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Se embarazan por un plan

10 Septiembre, 2017

Daniela tiene 25 años y estudia Psicología en la Universidad Católica. Realizó una


investigación sobre la multiparidad en mujeres jóvenes de un barrio cerrillano. El
estudio buscaba romper el mito alrededor de la Asignación Universal por Hijo: las
mujeres se embarazan por un plan.

Daniela hablará de la investigación que se convirtió en el proyecto de su tesis para recibirse


de Licenciada en Psicología; la multiparidad y sus representaciones en el sistema de salud.

Cuando cursaba el cuarto año de la carrera, dentro del marco de la beca “Ramón Carrillo,
Salud Investiga”, Daniela se movió al barrio Villa Balcón de la localidad de Cerrillos para
una práctica de campo en el centro de salud y escuchó por casualidad cómo
los profesionales a cargo se referían a las jóvenes de condición humilde con muchos hijos,
usando esa famosa frase de que se embarazan por tener un plan. Esta discriminación generó
en ella incomodidad debido a la estigmatización que sufrían las mujeres sólo por el hecho
de ser pobres; entonces decidió que ese sería el tema de su tesis. Por ello entrevistó a
muchas mujeres, hizo grupos focales, las acompaño a sus actividades, las visitó en sus
casas y después articuló con teoría de género y materialismo. Su trabajo deja claro cómo
estas adolescentes y mujeres jóvenes están constantemente expulsadas del sistema
educativo y productivo, los novios las celan y no las dejan estudiar, no existe la opción del
trabajo en blanco y lo único que conocen es criar hermanos. A pesar de todo esto, luego de
que tienen hijos porque no tienen ni idea de cómo cuidarse, ingresan por primera vez al
sistema a través de la asignación universal (AUH) y en muchos casos vuelven a estudiar, a
formarse y hasta trabajan de manera precaria para brindarles algo que ellas no tuvieron.

La AUH entró en vigor el 29 de octubre de 2009 por el decreto 1602/09 del Poder
Ejecutivo de la Nación para la protección social a un sector excluido. Es un seguro social
que otorga a personas desocupadas, que trabajan como empleados en negro o que ganan
menos del salario mínimo, vital y móvil un beneficio por cada hijo discapacitado o menor
de 18 años. A diferencia de lo que muchos creen -que mientras más hijos más dinero
poseen- es todo lo contrario ya que a partir del tercero las familias comienzan a cobrar
menos.

“Para ellas es una situación normal tener 4 o 6 hijos antes de llegar a los 29 años. Vienen de
una historia familiar de maternidades tempranas y de una cultura donde la manera de
retener al hombre es a través de la descendencia”, dice Daniela. “Casi siempre los
embarazos son por accidente ya que no tienen nociones de autocuidado, deciden no
cuidarse por una cuestión de fe o porque sus parejas no les permiten usar anticonceptivos”.
Si ellas usan anticonceptivos quiere decir que están engañando a sus parejas; les dicen que
hay que cuidar al marido para que no se vaya y la forma de hacerlo son los hijos, estos
existen como la prueba viviente del pacto que hacen con el patriarcado.

De acuerdo a la investigación que Daniela llevó adelante, estas mujeres están desafectadas,
sin tejer ningún tipo de lazo social, mucho antes de quedar embarazadas. La maternidad
tiene poco que ver. Es la sociedad patriarcal la que les asigna un rol dentro de un esquema
del cuál no pueden salir y desde chicas son adoctrinadas para ser madres y resignarse
únicamente al espacio doméstico. Podría decirse que ese es un aspecto negativo importante
que tiene la asignación y es que fortalece la idea de la mujer en el hogar mientras el hombre
sale a trabajar. Una forma más de sometimiento hacia los géneros por parte del capitalismo.
La parte buena radica en el uso de la asignación y el manejo del dinero en el hogar, lo que
permite que las mujeres se acostumbren a administrar sus propios gastos sin tener que
depender de la pareja.

“La asignación es la única forma que tienen de superarse como personas, les permite salir
de sus casas y sociabilizar con otras mujeres que están pasando por situaciones similares.
Una vez que comienzan a cobrar aparecen dentro del sistema y en el radar de centros de
salud, agentes sanitarios y otras entidades que les brindan contención. Por ejemplo, en los
CPI (Centros de Primera Infancia) reciben charlas sobre educación sexual y violencia de
género”, argumenta Daniela.

Existe el prejuicio dando vueltas, de que si una mujer de clase media o alta se dedica a sus
hijos se piensa que es una buena madre y por sobre todo dedicada. Pero si esa madre es
pobre se la discrimina cuando decide tenerlos y criarlos; mucho más si recibe una ayuda
que le permita tener una vida un poco más digna.

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