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Algunas observaciones sobre la

narrativa de «Naruto» de Masashi


Kishimoto
Cuáles son los límites de la ficción animada dentro nuestra realidad? ¿Qué sucede cuando

esta se entrampa, de una u otra forma, en la vida real de las personas? Se diría que el público,

un tanto despistado, es incapaz de responder estas preguntas. Sin embargo, las responde. Y

no con palabras, sino más bien con hechos. Un ejemplo. A principios de junio de 2016, en

Florida, Estados Unidos, nació el primer niño en todo Occidente a quien se bautizó con el

nombre de Naruto. Sus padres, Devon Scott Murphy y Deedra Lee Newsome, decidieron

llamarlo así en honor a uno de sus personajes favoritos del anime Naruto de Masashi

Kishimoto. Cuando algunos periodistas cuestionaron la enorme carga simbólica que este

nombre tendría en la vida del niño, el padre dijo: “Siento que el nombre de Naruto es muy

poderoso. No creo que la gente lo odie (…) Además, Naruto fue el único anime que mi hermano

y yo vimos antes de que este falleciera”. Como una acción inmediata a la avalancha de

críticas, la madre creó el fanpage  de Naruto Scott Murphy[1] y no faltó mensajes del fandom

en los que le desearon suerte en la vida, en sus exámenes Chūnin[2] y en su eventual batalla

contra el grupo criminal Akatsuki[3].


Fuente: WallsField.com / Estudio Pierrot. Tokyo, Japón.

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