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Lave Mirko SS A9R2 ca(rica ve LA peresmia PLASTICA Y 2° - CrEDAD EN Los ANDES peruanos. tHe, DESCO. CAPITULO VI CRITICA DE LA IDEOLOGIA POPULISTA DEL INDIGENISMO Partes no deleznables del prestigio y el interés de la plistica del precapi- talismo contemporineo en América Latina proceden de su condicién de, 6 mis bien deberia decirse de su capacidad de ser, indigena, Lo indigena opera como una suerte de embudo a través del que debe pasar esta actividad con sus objetos y procesos para llegar a ser piedra de toque de la identidad (de fronteras para adentro) o del exotismo y sus valores (de fronteras para afuera), Pues también en el terreno plistico lo indigena es lo puro y lo propio, y si se transforma se adultera, Estamos, pues, ante el reino de lo inmévil sin historia, en el que pasado, presente y futuro pueden ser manipulados en una sola mistificacién. En términos de la imaginacion de los grupos dominantes, el cambio nunca ha sido indigena en América Latina: el hecho colonial es predominantemente hispano-portugués, el hecho imperialista predominantemente sajon, el hecho capitalista predo- minantemente criollo. Lo indigena es siempre para la imaginaci6n de las clases dominantes —el hecho natural de este continente, el punto de par- tida inmévil desde el que se mide la modernidad, Avanzamos, nos hace- ‘mos latinoamericanos, desde lo indigena. Lo indigena viene a ser, pues, un concepto generalizador nacido de In perspectiva dominante: es el mundo de Ja variedad precristiana y precapi- talista metido en un solo saco. Se trata del “otro lado” de lo latinoame- ricano criollo, y luego burgués, por lo que se va transformando como con- cepto a partir de los cambios de la modernidad capitalista. El indigena es el buen salvaje (con alma en la defensa de De Las Casas, y ya pura alma en la defensa de Rousseau) que hace brillar todavia mas las lumieres de la ilustracin latinoamericana; es el hombre montaita, todo biceps y rasgo teldrico, que simboliza una fuerza encadenada y por ello potencial, de un continente humillado por periddicas oleadas de dominacién (fébu- la de raza de bronce versus el 4guila yanqui); es el hombre que puebla una ‘América que siempre fue dificil de dominar fisicamente, y que lo hace sin pedir nada a cambio, Es as{ que se va constituyendo una categoria de tamafio “mis que natural” capaz de camuflar y disminuir la realidad, ii Parafraseando a Borges, podriamos decir que en relaciSn con lo indigena, {a idea es monumental, pero el protagonista es pobre. Por momentos pare. ce tener toda I ientidad de América Latina, pero siempre termina siendo el depositario universal de su miseria, Dentro de estas visiones que comentamos, lo que avanza es lo que qui: ta Ia Meatidad; Jo que permanece, Ia conserva. Pero, al mismo tiempo, desde la conquista, lo indfgena es el merendo ~siempre potencial antes que real— a posibilidad de modemnidad implicita en la demogratia. Pero tuna modernidad que incluyera lo indigena suponia tna cuota de demo- cracia y redistribucién mayor que la tolerable. Por eso Io indfgena fue, ~y dentro de ello tuvo que ser— también lo tradicional, Esto debe acusar. se cuando el agro se comienza a transformar y el indigena pasa a convertic. se en el inmigrante de la nacidn burguesa: esel que “viene a integrarse”, © mejor “a ser integrado” (con o sin migracién fisica). Es asi qite cada asentamiento criollo capitalista en pos de la modernidad tiene su indige. 1a, que encarna los valores universales de la tradicién, Ia tierra, el origen, |h identidad o Ja comunién del hombre con la naturaleza, del mismo modo que esa contraparte moderna busca encarnar monopélicamente la catego- tla universal alternativa: el occifente en pleno desarrollo, Por eso en la plastica de Ia bunguesia lo que se busca plasmar en el contacto con 1b indigena es una categoria universal alterna: lo que es particular concreto ‘no interesa, como en las fiestas de los pueblos autéctonos interesa poco el particular concreto de los sefiores caricaturizedos, Sin embargo el sol de 12 ideologia no alcanza a tapar el dedo de Ia rea. lidad. Frente al concepto abstracto universal de lo indigena genérics esté Ia realidad de los mumerosos grupos étnicas que en easi todos mues- ‘tos paises constituyen mayorias, 0 cuando menos grandes grupos hums- nos, victimas de la opresién y la miseris. Al lado de las ideas generales sobre lo que es indigena ha existido desde los primeros tiempos colonia. les la preocupacién por insertarles en la realidad, y en tal medids han sido las bases ideoldgicas de una politica de coexistencia con grupos dominados demograticamente significativos. La leyenda dorada del incario que pre- sent el cronista Garcilaso no es s6lo la defense de su identidad personal familiar, sino ademds la expresién literaria del deseo y la necesidad his pinicos de colonizar (coexistit) antes que exterminar. Todas las visiones acerca de los vencidos tacitamente proponen una politica frente 2 su existencia como el “otro lado” de lo latinoamericano, Las visiones de Ia Tepresentaci6n plistica no son una excepcion. Lo modemo se concibe a si mismo como un progreso (y se entiond> 4 s{ mismo como resultado de un destrrollo de fuerzas productivas). 12 Fase progreso ¢3 ubicado hhist6ricamente al final d> una secuencia que empieza con el pasado indigent y se prolonga —engaflosamente trunca y continua a li vez— en lo colonial y Jo republicano, Lo indigena como pasado funda, pero como presente cuestiona, atenta contra el monopolio de 1a modernidad, lo califica. Asi,lo indigena presente es visto como una de las causas de que el paradigma de la modernidad occidental nunca se realice: es asi como la burguesta introyecta la dominacion imperialista de a que procede. Lo que para ellos frustra Ia modernidad, es de hecho, pa- sido, es un paado en el presente, una suerte de muerte en vide social. Como lo dice bien José Marfa Arguedas en su pocma “Llamado a ciertos doctores”: “Diven que somos el atraso, que nos van a cambiar el corszén por uno mejor", Este pasado en el presente debe ser neutralizado en la ‘composicidn ideol6gica de lo dominante: primero seperéndolo de manera radical del “verdadero” pasado, luego invirtiendo los términos tempora- les. En el tiempo mistico de la dominacién la grandeza prehispinica os ‘una presencia mas “real” que la miseria postrepublicana. ‘Todos estos interesados encuentros y desencuentros entre realidad y fic- ci6n de lo indigena y los indigenas viene de lejos y se viene forjando duran- te siglos en el crisol de la dominacién latinoamericans, con su amalgama e lo clasista, Ib étnico y lo racial. Empero este proceso llega 2 un punto de inflexién fundamental con e} populismo de cepas medias que desde los sfios veinte hasta fines de los sesenta recorre Indoamérica, para utilizar una expresién acufiada en esos tiempos para definir el fendmeno aque nos referimos. La inflexin consiste en que a partir de ese momento el popu- lismo busca deliberadamente borrar las diferencias entre el proceso plis- tico de los pueblos autéctonos y aquella porcién del.arte erudito que toma Jo indigena como su leit moriv, Este es el sentido det indigenismo, que més alli de su buena voluntad, hn operado como el cajén de sustre en el que se contunden, y a la postre hacen como que se pierden, las diferencias de clase entre los habitantes de los diversos pafses, El indigenismo es un bien intencionado acto de ingenier‘a historica cuyas obras esidn, veinte, cus renta o cineuenta arios despus, a la vista. (95) Después de una tan larga experiencia indigenista, Jo autéctono empie- za a reclmar ser tomedo en cuenta a partir de su particularidad, a recla ‘mar esa conciencia de la diferencia en que se asienta una parte del pensa~ miento antropolégico. Desde una perspectiva marxiste, ya w va haciendo indispensable empezar a ver lo “‘indigena americanc” cn la pléstica a partir de la misma actitud con que, por ejemplo, Perry Anderson observa lo feu- dal europeo: ya no en el lugar comén de su abstraccién nominal, sino en (95) Para un comentario extenso 4 la vsién de los plisticos indigenistss de lo indio yy los india en el Per, vésse: Lauer (1976), 113 las diversas especificidades —sociales, territoriales, demogrificas, hist6ri cis, Gtnicas, etc.— de su constitucion, cada una con un universo de formas particular, Pues en América Latina coexisten numeroszs formas de “lo indigena”’ fo primitivo casi intocado. to primitivo conquistado, lo precapi- talista dominado (“asiético”, “tributario”, etc.) y las diversas estaciones, en el trinsito hacia el capitalismo. Y existe ciertamente lo indigena capita- lista, y dentro de es> aquel fantasma del indigenismo que tevela todo el juego y destruye toda la magia de la construccién: el “burgués ind igena™. Evidentemente este no es ta norma, ni squiera un sector significativ pero es el token de realidad que sivve para bajar a tierra el manejo abstrac- to de la categoria indigena, y permit el ingreso en escena de un personaje complementario: e! “proletario indigena”. “Una revision hist6rica del problema muestra que el concepto domi- mante modesno de lo indigena va desarrolléndose consecientemente al compas de la evolution del nacionalismo, es decir de la ideologia del estado nacién burgués, en América Latina, sobre todo en cuanto ella ha cuajado en su version de exportaciOn: el latinoamericanismo. Los puntos mis altos de este fendmeno posiblemente sean: el suefo bolivariano de unir repdiblicas soberanas y la unidad alcanzaéa por las élites intelectusles, a través de la retérica del modemismo poetico y la comtin devocidn por el positivismo; la solidaridad antiimperialista desde comienzos del siglo XX, ‘auyas expresiones mis mercades son medio siglo de altibajos nacionelis- tas y el nuevo esfuerzo de insurreccién continental encarnado en la trayec- toria del Che Guevera;’y el postulado de la presencia de poblaciones y culturss aut6ctonas como fictor diferenciador y agluninante del conti- nente. Pero hemos de notar que en os tres casos el latinoamericanismo nace del aislamiento de Tos grupos dominantes en los diversos paises res pecio de los grupos dominades. En cada uno de estos momentos lo indigena ha levado una marca particular. En los siglos de lo colonial la imagen dominante de lo indigena pasé desde el primer desiumbramiento de una Europa proviaciana que en su primera vision, como bien dice Gabriel Giraldo Jaramillo, “aiina la nocion de barbarie y de infantilismo a la concepcién religios:”, a la familiar dad burocratica con los sometidos. (96) Originalmente el indio es el po- blador de una América ui6pice 0 de una América demoniaca (un cuadro andnimo del Museo de las Janelas Verdes de Lisboa presente al diablo que lleva en la cabeza el tocado de un indio amazonico). En tantos sighs son muchas las historias del deslumbramiento, la inoomprensién o el desprecio antz lo aut6ciono; Jo importante es poder colocar cada actitud dentro de su contexto. La logica humanista de un Montaigne est4 mucho mas (96) Glraldo Jaramillo (1954: 180). na vineulada a un sentimiento intelectual europe que a las uctitules conere- tas de los colonizadores de ultramar. El nacionalismo de tiempos de Boli- var hereda en el plano filoséfico una cierta tolerancia fiteraria ante los pueblos autéctonos; pero en Jo politico hered6 una estructura social mon- tada sobre Ja explotaciin del aborigen. Esta dualidad se prolongard en la historia y seré la base de mds de un sistema conceptual en torno a lo indigena, En mis de un aspecto lo nacional-criollo se asienta también sobre las derrotas de las revoluciones de base autéctona del siglo XVII. De entre estas la de mayor envergadura fue ciertamente la de Tapac Amaru, que impacié toda la zona andina, Pues no es precisimente Ia situacidn mate- tial de los pueblos autéctonos la que mejord con la emancipacion de Espafia: por el contrario, en muchos aspectos la sociedad colonial promo- via una relaci6n mis cohesiva entre los dominadores y sus dominados, De algan modo el nosozos colonial ubica a lo indigena bajo el umbrio manto de la religiosidad, terzeno de encuentro de las partes sociales y cul turales; el nosotros de la burguesia criolla excluye lo indigena de partida, Por eso cien afios después de la independencia aparece la necesidad —pues de una necesidad se trata— de incluirlo en el precario repertorio del capi- talismo dependiente. Serd recién entonces que cambie la ides de lo indi- ena, que venia transformindose desde fines del siglo XIX, en pensadores modernizantes como Manuel Gonzalez Prada, José ‘Marti o los liberates de la Reforma mexicana. ero aun para estos hombres el debate de fo indigena esté més vinculsdo al problema de la justicia disteibutiva que al de la indentidad de los pueblos autdctonos. (97) La idea de Jo indigena desarrollada en los afios veinte se concreta en el indigenismo, movimiento intelectual que arraig6 en varlos paises de ‘América Latina, y cuya base fue una vision de Jo autéctono elaborada sobre todo por intelectuales de capas medias provincianas, Una de las corrientes internas del movimiento fue el descubrimicnto —tardio e inge- uo— de la supervivencia de lo hispiniso en lo republicano, y el peso de dicha supervivencia en lo cultural, Fue un impulso antioligérquico que tom6 para sus propios fines una imagen mistificada de lb autéctono y usc convertirla en una alternativa ideologica (mas no prictica, y 30 ¢3 importante) a Ja fracci6n dominante de la burguesfa, « eayos miembros José Carlos Mariétegui llam6 “descendientes de Jos encomenderos espa- fioles", Pero dicho impulso no fue un “movimiento indio”, ni tuvo mayo~ Fes vinculaciones con las sublevaciones campesinas de aquellos allos. Se trat6, més bien, del seflejo ideologico de una alianza de clases en el (97) Pua un comentario detallado de ta visién de los plistioos de Jo indio en el siglo XIX mexicano, véase: Rodriguez Prampolini (1977). us seno de la modernidad capitalista, on pos de una identidad propia alterna- tiva a Ja de Ia oligarquia hispanizante. Por eso el indigenismo en un pais como el Perit coloniza tertitorios ficticios, en el sentido de no ocupidos por Ia realidad social: el pasado grandioso y un utopismo bucélico pesto ih tenta pensar que ambos territorios vienen también de lo hispdnico la edad dorada y la leyenda pastoril del Sigio de Oro. (98) Jorge Basadre se ha referido a este indigenismo de los afios veinte como 2 una construccién intelectual que recoge miiltiplos elementos: en lo his. tbrico, los ecos de las defensas de lo indigena de Ia temprana colonia, los Postulados de los doctrineros conocedores de lo indio, las posiciones de Montaigne concretadas en Rousseau; en lo politico, la lecciin de “los grupos liberales que en el momento de la Emancipacion buscaron afirmar los nuevos estados sobre Ia tradici6n indigena”, en el radicalismo agrarista y Ta sociologia marxista; en Jo cultural, en los descubrimientos arqueol6gicos de Fines del siglo XIX y, comicnzos de dste, en la preocupa. clon de las sociedades pro-indigenas, Pero Ia prictica de esta construccon intelectual fue sobre todo literaria y plistica, En lo politico fue mis efecto Que cause: To indigena es construido y luego utilizado por fuerzas que le son ajenas. Los beneficios que los pueblos autéctonos obtienen son vir. tualmente nulos. Al contrario: en un caso como el peruano la descentra, Tinaci6n y Ia nueva preocupacién por la provincia en un primer momento no hacen sino fortalecer a los terratenientes, (99) : Por debajo de,este tabt de cristianos que fue Ia idolatria, obsesién de los tiglos XVI y XVII, del rescate roméntico de los silos XVII y XIX, mo que en este siglo acompaita impulsos populistas en diver. reuse: est Ia prop pldstica de Jos pueblos aut6ctonos. En ells pocos ic ifican tendencias y tadiciones. Mas frecuente ¢s la sola consta- tacién de su realidad, de su supervivencia o de su redescubrimiento. Ha. Dlando en términos generale, estos mltiples universos de formas que hen austentado ideologias roménticas 0 radicales han sido ellos mismos 1. mintioos, por ejemplo, o radicales? Las Categorias de este tipo no se apli- ae, ¥ iafa vez se intent6 aplicarlas, Pero en general no existe una tradi cién radical de la propia plistica aut6ctona; hay conservaciin, resistencia, “auités cédigos secretos, pero no hay rebelin en las representaciones ag, t6ctonas de estos siglos. Hay, mis bien, muchas introyecciones de la do- Rinaeon, y Ia principal de ellas fue el tefugio en el tratamiento pléstion de Jo que no era central en la dominacién, en aquello que propicaee i coexistencia antes que la confrontacién con el mis fuerte. Por eso buens (8) Masiétesni (1928) (99) Bastdre (1963), 16 parte de la vision de Io indigena es refleja, i.e. no vemos, somos vistos en ella, Y asf ha sido desde el deslumbramiento de ta crdnica virginal hasta la deyocién radical del tercermundismo, Por ello es preciso trazar una linea divisoria tajante entre la plastica erudita de tema indigena y Ia produccién plistica de los propios pucblos autéctonos, Y a partir de alli explorar I divisién de clase que subyace a la particularidad étnica o racial, y le da su sentido hist6rico contempord- neo. Hasta el momento el tema central en la plistica erudita de tema indigena ha sido la mistificacién de lo indio, su flolislorizaciOn, su groter quizaciin, y a la postre su sublimacién. Sus plumas, sus biceps, su contex- to bucdlico, su inmovilismo hist6rico de {dolo, Ha sido la entropologia Ja primera on pretentar una discrepancin constatable por el piblico entre ambos tipos de realidad, y ly ideologés dol estado burgués populista ha buseado desde entonces “‘cerrar Ia brecha”, buscando ademas crear desde ere arreglo una nueva base cultural para’ ln dominacién de los propios pueblos autéctonos. Una de'las cosas que ha atentado contra esto ha sic do el cambio social y cultural en el seno de aquella poblacién’autéctona que antes encajaba sin crear mayores problemas dentro de Ia categoria de lo indigena. Es as{ que el concepto dominante de indio, que Guillermo Ronfil Jhma “una categoria de Is situacién colonial”, va perdiendo asiero y quedando limitado a una parte de Is realidad. (100) Tanto el conoci- miento ideolégico de lo indigena, como aquel factico que presenta la an- tropologia, 0 en el caso de Ia representacién en la plistica, Ia etnogr- fia, empiezan a partir de un momento a naufragar en el doble remolino de'los cambios sociales y In conciencia que puede resultar de ellos. Lo autéctono resiste ose asimila, prevalece o cede, permanece igual 0 se transforma, cambia deste fuera o desde su propia matriz. Sin embargo es Is direccionalidad social del desarrollo de América Latina la que impone buena parte, casi todas, Ins reglas de juego de lo indigena. Nos referimos sobre todo al destina de las hases de Ia supervivencia de una’ identidad alternativa 2 la proletarizacién cultural y espiritual bajo el capitalismo. La supervivencia de formas de producir precapitalistas postereaba en mu- chos lugares el momento del choque frontal con In ligica det capital. Sin embargo serfa una exageracién afitmar que ha sonado la hora de la extin- cion de lo autéctono, aunque sf es posible afirmar que desde hace un ‘buen rato asistimos a Ia de sm transformacién en una realidad que has visiones tradicionales de lo ind gene (las progresistas y les reaccionarias) no sabrfan reconocer. ' 200) Rosrit (1979). 17 Bonfil ha organizado los elementos de lo que seria un estado de con- ciencla aciual ds un “proyecto politico indio” en América Latina, apoyn- dose en una idea nuova entre los intelectuales del sector mademo latinoa- mericano: a critic a Ja idea de una nacion homogenea como paradigma. Es esta persocusiou de la homogeneidad Ja que en buena mediéa ha propi- cisdo aquella otra de “lo indigena componente de lo nacional burgués”, © su variante radical de Jo indfgena como piedra angular de una “‘demo- eracia popular” o una “nueva democracia”. La otra idea que recoge Bonfil de su aproximacién @ lo autéctono es la de un mundo indigena orientado hacia el cambio. Es evidente que su elaboracién esta hecha a partir del contacto con sectores avanzados y en condiciones de formular proyectos polfticos no necesariamenie compartides por sus respectivas etnias on ;érminos politicos précticos; sin embargo es preciso tomar en uenta que tampoco el discurso dominante en estos paises pasa de ser la formulacién de sectores de punta imaginando y elaborando sobre los intereses_hist6ricos de los diversos grupos y las clases. En estas dirigencias de lo indigena, Bonfil advierte uns sorie de rasgos comunes que para él configuran un pensamiento politico, - Los raggos centrales de este pensamiento politico indio en América Latina serian: la negscién de occidente, ol pan-indianismo como afitma cién de una eivilizacion, la rocuperacién de Ia historia, la revaloracion de la propia cultura, una visién del hombre no enfrentado sino integrado 4 la naturaleza, uns critica de la dominaciéa, la nocién de la recuperaciin del mestizaje y una cepacidad de coneebir un futuro que no sea una mera welts a un pasido supuestamente idilics. De este pensamiento surgen, en su esquema, algunas demandas concretas: la defensa y recuperacion de Ia tierra, el reconocimionto por parte del estado dominante de su espe- cificidad étnica y cultural, asf como una igualdad de derechos, entre ellos el derecho a no ser reprimido ni sufsir violencia, Bonfil rechaza la idea de que la modernidad en cualquiera de sus formas vaya a eliminar la etnicidad y asume de plano la existencis de lo indio como una cifta politica diferenciada dentro del panorama tocial de América Latina. “Aunque parte de la fuerza del trabajo sea asalariada, o parte de lap: duccién pase por el mercado, los grupos indios mantienen con frecuencia formas de organizacién del trabajo, de identificacion y asignscién de valor 4 Jos bienes, de acceso a los recursos, de distribuciéa y de consumo, que difieren de'las formas propiamente capitalistas”. Aunque Bonfil no nos dice cudles son estas formas privativas de produe- cién que permiten “la reproduccion de la diferencia”, su planteamiento: tione la virtud de insertarse en el centro de la nueva problemética ée lo indigena en América Latina: ;pueden las culturas autéctoras sobrevivir como tales? Y si la respuesta fuera afitmativa, jen qué condiciones? 118 bajo qué caracteristicas? Uno tiene que preguntarse: sila especificidad cultural de lo autéctono latinoamericano puede, ademés, converger hacia a constitucién de una matriz unitaria, hacia Ia “indoamérica” de Ma- ridtegui_y Haya de la Torre, o la “raza de’bronce” cultural ¢e Vasconce- Jos, Mis alli de la historia del desprecio 0 del aprecio por lo autéctono, hay una historia de transformaciones sociales que a menudo obliga a tratar de conocer mis alld de lo que muestra le simple vista, y a percibir la perimanencia de lo viejo alli donde parece estar lo nuevo, y al contra- rio, saber distinguir lo nuevo y radicalmente distinto bajo los ropajes de lo tradicional. Nos parece que este problema de la apariencia y la reali- dad se manifiesta de forma particular en el case de lo autéctono en Amé- rica Latina, Del pensamiento y programa que recoge Bontil, por ejemplo, se des- prende mds la idea de una manifestacion particular del movimiento de los trabajadores en América Latina que una especificidad de “lo indio”, y ¢n todo caso mis un momento histrico dado en la lucha de esos pueblos que una conciencia, 9 un tipo de conciencia, privativa de lo indigena; Y luego confirma esta critica al presentar un pensamiento y un programa que de ninguna manera caben dentro de los marcos convencionales de “Io indio”. Se nos dirt que se tratu, en efecto, de un momento especi- fico de esa realidad: nosotros lo describiriamos como el momento de la negacton de toda la carga de dominacién coagulada en el concepto mismo de la indianidad, como intento de sintesis abstracta, Lo cual no equivale a negar que los pueblos autéctonos latinoamericanos tengan una identidad cultural propia, sito a afirmar que esta no necesariamente es una prolon- gaciOn de sus formas histéricas de existencia (en el sentido en que lo in- glés no es una simple prolongacién de lo sajén, lo francés de lo galo, 0 lo espaol de lo godo, etc). Pues a la acertada critica que hace Bonfil de fa pretension de una “nacién homogénea” habria que afladir una eritica al suefio de una continuidad hist6rica inmutable de lo indigena, Lo indigena andino tal como lo conceptia Rodrigo Montoya, por ejemplo, viene a ser la suma de diversos encuentros especificos de lo prehispanico recreado con elementos provenientes de la feudalidad impues- {a por lo hispano. (101) No se trata, pues, sino de la deseripeién de una cir- cunstancia histérica, posterior a las configuraciones de Jo andino a partir de Ia expansion Inca, por ejemplo, y anterior a la desaparicion definitiva de aquellas formas de precapitalismo de la zona andina. Montoya es muy concieto al fjar los términos de su descripcién, pero en general la tenden- cia con lo andino (y lo indigena en general) es precisamente a indiferen- ciar —apelando a esa dialéctica de Ja apariencia y la realidad a que nos hemos referido— los momentos histéricos: no son hombres socialmente (OL) Mentoye (1980), 119 hemos seferido— los momentos histéricos: no son hombres socialmente ‘dénticos los que sufrieron Ia opresién ineaica, Ia hispénica, Ia de! terra- teniente republicano 0 Ja del capitalismo contemporneo en el Peri. iSignifica esto que a través de tales cambios la particularidad étnica no ha Pasado ce ser una efscara formal? Pensamos que no, que esa particularidad mis bien ha prestado parte de su especificidad « los cambios mismos, pero lasta un Itmite. Este Iimite es el limite eritico de la desapariciin de lo indigena, del momento en que la particularidad de las formas de produccién ya no pueden “reprodueir Is diferencia” en la base, por estar articuledas a un modo de produccién que precismente liquida las diferencias, Pensamos que es a partir de este punto que el andlisis debe redoblar su rigor, en euanto la realidad “se bifurca”, por asf decitlo, y la apariencis pasa 2 ser uno de sus aspectos, sustentada en Ia “realidad subaltema” ée Ia ideolo- sia. A partir de aqui, en un caso como el peruano, existe una consis- tente contradiccién entre ] mensaje de las cifras y el mensaje de 1a ideo- logia de lo indigena, Esto no se expresa tinicamente en Ia polémica acer- ea del edracter feudal o capitalista de Ia formaci6n social peruana, sino también en discusiones y discrepancias averca de numerosas manifestacio- nes especificas de lo “andino”: qué es y qué no es lo popular en ese con- texto, cuil es la validez que dentro de é! tienen criterios vigentes en otros Ambitos, como Is idea de clase, 0 cémo describir los avances de la moder- nidad incorporada al contexto andino. La parte grosera de intentar un “ronacimiento del Tahuantinsuyo” que criticé José Carlos Mariitegui YA patd, pero se mantiene la tentacién populista de convertir “lo indi- gena’” y sus categorias afines en reductos de todo aquello que la historia ‘a descariado en otros lugares, Por todo ello debemos decir que nos molesta la desaparicién de 1o indigena en la medida en que este constituye en buena parte el sello de Ia dominacién: la definicién desde fuera introyectada por los domi. nados. Pensamos que las desapariciones culturales siempre hay algo que nos indigna y nos moviliza al estudio y la defensi; pero en tales casos de- ‘bemos observar cuidadosamente qué es lo que nos molesta, Pues hay una Parte de lo indigena que es precisamente la dominacion introyectada, y en tal medida afirmamos que existe una matriz cultural de identidad mucho mis amplia que Jo indigena. Matriz que, en el caso del Perit, supo- ne uns capacidad para superar todo el conjunto de rasgos de identidad troquelados por el hecho “feudal” y asumir los rasgos de identidad nece- sarios para subsisitir como pueblo —como grupo culturalmente diferen cindo.de trabajadores ~aun en la marginalidad urbana, que hoy sin duda ak guna el fonézneno més significativo que vive el “material DiolOgico” an. dino “cuya supervivencia reconoce Marlitegui, y cuyo mestizaje no se habia iniciado con le presencia hispnica ni concluyé con ella, 120 EI problema et que el capitalismo no sélo va a la destruceién de lo indigona (que ya habia sido ‘destruido” de cierta manera por la sintesis hispéniea y el ejercicio occidental de la daminacién) sino que avanza hhacia 1a destruccién de toda la mmtriz de identidad de bo sutéctono. Es exto To que no permite una nueva sintesis de lo indgena con tina nueva modernidad bajo el cspitalismo, y propicia una proletarizacién cultural de los trabajadores. El eapitalismo, pues, no s6lo carcome lo indigena, sino que no deja nada a cambio, y en eso reside Ia particularidad de su do- minacién. Evidentemente extender Ia nomenclatura indigena a esta nueva situacién es «mn problema de gusto o de mistificacion. Lo que ha justifica- do, y tal vez todavia justifique de agin moito, el empleo de ls expresion y la fe en la realidad del concepto es esta necesidad de luchar contra Ia proletarizacién cultural bajo el capitalismo. Sin embargo el conservacio- nnismo cultural no puede tampaco asumir Ia perspectiva reaccionaria del ‘os verdaderas valores") de lo indigena, Lo que debe buscar- te es el cambio dentro de la matriz, dentra de aquel estado de conciencia en que para los trahajadores autéctonos la etnicidad es une forma de es- pecificidad de la claw, y no la disolucién de las diferencias sociales en las diferencias éinivas. (102) Este plantesmienta no debe ser confundido con el “friedmanismo cultural que practica un Inissez faire, laissez mourir al compis de Is modernizscién capitalista, en Jo que no pasa de ser el etnocidio, Lo que aqui se sostiene es que la tinica manera en que la identidad étnica puede sostenerse bajo e] capitalismo es asentada en lo popular-clasista; y de he- cho buena parte de la supervivencia en el precapitalismo ha sido tacit mente procesada en tales términos, Esta idea de la independencia e iden- tidad de clase dentio de la especificidad étnica no ha tenido, al parecer, difusién saficiente como para ser recogida en la relacién de rasgos saltan- tes de un pensamiento politico indio contempordneo, y no nos parece casual, en Ta medida en que las elites politizadas de muchos grupos étni- cos han interiorizado las visiones externas de lo indigena y su cultura que venimos criticando en estas paginas. Pues la divisin de clase al interior de muchos grupos étnicos no es ni una quimera ni un rasgo irrelevante, sino una de las fuerzas principales de sus diversis dinémicas, entre ellas ppor cierto las de Ia identidad y la supervivencia, Las vinculaciones de estos puntos cruzados de apariencia/realidad, identidad y supervivencia de Io autéctono, més sus mistificaciones en Is imaginacién de lo dominante, con el objeto plastico proveniente del pre cepitalismo nos parecen todas samamente claras, y de hecho factores que concurren a In ideologia de Jo artesanal, Debajo de la indiferenciacion (202) Quine (1980), 121 que establece el populismo entre lo autéctono y sus versiones desde lo dominante, corre Ii cuestion del caricter no-artistico de la ereacion plastica de'los dominados, su condicion de cantera generadora mas no de paradigma ordenador. Para que pueda producirs la cooptacién y mis- tificacion populista, las producciones plisticas de los dominados deben ‘conservar su prestigio de indigenes, ya que a partir de un momento seri nicamente en aquellas producciones donde podra esta categoria existir a la medida de las necesilades de la dominacion ideolbgica. Para que lo dominado andino conserve un antiguo rostio de indigena y no alcance a revelar su verdadero y nuevo rostro de proletario. Pensamos que los trabajadores que viven las transformaciones de la modernidad capitalis- ta viven también en su conciencia 1a bisqueda de una “nueva identidad” que reemplace a la que esti despareciendo, pero que ésta es efectiva- mente una identidad nueva a partir de la antigua y no la propuesta de la dominacion de mantener la deshilacheda continuidad de las formas ex- ternas dela antigua dominacion. Es importante constatar que la identidad de los dominados de las socie- dades llamadas tradicionales se define con mayor claridad y eneigia preci- samente a partir del cambio, que el debate mismo acerca de la identidad ro es un impulso nostaigico sino una movilizacién de la conciencia cultural ‘irigida hacia lo nuevo. Aun en el caso de la efectiva conservacion de una parte del pstrimonio histérico, en el dominio de las formas provenientes del precapitalismo, éstas han tendido a conservarse mejor alli donde ha habido una transformacién radical del soporte material: muchas represen- taciones tradicionales son conservadas a través de la introduccion de nue- vas téenicas, y viceversa. El rescate dle los tintes naturales en la textileria hha supuesto una modificacién de Ia comercializacién, como en el caso de la Asociacién de Artesanos Kamaq Maki; 0 en el caso de los tejidos de San Pedro de Cajas, donde h asuncidn de representaciones nuevas venidas de fuera ha permitido el rescate de técnica textiles desaparecidas desde 1a colonia. Es.asi que, aun si reconocemos que el dudoso concepto de lo indigena es un componente de Ia identidad del objeto plastica proveniente del procapitalismo, tal componente coexiste con el contrario del que lo indé- gena procede: Ja modernidad, En la ideologia del populismo la moderni- dad cs-la degeneracién de lo indigena, y por tanto de lo artesanal, sw gangrona,' Para ol caso conereto de la modemidad capitalista, esto es efec- tivamente asi; el problema del populismo esté precisamente en sti incapa- cidad para concebir otra modernidad que la capitalista, para concebir por cjemplo la posibilidad de una modernidad de lo autctono bajo otro modo de produccién, o la modernidad de las propias formas de produccion que hoy reproducen fo indigena, De tal modo la ideologta de lo autdctono (el 122 “pensamiento politico indio”) no serfa el socio de la modernidad capitalis: ta en la conservacion del pasado, sino su competidor en la lucha por cons truir un futuro socialista. Por esto consideramos que todo lo que es “pér- dida de los yerdaderos valores” constituye un fendmeno sumamente intere- sante y digno de la mayor atencion, ya que es alli donde encontratemos las sefiales de lo nuevo. Rudolf Baranik afirma que, dentro del contexto norteamericano, “lo moderno por el inomento pertenece a Rockefeller”; (103) a nosotros nos cabria afirmar para América Latina que por el mo- mento lo “tradicional” es de Artesanfas del Pert S.A. Artesanias de Co- lombia, Fonart y todas las grandes empresas de promocién de la artesan ia artistica, De alli la importancia de pensar en una modemnidad propia de lo autdc- tono, concebible inicamente como enfrentamiento a fa modernidad ajena, ‘en este caso la del capitalismo (como en otros siglos Jo fue la del feudalis- ‘mo hispano). Esto supone el desarrollo de una conciencia critica como componente fundador de cualquier identidad cultural, y una conciencia critica supone a su vez, por necesidad, un rebasamiento de los marcos de Jo indigena, una capacidad para concebirse desde dentro y fuera de la cate- goria a la vez. Bsta es la condicién para poder definir desde lo autéctono a aquello que lo define como ind igena: el entendimiento eritico enfrenta- ble 2 la dominacién cultural. Tal tiene que ser el sustento tedrico de una “estrategia simbélica” de una plistica dominada, y por ello sus sectores de punta se encuentran hoy mis en la disolucién que en la conservacién de las antiguas estructuras cognitivas y productivas. Pues continuando Ia mecini- ca de la asimilacién y el repliegue que marca las relaciones entre lo domina- do y lo dominante en la produccién plistica desde In conquista, la parte més desarrollada y formalizada de lo tradicional se religa a la dominacién y pretende dejar el resto de la produccién plistica fuera de la historia, (103), Baranik (1980). 123 Lave, Mille . : (FRU CRirice DE LE mate SAWIA, PLAGriCA ¥ So@enan Ew Log AW DES PERUA- NOS, Lima, PES CO CAPITULO VII LA IDEOLOGIA DE LO ARTESANAL Un campo privilegiado de expresién de muchos de los conceptos de lo ind igena que hemos criticado en el anterior capitulo es el dehate respecto del sentido de la representacién,en Ia plastica del precapitalismo contem- porineo. Hemos visto anteriormente que existe un-debate, formalmente académico pero con una importancia que trasciende ese terreno, acerca de la supervivencia o desaparicion de 1o:prehispanico:en la creacién plistica del continente, que esta estrechamente vinculada a la.constitucién de lo indigena en la imaginaci6n de lo.dominante. Aqui deseamos abordar,dos cuestiones vinculadas entre si que prestan buena parte de su sentido al debate acerca del significado contemporineo de Ia cieacién plistica del precapitalismo y proveniente de él: el santido ideolégico {iltimo de. la representacion y el debate de ideas en el populismo respecto del lugar que le corresponde @ esta representacion dentro del sistema plastico. De hecho se trata de la revision de-una faceta mds de “lo indigena”’ y las ideas que concurren a su constitucién desde lo dominante, y de una vision de la manera como los cambios socioeconémicos vistos en capitulos anteriores impactan (0 en otros casos pueden impactar) en, diversos. aspectos de la representacion, Pero antes quisiéramos abordar un aspecto fundamental de ésta: la relacién entre 12 mitologia (formalizacion no racionalista), la dominaci6n y Ja representaci6n, (104) La cuestién de la ideologia en la plistica del precapitalismo andino contemporineo tiene dos facetas complementarias: la carga y el sentido ideolégico de la representaci6n, y las determinaciones ideolégicas de todo el circuito de P-D-C respecto del significado de Ia actividad, sus productos y procesos, y la existencia social de ¢stos, En cuanto ala primers faceta, nos interesa identificar el sentido de algunas notorias ausencias, entré las (204) Sobre cuestiones de mitologia y plistica, véase: Ache (1978), Maurique (1978), Tolentino (1978), de Araujo (1978) y Ambrosini (1978), 127 que destaca lo que ha sido llamadd la “mitologia mayor” (105) de la cultura andina, asi como el tratamiento de algunos aspectos de la proble- miftica concreta de los productores, en especial aquéllos vinculados a la Ihicha de clases, Por ello nos interesa de manera particular Ia nocién de la fdeologia en la plistica que propone Nicos Hadjinicolou (106): una “inconciencia de si misma” que vive la clase al organizar la representacién, y que seria ja parte visible de Ia confrontecion de las clases en la produe- tién de Ies imagenes, Inconciencia de si como negacién de una parte de la existencia y como limite de la estrategia simbélica de Ia clase. Ineoncien- cia de af como conciencia de lo ajeno, introyectada, El siglo XVI apaga los grandes dioses del incario y los relega a una serni- clandestinidsd, en que In magia debe abandonar el Ambito politico y refu- giarse, apenas disfrazada, en el mis estrecho terreno comunitario y en las profundidades de lo doméstion. La represién ideol6gicx impone limites a I configuracién de Ins representaciones, y éstos son les anteriores vivencias colectivas de lo divino, que no constituia tinicamente una alienacién, sino también a partir de ella un polo ordenador de una vision del mundo que incluia elementos cientificos y tecnoloicns. Apagar el sol en la religiosi- ad incaica signifieé también destejer una parte importante de la urdimbre social, no directamente religiosa, de aquella formacién. Dentro de este movimiento la representacion ve castrada su capacidad de constituir cono- cimiento articulado, es decir capaz de reproducir la antigua sociedad; queda, pues, limitada a lo desarticulzdo: las formas del conocimiento directo, eidético, de la realidad inmediata. Incluso alli donde pudiera haber quedado una vocacién hermética de conservacién de un antiguo conocimiento perseguido, los limites de este esfuerzo estarfan dados por la imposibilidad de Ia articulacién en un conocimiento no dominado. La representacion de ese otro conocimiento permanece, empero, en manifes- taciones menos perteguibles (por no tener un soporte fisico duradero, ni ‘una contraparte hispanica operativa), como la danza y Ia fiesta en general, donde hasta hoy es visible la presencie de mitos mayores y d& opiniones hist6ricas acerca de acontecimientos nacionales. Rodrigo Montoya reconoce para los Andes tres grandes mitos de la cul. ture quechua: Inkarri, cuyo leit-motiv es la recomposicion de la unidad y a autonomia de 1a cultura andina tras la expulsion de los extranjeros, es decir Ios no indios; el mito de Wiracocha, creador del mundo; y el mito de Ii escuela, que plantea la importancia de la instruccién para el trénsito de a cultura andina a un perfodo de liberacién. La representacién de estos (105) Montaya (1980) (106) Hadjinicolaon (1973) 128 tres mitos, y de otros clementos importantes de a religiosidad andina no occidental, ha sido muy tenuc en le pléstica; mucho mayor difusién han lenido, por cierto, los mitos mayores de Ie religiosidad hispsinica y algunas de sus consecuencias convertidas en elementos de dominacién ideolégico- cultural: Ja fe en la desiguladad de los hombres, y en un supuesto origen divino de esta titima; Ia falsedad de todos los dioses frente al tinico dios cristiano; la superioridad racial del hispano frente al indio; y Is imposicin de los valores eristianos modiovalee de Ia sumisi6n y la imposicibn. (107) Los anteriores serfan los elementos del componente feudal en Ia forma. cién cultural andina, a loz que Montoya contrapone a su vez los elementos del componente prehispanico recreado: el valor social del trabajo, Ia vir tual ausencia de Ia nocién de individuo, Ia difusién de la reciprocidad, ta unidad profunda entre el hombre y la naturaleza. No es dificil itentificar Jos valores de Io feudal hispinico en Ia manera como se organiza y aparece la representacién da la plastica dominante, encamadora de esos valores. Refirigndose al grado en que este compromiso se daba en la pintura colo- nial, Agustin Cueva cita un recetario de la época publicado en Quito donde se recomienda: “Hombre piadoso: semblante alegre, color blanco y puro, ojos carrosos umedos, la naris vien sacada, derecha, no aguilera, buena pro- porcién corporal” (108), La contraparte de esta visi6n —literalmente “la visién de los vencidos"~ no pudo llegar a organizerse en la plistica dominada, en abierto contraste con Ia fiesta andina, donde os sistemitica la bburla de los “doctores”, Ia representacién de la confrontacién enire los dos mundos: conquistadores/conquistados, diablos/angeles o gamonales/cam- pesinos, y chilenos/peruenos— en alusion a la Guerra del Pacifico (109). Cvando afirmamos que la representacion de los mitos mayores o los problemas centrales ha sido tenue, lo hacemos en relacién al tratamiento de estos como temas organizadores de la representacion, y no como meros motivos, Esta diferencia entre el recurso orgénico al mito (que podria ser la elaboracion sobre ls historia y el significado de Wiracocha creador) y su empleo inorginico (como lo serfa el empleo de un “sol incaico” como frecuente elemento de la decoracién) nos leva a ver lo que significa ia presencia de Is mitologia en la plistica, y a partir de allf cudtes son sus maneras de manifestarse en Ia ideologia, de ser ideologta ella misma, Hay muchos plisticos eruditos que se reclaman de Jos mitos quechuas, aymaras, ‘amaz6nicos o chibchas; pero en Jos casos de tales artistas la tendencia es a 07) Montoya (1980) . (108) Vargas, J. M, Arte colonial quitefo, 1944, citado en: Cueva (1967) (109) Micera (1980) sefala cSmo en el vale del Mantaro ln danza predomina sobce Ia Tepresentacion sobre mates barlados y efabora sobre la presencia del tema ols Guersa del Pacifico en este género, 129 vincularse mis con el prestigio de un concepto que con un proceso de elaboracion miolgica, es decir de la organizacion de una vision del mando a partir de un mito o un sistema mitologico. En relaci6n con este problema resulta, pues, conveniente explicarse el funcionamiento de lo mitol6gico en las visiones cultucales, su cardcter de “piedra de toque” de una relacion con el control de las fuerzas productivas en una formacion social detetminada, Reconociendo que el tema no se agota aqui, queremos priorizar el sgni- ficado del mito como mecanismo y sintoma del proceso de captacion de Jos aspectos contradictorios de la realidad, como forma concreta (y genero diferenciado) de manifestacién de 1a ideologia de una comunidad. En una nota a sus Grundrisse, Marx plantea que “toda mitologia supera, domina y elinea las fuerzas de la naturaleza en la imaginacion”” (110). Y que por io tanto estd destinada a deseparecer con ia llegada de un dominio real sobre tales fuerzas. Extendemos este itimo concepto también a las fuerzas sociales, que desde la perspectiva alienada de los dominados son en'muchos casos todavia vistas como fendmenos ubicados mis allé de toda posibilidad de modificacion, y en ese sentido “naturales”. Obviamente el proceso de elaboracion ideolégica de una cultura no se agota en la mitologia, sino que contien: ademis un componente objetivo, que 2 partir de un momento ya no corresponde a la alienacion religiosa sino a la mercantil. Pero ¢ la vez, que implica el caricter ideolégico de la plastica del precapitalismo, el tema del mito supone necesariamente su cardcter religioso, en un sentido amplio y general. Esto nos lleva al tema de la enajenacibn, que para algunos teéricos es el nudo central de cualquier aproximacion al tema de la cultura. “Rechazar cl tema de la enajenacién”, dice Samir Amin, “como lo hacen los estructu- ralistas, es aceptar la perspectiva de 1984 como necesaria. El tema de la enajenacion no pertenece s6lo a la filosofia idealista del humanismo. No cs un tema del joven Marx que luego fue superado. Los primeros capitulos El Capital dan su ugar central a la enajenacion especifica del modo de producci6n capitalista (la mercancfa fetiche), Existen otras enajenaciones, las de Ia religion, que nosotros vinculamos a otros modos de produccidn.”” (111): Estas enajenaciones estin compuestas a su vez de negaciones que desdibujan la realidad e instalan en su lugar la ficcidn (no presentada como ficcién, sino asumida como realidad). En el caso de la plastica del precapi- talismo andino estamos ante una doble nega :: la de los mitos mayores y la de Ia problemética concreta de los creadores plisticos mismos. En tal (10) Mark (1977; 110111) (a1) Amin 1974) L30 medida la representacion que encontramos en la plistica dominada andina no es “natural”, y debemos adquirir el hébito de ver en ella precisamente aguello que no esti tepresentado, del mismo modo que asumimos como positiva la representacién en la pléstica dominante, La primera negacion ha cousistido en el traslado del tratamiento de los mitos mayores a una tradicion oral y al dominio de la fiesta comunal, dos, ‘manifestaciones no objetuales. En términos histéricos, todo el sistema de representacion de Ia plistica popular equivaldria a la sustitucion de una problemitica central reprimida, un poco como el Inkarri del mito que queda desmembrado y oculto bajo tierra aguardando-el momento de libe- racion. Se ha argumentado que el naturslismo ingenuista que sustituye lo reprimido tolera une lectura de claves herméticas que podrfan llevarnos a un “otro" conocimiento. (112) Pero una clave hermética deja entero el pro- blema de Ia comunicacién social de los mitos mayores, sobre todo desde el interior del fragmentado mundo popular andino, virtualmente privado de ‘comunicaciones horizontales. Ademis esta posibilidad implicaria Ia exis- tencia, tampoco confirmada, de un “sircuito interno” de circulacién de representaciones dentro de fa cultura dominada, 0 partes de ella (que es en realidad un archipiélago de cultura dominadas variadas). Pensamos que no hay real posibilidad de que historicamente los dominados hayan podido plantear su identidad frente a Jo dominante en términos de inconciencia de si mismos, i.e. de afirmacién positiva, y poder asf articular sus diversas ‘identidades hist6rico-regionales. La segunda negacién constituye una consecuencia, una suerte de fase avanzada de a primera, La ausencia de los problemas ve revela tanto en Ia claboracion ideologico-metaforica (mitos) como en la presentaci6n féctica (estimonio, denuncia). Esta es una cercenacion parcial que impide a la plistica yincularse de manera operativa con la historia; y es significativo que la doble negacion haya empezado a ser remontada en estos dltiios afios a partir de la radicalizacién politica, que supone el paso de una vision de la historia como conjunto articulado de aeontecimientos a una vision de ella como ambito modificable de la realidad, Esto supone también necesa- riamente una crisis de lo indigena, pues los temas probleméticos centrales de un pueblo dominado no pueden ser sino aquéllos vinculados con la con- frontacién, que empieza con una autodefinici6n alternativa a la impuesta, Las representaciones contestatarias de la plistica andina actual tienden a buscar un rescate de aquellas cosas postergadas por 1a bucolizaci6n y la folklorizacion que s habéa impuesto le cultura en otros tiempos, Vade la vida cotidiana a la constitucién de nuevos mitos que se van forjando en la nueva conciencia, (112) Stastny (1979) 131 En el plano del discurso narrativo de le representacién del objeto plisti- co (y también en otres formas de creacién en que interviene este tipo de discurso) encontramos una mitologia real, es decir actuante como mitolo- gia de control de les fuerzas reales, ligada de manera directa a una opera~ cin y representaciin de parte del sistema ideologico deminante de una sociedad, y vinculada a los sectores de punta de su capacidad tecnologica. Bsa esto que alude Marx cuando dice “ js que la vision de Ia naturaleza y __ de las relaciones sociales sobre Jas que se basaban la imaginaci6n y la mito- logia griegas pueden subsist al lado de 1a méquina de hilar automética, los ferrocarriles, las locomotoras y los telégrafos eléctricos? Qué posibilida- des tiene Vulcano frente a Roberts & Co.? jCuéles Jupiter ante el pararra- yos y Hermes junto al Credit Mobitier?” (113) Hoy tenérismos atin que sustituir.a Roberts & Co. por las “siete hermanas” petroleras, al pararrayos por la energia nuclear, al Credit Mobilier por el Chase Manhattan. Deci- mos “real” porque las determinaciones que s¢ concretan en sui discurso narrativo son fundamentalmente aquéllas vinculadas con el manejo de la sociedad y donde la jinica negacién esté en los limites existentes en ese momento de un desarrollo de fuerzas productivas, Al ado de ta mitologéa real, como su complemento y su sombre, encon- tramos una desplazada (0 formal) que se relaciona con sistemas ideologicos no vigentes en el acto positivo de la dominacion, silvo como interioriza- cin por parte de tos dominados. En el ejemplo de Marx en el pirrafo anierior tenemos un caso mity claro de desplazamiento de un sistema mito- égico por otro, En el momento de Ia historia que hemos elegido —el trin- sito hacia el capitalismo en los Andes del siglo XX— basta observar los dos Iados de Ia dominacién para tener una idea bastante clara de lo que es real y desplazado en la representacién del objeto plistico, En el caso del preca- pitalismo encontraremos la mitologia real en el elemento religioso de la plistica, ya que ese elemento religioso constituye el aspecto mas acabado de formalizacién narrativa del estado de control de las fuerzas naturales, Por eso privarla —en el caso de lo autéctono— de la posibilidad de eleborar religiosamente la representaci6n, fue impedirle elaborar sobre la realidad (efectiva o virtual) de Ia dominacién en una sociedad, es decir sobre las bases de la identidad. Toda mitologia seria, pues, la expresiOn activa o la huella de una dominacién, segin se encuentre en una situaci6n realo una desplazada, Sobre esta mitologia se asientan el poder del Estado o Ia jefatura de le tribu, y en est medida es expresin méxima del grado de control aicanzado por Una clase social sobre las fuerzas de la naturaleza, y de la manera como ese control permite la hegemonia de clase. Esta mitologia real es la que (133) Marx (1977) 132 rara vez es reconocida como tal por quienes la elaboran o hacen circular, y que existe socialmente bajo In especie de conocimiento objetivo, y es expresin de una efectivs inconciencia de sf de una determinada clase dominante. De alli que el mito real pretends asentarse en la raz6n alli donde el desplazado es reconocido inmediatamente como irracional. Encontramos nuestros ejemplos de mitologia real en todas las “grandes plisticas" que corresponden a la idedlogis de un Estado o de una clase en la historia de la humanided. Dentro’ de una secuencia claramente inserta en la tradicion “occidental” tendrfamos Ia plastica de las clases esclavistas de a antigiiedad grecolatina, 1a plastica religiosa de Ia dominacién feudal en el medioevo europeo, 1a plastica del individvalismo en la era burguesa o la pléstica de tema épien-social de las sociadades colectivistas de este siglo. Similares secuencias pueden ser establecidas para Asia, Africa 0 América Latina, por ejemplo. La realidad de los mitos en la plistica tampoco es un dato de tipo abso- uto sino uno vinculsdo a ta especificidad hist6rica, lo cual supone algunas complejidades, vinculadas a la idea de Marx acerca del “desfasaje” del arte ys vigencia diferencial respecto del desarrollo de fuerzas productivas (114): lo que es real en un momento o circunstaneia pasa a no serio en. otro, y en eso reside Ia idea del desplazamiento. Reslidad y desplazamien- to respecto de una domiinacién ideolégica especifies y concrets; y en tal medida no dos formas auténomas de existencia de la representacién, sino dos momentos de un solo proceso de existoncia, ‘Una determinada clase dominante conesde’importancia prioritaria a aquellas repressniaciones insertas en su propia tradicién de desarrollo histérico y ascenso al poder, a aquellas articulables a su propia estrategia de dominacion ideolégica. En este sentido es ilustrativo el manejo de la categoria arte, tal como aparece en el primer capitulo de esté texto: un mecanismo ée simultéinco despojo y cooptacién de lo no dominante. En el caso de Ia plistica del precapitalismo andino, es la contraparte ideolbgica del proceso socioecondmica de transformaciones de la actividad, Hasta aqué el aspecto especificamente mitolégico de la pléstica como expresién en la tepresentacién de una inconciencia de si misma de la cultu- ra dominada, como una_suerte de “género no mareado” de la-dominsci6n. Ya en términos mas generales, pensamos que la representacién de la plisti- ca popular y sofiorisl andina discurre por tres grandes cauces: los mitos de la ideologia dominante (cristianos y nacional-burgueses), los sistemas de Ia, omamentacion, y la representacién del mundo complemenitario del trabajo (14) Marz (197) 133 y it fiesta. Las representaciones de la leyenda sagrada cristiana son las que ‘con mds fuerza encarnan Ia herencia de fa dominsciOn hispdnica y luego tepublicana en la plastica andina: los retablos , las cruces de camino, la cereria, los milagros, etc, mantienen en representacion y en soporte fisico fas huellas de lo colonial y lo republicano. Son las que se encuentran mas estrechamente vinculadas a Jos sectores dominantes dentro de la propia cultura dominada andina: terratenientes gamonales frégilmente asimilados a lo “occidental” y sectores allegados a la ciudad andina (115). Si bien es cierto que se trata de una religiosiéad cristiana tamizada por clementos autéctonos, ella aparece como un universo conservador, que encarta siglos de domiinacién ideoldgics. Quizés el signo mis claro de esto wa cierta piedad patética (cuya iiltima metamorfosis estaria en lor Cristos del cara. mista Carlos Mérida), reveladora de lo que ha sido Ia tradicional relacién entre iglesia y comunidad andina en el pais Al lado de esta vivencia religiosa cristisno-andina presente en la repre: sentacion, los creadores populares han expresado también diversos esta: dos de “conciencia cirica”, expresién de sus fluctuantes y diferenciadas Feluciones con el Estado oligétquico, y Iuego depuradamente burgués: desde la presencia de escenas de Ja eniancipacion de Espana en el siglo ‘XIX hasta ciertas apariciones de la denuncia social, de 1a Guerra del Pacifico, las imagenes del Estado, de la identidad politica que éste ha con- ferido a algunos grupos comp contraparte de la ideatidad regional, han si do frecventes temas de In plistica, Al igual que el religioso, este o3 un universo de figuras ¢o un orden establecido, gencralmente concebido como “leyenda”, rara vez como efectiva vivencis. Son visibles en estos casos las dificultades que nuchos creadores en esta situacion han tonide para captar el -yp-ificado de Io nacional-burgués desde una perepectiva socio histbricame “e anclada en lo regional En cambio los mundos cmplementarios de la fena y de Ia fiests cons. tituyen el nticleo més dindmico y veraz de li creatividad de los plisticos andinos, ya que se trata de representaciones provenientes de la experien- cia directa, y donde la participaciOn en lo representado genera una uni dad de sentido para toda la configuracin de los elementos, Casino hay género de objeto plistico que no aporte representaciones de estos mun- dos. Frente a hs jerarquiss hiecdticas de lo sagrado y las sintesis abs. tractas de lo nacional (que naturalmente tienden a la uniformidad), la visin plistica andina del trabajo y del tiempo libre es proliferante, y si bien en el pasado ha sido muy raro encontrar representado el conflicto cultural y de clase, siempre huubo el marcato proposito de representar faena y fiesta tal como se ordenan en It vision popular: el testimonio (115) Degregori y Urrutia (1976) 134 como primer nivel de afirmacion de la propia existencia. En este plano testimonial es donde podemos encontrar sistemas, jerarquias, composicién y natacion absolutas, entes, ajenos a las visiones de la “*ideologia en imé- genes” de lo dominante, Sin embargo toda la red de auseneias y presencias ideolbgicas en la representacién que hemos comentado haste ahora ha venido destejiéntow en los iltimos dos deconios, aproximadamente, jalada desde varias puntas per la reproduccién del capitalismo y su ideologia en el campo, y dentro de 61 entre los eceadores plisticos populares y sefloriales. La I{nea diviso- ris para comprender el sentido ideolégico de ln representacién la establece aqui el capitalismo como sustento material de lo lsico, frente al precapi- talismo como sustento material de Jo religioso.~ Es al cruzar esta linea divisoria que la representacién sobrevive su sentido original y va asumien- do otros nuevos. La representacion religiosa (cristiana y ‘no cristiana) en un contexio erecientemente laico, la representacion civica en un con- texto cada vez mis comercial, las representaciones de la faena y bt fiesta ‘en medio de una ccisis de disolucion do las estructuras sociales tradicio- nales: talés son los temas ideologicos centrales para abordar la plastica andina, Los agentes administradores de estos pasos de un lado a] otro de la linea son todas aquellas fuerzas que concurren al mercado capltalista Yy desde la distrioucion influyen simulténeamente sobre la pratuccion y ‘el consume, De entre éstas lk mais importante es sin duda alguns e} Esiado promotor, apoyado en las visiones de lo iudégena y Uo artesarel que provie~ nen del populismo, El Estado promotor tione diversas caractoristias de pais a pais en Ami rica Latina, pero con el comin denominador de buscar administrar al mis- mo tiempo todos los aspectos de la produccién plastica proveniente del recapitalismo: su cardcter de ‘‘representante total” de In sociedad le permite conesbir de maners natural la totalilad social de dicka plistica En tal virtud advertimos en 61 al principal organizador de la transforn cidn de Ia actividad y de su expansién, En el caso peruano esto explica simultneamente la existencia de las Escuelas de Formacién Artesanal y de entidades como la Direccién General de Artesania (116). De otro lado el Esiado promotor ha sido en los pafses latinoamericanios wn importante exportador de objetos artesanales, y en e| caso peruano sigue siendo el (116) Significativamente la DGA fue rducida a ax minima expresion entre el gobier~ ‘ne liquigider del populisno voluxquists que fue ef gimen Morals y lass fauasion™ iecmaniana del Sendo Belainde. En Mésice, donds el popu ‘mo se mantiens como uao de los factores consiltutivos de It idsologit y Ia Poti de Ha, ete two do instucés sus Sd namo, sone [o evidencan lus Ustse que aparocen al final del Ubro de Victoria Novelo ag76). 135 més importante (117). Pero su papel mis significativo, y e1 que articula los dos anteriores en un esquema global de dominacion, es el de construc- tor y administrador de una ideologia de lo artesanal, de un ‘*meta-mito” de esa producci6n, fabricado a partir de la lectura de todos los mitos des- plazados de los objetos plisticos de Ia dominaci6n, y la divulgacion de esa lectura a partir del sistema educativo y propagandistico estatal, Si en un pais “muy artessnal” como México esta construccién y administracin ideolégica culminan con la entronizacién de los aparatos de gobierno que enumera Victoria Novelo en su estudio, en otro pais “muy artesanal” como al Pert, la culminacién del proceso fue una polémica en los medios artisticos que preludié el desmantelamiento de las politicas del populismmo velasquista en esta area. Nos referimos a la polémica ocurrida en 1976, en tomo al Premio Nacional de Arte concedido al retablista ayacuchano Joaquin Lépez Antay. En 1975 el Instituto Nacional de Cultura otorgé el Premio Nacional de Arte @ Joaquin Lépez. Antay, un retablista de la ciudad de Huamanga, en otros tiempos celebrado por José Sabogal y José Maria Anguedas. ‘Lépez Antay (muerta en 1980) fue hasta el momento de aquel premio uno de los mis prestigiosos creadores de Ia plistica sefforial, junto con los eélebres imagineros de la ciudad de Cuzco. A partir del premio y Ia polémica que le siguié, pasb a convertirse en un simbolo del nuevo —si bien diseutido— status de la artesania en el pais. Como luego se veria, uno de los aspectos mis disputados del premio fue que éste fuera concedido en competencia con uno de los més célebres pintores eruditos del Pert, lo cual convirtié (sobre todo pars los eriticos del fallo) el certamen en una confrontacién’ entre “arte culto” y “arte popular”. El comunicalo emitido on este sentido por In Asociacién Profesional de Artistas Plasticos (ASPAP) fue mis que elocuente: “El que se hubiera querido consagrar ‘a labor de jin artesano, que merece nuestro respeto y simpatia més since- ros, habrfa motivado ciertamente nuestro mayor bensplicito, de haber- f producido dentro del marco especifico de un premio destinado a In artesanfa, Pero el fallo que impugnamos adquiore vn sentido totalmente diferonto © inacoptable, al sentar Ia tesis de que le artesanfa tiene para nuestro proceso cultural una significacién mayor que Ia pintura (...)” El comunicado elabora a continuacién sobre el significado de 1a obra del propio Lépez Antay: “No puede justificarse semejante fallo en la pre- tonsién do oponer un arte popular y auténticamente peruano a un arte lamado ‘culto’ y arteramente.motejado de ‘dependiente’. Pues, en efecto, no s© podria haber escogido para tal propésite ningin ejemplo mis torse- mente desafortunado que ¢l de los ‘retablos’, cuyo indiscutible encanto 17) Ve (1981) 136, no les quita el carécter de una expresiin artesanal que no logra superar su primigenia inspiracién colonial. Es por eso que los pintorescos retablos ayacuchanos se han convertido en este filtimo siglo en objetos de consumo que satisfacen ¢ Is voz las necesidades de exotismo del turismo extranje- ro y, en el caso de nuestro turismo interno, las ansias mezcladas de popu- lismo y pasatismo que caracterizan Ia mentalidad de ciertos capas, por lo visto siempre dominantes, de nuestra burguesia tefiida de progresismo inte- lectual e inmerse en irremediables complejos de culpa’. (118) Casi ‘simulténeamente un significativo grupo de plasticos de la norma “culta” renunci6 en solidaridad con el fallo del jurado del INC, y poco después formé una entidad gremial alternativa: el Sindicato Unico de Trabsjadores de las Artes Plésticas (SUTAP), que no mantuvo su active dad. La defensa desde los diarios favorables al fallo se centré en la nece- sidad de reconocer Ia existencia de “dos Perdis (0 serd Perties?) delibera- damente apartados", y en que e! premio era un simple acto de justicia distributive, Con sangre en e] ojo, un columnista politico afirmé que ‘se podria decir sin demasiada inexactitud que (los pintores) practican una rama sofisticad: de la decoracion de interiores para familias pudientes” (119). Hacia fin de mes Gastin Garreaud propuso en una nota que Lopez Antay fuera invitado a ser miembro honorario de la ASPAP ¢ incluido “sin clasismos ni prejuicios en todos los envios representativos de la plfstica peruana al extrahjero”. (120) En cuanto ya el propio Garreaud pertenecia al sector renunciante que luego formaria el SUTAP, su propues- ta parece ironica (si bien su significado va mis allé de Ia ironfa), Sin em- argo por esos tiempos el pintor Fernando de Szyszlo renuncié a una comision estatal a que pertenecfa, en protesta por el envio a fa Bienal de Sao Paulo de una muestra de artesania en representacion de Ia plistica peruena, En este debate se evidencian numerosos elementos de Ia ideologia que rodea y conforma lo artezanal en la mente de lo dominante, En primer lugar Ia. mentalidad retributiva que establece la revaloracion a partir de un acceso a los mecanismos privativos de lo dominante. Es este empleo. de mecanismos privativos lo que motiva la violencia de la respuesta gre- mil, en cuanto amenaza con liquidar la ventaje histérica obtenida por el artista respecto del artesano, En segundo lugar Ja confianza en que los caminos de la artesania son los caminos de lo nacional, a cara opuesta de (118) ASPAr (1976) (119) Rojas (1976) (020) Gerreand (1976) 137 lo dependiente (que en los paises del capitalismo periférico sirven para disimmular la posibilidad de que Jo dependients sea precisamente un factor constitutivo de lo nacional). El Estado peruano opta por eate camino pre- cisamente a partir de la experiencia de haber sido confrontado por un sec tor de la burguesia que dicho Estado deseaba representar de manera glo- bal. En tercer lugar, la total indiferencia respecto del contenido (del significado de las configuraciones de la represcntacién) en una obra como la de Lopez Antay: w considera que est mitologta puede ser, pero no de- cir, desde su situaciin intrfnsecamente no artistica. En cuarto lugar, lo que se premié en virtual representacién de todo el arte dominado, no por azar constituia expresion de su sector mis tradicional: Ia plistica seflorial, Asf, se sustituye lo popular por el sfmbolo de lo popular. Sien su proyecto de Reforma Agraria de 1969 el Estado velasquista bused simultineamente enfrentar y recoger un decenio y medio de movi- lizaciones campesinas, en un acto como el Premio Nacional a Lopez Antay este designio tiene que ser visto como el deseo de enfrentar la di soluci6n de la plistica seforial a través de la revalorizacion desde el Estad es Ja bienvenida a la transformacién del plistico proveniente del precap talismo en artista y a la yez la jgnorancis deliberada del hecho de que numerosos creadores de ese tipo (artesanos) estaban (y todavia estin) pasando a las filas del proletariado en.la ciudad y el campo, Menciona- ‘mos todo el incidente porque nos parece un punto de inflexiin dtl para el seguimiento que estamos haciendo de las transformaciones de la plés tica del precapitalismo andino, La politica del populismo no alcanza 2 abarcar el complejo juego de disoluciones que supone el transito de Ja pléstice del precapitalismo al capitalismo: disolucion del valor de uso en el valor de cambio (aunque esto no signifique la desaparicién del primero, como vimos), disolucin del oficio individual en la division industrial del proceso productivo, disolucién, por diltimo, de lo religioso en lo laico. En este proceso de transformaciones Jo que cambia es Ia relacién entre la representacion y el soporte material, lo cual supone la transformacién de por lo menos uno de los elementos del objeto plastico (R/S). Desplazarla mitada de la relacién a uno solo de los aspectos del objeto plistico puede producir fal- sas impresiones de inmovilidsd. La idedlogia de lo artesznal en Ia actuali- dad interesadamente supone una concentracién total en la representacién, y dentro de ella en sus aspectos menos articulados desde el punto de vis- ta de una nerretiva: color, disefio u ormamento. Queda asf para ol exe- men Gnicamente una forma vaca, una de las facetas de la exterioridad del objeto pléstico, Es en este sentido que puede afirmarse que Lépez Antay, puesto ante el piblico como representante de una plistica del pre- capitalismo, significé en su momento la ignorancia (o el deso de ignoran- 138 cia) respecto de todo lo que habia sucedido con esa actividad y sus produc- tos. : Cuando Jos artistas profesionales protestan afirmando que el retablo tiene un sentido reaccionario, no les falta razbn en cuanto estén critican- do a uno de ios géneros de la plastica sefiorial andina, cuya narracion exal- {a Jos mitos de la religiosidad dominante. Sin embargo, del contexto 32 desprende que estén haciendo la critica no contra el retablo sefiorial, sino contra el ro-arte, conita la plistica de los dominados en su conjun. to, Del mismo modo el premio bused reconocer la parte miis aceptable de ese no-arte, y en Jo concreto eligié Ia parte o mis “‘artistica” de esa plistica, ‘Malentendidos que proceden de la indiferenciaciSn entre repre- sentacion y soporte material, Se intent, pues, hacer justicia a un objeto que ya esti muerto en el terreno de la representacion (en el lenguaje de Hadjintcoleou se diria que ya se trata de una ideologia en imagenes ex- clusivamente positiva) (121), si bien en su aspecto de soporte material los retablos de Lopez Antay ya se valorizan a partir de otras categorias, disfrutan hoy de hecho una existencia social artistics. Se encuentran dentro de lo que Nestor Garcfa Canclini lama Ja “estrategia de descon- textualizacion y resignificacion que la cultura hegemonica cumple respec. to de las subalternas” (122). Es decir, el intento de que el mismo objeto plistico signifique una cosa nueva dentio de un nuevo contexto, y que ese nuevo significado abone en favor de lo dominante, Un primer requisito de tal proceso esti en el abor: daje de la produceiGu plistica a partir de una separacién tajante entre Fepresentacion y soporte materlal/fisico, que es la que allana el camino a todas las dems separaciones: en el caso de lo indigena, la manipulacion 4 partic de la separacion entre pasado y presente, Uno de los crisoles mas teveladores de este proceso de “descontextualizacion y resignificacién” Se encuentra en las relaciones entre la pléstica erudita de la cultura domi- ante y las representaciones de a plastica dominada: todo aquello que alguna vez fue Hamado despectivamente “pintura de indios” y que luego reclamé con orgullo ser llamado “pintura nacional”, Es interesante anotar aqui que vatios de los artistas profesidnales que protestaron por el premio eoncedido por el Estado peruano a Lopez Antay pueden fégilmente ser ubicadosen esta categoria. Los intentos de la noma erudita por aproximarse a “Io indio” han conocido varias etapas desde el siglo pasado, cuando empieza una linea de glorificacion visual de Jo incaico apoyada en la leyenda de un Tialua- (121) Hadji Nicolscu (1973) (122) Garefa Canctini (1981) 139 naco idilico, y en la saga de las ‘dos grandes razas” con que se quiso paliar las atrocidades de la dominacién coloniel prolongadas por la repitblica (un blanco aventurero 0 un indio emperador” eseribid equitativamente ¢ poeta modernista José Santos Chocano), Este perfodo, cuya obra maes- fra es por diversas conceptos “Los funerales de Atahualpa” del pintor Luis Montero, lienzo al que concurre y sobre el que se aprieta toda: la mitologia de ese momento sobre las relaciones entre espafioles ¢ indios en el Pert, y que contribuye a la fundacién de wn mito mayor del populismo peruano: el encuentro violento de les dos razas crea una nueva identidad ‘que supera no s6lo el original antagonismo hispano/indio, sino partir de all{ los antagonismos de clase y de cultura en el pafsrepublicano, y sobre todo en su modernidad capitalista, (123) es un perfodo que se ci la aparicién del indigenismo y sw enizada por tna nueva vi de lo andino contemporéneo. La Sptica del indigenismo fue igualmente externa, como vimos, pero s dirigié a una zona distinta de lo dominado: no 1a impulsaba el deseo de ensalzar un pesado, sino el de rectificar una postergacién vigente. El perio do anterior no manejé propiamente ideas (si bien acepté tdcitamente la de Jo exdtico americano correspondiente a un momento del romanticismo eu- ropeo), mientras que el indigenismo entré a un debate doctrinario en que expres6 claramente una intencién de constituirse en una pintura nacional y reseatar ideas del calibre de la de la “raza césmica” en José Vasconcelos, Su particular aproximacion por la via de Ie estilizacion “telirica” de lo indio y por el rescate de valores bucélicos a menudo se contradijo con ‘su prictica visual, que tuvo extremas éificultades para aproximarse al pensamicnto estético de los dominados: en José Sabogal es mis viva la pre- sencia del espatfol Zulorga que la légica del estilo andino (que aparece quizés mejor en su trabajo de artista grifico), y del mismo modo en la ‘obra de Julia Codesido se advierte sotre todo Ia influencia de ln estili- zacién vanguerdista de aquel momento. Yes precisamente sobre el propio lienz0 que no hay un reconocimien- to de In otra plistica pernana contemporinea. A partir de los aflos sesenta un abstraccionismo que no cusj6 del todo, y cuyo principal exponente fue el pintor Femando de Szyszlo, se desplizé hacia un interés por fo prein- caico. Las raices de ese interés estin en los orfgenes mismos del abstrac- (123) Ese mito mayor gsté compuesto de diversos elementos, pero su niiclea central ‘esth nacesaciamente vinenlada al primer acto “estatal® de dominacion poli tea en el pais: Ia muerte de Atahualpa, En su vertiente popular este mito es fl de Inkarri, ef Inca descuarizado cuyas partes fueron ocultas bajo tetra ¥ que pagnan por recorstituirie, En su vertiente dominante posiblements el Tito de los Funetaler ds Atahualpa sea al de Is consumacion, el de la eonquis- Tairvoversible, cionismo en el Pert, pero Ia carta de ciudadanfade lo preincaico la otorgn el populismo de aquellos afios al lanzar la consigna ‘*husqueemos el Perit” con Ia cual se abre las puerta a Ia biisqueda de “‘raices nacipnales” en un pasado remoto, Son los mismos affos en que las movilizaciones campes+- nat —de Ine que cabe destacar las que lideré Hugo Blanco en el Cuzco— van destruyendo las filtimas ilusiones de una “comunidad nacional” con os dominados de la otra cultura, y son también los arfos en que empiezan ‘2 precipitarse las transformaciones propiciadas por Ia alteracién de las relacianss entre oferta y demanda en Ia actividad de produccién de la plistica proveniente del precapitalismo. Pareciera que se empez6 a buscar raices por no cosechar los frutos del frondoso érbol de la opresi6n secu- Jar suftia por el campesinado en los Andes. Paraddjicamente, o tal vez no tanto, esta secuencia de sproximaciones no resiste la comparacién con el grado de integracion que existio entre Ia plistica erudita europea y la plastica dominada andina bajo. el régimen colonial espafiol. Aunque totalmente subordinados, el talento y la sensi bilided andinos tuvieron algunas salidas parciales en las tareas de la plis tica erudita de la colonia, y esto operd como un factor de transformacton de la propia pléstica dominada, que se encuentra en el origen de la mayor parte de las piezas de artesania artistica que algunos escritores Haman “artes populares”. No ha sido este el caso de Ia plistica erudita post- colonial, que aparece como unt instancia totalmente segregada de 10 do- minado (y alli encontramos el motivo del olvido en que cae est parte de la plistica seftorial que Sabogel redescubriri con los demés indigenistes en los afios 30). La plastica no profesional comienza a ser en el sector dominante cade vez mas excepeion y heterodoxia. La pléstica erudite del siglo XVI en adelante es en gran medida piiblica, mientras que a partir del siglo XIX se va privatizando (y a esto contribuyé el perfil del Estado republicano). En su anhelo de modernidad y progreso, la repiblica margin6 2 los sectores “atrasados” y en consecuencia se marginé estéticamente a sf sma, incapaz de reproducir en este territorio el sistema artistico dest- rrollado en Europa durante los sighs anteriores. Y es desde es frégil franja de un pensamiento visual de origen extranjero, adecuado a medias ala mudable sensibilidad de una burguesfa siempre embrionaria, que se producen los intentos de captar lo indio en este siglo; asf, las relnciones de ts plastica erudita con la dominada reproducen las,que esa misma plistica erudita mantiene con el éxterior. Sin embargo debajo de esas, tivas es posible advertir una seguridad de esos artistas y de su pi- blico de ser los intérpretes de una nacionalidad basicaments homogénea cuyas fisuras era preciso (y suficiente) soldar. Part ello en el siglo XIX la plistica erudita recurriré a In leyenda garcilenia de un incario arménico 141 ¥ grandioso, la media naranja del orden imperial espafiol; la del sigio XX iré en pos de las posibilidades de una nueva topograffa humana, basi- camente bucdlica, y mis tarde a la utilizacién de elementos de un pasado estéticamente “solvente”, una especie de arte moderuo avant la lettre, listo para ser “huaqueado", El sistema de representacién prehispdnico empieza a influir de manera significativa sobre la norma plastica erudita a partir de los anos cincuenta, ‘en que ademds de un motivo principista (la conveniencia de responder al dogma indigenista con otra yeta autoctona) hubo real afinidad de algunas de esas representaciones con les basquedas del no-figurativismo peruano, Para un sistema de representacién que busca apoyarse exclusivamente en la forma, el color y Ia textura, la produccion Chavin, Chaneay, Nazca 0 Paracas ha sido un rico repertorio, cuyo alto grado de especializacion en cuanto plastica de grupos elitarios, junto con una desvinculacion efectiva de Ia cultura actual de los grupos dominados, han hecho de ella una can- tera ideal. Nadie deline6 realmente una doctrina para el encuentro del sistema de la representacion prehispinico con el (o los) del arte y sus importaciones; sin embargo no han sido pocos los pintores de primera linea que han buscado encamarlo:Szyszlo ha tomado formas basicas de ese sistema como nicleos generadores de un periodo de su obra; Ricardo Grau experiment con el esquema coloristico y las sugerencias de la ar quitectura de la piedra andina; Jorge Eduardo Eielson se apoyé en las pos: bilidades de lo textil enel contexto funerario de] arenal, y también Gaston Garreaud sintetizé algunos cédigos geométricos de la textileria; Milner Cajahuaringa asumio la exploracion de s hornacina trapezoidal. En térmi- ‘nos generales la plastica prehispanica ha participado en el medio erudito como un paradigma de la excelencia formal y de una autonomia estética no Jocalisia, como una ampliacién del concepto dominante de nacional dad, y como el recurso més cercano en la bisqueda de una plastica com petitiva en términos de la internacionalizaci6n del mercado en la segunda ~ postguerra. (124), (124) Fs interesante que Ia presencia del universo de formas do Ie plistica anding contemporines haya ingresado al imbito de Ia modersidad capitalsta no vit a asimilicion, sino & través de la transformacién de unos cuantos artesanos a artistas, En cambio son sobre todo los artistas de la capital lo que con mas fasis se han rectumade de una tradicion formal prehispanies. “nesta proc. cupacion por lo prehispanico tendriamos un caso de “atticulacion por fitera”™ de una mitologia ys convertida en formal (la del pais prehispanico), cuyo ‘mensaje es rescatado ya en otro nivel aun mas alli de fa propia Teprexentacion, y “reseaindo” en st reaizacion: asi ta pléstica prehispiniea do Is costa ye 10. resenta una segunda lectura, es una "meta-plistica": es ls posibilidad de ne plastica occidental (arte) periam de ser “igual” (via Klee, por cjempld) 2 las plisticas de los ceatros euronorteameicancs. 142 Vemos, pues, que a comienzos de los aflos sesenta las relaciones entre la norma estética de la pléstica crudita y las otras normas (la del sistema de representacién prehispinico y Ia do la plistica del precapitalismo y proveniente de él) tienen una minima (y significativa, a pesar de su cardic- ter unilateral historia, y que ella delinea los grandes trazes de una estrae tegia simbélica de cooptacién de formas sefioriales y populares antiguas de 1a plistica dominada, en benoficio do un sistema artistico totalmente alsla- do de las mayorias de la poblacién, y con problemss para asimuilar le modernidad que se dessrrollaba on ol exterior, En tales momentos el iiblico de ese mercado acogid con entusiasmo tales experimentos in vitro en el laboratorio de las relaciones culturales. Eran experimentos de trans- plante, 0 cuando menos de injerto, de una parte de un sistema plistico en otra parte de otro, Si bien todavia por un tiempo Ia contraposiciSn entre lo andino (come ‘una manifestacién particular de ‘lo indigena”) y lo moderno eapitalista serd el eje en torno del cual se ordenaria muchos de los fendmenos de clase en los diversos tipos de produccién plistica en el Perd, pensamos que las lineas de clase irdn borrando las étnicas y raciales. Quiz el més importante feadmeno de la plistica en toda la formacibn social peruana en estos pasados dos decenios sea precisamente la aparicion de ese eje en las conciencias de los cteadores, intermediarios y piblico: el capitalismo eventar el cerco que mantenia ensimismados al sistema plistico seftorial ¥ popular andino, a la vez. que limit6 los esfuerzos por aproximarse a ellos por parte de los artistas de la modernidad capitalist local 143

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