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Sobre el libro cerrado

Michael Ende

“Me gustaría saber”, se dijo “qué pasa realmente en un libro


cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay solo letras
impresas sobre el papel, pero sin embargo… algo debe pasar,
porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera.
Dentro hay personas que no conozco todavía y todas las
aventuras, hazañas y peleas posibles… y a veces se producen
tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticos.
Todo eso está en el libro de
algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero
está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo”.

Tomado de https://bit.ly/2Hyqp6g (14/03/2019)

Michael Ende (1929-1995). Escritor alemán de literatura fantástica y ficción para niños.

Sus obras más conocidas son de novela fantástica, como La historia interminable,

Momo y Jim Botón y Lucas el maquinista.


La Geometría en Egipto
Celine Repetto

Es indudable que en el pueblo egipcio está la cuna de la


Geometría, como lo justifican los siguientes hechos:
Por las condiciones de su clima, Egipto fue siempre una zona
árida, de desierto. Pero el río Nilo, que lo atraviesa, se
desbordaba anualmente, y cuando las aguas volvían a su
cauce, los terrenos adyacentes a sus márgenes, que habían
sido inundados, quedaban cubiertos por una capa de limo, o
barro fértil, que permitía cultivar esaS zonas con gran
provecho.
El río, al desbordarse, arrastraba los cercados que limitaban las
distintas propiedades, distribuidas en general en parcelas
rectangulares, de modo que cuando bajaban las aguas era
preciso volver a trazar esos límites, lo que exigía mediciones y
trazados perpendiculares. Esa tarea la dirigían los sacerdotes,
que constituían la casta privilegiada y que recibían los
conocimientos geométricos necesarios para esos trabajos de
agrimensura. Por otra parte, la altura de las aguas no era la
misma en todas las crecientes, y por lo tanto, tampoco era la
misma extensión inundada.
Si se suma a esto que al bajar las aguas arrastraban tierras de
las orillas, las superficies de cultivo variaban cada año, y como
eran las únicas que pagaban impuestos, era preciso medirlas
para calcular los tributos que sus dueños debían pagar al rey.
Se considera que de ahí proviene el nombre de Geometría,
compuesto por los vocablos: geo, que significa “tierra” y
metría, que significa “medir”. Etimológicamente, Geometría
significa “medir la tierra”.
La buena orientación de los templos del pueblo egipcio y la
construcción de sus famosas pirámides (que fueron
levantando con bloques de piedra traídos en barcos por el Nilo
hasta lo más cerca posible del lugar de la construcción y que,
una vez allí, se tallaban y pulían con trozos de sílex hasta
darles la forma y el tamaño requeridos) exigieron el trazado
exacto en ángulos, de perpendiculares y de paralelas, y para
ello debieron contar con los instrumentos necesarios.
Esos problemas de medición y distribución de tierras, y de
trazado de perpendiculares y de paralelas, despertaron en los
egipcios el conocimiento de algunas relaciones elementales de
la Geometría, aunque se reducían a un conjunto de reglas
prácticas para aplicar en cada caso concreto. Sin embargo,
esos conocimientos obtenidos por la experiencia sirvieron de
base para organizar posteriormente la Geometría como una
verdadera ciencia.

Tomado de Repetto, C. (1993). Matemática moderna. Geometría 1. Quito: Libresa.


Celine Repetto (1911-1987). Profesora y doctora argentina en Ciencias Físico-Matemáticas.
Escribió más de una docena de libros sobre estas ciencias, y han sido reeditados
varias veces.
La princesa y la concha Spondylus
María Eugenia Paz y Miño

Hace miles de años toda la Costa ecuatoriana estuvo habitada


por los Chorrera, famosos por las botellas-silbato, elaboradas
en cerámica, que reproducen sonidos de animales. En ese
tiempo vivía también una princesa, apreciada en la región,
pues curaba a las personas cuando padecían alguna
enfermedad.
Un día hubo una rara epidemia en la zona. Un virus que
atacaba a las niñas y niños, provocando fiebre y escalofríos.
Pronto llamaron a la princesa y ella, luego de examinarlos con
cuidado, concluyó:
—Esto solo se cura con una concha Spondylus especial, que
arroja el mar cada cien años. Pero es imposible encontrarla
ahora, ya que la última vez que el mar la arrojó fue hace
apenas cinco años. Deberemos esperar noventa y cinco más.
En la Costa había tristeza y preocupación. La princesa se fue a
la playa y, sentada sobre la arena, pensaba cómo remediar el
infortunio.
—Oh, Madre Agua —dijo dirigiéndose al mar—, necesitamos
la concha Spondylus de la curación. ¡Ayúdame!
Al instante una gran ola reventó. En medio de la espuma del
mar estaba la concha Spondylus. La princesa agradeció a la
Madre Agua, preparó la medicina y curó a las niñas y niños.
Los Chorrera llevaron flores al mar para agradecerle, e hicieron
una gran fiesta a la que invitaron a los pueblos de las cuatro
direcciones.

María Eugenia Paz y Miño (1959). Escritora, ensayista y antropóloga ecuatoriana. Ha


publicado Siempre nunca, Golpe a golpe, El uso de la nada, Tras la niebla, entre otras
obras.

Todos somos el cambio


Ana Lucía Galarza

Érase una vez un grande y hermoso bosque donde vivían


muchas ardillas muy felices. Una tarde de lluvia nació una
ardillita que no era como las otras, era algo diferente: no tenía
sus patitas traseras. Esto fue inesperado para sus padres, que
no sabían qué hacer.
Sintieron tristeza y reprocharon los designios de Dios. Sumidos
en su nostalgia, se apagó su alegría y optaron por quedarse
casi todo el tiempo en casa. A la pequeña ardillita le quitaron
la oportunidad de socializar con otras de su especie, por temor
a que se burlaran de ella o la avergonzaran por ser diferente.
Transcurrieron cinco años en que la ardillita pasó sola y triste,
hasta que llegó el tiempo en que tenía que ir a la escuela. Sus
padres tenían miedo de enviarle, pero la ardillita les pidió
desesperadamente ir a su primer día de clases y, ante tantas
súplicas, finalmente accedieron. Llegó el gran día, la ardillita
alistó sus materiales y fue a la escuelita.
Al entrar en su silla de ruedas se robó la mirada de todas las
presentes, quienes no sabían cómo tratarla. Unas la miraron
con lástima y otras con desprecio. Al ver esto, la maestra
empezó una campaña de inclusión a las ardillas con
capacidades diferentes, y así fue cómo todas las ardillitas de la
escuela participaron en juegos de integración. Lo más
emocionante fue que la ardillita, en su silla de ruedas,
participó en todas las actividades, igual que las demás. Cantó,
dibujó, jugó fútbol e hizo muchas amigas. Ese día fue el más
feliz de su vida y ella descubrió que podía ser tratada por igual.
Desde ese día las ardillitas aprendieron que todas son
importantes y que no importa la raza, las costumbres, el color
del pelaje o si tienen capacidades diferentes; todas son
valiosas y deben aceptarse, quererse y ayudarse entre sí para
vivir en un mundo mejor e inclusivo.
Cuando la ardillita creció tuvo las mismas oportunidades que
el resto, porque en Ardillilandia existía la ley de la Revolución
Educativa e Inclusiva. Se graduó de psicóloga y desde ese día
visita las escuelas con el siguiente mensaje: “El cambio de la
sociedad depende de ti, cada granito de arena cuenta, pon el
tuyo y construiremos un mundo mejor”.
Colorín colorado, ahora la ardillita es muy feliz y este cuento
se ha terminado.

Ana Lucía Galarza (1974). Docente en la Unidad Educativa Guapara. Este relato fue
seleccionado en el concurso “Nuestras propias historias”, organizado por el Ministerio
de Educación en 2017-2018.

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