontraba mal. La imprenta colocó bien los colores, perfectos para la
marca. ¿No tenía sombra? ¿Un error de tipografía en el eslogan? Lo
revisé sin cesar, estaba segura de que no era eso. ¿Qué era lo que hacía
que se me secara la boca?
Mi vista continuó bajando por el anuncio, hasta el fondo,
buscando… allí fue donde lo encontré, el horrible error que me dejaría
sin trabajo. ¿Cómo demonios sucedió? En pánico corrí hacia mi teclado
y busqué los correos electrónicos, aterrorizada de confirmar lo que ya
sabía que era verdad.
Observé la pantalla por una cantidad de tiempo desconocida sin
poder creer que hubiera sido tan estúpida. Y luego incluso por más
tiempo, intentando pensar qué demonios iba a hacer. No sólo
necesitaba este trabajo, sino que lo amaba. Haría lo que fuera para
mantenerlo.
Mis piernas temblorosas me llevaron hasta la oficina de Logan.
—¿Tienes un segundo? —Mi voz nerviosa hizo que alzara la vista,
y asintió. Sostuve la tarjeta de muestra en una mano y utilicé la otra
para cerrar su puerta, indiciando cuán seria iba a ser nuestra
conversación.
—Cometí un error —exhalé, aferrándome tan fuerte a la tarjeta
que comenzó a doblarse.
—¿Qué hiciste? —No era un tono acusatorio, sino más bien
preocupado.
—Esta es la muestra para Player’s. —Dejé la tarjeta frente a él y
me hundí en la silla opuesta a su escritorio. Largos dedos la recogieron
y ojos color chocolate examinaron cada centímetro de ella. Al igual que
yo, no pudo verlo al principio. Buscó algún error de tipografía en el
eslogan, y cuando no encontró nada, bajó la mirada a las condiciones
legales debajo de todo.
La tarjeta cayó silenciosamente al escritorio, su rostro se llenó de
enojo. —¿Cómo demonios sucedió esto?
—Player’s es un cliente nuevo, por lo que no tenía las indicaciones
de la marca cuando comencé a diseñarla. Usé las condiciones legales de
alguien más para marcar la posición hasta que las tuviera. Pensé que
las había actualizado, pero… no lo hice.
—Por supuesto que tomaste las condiciones de sus competidores.
No era posible que estuviera más enojado conmigo de lo que yo
misma lo estaba. No importaba que el cliente hubiera firmado la prueba
que les envié. El cliente siempre tenía la razón, y era imposible que
fueran a pagar por veinte mil piezas de anuncio que no podrían usar.
—Llama a la imprenta y pide un presupuesto de etiquetas
adhesivas para cubrirlo —ladró y se pasó una mano por el pelo.
—Ya pensé en eso, pero no podemos.
Observó la muestra más de cerca. —Mierda.
Las condiciones se encontraban posicionadas tan al fondo que las
etiquetas tendrían que ser perfectamente colocadas a mano para
esconderlas. Ese tipo de trabajo sería demasiado caro. Sería más barato
simplemente imprimir veinte mil nuevas. Y usar la etiqueta alertaría a
todos de lo imbécil que había sido, incluyendo al nuevo cliente, el cual
probablemente huiría.
—Necesito pedirte algo —dije con voz temblorosa—, un gran favor.
Era como si acabara de decirle que amaba la fuente Comic Sans.
—¿Qué necesitas?
Necesitaba arreglar el error y mantener mi trabajo. Los puestos de
trabajo en las agencias eran difíciles de conseguir y los que trabajaban
autónomamente hacían que la industria del diseño fuera cada más
competitiva con cada año que pasaba. Ya había tomado decisiones
difíciles antes, podía hacerlo de nuevo.
—Nadie sabe sobre esto. Necesito que le pidas a la imprenta que
las destruya antes de que salgan mañana.
—Eso es un hecho, no un favor.
—Necesito que hagas una orden por veinte mil más, con las
condiciones legales correctas.
—Creo que el cliente se va a dar cuenta de un extra de diez mil
más en su factura. —Su largo y elegante rostro se retorció con
sarcasmo.
—No —dije, mi voz se apagó hasta ser inaudible—, no lo harán,
porque voy a pagar por ellas.
—¿Qué? No vas a hacer eso. —La confusión hizo que sus ojos se
pusieran de un tono más oscuro.
—Tú y yo somos los únicos que lo sabrán. —Odiaba que fuera
capaz de usarlo en mi contra, pero tenía que concentrarme en el
momento. Necesitaba su ayuda—. Si Player’s se entera, vendrán y mi
cabeza rodará.
—Quizás eso es lo que debería suceder.
—Me gustaría señalar que también firmaste la muestra. —No
quería sacarlo a relucir, pero no me dejó otra opción.
—Firmo docenas de material gráfico por día. No reviso las notas
legales porque espero que mi gente sea capaz de llevar a cabo cosas tan
simples como esa.
Intenté no dejar que me doliera, pero su verdad me cortó. —Tu
jefe podría verlo de otra manera. —Como mi gerente, su trabajo podría
estar en peligro por mi error.
Sus ojos se estrecharon. —¿Tienes esa cantidad de dinero?
—No —dije—, pero… creo que puedo conseguirla.
—Eso suena siniestro. ¿Cómo?
—No te preocupes por eso. —Porque el señor sabe, ya estaba
demasiado preocupada por los dos—. Por favor, Logan. Cometí un
estúpido error y voy a golpearme por ello durante los próximos diez
años. Amo este trabajo. Necesito este trabajo. Por favor.
Se inclinó hacia atrás en su silla, su mirada se alejó de la mía y
cayó en la tarjeta de muestra.
—Si hago esto será mejor que no le digas ni una palabra a nadie
más.
No sabía si era alivio o inquietud lo que me inundó el cuerpo. —
Por supuesto.
—Vuelve a tu escritorio y envíame el archivo corregido. Apresúrate
antes de que cambie de opinión. —Me devolvió la tarjeta con una
mirada intencionada. Me dirigí a la puerta, pero me congelé.
—Tendré que saber —dije—, cuánto dinero voy a necesitar.
Su rostro era inescrutable. —Te lo haré saber.
No podía ni mirar la caja de FedEx cuando volví a mi escritorio.
Metí las muestras a la fuerza en la basura y actualicé el material
gráfico, luego se lo envié en un correo con el nombre del archivo y la
ubicación. Mi teléfono sonó unos pocos minutos más tarde con su
extensión en la pantalla.
—Nueve mil seiscientos. —Eso fue todo lo que dijo antes de
colgar, e incluso con esas pocas palabras pude oír la ira en su voz. Ira
de que lo hubiera arrastrado a esta horrible situación.
Sí, bien, no es tu turno de estar enojado. Me había colocado en
una situación mucho peor.
Estaba a punto de convertirme en una puta.
Traducido por Mary & Karlamirandar
Corregido por *~ Vero ~*

Seguí a Payton dentro del salón de lujo, estaba segura de que iba
a vomitar en el suelo de baldosas de mármol. Íbamos a encontrarnos
con su gerente, Joseph. Su proxeneta, quien, asumiendo que todo
saliera bien con nuestro encuentro, también se convertiría en el mío.
—Solo respira —me dijo Payton. Estuvo increíblemente excitada
cuando le confesé lo que necesitaba. Se sintió mal acerca de cómo
llegué a la decisión, pero tenía plena seguridad de que éste sería el
primer paso en mi camino al despertar sexual.
Esto no era un paso, era como estar atada a un cohete.
Parecía extraño encontrarnos aquí, pero si Joseph accedía a
dejarme ver clientes, tendría que opinar sobre mi aspecto,
especialmente en el área de abajo. Payton me informó qué esperar, pero
Joseph no era lo que esperaba. Tenía treinta y algo, era elegante con
hombros como perchas y una sonrisa diabólica.
—Un placer conocerte, Evelyn. He oído muchas cosas buenas. —
Sacudió mi mano y nos indicó que lo siguiéramos más allá de los
sumideros de lavado hacia la parte posterior. Nos dejó en una
habitación que supuse era usada para hacerse la depilación y se sentó
en la mesa, asesinándome con la mirada.
—Estoy seguro de que Payton te ha dicho como funciona esto,
pero las cosas serán diferentes contigo. Tu amiga es una mujer rara, lo
que probablemente ya sabes.
—Sí —dije, los nervios hacían que me fuera difícil hablar.
—¿Entiendo que solo buscas una noche de solo algunas cosas?
—Sí. —Payton tenía un contrato. No uno legalmente obligatorio,
ya que lo que hacía era altamente ilegal, pero accedió a trabajar un
cierto número de noches en el club a cambio de un porcentaje más
alto—. En realidad, no creo que esto sea para mí, pero…
—Necesitas el dinero —dijo—. Lo entiendo. Lo extenderé a un
contrato de una noche para ti porque confío en Payton. Ella cree que
una vez consigas una probada vas a querer más.
Lo dudaba demasiado, pero mantuve la boca cerrada. Se hallaba
totalmente seca de igual forma.
—Eres muy bonita. ¿Puedes soltarte el cabello para mí?
Mis manos hurgaron para quitar la goma de cabello y dejé que mi
recto cabello castaño cayera en una onda.
—¿Alguna vez lo has oscurecido?
Sacudí la cabeza. No me gustaba hacerme muchas cosas, de ahí
el pelo atado en una cola de caballo.
—Ahora necesito ver qué otros atributos tienes para estar seguro
de que eres la clase de mujer que nuestros clientes desean.
El aire en la habitación se hizo escaso. Sabía que esto vendría,
gracias a Payton. Y ya que fuimos compañeras de cuarto, no era como
si no me hubiera visto desnuda antes, por lo que eso me ofrecía un poco
de comodidad ahora. Este era el momento en que empezaba a sentirse
real.
Mis manos alzaron mi camisa sobre mi pecho palpitante y luego
sobre mi cabeza antes de colocarla en los brazos extendidos de Payton.
Joseph permaneció calmado, sin mirarme raro, lo cual apreciaba. Me
apresuré a desabotonarme los vaqueros y bajarlos por mis caderas.
Quería terminar esto cuanto antes, pero mi prisa me hizo ser torpe y
tosca. Si esperaba un striptease sexy, no lo iba a conseguir.
Le pasé mis vaqueros arrugados a Payton, quien ignoró mis
manos temblorosas.
—Muy linda —dijo, haciéndome creer que se hallaba satisfecho,
hasta que agregó—: Por favor, continúa.
Llevé los brazos detrás de la espalda y desabroché el broche de mi
sujetador, mis dedos nerviosos buscaron a tientas el gancho. No era
muy tímida sobre mi cuerpo, en circunstancias normales, pero estar de
pie en una habitación estrecha con iluminación áspera y dos pares de
ojos en mí hacía que todo fuera más incómodo. Las correas se
deslizaron de mis hombros y por mis brazos, cayendo al suelo.
No me di tiempo para mirarlo en busca de retroalimentación. Metí
los pulgares debajo de la cinturilla de mis bragas y las bajé por mis
piernas, dejándolas en el suelo al lado de mi sujetador. Entonces, me
sonrojé, coloqué las manos en mis caderas y alcé los ojos hacia los de
Joseph. Me encontraba desnuda y vulnerable, pero luchaba para no
revelar nada de la inseguridad que amenazaba con paralizarme.
—¿Puedes girar?
Mis pies eran bloques de hormigón, pero cumplí. Finalicé el giro,
mirándolo por alguna clase de confirmación o desaprobación. Una vida
entera pasó, todo lo que hizo fue mirarme y evaluarme. Dolía esperar
una respuesta.
—Excelente —dijo finalmente, y me dio una sonrisa torcida—.
Ahora tengo que medir tus niveles de comodidad.
Se puso de pie y se bajó el cierre. No había notado que ya estaba
semi duro e hinchándose en sus pantalones.
—¿Qué? —Instintivamente di un paso atrás.
Tuvo su polla fuera en un instante y se acarició hasta encontrarse
totalmente duro. —Quiero que me la chupes. Ahora mismo.
—¿Qué? —dije de nuevo, mis ojos se lanzaron hacia Payton—.
¿Aquí?
¿Lo decía en serio? Payton tenía los labios presionados, y
entonces… me dio un ligero asentimiento. Oh, sí, lo decía en serio.
—Necesito saber que no te congelarás con un cliente. Si puedes
hacer esto, me sentiré cómodo poniéndote en la lista. —Seguía
acariciándose mientras hablaba, y no pude evitar mirar, hipnotizada y
desorientada.
—Evie… —susurró Payton.
¿Me iba decir que no lo hiciera? Porque ya había llegado
demasiado lejos como para retroceder. Las impresiones habían sido
pedidas, no podía obtener un préstamo o pedirles a mis padres, y
Payton gastó todo su dinero en un coche nuevo.
—Puedo hacerlo —dije, más para mí misma que para alguien
más. No es que fuera la primera mamada que hubiera hecho, pero
indudablemente sería la menos sexy. Di un paso tentativo hacia delante
y me puse de rodillas delante de él, mis rodillas descansaron en las frías
e impecables baldosas.
Usé una mano para meter un mechón de cabello rebelde detrás
de mi oreja. Su polla se encontraba hinchada y dura, y justo frente a mi
rostro. Por lo que estiré una temblorosa mano y envolví mis dedos
alrededor de la firme carne. Mi cerebro se desconectó, separé los labios
y la introduje en mi boca.
—Joder, eso es bueno —susurró.
Estaba segura de que sentiría repulsión inmediata, pero de hecho
no sentí nada. Quería enfocarme en terminar mi tarea. No me gustaba
fallar. Lo saqué y lo introduje nuevamente hasta que la cabeza de su
polla tocó el fondo de mi garganta. Puedes hacer esto, me repetí una y
otra vez, y cuando comencé a bombear mi cabeza en él, empecé a
creerlo.
—Usa tu lengua. —Su respiración era trabajosa.
Obedecí su orden, sacándole un gemido. Nunca antes había
tenido un hombre que me dijera qué hacer. Creo que por lo general
simplemente se emocionaban de que estuviera allí abajo.
—Chúpala.
Lo hice, y perdió otro profundo gemido. Honestamente sus
órdenes lo hacían más fácil, pero después de un rato mis rodillas
emperezaron a doler, por lo que aceleré el ritmo.
—Eso es jodidamente ardiente —escuché decir a Payton. Me
había concentrado tanto que olvidé que se hallaba allí, y si no tuviera la
polla de su proxeneta en mi boca, podría haberle dicho que se callara.
Pero esa era la rabia que sentía hacia mí misma redirigida a ella. Podría
haberme alentado a todo esto, pero ciertamente no me forzó.
—¿Te gusta observarme follar su boca? —le preguntó—. Sí, a mí
también. Va a hacerme acabar.
Una mano se envolvió en mi pelo y la otra me agarró la cabeza
debajo de mi barbilla, usando su agarre para guiarme a acelerar el
ritmo. Sus caderas empujaron más rápido y profundo, apenas evitando
mi reflejo nauseoso. No tener el control era un sentimiento extraño,
pero a una parte de mí no le importó. Un poco me gustaba, y
admitírmelo a mí misma hizo que una pequeña ola de placer y deseo me
recorriera.
—Traga —ordenó. Entonces se vino violentamente, llenando mi
boca con el caliente y espeso líquido.
Hice lo que pidió. A medida que el pulso dentro de mi boca
comenzó a menguar, me retiré y me puse de pie, asombrada de que no
haya sido tan malo. Si era sincera conmigo misma, sus órdenes me
encendieron un poco. Estaba ansiosa por complacerlo.
La habitación estaba cálida y ambos pares de ojos se hallaban en
mí, como esperando que dijera o hiciera algo. Crucé mis brazos sobre
mi pecho desnudo, sintiéndome extraña y caliente.
Joseph se recuperó y se subió el cierre, luciendo más que
petulante.
—Te dije que sería buena —dijo Payton tranquilamente.
—Puedes vestirte ahora —dijo mi nuevo proxeneta—. Tenemos
mucho de qué hablar.

Me senté en la silla del estilista. Mi largo y descuidado cabello fue


cortado de forma oscilante, por lo que colgaba largo al frente y justo por
encima de los hombros. Joseph escogió un color café oscuro, y mientras
estaba sentada con mi cabello empapado en tinte, me entregó un
contrato de cuatro páginas.
—Léelo y hazme saber si tienes preguntas —dijo—. No quiero que
lo firmes hoy. Considera todo y asegúrate de que es lo que quieres. Si lo
es, lo necesito de vuelta para el jueves.
—Si lo hago, ¿cuándo empiezo? —pregunté.
—El sábado.
Oh, Dios. Tan pronto. Pero tal vez eso era bueno. Me daba menos
tiempo para convencerme de no hacerlo, y necesitaría el dinero rápido si
Logan iba a mantenerlo fuera de los registros. —¿Conseguiré el pago ahí
mismo?
—Normalmente no, pero Payton me dijo que estás en aprietos, por
lo que seré comprensivo.
—Gracias. —Pensé que no haría daño ser cortés.
Me dio una sonrisa sorprendida. —No, cariño, gracias a ti. —
Entonces me dejó sola para estudiar el contrato.
No estaba escrito en términos legales. Ofrecería mi cuerpo para
sexo o para cumplir con cualquier otro deseo que el cliente tuviera, y a
cambio recibiría dinero, menos un porcentaje que iría al club. La
cantidad de clientes que eligiera servir era mi decisión. La primera
página incluía lo que se requería de mí, que no era mucho, llegar a
tiempo a la ubicación especificada, recién bañada, limpia de drogas y
sobria. El porcentaje recibido se calcularía cuando regresara mi “Lista
de permitidos”.
La “Lista de permitidos” era un menú de lo que les dejaría
hacerme a los clientes. No pensaba que era ingenua hasta que escaneé
las dos columnas de la segunda página y un tercio de esas cosas nunca
las había oído. Tendría que pedirle a Payton que me las explicara.
Las últimas dos páginas eran más sobre seguridad. Ya que las
“empleadas” estarían atadas y vendadas, habría alguien del club con
ellas hasta que el trato fuera cerrado, y había cámaras de seguridad. Lo
que significaba que observarían durante el sexo. También esbozaba lo
que pasaría si un cliente se volvía agresivo o si en algún punto la
empleada quería parar. Era tranquilizador y perturbador a la vez.
En realidad, no había pensado en lo peligroso que era lo que
Payton había estado haciendo. Dijo que se sentía segura, y
honestamente, no pregunté mucho sobre ello porque me hacía sentir
aprensiva. Además, lo disfrutaba y creía que ella sabía lo que hacía.
—¿Preguntas? —preguntó cuando estuvo claro que había
terminado.
—No, no ahora mismo.
—Está bien, me gustaría quedarme y ver tu nuevo yo, pero debo
irme. —Me tendió una tarjeta que era similar a las que Payton
entregaba cuando trataba de atraer a nuevos clientes. Ésta tenía un
número de teléfono impreso en vez de una dirección web—. No dudes en
llamar si necesitas algo.
Admitiré que el color del cabello y el nuevo corte se veían genial.
Pero apenas llegué a disfrutarlo, porque tan pronto como terminé con el
estilista me llevaron a la parte trasera, a la misma habitación donde
hacia noventa minutos me había arrodillado en el suelo. Mi primera
depilación brasileña fue insoportable, y la vi como un excelente castigo
previo al estúpido error que había cometido. Nunca más conseguiría
una nota legal equivocada.
Payton me llevó a casa en su nuevo Jaguar negro explicándome
los puntos más desagradables de la lista como si explicara algo simple y
no cómo un tipo querría orinar en mí.
—No creo poder hacerlo —dije, sintiéndome enferma del
estómago.
—Solo marca las cosas que puedas manejar. La mitad de las
cosas en mi lista no las ha intentado nadie. La mayoría de los tipos solo
quieren tener sexo. Pasan por la puerta con todos estos elaborados
planes, pero cuando te ven toda atada y esperando por ellos… se va
todo por la ventana. —Una sonrisa malévola floreció en su rostro—.
Hice que un chico terminara en menos de dos minutos. Probablemente
debería haberle devuelto su dinero.
—Pero no lo hiciste.
—Las reglas son reglas. No es mi culpa ser buena.
Mis ojos cayeron de vuelta a la lista. —¿Qué es Griego?
—Anal. —A pesar de que conducía, vio mi pluma moverse más
allá de eso, dejándolo en blanco—. Evie, tienes que marcarla.
—De ninguna forma, no. —Cerré la pluma y la puse en mi
cartera—. Es asqueroso. —La ironía no me pasó desapercibida. La
mayoría de la gente diría que tener relaciones sexuales con un
desconocido por dinero era asqueroso.
—Más allá de tus obsesiones, podría gustarte —dijo—. Y en serio,
nunca harás lo suficiente en una noche sin ello. A menos que quieras
hacerlo con más de un chico.
Mis hombros se desplomaron. La idea de un extraño era
suficientemente mala, ¿pero varios? —Oh, Dios. No.
—Llevas, como, tres cosas marcadas en esa lista. ¿Comas sabrás
que algo te gusta si no lo pruebas?
—Creo que estaré probando suficientes cosas nuevas esa noche,
¿no crees?
Asintió, sabiendo cuándo dejar de presionar.

El miércoles mis nervios estaban enrollados apretadamente como


un resorte. Temía que el menor empuje haría estallar la bobina y me
rompería. Usé mi hora de almuerzo para hacerme la prueba y
demostrar que estaba libre de cualquier ETS 1. Luego me quedé
escondida en mi escritorio, desesperada por centrarme en otra cosa que
no fuera el sábado.
El contrato sin firmar se encontraba metido en mi cartera,
susurrándome. Sentía que no podía escapar, y entonces las partes más
sucias de mí estaban excitadas. El barco zarparía pronto e iba a tener
que decidir si quería o no abordar. Sin embargo, ya había tomado la
decisión, ¿no lo había hecho en la trastienda de ese salón? El recuerdo
hizo un nudo en mi estómago. Como si fuera una señal, mi correo
personal sonó. Pensé que iba a ser otra charla diaria de Payton. Era de
Joseph, comprobándome. Tenía el logo del club en la esquina, el mismo
de la tarjeta, un diamante blanco y negro con clase y una fuente
moderna. Elegante. Lo habría añadido a mi carpeta de inspiración si se
hubiera tratado de cualquier otro lugar.
—¿Planeas trabajar algo hoy? —espetó Logan. Mi cursor hizo clic
en el correo para cerrarlo lo más rápido posible. Por supuesto que me
había atrapado en el único minuto que me tomé para descansar. Giré
en mi silla, mi cara estaba caliente por la vergüenza.
—Estaba trabajando. ¿Necesitas algo? —dije, desesperada por
sonar normal y no culpable.
Se alzó sobre mi silla con el rostro duro y frío. —La imprenta
trabajó toda la noche en la muestra. Está en mi escritorio. —Se dio la
vuelta y se fue sin decir una palabra, esperando que lo siguiera.
Podría haber tomado el teléfono y llamarme a su oficina, pero ese
no era su estilo. Le gustaba flotar alrededor del departamento y
mantener a las personas en su objetivo. A Jamie, a tres cubículos del
mío, le gustaba navegar en Pinterest todo el día más que trabajar.
Solo había estado en su oficina unas cuantas veces, por lo que
cada visita me hacía sentir incómoda. Tomó la posición de gerente hace
un año, pero no se molestó en decorarla. Tal vez no le gustaba la
distracción de obras en sus paredes.
Me tendió la prueba para que ambos la examináramos.
—Fue un buen trabajo —dijo—, más allá del descuidado error. —
Bueno, si eso no era un cumplido ambiguo, no sé lo que era—. Si
hubiera sido cualquier otra persona, tendría que dejarla ir. Tienes que
saber que eres la mejor de aquí.
Era por mucho la cosa más linda que había dicho, y el poder de
su declaración me dejó pasmada. Aun así, parecía no importarle.
—¿Cuándo tendrás el dinero?
Eso me volvió a la realidad —El sábado por la noche.
—¿Sábado por la noche? —preguntó, escéptico.

1 Enfermedad de Transmisión Sexual.


—Lunes, quise decir —dije rápidamente.
Me lanzó una mirada extraña, pero continuó—: Bien. Tendré las
impresiones entregadas a Player’s esta tarde. —Rodeó su escritorio y se
dejó caer en la silla, cuando su atención estuvo en su computadora, era
como si yo ya no existiera para él.
Cargué la nueva muestra de regreso a mi escritorio y la miré con
amargura. Esto era mi arte, pagada con mi propio dinero… bueno, con
el dinero que ganaría. No hay vuelta atrás, me dije a mi misma cuando
presioné “enviar” en la respuesta al correo de Joseph, dejándole saber
que firmé el contrato y que lo llevaría esta noche. Me respondió casi
inmediatamente y dijo que lo llevara el sábado.
Ya estaba hecho, y ya me había cansado de preocuparme al
respecto. Me gustaba el sexo, así que probablemente no lo odiaría. Eso
esperaba.

Como era usual, Payton llegó a tiempo, pero yo iba atrasada.


Como siempre. Se sentó en el sillón en el área de la sala y me miró
colocarme maquillaje a través de la puerta abierta del baño.
—No sé por qué te haces esto.
Estaba hablando de Blake, el hombre del que había estado
perdidamente enamorada durante el último año. La ignoré,
aplicándome rímel en las pestañas. Nos conocimos en nuestro primer
año de Arte y Diseño 101. Era un programador tratando de mantener
sus opciones abiertas en caso de que quisiera cambiar a diseño de
páginas web, pero gracias a Dios no lo hizo. Usaba el lado izquierdo del
cerebro.
En aquel entonces, yo tenía novio y confundió su amabilidad a
sólo ser amigos y no coquetear. Cuando la relación que tuve desde la
preparatoria se derrumbó debido a la larga distancia, quería que Blake
fuera más que un hombro donde llorar, pero una semana antes había
empezado a salir con alguien. Nuestra cadencia continuó toda la
universidad y durante mi semestre en el extranjero, hasta que nos
enamoramos en nuestro último año… de otras personas.
Nos separamos por un tiempo, pero nos reconectamos cuando se
mudó a la ciudad y fue como si no hubiera pasado nada en nuestra
amistad. El anhelo floreció nuevamente, aún más fuerte que antes. Pero
Blake no estaba soltero. De hecho, sospechaba que una proposición de
matrimonio no estaba tan lejos en el futuro con su novia. A pesar de
todo, me caía bien. Amy era una rarita elegante, la combinación
perfecta para él.
—Que lindo por parte de Amy hacer su cumpleaños un viernes. —
Payton miraba sus uñas—. ¿Ya marcaste más casillas en la lista de lo
que estás dispuesta a hacer?
Me detuve ante el cambio tan drástico en el tema de conversación,
y después seguí aplicándome labial. —No.
—Evie. —Me lanzó una mirada seria a través del espejo—. Por
favor, pon algo más. Lo que sea. Sé cómo funciona el club. Ya te están
haciendo un favor, no harán nada más en cuanto al porcentaje.
—De acuerdo. —La quería fuera de mi espalda. No quería pensar
en eso, al igual que un paciente con una cirugía que se acerca.
Cuando llegamos, ya estaban sentados en el restaurante rodeados
de unos cuantos colegas de Amy que no conocía. La mirada de Blake
conectó con la mía desde el otro lado de la habitación y se me aceleró el
corazón. Era alto y desgarbado, sólo a unos cuantos kilos de estar
marcado. Eso era gracias a Amy; ella lo hizo ir al gimnasio. Nunca se
había visto tan bien. Su cabello castaño se rizaba sobre sus orejas con
una apariencia desganada que me hacía querer poner mis manos sobre
él. En la universidad era un chico lindo, pero ahora era un hombre
hermoso.
El destino ha sido muy injusto conmigo. Eso era lo que pensaba
cada vez que lo veía. Sus ojos color ámbar se iluminaron cuando me
acerqué a la mesa.
—Vaya, tu cabello —dijo—. Se ve muy bien.
—Gracias. —Intenté no sonrojarme.
La conversación iba muy bien al principio, pero pronto se dividió
en el centro, Amy y sus compañeros de trabajo por un lado, y Blake,
Payton y yo por el otro, aunque Payton no hablaba mucho. Me
sorprendió que accediera a venir. Payton y Blake siempre fueron
amigables, pero eran mis amigos, no amigos entre ellos.
—¿Qué te hizo decidirte por el negro? —preguntó, apuntando
hacia mi cabello.
Una gran sonrisa apareció en la cara de Payton. —Va a unirse
conmigo en mi trabajo.
Ese era el por qué quiso venir. Quería ver el momento en el que
Blake se enterara de lo que iba a hacer.
—¿Qué? —Creo que dejó de respirar.
—Ah, ¿sí? ¿Qué es lo que haces? —preguntó Amy. No me había
dado cuenta de que el grupo se había reunido de nuevo.
—Servicio al cliente —contestó Payton.
—Claro. —Asintió educadamente y regresó a discutir algo con su
compañera de trabajo. Ella no sabía la verdad acerca de cómo Payton se
ganaba la vida, pero Blake sí. En la última víspera de año nuevo,
cuando Amy se fue a Minnesota por las vacaciones, Blake y yo nos
emborrachamos y dijimos la verdad, sobre todo.
Le dije que Payton era una prostituta, y lo aceptó sin entender
hasta que le expliqué todo con detalles. Tenía muchas preguntas, pero
prometió no juzgarla, por mí. Luego le conté sobre mi repentino amor
platónico en la universidad y me reveló que se sentía igual.
Luego las margaritas en mí le dijeron que lo amaba.
No dijo nada. En cambio, me besó ferozmente, y el alcohol lo
permitió. Nos besamos en mi sofá por unos buenos veinte minutos,
hasta que lo detuve. Estábamos borrachos y él tenía novia.
Nunca hablamos sobre esa noche. No estoy segura de si la
recuerda o si quiere pretender que no pasó nada, porque Amy regresó
de la casa de sus padres y un mes después se mudó con él. Se volvieron
serios, rápido.
—Dime que está bromeando —dijo, el horror le cubría el rostro.
Sus ojos suplicaban a los míos.
Tragué fuerte y asentí. —Es verdad.
Se levantó abruptamente y se alejó rápidamente de la mesa.
—¿Está bien? —preguntó Amy.
—Está molesto conmigo. —Me levanté de la mesa—. Haré que
regrese.
Me estaba esperando en el estacionamiento. Ni siquiera había
atravesado la puerta cuando comenzó a caminar hacia mí, acercándose
a mi cara.
—¿Qué carajos, Evie? ¿Por qué lo harías?
Le conté sobre mi estúpido error y cómo lo hacía para salvar mi
trabajo. Dejé fuera la parte donde lo había chupado a Joseph minutos
después de conocerlo.
—Es solo un trabajo —dijo—. Puedes encontrar otro.
—No, no puedo, no en Chicago. Las agencias se comunican todo.
Sé de dónde vienen mis compañeros de trabajo y si se fueron por
elección propia o no. —Despreciaba lo inestable que estaba mi voz.
Más allá de tener un jefe grosero, era mi trabajo soñado y amaba
vivir en la ciudad. Amaba caminar en una manada con otros
profesionales en las mañanas ventosas de invierno en Chicago y
escapar en un taxi con aire acondicionado después de ir a un bar con
Payton en las noches de verano.
—Seré una diseñadora senior para fin de año, si no es que antes
—continué—. Incluso si fuera a algún otro lado, estaría empezando
desde abajo.
—Tiene que haber otra manera.
—Claro, ¿tienes diez grandes que me puedas prestar? —pregunté
amargamente—. Solo me tomará una década pagártelo.
Su cara cambió a conmoción. —Jesús, ¿es tanto?
Asentí, triste. —Mira, estaré bien. Es sólo sexo. No es peor que ir
a casa con un chico cualquiera. Incluso es más seguro.
—Excepto que tú no haces esas cosas.
No, no lo hacía. Nunca había tenido una cosa de una noche.
Nunca le encontré el atractivo a hacer algo tan íntimo y luego no volver
a hablar con ellos. —Bueno, creo que ahora lo hago.
Miró hacia la ventana del restaurante sobre mi hombro. Luego
cerró el espacio entre nosotros, sosteniéndome en sus brazos. Cerré los
ojos, coloqué mi mejilla contra su pecho y permití que sucediera sin
sentirme culpable. Escuché el estable y rápido latido de su corazón.
—Por favor, no hagas esto —rogó.
—Lo siento. —Era todo lo que podía decir.
—¿Cuándo?
—Mañana.
Se alejó, sus ojos estaban nublados y oscuros. —¿Dónde?
La parte racional de mi cerebro me gritaba que no le dijera. Nada
bueno podría salir de que supiera, pero haría casi cualquier cosa por él.
Le dije la dirección. Me apretó en un abrazo y pasó sus labios por
mi frente, lo más cerca que podría besarme sin sentir que estaba
engañándola. Pretendí que mi corazón no estaba doliendo el resto de la
noche. Cuando fue tiempo de irnos a casa, me jaló a un lado.
—Te veré mañana —dijo.
Traducido por Clara Markov
Corregido por Miry GPE

Payton se alejó de la acera y no habló hasta que entramos al


tráfico en Lake Shore Drive.
—Mañana, ¿sigues...? —preguntó.
—Sí. —Salió tenso.
—Con el tiempo se lo hubieras dicho —dijo—. Le cuentas todo. Al
menos tuvo la oportunidad de hablarlo contigo.
—Oh, ¿entonces ese es el por qué lo hiciste?
—No. —Pisó con fuerza los frenos para evitar terminar en la parte
trasera del taxi que se le metió en el camino—. Se lo dije porque sólo te
quiere cuando no puede tenerte. Pensé que sólo eran amigos.
Me tomé mi cerveza muy rápido y tenía la boca suelta. —En este
momento te estás comportando como una perra.
Quitó la mirada del camino por una fracción de segundo para
poder entrelazarla con la mía. —Cierto, pero te mereces algo mucho
mejor que ese imbécil. Deberías ser la primera elección de alguien, no
una opción para mantener a un lado.
Tenía un punto, pero era demasiado difícil de aceptar. Sin
importar cuánto lo deseara, no podía simplemente apagar mis
sentimientos por él.
Me dejó en casa prometiéndome que volvería por mí en la
mañana. Tenía todo el día planeado antes del evento principal. Fuimos
al spa. Fuimos bronceadas con aerosol, nos hicimos manicura y
pedicura... cualquier cosa que pudiéramos hacer para asegurarnos de
lucir tan bien como fuera posible al desnudarnos. Ella pagó. Luego nos
fuimos de compras.
No importaba lo que lleváramos al club. Podríamos aparecer en
ropa deportiva, pero existía una regla no escrita entre las mujeres de
que debías hacer un esfuerzo. Llevar algo que usarías si salieras con
alguien atractivo en una cita o en la apertura de un club. Payton me
presionó para probarme un reluciente vestido escotado color plateado
que se aferraba a mis curvas, y luego sacó su tarjeta de crédito.
—No, Payton...
—Cállate. Pagaría diez de los grandes para dormir contigo en este
vestido.
Una extraña calma se apoderó de mí en la cena, y a medida que
me preparaba para dejar todas mis inhibiciones atrás, comencé a
hablar.
—Necesito saber por qué te preocupas tanto por esto —le
pregunté—. ¿Por qué es importante para ti?
Sus ojos azules me estudiaron. —Me gusta. Quiero que te guste lo
que me gusta.
Nunca antes me había mentido. —Necesito saber la verdadera
razón.
—Te lo diré, lo juro. —Me dio una sonrisa triste—. Pero no puedo
hacerlo hasta después.
Eso sólo aumentó mi curiosidad y escepticismo. —¿Por qué?
¿Recibes algún tipo de comisión por mí?
—Hay una bonificación, pero créeme, eso no tiene nada que ver.
Cada una nos tomamos un trago. Me hubiera gustado un poco
más de coraje líquido, pero respetaba las reglas de mi contrato. No
podía darme el lujo de no hacerlo. El tiempo pasó demasiado rápido al
igual que lento, y mientras se acercaban las diez de la noche, comencé a
inquietarme y marearme. La chica sucia enterrada en mi interior se
sentía emocionada.
Payton condujo su elegante coche hasta el club y se estacionó a
dos cuadras. Una de las ventajas de llegar con ella era que lo hacía a
tiempo. Temprano, lo cual era útil porque, al otro lado de la calle del
edificio de apariencia engañosamente desocupada que albergaba el
club, un hombre larguirucho me esperaba. Me sentí como si hubiera
dado un salto mortal.
—¿Qué mierda hace él aquí? —siseó Payton. Sus ojos
estrechándose—. ¿Por qué le dijiste el lugar?
—No pude evitarlo —confesé—. Me preguntó.
Se me quedó mirando con expectación. —¿Bien? Ve a escucharlo
decirte por qué no deberías hacer esto. Por qué deberías continuar
esperando a que se aburra de su novia. Estaré aquí —dijo, apuntando a
sus pies—, cuando te encuentres lista para finalmente seguir adelante.
Tragué y arrastré los pies al cruzar la calle. Todo el rostro de
Blake se hallaba lleno de preocupación. Dios, fui tan estúpida por
decirle. Verlo destruyó la pizca de emoción a la que me había aferrado y
fue reemplazada con un temor paralizante.
—Hola. —Su voz sonaba seria—. Te pido que no entres ahí.
—Por favor, no hagas esto más difícil de lo que ya lo es.
Nunca lo había visto de esa forma. Era una mezcla de
desesperación y miedo, y me dolía.
—No nos hagas esto —susurró.
Me quedé congelada. —¿Nos?
—Destruirá cualquier posibilidad de que estemos juntos, Evie. Por
favor —rogó.
—Espera, ¿qué?
—Te amo. —Se estiró en mi dirección e intentó acercarme, pero
todo lo que podía escuchar eran las palabras de Payton haciendo eco.
Quería creerle, pero salió de sus labios tenso y forzado.
—¿Qué pasa con Amy? —pregunté cuando me envolvió la cintura
con sus brazos.
—Lo sé, es complicado.
Una chispa de ira encendió el fuego en mi interior. —En realidad,
no es tan complicado. No se puede amar a dos personas al mismo
tiempo.
—Créeme, sí se puede. Yo lo hago.
Me retorcí para salirme de su agarre. —Permíteme aclararlo. No
puedes estar enamorado de mí y también de otra mujer.
—Evie, detente. —Se acercó un paso—. Hablémoslo. Solamente no
entres ahí.
Tuvimos tiempo para hablar. Meses y meses. Si hubiera querido
dejarla, ya lo habría hecho. —¿Siquiera sabe que viniste aquí?
Apartó la mirada, culpable.
Respiré profundamente, sintiéndome fuerte. —No debiste venir.
Asintió hacia Payton con una mueca en el rostro. —Es una puta,
te arruinará.
No entendía las razones de mi amiga, pero nunca me traicionó y
ciertamente nunca me hirió de la manera en que lo hacía en ese
momento.
—Vete de aquí —dije, girándome.
Payton no me juzgaba. Me amaba incondicionalmente de la
manera en que un verdadero amigo lo haría. Así que lo dejé parado allí
y regresé con ella.
—¿Estás bien? —preguntó.
—Estoy bien —mentí—. Vamos a divertirnos.
Inmediatamente al cruzar por la puerta, un hombre alto de color
se encontraba sentado en un taburete con un sujetapapeles y un
auricular. El cuarto era pequeño y oscuro, y el enfoque se encontraba
en una puerta blanca frente a nosotras con el logotipo del club en
negro.
—Hola, chica —le dijo a Payton con una sonrisa genuina en los
labios. Nos permitió entrar por la puerta blanca y mientras la cerraba
detrás de nosotras, lo escuché decir en su auricular que habíamos
llegado.
La habitación era amplia y bajita. Un sofá de gran tamaño
descansaba a un lado y una barra al otro. El camarero, el cual parecía
amigable, también le sonrió sinceramente a Payton cuando la vio.
Llevaba otro auricular.
—Esta es la sala de espera —me dijo, dirigiéndome a la barra—. A
veces los clientes necesitan unos minutos antes de gastar esa cantidad
de dinero.
—O para que el viagra haga efecto —comentó el camarero. Lo dijo
como broma, pero estaba segura de que era en serio.
—Dos tragos de tequila —anunció. El camarero no dudó.
—¿No hay problema? —pregunté. Quería la ayuda que el alcohol
podía proporcionar, pero ¿qué ocurría con el contrato?
Se tomó el trago completo. —Joseph simplemente no nos quiere
borrachas. Un poco de lubricación no es algo malo. —Sus dedos
empujaron el vaso en mi dirección. Lo cogí y bebí, ignorando el ardor.
—Gracias —le dijo al camarero y me alejó en cuanto coloqué mi
vaso en la superficie de la barra. Esta puerta nos llevó al centro de un
largo pasillo, enfrentando un interminable conjunto de puertas. No me
tenía que decir qué tipo de habitaciones se hallaban detrás. Lo
averiguaría muy pronto.
No entramos a ninguna. La seguí hasta el final del pasillo y
subimos unas escaleras. Podía escuchar voces femeninas viniendo de
un cuarto a la derecha, pero se dirigió a la izquierda.
A la oficina de Joseph. Se encontraba sentado detrás de un
escritorio, vestía un traje negro con una camisa del mismo color y sin
corbata, una hilera de monitores de vídeo oscuros a su espalda. El
contrato detallaba que las sesiones se grababan estrictamente para
fines de seguridad. Payton me tranquilizó diciendo que no terminarían
en internet.
Eso no me preocupaba tanto. Un vídeo granuloso en blanco y
negro de una mujer con una venda en los ojos sería difícil de identificar.
Además, este club hacía muchísimo dinero, ¿por qué pondrían en
peligro su operación por unos dólares extra al vender pornografía de
novatos?
—Buenas tardes, damas —dijo Joseph, levantándose de su
asiento—. Ambas lucen hermosas.
—Gracias —dijo Payton. Me costó encontrar las palabras y sólo
asentí. Me sentía más nerviosa en ese momento completamente vestida,
que cuando me desnudé frente a él.
—¿Tienes el contrato, Evelyn? —preguntó.
Mi temblorosa mano lo sacó de mi bolso. El papel crujió cuando
se lo pasé, pero luego no pude soltarlo.
—Necesito un bolígrafo —espeté.
Payton me miró, sorprendida. —Pensé que ya habías firmado.
—Así es. —No quería dar explicaciones, y por suerte Joseph me
dio uno, así no tuve que hacerlo. Me volví a la lista de lo que estaba
dispuesta a hacer y marqué, no una, sino tres opciones más. No era el
tequila hablando. Era mi respuesta al hombre que me había dicho que
me amaba no hacía ni cinco minutos.
Jadeó cuando vio lo que hice y luego me sonrió maliciosamente.
—Ah, seremos hermanas de fraternidad.
Contuve el aliento mientras Joseph evaluaba el contrato y
esperaba para enterarme cuál era el número mágico después de que la
casa tomara su corte.
—Lo mejor que puedo hacer es veinte por ciento para el club y lo
lamento, pero no es negociable. —Abrió un cajón en el escritorio y
guardó el contrato—. Y el diez por ciento para Payton.
—Olvídalo, no los necesito —dijo inmediatamente.
Se me hundió el corazón. Incluso con Payton renunciando a su
bonificación necesitaría conseguir que alguien estuviera de acuerdo en
dormir conmigo por doce mil dólares. Era mucho dinero. ¿Quién lo
pagaría?
Enlazó su mano con la mía y le dio un apretón. —Puedes hacerlo.

Había otras cuatro mujeres ofreciendo sus servicios esa noche, y


todas llegaron en el momento en que entramos al salón. Me las
presentó, pero no podía concentrarme, por lo que olvidé sus nombres de
inmediato. Eran impresionantemente hermosas y exóticas como Payton.
¿Me encontraba allí como alguna clase de retorcida discriminación
positiva? ¿Era la muestra de chica promedio en caso de que un cliente
lo quisiera?
Y mientras todas estas mujeres eran amigables y agradables,
también eran mi competencia. Estaba muy jodida, en todos los sentidos
de la palabra.
—Tranquila —dijo Payton. Debió sentir que enloquecía
mentalmente y me acomodó en una silla—. Vamos a repasar un poco
los códigos de la charla.
—¿Códigos de la charla? —De repente, tenía un trago color rojo
en la mano que me entregó una mujer rubia que parecía recién salida
del anuncio de una revista. Pensé que había conocido a todas las
mujeres, pero ella era nueva.
—Es de arándano con vodka —dijo—. Soy Tara. Seré tu asistente
de ventas.
—¿Tú? —Tomé un sorbo de la bebida sin pensarlo—. Ellos
preferirán dormir contigo.
Payton me dio una mirada tensa. —Tara es la mejor en las ventas.
Ya le comenté a dónde necesitas llegar.
—Lo siento —le dije a la fascinante rubia, tratando de calmarme—
. Me siento realmente nerviosa.
Se sentó a mi lado. —Pasé por lo mismo. Sólo tienes que
permitirte el disfrutar. Hay muchas mujeres que pagarían para que esto
les sucediera. Es una fantasía.
Dejé la copa en una mesa cercana. De repente no deseaba más
alcohol en mi sistema. Quería mantener el buen juicio. —Cuéntame del
código.
—Si hablo sobre el clima cuando el cliente entra, tiene un aspecto
promedio. Si hablo sobre deportes, es atractivo.
—Y si es extremadamente feo —añadió Payton—, hablará sobre el
tráfico. —Tara le lanzó una mirada conocedora, como si compartieran
una broma interna.
—Pero si llevo una venda en los ojos, ¿por qué importa?
Payton me miró como si fuera tonta. —Los chicos feos pagan más
por sexo. Mucho más.
—Negociaré el precio —dijo Tara—, pero siempre es tu decisión
aceptar la oferta. No serás capaz de ver su lenguaje corporal y pensará
que es para su beneficio. Cuando hace una oferta, donde te toco indica
lo que creo que veo. Cuanto más me acerco a la cabeza, más creo que
vamos llegando a su límite.
No entendía. ¿Me iba a tocar?
—Por ejemplo —continuó—, si ofreciera diez mil dólares por
Payton y le tocó el tobillo, creo que podemos hacer que suba un poco. Si
la toco en el hombro...
—Lo voy a tomar —dijo Payton.
De acuerdo, supuse que tenía sentido. No pensé mucho acerca de
la fijación de precios o las negociaciones, y me aliviaba no tener que
hacerlo.
El tiempo pasaba, y cuando miré mi teléfono, faltaban diez
minutos para las once. Se escuchaba ruido abajo, movimiento, como si
los clientes comenzaran a llegar. Joseph apareció en el salón
conversando con algunas de las mujeres cerca de la puerta. Me
pregunté vagamente si tuvo su polla en la boca de todas en un
momento u otro.
—Número cuatro, Tara —dijo cuando pasó.
Era el número de habitación en el que me vendería. Me entregó
una bata de seda y me mostró dónde podía poner mi ropa y bolso,
después me miró como si esperara que hiciera algo. No entendía qué,
hasta que las otras cinco mujeres del salón comenzaron a desnudarse.
No eran tímidas. Dos de ellas reían y bromeaban mostrando sus
partes. Algunas me miraban de manera evaluadora. Me apresuré para
ponerme al corriente, tirando del vestido plateado sobre mi cabeza. No
podía usar sostén ya que el vestido no tenía espalda, así que ese
movimiento les dijo que vine a jugar.
Salí de mi ropa interior y tacones, por lo que me encontraba tan
desnuda como un pájaro, y me coloqué la suave bata. Payton deslizó un
brazo dentro de la suya y la cerró al tiempo que me guiñaba. A pesar de
todo, esbocé una sonrisa.
Mis pies descalzos se sentían fríos en las escaleras a medida que
bajaba en una sola fila, luego marché decidida por el largo pasillo a mi
habitación.
—Disfruta, Evie —susurró Payton al pasar—. Si te gusta, él
jodidamente lo amará.
Me quedé mirando el número cuatro de bronce, preguntándome
qué demonios pasaría conmigo detrás de esa puerta.
Giré el pomo y la abrí.
Traducido por Pau_07 & XimeNi
Corregido por GraceHope

No había una cama en la habitación suavemente iluminada por


una lámpara de araña de cristal. Ocupando el centro del espacio, había
una larga mesa con superficie de cojín de cuero, similar a la oficina de
un doctor, pero... decididamente menos clínica. Era, por falta de una
mejor palabra, sexy. Cada pulgada de las paredes y el techo estaban
cubiertas con texturas alternantes de tela negra en una secuencia
intrigante. Un inteligente disfraz para el aislamiento acústico. En la
esquina se ubicaba un sillón blanco de orejas, el cual sabía que no era
para mí. Había un caballete con un pizarrón en él. Mi lista de
permitidos en una impresión grande y fácil de leer.
La puerta se cerró detrás de Tara y el terror se apoderó de todo mi
cuerpo.
—¿Puedo quitarte la bata?
Su voz era como la miel. Mis torpes manos deshicieron el nudo en
mi cintura y dejé que se deslizara por mis hombros, atrapándola con las
manos. Se sentía como seda real. Se la entregué y la vi colgarla en un
gancho detrás de la puerta.
—¿Está lo suficientemente cálido el lugar? —preguntó—. Puedo
ajustar el termostato.
Debió haberlo preguntado porque estaba temblando. —Estoy
bien.
Su mano era cálida cuando la colocó sobre mi brazo de una
manera amistosa. —Tienes un cuerpo hermoso, y no voy a tener un
tiempo difícil en encontrar un comprador para ti. Pero es tu primera
vez, así que no te preocupes. Voy a encontrar el comprador adecuado.
Uno que te merezca.
Fue un gesto simple, pero me tranquilizó.
—¿Te importa? —Hizo un gesto hacia la mesa. Respiré profundo y
me senté, me sorprendió descubrir que la mesa era suave—. Voltéate y
acuéstate, por favor.
Mientras lo hacía, tranquilicé mi respiración. Esto estaba
ocurriendo, supéralo. Tara se agachó y abrió un armario debajo de la
mesa, y cuando se puso de pie, tenía dos trozos de tela negra en sus
manos. El primero que reconocí era una venda. El segundo era una
larga franja de cinta negra que desapareció sobre un lado de la mesa.
—Te voy a mostrar cómo funciona esto. —Dejó caer la venda de
los ojos a mi lado y levantó la cinta—. ¿Puedo tomar tu muñeca?
Levanté mi mano y envolvió el final de la cinta alrededor de ella,
presionando para cerrarla.
—¿Velcro? —pregunté.
—Es resistente. No serás capaz de deshacerlo con una mano, pero
si tu cliente quiere, es fácil. —La soltó y me entregó la venda de los
ojos—. Es hora.
Oh, Dios. Puse el elástico sobre la parte posterior de mi cabeza y
luego lo bajé sobre mis ojos, por lo que todo estuvo oscuro.
—Asegúrate de que está donde la quieres. No serás capaz de
ajustarla en un minuto.
Hice lo que me sugirió, colocando el elástico detrás de las orejas.
Mi respiración se incrementó cuando su mano se cerró alrededor de mi
muñeca derecha y la ató a la mesa.
—¿Puedes probarlo?
Traté de levantar mi brazo, pero sólo pude moverlo un par de
milímetros. Sus tacones hicieron clic suavemente en el suelo mientras
rodeaba la mesa para estar de pie al otro lado. No le tomó mucho
tiempo colocar el otro.
Mi parte modesta se encogió por dentro. Sin embargo, había una
parte más oscura que estaba encendida. Es mejor arrepentirse de lo que
has hecho, que de lo que no pudiste hacer, me susurró.
—¿Cómo estás? —preguntó—. ¿Te pica la nariz? Siempre me
picaba la nariz tan pronto como me ataban.
—Bueno, ahora sí —contesté. Se rió y me pasó los dedos por
encima de la nariz.
—La habitación cuatro está lista —dijo en voz baja, obviamente,
no era para mí. También debía tener un auricular. Sus tacones
golpearon un ritmo lento alejándose, y oí que se hundía en la silla.
Había un millón de pensamientos que corrían por mi mente
mientras esperábamos en silencio. Las correas no eran incómodas, pero
tampoco eran geniales. Quería seguir adelante, incluso cuando estaba
petrificada. ¿Y si quería empezar con una de las tres opciones que
marqué en el último minuto? Desastres, eso es lo que iba a suceder.
Oí que la puerta se abrió y dejé de respirar. Pasos pesados
entraron, y pude distinguir su respiración ronca.
—Buenas tardes, señor —dijo—. ¿Puedo mostrarle lo que estoy
ofreciendo esta noche?
—Sí —dijo. Los pasos se acercaron pesadamente—. Dios mío, creo
que mejoran con cada habitación. —Tenía un acento sureño.
—No sé, creo que usted encontrará que ella es el nivel máximo. Y
es una exclusiva.
—¿Qué significa eso?
—Está aquí por sólo una noche. Puede ser sólo suya.
—¿Sí?
Se quedaron en silencio por un momento antes de que Tara
volviera a hablar—: No suena como si fuera originario de aquí.
—Nashville.
—¿En serio? Apuesto que le tomó algún tiempo acostumbrarse al
tráfico. —Por lo tanto, era feo, como Payton lo había puesto. Tal vez
podría poner mucho dinero y estaría hecho en cinco minutos...
Suspiró. —Es muy bonita y todo, pero me gustaría verlas a todas
antes de tomar una decisión.
—Por supuesto —dijo Tara con su voz dulce como la miel. Oí la
puerta abrirse y cerrarse—. Gracias por decirme que es un paseador —
se quejó, otra vez asumí en el auricular—. De acuerdo, lo tengo.
Sonó como si volviera a la silla.
Sin mi visión, se sentía como si hubieran pasado horas.
Esperé.
Y esperé.
Pero la puerta no se abrió. Traté de contar en mi cabeza para
distraerme. ¿Qué pasaba si nadie más venía? Prostituirme a mí misma
ya era bastante malo, ¿y si nadie me quería?
—¿Tara? —pregunté con creciente pánico. Tenían que haber
pasado al menos treinta minutos y me preocupaba que me hubiera
dejado y no la hubiera oído, o que se hubiera quedado dormida.
—¿Sí?
—¿Suele tomar este tiempo?
—No, pero hemos... tenido una situación.
¿Qué? —¿Qué tipo de situación?
—Alguien pidió poner una retención en ti. No es un miembro del
club, y sólo los miembros tienen ese privilegio.
Mi corazón saltó a mi garganta, lo que me dificultó respirar.
Blake. ¿Iba a arruinarme esto? ¿Iba a venir aquí y tenerme? La puerta
se abrió de repente, y hubo una inhalación brusca que me hizo temblar.
—Buenas tardes, señor —dijo Tara—. Creo que esto es lo que ha
estado esperando.
—Sí. —Fue casi inaudible, haciendo que fuera imposible de
reconocer.
—Es una exclusiva, una experiencia única de una noche. Por
favor, eche un vistazo más de cerca.
Sus pasos eran tranquilos mientras se acercaba. Tuve que
recordarme a mí misma que respirara para relajarme.
—¿Es un fanático de los deportes, señor? —preguntó Tara.
—¿Perdón? —dijo con tono sorprendido como si hubiera sido
atrapado con la guardia baja. Y no sonó como Blake. Tal vez familiar,
pero mis nervios hicieron que me fuera difícil concentrarme.
—Por lo general trato de trabajar en la conversación sutilmente,
para hacerle saber cuándo pienso que un potencial cliente es atractivo.
Quería asegurarme de que entendiera el nivel de atractivo que estamos
hablando aquí.
—Me siento halagado. —Podía oír la sonrisa en sus palabras.
—¿Le gustaría una prueba? —preguntó. ¿Qué significaba eso?
Entonces su cálido aliento estuvo en mi cuello—. Voy a tocarte ahora.
Salté cuando sus dedos se arrastraron a través de la piel de mi
estómago. Cada vez más bajo. ¿Iba a…? Suaves y delicados dedos me
acariciaron. Intenté alejarme, pero las correas me mantuvieron en el
lugar. Nunca había jugueteado con otra mujer. Podía apreciar la belleza
del cuerpo femenino, pero nunca tuve ningún deseo de explorar
cualquier cosa fuera del mío. Me gustaba el buen sexo, sexo a la
antigua, y sabía que todavía tenía mucho que aprender allí. Añadir
mujeres a la mezcla parecía abrumador.
No importaba. Sus dedos agitaron mis pliegues donde estaba
vergonzosamente mojada, y el más pequeño de los gemidos escapó
antes de que pudiera ahogarlo.
Sacó su mano de entre mis piernas y hubo un ruido que no pude
descifrar, como un beso. No, me di cuenta. Le estaba chupando los
dedos.
—¿Sabe bien? —preguntó Tara. Calor se vertió a través de mi
cuerpo.
—Me gustaría beber directamente del grifo —dijo. Oh, Dios. Dios
mío.
—Hay una cuota para eso, pero voy a renunciar a ella si llegamos
a un acuerdo. —Asumí que era aceptable para él porque Tara se inclinó
de nuevo sobre mí y me susurró al oído—: Deslízate hacia abajo cerca
del borde de la mesa y disfruta. —Sonaba envidiosa.
Hice lo que me pidió, mi cuerpo tembloroso se deslizó sobre el
cuero. Cuando bajé suficientemente y mis pies colgaban torpemente por
el borde, la cálida mano de Tara se cerró alrededor de un tobillo y lo
levantó, dejando el pie en la superficie plana de la mesa para que mis
dedos se cerraran sobre el borde. Guio el otro tobillo, así que me puse
delante de él, mis rodillas dobladas en el aire. Al deslizarme también
habían forzado mis brazos a estar doblados sobre mi cabeza.
Las yemas de sus dedos estaban frías cuando tocaron la parte
interior de la rodilla y suavemente la instaron a un lado, abriéndome a
él. Mi labio inferior temblaba. No, todo mi cuerpo se estremeció. Los
dedos se arrastraron por el interior de mi muslo hasta que llegaron a la
hondonada donde mis piernas se unían a mi cuerpo. Quería que dijera
algo. Quería que él…
—Mierda —dijo en voz baja y profunda cuando su dedo me rozó
donde sólo unos pocos hombres, y ahora Tara, me habían tocado,
haciéndome estremecer—. Estás tan mojada.
Su toque se había ido y fue reemplazado por aire caliente
mientras su boca se cernía sobre mi carne sensible. Besó el hueco allí,
justo por encima de mi raja, entonces el interior de mi muslo en el otro
lado. Burlándose de mí. La deliciosa anticipación creció y me estranguló
el aliento.
Me resistí en la mesa cuando su lengua me rozó. Una de sus
grandes manos frías se cerró sobre una de mis caderas manteniéndome
en el lugar. La sensación no era como nada de lo que hubiera sentido
antes. La venda en los ojos centraba todo en el placer que se extendía a
través de mi cuerpo por su beso indecente. Me lamió de nuevo, desde la
parte inferior de mi entrada todo el camino hasta mi clítoris.
—Oh, Dios mío —dije en voz alta. Luego me quedé estoica. De
acuerdo al contrato, se suponía que no hablara hasta que me hablaran.
—¿Te gusta eso? —No esperó mi respuesta, simplemente lo hizo
de nuevo. Y de nuevo. El comienzo de un orgasmo se desarrolló en la
distancia y luego estaba justo sobre mí cuando bajó un dedo hacia
donde estaba empapada.
—Es tuya por veinte grandes —dijo Tara. La parte lógica de mi
cerebro trató de funcionar, pero la parte física de mi cuerpo estaba en
control. Eso no era cierto. Este hombre, este extraño, tenía el control de
mi cuerpo mientras me estaba follando con la boca y el dedo.
—Estaba pensando más como en nueve —respondió. Luego, su
boca estuvo nuevamente en mí. ¿Cómo podía negociar así? Su cabeza
estaba enterrada entre mis piernas y ella estaba allí de pie, mirando. El
orgasmo amenazó aún más cerca y gemí.
Nueve estaba cerca. Ya era más de lo que pensé que podría
conseguir ya que Tara dijo que era guapo. Pero la mano de Tara me rozó
el tobillo, exigiéndome enfocarme. Podía hacerle subir. Negué con la
cabeza rápidamente a su oferta, y luego gemí cuando su lengua se
deslizó dentro de mí.
—Parece que le gusta. —La voz de Tara era sofocada—. ¿Qué hay
de dieciséis?
—Diez —murmuró contra el lado de mi muslo, su dedo
trabajando dentro y fuera de mí. El deseo se construía, pinchazos se
arrastraban sobre mi piel, pidiendo la liberación.
—Los dos sabemos que vale mucho más que eso. Quince.
Su mano se retiró e hizo frío como si se hubiera retirado. No, gritó
la voz sucia en mi cabeza. Iba a dejarme cuando estaba tan cerca. Tan
cerca de no sólo lo que necesitaba, sino de caer por el acantilado a un
mar de placer.
—Doce. —Su voz profunda llenó la habitación. Mi corazón dio un
vuelco y el alivio me abrumó. Apenas me di cuenta cuando la mano de
Tara me rozó la rodilla. Sus manos y su boca ya me habían demostrado
que sabía lo que estaba haciendo y me prometieron que iba a
disfrutarlo.
—Sí —susurré.
Su cabello cayó en mi brazo cuando se acercó para susurrarme—:
¿Estás segura? Creo que estás dejando dinero sobre la…
—Sí. —La necesidad en mí era demasiada. ¿Cómo había sido
capaz de llevarme al borde tan rápidamente? Estaba dispuesta a pagar
para obtener su lengua de vuelta.
—Felicidades, señor —anunció Tara―. Es suya. —Sus pasos
dijeron que se movía hacia la puerta para dejarnos.
—¿Quieres quedarte? —preguntó.
Los pasos se detuvieron, dudando.
—Si le gustaría que viera, no me importaría. —Otra ola de calor
me quemó internamente ante ese pensamiento. Casi había sonado
ansiosa. Quería ver lo que me iba hacer. Suaves pisadas anunciaron su
regreso al sillón.
El acuerdo se había hecho y, sinceramente, lo quería. Anhelaba
su boca donde había estado antes cuando mi orgasmo se estancó. El
insoportable dolor entre mis piernas me dejó sin aliento.
La yema de sus dedos trazaron por encima de mi pecho derecho y
me hicieron estremecer, me quedé sin aliento cuando su caliente boca
se cerró sobre mi pezón izquierdo. El dolor en mi centro se intensificó
cuando chupó. Mierda, lo quería. Por lo general me encantaba el juego
previo, pero estaba fuera de control y desesperada. Mi mano trató de
empujarlo hacia abajo y mostrarle lo que quería, pero el ruido sordo de
la restricción dio una tensa respuesta.
—¿Te he hecho daño? —Me había mordido suavemente una
fracción de segundo antes de que intentara moverme. No hizo daño, no
donde usó sus dientes.
—No, señor —respondí, frenética.
Podría haberse reído; mi cerebro se encontraba nublado por los
pensamientos de lujuria.
—Entonces, ¿qué es? —No parecía preocupado, sonaba
petulante—. ¿Qué quieres?
Se me permitía contestar porque lo había pedido, así que intenté
asegurarme de no perder las palabras. —Quiero tu boca entre mis
piernas de nuevo.
—¿Dónde? —El pecado en su voz era adictivo.
No era muy buena en las charlas sucias, pero ya que todo estaba
expuesto, también lo dejé pasar. —Mi coño.
—¿Sí? Creo que es mío esta noche. —Enterró un dedo en mi
interior, haciendo que mi espalda se arqueara. Revivió el orgasmo en
dos malvados empujes lentos, y justo cuando llegué al precipicio, la
mano se fue.
Un gemido frustrado se arrancó de mis labios.
Se oyó el ruido de ropa y el de una cremallera deshecha.
—Los condones están en el cajón de arriba, debajo de ella —dijo
Tara. Ya me había olvidado que estaba allí, mirando, y su voz era
desigual y agitada. ¿Estaba excitada por observarnos?
La mesa apenas se movió cuando abrió el cajón y lo cerró un
momento después, un ruido de desgarre de papel de aluminio. Tuve
sentimientos encontrados al respecto. Ansiaba lo que iba a hacer, pero
deseaba aún más su boca.
Mojada, dicha aterciopelada me lamió. Su boca era agresiva,
succionando el manojo de nervios, haciéndome jadear. Subí de nuevo,
cada vez más cerca y más cerca, y forzó a que mi cuerpo se retorciera
de deseo. Mientras su boca estaba ocupada, parecía como si estuviera
jugando con el condón mientras se lo ponía.
Su lengua pasó por encima de mí otra vez. Cuando se retiró, el
leve rastrojo a lo largo de su mandíbula rozó la piel en el interior de mi
muslo.
—Ahora voy a follarte. —Por sus palabras me di cuenta de que
estaba de pie.
Gemí, un grito desesperado de entusiasmo.
Sus manos se deslizaron bajo mis piernas y tiró de mi cuerpo
hacia abajo, por lo que mi trasero estaba justo en el borde de la mesa y
mis muñecas estaban atadas por encima de mi cabeza. Cada músculo
de mi cuerpo se puso tenso cuando la cabeza de su polla tocó mi
entrada. Su longitud se deslizó una vez a través de mis pliegues, ya sea
para bromear conmigo o hacerme consciente de su longitud. Se alineó
donde necesitaba estar y presionó el interior, sólo un poquito. Dejé
escapar un gemido. Era grueso.
—Eres tan malditamente hermosa —dijo, avanzando poco a poco.
Las palabras hicieron que mis paredes lo abrazaran, una reacción
involuntaria que sólo le dificultó aún más entrar. —. Y tan estrecha. —
Se retiró y luego se hundió de nuevo, más adentro esta vez. Suspiré. Su
tamaño era incómodo, pero el placer de estar tan llena lo anuló.
—¿Quieres más?
—Sí —dije sin aliento.
Empujó más profundo, forzando su entrada. A pesar de que
estaba mojada, era muy duro y grande, y había pasado mucho tiempo
para mí. Pero el orgasmo que mantuvo a raya alzó su cabeza y estaba a
punto de explotar. Continuó su descenso en mi interior, llenando mi
mente con nada más que la sensación de su presencia.
Se enterró a sí mismo hasta donde podía ir, hasta que estuvo
completamente dentro con sus caderas contra mí. —Ahora vente para
mí.
Sabía lo cerca que estaba. Y cuando lo exigió, mierda, se lo di. Me
vine duro con uno de los orgasmos más intensos que había tenido,
retorciéndome en la mesa, gritando un sollozo de placer. Mi cuerpo se
apoderó y convulsionó, luchando contra las correas. Quería estirarme y
agarrar algo, pero no había nada dentro de mi alcance.
No se movió cuando me vine sobre él y lo ordeñé con mi cuerpo.
Oí su rápida respiración seguida de un largo y lento suspiro deliberado,
como si tuviera que equilibrarse a sí mismo.
—Podría ver eso de nuevo —dijo. Su suave piel estaba sobre mí,
cálida, nuestros pechos desnudos presionados. Podía sentir el tejido de
su camisa a mis lados, como si se hubiera desabotonado la camisa,
pero no se la hubiera quitado. Labios rozaron mi pulso en el cuello —.
¿Te gustaría que te hiciera venir otra vez?
—Sí —dije, todavía temblando con réplicas del orgasmo. Empezó a
moverse profundo dentro de mí. En mi caso, a veces un segundo
orgasmo más pequeño se llevaba a cuestas en el primero, y podía sentir
los zarcillos de este segundo tirando de mí, empujándome hacia la
cima.
—Tengo reglas —dijo—. No debes hacerme preguntas, sin
importar qué. —Su ritmo deliberadamente lento e indecente me hizo
volverme loca de deseo—. ¿Entiendes?
Ya era una regla de la casa, así que no dude en responder—: Sí.
—Sí, ¿qué? —Empujó hacia mí una vez, más duro, consiguiendo
mi atención.
—Sí, señor.
Reanudó su ritmo disciplinado, deslizando su carne dentro de la
mía y construyendo un nivel de deseo alarmante. —Bien. La regla
número dos es tu respuesta a mis preguntas, tienes que responder con
honestidad.
Podía hacerlo, así que asentí con la cabeza rápidamente.
—La última regla es que tu cuerpo me pertenece, lo que significa
que tus orgasmos son míos. No te vienes sin mi permiso. —Su húmeda
lengua se arrastró por un pecho, por el valle entre ellos y en el otro,
rodeando el tenso pezón—. Habrá consecuencias si rompes alguna
regla.
Di un grito ahogado. ¿Sabía que ya estaba cerca?
—¿Entendido?
Tragué una respiración. Tres reglas, bastante simple. —Sí, señor.
Susurró contra mi carne—: Bien.
Estaba fuera de mi boca un segundo después. —Quiero permiso
para venirme.
Se rió. Su cuerpo se había ido, así que sólo me tocaba donde
estábamos unidos. —¿Ya? No.
¿No? ¿Por qué? Mis piernas temblaron y se envolvieron alrededor
de su espalda, tratando de tirarlo más profundo. Atraerlo hacia mí.
—¿Te gusta tener mi gran polla en tu coño?
No tuve que pensarlo. —Sí.
—Entonces creo que es el momento de quitar la venda de los ojos
—dijo—. Ambos somos criaturas visuales.
La habitación desapareció y todo cambió horriblemente. Sus
dedos se deslizaron debajo la venda y la levantaron, a pesar de que a
mis ojos le llevo un par de parpadeos adaptarse a la luz, no importaba,
ya lo sabía. Ya había oído esa frase antes.
—No —grité. No, no, no.
—Hola, Evelyn —dijo Logan.
Traducido por Sandry
Corregido por Lu

No aminoró el ritmo. Sus grandes manos me sujetaban las


caderas y me acorralaban en la mesa cuando intenté alejarme.
—No lo creo —dijo.
—¿Por qué? —Mi voz estaba tan destrozada como me sentía—.
¿Cómo…?
—Creo que esa es la regla número uno.
En la poca luz y con mi visión restaurada, pude ver la fina capa
de sudor en su pecho y abdominales definidos. Su cabello castaño moca
estaba perfectamente despeinado. Tara tenía razón. Siempre había
pensado que era atractivo, pero pude ver que era innegablemente sexy
cuando lograba empujar su personalidad a un lado. Me retorcí bajo sus
manos, pero lo único que hizo fue crear una seductora sonrisa en sus
labios.
Podía hacer que parara. Tenía una señal. Si abría y cerraba mis
manos rápida y repetidamente, podría tenerlo fuera en menos de un
minuto. Estaba segura de que lo sabía, como también sabía que él sabía
que no iba a usarla. El daño ya estaba hecho. Me había visto desnuda,
me había lamido y actualmente me estaba follando. Mi jefe. ¿No era
suficiente que tuviera que esforzarme para complacerlo en la oficina?
—¿En qué estás pensando? —preguntó—. Honestamente.
—En que eres mi jefe.
Continuó bombeando su polla dentro de mí, y aunque el orgasmo
en espera se había desvanecido considerablemente cuando se reveló a sí
mismo, persistía en la superficie.
—Confía en mí, soy consciente de ello. No tendría que hacer lo
que estamos haciendo ahora mismo con una empleada, sin importar lo
mucho que haya pensado en ello.
¿De qué demonios estaba hablando? —Ni siquiera te gusto.
Se inclinó sobre mí, enterrando su cara en mi cuello y
succionándolo. —¿Estás segura? Acabo de perder doce mil dólares para
estar contigo.
El recordatorio de la cantidad de dinero que había gastado le
susurró al orgasmo que se acercara. La idea de que me deseara tanto
era poderosa. Me dejó sin aliento.
—Tal vez compenso en exceso en la oficina —admitió—. ¿Y qué
opinas de mí?
Cerré los ojos. ¿Cómo podría responder eso? La roca firme de su
cuerpo contra el mío estaba empezando a ahogar todos los otros
pensamientos. Una de sus manos dejó mi cadera. Viajó sobre mi piel,
dejándola de gallina a su paso y se instaló en mi pezón.
—¿No me vas a contestar? Esa era la regla dos. —Pellizcó lo
bastante fuerte para que me doliera un poco.
—No me gustas —dije.
Se echó a reír, como si fuera poco probable. —Tal vez no antes,
pero ahora jodidamente sí. —Se retiró y pasó la mano donde acaba de
estar, haciéndome jadear—. Y esto —metió los dedos mojados en mi
boca—, es la prueba de cuánto.
Pude probar mi excitación, y… me gustó. En la oficina, Logan era
abrasivo y estricto, pero también era ambicioso y justo. Fuera de la
oficina… mierda. Me gustaba.
—¿Te gusta mi gran polla en tu coño, Evelyn?
No podía decir que no, sabría que mentía. —Sí —salió calmado y
avergonzado.
Entró nuevamente, y juraría que fue más duro. Mi cuerpo traidor
se desplazó para llevarlo más profundo, y suspiró profundamente, como
si lo disfrutara. Sus profundos ojos marrones eran casi negros e
hipnotizantes, y los miré, tratando de entender por qué había hecho
esto. Tenía que concentrarme en eso. No en lo bien que se sentía. Oh,
Dios mío, me sentía muy bien.
—Quería invitarte a tomar algo justo antes de la promoción —dijo.
—¿Por qué no lo hiciste? —No me di cuenta de que lo había
preguntado en voz alta.
—Regla número uno otra vez. —Esta vez usó los dientes para
pellizcar la parte inferior de mi pecho, un dolor agudo fue
inmediatamente embotado con un golpe de su lengua. Sus embestidas
aumentaron en intensidad y me mordí el labio inferior. Oh, no. Me
estaba acercando.
Una extraña expresión cruzó su rostro, tal vez arrepentimiento. —
Había oído que tenías novio, el tipo del que tienes una fotografía en tu
escritorio. —Estaba hablando de la foto de Blake y yo en un partido de
fútbol de ex alumnos de Northwestern.
—Nunca fue mi novio. —Su mano dejó mi pecho y se deslizó hacia
abajo para curvarse bajo mi rodilla y empujarla hacia atrás—. Mierda,
no hagas eso —dije, entrando en pánico.
Me ignoró, inclinándose hacia mi cuello y trazando el borde de mi
oreja con la lengua. —¿Por qué? ¿No te gusta?
—No, me gusta. Me gusta demasiado.
—Esa es una razón terrible para que me detenga. —Se movía
furiosamente. Mi cuerpo luchaba por el control, rogándome que dejara
de resistirme. El deseo fluía por mis venas, grueso y caliente como el
fuego líquido. Quería la liberación. La necesitaba. O podría volverme
jodidamente loca.
—Puedes hacerlo —susurró—. Reprímelo. Será mucho mejor si
esperas.
Cerré los ojos, pero en un instante mi cabeza fue acunada por sus
manos, haciéndola subir.
—Quiero que me veas follándote.
Después de todo, somos criaturas visuales. Sabía que era una
tortura ver su enorme polla desaparecer dentro de mí. Nunca había
visto nada tan erótico, y jadeé, tratando de alejar el orgasmo.
—Bien, lo estás haciendo muy bien —dijo—. Sólo un poco más.
Creo que quería que fallara. Arrastró una mano por mi cuerpo,
por encima de mi pecho, de mi estómago y se movió entre nuestros
cuerpos para rodear mi clítoris. Era demasiado, estaba abrumada.
Suspiré con frustración, o desesperación. —Logan… —Estaba
dispuesta a rogar.
Sus ojos se hallaban enmarcados por largas pestañas, y me di
cuenta de lo hermosos que eran sus iris de color marrón oscuro.
Cuando dije su nombre, sus ojos se llenaron de calor. Su expresión era
fascinante y mi total perdición. No tenía una oración para sobrevivir a la
regla número tres.
Se dio cuenta justo antes de que comenzara a suceder. —No, aún
no. No tienes permiso.
Era demasiado tarde. Esta vez mis manos fueron hacia atrás y se
enroscaron alrededor de las cintas que me sostenían, agarrándome
cuando me corrí.
—Oh, joder —grité, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los
ojos. No era tan fuerte como el primero, pero todavía era potente y me
tiró a un lado. Mientras descendía desde donde me había llevado, volví
a abrir los ojos y lo miré tímidamente.
Estaba furioso.
Una mano se aferró a mi muñeca mientras que con la otra abrió
el velcro, liberándome. No dijo nada. Fue directamente hacia la otra
muñeca y también la deshizo, entonces se retiró de mí y me dio un tirón
para que me sentara frente a él. Quería preguntarle qué iba a hacerme,
pero ya había roto lo que pude ver que era la regla más importante. No
necesitaba romper otra.
—Levántate —ordenó, dando un paso atrás para permitirme
hacerlo.
Mi mirada no se apartó de él mientras tímidamente ponía un pie
sobre el suelo frío. Eso fue lo lejos que llegué antes de que me bajara de
la mesa y me diera la vuelta en sus brazos para que mi espalda
estuviera contra su pecho empapado en sudor. Las manos me
empujaron hacia abajo, así que me encontraba inclinada sobre la mesa.
—Abre los brazos.
Porque quería atarlos de nuevo. Mis manos se deslizaron
lentamente por el cuero, temblando de nervios y emoción.
—¿Alguna oportunidad de que puedas…? —No me estaba
hablando a mí.
—Por supuesto —respondió Tara. Mierda, de nuevo me había
olvidado de que estaba allí. Su rostro estaba enrojecido mientras se
acercaba a la mesa y envolvía la restricción alrededor de mi muñeca.
—Si puedo ayudar de cualquier manera —le dijo, sus palabras
destilaban insinuaciones—, no dudes.
Espera un minuto. ¿Qué había ofrecido? Una aguda punzada de
posesividad me apuñaló el núcleo. Logan había pagado para tenerme a
mí, no a ella. Mis pensamientos me distrajeron lo suficiente como para
notar que había cerrado la otra restricción antes de que fuera
demasiado tarde para hacer algo.
Observé su regreso a la silla con las manos presionadas contra
sus muslos.
Su mano cayó fuertemente en mi culo, y grité por la sorpresa.
Nunca había sido azotada de verdad. Ese fue uno de los tres casilleros
que había registrado a la tarde, y al parecer mi consecuencia por
desobedecerlo. Ardió y se enfrió cuando quitó la mano, solo para atacar
de nuevo en la otra mejilla. Esta vez mantuvo la mano donde había
aterrizado, y apartó la mejilla a un lado…
Para poder poner su boca allí. Donde nadie había estado antes.
Me sacudí y mis rodillas se estrellaron dolorosamente en el
mueble debajo de la mesa. Su boca se movió hacia abajo para que
pudiera meter la lengua dentro de mí, pero la mano se quedó dónde
estaba. Puso su otra mano en mi otra mejilla y la movió para que mi
trasero estuviera totalmente expuesto.
Fue impactante y tabú cuando su lengua se movió de nuevo y me
envió en un frenesí. Suave, cálido e inapropiado. A mi cuerpo le gustó,
pero a mi cerebro no, y la guerra entre los dos me dejó mareada. Pensé
que podía recuperar el aliento cuando se puso de pie, pero fue peor,
mucho peor.
Lo sentí empujando allí, presionando en mí.
—Espera. —Me volví sobre mi hombro con pánico, todos los
músculos de mi cuerpo estaban tensos.
Dudó. —¿Qué?
—No estoy segura de que pueda hacerlo.
Su mirada fue a la lista en el caballete. —Está en el menú.
—Lo sé, pero… —¿Cómo explicaría que sólo lo había hecho por
desesperación?—. No lo he hecho antes.
—¿No quieres hacerlo?
No me gustaba darme por vencida. No me gustaba fallar. Pero
pensé que fallaría en esto.
—No. —Salió derrotado. ¿Qué sucedería ahora que me había
echado atrás…?
—De acuerdo —dijo—. De todos modos, apenas puedo evitar
acabar al entrar en tu coño. Probablemente no duraría ni cinco
segundos follándote por el culo.
Mi cerebro giró al escucharlo decir cosas tan vulgares. Era tan
sereno y calculador en la oficina; esta era su versión desatada. Cuando
nuevamente empujó su polla en mi interior, decidí que me gustaba más
esta versión.
Ya había llegado a lo que pensaba que era mi límite de orgasmos.
Dos habían sido lo máximo en lo que alguna vez fui bendecida de una
sentada. Mi cuerpo parecía desfallecido, hasta que sus manos cayeron
sobre mi cintura y me tiró hacia él, exigiendo más.
Se estrelló en mi contra, empujando, y… y… probablemente iba a
conseguir que me corriera de nuevo, pero iba a tener que trabajar por
ello en esta ocasión. El movimiento de su carne dentro de la mía no era
como nada que hubiera tenido. Me dejaba sin aliento y con sed de más.
—Chica traviesa —regañó juguetonamente. Le eché un vistazo,
pero sus ojos no estaban en mí. Se encontraban en Tara en la esquina.
Tenía la falda levantada hasta la cintura y una mano moviéndose
dentro de sus bragas de encaje.
—Oh, Dios mío —jadeé. Era como si alguien hubiera derramado
fuego sobre mí. Era tan sexy.
—Escuchar cómo te corres la excita —me dijo—. ¿Te gusta verla
tocarse a sí misma?
No podía apartar los ojos. —Sí.
Se condujo dentro de mí más duro y más profundo, y me
preocupé de volver a romper la regla número tres sin previo aviso. Pero
ralentizó y se hundió en un movimiento seductor que me tentó.
—¿Te vas a quitar las bragas —le preguntó a Tara—, y
mostrarnos tu coño?
Con los ojos entornados, se puso de pie deliberadamente. Se quitó
las bragas por sus magníficas piernas y más allá de sus tacones,
saliendo del encaje una pierna a la vez. Esperaba que se sentara en la
silla, pero en cambio se dirigió hacia nosotros.
No me debería haber importado si estaba interesado en ella.
Hasta esa noche, no pensé mucho en Logan. Era mi jefe y estaba fuera
de los límites. Pero ahora me era imposible no ver a exquisita esa mujer
como una amenaza.
Sin embargo, su mirada no se encontraba en él. Estaba en mí. Se
sentó en la mesa justo por encima de mis brazos, sus manos subieron
lentamente la tela de su falda. Y hacia arriba. Y entonces se giró hacia
nosotros y abrió las piernas para estar a horcajadas sobre la mesa,
exponiendo la piel desnuda de su sexo.
—¿Ves lo mojada que me has puesto? —dijo, deslizando una
mano entre sus pliegues brillantes. No es que pudiera mirar hacia otro
lugar, estaba a solo dos centímetros de mi cara—. ¿Alguna vez has
estado con otra mujer?
No tenía que responderle. Esta noche le pertenecía a Logan.
—¿Has estado? —preguntó, presionándose profundamente en mi
interior. Mis ojos casi rodaron de nuevo en mi cabeza, y su perfecta
colocación hizo que fuera difícil hacer cualquier otra cosa.
—No. —Ese era uno de los casilleros que no había marcado en la
lista, aunque lo había considerado.
—¿Quieres? —Salió casual, como si estuviera pidiendo algo
normal.
No podía darle una respuesta, porque no tenía una.
—Regla número dos —gruñó.
—Yo… no lo sé. —Me hallaba borracha de sexo y de poder en esta
habitación. Poder que estaba cambiando en mi dirección.
—¿Por qué no pruebas y ves si te gusta? —rogó. El conflicto entre
mi lado conservador y el salvaje me dejó desorientada. La mano de
Logan abandonó mi cintura para tocarle la rodilla.
—Acércate.
Sonrió y lo hizo, con ganas. —Pero para que seas consciente,
puedo meterme en problemas si me toca, señor.
No había ningún lugar al que ir cuando se recostó sobre la mesa y
puso los pies fuera de mis brazos. Olía a coco y vainilla. Estaba
congelada con mi cabeza sobre ella, dudando. No estaba segura de si
quería, pero mi mente tampoco había emitido un "no". No escuchar el
"no" me dieron ganas de intentarlo.
Sus manos me recogieron el cabello y lo sostuvo hacia atrás, lejos
de mi rostro. Había desacelerado su ritmo, por lo que sus empujes no
me enviarían de bruces hacia ella.
—¿Quieres que te diga qué hacer? —preguntó.
—Yo… sí. —Mi corazón se estrelló contra mi pecho.
—Pon tu lengua en ella, comienza en el exterior y sigue por ahí,
arriba y abajo.
Tragué saliva, cerré los ojos y me incliné hacia adelante. Apenas
la había tocado y dio un gran suspiro que me animó a realmente
hacerlo. Mi lengua dejó un rastro sobre su piel rosada. Sabía…
diferente. Bien. Gimió cuando llegué a su clítoris, y sentí a Logan
sacudirse dentro de mí.
—Mierda, eso es tan sexy —dijo con voz profunda—. Succiónala,
luego chasquea la lengua rápidamente.
A ella parecía gustarle, como mucho. Su espalda se arqueó fuera
de la mesa y luego se estrelló en ella.
—Joder, justo así —lo dijo entre respiraciones irregulares—. Justo
ahí.
Darle placer me dio placer, y la necesidad se enrolló en un
apretado espiral dentro de mí. Logan retomó un ritmo lento de
movimiento que aumentó la tensión. Se sentía como si su polla durara
para siempre cuando presionó en mi interior. Sus manos ahuecaron
mis pechos.
Sentí su mano sobre mi cabeza, presionándome hacia abajo. —
Lámeme más fuerte.
Tuve que alejar la boca para recuperar el aliento y decir—:
Necesito permiso para correrme.
—No hasta que ella lo haga —dijo en una respiración apresurada,
como si esto le estuviera haciendo una mella.
Metí mi lengua en su interior y luego regresé a donde más parecía
gustarle. El espiral se tensó más cuando sus caderas se movieron al
compás de mi boca. Su mano se enredó en mi cabello, quitándoselo a
Logan para tomar un puñado. Sus gemidos aumentaron el volumen e
igualaron los míos. ¿Me estaba acercando a romper de nuevo la regla
número tres? No podía. No lo haría. Mi lengua revoloteó sobre su piel
húmeda, apresurando su clímax.
—Oh, mierda, me corro, me corro. —Su cuerpo se retorció y
apretó los muslos alrededor de mi cabeza, manteniéndome en el sitio,
sosteniéndome en su contra mientras se estremecía. Luego sus piernas
se abrieron y cayeron sobre la mesa, su aliento disminuyó.
Él también se había ralentizado, por supuesto, pero podía sentirlo
latiendo. Había estado muy, muy cerca.
Tara retrocedió y se sentó, dándome una lenta sonrisa de
satisfacción. Hizo que mi interior temblase al saber que la había
complacido. Pasó la pierna por encima y se bajó de la mesa, sus tacones
la llevaron de regreso a la silla con un deliberado y seductor meneo de
sus caderas.
Logan colocó una mano sobre mi hombro y la otra en mi cintura,
tomándome. Construyó un ritmo constante, cada vez más rápido hasta
que me volví salvaje. El único sonido aparte de nuestros jadeos eran los
choques de nuestros cuerpos. El espiral en mi interior estaba muy
tenso y estrangulaba cualquier pensamiento que no fuera la necesidad
de liberación.
—Espérame —dijo.
—Mierda, date prisa.
Porque estaba sucediendo. Grité, mis manos formaron puños y
ola tras ola de felicidad se estrellaron en mi contra. Era tan intenso que
dolía, pero segundos más tarde hice que su liberación se disparara
porque pude sentir sus espasmos. Prolongaron el orgasmo, y aún me
estaba viniendo cuando se desplomó hacia adelante sobre mi espalda,
sus manos agarrándome con fuerza.
Ninguno de los dos se movió ni dijo nada. Cerré los ojos,
tontamente convenciéndome de que no tendría que enfrentarme a la
realidad cuando los abriera. Podía sentir su corazón latiendo en su
pecho. Latía tan rápido como el mío.
Quitó mi cabello de su camino y colocó un beso en un lado de mi
cuello, justo debajo de la oreja. —Habría pagado veinte por ti.
Abrí los ojos mientras se retiraba de mí. Dio un paso atrás y pude
oír el sonido de él tirando algo a la basura. Las ropas crujieron.
—Espera —dije, queriendo ir tras él. Pero las correas
dolorosamente me recordaron que no podía hacerlo—. Logan. —Estiré el
cuello para tratar de verlo. Se subió la cremallera y se alejó, sin siquiera
intentar abrocharse la camisa.
—Logan, espera —supliqué. Pero huyó por la puerta sin mirarme.
Abandonándome.
Traducido por *~ Vero ~* & Kyda
Corregido por GraceHope

Su rápida salida me envió a un colapso épico.


—¡Quítame estas de encima! —dije a Tara, luchando contra las
restricciones.
—¿Es realmente tu jefe? —Se movió lentamente. Podría haber
abierto diez programas de Adobe en el tiempo que le llevó ir al gancho y
tomar la bata.
—Sí, es mi jefe. ¿Puedes ir más rápido? —Traté de mantener el
borde de mi voz.
Puso la bata sobre mis hombros y lentamente desabrochó el
primer velcro. Empujé sus manos fuera del camino para que pudiera
hacer el otro y me encogí de hombros en la bata, envolviéndola
alrededor de mí mientras huía hacia la puerta.
—Evelyn, no se puede —dijo en voz baja—. Vamos arriba.
Tan pronto como llegué al pasillo, un hombre enorme, con una
gran frente estaba esperando, como un gorila. No dijo nada. Me dio una
sonrisa e hizo un gesto hacia las escaleras. Tara puso su mano en la
parte baja de mi espalda y me instó a ir en esa dirección.
—Una vez que un cliente ha ido a la habitación de pago, no hay
más contacto. Es por tu seguridad.
Creo que estaba adormecida por la impresión, con la sobrecarga
emocional. Cuando parpadeé, estaba de vuelta en ese mismo sofá en el
salón. Payton ya estaba vestida.
—Era Logan —dije, todavía sin encontrarle sentido. ¿Cómo
demonios sabía que estaba aquí? Y, ¿cómo mierda iba a ir a la oficina el
lunes?
—¿Tú jefe?
—Sí —dijo Tara—. Su más caliente que la superficie del sol, jefe.
—No me dijiste que era caliente —me acusó Payton con una
mirada—. Todo lo que dijiste fue que era un imbécil.
—Nunca dije eso, él no es… —¿Lo defendía?—. Es guapo, pero es
mi jefe. Y hasta esta noche, no creía que me gustara.
Tara tenía una amplia sonrisa. —Jesús, deberías haber visto la
expresión de su cara cuando entró y te vio.
Ni siquiera podía imaginarlo. No lo conocía, pero ahora quería
saber todo sobre él.
Payton me ayudó a vestirme. Los bares estaban todavía abiertos y
quería celebrar con una copa. Apenas podía centrarme en la simple
tarea de ponerme el vestido, ¿cómo iba a funcionar en público?
Agregando a mi confusión, Tara me besó en la mejilla y me susurró un
"gracias" antes de irse, me recordaba lo que había hecho.
Oh, Dios.
—Tengo que ir a casa —dije a Payton mientras empezamos a
caminar a la oficina de Joseph.
Dejó de moverse, con el rostro congelado en una expresión que no
entendí. —¿No te gustó? —Su voz sonaba como la de un fantasma.
Tomé una respiración profunda, porque no era fácil admitir. —Me
gustó, sólo estoy en una sobrecarga sensorial.
Se dejó caer en una silla en el borde de la sala de estar.
El pánico se levantó dentro de mí. No había visto su mirada
vacilante antes. —¿Que está mal?
—Estoy jodidamente aliviada, eso es todo.
—¿Qué? Que me... ¿gustó? —No era más fácil decirlo la segunda
vez tampoco.
—Sí, porque ahora sé que no hay nada realmente mal conmigo.
Que no estoy del todo jodida.
Ahora tenía sentido. No me había dicho su verdadera razón para
que no se invaliden los resultados de su prueba. Había soportado un
montón de chicos llamándola puta y zorra a lo largo de los años. Su
juicio siempre parecía rebotar en ella. Pero tenía una estricta educación
católica, y tal vez en el fondo le preocupaba que fuera verdad. Que le
gustaba el sexo y que estuviera mal.
—Me gustó —dije, encontrando fuerza—. Fue alucinante, el mejor
del sexo de mi vida. Pude haber hecho algunas cosas que no estoy
segura de que voy a estar súper cómoda con ellas mañana, pero no
estoy avergonzada de que lo disfruté.
Su sonrisa fue épica.
Joseph me dio un gordo sobre de papel madera en su oficina.
Antes de que pudiera preguntar…
—Lo siento, pero no creo que sea para mí —dije—. Sin embargo,
gracias por todo.
—Sabes dónde estamos si cambias de opinión.
Seguí a Payton por las escaleras, por el pasillo, y dentro de la sala
de espera ahora vacía, donde el chico de negro con el portapapeles
estaba sentado en el sofá.
—¿Están listas, chicas? —preguntó, poniéndose de pie.
—Sí —dijo Payton con una sonrisa resplandeciente—. ¿Cómo es
que eres siempre el que me acompaña fuera, Julius?
El enorme hombre sonrió. —Sólo suerte de tonto, creo.
Fuimos por la puerta principal, y de inmediato podía sentir que
algo no estaba bien. Julius extendió sus brazos hacia fuera, bloqueando
a Payton y a mí de alguien.
—Evie —oí decir. ¿Qué demonios estaba haciendo Blake aun
aquí?
—No te conozco, amigo —dijo Julius a Blake—. No tienes nada
que hacer aquí. Y tú —su cabeza giró en la dirección opuesta—, te
reconozco, por lo que es mejor sigas por tu camino. No estás autorizado
a quedarte.
Miré en dirección a quién Julius le hablaba, y reprimí un jadeo.
—¿Logan?
—Me dijiste que esperara —dijo, con una expresión críptica.
Cuando miré entre los dos hombres que esperaban por mí, se
notaron entre sí. Pude ver la desconfianza en el rostro de Logan. Había
reconocido a Blake por la fotografía, y después del intercambio, Blake
debe haber asumido que era mi cliente.
—Blake, detente —grité cuando arremetió contra Logan. Me metí
bajo el brazo gigante de Julius y conseguí terminar entre ellos. El rostro
de Blake era de rabia cruda y de dolor, y aunque sabía que no era
responsable, odiaba que fuera la causa de la misma.
Julius gritó a los dos hombres para que se fueran.
—Los conozco, todo está bien —dije—. Payton, ayúdame.
—Fuera de aquí —le gritó a Blake—. Tuviste tu oportunidad,
ahora corre de vuelta a casa, a tu novia que se merece algo mucho
mejor que tú.
—Jódete, puta.
Payton lo miró con aire satisfecho. —Disculpa, no hay dinero
suficiente en el mundo.
Oh, Dios, esto era un desastre. Logan observó el desarrollo del
drama, sus ojos cautelosos sobre el hombre alto fijado en mí.
—Evie, ¿estás bien? —Blake se calmó cuando dejó de mirar a
Payton—. Deja que te lleve a casa.
Había estado enamorada de él durante tanto tiempo, y mi corazón
roto latía en mi pecho cuando le hablé—: No. Vete a casa.
Su rostro se volvió agrio, una mezcla de pérdida e ira. Lo vi subir
a su coche y arrancar, sin mirarme de nuevo. Mi mano dolía porque
había estado apretando el sobre lleno de dinero con fuerza, sin darme
cuenta de que se me habían vuelto los nudillos blancos.
A Julius no le gustó cuando di un paso hacia Logan. —¿Estás
segura de que quieres hablar con él? Puedo hacer que se vaya.
—Sí. —Oh, sí, definitivamente quería hablar con él.
Estaba apoyado en un BMW azul oscuro, vestido con el traje
negro que había usado cuando los de Player’s habían visitado la oficina,
sólo que esta vez no había corbata y dos de sus botones estaban
abiertos. Lo vi con nuevos ojos. Mi jefe era increíblemente guapo y
poderosamente atractivo.
Había aparcado a varios espacios del club, y cuando lo alcancé, se
puso de pie.
—¿Quién es ese tipo? —Su demanda fue silenciosa, tal vez
queriendo privacidad de Julius y Payton que miraban desde cerca de la
puerta.
—Un amigo —dije, y luego lo pensé mejor—. No lo sé, es
complicado.
—Ven conmigo a casa.
Me hubiera gustado tener una respuesta ingeniosa o un
comentario mordaz, pero mi cerebro me falló. —¿Qué?
Deslizó su mano suavemente detrás de mi cuello y me susurró al
oído—: Esa es la regla número uno. —Logan se movió rápidamente,
poniendo una mano en mi cadera para sostenerme, y dejó caer su
cabeza para que su boca pudiera reclamar la mía en un beso. Después
de todo en esa habitación, era la primera vez que esto sucedía. Era tan
lento y seductor que me derretía en ello. Sus manos ahuecaban mi
cara, inclinando mi cabeza hacia el ángulo correcto para que se burlara
con un toque de su lengua. Pidió más, y le di la bienvenida.
Mis manos siguieron su ejemplo y le rodearon el cuello, y presioné
mi cuerpo contra el suyo, queriendo que el beso se profundizara aún
más. Oh, Dios mío, quería más. Lo quería.
—Ven conmigo a casa —ordenó con su voz profunda, una que no
podía desobedecer. Estaba demasiado curiosa sobre sus razones para
dar otra respuesta de todos modos. La gravedad me atrajo hacia él.
—Está bien.
Abrió la puerta del acompañante, como si fuera un caballero. Miré
el coche vacío luego de vuelta a él. Si no me meto en este coche, no
conseguiré ninguna respuesta.
—Me iré con él —grité a Payton. Esbozó una sonrisa gigantesca y
me saludó con la mano, luego deslizó su brazo por el de Julius y se
dirigió a su coche.
Había una botella de vino en el asiento del pasajero. La tomé y me
senté, poniéndola en mi regazo, junto con mi bolso y el sobre, y le di
una sonrisa nerviosa a Logan mientras cerraba la puerta. Oh. Mi. Dios.
¿Qué estaba haciendo?
Su coche tenía un interior de cuero suave en el que me hundía
hacia atrás. La botella de vino estaba fría en mis manos, y la etiqueta
tenía el mismo logotipo que el club.
—Supongo que esto es un regalo de cortesía por la compra —dije
cuando se deslizó en el asiento del conductor.
—No, esa fue mi compra. Tú fuiste el regalo de cortesía.
Mi pulso se aceleró. Puso en marcha el coche, arrancó, y se
apartó de la acera. Una vez que estuvimos en el tráfico, puso su mano
derecha sobre la piel desnuda justo por encima de mi rodilla. Salté,
sorprendida por la forma despreocupada que era esto para él. Casual,
fácil, sin embargo, dominante. El calor de su piel me puso la piel de
gallina.
Manejamos en silencio, lo cual me puso tensa y ansiosa. Quería
hacerlo hablar, pero parecía contento de sólo estudiar el tráfico y actuar
como si lo que acabábamos de hacer nunca hubiera sucedido.
—¿Cómo sabías que estaría en el club?
Tomó la botella de vino de mis manos y la colocó en el soporte de
vaso, y luego empujó todo de vuelta en mi regazo a la tabla del suelo.
—Eso —su mano se deslizó al interior de mi rodilla y algunos
centímetros arriba de donde había estado—, es sin duda la regla
número uno.
—En caso de que no te hayas dado cuenta, no estamos ahí ya.
—He pagado por una noche contigo, y en caso de que no te dieras
cuenta, es noche de fiesta. —Una media sonrisa torcida apareció en sus
labios—. Sigues estando bajo mis reglas.
—No, no lo estoy.
Llegamos a un semáforo, y se giró con una mirada fría y mandona
en mi dirección. —Estás en mi coche, y pronto vas a estar en mi casa.
Mis reglas, Evelyn.
—No tenía idea de lo que estaba aceptando —espeté. Esta versión
autoritaria suya me heló y me encendió al mismo tiempo. El timbre de
su voz oscura disparó directamente entre mis piernas, me puso débil
con entusiasmo. Arranqué mi mirada de la suya y miré el tráfico, la
gente se reunía fuera de los bares fumando y charlando en la cálida
noche de agosto. El coche se tambaleó hacia delante cuando el
semáforo se puso verde. ¿Cómo se supone que iba a obtener respuestas
si no podía hacer preguntas?
—¿Qué piensas? —preguntó.
Era la primera prueba. No respondí, curiosa por ver lo que haría.
¿Cumpliría su amenaza de castigarme? Me miró de reojo, y abrió mis
piernas de un tirón para así poder colocar sus manos encima de mis
braguitas.
—Respóndeme o te llevaré justo hasta el borde y te dejaré
insatisfecha.
Mi boca cayó abierta para poder inhalar aire hacia mis pulmones.
Sabía que podía hacerlo, y ciertamente lo hizo, también.
—Estoy preguntándome —mi voz era entrecortada—, cómo
funcionará esto el lunes, si regresaré a desagradarte.
—¿Aún piensas que no me gustas después de lo que acabo de
hacer? —Sus dedos se movieron y placer pulsó a través de mí. Emití un
suave gemido, y un indicio de una sonrisa engreída destelló en sus
labios—. Te dije que pensé en invitarte a salir antes.
—¿En serio crees que a la gente le importa tanto si te relacionas
con una empleada? —Mierda, regla número uno. Sus dedos empujaron
mis braguitas a un lado y me tocaron sin obstáculos, haciendo que mis
manos se apretaran alrededor de su muñeca.
—Lo harían si te ascendiera —Sus dedos se movieron más rápido,
torturándome.
—¿Me ascenderás?
Deslizó su dedo completo dentro de mí y jadeé. Sí, mi cuerpo
cantó, sí. La fuerza se había ido de mis manos alrededor de su muñeca,
pero permanecieron, instándolo a ir más rápido, más profundo, que me
lo diera exactamente como me gustaba.
—¿Te gusta eso? ¿Mi dedo dentro de ti?
Tragué duro y asentí débilmente.
—Dímelo con palabras.
No había oxígeno en este auto, así que fue duramente audible. —
Me gusta.
Estaba apenas ligeramente al tanto que habíamos cambiado de la
calle a un estacionamiento bajo uno de los rascacielos. A medida que
condujo por el pasillo, mi clímax se acercó más.
—Casi allí —dijo. ¿Se refería a su sitio o a mi orgasmo? Estacionó
el auto y apagó el motor, entonces tenía ambas manos bajo mi falda.
Estaba jadeando. Le enterré mis uñas, halando su cabeza hacia mí y
aplasté mis labios contra los suyos.
Lo permitió por un momento. Pero entonces se apartó
completamente, manteniéndose firme a su palabra. Oh, Dios, estaba
desesperada. Sentí como que estaba siendo cruel, y sin embargo había
olvidado un detalle importante. No podía usar mis manos en el club,
pero ahora sí.
Agarró la botella de vino por el cuello, abrió su puerta y salió, sin
darse cuenta de que yo no había hecho lo mismo. Empujé una mano en
mis bragas, sin importarme si había alguien más en el garaje que
pudiera verme. Después de esta noche loca, estaba completamente
fuera de control.
Dio la vuelta al vehículo para abrir la puerta para mí como si
fuera una dama. En su lugar, me vio tocándome a mí misma. Calor
destelló a través de sus hermosos ojos, pero su rostro mantuvo su
intensidad usual.
—No romperás más reglas esta noche. Ciertamente no esa regla.
—Apartó mis manos y me jaló para ponerme de pie—. Te dije, esto es
mío. —Deslizó sus manos entre mis piernas, levantando mi falda con
ella, frotándome por un momento. El lado independiente de mí protestó,
pero la mujer básica en mí lo amó.
Agarré el sobre junto con mi bolso del piso y lo seguí hacia el
ascensor.
—Creo que te prefiero desnuda —murmuró contra mi cuello
mientras subimos al piso cuarenta y cuatro—, pero este vestido llega
cercanamente de segundo. —Las puntas de sus dedos acariciaron sobre
la piel desnuda de mi espalda y sacaron un estremecimiento de mí.
Su apartamento estaba a solo unas puertas del ascensor, y
cuando encendió las luces adentro, me enojó.
—¿Cuánto te están pagando para costearte esto?
La puerta se cerró detrás de él y sus manos fueron a mis caderas,
poniéndome de cara contra la pared.
—Esa fue retorica —comenté cuando su cuerpo aplanó el mío.
Hundió sus dientes en la carne de mi lóbulo. Era controlador, caliente—
. Sólo quise decir que tu sitio es lindo.
—No es mío. Quiero decir, lo es y no. Lo estoy rentando de un
amigo que tiene el alquiler. —Manos acariciaron las curvas de mi
cuerpo, sosteniéndome contra la pared—. Está en Japón por el
siguiente año y no quería perder el lugar, así que su compañía paga la
mitad de la renta y yo pago la otra. De otra forma, no, no podría
permitírmelo.
Me liberó y me dejó vagar más adentro.
No es como si el apartamento fuera un pent-house, pero era
espacioso con una cocina abierta donde todo se veía nuevo. La sala
estaba justo más allá de la barra para desayuno de granito, y la pared
trasera era de vidrio transparente, del piso hasta el techo.
Este apartamento tenía la vista más increíble de North. Aún en la
oscuridad de la noche, podía ver el contorno del lago y el puerto.
—Guau —dije.
—Ya estoy temiendo tener que mudarme. Nada se comparará. —
Colocó la botella de vino en el mostrador y abrió una gaveta, sacando
un sacacorchos. Vi copas colgando bajo un gabinete y las saqué,
poniéndolas hacia arriba para él.
Estudié sus largos dedos a medida que cortó el papel de aluminio.
Sin ser capaz de hacer preguntas, hacía que empezar una conversación
fuera difícil, y parecía gustarle el silencio. A mí no. Podía ser inteligente
al respecto; usualmente respondía cuando hacía un comentario u
observación.
—No me gusta no ser capaz de hacerte preguntas con respecto a
cómo sucedió esta noche.
—Eso debe ser frustrante para ti. —Descorchó la botella, llenó
hasta la mitad las copas con vino tinto y me pasó una. Era
juguetonamente engreído sobre sus reglas.
Tomé un sorbo de vino. Era seco y no me gustaba, y cuando
coloqué la copa en el mostrador, una sonrisa tiró de sus labios.
—¿No te gusta mi botella de vino de doce mil dólares?
—No sabe cómo a doce mil para mí.
—Pero sé que tú sí.
Estaba nerviosa cuando cerró la distancia entre nosotros y un
brazo se apretó alrededor de mi cintura. Su cabeza se inclinó hacia la
mía y me besó, su boca dominante y posesiva. Aceleró el pulso de mi
corazón. Dios, este hombre sabía cómo besar.
—¿En qué piensas? —preguntó.
—Me alegra que no me hayas besado durante las negociaciones.
Sus ojos marrones estaban curiosos. —¿Por qué?
—Porque habría aceptado tu oferta inicial. O podría haberme
conformado con una más baja.
Parecía complacido de escuchar eso. Bajó su copa y puso sus
manos sobre mí, levantándome para que me sentara en el mostrador. El
granito estaba frío contra mi piel en llamas.
Este próximo beso fue más agresivo. Goteaba lujuria y la promesa
de más placer a medida que sus manos rozaron sobre mis muslos,
yendo hacia arriba. Coloqué una mano en su mandíbula definida, como
si pudiera equilibrarme por tocarlo, pero sólo hizo que la habitación
girara más duro.
Podía sentir el control escapándose.
Logan se puso más duro entre mis piernas, presionándose contra
mi centro. Su mano fue a mi hombro y me guio para que me echara
hacia atrás, para acostarme en el mostrador, su mano rozando sobre mi
pecho mientras lo hacía. Pero sólo retrocedí hasta un límite,
sosteniéndome en mis codos.
Tiró de mi falda hacia mis caderas, llevándola hacia arriba lenta y
metódicamente mientras lamió sus labios y me dio una vista de la
lengua que me tuvo prácticamente rogando por él en esa mesa. Oh,
mierda.
—¿Quieres observar? —Tenía una mirada perversa en sus ojos.
La chica tímida que había sido una vez no estaba por ningún
lado. La había destruido cuando marché dentro de la oficina de Logan
hace unos días esta semana. ¿Quién habría adivinado que terminaría
aquí, disfrutando mi castigo?
—No pude ver la última vez.
No me quitó mis bragas. Sus dedos trazaron la costura justo
dentro de mi muslo y jaló la tela hacia un lado. Entonces se inclinó,
colocó mis piernas en sus hombros y me besó justo donde quería que lo
hiciera. Los ojos de Logan se cerraron como si estuviera saboreándome.
Deslizó su dedo a través de mi carne, usó sus manos para abrirme y
lamió. Calor intenso y delicioso se esparció de ello. Era adictivo. Él era
adictivo.
Contemplándole darse un festín de mí era una tortura exquisita.
Tuve que luchar por cada respiración cuando abrió sus ojos y revisó
para ver si aún estaba observando el espectáculo.
—Me vengo —medio rogué.
—No, no lo harás.
Mis codos cedieron, y mi espalda estaba fría contra el granito,
Logan sin dar descanso ni permiso. Necesidad arañó dentro de mí y
gritaba por obtener liberación. Tenía que enfocarme en cualquier otra
cosa. Maldita sea, en lo que fuera. No pienses en la lengua lamiéndote.
Mi cabeza cayó a un lado y me sujeté de la primera cosa que vi.
Un afiche enmarcado en la pared. No era una foto artística o
reproducción de una obra de arte famosa. Era un anuncio para un auto
deportivo. Había trabajado con él lo suficiente para reconocer su estilo
donde fuera.
—¿Cuándo… —No, nada de preguntas. Solo Dios sabe qué tipo de
castigo delicioso me daría ahora mismo—. Nunca había visto ese antes.
Es asombroso.
Levantó la cabeza por un segundo para ver de qué hablaba, y sus
ojos se suavizaron por el cumplido. —Lo hice justo antes que
empezaras. —Cuando su cabeza se sumergió de nuevo, agarré un
puñado de su suave cabello, entrelazando mis dedos a través de él.
Fue como si mi halago hubiera encendido un fosforo dentro de él,
porque fue mucho más intenso y urgente, de alguna forma tan
desesperado por el orgasmo como yo. Puso un largo dedo dentro de mí y
lo curvó, rápidamente encontrando el punto que me haría enloquecer.
—Por favor, necesito… —jadeé.
—Di mi nombre cuando lo hagas.
Placer me golpeó, quemando a lo largo de mi piel, a través de cada
uno de mis nervios. Me retorcí y mi rodilla envió una de las copas en
picada hacia el piso de baldosas, seguido por el sonido del vidrio
rompiéndose.
Creo que habría gritado su nombre, aunque no me lo hubiera
ordenado.
—Sabes, tengo vecinos —bromeó, liberando su agarre de mis
bragas para que volvieran de golpe a su lugar.
Luché para regresar a la tierra. —Lo siento por la copa.
Su mano fuerte se cerró alrededor de una de mis muñecas y me
ayudó a sentarme. —No te preocupes por ello, es mi culpa por dejarte
acabar.
—¿Por dejarme… —Mierda, formúlalo como una declaración. Era
como una versión retorcida de Jeopardy2—. Lo dices como si no
quisieras que sucediera.
Su mano se entrelazó en mi cabello y tiró hacia atrás, inclinando
mi cabeza hacia él. —Preferiría que sólo te vinieras en mi polla.
Puede que hayan sido sus palabras o el orgasmo reciente, pero
me estremecí.
—¿Te gustaría eso? —Su rostro era seductor y poderoso—.
¿Venirte de nuevo en mi polla?
No tenía que hacer esto; ya había hecho el dinero que necesitaba.
Podía dejar el sobre con mi nombre garabateado en él en su mostrador
ya que nuestra transacción de negocios estaba completa. Había venido
a su casa con él para obtener respuestas, pero ahora tenía una nueva
meta. Lo que estaba preguntando… lo que mi jefe estaba interrogando,
era si quería dormir con él.
—Sí.
Oh, maldita sea, sí.

2 Concurso de televisión estadounidense con preguntas tipo trivia, su mecánica


consiste en que los concursantes eligen uno de los paneles del tablero de juego, el
cual, al ser descubierto, revela una pista en forma de respuesta; los concursantes
deben dar sus respuestas en forma de una pregunta.
Traducido por MaJo Villa
Corregido por Sandry

No limpió el vino o el vaso roto. Me ordenó que envolviera mis


brazos y mis piernas a su alrededor para que pudiera llevarme hacia su
habitación a oscuras. Me agarró una rodilla y me acostó en la cama
matrimonial perfectamente hecha, alejándose para quitarse la chaqueta
y desapareció en el vestidor.
La luz se encendió, y me levanté para sentarme, observándolo.
Sus dedos desabrochaban los botones de su camisa de vestir, primero
los puños y luego el cuello, y hacia abajo. Cuando se la quitó y la colocó
en una percha, mis ojos codiciaron cada deliciosa curva de sus
músculos. El filtro de mi boca-cerebro dejó de funcionar. —Maldita sea,
eres hermoso.
Parpadeó, como si se encontrara sorprendido. Seguramente un
hombre como él había escuchado eso o algo similar antes, pero de
nuevo, estoy segura de que siempre es bonito escucharlo.
—Creo que esa es mi frase —dijo—. Quítate el vestido.
¿Por qué me gustaba esto? Un hombre ordenándome se suponía
que me provocaría ira ardiente. En lugar de eso, me levanté sobre mis
rodillas y obedecí, levantando la tela y sacándola por encima de mi
cabeza, lanzándola hacia un lado para así quedarme de rodillas en la
cama con mis bragas solamente, mis pechos al descubierto para que
pudiera follarme con esos fascinantes ojos.
—Cuando entraste el miércoles —desabrochó su cinturón y se
quitó los pantalones—, no te reconocí hasta que te sentaste en tu
escritorio. —Se aproximó a la cama, colocando una mano en mi cadera
en donde se aferraban las bragas y empezó a bajarlas—. Casi tuve que
masturbarme bajo mi escritorio después de que te fueras de mi oficina.
¿Qué? Este lado suyo era impactante y emocionante. —Eso
habría sido muy inapropiado.
Sonrió. —Oh, ¿de verdad?
Mientras me bajaba la ropa interior, metí una mano debajo de sus
calzoncillos y envolví mis dedos alrededor de su pene. Tal vez era un
efecto secundario de las cintas en el club, pero me encantó sentirlo.
Amé ser capaz de tocarlo, de sentirlo sacudiéndose en mis manos, de
llegar a burlarme de él como lo hizo conmigo.
—Quiero chuparte —dije, sin saber de dónde salió eso. Quiero
decir, me gustaba hacerlo, pero no era algo que por lo general
anunciaba.
—Qué sorpresa —dijo, sin expresión—. Yo también quiero eso. —
Se sentó con su espalda contra la cabecera y se quitó los calzoncillos,
su pene en posición firme. Ya había olvidado lo largo que era, y debió
haber notado la preocupación en mi rostro.
—¿Qué?
—Eres inmenso —dije, inquieta.
—Esto no debería ser nueva información para ti.
Oh, no sabía que pudiera tener sentido del humor. —¿Cómo voy a
encajar eso en mi boca?
Se congeló. —¿Eso era una pregunta?
—No.
No le di tiempo para que reaccionara o pensara en una forma de
castigarme. Me deslicé hacia abajo en la cama, abrí mi boca tanto como
pude, y me lo llevé adentro. Su respiración salió en un siseo.
—Parece encajar bastante bien.
Me encantaba esto, amaba saber que no pensaba en nada más
que en lo que le estaba haciendo. Pasé la lengua por encima de la
cabeza aterciopelada de su pene y empecé a meterlo y a sacarlo.
Controlarlo de esta manera… era adictivo.
Usé mis manos en él, apretándolo con fuerza y bombeándolo
cuando retiré mi boca un momento. Luego mantuve apretados mis
labios y lo empujé de nuevo hacia dentro, haciéndolo gemir. Lo chupé y
di un latigazo con mi lengua, haciendo todo lo que podía para devolver
algo del placer que me había dado, empujando a un lado los
pensamientos de que este hombre dominaba mi carrera. No quería
pensar en las repercusiones de esta noche. De todas formas, lo había
empezado.
Logan era diferente cuando se encontraba en mi boca, bajo mi
poder. Parecía disperso. Sin controlarse. Y se encontraba en silencio.
Por lo general, eso era lo quería, pero no esta noche. Podía preguntarle
qué era lo que quería para animarle a hablar, pero eso violaría una
regla… al diablo.
—¿Te gusta follarme la boca?
Estaba respirando con dificultad y parecía como que se esforzaba
para procesar la pregunta. Una alarma debió haberse apagado en su
cabeza porque me enganchó bajo mis brazos e hizo que me apartara.
Me levantó, colocando una de mis piernas en su regazo,
posicionándome encima de él.
—Me gusta más follar tu pequeño coño apretado.
Maldita sea, las cosas que decía. Era algo tan excitante. Se inclinó
y mis ojos se cerraron, anticipando su beso. Lo ansiaba, y solo con el
más leve indicio de sus labios tocando los míos, se habían ido. Me moví,
pero me alejó. Sus manos me agarraron la cabeza y la sostuvieron con
fuerza para que pudiera girarse a solo una respiración de distancia.
Él sabía lo mucho que deseaba su boca sobre la mía. —No
rompas las reglas —me advirtió. Colocó sus labios en mi cuello y lo
chupó. Con fuerza. Cuando se retiró, se rio entre dientes—. No te puedo
decir lo poco profesionales que pienso que son los chupones.
Traté de alejarme, pero me sostuvo con fuerza.
—Estoy bromeando —dije—, no te marqué. Pero podría hacerlo en
otros lugares.
Hubo un dolor pulsante entre mis piernas. ¿Qué quiso decir? ¿Un
chupetón en otro lugar? ¿Otra nalgada, tal vez esta vez una menos
juguetona que la última vez? La habitación se sentía como si se
encontrara a mil grados. Estaba oscuro, pero la luna del exterior era
llena y brillante, y había dejado la luz de la cocina encendida, la que
entraba por la puerta abierta del cuarto. Sus ojos eran cálidos e
intensos mientras inspeccionaba mi rostro.
—Vas a contenerte el orgasmo porque será mejor cuando te lo
permita. Así que necesito saber cuándo te estés acercando.
—Ya pareces estar bastante consciente. —Me hallaba un poco
enojada por lo rápido que había tomado el control sobre mi cuerpo.
—Quiero llevarlo un poco más lejos. —Se inclinó hacia el lado de
la mesa y abrió el cajón, sacando un paquete de aluminio—. Verde
significa continúa, amarillo quiere decir que te estás acercando, y rojo
significa detente porque estás a punto.
—¿Quieres que te diga que te detengas? Sí, esa es una pregunta,
supéralo.
Abrió el paquete del preservativo y se rio. —Está bien. Sí, confío
en que te detengas tú misma. Valdrá la pena, te lo prometo. —Su mano
se movió entre nuestros cuerpos y se colocó el condón. Sus manos se
encontraban calientes en mi cintura.
—Probablemente debería decirte —dije—, que esta noche ya he
tenido más de lo que alguna vez he tenido, así que… puede que eso
para mí no suceda.
—Estoy dispuesto a intentarlo si tú lo estás. —Instó a que me
bajara para que me presionara contra él. Se encontraba justo en mi
entrada y tan duro. Dios, lo deseaba.
—De acuerdo. —Tragué un respiro. ¿Podría hacer esto?—. Verde.
Se empujó dentro de mí lentamente, bajándome en él. Aunque ya
sentía un poco de dolor por lo de antes, se sintió increíble.
—Amarillo. —Salió sin aliento.
—No puedes decir solamente amarillo porque se siente bien. —Me
dio una sonrisa retorcida—. Todavía no hemos empezado a movernos.
Entonces, empezó a follarme. Dije eso porque a pesar de que me
encontraba arriba, estaba en completo control. Mantuvo una mano
sobre mi cadera y guio mi ritmo, sus ojos fijos en los míos, mientras su
otra mano me agarraba el pecho. Su pulgar rozó mi pezón, y arqueé la
espalda ante su toque, disfrutando de la sensación. Llené mis manos
con su cabeza, pasando mis dedos a través de su cabello. Era tan
suave.
—Bésame —demandó. ¿Cómo demonios podía decir que no a eso?
El entusiasmo entre nuestros cuerpos al estar juntos hizo que
nuestro beso se saliera de control hasta que fue agresivo y apasionado,
y tuve que alejar mis labios de él.
—Amarillo —jadeé. Esta vez sabía que era una advertencia real.
Si desaceleraba un poco, no podría decirlo. Tenía ambas manos
en mis pechos, apretándolos juntos y presionándome hacia atrás lo
suficiente como para que pudiera sumergir su cabeza en ellos y tirar de
un pezón con su boca. Oh, mierda, mi pezón estaba como un nudo duro
y tan sensible que podía sentir cada caricia sutil de su lengua.
Salió de mí mucho más firme esta vez—: Amarillo, Logan.
El calor se estaba derramando por mi cuerpo y la electricidad
bailaba por mi columna. Así que cuando me mordió y se empujó con
fuerza, me dejó sin alternativa.
—Joder, rojo.
Todo movimiento cesó y los únicos sonidos eran su respiración
constante y mis jadeos. Yo sonaba como si me estuviera ahogando, y
también me sentía de esa forma. Atrajo mi rostro hacia el suyo y me
besó. Su lengua exploró mi boca, invitándome a hacer lo mismo. Lo
hice. Cuando el beso terminó, se echó hacia atrás y sonrió.
—¿Verde?
—Verde —susurré contra sus labios.
Oh, cielos, me encontraba en problemas cuando sus caderas
empezaron a moverse de nuevo. Coloqué mis manos en sus hombros y
peleé con él por el control por encima del ritmo, pero en realidad no
importó. Mientras se deslizaba adentro y afuera de mí, se sentía tan
bien. Me obligué a mí misma a bajar hacia él y abrí más mis rodillas
para poder tomarlo tan profundo como me fuera posible.
—Amarillo —dijo, y me congelé. Una sonrisa apareció en mi
rostro, emocionada por aprender las dos formas por las que iba esto.
Me dejó cabalgarlo hasta que llegué al amarillo, y luego de nuevo
tomó el control. Me llevó todo el camino hacia el rojo, donde mis muslos
quemaban y mi cuerpo rogaba liberarse. No le pedí permiso; sabía que
diría que no. Mis piernas se sentían como gelatina cuando me ayudó a
bajarme de él y a rodar sobre mi espalda.
Él estaba arriba, mis pechos aplastados bajo su amplio pecho. No
podía creer que este hombre, el de la oficina apenas a nueve metros de
mi escritorio, podía ser tan jodidamente bueno en lo que hacía. Arrastré
mis uñas por su espalda la primera vez que llegué al rojo, y hundí mis
dientes en su hombro la segunda vez. La última vez había sido casi
imposible decirle rojo, mi cuerpo clamaba un amotinamiento desde mi
mente. La primera vez que había llegado a rojo y se levantó a sí mismo
apoyándose en sus brazos, su mirada en mí debajo de él. Observé el
ascenso y la caída de su pecho.
—Por favor. —Traté de no sonar desesperada—. Ya no más.
No me contestó, en su lugar se bajó de mí y me giró hacia un lado
para que estuviera enfrentando la gran ventana, mi espalda contra su
pecho.
—Te sientes como si fueras a seguir para siempre. —Suspiré
cuando se deslizó en mi interior. Cerré los ojos, dejando salir una
lágrima de frustración.
—¿Estás lista? Va a ser intenso —susurró detrás de mi oreja.
¿Esto no había sido intenso ya?
No sería capaz de decirlo de nuevo, y salió de mi boca,
entrecortado y tembloroso—: Verde.
Sus estocadas fueron lentas y profundas hasta que llegué al
amarillo, y luego colocó una mano en mi cadera y se dirigió en mi
interior.
—Todavía no —dijo, desacelerando.
—No —chillé.
La mano dejó mi cadera, levantó mi rodilla, y colocó la pierna
hacia atrás por encima. Para que así pudiera colocar sus dedos en mi
clítoris. Al momento en el que se empujó dentro de mí, sus dedos se
movieron, tocándome justo en mi núcleo.
—Dame lo que es mío —ordenó.
Intenso no era una palabra lo suficientemente fuerte cuando
empezó. El placer fue demasiado y fue doloroso, robándome el aliento
cuando el borde filoso del orgasmo se apoderó de mí. Y cuando el borde
se desvaneció, el orgasmo siguió viniendo, ola tras ola. Había parado de
moverse, tal vez para dejarme salir, pero cuando todos mis músculos se
cerraron sobre él, me atrajo a su lado. Su voz ronca resonó en un largo
gemido con mi nombre mientras se empujaba con fuerza y profundidad.
Eso solamente lo hizo mejor y mucho peor. Creo que perdí el
conocimiento por un segundo cuando palpitó en mi interior. La mano
en mi clítoris había desacelerado, pero no había parado, y yo estaba tan
excesivamente sensible allí abajo que mi cerebro ya no podía interpretar
el placer. Se sentía como dolor.
—Détente —gemí, todavía corriéndome. Incluso el más mínimo
toque suyo hacía que todo mi cuerpo se estremeciera y contrajera—.
Oh, Dios, por favor.
—¿Me estás… rogando que… pare de hacerte correr? —No podía
recuperar su aliento, aunque su clímax había acabado. La mano se
había ido, y finalmente, el agarre del orgasmo liberó su control. Mi
mano tenía un puñado de su edredón y cuando le permití relajarse, se
salió.
Medio me reí, medio sollocé en la almohada debajo de mi cabeza.
La cama se movió mientras rodaba, o colapsaba sobre su espalda.
Después de un momento de descanso, lo escuché sacar un pañuelo de
la caja en la mesita de noche. Se debió haber librado del preservativo.
—¿Estás bien? —Pasó un brazo a mí alrededor, girando mi
barbilla hacia él—. Estás temblando. —Sus ojos estaban llenos de
preocupación.
—Sí, estoy bien —dije—. Sin embargo, no esperes que camine
pronto. Necesito acostarme aquí y morir un poco de tiempo.
—¿Necesito decirte lo jodidamente maravilloso que fue eso?
Porque lo fue.
—Para mí, solo estuvo bien.
Me dio una mirada de complicidad, sus ojos brillando. —La
próxima vez tendré que esforzarme más.
¿La próxima vez? Quería preguntarle qué exactamente tenía en
mente. Pero no podía. Mi cuerpo estaba demasiado gastado para
arriesgar cualquier cosa y sería mañana en pocas horas. Entonces
podría preguntarle cualquier cosa. Es decir, si me quedaba a pasar la
noche. Lo que iba a tener que hacer; por un tiempo no iba a ser capaz
de ponerme de pie.
Me acurrucó entre sus brazos sin decir una palabra. Una mano
fuerte apartó el cabello de mi cuello. Logan me besó allí y me desmayé.
Traducido por Vane hearts
Corregido por Nikky

Me encontraba en la cama de mi jefe. Desnuda. Las cortinas del


ventanal abiertas, y la habitación brillando como el día. Día, no
mañana. Oh, Dios mío, ¿qué hora era? Me di la vuelta y miré su
despertador. Las nueve y algo. Eso no era tan malo, pero un muy
desnudo Logan Stone se hallaba a mi lado, roncando suavemente.
Quien mencionó que quería ascenderme. Se veía bien en un traje, pero
era mejor así. Tranquilo, atractivo… espera, no. Aterrador.
Me obligué a darme vuelta y admirar la otra vista de la
habitación. Al igual que la sala de estar, la ventana del piso al techo, y
no habían edificios entre su casa y la playa. Nadie podía vernos, no es
de extrañar que no cerrara las cortinas.
Me encontraba adolorida por el dichoso castigo que puso en mi
cuerpo anoche. Mis brazos picaban por las correas, mis abdominales
dolían por tener mis piernas a su alrededor sobre la mesa. Y la
situación abajo… dolía, pero valió totalmente la pena.
No obstante, no había manera de que fuéramos a ser capaces de
hacer cualquiera de esas travesuras esta mañana, y sospechaba que
cuando despertara, estaría en su agenda. Me besaría y eso convencería
a mi cuerpo de aguantar. Creo que su beso podría hacer que haga lo
que sea.
Me senté con cautela y me levanté con mis pies descalzos,
caminando suavemente sobre la alfombra a su lado de la cama donde
mi ropa interior y vestido se hallaban en el suelo. No tenía intención de
irme. Simplemente necesitaba una capa de ropa por protección. Para
frenarme en caso de que despertara y juntara nuestros labios.
Mi sombra de ojos y rímel se habían trasladado por debajo de mis
pestañas inferiores, y lo limpié con mis dedos, haciendo mi mejor
esfuerzo para no lucir como si me hubieran follado hasta el cansancio
anoche. Mi cabello se hallaba plano y lánguido. Podría ir a buscar el
listón para cabello en el bolso que dejé en el mostrador de la cocina.
Logan se encontraba todavía fuera de combate. En la esquina de
la habitación, había una pequeña silla tapizada. Un pensamiento se
formó en mi cabeza. Se despertaría eventualmente, descubriría que no
me hallaba en la cama, y cuando se incorporara, estaría esperándolo en
esa silla. Vestida y con las piernas cruzadas, y teniendo la delantera,
lista para exigir respuestas. Prácticamente, corrí hacia la cocina en
busca de mi bolso.
Mi idea debe haberme distraído del sonido de vidrio siendo
arrastrado hacia una pala, así que cuando salí de la habitación y ella se
levantó, ambas nos asustamos entre sí.
—¡Dios mío! —exclamó. Era una morena con el cabello corto, ojos
risueños, y unas cuantas libras de más alrededor de su cintura.
Supongo que probablemente en sus cincuenta. Ciertamente no era su
ama de llaves, el parecido era evidente. La madre de Logan se
encontraba limpiando el cristal que rompí cuando su hijo bajaba en mí.
Quería fundirme en el suelo y desaparecer para siempre.
—Debes ser la novia de Logan —dijo—. A la cual no quiere
dejarme conocer.
Todo se enfrió y mi mente entró en guerra con sí misma,
desgarrada entre la ira y el dolor. ¿Cómo pudimos haber hecho todo eso
ayer por la noche si no era soltero? No se me permitió hacer preguntas,
pero asumí que no tendría que formular esa. ¿Cómo pudo?
—Oh. —Eso fue todo lo que pude decir, cuando en realidad quería
decir, Oh, mierda. ¿Cómo le explicaría a su mamá que no era su novia?
Ella sabía que salí de su dormitorio. El vestido que llevaba no era el
atuendo para el almuerzo del día domingo. Si no era su novia, entonces
eso me hacía la otra chica que follaba. Lo cual, al parecer, era. Mi
creciente ira y la vergüenza estaban alcanzando sus límites…
—Sí. —Su voz llegó desde la puerta del dormitorio, captando
nuestra atención—. Sí, es ella.
El idiota se había puesto un par de pantalones, y sus ojos
suplicaban a los míos que le siguiera el juego. Dejé que mi mirada se
achicara. ¿Por qué debía hacer lo que quería? Tenía una novia para eso.
—Bueno, es un placer conocerte, Evelyn —me dijo su madre,
extendiendo una mano—. Soy Susan.
Espera, ¿qué?
¿Cómo sabía mi nombre? No podía ser una coincidencia. No había
muchas mujeres de mi generación llamadas Evelyn. Me quedé mirando
su mano como si fuera un alíen, y luego, lentamente, la sacudí,
tratando de no ser grosera. Cuando la solté, me giré hacia Logan y su
rostro se hallaba en blanco. ¿Qué demonios estaba pasando?
—Te di esa llave para emergencias —le dijo.
—No contestabas el teléfono, y cuando entré vi los cristales rotos.
—Estamos bien.
—Bueno, ¿puedes darte prisa entonces? Ya vamos tarde.
—¿Tarde? ¿Qué hora es? —Sus ojos buscaron un reloj—. Joder.
Se enderezó ante la palabrota.
—Lenguaje, por favor. ¿Vendrás también? —Miró mi vestido con
preocupación.
—No —dije. No importaba lo que fuera, lo único que quería ahora
era salir como el demonio de allí—. Debo irme.
—Espera un minuto, déjame vestirme y te llevaré a casa —dijo.
Susan suspiró y apretó el puente de su nariz.
—No puedo perder otra de sus reuniones. ¿Vas conmigo o no?
Hubo un enorme conflicto en sus ojos.
—Sí, pero necesito un minuto. Evelyn, podemos…
El latigazo de dolor y enojo a confusión abrumadora y sospecha
fue paralizante. Tenía que escapar, huir antes de perder los estribos.
—No importa, tengo que correr. Un placer conocerla.
—No. —Caminó hacia mí, pero agarré mi bolso y miré hacia atrás.
Intenté asegurarme de que supiera que sería mejor dejarme en paz.
—Oh, espera —dijo Susan—. ¿Creo que esto es tuyo? Tiene tu
nombre en él.
Levantó el grueso sobre de dinero en efectivo, pero no creo que se
haya dado cuenta de que su acción incrementó la tensión entre Logan y
yo. Si le decía que lo dejara, que era de Logan, ¿echaría un vistazo en el
interior? Agarré el sobre.
Me siguió hasta la puerta.
—Por favor, espera, necesito hablar contigo.
—Me puedes llamar más tarde. —El escrutinio en la mirada de su
madre era pesado y necesitaba un deshago. Necesitaba el deshago de
los aterrados ojos de Logan.
No podía pedirme mi número si quería seguir con la farsa de que
era su novia. Así que el idiota se inclinó y trató de besarme para
despedirse, pero anticipé esta táctica. Moví mi cabeza en el último
segundo por lo que besó mi mejilla, y atravesé la puerta antes de que
pudiera detenerme.

Mi caminata de la vergüenza fue afortunadamente corta. Prendí


de nuevo mi teléfono durante el viaje a casa en taxi y descubrí que tenía
una media docena de llamadas perdidas y dieciocho mensajes de texto.
Dos eran de Payton y el resto de Blake. Iban desde disculpas hasta la
preocupación, los borré. Mi cabeza era un jodido desastre.
Las probabilidades de que Logan me llamara eran casi nulas. Mi
número de teléfono era muy similar al número de un restaurante
tailandés, y el mes pasado renuncié a intentar explicarle a los clientes
molestos que habían marcado mal. No he tenido tiempo de actualizar
mi archivo de trabajo con el nuevo número porque el fin de semana de
emergencias no se encontraban en los gráficos.
En el momento en que terminé de ducharme, repetí la
conversación en mi mente varias veces. Lo que sabía por hechos era que
le dijo a su madre que tenía una novia. Luego de eso, fue especulación.
O su madre no sabía mi nombre y lo vio en el sobre, o le había dicho
que estábamos saliendo.
Me vestí y estaba a punto de llamar a Payton cuando el timbre de
mi puerta sonó.
—¿Sí? —pregunté.
—Evie, gracias a Dios que estás bien. —La voz de Blake crujió a
través del intercomunicador—. ¿Puedo subir?
No había manera de posponerlo, así que pulsé el botón. Un
minuto más tarde, se hallaba en mi puerta, abrazándome.
—¿Estás bien? —Me aplastó contra su cuerpo—. ¿No te das
cuenta de lo peligroso que fue? ¿El irte a casa con un tipo al azar de ese
lugar?
Me aparté de su abrazo.
—No fue al azar, era mi jefe.
—¿Es una especie de término de club de sexo?
—No —espeté—. Es mi jefe. Como en, el gerente del departamento
de gráficos.
El rostro de Blake se contorsionó en una mezcla de horror y
confusión.
—¿Lo conoces?
—Sí. —Y no, no en absoluto.
Doblé mis piernas debajo de mí en mi sofá, y segundos más tarde
se unió a mí. Parecía no haber dormido. Me pregunté qué le dijo a Amy,
pero no me molesté en preguntarle. No importaba. Su comentario
enojado hacia Payton me mostró un lado que no había visto antes, e iba
a ser difícil reparar el daño.
—Sé que no debería haber dicho eso cuando lo hice, pero no me
disculpo por lo que dije. —Incluso con el agotamiento, se veía guapo. Al
igual que el hombre del que estuve enamorada hasta anoche—. Te amo.
—Salió tan forzado como la última vez.
Me incliné hacia delante y acuné mi cabeza entre mis manos.
—No puedo lidiar con esto ahora mismo.
Mi teléfono sonó con un nuevo correo electrónico. No era mi
cuenta personal, era de la oficina. Sólo podía ser una persona. Como la
típica forma de sus mensajes de correo electrónico, éste era breve y
directo.
Necesito tu número, el que está en el archivo es incorrecto.
Dejé mi teléfono sobre la mesita de café y lo alejé. Decidí tratar
con el hombre sentado junto a mí primero.
—Si la amas, entonces ve a amarla. Payton tiene razón, Amy se
merece a un hombre que le sea honesto. Y yo también. —Mi mirada se
desvió hasta el teléfono, y entonces nuevamente a él—. Si hubiéramos
sido hechos el uno para el otro, creo que habría ocurrido.
—Todo está mal, lo sé. Dime lo que quieres. ¿Todavía me amas?
—En serio, no puedo tener esta conversación ahora.
—¿Por qué?
A qué demonios se refería, ¿por qué? Porque acababa de tener el
más increíble sexo de toda mi vida ayer por la noche con un hombre
fascinante. Su comentario sobre "la próxima vez" bailó a través de mi
cerebro y me torturó.
—Anoche fue demasiado intenso —dije—. Aún no he procesado
una onza de ello. Pero ya que lo trajiste a colación, supongo que te
acuerdas de la víspera de Año Nuevo.
Su expresión se suavizó.
—Pienso mucho en ello.
—¿Le dijiste a Amy al respecto?
Sabía que su respuesta sería "no" porque no es incómodo entre
Amy y yo. Al menos, no por su parte, a menos que sea una especie de
actriz increíblemente talentosa. Dudaba mucho que dejara a Blake
continuar su amistad conmigo en su condición actual, si sabía que
estuve enamorada de su novio.
Cuando no respondió, fui a la puerta para mostrarle la salida.
—Necesito que me des un poco de espacio en este momento. Te
llamaré en la semana.
Cuando no se movió, me preocupó que no se fuera. Pero suspiró y
se acercó a mí, su mano ahuecando mi cara.
—Lo resolveremos.
Mi teléfono sonó con otro correo electrónico, rompiendo el hechizo
que tenía sobre mí. Cerré la puerta detrás de él cuando se fue, y me
apresuré a revisar el correo. Esta vez era mi dirección.
Estaré allí en veinte minutos.
Le envié un correo electrónico a Logan en respuesta, esperando
encontrarnos en un terreno neutral, en público, por lo que sería menos
probable asesinarlo. También, un lugar sin camas a la vista.
No voy a dejarte entrar. Nos vemos mañana, jefe.

Prepararme para el trabajo suele ser una rutina. Una batalla


intentar averiguar qué ya me he puesto recientemente así no estaré
repitiendo trajes, y para asegurarme de que estoy vestida
apropiadamente para el clima. Son solo unas pocas cuadras desde la
parada del autobús al edificio de oficinas, pero mi día puede ser
arruinado antes de que comience si está lloviendo y no me encuentro
preparada.
Hoy fue difícil en un nivel completamente nuevo. Me puse mi
conjunto favorito de sujetador y bragas, un rosa bebé con pequeños
lunares negros, esperando que me hicieran sentir como que si todo
estuviera bien y que no me hallaba dispuesta a soportar el día más
incómodo del trabajo en mi vida.
Me vestí con pantalones de tela y una blusa color crema con
brillosos tacones dorados, uno de mis nuevos trajes, que hacía juego
con un collar de piedras de color coral. Intento vestir la línea entre la
diseñadora y profesional de negocios, y este es uno de los pocos
atuendos que creo que lo logra.
Mis tacones fueron arrojados en mi bolso de gran tamaño junto al
sobre de dinero en efectivo que tendría que devolverle. Tal vez tendría
que esperar hasta que fuera a almorzar y ponerlo sobre su escritorio,
pero era mucho dinero para dejar al aire libre. Estaba segura de que
vendría a buscarme de todos modos. No hubo respuesta alguna a mi
correo electrónico y eso me pareció un poco escalofriante.
Intenté leer mi libro en el viaje en tren, pero me mantuve
escaneando la misma página una y otra vez, sin prestar atención. Tenía
planeado llegar temprano, pensando que podría pasar la puerta de su
oficina e ir a mi cubículo antes de que llegara, pero me tomó mucho
tiempo prepararme y terminé llegando diez minutos tarde. Su luz se
hallaba encendida y la puerta abierta cuando llegué al final del pasillo.
Todo lo que podía esperar era que no se encontrara en su oficina en
este momento.
Suspiré con alivio cuando la encontré vacía, y ese suspiro murió
en mi garganta cuando di vuelta en la esquina a mi cubículo.
—Llegas tarde —dijo Logan, con un semblante sombrío.
Me tomé mi tiempo y seleccioné lo que pensé era mi mejor traje, y
tuve la sospecha de que hizo lo mismo. Su camisa de botones de color
acero parecía impecable contra su piel bronceada, y sabía exactamente
dónde debajo de sus pantalones negros el bronceado se detenía. Su
corbata era el tono perfecto de gris metálico y por un momento me
pregunté si podía sacar mi paleta de colores y encontrar la muestra
correspondiente.
Coloqué mi bolso en el suelo y saqué mi silla para sentarme.
—Sí, estoy retrasada esta mañana.
—¿Podemos hablar en mi oficina?
No iba a hacérselo más fácil.
—Sólo si se trata de trabajo.
Su expresión no cambió en lo más mínimo.
—¿Qué otra cosa podría ser? —Me dejó allí, sin decir palabra,
exigiendo que lo siga. Mi sangre hirvió.
Me quedé en la puerta de su despacho, como si eso fuera a evitar
que me atrapara allí. Levantó un sobre cerrado, un paquete de
muestras con las especificaciones de diseño y directrices.
—Este es el paquete de GoodFood. Quieren una completa
renovación de imagen —dijo—. No verde, el cliente se mostró inflexible.
Moderno, pero no de moda o pretencioso.
Este era un gran trabajo, y el hecho de que me lo asignara
temporalmente me hizo olvidar la incomodidad.
—¿Me lo estás dando?
—¿No crees que puedas manejarlo? —dijo, tal vez preocupado de
que no lo hubiera arrancado de sus manos todavía.
—No, puedo. Me siento cómoda tomando un proyecto de este
tamaño. —Tomé el paquete de muestras, desorientada cuando no dijo
nada. Ni siquiera me miró, parecía que estuviera examinando su correo
electrónico. ¿Cómo es que no quiere hablar sobre lo que pasó?
—¿Necesitas algo más? —preguntó, como si estuviera flotando
sobre él, molestándolo.
Entonces comprendí. Esta era otra prueba, un juego. Quería que
iniciara la conversación. No había ninguna oportunidad.
—Solo decir gracias. —Mis tacones eran silenciosos en la
alfombra mientras salía de su oficina, con una sonrisa en los labios.
Este era un juego que yo ganaría.
Conseguir la cuenta de GoodFood no podría haber llegado en
mejor momento. Trabajé durante el almuerzo, investigando al cliente y
leyendo sus quejas con su marca actual una y otra vez, para poder
hacer frente a sus problemas de la mejor manera posible.
No lo vi durante el día. Pero a las cuatro y cuarenta y cinco, recibí
un correo electrónico de Logan y sin una línea de asunto, y contuve la
respiración.
Necesito que hagas un vector de este logo para un cliente, y
lo necesito lo antes posible. Ya que llegaste tarde, puedes
quedarte hasta tarde.
Cuando abrí el archivo, maldije a la pantalla. Era un pedazo de
basura compuesta por diez diferentes gradientes y rellenos de mallas.
No había manera de que pudiera ejecutar un programa de rastreo en él.
Tendría que volver a dibujar desde cero, y tomaría al menos una hora.
Este era trabajo improductivo de mierda. Castigo.
Es increíble cómo la oficina se vacía a las cinco con cinco cuando
la gente corre para alcanzar sus trenes. Me coloqué mis auriculares y
me puse a trabajar, celosa, pero esto era totalmente algo de Logan, y
era justo. Yo había llegado tarde.
Terminé el logotipo en tiempo récord, mi molestia alimentándome
hasta el final. Tan pronto como escribía un correo electrónico a Logan
con la obra acabada adjunta, uno nuevo apareció. ¿Todavía estaba
aquí?
Ven a mi oficina ahora y trae el sobre.
Lo saqué de mi bolso y entré rápidamente a su despacho,
golpeándolo sobre el escritorio, sorprendiéndolo.
—Buenas noches —escupí y me giré sobre mis talones para irme.
—Suficiente —dijo, levantándose—. Cierra la puerta, tenemos que
hablar.
Es lo que quería, y sin embargo temía.
Debió sentir mi vacilación.
—Déjame endulzar el acuerdo, entonces. —Había un borde de
inquietud en su voz—. Reglas uno y dos se aplican.
Giré, incrédula.
—¿Cómo eso endulza el trato?
—Debido a que se aplican a mí.
Traducido por Daniela Agrafojo & evanescita
Corregido pro Jadasa

La puerta golpeó ruidosamente cuando la cerré. Podría haber sido


un poco demasiado enérgica en mi afán. ¿No tenía permitido hacerme
preguntas, pero tenía que responder todas las mías honestamente? Eso
sonaba bastante jodidamente dulce.
—Bloquéala —dijo.
—¿Por qué?
Se veía incómodo. —Porque espero que terminemos follando aquí.
Bueno, esa era una respuesta honesta, pero sentía que girar el
cerrojo era estar de acuerdo con eso.
—Mejor prevenir que lamentar —agregó.
Giré el cerrojo y caminé hacia la silla frente a su escritorio, la
misma en la que revelé mi terrible equivocación.
—¿Por qué no te sientas? —pregunté. A pesar de que era su
oficina, yo era la que tenía el control. Se sentó en su sillón, su mirada
fija en mí—. ¿Por qué te ves tan nervioso?
—Porque no sé qué preguntas vas a hacer.
—Esta fue tu idea —le recordé—. ¿Tienes novia?
Una pequeña cantidad de alivio pareció atravesarlo mientras se
sentaba. —No, no tengo.
Una cantidad de alivio mucho más grande me atravesó.
—Entonces, ¿por qué le dijiste a tu madre que tienes una?
—Mi hermano se va a casar este fin de semana. Mi hermano
menor. Está convencida de que no voy a casarme nunca, que es
demasiado tarde para mí ahora que… tengo más de treinta. —Aflojó el
nudo de su corbata y se desabotonó las mangas, enrollándolas a
medida que seguía hablando—. Me prohibió aparecer en la boda sin
una cita, usando eso como excusa para emparejarme con alguien
horrible. Así que le dije que estaba viendo a alguien.
—¿Y me escogiste a mí?
—Me pidió un nombre, y le di el tuyo.
Encontré eso un poco difícil de creer. —¿Mi nombre fue el primero
en aparecer en tu mente?
Una sonrisa traviesa apareció en su rostro. —Sí. No podía creer
mi tonta suerte cuando vino y dijo tu nombre.
—¿Cuál era tu plan cuando te aparecieras sin una cita en la
boda?
—Le diría que rompiste conmigo, e iba a estar demasiado
deprimido para charlar con cualquiera de las mujeres disponibles con
las que quería juntarme.
De acuerdo, de un pedazo importante de información ordenada, a
la otra. —¿Cómo supiste que me encontraba en el club?
—Paso.
—Disculpa, ¿pasas?
—Volveremos a eso en un minuto. —Cuando abrí la boca para
protestar, añadió—: No estoy violando la regla. Dice que tengo que
responder y hacerlo sinceramente. No dice cuándo tengo que hacerlo.
No sé qué me irritaba más, el hecho de que no hubiera
respondido, o que no había sabido que podía hacer eso cuando sus
reglas se aplicaban a mí.
—¿En dónde conseguiste el dinero?
—De mi cuenta de ahorro para mi jubilación.
Mis ojos cayeron al sobre encima del escritorio. Oh, Dios. No le
presté mucha atención a la investigación, pero mi tío era un contador
que me ayudó a configurar mi cuenta. Y la única cosa que lo estresaba
era no tocar mi cuenta de ahorro para mi jubilación bajo ninguna
circunstancia, porque las sanciones eran extremas. Solo llevaba
trabajado en la agencia por dos años, de manera que lo que hubiera
acumulado habría sido borrado si lo hubiera intentado.
Entonces, eso significaba en realidad que Logan no me hubiera
pagado doce grandes. Pagó incluso más.
—¿Por qué harías eso?
Se veía culpable. —Una parte de mí se siente responsable. Llegué
a confiar en tu trabajo, por lo que apenas miré la prueba que me
enviaste. —Sus ojos cambiaron y se volvieron cálidos y seductores—.
Una parte mucho más grande de mí lo hizo porque quería.
—¿Por qué? —Creo que me sonrojé.
—Porque pensé que estarías asombrosa.
No sé por qué me sentía nerviosa cuando era él quien era
interrogado. —Entonces, ¿lo estuve?
—¿No dejé claro que lo estuviste?
Dejé de respirar por medio segundo y luego volvió con la
realización. —Espera, ¿esa fue una pregunta? —Se suponía que eso
tenía consecuencias, pero mi cerebro me falló. No podía venir con
ninguna clase de juguetona cosa tortuosa para hacerle que no fuera
tortuosa para mí también—. Responde mi pregunta. ¿Cómo supiste del
club?
Se veía un poco decepcionado de que hubiera salido con eso.
—Ven aquí, y te mostraré.
Suspiré y me levanté de la silla, dando tres pasos para llegar
detrás de su escritorio donde se paró abruptamente y me jaló contra él.
—¿Qué estás…?
Me silenció con uno de sus besos adormecedores de mente. No
era un beso suave y delicado. Era uno agresivo, controlador, devorador.
Deslizó una mano detrás de mi cuello y la otra se encontraba en mi
culo, presionándose contra mí. Luché para estar por encima de eso,
pero me ahogué en él. Deseo brilló al rojo vivo a través de mi cuerpo,
directo al lugar entre mis piernas.
—No me estás mostrando nada que no sepa ya —murmuré entre
besos, volviendo por más. La mano en mi culo viajó hacia el frente,
arrastrándose lentamente en el valle entre mis muslos.
El botón de mi pantalón quedó desabrochado en un segundo e
interrumpió el beso, girándome en sus brazos para que enfrentara la
computadora.
—Necesito que envíes un correo —dijo. Su respiración era firme y
controlada, pero yo ya me encontraba desesperanzadamente sin aliento.
Se sentó en su silla, asegurándose de que entendiera que me quería de
pie, y abrió una ventana nueva de correo. Tenía que inclinarme sobre él
para hacerlo mientras permanecía de pie.
—¿A quién va dirigido el correo? —pregunté, sin moverme.
—Evelyn Russell.
—¿Quieres que me mande un correo a mí misma?
—Sí. —Sus ojos tenían una expresión presumida.
Le di una mirada exasperada y me incliné, poniendo mis manos
sobre su teclado. Tipié la E y la V y dejé que se completara
automáticamente.
—¿Cuál es el asunto? —pregunté.
—Política de Uso del Ordenador.
Comencé a escribir cuando sus manos se cerraron alrededor de
mi cintura y bajaron el cierre, bajando mis pantalones más allá de mis
rodillas. El aire sobre mi piel desnuda era casi tan sorprendente como
la acción en sí.
—Hmm, me gustan estas —dijo, pasando una mano bajo mis
bragas rosadas—. Sigue escribiendo, por favor.
Porque solo había escrito tres letras en la palabra “política” antes
de girarme hacia él, sorprendida. Rodó su silla hacia atrás, así estaba
directamente detrás de mí y sus manos amasaron mi piel, rozando los
bordes de mis bragas.
—¿Qué estás haciendo?
—Dictándote un correo porque mis manos están ocupadas.
Escribí el resto, sin preocuparme en ponerlo en el caso del título
como normalmente lo hago, la confusión haciendo que esta tarea fácil
pareciera cirugía cerebral.
—Evelyn —dijo—. Puedes o no recordar… —Sus dedos rozaron la
entrepierna de mis bragas humedeciéndose rápidamente, haciéndome
saltar—. Deberías estar escribiendo ahora.
Escribí apresuradamente, y cuando mis dedos dejaron de
moverse, empezó.
—…el documento del uso del ordenador de la compañía que
firmaste cuando fuiste contratada. —Frotó el punto que dolía por él a
través de la tela. Intente concentrarme en las palabras y no en lo que
hacía o en el deseo que hundía sus poderosas garras en mí.
—Me gustaría recordarte que tu gerente tiene software de
monitoreo —dijo. Tiró las bragas a un lado y me expuso a él,
arrastrando su mano sobre mi piel desnuda—. Y que tu sistema solo
debería ser usado para tareas relacionadas al trabajo.
¿De qué demonios hablaba? No usé mi computadora para cosas
que no fueran del trabajo cuando se suponía que estaba trabajando. —
No entiendo por qué…
Enterró un dedo dentro de mí y gemí.
—No puedo escribir cuando haces eso. —Se sentía tan diferente
desde ese ángulo, una nueva clase de placer. Además, no podía superar
cuán increíblemente caliente y travieso era, lo que hacíamos en su
escritorio. Aun así, lo que me tenía escribiendo también tenía a mi
cerebro confundido y luchando por prestar atención.
—Debes encontrar esto distractor —dijo en una voz baja y sexy.
Luego volvió a su tono de dictado—: No deberías usar tu sistema para
revisar tu correo personal o las redes sociales, ni siquiera durante los
descansos. —Su dedo salió y luego se enterró en mí una y otra vez—.
Escribe, Evelyn.
Mis dedos manosearon el teclado. Vi la línea roja bajo una
palabra mal escrita y la arreglé, todo mientras tenía mis bragas
agrupadas a un lado y me follaba con un dedo. Me encontraba
imposiblemente húmeda, y sabía que su cara se encontraba fija en mi
trasero justo frente a él.
—Gracias por tu comprensión, Logan. —Tan pronto como las
palabras salieron de su boca, se inclinó en su silla y puso su lengua en
mí.
—¡Oh, mierda! —grité. Mis piernas temblaron cuando su lengua
me acarició. La necesidad que se apoderó de mi cuerpo amenazó con
romperme.
—Envíalo —susurró, separando apenas sus labios de mi piel.
Cliqueé el botón, pero permanecí como estaba. No había manera de que
fuera a detenerlo, pero mi maldito cerebro no iba a callarse, y la
distracción me alejaba de llegar a donde quería que me llevara.
—Aun no comprendo.
—Vi el logo del club en el correo que te envió el dueño, y me sentí
curioso sobre quién lo diseñó. —Se apartó y bajó mis bragas hasta mis
rodillas—. Pensé que podías estar independizándote, así que después de
que te fuiste de mi oficina, miré en tu ordenador.
Olvidé que tenía esas capacidades. Pensé que me encontraba a
salvo ya que era mi cuenta personal y que no decía mucho en el correo.
—Sin embargo, no había nada en el correo.
El calor de su rostro regresó. Su lengua se deslizó en mi interior,
y luego, como ocurrió en el club, llegó más allá del punto que me traía
placer pero que también me hacía sentir incómoda. Sucio y equivocado,
pero se sentía tan bien.
—Detente, no puedo pensar cuando... estás ahí abajo.
—No quiero parar. —Cerró sus manos sobre mis caderas y me
lamió de delante hacia atrás, sacando un estremecimiento de mi
cuerpo—. Habías dicho que conseguirías el dinero el sábado por la
noche, y el dueño decía que llevaras contigo el contrato el sábado. —
Empujó dos dedos dentro de mí, llenándome mientras su boca me
chupaba.
—Todo lo que tenía que hacer —continuó—, fue enviar un correo
electrónico al tipo y preguntarle a que se refería. Me lo explicó todo.
Mis manos se apretaron en puños mientras la conmoción en mi
cerebro aumentaba.
—¿Qué pensaste cuando lo supiste?
—Me sentía emocionado, de que estuvieras... estás —corrigió—,
interesada en ese tipo de cosas. Pero me encontraba preocupado por ti y
molesto. Casi te di el dinero el viernes para detenerte. Pero si te daba el
dinero, ¿no debería obtener algo a cambio? Te he deseado por siempre.
Así que podría darte el dinero, conseguir lo que quería y nunca te
enterarías de que fui yo.
—¿Qué? —Mis caderas se movían sutilmente con su ritmo,
pidiendo más. ¿Por siempre? Me hallaba cerca. ¿Se suponía que debía
decirle amarillo?
—No tenía la intención de sacarte la venda de los ojos.
No podía ver la expresión de asombro en mi cara. Era difícil
imaginarlo ahora, en retrospectiva. ¿Qué pasaría si no lo hubiera
hecho? Habría ido a trabajar todos los días completamente ajena.
—¿Por qué lo hiciste?
—Me desagrado que no supieras que era yo, y me di cuenta de
que estaría a salvo de una denuncia de acoso sexual una vez que
rogaste por esto.
El aire abandonó mis pulmones cuando dejó de hablar y metió su
cara en mi coño. Arqueé mi espalda, y con la confusión, finalmente
aclarada, me vine ardientemente rápido, colapsando sobre el escritorio
fresco, electricidad corría a través de cada centímetro de mi cuerpo. Por
un momento, el único sonido era mi pesada respiración.
—Se supone que solo tienes que venirte en mi polla. —Su voz era
malvada. Las ruedas de su silla chirriaron cuando se levantó y se oyó el
ruido de su cinturón y cremallera deshaciéndose. Todavía estaba
recuperándome cuando un envoltorio de condón fue rasgado.
—Si pudiera, te preguntaría si quieres esto. —La cabeza de su
polla se deslizó entre mis pliegues, burlándose de mí. Era una pregunta
concreta como una declaración. Lo hacía mucho mejor que yo.
—Sí. ¿Lo harías?
—Joder, sí. —No fue tan suave esta vez, cuando empujó en mi
interior.
—Guau —jadeé ante el malestar—. Despacio.
—Lo lamento —susurró, congelándose. Aun manteniéndose en mi
interior, continúo deslizándose lentamente, adaptándome, hasta que
estuvo tan profundo como pudo.
—Muévete —medio mandé, medio rogué.
Hizo lo que le pedí, permitiéndose a sí mismo penetrarme a un
ritmo majestuoso. Aquí, en su escritorio con todas las luces encendidas
y mis bragas alrededor de mis rodillas. Sus manos recorrieron mi
cuerpo, deslizándose por debajo de mi blusa para ahuecar mis pechos
cubiertos por mi sujetador.
—Quítate la blusa —dijo.
Tire de ella sobre mi cabeza, e hizo un ruido de apreciación
cuando vio el sujetador. Quería hablar con él en un lugar seguro, libre
de camas, pero de alguna manera cuando me vestí esta mañana, sabía
que era irrelevante. Dejaría que me tuviera de nuevo si podía explicarse
adecuadamente. Así que me puse la ropa interior más sexy que tenía
para él.
Llenó sus manos con mis senos, las yemas de sus pulgares
rozando sobre la piel sensible justo por encima de las copas de corte
bajo.
—Deberías preguntarme lo que estoy pensando —instó.
Oh, cierto. Olvidé ese beneficio. —¿En qué estás pensando?
—Que el equipo de limpieza tiene una llave de mi oficina y estará
aquí pronto.
Esperaba algo sexy y no eso, definitivamente.
—Así que voy a follarte fuerte y rápido —continuó—. No dudes en
venirte tantas veces como quieras.
Eso lo hizo mejor. Me penetró, empujando más y más fuerte con
cada paso hasta que me encontraba frenética y sin aliento. Mis dedos
arañaban el escritorio, buscando algo a lo que aferrarse, encontraron el
borde antes que yo. Apreté mis manos, mientras tomaba un puñado de
cabello de mi nuca.
Tiró, con fuerza. No fue doloroso, sin embargo, me volvió loca de
lujuria. Puso sus labios al lado de mi cuello. Esto hizo surgir a mi
estrella porno interior. —¿Te gusta mi coño apretado?
—Jodidamente lo amo.
Oh, mierda, iba a hacer que me corriera. Sus embestidas furiosas
hacían que mis caderas golpearan el cajón de su escritorio, pero no me
importaba. Todo en lo que podía pensar era en la liberación que
amenazaba y la sangre corriendo en mis oídos. Pero si eso era todo en lo
que podía pensar, ¿qué pasaba con él?
—¿Qué estás pensando ahora?
Dudó.
—Regla número dos, Logan.
—Estoy pensando en cómo reaccionarás si hago esto. —Lamió la
yema de su pulgar y la deslizó entre mis nalgas, presionando en mi otra
entrada. Esto se sentía sucio, pero no tan intenso como lo que había
hecho con su boca. Travieso. Prohibido.
Estaba curiosa. Payton disfrutaba lo anal. No lo diría si no fuera
cierto.
—Eso... se siente bien —admití.
Empujó dentro de mí como si mi voluntad lo encendiera. Golpeó
en mí, y poco a poco aumentó la presión, deslizando su pulgar hasta el
primer nudillo en mi culo. Fue impactante, extraño, y me hizo
estremecer.
—Quiero saber cómo se siente —dijo entre respiraciones—. Si
quieres que vaya más allá.
Honestamente, no tenía ni idea. Estaba tan cerca de irme por el
borde, me sentía desfallecer. —Sólo quiero que me hagas venir.
—Puedo hacer eso —dijo. Deslizando su otra mano a mi cintura,
así podría cambiar el ángulo de mi cuerpo, uno donde sentiría todo de
él a la vez, tanto por dentro como por fuera. Empujando el escritorio,
arrastrándolo y haciéndolo chirriar. Oh, mierda, oh, mierda, oh,
mierda...
Este orgasmo superó al primero. Fue rápido, pero intenso, y dicha
rodó a través de mí.
No redujo la velocidad como lo había hecho otras veces; mantuvo
su ritmo al penetrarme. Su respiración se hizo más fuerte, laboriosa y
corta, mientras sus embestidas eran más frenéticas. Se encontraba tan
duro como una roca en mi interior, llenándome. Podía sentir que me
hallaba tan cerca, y quería que perdiera el control como lo hizo
conmigo.
—¿Vas a venirte?
—Mierda, sí. Jodidamente. Justo. Ahora.
Su cuerpo empujó en mí por última vez, y entonces gimió una y
otra vez.
Dios, escucharlo hizo que me estremeciera por dentro, y la
sensación de él latiendo dentro de mí era como ninguna otra. Me hizo
creer que ningún otro hombre podría satisfacerme.
Recuperó el aliento antes que yo, y se dejó a caer en su silla. Sus
manos tiraron de mí, de manera que me senté de costado en su regazo.
—Probablemente deberíamos vestirnos. —Levantó mi mentón y
me besó suavemente—. Quiero cenar contigo.
—¿Se aplican las reglas?
—Hasta que salgamos de mi oficina.
Le di una sonrisa tímida. —Podemos ordenar aquí.
—Es tan difícil tener una conversación sin preguntas.
Eso era cierto, y realmente, no tuvimos una. —Está bien, ¿Qué
tienes en mente? —Me bajé y levanté mis bragas y pantalones, se
deshizo del condón y comenzó a vestirse.
—Está este lugar de comida salteada, ¿has ido allí?
Me detuve en medio de la búsqueda de mi blusa y lo miré. Esta
vez mi cerebro estaba funcionando, así que busqué el broche en mi
espalda y desabroché mi sujetador, dejando que las correas desciendan
a mis codos, y luego caiga al suelo.
—Ups —dije con cara seria.
No es que mis senos sean algo espectaculares. Son bastante
normales, quizás un poco más grandes. Pero era un hombre, y a los
hombres les gusta mucho los senos. Me senté en la mesa y lo dejé
mirarlos, y cuando se acercó para poner una mano en uno de ellos, lo
empujé.
—Sin tocar, romperías una regla.
Sonrió. Volví a vestirme y mientras terminaba de subir su
cremallera, me di cuenta de que mi oportunidad de obtener respuestas
de él se acababa. Así que si había algo que quería saber que estaría
renuente a revelar, tendría que preguntar ahora.
—¿Con cuántas mujeres te has acostado?
Apagó su ordenador portátil y suspiró. —Espero que estés segura
de que quieres saber.
—Lo estoy.
—Probablemente con casi treinta.
Había preguntado, sin embargo, fruncí el ceño. Solo Dios sabía
cuál era el número de Payton. Estoy segura de que eran más de treinta,
pero mi número era tan bajo. —¿Quieres saber mi número?
Sus ojos se abrieron con sorpresa. —Sí.
—Cinco.
Sus hermosos ojos se abrieron aún más. —Supongo que tu
número no me incluye.
—Sí, te incluye. —Me coloqué mi blusa y me comprobé,
asegurándome de que todo estuviera en su lugar—. ¿Por qué sigues
soltero?
Apenas hizo el nudo de su corbata y sus manos de detuvieron. De
hecho, todo su cuerpo se quedó inmóvil. —Paso.
—No puedes pasar de nuevo. —Rodé los ojos. Su mirada era tan
sorprendentemente intensa que me puso seria. Me robó el aliento.
—Es porque, en este momento, no estoy interesado en tener una
relación. —Reanudó lo que hacía, pero todo su cuerpo se encontraba
tenso. ¿Esta pregunta lo ponía nervioso?
—¿Por qué?
Su expresión se tornó amarga. —Las relaciones son sobre
compromiso. —Fijó su expresión en una autoritaria—. ¿Y yo? No hago
compromisos.
No, definitivamente no. Pero aun así... —Esa no es una respuesta
real.
—Así que rompí una regla. ¿Qué harás al respecto?
Que me retara fue sorpresivo y mi cerebro estaba completamente
en blanco, así que hice mi mejor esfuerzo para asegurarle que sonaba
fuerte. —Ya se me ocurrirá algo.
Traducido por Jeyly Carstairs., Fany Stgo & Pachi Reed15
Corregido por Ana Avila

Nos sentamos en una mesa cerca a la puerta. Incluso para un


lunes por la noche, el lugar estaba lleno. Los dos habíamos tomado los
tazones con nuestros nombres escritos en ellos para el buffet,
llenándolos con carne y verduras, y colocándolos junto a la estación de
cocina que contenía un grupo de hombres revoloteando sobre sartenes.
—Hemos hecho esto al revés —dijo mientras caminábamos de
regreso a nuestra mesa—. Sexo, luego la cena, y después voy a pedir tu
número.
—¿Qué si no te lo doy?
—Voy a insistir, o buscaré en tú archivo —Su expresión era seria,
pero había alegría en sus ojos.
—Déjame ver tu teléfono.
Me pasó el suyo y, mientras guardaba mi número, se me ocurrió
una idea. ¿Para qué exactamente lo necesitaba? Puse el teléfono sobre
la mesa, y cuando se inclinó para recuperarlo, mi mano atrapó la suya.
—¿Qué tienes planeado hacer con mi número? —pregunté.
—¿Llamarte?
—¿Para qué? —Mi voz se redujo a un susurro—: ¿Sexo?
Sus cejas se juntaron en confusión. —Tenía la impresión de que
te gustaba hacer eso conmigo.
—Me gusta. —Solté su mano, confundida.
—Evelyn. —Tomó un calculada respiración, y su rostro lucía
sorprendentemente intenso—. Creo que estamos más allá del punto de
ser tímidos sobre lo que queremos. Así que dilo.
Tenía razón, pero aun así era difícil ponerlo en palabras, sobre
todo después de lo que acababa de confesar en su oficina.
—No estoy hecha para hacer eso fuera de una relación. Necesitaré
que sea… más.
No hubo ninguna reacción de su parte, enviando mi corazón en
picada hasta mi estómago. Sus pupilas colocadas en una mirada
exigente, evaluándome.
—Estoy bastante seguro de que te lo dije, no estoy interesado en
eso.
Expulsé el aire de mis pulmones, sin saber cómo proceder. —Lo
entiendo, pero no estoy interesada en sexo casual.
—¿Eso se sintió casual para ti?
Había algo chispeante en la personalidad de Logan con lo que
estaba familiarizada. —Sabes lo que quiero decir.
—Así que, esto es, ¿qué? ¿Un ultimátum? —Su voz era dura—. Te
aconsejo que no lo hagas. No reacciono bien a ellos.
Esta conversación iba en espiral descendente. —No es un
ultimátum. Todo lo que te estoy diciendo es que no puedo dormir con
un chico que está durmiendo con otras personas.
Su boca se abrió y se cerró un segundo más tarde. —Entiendo. No
voy a hacer eso.
Lo miré de una forma escéptica.
—Lo que estas pidiendo no es irracional —dijo. Se quedó en
silencio durante un largo rato, como si estuviera considerando algo—.
No estoy interesado en una relación, pero estoy interesado en ti. Puedo
ser exclusivo por eso.
¿Trataba de convertir mi cerebro en espaguetis? ¿Qué significaba
eso? —¿Tú serás…? No lo entiendo.
—No tendrás que compartirme, y no tengo que compartirte.
Dios, realmente no quería ponerle una etiqueta a esto.
—Tenemos que discutir cómo va a funcionar. Podría ser difícil en
la oficina, y luego está el tema de la promoción.
—¿Por qué eso es un problema? He estado allí el tiempo
suficiente, la mitad de las personas ya piensan que soy una diseñadora
senior.
Hubo un destello de algo en sus ojos, y luego se había ido. —Sí,
eso es verdad. Pero todavía tenemos el problema de las críticas. ¿Vas a
tomarlo como algo personal si digo algo negativo sobre tu trabajo
artístico?
Tuve que sonreír. —Um, no, jefe. Lo manejaré como siempre lo
hago. Estoy extremadamente acostumbrada.
—¿Qué significa eso?
—Vamos, he soportado tus sesiones de crítica para levantar la
moral desde hace un año. Tengo piel gruesa. —Nuestro mesero nos
entregó nuestra comida, y asentí un “gracias”—. No tienes que
preocuparte de enviarme a casa llorando.
—Nunca he hecho eso —se burló.
¿No lo sabía? —No a mí, pero ¿recuerdas la primera prueba del
anuncio de la magdalena que Jamie hizo el mes pasado?
Hizo un ruido de disgusto. —Prefiero no hacerlo.
Le di una mirada expectante, esperando que lo hiciera.
—¿La hice llorar?
Salió antes de que pudiera detenerlo—: Puedes ser una especie de
idiota.
Empujó sus hombros hacia atrás, como si lo hubiera impactado.
Sin embargo, era demasiado arrogante o terco para escucharlo. —No,
no lo soy, soy honesto.
—Sí, brutalmente honesto. Una cosa es decirle a alguien que su
duro trabajo no es el mejor. Tal vez ni siquiera bueno. Otra cosa es
decir que se ve como una mierda total.
—No iba a endulzarlo. Ese anuncio sobre magdalenas me hizo
querer dejar de comer por completo. —Metió el tenedor en su cena—.
¿Crees que lo que digo es malo? Deberías escuchar los comentarios que
recibo de algunos de nuestros clientes. ¿Y sabes lo que es que todo el
que tenga una licencia de Photoshop piense que es un diseñador?
Estaba segura de que era cierto, que había escuchado cosas
mucho peores. —Sí, lo sé, pero puedes expresar tu punto sin tanta
rudeza. Creemos que deberías bajarle.
—¿Creemos?
No estaba segura de lo mucho que debería decir, pero si podía
hacer una diferencia, tenía que intentarlo. —No soy la única diseñadora
que piensa eso.
Sus hombros subían y bajaban, había una actitud defensiva en
sus ojos. —¿Quién más?
—No voy a dar nombres.
Frunció el ceño. —Dame un número.
—No sé. Tal vez veinte.
—Eso es la mitad del maldito departamento —dijo.
—No tenía la intención de emboscarte con esto, tal vez no
deberíamos hablar de cosas del trabajo.
—No, está bien. —Aunque su tono decía todo lo contrario—.
Dime, entonces, como habrías realizado la crítica a Jamie.
Apenas recordaba el anuncio, pero la mirada que Logan me dio
era penetrante, y de alguna manera sabía que si no salía con algo, lo
utilizaría para probar su punto.
—Le habría dicho que era trillado y que esperaba que, tal vez
pudiera sentarse con un diseñador que tuviera una estética totalmente
diferente y viera cuál sería su enfoque. Jamie estaba atascada en un
bache —expresé—. No creo que haya descubierto que debía dejar de
poner sombras en todo hasta que tú en realidad le dijiste.
Estaba sentada frente de una figura de cera; creo que ni siquiera
parpadeó. ¿Realmente lo había sorprendido? ¿Herido?
Tragó saliva, volviendo poco a poco a la vida. —Probablemente
habría reaccionado de manera diferente a eso —dijo como si fuera
doloroso admitirlo, y estaba agradecida de estar sentada cuando pasó.
El perfecto Logan Stone admitía un error.
—Fue diferente el lunes pasado. Mejor —dije.
—Llegué tarde a la reunión.
—Oh, correcto. No debes haber tenido tiempo para prepararte por
tus masajes. —No pude evitar cavar un poco.
—Me encontraba preparado, pero dado que mi masajista tuvo un
accidente con su auto y apareció veinte minutos tarde, tuve que
mantener las críticas breves y puntuales. Ya había hecho perder
bastante tiempo a todos. En realidad, a nadie le importó lo que tenía
que decir después de eso.
—Oh. —Era verdad—. Podrías haber intentado disculparte.
Me dio una sonrisa tensa. No, ese no era su estilo.
—Bueno, olvidémonos de eso —dije—. Te prometo que no voy a
guardar rencor si quieres ser honesto con mi trabajo. Eso es
independiente de… —hice un gesto entre nosotros—, lo que sea que sea
esto.
—Esto —dijo—, va contra la política. Es por eso que no vamos a
decirle a nadie sobre esto en la oficina.
No era necesario que me lo dijera. —Entiendo. No soy muy
cercana con nadie allí de todos modos. —De hecho, Logan era ahora el
“amigo” más cercano que tenía allí.

Cuando la cena terminó, me llevó a mi casa y estacionó en la


calle.
—¿Puedo subir? —preguntó.
Su apartamento era impecable, lo cual no me sorprendía. Era un
fanático del control en la oficina; supuse que se extendía a todos los
aspectos de su vida. Definitivamente a su vida sexual, no es que me
estuviera quejando. Sin embargo, mi lugar era un desastre. Siempre era
un desastre.
—Justamente no tendí la cama esta mañana. O limpié la
explosión de ropa. —O lavé los platos de la cena de anoche con Payton.
—Entonces, ¿es un no? —Sus ojos marrones lucían sorprendidos.
—No, pero es… no es como tu lugar. ¿Eres claustrofóbico?
Me dio una mirada cautelosa. —No lo creo. ¿De qué nivel de
desorganización estamos hablando? ¿Tengo que reportárselo a la
FEMA3?
Cuando lo guie adentro, lo comprendió. Mi apartamento/estudio
era estrecho. La cocina era una fila de armarios y electrodomésticos a la
derecha. Tenía una mesa en el centro, y en la pared del fondo estaba mi
sala de estar.
Dejé la puerta abierta para el armario, el cual se encontraba junto
a mi baño. No pareció molestarse por el desastre, pero sabía que algo
estaba mal.
—¿Dónde está la cama?
Lo miré tímidamente. —En el armario.
Era más fácil enseñarle que explicarle. Abrí más la puerta y tiré
de la cadena de la luz. El vestidor era sorprendentemente grande para
un lugar tan pequeño. Solo lo suficiente como para que cupiera mi
cama matrimonial.
Se rio y luego se puso serio, probablemente pensando en ambos
en ella.
—Empiezas cada día saliendo del armario.
—¿Crees que eres el primero en decirme esa broma? Ya la he
escuchado. —Me quité los zapatos y empujé toda la ropa que traté de
apilar esta mañana para que hubiera más espacio para el sofá. Llegué a
mitad de camino cuando unos brazos rodearon mi cintura y me giraron
para un beso. Este era menos agresivo. Casi dulce, pero me provocó lo
mismo. Nos sentó en el sofá a la vez que el beso se intensificó y fue en
una espiral fuera de control.
—No puedo mantener mis manos lejos de ti —dijo. Lo entendía.
Sus suaves labios dejaron mi boca y viajaron por el lado de mi cuello
hasta que encontró el lugar exacto donde mi pulso se aceleraba por él.
—No escucharás quejas de mi parte. —Había algo sobre él que me
hacía decir cualquier cosa que estuviera en mi mente, como si
desactivara mi filtro mental. Era extraño y estimulante—. Me encanta la
forma en que me tocas.
Me dio una sonrisa maliciosa. —Lo haces, ¿eh?

3Federal Emergency Management Agency, en español: Agencia Federal para el Manejo


de Emergencias. Es la agencia del Gobierno de los Estados Unidos que da respuesta a
huracanes, terremotos, inundaciones y otros desastres naturales.
Sus fuertes brazos se cerraron alrededor de mí y me levantaron,
colocándome sobre él, así me encontraba a horacadas en su regazo,
mirando los oscuros ojos que me estudiaban. Inclinó la cabeza hacia
atrás en el sofá y me miró, dándome una ojeada de regreso. Su mano
hizo mi cabello a un lado y, gentilmente, me jaló para un beso.
No era como cualquiera de los otros que me había dado. Este fue
tierno, lento y lleno de calor que amenazaba con consumirme. Se robó
mi aliento y me mareó. Mi corazón latía tan rápido que podía escucharlo
resonar en mis oídos.
—Alguien toca la puerta —dijo, sacándome de mi niebla. No
fueron mis latidos; era un puño golpeando contra la madera. No quería
moverme, pero el golpe se escuchó de nuevo.
—Evie. —La amortiguada y elevada voz de Blake vino del pasillo.
¿Qué demonios? Le dije que lo llamaría en el transcurso de la
semana, ¿qué pasó con lo de darme espacio? Gruñí y bajé de Logan,
mis piernas debilitadas por el beso me llevaron hasta la puerta.
—Alguien abajo me dejó entrar —anunció Blake al entrar—. La
dejé. —Se dio vuelta para verme, ajeno a todo a nuestro alrededor,
incluyendo al hombre que se paró del sofá. El rostro de Blake era
salvaje y caótico, y se veía…
—¿Estás tomado? ¿Condujiste hasta acá? —pregunté.
—No, tomé un taxi. ¿Me escuchaste? Se terminó con Amy. Le dije
todo, le dije que te amo. Como me dijiste…
Oh, no. —Cierra la boca, Blake…
—… que me amabas. Siempre has sido tú, Evie.
La espalda de Black se encontraba hacia Logan, pero yo podía ver
hasta la última gota de inquietud en el rostro de Logan. Su mirada
oscura hacia Blake era contradictoria.
—Eso fue hace meses —anuncié para que Logan pudiera
escucharlo—. Ya no es verdad.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir con que no es verdad? —El caos en
los ojos de Blake llegó a otro nivel, rozando la ira—. Tú, ¿qué? ¿Dejaste
de amarme de repente por qué traté de evitar que cometieras el peor
error de tu vida? —Dio un paso hacia mí, luciendo destrozado—.
Hubieras podido lastimarte, te hubieran violado, o te hubieras
enfermado.
—Allá no es así —dije.
Logan avanzó en silencio hacia Blake, quien seguía sin notarlo.
—No me importa como sea allá, sólo me importas tú.
Seis años de carencia en mí se estremecieron al oírlo venir de los
labios de Blake, todo ello mientras observaba al hombre detrás de sus
hombros; amenazó con destrozarme. La mano de Blake se posó en mi
cintura y me atrajo hacia sí, y en su estado de embriaguez, no fue
gentil. Me estrellé contra su pecho y luché de inmediato para alejarme
de su repentino agarre.
—¿Qué tipo de hombre paga tanto dinero para acostarse con una
mujer? Te lo diré, uno realmente jodido.
—Creo que no nos hemos conocido —dijo Logan.
—¡Jesucristo! —Blake se balanceó hacia un lado, liberándome,
golpeando una de las sillas de mi cocina con el costado. En el momento
en que la parte libre de alcohol de la mente de Blake reconoció a Logan,
su mirada se dirigió a mí, con puro asombro.
—Blake, este es Logan.
—Su novio. —No había ninguna duda en la voz de Logan, y mi
cerebro quedó sordo por la sorpresa.
—¿Tu qué? Pensé que dijiste que era tu imbécil jefe.
Logan lo miró, divertido. —Sí, soy eso también.
Blake se compuso, enderezándose. No es como si Logan fuera
pequeño, pero Blake era alto y fornido, y su tamaño era físicamente
intimidante. Si Logan se encontraba nervioso, no lo mostraba. Se
hallaba calmado y fresco, y muy en control, lo opuesto a Blake.
—¿No es suficiente lo que le hiciste en el club? ¿También la
chantajeas para que sea tu novia? Eres un bastardo enfermo.
Observé cómo las manos de Blake se cerraron en puños, y todo el
cabello en mi nuca se erizó. Nunca lo vi en una verdadera pelea, y sentí
que me hallaba más cerca que nunca de atestiguar una en este mismo
momento.
—No me está chantajeando —dije—. Yo se lo pedí.
—¿Tú…? ¿No me escuchaste decir que la dejé? ¿Por ti?
—¿Recuérdame cuándo te pedí hacer eso? —espeté—. Eso es
cierto. Nunca.
La expresión de Blake cambió a una de incredulidad. —Esto es lo
que querías.
Tal vez un poco de eso fue cierto alguna vez. ¿Pero ahora? —No.
No lo es. Te dije, es demasiado tarde.
No pareció creer una palabra de ello, pero se quedó allí con los
ojos sin pestañear por un momento. —Por lo que, ¿sólo volvemos a ser
amigos?
—Sí.
—No creo que eso sea posible.
—Hemos sido amigos por, como, seis años. ¿Por qué no pode…?
La expresión de Blake cambió y se endureció. —De acuerdo. Amy
me echó, así que necesito un lugar para dormir.
—Eso no va a jodidamente pasar —la voz de Logan era autoritaria
y aterradora. Sus oscuros ojos se hallaban fijos en mí, esperando mi
confirmación.
—Resuélvelo, Blake —digo—. Llama a uno de tus otros amigos o
consigue una habitación de hotel.
El hombre más alto me dio una sonrisa triste antes de irse a la
puerta. —No es demasiado tarde para nosotros. Esperamos mucho
tiempo. Puedo esperar un poco más hasta que averigües que este tipo
no es para ti.
No azotó la puerta al salir, simplemente la cerró detrás de él, sin
molestarse en decir adiós. La mirada de Logan ardía sobre mí.
—Sí. ¿Por qué no regresamos a mi casa? —Su voz era ligera, pero
podía escuchar el borde grave en ella—. Tengo una cama de tamaño
adulto en donde me gustaría hacerte cosas bastante adultas.
Su broma rompió la tensión y lo miré, agradecida. Sólo, que no
creo que estuviera bromeando. Era difícil saberlo cuando se encontraba
medio serio y cuando estaba totalmente serio.
—Sí, estoy segura de que nadie pensará que es raro que me lleves
hasta el trabajo mañana por la mañana.
—Hay una parada en L a dos cuadras de mi casa.
No quería sentirme como si estuviera colándome en su oficina. Me
preparé esta mañana, sin saber qué sucedería con nosotros, y este era
el último lugar en que imaginé que terminaríamos.
—No, no esta noche.
—De acuerdo. —Pareció decepcionado y luego se transformó en
algo que no reconocí—. ¿Tienes planes para este fin de semana?
—Uh, no lo sé. —Su expresión me puso nerviosa—. ¿Por qué?
—La boda de mi hermano.
Mi aliento quedó atrapado en mi garganta. —¿Me estás pidiendo
que vaya contigo?
—Sí.
—¿Contigo? —Dios, ¿siquiera funcionaba mi cerebro? —. ¿Como
tu novia de mentiras?
Una media sonrisa apareció en su rostro. —Como mi verdadera
novia. Si haré esta relación por completo, debería recibir las ventajas de
ello.
Estoy segura de que mi cara se hallaba completamente
sorprendida. O quizá en pánico. Apenas lo conozco, ir a la boda de su
hermano era como arrojarme a la parte más profunda. Sin mencionar
que seguía conmocionada con el concepto de que Logan Stone ahora era
mi novio.
—Siempre puedo inventar una excusa para que no vayas —dijo—.
Ahora que mamá cree que eres una persona real, me dejará en paz.
—¿Eres parte del cortejo de bodas?
—Soy el padrino.
Mil pensamientos pasaron por mi cabeza. Sin duda, conocería a
toda su familia. Tendría deberes en la boda que probablemente me
dejarían sola la mayor parte del tiempo. Pero, querido Dios, Logan en
un esmoquin.
—Sí, supongo que puedo hacer eso.
Luego de declarar que estábamos en una relación, se sentía raro
estar aquí, mirando al otro y sin tocarnos, y debí haber dejado atrás mi
filtro. —Pensé que no te interesaban… los compromisos.
Me dio una especie de carcajada amarga. —Bueno, tu amigo alto
me dio una impresión. Específicamente cuando te agarró. —Entonces,
la mirada de Logan se endureció—. Aunque, Evelyn, no tendré ningún
compromiso. Seamos claros. Pasé mucho tiempo en ello.
—¿Es por eso que estás soltero?
—Ya no lo estoy.
—Logan.
Caminó hacia mí, acunó mi rostro, y me besó. Mis rodillas se
derritieron. No, todo mi cuerpo se fundió en él. ¿Cómo hizo eso?
—¿Te das cuenta de que negarte a responder solamente me
vuelve más curiosa? —susurré.
Sus labios sobre los míos no eran dulces. Eran persuasivos,
pecaminosos y exigentes. —Sé un poco más curiosa.
—No me puedes besar —solté, echándome hacia atrás—. No hasta
que respondas la pregunta que ignoraste. Esa es la consecuencia por
romper la regla.
Me dio una mirada depredadora que me ponía nerviosa pero
también excitada y hacía que mi corazón latiera más rápido.
—Puedes pensar que estás siendo inteligente, pero vas a caer
antes de que yo lo haga. —Salió tan arrogante como siempre sonaba—.
Quítate la ropa.
La sonrisa se congeló en mi cara. —¿Qué?
—Ya me has oído. —Sus manos desabrocharon su camisa y la
abrió, mostrándome ese glorioso pecho por el cual quería arrastrar mis
uñas. Se sacó una manga y luego la otra, quitándose la camisa y
arrojándola sobre el sofá.
Hay algo acerca de un magnífico hombre medio desnudo con un
reloj caro en una muñeca que es innegablemente atractivo, junto con él
de pie en el centro de mi apartamento. Sus dedos deshicieron el broche,
y colocaron el reloj sobre su camisa. Tan pulcro y ordenado. Sus dedos
fueron a su cinturón.
—Te estás quedando atrás —dijo.
Su poder era malditamente fascinante, y yo era una esclava de
ello.
Mis apresuradas manos deshicieron el broche de mi collar y lo
pusieron sobre la mesa de la cocina, la cual era la superficie plana más
cercana que pude encontrar. Tropecé hacia atrás unos pasos para
apagar la luz, por lo que sólo la bombilla en el armario iluminaba la
habitación. No es que importara, ya me había visto completamente
desnuda, pero se sentía más íntimo de alguna manera cuando la
habitación se encontraba a oscuras. La camisa subió por encima de mi
cabeza, y la arrojé a la pila.
—No, déjate eso —dijo cuándo movía mis manos hasta mi espalda
para desabrochar mi sujetador.
Se quitó sus zapatos, calcetines y pantalones, y los añadió a su
ordenada pila. Lo único que le quedaba era un par de bóxeres negros
que me hicieron querer babear. Desabroché mis pantalones, bajándolos
hasta el suelo, y simplemente salí de ellos, dejándolos tendidos allí.
—Quiero aclarar —dijo, rozando un dedo sobre mis labios—, no te
puedo besar aquí. Pero en todas las demás partes está permitido. Vas a
dejarme besarte aquí. —Su dedo trazó una línea en mi cuello, por abajo
en mi escote, y por la parte superior de la copa de mi sujetador—. Y
aquí. —El dedo bajó por mi estómago. Siguió hasta que llegó a mi
centro e hizo que mi boca cayera abierta—. Y ciertamente aquí.
¿Cómo hizo eso? Un simple toque y ya estaba cayendo en
pedazos. Mi necesidad por él era insaciable.
—¿Correcto? —Su dedo se sumergió en la parte delantera de mis
bragas y me tocó.
—Sí —le contesté.
—Ya estás tan mojada. ¿Te excito tanto?
—Sí, sí. —Dios, las palabras más verdaderas del mundo.
—Sabes que es mutuo. —Usó su otra mano para tomar la mía y la
puso en la parte superior de su pene luchando contra el algodón de sus
bóxeres. Estaba tan duro. Era poderoso, saber que tenía ese efecto en
él. Y con ese poder, sabía lo que quería hacer. Puse mis manos en su
duro pecho y lo hice retroceder los tres pasos hasta el sofá.
La última vez que le había hecho esto, había durado alrededor de
un minuto. Esta noche quería ver cuán desorientado podía volverlo
mientras yo tenía el control. Me permitió empujar sus hombros hacia
abajo y sentarlo en el centro de mi sofá desgastado pero cómodo. Me
arrodillé entre sus muslos y bajé sus calzoncillos, liberando su enorme
polla.
—¿Vas a chuparme la polla?
—Ese era el plan. ¿Está bien? —Lo toqué con mis labios y le eché
un vistazo.
Su rostro estaba decidido. —Si no te importa.
Me mordí los labios y lo deslicé en mi boca, disfrutando de la
respuesta que recibí, el agudo silbido de su respiración.
—Joder —susurró. Sus manos empujaron mi pelo hacia atrás
para darle una mejor vista. Traté de tomarlo tan profundo como pude, y
mientras avanzaba, chupaba duro, ahuecándolo en mis mejillas. Me
gané una gran cantidad de palabrotas, pero todas fueron alentadoras.
—Tienes una boca sucia, jefe —dije.
—Deja de hablar y concéntrate en tu tarea. —Una vez más, no
tenía idea de si era medio-broma o si hablaba completamente en serio.
Empecé despacio, sólo mi boca succionando, y cambié a mover mi
lengua a su alrededor, lamiendo desde la base hasta llegar a la cresta
por debajo de la cabeza. Su mano que no sostenía mi pelo estaba
extendida sobre su muslo, y vi sus dedos enroscándose en un puño y
luego flexionándose.
Eso era lo que quería. Esa diminuta señal de que tal vez podría
hacer que se sintiera tan fuera de control como lo hacía conmigo.
Envolví mi mano apretada alrededor de la parte que no podía caber en
mi boca y arrastré mis manos hacia arriba, luego hasta abajo,
siguiéndolo con mi boca. No tomó mucho tiempo para que su polla y mi
mano estuvieran cubiertos de saliva.
Tomó respiraciones cortas y rápidas, mirándome con ojos
entornados. —Sí, justo así. —Una y otra vez me movía, a veces
torciendo mi agarre o dejando que mis dientes lo mordisquearan
suavemente.
—Jodida mierda —gimió—. ¿Tienes mamadas... en tu
currículum… bajo habilidades especiales? Te voy a dar una
recomendación. —Quería reír o lanzarle una sonrisa de suficiencia, pero
sus caderas se movieron para coincidir con mi ritmo, instándome a ir
más rápido. Lo hice, y su respiración se volvió más desigual y
desesperada.
—Evelyn, joder, tienes que detenerte.
Quería escucharlo y mantuve mis manos moviéndose sobre él. —
¿Por qué?
—Vas a hacer que me venga.
Usé la voz más seductora que tenía—: Tal vez eso es lo que
quiero.
Pero el poder que tenía no era tan grande cuando sólo usaba mis
manos, y podía sentir que retornaba de nuevo a él.
—Eso no es lo que yo quiero. —Fue casi un gruñido de su parte—
. Levántate.
Yo era independiente y fuerte, y fui criada para no recibir órdenes
de nadie. Sin embargo, sus órdenes me hicieron estremecer, formando
una piscina de calor en mi cuerpo, fluyendo hacia el cruce de mis
muslos. Puse mis manos sobre sus rodillas y me levanté, colocándome
entre sus piernas.
Su mano fue a los bolsillos de sus pantalones, buscando un
paquete de condones y rasgándolo para abrirlo. Vi largos dedos
expertamente envolviendo su polla. Deslizó sus manos alrededor de mi
cintura, arrastrando su lengua en la piel justo por encima de mi ropa
interior. Sus dedos se deslizaron en la tela, bajando un lado sobre mi
cadera y su caliente boca siguió el movimiento.
—Logan —susurré. Oír su nombre en mis labios tuvo un efecto en
él. Como si hubiera quebrado el control que tenía sobre sí mismo,
aunque sólo fuera por un segundo; pero valía la pena verlo deshacerse.
Sus manos tiraron mis bragas.
—Ven aquí —dijo, serpenteando un brazo detrás de mi espalda y
arrastrándome hacia él, una pierna a cada lado y su polla justo en mi
entrada—. Quiero estar dentro de ti.
Sí, quería eso también. Me colocó encima, tomando sólo la punta,
y tuve que morderme el labio. ¿Mi cuerpo nunca se acostumbraría?
Tenía sus manos en mis caderas, pero ayudaron a mantenerme allí, no
presionando a que me hundiera sobre él.
Mientras mi cuerpo se ajustaba, puso su rostro en el hueco de mi
cuello y empezó a besarme, trabajando su camino hacia arriba. Hacia
mi boca, donde sabía que no estaba permitido. Retrocedí unos
centímetros, jadeando contra la protesta que mi cuerpo hizo.
Siempre se sentía tan bien, esa primera vez que se hallaba
completamente dentro de mí, y con ganas de prolongarlo, continué
moviéndome poco a poco.
—Joder, me estás volviendo loco. —Eso salió con voz torturada.
Sus labios vagaron por mi mejilla, a lo largo de mi barbilla hasta
la base de mi garganta. En todas partes menos donde los quería pero no
estaba permitido.
Como de costumbre, Logan Stone tenía razón. Iba a ceder mucho
antes que él. Envolví mis brazos a su alrededor, poniéndolos sobre sus
hombros, y me hundí hasta el fondo. El placer fue inmediato. La rutina
de mi cuerpo contra el suyo creó una necesidad fuertemente centrada,
volviéndose más aguda mientras me guiaba de arriba hacia abajo en su
polla. Una y otra vez.
—Oh, Dios mío —murmuré, mi cabeza cayendo sobre mis brazos
descansando sobre su hombro.
Sentí sus dedos bordearme en mi espalda, liberando el cierre de
mi sujetador, y deslizando las correas por mis hombros.
—Quiero ver todo de ti. —Su voz era baja. Cálida.
Descrucé mis brazos y le dejé arrojar el sostén a toda prisa, las
correas enredándose brevemente en mis brazos a su paso. Creo que
había planeado otra sesión de maratón con un montón de palabras
sucias, pero al parecer yo cambié su curso con simplemente pronunciar
su nombre. Esto no era solo follar.
Era algo más.
Sus manos estaban por todas partes, tocándome, acariciándome,
haciéndome temblar. Me moví más rápido, mi boca plantando besos en
su cuello, chupando el lóbulo de su oreja. Su cabello suave estaba en
mis manos cuando cerró su boca alrededor de mi pezón, moviendo su
lengua y con el más mínimo indicio de dientes.
Llevé su cabeza hasta la mía, tratando de poner mis labios sobre
los suyos, pero se alejó.
—No voy a romper la regla —dijo, su voz rota. Sus ojos eran
intensos. Quería esa conexión tan mal como yo lo hacía.
—¿Por favor?
—No.
—Entonces haz que me venga —le supliqué.
—Puedo hacer eso. —Llevando su mano entre nuestros cuerpos,
tocó el nudo justo por encima de nuestra unión. Su otra mano envolvió
la parte posterior de mi cuello, sosteniéndome a él para que nuestras
frentes se tocaran, nuestros labios solo jadeando. Me miró fijamente,
calibrando cada pequeña reacción a lo que estaba haciéndome, viendo
mis señales para así enviarme sobre el borde.
—Sí. —Me quedé sin aliento—. Sí, oh, Dios mío, sí.
El placer explotó dentro de mí, irradiando hacia el exterior. Me
retorcí y resistí sobre él, sus manos sosteniéndome mientras temblaba a
través de mi orgasmo.
—Joder, Evelyn. —Se estaba viniendo, latiendo y creciendo dentro
de mí, sus manos tan fuertemente apretadas en mí que era casi
doloroso. Mi cabeza cayó hacia delante, descansando sobre sus
hombros agitados.
—No sabía que estabas cerca —le dije, recuperando el aliento.
—Siempre estoy muy cerca cuando te vienes.
Levanté mi cabeza y miré su rostro.
—¿Por qué —le pregunté—, esperamos tanto tiempo para empezar
a hacer esto?
Una enorme sonrisa se extendió por su rostro. Era bueno que ya
me hubiera venido, porque la vista de ello, probablemente me habría
hecho hacerlo.
—Supongo que no estás molesta de que te quitara la venda de los
ojos, ¿eh?
Traducido por Jasiel Odair & Annie D
Corregido por Itxi

El martes por la mañana pasé por su oficina sin girar la cabeza


para ver si se encontraba allí. Su luz se hallaba encendida y la puerta
abierta, y sabía que eventualmente lo vería. Decidí en mi viaje en tren
que este sería otro juego. ¿Quién sería mejor fingiendo que no tuvimos
sexo salvaje y sucio en su oficina o sexo loco apasionado en mi sofá
ayer? Estaba decidida a ser yo.
Antes de salir de mi casa ayer por la noche, Logan me dijo
casualmente que, como su novia, ahora la regla tres era siempre
vigente. Incluso si no se encontraba cerca. Así que, si quería tener un
orgasmo antes de ir a dormir, tendría que llamarlo o mandarle un
mensaje y pedirle permiso.
Me había reído, pero por supuesto, no bromeaba. Mi segunda
respuesta fue decirle que la regla también se aplicaba a él. La broma fue
para mí cuando me llegó mi primer mensaje de texto de mi novio diez
minutos después de la medianoche, una hora después de que me quedé
dormida.

Pensando en ti encima de la chica del club. Necesito tu


permiso.

No pensé en esto. Era un chico, lo que significaba que iba a hacer


estallar mi teléfono cada vez que quisiera masturbarse, lo cual sabía
que los chicos hacían con frecuencia.
Pero… como que me gustó. Saber que siempre tendría que pensar
en mí cada vez que estaba cerca de llegar. Le di el permiso anoche, pero
¿qué pasaría si dijera que no la próxima vez, negarle su orgasmo? ¿Le
conduciría directamente a mi casa y exigiría que le diera lo que quería?
¿Qué pasaría si dijera que no… a mí? Oh, mierda, esto iba a ser
divertido.
Calenté mi almuerzo en la sala de descanso y me hallaba
trabajando en el diseño de la tarjeta GoodFood cuando mi teléfono sonó
con un mensaje de texto de Logan.
Supongo que el almuerzo está fuera de cuestión.
No puedo. Necesito mostrarle una primera prueba a mi jefe en
cinco.

Suena como que es un negrero.

Sí, le encanta decirme lo que tengo que hacer.

Amas eso.

Me reí para mis adentros. Sí, lo hacía.


A las cuatro y cuarto recogí mis pruebas del cambio de marca
GoodFood de la impresora a color, y me dirigí a la oficina de Logan.
—¿Tienes un minuto?
Me miró como si no pudiera recordar mi nombre. Siempre
actuando.
—¿Las pruebas? —Quitó el papeleo en su escritorio para hacer
espacio a las pruebas.
Esta era nuestra primera prueba de si podríamos mantener
nuestros sentimientos personales en modo profesional. Puse la hoja
hacia abajo en el escritorio, mirándolo a los ojos. Los observó
rápidamente.
—Muchas gracias por desperdiciar la tinta de la impresora a
color. —Empujó la prueba de nuevo hacia mí, con el descontento
convirtiéndose en disgusto. Pensó que era una broma. Mantuve mi
rostro firme, apreté los labios y el color desapareció de su rostro—.
¿Esta es una prueba real? —En su asombro, su mirada volvió al papel y
buscó algo positivo. No encontró nada.
—Evelyn, esto es terrible.
Mi cara se ensanchó en una sonrisa. —Siento haber gastado la
tinta, pero tenía que saber si no te contendrías. —Puse la prueba real
por encima de la anterior.
Pareció cabreado. Y aliviado. —Has trabajado conmigo el tiempo
suficiente, debes saber que no hago eso. Aquí no.
Sentí mi cara ruborizarse.
Evaluó la prueba de manera crítica, pero dijo que le gustaba la
dirección que había tomado y me envió de vuelta con algunos cambios
que le gustaría ver antes de presentarlo. Estuve en mi escritorio cuando
en menos de un minuto recibí su mensaje de texto.
Vas a pagar por eso.
Viene familia de fuera de la ciudad para la boda. Así que
estaré ocupado el próximo par de noches. Te llamo después.

Tomé el tren a casa. Me estaba convirtiendo en una adicta en


estar a su alrededor, así que un poco de espacio no podía ser algo malo.
Que Dios me ayude, limpié mi apartamento. De hecho, colgué la ropa y
limpié los platos, lo que hizo que el lugar pareciera un poco más grande
y me distraje mientras esperaba su llamada como una adolescente
desesperada. A las nueve cuarenta y cinco me puse una camiseta y
pantalones de pijama de algodón, me lavé los dientes, y me metí en la
cama, con el teléfono al lado de mi almohada. No era una persona
madrugadora en lo más mínimo, lo que significaba que tenía que
obligarme a acostarme temprano, así podía tolerar despertarme a las
seis y media.
Tal vez no sería tan malo ahora que lo veía todos los días.
Su llamada llegó justo a las diez. —Oye, lo siento, la cena se
extendió mucho. —Sonaba como si estuviera caminando.
—Está bien —le dije—. ¿Vas a casa ahora?
Oí el ruido de la puerta del coche cerrándose y el arranque del
motor. —Vamos a necesitar estructurar bien nuestra historia.
—¿Qué?
—Hicieron muchas preguntas, como la forma en que nos
conocimos, cuánto tiempo hemos estado juntos. Si quieres tener hijos.
—Te interrogaron, ¿verdad? —Esperaba que pudiera oír la sonrisa
en mi voz.
—¿Crees que no te lo harán a ti? Piénsalo nuevamente. El tuyo
será peor.
—Entonces, ¿qué les dijiste, jefe?
—Traté de no mentir —dijo—. Les dije que trabajamos juntos,
pero no mencioné que era tu jefe. Dije que hemos estado saliendo unos
meses. ¿Bien?
—Está bien, supongo. —No es como si nunca nos hubiéramos
visto antes del sábado pasado; habíamos estado trabajando juntos
durante más de dos años—. ¿Qué pasa con los niños? ¿No los quiero?
—Me encantó que se vio obligado a revelar esta información, porque
todo en él gritaba que no renunciaría fácilmente.
—Sí —dijo—, lo haces. Lo que me recuerda, ¿estás tomando la
píldora?
—Sí. —¿Por qué preguntaba?—. ¿Algo sucedió anoche que yo…?
—No, no. Quería preguntarte cómo te sientes acerca de no usar
condones.
—Oh. —No sabía cómo sentirme acerca de eso. No era algo que
había hecho antes. ¿No dijo que durmió con treinta mujeres antes de
mí?
Debió haber sentido la pregunta en mi vacilación. —Voy a
hacerme análisis y demostrar que estoy sano, incluso si deseas
mantener su uso.
—Puedo hacer lo mismo.
—No tienes que hacer eso —dijo rápidamente.
—No, es lo justo.
—No. —Su voz era firme—. Ya he visto los resultados.
Por supuesto, en el club. ¿Qué hombre inteligente dejaría doce
mil dólares sin comprobar la calidad del producto? —Correcto. —Como
no podía ver mi cara, me encogí un poco.
—Oye, con lo que te sientas cómoda, yo también.
La idea de no tener nada entre nosotros era atractiva. —Si me
puedes mostrar que es seguro, supongo que podríamos intentarlo.
—Me gustaría mucho eso. A ti también te gustará. —Su voz
sonaba como el pecado.
Mi mano vagó hasta el cordón de seda en la cintura de mis
pantalones, jugando con él. —Entonces, dime sobre anoche.
—¿Qué sobre eso?
—Ayer tuvimos sexo dos veces. ¿No fue suficiente para ti?
Hizo un ruido, algo así como una risa. —Lo fue, confía en mí. Pero
cuando llegué a casa, vi la botella de vino del club, e incluso después de
haberla guardado… Me puse jodidamente duro de pensar en ello.
Me estremecí y deshice el nudo de seda que mantenía mis
pantalones cerrados.
—¿Qué parte? —Una sonrisa maliciosa nació en mis labios—. Sé
específico.
—¿Dónde estás?
—En la cama. —Oí un bocinazo de un coche en el fondo, lo que
significaba que todavía se hallaba atrapado en el tráfico.
—Quieres decir, en el armario. Irónico, ¿no te parece? ¿Teniendo
en cuenta lo que le hiciste a esa chica en el club?
Mis dedos se deslizaron dentro de mis bragas. —Esa no era
exactamente mi idea.
—No, supongo que no lo era. Pero, mierda, fue tan jodidamente
caliente. ¿Te estás tocando? —preguntó como si ya supiera la
respuesta.
—Puede ser.
—Chica traviesa. Ojalá pudiera ir ahora mismo y ayudarte.
Ahogué un gemido cuando mis dedos giraron en círculos,
torturándome a mí misma. —¿Por qué no?
—Es tarde, y el tráfico es una perra. Vas a tener que esperar
hasta que pueda hacerlo bien.
Mis dedos se movieron más rápido, llegando a ser resbaladizo en
mi excitación, y no me molesté en acallar este gemido. Cerré los ojos,
con ganas de escuchar su voz sexy. Oírlo sin verlo era un precioso
recuerdo de nuestro tiempo con la venda en los ojos.
—Probablemente deberías parar ahora —dijo, silencioso—. No te
voy a dar el permiso de venirte cuando lo pidas.
—¿Qué? —Mi mano quedó inmóvil—. ¿Por qué?
—Debido a lo horrible que fue la primera prueba —dijo—. Puedes
disfrutar, pero no rompas nuestra regla. Te lo prometo, voy a saber si lo
haces.
—Pura mierda.
—Eres bienvenida a ponerme a prueba.
Era exasperante y embriagador, y me encantaba cada segundo de
nuestro tira y afloja. Saqué mi mano y até los pantalones, mi cuerpo
murmurando una protesta.
—Está bien —le dije—. Me detuve.
Se rio entre dientes. —Buena chica.

El resto de la semana pasó lento. Conseguí ver a Logan en el


trabajo, pero no después, era una tortura, y hoy, viernes, no lo vi en
absoluto. Tuvo que usar el día como vacaciones para ayudar con los
preparativos de la boda de último minuto y manejar a Arlington Heights
para recoger su esmoquin. Hablamos cada noche, pero como el viernes
se acercaba más, esas conversaciones fueron más tarde y más cortas.
Me había negado toda la maldita semana, y ayer apenas me
contuve de romper la regla. Empezaba a odiar esto, y cuando pidió
permiso para venirse, le dije a la mierda. Me dijo que sólo estaba
haciéndolo peor para mí.
Conseguí la aprobación, suya por supuesto, para salir temprano
del trabajo a las cuatro y tomar la línea azul a Arlington Heights. Me
cambié torpemente en el baño microscópico y sucio en el tren en un
vestido gris y amarillo con tacones amarillos.
Me encontraba esperando contra su BMW en el hipódromo de
Arlington Park, que se encontraba justo al otro lado de mi parada de
tren, llevaba un traje gris con una camisa de color negro debajo de ella,
con dos botones abiertos. No nos dijimos nada mientras caminaba
hacia su coche y se enderezó. Abrió la puerta del lado del pasajero para
mí, y luego enterró su cara en mi cuello, besándome allí ya que todavía
no contestó a mi pregunta de lunes.
—Hizo falta hoy en la oficina, jefe —murmuré.
—Seguro. ¿Jamie terminó algún trabajo?
—Estoy segura de que puso tanto esfuerzo como de costumbre.
Cuando lo tenía tan cerca, podía oler su colonia sutil, y eso hizo
que mis rodillas se debilitaran.
—No tienes ni idea —me susurró al oído—, cuán bien luces para
mí. Te sugiero entrar en el coche antes de que te doble sobre el capó.
Cuando lo miré a los ojos, estuve segura de que esto no era una
amenaza vacía.
Escuché un papel arrugarse debajo de mí cuando me senté, y lo
saqué, mirándolo. Mi boca se secó. Se metió en el asiento del conductor
y me dio una sonrisa tímida.
—Esa copia es tuya, para tus archivos. —Fingió seriedad.
Doblé los resultados de las pruebas una vez, dos veces, y luego
una vez más, deslizándolo en mi bolso. Mi cara se sentía como si
estuviera en llamas. Sin condón, ¿creo que es el término? Eso es lo que
sus resultados de la prueba aclaraban.
Al igual que la noche en que me llevó a su casa, una vez que el
coche estuvo en marcha, su mano derecha fue a descansar
cómodamente en mi rodilla, la mano justo debajo del borde de mi falda.
Me gustó, pero se sentía como mil grados en su coche y el calor de su
mano no ayudaba.
—Probablemente te advierto que —dijo, leyendo mi mente y
subiendo las ventanas, encendiendo el aire acondicionado—, mi familia
puede estar un poco demasiado emocionada de conocerte.
—¿Y eso?
—No llevé a casa a muchas de mis novias anteriores, por lo que
llevarte como mi cita da la impresión de que las cosas son bastante
serias entre nosotros.
¿No lo eran? Pagó una cantidad bastante grande de dinero para
tenerme. Sin embargo, sabía lo que quería decir. Puede haber un
montón de preguntas personales mientras su familia tratara de
discernir si era o no digna de si Logan decidía que yo era la elegida. Es
exactamente lo que mis tías y tíos les hicieron a mis novios anteriores.
Oh, Dios mío, apuesto a que Logan los tendría comiendo de la
palma de su mano en cualquier momento.
—¿Debo estar nerviosa? Porque, no te preocupes, lo estoy. —
Estaba horrorizada de estar frente a Susan de nuevo.
—No lo estés, no hay nada de qué preocuparse. Preocupación es
estrictamente el territorio de mi mamá, tiene eso cubierto por ti. Ahora,
me gusta Hilary mucho. ¿Pero su familia? —dijo, refiriéndose a la
novia—. Están jodidamente locos.
Me dio un rápido curso en la historia de la familia. El novio, Nick,
era dos años más joven que Logan. Sus padres se casaron jóvenes y se
divorciaron cuando Logan tenía diez años, y cuatro años más tarde, su
madre se volvió a casar. El medio hermano de Logan, Garrett, era un
joven en la escuela secundaria.
La relación entre Susan y el padre de Logan era cordial, según
Logan. Su padre no se volvió a casar, pero tenía una novia.
Tan pronto como aparcamos en la pintoresca iglesia, corrió
alrededor para abrir mi puerta y tomó mi mano. Tenía la esperanza de
que pensara que era el clima cálido lo que la tenía sudorosa. He
encontrado aterradoras las presentaciones, y yo era horrible en recordar
nombres.
Sólo estábamos a unos pasos fuera de la iglesia antes de que
comenzara. Fue un desfile de caras y apretones de manos, y luego fui
depositada en un banco junto a una prima que fue elegida para una de
las lecturas. No tenía idea de si estaba del lado de la novia o de Nick,
pero era amable y encantadora, y me sentía enojada conmigo misma
por olvidar su nombre.
Nick no se parecía mucho a Logan. Era guapo de una manera
juvenil y sana, menos duro. Lo vi bromear con los padrinos de su boda,
luciendo completamente a gusto. Emocionado, como si no pudiera
esperar para casarse.
Hilary era pequeña con una gran mata de cabello rizado y ojos
grandes, y parecía físicamente incapaz de mirar a otro sino a su
prometido. Eran sin dudar la pareja más adorable que había visto.
De vez en cuando atrapaba la mirada de Logan y le daba una
pequeña sonrisa. No podía esperar para verlo de pie al lado de su
hermano mañana. ¿Había algo más romántico que ver a dos personas
prometer su amor el uno al otro? No era como que me fuera a convertir
en una pila de sentimentalismo al respecto; no era una llorona. Pero
sería difícil no caer bajo el hechizo del día, sólo un poco.
Cuando el ensayo terminó, esperé hasta que estuvo disponible y
fui a Susan.
—Hola —dije con mi voz más amable—. Lo lamento, fui grosera
antes, cuando nos conocimos...
—Oh, cariño, no seas tonta, estuviste bien. Lo siento por
interrumpirlos. Fue agradable conocerte finalmente. Comenzaba a
pensar que no eras real.
Sentí una mano en mi espalda, y Logan apareció a mi lado, y poco
después fui llevada a conocer al resto de su familia involucrada en la
boda. Nos sentamos con su padre y su novia en la cena, ambos
parecían gente agradable. Su padre era un hombre de pocas palabras, y
muchas veces me sentí obligada a llenar el silencio cuando ninguno de
los hombres Stone lo haría. Para mi deleite, y sospecho que, para el
horror de Logan, hubo una presentación de diapositivas de la novia y
del novio, fotos de ellos creciendo y de cuando empezaron a salir.
—Lindos pantaloncillos —le susurré cuando apareció una foto de
fútbol de Nick y de él. No podría haber tenido más de ocho años, y al
parecer, su cabello no siempre fue perfecto. Pero en esta imagen era
perfectamente adorable. Fue un niño lindo.
Hubo una luego en el show de Nick y Logan, en ropa deportiva,
enrojecidos y sudorosos, cada uno con medallas en el cuello que se
jactaban que terminaron el Maratón de Chicago del año pasado. Incluso
después de correr cuarenta kilómetros, todavía lucia increíble.
—¿Cuándo es tu próxima carrera? —pregunté—. En caso de que
quisiera ir, o, ya sabes, quedarme en casa y sentirme como una
perezosa.
Sonrió levemente. —El maratón es el 11 de octubre.
Saqué mi teléfono y lo puse en mi calendario.
Cuando la cena terminó, interactuamos un poco más, y luego
dijimos buenas noches. La mayor parte de la familia de Nick vivía en
Oak Park y se dirigían de vuelta a la ciudad como nosotros. El tráfico no
era malo por una vez, y charlamos sobre la cena de ensayo.
—No fui acribillada de preguntas por nadie —le dije.
—Creo que va a ser mañana. Estamos sentados con la familia de
mi mamá. —Su mano rozó un poco más arriba de mi pierna. Me envió
escalofríos por la columna y me hizo reconsiderar los planes que hice
para que nos encontráramos con Payton por unos tragos. Podrías
pensar que pasaron tres años desde que estuve con él y no tres días.
Nos detuvimos en mi apartamento para recoger mi bolsa de viaje.
Ayer Logan me pidió que me quedara con él en su lugar esta noche.
Reservó una habitación de hotel para mañana, bromeando que íbamos
a tratar de beber con la familia católica irlandesa de Hilary. Dos días
con él, sin pausas. Era mucho y demasiado pronto, pero no me
importaba. Sospecho que este era el verdadero motivo por el que negó
mis orgasmos. Quería asegurarse de que estaría de acuerdo porque me
sentía demasiado desesperada para no hacerlo. Además, creo que
estaba preocupado de que lo haría llegar tarde.
—¿Qué demonios pasó aquí? ¿Alguien entró y limpió tu lugar?
—No, esto es tu culpa por decirme que no todas esas veces que te
pedí permiso.
Esbozó una sonrisa y luego miró su reloj. —Supongo que no
tenemos tiempo para entrar en el armario.
Me reí y me calenté al mismo tiempo. —No, no tenemos.
Me ayudó a cargar mi bolsa de viaje a su coche, y esta vez,
cuando me senté en el lado del pasajero, su mano fue a mi rodilla y la
arrastró hacia arriba, llevando mi falda con él.
Hizo un ruido de decepción cuando sus dedos rozaron el borde de
seda de mis bragas. —Tenía la esperanza de que no llevaras nada
debajo de tu falda.
Levanté una ceja. —Lo siento, no cuando voy a conocer a tu
familia.
—Ya está hecho ahora, así que quítatelas y ponlas en la guantera.
Parpadeé ante el desafío, momentáneamente aturdida. Mis manos
fueron debajo del vestido y la bajé lentamente, la tela húmeda rozando
sobre la piel en el interior de mis muslos. No habría pensado que esto
era sexy, pero me gustó la idea de que una parte de mí estaría en su
coche.
El compartimiento se cerró y sus dedos estaban sobre mí.
Deslizándose en mí, haciendo círculos donde me sentía excitada. Al
instante estuve sin aliento y mi mano se aferró a la manija de cuero de
la puerta.
—Aquí —dijo, follándome con sus dedos, primero uno y luego
otro—, es donde voy a poner mi polla esta noche. ¿Te gustaría eso?
—Sí. —Me quedé sin aliento y mis piernas se abrieron más para
darle mejor acceso. Sus ventanas eran tintadas, pero, aun así, alguien
en una camioneta que se acercara podía bajar la mirada y ver lo que me
hacía.
—¿Quieres que te haga acabar?
—Joder, sí —gemí. Sus dedos bombearon dentro y fuera,
aumentando a un ritmo vertiginoso.
—Usa tu mano también, ya que no puedo usar las dos mías.
Ayúdame a que te corras.
Me sentía ansiosa por obedecer la orden. Mi mano izquierda frotó
mi clítoris mientras sus dedos se estrellaron dentro de mí, haciendo que
mi agarre se apretara en la puerta. La necesidad tomó fuerza, obligando
a mis caderas para que coincidiera con su ritmo mientras yo me tocaba
descaradamente. Probablemente debería haber estado preocupada por
su enfoque al estar en la carretera, pero… mierda. Me sentía
completamente fuera de control. Una esclava dispuesta al deseo de él,
que se construía y construía…
—Necesito permiso…
—Sí —dijo—. No puedo esperar a estar dentro de ese coño.
La comprensión de que eso iba a suceder fue su último esfuerzo
para enviarme por el precipicio y caer en un orgasmo que era como un
mordisco justo en mi centro. Grité y empujé su mano, demasiado
sensible a su toque, estremeciéndome en su asiento de cuero.
Aparcó y apagó el coche, volviendo su atención a mí, viendo las
secuelas de mi orgasmo estremecer mi cuerpo. Cerré los ojos, dejando
que la sangre corriendo en mis oídos me calmara un poco. Me sorprendí
al verlo todavía sentado allí, mirándome. Siempre se movía tan
rápidamente para llegar a mi puerta.
—¿Está todo bien? —Puse una mano en su mejilla.
—Sólo necesito un minuto, eso es todo. —Para que su enorme
erección desaparezca—. Creo que no te das cuenta de lo mucho que me
gusta verte acabar.
—Probablemente no tanto como te gusta hacerlo. Eres muy bueno
en eso.
Se inclinó hacia delante y me besó en la mejilla, justo al lado de
los labios. La frustración fue inmediata. Extrañaba sus labios sobre los
míos.
—Me rindo, Logan. Por favor, bésame.
Tenía una mirada como si fuera una victoria agridulce, y sus ojos
se aclararon. —Mañana. Si eres una buena chica. —Abrió la puerta y
rodeó el coche, dejándome atónita y llena de expectación.

Payton podría usar cualquier cosa y verse bien. Llevaba un top de


lentejuelas de marfil de corte bajo y una chaqueta de esmoquin negro,
junto con vaqueros que parecían como si hubieran sido hechos a mano
para ella. Se pasaba horas en el gimnasio cada dos días, y se notaba.
Logan se sentía atraído por ella. Casi todas las personas en el bar
también, no era gran cosa. Estaba acostumbrada. Aprecié el intento de
Logan para no mirar a sus pechos llenos que se asomaban de la parte
superior de su camisa.
—Pagaste mucho dinero para dormir con mi chica, aquí —dijo
Payton.
—Fue bien gastado —respondió.
Una sonrisa creció en su rostro. —Así que he oído de Evie y Tara.
Me miró, confundido. No había oído ese nombre antes.
—Tara era la mujer en la habitación con nosotros —le dije en voz
baja. No, no me encontraba avergonzada de eso, pero tampoco cómoda
diciéndolo en voz alta.
—Ella tenía cosas buenas que decir acerca de ti, Logan. —Payton
jugó con la pajilla en su bebida—. Cosas muy agradables que decir
sobre Evie.
—¿Podemos, como, no hablar de eso? —Moví los pies en los
tacones amarillos que eran increíbles y tortuosos.
—No —dijo, fijando su mirada de nuevo en Logan—. ¿El primer
trío para ti?
Mi boca colgó abierta y tuve que hacer un esfuerzo para cerrarla.
No le pregunté eso cuando tuve la oportunidad. Y ahora me di cuenta
de que tenía un montón de preguntas que debería haber hecho. Cuándo
perdió su virginidad. El lugar más loco en que lo hizo. Cuántas chicas
aceptaron ir a la parte trasera.
—Sí, pero en realidad no era lo que consideraría un trío.
Payton asintió. —Debido a que no podías tocar. Sí, eso es extra.
Como, doble extra.
—¿Eso sucede mucho? —preguntó.
—No, por lo general si se trata de un trio, el hombre trae a su
novia o esposa. Pagar por una chica ya es lo suficientemente caro.
Terminó su bebida, y Logan le hizo señas al camarero que quería
otra, y apoyó su mano en mi cadera, su brazo alrededor de mi espalda.
El bar se encontraba lleno de gente, y me gustó ser presionada contra
él, casi de una manera posesiva. Yo era suya.
—Tengo curiosidad —dijo Payton—. ¿Por qué pediste que Tara se
quedara para observar?
Le dirigió una sonrisa forzada, y podía sentir sus escudos
preparándose para levantarse. —¿Hasta dónde estás planeando ir con
mis preferencias sexuales?
—Tan lejos como me lo permitas.
—Le pedí que se quedara porque pensé que era caliente. Tenía la
esperanza de que quisiera unirse.
El camarero dejó una nueva bebida, pero Payton la ignoró. Su
mirada se hallaba fija en él, seria. —Estás mintiendo.
Siempre fue tan buena descifrando a la gente. Incluso el perfecto
actor Logan Stone no la engañó. Debido a la fuerte inhalación de
aliento, me di cuenta de que tenía la guardia baja. No le gustaba ser
llamado mentiroso, incluso si era cierto.
Sus ojos oscuros nunca miraron hacia mí mientras hablaba. —
Bien. Le pedí que se quedara porque no sabía si podía hacerlo.
Traducido por Janira
Corregido por Jasiel Odair

Esta era la verdad que él había revelado a medias.


—¿Debido a que eres mi jefe?
Finalmente me miró, y su expresión era seria. —Debido a que no
planeaba quitarte la venda de los ojos, ya que no estaba seguro de
poder ser ese hombre. Con quien te forzaras a dormir para arreglar un
error que fue tanto mío como tuyo.
La culpa que cargaba por mi error era devastadora. Seguía
devastándolo. Nunca quise besarlo tanto como ahora.
—Ese error nos unió —le susurré al oído.
Parpadeó, aturdido, y la comprensión llenó su rosto, lentamente.
Me apretó sutilmente con una mano.
Payton me miró complacida y tomó la bebida de la barra. —
Mantén esto en mente, Logan. Soy un detector de mentiras humano, así
que nada de mentiras a mi chica.
—Entendido.
—¿Te gustó mostrarte ante Tara? —Le hizo un gesto a un chico
enfrente de nosotros, quien le dio una mirada de “¿Quién, yo?”. Asintió,
haciendo un gesto para que se acercara—. ¿Te gustaría hacerlo otra
vez?
Logan y yo intercambiamos una mirada.
—¿Por qué preguntas? —dije.
Se encogió de hombros. —Tara dijo que ustedes juntos son la
cosa más sexy que ha visto. —El chico a quien llamó estaba pasando a
través de la gente—. Quiero verlos follar.
Logan no respondió. Se volvió hacia mí con la mirada aturdida.
—Payton —dije—, no me siento cómoda con eso.
—¿Por qué no?
—Porque no estoy segura de sentirme cómoda con alguien
observando, y tú eres mi mejor amiga. Eso es… simplemente raro.
Se encogió de hombros, otra vez, y se alborotó el cabello cuando
llegó el chico.
—¿Te conozco? —preguntó el chico con una sonrisa curiosa en el
rostro.
—No —respondió—. ¿Te gustaría?

Le advertí a Logan, de camino a la ciudad, que Payton era directa


y sexual, pero esa pregunta me sorprendió hasta a mí.
—Eso fue interesante —dijo, abriendo la puerta del bar para mí
mientras nos íbamos.
—Sí. —Y vergonzoso—. Lo siento.
Tenía el rostro completamente serio. —¿Por qué? ¿No crees que
fue halagador?
Mi mejor amiga quería vernos. Incomodo, sí. ¿Pero halagador? —
No lo sé, supongo.
Parecía divertido. —No te preocupes, me encuentro perfectamente
feliz sin audiencia.
Caminé a su lado, desesperada por no parecer que cojeaba por los
zapatos. Buscó las llaves, y cuando la puerta estuvo desbloqueada, no
la abrió. En cambio, me apretó contra ella. Rozando los labios en mi
cuello y chispas centellaron por mi piel, una electricidad me recorrió.
Mis manos fueron dentro de su chaqueta y le rodearon la cintura,
presionando su fuerte cuerpo contra el mío. Pero no era suficiente.
—Te deseo —dije. De hecho, podría haber ronroneado.
—Entonces, espero que no te importe si conduzco rápido.
No, no me importaba. Le puse la mano en el regazo mientras
conducía, el costado de mi dedo meñique contra su polla semidura.
¿Qué tipo de sexo me esperaba en su departamento?
Independientemente del tipo, seguro que sería intenso. No parecía que
Logan fuera capaz de tener sexo mediocre, común y corriente.
En el viaje en ascensor, puso la boca caliente en mi oído. —
¿Dónde están tus bragas?
Me sonrojé bajo su mirada victoriosa. Las dejé en el auto,
olvidadas. —Sabe dónde están, jefe.
Dejó caer mi bolso en la puerta y no se molestó en encender
ninguna luz, lo cual hacía la vista de la ventana más increíble. Fui
atraída hacia ella y la línea amarillenta de las farolas de Lake Shore
Drive. Unos brazos se cerraron detrás de mí y me presionaron hacia
adelante. Hasta que estuve recostada contra el vidrio frío.
No dijo nada, no tenía que hacerlo. Su cuerpo presionado contra
el mío, moldeando mi cuerpo, sus caderas moviéndose hacia adelante
mientras sus manos me arqueaban contra sí. Sus labios mordieron mi
oreja. Su boca me dio besos suaves. Empañé el vidrio con cada
respiración trabajosa que tomaba y disfruté la adrenalina de estar justo
contra el vidrio, a cuarenta y cuatro pisos.
Era la cremallera de la espalda del vestido lo que sentí bajar muy
lentamente, como si bajara diente por diente. Deslizó los dedos bajo la
banda de mi sostén y lo aflojó, abriéndolo. Pero no era que me
desnudara, era más que sacaba la ropa del camino. Moviéndola a un
lado para poder deslizar esas grandes manos dentro del vestido,
deslizándolas sobre mi piel, acariciándome la espalda.
Mis palmas se mantuvieron estables en el cristal delante de mi
pecho, así que cuando sus uñas me arañaron suavemente la piel, traté
de alejarme del vidrio. Ya me encontraba loca por él.
—No —dijo, presionó una mano en mi hombro para regresarme al
cristal, mientras movía las caderas, insinuando que quería follarme allí
mismo, ahora. Tenía la polla dura contra mi trasero, presionándose en
mí.
—Mantén las manos en el cristal.
Me dolían los pies. Las correas que pasaban por mis dedos me
cortaban la piel, pero seguí sus órdenes. Me recompensó bajando una
de las tiras del vestido y el sostén y luego la otra, por lo que se
amontonaron alrededor de mi cintura. Mis pezones se hallaban tensos y
duros, y pasó los dedos por uno antes de rodarlo entre el pulgar y el
índice, empujándolos hacia adelante para besar el frío panel de vidrio.
Hice un sonido de satisfacción y desesperación. No quería juegos
previos. Así fueron los últimos días. Gemí y se desabrochó el cinturón.
Bajándose la cremallera. Sentí un aire frío en mis nalgas cuando me
subió la falta del vestido hasta la cintura, por lo que todo el vestido
estuvo amontonado allí.
Sin decir nada, usó su cuerpo para mostrarme cuanto me
necesitaba para sacar lo mejor de nosotros, tirando de la parte inferior
de mi cuerpo fuera del cristal e inclinándome.
Yo goteaba entre los muslos y tomó total ventaja. Deslizó la polla
entre hueco de mis piernas, frotándose contra la humedad,
preparándose para tomarme. Su piel suave contra mi piel resbaladiza,
sin látex entre nosotros, me hizo temblar.
—¿Estás bien con esto? —preguntó, provocándome con un
movimiento sutil—. ¿Sin condón?
—Nunca lo he hecho antes, pero sí.
Dejó escapar un largo suspiro y luego se posicionó para poder
presionarse dentro de mí, empujando suavemente. Cerré los ojos y
crucé los brazos sobre el cristal, presionando la frente en ellos.
—Santa mierda —susurró—. Algo que se sienta así de bien
debería ser ilegal. —Y ni siquiera se hallaba completamente en mí
interior. Mi cuerpo no era tan resistente como antes, era apenas
incómodo.
Podía sentir todo, cada centímetro mientras entraba en mí.
—¿Se siente bien?
—Sí —jadeé—. Oh, Dios mío, más.
Gemí y me mordí el labio cuando entró completamente en mí, su
piel contra la piel de mi espalda. El solo tenerlo dentro de mí era como
ajustar los carros de la montaña rusa en los rieles, subiendo la primera
gran cuesta. Sus manos se hallaban en mi cintura y el vestido,
sosteniéndolo en su lugar. Parecía sostenerse a sí mismo.
—¿Estás lista? —preguntó.
—¿Lista? ¿Lista para qué?
Un sonido de intenso placer brotó de lo más profundo de mí
cuando se retiró y luego volvió a estrellarse en mi interior, más
profundo que antes. Todo él me tocaba dentro y fuera.
Me folló, más duro con cada envestida, hasta que no pude
respirar. Me temblaban las piernas, mis ojos rodaron por mi cabeza.
Nunca antes había sido así. Mis gritos de placer aumentaron mientras
el orgasmo se aproximaba como tren de carga. Tuve que volver a poner
las palmas contra el vidrio para equilibrarme mientras se movía en mi
interior.
—Voy a… —dije con pánico—. Oh, mierda… —Sabía que se
suponía que hiciera algo, pero no podía pensar en qué. La siguiente
envestida sería la que me llevara allí. Eso era todo en lo que podía
pensar. Pero cada envestida me llevaba más alto.
—Sí, Evie —dijo—. Vente para mí.
Empujó tan dentro de mí que grité. Por lo menos, creí que lo hice.
El orgasmo se apoderó de mí. Me quedé sorda. Tenía la frente contra el
vidrio donde las gotas de sudor lo pusieron resbaladizo. Mis músculos
internos se flexionaban una y otra vez. Terminé el resto del orgasmo sin
él.
—No —lo escuché gruñir—. No. Joder. —Tenía las manos firmes
sobre mí, apretándome la cintura. ¿Con quién demonios hablaba?
Consigo mismo. Porque se estaba corriendo. Una vez que fue
demasiado lejos como para alejarse, dejó de luchar y bombeó la polla
dentro y fuera, furiosamente, hasta que su cuerpo se detuvo.
—Joder, Evie, joder…
La palpitación en mí interior era fuerte, una serie de sacudidas
seguidas por una descarga de calor mientras se vaciaba en mí. La
sensación era indescriptiblemente caliente, callé un gemido y pasé la
mano por el cristal al estilo Titanic.
—No recuerdo… —jadeé—, darte permiso.
—Sí, bueno, tal vez si no gritaras cuando te vienes por toda mi
polla.
Me volví para mirarlo sobre el hombro. No sé de dónde salieron
las palabras juguetonas. —Oye, no me culpes, idiota. No es mi culpa
que no tengas autocontrol.
El genuino impacto en su rosto se transformó en una mirada
dura, y jadeé. Oh, no. Se salió repentinamente de mí. Fue una broma…
Bajó la mano tan rápido que oí el golpe antes de sentir escozor de
los dedos en la piel trasero. Calentándome, casi incinerándome.
—Tengo mucho autocontrol —susurró, sobándome donde me
acababa de golpear—. Quizá ya no permitiré que te corras. ¿Te gustaría
eso?
Me sentí aliviada y preocupada, simultáneamente. No enloqueció
por decirle idiota. De hecho, parecía disfrutarlo, pero creo que cumpliría
la amenaza si tuviera que hacerlo.
—No, no me gustaría —contesté.
—Eso pensé.
Me ayudó a levantarme, el vestido cayó a mis tobillos. Las
sensaciones volvieron a mi cuerpo y ahora mis pies gritaban en señal de
protesta. Le puse una mano en el hombro para estabilizarme y doblé
una rodilla para desatar la tira, pero sus brazos fueron alrededor de mi
cuerpo y me levantó. Me cargó unos pocos pasos hasta el sofá y me
sentó, arrodillándose para poder desatar la pequeña hebilla que
sostenía el doloroso zapato en su sitio.
Tenía una expresión extraña, avergonzada en el rostro. Culpa.
—¿Qué pasa?
—Querías sacarte los zapatos antes de empezar y no te dejé. —
Cuando sacó el zapato, frotó suavemente la piel sensible debajo de él, y
luego fue al otro.
—¿Sabías que los zapatos me lastimaban?
Asintió. —Pero para hacerlo así —señaló hacia donde me había
tenido presionada contra el cristal—, necesitábamos altura extra.
Ahogué una risa. —Sobreviviré. Tú, por otro lado, rompiste una
de tus propias reglas.
—Lo hice. Tengo una idea para una consecuencia. Por si quieres
oírla. —Me cogió en brazos y me levantó del sofá, llevándome hacia la
habitación.
—Soy toda oídos. —Me dejó en medio de la cama y retrocedió,
desabrochando los puños de la camisa de vestir.
—Ya que no pude seguir la regla, tú no tienes que hacerlo la
próxima vez.
Interesante. Pero… —Puedes hacerlo mejor que eso.
—Correcto. No tienes que hacerlo por el resto del fin de semana.
—Se sacó los zapatos y los pantalones, por lo que se encontraban tan
desnudo como yo. Sonreí con aceptación. Lo dijo a regañadientes, como
si fuera una gran concesión, y lo disfruté.
—No te había catalogado como alguien que se acurruca —dije
cuando se metió en la cama. Se hallaba sobre la espalda y me tiró a su
lado, por lo que mi mejilla se encontraba en su hombro. Se encontraba
caliente, y su colonia olía increíble. Como a hombre. Sus manos fueron
a mi rodilla y la jaló sobre su muslo, para envolverla entorno a sí,
nuestras pieles húmedas pegándose entre sí.
—¿Te sorprende que quiera tener a una mujer desnuda y
hermosa envuelta en mí?
—No, no cuando lo pones de esa manera.
Le puse la mano en el pecho, y dejé que mis dedos vagaran,
trazando patrones sobre su corazón. Volteó la cabeza y rozó los labios
en mi frente y luego suspiró.
—Se hace tarde —dijo en voz baja—, y mañana tenemos un largo
día.
—Lo sé —dije—, solo me gusta tocar. Siéntete libre de dormir.
—¿Para que puedas robar mi virtud? No, gracias. —Apretó los
brazos entorno a mí—. Duerme. Puedes ir conmigo, mañana.

Me desperté temprano y sola, lo llamé, pero no respondió. Tiré de


la sabana y la envolví a mí alrededor, luego deambulé hacia la cocina
para encontrar una nota que me dejó allí.

Salí a correr, regresaré a las siete y cuarenta y cinco. Hay


Coca de dieta en el refrigerador.

Los años trabajando juntos le enseñaron que no empezaba el día


con café, sino con una lata de soda plateada. Ceñí la sabana ante el frío
del refrigerador, extraje la lata, y cuando cerré la puerta, miré hacia la
sala de estar.
Las ropas que dejamos caer allí desaparecieron. Debió haberlas
recogido mientras yo dormía. Había una botella de limpia vidrio con una
toalla doblada en la parte superior, donde había limpiado el cristal. Qué
maniático del orden era. Eso me trajo una sonrisa al rostro cuando me
pregunté si se excitó limpiando las manchas que pusimos allí.
Abrí la lata y tomé un sorbo, cuando escuché abrirse la puerta
detrás de mí.
—Está jodidamente caliente afuera —dijo.
Casi dejo caer la lata cuando me volví para mirarlo. Llevaba un
par de zapatos y pantalones cortos, pero no camiseta, y un brazalete
negro donde llevaba el iPhone. El sudor le bajaba por rostro sonrojado y
goteaba de su pecho bronceado y tonificado. Sacó una botella de
Gatorade del refrigerador y bebió mientras sacaba el velcro del
brazalete, y luego lo dejaba en la encimera.
Sólo me quedé allí, atónita, mientras terminaba toda la botella. La
tiró en el contenedor de reciclaje, y sacó una botella de agua del
refrigerador y volvió su atención hacia mí.
—Lo siento, tuve que salir, pero tengo que mantener mi programa
de entrenamiento. —Tomó aliento, mirándome preocupado—. ¿Estás
bien?
—Sólo trato de no babear.
Una sonrisa apareció en su rostro. —Soy un lio sudoroso. Tú eres
quien no lleva nada más que mis sábanas. Quítatelas.
—¿Por qué?
—Porque me gustaría follarte en la ducha. Si no te importa.
Algunas veces creo que dice cosas como esas para atraparme
fuera de guardia, pero me encantaba regresarle el movimiento.
Dejé caer las sabanas. —Supongo que podríamos hacerlo.
Hubo un crujido de plástico mientras apretaba el agarre en la
botella.
Traducido por Alessandra Wilde & Mel Wentworth
Corregido por Pachi Reed15

Esta era otra primera vez para mí. No es como si las duchas en
los apartamentos de mi universidad fueran amplias o remotamente
sexys, y en la ducha de mi actual lugar apenas había espacio para uno.
Me quedé de pie con torpeza en el semi-pasillo entre el dormitorio
y el baño, observándolo patear sus zapatos y tirar sus calcetines en el
cesto de la ropa. En un rápido movimiento, se quitó sus shorts y
bóxeres y los añadió a la cesta, sus pies golpeando pesadamente el
suelo mientras se movía hacia mí.
Era extraña, esta sensación de nerviosismo que tenía, y meneé mi
cabeza como si eso pudiera alejar la sensación de mi cuerpo. Me había
visto desnuda un montón de veces, y había estado cerca y cara a cara
con su anatomía. Sin embargo, la luz del sol inundaba cada rincón de
su apartamento y era como un reflector sobre cada imperfección en mi
cuerpo. Me miró como si no existieran. Me dio una mirada llena de pura
lujuria sin adulterar.
Este hombre me deseaba como nadie. Mis pies se movieron hacia
atrás, dentro del baño para no perderme su mirada. Solo tenía ojos para
él; nada más existía.
—¿Estás huyendo de mí? —Preguntó cuándo retrocedí y me
golpeé contra la amplia puerta de vidrio de su ducha.
—No. Me gusta mirarte. Me gusta la forma en que me miras.
Los hombros de Logan se levantaron con una respiración
profunda y sus ojos se suavizaron. Guau. Le gustó escuchar eso. Una
mano se acercó y tomó mi muñeca y en silencio me pidió dar un paso
hacia adelante, para que pudiera abrir la puerta y dejar correr el agua.
Los chorros caían desde el techo en el gran recinto de cristal y
azulejos. Nunca había pensado en describir un cuarto de baño como
sexy, pero esta habitación estaba llena de sexo, y no solo porque estaba
de pie allí.
—Probablemente debería advertirte, realmente no tenemos mucho
tiempo. Sé que el tráfico va a ser malo en la 90.
—Así que, ¿me estás diciendo que nada juegos previos? ¿Vamos a
tener sexo y ya?
Me dio una sonrisa enigmática. —Algo así. —Abrió la puerta de
nuevo—. Primero las damas.
Di un paso dentro y bajo el agua, apartándome el cabello de la
cara. Estaba muy caliente. Di otro paso más en la amplia ducha para
permitirle entrar. En su lugar, su cuerpo me aplastó contra el azulejo,
su definido pecho contra mi espalda.
—Va a ser duro y rápido y tosco. Si deseas parar, me lo dices —
ordenó.
Todo el aire dejó mi cuerpo en un instante. ¿Lo quería tan duro
que necesitó darme una advertencia? Me volteó hacia él y me recostó en
la pared de azulejos, agua corriendo por la intensa expresión de su
rostro. Tenía una mano acariciando su polla y la otra enterrada entre
mis piernas, sus dedos gruesos provocándome.
No estaba segura de que mi cuerpo pudiera ir de cero a cien, pero
ya me hallaba encendida con tan solo verlo. La forma en que su mano
me tocaba y frotaba, me acariciaba… no le tomó mucho tiempo para
que ese deseo se construyera al rojo vivo.
—¿Quieres mi polla?
Asentí, ya demasiado embriagada de deseo como para encontrar
las palabras fácilmente.
—Dilo.
—Quiero tu polla —le dije en un suspiro tembloroso y
entrecortado.
—¿Dónde? ¿Aquí? —Metió un dedo dentro de mí, sin
complejos. Su rostro era impactante y oscuro, como un depredador y yo
era su presa acorralada—. Pídemelo.
Tragué saliva, no muy segura de cómo hacerlo. —Por favor,
Logan.
—No es lo suficientemente bueno. Hazme creerte.
El agua corría por mis ojos y hacía que su figura se viera
borrosa. Sus dedos se movían en una torturadora secuencia,
tocándome fuera y luego sumergiéndose en mi interior. Cada vez que lo
repetía, mi necesidad y agonía crecían.
—Por favor —rogué—, por favor. Tengo que tenerlo. Lo necesito.
—¿Qué necesitas?
—Tu polla. —Temblaba, fuera de control y cayendo a pedazos—
. Necesito lo que solo tú puedes darme.
Sus fosas nasales se abrieron en señal de aprobación. Entonces,
el depredador descendió sobre mí. Sus manos fueron a la parte interna
de mis muslos e hizo que los abriera, levantando una de mis rodillas
por lo que se hallaba enganchada en su antebrazo. Sus manos se
apoyaron en la pared e inclinó sus rodillas para encontrar el ángulo
correcto para clavarme en un movimiento rápido.
Solté un agudo siseo ante la invasión, mi cuerpo no
acostumbrado a su tamaño tan de repente. Envolví mis brazos
alrededor de su cuello, teniendo que agarrarme de algo mientras me
follaba. Era justo lo que había dicho que sería. Duro y rápido. Mi
cuerpo se estrellaba contra la pared por sus embestidas. El sonido de
nosotros chocando una y otra vez era lo suficientemente fuerte sobre la
ducha.
El agua corriendo fuera de él era salada por el sudor y me lamí los
labios, probándolo. Saboreándolo, ya que no nos habíamos besado. La
mano que no sostenía mi pierna abandonó la pared y cogió mi pecho,
apretando con tanta fuerza que estaba justo en el borde de dolor.
Pero era tan jodidamente caliente. No solo la ducha, sino también
lo que hacía.
Debería haber estado molesta por esto. Que no hubiera habido
solicitudes o disculpas. Nada de compromisos. Esto era todo sobre su
placer. Yo era solo utilería, una muñeca bajo su mando.
Sin embargo, me encantaba esto. Rendirme totalmente ante él,
permitiéndole tomar exactamente lo que quería.
Tiró de mi otra rodilla a su alrededor para así poder levantarme,
clavándome en la pared, y se hundió en mí con más fuerza, golpeando
mi espalda contra los implacables azulejos. Me arqueé, presionando mis
pechos contra él, dejando que mi cuerpo mojado se deslizara contra el
suyo.
—Este coño es mío —gruñó—. Nadie más ha estado dentro como
yo lo he hecho.
Dios, las cosas que decía. Estaba agradecida que nos
encontráramos en la ducha, ya que envió una oleada de deseo líquido
directamente a mi centro. Esta versión salvaje, tipo macho alfa de
Logan era aterradora y emocionante y me sentía atraída por
ella. Deseosa de rendirme.
—Este coño es tuyo —repetí, e hizo un sonido de satisfacción
pura. Mi orgasmo salió de la nada. Para cuando me di cuenta de ello, ya
estaba en agonía, más allá del punto de no retorno. Electricidad
atravesó mi espina dorsal. Di un grito ahogado cuando me vine,
gimiendo en su oído, una y otra vez hasta que me calmé.
Dejó caer mis piernas y se salió de mí, sin aviso o explicación. Sus
manos ásperas me dieron la vuelta, poniéndome en la misma posición
que había estado la noche anterior, mis manos contra la baldosa. No
tuvo que decirme que las mantuviera allí. No tenía otra opción a no ser
que quisiera golpear literalmente mi cabeza contra la pared.
Su ritmo frenético creó un choque entre nuestros cuerpos.
—¿Te gusta cuando te follo duro? —preguntó.
—Sí —jadeé, como lo había hecho esa noche en la mesa. Hace
una semana. Se sentía como si toda una vida hubiese pasado desde
entonces. El aire estaba lleno de vapor, y sentí como si estuviera
respirando en el agua, ahogándome en ella.
Puso una mano en el cabello de mi nuca y tiró, llevando mi
cabeza hacia él. Me dolió esta vez. Era raro y me hizo sentir
impotente. Dominada. Así que por supuesto me gustaba mucho. ¿Por
esto me había advertido? ¿Por unos cuantos tirones de cabello?
No. Tenía más que ver con la mano que estaba en la parte baja de
mi espalda, yendo a la deriva más abajo, más cerca de su cuerpo dentro
de mí. Deslizándose en la raja entre mis nalgas. Mi corazón empezó a
correr a mil por hora, amenazando con explotar, y empecé a temblar
cuando presionó su pulgar contra mi entrada allí. Solo la sensación de
él era chocante y confusa como la última vez, y tan agradable. Aumentó
la presión y empezó a invadirme.
No había ralentizado el ritmo de sus embestidas, pero mis
pensamientos estaban firmemente centrados en el dedo que se
aventuraba más profundo dentro de mí, una sensación de ardor e
incomodidad. Por lo general, fuera de los límites. Pero, joder, me
encendía. No debería. Pero jodidamente lo hacía en verdad. Empujó más
profundo hasta que su pulgar estaba tan lejos como pudo.
—¿Te gusta eso, chica sucia?
Mi garganta se cerró, y no podía asentir a causa de su dominio
sobre mi cabello, pero, santa jodida mierda, lo hacía. No debería. Era
tan malo.
—Apuesto a que sí. Apuesto a que quieres más.
La sensación de ardor se había ido y luego cambió. Deslizó sus
dedos índice y medio en mi interior. Me mordí la lengua, la cual quería
decirle que esperara. Podía hacer esto.
—Voy a follarte aquí. —Antes de que pudiera responder, añadió—:
No ahora, pero tan pronto como estés lista, voy a follar este apretado
culo virgen.
Para el efecto, sus dedos se movieron lentamente, dentro y fuera,
en contraste con lo que estaba haciendo su polla. No era realmente
incómodo. Mi cuerpo se relajó ante sus movimientos, y la primera ola de
placer se apoderó de mí. Pero hay un millón de grados en esta ducha.
—Está bien si te gusta —dijo, como si leyera mi mente, la cual
estaba en pánico total. Arañé la pared, temblando. Oh Dios, me iba a
venir.
Iba a ser muy ruidosa.
—Voy… a… gritar. —Cada aliento era una lucha gigante.
—Adelante.
Soltó mi cabello. Su mano se arrastró hasta mi cuello y se
enroscó alrededor de mi cara hasta que su mano cubría firmemente mi
boca. Así mi grito cayó contra su piel, amortiguando un poco pero aun
así hizo eco en el vasto espacio, y eso lo encendió por completo, y con
toda una andanada de malas palabras y empujes bruscos, se vino. No
pude entender la mayor parte de lo que dijo; estaba ocupada tratando
de no colapsar. El orgasmo había sido épico y mis piernas temblaban
incontrolablemente, y su mano se mantuvo alrededor de mi boca,
haciéndome casi imposible respirar.
Quitó sus dedos de mí, pero tan pronto como me hube venido, los
quise fuera. Mi cuerpo se sentía sobrecargado. Sus manos se cerraron
alrededor de mi cintura y me haló en posición vertical y hacia atrás
contra él, así me sostenía por detrás. No podía recuperar el
aliento. ¿Dónde estaba el aire?
—¿Estás bien? —preguntó con un buen nivel de
preocupación. Traté de asentir, pero solo me mareé. El agua que caía a
mí alrededor lucía… mal. Caía demasiado rápido. No podía…
Negro.
—¡Evie! —Me miraba desde arriba, su rostro aterrorizado. ¿Qué
demonios? Me tenía acunada en sus brazos y estaba de rodillas en el
piso de la ducha.
—¿Qué pasó?
Me dio un apretón, abrazándome fuertemente contra su
cuerpo. Me aplastaba. —¡Jesús, casi me matas del susto!
—Logan, detente. ¿Cómo terminamos en el suelo?
Relajó su agarre, y su cabeza sobre la mía me protegía de la caída
del agua. Cuando llevó un mechón de cabello mojado detrás de mi cara,
pude ver el sutil movimiento de su mano. —Te desmayaste.
Aparté la vista porque su cara de pánico era devastadora. Traté
de incorporarme, pero sus brazos eran reacios a liberarme.
—Estoy bien. Solo hacía mucho calor.
Me ayudó a moverme por el suelo, posicionándome para sentarme
contra una de las paredes, y abrió la puerta de la ducha. Irrumpió a
través de ella, abandonándome allí sin una palabra. Miré por el cristal,
estupefacta. ¿Cómo podía dejarme?
Regresó un momento después, desnudo, chorreando, una botella
de agua en la mano. Oh. Dio un paso atrás y bajó un poco la
temperatura del agua, así apenas estaba tibia, luego se arrodilló a mi
lado, desenroscando la tapa y ofreciéndome la botella. Cuando la tomé,
se sentó detrás de mí y se pasó una mano por su cabello oscuro. Se veía
terriblemente inestable.
—Lo siento —le dije.
Me miró con incredulidad. —Yo soy el que te hizo eso. Mi
temperatura corporal no estaba bien ajustada por exponerme al aire
acondicionado después de correr. No tenía idea de que el agua estuviera
demasiado caliente.
—Estoy bien, de verdad. —Tomé un sorbo de agua, ya sintiéndose
casi normal otra vez—. Tienes que dejar de mirarme como si estuviera
muriéndome, me está volviendo loca.
No lucía muy convencido. Cuando traté de ponerme de pie, puso
sus manos sobre mis hombros y me detuvo. Envolví mis manos
alrededor de sus muñecas.
—Estoy bien —le dije—, y no tengo tiempo para pasar el rato en el
suelo de la ducha.
Atraer su lado práctico funcionó, aunque parecía inquieto al
respecto. Dejé que me ayudara y fingí no darme cuenta de cuán
atentamente me estudiaba.
—Mierda —me quejé—. ¿Es ese el único champú que tienes? No
quiero oler como un chico.
Apenas me dijo algo durante la ducha, a excepción de que me
terminara de beber toda el agua de la botella. Tuvo que salir de la
ducha por segunda vez para buscar un contenedor medio vacío de
champú de hotel debajo de su fregadero.
Traté de hacer que aceptara que lo que había sucedido no fue
más que un simple error. Pero no pudo dejarlo ir.
Me apresuré a vestirme, tratando de recuperar el tiempo perdido
por mi desmayo en la ducha. No quería que se obsesionara con ello más
de lo que sospechaba, o que tuviera que inventar una excusa de por qué
se le hizo tarde.
Podía oírlo ahora. “Lamento llegar tarde en tu día especial, Nick,
pero estaba ocupado follando a mi novia en la ducha con tanta fuerza
que le hice perder el conocimiento”. Estoy segura de que eso sonaría tan
bien.
Iba vestido con unos vaqueros y una sencilla camisa con cuello en
V negra, sentado en la cama, su teléfono en mano, a pesar de que no
estaba prestando atención. Todavía se encontraba de mal humor, y no
lo aguantaba más.
—Quiero hablar sobre lo de la ducha —le dije, sentándome de
rodillas sobre la cama a su lado.
—¿Cuál parte? ¿Cuándo te sofoqué, o cuándo hice que tuvieras
un golpe de calor? —Su voz estaba llena de odio a sí mismo.
—Quiero hablar sobre el hombre de allí.
—No va a suceder de nuevo —lo dijo en voz baja. Avergonzado.
—¿Por qué no? —Puse mi mano sobre la suya en la cama—. ¿No
te diste cuenta de que me encantó?
Se veía hermoso, incluso cuando estaba visiblemente confuso y
conflictivo. —Evie.
—No estoy diciendo que lo quiera de esa manera todo el tiempo,
pero me encanta el nunca saber cómo me vas a abordar —le dije—. Eres
una especie de aventura, jefe.
Salió de la cama y puso sus manos en mi cintura, atrayéndome
hacia él y me besó castamente en la frente. —¿Estás lista para irnos?
—Tan pronto como vuelvas a tratarme como antes, idiota —le dije
con una amplia sonrisa que esperaba llegara hasta mis ojos.
Respiró. —Está bien. —Su rostro se suavizó y se volvió juguetón—
. Quiero quitarte la ropa y saborear ese coño.
Mi boca se abrió. —¿Tenemos tiempo? —le pregunté,
esperanzada.
—No, pero será para la próxima.

Tener un volante bajo mis manos era extraño. Hacía siglos que no
había conducido. Debido a que estaba nerviosa por el tráfico y
conduciendo el coche de Logan y todo el asunto de la reunión familiar,
me fui con un montón de tiempo de sobra. Por una vez en mi vida, no
llegué tarde. Aparqué detrás de la iglesia con un enorme campanario
blanco y comprobé por última vez mi maquillaje. No había visto a Logan
desde que lo dejé en la habitación de su hermano esta mañana.
Hubo sonrisas amigables cuando me uní a personas que se
dirigían a la iglesia, pero nada de rostros conocidos hasta que lo
divisé. Estaba abrazado con los otros padrinos de boda cerca de las
puertas interiores. Santa madre de Dios, lucía increíble. Un esmoquin
negro con una simple corbata de moño negra, al estilo de James
Bond. Debió sentir mi llegada porque su cabeza se volvió hacia mí.
La mirada de Logan inició por mis sandalias de tiras y se abrió
paso hacia arriba, flotando en mi vestido azul de un solo hombro que
hacía juego con mis ojos. Pasó una cantidad indecente de tiempo
mirando mi pecho. Le gustaba lo que veía. Lo entendía. Tomó todo de
mí aferrarme a mi autocontrol para evitar que mis pensamientos
indecentes se reflejaran en mi rostro o salieran de mi boca mientras se
me acercaba.
—Te ves increíble. —Me besó en la mejilla.
—Creo que esa es mi línea.
—Vamos, tengo un asiento para ti al lado del Chelsea.
Chelsea. Ese era el nombre de su prima amigable con la que
había charlado durante el ensayo. Deslicé mi brazo en el de Logan, y
justo cuando cruzamos por el interior, Garrett me pasó un programa de
la ceremonia. Era maravillosamente discreto en el diseño, y muy al
estilo de Logan.
—No me critiques demasiado duro —dijo—. Hilary fue bastante
específica.
—Sin promesas.
Como dijo, Chelsea tenía un lugar libre al lado en el que me
deslicé, dándole una sonrisa. Parecía nerviosa, releyendo la pieza
desgastada de papel en su mano que tenía notas escritas en el
margen. Admiré el programa mientras el cuarteto de cuerda comenzaba
la marcha.
A veces las bodas parecen durar una eternidad, y otras parecen
imposiblemente cortas, y esta cae en la segunda categoría. Hilary lucía
hermosa en su vestido antiguo con encaje. Su melena salvaje de cabello
había sido peinada hacia atrás en un moño suave con un velo
abrochado debajo. Y mientras que Nick era un novio hermoso, mis ojos
se hallaban pegados en el hombre a su izquierda.
A pesar de sus notas, Chelsea terminó con la lectura en menos de
un minuto. Fue una gran boda, y pude entender por qué se hallaba
nerviosa. El beso al final fue igual a Nick y Hilary, adorable. La besó
muy rápido, por lo que ella regresó por segundos, atrayendo risitas de
los invitados. Logan me encontró después del final del oficio,
presentándome con algunas tías, tíos y gente amable que no tenía
absolutamente ninguna esperanza de recordar.
—Tenemos que tomarnos fotos ahora —dijo—. Te buscaré tan
pronto como pueda cuando terminemos.
—Estoy bien. Tengo a Chelsea para aferrarme —bromeé. Aunque,
en realidad no.
Esperé hasta que el estacionamiento se vació de coches y luego
conduje los diez minutos al club de campo. La hora de los cocteles ya
había comenzado en el jardín detrás del salón de baile. Meseros con
bandejas de plata ofrecían varios aperitivos, y una fila se había formado
en la barra. Chelsea me vio y me hizo señas.
Más familia que conocer, y ahora comenzaban las preguntas.
¿Cómo se conocieron? ¿Cuánto hace que están juntos? Y mi favorita,
¿Qué piensas acerca de tener hijos? ¡Cielos! Tenía que recordarme la
mentira ya que había pasado una semana, en realidad. Incluso con la
mentira, salir por dos meses parecía un poco pronto para estar
inmiscuyéndose en eso.
Hice mi camino a través de la fila junto a Chelsea para conseguir
un ron con Coca.
—Fue un desastre —dijo sobre su lectura—. ¿Entendiste alguna
palabra?
—Tienes muy buena pronunciación.
—Ay, eres tan dulce, pero no eres una mentirosa convincente. —
Chelsea se rio y giró su bebida.
Nos pusimos de pie a un lado del jardín donde el perfume de los
arbustos de rosas permanecía pesado en el aire. Era un día hermoso,
aunque hacía calor. Logan debía estar sudando muchísimo en ese traje,
lo cual, por supuesto, me hizo pensar en cuando apareció sin camiseta
y bañado en sudor esta mañana.
—¿Qué demonios? —murmuró Chelsea entre dientes. Se giró
hacia mí, el pánico marcándose en su rostro—. Um, tal vez deberías…
Una mujer se nos acercó, quedándose en el camino para así no
hundirse en el césped suave, sus piernas delgadas extendiéndose por
encima de pies vestidos en tacones altos. No era consciente de los
efectos del sol, no tenía ni un cabello fuera de lugar. Era como mirar un
espejo, solo que uno que reflejara lo opuesto a lo que yo soy. Por
ejemplo, yo era cinco centímetros más baja que el promedio con los
muslos gruesos, mientras que ella era alta y muy delgada. Rubia, con el
rostro de una supermodelo que los hombres parecían encontrar tan
atractivo. Lucía como si tuviera quizás treinta años. Perfecta.
Le sonrió a Chelsea, pero era fría y sin sentimientos.
—Guau, ha pasado un tiempo. —Conocí a Chelsea por tres horas,
y podía decir que esto era tenso.
—Sí —dijo la rubia. No creo que fuera capaz de sudar. Como si
eso estuviera por debajo de ella—. ¿Cómo has estado?
—Bien. ¿Y tú?
La sonrisa plana de la rubia siguió. —He estado genial.
—Bien por ti. Estoy un poco sorprendida de verte aquí. —La voz
de Chelsea era irregular—. Y puedo pensar en alguna otra persona que
puede que también esté sorprendida.
La rubia soltó una pequeña risa. —Susan invitó a mis padres,
pero mi papá está enfermo. Nick es prácticamente familia para mí, así
que, aquí estoy. —Sus ojos verde grisáceo se giraron hacia mí—. No creo
que nos hayamos conocido, debes ser parte del lado familiar de Hilary.
Estiró una mano con manicura hacia mí para que la estrechara,
la cual tomé. Su fría mano era como la seda. ¿Qué rayos, tenía el
corazón frío?
—De hecho —respondí—, soy la novia de Logan. Evelyn Russell.
La mano se congeló, tensándose en la mía mientras su mirada
volaba hacia Chelsea como si demandara confirmación. Todo lo que
Chelsea hizo fue tomar un gran trago de su bebida, y los ojos de la
rubia regresaron a mí, entrecerrándose y evaluando. Dejó escapar un
sonido estrangulado, una risa amarga como si acabara de oír la cosa
más ridícula en su vida.
—Es un placer conocerte. —Sonaba como pura basura—. Soy
April Kelley. —Esas palabras salieron con peso. Fue revelado como si
fuera un nombre aparentemente reconocible, aunque yo no tenía idea.
—Encantada de conocerte, también —dije, dándole una mirada
sin expresión que limpió la sonrisa de su rostro.
—¿Cuánto tiempo han estado saliendo Logan y tú?
—Un par de meses.
April tenía una expresión extraña. —No escuché que empezara a
tener citas de nuevo. —Su voz bajó una octava—. Pero no es como si
habláramos estos días.
Cada célula en mi cuerpo gritaba que era una de las ex novias de
Logan. No era sorprendente, su personalidad fría y distante era
parecida a la de él algunas veces, aunque creo que se encontraba en
nivel: experto. Era increíblemente hermosa. Ellos debían hacer una
pareja hermosísima.
La reacción de Chelsea me dijo que tenía ir con cuidado. La
ruptura entre ellos no había sido buena. Me pregunté inmediatamente
quién lo había terminado. En mi experiencia, puedes salir igual de
lastimado cuando eres el que lo termina, así que era difícil de saber por
su desprecio apenas disimulado si fue obra suya.
—Bueno —dijo Chelsea—. Me alegra saber que estás bien, April.
Probablemente tengamos que ir a unirnos con mi familia. Algunos de
ellos vinieron desde Florida, y no puedo verlos muy seguido. —Chelsea
hizo un gesto hacia la multitud de gente junto a la barra—. ¿Evelyn?
—De acuerdo —dijo April. Sonrió como el Gato de Cheshire, como
si fuera consciente de que hizo huir a Chelsea—. Un placer conocerte.
—A ti también —respondí, apurándome para mantener el ritmo
de Chelsea.
Esperé hasta que estuvimos fuera del rango auditivo, pero
Chelsea se me adelantó. —Lo siento mucho por eso —dijo—. Debe
haber sido realmente incómodo.
—Sí, probablemente, excepto que aún no sé quién es. ¿Es una de
las ex de Logan?
La boca de Chelsea cayó abierta. —¿No te ha dicho?
—No, ¿decirme qué?
—No es una de sus ex, es su única ex. Estuvieron juntos por doce
años.
Traducido por Karlamirandar, Jasiel Odair & XimeNi
Corregido por Itxi

Doce malditos años. Eso no es una relación, eso ya es un


matrimonio. Pasó doce años con esa mujer calculadora. ¿Es por eso que
es así? ¿Lo entrenó para ser organizado y maniático del orden?
Oh, Dios.
¿Era por eso que le obsesionaba controlarme en la habitación?
Terminé mi bebida y agarré una de las botellas de agua que traía
uno de los meseros que pasaban. Resolvió el problema de mi boca de
algodón.
—No —dije—. Nunca la mencionó.
—No puedo creer que viniera, tiene bolas. Logan nunca nos dijo
qué pasaba entre ellos. Pero lo que fuera, era malo porque de repente el
nombre de April era como el de Voldemort, la que no debe ser
nombrada.
—¿Cuándo sucedió esto?
—No lo sé, por un tiempo. Probablemente hace tres años.
Las cosas se aclararon. Si yo invirtiera doce años con otra
persona, solo para romperlo, también tendría dudas en volver a una
relación.
—No le va a gustar que este aquí —agregó Chelsea.
—Bueno, ¿qué es una boda sin drama? —respondí sin humor.
Me llegó un mensaje de texto minutos después, diciéndome que la
sesión se alargó, pero que ya se encontraba en la limosina y venía en
camino. Intentaba crear una respuesta para avisarle sobre April,
cuando una pareja de ancianos se acercó. Los lindos abuelos de Logan
querían conocer a su nueva novia. Sabiendo lo que sabía ahora, sus
comentarios tuvieron más sentido. ¿Realmente era su segunda novia?
Guardé mi teléfono en mi bolso por cortesía y les sonreí.
¿Su familia estaba tan confundida como yo acerca de Logan
eligiéndome como su novia? No creo que April y yo pudiéramos ser más
diferentes incluso si lo intentara. Después de dos minutos de
conversación, sentí una tibia mano en mi cadera y Logan apareció a mi
lado.
—Hola —dijo—. ¿Evie, te importa? —Apuntó a la botella de agua
en mi mano. Se la di y se la terminó. Conversó con sus abuelos por otro
minuto, y luego los organizadores preguntaron por el séquito nupcial
para la entrada.
—Te veré adentro —dijo, dándome un apretón y siguiendo al resto
de los invitados hacia la entrada.
Quería decirle, pero realmente, ¿qué bien iba a hacer? Seguí a la
manada de personas moviéndose hacia la elaborada sala del banquete,
y tomé mi tarjeta de asiento. Gracias a dios Nick y Hilary optaron por
una linda mesa en la que me pudiera sentar junto a Logan.
La entrada del séquito nupcial fue afortunadamente rápida y
nuestra mesa se llenó, primero con su madre y su padrastro, luego
Garrett, y al final Logan. La Dama de Honor no se sentó, fue directo al
micrófono y comenzó su brindis, lo cual significaba que Logan sería el
siguiente.
—¿Estás nervioso? —le pregunté. Me olvidé de su deber, y no lo
había visto practicar. No buscó en su bolsillo por notas.
—Estoy bien —susurró como respuesta, fresco como un pepino.
La Dama de Honor dio su brindis más como una burla hacia su
hermana, lanzando comentarios de cómo sus padres se hallaban
emocionados por tener a Hilary fuera de la nómina. Hilary lo tomaba
muy bien, y Nick parecía pensar que era gracioso. La hermana lo
terminó con una linda nota, y todos estábamos chocando copas. Logan
sostuvo su champaña y se levantó, moviéndose para tomar el micrófono
que le ofrecían.
—Algunos de ustedes podrían no saber la verdadera historia de
cómo Hilary y Nick se conocieron, y si no les importa, me gustaría
compartirla ahora.
Nick y Hilary cambiaron una sonrisa nerviosa entre ellos.
—La historia que cuentan fue de cuando estudiaban en la
universidad, Hilary y su amiga Katie iban de camino a casa de la
biblioteca muy tarde en la noche, y descubrieron a Nick. Perdió su
cartera unos pocos minutos antes, y les pidió ayuda para encontrarla.
Mientras buscaban, Hilary bajo un escalón y se torció el tobillo, y Nick
tuvo que cargarla de regreso a su dormitorio. Ellos no encontraron la
cartera, pero se encontraron el uno al otro.
Una sonrisa torció sus labios, y tomé un profundo respiro. Verlo
ahí de pie, con todos los ojos en él y aun así sentirse cómodo, era
embriagante.
—Es una linda historia, pero dejaron de lado varios detalles
críticos. —Su sonrisa se convirtió en una sonrisa burlona, cuando la de
los labios de Nick comenzaba a apagarse—. Nick no perdió su cartera.
Vio a Katie y a Hilary prepararse para irse y se inventó la historia de “la
cartera perdida” porque quería su número. No el de Hilary, si no el de
Katie.
Podías escuchar todas las cabezas girarse hacia Hilary para ver si
esto era una revelación para ella. Su sonrisa decía que no lo era.
—Hilary no iba a dejar que eso pasara. Ya había puesto sus ojos
en mi hermano desde el momento en que llego a la biblioteca, así que
creó su propia historia, la de “no te tuerzas el tobillo de verdad”. Eso le
permitió pasar los siguientes veinte minutos con mi hermano, y creo
que después de los primeros diez, él ya estaba enamorado de ella.
Adorable.
—Así que, quiero brindar por los nuevos Sr. y Sra. Nicholas
Stone. Por encontrarse el uno al otro —dijo. Luego, sus ojos se
centraron en los míos, como si me hablara directamente a mí—. Por
hacer lo que sea que se tiene que hacer, para tener lo que quieres.
Es como si hubiera vertido lava en mí.
—Oh, casi lo olvido. —Sus ojos se volvieron juguetones—. Los dos
estaban muy borrachos. La Biblioteca es el nombre de un bar en el
campus.
Creo que la gente se rio. Tal vez Hilary tosió al revelar esto. Todo
en lo que podía pensar era en el significado de sus palabras. Susan se
inclinó y chocó su copa de champaña contra la mía cuando la levanté.
Logan no se sentó. Sacó la copa de mi mano y puso la de los dos
en la mesa, tomó mi mano, y me sacó de mi asiento. Lo seguí hacia la
puerta, pasando el largo pasillo.
—¿A dónde vamos?
No me contestó porque no pensé que supiera. Pasamos por un
bar vacío y luego dentro de una oscura oficina que parecía que no se
encontraba en uso. Cerró la puerta y presionó mi espalda contra ella,
su cara a una pulgada de distancia de la mía.
—Ya no soporto tu regla. —Antes de que pudiera responder, puso
su boca sobre la mía.
Sí. Oh, por Dios, sí. Su beso estaba lleno de mucho anhelo, y jadeé
contra él. Sus suaves labios se burlaban, su lengua se deslizó a mi boca
para acariciar la mía, y me sacó un gemido. Luego, comenzó a usar sus
manos. Una de deslizó detrás de mi cuello para sostenerme en su beso
mientras la otra rodeaba mi cintura para mantener nuestros cuerpos
tocándose.
—Logan —traté de decir entre besos, pero la semana que
pasamos sin ellos nos hizo hambrientos por recuperar el tiempo
perdido.
—¿Hmm? —murmuró. Sus labios regresaron a los míos,
codiciosos e insistentes, demandando mi participación, la cual estaba
más que lista para dar. Mis manos se aferraron a él. Me quería hundir
en su piel, romper su chaqueta. Hacer puños su camisa de vestir,
arrugarla, y jalarla hacia arriba para deslizar mis manos debajo de ella.
A él no le gustaría que la arrugara. Ese fue el pensamiento que
me hizo enfriarme. —Tengo que decirte algo —dije—. April Kelley está
aquí.
—¿Qué? —Me escuchó porque se puso rígido—. ¿Cómo?
—Vino con su madre.
Se enderezó, alejándose de mí, y el deseo dentro de mí se quejó
cuando la calidez de su cuerpo se fue. Su cara se endureció y amargó,
capa por capa.
—¿Ustedes dos hablaron? —Su voz era fría.
—No en realidad, Chelsea me apartó.
Paso una mano por su cabello. —¿Qué dijo ella?
Le di un resumen del pequeño encuentro y repetí lo que Chelsea
me dijo.
—¿Doce años? —pregunté—. Ustedes empezaron a salir cuando
tenías…
—Quince.
Eran unos niños. —¿Puedo preguntar qué paso?
—No estábamos hechos el uno para el otro.
¿No era eso la última razón por la que las parejas se separaban?
Debe de haber mucho más en esa historia. ¿Cómo es que les tomó doce
años en darse cuenta de eso? La cara de Logan era un total maldito
enigma. Parecía que me estudiaba, y pude sentir que tenía que tomarlo
con cuidado. Ahora no era definitivamente el tiempo para investigar su
pasado.
—Vale. Me gustó tu brindis —dije, esperando que sonara tan
sincero como lo sentía.
Parpadeó como si se hubiera sorprendido por el cambio de tema.
Luego, sonrió. Sí, me encontraba dispuesta a aceptar otra no-respuesta
de él. Las yemas de sus dedos rozaron mi cuello, hasta que sostuvo mi
cara con su mano. Rozó sus labios contra los míos.
—¿Sí? —dijo—. Gracias. —Dejo su cálida mano en mi
mandíbula—. Mira, sé que probablemente quieras hablar sobre eso…
—Está bien. Me puedes contar después, cuando quieras.
Un Logan pasmado era muy diferente de cualquier otra versión.
Esperaba que lo presionara, pero esa no era la manera en que hacia las
cosas. No tenía problema con el compromiso.
Su beso era como fuego, pero se acabó muy rápido. —Tengo ideas
de hacerte cosas que llamarías altamente inapropiadas para ti en estos
momentos. Pero…
—Tenemos que volver.
Asintió. —Me gustaría pausar lo “altamente inapropiado” para
más tarde. ¿Eso suena agradable para ti?
—Sí. —Igualé su pretensioso tono serio—. Eso es aceptable.

Durante la cena tuvo una mano en mi rodilla por debajo de la


mesa, a veces en un lugar peligrosamente inadecuado. Creo que le
gustaba el rubor que obtenía de mí cada vez que la deslizaba muy
arriba y tenía que moverme en mi asiento para guiar su mano de nuevo
a mi rodilla.
Esta boda era una mierda afrodisíaca poderosa. Durante el
primer baile de Nick y Hilary, me giré en mi silla para enfrentar la pista
de baile y los brazos de Logan se envolvieron alrededor de mi cintura,
tirando de mí para inclinarme de nuevo sobre él. Besó mi hombro
derecho desnudo donde se encontraba con mi cuello, y tuve que
morderme el labio. El calor crepitaba por mi cuerpo, a través de cada
nervio hasta llegar entre mis muslos.
El siguiente baile era la fiesta nupcial, pero los recién casados
dejaron que las personas eligieran sus propias parejas. Me encontraba
sobre mis pies y en sus brazos un instante después.
—¿Bailas, jefe? —le susurré.
—Puedo bailar tan lento como un estudiante de octavo grado, sí.
—Sus manos se ubicaron en la parte baja de mi espalda y mis brazos se
deslizaron alrededor de sus hombros, y giramos lentamente en un
círculo con una dulce canción de amor, nuestros pies arrastrándose por
debajo de nosotros. Cuando terminamos una vuelta, había una mueca
pintada en la cara bonita de April.
No me considero una persona especialmente atrevida, pero había
terminado mi copa de champán y me sentía maliciosa. Pasé una mano
por su cabello suave y moví su rostro al mío, presionando mis labios
contra los suyos.
Él estuvo dentro tanto como yo. Sin embargo, me olvidé de lo
bueno que eran los besos entre nosotros, y cómo fueron negados, por lo
que se volvieron salvajes, profundos. Una mano suya se enhebró en mi
pelo y su lengua probaba la mía.
—Para de humillarnos —bromeó Nick.
No me di cuenta de que habíamos detenido nuestro baile de
octavo grado, o que la novia y el novio se encontraban justo a nuestro
lado. Y ahora el asiento de April se hallaba vacío.
Además de ser fanáticos de la bebida, la familia de Hilary rompió
la pista de baile. Fue una enorme pila de cuerpos sudorosos, jóvenes y
viejos, sacudiendo sus cuerpos al estilo de boda clásica sobre la pista.
Logan no bailaba, ni ninguno de sus hermanos. Parecían contenidos en
reposo en un semicírculo y criticando la multitud, cada uno con una
bebida en la mano.
Puesto que no bailaba, Logan no tenía ningún problema en
llevarme hacia los otros hombres de su familia. Tíos, primos y su
abuelo, que resultó ser el mejor bailarín del grupo. Se hacía tarde, y me
sentía cansada, bailando con un primo borracho que se tambaleaba
inestablemente, cuando miré por encima y lo vi, se hallaba enfrascado
en una conversación.
Nick y Garrett se habían ido. Era sólo Logan y la rubia, su única
ex.
Fuese lo que fuese lo que hablaban, ninguno de ellos parecía muy
feliz. Luché contra la urgencia de ir e interrumpir. Pero cuando Blake se
presentó borracho en mi apartamento, Logan fue comprensivo. Podía
hacer lo mismo.
El Dj anunció que la siguiente canción sería la última, y una
inquietante canción de amor lenta llenó la habitación. April se apartó de
Logan y se fue molesta, su mirada se enfocó en mí. Se acercó y extendió
los brazos, pidiéndome bailar sin decir palabra.
—Ni siquiera me acerqué a la familia bebida de Hilary —comenté,
mi frente contra su cuello, luchando contra el impulso de preguntar por
ella.
—¿Siquiera estás mareada?
—No, estuve demasiado ocupada —espeté—. Podrías haberme
advertido que no bailabas.
—Si te ayuda, eres un gran éxito con la familia.
Eso ayudó.
—Robé una botella de champán en el bar —dijo—. Pensé que
podríamos tomar una copa en la habitación antes de que reclame mi
promesa.
Mi pulso saltó. La imagen de su cabeza entre mis piernas, mis
dedos enredados en su pelo, destelló en mi mente sucia. ¿Qué clase de
Logan iba a conseguir esta noche?
Menos mal que yo era capaz de conducir, ya que el servicio de
transporte hasta el hotel estaba lleno. No podía conducir. A pesar de
que sólo bebió un par de copas, admitió que rara vez bebía.
—Saqué todo eso fuera de mi sistema en la universidad, además
no es bueno para el entrenamiento —dijo cuándo se subió al asiento del
copiloto de su propio coche.
No podía decir que estuviera borracho, pero como yo no había
tomado una copa en horas, no fue un gran problema. El hotel se
encontraba en la misma calle, pero cuando nos detuvimos en un
semáforo, me miró por un momento; una mirada extraña cruzó su
rostro.
—No te gusta que conduzca tu auto —le dije con un tono
malvado. Tal cual un fanático del control, y me encantó.
—Tal vez, pero no es personal. ¿Por qué sonríes?
—Porque me gusta verte retorcerte, jefe. —Para el efecto, puse el
auto en neutro y aceleré el motor. Oh, realmente no le gustaba eso. La
minivan a mi lado nos miraba como si fuéramos idiotas.
—¿Crees que puedo pasarlos? —bromeé.
—Tal vez piensa en el hecho de que podría haber consecuencias a
tus acciones. —Fue otra broma que podría no ser una broma en
absoluto—. Piensa en lo que podría ser tu castigo. —Había un brillo en
sus ojos que me robó el aliento.
La habitación del hotel era lo que esperaba. Una cama enorme
dominaba la habitación, frente a un armario que ocultaba la TV y mini-
bar. Tan pronto como nuestro equipaje se hallaba allí, se fue a
conseguir hielo para el champán. Me hundí sentándome en el borde de
la cama, abrí las correas de los tacones, y dejé que mis pies cansados
descansaran apoyados en el suelo.
¿Qué demonios era ese sentimiento en mi estómago? ¿Estaba…
nerviosa?
Sin embargo, las cosas eran diferentes ahora. Esa comprensión
me dejó dando vueltas. Sólo tuvo una relación con otra persona. Claro,
durmió con muchas otras, pero yo tuve cinco veces más relaciones que
él. ¿Quién era exactamente el más inexperto ahora?
—Estoy molida —le dije, cuando regresó con el cubo en la mano—
, sal de ese esmoquin y quédate así.
Todo lo que conseguí fue una sonrisa seductora. Mis entrañas se
estremecieron. Dedos expertos deshicieron el papel aluminio y quitó el
corcho, a continuación, puso una toalla sobre la parte superior y lo
abrió.
—No es la primera botella de champán que has abierto, ¿eh?
Sirvió el líquido burbujeante en una copa y me la ofreció. —No, no
lo es.
No estaba del todo frío, pero aun así sabía exquisito. Se sirvió una
copa, pero no se unió a mí en la cama. Se apoyó en el mostrador y tomó
unos sorbos, mirándome con curiosidad.
—¿Qué? —le pregunté.
—Me pregunto cuánto tiempo más aguantarás sin preguntarme
por ella. Estoy impresionado de que no lo hayas hecho, pero, de nuevo,
cada día estoy encontrando nuevas cualidades impresionantes que
tienes.
Era a la vez dulce y sucio. Un cumplido con una inclinación
sexual en él.
—Te dije que me puedes decir lo que quieras, cuando quieras.
Su mirada se volvió cálida y luego se puso serio. —April y yo
estuvimos juntos durante mucho tiempo, la rutina se hizo cargo.
Después de pasar el primer año de la universidad, nos quedamos
atrapados en una calle de un solo sentido. —Tomó un sorbo de su
bebida, pero su mirada ya no se encontraba con la mía—. Nuestras
familias se iban de vacaciones juntas, todo el mundo nos presionaba
para que nos casáramos, aunque ya nos sentíamos como si
estuviéramos casados. Peleábamos como si estuviéramos casados —lo
dijo vacilante—, no me gusta fallar. Pensé que podría hacer que
funcionara.
Se me cortó la respiración. Yo sabía todo acerca de eso.
—April quería que todo permaneciera igual. Vivir en las afueras,
pasar el rato con su familia los fines de semana. Le gustaba tener el
control, tener rutinas, organizarse. Todo siempre a su manera.
—Inflexible —susurré.
Me dio una media sonrisa amarga. —Cuando asumí el puesto de
trabajo en la ciudad, una hora en cada trayecto, después de que me dijo
que no… Se puso furiosa. Hubo un ultimátum.
Recordé cómo me dijo que no respondía bien a los ultimátum. Me
sentí como si estuviera bien que preguntara, como si quisiese que lo
hiciera. —¿Qué fue?
—Ponerme sobre una rodilla o salir para siempre de su vida. No
creo que esperara que todo se fuera por ese camino. Cuando se terminó
para mí, todo se terminó. Rompí con ella definitivamente. Doce años
acabados, como si no significaran nada, y… —le costó terminar—, nos
hirió a ambos.
Ni siquiera podía imaginarlo. Tuve un par de rupturas malas,
¿pero terminar después de doce años? Ambos llevarían cicatrices de
ello.
Bajó la copa y se quitó la chaqueta, colgándola en el armario
abierto junto a la puerta. Sus dedos deshicieron los botones del cuello y
luego la dejó abierta cuando regresó a su champán.
—Ya que estamos teniendo esta sexy charla de ex novios —dijo—,
¿puedo preguntar por el hombre en el club? ¿El que se presentó en tu
casa?
—Te lo dije, nunca fue mi novio.
—Pero hay más allá.
—Blake y yo hemos sido amigos durante años, y de vez en cuando
uno de nosotros quería más, y siempre ocurría que la otra persona no
se encontraba disponible.
—Dijo que te amaba y le dijiste que lo amabas. —Sus ricos ojos
marrones me evaluaban.
—Lo hice, en la víspera de Año Nuevo, cuando me sentía perdida
y sola.
—¿Fue de verdad?
¿Por qué importaba? —Puede ser. Sí, pero no lo es actualmente.
Creo que solo dijo eso para impedirme entrar en el club.
—Me alegro de que no fuera capaz de hacerlo. —La expresión de
Logan era intensa y poseía una gravedad a la que no me podía resistir.
—Yo también.
Se giró hacia el aire acondicionado y bajó la temperatura por lo
que la cosa se disparó, soplando aire fresco sobre nosotros.
—¿Crees que hace calor aquí? —Me encontraba un poco fría.
—No quiero ponerte demasiado caliente otra vez —dijo—. Y me
gustaría tomarme mi tiempo siendo muy inapropiado esta noche, si eso
está bien contigo.
Sentí el calor en mi cara. —Lo permitiré.
Pero regresó a donde había estado apoyado en la mesa, en lugar
de venir a mí. —Bien. Desnúdate.
La temperatura de la habitación se elevó. Mi respiración se
aceleró con su orden. Me puse de pie y terminé mi champán,
poniéndolo en la mesa con un golpe silencioso. Mis manos fueron al
lado de mi vestido y arrastraron la cremallera hacia abajo
dolorosamente lento, mi mirada fija en la de él.
—¿Las luces? —Me hallaba más curiosa que preocupada. La copa
de champán parecía ir directo a mi cabeza
—Vamos a dejarlas encendidas.
Saqué la tira de mi hombro y bajé el vestido, exponiendo mis
pechos desnudos. Lo pasé sobre mis caderas y cayó, el forro de satén
acariciándome a su paso. Hubo un constante aumento y caída de sus
hombros mientras su mirada vagaba sobre mis curvas. Llevaba puesto
un simple par de bragas de algodón negro. Sin un novio desde hace dos
años, la ropa interior atractiva no había pesado en el presupuesto.
Fue al otro lado de la cama y bajó el edredón por lo que sólo las
sábanas se quedaron antes de regresar a su lugar. —En la cama, ahora.
¿Qué dijo haber planeado? Amontoné las almohadas y me senté
en las sábanas frescas con las almohadas en la espalda.
—Quiero verte tocarte a ti misma.
Se me cortó la respiración. —Lo haces, ¿uh? ¿Dónde?
—Donde quieras.
Empecé con mis pechos, porque sinceramente, sabía que quería
un espectáculo. Si fuera por mí, y estuviera en un tipo de momento
privado, me dirigiría directamente de la zona baja. Llené mis manos con
el peso de mis pechos, mis pezones ya apretados y duros con el aire
acondicionado y su mirada ineludible.
Mis dedos bailaron sobre la piel suave, desnuda, y me burlaba de
mí misma con unos pellizcos, tirando del pezón y dejándolo regresar
bruscamente. Su mirada sobre mí era pesada. Podía sentir cada
movimiento que hacía, especialmente mientras seguían a mi mano
yendo hacia abajo. Durante todo el camino abajo hasta que tocó el
algodón negro.
Se quedó allí, apoyado en la mesa y bebiendo el resto de su
bebida lentamente mientras mis dedos continuaron. Abrí más mis
piernas, doblando mis rodillas mientras exploraba con mi mano. Los
metí dentro de las bragas, frotándome hasta que un gemido se escapó
de mis labios. Quería que fuera su mano tocándome, no la mía. Pero
antes de que pudiera decir eso…
—Tira de ellas a un lado. Quiero ver lo mojada que te has puesto.
Tragué un enorme aliento. Sus palabras fueron tan excitantes,
¿Acaso era posible que pudiera tener un orgasmo solo con las cosas que
decía? No me hallaba mojada por lo que hacía, lo estaba por sus
órdenes. Mis dedos se engancharon por el lado y tiré de la tela para
exponerme ante él.
Exhaló e hizo un sonido de apreciación. —Quítatelas y hazte
venir…
—¿Qué?
—Quiero ver cómo lo haces, así sé exactamente cómo te gusta.
No me importaba tocarme delante de él, pero ¿qué? Era tan
privado. —Sabes lo que me gusta.
—Estoy seguro de que hay espacio para mejorar.
Lo dudaba, pero deslicé mis dedos debajo de la cintura y los
quité, dejándolos caer sobre el borde de la cama. Me encontraba
totalmente desnuda para él. Mis rodillas cayeron a un lado cuando mis
dedos descendieron por encima de mi montículo para tocar donde me
encontraba resbaladiza y caliente.
Se sentía diferente cuando miraba. Las yemas de mis dedos
frotaron en círculos, enviando placer chisporroteando a través de mis
nervios. Cerré los ojos y disfruté, escuchando su respiración pesada
sobre la mía.
—¿Sólo utilizas una mano? —preguntó en un susurro, como si no
quería molestarme.
Asentí, manteniendo los ojos cerrados. Oh, Dios mío, me
encontraba vergonzosamente mojada.
—¿Usas los dedos o simplemente frotas tu clítoris?
—¿Por qué? —Era difícil concentrarse cuando me hacía
preguntas—. ¿Estás tomando notas?
Se rio entre dientes, y luego hubo otro ruido mientras se movía.
Abrí los ojos. Se desabrochó sus pantalones y tenía una mano dentro de
ellos, acariciándose a sí mismo, a pesar de que no podía ver.
—¿Cómo es eso justo? —Seguí tocándome perezosamente—.
Tienes la oportunidad de ver y yo no.
Sus largos dedos desabrocharon la camisa. La sacó, la colgó en el
respaldo de la silla, y luego sus pantalones salieron, dejándolos en la
parte superior.
—Creo que estoy desnuda, señor. —Levanté una ceja ante el
hecho de que dejó su bóxer puesto. Sonrió tan ampliamente que me
quedé helada—. ¿Qué?
—La última vez que me llamaste así era cuando tenías una venda
en los ojos. Me gustó.
Eso no era de extrañar que le hubiera gustado. Esa autoridad
implícita como si fuera mi maestro. Era todo lo contrario. Claro, tomé
sus órdenes, pero era lo suficientemente inteligente como para saber
que tenía un montón de poder sobre él. Se tocaba a sí mismo a causa
de lo que hacía. Mi efecto en él.
Su bóxer cayó y su polla saltó libre, dura y recta, y envolvió un
agarre firme alrededor.
—Eres tan jodidamente sexy —dijo, su mirada fija en mis dedos
que se agitaban cada vez más rápido, construyéndose la intensidad.
Gemí, disfrutando el cumplido. Se puso de pie y se acercó a mí, con la
mano sobre la mía, parando para que pudiera poner su mano allí.
Mi gemido de satisfacción se volvió de frustración cuando dio un
paso atrás. Pasó la mano entre mis piernas para mojarse y conseguir
lubricación mientras se masturbaba.
—Logan.
—Cuanto antes me muestres, más pronto puedes tener de mí.
Bueno, si eso no era una motivación, no sabía que lo era. Yo
normalmente no usaba dos manos, la otra permanecía afuera. Nunca
sentí como si fuera algo real para mí, pero si podía acelerarme un poco,
iría por ello. Mi otra mano bajó a unirse a la primera, luego más hasta
que pude insertar el dedo tan profundo dentro de mí como pude.
Hubo una inhalación brusca. —Imagina que es mi dedo dentro de
ti.
—¿Por qué tengo que imaginar?
—Ve al ritmo que quieres que te folle. —Su mano se deslizó hacia
atrás y adelante sobre sí mismo, sus nudillos blancos.
Hice lo que me dijo y, allí, tumbada para él, haciendo algo que
nunca dejé que nadie realmente viera, me dejé llevar. Cerré los ojos e
imaginé su dedo dentro de mí, llevándome más y más arriba, subiendo
más cerca de la cima.
—Puedo verte haciendo esto toda la noche.
No, jodidamente no podía. No después de esta mañana.
—Oh, Dios, me voy —grité.
Mis manos se movían furiosamente, dedos de bombeo de entrada
y salida. Mi espalda se arqueó, grité y colapsé de nuevo en las
almohadas. Mi orgasmo no disminuyó antes de que estuviera en la
cama. Se arrodilló entre mis piernas y corrió su polla en mí,
empapándose a sí mismo en mi orgasmo. Luego presionó dentro de mí,
y el segundo orgasmo, me llevó a cuestas, rugió a la vida con esta
conexión repentina. Tiré mis manos alrededor de sus hombros y me
aferré a él, convulsionando. Latiendo. Palpitando.
Se movía lentamente, me acariciaba desde el interior,
prolongando el enorme placer hasta que decayó.
—No es que me queje —susurré cuando tuve mi aliento de
nuevo—, pero ¿qué pasa con la raincheck4?
—No te preocupes, vamos a llegar allí. —Su expresión taimada me
dio otra réplica.
Agarró las almohadas detrás de mí y las arrojó a un lado, así me
hallaba de espaldas, con los brazos enderezados. Se movió, moliendo
sus caderas con las mías. Descargas eléctricas pasaron por mi cuerpo
sensible.
Su hermoso rostro tenía esa sonrisa seductora en él. —Quiero tus
manos.
Las arrastré por sus brazos, amando la sensación de los fuertes
músculos debajo de su carne. Tomó mis manos entre las suyas,
entrelazando nuestros dedos juntos, y las apretó encima de mi cabeza,
sosteniéndolas contra el colchón. Se inclinó hacia adelante y unió
nuestros labios.
Mis ojos se hubieran ampliado si eso fuera posible, pero no fue
así. Cerrados bajo su mando en silencio. Bajo el poder de este beso.
Esta noche, Logan quería hacer el amor.
Se retiró casi por completo y luego se hundió de nuevo en mi
cuerpo, que dio la bienvenida a su cualquier intrusión suave. Dibujé
una línea en sus labios con mi lengua, rogando por saborearlo.
—Sí —gemí—. Sí.

4 Una promesa de que una oferta no aceptada será renovada en el futuro.


No me hizo una pregunta, y, sin embargo, le daría lo que quisiera.
Me moví a su encuentro, ansiosa. Ahogándome en mi deseo por él y en
la pasión del momento. Nunca se sintió tan bien. Podría haber sido
horas o pocos minutos, perdí la noción del tiempo mientras su boca
estaba sobre la mía y se movía muy dentro. Me retorcía debajo de él.
Mis suaves gritos de placer fueron silenciados por su beso implacable.
Se quedó quieto y se movió por encima de mí, retirándose y
besando mi pecho después.
—¿A dónde vas? —exigí, a pesar de que era obvio. Yo no era
generalmente la persona que rechazara esa oferta, pero ¿ahora? Era
una tortura cruel burlarse de mí con su amor y luego quitármelo. Sus
dedos separados abriéndome a su beso íntimo, y me apoyé sobre mis
codos.
—Logan, por favor… —lloré. Mi mano se acurrucó bajo su barbilla
para tratar de traerlo de nuevo a mí.
—¿No te gusta esto? —Su profunda voz retumbó entre mis
muslos. Me cogió con la boca, la lengua revoloteando en mi carne y el
calor corrió hacia el exterior de la misma.
—¡Oh! —Gemí cuando apretó su cara contra mí, acariciando y
haciendo que me derrumbara sobre mi espalda. Me encontraba
totalmente en conflicto. Su boca era indecente y, mierda, no quería que
se detuviera. Sin embargo, me preocupaba que cuando regresara,
cambiaría, adoptaría un nuevo estilo. Tendría una nueva manera de
satisfacerme, y no quería eso.
—Vuelve a mí —dije con voz entrecortada—. Hazme el amor.
Levantó la cabeza, alterado por la sorpresa, así que cogí y tiré de
él hacia arriba. Su duro cuerpo se deslizó sobre mí. Sus labios húmedos
regresaron a mis labios, y me dio un codazo a su polla, deslizándose
hacia mí con un gemido de placer.
En la boca del estómago, el deseo apretado como un tornillo de
banco.
Su mano estaba caliente y apretando en la cadera, y la otra
sostenía mi cara a su beso. El anhelo de cada uno de nosotros para
alcanzar nuestro fin derramó, se filtraba por todas partes, borrando los
límites para mí. Lo que yo le pedí hacer era peligroso. El romance de la
boda, la copa de champán… Todo era una poderosa droga efecto de la
manipulación.
—Abre los ojos. —Esta demanda sonaba muy parecido a una
declaración de culpabilidad.
Sus hermosos ojos oscuros eran hipnóticos. Luché contra la
oleada de placer que amenazaba con consumir. Bajó una mano detrás
de mi rodilla y me guio para abrir más mis piernas, para levantarlas a
la altura de la cintura. Dobló su rodilla, y la mano en mi cadera se
deslizó bajo mi cuerpo, inclinándome para que pudiera sentirlo todo. Su
pecho se arrastró sobre mis pezones endurecidos, acercándome a la
sobrecarga.
—No puedo dejar de pensar en ti —susurró, sus ojos mirando a
los míos.
Me quedé en silencio, incapaz de formar el pensamiento. Cada
segundo que me quedé debajo de él, luchando por arrastrar aire en mi
cuerpo y mantener los ojos abiertos, forzando mi clímax cada vez más
cerca hasta que me sentí como si estuviera encima de mí y no él. El
deslizamiento de su cuerpo dentro y fuera de la mí se convirtió en
demasiado.
Tenía la piel de gallina, pero no tenía frío. Me incendió. Cada
pulgada de su piel cubrió mi piel, y fue un hormigueo en el momento
antes de que mi orgasmo descendiera sobre mí.
—Logan —grité, cavando mis uñas en su carne.
Oh, santa puta mierda. La explosión dentro de mi cuerpo movió
mis cimientos, amenazándome con desgarrarme. Siguió moviéndose. Lo
que significaba que la maldita cosa seguía siendo mejor y mejor,
cambiando e intensificándose.
Era duro como el acero dentro de mí mientras que la lengua en mi
boca era más suave que el terciopelo. Las cosas estaban fuera de
control y ahora permitía que tomara el control. Me sacudí en sus brazos
y se rompió el beso, gimiendo vergonzosamente alto cuando por fin
llegué a lo que creía que era el pico, hasta que se sacudió. Todo su
cuerpo se apoderó de mí, vertiéndose a borbotones, cada uno mejor que
el anterior.
Posó sus labios sobre los míos bruscamente, pero no sabía que
era exactamente lo que intentaba callar, porque también gimió en voz
alta cuando yo lo hice, igualando mi intensidad. Se deslizó dentro de mí
tan profundamente en la estocada final que podría haberme daño, pero
me hallaba demasiado perdida en el éxtasis para prestar atención.
Nos recostamos durante mucho tiempo después, y pude sentir su
latido cardíaco lento a un ritmo normal con nuestros pechos apretados.
Se levantó sobre un codo y se sacudió el pelo de los ojos, y luego me
besó profundamente.
—Entonces… —dijo—. Ese fue el mejor orgasmo de mi vida.
Las esquinas de mi boca aparecieron en una sonrisa. —Estoy
familiarizada con el sentimiento. —Había estado estremeciéndome
ruidosamente—. Por favor, dime que ningún miembro de tu familia se
hospeda en esta planta. O en este hotel.
Se rio y rodó sobre su costado, sosteniéndome en sus brazos. —
Yo diría que no deberías haber dicho mi nombre, pero me encanta
cuando lo haces. Me encanta aún más que sea cuando estás gritando.
Traducido por Hansel & Kyda
Corregido por Helena Blake

Me despertó pasando sus manos por mi cintura, bajando hasta


mi cadera, empujando las sábanas en el camino. Estaba de lado, de
espaldas a él.
—¿Qué hora es? —Mi voz sonó cargada de sueño.
—Un poco después de las nueve.
—¿Ya te levantaste y corriste?
—No —dijo, abrazándome por atrás—. Es un día de descanso. —
Su polla dura se presionó contra mí.
—Estaba descansando —murmuré—. No te sientes como que
quieres descansar.
Deslizó su polla entre mis muslos, empujando. —Todavía estoy en
la cama. —Besó mi cuello y su lengua subió hasta que trazó el borde de
mi oreja. Su mano se cerró alrededor de mi pecho, masajeándome antes
de aventurarse hacia abajo.
—¿Me deseas? —Sus dedos se deslizaron entre mis pliegues.
Era una pregunta ridícula, por supuesto que lo hacía. Sabía que
era cierto porque ya estaba mojada por él. —Sí.
Hubo poco juego previo. Se enterró en mi interior, tomándome por
detrás. Yo junté mis manos encima de las suyas y me aferré a él
mientras me abrazó, follándome lentamente. No íbamos a “hacer el
amor” esta mañana, podía decirlo.
—Quiero que estés en total silencio cuando llegues —dijo.
Me había dicho justo anoche que le encantó cuando grité su
nombre, así que... —¿Por qué?
—Por si quiero hacerte algo como esto en algún lugar público.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. —¿Dónde?
—En ninguna parte —bromeó—, si no puedes permanecer en
silencio.
Fue como si avanzara a segunda velocidad y me quedé sin aliento.
Su mano, con la mía aún envuelta en ella, se movió para que pudiera
frotar justo encima de nuestra unión.
—Ssh —susurró—. Puedes ser más silenciosa.
Me encantó el reto por lo que me obligué a contener mis gemidos
de placer. Cuando lo logré, lo llevó a la tercera velocidad y apreté la
mano que me estaba tocando.
—Sí, Evie. —Sus palabras me hicieron morder mi labio—. Tengo
que hacerte venir duro para asegurarme de que estaríamos a salvo si lo
intentáramos. ¿Qué pasa si quiero follarte en el asiento trasero de mi
coche durante la hora del almuerzo?
Excelente. Ahora iba a encenderme pensando en el
estacionamiento debajo de la oficina. Acomodé mis manos en él,
respirando pesadamente. Sus embestidas se hicieron más fuertes,
urgentes, pero se quedó en silencio también. La bofetada de su piel
contra la mía y el chirrido débil del colchón eran los únicos ruidos
además de nuestras respiraciones dificultosas. Podía decir que estaba
cerca, porque yo estaba cerca.
—¿Vas a estar en silencio para mí?
Mis ojos se cerraron para que pudiera concentrarme. —Sí, señor.
—dije, sabiendo que no estaba jugando justo al decir eso.
Respiró hondo, como si estuviera conforme y disconforme al
mismo tiempo. Su mano se alejó de mí, y unos dedos mojados se
metieron en mi boca. —Chupa.
La polla se flexionó dentro de mí cuando cerré mis labios a su
alrededor, saboreándome. Los chupé duro, y un gemido escapó de mis
labios antes de que me diera cuenta.
—Vamos, ni siquiera estás tratando. —Los dedos volvieron a mi
clítoris, frotándome furiosamente. Casi tan furiosamente como golpeaba
en mí.
Me aferré a las sábanas, arañándolas, encontrando algo a lo que
aferrarme.
Tomó respiraciones cortas y poco profundas. —Mejor.
Presioné hacia atrás, encontrándome con sus embestidas
mientras intentaba permanecer en silencio. El deseo aumentó y hundió
sus garras, capturando. Apreté mis labios y arqueé mi espalda, mis
piernas cerradas herméticamente para recibir el orgasmo con él en lo
más profundo. Un gemido fue el único sonido que no pude contener
cuando me arrojó al borde del éxtasis.
Yo estaba en un silencio sepulcral, incluso cuando mis entrañas
estaban gritando.
—Sabía que podrías hacerlo. Ahora es mi turno —dijo.
Solo me pareció justo hacérselo difícil. —¿Vas a venirte duro en
mi coño?
—Sabes que lo haré. —Sus palabras rodaron sobre mi piel,
pecaminoso.
Necesitaba algo más. —Tu polla se siente muy bien en mi interior.
Eso solo ganó una respiración poco profunda. Tendría que
encontrar algo aún más sucio, y fui con la primera cosa que se me vino
a la cabeza. Algo que debería haber pensado antes de que saliera de mi
boca.
—Quiero que me folles el culo.
Se quedó paralizado. —¿Ahora?
—Um... —Busqué una manera de dar marcha atrás. ¿Es eso lo
que quería? Desde luego, ayer dijo que lo había hecho, y me gustó lo que
me hizo en la ducha. Había una razón por la que había sido lo primero
que me vino a la mente. Sabía que con el tiempo iba a dejarlo tenerme
allí. Yo iba a querer probarlo. Era tan bueno en todo lo demás, ¿cómo
podría no ser bueno en eso? Mis labios temblaban.
—Si quieres, nosotros... podríamos intentarlo —dije, y luego
contuve la respiración mientras esperaba su respuesta.
Comenzó nuevamente a cogerme a un ritmo constante. —Quiero.
—Su mano se había trasladado a mi cadera, y ahora se movió de nuevo,
abandonándome. Miré por encima de mi hombro para verlo deslizando
su dedo pulgar en su boca y luego hacia abajo por mi espalda. Sus
manos abrieron mis mejillas para tocarme, su pulgar mojado
explorando.
—¿Quieres que ponga mi polla aquí? —Presionó sobre mi culo.
Traté de sonar confiada. —Sí.
Su cuerpo se estremeció a mi lado con la anticipación. —Me temo
que esto va a tener que esperar por ahora, muchacha sucia. —Deslizó
su pulgar dentro—. Tengo que conseguir algunas cosas que pueden
ayudar. Quiero que disfrutes tu primera vez.
Sentí una mezcla de alivio y decepción inesperada. Al igual que
cuando firmé el contrato, una vez que había accedido a él, conseguí un
estremecimiento de emoción por hacer algo por lo que debería haber
estado aterrorizada.
Su polla seguía chocando contra mí mientras su pulgar penetró
aún más. Estaba loca y frenética. Tomó grandes bocanadas de aire
mientras su orgasmo se acercaba. La mano había desaparecido de mi
interior. Agarró mi cintura y me tiró de nuevo hacia él, por lo que la
cálida piel de su pecho estaba contra mí. Un suspiro tranquilo vino de
él y luego, cuando llegó, hundió sus dientes atrás de mi cuello.
Doloroso. Me hizo jadear.
Los dientes se fueron al instante y su boca se movió sobre la
marca de la mordedura que, yo estaba segura, había dejado allí.
—¿Estás bien? —dijo, tranquilo y tenso—. No quise hacerte daño.
Sus brazos me rodearon en un abrazo, y enganché mis manos en
sus antebrazos. —Estoy bien.
—Al parecer eres mejor en esto que yo.
—Parece que los dos pasamos tu prueba.
Me dio vuelta en sus brazos, dejando al descubierto la expresión
amoral en su rostro. —No tienes que estar en silencio esta noche.
—¿Esta noche? —Buen Dios, era una máquina.
Su beso me drogó. —Ven a mi casa a cenar. Vamos a probar lo
que quieras.
Me tragué un suspiro.

Me dejó en mi casa, acompañándome a la puerta de mi edificio.


Un caballero, que tenía menos que intenciones caballerosas para más
adelante. No me dijo qué "suministros" necesitaba obtener cuando le
pregunté en el viaje en auto de vuelta a la ciudad.
Mientras estaba buscando las llaves en mi bolso, puso una mano
en la parte baja de mi espalda.
—Evie. —Su voz era extraña. Irregular—. Gracias por ir conmigo
ayer.
Me quedé inmóvil como una estatua bajo su intensa mirada. Yo
nunca lo había visto inseguro antes. Sus ojos se dirigieron a mirar
distraídamente la puerta de entrada de vidrio.
—Fue difícil volver a verla —dijo—. Pero habría sido mucho peor
si no hubieras estado allí.
—Oh. —Las llaves de mi mano me apuñalaron mientras las
apretaba en mi puño. Fue impactante verlo con sus paredes abajo—. De
nada.
La admisión de Logan me llenó de calidez, sabiendo que había
ayudado a aliviar una situación incómoda.
Sus ojos sinceros se encontraron con los míos. —Tuve un muy
buen día.
—Yo también. —Apenas salió de mi boca, cerró la distancia entre
nosotros y me reclamó en un beso que estaba lleno de pasión. Se acabó
demasiado rápido, pero creo que esa era su intención. Para dejarme con
ganas de más, para que volviera a él lista esta noche.
—Nos vemos más tarde —dijo con una sonrisa.
Pasé la tarde pagando facturas y presentando ofertas en un sitio
web de diseño independiente. Ocasionalmente alguien aceptaría mi
oferta y me gustaría aumentar mis ingresos de ese mes por unos pocos
cientos de dólares. Fue útil para mantener mi cabeza despejada.
A las cuatro, decidí dejar de forzarla por más tiempo. Me dejé caer
en el desgastado sofá y llamé a Blake.
—No estaba segura de que volvería a escuchar de ti —dijo—. Me
alegro de que hayas llamado. Quería disculparme, pero no estaba
seguro de si llamarte empeoraría las cosas.
—¿Cómo estás? —le pregunté.
—Me siento como un idiota. Realmente no recuerdo mucho,
excepto que me perdí allá, avergoncé mi culo, y… ¿Creo que tu jefe
estaba allí?
—Mi novio —corregí—. Su nombre es Logan.
—Oh, sí. —La línea quedó en silencio por un momento—. ¿Es un
buen tipo, Evie? Porque…
Suspiré. ―No te pongas prejuicioso conmigo.
—No lo hago. Quiero asegurarme de que te merece. —Sonaba
sincero.
—Eso creo. Él… ―No estaba segura de qué clase de conversación
podía tener con Blake ahora. Solíamos sentirnos cómodos hablando de
lo que fuera y ahora era dolorosamente incómodo—. Me gusta.
—De acuerdo, bien, eso es bueno.
Llamarlo no había sido una gran idea. Luché para encontrar algo
más que decir. —¿Dónde te estás quedando ya que Amy y tú
terminaron?
Hubo un silencio sepulcral. ¿Se había cortado la llamada? Miré la
pantalla de mi teléfono celular, y decía que aún estaba conectado. —
¿Blake?
—Regresamos.
Oh, ¿sí? No debería importarme. Tenía un novio con el cual
acababa de tener un fin de semana teniendo sexo de todo tipo. Blake
era mi amigo. ¿No debería querer que fuera feliz? A pesar de todo eso,
se metió bajo mi piel.
—Oh. —Literalmente esa era la única cosa que podía decir.
Me hizo preguntarme qué le había dicho exactamente a ella. Si me
enterara que el hombre que amaba estaba corriendo por ahí diciéndole
a otra mujer que la amaba, ciertamente no lo tomaría de vuelta. Quizás
Amy era más indulgente y comprensiva que yo.
—Le conté lo que sucedió en la víspera de año nuevo, y cómo
entré en pánico fuera del sitio e intenté detenerte…
Mi rostro se calentó de ira. —¿Le dijiste lo que hice?
―No, no realmente. Le dije que estabas haciendo algo riesgoso por
dinero. Asumió que era algo médico.
—Excelente. —La forma en que Blake lo había descrito, también
podría haber sonado como si hubiera empezado a vender drogas.
—Le comenté lo confundido que estaba, me dijo que me fuera y
no regresara hasta que lo descifrara.
—Así que, te pusiste súper borracho, viniste, fuiste rechazado y
regresaste a ella.
—No. Me puse súper borracho, vine, fui rechazado y me puse
sobrio. Entonces hice mi elección. Le pedí que se casara conmigo.
Una vez más, no debería haber tenido la reacción que tuve, pero
mierda, había estado enamorada de él. Mi corazón se aceleró en mi
pecho. —¿Y qué dijo?
―Que no. Que le preguntara después, como si fuera una bola 8
Mágica o algo así.
—¿Estás bien con eso?
—Sí. La amo, Evie.
—Bien —Mi voz estaba tensa—. Siempre me ha agradado.
—¿Puedes hacerme un favor y disculparte con Logan de mi parte?
No puedo recordar si le lancé un golpe, o si solo lo quise. Era un
maldito desastre esa noche.
Eventualmente la tensión se liberó cuando hablamos de otras
cosas, y dejó caer la segunda bomba sobre mí; había llamado a Payton y
se había disculpado por lo que había dicho fuera del club. Había
olvidado mencionarme eso cuando fuimos a comprar un vestido. ¿Por
qué?
Colgamos y perdí la noción del tiempo, y antes de saberlo, eran
las seis. Se suponía que estuviera en casa de Logan a las seis y media,
qué sorpresa, iba a llegar tarde. Le envié un mensaje de texto,
haciéndole saber que estaba en camino desde la parte trasera de un
taxi. Debí haber tomado el bus, pero esto era más rápido.
Mi cerebro se sentía nuevamente como espagueti. Había
despertado en los brazos de Logan esta mañana después de hacer el
amor anoche, así que, ¿por qué demonios estaba pensando en Blake? A
medida que el taxi cruzó en Lake Shore Drive, sucumbí a mi ansiedad
con respecto a lo que había ofrecido esta mañana, y eso aclaró
rápidamente mi cerebro. La emoción y tensión regresaron, envolviendo
sus dedos alrededor de mí hasta que estuve sujetada apretadamente.
Golpeé en su puerta, y se abrió de golpe un momento después.
Estaba al teléfono, pero me dio una sonrisa y retrocedió para dejarme
entrar.
—De acuerdo —dijo a quien sea con quien estaba hablando—.
Evie acaba de llegar así que necesito acabar. ―Sus ojos estaban llenos
de insinuación—. Sí, lo haré. —Dijo adiós y colgó, metiendo su teléfono
en su bolsillo. Las manos descansaban en sus caderas y me miró de
arriba abajo, curioso.
—Te cambiaste de ropa. —Había un tono guasón en sus
palabras—. ¿Por qué?
¿Qué se supone que usa uno en una ocasión como esta? La que
sea, no la tenía. Lo sabía porque había buscado en cada centímetro de
mi armario. Me había cambiado a un par de vaqueros y mis zapatillas
negras con abertura para los dedos junto a un top tubo color negro.
Sobre eso tenía una camiseta completamente gris con un escote
asimétrico que colgaba de un hombro.
—Esto medio se sentía como una cita —respondí.
Sus ojos se calentaron y las esquinas de sus labios se crisparon
en otra sonrisa. No se había cambiado desde esta mañana, pero aun así
se veía malditamente bien. La camiseta azul marino colgaba cerca a su
forma delgada, y abajo, vaqueros desgastados y descalzo.
—¿Estás lista para comer? —En la estufa, una olla hervía,
enviando nubes de vapor en el aire. El olor de ajo era leve pero
delicioso.
—¿Cocinas, jefe? —Había asumido que pediríamos comida.
—Puedo hacer algunas cosas comestibles, sí.
—Huele bien. ¿Qué es?
―Pasta.
—Bien. —Coloqué mi bolso en el mostrador, el cual recogió y lo
puso en el armario de la entrada—. ¿Te das cuenta que pasta es una
descripción vaga?
—Pasta, con carne. ¿Eso ayuda? —Su rostro era ilegible.
—Yo, como que, no tengo idea si estás bromeando. Es imposible
saberlo contigo a veces.
Sonrió, divertido. —Pesto de pollo y pasta penne.
—Soy alérgica a los piñones.
Su sonrisa se congeló. —¿Lo eres? —Su mirada fue hacia la
cacerola al lado de la olla hirviente donde podía ver el pollo salteándose
en salsa de pesto.
Fue medio gracioso verlo descarrilado, pero no dejé que durara
demasiado. —No, en realidad no.
Oh, podía ver en sus ojos que le gustaba y a la vez no. Vino hacia
mí y se inclinó para darme un beso, y al último segundo se apartó,
negándomelo.
No había mentido; la comida que había cocinado estaba buena.
No era alguna receta especial de su familia, no nada súper elegante,
pero estaba buena. Por supuesto que sí. Parecía ser bueno en casi todo.
Charlamos de cosas al azar, películas y música, descubriendo que
teníamos gustos similares y bromeando cuando notábamos que el gusto
de la otra persona no era el mismo que el nuestro. El viaje del sol había
caído en el cielo, y la habitación estaba llena de luz cálida de color
ámbar.
Traté de ayudar a lavar los platos, pero prefirió hacerlo por sí
mismo. Era tan particular. Cuando el último artículo había sido
guardado y su cocina había regresado a un orden completo, puso su
atención en mí. El aire en la habitación era espero y difícil de respirar.
—¿Conseguiste —pregunté con una voz vacilante—, los
suministros que necesitabas?
—Sí. —Fue al refrigerador y sacó una botella de algún tipo de
líquido dorado, colocándolo en el mostrador.
Tequila.
—¿En serio? —interrogué, medio irritada.
Me dio una mirada indecente. Una que decía que no estaba
bromeado. Dos vasos de chupitos aparecieron de algún lado, y había
rodajas de limón en una bolsa plástica sacada del refrigerador.
—¿Estos son tus suministros?
—Hay otros en mi alcoba. ―Su rostro estuvo serio
abruptamente—. Creo que esto te ayudará a relajarte, pero… —Luchó
para poner lo que deseaba decir en palabras―. No quiero aprovecharme
de ti. No quiero que hagas algo que no quieres, o solo porque piensas
que yo lo quiero.
Observé la botella donde la condensación ya estaba congelando
los costados. Entendí lo que estaba diciendo. —No te preocupes, jefe. Si
no me gusta, lo escucharás.
Desenroscó la tapa y nos sirvió a cada uno un trago. Lo recogí en
una mano y preparé la lima en la otra.
—Bueno, entonces, hasta el fondo —comentó, imperturbable.
Tragué el mío y mordí la lima, mis ojos se cerraron apretadamente
a medida que el líquido quemó por mi garganta. —Ugh.
Levantó una ceja mientras sirvió otro para mí, entretenido por mi
reacción afeminada, que no aguantaba tragos.
—Debería advertirte, el tequila y yo no somos amigos en la
mañana normalmente. —Bebí de un trago el segundo, haciendo un
sonido aún más alto de asco esta vez—. Uno más debería servir —dije,
extendiendo el vaso para que lo llenara.
Respiró con si estuviera debatiendo si hacerlo o no, así que le
quité la botella y me serví yo misma. Los ojos marrón oscuro me
estudiaron mientras luché para tragar el último sin tener arcadas.
Sentí como que tenía que explicar. —Tampoco me gusta fallar.
Sus manos estaban en mis caderas, atrayéndome más cerca
contra su pecho. —No puedes fallar en esto, Evie. Si no funciona, no
funciona. Eso es todo lo que será.
Su cabeza se dobló para que sus labios pudieran rozar los míos, y
encendió el deseo dentro de mí como un prender un fosforo. Llené su
boca con mi lengua, desesperada por empezar. Pero pudo sentir mi
expectativa, por supuesto quería alargarlo.
—Entra a la habitación. —Su comando fue en una respiración
silenciosa, pero de igual forma autoritaria—. Quítate todo excepto esos
zapatos y espera por mí en la cama. —Me dio un beso suave en el
costado de mi cuello—. Espérame sobre tus manos y rodillas.
Su abrazo se fue en un instante y casi me caí.
Me dejó de pie allí boquiabierta, para poder limpiar los vasos y
guardar sus “suministros”.
—Ve, Evie —dijo, firme.
Traducido por Ann Ferris
Corregido por Fany Keaton

Mi corazón se aceleró al tiempo que mis zapatos resonaron al


entrar a la habitación. Mientras miraba la cama, ondas nerviosas
viajaron a través de mí. Yo podía hacer esto. El tequila me ayudaría.
Tiré ambas camisas sobre mi cabeza al mismo tiempo y las lancé a la
silla en la esquina, en la que había esperado para interrogarlo hace una
semana. Mi ropa salió rápidamente; quitármela era más fácil que mi
inquietud. Me puse los zapatos de nuevo una vez que me quité mis
vaqueros.
Crucé la cama sobre mis manos y rodillas, sin saber qué hacer
ahora. No me dio otra indicación más que la de esperar. Me coloqué de
esa manera así cuando entrara, vería mis mejillas redondas
esperándolo, y así yo podía mirar por la ventana. La luz de color rosa
rebotaba en los edificios cercanos, más pequeños, reflejando la puesta
de sol sobre el agua del lago Michigan.
Esperé.
Y esperé.
No se oía nada de la otra habitación, obligándome a pensar en lo
que sucedería cuando finalmente viniera. ¿Iríamos directamente a ello o
follaríamos primero? Dijo que tenía más suministros aquí, pero en la
parte superior de la cómoda y mesita de noche no había nada.
Mientras esperaba, me emborraché del tequila y la situación.
Totalmente desnuda, bueno, aparte de los zapatos, esperando por él
como una sirvienta. Me volvió loca y necesitada y tan jodidamente
caliente.
—Logan —dije, en voz alta—. ¿Vamos a hacer esto o qué?
Pies descalzos. Me olvidé de que era sin zapatos, podía moverse
sin hacer mucho ruido. Puso sus manos sobre mis caderas y me atrajo
hacia atrás. Hacia atrás en su rostro.
—Oh, mierda —murmuré. Su lengua me lamía, rodeando donde
estaba hinchada y dolorida por él.
—Tu coño sabe aún mejor de lo que parece. —Su beso íntimo era
invasivo y mortífero. Más. Yo quería más. El tequila hacía efecto, y
sacudí mis caderas contra su cara, posicionándome exactamente como
quería.
—¿Quieres ver los otros suministros que compré hoy? —Tan
pronto como las palabras salieron de su boca regresó a mí, a follarme.
—No si tienes que dejar de hacer lo que haces —gemí.
Había una sonrisa, la misma media-risa que escuché cuando lo
llamé señor en el club. Un cajón chirrió al abrirse y rebuscaba, pero su
boca se mantuvo sobre mí, gracias a Dios. Me hallaba cerca al primer
orgasmo de lo que esperaba fueran varios esta noche cuando empezó a
lanzar objetos en la cama junto a mí.
Una botella de lubricante. Baterías. Un vibrador blanco simple,
todavía en su paquete de plástico.
Esposas de cuero.
—Nosotros no tenemos que utilizar todo o nada de eso, si no
quieres.
Mi cerebro se hallaba nublado con lujuria. En todo lo que podía
centrarme era en la lengua azotándome, la boca succionando el nudo
entre mis piernas. Su boca caliente hizo su viaje a la parte trasera, y
exhalé con fuerza.
—¿Tienes un vibrador? —La lengua se deslizó hacia abajo,
hundiéndose en mi entrada.
—No he tenido un novio en dos años —le dije—, y vivo sola.
Podría haber traído el mío.
—Tal vez quiero que tengas uno aquí, así puedo usarlo en ti cada
vez que quiero.
En mi borrachera, me reí. Ese es el tipo de relación que teníamos;
tendría un vibrador de repuesto en su lugar antes de tener un cepillo de
dientes de repuesto. Tan pronto como la risa se acabó, metió un dedo
dentro de mí y me puse seria. El dedo se movió deliberadamente y sin
prisa, incluso mientras me retorcía en la cama, deseosa de encontrar la
liberación que estaba muy cerca.
—Mierda, no te detengas —le dije. Era una locura el dominio que
tenía sobre mi cuerpo.
¿Por qué demonios dije algo? Por supuesto hizo exactamente lo
que no quería que hiciera. Su mano se fue y lo escuché enderezarse.
—Ven aquí. Voy a follar esa boca sucia que tienes.
Me giré sobre mi hombro para ver la expresión oscura y molesta
que me esperaba. Gateé sobre la cama y me arrodillé. Mis manos
volaron a la hebilla de su cinturón y se apresuraron a deshacerlo, y
luego volaron a sus vaqueros. No me ayudó. En su lugar, se quitó la
camisa. Sus manos me sacaron de la cama. Un segundo más tarde, los
vaqueros y los bóxers se agruparon en sus tobillos.
—De rodillas —ordenó en una poderosa voz oscura.
En un segundo, mis rodillas se enterraron en la alfombra de felpa.
Simplemente le permitiría hacer esto. Poner su mano sobre mi cabeza y
empujarme hacia su entrepierna, exigiendo que le dé placer. Joder, esto
era caliente. Abrí la boca y tomé la cabeza húmeda de su polla dentro,
rodando mi lengua sobre la cresta. Lo deslicé aún más, succionando
hasta que mis mejillas se ahuecaron.
—Mírame cuando chupas mi polla.
Me estremecí al escuchar sus palabras y obedecí, abriendo los
ojos para mirar su hermoso rostro.
La mano que no sostenía mi cabello sostenía su teléfono celular.
Alejé mi boca. —¿Qué haces? —A pesar de que era obvio que
grababa un video.
—¿Tienes alguna idea de lo jodidamente caliente que es verte ir
abajo sobre mí?
Los ojos marrones dejaron la pequeña pantalla en su mano para
concentrarse en mi mirada. Si tenía un problema con esto, esperaba
que lo dijera ahora. Tal vez si hubiera tomado menos me habría
importado, pero no me importó. Siempre podía hacer que lo borrara
cuando estuviera sobria, y la idea de este video en su teléfono... Me
gustó.
Cerré un firme control sobre la parte de él que no tenía ninguna
esperanza de encajar en mi boca, dirigí mi mirada de nuevo hacia él, y
traté de dar la mejor mamada que alguna vez había dado.
—Joder, sí. ¿Te gusta la forma en que sabe esa polla? —gimió,
mirando a la pantalla y de nuevo a mí. Gemí mi aprobación. Una vez
más, hice un espectáculo. Cambié ángulos, traté de mantener mi
cabello fuera del camino, y pasé la lengua por toda su longitud.
Entonces me abrí para su magnífica polla y dejé que bombeara dentro y
fuera de mi boca.
—Eres tan hermosa con los labios envueltos alrededor de mi
polla.
Chupé la piel suave que cubría una barra de acero de carne. Lo
llevaba sorprendentemente bien, o de lo contrario mi embriaguez me
volvió descuidada, porque no me detuvo o pareció lograr todo tan
detallado, como era su costumbre. Tal vez el teléfono lo distrajo. —Voy a
follar ese coño, Evie. Y luego follaré ese culo.
Gemí de nuevo, su pene vibró en mi boca. Hubo un sonido
mecánico, señalando que el video fue apagado y lo arrojó sobre la cama,
donde se deslizó hasta detenerse cerca del centro. Esto significaba que
tenía planes de volver a utilizarlo, de lo contrario, lo habría puesto
sobre el tocador donde habría estado más seguro, pero fuera de
alcance.
Sus manos me arrastraron hasta ponerme de pie y nuestro beso
fue crudo y salvaje, juntando nuestros cuerpos desnudos. Se sentía
duro en todos los lugares correctos, y mis manos fueron atraídas a él
como un imán. No se me permitió explorar por mucho tiempo. Manos
ásperas me volvieron y me empujaron hacia abajo, así que estaba
inclinada, boca abajo en la cama. Me sentía nerviosa y emocionada
cuando su mano se cerró alrededor de mi muñeca y la jaló suavemente
detrás de mi espalda. Aliento iba y venía en ráfagas de poca
profundidad.
—¿Tienes interés en esto? —preguntó. Su cuerpo desnudo
presionado contra mí, piel contra piel. Sostenía mi muñeca en una
mano y las esposas de cuero negro con un broche de metal
conectándolas en la otra. Luché contra mi deseo y dolorosa necesidad,
obligándome a centrarme en su pregunta. Me gustaba estar sujeta; la
noche en el club me enseñó eso. Pero que sobre…
Su aliento era cálido, esparciéndose sobre mí. —Las quitaré antes
de llegar a las cosas nuevas.
Asentí con una cabeza tambaleante. —Estoy en el juego, jefe.
Aflojó la hebilla sobre el cuero y metió mi mano y luego la cerró
con fuerza. Cuando alcanzó mi otra muñeca, me alejé. Sus ojos se
agrandaron con preocupación, pensando que tenía miedo o había
cambiado de opinión, pero luego vio la sonrisa burlona en mis labios.
Su mano capturó mi muñeca con facilidad, abrochándola con
fuerza. Luego estaba hecho. Mis brazos fueron asegurados detrás de mi
espalda. Me arqueé levantándome del colchón, estirando mis brazos
detrás de mí para tocarlo, pero tan pronto como mis dedos tocaron la
piel, puso una mano sobre mi hombro y empujó suavemente hacia
abajo. Sin nada para detenerme, me caí hacia adelante sobre mi
estómago.
—Quédate así, niña traviesa.
Sus largos dedos agarraron las baterías y el vibrador
empaquetado, y tuve que levantar la cabeza y volverla a otra dirección
para verlo desaparecer por la puerta de la habitación. Era una bonita
vista de su culo desnudo, pero se fue antes de que pudiera apreciarlo
plenamente.
Un cajón abriéndose. Se oyó el ruido de plástico siendo cortado,
seguido por el grifo funcionando. Su gran cuerpo reapareció en la
puerta, deslizando las baterías en el vibrador y asegurando la tapa de
nuevo. Con un giro de su muñeca, oí el zumbido suave cuando lo probó
y luego lo apagó de nuevo, satisfecho.
No era muy largo o grueso. Logan era calculador y seleccionó este
vibrador por una razón. Tal vez no quería que me volviera adicta a él,
para asegurarse de que su pene fuera más impresionante y lo preferiría
sobre el vibrador. Si esa era su razón, era ridícula. ¿Cómo demonios
querría un pedazo de plástico sobre él?
El vibrador cayó sobre el edredón a mi lado, y puso sus manos
sobre mis hombros. Manos cálidas y húmedas bajaron por mis bíceps,
más allá de los codos, hasta que estaban en las esposas. Más lejos,
sobre mi culo. Bajó la parte trasera de mis muslos y rodillas. Esta
caricia suave, aparentemente inocente mientras me hallaba esposada y
esperando a que me complaciera, me estaba volviendo loca.
—Fóllame —le dije, bordeando la desesperación.
Fingió renuencia. —Oh, está bien.
Su polla se presionó contra mi entrada, estirándome al entrar.
Exhalé en voz alta. —Se siente tan bien.
—¿Cuando estoy dentro de ti? —Empujó más hasta que estaba
enterrado tan profundo como podía llegar—. Estoy de acuerdo.
El orgasmo que empezó antes acechaba en las sombras, y cuando
estableció un ritmo casual al follarme, el orgasmo subió a la escena.
Casi me impidió darme cuenta de que tomó su teléfono y comenzó a
grabar de nuevo.
Tendría que ver el video en algún momento. La idea de él
deslizando su polla dentro y fuera de mí mientras mis manos se
hallaban atadas detrás de mi espalda... Caliente. Sus caderas
empujaron contra mí más rápido, golpeando contra mi trasero e
incentivando al orgasmo para que se acercara.
—Logan —grité.
—Córrete para mí. Córrete en mi polla.
—Me… corro, oh mierda. —El placer se estrelló contra mí con
cada una de sus embestidas implacables. El alcohol disminuyó mis
inhibiciones lo suficiente para que no me importara lo ruidosa que
estaba siendo o el hecho de que él grababa tan poderoso orgasmo.
Finalmente se ralentizó hasta detenerse, pero no tenía nada que
ver con dejarme recuperarme y todo que ver con la botella de lubricante
que recogió, sin romper nuestra conexión. Mi corazón se aceleró,
golpeando como un martillo en mi pecho.
—Veamos cuánto te gustan mis suministros —dijo. El teléfono
aterrizó con un golpe suave en la almohada, y me volví sobre mi hombro
para verlo destapar la pequeña botella transparente con una tapa color
celeste. La sostuvo en alto por encima de mí, dejando que goteara...
goteara... goteara... y recorriera mi hendidura.
—Oh, Dios mío —murmuré en el edredón. Mi mejilla aplanó la
tela debajo de ella y cerré los ojos, disfrutando de la sensación. Santa
mierda. Volvió a follarme, y el lubricante siguió un camino lento,
sedoso, mojado entre nosotros, y más abajo entre mis muslos.
El único inconveniente fue que hizo un ruido de succión poco
atractivo, pero fue interrumpido momentos más tarde por un zumbido.
Sus brazos se encontraban alrededor de mí, una mano explorando la
piel desnuda justo en frente de nuestra unión, y la otra acercando el
vibrador hasta que pudo ponerlo contra mí. La vibración burlando mi
piel era pecaminosa. Todo mi cuerpo cantaba.
—Oh, Dios mío —repetí. Mi cerebro se vació y no pude encontrar
nada más que decir.
—Parece que te gusta eso. ¿Pero qué si hago esto?
La vibración comenzó a viajar. Trazó un camino sobre mi cadera,
alrededor de la curva de mi cuerpo hasta que se encontraba justo por
debajo de la parte baja de mi espalda. Trazó la punta entre mis mejillas,
utilizando una mano para empujar una a un lado.
Mi aliento quedó atrapó en mi garganta. Por eso compró uno
pequeño. Quería utilizarlo allí. Rodeó el anillo color rosa entre mis
mejillas, todo mi cuerpo vibrando.
—¿Quieres que te quite las esposas?
Ya mis brazos comenzaban a sentirse incómodos, pero negué con
la cabeza, incapaz de hablar. La anticipación lo hizo imposible. Se
quedó dentro de mí, increíblemente duro, pero inmóvil. Cerré los ojos
fuertemente, y sentí la presión. Más presión y la sensación de ardor que
se volvía familiar de las veces que se deslizó en el interior. Me mordí el
labio. Mi cuerpo quería empujar contra esto, expulsar la intrusión. Sin
embargo, el lado indecente de mi cerebro susurró que esperara. Para
dejar que me mostrara algo nuevo.
—¿Cuánto está metido? —le pregunté.
—Alrededor de dos centímetros y medio.
¿Qué? Se sentía como un metro. Empujó un poco más, y respiré
profundo.
—¿Se siente mejor cuando hago esto? —Comenzó a moverlo hacia
atrás y adelante, casi sacándolo y luego metiéndolo.
—No, no…
Espera un minuto. Mi cuerpo dejó de luchar tanto con el
movimiento, y el vibrador ganó terreno, también lo hizo la idea de que
esto podría ser agradable. —Eso es... como que se siente bien.
—¿Quieres que vaya más profundo?
Podría hacer esto. Diablos, podría gustarme esto. Cada pequeño
paso que dio fue más agradable que el anterior. —Sí.
Continuó así, un centímetro a la vez hasta que había trabajado
diez centímetros dentro y fuera de mi culo. No se movió rápido, y me
miró fijamente por cualquier señal de que se detuviera. No lo detendría.
La plenitud completa en mi cuerpo no era como nada que hubiera
experimentado antes.
—¿Te gusta? —Su voz era un susurro.
—Yo... sí.
—Bien.
Muy lentamente, retiró su polla dura de dentro de mí, como si
quisiera que me centrara solo en el vibrador. Continuó moviéndolo.
Continuó sintiéndose mejor y mejor. Se arrodilló detrás de mí, su boca
abriéndose paso por la parte posterior del muslo hasta que se enterró
en mi coño.
Suspiré ante la sensación de su lengua separando mis labios, y el
suspiro se volvió un gemido cuando incrementó la velocidad. Cada golpe
entrando y saliendo, cada pasada de su lengua me catapultó más cerca
de alcanzar el borde. Si el vibrador se sentía tan bien, ¿qué acerca de él
dentro de mí? Además, quería que obtuviera el mismo placer de lo que
hacíamos.
Se dio cuenta de que estaba cerca y debió haber leído mi mente.
—¿Esto es suficiente por esta noche? ¿O quieres probarlo?
—Vamos a seguir adelante —espeté.
Traducido por florbarbero
Corregido por Janira

Su boca se alejó y apagó el vibrador, pero lo dejó dentro de mí. Lo


escuché ponerse de pie, y cuando fue a la mesita de noche, lo vi
limpiarse mi excitación de los labios. ¿Qué hacía? Abrió el cajón de la
mesita y sacó un condón.
—¿Por qué necesitas eso?
Bajo la luz tenue, se veía glorioso. Delicioso. Parpadeé para
despejar los ojos cuando tomó su teléfono y me sacó una foto. Desnuda,
con tacones altos, esposada y un vibrador en mi interior. Dejó caer el
teléfono sobre la cama, ignorándome mientras abría el condón, se lo
colocaba, y desaparecía de detrás de mí.
—Voy a necesitar toda la ayuda que pueda para poder durar —
dijo un poco avergonzado.
Puso una mano en la parte baja de mi espalda. Retiró el vibrador,
y arrugué la cara en disgusto, sin disfrutar del momento. Movió la
mano a mi muñeca. Soltó las esposas y la tensión se fue mientras me
liberaba.
Coloqué las manos temblorosas hacia adelante, sobre la tela
suave y satinada del edredón, extendiéndolas frente a mí. Mi piel
hormigueaba cuando la sensación regresó a mis brazos. Su piel
contactaba la mía desde mi trasero hasta los hombros; su cuerpo
envolvía en el mío. ¿Qué? ¿Temblaba?
Me levanté sobre los codos, volviéndome para mirarlo. —¿Qué
pasa?
Tenía una mirada de preocupación. —No quiero hacerte daño.
Tienes que decirme que pare si eso sucede. No como en la ducha.
Suavemente, le coloqué una mano en la nuca y lo acerqué hacia
mí. —No me harás daño. —Le di un beso con ternura y me lo devolvió. Y
entonces dejé que el tequila tomara el control por un momento—.
Ahora, deja de ser un marica, y házmelo.
No sé qué tipo de reacción esperaba, pero no hubo una. Como si
en este momento no fuera juguetón y no fuera a morder el anzuelo.
Arrastró los dedos por mi espalda, a través de mis nalgas, donde me
hallaba resbaladiza, y cuando encontraron lo que buscaba, su polla se
encontraba justo allí.
—¿Lista? —preguntó, con voz profunda.
Asentí. Y se abalanzó, introduciéndose en mí. Pero todo se
encontraba tan tenso, además yo trataba tanto no moverme, que no le
permitía entrar.
—Toma una respiración profunda —susurró.
Cuando lo hice, se introdujo más agresivamente, empujando
mucho más duro, y…
—¡Joder! —grité, mientras un ardor y dolor punzante se extendía
en mi entrada. Mi mandíbula se tensó y mis manos agarraron la tela
floja, apretándola en puños. Mi cuerpo no se encontraba contento, pero
me quedé quieta.
—Se sentirá mejor cuando empiece a moverme —dijo.
—Entonces empieza a moverte —me quejé, con los dientes
apretados.
—Tengo que ir más profundo para hacer eso.
La molestia me ponía irascible. —Entonces hazlo, pero ve
despacio.
Técnicamente, lo pedí, pero su polla se movió más adentro y traté
de escapar. La cama me impedía moverme y se adentró más. La
quemazón y el estiramiento eran fuertes. Era demasiado grande. Iba a
fallar en esto, como pensé. ¿Cómo es posible que alguien encuentre esto
remotamente agradable?
Me encontraba a un paso de decirle que se detuviera, cuando se
alejó un poco y luego se echó hacia atrás. Como con el vibrador, sus
movimientos sosegaron mi resistencia.
Dentro.
Fuera.
Dentro, más profundo en esta ocasión.
—Joder, Evie, carajo... —Las palabras de placer se derramaron de
su boca, y me distrajeron de mi molestia. Le gustaba. Saber que le daba
placer me encendía, como cuando le hice una mamada. Sus manos
acariciaron mi cuerpo.
Un empuje lento a la vez, el disgusto se desvaneció y dio paso a
una nueva sensación. Placer. Satisfacción. No fallaba. Cada movimiento
era un éxito, una pequeña victoria, permitiéndome empezar a buscar el
placer. Era tabú y prohibido, y lo estaba haciendo.
—¿Te duele? —preguntó.
—No. —No era mentira, ahora no dolía.
Suspiró, relajando el cuerpo, inundándose con lo que supuse era
alivio. —¿Puedes tomar un poco más?
¿Más? Llevé una mano hacia atrás y dejé escapar un gemido de
frustración. Se encontraba apenas en el interior. ¿Cómo era posible?
—De acuerdo —dijo el tequila—. Pero como que desearía que no
fueras tan grande en este momento.
Al parecer, no se hallaba de humor para bromear, porque se
quedó inmóvil. —¿Quieres que me detenga?
—No, no. —Me recosté contra él, dejando introducirse más—. No
te detengas.
Sus caderas reanudaron el movimiento deliberado. Dejé que mi
mejilla se presionara en el edredón, y cerré los ojos, tratando de
encontrar el placer cuando se introdujo más profundo aún. Como tenía
los ojos cerrados, no lo vi recoger el vibrador o estirar la mano alrededor
de mi cuerpo para poder sostenerlo contra mi clítoris. El zumbido bajo y
la sensación contra mi piel resbaladiza hicieron que abriera los ojos.
Subir la intensidad del vibrador era como subir la intensidad mi
deseo. Mi respiración entrecortada aumentó hasta que empecé a jadear.
—Mmm... —murmuré en el edredón. Se sentía bien. Mi atención
se hallaba en el cosquilleo entre mis piernas, no tanto en la intrusión,
pero se empezaba a sentir bien, también.
—¿Te gusta? ¿Cuándo lo pongo aquí?
No me encontraba segura de lo que preguntaba específicamente,
pero no importaba realmente. En este punto era un sí definitivo, tanto
para el vibrador como para su enorme polla dentro de mi culo.
—Sí, señor.
Se inclinó sobre mí, la mano que no sostenía el vibrador me
agarraba fuerte el hombro, sosteniéndolo en su lugar. Sus labios se
encontraban en mi nuca, dejando besos húmedos entre sus propias
respiraciones dificultosas.
—¿Te encuentras cerca? —susurró.
—¿Cerca de correrme? —Mi voz era dudosa—. En este momento,
no. —El zumbido aumentó en frecuencia, y gemí; me llevó mucho más
cerca. Pero quería disfrutarlo, y aun se movía tan indeciso y tímido—.
Puedes ir más rápido, si quieres.
Oh, Dios mío, lo hizo.
—Mierda —di un grito ahogado—. Eso se siente bien.
Decir eso sólo lo hizo ir más rápido y más profundo, hasta que
sentí sus caderas golpear de manera constante contra la piel de mi
trasero. Había entrado por completo en mí. Empecé a retorcerme, a
empujar en contra. El vibrador se mantuvo firme en mí,
atormentándome con malicia, dándome a entender que un inmenso
placer pronto llegaría.
—¿Te gusta tener mi polla en el culo? —preguntó.
Sí, cantó la parte más sucia de mí. Sí. Traté de asentir, incapaz de
hablar.
—Sí, te gusta, chica mala —el tono juguetón regresó a su voz—,
pero me encuentro a punto de hacerte jodidamente amarlo.
Abruptamente, puso el vibrador al máximo. Y entonces, realmente
comenzó a follarme. No era tan rápido como sabía que podía, pero, no
obstante, con un ritmo furioso, y grité ante la sensación. Todo, desde la
cintura hacia abajo, se encontraba en éxtasis, gimiendo, pidiendo
liberación. Sobreexcitado.
—Oh, mierda, oh, mierda, oh, mierda... Logan, ¡me vengo!
Estreché las manos sobre las suyas, una en mi hombro y la otra
entre mis piernas, mientras me venía. Me sumergí en el orgasmo,
temblando y agitándome involuntariamente con deleite. Dejó caer el
vibrador y aterrizó zumbando y haciendo ruidos en la alfombra. Me
agarró por la cintura, sosteniéndome mientras iba más rápido todavía.
—Evie... mierda, voy a venirme. —Escucharlo era tan erótico. Las
fuertes respiraciones profundas. Los gemidos. El largo suspiro final,
después de que desaceleraba hasta detenerse, cuando parecía
impulsarse de nuevo. Salió de mi interior por completo y, momentos
después, el zumbido fue silenciado.
Me quedé allí, todavía boca abajo, inclinada sobre la cama,
incapaz de moverme.
—¿Te encuentras bien? —Me agarró suavemente los brazos,
girándome para sentarme.
—Sí. —Pude ver la preocupación en sus ojos profundos, y quise
desaparecerla—. Eso fue... intenso. Me gustó mucho, pero fue intenso.
Por supuesto, no era nada en comparación con su beso. Sólo la
suave caricia de su boca, la degustación de su lengua. Lo dejé envolver
los brazos a mí alrededor y sostenerme, con los labios todavía
presionados contra los míos. Segundos más tarde, flotaba. No espera.
Me cargaba.
—Hazme saber si el agua es demasiado caliente esta vez —dijo,
mientras se dirigía al baño.
Tuve que sostener una mano contra la pared cuando me puso al
lado de la ducha, tratando de no tambalearme mientras desabrochaba
las esposas de mis muñecas.
—La próxima vez, ambos nos emborracharemos —murmuré. Era
raro estar ebria cuando se encontraba sobrio.
Su sonrisa era amplia. —¿Ya piensas en la próxima vez?
—No es lo que quise decir. —Me metí en la ducha, y me siguió,
después de escucharlo dejar caer la tapa de la basura de golpe.
Acomodé la temperatura del agua hasta que se encontraba tibia, e
hice mi mejor esfuerzo para mantener la cara fuera del agua, pero no le
presté atención. Me envolví en sus brazos bajo el chorro de agua, y me
limpié los ojos, desesperada por no terminar con, los siempre tan
atractivos, ojos de mapache.
Me miró perplejo.
—Tenía maquillaje, sabes. Probablemente se halla bajo mis ojos
ahora.
Me tomó las manos y me dio una mirada rápida. —Estás bien.
Guau, me quedé quieta, con el corazón latiendo. Logan Stone
piensa que luzco bien. Genial. —Gracias —murmuré.
Inclinó la cabeza para poder rozar los labios en mi mejilla, justo al
lado de mi oreja. —¿Eres consciente de que eres la mujer más hermosa
que he visto en mi vida?
Reí. Era ridículo.
—¿No me crees?
—No, no lo hago. —¿No recordaba que conocí a su ex, la hermosa
rubia que podría ser el modelo de Victoria Secret? ¿No recordaba que
conocía a Payton? ¿O a Tara?
—Te dije que creía que eras hermosa la primera vez que
estuvimos juntos, cuando todavía tenías la venda en los ojos. —Me lo
dijo entonces, incluso después pagar por mí, cuando no había
necesidad de que mintiera—. Cuando entré y te encontrabas allí, en esa
mesa... —Cerró los ojos ante el recuerdo, y las palabras de Tara
volvieron a mí. Deberías haber visto su cara cuando entró en la
habitación y te vio.
—Incluso si tuvieras maquillaje corriendo por la cara —dijo—,
aunque no es así, todavía me seguirías pareciendo malditamente
preciosa.
Me tambaleé. O tal vez me desmayé, ya que me encontraba
borracha. Me sostuvo con firmeza, con la mirada confundida por mi
reacción.
—Tú me diste el tequila, jefe. —Iba a echarle la culpa a eso, a
pesar de que fueron sus palabras las que hicieron que me temblaran las
piernas.
Sonrió. —Sí, y espero no oírte llamar enferma con una resaca
mañana. —Era medio broma, medio verdad. Sus dedos siguieron el
rastro de agua por mi espalda.
—Fueron tres chupitos, voy a estar bien.
—Me alegra oírlo.
Nos tomamos nuestro tiempo en la ducha. Nuestros cuerpos se
hallaban resbaladizos con agua y jabón, y las manos vagaban
libremente, explorando. Pero era más sobre conocernos, que de tratar
de llegar a algo más. Después, nos secamos, dejamos nuestras toallas
en el borde de la cama, y nos acurrucamos bajo las sábanas.
—¿Quieres quedarte a pasar la noche?
Me encontraba cansada, y todavía un poco borracha, pero si me
dormía aquí, tendría que ir a casa al amanecer para prepararme para el
trabajo. —Sí, pero no puedo.
—Lo imaginé. —Parecía decepcionado—. Te llevaré a casa. —Me
abrazó—. En uno o dos minutos. —Creo que ninguno de los dos quería
moverse.

El lunes, no lo vi hasta la reunión de crítica de la tarde. Seguí a la


manada de diseñadores a la oscura sala de conferencias y subí por los
escalones entre las gradas, acomodándome en una fila en el centro.
Logan se encontraba en la parte de atrás con su MacBook conectada al
proyector.
Nuestros ojos se encontraron por un momento y eso fue todo. Su
expresión no cambió, e hice mi mejor esfuerzo por seguir su ejemplo.
Traté de recordar cómo me sentí hace dos semanas, esperándolo en
esta sala. Indiferente. Molesta. Esperaba no volver a sentirme así.
Mis sentimientos por Logan eran fuertes y desorientadores.
Mantuve los ojos fijos en la proyección de su escritorio y escuché su voz
profunda. Escucharlo y no verlo, puso pensamientos no relacionados
con el trabajo en mi cabeza.
La primera diapositiva apareció, una textura de fondo y la fuente
en ángulo, con una perspectiva forzada. Era interesante. Mis ojos
recorrieron todo el folleto, tal como ella previó. La crítica era anónima,
pero conocíamos el trabajo del otro. Kathleen. Su material siempre era
fuerte, y en ocasiones genial. Era uno de los diseñadores de alto nivel
que Logan venció al lograr el ascenso.
Kathleen se encontraba en sus treinta y tantos años. Trabajaba
duro dentro del horario de trabajo, pero cuando la esquina superior
derecha de la pantalla del ordenador mostraba las cinco de la tarde, era
oficialmente tiempo de irse. No importaba si el cliente esperaba una
demostración de la publicidad. No tenía el impulso de ir más allá.
Logan sí lo tenía. Era como yo, ansioso de tener éxito. La
competencia lo animaba, ya que quería ser el gerente del mejor
departamento de la empresa.
¿Era consciente de lo bueno que era, fuera de la oficina, ante mis
ojos? Recordé el momento en que lo felicité por la obra que colgaba
sobre su sofá, la publicidad del coche que hizo hace un tiempo. Cómo
su expresión se suavizó y perdió el control. ¿Cuál sería su reacción si
algún día le dijera que me estaba enamorando de él?
—Este es un trabajo fuerte —dijo Logan—. Me gustaría ver el
mismo flujo reflejado en la parte de atrás.
Algunas personas no intentaron ser sutiles. Las cabezas se
volvieron para mirar a Logan, y luego a Kathleen, como esperando que
se desmayara por la conmoción.
Una nueva imagen llenó la pantalla. Un anuncio para una
próxima exposición de bodas con la forma de la silueta de una novia
con un texto magenta, colocado sobre un fondo de color rosa pálido.
Era difícil de leer.
—Aprecio la idea, pero esto no funciona. Se necesita una foto
llamativa como el eje central para atraernos y hacernos a leer todo el
texto.
Tuve que recordarme respirar. Este era el tipo exacto de anuncio
que Logan destriparía. Que debería haber destripado. No era bueno, y
no ser bueno, para Logan, significaba ser terrible. Sin embargo, se
contuvo. Los pensamientos de las personas se reflejaban en sus rostros.
¿Quién es esta persona que se parece a Logan, pero obviamente no lo es?
La siguiente diapositiva se hallaba llena de sombras, y agarré el borde
de la mesa con fuerza. Tal vez estuvo ahorrando energía para ponerla
en Jamie.
—Esto es anticuado y desordenado. Retiren las sombras y dejen
que los elementos respiren. Prueben una toma minimizada.
Siguió adelante, continuando con la crítica, y apenas registró
cuando mi trabajo para la nueva imagen de GoodFoods estuvo en
revisión. Hice una nota sobre hacerlo más accesible, con menos
pretencioso. La pantalla quedó en negro y hubo un golpe suave cuando
cerró la portátil.
—¿Alguna pregunta? —cuestionó.
Nos quedamos con los traseros pegados a los asientos, aturdidos.
—Si alguien quiere discutir la retroalimentación conmigo, mi
puerta se encuentra abierta.
Mi mirada lo siguió cuando recogió sus cosas y se fue por el
pasillo, poniendo fin a la reunión.
La sala estalló en discusión treinta segundos más tarde.
—¿Hizo un ajuste en sus medicinas? —preguntó Gary a nadie en
particular.
—Se trata de una broma —dijo Becca—. Vamos a volver a
nuestros escritorios y enterarnos que todos hemos sido despedidos.
Tal vez debería haberle dicho que avanzara poco a poco, que
moderara las críticas constructivas. No, espera un minuto. Este era
problema de ellos, no de Logan. Su intento fue perfecto.
—¿Quién trabajó contigo en la cuenta GoodFoods? —me preguntó
Kathleen cuando me puse de pie.
—En realidad, la manejo yo sola en este momento.
Apretó la mandíbula. —Oh, no escuché que conseguiste un
ascenso —dijo, en voz bastante alta. Sabía que yo no lo tenía, e hizo
todo lo posible para asegurarse de que todo el mundo lo supiera.
—Todavía no. —Mi teléfono sonó con un mensaje de texto. De él.

¿Cómo estuvo?

Caminé por el pasillo de regreso a mi cubículo, apenas capaz de


contener mi sonrisa.

Perfecto.
Traducido por Annie D
Corregido por Melii

Durante el domingo del fin de semana del Día del Trabajador,


Logan nos llevó a casa de mis padres para cenar. Habían pasado cuatro
semanas desde la noche en que me quitó la venda y giró mi mundo
completamente al revés. La fase de la luna de miel de nuestra relación
se hallaba en pleno apogeo, y me daba vergüenza admitir que estuvimos
desatendiendo a todos los demás.
Mi madre me advirtió que cada día que pasara sin conocer a
Logan significaría más fotos vergonzosas de la banda y fotos familiares
que podrían surgir cuando esa reunión finalmente sucediera. Era una
de las desventajas de ser hija única; recibía el cien por ciento de la
atención del enfoque parental. Tuve que detenerla antes de que se
intensificara a las horribles fotos del séptimo grado con flequillo y
cabello rizado. Esa era una imagen que él no sería capaz de olvidar.
—¿Arlington Heights? —repitió mi padre, después de preguntarle
a Logan de dónde era—. Sin embargo, dime si eres un fanático del lado
del sur.
—Me crie como un americano de buen pensar, así que no. —La
cara de Logan era estoica. Mi padre lo miró como yo hacía a menudo.
No seguro si era una broma o no. Las comisuras de los labios de Logan
se torcieron hacia arriba en una media sonrisa. Ah, sí. Una broma.
Mis padres aún vivían en la misma casa de dos dormitorios en las
afueras de Tinley Park, un suburbio al sur de la ciudad. Estar de vuelta
a casa con Logan era maravilloso pero extraño, ya que mi antigua vida
chocaba con la nueva. Los ojos de mi madre se encontraban pegados a
la ventana del frente cuando nos detuvimos en su BMW, y creo que casi
se desmayó cuando abrió la puerta para mí.
Al igual que con su familia, bordeamos alrededor de la verdad de
cómo empezamos a salir. Logan me invitó a salir a cenar, que no era
una mentira… sucedió, pero fue después de una transacción ilegal y
sórdida.
—¡Oh, Dios mío, está loco por ti! —susurró mi madre en la cocina
mientras colocaba helado en la cima de los brownies que estaba
acomodando—. Lo que sea que estés haciendo, sigue haciéndolo.
Mi mano se deslizó sobre la cuchara de helado y cayó directo al
envase, pero por suerte pasó desapercibido por ella. Llevé los platos
hacia el patio de losa de cemento en el que pasé incontables horas
decorando con tiza de color en mi juventud, donde ahora mi padre y
novio discutían de política.
Logan se recostó en su asiento y tenía un brazo colgado en el
respaldo de mi silla vacía, como si estuviera esperando por mí. Tan
casual y cómodo, como si hubiésemos estado juntos siempre.
Sí, yo estaba tan completamente enamorada de él.
Cuando llegó el momento de decir adiós, me encontraba segura de
que mi madre también lo amaba. Lo abrazó por un incómodo largo
tiempo, pero actúo como si nada. Tomó el apretón de manos ofrecido
por mi padre, los sobrantes de brownies de mi madre, y me guió por los
escalones de la entrada a su coche.
—Me gustan —dijo, sincero, mientras salía de la subdivisión.
—Qué bueno. Indudablemente a ellos les gustas. Y yo… —dije,
incapaz de contenerlo—, te amo.
Su mano se apretó en el volante. —¿Tú qué?
No hubo otra reacción aparte de su voz plana. Oh, no. ¿Qué hice?
Cuando no lo repetí, tiró el volante con fuerza hacia la derecha,
por lo que pudo salirse de la carretera al estacionamiento más cercano,
y estacionar en uno de los lugares vacantes. Colocó la palanca de
cambios en estacionar y me dio una mirada dura, su rostro como
piedra. No podía respirar. Mi corazón dejó de latir. Debería haber
mantenido mi estúpida boca cerrada.
Sus manos se apoderaron de mi cara, agarrando y tirando de mí
para que pudiera golpear sus labios sobre los míos. Quería fundirme en
el beso. Quería que la palanca de cambios no estuviera entre nosotros.
Se oyó el sonido de su cinturón de seguridad siendo desbrochado. Las
manos que atrapaban mi cara se tensaron aún más, pidiendo más.
Estaba más que dispuesta, pero…
—Logan —murmuré contra sus labios frenéticos—, no podemos
tener sexo en el estacionamiento de una tienda de comestibles.
—No recuerdo sugerir eso.
—Tienes que parar.
—¿Parar qué?
—De besarme. De tocarme, o voy a necesitar tener sexo contigo.
No querer, sino necesitar.
Anochecía afuera, y una sonrisa maliciosa cruzó su rostro, siendo
más sexy por la luz suave. Como si estuviera pensando en continuar
para ver si me gustaría cumplir mi amenaza. Pero en lugar de eso se
relajó, dándome un suave y tierno beso.
—Está bien. —Su voz era renuente—. Voy a dejar de besarte
ahora, pero quiero que sepas que tú empezaste esto… y pienso
terminarlo pronto.
Nos llevó una eternidad encontrar un lugar para estacionar en mi
casa, aumentando la expectativa. Me quitó las llaves y abrió la puerta
cuando titubeé. No esperaba volver a mi casa esta noche. Nos íbamos a
encontrar con sus amigos para unos tragos, y asumí que después
pasaría la noche en su casa. Así que no limpié. Se tropezó con un par
de tacones que dejé en el camino a la sala de estar.
—Lo siento, no pensé que iba a tener compañía —dije, tomando
las llaves. Había un montón de ropa en el sofá, y parpadeó ante ella.
Creo que le molestaba. Las recogí y me apresuré al armario.
—¿Qué estás haciendo?
—Limpiando. —Lancé la ropa sobre la cama.
—No me importa eso. No me importa nada en este momento —
dijo, con sus ojos fijos en mi—, a excepción de oírte decirlo de nuevo.
Todo movimiento cesó y mi aliento se trabó, pero todavía era
capaz de hablar. —Te amo, Logan.
Lucía devastadoramente hermoso cuando sus ojos se llenaron de
amor, pero se nublaron con preocupación un momento después. —Tú
significas mucho para mí, pero no estoy seguro de que estoy listo para
decírtelo. No todavía.
Doce años hicieron eco en mi mente. Tenía que ser cauteloso con
su corazón. —Lo dirás cuando estés listo. Estoy bien con eso. —Le di
una sonrisa suave, una esperaba que transmitiera que entendía.
Cruzó la habitación hacia mí, e intenté encontrarme con él en el
medio, pero me levantó y me llevó de espaldas al armario, agachando la
cabeza bajo el estante una vez que estuvimos dentro. No pensé sobre
soltar la pila de ropa aquí en mi cama. Ahora yo estaba sobre mi
espalda encima de ellas. Los dos nos tomamos un momento para
apartarlas de nuestro camino y hacer espacio, dejando caer pantalones
y faldas al piso. Tenía la sensación de que íbamos a necesitar cada
centímetro de mi cama de tamaño adolescente.
Usualmente, me gustaba ser desvestida por él, pero ambos
arrojamos nuestras ropas hasta que me quedé solo en mi ropa interior y
estaba completamente desnudo y encima de mí. Puse las manos
alrededor de sus hombros cálidos, y presionó la longitud de sí mismo
contra mí en el mismo momento en que presionó sus labios con los
míos.
Estábamos a sólo un latido de distancia de tener sexo. Empujó de
nuevo, burlándose de mi cuerpo a través del fino algodón de mi ropa
interior, y deslizó su lengua en mi boca. No creo que los juegos previos
se encontraban en la agenda, y… bueno. Lo quería terriblemente.
Quería decirle que lo amaba mientras se movía dentro de mí. Mi mano
bajó y tiró de mis bragas a un lado, guiándolo.
Dios, me encantaba la sensación cuando entraba por primera vez,
y encajaba tan perfectamente ahora. Me enojó que no me persiguiera
antes. Perdimos potencialmente dos años de esto. Pero Dios sabía que
no podía estar enojada con él, no cuando entraba y salía de mí, yendo
profundo y luego saliendo casi completamente, sólo para sumergirse de
nuevo dentro.
—Nunca voy a tener suficiente de esto —susurró, su cabeza se
acurrucó en el hueco de mi cuello—. Nunca voy a tener suficiente de ti.
Mis ojos se cerraron y cálidas lágrimas ardieron allí, pero las
retuve. No me importó que los lados de la cama estuvieran raspando
contra el armario, o que tuviera mi rodilla golpeando en la pared con
cada embestida. Escucharlo, sintiéndolo dentro de mí, conectar con el
hombre que amaba. Eso era lo que importaba.
No tuve suficiente de sus besos o de tener mis manos sobre él.
Sujeté su cabello cuando sus labios rozaron mi clavícula.
Abruptamente, se salió y se apartó de la cama, y sus manos frenéticas
tiraron de mis bragas por las piernas. Fue impresionante lo rápido que
podía moverse. Su peso volvió a la cama, pero se acurrucó a mi lado,
poniendo mi pierna por encima de las suyas. Yacía sobre mi espalda y
él a su lado cuando entró en mí de nuevo, sus intensos ojos viendo mi
expresión.
—Oh, Dios mío —susurré. En este ángulo, podía bajar fácilmente
la cabeza para lamer mi pecho, lo cual hizo. Me encontraba justo en el
borde de un orgasmo. El olor de su colonia se hallaba por todo mí
alrededor, y sus manos... oh dios, sus manos. Me sostenían
fuertemente a él.
—Te amo. —Salió de mí en voz baja, pero lleno de emoción.
—Entones, acaba por mí —susurró. Regresamos a nuestros
juegos de pedir permiso.
—Acaba conmigo —supliqué.
El peso de nuestros sentimientos presionó y nos arrojó juntos
hacia el olvido. Por primera vez cayó antes que yo, y eso desencadenó
mi orgasmo. Su placer me llenó de placer y se convirtió en el mío. Yacer
a su lado era una bendición. No quería dejar este momento perfecto.
Parecía contento de quedarse así también. Eso es, hasta que su
teléfono, aún en el bolsillo de sus pantalones en el suelo, sonó con un
mensaje de texto. Sus labios rozaron por encima de mi hombro.
—Deberíamos ponernos la ropa o vamos a llegar tarde.
—Siempre llego tarde —murmuré. El egoísmo codicioso dentro de
mí se quejó. ¿No podíamos tener más minutos tranquilos juntos?
—Me di cuenta. Puedo ayudar con eso, ya sabes.
—¿Ah, sí, jefe?
—Sí. —Se apoyó en un codo, y sus ojos estaban oscuros ante las
sombras de mi armario con poca luz—. Puedo poner todos tus relojes
diez minutos antes, o puedes empezar a quedarte en mi lugar con más
frecuencia. Esta cama no es buena para nosotros a largo plazo.
A largo plazo. Comprendí lo que insinuaba. —Me gusta la opción
número dos.

Después de tragos con sus amigos, me quedé en su lugar, pero


me desperté sola. Logan tuvo su carrera más larga antes del maratón
previsto para esta mañana, lo que significaba que estaría fuera por un
tiempo. La alarma sonó hace mucho tiempo, y se levantó, moviéndose
en silencio hacia el armario para vestirse, y luego se dirigió a la puerta.
Me senté ahora, evaluando la habitación críticamente. Entré en el
armario meticulosamente organizado con trajes a la izquierda y ropas
casuales a la derecha. Mi armario desordenado debió haberlo
enloquecido.
Después de una ducha, apreté la toalla debajo de mis brazos, me
senté con las piernas metidas debajo de mí en la cama, y le envié un
mensaje a Payton. Me llamó de inmediato, y discutimos lanzar la
palabra con "A" y la reacción de Logan. Ella se sentía feliz por mí. Le
gustaba Logan.
Una vez que la llamada terminó, me senté en la cama, mirando
por la ventana. ¿Cómo íbamos a seguir fingiendo que éramos extraños
en la oficina? Y lo más importante, ¿por qué?
La puerta principal se abrió y cerró, seguido por su respiración
agitada y pasos pesados dentro de la cocina. Perdí la noción del tiempo.
Mi toalla quedó abandonada en la cama cuando me dirigí a la
cocina, completamente desnuda, emocionada de ver el sudor rodando
por su pecho bronceado. Tenía abierta puerta de la nevera cuando entré
en la habitación.
—¿Vas a follarme en la ducha, o estás demasiado cansado? —
bromeé.
—Lo siento —respondió la voz petulante desde detrás de la puerta
de la nevera—, pero estoy casado ahora. —Entonces, el hermano Stone
más joven subió la mirada, y la boca de Nick golpeó el suelo a la vista
de mi carne desnuda.
Traducido por Jadasa & Daniela Agrafojo
Corregido por Laurita PI

Como una puta idiota, me quedé paralizada en estado de shock.


¿Debería regresar a toda velocidad al dormitorio? Busqué algo con que
cubrirme, pensando que sería más rápido. No había nada, porque
Logan puso todo lejos, todo en su lugar.
Tan pronto como registró que me hallaba sin ropa, los ojos de
Nick fueron al techo.
—No vi nada —dijo con rapidez, aunque su cara ya enrojecida
ahora se volvía morada. El sudor corría por su frente y pecho desnudo,
en realidad, goteaba en el suelo a su alrededor. Me apresuré al
dormitorio y agarré mi ropa de anoche. Logan no mencionó que hoy
entrenaban juntos.
—Lo lamento —grité desde el dormitorio—. Pensé que eras Logan.
—Oh, Dios, mátame ahora—. ¿Dónde está?
—Quería un tiempo para realizar estiramientos. Debería llegar en
un minuto.
Ahora que vestía pantalones vaqueros y una blusa, no estaba
segura de qué hacer. ¿Seguir escondiéndome, por sentirme incómoda,
en el dormitorio hasta que Logan llegue? Metí mi cabello detrás de la
oreja y me obligué a salir a la sala de estar.
—¿Cómo estuvo tu luna de miel? —pregunté, actuando como si
nada hubiera pasado—. Jamaica, ¿verdad?
Nick se veía feliz como para fingir demasiado. —Sí. Estuvo bien.
¿Alguna vez has ido?
La puerta se abrió e interrumpió mi normalmente cerebro limpio
con sucios pensamientos impuros. ¿Se suponía que la gente se ve como
una mierda después de correr treinta y dos kilómetros? Eso no se
aplicaba a él.
Observé fascinada cómo los hermanos no se dijeron nada el uno
al otro, sin embargo, se movían como un par orquestado. Nick le
entregó una botella de Gatorade a Logan mientras sacaba de un
armario una gran bolsa de galletas saladas y la abría. Bebieron y
comieron rápidamente, deteniéndose solo para limpiarse el sudor con
toallas de papel o sacarle la cascará a una banana.
Cuando terminaban de hidratarse y alimentarse, sacaron los
iPhones de sus brazaletes y criticaron su ritmo individual. Sentí como si
estuviera en Marte. La discusión acabó y Nick agarró una botella de
agua del refrigerador.
—Me voy, sé que tienes cosas qué hacer —dijo Nick—. Evie
mencionó que le gustaría follar en la ducha.
La mirada de Logan de inmediato fue hacia mí y me ruboricé.
—Genial, gracias por eso, Nick —dije.
—No hay problema. —Mostró con rapidez una enorme sonrisa y
salió por la puerta.
Logan seguía mirándome con una expresión de desconcierto.
—Pensé que eras tú —expliqué—. Olvidaste mencionar que no
corrías solo y que podría aparecer.
—¿Le dijiste que querías follar en la ducha?
—Sí. Y estaba desnuda cuando lo hice.
Frunció el ceño y me dio una mirada oscura y posesiva. —¿Has
olvidado cómo me veo?
—Se hallaba detrás de la puerta del refrigerador. Como dije, pensé
que eras tú.
Parpadeó y se calmó. Una lenta sonrisa torció sus labios. —En
realidad debería recuperarme algo más antes de llegar allí.
—Era una broma, ya me he duchado, jefe.
—Eso es decepcionante, señorita Russell, pero eres una chica
sucia. Tal vez necesitarás otra ducha dentro de no mucho tiempo.
La comisura de mi boca se elevó.
Después, me llevó a mi casa, y cuando estacionaba, pasó sus
dedos distraídamente sobre mi rodilla.
—Mañana necesito estar temprano en la oficina —dijo.
—¿Sí? —Después de la cena, en verdad no hablábamos de trabajo
fuera de la oficina—. ¿Por qué necesitas ir temprano?
—Tengo una reunión con Jon. —El vicepresidente de ventas, el
jefe de su jefe. Jon raramente se encontraba en la oficina de Chicago,
fuera lo que fuera, tenía que ser serio. Mi rostro debe haber mostrado
mi preocupación—. No es nada importante —dijo.
Entonces, ¿por qué saco el tema? Se inclinó y me besó, anulando
mi capacidad de pensar.
—Nos vemos mañana —dijo, una media sonrisa acechando debajo
de sus labios.
No es nada importante. Me mintió. A las diez y media los
diseñadores se encontraban reunidos en la sala de conferencias para
una reunión que Logan programó solo una hora antes. No se sentó en la
parte de atrás con su portátil, se hallaba de pie frente a su jefe, Will, el
director creativo, y Jon. El vicepresidente de ventas era alto, del sur, y
siempre parecía como si preferiría estar en algún otro lugar. Solo lo
veíamos cuando algo salía mal, como perder un cliente. Todos los
diseñadores se ponían a la defensiva cuando posaban sus ojos sobre él,
y los bajaban para sentarse erguidos.
Will se hallaba en los finales de los cincuenta. Supervisaba todos
los departamentos, incluyendo relaciones públicas y difusión, y esos
departamentos eran mucho más exigentes que el nuestro, por lo que no
lo veíamos mucho. El rostro de Logan se encontraba vacío de expresión.
Su mirada se detuvo sobre mí, y luego fue a la habitación.
—Gracias por ser flexible con sus horarios —dijo—. A estas
alturas, pueden haber escuchado que nuestra compañía adquirió
Paradigm Creative, y se preguntarán cómo esto afectará a nuestro
departamento.
¿Qué? Paradigm Creative era una agencia de la competencia.
Eran más pequeños que nosotros, pero estaba segura de que había un
equipo completo de diseño allí. Una chispa de pánico se prendió en mi
estómago. ¿Jon se hallaba aquí para dar la mala noticia de que nuestro
departamento iba a ser reemplazado?
—Estamos trayendo la mayor parte del equipo de diseño de PC —
continuó Logan—, para ayudar con la nueva carga de trabajo, y no
habrá un cambio en la estructura dentro de nuestro departamento. Un
puesto de supervisor se creará a partir de cada uno de los lugares, y
esos nuevos supervisores se reportarán a mí.
Sus ojos se movieron hacia mí por un segundo. Tan breve, que tal
vez, nadie lo notó.
Santa mierda.
Un acuerdo así de grande se debió negociar durante un tiempo.
Logan supo que alguien en nuestro departamento debía ser promovido,
y con esa sola mirada, me dijo todo. Este era el motivo por el que quiso
mantener en secreto nuestra relación. Por qué dudó cuando hablamos
de mi ascenso a diseñador jefe. Tenía grandes planes para mí.
Era la persona a la que le confesó que era la mejor en el
departamento, pero haciendo algo como esto iba a llamar la atención.
Jodidamente mucho. Si alguien oía que salíamos, asumirían que tuve
sexo para hacerme camino, haciendo que tanto Logan como yo
quedáramos mal.
Mi mente corrió con las revelaciones. De repente, la reunión
terminó. Logan ya revisaba el correo electrónico en su teléfono y salía
por la puerta antes de arrastrarme de mi asiento y de vuelta a mi
cubículo. Tenía que hablar con él. Mis manos se cerraron alrededor de
mi teléfono, solo para que sonara con un mensaje de él.

Almuerzo en Spiros, 11:30.

Está bien, jefe.

Spiro se encontraba a ocho cuadras de la oficina. Era una


caminata por la ordinaria comida griega, y supuse que lo eligió
exactamente por esta razón. Era poco probable que nuestros
compañeros de trabajo entren y nos vean juntos. Consiguió una mesa
en la parte de atrás, y se puso de pie cuando me acercaba a él, se sacó
la chaqueta de su traje y colgó sobre el respaldo de la silla. No
habíamos establecido ningún tipo de límites para las reuniones de este
tipo, tan cerca de la oficina y al medio del día.
—Hola —dijo—. ¿Cómo va tu día?
Me senté en la silla que sacó para mí. —Ha sido interesante.
Ahora tiene más sentido que ocultáramos nuestra relación.
—Entrevistaré a todos los que aplican. —Una sonrisa tímida se
escondía en su rostro cuando se sentó a mi lado—. Pero, sí, ya tengo a
alguien en mente para el puesto.
—Solo he estado allí un par de años, y soy joven.
Se veía sobresaltado. —¿No lo quieres?
—Sabes que sí. —Sería más fácil si no lo hiciera, pero llegué
demasiado lejos como para dejar pasar la oportunidad.
—Realmente no es sobre la edad. Es sobre la confianza y el
respeto. Te respetan, y ambos sabemos que serías genial.
No tenía ni idea de si hablaba con mi jefe o con mi novio, y me
hizo marearme.
—Entonces, ¿vas a pasar por mi oficina más tarde y aplicar?
Sentí una similar sonrisa tímida alcanzarme. —Sí señor.
Un interruptor se activó, y sabía exactamente quién hablaba. Su
mirada repleta de deseo me dejó sin aliento. Debajo de la mesa, cerró su
mano alrededor de mi rodilla.
Mantener el trabajo y nuestra relación separados era difícil, pero
hacía lo que podía. Hablamos de su próxima maratón. Como Payton, la
última vez que hablé con ella, se veía desanimada. Algo pasaba, y me
preocupaba que pudiera haberme convertido en uno de esos amigos
negligentes que deja todo cuando tiene novio.
El camarero trajo la cuenta y me sacó de mis pensamientos.
—Voy a tener que volver pronto —dije, viendo el reloj en la pared
del fondo. No es que quisiera irme. Quería quedarme donde estaba. De
hecho, quería que su mano para se moviera más arriba sobre mi muslo.
En cambio, se tensó.
—Ve al baño, ahora. —Su voz sonaba bastante urgente que no
cuestioné. Agarré mi bolso y fui atrás en el baño, entrando en el primer
cubículo.
Mis pulgares tecleaban furiosamente en la pantalla de mi
teléfono.

¿Qué sucede?

Jamie acaba de entrar.

¿Nos vio? Esperé más detalles. Pero no llegó nada, entonces


pregunté qué debería hacer.

Acabo de salir. Quédate un poco más. Puede estar


recogiendo un pedido.

Esperé en el pequeño baño, revisando el correo electrónico en mi


teléfono e intentando no pensar en lo ridículo, pero necesario, que era
ocultarse. De todas las personas, Jamie era la peor cuando se trataba
de chismes. Era un imán para el drama.
Esperé tres minutos por si acaso, pero fue inútil. Consiguió una
mesa con un chico directamente en la parte de enfrente, y no tenía más
remedio que pasar junto a ella.
—¡Evelyn, hola! —dijo, obligándome a detenerme.
—Oh, hola, Jamie.
—Este es mi novio, Steve.
Le sonreí al hombre delgado, vestido de negro con expresión seria.
Asintió respondiendo con un hola.
—Bastante loco ese trato con PC, ¿eh? —preguntó.
—Sí. Sin embargo, eso es bueno. Escuché que tienen un montón
de grandes cuentas. Debería probablemente…
—¿Viste a Logan? También se encontraba aquí.
Mierda. No era una buena mentirosa. —¿Oh? No sabía que este
lugar era tan popular.
Se encogió de hombros. —Los sándwiches de carne asada valen la
pena el viaje.
—Simplemente están bien —bromeó su novio.
—¿En serio? —Le lanzó una mirada perspicaz, como si no le
gustara que la contradijera.
—Tengo que regresar. Un gusto conocerte —dije. Me di la vuelta y
me apresuré hacia la puerta, hacia el sol.

A las cuatro y media, golpeé la puerta de su oficina.


—¿Estás ocupado? —pregunté, permaneciendo de pie en el
umbral.
—No en este momento. ¿Qué necesitas? —Apartó su mirada de la
pantalla de su ordenador y miro rápidamente en mi dirección, y luego
de nuevo a la computadora. Su voz era tan... directa. Exageraba, ahora
más que nunca.
Me acerqué a su escritorio. Con la puerta abierta, con él de nuevo
fingiendo que no le importaba más que en forma profesional, lo veía al
cien por ciento como el jefe que era hace un mes. El arrogante, idiota
todo negocios que tenía un enorme poder sobre mi carrera. Podía hacer
esto.
—Me gustaría solicitar la posición de supervisor.
Volvió a mirarme, como si en ese mismo momento me estuviera
evaluando, después volvió a la pantalla del ordenador. —Bueno. Puedo
fijar tu entrevista para mañana a las cuatro. ¿Cuadra con tu horario?
—Sí, gracias.
—Nos vemos entonces. —La computadora sonó con un nuevo
correo electrónico y no me prestó atención, despidiéndome. Cuando
regresé a mi escritorio, me detuve de golpe. Jamie esperaba en mi silla.
—¿Vienes de la oficina de Logan? —La sospecha cubriendo su
voz.
—Sí. —Intenté ocultar mi frustración. No estaba contenta con que
estuviera sentada en mi silla, y aún menos encantada con su pregunta.
—¿Ustedes dos son, como, amigos? —preguntó con una mezcla de
desdén y la acusación.
—No. Solicité la posición de supervisor.
Su rostro expresó sorpresa. —¿Lo hiciste? Ni siquiera eres una
senior.
—Logan no dijo que fuera un requisito.
Abandonó la silla para mí, como si acabara de darse cuenta de
que no era la suya. —Tienes razón, no lo dijo. De todos modos, quería
preguntarte si podía tomar prestado tu muestra de colores. La mía ha
vuelto a desaparecer.
Busqué en mi cajón y saqué el abanico de muestras de color. Lo
tomó y asintió un gracias, pero se detuvo. —Lo lamento, solo pensé que
era extraño, ver a Logan y luego a ti en Spiro, y Debbie dijo que
últimamente, has estado mucho en su oficina.
Me encogí de hombros, pero en mi interior maldije a la
entrometida de Debbie cuyo cubículo se hallaba más cerca de la puerta
de Logan. —Sí, es por la cuenta GoodFoods.
Una sonrisa se dibujó en su rostro. —Sí, por supuesto. Ya
conoces a Debbie —dijo, aunque en verdad no la conocía—. Siempre
difunde rumores.
Comenzó a regresar a su cubículo, pero lo que dije la detuvo. —
¿Rumores?
—Que Logan y tú eran amigos, quizás más. Le dije que no era
cierto. —Hizo una pausa—. A menos... ¿Es así?
No era una mentira, me dije. Sé convincente. —No. Logan Stone y
yo no somos amigos.
Me dio una sonrisa rápida, recogiendo su cabello en un moño
desordenado mientras se iba. —Sí, le dije que eso sería una locura.
Dios, era como estar de vuelta en la escuela secundaria.

Logan y yo comimos pizza congelada en su casa, y me debatí


decirle sobre mi conversación con Jamie. Tomé dos trozos antes de que
se derramara de mí.
—Hay un rumor andando por la oficina de que somos amigos.
Parpadeó. —Vaya, jugoso.
—Debbie piensa que podríamos ser más, solo porque he ido
algunas veces a tu oficina. Quiero decir, honestamente, ¿cree que voy a
ir allí para revolcarme contigo a mitad del día?
Podía decir por su sonrisa juguetona que no iba a dejarme
salirme con tanta facilidad. —¿Revolcarnos? ¿Es lo que hacemos?
—Déjame corregir. ¿Cree que voy allí para follarte hasta sacarte
los sesos?
Su sonrisa se amplió. —Esa parece ser una descripción más
adecuada.
—Deja de distraerme de mi preocupación.
—Estoy seguro de que no pasa nada. Han estado agotando todo el
drama en el departamento. Cuando llegue a bordo el personal de PC,
eso les dará más con qué trabajar.
—Asumiendo que todo… —¿Cómo decirlo?—, funcione cómo
quieres que lo haga, ¿cuánto tiempo tenemos que fingir en la oficina?
Consideró esa declaración. —Tendremos que juzgarlo por el oído,
pero pensaría que unos meses.
No es como si estuviéramos en un esquema elaborado,
escondiendo nuestro amor. Al mismo tiempo, tuve que mentir hoy, y le
mentimos a su familia acerca de cuánto tiempo habíamos estado
juntos, les mentimos a mis padres sobre cómo nos conocimos… las
mentiras se acumulaban.
—¿Eso está bien? —Parecía intentar leer mis pensamientos.
Cuando Kathleen descubriera que fue pasada por alto para la
promoción que pensó que se encontraba en la bolsa, iba a estar
molesta. Descubrir que fue para mí, que ni siquiera era un miembro
antiguo, la dejaría más allá de cabreada. Si tenía un atisbo de que
Logan y yo teníamos una relación, iría a gritarle a Jon sobre el
favoritismo en un latido. Sería un desastre, y sin importar de qué
manera defendiera Logan su posición, ¿cómo podría salir de eso
indemne?
—Sí —dije—. Puedo pretender que no estamos… revolcándonos.
—Bien. Oh, por cierto —Metió la mano en su bolsillo y colocó algo
sobre el mostrador—, esto es tuyo. —Su palma se elevó para revelar un
metal. Una llave.
Vaya. No era exactamente lo mismo a decirme que me amaba,
pero se encontraba malditamente cerca.
—¿Estás seguro de que quieres hacer eso? Todas tus otras novias
tendrán que irse.
—Sí —suspiró, burlándose de mí—. Y tengo tantas.
¿Tenía alguna idea de que ser la novia número dos para él me
hacía sentir como la primera?

Me senté en mi escritorio y miré fijo mi almuerzo sin comer. Saber


que Logan me tenía como su favorita debería haber sido útil, pero lo que
todos mis nervios me susurraban era: ¿qué pasaría si no salía bien?
¿Qué si lo que decía en la entrevista cambiaba su opinión?
Las entrevistas comenzaron a la una. Vi la mata de cabello oscuro
de Gary doblar la esquina dentro de la oficina de Logan y cerrar la
puerta. Incluso llevaba una corbata. La atmósfera en la agencia era
relajada, y muchos de los diseñadores llevaban vaqueros y chanclas. Yo
no. Quería que la gente supiera cuán seriamente me tomaba mi trabajo,
e ir bien vestida ayudaba.
La entrevista de Gary no duró demasiado. Treinta minutos
después se encontraba de vuelta en su cubículo y la corbata se había
ido. A las dos, entró Maurice. Era otro diseñador antiguo, pero con
honestidad, no lo veía como competencia. Era tímido y callado. No podía
imaginarlo manejando algunas de las grandes personalidades que
teníamos aquí.
Mi competencia fue a su oficina dos minutos antes de las tres.
Kathleen usaba un traje pantalón gris marengo hermosamente cortado
con un collar amarillo girasol. Se veía como toda una gerente
profesional cuando entró campante a la oficina de Logan, y su
entrevista duró largo tiempo. Tanto, que comencé a preocuparme sobre
lo que iba a hacer si la entrevista corría sobre mi intervalo de tiempo.
¿Debería tocar? ¿Esperar fuera de la puerta? Por fortuna, se abrió antes
de que tuviera que tomar una decisión, y Kathleen salió.
Aplasté mis nervios por millonésima vez y entré a su oficina.
Decían que si te encontrabas incómodo, deberías imaginarte a la otra
persona en ropa interior. Sí, pues, eso no era de ninguna ayuda. Sabía
exactamente cómo se veía en ropa interior. O con nada en absoluto.
Cerré la puerta. Cuando me giré hacia su escritorio, no se
encontraba ahí, porque se hallaba parado delante de mí. Di un paso
confuso hacia el par de sillas en frente de su escritorio, pero sus manos
rodearon mi cintura.
—¿Qué haces? —susurré un momento antes de que pusiera su
boca sobre la mía. Su dulce beso permaneció en mis labios incluso
después de que se apartara—. ¿Qué hay de mi entrevista?
—Llegaremos allí. Necesito un minuto para recuperarme. ¿Te
importa? —Su voz baja era tan sexy que hizo que mis rodillas se
aflojaran.
—Mmm… no, supongo que no.
Fui a sentarme y enfrentarlo mientras se sentaba detrás de su
escritorio. Arqueó su espalda y se estiró como si tratara de sacudirse el
tedio del proceso de entrevistas. Cuando terminó, su mirada se movió
sobre mi cuerpo, hacia arriba hasta que sus ojos encontraron los míos.
—¿Por qué quieres el trabajo —preguntó—, Evelyn?
Evelyn, no Evie, porque nos encontrábamos en el trabajo. Porque
la entrevista ahora había comenzado, le hablé de los temas de
conversación que había preparado en mi investigación. Me escuchó
respetuosamente y no dijo nada. Luego vino una mirada aguda que me
hizo sentir de tres píxeles de alto.
—Quiero saber la verdadera razón por la que quieres la posición
—dijo—. No una respuesta de mierda que piensas que quiero escuchar.
Su tono agresivo deshabilitó mi filtro. —Porque es un trampolín
para la tuya.
—¿Quieres mi trabajo? ¿Qué hay de mí? —Sus ojos destellaron
con interés.
—Serás el Director Creativo.
Su boca se quedó floja con lo que suponía que era sorpresa.
—¿No crees que eso irá a Chase McCutchen de Relaciones
Públicas cuando Will se retire? —Su voz era… insegura—. No se lo
darán a alguien de grabados.
Podía verlo todo detrás de esos preciosos ojos caoba. Como yo,
quería llegar a un trabajo para el que podía ser demasiado inexperto o
demasiado joven. Pero creía que nadie trabajaría más duro o mejor de lo
que él lo haría.
—No, no creo que vayan a dárselo a Chase. No si tiene que
competir contigo para lograrlo.
Dejó salir un suspiro y una emoción apareció en su rostro, como
si acabara de decir la cosa más halagadora que hubiera escuchado.
Dudó y luchó visiblemente para volver al tema.
—Cuéntame de una situación difícil en tu trabajo y cómo la
manejarías.
Me tragué un suspiro. Esto iba a ser un riesgo. —Cuando
comencé, me encontraba emparejada con un diseñador más antiguo…
—Austin.
—Tenía dificultades para trabajar en equipo. Peleaba conmigo por
todo, me decía que lo sabía mejor porque era antiguo. Usaba eso como
una excusa para avasallarme. —Tuve que controlar mis manos
nerviosas, doblándolas sobre mi regazo—. Austin no tomaba ninguna de
mis sugerencias. Traté de ser amable, traté de darle tiempo, pero
cuando el cliente gritaba por una nueva dirección y Austin no cedía, me
quedé sin opciones.
—Lo hiciste por ti misma.
—Se lo di a nuestro gerente y le dije que Austin y yo habíamos
colaborado, pero Austin ni siquiera lo había visto.
Logan se enderezó en su silla. —¿Piensas que decirme una
historia acerca de ir sobre la espalda de otro diseñador es una buena
idea?
—Espero que entiendas que estoy dispuesta a hacer cosas que me
hacen poco popular si eso va a darle al cliente lo que quiere, además de
que no soy una persona fácil de convencer. Puedo enfrentarme contra
alguien que tenga más experiencia cuando creo que se equivocan.
Se veía complacido. Mi primera respuesta lo había decepcionado,
pero esta no lo hizo.
—Austin era un idiota y un diseñador de mierda. ¿Te das cuenta
de que ya no está por aquí? —Fue despedido en la segunda semana de
Logan como director, y el despido envió un claro mensaje de que Logan
iba a dirigir un barco estricto.
—No te hizo popular —continuó, su voz bajando—. Pero hizo que
la gente del departamento te notara. —Su expresión se volvió una
sonrisa—. Y, solo para que seas consciente, te puso en mi radar.
—Oh. —Eso fue todo lo que pude conseguir.
—Esta posición requiere que pases menos tiempo diseñando. ¿Lo
pasarás mal al sacrificar esa salida creativa para poder dirigir? —Su voz
era del tipo profesional y de negocios.
—He hecho sacrificios mucho más grandes para conseguir lo que
quiero. ¿Fue difícil para ti renunciar a la creatividad?
—No.
—Entonces estoy segura de que estaré bien. —Porque
profesionalmente éramos muy parecidos.
—¿Tienes alguna pregunta para mí?
Quería preguntarlo de manera sutil, pero la entrevista se había
salido del camino al momento en que me besó. —¿Salario?
—Negociable, pero nos gustaría superior a los cincuenta. —Solo
diez mil más de los que estaba haciendo ahora. Me quedé en silencio,
enfocándome en ese número.
—¿Alguna otra pregunta?
Negué con la cabeza.
—De acuerdo, tomaremos una decisión en algún momento de las
próximas semanas, y te lo haré saber. Gracias por tu interés, Evelyn.
Me levanté de la silla, y también lo hizo. Solo hice medio camino
hacia la puerta cuando una mano se curvó alrededor de mi cintura.
—Espera. —Su aliento susurró en el cabello cerca de mi oreja—.
Evie.
Me giró en sus manos para enfrentarlo, y su beso fue salvaje. Se
hundió en mi cuerpo como amor líquido, llenando cada centímetro de
mi ser. No había dicho las palabras, pero no tenía problema en
mostrármelas. Enterré mis manos en la chaqueta de su traje, dejando
que mis dedos bailaran sobre su pecho definido, cubierto por la camisa
de vestir ligeramente almidonada. Cada momento que continuaba
besándome era más peligroso que el anterior.
Lo deseaba. Comencé a pensar en bloquear la puerta de su
oficina, o cuánto tiempo podíamos permanecer aquí con la puerta
cerrada antes de que las personas comenzaran a preguntarse por qué
tomaba tanto tiempo la entrevista. Su lengua se hundió en mi boca,
acariciando la mía, y el deseo flameó tan caliente que supe que me
encontraba ruborizada.
Mi mano tenía mente propia, y fue bajando hasta que la alejó y
me lanzó una mirada molesta.
—No podemos hacer eso, incluso si queremos.
Sabía que lo quería, porque lucía una semi-erección. —¿Quieres
que te lance un poco de agua fría encima? —bromeé.
—No, tengo mi escritorio para esconderla hasta que desaparezca.
Tú, chica traviesa, tienes que volver a tu cubículo ahora, sonrojada.
Mordí mi labio. —Está bien, jefe. Solo, por favor, dime que no
entrevistaste a Gary de este modo.
Su rostro tomó un borde duro. —Guau, mira eso. Se resolvió la
crisis en mis pantalones.
Le lancé una sonrisa presumida.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Mary Warner

Otras dos semanas pasaron antes de llegar al primer tropiezo. Me


encontraba de camino a casa de Logan cuando Blake llamó y me
preguntó si me hallaba disponible para almorzar la tarde siguiente.
Atrás quedó la incomodidad. Firmemente amaba a Logan, y Blake era
mi amigo, así que me sentía feliz de poder verlo de nuevo.
No vi mucho a Logan recientemente. Pasó la última semana
evaluando al personal sobre PC. No todos llevaban la transición, y
trataba de hacer sus propios juicios sin ninguna política de oficina en
juego. Como sospechaba, mi única competencia para el puesto de
supervisor era Kathleen. Una entrevista individual de seguimiento se
organizó con Logan y el director creativo para Kathleen y para mí. En
última instancia, era la decisión de Logan quién se quedaba con el
puesto, pero Will quería ayudar si Logan se hallaba indeciso.
No pensé en mi cita para almorzar hasta que me coloqué junto a
Logan justo después de una sesión drena-mente, acurrucándome bajo
su brazo. —Pensaba en almorzar con Blake mañana —dije—. ¿Eso
está... bien?
Se puso rígido. —No, en realidad no.
—Es mi amigo…
—Evie, cree que está enamorado de ti.
—No, ya no. Además, eso no importa. Te amo.
Se movió para quedar de lado frente a mí. —Confío en ti, ¿pero en
él? ¿No recuerdas cuando se presentó en tu casa? ¿Qué si no hubiera
estado ahí?
—¿Qué? —¿De qué hablaba?
—No iba a aceptar un no por respuesta hasta que se dio cuenta
de que yo me encontraba ahí.
Me burlé de esta acusación ridícula. —Blake no es así.
—No lo conozco, y honestamente, no quiero conocerlo.
Tragué saliva, viendo a dónde iba. A Payton no le gustaba Blake,
pero ella no me hizo elegir entre ellos. ¿Pero Logan? No quería que fuera
amiga de Blake. Ese momento de embriaguez en mi apartamento,
cuando Blake me agarró y casi le da un golpe a Logan, había formado
su juicio sobre Blake.
—Así que, ¿quieres que lo cancele?
—Sí.
—¿Qué le digo? ¿Qué mi novio es posesivo?
Me hubiera gustado no decir eso. La habitación sólo se
encontraba iluminada por la pantalla de su iPad, y en la escasa luz los
ojos de Logan se agriaron. —Puedes decirle lo que quieras. Dile que tu
jefe imbécil te necesita para trabajar en la hora del almuerzo.
No cedería en esto, y no dijo casi nada el resto de la noche,
apenas me dio un beso de despedida cuando me dejó en mi casa.

La tarde siguiente cuando llamé y di la excusa falsa del trabajo,


Blake suspiró.
—Bueno, tenía la esperanza de decírtelo en persona, pero… Amy
está embarazada.
Blake se encontraba en esa fase difícil en la vida en la que no
tenía idea de cómo tratar con este tipo de noticias. ¿Era algo bueno?
¿Era visto como un error?
—Oh. ¿Cómo estas…?
—Es bueno. Me siento emocionado. Ambos nos sentimos
emocionados.
Solté un suspiro de alivio por él. —Bueno, eso es bueno. —Solía
decirme todo, así que probablemente se encontraba desesperado por
discutir este evento cambia-vida conmigo.
—¿Sabes qué? —dije—. Olvida el trabajo. Te veré en Potbelly’s en
diez minutos.
Me encontraba a mitad de mi sándwich y de la historia de Blake
de cómo revelaron el embarazo a sus padres cuando mi teléfono sonó
con un mensaje de texto.

¿Dónde estás?

Escribí una respuesta, diciéndole que me encontré con Blake para


almorzar después de todo, y que se lo explicaría más tarde.
—¿Todo bien? —preguntó Blake cuando dejé el teléfono.
Una chica de contabilidad se sentó dos cabinas más allá, así que
tuve que elegir mis palabras con cuidado. —Mi novio no está muy feliz
conmigo ahora mismo. No quería que almorzara contigo.
—Entiendo. Estaba confundido y me asusté. Pero, Evie, ya no lo
estoy. Amo a Amy. Tuve que arruinar todo para averiguarlo, y lo siento
mucho.
Sentí una sonrisa formarse en mi rostro. —Me hace feliz el que lo
descubrieras. Todo sucede por una razón.
El teléfono vibró en la mesa.

¿Dónde estás específicamente?

Hice una mueca. ¿Qué importancia tiene eso?

Estoy en Potbelly’s. Estaré de regreso en mi escritorio en 30.

Charlamos sobre el nuevo plan de Blake para proponerse. Ahora


que sería padre, no podía esperar para empezar su felices para siempre
con ella. Así fue como supo que Amy era la indicada.
—¿Sabes si Logan quiere hijos? —Eso obligó a que mi mirada
revisara alrededor y levantara la sospecha de Blake—. ¿Qué es?
—No tenemos una relación pública. Es complicado justo ahora.
Pero sí, quiere hijos.
—Y aparte de hoy, ¿las cosas van bien entre ustedes dos?
—Sí. Sí. —Le di una leve inclinación de cabeza—. Van bien. —Y lo
estaban. ¿Cierto?
Los ojos color ámbar de Blake parpadearon y sus cejas se
elevaron. —¿Qué es?
Olvidé lo bien que Blake me conocía, y lo terriblemente mala para
mentir que era. —Le dije que lo amaba. Como, hace un tiempo. No me
ha correspondido.
Sus ojos se abrieron ampliamente. —Estoy seguro de que lo hará.
—Lo sé. Sin embargo, es sencillamente duro. Estoy enamorada de
él. Como, con la cabeza sobre los tacones, real y locamente enamorada.
Canto de pájaros, arco iris y toda esa mierda. Lo siente, creo, pero yo
necesito que lo diga.
Una media sonrisa se formó en los labios de Blake, y el silencio
me hizo balbucear.
—Sabes —continué—, pensé que me odiaba y no podía
importarme menos, porque pensé que era un imbécil arrogante y
egoísta. Pero estaba totalmente equivocada, y todo el tiempo estuve
demasiado ciega por ti para notarlo a él. Me siento enojada conmigo por
no comprenderlo antes.
—¿Comprenderlo?
Ya que teníamos nuestra primera conversación honesta el uno
con el otro, en lo que parecía toda una vida, me dejé llevar. —El que
podría ser el indicado con el que estar. Sé que es demasiado pronto, y
eso es algo tan ridículo de decir. El Indicado. Ridículo el sentirlo, pero...
esa es la forma en que se siente.
La mirada de Blake dejó la mía y se elevó por encima de mi
cabeza, alarmado.
Este restaurante tenía un servicio rápido, era asequible, y cerca
de nuestro edificio de oficinas, lo que significaba que se encontraba
repleto de compañeros de trabajo. Nunca pensé que entraría y se
arriesgaría, pero me equivoqué.
—Hola, hombre. —La mirada preocupada de Blake se movió de
nuevo a mí.
Miré por encima del hombro y no podía respirar. Logan dudaba
detrás de mí, con rostro ilegible.
—¿Desde cuándo estas ahí? —Fue apenas un susurro.
—Desde el canto de los pájaros —respondió, su voz temblorosa.
Oh, mierda. ¡Mierda! Nada como confesar que crees que es el
indicado después de sólo dos meses de salir. Se acercó a la mesa y se
paró a nuestro lado, sus ojos grandes e hipnóticos en los míos. Al
menos no se escapó, pero no tenía ni idea de lo que sucedía dentro de
su cabeza. Quería deslizarme bajo la mesa y esconderme.
Los ricos ojos marrones se apartaron de los míos. —Soy Logan
Stone. —Extendió su mano hacia Blake, quien parpadeó hacia la mano,
y luego la estrechó.
—Blake Haluson.
Mi cerebro se negó a funcionar. Mi mirada se dirigió a la
superficie de la mesa y mis orejas quemaban por la vergüenza. ¿Qué
demonios haría? Justo cuando las cosas posiblemente no podían
empeorar, Debbie se materializó de la jodida nada.
—Hola, chicos. ¿Tienen una reunión improvisada? —bromeó, pero
sus ojos se encontraban nublados por el recelo.
—Solo le preguntaba a Evelyn y a su amigo qué era bueno —
contestó Logan. Probablemente me miraba, pero lo único que podía
hacer era mirar al roble oscuro de la mesa.
Debbie contó a detalle sobre su sándwich favorito, y fingió que le
importaba con entusiasmo hasta que ella se fue.
—Fue un placer conocerte —le dijo Blake.
—Sí, igualmente.
—Te veré en la oficina, Evelyn.
—Sí, nos vemos.
Escuché sus pasos alejarse. Mi mirada se deslizó hacia Blake.
Parecía aturdido.
—Eso fue interesante. —Debí hacer una mueca que reflejaba el
sentimiento enfermizo que tenía por dentro, porque el rostro de Blake se
llenó con preocupación—. Estoy seguro de que estará bien.

Tomé una respiración profunda antes de girar la llave en la


cerradura, preparándome. Recibí un texto de Logan a veinte para las
cinco:

Tenemos que hablar. Cena en mi casa.

No era una pregunta.


El viaje en tren a su apartamento lo utilicé para planear una
manera de no hacerme lucir como una chica enferma de amor, con ojos
redondos que quería tener diez mil de sus bebés.
No se hallaba en la cocina o en la sala de estar de más allá. Puse
el bolso en la mesa de entrada, luego lo pensé mejor y lo metí en el
armario, donde a él le gustaba.
—¿Logan?
Sin respuesta. Revisé mi teléfono para comprobar los mensajes de
texto o una llamada perdida. Nada. ¿Dónde estaba? Envié un texto
preguntando cuándo llegaba, y me contestó que quedó atrapado en el
tráfico y estaría en casa en breve.
Llamé a Payton, frenética, revelando todo el desastre. Trató de
tranquilizarme, pero no fue de mucha ayuda. Payton siempre fue
honesta, y dada la historia de Logan, se preocupada por mí.
Detrás de mí, la puerta crujió al abrirse cuando Logan entró. Me
giré hacia él y casi suelto el teléfono. —Logan llegó a casa, te llamo
después.
—Hola —dijo, colocando las bolsas de plástico que llevaba, las
cuales supuse era nuestra cena, en la encimera. Colocó otro artículo
también; un florero de cristal lleno de hermosas rosas rojas—. Estas
son para ti.
Mi mano temblorosa empujó mi teléfono en mi bolsillo trasero. —
¿Por qué?
Hizo una pausa. —¿Por qué? ¿No puedo comprarte flores?
—Es sospechoso. ¿Estás rompiendo conmigo por las cosas locas
que escuchaste salir de mi boca?
Su sonrisa era fascinante. —Eso no sonaba a que querías eso. —
Se acercó, envolvió los brazos alrededor de mi espalda y me sostuvo—.
Me hallaba siendo sobreprotector. Fui a ese restaurante pensando...
—¿Ibas a desafiar a Blake a un duelo?
Sus ojos brillaron con diversión, entonces se pusieron serios. —
Pensé que te pediría que me dejaras.
—No. Quería mi consejo sobre la forma de proponerse a su novia,
quien está embarazada.
Sus ojos se suavizaron. —Así que, compré flores. —Hizo un gesto
hacia el florero—. Debí confiar en que lo tendrías bajo control.
—¿Qué hay de lo que dije? ¿Fingirás que no lo escuchaste?
—¿Por qué haría eso?
Le dio la vuelta a todo de nuevo. —No lo sé, porque va contra las
reglas generales de las citas.
La mirada retorcida que tenía me hizo agua la boca. —Creí que
sabías que me gustaba cuando rompías las reglas.

Olvidé llamar a Payton de nuevo, y a la mañana siguiente cedió y


me llamó al trabajo.
—¿Qué sucedió?
—Estamos bien. Sorprendentemente estuvo bien con eso.
Jamie dejó caer una tarjeta de cumpleaños en mi escritorio.
Parecía que siempre era el cumpleaños de alguien en la oficina, la firmé
antes de leer a quien iba dirigida.
—¿Quién cumple años? —pregunté.
Recogió la tarjeta. —Logan. —Desapareció, y el grito de asombro
al otro lado del teléfono me dijo que Payton escuchó el intercambio.
—¿Sabías que hoy era su cumpleaños?
—No. —Me encontraba tan jodida. No tenía la menor idea de qué
regalarle. Tenía todo lo que necesitaba. Y me dijo en más de una
ocasión que tenerme en su cama era todo lo que quería. ¿Y ahora qué?
Colgamos y Payton inmediatamente comenzó una lluvia de ideas,
enviándome mensajes de texto. ¿Cosas para su próximo maratón? No,
lo tenía cubierto. ¿Algún tipo de artículo técnico? Si quería algo para sí
mismo, lo compraría. ¿Y qué podía comprarle con mi pequeño sueldo?
Le envié un texto.

Feliz cumpleaños, jefe. ¿Saldremos a celebrar?

Gracias, pero tengo que dar capacitación esta noche.

Acordamos que no habría más intentos en el almuerzo después de


lo de ayer, por lo que significaba que podía salir durante mi descanso y
conseguir su regalo, pero tenía que averiguar qué primero. Tan creativa
como podía ser en diseño, era la peor del planeta en elegir regalos.
Payton envió un mensaje después.

¿Lencería?
¿Porno?

No, no necesitaba porno. Tenía esos videos de celulares de


nosotros. Mirándonos tener sexo era mucho más ardiente que las cosas
falsas…
Oh.
Bueno, esa era una idea.
Se me aceleró el corazón. Mi garganta se tensó demasiado
apretada para hablar, y eso era bueno. No podía decir lo que pensaba
en voz alta, con sólo una división de media pared que me separaba de
mis compañeros de trabajo. Mis dedos nerviosos escribieron el mensaje
a Payton.

¿Recuerdas lo que dijiste sobre mirarnos?


Traducido por Mary Haynes
Corregido por Daniela Agrafojo

No llegaría a casa hasta las ocho. Le di a Payton un paseo por el


lugar y luego nos bebimos una botella de tequila.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —le pregunté.
—Demonios, sí. ¿Y tú? —Hizo un gesto hacia el chupito que
acababa de servir. Me lo bebí y consideré su pregunta. Cuando dijo que
quería vernos tener sexo, Logan había dicho que se sentía halagado.
Darle un elogio o algo que aumentara su ego parecía afectarlo
profundamente. Le encantaba.
Así que, el plan era recrear la noche en la que Logan y yo
realmente nos conocimos, la noche en la que nos vimos por lo que
éramos. Payton iba a vendarme, atarme, y luego esperar conmigo hasta
que Logan llegara a casa. Si quería pedirle que se quedara a ver, yo no
tenía problema. De cualquier forma, tendría los ojos vendados.
Sin embargo, no quería tener ansiedad por el desempeño. La
última vez no había tenido ninguna advertencia de que íbamos a ser
exhibicionistas. Esta noche, tenía suficiente tiempo para considerar lo
que iba a suceder y excitarme por eso. Mi atisbo de emoción fue
sofocado por los nervios. Era mi mejor amiga y se encontraba
totalmente cómoda con cualquier cosa, pero aun así. ¿Y si esto ponía
las cosas raras? ¿Cómo no podría? Tomé un segundo chupito, y ella
también tomó uno.
—¿Qué nivel de abandono estamos buscando? —preguntó cuando
me serví un tercero.
—Solo el lado borracho de lo borracho.
No cené, así que el licor golpeó rápido. Veinte minutos después de
que nos tomáramos tres tragos, me balanceé dentro del dormitorio,
animada. Ahora me sentía menos ansiosa por el hecho de que nos
mirara. Mucho más ansiosa por escuchar su reacción cuando llegara a
la casa. Me reí para mis adentros cuando me saqué el top por encima
de la cabeza y casi perdí el equilibrio en el guardarropa.
—Mierda, ¿hace que cuelgues tu ropa? Harías lo que fuera por él.
—Una sonrisa se extendió por su exótico rostro. Payton dejó su bolso al
lado de la silla de la esquina. Desde ahí nos estaría observando si todo
salía como suponía que lo haría.
Sacó un lío de tela negra de su bolso y lo arrojó sobre la cama.
Cinta para atarme. Me quité los vaqueros y los doblé, poniéndolos en el
estante del armario. En el trabajo, me escabullí por un almuerzo tardío
y llamé a Payton desde una mesa en la parte trasera del restaurante
para que nadie pudiera escuchar la conversación indecente que
tuvimos. Ella aceptó de inmediato, incluso se ofreció a recoger una
venda para los ojos y lazos, y ahora hubo un crujido del plástico cuando
sacó la venda para los ojos de su envoltorio.
Como todas las otras decisiones locamente sexuales que había
hecho recientemente, una vez que lo decidí, no sentí arrepentimiento ni
dudas. Solo emoción.
Payton se agachó y aseguró uno de los lazos al marco de la cama,
levantándose para verme cuando terminó. Sus ojos viajaron sobre mí, y
se volvieron pesados cuando encontraron los míos.
—¿Cuándo crees que llegue a casa?
Doblé mis brazos para desabrochar mi sostén. —Usualmente llega
alrededor de las ocho.
El sostén estuvo desabrochado y colocado encima de mis
vaqueros en el estante. Era extraña, la sensación de que me estuviera
mirando. No me miró así esa noche en el club cuando me desvestí, o el
día que me desnudé enfrente de Joseph. La anticipación colgaba en el
aire, pesada y gruesa.
—Podría llegar temprano —dijo, asegurando el otro lazo.
Y se vería bastante embarazoso que entrara en este momento. Me
apuré, enganchando mis pulgares bajo mis bragas y quitándomelas.
Pensé en dejarlas en el piso de su clóset, y porque me hallaba desnuda
y borracha, sonreí. A él le disgustaba la ropa en el piso, así que las dejé
ahí para hacerle una broma.
Payton dudó al lado de la cama, esperando que me subiera, una
expresión que no entendí se fijó en su cara.
—¿Qué sucede? —Doblé el edredón hacia la orilla de la cama, y
una vez más para que quedara en una franja estrecha, y me subí a las
sábanas.
—No quiero hacer las cosas extrañas entre nosotras, pero… —
Hizo una pausa—. Tus tetas son increíbles.
Me reí ante su inesperado cumplido. —Bueno, gracias. Las tuyas
también son lindas. —Aplasté la almohada con mi mano y me recosté,
extendiendo mi cabello debajo de mí.
—¿Has estado viendo mi pecho? —Me dio una supuesta mirada
juzgadora.
Solo la he visto desnuda, como, mil veces. —Difícilmente tenías
ropa puesta cuando vivíamos juntas.
Me pasó la venda negra para los ojos y la tomé, junto con una
respiración profunda. Me esperaban cosas buenas una vez que me la
pusiera, así que no perdí tiempo. La coloqué justo donde la quería,
deslizándome en la oscuridad, luego entregando mi primera muñeca a
su mano suave.
—Dime si está muy apretado, no soy muy buena atando nudos.
El lazo se enrolló alrededor de mi muñeca. Una vez más, y sentí el
jalón cuando lo ató. Estaba apretado, pero no tanto. Sus pasos la
llevaron al otro lado de la cama.
—Muévete, no estás en el centro. —Mi corazón latió rápidamente
ante su voz baja. Me deslicé por las sábanas, llevando la almohada
conmigo, y me rasqué la nariz. Por supuesto que tenía que picarme. Su
agarre fue ligero en mi muñeca libre, levantándola para poder atarla.
—Ahora viene la espera —dije, cuando terminó.
Pero un lado de la cama se hundió. Se sentó junto a mí, y con los
ojos vendados solo podía enfocarme en sus movimientos por el sonido.
Las puntas de su cabello rozaron mi pecho cuando se inclinó por
encima de mí, su aliento junto a mi rostro.
Mi cabeza se sacudió hacia atrás cuando sus labios rozaron los
míos. —¿Qué estás haciendo? —Las palabras salieron confundidas, no
enojadas. No era la primera vez que me besaba. Habíamos ido de bar en
bar después de la graduación, y siempre le coqueteaba ese chico que no
tomaba un no por respuesta. Nos siguió a otro bar y fue la única vez
que vi a Payton nerviosa. Así que, cuando le dijo que no le gustaban los
hombres, se volteó, me besó y le seguí el juego.
No funcionó. Todo lo que hizo fue ponerme en su mira también, y
eventualmente nos escondimos en el baño por veinte minutos y
escapamos por la puerta trasera. Me agradeció, y eso fue todo. Pero
hubo algo agradable en la forma en que me besó en ese entonces,
tentativa y cautelosa al principio, luego ávida y apasionadamente
cuando supo que me hallaba dispuesta a ayudarla a vender la mentira.
Era algo parecido esta vez. No respondió mi pregunta con
palabras. Sus labios satinados se presionaron contra los míos de
manera vacilante, su respiración rápida, pero esta vez me encontraba
demasiado aturdida para reaccionar. Una mano se deslizó detrás de mi
cuello, sus dedos se enrollaron en mi cabello, y el beso se profundizó un
poco más.
—Guau, espera —dije, separándome, mi cabeza dando vueltas—.
Payton…
—Nunca he estado con otra mujer.
No sé qué era más sorprendente; el hecho de que no lo hubiera
hecho, o que yo fuera técnicamente más experimentada en algo. Sabía a
tequila esta vez, y su beso seductor era hipnótico. No podía usar mis
manos, así que no podía detenerla, ni podía deslizar mis manos en su
cabello para sostenerla. Y no tenía ninguna maldita idea de cuál de esas
cosas habría hecho.
Sus labios abandonaron los míos y buscaron la piel debajo de mi
oreja, su sedoso cabello cayó en mi rostro, entrando en mi boca junto
con las entrecortadas respiraciones por las que luchaba. —¿Qué estás
haciendo? —pregunté de nuevo, desesperada y desorientada.
—Calentándote para él —ronroneó en mi cuello. Su palma estaba
en mi hombro, bajando lentamente, y cuando me di cuenta de a dónde
se dirigía, me sacudí de nuevo. No tenía idea de si era un retroceso o
una reacción al fuego que creaba su piel en la mía. La mano se deslizó
más y más abajo, hasta que…
—Tu mano está en mi pecho. —Algunas veces cuando estoy
borracha me gusta decir las cosas obvias en voz alta.
Su boca regresó a la mía, amortiguando cualquier protesta que
pudiera haber hecho. No podía pensar cuando me tocaba. Todo se
dispersaba irremediablemente. ¿Qué pasaría si le pidiera que se
detuviera? ¿Las cosas se volverían incómodas? ¿Qué pasaría si le
devolvía el beso? Era una mujer hermosa, deseada por muchos, y que
me deseara a mí era poderoso.
Había una pequeña voz que decía que esto era engañar. Amaba a
Logan. No debería besar a alguien más, y ciertamente no a mi mejor
amiga. Giré la cabeza de nuevo, terminando el beso, pero no podía
hacer nada sobre la mano que continuaba masajeándome. Sus uñas
rasparon ligeramente mi pezón y jadeé. Se sentía equivocado. Y bueno.
—No podemos —dije, sin aliento—. Eres mi mejor amiga, y estoy
con Logan.
—¿No quieres hacerlo?
Luché por encontrar una respuesta. Una que no hiriera sus
sentimientos, que no fuera una mentira, y que no requiriera que
considerara realmente si quería esto o no, porque me preocupaba que
ese fuera el caso. —No debemos. Va a complicar las cosas entre
nosotras.
Se movió en la cama hasta que pareció estar acostada a mi lado.
—No, no lo hará. Podemos hacerlo como algo de una sola vez. Mientras
nos comuniquemos y pongamos algunas reglas, creo que podría ser
muy divertido.
Como si necesitara más reglas. —Pero Logan…
—No estará aquí por al menos media hora. —Algo plano y
húmedo se arrastró por mi pezón, luego se arremolinó. Su lengua.
Salté contra las cuerdas. —Oh, Dios mío.
Siguió usando sus dientes, succionándome dentro de su boca y
mordiendo mi carne. Sentí una oleada de humedad entre mis muslos
por lo travieso que era esto. ¿Si Logan entraba en este momento, qué
haría? ¿Estaría enojado? ¿Querría mirar? ¿Lo alentaría?
—Por favor, ¿Evie? —susurró contra mi piel, sus labios
moviéndose sobre mí—. Te haré sentir muy bien, y prometo que no
dejaré que se ponga extraño.
Mi mente en conflicto, deteriorada por el tequila, no pudo
plantear una respuesta, pero mi cuerpo sí pudo. Cuando me besó en los
labios, abrí los míos y permití que su lengua entrara en mi boca. Le
devolví el beso, diciéndome que el licor había hecho la decisión, como si
eso pudiera absolverme. Gemí contra su boca cuando su cuerpo se
levantó sobre el mío y sus piernas envueltas en vaqueros se colocaron a
cada lado de mi regazo. Ahora su toque era más deliberado, acariciando
y explorando mi piel, seguido por su cálida boca. El peso de su cuerpo
presionado en mi centro, incrementaba la sensación ahí.
Permaneció sobre mis pechos, siguiendo la curva de mi cuerpo
con sus delicadas manos, mientras su lengua provocaba a la mía. Me
encontraba tan interesada en ella como lo estaba ella en mí. Su beso
era impactante, intenso y muy diferente a los de él. Extraño y exótico.
Suspiré en su contra, y ella contra mí…
Se sentó abruptamente, y el calor de sus manos se fue. ¿Había
cambiado de opinión?
—Payton —jadeé, llena de preocupación—. ¿Qué…?
Se movió de nuevo, usando una rodilla para separas mis piernas.
Realmente no había considerado lo que quería decir cuando dijo que no
había estado con otra mujer. No lo registré hasta ese momento, cuando
el colchón rechinó y su cuerpo se deslizó ruidosamente por las sábanas,
más abajo. Hasta que estuvo, asumí, arrodillada entre mis piernas. Su
cabello se arrastró detrás de su boca, haciéndome cosquillas mientras
se aventuraba a ir más abajo.
—¿Estás de acuerdo? —preguntó—. ¿Si lamo tu coño?
No podía respirar. Mis manos se enrollaron alrededor de los lazos,
volviéndose puños. Si besar no era engañar, esto ciertamente tenía que
serlo. Mi cuerpo traicionero lo deseaba, ¿pero mi mente? Eso se hallaba
totalmente en el límite. Dedos rozaron el interior de mi muslo cuando
su boca se presionó contra la piel que había depilado totalmente hace
unos días. Logan era un fan de ese aspecto y yo también lo encontraba
sexy.
No esperó mucho por mi respuesta, lo que fue bueno porque
apreté los labios. Su boca paró de vagar y dejó mi piel, y la escuché
acomodándose en el colchón. Su aliento cálido me dijo lo cerca que
estaba, a solo unos centímetros de distancia.
—Mierda, estás mojada —dijo—. ¿Algo de eso es por mí, o todo es
por él?
Eso solo empeoró las cosas en ese departamento. Grité, una
mezcla de sorpresa y placer cuando sus dedos me encontraron.
—Yo… —Eso fue lo más lejos que llegué. Sus dedos tocaban y
exploraban, constantes y uniformes. Era como si estuviera pintando la
dicha con sus dedos en mí.
—¿Estás segura de que esto está bien? —preguntó de nuevo.
Pero ya había llegado muy lejos como para regresar. Jadeé, y a
pesar de que probablemente sonaba ridículo, no podía detenerme.
Levanté una pierna hasta que mi rodilla estuvo doblada y la dejé caer a
un lado, instándola a que lo hiciera.
—Oh, santo cielo —balbuceé al instante en que su lengua me
rozó. Mis piernas se movieron con placer, abriéndose más y dándole
mejor acceso, del cual tomó ventaja. Su cálida y húmeda boca me
cubrió, y su lengua me acarició de ida y vuelta, tan caliente. La
necesidad se construía como un volcán que amenazaba con hacer
erupción—. Para nunca haberlo hecho antes, estás haciendo un muy
buen trabajo —dije con la respiración entrecortada.
Dejó escapar un profundo y bajo gemido de satisfacción. De
hecho, era ruidosa. Eso no era sorprendente. Una vez entré cuando se
masturbaba y fue bastante producido. Fue tan ruidosa, que me hizo
preguntarme si yo no me lo hacía correctamente, porque no sonaba de
esa manera.
—¿Se siente bien? —Su lengua se movió fuertemente sobre el
apretado nudo de nervios. Alejé los pensamientos de que Payton
estuviera haciéndome sexo oral y me enfoqué en su boca malévola.
—Sí —alenté—. Sí, justo ahí. —Temblé bajo el poder de sus labios
hundidos contra mi piel húmeda e hinchada mientras me retorcía en la
cama. Me retorcí, moviendo mis caderas de un lado al otro, básicamente
follando su cara. Gemí, más y más alto con cada pasada de su lengua.
—Oh, mierda —solté—. Vas a hacer que me corra.
—Pensé que ese era el punto.
No. Y sí, Dios sí. Su lengua se adentró. Húmedo y aterciopelado
placer. Eso es lo que era su lengua. —No se me permite sin su permiso.
Se rio como si fuera gracioso, pero era todo menos divertido para
mí. No podía desobedecer su regla con todo lo que ya había hecho; ya
era lo suficientemente malo.
—Um, ¿qué? —dijo.
—Tenemos una regla en la que no podemos… oh, Dios… no
tenemos permitido venirnos sin permiso.
Se detuvo. —¿Cómo lo sabría?
No sé cómo, pero lo sabía con certeza. —Simplemente lo haría.
Sus manos subieron por mis muslos hasta que pudo usar sus
dedos para extenderme de nuevo, más amplio para su beso sensual. Su
boca se enfocó en mi clítoris, y todo en mi se enfocó en eso. Luché por
controlar mi respiración.
—Por favor —gemí, tratando de alejarme del borde.
—¿Qué es lo que quieres hacer?
Podía haberle dicho que parara. Pero no, me sentía demasiado
ansiosa por el orgasmo prometido. Esperé que no sonara tan culpable
como me sentía. —Tenemos que llamarlo.
Su boca se detuvo y se retiró, y suspiré con frustración. Pasos la
llevaron hacia la cocina, y estuvo ausente por una eternidad. Hubo un
ruido audible cuando Payton rebuscó en mi bolso, y un golpe como si se
hubiera caído al suelo, seguido de murmullos. Regresó rápidamente,
retomando su posición en la cama, y un pulgar me tocó un segundo
antes de que su boca regresara.
—Mierda —dije. En un latido, me encontraba de regreso al borde
del orgasmo, doliendo por la liberación—. Eso se siente demasiado bien.
¿Encontraste mi teléfono?
Colocó algo frío, pesado y cuadrado en mí estómago. —Aquí
tienes. Llámalo.
No podía porque mis brazos se hallaban atados por encima de mi
cabeza. Bien atados, también. ¿Había mentido y pasado la tarde
practicando los malditos nudos? —Tienes que marcar y ponerlo en
altavoz.
—Estoy ocupada. —Su lengua arremetió donde yo goteaba.
—Oh, Dios mío, Payton, tienes que hacerlo. Por favor. —Mordí mi
labio, mi cara arrugándose con concentración para poder contenerme.
—¿Qué necesitas preguntarle?
¿Qué? ¿Comerme la volvió olvidadiza? —Necesito su permiso para
correrme.
—Adelante —respondió Logan.
Traducido por Beluu & Jeyly Carstairs
Corregido por Laurita PI

Un sonido de pánico escapó de mi garganta, pero Payton no dejó


que eso la distrajera de su tarea. Oh, mierda. Mi cerebro se desconectó y
se apagó, y el tequila me dijo que lo tenía cubierto cuando traté de
buscar una respuesta. No lo había visto en la oficina ese día, aunque
técnicamente, tampoco lo veía ahora. —Feliz cumpleaños.
—Sí, diría que así es.
De hecho, su anuncio sorprendente de que tenía permiso para
venirme descarriló las cosas un poco. Mi corazón acelerado, mi aliento
entraba y salía en cortos jadeos, e iba a morir si no decía nada.
—Logan…
Dos pasos, casi silenciosos, retumbaron contra la alfombra, y su
mano cálida acunó mi rostro. —¿Sí, chica traviesa? —Su profunda voz
tranquila inundó mis oídos, llenándolos con recuerdos de la última vez
que tuve una venda puesta.
—¿Por cuánto tiempo has estado allí?
—Desde que te preguntó si estaba bien darte un oral. —Sus
labios tocaron los míos, y la sensación de besarlo mientras la lengua de
Payton se sumergía entre mis pliegues me empujó al borde—. Estoy
impresionado. La última vez que tuviste puesta una venda rompiste
bastantes reglas. —Me besó con intensidad y mi espalda se arqueó de la
cama. Mis manos forcejeaban para envolverse a su alrededor. Lo
necesitaba ahora.
—Quiero venirme contigo dentro de mí —susurré.
—Sin embargo, parece que realiza un buen trabajo. —Se quedó en
silencio, considerándolo—. ¿Puedes moverte y sentarte contra la
cabecera?
No entendí, pero hice lo que pidió, deslizándome por la cama
hasta sentarme con la madera de la cabecera descansando contra mi
espalda. Lo que sea que él hubiera planeado, ella lo entendió. Ambos
pares de manos tocaron mis rodillas, empujándolas con suavidad hacia
atrás para que estuvieran extendidas.
—Me gusta su sabor —dijo Payton. Su lengua me golpeó de
nuevo, y gemí ruidosamente. Se sentía genial, pero no era lo que quería.
—Su coño sabe increíble —dijo. De repente, el colchón se hundió
cuando una enorme cantidad de peso lo acaparó, y luego se movió de
nuevo, tocándome. Uno a cada lado de mis caderas. Se encontraba de
pie en la cama, sobre mí. Unos vaqueros fueron desabrochados, una
cremallera abierta.
—Abre tu boca, chica traviesa.
Jadeé y abrí mis labios para dejar entrar aire, y la cabeza carnosa
de su polla se metió en el interior. La tomé, entusiasmada, ¿pero qué
pasaba con lo que pedí? Dedos se arrastraron por mi rostro,
deslizándose por debajo de mi venda para empujarla hasta mi frente.
Solo lo suficiente para darme un vistazo.
Tenía un brazo doblado contra la pared, su frente descansando
contra él y sus maravillosos ojos fijos en mí. Su otra mano se hallaba
envuelta alrededor de su polla, sosteniéndose en el ángulo correcto para
follar mi boca. No podía ver nada más, ni quería. Solo quería a este
hombre, y me dije que el inmenso placer que Payton me daba era de
parte de él. Lo había permitido, después de todo.
—Ahora puedes venirte mientras me encuentro dentro de ti —dijo,
sus ojos brillantes. Deslizó su polla tan adentro como podía tomarla.
Luego, hacia adelante y hacia atrás, dentro y fuera, lentamente al
principio, como si estuviera midiendo cómo podía manejar sus empujes,
sin nada a qué sujetarme. De cualquier manera, si hubiera tenido algún
control, no habría sido capaz de usarlo. Estaba alcanzando una etapa
crítica con mi orgasmo, y mi cuerpo se apoderó de la situación.
—Amo cómo te ves cuando mamas mi polla —susurró. Gemí
ruidosamente, y la vibración le hizo emitir un gemido sexy.
Mis párpados se cerraron. El crescendo dentro de mí se hinchó
hasta que fue demasiado poderoso y sucumbí, entregando todo con lo
que habría sido un grito si mi boca no hubiera estado ocupada. El
placer comenzó en los dedos de mis pies y rodó hacia arriba, a través de
mis rodillas y caderas y arriba, arriba, arriba. Tomó mi cabeza entre sus
manos y se condujo en mi boca tan profundo que se estrelló contra la
parte trasera de mi garganta.
—Mierda —exclamó—. Mierda… ¡mierda, mierda!
Su caliente líquido espeso llenó mi boca y bajó por mi garganta, y
lo tragué, todavía temblando a su alrededor. Mis ojos se abrieron para
encontrarlo mirándome con esa expresión intensa que tanto amaba.
Era devastadoramente guapo, el más hermoso en este momento.
Dejé bastante en claro que me había venido, y la boca de Payton
ya no se encontraba en mí. La cama se hundió y ella se sentó, pero
antes de que pudiera captar un vistazo, Logan empujó la venda hacia
abajo, robando mi visión y mi aliento en un instante. Su cierre sonó
una vez más, pero esta vez era para volver a ponerse sus vaqueros, y me
moví cuando se bajó de la cama.
Nadie habló, nadie se movió, tenía la impresión de que ambos
esperaban que yo lo hiciera. Pero aún temblaba, desnuda, y me sentía
demasiado vulnerable para otra cosa. Sentí cabello deslizarse por mi
pecho y luego los labios de Payton acariciaron los míos.
—¿Lo compartirías conmigo? —preguntó.
En blanco. Así quedó mi mente. Se sentía como si diez segundos
hubieran pasado desde el momento en que me di cuenta de que Logan
se encontraba en la habitación hasta ahora. De ninguna manera
suficiente tiempo para considerar si estaba de acuerdo o no con tener
un trío.
—Necesito más tequila —dije, evitando responder.
—Payton, ¿te importaría? Danos un minuto —dijo. Ella apenas
hizo un sonido mientras se dirigía a la cocina. Podía sentir su vacilación
mientras se sentaba en el borde de la cama. Las primeras palabras que
salieron de mi boca fueron “Feliz cumpleaños”, por lo que debe haber
asumido que le regalaba un trío. ¿Quería compartirlo? Ella obviamente
sí.
—¿Quieres ser compartido? —le pregunté.
Con delicadeza, acunó mi rostro entre sus manos, y rozó sus
labios con los míos. —Eres más que suficiente para mí, lo sabes,
¿verdad? Pero… definitivamente estoy de acuerdo con lo que sea que
decidas.
Aprecié su habilidad para sonar indiferente, pero después de
todo, era un hombre. Sabía que lo deseaba, y comentó que nunca tuvo
uno. Los hombres pagaban miles de dólares por Payton, y pagó miles
por mí. ¿Ambas al mismo tiempo? ¿Podría no querer eso?
—¿Qué estás pensando? —Su boca danzó por mi clavícula, yendo
hacia abajo.
Ya le había hecho un oral a una mujer enfrente de él, por lo que
la idea de devolverle el favor a Payton no era un problema. Con
honestidad, era una posibilidad, dependiendo de cuánto quisieran
recrear esa noche en el club. Ella lo sabía, sin siquiera discutirlo,
porque nos conocíamos demasiado bien. Y Payton era
impresionantemente hermosa, además de que ciertamente sabía cómo
tener sexo sin condiciones. ¿Pero compartirlo?
—Es una profesional —dije.
—¿Te preocupa que me guste más con ella? —Lamió el costado de
mi pecho—. De ninguna jodida manera. Eres mía, y soy tuyo. —Su boca
dejó besos húmedos de un pezón al otro, provocándome con sus
dientes—. Es tu decisión compartirme, o mantenerme solo para ti.
Lo amaba tan completamente, y sabía que sus palabras eran
verdaderas. —Quítame la venda —dije con calma.
La empujó a mi frente y parpadeé. El sol se había puesto, pero
todavía existía suficiente luz afuera para calentar la habitación. Logan
se sentó a mi lado, inclinado con las manos a cada lado de mí en la
cama, su mirada ardiente y llena de amor.
—De acuerdo —susurré—. Pero… tengo reglas.
Fue como si todo el aire saliera de mis pulmones. Cuando su boca
se estrelló contra la mía en un beso que goteaba lujuria, deseo y
pecado, en ese instante supe que no me arrepentiría de esta decisión.
—Payton —dijo, alzando su voz para que lo oyera—. ¿Puedes
unírtenos?
Entró, sosteniendo la botella de tequila por el cuello, sus ojos
buscaron en mi expresión una confirmación.
—Tengo reglas —repetí.
Tomó un trago de la botella y extendió una mano, solicitando que
se la pasara. Fue para poder tomar un trago, no para mí. Dejó la botella
en la mesita de luz, y su mirada profunda e intensa se fijó en la mía.
—No puedes besarla, no en los labios —dije. De cualquier
manera, esa era una de las reglas de Payton. La única cosa que no
aprobó en su lista.
Me regaló una sonrisa malvada, complacido de que quisiera
reservar eso para mí.
—¿Qué más? —preguntó. Vacilé, insegura de cómo ponerlo en
palabras. Su voz cayó a un susurro cuando su boca volvió a mis
pechos—. Dime, Evie.
—Tienes que usar un condón con ella. —Sentí que no necesitaba
más explicación—. ¿Esa conexión con nada entre nosotros? Solamente
conmigo.
—Sí —dijo instantáneamente.
—Y no puedes venirte —dije—. Tienes que terminar conmigo.
La sonrisa malvada volvió a aparecer. —Absolutamente. ¿Qué
más?
—Eso es todo.
Tres reglas simples; ¿se suponía que dijera más?
Se enderezó con lo que pareció ser sorpresa. —Entonces… ¿todo
lo demás está permitido? —Sus ojos dejaron los míos y por un segundo
se lanzaron hacia Payton, que lucía absolutamente encantada. Cuando
su atención volvió a mí, estaba serio—. ¿Puedo tocarla, en donde sea?
—Sí.
Su voz era hipnótica. —¿Puedo poner mi boca en, en donde sea?
¿En tanto no sean sus labios?
—Sí —respondí. Dedos bajaron por mi cuello, por la carne de mis
pechos, donde mis pezones todavía se hallaban duros, deteniéndose
justo encima de mis piernas. Un mero centímetro arriba de donde la
necesidad comenzaba de nuevo.
—¿Puedo poner mi polla en ella, en donde sea? —Su voz cayó tan
bajo que era apenas una pregunta.
Tragué, tratando de imaginarme el concepto de observarlo
follándola, y un calor inesperado me inundó. —Sí.
Ella no necesitaba oír nada más. Sus manos arrancaron su top y
lo dejó caer al suelo, exponiendo su corpiño de malla transparente
negro que mostraba todo.
—Tus tetas son increíbles —repetí su frase anterior, y Logan se
sobresaltó, como si lo excitara que lo expresara de esa manera. Su
mano fue hacia atrás de su espalda y sacó su camiseta por encima de
su cabeza, tirándola al suelo. Al parecer, en este momento el orden no
era la máxima prioridad, pero ya lo sabía. Abandonó esa copa rota de
vino en el suelo de la cocina en nuestra primera noche juntos.
Era erótico verlos inspeccionarse el uno al otro. Se puso de pie y
se movió deliberadamente hacia ella, ubicándose detrás de ella, por lo
que ambos pares de ojos se encontraban en mí, esperando cualquier
señal de que hubiera cambiado de idea. Los dedos de él se deslizaron
por su hombro, arrastrándose por su suave piel bronceada. Se metieron
bajo la copa de su corpiño y la tocaron mientras posaba su boca en su
otro hombro, su mirada sin pestañear fija en la mía.
Ni en un millón de años hubiera pensado que me gustaría verlo
poner sus manos en otra mujer. No solo me gustó, lo amé jodidamente.
Quería…
—Quítale el sujetador —ordené.
Oh, a él en verdad le gustó eso. Nunca le había ordenado nada
antes, pero era obvio que tendría que hacerlo más seguido. Su mano la
abandonó por un momento para poder deshacer el broche, y luego se
quitó el pedazo de tela, arqueando su espalda en su contra cuando
ambas manos rodearon sus pechos desde atrás. Hizo un sonido suave
de placer y sus ojos se cerraron, pero los de él continuaron fijos en los
míos. Incluso mientras frotaba sus grandes pechos, juntándolos y
enrollando sus pezones oscuros entre sus dedos.
No era suficiente para ella. Uñas pintadas con esmalte cereza
oscuro volaron a la cintura de los pantalones vaqueros y los
desabrocharon.
—Pon tu mano dentro de sus bragas —dije, aunque no sé cómo;
sentía que no respiraba. Emitió un gemido lleno de dolorosa necesidad
cuando una gran mano desapareció en el interior de sus pantalones
vaqueros abiertos apenas aferrándose a sus caderas.
—Creo que comer tu coño consiguió encenderla.
Su mano se movió dentro de sus bragas y se quedó sin aliento
ante su toque. Me moví en la cama, cerrando las piernas. Nunca había
estado tan encendida. Cuando la vi hace tantos años en el escenario, no
era nada como esto. Por supuesto, me encendió, pero era vergonzoso
con todas esas otras personas alrededor. Llenándome de vergüenza
innecesaria. Aquí, este espectáculo era solo para mí.
La mano que no se encontraba dentro de sus bragas dejó su
pecho para empujar sus pantalones hasta el suelo, y ella salió de ellos,
exhibiendo sus exuberantes y largas piernas. Las bragas de encaje a
juego me dejaban ver exactamente que le hacía y cómo la tocaba.
—Cuentas con dos manos —le dije—. Una es para mí.
—Tienes toda la razón. Payton, siéntate a su lado.
Se alejó, y ella se arrastró seductoramente en sus manos y
rodillas sobre la cama hacia mí. Y justo cuando ella se inclinó para
besarme, unas manos acomodaron la venda en su lugar. Quería y no
quería que lo hiciera. La escuché moverse sobre las sábanas mientras
se liberaba de las bragas, y ahora se hallaba tan desnuda como yo. Tal
vez no ver los ojos de Logan sobre su cuerpo era algo bueno. Su cadera
se apoyaba en mí, y una de sus piernas sobre la mía, por lo que las dos
nos encontrábamos extendidas ante él.
—Voy a hacer que se venga —dijo, aunque no tenía la certeza de a
cuál de las dos se refería—. Pon esto en su boca para que no sea
demasiado ruidosa.
¿Qué…? Encaje húmedo toco mis labios, llenos con su olor. Su
sabor. El tejido fue amontonado dentro de mi boca y gemí. Luego,
manos. Manos en todas partes. Unos dedos empujaron mi interior, y
gimió en voz alta contra mi oído, uno de sus pechos justo contra el mío.
Su mano estaba sobre mi clítoris, frotando frenéticamente, trabajaban
en conjunto, como un equipo para darme placer.
El segundo orgasmo irrumpió en la escena. Los gemidos de
Payton eran fuertes, y rápidos, demasiado ruidosos para ser causados
simplemente por darme placer. No podía preguntar por las bragas
metidas en mi boca. No podía ver debido a la venda en los ojos, y no
podía tocar porque permanecía atada a la cama. Casi todas mis
libertades fueron robadas y me deleitaba en ello. Estaba segura de que
la complacía de la misma forma en que lo hacía conmigo, me imaginé
los dedos de Logan deslizándose en su interior mientras sus dedos me
complacían. Cuando se doblaron, sus gemidos igualaron los míos,
idénticos.
—¿Vas a venirte para mí? —preguntó.
Asentí…
—Sí —respondió con una respiración pesada. Escuchar que
estaba tan cerca, igual que yo, condujo todo a otro nivel donde cada
movimiento de sus manos enviaba olas de felicidad bailando a través de
mí. A mi lado, Payton se tensó y sus dedos sobre mi piel fueron a la
deriva hasta detenerse.
—Oh, mierda, me vengo —gritó.
Si hubiera podido usar mi boca, habría dicho lo mismo. Escuché
sus agudas respiraciones, escuché su grito de éxtasis, y me dejé ir a su
lado. Las dos nos agitamos sobre la cama en la agonía de nuestros
orgasmos, y mantuvo los dedos dentro, dándonos algo para montar.
—Buenas chicas. —Sacó las bragas de mi boca y la llenó con su
suave lengua indecente, como si me follara con un beso. A pesar de que
no tenía frío, me estremecí con anticipación—. ¿Puedes subirte sobre
ella? —Retiró las manos y me jaló hacia abajo, acomodándome sobre mi
espalda. Cuando se sentó a horcajadas sobre mí, colocó su piel húmeda
contra la mía, y di un grito ahogado por lo sorprendentemente
placentera que fue la acción.
—Mierda. —Sonaba tan sorprendida como yo. Se movió rápido,
levantándose y acercando su rodilla al interior de mi muslo para forzar
mi pierna hacia atrás y arriba. Volvió a sentarse, colocándose sobre mí
perfectamente, y nuestros coños se tocaron.
—Payton, oh, Dios mío.
No sé qué hacía Logan, pero podía oír su respiración irregular,
que se profundizó cuando comenzó a deslizarse sobre mí, montándome.
Su cuerpo moliéndose contra el mío, trayéndonos tanto placer a la vez.
¿Se suponía que fuera así? Porque en serio, en verdad lo hacía.
—Eso es tan malditamente caliente —dijo, besándome de nuevo—
. ¿Te gusta ese coño sobre el tuyo?
—Sí —gemí—. Quítame la venda de los ojos. Desátame.
Se levantó y vaciló antes de contestar—: Aún no, niña traviesa. No
pediste permiso para venirte la última vez.
—¿Te refieres a cuando sus bragas se encontraban en mi boca?
Soltó una risa rodeada de maldad.
Hubo un crujido y Payton jadeó—: Evie, su polla es enorme.
Su risa ahora era suave; sorprendida y complacida. Supongo que
era agradable escuchar eso de tu novia, pero Payton había estado con
muchos más hombres que yo, por lo que lo consolidaba como un hecho.
Sus ropas se fueron, y el colchón protestó mientras se arrodillaba sobre
este, moviéndose detrás de ella y entre mis piernas. Cuando levantó de
nuevo sus rodillas y su piel húmeda se apartó, fue sustituida por otra
sensación; sus pechos contra los míos.
Me besó y le respondí del mismo modo hasta que su boca empezó
a vagar por mi cuello.
—Joder, Logan —suspiró contra mi carne—. Eso se siente tan
bien.
—¿Qué está haciendo?
—Puso… —Tomó una profunda respiración—, su lengua en mí. —
El conflicto me invadió, ¿me gustaba? La posesividad que sentí esa
noche que Tara se acercó a nosotros emergió, y le agradecía que
hubiera dejado la venda en mis ojos. Sin embargo, escucharla luchar
por respirar sonaba a sexo, y los músculos en la parte baja de mi
estómago se estremecieron con deseo. Tal vez quería ver.
—¿Sí? ¿Te gusta comer mi coño? —preguntó—. ¿Te gusta follarme
con tu boca? —No le respondió, pero debe haber aumentado el ritmo
porque un montón de palabras sucias salieron de su boca,
interrumpidas por sus cortos jadeos. Seguido de—: No puedo esperar a
que me folles con esa enorme y dura polla.
Hubo un golpe mientras retrocedía en la cama y se movía hacia la
cabecera. —Ven acá.
Hablaba con las dos. Ella utilizó su cuerpo para guiar el mío más
cerca del borde del colchón. Más cerca de él. Unos dedos retiraron un
poco la venda y luego por completo. En algún momento, tal vez cuando
perdió sus pantalones, había encendido las luces, y me tomó un
momento adaptarme.
Mi visión entró en foco, frente a frente con la cara de Payton, sus
labios envueltos alrededor de la cabeza de su polla. Mi mirada fue a
Logan, y una vez más, me miró con una expresión intensa, midiendo mi
reacción. A mi… no me importaba. Era sexy. Observar la cabeza de su
enorme polla desaparecer dentro de ella era una locura. No podía
apartar la mirada.
Se alejó de ella, y puso su carne húmeda en mis labios,
pidiéndome entrar. Abrí y lo llevé dentro.
—¿Puedes… desatarla? —le preguntó a ella. Se encontraba muy
duro en mi boca, y latía cuando pasé la lengua a través de su longitud.
El nudo en el otro extremo se tironeó y sacudió, desatándose mientras
Logan luchaba para deshacer el más cercano a él. Liberándome unos
momentos más tarde e ignorado el dolor en mis hombros, cerré una
mano sobre la base de su polla.
Me di unos segundos codiciosos con él, sabiendo qué quería. Dos
bocas sobre él a la vez. Porque estaba debajo, me alejé y sostuve su
polla para ella, animándola a tomar el relevo. Mientras tanto, tracé un
círculo bajo sus bolas, y todo su cuerpo se estremeció. Dejé mi agarré
caer, dejando que Payton hiciera lo que quería así podía centrarme
abajo.
—Joder, chicas. Eso es tan malditamente increíble.
Nuestras lenguas se encontraron en su piel, y emitió un sonido de
pura y cruda satisfacción. Nos turnamos para acariciarlo y deslizarlo
dentro y fuera de nuestras bocas, y su rostro se retorció con placer,
conteniéndose. ¿Cómo la cama no estallaba en llamas? Su mano abrió
la gaveta y rasgó un condón de la tira, sus hombros elevándose con
cada respiración profunda que tomó.
—Payton, acuéstate sobre tu espalda. —Era una petición, no una
orden, y su voz era desigual—. Evie, ven aquí.
Ella se alejó de mí, y se reposicionó sobre su espalda, justo en el
borde de la cama, tocándose. Me levanté sobre mis rodillas, un poco
preocupada por su voz.
—¿Qué pasa, jefe? —susurré, y me besó apasionada y
desesperadamente.
—No quiero joder las cosas entre nosotros. —Dejó caer el paquete
de condones sobre la sábana junto a mí y sus manos recorrieron mi
espalda, presionándome contra su duro cuerpo y suave piel, y me
acomodé en su abrazo—. ¿Estás segura de que esto está bien?
No pude evitar que mis ojos cayeran en la envoltura del condón
aún cerrado. Siempre me arrepentí de las cosas que no hice mucho más
que de las cosas que sí. A pesar de que habíamos estado juntos por un
corto tiempo, se sentía mucho más tiempo. Me sentía… estable. Como
si nada pudiera separarnos, ciertamente no algo como el sexo,
considerando que era lo que nos unió en primer lugar. ¿La parte más
sucia de mí? Quería esto. No solo el acto físico, sino el poder que me
daba.
Levanté el envoltorio del condón y lo abrí con manos temblorosas.
Lo sacó y se lo colocó, mientras agarraba el tequila de la mesa. Quería
este acto terriblemente retorcido, pero un poco de coraje líquido no
podía lastimar a cualquiera de los dos. Me atraganté con el ardor del
licor.
—No rompas mis reglas —dije, tratando se sonar juguetonamente
seria como él, pero salió ansioso.
—No lo haré. —Tan pronto como estuvo listo, puso sus manos en
mis caderas y apretó con suavidad. Y empujó. Me quería sobre su boca,
y ella también.
—Ven aquí —dijo ella, su voz baja y sus manos necesitadas sobre
la piel de mis muslos.
Creo que todos nos sentíamos nerviosos, nos sentíamos en el
borde de algo muy arriesgado pero emocionante. Acomodó una en su
rodilla y se ubicó de pie entre sus piernas, y deslizó una mano para
tocarla de forma rápida, asegurándose de que estuviera lista para
tomarlo. Con la otra mano tomó mi nuca, su fuerte brazo sostenía mi
cabeza, asegurándose de que no pudiera alejar mi mirada. ¡Cómo si
quisiera hacerlo!
Debajo de mí, su lengua pecadora tocó mi carne sensible, y mi
brusca inhalación le hizo saber lo que logró. Era difícil concentrarse. Su
polla brilló bajo el condón, presionándose hacia adelante hasta que
estaba contra ella. Su mirada no dejo la mía. Ni siquiera cuando la
cabeza de su polla se arrastró hacia adelante, facilitándose en su
interior, y comenzó a follarla.
Traducido por Mae & Pachi Reed 15
Corregido por Vane hearts

Gimió, y sus manos, envueltas alrededor de mis muslos abiertos,


se apretaron. Oh, Dios mío, oh, Dios mío. Empujó más profundo,
lentamente, y sus ojos eran agujeros negros. Ineludibles.
—Sí —ronroneó y pasó la lengua por mí en respuesta y abrí la
boca de nuevo.
Mis manos se posaron en mis muslos, pero cuando avanzó aún
más en ella, atrapé su cabeza y tiré de él hacia mí. Necesitaba la
conexión en ese momento.
—Mierda —exclamó—. Oh, Dios, por favor fóllame.
Miré al cuerpo debajo de mí. Debajo de nosotros. Sus pechos
grandes, perfectos con pezones apretados rogaban ser tocados y como
no lo había hecho antes, puse las yemas de mis dedos sobre su piel y la
encontré suave pero firme. Tocarla de esta manera era adictivo.
Entonces, su primera embestida suave y sus pechos se movieron y
volvieron a descansar.
Tenía una mano en su cadera, sosteniéndose, y sus dedos se
enterraron en su carne, fortaleciendo su control. Su segundo empuje
contenía más potencia y fue más profundo y esta vez todo su cuerpo
rebotó. El gemido entre mis piernas fue seguido inmediatamente por
una ráfaga de actividad que me hizo temblar. Logan empujó una y otra
vez, tomando ritmo y con cada uno de ellos, fui recompensada por su
boca. Tal vez había mentido acerca de no estar con otra mujer también,
porque lo que me hacía era increíble.
O tal vez era la escena delante de mí. Su rostro, lleno de
concentración, era inquietante y erótico mientras se movía dentro y
fuera de ella. Arqueó la espalda y clavó las uñas en mis piernas. Jadeé
cuando una de sus manos me agarró del pecho y su otra mano se cerró
en torno a uno de los suyos.
—¿Te gusta? —pregunté—. ¿Ella se siente bien?
Las comisuras de sus labios se levantaron en una sonrisa, como
si hubiera roto momentáneamente su concentración. —Sí. ¿Te gusta
que coma tu coño? Porque podría verla hacerlo toda la noche. —Su voz
pecaminosa se envolvió a mí alrededor—. ¿Te gustaría eso?
No podía pensar ningún tipo de respuesta.
La penetró con fuerza y ella soltó un enorme sonido de necesidad
y deseo. —Joder, Logan, sí. Dámelo.
—¿Darte qué? —bromeó, retrocediendo por lo que se encontraba
apenas en su interior.
—Tu polla —se quejó.
—Esta es la polla de Evie. Así que di su nombre cuando te vengas.
Temblé ante sus palabras. Se condujo en ella, implacable y
constante, y pude sentir su orgasmo acercarse. Sus piernas estaban
envueltas firmemente alrededor de su cintura. Sus dedos torcidos y sus
músculos tensados en preparación y su cuerpo se arqueó en el colchón
para encontrar sus caderas. Su lengua desaceleró al juguetear conmigo,
pero ver, oír… sentir su orgasmo fue jodidamente sexy. Porno justo
delante de mí, sólo que infinitamente más caliente.
—Evie, oh, mierda, Evie. ¡Mierda, me corro!
Mientras sucedía, Logan me agarró del hombro y me acercó a su
brutal beso, como si quisiera devorarme. Aminoró el ritmo mientras se
convulsionaba y gemía, sus gritos cayeron sobre mi piel, pero podía
sentir cada golpe que daba reverberando su cuerpo y sus labios se
estrellaron contra los míos mientras sus caderas golpeaban en ella.
Cuando comenzó a recuperarse, su lengua subió otra vez y mi
cabeza cayó hacia delante para descansar en su hombro. —Su lengua
está dentro de mí —le dijo el tequila. Como la última vez, se sentía
increíble, pero ansiaba más—. Logan…
Debió sentir lo que estaba a punto de decir. —Aún no. Pronto. —
Mi mirada cayó entre sus piernas con envidia. Su polla la empalaba una
y otra vez, cada vez más rápido y resbaladizo con secuelas de su
orgasmo—. Quiero que hagamos que se corra de nuevo.
—Sí —gimió, claramente a gusto con esa idea. Su dedo se abrió
camino en mí, mientras su boca seguía chupando y lamiendo,
follándome sin sentido. Aun así, no importaba lo bien que se sintiera,
no iba a ser suficiente. Lo necesitaba, así que lo que realmente
necesitaba era que ella se corriera de nuevo.
—Fóllala con más fuerza —le dije en un suspiro roto.
Me miró con los ojos llenos de lujuria, y se estrelló en su contra.
Ella se estremeció y suspiró con deleite. —Sí… sí…
—Más fuerte —demandé, esta vez con un poco de fuerza más en
mi voz. Deslizó una mano detrás de la rodilla y la elevó, colocó un
tobillo en su hombro y envolvió su brazo alrededor de su muslo, yendo
más profundo con un empuje que apartó su boca de mí. Un sonido de
disfrute que salió de él fue apenas audible sobre sus gemidos. Mis
muslos ardían por el esfuerzo de todos modos, así que me coloqué de
rodillas y me deslicé más cerca. Hasta que su pierna estaba entre Logan
y yo y podía aplanar mis pechos contra su húmedo, desnudo pecho.
Manos sujetaron mi culo, apretando. Sus manos.
—Sí —cantó—, sí, sí, sí…
—Más fuerte —pedí y él se estremeció. Su rostro era oscuro,
potente y surcado de autoridad. Supe al instante de quien se trataba, el
hombre en la ducha, el que no había visto desde entonces, incluso
cuando rogué por él. ¿El peligro lo desataba? Estaba demasiado
emocionada para importarme.
Golpeó en su interior, furioso y sin complejos, y la mano que no
sostenía la pierna se envolvió alrededor de mi garganta. Los dedos
apretaron mientras su agarre se volvía fuerte en mí, cruzando el umbral
hacia lo incómodo. Guau.
Se fue tan rápido como lo sentí, moviéndose a través de mi piel
hasta la parte trasera de mi cabeza y tiró de un puñado de mi cabello,
obligando a mi barbilla a subir, así su boca podría estrellarse contra mi
cuello. Hice un ruido profundo de placer.
—¿Estoy follándola a tu satisfacción? —Su voz era dura y áspera,
y fue como si me disparara justo en mi centro con un calor tan intenso
que no podía respirar. El dolor en mi sexo fue doloroso, estaba
desesperada.
—Haz que se corra —pedí, medio orden-medio ruego, lo
suficientemente fuerte como para que atravesara el sonido de su piel
golpeando contra la de ella. Tomó mi mano y la empujó entre nuestros
cuerpos, colocando los dedos en su hinchado nudo.
La cama se sacudió con sus poderosos golpes y froté la carne, sin
importarme que sus embestidas aplastaran mis dedos en su contra.
—Mierda, oh, mierda —balbuceó. Su mano golpeó mi culo y
amasó la carne—. No te detengas. No te detengas.
Me encontraba fuera de control y sin embargo en control cuando
se corrió de nuevo, retorciéndose y gritando en el colchón. Ante mí, el
aspecto de agresión comenzó a disminuir de la cara de Logan cuando su
ritmo se desaceleró hasta detenerse. Respirar sonaba como un
problema para Payton, un problema que empezaba a controlar cuando
abruptamente se retiró de ella. Su mano agarró mi nuca y me empujó
hacia abajo, así mi cabeza se encontraba justo en medio de sus piernas.
La apretada piel de color rosa se encontraba delante de mí y cerré
los ojos, avanzando poco a poco. Pasé la lengua a través de su
hendidura y se sacudió, murmurando algo que no pude entender, pero
que sonaba como estímulo.
Me concentré en mi trabajo, ansiosa por devolver el placer y ver si
podía hacerlo tan bien como ella lo hizo. Mi lengua recogió su humedad
mientras revoloteaba alrededor y me cambié a una posición más
cómoda para complacerla…
—Quiero follarte mientras lo haces.
Sí. Me subí encima de ella y puse mis pies en la alfombra,
colocándome delante de él. No tuve que preguntar cómo me quería. Me
giró hacia ella mientras se deslizaba hacia atrás, todo su cuerpo ahora
en la cama y dobló las rodillas, abriendo sus piernas. Payton se colocó
sobre sus codos, su cabello alborotado rozando sus pechos y dobló el
dedo hacia mí en un seductor “Ven acá”. El deseo y el sexo llenaban
cada maldita pulgada de la habitación y fui incapaz de desobedecer.
Mis piernas temblaban mientras colocaba mis manos en sus
rodillas, dejando que se deslizaran por la curva de sus largas piernas
hacia su centro, mientras me agachaba hacia ella. Hubo un ruido sutil
de Logan tirando el condón y arrojándolo a la basura.
Rocé mi pulgar sobre ella, haciendo un círculo donde me gustaba,
pensando que es donde le gustaría también. Oh, sí, le gustó. Su enorme
suspiro hizo que los músculos de mi sexo se apretaran. Manos
agarraron mi cintura y su polla dura, de la que estuve separada por
una eternidad, me tocó. Puse mi boca en ella y él bajó la cabeza de su
polla… la cabeza de mi polla… dentro de mí.
—Más, Logan —rogué—. Quiero todo de ti.
Avanzó. —Joder, Evie.
Dejé de pensar en lo que hacía con mi boca y dejé que mi cuerpo
se hiciera cargo mientras me llenaba, me completaba. Sus gemidos se
intensificaron mientras presionaba mi lengua dura y plana contra ella y
lamia como si fuera un cono de helado, pero tuve que parar cuando
comenzó a follarme, empujando profundo.
—Necesito permiso —lloré.
Dudó. —No. Estoy demasiado cerca ya.
Gemí. Se sentía tan bien. ¿Cómo podría no correrme? Retrocedió
y los pequeños empujes lentos se volvieron juguetones y me
atormentaron y desde este punto de vista, todo él me tocaba por dentro
y por fuera. La presión dentro de mí se multiplicó a medida que se
metía más profundo. Más fuerte. Más rápido. Me encontraba en un gran
jodido problema.
—Amarillo —dije. Volví mi atención a ella, chupándola en mi
boca. Su mano se encontraba en la parte posterior de mi cabeza,
pasando los dedos por mi cabello. Tenía que pensar en esta acción
tierna, su maullido suave y no la polla que se estrellaba contra mí.
Mierda…
—¡Rojo!
No sólo se detuvo ante mi advertencia, se salió. Giré sobre mi
hombro, impresionada de su acción.
—No fuiste la única en rojo. —Respiraba rápidamente, de pie con
una mano apretada alrededor de su polla, reteniendo su orgasmo.
Suspiré de nuevo en su coño, dejando que su sabor inundara mis
labios y se deslizara en mi boca. Era dulce y salada e interesante.
Detrás de mí, su respiración se ralentizó y una mano acarició mi culo.
—¿Verde? —Su voz era como el terciopelo.
—Verde.
Presionó para entrar, llenándome en un movimiento rápido y yo
me encontraba de nuevo en el gran, jodido problema de antes. La
conexión con él era demasiado grande, demasiado poderosa para
contenerla mucho más tiempo. Las cosas comenzaron a desdibujarse
mientras el placer se extendía. El placer de escuchar sus gemidos de
satisfacción y su comentario bajo sobre lo increíble que se sentía. El
placer de la mujer delante de mí, a quien le daba este beso íntimo,
yendo a donde ninguna otra mujer lo había hecho. Me había elegido
para esto.
Su polla dura golpeó exactamente donde quería cada vez y todo
mi cuerpo tembló. Gritaba por liberación.
—Dios, Logan, por favor… —dije con cada golpe—. Por favor… por
favor…
—Quiero que todos terminemos juntos.
Aparté mi boca para poder ver sus impresionantes ojos. ¿Era eso
siquiera posible? Asintió. —Pon tus dedos en mí mientras me estás
follando con esa boca.
Deslicé mi dedo medio en su calor húmedo que era increíblemente
suave y mi lengua vagó en la zona superior, persuadiendo al orgasmo
más cerca. Trajo mi orgasmo más cerca, también. Cada empuje de mi
dedo en ella se reflejaba entre mis piernas. Construyéndose, y
construyéndose… amenazando con una avalancha de satisfacción.
Mi dedo índice se sumó, así que la llené con dos dedos ahora,
empujándolos muy dentro y los curvé hacia atrás, buscando el lugar
que de seguro me enviaría a un frenesí, esperando que fuera el mismo
para ella.
—Voy a venirme —exclamó, sorprendida—. ¡Me estoy viniendo!
—Evie —exclamó Logan. Antes de que hubiera terminado mi
nombre, llegué a la cima de mi orgasmo. La explosión dentro de mí,
mientras nuestro orgasmo mutuo atravesaba mi cuerpo, me sacudió
por completo. Bajó sus manos mientras se venía, apretando mis
caderas duro en su contra para que mis entrañas le sacaran hasta la
última gota. El orgasmo fue tan intenso que hizo que unas cuantas
lágrimas se acumularan en mis ojos, pero parpadeé para alejarlas.
Sus brazos recubiertos de sudor estaban apretados como un
tornillo de banco a mí alrededor, sosteniéndome hacia él mientras sus
labios dejaban un rastro a través de mi espalda, hasta el borde de mi
hombro. Payton se sentó, se inclinó hacia adelante y acunó mi rostro
entre sus manos. Su beso fue suave y tierno, como si el deseo en su
interior por fin hubiera sido saciado.
No pude aguantar más y medio segundo antes de que mis piernas
cedieran, me soltó y me instó a avanzar para derrumbarme en la cama.
Me moví y rodé sobre mi espalda, mi cabeza aterrizando en su
almohada. ¿Nos acurrucaríamos como trío después? Él se trasladó a
acurrucarse junto a mí, y los dos la miramos, sentada en el borde de la
cama, sin saber qué hacer.
Esbozó una media sonrisa sexy. Ah, cierto. Payton no se
acurrucaba. Patearía a los chicos fuera de su cama si lo intentaran. Le
encantaba el sexo, pero temía la intimidad con los hombres. Se puso de
pie y comenzó a arrebatar su ropa del suelo, colocándolas en un grupo
a nuestros pies en la cama mientras se ponía sus bragas.
—No me gusta follar y correr —dijo, abrochándose el sujetador—,
pero eso es lo que voy a hacer.
—Payton —comencé.
—Espero que les haya gustado tanto como a mí. —Puso un pie y
luego el otro en sus pantalones vaqueros y se contoneó, subiéndoselos.
—Sí, me gustó. —Mi voz era baja, pero sólo por el cansancio y no
por vergüenza.
Se puso su top y vino a nosotros, inclinándose sobre él para
darme un beso de despedida. Fue rápido, ligero, amable y no sexual. Se
enderezó y le echó una mirada a Logan. —Feliz cumpleaños.
Respiró hondo. —Gracias.
Cuando se hubo ido, se volvió a su lado y me dio un beso, uno
que sabía a amor y no sexo. Se quedó callado por un momento y
empecé a tirar del hilo de la preocupación acerca de qué tipo de impacto
esto iba a tener sobre… bueno, todo.
—No puedo esperar a ver lo que me regalarás el próximo año. —
Me arrastró a sus brazos y me apretó y decidí que me preocuparía más
tarde.

Fuimos a ver una película con los amigos de Logan en la tarde del
domingo y Payton se nos unió. Porque estábamos en un grupo, la
torpeza inicial para mí fue fácil de disimular. Logan, siempre un buen
actor, parecía imperturbable. Cuando la película terminó y el grupo
emigró a varias cuadras a un restaurante, me llevó a un lado.
—Oye —me dijo—. Lo que hicimos fue increíble. No me arrepiento
de ello. ¿Tú?
—No.
—Bien. No lo sobre pienses, pero eso fue una cosa de una sola vez
para mí. Lo que tú y Logan tienen… —Sus ojos se desviaron hacia él y
luego volvieron a mí—. Es genial.
—Es genial.
Habíamos tenido una larga charla y llegamos a la misma
conclusión. Lo habíamos hecho una vez… una experiencia que
compartimos juntos, pero no quería compartirlo de nuevo. Y Logan
había admitido que había sentido la presión de desempeñarse bien y el
miedo constante de que yo iba a cambiar de parecer y me sentiría
herida.
Había tenido razón. Nada podía interponerse entre Logan y yo en
el dormitorio. Allí éramos como roca sólida. No consideré que otro
aspecto de nuestra relación podría ser un problema, pero fui una
ingenua.

Para la tarde de crítica de lunes, terminé en la primera fila, lejos


de Logan. Habíamos caído perfectamente en el ritmo de compartimentar
las cosas de la oficina de lo personal. Aquí, yo era Evelyn, una
diseñadora de su equipo en la carrera para ser nombrada directora del
departamento de diseño. En su casa, yo era Evie, su chica traviesa que
de vez en cuando dejaba sus platos sucios en el fregadero.
Un día más. Jon estaría en la oficina mañana y anunciaría que yo
había obtenido la posición que quería desesperadamente. Entonces
sería la líder de estas reuniones. Había llegado muy lejos con sus
críticas, pero Logan pidió mi consejo la noche anterior. Estaba
agradecido de estar pasando la antorcha.
—Hay una cosa más —dijo Logan, cuando la crítica final había
terminado—. Deportes Hess planea otra campaña de correo directo.
¿Quién quiere el proyecto?
Creo que si hubiéramos podido poner nuestros dedos en las
narices para señalar "No eso" hubiéramos tenido que determinar la
pobre alma que se encargaría de este cliente. Hess era exigente,
ignoraba los plazos y no tenía idea de cómo funcionaba el diseño. A
principios de este año uno de los diseñadores había pasado semanas en
un tríptico, haciendo prueba tras prueba sin fin, sólo para que Hess nos
dijera que quería cambiar el modelo a una postal, y todo el texto en el
folleto de doble cara era necesario adaptarse a una pequeña tarjeta de
un solo lado. Ah, y sin verse como si fuera basura.
—Alguien tiene que saltar sobre esta granada —dijo Logan.
La gente de repente estaba fascinada con la mesa en frente de
ellos. Contuve un gemido y giré en mi asiento. —Yo lo haré.
Asintió. —Gracias, Evie.
Por un momento, nadie se movió. Entonces la boca colectiva del
equipo de diseño se abrió al escuchar mi seudónimo, el que ninguno de
ellos había oído antes, saliendo de la boca de Logan.
—Evelyn —se corrigió, pero era demasiado tarde.
Mi cara se puso roja a pesar esforzarme con todas mis fuerzas
para detenerlo y cada par de ojos en la sala se giraron hacia mí. Me giré
también, mirando al frente y tragando saliva, sintiendo sus miradas
clavadas en mi espalda. Tomé una respiración profunda y rogué que no
fuera tan malo como parecía.
—Muy bien, gracias a todos —murmuró, cerrando su MacBook y
huyó de la habitación.
Le tomó a Jamie dos segundos para llegar a mí. —¿Qué fue eso?
—¿Hmm? —Fingí estar desorientada. Debbie se quedó cerca.
—Logan acaba de llamarte Evie. Como si fueran amigos o algo así.
Me encogí de hombros y me puse de pie, pero Jamie se puso en
mi camino. La expresión de su rostro se amplió con la sorpresa cuando
mi negación no fue inmediata.
—Oh, Dios mío, ¿ustedes dos están…?
—No —le dije. Salió muy rápido—. He oído que tiene una novia. —
No era una mentira, ya que yo era tan terrible en decirlas.
—¿Sí? No había oído hablar de eso. ¿En qué departamento
trabaja? —preguntó Jamie y Debbie se deslizó más cerca, riendo.
Parpadeé. —¿Qué significa eso?
—Ya sabes, es bien conocido por aquí. —La expresión de
confusión en mi cara impulsó a Jamie a aclarar—: Se ha acostado con
la mitad del departamento de contabilidad, Chloe en relaciones
públicas… creo que alguien más también…
—Esa asistente administrativa que estuvo aquí el año pasado —
intervino Debbie—. ¿No tenía ese nombre sureño?
—¡Oh! —Era como si una bombilla de luz se hubiera encendido
encima de Jamie—. Scarlet.
Mi estómago se revolvió. No quería oír nada de esto. —No, no
había oído hablar de eso. —Eso definitivamente no era una mentira.
Hice lo que pude para no lucir molesta cuando pasé más allá de ellas y
me fui a mi escritorio.

Mierda.
Eso era lo que decía el mensaje de texto que me había enviado. Le
respondí al instante:

Sí, mierda es correcto.

A las cuatro, Logan dejó caer la carpeta del proyecto de Deportes


Hess en mi escritorio, apenas pronunciando una palabra y no reconocí
su presencia, pero no importaba. El rumor estaba en pleno vigor.
Jamie revoloteó a mi escritorio. —Sí que hay algo entre ustedes
dos —dijo, con aire satisfecho—. No te preocupes, tu secreto a salvo
conmigo.
No lo habría creído sin importar qué, ¿pero al verla dirigirse
directamente a la mesa de Debbie? Esa chica no tenía vergüenza.
Traducido por Fany Keaton
Corregido por SammyD

Me ganó en llegar a su apartamento, y cuando llegué, se levantó


del sofá. No se cambió el traje. Parecía como si hubiera ido directamente
a la nevera, tomado una lata de cerveza y esperado por mí.
Le di una mirada simple. —Suave.
—Sí, seguro —respondió—. ¿Alguien te dijo algo de eso?
—Jamie está convencida de que hay algo entre nosotros. ¿A ti te
dijeron algo?
Bajó la lata y atrapó mi cintura con sus manos, inclinando su
cabeza hacia abajo para poder apoyar su frente contra la mía. —No,
pero no creía que alguien lo haría. ¿Será un problema?
Me encogí de hombros. —Tal vez, pero no sé qué podemos hacer
en cuanto a eso.
—No puedo creer que hice eso.
—Fue un simple error.
Probablemente esperaba que deslizara mis brazos sobre sus
hombros y me pegara a él, pero en cambio me quedé quieta, ni
apegándome, ni alejándome.
—¿Qué pasa? —Su voz era preocupada—. ¿Hice algo más?
—No lo sé. —No, espera, sí sé que hizo—. Chloe. Scarlet. La mitad
del departamento de contabilidad.
—¿Qué?
—¿Es verdad? ¿Esa es la lista de mujeres con las que te has
acostado en la oficina?
Apartó su mirada, culpable. La tensión en sus manos desapareció
mientras me soltaba. Tomó un gran sorbo de cerveza. —Diría que esa
lista está incorrecta.
Todo el aliento abandonó mis pulmones. —¿Incorrecta cómo? —
Oh, Dios—. ¿Hay más?
—No. No me he acostado con la mitad del departamento. Sólo con
Rachel.
—¿Pero Scarlet y Chloe?
Suspiró. —Sí. Rachel fue justo después de April, durante mi fase
de post-ruptura.
—¿Fase?
—Perdí mi virginidad con April, no la engañé. Así que, luego de
que rompimos…
Fue y se folló a un montón de mujeres, recuperando el tiempo
perdido. Lo seguí a la habitación y sus dedos trabajaron en desabotonar
su camisa de vestir.
—Scarlet me invitó a salir —continuó—, el día después de que dio
su aviso de dos semanas y me acosté con Chloe en la fiesta de año
nuevo de Jemma.
Jemma, la gerente de cuentas, era la segunda a cargo y la
persona más abierta del planeta. Tan dulce como podía ser, esa chica
podía hacer cualquier cosa, incluso invitar a la oficina completa a su
fiesta de fin de año. Tal vez hubiera terminado besando a Logan esa
noche en vez de a Blake.
—¿Estás enojada porque dormí con un par de mujeres que
conoces por casualidad, mucho antes de que nos reuniéramos?
—No —dije—. Pero debiste decirme.
Colgó su camisa, dándome un vistazo de sus duros abdominales y
brazos musculosos, y era tan injusto que me encontrara enojada y a la
vez excitada ante la vista de él.
—Tienes razón. De acuerdo, entonces, la revelación completa. Hay
una persona más en la oficina con la que me he acostado.
Mi molestia aumentó diez veces. —¿Quién?
—Tú, niña traviesa. —Se desabrochó los pantalones y salió de
ellos, sus ojos sobre mí—. ¿Me perdonas, o quieres quedarte de esa
manera y tener sexo enojado?
¿En realidad dijo que lo lamentaba? —No me encuentro enojada,
Logan. —Porque, como siempre, tenía razón. Parecía estúpido enojarme
por lo que hizo antes.
—¿Eso es un no al sexo?
Me quité mi camisa e hice toda una producción de dejarla caer en
el suelo. Vi le fuego detrás de sus ojos y la emoción de que entendió el
juego que quería jugar.
—Cuélgala.
Su orden envió un delicioso escalofrío a través de mí. Tiré mis
pantalones de vestir y los sostuve en mis brazos extendidos. Luego los
dejé caer sobre la camiseta, mis labios estirándose en una sonrisa
malévola.
—Como regla, no me gusta la ropa en el suelo.
—Lástima —dije—. Además. Pensé que te gustaba que rompiera
las reglas.
Me dio vuelta en sus brazos, con fuerza y luego suavemente. —No
tanto a como ti te gusta romperlas.

La siguiente mañana tenía una sonrisa permanente en mi rostro.


Logan tenía una cita en el almuerzo, pero después haría el anuncio. Me
vestí con el atuendo más profesional que tenía, un traje negro de
negocios que quizá era demasiado invernal, pero no me importó. Peiné
mi cabello hacia atrás para hacerme ver un poco más mayor, a pesar de
que sabía que era una causa perdida. Kathleen se enojaría. Incluso
haría un comentario sobre mi edad, e incluso con mi cabello de esta
manera, aún luciría imposiblemente joven.
Me encontraba en mi escritorio y durante mi segunda lata de soda
de dieta cuando Jamie hizo sus rondas de chismes y vigilancia.
—¿Por qué estás bien vestida?
—No lo sé, solo quise hacerlo.
—Escuché que Logan también. —Me dio una mirada sospechosa.
—No se vistió más que lo usual.
Sus ojos se iluminaron con un “te atrapé”. —¿Cuándo lo viste?
Debbie dijo que ha estado en el salón de conferencias con Jon y Will
toda la mañana.
Mi mente buscó por una excusa, pero era demasiado lento. Se
inclinó hacia adelante. —¿Se quedó en tu apartamento anoche, o tú en
el suyo? Siempre hago que Steve se quede en el mío. Su apartamento es
grotesco y no voy a dejar mis cosas allí, ¿sabes?
Tuve que mantener mi estúpida boca cerrada para prevenir que
las cosas se empeoraran. Afortunadamente, el teléfono de mi escritorio
sonó y forzó a Jamie a alejarse.
—Hola, Evelyn, soy Rachel de Contabilidad. —Mi respiración
quedó atrapada—. ¿Llevabas la cuenta de Player? Hay un problema de
facturación, y no puedo encontrar a Logan.
Ahora mi respiración se detuvo por completo. —¿Qué tipo de
problema?
—Bueno, ordenaron un plazo adicional o algo, ¿y pagaron a
través de nosotros? Tengo una línea de impresora que se pagó, pero no
tengo un OC para ello.
Mis manos se hallaban sudorosas y casi dejé caer el teléfono. —
Eh… sé que ordenaron una segunda ronda. Creo que pagaron ellos, sé
que no fuimos nosotros. —Gracias a Dios no podía ver mi terrible cara
de mentirosa.
—Oh, de acuerdo. Se pagó, así que no es un problema. Pero es
extraño ver un cargo por cuatro mil dólares y no tener ningún papeleo,
así que mejor pensé en checar.
—¿Dijiste cuatro mil?
—Sí, lo sé, raro. ¿Quieres que te envíe una copia por correo
electrónico para que la veas?
Llegó a mi bandeja de entrada, y lo miré con incredulidad. Me dijo
9,600 dólares. Así que, ¿por qué mierda la segunda orden sólo costaba
3,975? Se me hizo difícil concentrarme en otra cosa que no fuera la
puerta de su oficina.
El reloj era un maldito mentiroso. Dijo que sólo pasaron veinte
minutos desde que el correo apareció en mi bandeja de entrada, pero
fue una maldita vida entera antes de que Logan abriera su puerta y
encendiera la luz. Tomé la copia que saqué y marché a su oficina. Ya
nos encontrábamos en la mira, pero no pude evitarlo.
Cuando cerré la puerta, frunció el ceño y se movió para volver a
abrirla, probablemente pensando en que esto era una mala idea. —Sea
lo que sea, tendrá que esperar hasta más tarde.
—No, realmente no puede. —Empujé el papel frente su rostro.
Lo escaneó y lució enojado. —No sé cuántas veces le dije al
departamento que no lo pusiera en el resumen. ¿Cómo conseguiste
esto?
—Rachel llamó, queriendo saber si Player ordenó una orden más,
porque no tenía la orden de compra.
—¿Eso es lo que le dijiste?
—Básicamente.
Alivio inundó su rostro. —De acuerdo, entonces, estamos bien. La
llamaré y le confirmaré lo que pasó. —Cuando seguí mirándolo, parecía
confundido. ¿Cómo podía ser tan despistado?
—La cantidad, Logan.
El alivio se desvaneció al instante. —Oh.
—¿Oh? —repetí—. ¿Puedes, por favor, explicarlo?
Arrugó la impresión y la tiró a la basura. Pero no pudo
mantenerse callado por siempre. —Logré conseguir la impresora a un
precio de coste.
—Pero tú… —Ira subió por mi garganta.
—Te mentí. Pensé que cuando escucharas cuánto dinero tendrías
que buscar, te arrepentirías. Pero no lo hiciste. Así que iba a dejar que
lo sudaras durante unos días y luego te diría la verdad. —El color
despareció de su rostro gradualmente, pasando de pálido a totalmente
blanco—. Pero cuando supe cómo planeabas hacer el dinero… no podía
decirte la verdad. No quería que te arrepintieras.
No quería que tuviera otra opción. Me forzó a ir a ese club y a esa
mesa. Si hubiera sabido que eran menos de cuatro mil dólares,
probablemente hubiera buscando el dinero de mis padres y Payton. No
podía ver su cara mentirosa por otro segundo.
—Evie, detente —dijo, muy bajo—. Por favor. Debí decirte, y traté,
pero me encontraba tan preocupado de perderte, y entonces pasó
mucho tiempo…
Seguramente trataba de que lo mirara, pero me negué. No fue
tanto la mentira inicial la que dolía, sino el tiempo que dejó que esa
mentira existiera lo que me enojaba.
—Las personas enamoradas no mantienen secretos del otro.
—No quería herirte…
—Mentira. No me protegías, te protegías a ti mismo. —Lo miré con
fijeza, finalmente mirándolo a los ojos. Se quedó de pie a unos metros
de mí con sus manos en la cintura, como si no supiera donde más
ponerlas, preocupación apareciendo en su rostro.
—Sí —admitió—. Lo siento.
Una disculpa real.
Mi mente comenzó a batallar contra sí misma. Si no hubiera
mentido, no hubiera ido a ese club y quién sabe si nos hubiéramos
juntado. La noche que conoció a Payton y confesó su culpa sobre lo que
hizo mostró que incluso en ese entonces se encontraba lleno de
arrepentimiento por la mentira.
Creía que no llegabas a elegir las partes de la persona que
amabas. Amabas lo bueno y lo mano. Todo de ello. Así que, fue malo al
herirme, y aunque no me hallara feliz con él ahora mismo, todavía lo
amaba.
—Me mentiste. No lo hagas de nuevo.
Tragó fuerte, y asintió en acuerdo. Mientras llegaba a la perilla de
la puerta…
—Espera. —Su voz hueca llenó mi estómago de plomo—. Mi cita
del almuerzo es con April.
Todo se puso frío.
—¿Por qué vas a almorzar con tu ex? —espeté las palabras. Si no
lo hubiera atrapado en la previa mentira, ¿el plan era salirse con esta
también?
—Su papá murió el domingo por la noche. Fue repentino, y pasa
un mal momento. Se cae a pedazos. —Sus palabras me detuvieron y me
hicieron concentrar en lo que decía. A pesar de mi enojo, era difícil no
sentir dolor por ella—. Te dije que la alejé por completo. —Sus ojos
marrones nunca dejaron los míos, pero había culpa detrás de ellos—.
Creo que la muerte de su padre la hizo darse cuenta de que necesita un
cierre. Una conversación para que ambos reflexionemos qué salió mal, y
decir adiós.
Tomé una respiración profunda para seguir siendo racional. —De
acuerdo, necesitas verla, bien. Si hubieras explicado eso, hubiera
entendido. Pero ibas a ir…
—Me volví loco cuando saliste con Blake, y sólo eran amigos.
Pensé que dirías que no, y se lo debía, así que pensaba decírtelo…
después.
—Dios, Logan. Confío en ti, quiero decir… —Mi voz se redujo a
casi nada—. Las cosas que hicimos con Payton. ¿Cómo no puedes
confiar en mí?
Elegí ignorar la mirada de dolor en sus ojos. —Te lo iba a decir,
tienes que creerme.
—¿Por qué debería? Me has mentido durante meses. —Mi voz
sonaba tan fría como me sentía—. Ve. Ten tu almuerzo con April y dale
el cierre que necesita. Tú y yo podemos discutir esto luego. Después de
que me haya tranquilizado.
Puse una mano en la perilla y respiré hondo, tratando de
encontrar desesperadamente una expresión neutral para esconder mi
dolor y rabia, y abrí la puerta.
Me hallaba determinada a no dejar que esto arruinara el día. Sólo
unas cuantas horas más. Entonces, todo sería negociaciones de salario
y discusiones sobre cuál oficina sería mía, y podría organizar mis cosas
personales durante la noche en casa.
El almuerzo se quedó en el refrigerador. Me encontraba tan llena
de emociones agitadas como para querer comer. Me rendí y compré mi
tercera lata de soda de dieta de la máquina expendedora mientras
Logan desparecía de su oficina e iba a almorzar con ella. Mi lata
plateada de crack y el trabajo no fueron suficiente distracción, y mi
mente se preocupó por lo que hacía. Existía demasiada historia entre
ellos, que ni siquiera podía imaginarla. Me torturé sin cansancio. ¿Qué
tal si ella no quería un cierre y lo quería de regreso? La imaginé
rogándole por otra oportunidad, diciéndole que se hallaba dispuesta a
comprometerse.
—¿Puedo verte en mi oficina, Evelyn? —Su profunda voz me hizo
saltar en el asiento. Para el momento en el que me giré a ver a Logan, ya
se encontraba a medio pasillo.
Tan pronto como cerró la puerta, sus brazos me rodearon.
—No. —Lo empujé, pero fue inútil. Dejó escapar un suspiro y
pude oler un leve toque de alcohol—. ¿Tomaste durante el almuerzo?
—Sí. Fue difícil, pero me alegra que terminara.
Sus ojos claros me dejaron inmóviles. Se terminó entre ellos, al
menos me di cuenta de que no era una mentira.
—Tampoco quiero escuchar la conversación sobre la posición de
gerente —añadió.
—No, no puedo imaginar que Kathleen lo tome bien.
Me dejó de pie junto a la puerta y caminó hacia su escritorio,
pasando una mano preocupada por su cabello. —Lo siento si te herí. No
quiero volverlo a hacer. —La expresión en su rostro era desgarradora, y
luché contra la tentación de suavizarla. Creía que no quería hacerme
daño, pero hizo un terrible trabajo con ello.
—Como dije, estoy enojada, pero nos encontramos en el trabajo y
ambos tenemos cosas que necesitamos hacer. Podemos hablar más
tarde.
Se dejó caer en la silla con un ceño preocupado en al frente. ¿De
verdad se hallaba tan preocupado por Kathleen? Me senté en la silla
opuesta.
—Ambos sabemos que no tienes problemas con ser directo —
dije—, pero sé honesto con Kathleen. Hazlo rápido, y luego trata de
escuchar lo que responda.
—¿Eso es lo que quieres que haga?
Algo estaba mal. Despidió a Austin con su personalidad fría
intacta, o así escuché, y eso tenía que ser más difícil que dejar que
alguien supiera que perdió una promoción.
—No digo que no deberías suavizar la caída. Asegúrate de decirle
que es una buena diseñadora. Se va a enojar, pero también es una
adulta y puede manejarlo.
—Eso espero, Evie. —Su expresión cambió, como si terminara de
luchar con lo que fuera que lo llenaba de renuencia—. Necesito hablar
con Evelyn ahora.
El aire a mi alrededor cambió, y debí verlo venir.
—Si bien apreciamos tu interés en el puesto —dijo—, hemos
elegido ofrecérsela a otro candidato. Tienes una gran carrera por
adelante aquí, y…
—No, Logan.
—… pensamos que eres una excelente diseñadora, la mejor que…
Me puse de pie tan rápido que me mareé. —¿Por qué?
Dios, su cara. Parecía que sus propias palabras lo estuvieran
destruyendo. —Esta mañana Will me preguntó si dormíamos juntos.
Pude haber mentido y decir que no, pero no me importó. Ya se había
imaginado todo.
—Me querías para el puesto antes de que empezáramos a salir. —
No podía organizar mis pensamientos—. Con el tiempo, verán que me lo
gané y que no me la diste porque soy tu novia.
—Es demasiado perjudicial para nuestras carreras. Eres joven.
Tendrás un montón de oportunidades más para avanzar.
Todo se escapaba, mi trabajo de ensueño despareciéndose ante
mis ojos. Arrebatado de mí por el simple error de pronunciar mí
nombre. Su error.
—No lo hagas.
Tomó una respiración profunda como si se preparara. —Ya está
hecho. Kathleen aceptó el puesto hace unos veinte minutos.
Me tropecé hacia atrás, lejos de los ojos que buscaban
frenéticamente los míos. Con todas sus mentiras de esta mañana, la
montaña rusa de emociones, y ahora esto, era demasiado. No podía
soportar más, y me destrozó.
—Tómate un minuto —urgió—. No salgas así.
—¿Cómo? —siseé.
—Como si te acabara de romper el corazón.
Una cruel risa amarga brotó de adentro. —¿Qué diferencia hace
que piensen eso ahora?
La puerta golpeó contra el tope cuando la abrí. La cabeza de
Jamie apareció sobre la pared del cubículo para espiarme mientras
hacia mi camino a mi escritorio. Me incliné sobre el teclado y empecé a
apagarlo.
No podía quedarme aquí. Una crisis emocional era inminente y no
me encontraba interesada en tratar de llorar en silencio en el baño
durante la siguiente media hora. Desde luego, no quería estar aquí
cuando se hiciera el anuncio de la promoción de Kathleen. Este se
volvía con rapidez el peor día de mi vida, y ya quería que acabara.
Puse mi teléfono en mi bolsa, tiré mi soda al bote de reciclaje de la
basura, y maldije a la computadora para que avanzara.
—¿A dónde vas? —preguntó en voz baja, deteniéndose justo al
lado de mi cubículo.
—No me siento bien, Logan. Me voy a casa. —Tal vez no era
profesional, pero no me importaba en ese momento. Después de todo lo
que pasó, me sentía mal del estómago, por lo que no era una mentira.
—No te sientes bien, ¿cómo?
La tensión en mi cuerpo se construía a un nivel que no podía
manejar. Las palabras salieron demasiado fuertes y enojadas para que
los diseñadores alrededor lo ignoraran. —¿Por qué te importa?
Sabía que podía sentir los ojos sobre nosotros al igual que yo, con
su respiración apresurada. Sus ojos se fijaron en mí. —Me importa
porque estoy enamorado de ti, Evie.
Lo dijo al igual de fuerte que yo lo hice, una declaración directa
para que toda la oficina lo escuchara. Debbie jadeó, pero eso y un
teléfono sonando en algún lugar eran los únicos sonidos que se podían
escuchar. No podía sentir nada más que la aplastante decepción sobre
él y sobre mi situación. Puse mi bolsa en mi hombro y me enderecé
para irme.
—Mi nombre —le dije con los dientes apretados—, es Evelyn.
Traducido por NicoleM & Mel Wentworth
Corregido por GraceHope

Fui a casa, me acurruqué en la cama que ahora parecía tan


pequeña, y liberé mis emociones con el rostro presionado al colchón.
Después, me senté, llené los pulmones de aire y exhalé, sintiéndome
vacía. Había comenzado el día feliz y enamorada, a solo horas de
conseguir el trabajo de mis sueños. Ahora era de tarde y no me
encontraba en el trabajo. Me hallaba aquí, y sola.
Llamé a Payton en el viaje en tren y la puse al corriente con los
detalles, quedé en ir a su casa para la cena, y luego apagué el teléfono.
No quería hablar con él ahora mismo.
Me salió el tiro por la culata, sin embargo. Me puse una camiseta
sin mangas y pantalones de yoga que no favorecían mis muslos
grandes, y comencé a limpiar. En los pocos meses que habíamos estado
juntos, aprendí a disfrutar de las encimeras vacías y los pisos limpios.
Pulí el fregadero, y una vez hecho esto, limpié el interior de los
gabinetes. Después de eso, agarré un trapo mojado y fregué las
esquinas del piso, donde los zócalos parecían nunca haber sido
limpiados.
Un fuerte golpe en la puerta me trajo de vuelta a la realidad.
Mierda, ¿qué hora era? Sabía quién podría ser, así que no me apresuré
en pararme o ir a la puerta.
—Jesús, ¿podrías volver a encender tu teléfono? —El rostro de
Logan se encontraba lleno de preocupación mientras entraba—. He
estado tan preocupado por ti.
Aún se hallaba en su traje, y miré el reloj del microondas. —Ni
siquiera son las cinco.
—Sí, me fui después de la reunión. —En la cual hizo el anuncio,
sin duda.
—Es martes, ¿qué pasa con tu entrenamiento?
Me miró como si estuviera siendo ridícula. —A la mierda eso,
tenemos que hablar.
Volví a sentarme en la alfombra, cruzando las piernas debajo de
mí y fregué el trapo sobre la moldura sucia color marfil. —Adelante,
jefe, hable.
Cayó en una disculpa larguísima, pero, sinceramente, no
necesitaba escucharla. Logan sabía que la había jodido. Lo escuché
quitarse la chaqueta y dejarla en alguna parte, probablemente,
cuidadosamente doblada. Por lo menos ahora había un montón de
superficies limpias para que lo hiciera.
—Di algo —pidió en voz baja—. Dime que estás bien.
—Estoy bien. —Mi voz era apagada, sin emociones.
—Por favor mírame. Dime que estamos bien.
Me giré para verlo de pie con la corbata suelta y las magas
arremangadas, devastadoramente guapo. Mi cuerpo lo quería,
independiente de lo que mi mente le dijera, pero por suerte mi mente
era más fuerte. —No voy a decirte que estamos bien. No voy a mentirte.
Su acercamiento fue demasiado rápido para reaccionar, y sus
manos me agarraron debajo de mis brazos, levantándome. —Entonces
dime qué puedo hacer.
—Te amo, pero no me encuentro feliz. Tienes que dejarme estar
infeliz por esto. Perdí esa promoción debido a lo que dijiste.
A Logan le encantaban los elogios, pero no le gustaba que le
mostraran sus defectos. —Fue un error sencillo. Ambos sabemos que
cometiste uno antes.
Sólo podía imaginar la mirada de asombro que apareció en mi
rostro, y aparté sus manos. No necesitaba un recordatorio de mi
desastre con el aviso legal, y menos hoy.
—Mierda. No quise decir eso, lo siento. —Intentó abrazarme, pero
no aceptaría nada de eso. Retrocedí unos pasos, pero luego la pared se
encontraba contra mi espalda, y no tenía donde ir. Sus manos me
atraparon allí bajo su intensa mirada—. Lo siento mucho. Te amo. Por
favor, dime cómo puedo ayudar.
Su boca bajó a la mía, pero me alejé. Sus labios eran los más
persuasivos cuando no hablaba. Incliné la cabeza hacia atrás contra la
pared mientras dejaba besos agresivos en mi cuello.
—Logan, no. —Cerré los ojos. Aún me encontraba demasiado
enojada, demasiado confundida—. No puedes arreglarlo de esa manera.
Era como si acabara de darle un puñetazo, se encontraba
aturdido. —No lo intentaba. Te amo y no puedo evitarlo —dijo, con ojos
suplicantes—. No soporto haberte hecho esto, que te lastimé.
Cuando dijo esas dos palabras en la oficina, no tuvo problema
alguno pronunciándolas, pero una parte de mí se preocupó que esta vez
fueran manipuladas.
—Necesito espacio —dije—. Tienes que dejarme resolver esto por
mi cuenta.
—Espacio —repitió con horror—. ¿Cuánto espacio?
—No lo sé. Unos pocos días.
Respiró profundamente. No quería espacio, pero tampoco iba a
dar marcha atrás en esto. La lucha en sus ojos mientras enfrentaba el
primer compromiso que obtenía de mi parte era feroz.
Pero parpadeó y sus palabras vacilantes fueron un susurro—:
Correcto. Puedo hacer eso.
Puso una mano en mi nuca, presionó los labios en mi frente con
un beso casto, persistente. —¿Estás segura?
Asentí, pero no hablé mientras se iba, con los hombros caídos.
Logan solamente ha tenido una novia en su vida antes de mí, y
fue él quien se marchó, lo que significaba que nunca había terminado
bajo los términos de otra persona. No es que estemos terminando. Por
lo menos, no lo creo.
Tenía la intención de mantener la distancia por un día, pero una
noche se convirtió en dos luego de ver a Kathleen regodearse en la
oficina. Nadie me habló. Me encontraba literalmente durmiendo con el
enemigo en los que a ellos se refería. Luego de su declaración de amor,
se encerró en su versión fría y profesional como si alguien hubiera
desactivado la otra parte de él. La noche del jueves, preguntó
tímidamente si podíamos ir a cenar.
Pero todavía necesitaba más espacio. No podía superar el fracaso.
Para variar, Payton y Blake me miraron a los ojos, y ambos me dijeron
que tenía que perdonar a Logan y dejar de culparlo por una decisión
que probablemente yo habría hecho si los papeles se invirtieran. Quería
perdonarlo. Lo extrañaba, pero a medida que pasaba el tiempo, se volvía
cada vez más difícil encontrar una manera de regresar a lo que
teníamos.
Cuando llegué a mi cubículo la mañana del viernes, se
encontraba allí, apoyado en mi escritorio. Esa misma camisa color
metálico y corbata gris metalizada que llevaba el día que fuimos a su
despacho… y luego esa noche se convirtió en mi novio. Exteriormente,
nadie notaría la diferencia drástica en él, pero yo sí. No se había
afeitado. Las líneas tenues alrededor de los ojos y la forma en que sus
hombros colgaban me dijeron que algo andaba mal.
—El tren se retrasó —dije. Si no, en realidad podría haber llegado
a tiempo esta mañana.
—¿Podemos hablar en mi oficina? —preguntó en voz baja, y eso
me llenó de inquietud. No se movió hasta que asentí.
Me senté y escuché la puerta cerrarse detrás de mí.
—Evie, prometí que no te ocultaría cosas, así que hay algo que
debes saber. —Se paró frente a mí y se apoyó en el escritorio, con el
rostro serio—. Le daré a Will mi preaviso hoy.
¿De qué demonios hablaba? —¿Te vas? —¿Había estado
negociando con otra compañía y no me dijo? Me puse de pie con ira—.
¿Dónde vas?
Suspiró. —No lo he averiguado todavía.
—¿Qué?
—Si me voy, Kathleen ascenderá a mi puesto y obtendrás el
puesto que mereces.
Me acerqué y quedé cara a cara con él. —No seas ridículo. No vas
a renunciar, eres como yo. Tu trabajo es todo para ti.
Los ojos color café parpadearon lentamente. —No, no lo es. Puedo
encontrar otro trabajo, pero no otra tú.
Esto era imposible. Aquí se hallaba, dispuesto a sacrificarse por
mí y darme exactamente lo que quería. Pero ¿cómo dejaría que hiciera
eso? ¿Cómo no me resentiría si lo permitía?
—No —dije—. Solo espera un minuto.
—No puedo hacer esto otro día. Intenté no enamorarme de ti, pero
lo hiciste imposible. No puedo volver atrás. Y no quiero.
Se encontraba a centímetros de mi rostro, mirándome, no se
movió. Fui la única en acortar la distancia. Logran había perdido el
control de su cuidadosamente mantenida naturaleza, debido a mí.
—Lo resolveremos —dije—. Ambos nos hallamos demasiado
determinados para no hacerlo, así que no vayas a renunciar mientras
tanto. Solo necesito unos días más para aceptar lo que pasó.
—No tienes que hacerlo. Permíteme hacer las cosas bien.
—Espera —dije, frenética—. Logan, simplemente espera. —Y creo
que mi voz de pánico se hizo eco de la noche que fui amarrada a la
mesa e incapaz de seguirlo. Deslizó la mano detrás de mi cuello,
sosteniéndome la cabeza para besarme de la misma forma que lo hizo
nuestra primera vez, aumentada a un mil por ciento. Lento. Seductor.
Lleno de tanto amor e intensidad que era incapaz de detener mi
entrega.
—Te esperaría por siempre —pronunció y volvió a su tarea de
apagar mi cerebro con el sencillo roce de sus labios.
Mis manos se posaron en su mandíbula, sujetando el rastrojo
cuando retrocedí. Sostuve su rostro entre mis manos, mirándolo a los
ojos. Y en este momento, sabía que estaríamos bien. Se encontraba
dispuesto a dar todo por mí, y sabía que yo también, si tuviera que
hacerlo.
—Dame el fin de semana —dije—. No hagas nada hasta el lunes.
Decepción rodeó sus ojos. —¿El fin de semana? ¿No vendrás el
domingo? —Porque el domingo es la maratón.
—No lo sé —mentí, y esperaba ser convincente, ya que un plan
fue tomando forma rápidamente en mi mente. Me pilló por sorpresa
cuando sacó la venda, y una pequeña parte de mí ansiaba hacerle lo
mismo.
Me dejó alejarme, confirmando una vez más que no haría algo
tonto hasta que hablaremos de nuevo el lunes. Me apresuré a mi
cubículo, haciendo caso omiso de las miradas asesinas. Podrían irse a
la mierda. No necesitaba la posición de supervisor. La empresa ya me
dio más que suficiente.
Me dio a él.
Me escabullí del edificio en el almuerzo para llamar a Nick,
agradecida de tener su número guardado en el teléfono desde el
momento que me envió un mensaje con sus progresos en una carrera.
La voz era tan parecida a la de Logan que fue desconcertante. —Tenía la
esperanza que pudieras ayudarme —dije.
—Todavía sigo casado, así que, si ésta es otra petición para
ducharnos, mi respuesta es no.
—Eres tan chistoso. —Me alegré de que no me pudiera ver
sonrojada—. Quería sorprender a Logan… —Me di cuenta de que puede
que no supiera que con Logan nos encontrábamos tomando un
tiempo—. ¿Has hablado con él recientemente?
—Sí, tuve que llamarlo el miércoles para contarle de la increíble
fractura en mi pie.
—¿En el pie? ¿Qué pasa con la carrera?
—Supongo que tendré que intentar ganarle a Logan el próximo
año.
Meses de entrenamientos, perdidos. —Dios, eso es horrible.
Hizo un ruido, una especie de oh, bueno. —Sucedió. ¿De qué
quieres hablar? Logan dijo que arruinó algo en la oficina y que no te
encontrabas demasiado feliz con él justo ahora.
—Lo superé —dije—. Pero Logan aún no lo sabe, y estaba como
esperando demostrárselo el domingo. Si no correrás, ¿sigues pensando
en ir?
—Oh, sí. Hilary hizo algunos carteles para mí, y pensé que podría
utilizarlos con Logan. Algunos de ellos serán épicos.
—¿Te importa si voy contigo?
—Por supuesto que no.
—Muchas gracias. ¿Podemos mantenerlo en secreto?
Su media risa era igual a la de Logan. —Haré mi mejor esfuerzo.
Me puse unos pantalones ajustados, una camiseta gris de manga
larga y botas hasta la rodilla, y una bufanda. Era cálido para ser
octubre en Chicago, pero no tan cálido. Soleado con una ligera brisa, y
un clima perfecto para una maratón. Hilary dijo que Nick se quejó de
todo el tiempo perdido mientras caminaban con Logan a la partida. Me
reuní con ellos poco más allá de los seis kilómetros con cafés que había
traído desde Starbucks.
—¿Cómo está? —pregunté.
—Bien —dijo Nick—. Se hallaba decepcionado de que no
estuvieras con nosotros.
Hilary sonrió. —Simplemente se encontraba nervioso.
No podía encontrarme con Logan mientras se dirigía a la partida.
Quería ese momento cuando corriera y me viera entre la multitud
animándolo. No se me permitió hacer preguntas cuando me quitó la
venda, y ahora él tampoco sería capaz. No cuando intentaba romper su
récord personal.
Las calles se hallaban llenas de gente, pero Nick sabía dónde eran
los mejores lugares para los espectadores, y su teléfono sonó con un
mensaje automático cuando la pechera de Logan cruzó la salida, así
que tuvimos una idea aproximada de cuándo esperarlo.
—Si mantiene el ritmo, sólo tenemos un minuto más —dijo Nick.
Miró los carteles que Hilary tenía en su enorme bolso y seleccionó uno.
—¿En serio? —preguntó ella. El cartel decía: Estoy orgullosa de ti,
Abracitos.
—¿Abracitos? —Una sonrisa grande apareció en mi rostro.
Nick ni se inmutó. —Me gusta mantener a mi mujer cerca, ¿cuál
es el problema?
No adentramos más en la multitud de personas, abriéndonos
caminos hacia la ruta. Los corredores pasaban volando, y los vi con
incredulidad. Iban rápidos, mucho más rápidos de lo que yo podía
correr. Acababan de hacer seis kilómetros, con otros treinta y cuatro
por recorrer. Una locura.
—¿Cómo va vestido? —pregunté.
—Camiseta blanca, pantalones cortos negros y una gorra.
Toda una manada de corredores pasó, mujeres que parecían no
tener un gramo de grasa en sus cuerpos. La multitud era abundante.
—¿Lo perdimos?
—¡Ahí está! —Nick señaló a la ola de corredores disparados hacia
nosotros. Levantó el cartel hacia su hermano—. ¡Logan! Tienes esto,
hombre.
Logan se veía relajado y concentrado. Sus ojos miraron el cartel
en las manos de Nick y una leve sonrisa apareció en su rostro. Era
vagamente consciente de Hilary aplaudiendo y diciendo algo
como: ¡Vamos, Logan! Pensé que aplaudía. Pensar fue difícil cuando
nuestros ojos se encontraron.
No se detuvo, ni sus ojos se ampliaron con sorpresa. Una enorme
sonrisa estalló en su cara, y era tan guapo que pensé que mi corazón
explotaría. ¿Cómo siquiera permanecería lejos de él? Luego pasó, sus
pies golpeando el pavimento en ráfagas rápidas, llevándolo por la ruta
junto a docenas de otros corredores.
Tuvimos que darnos prisa hasta la siguiente parada y casi lo
perdimos.
—Está por delante de su ritmo —dijo Nick con el ceño fruncido.
—¿No es algo bueno?
—No quiere alcanzar su punto máximo demasiado pronto y luego
no tener suficiente para terminar con fuerza.
Nick le dijo mucho más en la parada, y Logan asintió, sus ojos
cálidos fijos en los míos. Se encontraba sudoroso, y precioso, y quería
gritarle que se quitara la camiseta.
Era agitado ir de parada a parada porque Logan se movía tan
rápido y la multitud era tan densa, sin importar dónde íbamos. Marcó
de nuevo demasiado en la tercera parada y se había quedado atrás del
ritmo que quería mantener, lo cual hizo que Nick sacara el cartel: Eres
tan atractivo cuando sudas. Le di una sonrisa a Hilary, haciéndole saber
que me encontraba completamente de acuerdo.
—El kilómetro cuarenta va a estar lleno —dijo Nick—. Ustedes
sigan adelante y consigan un lugar, les enviaré un mensaje cuando lo
vea en el treinta y cuatro.
La línea de meta se encontraba cerca de los espectadores, por lo
que esto sería lo más cerca que conseguiríamos verlo terminar. Vimos
como un chico, más joven que Logan, se detuvo a un lado y finalmente
fue ayudado a salir por los paramédicos. ¿Cómo estaba corriendo
Logan? Ésta no era su primera maratón, pero aun así. Se veía menos
relajado la última vez que lo vi, pero Nick también gritó que se había
salido de su ritmo.
Me encontraba nerviosa, y una vez que Hilary recibió el mensaje
de texto, mis nervios se elevaron.
—Ahora no queda mucho tiempo, hará estos últimos kilómetros
rápido —dijo—. Espero que Nick pueda llegar a tiempo, pero es mejor
que no se atreva a correr.
—¿Lo está matando que no pueda estar ahí?
—No, está bien. Creo que se divierte ayudando a Logan.
Veinte minutos después, Nick se abrió camino entre las personas
y nos encontró. —Se encuentra debilitado, pero creo que lo hará.
Logan quería terminar en cuatro horas. Me contó que en la última
maratón terminó con cuatro horas y dos minutos. Demasiado cerca de
hacer una carrera de menos de cuatro horas. Cada vez que Nick bajaba
la mirada para comprobar su teléfono, lo miraba con él. Tres horas y
cuarenta y un minutos.
El tiempo seguía corriendo, y sin Logan a la vista. Las bromas
juguetonas entre los recién casados cesaron, y pensé que todos nos
encontrábamos animando en nuestras cabezas a Logan para que fuera
el próximo corredor en doblar la esquina.
—¡Vamos, hombre! —gritó de repente Nick—. Mierda, va a
conseguirlo.
La camiseta de Logan se encontraba pegada a su cuerpo por el
sudor, o posiblemente agua que se arrojó, y había una mirada enfocada
que nunca había visto. Absolutamente competitiva y determinada.
Convirtió mi interior en líquido, inundándome con deseo.
Movió los brazos, agarrando en una mano una bolsa negra de gel
energizante, y vernos le dio el estallido final que creo que necesitaba.
Cada segundo lo acercaba más, y más, y más a mí. Y entonces,
desapareció, corriendo hacia la meta.
Corrimos hacia la reunión de corredores en el parque Grant, y
unos minutos después el teléfono de Nick zumbó con la notificación del
tiempo no oficial de Logan. Lo logró.
Su hermano menor era todo sonrisas. —Va a tener que pasar por
la verificación de velocidad, pero no debería tomar más tiempo.
Esperamos fuera de la valla verde mientras los corredores
serpenteaban al salir, con medallas por terminar y mantas Mylar
brillantes sobre sus cuerpos fatigados, pero sonriendo.
Entonces apareció entre la línea de corredores.
—Infiernos, sí —dijo Nick—. Tres horas, cincuenta y siete
minutos, cuarenta y dos segundos.
Es como si Logan ni siquiera estuviera escuchando. Se hallaba
enfocado en mí.
—Hola —gritó sobre los fans a nuestro alrededor mientras se
acercaba.
—Hola, jefe —le grité—. Estoy tan orgullosa de…
—Tengo que decirte algo. —Era difícil escuchar, y nos alejamos de
la multitud, Hilary y Nick nos siguieron.
—¿Qué sucede? —Me preocupé cuando lo alcancé. Se veía…
extraño. Agotado por la carrera, pero también nervioso. Nick le pasó
una bolsa negra de gel energizante y tomó el bolso de cosas de las
manos de Logan. A mi lado, Hilary tenía el teléfono fuera. ¿Tomaba
fotos?
—No quiero ocultarte nada —dijo—. Así que deberías saber que te
compré un anillo de compromiso.
Ya no podía oír a las personas que nos rodeaban. —¿Qué?
¿Cuándo?
—El día que almorzaste con Blake.
Justo después de que me escuchó confesar que creía que él era el
indicado. Oh. Dios. Mío. No estaba segura de cómo responder a esta
información sorprendente. Y esa bolsa negra no era gel energizante. No
era plástico, sino tela. Mi cuerpo hormigueaba con anticipación y
nervios.
—Tengo reglas. —Sus dedos desaparecieron dentro de la bolsa—.
De hecho, sólo una. Tienes que responder las preguntas con
honestidad.
Era una banda de platino con un gran diamante corte esmeralda
rodeado por diamantes más pequeños, y en el momento en que lo sacó,
se arrodilló. Presioné los dedos en mis labios, mi mirada iba de la suya,
al anillo que sostenía, y de regreso a él. Mi cuerpo se congeló como una
estatua.
Cerca había una torre de observación roja que elevaba a los
vigilantes de la carrera unos metros sobre la multitud, y cuando Logan
se arrodilló se pusieron en alerta.
—Corredor caído —gritó en el megáfono—. Corredor caído.
La mirada de Logan fue del hombre en la torre y se giró hacia su
hermano. —¿Está hablando de mí?
Nick le gritó al vigilante que Logan se encontraba bien. Que se
estaba declarando. No decantaba, incluso después de oír eso. Logan
Stone se hallaba de rodillas, proponiéndome matrimonio. A mí. Su foco
regresó a mí cuando estaba claro que el vigilante entendió lo que
sucedía.
—¿Me amas? —preguntó.
Asentí, mis ojos húmedos con lágrimas. —Sí.
—¿Sabes cuánto te amo?
—Sí.
Respiraba rápidamente, pero no tenía idea de si era por lo que
decía, o los cuarenta y un kilómetros que acababa de correr. —¿Quieres
pasar el resto de tu vida conmigo?
Mi cerebro idiota intentó volver a conectarse, y le disparé una
mirada acusatoria a su hermano. Nick había estado llevando ese anillo
toda la mañana y se lo pasó a Logan sin ninguna palabra. —Le dijiste
que vendría.
—Sí —dijo Nick, avergonzado—. Me preocupaba que fuera a
desordenarle mucho la cabeza si no te encontrabas aquí, y luego
aparecías.
—Estás rompiendo mi regla, Evie —dijo Logan. Mi mente
abrumada luchó para descifrar si lo decía en broma o en serio.
Lágrimas de emoción me nublaron la visión.
—¿Te casarías conmigo?
Estuvo con April por doce años y nunca hizo esto. En menos de
tres meses conmigo, estaba seguro. Y yo también. No fallaría en amarlo.
No era siquiera posible.
—Sí —dije.
Apenas era una palabra, pero se registró de igual forma. Tomó mi
mano temblorosa y deslizó la banda sobre mi dedo, donde se sentía
como si perteneciera. Extraños a nuestro alrededor animaron y nos
felicitaron. Todo lo que quería era estar en sus brazos, y parecía como si
él tuviera el mismo deseo.
Luego Logan cometió el error de intentar ponerse de pie, y su
rostro se llenó de alarma. —No estoy seguro de que me pueda mover.
Nick enganchó una mano bajo su brazo y levantó el cuerpo rígido
de Logan, ignorando el gruñido de molestia que causó esta acción en su
hermano mayor. Yo también lo ignoré. Lancé los brazos alrededor del
cuello de Logan, su camiseta empapada en sudor bajo mis manos. Me
encantaba. Amaba todo de él.
Su boca era caliente y sabía a cerezas por los geles energizantes, y
respondió a mi beso urgente igualándolo en intensidad. Una mano
serpenteó detrás de mi espalda para sostenerme contra él,
presionándome contra su pecho húmedo y agitado.
—¿Eso en verdad acaba de pasar? —dije entre besos susurrantes.
—Le pedí a Hilary que lo grabara porque hay algunas personas
que van a necesitar pruebas visuales.
—Como mamá —interrumpió Nick.
Miré el anillo en mi mano izquierda la cual seguía temblando
cuando sus labios encontraron los míos y me robaron la atención.
Santa mierda, mi prometido sabía cómo besar.
—De acuerdo —interrumpió Nick—, felicidades y todo, pero
¿podrías tal vez hidratarte así no tengo que cargarte cuando tus
músculos se acalambren?
No creía que Logan lo quisiera. Cuando intenté soltarlo para que
pudiera dirigirse a la mesa con botellas de agua, su brazo permaneció
fijo a mí alrededor.
—¿Estás bien? —susurré.
Sonrió. —Oh, sí.
Estaba sudado, y hermoso, y… feliz.
Y era todo mío.
Traducido por Mel Wentworth
Corregido por Laurita PI

El sábado después de Acción de Gracias, mi teléfono sonó a las


5:45 de la mañana, bañando la habitación con una luz azul pálido. Mis
manos buscaron a tientas y lo arranqué del cargador, miré la pantalla
con ojos adormilados. Era un número que no conocía.
—¿Hola?
—Hola, soy Payton.
—¿Quién murió? —susurré en el teléfono, aterrorizada. Ella sabía
que no debería llamar tan temprano.
—Yo. —La voz de Payton sonaba frenética—. Lamento
despertarte.
Me senté, la preocupación inundando mi cuerpo. —¿Qué sucede?
—Tengo que hablar contigo, como que me estoy volviendo loca. Y
estoy yendo para allá.
—De acuerdo, pero ¿qué ocurrió? ¿Estás bien?
Hizo una pausa, lo que solo hizo que mi preocupación aumentara.
—Estoy bien. Bueno, no, en realidad no. Voy a buscar café y luego iré a
verte.
Logan se hallaba profundamente dormido, en un profundo coma
químico. Mi prometido había estado luchando con la gripe por al menos
dos días, negándose a admitir la derrota hasta anoche. Mientras nos
alistábamos para salir a tomar unas bebidas con nuestros amigos, se
acurrucó bajo las mantas, temblando. Terminamos cancelando, y pasé
la noche en cama, leyendo su iPod mientras roncaba y tosía a mi lado.
Esta mañana lucía mejor. También, lucía como si pudiera dormir otras
cuatro horas, lo cual era bueno. Lo que sea que estuviera pasando con
Payton sonaba serio.
Pasé todo el tiempo que duró la ducha preocupada por ella y
luego un nudo se formó en mi estómago. Oh, Dios, ¿estaba
embarazada? Era cuidadosa en su vida personal, y era un
requerimiento en el club, pero los accidentes pasan.
Mi ducha fue breve. Aprendí bastante rápido, después de
mudarme con Logan, que bañarme sola en un gran cubículo cerrado
era una gran forma de terminar fría. No había dudas de por qué él
siempre ponía el agua tan caliente. Saqué mi lata de cosméticos y
accesorios para el cabello de debajo del lavabo y rebusqué por una
banda el cabello, envolví el peló en un moño, y guardé la lata. Solo me
mudé hace una semana y estaba determinada a mantener mi desorden
al mínimo. Caminé hacia la cocina y me senté en la barra de desayuno,
mirando la hermosa vista a la que nunca me acostumbraría.
Tampoco, nunca me acostumbraré a él, y no quería. No podía
tener suficiente de él. Irónicamente, vi menos a Logan en la oficina, pero
ahora que la verdad salió a la luz y yo me reportaba con Kathleen, las
cosas mejoraron por doquier. Logan y yo nos preparábamos juntos en
las mañanas, viajábamos juntos. Almorzábamos al aire libre cuando su
horario lo permitía, y al final del día volvíamos a casa juntos.
Jamie instantáneamente se convirtió en mi nueva mejor amiga
cuando me vio llevando la roca en mi mano. Diseñado por Logan, por
supuesto. Creo que quería ganarse una invitación a la boda, o
posiblemente ayudarme a planearla. Estuvo soltando indicios —no tan
sutiles— como hablar de que planeó la boda de su hermana. Incluso
cuando Kathleen me ascendió a Diseñadora Senior en lugar de a ella,
Jamie lo tomó con calma.
A las 6:15 hubo un intenso golpe en la puerta, sacándome de mis
pensamientos.
Payton entró como un borrón, soltando una bandeja con tazas de
café en el mostrador. ¿Todo ese café era para ella? ¿O había
enloquecido tanto que se olvidó que no bebía eso? Cuando me quedo
toda la noche despierta luzco como si la muerte pasara sobre mí, pero
claro, ella no. Su cabello lucía perfectamente despeinado y alborotado, y
su maquillaje corrido le daba ojos sexys y ahumados como un anuncio
de revista. Sin embargo, podía decir que no había dormido.
—¿Estás embarazada? —Ese fue el saludo que le di.
—¿Qué? No. —Tomó un café de la bandeja con demasiada fuerza
y derramó café por todos lados. Vibraba con energía nerviosa y caótica,
y verla de esta forma daba miedo.
—¿Qué sucede?
—Obtuve un pase de salida del club. —Su rostro se puso pálido—
. Quiero decir, me despidieron.
Me congelé con la toalla de papel en las manos, lista para limpiar
el café. —¿Qué?
Dejó caer el rostro en sus manos. —¿Qué voy a hacer?
—De nuevo, ¿qué? ¿Qué sucedió?
—Sabes, todo esto es culpa de él. No debería haber dicho ni una
maldita cosa. —Se paseó en círculos por la sala de estar—. Joder, era
demasiado dinero.
—¿Podrías ser más críptica? ¿De quién estamos hablando?
Se detuvo y me miró como si debiera saber. —Hablamos del tipo
que hizo que me despidieran; el que arruinó mi vida.
—¿Tu vida? —dije, dudando—. Te gusta lo que haces allí, pero
vamos. Ese lugar no es tu vida. —¿Creía que era profundo que eso
viniera de mí, teniendo en cuenta lo que tuve que hacer para mantener
mi trabajo?
—Agh, no, no estoy hablando del club. —Apoyó el café que no
había sido más que un accesorio para ocupar las manos—. Mírame, soy
un maldito desastre. Al menos me debe una disculpa. Debería
habérmelo advertido.
—Jesús, Payton, ¿quién?
Su mirada se volvió severa. —Logan.
¿Qué? —¿Logan hizo que te despidieran? ¿Cómo?
—Por lo que hizo anoche.
Lo que decía no tenía ningún sentido. —¿Anoche…? Estuvo
enfermo, y estuvo aquí conmigo.
—Sí —espetó—, estoy consciente de ello.
Volvió a pasearse sin rumbo sin explicarse. Era como si se
desmoronara, y yo no pudiera hacer nada para detenerlo. Peor, no
podía ayudarla sin entender lo que había ocurrido, y lo que decía no
tenía sentido, por lo que entré corriendo en la habitación y puse una
mano en hombro desnudo de Logan.
—Hola —dije suavemente, moviéndolo para que se despierte.
—Hola —respondió murmurando.
—Entonces, eh, Payton se encuentra en la sala de estar.
Logan giró lentamente sobre su espalda, parpadeando sus ojos
adormilados, todavía sin estar completamente despierto.
—La despidieron del club anoche.
Sus ojos se aclararon y se sentó de golpe, completamente
despierto. —¿Payton trabajaba en el club?
—Aparentemente, y cree que eres la razón por la que la
despidieron. ¿Por qué?
—Debe haber ido —susurró—, cuando cancelamos anoche. —Era
como si pensara en voz alta.
Su teléfono sonó en la mesita de noche, la pantalla destellando un
número imposiblemente largo, y la alarma de Logan creció cuando lo
miró. Apenas podía oírlo sobre el tono de llamada.
—Oh, mierda, Evie —dijo—. Creo que hice algo que no debería
haber hecho.
Continuará…
hard
Soy la mujer por la que los hombres pagan miles
de dólares para dormir. Hago lo que amo y lo
hago muy bien.
Luego él entra y ofrece $30,000. Quiere hablar. Y
besar. Y llevarme a casa.
En una sola noche, este hombre lo pone todo al
revés y me hace romper todas las reglas por las
que he vivido para mantener a los hombres a
distancia. Estoy a punto de aprender algunas
lecciones de la manera más difícil.
No burlarse de él. No ponerle límites. Y no creas
que puedes elegir a quién amas.
Nikki Sloane se enamoró del diseño gráfico después
de desempeñarse como camarera, guionista, e
instructora de baile de salón.
Durante ocho años trabajó para una firma de diseño
en ese edificio extremadamente alto, negro y
escalonado en Chicago que pasó por u cambio de
nombre desafortunado durante su tiempo allí.
Ahora vive en Kentucky y maneja un equipo de
artistas gráficos. Está casada y tiene dos hijos,
escribe tanto suspenso romántico como libros
sucios, y no podría ser más feliz.

Sitio web: NikkiSloane.com


Goodreads: Nikki Sloane Author Page

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