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SEMANA 5

Intervención en Adicciones
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LA ENTREVISTA MOTIVACIONAL

Introducción

El ámbito de la intervención psicosocial entrega la posibilidad de generar


estrategias que permitan movilizar cambios, en aquellas personas que presentan
alguna complicación específica o que consulten por temas de salud mental.

Constantemente las personas que consultan en los servicios de salud mental o de


urgencias, se están refiriendo a aquello que les genera conflicto, como el deseo o
la necesidad de incorporar nuevos cambios en su estilo de vida, mejorando así su
autoeficacia o toma de decisiones.

Gran parte de la atención sanitaria tiene que ver con la gestión de

enfermedades crónicas en las que la conducta y estilo de vida del paciente

determinan su salud, su calidad de vida y su longevidad. Por lo tanto,

médicos, dentistas, enfermeros, dietistas y nutricionistas también

mantienen con regularidad conversaciones sobre el cambio de conducta y

de estilo vida (Rollnick, Miller y Butler, 2008, citados en Miller y Rollnick,

2015).

Desde este ámbito, se está continuamente conversando respecto de cómo se


presentan ciertas conductas o cómo estas influyen de manera directa en nuestro
estilo de vida.

Posterior a un evento de crisis, las personas comienzan a reflexionar respecto de


hacer ciertos cambios en sus formas de ver aquello que les afecta y de esta
manera, cómo podrían motivarse para potenciar ciertas estrategias que les

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permitan ir mejorando o gestionando sus relaciones interpersonales, así como sus


dinámicas familiares.

Pero en el proceso de generar nuevas pautas que ayuden a las personas a salir
adelante, es importante no desconocer el valor que cobran ciertos patrones o
estados emocionales, que activan directa o indirectamente conductas de nuestros
diversos estados emocionales o ambivalencias, frente a un proceso de cambio o
no.

Lo anterior hace pensar en modelos de intervención que aboguen por aquellos


momentos terapéuticos en donde los pacientes reflexionan respecto de su
motivación para generar cambios más profundos, pero no saben el cómo poder
concretarlos debido a la fuerte ambivalencia o estados emocionales antagónicos.

Desde este ámbito de acción, el terapeuta debe generar un espacio en donde sus
intervenciones, generen momentos terapéuticos de evocación y reflexión, así
como de respeto en los timing de los procesos de cambios a sus pacientes,
colaborando en sus procesos más que dirigirlos.

¨Evocar con respeto sus motivaciones y sus conocimientos; y aceptar de

forma radical que, en última instancia, que el cambio suceda o no es una

decisión personal y un ejercicio de autonomía que no podemos arrebatar

al cliente, por mucho que podamos desearlo en algunas ocasiones (Miller

y Rollnick, (2015)).

Si hay algo fundamental al decir respecto de lo anterior, es que la entrevista


motivacional (EM) es un estilo terapéutico que permitirá vincular a la persona
hacia una motivación más profunda para generar un cambio y así poder brindar un
espacio de colaboración en el descubrimiento y evocación de nuevas pautas hacia
un surgimiento de un cambio.

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Llama la atención cómo la EM puede ser ocupada en distintos medios o campos


de acción, salud mental, nutrición, enfermería, así como también puede ser
manejada por diversos profesionales que se especializan en este tipo de
intervención.

El éxito de la EM se debe principalmente, y tal como lo indica el presidente de


GETEM, a que este tipo de entrevista facilita la relación con el cliente. Y del mismo
modo, en cómo este método ha sido evaluado científicamente a través de 25.000
artículos, así como se han llevado más de 200 ensayos clínicos aleatorios de su
proceso de instauración en la práctica cotidiana.

En el campo de las adicciones, la EM ha tenido un avance significativo en el cómo


proceder en su intervención con poblaciones de personas con problemas de
consumo de drogas y del cómo estas personas generan nuevas pautas de
cuidado y de acción frente posibles escenarios de recaídas y de consumo.

Si bien es cierto durante años el proceso de la EM se ha nutrido tanto de la


práctica, como de las investigaciones y de metodologías, lo que no ha dejado de
cambiar en la EM es su espíritu subyacente, es decir, una actitud mental y
emocional al practicarse.

Del mismo modo, un individuo que busca generar un cambio a favor de su estilo
de vida, es pensarlo como un individuo desde una mirada compasiva, con
respecto, con autonomía y con capacidad de decisión personal.

La EM invita a los terapeutas a mantener el respeto por las decisiones de cambio


de las personas, evocando así el respeto en sus propias motivaciones, por sobre
la propia expectativa de su tratamiento.

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I. ¿Qué es la Entrevista Motivacional?

La EM está enfocada en el discurso, diálogo o lenguaje natural respecto del


cambio. Desde este punto de vista, su objetivo es tener conversaciones más
efectivas sobre el cambio, sobre todo cuando se da en contexto en donde se
brinda apoyo y ayuda.

Este tipo de entrevista se ha diseñado con el objetivo de crear un modo


constructivo de conversación para quienes se adentran en la motivación de
cambio de otra persona. Es decir, la EM organiza estas conversaciones de tal
modo, que las personas se persuadan así mismas para generar cambios, en
función de sus propios intereses y motivaciones.

Tal como indica Miller, W. y Rollnick, S., 2015 (2015, p. 37) la EM: “Es un estilo de
conversación cuyo propósito es reforzar la motivación y el compromiso de la
persona con el cambio”.

Este tipo de conversación puede llegar a ser breve o prolongada y darse en


diversos contextos individuales o grupales. Lo que sí es necesario indicar, que
este tipo de conversación es colaborativa, ya que guía el proceso, por lo tanto no
dirige los procesos de cambios en las personas.

Su objetivo primordial es reforzar la motivación para el cambio de la persona en


cada etapa del cambio, tal como se vio anteriormente y sirve sobre todo para
facilitar la vinculación, el foco y la motivación, ajustando su planificación en
respuesta a las posibles dificultades que se den durante el proceso.

Respecto de la historia del concepto de la EM, esta se remonta a conversaciones


que Miller tuvo en Noruega en 1982 (Clínica Hjellestad), en donde el concepto se
logró concretar con más fuerza en 1983 a través de un documento que describió
este concepto.

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En tanto, la primera edición de su libro fue en 1991 y se centró básicamente en


adicciones. Por otra parte, en el año 2002 se dio un giro en su intervención y se
centró fundamentalmente en potenciar a las personas para el cambio, en un
abanico de posibilidades más amplio. Cabe destacar que lo mismo ocurrió con su
tercera edición.

Es fundamental indicar que en la nueva versión de la EM, ya no se describen las


fases y los principios de la EM que estaban más ligadas al modelo transteórico del
cambio, sino que se describen cuatro fases generales que componen esta técnica.
Estas cuatro fases son: vincular, enfocar, evocar, planificar, ayudando así a
ordenar y aclarar cómo se desarrolla desde la práctica, en el transcurso del
cambio y no solamente como una simple modificación de conducta.

Por lo tanto, se entenderá la entrevista motivacional como:

Una forma concreta de ayudar a las personas para que reconozcan y se

ocupen de sus problemas potenciales y presentes. Resulta

particularmente útil con las personas que son reticentes a cambiar y que

se muestran ambivalentes ante el cambio. Intenta ayudar a resolver la

ambivalencia, y hacer que una persona progrese a lo largo del camino del

cambio (…). Una vez que se desbloquean, dejan la inmovilización de los

conflictos motivacionales y recuperan las habilidades y recursos que

necesitan con el fin de llevar a cabo un cambio duradero (Miller y Rollnick,

año1991, p. 80).

A modo de entender lo expuesto, se presenta un cuadro en donde se explican las


diferencias de diversos modelos de intervención como son confrontación de la
negación y el de entrenamiento de habilidades con la entrevista motivacional.

Enfoque de la confrontación de la Enfoque de la entrevista motivacional

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negación

Énfasis importante en la aceptación de Desenfatizar las etiquetas; la


sí mismo como poseedor de un aceptación de la etiqueta del
problema; aceptación del diagnóstico “alcoholismo” u otras etiquetas es visto
como algo esencial para el cambio. como innecesario para que se produzca
el cambio.
Énfasis en la patología de la
personalidad, la cual reduce la Énfasis en la elección personal y en la
capacidad de elección personal, el responsabilidad para decidir la
juicio y el control. conducta futura.

El terapeuta presenta la evidencia de El terapeuta lleva a cabo una


los problemas con el fin de intentar evaluación objetiva, pero se centra en
convencer al paciente para que acepte provocar las propias preocupaciones
el diagnóstico. del paciente.

La resistencia es vista como una La resistencia se considera como un


“negación”, un rasgo característico que patrón de conducta interpersonal
requiere una confrontación. influida por la conducta del terapeuta.

La resistencia se trabaja a través de la La resistencia se trabaja a través de la


discusión y de la corrección. reflexión.

Los objetivos del tratamiento y las Los objetivos terapéuticos y las


estrategias para el cambio las prescribe estrategias de cambio son negociados
el terapeuta para el paciente, el entre el paciente y el terapeuta,
paciente es visto como “negador” e basándose en los datos y en la
incapaz de tomar las decisiones aceptabilidad; la participación del
adecuadas. paciente y la aceptación de los
objetivos son considerados como
aspectos cruciales.

Tabla 1. Diferencia entre la confrontación de la negación y la entrevista motivacional.

Fuente: Miller y Rollnick (2015 p. 82).

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Enfoque del enfrentamiento de las Enfoque de la entrevista motivacional


habilidades

Presupone que el paciente está Utiliza principios y estrategias


motivado; no se utilizan estrategias específicos para crear la motivación
directas para crear la motivación. para el cambio del paciente.

Busca la identidad y modifica las Analiza y devuelve las percepciones del


cogniciones desadaptadas. paciente sin etiquetarlas o “Corregirlas”.

Prescribe estrategias específicas de Provoca estrategias posibles para el


afrontamiento. cambio tanto por parte del paciente
como de otras personas significativas.
Enseña conductas de afrontamiento a
través de la instrucción, el modelado, la La responsabilidad de elección sobre el
práctica directa y el feedback. método para cambiar se deja en manos
del paciente; no se utiliza ningún tipo de
Se enseñan estrategias específicas de
entrenamiento, ni de modelamiento o
resolución de problemas.
práctica alguna.

Los procesos naturales de resolución


de problemas surgen del propio
paciente y de otras personas
significativas.

Tabla 2. Diferencias entre el entrenamiento de las habilidades y la entrevista motivacional.

Fuente: Miller y Rollnick (2015 p. 83).

Por lo tanto, cuando se interviene desde la EM, principalmente se tiene que tener
en cuenta, el estilo conversación en su intervención. Y esto se entenderá como las
conversaciones de ayuda, desde un continuum.

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Existen tres intervenciones que pueden orientar en un momento de ayuda. El


estilo directivo es aquel que permite entregar información, instrucciones y consejo.
Es decir, entrega funciones complementarias a quien recibe esta información.

Desde aquí se podría pensar que en la intervención en este estilo se debe


obedecer y cumplir. Ejemplo de aquello, ocurre en los tribunales de justicia cuando
un juez le indica a una persona con problemas de consumo, que debe hacer un
tratamiento, visualizando las consecuencias de dichos actos y del mismo modo de
su incumplimiento si no acata.

Otra forma de realizar intervenciones o conversaciones de ayuda, es a través del


estilo de acompañamiento. Desde este lugar de intervención se muestra interés
por lo que la otra persona menciona, se genera un esfuerzo en entender, contener
y si es necesario psicoeducar. Desde aquí se podría pensar en las intervenciones
en crisis en adicción.

Por último, otro estilo de intervención en adicción que es el estilo de guía, es aquel
tipo de intervención en donde el profesional mantiene escucha activa y, al mismo
tiempo, ofrece información experta, solo cuando sea necesario.

Desde la EM se puede situarse desde un estilo intermedio, es decir, un estilo de


conversación colaborativo, en donde se transita desde un estilo directivo, pero, al
mismo tiempo, acompaña en un proceso de cambio del consultante.

Ahora bien, dentro de estos estilos de conversación y tal como indican Miller y
Rollnick (2015), es tremendamente contraproducente un estilo directivo, cuando
nuestro objetivo es ayudar a personas a cambiar.

Si bien puede ser necesario en ciertos casos, hay momentos en que las buenas
intenciones de la intervención pueden generar lo que se conoce desde la EM
como reflejo de corrección y desde aquí surge la siguiente pregunta como
terapeutas: ¿En cuántas ocasiones el terapeuta se siente adherido o cómodo con
este estilo?

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A. La Ambivalencia

Cada vez que se quiere hacer un cambio, se puede encontrar con cierta
ambivalencia del mismo, pareciera ser que es parte inherente al ser humano.

Al parecer esto se da precisamente, porque por un lado se quiere cambiar cierta


conducta que genera conflicto, pero por otro lado, se desea mantener de la misma
manera, a pesar de sus consecuencias.

De la misma forma, en muchas ocasiones se quiere cambiar, pero se cuenta con


escasa motivación para hacerlo. Los demás van reflejando aquello que mantiene
en conflicto, pero de igual manera, se mantiene ese mismo estado.

Tal como se ha visto, la ambivalencia es una etapa normal y esperable en el


proceso hacia el cambio. “La ambivalencia se caracteriza por la presencia
simultánea de motivaciones contradictorias y, por lo tanto, puede resultar muy
incómodo” (Miller y Rollnick, 2015, p. 219).

Para entender esta dicotomía, que puede atrapar y del cual se puede permanecer
inmovilizado durante un tiempo, es fundamental comprenderlo desde la dinámica
del conflicto, el cual se puede dar de cuatro maneras. Estas cuatro maneras que
serán expuestas en un cuadro implican sentirse atraído o empujado, como
mínimo, en dos direcciones distintas.

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Figura1: Fuente: Miller y Rollnick (2015, p. 220).

Cuanto más nos acercamos a una de las opciones posibles, más claros

nos parecen sus inconvenientes y más nos atrae la alternativa. El

malestar que genera la ambivalencia consciente puede llevarnos a dejar

de pensar en ello; a decidir que, al fin y al cabo, seguir como estamos

tampoco es tan malo; o, al menos, a determinar que no podemos hacer

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nada al respecto. Y por su supuesto, así no hacemos otra cosa que

mantener la situación actual (Miller y Rollnick, 2015, p. 219).

Tal como indica Miller y Rollnick (2015), contemplar el cambio implica un diálogo
interno, así como evaluar, reflexionar sobre las ventajas y desventajas de las
distintas alternativas. Y desde este punto de vista, cuando se está ambivalente
respecto de un cambio, se suele argumentar en favor o en contra respecto del
mismo.

Es decir, la ambivalencia invita a reflexionar a que se tienen motivaciones para


ambas cosas y de forma simultánea, tanto para lo positivo como para lo negativo.
“La ambivalencia consiste en querer o no querer algo al mismo tiempo, o querer
dos cosas incompatibles” (Miller y Rollnick, 2015, p. 29).

Esta nueva forma de mirar las intervenciones en adicción, invitan a pensar que
cuando se encuentra con un diálogo en adicción, se estará siempre con un
discurso con dos vertientes, es decir, un discurso mezclado.

Por un lado, existe con un discurso que está dirigido hacia el cambio o argumentos
a favor del cambio y por otra parte, dentro del discurso del paciente, se escucha el
discurso contrario o más conocido como, discurso de mantenimiento. Es decir,
argumentos que van en la línea de seguir manteniéndose de la misma manera, sin
generar una necesidad de cambio.

Este tipo de argumentos no deben confrontarse por parte del profesional en


primera instancia, sino que se deben entender como parte de la dinámica
esperable en un proceso de cambio.

Los autores señalan, que este tipo de discursos ocurren de manera simultánea,
ejemplo de ello: “Sé que tengo que dejar las drogas, pero lo he intentado todo y
siempre dejo los tratamientos de lado”.

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En esta escucha, el terapeuta se encontrará en su discurso con un: “Sí, pero”.


Muletilla clásica de la ambivalencia en la EM, pero como se insiste anteriormente
dentro de la intervención, es riesgoso tener un estilo directivo.

Frente a lo anterior, si una persona que quiere hacer un cambio se encuentra con
un profesional que quiere ayudarla y este profesional, al mismo tiempo, presenta
un reflejo de corrección —o sea, dirigir, administrar, ordenar, decir—, la persona
que busca ayuda, que ya cuenta tanto con los antecedentes tanto a favor como en
contra del cambio, en su respuesta frente a la ayuda del terapeuta, será de
argumentos contrarios del cambio, explicando y argumentando a favor de
mantenerse en aquel estado. Esta situación será desfavorable, lo que provocará
una disonancia en la conversación entre ambos.

En resumen, el reflejo de corrección estuvo asentado por años en las


intervenciones en adicción. Se pensaba que el paciente con problemas del
consumo de drogas, además de sus características de personalidad, presentaba
resistencias que debían ser confrontadas de manera abrupta. Con la finalidad de
que el paciente tomara consciencia respecto de su escasa capacidad de entender
la realidad.

Con los años de investigación en intervención con M, esta manera de mostrar la


realidad no hacía más que generar en los consultantes ciertos estados
emocionales, como una sensación de molestia de no ser escuchados, entendidos,
avergonzados o aminorados por lo que tenían que hacer, generando así
respuestas contrarias a lo que buscaba el terapeuta, argumentando más la idea de
resistencia, generando distanciamiento y estancamiento en el proceso terapéutico.

Durante el año 2006, Miller y Rollnick indicaron que ciertas preguntas permitirían
hacer este tipo de intervenciones, para basarse en el EM, entre las que
destacaron:

1. ¿Por qué querrías cambiar?

2. ¿Qué crees que podrías hacer para conseguirlo?

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3. ¿Cuáles son los tres mejores motivos para hacerlo?

4. ¿Cuán importante es para el ti el cambio y por qué?

5. ¿Qué piensas hacer?

Desde esta mirada se entenderá que la EM es un estilo centrado en la persona,


colaborativo, cuyo objetivo es reforzar la motivación y el compromiso de la
persona al cambio.

Por lo tanto, las personas desde este nuevo estilo de conversación terapéutica,
sentirán mayor implicancia, interés y respeto del terapeuta, lo que generará de
manera automática, que la persona se sienta más esperanzada, vinculada en su
proceso, movilizando su ambivalencia hacia un cambio favorable, así como han
ser escuchadas en su necesidad y del mismo modo, aceptadas al momento de
querer hacer realmente un cambio.

B. El Espíritu de la Entrevista Motivacional

Otro elemento importante a considerar en la EM es su espíritu, el cual está


relacionado con elementos claves e interrelacionados, los cuales son:
colaboración, aceptación, compasión y evocación (Miller y Rollnick, 2015).

Colaboración La colaboración hace hincapié en que la EM es un proceso que se


realiza entre dos expertos, ya que desde este espíritu, la persona
es quien más conoce de sí misma sus procesos y estados. Por lo
tanto, desde la EM el terapeuta es quien habla menos, explorando
y teniendo cuidado con la trampa del experto.

Desde aquí se mirará este espíritu en que las prioridades del


cambio durante la intervención serán distintas para entrevistador y
entrevistado, por tanto es importante no imponer la propia visión.

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Aceptación Aceptar y reconocer que el otro tiene perspectiva propia y de su


vida. ¿Cómo ve el otro? Este punto está relacionado con el punto
anterior (colaboración) debido a que ante aquello que trae el otro
se debe tener una actitud de aceptación profunda. Es decir,
implica reconocer el valor y potencial inherente en todo ser
humano.

Sí es importante hacer una distinción: aceptar al otro no implica


que se acepte su conducta.

La aceptación cuenta de cuatro fases:

1. Valor esencial: referida al respeto que tiene el otro por ser


quién es.
2. Empatía precisa: es el interés y esfuerzo genuino por
entender la perspectiva interna del otro.
3. Promover la autonomía: reconocer explícitamente la
libertad de acción del otro.
4. Afirmación: reconocer los esfuerzos y capacidades que
tienen las personas para promover su cambio.
Compasión Es la capacidad de promover activamente el bienestar del otro y
dar prioridad a sus necesidades.

Evocación Se entiende como las fortalezas que la persona tiene y que


entienden que las personas ya tienen en su interior lo que
necesitan. Es decir, centrarse en los recursos de las personas, no
en el déficit, es la tarea que, en conjunto, se construye.

Desde aquí la tarea consistirá en evocar y reforzar las


motivaciones que ya están presentes en la persona que consulta.

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C. El Método de la Entrevista Motivacional

Miller y Rollnick (2015) describen cuatro procesos básicos que constituyen el flujo
de la EM, los cuales se describen a continuación:

Vincular

Se refiere al proceso en donde tanto consultante y terapeuta establecen una


relación de ayuda y/o relación terapéutica. Este surge de manera bidireccional,
generando así la alianza terapéutica necesaria para la adherencia del mismo. Por
lo tanto, es una relación de ayuda basada en la confianza, así como el respeto
mutuo.

Miller y Rollnick (2015) indican que desde que se realiza el proceso de vinculación
hay que tener en cuenta ciertos elementos o trampas, que se pueden dar durante
este primer proceso, que pueden generar una desvinculación rápida con el
consultante y en el proceso del inicio de la EM. Entre las trampas que pudieran
aparecer durante el proceso de vinculación son:

1. La trampa de la evaluación: esta surge cuando el entrevistador hace preguntas


y el cliente responde. Esta manera de intervenir pone en riesgo el vínculo, ya que
pone al consultante en un estado pasivo y de extrema inferioridad. Esto generará
que el terapeuta quede en un rol de un experto activo y de un paciente pasivo, en
donde este no explorará respecto de sus propias motivaciones, menos tendrá un
discurso de hacer un cambio.

2. La trampa del experto: esta trampa supone que al tener la información


necesaria de lo que le ocurre al consultante, el terapeuta dará de manera
inmediata, la información que este necesita para hacer surgir un cambio. Ejemplo
de esta trampa es lo que ocurre en los servicios de urgencia. Desde aquí ambas
partes asumen que la posición es de manera asimétrica, situación que afecta no
solo en el vínculo, sino que también en el objetivo personal de cambio del cliente.

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3. La trampa del foco prematuro: esta trampa consiste en enfocar el objetivo antes
de generar un proceso de vinculación. Es decir, evaluar lo que al terapeuta le
preocupa y le parece primero más relevante abordar como principal motivo, por
sobre las preocupaciones del consultante, generando con esto una tremenda
discordancia, entre ambos.

4. La trampa de la etiqueta: esta trampa es específica de la trampa del enfoque


prematuro. Supone la urgencia de poner una etiqueta para proceder en la
intervención, el terapeuta explora por esas vías que considere relevante, para la
sistematización de su diagnóstico. Por su parte, el cliente queda entrampado en
esta lógica y responde argumentando a favor de aquella etiqueta, generando
nuevamente la percepción de incapacidad de poder gestionar cambios.

5. La trampa de la culpa: supone cambiar el discurso de la culpa del consultante,


por la preocupación de aquello que lo entrampa en cambiar. Desde aquí, se debe
dar un discurso que deje en evidencia que el rol es ser terapeutas y no jueces en
el proceso.

6. La trampa de la charla: esta trampa supone dejar la entrevista como un espacio


de conversación informal, en donde los objetivos y preocupaciones del cliente se
disipan sin generar una búsqueda de movilización al cambio.

Enfocar/Focalizar

Siguiendo con otro de los procesos básicos de la EM está el enfocar. Este


básicamente se describe como aquel proceso que permite desarrollar y mantener
una dirección específica en la conversación hacia el cambio (Miller y Rollnick,
2015).

Aquí es donde surge la pregunta: ¿de qué ha venido a hablar esta persona? Si
bien el terapeuta puede tener sus propios objetivos, es de suma relevancia que,
en este proceso de escucha, estos objetivos estén en sintonía con los que indica
el paciente.

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La idea central de este proceso, en la EM y en sintonía con lo que indican los


autores, es que cuando el consultante va de manera autónoma a solicitar apoyo
de parte del terapeuta, este por su parte, se esforzará en encontrar aquellos
tópicos relevantes para el tratamiento.

Desde este punto, cuando el consultante tiene claridad respecto de su problema y


del mismo modo enuncia que desea hacer ciertas acciones para resolver su
problema, los autores indican que el consultante se encuentra en estado de
preparación/acción, por lo que el terapeuta dejará de hacer estrategias
motivacionales y se dirigirá directamente a puntualizar dichos objetivos.

Miller y Rollnick (2015) describen las interrogantes que el terapeuta debería


plantearse durante el proceso de focalizar:

1. ¿Cuáles son los verdaderos objetivos de cambio de esta persona?

2. ¿Mis aspiraciones de cambio para esta persona son distintas a las suyas?

3. ¿Avanzamos juntos o en direcciones continuas?

4. ¿Me recuerda a un baile o a un combate?

Por lo tanto, en el proceso de focalizar se logra aclarar la dirección a la cual se


quiere llegar, es decir, el horizonte donde se quiere aproximar.

Evocar

El proceso de evocar se debe entender como el proceso medular de las


intervenciones motivacionales, a diferencia de otros enfoques.

Este proceso implica sacar a la superficie las motivaciones del propio cliente para
el proceso de cambio, trabajando con las emociones del cliente, sus ideas y
pensamientos en cómo podría hacerlo.

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Evocar es totalmente contrario al rol de experto. Es decir, a evaluar el problema,


determinar qué le hace mal el paciente y decirle cómo debe arreglarlo.

Por lo tanto, cuando se habla de evocar desde la EM, se hace referencia a ayudar
a la persona, para que enuncie sus argumentos a cambiar.

Dentro de las habilidades que debe contar el terapeuta para evocar, Miller y
Rollnick (2015) indican que primero debe reconocerse el discurso de cambio
(argumentos a favor del cambio), posterior a ello se debe saber cómo evocarlo y,
finalmente, responder cuando ello ocurra.

Desde aquí surge la pregunta: ¿qué se evoca o extrae a través de este proceso?
Y la respuesta al parecer se hace más clara: las propias motivaciones intrínsecas
en las personas, que las ayuden a poder gestionar sus propios procesos de
cambio.

Otro tipo de preguntas que comparten Miller y Rollnick (2015) durante el proceso
de evocar son:

1. ¿Cuáles son los motivos de cambio para esta persona?

2. ¿Qué discurso de cambio escucho?

3. ¿Estoy empujando demasiado fuerte o demasiado rápido en dirección


concreta?

Planificar

Planificar consiste en el último de los cuatro procesos de la EM y se refiere


básicamente al proceso en donde se asesora al consultante para el diseño de un
plan de cambio.

Los autores indican que cuando la motivación intrínseca llega a un momento de


umbral para su activación, la balanza decisional comienza a ceder del otro lado y
la persona comienza a hablar respecto del cómo y cuándo quiere cambiar.

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La persona desde este lugar busca el cómo puede hacerlo, buscando información
de cómo puede llegar a concretar acciones, ya sea con la ayuda del profesional,
buscando otro tipo de experiencias o nutriéndose de varias fuentes.

Implica tanto desarrollar compromiso así como formular un plan de acción


específico, creando un espacio de conversación en donde se habla respecto del
plan de acción.

En este lugar, el terapeuta debe estar con una escucha activa, promoviendo la
autonomía del consultante en encontrar sus propias soluciones, así como reforzar
el discurso de cambio.

Tal como indica Miller y Rollnick (2015, p. 59): “La planificación es el embrague
que pone en marcha el motor del discurso de cambio”.

Estos mismos autores mencionan que, en el proceso de planificación, es


esperable que se presenten obstáculos nuevos e inesperados, que pueden llevar
a las personas a tener que replantearse sus objetivos de trabajo, así como
potenciar aún más el compromiso de su motivación intrínseca.

Los mismos autores señalan que durante el proceso de planificación no se puede


pensar que este proceso se construye de manera lineal, sino que durante su
proceso pueden aparecer nuevas prioridades o incluso preguntas que hacen
pensar en un proceso dinámico, el que se debe constantemente mirar.

Por último, Miller y Rollnick (2015) desde su experiencia comparten ciertas


preguntas que se pueden abarcar desde la planificación, durante el proceso de la
EM:

1. ¿Cuál sería el siguiente paso razonable hacia el cambio?

2. ¿Qué ayudaría a esta persona a avanzar?

3. ¿Ofrezco la información o los consejos necesarios con permiso del cliente?

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Conclusión
Tal como se ha ido observando en los procesos de intervención de adicción, la
entrevista motivacional es una herramienta clínica que se utiliza para ayudar a las
personas a superar la ambivalencia hacia el cambio.

Del mismo modo, la EM es una conversación que se dará entre dos expertos, la
cual se lleva a cabo a través de un estilo de conversación colaborativo, cuyo
propósito es generar un mayor potencial en la motivación intrínseca del
consultante.

La EM es un proceso que se hace para o con la persona, respetando su


autonomía, pero activando sus propios recursos para cambiar.

Cabe destacar que dentro de sus cuatro aspectos fundamentales que subyacen la
EM están: la colaboración, la aceptación, la compasión y la evocación, como parte
fundamental del proceso, así como dentro de sus cuatro procesos para poder
concretar objetivos y que constituyen el flujo de la EM se hayan: vincular, enfocar,
evocar y planificar, las cuales tienen una dirección clara con movimiento
intencional y del mismo modo estratégico hacia objetivos específicos.

La EM es un estilo de estar ante los demás, es una relación de colaboración que


respeta la autonomía de las personas, buscando, por lo tanto, entender el marco
de referencia interno de la persona.

Asimismo, se ha añadido como parte del espíritu de la EM, la compasión,


básicamente porque sus autores insisten en que la entrevista se debe utilizar con
el objetivo de promover el bienestar y el mejor interés del otro, por sobre el propio.

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Referencias Bibliográficas

Miller, W. y Rollnick, S. (2015). La entrevista motivacional, ayudar a las personas a

cambiar. 3. a edición. Barcelona, España: Paidós.

Miller, W. y Rollnick, S. (1991). La entrevista motivacional. Preparar para el cambio

de conductas adictivas. España: Paidós.

Si usted desea referenciar este documento, considere:

González, A. (2017). La Entrevista Motivacional. Intervención en Adicciones. Lea

esto primero (Semana 5).

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