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CIENCIA, IDEOLOGÍA Y SOCIEDAD

 
 
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Raúl Gustavo Eid Ayala Ph.D.  
    Con la colaboración de 
  Aneliz Siles Torrelio Ph.D. 
             Julio de 2008 
28 – CIENCIA, IDEOLOGÍA Y SOCIEDAD 

Contenido 
 

INTRODUCCIÓN ....................................................................................................................................... 2 

1.  ¿QUE ES CIENCIA? ........................................................................................................................... 5 

2.   ¿QUE ES IDEOLOGÍA? .................................................................................................................... 11 

3.  ¿QUÉ ES LA SOCIEDAD? ................................................................................................................. 14 

4.  EL SER HUMANO: ENTRE LA CIENCIA Y LA CREENCIA ................................................................... 17 

BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................................................ 21 

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INTRODUCCIÓN 

A fin de poder acercarnos a los tres conceptos planteados en el presente


documento, se tratarán cada uno en un acápite por separado, para luego intentar
una convergencia que resulte lo más aproximada a la verdad. La verdad que
busca la ciencia y la relación que, a lo largo de la historia de la sociedad, puede
tener una ideología con el científico y su ciencia.

El “mundo”, es decir, la REALIDAD que envuelve al ser humano carece de una


morfología que pueda considerarse como inmutable e independiente de quienes
forman parte de él, interviniendo en el proceso de su variación. El Mundo es,
entonces, el resultado de la “organización” que algunas de sus partes (por
ejemplo, los seres humanos) establecen sobre todo aquello que incide sobre ellas,
y está en función, por lo tanto, del radio de acción que tales partes alcanzan en
cada momento.

Es así que el Mundo no es algo previo al “Estado del Mundo,” que se refleja en un
mapamundi. Un mapa del mundo trasciende, cuando incluso se le considera
desde un punto de vista meramente geográfico, las propias coordenadas
geográficas. Esto debido a que éstas han de presentarse, a su vez, inmersas
forzosamente en una maraña de ideas, explícitas o implícitas, al margen de las
cuales, las propias coordenadas geográficas perderían su significado: ideas
relativas a los límites del mundo, al lugar de las tierras y de los cielos
representados, ideas sobre la escala que el propio mapa utiliza, e ideas sobre la
imposibilidad de que el mapa se represente a sí mismo (un mapa no puede
representarse a sí mismo y no ya tanto por motivos gráficos cuanto por motivos
lógicos: el mero intento de “representar el mapa en el mapa” abriría un proceso
infinito y absurdo).

El mundo no es, en resumen, la “totalidad de las cosas” (omnitudo rerum); sólo


es la totalidad de las cosas que nos son accesibles en función del radio de acción
de nuestro poder de conformación de las mismas. Para los sapos del cuento que
vivían en el fondo de un pozo en una abadía, el mundo era ese pozo; cuando
regresó al pozo un sapo, que el día anterior había sido recogido sin querer en el
cubo por el sacristán que sacaba el agua para regar el huerto, pudo decir a sus
compañeros: “el mundo es mucho más grande de lo que pensáis: se extiende
hasta las tapias del huerto del señor cura.”

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Los sapos, las ranas, las aves, los perros, los gatos y los hombres tienen, cada
uno, en función del “radio de su acción”, un mundo propio, una organización
característica de las cosas y procesos que les rodean. Pero esto no quiere decir
que los “mundos entorno” de cada especie animal sean enteramente diversos y
mutuamente independientes, como algunos pensaron, siguiendo la concepción de
von Uesküll (su doctrina de los Umwelten de cada especie). Los mundos de los
animales no son “mundos entorno” que pudieran ser tratados como si fuesen
círculos megáricos exclusivos de cada especie, a la manera como, pocos años
después, O. Spengler trató a estos inmensos “súper organismos” que él denominó
“culturas” y que constituyen también los “mundos entorno”, no ya de una supuesta
Humanidad universal, inexistente, sino de los diversos pueblos en los cuales ella
está repartida. Pero ni las culturas (en el sentido de Spengler: la “cultura antigua”,
la “cultura fáustica”) son independientes, aunque no sea más que porque las unas
tratan de reabsorber a las otras en sus mallas, ni los mundos entorno de cada
especie animal son independientes de los de las otras especies, aunque no sea
más que porque en el mundo entorno de cada especie animal han de figurar
muchos componentes del mundo entorno de otros animales, enemigos o aliados
contra terceros en la lucha por la vida.

El “mundo entorno” de las diversas especies animales está, a medida que


ascendemos en la escala zoológica, cada vez más afectado por las acciones y
operaciones de los animales que lo organizan; el “mundo entorno” es, de modo
progresivo, un mundo “cultural”. Desde la formulación por Newton de las leyes de
la Mecánica sabemos que el planeta Tierra en el que vivimos no es una
plataforma inconmovible, ni es, en todo caso, una esfera cuya trayectoria
estuviese movida por designios absolutamente independientes de las operaciones
humanas: bastaría que mil millones de individuos ejecutasen a la vez la operación
de dar un paso al frente en la misma dirección y sentido (lo que implica ya un
desarrollo cultural y político suficiente para que la orden pudiera ser transmitida y
ejecutada simultáneamente) para que la Tierra experimentase una sacudida en su
órbita. Desde la mitad del reciente siglo pasado se sabe ya que los hombres
pueden destruir la vida en la Tierra mediante el uso de armas nucleares, y
sabemos también, que la industria que utiliza los compuestos
fluorclorocarbonados y otros “gases traza” como los residuos del soplado de PVC,
produce el efecto invernadero al destruir la capa de ozono. No se trata, por tanto,
de opiniones derivadas ni de arcaicas ni de míticas concepciones sobre el “lugar
del hombre en el mundo”; se trata de evidencias prácticas relativas a la evaluación
del poder efectivo que los hombres tienen hoy, después de la revolución científica
e industrial, para modificar el mundo, tal como nos es accesible, desde la Tierra.
Un poder que ha progresado en la escala tecnológica casi ininterrumpidamente
desde hace algunos miles de años hasta el presente.

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Por otra parte, la escala de este progreso no tiene peldaños abruptos. Por
ejemplo, no cabe poner a “los hombres” (en su sentido zoológico, como homo
sapiens) en un tramo de escalones considerado superior y abrupto respecto de los
tramos correspondientes a escalones animales. Los escalones por los cuales va
“desarrollándose” y evolucionando el homo sapiens comienzan siendo muy
próximos a los escalones culturales que encontramos ya en los primates. La
cultura del homo habilis puede llamarse humana, pero es muy distinta de la cultura
del pitecantropus o de la cultura del homo neandertalis.

Sin duda, la intervención de las operaciones en la conformación de las líneas del


mundo entorno es cada vez mayor. El “mundo entorno” natural de los homínidos
se teñirá de caracteres culturales específicos y, mejor aún, de caracteres
culturales diversos entre sí, pero en interacción mutua inevitable. De estas
interacciones resultan necesariamente superposiciones, desajustes,
contradicciones, puesto que los mismos contenidos o partes originarias del mundo
de partida resultarán insertados en contextos diferentes. Si llamamos conceptos
prácticos (técnicos, sociales) a las configuraciones de los contenidos considerados
desde la perspectiva de cada cultura (un hacha, un martillo, un espejo, una
moneda, una forma de matrimonio), podremos llamar Ideas a los intentos de
establecer la coordinación entre conceptos diferentes respecto de otros conceptos
del mismo círculo cultural, o respecto de otros círculos culturales. Veremos de este
modo a las Ideas como figuras que fluyen, no ya de algún lugar situado más allá,
por encima o por debajo del proceso del mundo, sino del seno de este mismo
proceso, tanto si, mirado desde cierta perspectiva, se nos muestra como un
proceso tranquilo, como si se nos aparece tumultuoso. El “mundo entorno” de los
diferentes pueblos, de sus culturas, se va conformando según mapas del mundo
diferentes entre sí, constituidos por líneas tomadas de ideas, de mitos, de relatos
metafísicos. A partir de un determinado desarrollo tecnológico y social, las mismas
ideas, contrastadas con otras versiones suyas, tendrán que organizarse en forma
de teorías (ya sean estas de índole ideológico, científico o filosófico).

En otras palabras, la “evolución” del ser humano se manifiesta necesariamente en


el escenario biológico, gnoseológico y sociológico, y ¡en ambos sentidos!.
Permítaseme ampliar un poco este concepto: siguiendo el planteamiento
popperiano, es sabido que todo cambio genético (sea la aparición o desaparición
de un órgano), motiva el surgimiento de alguna o algunas necesidades, las
mismas que para ser satisfechas, generan nuevos “aprendizajes” que a su vez
impelen nuevas formas de organización social. Considérese por ejemplo el
proceso de migración desde las cálidas llanuras de África, que hace
aproximadamente 200.000 años, iniciaron nuestros ancestros; al llegar al
continente europeo y encontrar nuevos nichos bio – eco – climatológicos, sufrió

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ciertos cambios “evolutivos” en la piel, debió aclararse el pigmento dérmico y a su


vez debió cubrirse de otro tipo de pelo, al menos en algunas partes del cuerpo, de
manera que pueda soportar los fríos inviernos del hemisferio norte; esto, ameritó
que el humano tuviera que “aprender” a cazar y pescar las desconocidas especies
y a cobijarse de los crudos temporales (hasta ese momento desconocidos), lo cual
por su parte, implicó “la invención” de nuevas formas de organización y el
surgimiento de “nuevos inventos”. Y, ¿qué ocurrió ante la aparición de la
“especialización” en el régimen alimenticio? Es de suponer que algunos miembros
de la Tribu o del primitivo Clan se hubieron “especializado” en la preparación de
los alimentos para el resto de los miembros, lo cual implica una suerte de
organización social; esto, a su vez tuvo que generar la necesidad de un nuevo
conocimiento, el referente a la preparación y cocción de los alimentos, lo cual, a lo
largo de algunos siglos de evolución, tuvo que motivar la desaparición de algunos
órganos, siendo el más notable de ellos, la denominada “muela del juicio”, que hoy
por hoy es un apéndice en franca desaparición.

1. ¿QUE ES CIENCIA? 

Comenzaré por esta primera interrogante, para argumentar algunas bases


histórico-culturales con respecto a su concepto. Ya en el escenario de esta
conferencia, se puede afirmar que la Idea de Ciencia brota de las ciencias
naturales o puras en cuanto éstas son instituciones históricas y culturales
relativamente recientes. Desde este punto de vista es innegable (es decir, no es
opinable) que la idea de ciencia no es una idea eterna, o que pueda considerarse
como contenido permanente del mundo, a la manera como el Sol, en el
mapamundi de Aristóteles, se presentaba como un contenido permanente y eterno
de un mundo también eterno.

Pero las ciencias no son eternas, sino que son, ellas mismas, configuraciones
históricas. Tampoco son uniformes, porque hay muy diversos contenidos, normas,
instituciones, etc., que tienen que ver con las ciencias naturales o puras, y que
pueden todos ellos llamarse “contenidos científicos”, pero con un alcance muy
distinto. Hay, en resolución, muy diferentes acepciones o conceptos de ciencia.
Intentaremos, en esta conferencia, ver estas diversas acepciones no como si
fuesen resultado de un simple proceso “lingüístico” de arbitraria conceptualización
subjetiva, sino como expresión de una diversidad efectiva de contenidos
diferentes, pero entretejidos; por tanto, como una diversidad de acepciones
objetivas o con fundamento in re. Más aún, como acepciones que no van
agregándose las unas a las otras de modo externo, por mera yuxtaposición, como
aparecen en el diccionario, sino acepciones cuyos contenidos correspondientes se
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intersectan las unas a las otras, a veces de manera turbulenta. Las ideas de
ciencia que puedan ser determinadas a partir de estos diferentes conceptos serán
también diferentes; y las teorías orientadas a establecer los nexos entre estas
diversas ideas serán también múltiples y de diferente estirpe (científica, filosófica,
ideológica o inclusive teológica).

Intentando una máxima simplificación, distinguiremos cuatro acepciones o


modulaciones diferentes de ciencia, registradas en la lengua española o, si se
prefiere, cuatro acepciones de ciencia a cada una de las cuales corresponderá
también (puesto que no hay creaciones gratuitas) una denotación efectiva de
contenidos dados en un mundo cultural determinado: conceptos o acepciones de
ciencia que no son, por lo demás, independientes entre sí, puesto que aunque se
pueda afirmar que algunos son independientes de los otros, no puede suscribir la
afirmación recíproca.

A. En primer lugar, el concepto de ciencia como “saber hacer”, un concepto


según el cual la ciencia se mantiene aún muy próxima a lo que entendemos
por “arte”, en su sentido técnico. Así, hablamos de la “ciencia del zapatero”, de
la “ciencia del navegante”; también de la “ciencia política” (en el sentido del
saber político, en tanto incluye – o al menos debería incluir – no sólo “arte”
sino “prudencia”) e incluso, con Calderón, de la “ciencia de la honra”. Hay una
acepción del término sabiduría colindante con esta acepción de ciencia, la
acepción de la sabiduría en cuanto “ciencia del catador”, la sabiduría propia de
quien distingue sabores, la sabiduría como sapientia; la sabiduría se nos
manifiesta ahora como un “arte de la lengua”, capaz de diferenciar lo que es
venenoso y lo que es útil, lo que sabe amargo y lo que sabe dulce, más que
como “arte de la palabra”. Esta acepción del concepto de ciencia, no por ser la
primera desde el punto de vista histórico, deja de ser una acepción actual,
aunque no sea más que porque en el presente siguen viviendo los llamados
“contemporáneos primitivos”, pueblos ágrafos que, como los Tacana, los Ese
Ejja, los Sirionó, o los Yuqui, “entienden” sin embargo de sabores, y, por tanto,
son sabios.

B. En segundo lugar se menciona el concepto de ciencia como “sistema


ordenado de proposiciones derivadas de principios”. Esta acepción de
ciencia sólo puede aparecer, obviamente, en un estado del mundo (en una
cultura) en la que exista escritura, debate, organización lógica de
proposiciones: aproximadamente es el concepto de ciencia que Aristóteles
expone en sus Segundos Analíticos, tomando como modelo a las
construcciones geométricas de Teudio y otros geómetras. Un concepto que se
generalizó muy pronto, por los escolásticos, a sistemas de proposiciones que
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se ordenan en torno a principios pero no ya sólo geométricos sino también


teológicos o filosóficos: scientia est conclusionis. Desde la perspectiva de
esta acepción, el término ciencia no sólo comprenderá a la ciencia geométrica,
sino también a las “ciencias” filosóficas o teológicas, e incluso se hablará de
una “ciencia que se busca”. La segunda acepción de ciencia se consolida, por
tanto, en un escenario diferente del escenario en el que se configuró la
primera acepción del término ciencia. Mientras que el escenario de la primera
acepción era preferentemente el taller, el escenario de la segunda es la
escuela (la Academia). Una escuela que tenderá en su momento a
distanciarse del taller para mantenerse en el mundo idílico de las palabras
limpias, de los pensamientos. Por esto la segunda acepción de ciencia cubrirá,
como si fueran especies de un mismo género, a la geometría y a la física de
Aristóteles, a la teología dogmática y a la doctrina jurídica. Esta segunda
acepción de ciencia es, en resolución, una acepción de escuela
(“escolástica”), asociada a los libros y a las lecciones, a las lecturas (el “libro
de la ciencia” se llegará a concebir como una relectura del “libro de la
Naturaleza”, e incluso del “libro de la Revelación”); una acepción hegemónica,
con el nombre de episteme o de scientia, durante casi veinte siglos, los que
transcurren desde el siglo IV antes de Cristo hasta el siglo XVI de nuestra era.
Aun cuando hoy día esta acepción haya perdido su hegemonía sigue, sin
embargo, plenamente vigente.

C. El tercer concepto de ciencia, es el que tiene como denotación a las llamadas


“ciencias naturales o puras”, corresponde al “Estado del Mundo”
característico de la época moderna europea, la época de los principios de la
revolución industrial. Nuevos contenidos e instituciones comenzaron a
conformarse en esta época y en escenarios que, de algún modo, recuerdan
mucho a los talleres primitivos y aun a las escuelas posteriores: podría decirse
que son talleres convertidos en escuelas, es decir, laboratorios. Es la época
de Galileo o de Newton. Ahora aparece la ciencia en su sentido moderno, el
que consideraremos sentido fuerte o estricto. ¿Qué ocurre con la Geometría,
que considerada como prototipo de ciencia por Aristóteles, había sido tragada
por la segunda acepción? ¿No podría la Geometría ser recuperada para la
tercera acepción, que no excluye, por supuesto, la segunda? La teoría del
cierre categorial reinterpreta a la Geometría, en efecto, como ciencia en su
tercera acepción, negando la dicotomía entre ciencias formales y ciencias
reales. En todo caso, la ciencia, en esta nueva acepción fuerte, pasará a
primer plano durante los siglos XVIII y XIX, y en el siglo XX, será reconocida
como un contenido fundamental de nuestro mundo, en su forma de la “gran
ciencia”. Y mientras que la ciencia, en su sentido escolástico, pese a sus
pretensiones, era una parte del mundo cristiano o musulmán de la Edad Media
(del mundo mediterráneo), la ciencia actual es universal y pasa a desempeñar
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el papel de “esqueleto disperso” del Mundo que corresponde a nuestra


civilización industrial.

D. La cuarta acepción de ciencia es una extensión de la anterior a otros campos


tradicionalmente reservados a los informes de los anticuarios, de los cronistas,
a los relatos de viajes, a las descripciones geográficas o históricas, a la novela
psicológica o a las experiencias místicas. Esta extensión requerirá una
enérgica reformulación de los materiales tratados por aquellas disciplinas, a fin
de transformarlas en campos de lo que llamamos hoy “ciencias humanas”, e
incluso, “ciencias sociales”. De hecho el proceso de reconstrucción de
estos campos según el formato de la ciencia natural o pura ha logrado su
reconocimiento académico, aunque este reconocimiento no pueda confundirse
con una “justificación gnoseológica”. Hoy hablamos de Facultades de Ciencias
Históricas, de Ciencias de la Información, de Ciencias Políticas, de Ciencias
de la Educación, de Ciencias Empresariales, separándolas escrupulosamente
de la filosofía. Desde luego, quienes se sitúan en la perspectiva de estas
nuevas ciencias naturales o puras suelen mantener una escrupulosa voluntad
de cientificidad autónoma: los psicólogos, los pedagogos, los historiadores, los
filólogos, los economistas, los politólogos, etc., manifestarán, una y otra vez,
su voluntad de pisar en el terreno firme de una ciencia natural o pura que nada
quiere saber de las especulaciones filosóficas. Cualquiera que sea la opinión
que esta extensión del concepto de ciencia nos merezca, lo cierto es que se
trata de un hecho, ideológico o efectivo, que debe ser analizado y enjuiciado
por una teoría de la ciencia.

Mención especial merece aquí la aplicación del término ciencia a la filosofía: esta
aplicación se llevaba a cabo ordinariamente en la tradición escolástica, que incluso
llegó a considerar a la filosofía como la “reina de las ciencias”; asimismo, la
consideración de la filosofía como una ciencia ha vuelto a ser propuesta no
solamente por la fenomenología de Husserl (“la filosofía como ciencia
rigurosa”) sino también por el “socialismo científico” o por el materialismo
histórico, en algunas de sus corrientes. Mientras que la denominación escolástica
se mantenía, sin duda, en el sentido de la segunda acepción, la denominación
fenomenológica o marxista pretende incorporar también la tercera acepción del
concepto de ciencia.

Las cuatro acepciones del término “ciencia” que han discutido hasta este momento
están determinadas por el propio proceso de desarrollo de “materiales culturales”
muy precisos. No son, por tanto, acepciones caprichosas, “juegos aleatorios del
lenguaje”. Sin perjuicio de ser acepciones de una sola palabra, la palabra
“ciencia”, o sea de una parte del lenguaje, nos inclinamos a verlas como reflejos
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lingüísticos de procesos reales, materiales, culturales, antes que como creaciones


libres de una supuesta “facultad lingüística mitopoiética”.

Ahora bien, las acepciones del término ciencia, cuando se consideren en función
de sus correlatos materiales, dejarán de ser meras significaciones alternativas
(numerables, al modo de algunos diccionarios, como si fuesen términos
autónomos) para convertirse en momentos de una Idea que contiene a todas
estas acepciones a título de modulaciones suyas, a saber, las modulaciones de la
Idea de ciencia. Una Idea que no podría tener tampoco una figura unívoca, porque
la coordinación de las diferentes acepciones resultará estar llevada a efecto de
modos diferentes en función del peso relativo que se otorgue a las acepciones
originarias. Y, a su vez, esta coordinación estará en función de las relaciones que
establezcamos entre tales acepciones y otros diversos contenidos del mundo (por
ejemplo: arte, filosofía, mitología, política, etc.). Y como quiera que la exposición
de cada uno de los sistemas alternativos de relaciones que, sobre el particular,
pudiéramos discernir, dada su complejidad, no puede menos de cobrar muy pronto
la forma de una teoría (que en este caso será una teoría de la ciencia), podremos
concluir que el análisis de las diversas ideas de ciencia que hayan ido
conformándose en los diferentes tiempos y lugares, implicará, en realidad, una
correspondiente teoría de la ciencia. Estas teorías, a su vez, resultarán ser, en
general, partes de otras teorías o disciplinas (digamos: teorías genéricas de la
ciencia) y sólo en alguna ocasión podrán ser reconocidas como teorías de la
ciencia con significado específico.

Hay múltiples teorías (genéricas) de la ciencia. De otro modo: existen “enfoques”


muy diversos y, muchos de ellos, con pretensiones de cientificidad ellos mismos.
De una cientificidad que tenga que ver con la tercera acepción y, acaso, con la
cuarta acepción de las formuladas líneas arriba.

Estos “enfoques” bien pueden ser considerados, genéricos, en la medida en que


ellos forman parte de disciplinas de cuyos campos pueden ser contenidos en las
ciencias naturales o puras. Por ejemplo, la Psicología de la ciencia se enfrentará
con las ciencias naturales o puras en lo que ellas tengan de actividades cognitivas
o lingüísticas e incluso emocionales, llevadas a cabo por sujetos humanos (acaso
también por animales): la llamada “Epistemología Genética” de Jean Piaget es, en
realidad, una Psicología Evolutiva de las facultades cognitivas, en cuyo ámbito se
harán figurar a las mismas ciencias naturales o puras en lo que éstas tengan de
“estrategias cognitivas”.

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Sin dejar de lado estos diversos enfoques, es deseo de este autor referirse a la
Teoría de la Ciencia “por antonomasia”, es decir, a una teoría de la ciencia que
pretenda reconstruir la idea de ciencia natural o pura, en lo que ella pueda tener
de más característico entre las restantes configuraciones culturales. Una tal teoría
de la ciencia (que irá referida, desde luego, a la ciencia en su tercera acepción y, a
través de esta, a la cuarta) no se mantendrá en la consideración de aquellos
momentos genéricos según los cuales las ciencias son, desde luego, procesos
tecnológicos informáticos (muy cercanos al arte) o bien procesos lógico –
formales, o procesos sociales, sino que buscará circunscribirse en aquellos
momentos específicos característicos en virtud de los cuales pueda decirse que
una ciencia natural o pura dada (por ejemplo, la Termodinámica) se diferencia de
una sinfonía, de una catedral o de un partido político y, por supuesto, de un
tratado de filosofía; y, en cambio, se asemeja a otras ciencias naturales o puras,
como puedan serlo la Biología molecular o la Aritmética.

Para referirnos a estas teorías de la ciencia que quieren mantenerse a esta escala
de análisis nos serviremos de la teoría gnoseológica que pretende establecer la
estructura de las ciencias naturales o puras, no ya en tanto que forman parte de
estructuras operatorias o proposicionales, o informáticas o sociológicas, sino en
tanto que las ciencias naturales o puras, además de implicar, desde luego, a tales
estructuras (a título de componentes genéricos) se constituyen como estructuras
peculiares; lo que no excluye que una teoría gnoseológica de la ciencia haya de
tomar en consideración muchos contenidos y métodos de la Psicología, de la
Sociología, de la Teoría de la Información o de la Lógica Formal.

La teoría gnoseológica de la ciencia es una teoría filosófica. No es una teoría


científica (psicológica, sociológica, económica, etc.), ni tampoco cabe concebirla
como una “ciencia de la ciencia”, al menos cuando nos situamos en la perspectiva
de la teoría del cierre categorial. El conjunto de las ciencias no constituye una
categoría en torno a la cual pudiera establecerse un cierre categorial
característico. Pese a esto, esta perspectiva explicativa, permite advertir una
suerte de “común denominador” en las cuatro acepciones discutidas: el
CONOCIMIENTO. La ciencia, sea cual fuere su conceptualización, gira alrededor
del conocimiento, sin que el conocimiento sea su objeto; es más, se puede afirmar
que la ciencia, esa ciencia genérica de la que estamos discutiendo, carece de
objeto fijo puesto que cualquier problema puede abordarse científicamente,
siempre y cuando ese abordaje implique conocimiento. Lo que si tiene la ciencia,
es objetivo; y éste radica en alcanzar en cada caso, el conocimiento, pero un
conocimiento veritativo, plausible y explicativo; en otras palabras, el objetivo de la
ciencia, es nada más ni nada menos que LA VERDAD; aún a sabiendas de que no
existe una verdad absoluta. Una mejor explicación, una teoría más fértil (en

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términos de motivar y generar investigaciones); un cuerpo teórico resultante de


procesos de investigación que explique más plausiblemente una realidad, lo que
hace es acercarnos un poco más a la VERDAD; insisto, aún a sabiendas de que
no existe una verdad absoluta, y consiguientemente incrementa nuestro
conocimiento formal.

A manera de corolario de esta parte, me atrevo a afirmar que el máximo objetivo


(magna victum triumpho) de la ciencia, es el incrementar el conocimiento por
medio de la verdad. Esta es la regla de oro de la ciencia, su sentido y su
argumento: la búsqueda incansable de la verdad.

2.   ¿QUE ES IDEOLOGÍA? 

Desarrollaré en este acápite lo concerniente al tema de la ideología en cuanto al


concepto que tenemos de ella, desde una perspectiva filosófica y también
histórica. Se puede decir que el término “ideología” es uno de los términos cuyo
significado es más variable e impreciso. Este término fue utilizado por primera vez
por el filósofo Antoine-Louis Claude Destrutt de Tracy para referirse a su teoría de
la formación de ideas, pero quienes otorgaron a este término sus connotaciones
actuales fueron Marx y Engels: ellos entendieron por “ideología” un tipo especial
de "conciencia falsa" determinada por las relaciones sociales y nunca la aplicaron
al escenario del conocimiento, sino sólo a una forma de error socialmente
condicionada. Aún ahora, algunos sociólogos anglosajones al discutir acerca de
los ideologismos, se refieren, por lo general, a “sistemas organizados de
creencias irracionales, aceptadas por autoridad, que cumplen con una
función de dominio sobre los individuos”.

Se puede ya en este punto intentar una suerte de primera aproximación al


concepto de “ideología” como un conjunto de ideas, formuladas
deliberadamente, coherentes y sin embargo irracionales, empleadas para
delimitar, comprender y explicar la forma en que puede organizarse la
sociedad. Utilizada de esta manera, se confiere a la ideología un carácter
peyorativo, buscando denigrar y anular las ideas de aquellos a quienes se refiere.
Este uso del término sugiere que las ideas, elevadas al nivel de lo absoluto (nivel
ideológico), de alguna forma, son inherentemente falsas e imperfectas puesto que
no son realistas (en el sentido de que son inalcanzables) o no reflejan la realidad.
Es habitual que la gente se refiera a la filosofía de un cierto movimiento político
como si se tratara de una ideología: nazi, fascista, socialista, de derechas, de

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izquierdas, etc. Las ideologías son, en este sentido, algo que alguien trata de
imponer a los demás.

Sin embargo, existen otras visiones contrarias a la anterior, por lo tanto, se puede
proponer otro concepto del término: “La ideología es un conjunto de valores
sociales, ideas, creencias, sentimientos, representaciones e instituciones
mediante el cual los seres humanos, de forma colectiva, dan sentido al
mundo en el que viven.” Es característica propia del ser humano tener un
conjunto de valores, sentimientos, creencias que “tenga sentido” para él; de esta
manera, esta conceptualización se fija en el hecho de que el ser humano busca
sentido al mundo colectivamente. Para que una ideología tenga repercusión social
debe ser compartida, convenida entre un grupo numeroso de personas. Sin
embargo, pese a que ese derecho resulta inalienable e inajenable, no deja de
poseer un origen que se remonta a una idea original, existente en la mente de un
individuo, y que ha crecido y elevado al nivel del convencimiento; la ha transmitido
a otros individuos, y los ha convencido, sea por la vía de la imposición, sea por la
vía del consenso, pero muy difícilmente la hará extensiva a “toda la comunidad”.
Ahora bien, por el hecho de haber sido elevada al nivel del convencimiento, ¿qué
ocurre con quienes no la aceptan? Para el ideólogo, simplemente están
equivocados, es decir son por lo menos, “enemigos” del [supremo] ideal.

El problema fundamental del ideologismo, es su estructura de completo


convencimiento. Más allá de toda objetividad, el ideologismo presupone un mundo
que sólo existe en la mente del ideólogo, El es su creador y consiguientemente
sólo él lo entiende a plenitud. Analicemos brevemente uno de los ejemplos más
claros a propósito del tema.

Aún en nuestros días se mantiene la moda del marxismo, sin embargo tras un
breve análisis de algunas de las hipótesis y teorías planteadas por Marx se puede
evidenciar que la concepción marxista del mundo sólo podría estar en la mente de
Marx:

i. Una de sus más importantes hipótesis, la de la depauperación continua del


proletariado que significa no otra cosa que el empobrecimiento permanente y
creciente de la clase obrera, ha resultado completamente falsa ya que en la
actualidad los niveles de vida de la clase obrera en los países desarrollados son
de lejos altamente expectativos. Además esta hipótesis carece de sustento
lógico por cuanto el capitalismo al ingresar en la fase de producción masiva,
estuvo obligado a mejorar los niveles vida de la clase obrera ya que era la única
manera de poder generar mercados aptos para esa producción masiva, carecía

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de sentido producir masivamente si las grandes masas poblacionales eran cada


vez más pobres

ii. Marx propuso, también en forma hipotética, que la revolución social tendría que
producirse en uno de los más evolucionados países capitalistas, ya que el
grado de evolución, determinaría la existencia de una conciencia de clase
proletaria directamente proporcional al nivel de desarrollo capitalista. Éste
hipótesis también resultó falsa: la primera revolución social tuvo su ocurrencia
en el país más retrasado de la Europa de comienzos del siglo XX.

iii. Marx y Engels sostenían en un país socialista no podrían producirse conflictos


sociales, sin embargo entre el 5 de enero y el 20 de agosto del año 1968
Checoslovaquia fue invadida por la Unión Soviética sus aliados del Pacto de
Varsovia (excepto Rumania) con la única finalidad de abortar el movimiento
social que buscaba el ingreso de un potencial sistema capitalista dentro de la
República Checa. La revuelta terminó en un baño de sangre.

En la República Popular China, entre el 15 de abril y el 4 de junio de 1989 se


inicia una movilización popular liderada por estudiantes. Los manifestantes
provenían de diferentes grupos, desde intelectuales que creían que el gobierno
del Partido Comunista era demasiado represivo y corrupto, a trabajadores de la
ciudad que creían que las reformas económicas en China habían ido
demasiado lejos y que la inflación y el desempleo estaban amenazando sus
formas de vida. La revuelta terminó cuando el ejército chino masacró a los
manifestantes.

Ejemplos como los anteriores, sumados a las experiencias de Camboya, Cuba,


Vietnam, etc., rompen completamente la hipótesis marxista.

iv. Marx sostuvo también que entre países socialistas, no podría existir conflicto de
intereses, y apenas instaurado el régimen de Mao en la China, entre ésta y la
ex Unión soviética varias veces llevaron al planeta al borde mismo del desastre.
Otra hipótesis que murió.

v. Marx sostenía que la “historia de la humanidad es la historia de la lucha de


clases”, así mismo sostenía que la etapa de transición del Capitalismo al
Comunismos, esto es la etapa del Socialismo, entendida como la etapa de la
Dictadura del Proletariado, tenía por finalidad erradicar la existencia de clases
sociales antagónicas. ¿quería decir que la Etapa del Socialismo, entonces, era

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la etapa de preparación del final de la Historia de la humanidad? ¿No es eso


una aparente contradicción por ambigüedad e inconsistencia lógica?

vi. Esto último lleva al propio Marx a trivializar su propia teoría, pues resulta que
cuando Marx desarrolla el tema de “la emancipación de la clase oprimida”, el
proletariado, “lo que implica necesariamente la creación de una nueva
sociedad”, sostiene que para que esto suceda, “es necesario que los poderes
productivos ya adquiridos y las relaciones sociales existentes ya no puedan
estar uno al lado del otro … La organización de los elementos revolucionarios
como clase supone la existencia de todas las fuerzas productivas que podrían
engendrarse en el seno de la antigua sociedad” este famoso pasaje, que
introducía el concepto de “revolución total y anunciaba el fin de todo
antagonismo concluye con una no menos famosa pregunta hecha por el propio
Marx: “¿Esto significa que después de la caída de la antigua sociedad habrá
una nueva dominación de clase que culminará en un nuevo poder de clase?”a
la cual el propio Marx responde con un simple “no”. Esto definitivamente es
trivializar un tema de tan vital importancia.

Y que quede claro que Marx fue poseedor de una definitivamente gran
inteligencia. ¿Qué pasó, entonces? Simplemente que Marx se había enfermado de
ideologismo, al extremo de perder la objetividad del científico. No es que sea malo
tener sueños, ilusiones y esperanzas; eso es muy bueno, pienso que, sin duda,
una de las principales características del fenómeno llamado “vida”, es
precisamente el poseer expectativas, esperanzas, ilusiones e incluso sueños. Por
otro lado, pienso que las especies que carecen de expectativas simplemente
desaparecen, lo que no es tan bueno y, sin embargo, es representativo de nuestra
especie. Como lo es la capacidad de absolutizar un convencimiento y es peor aún
cuando el ser humano se convence “absolutamente” de algo que sólo está en su
propia mente.

3.  ¿QUÉ ES LA SOCIEDAD? 

De los tres apartados que pretendo encarar, probablemente este sea el más
sencillo de formularl y, al mismo tiempo, el más dificultoso de comprender. El
punto de partida, es necesariamente el hecho de que “sociedad” significa
genéricamente “agrupación”, de manera que ahora habremos de atender la
agrupación de seres humanos, es decir la sociedad humana. Para ello se recuerda
una noción básica: que el hombre es un ser social y está inmerso en la sociedad

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28 – CIENCIA, IDEOLOGÍA Y SOCIEDAD 

desde que nace hasta que muere. Algunas de las más comunes definiciones de
“sociedad” son:

“Reunión permanente de personas, pueblos o naciones que conviven y se


relacionan bajo unas leyes comunes” [DICCIONARIO ILUSTRADO DEL
CONOCIMIENTO NORMA, 6, Voz “Sociedad”, Pág. 2133, 2006. ]

“Agrupación de individuos con el fin de cumplir las finalidades de la vida


mediante la cooperación mutua” [Ibidem]

“Es un gran número de seres humanos que obran conjuntamente para


satisfacer sus necesidades sociales y que comparten una cultura común”
[FICHTER, J., “Sociología”. Herder. Barcelona. 1993. Pág.153]

“Sistema o conjunto de relaciones que se establecen entre los individuos y


grupos con la finalidad de constituir cierto tipo de colectividad, estructurada
en campos definidos de actuación en los que se regulan los procesos de
pertenencia, adaptación, participación, comportamiento, autoridad,
burocracia, conflicto y otros” [DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA,
Vigésima Segunda Edición, T. II, Pág. 2081, 2001]

De hecho, algunas características implícitas de una sociedad humana, pueden ser


explicitadas como sigue [FICHTER, J.,opus citate.154]:

a. “Las personas de una sociedad constituyen una unidad demográfica, es decir,


pueden considerarse como una población total.”

b. “La sociedad existe dentro de una zona geográfica común.”

c. “La sociedad está constituida por grandes grupos que se diferencian entre sí
por su función social.”

d. “La sociedad se compone de grupos de personas que tienen una cultura


semejante.”

e. “La sociedad debe poderse reconocer como una unidad que funciona en todas
partes.”

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28 – CIENCIA, IDEOLOGÍA Y SOCIEDAD 

f. “Finalmente, la sociedad debe poderse reconocer como unidad social


separada.”

Estas seis características, trasuntan un cierto grado de organización, de manera


que se podría establecer que por estructura social se entiende el orden u
organización por la cual los miembros de una sociedad ocupan en ella un lugar
especial y propio en el que actúan con vistas a un fin común. Por eso, como diría
Fichter en la obra citada, cuando dice “sociedad” se hace alusión directa a una
“estructura formada por los grupos principales interconectados entre sí,
considerados como una unidad y participando todos de una cultura común”

La sociedad existe para las personas, y las personas también desempeñan en ella
ciertas actividades con vistas al bien común. De este recíproco influjo surge la
satisfacción de las necesidades sociales, de dichas personas. Las funciones que la
sociedad está llamada a realizar, para el bien de las personas, son algunas
genéricas y otras, específicas.

Las funciones genéricas y su descripción según ese autor son, pues:

a. “Reúne a las personas en el tiempo y en el espacio, haciendo posibles la


mutuas relaciones humanas”.

b. “Proporciona medios sistemáticos y adecuados de comunicación entre ellas,


de modo que puedan entenderse”.

c. “Desarrolla y conserva pautas comunes de comportamiento que los miembros


de la sociedad comparten y practican”.

d. “Proporciona un sistema de estratificación de status y clases, de modo que


cada individuo tenga una posición relativamente estable y reconocible en la
estructura social”.

Mientras que sus funciones específicas son:

a. “Tiene una forma ordenada y eficiente de renovar sus propios miembros...”

b. “Cuida de la socialización, desarrollo e instrucción de sus miembros...”

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28 – CIENCIA, IDEOLOGÍA Y SOCIEDAD 

c. “En sus variados grupos económicos la sociedad produce y distribuye los


bienes y servicios...”

d. “La administración política y los diversos grupos cívicas satisfacen las


necesidades de orden y seguridad externa que sienten los hombres”

e. “Las diversas formas de religiones, atienden socialmente las necesidades


religiosas y espirituales...”

f. “Las asociaciones, existen grupos sociales y disposiciones sistemáticas que


están destinadas al descanso y diversiones...”

Esto reviste particular importancia por cuanto el logro de una “sociedad ideal”, esto
es una sociedad idealizada, tendría necesariamente que pasar por el otorgar a tal
sociedad la capacidad, la posibilidad y los medios de cumplir estas funciones y en
ambos escenarios. Y es ahí precisamente donde los ideólogos se equivocan
puesto que un constructo abstracto existente solamente en la mente de su
creador, no puede contemplar TODOS los elementos que implica el otorgar a la
sociedad, la capacidad, la posibilidad y los medios para el cumplimiento de sus
desiderata, menos cuando el camino para la construcción de esa sociedad, pasa
(casi invariablemente por todas las ideologías) por la destrucción completa de la
sociedad anterior (recuérdese nomás el esfuerzo de nuestro actual gobierno por
acabar con todas las estructuras existentes en aras de una “nueva Bolivia”).

4.  EL SER HUMANO: ENTRE LA CIENCIA Y LA CREENCIA 

Bertrand Russell (1872 – 1970), fue uno de los más grandes científicos y
divulgadores de la ciencia de nuestros tiempos, además profesaba públicamente
su adscripción al marxismo y se autocalificaba como un socialista militante. Un
día, luego de acabar una conferencia acerca del Atomismo Lógico en el Aula
Magna de la Sorbona de París, fue abordado por un grupo de periodistas; uno de
ellos, inquiriendo al veterano maestro, le preguntó: -“¿Posee Usted alguna
Ideología?”, a lo cual el científico respondió: -“¡Por supuesto que si!”. El diálogo
prosiguió con una nueva pregunta del periodista: -“Y, dígame: ¿Estaría Usted
dispuesto a dar la vida por sus ideales?”, a lo que Russel con toda impavidez

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28 – CIENCIA, IDEOLOGÍA Y SOCIEDAD 

respondió: -“¡Por supuesto que no! Es seguro que están equivocados”. Se


refería a sus ideales…

Otro hecho diferente protagonizado por un científico se refiere al físico ruso Andrei
Sakharov:

El sostenía haber decidido “probar una versión limpia de la bomba”, en una clara
alusión a la bomba de Hidrógeno (Sakharov, fue el padre de la Bomba de
Hidrógeno conocida con el nombre de la Bomba del Zar, el artefacto nuclear más
poderoso jamás detonado por el ser humano, su explosión equivalió a 5 millones
de bombas atómicas de Hiroshima). En su autobiografía personal denominada
“Memorias” el físico ganador del Nobel de la Paz menciona:”Después de la prueba
de la Gran Bomba, quede preocupado por el hecho de que los militares no
pudieran usarla sin un portador efectivo (un bombardero sería muy fácil de
destruir)”. Así a Sakharov le “preocupaba” que la bomba no pudiera ser usada en
contra de los Estados Unidos de Norteamérica. Pero el problema de Sakharov no
queda ahí, ya que prosigue diciendo “Soñaba con la idea de un torpedo gigante,
lanzado de un submarino y equipado con motor jet de propulsión nuclear que
convertiría el agua en vapor. Los objetivos serían los puertos enemigos a varios
cientos de kilómetros de distancia… cuando alcanzaran sus objetivos, las cargas
de 100 megatones explotarían tanto por debajo del agua como en el aire,
causando muchas muertes… Consulté al almirante Fomin en una etapa temprana
del proyecto del torpedo. Estaba perturbado y disgustado por la idea de una
matanza masiva sin piedad, e hizo hincapié en que los oficiales y los marineros de
la flota estaban acostumbrados a luchar sólo como adversarios armados, en una
batalla abierta. Yo me quedé totalmente avergonzado, y nunca volví a discutir el
proyecto con nadie.”

Después de haber soñado algo tan aterrador, Sakharov queda avergonzado.


Personalmente me pregunto si este físico merecía el Nobel de la Paz o una
condena a cadena perpetua, y no por sentir vergüenza precisamente.

Retomando el tema, para poder esclarecer la Triada CIENCIA – IDEOLOGÍA –


SOCIEDAD, no se deben perder de vista dos hechos fundamentales: mientras la
ciencia TIENE UN SOLO IDEAL: ENCONTRAR LA VERDAD, las ideologías, al
igual que las religiones tienen sus PROPIAS VERDADES ABSOLUTAS. Estos dos
hechos resultan ser completamente excluyentes entre sí, no pueden cohabitar y
menos en el escenario de la sociedad, lo que no quiere decir que un científico sea
menos científico por abrazar una ideología o una religión. Me explico un poco
más: Todo ser humano tiene el derecho de creer en lo que limpiamente le dé la

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28 – CIENCIA, IDEOLOGÍA Y SOCIEDAD 

gana, pero no tiene el derecho de incurrir en la falacia del “Confussum Suis cum
Velocitas” (Confundir el Chancho con la Velocidad); es decir no tiene ni el derecho
ni la posibilidad de involucrar a sus creencias con su ciencia ni a su ciencia con
sus creencias (la exclusión es en ambos sentidos).

La ciencia como tal es a – moral, lo que la sociedad haga con los resultados de la
ciencia, podrá tener una dosis de moralidad, pero los resultados no pueden ni ser
malos, ni ser buenos. Es el caso de un cincel y un martillo: con un cincel y un
martillo, Miguel Ángel esculpió “La Piedad” de un trozo de mármol, mientras que
con un cincel y un martillo un hombre desnucó a otro, y no por ello un cincel y un
martillo son buenos o malos.

Resumiendo, a manera de corolario, este autor considera que la ciencia no es


imparcial, pero al mismo tiempo no da cabida a ideologismo alguno; el científico,
DEBE tener sueños, ilusiones y esperanzas. El científico debe poder soñar con el
esclarecimiento de un problema; debe tener la ilusión de que sus descubrimientos
aportarán realmente al conocimiento y debe tener la esperanza de que con su
obra la humanidad se acerque un poco más a la Verdad. ¡Y esto es una tarea de
tiempo completo!

El construir mundos y sociedades en la mente, convencerse de que son la mejor


forma de vida, creer que la humanidad no tiene otro camino y salir al mundo a
imponer sus ideas (sea por la vía de la imposición o la vía del consenso), no son
ciencia, son ideologías. Llamar a las ideas de un mundo mejor como ciencia, es
incurrir en la falacia citada líneas arriba.

Otra cosa muy distinta es que el ideólogo asuma los aportes de la ciencia y o bien
decida hacer una “Piedad” o bien decida desnucar a alguien, pero eso ya no es
problema del científico.

En todo caso, un científico (y creo que todos) deberían adscribirse


fundamentalmente al Humanismo, a ese Humanismo que no es tanto una
concepción filosófica tanto como una valoración de la vida humana. En sentido
antropológico, es humanista quien cree que el hombre mismo es la meta y
justificación de todo esfuerzo humano; el hombre y no alguno de los innumerables
fetiches creados por el ser humano. La consigna del humanismo debería ser “Ad
majorem homini gloriam”. No es humanista quien, en esta fórmula, sustituye
“hombre” por “Dios”, “occidente”, “oriente”, “estado”, “partido”, o cualquier otro
término: será teísta, occidentalista, orientófilo, estatista, o partidista, pero no
humanista.

Raúl Gustavo Eid Ayala Ph.D.   

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La ciencia por principio es humanista, desde el momento mismo en que busca la


verdad del conocimiento del ser humano, hasta el momento en que aporta sus
descubrimientos, inventos y explicaciones, lo hace con la única finalidad buscar un
mundo mejor para él ser humano, pero un mundo mejor sustentado en la verdad.

El logro de un mundo mejor, solo será posible si y sólo si el ser humano, es capaz
de organizarse a partir de tres pilares básicos: la TOTAL VIGENCIA DE
DERECHOS; LA MÁS ABSOLUTA LIBERTAD y LA COMPLETA VIGENCIA DEL
IMPERIO DE LA LEY. Todo lo demás, todos los “ismos” a los que ya estamos
acostumbrados, solamente son burdas caricaturas de un mundo mejor. Y el
máximo deber científico es encontrar la verdad para hacer ese mundo posible.

Gracias.

Santa cruz, Julio 21 de 2008

Raúl Gustavo Eid Ayala Ph.D.   

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BIBLIOGRAFÍA 

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DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Vigésima Segunda
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