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ÍNDICE

Capítulo 1. La investigación cualitativa para el trabajador social


Introducción
1. La investigación cualitativa: rasgos diferenciales
1.1. Potencialidades de la investigación cualitativa
1.2. Características básicas de la investigación cualitativa
1.2.1. Concepción global de la investigación
1.2.2. Relación investigador-investigado
1.2.3. Muestras
1.2.4. Trabajo de campo
1.2.5. Análisis de datos
1.2.6. Puntos débiles de la investigación cualitativa
2. Tradiciones en la investigación cualitativa
2.1. Interaccionismo simbólico
2.2. Etnometodología
2.3. Estructuralismo
3. La aportación de Goffman
4. Investigación cualitativa y trabajo social
Bibliografía comentada

Capítulo 2. La observación participante


Introducción
1. La observación participante en el conjunto de prácticas de investigación
1.1. Definición y génesis de la observación participante
1.2. Algunas reflexiones sobre las características de la observación participante
2. Diseños de investigación mediante observación participante
2.1. La selección de los escenarios
3. Dinámicas de la observación participante
3.1. Puertas de acceso al trabajo de campo
3.2. Convivencia y relaciones sociales en el campo
3.3. ¿Qué información debemos registrar?
3.4. Registrando lo observado
4. El análisis (a modo de resumen)
5. Potencialidades y cautelas en la práctica de la observación participante
Bibliografía comentada

Capítulo 3. La entrevista cualitativa


Introducción
1. El lugar de la entrevista entre las prácticas de investigación
2. Tipos de entrevista
2.1. Entrevistas de contacto
2.2. Entrevistas de asesoramiento
2.3. Historia oral (entrevistas sobre acontecimientos pasados)
2.4. Entrevistas testimoniales
2.5. Entrevistas exploratorias
2.6. Entrevistas sobre hábitos y prácticas
2.7. Entrevista en grupo (focus group)
3. Dinámica de la entrevista
3.1. La situación de entrevista
3.2. El papel del entrevistador
3.3. Guión de la entrevista
3.4. Estrategias en la entrevista
3.5. Diseño de la investigación con entrevistas
3.6. Ventajas y desventajas de las entrevistas en profundidad
4. Análisis
Bibliografía comentada

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Capítulo 4. El grupo de discusión
Introducción
1. La importancia del comportamiento grupal
1.1. El descubrimiento del grupo para la investigación
1.1.1. El trabajo con técnicas grupales
1.1.2. El grupo de discusión: definición y campos de aplicación
2. La técnica del grupo de discusión
2.1. El diseño de investigación mediante grupos
2.2. La preparación de la reunión
2.2.1. El reclutamiento de los integrantes del grupo
2.2.2. El acuerdo de participación
2.2.3. El diseño de la sala
2.3. La dinámica grupal: el guión de conducción y moderación del grupo
2.3.1. Las intervenciones del moderador
2.3.2. La conducción del grupo y sus fases
3. La transcripción y el análisis del grupo de discusión
3.1. La preparación del texto para el análisis
3.2. El análisis del discurso grupal
4. El grupo de discusión en las prácticas grupales: una aplicación en el ámbito de las técnicas de intervención social
Bibliografía comentada

Capítulo 5. Análisis del discurso


Introducción
1. Definición de discurso
2. Discurso y técnicas de investigación cualitativas
3. El discurso como práctica social
4. La práctica del análisis del discurso
4.1 El uso informacional del análisis del discurso
4.2 El uso estructural del análisis del discurso
4.3 El uso social/hermenéutico del análisis del discurso
5. La interpretación sociológica de discursos
Bibliografía comentada

Capítulo 6. El informe en la investigación cualitativa


Introducción
1. El informe de resultados en el proceso de investigación
1.1. El informe como elemento totalizador e integrador de la investigación
1.2. El informe como documento de investigación
1.3. El informe como medio de comunicación
2. El problema de la documentación de los hallazgos cualitativos
3. La elaboración del informe cualitativo
3.1. La presencia de los contextos de la investigación
3.2. Elementos constitutivos del informe
3.2.1. Introducción
3.2.2. Metodología
3.2.3. Análisis de resultados
3.2.4. Síntesis y conclusiones
3.2.5. La presentación del informe
4. Escritura y visualidad del informe cualitativo: aspectos retóricos y estilísticos
Bibliografía comentada

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CAPÍTULO 1: LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA PARA EL TRABAJADOR SOCIAL

INTRODUCCIÓN
El clásico enfrentamiento entre los enfoques cualitativo y cuantitativo ha sido debatido intensamente incluso en aquellos
textos dedicados a cada uno de ellos en exclusividad. En este caso, nuestro objetivo se focaliza en la perspectiva
cualitativa y las comparaciones establecidas con la investigación social cuantitativa se reducen a las estrictamente
necesarias en aras de una mejor comprensión de este enfoque de análisis de la realidad social. En este capítulo se destaca
en primer lugar, el potencial heurístico de la perspectiva cualitativa y sus rasgos diferenciadores que han sido defendidos
desde distintas líneas teóricas, de las cuales hemos entresacado las más tradicionales haciendo especial hincapié en el
interaccionismo simbólico. Finalmente, se revisa la relevancia y pertinencia de la aplicación de la investigación
cualitativa en el ámbito profesional e investigador del Trabajo Social para acabar con una reivindicación del uso de sus
prácticas concretas en el marco de los métodos tradicionales que han caracterizado hasta el momento a esta disciplina.

1. LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA: RASGOS DIFERENCIALES


1.1. Potencialidades de la investigación cualitativa
La investigación cualitativa se está imponiendo en todos los ámbitos de las Ciencias Sociales gracias a su enorme
potencial heurístico. Si en abstracto podemos afirmar que los cimientos de cualquier método radican en la comprensión
del objeto de estudio específico para el que fue elaborado, en el caso concreto de la llamada metodología cualitativa ésta
no puede ser entendida al margen de una perspectiva holística de todo el proceso de investigación y del tema sometido a
estudio.
No obstante, la perspectiva cualitativa, basada en la comprensión estructural del objeto de estudio, se ha perfilado
durante mucho tiempo en contraposición a la perspectiva cuantitativa, cuya finalidad tradicional ha sido la articulación
de una explicación causal del problema de investigación.
Los vertiginosos cambios sociales a los que estamos asistiendo, materializados en una imparable proliferación y
diversificación de estilos y formas de vida, impulsan, si cabe aún más, el uso de la investigación cualitativa. Se hace
imposible afrontar constantemente nuevos objetos de estudio enmarcados en nuevos contextos sociales y definidos por
diferentes subculturas, desde un planteamiento deductivo clásico en el que se parta de problemas e hipótesis de
investigación muy ambiciosos derivados de modelos teóricos que se pretenden contrastar a través de evidencias
empíricas. La realidad es muy distinta y el desconocimiento de determinadas realidades fuerza al investigador a la
utilización de estrategias de carácter inductivo.
«La posición inicial del científico social y del psicólogo es, prácticamente, siempre la de falta de familiaridad con lo
que está sucediendo en la esfera de vida escogida para su estudio». Esta frase de Herbert Blumer implica, por parte del
investigador, la adopción de una actitud más humilde que, partiendo de ámbitos más concretos y localistas y pasando por
la elaboración de lo que él llamó «conceptos sensibilizadores u orientativos», nos ayude a culminar el proceso inductivo
con la elaboración de lo que se ha venido a llamar teorías de la vida cotidiana, que gozan de gran flexibilidad
comparativa e instrumental.
Esa actitud de humildad es la que ha caracterizado el desarrollo de los métodos cualitativos en el ámbito de las Ciencias
Sociales. En muchos casos han ido desvelando sus potencialidades a partir de las críticas a las limitaciones de los
métodos cuantitativos vistos como réplicas de los propios de las ciencias experimentales (ignorando las diferencias entre
el mundo natural y el social) y también a través de su inclusión en diseños de investigación «integradores», donde se
combinan las dos estrategias de diferentes formas. En el texto clásico de Lazarsfeld y Barton (1955) ya se ponían
ejemplos en los que se sugería al investigador utilizar primero una aproximación cualitativa con objeto de desarrollar
hipótesis que pudieran ser contrastadas posteriormente mediante la aplicación de una técnica de carácter cuantitativo3.
En este texto los autores destacaban explícitamente la versatilidad exploratoria de la investigación cualitativa cuando se
afronta por primera vez un problema. Este modelo secuencial ha sido plasmado hasta la saciedad en infinidad de
proyectos de investigación social, aun cuando la combinatoria se ha ido haciendo más compleja con el paso del tiempo.
Es el caso de la triangulación metodológica, diseño mediante el cual pueden combinarse métodos cuantitativos y
cualitativos (también pueden combinarse diferentes métodos cualitativos entre sí y en exclusividad, así como
estrictamente varios métodos cuantitativos). Se basa en la complementariedad de los diferentes métodos como estrategia
para vencer las limitaciones y debilidades de un solo método o de una sola técnica de investigación. En general, los
métodos se aplican de forma autónoma y su nexo de unión es el objeto de estudio común. La comparación de los
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resultados de su aplicación facilita el control de la validez y la fiabilidad de los instrumentos y garantiza una mayor
consistencia en las conclusiones finales. Pongamos un ejemplo para que se comprenda mejor el sentido de la
triangulación en el ámbito de actuación del trabajador social. Si está afrontando la problemática planteada por una
persona que le pide ayuda y asesoramiento respecto a un hijo del que ya sospecha que puede estar introduciéndose en el
mundo del consumo de drogas, el profesional puede plantearse un acercamiento a la problemática combinando la
aplicación de distintas técnicas, tales como el análisis secundario de datos (cuantitativo), la observación y las entrevistas
en profundidad (ambas cualitativas). Con la primera de ellas, podría reexplotar las informaciones sobre hábitos de
consumo de drogas por los jóvenes contenidas en las encuestas que al respecto realiza el Ministerio del Interior, así
como las estadísticas disponibles. Mediante la observación sistemática, el trabajador social va a poder tener un
acercamiento a la realidad y al espacio social en la que se desenvuelve el adolescente, en tanto que las entrevistas en
profundidad proporcionarían informaciones valiosísimas sobre la interpretación que distintas personas cercanas al joven
(familiares, amigos, profesores, etc.) hacen del mundo de las drogas y del contexto y la situación que puede estar
viviendo el joven. Esto es, el trabajador social, en el marco de un clásico método de caso, podría utilizar este tipo de
triangulación técnica que haría posible una mejor interpretación del problema y la obtención de resultados más
consistentes.
Aun siendo factible e incluso deseable trabajar integrando o combinando las perspectivas cualitativa y cuantitativa, ha de
quedar claro que la elección de un método u otro depende de lo que intentemos indagar. Si pretendemos conocer los
hábitos de lectura (frecuencia, tipo de libros, prensa, etc.) en la población mayor de sesenta y cinco años de edad de un
municipio cualquiera, puede resultar apropiado recurrir al uso de un cuestionario; pero si intentamos conocer las
dinámicas de relación establecidas entre los vecinos de una barriada, será preferible aplicar un método de acercamiento
cualitativo basado en la observación.
Por tanto, la imagen de dos perspectivas o paradigmas enfrentados ha quedado relegado, pues tal y como reconocía
Alvira en los años ochenta “ambas (...) han llevado a cabo un proceso convergente y de reconocimiento mutuo. La
perspectiva cuantitativa ha aflojado en alguna medida el énfasis en la construcción de teorías a través de la modelización
y simulación; la cualitativa ha seguido con su énfasis en la construcción y generación de teorías aumentando el aspecto
verificativo y confirmativo”. No obstante, conservan cierto interés analítico algunas clasificaciones de las características
o atributos opuestos desarrolladas por autores como Halfpenny o Cook y Reichardt. El primero hace la siguiente
enumeración dicotonómica, que ya recogía Alvira en su citado artículo y que ha sido objeto de muchas matizaciones,
como la del propio David Silverman.

Métodos cualitativos Métodos cuantitativos


Suaves Duros
Flexibles Rígidos
Subjetivos Objetivos
Cargados de valores Libres de valores
Estudio de caso (método tipo) Encuesta (método tipo)
Especulativos Contraste de hipótesis
Fundamentados Abstractos
Fuente: Halfpenny, adaptado por Silverman (2002).

Cada uno de estos atributos, según Silverman, puede ser interpretado positiva o negativamente, dependiendo de la
perspectiva desde la que sea evaluado. Así, por ejemplo, la flexibilidad puede tener una lectura positiva si se interpreta
como un acicate para la innovación en la investigación; pero desde una perspectiva crítica, puede ser vista como un
síntoma de falta de estructuración del proyecto. Por otro lado, está el debate en relación a la ausencia o presencia de
valores en la investigación. Según los defensores de los métodos cuantitativos, la ausencia de éstos garantizan el
distanciamiento y la objetividad del profesional, en tanto que para los detracto res es evidente la imposibilidad de una
ausencia total de valores en el proceso de investigación.

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1.2. Características básicas de la investigación cualitativa
Veamos a continuación qué rasgos definen el proceso de investigación social cualitativo desde su gestación hasta su
culminación en un final provisional que siempre deja la puerta abierta a nuevas interpretaciones.

1.2.1. Concepción global de la investigación


La investigación cuantitativa clásica se concibe como un proceso cerrado, rutinizado secuencialmente en fases o etapas
(definición del problema de investigación, formulación de hipótesis, construcción del diseño metodológico, selección de
la técnica de obtención de datos, selección de la muestra, realización del trabajo de campo, análisis y elaboración del
informe con la consiguiente reformulación o confirmación de los presupuestos teóricos de partida), en cuyo
cumplimiento cronológico estriba gran parte del éxito de la investigación. Pueden adoptar una forma secuencial o
iterativa, de modo que, como señala Dávila, el inicio está condicionando el final del proceso y este último se encuentra
preformulado en el primero, pero todos los modelos posibles son lineales, partiendo del supuesto de que esta secuencia
representa el orden ideal para conseguir una óptima conceptualización y distribución de las diferentes tareas del estudio,
así como su reproductibilidad en todos los niveles. «Nos encontramos, pues, ante un punto privilegiado: en el
movimiento de salida se define toda la partida, por lo que una "mala salida" (una mala elección de la variante)
condiciona todo el desarrollo ulterior. En tal movimiento todo se decide». Definir el modelo teórico de partida más
adecuado es, por tanto, la clave del éxito de la investigación. La teoría es la conditio sine qua non para que exista la
investigación. Sin teoría no hay investigación.
En la investigación cualitativa todas las tareas a cubrir son susceptibles de revisión y reformulación. Nada se da por
sentado y se parte de la idea de que en cualquier momento de la investigación se puede producir un giro en la
interpretación de la realidad que está siendo sometida a observación. No se asume, por tanto, ningún criterio de
linealidad en el transcurso de la investigación. La aproximación cualitativa aplicada demanda un modelo de
investigación flexible como alternativa a los detallados en los libros de texto al uso. Las tareas de formulación y
modificación de la teoría, de elaboración y revisión de preguntas de trabajo, de recolección y análisis de datos o de
control de validez en el diseño se realizan de forma simultánea. Se produce así una retroalimentación entre todas ellas, lo
que hace factible la continuidad en la revisión y reformulación del diseño.
Sería ingenuo afirmar, sin embargo, que no existe ningún presupuesto teórico de partida por más que el ideal a seguir sea
el del «antropólogo inocente», puesto que los conocimientos teóricos del investigador van a condicionar su «mirada» y
la selección del objeto de estudio. Pero más que fijar un modelo estricto a seguir, estas teorías adoptan el papel de
trampolín para afrontar el objeto de estudio sin que nunca lleguen a ser falsadas o refutadas, adquiriendo más o menos
relevancia según la utilidad que le adjudiquemos.
El marco teórico, por tanto, no es algo que tiene existencia previa y que simplemente se rescata a partir de una revisión
bibliográfica de todos aquellos autores que pueden haber tratado nuestro tema de estudio directa o tangencialmente.
Aunque no pocos investigadores han procedido así, esta línea puede provocar cierto tipo de sesgos, tales como enfoques
demasiado estrechos, resultado de dedicar más esfuerzos a cubrir el campo de estudio que a centrar el problema de
investigación, ciñéndose a una tarea expositiva puramente descriptiva y deferente con aquellos que nos precedieron en la
investigación, sin tener en cuenta que las teorías son, además, fuentes de ideas potencialmente criticables y sustituibles
por otros marcos conceptuales alternativos. Muchos autores han tratado de fijar el camino hacia la construcción del
marco teórico, pero no es posible reducirlo a un «recetario de cocina», pues el contexto de cada investigación requiere
de un proceso de elaboración teórica diferente. Becker lo intentó y señaló cuatro factores que pueden influir en ese
proceso de maduración conceptual: a) la subjetividad crítica o el conocimiento derivado de la propia experiencia que,
haciéndolo emerger al nivel de la consciencia, puede ser de gran utilidad a la hora de elaborar interrogantes de
investigación; b) investigaciones y teorías previas; c) estudios pilotos que, al contrastar ideas o métodos del investigador,
permiten desarrollar teorías fundamentadas (grounded theory), y d) experimentos del pensamiento (qué ocurriría si...)
dirigidos a buscar implicaciones lógicas de las características de los fenómenos que pretendemos estudiar.
Los conceptos utilizados en la investigación cualitativa son, por tanto, abiertos y orientativos, esto es, susceptibles de
transformación continua. Los investigadores desarrollan conceptos a partir de los datos y no a la inversa, esto es,
recogiendo datos que sirvan para evaluar modelos, hipótesis o teorías preconcebidas. El comienzo de la investigación
puede venir dado de modo natural y sencillo por el planteamiento de interrogantes vagamente formulados y no por la
traducción de conceptos derivados del marco teórico de referencia a variables susceptibles de contrastación. En el
ámbito del enfoque interpretativo que caracteriza a los estudios cualitativos, el investigador rastrea el cómo y no el por

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qué propio de la metodología cuantitativa. Un trabajador social no preguntará jamás en una primera entrevista a una
mujer maltratada el porqué de la violencia que sufre, sino que le pedirá que reconstruya el modo en que llegó a dicha
situación.
Incluso puede existir un rechazo intencionado de cualquier presupuesto teórico de partida antes de empezar a desplegar
las prácticas de investigación sobre el terreno porque, tal y como apunta Corbetta, podría verse «en ello (...) un
condicionamiento que podría inhibir su capacidad de "comprender" el punto de vista del sujeto estudiado, un cierre
prematuro del horizonte».
Un buen diseño de investigación ha de integrar todos sus componentes en armonía, única garantía de éxito del proyecto.
Desagreguemos aquellos más relevantes en este proceso a la hora de influir en la práctica y en los resultados obtenidos.

1.2.2. Relación investigador-investigado


Tan importante como el contexto conceptual es el contexto que ofrece la propia situación de investigación. La
perspectiva global que caracteriza al enfoque cualitativo prioriza la consideración de todos los factores que influyen en
los actores (observados) cuando se encuentran en la situación de investigación de cara a inferir de estos aspectos
contextuales una compresión más exhaustiva del fenómeno. Se trata de comprender al observado en su propio mundo
cotidiano (social, familiar, laboral, etc.) y con su lenguaje habitual. El investigador ha de dejar que el observado elabore
su propio discurso, que habrá de ser analizado teniendo en cuenta el contexto en el que fue producido, porque en éste
pueden estar las claves para comprender la interpretación que hace de la realidad. Dicha situación implica, lógicamente,
la relación directa observador-observado necesaria para descubrir el enfoque concedido por el actor social.
Sin embargo, el comportamiento humano es complejo y su simple observación puede implicar variaciones en el mismo.
Las personas no suelen comportarse de igual forma cuando son observadas que cuando se reconocen en la más absoluta
intimidad/libertad. La naturalidad de los observados puede quedar desvirtuada cuando se establece la relación de
investigación. Pero también debemos contemplar el efecto inverso, esto es, el que produce el observado sobre el
observador. Esta inevitable influencia mutua es conocida bajo el término de reflexividad. Pensar sobre este doble efecto
y los límites que el investigador está dispuesto a mantener ha adquirido cada vez más importancia, pues arrastra
implicaciones de carácter ético y político. Bickman ahonda en el hecho de que estas reflexiones han ido de la mano del
desarrollo de estilos de investigación alternativos, tales como los derivados del feminismo y de la investigación sobre el
empoderamiento, la etnografía crítica o la investigación acción participativa.
Esta relación retroactiva entre investigador y observado apunta dos implicaciones importantes. Por un lado, la relación
que se establece entre ambos es de interacción, no de mera observación aséptica y distante, como la preconizada por el
modelo positivista (el investigador no se mezcla en el trabajo de campo con los observados: por ejemplo, los
entrevistadores, en la práctica del cuestionario, son figuras ajenas al propio diseño de investigación). En dicha
interacción va implícito el papel activo desempeñado por el observado frente a la pasividad prácticamente extrema del
mismo en el planteamiento cuantitativo. Por otro lado, la relación psicológica establecida entre ambos lleva emparejada
una identificación de empatía o complicidad definitiva para que se produzca la necesaria comprensión mutua. Y esto
hace que la relación establecida adquiera un grado de intensidad muy alto. El investigador no suele renunciar a trabajar
sobre el terreno, pues las claves del análisis se obtienen básicamente a través del campo gracias a las percepciones
obtenidas en dicha situación.
En el proceso citado se hace más evidente la apertura y flexibilidad de la investigación cualitativa. Las
conceptualizaciones previas que se hayan establecido, más o menos vagas, van a ser sometidas a revisión partiendo tanto
de las propias interpretaciones que realiza el observado acerca de la realidad vivida como de las que hace el propio
investigador de la interacción existente entre ellos y de la «puesta en escena» del actor social.
En resumen, la relación de comunicación que establece el investigador con el terreno y con los implicados en él forma
parte del proceso de producción del conocimiento. La subjetividad de investigadores y observados entra en juego por
igual en ese proceso. «Las reflexiones de los investigadores sobre sus acciones y observaciones durante el trabajo de
campo, sus impresiones, irritaciones, sentimientos y demás se transforman en datos por propio derecho, formando parte
de la interpretación y siendo documentados en los diarios de campo o los protocolos de contexto».

1.2.3. Muestras
Si nos hablan de muestreo, casi de forma automática evocamos los tipos de muestreo probabilístico característicos de la
tradición cuantitativa. Y aunque parezca difícil aplicar el mismo término al proceso de selección de los informantes o de

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los momentos y lugares donde vamos a realizar una investigación cualitativa, hemos de pensar que también se trata de
adoptar decisiones sobre la muestra, aunque para algunos autores estas selecciones muéstrales sean calificadas, de forma
global, como «intencionadas» A pesar de las connotaciones que tiene el término «intencionado», esta etiqueta global
agrupa a las estrategias mediante las cuales se seleccionan tanto a informantes cualificados en el área temática que
estemos abordando como situaciones que por experiencia son reconocidas por su potencialidad de producción de infor-
mación.
Una pregunta habitual entre aquellos que se introducen por primera vez en el uso de las técnicas cualitativas es la
siguiente: ¿Cuántos casos necesito observar para poder hacer una sólida aproximación científica? Este interrogante está
impregnado de lógica cuantitativa. Pero la generalización basada en la cantidad de personas sometidas a observación no
ha de ser necesariamente la más correcta. Tal y como apunta Flick, la cuestión más importante es cómo llevar a cabo la
generalización de los hallazgos cualitativos a partir de una sólida fundamentación teórica. La calidad de las decisiones
muestrales adoptadas son la llave de la citada generalización.
Por tanto, cuando no se trata de una muestra aleatoria «suficientemente grande» en términos estadísticos a partir de los
cuales obtener medidas relativas a «la media poblacional»—, las decisiones tomadas a la hora de elegir la «muestra»
adquieren mayor interés y repercusión. La representatividad de los observados y de los lugares estriba en una cuidadosa
elección basada en la representatividad sustantiva o sociológica que tenga el actor o el espacio social seleccionado para
los objetivos del estudio. La relevancia de los elementos muestreados tiene una conexión directa con la necesidad de
abarcar la heterogeneidad que presente la realidad social a abordar. Cuanto mayor sea ésta, como en el caso de las
muestras probabilísticas, mayor será el número de actores requeridos. Pero también se hace recomendable que en la
muestra queden incluidos aquellos casos críticos en los que se debe profundizar por el interés que despiertan en el
investigador o en relación a los planteamientos teóricos de partida. Este interés puede verse modificado a lo largo de la
ejecución del trabajo de campo porque, como señalan Strauss y Corbin, «el muestreo se realiza sobre la base de la
evolución de la relevancia teórica de los conceptos».
Todas estas decisiones tienen que estar en consonancia con el diseño de la investigación (implícito o explícito), pues,
aparte del factor económico que condiciona cualquier estudio, se han de tener en cuenta las circunstancias que rodean a
la interacción con los participantes, así como los interrogantes iniciales.

1.2.4. Trabajo de campo


No es necesario hacer referencia aquí a las ventajas y desventajas, a las potencialidades y limitaciones de las distintas
técnicas cualitativas de investigación social, pues serán desarrolladas ampliamente en los siguientes capítulos, sino que
nos centraremos en la necesidad de planificación del trabajo de campo y más específicamente de la recogida de datos.
No basta con creer que trasladando los interrogantes de investigación a las técnicas que vamos a poner en práctica se
consigue un trabajo sobre el terreno impecable, porque esto supondría aceptar una contaminación positivista de nuestro
diseño al reproducir la lógica del proceso de operacionalización de las variables.
La perspectiva cualitativa se aleja mucho de la desviación que supone considerar a las técnicas de investigación como un
fin en sí mismas. Son simples medios a través de los cuales pretendemos conseguir respuestas a nuestros interrogantes
ya sea por medio de entrevistas en profundidad o de estrategias observacionales. Por eso, no sólo hay que saber elegir
entre las potencialidades que dichas prácticas tienen en abstracto, sino que hay que contar con criterios para distinguir
entre las distintas situaciones de investigación que nos puedan beneficiar más a la hora de conseguir los datos que
necesitamos. Por eso, la experiencia y madurez del investigador sobre el terreno es fundamental a la hora de planificar,
de anticipar el trabajo de campo. Y en el caso de los investigadores más noveles, los primeros contactos establecidos
pueden contribuir a la elaboración de un plan basado en la diferenciación de las situaciones que «funcionan» de aquellas
otras que producen más dificultades.
El objetivo es la consecución de datos de gran profundidad y riqueza para poder comprender las manifestaciones de
individualidad de los sujetos observados. Este planteamiento contradice claramente el de estandarización y
homogeneidad perseguido desde la perspectiva cuantitativa, donde todos los individuos reciben un mismo tratamiento.

1.2.5. Análisis de datos


El enfoque cuantitativo trata el análisis como una fase aislada en el diseño de investigación global. Este se elabora
previamente y en él se especifica lo que ha de llevarse a cabo antes de proceder al análisis de los datos. Y este último se
desarrolla de una forma impersonal, utilizando las variables como ejes centrales, con el único objetivo de explicar la

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varianza de las variables dependientes a partir de la variación de las variables independientes. El aparato estadístico que
envuelve el análisis cuantitativo (bases de datos, programas potentes, ordenadores que procesan datos en segundos, etc.)
acompaña la difundida y mercadeada imagen de calidad del procedimiento.
El investigador cualitativo, por el contrario, integra realmente el análisis en el diseño con indicaciones sobre cómo
debería analizarse la información y cómo el propio análisis puede llegar a influir y ser influido por el resto de las partes
del diseño. El análisis debe comenzar en el mismo punto en que se inicia el trabajo de campo (la primera práctica
observacional, la primera entrevista, el primer grupo de discusión...). Las notas que se toman para contextualizar la
situación que se está estudiando no pueden dejarse para el momento en que se vaya a escribir el informe de investiga-
ción, sino que tienen que ser objeto de análisis y reanálisis a lo largo del resto del proceso investigador. De este modo es
más fácil ir centrando, focalizando las entrevistas y las observaciones, así como ir contrastando las conclusiones
parciales o iniciales.
Por tanto, el objeto del investigador se desplaza de la variable al individuo en sí mismo y a la situación que le circunda.
Se trata de comprender a las personas observadas y no sólo a sus características estandarizadas. En este tipo de análisis,
el investigador aparece desprovisto de ese halo de cientificismo otorgado conjuntamente por las matemáticas, la
estadística y la informática, y su figura emerge perfilada más bien como la del artesano que ha de organizar su material
empírico para proceder a su análisis difícilmente pautado. Este contraste no ha hecho sino alimentar la archiconocida
caracterización del investigador cuantitativo como científico frente al cualitativo como artista.
Pero la heterodoxia adjudicada al enfoque cualitativo no implica la ausencia de líneas analíticas orientativas. Así, por
ejemplo, la primera línea a seguir es la vinculada al proceso de categorización (no recuento) que en un primer momento
supone fracturar los datos y reorganizarlos después en categorías que faciliten la comparación intra y entre categorías.
Dichas categorías pueden estar orientadas previamente, generadas o fundamentadas a lo largo de la investigación o
establecidas a partir de las categorías que pueden perfilar los propios observados. En segundo lugar, se pueden desplegar
estrategias de contextualización, con objeto de comprender la información en el contexto, usando técnicas como el
análisis del discurso, estudios de caso y otros procedimientos etnográficos para detectar las relaciones que se establecen
entre los diferentes elementos del texto. En tercer lugar y último, debe ponerse mucho cuidado en la elaboración de
memorias que recojan las reflexiones que el investigador hace sobre el terreno acerca de los métodos, las
conceptualizaciones previas o los objetivos iniciales.

1.2.6. Puntos débiles de la investigación cualitativa


Las críticas al enfoque cualitativo se han venido a centrar en torno a los conceptos de validez y fiabilidad. El hecho de
que al comienzo de la investigación no esté estipulado claramente el proceso de recogida de información hace inviable la
realización a priori de pruebas de validez y fiabilidad de los resultados esperados. El concepto de validez hace referencia
al grado en que se mide realmente lo que se quiere medir. Para entenderlo más fácilmente, se puede recurrir a analizar
algunos de los informes que se presentan tras un estudio cualitativo. No son pocos los informes de investigación que se
construyen a partir de la recolección de extractos descontextualizados de entrevistas en profundidad o grupos de
discusión que agudizan la impresión de que se trata de un proceso de recolección de anécdotas. Estos extractos
discursivos sirven para proporcionar evidencias de las argumentaciones teóricas que se quieren demostrar excluyendo
aquellos que pueden apuntar en otra dirección y que serían la puerta para un debate crítico y enriquecedor. No obstante,
el recurso a la validez pragmática sitúa a la investigación cualitativa en su justo lugar; no hace falta más que hacer una
pequeña revisión de los numerosos estudios que han demostrado su capacidad para generar datos de gran utilidad y
validez (estudios de mercado, etnográficos, sociales, etc.).
La fiabilidad demandada por los profesionales de la cuantificación a la investigación cualitativa se centra en el grado de
consistencia con el que los resultados son asignados a la misma categoría por distintos observadores o por el mismo
observador en diferentes ocasiones. Se trata de nuevo de trasladar los parámetros cuantitativos a la investigación
cualitativa, especialmente el de la estandarización, cuya aplicación supondría pervertir los fundamentos del enfoque
cualitativo que parte de la diversidad frente a la homogeneidad cuantitivista. Y, sin embargo, parece que los autores que
se han dedicado a la investigación cualitativa no consiguen liberarse de esos «requisitos» exigidos e impuestos desde
fuera e intentan plantear estrategias que puedan garantizar dicho grado de confianza. Es el caso del planteamiento de la
triangulación de datos y métodos que apuntan a la obtención de concordancia y uniformidad en los datos. Pero la mayor
garantía de la fiabilidad radica en la representatividad estructural de los informantes y en la saturación de los discursos

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de los sujetos elegidos en representación de esas características estructurales a las que pertenecen. Cuando se produce la
saturación de discursos, seguro de fiabilidad, se procede a cerrar el trabajo de campo.

2. TRADICIONES EN LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA


El enfoque cuantitativo tiene como objetivo medir y contabilizar en lenguaje numérico los hechos de la realidad social
sometidos a observación de modo que se puedan contrastar las hipótesis que se fijaron en un modelo teórico previo al
propio desarrollo de la investigación. La perspectiva cualitativa, por su parte, discurre en torno al análisis de la
subjetividad en un intento de comprensión de la dimensión simbólica de la interacción social y de sus significados
subjetivos producidos a través del lenguaje utilizado en la vida cotidiana, lo que será objeto de análisis y de producción
de hipótesis. El investigador interpretativo fundamentará su trabajo a partir de materiales donde se recoja el lenguaje
producido en la situación sometida a observación y en otros contextos que estén directamente relacionados con el objeto
de estudio. El problema de la intersubjetividad se erige así en eje fundamental de las distintas posiciones teóricas que
han colaborado en la cimentación del camino por el que ha discurrido la investigación cualitativa.
El desarrollo histórico del enfoque cualitativo hunde sus raíces, según algunos autores, en la Grecia clásica,
remitiéndonos a las figuras de Platón y Aristóteles,que representarían, respectivamente, la postura filosófica
precuantitativa (formalista abstracta) frente a la precualitativa (sustantivista y de trato directo con las cosas). Fernando
Conde, no obstante, afirma que no puede considerarse como cuantitativista puro a Platón dado que todavía haría falta
que se desarrollaran las condiciones socio-culturales de la Edad Media para que se fraguaran las bases de la ciencia
moderna y del paradigma «científico-positivo» dominante; pero la matematización newtoniana de la naturaleza sólo será
posible cuando se supere la concepción teocrática del mundo.
Este debate se irá haciendo más intenso a través de la Historia y la secuencia del desarrollo de la investigación
cualitativa será propuesta desde distintas perspectivas.
Las dos más conocidas —publicadas en 1994— son la que establecen Vidich y Lyman, que comienzan su periodización
en el siglo XV, y la realizada por Denzin y Lincoln, centrada en el siglo XX. La complementariedad de ambas nos
ofrece una imagen bastante completa del proceso.Vidich y Lyman nos hablan de ocho períodos basados en la
investigación etnográfica desarrollada en el continente americano, desde la realizada en la América colombina a la
desarrollada en los Estados Unidos de América, utilizando como eje de la narración la referencia al otro extraída de la
tradición del interaccionismo simbólico:
1. Etnografía temprana o de «descubrimiento del otro» (hasta el siglo XVII). Se produce con el descubrimiento de otros
pueblos y civilizaciones por parte de los europeos, lo que provoca el problema de la explicación de la existencia de
«otros» seres humanos en el controvertido marco de la Biblia y el Génesis.
2. Etnografía colonial (desarrollada por etnógrafos no profesionales, tales como exploradores, misioneros, etc.), también
conocida como «de las mentalidades coloniales y de la persistencia del otro». Es una etapa netamente descriptiva hecha
desde la mirada de una civilización conquistadora y en la que se habla de las costumbres y comportamientos de los
primitivos, así como sometiéndolos a recuento en archivos estatales y eclesiásticos.
3. La evolución de la cultura y la sociedad: Augusto Comte y el método comparativo. Vidich y Lyman consideran que al
establecer tres estadios de desarrollo comunes a todas las culturas, Comte allanó el camino a los etnógrafos de la época
que deberían limitarse a «descubrir», en una clara alusión positivista, una serie de pautas o etapas ya establecidas.
4. Etnografía del siglo XX. Tras la Segunda Guerra Mundial, se desencadena un proceso descolonizador que provoca,
entre otros cambios, una alteración terminológica, sustituyéndose la acepción de «primitivos» por el de «subdesarrollo»,
que, inevitablemente, sigue evocando la existencia de etapas comunes a todas las culturas. No obstante, surgen miradas
críticas desde aquellas culturas sometidas a observación durante siglos y los etnógrafos trasladan la mirada hacia sus
propias sociedades.
5. Etnografía del indio americano como el «otro». Aun siendo previa a la fase anterior, merece para Vidich y Lyman
una referencia aparte. El estudio de la vida de las tribus de los indios norteamericanos se enmarcaría prácticamente en la
segunda fase, donde la observación de esos «otros» era contemplada como una apertura al conocimiento de un pasado
calificado de prehistórico.
6. Etnografía del otro cívico. Establecen la raíz de estos estudios en el deseo de incorporar a la comunidad religiosa
protestante a poblaciones ajenas, como las personas de color negro. Para argumentar la importancia de esta etapa, citan
el estudio de los Lynd (1929 y \956), Middletown, que les fue encargado por el Consejo de las Iglesias, por ser uno de
los autores pastor protestante. En este bloque también se ubicarían los trabajos de la Escuela de Chicago, pero enfocados

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desde una perspectiva laica, como la de Park, dado que se enfoca al «otro» como alguien susceptible de asimilación, lo
que provocará rechazos frontales en la sociedad norteamericana, especialmente en relación a la integración de los
negros.
7. Estudios de asimilación y etnicidad (1950-1980). Se realizan numerosos estudios sobre las relaciones entre etnias y la
consecución con éxito o no de la teorizada asimilación que en la mayor parte de los casos se vio frustrada, lo que
conllevó un nuevo cambio de enfoque etnográfico.
8. El desafio de la posmodernidad. El etnógrafo posmoderno no puede ser un simple observador de lo que ocurre, sino
que ha de implicarse ética y políticamente en la lucha por nuevos ámbitos de libertad. Los métodos etnográficos
utilizados se desligan del pasado y del miedo a «convertirse en nativo», desplegando una actitud autocrítica respecto a su
lugar en el proceso de investigación a la vez que se impone la etnografía escrita.
Por su parte, Denzin y Lincoln establecen cinco fases o momentos:
1. Etapa tradicional. Se solaparía con las dos primeras etapas de Vidich y Lyman. El otro es estudiado como alguien
distinto, extranjero y extraño. Es la época de los grandes antropólogos, que se desplazan a lugares lejanos y exóticos
sufriendo penalidades y dificultades en la realización del trabajo de campo con el único objetivo de elaborar un informe
objetivo. Malinowski, Radcliffe-Brown, Bateson o Mead son algunos de los más representativos. También incluyen en
esta etapa a la Escuela de Chicago, que, gracias a su hincapié en la utilización de las historias de vida, contribuirá al
éxito del enfoque interpretativo.
2. Etapa modernista o edad dorada del análisis cualitativo riguroso. «Los investigadores trataron de encajar los
argumentos de Campbell y Stanley (1963) sobre la validez interna y externa en los modelos construccionista e
interaccionista del acto de investigación». Surge la teoría fundamentada de Glaser y Strauss (1967) y Becker publica su
Boys in White.
3. Fase de los géneros borrosos. A pesar del desarrollo alcanzado en la etapa anterior, se empiezan a desdibujar los
límites entre las ciencias sociales y las humanidades. «Estaba sucediendo una especie de diáspora de géneros: docu-
mentales que parecen ficción (Mailer), parábolas que se presentan como etnografía (Castaneda), tratados teóricos que
parecen guías de viajero (Levi-Strauss). Al mismo tiempo aparecen nuevos enfoques: posestructuralismo (Barthes),
neopositivismo (Philips), neomarxismo (Althusser), micro-macro descriptivismo (Geertz), teorías rituales del drama y la
cultura (Turner). de-constructivismo (Derrida), etnometodología (Garfinkel)»21.
4. Fase de la crisis de representación. Nace a mediados de los ochenta, a raíz de una serie de informes de carácter
reflexivo que hablan de una crisis de representación (cuestionamiento de que el investigador pueda capturar la ex-
periencia vivida, pues es creada «en el texto social escrito por él» y otra de legitimación (revisión de los criterios de
evaluación del diseño y de los resultados de las investigaciones cualitativas —validez y fiabilidad—).
5. Quinto momento. Período actual que está por cerrar y que se caracteriza por la coexistencia de diversos paradigmas y
métodos de análisis. Entran en juego nuevas epistemologías que proceden de grupos anteriormente silenciados y que
desencadenan una investigación más activa y crítica de la mano de un abandono de los grandes temas para dejar paso a
teorías ajustadas a situaciones y problemas más locales y concretos.
Haciendo una revisión de ambas cronologías, nos encontramos con gran diversidad de enfoques teóricos que han
marcado el desarrollo de la investigación cualitativa. El carácter introductorio de este capítulo no permite que sean
tratados con exhaustividad, por lo que remitimos a la literatura dedicada a la revisión de la teoría sociológica. Por esta
razón haremos una breve referencia a aquellos que han tenido más peso a partir de la segunda década del siglo XX. Para
algunos, el objeto de estudio más relevante es el relacionado con la adscripción individual de sentido a su realidad
concreta y, por tanto, a los significados subjetivos, en tanto que otros se centran en las rutinas de la vida cotidiana frente
a terceros, que defienden que los sistemas culturales de significado constituyen el marco de la percepción y construcción
de la subjetividad y de la realidad social.

2.1. Interaccionismo simbólico


Esta postura adquiere impulso desde la tradición filosófica del pragmatismo americano en el marco de la Escuela de
Chicago (Thomas, Cooley, Park, Mead, etc.) en su confluencia con el conductismo y la sociología simmeliana. Y sigue
manteniendo su vigencia en la actualidad. Basta revisar los influyentes trabajos de Denzin, Glaser o Becker, que se
encuentran bajo el mismo paraguas teórico. El padre del término interaccionismo simbólico es Herbert Blumer, que lo
«bautizará» en 1937, si bien las bases fueron asentadas por Cooley y Mead.

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Entre las premisas o principios básicos del interaccionismo simbólico podemos destacar cinco: a) los seres humanos se
distinguen por su capacidad de pensamiento modelada a través de la interacción social; b) los significados y los símbolos
que permiten a las personas ejercitar el pensamiento humano derivan de la interacción que tienen con otros seres
humanos; c) los significados y los símbolos son manipulados o modificados sobre la base de la interpretación que la
persona hace de la situación de interacción; d) los seres humanos pueden hacer estas modificaciones gracias a «su
capacidad para interactuar consigo mismos, lo que les permite examinar los posibles cursos de acción y valorar sus
ventajas y desventajas relativas para luego elegir uno», y é) la acción conjunta de la colectividad nace de la
interconexión de las acciones de los individuos.
Esta acción conjunta es, para Blumer, el campo de la sociología. No es una adición de todos los actos individuales, sino
que goza de entidad propia, creada por los actores y sus acciones, sin que existan imposiciones externas. Sin embargo,
Ritzer recuerda cómo Blumer admitía que la acción conjunta solía adoptar formas reiterativas y pautadas que se regían,
en muchas ocasiones, por sistemas de significados preestablecidos, tales como la cultura y el orden social. Aunque
aceptaba la existencia de grandes estructuras, les adjudicaba a éstas el papel de «contextos» que en modo alguno tenían
carácter determinante. Su importancia residía en que establecen limitaciones a la acción humana al proporcionar a los
individuos el conjunto de símbolos establecidos que requieren en su actuación.
Pero tampoco puede ser definida la interacción como la aplicación automática de estos significados establecidos; se
hablaría con más propiedad de un proceso de formación en el que los significados han de ser sometidos a revisión para
que puedan utilizarse como herramientas que guíen y den forma a la acción.
A partir de estos principios podemos deducir que la base de la investigación gira alrededor de las diferentes formas en
que los seres humanos dotan de significado a los acontecimientos, a las cosas y a las experiencias. Por tanto, el objetivo
principal del investigador es reconstruir estos puntos de vista subjetivos y sólo podrá conseguirlo si consigue ver el
mundo desde el ángulo de los sujetos que estudia.
La reconstrucción de esos puntos de vista subjetivos difícilmente podrá realizarse mediante la aplicación de métodos
cuantitativos que si bien no eran rechazados frontalmente por Blumer, sí eran sometidos a crítica, pues la aplicación de
herramientas estadísticas hacía inviable la consideración del proceso interpretativo, imprescindible para la comprensión
de la realidad social. En su lugar, aboga por métodos suaves (soft), como el uso de la introspección simpática, mediante
la cual el investigador se pone en el lugar del actor/individuo para comprender la realidad desde su propio enfoque. Se
trataría de llevar a cabo una exploración de la realidad mediante la cual el investigador irá modificando sus puntos de
partida conceptuales (conceptos sensibilizadores) a la luz de lo que va conociendo de la problemática sometida a
observación. Dicha exploración debe realizarse en el lugar donde se da la interacción: «Los velos se levantan estando
cerca del área y escarbando profundamente a través de un estudio cuidadoso. Los esquemas de investigación que no
permiten esto están traicionando el principio cardinal de respetar la naturaleza del mundo empírico». Y la culminación
del proceso se da tras acercarse a la información obtenida desde todos los ángulos, haciéndose preguntas sobre todo y
volviendo a observar a partir de las posibles respuestas a las preguntas que se hizo el investigador. Blumer denomina
«inspección» a esta última fase.
Merece mención aparte la posición defendida por Denzin como variante alternativa al interaccionismo simbólico de
Blumer, al que acusó de «realismo empírico ingenuo, una concepción romántica del otro y una filosofía social
conservadora». La postura denominada interaccionismo interpretativo surge de una reformulación teórica donde va a
tener en cuenta cuestiones fenomenológicas (siguiendo a Heidegger), acercamientos estructuralistas (Foucault), el
enfoque de las «descripciones gruesas» (Geertz), estudios feministas o representaciones culturales extraídas de la litera-
tura. Pero su aportación destaca especialmente porque considera imprescindible eliminar los restos positivistas-
cuantitativistas que persistían en el interaccionismo simbólico.
Las críticas comunes a ambas corrientes interpretativistas han sido señaladas por Schwandt como desafíos de la
investigación cualitativa y que son, en general, sus mayores problemas: el de la objetividad y los criterios de validez, el
relativo al descriptivismo y la falta de compromiso social crítico, el problema de la autoridad y privilegio concedidos al
investigador como intérprete y, por último, el problema de cierta confusión con aspectos psicológicos y epistemológicos
del conocimiento.

2.2. Etnometodología
La etnometodología intenta superar las limitaciones del interaccionismo simbólico derivadas del interés en los puntos de
vista de los sujetos. Fundada por Harold Garfinkel en 1967, su máximo interés radica en el estudio de los métodos

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usados por los individuos para producir la realidad en la vida cotidiana, o lo que es lo mismo, las formas en que afrontan
las situaciones del día a día. El objetivo es centrarse en esas formas en que los componentes de un grupo manipulan,
reproducen y dan sentido a la interacción social; es lo que Garfinkel llama indiferencia etnometodológica. En esta
medida, las principales investigaciones de esta corriente se han centrado en el análisis de las conversaciones, en el
estudio del habla cotidiana, en el discurso y en la interacción.
La interacción no se desarrolla de una forma desordenada, sino que está perfectamente estructurada, y en ella se produce
el contexto, marco en el cual adquieren sentido los significados en general y los objetos y los acontecimientos en
particular. En definitiva, las investigaciones etnometodológicas se dirigen más al estudio de las rutinas de la vida diaria
que a los acontecimientos y objetos que son percibidos como relevantes y dotados de significado. Por tanto, es más
destacable analíticamente la producción de la interacción que los significados que los individuos le dan a la misma. La
interacción social nunca está fijada de forma previa apriorísticamente, sino que se va construyendo. De acuerdo con
estas definiciones, la entrevista de contacto inicial entre un trabajador social y una persona que necesita orientación no
existe de manera inamovible y determinada previamente, sino que son los actores implicados, con sus intervenciones y
con sus esfuerzos en la definición de la situación, los que. entre preguntas y respuestas, van a estructurar y constituir la
conversación como una entrevista de contacto. Pero esta entrevista de contacto se desarrolla en un contexto específico
que podría ser, por ejemplo, de tipo institucional, como el que puede darse en las dependencias de los servicios sociales,
de modo que la situación se redefinirá a través de dicho contexto mediante las prácticas específicas del trabajador social
y de aquella persona que demanda ayuda.
Los intereses de la etnometodología se han plasmado en numerosos estudios marcadamente empíricos, como los
realizados en internados, en ambientes controlados e institucionales, o centrados en los análisis de las conversaciones o
de las intervenciones de oradores ante determinadas audiencias.

2.3. Estructuralismo
La investigación cualitativa también ha derivado hacia la aplicación de enfoques estructuralistas centrados en los marcos
culturales de la realidad social en general y de la realidad subjetiva en particular. Los sistemas culturales de significados
son asumidos, tal y como describe Flick, como marco de la percepción y construcción de la realidad subjetiva y social.
Los estructuralistas distinguen entre lo que denominan estructuras profundas y la superficie de la experiencia de los
individuos. Sobre esta última, los individuos tienen cierto control, pues se refieren a la intencionalidad y a los significa-
dos subjetivos que atribuyen a sus acciones, en tanto que las estructuras profundas o latentes están contenidas en los
modelos culturales, en las estructuras latentes de significado y en las que permanecen en el inconsciente, contribuyendo
también a la producción de acciones.
El objetivo de los estructuralistas es, por tanto, analizar los procesos de la relación del investigador con los observados a
fin de desvelar los mecanismos de la producción social del inconsciente. La reconstrucción de las reglas implícitas y
explícitas de la acción se lleva a cabo mediante la aplicación de diferentes herramientas analíticas, tales como análisis
lingüísticos o de expresiones y actividades, a fin de sacar a la luz su estructura objetiva de significados. El texto como
material empírico se convierte en una herramienta analítica clave. Pero la reconstrucción de las estructuras latentes de
significado sólo es posible si contamos con un material muy detallado, que se convertirá en una de las principales metas
del investigador social.

3. LA APORTACIÓN DE GOFFMAN
Una de las figuras más veneradas de la sociología contemporánea es Erving Goffman que, a pesar de haber llegado a
estar completamente integrado en el statu quo de la profesión, consiguió ser distinguido con un carácter «alternativo»
por parte de sus discípulos y seguidores, que se ha mantenido incluso con posterioridad a su fallecimiento en 1982.
Hablar de su influencia es hablar de interaccionismo simbólico, de análisis conversacional y, especialmente, de
etnometodología. En este sentido, incluso llegaría a arrebatar muchos potenciales discípulos al más reconocido padre
fundador de la etnometodología, Harold Garfinkel.
Goffman, por tanto, ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo de la investigación cualitativa. Doctor por la
Universidad de Chicago, se relacionó con la famosa Escuela de dicha Universidad y muy en concreto con sus
antropólogos sociales. Sus aportaciones más definitivas van a ser las relativas a la interacción social y verbal, que vierte
en obras como La presentación de la persona en la vida cotidiana (1959), Frame Analysis (1974) o Stigma (1963).

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Si la tarea de la investigación social cualitativa es interpretar las estructuras del mundo de la subjetividad, tal y como lo
expone L. E. Alonso, y los sujetos generan el mundo social a través del significado que conceden a sus acciones, a los
objetos y a los individuos que les rodean, entonces el mundo social es una negociación constante en la búsqueda del
consenso en torno a los significados atribuidos. En este sentido, la aportación de Goffman adquirirá relevancia a partir
de sus principios de dramaturgia, entre los que destaca la importancia de manejar la situación de interacción en todos sus
aspectos: verbales, faciales (gestos, miradas), de los papeles desempeñados, etc. Así, y más en concreto acercándonos a
la situación de entrevista, hace hincapié en que el «trabajo de cara» (on face-work) debe dotar al investigador de cierta
flexibilidad, de adaptabilidad al contexto donde se vaya a producir la entrevista que le permita a la vez escapar de
posibles imposiciones del contexto.
«Cada persona vive en un mundo de encuentros sociales, arrastrándole a mantener contactos cara a cara o mediatizados
con otros participantes. En cada uno de estos, contactos tiende a actuar mediante lo que ha venido a denominarse línea,
que es un patrón de actos verbales y no verbales a través de los cuales el actor expresa su visión de la situación y, a
través de ésta, su evaluación de los participantes y especialmente de sí mismo. Independientemente de que una persona
intente seguir una línea, encontrará que, en efecto, lo ha hecho así. Los otros participantes asumirán que esa persona,
más o menos voluntariamente, ha tomado esa postura, de modo que dicho individuo tratará de tomar en consideración la
impresión que los otros tienen de él a la hora de darles respuesta».
La situación de interacción social y conversacional está regulada por pequeñas estructuras de la vida social, a las que dio
el nombre de marcos, y que darán sentido a las conversaciones, creando territorios del yo, lingüísticos, corporales,
espaciales y sociales, que dan sensación de normalidad y verosimilitud a la interacción interpersonal. El investigador,
por tanto, necesita hacer una inmersión en el proceso conversacional para poder descifrar los procedimientos y
convencionalismos que en el contexto específico donde se desarrolla dan la clave para el acceso al conocimiento.
En el ámbito del Trabajo Social y para encarar situaciones de interacción entre el profesional y el cliente, tiene especial
relevancia las aportaciones de Goffman en Stigma, obra mediante la cual profundiza en el abismo existente entre dos
identidades en la persona: social real y social virtual. Dicha distancia es la que define a los individuos estigmatizados. La
naturaleza de la estigmatización va a condicionar el tipo de interacción que se va a mantener. Si bien Goffman afirma
que todos en algún momento o circunstancia hemos estado estigmatizados, esto es, de forma coyuntural, se centra en dos
tipos de estigmas que caracterizan más permanentemente a ciertos individuos: los desacreditados (con diferencias
evidentes para aquellos con quienes interactúa) y los desacreditables (con diferencias no reconocibles o evidentes para
los demás). Aquel que tiene el primer estigma habrá de intentar controlar la situación de tensión que provoca el hecho
del reconocimiento colectivo de la diferencia. El que sabe que tiene un estigma desacreditable habrá de esforzarse
primordialmente en que los demás se mantengan en el ámbito de la ignorancia del problema. Alcohólicos, maltratadores,
etc., se esforzarán en mantener en el anonimato sus problemas.

4. INVESTIGACIÓN CUALITATIVA Y TRABAJO SOCIAL


A través del tiempo se ha venido produciendo una lenta y progresiva adaptación de la actividad que define el Trabajo
Social hacia una orientación fundamentada en la aplicación del método científico. Pero este proceso no se ha visto libre
de debates y enfrentamientos. Sin necesidad de remontarnos a los momentos históricos en que se entendía la actividad
del servicio social como forma de intervención social directa, sin más ambages, e incluso como vinculada a la labor
ejercida por organizaciones de caridad y de tipo altruista, podemos encontrar un buen caldo de cultivo para la discusión
en las posiciones que defiende el Trabajo Social como una disciplina puramente técnica o práctica.
En esta línea se encuadran aquellos que sitúan el Trabajo Social en el bloque de disciplinas «cuya función es lograr el
control y cambio de la naturaleza por medio de diversos procedimientos relativamente estandarizados y científicamente
fundados» y en las cuales se concede al profesional un papel nítidamente pasivo, como mero consumidor de
conocimientos científicos, sin llegar en ningún momento a desempeñar el papel de productor de los mismos. En
definitiva, el trabajador social se convertiría así en un práctico o tecnólogo que renunciaría incluso a hacer un uso de la
tecnología para producir conocimientos científicos nuevos. No obstante, este excesivo interés por el método y las
técnicas de investigación, usado en un sentido cicatero, ha sido desechado como poco apropiado, si bien algunos han
excusado a los que han caído en esa deformación propia de etapas iniciáticas en las disciplinas que de algún modo
aspiran a adquirir un cierto estatus de cientificidad. Manuel Castells ya lo expresaba con gran claridad en los años
setenta: «Cuanto más inciertos son los balbuceos de una ciencia o de una "formación ideológica" institucionalmente
reconocida como ciencia, mayor tendencia existe a garantizar su legitimidad recurriendo a supuestos y a reglas

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metodológicas generales concebidas como independientes de las condiciones concretas de existencia de una práctica
científica».
Esta desorientación es fruto de una equivocación de base en la cual se mezcla indiscriminadamente el método
profesional de intervención, cuya finalidad es la acción de transformación de una situación o realidad que necesita ser
abordada desde un servicio social, y el método científico, cuyo objetivo es, en sentido estricto, la producción de
conocimientos. Es fundamental desligar ambos métodos de cara a reivindicar para el trabajador social todas las fases del
proceso que debe integrar su actividad profesional, así como para entender ésta globalmente.
Dicha distinción nos lleva a recordar que el método científico va a desempeñar un papel central en dos momentos del
procedimiento a aplicar en la acción del Trabajo Social: la fase de diagnóstico y la dedicada a la evaluación. En la
primera de ellas se persigue conocer en profundidad las condiciones de una realidad o situación social en la que se
proyecta intervenir, en tanto que en la segunda se aspira a elaborar una investigación explicativa en torno a los objetivos
planeados y conseguidos después de ejecutar la acción. No es extraño afirmar, por tanto, que la investigación científica
sirve de llave maestra para la acción del trabajador social dado que se aplica, teóricamente, al principio y al final de la
misma, como apertura y cierre.
Pero detengámonos algo más en la configuración de los pasos o fases del procedimiento profesional del Trabajo Social
para destacar mejor la relevancia de la aplicación del método científico. En líneas generales, y sin introducirnos aún en
las variaciones propias de los tres métodos tradicionales del Trabajo Social (de caso, de grupo y comunitario), habremos
de señalar cinco pasos en un proceso gue necesariamente ha de ser crítico y «racional», tal y como lo define Barbero:
1. Toma de contacto y estudio de la situación susceptible de intervención.
2. Diagnóstico de la situación social (contexto).
3. Elaboración de un proyecto de intervención.
4. Ejecución o implementación del proyecto.
5. Evaluación de resultados tras la ejecución del proyecto.
Aunque suele guardarse una secuencia cronológica en el desarrollo de estas fases, conviene recalcar que no es condición
imprescindible ni ineludible en la medida en que podemos hablar de un «ideal profesional» de retroalimentación entre
las distintas etapas, lo que facilitará la labor a desempeñar, dando cabida a modificaciones y adaptaciones en función de
nuevas informaciones o del conocimiento de nuevas situaciones y contextos que pueden llegar incluso a hacer variar la
ejecución del proyecto o intervención.
Si bien buena parte de estas redefiniciones puede surgir de la relación de asistencia social que se establezca, no debemos
olvidar que las primeras tomas de contacto suelen ser por lo general de carácter superficial y que la mayor parte de ese
conocimiento del que hablábamos anteriormente se materializa en la profundización de la relación entre cliente y
trabajador social sobrevenida a través del tiempo. El diagnóstico se ofrece progresivamente y la parte que corresponde al
análisis científico de la realidad social que circunda la situación susceptible de intervención adquiere en el conjunto un
peso específico muy importante. Es deseable que se acometa con rigor la fase en que se habrán de relacionar teoría y
técnica con vistas a fundamentar el conocimiento teórico que orientará la acción. Y aquí se plantea una de las preguntas
clave en torno a la figura de trabajador social: Por más capacitado e informado que esté, ¿podemos pedirle que sea
sociólogo, psicólogo, gestor, educador y asesor a la vez? Nadie duda de que los más experimentados se acercarían a esa
figura ideal, casi humanista, en el sentido más tradicional del término, que se caracterizaría por su dedicación a la
contemplación, a la reflexión, al estudio y la investigación, pero la realidad actual de la profesión dista mucho de
favorecer la proliferación de agentes con ese perfil. La mayor parte de los trabajadores sociales «son asalariados que se
dedican —en el sector público o privado— a la prestación de servicios personales relacionados con el bienestar social y
en algunos casos a servicios específicos de protección social, como son los sistemas de servicios sociales».
.Los marcos institucionales donde desarrollan su labor acotan la libertad de movimientos de los trabajadores y generan
una excesiva especialización en la gestión, contribuyendo a afianzar esa imagen del profesional «puente» entre el cliente
y el sistema de recursos públicos que el Estado pone a disposición de los ciudadanos.
Encontramos un ejemplo del trabajador social «gestor» en algunos profesionales que desarrollan su actividad en el
campo de los Servicios de Salud y especialmente en los dedicados a la atención especializada y a la salud mental. En el
ámbito hospitalario se producen diariamente situaciones de emergencia con pacientes terminales para los que los
grandes hospitales no ofrecen, por el momento, los servicios apropiados en el marco de sus propios recintos. Ante esta
problemática se suelen plantear dos opciones: el envío del paciente a su domicilio (opción óptima para el sistema
sanitario) o la posibilidad de solicitar una plaza en algún centro especializado para enfermos de estas características.

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Obviando que cualquier persona que sabe que va a morir prefiere acabar sus días en su hogar y rodeado de sus seres
queridos, pasaremos a considerar la segunda alternativa en la que se hace imprescindible contactar con los servicios de
asistencia social: la existencia de pacientes que bien por encontrarse en un estado de salud muy deteriorado, que hace
prácticamente imposible un cuidado sin el apoyo de profesionales sanitarios, o bien por no disponer de un espacio
habitable adecuado para mantener la higiene necesaria para el paciente requieren del ingreso en un centro dedicado a los
llamados cuidados paliativos. Es en este momento en el que los profesionales de los grandes centros hospitalarios
contactan con los trabajadores sociales para que analicen la situación objeto de actuación y ofrezcan alguna de las plazas
(recursos) disponibles para paliar las carencias existentes. En este caso, el profesional del servicio social se limita a
realizar el diagnóstico de la situación y a llevar a cabo la gestión para llevar a buen término el traslado.
Sin caer en esta clase de situaciones extremas, una actividad exclusivamente gestora suele desembocar en el
enraizamiento de la pasividad entre los clientes, que ven a los trabajadores sociales como «meros conseguidores» de
soluciones a sus problemas. La clave para lograr eludir ese enquistamiento pasa por el recurso a la educación del cliente
y de su entorno familiar y grupal transformando, siempre que sea posible, la pasividad en acción.
Y también debe trascender la citada doble función de gestor-educador aplicando su propia experiencia a la coordinación
de grupos interdisciplinares que permitan un acercamiento a esa comprensión holística de la sociedad en la que se
despliegan las prácticas de trabajo social abarcando, en primer lugar, los condicionantes históricos y socioeconómicos,
dado que cualquier práctica social remite a una explicación que va más allá de sí misma, ya que se interpreta, en última
instancia, desde el conjunto social en que se realiza. No menos importante es el abordaje de los aspectos más concretos
(nivel microsocial) de la realidad en la que se piensa aplicar la actuación. La interpretación de esta interacción entre
niveles macrosociológicos y microsociológicos que condiciona el problema o situación sobre la que se quiere actuar
pasa por un marco teórico de referencia que el Trabajo Social toma prestado de otras ciencias humanas (psicología,
sociología, economía, pedagogía...). Y ésta es la razón por la que ha de reivindicarse la formación de grupos
interdisciplinares que permitan conseguir el objetivo planteado, la «perspectiva totalizada» distintiva del Trabajo Social.
En caso contrario, seguiremos asistiendo a un gradual e inexorable empobrecimiento de la tarea del trabajador social.
No obstante, es conveniente mantener la tensión existente entre el método profesional (de la intervención) y el método
científico. La mayor parte de los expertos en Trabajo Social incide en la importancia de no caer en un cientificismo
excesivo que pueda desembocar en una «ineficacia» que aleje al profesional de la relación mis directa y humana con los
usuarios, beneficiarios o destinatarios de los programas (personas, grupos o comunidades) e incluso le haga perder la
perspectiva de los requerimientos que exige la institución u organismo que patrocina el programa. La solución a esta
tensión es difícil de obtener, pero no imposible, y debe estar presente en cualquier actuación. El establecimiento de
dicotomías excluyentes como la fijada por Hamilton entre actividad intelectual y clínica no contribuyen a la resolución
de la permanente contradicción a la que parece estar abocado el trabajador social. Afirmar que una persona muy
intelectualizada sólo podrá ser un buen investigador, pero nunca un buen clínico, es abogar por el encasillamiento de los
profesionales bajo la etiqueta de «prácticos» y eliminar la posibilidad del desarrollo de la faceta de investigador que
puede acercarle a la experiencia directa de la «realidad de la vida». Con ello no se contribuye más que a ahondar en el
desierto teórico característico de esta disciplina.
Y este tipo de afirmaciones proviene de una concepción sesgada de la figura del investigador, distanciado de la realidad
de análisis y practicante de una serie de técnicas de corte positivista (encuesta como comodín) aplicadas a un nivel
macrosociológico, dejando de lado la perspectiva más cercana a la vida cotidiana de las personas, grupos o comunidades
que son objeto de actuación.
Esta última perspectiva debe ser objeto de reivindicación. Parte fundamental en la elaboración del diagnóstico
progresivo ha de basarse en una interpretación singular de la situación social o personal que abordemos. El carácter
específico de esa singularidad procede de las prácticas de investigación por las que se extrae la interpretación que las
personas, grupos o comunidades bajo observación/acción conceden a los fenómenos sociales y particulares que están
experimentando. La interacción y la participación hacen posible la consecución de un cuadro interpretativo más
complejo y ajustado al conocimiento particular y a las definiciones de la situación de todos los implicados obtenidos a
partir de la aplicación de técnicas cualitativas. Y mediante la aplicación de estas estrategias, los trabajadores sociales
pueden llegar a conseguir más fácilmente esa reflexión colectiva tan anhelada que permite educar a los clientes como
protagonistas activos y competentes en la transformación de su propia realidad.
De esta manera, tal y como apunta Barbero, se conseguirá: a) una mejor definición del problema; b) se detectarán los
factores que tienen más peso en la producción o reproducción del problema identificando las interacciones que, en el

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marco de la situación, contribuyen a la marginación, y c) se identificarán los factores positivos y negativos que
contextualizan esa situación a considerar de cara al proyecto de transformación de la situación.
En la fase de evaluación también se hace imprescindible la aplicación del método científico para poder investigar la
acción mediante un análisis de la situación de partida, del contexto, del proceso y de los resultados. La recogida de
información para llevar a cabo la investigación evaluativa requiere de una clara sistematización del procedimiento para
valorar todos los contenidos del proyecto partiendo de un sólido marco conceptual que ha de plasmarse en un conjunto
sistemático de hipótesis.
Los planes de estudio de las escuelas de Trabajo Social incluyen, desde hace mucho tiempo, asignaturas de «Métodos y
Técnicas de Investigación Social». Cargadas habitualmente de contenidos derivados de enfoques positivistas,
provocaron en la actividad profesional un uso indiscriminado de dichas técnicas como si su simple aplicación fuera
garantía o marchamo de calidad del producto. Ander-Egg ha criticado dichos usos haciendo especial hincapié, entre
otras desviaciones, en la afección que calificó de «encuestitis» (hacer encuestas indiscriminadamente) o en la
elaboración de interminables investigaciones sociológicas previas a la intervención social propiamente dicha, y
desarrolladas por expertos ajenos a la urgencia de la problemática a enfrentar, que no muestran ningún interés por la
transferencia de conocimientos sobre la elección, aplicación y análisis de las técnicas de investigación social.
Son muchas las voces que se han unido a estas críticas y desde hace tiempo se viene defendiendo la necesidad de
ampliación de los horizontes no sólo metodológicos, sino también epistemológicos. La disciplina del Trabajo Social ha
de seguir abriéndose a las propuestas de otras ciencias y disciplinas superando la cerrazón que ha sufrido durante
algunas décadas.
La selección de los métodos y las técnicas más adecuadas han de adecuarse al reconocimiento del pluralismo cognitivo y
a la multiplicidad de objetos de actuación, evitando las aplicaciones indiscriminadas criticadas anteriormente y la recaída
en un empirismo simplón. No obstante, como bien señaló Madelaine Grawitz, los métodos son limitados en número y
comunes a la mayoría de las Ciencias Sociales, grupo al que aspira a incorporarse la disciplina del Trabajo Social.
Sin pretender hacer una relación exhaustiva de las técnicas de investigación más apropiadas para la actuación del
trabajador social, sí que haremos una revisión de algunas posibles aplicaciones en el marco de los métodos tradicionales
ya citados: de caso, de grupo y de comunidad.
Método de caso. También conocido como método de caso individual, hace referencia a la ayuda que se presta a ese
nivel y tiene su origen en las actuaciones de las instituciones de beneficencia europeas. Este método se vio sistematizado
por primera vez en el clásico texto de Mary Richmond What is Social Case Work (1922). Y será ella la que enfoque el
problema individual en el contexto en el que se desenvuelve la vida cotidiana de la persona objeto de la acción.
Este enfoque sociológico se verá pronto desplazado por otro de carácter psico-analítico dada la enorme influencia de S.
Freud a partir de los años veinte. Las interpretaciones de los problemas se centrarán en los llamados «desórdenes
psicológicos y emocionales» vinculados a la personalidad del individuo. Por tanto, la labor del trabajador social adquirió
un marcado carácter terapéutico y fue este modelo metodológico (estudio>diagnóstico>tratamiento) el que se impuso.
En los años treinta, 1a atención se volverá a desplazar hacia factores económicos y sociales que harán que se oriente la
acción social hacia el entorno familiar. Pero el enfoque predominante en el método que estamos describiendo será
claramente psicologista, si bien, según la corriente predominante del momento, se podrá poner más énfasis en
componentes o bien psicoanalíticos, conductistas o basados en el modelo de la comunicación-interacción.
El tipo de intervenciones que suelen acompañar a esta metodología se dirige a atajar situaciones de marginalidad
(violencia doméstica, drogodependencias, abandono, pobreza, etc.). Y ya que se considera al individuo como sujeto y
objeto de su propio desarrollo, cuando éste solicita la ayuda debe ser inducido a que analice y reconozca su problema o
situación y a que tome alguna iniciativa encaminada a la resolución del mismo. Tradicionalmente, el seguimiento de
estos casos se ha llevado a cabo realizando una entrevista-solicitud y visitas domiciliarias que faciliten al profesional una
interpretación y diagnóstico ajustados.
El tipo de entrevista inicial suele ser de carácter abierto a través de la cual manifiesta su propia interpretación de la
situación. No obstante, en sucesivas reuniones con el solicitante de la ayuda, se podrían combinar con entrevistas
semiestructuradas tanto en el despacho del profesional como en el domicilio de la persona afectada. En el marco de las
visitas domiciliarias, el trabajador social podría desplegar, como complemento, técnicas de observación sistemática del
tipo de relaciones familiares, profesionales, educativas que rodean al afectado y, en el mejor de los supuestos, de
observación participante mediante la cual podría completar la tarea pedagógica imprescindible.

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Método de grupo. Se podría definir como el siguiente escalón metodológico en lo que a complejidad social se refiere.
Si bien el sujeto destinatario de la intervención sigue siendo el individuo (con propósitos terapéuticos, preventivos,
correctivos, etc.), el grupo se convierte en medio y contexto de ayuda para transformar las interacciones que el individuo
fija con su entorno social más cercano, microsocial. La definición del grupo como «colección de personas que pasan
algún tiempo juntas, que se reconocen a sí mismas como miembros del grupo y también son reconocidas como tales por
individuos ajenos» define la importancia del mismo a la hora de influir en uno de sus componentes, ya que entre ellos se
da un compromiso y una lealtad que superan el tiempo y el espacio en que se produce la interacción entre los miembros
del grupo (grupos de amigos, compañeros de estudios, colegas, de práctica deportiva, de terapia, etc.).
Son muy diversos los objetivos que se pueden abordar mediante esta propuesta metodológica, aunque los más
importantes son de carácter educativo o terapéutico (superación de situaciones extremas o de comportamiento delictivo,
reforzamiento de personalidad, rehabilitación de habilidades o comportamientos, etc.). Los profesionales han de
disponer de habilidades desarrolladas en técnicas grupales eficaces y con potencial que se plasman en los medios usados
por el trabajador social de grupo descritos por Konopka: 1) la relación personal cálida; 2) la relación entre los miembros
del grupo (proceso de grupo); 3) la comunicación verbal (discusiones...); 4) la comunicación no verbal (programa, juego,
experiencia), y 5) la elección intencionada del medio ambiente y su interacción.
Esta metodología nos remite teóricamente a la sociología de los grupos pequeños y en este contexto no se puede
descartar el uso de técnicas de investigación social tradicionales, tales como la aplicación de observación participante,
dirigida a la interpretación de la comunicación no verbal establecida en el grupo, sin descartar el posible uso de grupos
de discusión en las primeras fases de la intervención social de grupo, de modo que el trabajador social pueda definir con
nitidez las posiciones iniciales sostenidas por los individuos afectados.
Método comunitario. El Trabajo Social comunitario plantea el nivel metodológico más complejo. Aquí el grupo es,
realmente, el centro de la acción social. El objetivo de la aplicación de esta metodología es la creación y mantenimiento
de un grupo cohesionado, participativo y dinámico que permita la ejecución de proyectos de desarrollo social. Compartir
un objetivo común es la fuerza dinamizadora de toda acción asociativa y el trabajador social debe focalizar su actividad
en la conducción del grupo hacia la consecución de dicho fin.
Esta forma de Trabajo Social nace de la conjunción del desarrollo metodológico de la Organización de la Comunidad,
que surge en el contexto de la profesión en Estados Unidos, y del conocido como de Desarrollo de la Comunidad,
vinculado a los programas de Naciones Unidas, y encaminados a la mejora de las condiciones sociales, económicas y
culturales de comunidades de diferentes áreas del globo, especialmente de Asia, América Latina y África.
El nexo de unión de la aplicación de ambas metodologías es promover una acción social que nazca y se desarrolle desde
la comunidad y no de un programa de acción externo que se aplique sobre la comunidad. Se trata de un procedimiento
que surge de la base y es, por tanto, la importancia de cómo la implementación y ejecución del programa o proyecto
desbanca al contenido material del mismo. El trabajador social involucra a toda la comunidad en el proceso de
movilización de los recursos humanos e institucionales persiguiendo la mejora de las condiciones de vida de los
afectados. El comité Barclay elaboró en 1982 un informe en el que definió el trabajo social como «el trabajo social
formal que, partiendo de los problemas que afectan a un individuo o grupo y de las responsabilidades y recursos de los
departamentos de servicios sociales y de organizaciones de voluntariado, busca apoyar y capacitar a las redes locales de
relaciones formales e informales que constituyen nuestra definición básica de comunidad, así como la fortaleza de la
comunidad de intereses del cliente».
Dumas y Seguier fijaron tres procesos de actuación comunitaria: concienciación, organización y movilización,
imprescindibles para la consecución de una acción transformadora real. «El proceso de organización colectiva enlaza el
conjunto de operaciones por las que un grupo latente, una fracción de población que tiene intereses comunes, se
transforma en un grupo organizado de manera eficiente, es decir, capaz de promover sus intereses»41. El grupo, de esta
forma, se desenvuelve con autonomía, con una voluntad compartida por todos sus miembros y que se plasma en todas y
cada una de las acciones llevadas a cabo.
El Trabajo Social comunitario encuentra su mejor herramienta en la investigación de la acción participativa, mediante la
cual se pueden descubrir las necesidades reales del espacio sujeto a actuación, desarrollar la voluntad unitaria de acción,
repartir las tareas, establecer objetivos y prioridades, mantener viva la organización y establecer los canales de
comunicación adecuados.

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BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
Barbero, J. M.: «El método en el Trabajo Social», en Fernández, T., y Alemán, C. (coords.): Introducción al Trabajo
Social, Madrid: Alianza Editorial (Ciencias Sociales), 2003.
En uno de los últimos textos introductorios dedicado al Trabajo Social, José Manuel Barbero se hace cargo del capítulo
dedicado al método de esta disciplina. En él hace una revisión de los usos y abusos de la aplicación del método científico
al ámbito del Trabajo Social y presenta de forma clara y concisa los métodos tradicionales usados en la intervención
social.
Delgado, J. M., y Gutiérrez, J. (coords.): Métodos y técnicas cualitativas de investigación en Ciencias Sociales, Madrid:
Síntesis, 1994.
Texto de obligada lectura en el ámbito de la sociología cualitativa. Recoge las aportaciones de distintos profesionales y
académicos expertos en la aplicación de las técnicas cualitativas a la investigación social. Se ofrece una aproximación, a
la vez extensa e intensiva, de las mismas en claro homenaje a la figura de Jesús Ibáñez.
Valles, M.: Técnicas cualitativas de investigación social, Madrid: Ed. Síntesis. 1997.
Manual de referencia para aquellos que se quieren introducir en el campo de la investigación cualitativa. El capítulo
sexto, dedicado a la entrevista en profundidad, constituye una agradable sorpresa en el marco de este tipo de textos dada
la insólita extensión del mismo en el que se hace una revisión de la bibliografía anglosajona y española, desde todas las
aproximaciones a esta práctica suscitadas entre los investigadores y académicos.

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CAPITULO 2: LA OBSERVACIÓN PARTICIPANTE

INTRODUCCIÓN
En este capítulo se revisan algunas cuestiones teóricas y prácticas relativas a la observación participante. Su flexibilidad
epistemológica nos enseña que la realidad y el acceso a la misma nacen de la negociación y no de la imposición de
distancias de ningún tipo. Ninguna práctica como ésta para concebir la aplicación de la metodología cualitativa como un
arte, compendio de habilidades sociales, sensitivas y estratégicas. Iniciamos el capítulo con una reflexión sobre la
importancia de la observación científica para la investigación social, para ahondar más adelante en el origen y en las
implicaciones del uso de la observación participante. Finalmente, procedemos a realizar un repaso exhaustivo y práctico
de los diseños que se utilizan más habitualmente, pasando por las tácticas de campo y recogida de información para
acabar con un acercamiento a la etapa de análisis e interpretación de los datos registrados a lo largo del trabajo de
campo.

1. LA OBSERVACIÓN PARTICIPANTE EN EL CONJUNTO DE PRÁCTICAS DE INVESTIGACIÓN


El término «observación» es definido por la Real Academia Española de la Lengua como la acción de examinar
atentamente algo que nos rodea. Abrir los ojos para buscar, contemplar, explorar, admirar, comparar..., en conjunción
holística con el resto de los sentidos, es algo más que pasear la mirada diaria por nuestro entorno sin objetivo explícito
alguno. Observar para conocer. La observación es la médula espinal del conocimiento científico y también se convierte
en el eje que articula la metodología de investigación cualitativa.
«La ciencia comienza con la observación. Es un hecho innegable del cual actualmente nadie puede dudar y
menos aún dentro del ámbito de las Ciencias Humanas, donde la observación es el más antiguo y más moderno
método de recogida de datos; de hecho, su historia como ciencia ha sido el desarrollo de procedimientos y
métodos instrumentales que eliminan o corrigen gradualmente las desviaciones o las distorsiones al efectuar
observaciones».
Observar es una de esas actividades cotidianas que han sido objeto de aplicación y sistematización en el proceso de
investigación cualitativa. Es la más antigua y a la vez la más novedosa de las prácticas utilizadas en el mismo al estar
sometida constantemente a una revisión crítica. Como es obvio, no todos los tipos de observación producen
conocimiento científico. Tal y como señalan Callejo y otros, la comprensión es el fruto dialéctico de la observación y la
interpretación de lo observado. Y el conocimiento previo que tenga el observador sobre la materia o el objeto que
observa influye en el proceso de comprensión. Así, por ejemplo, un psiquiatra, después de varias entrevistas con un
paciente, ve claro un diagnóstico de neurosis o de esquizofrenia en tanto que un observador cualquiera no sería capaz de
ir más allá de la apreciación de algunas expresiones algo «chocantes» por parte del paciente. Pero quizá el/la psiquiatra
sea incapaz de interpretar los cambios de comportamiento de su propio hijo pequeño, fácilmente interpretable a los ojos
de su pareja. A continuación, es lógico que nos preguntemos por la diferencia entre el conocimiento del psiquiatra y el
de su pareja, que hace merecedor al primero del calificativo de científico en tanto que el segundo sólo lleva añadida la
coletilla de «común». Su pareja, que pasa más horas con el pequeño, fundamenta su conocimiento común en la
experiencia adquirida a través de la observación del proceso de socialización del niño en el ámbito familiar. El/la
psiquiatra obtiene su conocimiento a través de la experiencia cotidiana con sus pacientes (equivalente a la de su pareja)
y, por otra parte, a partir de los fundamentos teóricos que, derivados de la observación científica, acumula y proporciona
la psiquiatría. Es ese saber teórico acumulado el que marca la diferencia y establece los márgenes entre los que debe
desenvolverse la acción de la observación científica.
La observación científica ha de orientarse hacia el cumplimiento de un objetivo de investigación recogido en un diseño
previo en el que consten las fases de ejecución, así como los lugares y sujetos a observar, de acuerdo a unos
presupuestos teóricos de referencia y conforme a la aplicación de criterios de fiabilidad. En definitiva, ha de ser
sistemática y propositiva. Concretamente en el ámbito de las Ciencias Humanas, la observación ha de llevarse a cabo en
el medio «natural social» donde se desarrolla la acción que se investiga siguiendo el devenir de los acontecimientos y sin
que la presencia del investigador afecte los comportamientos o las interacciones que se desarrollen en dicho medio.
El hecho de que se lleve a cabo en el medio donde habitualmente se produce la acción que nos interesa pone sobre el
tapete uno de los puntos relevantes a la hora de clasificar los procedimientos de observación. También habremos de
considerar otros factores, tales como la posibilidad de revelar o no la observación a aquellos que son objetos de la

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misma, la participación activa o no participación del observador en el campo observado, la sistematización más o menos
flexible del procedimiento de observación y la actitud reflexiva del investigador/observador.
El punto relativo a la participación del observador nos remite a la clasificación simplista que, desde el enfoque
cuantitativo, se hace de los tipos de observación. Para éste, la observación sólo puede ser participante o no participante.
La inocencia positivista que plantea la posibilidad del distanciamiento máximo del investigador respecto de lo
observado, con instrumentos como el cuestionario, no es compartido desde el enfoque cualitativo. La observación
siempre es participante aun cuando puedan ofrecerse varios grados. Vidich resaltará esta afirmación especialmente en el
campo de la Sociología:
«El sociólogo que limita su trabajo a la propia cultura está explotando constantemente su experiencia personal
como base de conocimiento. Al confeccionar entrevistas estructuradas, tira del conocimiento de los significados
ganados por la participación en el orden social que estudia. Se asegura una pizca de comunicación con éxito
sólo por la utilización del mismo lenguaje y sistema simbólico que sus encuestados (...), lo que resalta hasta qué
punto el sociólogo es un observador participante en casi todo su trabajo».
Esa participación se hace más evidente por el simple hecho de que se dé la interpretación de la información producida,
ya sea a través de una entrevista estructurada o de una situación social grabada en vídeo, aun cuando no haya tenido el
observador ninguna clase de contacto con los observados.
Pasemos a continuación a explicar cómo se despliega la «mirada cualitativa» a través de la técnica de la observación
participante con esos ojos que buscan en el entorno, en el contexto, sin prescindir de él.

1.1. Definición y génesis de la observación participante


Vamos a entender la observación participante como un proceso abierto, de registro sistemático, comprensivo e
interpretativo de las acciones de los sujetos o colectivos en su vida cotidiana, que se sirve, para cumplir su objetivo, de
un amplio abanico de técnicas cualitativas de investigación social (entrevistas, observación directa, autoobservación,
participación, etc.) mediante las que se permite recoger información de forma no intrusiva.
La posibilidad de recurrir a estas técnicas ha provocado en numerosas ocasiones que haya sido definida como una
estrategia de investigación. Denzin la ve como una «estrategia de campo que combina simultáneamente el análisis de
documentos, la entrevista a sujetos e informantes, la participación y observación directa y la introspección». Y Corbetta
como «una estrategia en la que el investigador se adentra de forma directa durante un periodo de tiempo relativamente
largo en un grupo social determinado, tomado en su ambiente natural, estableciendo una relación de interacción personal
con sus miembros y con el fin de describir sus acciones y de comprender, mediante un proceso de identificación, sus
motivaciones» . No obstante, y en el extremo opuesto, se ubican posturas que consideran que la observación participante
es la muestra más palpable del carácter de prácticas, en lugar de técnicas, de los métodos de la investigación cualitativa8.
No es de extrañar, por tanto, que se produzcan estas confusiones, máxime cuando algunos investigadores han llegado a
calificar a la observación participante de actitud vital característica del observador cualitativo.
Ese interés por observar la alteridad ha marcado nuestra cultura desde tiempos remotos. Las observaciones botánicas de
Aristóteles en la isla de Lesbos o las de Heródoto sobre las guerras entre griegos y persas ofrecen una idea de la
constancia de esta práctica a lo largo de la historia. El interés por los pueblos exóticos se manifestó ya en los escritos de
los viajes de Marco Polo para dar paso a otro tipo de interés dimanante de la construcción del estado moderno y que se
manifiesta en las observaciones y recuentos llevados a cabo en América por los colonizadores españoles tras el
descubrimiento del continente. Guasch ofrece una reflexión retrospectiva de la observación en las Ciencias Sociales
estableciendo una serie de etapas clave en su evolución epistemológica y metodológica, que aquí nos atrevemos a
resumir de la siguiente forma:
— Período evolucionista (siglo XIX): Las Ciencias Sociales pasan a mostrar abiertamente un interés por los otros. A los
relatos de exploradores y viajeros derivados de los procesos de colonización (especialmente de África y Asia) se unen
los informes de funcionarios de museos, así como las informaciones ofrecidas por sociedades antropológicas o por
aficionados. Es la época en que priman las propuestas de estadios de desarrollo social consecutivos (Marx, Spencer,
Comte), de la idea del progreso y de la defensa del método comparado. Se siente la influencia de Augusto Comte, padre
fundador de la Sociología, que definió la observación como una de las cuatro aproximaciones metodológicas de la
investigación social junto a la comparación, la experimentación y el análisis histórico. Así, James Frazer, uno de los
máximos defensores de la perspectiva comparada, presenta las conclusiones sobre la encuesta que diseñó para aquellos
que vivían con poblaciones de carácter primitivo, desde la metrópoli, sin alejarse jamás de ella.

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— Período clásico en Antropología Social (desde finales del XIX hasta mediado el siglo XX): Comienza con Franz Boas
y Bronislaw Malinowski. El primero, fundador del primer departamento universitario de Antropología en Estados
Unidos, pone en tela de juicio el método comparado y por extensión la posibilidad de establecer leyes generales. En esta
fase se defiende la imitación del método de las Ciencias Naturales y se pergeña la imagen de la Antropología y del
antropólogo que tenemos hoy día, si bien en aquellos momentos se concebía el mundo primitivo como único objeto de
estudio. Malinowski gesta los primeros pasos de la observación participante abogando por la completa inmersión del
antropólogo en un contexto cultural ajeno como única forma posible de observar la realidad social en su conjunto a
través de la participación en la vida cotidiana de la comunidad en cuestión. Además, se profesionaliza la disciplina a la
vez que se reivindica la necesidad de desarrollar la labor antropológica en el campo, en el lugar donde residen los
colectivos sometidos a observación. Los informes etnográficos adquieren legitimidad apoyados en la profesionalidad de
los antropólogos. También cabe destacar las investigaciones realizadas en la Escuela de Chicago, desde donde algunos
de sus autores hicieron uso de la observación participante para abordar situaciones marginales o en instituciones de
difícil acceso, si bien nunca fueron incluidas en ninguna relación de estudios antropológicos, a pesar de compartir los
métodos de acercamiento a la realidad. O. Guasch destaca en este período un interludio establecido por la línea
denominada de La nueva etnografía, iniciada bajo la influencia de la lingüística y de la teoría fenomenológica: «La
etnociencia defiende la prioridad descriptiva de los protagonistas de la acción social (perspectiva emic) frente al punto
de vista del profesional que la observa (perspectiva etic). Es la época de los debates sobre la factibilidad del análisis
transcultural y de la viabilidad de la Antropología como ciencia».
— Período plural (1960-años 90): Desaparecen las diferencias entre Sociología y Antropología. Se recupera la
influencia teórica marxista y se impone la. concepción del individuo como proceso y la revalorización de la sociología
comprensiva de Max Weber. Con la mundialización, la Antropología pasa a ocuparse de las sociedades más complejas
una vez desaparecidos los idílicos mundos primitivos. Los procesos de urbanización y la etnografía de las instituciones y
de los grupos sociales urbanos constituyen las dos líneas de investigación fundamentales de esta etapa. Desde los años
setenta se alzarán voces que toman en cuenta la subjetividad del etnógrafo, destacando el carácter interpretativo del nivel
de observación de éste. La subjetividad interpretativa y la retórica textual de la etnografía se convierten en el centro de
interés de la Antropología interpretativa, que parte del intento de aprehensión de la realidad desde el enfoque de otras
personas, enfoque que ha de ser interpretado. El trabajo de campo, por tanto, adquiere un carácter prioritariamente
hermenéutico tratando la cultura como un texto. Es, además, la época en que se vuelve la mirada del etnógrafo hacia sus
propios contextos culturales abandonando los extraños. Como consecuencia de ello, se agudiza el problema derivado del
abandono de la distancia cultural aun cuando se intenta construir artificialmente, concentrándose en subgrupos
marginales o en culturas locales; mientras tanto, se superan otros problemas, como el de la necesidad de la traducción
cultural.
— Desde finales del siglo XX...: Siguiendo con la importancia adjudicada al carácter interpretativo de la observación,
adquiere especial influencia el enfoque dramatúrgico del interaccionismo estratégico de Erving Goffman, que puede
aplicarse a todas las relaciones sociales y muy especialmente a la observación participante, esto es, a la interacción entre
observador y observado. Para Goffman, el observador debe desarrollar un cierto grado de incredulidad dado que los
actores sociales siempre se comportan de cara a un auditorio y en función de la actuación social que representen en ese
momento.

1.2. Algunas reflexiones sobre las características de la observación participante


A lo largo de esta brevísima historia de la observación participante surgen dos cuestiones claves que van a suscitar no
pocos debates: el problema de la distancia con lo observado y el de la reflexividad del observador. Una vez abandonado
el presupuesto cuantitativo del establecimiento de distancias entre el observador y los observados como garantía de la
tan ansiada objetividad en la investigación social y cuyo mejor ejemplo es la encuesta, pasamos a sumergirnos en la
observación cualitativa, esencialmente naturalista, en el sentido de que la acción de observar transcurre inmersa en la
vida cotidiana de los observados. Por tanto, la distancia entendida en este sentido espacial es claramente superada. No
obstante, en el campo de la Sociología se ha venido insistiendo en la necesidad de mantener otro tipo de distancia que
entronca con los planteamientos clásicos de la Antropología Social cuando el objeto de estudio siempre se localizaba en
mundos primitivos ajenos a la cultura del antropólogo. Este tipo de distancia cultural, cada vez más difícil de mantener
en un mundo globalizado, se reduce básicamente a la máxima que nos recuerdan Taylor y Bogdan al aconsejar al
investigador que se abstenga de abordar el estudio de escenarios en los que pueda tener una participación profesional o

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personal directa. El riesgo advertido tiene como base el temor que despierta la posibilidad de que el investigador pueda
verse contaminado por la subjetividad colectiva en la que se desenvuelve a lo largo del trabajo de campo, quedando
desplazada su actitud científica con los consiguientes efectos negativos sobre los resultados de la observación.
Pero ese papel de observador participante que despierta tantos miedos no es de carácter monolítico. En función de la
dificultad de acceso a la situación social de estudio, el investigador adoptará una postura diferente en lo que podríamos
considerar como continuum entre los extremos del binomio observación-participación. A pesar de que ha habido muchos
autores que han desarrollado distintas clasificaciones de los posibles roles del observador participante, la más sencilla y
de más éxito hasta el momento nos remite al trabajo de Gold (1958), que resume su cooperación en el más clásico texto
de Junker. Así, distingue cuatro tipos básicos: a) participante total; b) participante como observador; c) observador como
participante, y d) observador total. El último sostiene la distancia demandada anteriormente con objeto de no influir en
los sujetos sometidos a observación. Como ya veremos más adelante, este tipo de observación encubierta puede
provocar serios problemas éticos. En el extremo opuesto, el completo participante refleja uno de los supuestos de las
situaciones a evitar criticadas por Taylor y Bogdan, donde el investigador podría perder la perspectiva de conjunto como
observador, así como la distancia intelectual necesaria para proceder a una interpretación acorde a los objetivos de la
observación, sin olvidar aquí también los problemas éticos derivados de ocultar su actividad investigadora. La
responsabilidad ética también afectará a los roles b y c, esto es, a los intermedios, especialmente al participante como
observador, que puede tener acceso a informaciones delicadas e incluso secretas sin que las personas que se las
proporcionan tengan conocimiento del posible uso de las mismas. Sólo en el caso del observador como participante,
donde las reglas del juego están más claramente definidas entre observador y observado, la situación se hace más fluida.
Únicamente se accederá a determinada información si el observador se ha ganado la confianza y respeto entre los
informantes. Sin embargo, no conviene caer en la idealización de esta figura que puede llevar un alto coste añadido para
el investigador, como nos recuerda Pío Navarro cuando describe su papel del siguiente modo: «La impotencia física
correspondía a la imposibilidad de realizar participación y observación al mismo tiempo. Si participaba activamente en
los trabajos y diversiones de las gentes, difícilmente me quedaban fuerzas para escribir lo visto y oído. Tenía que
recortar el horario normal de la gente para poder escribir o participar un día y escribir al siguiente...».
El secreto del éxito, por tanto, está más en conocer las limitaciones de la situación de observación que en el hecho de
llegar a un término medio entre los papeles más extremos. Hay situaciones en las que, simplemente, el papel de
observador reconocido no será aceptado nunca o lo será muy difícilmente; por tanto, sólo cabría alguna de las propuestas
de investigación encubierta. La peligrosidad de las mismas determinará si procede algún tipo de participación o una
observación externa.
Cuando el trabajo de campo va a durar mucho tiempo, puede incluso llegar a producirse la situación en la que el
investigador vaya adoptando sucesivamente distintos tipos de roles. Por ejemplo, empezando como observador neto para
pasar a convertirse en observador participante cuando comience a interactuar con ciertas personas e incluso llegar a ser
participante observador o, en el más extremo de los supuestos, participante total, aun cuando esta situación ya no
acarrearía bajo este supuesto procesual ningún dilema de carácter ético.
En lo que respecta a los efectos de la reflexividad del observador, de su instrumento de trabajo e incluso del propio
observado sobre el investigador, hay que partir del conocimiento de que son inevitables, aunque no ineludibles en cierto
grado, si conseguimos aplicar algunos procedimientos de control para que al menos el observador sea consciente de su
existencia. No obstante, tal y como señalan Callejo y otros, algunas veces el hecho de mantener un distanciamiento total
de los observados impide tener un conocimiento apropiado de su realidad. Por ejemplo, si estamos realizando una
evaluación de una Escuela de Trabajo Social y de su titulación, se hace imprescindible el uso de la observación directa.
En este supuesto, realizar una investigación mediante encuesta comportaría como mínimo muchos sesgos derivados del
intento de los miembros de la institución de ofrecer la imagen profesional más deseable. Se haría necesaria la presencia
de investigadores en el espacio físico de la Escuela para poder hacer una evaluación más adecuada de las dinámicas
entre profesores y alumnos, de la asistencia del profesorado, etc.
En estas reflexiones previas se encuentran recogidas implícita o explícitamente las características básicas que definen la
observación participante:
1. El objeto de investigación debe ser ajeno al investigador.
2. La convivencia en el sistema sometido a estudio supone el pilar fundamental de la aplicación del método.
3. El sentido de los comportamientos, actitudes, etc., han de ser vistos desde la perspectiva de los miembros de la
comunidad sometida a observación.

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4. El proceso de interacción ha de basarse en preguntas abiertas, flexibles y oportunas y debe haber una continua
redefinición de lo que es problemático, basada en la observación previa, en la información que se va adquiriendo a
través del trabajo de campo. Se trabaja en el contexto de un diseño abierto.
5. El observador podrá hacer uso de uno o varios papeles en relación a los observados.
6. Se combina el uso de la observación directa con otras técnicas de recogida de información.
7. El investigador debe escribir un informe etnográfico que finalizará con una construcción teórica.

2. DISEÑOS DE INVESTIGACIÓN MEDIANTE OBSERVACIÓN PARTICIPANTE


Gran parte de la labor profesional del trabajador social, tanto en su faceta de investigación como de intervención, se
desempeña en contextos donde la observación participante puede desempeñar un papel fundamental. El trabajo para
instituciones de carácter cerrado y las actuaciones con grupos de población marginales o que desarrollan conductas
delictivas, entre otras muchas, ponen en evidencia la relevancia de la observación como herramienta metodológica. Son
situaciones que encajan entre las cuatro que Jorgensen fija como óptimas para hacer uso de la observación participante:
a) para aplicar con carácter exploratorio cuando es prácticamente inexistente el conocimiento de un fenómeno (nuevos
movimientos sociales, acontecimientos imprevistos...); b) para abordar subculturas profesionales, políticas o étnicas; c)
para enfrentar fenómenos que se desarrollan en ámbitos privados (familia, relación especialista-paciente...), y d) para
tratar con fenómenos derivados de comportamientos ilegales o marginales (sectas, prostitutas, delincuentes...).
Pero el conocimiento de la viabilidad de aplicación de la observación participante en cualquiera de estas situaciones o en
otras asimilables no implica que se pueda afrontar el trabajo de campo en particular y la investigación en general de
forma directa sin delimitar un objeto de estudio. Ya hemos hablado en el capítulo anterior de la flexibilidad que
caracteriza al diseño de la investigación cualitativa, definido por un proceso de reorientación y retroalimentación
constante que finaliza interinamente cuando acaba la recogida de información y se escribe el informe con los resultados.
El caso específico de la observación participante no se sustrae a este modelo porque es realmente la más emblemática
entre las prácticas cualitativas. Podríamos decir que su diseño es el más completo como reflejo de la idiosincrasia de la
investigación cualitativa y, sin embargo, también necesita de un punto de partida orientador. No se puede abarcar toda la
realidad sin ningún criterio, es decir, el observador/investigador ha de desarrollar mecanismos selectivos en el proceso
de observación. Si se dejara llevar por todos los posibles estímulos procedentes del contexto elegido, no dispondría de
tiempo vital suficiente para registrar y comprender todas las interpretaciones probables. Por ello es necesario, en
principio, iniciar la andadura guiados por algunas orientaciones teóricas que más que imponer rígidas normas de
contraste nos ofrezcan pautas de sensibilización (conceptos sensibilizadores) ante los fenómenos sometidos a
observación.
Si el trabajador social está afrontando fenómenos de desviación entre los jóvenes de determinada barriada, tendrá que
prestar especial atención a aspectos relativos a las relaciones con los amigos, a las dinámicas establecidas con los padres,
a las prácticas habituales de socialización de los más jóvenes en dicho barrio, etc. Y estas orientaciones teóricas le
ayudarán a delimitar los espacios de observación. En este momento conviene destacar la importancia de la experiencia
de los profesionales que pueden orientar mejor estas primeras decisiones. El capital más importante del investigador
cualitativo es su experiencia y ésta sólo nace con la práctica.
No obstante, el investigador no debe aferrarse a estos primeros pasos más o menos balbuceantes en el diseño de una
investigación mediante observación participante, sino que ha de estar abierto a una posible reinterpretación de sus
objetivos y a la reorientación continua del trabajo de campo. Los estímulos para conseguir este proceso de armonización
del diseño parten del propio desempeño de la investigación sobre el terreno, porque en ocasiones el campo de estudio y
las condiciones de trabajo suponen una incógnita para el investigador hasta que se accede a la situación de observación.
Sólo a partir de ese momento se podrán adoptar determinadas decisiones relativas a los tipos de participación más
fructíferos, a la selección de los temas de interés, de los escenarios a cubrir o de las personas o grupos a entrevistar... No
es lo mismo observar el comportamiento de los ancianos de una residencia haciéndose pasar por familiar de alguno de
ellos que desde dentro como parte del personal de la residencia o simulando que es un periodista o, simplemente,
adoptando el rol original de trabajador social. Del mismo modo, la dificultad de abordaje de ciertos temas también puede
condicionar la selección de un tipo de técnica u otra como complemento de la observación directa, así como el número
de informantes individuales o grupales en el supuesto de aplicación de entrevistas.
Llegados a este punto, conviene apuntar que la observación participante debería ser entendida como un proceso doble
consistente en el acceso progresivo del investigador a mayores cotas de participación, al campo y a los observados, a la

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vez que la observación se va concretando y concentrando en los aspectos más relevantes para cubrir adecuadamente el
objeto de estudio. Dicho doble proceso muestra una clara convergencia con las tres fases propuestas por Spradley: una
primera, de carácter descriptivo, que ofrece al investigador unas directrices para abordar la situación de observación y
reducir su complejidad para comenzar el necesario proceso de concreción; la segunda fase, de focalización de la
observación en la problemática y procesos esenciales para el objeto de estudio; acabando con la realización de una
observación selectiva, desarrollada en la etapa final del trabajo de campo y dirigida a hallar más evidencias empíricas de
los tipos de prácticas y procesos detectados en la fase anterior.
Pero para conseguir cumplir este proceso y antes de iniciar la aventura del trabajo de campo, es imprescindible hacer un
rastreo documental que no consiste sólo en una revisión bibliográfica del objeto de estudio, sino de todos aquellos
documentos y registros que nos permitan tener un conocimiento más aproximado del campo al que vamos a acceder, o lo
que es lo mismo, una contextualización previa del mismo. Con todo, el inicio del campo nos puede deparar muchas
sorpresas y serán los observados y la propia experiencia las que nos den pautas más claras para abordar el trabajo.
La duración de una investigación cualitativa basada en la observación participante es dilatada y la financiación difícil de
conseguir. Si hemos obtenido el respaldo financiero suficiente, el trabajo de campo puede llegar a ser realmente
satisfactorio y enriquecedor para el investigador.

2.1. La selección de los escenarios


El campo tiene diferentes escenarios que pueden variar en su relevancia a la hora de comprender el fenómeno social bajo
estudio. Por eso, una selección acertada de los escenarios cobra especial importancia como garantía de éxito de la
investigación.
Un escenario puede ser definido como cualquier espacio donde el investigador puede encontrar manifestaciones de la
realidad social que centra su interés. Entre la variedad de escenarios potenciales, conviene señalar la idoneidad de
aquellos que recogen condiciones de accesibilidad, facilitan la empatía entre observador y observado, así como el
registro fructífero de información relacionada con el objeto de investigación. La experiencia del investigador y su
responsabilidad ética pondrán los únicos límites para la consecución de este escenario ideal.
La elección de un escenario debe atender a los presupuestos teóricos establecidos por el investigador en el diseño inicial,
opción que debe apuntar a la búsqueda de equilibrio entre lo deseable y lo posible cuando se da un cierto conocimiento
previo del campo. No obstante, la práctica y la experiencia del investigador pueden aconsejar el cambio de los
escenarios elegidos previamente, situación esta relativamente corriente. En el caso de desconocimiento manifiesto del
campo, las orientaciones prácticas van a marcar más la selección del escenario o escenarios. El acceso y las
posibilidades de penetración en los mismos, así como el papel a desempeñar por el observador van a determinar el
escenario posible. Estos criterios descansan en gran medida en las habilidades del observador, por lo que volvemos a
destacar aquí la importancia del investigador experimentado a la hora de adaptarse a nuevos contextos no contemplados
sobre el papel.
Acerca de las distintas formas de acercamiento o presentación se ha escrito ampliamente, pero lo cierto es que no se
puede hablar de la existencia de fórmulas magistrales. Las recomendaciones al respecto abarcan un amplio espectro de
opciones que oscilan entre la ocultación de la observación a la presentación abierta de nuestras intenciones como
investigadores, pasando por variadas situaciones intermedias como la consistente en explicitar nuestra posición de
observador sin declarar los objetivos últimos de la investigación. Como el lector puede colegir de lo anteriormente
expuesto, la clave del éxito de la observación se basa en entrar con buen pie en el campo y empatizar con los
observados. Esta tarea reclama por parte del investigador tacto y delicadeza y una buena dosis de habilidades sociales,
evitando, por ejemplo, ejercer presiones sobre los observados a la hora del registro de la información y tomando parte
activa en ese lento proceso de interacción que ha de culminar con la consecución del respeto y la simpatía de los
observados.
De nuevo hemos hecho referencia a la posible ocultación del rol del observador. Rompamos una lanza a su favor. El
principio de la observación encubierta reside en el hecho conocido del cambio de comportamiento de las personas
cuando se saben observados. La presentación del sujeto en esta situación «experimental» varía de forma evidente. Y la
reactividad experimentada puede afectar sustancialmente a los resultados de la observación. Como vemos, con esta
simple premisa se justificaría la ocultación u omisión del papel del observador/investigador. Sin embargo, y como ya
señalamos con anterioridad, la ocultación puede acarrear problemas éticos para el propio investigador que, en algunas
ocasiones, serían difíciles de soportar. Por un lado, el hecho de reconocerse a uno mismo como «un fraude» para las

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personas con las que está interaccionando puede afectar seriamente su forma de proceder, sin olvidar que sería muy
extraño y difícil de justificar la adopción de una postura muy inquisitiva sólo comprensible en el supuesto de que se
hubiera declarado el papel real del investigador. Pero siempre existen matizaciones ante la opción del ocultamiento. De
fácil ejecución en espacios abiertos cuando se realiza observación sistemática (excluyendo la interacción verbal),
también se practica con relativa fluidez en aquellos casos en que el investigador se introduce desempeñando el papel de
participante en una situación en la que realmente va a realizar la función de observador. Como ejemplo podemos
recordar la experiencia del periodista alemán Gunther Walraff, que durante un tiempo se hizo pasar por obrero turco en
la antigua República Federal Alemana. Sus experiencias quedaron registradas en un libro donde quedó patente la
situación de discriminación de los inmigrantes llegados a los países europeos más ricos. Sin hacer explícito en ningún
momento su objetivo, llegó a desempeñar el papel que hemos denominado de participante-observador. Los problemas
éticos, en este caso, fueron minimizados por el autor, que había experimentado un claro proceso de identificación con
los observados que ocupaban un puesto de trabajo similar al suyo. Pero en el carácter de denuncia que imprimió a su
obra quedaban patentes los posibles efectos sobre la vida de los empleadores.
Alejándonos de la actividad de los periodistas, conviene recordar, no obstante, que el investigador va a tener que
experimentar un proceso progresivo desde los primeros instantes de integración en el grupo de observados, en los cuales
se guiará inevitablemente por una interpretación de la realidad observada a partir de sus presupuestos teóricos de partida
más o menos sólidos (enfoque etic) hasta el momento que consiga aprehender la interpretación propia de los observados
con la que clasifican, ordenan y organizan sus vivencias (enfoque emic). En la observación participante resulta crucial
ganar, en la medida que sea posible, una perspectiva interna en el campo y sistematizar el estatus de extraño. Solamente
lograr este último objetivo capacita al observador a adoptar el punto de vista particular de los observados en su vida
cotidiana en el escenario elegido. Koepping añade que el investigador debe resumir en su figura «aquellas características
que Simmel elaboró para el extraño: tiene que fundir dialécticamente las dos funciones de compromiso y distancia... [El
investigador ha de darse cuenta] que ha de estar guiado por la noción de la participación en la observación, por el
objetivo de lograr la comprensión de la realidad a través de los ojos del otro. Participando, el investigador autentifica su
premisa teórica, y más aún, hace del sujeto de investigación, del otro, no un objeto, sino un compañero dialógico».

3. DINÁMICAS DE LA OBSERVACIÓN PARTICIPANTE


Si en el epígrafe anterior hemos dado algunas indicaciones generales sobre cómo afrontar el trabajo de campo, a lo largo
de éste vamos a precisar algo más las cuestiones relativas al acceso, así como a la interacción con los observados y las
diferentes formas de registrar la información que nos proporciona la práctica de la observación participante.

3.1. Puertas de acceso al trabajo de campo


La observación participante suele requerir de la acción del investigador o investigadores en varios escenarios, aunque en
algunos casos pueda llegar a concentrarse en uno solo. Dicha pluralidad de espacios conlleva también una diversidad de
estrategias de acceso al campo, dependiendo de las características concretas que presente cada investigación. Sin ánimo
de ser recurrente y ante la imposibilidad de establecer pautas estrictas de acercamiento dada la complejidad de cada una
de las posibles situaciones planteadas, deberemos contar con las habilidades sociales y profesionales del investigador,
así como con la aplicación del sentido común para conseguir presentarnos con el papel más adecuado y fructífero para
los objetivos de la investigación.
Para evitar cometer errores irreparables, el investigador recurrirá a la revisión teórica y bibliográfica en general, así
como a los primeros tanteos o negociaciones que haya podido realizar con los protagonistas y el contexto espacial a
observar para poder realizar una selección de los espacios, así como una definición de su rol de entrada más o menos
seguros.
La elección del escenario está íntimamente relacionada con la táctica o tácticas de acceso. Podemos clasificar los
escenarios o espacios —según el grado de accesibilidad y negociación previa necesaria para aquellos extraños o ajenos
al desarrollo de actividad en los mismos —en abiertos y cerrados, si bien estos últimos pueden, a su vez, ser catalogados
en función del grado de estructuración o formalidad en su organización, cuyo exponente más extremo lo ofrecen las
instituciones u organizaciones formales.
Los espacios abiertos no requieren, en primera instancia, ningún tipo de negociación con los observados para dar inicio a
la observación. Pensemos, por ejemplo, en la observación realizada en una manifestación, en un parque de atracciones,
en un cine o teatro o en un bar de copas. El investigador puede acceder libremente a dichos espacios con el único

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requisito de presentar el mismo aspecto, actitudes y comportamientos que las personas que se desenvuelven
habitualmente en esos espacios. Compartir, participar en las actividades de los sujetos observados ofrece un gran
potencial de registro para el observador dada la fluidez y naturalidad con que se hacen los contactos. Sólo en el caso de
provocar suspicacias en alguno de los observados se hará necesario ofrecer algún tipo de aclaración, sin tener que llegar
a descubrir abiertamente las intenciones del investigador. Un tipo especial de escenario abierto es el que constituye el
espacio habitual de trabajo del potencial investigador; por ejemplo, un centro de desintoxicación de adictos a los
estupefacientes en el que esté empleado un trabajador social puede suponer para éste un escenario abierto para practicar
la observación de los comportamientos y actitudes presentados por aquellos que están incorporados a ese programa.
Los escenarios privados, por su parte, requieren de un proceso de negociación previo con los sujetos que vamos a
observar a fin de conseguir su aceptación o al menos su tolerancia. La integración del investigador suele darse de forma
paulatina, gradual. Supongamos que estamos interesados en conocer las dinámicas que se establecen en asociaciones de
familiares de enfermos de alzheimer. En primer lugar, y en el supuesto de querer evitar el acceso directo como
profesional de la administración, deberemos conseguir el contacto a través de amigos, de conocidos de las personas que
componen ese grupo. Una vez obtenido el permiso, esto es, el acceso, el trato y la confianza que se generen con el
tiempo pueden abrir la puerta para penetrar en ambientes familiares de carácter más privado. Aun siendo éste un caso
muy particular, en el que las personas observadas pueden tener mucho interés en la publicidad de su asociación y de su
problemática, el observador ha de tratar a los observados con extrema delicadeza, garantizando, por encima de todo, el
anonimato y la intimidad de los implicados y su entorno más cercano.
Las instituciones y organizaciones formales suponen un caso especial dentro de los escenarios cerrados. Si era
aconsejable contar con un mediador en el caso anterior, aquí deviene imprescindible. Hay que vencer las resistencias
que, casi con toda seguridad, van a oponer sus integrantes a ser observados. El secretismo generalizado y la
desconfianza están a la orden del día en este tipo de organizaciones. Pensemos en el ejemplo que nos puede proporcionar
un departamento de determinada institución municipal, autonómica o de la administración central. En estos casos, el
gatekeeper o guardián desempeña un papel fundamental en la medida en que él o ella va a ser el encargado de
introducirnos en la organización: directores, subdirectores, gerentes o asesores nos concederán el permiso expresamente
o darán órdenes a las personas de las secciones o departamentos que vayan a ser sometidos a observación para que nos
faciliten la tarea o al menos no la obstruyan. La ventaja derivada de esta situación es que los subordinados van a acatar
las órdenes, salvo en el caso de que exista una reticencia clara hacia todo lo que proceda de nuestro contacto particular.
Este supuesto puede generar la renuencia o la «pereza» de algunas personas a facilitarnos cierta información relevante.
Vencer estos obstáculos es, nuevamente, un objetivo del investigador, que podrá ser logrado aportando seriedad y
discreción a su labor. No manifestar estrechos vínculos con ningún grupo informal dentro de la organización puede
convertirse en nuestro salvoconducto para acceder a las informaciones que se requieren para cubrir la problemática
planteada.
Desde el lado opuesto, la información ofrecida a estos porteros o guardianes ha de ser valorada por el investigador. No
conviene ofrecer una explicación exhaustiva de los objetivos últimos de la investigación. Hemos de ser cautos,
desvelando sólo pequeñas pinceladas que pueden favorecer el acceso y evitando todos aquellos objetivos específicos que
pueden despertar recelos o suspicacias. Esto es, si queremos introducirnos en una organización para observar las
posibles pautas de discriminación o marginación que sufren determinados colectivos, será conveniente desviar la
atención del portero hacia otros fines menos conflictivos, tales como los relativos a la eficacia o eficiencia en el seno de
la organización.
En el panorama de la observación, también es relevante la figura del informante clave. Son figuras de apoyo muy
valorado en cualquiera de los escenarios reflejados tanto abiertos como cerrados. Su interés viene dado por la posición
que ocupa en el escenario de la observación o por el conocimiento de informaciones o de personas que pueden
proporcionar informaciones relevantes para la investigación. Así, siguiendo a Corbetta, hay que diferenciar entre los
informantes institucionales y no institucionales. Los primeros pueden ser tan fieles a la organización o institución que las
informaciones que proporcionan han de ser contextualizadas en el marco de la cultura de organización en que está
inmerso, ya que pueden producir sesgos interpretativos. Suelen ser mucho más útiles los informadores no institucionales,
que, a través de lazos informales, pueden dirigirnos en nuestra actuación hacia la consecución de valiosas
interpretaciones de la realidad cotidiana de la institución. En una investigación sobre el proceso de reconciliación en la
sociedad camboyana, después de años de guerra civil, la investigadora recurrió a informantes clave tanto institucionales
como no institucionales para llevar a cabo una evaluación externa de la implementación de un programa de Naciones

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Unidas. Entre los informantes institucionales contó con técnicos involucrados en el programa, así como excombatientes,
en tanto que como informadores no institucionales, entre otros muchos, a las matronas de los pueblos fronterizos que
habían sido los más afectados por la guerra. Su conocimiento de la vida cotidiana y de la historia de la mayor parte de
las personas del pueblo y de la cultura de su espacio permitió obtener una interpretación sumamente enriquecedora de la
situación.
En cualquier caso, el investigador también habrá de adoptar los criterios imprescindibles para no dejarse arrastrar por
todas las opiniones de los informantes clave.

3.2. Convivencia y relaciones sociales en el campo


Cuando da comienzo una investigación mediante observación participante hay que incluir en el diseño previo un
apartado relativo a las necesidades logísticas para un correcto desarrollo de nuestra actividad. Uno de los puntos a
considerar será el de la residencia del observador en el caso en que éste tenga que desplazarse a convivir en la misma
zona de las personas que va a observar. En este supuesto debemos tener en cuenta que la decisión que adoptemos
(escoger un tipo de alojamiento determinado) va a tener eco entre los sujetos de observación. De modo que si existe
alguna duda sobre el posible impacto de la decisión, será mejor elegir un hotel o residencia provisional y,
posteriormente, dejarse aconsejar por alguno de los potenciales informantes clave con los que establezcamos contacto.
Si trabajamos en escenarios cerrados como los que nos ofrecen empresas, organizaciones o instituciones, una opción
estratégica será la de contar con un espacio que permita realizar las labores de observación sin molestar al grupo, pero
haciéndonos presentes en relación de igualdad, de forma que podamos obtener paulatinamente la integración en la rutina
de los observados para que lleguen a incorporarnos a su campo visual y referencial de modo natural.
Una vez ubicados, oiremos, simbólicamente, el pistoletazo de salida para iniciar las relaciones sociales con el grupo o
colectivo bajo observación. No siempre supone una tarea sencilla. Los papeles que desempeñemos en la consecución de
este objetivo habrán de ir adaptándose con el tiempo a medida que vayamos descubriendo afinidades de distinto tipo,
tales como algunas similitudes biográficas que nos pueden abrir las puertas de los sujetos observados. Al tratarse de una
interacción, lógicamente despertaremos curiosidad y nos encontraremos con la demanda espontánea de informaciones
sobre nuestra persona que deberemos satisfacer en la medida que consideremos oportuna, siempre y cuando no llegue a
afectar al resultado de la investigación. La imaginación puede ser una buena aliada a la hora de adaptar o inventar, si es
necesario, las experiencias propias para intercambiarlas con nuestros interlocutores. En términos generales, se trataría de
actuar bajo las líneas que nos dicte el sentido común.
En definitiva, hay que interactuar con la mayor naturalidad posible de acuerdo al tipo de información previa que se haya
ofrecido para justificar nuestra presencia. Pero aun en el caso en que dicho papel pueda ejercer algún tipo de
constricciones sobre los observados, el tiempo y el tacto del investigador pueden llegar a diluir las posibles reticencias,
consiguiendo incluso volcar la situación a nuestro favor, si logramos respetar a los demás y ser respetados, sin presiones,
sin premuras. La angustia, la impaciencia, la frustración, las ganas de «tirar la toalla» van a despertarse con cierta
frecuencia en la persona encargada de la investigación. Las únicas armas para contrarrestar este estado de ánimo son la
paciencia y la contrastación de estos problemas o limitaciones con compañeros experimentados en esta práctica
cualitativa.

3.3. ¿Qué información debemos registrar?


Cuando Pío Navarro tuvo que afrontar la fase de la recogida de datos en su investigación sobre Mecina, explicó de la
forma más sencilla y directa posible la estrategia que había seguido:
«La recogida de datos la realicé a través del "trabajo de campo", conviviendo con las gentes del lugar un año
entero y participando de sus trabajos, preocupaciones y formas de vida. Durante ese tiempo almacené toda la
información que me fue posible conseguir, cualquiera que fuese su contenido o la manera de obtenerla».
Este intento de registro totalizador que plantea el profesor Navarro se refiere a la recogida de aquellas informaciones que
pueden ser de relevancia para el objeto de la investigación según las primeras orientaciones teóricas, que con
posterioridad sufrirán adaptaciones a medida que vaya fluyendo el trabajo de campo. El investigador no puede abarcar
de forma holística la realidad social que le rodea, pero sí puede intentar acceder a todos aquellos estímulos que,
mediante su experiencia y conocimientos, califica de significativos para el estudio. Es conveniente recoger todo aquello
que considere relevante sea cual sea la situación, incluso cuando el registro pueda llegar a ser reactivo. Por escrito o
mediante grabación, la información ha de ser captada.

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Con objeto de conseguir una mayor discriminación en la definición del qué de la observación, esto es, en los puntos
hacia los que ha de dirigir su atención el investigador, podemos recurrir a la clasificación que presenta Corbetta: 1) el
contexto físico: el investigador debe orientar su mirada hacia la conformación estructural del espacio en el que se
desarrolla la acción social, pues las características físicas suelen ser expresión de características sociales; 2) el contexto
social e histórico: si se trata de estudiar un movimiento social emergente habrá que conocer su estructura organizativa, el
perfil de las personas que están integradas en el mismo, sus funciones, sus tareas y las actividades que desarrollan; 3) las
interacciones formales que tienen lugar entre los individuos dentro de las organizaciones o instituciones de este tipo
(canalización de las decisiones, personas clave, etc.); 4) Las interacciones informales: constituyen el punto central de la
observación participante. Se dan en la vida cotidiana, estando compuestas principalmente por una serie de actos reflejos
y mecánicos que suelen ser inconscientes para aquel que es observado, y 5) las interpretaciones de los actores sociales,
que adoptan el carácter de conocimiento científico y al que se puede acceder interrogando tanto en forma de coloquio
informal como de entrevista formal.
Y en último extremo, aquellos investigadores que consideren completamente imposible proceder al registro de la
información por la delicadeza o dificultad del momento, pueden hacer uso de la memoria, aunque deberán proceder a su
transcripción a la mayor brevedad posible para evitar distorsiones derivadas de la propia selectividad de nuestros
recuerdos.

3.5. Registrando lo observado


El momento crucial de la investigación mediante observación participante es aquel en que comienza el registro de los
datos. Este calificativo o algunos de sus seudónimos han sido utilizados hasta la saciedad en los libros de texto al uso,
pero en raras ocasiones se explica mínimamente en qué consiste esta tarea laboriosa e insoslayable para cumplir los
objetivos del estudio. A continuación pretendemos dar unas pinceladas orientativas sobre las formas de recogida de
información a través del largo y tortuoso camino que presenta el trabajo de campo.
Las formas de recogida de información han ido experimentando adaptaciones a medida que se han ido desarrollando las
nuevas tecnologías de la comunicación y la información. Cámaras fotográficas, grabadoras de audio, de vídeo e incluso
la comunicación a través de la Red (Internet) han ido desempeñando algún papel en la práctica de la observación
participante de forma secuencial (según su aparición en la historia de la etnografía) y combinada. Si bien siempre han
existido defensores de la neutralidad de los instrumentos mecánicos de recogida de datos, lo cierto es que todos y cada
uno de ellos desencadenan reactividad en los sujetos que vamos a someter a observación. Aquellos medios que captan la
imagen (cámaras fotográficas y de vídeo, así como Internet) son los más rechazados, dado que se produce una explícita
pérdida de anonimato. Así, este tipo de tecnología suele ser más fácilmente utilizable en espacios o escenarios abiertos,
donde su uso suele pasar inadvertido. En el caso de que la acción de observación se lleve a cabo en espacios privados, el
uso de estos medios va a requerir un intenso y arduo proceso de negociación.
Los sistemas de grabación de audio son reconocidos como menos agresivos por parte de los observados. Los micrófonos
que se instalan con cierta discreción en los espacios donde se realizan entrevistas con uno o varios de los actores pueden
provocar cierta inquietud en un primer momento, pero lo más habitual es que, al cabo de un tiempo, se olviden de la
presencia del «intruso» y la comunicación transcurra sin más interferencias. En la tarea del trabajador social, el uso de
estos instrumentos se ha hecho bastante habitual, máxime cuando, en general, la población se va acostumbrando a ser
observado por cámaras en los más variados recintos públicos o privados.
No obstante, y a pesar de todos estos cambios tecnológicos incorporados al mundo de la investigación, la forma más
clásica de recogida de información, esto es, la redacción de notas y apuntes con regularidad diaria, sigue constituyendo
la fuente primordial de material para el análisis. La disciplina del investigador es imprescindible a la hora de recoger de
forma sistemática toda la información que le resulte relevante en el campo. Esta disciplina lleva emparejada la
alternancia de etapas de observación y de etapas de anotación. Como hemos dicho anteriormente, no podemos dejar en
manos de nuestra memoria la elaboración de una anotación con mucha posterioridad a la ocurrencia del acontecimiento
observado, aun cuando podamos contar con apoyo técnico de audio o vídeo. La impresión del momento, las emociones
sentidas y la interpretación de lo observado puede sufrir cierta variación al albor de la selectividad que imprime nuestra
memoria a todo lo vivido. Por tanto, el registro ha de hacerse a la mayor inmediatez posible, algo relativamente sencillo
si la observación que estamos practicando ha sido declarada. En caso contrario, y si se lleva a cabo en escenarios
cerrados, el observador deberá recurrir a medios técnicos discretos y al entrenamiento de su memoria, si bien sigue
siendo una táctica menos recomendable.

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Los apuntes que anotamos deben reflejar los acontecimientos de los que somos testigos; los hechos han de ser descritos
con todo lujo de detalles, ya que pueden ser relevantes en la fase de interpretación y análisis que, lejos de dilatarse en el
tiempo, se va intercalando con la propia recogida de información. La fidelidad en el registro es la primera máxima del
abecedario de la recogida de datos, principio que hay que extender al registro de las interpretaciones que ofrecen los
sujetos observados y de aquellas elaboradas por el propio investigador/observador. La fiabilidad y la validez de la
práctica de la observación participante descansan sobre el uso y adaptación de métodos de registro objetivos. Este punto
es especialmente importante cuando en la investigación participan varios observadores.
Las notas registradas se recopilan en forma de diario de campo, «pieza clave de la información antropológica, pues en él
se recoge lo que realmente hace la gente, sus reacciones frente al investigador y el estado de ánimo de éste, que puede
influir en su percepción de los hechos. Resulta bastante útil apuntar en un papel, a lo largo del día, dónde se ha estado, a
quién se ha visto, qué es lo que hacía y cómo, además del tema de conversación, si era el caso. Luego, por la noche, con
este guión, resulta más fácil reconstruir las experiencias del día».
El diario de campo se construye día a día y su formato final no puede ser diseñado previamente, pues sufre continuas
transformaciones; cada situación es susceptible de ofrecer una modalidad diferente de registro, y la suma de ellas va a
permitir, siguiendo a García Jorba, controlar el tempo de la investigación, la subjetividad del investigador, las estrategias
de búsqueda y descubrimiento de resultados, así como las formas de atajar los problemas que se van presentando a lo
largo del proceso de construcción del conocimiento. Es, a la vez, una herramienta, un documento y un texto; es la
esencia de la observación participante.
Mantiene similitudes con algunos géneros narrativos como los diarios, las memorias y las autobiografías. Con los
primeros comparte la elaboración regular, cotidiana, del día a día, a la vez que se distancia de los mismos en su objetivo.
Los diarios de campo se construyen con la intención de describir, interpretar y explicar determinadas situaciones de la
realidad social. Con las memorias y las autobiografías tienen en común el carácter personal, y algunas veces íntimo, que
se imprime a la narración, pero les distancia la temporalidad de su elaboración. El diario de campo, al construirse día a
día, no comparte la perspectiva global que, madurada con el paso del tiempo, caracterizan a los otros dos géneros.
Durante la realización del trabajo de campo, el investigador cuenta con diferentes fuentes de información: revisión
documental previa, aquella que va surgiendo al hilo del estudio ofrecida por otros investigadores y por los informantes,
entrevistas de mayor o menor formalidad, etc. Estos y otros muchos estímulos obligan al observador a realizar
anotaciones sistemáticas que permitan enlazar los enfoques etic y emic con un objetivo analítico claro.

4. EL ANÁLISIS (A MODO DE RESUMEN)


El informe final será fruto de un trabajo exhaustivo de recogida y análisis de información en el que sólo quedará
reflejada una pequeña parte de lo recopilado. Sólo se incluirán aquellos datos significativos para la problemática
sometida a examen. Pero hasta llegar a ese momento hemos tenido que pasar por sucesivas fases descriptivas e
interpretativas. Estas etapas se plasman en diferentes tipos de notas de campo, que culminan en el informe final y que
podrían resumirse de la siguiente manera:
— Apuntes o notas inmediatas: Incluyen todo tipo de anotaciones sobre lo que el observador ve, escucha o siente, que se
plasma de forma concisa y espontánea, algunas veces con varias palabras clave tomadas a espaldas del sujeto observado
o delante de él. En estos primeros momentos destaca la importancia del registro literal de las expresiones utilizadas por
las personas observadas (lenguaje técnico, jergas específicas, etc.) bien diferenciadas del lenguaje del profesional de la
observación.
— Notas específicas más desarrolladas: Se corresponderían con la reconstrucción de las experiencias del día citada por
Pío Navarro, actividad que se realizaría tras finalizar la jornada de observación. Podríamos distinguir dos tipos de notas:
unas que desarrollarían las notas inmediatas, añadiéndoles detalles y una secuencia cronológica, y otras, de registro de la
experiencia personal del investigador, que permitirá descubrir y entender el tipo de relación que ha establecido con los
observados, así como sus estados de ánimo y sus inquietudes. Esta labor introspectiva es muy valiosa a la hora de
contextualizar más ajustadamente el proceso de observación.
— Notas analíticas: Se estructuran de forma reflexiva las notas anteriores en relación a los presupuestos teóricos
iniciales organizándolas temáticamente. Estas han de nutrirse, además, de las transcripciones de las entrevistas
realizadas, uniéndose así la literalidad expresiva de la grabación y la interpretación de la relación de entrevista registrada
en las notas de campo del entrevistador.

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— Informe final: Es el texto final donde se plasmará todo aquello que ha sido relevante para el objeto de estudio. Es
importante la inclusión de un anexo metodológico donde se recoja todo el proceso experimentado.
El análisis y la interpretación de los materiales recogidos durante el trabajo de campo no empiezan al finalizar éste. Ya
hemos hecho sucesivas referencias a que la actividad analítica vertebra y atraviesa todo el proceso de investigación
mediante observación participante. El investigador recoge día a día datos y los amplía e interpreta sistemática y
continuamente. Siguiendo las fases seguidas en la construcción del diario de campo, podemos hablar de varias etapas
analíticas.
La primera etapa será de carácter netamente descriptivo, donde se contará con las notas específicas del diario de campo,
la información documental previa, datos secundarios, grabaciones de entrevistas y de acontecimientos en audio y vídeo,
etc. En una segunda etapa, simultaneada en sus primeros pasos con la primera, se elaborarán las primeras reflexiones
teóricas sobre los datos que vayamos recogiendo, todavía desde el punto de vista del extraño (etic). La siguiente fase,
basándose en las notas analíticas, conlleva la realización de interpretaciones que reconstruirán los puntos de vista de los
sujetos observados (emic) para concluir con la elaboración del informe final, donde se recogerá una interpretación
totalizadora de lo observado.
Ese informe final no supone más que el inicio de otros ciclos de investigación, quizá del propio investigador o tal vez
como fuente documental para otros. Dejamos el proceso abierto.

5. POTENCIALIDADES Y CAUTELAS EN LA PRÁCTICA DE LA OBSERVACIÓN PARTICIPANTE


A lo largo de este capítulo hemos hecho un intento introductorio a la práctica de la observación participante destacando
su enorme potencial para la investigación social cualitativa. Pero, como toda práctica, también tiene sus limitaciones. A
continuación presentamos una breve relación de las ventajas y también de las cautelas que hay que contemplar a la hora
de hacer observación participante.
Potencialidades:
— Su adecuación al estudio de aquellas realidades que se salen de la norma (colectivos marginales), así como para
profundizar en la vida cotidiana de las instituciones y organizaciones formales.
— Se consigue una amplia disminución del principio de externalidad del investigador/ observador.
— Se afecta mínimamente el entorno.
— La empatía que el investigador establece con los observados reduce la amenaza de reactividad tan habitual en la
aplicación de otras técnicas.
— Se obtiene información de primera mano, incluso con la posibilidad de seguir la evolución de los sujetos y de ciertas
situaciones que han sido observadas.
— El investigador evalúa «la tipicidad o atipicidad de los casos, adecuando el alcance de sus generalizaciones teóricas a
la heterogeneidad encontrada» en el campo. La selección de las situaciones y de las personas se establece mediante
criterios de representatividad paso a paso a lo largo de la investigación.
— Las categorías analíticas no se establecen previamente, sino que se obtienen a partir de los datos.
— La observación adquiere rigurosidad al permitir la incorporación de otros métodos que contribuirán al control de la
fiabilidad de los resultados.
Cautelas:
— Con esta práctica, como con cualquier otra, es imposible observar todos los fenómenos que se presentan en los
escenarios seleccionados. Los sucesos que ocurren menos frecuentemente sólo serán captados con suerte o mediante una
elección muy cuidadosa de las situaciones. (Una forma de contrarrestar este problema es prolongar el trabajo de campo
en la medida de lo posible).
— Problemas de fiabilidad derivados de las diferencias entre varios observado-res y de la evolución del propio
investigador. (Se hace necesario fijar criterios de observación específicos y revisar los diarios de campo para proceder a
una autoobservación por parte del investigador).
— Denzin habla de algunas posibles amenazas a la validez interna:
• Factores históricos que sucedieron antes de proceder a la observación y cuyo desconocimiento por parte del
investigador puede provocar errores de interpretación. (Se propone el uso de documentos y entrevistas para contrarrestar
este efecto).

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• La naturaleza indirecta de algunas de las informaciones que ofrecen al investigador los informantes clave, cuya
colaboración con el observador ha sufrido transformaciones fruto de la interacción, es otra fuente de sesgos. (Se propone
recurrir a las notas de campo para reflexionar y controlar la evolución de la relación).
• Los efectos reactivos de la observación en los casos de observación encubierta; por ejemplo, en el desarrollo del rol de
completo participante. (Se propone anotar todas las reacciones percibidas para contextualizar mejor la situación).
• La posible transformación del investigador a través de un proceso de identificación con los observados denominado go
in native —convertirse en nativo—. (Se ha de volver la mirada hacia las notas específicas para ser consciente de sus
cambios de sensibilidad y de estado de ánimo).
• Pueden darse otro tipo de sesgos derivados de situaciones no contextualizadas adecuadamente. (Se recomienda el uso
de documentación y entrevistas en profundidad que puedan paliar estas deficiencias).

BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
García Jorba, J. M. (2000): Diarios de campo, Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas (Colección Cuadernos
Metodológicos, 31).
Manual en el que se contextualiza el papel de los diarios de campo en el marco de la metodología cualitativa. Tiene gran
interés al recoger fragmentos de diarios de campo de algunos investigadores a la vez que incluye textos de los suyos
propios para ilustrar las distintas fases de un proceso de investigación.
Guasch, O. (1997): Observación participante, Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas (Colección Cuadernos
Metodológicos, 20).
Es uno de los escasos manuales dedicados a la observación participante desde la óptica de la Sociología. Orientado
desde el interaccionismo estratégico, hace una revisión crítica del arte de observar desde una perspectiva histórica, así
como del principio de distancia social entre investigador y sujetos observados. Dado el carácter práctico de la colección
a la que pertenece este texto, incluye cinco ejemplos de investigaciones desarrolladas mediante observación participante.
Taylor, S. J., y Bogdan, T. (1992): Introducción a los métodos cualitativos de investigación, Barcelona: Paidós.
Manual de referencia sobre metodología cualitativa que cuenta con una parte importante dedicada a los aspectos más
relevantes de la observación participante. Al igual que en los anteriores, se incluyen ejemplos prácticos que pueden
servir de orientación para el que se inicia en esta práctica cualitativa.

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CAPITULO 3: LA ENTREVISTA CUALITATIVA

INTRODUCCIÓN
LA más envidiada ventaja de la investigación cualitativa emana del hecho de que, aun siendo pocas las personas a
quienes se estudia, la información obtenida es enorme. Y un caso paradigmático lo constituye la entrevista en
profundidad, también conocida como abierta o no estructurada. A través de procedimientos conversacionales, se busca
comprender la realidad social desde la perspectiva del entrevistado y desmenuzar los significados que éste asigna a sus
experiencias. Comienza este capítulo con una introducción en la que se ubica a la entrevista en el conjunto de las
prácticas de investigación social para pasar a establecer una tipología de las variantes más relevantes para la práctica del
Trabajo Social. A continuación se profundiza en el diseño y la dinámica de la entrevista para culminar con las estrategias
de análisis.

1. EL LUGAR DE LA ENTREVISTA ENTRE LAS PRÁCTICAS DE INVESTIGACIÓN


La forma de interacción social más conocida es la conversación. Hacer preguntas para conseguir respuestas que a su vez
generen nuevos interrogantes y ulteriores contestaciones describe la estructura básica de la fórmula más potente para
comprender y ser comprendido por los seres humanos que nos rodean. No obstante, de modo intuitivo, todos somos
conscientes de que no podemos utilizar los mismos esquemas de pregunta-respuesta cuando preguntamos por una
dirección a un extraño que cuan-do somos sometidos a una entrevista de trabajo o cuando mantenemos una conversación
con un amigo para pedirle consejo acerca de algún asunto personal. El contexto social y el objetivo de la interacción nos
orientarán sobre las estrategias a seguir a fin de obtener el mejor resultado posible. Pero la tarea de hacer buenas
preguntas y obtener mejores respuestas no es tan fácil como pudiera parecer en un principio. El lenguaje, tanto corporal
como verbal, está cargado de connotaciones y ambigüedades que pueden desencadenar reacciones de signo contrario a
las deseadas en las situaciones de interacción social. Por ello, es necesario hacer un uso controlado del mismo. El
aprendizaje de esos usos se convierte en objetivo prioritario tanto del buen comunicador como del investigador social.
La sociedad en la que vivimos ha convertido la entrevista en una herramienta tan cotidiana que sería prácticamente
imposible concebir nuestro mundo sin ella. Nos entrevistan telefónicamente para conocer nuestra intención de voto en
futuras contiendas electorales, nos obligan a rellenar los datos de un formulario en el que ofreceremos información que
pasará a formar parte del Censo de Población y Vivienda, nos preguntan en forma de examen para evaluar nuestros
conocimientos a lo largo de toda nuestra trayectoria escolar y universitaria, así como en forma de historia clínica cuando
visitamos los servicios de salud. Incluso nos preguntan sobre algunos de nuestros datos personales, profesionales y
económicos en muchos establecimientos comerciales a fin de satisfacer las estrategias de marketing de sus servicios de
atención al cliente. Y por si fuera poco, los medios de comunicación social utilizan la entrevista como un comodín en
toda su programación, desde los noticiarios a los magacines, haciendo que pase a formar parte de la cultura de masas y
generando fascinación entre el público mediante las entrevistas a celebridades de mayor o menor rango. En definitiva, la
entrevista se ha convertido en lo que Holstein y Gubrium denominan «modo universal de cuestionamiento sistemático».
La investigación social no ha sido ajena a esta universalización de la entrevista y la ha incluido en su repertorio de
prácticas, dentro del cual ocupa un lugar protagonista al ser compartida por investigadores positivistas (cuantitativos) e
interpretativos (cualitativos). Los primeros pueden tener como objetivo la ubicación de un individuo en una escala de
ideología del 1 al 10 y los segundos pueden querer tener acceso a la interpretación que una persona hace de un suceso de
su vida, pero para ambos, en definitiva, se trata de un medio de obtención de datos.
En este capítulo nos vamos a centrar en la entrevista cualitativa, definida por Alonso como:
«(..) un proceso comunicativo por el cual un investigador extrae una información de una persona —"el
informante", en término prestado del vocabulario básico de la antropología cultural— que se halla contenida
en la biografía de ese interlocutor, entendiendo aquí biografía como el conjunto de las representaciones
asociadas a los acontecimientos vividos por el entrevistado. Esto implica que la información ha sido
experimentada y absorbida por el entrevistado y que será proporcionada con una orientación e interpretación
significativas de la experiencia del entrevistado. Orientación, deformación o interpretación que muchas veces
resulta más interesante informativamente que la propia exposición cronológica o sistemática de
acontecimientos más o menos puntuales».
En esta definición destaca la importancia que habrá de conceder el investigador a la subjetividad del narrador
(informante) de la historia, que a través de la elaboración/reconstrucción/remembranza de la misma se experimenta a sí

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mismo como actor que representa los puntos de vista del grupo social al que pertenece o con el que se identifica. De este
modo, la versión ofrecida por el emisor de la narración es el punto central de referencia de la práctica de la entrevista
abierta, ya que es reflejo de la actitud que sostiene ante su propio mensaje.
Por tanto, a pesar de que muchos autores se hayan empeñado en asimilar la entrevista cualitativa a una conversación
ordinaria, existen muchas características que la separan de dicho ideal. Veamos algunas de ellas:
a) La entrevista cualitativa es iniciada, indiscutiblemente, por el investigador, que anima al entrevistado a hablar,
evitando contradecirle y organizando y sosteniendo la interacción, de forma que queda explícitamente claro que el
entrevistado habla y el investigador escucha.
b) La entrevista cualitativa tiene un objetivo de conocimiento (no se habla por hablar) controlado por el entrevistador y
cuyo cumplimiento puede llevarse a cabo con diferentes grados de direccionalidad.
c) Los entrevistados son elegidos cuidadosamente de acuerdo a perfiles excluyendo cualquier tipo de reclutamiento
azaroso.
d) El entrevistado reconoce la situación de desigualdad con el entrevistador y busca en él, durante la interacción verbal,
aquello que es aceptable en ese contexto.
e) La entrevista cualitativa tiene un sentido pragmático inequívoco: es un habla para ser observada, en la que habrá que
buscar el conflicto enriquecedor entre lo que está legitimado (lo que hay que decir) y las prácticas reales alejadas de la
norma dominante.
f) La entrevista cualitativa suele tener una duración prolongada e incluso puede desarrollarse en varias sesiones,
especialmente cuando el objetivo es una reconstrucción de carácter biográfico.
No sólo existe una distancia respecto de la conversación cotidiana, sino que también se diferencia de otros tipos de
entrevistas con las que comparte un carácter profesional, tales como las entrevistas periodísticas, reseñadas
anteriormente, las entrevistas de selección o promoción profesional o las realizadas por los expertos del área de salud.
Las primeras tienen un objetivo puntual, coyuntural y en muchas ocasiones anecdótico. Se trata de buscar información
de actualidad que pueda ser plasmado en titulares, si bien existen excepciones como los reportajes que fundamentan el
hilo de la noticia con entrevistas de larga duración. Pero el periodismo tiende a convertir al individuo per se en noticia,
en tanto que la entrevista de investigación social adquiere relevancia al permitir la construcción del sentido social de una
conducta o de un acontecimiento, esto es, desde un punto de vista más estructural. No son pocos los casos en que la
práctica periodística ha producido interferencias en la propia de la investigación social: informantes que han sido objeto
de entrevista por parte de profesionales del periodismo se han negado rotundamente a ser entrevistados por
investigadores sociales después de haber sido objeto de un uso inapropiado de la información ofrecida a los primeros a
través de los medios de comunicación. De este modo, al investigador le queda la tarea de convencer a los observados de
la garantía de anonimato otorgada por el código deontológico del investigador social. Y el éxito de este proceso guarda
una relación inversamente proporcional al daño infringido previamente al informante.
Las entrevistas de selección de personal tienen como objetivo la evaluación de los candidatos. A través de los discursos
elaborados por éstos, el profesional consigue un conocimiento privado capaz de estructurar una acción individual (la
elección o descarte del candidato). De nuevo, el proceso es inverso al establecido en el marco de la investigación social
cualitativa. Las entrevistas terapéuticas o clínicas carecen de estructuración, dejando al paciente que, a partir de su
historia personal, reconstruya la trayectoria que le ha llevado hasta la situación que se va a analizar (adicciones,
delincuencia, etc.). Por medio de ellas se obtienen saberes privados, aunque con el único objetivo de profundizar en la
personalidad del paciente. Merecen mención aparte las entrevistas realizadas por otros profesionales de los servicios de
salud y las denominadas «de asesoramiento», que van a cumplir un papel determinante en el ámbito de actuación del
trabajador social y que veremos más adelante.
Para ahondar en la especificidad de la entrevista en profundidad conviene recordar su similitud con el acto de confesión
de la tradición católica, reflejada por Jesús Ibáñez con objeto de dar a esta técnica una perspectiva histórica que además
se materializa en otro tipo de confidencias cotidianas: «La confesión se transforma en técnica de investigación social en
forma de "entrevista en profundidad"». En el acto de investigación se estimula la confesión del entrevistado, que, frente
a un extraño en posición de confesor (dominante), puede, en algunos casos y para sorpresa de muchos, llegar a hacer
confidencias de prácticas cotidianas en completa contradicción con aquello que está legitimado por la norma social,
aunque, en muchas otras ocasiones, se niegue a verbalizar dichas prácticas o a hacer una confesión parcial de las
mismas. En el ámbito del Trabajo Social, esta renuencia se puede agudizar cuando se produzcan situaciones como
aquellas en las que el profesional, por ejemplo, tenga la responsabilidad de hacer un seguimiento del comportamiento de

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un adolescente. En este caso, sólo el compromiso de que la confesión de ciertos actos o sentimientos no serán utilizados
en contra del entrevistado podría facilitar un cierto grado de sinceridad, si bien esto podría desencadenar en el
profesional ciertos dilemas éticos que, al menos, tendría que dejar de lado circunstancialmente.
El investigador habrá de lidiar con esta tensión entre normas a la hora de abrir las puertas al entrevistado para que lleve a
cabo la confesión o, en su defecto, para poder detectar las estrategias utilizadas por los entrevistados cuando
«maquillan» su imagen ante el observador. «En la entrevista, cuando se realiza una confesión, es porque es la
reivindicación de una norma que se cree aceptable o el reconocimiento de una norma que se acepta en la práctica. Es
decir, es una confesión aceptable que se considera que va a ser aceptada por el observador. De aquí que se aconseje al
entrevistador una actitud abierta dispuesta a aceptar toda manifestación de la persona entrevistada».
Mediante la entrevista cualitativa, el investigador consigue que los observados hablen de lo que creen que son y hacen, y
en esa medida se encuentran en ese punto en el que reconstruyen el sistema de representaciones sociales en su quehacer
cotidiano. L. E. Alonso destaca que en dicho punto reside la complementariedad de las entrevistas con respecto a los
grupos de discusión, dado que en estos últimos sólo se obtienen representaciones de carácter colectivo y no individual.
También podemos hablar de complementariedad con respecto a la práctica de la observación participante. Es cierto que
muchos han considerado la entrevista como una práctica enmarcada dentro del propio proceso de observación
participante. Los estudios de B. Malinowski se convierten en referencia obligada cuando se quiere ahondar en este punto
y se recuerdan sus notas de investigación en las que registraba las entrevistas de distinto orden que había mantenido
durante el trabajo de campo. Pero la entrevista en profundidad tiene entidad en sí misma. Si bien es cierto que con su
aplicación no se podrá lograr una inmersión completa en la realidad social que se somete a estudio, hasta el punto de
poder llegar a verla con los ojos de las personas observadas, al menos se puede conseguir una aproximación a las
interpretaciones y motivaciones que otorgan dichas personas a sus comportamientos. Se produce tal grado de intensidad
en la interacción entre entrevistador y entrevistado que, tal como afirman Fontana y Frey, la entrevista se convierte en
una interacción activa que conduce hacia unos resultados negociados y basados contextualmente. Esto es, los
participantes en la situación de entrevista construyen conocimientos de forma conjunta a través del círculo de preguntas
y respuestas:
«Cuando hablamos sobre el mundo en que vivimos, nos embarcamos en la tarea de darlo un carácter
particular. Inevitablemente, lo asignamos características y acontecimientos y hacemos que funcione de un modo
particular (...). Cuando hablamos con alguien más de nuestro mundo, tenemos en cuenta quién es el otro, lo que
la otra persona podría presumir que sabe y dónde podría situarse esa otra persona en relación al mundo del
que hablamos».
No obstante, es difícil hablar de un modelo único de entrevista en profundidad o cualitativa. Dependiendo del objeto de
estudio y de las características del contexto donde se va a llevar a cabo el mismo, optaremos por uno u otro tipo de
práctica específica o bien por la combinación de varios de ellos. Podemos encontrar clasificaciones basadas en su grado
de estructuración o de estandarización, en su intensidad, en su especialización o en su duración. Todas ellas han sido
utilizadas con mayor o menor éxito, pero sin lugar a dudas la acepción que engloba mejor a todas las formas de
entrevista desarrolladas en la investigación social cualitativa es la de «entrevista abierta o en profundidad», que se
situaría a caballo entre la encuesta (cuestionario o entrevista férreamente dirigida) y la observación participante
(completamente libre).

2. TIPOS DE ENTREVISTA
La tipología de entrevistas cualitativas que aquí se sugiere es, en realidad, una adaptación de esta práctica de
investigación social a la lógica de la intervención (acción) social. A los ojos de una revisión crítica, la clasificación que
se propone abre un camino para que los profesionales de la acción social continúen explorando y descubriendo otras
potencialidades en las herramientas clásicas de la investigación social cualitativa. Al igual que en un diseño de
investigación social se puede hacer un uso complementario de distintas técnicas, el trabajador social deberá optar por la
práctica o prácticas más convenientes para abordar la problemática a la que se enfrenta. A continuación se recogen los
siguientes tipos de entrevista:
— Entrevista inicial o de contacto.
— Entrevista de asesoramiento.
— Historia oral (entrevista sobre acontecimientos pasados).
— Entrevistas testimoniales.

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— Entrevistas exploratorias.
— Entrevistas sobre hábitos y prácticas.
— Entrevista en grupo.

2.1. Entrevistas de contacto


En la tarea del trabajador social adquiere especial importancia la primera entrevista de contacto mantenida con una
persona que demanda ayuda, ya que en el transcurso de la misma puede condicionar el éxito de la intervención. Este
encuentro entre profesional y cliente es definido como un proceso en el que, bajo el paraguas teórico de la sociología y
la psicología social, se hace uso de las informaciones que la persona proporciona sobre sus comportamientos,
sentimientos y motivaciones a fin de poder comprender mejor la situación del individuo en su contexto y proporcionarle
el apoyo más adecuado.
Este tipo de entrevista tiene un amplio abanico de posibilidades de estructuración que puede oscilar desde un modelo
rígidamente dirigido hasta uno de gran apertura, prácticamente equivalente a una entrevista no directiva propia de la
investigación social cualitativa. La formación del trabajador social, así como la problemática a la que se enfrenta, va a
influir en la decisión de desarrollar un tipo u otro de guión. No obstante, las posturas más críticas en la disciplina del
Trabajo Social reivindican la apertura frente a la rigidez de una entrevista completamente estructurada.
Cualquiera que sea el modelo a aplicar, debe cumplir una serie de objetivos que resumimos a continuación: a) obtener
información que será utilizada a la hora de tomar decisiones sobre la naturaleza de las dificultades sometidas a examen y
de la intervención; b) establecer una alianza con el cliente por la que se aprecie el interés por comprender la situación,
los sentimientos y pensamientos que éste plantea sin expresar verbal o gestualmente juicios de valor, y c) transmitir la
esperanza de poder atajar la problemática planteada mostrando cómo suele funcionar el servicio en este tipo de
situaciones y, más en concreto, cómo lo hace el propio trabajador social.
Entre estos objetivos destacan dos conceptos relevantes en el marco de las entrevistas cualitativas: comprensión y trato
(contrato). El primero de ellos es la esencia que inspira la investigación cualitativa: se trata de entender el problema a
través de la interpretación que del mismo hace la persona o personas afectadas. Así, conviene destacar las voces críticas
que han acusado a muchos trabajadores sociales de hacer un uso inadecuado de las entrevistas de contacto al
reinterpretar los mensajes, provocando lo que las feministas y los sectores más críticos han venido a denominar
desempoderamiento de aquellos que reclaman la asistencia. Sin pretender caer en la exageración, este mal uso de la
entrevista quedaría reflejado en el siguiente tipo de pregunta: «Entonces, ¿lo que usted quiere decir realmente es
que...?». Este tipo de interpretaciones que suelen surgir de aquellos profesionales influidos por enfoques
psicosociológicos y que intentan extraer significados del subconsciente puede tener un efecto negativo sobre aquella
persona que requiere la ayuda, pues percibe que el trabajador está incumpliendo con parte del trato inicial que se insti-
tuye a lo largo de la entrevista y que consiste básicamente en la actitud de escucha del profesional; de ahí que pueda
suceder que el cliente «se cierre» y se resista a profundizar en la génesis y percepción de su situación. O incluso puede
llegar a suceder que no regrese para un segundo encuentro.
En esta misma línea, y teniendo en cuenta que la interacción se construye entre dos, convendría que el profesional no
experimentara ante el entrevistado reacciones tales como aquellas consistentes en una reelaboración cargada de juicios
de valor sobre lo que ha dicho aquél, en una reinterpretación con un nuevo sentido o en la expresión de emociones que
paralicen al individuo. Estos malos usos de la situación de entrevista pueden ser compensados mediante preguntas que
busquen un mayor detalle en lo expresado bien repitiendo parte de lo dicho por el entrevistado o bien parafraseándolo.
De lo anteriormente expuesto se deduce que es más adecuado dejar hablar libre-mente a la persona que pide ayuda,
aunque evitando siempre que el entrevistador se exceda en expresar asentimiento con gestos o palabras ante el
entrevistado o que se anticipe a lo que éste va a decir. En muchas ocasiones, los individuos hallan caminos para
solucionar la situación en el proceso de reestructuración de su propia historia ante el trabajador social. Por tanto, una
regla general a seguir por el entrevistador (T. S.) es hacer preguntas abiertas en tanto que proporcionan más información
a la vez que posibilita un aprendizaje a partir de la interpretación de los gestos y reacciones que provocan ese tipo de
cuestiones. No obstante, cuando no se consigue la información necesaria a partir de la entrevista, se hace imprescindible
el lanzamiento de nuevas preguntas. En general, en Trabajo Social se recomienda el uso de las cinco WH (en inglés:
why, what, who, where, when): por qué, qué, quién, dónde y cuándo, si bien no de forma consecutiva, pues podría
abrumar o bloquear al entrevistado.

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Sin embargo, y siguiendo el enfoque interpretativo, en sucesivas ocasiones ha sido criticado el uso del por qué. En este
tipo de preguntas se pretende que el entrevistado racionalice su problema y busque la causa del mismo, sin tener en
cuenta que la persona en cuestión puede sentirse incapaz de realizar semejante proceso o que simplemente no lo desee y
sólo tenga como objetivo que «otros busquen soluciones» a su situación.
Pero no se puede hablar de preguntas magistrales. Cada situación requerirá de un planteamiento diferente. Así,
Henderson y Thomas describen cómo en ciertos casos de aplicación del método comunitario se recurren a preguntas
naif para provocar que los vecinos implicados comiencen a cuestionarse sobre aquello en lo que creen que no se sienten
competentes o sobre lo que piensan que no tienen capacidad de influencia.
Mención aparte merecen las situaciones de entrevista que precisan de un intérprete. En las sociedades multiculturales, la
interacción entre el trabajador social y el cliente se puede ver mediatizada por la necesidad de un experto traductor. En
principio, la introducción de un tercero ha de ser consentida por la persona que solicitó ayuda a los servicios sociales. Y
este hecho va a tener enorme influencia en el desarrollo de la entrevista. Por un lado, debemos tener en cuenta el efecto
que puede ejercer sobre la sinceridad de la persona que, en este nuevo contexto, deberá expresar a más de un interlocutor
sus actitudes, motivos o sentimientos hacia una problemática concreta que puede ser, además, delicada. Por otro lado,
nos remite al problema de la traducción del instrumento de investigación (preguntas y respuestas de la entrevista). Este
tema ha sido tratado ampliamente y conviene recordar las dificultades en la traducción de preguntas de carácter abstracto
de unos idiomas a otros, preguntas que son, además, las más habituales en el contexto de la investigación cualitativa.
Habría que añadir, por último, que las distancias culturales pueden constituir una remora para dispensar el apoyo más
adecuado a una persona que demanda ayuda a los servicios sociales. Los tabúes culturales, tan cercanos a situaciones de
desviación o marginación, provocan, con más frecuencia de la deseada, la autocensura en los entrevistados a la hora de
informar sobre su problemática. Pensemos en los casos de mujeres musulmanas que puedan estar siendo sometidas a
malos tratos o a vejaciones. En primer lugar, supondrá un esfuerzo comunicar dicha situación a un extraño que se
desenvuelve bajo otros parámetros culturales y que podría ser incluso del sexo contrario.
La revisión de la entrevista inicial en la labor de los servicios sociales nos remite, indudablemente, a la variante que
proporcionan los servicios de asesoramiento.

2.2. Entrevistas de asesoramiento


El objetivo general de estas entrevistas es proporcionar al cliente la oportunidad de que explore, descubra y aborde
modos de vida con más recursos y mayor sensación de bienestar. Dejando de lado algunas de las aproximaciones
teóricas a la labor de asesoramiento, nos centraremos en los dos modelos más conocidos: el de Carl Rogers y el de
Gerard Egan.
Rogers comenzó planteando una terapia no directiva que evolucionó a planteamientos más extremadamente abiertos,
basados en la creencia de que el cliente es el único experto en sí mismo, es decir, confiaba en que los individuos fueran
capaces de experimentar un crecimiento personal con la única ayuda de un asesor que les demostrara empatía,
congruencia y refuerzo positivo. Por tanto, la terapia se centraba más en el individuo que en la resolución del problema.
El éxito radicaba en conseguir que la persona revisara sus percepciones y se abriera a nuevas experiencias.
Para Egan, no todos los clientes tienen voluntad para resolver su problema, de forma que la figura del consejero se
revaloriza y refuerza el uso de su influencia y autoridad profesional. En su modelo de asesoramiento distingue cuatro
etapas: exploración, comprensión, acción y evaluación. Durante la exploración se sirve de entrevistas abiertas, gracias a
las cuales consigue establecer un compromiso de trabajo y explorar los pensamientos, comportamientos y sentimientos
del asesorado. En la fase de comprensión, el profesional ayuda al cliente a establecer un nuevo marco interpretativo de
referencia y a descubrir sus potencialidades y recursos. La etapa de acción se centra en establecer metas para conseguir
resolver el problema. Y, por último, la evaluación es llevada a cabo por el profesional en términos de efectividad del
proceso previo.
Coulshed y Orme, no obstante, establecen algunas características comunes a la figura del consejero con independencia
del modelo de interacción que se aplique: el establecimiento de una situación de empatía (ver a través de los ojos del que
desea ser aconsejado), de respeto, de concreción en la expresión, de autoconocimiento, de congruencia (ajuste entre las
palabras y el lenguaje del cuerpo) y de mostrarse tal como es, además de evidenciar la conexión entre lo que sucede en
el contexto de la entrevista con lo que ocurre en la vida cotidiana del individuo.

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2.3. Historia oral (entrevistas sobre acontecimientos pasados)
La historia oral ocupa uno de los puestos de honor dentro de la perspectiva cualitativa de investigación social. En estos
momentos goza de una especial vitalidad que viene de la mano del interés científico despertado entre todos aquellos
historiadores e investigadores que están aplicados a la ardua tarea de la recuperación de la memoria histórica para
recobrar las voces de muchos de aquellos que fueron silenciados en la historia oficial y que ahora tienen la oportunidad
de ser rescatados y escuchados. En la misma línea, los estudios de mujeres han descubierto en la historia oral una herra-
mienta de trabajo imponderable a la hora de ofrecer una reinterpretación de la cultura y de la historia desde la
perspectiva de género.
Y dentro del concepto más global de la historia oral, destaca especialmente la historia de vida. Mediante la misma se
consigue que el sujeto sometido a observación narre su experiencia vital. Este adquiere de este modo un mayor
protagonismo si cabe, al dejar en sus manos la capacidad para historiar, rememorar su propia trayectoria de vida. El
sujeto establece el orden temporal según su propio criterio con total libertad de expresión y relegando al investigador a
la tarea de ayudarle a fijar fechas entre los acontecimientos que el narrador considera relevantes.
Aunque difiere en su objetivo respecto a otro tipo de entrevistas cualitativas abiertas, metodológicamente es muy
similar. Por este motivo, la hemos incluido como un tipo de entrevista más que puede resultar de mucho interés para el
trabajador social a la hora de contextualizar mejor las situaciones de emergencia que viven aquellas personas que
demandan su ayuda. La narración puede ser grabada o, en su defecto (caso de rechazo por parte del entrevistado),
escuchada con registro de anotaciones y puede oscilar en su duración, aunque en general va a ser mucho más breve que
una prototípica historia de vida en la que se pueden llegar a necesitar horas y horas de grabación durante días
consecutivos. Interesan más las historias breves que las dilatadas trayectorias vitales.
Las aplicaciones más comunes de la historia oral para el trabajador social se centrarán en la obtención de los
significados que el sujeto entrevistado atribuye a los acontecimientos o circunstancias difíciles experimentadas en su
contexto vital o también en el recurso a las narraciones que pueden ofrecer personas vinculadas a dicho individuo, tales
como familiares, compañeros de estudios, de trabajo o amigos, etc., cuyas propias trayectorias vitales están vinculadas a
la de la persona que nos interesa, pudiendo introducir nuevas perspectivas de análisis de la situación y generar pro-
puestas de solución más ajustadas a su contexto.

2.4. Entrevistas testimoniales


Las entrevistas testimoniales tienen gran utilidad en el marco de la metodología de caso y más en concreto en la recogida
de información de las personas que se desenvuelven en el ámbito cotidiano del sujeto que solicita ayuda a los servicios
sociales. En algunos casos, el trabajador social puede ser consciente de la falta de sinceridad del individuo a la hora de
informar sobre la situación de emergencia que está experimentando. Pensemos en las situaciones de maltrato que pueden
estar sufriendo mujeres o niños. La dificultad intrínseca del reconocimiento y de la narración de ataques puntuales
recibidos por la persona objeto de maltrato hace imprescindible que el profesional recurra a otros individuos cercanos
que puedan ofrecer relatos (versiones) de tales acontecimientos. Para ello se les solicitará que adopten una postura de
neutralidad y que eviten emitir juicios de valor. En este sentido, este tipo de entrevistas se alejan más del carácter
interpretativo inherente a la investigación cualitativa acercándose a la mera reproducción de los hechos (la verdad
externa), si bien la neutralidad del entrevistado resulta difícil de mantener en situaciones extremas, tales como la
violencia doméstica o la delincuencia.
En la medida en que el sujeto entrevistado habla de otros, entronca con las entrevistas centradas en vivencias
compartidas con la persona que demanda ayuda referidas anteriormente en el apartado de la historia oral. En ciertos
casos serían complementarias, si bien la estructura de las testimoniales es mucho más rígida y cerrada que la planteada
en la historia oral.

2.5. Entrevistas exploratorias


Las entrevistas exploratorias adquieren un significado especial en el marco del Trabajo Social comunitario y,
concretamente, en la fase inicial de identificación de necesidades y potencialidades del espacio social que estemos
abordando, ya sea éste el barrio, la institución u organización, el colectivo o el movimiento social concreto. Si el
trabajador social no vive inmerso en dicho espacio social, el recurso a las entrevistas exploratorias se hace prácticamente
imprescindible en su doble objetivo informativo y de establecimiento de contactos.

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Se llevan a cabo entre un número reducido de informantes con experiencia en el objeto de la intervención que vamos a
abordar. La selección de los mismos nace de la definición de la población a la que se dirige nuestra acción asociativa u
organizativa. Han de ser personas pertenecientes a ese colectivo o población, típicas del ambiente social observado y
dispuestas a ofrecernos su particular interpretación de la problemática que está en la base de la actuación iniciada por el
trabajador social. En el éxito de la interacción establecida con dichos informantes estribará la posibilidad de que nos
sirvan de contacto con otros que compartan intereses y que estén dispuestos desarrollar tareas de cohesión e integración
en el barrio o en el espacio social delimitado.
El número y características de los seleccionados variará en función de que la acción organizativa se piense en términos
de grupos aislados o de grupos interconectados, esto es, por ejemplo, si pensamos en organizar coordinadoras de varios
grupos.
Los entrevistados prestarán sus ojos y el resto de sus sentidos al trabajador social, que hará uso de sus interpretaciones
para poder afrontar la problemática planteada. Imaginemos que se quiere atajar el problema de la soledad y la
marginación de los ancianos en un barrio de una localidad y que no tenemos mucha información sobre el contexto
sociocultural y espacial que arropa esta situación. Deberemos contactar con vecinos de esta edad que nos ofrezcan
información de la vida en el barrio, de las relaciones sociales existentes, de las facilidades para la comunicación e
interacción, de las dificultades espaciales, de los posibles condicionantes de la apatía del anciano o de la atribución de
responsabilidades.
La información producida a través de estas entrevistas exploratorias abiertas sirve de punto de partida para la
construcción o diseño de otras prácticas como una encuesta, observación participante o el del conjunto de una
investigación acción participativa. Incluso puede llegar a ser referente para la elaboración de otro tipo de entrevistas,
como las focalizadas en una posterior fase de evaluación.

2.6. Entrevistas sobre hábitos y prácticas


Este tipo de entrevistas encuentran su ámbito natural de aplicación en la metodología, de casos y muy concretamente en
aquellos en los que se abordan situaciones de marginación, tales como las toxicomanías, el fracaso escolar o la
delincuencia.
Dada la delicadeza de los temas abordados, este tipo de entrevistas jamás deben realizarse en la fase primigenia de la
relación entre el trabajador social y la persona objeto de ayuda. Es conveniente que el profesional «haya roto el hielo» en
anteriores encuentros, habiendo establecido un rapport adecuado para llegar a tratar con exhaustividad unas prácticas
que se oponen radicalmente a lo que la norma social ha legitimado. Requiere, por tanto, de mucho tacto, de mucha
experiencia por parte del entrevistador para obtener información fidedigna sobre los lugares y momentos para esas
prácticas, así como los compañeros y motivaciones de las mismas. Sin embargo, es fundamental que se haga una
indagación exhaustiva para poder construir conocimientos en torno al contexto social que envuelve el problema y
establecer las mejores vías de salida a dichos comportamientos.

2.7. Entrevista en grupo (focus group)


Todas las entrevistas a las que nos hemos referido previamente se llevan a cabo de forma individualizada. Ahora nos
vamos a centrar en un caso aparte, el de la entrevista en grupo, que tiene su origen en la entrevista focalizada, acuñada
por Merton y Kendall en los años cuarenta en un artículo ya legendario en el ámbito de la metodología, que se basaba en
los estudios de propaganda política realizados durante la Segunda Guerra Mundial. En aquel tipo de entrevista, de
carácter individual, el entrevistado había estado expuesto a una situación concreta, tal como la visualización de un
anuncio publicitario o la audición de un programa de radio, o habían experimentado un evento social determinado. Los
investigadores habían experimentado previamente, y analizado después, esa situación, así como sus posibles efectos,
estableciendo hipótesis al respecto. A partir de este análisis (de contenido), elaboraban el guión de la entrevista, que se
focalizaba en las experiencias subjetivas de las personas expuestas a dicha situación, para contrastar las hipótesis y
descubrir efectos que no fueron anticipados en el diseño.
La entrevista en grupo se asocia habitualmente a los estudios de marketing y a aquellos llevados a cabo desde los
partidos políticos cuyo interés radica en conocer el impacto de determinadas políticas o asuntos de actualidad en los
votantes. Metodológicamente, empezó su andadura bajo los mismos supuestos de base de la entrevista a un solo sujeto,
es decir, partiendo de un estímulo al que fueron sometidos todos los integrantes del grupo. Y también se hace extensible
la aplicación de los mismos criterios que orientaron la entrevista focalizada a una sola persona: ausencia de dirección,

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requerimiento de concreción a los entrevistados, profundización intensiva en las experiencias de los sujetos, aunque en
este supuesto se deberá superar el contexto personal, ampliándolo al social, para poder determinar la significación de la
experiencia. A pesar de ese hincapié en la no direccionalidad de la entrevista en aras de garantizar la espontaneidad y la
fluidez del discurso de los sujetos, lo cierto es que el orden explícito en el guión de la misma es bastante cerrado y la
figura del entrevistador se hace muy prominente. Este detalle hace conveniente que recordemos que no se debe
confundir la entrevista de grupo con el grupo de discusión. La primera es claramente, y como ya hemos señalado, menos
espontánea y mucho más dirigida que el segundo (véase el capítulo dedicado al grupo de discusión).
Este tipo de entrevista tiene sus ventajas e inconvenientes. En los años cincuenta, Merton ya señalaba la necesidad de
que el entrevistador debía contar con el apoyo de una o varias personas en el grupo para dominarlo y dinamizarlo; en
segundo lugar, ha de animar a los entrevistados a participar, porque debe asegurar la total cobertura del tema con la
intervención de todos los participantes en el grupo (8-10). Además, planea por encima la sombra de un posible sesgo: el
de la interferencia de la cultura de grupo que emerge desde la propia entrevista en la expresión individual de cada uno de
los componentes.
La aplicación de la entrevista colectiva en la intervención social adquiere relevancia en el ámbito de la metodología de
grupo. Esta, conocida como Trabajo Social de grupo, se fundamenta en los grupos socioterapéuticos y socioeducativos,
mediante los cuales el individuo (objetivo central de esta metodología) aprende a modificar sus relaciones con el entorno
social. Los objetivos abordados gracias a esta aproximación metodológica giran en torno al concepto de apoyo: a
personas que atraviesan por circunstancias personales difíciles, grupos pro cambio personal (refuerzo de la personalidad,
reinserción social de violadores u otro tipo de delincuentes, ayuda a drogodependientes, etc.), grupos recreativos, de
rehabilitación, terapéutico-educativos, de curación o de toma de conciencia de nuevos métodos para asumir problemas.
El profesional puede intervenir en el grupo de muy diversas formas; por ejemplo, con la conducción de dinámicas, de
experiencias concretas (cambio de roles, actividades), exposición a grabaciones de vídeo con objeto de modificar
estereotipos, etc. Tampoco es desdeñable su realización con personas que han sufrido una situación traumática colectiva
(atentados, terremotos, inundaciones). De este modo, una de las posibles herramientas para analizar los efectos y
contrastar las hipótesis que el propio trabajador social pudiera haber pergeñado sobre dicha situación es la entrevista de
grupo. De la misma surgirán valoraciones críticas, reacciones emotivas y, en definitiva, variedad de interpretaciones
sobre el acontecimiento o dinámica puesta en marcha.

3. DINÁMICA DE LA ENTREVISTA
Todas las entrevistas en profundidad son diferentes. En cada una de ellas se establece un proceso de comunicación entre
dos personas en distintos contextos sociales, culturales, espaciales y temporales. Incluso cuando se da el caso de un
nuevo encuentro de la misma combinación entrevistador-entrevistado, llegando al extremo de tratar el mismo asunto, la
situación, diferente en el tiempo y quizá en el espacio, producirá un nuevo discurso, diferenciado del anterior gracias a la
falta de estandarización del instrumento que facilita la introducción de matices y de nuevas perspectivas que pudieron no
ser consideradas conscientemente por el entrevistado en el encuentro previo. No obstante, y aunque cada investigación
social y cada proyecto de intervención sean diferentes, podemos hablar de la existencia de una serie de elementos
básicos comunes al diseño y aplicación de las entrevistas en profundidad.

3.1. La situación de entrevista


Si bien se ha hecho referencia a la flexibilidad del diseño de la investigación cualitativa y a la falta de estructuración de
la entrevista en profundidad, esto no quiere decir que no se necesite una preparación previa. Kvale mantiene que «la
preparación de antemano es esencial para la interacción y el resultado de la entrevista. Una parte muy importante de la
investigación debe haberse llevado a cabo antes de encender la grabadora en la entrevista» . El entrevistador ha de partir
contextualizando al individuo para poder abrir de forma apropiada un proceso comunicativo en el que el máximo
protagonista es el entrevistado, que ha de gozar de total libertad para elaborar su propia interpretación de la realidad.
Esta definición de la situación implica que el entrevistador debe ser muy ágil y contar con recursos suficientes para
enfrentar las posibles sorpresas que puedan ir surgiendo.
El punto de arranque de la entrevista es crucial. Ante todo, hay que evitar que afecte negativamente la comunicación. El
investigador ha de plantearse a sí mismo la pregunta «¿y cómo empiezo?» mucho antes de abordar la situación con el
entrevistado. No existen reglas concretas porque cada uno, según su formación, sus conocimientos sobre el problema de
observación o sus propias habilidades sociales, desplegará diferentes estrategias de acceso al sujeto a entrevistar, así

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como mecanismos de adaptación al contexto social, espacial o temporal que se impone en ese momento. El objetivo es
único: conseguir una buena relación con el entrevistado, alcanzar el rapport que haga posible que la entrevista fluya por
los cauces apropiados. «El entrevistador tiene que actuar para provocar al entrevistado a hablar, evitando canalizar o
conducir el habla».
En toda interacción comunicacional, los mensajes que se intercambian van condicionando el proceso y es muy fácil que
el entrevistador caiga en la tentación de participar en exceso en el transcurso de la entrevista. Así podemos llegar a
encontrar entrevistas en las que las preguntas sean incluso más amplias que las respuestas, donde se intercalen juicios de
valor y hasta identificaciones con las afirmaciones del entrevistado. Con estas malas prácticas se puede producir,
adicionalmente, un sesgo sobre el discurso del propio entrevistado, que se verá influido por el referente valorativo
impuesto por la figura del investigador/entrevistador.
Su intervención ha de estar orientada a dar estímulo y ánimo al entrevistado, mostrando interés por las opiniones e
informaciones que éste ofrece, a las que someterá a una evaluación crítica que le permitirá indagar para obtener
respuestas más exhaustivas y concisas. Esta actitud es expresada magistralmente por Jesús Ibáñez cuando escribe: «Los
modos generales de actuación siguen siendo la reformulación e interpretación, pero los tiene que poner en juego con más
frecuencia que en el grupo de discusión. El movimiento del entrevistador por la entrevista es tan delicado y problemático
como el de un caracol reptando a lo largo del filo de una navaja barbera. Cualquier diseño previo de sus intervenciones
—cualquier cuestionario o guía— provocará el corte y el habla del entrevistado se derramará en el discurso del
entrevistador».
Como garantía de la entrevista, se establece entre investigador y entrevistado un acuerdo tácito, un trato, dirigido a
resolver la contradictoria situación que plantea este intercambio, esto es, cuando el entrevistado produce expresiones de
opiniones, situaciones y comportamientos muy personales que están abocadas a ser difundidas, a hacerse públicas.
Mediante este pacto se consensúa el hecho de que el discurso del entrevistado sea susceptible de ser conocido por otros
siempre que sea bajo cierto grado de anonimato (no descubrir nombres, etc.). Aun en el supuesto de que la entrevista no
se ubique en el marco de una investigación, sino en el de la acción directa del trabajador social (asesoramiento, gestión
de recursos, etc.). También se ha de llevar a cabo el acuerdo, estableciendo los límites del uso de la información que el
cliente pueda ofrecer, es decir, los márgenes de su intimidad.
Para que el pacto comunicativo funcione se ha de partir de unas mínimas reglas, compartidas (códigos lingüísticos,
culturales, de comportamiento social, etc.) a las que habrá que añadir las informaciones imprescindibles que debe
aportar el investigador, tales como el tema a tratar, el objeto de la investigación o los motivos y el modo de abordaje de
la misma por parte de la persona o institución que la este llevando a cabo. A partir de este punto, en el que ha de quedar
claro qué es lo que se quiere del entrevistado, se podrán renegociar algunos otros aspectos de ese pacto, pero hay que
tener presente que los mismos modificarán la situación de entrevista.

3.2. El papel del entrevistador


Establecidas las reglas del juego, el entrevistador habrá de desplegar todas sus tácticas y estrategias para lograr que la
interacción verbal establecida prospere. Deberá hacer uso de diversas tretas o trucos cotidianos para provocar la mayor
productividad de la conversación, para conseguir abrir paso a la confidencia y captar las reglas del juego social
establecidas con el sujeto observado. El entrevistador deberá avanzar, retroceder, regatear, profundizar e incluso apuntar
directamente mediante un juego que llegue finalmente a la meta, que no es otra que un discurso rico y centrado en la
temática planteada. En este marco no sólo tiene importancia la conversación, sino la puesta en escena, los gestos faciales
y corporales, los roles adoptados por el entrevistador en cada momento oportuno. El control sobre todos estos factores es
otro de los objetivos del investigador en el desarrollo de la conversación. Ha de manejar la situación y reaccionar con
una actitud flexible ante cualquier imprevisto.
La apariencia entendida «como imagen propia definida en términos de características aprobadas socialmente» debe ser
controlada por el entrevistador de acuerdo al contexto donde se sitúe la entrevista. Íntimamente unido a la apariencia,
destaca el rol desempeñado por el investigador. Es decir, en el caso de que se vaya a entrevistar a una mujer maltratada
con hijos, una investigadora podrá hacer prevalecer su rol de mujer e incluso de madre para fijar cierta empatía; en el
caso de que sea varón, éste podría hacer destacar el hecho de ser padre o de residir en un barrio similar al de la
entrevistada. En algunos casos en los que, por ejemplo, por la forma de vestir se pueda ofrecer cierta sensación de
superioridad con el entrevistado, el investigador tendrá que ser capaz de valorar si esta percepción le favorece o si debe
«renegociarla» o transformarla a lo largo de la entrevista.

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Por último, no podemos pasar por alto el poder de la comunicación gestual:
«La coherencia expresiva requerida para toda actuación señala una discrepancia fundamental entre nuestros
"sí mismos" demasiado humanos y nuestros "sí mismos" socializados. Como seres humanos, somos,
presumiblemente, criaturas de impulsos variables, con humores y energías que cambian de un momento a otro.
En cuanto caracteres para ser presentados ante un público, sin embargo, no debemos estar sometidos a altiba-
os. Como lo señaló Durkheim, no permitimos que nuestra actividad social más elevada "siga la huella de
nuestros estados corporales como lo hacen nuestras sensaciones y nuestra conciencia corporal general".
Contamos con una cierta burocratización del espíritu que infunda la confianza de que ofrecemos una actuación
perfectamente homogénea en cada momento señalado».
Quizá resida en esa burocratización del espíritu de Goffman la clave para que en la situación de entrevista los gestos, los
movimientos del cuerpo y las palabras del investigador muestren coherencia y sean utilizados como un espejo en el que
llanamente se acepte y refleje el discurso del sujeto observado.
Si todos los requisitos reflejados hasta aquí logran cumplirse, estaremos muy cerca de conseguir la situación de control
de los afectos o de empatia controlada de la que habla Alonso.

3.3. Guión de la entrevista


A pesar de que muchos autores hablan de la inexistencia de guión en las entrevistas en profundidad, lo cierto es que su
formulación favorece el control del proceso, especialmente si se da el caso de que las entrevistas han de ser realizadas
por distintas personas de un mismo equipo de investigación. Este guión servirá, en este último supuesto, para garantizar
que se toquen todos los aspectos o facetas imprescindibles del tema que se tiene bajo estudio. No tiene por qué seguirse
un mismo orden en todos los casos, como ocurre cuando trabajamos con entrevistas estandarizadas, pues este orden lo
configura el discurso que vaya elaborando el sujeto entrevistado.
E1 guión de la entrevista recoge los temas o preguntas relevantes para el objeto de estudio y el investigador irá
adaptando la secuencia al ritmo del entrevistado. A lo largo de la entrevista, es preferible mirar la guía en contadas
ocasiones con objeto de mantener en la medida de lo posible la ilusión de una conversación cotidiana. Lo más indicado
es recurrir al guión cuando la entrevista esté muy avanzada, como si se tratara de repasar algunos momentos de la
conversación. Por supuesto, el lanzamiento de la pregunta ha de ser relevante desde el contexto temático y dinámico de
la entrevista, es decir, debe ser significativa con respecto al tema y a la relación interpersonal que se va generando.
En cualquier caso, también hay que resaltar que no existen personas ideales para ser objeto de entrevista. Existen
personas difíciles y personas fáciles, pero no todas las que hablan más fluidamente proporcionan información más
significativa. Algunas veces, en discursos más breves se obtiene información más relevante. Para resolver parte de esta
problemática volvemos a reclamar la figura del entrevistador experimentado y habilidoso.
Kvale propone los siguientes criterios para evaluar la calidad de la entrevista:
1. Las contestaciones del entrevistado han de ser espontáneas, ricas y específicas, dando amplia respuesta al
entrevistador.
2. Las preguntas serán breves y las respuestas amplias.
3. El entrevistador sigue y aclara los significados contenidos en las respuestas.
4. La entrevista ideal se interpreta en gran medida durante la entrevista misma.
5. El entrevistador intenta verificar sus interpretaciones de las respuestas.
6. La entrevista es comunicable por sí misma; no requiere muchas descripciones ni explicaciones adicionales.
Las entrevistas suelen ser grabadas en audio, si bien algunos objetos de investigación pueden requerir registro de vídeo,
como algunas entrevistas en grupo. Esto no quiere decir que haya pasado a la historia la imagen del investigador
tomando notas de aquello que dice el entrevistado, sino que se trata de una alternativa que sólo se baraja en situaciones
en las que hay una negativa rotunda por parte del entrevistado por los motivos que sean. En estos casos recupera aún
más su importancia una de las cualidades que han de poseer los entrevistadores: la memoria. Cuando los temas son de
común acceso a todo el mundo, no suele haber problemas en la grabación en cinta de audio. Se recomienda que ésta sea
de larga duración, ya que resulta muy incómodo tener que dar la vuelta a la misma cuando la grabadora no es
autorreversible, provocando en muchas ocasiones la paralización y ruptura del discurso del entrevistado. La longitud de
la cinta también es recomendable para aquellas investigaciones en las que se ha de grabar a la misma persona en
momentos sucesivos, como se puede dar en el caso de las historias de vida.

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En el lugar de la entrevista es conveniente que no se aprecie la presencia de la grabadora. Se recomienda el uso de
aparatos pequeños o con micrófonos que pasen inadvertidos, de modo que se pueda llegar incluso a olvidar el mismo
hecho de la grabación.
A pesar de que la grabadora (si no hay algún accidente) va a registrar fielmente la conversación mantenida, es
recomendable, tal y como lo advierten Fontana y Frey, que, independientemente de las circunstancias, el entrevistador
tome notas de forma rápida y regular y que escriba todo lo que se le pase por la cabeza sin importarle que más tarde
pueda ser desechado por irrelevante. También es conveniente que revise las notas de cara a la conducción de la
entrevista, aun cuando esta labor haya que llevarla a cabo dándola gestualmente escasa importancia.

3.4. Estrategias en la entrevista


Aquellos que hacen investigación cualitativa huyen de dar fórmulas magistrales o recetarios de cocina para conseguir un
buen resultado en su trabajo. No obstante, podemos rescatar algunas estrategias usadas con frecuencia para obtener esa
relación ideal de entrevista. Las primeras han de ponerse en práctica antes del comienzo de la misma siempre que el
profesional tenga opción: la elección de los entrevistados más adecuados para dar información, la elección de los
entrevistadores más flexibles y experimentados y la elección del momento y lugar más apropiado para que la comu-
nicación fluya tranquilamente y sin prisas.
Haciendo una recapitulación sobre las propuestas tácticas de M. Valles y de P. Corbetta, hablaremos de:
1. Táctica de la pausa o del silencio: Resulta conveniente en ciertos casos para que el entrevistado pueda hacer
memoria, recordar o reflexionar sobre los acontecimientos o situaciones que estuviera evocando previamente. En ese
sentido, la concesión de ese tiempo es casi una muestra de respeto por el entrevistado sin imposición de ritmos
impropios de una conversación y garantizando la no directividad del instrumento de investigación. El límite se establece
en ese umbral a partir del cual el silencio gravita como una sombra sobre la interacción. Es imprescindible que nunca se
haga un silencio embarazoso que pueda significar que se pierde el ritmo de la entrevista.
2. Tácticas de estímulo o animación: En la mayoría de las ocasiones, basta mostrar interés mediante un ritual de gestos,
ruidos y expresiones orales congruentes entre sí. Una mirada atenta, acompañada de movimientos de cabeza afirmativos
o expresiones como «¿sí?», «¡aja!», «mmm», «ya» o «¡qué interesante!» pueden ser suficientes para mantener la
narración y animar al entrevistado. De esta forma, éste sabrá que está cumpliendo los objetivos planteados al inicio de la
conversación.
3. Táctica de elaboración: Se pretende que el individuo profundice en las respuestas aportando más detalles y matices
que pueden resultar relevantes en el proceso interpretativo del tema de estudio. Las invitaciones del entrevistador se
hacen al finalizar la intervención del sujeto o un poco después. Las fórmulas habituales son similares a «comprendo»,
«continúe», «¿y después?», «¿qué sintió en ese momento?». De esta forma se manifiesta verbalmente interés y se deja
fluir el discurso del entrevistado.
4. Táctica de repetición: Esta táctica muestra dos opciones, una que puede consistir en repetir una pregunta
formulándola de forma distinta u otra que consiste simplemente en repetir alguna expresión o palabra de la respuesta del
entrevistado: «Si he escuchado bien, usted me ha dicho que...». La segunda alternativa es más deseable que la primera y
suele proponerse unos minutos más tarde que lo haya hecho el entrevistado. De este modo se hace patente, con más
intensidad, el interés del investigador.
5. Táctica de recapitulación: Se pone en práctica mucho después de que se haya manifestado el entrevistado con alguna
expresión que resulte de interés para el investigador. Se le pide al sujeto que haga una reelaboración de lo que ha dicho
la mayoría de las veces de forma retrospectiva. Con ello consigue que se dé mayor calado a la cuestión planteada,
evitando hacer preguntas más concretas que rompan con la no directividad de la entrevista.
6. Tácticas de aclaración: En ocasiones es preciso solicitar al entrevistado que aclare algún punto de su intervención,
especialmente cuando las tácticas de elaboración han fallado y no se percibe que ese punto vaya a ser tocado en lo que
queda de conversación. Esta solicitud se hace pidiendo algún detalle cronológico o mediante preguntas directas, tales
como «¿por qué creyó que...?», «¿qué ocurrió entre el momento en que... y?» o «¿cómo tomó esa decisión?».
7. Táctica de cambio de tema: Es la táctica a evitar y suele ser resultado de la falta de pericia del entrevistador (o de
alguna situación embarazosa) o de saturación en el tratamiento de alguno de los puntos de la conversación. Se recurre a
la misma para completar los temas que deben ser tratados en la entrevista, pero se corre el riesgo de que el entrevistado
lo considere como un indicador del escaso interés que despierta su interlocución. Por ello, se ha de tener mucho cuidado
en su uso.

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8. Posentrevista: Con ella hacemos referencia al clima creado tras ese momento clave en el que se apaga la grabadora y
se da por terminada la cara formal de la relación entre entrevistador y entrevistado. Off the record, los roles cambian. La
situación se relaja y puede ser hora de continuar la charla tomando un café sin que la presión de la grabadora condicione
el discurso. La productividad de estas charlas se ha manifestado en no pocas ocasiones, permitiendo al entrevistador
tomar valiosas notas a posteriori. Esta situación se suele dar cuando en la entrevista ha evocado recuerdos dolorosos o
escabrosos que pueden alejarse de la norma social aceptada y que ha hecho que la entrevista se encuentre plagada de
silencios, de contradicciones o elusiones manifiestas. Lo oficioso de la posentrevista relaja al individuo y le invita a la
confesión. También puede ser el momento para fijar nuevas citas de entrevista, bien con el propio sujeto, en el caso de
que sea necesario, o bien con contactos relevantes que nos pueda proporcionar el propio entrevistado.

3.5. Diseño de la investigación con entrevistas


En tanto que en la investigación cuantitativa están claramente determinados unos pasos o fases del diseño, en la
investigación cualitativa, como máximo, podemos hablar de un diseño tentativo, inicial, teórico que se convierte en el
espíritu que inspira los primeros pasos del trabajo de campo. En ese momento inicial conviene decidir si procede o no el
uso de entrevistas en profundidad, así como la posibilidad de optar por otras técnicas de investigación. La decisión
dependerá básicamente de las cuestiones que han de ser sometidas a estudio. Alonso establece cuatro campos temáticos
básicos para el uso de la entrevista en profundidad:
1. Reconstrucción de acciones pasadas: enfoques biográficos, archivos orales...
2. Estudio de las representaciones sociales personalizadas: sistemas de normas y valores asumidos, imágenes y
creencias prejuiciales, códigos y estereotipos cristalizados, rutas y trayectorias vitales particulares...
3. Estudio de la interacción entre constituciones psicológicas personales y con-ductas sociales específicas: estudios, por
ejemplo, sobre agresividad, violencia, las llamadas conductas desviadas, etc., donde el grupo de discusión tampoco suele
funcionar por la tendencia a la dispersión y falta de homogeneidad de las trayectorias y respuestas individuales.
4. Prospección de los campos semánticos, vocabulario y discursos arquetípicos de grupos y colectivos sobre los que
luego vamos a pasar un cuestionario cerrado.
Como puede apreciarse en esta clasificación, las entrevistas de corte exploratorio quedan reducidas al punto cuarto,
destacando el carácter complementario adjudicado a la prospección lingüística que permitirá el diseño y redacción más
apropiado de otros instrumentos más estructurados como los cuestionarios. El resto de los temas señalados adquieren
relevancia en sí mismos o con el propósito de contrastar o profundizar las informaciones que haya proporcionado la
aplicación de otras técnicas. Y su uso parte del presupuesto de que los objetos de estudio serán analizados a partir de las
interpretaciones subjetivas emitidas por los entrevistados, alejándose de la aplicación de cualquier criterio cientificista
de validez o fiabilidad.
Existe otro tipo de criterios, además de los temáticos, que pueden aconsejar la inclusión de la entrevista abierta en un
diseño de investigación, tales como los relativos a la definición de la población bajo estudio o a cuestiones temporales.
Si estamos interesados en hacer un estudio de diagnóstico centrado en las personas que viven en la calle (los «sin
techo»), la vía más directa para acceder a ellos será la entrevista en profundidad dado el carácter marginal de dicha
población. Y aun cuando la práctica de investigación que pudiera ofrecer una perspectiva más completa de la situación
(ver a través de los ojos de los sin techo) es la observación participante, los condicionantes temporales derivados de la
necesidad de una intervención inmediata hace más viable, a la vez que suficientemente productiva, la puesta en marcha
de la práctica de la entrevista abierta.
Pero ¿cómo seleccionar los individuos a entrevistar? ¿Cómo se construye la muestra? Un cuestionario se realiza sobre
una muestra reducida (extraída mediante la aplicación de un muestreo probabilístico) que es representativa cuantitativa y
cualitativamente de la población que deseamos observar. En contraste, la entrevista abierta no tiene entre sus objetivos
conseguir ese tipo de representatividad. En el mejor de los casos, se selecciona a los entrevistados que se han diseñado,
pero existen muchas circunstancias que pueden provocar que la posibilidad de selección de los sujetos sea lo que
condicione el diseño.
El investigador comienza haciendo un diseño teórico de los sujetos a entrevistar que en la mayoría de los casos pretende
ser un reflejo de los sectores sociales relevantes para nuestro objeto de estudio. El comienzo está señalado previamente,
pero el camino a recorrer, esto es, el abanico de personas a entrevistar, va a ir modificándose a lo largo del trabajo de
campo. El análisis de las primeras entrevistas va a ir marcando el quién y el cuántos de esta muestra cualitativa. Así. por
ejemplo, se puede necesitar ampliar la muestra de algún sector que en principio no fue contemplado como significativo

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por su posición en la estructura social, pero que en el transcurso del «campo» ha mostrado riqueza y variedad en las
posturas, comportamientos o actitudes que pueden mantener. En otros casos, la existencia de un discurso muy pobre o la
saturación del mismo en pocas entrevistas aconsejará reducir el número de sujetos seleccionados en otro sector.
Otro problema procede de las características de la propia situación de entrevista. A veces, el hecho de tener que
realizarlas en un espacio determinado, acotado, puede provocar rechazos por parte de poblaciones marginales que,
indudablemente, habrán de ser abordadas en su propio terreno.
Tras la elaboración del diseño teórico, se debe tomar una serie de decisiones de carácter práctico sobre la selección final
de la muestra. Las estrategias a seguir son de muy diversa índole y dependen en la mayoría de los casos del grado de
accesibilidad formal de los potenciales entrevistados:
— Grado de accesibilidad máxima: Se trata de aquellas poblaciones que están disponibles a través de registros formales,
tales como fuentes estadísticas oficiales (censos, padrones, encuestas...), estudios previos, listados de organizaciones o
empresas, etc. El objetivo es conseguir la caracterización más ajustada de la heterogeneidad de la población a través del
conocimiento y control de los ejes fundamentales que permitan establecer los tipos o perfiles clave en el tema bajo
estudio. Aunque algunos autores pretenden asimilar esta táctica de selección al muestreo estratificado o al sistema de
cuotas propios de la investigación cuantitativa, debemos señalar su incorrección. En primer lugar, no existen criterios de
adjudicación cuantitativa en los casilleros tipológicos que hemos definido y los elementos de la muestra a incluir en cada
uno de ellos se va adaptando a medida que avanzamos en el trabajo de campo, tal y como se ha expuesto con
anterioridad. El análisis de los discursos producidos nos irán orientando sobre la necesidad de aumentar o reducir el
número de personas entrevistadas en cada uno de los perfiles, estrategia que no tiene parangón con el criterio
cuantitativo de cubrir el número de entrevistas fijadas en cada cuota aun a costa de hacer un elevado número de
sustituciones. Un ejemplo de aplicación de registros formales se nos puede presentar si nuestro estudio se centra en los
hogares monoparentales de un municipio x. Podríamos extraer esta información gracias al Censo de Población, en el
marco del cual podremos considerar, además, características como el sexo del padre o la madre, su nivel de estudios, el
número de hijos a su cargo, el tamaño de la vivienda u otras muchas más, lo que nos permitiría la elaboración de algunos
tipos sociológicamente relevantes.
— Grado de accesibilidad media: Existen colectivos para los que no dispone-mos de registros formales, pero sí sabemos
de su existencia real y de su ubicación espacial. Pensemos en aquellas poblaciones teóricas de informantes clave sobre
tradiciones en los pueblos de una región. No existe ningún registro formal de ellos, pero sabemos que existen y que son
localizables espacial-mente en sus municipios. Hablamos de los más viejos del lugar o de las comadronas o de otros
personajes que pueden acumular esos saberes tradicionales que se pierden para otros. También se incluyen en este grupo
los perfiles sociológicos de normalidad o excepcionalidad. Comenzamos entrevistando a algún miembro de la élite de
una asociación, movimiento u organización del que conocemos perfectamente su situación, y si logramos su
cooperación, nos abrirá un camino a través de sus redes para localizar y contactar a otros potenciales entrevistados
relevantes para la investigación.
— Grado de accesibilidad mínima: Es el nivel que plantea al investigador más dificultades y, por supuesto, más
satisfacciones dado el reto intrínseco a la selección muestral. Sería el supuesto de aquellas poblaciones indeterminadas
numérica y espacialmente. Un caso claro lo constituyen los colectivos marginales: delincuentes, prostitutas,
drogodependientes, personas con enfermedades que son consideradas como un estigma, individuos que viven en la calle,
etc. Aun cuando el investigador tenga alguna noción sobre ciertos lugares donde se puede localizar a algunos de estos
potenciales entrevistados, no se debe olvidar el alto grado de volatilidad o movilidad de los mismos. Si conseguimos
establecer una buena relación con alguno de ellos, es posible que estemos en el camino correcto y que, gracias a su
influencia, podamos conseguir nuevos elementos para nuestra muestra. Esto es lo que se conoce como «efecto bola de
nieve». Los primeros entrevistados nos ofrecen informaciones que harán factible la localización de otros individuos
susceptibles de pasar a engrosar nuestra «muestra». Y éstos a su vez nos facilitarán el contacto con terceros, y así
sucesivamente. El criterio de saturación nos indicará cuándo debemos parar en la selección de ese perfil de entrevistados
o rediseñar la muestra. En este tipo de muestras, además, suele ser imprescindible acudir a donde se encuentren, salvo en
contadas excepciones.
Conviene destacar que los investigadores tendrán que evaluar también la relevancia de la información potencial de los
futuros entrevistados, así como su grado de disponibilidad y su capacidad para comunicar información con cierta
precisión.

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En la investigación cualitativa, lo habitual es que el propio investigador desarrolle el trabajo de campo, pero existen
casos en que la amplitud de la muestra hace imprescindible incluir a otros entrevistadores en el equipo de trabajo. La
misma amplitud de la muestra obliga, en determinados contextos, a contratar a otros profesionales o empresas que se
encargan de establecer los contactos conforme a los tipos o perfiles diseñados. Pero este hecho puede llevar a convocar a
muestras algo sesgadas e incluso a contar en algunas ocasiones con entrevistados profesionales.
Todos los condicionantes que hemos venido señalando contribuirán a la elaboración del diseño definitivo del estudio
que, como es obvio, se hará al poner punto y final del trabajo de campo.

3.6. Ventajas y desventajas de las entrevistas en profundidad


A modo de recapitulación, pongamos a la entrevista en profundidad en perspectiva comparada con otras técnicas de
investigación social.
Entrevista en profundidad frente a entrevista estructurada (encuesta)
Ventajas:
— El entrevistado se convierte en protagonista de la práctica de investigación. Cuando acepta su papel, lo hace en el
marco de un modelo de conversación que le es más familiar que la estructura de un cuestionario con categorías de
respuesta cerradas para la que, además, no están preparados ciertos grupos de población.
— La información producida mediante la entrevista en profundidad es mucho más rica, ya que refleja de forma
espontánea la percepción e interpretación que tiene el entrevistado de la realidad frente a la rigidez de las respuestas
proporcionadas en un cuestionario destinado a corroborar la definición de partida del problema de investigación.
— La figura del entrevistador se equipara a la del investigador. Es necesario tener un amplio conocimiento del tema para
poder afrontar con éxito una situación de entrevista en la que pocas cosas están prefijadas previamente. Su papel se
revaloriza frente al del encuestador que repite sistemáticamente un mismo patrón, sin tener prácticamente ninguna
función creativa en la interacción.
— La flexibilidad del instrumento permite añadir nuevos caminos y perspectivas de análisis en un diseño que está
simplemente esbozado en el proyecto. Se trata de un diseño en movimiento especialmente apropiado para ahondar en el
proceso comprensivo.
— Su potencial heurístico la coloca en un lugar privilegiado como práctica «ojea-dora» o exploratoria que permita
perfilar o definir mejor otros instrumentos de carácter cuantitativo, como el propio cuestionario.
Desventajas:
— Los inconvenientes del uso de la entrevista abierta están claramente señalados desde los parámetros de la perspectiva
cuantitativa cuando aplica los criterios del método científico propio de las ciencias naturales a este tipo de práctica. La
crítica se centra básicamente en la dificultad para controlar la validez y la fiabilidad del instrumento y, por ende, para
asegurar la comparabilidad y la inferencia (véase Cap. 1).
— No se ha hablado lo suficiente de la influencia del investigador/entrevistador como coautor de la entrevista (sesgos y
nociones dadas por supuestas).
— La inmediatez de aplicación del cuestionario (máximo de cuarenta y cinco minutos) a muestras probabilísticas hace
que el tiempo que lleva la realización de un número adecuado de entrevistas de larga duración resulte más costoso en
términos temporales y crematísticos.
Entrevista en profundidad frente a otras técnicas cualitativas
Ventajas:
— Frente a la observación sistemática, tal y como señala Miguel Valles, la en-trevista en profundidad permite el acceso
a una información difícilmente accesible sin la mediación de un entrevistador o de un grupo de interacción28.
— Es una técnica íntimamente ligada a la observación participante. Su uso integrado permite, sin lugar a dudas, que nos
acerquemos mejor al punto de vista del «otro».
— La entrevista en profundidad permite que el observado alcance un mayor grado de «privacidad controlada» que la
ofrecida por otro tipo de técnicas gru-pales. Y evita el sesgo que puede devenir de la influencia de las opiniones de
terceros en la elaboración del discurso del entrevistado.
Desventajas:
— Utilizada en exclusividad, ofrece una limitación que viene derivada de la ausencia de observación de los contextos
espaciales y socioculturales donde se desarrolla la acción que está narrando el entrevistado.

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— El sujeto de la entrevista en profundidad no dispone de los estímulos adicionales y de los efectos dinamizadores de
las tácticas de grupo.

4. ANÁLISIS
Llegados a este punto del capítulo, los lectores se preguntarán: ¿cuál es el procedimiento para convertir los materiales
producidos por las entrevistas en un informe que aporte luz al problema de investigación?, ¿cómo se lleva a la práctica?
Hemos señalado en apartados anteriores que el diseño de la muestra sufre modificaciones durante la ejecución del
trabajo de campo debido a factores de distinta índole. La reconsideración de los elementos de la muestra parten de una
primera revisión analítica de las entrevistas realizadas durante la primera fase de la investigación. En ese momento
comienza la etapa de análisis. Pero veamos a continuación algunas indicaciones generales acerca del proceso de análisis
de las entrevistas en profundidad:
1. El primer paso consiste en la transcripción de la información grabada y de las notas que haya tomado el investigador
durante las situaciones de entrevista. Con esto ya tenemos el material básico para comenzar el análisis.
2. A continuación se procede a realizar una primera lectura de las transcripciones. En el caso de que haya múltiples
entrevistadores, es conveniente que cada uno haga la lectura de las que realizó. De este modo se podrá hacer una
verificación de la calidad de la transcripción. Y lo más importante, se empezarán a anotar códigos tentativos para ir
agrupando expresiones que irán surgiendo en las restantes entrevistas. Estos códigos, que fueron definidos como abiertos
por Strauss y Corbin, constituyen el primer acercamiento al texto o, como dicen los autores, a un rompecabezas.
Incluyen comentarios a la categoría y a algunas propiedades y dimensiones. Estas notas, aparentemente dispersas e
inconexas al principio, revelarán su auténtico valor analítico más adelante.
3. Una vez señalados diferentes fragmentos del texto que pueden ser relevantes para la investigación, éstos deben ser
evaluados a la luz de la posible influencia que haya tenido en ellos la propia situación de entrevista. A mayor peso
reconocido de la mediación, menor peso de lo expresado, y a la inversa.
4. Una vez finalizadas las lecturas que el investigador considere oportunas, deberá situar bajo una misma rúbrica los
fragmentos discursivos que correspondan a un mismo código o tema de interés para el estudio. Esta clasificación puede
hacerse de forma manual o electrónica. En este punto es importante no perder la identidad de los productores de los
diferentes fragmentos.
5. Después se realiza un análisis intracódigos centrado en los distintos fragmentos incluidos en cada código.
6. Se ponen en conexión las diferentes interpretaciones que se han dado en torno a las distintas dimensiones y temas
reflejados. Es el momento de sustentar los distintos perfiles sociales que se han sometido a estudio integrando las
distintas partes y el conjunto de la investigación. Es el momento en el que se puede utilizar la codificación axial, cuando
diferentes familias de códigos se relacionan entre sí, buscando encontrar una explicación.
7. Se impone una revisión final de las entrevistas a fin de no olvidar el hilo discursivo de los entrevistados a la hora de
afianzar las posiciones fijadas en el informe. Se organizan las distintas secciones de una manera congruente de acuerdo a
una línea argumental definitiva.
En este proceso no hay que tener miedo a que se produzcan contradicciones o contrasentidos entre el discurso de los
sujetos y los planteamientos que se apuntaban en el inicio. Si esto ocurre, deben ser explicados, y si las explicaciones no
se sostienen, entonces habrá que replantearse el propio discurso original. No debe caerse bajo ningún concepto en esa
especie de hedonismo que nace de excluir del informe todos aquellos fragmentos que contradicen los presupuestos del
investigador.
Con estas indicaciones no se hace otra cosa más que ofrecer un pequeño asidero a aquellos que comienzan en el mundo
de la investigación cualitativa. Para los más avezados, sólo puede suponer una revisión de las lecciones fundamentales
(un recordatorio de los vicios en los que resulta tan fácil caer) para revalidar el «carné de investigador».

BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
La técnica de la entrevista en profundidad suele ser abordada en el marco de textos dedicados a ofrecer una panorámica
de otras técnicas de investigación cualitativa. Entre ellos, podemos destacar los siguientes:
Alonso, L. E. (1998): La mirada cualitativa en Sociología, Madrid: Ed. Fundamentos.
Incluido en este texto escrito por un espíritu cualitativista, destaca el capítulo dedicado a reivindicar el puesto de la
entrevista abierta en la investigación social. De una forma brillante y concisa, revela sus funciones pragmática y
comunicativa, acercándose a sus usos, prácticas y a los mecanismos de construcción del sentido.

47
Ortí, A. (1994): «La apertura y el enfoque cualitativo o estructural: la entrevista abierta semidi-rectiva y la discusión de
grupo», en García Ferrando, M.; Ibáñez, J., y Al vira, F. (comps.): El análisis de la realidad social, Madrid: Alianza.
En este texto recopilatorio, pionero en el campo de la metodología de la investigación social española, destaca la
aportación ofrecida por Alfonso Ortí, que desde la perspectiva de la sociología crítica enmarca a la entrevista cualitativa
entre el abanico de las técnicas de investigación social.
Valles, M. (1997): Técnicas cualitativas de investigación social, Madrid: Ed. Síntesis.
Manual de obligada referencia para aquellos que se quieren introducir en el campo de la investigación cualitativa. El
capítulo sexto, dedicado a la entrevista en profundidad, constituye una agradable sorpresa en el marco de este tipo de
textos dada la insólita extensión del mismo, en el que se hace una revisión de la bibliografía anglosajona y española,
desde todas las aproximaciones a esta práctica suscitada entre los investigadores y académicos.

48
CAPITULO 4: EL GRUPO DE DISCUSIÓN

INTRODUCCIÓN
En este capítulo se aborda la técnica del grupo de discusión entre otras técnicas grupales. Dicha técnica se presenta como
un tipo de grupo para la investigación social, y paralelamente, como un método de observación asociado al uso de
prácticas grupales orientadas a la intervención. Con ello se pretende dar una idea global del alcance y sentido que tiene
la utilización del grupo como herramienta para comprender la dimensión simbólica de la realidad social y de las mismas
prácticas grupales que forman parte de dicha realidad. A través del grupo social, y su irrupción en el campo de la
investigación y la intervención social, el lector podrá ir desgranando cuestiones relacionadas con la descripción formal
del grupo de discusión, sus particularidades técnicas y algunas posibles aplicaciones al ámbito específico de la
intervención social.

1. LA IMPORTANCIA DEL COMPORTAMIENTO GRUPAL


Cuando recorremos una gran ciudad es posible ver a mucha gente transitando por ella. Una mirada atenta podría
fácilmente reunir a la totalidad o parte de los transeúntes que pasan por una calle principal o incluso ordenar esa gente
por edades, por estatura, vestimenta, lengua que hablan, etc. Sin embargo, y pese a todos nuestros esfuerzos, únicamente
se obtendrá una serie de agrupaciones en función de unas categorías o criterios discriminantes que nada, o muy poco,
tienen que ver con las agrupaciones que la gente hace cuando sus preferencias o motivaciones están en juego.
En efecto, los grupos no son categorías o agregados de individuos que se puedan reunir y sumar al margen de su
intencionalidad y propósitos. Todo lo contrario, son conjuntos o agrupaciones de individuos relacionados entre sí en
función de algún vínculo común que les hace interdependientes: por ejemplo, a través de la amistad, el trabajo, la guerra,
la religión, incluso la diversión y el ocio, etc. Una suma de individuos no es un grupo social, ni se comporta como tal.
Las agrupaciones que hace el investigador en función de categorías sociodemográficas no implican ni tienen que
corresponder con la vida grupal. Únicamente dispone junto lo que en la práctica, es decir, en la vida real, sólo tiene
existencia en la teoría como producto de haber utilizado categorías ajenas a los intereses de las personas que componen
dicha realidad.
La idea de grupo que tiene el científico social varía según su ámbito de procedencia y fines de la investigación. Para el
caso concreto de la psicología social, y desde un punto de vista numérico, grupos son todas aquellas formaciones que se
componen de al menos dos individuos y no sobrepasan los diez o doce: por ejemplo, una familia o un grupo de amigos.
Según los psicólogos sociales, este límite numérico se debe a que los grupos se rompen cuando las personas que los
componen no pueden interactuar directamente cara a cara. Aunque esto parece ser cierto, no es un problema para el
sociólogo, el cual entiende que un grupo puede estar formado por miles y miles de personas. De manera que los
empleados de una fábrica, a pesar de no tener relación directa entre sí, pueden ser considerados como un gran grupo
social en función de su vinculación a una organización que les identifica como tales.
En realidad, el motivo de las diferencias a la hora de definir un grupo se debe a que los psicólogos sociales hablan desde
un extremo y los sociólogos desde otro. Para los primeros, el grupo es visto como una formación pequeña, primaria o
informal; mientras que los sociólogos pueden verlo también como una formación de mayores dimensiones, es decir,
secundaria o formal.
GRUPO PRIMARIO GRUPO SECUNDARIO
Manifiesta principalmente relaciones informales y fines Manifiesta principalmente relaciones formales y fines
intrínsecos al propio grupo extrínsecos al grupo
Agrupación limitada (aprox. 12 individuos) Agrupación ilimitada (número indefinido de individuos)

Priman vínculos afectivos o emocionales, personales Priman vínculos racionales, organizativos, etc.

Duración indefinida del grupo en función de las propias Duración definida del grupo en función de objetivos
relaciones que mantienen los sujetos propuestos y su cumplimiento
Presente en instituciones como la familia, la pandilla, etc. Presente en instituciones empresariales, asociaciones,
partidos políticos, etc.
Figura 4.1. Diferencias entre grupo primario y secundario.

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Efectivamente, aunque nos fijemos en el tamaño del grupo, lo que define con mayor precisión una y otra tipología es que
en el grupo primario las relaciones personales son más cálidas y emocionales que las que podemos encontrar en un
grupo secundario, donde hay unos objetivos y una organización externa y racional que se impone a éste; por ejemplo, la
necesidad de productividad que persigue la fábrica, el cumplimiento de sus ordenanzas, etc. Mientras el grupo primario
tiene sus fines puestos en el mismo grupo, digamos que se alimenta de sí mismo, del interés personal que obtienen sus
integrantes de participar y formar parte del grupo al que pertenecen, en el grupo secundario los fines vienen impuestos
desde fuera, incluso a veces como tareas de obligado cumplimiento y contrarias a la voluntad de las personas que lo
forman.
Obviamente, en la realidad no existen como tal grupos primarios y secundarios. Su formulación únicamente tiene
sentido como tipos ideales que ayudan a entender en la teoría una polaridad que en realidad sólo se cumple en distintos
grados y situaciones. Lo riguroso sería hablar de grupos sociales que se pueden considerar más como un grupo primario
o como un grupo secundario, teniendo en cuenta que todos los grupos comparten en mayor o menor grado algo de cada
categoría. Un grupo de trabajo es claramente un grupo secundario, pero éste puede funcionar en determinados momentos
como grupo primario, por ejemplo, a la hora de distribuir el trabajo, comentar el comportamiento de las personas que
forman parte del grupo, etc.
Teniendo en cuenta esta diferenciación, todas las personas forman parte de algún grupo primario y/o secundario. Pueden
pertenecer al grupo familiar y a la vez ser integrantes de un grupo de trabajo en su empresa o del club de fútbol de su
ciudad. En realidad, la persona no deja nunca de estar inscrita a alguna o varias formaciones grupales, y ello se debe a
que el individuo se encuentra protegido y seguro dentro de estos núcleos sociales, con su gente, la gente de su grupo o la
gente del grupo al que quisiera pertenecer y que admira o envidia. En cualquier caso, la participación en el grupo es una
cuestión que está sujeta a que el individuo se mantenga dentro de los límites y en total consonancia con lo que dicho
grupo piensa o valora en términos generales. De forma que el grupo impone a sus propios integrantes (in group), por así
decirlo, una manera de ver las cosas que puede ser diferente e incluso contrapuesta a como lo ven otros miembros de
otros grupos (out group). No es extraño, por tanto, que el investigador social haya deparado en el fenómeno de la
grupalidad para realizar sus observaciones, especialmente si se tiene en cuenta que los grupos son algo así como las
agujas y el hilo que teje todo el entramado social, e informa de todo lo que sucede en él.
Lo que la grupalidad pone de manifiesto es que las personas no actuamos como individuos autónomos, no somos sujetos
aislados e independientes de lo que otros sujetos piensan o hacen. Incluso nuestros comportamientos, aparentemente
individualistas, también son respuestas grupales a situaciones que nos envuelven y vinculan estrechamente con otras
personas a un importante nivel de relación y compromiso social, por ejemplo, con los amigos, la familia, los compañeros
de trabajo, etc. A raíz de esta constatación, surge la necesidad de investigar una totalidad mayor y de enorme influencia
que es el grupo. Una buena parte de la investigación actual utiliza grupos para hacer sus observaciones e informarse de
la realidad objeto de estudio. Por supuesto que la violencia, el consumo, el trabajo, la salud, etc... Son fenómenos
sociales que pueden observarse a partir de comportamientos que las personas manifiestan individualmente, pero en
realidad, aunque esto sea posible, dichos comportamientos han sido gestados y son influidos por formaciones grupales
donde los individuos toman conciencia del contexto social que les rodea y donde lo social se convierte en un elemento
primordial.

1.1. El descubrimiento del grupo para la investigación


Desde un punto de vista histórico, la relevancia investigadora del grupo fue científicamente demostrada a partir de una
serie de experimentos famosos iniciados por Elton Mayo a principios de los años treinta en Estados Unidos. En estas
primeras investigaciones se vislumbró la importancia de los grupos informales para comprender e investigar el
comportamiento individual en el trabajo. En concreto, la investigación referida consistió en un conjunto de experimentos
realizados entre las trabajadoras de la Western Electric Company. Lo que se planteaba en un principio fue investigar la
influencia de factores ambientales en su productividad. Para ello, Mayo y su equipo formaron dos grupos, uno de
experimentación y otro de control, con el fin de conocer los cambios que se operaban a raíz de las variaciones
ambientales introducidas durante el trabajo. La sorpresa que deparó la famosa investigación iniciada por Mayo fue que
las trabajadoras se vieron influidas no sólo por el ambiente, algo hasta cierto punto esperado, sino también por el grupo
en el cual trabajaban en equipo. El resultado de las experiencias recabadas derivó con el tiempo en una serie de
experimentos y estudios que ponían de relieve la importancia de los grupos primarios para el estudio de la organización
social y comportamiento motivacional de los individuos.

50
De esta manera, el grupo pasó a ser un elemento clave para la investigación social, a veces estudiándolos in situ, y de
manera natural, y otras veces creándolos ad hoc, es decir, artificialmente, para los objetivos y fines prácticos del
investigador. A diferencia de otras técnicas individuales como la encuesta, la utilización del grupo sitúa dichos objetivos
o fines en el medio natural donde la gente actúa y forma sus opiniones, algo que la investigación social aprovechó para
diseñar diversas técnicas grupales donde se trata de recrear situaciones aproximadas en las que los sujetos pueden
mostrarse y actuar tal como lo harían en un entorno normal (no sujeto a observación). Es obvio que esta aspiración
metodológica sólo responde a una cuestión ideal e imposible de cumplir, ya que la misma situación de artificialidad
siempre influye, directa o indirectamente, transformando el cuadro espontáneo y natural que se reproduce.

1.1.1. El trabajo con técnicas grupales


El grupo social es un elemento clave para el investigador social. Su aparición en la escena científica significa trabajar
con técnicas grupales para acceder al conjunto de la realidad social a un bajo coste. Por ejemplo, en el ámbito de la
investigación, es usual las acciones profesionales dirigidas a poner en marcha programas sociales, políticas públicas y
otras actividades de tipo social. En realidad, la disponibilidad de un instrumental operativo para aproximarse a los
sujetos afectados es una cuestión central para el desarrollo de dichas actividades. Esta preocupación se desprende de las
dificultades que entraña abordar la totalidad de personas que se benefician de las acciones concertadas. Dado que el
ámbito de las acciones alcanzan organizaciones, instituciones y en ocasiones comunidades enteras, la manera más
económica y eficiente de aproximarse a estas situaciones macrosociales de actuación es a través de grupos que forman (e
informan de) parte de estos conjuntos más amplios. Dicho con otras palabras, se trata de encontrar en el grupo la
posibilidad de alcanzar formaciones sociales muy amplias a partir de un nivel microgrupal mucho más operativo y
práctico de cara a la investigación y los recursos disponibles. Esta equivalencia entre el grupo (nivel micro) y la totalidad
o contexto social donde se inscribe (nivel macro) permite a su vez emprender al menos tres orientaciones en el ámbito
del trabajo con grupos.
La primera orientación pretende influir e intervenir en el comportamiento social a través del grupo. En este sentido, la
técnica grupal considera al grupo como un fin en sí mismo para transformar a los sujetos participantes. De ahí la
importancia de la dinámica grupal como medio o instrumento para desarrollar y organizar las actividades del grupo. La
misma técnica grupal se considera un proceso que facilita y estimula la acción del grupo en aras a alcanzar unos
determinados objetivos que revierten en los mismos sujetos, lo que a su vez permite intervenir directa o indirectamente
en la realidad que comprende los distintos grupos sociales. Se trata de técnicas grupales muy utilizadas por trabajadores
sociales, animadores socioculturales, terapeutas y otros profesionales que buscan operar e intervenir en la realidad
psicosocial a partir de la importancia que el grupo tiene para los individuos que participan en ellos.
Son muchas y variadas las técnicas desarrolladas en esta dirección, si bien un repaso a todas ellas permite concluir dos
importantes peculiaridades:
— Las técnicas desarrolladas en esta dirección se aplican a partir de reuniones de personas o colectivos que se
consideran de partida grupos consistentes. Es decir, para estas técnicas, el grupo ya existe con anterioridad a su
aplicación, ya sea porque se trata de un grupo con existencia anterior (la familia, la pandilla, la comunidad de vecinos,
etc.) o porque los miembros agrupados comparten algún rasgo común que les identifica como tal; por ejemplo, la
situación de drogodependencia, la maternidad, la vejez, etc. En cualquier caso, el grupo ya está formado y
supuestamente los fines que justifican su existencia son anteriores (y se añaden) a la finalidad que le atribuye la técnica
utilizada. Por ejemplo, se puede trabajar la situación de pobreza a partir del grupo familiar, pero la existencia de este
grupo es anterior y, por tanto, ajena al fin que persigue la técnica. — Por otro lado, son técnicas que pretenden modificar
o cambiar algún aspecto del grupo donde operan. Tal como refleja el cuadro siguiente, algunas técnicas pretenden que el
grupo se informe de la realidad, otras que aprenda a afrontar situaciones o en su defecto a analizarlas, a adquirir
experiencias e incluso a estimular y modificar actitudes, reconocer conflictos, compartir información, etc.
Un repertorio de las diversas técnicas existentes, su potencialidad y limitaciones se expone en la página siguiente.
La segunda orientación considera la técnica grupal como medio para comprender mejor la realidad social donde se
inscriben los grupos. Dicha realidad contextualiza al grupo y lo inserta en la estructura social, por lo que estas técnicas
grupales trabajan con la intención de observar lo que el grupo sabe de su propia realidad y de la realidad que conocen
otros grupos sociales. El trabajo con estas técnicas no pretende modificar internamente a los componentes del grupo,
sino más bien acceder a lo que el grupo dice como práctica social (véase el capítulo dedicado al análisis del discurso).

51
Tampoco asumen el presupuesto de situaciones técnicas donde el grupo viene dado de antemano. Como se verá en
epígrafes posteriores con el caso particular del grupo de discusión, la situación inicial de la reunión es siempre la de un
conjunto de individuos que tienen que constituirse como grupo al tiempo que alcanzan los objetivos propuestos por el
investigador. No hay, por tanto, desde este punto de vista técnico, grupos ya formados para su observación, sino más
bien situaciones o espacios propicios para su formación. Esta situación de grupo inconsistente, es decir, de conjunto de
individuos reunidos para su constitución como grupo, es lo que la técnica aprovecha y utiliza para justificar su existencia
como grupo en proceso de formación orientado a la investigación. Como no existe grupo realmente, el investigador
maneja dicha falta y el consecuente proceso de formación grupal con el fin de apoyar y justificar la existencia del grupo
y su trabajo posterior.
Esta orientación técnica es utilizada principalmente por investigadores sociales en general y profesionales que están
directa o indirectamente relacionados con el conocimiento de una demanda social: por ejemplo, profesionales del
marketing y de los medios de comunicación de masas. Su interés por el grupo es meramente informativo, como medio
de conocimiento y observación empírica de la realidad social que refieren los grupos sociales y a partir de la cual se
conforman.
La tercera y última orientación pretende utilizar la técnica grupal para reflexionar sobre las prácticas grupales y su
inclusión en la realidad social donde intervienen. La idea rectora en este caso es la que considera las técnicas grupales
como parte de la realidad social donde éstas operan con la intención de modificarla. No hay comportamiento técnico en
el vacío, es decir, al margen de las relaciones sociales que asume toda aplicación técnica. La relación del investigador
con los sujetos investigados también se desarrolla en un contexto social y a su vez forma parte de dicho contexto. Por
tanto, esta orientación modifica la actitud del investigador con respecto a la manera de comprender y aplicar el grupo
como instrumento técnico orientado a la intervención. Pero, por otro lado, también informa del contexto social al que
estos grupos, como cualquier otro grupo social, se encuentran anclados. El objetivo final es dar un amplio marco de
actuación que tenga en cuenta la realidad social desde el punto de vista de las técnicas que se van a aplicar y la manera
de aplicarlas.

TÉCNICAS DESCRIPCIÓN APORTACIONES LIMITACIONES


GRUPALES
Métodos de casos Se estudia y comenta un caso real Estimula la toma de decisiones y Es costoso de preparar por
para, finalmente, sacar permite conocer modos de operar incluir una gran cantidad de
conclusiones conjuntas. y alternativas. materiales e información para
su realización.
Dramatizaciones Representación de una situación Permite adoptar nuevas Requiere cierta preparación
real por los miembros del grupo. situaciones y conocer posibles del grupo, así como
reacciones de diverso tipo sobre entrenamiento por un
la cuestión representada. animador experimentado.
Role-playing Se representan escenas de una Permite el análisis de situaciones Normalmente, no genera
(Juego de roles) situación que es observada y y la posibilidad de adoptar soluciones y se corre el riesgo
evaluada por el resto del grupo, diferentes posturas o posiciones de distorsiones de los proble-
el cual comenta y discute las frente a un problema. mas tratados.
reacciones que provocan.
Método de Comentario y discusión de un Permite encontrar alternativas a Tiene un alto coste en
proyectos problema al que se le busca problemas y adquirir experiencia preparación de la información
soluciones. sobre procesos de evaluación. y preparación del grupo.
Brainstorming Presentación de ideas o pro- Estimula la creatividad del grupo Requiere de la presencia de un
(Tormenta de puestas espontáneas sobre un y la propuesta de soluciones no moderador o animador con una
ideas) tema o cuestión a formular o convencionales. gran capacidad para la
definir. comunicación y la
estimulación.

52
Seminario Grupo que estudia un tema Sirve para indagar e informar al Requiere capacidad
intensivamente para su grupo. investigadora y una buena
conocimiento. formación de los participantes.
Conferencia Exposición oral seguida de un Permite dar información extensa Reduce la participación y
coloquio o intervenciones del a grandes grupos. genera desmotivación.
auditorio.
Mesa redonda Exposiciones sucesivas de Permite dar a conocer un Agota la discusión y genera
profesiones o expertos sobre un problema desde distintos puntos partidismo.
determinado tema seguido de un de vista.
debate moderado.
Asamblea Reunión de convocados para Genera una alta participación Provoca la pasividad de una
decidir o tratar un tema de efectiva e implicación en las amplia mayoría que tiende a
manera conjunta y espontánea. decisiones a tomar. delegar.
Phillips 66 División de un gran grupo en Promociona la participación y la Suele obtenerse información
subgrupos de seis personas para comunicación, así como la superficial y poco
discutir una cuestión durante seis posibilidad de recoger representativa.
minutos que posteriormente se información de grupos amplios
pone en común. en poco tiempo.
Panel Expertos que debaten un tema en Permite conocer un tema en No genera participación del
grupo. profundidad. público.
Simposio Exposiciones orales de diversos Produce información diversa y la Restringe el debate.
grupos sobre diferentes aspectos posibilidad de compartirla.
de un mismo problema.
Figura 4.2. Cuadro de prácticas grupales orientadas a la intervención social.

Técnicas grupales de intervención

Información
Figura 4.3. Orientaciones en el trabajo técnico con grupos.

El grupo de discusión es un ejemplo de técnica grupal reflexiva capaz de contri-buir a contextualizar y dar sentido al
trabajo con grupos orientados a la intervención social. Una mención concreta de esta particular propuesta se puede
encontrar al final de este capítulo. El grupo de discusión se utiliza como una práctica de investigación para la
observación de las prácticas grupales que aplican investigadores y profesionales de distintos campos y disciplinas y
especialmente del ámbito de la intervención social.
Por último, y desde un punto de vista táctico, el trabajo con técnicas grupales raramente se hace sobre modelos teóricos
puros. En este sentido, las técnicas son prácticas grupales porque su formulación y puesta en funcionamiento depende de
la situación concreta donde se aplican. Lo más probable es que el lector se encuentre con híbridos o casos ambiguos
donde se combinan o fusionan técnicas grupales de diverso tipo y procedencia. Por ejemplo, es fácil introducir la técnica
de juegos de roles en un grupo de discusión o combinar grupos de discusión con mesas redondas, conferencias,
seminarios, etc. Cada técnica requiere algo así como su propia adaptación a los objetivos y circunstancias concretas
53
donde trabaja. El error es pensar que cada una procede independientemente de las restantes y fuera del contexto social
donde se aplican. Ninguna técnica grupal se muestra de manera polivalente para toda situación y/o requerimiento. La
adecuación previa presupone tener en cuenta diversas precauciones, como:
— Los objetivos que previamente se establecen y justifican la actuación con técnicas grupales. Como ya se ha señalado,
dichos objetivos pueden tener como finalidad global la transformación de grupo y/o la observación de la realidad social
donde se inscriben éstos y las técnicas que se utilizan.
— Las características de los miembros que componen los grupos, el grado de madurez, disponibilidad de tiempo,
estatus, etc. Las diversas técnicas grupales exigen a los participantes distintos requerimientos que no siempre se adecúan
a las características de las personas que los forman. Esta es la diferencia, por ejemplo, de aplicar determinadas técnicas
grupales para adultos y a la vez para adolescentes o niños.
— La capacidad del conductor o moderador de los grupos, su pericia y conocimiento de la técnica que pretende utilizar
y que requiere unas determinadas exigencias y destrezas, etc.
— El contexto espacial donde se realiza la aplicación, ya que el espacio es también un lugar conformador del grupo y
del comportamiento social.
— Los recursos disponibles tanto económicos como humanos. Determinadas técnicas grupales son costosas y en el peor
de los casos difíciles de poner en práctica si previamente no se cuenta con los medios necesarios.
Como se puede observar, la decisión de trabajar con grupos no es una cuestión que se pueda dejar al azar o a la rutina de
procedimientos ciegos. Su efectividad y validez requiere que se tenga en cuenta la situación práctica donde se pretende
aplicar la técnica grupal y las peculiaridades de cada una de ellas. De ahí que en los siguientes epígrafes se aborde con
cierto detenimiento la técnica del grupo de discusión no sólo porque responde al modelo de técnica grupal para la
investigación social cualitativa, sino también porque su orientación permite una mayor comprensión de realidad social
donde operan las diversas técnicas de intervención.

1.1.2. El grupo de discusión: definición y campos de aplicación


Son muchos y muy variados los grupos diseñados artificialmente para obtener información de la realidad social. El
grupo de discusión es uno más entre las distintas versiones con denominaciones y formatos diferentes: entrevistas de
grupo, grupos de expertos, grupos focalizados o focus groups, grupos delphi, etc. No obstante, y al margen de modas y
matices diferenciadores, la idea principal de todos ellos es proporcionar una situación más acorde con la situación social
donde realmente se produce las opiniones y juicios de la gente, siendo el grupo de discusión el modelo que aspira a crear
el escenario o situación más espontánea y natural a partir de la cual los reunidos hablan y comentan las cosas que
suceden a su alrededor.
Por su apariencia formal, el grupo de discusión se parece mucho a las reuniones informales que estamos acostumbrados
a ver en la vida diaria o en los medios de comunicación de masas. Sin embargo, su impronta investigadora le hace diferir
totalmente de lo que podría ser una mesa redonda, un debate televisivo e incluso una simple reunión de amigos en un
café. Estos ejemplos comparativos son interesantes porque ponen al investigador en la tesitura formal de definir y saber
realmente en qué consiste un grupo de discusión, para qué se utiliza y cuál es su funcionamiento.
Desde un punto de vista puramente descriptivo, un grupo de discusión puede definirse como una reunión de personas,
entre seis y diez, desconocidas entre sí y previamente animadas a discutir un tema bajo la dirección o control de un
moderador. Teóricamente, el grupo de discusión pretende constituirse como una técnica a través de la cual conseguir dos
objetivos principales:
— El primer objetivo, que la reunión de personas a las cuales se refiere la definición anterior se transforme en un
verdadero grupo. En este sentido, la técnica entiende que una reunión de personas no es suficiente ni tiene interés alguno
para la investigación si previamente no se consigue afianzar en ella el fenómeno de la grupalidad y el sentimiento de un
«nosotros» que trascienda y subordine el predominio del «yo» individual.
— El segundo objetivo, que el diálogo que sostienen las personas de la reunión se transforme en un discurso centrado en
un determinado tema social objeto de estudio, es decir, que la conversación o uso del lenguaje desplegado por el grupo
se oriente al ámbito de lo que dice la gente y que dicho ámbito se limite a los propósitos u objetivos de la investigación.
Ambos objetivos son de obligada observancia para la puesta en práctica de un grupo de discusión, lo que significa que el
investigador trabaja en dos planos a la vez. El primero crea la situación grupal necesaria para la investigación y el
segundo porque orienta dicha situación a la tarea de investigar el discurso social (véase el capítulo referido al análisis del

54
discurso), o lo que es lo mismo, el decir de la gente que es expresado o dicho desde los propios intereses que los grupos
sociales manifiestan para representar y transformar la situaciones sociales donde se encuentran.
A través del grupo de discusión, el investigador escenifica una situación social microgrupal recreada artificialmente para
la investigación de las situaciones macro-sociales. Dicha situación se caracteriza por los siguientes rasgos generales:
1. Las personas que componen el grupo mantienen entre ellas una interrelación directa cara a cara. Aunque actualmente
hay propuestas novedosas de realizar grupos de discusión a través de Internet, la presencia física, no mediatizada, es un
requisito fundamental que garantiza la cohesión interna del grupo y de la cual se desprende también el límite máximo de
ocho o diez participantes por reunión.
2. Las interrelaciones se establecen a partir de sujetos que se desconocen entre sí, lo que impide que ningún vínculo
previo dificulte el esfuerzo de los distintos integrantes por adaptarse a la nueva situación grupal que se quiere constituir
de cara a la investigación.
3. Las conversaciones producto de las interrelaciones entre los miembros del grupo aspiran al consenso y a la puesta en
común de sus distintos, a veces contrapuestos, puntos de vista, evitándose por principio toda ruptura y/o bloqueo
definitivo de las interrelaciones.
4. Las interrelaciones se desarrollan en un espacio y un tiempo dedicado a que el grupo trabaje sobre los objetivos de la
investigación. Según este principio, el grupo no puede ubicarse en cualquier emplazamiento o momento ni desviarse de
la intencionalidad investigadora que le caracteriza y le justifica como tal.
5. Las interrelaciones siguen una dinámica o funcionamiento controlado por la figura de un investigador que actúa de
moderador, el cual tiene por objetivo orientar las intervenciones de los participantes y canalizar los esfuerzos del grupo
hacia los objetivos propuestos.
A la vista de los puntos anteriores, el grupo de discusión pretende construir y garantizar una situación o escenario en el
que los participantes puedan expresar sus propias opiniones con toda libertad y de la manera más espontánea posible.
Ahora bien, esta situación ideal, como se verá más adelante, se plantea como salida a la necesidad de obtener una
información más genuina y rica de lo que hasta el momento se conseguía a través de otras técnicas menos respetuosas
como la encuesta de opinión. En consecuencia, tanto la psicología social como la sociología utilizaron grupos donde
contextualizar lo que los sujetos investigados decían u opinaban libremente.
Esta estrategia fue rápidamente difundida por la psicoterapia en los años treinta y cuarenta del siglo xx, si bien poco
después, a partir de los años cincuenta, el grupo de discusión pasó a ser ampliamente utilizado en la investigación de
mercados. De hecho, fue dado a conocer en el campo de la investigación social a través de un texto clásico de 1956
titulado The Focused Interview, de los autores Robert K. Merton, Marjorie Fiske y Patricia L. Kendall. A partir de estos
años, esta técnica ha sido desarrollada y utilizada en distintos campos de la investigación social, siendo en el campo del
consumo y la demanda donde se ha hecho más popular e imprescindible, especialmente por su versatilidad y adecuación
a la hora de obtener información relevante con un coste menor. Con el tiempo, y después de imponerse con gran éxito en
la investigación de mercados, el grupo de discusión ha ido introduciéndose en campos cada vez más variados y distantes
como la evaluación y aplicación de programas sociales o incluso en la aplicación de técnicas cuantitativas como la
encuesta, en concreto para el diseño y redacción del cuestionario, interpretación de los resultados, etc.
En el campo específico de la intervención social, el grupo de discusión hace su presencia a la par que otras prácticas
grupales diseñadas para producir cambios o transformaciones dentro del grupo o la comunidad. En este sentido, el punto
de contacto entre grupo de discusión y las distintas técnicas grupales de intervención se encuentra en la aplicación y
evaluación de programas y servicios sociales que toman como objeto de actuación el entramado de relaciones sociales.
Sin embargo, la aplicación del grupo de discusión a las técnicas grupales de intervención se plantea actualmente como
una demanda desatendida puesta de manifiesto por los profesionales que las conocen y reclaman a su manera. En el
caso, por ejemplo, del trabajo social, es patente la necesidad de articular ambas orientaciones técnicas (la del grupo de
observación y la del grupo de intervención) de manera que los proyectos y recursos técnicos utilizados para la
intervención social se puedan adaptar mejor a la realidad social de los usuarios.

2. LA TÉCNICA DEL GRUPO DE DISCUSIÓN


El grupo de discusión, por encima de sus particularidades y campos de aplicación, es una técnica de observación como
otra cualquiera. Tiene en común con el resto de técnicas su disposición para obtener información de la realidad social
donde se aplica. Ahora bien, la realidad que se estudia sólo responde si previamente se la interroga, aunque la manera de
interrogar a la gente o a las cosas que nos rodean difieren de una técnica a otra. En el caso de la encuesta de opinión, el

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investigador formula las preguntas y también las respuestas que deberán ser contestadas por el entrevistado. Salvo en las
denominadas preguntas abiertas, donde la gente contesta con sus propias palabras, en el resto de preguntas cerradas el
entrevistado sólo tiene que elegir algunas de las respuestas previamente diseñadas y acotadas por el cuestionario. Es
obvio que esta manera de preguntar ahorra muchos esfuerzos tanto al entrevistador como al entrevistado, pero también
surgen algunos problemas que el grupo de discusión trata de solventar desde su particular punto de vista técnico.
En primer lugar, y tomando como referente la encuesta de opinión8, hay temas o problemáticas donde el investigador no
está seguro de lo que quiere o debe preguntar y, por tanto, no puede o no sabe qué respuestas serían las que podría
presentar a la gente para que ésta decida contestar. Preguntar por el monto de ingresos económicos que percibe un
determinado sujeto o unidad familiar no es difícil, puesto que las respuestas no pueden diferir de los distintos intervalos
de cantidades dinerarias percibidas en el último mes. Ahora bien, la cosa se complica si en vez de monto de ingresos se
pregunta al entrevistado por el cuidado familiar. En este caso, la respuesta no es algo que se pueda planear y diseñar de
antemano. Es necesario que el investigador o profesional conozca previamente la experiencia y el contexto social que se
representa la gente sobre este tema. Es obvio que puede arriesgarse a suponer que el cuidado familiar se refiere a la
presencia física de la familia en las atenciones y necesidades de la persona anciana, pero olvida otras posibilidades no
menos presentes para los sujetos implicados como es la presencia económica o asistencial en el propio domicilio y al
margen de la presencia familiar. Y lo mismo se observa para las distintas clases sociales y la manera de percibir los
primeros indicios de la enfermedad mental en personas mayores. Para las familias de clase media-baja los síntomas (y,
por tanto, los cuidados) se presentan con menor claridad y más tarde que en las familias de clase media-media, media-
alta. El motivo es que la clase social y el contexto cultural de unas y otras familias modifica su sensibilidad hacia
comportamientos anómalos de los ancianos, lo que en última instancia puede interpretarse como simples rarezas o
«cosas de viejos», y que en el fondo demuestran la incertidumbre que comprende la definición de lo que es una persona
enferma y/o la propia enfermedad, etc.
Por tanto, una manera de evitar esta deficiencia, la de anticiparse a las preguntas que se ignoran, es utilizar sutiles
maneras de interrogar y que por supuesto no partan del esquema preguntas y respuestas previas, sino más bien de
amplios temas propuestos para su libre discusión y formulación. En este sentido, el grupo de discusión es una técnica
ejemplar que permite explorar y comprender fenómenos sociales cambiantes sobre los cuales se cuenta con poca o
ninguna información al respecto. Por ejemplo, si quisiéramos conocer en qué consiste el cuidado familiar, lo apropiado
sería plantear el tema de manera que se pudiera observar cómo se va construyendo a partir de los sujetos implicados.
Seguramente la definición de lo que es cuidado y familia difiere según contextos sociales referidos por grupos de distinta
procedencia social, situación existencial, etc.
Por otro lado, y aun contando con que el investigador supiera aproximadamente qué respuestas son las que la gente tiene
a bien contestar, quedaría aún el problema de los contextos o situaciones en las que dichas respuestas, abiertas o
cerradas, pierden fuerza o exactitud a la hora de manifestar su significado. Para muchos temas, las respuestas no son
reducibles a «blanco» o «negro». Muchas de las respuestas que se dan a elegir en una encuesta pueden ser conformes o
disconformes según la situación o circunstancia concreta en la que se sitúe la persona. La simplicidad de la respuesta y
lo políticamente correcto y normativo determina en gran medida la elección más recomendable, pero lo cierto es que
siempre hay por medio un de-pende que esconde tras de sí el conflicto social donde los grupos se posicionan y
posicionan a otros.
Por último, una cuestión más diferencia el grupo de discusión de otras técnicas y es que en los grupos los temas de
estudio son discutidos a partir de lo que la gente dice y se representa simbólicamente, lo que significa que el grupo de
discusión se restringe a obtener información sobre los distintos temas que circulan en la sociedad a un nivel general y
que se concretan en discursos sociales a partir de las características sociales de los participantes. En este sentido,
conviene remarcar que el grupo no informa sobre cómo se traduce lo que la gente dice en particularidades de cada cual.
Es decir, en el grupo de discusión no se observa lo que la gente hace de lo que se dice, algo que responde a la
idiosincrasia de cada persona y que no tiene lugar en una situación grupal como la referida. Para abordar este particular
es necesario recurrir a la entrevista abierta, que es individual, y que modula el discurso social desde la experiencia
individual del sujeto entrevistado (véase el tema de la entrevista). Efectivamente, el grupo puede traer a discusión, por
ejemplo, el concepto de integración social como un término que cada actor social construye en diversa medida y forma.
Lo que no va a facilitar el grupo son discursos individuales que expliciten los procesos particulares de cómo se concreta
dicha integración, algo que dependerá de las circunstancias particulares de cada participante y que en situación grupal se

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relegan o someten sistemáticamente a un consenso general que las traduce en aspectos centrales y comunes del problema
que se debate.
Por tanto, y a raíz de lo señalado, el grupo de discusión es una técnica que se utiliza para obtener representaciones
sociales de diversos temas donde el investigador tiene poco o escaso conocimiento previo sobre lo relevante o
significativo de lo que se estudia y muy especialmente para aquellos temas que están sometidos a importantes cambios
en la sociedad, circunstancia que se hace valer aún más cuando se trata de conocer los contextos o situaciones sociales
donde los comportamientos de la gente varían y se ciñen a lo que es manifestado simbólicamente como norma general.

2.1. El diseño de investigación mediante grupos


La artificialidad del grupo de discusión exige ser diseñado para los fines y objetivos propuestos en la investigación. A
partir de dichos objetivos, el investigador diseña los grupos decidiendo cuántos van a ser y qué rasgos o características
van a tener. Para conocer el número de grupos es necesario preguntarse previamente por las personas que van a formar
parte de los grupos diseñados. Plantearse esta pregunta significa a su vez tener en cuenta dos cuestiones principales
relacionadas con los objetivos de la investigación:
La primera se refiere al grado de homogeneidad interna de los grupos, que busca principalmente que las personas
participantes para cada grupo diseñado compartan experiencias e intereses comunes o con la mayor afinidad posible. Lo
oportuno a la hora de formar un grupo es que todas las personas participantes se reconozcan como sujetos que piensan y
hablan en una misma sintonía, lo que significa que todos los participantes de un determinado grupo compartan una
misma situación socioeconómica y cultural que les posicione en la sociedad y se reconozcan con unas vivencias
similares. Por este motivo, la homogeneidad de los grupos debe contemplar tanto variables que estructuran a grandes
rasgos de la sociedad (sexo, la edad, la clase social, etc.) como variables específicas relacionadas con los objetivos de la
investigación; por ejemplo, ser docente o alumno en el supuesto de investigar la violencia que se produce en las aulas.
Obviamente, cuanto más homogéneo sea el grupo, más fácil será orientarlo al trabajo de discutir un tema bajo el
presupuesto del consenso y el común acuerdo. De manera que para evitar el riesgo de toda confrontación irreparable y la
consecuente ruptura del grupo es necesario evitar diseñar grupos internamente heterogéneos donde, por ejemplo, se
incluyan a la vez, e indiscriminadamente, empleadores y empleados, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, profesores
y alumnos, etc.
La segunda cuestión, estrechamente relacionada con la anterior, es la heterogeneidad que ha de establecerse entre los
grupos diseñados, algo que depende a su vez de la saturación del universo discursivo desde un punto de vista estructural.
Esto quiere decir que hay que tener en cuenta los distintos discursos que podrían encontrarse para un mismo tema de
discusión; por ejemplo, para conocer el papel de la familia en el cuidado asistencial de la persona mayor. Si se procede
de una manera ordenada, el investigador puede constatar fácilmente que los temas sociales sometidos a discusión son
debatidos en función de experiencias e intereses similares, los cuales son a su vez determinados por el lugar que los
participantes ocupan en la estructura social y que se traduce, como no puede ser de otra manera, en vivencias comunes;
por ejemplo, las características de la vivienda donde reside la familia, el número de hijos que conviven bajo un mismo
techo, la situación económica de la unidad familiar, los requerimientos de la persona cuidada, etc.
Esta diferencia en la estructura de las relaciones sociales, producto de las diferencias sociales desde un punto de vista
estructural, es lo que permite al investigador indagar sobre distintos discursos y, en definitiva, presuponer que una
persona de clase media-baja tiene una idea del cuidado familiar muy distinta de la persona de clase media-alta. Y lo
mismo podríamos decir de la variable sexo, edad o incluso hábitat: urbano, rural, etc. En cualquier caso, y una vez más,
son las variables sociodemográficas pertinentes, así como los criterios de interés particular para la investigación
emprendida, las que por definición estructuran y organizan la totalidad de universo discursivo, generándose tantos
grupos para la investigación como posiciones estructurales se encuentren definidas a priori.
Por ejemplo, en una investigación sobre redes familiares y el cuidado del anciano con demencia se obtiene información
a partir de grupos de discusión que completan los datos cuantitativos sobre el tema en cuestión. El diseño de los grupos
tiene como referente la posición social de las personas que tienen a su cuidado un anciano. Y como señala el autor del
estudio, la posición de los cuidadores viene determinada por criterios que se han controlado en el trabajo de campo; por
ejemplo, la edad, el género, nivel económico, nivel cultural, relación de parentesco, etc. El conjunto de criterios en juego
se justifica por su relevancia a la hora de definir distintos posicionamientos sociales que puedan dar origen a diferentes
discursos. Si se cruzan todos los criterios seleccionados por ellos mismos, el resultado es una matriz de posibles

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posiciones discursivas sobre el tema en cuestión, lo que no significa que todas ellas tengan la misma importancia para la
investigación o que algunas de ellas no se repitan o multipliquen innecesariamente.
Por ejemplo, el criterio ámbito demográfico podría tenerse en cuenta según sea urbano o rural; sin embargo, y dado que
el cuidado familiar es más mayoritario y uniforme en el ámbito rural, donde los recursos externos son más escasos, la
opción del investigador es optar por el ámbito urbano, mucho más incierto y diverso. En cuanto al sexo, las mujeres son
las que cargan mayoritariamente con esta responsabilidad, lo que no significa que los hombres queden excluidos de esta
problemática como posible criterio a tener en cuenta. En cuanto a la clase social, es obvio que el criterio económico
puede ser decisivo a la hora de enjuiciar un tema como el referido, etc.
La combinación estratégica de los criterios seleccionados dio origen a dos grupos de discusión. El primero, formado por
mujeres cuidadoras de segunda generación (hijas), y el segundo grupo, por mujeres y hombres cuidadores de primera y
segunda generación (esposa/esposo e hijas/hijos, respectivamente).
— El primer grupo se constituye atendiendo a los siguientes criterios: mujeres de clase media-baja, ámbito urbano,
cuidando a un padre o madre con alzheimer.
— El segundo grupo se constituye con criterios similares, pero observando las siguientes diferencias: mujeres y hombres
de clase media-alta, cuidando un familiar con alzheimer.
La comparación entre ambos grupos diseñados pone de manifiesto la importancia que desde el punto de vista discursivo
pudiera tener cuestiones claves como el sexo, la clase social y el grado de parentesco familiar de la persona a la que se
cuida. Es obvio que otros aspectos inciden en diverso grado y manera en la problemática de estudio, pero en este caso su
opción no era tan decisiva para los objetivos de la investigación, ya que estos grupos fueron utilizados para conocer los
factores que determinan las cargas asociadas al cuidado informal.

2.2. La preparación de la reunión


Una vez diseñados los grupos, es necesario preparar y diseñar las reuniones que se van a celebrar, es decir, seleccionar
las personas concretas que van a participar y los medios materiales necesarios para la realización de los grupos. En
concreto, la preparación de las reuniones exige atender a dos órdenes de cosas. En primer lugar, para celebrar la reunión
es necesario reclutar a las personas adecuadas en función de los objetivos de la investigación. En la encuesta, esta labor
se corresponde con la selección de los elementos muéstrales, teniendo en cuenta que para el grupo de discusión la
selección no es por azar, sino intencional. En segundo lugar, deberá anticiparse la adecuación de los medios necesarios
para la realización de la reunión.

2.2.1. El reclutamiento de los integrantes del grupo


El reclutamiento tiene el propósito principal de convocar un número determinado de personas en un determinado lugar y
en un determinado momento con la finalidad expresa de servir a una investigación. Según este objetivo, la captación de
los integrantes implica en primer lugar una contactación con las personas que reúnen las características o perfil exigido
para formar parte del grupo, y en segundo lugar, un acuerdo para que acepten su participación en los términos que
propone la investigación.
La contactación de las personas idóneas suele hacerse a través de personal facultativo para esta labor. Hay que tener en
cuenta que la realización de ciertos grupos de discusión requieren un enorme trabajo y capacidad para contactar con
personas a las que no es fácil localizar o acceder a ellas. Esto supone que los captadores o captado-ras sean verdaderos
profesionales de las relaciones públicas y con una extensa red de contactos a través de los cuales acceder a ámbitos y
personas de muy diversa condición y procedencia social.
Como se ha señalado, el método utilizado para contactar y seleccionar a las personas idóneas para una determinada
investigación es intencional, lo que supone tener en cuenta ciertas precauciones dirigidas a garantizar los perfiles de las
personas seleccionadas.
En primer lugar, y principalmente, las personas que potencialmente puedan llegar a ser contactadas deben reunir todas
ellas las características indicadas en el diseño de los grupos. En el caso hipotético de mujeres inmigrantes con hijos en el
país de origen y con un mínimo de estancia en el país receptor de dos años, la contactación evitará incluir mujeres
inmigrantes sin hijos o con estancias inferiores a lo establecido, ya que estos criterios pueden influir en el grado de
homogeneidad interna del grupo reclutado.
En segundo lugar, la contactación deberá descartar por sistema a toda persona cuyas opiniones puedan percibirse como
más autorizadas o preferentes que las del resto de personas que participan en el grupo. En este caso, se evitará reclutar

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personas con determinada autoridad profesional o social que pueda influir en la discusión libre de un tema cualquiera.
Los perfiles a descartar son principalmente los relacionados con:
— Profesionales que trabajan directamente con la opinión pública o la investigación social, es decir, periodistas,
sociólogos, psicólogos, trabajadores sociales, encuestadores, etc.
— También se evitará toda persona experta o profesional sobre el tema que se está investigando. La presencia de
expertos o profesionales en el tema de discusión supone, al igual que los expertos en opinión pública o conducta social,
una fuente de conocimiento autorizado que puede inhibir o sofocar el resto de opiniones no profesionales y en
consecuencia las que verdaderamente interesan al investigador.
— Por último, deberá descartarse también todas aquellas personas que puedan ser reconocidas como líderes o
autoridades públicas; por ejemplo, alcaldes, concejales, líderes sindicales, etc. Su posición en la organización social pue-
de ejercer una influencia contraria a la situación igualitaria entre los participantes.
Por supuesto, merece la pena indicar que estas limitaciones son reconsideradas y, por tanto, permitidas si el grupo
diseñado requiere específicamente de personas con los perfiles mencionados anteriormente. En estos casos, y dado que
todos los integrantes del grupo son voces autorizadas o preferentes, la homogeneidad del grupo estaría garantizada.
Por último, y para un mismo grupo, debe evitarse contactar a personas que se conozcan entre sí, amigos, familiares,
compañeros de trabajo, etc. Como ya se ha mencionado a lo largo de este capítulo, la finalidad de esta reserva es evitar
incluir relaciones previas que pudieran trabajar en contra de la nueva situación grupal que se quiere crear. Con la misma
intención, la captación correcta descartará a todas aquellas personas que ya hubieran participado recientemente en un
grupo de discusión con un tema igual o distinto al propuesto.

2.2.2. El acuerdo de participación


La contactación no está finalizada si previamente no hay un acuerdo de participación con la persona contactada. Es
frecuente encontrar resistencia a la hora de obtener colaboración por parte de los posibles participantes. Por este motivo,
y en previsión de las dificultades que puedan surgir, la persona que contacta debe seguir una serie de recomendaciones
orientadas a conseguir el compromiso real del participante:
1. Cara a cara o telefónicamente se explica directamente a la persona seleccionada los motivos de la contactación,
comenzando por presentarse la persona que está haciendo la labor de contacto y la institución, empresa, universidad,
fundación, etc., para la que trabaja.
2. Lo siguiente será pedir la participación de la persona en la investigación que está desarrollando explicando
brevemente en qué consiste; por ejemplo, que se trata de mantener con otras personas una breve charla informal sobre la
situación de la mujer en el cuidado de la familia. Es importante que la información sobre el tema de estudio se describa a
grandes rasgos y de manera muy general para evitar que los participantes puedan preparar sus intervenciones y restarles
espontaneidad.
3. Dicho requerimiento debe establecer a su vez un vínculo de compromiso con la persona contactada de manera que
obtenga algún beneficio o contraprestación por su colaboración. Este vínculo puede ser una cantidad de dinero por el
tiempo y esfuerzo dedicado o, en su defecto, un reconocimiento expreso de la importancia que tiene su participación en
el tema tratado. En cualquier caso, ambas estrategias persiguen que la persona tenga un incentivo real por el cual acceder
a participar.
4. El siguiente paso será convenir un día, una hora y un lugar de emplazamiento. Este lugar puede ser una sala preparada
a propósito para la realización de grupos de discusión, pero como alternativa pueden utilizarse salas de hoteles u otros
establecimientos que garanticen la suficiente tranquilidad como para mantener una conversación y grabarla sin
interrupciones o excesivos ruidos.
5. Por último, acordada la convocatoria con la persona seleccionada, es oportuno hacer un recordatorio horas antes de la
reunión de manera que se confirme telefónicamente, o por otros medios, su definitiva asistencia.

2.2.3. El diseño de la sala


La preparación de la reunión implica tener en cuenta los medios materiales relacionados con el espacio donde se
desarrolla y los instrumentos técnicos de registro a utilizar. En cuanto al primer punto, todo espacio está marcado
socialmente, es decir, que los espacios connotan significados relacionados con las personas o situaciones que les
caracterizan. Por este motivo, el espacio del grupo de discusión debe desarrollarse en una sala o lugar lo más neutro
posible. Esto significa, por ejemplo, que no es conveniente hacer grupos de discusión en las dependencias de una

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empresa o institución para la cual se está realizando la investigación. Los aficionados a las competiciones deportivas
conocen bien lo que significa jugar «fuera» y «dentro de casa» y la influencia o presión que ejerce el «ambiente». Por
este motivo, el grupo de discusión suele desarrollarse en salas diseñadas para este fin o parecido reuniendo una serie de
requisitos que conviene tener presentes:
1. Como se ha mencionado anteriormente, conviene desechar toda sala que esté marcada socialmente con algún
significado o atributo distinto a los requeridos para la investigación. En este sentido, conviene vigilar los extremos y
evitar tanto las salas lujosas como las salas incomodas o de aspecto desagradable. El término medio es una sala
acogedora, no muy grande ni muy pequeña, con escasa decoración, luminosa y ventilada.
2. El mobiliario de la sala es otro punto a tener en cuenta a la hora de incidir en la distribución del espacio y en su
ocupación. La mesa y asientos son elementos clave a la hora de fomentar las relaciones simétricas entre los participantes
y su trabajo consensuador. Por este motivo, la mesa preferente para un grupo de discusión es redonda o elíptica y con
asientos iguales, evitándose las mesas rectangulares o cuadradas por favorecer espacialmente las posiciones enfrentadas
y distantes entre los asistentes.
3. Por último, las salas profesionales están dotadas de útiles para el registro y/o visualización de la reunión. Los
equipamientos más frecuentes que pueden encontrarse son micrófonos de ambiente, cámaras de vídeo y espejos unidi-
reccionales para el visionado del grupo, pizarras, monitores, etc. No obstante, y para las necesidades más básicas, el
moderador siempre puede contar con grabadoras portátiles que le permitan registrar la reunión en cinta magnetofónica.
En cualquier caso, y de cara al diseño de la sala, el material de registro debe ser discreto, aunque en ningún caso
disimulado u ocultado. Es importante, de cara a su correcto funcionamiento, que dicho material se ubique en los lugares
más idóneos para grabar voces y/o imágenes del grupo correctamente, pero también que estén a la vista para evitar las
sospechas y recelos de los asistentes.

2.3. La dinámica grupal: el guión de conducción y moderación del grupo


Diseñada la reunión, el siguiente paso será preparar y realizar la conducción del grupo. Para ello, el investigador
comienza elaborando un guión a partir del cual conducir el grupo. Efectivamente, las palabras «guión» y «conducción»
no son gratuitas, puesto que se trata de construir una herramienta que facilite la tarea de llevar los objetivos de la
investigación a las conversaciones o actividades que el grupo tendrá que desarrollar. El guión, por tanto, es diseñado en
el proyecto para su utilización posterior y consiste en una ordenación temática de interés para cubrir los objetivos
planteados en la investigación. Por otro lado, el guión es referente principal que guía la realización de otros grupos o de
otros investigadores que toman la labor de la moderación. Tanto en un caso como en otro, el guión ayuda a mantener
cierta unidad entre las dinámicas grupales y en la manera de trabajar el grupo. No obstante, y para poder aplicar
correctamente el guión de conducción, es necesario conocer su uso. Las siguientes pautas prácticas facilitan esta labor y
ayudan a concretar en qué consiste este instrumento para la dinámica grupal:
— El guión no debe ser impuesto al grupo en ningún momento. Su aspecto de listado de tareas o puntos a tratar no debe
utilizarse como si se tratara de un cuestionario a partir del cual formular preguntas al grupo.
— En realidad, el guión funciona de cara al moderador, y sólo para él, como una lista de aspectos temáticos sobre los
cuales puede ir comprobando el recorrido espontáneo de la conversación y esquematizar lo que está escuchando en el
grupo.
— La comprobación permite ver qué temas han sido tratados y qué temas faltan por tratar o dejan de tratarse a lo largo
de la reunión.
— También facilita al moderador la labor de reconducir la conversación a aspectos temáticos de relevancia para la
investigación. La manera de realizar este cometido es con ayuda de intervenciones pensadas para este efecto.

2.3.1. Las intervenciones del moderador


Las intervenciones, verbales y no verbales, persiguen provocar, no forzar, la conversación del entrevistado y la
canalización o derivación de la conversación por los temas objeto de la investigación. En función de estos
requerimientos, hay unas formas de intervenir deseables y otras evitables en lo posible. Las formas de intervención
pueden ajustarse a estas pautas generales:
— Evitar hacer preguntas cerradas, tipo encuesta, porque se alejan de los objetivos propuestos y son contrarias al tipo de
conversación que se quiere provocar. No son aconsejables preguntas cerradas del tipo «¿creen que los ayuntamientos

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tienen información suficiente sobre los problemas más acuciantes de sus vecinos?». Aparte de sofocar el diálogo, una
pregunta de este tipo no aporta ningún contenido relevante.
— Lo idóneo es adoptar formas de preguntas abiertas que estimulen la conversación y que sean lo suficientemente
difusas como para implicar al entrevistado y su punto de vista sin temor a influirlo. Es aconsejable sustituir las preguntas
cerradas por intervenciones que persigan la apertura del diálogo: «¿y eso que decíamos antes sobre...?», o también,
«¿cuál es vuestra opinión sobre este tema?...», «¿eso qué os parece?», etc. Por lo mismo, también es aconsejable que el
moderador incluya sus intervenciones en el grupo al hilo de la conversación y sin provocar rupturas o brusquedades que
haga saltar de un tema a otro sin motivos aparentes.
— Con la intención de evitar rupturas en el discurso, el moderador se aprovecha de los derroteros de la conversación
espontánea reconduciendo y recabando más información a partir de los comentarios que traen los participantes. Para este
propósito son utilizadas técnicas que tratan, en lo principal, de animar y/o profundizar en la conversación. Las siguientes
son algunas de las técnicas más utilizadas:
• Los espejos son repeticiones literales de las últimas palabras dichas por el interlocutor. Esta técnica permite recobrar de
nuevo los comentarios del grupo e incluso ampliarlos cuando parezcan interesantes.
• La sordera es otra forma de provocar la ampliación y aclaración de los comentarios vertidos. Se trata de fingir no
escuchar bien para lograr de nuevo aclaraciones o precisiones sobre algún comentario concreto.
• Por último, en cuanto a intervenciones no verbales, las pautas de actuación son muchas y diversas. No obstante, a
través de la mirada se consiguen importantes cambios. Por ejemplo, sofocando la conversación o animándola cuando se
sostiene o se aparta la mirada. También puede conseguirse fácilmente estimular la conversación, incluso pedir aclaración
de lo escuchado mostrando una actitud de asombro y sorpresa, como si se estuviera escachando esa información por
primera vez, etc. Ahora bien, todas estas técnicas son utilizadas por el moderador desde la sorpresa o la «ignorancia doc-
ta», evitando en lo posible mostrar tonos inquisitivos o prepotentes.

2.3.2. La conducción del grupo y sus fases


La conducción del grupo se puede dividir en cuatro fases: presentación, calentamiento, desarrollo y cierre. Cada fase
respeta un tiempo y mantiene un orden secuencial que facilita la constitución del grupo y su disposición para trabajar
sobre los objetivos de la investigación. A lo largo del proceso, el moderador interviene para regular o conducir la
información y comunicación entre los participantes. Cuanto más regula, más directiva se considera la conducción y
menos margen a la espontaneidad le queda al grupo.
La presentación del grupo
El objetivo principal de la presentación es enseñar a los participantes el funcionamiento de la técnica y los roles que los
asistentes, incluido el rol del moderador, deben desempeñar en la reunión. Por este motivo, un modelo de presentación
recoge por sistema los siguientes pasos:
1. Una presentación del moderador, de la empresa o institución a la que representa y/o de la instancia que demanda la
investigación.
2. Una explicación de la técnica utilizada para investigar el encargo u objeto de la investigación.
3. Una demanda concreta de participación de los asistentes en el desarrollo de la investigación.
4. Una presentación justificada de los instrumentos que registran la reunión y de las personas que pudieran estar
observando el grupo.
5. Una propuesta de tema y un planteamiento para su inmediata discusión.
El calentamiento o «warming up»
En la conducción de los grupos de discusión hay una fase inicial inmediatamente posterior a la presentación dedicada a
dejar formar el grupo y a orientarlo a los objetivos de la investigación. Dado que la nueva situación grupal exige cierto
tiempo para que los integrantes se adapten e interactúen tal como lo harían en un grupo natural, el moderador establece
diez o quince minutos para conseguir un grupo y su disposición para el trabajo requerido. Para ello, el moderador evita
una conducción directiva, dejando que los participantes tomen la palabra y la confianza necesaria para intervenir
libremente en la discusión.
El desarrollo del grupo
Transcurrido el período de calentamiento, el grupo comienza a trabajar en los objetivos de la investigación. A medida
que el grupo avanza en su trabajo, el investigador puede mostrarse más directivo, regulando y forzando al grupo a

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discutir los aspectos puntuales que más interesan para la investigación o que han sido poco aclarados. En esta fase, el
moderador se sirve del guión y las técnicas de intervención para conducir el grupo por los distintos temas a tocar.
El relanzamiento del grupo o puesta en común
Al final, y una vez desarrollado el trabajo del grupo, el moderador puede relanzar y devolver al grupo los comentarios
que considere más relevantes para la investigación. Se trata de obtener del grupo un consenso sobre lo que el mismo
grupo ha elaborado a lo largo de la sesión.
El cierre final
Por último, y una vez obtenida la información necesaria, la tarea del grupo finaliza y con ella la existencia de la
formación grupal. Sólo al final de la reunión se formaliza la contraprestación económica y cualquier otro requerimiento
particular que no tenga que ver directamente con la investigación.

3. LA TRANSCRIPCIÓN Y EL ANÁLISIS DEL GRUPO DE DISCUSIÓN


Por último, y tal como sucede con cualquier dato producido para la investigación, la información obtenida mediante un
grupo es analizada e interpretada convenientemente en función de los objetivos de la investigación. En el caso del grupo
de discusión, dicha información tiene la forma de una conversación animada semejante o igual a la que se puede obtener
en una tertulia de viejos conocidos. Esto significa que la información obtenida presenta una gran riqueza de contenidos y
matices, pero también un gran desorden y complejidad a la hora del análisis.

3.1. La preparación del texto para el análisis


En el caso de otras técnicas, pongamos, por ejemplo, la encuesta, esta fase coincide con la codificación del cuestionario,
proceso a partir del cual se transforma las respuestas verbales registradas en valores numéricos susceptibles de ser
operados y analizados matemáticamente. En el caso del grupo, este proceso de conversión se denomina transcripción, y
su finalidad es la de traducir y transformar la conversación registrada magnetofónicamente en texto escrito para su
correspondiente análisis,
En definitiva, la transcripción pretende ser fiel al discurso producido por el grupo, aunque en el proceso de
transformación a texto escrito pierda buena parte de la riqueza de las manifestaciones. Por ejemplo, al transcribir el
discurso es casi seguro que se pierda información relativa a la prosodia de los hablantes, sus gestos, posturas y otros
comportamientos que no son fáciles de traducir o que simplemente no se registraron en el caso de utilizar sólo cinta
magnetofónica, especialmente cuando en los grupos se recrean escenificaciones o visualizaciones como comentar un
anuncio, unas fotografías, o cualquier otro material gráfico objeto de discusión y análisis. En estos casos especialmente,
y en general, la transcripción trata de ser lo más fiel posible al discurso producido teniendo en cuenta e intentando
solventar las limitaciones referídas a la hora de plasmar el discurso sobre el papel. Por este motivo, transcribir supone un
doble esfuerzo de cara al análisis.
El primero, y más evidente, es que trata de incluir en el texto diálogos y también sucesos no verbales de interés para la
comprensión del discurso. En este sentido, la transcripción incluye aspectos como los silencios, las risas, las palabras
que se escuchan mal o están mal expresadas, etc. Todo ello es traducido a lenguaje escrito de manera que la
transcripción sea lo más exacta y completa posible.
El segundo esfuerzo que exige la transcripción es que debe ser abordada y analizada teniendo en cuenta la grabación de
la conversación, de manera que toda transcripción debe complementarse con la cinta magnetofónica y a ser posible
escuchada y analizada por el investigador o moderador que realizó el grupo, escuchando a la vez que lee para completar
aspectos que no son fácil de transcribir o que sólo el moderador puede identificar por haber estado allí.
En definitiva, y desde un punto de vista formal, la transcripción no es más que una especie de guión o libreto donde se
suceden las intervenciones de los distintos participantes, incluidas las del moderador, puesto que sus intervenciones
informan de su conducción e influencia en el grupo. La escritura de las intervenciones ocupa la mitad derecha de la hoja
donde se transcribe, dejando la otra mitad para anotaciones que han de servir al análisis del investigador. En la práctica,
una transcripción correcta reúne una serie de requisitos que van más allá de lo puramente formal. Se trata de que ésta
consiga al menos dos objetivos:
1. Recoger las intervenciones de cada uno de los participantes de manera que se pueda seguir las réplicas y los diversos
hilos conversacionales, lo que significa en la práctica oír muchas veces la grabación hasta el punto de reconocer quién
habla y de qué habla.

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2. Recoger todas las expresiones vertidas por cada uno de los participantes y hacerlo literalmente, incluidas aquellas
expresiones no finalizadas, entrecortadas o mal pronunciadas desde un punto de vista gramatical. Evitándose resumir o
manifestar la idea de lo dicho y no cómo se dijo, ya que gran parte de la información del grupo se encuentra en la
manera de decirlo y cuándo se hizo.

3.2. El análisis del discurso grupal


La información producida a través de grupos de discusión supera por mucho las expectativas y necesidades acotadas por
los objetivos de la investigación. En quince o veinte minutos de conversación se puede obtener un rico y extenso
material para el análisis, aunque realmente, y en la práctica, este proceso de análisis comenzó en el preciso momento en
el que se inició el grupo de discusión y el moderador iba evaluando sus propias hipótesis e interpretaciones durante el
tiempo que dura la reunión.
No obstante, sólo a posteriori, y sobre el papel o la grabación, el investigador realiza y completa definitivamente el
análisis del grupo. Únicamente en los denominados grupos focalizados (focus groups) el investigador se ve en la
coyuntura de analizar por completo sobre la marcha del grupo, y ello se debe principalmente a que los objetivos de la
investigación, así como el trabajo del grupo, se centran en problemáticas muy concretas que facilitan la labor y permiten
dar una rápida respuesta a la investigación. En el resto de grupos, la tarea del análisis requiere un considerable tiempo de
elaboración, centrándose el trabajo en las siguientes etapas:
a) Análisis temático del material discursivo
El primer movimiento del análisis comienza por localizar y ordenar los distintos temas objeto de la conversación grupal.
Efectivamente, el discurso que produce el grupo sobre un determinado objeto de estudio toca diversos temas y en un
orden distinto al que se plantea en los objetivos de la investigación. En este sentido, el análisis comienza ordenando lo
desordenado, incluso se podría decir que lo que hace el investigador con esta ordenación temática es reconstruir
pacientemente lo que el grupo se encargó de demoler y triturar en forma de discurso. Como si se tratara de un
rompecabezas, el texto transcrito es recompuesto de nuevo atendiendo a dos objetivos: en primer lugar, se localizan
todos los distintos temas referidos por el grupo, y en segundo lugar, se definen los hilos discursivos sobre cada uno de
los temas examinados.
b) Análisis estructural del material discursivo
La segunda etapa trata de descifrar y poner al descubierto el significado lingüístico del material discursivo. Son varios
los métodos empleados para este cometido, reduciéndose todos ellos a entender el discurso como un mensaje que
descifrar en función de un código o conjuntos de reglas depositadas en la misma estructura del lenguaje utilizado por el
grupo. Los análisis sintácticos, semánticos y pragmáticos son representativos de esta forma de abordar el material
discursivo, incluido el análisis semiológico, centrado en analizar los distintos sistemas de signos, verbales y no verbales,
que se comportan como lenguajes.
c) Análisis situacional del material discursivo
Por último, el análisis del discurso remonta del nivel textual o lingüístico al nivel grupal o sociológico, donde la
situación de grupo fue la que sirvió en su momento para analizar una problemática social objeto de la investigación. En
esta etapa se trata de ver cuál es la posición o posiciones del grupo con respecto a los principales temas objeto de la
investigación. Se trata, en definitiva, de comparar unos discursos con otros mostrando las diferencias y similitudes
existentes entre ellos, de manera que lo importante a este nivel no es el significado del material discursivo en sí mismo,
sino el significado del discurso como acción o «juego» que llevan a cabo los distintos grupos sociales, y que sólo puede
ser interpretado repasando nuevamente los discursos obtenidos con la intención de refutar las hipótesis de los primeros
análisis centrados en desentrañar códigos y ordenar la información. En definitiva, se trata de encontrar el contexto o
sentido que los grupos dan a sus discursos, algo que necesariamente, y al igual que pasa con el significado de las
palabras que comprende un diccionario, su materialización no depende de las distintas acepciones posibles, sino de la
situación intencional en la que el hablante enuncia dicha palabra.

4. EL GRUPO DE DISCUSIÓN EN LAS PRÁCTICAS GRUPALES: UNA APLICACIÓN EN EL ÁMBITO


DE LAS TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN SOCIAL
El grupo de discusión es una técnica susceptible de aplicarse a problemas o cuestiones diversas donde es oportuno
observar y comprender la realidad social que las determina. Su aparición en el ámbito específico de la intervención

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social va asociado principalmente a la investigación de programas y servicios de diverso tipo y especialmente_ a la
evaluación de las acciones y los resultados producidos.
En concreto, el grupo de discusión puede ser útil en el diseño de programas o servicios donde se requiera tener
información previa sobre la situación social de un determinado colectivo y las necesidades o conflictos sociales que le
atañen. En un momento posterior, el grupo de discusión puede ayudar a desarrollar un programa o servicio tomando en
consideración los objetivos de éstos y su funcionamiento según los distintos actores que intervienen en el proceso. En el
caso de un programa contra la droga, los grupos pueden facilitar información sobre su reconocimiento en función de los
objetivos programados tanto desde el punto de vista de las personas que administran el programa como de aquellos que
lo reciben, etc. Por último, el grupo de discusión permite evaluar efectos del programa o servicios una vez que éstos se
han aplicado en su integridad. Como en el supuesto anterior, la utilización del grupo se centra en la evaluación de los
efectos producidos por la intervención, es decir, en los cambios operados en el ámbito de una actuación concreta.
El hecho de que esta técnica se utilice con éxito para la evaluación no quiere decir que no pueda aplicarse también a
otros ámbitos más concretos como es el uso de grupos diseñados ad hoc para la intervención e implantación de los
programas y servicios evaluados.
Como en el caso de la investigación para la evaluación, en la que se observan resultados en función de la aplicación de
unas determinadas medidas o acciones, la utilización del grupo de discusión se extiende ahora a la evaluación de las
diversas técnicas de intervención y en especial de las que utilizan la práctica grupal para la aplicación de un determinado
programa o servicio social.
Así, por ejemplo, un programa social de rentas mínimas puede tener como unidad de referencia la familia o unidad de
convivencia y vincular una determinada prestación económica como ayuda asociada a las acciones de inserción que se
establecen explícitamente en dicho programa con carácter de contrapartida. Para realizar estas actividades orientadas a la
inserción, las técnicas grupales se muestran como un valioso instrumento. No sólo porque las personas excluidas sienten
la falta del apoyo de otros semejantes a ellos, sino también porque los problemas del individuo se abren a los de la
comunidad de donde procede. En cualquier caso, y como ejercicio a desarrollar, un programa de este tipo pone en
marcha prácticas grupales concretas orientadas a transformar la realidad de los sujetos afectados. Por ejemplo, un
recurso en esta dirección es utilizar al grupo familiar con una orientación terapéutica para solucionar los problemas que
se originan en dicho entorno, pero también se dan otras posibilidades como son las acciones con grupos de formación o
grupos de encuentro donde los sujetos se informan y aprenden de sus propias situaciones y logros, etc. En estos casos, la
práctica grupal no es más que un instrumento o técnica de intervención que el grupo de discusión puede contribuir a
investigar y desarrollar en un doble sentido:
— Como prácticas que guardan una coherencia con la realidad social donde operan. Se trata de considerar y comprender
el entorno social y la adecuación de los sujetos sometidos a unas técnicas concretas.
— Como prácticas reflexivas que tratan de incidir e informarse de dicha realidad para transformarla. Es decir, como
actuaciones que son sensibles a los efectos transformadores que ellas mismas provocan.

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En definitiva, el grupo de discusión se perfila aquí como espejo de la realidad social donde se reflejan y comprenden las
mismas prácticas de intervención social. Dado que la vocación del grupo de discusión es la investigación, su presencia
se justifica y aconseja en la medida en que se quiere hacer más comprensible el momento en el que los objetivos de los
programas o servicios toman contacto con la realidad intervenida a través de las técnicas disponibles. En este sentido, el
grupo de discusión puede utilizarse de la siguiente manera:
— Para adecuar las técnicas de intervención a utilizar por el programa o servicio ofertado. Retomando el estudio
referido anteriormente sobre la aplicación de rentas mínimas para la inserción, la utilización de prácticas grupales
sugiere tener presente a la población o colectivo de personas donde se aplica. Así, por ejemplo, sería oportuno conocer
qué personas son las más afínes para una determinada intervención, en qué circunstancias, qué cadencias, con qué
medios, etc. Parece lógico pensar que no todas las técnicas de intervención se adecúan y aplican de la misma manera y a
los mismos colectivos de personas con las que trabajan. El caso específico de las técnicas grupales pueden ser efectivas
para un colectivo como el gitano, donde culturalmente el grupo está muy arraigado, pero su aplicación seguramente será
diferente en función de lo formal o informal que sea el grupo proyectado. Lo mismo podría decirse de la entrevista
personal, una técnica de intervención paternalista y fiscaliza-dora que no por ser utilizada mayoritariamente se adecúa
mejor a todas las situaciones y personas. En este apartado, la aplicación del grupo de discusión a las técnicas grupales de
intervención debería responder a preguntas como éstas: ¿qué tipo de técnica de intervención se adapta mejor a un
determinado colectivo?, si la técnica de intervención fuera el grupo, ¿qué características debería tener?, ¿cuál sería su
ubicación?, ¿el tipo de personas que lo compondría?, etc.
— Para mejorar las dinámicas que generan las técnicas utilizadas. El hecho de poner en marcha una técnica de
intervención no significa que se garantice su funcionamiento. En este sentido, y especialmente para el caso de prácticas
grupales, es importante tener en cuenta el desarrollo de los grupos, conocer su valoración sobre su actividad, cómo se
articula con sus expectativas y situación concreta, qué problemas se encuentran, etc. En función de estas prerrogativas,
el grupo de discusión puede interrogar a los usuarios sobre qué significa y cómo se recibe la labor desarrollada por los
grupos donde participan. La misma situación grupal y la labor desempeñada trae consigo problemas añadidos que con-
viene conocer para mejorar su funcionamiento. Son bien conocidos los efectos colaterales que se producen en el curso
de un proceso de intervención como es la falta de implicación de los usuarios, así como las respuestas inapropiadas a los
objetivos perseguidos por el programa, las situaciones de dependencia, etc.
— Para desarrollar nuevas técnicas de intervención. De nuevo, el usuario también puede contribuir a sugerir maneras de
intervenir para cambiar situaciones que entiende como modifícables en un determinado sentido o de una determinada
manera. La pregunta aquí sería sobre qué entiende el usuario por modificación o cambio y la manera de hacerlo a través
de técnicas grupales o de otro tipo.
Todo ello permite no sólo garantizar los éxitos del programa, sino también renta-bilizar las estructuras y recursos
disponibles para tal fin. No se trata, por tanto, de conocer las distintas técnicas de intervención, sino de hacerlas más
idóneas y versátiles en la medida en que son conocidas y vividas desde el punto de vista del receptor.

BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
Delgado, J. M., y Gutiérrez, J. (coords.) (1994): Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales,
Madrid: Síntesis.
Libro recopilatorio de métodos y técnicas cualitativas. Entre los diversos capítulos, Manuel Canales y Anselmo Peinado
tienen uno dedicado al grupo de discusión.
Ibáñez, J. (1979): Más allá de la Sociología. El grupo de discusión: técnica y crítica, Madrid: Siglo XXI.
Quizá se trata de la única reflexión teórica sobre la metodología del grupo de discusión en castellano. Es un libro de
difícil lectura para aquellos lectores que sólo desean introducirse en el tema. No obstante, se hace indispensable para
tener una amplia panorámica e indagar las conexiones de esta técnica con otras disciplinas o teorías como el
psicoanálisis, la lingüística, el estructuralismo, la fenomenología, etc.
Callejo, J. (2001): El grupo de discusión: introducción a una práctica de investigación, Madrid: Ariel.
Monografía sobre el grupo de discusión y su aplicación en la investigación social. Siendo un libro principalmente
práctico, no deja por ello de tratar aspectos teóricos sobre el tema en cuestión. Lo interesante del libro, es que trata el
grupo de discusión como una «práctica de investigación» a través de la cual se responde a tres preguntas fundamentales:
el por qué y para qué de lo grupal como vía de observación empírica y qué tiene de grupal el grupo de discusión.

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CAPITULO 5: ANÁLISIS DEL DISCURSO

INTRODUCCIÓN
Este capítulo aborda el discurso como objeto del análisis textual orientado a la comprensión de la realidad social. El
discurso es presentado como una práctica social donde aplicar y comparar diversos usos analíticos. No obstante, el
objetivo principal es mostrar las deficiencias de un análisis discursivo que deja de lado la presencia de los sujetos y su
contexto social en la producción e interpretación del texto. A raíz de esta crítica, y al final del capítulo, se aborda la
interpretación sociológica del discurso con la intención de mostrar al lector un cauce para el análisis y su aplicación
práctica en la investigación social.

1. DEFINICIÓN DE DISCURSO
Para empezar hay que definir una vez más lo que es discurso. Esta tarea no es fácil porque supone tener en cuenta las
ambigüedades de los términos que lo definen. En primer lugar, el discurso puede ser entendido ampliamente como
lenguaje. De hecho, se habla de lenguaje político, lenguaje jurídico, lenguaje administrativo, lenguaje de la calle, etc., en
una clara alusión y equivalencia con lo que podrían ser distintos tipos de discursos conocidos. Ahora bien, esta
equivalencia entre discurso y lenguaje requiere ser puntualizada, ya que el lenguaje también es una mediación a través
de la cual los sujetos nos expresamos y expresamos a otros.
Por tanto, la idea de discurso como lenguaje pone de manifiesto dos aspectos interrelacionados y a la vez distintos entre
sí que conviene diferenciar e incorporar a la definición de discurso:
— Por un lado, el discurso es un predicado que puede tomar la forma de una palabra o de una oración, o mejor aún, de
una proposición; por ejemplo, la frase que dice «todos somos iguales».
— Por otro, el discurso también se refiere a la situación de comunicación donde la predicación tiene un sentido o
intención; por ejemplo, las diversas circunstancias en las que la frase referida tiene un significado particular, pongamos
por caso la del político que se dirige a los más desfavorecidos para hacer ver que todas las personas tenemos los mismos
derechos y deberes sociales y que está de su mano que así sea.
En esta línea hay que entender también la tendencia a definir el discurso como un texto donde se recogen predicados, ya
que ambos términos (texto y discurso) son intercambiables y se utilizan de manera similar, aunque en ocasiones de un
modo algo confuso que conviene aclarar cuanto antes.
Usualmente, el término texto se entiende como la expresión escrita, como sugiere el hecho de «leer un texto»; mientras
que discurso se refiere a la expresión oral, tal como sugiere la idea de «un discurso dirigido al público asistente», etc. Sin
embargo, este rasgo diferenciador no impide hablar del texto escrito de un discurso. Menos evidente, pero más
categórica, es la diferencia que considera al texto como un producto en el sentido de mostrarse como expresión estática y
fija, sin modificación aparente. Todo lo contrario que el discurso, que es considerado como un proceso vivo, dinámico,
incluso etéreo si se toma en consideración que las palabras o expresiones de las que está hecho «se las lleva el viento».
Pero es obvio que no es el viento quien se lleva las palabras, sino el contexto de diálogo interpersonal lo que permite
decir aquello de donde dije «digo», digo «Diego», es decir, donde las palabras y su significado remiten a las
circunstancias o situaciones personales del sujeto que las pronuncia y que van más allá de lo dicho o predicado. Es por
este motivo que el texto (lo predicado en el discurso) se entiende como un objeto producido por alguien que puede ser
observado e interpretado desde distintos puntos de vista, aunque nunca desde todos los puntos de vista a la vez. Piense el
lector en la siguiente expresión: ¡dispara! La expresión textual de esta palabra podría ser su representación escrita tal
como aparece. Todo el mundo conoce los significados del verbo disparar. Sin embargo, el sentido o intención que se le
puede atribuir sólo puede ser uno, el de la persona que pronuncia la palabra para comunicar que se trata de asustar a
alguien con un arma o quizá el de inmortalizarlo con una cámara fotográfica, etc.
Teniendo en cuenta estas matizaciones, quizá la mejor forma de referirse al texto es considerarlo como la expresión
material del discurso no sólo porque permite al investigador trabajar sobre una materia que todo el mundo puede
observar y referirse de común acuerdo, sino también por evitar entrar en el problema añadido de qué término utilizar
cuando se hable de análisis, es decir, si se trata de analizar textos o más bien discursos.
Otra cuestión no menos problemática para la definición de discurso es el soporte en el que aparece y el formato de la
unidad que lo contiene. Sobre lo primero, señalar que en la medida en que el discurso es lenguaje, y lenguaje como
medio de expresión para comunicar, los discursos pueden producirse a partir de otros lenguajes distintos del verbal. Es
obvio que los hombres no sólo hablan con palabras, sino también con los objetos que fabrican y consumen culturalmente

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y en sociedad. En este sentido, no es nada extraño referirse a un discurso de la moda a partir de la vestimenta o al
discurso de la publicidad a partir de las imágenes que aparecen en los anuncios, etc. Lo común a todos estos lenguajes es
el hecho de que el hombre los utiliza para comunicarse y, por tanto, para expresar algún tipo de significado que pueda
ser observado en forma de texto o predicado.
En cuanto al segundo problema, el formato del discurso, las variaciones son diversas, puesto que el discurso fluctúa
desde la oración o proposición al conjunto de oraciones o proposiciones que articulan una totalidad imprecisa y amplia
como es un relato, una historia, una narración, etc. En cualquier caso, el formato que define un discurso no parece
encontrarse tanto en el tamaño de la unidad que lo contiene como en la coherencia y cohesión interna que manifiesta
dicha unidad. De este modo, un discurso podría ser una firma de un artículo periodístico, pero también puede
considerarse discurso la misma publicación donde aparece el artículo, incluso el mismo discurso periodístico en las
diversas publicaciones y editoriales, etc.
A la vista de lo referido, el lector comprenderá la dificultad de dar una definición satisfactoria de discurso en la brevedad
y concisión que exige este capítulo. A cambio, el discurso se concreta en los siguientes epígrafes como un objeto de
investigación donde estudiar y comprender la realidad social. A través del discurso del marginado se aborda y estudia la
problemática de la marginación, igual que sucede en el ámbito del consumo o del mercado con la problemática que los
consumidores refieren a través de sus discursos sobre ocio o trabajo, etc. Veamos cómo concretar y desarrollar estas
posibilidades que ofrece el lenguaje y su análisis orientado a la investigación social.

2. DISCURSO Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN CUALITATIVAS


Al margen del carácter discursivo que supone la misma práctica profesional e investigadora del científico social, el
discurso social tiene un predominante valor empírico desde el punto de vista de la labor investigadora y como producto
del trabajo de campo. De hecho, los distintos métodos y prácticas de investigación e intervención social, entendidos
éstos como medios de comunicación, son instrumentos orientados a producir determinada información discursiva para el
análisis de la realidad objeto de estudio. El producto que surge de dicha experiencia comunicativa es el resultado de un
diálogo entre un sujeto investigador y un objeto investigado dentro del marco de una conversación o relación de
observación con fines científicos o sociales.

Figura 5.1. El discurso como producto empírico para la investigación.

Si partimos de la idea que sostiene que cualquier comportamiento o acción humana (incluida la investigadora) es
susceptible de comunicar o decir algo sobre lo que dicha acción intenta transmitir u otros sujetos interpretar, lo
producido en dicha experiencia comunicativa es siempre un producto del decir o expresar algo a alguien: ¿qué dice o
qué expresa lo que algo o alguien dice o hace? Lo dicho o expresado con alguna intención o sentido, ya sea verbalmente
o con medios no verbales, es lo que establece la base fundamental de la información científica en la investigación social
y especialmente en la orientación comprensiva que utiliza el análisis del discurso como método de conocimiento.
El científico social cuenta con diversos instrumentos técnicos que le permiten comunicarse e informarse de la realidad
objeto de estudio. No obstante, entre las llamadas técnicas cuantitativas como la encuesta de opinión, la información

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obtenida pierde el carácter discursivo al traducirse la comunicación interpersonal en relaciones numéricas resultantes de
la descontextualización de las respuestas dadas a preguntas previamente establecidas unilateralmente por el investigador.
Por el contrario, para el caso de técnicas cualitativas, dicha información es producida directamente a través del habla o
de las propias expresiones que articulan libremente los sujetos investigados, las cuales son analizadas en su conjunto
como material discursivo producto del diálogo orientado a la comprensión de la realidad social que las formula. Por
tanto, el análisis del discurso se vincula al enfoque cualitativo que pone en práctica el investigador a partir de la
comprensión e interpretación de «textos producidos por alguien en situación de comunicación interpersonal». Estos,
textos pueden provenir de fuentes documentales, tales como periódicos, biografías, cartas, propaganda, etc., o bien de
situaciones técnicas recreadas artificialmente por el investigador para provocar discursos ad hoc (véase el capítulo
dedicado al grupo de discusión y la entrevista).

3. EL DISCURSO COMO PRÁCTICA SOCIAL


Para el investigador social, los discursos son un tipo de práctica social, es decir, son algo más que simple lenguaje
(verbal o no verbal), ya que las palabras o expresiones que conforman un discurso tienen intencionalidad y capacidad
para modificar o cambiar la misma realidad social donde se pronuncian o manifiestan. El ejemplo más claro se encuentra
en aquellas enunciaciones donde el lenguaje adquiere como por arte de magia el espesor del hecho al que se refiere. El
juez dice: se levanta la sesión, y el acto de levantar la sesión no se distingue del acto mismo que pronunció dichas
palabras.
En la medida en que el discurso supera las limitaciones lingüísticas, es también, y al mismo tiempo, una práctica social
significante utilizada para persuadir, justificar, estigmatizar, rechazar, excluir, etc., lo que otros hacen o expresan a su
manera. Es decir, el discurso es parte de la materia prima de la que se valen los sujetos (investigadores y no
investigadores) y grupos sociales para hacer reconocer y justificar su particular forma de ver y sentir el mundo, su propia
ideología.
A su vez, esta ideología se vale del discurso para establecer lo que los sujetos pueden o no pueden decir en determinadas
situaciones o contextos, ya que dichos sujetos se expresan y expresan de manera diferente según su particular posición
en la estructura social y específica trayectoria vital respecto a otros sujetos o situaciones sociales. Pecheux ejemplifica
esta constante en la tajante diferenciación que el clero hacía en el feudalismo sobre el mismo tópico común de la pobreza
y la sumisión. Mientras el bajo clero hacía predicaciones al campesinado en referencia a la sumisión a partir del trabajo
en la tierra, el alto clero hacía sermones para los nobles con el mismo tema, pero relacionado con el destino y la
servidumbre a Dios.
Los discursos, por tanto, circulan en la sociedad y son producidos y recibidos con un propósito que supera el simple
hecho de lo dicho para alcanzar así cierta intencionalidad o reconocimiento implícito entre aquellos que los producen y
los reciben. En la medida en que el discurso es algo más que lenguaje, es también, y sobre todo, lenguaje que se
intercambia. Y dicho intercambio, tal como señala Bourdieu:
«Es también un intercambio económico que se lleva a cabo en una cierta relación simbólica de fuerzas entre un
productor, provisto de cierto capital lingüístico, y un consumidor (o un mercado), apto para procurar cierto
beneficio material o simbólico. Dicho con otras palabras, los discursos no son únicamente (o no lo son
excepcionalmente) signos destinados a ser comprendidos, descifrados; son también signos de riqueza
destinados a ser valorados, apreciados y signos de autoridad destinados a ser creídos y obedecidos».
Siguiendo a Bourdieu, es patente el esfuerzo que hacen algunos sujetos o grupos por seguir la norma del «bien hablar»
hasta el punto de «hablar mal». Es el ejemplo del que aplica la regla gramatical hasta la hipercorrección donde se pone
en evidencia la falta de corrección. En este sentido, nada más evidente y sintomático que los esfuerzos de las «clases
aspiracionales» por ampliar su vocabulario y adornar sus expresiones con la intención de distinguirse cuando, por
ejemplo, son entrevistados por un medio de comunicación de masas como la televisión o la radio. La misma situación
demostrativa y de exposición en el uso del lenguaje exige del entrevistado estar a la altura de las expectativas, igual que
lo podría estar con el atuendo o la manera de comportarse ante una mesa repleta de personas importantes, etc. Si esto es
así es porque el discurso es también algo que sirve para reconocer e identificar a los sujetos, así como el lugar que
ocupan éstos en la estructura social.
Por otro lado, las diversas condiciones ideológicas, económicas y culturales que determinan el intercambio de discursos
en la sociedad hacen que los discursos se remitan unos a otros estableciéndose relaciones de diverso tipo: agónicas, de
imposición, de refuerzo, de complementariedad, etc. De esta forma, el discurso no sólo toma como objeto a otros

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discursos, lo que otros sujetos dicen o expresan en otras situaciones o contextos, sino que también, a través del juego
discursivo, ensalzan o descalifican su contenido y oportunidad en según que contextos o situaciones. Por ejemplo, estos
esfuerzos se observan claramente en las definiciones y comentarios que la gente (las diversas clases sociales) hace sobre
un determinado suceso polémico. El mismo discurso sobre las drogas y la consecuente definición de lo que es la
drogadicción se presta abiertamente y sin tapujos al juego discursivo, es decir, a descalificar lo que el otro dice o define
como bien o mal dicho o a respaldar o convencer (por las buenas o por las malas) al otro de lo que se está diciendo, etc.
Hay, por tanto, una lógica exterior (ideológica y social) en la lógica interna (lingüística) de los discursos. Se trata de una
división un tanto provisional que permite hablar por ahora de distintos enfoques o disciplinas que abordan desde su
particular punto de vista el análisis del discurso. Internamente, es decir, analizando lo que el discurso expresa (predica)
desde el punto de vista lingüístico, encontramos enfoques formales como el estructuralismo, especialmente en el campo
de la antropología y la etnografía, donde ha conocido un gran desarrollo a partir de los análisis de Lévi-Strauss sobre los
mitos de las culturas primitivas. De cara al exterior, como proceso comunicativo donde los sujetos enuncian o expresan
relaciones sociales, el discurso ha sido abordado por la sociolingüística y la etnometodología, esta última muy centrada
en análisis minimalistas sobre las interacciones cotidianas del habla y de la conversación informal desde el punto de
vista normativo.
Sin embargo, y a pesar de esta somera división, la acotación y definición de lo que sea discurso para el análisis y cómo
se oriente es una cuestión que depende principalmente de las distintas disciplinas que lo abordan y analizan. Para el caso
del científico social, el discurso no puede ni debe concebirse al margen de un sujeto social que lo produce y que a través
del discurso pone en circulación determinadas representaciones de la realidad social. En este sentido, los discursos son
también, y sobre todo, representaciones sociales que contienen valores, ideas, hábitos y prácticas sociales relacionadas
con los sujetos que los enuncian o expresan. Visto así, el investigador social, a través del discurso, accede a un doble
plano de la realidad social objeto de su estudio o intervención:
— Por un lado, la práctica discursiva permite acceder y conocer los códigos y normas de comunicación a partir de los
cuales los sujetos sociales se relacionan, nombran y clasifican la realidad que les compete o afecta directa o indi-
rectamente.
— Por otro, dichas prácticas recrean un orden o mapa social a partir del cual los sujetos se reconocen y se orientan en su
mundo, es decir, les sirve de referencia para tomar partido en función de las distintas situaciones sociales y/o con-
diciones de existencia.
Ambos planos contribuyen a entender con mayor alcance las diferencias discursivas donde se reflejan a su vez las
diferencias sociales entre distintos grupos y personas. En definitiva, tanto la manera de expresar el discurso como el
contenido manifiesto depende de la posición social que ocupa el sujeto que lo enuncia, lo que permite abordar el análisis
del discurso como un método, para comprender mejor la situación comunicativa (social) del investigador y la del objeto
investigado, así como la realidad social a la que ésta hace referencia.
En concreto, el investigador puede servirse del análisis del discurso para tener mayor conciencia de su papel como sujeto
social, inscrito él también en la estructura social e institucional donde desarrolla su labor profesional. Pero también, y
con mayor motivo, si lo que pretende es acceder a un método de trabajo capaz de conocer y comprender los problemas
sociales a partir de los agentes o sujetos implicados. En este sentido, los siguientes epígrafes abordan el contenido
teórico del análisis discursivo y la justificación de un tipo de interpretación sociológica acorde con la orientación que se
ha venido esbozando.

4. LA PRÁCTICA DEL ANÁLISIS DEL DISCURSO


La primera contradicción que se advierte en el análisis del discurso es que la labor analítica es por principio contraria al
carácter discursivo del texto8. Por una parte, analizar es descomponer, fragmentar, dividir el texto en elementos más
pequeños y simples para su comprensión. Pero, por otra, el texto en cuanto discurso hace mención a la totalidad o unidad
de referencia, es decir, al sentido que encierra todo texto en cuanto interpretación. Por tanto, el análisis de discurso debe
ser entendido como una labor analítica ambigua que rompe y descompone el texto para luego suturarlo y recomponerlo
de nuevo interpretándolo.
Por otro lado, el carácter multidisciplinar del análisis de discurso hace que el mismo objeto de estudio se pueda
constituir desde distintas disciplinas. Esta circunstancia impide hablar del análisis como un modelo disciplinar unitario.
Por el contrario, el análisis cuenta con las aportaciones de varios y distintos enfoques y escuelas9. Abordar sólo alguno
de los autores más destacados supondría dejar de lado a muchos otros y en cualquier caso no conseguir abarcar ni por

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poco los distintos tipos de análisis institucionalizados. Como alternativa, la opción que se presenta es la introducción al
lector en los distintos usos del análisis del discurso donde ubicar a su vez distintos tipos de análisis y reconocer las
aportaciones del análisis sociológico del discurso, el cual se vislumbra desde ahora como un modelo consecuente y
operativo para el ámbito de la investigación social.
Según los usos concretos del análisis del discurso, se distingue tres niveles de aproximación a la práctica analítica l0. Un
primer nivel informacional/cuantitativo, un segundo nivel estructural/textual y un tercer nivel social/hermenéutico. Cada
nivel presenta un uso diferente del análisis y unas limitaciones o alcance que conviene conocer de cara a la utilidad que
pueda tener dicho análisis para la investigación social.

4.1. El uso informacional del análisis del discurso


Abordemos brevemente un estudio sobre los modelos de autopercepción y de vida entre los adolescentes españoles. Se
trata de una investigación donde chicos y chicas de trece años elaboran redacciones sobre sus expectativas de vida,
proyectando así sus aspiraciones y situaciones particulares en tres momentos imaginarios de sus trayectorias vitales: de
jóvenes, de adultos y de mayores. En este estudio se selecciona un número suficiente de redacciones significativas
(corpus textual) para la aplicación del análisis de discurso llevado a cabo. En un primer lugar, de las redacciones
elegidas se selecciona a su vez palabras con un significado relevante para la investigación a partir del número de veces
que éstas se repiten en las redacciones. El repertorio resultante del escrito redactado por un chico de clase obrera, cuyo
padre es tapicero y la madre ama de casa, arroja la siguiente lista incompleta:

Estas palabras contenidas en la redacción comprenden a su vez conceptos (oraciones conceptuales) y actitudes del sujeto
a partir del contexto escrito donde se encuentran. Por ejemplo, las oraciones conceptuales de las siguientes palabras con:

Como se puede observar, la palabra «ordenadores» podría tener por sí sola varios significados que se descartan en
función del significado que tiene la palabra ordenador en el texto (redacción del alumno) junto a otras palabras contiguas
que permiten al analista vincularlo sólo a uno de ellos; por ejemplo, al significado de estudiar informática: el joven en
concreto manifiesta la moda de estudiar informática en el momento en que se realiza el estudio. Seguidamente, este
significado claramente denotado cobra un significado más amplio en la medida en que se vincula a la actitud positiva o
negativa del sujeto hacia dicho concepto. En este caso, negativa, porque su deseo es evitar dedicarse a estudiar
informática, etc.

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A su vez, los conceptos considerados similares son agrupados en categorías más amplias que permiten reducir la
amplitud de los elementos analizados. De modo que los dos conceptos mencionados, evitar estudiar informática y, por
ejemplo, ir a una escuela de diseño, se pueden relacionar bajo una misma categoría rotulada por el investigador como:
FORMACIÓN PROFESIONAL DEL SUJETO.
Con estos pasos lo que pretende el análisis es simplificar y reducir la totalidad de expresiones (palabras) y su carácter
redundante a partir de una homologación conceptual que permita construir finalmente algo así como una matriz de datos
binarios. Dicha matriz no es otra que la despensa encargada de contener las relaciones de cada sujeto con la lista
completa de categorías confeccionadas por el investigador de manera que se puedan relacionar y comparar sujetos a
partir de la presencia o ausencia de las categorías referidas para cada uno de ellos, etc.
Basta esta breve descripción de análisis de discurso para mostrar al lector la esencia de una forma parcial de utilizar el
lenguaje como producto informacional. A partir de la acotación de un corpus o conjunto representativo de textos donde
los discursos quedan escritos, el analista opera como si de un cirujano se tratara. Su cometido principal es cortar y
agrupar palabras a las que se les atribuye posibles relaciones o significados en función de categorías o campos
semánticos previamente acordados por los objetivos de la investigación. Según este proceder, los textos analizados
(noticias de prensa, cartas, diarios, memorias, redacciones escolares, etc.) se convierten de partida en recipientes o
continentes donde localizar y separar información contenida de interés para el estudio. De ahí que este uso analítico se
vincule principalmente a los métodos de análisis de contenido, los cuales alcanzaron un importante desarrollo a partir de
estudios de comunicación y de la opinión pública que realizaron Laswell y Osgood en la sociedad norteamericana de la
primera mitad del siglo xx.
La localización y depuración de un contenido semántico permite a su vez comprobar cuantitativamente (contabilizando)
la frecuencia de la información contenida en el texto. En este sentido, el análisis estadístico se suma como parte
fundamental de un proceso mecánico en el que la palabra es la unidad básica de un análisis que opera por redundancia
registrando el número de veces que determinada expresión aparece en un texto y al lado de qué otras expresiones lo
hace. En la medida en que la expresión o expresiones registradas se repiten a lo largo y ancho del corpus textual
seleccionado, el analista puede establecer relaciones o correlaciones, aproximaciones y lejanías con otros campos
semánticos que respaldan el valor presencial y la descripción semántica del contenido manifiesto de un texto cualquiera.
La idea general es que el método de análisis de contenido es un procedimiento analítico que se podría ubicar a mitad de
camino entre lo cuantitativo y lo cualitativo, ya que, por una parte, el método opera necesariamente de forma
cuantitativa (cuenta hechos textuales), mientras, por otra, lo hace sobre un material informacional cualitativo que es de
tipo discursivo (comunicacional). Obviamente, para que dicha información discursiva sea susceptible de ser analizada
cuantitativamente debe concebirse textualmente como un conjunto de palabras convertidas en señales cuya presencia y/o
ausencia es determinante para adjudicarles un sentido informático.
«El punto de partida para el procesamiento matemático de los datos por medio del análisis de contenido
conceptual de textos es la matriz inicial que especifica las categorías que usa cada individuo y los individuos
que usan cada categoría. Esta matriz sólo contiene valores binarios: "1", significa que un individuo concreto
usa una categoría específica, y "0", significa que un individuo concreto no usa una categoría específica. En
función de esta serie de valores binarios, es posible calcular valores de similitud entre cada pareja de
categorías por una parte y entre cada pareja de individuos por otra».
Ahora bien, son precisamente estas medias tintas entre lo cualitativo y lo cuantitativo y la manera simplificadora y
reductora de entender metodológicamente el discurso lo que permite ir entresacando algunas de las limitaciones o
problemas del análisis de contenido. La primera y más decisiva es la que señala un procedimiento que no es de ninguna
manera una interpretación del texto. El rigor sistemático y objetivo del análisis de contenido es empeñado en la medida
en que omite traer el texto al plano de la comunicación y, por tanto, la presencia de una instancia o sujeto enunciador del
discurso que atribuya cierto sentido e intencionalidad a lo que el texto quiere decir.
Aun en el caso del análisis de documentos donde el sujeto productor (enunciador) ya no está presente, el texto siempre
remite a una instancia de la enunciación individual, grupal o colectiva a partir de la cual se establecen relaciones sociales
y que representa lugares de encuentro de distinta índole: la familia, el trabajo, la salud, la educación, el consumo, etc. El
análisis de contenido omite la dimensión comunicativa del proceso discursivo para fijarse únicamente en la dimensión
informacional de dicho proceso. Su cometido acaba en la descripción semántica del contenido textual, mientras que el
discurso sale del texto para encontrarse con el contexto donde se produce y tamiza el significado que imprime cada
sujeto al contenido textual. Por tanto, este tipo de análisis es apropiado en aquellas investigaciones descriptivas donde se

71
busca conocer cierta información estereotipada y/o normalizada a partir de un conjunto de textos previamente acotados.
Por ejemplo, es útil para demostrar la tendencia a comunicar y vincular determinados fenómenos sociales como la
drogadic-ción con temas recurrentes como el mundo de la delincuencia o de la ilegalidad. A través de noticias de prensa
correspondientes a diversos diarios de ámbito nacional o regional es posible acotar y vincular las veces en las que el
hecho haber sido consumidor de drogas aparece sistemáticamente asociado a sucesos relacionados con el robo, la
prostitución, el asesinato u otros delitos. En la medida en que dicho análisis pone de manifiesto la reiteración de las
relaciones estudiadas, su objetividad queda con mayor fuerza respaldada y, por tanto, interpretada desde el punto de
vista puramente denotativo.

4.2. El uso estructural del análisis del discurso


Un ejemplo del uso estructural en el ámbito relacionado con el trabajo social se encuentra en el siguiente estudio
realizado sobre un programa nacional contra la pobreza en Méxicol5. En dicho estudio se analizan los anuncios
publicitarios que el gobierno de ese país utilizó para dar a conocer el Pronasol, un programa social de choque contra la
pobreza estructural de las clases mejicanas más desfavorecidas. Para ello, el gobierno encargó una campaña publicitaria
emitida principalmente por radio y televisión bajo el tema central «Solidaridad», El análisis de los diversos discursos
contenidos en los anuncios ilustran tanto el uso estructural como su aplicación al estudio y evaluación del programa de
intervención social.
La campaña proyectada a lo largo de un sexenio se divide en cuatro etapas, cada una de la cuales va variando el
concepto comunicado según los distintos anuncios que incluye. En orden progresivo, las dos primeras etapas se centran
prioritariamente en la presentación del Pronasol y en los logros del programa una vez aplicado por aquellos a quienes se
dirige. Las dos etapas restantes se centran en el disfrute y reafirmación de los logros alcanzados a partir del
convencimiento y la puesta en marcha de iniciativas espontáneas contra la pobreza.
Atendiendo únicamente a la primera etapa, en ésta se incluyen anuncios publicitarios donde se habla de los siguientes
temas:
— La consecución de agua potable y alcantarillado.
— La pavimentación de las calles.
— La mejora de la escuela.
— La regularización de predios.
— La electrificación del barrio.
Para cada anuncio, y en atención al contenido textual acorde con los propósitos del programa Pronasol, se pueden
obtener diversos códigos (verbales y no verbales) interactuando para culpabilizar y combatir un tipo de pobreza
indolente y pasiva sobre la que recae la campaña. Por ejemplo, a partir del lenguaje cromático se organizan mensajes
donde funciona el código COLOR frente a AUSENCIA DE COLOR. La ausencia de color significa la pobreza a
combatir. En el caso de la pobreza rural, se vincula a colores apagados como el ocre y toda la gama de colores terrosos y
par-dos. Para el caso de la pobreza urbana, los desteñidos pasan al gris y también a la gama de colores sucios. Esta
ausencia de colorido contrasta con las situaciones en las que aparece el nuevo pobre reformado, en cuyo caso despunta el
colorido, especialmente los tonos limpios y luminosos como el blanco y el azul.
Con el mismo propósito se establecen mensajes donde lo LIMPIO se opone a lo NO LIMPIO, es decir, el código a partir
del cual se ordena el siguiente diálogo entre dos niños en situación de pobreza:
Niña: ¿Quieres manzana? (Exposición de la manzana ofrecida, roja y brillante).
Niño: ¡Si!
Niña: ¡Pues lávate las manos! (La niña retira la manzana y sale corriendo).
Como se puede observar, la diferencia entre el comportamiento bueno y malo se delimita a partir de la interiorización
del nuevo código de la limpieza como valor que preserva (protege de la enfermedad) y redime de culpa (suciedad), etc.
Por último, y redundando en la intención ilustrativa de los ejemplos anteriores, el diálogo entre una abuela y su familia
pone al descubierto la importancia de las pertenencias como medio para definir y combatir dicha pobreza:
Abuelita: (Se incorpora y toma en su mano la escritura de propiedad). Hoy, hijos, para mí es un día inolvidable. Fueron
muchos años de esfuerzo para lograr este patrimonio, esta casa que fue hecha con tanto sacrificio y tanto empeño. Su
abuelo... (Mira el retrato color sepia que cuelga en la pared azul). Su abuelo... (Se emociona y por un momento llora. La
familia la anima aplaudiendo). Pero ahora sí ya les puedo dejar. Yo sabía que organizándonos y trabajando bien unidos,
Solidaridad se encargaría de agilizar los trámites para la entrega de las escrituras. ¡Papelito, habla!

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TENENCIA/EXISTENCIA frente a NO TENENCIA/INEXISTENCIA es el código a partir del cual la pobreza se
vincula a la falta de sacrifico y, por tanto, a la inexistencia de logros realizados. La consecución y regularización de la
propiedad del pobre es la puerta de entrada al reconocimiento social por su paciencia, abnegación y esfuerzo
demostrado, etc., pero también es la posibilidad del recuerdo y de la existencia histórica de la persona y su vida.
En estos ejemplos se advierte un tipo de análisis del discurso tendente a reducir y ordenar los diversos elementos
expresivos en relaciones ocultas en el texto. Debajo del ofrecimiento de una manzana se encuentra la limpieza en
oposición a la suciedad. Esta relación es más estable y profunda que la que manifiesta la propia recreación analizada.
Por eso, si en el uso informacional del análisis del discurso lo esencial es las veces en las que el discurso lleva a contar
palabras, en el uso estructural lo esencial es la permanencia o invarianza de la lógica relacional que combina y da
sentido a las palabras y/o proposiciones que arman el discurso.
Efectivamente, la idea directriz que organiza el uso estructural del análisis discursivo es la de conocer el código o
conjunto de reglas relacionales que ordenan un texto cualquiera. El conocimiento de dicho código o estructura tiene la
ventaja de reducir las diversas manifestaciones discursivas que pudieran tratarse, de manera que una vez establecido el
código, la virtualidad y varianza discursiva no es más que una permuta carente de información por estar sometida ésta al
predominio de unas reglas generales y abstractas que sirven de patrón referencial para todas las posibles variaciones.
Para hacer más didáctico este uso estructural, amparado principalmente por la lingüística estructural, quizá sea
interesante ver intuitivamente cómo opera este análisis en un ámbito cotidiano (no verbal) como es el doméstico. El
cuadro siguiente recoge sintéticamente diversos lenguajes a partir de los cuales los sujetos nos expresamos a través de
los objetos.
SISTEMA SINTAGMA
(elementos del sistema) (combinación de elementos)
ROPA Grupo de las piezas y detalles que no se Yuxtaposición de un mismo arreglo de
pueden llevar al mismo tiempo sobre una elementos diferentes: falda-blusa-chaqueta.
misma parte del cuerpo y cuya variación
corresponde a un cambio de sentido de la
vestimenta: toca/bonete/ capelina, etc.
ALIMENTACIÓN Grupo de alimentos afines y semejantes entre Encadenamiento efectivo de los platos elegidos
los cuales se elige un plato en función de cierto a lo largo de la comida: es el menú.
sentido: variedades de entradas, asados,
postres.
MOBILIARIO Grupo de variedades «estilísticas» de un Yuxtaposición simultánea de muebles
mismo mueble. diferentes en un mismo espacio (cama-
armario-mesa, etc.).
ARQUITECTURA Variaciones de estilo de un mismo elemento de Encadenamiento de los detalles en el nivel de
un edificio, diferentes formas de techado, conjunto del edificio.
balcones, entradas, etc.
Figura 5.3. Cuadro de sistemas de signos (elementos) y sintagmas.
Como se puede observar, el vestido, la alimentación, el mobiliario de la casa o la misma casa contienen elementos más
que suficientes con los que decir y hablar (consciente o inconscientemente) a otros. Obviamente, la interpretación de eso
que decimos con nuestra vestimenta u otro objeto depende del uso que hagamos de ello; pero, en cualquier caso, para el
nivel estructuralista dicho uso siempre puede simplificarse a un modelo o conjunto de relaciones estables a partir de las
cuales se organizan todos los elementos del discurso. En el caso concreto de la vestimenta occidental, es patente que los
sujetos pueden recurrir a la totalidad de prendas y complementos que normalmente se utilizan como vestuario. Sin
embargo, estos elementos deben ser necesariamente ordenados en función de algún modelo o criterio que permita, por
una parte, seleccionar lo que la persona se quiere poner, y por otra, combinar lo seleccionado; por ejemplo, decidir si
utiliza sombrero o gorra y combinar la gorra con otros elementos como camiseta, pantalón, zapato, etc. En cualquier
caso, la selección de los elementos no se desvincula de la combinación que se haga. No parece correcto (salvo que se
busque la provocación o el escándalo) seleccionar una gorra deportiva para combinar con un frac, lo que en definitiva
sugiere que hay una vestimenta para cada momento o situación en función de las posibilidades de selección y combina-
ción que el propio sistema (vestuario) ofrece a los sujetos. Esa selección y combinación responden a una lógica
expresiva que es, en primer lugar, la del lenguaje —de ahí que la lingüística estructural sea la principal inspiradora de
73
este tipo de análisis del discurso—, y en segundo lugar, responde a la lógica particular que establece el propio sujeto,
grupo o comunidad a través del lenguaje como modelo universal.
En este sentido estructural, el discurso social es siempre la expresión de un sistema de relaciones que hay que deducir a
partir de dos movimientos analíticos:
— Por un lado, la disección del texto en unidades mínimas de significado o semas.
— Por otro, la búsqueda del sistema de relaciones que confieran unidad al texto en función de las posiciones y
oposiciones entre las unidades que lo componen y a partir de las cuales cobran sentido.
La función del analista es la de decodificar dichos textos o, en otras palabras, encontrar la lógica combinatoria que le
permita localizar los elementos clave e invariantes de un texto cualquiera. A su vez, son estos mismos elementos los que
guardan en su forma la estructura que los ha generado, lo que lleva a entender el uso estructural como un tipo de análisis
discursivo limitado a las expresiones del texto y a la manera de organizarse, dejando a un lado las motivaciones e
intenciones que dieron lugar a dicha organización textual.
Tal como se criticaba al análisis de contenido, de nuevo el análisis estructural supedita el sujeto del discurso al texto,
porque es en el texto donde encuentra todo lo necesario para operar el análisis. Incluso la estructura que genera
internamente el texto analizado es una estructura implícita que los propios sujetos desconocen cuando la ponen en
práctica y que en definitiva funciona independientemente de la utilización que éstos hacen de ella. Es el uso corriente
que se hace, por ejemplo, de términos, como «arriba» y «abajo». Estas metáforas de orientación 17 las utilizamos sin
darnos cuenta aun en los casos en los que el arriba y el abajo no tienen un fundamento real objetivo, sino simplemente
ideológico. En la película Gringo viejo se desarrolla una simpática escena en la que un general zapatista es entrevistado
y fotografiado por un periodista que repara en que el mapa de Norteamérica que cuelga detrás del general está al revés,
situando a México por encima de Estados Unidos, por lo que el general le responde que eso no es un problema porque
unas veces unos estamos «encima» y otra veces «debajo» y que ahora le ha tocado a México estar arriba. Lo que pone de
manifiesto esta escena es la inconsistencia de una estructura como la referida, donde el «abajo» y el «arriba» se utiliza
espontáneamente (inconscientemente) y sin advertir que ese orden presupone una disposición y sobre todo una
imposición donde se encubre la dominación.
Es el carácter inconsciente de las estructuras lo que permite entender al sujeto del discurso como un mero instrumento
ejecutor o actante que actualiza y pone al día el código, pero también que el análisis resultante prescinda del contexto
histórico o que dicho contexto se refiera a la historia inmediata (sincrónica) del sujeto que realiza la acción de combinar
y articular inconscientemente una serie de elementos textuales. El resultado de esta estrategia es que todo lo social y
contextual del texto se pone al servicio del lenguaje como estructura expresiva privilegiada, es decir, de la pura enun-
ciación lingüística que disuelve todo rastro de los factores que han provocado y/o permitido dicha enunciación. Es decir,
es por eso que el Norte está arriba y el Sur abajo, pero no sabemos qué es lo que mueve a mantener esta situación
espacial, incluso en el caso de no encontrar motivos objetivos para ello.
Por otro lado, esta reducción de la enunciación al puro enunciado es lo que permite diferenciar entre texto y discurso,
una distinción que cobra mayor sentido y relevancia a medida que el análisis del discurso toma conciencia de la
importancia que tiene la intencionalidad de lo expresado. Efectivamente, el análisis estructural lo que omite es la
interacción (comunicación) que los sujetos llevan a cabo sobre lo textual. El texto por sí solo no es más que materia
lingüística que da coherencia y estructura al enunciado, mientras que el discurso es una práctica social que remite, tal
como se verá más adelante, a aquello que provoca o motiva lo enunciado. Es decir, en el discurso no sólo se expresa,
sino que también se expresa para algo o alguien, lo que significa que el límite de lo lingüístico es una frontera que une (y
no separa) lo dicho con quien lo dice y por qué lo dice, relación que el nivel social/hermenéutico trata de comprender a
través del análisis del discurso orientado al desvelamiento de un sentido.

4.3. El uso social/hermenéutico del análisis del discurso


Se aborda inicialmente este uso con un ejemplo didáctico sobre una tira cómica donde se desarrolla una breve
conversación que mantienen dos grandes maestros de la investigación criminal:
Sherlock Holmes y el doctor Watson se fueron juntos de viaje y acamparon en un hermoso camping inglés. Después de
una espléndida cena y una excelente botella de vino se despidieron y se fueron a dormir. Horas más tarde, Holmes se
despertó y codeó a su fiel amigo, diciéndole:

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—Watson, mira el cielo y dime qué ves...
Watson contestó:
—Veo millones y millones de estrellas...
A lo que respondió Holmes:
—¿Y eso qué te dice?
Watson pensó por un minuto...
—Astronómicamente me dice que hay millones de galaxias y potencialmente billones de planetas; astrológicamente,
veo que Saturno está en Leo...; cronológicamente, deduzco que son aproximadamente las tres y diez de la madrugada;
teológicamente, puedo ver que Dios es todopoderoso y que somos pequeños e insignificantes; meteorológicamente,
intuyo que tendremos un hermoso día mañana... Pero ¿y a usted qué le dice?
Tras un corto silencio y manifiestamente irritado, Holmes habló:
—Watson eres un perfecto mentecato: nos han robado la tienda de campaña.
Este diálogo quiere escenificar la importancia del sentido en el nivel social del análisis del discurso. En este nivel, el
análisis del discurso trabaja sobre el sentido de los textos analizados. En el caso de los detectives, el texto se presenta
como la correcta interpretación de un cielo estrellado, el cual es rápidamente analizado por Watson desde distintos
puntos de vista, incluso atendiendo a diversas disciplinas. Sin embargo, hasta el final del diálogo no se pone de
manifiesto el sentido real de la interpretación que sugiere Holmes. Esta interpretación, a diferencia de las restantes
aventuradas por Watson, hace referencia a la situación que explica tanto el significado de un cielo estrellado como la
aldabada de significados que el mismo Watson llega a descubrir sin tino alguno.
Es obvio que un cielo estrellado puede significar muchas cosas y todas ellas igualmente validas o ciertas. Sin embargo,
la polisemia de los signos no sólo trae la validez de una multiplicidad de significados, sino que también dispone al signo
para su apertura e interpretación privilegiando alguno de ellos, es decir, el sentido o significado que tiene el signo para el
sujeto que lo expresa. En este caso, Watson olvida el sentido y a lo que éste remite: la disposición pragmática del
discurso. Olvida el sentido porque se conforma con manifestar el repertorio de significados abstractos y
descontextualizados que provoca observar y analizar un cielo estrellado. El hecho de que refiera todos ellos, y ninguno
en especial, no significa que nos encontremos más cerca del significado del cielo estrellado. Todo lo contrario, olvida el
motivo y, por tanto, el sentido que movió a Holmes a preguntarse por él cielo, algo que si bien es aceptable a primera
vista, sin embargo, no es suficiente ni real, puesto que se ignora el referente a partir del cual se comienza a analizar y dar
una respuesta a la pregunta formulada. Por tanto, el análisis del discurso siempre tiene presente a qué se refiere el texto
cuando dice lo que dice, y esa referencia se encuentra en el contexto donde las personas y los grupos otorgan significado
a lo que dicen.
El contexto que se analiza en el nivel socio/hermenéutico está comprendido por referentes sociogrupales, a partir de los
cuales se pone en liza las relaciones e intereses concretos de los actores. Dichos intereses trascienden el ámbito de lo
lingüístico para dar cuenta a su vez de los problemas o conflictos sociales donde se inscriben y desde los cuales el
discurso se proyecta como una práctica social orientada a transformar o construir una determinada realidad social
enmarcada en un proceso histórico. Por tanto, a este nivel del análisis del discurso, lo que más importa es conocer cómo
se inscribe el texto en el contexto social e histórico donde los sujetos expresan sus pretensiones de cambio según sus
propias posiciones en el entramado de relaciones sociales. En el ejemplo anterior, la distinta posición de Holmes con
respecto a la de Watson es manifiesta. No sólo porque el primero se refiera al interés inmediato del robo de la tienda de
campaña donde dormían, elemento contextual clave para atribuir un sentido a las desacertadas respuestas de Watson y al
chiste de la historia, sino también por referir de manera sintética el tipo de relación social que cada uno manifiesta a su
manera sobre la misma cuestión: el significado de un cielo estrellado.
Si tomamos el discurso de cada uno por separado, mientras Watson hace referencia a su interés específico en demostrar
a su maestro Holmes la preparación y competencia de su respuesta, Holmes hace lo propio con la pregunta, ya que tanto
preguntar como responder corresponden a situaciones de dominación/dominado que en este caso se ajustan a dos
pretensiones discursivas bien diferentes:
a) La pretensión de Watson, el médico frustrado fuera de ejercicio que busca reconocimiento humano y profesional a
través de las pruebas a las que le somete su sádico interlocutor. Tras sus afanadas respuestas, Watson cree que algún día
llegará él también a preguntar como Holmes, y para ello tiene que responder mejor, es decir, como lo haría el propio
Holmes. Sin embargo, su discurso competencial, fundamentado en el logro, trata de demostrar a su amo y amigo lo que
éste le niega por sistema. Visto así, Watson representa el despunte del discurso impersonal y tecnocrático frente a la
intuición y la creatividad del discurso aristocrático de Holmes, etc. Su lógica es la lógica del conocimiento
compartimentado y especializado, etc.
75
b) La pretensión de Holmes, quizá la del militar retirado o aristócrata ocioso que no deja de buscar el reconocimiento de
su perspicacia y superioridad en la complaciente amistad de Watson. A diferencia de éste, Holmes cree saber las
limitaciones de Watson y reafirma a través de sus respuestas la inferioridad (estupidez) de su compañero y del modelo
de conocimiento que representa y en el cual Holmes se refleja confirmando su superioridad en base al carácter natural,
heredado, de su inteligencia, etc.
Como se puede observar, los motivos que llevan a formular cada discurso difieren de uno a otro, incluso se observa
claramente que entre ambos se produce un juego relacional en el que se dirime la posición y los cambios operados en
cada uno de ellos. Mientras Watson representa el discurso moderno, meritocrático, de la pequeña burguesía ilustrada,
Holmes, por el contrario, representa el discurso tradicional aristocrático que se defiende de la chata concepción burguesa
apelando a la intuición y disposición natural (divina) de la inteligencia, etc.
En definitiva, una comparativa de los usos del análisis del discurso permite mostrar por qué el nivel sociohermenéutico
se adapta mucho mejor a las exigencias de la investigación social. Tal como se ha visto, y se recoge sintéticamente en el
cuadro siguiente, el nivel sociohermenéutico es el único que tiene en cuenta aspectos discursivos cruciales para conocer
cómo construye la realidad social un determinado individuo, grupo, comunidad o colectivo y cómo los discursos sociales
conforman y dan identidad a estos sujetos. En este sentido, el análisis sociológico del discurso es por encima de todo, y a
este nivel sociohermenéutico, un tipo de análisis capaz de obtener (a partir de la información lingüística del texto) un
conocimiento de la situación personal y social del sujeto que lo ha producido, lo que supone privilegiar la acción
productora de los actores sobre la acción producida (textual). De poco sirve al investigador conocer los contenidos y
códigos discursivos de personas en situación de pobreza si por sistema olvida incluir las situaciones (contexto social))
que los han producido y a partir de las cuales se explican y justifican. Esta preocupación por lo contextual y lo social se
concreta en una determinada forma de interpretar el discurso.
USO USO USO
INFORMACIÓNAL ESTRUCTURAL SOCIOHERMENÉUTICO
Unidad de análisis. Palabras, señales, unidades de Códigos, reglas de composición, Usos del discurso, intenciones,
contenido informacional, etc. relaciones entre elementos, etc. motivaciones, etc.

Fundamento Teoría general de los sistemas Teoría lingüística y lógica Teorías del sujeto y de la acción
teórico-meto- informativos. comparativa. social.
dológico
Plano de la Omite al sujeto de la Sujeto sin historia (análisis Sujeto histórico (análisis
enunciación. enunciación. sincrónico). diacrònico).
Contexto Textual (inexistente fuera del Autonomía del texto sobre el Relevancia del contexto
texto). contexto. (micro/macro) social sobre el
texto.
Aplicación Análisis de los medios de Análisis de los patrones del Análisis motivacional del
preferente. comunicación de masas y sus comportamiento cultural. comportamiento social.
productos.
Alcance del Descripción explicativa del Explicación del texto. Comprensión del texto.
análisis. texto.
Construcción del Estadístico. Lingüístico. Sociológico.
sentido discursivo.

Finalidad del Búsqueda de comunicaciones Búsqueda de modelos dominantes. Búsqueda de los significados de
análisis. estereotipadas/ normalizadas. las acciones de los sujetos
sociales.
Figura 5.4. Tabla comparativa de usos del análisis del discurso.

5. LA INTERPRETACIÓN SOCIOLÓGICA DE DISCURSOS


La interpretación sociológica del discurso toma como guía de actuación la intención del texto analizado. Es lo dicho,
pero dicho con algún propósito concreto y subjetivo, lo que permite detener el análisis en los dos niveles o planos

76
comunicacionales donde intervienen los sujetos que producen dicho texto: nivel contextual microsocial y un nivel
contextual macrosocial.
El primer nivel (microsocial) es el que tiene en cuenta el momento o contexto donde se produce o se reconoce el
acontecimiento discursivo. Se trata de la situación en la que el investigador accede al discurso. Este contexto o situación
microsocial nunca se produce de forma natural y espontánea. Especialmente en la actualidad, en la sociedad de la
información y la comunicación, la conversación y el diálogo responden cada vez más a situaciones o encuentros que
conciernen por definición profesional a los potentes medios de comunicación de masas. Los debates televisivos, las
entrevistas de todo tipo a personajes sobresalientes y no sobresalientes, los programas de expertos, etc., son espacios
comunicacionales que explotan y a la vez sofocan el discurso social. Esta reclusión y profesionalización del discurso en
nuestras sociedades modernas significa que fuera de este ámbito también hay que provocarlo y/o producirlo. Y en la
medida en que hay que producir el encuentro comunicacional para el discurso no profesionalizado, el investigador está
necesitado de considerar dicha situación discursiva microsocial como un lugar incierto e influyente donde se entrecruzan
intenciones e intereses de diverso cuño, las de las situaciones sociales de los sujetos objeto de estudio y las de las
situaciones que posibilitan y estimulan dichas interacciones, ya sea para informar, para gestionar, para investigar, para
distraer, etc.
De la misma manera, cuando el acceso al discurso se hace a través del documento (texto), la interpretación sociológica
del discurso requiere de una lectura como forma de aproximación y encuentro con las intenciones subjetivas que dieron
lugar al texto. Pero dicha lectura del texto es al mismo tiempo ella misma una forma de pregunta intencional del lector
sobre lo leído. La propia situación de abordaje del documento se suma a los intereses y motivaciones que justifican y
dan lugar a la interpretación textual.
En este sentido, la interpretación sociológica del discurso se vuelve reflexiva y toma en consideración una doble lectura
como punto de partida:
— Una lectura activa donde «las preguntas que se le hacen al texto se realizan desde una polifonía de las diferentes
posiciones sociales que entran en el campo social de referencia».
— Una lectura igualitaria en cierta forma pasiva, en la que se mantiene la posibilidad de todos los sentidos sin omitir
nada y sin privilegiar nada a priori, es decir, procurando «desmantelar y allanar, de manera radical, la organización del
"texto"». Supone, partiendo de ahí, mostrar una minuciosa atención por la literalidad del texto y la atención abierta a
cualquier palabra o expresión que pudiera dar la clave para su comprensión.
Por tanto, la posibilidad de hacer preguntas al texto queda supeditada a la literalidad de la lectura y la igualación de los
elementos textuales. Es el primer paso para dar lugar a una situación interpretativa donde el análisis aborde la tarea de
encontrar diferentes posiciones sociales y no sólo algunas determinadas a priori por la idiosincrasia del investigador y
los intereses partidistas de la investigación desarrollada, etc.,
A un nivel contextual macrosocial, el análisis sociológico de discursos pretende reconstruir el campo de fuerzas e
intereses sociales que competen a la investigación y que se encuentran localizadas en distintos ámbitos u órdenes
comunitarios reflejados en el texto.
Un primer ámbito es el que corresponde a una determinada comunidad lingüística donde los grupos se esfuerzan en
destacar y poner de relieve determinados significados contenidos en el trasfondo polisémico de los enunciados. Por
ejemplo, en una sugerente entrevista a una trabajadora social se pone de manifiesto la siguiente referencia a la polisemia
del significado que suscita la alfabetización para el colectivo gitano:
«Entonces el principal trabajo con ellos (con el colectivo gitano) es alfabetizarlos, porque la mayoría no sabe leer ni
escribir. Ellos ponen bastantes pegas a la hora de la alfabetización por el tema del horario, porque se tienen que
buscar... la vida, como dicen ellos, que si tienen que buscar la vida no pueden ir a alfabetización».
No hace falta remarcar lo que el mismo texto pone al descubierto sobre la importancia que tiene para cada actor en
relación al programa de alfabetización, el cual es considerado un problema para ambos, aunque de manera bien
diferente, y en el caso de la trabajadora social, resaltando por encima de todo el significado del logro administrativo
vinculado al cumplimiento de dicho programa, etc.
En la misma línea, se observa el contenido semántico que distintos periódicos atribuyen a la gente que vive en la calle
(sin techo). Cada periódico atribuye unas acciones determinadas a dicho colectivo y una definición (significado) de la
situación que les caracteriza:

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Titular Acciones atribuidas Definición de la situación
Marginalidad y delito. Mendigar, pedir limosna, vagabundear, «El vagabundo como el mendigo es un
transgredir. marginado».
El drama de los que están a la buena Beber alcohol, acarrear bolsas, deambular, «Algunos, locos. Casi todos, al-
de Dios. vivir de la caridad. cohólicos. Otros, con problemas de
adaptación. Otros, simplemente
paupérrimos».
Vivir en la calle. Estudiar, trabajar. «Esclavos de sus instintos».
Ya duermen bajo techo 152 personas Aceptar alojarse, mudarse. «El programa les ofrece "cama,
que vivían en la calle. comida y atención médica y psi-
cológica"».
El desempleo, desencadenante. Beber alcohol, vagabundear. «Para el autosustento y como acción
terapéutica se incorporó al Plan
Trabajar».
Los que resisten a vivir en sociedad. Acampar, romper los vínculos con la «En general, no quieren vivir en
familia, beber alcohol. sociedad; pretenden seguir a la
intemperie».
Adaptación de 1. Vasilachis: Pobres, pobreza, identidad y representaciones sociales, Barcelona: Gedisa, 2003.
Figura 5.5. Titulares de periódicos y definiciones de los «sin techo».
Como en el ejemplo anterior, es evidente que las definiciones mencionadas tienen un interés común en mostrar una serie
de rasgos específicos de los sin techo. La semántica utilizada para hablar del tema sólo puede entenderse como una
manera de contribuir a conformar una imagen concreta del colectivo, una amenaza al orden social producto de la locura,
el carácter asocial, el vicio, etc.
Un segundo ámbito a analizar es el que corresponde a una determinada comunidad cultural en la que los grupos tratan de
atribuir determinados significados a las acciones representadas por éstos. En la línea de los ejemplos anteriores, se
confrontan dos extractos procedentes de la entrevista realizada a una trabajadora social y a una familia gitana sobre la
circunstancia de tener hijos:
—«Y tenemos otros problemas más: que muchas veces a los catorce años se casan (personas del colectivo gitano) y se
quedan a vivir con los padres de él; generalmente, entonces el tema de la planificación familiar también se está
interviniendo, pero... los logros son muy pequeños porque prácticamente ellos no lo ven como un problema el tener un
hijo más, y cuanto más hijos tengan, mejor» (Trabajadora social).
—«Y la dijeron (a la hija de la madre que habla) que si no tenía dinero, ¿por qué fue a por la niña? Pues porque m'a
venío. ¿Qué quiere que haga? ¿Que la mate? Es que si no tienes dinero, ¿pa qué vas a por hijos? ¿Y qué vas a hacer?
¿Tirarlo a la basura?» Has puesto medios para no tenerlo..., pero si te viene, ¿qué? ¿Qué le vas a hacer? Es tu hija, no la
vas a matar. Además, vosotros estáis dando la leche; no se lo podéis negar a las personas que lo necesiten..., no lo
podéis negar..., porque la están dando para eso, para las personas que no tienen para comprarla (Mujer gitana).
En estas intervenciones se observa por una parte la atribución de significados distintos a la tenencia de hijos. Mientras en
el extracto de la trabajadora social la decisión de tener hijos lo vincula a significados relacionados con el cumplimiento
de su trabajo y de manera menos evidente con la necesidad de atender a un problema cuando la situación es de carencia
por motivos diversos (económicos, de desarrollo profesional, hedonistas, etc.), en el extracto de la mujer gitana se da la
vuelta y se convierte en una cuestión involuntaria donde no cabe la decisión ni tampoco se justifica por una cuestión de
recursos, ya que sí existe realmente una posibilidad de tenerlo, etc. Cada personaje trabaja por justificar y legitimar un
significado acorde a la situación cultural de cada uno. En la cultura gitana, como en las culturas rurales dependientes del
trabajo del campo y de la asistencia familiar (familias extensas), se refuerza la idea de que tener hijos no es una carga,
sino todo lo contrario. Idea que actualmente entra en contradicción con una cultura moderna y urbana donde la tenencia
de hijos es un gasto y un lujo sometido a su correspondiente ocasión, etc.
A otro nivel, el contexto de la comunidad lingüística, como el de la comunidad cultural, se inscribe a su vez en el
contexto de una comunidad histórica que recorta dichos significados en el tiempo. Por cerrar el capítulo con el ejemplo
de la comunidad histórica gitana, el proceso de inserción sociolaboral que la Administración lleva a cabo sobre
colectivos marginales como los gitanos y el carácter conflictivo que supone desde un punto de vista de intereses
encontrados ha ido evolucionando hacia situaciones contradictorias donde, por una parte, se invita a recuperar y ensalzar
la propia cultura gitana, y por otra, se busca transformar las principales raíces de sus costumbres y hábitos. Una situación
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que ha ido resolviéndose hacia situaciones estratégicas de «integración selectiva» donde la propia integración del
colectivo gitano se convierte en un medio (y no un fin) en la medida en que ésta resulta beneficiosa para su particular
situación de colectivo marginado.
Por último, el contexto de una comunidad sociopolítica determina los lugares desde los cuales se deben enunciar y leer
dichos significados discursivos. A este nivel, la enunciación de los significados referidos se realizan y cobran un sentido
más amplio dentro de las instituciones y organizaciones donde se ponen en práctica. Mientras en el colectivo gitano se
habla principalmente desde la institución familiar como núcleo organizativo, y a partir de la cual se captan las atenciones
del trabajador social, este último, el personal técnico, lo hace desde la organización administrativa, lo que permite
evidenciar la queja administrativa de las dificultades que entraña trabajar con una población tan reticente, así como el
agotamiento de los recursos existentes que no dan para conseguir lo que pretenden, etc.
El resultado de observar los distintos contextos macrosociales es lo que permite configurar un mapa de las diversas
posiciones discursivas plasmadas en el texto y referidas por éste a partir de las preguntas que el analista le va haciendo
no tanto a lo que el texto dice explícitamente, sino a lo que no dice o deja de decir por ser parte de lo presupuesto. En
este sentido, el análisis que interesa remarcar es aquel que analiza los discursos como productos del lenguaje y como
resultado de un proceso de producción que trae parejo el contexto social (lingüístico, cultural, histórico y sociopolítico)
donde se produce e inscribe lo dicho o presupuesto.
De esta forma, el análisis de discurso nunca será una explicación de la realidad social referida por lenguajes, sino más
bien una comprensión de dicha realidad. Mientras la explicación trabaja con hechos que observar e hipótesis que
verificar a partir de los datos empíricos, la comprensión hace lo propio con las experiencias y significados de los sujetos
que estudia. Para la comprensión, los hechos son significativos (y no simples hechos) porque se refieren directamente a
sujetos que expresan sus experiencias. Por tanto, las ciencias sociales, en esta particular acotación, se separan y
distancian de las ciencias naturales porque las primeras se constituyen como un saber interpretativo (no explicativo)
vinculado al sentido o intencionalidad de los actos que realizan los individuos, grupos o colectivos y que el científico
social tratará de volver a decir o expresar en una interminable paráfrasis que nunca llega a su término.

BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
Van Dijk, Teun A. (1980): Texto y contexto, Madrid: Cátedra.
Este libro aborda e ilustra desde la lingüística textual y el discurso un modelo de análisis donde se articula el plano
semántico y el cognitivo. Dicha articulación da pie para abordar los problemas derivados de pasar del texto al contexto,
así como la importancia que tiene la pragmática para que dicha transformación se produzca.
Lozano, J.; Peña-Marín, C, y Abril, G. (1986): Análisis del discurso: hacia una semiótica de la interacción textual,
Madrid: Cátedra.
Este libro aborda el análisis del discurso desde el punto de vista de la semiótica. Aunque su lectura exige cierta
preparación en la terminología utilizada, el tratamiento del tema no deja de ser accesible para un lector que desea
obtener una visión de conjunto sobre cuestiones fundamentales de la semiótica del discurso.
Martín Rojo, L., y Whittaker, R. (eds.) (1998): Poder decir o el poder de los discursos, Madrid: Arrecife Producciones.
Este libro recoge un seminario internacional sobre lenguaje y poder organizado por la Universidad Autónoma de Madrid
en diciembre de 1996. Las distintas colaboraciones tratan el análisis critico del discurso desde distintos puntos de vista y
con intereses diferentes. En el libro se incluyen capítulos que analizan la relación entre el discurso y fenómenos como la
desigualdad, la marginación, la inmigración, el control social, etc.

79
CAPITULO 6: EL INFORME EN LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA

INTRODUCCIÓN
Este capítulo aborda la presentación de los resultados finales y el cierre formal de la investigación cualitativa. A través
de la elaboración del informe final, se muestra cómo comunicar y presentar una investigación en función de los reque-
rimientos de la instancia que la demanda. No obstante, la cuestión a tratar de manera particular es la elaboración del
informe cualitativo y especialmente la problemática que supone presentar y documentar los hallazgos cualitativos desde
un punto de vista científico. Para ello, el informe se trata como un instrumento técnico que en la práctica contribuye a
transmitir objetividad y rigor al conjunto de la investigación realizada.

1. EL INFORME DE RESULTADOS EN EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN


Formalmente, el informe es el cierre final de la investigación emprendida. Sin embargo, aunque es cierta esta
afirmación, también puede afirmarse lo contrario, puesto que el informe es también la fase que permite hablar de la
investigación como un proceso circular e inacabado donde el final remite de nuevo al inicio, al momento en el que
comenzó la investigación. Dicho de otro modo, el informe es la fase de la investigación que pone en relación la demanda
o problema que dio pie al estudio con los resultados obtenidos. Su carácter paradójico, de final y principio a la vez. hace
que en ocasiones se considere un producto a consumir y en otras situaciones un proceso a desarrollar. En el primer caso,
el informe es el producto resultante del gasto invertido en investigación. Son informes que tienen un sentido y existencia
puntual, de manera que su término no supone otra cosa que la finalización investigación y su uso para una cuestión o
problema a tratar. En el segundo caso, el informe es el proceso en el que se invierte con intención de seguir informando,
es decir, con un sentido y existencia que se prolonga en el tiempo a través de investigaciones encadenadas, todas ellas
con una perspectiva o línea común (líneas de investigación).

Las instituciones públicas y privadas gastan importantes sumas de dinero en la elaboración de informes; sin embargo,
únicamente los organismos que tienen una función realmente investigadora orientan el informe a la producción de nueva
información, mientras que el resto de instituciones, especialmente las de tipo administrativo o comercial, son las que
hacen un uso más centrado en el consumo final. Por este motivo, el informe muestra una ambivalencia de partida, ya
que, por un lado, es una respuesta, y por otro, un interrogante. La lectura del informe admite estos dos planos o
posibilidades, de forma que su interpretación práctica, desde el punto de vista del proceso de investigación, es siempre
una cuestión ambigua que tiene que ver con quien demanda el informe y con el uso que se le quiera dar a los resultados
obtenidos en la investigación.
A pesar de que el informe pretende por definición dar respuestas a preguntas concretas, la formalización de dichas
respuestas abre a su vez la posibilidad de muchas otras preguntas. Por ejemplo, un informe sobre el papel de la madre en
la atención y educación de los hijos puede ofrecer resultados concluyentes sobre su predominancia frente al papel del

80
padre. Sin embargo, de esta conclusión surgen nuevos interrogantes como, por ejemplo, indagar en las causas que
explican una situación como la descrita con el propósito de introducir cambios en la educación de los hijos, etc.
Es obvio que no todos los informes se prestan por igual para estos menesteres. En este sentido, los informes
cuantitativos parecen ofrecer menos posibilidades que los informes cualitativos, especialmente los que proceden de
investigaciones con un marcado carácter exploratorio con un diseño abierto donde tenga cabida información adicional
que no se contempla en los objetivos de la investigación. En estos casos, los resultados alcanzados pueden llegar a
contener una información extraordinariamente rica y matizada, lo que supone encontrar en este tipo de informes un
yacimiento para sugerir y proyectar nuevas investigaciones. Esto no quiere decir que el informe cuantitativo se considere
como un pozo vacío para proyectar nueva investigación. En realidad, la explotación del informe como instrumento de
investigación depende de la capacidad del investigador para hacer lecturas creativas orientadas a encontrar nuevas
problemáticas que estudiar.
Por otro lado, el informe (cuantitativo o cualitativo) ofrece posibilidades que van más allá de descubrir nuevos temas o
aspectos de la realidad para investigar. La propia metodología reseñada en el informe puede ser una excelente excusa
para replantear de nuevo la investigación desde una perspectiva metodológica diferente. Mucha investigación
cuantitativa es proyectada a partir de investigación cualitativa, es decir, sopesando y viendo cómo se distribuyen los
resultados que cualitativamente fue-ron sólo informados. Por ejemplo, a raíz de un informe cualitativo donde se mencio-
nan los distintas concepciones y posiciones que tienen las mujeres sobre el aborto, puede seguir la propuesta de conocer
los pesos relativos correspondientes a cada posición. Lo que permite el informe cualitativo es facilitar y ampliar la
investigación a un ámbito metodológico distinto, incluso como forma de mejorar la aplicación de las mismas técnicas de
investigación; véase en este caso el uso del informe cualitativo para construir un cuestionario u otro instrumento de
medición donde se tenga en cuenta el tipo de lenguaje o conceptos que utiliza la población a la que se pretende aplicar,
etc.
Como se puede ver, el informe no es sólo el compendio de los resultados obtenidos, sino también un instrumento o
técnica a aplicar en la investigación en su conjunto. A través de los informes no sólo se accede a los problemas
investigados, sino también a la manera en que estos problemas se han formulado en un determinado momento y a lo
largo del tiempo. Seguramente un recorrido de este tipo puede producir más de una sorpresa e interesantes desafíos para
la investigación.

1.1. El informe como elemento totalizador e integrador de la investigación


Se trata de una puesta en común sobre lo que ha supuesto la investigación. En primer lugar, desde el punto de vista
procesual, como conjunto de tareas que persiguen un mismo fin, es decir, dar respuesta a los requerimientos de la
demanda. En una investigación cualquiera hay múltiples tareas que realizar, desde las puramente rutinarias a las más
complejas e imprevistas. La sola realización del campo implica actividades tan variadas como preparar aparatos de
grabación, adiestramiento de personal investigador, planificación de estancias o salidas, supervisión de la información
recabada, etc. Es necesario, por tanto, que todas estas actividades confluyan y se orienten al informe como fin último.
En segundo lugar, desde un punto de vista organizativo, la confluencia de las actividades realizadas permiten que el
informe se establezca como un lugar privilegiado desde el cual observar la totalidad de la investigación. La investigación
se compone de un conjunto de actividades fragmentarias y diversas dentro de un proceso (de investigación) donde las
fases no tienen por qué ser lineales ni acumulativas. En realidad, en investigaciones cualitativas son frecuentes los
repliegues y retrocesos sobre fases anteriores, de manera que los objetivos de la investigación pueden ser modificados en
función del trabajo de campo o el trabajo de campo puede influir en el diseño de la investigación, etc. En cualquier caso,
se impone la necesidad de salir del bosque para ver los árboles, es decir, el informe marca el momento en que se detiene
el proceso con el fin de que el investigador se distancie de la investigación y pueda volver sobre sus propios pasos.
Por último, desde un punto de vista analítico, el distanciamiento y concesión a la globalidad permite la integración de las
distintas fases y momentos del proceso investigador. Es la parte más delicada, donde se recompone la investigación en
función de los requerimientos que plantea la demanda. En el informe final se atribuye un sentido u orientación a todo lo
realizado, pero para ello es necesario adoptar un punto de vista unitario y particular que permita recuperar de nuevo toda
la información obtenida en función de la respuesta que se quiere dar al problema que motivó el estudio. No se trata, por
tanto, de un simple ensamblaje de piezas dispersas, sino más bien de atribuir al informe alguna finalidad o propósito
particular que asuma la totalidad de la investigación y su redefinición para la demanda.

81
1.2. El informe como documento de investigación
Se podría pensar que el informe tiene una función secundaria respecto a la centralidad e importancia que cobran otras
etapas o fases de la investigación. Sin embargo, la práctica demuestra que el informe es el medio a través del cual se
presenta y da a conocer el conjunto de la investigación realizada, lo que significa que en cierta forma recae en éste, y se
concentra, todo el trabajo anterior.
En realidad, salvo el registro de datos que se produce en el trabajo de campo, nada de lo que se hace durante la
investigación deja una huella realmente visible para el observador externo. Desde este punto de vista, el informe es un
elemento retórico que transmite credibilidad y realismo al conjunto del estudio. A través de éste se enjuicia lo que se ha
hecho y cómo se ha hecho, de ahí la responsabilidad que el informe adquiere para la instancia que demanda la
investigación. La entrega del informe es a lo que el investigador se compromete formalmente cuando acepta realizar una
investigación y en lo que se sintetiza el gasto que ésta ha generado.
Para ser exactos, nada de lo realizado en la investigación existe formalmente sin el correspondiente informe final. De ahí
que éste se defina como documento acreditativo de la investigación realizada. En este sentido, no está de más advertir la
continuidad documental entre investigaciones y distintos tipos de informes, en especial del informe cualitativo y del
cuantitativo. Todas las investigaciones o estudios generan documentos (informes) que las presentan y las documentan
debidamente, pero ¿cómo documentan los informes cuantitativos y los informes cualitativos?
Los informes cuantitativos documentan la investigación a partir del análisis de datos numéricos correspondientes a
hechos observados, mientras que los informes cualitativos documentan la investigación a partir del análisis de datos
discursivos correspondientes a significados interpretados. No obstante, también es posible encontrar informes donde se
compaginan y complementan ambas documentaciones a partir de la articulación de los dos enfoques de investigación
mencionados: el cualitativo y el cuantitativo. Sin embargo, buena parte de los informes existentes son de carácter
cuantitativo, lo que da una idea aproximada del grado de aceptación que tiene este tipo de investigaciones, las cuales,
como se verá más adelante, son menos problemáticas de documentar objetivamente y, por tanto, de avalar su supuesto
carácter científico. Aunque el tema de la validez científica es una cuestión difícil de tratar en un capítulo como éste, su
importancia no deja de ser fundamental para entender el informe como un documento retórico que acredita e identifica a
la investigación hasta el punto de proporcionarle o quitarle toda validez y/o aceptación para el lector.

1.3. El informe como medio de comunicación


Por último, el informe se presenta como un medio para dar a conocer la investigación. En realidad, como ya se ha
señalado, la única manera de mostrar lo que ha sido y ha hecho la investigación es a través del informe. Como tal, es el
documento que se encarga de comunicar los resultados de la investigación. Es obvio que dicha comunicación no puede
ignorar a quién se dirige como lector. En este sentido, el informe puede comunicar con mayor o menor acierto lo que ha
concluido o los resultados a los que ha llegado. Con esto se quiere remarcar la importancia que tiene no sólo comunicar
los resultados, sino comunicarlos de una determinada manera que no suponga un problema o contratiempo para su
conocimiento y comprensión. En este sentido, una investigación puede ser sumamente interesante y a causa de la
realización deficitaria del informe no obtener el reconocimiento y atención que merece. El informe, por tanto, recoge lo
esencial de la investigación realizada, y lo que es más importante, la comunica debidamente para que ésta pueda ser
conocida y compartida por otros investigadores o personas interesadas.
De ahí que el informe no responda a un patrón o modelo único de comunicación, sino que debe tener en cuenta a quién
le hace partícipe de la investigación y como hacerlo. Todo informe se dirige a un hipotético lector que varía en función
de los requerimientos de la demanda. De esta manera, un informe para científicos comunica aspectos o contenidos de la
investigación que no serían pertinentes o necesarios para directivos o instancias políticas que necesitan resultados muy
sintéticos para tomar alguna decisión, etc.

2. EL PROBLEMA DE LA DOCUMENTACIÓN DE LOS HALLAZGOS CUALITATIVOS


El informe cualitativo se caracteriza y difiere del informe cuantitativo por documentar la investigación a partir de los
hallazgos cualitativos procedentes de informaciones difícilmente comprobables por terceros'. Por ejemplo, en un informe
cuantitativo es relativamente fácil comprobar los resultados que ofrece un porcentaje a partir del mismo dato ofrecido o
en comparación con otros datos porcentuales. No sucede así cuando los resultados proceden de significados que
expresan los sujetos observados en situaciones únicas e irrepetibles; por ejemplo, una determinada entrevista a un
inmigrante o una observación participante realizada en una determinada escuela.

82
En estos casos, el lector está obligado a depositar un grado alto de confianza en la honradez y honestidad de la
investigación, aunque sólo sea porque no tiene forma de verificar lo que el investigador está observando y analizando
para concluir y presentar los resultados. Por ejemplo, un estudio puede concluir las circunstancias en las que se produce
la violencia escolar a partir de datos procedentes de las lesiones producidas por agresiones dentro y fuera del aula, o en
su defecto, puede concluir estas mismas circunstancias a partir de entrevistas realizadas a los alumnos, profesores y
padres implicados. En cualquier caso, es seguro que los hallazgos presentados sean avalados de manera muy distinta en
función de cómo se documenten, es decir, si se apoyan en hechos concretos como el número de lesiones producidas o en
las conversaciones sobre los hechos ocurridos.
La antropología ha sido especialmente sensible a este problema, sobre todo si se tiene en cuenta que el trabajo de campo
se vale principalmente de técnicas cualitativas como la entrevista abierta y la observación participante. El problema
principal estriba en que los datos cualitativos se muestran especialmente singulares como para olvidar lo que esto puede
suponer para la pretendida objetividad científica del informe y de la investigación realizada. En este sentido, el problema
de la documentación de los hallazgos cualitativos se reduce al hecho práctico de cómo evitar que el trabajo con datos tan
singulares e irrepetibles tiñan de subjetividad la veracidad y la objetividad científica de la investigación. Dicho de otro
modo, el reto que plantean los hallazgos cualitativos es el de entender el informe como un texto que oscila
dramáticamente entre la visión intimista (más subjetiva), a veces comprometida del autor, y la evaluación distante y
realista de dicha visión (más objetiva).
La disyuntiva que plantea el informe cualitativo más como una novela que como un informe de laboratorio, o viceversa,
es una cuestión que sigue generando no pocos problemas entre aquellos que defienden un tipo u otro de modelo. Ahora
bien, por encima de estas disquisiciones y preferencias nada impide que el mismo informe ayude a evaluar la
credibilidad de los hallazgos y, por tanto, que contribuya en cierta forma y medida a generar en el lector un mayor clima
de objetividad y confianza en la investigación documentada. Esta propuesta significa que el informe debe tomar en
consideración la obligación de informar sobre cómo fue desarrollado el estudio, incidiendo especialmente en aquellas
cuestiones que mejor contribuyan desde un punto retórico y analítico a enjuiciar y evaluar los hallazgos presentados.
Con este fin, Taylor y Bogdan proponen diversas cuestiones que los lectores necesitan saber; por ejemplo, la
metodología utilizada, el tiempo y extensión del estudio, la naturaleza y el número de los escenarios e informantes a los
que se ha recurrido, el diseño de la investigación, el encuadre mental del investigador, las relaciones con los informantes
y el control de los datos.
Seguramente esta lista puede ampliarse, aunque una mayor o menor especificación deba esforzarse por incluir en el
informe algo más que los hallazgos alcanzados, es decir, introducir también las circunstancias o contextos que rodearon
a la investigación que se pretende documentar. Especialmente en el informe cualitativo, dichas circunstancias externas
ayudan a concretar la investigación y a dotarla del sentido realista y práctico que sólo puede contrastarse desde su
realización. Cuantas más especificaciones introduzca el informe sobre las circunstancias en las que se desarrolló la
investigación, especialmente del trabajo de campo, más creíbles y reales serán los hallazgos cualitativos y más fácil
tendrá el lector la posibilidad de evaluarlos y objetivarlos desde un punto de vista científico. Sobre este particular se
abordan los siguientes epígrafes.

3. LA ELABORACIÓN DEL INFORME CUALITATIVO


Ya se ha señalado la importancia de incluir en el informe cualitativo los contextos o circunstancias concretas en las que
se desarrolló la investigación que se documenta. Estos pueden incluirse o reflejarse en los distintos apartados que
estructuran formalmente el informe, si bien es necesario señalar la importancia de incluir al menos tres contextos
fundamentales: el contexto de la demanda receptora del informe, el contexto del trabajo de campo y el contexto de la
población objeto de estudio.

3.1. La presencia de los contextos de la investigación


Comencemos con el contexto de la demanda, es decir, por la instancia que encarga la investigación. Por supuesto, no
todos los requerimientos e instancias a las que va dirigido el informe demuestran las mismas necesidades y
sensibilidades. La adaptación del informe a un hipotético lector es una cuestión que puede plantearse diferenciando al
menos cuatro tipos ideales de informes y sus correspondientes receptores: el informe científico, el informe técnico, el
informe ejecutivo y el informe divulgativo. Cada tipo de informe pone el acento en una finalidad o propósito acorde con
los requerimientos de la demanda que encarga el estudio. Aunque todos los informes rinden cuentas con todas aquellas

83
cuestiones concluyentes o relevantes de la investigación, lo cierto es que cada tipo de informe lo hace incidiendo en
mayor o menor medida en el proceso de investigación, en los resultados obtenidos y en las consecuencias que conlleva
dichos resultados. El siguiente cuadro esquematiza los diversos tipos de informes según diversos tipos de receptores
demandantes.

a) El informe científico
El primer gran receptor de informes es la misma comunidad científica que los realiza y utiliza como fuente de
información para nuevas investigaciones. Como tal, el tipo de informe que se adecúa a las expectativas científicas es el
más detallado y extenso de todos. Su objetivo principal no es sólo presentar sustancialmente la investigación, sino
también especificarla lo suficiente para que ésta pueda ser evaluada desde un punto de vista metodológico y científico.
En este sentido, es oportuno no escatimar información relacionada con la obtención de los datos, las precisiones técnicas
adoptadas, incluso los problemas o deficiencias que se han asumido en la investigación, etc. El resultado es un informe
mucho más voluminoso que el resto de informes, además de traer consigo los requisitos de todo trabajo académico, es
decir, bibliografía utilizada, notas a pie de página, anexos, etc.
b) El informe técnico
Un segundo receptor de informes se encuentra en las instancias técnicas o ejecutivas ya sean en el ámbito de la
administración, la política o el mercado. Para estas instancias, la constante es la acción decisoria que se ponen en prác-
tica a partir del informe de investigación. Su utilidad, por tanto, es principalmente instrumental, y lo que se requiere del
informe es precisamente agilidad y simplificación a la hora de presentar los resultados alcanzados. Por este motivo, su
cometido principal es identificar la investigación realizada y enfa-tizar aquellas cuestiones relevantes para los
requerimientos de la demanda. El resultado es un informe liviano en cuanto a extensión y complejidad y muy fácil de
adecuar a formatos gráficos y esquemáticos como los realizados con el programa informativo Powerpoint u otros
programas similares diseñados para la presentación.
c) El informe ejecutivo
Este tipo de informe es una versión sofisticada del informe técnico. Su principal rasgo es que hace especial hincapié en
las recomendaciones que se desprenden de los resultados obtenidos proponiendo acciones concretas a llevar a cabo para
solucionar un determinado problema. Obviamente, dichas propuestas exigen por parte del investigador un alcance que
va más allá de la experiencia investigadora. Por ejemplo, se trata de informes donde se dan claras directrices en campos
tan diversos como el marketing, las políticas públicas, la economía, etc. En cualquier caso, su presentación retórica poco
o nada varía con respecto al informe técnico, especialmente si tenemos en cuenta que ambos tipos de informes se
encuentran mayormente en el ámbito decisorio del mercado y la dirección política.
d) El informe divulgativo
Por último, existe un tipo de informe divulgativo que coincide con las llamadas notas de prensa y que tiene como
receptor a los distintos medios de comunicación y los lectores o audiencias que los frecuentan. En cualquier caso, este
informe recoge de manera muy resumida los resultados más sobresalientes o impactantes de la investigación realizada,
centrándose exclusivamente en mostrar las consecuencias que dichos resultados apuntan. Por ejemplo, la previsión de un
incremento de enfermedades cardiorrespiratorias en la población de mujeres como consecuencia de un mayor consumo
de tabaco. Por su finalidad divulgativa, su extensión no suele exceder más de una página, adoptando un formato similar
84
a la noticia periodística y relegando a un segundo plano u omitiendo todo tipo de especificaciones técnicas y/o
metodológicas.
Tal como sugiere esta clasificación, aunque la extensa documentación de los hallazgos o resultados alcanzados es una
cuestión principal para la credibilidad del informe cualitativo, el contexto de la demanda sugiere tener en cuenta también
las inquietudes y necesidades del lector. De ahí que el tipo de receptor al que se dirige el informe determine hasta qué
punto es pertinente una referencia amplia y precisa sobre e¡ contexto de la investigación realizada. Como es de imaginar,
el detalle y minuciosidad del informe científico se transforma fácilmente en pesadas especificaciones para el informe
ejecutivo que busca principalmente la simplificación y la inmediatez.
Esto significa que el informe cualitativo no puede incluir siempre que quiera, y según qué casos, toda la información que
sería de desear para documentar sus hallazgos y hacerlos más verosímiles. Especialmente cuando se trata de
publicaciones en artículos, o para instancias ejecutivas o técnicas, los contextos de la investigación sólo pueden ser
referidos con cierta ligereza y agilidad argumentativa, mientras que en libros o informes científicos lo ideal es introducir
todo tipo de especificaciones al respecto.
En cualquier caso, una cuestión sí parece ser de gran importancia: el informe debe mantener cierta unidad y coherencia
interna en la exposición lógica de los resultados, ya que gran parte de la verosimilitud de la investigación cualitativa se
concentra en la inexistencia de contradicciones o hilos sueltos a la hora de dar respuestas concretas a la demanda que
encarga el estudio. Mientras una incoherencia en el análisis de los resultados cuantitativos se considera una cuestión
interesante a profundizar, en el informe cualitativo se transforma simplemente en incredulidad y motivo de desconfianza
para el conjunto de la investigación.
Al margen de esta seria advertencia, el informe cualitativo no debe omitir información relacionada con los dos contextos
restantes que se ha mencionado: el contexto del trabajo de campo y el contexto de la población objeto de estudio.
Respecto al primero, en este apartado no sólo hay que incluir el lugar y momento en el que se realiza el campo (entre tal
y cual fecha), sino también la manera en que se ha desarrollado, especialmente la información relativa a la estabilidad de
las observaciones realizadas. La estrategia adoptada en el informe es la de incluir los comportamientos de los
observadores y las circunstancias particulares en las que se produjo la observación sean éstas producto de la
planificación o, en su defecto, de las contingencias o imprevistos que no se tuvieron en cuenta.
Se refieren en este apartado cuestiones tan diversas y decisivas como el número de observadores y escenarios que se
tuvieron en cuenta en las observaciones, si los protocolos o marcos de observación utilizados fueron los mismos para
todos ellos, si éstos se ajustaban a los objetivos de la investigación, si se realizó un control de la calidad de los datos y
especialmente en lo referente a su registro y transformación posterior, etc., si se produjo algún sesgo o reacción
relevante a tener en cuenta durante la situación de observación; por ejemplo, realización de entrevistas en un espacio no
neutral, negativas a ser grabada una conversación, registrada una escena, etc.
Por otro lado, atendiendo al contexto de la población objeto de estudio, la información a recabar e incluir en el informe
tiene que ver con las precisiones de las muestras y el medio o circunstancias en las que éstas fueron obtenidas. Dado que
las muestras de los estudios cualitativos no tienen representatividad estadística3, es importante identificar claramente la
población de donde proceden, el proceso de selección que permitió obtenerlas y las circunstancias en las que fueron
seleccionadas. Es decir, el objetivo es informar sobre el proceso de acercamiento a la población objeto de estudio con el
fin de clarificar la pertinencia o idoneidad de las muestras seleccionadas intencionalmente.
En este proceso se incluyen cuestiones relacionadas con las características y circunstancias de la población estudiada y
de los «porteros» o personas encargadas de introducir al investigador u observador en dicha población. Por ello, es
oportuno informar de los medios a través de los cuales se accedió al universo poblacional, la manera en la que se entró
en contacto con dicha población, las situaciones donde se produjeron dichos contactos, los problemas que surgieron a
raíz de éstos y lo que esto supuso a la hora de contactar y reclutar las muestras, etc. En definitiva, se trata de dar a
conocer cuál ha sido el comportamiento de la población en el momento de acceder a ella. Obviamente, cuanto más se
especifique este particular, mayor será la información disponible sobre las muestras seleccionadas y las observaciones
realizadas con posteridad.
Como se puede ver, todas estas cuestiones contextúales son importantes para que el lector pueda relativizar los datos que
documentan los hallazgos. Su referencia puede incluirse a lo largo del informe, en un apartado específico o en el mismo
apartado metodológico donde tiene cabida este tipo concreto de información junto a otras cuestiones relacionadas con el
diseño de la investigación u otras precisiones técnicas, etc. En cualquier caso, la presencia de contextos es fundamental
tal como se demuestra en el siguiente ejemplo.

85
Se trata de un informe de corte cualitativo procedente de un estudio sobre las diferencias de consumo de inhalantes en
adolescentes. A pesar del formato de artículo científico, el informe no omite la inclusión de un apartado metodológico
específico donde se precisan diversas cuestiones referidas al contexto de la investigación:
«La zona que se escogió para el estudio es una delegación del sur de la Ciudad de México, La Magdalena Contreras, en
la que estudios previos habían informado de un alto consumo de inhalantes en las escuelas. El trabajo se inició con una
aproximación etnográfica, con la entrevista a informantes clave de la comunidad. Este procedimiento nos permitió
ponernos en contacto con diversas escuelas de la zona.
Para contactar con los usuarios, se dieron varias charlas en las escuelas sobre adolescencia, planificación familiar y
consumo de drogas. Se les informó que las personas que dieron las conferencias permanecerían accesibles para que
pudieran consultar o dialogar con ellas. De las personas que se acercaron, se detectó a los consumidores y se les aplicó
la entrevista. (El entrevistador se presentó como alguien interesado en conocer y entender con más profundidad los
gustos, el estilo de vida y consumo de sustancias de los jóvenes con el fin de proponer programas de ayuda. Se les
aseguró no estar relacionado con la escuela, la familia o la policía y que no intentaban captarlos para tratamiento. Esto
llevó a una buena relación. Se les garantizó el anonimato en publicaciones y presentaciones).
Se construyó una guía de entrevista para el proyecto basada en una revisión de la literatura en la que se incluía algunos
factores de riesgo compuestos por Clayton, como son los aspectos psicológicos (autoestima, búsqueda de sensaciones,
conductas autodestructivas), familiares (estructura familiar, uso de drogas en la familia, abuso físico, psicológico y
sexual), escolares (desempeño, deserción), conductas sexuales (prácticas sexuales, relaciones bajo el efecto de las
sustancias) y factores ambientales (pobreza y conducta delictiva). De las diez entrevistas realizadas, se han
seleccionado dos que representan dos situaciones extremas en cuanto al consumo, ambiente familiar y características
psicológicas».
El lector observará que estas especificaciones permiten no sólo conocer lo que se ha hecho en la investigación, sino
también cómo se ha hecho, lo que facilita leer los resultados alcanzados con la suficiente información como para poder
evaluarlos en su conjunto. Por ejemplo, en este caso, de no señalarse que los entrevistados fueron seleccionados a partir
de aquellos adolescentes que se acercaron voluntariamente al entrevistador (y en un contexto de transmitirles
información), no podría el lector relativizar unos resultados que tratan de fundamentarse en «situaciones extremas en
cuanto a consumo, ambiente familiar y características psicológicas». Es obvio que la voluntariedad de los casos
seleccionados está influyendo en el perfil de los sujetos entrevistados y que, en cualquier caso, sean éstos o no grandes
consumidores de inhalantes, nada permite asegurar que la información obtenida proceda de situaciones de consumo
realmente extremas.
A pesar de las dudas, y aunque parezca una contradicción, esta observación no trata de invalidar los resultados
documentados a partir de una información supuestamente poco representativa. Más bien lo que se quiere demostrar es la
importancia que tiene informar al lector para que estos resultados puedan ser considerados con cierta distancia y
objetividad. En este sentido, «lavar el informe» por el lado de omitir información que no comprometa los hallazgos de la
investigación es una práctica, como poco, irresponsable por impedir que éstos sean leídos con la atención que merecen.
Por tanto, el informe cualitativo debe garantizar la inclusión de información sobre el contexto en el que se realizó la
investigación; de no hacerlo así, correrá el riesgo de convertirse en un simple cuento de ciencia ficción.

3.2. Elementos constitutivos del informe


El informe debe, en términos generales, atender a dos cuestiones básicas para su correcta elaboración. En primer lugar,
como ya se ha señalado, debe tener en cuenta para qué se quiere el informe, qué uso se le va a dar desde el punto de vista
de la demanda y qué circunstancias concretas dieron un sentido práctico y realista al diseño de la investigación. En
segundo lugar, el informe debe tener en cuenta cómo presentar dicha investigación de manera que resulte lo más clara y
atractiva para el potencial lector.
En los siguientes epígrafes se aborda este segundo paso, presentándose detenidamente cuestiones relacionadas con el
tipo de informe, el estilo, su estructura, los contenidos y la presentación de los datos analizados. Los apartados que se
mencionan a continuación son los que en síntesis componen un informe de investigación: título, índice, introducción,
metodología, análisis de resultados, síntesis y conclusiones. De cada uno se apuntan algunos contenidos básicos que se
consideran imprescindibles.

3.2.1. Introducción
Al margen del título y el índice, el primer apartado fundamental de un informe de investigación se centra en presentar el
problema sobre el cual se desarrolla el estudio y el orden de su exposición. Tal como sucede en el momento de proyectar

86
la investigación, el informe comienza enunciando el asunto o problema a partir del cual se irá justificando dicha
investigación. Por otro lado, es oportuno, aunque sea de manera breve y concisa, explicar los motivos que acompañan a
la necesidad de estudiar dicho asunto dejando entrever que la investigación sale al paso de dicha demanda con una
finalidad concreta. Por tanto, y teniendo en cuenta las especificaciones anteriores, en la introducción deben aparecer los
siguientes contenidos:
1. Una identificación del organismo, instituto o empresa, que encarga la investigación, incluso la manera de producirse
el encargo: por convocatoria pública, restringida, dirigiéndose personalmente a la instancia investigadora, etc.
2. Una descripción del problema planteado, así como las circunstancias y/o moti-vos que justifican o recomiendan su
estudio.
3. Una mención de los objetivos generales y específicos desplegados a partir de los cuales la investigación trata de dar
respuesta al problema planteado.
4. Una referencia al plan de exposición a partir del cual se ordena el informe.
EJEMPLO DE INTRODUCCIÓN
1. INTRODUCCIÓN
Durante el curso académico 2002-2003, el equipo investigador de la asignatura Técnicas de Investigación Social, del
Departamento de Sociología I de la UNED, ha realizado un estudio sobre los procesos y experiencias cotidianas de los
inmigrantes.
Dicha investigación tenía por objetivo principal conocer de cerca la situación cotidiana de los inmigrantes,
especialmente aquellas experiencias derivadas de la nueva situación vivida en el país receptor.
En concreto, los objetivos específicos que se apuntaron fueron los siguientes:
a) Un primer objetivo pretende comparar los procesos y experiencias cotidianas de las personas inmigrantes antes y
después de haber emigrado de manera que podamos obtener información relevante sobre la ruptura y el cambio operado
en sus vidas. Se trata, en definitiva, de tener una visión global de las transformaciones que se han producido con la
llegada al país o sociedad de acogida.
b) Un segundo objetivo trataría de conocer la importancia y el significado que dichos cambios han producido en la vida
cotidiana de los inmigrantes, especialmente aquellas cuestiones o problemas que afectan directa o indirectamente a su
vida y a las relaciones sociales que mantienen dentro de la sociedad receptora.
c) Por último, un tercer objetivo persigue conocer cómo percibe el inmigrante su día a día y cómo ha influido esto en su
propia manera de ver y entender aspectos de lo cotidiano como el tiempo, las rutinas, el espacio, etc.
En función de los objetivos señalados, el presente informe se despliega a lo largo de los siguientes apartados:
— Metodología.
— Análisis de resultados.
— Síntesis y conclusiones.

3.2.2. Metodología
Se trata de informar con cierto detalle sobre el diseño de la investigación, es decir, cómo se realizó desde un punto de
vista metodológico. Es la parte más técnica del informe y la que describe la manera en que se ideó y organizó la
investigación para obtener una determinada información. En este apartado es oportuno mencionar todo lo referente a
instrumentos o técnicas utilizadas para obtener, registrar y analizar los datos necesarios, así como el uso o aplicación que
se ha diseñado para ello. En síntesis, es oportuno incluir los siguientes contenidos:
1. Enfoque metodológico utilizado y justificación teórica y/o práctica de la elección.
2. Mención de los instrumentos técnicos utilizados para la observación, y en caso de ser diseñados ad hoc para la
investigación, presentación y descripción de los pasos seguidos para su elaboración.
3. Aplicación de dichos instrumentos de observación haciendo referencia explícita a las variables utilizadas para definir
las muestras o conjuntos de la población donde se han aplicado, selección de las unidades muéstrales, número de
elementos seleccionados, etc.
4. Mención de las técnicas de grabación y análisis de los datos obtenidos.
5. Por último, y en la media en que la realización de la investigación da cuenta de problemas o deficiencias que inciden
en la validez y fiabilidad de los resultados, esta información es susceptible de ponerse en el apartado de metodología,
especialmente cuando se trata de un informe científico.
Toda la información referida es necesaria para un lectura crítica del informe, puesto que desde un punto de vista
profesional o científico sólo la referencia a los aspectos metodológicos pueden dar cuenta de la manera en que se ha
realizado la investigación y su rigor, es decir, qué medios y procedimientos han intervenido para llegar a obtener los

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resultados que se presentan. En el caso del informe cualitativo, y tal como ya se ha señalado, es posible incluir también
cuestiones relacionadas con las circunstancias o contextos que concretaron la investigación.
EJEMPLO DE METODOLOGÍA
2. METODOLOGÍA
Teniendo en cuenta el carácter exploratorio del estudio, la presente investigación es de corte cualitativo, habiéndose
realizando un total de 105 entrevistas abiertas.
2.1. Diseño del guión de conducción de las entrevistas
El guión utilizado para la conducción de las entrevistas se estructuró de la siguiente manera (el presente guión presenta
dos fases secuenciales: la primera fase requiere una grabadora portátil y cinta magnetofónica para registrar la
conversación, la segunda fase requiere una cámara fotográfica y el material de grabación que se utilizó en la primera
fase):
— Introducción estándar. Primera fase
— Recuerdo y reconstrucción espontánea de las actividades realizadas a lo largo de la última semana: lo que ha hecho
en la semana anterior a la entrevista.
— Reconstrucción de las rutinas realizadas, lo que generalmente suele hacer la persona en un día cualquiera y en su
tiempo de trabajo y/o su tiempo libre.
— Incidir en las rutinas realizadas en días festivos y no festivos.
— Retrospectiva y comparación con los recuerdos de las rutinas y actividades realizadas en el país de origen. Cómo era
su día a día en su lugar de origen en comparación con su día a día actual.
Segunda fase
— Comentario de tres fotografías realizadas libremente por el entrevistado sobre lo que representa su día a día. (Para
este ejercicio, el entrevistador cede una cámara fotográfica al entrevistado para que haga sus fotografías en las cercanías
donde se realiza la entrevista, después de lo cual le pedirá lo siguiente para cada fotografía: 1. Que describa
verbalmente lo que acaba de fotografiar. 2. Que comente la idea de realizar esa foto y no otra).
— Agradecimientos y cierre de la entrevista.
2.2. Diseño de las entrevistas
Para el diseño de las entrevistas se tuvo en cuenta los siguientes criterios:
• Sexo: Hombres y mujeres inmigrantes.
• Edad: Teniendo en cuenta que frecuentemente los que emigran son personas pertenecientes a los segmentos
poblacionales más jóvenes, las categorías de edad que proyectamos para este estudio son las siguientes:
— De 16 a 24 años.
— De 25 a 34 años.
— Más de 35 años.
• Lugar de procedencia u origen.
— Países hispanos (México, Argentina, Colombia, etc.).
— Países del este de Europa (Rusia, Polonia, Rumania, etc.).
— Países africanos (Marruecos, Guinea, Senegal, etc.).
— Países asiáticos (China, India, Pakistán, etc.).
• Tiempo de permanencia en el país receptor.
Teniendo en cuenta que los procesos y experiencias cotidianas requieren tiempo para su consolidación y asentamiento y
que gran parte de los países de origen utilizan lenguas distintas a las que supuestamente conocen los entrevistadores,
creemos oportuno que el período de tiempo necesario de estancia en el país receptor sea el suficiente como para
conocer mínimamente la lengua y que la persona entrevistada sea residente por un mínimo de seis meses, lo que nos
permite descartar personas que pudieran estar sólo de paso.
En función de los criterios seleccionados, el número global de entrevistas se distribuyó de la siguiente manera:

88
3.2.3. Análisis de resultados
El cuerpo central del informe lo compone el análisis de resultados. Se trata de presentar de manera ordenada todas las
evidencias y argumentaciones significativas para, responder al problema que se plantea en la investigación. Obviamente,
no se trata de incluir toda la información elaborada a partir del cúmulo de datos obtenidos. A la hora de abordar esta
parte del informe, el interés principal es tener claro qué información es relevante para dar respuesta a la demanda y qué
información no lo es o, sólo lo es de manera marginal. El paso siguiente será exponer con claridad el argumento
principal que articula e integra toda la información seleccionada en función de los objetivos. El resultado de esta
elaboración es un escrito directo y claro cuya finalidad es servir de guía e intérprete al lector, incluyendo las
precauciones o limitaciones que deben tomarse en consideración a la hora de sacar conclusiones del análisis realizado.
En función de lo señalado, los contenidos, de este, apartado hacen referencia a cuestiones varias como:
1. Procedencia de los datos seleccionados y circunstancias particulares en las que se obtienen, especialmente las que
pudieran ser de importancia para la evaluación crítica de los resultados alcanzados.
2. Presentación y descripción de dichos datos.
3. Exposición de las inferencias y/o interpretaciones resultantes de los datos analizados, así como las condiciones
particulares que las limitan o desaconsejan.
4. Especificaciones para facilitar la comprensión de las interpretaciones de los resultados.
En los siguientes epígrafes se abordan algunas particularidades a tener en cuenta en el informe cualitativo.

3.2.3.1. La organización del análisis


La información cualitativa es de una enorme riqueza y complejidad, al menos tan rica y compleja como puede ser una
animada conversación o el visionado de una película cinematográfica. En realidad, dicha información es analizada a
partir de los objetivos marcados por la investigación, pero la lógica organizativa del análisis puede adoptar diversas
estrategias en función del objeto de estudio y el tipo de información analizada. Se muestra a continuación algunos tipos
de organización5 y su adecuación correspondiente a diversa información cualitativa.
a) Una forma recurrente de organizar el análisis es la que tiene en cuenta los temas, conceptos y objetivos que aparecen
formulados en la investigación. En realidad, este modelo organizativo es utilizado en estudios muy concretos; por tanto,
orientados a dar respuestas o soluciones muy precisas. Los estudios comerciales y de investigación de mercados, así
como los estudios en el ámbito de los servicios públicos y las políticas sociales, recurren con frecuencia a este modelo
de organización. El carácter específico de este tipo de estudios produce una información igualmente focalizada y muy
restringida a cuestiones de especial importancia para la instancia que encarga el estudio. De modo que la manera más
práctica y efectiva de organizar el análisis de dicha información es la que se amolda a las cuestiones o requerimientos
formulados.
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b) Otra alternativa de organización sigue el orden secuencial de los sucesos o fenómenos analizados. Se trata de
información que responde a un desarrollo objetivo en el tiempo que influye o determina la evolución del tema analizado.
Por ejemplo, el clásico estudio de Thomas y Znaniecki El campesino polaco en Europa y América, donde se analiza la
correspondencia epistolar de polacos inmigrados a Estados Unidos. El análisis que presenta este estudio se organiza en
función del proceso de desintegración progresiva del grupo familiar a partir de series temporales de cartas que reflejan
los cambios y transformaciones operadas en un determinado período de tiempo, etc.
c) Otra forma organizativa, similar a la anterior, se articula a partir de los acontecimientos analizados. Aunque pueda
coincidir con el modo de orden secuencial, lo cierto es que lo dominante en este tipo de organización son los sucesos
cronológicos subjetivos a partir de los cuales se reordena y toma perspectiva una secuencia temporal o conjunto de
hechos. Los estudios donde se utilizan historias de vida se adaptan especialmente a este tipo de organización. La historia
de vida, más que un acontecer temporal, secuencial y lógico, es un recuerdo con todo lo que tiene de reconstrucción,
transformación y deformación por parte del sujeto que cuenta y ordena cronológicamente un relato. En esta lógica, lo
que articula el estudio y su correspondiente organización para el análisis es el motivo particular de narrar y conceptuar
una historia o acontecimiento particular, etc.
d) La organización del análisis a partir de descripciones formales y teorías explicativas es ampliamente utilizado en
estudios cualitativos de corte etnometodológico donde el objeto de estudio se observa con un sentido más experimental
que documental. Un ejemplo puede encontrarse en el famoso estudio de Goffman sobre la presentación de la persona en
la vida cotidiana. En este estudio se hace teoría sobre cómo son las interacciones de las personas en situaciones de
presentación a los demás. El análisis describe un conjunto de actividades sociales que suceden cuando las personas
entran en contacto entre ellas. A partir de esta información, se establecen principios o fundamentos básicos para toda
interacción social, lo que supone teorizar sobre diversos encuentros o situaciones observadas.
Por último, no hace falta insistir en las posibilidades que ofrecen la combinación de estos modelos organizativos u otros
más apropiados para los objetivos cubiertos por estudios cualitativos. En realidad, los modelos presentados tienen la
finalidad de servir de base para comenzar a dar forma al análisis, lo que no significa que necesariamente haya que
recurrir a ellos. Como se ha señalado, la singularidad del estudio y de la información obtenida es lo que permite
determinar la manera más adecuada de organizar y desarrollar el análisis.

3.2.3.2. La inclusión de material empírico cualitativo


En los informes cuantitativos es normal encontrar datos numéricos justificando, complementando o reforzando el
análisis de los resultados. En el caso de estudios cualitativos, los datos a considerar son fundamentalmente verbales,
producto de entrevistas, grupos, observaciones, documentos, etc. Ahora bien, la inclusión de este material empírico en el
informe final supone asumir el siguiente problema:
— El significado de los datos cualitativos se encuentra en el sentido que les atribuye el sujeto que los ha producido. De
esta forma, el significado de una frase entresacada de una entrevista sólo significa en la medida en que se pone en
relación con el conjunto de enunciados que recoge la entrevista y la intención que le confiere la persona entrevistada
(véase el Capítulo 5 sobre análisis del discurso). No hay, por tanto, una identificación ni correspondencia exacta entre
dato cualitativo y unidad discreta de sentido.
— Por otro lado, la extensión de los datos cualitativos pueden abarcar dimensiones que superan por mucho la extensión
total del informe. La inclusión de la información contenida en un único grupo de discusión o entrevista abierta requeriría
añadir un anexo especial sólo para este particular, además de obligar a separar el análisis de resultados de la presentación
del material empírico relevante.
— Por último, la función del material empírico cualitativo en el informe de resultados es fundamentalmente ilustrativo
ya sea con el fin de documentar el análisis o de reforzarlo. En cualquier caso, la presencia u omisión del material no
modifica o transforma el análisis. La influencia que ejerce sobre éste es puramente retórica, es decir, orientada a
producir un efecto de verdad y objetividad.
El carácter problemático del material empírico cualitativo requiere de la mediación del autor para su correspondiente
adecuación e inclusión en el análisis de los resultados. Esta mediación puede producirse de dos maneras: la primera,
relatando6 el material obtenido en la investigación, y la segunda, seleccionándolo según convenga para el análisis.
Como relator, una estrategia del autor es narrar el material empírico adoptando el punto de vista del informante. En este
caso, el autor permanece oculto, de forma que el lector accede al material empírico como si realmente tratara

90
directamente con los sujetos o acontecimientos observados en la investigación. Los siguientes extractos permite hacerse
una idea de dicha estrategia:

«Son tres familias en una casita que pertenece a la empresa. Ésta tiene tres pequeñas habitaciones con una sala de estar
y comer y con un cuarto de baño. Es la vivienda adosada que nosotros ocupamos ahora y contigua a otras dos viejas sin
adecentar todavía. Los hijos aún viven en Ucrania».

«Una de las familias fue engañada allí por unos polacos. Pagó 1.500 dólares por sus visados y billetes de avión más
ofertas de trabajo y tres meses de curso de aprendizaje de lengua española. Al llegar aquí..., ni trabajo, ni clase de espa-
ñol y un visado sólo para quince días de estancia en España. No sabían qué hacer hasta que otros inmigrantes de su
nacionalidad les ayudaron a encontrar empleo».

«Merién no fue a la escuela, por lo que siempre estuvo vinculada al hogar familiar. Con dieciséis años se casó con un
primo paterno. Emigrados de Te-tuán a Casablanca, a los pocos años de matrimonio, ésta era una ciudad en crecimiento
con muchas oportunidades. "Nos instalamos en un barrio en el que había pocas casas y hemos ido construyendo plantas
hacia arriba tal como fuimos ahorrando". Pronto empezará a tener descendencia. Dio a luz tres niñas a las que seguirán
dos niños. Entre embarazo y embarazo tuvo dos abortos. A diferencia de los demás hijos, la primogénita sólo estudió el
primer curso porque no le gustaba la escuela y se puso a ayudarla en las tareas del hogar...».

La otra posibilidad es que en la narración del material se haga explícita la presencia del autor. En este caso, su punto de
vista deja de coincidir con el punto de vista de lo observado, dejando claro que se trata de una interpretación que el autor
hace del relato o de la descripción de los hechos. Sobre el mismo tema de la inmigración, el siguiente extracto
ejemplifica este tipo de relato:

«Antonio no tiene inconveniente. Nos disponemos en torno a las mesas, pedimos de beber. El bebe con nosotros.
Consiente que grabemos, amablemente; se encuentra cómodo. Es locuaz. Sus palabras nos sirven. Primero una
panorámica del campo murciano: Totana y Alhama (valle del Guadalentín), Murcia, Campo de Cartagena... Luego
hablamos de inmigrantes. Antonio no tiene todas las claves, lo cual no es importante. También pude aportar alguna
información inexacta, no podríamos decir que errónea (por bastante aproximada)...».

En cuanto a la selección del material empírico a incluir en el informe, las posibilidades se reducen a dos. La primera, es
llamar la atención sobre determinada información que el autor considera relevante o especialmente significativa para el
estudio. La estrategia es hacer una selección del material obtenido en función de lo interesante o impactante que sea
dicho material. El valor y correspondiente justificación de esta selección se encuentra en la misma información y la
oportunidad que el estudio ofrece para que pueda ser documentada. Quizá por este motivo las selecciones se tiñen con
frecuencia de un dramatismo o espectacularidad similar al que presenta en ocasiones el trabajo periodístico. El siguiente
ejemplo trata de reflejar esta particularidad:

«Anna es una niña de seis años que ha nacido en Filipinas y que llegó a España en el verano de 1999. Se incorporó al
centro en el mes de septiembre en una clase de educación infantil de cinco años. Su lengua materna es el tagalo... Anna
nos dice:
"Esta cigüeña tiene que ir a Filipinas porque allí tiene su nido" (dibujo infantil).
¿Qué sentimiento de lejanía alberga Anna acerca de su propio hogar? Por otra parte, la cigüeña tiene que pasar por
Ecuador para llegar a su propio nido en Filipinas. Parece que Ecuador, también un lugar lejano, se encuentra en un
punto intermedio entre España y Filipinas... ¿Qué siente Anna en realidad?».

La otra alternativa de selección del material es la de enfatizar teorías o interpretaciones del análisis realizado. En este
caso, la información seleccionada es relevante en función de los resultados que concluye el análisis y por el análisis.
Posiblemente, esta estrategia sea la más próxima a utilizar el material cualitativo como dato empírico que pretende
demostrar y avalar (más que interpretar) los resultados alcanzados, aun cuando su valor, como ya se ha señalado, es
fundamentalmente ilustrativo. Veamos cómo se traduce este uso en una ejemplo concreto.

«Precisamente, en este punto se expresa una serie de rasgos negativos atribuidos a la población española que operan
como barrera subjetiva para a la hora de optar por la nacionalización... En las siguientes expresiones se muestra la

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importante distancia, la clara distinción entre ellos (españoles) y el nosotros (extranjeros), que opera en la subjetividad
de las inmigrantes, seguramente fomentada por las experiencias de subordinación vividas en el servicio doméstico:
— "Yo, la verdad, no pienso quedarme a vivir aquí porque no los aguanto, todos los días tiemblo de los nervios porque
no aguanto a la gente de aquí".
— "Es que tienen muy mal carácter, pero hay que tener paciencia, ¿eh?".
— "Es mucha paciencia".
— "Tienen mucha facilidad para tratarte mal; nosotros, para decir una mala palabra, la decimos, pero cuando ya de
verdad nos sacan de las casillas"...».

En resumen, la inclusión de material empírico cualitativo trae parejo a su vez el problema de la autoría del material
utilizado. Esto es claramente manifiesto en situaciones en las que la autoría del relator comprende o incluye la autoría de
los relatos, pero también se cumple incluso en aquellos supuestos en los que las pala-bras o hechos registrados son
simplemente trasladados (seleccionados) del trabajo de campo al análisis. Aunque intuitivamente la selección parece
ofrecer un material más objetivo y fidedigno, lo cierto es que la misma reproducción y selección presupone también una
interpretación del material elegido. Esto significa que el material empírico es reelaborado por el autor para el análisis y
que su coherencia con los resultados alcanzados es motivo más que suficiente para ser incluido en el informe.

3.2.4. Síntesis y conclusiones


Es oportuno cerrar el informe con un apartado resumen donde se muestra los resultados principales a los que ha llegado
la investigación. La finalidad de este resumen es alcanzar información concluyente que permita dar respuesta al pro-
blema planteado en el estudio. Aunque esta finalidad puede ser adicionalmente complementada con propuestas de
acciones derivadas de las conclusiones alcanzadas, en la práctica este proceder no es recomendable ni oportuno,
exigiendo de la investigación esfuerzos que no le compete y para los cuales posiblemente no está diseñada. Es decir, la
investigación, y el informe que la comunica, tiene como objetivo conocer con mayor alcance y criterio el problema de
estudio, lo que no es justificación suficiente para tomar decisiones sobre lo que es más conveniente hacer con dicho
conocimiento, algo que sólo concierne a la instancia que encargó la investigación o en su defecto a la persona que va a
hacer un uso práctico del informe.

3.2.5. La presentación del informe


Por último, todo informe puede ser presentado, lo que supone volver a presentar lo que a su vez ya está explicitado sobre
el papel en forma de resultados finales. Esta opción supone comunicar verbalmente el informe a terceros de manera que
se pueda entablar entre investigador y demanda un espacio de diálogo cara a cara donde explicar el informe y contestar
las preguntas que éste suscita como fuente de información. Cuestiones como la validez de los resultados, su alcance, así
como la precisiones recogidas en el informe sobre distintos aspectos o temas, sean o no centrales desde el punto de vista
de los objetivos de la investigación, es en definitiva lo que principalmente ocupa a la presentación. Con un fin retórico y
publicitario, en el desarrollo y puesta en escena del informe suele utilizarse material de apoyo que resalte los logros de la
investigación y la confianza demostrada en ellos.

4. ESCRITURA Y VISUALIDAD DEL INFORME CUALITATIVO: ASPECTOS RETÓRICOS Y


ESTILÍSTICOS
No es posible, ni tampoco operativo, entrar en cuestiones muy concretas sobre el estilo del informe, algo que por otro
lado puede llevar a pensar que existen tantos estilos como autores o entidades investigadoras. No obstante, y desde un
punto de vista general, la finalidad retórica de todo informe es la claridad y la precisión. Compaginar ambos requisitos
supone tener en cuenta algunas recomendaciones que tengan en cuenta al lector del informe y el tipo de redacción
empleada.
Para empezar, un informe no es una exhibición de las capacidades literarias del autor. Su objetivo es comunicar con
acierto y exactitud toda aquella información que el lector espera conocer y que quizá quiera utilizar de inmediato. Por
tanto, los aspectos literarios quedan subordinados a la finalidad práctica de la investigación, lo que significa que el estilo
debe ser asequible y concreto a la hora de exponer los resultados. En función de esta disposición general, conviene tener
en cuenta los siguientes requisitos:
1. No es apropiado utilizar una terminología sofisticada. Una gran parte de los informes de investigación son leídos por
personas que no tienen grandes conocimientos teóricos o prácticos sobre el tema investigado. Al respecto, un lenguaje

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sencillo, sin términos muy especializados, es la mejor garantía para hacerse entender y no pecar de pedantería u
oscurantismo.
2. Es aconsejable utilizar tiempos verbales en presente para redactar las ideas del informe. La utilización del futuro o
condicionales expresan la sensación de lo no acabado o inconcreto, algo que es contradictorio, y del todo opuesto, al
carácter aseverativo de los resultados alcanzados en la investigación científica.
3. Cuando el investigador hace una inferencia o interpretación, especialmente cuando no cuenta con el total respaldo de
los datos manejados, es oportuno utilizar expresiones de advertencia en términos de probabilidad o in-certidumbre, tales
como pudiera ser, parece que, es probable que... Además, estas marcas permiten al lector distinguir claramente entre la
aserción que pretende ser puramente descriptiva y aquella que es interpretativa.
4. Conviene, de cara a la exposición ordenada de las ideas, presentar lo que se va a decir para luego decirlo y si fuera
necesario recordar lo que se ha dicho. Esta máxima se traduce en una presentación previa para todos y cada uno de los
capítulos que componen el informe. En ella deberá hacerse explícito lo que se va a exponer cómo se va a exponer y con
qué finalidad o propósito se expone. De esta manera, el lector será guiado por el informe a la vez que se le explica la
manera en que se ha ido confeccionando, algo que de realizarse correctamente puede ser de gran ayuda para su compren-
sión global.
5. Ya se ha señalado que las ideas expuestas en el informe deben estar relacionadas entre sí e integradas en un esquema
general. Esto significa que el informe debe seguir un hilo conductor que ordene y contribuya a dar una lógica y
coherencia interna al conjunto de la exposición. Para este cometido es de interés seguir un plan o estructura expositiva
que vaya de lo más general y contextual a lo más particular y central de los objetivos planteados en el estudio.
Por otro lado, desde un punto de vista estilístico, un informe escrito lo es también visual. En este sentido, un informe
puede contener múltiples representaciones gráficas orientadas a dar mayor claridad y amenidad a la lectura. Las posibili-
dades de incluir representaciones gráficas en el informe son muchas y muy diversas. No obstante, y teniendo en cuenta
que dentro de este apartado también pueden incluirse las presentaciones típicamente cuantitativas como son las tablas y
los gráficos estadísticos, en este caso sólo se hace referencia a las representaciones más utilizadas en la investigación
social cualitativa: los mapas, las tablas y los esquemas. Cada categoría de representación gráfica puede matizarse y
ampliarse tanto como se quiera, pero las indicadas recogen con cierta amplitud las posibilidades que ofrecen este tipo de
instrumentos para ordenar y presentar los resultados del informe.
a) El uso de mapas o ejes espaciales
Los mapas son instrumentos donde se da a conocer la posición o ubicación general de una determinada información. La
manera de presentar gráficamente los resultados a partir de mapas requiere de la construcción de ejes que ordenen y
analicen dicha información espacialmente. Estos ejes compartimentan y distribuyen el espacio y los contenidos en
función de categorías utilizadas previamente en el análisis.
Como se puede observar, este tipo de representación es especialmente útil para ubicar información referente, por
ejemplo, al lugar que ocupan los actores o informantes que intervienen en el estudio, los conceptos que son utilizados,
los atributos asignados o cualquier otra información que requiera ser matizada desde el punto de vista de su localización.
La construcción más simple es la que esta formada por un único eje donde se colocan y distribuyen los elementos
seleccionados, pero la más utilizada es la que utiliza dos ejes o coordenadas como espacios de localización como
localizaciones específicas.

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Figura 6.3. Estructuración de los grupos realizados en el trabajo de campo.
b) El uso de tablas
Otro recurso o instrumento estilístico ampliamente utilizado es el uso de tablas para ordenar información en función de
categorías o criterios que están presentes en el análisis. La tabla puede ser de una o doble entrada, en cuyo caso permite
cruzar categorías y ordenar contenidos en función de una lectura horizontal o vertical. Sin embargo, la mayor utilidad
práctica de las tablas en buena parte de los informes cualitativos se reduce a presentar y ordenar de manera resumida una
considerable información que por lo general aparece extensa y dispersa.
Ejemplo de tabla
CINE TEATRO MÚSICA
CULTO Viejas obras maestras. Shakespeare, por gran Música clásica, ópera.
compañía.
NO COMERCIAL Cierto cine español Clásicos, por compañías Jazz.
compromiso. próximas.
POPULAR Cine español humor. Humor. Flamenco, canción española.

COMERCIAL Grandes producciones USA. Actores TV. Música ligera.

Figura 6.4. Referencias en el campo del cine, el teatro y la música.


Tal como se puede observar, el problema de las tablas es que reducen y simplifican en exceso la información que
presentan, lo que supone tomar precauciones y utilizarlas con la intención de ayudar al lector a reunir parte de lo que el
informe despliega minuciosamente, recordando, no obstante, que las tablas no sustituyen al informe escrito y que en
cualquier caso todas las tablas deben adjuntar su propio comentario explicativo que las justifique e integre en el conjunto
de la exposición.
c) El uso de esquemas
Por último, los esquemas son en los informes cualitativos una herramienta de gran importancia y utilidad. Su potencial
didáctico se amplía y justifica cuando se utilizan para dibujar complejos procesos relaciónales o transformaciones de
diverso tipo. Frente al carácter puntual y estático de la tabla, el esquema permite introducir y desarrollar cambios o
dinámicas desde un punto de vista sintético.

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Por otro lado, los esquemas tienen el problema de hacerse acompañar de una descripción (o explicación) más detallada
de lo que requiere cualquier otra presentación gráfica. Sin embargo, su uso apropiado agiliza la comprensión del informe

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a la vez que lo prepara para una visión global o conjunta donde se pone en relación los distintos aspectos o elementos
tratados.
Por último, y como cierre de este capítulo, señalar una vez más que las representaciones gráficas pueden ser de gran
ayuda para facilitar la lectura del informe, aunque su uso debe ser comedido y oportuno para los propósitos expositivos
de la investigación que se quiere comunicar. Por este motivo, los elementos visuales de un informe deben ser los justos y
necesarios de manera que sirvan tanto para ilustrar y explicar al lector sin por ello acaparar toda su atención ni tampoco
suplantar la parte fundamental de redacción.

BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
Ander-Egg, E. (1987): Técnicas de investigación social, México: Ateneo.
Este manual trata con cierto detenimiento la presentación de datos en la investigación social. Aparte de recoger
directrices para el diseño y presentación de información gráfica para la presentación de resultados, también incluye
anotaciones generales sobre cómo ordenar y componer un informe de investigación. No obstante, deja aspectos de
interés sin precisar como los distintos tipos de informes existentes (cualitativos y cuantitativos) o el correspondiente uso
que tiene cada formato, etc.
Sierra Bravo, R. (1988): Tesis doctorales y trabajos de investigación científica, Madrid: Paraninfo.
Este libro se centra en la elaboración de trabajos científicos en general, mostrando cuestiones relevantes sobre cómo
ordenar el trabajo del investigador y cómo redactar los resultados obtenidos en la investigación. Entra a evaluar con
cierto detenimiento aspectos concretos de la redacción de un informe de carácter científico como el lenguaje utilizado,
las cualidades de la redacción científica, la presentación de bibliografía, etc.
Van Manen, J. (1988): Tales of the field: on writing ethnography, Chicago: University of Chicago Press.
Aunque es un texto centrado en el ámbito de la etnografía, su objetivo es mostrar con detenimiento el trabajo de campo
desde el punto de vista de su comunicación en la investigación. De interés especial es la atención que se presta al papel
de la autoría en la manera de relatar y transmitir las observaciones de la investigación.

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