La ética aristotélica es generalmente reconocida como una ética eudemonista, que
tiene la felicidad por objetivo, con su buena acción conseguirá la felicidad. Parece un planteamiento sencillo, pero sobrelleva importantes implicaciones sobre la naturaleza humana y su fundamento ontológico. La comprensión aristotélica del ser humano es distinta de la moderna. La doctrina antropológica en la que se basa la ética aristotélica difiere de la antropología que predomina en la cultura occidental contemporánea, que es de corte marcadamente kantiano, por la escisión cartesiana entre alma y cuerpo y después, por la visión kantiana de la razón como única facultad fiable como fuente de moralidad.