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ÍNDICE
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Capítulo 4. El grupo de discusión
Introducción
1. La importancia del comportamiento grupal
1.1. El descubrimiento del grupo para la investigación
1.1.1. El trabajo con técnicas grupales
1.1.2. El grupo de discusión: definición y campos de aplicación
2. La técnica del grupo de discusión
2.1. El diseño de investigación mediante grupos
2.2. La preparación de la reunión
2.2.1. El reclutamiento de los integrantes del grupo
2.2.2. El acuerdo de participación
2.2.3. El diseño de la sala
2.3. La dinámica grupal: el guión de conducción y moderación del grupo
2.3.1. Las intervenciones del moderador
2.3.2. La conducción del grupo y sus fases
3. La transcripción y el análisis del grupo de discusión
3.1. La preparación del texto para el análisis
3.2. El análisis del discurso grupal
4. El grupo de discusión en las prácticas grupales: una aplicación en el ámbito de las técnicas de intervención social
Bibliografía comentada
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CAPÍTULO 1: LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA PARA EL TRABAJADOR SOCIAL
INTRODUCCIÓN
El clásico enfrentamiento entre los enfoques cualitativo y cuantitativo ha sido debatido intensamente incluso en aquellos
textos dedicados a cada uno de ellos en exclusividad. En este caso, nuestro objetivo se focaliza en la perspectiva
cualitativa y las comparaciones establecidas con la investigación social cuantitativa se reducen a las estrictamente
necesarias en aras de una mejor comprensión de este enfoque de análisis de la realidad social. En este capítulo se destaca
en primer lugar, el potencial heurístico de la perspectiva cualitativa y sus rasgos diferenciadores que han sido defendidos
desde distintas líneas teóricas, de las cuales hemos entresacado las más tradicionales haciendo especial hincapié en el
interaccionismo simbólico. Finalmente, se revisa la relevancia y pertinencia de la aplicación de la investigación
cualitativa en el ámbito profesional e investigador del Trabajo Social para acabar con una reivindicación del uso de sus
prácticas concretas en el marco de los métodos tradicionales que han caracterizado hasta el momento a esta disciplina.
Cada uno de estos atributos, según Silverman, puede ser interpretado positiva o negativamente, dependiendo de la
perspectiva desde la que sea evaluado. Así, por ejemplo, la flexibilidad puede tener una lectura positiva si se interpreta
como un acicate para la innovación en la investigación; pero desde una perspectiva crítica, puede ser vista como un
síntoma de falta de estructuración del proyecto. Por otro lado, está el debate en relación a la ausencia o presencia de
valores en la investigación. Según los defensores de los métodos cuantitativos, la ausencia de éstos garantizan el
distanciamiento y la objetividad del profesional, en tanto que para los detracto res es evidente la imposibilidad de una
ausencia total de valores en el proceso de investigación.
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1.2. Características básicas de la investigación cualitativa
Veamos a continuación qué rasgos definen el proceso de investigación social cualitativo desde su gestación hasta su
culminación en un final provisional que siempre deja la puerta abierta a nuevas interpretaciones.
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qué propio de la metodología cuantitativa. Un trabajador social no preguntará jamás en una primera entrevista a una
mujer maltratada el porqué de la violencia que sufre, sino que le pedirá que reconstruya el modo en que llegó a dicha
situación.
Incluso puede existir un rechazo intencionado de cualquier presupuesto teórico de partida antes de empezar a desplegar
las prácticas de investigación sobre el terreno porque, tal y como apunta Corbetta, podría verse «en ello (...) un
condicionamiento que podría inhibir su capacidad de "comprender" el punto de vista del sujeto estudiado, un cierre
prematuro del horizonte».
Un buen diseño de investigación ha de integrar todos sus componentes en armonía, única garantía de éxito del proyecto.
Desagreguemos aquellos más relevantes en este proceso a la hora de influir en la práctica y en los resultados obtenidos.
1.2.3. Muestras
Si nos hablan de muestreo, casi de forma automática evocamos los tipos de muestreo probabilístico característicos de la
tradición cuantitativa. Y aunque parezca difícil aplicar el mismo término al proceso de selección de los informantes o de
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los momentos y lugares donde vamos a realizar una investigación cualitativa, hemos de pensar que también se trata de
adoptar decisiones sobre la muestra, aunque para algunos autores estas selecciones muéstrales sean calificadas, de forma
global, como «intencionadas» A pesar de las connotaciones que tiene el término «intencionado», esta etiqueta global
agrupa a las estrategias mediante las cuales se seleccionan tanto a informantes cualificados en el área temática que
estemos abordando como situaciones que por experiencia son reconocidas por su potencialidad de producción de infor-
mación.
Una pregunta habitual entre aquellos que se introducen por primera vez en el uso de las técnicas cualitativas es la
siguiente: ¿Cuántos casos necesito observar para poder hacer una sólida aproximación científica? Este interrogante está
impregnado de lógica cuantitativa. Pero la generalización basada en la cantidad de personas sometidas a observación no
ha de ser necesariamente la más correcta. Tal y como apunta Flick, la cuestión más importante es cómo llevar a cabo la
generalización de los hallazgos cualitativos a partir de una sólida fundamentación teórica. La calidad de las decisiones
muestrales adoptadas son la llave de la citada generalización.
Por tanto, cuando no se trata de una muestra aleatoria «suficientemente grande» en términos estadísticos a partir de los
cuales obtener medidas relativas a «la media poblacional»—, las decisiones tomadas a la hora de elegir la «muestra»
adquieren mayor interés y repercusión. La representatividad de los observados y de los lugares estriba en una cuidadosa
elección basada en la representatividad sustantiva o sociológica que tenga el actor o el espacio social seleccionado para
los objetivos del estudio. La relevancia de los elementos muestreados tiene una conexión directa con la necesidad de
abarcar la heterogeneidad que presente la realidad social a abordar. Cuanto mayor sea ésta, como en el caso de las
muestras probabilísticas, mayor será el número de actores requeridos. Pero también se hace recomendable que en la
muestra queden incluidos aquellos casos críticos en los que se debe profundizar por el interés que despiertan en el
investigador o en relación a los planteamientos teóricos de partida. Este interés puede verse modificado a lo largo de la
ejecución del trabajo de campo porque, como señalan Strauss y Corbin, «el muestreo se realiza sobre la base de la
evolución de la relevancia teórica de los conceptos».
Todas estas decisiones tienen que estar en consonancia con el diseño de la investigación (implícito o explícito), pues,
aparte del factor económico que condiciona cualquier estudio, se han de tener en cuenta las circunstancias que rodean a
la interacción con los participantes, así como los interrogantes iniciales.
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varianza de las variables dependientes a partir de la variación de las variables independientes. El aparato estadístico que
envuelve el análisis cuantitativo (bases de datos, programas potentes, ordenadores que procesan datos en segundos, etc.)
acompaña la difundida y mercadeada imagen de calidad del procedimiento.
El investigador cualitativo, por el contrario, integra realmente el análisis en el diseño con indicaciones sobre cómo
debería analizarse la información y cómo el propio análisis puede llegar a influir y ser influido por el resto de las partes
del diseño. El análisis debe comenzar en el mismo punto en que se inicia el trabajo de campo (la primera práctica
observacional, la primera entrevista, el primer grupo de discusión...). Las notas que se toman para contextualizar la
situación que se está estudiando no pueden dejarse para el momento en que se vaya a escribir el informe de investiga-
ción, sino que tienen que ser objeto de análisis y reanálisis a lo largo del resto del proceso investigador. De este modo es
más fácil ir centrando, focalizando las entrevistas y las observaciones, así como ir contrastando las conclusiones
parciales o iniciales.
Por tanto, el objeto del investigador se desplaza de la variable al individuo en sí mismo y a la situación que le circunda.
Se trata de comprender a las personas observadas y no sólo a sus características estandarizadas. En este tipo de análisis,
el investigador aparece desprovisto de ese halo de cientificismo otorgado conjuntamente por las matemáticas, la
estadística y la informática, y su figura emerge perfilada más bien como la del artesano que ha de organizar su material
empírico para proceder a su análisis difícilmente pautado. Este contraste no ha hecho sino alimentar la archiconocida
caracterización del investigador cuantitativo como científico frente al cualitativo como artista.
Pero la heterodoxia adjudicada al enfoque cualitativo no implica la ausencia de líneas analíticas orientativas. Así, por
ejemplo, la primera línea a seguir es la vinculada al proceso de categorización (no recuento) que en un primer momento
supone fracturar los datos y reorganizarlos después en categorías que faciliten la comparación intra y entre categorías.
Dichas categorías pueden estar orientadas previamente, generadas o fundamentadas a lo largo de la investigación o
establecidas a partir de las categorías que pueden perfilar los propios observados. En segundo lugar, se pueden desplegar
estrategias de contextualización, con objeto de comprender la información en el contexto, usando técnicas como el
análisis del discurso, estudios de caso y otros procedimientos etnográficos para detectar las relaciones que se establecen
entre los diferentes elementos del texto. En tercer lugar y último, debe ponerse mucho cuidado en la elaboración de
memorias que recojan las reflexiones que el investigador hace sobre el terreno acerca de los métodos, las
conceptualizaciones previas o los objetivos iniciales.
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de los sujetos elegidos en representación de esas características estructurales a las que pertenecen. Cuando se produce la
saturación de discursos, seguro de fiabilidad, se procede a cerrar el trabajo de campo.
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desde una perspectiva laica, como la de Park, dado que se enfoca al «otro» como alguien susceptible de asimilación, lo
que provocará rechazos frontales en la sociedad norteamericana, especialmente en relación a la integración de los
negros.
7. Estudios de asimilación y etnicidad (1950-1980). Se realizan numerosos estudios sobre las relaciones entre etnias y la
consecución con éxito o no de la teorizada asimilación que en la mayor parte de los casos se vio frustrada, lo que
conllevó un nuevo cambio de enfoque etnográfico.
8. El desafio de la posmodernidad. El etnógrafo posmoderno no puede ser un simple observador de lo que ocurre, sino
que ha de implicarse ética y políticamente en la lucha por nuevos ámbitos de libertad. Los métodos etnográficos
utilizados se desligan del pasado y del miedo a «convertirse en nativo», desplegando una actitud autocrítica respecto a su
lugar en el proceso de investigación a la vez que se impone la etnografía escrita.
Por su parte, Denzin y Lincoln establecen cinco fases o momentos:
1. Etapa tradicional. Se solaparía con las dos primeras etapas de Vidich y Lyman. El otro es estudiado como alguien
distinto, extranjero y extraño. Es la época de los grandes antropólogos, que se desplazan a lugares lejanos y exóticos
sufriendo penalidades y dificultades en la realización del trabajo de campo con el único objetivo de elaborar un informe
objetivo. Malinowski, Radcliffe-Brown, Bateson o Mead son algunos de los más representativos. También incluyen en
esta etapa a la Escuela de Chicago, que, gracias a su hincapié en la utilización de las historias de vida, contribuirá al
éxito del enfoque interpretativo.
2. Etapa modernista o edad dorada del análisis cualitativo riguroso. «Los investigadores trataron de encajar los
argumentos de Campbell y Stanley (1963) sobre la validez interna y externa en los modelos construccionista e
interaccionista del acto de investigación». Surge la teoría fundamentada de Glaser y Strauss (1967) y Becker publica su
Boys in White.
3. Fase de los géneros borrosos. A pesar del desarrollo alcanzado en la etapa anterior, se empiezan a desdibujar los
límites entre las ciencias sociales y las humanidades. «Estaba sucediendo una especie de diáspora de géneros: docu-
mentales que parecen ficción (Mailer), parábolas que se presentan como etnografía (Castaneda), tratados teóricos que
parecen guías de viajero (Levi-Strauss). Al mismo tiempo aparecen nuevos enfoques: posestructuralismo (Barthes),
neopositivismo (Philips), neomarxismo (Althusser), micro-macro descriptivismo (Geertz), teorías rituales del drama y la
cultura (Turner). de-constructivismo (Derrida), etnometodología (Garfinkel)»21.
4. Fase de la crisis de representación. Nace a mediados de los ochenta, a raíz de una serie de informes de carácter
reflexivo que hablan de una crisis de representación (cuestionamiento de que el investigador pueda capturar la ex-
periencia vivida, pues es creada «en el texto social escrito por él» y otra de legitimación (revisión de los criterios de
evaluación del diseño y de los resultados de las investigaciones cualitativas —validez y fiabilidad—).
5. Quinto momento. Período actual que está por cerrar y que se caracteriza por la coexistencia de diversos paradigmas y
métodos de análisis. Entran en juego nuevas epistemologías que proceden de grupos anteriormente silenciados y que
desencadenan una investigación más activa y crítica de la mano de un abandono de los grandes temas para dejar paso a
teorías ajustadas a situaciones y problemas más locales y concretos.
Haciendo una revisión de ambas cronologías, nos encontramos con gran diversidad de enfoques teóricos que han
marcado el desarrollo de la investigación cualitativa. El carácter introductorio de este capítulo no permite que sean
tratados con exhaustividad, por lo que remitimos a la literatura dedicada a la revisión de la teoría sociológica. Por esta
razón haremos una breve referencia a aquellos que han tenido más peso a partir de la segunda década del siglo XX. Para
algunos, el objeto de estudio más relevante es el relacionado con la adscripción individual de sentido a su realidad
concreta y, por tanto, a los significados subjetivos, en tanto que otros se centran en las rutinas de la vida cotidiana frente
a terceros, que defienden que los sistemas culturales de significado constituyen el marco de la percepción y construcción
de la subjetividad y de la realidad social.
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Entre las premisas o principios básicos del interaccionismo simbólico podemos destacar cinco: a) los seres humanos se
distinguen por su capacidad de pensamiento modelada a través de la interacción social; b) los significados y los símbolos
que permiten a las personas ejercitar el pensamiento humano derivan de la interacción que tienen con otros seres
humanos; c) los significados y los símbolos son manipulados o modificados sobre la base de la interpretación que la
persona hace de la situación de interacción; d) los seres humanos pueden hacer estas modificaciones gracias a «su
capacidad para interactuar consigo mismos, lo que les permite examinar los posibles cursos de acción y valorar sus
ventajas y desventajas relativas para luego elegir uno», y é) la acción conjunta de la colectividad nace de la
interconexión de las acciones de los individuos.
Esta acción conjunta es, para Blumer, el campo de la sociología. No es una adición de todos los actos individuales, sino
que goza de entidad propia, creada por los actores y sus acciones, sin que existan imposiciones externas. Sin embargo,
Ritzer recuerda cómo Blumer admitía que la acción conjunta solía adoptar formas reiterativas y pautadas que se regían,
en muchas ocasiones, por sistemas de significados preestablecidos, tales como la cultura y el orden social. Aunque
aceptaba la existencia de grandes estructuras, les adjudicaba a éstas el papel de «contextos» que en modo alguno tenían
carácter determinante. Su importancia residía en que establecen limitaciones a la acción humana al proporcionar a los
individuos el conjunto de símbolos establecidos que requieren en su actuación.
Pero tampoco puede ser definida la interacción como la aplicación automática de estos significados establecidos; se
hablaría con más propiedad de un proceso de formación en el que los significados han de ser sometidos a revisión para
que puedan utilizarse como herramientas que guíen y den forma a la acción.
A partir de estos principios podemos deducir que la base de la investigación gira alrededor de las diferentes formas en
que los seres humanos dotan de significado a los acontecimientos, a las cosas y a las experiencias. Por tanto, el objetivo
principal del investigador es reconstruir estos puntos de vista subjetivos y sólo podrá conseguirlo si consigue ver el
mundo desde el ángulo de los sujetos que estudia.
La reconstrucción de esos puntos de vista subjetivos difícilmente podrá realizarse mediante la aplicación de métodos
cuantitativos que si bien no eran rechazados frontalmente por Blumer, sí eran sometidos a crítica, pues la aplicación de
herramientas estadísticas hacía inviable la consideración del proceso interpretativo, imprescindible para la comprensión
de la realidad social. En su lugar, aboga por métodos suaves (soft), como el uso de la introspección simpática, mediante
la cual el investigador se pone en el lugar del actor/individuo para comprender la realidad desde su propio enfoque. Se
trataría de llevar a cabo una exploración de la realidad mediante la cual el investigador irá modificando sus puntos de
partida conceptuales (conceptos sensibilizadores) a la luz de lo que va conociendo de la problemática sometida a
observación. Dicha exploración debe realizarse en el lugar donde se da la interacción: «Los velos se levantan estando
cerca del área y escarbando profundamente a través de un estudio cuidadoso. Los esquemas de investigación que no
permiten esto están traicionando el principio cardinal de respetar la naturaleza del mundo empírico». Y la culminación
del proceso se da tras acercarse a la información obtenida desde todos los ángulos, haciéndose preguntas sobre todo y
volviendo a observar a partir de las posibles respuestas a las preguntas que se hizo el investigador. Blumer denomina
«inspección» a esta última fase.
Merece mención aparte la posición defendida por Denzin como variante alternativa al interaccionismo simbólico de
Blumer, al que acusó de «realismo empírico ingenuo, una concepción romántica del otro y una filosofía social
conservadora». La postura denominada interaccionismo interpretativo surge de una reformulación teórica donde va a
tener en cuenta cuestiones fenomenológicas (siguiendo a Heidegger), acercamientos estructuralistas (Foucault), el
enfoque de las «descripciones gruesas» (Geertz), estudios feministas o representaciones culturales extraídas de la litera-
tura. Pero su aportación destaca especialmente porque considera imprescindible eliminar los restos positivistas-
cuantitativistas que persistían en el interaccionismo simbólico.
Las críticas comunes a ambas corrientes interpretativistas han sido señaladas por Schwandt como desafíos de la
investigación cualitativa y que son, en general, sus mayores problemas: el de la objetividad y los criterios de validez, el
relativo al descriptivismo y la falta de compromiso social crítico, el problema de la autoridad y privilegio concedidos al
investigador como intérprete y, por último, el problema de cierta confusión con aspectos psicológicos y epistemológicos
del conocimiento.
2.2. Etnometodología
La etnometodología intenta superar las limitaciones del interaccionismo simbólico derivadas del interés en los puntos de
vista de los sujetos. Fundada por Harold Garfinkel en 1967, su máximo interés radica en el estudio de los métodos
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usados por los individuos para producir la realidad en la vida cotidiana, o lo que es lo mismo, las formas en que afrontan
las situaciones del día a día. El objetivo es centrarse en esas formas en que los componentes de un grupo manipulan,
reproducen y dan sentido a la interacción social; es lo que Garfinkel llama indiferencia etnometodológica. En esta
medida, las principales investigaciones de esta corriente se han centrado en el análisis de las conversaciones, en el
estudio del habla cotidiana, en el discurso y en la interacción.
La interacción no se desarrolla de una forma desordenada, sino que está perfectamente estructurada, y en ella se produce
el contexto, marco en el cual adquieren sentido los significados en general y los objetos y los acontecimientos en
particular. En definitiva, las investigaciones etnometodológicas se dirigen más al estudio de las rutinas de la vida diaria
que a los acontecimientos y objetos que son percibidos como relevantes y dotados de significado. Por tanto, es más
destacable analíticamente la producción de la interacción que los significados que los individuos le dan a la misma. La
interacción social nunca está fijada de forma previa apriorísticamente, sino que se va construyendo. De acuerdo con
estas definiciones, la entrevista de contacto inicial entre un trabajador social y una persona que necesita orientación no
existe de manera inamovible y determinada previamente, sino que son los actores implicados, con sus intervenciones y
con sus esfuerzos en la definición de la situación, los que. entre preguntas y respuestas, van a estructurar y constituir la
conversación como una entrevista de contacto. Pero esta entrevista de contacto se desarrolla en un contexto específico
que podría ser, por ejemplo, de tipo institucional, como el que puede darse en las dependencias de los servicios sociales,
de modo que la situación se redefinirá a través de dicho contexto mediante las prácticas específicas del trabajador social
y de aquella persona que demanda ayuda.
Los intereses de la etnometodología se han plasmado en numerosos estudios marcadamente empíricos, como los
realizados en internados, en ambientes controlados e institucionales, o centrados en los análisis de las conversaciones o
de las intervenciones de oradores ante determinadas audiencias.
2.3. Estructuralismo
La investigación cualitativa también ha derivado hacia la aplicación de enfoques estructuralistas centrados en los marcos
culturales de la realidad social en general y de la realidad subjetiva en particular. Los sistemas culturales de significados
son asumidos, tal y como describe Flick, como marco de la percepción y construcción de la realidad subjetiva y social.
Los estructuralistas distinguen entre lo que denominan estructuras profundas y la superficie de la experiencia de los
individuos. Sobre esta última, los individuos tienen cierto control, pues se refieren a la intencionalidad y a los significa-
dos subjetivos que atribuyen a sus acciones, en tanto que las estructuras profundas o latentes están contenidas en los
modelos culturales, en las estructuras latentes de significado y en las que permanecen en el inconsciente, contribuyendo
también a la producción de acciones.
El objetivo de los estructuralistas es, por tanto, analizar los procesos de la relación del investigador con los observados a
fin de desvelar los mecanismos de la producción social del inconsciente. La reconstrucción de las reglas implícitas y
explícitas de la acción se lleva a cabo mediante la aplicación de diferentes herramientas analíticas, tales como análisis
lingüísticos o de expresiones y actividades, a fin de sacar a la luz su estructura objetiva de significados. El texto como
material empírico se convierte en una herramienta analítica clave. Pero la reconstrucción de las estructuras latentes de
significado sólo es posible si contamos con un material muy detallado, que se convertirá en una de las principales metas
del investigador social.
3. LA APORTACIÓN DE GOFFMAN
Una de las figuras más veneradas de la sociología contemporánea es Erving Goffman que, a pesar de haber llegado a
estar completamente integrado en el statu quo de la profesión, consiguió ser distinguido con un carácter «alternativo»
por parte de sus discípulos y seguidores, que se ha mantenido incluso con posterioridad a su fallecimiento en 1982.
Hablar de su influencia es hablar de interaccionismo simbólico, de análisis conversacional y, especialmente, de
etnometodología. En este sentido, incluso llegaría a arrebatar muchos potenciales discípulos al más reconocido padre
fundador de la etnometodología, Harold Garfinkel.
Goffman, por tanto, ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo de la investigación cualitativa. Doctor por la
Universidad de Chicago, se relacionó con la famosa Escuela de dicha Universidad y muy en concreto con sus
antropólogos sociales. Sus aportaciones más definitivas van a ser las relativas a la interacción social y verbal, que vierte
en obras como La presentación de la persona en la vida cotidiana (1959), Frame Analysis (1974) o Stigma (1963).
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Si la tarea de la investigación social cualitativa es interpretar las estructuras del mundo de la subjetividad, tal y como lo
expone L. E. Alonso, y los sujetos generan el mundo social a través del significado que conceden a sus acciones, a los
objetos y a los individuos que les rodean, entonces el mundo social es una negociación constante en la búsqueda del
consenso en torno a los significados atribuidos. En este sentido, la aportación de Goffman adquirirá relevancia a partir
de sus principios de dramaturgia, entre los que destaca la importancia de manejar la situación de interacción en todos sus
aspectos: verbales, faciales (gestos, miradas), de los papeles desempeñados, etc. Así, y más en concreto acercándonos a
la situación de entrevista, hace hincapié en que el «trabajo de cara» (on face-work) debe dotar al investigador de cierta
flexibilidad, de adaptabilidad al contexto donde se vaya a producir la entrevista que le permita a la vez escapar de
posibles imposiciones del contexto.
«Cada persona vive en un mundo de encuentros sociales, arrastrándole a mantener contactos cara a cara o mediatizados
con otros participantes. En cada uno de estos, contactos tiende a actuar mediante lo que ha venido a denominarse línea,
que es un patrón de actos verbales y no verbales a través de los cuales el actor expresa su visión de la situación y, a
través de ésta, su evaluación de los participantes y especialmente de sí mismo. Independientemente de que una persona
intente seguir una línea, encontrará que, en efecto, lo ha hecho así. Los otros participantes asumirán que esa persona,
más o menos voluntariamente, ha tomado esa postura, de modo que dicho individuo tratará de tomar en consideración la
impresión que los otros tienen de él a la hora de darles respuesta».
La situación de interacción social y conversacional está regulada por pequeñas estructuras de la vida social, a las que dio
el nombre de marcos, y que darán sentido a las conversaciones, creando territorios del yo, lingüísticos, corporales,
espaciales y sociales, que dan sensación de normalidad y verosimilitud a la interacción interpersonal. El investigador,
por tanto, necesita hacer una inmersión en el proceso conversacional para poder descifrar los procedimientos y
convencionalismos que en el contexto específico donde se desarrolla dan la clave para el acceso al conocimiento.
En el ámbito del Trabajo Social y para encarar situaciones de interacción entre el profesional y el cliente, tiene especial
relevancia las aportaciones de Goffman en Stigma, obra mediante la cual profundiza en el abismo existente entre dos
identidades en la persona: social real y social virtual. Dicha distancia es la que define a los individuos estigmatizados. La
naturaleza de la estigmatización va a condicionar el tipo de interacción que se va a mantener. Si bien Goffman afirma
que todos en algún momento o circunstancia hemos estado estigmatizados, esto es, de forma coyuntural, se centra en dos
tipos de estigmas que caracterizan más permanentemente a ciertos individuos: los desacreditados (con diferencias
evidentes para aquellos con quienes interactúa) y los desacreditables (con diferencias no reconocibles o evidentes para
los demás). Aquel que tiene el primer estigma habrá de intentar controlar la situación de tensión que provoca el hecho
del reconocimiento colectivo de la diferencia. El que sabe que tiene un estigma desacreditable habrá de esforzarse
primordialmente en que los demás se mantengan en el ámbito de la ignorancia del problema. Alcohólicos, maltratadores,
etc., se esforzarán en mantener en el anonimato sus problemas.
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metodológicas generales concebidas como independientes de las condiciones concretas de existencia de una práctica
científica».
Esta desorientación es fruto de una equivocación de base en la cual se mezcla indiscriminadamente el método
profesional de intervención, cuya finalidad es la acción de transformación de una situación o realidad que necesita ser
abordada desde un servicio social, y el método científico, cuyo objetivo es, en sentido estricto, la producción de
conocimientos. Es fundamental desligar ambos métodos de cara a reivindicar para el trabajador social todas las fases del
proceso que debe integrar su actividad profesional, así como para entender ésta globalmente.
Dicha distinción nos lleva a recordar que el método científico va a desempeñar un papel central en dos momentos del
procedimiento a aplicar en la acción del Trabajo Social: la fase de diagnóstico y la dedicada a la evaluación. En la
primera de ellas se persigue conocer en profundidad las condiciones de una realidad o situación social en la que se
proyecta intervenir, en tanto que en la segunda se aspira a elaborar una investigación explicativa en torno a los objetivos
planeados y conseguidos después de ejecutar la acción. No es extraño afirmar, por tanto, que la investigación científica
sirve de llave maestra para la acción del trabajador social dado que se aplica, teóricamente, al principio y al final de la
misma, como apertura y cierre.
Pero detengámonos algo más en la configuración de los pasos o fases del procedimiento profesional del Trabajo Social
para destacar mejor la relevancia de la aplicación del método científico. En líneas generales, y sin introducirnos aún en
las variaciones propias de los tres métodos tradicionales del Trabajo Social (de caso, de grupo y comunitario), habremos
de señalar cinco pasos en un proceso gue necesariamente ha de ser crítico y «racional», tal y como lo define Barbero:
1. Toma de contacto y estudio de la situación susceptible de intervención.
2. Diagnóstico de la situación social (contexto).
3. Elaboración de un proyecto de intervención.
4. Ejecución o implementación del proyecto.
5. Evaluación de resultados tras la ejecución del proyecto.
Aunque suele guardarse una secuencia cronológica en el desarrollo de estas fases, conviene recalcar que no es condición
imprescindible ni ineludible en la medida en que podemos hablar de un «ideal profesional» de retroalimentación entre
las distintas etapas, lo que facilitará la labor a desempeñar, dando cabida a modificaciones y adaptaciones en función de
nuevas informaciones o del conocimiento de nuevas situaciones y contextos que pueden llegar incluso a hacer variar la
ejecución del proyecto o intervención.
Si bien buena parte de estas redefiniciones puede surgir de la relación de asistencia social que se establezca, no debemos
olvidar que las primeras tomas de contacto suelen ser por lo general de carácter superficial y que la mayor parte de ese
conocimiento del que hablábamos anteriormente se materializa en la profundización de la relación entre cliente y
trabajador social sobrevenida a través del tiempo. El diagnóstico se ofrece progresivamente y la parte que corresponde al
análisis científico de la realidad social que circunda la situación susceptible de intervención adquiere en el conjunto un
peso específico muy importante. Es deseable que se acometa con rigor la fase en que se habrán de relacionar teoría y
técnica con vistas a fundamentar el conocimiento teórico que orientará la acción. Y aquí se plantea una de las preguntas
clave en torno a la figura de trabajador social: Por más capacitado e informado que esté, ¿podemos pedirle que sea
sociólogo, psicólogo, gestor, educador y asesor a la vez? Nadie duda de que los más experimentados se acercarían a esa
figura ideal, casi humanista, en el sentido más tradicional del término, que se caracterizaría por su dedicación a la
contemplación, a la reflexión, al estudio y la investigación, pero la realidad actual de la profesión dista mucho de
favorecer la proliferación de agentes con ese perfil. La mayor parte de los trabajadores sociales «son asalariados que se
dedican —en el sector público o privado— a la prestación de servicios personales relacionados con el bienestar social y
en algunos casos a servicios específicos de protección social, como son los sistemas de servicios sociales».
.Los marcos institucionales donde desarrollan su labor acotan la libertad de movimientos de los trabajadores y generan
una excesiva especialización en la gestión, contribuyendo a afianzar esa imagen del profesional «puente» entre el cliente
y el sistema de recursos públicos que el Estado pone a disposición de los ciudadanos.
Encontramos un ejemplo del trabajador social «gestor» en algunos profesionales que desarrollan su actividad en el
campo de los Servicios de Salud y especialmente en los dedicados a la atención especializada y a la salud mental. En el
ámbito hospitalario se producen diariamente situaciones de emergencia con pacientes terminales para los que los
grandes hospitales no ofrecen, por el momento, los servicios apropiados en el marco de sus propios recintos. Ante esta
problemática se suelen plantear dos opciones: el envío del paciente a su domicilio (opción óptima para el sistema
sanitario) o la posibilidad de solicitar una plaza en algún centro especializado para enfermos de estas características.
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Obviando que cualquier persona que sabe que va a morir prefiere acabar sus días en su hogar y rodeado de sus seres
queridos, pasaremos a considerar la segunda alternativa en la que se hace imprescindible contactar con los servicios de
asistencia social: la existencia de pacientes que bien por encontrarse en un estado de salud muy deteriorado, que hace
prácticamente imposible un cuidado sin el apoyo de profesionales sanitarios, o bien por no disponer de un espacio
habitable adecuado para mantener la higiene necesaria para el paciente requieren del ingreso en un centro dedicado a los
llamados cuidados paliativos. Es en este momento en el que los profesionales de los grandes centros hospitalarios
contactan con los trabajadores sociales para que analicen la situación objeto de actuación y ofrezcan alguna de las plazas
(recursos) disponibles para paliar las carencias existentes. En este caso, el profesional del servicio social se limita a
realizar el diagnóstico de la situación y a llevar a cabo la gestión para llevar a buen término el traslado.
Sin caer en esta clase de situaciones extremas, una actividad exclusivamente gestora suele desembocar en el
enraizamiento de la pasividad entre los clientes, que ven a los trabajadores sociales como «meros conseguidores» de
soluciones a sus problemas. La clave para lograr eludir ese enquistamiento pasa por el recurso a la educación del cliente
y de su entorno familiar y grupal transformando, siempre que sea posible, la pasividad en acción.
Y también debe trascender la citada doble función de gestor-educador aplicando su propia experiencia a la coordinación
de grupos interdisciplinares que permitan un acercamiento a esa comprensión holística de la sociedad en la que se
despliegan las prácticas de trabajo social abarcando, en primer lugar, los condicionantes históricos y socioeconómicos,
dado que cualquier práctica social remite a una explicación que va más allá de sí misma, ya que se interpreta, en última
instancia, desde el conjunto social en que se realiza. No menos importante es el abordaje de los aspectos más concretos
(nivel microsocial) de la realidad en la que se piensa aplicar la actuación. La interpretación de esta interacción entre
niveles macrosociológicos y microsociológicos que condiciona el problema o situación sobre la que se quiere actuar
pasa por un marco teórico de referencia que el Trabajo Social toma prestado de otras ciencias humanas (psicología,
sociología, economía, pedagogía...). Y ésta es la razón por la que ha de reivindicarse la formación de grupos
interdisciplinares que permitan conseguir el objetivo planteado, la «perspectiva totalizada» distintiva del Trabajo Social.
En caso contrario, seguiremos asistiendo a un gradual e inexorable empobrecimiento de la tarea del trabajador social.
No obstante, es conveniente mantener la tensión existente entre el método profesional (de la intervención) y el método
científico. La mayor parte de los expertos en Trabajo Social incide en la importancia de no caer en un cientificismo
excesivo que pueda desembocar en una «ineficacia» que aleje al profesional de la relación mis directa y humana con los
usuarios, beneficiarios o destinatarios de los programas (personas, grupos o comunidades) e incluso le haga perder la
perspectiva de los requerimientos que exige la institución u organismo que patrocina el programa. La solución a esta
tensión es difícil de obtener, pero no imposible, y debe estar presente en cualquier actuación. El establecimiento de
dicotomías excluyentes como la fijada por Hamilton entre actividad intelectual y clínica no contribuyen a la resolución
de la permanente contradicción a la que parece estar abocado el trabajador social. Afirmar que una persona muy
intelectualizada sólo podrá ser un buen investigador, pero nunca un buen clínico, es abogar por el encasillamiento de los
profesionales bajo la etiqueta de «prácticos» y eliminar la posibilidad del desarrollo de la faceta de investigador que
puede acercarle a la experiencia directa de la «realidad de la vida». Con ello no se contribuye más que a ahondar en el
desierto teórico característico de esta disciplina.
Y este tipo de afirmaciones proviene de una concepción sesgada de la figura del investigador, distanciado de la realidad
de análisis y practicante de una serie de técnicas de corte positivista (encuesta como comodín) aplicadas a un nivel
macrosociológico, dejando de lado la perspectiva más cercana a la vida cotidiana de las personas, grupos o comunidades
que son objeto de actuación.
Esta última perspectiva debe ser objeto de reivindicación. Parte fundamental en la elaboración del diagnóstico
progresivo ha de basarse en una interpretación singular de la situación social o personal que abordemos. El carácter
específico de esa singularidad procede de las prácticas de investigación por las que se extrae la interpretación que las
personas, grupos o comunidades bajo observación/acción conceden a los fenómenos sociales y particulares que están
experimentando. La interacción y la participación hacen posible la consecución de un cuadro interpretativo más
complejo y ajustado al conocimiento particular y a las definiciones de la situación de todos los implicados obtenidos a
partir de la aplicación de técnicas cualitativas. Y mediante la aplicación de estas estrategias, los trabajadores sociales
pueden llegar a conseguir más fácilmente esa reflexión colectiva tan anhelada que permite educar a los clientes como
protagonistas activos y competentes en la transformación de su propia realidad.
De esta manera, tal y como apunta Barbero, se conseguirá: a) una mejor definición del problema; b) se detectarán los
factores que tienen más peso en la producción o reproducción del problema identificando las interacciones que, en el
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marco de la situación, contribuyen a la marginación, y c) se identificarán los factores positivos y negativos que
contextualizan esa situación a considerar de cara al proyecto de transformación de la situación.
En la fase de evaluación también se hace imprescindible la aplicación del método científico para poder investigar la
acción mediante un análisis de la situación de partida, del contexto, del proceso y de los resultados. La recogida de
información para llevar a cabo la investigación evaluativa requiere de una clara sistematización del procedimiento para
valorar todos los contenidos del proyecto partiendo de un sólido marco conceptual que ha de plasmarse en un conjunto
sistemático de hipótesis.
Los planes de estudio de las escuelas de Trabajo Social incluyen, desde hace mucho tiempo, asignaturas de «Métodos y
Técnicas de Investigación Social». Cargadas habitualmente de contenidos derivados de enfoques positivistas,
provocaron en la actividad profesional un uso indiscriminado de dichas técnicas como si su simple aplicación fuera
garantía o marchamo de calidad del producto. Ander-Egg ha criticado dichos usos haciendo especial hincapié, entre
otras desviaciones, en la afección que calificó de «encuestitis» (hacer encuestas indiscriminadamente) o en la
elaboración de interminables investigaciones sociológicas previas a la intervención social propiamente dicha, y
desarrolladas por expertos ajenos a la urgencia de la problemática a enfrentar, que no muestran ningún interés por la
transferencia de conocimientos sobre la elección, aplicación y análisis de las técnicas de investigación social.
Son muchas las voces que se han unido a estas críticas y desde hace tiempo se viene defendiendo la necesidad de
ampliación de los horizontes no sólo metodológicos, sino también epistemológicos. La disciplina del Trabajo Social ha
de seguir abriéndose a las propuestas de otras ciencias y disciplinas superando la cerrazón que ha sufrido durante
algunas décadas.
La selección de los métodos y las técnicas más adecuadas han de adecuarse al reconocimiento del pluralismo cognitivo y
a la multiplicidad de objetos de actuación, evitando las aplicaciones indiscriminadas criticadas anteriormente y la recaída
en un empirismo simplón. No obstante, como bien señaló Madelaine Grawitz, los métodos son limitados en número y
comunes a la mayoría de las Ciencias Sociales, grupo al que aspira a incorporarse la disciplina del Trabajo Social.
Sin pretender hacer una relación exhaustiva de las técnicas de investigación más apropiadas para la actuación del
trabajador social, sí que haremos una revisión de algunas posibles aplicaciones en el marco de los métodos tradicionales
ya citados: de caso, de grupo y de comunidad.
Método de caso. También conocido como método de caso individual, hace referencia a la ayuda que se presta a ese
nivel y tiene su origen en las actuaciones de las instituciones de beneficencia europeas. Este método se vio sistematizado
por primera vez en el clásico texto de Mary Richmond What is Social Case Work (1922). Y será ella la que enfoque el
problema individual en el contexto en el que se desenvuelve la vida cotidiana de la persona objeto de la acción.
Este enfoque sociológico se verá pronto desplazado por otro de carácter psico-analítico dada la enorme influencia de S.
Freud a partir de los años veinte. Las interpretaciones de los problemas se centrarán en los llamados «desórdenes
psicológicos y emocionales» vinculados a la personalidad del individuo. Por tanto, la labor del trabajador social adquirió
un marcado carácter terapéutico y fue este modelo metodológico (estudio>diagnóstico>tratamiento) el que se impuso.
En los años treinta, 1a atención se volverá a desplazar hacia factores económicos y sociales que harán que se oriente la
acción social hacia el entorno familiar. Pero el enfoque predominante en el método que estamos describiendo será
claramente psicologista, si bien, según la corriente predominante del momento, se podrá poner más énfasis en
componentes o bien psicoanalíticos, conductistas o basados en el modelo de la comunicación-interacción.
El tipo de intervenciones que suelen acompañar a esta metodología se dirige a atajar situaciones de marginalidad
(violencia doméstica, drogodependencias, abandono, pobreza, etc.). Y ya que se considera al individuo como sujeto y
objeto de su propio desarrollo, cuando éste solicita la ayuda debe ser inducido a que analice y reconozca su problema o
situación y a que tome alguna iniciativa encaminada a la resolución del mismo. Tradicionalmente, el seguimiento de
estos casos se ha llevado a cabo realizando una entrevista-solicitud y visitas domiciliarias que faciliten al profesional una
interpretación y diagnóstico ajustados.
El tipo de entrevista inicial suele ser de carácter abierto a través de la cual manifiesta su propia interpretación de la
situación. No obstante, en sucesivas reuniones con el solicitante de la ayuda, se podrían combinar con entrevistas
semiestructuradas tanto en el despacho del profesional como en el domicilio de la persona afectada. En el marco de las
visitas domiciliarias, el trabajador social podría desplegar, como complemento, técnicas de observación sistemática del
tipo de relaciones familiares, profesionales, educativas que rodean al afectado y, en el mejor de los supuestos, de
observación participante mediante la cual podría completar la tarea pedagógica imprescindible.
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Método de grupo. Se podría definir como el siguiente escalón metodológico en lo que a complejidad social se refiere.
Si bien el sujeto destinatario de la intervención sigue siendo el individuo (con propósitos terapéuticos, preventivos,
correctivos, etc.), el grupo se convierte en medio y contexto de ayuda para transformar las interacciones que el individuo
fija con su entorno social más cercano, microsocial. La definición del grupo como «colección de personas que pasan
algún tiempo juntas, que se reconocen a sí mismas como miembros del grupo y también son reconocidas como tales por
individuos ajenos» define la importancia del mismo a la hora de influir en uno de sus componentes, ya que entre ellos se
da un compromiso y una lealtad que superan el tiempo y el espacio en que se produce la interacción entre los miembros
del grupo (grupos de amigos, compañeros de estudios, colegas, de práctica deportiva, de terapia, etc.).
Son muy diversos los objetivos que se pueden abordar mediante esta propuesta metodológica, aunque los más
importantes son de carácter educativo o terapéutico (superación de situaciones extremas o de comportamiento delictivo,
reforzamiento de personalidad, rehabilitación de habilidades o comportamientos, etc.). Los profesionales han de
disponer de habilidades desarrolladas en técnicas grupales eficaces y con potencial que se plasman en los medios usados
por el trabajador social de grupo descritos por Konopka: 1) la relación personal cálida; 2) la relación entre los miembros
del grupo (proceso de grupo); 3) la comunicación verbal (discusiones...); 4) la comunicación no verbal (programa, juego,
experiencia), y 5) la elección intencionada del medio ambiente y su interacción.
Esta metodología nos remite teóricamente a la sociología de los grupos pequeños y en este contexto no se puede
descartar el uso de técnicas de investigación social tradicionales, tales como la aplicación de observación participante,
dirigida a la interpretación de la comunicación no verbal establecida en el grupo, sin descartar el posible uso de grupos
de discusión en las primeras fases de la intervención social de grupo, de modo que el trabajador social pueda definir con
nitidez las posiciones iniciales sostenidas por los individuos afectados.
Método comunitario. El Trabajo Social comunitario plantea el nivel metodológico más complejo. Aquí el grupo es,
realmente, el centro de la acción social. El objetivo de la aplicación de esta metodología es la creación y mantenimiento
de un grupo cohesionado, participativo y dinámico que permita la ejecución de proyectos de desarrollo social. Compartir
un objetivo común es la fuerza dinamizadora de toda acción asociativa y el trabajador social debe focalizar su actividad
en la conducción del grupo hacia la consecución de dicho fin.
Esta forma de Trabajo Social nace de la conjunción del desarrollo metodológico de la Organización de la Comunidad,
que surge en el contexto de la profesión en Estados Unidos, y del conocido como de Desarrollo de la Comunidad,
vinculado a los programas de Naciones Unidas, y encaminados a la mejora de las condiciones sociales, económicas y
culturales de comunidades de diferentes áreas del globo, especialmente de Asia, América Latina y África.
El nexo de unión de la aplicación de ambas metodologías es promover una acción social que nazca y se desarrolle desde
la comunidad y no de un programa de acción externo que se aplique sobre la comunidad. Se trata de un procedimiento
que surge de la base y es, por tanto, la importancia de cómo la implementación y ejecución del programa o proyecto
desbanca al contenido material del mismo. El trabajador social involucra a toda la comunidad en el proceso de
movilización de los recursos humanos e institucionales persiguiendo la mejora de las condiciones de vida de los
afectados. El comité Barclay elaboró en 1982 un informe en el que definió el trabajo social como «el trabajo social
formal que, partiendo de los problemas que afectan a un individuo o grupo y de las responsabilidades y recursos de los
departamentos de servicios sociales y de organizaciones de voluntariado, busca apoyar y capacitar a las redes locales de
relaciones formales e informales que constituyen nuestra definición básica de comunidad, así como la fortaleza de la
comunidad de intereses del cliente».
Dumas y Seguier fijaron tres procesos de actuación comunitaria: concienciación, organización y movilización,
imprescindibles para la consecución de una acción transformadora real. «El proceso de organización colectiva enlaza el
conjunto de operaciones por las que un grupo latente, una fracción de población que tiene intereses comunes, se
transforma en un grupo organizado de manera eficiente, es decir, capaz de promover sus intereses»41. El grupo, de esta
forma, se desenvuelve con autonomía, con una voluntad compartida por todos sus miembros y que se plasma en todas y
cada una de las acciones llevadas a cabo.
El Trabajo Social comunitario encuentra su mejor herramienta en la investigación de la acción participativa, mediante la
cual se pueden descubrir las necesidades reales del espacio sujeto a actuación, desarrollar la voluntad unitaria de acción,
repartir las tareas, establecer objetivos y prioridades, mantener viva la organización y establecer los canales de
comunicación adecuados.
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BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
Barbero, J. M.: «El método en el Trabajo Social», en Fernández, T., y Alemán, C. (coords.): Introducción al Trabajo
Social, Madrid: Alianza Editorial (Ciencias Sociales), 2003.
En uno de los últimos textos introductorios dedicado al Trabajo Social, José Manuel Barbero se hace cargo del capítulo
dedicado al método de esta disciplina. En él hace una revisión de los usos y abusos de la aplicación del método científico
al ámbito del Trabajo Social y presenta de forma clara y concisa los métodos tradicionales usados en la intervención
social.
Delgado, J. M., y Gutiérrez, J. (coords.): Métodos y técnicas cualitativas de investigación en Ciencias Sociales, Madrid:
Síntesis, 1994.
Texto de obligada lectura en el ámbito de la sociología cualitativa. Recoge las aportaciones de distintos profesionales y
académicos expertos en la aplicación de las técnicas cualitativas a la investigación social. Se ofrece una aproximación, a
la vez extensa e intensiva, de las mismas en claro homenaje a la figura de Jesús Ibáñez.
Valles, M.: Técnicas cualitativas de investigación social, Madrid: Ed. Síntesis. 1997.
Manual de referencia para aquellos que se quieren introducir en el campo de la investigación cualitativa. El capítulo
sexto, dedicado a la entrevista en profundidad, constituye una agradable sorpresa en el marco de este tipo de textos dada
la insólita extensión del mismo en el que se hace una revisión de la bibliografía anglosajona y española, desde todas las
aproximaciones a esta práctica suscitadas entre los investigadores y académicos.
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CAPITULO 2: LA OBSERVACIÓN PARTICIPANTE
INTRODUCCIÓN
En este capítulo se revisan algunas cuestiones teóricas y prácticas relativas a la observación participante. Su flexibilidad
epistemológica nos enseña que la realidad y el acceso a la misma nacen de la negociación y no de la imposición de
distancias de ningún tipo. Ninguna práctica como ésta para concebir la aplicación de la metodología cualitativa como un
arte, compendio de habilidades sociales, sensitivas y estratégicas. Iniciamos el capítulo con una reflexión sobre la
importancia de la observación científica para la investigación social, para ahondar más adelante en el origen y en las
implicaciones del uso de la observación participante. Finalmente, procedemos a realizar un repaso exhaustivo y práctico
de los diseños que se utilizan más habitualmente, pasando por las tácticas de campo y recogida de información para
acabar con un acercamiento a la etapa de análisis e interpretación de los datos registrados a lo largo del trabajo de
campo.
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misma, la participación activa o no participación del observador en el campo observado, la sistematización más o menos
flexible del procedimiento de observación y la actitud reflexiva del investigador/observador.
El punto relativo a la participación del observador nos remite a la clasificación simplista que, desde el enfoque
cuantitativo, se hace de los tipos de observación. Para éste, la observación sólo puede ser participante o no participante.
La inocencia positivista que plantea la posibilidad del distanciamiento máximo del investigador respecto de lo
observado, con instrumentos como el cuestionario, no es compartido desde el enfoque cualitativo. La observación
siempre es participante aun cuando puedan ofrecerse varios grados. Vidich resaltará esta afirmación especialmente en el
campo de la Sociología:
«El sociólogo que limita su trabajo a la propia cultura está explotando constantemente su experiencia personal
como base de conocimiento. Al confeccionar entrevistas estructuradas, tira del conocimiento de los significados
ganados por la participación en el orden social que estudia. Se asegura una pizca de comunicación con éxito
sólo por la utilización del mismo lenguaje y sistema simbólico que sus encuestados (...), lo que resalta hasta qué
punto el sociólogo es un observador participante en casi todo su trabajo».
Esa participación se hace más evidente por el simple hecho de que se dé la interpretación de la información producida,
ya sea a través de una entrevista estructurada o de una situación social grabada en vídeo, aun cuando no haya tenido el
observador ninguna clase de contacto con los observados.
Pasemos a continuación a explicar cómo se despliega la «mirada cualitativa» a través de la técnica de la observación
participante con esos ojos que buscan en el entorno, en el contexto, sin prescindir de él.
21
— Período clásico en Antropología Social (desde finales del XIX hasta mediado el siglo XX): Comienza con Franz Boas
y Bronislaw Malinowski. El primero, fundador del primer departamento universitario de Antropología en Estados
Unidos, pone en tela de juicio el método comparado y por extensión la posibilidad de establecer leyes generales. En esta
fase se defiende la imitación del método de las Ciencias Naturales y se pergeña la imagen de la Antropología y del
antropólogo que tenemos hoy día, si bien en aquellos momentos se concebía el mundo primitivo como único objeto de
estudio. Malinowski gesta los primeros pasos de la observación participante abogando por la completa inmersión del
antropólogo en un contexto cultural ajeno como única forma posible de observar la realidad social en su conjunto a
través de la participación en la vida cotidiana de la comunidad en cuestión. Además, se profesionaliza la disciplina a la
vez que se reivindica la necesidad de desarrollar la labor antropológica en el campo, en el lugar donde residen los
colectivos sometidos a observación. Los informes etnográficos adquieren legitimidad apoyados en la profesionalidad de
los antropólogos. También cabe destacar las investigaciones realizadas en la Escuela de Chicago, desde donde algunos
de sus autores hicieron uso de la observación participante para abordar situaciones marginales o en instituciones de
difícil acceso, si bien nunca fueron incluidas en ninguna relación de estudios antropológicos, a pesar de compartir los
métodos de acercamiento a la realidad. O. Guasch destaca en este período un interludio establecido por la línea
denominada de La nueva etnografía, iniciada bajo la influencia de la lingüística y de la teoría fenomenológica: «La
etnociencia defiende la prioridad descriptiva de los protagonistas de la acción social (perspectiva emic) frente al punto
de vista del profesional que la observa (perspectiva etic). Es la época de los debates sobre la factibilidad del análisis
transcultural y de la viabilidad de la Antropología como ciencia».
— Período plural (1960-años 90): Desaparecen las diferencias entre Sociología y Antropología. Se recupera la
influencia teórica marxista y se impone la. concepción del individuo como proceso y la revalorización de la sociología
comprensiva de Max Weber. Con la mundialización, la Antropología pasa a ocuparse de las sociedades más complejas
una vez desaparecidos los idílicos mundos primitivos. Los procesos de urbanización y la etnografía de las instituciones y
de los grupos sociales urbanos constituyen las dos líneas de investigación fundamentales de esta etapa. Desde los años
setenta se alzarán voces que toman en cuenta la subjetividad del etnógrafo, destacando el carácter interpretativo del nivel
de observación de éste. La subjetividad interpretativa y la retórica textual de la etnografía se convierten en el centro de
interés de la Antropología interpretativa, que parte del intento de aprehensión de la realidad desde el enfoque de otras
personas, enfoque que ha de ser interpretado. El trabajo de campo, por tanto, adquiere un carácter prioritariamente
hermenéutico tratando la cultura como un texto. Es, además, la época en que se vuelve la mirada del etnógrafo hacia sus
propios contextos culturales abandonando los extraños. Como consecuencia de ello, se agudiza el problema derivado del
abandono de la distancia cultural aun cuando se intenta construir artificialmente, concentrándose en subgrupos
marginales o en culturas locales; mientras tanto, se superan otros problemas, como el de la necesidad de la traducción
cultural.
— Desde finales del siglo XX...: Siguiendo con la importancia adjudicada al carácter interpretativo de la observación,
adquiere especial influencia el enfoque dramatúrgico del interaccionismo estratégico de Erving Goffman, que puede
aplicarse a todas las relaciones sociales y muy especialmente a la observación participante, esto es, a la interacción entre
observador y observado. Para Goffman, el observador debe desarrollar un cierto grado de incredulidad dado que los
actores sociales siempre se comportan de cara a un auditorio y en función de la actuación social que representen en ese
momento.
22
personal directa. El riesgo advertido tiene como base el temor que despierta la posibilidad de que el investigador pueda
verse contaminado por la subjetividad colectiva en la que se desenvuelve a lo largo del trabajo de campo, quedando
desplazada su actitud científica con los consiguientes efectos negativos sobre los resultados de la observación.
Pero ese papel de observador participante que despierta tantos miedos no es de carácter monolítico. En función de la
dificultad de acceso a la situación social de estudio, el investigador adoptará una postura diferente en lo que podríamos
considerar como continuum entre los extremos del binomio observación-participación. A pesar de que ha habido muchos
autores que han desarrollado distintas clasificaciones de los posibles roles del observador participante, la más sencilla y
de más éxito hasta el momento nos remite al trabajo de Gold (1958), que resume su cooperación en el más clásico texto
de Junker. Así, distingue cuatro tipos básicos: a) participante total; b) participante como observador; c) observador como
participante, y d) observador total. El último sostiene la distancia demandada anteriormente con objeto de no influir en
los sujetos sometidos a observación. Como ya veremos más adelante, este tipo de observación encubierta puede
provocar serios problemas éticos. En el extremo opuesto, el completo participante refleja uno de los supuestos de las
situaciones a evitar criticadas por Taylor y Bogdan, donde el investigador podría perder la perspectiva de conjunto como
observador, así como la distancia intelectual necesaria para proceder a una interpretación acorde a los objetivos de la
observación, sin olvidar aquí también los problemas éticos derivados de ocultar su actividad investigadora. La
responsabilidad ética también afectará a los roles b y c, esto es, a los intermedios, especialmente al participante como
observador, que puede tener acceso a informaciones delicadas e incluso secretas sin que las personas que se las
proporcionan tengan conocimiento del posible uso de las mismas. Sólo en el caso del observador como participante,
donde las reglas del juego están más claramente definidas entre observador y observado, la situación se hace más fluida.
Únicamente se accederá a determinada información si el observador se ha ganado la confianza y respeto entre los
informantes. Sin embargo, no conviene caer en la idealización de esta figura que puede llevar un alto coste añadido para
el investigador, como nos recuerda Pío Navarro cuando describe su papel del siguiente modo: «La impotencia física
correspondía a la imposibilidad de realizar participación y observación al mismo tiempo. Si participaba activamente en
los trabajos y diversiones de las gentes, difícilmente me quedaban fuerzas para escribir lo visto y oído. Tenía que
recortar el horario normal de la gente para poder escribir o participar un día y escribir al siguiente...».
El secreto del éxito, por tanto, está más en conocer las limitaciones de la situación de observación que en el hecho de
llegar a un término medio entre los papeles más extremos. Hay situaciones en las que, simplemente, el papel de
observador reconocido no será aceptado nunca o lo será muy difícilmente; por tanto, sólo cabría alguna de las propuestas
de investigación encubierta. La peligrosidad de las mismas determinará si procede algún tipo de participación o una
observación externa.
Cuando el trabajo de campo va a durar mucho tiempo, puede incluso llegar a producirse la situación en la que el
investigador vaya adoptando sucesivamente distintos tipos de roles. Por ejemplo, empezando como observador neto para
pasar a convertirse en observador participante cuando comience a interactuar con ciertas personas e incluso llegar a ser
participante observador o, en el más extremo de los supuestos, participante total, aun cuando esta situación ya no
acarrearía bajo este supuesto procesual ningún dilema de carácter ético.
En lo que respecta a los efectos de la reflexividad del observador, de su instrumento de trabajo e incluso del propio
observado sobre el investigador, hay que partir del conocimiento de que son inevitables, aunque no ineludibles en cierto
grado, si conseguimos aplicar algunos procedimientos de control para que al menos el observador sea consciente de su
existencia. No obstante, tal y como señalan Callejo y otros, algunas veces el hecho de mantener un distanciamiento total
de los observados impide tener un conocimiento apropiado de su realidad. Por ejemplo, si estamos realizando una
evaluación de una Escuela de Trabajo Social y de su titulación, se hace imprescindible el uso de la observación directa.
En este supuesto, realizar una investigación mediante encuesta comportaría como mínimo muchos sesgos derivados del
intento de los miembros de la institución de ofrecer la imagen profesional más deseable. Se haría necesaria la presencia
de investigadores en el espacio físico de la Escuela para poder hacer una evaluación más adecuada de las dinámicas
entre profesores y alumnos, de la asistencia del profesorado, etc.
En estas reflexiones previas se encuentran recogidas implícita o explícitamente las características básicas que definen la
observación participante:
1. El objeto de investigación debe ser ajeno al investigador.
2. La convivencia en el sistema sometido a estudio supone el pilar fundamental de la aplicación del método.
3. El sentido de los comportamientos, actitudes, etc., han de ser vistos desde la perspectiva de los miembros de la
comunidad sometida a observación.
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4. El proceso de interacción ha de basarse en preguntas abiertas, flexibles y oportunas y debe haber una continua
redefinición de lo que es problemático, basada en la observación previa, en la información que se va adquiriendo a
través del trabajo de campo. Se trabaja en el contexto de un diseño abierto.
5. El observador podrá hacer uso de uno o varios papeles en relación a los observados.
6. Se combina el uso de la observación directa con otras técnicas de recogida de información.
7. El investigador debe escribir un informe etnográfico que finalizará con una construcción teórica.
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vez que la observación se va concretando y concentrando en los aspectos más relevantes para cubrir adecuadamente el
objeto de estudio. Dicho doble proceso muestra una clara convergencia con las tres fases propuestas por Spradley: una
primera, de carácter descriptivo, que ofrece al investigador unas directrices para abordar la situación de observación y
reducir su complejidad para comenzar el necesario proceso de concreción; la segunda fase, de focalización de la
observación en la problemática y procesos esenciales para el objeto de estudio; acabando con la realización de una
observación selectiva, desarrollada en la etapa final del trabajo de campo y dirigida a hallar más evidencias empíricas de
los tipos de prácticas y procesos detectados en la fase anterior.
Pero para conseguir cumplir este proceso y antes de iniciar la aventura del trabajo de campo, es imprescindible hacer un
rastreo documental que no consiste sólo en una revisión bibliográfica del objeto de estudio, sino de todos aquellos
documentos y registros que nos permitan tener un conocimiento más aproximado del campo al que vamos a acceder, o lo
que es lo mismo, una contextualización previa del mismo. Con todo, el inicio del campo nos puede deparar muchas
sorpresas y serán los observados y la propia experiencia las que nos den pautas más claras para abordar el trabajo.
La duración de una investigación cualitativa basada en la observación participante es dilatada y la financiación difícil de
conseguir. Si hemos obtenido el respaldo financiero suficiente, el trabajo de campo puede llegar a ser realmente
satisfactorio y enriquecedor para el investigador.
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personas con las que está interaccionando puede afectar seriamente su forma de proceder, sin olvidar que sería muy
extraño y difícil de justificar la adopción de una postura muy inquisitiva sólo comprensible en el supuesto de que se
hubiera declarado el papel real del investigador. Pero siempre existen matizaciones ante la opción del ocultamiento. De
fácil ejecución en espacios abiertos cuando se realiza observación sistemática (excluyendo la interacción verbal),
también se practica con relativa fluidez en aquellos casos en que el investigador se introduce desempeñando el papel de
participante en una situación en la que realmente va a realizar la función de observador. Como ejemplo podemos
recordar la experiencia del periodista alemán Gunther Walraff, que durante un tiempo se hizo pasar por obrero turco en
la antigua República Federal Alemana. Sus experiencias quedaron registradas en un libro donde quedó patente la
situación de discriminación de los inmigrantes llegados a los países europeos más ricos. Sin hacer explícito en ningún
momento su objetivo, llegó a desempeñar el papel que hemos denominado de participante-observador. Los problemas
éticos, en este caso, fueron minimizados por el autor, que había experimentado un claro proceso de identificación con
los observados que ocupaban un puesto de trabajo similar al suyo. Pero en el carácter de denuncia que imprimió a su
obra quedaban patentes los posibles efectos sobre la vida de los empleadores.
Alejándonos de la actividad de los periodistas, conviene recordar, no obstante, que el investigador va a tener que
experimentar un proceso progresivo desde los primeros instantes de integración en el grupo de observados, en los cuales
se guiará inevitablemente por una interpretación de la realidad observada a partir de sus presupuestos teóricos de partida
más o menos sólidos (enfoque etic) hasta el momento que consiga aprehender la interpretación propia de los observados
con la que clasifican, ordenan y organizan sus vivencias (enfoque emic). En la observación participante resulta crucial
ganar, en la medida que sea posible, una perspectiva interna en el campo y sistematizar el estatus de extraño. Solamente
lograr este último objetivo capacita al observador a adoptar el punto de vista particular de los observados en su vida
cotidiana en el escenario elegido. Koepping añade que el investigador debe resumir en su figura «aquellas características
que Simmel elaboró para el extraño: tiene que fundir dialécticamente las dos funciones de compromiso y distancia... [El
investigador ha de darse cuenta] que ha de estar guiado por la noción de la participación en la observación, por el
objetivo de lograr la comprensión de la realidad a través de los ojos del otro. Participando, el investigador autentifica su
premisa teórica, y más aún, hace del sujeto de investigación, del otro, no un objeto, sino un compañero dialógico».
26
requisito de presentar el mismo aspecto, actitudes y comportamientos que las personas que se desenvuelven
habitualmente en esos espacios. Compartir, participar en las actividades de los sujetos observados ofrece un gran
potencial de registro para el observador dada la fluidez y naturalidad con que se hacen los contactos. Sólo en el caso de
provocar suspicacias en alguno de los observados se hará necesario ofrecer algún tipo de aclaración, sin tener que llegar
a descubrir abiertamente las intenciones del investigador. Un tipo especial de escenario abierto es el que constituye el
espacio habitual de trabajo del potencial investigador; por ejemplo, un centro de desintoxicación de adictos a los
estupefacientes en el que esté empleado un trabajador social puede suponer para éste un escenario abierto para practicar
la observación de los comportamientos y actitudes presentados por aquellos que están incorporados a ese programa.
Los escenarios privados, por su parte, requieren de un proceso de negociación previo con los sujetos que vamos a
observar a fin de conseguir su aceptación o al menos su tolerancia. La integración del investigador suele darse de forma
paulatina, gradual. Supongamos que estamos interesados en conocer las dinámicas que se establecen en asociaciones de
familiares de enfermos de alzheimer. En primer lugar, y en el supuesto de querer evitar el acceso directo como
profesional de la administración, deberemos conseguir el contacto a través de amigos, de conocidos de las personas que
componen ese grupo. Una vez obtenido el permiso, esto es, el acceso, el trato y la confianza que se generen con el
tiempo pueden abrir la puerta para penetrar en ambientes familiares de carácter más privado. Aun siendo éste un caso
muy particular, en el que las personas observadas pueden tener mucho interés en la publicidad de su asociación y de su
problemática, el observador ha de tratar a los observados con extrema delicadeza, garantizando, por encima de todo, el
anonimato y la intimidad de los implicados y su entorno más cercano.
Las instituciones y organizaciones formales suponen un caso especial dentro de los escenarios cerrados. Si era
aconsejable contar con un mediador en el caso anterior, aquí deviene imprescindible. Hay que vencer las resistencias
que, casi con toda seguridad, van a oponer sus integrantes a ser observados. El secretismo generalizado y la
desconfianza están a la orden del día en este tipo de organizaciones. Pensemos en el ejemplo que nos puede proporcionar
un departamento de determinada institución municipal, autonómica o de la administración central. En estos casos, el
gatekeeper o guardián desempeña un papel fundamental en la medida en que él o ella va a ser el encargado de
introducirnos en la organización: directores, subdirectores, gerentes o asesores nos concederán el permiso expresamente
o darán órdenes a las personas de las secciones o departamentos que vayan a ser sometidos a observación para que nos
faciliten la tarea o al menos no la obstruyan. La ventaja derivada de esta situación es que los subordinados van a acatar
las órdenes, salvo en el caso de que exista una reticencia clara hacia todo lo que proceda de nuestro contacto particular.
Este supuesto puede generar la renuencia o la «pereza» de algunas personas a facilitarnos cierta información relevante.
Vencer estos obstáculos es, nuevamente, un objetivo del investigador, que podrá ser logrado aportando seriedad y
discreción a su labor. No manifestar estrechos vínculos con ningún grupo informal dentro de la organización puede
convertirse en nuestro salvoconducto para acceder a las informaciones que se requieren para cubrir la problemática
planteada.
Desde el lado opuesto, la información ofrecida a estos porteros o guardianes ha de ser valorada por el investigador. No
conviene ofrecer una explicación exhaustiva de los objetivos últimos de la investigación. Hemos de ser cautos,
desvelando sólo pequeñas pinceladas que pueden favorecer el acceso y evitando todos aquellos objetivos específicos que
pueden despertar recelos o suspicacias. Esto es, si queremos introducirnos en una organización para observar las
posibles pautas de discriminación o marginación que sufren determinados colectivos, será conveniente desviar la
atención del portero hacia otros fines menos conflictivos, tales como los relativos a la eficacia o eficiencia en el seno de
la organización.
En el panorama de la observación, también es relevante la figura del informante clave. Son figuras de apoyo muy
valorado en cualquiera de los escenarios reflejados tanto abiertos como cerrados. Su interés viene dado por la posición
que ocupa en el escenario de la observación o por el conocimiento de informaciones o de personas que pueden
proporcionar informaciones relevantes para la investigación. Así, siguiendo a Corbetta, hay que diferenciar entre los
informantes institucionales y no institucionales. Los primeros pueden ser tan fieles a la organización o institución que las
informaciones que proporcionan han de ser contextualizadas en el marco de la cultura de organización en que está
inmerso, ya que pueden producir sesgos interpretativos. Suelen ser mucho más útiles los informadores no institucionales,
que, a través de lazos informales, pueden dirigirnos en nuestra actuación hacia la consecución de valiosas
interpretaciones de la realidad cotidiana de la institución. En una investigación sobre el proceso de reconciliación en la
sociedad camboyana, después de años de guerra civil, la investigadora recurrió a informantes clave tanto institucionales
como no institucionales para llevar a cabo una evaluación externa de la implementación de un programa de Naciones
27
Unidas. Entre los informantes institucionales contó con técnicos involucrados en el programa, así como excombatientes,
en tanto que como informadores no institucionales, entre otros muchos, a las matronas de los pueblos fronterizos que
habían sido los más afectados por la guerra. Su conocimiento de la vida cotidiana y de la historia de la mayor parte de
las personas del pueblo y de la cultura de su espacio permitió obtener una interpretación sumamente enriquecedora de la
situación.
En cualquier caso, el investigador también habrá de adoptar los criterios imprescindibles para no dejarse arrastrar por
todas las opiniones de los informantes clave.
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Con objeto de conseguir una mayor discriminación en la definición del qué de la observación, esto es, en los puntos
hacia los que ha de dirigir su atención el investigador, podemos recurrir a la clasificación que presenta Corbetta: 1) el
contexto físico: el investigador debe orientar su mirada hacia la conformación estructural del espacio en el que se
desarrolla la acción social, pues las características físicas suelen ser expresión de características sociales; 2) el contexto
social e histórico: si se trata de estudiar un movimiento social emergente habrá que conocer su estructura organizativa, el
perfil de las personas que están integradas en el mismo, sus funciones, sus tareas y las actividades que desarrollan; 3) las
interacciones formales que tienen lugar entre los individuos dentro de las organizaciones o instituciones de este tipo
(canalización de las decisiones, personas clave, etc.); 4) Las interacciones informales: constituyen el punto central de la
observación participante. Se dan en la vida cotidiana, estando compuestas principalmente por una serie de actos reflejos
y mecánicos que suelen ser inconscientes para aquel que es observado, y 5) las interpretaciones de los actores sociales,
que adoptan el carácter de conocimiento científico y al que se puede acceder interrogando tanto en forma de coloquio
informal como de entrevista formal.
Y en último extremo, aquellos investigadores que consideren completamente imposible proceder al registro de la
información por la delicadeza o dificultad del momento, pueden hacer uso de la memoria, aunque deberán proceder a su
transcripción a la mayor brevedad posible para evitar distorsiones derivadas de la propia selectividad de nuestros
recuerdos.
29
Los apuntes que anotamos deben reflejar los acontecimientos de los que somos testigos; los hechos han de ser descritos
con todo lujo de detalles, ya que pueden ser relevantes en la fase de interpretación y análisis que, lejos de dilatarse en el
tiempo, se va intercalando con la propia recogida de información. La fidelidad en el registro es la primera máxima del
abecedario de la recogida de datos, principio que hay que extender al registro de las interpretaciones que ofrecen los
sujetos observados y de aquellas elaboradas por el propio investigador/observador. La fiabilidad y la validez de la
práctica de la observación participante descansan sobre el uso y adaptación de métodos de registro objetivos. Este punto
es especialmente importante cuando en la investigación participan varios observadores.
Las notas registradas se recopilan en forma de diario de campo, «pieza clave de la información antropológica, pues en él
se recoge lo que realmente hace la gente, sus reacciones frente al investigador y el estado de ánimo de éste, que puede
influir en su percepción de los hechos. Resulta bastante útil apuntar en un papel, a lo largo del día, dónde se ha estado, a
quién se ha visto, qué es lo que hacía y cómo, además del tema de conversación, si era el caso. Luego, por la noche, con
este guión, resulta más fácil reconstruir las experiencias del día».
El diario de campo se construye día a día y su formato final no puede ser diseñado previamente, pues sufre continuas
transformaciones; cada situación es susceptible de ofrecer una modalidad diferente de registro, y la suma de ellas va a
permitir, siguiendo a García Jorba, controlar el tempo de la investigación, la subjetividad del investigador, las estrategias
de búsqueda y descubrimiento de resultados, así como las formas de atajar los problemas que se van presentando a lo
largo del proceso de construcción del conocimiento. Es, a la vez, una herramienta, un documento y un texto; es la
esencia de la observación participante.
Mantiene similitudes con algunos géneros narrativos como los diarios, las memorias y las autobiografías. Con los
primeros comparte la elaboración regular, cotidiana, del día a día, a la vez que se distancia de los mismos en su objetivo.
Los diarios de campo se construyen con la intención de describir, interpretar y explicar determinadas situaciones de la
realidad social. Con las memorias y las autobiografías tienen en común el carácter personal, y algunas veces íntimo, que
se imprime a la narración, pero les distancia la temporalidad de su elaboración. El diario de campo, al construirse día a
día, no comparte la perspectiva global que, madurada con el paso del tiempo, caracterizan a los otros dos géneros.
Durante la realización del trabajo de campo, el investigador cuenta con diferentes fuentes de información: revisión
documental previa, aquella que va surgiendo al hilo del estudio ofrecida por otros investigadores y por los informantes,
entrevistas de mayor o menor formalidad, etc. Estos y otros muchos estímulos obligan al observador a realizar
anotaciones sistemáticas que permitan enlazar los enfoques etic y emic con un objetivo analítico claro.
30
— Informe final: Es el texto final donde se plasmará todo aquello que ha sido relevante para el objeto de estudio. Es
importante la inclusión de un anexo metodológico donde se recoja todo el proceso experimentado.
El análisis y la interpretación de los materiales recogidos durante el trabajo de campo no empiezan al finalizar éste. Ya
hemos hecho sucesivas referencias a que la actividad analítica vertebra y atraviesa todo el proceso de investigación
mediante observación participante. El investigador recoge día a día datos y los amplía e interpreta sistemática y
continuamente. Siguiendo las fases seguidas en la construcción del diario de campo, podemos hablar de varias etapas
analíticas.
La primera etapa será de carácter netamente descriptivo, donde se contará con las notas específicas del diario de campo,
la información documental previa, datos secundarios, grabaciones de entrevistas y de acontecimientos en audio y vídeo,
etc. En una segunda etapa, simultaneada en sus primeros pasos con la primera, se elaborarán las primeras reflexiones
teóricas sobre los datos que vayamos recogiendo, todavía desde el punto de vista del extraño (etic). La siguiente fase,
basándose en las notas analíticas, conlleva la realización de interpretaciones que reconstruirán los puntos de vista de los
sujetos observados (emic) para concluir con la elaboración del informe final, donde se recogerá una interpretación
totalizadora de lo observado.
Ese informe final no supone más que el inicio de otros ciclos de investigación, quizá del propio investigador o tal vez
como fuente documental para otros. Dejamos el proceso abierto.
31
• La naturaleza indirecta de algunas de las informaciones que ofrecen al investigador los informantes clave, cuya
colaboración con el observador ha sufrido transformaciones fruto de la interacción, es otra fuente de sesgos. (Se propone
recurrir a las notas de campo para reflexionar y controlar la evolución de la relación).
• Los efectos reactivos de la observación en los casos de observación encubierta; por ejemplo, en el desarrollo del rol de
completo participante. (Se propone anotar todas las reacciones percibidas para contextualizar mejor la situación).
• La posible transformación del investigador a través de un proceso de identificación con los observados denominado go
in native —convertirse en nativo—. (Se ha de volver la mirada hacia las notas específicas para ser consciente de sus
cambios de sensibilidad y de estado de ánimo).
• Pueden darse otro tipo de sesgos derivados de situaciones no contextualizadas adecuadamente. (Se recomienda el uso
de documentación y entrevistas en profundidad que puedan paliar estas deficiencias).
BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
García Jorba, J. M. (2000): Diarios de campo, Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas (Colección Cuadernos
Metodológicos, 31).
Manual en el que se contextualiza el papel de los diarios de campo en el marco de la metodología cualitativa. Tiene gran
interés al recoger fragmentos de diarios de campo de algunos investigadores a la vez que incluye textos de los suyos
propios para ilustrar las distintas fases de un proceso de investigación.
Guasch, O. (1997): Observación participante, Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas (Colección Cuadernos
Metodológicos, 20).
Es uno de los escasos manuales dedicados a la observación participante desde la óptica de la Sociología. Orientado
desde el interaccionismo estratégico, hace una revisión crítica del arte de observar desde una perspectiva histórica, así
como del principio de distancia social entre investigador y sujetos observados. Dado el carácter práctico de la colección
a la que pertenece este texto, incluye cinco ejemplos de investigaciones desarrolladas mediante observación participante.
Taylor, S. J., y Bogdan, T. (1992): Introducción a los métodos cualitativos de investigación, Barcelona: Paidós.
Manual de referencia sobre metodología cualitativa que cuenta con una parte importante dedicada a los aspectos más
relevantes de la observación participante. Al igual que en los anteriores, se incluyen ejemplos prácticos que pueden
servir de orientación para el que se inicia en esta práctica cualitativa.
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CAPITULO 3: LA ENTREVISTA CUALITATIVA
INTRODUCCIÓN
LA más envidiada ventaja de la investigación cualitativa emana del hecho de que, aun siendo pocas las personas a
quienes se estudia, la información obtenida es enorme. Y un caso paradigmático lo constituye la entrevista en
profundidad, también conocida como abierta o no estructurada. A través de procedimientos conversacionales, se busca
comprender la realidad social desde la perspectiva del entrevistado y desmenuzar los significados que éste asigna a sus
experiencias. Comienza este capítulo con una introducción en la que se ubica a la entrevista en el conjunto de las
prácticas de investigación social para pasar a establecer una tipología de las variantes más relevantes para la práctica del
Trabajo Social. A continuación se profundiza en el diseño y la dinámica de la entrevista para culminar con las estrategias
de análisis.
33
mismo como actor que representa los puntos de vista del grupo social al que pertenece o con el que se identifica. De este
modo, la versión ofrecida por el emisor de la narración es el punto central de referencia de la práctica de la entrevista
abierta, ya que es reflejo de la actitud que sostiene ante su propio mensaje.
Por tanto, a pesar de que muchos autores se hayan empeñado en asimilar la entrevista cualitativa a una conversación
ordinaria, existen muchas características que la separan de dicho ideal. Veamos algunas de ellas:
a) La entrevista cualitativa es iniciada, indiscutiblemente, por el investigador, que anima al entrevistado a hablar,
evitando contradecirle y organizando y sosteniendo la interacción, de forma que queda explícitamente claro que el
entrevistado habla y el investigador escucha.
b) La entrevista cualitativa tiene un objetivo de conocimiento (no se habla por hablar) controlado por el entrevistador y
cuyo cumplimiento puede llevarse a cabo con diferentes grados de direccionalidad.
c) Los entrevistados son elegidos cuidadosamente de acuerdo a perfiles excluyendo cualquier tipo de reclutamiento
azaroso.
d) El entrevistado reconoce la situación de desigualdad con el entrevistador y busca en él, durante la interacción verbal,
aquello que es aceptable en ese contexto.
e) La entrevista cualitativa tiene un sentido pragmático inequívoco: es un habla para ser observada, en la que habrá que
buscar el conflicto enriquecedor entre lo que está legitimado (lo que hay que decir) y las prácticas reales alejadas de la
norma dominante.
f) La entrevista cualitativa suele tener una duración prolongada e incluso puede desarrollarse en varias sesiones,
especialmente cuando el objetivo es una reconstrucción de carácter biográfico.
No sólo existe una distancia respecto de la conversación cotidiana, sino que también se diferencia de otros tipos de
entrevistas con las que comparte un carácter profesional, tales como las entrevistas periodísticas, reseñadas
anteriormente, las entrevistas de selección o promoción profesional o las realizadas por los expertos del área de salud.
Las primeras tienen un objetivo puntual, coyuntural y en muchas ocasiones anecdótico. Se trata de buscar información
de actualidad que pueda ser plasmado en titulares, si bien existen excepciones como los reportajes que fundamentan el
hilo de la noticia con entrevistas de larga duración. Pero el periodismo tiende a convertir al individuo per se en noticia,
en tanto que la entrevista de investigación social adquiere relevancia al permitir la construcción del sentido social de una
conducta o de un acontecimiento, esto es, desde un punto de vista más estructural. No son pocos los casos en que la
práctica periodística ha producido interferencias en la propia de la investigación social: informantes que han sido objeto
de entrevista por parte de profesionales del periodismo se han negado rotundamente a ser entrevistados por
investigadores sociales después de haber sido objeto de un uso inapropiado de la información ofrecida a los primeros a
través de los medios de comunicación. De este modo, al investigador le queda la tarea de convencer a los observados de
la garantía de anonimato otorgada por el código deontológico del investigador social. Y el éxito de este proceso guarda
una relación inversamente proporcional al daño infringido previamente al informante.
Las entrevistas de selección de personal tienen como objetivo la evaluación de los candidatos. A través de los discursos
elaborados por éstos, el profesional consigue un conocimiento privado capaz de estructurar una acción individual (la
elección o descarte del candidato). De nuevo, el proceso es inverso al establecido en el marco de la investigación social
cualitativa. Las entrevistas terapéuticas o clínicas carecen de estructuración, dejando al paciente que, a partir de su
historia personal, reconstruya la trayectoria que le ha llevado hasta la situación que se va a analizar (adicciones,
delincuencia, etc.). Por medio de ellas se obtienen saberes privados, aunque con el único objetivo de profundizar en la
personalidad del paciente. Merecen mención aparte las entrevistas realizadas por otros profesionales de los servicios de
salud y las denominadas «de asesoramiento», que van a cumplir un papel determinante en el ámbito de actuación del
trabajador social y que veremos más adelante.
Para ahondar en la especificidad de la entrevista en profundidad conviene recordar su similitud con el acto de confesión
de la tradición católica, reflejada por Jesús Ibáñez con objeto de dar a esta técnica una perspectiva histórica que además
se materializa en otro tipo de confidencias cotidianas: «La confesión se transforma en técnica de investigación social en
forma de "entrevista en profundidad"». En el acto de investigación se estimula la confesión del entrevistado, que, frente
a un extraño en posición de confesor (dominante), puede, en algunos casos y para sorpresa de muchos, llegar a hacer
confidencias de prácticas cotidianas en completa contradicción con aquello que está legitimado por la norma social,
aunque, en muchas otras ocasiones, se niegue a verbalizar dichas prácticas o a hacer una confesión parcial de las
mismas. En el ámbito del Trabajo Social, esta renuencia se puede agudizar cuando se produzcan situaciones como
aquellas en las que el profesional, por ejemplo, tenga la responsabilidad de hacer un seguimiento del comportamiento de
34
un adolescente. En este caso, sólo el compromiso de que la confesión de ciertos actos o sentimientos no serán utilizados
en contra del entrevistado podría facilitar un cierto grado de sinceridad, si bien esto podría desencadenar en el
profesional ciertos dilemas éticos que, al menos, tendría que dejar de lado circunstancialmente.
El investigador habrá de lidiar con esta tensión entre normas a la hora de abrir las puertas al entrevistado para que lleve a
cabo la confesión o, en su defecto, para poder detectar las estrategias utilizadas por los entrevistados cuando
«maquillan» su imagen ante el observador. «En la entrevista, cuando se realiza una confesión, es porque es la
reivindicación de una norma que se cree aceptable o el reconocimiento de una norma que se acepta en la práctica. Es
decir, es una confesión aceptable que se considera que va a ser aceptada por el observador. De aquí que se aconseje al
entrevistador una actitud abierta dispuesta a aceptar toda manifestación de la persona entrevistada».
Mediante la entrevista cualitativa, el investigador consigue que los observados hablen de lo que creen que son y hacen, y
en esa medida se encuentran en ese punto en el que reconstruyen el sistema de representaciones sociales en su quehacer
cotidiano. L. E. Alonso destaca que en dicho punto reside la complementariedad de las entrevistas con respecto a los
grupos de discusión, dado que en estos últimos sólo se obtienen representaciones de carácter colectivo y no individual.
También podemos hablar de complementariedad con respecto a la práctica de la observación participante. Es cierto que
muchos han considerado la entrevista como una práctica enmarcada dentro del propio proceso de observación
participante. Los estudios de B. Malinowski se convierten en referencia obligada cuando se quiere ahondar en este punto
y se recuerdan sus notas de investigación en las que registraba las entrevistas de distinto orden que había mantenido
durante el trabajo de campo. Pero la entrevista en profundidad tiene entidad en sí misma. Si bien es cierto que con su
aplicación no se podrá lograr una inmersión completa en la realidad social que se somete a estudio, hasta el punto de
poder llegar a verla con los ojos de las personas observadas, al menos se puede conseguir una aproximación a las
interpretaciones y motivaciones que otorgan dichas personas a sus comportamientos. Se produce tal grado de intensidad
en la interacción entre entrevistador y entrevistado que, tal como afirman Fontana y Frey, la entrevista se convierte en
una interacción activa que conduce hacia unos resultados negociados y basados contextualmente. Esto es, los
participantes en la situación de entrevista construyen conocimientos de forma conjunta a través del círculo de preguntas
y respuestas:
«Cuando hablamos sobre el mundo en que vivimos, nos embarcamos en la tarea de darlo un carácter
particular. Inevitablemente, lo asignamos características y acontecimientos y hacemos que funcione de un modo
particular (...). Cuando hablamos con alguien más de nuestro mundo, tenemos en cuenta quién es el otro, lo que
la otra persona podría presumir que sabe y dónde podría situarse esa otra persona en relación al mundo del
que hablamos».
No obstante, es difícil hablar de un modelo único de entrevista en profundidad o cualitativa. Dependiendo del objeto de
estudio y de las características del contexto donde se va a llevar a cabo el mismo, optaremos por uno u otro tipo de
práctica específica o bien por la combinación de varios de ellos. Podemos encontrar clasificaciones basadas en su grado
de estructuración o de estandarización, en su intensidad, en su especialización o en su duración. Todas ellas han sido
utilizadas con mayor o menor éxito, pero sin lugar a dudas la acepción que engloba mejor a todas las formas de
entrevista desarrolladas en la investigación social cualitativa es la de «entrevista abierta o en profundidad», que se
situaría a caballo entre la encuesta (cuestionario o entrevista férreamente dirigida) y la observación participante
(completamente libre).
2. TIPOS DE ENTREVISTA
La tipología de entrevistas cualitativas que aquí se sugiere es, en realidad, una adaptación de esta práctica de
investigación social a la lógica de la intervención (acción) social. A los ojos de una revisión crítica, la clasificación que
se propone abre un camino para que los profesionales de la acción social continúen explorando y descubriendo otras
potencialidades en las herramientas clásicas de la investigación social cualitativa. Al igual que en un diseño de
investigación social se puede hacer un uso complementario de distintas técnicas, el trabajador social deberá optar por la
práctica o prácticas más convenientes para abordar la problemática a la que se enfrenta. A continuación se recogen los
siguientes tipos de entrevista:
— Entrevista inicial o de contacto.
— Entrevista de asesoramiento.
— Historia oral (entrevista sobre acontecimientos pasados).
— Entrevistas testimoniales.
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— Entrevistas exploratorias.
— Entrevistas sobre hábitos y prácticas.
— Entrevista en grupo.
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Sin embargo, y siguiendo el enfoque interpretativo, en sucesivas ocasiones ha sido criticado el uso del por qué. En este
tipo de preguntas se pretende que el entrevistado racionalice su problema y busque la causa del mismo, sin tener en
cuenta que la persona en cuestión puede sentirse incapaz de realizar semejante proceso o que simplemente no lo desee y
sólo tenga como objetivo que «otros busquen soluciones» a su situación.
Pero no se puede hablar de preguntas magistrales. Cada situación requerirá de un planteamiento diferente. Así,
Henderson y Thomas describen cómo en ciertos casos de aplicación del método comunitario se recurren a preguntas
naif para provocar que los vecinos implicados comiencen a cuestionarse sobre aquello en lo que creen que no se sienten
competentes o sobre lo que piensan que no tienen capacidad de influencia.
Mención aparte merecen las situaciones de entrevista que precisan de un intérprete. En las sociedades multiculturales, la
interacción entre el trabajador social y el cliente se puede ver mediatizada por la necesidad de un experto traductor. En
principio, la introducción de un tercero ha de ser consentida por la persona que solicitó ayuda a los servicios sociales. Y
este hecho va a tener enorme influencia en el desarrollo de la entrevista. Por un lado, debemos tener en cuenta el efecto
que puede ejercer sobre la sinceridad de la persona que, en este nuevo contexto, deberá expresar a más de un interlocutor
sus actitudes, motivos o sentimientos hacia una problemática concreta que puede ser, además, delicada. Por otro lado,
nos remite al problema de la traducción del instrumento de investigación (preguntas y respuestas de la entrevista). Este
tema ha sido tratado ampliamente y conviene recordar las dificultades en la traducción de preguntas de carácter abstracto
de unos idiomas a otros, preguntas que son, además, las más habituales en el contexto de la investigación cualitativa.
Habría que añadir, por último, que las distancias culturales pueden constituir una remora para dispensar el apoyo más
adecuado a una persona que demanda ayuda a los servicios sociales. Los tabúes culturales, tan cercanos a situaciones de
desviación o marginación, provocan, con más frecuencia de la deseada, la autocensura en los entrevistados a la hora de
informar sobre su problemática. Pensemos en los casos de mujeres musulmanas que puedan estar siendo sometidas a
malos tratos o a vejaciones. En primer lugar, supondrá un esfuerzo comunicar dicha situación a un extraño que se
desenvuelve bajo otros parámetros culturales y que podría ser incluso del sexo contrario.
La revisión de la entrevista inicial en la labor de los servicios sociales nos remite, indudablemente, a la variante que
proporcionan los servicios de asesoramiento.
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2.3. Historia oral (entrevistas sobre acontecimientos pasados)
La historia oral ocupa uno de los puestos de honor dentro de la perspectiva cualitativa de investigación social. En estos
momentos goza de una especial vitalidad que viene de la mano del interés científico despertado entre todos aquellos
historiadores e investigadores que están aplicados a la ardua tarea de la recuperación de la memoria histórica para
recobrar las voces de muchos de aquellos que fueron silenciados en la historia oficial y que ahora tienen la oportunidad
de ser rescatados y escuchados. En la misma línea, los estudios de mujeres han descubierto en la historia oral una herra-
mienta de trabajo imponderable a la hora de ofrecer una reinterpretación de la cultura y de la historia desde la
perspectiva de género.
Y dentro del concepto más global de la historia oral, destaca especialmente la historia de vida. Mediante la misma se
consigue que el sujeto sometido a observación narre su experiencia vital. Este adquiere de este modo un mayor
protagonismo si cabe, al dejar en sus manos la capacidad para historiar, rememorar su propia trayectoria de vida. El
sujeto establece el orden temporal según su propio criterio con total libertad de expresión y relegando al investigador a
la tarea de ayudarle a fijar fechas entre los acontecimientos que el narrador considera relevantes.
Aunque difiere en su objetivo respecto a otro tipo de entrevistas cualitativas abiertas, metodológicamente es muy
similar. Por este motivo, la hemos incluido como un tipo de entrevista más que puede resultar de mucho interés para el
trabajador social a la hora de contextualizar mejor las situaciones de emergencia que viven aquellas personas que
demandan su ayuda. La narración puede ser grabada o, en su defecto (caso de rechazo por parte del entrevistado),
escuchada con registro de anotaciones y puede oscilar en su duración, aunque en general va a ser mucho más breve que
una prototípica historia de vida en la que se pueden llegar a necesitar horas y horas de grabación durante días
consecutivos. Interesan más las historias breves que las dilatadas trayectorias vitales.
Las aplicaciones más comunes de la historia oral para el trabajador social se centrarán en la obtención de los
significados que el sujeto entrevistado atribuye a los acontecimientos o circunstancias difíciles experimentadas en su
contexto vital o también en el recurso a las narraciones que pueden ofrecer personas vinculadas a dicho individuo, tales
como familiares, compañeros de estudios, de trabajo o amigos, etc., cuyas propias trayectorias vitales están vinculadas a
la de la persona que nos interesa, pudiendo introducir nuevas perspectivas de análisis de la situación y generar pro-
puestas de solución más ajustadas a su contexto.
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Se llevan a cabo entre un número reducido de informantes con experiencia en el objeto de la intervención que vamos a
abordar. La selección de los mismos nace de la definición de la población a la que se dirige nuestra acción asociativa u
organizativa. Han de ser personas pertenecientes a ese colectivo o población, típicas del ambiente social observado y
dispuestas a ofrecernos su particular interpretación de la problemática que está en la base de la actuación iniciada por el
trabajador social. En el éxito de la interacción establecida con dichos informantes estribará la posibilidad de que nos
sirvan de contacto con otros que compartan intereses y que estén dispuestos desarrollar tareas de cohesión e integración
en el barrio o en el espacio social delimitado.
El número y características de los seleccionados variará en función de que la acción organizativa se piense en términos
de grupos aislados o de grupos interconectados, esto es, por ejemplo, si pensamos en organizar coordinadoras de varios
grupos.
Los entrevistados prestarán sus ojos y el resto de sus sentidos al trabajador social, que hará uso de sus interpretaciones
para poder afrontar la problemática planteada. Imaginemos que se quiere atajar el problema de la soledad y la
marginación de los ancianos en un barrio de una localidad y que no tenemos mucha información sobre el contexto
sociocultural y espacial que arropa esta situación. Deberemos contactar con vecinos de esta edad que nos ofrezcan
información de la vida en el barrio, de las relaciones sociales existentes, de las facilidades para la comunicación e
interacción, de las dificultades espaciales, de los posibles condicionantes de la apatía del anciano o de la atribución de
responsabilidades.
La información producida a través de estas entrevistas exploratorias abiertas sirve de punto de partida para la
construcción o diseño de otras prácticas como una encuesta, observación participante o el del conjunto de una
investigación acción participativa. Incluso puede llegar a ser referente para la elaboración de otro tipo de entrevistas,
como las focalizadas en una posterior fase de evaluación.
39
requerimiento de concreción a los entrevistados, profundización intensiva en las experiencias de los sujetos, aunque en
este supuesto se deberá superar el contexto personal, ampliándolo al social, para poder determinar la significación de la
experiencia. A pesar de ese hincapié en la no direccionalidad de la entrevista en aras de garantizar la espontaneidad y la
fluidez del discurso de los sujetos, lo cierto es que el orden explícito en el guión de la misma es bastante cerrado y la
figura del entrevistador se hace muy prominente. Este detalle hace conveniente que recordemos que no se debe
confundir la entrevista de grupo con el grupo de discusión. La primera es claramente, y como ya hemos señalado, menos
espontánea y mucho más dirigida que el segundo (véase el capítulo dedicado al grupo de discusión).
Este tipo de entrevista tiene sus ventajas e inconvenientes. En los años cincuenta, Merton ya señalaba la necesidad de
que el entrevistador debía contar con el apoyo de una o varias personas en el grupo para dominarlo y dinamizarlo; en
segundo lugar, ha de animar a los entrevistados a participar, porque debe asegurar la total cobertura del tema con la
intervención de todos los participantes en el grupo (8-10). Además, planea por encima la sombra de un posible sesgo: el
de la interferencia de la cultura de grupo que emerge desde la propia entrevista en la expresión individual de cada uno de
los componentes.
La aplicación de la entrevista colectiva en la intervención social adquiere relevancia en el ámbito de la metodología de
grupo. Esta, conocida como Trabajo Social de grupo, se fundamenta en los grupos socioterapéuticos y socioeducativos,
mediante los cuales el individuo (objetivo central de esta metodología) aprende a modificar sus relaciones con el entorno
social. Los objetivos abordados gracias a esta aproximación metodológica giran en torno al concepto de apoyo: a
personas que atraviesan por circunstancias personales difíciles, grupos pro cambio personal (refuerzo de la personalidad,
reinserción social de violadores u otro tipo de delincuentes, ayuda a drogodependientes, etc.), grupos recreativos, de
rehabilitación, terapéutico-educativos, de curación o de toma de conciencia de nuevos métodos para asumir problemas.
El profesional puede intervenir en el grupo de muy diversas formas; por ejemplo, con la conducción de dinámicas, de
experiencias concretas (cambio de roles, actividades), exposición a grabaciones de vídeo con objeto de modificar
estereotipos, etc. Tampoco es desdeñable su realización con personas que han sufrido una situación traumática colectiva
(atentados, terremotos, inundaciones). De este modo, una de las posibles herramientas para analizar los efectos y
contrastar las hipótesis que el propio trabajador social pudiera haber pergeñado sobre dicha situación es la entrevista de
grupo. De la misma surgirán valoraciones críticas, reacciones emotivas y, en definitiva, variedad de interpretaciones
sobre el acontecimiento o dinámica puesta en marcha.
3. DINÁMICA DE LA ENTREVISTA
Todas las entrevistas en profundidad son diferentes. En cada una de ellas se establece un proceso de comunicación entre
dos personas en distintos contextos sociales, culturales, espaciales y temporales. Incluso cuando se da el caso de un
nuevo encuentro de la misma combinación entrevistador-entrevistado, llegando al extremo de tratar el mismo asunto, la
situación, diferente en el tiempo y quizá en el espacio, producirá un nuevo discurso, diferenciado del anterior gracias a la
falta de estandarización del instrumento que facilita la introducción de matices y de nuevas perspectivas que pudieron no
ser consideradas conscientemente por el entrevistado en el encuentro previo. No obstante, y aunque cada investigación
social y cada proyecto de intervención sean diferentes, podemos hablar de la existencia de una serie de elementos
básicos comunes al diseño y aplicación de las entrevistas en profundidad.
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como mecanismos de adaptación al contexto social, espacial o temporal que se impone en ese momento. El objetivo es
único: conseguir una buena relación con el entrevistado, alcanzar el rapport que haga posible que la entrevista fluya por
los cauces apropiados. «El entrevistador tiene que actuar para provocar al entrevistado a hablar, evitando canalizar o
conducir el habla».
En toda interacción comunicacional, los mensajes que se intercambian van condicionando el proceso y es muy fácil que
el entrevistador caiga en la tentación de participar en exceso en el transcurso de la entrevista. Así podemos llegar a
encontrar entrevistas en las que las preguntas sean incluso más amplias que las respuestas, donde se intercalen juicios de
valor y hasta identificaciones con las afirmaciones del entrevistado. Con estas malas prácticas se puede producir,
adicionalmente, un sesgo sobre el discurso del propio entrevistado, que se verá influido por el referente valorativo
impuesto por la figura del investigador/entrevistador.
Su intervención ha de estar orientada a dar estímulo y ánimo al entrevistado, mostrando interés por las opiniones e
informaciones que éste ofrece, a las que someterá a una evaluación crítica que le permitirá indagar para obtener
respuestas más exhaustivas y concisas. Esta actitud es expresada magistralmente por Jesús Ibáñez cuando escribe: «Los
modos generales de actuación siguen siendo la reformulación e interpretación, pero los tiene que poner en juego con más
frecuencia que en el grupo de discusión. El movimiento del entrevistador por la entrevista es tan delicado y problemático
como el de un caracol reptando a lo largo del filo de una navaja barbera. Cualquier diseño previo de sus intervenciones
—cualquier cuestionario o guía— provocará el corte y el habla del entrevistado se derramará en el discurso del
entrevistador».
Como garantía de la entrevista, se establece entre investigador y entrevistado un acuerdo tácito, un trato, dirigido a
resolver la contradictoria situación que plantea este intercambio, esto es, cuando el entrevistado produce expresiones de
opiniones, situaciones y comportamientos muy personales que están abocadas a ser difundidas, a hacerse públicas.
Mediante este pacto se consensúa el hecho de que el discurso del entrevistado sea susceptible de ser conocido por otros
siempre que sea bajo cierto grado de anonimato (no descubrir nombres, etc.). Aun en el supuesto de que la entrevista no
se ubique en el marco de una investigación, sino en el de la acción directa del trabajador social (asesoramiento, gestión
de recursos, etc.). También se ha de llevar a cabo el acuerdo, estableciendo los límites del uso de la información que el
cliente pueda ofrecer, es decir, los márgenes de su intimidad.
Para que el pacto comunicativo funcione se ha de partir de unas mínimas reglas, compartidas (códigos lingüísticos,
culturales, de comportamiento social, etc.) a las que habrá que añadir las informaciones imprescindibles que debe
aportar el investigador, tales como el tema a tratar, el objeto de la investigación o los motivos y el modo de abordaje de
la misma por parte de la persona o institución que la este llevando a cabo. A partir de este punto, en el que ha de quedar
claro qué es lo que se quiere del entrevistado, se podrán renegociar algunos otros aspectos de ese pacto, pero hay que
tener presente que los mismos modificarán la situación de entrevista.
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Por último, no podemos pasar por alto el poder de la comunicación gestual:
«La coherencia expresiva requerida para toda actuación señala una discrepancia fundamental entre nuestros
"sí mismos" demasiado humanos y nuestros "sí mismos" socializados. Como seres humanos, somos,
presumiblemente, criaturas de impulsos variables, con humores y energías que cambian de un momento a otro.
En cuanto caracteres para ser presentados ante un público, sin embargo, no debemos estar sometidos a altiba-
os. Como lo señaló Durkheim, no permitimos que nuestra actividad social más elevada "siga la huella de
nuestros estados corporales como lo hacen nuestras sensaciones y nuestra conciencia corporal general".
Contamos con una cierta burocratización del espíritu que infunda la confianza de que ofrecemos una actuación
perfectamente homogénea en cada momento señalado».
Quizá resida en esa burocratización del espíritu de Goffman la clave para que en la situación de entrevista los gestos, los
movimientos del cuerpo y las palabras del investigador muestren coherencia y sean utilizados como un espejo en el que
llanamente se acepte y refleje el discurso del sujeto observado.
Si todos los requisitos reflejados hasta aquí logran cumplirse, estaremos muy cerca de conseguir la situación de control
de los afectos o de empatia controlada de la que habla Alonso.
42
En el lugar de la entrevista es conveniente que no se aprecie la presencia de la grabadora. Se recomienda el uso de
aparatos pequeños o con micrófonos que pasen inadvertidos, de modo que se pueda llegar incluso a olvidar el mismo
hecho de la grabación.
A pesar de que la grabadora (si no hay algún accidente) va a registrar fielmente la conversación mantenida, es
recomendable, tal y como lo advierten Fontana y Frey, que, independientemente de las circunstancias, el entrevistador
tome notas de forma rápida y regular y que escriba todo lo que se le pase por la cabeza sin importarle que más tarde
pueda ser desechado por irrelevante. También es conveniente que revise las notas de cara a la conducción de la
entrevista, aun cuando esta labor haya que llevarla a cabo dándola gestualmente escasa importancia.
43
8. Posentrevista: Con ella hacemos referencia al clima creado tras ese momento clave en el que se apaga la grabadora y
se da por terminada la cara formal de la relación entre entrevistador y entrevistado. Off the record, los roles cambian. La
situación se relaja y puede ser hora de continuar la charla tomando un café sin que la presión de la grabadora condicione
el discurso. La productividad de estas charlas se ha manifestado en no pocas ocasiones, permitiendo al entrevistador
tomar valiosas notas a posteriori. Esta situación se suele dar cuando en la entrevista ha evocado recuerdos dolorosos o
escabrosos que pueden alejarse de la norma social aceptada y que ha hecho que la entrevista se encuentre plagada de
silencios, de contradicciones o elusiones manifiestas. Lo oficioso de la posentrevista relaja al individuo y le invita a la
confesión. También puede ser el momento para fijar nuevas citas de entrevista, bien con el propio sujeto, en el caso de
que sea necesario, o bien con contactos relevantes que nos pueda proporcionar el propio entrevistado.
44
por su posición en la estructura social, pero que en el transcurso del «campo» ha mostrado riqueza y variedad en las
posturas, comportamientos o actitudes que pueden mantener. En otros casos, la existencia de un discurso muy pobre o la
saturación del mismo en pocas entrevistas aconsejará reducir el número de sujetos seleccionados en otro sector.
Otro problema procede de las características de la propia situación de entrevista. A veces, el hecho de tener que
realizarlas en un espacio determinado, acotado, puede provocar rechazos por parte de poblaciones marginales que,
indudablemente, habrán de ser abordadas en su propio terreno.
Tras la elaboración del diseño teórico, se debe tomar una serie de decisiones de carácter práctico sobre la selección final
de la muestra. Las estrategias a seguir son de muy diversa índole y dependen en la mayoría de los casos del grado de
accesibilidad formal de los potenciales entrevistados:
— Grado de accesibilidad máxima: Se trata de aquellas poblaciones que están disponibles a través de registros formales,
tales como fuentes estadísticas oficiales (censos, padrones, encuestas...), estudios previos, listados de organizaciones o
empresas, etc. El objetivo es conseguir la caracterización más ajustada de la heterogeneidad de la población a través del
conocimiento y control de los ejes fundamentales que permitan establecer los tipos o perfiles clave en el tema bajo
estudio. Aunque algunos autores pretenden asimilar esta táctica de selección al muestreo estratificado o al sistema de
cuotas propios de la investigación cuantitativa, debemos señalar su incorrección. En primer lugar, no existen criterios de
adjudicación cuantitativa en los casilleros tipológicos que hemos definido y los elementos de la muestra a incluir en cada
uno de ellos se va adaptando a medida que avanzamos en el trabajo de campo, tal y como se ha expuesto con
anterioridad. El análisis de los discursos producidos nos irán orientando sobre la necesidad de aumentar o reducir el
número de personas entrevistadas en cada uno de los perfiles, estrategia que no tiene parangón con el criterio
cuantitativo de cubrir el número de entrevistas fijadas en cada cuota aun a costa de hacer un elevado número de
sustituciones. Un ejemplo de aplicación de registros formales se nos puede presentar si nuestro estudio se centra en los
hogares monoparentales de un municipio x. Podríamos extraer esta información gracias al Censo de Población, en el
marco del cual podremos considerar, además, características como el sexo del padre o la madre, su nivel de estudios, el
número de hijos a su cargo, el tamaño de la vivienda u otras muchas más, lo que nos permitiría la elaboración de algunos
tipos sociológicamente relevantes.
— Grado de accesibilidad media: Existen colectivos para los que no dispone-mos de registros formales, pero sí sabemos
de su existencia real y de su ubicación espacial. Pensemos en aquellas poblaciones teóricas de informantes clave sobre
tradiciones en los pueblos de una región. No existe ningún registro formal de ellos, pero sabemos que existen y que son
localizables espacial-mente en sus municipios. Hablamos de los más viejos del lugar o de las comadronas o de otros
personajes que pueden acumular esos saberes tradicionales que se pierden para otros. También se incluyen en este grupo
los perfiles sociológicos de normalidad o excepcionalidad. Comenzamos entrevistando a algún miembro de la élite de
una asociación, movimiento u organización del que conocemos perfectamente su situación, y si logramos su
cooperación, nos abrirá un camino a través de sus redes para localizar y contactar a otros potenciales entrevistados
relevantes para la investigación.
— Grado de accesibilidad mínima: Es el nivel que plantea al investigador más dificultades y, por supuesto, más
satisfacciones dado el reto intrínseco a la selección muestral. Sería el supuesto de aquellas poblaciones indeterminadas
numérica y espacialmente. Un caso claro lo constituyen los colectivos marginales: delincuentes, prostitutas,
drogodependientes, personas con enfermedades que son consideradas como un estigma, individuos que viven en la calle,
etc. Aun cuando el investigador tenga alguna noción sobre ciertos lugares donde se puede localizar a algunos de estos
potenciales entrevistados, no se debe olvidar el alto grado de volatilidad o movilidad de los mismos. Si conseguimos
establecer una buena relación con alguno de ellos, es posible que estemos en el camino correcto y que, gracias a su
influencia, podamos conseguir nuevos elementos para nuestra muestra. Esto es lo que se conoce como «efecto bola de
nieve». Los primeros entrevistados nos ofrecen informaciones que harán factible la localización de otros individuos
susceptibles de pasar a engrosar nuestra «muestra». Y éstos a su vez nos facilitarán el contacto con terceros, y así
sucesivamente. El criterio de saturación nos indicará cuándo debemos parar en la selección de ese perfil de entrevistados
o rediseñar la muestra. En este tipo de muestras, además, suele ser imprescindible acudir a donde se encuentren, salvo en
contadas excepciones.
Conviene destacar que los investigadores tendrán que evaluar también la relevancia de la información potencial de los
futuros entrevistados, así como su grado de disponibilidad y su capacidad para comunicar información con cierta
precisión.
45
En la investigación cualitativa, lo habitual es que el propio investigador desarrolle el trabajo de campo, pero existen
casos en que la amplitud de la muestra hace imprescindible incluir a otros entrevistadores en el equipo de trabajo. La
misma amplitud de la muestra obliga, en determinados contextos, a contratar a otros profesionales o empresas que se
encargan de establecer los contactos conforme a los tipos o perfiles diseñados. Pero este hecho puede llevar a convocar a
muestras algo sesgadas e incluso a contar en algunas ocasiones con entrevistados profesionales.
Todos los condicionantes que hemos venido señalando contribuirán a la elaboración del diseño definitivo del estudio
que, como es obvio, se hará al poner punto y final del trabajo de campo.
46
— El sujeto de la entrevista en profundidad no dispone de los estímulos adicionales y de los efectos dinamizadores de
las tácticas de grupo.
4. ANÁLISIS
Llegados a este punto del capítulo, los lectores se preguntarán: ¿cuál es el procedimiento para convertir los materiales
producidos por las entrevistas en un informe que aporte luz al problema de investigación?, ¿cómo se lleva a la práctica?
Hemos señalado en apartados anteriores que el diseño de la muestra sufre modificaciones durante la ejecución del
trabajo de campo debido a factores de distinta índole. La reconsideración de los elementos de la muestra parten de una
primera revisión analítica de las entrevistas realizadas durante la primera fase de la investigación. En ese momento
comienza la etapa de análisis. Pero veamos a continuación algunas indicaciones generales acerca del proceso de análisis
de las entrevistas en profundidad:
1. El primer paso consiste en la transcripción de la información grabada y de las notas que haya tomado el investigador
durante las situaciones de entrevista. Con esto ya tenemos el material básico para comenzar el análisis.
2. A continuación se procede a realizar una primera lectura de las transcripciones. En el caso de que haya múltiples
entrevistadores, es conveniente que cada uno haga la lectura de las que realizó. De este modo se podrá hacer una
verificación de la calidad de la transcripción. Y lo más importante, se empezarán a anotar códigos tentativos para ir
agrupando expresiones que irán surgiendo en las restantes entrevistas. Estos códigos, que fueron definidos como abiertos
por Strauss y Corbin, constituyen el primer acercamiento al texto o, como dicen los autores, a un rompecabezas.
Incluyen comentarios a la categoría y a algunas propiedades y dimensiones. Estas notas, aparentemente dispersas e
inconexas al principio, revelarán su auténtico valor analítico más adelante.
3. Una vez señalados diferentes fragmentos del texto que pueden ser relevantes para la investigación, éstos deben ser
evaluados a la luz de la posible influencia que haya tenido en ellos la propia situación de entrevista. A mayor peso
reconocido de la mediación, menor peso de lo expresado, y a la inversa.
4. Una vez finalizadas las lecturas que el investigador considere oportunas, deberá situar bajo una misma rúbrica los
fragmentos discursivos que correspondan a un mismo código o tema de interés para el estudio. Esta clasificación puede
hacerse de forma manual o electrónica. En este punto es importante no perder la identidad de los productores de los
diferentes fragmentos.
5. Después se realiza un análisis intracódigos centrado en los distintos fragmentos incluidos en cada código.
6. Se ponen en conexión las diferentes interpretaciones que se han dado en torno a las distintas dimensiones y temas
reflejados. Es el momento de sustentar los distintos perfiles sociales que se han sometido a estudio integrando las
distintas partes y el conjunto de la investigación. Es el momento en el que se puede utilizar la codificación axial, cuando
diferentes familias de códigos se relacionan entre sí, buscando encontrar una explicación.
7. Se impone una revisión final de las entrevistas a fin de no olvidar el hilo discursivo de los entrevistados a la hora de
afianzar las posiciones fijadas en el informe. Se organizan las distintas secciones de una manera congruente de acuerdo a
una línea argumental definitiva.
En este proceso no hay que tener miedo a que se produzcan contradicciones o contrasentidos entre el discurso de los
sujetos y los planteamientos que se apuntaban en el inicio. Si esto ocurre, deben ser explicados, y si las explicaciones no
se sostienen, entonces habrá que replantearse el propio discurso original. No debe caerse bajo ningún concepto en esa
especie de hedonismo que nace de excluir del informe todos aquellos fragmentos que contradicen los presupuestos del
investigador.
Con estas indicaciones no se hace otra cosa más que ofrecer un pequeño asidero a aquellos que comienzan en el mundo
de la investigación cualitativa. Para los más avezados, sólo puede suponer una revisión de las lecciones fundamentales
(un recordatorio de los vicios en los que resulta tan fácil caer) para revalidar el «carné de investigador».
BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
La técnica de la entrevista en profundidad suele ser abordada en el marco de textos dedicados a ofrecer una panorámica
de otras técnicas de investigación cualitativa. Entre ellos, podemos destacar los siguientes:
Alonso, L. E. (1998): La mirada cualitativa en Sociología, Madrid: Ed. Fundamentos.
Incluido en este texto escrito por un espíritu cualitativista, destaca el capítulo dedicado a reivindicar el puesto de la
entrevista abierta en la investigación social. De una forma brillante y concisa, revela sus funciones pragmática y
comunicativa, acercándose a sus usos, prácticas y a los mecanismos de construcción del sentido.
47
Ortí, A. (1994): «La apertura y el enfoque cualitativo o estructural: la entrevista abierta semidi-rectiva y la discusión de
grupo», en García Ferrando, M.; Ibáñez, J., y Al vira, F. (comps.): El análisis de la realidad social, Madrid: Alianza.
En este texto recopilatorio, pionero en el campo de la metodología de la investigación social española, destaca la
aportación ofrecida por Alfonso Ortí, que desde la perspectiva de la sociología crítica enmarca a la entrevista cualitativa
entre el abanico de las técnicas de investigación social.
Valles, M. (1997): Técnicas cualitativas de investigación social, Madrid: Ed. Síntesis.
Manual de obligada referencia para aquellos que se quieren introducir en el campo de la investigación cualitativa. El
capítulo sexto, dedicado a la entrevista en profundidad, constituye una agradable sorpresa en el marco de este tipo de
textos dada la insólita extensión del mismo, en el que se hace una revisión de la bibliografía anglosajona y española,
desde todas las aproximaciones a esta práctica suscitada entre los investigadores y académicos.
48
CAPITULO 4: EL GRUPO DE DISCUSIÓN
INTRODUCCIÓN
En este capítulo se aborda la técnica del grupo de discusión entre otras técnicas grupales. Dicha técnica se presenta como
un tipo de grupo para la investigación social, y paralelamente, como un método de observación asociado al uso de
prácticas grupales orientadas a la intervención. Con ello se pretende dar una idea global del alcance y sentido que tiene
la utilización del grupo como herramienta para comprender la dimensión simbólica de la realidad social y de las mismas
prácticas grupales que forman parte de dicha realidad. A través del grupo social, y su irrupción en el campo de la
investigación y la intervención social, el lector podrá ir desgranando cuestiones relacionadas con la descripción formal
del grupo de discusión, sus particularidades técnicas y algunas posibles aplicaciones al ámbito específico de la
intervención social.
Priman vínculos afectivos o emocionales, personales Priman vínculos racionales, organizativos, etc.
Duración indefinida del grupo en función de las propias Duración definida del grupo en función de objetivos
relaciones que mantienen los sujetos propuestos y su cumplimiento
Presente en instituciones como la familia, la pandilla, etc. Presente en instituciones empresariales, asociaciones,
partidos políticos, etc.
Figura 4.1. Diferencias entre grupo primario y secundario.
49
Efectivamente, aunque nos fijemos en el tamaño del grupo, lo que define con mayor precisión una y otra tipología es que
en el grupo primario las relaciones personales son más cálidas y emocionales que las que podemos encontrar en un
grupo secundario, donde hay unos objetivos y una organización externa y racional que se impone a éste; por ejemplo, la
necesidad de productividad que persigue la fábrica, el cumplimiento de sus ordenanzas, etc. Mientras el grupo primario
tiene sus fines puestos en el mismo grupo, digamos que se alimenta de sí mismo, del interés personal que obtienen sus
integrantes de participar y formar parte del grupo al que pertenecen, en el grupo secundario los fines vienen impuestos
desde fuera, incluso a veces como tareas de obligado cumplimiento y contrarias a la voluntad de las personas que lo
forman.
Obviamente, en la realidad no existen como tal grupos primarios y secundarios. Su formulación únicamente tiene
sentido como tipos ideales que ayudan a entender en la teoría una polaridad que en realidad sólo se cumple en distintos
grados y situaciones. Lo riguroso sería hablar de grupos sociales que se pueden considerar más como un grupo primario
o como un grupo secundario, teniendo en cuenta que todos los grupos comparten en mayor o menor grado algo de cada
categoría. Un grupo de trabajo es claramente un grupo secundario, pero éste puede funcionar en determinados momentos
como grupo primario, por ejemplo, a la hora de distribuir el trabajo, comentar el comportamiento de las personas que
forman parte del grupo, etc.
Teniendo en cuenta esta diferenciación, todas las personas forman parte de algún grupo primario y/o secundario. Pueden
pertenecer al grupo familiar y a la vez ser integrantes de un grupo de trabajo en su empresa o del club de fútbol de su
ciudad. En realidad, la persona no deja nunca de estar inscrita a alguna o varias formaciones grupales, y ello se debe a
que el individuo se encuentra protegido y seguro dentro de estos núcleos sociales, con su gente, la gente de su grupo o la
gente del grupo al que quisiera pertenecer y que admira o envidia. En cualquier caso, la participación en el grupo es una
cuestión que está sujeta a que el individuo se mantenga dentro de los límites y en total consonancia con lo que dicho
grupo piensa o valora en términos generales. De forma que el grupo impone a sus propios integrantes (in group), por así
decirlo, una manera de ver las cosas que puede ser diferente e incluso contrapuesta a como lo ven otros miembros de
otros grupos (out group). No es extraño, por tanto, que el investigador social haya deparado en el fenómeno de la
grupalidad para realizar sus observaciones, especialmente si se tiene en cuenta que los grupos son algo así como las
agujas y el hilo que teje todo el entramado social, e informa de todo lo que sucede en él.
Lo que la grupalidad pone de manifiesto es que las personas no actuamos como individuos autónomos, no somos sujetos
aislados e independientes de lo que otros sujetos piensan o hacen. Incluso nuestros comportamientos, aparentemente
individualistas, también son respuestas grupales a situaciones que nos envuelven y vinculan estrechamente con otras
personas a un importante nivel de relación y compromiso social, por ejemplo, con los amigos, la familia, los compañeros
de trabajo, etc. A raíz de esta constatación, surge la necesidad de investigar una totalidad mayor y de enorme influencia
que es el grupo. Una buena parte de la investigación actual utiliza grupos para hacer sus observaciones e informarse de
la realidad objeto de estudio. Por supuesto que la violencia, el consumo, el trabajo, la salud, etc... Son fenómenos
sociales que pueden observarse a partir de comportamientos que las personas manifiestan individualmente, pero en
realidad, aunque esto sea posible, dichos comportamientos han sido gestados y son influidos por formaciones grupales
donde los individuos toman conciencia del contexto social que les rodea y donde lo social se convierte en un elemento
primordial.
50
De esta manera, el grupo pasó a ser un elemento clave para la investigación social, a veces estudiándolos in situ, y de
manera natural, y otras veces creándolos ad hoc, es decir, artificialmente, para los objetivos y fines prácticos del
investigador. A diferencia de otras técnicas individuales como la encuesta, la utilización del grupo sitúa dichos objetivos
o fines en el medio natural donde la gente actúa y forma sus opiniones, algo que la investigación social aprovechó para
diseñar diversas técnicas grupales donde se trata de recrear situaciones aproximadas en las que los sujetos pueden
mostrarse y actuar tal como lo harían en un entorno normal (no sujeto a observación). Es obvio que esta aspiración
metodológica sólo responde a una cuestión ideal e imposible de cumplir, ya que la misma situación de artificialidad
siempre influye, directa o indirectamente, transformando el cuadro espontáneo y natural que se reproduce.
51
Tampoco asumen el presupuesto de situaciones técnicas donde el grupo viene dado de antemano. Como se verá en
epígrafes posteriores con el caso particular del grupo de discusión, la situación inicial de la reunión es siempre la de un
conjunto de individuos que tienen que constituirse como grupo al tiempo que alcanzan los objetivos propuestos por el
investigador. No hay, por tanto, desde este punto de vista técnico, grupos ya formados para su observación, sino más
bien situaciones o espacios propicios para su formación. Esta situación de grupo inconsistente, es decir, de conjunto de
individuos reunidos para su constitución como grupo, es lo que la técnica aprovecha y utiliza para justificar su existencia
como grupo en proceso de formación orientado a la investigación. Como no existe grupo realmente, el investigador
maneja dicha falta y el consecuente proceso de formación grupal con el fin de apoyar y justificar la existencia del grupo
y su trabajo posterior.
Esta orientación técnica es utilizada principalmente por investigadores sociales en general y profesionales que están
directa o indirectamente relacionados con el conocimiento de una demanda social: por ejemplo, profesionales del
marketing y de los medios de comunicación de masas. Su interés por el grupo es meramente informativo, como medio
de conocimiento y observación empírica de la realidad social que refieren los grupos sociales y a partir de la cual se
conforman.
La tercera y última orientación pretende utilizar la técnica grupal para reflexionar sobre las prácticas grupales y su
inclusión en la realidad social donde intervienen. La idea rectora en este caso es la que considera las técnicas grupales
como parte de la realidad social donde éstas operan con la intención de modificarla. No hay comportamiento técnico en
el vacío, es decir, al margen de las relaciones sociales que asume toda aplicación técnica. La relación del investigador
con los sujetos investigados también se desarrolla en un contexto social y a su vez forma parte de dicho contexto. Por
tanto, esta orientación modifica la actitud del investigador con respecto a la manera de comprender y aplicar el grupo
como instrumento técnico orientado a la intervención. Pero, por otro lado, también informa del contexto social al que
estos grupos, como cualquier otro grupo social, se encuentran anclados. El objetivo final es dar un amplio marco de
actuación que tenga en cuenta la realidad social desde el punto de vista de las técnicas que se van a aplicar y la manera
de aplicarlas.
52
Seminario Grupo que estudia un tema Sirve para indagar e informar al Requiere capacidad
intensivamente para su grupo. investigadora y una buena
conocimiento. formación de los participantes.
Conferencia Exposición oral seguida de un Permite dar información extensa Reduce la participación y
coloquio o intervenciones del a grandes grupos. genera desmotivación.
auditorio.
Mesa redonda Exposiciones sucesivas de Permite dar a conocer un Agota la discusión y genera
profesiones o expertos sobre un problema desde distintos puntos partidismo.
determinado tema seguido de un de vista.
debate moderado.
Asamblea Reunión de convocados para Genera una alta participación Provoca la pasividad de una
decidir o tratar un tema de efectiva e implicación en las amplia mayoría que tiende a
manera conjunta y espontánea. decisiones a tomar. delegar.
Phillips 66 División de un gran grupo en Promociona la participación y la Suele obtenerse información
subgrupos de seis personas para comunicación, así como la superficial y poco
discutir una cuestión durante seis posibilidad de recoger representativa.
minutos que posteriormente se información de grupos amplios
pone en común. en poco tiempo.
Panel Expertos que debaten un tema en Permite conocer un tema en No genera participación del
grupo. profundidad. público.
Simposio Exposiciones orales de diversos Produce información diversa y la Restringe el debate.
grupos sobre diferentes aspectos posibilidad de compartirla.
de un mismo problema.
Figura 4.2. Cuadro de prácticas grupales orientadas a la intervención social.
Información
Figura 4.3. Orientaciones en el trabajo técnico con grupos.
El grupo de discusión es un ejemplo de técnica grupal reflexiva capaz de contri-buir a contextualizar y dar sentido al
trabajo con grupos orientados a la intervención social. Una mención concreta de esta particular propuesta se puede
encontrar al final de este capítulo. El grupo de discusión se utiliza como una práctica de investigación para la
observación de las prácticas grupales que aplican investigadores y profesionales de distintos campos y disciplinas y
especialmente del ámbito de la intervención social.
Por último, y desde un punto de vista táctico, el trabajo con técnicas grupales raramente se hace sobre modelos teóricos
puros. En este sentido, las técnicas son prácticas grupales porque su formulación y puesta en funcionamiento depende de
la situación concreta donde se aplican. Lo más probable es que el lector se encuentre con híbridos o casos ambiguos
donde se combinan o fusionan técnicas grupales de diverso tipo y procedencia. Por ejemplo, es fácil introducir la técnica
de juegos de roles en un grupo de discusión o combinar grupos de discusión con mesas redondas, conferencias,
seminarios, etc. Cada técnica requiere algo así como su propia adaptación a los objetivos y circunstancias concretas
53
donde trabaja. El error es pensar que cada una procede independientemente de las restantes y fuera del contexto social
donde se aplican. Ninguna técnica grupal se muestra de manera polivalente para toda situación y/o requerimiento. La
adecuación previa presupone tener en cuenta diversas precauciones, como:
— Los objetivos que previamente se establecen y justifican la actuación con técnicas grupales. Como ya se ha señalado,
dichos objetivos pueden tener como finalidad global la transformación de grupo y/o la observación de la realidad social
donde se inscriben éstos y las técnicas que se utilizan.
— Las características de los miembros que componen los grupos, el grado de madurez, disponibilidad de tiempo,
estatus, etc. Las diversas técnicas grupales exigen a los participantes distintos requerimientos que no siempre se adecúan
a las características de las personas que los forman. Esta es la diferencia, por ejemplo, de aplicar determinadas técnicas
grupales para adultos y a la vez para adolescentes o niños.
— La capacidad del conductor o moderador de los grupos, su pericia y conocimiento de la técnica que pretende utilizar
y que requiere unas determinadas exigencias y destrezas, etc.
— El contexto espacial donde se realiza la aplicación, ya que el espacio es también un lugar conformador del grupo y
del comportamiento social.
— Los recursos disponibles tanto económicos como humanos. Determinadas técnicas grupales son costosas y en el peor
de los casos difíciles de poner en práctica si previamente no se cuenta con los medios necesarios.
Como se puede observar, la decisión de trabajar con grupos no es una cuestión que se pueda dejar al azar o a la rutina de
procedimientos ciegos. Su efectividad y validez requiere que se tenga en cuenta la situación práctica donde se pretende
aplicar la técnica grupal y las peculiaridades de cada una de ellas. De ahí que en los siguientes epígrafes se aborde con
cierto detenimiento la técnica del grupo de discusión no sólo porque responde al modelo de técnica grupal para la
investigación social cualitativa, sino también porque su orientación permite una mayor comprensión de realidad social
donde operan las diversas técnicas de intervención.
54
discurso), o lo que es lo mismo, el decir de la gente que es expresado o dicho desde los propios intereses que los grupos
sociales manifiestan para representar y transformar la situaciones sociales donde se encuentran.
A través del grupo de discusión, el investigador escenifica una situación social microgrupal recreada artificialmente para
la investigación de las situaciones macro-sociales. Dicha situación se caracteriza por los siguientes rasgos generales:
1. Las personas que componen el grupo mantienen entre ellas una interrelación directa cara a cara. Aunque actualmente
hay propuestas novedosas de realizar grupos de discusión a través de Internet, la presencia física, no mediatizada, es un
requisito fundamental que garantiza la cohesión interna del grupo y de la cual se desprende también el límite máximo de
ocho o diez participantes por reunión.
2. Las interrelaciones se establecen a partir de sujetos que se desconocen entre sí, lo que impide que ningún vínculo
previo dificulte el esfuerzo de los distintos integrantes por adaptarse a la nueva situación grupal que se quiere constituir
de cara a la investigación.
3. Las conversaciones producto de las interrelaciones entre los miembros del grupo aspiran al consenso y a la puesta en
común de sus distintos, a veces contrapuestos, puntos de vista, evitándose por principio toda ruptura y/o bloqueo
definitivo de las interrelaciones.
4. Las interrelaciones se desarrollan en un espacio y un tiempo dedicado a que el grupo trabaje sobre los objetivos de la
investigación. Según este principio, el grupo no puede ubicarse en cualquier emplazamiento o momento ni desviarse de
la intencionalidad investigadora que le caracteriza y le justifica como tal.
5. Las interrelaciones siguen una dinámica o funcionamiento controlado por la figura de un investigador que actúa de
moderador, el cual tiene por objetivo orientar las intervenciones de los participantes y canalizar los esfuerzos del grupo
hacia los objetivos propuestos.
A la vista de los puntos anteriores, el grupo de discusión pretende construir y garantizar una situación o escenario en el
que los participantes puedan expresar sus propias opiniones con toda libertad y de la manera más espontánea posible.
Ahora bien, esta situación ideal, como se verá más adelante, se plantea como salida a la necesidad de obtener una
información más genuina y rica de lo que hasta el momento se conseguía a través de otras técnicas menos respetuosas
como la encuesta de opinión. En consecuencia, tanto la psicología social como la sociología utilizaron grupos donde
contextualizar lo que los sujetos investigados decían u opinaban libremente.
Esta estrategia fue rápidamente difundida por la psicoterapia en los años treinta y cuarenta del siglo xx, si bien poco
después, a partir de los años cincuenta, el grupo de discusión pasó a ser ampliamente utilizado en la investigación de
mercados. De hecho, fue dado a conocer en el campo de la investigación social a través de un texto clásico de 1956
titulado The Focused Interview, de los autores Robert K. Merton, Marjorie Fiske y Patricia L. Kendall. A partir de estos
años, esta técnica ha sido desarrollada y utilizada en distintos campos de la investigación social, siendo en el campo del
consumo y la demanda donde se ha hecho más popular e imprescindible, especialmente por su versatilidad y adecuación
a la hora de obtener información relevante con un coste menor. Con el tiempo, y después de imponerse con gran éxito en
la investigación de mercados, el grupo de discusión ha ido introduciéndose en campos cada vez más variados y distantes
como la evaluación y aplicación de programas sociales o incluso en la aplicación de técnicas cuantitativas como la
encuesta, en concreto para el diseño y redacción del cuestionario, interpretación de los resultados, etc.
En el campo específico de la intervención social, el grupo de discusión hace su presencia a la par que otras prácticas
grupales diseñadas para producir cambios o transformaciones dentro del grupo o la comunidad. En este sentido, el punto
de contacto entre grupo de discusión y las distintas técnicas grupales de intervención se encuentra en la aplicación y
evaluación de programas y servicios sociales que toman como objeto de actuación el entramado de relaciones sociales.
Sin embargo, la aplicación del grupo de discusión a las técnicas grupales de intervención se plantea actualmente como
una demanda desatendida puesta de manifiesto por los profesionales que las conocen y reclaman a su manera. En el
caso, por ejemplo, del trabajo social, es patente la necesidad de articular ambas orientaciones técnicas (la del grupo de
observación y la del grupo de intervención) de manera que los proyectos y recursos técnicos utilizados para la
intervención social se puedan adaptar mejor a la realidad social de los usuarios.
55
investigador formula las preguntas y también las respuestas que deberán ser contestadas por el entrevistado. Salvo en las
denominadas preguntas abiertas, donde la gente contesta con sus propias palabras, en el resto de preguntas cerradas el
entrevistado sólo tiene que elegir algunas de las respuestas previamente diseñadas y acotadas por el cuestionario. Es
obvio que esta manera de preguntar ahorra muchos esfuerzos tanto al entrevistador como al entrevistado, pero también
surgen algunos problemas que el grupo de discusión trata de solventar desde su particular punto de vista técnico.
En primer lugar, y tomando como referente la encuesta de opinión8, hay temas o problemáticas donde el investigador no
está seguro de lo que quiere o debe preguntar y, por tanto, no puede o no sabe qué respuestas serían las que podría
presentar a la gente para que ésta decida contestar. Preguntar por el monto de ingresos económicos que percibe un
determinado sujeto o unidad familiar no es difícil, puesto que las respuestas no pueden diferir de los distintos intervalos
de cantidades dinerarias percibidas en el último mes. Ahora bien, la cosa se complica si en vez de monto de ingresos se
pregunta al entrevistado por el cuidado familiar. En este caso, la respuesta no es algo que se pueda planear y diseñar de
antemano. Es necesario que el investigador o profesional conozca previamente la experiencia y el contexto social que se
representa la gente sobre este tema. Es obvio que puede arriesgarse a suponer que el cuidado familiar se refiere a la
presencia física de la familia en las atenciones y necesidades de la persona anciana, pero olvida otras posibilidades no
menos presentes para los sujetos implicados como es la presencia económica o asistencial en el propio domicilio y al
margen de la presencia familiar. Y lo mismo se observa para las distintas clases sociales y la manera de percibir los
primeros indicios de la enfermedad mental en personas mayores. Para las familias de clase media-baja los síntomas (y,
por tanto, los cuidados) se presentan con menor claridad y más tarde que en las familias de clase media-media, media-
alta. El motivo es que la clase social y el contexto cultural de unas y otras familias modifica su sensibilidad hacia
comportamientos anómalos de los ancianos, lo que en última instancia puede interpretarse como simples rarezas o
«cosas de viejos», y que en el fondo demuestran la incertidumbre que comprende la definición de lo que es una persona
enferma y/o la propia enfermedad, etc.
Por tanto, una manera de evitar esta deficiencia, la de anticiparse a las preguntas que se ignoran, es utilizar sutiles
maneras de interrogar y que por supuesto no partan del esquema preguntas y respuestas previas, sino más bien de
amplios temas propuestos para su libre discusión y formulación. En este sentido, el grupo de discusión es una técnica
ejemplar que permite explorar y comprender fenómenos sociales cambiantes sobre los cuales se cuenta con poca o
ninguna información al respecto. Por ejemplo, si quisiéramos conocer en qué consiste el cuidado familiar, lo apropiado
sería plantear el tema de manera que se pudiera observar cómo se va construyendo a partir de los sujetos implicados.
Seguramente la definición de lo que es cuidado y familia difiere según contextos sociales referidos por grupos de distinta
procedencia social, situación existencial, etc.
Por otro lado, y aun contando con que el investigador supiera aproximadamente qué respuestas son las que la gente tiene
a bien contestar, quedaría aún el problema de los contextos o situaciones en las que dichas respuestas, abiertas o
cerradas, pierden fuerza o exactitud a la hora de manifestar su significado. Para muchos temas, las respuestas no son
reducibles a «blanco» o «negro». Muchas de las respuestas que se dan a elegir en una encuesta pueden ser conformes o
disconformes según la situación o circunstancia concreta en la que se sitúe la persona. La simplicidad de la respuesta y
lo políticamente correcto y normativo determina en gran medida la elección más recomendable, pero lo cierto es que
siempre hay por medio un de-pende que esconde tras de sí el conflicto social donde los grupos se posicionan y
posicionan a otros.
Por último, una cuestión más diferencia el grupo de discusión de otras técnicas y es que en los grupos los temas de
estudio son discutidos a partir de lo que la gente dice y se representa simbólicamente, lo que significa que el grupo de
discusión se restringe a obtener información sobre los distintos temas que circulan en la sociedad a un nivel general y
que se concretan en discursos sociales a partir de las características sociales de los participantes. En este sentido,
conviene remarcar que el grupo no informa sobre cómo se traduce lo que la gente dice en particularidades de cada cual.
Es decir, en el grupo de discusión no se observa lo que la gente hace de lo que se dice, algo que responde a la
idiosincrasia de cada persona y que no tiene lugar en una situación grupal como la referida. Para abordar este particular
es necesario recurrir a la entrevista abierta, que es individual, y que modula el discurso social desde la experiencia
individual del sujeto entrevistado (véase el tema de la entrevista). Efectivamente, el grupo puede traer a discusión, por
ejemplo, el concepto de integración social como un término que cada actor social construye en diversa medida y forma.
Lo que no va a facilitar el grupo son discursos individuales que expliciten los procesos particulares de cómo se concreta
dicha integración, algo que dependerá de las circunstancias particulares de cada participante y que en situación grupal se
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relegan o someten sistemáticamente a un consenso general que las traduce en aspectos centrales y comunes del problema
que se debate.
Por tanto, y a raíz de lo señalado, el grupo de discusión es una técnica que se utiliza para obtener representaciones
sociales de diversos temas donde el investigador tiene poco o escaso conocimiento previo sobre lo relevante o
significativo de lo que se estudia y muy especialmente para aquellos temas que están sometidos a importantes cambios
en la sociedad, circunstancia que se hace valer aún más cuando se trata de conocer los contextos o situaciones sociales
donde los comportamientos de la gente varían y se ciñen a lo que es manifestado simbólicamente como norma general.
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posiciones discursivas sobre el tema en cuestión, lo que no significa que todas ellas tengan la misma importancia para la
investigación o que algunas de ellas no se repitan o multipliquen innecesariamente.
Por ejemplo, el criterio ámbito demográfico podría tenerse en cuenta según sea urbano o rural; sin embargo, y dado que
el cuidado familiar es más mayoritario y uniforme en el ámbito rural, donde los recursos externos son más escasos, la
opción del investigador es optar por el ámbito urbano, mucho más incierto y diverso. En cuanto al sexo, las mujeres son
las que cargan mayoritariamente con esta responsabilidad, lo que no significa que los hombres queden excluidos de esta
problemática como posible criterio a tener en cuenta. En cuanto a la clase social, es obvio que el criterio económico
puede ser decisivo a la hora de enjuiciar un tema como el referido, etc.
La combinación estratégica de los criterios seleccionados dio origen a dos grupos de discusión. El primero, formado por
mujeres cuidadoras de segunda generación (hijas), y el segundo grupo, por mujeres y hombres cuidadores de primera y
segunda generación (esposa/esposo e hijas/hijos, respectivamente).
— El primer grupo se constituye atendiendo a los siguientes criterios: mujeres de clase media-baja, ámbito urbano,
cuidando a un padre o madre con alzheimer.
— El segundo grupo se constituye con criterios similares, pero observando las siguientes diferencias: mujeres y hombres
de clase media-alta, cuidando un familiar con alzheimer.
La comparación entre ambos grupos diseñados pone de manifiesto la importancia que desde el punto de vista discursivo
pudiera tener cuestiones claves como el sexo, la clase social y el grado de parentesco familiar de la persona a la que se
cuida. Es obvio que otros aspectos inciden en diverso grado y manera en la problemática de estudio, pero en este caso su
opción no era tan decisiva para los objetivos de la investigación, ya que estos grupos fueron utilizados para conocer los
factores que determinan las cargas asociadas al cuidado informal.
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personas con determinada autoridad profesional o social que pueda influir en la discusión libre de un tema cualquiera.
Los perfiles a descartar son principalmente los relacionados con:
— Profesionales que trabajan directamente con la opinión pública o la investigación social, es decir, periodistas,
sociólogos, psicólogos, trabajadores sociales, encuestadores, etc.
— También se evitará toda persona experta o profesional sobre el tema que se está investigando. La presencia de
expertos o profesionales en el tema de discusión supone, al igual que los expertos en opinión pública o conducta social,
una fuente de conocimiento autorizado que puede inhibir o sofocar el resto de opiniones no profesionales y en
consecuencia las que verdaderamente interesan al investigador.
— Por último, deberá descartarse también todas aquellas personas que puedan ser reconocidas como líderes o
autoridades públicas; por ejemplo, alcaldes, concejales, líderes sindicales, etc. Su posición en la organización social pue-
de ejercer una influencia contraria a la situación igualitaria entre los participantes.
Por supuesto, merece la pena indicar que estas limitaciones son reconsideradas y, por tanto, permitidas si el grupo
diseñado requiere específicamente de personas con los perfiles mencionados anteriormente. En estos casos, y dado que
todos los integrantes del grupo son voces autorizadas o preferentes, la homogeneidad del grupo estaría garantizada.
Por último, y para un mismo grupo, debe evitarse contactar a personas que se conozcan entre sí, amigos, familiares,
compañeros de trabajo, etc. Como ya se ha mencionado a lo largo de este capítulo, la finalidad de esta reserva es evitar
incluir relaciones previas que pudieran trabajar en contra de la nueva situación grupal que se quiere crear. Con la misma
intención, la captación correcta descartará a todas aquellas personas que ya hubieran participado recientemente en un
grupo de discusión con un tema igual o distinto al propuesto.
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empresa o institución para la cual se está realizando la investigación. Los aficionados a las competiciones deportivas
conocen bien lo que significa jugar «fuera» y «dentro de casa» y la influencia o presión que ejerce el «ambiente». Por
este motivo, el grupo de discusión suele desarrollarse en salas diseñadas para este fin o parecido reuniendo una serie de
requisitos que conviene tener presentes:
1. Como se ha mencionado anteriormente, conviene desechar toda sala que esté marcada socialmente con algún
significado o atributo distinto a los requeridos para la investigación. En este sentido, conviene vigilar los extremos y
evitar tanto las salas lujosas como las salas incomodas o de aspecto desagradable. El término medio es una sala
acogedora, no muy grande ni muy pequeña, con escasa decoración, luminosa y ventilada.
2. El mobiliario de la sala es otro punto a tener en cuenta a la hora de incidir en la distribución del espacio y en su
ocupación. La mesa y asientos son elementos clave a la hora de fomentar las relaciones simétricas entre los participantes
y su trabajo consensuador. Por este motivo, la mesa preferente para un grupo de discusión es redonda o elíptica y con
asientos iguales, evitándose las mesas rectangulares o cuadradas por favorecer espacialmente las posiciones enfrentadas
y distantes entre los asistentes.
3. Por último, las salas profesionales están dotadas de útiles para el registro y/o visualización de la reunión. Los
equipamientos más frecuentes que pueden encontrarse son micrófonos de ambiente, cámaras de vídeo y espejos unidi-
reccionales para el visionado del grupo, pizarras, monitores, etc. No obstante, y para las necesidades más básicas, el
moderador siempre puede contar con grabadoras portátiles que le permitan registrar la reunión en cinta magnetofónica.
En cualquier caso, y de cara al diseño de la sala, el material de registro debe ser discreto, aunque en ningún caso
disimulado u ocultado. Es importante, de cara a su correcto funcionamiento, que dicho material se ubique en los lugares
más idóneos para grabar voces y/o imágenes del grupo correctamente, pero también que estén a la vista para evitar las
sospechas y recelos de los asistentes.
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tienen información suficiente sobre los problemas más acuciantes de sus vecinos?». Aparte de sofocar el diálogo, una
pregunta de este tipo no aporta ningún contenido relevante.
— Lo idóneo es adoptar formas de preguntas abiertas que estimulen la conversación y que sean lo suficientemente
difusas como para implicar al entrevistado y su punto de vista sin temor a influirlo. Es aconsejable sustituir las preguntas
cerradas por intervenciones que persigan la apertura del diálogo: «¿y eso que decíamos antes sobre...?», o también,
«¿cuál es vuestra opinión sobre este tema?...», «¿eso qué os parece?», etc. Por lo mismo, también es aconsejable que el
moderador incluya sus intervenciones en el grupo al hilo de la conversación y sin provocar rupturas o brusquedades que
haga saltar de un tema a otro sin motivos aparentes.
— Con la intención de evitar rupturas en el discurso, el moderador se aprovecha de los derroteros de la conversación
espontánea reconduciendo y recabando más información a partir de los comentarios que traen los participantes. Para este
propósito son utilizadas técnicas que tratan, en lo principal, de animar y/o profundizar en la conversación. Las siguientes
son algunas de las técnicas más utilizadas:
• Los espejos son repeticiones literales de las últimas palabras dichas por el interlocutor. Esta técnica permite recobrar de
nuevo los comentarios del grupo e incluso ampliarlos cuando parezcan interesantes.
• La sordera es otra forma de provocar la ampliación y aclaración de los comentarios vertidos. Se trata de fingir no
escuchar bien para lograr de nuevo aclaraciones o precisiones sobre algún comentario concreto.
• Por último, en cuanto a intervenciones no verbales, las pautas de actuación son muchas y diversas. No obstante, a
través de la mirada se consiguen importantes cambios. Por ejemplo, sofocando la conversación o animándola cuando se
sostiene o se aparta la mirada. También puede conseguirse fácilmente estimular la conversación, incluso pedir aclaración
de lo escuchado mostrando una actitud de asombro y sorpresa, como si se estuviera escachando esa información por
primera vez, etc. Ahora bien, todas estas técnicas son utilizadas por el moderador desde la sorpresa o la «ignorancia doc-
ta», evitando en lo posible mostrar tonos inquisitivos o prepotentes.
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discutir los aspectos puntuales que más interesan para la investigación o que han sido poco aclarados. En esta fase, el
moderador se sirve del guión y las técnicas de intervención para conducir el grupo por los distintos temas a tocar.
El relanzamiento del grupo o puesta en común
Al final, y una vez desarrollado el trabajo del grupo, el moderador puede relanzar y devolver al grupo los comentarios
que considere más relevantes para la investigación. Se trata de obtener del grupo un consenso sobre lo que el mismo
grupo ha elaborado a lo largo de la sesión.
El cierre final
Por último, y una vez obtenida la información necesaria, la tarea del grupo finaliza y con ella la existencia de la
formación grupal. Sólo al final de la reunión se formaliza la contraprestación económica y cualquier otro requerimiento
particular que no tenga que ver directamente con la investigación.
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2. Recoger todas las expresiones vertidas por cada uno de los participantes y hacerlo literalmente, incluidas aquellas
expresiones no finalizadas, entrecortadas o mal pronunciadas desde un punto de vista gramatical. Evitándose resumir o
manifestar la idea de lo dicho y no cómo se dijo, ya que gran parte de la información del grupo se encuentra en la
manera de decirlo y cuándo se hizo.
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social va asociado principalmente a la investigación de programas y servicios de diverso tipo y especialmente_ a la
evaluación de las acciones y los resultados producidos.
En concreto, el grupo de discusión puede ser útil en el diseño de programas o servicios donde se requiera tener
información previa sobre la situación social de un determinado colectivo y las necesidades o conflictos sociales que le
atañen. En un momento posterior, el grupo de discusión puede ayudar a desarrollar un programa o servicio tomando en
consideración los objetivos de éstos y su funcionamiento según los distintos actores que intervienen en el proceso. En el
caso de un programa contra la droga, los grupos pueden facilitar información sobre su reconocimiento en función de los
objetivos programados tanto desde el punto de vista de las personas que administran el programa como de aquellos que
lo reciben, etc. Por último, el grupo de discusión permite evaluar efectos del programa o servicios una vez que éstos se
han aplicado en su integridad. Como en el supuesto anterior, la utilización del grupo se centra en la evaluación de los
efectos producidos por la intervención, es decir, en los cambios operados en el ámbito de una actuación concreta.
El hecho de que esta técnica se utilice con éxito para la evaluación no quiere decir que no pueda aplicarse también a
otros ámbitos más concretos como es el uso de grupos diseñados ad hoc para la intervención e implantación de los
programas y servicios evaluados.
Como en el caso de la investigación para la evaluación, en la que se observan resultados en función de la aplicación de
unas determinadas medidas o acciones, la utilización del grupo de discusión se extiende ahora a la evaluación de las
diversas técnicas de intervención y en especial de las que utilizan la práctica grupal para la aplicación de un determinado
programa o servicio social.
Así, por ejemplo, un programa social de rentas mínimas puede tener como unidad de referencia la familia o unidad de
convivencia y vincular una determinada prestación económica como ayuda asociada a las acciones de inserción que se
establecen explícitamente en dicho programa con carácter de contrapartida. Para realizar estas actividades orientadas a la
inserción, las técnicas grupales se muestran como un valioso instrumento. No sólo porque las personas excluidas sienten
la falta del apoyo de otros semejantes a ellos, sino también porque los problemas del individuo se abren a los de la
comunidad de donde procede. En cualquier caso, y como ejercicio a desarrollar, un programa de este tipo pone en
marcha prácticas grupales concretas orientadas a transformar la realidad de los sujetos afectados. Por ejemplo, un
recurso en esta dirección es utilizar al grupo familiar con una orientación terapéutica para solucionar los problemas que
se originan en dicho entorno, pero también se dan otras posibilidades como son las acciones con grupos de formación o
grupos de encuentro donde los sujetos se informan y aprenden de sus propias situaciones y logros, etc. En estos casos, la
práctica grupal no es más que un instrumento o técnica de intervención que el grupo de discusión puede contribuir a
investigar y desarrollar en un doble sentido:
— Como prácticas que guardan una coherencia con la realidad social donde operan. Se trata de considerar y comprender
el entorno social y la adecuación de los sujetos sometidos a unas técnicas concretas.
— Como prácticas reflexivas que tratan de incidir e informarse de dicha realidad para transformarla. Es decir, como
actuaciones que son sensibles a los efectos transformadores que ellas mismas provocan.
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En definitiva, el grupo de discusión se perfila aquí como espejo de la realidad social donde se reflejan y comprenden las
mismas prácticas de intervención social. Dado que la vocación del grupo de discusión es la investigación, su presencia
se justifica y aconseja en la medida en que se quiere hacer más comprensible el momento en el que los objetivos de los
programas o servicios toman contacto con la realidad intervenida a través de las técnicas disponibles. En este sentido, el
grupo de discusión puede utilizarse de la siguiente manera:
— Para adecuar las técnicas de intervención a utilizar por el programa o servicio ofertado. Retomando el estudio
referido anteriormente sobre la aplicación de rentas mínimas para la inserción, la utilización de prácticas grupales
sugiere tener presente a la población o colectivo de personas donde se aplica. Así, por ejemplo, sería oportuno conocer
qué personas son las más afínes para una determinada intervención, en qué circunstancias, qué cadencias, con qué
medios, etc. Parece lógico pensar que no todas las técnicas de intervención se adecúan y aplican de la misma manera y a
los mismos colectivos de personas con las que trabajan. El caso específico de las técnicas grupales pueden ser efectivas
para un colectivo como el gitano, donde culturalmente el grupo está muy arraigado, pero su aplicación seguramente será
diferente en función de lo formal o informal que sea el grupo proyectado. Lo mismo podría decirse de la entrevista
personal, una técnica de intervención paternalista y fiscaliza-dora que no por ser utilizada mayoritariamente se adecúa
mejor a todas las situaciones y personas. En este apartado, la aplicación del grupo de discusión a las técnicas grupales de
intervención debería responder a preguntas como éstas: ¿qué tipo de técnica de intervención se adapta mejor a un
determinado colectivo?, si la técnica de intervención fuera el grupo, ¿qué características debería tener?, ¿cuál sería su
ubicación?, ¿el tipo de personas que lo compondría?, etc.
— Para mejorar las dinámicas que generan las técnicas utilizadas. El hecho de poner en marcha una técnica de
intervención no significa que se garantice su funcionamiento. En este sentido, y especialmente para el caso de prácticas
grupales, es importante tener en cuenta el desarrollo de los grupos, conocer su valoración sobre su actividad, cómo se
articula con sus expectativas y situación concreta, qué problemas se encuentran, etc. En función de estas prerrogativas,
el grupo de discusión puede interrogar a los usuarios sobre qué significa y cómo se recibe la labor desarrollada por los
grupos donde participan. La misma situación grupal y la labor desempeñada trae consigo problemas añadidos que con-
viene conocer para mejorar su funcionamiento. Son bien conocidos los efectos colaterales que se producen en el curso
de un proceso de intervención como es la falta de implicación de los usuarios, así como las respuestas inapropiadas a los
objetivos perseguidos por el programa, las situaciones de dependencia, etc.
— Para desarrollar nuevas técnicas de intervención. De nuevo, el usuario también puede contribuir a sugerir maneras de
intervenir para cambiar situaciones que entiende como modifícables en un determinado sentido o de una determinada
manera. La pregunta aquí sería sobre qué entiende el usuario por modificación o cambio y la manera de hacerlo a través
de técnicas grupales o de otro tipo.
Todo ello permite no sólo garantizar los éxitos del programa, sino también renta-bilizar las estructuras y recursos
disponibles para tal fin. No se trata, por tanto, de conocer las distintas técnicas de intervención, sino de hacerlas más
idóneas y versátiles en la medida en que son conocidas y vividas desde el punto de vista del receptor.
BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
Delgado, J. M., y Gutiérrez, J. (coords.) (1994): Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales,
Madrid: Síntesis.
Libro recopilatorio de métodos y técnicas cualitativas. Entre los diversos capítulos, Manuel Canales y Anselmo Peinado
tienen uno dedicado al grupo de discusión.
Ibáñez, J. (1979): Más allá de la Sociología. El grupo de discusión: técnica y crítica, Madrid: Siglo XXI.
Quizá se trata de la única reflexión teórica sobre la metodología del grupo de discusión en castellano. Es un libro de
difícil lectura para aquellos lectores que sólo desean introducirse en el tema. No obstante, se hace indispensable para
tener una amplia panorámica e indagar las conexiones de esta técnica con otras disciplinas o teorías como el
psicoanálisis, la lingüística, el estructuralismo, la fenomenología, etc.
Callejo, J. (2001): El grupo de discusión: introducción a una práctica de investigación, Madrid: Ariel.
Monografía sobre el grupo de discusión y su aplicación en la investigación social. Siendo un libro principalmente
práctico, no deja por ello de tratar aspectos teóricos sobre el tema en cuestión. Lo interesante del libro, es que trata el
grupo de discusión como una «práctica de investigación» a través de la cual se responde a tres preguntas fundamentales:
el por qué y para qué de lo grupal como vía de observación empírica y qué tiene de grupal el grupo de discusión.
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CAPITULO 5: ANÁLISIS DEL DISCURSO
INTRODUCCIÓN
Este capítulo aborda el discurso como objeto del análisis textual orientado a la comprensión de la realidad social. El
discurso es presentado como una práctica social donde aplicar y comparar diversos usos analíticos. No obstante, el
objetivo principal es mostrar las deficiencias de un análisis discursivo que deja de lado la presencia de los sujetos y su
contexto social en la producción e interpretación del texto. A raíz de esta crítica, y al final del capítulo, se aborda la
interpretación sociológica del discurso con la intención de mostrar al lector un cauce para el análisis y su aplicación
práctica en la investigación social.
1. DEFINICIÓN DE DISCURSO
Para empezar hay que definir una vez más lo que es discurso. Esta tarea no es fácil porque supone tener en cuenta las
ambigüedades de los términos que lo definen. En primer lugar, el discurso puede ser entendido ampliamente como
lenguaje. De hecho, se habla de lenguaje político, lenguaje jurídico, lenguaje administrativo, lenguaje de la calle, etc., en
una clara alusión y equivalencia con lo que podrían ser distintos tipos de discursos conocidos. Ahora bien, esta
equivalencia entre discurso y lenguaje requiere ser puntualizada, ya que el lenguaje también es una mediación a través
de la cual los sujetos nos expresamos y expresamos a otros.
Por tanto, la idea de discurso como lenguaje pone de manifiesto dos aspectos interrelacionados y a la vez distintos entre
sí que conviene diferenciar e incorporar a la definición de discurso:
— Por un lado, el discurso es un predicado que puede tomar la forma de una palabra o de una oración, o mejor aún, de
una proposición; por ejemplo, la frase que dice «todos somos iguales».
— Por otro, el discurso también se refiere a la situación de comunicación donde la predicación tiene un sentido o
intención; por ejemplo, las diversas circunstancias en las que la frase referida tiene un significado particular, pongamos
por caso la del político que se dirige a los más desfavorecidos para hacer ver que todas las personas tenemos los mismos
derechos y deberes sociales y que está de su mano que así sea.
En esta línea hay que entender también la tendencia a definir el discurso como un texto donde se recogen predicados, ya
que ambos términos (texto y discurso) son intercambiables y se utilizan de manera similar, aunque en ocasiones de un
modo algo confuso que conviene aclarar cuanto antes.
Usualmente, el término texto se entiende como la expresión escrita, como sugiere el hecho de «leer un texto»; mientras
que discurso se refiere a la expresión oral, tal como sugiere la idea de «un discurso dirigido al público asistente», etc. Sin
embargo, este rasgo diferenciador no impide hablar del texto escrito de un discurso. Menos evidente, pero más
categórica, es la diferencia que considera al texto como un producto en el sentido de mostrarse como expresión estática y
fija, sin modificación aparente. Todo lo contrario que el discurso, que es considerado como un proceso vivo, dinámico,
incluso etéreo si se toma en consideración que las palabras o expresiones de las que está hecho «se las lleva el viento».
Pero es obvio que no es el viento quien se lleva las palabras, sino el contexto de diálogo interpersonal lo que permite
decir aquello de donde dije «digo», digo «Diego», es decir, donde las palabras y su significado remiten a las
circunstancias o situaciones personales del sujeto que las pronuncia y que van más allá de lo dicho o predicado. Es por
este motivo que el texto (lo predicado en el discurso) se entiende como un objeto producido por alguien que puede ser
observado e interpretado desde distintos puntos de vista, aunque nunca desde todos los puntos de vista a la vez. Piense el
lector en la siguiente expresión: ¡dispara! La expresión textual de esta palabra podría ser su representación escrita tal
como aparece. Todo el mundo conoce los significados del verbo disparar. Sin embargo, el sentido o intención que se le
puede atribuir sólo puede ser uno, el de la persona que pronuncia la palabra para comunicar que se trata de asustar a
alguien con un arma o quizá el de inmortalizarlo con una cámara fotográfica, etc.
Teniendo en cuenta estas matizaciones, quizá la mejor forma de referirse al texto es considerarlo como la expresión
material del discurso no sólo porque permite al investigador trabajar sobre una materia que todo el mundo puede
observar y referirse de común acuerdo, sino también por evitar entrar en el problema añadido de qué término utilizar
cuando se hable de análisis, es decir, si se trata de analizar textos o más bien discursos.
Otra cuestión no menos problemática para la definición de discurso es el soporte en el que aparece y el formato de la
unidad que lo contiene. Sobre lo primero, señalar que en la medida en que el discurso es lenguaje, y lenguaje como
medio de expresión para comunicar, los discursos pueden producirse a partir de otros lenguajes distintos del verbal. Es
obvio que los hombres no sólo hablan con palabras, sino también con los objetos que fabrican y consumen culturalmente
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y en sociedad. En este sentido, no es nada extraño referirse a un discurso de la moda a partir de la vestimenta o al
discurso de la publicidad a partir de las imágenes que aparecen en los anuncios, etc. Lo común a todos estos lenguajes es
el hecho de que el hombre los utiliza para comunicarse y, por tanto, para expresar algún tipo de significado que pueda
ser observado en forma de texto o predicado.
En cuanto al segundo problema, el formato del discurso, las variaciones son diversas, puesto que el discurso fluctúa
desde la oración o proposición al conjunto de oraciones o proposiciones que articulan una totalidad imprecisa y amplia
como es un relato, una historia, una narración, etc. En cualquier caso, el formato que define un discurso no parece
encontrarse tanto en el tamaño de la unidad que lo contiene como en la coherencia y cohesión interna que manifiesta
dicha unidad. De este modo, un discurso podría ser una firma de un artículo periodístico, pero también puede
considerarse discurso la misma publicación donde aparece el artículo, incluso el mismo discurso periodístico en las
diversas publicaciones y editoriales, etc.
A la vista de lo referido, el lector comprenderá la dificultad de dar una definición satisfactoria de discurso en la brevedad
y concisión que exige este capítulo. A cambio, el discurso se concreta en los siguientes epígrafes como un objeto de
investigación donde estudiar y comprender la realidad social. A través del discurso del marginado se aborda y estudia la
problemática de la marginación, igual que sucede en el ámbito del consumo o del mercado con la problemática que los
consumidores refieren a través de sus discursos sobre ocio o trabajo, etc. Veamos cómo concretar y desarrollar estas
posibilidades que ofrece el lenguaje y su análisis orientado a la investigación social.
Si partimos de la idea que sostiene que cualquier comportamiento o acción humana (incluida la investigadora) es
susceptible de comunicar o decir algo sobre lo que dicha acción intenta transmitir u otros sujetos interpretar, lo
producido en dicha experiencia comunicativa es siempre un producto del decir o expresar algo a alguien: ¿qué dice o
qué expresa lo que algo o alguien dice o hace? Lo dicho o expresado con alguna intención o sentido, ya sea verbalmente
o con medios no verbales, es lo que establece la base fundamental de la información científica en la investigación social
y especialmente en la orientación comprensiva que utiliza el análisis del discurso como método de conocimiento.
El científico social cuenta con diversos instrumentos técnicos que le permiten comunicarse e informarse de la realidad
objeto de estudio. No obstante, entre las llamadas técnicas cuantitativas como la encuesta de opinión, la información
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obtenida pierde el carácter discursivo al traducirse la comunicación interpersonal en relaciones numéricas resultantes de
la descontextualización de las respuestas dadas a preguntas previamente establecidas unilateralmente por el investigador.
Por el contrario, para el caso de técnicas cualitativas, dicha información es producida directamente a través del habla o
de las propias expresiones que articulan libremente los sujetos investigados, las cuales son analizadas en su conjunto
como material discursivo producto del diálogo orientado a la comprensión de la realidad social que las formula. Por
tanto, el análisis del discurso se vincula al enfoque cualitativo que pone en práctica el investigador a partir de la
comprensión e interpretación de «textos producidos por alguien en situación de comunicación interpersonal». Estos,
textos pueden provenir de fuentes documentales, tales como periódicos, biografías, cartas, propaganda, etc., o bien de
situaciones técnicas recreadas artificialmente por el investigador para provocar discursos ad hoc (véase el capítulo
dedicado al grupo de discusión y la entrevista).
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discursos, lo que otros sujetos dicen o expresan en otras situaciones o contextos, sino que también, a través del juego
discursivo, ensalzan o descalifican su contenido y oportunidad en según que contextos o situaciones. Por ejemplo, estos
esfuerzos se observan claramente en las definiciones y comentarios que la gente (las diversas clases sociales) hace sobre
un determinado suceso polémico. El mismo discurso sobre las drogas y la consecuente definición de lo que es la
drogadicción se presta abiertamente y sin tapujos al juego discursivo, es decir, a descalificar lo que el otro dice o define
como bien o mal dicho o a respaldar o convencer (por las buenas o por las malas) al otro de lo que se está diciendo, etc.
Hay, por tanto, una lógica exterior (ideológica y social) en la lógica interna (lingüística) de los discursos. Se trata de una
división un tanto provisional que permite hablar por ahora de distintos enfoques o disciplinas que abordan desde su
particular punto de vista el análisis del discurso. Internamente, es decir, analizando lo que el discurso expresa (predica)
desde el punto de vista lingüístico, encontramos enfoques formales como el estructuralismo, especialmente en el campo
de la antropología y la etnografía, donde ha conocido un gran desarrollo a partir de los análisis de Lévi-Strauss sobre los
mitos de las culturas primitivas. De cara al exterior, como proceso comunicativo donde los sujetos enuncian o expresan
relaciones sociales, el discurso ha sido abordado por la sociolingüística y la etnometodología, esta última muy centrada
en análisis minimalistas sobre las interacciones cotidianas del habla y de la conversación informal desde el punto de
vista normativo.
Sin embargo, y a pesar de esta somera división, la acotación y definición de lo que sea discurso para el análisis y cómo
se oriente es una cuestión que depende principalmente de las distintas disciplinas que lo abordan y analizan. Para el caso
del científico social, el discurso no puede ni debe concebirse al margen de un sujeto social que lo produce y que a través
del discurso pone en circulación determinadas representaciones de la realidad social. En este sentido, los discursos son
también, y sobre todo, representaciones sociales que contienen valores, ideas, hábitos y prácticas sociales relacionadas
con los sujetos que los enuncian o expresan. Visto así, el investigador social, a través del discurso, accede a un doble
plano de la realidad social objeto de su estudio o intervención:
— Por un lado, la práctica discursiva permite acceder y conocer los códigos y normas de comunicación a partir de los
cuales los sujetos sociales se relacionan, nombran y clasifican la realidad que les compete o afecta directa o indi-
rectamente.
— Por otro, dichas prácticas recrean un orden o mapa social a partir del cual los sujetos se reconocen y se orientan en su
mundo, es decir, les sirve de referencia para tomar partido en función de las distintas situaciones sociales y/o con-
diciones de existencia.
Ambos planos contribuyen a entender con mayor alcance las diferencias discursivas donde se reflejan a su vez las
diferencias sociales entre distintos grupos y personas. En definitiva, tanto la manera de expresar el discurso como el
contenido manifiesto depende de la posición social que ocupa el sujeto que lo enuncia, lo que permite abordar el análisis
del discurso como un método, para comprender mejor la situación comunicativa (social) del investigador y la del objeto
investigado, así como la realidad social a la que ésta hace referencia.
En concreto, el investigador puede servirse del análisis del discurso para tener mayor conciencia de su papel como sujeto
social, inscrito él también en la estructura social e institucional donde desarrolla su labor profesional. Pero también, y
con mayor motivo, si lo que pretende es acceder a un método de trabajo capaz de conocer y comprender los problemas
sociales a partir de los agentes o sujetos implicados. En este sentido, los siguientes epígrafes abordan el contenido
teórico del análisis discursivo y la justificación de un tipo de interpretación sociológica acorde con la orientación que se
ha venido esbozando.
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poco los distintos tipos de análisis institucionalizados. Como alternativa, la opción que se presenta es la introducción al
lector en los distintos usos del análisis del discurso donde ubicar a su vez distintos tipos de análisis y reconocer las
aportaciones del análisis sociológico del discurso, el cual se vislumbra desde ahora como un modelo consecuente y
operativo para el ámbito de la investigación social.
Según los usos concretos del análisis del discurso, se distingue tres niveles de aproximación a la práctica analítica l0. Un
primer nivel informacional/cuantitativo, un segundo nivel estructural/textual y un tercer nivel social/hermenéutico. Cada
nivel presenta un uso diferente del análisis y unas limitaciones o alcance que conviene conocer de cara a la utilidad que
pueda tener dicho análisis para la investigación social.
Estas palabras contenidas en la redacción comprenden a su vez conceptos (oraciones conceptuales) y actitudes del sujeto
a partir del contexto escrito donde se encuentran. Por ejemplo, las oraciones conceptuales de las siguientes palabras con:
Como se puede observar, la palabra «ordenadores» podría tener por sí sola varios significados que se descartan en
función del significado que tiene la palabra ordenador en el texto (redacción del alumno) junto a otras palabras contiguas
que permiten al analista vincularlo sólo a uno de ellos; por ejemplo, al significado de estudiar informática: el joven en
concreto manifiesta la moda de estudiar informática en el momento en que se realiza el estudio. Seguidamente, este
significado claramente denotado cobra un significado más amplio en la medida en que se vincula a la actitud positiva o
negativa del sujeto hacia dicho concepto. En este caso, negativa, porque su deseo es evitar dedicarse a estudiar
informática, etc.
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A su vez, los conceptos considerados similares son agrupados en categorías más amplias que permiten reducir la
amplitud de los elementos analizados. De modo que los dos conceptos mencionados, evitar estudiar informática y, por
ejemplo, ir a una escuela de diseño, se pueden relacionar bajo una misma categoría rotulada por el investigador como:
FORMACIÓN PROFESIONAL DEL SUJETO.
Con estos pasos lo que pretende el análisis es simplificar y reducir la totalidad de expresiones (palabras) y su carácter
redundante a partir de una homologación conceptual que permita construir finalmente algo así como una matriz de datos
binarios. Dicha matriz no es otra que la despensa encargada de contener las relaciones de cada sujeto con la lista
completa de categorías confeccionadas por el investigador de manera que se puedan relacionar y comparar sujetos a
partir de la presencia o ausencia de las categorías referidas para cada uno de ellos, etc.
Basta esta breve descripción de análisis de discurso para mostrar al lector la esencia de una forma parcial de utilizar el
lenguaje como producto informacional. A partir de la acotación de un corpus o conjunto representativo de textos donde
los discursos quedan escritos, el analista opera como si de un cirujano se tratara. Su cometido principal es cortar y
agrupar palabras a las que se les atribuye posibles relaciones o significados en función de categorías o campos
semánticos previamente acordados por los objetivos de la investigación. Según este proceder, los textos analizados
(noticias de prensa, cartas, diarios, memorias, redacciones escolares, etc.) se convierten de partida en recipientes o
continentes donde localizar y separar información contenida de interés para el estudio. De ahí que este uso analítico se
vincule principalmente a los métodos de análisis de contenido, los cuales alcanzaron un importante desarrollo a partir de
estudios de comunicación y de la opinión pública que realizaron Laswell y Osgood en la sociedad norteamericana de la
primera mitad del siglo xx.
La localización y depuración de un contenido semántico permite a su vez comprobar cuantitativamente (contabilizando)
la frecuencia de la información contenida en el texto. En este sentido, el análisis estadístico se suma como parte
fundamental de un proceso mecánico en el que la palabra es la unidad básica de un análisis que opera por redundancia
registrando el número de veces que determinada expresión aparece en un texto y al lado de qué otras expresiones lo
hace. En la medida en que la expresión o expresiones registradas se repiten a lo largo y ancho del corpus textual
seleccionado, el analista puede establecer relaciones o correlaciones, aproximaciones y lejanías con otros campos
semánticos que respaldan el valor presencial y la descripción semántica del contenido manifiesto de un texto cualquiera.
La idea general es que el método de análisis de contenido es un procedimiento analítico que se podría ubicar a mitad de
camino entre lo cuantitativo y lo cualitativo, ya que, por una parte, el método opera necesariamente de forma
cuantitativa (cuenta hechos textuales), mientras, por otra, lo hace sobre un material informacional cualitativo que es de
tipo discursivo (comunicacional). Obviamente, para que dicha información discursiva sea susceptible de ser analizada
cuantitativamente debe concebirse textualmente como un conjunto de palabras convertidas en señales cuya presencia y/o
ausencia es determinante para adjudicarles un sentido informático.
«El punto de partida para el procesamiento matemático de los datos por medio del análisis de contenido
conceptual de textos es la matriz inicial que especifica las categorías que usa cada individuo y los individuos
que usan cada categoría. Esta matriz sólo contiene valores binarios: "1", significa que un individuo concreto
usa una categoría específica, y "0", significa que un individuo concreto no usa una categoría específica. En
función de esta serie de valores binarios, es posible calcular valores de similitud entre cada pareja de
categorías por una parte y entre cada pareja de individuos por otra».
Ahora bien, son precisamente estas medias tintas entre lo cualitativo y lo cuantitativo y la manera simplificadora y
reductora de entender metodológicamente el discurso lo que permite ir entresacando algunas de las limitaciones o
problemas del análisis de contenido. La primera y más decisiva es la que señala un procedimiento que no es de ninguna
manera una interpretación del texto. El rigor sistemático y objetivo del análisis de contenido es empeñado en la medida
en que omite traer el texto al plano de la comunicación y, por tanto, la presencia de una instancia o sujeto enunciador del
discurso que atribuya cierto sentido e intencionalidad a lo que el texto quiere decir.
Aun en el caso del análisis de documentos donde el sujeto productor (enunciador) ya no está presente, el texto siempre
remite a una instancia de la enunciación individual, grupal o colectiva a partir de la cual se establecen relaciones sociales
y que representa lugares de encuentro de distinta índole: la familia, el trabajo, la salud, la educación, el consumo, etc. El
análisis de contenido omite la dimensión comunicativa del proceso discursivo para fijarse únicamente en la dimensión
informacional de dicho proceso. Su cometido acaba en la descripción semántica del contenido textual, mientras que el
discurso sale del texto para encontrarse con el contexto donde se produce y tamiza el significado que imprime cada
sujeto al contenido textual. Por tanto, este tipo de análisis es apropiado en aquellas investigaciones descriptivas donde se
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busca conocer cierta información estereotipada y/o normalizada a partir de un conjunto de textos previamente acotados.
Por ejemplo, es útil para demostrar la tendencia a comunicar y vincular determinados fenómenos sociales como la
drogadic-ción con temas recurrentes como el mundo de la delincuencia o de la ilegalidad. A través de noticias de prensa
correspondientes a diversos diarios de ámbito nacional o regional es posible acotar y vincular las veces en las que el
hecho haber sido consumidor de drogas aparece sistemáticamente asociado a sucesos relacionados con el robo, la
prostitución, el asesinato u otros delitos. En la medida en que dicho análisis pone de manifiesto la reiteración de las
relaciones estudiadas, su objetividad queda con mayor fuerza respaldada y, por tanto, interpretada desde el punto de
vista puramente denotativo.
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TENENCIA/EXISTENCIA frente a NO TENENCIA/INEXISTENCIA es el código a partir del cual la pobreza se
vincula a la falta de sacrifico y, por tanto, a la inexistencia de logros realizados. La consecución y regularización de la
propiedad del pobre es la puerta de entrada al reconocimiento social por su paciencia, abnegación y esfuerzo
demostrado, etc., pero también es la posibilidad del recuerdo y de la existencia histórica de la persona y su vida.
En estos ejemplos se advierte un tipo de análisis del discurso tendente a reducir y ordenar los diversos elementos
expresivos en relaciones ocultas en el texto. Debajo del ofrecimiento de una manzana se encuentra la limpieza en
oposición a la suciedad. Esta relación es más estable y profunda que la que manifiesta la propia recreación analizada.
Por eso, si en el uso informacional del análisis del discurso lo esencial es las veces en las que el discurso lleva a contar
palabras, en el uso estructural lo esencial es la permanencia o invarianza de la lógica relacional que combina y da
sentido a las palabras y/o proposiciones que arman el discurso.
Efectivamente, la idea directriz que organiza el uso estructural del análisis discursivo es la de conocer el código o
conjunto de reglas relacionales que ordenan un texto cualquiera. El conocimiento de dicho código o estructura tiene la
ventaja de reducir las diversas manifestaciones discursivas que pudieran tratarse, de manera que una vez establecido el
código, la virtualidad y varianza discursiva no es más que una permuta carente de información por estar sometida ésta al
predominio de unas reglas generales y abstractas que sirven de patrón referencial para todas las posibles variaciones.
Para hacer más didáctico este uso estructural, amparado principalmente por la lingüística estructural, quizá sea
interesante ver intuitivamente cómo opera este análisis en un ámbito cotidiano (no verbal) como es el doméstico. El
cuadro siguiente recoge sintéticamente diversos lenguajes a partir de los cuales los sujetos nos expresamos a través de
los objetos.
SISTEMA SINTAGMA
(elementos del sistema) (combinación de elementos)
ROPA Grupo de las piezas y detalles que no se Yuxtaposición de un mismo arreglo de
pueden llevar al mismo tiempo sobre una elementos diferentes: falda-blusa-chaqueta.
misma parte del cuerpo y cuya variación
corresponde a un cambio de sentido de la
vestimenta: toca/bonete/ capelina, etc.
ALIMENTACIÓN Grupo de alimentos afines y semejantes entre Encadenamiento efectivo de los platos elegidos
los cuales se elige un plato en función de cierto a lo largo de la comida: es el menú.
sentido: variedades de entradas, asados,
postres.
MOBILIARIO Grupo de variedades «estilísticas» de un Yuxtaposición simultánea de muebles
mismo mueble. diferentes en un mismo espacio (cama-
armario-mesa, etc.).
ARQUITECTURA Variaciones de estilo de un mismo elemento de Encadenamiento de los detalles en el nivel de
un edificio, diferentes formas de techado, conjunto del edificio.
balcones, entradas, etc.
Figura 5.3. Cuadro de sistemas de signos (elementos) y sintagmas.
Como se puede observar, el vestido, la alimentación, el mobiliario de la casa o la misma casa contienen elementos más
que suficientes con los que decir y hablar (consciente o inconscientemente) a otros. Obviamente, la interpretación de eso
que decimos con nuestra vestimenta u otro objeto depende del uso que hagamos de ello; pero, en cualquier caso, para el
nivel estructuralista dicho uso siempre puede simplificarse a un modelo o conjunto de relaciones estables a partir de las
cuales se organizan todos los elementos del discurso. En el caso concreto de la vestimenta occidental, es patente que los
sujetos pueden recurrir a la totalidad de prendas y complementos que normalmente se utilizan como vestuario. Sin
embargo, estos elementos deben ser necesariamente ordenados en función de algún modelo o criterio que permita, por
una parte, seleccionar lo que la persona se quiere poner, y por otra, combinar lo seleccionado; por ejemplo, decidir si
utiliza sombrero o gorra y combinar la gorra con otros elementos como camiseta, pantalón, zapato, etc. En cualquier
caso, la selección de los elementos no se desvincula de la combinación que se haga. No parece correcto (salvo que se
busque la provocación o el escándalo) seleccionar una gorra deportiva para combinar con un frac, lo que en definitiva
sugiere que hay una vestimenta para cada momento o situación en función de las posibilidades de selección y combina-
ción que el propio sistema (vestuario) ofrece a los sujetos. Esa selección y combinación responden a una lógica
expresiva que es, en primer lugar, la del lenguaje —de ahí que la lingüística estructural sea la principal inspiradora de
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este tipo de análisis del discurso—, y en segundo lugar, responde a la lógica particular que establece el propio sujeto,
grupo o comunidad a través del lenguaje como modelo universal.
En este sentido estructural, el discurso social es siempre la expresión de un sistema de relaciones que hay que deducir a
partir de dos movimientos analíticos:
— Por un lado, la disección del texto en unidades mínimas de significado o semas.
— Por otro, la búsqueda del sistema de relaciones que confieran unidad al texto en función de las posiciones y
oposiciones entre las unidades que lo componen y a partir de las cuales cobran sentido.
La función del analista es la de decodificar dichos textos o, en otras palabras, encontrar la lógica combinatoria que le
permita localizar los elementos clave e invariantes de un texto cualquiera. A su vez, son estos mismos elementos los que
guardan en su forma la estructura que los ha generado, lo que lleva a entender el uso estructural como un tipo de análisis
discursivo limitado a las expresiones del texto y a la manera de organizarse, dejando a un lado las motivaciones e
intenciones que dieron lugar a dicha organización textual.
Tal como se criticaba al análisis de contenido, de nuevo el análisis estructural supedita el sujeto del discurso al texto,
porque es en el texto donde encuentra todo lo necesario para operar el análisis. Incluso la estructura que genera
internamente el texto analizado es una estructura implícita que los propios sujetos desconocen cuando la ponen en
práctica y que en definitiva funciona independientemente de la utilización que éstos hacen de ella. Es el uso corriente
que se hace, por ejemplo, de términos, como «arriba» y «abajo». Estas metáforas de orientación 17 las utilizamos sin
darnos cuenta aun en los casos en los que el arriba y el abajo no tienen un fundamento real objetivo, sino simplemente
ideológico. En la película Gringo viejo se desarrolla una simpática escena en la que un general zapatista es entrevistado
y fotografiado por un periodista que repara en que el mapa de Norteamérica que cuelga detrás del general está al revés,
situando a México por encima de Estados Unidos, por lo que el general le responde que eso no es un problema porque
unas veces unos estamos «encima» y otra veces «debajo» y que ahora le ha tocado a México estar arriba. Lo que pone de
manifiesto esta escena es la inconsistencia de una estructura como la referida, donde el «abajo» y el «arriba» se utiliza
espontáneamente (inconscientemente) y sin advertir que ese orden presupone una disposición y sobre todo una
imposición donde se encubre la dominación.
Es el carácter inconsciente de las estructuras lo que permite entender al sujeto del discurso como un mero instrumento
ejecutor o actante que actualiza y pone al día el código, pero también que el análisis resultante prescinda del contexto
histórico o que dicho contexto se refiera a la historia inmediata (sincrónica) del sujeto que realiza la acción de combinar
y articular inconscientemente una serie de elementos textuales. El resultado de esta estrategia es que todo lo social y
contextual del texto se pone al servicio del lenguaje como estructura expresiva privilegiada, es decir, de la pura enun-
ciación lingüística que disuelve todo rastro de los factores que han provocado y/o permitido dicha enunciación. Es decir,
es por eso que el Norte está arriba y el Sur abajo, pero no sabemos qué es lo que mueve a mantener esta situación
espacial, incluso en el caso de no encontrar motivos objetivos para ello.
Por otro lado, esta reducción de la enunciación al puro enunciado es lo que permite diferenciar entre texto y discurso,
una distinción que cobra mayor sentido y relevancia a medida que el análisis del discurso toma conciencia de la
importancia que tiene la intencionalidad de lo expresado. Efectivamente, el análisis estructural lo que omite es la
interacción (comunicación) que los sujetos llevan a cabo sobre lo textual. El texto por sí solo no es más que materia
lingüística que da coherencia y estructura al enunciado, mientras que el discurso es una práctica social que remite, tal
como se verá más adelante, a aquello que provoca o motiva lo enunciado. Es decir, en el discurso no sólo se expresa,
sino que también se expresa para algo o alguien, lo que significa que el límite de lo lingüístico es una frontera que une (y
no separa) lo dicho con quien lo dice y por qué lo dice, relación que el nivel social/hermenéutico trata de comprender a
través del análisis del discurso orientado al desvelamiento de un sentido.
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—Watson, mira el cielo y dime qué ves...
Watson contestó:
—Veo millones y millones de estrellas...
A lo que respondió Holmes:
—¿Y eso qué te dice?
Watson pensó por un minuto...
—Astronómicamente me dice que hay millones de galaxias y potencialmente billones de planetas; astrológicamente,
veo que Saturno está en Leo...; cronológicamente, deduzco que son aproximadamente las tres y diez de la madrugada;
teológicamente, puedo ver que Dios es todopoderoso y que somos pequeños e insignificantes; meteorológicamente,
intuyo que tendremos un hermoso día mañana... Pero ¿y a usted qué le dice?
Tras un corto silencio y manifiestamente irritado, Holmes habló:
—Watson eres un perfecto mentecato: nos han robado la tienda de campaña.
Este diálogo quiere escenificar la importancia del sentido en el nivel social del análisis del discurso. En este nivel, el
análisis del discurso trabaja sobre el sentido de los textos analizados. En el caso de los detectives, el texto se presenta
como la correcta interpretación de un cielo estrellado, el cual es rápidamente analizado por Watson desde distintos
puntos de vista, incluso atendiendo a diversas disciplinas. Sin embargo, hasta el final del diálogo no se pone de
manifiesto el sentido real de la interpretación que sugiere Holmes. Esta interpretación, a diferencia de las restantes
aventuradas por Watson, hace referencia a la situación que explica tanto el significado de un cielo estrellado como la
aldabada de significados que el mismo Watson llega a descubrir sin tino alguno.
Es obvio que un cielo estrellado puede significar muchas cosas y todas ellas igualmente validas o ciertas. Sin embargo,
la polisemia de los signos no sólo trae la validez de una multiplicidad de significados, sino que también dispone al signo
para su apertura e interpretación privilegiando alguno de ellos, es decir, el sentido o significado que tiene el signo para el
sujeto que lo expresa. En este caso, Watson olvida el sentido y a lo que éste remite: la disposición pragmática del
discurso. Olvida el sentido porque se conforma con manifestar el repertorio de significados abstractos y
descontextualizados que provoca observar y analizar un cielo estrellado. El hecho de que refiera todos ellos, y ninguno
en especial, no significa que nos encontremos más cerca del significado del cielo estrellado. Todo lo contrario, olvida el
motivo y, por tanto, el sentido que movió a Holmes a preguntarse por él cielo, algo que si bien es aceptable a primera
vista, sin embargo, no es suficiente ni real, puesto que se ignora el referente a partir del cual se comienza a analizar y dar
una respuesta a la pregunta formulada. Por tanto, el análisis del discurso siempre tiene presente a qué se refiere el texto
cuando dice lo que dice, y esa referencia se encuentra en el contexto donde las personas y los grupos otorgan significado
a lo que dicen.
El contexto que se analiza en el nivel socio/hermenéutico está comprendido por referentes sociogrupales, a partir de los
cuales se pone en liza las relaciones e intereses concretos de los actores. Dichos intereses trascienden el ámbito de lo
lingüístico para dar cuenta a su vez de los problemas o conflictos sociales donde se inscriben y desde los cuales el
discurso se proyecta como una práctica social orientada a transformar o construir una determinada realidad social
enmarcada en un proceso histórico. Por tanto, a este nivel del análisis del discurso, lo que más importa es conocer cómo
se inscribe el texto en el contexto social e histórico donde los sujetos expresan sus pretensiones de cambio según sus
propias posiciones en el entramado de relaciones sociales. En el ejemplo anterior, la distinta posición de Holmes con
respecto a la de Watson es manifiesta. No sólo porque el primero se refiera al interés inmediato del robo de la tienda de
campaña donde dormían, elemento contextual clave para atribuir un sentido a las desacertadas respuestas de Watson y al
chiste de la historia, sino también por referir de manera sintética el tipo de relación social que cada uno manifiesta a su
manera sobre la misma cuestión: el significado de un cielo estrellado.
Si tomamos el discurso de cada uno por separado, mientras Watson hace referencia a su interés específico en demostrar
a su maestro Holmes la preparación y competencia de su respuesta, Holmes hace lo propio con la pregunta, ya que tanto
preguntar como responder corresponden a situaciones de dominación/dominado que en este caso se ajustan a dos
pretensiones discursivas bien diferentes:
a) La pretensión de Watson, el médico frustrado fuera de ejercicio que busca reconocimiento humano y profesional a
través de las pruebas a las que le somete su sádico interlocutor. Tras sus afanadas respuestas, Watson cree que algún día
llegará él también a preguntar como Holmes, y para ello tiene que responder mejor, es decir, como lo haría el propio
Holmes. Sin embargo, su discurso competencial, fundamentado en el logro, trata de demostrar a su amo y amigo lo que
éste le niega por sistema. Visto así, Watson representa el despunte del discurso impersonal y tecnocrático frente a la
intuición y la creatividad del discurso aristocrático de Holmes, etc. Su lógica es la lógica del conocimiento
compartimentado y especializado, etc.
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b) La pretensión de Holmes, quizá la del militar retirado o aristócrata ocioso que no deja de buscar el reconocimiento de
su perspicacia y superioridad en la complaciente amistad de Watson. A diferencia de éste, Holmes cree saber las
limitaciones de Watson y reafirma a través de sus respuestas la inferioridad (estupidez) de su compañero y del modelo
de conocimiento que representa y en el cual Holmes se refleja confirmando su superioridad en base al carácter natural,
heredado, de su inteligencia, etc.
Como se puede observar, los motivos que llevan a formular cada discurso difieren de uno a otro, incluso se observa
claramente que entre ambos se produce un juego relacional en el que se dirime la posición y los cambios operados en
cada uno de ellos. Mientras Watson representa el discurso moderno, meritocrático, de la pequeña burguesía ilustrada,
Holmes, por el contrario, representa el discurso tradicional aristocrático que se defiende de la chata concepción burguesa
apelando a la intuición y disposición natural (divina) de la inteligencia, etc.
En definitiva, una comparativa de los usos del análisis del discurso permite mostrar por qué el nivel sociohermenéutico
se adapta mucho mejor a las exigencias de la investigación social. Tal como se ha visto, y se recoge sintéticamente en el
cuadro siguiente, el nivel sociohermenéutico es el único que tiene en cuenta aspectos discursivos cruciales para conocer
cómo construye la realidad social un determinado individuo, grupo, comunidad o colectivo y cómo los discursos sociales
conforman y dan identidad a estos sujetos. En este sentido, el análisis sociológico del discurso es por encima de todo, y a
este nivel sociohermenéutico, un tipo de análisis capaz de obtener (a partir de la información lingüística del texto) un
conocimiento de la situación personal y social del sujeto que lo ha producido, lo que supone privilegiar la acción
productora de los actores sobre la acción producida (textual). De poco sirve al investigador conocer los contenidos y
códigos discursivos de personas en situación de pobreza si por sistema olvida incluir las situaciones (contexto social))
que los han producido y a partir de las cuales se explican y justifican. Esta preocupación por lo contextual y lo social se
concreta en una determinada forma de interpretar el discurso.
USO USO USO
INFORMACIÓNAL ESTRUCTURAL SOCIOHERMENÉUTICO
Unidad de análisis. Palabras, señales, unidades de Códigos, reglas de composición, Usos del discurso, intenciones,
contenido informacional, etc. relaciones entre elementos, etc. motivaciones, etc.
Fundamento Teoría general de los sistemas Teoría lingüística y lógica Teorías del sujeto y de la acción
teórico-meto- informativos. comparativa. social.
dológico
Plano de la Omite al sujeto de la Sujeto sin historia (análisis Sujeto histórico (análisis
enunciación. enunciación. sincrónico). diacrònico).
Contexto Textual (inexistente fuera del Autonomía del texto sobre el Relevancia del contexto
texto). contexto. (micro/macro) social sobre el
texto.
Aplicación Análisis de los medios de Análisis de los patrones del Análisis motivacional del
preferente. comunicación de masas y sus comportamiento cultural. comportamiento social.
productos.
Alcance del Descripción explicativa del Explicación del texto. Comprensión del texto.
análisis. texto.
Construcción del Estadístico. Lingüístico. Sociológico.
sentido discursivo.
Finalidad del Búsqueda de comunicaciones Búsqueda de modelos dominantes. Búsqueda de los significados de
análisis. estereotipadas/ normalizadas. las acciones de los sujetos
sociales.
Figura 5.4. Tabla comparativa de usos del análisis del discurso.
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comunicacionales donde intervienen los sujetos que producen dicho texto: nivel contextual microsocial y un nivel
contextual macrosocial.
El primer nivel (microsocial) es el que tiene en cuenta el momento o contexto donde se produce o se reconoce el
acontecimiento discursivo. Se trata de la situación en la que el investigador accede al discurso. Este contexto o situación
microsocial nunca se produce de forma natural y espontánea. Especialmente en la actualidad, en la sociedad de la
información y la comunicación, la conversación y el diálogo responden cada vez más a situaciones o encuentros que
conciernen por definición profesional a los potentes medios de comunicación de masas. Los debates televisivos, las
entrevistas de todo tipo a personajes sobresalientes y no sobresalientes, los programas de expertos, etc., son espacios
comunicacionales que explotan y a la vez sofocan el discurso social. Esta reclusión y profesionalización del discurso en
nuestras sociedades modernas significa que fuera de este ámbito también hay que provocarlo y/o producirlo. Y en la
medida en que hay que producir el encuentro comunicacional para el discurso no profesionalizado, el investigador está
necesitado de considerar dicha situación discursiva microsocial como un lugar incierto e influyente donde se entrecruzan
intenciones e intereses de diverso cuño, las de las situaciones sociales de los sujetos objeto de estudio y las de las
situaciones que posibilitan y estimulan dichas interacciones, ya sea para informar, para gestionar, para investigar, para
distraer, etc.
De la misma manera, cuando el acceso al discurso se hace a través del documento (texto), la interpretación sociológica
del discurso requiere de una lectura como forma de aproximación y encuentro con las intenciones subjetivas que dieron
lugar al texto. Pero dicha lectura del texto es al mismo tiempo ella misma una forma de pregunta intencional del lector
sobre lo leído. La propia situación de abordaje del documento se suma a los intereses y motivaciones que justifican y
dan lugar a la interpretación textual.
En este sentido, la interpretación sociológica del discurso se vuelve reflexiva y toma en consideración una doble lectura
como punto de partida:
— Una lectura activa donde «las preguntas que se le hacen al texto se realizan desde una polifonía de las diferentes
posiciones sociales que entran en el campo social de referencia».
— Una lectura igualitaria en cierta forma pasiva, en la que se mantiene la posibilidad de todos los sentidos sin omitir
nada y sin privilegiar nada a priori, es decir, procurando «desmantelar y allanar, de manera radical, la organización del
"texto"». Supone, partiendo de ahí, mostrar una minuciosa atención por la literalidad del texto y la atención abierta a
cualquier palabra o expresión que pudiera dar la clave para su comprensión.
Por tanto, la posibilidad de hacer preguntas al texto queda supeditada a la literalidad de la lectura y la igualación de los
elementos textuales. Es el primer paso para dar lugar a una situación interpretativa donde el análisis aborde la tarea de
encontrar diferentes posiciones sociales y no sólo algunas determinadas a priori por la idiosincrasia del investigador y
los intereses partidistas de la investigación desarrollada, etc.,
A un nivel contextual macrosocial, el análisis sociológico de discursos pretende reconstruir el campo de fuerzas e
intereses sociales que competen a la investigación y que se encuentran localizadas en distintos ámbitos u órdenes
comunitarios reflejados en el texto.
Un primer ámbito es el que corresponde a una determinada comunidad lingüística donde los grupos se esfuerzan en
destacar y poner de relieve determinados significados contenidos en el trasfondo polisémico de los enunciados. Por
ejemplo, en una sugerente entrevista a una trabajadora social se pone de manifiesto la siguiente referencia a la polisemia
del significado que suscita la alfabetización para el colectivo gitano:
«Entonces el principal trabajo con ellos (con el colectivo gitano) es alfabetizarlos, porque la mayoría no sabe leer ni
escribir. Ellos ponen bastantes pegas a la hora de la alfabetización por el tema del horario, porque se tienen que
buscar... la vida, como dicen ellos, que si tienen que buscar la vida no pueden ir a alfabetización».
No hace falta remarcar lo que el mismo texto pone al descubierto sobre la importancia que tiene para cada actor en
relación al programa de alfabetización, el cual es considerado un problema para ambos, aunque de manera bien
diferente, y en el caso de la trabajadora social, resaltando por encima de todo el significado del logro administrativo
vinculado al cumplimiento de dicho programa, etc.
En la misma línea, se observa el contenido semántico que distintos periódicos atribuyen a la gente que vive en la calle
(sin techo). Cada periódico atribuye unas acciones determinadas a dicho colectivo y una definición (significado) de la
situación que les caracteriza:
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Titular Acciones atribuidas Definición de la situación
Marginalidad y delito. Mendigar, pedir limosna, vagabundear, «El vagabundo como el mendigo es un
transgredir. marginado».
El drama de los que están a la buena Beber alcohol, acarrear bolsas, deambular, «Algunos, locos. Casi todos, al-
de Dios. vivir de la caridad. cohólicos. Otros, con problemas de
adaptación. Otros, simplemente
paupérrimos».
Vivir en la calle. Estudiar, trabajar. «Esclavos de sus instintos».
Ya duermen bajo techo 152 personas Aceptar alojarse, mudarse. «El programa les ofrece "cama,
que vivían en la calle. comida y atención médica y psi-
cológica"».
El desempleo, desencadenante. Beber alcohol, vagabundear. «Para el autosustento y como acción
terapéutica se incorporó al Plan
Trabajar».
Los que resisten a vivir en sociedad. Acampar, romper los vínculos con la «En general, no quieren vivir en
familia, beber alcohol. sociedad; pretenden seguir a la
intemperie».
Adaptación de 1. Vasilachis: Pobres, pobreza, identidad y representaciones sociales, Barcelona: Gedisa, 2003.
Figura 5.5. Titulares de periódicos y definiciones de los «sin techo».
Como en el ejemplo anterior, es evidente que las definiciones mencionadas tienen un interés común en mostrar una serie
de rasgos específicos de los sin techo. La semántica utilizada para hablar del tema sólo puede entenderse como una
manera de contribuir a conformar una imagen concreta del colectivo, una amenaza al orden social producto de la locura,
el carácter asocial, el vicio, etc.
Un segundo ámbito a analizar es el que corresponde a una determinada comunidad cultural en la que los grupos tratan de
atribuir determinados significados a las acciones representadas por éstos. En la línea de los ejemplos anteriores, se
confrontan dos extractos procedentes de la entrevista realizada a una trabajadora social y a una familia gitana sobre la
circunstancia de tener hijos:
—«Y tenemos otros problemas más: que muchas veces a los catorce años se casan (personas del colectivo gitano) y se
quedan a vivir con los padres de él; generalmente, entonces el tema de la planificación familiar también se está
interviniendo, pero... los logros son muy pequeños porque prácticamente ellos no lo ven como un problema el tener un
hijo más, y cuanto más hijos tengan, mejor» (Trabajadora social).
—«Y la dijeron (a la hija de la madre que habla) que si no tenía dinero, ¿por qué fue a por la niña? Pues porque m'a
venío. ¿Qué quiere que haga? ¿Que la mate? Es que si no tienes dinero, ¿pa qué vas a por hijos? ¿Y qué vas a hacer?
¿Tirarlo a la basura?» Has puesto medios para no tenerlo..., pero si te viene, ¿qué? ¿Qué le vas a hacer? Es tu hija, no la
vas a matar. Además, vosotros estáis dando la leche; no se lo podéis negar a las personas que lo necesiten..., no lo
podéis negar..., porque la están dando para eso, para las personas que no tienen para comprarla (Mujer gitana).
En estas intervenciones se observa por una parte la atribución de significados distintos a la tenencia de hijos. Mientras en
el extracto de la trabajadora social la decisión de tener hijos lo vincula a significados relacionados con el cumplimiento
de su trabajo y de manera menos evidente con la necesidad de atender a un problema cuando la situación es de carencia
por motivos diversos (económicos, de desarrollo profesional, hedonistas, etc.), en el extracto de la mujer gitana se da la
vuelta y se convierte en una cuestión involuntaria donde no cabe la decisión ni tampoco se justifica por una cuestión de
recursos, ya que sí existe realmente una posibilidad de tenerlo, etc. Cada personaje trabaja por justificar y legitimar un
significado acorde a la situación cultural de cada uno. En la cultura gitana, como en las culturas rurales dependientes del
trabajo del campo y de la asistencia familiar (familias extensas), se refuerza la idea de que tener hijos no es una carga,
sino todo lo contrario. Idea que actualmente entra en contradicción con una cultura moderna y urbana donde la tenencia
de hijos es un gasto y un lujo sometido a su correspondiente ocasión, etc.
A otro nivel, el contexto de la comunidad lingüística, como el de la comunidad cultural, se inscribe a su vez en el
contexto de una comunidad histórica que recorta dichos significados en el tiempo. Por cerrar el capítulo con el ejemplo
de la comunidad histórica gitana, el proceso de inserción sociolaboral que la Administración lleva a cabo sobre
colectivos marginales como los gitanos y el carácter conflictivo que supone desde un punto de vista de intereses
encontrados ha ido evolucionando hacia situaciones contradictorias donde, por una parte, se invita a recuperar y ensalzar
la propia cultura gitana, y por otra, se busca transformar las principales raíces de sus costumbres y hábitos. Una situación
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que ha ido resolviéndose hacia situaciones estratégicas de «integración selectiva» donde la propia integración del
colectivo gitano se convierte en un medio (y no un fin) en la medida en que ésta resulta beneficiosa para su particular
situación de colectivo marginado.
Por último, el contexto de una comunidad sociopolítica determina los lugares desde los cuales se deben enunciar y leer
dichos significados discursivos. A este nivel, la enunciación de los significados referidos se realizan y cobran un sentido
más amplio dentro de las instituciones y organizaciones donde se ponen en práctica. Mientras en el colectivo gitano se
habla principalmente desde la institución familiar como núcleo organizativo, y a partir de la cual se captan las atenciones
del trabajador social, este último, el personal técnico, lo hace desde la organización administrativa, lo que permite
evidenciar la queja administrativa de las dificultades que entraña trabajar con una población tan reticente, así como el
agotamiento de los recursos existentes que no dan para conseguir lo que pretenden, etc.
El resultado de observar los distintos contextos macrosociales es lo que permite configurar un mapa de las diversas
posiciones discursivas plasmadas en el texto y referidas por éste a partir de las preguntas que el analista le va haciendo
no tanto a lo que el texto dice explícitamente, sino a lo que no dice o deja de decir por ser parte de lo presupuesto. En
este sentido, el análisis que interesa remarcar es aquel que analiza los discursos como productos del lenguaje y como
resultado de un proceso de producción que trae parejo el contexto social (lingüístico, cultural, histórico y sociopolítico)
donde se produce e inscribe lo dicho o presupuesto.
De esta forma, el análisis de discurso nunca será una explicación de la realidad social referida por lenguajes, sino más
bien una comprensión de dicha realidad. Mientras la explicación trabaja con hechos que observar e hipótesis que
verificar a partir de los datos empíricos, la comprensión hace lo propio con las experiencias y significados de los sujetos
que estudia. Para la comprensión, los hechos son significativos (y no simples hechos) porque se refieren directamente a
sujetos que expresan sus experiencias. Por tanto, las ciencias sociales, en esta particular acotación, se separan y
distancian de las ciencias naturales porque las primeras se constituyen como un saber interpretativo (no explicativo)
vinculado al sentido o intencionalidad de los actos que realizan los individuos, grupos o colectivos y que el científico
social tratará de volver a decir o expresar en una interminable paráfrasis que nunca llega a su término.
BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
Van Dijk, Teun A. (1980): Texto y contexto, Madrid: Cátedra.
Este libro aborda e ilustra desde la lingüística textual y el discurso un modelo de análisis donde se articula el plano
semántico y el cognitivo. Dicha articulación da pie para abordar los problemas derivados de pasar del texto al contexto,
así como la importancia que tiene la pragmática para que dicha transformación se produzca.
Lozano, J.; Peña-Marín, C, y Abril, G. (1986): Análisis del discurso: hacia una semiótica de la interacción textual,
Madrid: Cátedra.
Este libro aborda el análisis del discurso desde el punto de vista de la semiótica. Aunque su lectura exige cierta
preparación en la terminología utilizada, el tratamiento del tema no deja de ser accesible para un lector que desea
obtener una visión de conjunto sobre cuestiones fundamentales de la semiótica del discurso.
Martín Rojo, L., y Whittaker, R. (eds.) (1998): Poder decir o el poder de los discursos, Madrid: Arrecife Producciones.
Este libro recoge un seminario internacional sobre lenguaje y poder organizado por la Universidad Autónoma de Madrid
en diciembre de 1996. Las distintas colaboraciones tratan el análisis critico del discurso desde distintos puntos de vista y
con intereses diferentes. En el libro se incluyen capítulos que analizan la relación entre el discurso y fenómenos como la
desigualdad, la marginación, la inmigración, el control social, etc.
79
CAPITULO 6: EL INFORME EN LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA
INTRODUCCIÓN
Este capítulo aborda la presentación de los resultados finales y el cierre formal de la investigación cualitativa. A través
de la elaboración del informe final, se muestra cómo comunicar y presentar una investigación en función de los reque-
rimientos de la instancia que la demanda. No obstante, la cuestión a tratar de manera particular es la elaboración del
informe cualitativo y especialmente la problemática que supone presentar y documentar los hallazgos cualitativos desde
un punto de vista científico. Para ello, el informe se trata como un instrumento técnico que en la práctica contribuye a
transmitir objetividad y rigor al conjunto de la investigación realizada.
Las instituciones públicas y privadas gastan importantes sumas de dinero en la elaboración de informes; sin embargo,
únicamente los organismos que tienen una función realmente investigadora orientan el informe a la producción de nueva
información, mientras que el resto de instituciones, especialmente las de tipo administrativo o comercial, son las que
hacen un uso más centrado en el consumo final. Por este motivo, el informe muestra una ambivalencia de partida, ya
que, por un lado, es una respuesta, y por otro, un interrogante. La lectura del informe admite estos dos planos o
posibilidades, de forma que su interpretación práctica, desde el punto de vista del proceso de investigación, es siempre
una cuestión ambigua que tiene que ver con quien demanda el informe y con el uso que se le quiera dar a los resultados
obtenidos en la investigación.
A pesar de que el informe pretende por definición dar respuestas a preguntas concretas, la formalización de dichas
respuestas abre a su vez la posibilidad de muchas otras preguntas. Por ejemplo, un informe sobre el papel de la madre en
la atención y educación de los hijos puede ofrecer resultados concluyentes sobre su predominancia frente al papel del
80
padre. Sin embargo, de esta conclusión surgen nuevos interrogantes como, por ejemplo, indagar en las causas que
explican una situación como la descrita con el propósito de introducir cambios en la educación de los hijos, etc.
Es obvio que no todos los informes se prestan por igual para estos menesteres. En este sentido, los informes
cuantitativos parecen ofrecer menos posibilidades que los informes cualitativos, especialmente los que proceden de
investigaciones con un marcado carácter exploratorio con un diseño abierto donde tenga cabida información adicional
que no se contempla en los objetivos de la investigación. En estos casos, los resultados alcanzados pueden llegar a
contener una información extraordinariamente rica y matizada, lo que supone encontrar en este tipo de informes un
yacimiento para sugerir y proyectar nuevas investigaciones. Esto no quiere decir que el informe cuantitativo se considere
como un pozo vacío para proyectar nueva investigación. En realidad, la explotación del informe como instrumento de
investigación depende de la capacidad del investigador para hacer lecturas creativas orientadas a encontrar nuevas
problemáticas que estudiar.
Por otro lado, el informe (cuantitativo o cualitativo) ofrece posibilidades que van más allá de descubrir nuevos temas o
aspectos de la realidad para investigar. La propia metodología reseñada en el informe puede ser una excelente excusa
para replantear de nuevo la investigación desde una perspectiva metodológica diferente. Mucha investigación
cuantitativa es proyectada a partir de investigación cualitativa, es decir, sopesando y viendo cómo se distribuyen los
resultados que cualitativamente fue-ron sólo informados. Por ejemplo, a raíz de un informe cualitativo donde se mencio-
nan los distintas concepciones y posiciones que tienen las mujeres sobre el aborto, puede seguir la propuesta de conocer
los pesos relativos correspondientes a cada posición. Lo que permite el informe cualitativo es facilitar y ampliar la
investigación a un ámbito metodológico distinto, incluso como forma de mejorar la aplicación de las mismas técnicas de
investigación; véase en este caso el uso del informe cualitativo para construir un cuestionario u otro instrumento de
medición donde se tenga en cuenta el tipo de lenguaje o conceptos que utiliza la población a la que se pretende aplicar,
etc.
Como se puede ver, el informe no es sólo el compendio de los resultados obtenidos, sino también un instrumento o
técnica a aplicar en la investigación en su conjunto. A través de los informes no sólo se accede a los problemas
investigados, sino también a la manera en que estos problemas se han formulado en un determinado momento y a lo
largo del tiempo. Seguramente un recorrido de este tipo puede producir más de una sorpresa e interesantes desafíos para
la investigación.
81
1.2. El informe como documento de investigación
Se podría pensar que el informe tiene una función secundaria respecto a la centralidad e importancia que cobran otras
etapas o fases de la investigación. Sin embargo, la práctica demuestra que el informe es el medio a través del cual se
presenta y da a conocer el conjunto de la investigación realizada, lo que significa que en cierta forma recae en éste, y se
concentra, todo el trabajo anterior.
En realidad, salvo el registro de datos que se produce en el trabajo de campo, nada de lo que se hace durante la
investigación deja una huella realmente visible para el observador externo. Desde este punto de vista, el informe es un
elemento retórico que transmite credibilidad y realismo al conjunto del estudio. A través de éste se enjuicia lo que se ha
hecho y cómo se ha hecho, de ahí la responsabilidad que el informe adquiere para la instancia que demanda la
investigación. La entrega del informe es a lo que el investigador se compromete formalmente cuando acepta realizar una
investigación y en lo que se sintetiza el gasto que ésta ha generado.
Para ser exactos, nada de lo realizado en la investigación existe formalmente sin el correspondiente informe final. De ahí
que éste se defina como documento acreditativo de la investigación realizada. En este sentido, no está de más advertir la
continuidad documental entre investigaciones y distintos tipos de informes, en especial del informe cualitativo y del
cuantitativo. Todas las investigaciones o estudios generan documentos (informes) que las presentan y las documentan
debidamente, pero ¿cómo documentan los informes cuantitativos y los informes cualitativos?
Los informes cuantitativos documentan la investigación a partir del análisis de datos numéricos correspondientes a
hechos observados, mientras que los informes cualitativos documentan la investigación a partir del análisis de datos
discursivos correspondientes a significados interpretados. No obstante, también es posible encontrar informes donde se
compaginan y complementan ambas documentaciones a partir de la articulación de los dos enfoques de investigación
mencionados: el cualitativo y el cuantitativo. Sin embargo, buena parte de los informes existentes son de carácter
cuantitativo, lo que da una idea aproximada del grado de aceptación que tiene este tipo de investigaciones, las cuales,
como se verá más adelante, son menos problemáticas de documentar objetivamente y, por tanto, de avalar su supuesto
carácter científico. Aunque el tema de la validez científica es una cuestión difícil de tratar en un capítulo como éste, su
importancia no deja de ser fundamental para entender el informe como un documento retórico que acredita e identifica a
la investigación hasta el punto de proporcionarle o quitarle toda validez y/o aceptación para el lector.
82
En estos casos, el lector está obligado a depositar un grado alto de confianza en la honradez y honestidad de la
investigación, aunque sólo sea porque no tiene forma de verificar lo que el investigador está observando y analizando
para concluir y presentar los resultados. Por ejemplo, un estudio puede concluir las circunstancias en las que se produce
la violencia escolar a partir de datos procedentes de las lesiones producidas por agresiones dentro y fuera del aula, o en
su defecto, puede concluir estas mismas circunstancias a partir de entrevistas realizadas a los alumnos, profesores y
padres implicados. En cualquier caso, es seguro que los hallazgos presentados sean avalados de manera muy distinta en
función de cómo se documenten, es decir, si se apoyan en hechos concretos como el número de lesiones producidas o en
las conversaciones sobre los hechos ocurridos.
La antropología ha sido especialmente sensible a este problema, sobre todo si se tiene en cuenta que el trabajo de campo
se vale principalmente de técnicas cualitativas como la entrevista abierta y la observación participante. El problema
principal estriba en que los datos cualitativos se muestran especialmente singulares como para olvidar lo que esto puede
suponer para la pretendida objetividad científica del informe y de la investigación realizada. En este sentido, el problema
de la documentación de los hallazgos cualitativos se reduce al hecho práctico de cómo evitar que el trabajo con datos tan
singulares e irrepetibles tiñan de subjetividad la veracidad y la objetividad científica de la investigación. Dicho de otro
modo, el reto que plantean los hallazgos cualitativos es el de entender el informe como un texto que oscila
dramáticamente entre la visión intimista (más subjetiva), a veces comprometida del autor, y la evaluación distante y
realista de dicha visión (más objetiva).
La disyuntiva que plantea el informe cualitativo más como una novela que como un informe de laboratorio, o viceversa,
es una cuestión que sigue generando no pocos problemas entre aquellos que defienden un tipo u otro de modelo. Ahora
bien, por encima de estas disquisiciones y preferencias nada impide que el mismo informe ayude a evaluar la
credibilidad de los hallazgos y, por tanto, que contribuya en cierta forma y medida a generar en el lector un mayor clima
de objetividad y confianza en la investigación documentada. Esta propuesta significa que el informe debe tomar en
consideración la obligación de informar sobre cómo fue desarrollado el estudio, incidiendo especialmente en aquellas
cuestiones que mejor contribuyan desde un punto retórico y analítico a enjuiciar y evaluar los hallazgos presentados.
Con este fin, Taylor y Bogdan proponen diversas cuestiones que los lectores necesitan saber; por ejemplo, la
metodología utilizada, el tiempo y extensión del estudio, la naturaleza y el número de los escenarios e informantes a los
que se ha recurrido, el diseño de la investigación, el encuadre mental del investigador, las relaciones con los informantes
y el control de los datos.
Seguramente esta lista puede ampliarse, aunque una mayor o menor especificación deba esforzarse por incluir en el
informe algo más que los hallazgos alcanzados, es decir, introducir también las circunstancias o contextos que rodearon
a la investigación que se pretende documentar. Especialmente en el informe cualitativo, dichas circunstancias externas
ayudan a concretar la investigación y a dotarla del sentido realista y práctico que sólo puede contrastarse desde su
realización. Cuantas más especificaciones introduzca el informe sobre las circunstancias en las que se desarrolló la
investigación, especialmente del trabajo de campo, más creíbles y reales serán los hallazgos cualitativos y más fácil
tendrá el lector la posibilidad de evaluarlos y objetivarlos desde un punto de vista científico. Sobre este particular se
abordan los siguientes epígrafes.
83
cuestiones concluyentes o relevantes de la investigación, lo cierto es que cada tipo de informe lo hace incidiendo en
mayor o menor medida en el proceso de investigación, en los resultados obtenidos y en las consecuencias que conlleva
dichos resultados. El siguiente cuadro esquematiza los diversos tipos de informes según diversos tipos de receptores
demandantes.
a) El informe científico
El primer gran receptor de informes es la misma comunidad científica que los realiza y utiliza como fuente de
información para nuevas investigaciones. Como tal, el tipo de informe que se adecúa a las expectativas científicas es el
más detallado y extenso de todos. Su objetivo principal no es sólo presentar sustancialmente la investigación, sino
también especificarla lo suficiente para que ésta pueda ser evaluada desde un punto de vista metodológico y científico.
En este sentido, es oportuno no escatimar información relacionada con la obtención de los datos, las precisiones técnicas
adoptadas, incluso los problemas o deficiencias que se han asumido en la investigación, etc. El resultado es un informe
mucho más voluminoso que el resto de informes, además de traer consigo los requisitos de todo trabajo académico, es
decir, bibliografía utilizada, notas a pie de página, anexos, etc.
b) El informe técnico
Un segundo receptor de informes se encuentra en las instancias técnicas o ejecutivas ya sean en el ámbito de la
administración, la política o el mercado. Para estas instancias, la constante es la acción decisoria que se ponen en prác-
tica a partir del informe de investigación. Su utilidad, por tanto, es principalmente instrumental, y lo que se requiere del
informe es precisamente agilidad y simplificación a la hora de presentar los resultados alcanzados. Por este motivo, su
cometido principal es identificar la investigación realizada y enfa-tizar aquellas cuestiones relevantes para los
requerimientos de la demanda. El resultado es un informe liviano en cuanto a extensión y complejidad y muy fácil de
adecuar a formatos gráficos y esquemáticos como los realizados con el programa informativo Powerpoint u otros
programas similares diseñados para la presentación.
c) El informe ejecutivo
Este tipo de informe es una versión sofisticada del informe técnico. Su principal rasgo es que hace especial hincapié en
las recomendaciones que se desprenden de los resultados obtenidos proponiendo acciones concretas a llevar a cabo para
solucionar un determinado problema. Obviamente, dichas propuestas exigen por parte del investigador un alcance que
va más allá de la experiencia investigadora. Por ejemplo, se trata de informes donde se dan claras directrices en campos
tan diversos como el marketing, las políticas públicas, la economía, etc. En cualquier caso, su presentación retórica poco
o nada varía con respecto al informe técnico, especialmente si tenemos en cuenta que ambos tipos de informes se
encuentran mayormente en el ámbito decisorio del mercado y la dirección política.
d) El informe divulgativo
Por último, existe un tipo de informe divulgativo que coincide con las llamadas notas de prensa y que tiene como
receptor a los distintos medios de comunicación y los lectores o audiencias que los frecuentan. En cualquier caso, este
informe recoge de manera muy resumida los resultados más sobresalientes o impactantes de la investigación realizada,
centrándose exclusivamente en mostrar las consecuencias que dichos resultados apuntan. Por ejemplo, la previsión de un
incremento de enfermedades cardiorrespiratorias en la población de mujeres como consecuencia de un mayor consumo
de tabaco. Por su finalidad divulgativa, su extensión no suele exceder más de una página, adoptando un formato similar
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a la noticia periodística y relegando a un segundo plano u omitiendo todo tipo de especificaciones técnicas y/o
metodológicas.
Tal como sugiere esta clasificación, aunque la extensa documentación de los hallazgos o resultados alcanzados es una
cuestión principal para la credibilidad del informe cualitativo, el contexto de la demanda sugiere tener en cuenta también
las inquietudes y necesidades del lector. De ahí que el tipo de receptor al que se dirige el informe determine hasta qué
punto es pertinente una referencia amplia y precisa sobre e¡ contexto de la investigación realizada. Como es de imaginar,
el detalle y minuciosidad del informe científico se transforma fácilmente en pesadas especificaciones para el informe
ejecutivo que busca principalmente la simplificación y la inmediatez.
Esto significa que el informe cualitativo no puede incluir siempre que quiera, y según qué casos, toda la información que
sería de desear para documentar sus hallazgos y hacerlos más verosímiles. Especialmente cuando se trata de
publicaciones en artículos, o para instancias ejecutivas o técnicas, los contextos de la investigación sólo pueden ser
referidos con cierta ligereza y agilidad argumentativa, mientras que en libros o informes científicos lo ideal es introducir
todo tipo de especificaciones al respecto.
En cualquier caso, una cuestión sí parece ser de gran importancia: el informe debe mantener cierta unidad y coherencia
interna en la exposición lógica de los resultados, ya que gran parte de la verosimilitud de la investigación cualitativa se
concentra en la inexistencia de contradicciones o hilos sueltos a la hora de dar respuestas concretas a la demanda que
encarga el estudio. Mientras una incoherencia en el análisis de los resultados cuantitativos se considera una cuestión
interesante a profundizar, en el informe cualitativo se transforma simplemente en incredulidad y motivo de desconfianza
para el conjunto de la investigación.
Al margen de esta seria advertencia, el informe cualitativo no debe omitir información relacionada con los dos contextos
restantes que se ha mencionado: el contexto del trabajo de campo y el contexto de la población objeto de estudio.
Respecto al primero, en este apartado no sólo hay que incluir el lugar y momento en el que se realiza el campo (entre tal
y cual fecha), sino también la manera en que se ha desarrollado, especialmente la información relativa a la estabilidad de
las observaciones realizadas. La estrategia adoptada en el informe es la de incluir los comportamientos de los
observadores y las circunstancias particulares en las que se produjo la observación sean éstas producto de la
planificación o, en su defecto, de las contingencias o imprevistos que no se tuvieron en cuenta.
Se refieren en este apartado cuestiones tan diversas y decisivas como el número de observadores y escenarios que se
tuvieron en cuenta en las observaciones, si los protocolos o marcos de observación utilizados fueron los mismos para
todos ellos, si éstos se ajustaban a los objetivos de la investigación, si se realizó un control de la calidad de los datos y
especialmente en lo referente a su registro y transformación posterior, etc., si se produjo algún sesgo o reacción
relevante a tener en cuenta durante la situación de observación; por ejemplo, realización de entrevistas en un espacio no
neutral, negativas a ser grabada una conversación, registrada una escena, etc.
Por otro lado, atendiendo al contexto de la población objeto de estudio, la información a recabar e incluir en el informe
tiene que ver con las precisiones de las muestras y el medio o circunstancias en las que éstas fueron obtenidas. Dado que
las muestras de los estudios cualitativos no tienen representatividad estadística3, es importante identificar claramente la
población de donde proceden, el proceso de selección que permitió obtenerlas y las circunstancias en las que fueron
seleccionadas. Es decir, el objetivo es informar sobre el proceso de acercamiento a la población objeto de estudio con el
fin de clarificar la pertinencia o idoneidad de las muestras seleccionadas intencionalmente.
En este proceso se incluyen cuestiones relacionadas con las características y circunstancias de la población estudiada y
de los «porteros» o personas encargadas de introducir al investigador u observador en dicha población. Por ello, es
oportuno informar de los medios a través de los cuales se accedió al universo poblacional, la manera en la que se entró
en contacto con dicha población, las situaciones donde se produjeron dichos contactos, los problemas que surgieron a
raíz de éstos y lo que esto supuso a la hora de contactar y reclutar las muestras, etc. En definitiva, se trata de dar a
conocer cuál ha sido el comportamiento de la población en el momento de acceder a ella. Obviamente, cuanto más se
especifique este particular, mayor será la información disponible sobre las muestras seleccionadas y las observaciones
realizadas con posteridad.
Como se puede ver, todas estas cuestiones contextúales son importantes para que el lector pueda relativizar los datos que
documentan los hallazgos. Su referencia puede incluirse a lo largo del informe, en un apartado específico o en el mismo
apartado metodológico donde tiene cabida este tipo concreto de información junto a otras cuestiones relacionadas con el
diseño de la investigación u otras precisiones técnicas, etc. En cualquier caso, la presencia de contextos es fundamental
tal como se demuestra en el siguiente ejemplo.
85
Se trata de un informe de corte cualitativo procedente de un estudio sobre las diferencias de consumo de inhalantes en
adolescentes. A pesar del formato de artículo científico, el informe no omite la inclusión de un apartado metodológico
específico donde se precisan diversas cuestiones referidas al contexto de la investigación:
«La zona que se escogió para el estudio es una delegación del sur de la Ciudad de México, La Magdalena Contreras, en
la que estudios previos habían informado de un alto consumo de inhalantes en las escuelas. El trabajo se inició con una
aproximación etnográfica, con la entrevista a informantes clave de la comunidad. Este procedimiento nos permitió
ponernos en contacto con diversas escuelas de la zona.
Para contactar con los usuarios, se dieron varias charlas en las escuelas sobre adolescencia, planificación familiar y
consumo de drogas. Se les informó que las personas que dieron las conferencias permanecerían accesibles para que
pudieran consultar o dialogar con ellas. De las personas que se acercaron, se detectó a los consumidores y se les aplicó
la entrevista. (El entrevistador se presentó como alguien interesado en conocer y entender con más profundidad los
gustos, el estilo de vida y consumo de sustancias de los jóvenes con el fin de proponer programas de ayuda. Se les
aseguró no estar relacionado con la escuela, la familia o la policía y que no intentaban captarlos para tratamiento. Esto
llevó a una buena relación. Se les garantizó el anonimato en publicaciones y presentaciones).
Se construyó una guía de entrevista para el proyecto basada en una revisión de la literatura en la que se incluía algunos
factores de riesgo compuestos por Clayton, como son los aspectos psicológicos (autoestima, búsqueda de sensaciones,
conductas autodestructivas), familiares (estructura familiar, uso de drogas en la familia, abuso físico, psicológico y
sexual), escolares (desempeño, deserción), conductas sexuales (prácticas sexuales, relaciones bajo el efecto de las
sustancias) y factores ambientales (pobreza y conducta delictiva). De las diez entrevistas realizadas, se han
seleccionado dos que representan dos situaciones extremas en cuanto al consumo, ambiente familiar y características
psicológicas».
El lector observará que estas especificaciones permiten no sólo conocer lo que se ha hecho en la investigación, sino
también cómo se ha hecho, lo que facilita leer los resultados alcanzados con la suficiente información como para poder
evaluarlos en su conjunto. Por ejemplo, en este caso, de no señalarse que los entrevistados fueron seleccionados a partir
de aquellos adolescentes que se acercaron voluntariamente al entrevistador (y en un contexto de transmitirles
información), no podría el lector relativizar unos resultados que tratan de fundamentarse en «situaciones extremas en
cuanto a consumo, ambiente familiar y características psicológicas». Es obvio que la voluntariedad de los casos
seleccionados está influyendo en el perfil de los sujetos entrevistados y que, en cualquier caso, sean éstos o no grandes
consumidores de inhalantes, nada permite asegurar que la información obtenida proceda de situaciones de consumo
realmente extremas.
A pesar de las dudas, y aunque parezca una contradicción, esta observación no trata de invalidar los resultados
documentados a partir de una información supuestamente poco representativa. Más bien lo que se quiere demostrar es la
importancia que tiene informar al lector para que estos resultados puedan ser considerados con cierta distancia y
objetividad. En este sentido, «lavar el informe» por el lado de omitir información que no comprometa los hallazgos de la
investigación es una práctica, como poco, irresponsable por impedir que éstos sean leídos con la atención que merecen.
Por tanto, el informe cualitativo debe garantizar la inclusión de información sobre el contexto en el que se realizó la
investigación; de no hacerlo así, correrá el riesgo de convertirse en un simple cuento de ciencia ficción.
3.2.1. Introducción
Al margen del título y el índice, el primer apartado fundamental de un informe de investigación se centra en presentar el
problema sobre el cual se desarrolla el estudio y el orden de su exposición. Tal como sucede en el momento de proyectar
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la investigación, el informe comienza enunciando el asunto o problema a partir del cual se irá justificando dicha
investigación. Por otro lado, es oportuno, aunque sea de manera breve y concisa, explicar los motivos que acompañan a
la necesidad de estudiar dicho asunto dejando entrever que la investigación sale al paso de dicha demanda con una
finalidad concreta. Por tanto, y teniendo en cuenta las especificaciones anteriores, en la introducción deben aparecer los
siguientes contenidos:
1. Una identificación del organismo, instituto o empresa, que encarga la investigación, incluso la manera de producirse
el encargo: por convocatoria pública, restringida, dirigiéndose personalmente a la instancia investigadora, etc.
2. Una descripción del problema planteado, así como las circunstancias y/o moti-vos que justifican o recomiendan su
estudio.
3. Una mención de los objetivos generales y específicos desplegados a partir de los cuales la investigación trata de dar
respuesta al problema planteado.
4. Una referencia al plan de exposición a partir del cual se ordena el informe.
EJEMPLO DE INTRODUCCIÓN
1. INTRODUCCIÓN
Durante el curso académico 2002-2003, el equipo investigador de la asignatura Técnicas de Investigación Social, del
Departamento de Sociología I de la UNED, ha realizado un estudio sobre los procesos y experiencias cotidianas de los
inmigrantes.
Dicha investigación tenía por objetivo principal conocer de cerca la situación cotidiana de los inmigrantes,
especialmente aquellas experiencias derivadas de la nueva situación vivida en el país receptor.
En concreto, los objetivos específicos que se apuntaron fueron los siguientes:
a) Un primer objetivo pretende comparar los procesos y experiencias cotidianas de las personas inmigrantes antes y
después de haber emigrado de manera que podamos obtener información relevante sobre la ruptura y el cambio operado
en sus vidas. Se trata, en definitiva, de tener una visión global de las transformaciones que se han producido con la
llegada al país o sociedad de acogida.
b) Un segundo objetivo trataría de conocer la importancia y el significado que dichos cambios han producido en la vida
cotidiana de los inmigrantes, especialmente aquellas cuestiones o problemas que afectan directa o indirectamente a su
vida y a las relaciones sociales que mantienen dentro de la sociedad receptora.
c) Por último, un tercer objetivo persigue conocer cómo percibe el inmigrante su día a día y cómo ha influido esto en su
propia manera de ver y entender aspectos de lo cotidiano como el tiempo, las rutinas, el espacio, etc.
En función de los objetivos señalados, el presente informe se despliega a lo largo de los siguientes apartados:
— Metodología.
— Análisis de resultados.
— Síntesis y conclusiones.
3.2.2. Metodología
Se trata de informar con cierto detalle sobre el diseño de la investigación, es decir, cómo se realizó desde un punto de
vista metodológico. Es la parte más técnica del informe y la que describe la manera en que se ideó y organizó la
investigación para obtener una determinada información. En este apartado es oportuno mencionar todo lo referente a
instrumentos o técnicas utilizadas para obtener, registrar y analizar los datos necesarios, así como el uso o aplicación que
se ha diseñado para ello. En síntesis, es oportuno incluir los siguientes contenidos:
1. Enfoque metodológico utilizado y justificación teórica y/o práctica de la elección.
2. Mención de los instrumentos técnicos utilizados para la observación, y en caso de ser diseñados ad hoc para la
investigación, presentación y descripción de los pasos seguidos para su elaboración.
3. Aplicación de dichos instrumentos de observación haciendo referencia explícita a las variables utilizadas para definir
las muestras o conjuntos de la población donde se han aplicado, selección de las unidades muéstrales, número de
elementos seleccionados, etc.
4. Mención de las técnicas de grabación y análisis de los datos obtenidos.
5. Por último, y en la media en que la realización de la investigación da cuenta de problemas o deficiencias que inciden
en la validez y fiabilidad de los resultados, esta información es susceptible de ponerse en el apartado de metodología,
especialmente cuando se trata de un informe científico.
Toda la información referida es necesaria para un lectura crítica del informe, puesto que desde un punto de vista
profesional o científico sólo la referencia a los aspectos metodológicos pueden dar cuenta de la manera en que se ha
realizado la investigación y su rigor, es decir, qué medios y procedimientos han intervenido para llegar a obtener los
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resultados que se presentan. En el caso del informe cualitativo, y tal como ya se ha señalado, es posible incluir también
cuestiones relacionadas con las circunstancias o contextos que concretaron la investigación.
EJEMPLO DE METODOLOGÍA
2. METODOLOGÍA
Teniendo en cuenta el carácter exploratorio del estudio, la presente investigación es de corte cualitativo, habiéndose
realizando un total de 105 entrevistas abiertas.
2.1. Diseño del guión de conducción de las entrevistas
El guión utilizado para la conducción de las entrevistas se estructuró de la siguiente manera (el presente guión presenta
dos fases secuenciales: la primera fase requiere una grabadora portátil y cinta magnetofónica para registrar la
conversación, la segunda fase requiere una cámara fotográfica y el material de grabación que se utilizó en la primera
fase):
— Introducción estándar. Primera fase
— Recuerdo y reconstrucción espontánea de las actividades realizadas a lo largo de la última semana: lo que ha hecho
en la semana anterior a la entrevista.
— Reconstrucción de las rutinas realizadas, lo que generalmente suele hacer la persona en un día cualquiera y en su
tiempo de trabajo y/o su tiempo libre.
— Incidir en las rutinas realizadas en días festivos y no festivos.
— Retrospectiva y comparación con los recuerdos de las rutinas y actividades realizadas en el país de origen. Cómo era
su día a día en su lugar de origen en comparación con su día a día actual.
Segunda fase
— Comentario de tres fotografías realizadas libremente por el entrevistado sobre lo que representa su día a día. (Para
este ejercicio, el entrevistador cede una cámara fotográfica al entrevistado para que haga sus fotografías en las cercanías
donde se realiza la entrevista, después de lo cual le pedirá lo siguiente para cada fotografía: 1. Que describa
verbalmente lo que acaba de fotografiar. 2. Que comente la idea de realizar esa foto y no otra).
— Agradecimientos y cierre de la entrevista.
2.2. Diseño de las entrevistas
Para el diseño de las entrevistas se tuvo en cuenta los siguientes criterios:
• Sexo: Hombres y mujeres inmigrantes.
• Edad: Teniendo en cuenta que frecuentemente los que emigran son personas pertenecientes a los segmentos
poblacionales más jóvenes, las categorías de edad que proyectamos para este estudio son las siguientes:
— De 16 a 24 años.
— De 25 a 34 años.
— Más de 35 años.
• Lugar de procedencia u origen.
— Países hispanos (México, Argentina, Colombia, etc.).
— Países del este de Europa (Rusia, Polonia, Rumania, etc.).
— Países africanos (Marruecos, Guinea, Senegal, etc.).
— Países asiáticos (China, India, Pakistán, etc.).
• Tiempo de permanencia en el país receptor.
Teniendo en cuenta que los procesos y experiencias cotidianas requieren tiempo para su consolidación y asentamiento y
que gran parte de los países de origen utilizan lenguas distintas a las que supuestamente conocen los entrevistadores,
creemos oportuno que el período de tiempo necesario de estancia en el país receptor sea el suficiente como para
conocer mínimamente la lengua y que la persona entrevistada sea residente por un mínimo de seis meses, lo que nos
permite descartar personas que pudieran estar sólo de paso.
En función de los criterios seleccionados, el número global de entrevistas se distribuyó de la siguiente manera:
88
3.2.3. Análisis de resultados
El cuerpo central del informe lo compone el análisis de resultados. Se trata de presentar de manera ordenada todas las
evidencias y argumentaciones significativas para, responder al problema que se plantea en la investigación. Obviamente,
no se trata de incluir toda la información elaborada a partir del cúmulo de datos obtenidos. A la hora de abordar esta
parte del informe, el interés principal es tener claro qué información es relevante para dar respuesta a la demanda y qué
información no lo es o, sólo lo es de manera marginal. El paso siguiente será exponer con claridad el argumento
principal que articula e integra toda la información seleccionada en función de los objetivos. El resultado de esta
elaboración es un escrito directo y claro cuya finalidad es servir de guía e intérprete al lector, incluyendo las
precauciones o limitaciones que deben tomarse en consideración a la hora de sacar conclusiones del análisis realizado.
En función de lo señalado, los contenidos, de este, apartado hacen referencia a cuestiones varias como:
1. Procedencia de los datos seleccionados y circunstancias particulares en las que se obtienen, especialmente las que
pudieran ser de importancia para la evaluación crítica de los resultados alcanzados.
2. Presentación y descripción de dichos datos.
3. Exposición de las inferencias y/o interpretaciones resultantes de los datos analizados, así como las condiciones
particulares que las limitan o desaconsejan.
4. Especificaciones para facilitar la comprensión de las interpretaciones de los resultados.
En los siguientes epígrafes se abordan algunas particularidades a tener en cuenta en el informe cualitativo.
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directamente con los sujetos o acontecimientos observados en la investigación. Los siguientes extractos permite hacerse
una idea de dicha estrategia:
«Son tres familias en una casita que pertenece a la empresa. Ésta tiene tres pequeñas habitaciones con una sala de estar
y comer y con un cuarto de baño. Es la vivienda adosada que nosotros ocupamos ahora y contigua a otras dos viejas sin
adecentar todavía. Los hijos aún viven en Ucrania».
«Una de las familias fue engañada allí por unos polacos. Pagó 1.500 dólares por sus visados y billetes de avión más
ofertas de trabajo y tres meses de curso de aprendizaje de lengua española. Al llegar aquí..., ni trabajo, ni clase de espa-
ñol y un visado sólo para quince días de estancia en España. No sabían qué hacer hasta que otros inmigrantes de su
nacionalidad les ayudaron a encontrar empleo».
«Merién no fue a la escuela, por lo que siempre estuvo vinculada al hogar familiar. Con dieciséis años se casó con un
primo paterno. Emigrados de Te-tuán a Casablanca, a los pocos años de matrimonio, ésta era una ciudad en crecimiento
con muchas oportunidades. "Nos instalamos en un barrio en el que había pocas casas y hemos ido construyendo plantas
hacia arriba tal como fuimos ahorrando". Pronto empezará a tener descendencia. Dio a luz tres niñas a las que seguirán
dos niños. Entre embarazo y embarazo tuvo dos abortos. A diferencia de los demás hijos, la primogénita sólo estudió el
primer curso porque no le gustaba la escuela y se puso a ayudarla en las tareas del hogar...».
La otra posibilidad es que en la narración del material se haga explícita la presencia del autor. En este caso, su punto de
vista deja de coincidir con el punto de vista de lo observado, dejando claro que se trata de una interpretación que el autor
hace del relato o de la descripción de los hechos. Sobre el mismo tema de la inmigración, el siguiente extracto
ejemplifica este tipo de relato:
«Antonio no tiene inconveniente. Nos disponemos en torno a las mesas, pedimos de beber. El bebe con nosotros.
Consiente que grabemos, amablemente; se encuentra cómodo. Es locuaz. Sus palabras nos sirven. Primero una
panorámica del campo murciano: Totana y Alhama (valle del Guadalentín), Murcia, Campo de Cartagena... Luego
hablamos de inmigrantes. Antonio no tiene todas las claves, lo cual no es importante. También pude aportar alguna
información inexacta, no podríamos decir que errónea (por bastante aproximada)...».
En cuanto a la selección del material empírico a incluir en el informe, las posibilidades se reducen a dos. La primera, es
llamar la atención sobre determinada información que el autor considera relevante o especialmente significativa para el
estudio. La estrategia es hacer una selección del material obtenido en función de lo interesante o impactante que sea
dicho material. El valor y correspondiente justificación de esta selección se encuentra en la misma información y la
oportunidad que el estudio ofrece para que pueda ser documentada. Quizá por este motivo las selecciones se tiñen con
frecuencia de un dramatismo o espectacularidad similar al que presenta en ocasiones el trabajo periodístico. El siguiente
ejemplo trata de reflejar esta particularidad:
«Anna es una niña de seis años que ha nacido en Filipinas y que llegó a España en el verano de 1999. Se incorporó al
centro en el mes de septiembre en una clase de educación infantil de cinco años. Su lengua materna es el tagalo... Anna
nos dice:
"Esta cigüeña tiene que ir a Filipinas porque allí tiene su nido" (dibujo infantil).
¿Qué sentimiento de lejanía alberga Anna acerca de su propio hogar? Por otra parte, la cigüeña tiene que pasar por
Ecuador para llegar a su propio nido en Filipinas. Parece que Ecuador, también un lugar lejano, se encuentra en un
punto intermedio entre España y Filipinas... ¿Qué siente Anna en realidad?».
La otra alternativa de selección del material es la de enfatizar teorías o interpretaciones del análisis realizado. En este
caso, la información seleccionada es relevante en función de los resultados que concluye el análisis y por el análisis.
Posiblemente, esta estrategia sea la más próxima a utilizar el material cualitativo como dato empírico que pretende
demostrar y avalar (más que interpretar) los resultados alcanzados, aun cuando su valor, como ya se ha señalado, es
fundamentalmente ilustrativo. Veamos cómo se traduce este uso en una ejemplo concreto.
«Precisamente, en este punto se expresa una serie de rasgos negativos atribuidos a la población española que operan
como barrera subjetiva para a la hora de optar por la nacionalización... En las siguientes expresiones se muestra la
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importante distancia, la clara distinción entre ellos (españoles) y el nosotros (extranjeros), que opera en la subjetividad
de las inmigrantes, seguramente fomentada por las experiencias de subordinación vividas en el servicio doméstico:
— "Yo, la verdad, no pienso quedarme a vivir aquí porque no los aguanto, todos los días tiemblo de los nervios porque
no aguanto a la gente de aquí".
— "Es que tienen muy mal carácter, pero hay que tener paciencia, ¿eh?".
— "Es mucha paciencia".
— "Tienen mucha facilidad para tratarte mal; nosotros, para decir una mala palabra, la decimos, pero cuando ya de
verdad nos sacan de las casillas"...».
En resumen, la inclusión de material empírico cualitativo trae parejo a su vez el problema de la autoría del material
utilizado. Esto es claramente manifiesto en situaciones en las que la autoría del relator comprende o incluye la autoría de
los relatos, pero también se cumple incluso en aquellos supuestos en los que las pala-bras o hechos registrados son
simplemente trasladados (seleccionados) del trabajo de campo al análisis. Aunque intuitivamente la selección parece
ofrecer un material más objetivo y fidedigno, lo cierto es que la misma reproducción y selección presupone también una
interpretación del material elegido. Esto significa que el material empírico es reelaborado por el autor para el análisis y
que su coherencia con los resultados alcanzados es motivo más que suficiente para ser incluido en el informe.
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sencillo, sin términos muy especializados, es la mejor garantía para hacerse entender y no pecar de pedantería u
oscurantismo.
2. Es aconsejable utilizar tiempos verbales en presente para redactar las ideas del informe. La utilización del futuro o
condicionales expresan la sensación de lo no acabado o inconcreto, algo que es contradictorio, y del todo opuesto, al
carácter aseverativo de los resultados alcanzados en la investigación científica.
3. Cuando el investigador hace una inferencia o interpretación, especialmente cuando no cuenta con el total respaldo de
los datos manejados, es oportuno utilizar expresiones de advertencia en términos de probabilidad o in-certidumbre, tales
como pudiera ser, parece que, es probable que... Además, estas marcas permiten al lector distinguir claramente entre la
aserción que pretende ser puramente descriptiva y aquella que es interpretativa.
4. Conviene, de cara a la exposición ordenada de las ideas, presentar lo que se va a decir para luego decirlo y si fuera
necesario recordar lo que se ha dicho. Esta máxima se traduce en una presentación previa para todos y cada uno de los
capítulos que componen el informe. En ella deberá hacerse explícito lo que se va a exponer cómo se va a exponer y con
qué finalidad o propósito se expone. De esta manera, el lector será guiado por el informe a la vez que se le explica la
manera en que se ha ido confeccionando, algo que de realizarse correctamente puede ser de gran ayuda para su compren-
sión global.
5. Ya se ha señalado que las ideas expuestas en el informe deben estar relacionadas entre sí e integradas en un esquema
general. Esto significa que el informe debe seguir un hilo conductor que ordene y contribuya a dar una lógica y
coherencia interna al conjunto de la exposición. Para este cometido es de interés seguir un plan o estructura expositiva
que vaya de lo más general y contextual a lo más particular y central de los objetivos planteados en el estudio.
Por otro lado, desde un punto de vista estilístico, un informe escrito lo es también visual. En este sentido, un informe
puede contener múltiples representaciones gráficas orientadas a dar mayor claridad y amenidad a la lectura. Las posibili-
dades de incluir representaciones gráficas en el informe son muchas y muy diversas. No obstante, y teniendo en cuenta
que dentro de este apartado también pueden incluirse las presentaciones típicamente cuantitativas como son las tablas y
los gráficos estadísticos, en este caso sólo se hace referencia a las representaciones más utilizadas en la investigación
social cualitativa: los mapas, las tablas y los esquemas. Cada categoría de representación gráfica puede matizarse y
ampliarse tanto como se quiera, pero las indicadas recogen con cierta amplitud las posibilidades que ofrecen este tipo de
instrumentos para ordenar y presentar los resultados del informe.
a) El uso de mapas o ejes espaciales
Los mapas son instrumentos donde se da a conocer la posición o ubicación general de una determinada información. La
manera de presentar gráficamente los resultados a partir de mapas requiere de la construcción de ejes que ordenen y
analicen dicha información espacialmente. Estos ejes compartimentan y distribuyen el espacio y los contenidos en
función de categorías utilizadas previamente en el análisis.
Como se puede observar, este tipo de representación es especialmente útil para ubicar información referente, por
ejemplo, al lugar que ocupan los actores o informantes que intervienen en el estudio, los conceptos que son utilizados,
los atributos asignados o cualquier otra información que requiera ser matizada desde el punto de vista de su localización.
La construcción más simple es la que esta formada por un único eje donde se colocan y distribuyen los elementos
seleccionados, pero la más utilizada es la que utiliza dos ejes o coordenadas como espacios de localización como
localizaciones específicas.
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Figura 6.3. Estructuración de los grupos realizados en el trabajo de campo.
b) El uso de tablas
Otro recurso o instrumento estilístico ampliamente utilizado es el uso de tablas para ordenar información en función de
categorías o criterios que están presentes en el análisis. La tabla puede ser de una o doble entrada, en cuyo caso permite
cruzar categorías y ordenar contenidos en función de una lectura horizontal o vertical. Sin embargo, la mayor utilidad
práctica de las tablas en buena parte de los informes cualitativos se reduce a presentar y ordenar de manera resumida una
considerable información que por lo general aparece extensa y dispersa.
Ejemplo de tabla
CINE TEATRO MÚSICA
CULTO Viejas obras maestras. Shakespeare, por gran Música clásica, ópera.
compañía.
NO COMERCIAL Cierto cine español Clásicos, por compañías Jazz.
compromiso. próximas.
POPULAR Cine español humor. Humor. Flamenco, canción española.
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Por otro lado, los esquemas tienen el problema de hacerse acompañar de una descripción (o explicación) más detallada
de lo que requiere cualquier otra presentación gráfica. Sin embargo, su uso apropiado agiliza la comprensión del informe
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a la vez que lo prepara para una visión global o conjunta donde se pone en relación los distintos aspectos o elementos
tratados.
Por último, y como cierre de este capítulo, señalar una vez más que las representaciones gráficas pueden ser de gran
ayuda para facilitar la lectura del informe, aunque su uso debe ser comedido y oportuno para los propósitos expositivos
de la investigación que se quiere comunicar. Por este motivo, los elementos visuales de un informe deben ser los justos y
necesarios de manera que sirvan tanto para ilustrar y explicar al lector sin por ello acaparar toda su atención ni tampoco
suplantar la parte fundamental de redacción.
BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
Ander-Egg, E. (1987): Técnicas de investigación social, México: Ateneo.
Este manual trata con cierto detenimiento la presentación de datos en la investigación social. Aparte de recoger
directrices para el diseño y presentación de información gráfica para la presentación de resultados, también incluye
anotaciones generales sobre cómo ordenar y componer un informe de investigación. No obstante, deja aspectos de
interés sin precisar como los distintos tipos de informes existentes (cualitativos y cuantitativos) o el correspondiente uso
que tiene cada formato, etc.
Sierra Bravo, R. (1988): Tesis doctorales y trabajos de investigación científica, Madrid: Paraninfo.
Este libro se centra en la elaboración de trabajos científicos en general, mostrando cuestiones relevantes sobre cómo
ordenar el trabajo del investigador y cómo redactar los resultados obtenidos en la investigación. Entra a evaluar con
cierto detenimiento aspectos concretos de la redacción de un informe de carácter científico como el lenguaje utilizado,
las cualidades de la redacción científica, la presentación de bibliografía, etc.
Van Manen, J. (1988): Tales of the field: on writing ethnography, Chicago: University of Chicago Press.
Aunque es un texto centrado en el ámbito de la etnografía, su objetivo es mostrar con detenimiento el trabajo de campo
desde el punto de vista de su comunicación en la investigación. De interés especial es la atención que se presta al papel
de la autoría en la manera de relatar y transmitir las observaciones de la investigación.
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