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Reflexión personal

Desde que nacemos la sociedad en todos sus contextos está constantemente enseñando a las
mujeres a buscar la aprobación de los hombres y al mismo tiempo a cuidarse de ellos. Asimismo,
se les enseña a los hombres a ser sujetos de poder por sobre las mujeres, a ser el género
predominante y el que debe ser complacido. Desde la primera infancia podemos identificar
conductas y pensamientos en los niños y niñas que promueven la violencia.

Es aberrante que, a pesar de la constante lucha por las igualdades y eliminación de la violencia de
género, las tasas de femicidios continúen aumentando en el país, que las mujeres continuemos en
silencio, sintiendo vergüenza, miedo y pagando costosas terapias por culpa de hombres que no se
cuestionan en lo más mínimo sus roles y privilegios dentro de la sociedad.

Comparto totalmente la afirmación de Marina Marroquí cuando menciona que la sociedad aún no
entiende lo que es la violencia de género, porque primero el ministerio de educación y las escuelas
tienen una deuda muy grande con temas como la violencia de género, los estereotipos, el sexismo,
el machismo y la discriminación, los cuales no son abordadas correctamente, no existen planes
que sean ejecutados de manera transversal y con la participación de todos los entes de las
comunidades escolares. También, es difícil lidiar con los padres, madres, abuelos y abuelas de las
nuevas generaciones, quienes fueron formados en realidades mucho más conservadoras, rígidas,
cerradas al diálogo y al cuestionamiento de su propia educación, lo que conlleva a una constante
batalla entre generaciones que quieren que todo permanezca como antes y otras, que buscan los
cambios transformadores en cada comunidad.

Actualmente las mujeres, debido a la violencia que sufrimos desde que nacemos, nos vemos en la
obligación de auto educarnos e intentar educar a las demás personas para crear conciencia sobre
estas problemáticas, mientras que los hombres constantemente solo están cuestionando la
manera en que tratamos de expresar que estamos cansadas de sobrevivir ante la violencia que
ellos mismos nos provocan.

De manera personal pienso que, en los educadores y educadoras, cae el peso de la nueva
educación, de sembrar la semilla de la conciencia en las nuevas generaciones, el pensamiento
crítico, el cuestionamiento y la reflexión. Las escuelas deben hacerse cargo de una educación
innovadora y actualizada para los/as/es jóvenes que vienen, porque son ellos/as/es quienes
lograrán los cambios profundos en los rincones del país, son quienes tienen la voz, la energía y la
fuerza para luchar contra las desigualdades sociales. También, en fomentar las maternidades y
paternidades conscientes cumpliendo su parte del rol que les corresponde, conformar la real
alianza familia-escuela que debe realizar un trabajo en conjunto para erradicar todo tipo de
violencia en los hogares, en las calles y en las escuelas.

La justicia para las víctimas tarde o temprano tiene que llegar, la impunidad de los maltratadores y
la revictimización en el sistema legal tiene que acabarse y las mujeres tenemos que vivir de una
vez por todas de manera libre, segura y sin miedo en nuestros entornos.

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