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En los inicios de este gobierno, lo primero que se asumió fue la nueva Constitución y se

llamó a Asamblea Constituyente en el entendido que no pueden ser viables los cambios
estructurales si no hay una reforma constitucional. La propuesta que hizo el presidente
Chávez condujo inmediatamente a la necesidad de acelerar el proceso de cambio y
transformación y entrar en una dinámica desde el punto de vista político, institucional,
económico e internacional, y marcar el rumbo con claridad en la construcción de una
nueva sociedad: la sociedad socialista del siglo XXI o el Socialismo Bolivariano.
Los “cinco motores” son, en efecto, una suerte de impulso crucial hacia el objetivo
querido e imaginado desde ha mucho tiempo por algunos de los autores y coautores
civiles y militares de los golpes de Estado del 4 de febrero y el 27 de noviembre de
1992 contra el entonces Presidente Carlos Andrés Pérez, e interpretado cabalmente por
Chávez.

Motores constituyentes
Primer motor: La ley habilitante
“La Ley Habilitante debe ser el arranque de este año. Si las leyes del 2001 impactaron
el esquema económico y social del país, estas nuevas leyes deben impactar con una
potencia mucho mayor la actual situación económica del país"
Definitivamente, desde el mismo momento que Chávez asume la presidencia de la
República en 1999, las mayorías populares asumieron su Proyecto de País como de su
pertenencia; y de igual manera, desde entonces, los sectores minoritarios que siempre
han ostentado el poder económico e influían de manera determinante sobre el poder
político en el país, han sentido que dicho proyecto entra en contradicción con sus
intereses; y el hecho de que esos sectores de la oligarquía —con el estímulo
imperialista— hayan enfrentado el gobierno de Chávez y —no obstante los resultados
electorales del 3 de Diciembre 2006— lo sigan haciendo, a riesgo incluso de los
privilegios que injustamente aún poseen. Pero para que esa apreciación de las
mayorías populares, además de perceptiva, se concrete en la realidad, hay que asumir
la Propuesta presidencial de Ley Habilitante (PLH) y de la reforma constitucional, como
la oportunidad de esas mayorías para impulsar la instauración de la hegemonía
popular.
En ese sentido, el presidente Hugo Chávez, con el irrebatible fundamento del “…
mandato otorgado contundentemente por las mayorías populares el 03 de diciembre de
2006, relativo a la dirección y el sentido social, marcadamente igualitario e inclusivo que
debe distinguir las actuaciones del Ejecutivo y en general del Estado venezolano”, ha
solicitado a la Asamblea Nacional, mediante la Política de Ley Habilitante, que le
otorguen poderes especiales para legislar en los ámbitos de:
1. Transformación de las instituciones del Estado;
2. Participación Popular;
3. Valores Esenciales del Ejercicio de la Función Pública;
4. Económico y Social;
5. Financiero y Tributario;
6. Ciencia y Tecnología;
7. Ordenación Territorial;
8. Seguridad y Defensa; y
9. Infraestructura, Transporte y Servicios.
Mediante la Ley Habilitante, la Asamblea Nacional autoriza al Presidente de la
República para que en Consejo de Ministros emita decretos con fuerza de ley, su
equivalente en la legislación española será el decreto-ley, conforme a los
procedimientos señalados en la Constitución, para las materias y durante el periodo de
tiempo señalados en la propia Ley.
La Asamblea Nacional deberá revisar antes de su promulgación los decretos con fuerza
de ley y, en el caso de que sean leyes orgánicas, deberán ser examinadas por la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).
La Ley Habilitante actual autoriza al Consejo de Ministros a legislar durante dieciocho
meses en materia política, económica, social, de seguridad y defensa y en el ámbito de
los procedimientos de la administración pública. El Ejecutivo designó un gabinete
especial para desarrollar las leyes autorizadas por la Habilitante, presidido por el
Vicepresidente Ejecutivo Jorge Rodríguez.
Este gabinete examinar tanto las leyes viejas como las nuevas que precisen reforma,
así como aquellas que hay que sustituir por otras; abordar también la elaboración de
nuevas leyes para desarrollar los mandatos constitucionales. Hay una lista de leyes.
Primero leyes viejas que hay que reformar; segundo, leyes nuevas que hay que
reformar; tercero leyes que hay que sustituir por otras; cuarto, leyes que hay que
inventar en el marco de la Constitución para desarrollar aún más los mandatos
constitucionales.
Entre las leyes viejas, destaca el Código de Comercio promulgado en 1904 y reformado
por última vez en 1955.
Por ejemplo, el Código de Comercio venezolano. Símbolo del capitalismo, fue
elaborado hace más de 100 años: en 1894. A ese Código le hicieron varias reformas en
el mismo marco, y la última fue hecha en 1955, cuando gobernaba a Venezuela el
general Marcos Pérez Jiménez. ¿Qué socialismo vamos a hacer con un Código de
Comercio de esa calaña?
Otro ejemplo son todos esos sectores de un área tan importante y estratégica como lo
es la energía eléctrica. Todo aquello que fue privatizado, nacionalícese. Recuperemos
la propiedad social sobre los medios estratégicos de producción. La Compañía
Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (Cantv): nacionalícese.
La Nación debe recuperar la prioridad de los medios estratégicos de soberanía, de
seguridad y de defensa.
A través decretos con fuerza de ley se recuperarán mediante nacionalización
(recuperación de la propiedad social) sectores estratégicos de la economía venezolana
que habían sido privatizados, como el de telecomunicaciones, energía eléctrica, el
control de los procesos de mejora de los crudos pesados de la Faja del Orinoco y en
general, todos "los medios estratégicos de soberanía, de seguridad y de defensa".

Las 3R
Las 3R en la economía y la política
El Presidente Chávez comenzó el año político (2007) con una buena consigna
propagandística: revisión, rectificación y reimpulso. La consigna es buena, y se ajusta al
momento si consideramos la estratégica derrota política, electoral y constitucional que
sufrió la revolución bolivariana en Diciembre pasado. No sabemos qué revisará,
rectificará o reimpulsará el Presidente desde el pináculo donde suele ubicarse; lo que sí
percibimos es que la revolución entró en un tortuoso laberinto. El gobierno comenzó
este proceso cambiando parte de su gabinete entre ellos los ministros que se encargan
de la economía del estado como lo son el ministro de finanzas y planificación esto
demuestra que las políticas económicas del gobierno eran erradas empezando con la
ventas de bonos y demostrada con la inflación del año 2007 del 22,5%
aproximadamente, otro ministro cambiado fue el de interior y justicia lo que demuestra
que los niveles de la inseguridad han subido, el ministro de alimentación fue sustituido
por los errores cometidos con el desabastecimiento en los últimos meses y por ultimo
del vicepresidente a quien se le considera el mayor culpable en la derrota del 2 de
diciembre.
El problema central que padeció Venezuela es que, la agenda de la revolución no
coincide en lo absoluto con las aspiraciones de lograr una vida próspera, que posee la
gran mayoría de la población del país. Para la revolución bolivariana lo prioritario es –al
fin y al cabo- la perpetuación de su dirigencia en el poder. Nada más. Mientras que la
población venezolana en general (además de que no comulga con ese precepto
revolucionario), reclama simplemente el ejercicio de una gestión pública eficaz y
eficiente. Así de sencillo. Ahora bien, que el gobierno logre entender o no, esta
situación es otra cosa. En todo caso, aún le quedan cinco años para intentarlo.
El fracaso del partido único es otro callejón del laberinto político del gobierno. Otro
sendero del mismo laberinto, lo constituye la baja formación ideológico-política de la
pretendida dirigencia revolucionaria venezolana. Al respecto, basta observar la calidad
(a veces divertida) de muchas de las intervenciones de esa élite socialista representada
en la Asamblea Nacional. La concentración y la centralización de la toma de decisiones,
el burocratismo y una gestión pública ineficaz e ineficiente, el hostigamiento y la
exclusión de una buena parte de la población, la hostilidad hacia los medios de
comunicación social independientes; así como el creciente culto a la personalidad, son
otros aspectos relevantes que tendrían que ser al menos revisados por la cúpula
revolucionaria que todavía dirige al país.
La revolución socialista bolivariana (fundamentada en el marxismo tradicional) no podía
tampoco evitar impulsar el intervencionismo estatal en todas las esferas de la sociedad
y, muy especialmente en el ámbito económico. Sin mucha imaginación, el gobierno
emprendió una costosa y singular campaña propagandística en contra del capitalismo y
todo lo que sospechosamente se le asemejara; según la discrecionalidad oficial. En tal
sentido, la iniciativa individual y la privada comenzaron a ser descalificadas de manera
sistemática. Ante ellas, se pretendió contraponer a rajatabla, un colectivismo dirigido
desde el Estado. Bajo ese esquema, la revolución ensayó con los núcleos de desarrollo
endógeno, las cooperativas o los “fundos zamoranos”, que luego abandonó. Y bajo ese
mismo enfoque, el oficialismo socialista impulsó empresas socialistas sin reglas claras.
La revolución bolivariana también inventó el denominado “socialismo petrolero” que
consiste en vivir de la renta petrolera y criticar con dureza al principal comprador de
petróleo: los Estados Unidos de América.
La revolución en su laberinto económico le fijó impuestos a los alimentos de primera
necesidad. También implementó un sistema de control de divisas que terminó
favoreciendo a las minorías de siempre. Generó escasez en lista de alimentos básicos
como el azúcar, la leche, la harina, la carne y el pollo; entre otros rubros. Las metas
mínimas inflacionarias no se alcanzaron y los trabajadores del campo y la ciudad -
aquellos pertenecientes al sector público o privado-, siguieron sin poseer un régimen de
asistencia y protección social. Así van las cosas en este renglón. Ojalá haya alguna
iniciativa de revisión y reflexión en este campo.

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