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OPINIONES

La violencia obstétrica nos interpela


26 DE ENERO 2018


 

 

 

 
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La violencia obstétrica es aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los
procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de
medicamentos y la patologización de los pro cesos naturales.

Esta constituye una de las tantas formas de violencia y discriminación que podemos sufrir
las mujeres y es producto de la intersección de otros tipos de violencias y vulneraciones:
violencia de género, violencia institucional en el ámbito de la salud, vulneración de
derechos sexuales y reproductivos, entre otros. Y es quizás una de las más naturalizadas, a
tal punto que no siempre se la reconoce como tal. La violencia obstétrica puede afectar a la
mujer y a su hijo durante el embarazo, el parto e, incluso, el posparto. Se manifiesta
mediante prácticas, conductas, acciones u omisiones, sobre la mujer y el recién nacido,
realizada por los profesionales de la salud de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito
público como en el privado:

* No atender oportuna y eficazmente las emergencias obstétri cas.

* Obligar a la mujer a parir en posición supina y con las piernas levantadas, cuando están
presentes los medios necesarios para la realización del parto vertical.

* Obstaculizar el apego precoz del niño con su madre, sin causa médica justificada,
negándole la posibilidad de cargarlo y amamantarlo inmediatamente al nacer.

* Alterar el proceso natural del parto de bajo riesgo, mediante el uso de técnicas de
aceleración, sin obtener el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer.

* Practicar el parto por vía de cesárea, cuando existen condiciones para el parto natural, sin
obtener el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer.

Hablar de violencia obstétrica no solo implica reconocer diversas situaciones de


humillación, violencia y degradación que puede sufrir una mujer al momento de realizar
una consulta o asistir a un parto. Supone también reclamar derechos que son contemplados
tanto en la ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra
las mujeres, como así también, en la actual ley de parto respetado. La Ley N§ 25.929 de
Parto Humanizado y su decreto reglamentario N§ 2035/15 garantiza un espacio familiar
donde madres, padres y bebés sean los protagonistas y el nacimiento se desarrolle de la
manera más natural posible, en consonancia con las necesidades y deseos de cada familia.

Existe en la Argentina un único informe al respecto el cual muestra que el 33% de las
gestantes encuestadas sintió que ellas o sus bebés corrieron peligro durante el parto y que el
40% no pudo ejercer su derecho a estar acompañadas.

Sabemos que para dar mayor fuerza a la condena social de todas las formas de violencia
contra las mujeres, es crucial poder contar con datos precisos e inclusivos de lo que sucede
en cada rincón de la provincia.

No podemos olvidar la tragedia sucedida hace un mes en el norte de nuestra provincia de


Salta, precisamente en el hospital de Tartagal, donde una madre de 30 años que entró
prematuramente en trabajo de parto, perdió a su hijo decapitado en pleno parto. Este y otros
casos nos interpelan como mujeres, pero nos debería interpelar a todos como salteños.
Casos como estos evidencian la calidad de la prestación pública de salud. Son casos que
además desnudan la debilidad de cobertura y efectiva protección de ciertos derechos
humanos. Ante el incumplimiento de la Ley 25.929 de Parto Humanizado se ven violados
derechos fundamentales de la madre y su bebé durante el proceso del nacimiento.
Necesitamos que el Ministerio de Salud Pública de Salta ponga en marcha acciones
preventivas.

Sabemos de la buena voluntad de muchos médicos, médicas, enfermeros, enfermeras y


personal de la salud en el ámbito público y privado. Queremos y necesitamos escuchar sus
puntos de vista. Asimismo, el Estado debe garantizarles las mejores condiciones
institucionales para que puedan ejercer su profesión en forma digna. En ese sentido,
consideramos que en su capacitación constante reside la posibilidad de un verdadero
cambio de perspectiva.

Los legisladores debemos asumir un firme compromiso e impulsar una correcta


planificación de políticas públicas que garanticen el derecho de todas las mujeres salteñas a
vivir una vida sin violencia y sin discriminaciones.

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