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LAS

-
GUERRILLAS
/

EN AMERICA LATINA
E studios I nternacionales

colección dirigida por el

INSTITUTO

DE E S T U D I O S
*

INTERNACIONALES
de lá U niversidad de C hile

Compuesto con Photon Baskervilte e


impreso en las prendas de la Editorial Universitaria
Calle San Francisco 454, en Santiago de Chile, en el año 1
Proyectó la edición Mauricio Amster
RICHARD GOTT

Las guerrillas
" en
América Latina

Si
EDITORIAL UNIVERSITARIA
SANTIAGO DE CHII.E
© Editorial Universitaria S. A. 1971
Inscripción N # 39068
Derechos exclusivos reservados para
todos los países de lengua española
4.000 ejemplares

Traducido por
P a tr ic ia S amsing de J adresic

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

INDIANA UNIVERSITY LIBRAR?


IN D IC E

INTRODUCCION 10

PRIMERA PARTE
GUATEMALA
1. L a caída de Arbenz y los orígenes de las guerrillas 4!
2. L as guerrillas entran en acción 51
3. Yon Sosa» los trotskistas y el mr 13 58
4. TurciosLim a y el par 77
5. Las elecciones y la muerte de Turcios 92
6. César Montes y el crecimiento de las organizaciones anticomunistas 1o 1
7. Reunificadón de los movimientos guerrilleros y la ruptura con los comunistas 108
8. El papel de Estados Unidos: un embajador asesinado y varios sacerdotes desterra­
dos 116

SEGUNDA PARTE
EL FRACASO DE LA REVO LUCIO N EN V E N E Z U E L A
1. La caída de Pérez Jiménez 122
2. El ascendiente de R ó tu lo Betancourt 128
3. El comienzo de las guerrillas 138
4- Las Fuerzas Armadas de Liberarión Nadonal 153
5. La lucha urbana; las elecriones y después i66
6. Guerrillas versus comunistas 179
7. E l faln de Douglas Bravo y Luben PetkofT 191
8. Comunistas versus Fidel 197
9. ¿Un desenlace comunista? 204

TERCERA PARTE
LA V IO L E N C IA EN C O L O M B IA
1. La violenda y su legado 212
2. Los comunistas y las repúblicas independientes 218
3. ElMOECyelFUAR 226
4. La caída de Marquetalia 231
y £1 Ejérdto de Liberación Nacional 246
6. Camilo Torres y la Iglesia 260
7. Camilo Torres y el Frente Unido 270
8. Camilo Torres y las guerrillas 287
9- El Ejército Popular de Liberarión .294

CJ
Cl ARTA PARTE
PERU
Antecedentes peruanos 302
Hugo Blanco y el Valle de La Convención 32 !
La muerte de Javier Heraud en Puerto Maldonado 334
Luis de la Puente y el mir 339
Tupac Amaru y Guillermo Lobatón 33'
«Pachacutec* y Luis de la Puente 3*3
«Javier Heraud* y Héctor Béjar 368
Los comunistas y las guerrillas 373
Las guerrillas recapitulan 3^3

QI INTA PARTF.
B O L I V 1A
Jorge Nlasetti y las guerrillas de Salta 3$7
El cisma chino-soviético 390
Preparativos en La Paz 398
Ñancahuazú 4°7
El Nuevo Grito de Murillo 4''
Traición y Acción 424
Regis Debray 43 *
Los comunistas se marginan 433
La suerte de Joaquin 44*
Captura y muerte del Che Guevara 448
e p il o g o : ¿Derrota de la Revolución? 433
BIBLIOGRAFIA 467
América será escenario de muchas grandes batallas libradas por la humani­
dad para su liberación. Dentro del marco de esta lucha a nivel continen­
tal, las luchas que se libran actualmente en forma activa constituyen sim­
ples episodios, pero ya han proporcionado mártires que figurarán en la his­
toria americana porque han contribuido con la cuota de sangre que se
requiere en esta fase final de la lucha por la libertad total del hombre. Esa
historia consignará los nombres del Comandante Turcios Lima, dei Padre
Cam ilo Torres, del Comandante Fabricio Ojeda, de los Comandantes Lo-
batón y Luis de la Puente Uceda, figuras señeras de los movimientos revo­
lucionarios de Guatemala, Colombia, Venezuela y Perú.
Pero la movilización activa del pueblo crea nuevos líderes. César
M ontes y Yon Sosa han enarbolado la bandera de la revolución en Guate­
m ala, Fabio Márquez y Marulanda en Colombia, Douglas Bravo en el
occidente y Américo M artín en la zona de Bachiller encabezan sus respec­
tivos frentes en Venezuela. Nuevos estallidos revolucionarios surgirán
en éstos y en otros países americanos como ya ha ocurrido en Bolivia, e
ir á n creciendo a pesar de todas las vicisitudes involucradas en esta peli­
g ro sa tarea del revolucionario moderno.

Pasaje de una carta del C he G u eva ra


dirigida a la Tricontinental,
abril de 1967
I N T R O D U C C I O N

A las ocho treinta de la calurosa noche del domingo 8 de octubre de 1967,


me paseaba con un amigo inglés por la plaza principal de Santa Cruz, en
Bolivia oriental, cuando un hombre nos hizo señas para que nos acercá­
ramos a su mesa en un café
»Les tengo noticias", nos dijo. »¿Del Che?" preguntamos nosotros.
ya que la posible captura de Guevara nos tenía preocupados desde hacía
una semana. Unos días antes habíamos estado en el pueblito de Valle-
grande y escuchamos al Coronel Joaquín Zenteno Anaya, comandante
de la Octava División del ejército boliviano, expresar su confianza de
que sus tropas tendrían al Che en sus manos antes de terminar la semana.
Explicó que habían recibido un refuerzo de seiscientos Rangers, recién
salidos del campo de entrenamiento dirigido por las fuerzas especiales
de Estados Unidos, situado al norte de• Santa Cruz. Nos contó cómo las
guerrillas habían sido cercadas. Sólo existía una posibilidad de escapar
por uno de los costados y allí el ejército había estacionado soldados
disfrazados de campesinos que rápidamente darían la alarma en caso
de qüe las guerrillas pasaran por el lugar. Las declaraciones de los habi­
tantes de un caserío visitado por los guerrilleros a fines de septiembre y
de dos guerrilleros capturados, no dejaban lugar a dudas de que el je fe de
esta banda cercada era el Che.
»E1 Che ha sido capturado", nos dijo nuestro informante del café. »S<
halla gravemente herido. Es posible que no pase de esta noche. Los demás
guerrilleros están luchando encarnizadamente para recuperarlo, y el
comandante de la compañía ha solicitado por radio un helicóptero para
poder retirarlo de allí". El comandante de la compañía estaba tan
agitado que apenas si se le entendía. Los que lo escuchaban sólo lo gra­
ban captar »Lo tenemos, lo tenemos".
Nuestro informante nos sugirió que arrendásemos un helicóptero
para volar inmediatamente a la zona guerrillera. No sabía si el Che esta­
ba vivo o muerto, pero creía que había muy pocas probabilidades de que
sobreviviese por mucho tiempo. No teníamos dinero para arrendar un
helicóptero aun en el caso de haber habido uno disponible, y de todos mo­
dos en Bolivia es imposible volar de noche. Así es que en vez de eso arren d a­
mos un jeep y partimos a las cuatro de la madrugada del lunes 9 de octubre
hacia Vallegrande.
Llegamos allí luego de un viaje de cinco horas y media y nos fuimos
directamente al campo de aviación. L a mitad del pueblo al parecer se
había congregado allí a esperar, los escolares con sus blancos delan ta­
les y los fotógrafos aficionados ansiosos de obtener fotografías $le g u e rri­
lleros muertos. Sólo dos semanas antes habían sido llevados allí lo s ca­
dáveres del guerrillero boliviano »Coco« Peredo y del cubano »M iguel«.
Y en el cementerio cercano al campo de aviación yacen los restos de »Ta-
nia«, la hermosa guerrillera muerta junto a otros nueve guerrilleros, el
31 de agosto, luego que fueron conducidos traidoramente a una em bos­

1o
Introducción

cada en el Río Grande. Los habitantes de Vallegrande ya se habían acos­


tumbrado a las idas y venidas de los militares.
Los más excitados entre la multitud eran los niños. Señalaban, brin­
cando y saltando, hacia el horizonte. Pasados unos instantes apareció un
puntito en el cielo que luego tomó forma de un helicóptero que llevaba en
las barandillas de aterrizaje los cuerpos de dos soldados muertos. Los
desamarraron y los echaron sin gran ceremonia en un camión para aca­
rrearlos al pueblo. Pero mientras la multitud se dispersaba, nos queda­
mos para fotografiar los cajones de napalm proporcionados por el ejér­
cito brasileño, y diseminados por la periferia del campo de aterrizaje.
Y con un teleobjetivo fotografiamos a un hombre con uniforme verde-oli­
va, sin insignias militares, que se nos había identificado como agente
de la c ía .
Esta osadía de parte de los periodistas extranjeros -^-porque fuimos
los primeros en llegar a Vallegrande, adelantándonos a los demás en
veinticuatro horas— fue mal recibida y el agente de la cía junto con algu­
nos oficiales bolivianos trataron de hacernos expulsar del pueblo. Pe­
ro teníamos las credenciales suficientes para demostrar que éramos
periodistas auténticos, así es que después de una larga discusión nos
permitieron quedamos. El único y solitario helicóptero despegó lue­
go hacia la zona de combate, a unos treinta kilómetros al sudoeste, lle­
vando al Coronel Zenteno. Poco después de la una de la tarde, volvió con
el Coronel triunfante, que apenas si podía reprimir una amplia sonrisa
de satisfacción. El Che había muerto, anunció. Había visto el cadáver y
no cabía ninguna duda. El Coronel Zenteno es un hombre sincero, acos­
tumbrado a revelar sólo lo estrictamente necesario, por lo que no parecía
existir algún motivo para no creerle. Nos abalanzamos a la pequeña
oficina de telégrafos y pusimos nuestros despachos dirigidos al mun­
do exterior en manos de un empleado alarmado e incrédulo. Ninguno
de nosotros sentía mucha confianza de que llegarían a su destino.
Cuatro horas después, exactamente a las cinco, volvió nuevamente
e l helicóptero, trayendo esta vez un solo cuerpo pequeño amarrado a
la barandilla exterior.
Pero en lugar de aterrizar cerca de donde nos hallábamos, como lo ha­
b ía hecho en las otras ocasiones, se detuvo en el medio del campo de aterri­
z a je , lejos de la mirada de curiosos periodistas. Nos prohibieron pasar
m á s alia del cordón de soldados. Pero muy rápidamente, allá a lo le­
j o s , el cadáver fue cargado en un furgón Chevrolet que inició entonces
u n a loca carrera por el campo de aterrizaje para luego alejarse. Saltamos
dentro de muestro jeep que estaba por ahí cerca, y nuestro esforzado cho­
f e r comenzó a perseguirlo. Como a un kilómetro el Chevrolet viró brus­
cam ente y entró en los terrenos de un pequeño hospital, y aunque los sol­
d a d o s intentaron cerrar los portones antes de que pudiéramos pasar,
estábam os a tan poca distancia del furgón que no alcanzaron a hacerlo.
E l Chevrolet subió una escarpada pendiente, y luego se dirigió mar­
c h a atrás hacia un pequeño cobertizo con techo de bambú y con un costa­
d o entero abierto a la intemperie. Saltamos del jeep y llegamos a la puer­
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

ta trasera del furgón antes de que fuera abierta. Cuando al fin fue abierta
violentamente, saltó hacia afuera el agente de la cía vociferando bastante
inapropiadamente en inglés »AU right, let’s get the hell out of here«.
(Muy bien, a hacerse humo). Pobre hombre, no tenía por qué saber que
había dos periodistas británicos del otro lado de la puerta.
Dentro del furgón, en una camilla, yacía el cuerpo del Che Guevara.
Desde el primer momento no me cupo ninguna duda de que era él. Lo ha­
bía visto en una ocasión hacía casi exactamente cuatro años en La H a­
bana, y no era persona para olvidar con facilidad. Desde entonces mis
recuerdos personales de él se habían ido mezclando con las frecuentes
fotos aparecidas en la prensa, y debo reconocer que no recordaba la ne­
grura de su barba rala. Ademas se veía más pequeño, y más delgado de
lo que yo recordaba. Los meses en la selva le habían costado caros. Sin
embargo, no cabía duda de que era Guevara. Cuando sacaron el cuerpo
y lo instalaron en un mesón improvisado dentro del cobertizo, que en
tiempos menos revueltos sería de lavandería, tuve la certeza de que
Guevara estaba muerto.
La forma de la barba, los rasgos de la cara, y los largos y abundantes
cabellos eran inconfundibles. Vestía un uniforme de combate verde-
oliva y una chaqueta con cierre de cremallera, calcetines de un verde des­
teñido y mocasines que al parecer eran de fabricación casera. Como es­
taba totalmente vestido era difícil determinar dónde había sido herido.
Tenía dos orificios visibles en la base del cuello, y más tarde, mientras
limpiaban su cuerpo le vi otra herida en el estómago. No hay dudas de que
tenía heridas en las piernas y cerca del corazón, pero yo no las vi.
Los médicos escarbaban las heridas del cuello y mi primera impre­
sión fue de que buscaban el proyectil, pero en realidad sólo hacían los
preparativos para insertar el tubo que conduciría la formalina dentro
del cadáver para conservarlo. Uno de los doctores comenzó a lim piar
las manos ensangrentadas del guerrillero muerto. Fuera de esto, no ha­
bía nada en torno del cuerpo que causara repugnancia. Se veía sorpren­
dentemente vivo. Tenía los ojos abiertos y brillantes, y cuando sacaron
su brazo de la chaqueta, lo hicieron sin ninguna dificultad. No creo que
estuviese muerto desde hacía muchas horas y en ese entonces no pensé
que lo habían matado después de su captura. Todos supusimos que ha­
bía muerto a causa de sus heridas y por falta de atención médica, durante
las primeras horas de aquel lunes en la mañana.
Las personas que rodeaban el cuerpo eran más repulsivas que el m uer­
to: una monja que no podía reprimir su sonrisa y que a veces reía ab ier­
tamente; los oficiales que venían con sus costosos equipos fotográficos
a tomar vistas de la escena; y, naturalmente, el agente de la c ía . Este últi­
mo parecía estar a cargo de toda la operación y se ponía furioso cada
vez que alguien apuntaba su máquina fotográfica hacia él. »¿De dónde
viene?« le preguntamos en inglés, agregando a modo de broma, »¿De C uba?
¿De Puerto Rico?« Pero no estaba para bromas y respondió secamente
en inglés. »De ninguna parte*. M ás tarde se lo preguntamos nuevamen­
te, pero esta vez contestó en español. »¿Qué dice?« y fingió no compren­
Introducción

der. Era un hombre bajo y fornido de unos treinta y cinco años, ojos hun­
didos, pequeños y de escaso pelo. Era difícil precisar si era norteameri­
cano o un exiliado cubano, porque hablaba inglés y español con igual
fluidez y sin acento alguno. Posteriormente averigüé que se llamaba
Eddie González y que había sido dueño de un cabaret en La Habana
antes de la Revolución.
Mucho antes de la muerte del Che Guevara, la captura y posterior­
mente el proceso del Filósofo marxista francés, Regis Debray, en el pe­
queño pueblo petrolero de Camiri en Bolivia sudoriental, le habían
dado una enorme publicidad a los guerrilleros que operaban en esa zona
del país. Como resultado de esto probablemente conocemos más acercá
de ellos que de cualquier otra agrupación guerrillera del continente.
Pero en general, aunque con frecuencia se considera a América Latina
como un continente revolucionario, poco se conoce acerca de los revo­
lucionarios que, inspirados por el ejemplo cubano, han estado comba­
tiendo en las montañas de una media docena de países durante prácti­
camente una década.
En todo el mundo la gente se está yendo a la montaña. En ciertos luga­
res de Asia esto ha sido un fenómeno casi continuo desde que los
japoneses comenzaron a extenderse más allá de sus islas. En el sur de Afri­
ca la feroz lucha interna de la mayoría negra en contra de sus opresores
blancos recién está en sus comienzos, pero ya se ha establecido cuál será el
patrón futuro de las batallas. Hasta en Europa, al concretarse la amena­
za nazi, la gente más inverosímil huyó a los cerros. La resistencia armada
a la tiranía, sea ésta extranjera o nacional, forma parte de nuestra heren­
cia humana en todo el mundo.
América Latina no es una excepción. Es verdad que las guerrillas no
fueron verdaderamente esenciales para la derrota de la España impe­
rial durante el siglo diecinueve, y que hasta hace poco la violencia inter­
na se limitaba en gran medida a los conflictos clasistas tradicionales
— matanzas de huelguistas, campesinos y mineros— y a la extermina­
ción casi total de la población indígena. Contrariamente a lo que se cree
por lo general, la violencia política premeditada ha jugado un papel com­
parativamente poco importante en América Latina. Las guerras mundiales
iniciadas en Europa han costado más vidas humanas que los frecuentes
golpes de estado por los cuales América Latina es famosa.
No obstante «Nuestra América« como la llamó Fidel Castro en la
Primera Declaración de La Habana en 1960, «la América que
Bolívar, Hidalgo, Juárez, San Martín, O’Higgins, Tiradentes, Sucre
y Martí desearon ver libre«, ha tenido su parte de héroes revoluciona­
rios. Y no todos son del siglo diecinueve. Zapata en México y Sandino1 en N i­
caragua afirmaron y consolidaron una tradición de rebelión que nutre
a los revolucionarios dé hoy —tradición que se mantiene en lo que Fidel
describe como:

'£1 libro más reciente sobre Sandino es The Sandino Affair, de Neil Macauley, Quadrangie
Boolcs (Chicago), 1967.

■3
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

»la voz auténtica del pueblo: una voz que surge desde el fondo de las
minas del carbón y del estaño, de las fábricas y de los ingenios del
azúcar, de las tierras feudales donde los rotos, los cholos, los gau­
chos, los jibaros, los herederos de Zapata y de Sandino, empuñan
las armas de la libertad; una voz que se deja oír entre los poetas y los
novelistas, entre los estudiantes, entre las mujeres y los niños,
entre los ancianos y los desvalidos**.

La riqueza de esta tradición histórica, henchida por una retórica tan


espléndida, no tiene parangón en ningún otro lugar del mundo.
Se puede decir, después de un cálculo más bien generoso, que el mun­
do ha presenciado cinco revoluciones auténticas en los últimos dos siglos:
en Francia, Rusia, Vietnam, China y Cuba. De modo que se plantea la pre­
gunta, ¿qué hacen los revolucionarios — los hombres con una mentalidad
capaz de abarcar los cambios profundos y significativos— en el intertan­
to? Obviamente la respuesta es que emplean su tiempo en organizar revo­
luciones que fracasan. Aunque estas revoluciones fracasen, de ellas na­
ce una serie de mitos populares que sirven para nutrir una tradición revo­
lucionaria que eventualmente puede emerger triunfante. Por lo tanto,
aunque al historiador le atraen mucho más las revoluciones que triunfan,
no puede ignorar las que han fracasado.
Como resultado del éxito de la revolución cubana, América Latina, al igual
que una gran parte del Tercer Mundo, ha pasado por una fase profunda­
mente contrarrevolucionaria. Al estar Cuba aislada y bloqueada, Estados
Unidos se ha sentido con libertad para imponer su voluntad al resto del
continente. Dondequiera que gobiernos con tendencias independientes
han levantado cabeza, Estados Unidos se ha hecho presente con el tipo
más apropiado de cortapisa. A través de un sistema de ayuda que lo abarca
todo, que no sólo entrena al soldado latinoamericano sino que también
recomienda los textos de estudios que debe usar su hijo — manejando así
eficazmente el medio cultural en el que le toca vivir al grueso de la pobla­
ción que lee y escribe— Estados Unidos controla América Latina en una
forma más absoluta que cualquiera otra potencia metropolitana anterior
en sus relaciones con su respectivo imperio. Ante esta situación, es m o­
tivo de alegría el que en algunos países existan gentes que se rebelan.
La mayoría de ellas organizan revoluciones que fracasan. Pero sea el
éxito o el fracaso el veredicto final de la Historia, sus historias deben ser
conocidas.
Cuando por primera vez comencé a pensar en este libro, la única guía
en inglés sobre la materia era un artículo publicado en New Left R eview
de octubre-diciembre de 1965, titulada *Latin America: The L o n g
Marche, escrita por un francés entonces desconocido llamado Regis D e-
bray. Por sus conocimientos detallados y de primera mano de los diver­
sos movimientos revolucionarios de América Latina, Debray parecía
tener las condiciones necesarias para escribir el libro que yo tenía en
mente— un libro que recopilase el material tan lastimosamente inadecua­
Introducción

do que existía sobre el tema, a fin de informar a un público más amplio y


no comprometido acerca de la naturaleza de los movimientos guerrille­
ros de América Latina, sus programas, personalidades y las acciones que
habían emprendido.
Sin embargo, la próxima obra importante de Debray en este campo,
¿Revolución dentro de la Revolución?, publicada en enero de 1967 por
Casa de las Américas de La Habana, dejó en claro que éste consideraba
que su labor debía corresponder a la de un filósofo y pensador, que comu­
nica sus ideas a sus compañeros revolucionarios. Estos, naturalmente,
comprenderían exactamente lo que él quería expresar. Consideró
que era superfluo llenar su libro con material histórico innecesario. Sin
embargo, tal como lo señalé en una crítica al libro cuando éste recién
apareció en una edición en inglés más adelante ese mismo año, pienso
que »tal es nuestra ignorancia respecto de América Latina, que los ingle­
ses que están en situación de expresar dudas respecto de los hechos concre­
tos que sirven de fundamento a sus teorías (de Debray) pueden con­
tarse con los dedos de la mano«. Este libro tiene como propósito entonces
ayudar a corregir este estado de ignorancia.
Bajo ningún concepto es una historia completa o definitiva de los mo­
vimientos guerrilleros que han surgido en América Latina como resultado
de la revolución de Fidel Castro en Cuba. Como lo ha expresado un
comentarista, »la elaboración de estudios comparativos de todos los
movimientos guerrilleros de América Latina sería una empresa de enor­
me envergadura«. Esta tarea ciertamente está fuera de mi alcance, y pro­
bablemente en esta etapa esté fuera de las posibilidades de cualquier
investigador individual. Es difícil obtener la documentación, que muchas
veces vio la luz sólo en forma mimeográfíca. Las personas que tuvieron una
participación decisiva han muerto o viven en la clandestinidad, o están
fuera de nuestro alcance en las montañas.
No obstante, un gran equipo de investigación, financiado, inevita­
blemente, por una fundación norteamericana, tampoco tendría ma­
yor éxito. L a Izquierda de América Latina mira con el mayor de los recelos,
y con toda justicia, cada investigación académica en ciencias sociales.
Con demasiada frecuencia sus propósitos son políticos y no puramente
académicos. Por lo tanto cualquiera que recorra el continente con el
propósito demasiado obvio de investigar los movimientos guerrilleros
verá muy pronto que se le cierran todas las puertas más útiles. Hasta un
radical británico barbudo puede toparse con obstáculos insospechados.
Según me lo explicó en una oportunidad el ex Presidente de Bolivia, Dr.
Paz Estenssoro, «Siempre me han aconsejado que me cuide de los barbu­
dos. L a mitad son castristas y la otra mitad agentes de la cia «2.
Sin embargo, hay que comenzar por alguna parte. En el prefacio de su*

*Uno de los cargos que el sector pro-Moscú del Partido Comunista cubano, dirigido por
Aníbal Escalante, le formuló a Regis Debray fue que no sólo había sido expulsado del Par­
tido Comunista Francés sino que además era un agente del Servicio de Inteligencia
Francés.
Gott / L a s guerrillas en América Latina

estudio monumental sobre la caída del fascismo italiano, F. W. Deakin


escribe:

»E1 estudio de la historia contemporánea se presta con demasiada


facilidad para emitir juicios personales prematuros y también
para caer en la trampa de recopilar un material excesivo en forma
poco crítica. A pesar de la abundancia de fuentes escritas, mu­
chas veces muy poco útiles, se ha perdido mucho con la guerra, y
quizás mucho más con la muerte de los testigos principales o por­
que los sobrevivientes no han querido prestar declaraciones. A
pesar de estos riesgos, que constituyen el sino del historiador,
parece ser que el deber primordial y humilde del investigador
de la historia contemporánea es crear el registro elemental antes
de que éste se disperse**3.

Por lo tanto, este libro tiene como propósito servir al público inglés de
introducción a un tema que absorbe el interés de un gran porcentaje de
los que tienen una conciencia política en América Latina, y que provoca
toda clase de dolores de cabeza al Pentágono y al Departamento de Estado.
La información recogida aquí proviene de fuentes diversas, principal­
mente de periódicos de izquierda poco conocidos, de la prensa, y ocasio­
nalmente de personas y libros. Existen tres publicaciones en español
que merecen ser destacadas por su gran utilidad: Marcha, publicación
quincenal de Montevideo; Punto Final, publicación quincenal de San ­
tiago de Chile; y Sucesos, publicada en Ciudad de México4. Las tres, ade­
más de ser revistas excepcionalmente buenas, son, por lo general, pro­
cubanas e incluyen una cierta cantidad de material relacionado con los
movimientos guerrilleros. Desde su aparición en 1967, la revista cuba­
na Pensamiento Crítico ha demostrado ser indispensable.
* Fuera de esto, todo investigador extranjero de América Latina tiene
una deuda enorme con L e M onde y su infatigable corresponsal M arcel
Niedergang. Partisans, la revista publicada por la casa editorial de
Frañpois Maspero, también es sumamente útil. En inglés no hay prác­
ticamente nada, fuera de las traducciones de la obra de Regis. Debray pu­
blicadas en New Left Revtewt y los artículos regulares, aunque bas­
tante tendenciosos, provenientes del frente guerrillero, que aparecen
en Monthly Review, revista editada por Huberman y Sweezy. R am parts .
antes de su desaparición, había comenzado a interesarse en fo r­
ma más activa en el tema aunque algo ingenuamente.
Después de la victoria de Fidel, mucha gente pensó que América L a t i­
na entraría en un período de agitación revolucionaria. Desde los co­
mienzos de la presidencia de .John Kennedy, Estados Unidos comenzó
a demostrar un enorme interés por el estudio de las causas de la agitación

3F. W. Deakin, The Brutal Trtendship, Weidenfeld and Nicolson. 1962.


'Suceso* jlejó de aparecer en 1968. Su editor. Marto Mcnéndez Rodríguez, fundó una nue­
va revista, similar a la anterior, llamada ( P ar (¿u¿?
Introducción

social, y por el estudio de métodos para combatir la amenaza de la guerra


de guerrillas. Pero a pesar de la creencia generalizada de que la revolución
era inminente, el hecho es que desde 1959 sólo cinco países latinoameri­
canos han producido movimientos de alguna importancia: Venezuela,
Guatemala, Colombia, Perú y Bolivia.
Estos movimientos han logrado sobrevivir sólo en los tres primeros
países nombrados. En Perú, el brote guerrillero de 1965, a pesar de estar
bien planeado, fue aplastado en seis meses. Y de no ser por la presencia
del Che Guevara y de Regis Debray, la prensa mundial habría ignorado
el desastroso foco boliviano de 1967, que duró menos de un año, del
mismo modo como no hizo mención alguna de los infructuosos alzamien­
tos de Paraguay5, Ecuador6, y Argentina', que presentaron caracte­
rísticas similares.
No he querido incluir estos tres últimos movimientos en este estudio,
en parte debido a que la poca documentación disponible hace imposible
llegar a conclusiones valederas, y en parte debido a que todos ellos fueron
aniquilados por las Fuerzas Armadas mientras todavía no salían de la
etapa de la clandestinidad. También he omitido los movimientos princi­
palmente urbanos de la República Dominicana8 y las ligas campesinas
del Brasil9, tanto por un deseo de restringir la extensión de este estudio
(en todo caso, ambos son mucho más conocidos y han sido mucho más estu­
diados que los movimientos tratados aquí) como porque pensé que
ninguno de los dos satisfacía totalmente mi concepto de lo que es un
movimiento guerrillero. Un movimiento guerrillero, según mi definición
más bien estricta, es una organización política que pretende, a través de
la lucha armada en zonas rurales, cambiar la estructura política y social
de pn país. L a toma del poder supremo por la organización respectiva pue­
de venir antes, después o durante el logro de este objetivo.
En su libro sobre la guerra de guerrillas, el Che Guevara escribe que
»en las condiciones actuales, por lo menos en América Latina y en casi
todos los países con un desarrollo económico deficiente, las zonas rurales
5Algunos grupos guerrilleros actuaron brevemente en Paraguay en noviembre de 1959, y
nuevamente a comienzos de 1962. Un nuevo camino pavimentado que une Asunción con
Puerto Stroessner, en la frontera brasileña, ha abierto a los colonos japoneses una zona
que anteriormente había sido apropiada para las guerrillas.
6En marzo de 1962 un movimiento de estudiantes ecuatorianos logró sobrevivir dos días en
las montañas.
7En diciembre de 1959 hubo un movimiento guerrillero en Tucumán, organizado por
peronistas disidentes encabezados por el Comandante Uturunco. Poco se conoce al respec­
to. En 1963-4 el Ejército Guerrillero del Pueblo, dirigido por el Comandante Segundo,
operó en forma clandestina en la zona de Salta.Segundo (Jorge Masetti) era amigo de G ue­
vara. También se hallaba en su grupo un cubano conocido como Papi o Ricardo que era
miembro de la expedición boliviana del Che y que fue muerto en julio de 1967. El e g p fue
aplastado antes de entrar en acción. Se desconoce la suerte de Segundo aunque se presume
que murió.
Véase además M i amigo el Che, de Ricardo Rojo, Editorial Jorge Alvarez (Buenos Aires),
1958, pp. 175-193.
9Véase República Dominicana, Clases, Crisis y Comandos, de Franklin J . Franco, Casa de
lasAm éricas(La Habana), 1966.
* Véase ¿Qué son las Ligas Campesinas? de Francisco Juliao.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

ofrecen condiciones ideales para la lucha*10, pero esto no quiere decir


que todos los movimientos campesinos pueden clasificarse como alza­
mientos guerrilleros. Muchos de estos movimientos —quizás la m ayo­
ría— luchan por algo que se circunscribe estrictamente a su aldea, su va­
lle o su región11. No es muy seguro, a mi modo de ver, que los intentos de
Hugo Blanco por organizar a los campesinos del valle peruano de L a
Convención a comienzos de 1960 puedan clasificarse precisamente como
movimiento guerrillero12, aunque lo he incluido aquí como antecedente
de un brote guerrillero posterior.
Aunque he dedicado bastante espacio a la situación imperante en C o ­
lombia antes de 1964, en que el ejército dio comienzo a su ataque más im ­
portante contra la «república independiente* comunista de M arque-
talia, tengo la impresión de que la violencia colombiana debe clasificar­
se más bien como guerra civil que como guerra que envuelve movimientos
políticos del tipo que he intentado definir13. (No se puede dejar de
mencionar el período de la »violencia« en que las guerrillas campesinas
liberales y conservadoras se hicieron pedazos unas a otras — pero no
se alzaron contra los propietarios de las tierras— y que dejó un saldo de
aproximadamente doscientos o trescientos mil muertos).
He adoptado esta definición estricta en gran parte a fin de contrarres­
tar la impresión que han dejado los escritos de Regis Debray y otros (in­
cluyendo los del Che) en el sentido que, luego que surgieron grupos
revolucionarios armados por todo el continente a raíz de la victoria de
Fidel Castro en Cuba, se puede hablar de »la unidad esencial de la revolu­
ción latinoamericana*. Debray, por ejemplo, recoge todos los signos de
actividad revolucionaria en América Latina y, basándose en estos esca­
sos antecedentes, llega a todo tipo de conclusiones que aplica a todo el
continente. En primer lugar, al escribir en 1964, se refiere a »la penosa
experiencia de aquel »i905« inmenso y desparramado que sufre Amé­
rica Latina desde la victoria de la Revolución Cubana*14. Luego en 1965,
en un segundo ensayo, llega a la conclusión de que, así como los revolu­
cionarios venezolanos se habían dirigido a las zonas rurales después
de su fracaso en las ciudades, el resto de América Latina también debía
seguir por este camino históricamente prefijado15. (Insinúa que los
venezolanos siguieron el patrón establecido por M ao Tse-tung quien, en
1927, luego de las sangrientas batallas libradas en Cantón y Shangai,
10L a Guerra de Guerrillas, Che Guevara, m infar , (La Habana), 1960.
“ Véase On Peasant Unrest in Latín America, Gerrit Huiser, colección de notas para el
estudio de la oit -cida sobre el papel de las organizaciones campesinas en el proceso de la
reforma agraria en los países latinoamericanos. ciDA-Unión Panamericana (Washington),
junio 1967.
,#Véase Hugo Blanco y la Rebelión Campesina de Víctor Villanueva, Editorial Ju a n M ejía
Baca (Lima), 1967.
l3Véase La Violencia en Colombia, de Germán Guzmán, Bogotá, 1962, y L a Subversión en
Colombia, de Orlando Fals Borda, Ediciones Tercer Mundo (Bogotá), 1967.
u »Le Castrisme: la longue marche de rAm erique Latine*, de Regis Debray, Les Temps
Modemes, (París), N # 224, enero 1965.
15«América Latina: algunos problemas de estrategia revolucionaria* de Regis Debray,
Casa de las Américas (La Habana) N ° 3 1, julio-agosto de 1965.

(8
Introducción

condujo a sus seguidores en la »Larga Marcha* a través de los campos


que finalmente los llevó a la victoria).
Desgraciadamente, aun cuando siento el mayor respeto y admira­
ción hacia Regis Debray, como filósofo revolucionario comprometido,
no puedo sino llegar a la conclusión, basándome en mis propias inves­
tigaciones, de que sus escritos están plagados de evidentes errores de
hecho y que por lo tanto es posible que haya que modificar sus teorías en
forma sustancial. Lo cierto es que no podemos echar en un solo saco
las rebeliones campesinas, los amotinamientos de oñciales, las huelgas
de los mineros y las revueltas estudiantiles, para llegar a la conclusión
de que todos forman parte de un mismo fenómeno y que todos luchan por
un mismo objetivo, sobre todo cuanto vemos que la ideología que motiva
a los grupos guerrilleros ha sido en algunos casos comunista de la variedad
soviética o china, castrista, trotskista o lisa y llanamente nacionalista.
L a experiencia histórica de cada país latinoamericano ha sido tan dife­
rente —esto desde la actitud asumida por los Partidos Comunistas hasta
las características de la represión— que se puede hacer pocas genera­
lizaciones respecto del continente como conjunto lo suficientemente
valederas para servir de base a una teoría filosófica viable.
No obstante, a pesar de lo fragmentario de la experiencia guerrillera
latinoamericana desde 1959, se puede decir que ha pasado por tres pe­
ríodos diferentes.
1. 1959-1961. Período de esfuerzos utópicos, el que Debray describe
como »años de heroísmo efervescente*, en que los movimientos
guerrilleros son dirigidos principalmente por estudiantes, que
piensan que la victoria es cuestión de meses.
2 . 1962-1965. Período en que el Partido Comunista ayuda y en ciertos
casos controla algunos movimientos guerrilleros importantes.
3 . 1966- Período que se inicia con la Conferencia Triconti-
nental de La Habana en enero de 1966. Durante este período, el Par­
tido Comunista ha abandonado gradualmente sus intereses guerrilleros.
Cuando, el 8 de enero de 1959, Fidel Castro entró triunfante a La Ha­
bana a la cabeza de una banda andrajosa y barbuda de soldados aficiona­
dos, a muchos simpatizantes a través de toda América Latina les pareció
que la revolución latinoamericana había comenzado. Los propios revo­
lucionarios cubanos no tardaron en proclamarse los precursores de un
levantamiento continental más amplio. Como escribía Regis Debray en
1965, »la Revolución Cubana se ha presentado siempre, desde sus co­
mienzos, como el destacamento de vanguardia de la revolución latinoame­
ricana, y el pueblo cubano y sus líderes, luego de seis años de lucha, no
han abandonado nada de su internacionalismo proletario*.
También desde un comienzo se puso énfasis en el hecho que, dadas
las condiciones similares imperantes en todos los países de América
Latina, los métodos que utilizaron las guerrillas en Cuba podrían ser re­
petidos con éxito en otros lugares. El candidato de la alianza socialista-
comunista a la presidencia de Chile, Salvador Allende, escribía en 1960:

19
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

»E1 destino de Cuba es semejante al de todos los países de América


Latina. Todos ellos son subdesarroilados: productores de ma­
terias primas e importadores de productos industrializados. En
todos estos países la economía ha sido deformada por el impe­
rialismo, que ha obtenido en ellos grandes ganancias a la vez q u e '
ha establecido su influencia política. La Revolución Cubana es
una revolución nacional, pero también es una revolución de toda
América Latina. Ha señalado la ruta de la liberación de todos
16
nuestros pueblos« .

En Cuba el hombre que estaba más íntimamente ligado a esta idea


de que la revolución de la isla sólo era el primer paso de un movimiento
histórico que eventual e inevitablemente se extendería por todo el con­
tinente era el Che Guevara. Por el hecho de ser un argentino que se vio
envuelto en el conflicto del nacionalismo revolucionario cubano mien­
tras vivía en México, era inevitable que su pensamiento trascendiera
las fronteras de Cuba. Ya el 27 de enero de 1959, en una conferencia que
dio ante la asociación Nuestro Tiempo de La Habana, reseñó las im pli­
caciones de la Revolución Cubana para el resto de América Latina.

»E1 ejemplo de nuestra revolución para la América Latina y las


lecciones que se desprenden de ella han echado por tierra todas las
teorías de café: hemos demostrado que un p u ja ­
do de hombres decididos, con el apoyo del pueblo y sin temor a mo­
rir si fuera preciso, pueden hacer frente a un ejército disciplinado
y derrotarlo en forma total. Esta es la lección fundamental. Hay
otra, que deben recoger nuestros hermanos de América Latina
que económicamente están en la misma situación que nosotros
en cuanto a la agricultura, y ésta es que debe haber revoluciones
agrarias, hay que combatir en los campos, en las montañas y des­
de allí llevar la revolución a las ciudades y no comenzar en las ciu­
dades sin un contenido social general«.

Aun cuando no hay evidencia de que ya en esta temprana etapa Castro


o Guevara hayan formulado un plan claramente concebido para »expor-
tar« la revolución, el éxito de la lucha guerrillera en Cuba ciertamen­
te contribuyó a desencadenar otros conatos revolucionarios durante el
resto de 1959, especialmente en el Caribe.
Castro permitió que Cuba fuese utilizada como base por los exiliados
de diversos países y no trató de disfrazar sus simpatías. Tres semanas
después de asumir el poder, volaba a Caracas, donde hizo un llamado para
formar un «bloque democrático« dentro de la Organización de Estados
Americanos, y planteó que los gobiernos dictatoriales fuesen expulsa­
dos de ésta. Señaló en forma especial los gobiernos de Somoza, Trujillo
‘‘ Prólogo a La Revolución Cubana de J . Tabarés del Real, La Habana, citado en The
Cuban Revolution and Latín America, de Boris Goldenberg, Alien & Unwin, 1965, p. 311.

20
Introducción

y Stroessner, en Nicaragua, la República Dominicana y Paraguay,


como particularmente repudiables. M ás tarde declaró que los exiliados
de estos países podían contar con su apoyo y simpatía.
No obstante, el primer conato revolucionario que se produjo inme­
diatamente después de la Revolución Cubana no ocurrió en estos países
sino que en las costas de Panamá, centro de las actividades .militares de
los Estados Unidos en América Latina, lo cual no deja de tener cierto
simbolismo. Según los comentarios del periodista norteamericano
T ad Szulc, ostensiblemente contrario de Castro, »el régimen castrista armó,
equipó y organizó la expedición, la que fue comandada por un oficial
del ejército cubano. Había más cubanos que panameños entre los ioo
y tantos hombres que desembarcaron o trataron de desembarcar en Pa­
namá. Las autoridades locales aplastaron la »invasión« en cuestión de
horas«17.
Un historiador más objetivo señala que en realidad los invasores
se rindieron el i° de mayo ante una comisión investigadora de cinco per­
sonas nombrada por la o e a , e insistieron que lo hacían »sólo en res-
puesta a un llamado de Castro^ . El gobierno panameño nunca acu­
só al gobierno cubano de complicidad en la invasión, y el propio Castro la
condenó19.
Un mes después se realizó otro intento de establecer una cabeza de pla­
ya'revolucionaria en el Caribe, esta vez en Nicaragua. El i° de junio, dos
aviones procedentes de Costa Rica y cargados de rebeldes aterrizaron en
el país y al día siguiente el gobierno nicaragüense añrmó ante la o ea que
yates cargados de hombres armados iban en cambio a prestarles ayuda.
Por casualidad se produjo un choque con los rebeldes en territorio hondu-
reño. Los hondureños sostuvieron haberse apoderado de una carta
de Guevara, que entonces era comandante de la fortaleza L a Cabaña
en La Habana, en la que instaba a las autoridades cubanas a prestar
»toda clase de cooperación y ayuda« a las autoridades nicaragüenses20.
M ás adelante en junio, rebeldes anti-Trujillo iniciaron una opera­
ción en la República Dominicana. Castro sentía particular hostilidad
hacia Trujillo desde que éste dio asilo a Batista y a otros criminales
de guerra que huyeron de Cuba. Tad Szulc nos da la siguiente descripción:

,7»Exporting thc Cuban Revolution** de Tad Szulc, en Cuba and the United States, John
Plank (ed.), The Brookings Institution (Washington), 1967, p. 79.
li «Latín America** de Geofírey Warner, Survey o f International Affairs 1959-60,
Geoffrey Barraclough (ed.) Oxford University Press, 1964, p. 471.
19New York Times, 20 de abril de 1959. El propio Guevara diría mas tarde, en un discurso
ante las Naciones Unidas en diciembre de 1964:
»Un grupo de aventureros, encabezados por un barbudo de café, que jam ás estuvo en la Sie­
rra Maestra y que ahora se encuentra en M iam i, o en alguna base o en alguna otra parte, logró
despertar el entusiasmo de un grupo de muchachos para emprender esa aventura. Funcio­
narios del gobierno cubano colaboraron con el gobierno panameño para destruirlo. Es
verdad que partieron desde un puerto cubano, y que en ese entonces tuvimos una discusión
amistosa**.
*°Geoffrey Warner, p. 471.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

»Aquí Castro podía usar exiliados dominicanos legítimos que


habían sido entrenados en tácticas guerrilleras por oficiales del
Ejército Rebelde de Cuba. Su plan era dejar caer en la República
Dominicana una fuerza guerrillera que se establecería en las
montañas, como lo había hecho él en la Sierra M aestra, mientras
otro grupo desembarcaba en la costa norte. Un avión cargado de
rebeldes aterrizó en Constanza, mientras dos lanchas trataban
de desembarcar tropas cerca de Puerto Plata. Pero el plan fracasó
porque la población, después de treinta años de terror bajo la
dictadura de Trujillo, no acudió en ayuda de los invasores y por el
contrario, los campesinos ayudaron a las tropas de Trujillo a cap­
turar a los aspirantes a liberadores, y todo el episodio concluyó
en cuestión de días#21.

M uy pocos de los guerrilleros en potencia llegaron más allá de la ca­


beza de playa. Copiaron demasiado fielmente el modelo cubano. Fueron
diezmados como lo habían sido los pasajeros del Granma en diciembre
de 1956» pero con la diferencia de que no quedaron sobrevivientes para
proseguir la lucha en una nueva Sierra Maestra.
Finalmente, el 13 de agosto de 1959 se informó que treinta hombres
habían invadido Haití. El secretario del Presidente Duvalier informó
a los periodistas que el líder de la invasión era un argelino que había ser­
vido en el ejército revolucionario de Castro. Se afirmó que las fuerzas
estaban compuestas enteramente por cubanos, que un ex senador hai­
tiano, Louis Déjoie —enemigo acérrimo de Duvalier— había financia­
do la operación con el respaldo total del Che Guevara22. No tuvo mayor
éxito que los demás levantamientos ocurridos anteriormente en el C ari­
be durante ese año.
En enero, durante su visita a Caracas, Fidel había atacado especí­
ficamente los regímenes de Nicaragua, República Dominicana y Para­
guay. A fines de año, en noviembre, un grupo de ochenta guerrilleros cru­
zó desde Brasil hacia el norte de Paraguay. Fueron capturados antes de
la semana, aunque algunos de ellos lograron escapar a la Argentina. No
hubo evidencia de intervención cubana.
Básicamente estos primeros movimientos creyeron que bastaba con
copiar el modelo cubano. En sólo dos años Castro y sus partidarios so­
brepasaron en maniobrabilidad y finalmente derrotaron al ejército
profesional de Fulgencio Batista, ejército ''que había sido entrenado y
asesorado por una misión militar de los Estados Unidos. Las guerrillas
poscubanas creían que con su mera existencia harían caer a sus respec­
tivos gobiernos de una manera semejante, igual que los israelitas ha­
bían derribado las murallas de Jericé con sólo unos cuantos toques de
trompeta.

2,Tad Szulc, p. 79.


“ Geoffrey Warner, pp. 478-9.
Introducción

A pesar de estos reveses iniciales, el grueso de los movimientos gue­


rrilleros siguió creyendo que la Revolución Cubana había encendido
la mecha de la »segunda independencia» de América Latina, señalando
el camino de esta independencia.
P ara los guerrilleros esto constituye un artículo de fe, aunque tam­
bién tiene su base en una serie bastante imponente de argumentos, la
m ayoría de los cuales fueron planteados por el propio Che Guevara en
un artículo titulado: »Cuba: caso excepcional o vanguardia en la lucha
contra el colonialismo», que apareció en abril de 1961 en Verde Olivo, pu­
blicación del Ejército Revolucionario Cubano23. En este artículo
G uevara criticaba a aquellos que sostienen que la forma y las vías de la
Revolución Cubana son un caso único y que será distinta la transición
histórica de los pueblos de los demás países de América.
Aunque reconoce que «existieron factores excepcionales que le die­
ron características propias de la Revolución Cubana», Guevara sub­
raya los factores «comunes a todos los pueblos de América». Entre
las excepciones señala las siguientes: 1. La personalidad de Fidel
Castro, hombre que debe situarse junto «a las grandes figuras de la histo­
ria de América Latina»; 2 . el hecho de que el imperialismo norteameri­
cano se hallaba «desorientado y no supo medir la profundidad de la Re­
volución Cubana»; 3. el que la burguesía nacional «hasta cierto punto
se mostró partidaria de la guerra revolucionaria» (Guevara agrega,
sin embargo, que este grupo «al mismo tiempo propiciaba y promovía
movimientos tendientes a una búsqueda de soluciones negociables que
permitieran la restitución de Batista por parte de elementos dispuestos
a poner atajo a la revolución»); 4. el hecho de que «en la mayor parte de
Cuba los campesinos se habían transformado en proletarios a causa
de que los cultivos se hacían en forma semimecanizada y capitalistas
en grandes propiedades, por lo que habían entrado a una etapa de or­
ganización que les otorgó una mayor conciencia de clase» (pero luego
de reconocer esto, señala que la Sierra Maestra en realidad «estaba
poblada por una clase de campesinos que tenían raíces culturales y
sociales distintas de las de los campesinos que habitan las regiones cu­
banas de propiedades agrícolas extensas y semimecanizadas»).
Luego Guevara declara categóricamente que según su opinión
«no existen otros factores de excepcionalidad». Después pasa revista a lo
que llama «las raíces permanentes de todos los fenómenos sociales en
América«: el sistema latifundista, el subdesarrollo y «el hambre del
pueblo».
La opinión de Guevara en el sentido de que el ejemplo cubano podía
ser imitado en otros lugares del continente es compartida por la mayoría
de los observadores que escriben desde los Estados Unidos. Naturalmen­
te los autores norteamericanos por lo general se preocupan más del p o r ­

t é a s e Obra Revolucionaria, de Ernesto Che Guevara (Prólogo y selección de Roberto


Fernández Retamar), Ediciones e r a , sa (México) 1967, pp. 515-26. Esta es la colección más
completa aparecida en cualquier parte de las obras de Guevara.

2 3
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

qué Castro se hizo comunista que del porqué las guerrillas fueron capaces
de derrotar al ejército de Batista.
Así, cuando Ernst Halperin escribe: «Sí, la experiencia cubana
puede repetirse en otras partes de América Latina«, se refiere a la e x p e ­
riencia »comunista« más bien que a la «revolucionaria»24. G u evara,
por otra parte, estaba más interesado en la revolución de enero de 1959
que en la llamada »segunda« revolución ocurrida alrededor de 1960, cu an ­
do Cuba entró en íntima alianza con la Unión Soviética25.
No obstante, resulta importante señalar que no todos comparten
la opinión de Guevara respecto de la »no excepcionalidad« de Cuba, espe­
cialmente los académicos que no están tan comprometidos con la G u erra
Fría como lo están los académicos de Estados Unidos. Dos escritores
ingleses, Robín Blackburn y el profesor Hugh Thomas, que de modo a lg u ­
no son contrarios a la Revolución Cubana, al estudiarla en su contexto
histórico específico, han aislado otras características que le son
propias. Robín Blackburn, por ejemplo, señala con toda justicia que
«Cuba llama de inmediato la atención entre los demás países de A m éri­
ca Latina por su tardía independencia»26. También señala que por
su violencia «las guerras de independencia de Cuba fueron cualitativa­
mente muy distintas de las rebeliones latinoamericanas de comienzos
del siglo xix«2'
También hace algunas observaciones muy interesantes respecto de
la aristocracia cubana y de la industria azucarera, cosecha básica de
Cuba. Revela que las compañías extranjeras en Cuba sobrevivieron
la crisis de 1929 con mucho mayor éxito que las cubanas. Por consiguien­
te, a comienzos de los años treinta, el valor per capita de la participa­
ción de los Estados Unidos en la economía cubana era «siete veces supe­
rior que en el continente tomado en conjunto. Había alcanzado tales
dimensiones que ya no respaldaba y afianzaba a la clase terrateniente
local, como lo hacía en el resto de América Latina, sino que en gran me­
dida había pasado a reemplazarla». Y tampoco la aristocracia terrate­
niente constituía una excepción. Los capitalistas cubanos estaban tan
ligados a los intereses foráneos que Blackburn también llega a la con-

2<Véase Cuba: Castroism and Commumsm 1959-1966, de Andrés Suárez, The m . i .t . Press,
1967, prólogo de Ernst Halperin, p. xi. En forma bastante curiosa, Halperin sostiene que
Cuba se asoció al bando soviético, no por temor a la invasión de los Estados Unidos, en
cuyo caso necesitarla la protección de la otra gran potencia (punto de vista demasiado
simplista aunque no irracional), sino que específicamente porque el respaldo soviético
«Abría la perspectiva de extender la revolución al continente latinoamericano... bajo la
protección del poderío nuclear soviético». Esto parece ser en la actualidad el pensamiento
ortodoxo oficial y académico de los Estados Unidos, y se basa en un desconocimiento total
de los movimientos revolucionarios de América Latina.
2SVéase, por ejemplo, The Second Revolution in Cuba, de J . P. M orray, Monthly Review
Press (Nueva York), 1962.
26 «Prologue to the Cuban Revolution» de Robin Blackburn, X ew Left Revxeu' (Londres),
N ° 21, octubre de 1963. Cuba obtuvo su independencia de España en 1898.
27El ejército español enviado para enfrentar la situación cubana era proporcionalmente
comparable a los tres millones de soldados de los e e .u c . enviados a Vietnam en 1968:
218.000 españoles contra una población cubana de 1.570.000 habitantes.

24
Introducción

clusión de que »no podía describirse propiamente a la clase capitalista


cubana como una burguesía "nacional’ «. Hugh Thomas, que en for­
ma independiente llegó a muchas de las mismas conclusiones plan­
teadas por Blackburn, señala que para la ¿poca de la revolución cuba­
na, las instituciones tradicionales tales como el Ejército, la burocracia
y la Iglesia «habían desaparecido o no habían desarrollado jamás raí­
ces cubanas". Su conclusión es que «la mayoría de las fuerzas que tradi­
cionalmente constituyen un freno para la revolución, en Cuba se habían
derrumbado antes de alzarse Castro contra Batista"28.
En estas circunstancias, bien puede ser que la naturaleza de la gue­
rra contra Batista, tal como lo señala Blackburn, esté retratada en
una observación de Engels, en una carta dirigida a Vera Zazulich en
1885. En ella habla de »los casos excepcionales en que un pequeño
grupo de personas puede hacer una revolución, es decir, con un peque­
ño empujón hacer que todo un sistema... se derrumbe y así, por
medio de una acción de por sí insignificante, liberar fuerzas explosivas
que después llegan a ser incontrolables". Este es uno de los mayores
atractivos de la Revolución Cubana. Arthur Schlesinger Jr. describe
el contento de los estudiantes de Harvard cuando Castro llegó a darles
una conferencia en la primavera de 1959: »Creo que vieron en él al «hipster"
que en la Era del Hombre de la Organización desafió alegremente al
sistema, llamando a un grupito de amigos a derrocar un gobierno de vie­
jos malvados"29.
Por mi parte no creo que las tesis planteadas por Robin Blackburn
y Hugh Thomas prueben en forma totalmente concluyente la excep-
cionalidad de Cuba. Una investigación detallada quizás revelaría tam­
bién debilidades estructurales comparables aunque no idénticas en
otros países de América Latina. El propio Hugh Thomas está de acuerdo
en que, aun cuando «los orígenes de la Revolución Cubana deben buscar­
se en el estado en que se hallaba la industria azucarera cubana", »pueden
existir condiciones semejantes en otros países de América Latina, rela­
cionadas con otras cosechas"30. Pero probablemente sea justo concluir
que, como lo ha demostrado la experiencia guerrillera en otros lugares
— los mismos guerrilleros lo reconocen— que se requiere algo más
que el «pequeño empujón" que menciona Engels para que se repita el
**»YVhy dcmocracy failed ¡n Cuba* de Hugh Thomas, The Óbserver, (Londres), 9 de fe­
brero de 1964; véase también »The origins of the Cuban Revolution*. The World Today (Lon­
dres), octubre 1963.
19A Thousand Days, de Arthur Schlesinger J r ., André Deutseh (Londres), 1965, p. 199.
30Un escritor norteamericano, por ejemplo, ha señalado que «todas las insurrecciones gue­
rrilleras casuistas en América Latina, incluyendo el propio levantamiento de la Sierra
M aestra en Cuba, han ocurrido en las zonas de cultivo de café o muy cerca de ellas, con pobla­
ciones serranas dispersas que viven en minifundios (pequeñas propiedades de subsistencia)
donde los conflictos endémicos entre los propietarios y los campesinos se han visto agra­
vados por la baja en los precios mundiales del café«. (A excepción, naturalmente, de Boli-
via). El autor señala luego que un precio mundial alto y estable del café seria más eficaz
para combatir las guerrillas que los métodos más corrientes de la «contrarrevolución*. Nor­
man Gall en «The Legacy of Che Guevara«, Commentary (Nueva York), diciembre de
•967-
25
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

éxito cubano en otros lugares. En este libro he tratado de describir estos


^empujones».
Aunque de 1962 en adelante los p .c . locales respaldaron una serie
de movimientos guerrilleros, principalmente en Venezuela, Guate*
mala y Colombia31, no está de más hacer notar desde un comienzo que las
guerrillas en América Latina han contado con muy poca ayuda de parte
de los Partidos Comunistas ortodoxos. En realidad ningún Partido
Comunista latinoamericano ha considerado nunca al movimiento
guerrillero como parte esencial o única de la lucha por el poder. E l P arti­
do jam ás ha señalado que deba crearse un movimiento guerrillero. Inva­
riablemente, ha tratado de utilizar o controlar los ya existentes. Además,
ningún Partido Comunista latinoamericano, a excepción del de Vene­
zuela, ha reconocido jamás la existencia de »una situación revolucio-
naria« en su país. Dado que emplean la definición extremadamente
estricta de Lenin — que por cierto no habría podido aplicarse al caso
cubano— hay pocas perspectivas de que lo hagan32.
Lo mismo puede decirse de Pekín. A pesar de su entusiasmo teórico
por la lucha armada, las organizaciones pekinistas del continente por
lo general han adoptado la misma actitud pasiva. Pero mientras los gru ­
pos pekinistas han rechazado la vía electoral, los partidos prorrusos
nunca han dejado pasar la oportunidad —excepto cuando se les ha pros­
crito y no han podido participar en las elecciones— de apoyar a un can­
didato de centro-izquierda, por más desastrosas que sean las conse­
cuencias. En 1958-9, los comunistas venezolanos apoyaron el gobierno
de coalición de Rómulo Betancourt, pero aun así, ya a mediados del
período de Betancourt estaban todos presos. En Perú, aunque en 1963
Fernando Belaúnde fue elegido presidente con el respaldo comunista,
en numerosas ocasiones se volvió violentamente en contra de ellos
después de ser elegido, a fin de probarle al ejército que no era un títere
de los comunistas. En Guatemala, la elección en 1966 del Presidente
civil M ario Méndez Montenegro —con el apoyo de los comunistas—
trajo consigo un aumento sin precedentes de la violencia derechista.
En Colombia, el Movimiento Revolucionario Liberal (m r l ), encabe­
zado por Alfonso López Michelsen y apoyado por los comunistas, estu­
vo siempre profundamente comprometido con el proceso electoral.
No apoyaba las guerrillas ni tampoco siquiera la campaña de absten­
ción electoral del Padre Camilo Torres.
Este no es el lugar para hacer una crítica profunda de la forma en
que, como lo ha expresado el escritor norteamericano Ernst Haiperin,

5'Colombia, por supuesto, es una excepción. A lo largo de todo el período de la "violencia»,


el Partido Comunista de Colombia, igual que los Partidos Liberal y Conservador
— poseía sus propias guerrillas. Esto, no obstante, sería un ejemplo más bien de su confor­
mismo respecto de las usanzas de la época que una señal de entusiasmo revolucionario.
MUna "situación revolucionaria», de acuerdo con Lenin, presupone ciertas condi­
ciones objetivas; una crisis política que impida que las antiguas clases dirigentes sigan gober­
nando al viejo estilo; un considerable deterioro en las condiciones de las masas; y el desarrollo
de un auténtico movimiento de masas.
Introducción

los partidos comunistas han logrado hacerse un modesto sitial en el


panorama político latinoamericano. Pero es difícil no compartir
las conclusiones de Halperin en el sentido que estos partidos se compo­
nen de «pequeños grupos urbanos de intelectuales con un cierto respal­
do estudiantil y una cantidad mínima de adherentes de la clase trabaja­
dora, encabezados por políticos profesionales que alquilan sus servi­
cios, no a cambio de dinero, sino que a cambio de pequeños favores
políticos tales como la autorización para realizar mítines cerrados, pu­
blicar un periódico o revista y ocupar algunos cargos gremiales. Estos hom­
bres no son venales. Su corrupción es de tipo más insidioso. Se los puede
comprar, no con dinero, sino que simplemente proporcionándoles las condi­
ciones mínimas necesarias para que ellos y sus partidarios mantengan
la ilusión de que constituyen la «vanguardia^ destinada a conducir
al proletariado a la victoria en su lucha por la liberación de la humani­
d ad ^ 3.
No obstante ha habido ocasiones —especialmente en los tres o cua­
tro años que siguieron a 1962— en que los Partidos Comunistas orto­
doxos han apoyado la lucha armada como táctica política útil. Aunque
está en boga pensar que los Partidos Comunistas latinoamericanos
siguen las directivas de Moscú, la experiencia de cada país ha sido tan
distinta que resulta difícil adoptar conclusiones rígidas respecto de una
»línea« comunista en América Latina. Hablando estrictamente, el
Partido Comunista venezolano, por ejemplo, no se decidió a dar priori­
dad a la lucha electoral hasta abril de 1965. El Partido Comunista colom­
biano todavía era partidario de la lucha armada en enero de 1966, y los
comunistas guatemaltecos no se apartaron de las guerrillas hasta enero
de 1968. Durante todo el período que estamos analizando en este libro,
empero, los Partidos Comunistas ortodoxos han demostrado en el he­
cho una notoria renuencia a considerar la lucha armada como componen­
te esencial del proceso revolucionario, renuencia que es anterior a la
Revolución Cubana.
El problema básico de los comunistas al comienzo de la década del se­
senta fue que corrían el riesgo de ser sobrepasados por tres elementos
diferentes: 1) los extremistas pekinistas dentro de sus propias filas;
2) las organizaciones disidentes que se marginaron de los partidos
reformistas fracasados tales como Acción Democrática en Venezuela
y a p r a en el Perú; 3) los militares. De hecho los movimientos guerrille­
ros de América Latina por lo general han surgido de levantamientos mi­
litares o de estas organizaciones disidentes, que sustentan programas
políticos más izquierdistas que los comunistas. En ningún momento han
sido el resultado de una decisión consciente del Partido Comunista or­
todoxo, aunque a menudo ha adherido a ellos o han sido encabezados
por comunistas en forma individual34.

;wErnst Halperin »Peking and the Latin American Communists«, The China Quarterly
(Londres), N ° 29, enero-marzo 1967.
34Con excepción de Colombia, que ya hemos mencionado.

27
I

Gott / Las guerrillas en América Latina 1


i
Las guerrillas venezolanas que se iniciaron a comienzos de 1962 1
fueron en gran parte organizadas por el Movimiento de Izquierda Revolu­
cionaria (m ir ) que se había marginado del Partido de Acción Demo­
crática en 1960. Las guerrillas peruanas, que comenzaron a mediados
de 1965, fueron totalmente organizadas por el m ir , que se separó del
a p r a en 1959. (£1 m ir peruano era abiertamente hostil al Partido Comu­
nista). En Colombia, el Ejército de Liberación Nacional que inició
sus actividades en 1965, tenía una deuda mayor con los elementos disi­
dentes de la antigua ala gaitanista del Partido Liberal que con el Parti­
do Comunista.
Aunque las guerrillas venezolanas habían comenzado a actuar en
los primeros meses de 1965, los militares que se alzaron en Carúpano y
Puerto Cabello en mayo y junio, llevaron un importante contingente de
oficiales del Ejército a las filas guerrilleras antes de que fueran formal­
mente constituidas las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional
(fa l n ) en febrero de 1963. Otro movimiento guerrillero que tuvo un ori­
gen militar fue el de Guatemala. En el alzamiento del 13 de noviembre de
1960 —en protesta contra la existencia de una base de entrenamiento |
de la c ía que preparaba a exiliados cubanos para la invasión de Bahía
Cochinos— participaron dos oficiales, Marco Antonio Yon Sosa y Luis
Turcios Lima, quienes en 1962 habrían de iniciar el Movimiento Revo­
lucionario 13 de noviembre (mr 13).
Preocupados porque estos diversos movimientos no se escaparan de I
sus manos, los comunistas inevitablemente se interesaron en ellos. En
particular hicieron grandes esfuerzos tanto en Venezuela como en G u a ­
temala para no contrariar al Ejército. No deseaban en absoluto repetir
la experiencia cubana en que el Movimiento 26 de julio de Fidel Castro
alcanzó el poder independientemente de los comunistas — con repercusio­
nes desastrosas dentro del Partido Comunista cubano. Sólo a mediados
de 1958 el representante del Partido, Carlos Rafael Rodríguez, se
unió a Castro en la Sierra Maestra y después de la Revolución los co­
munistas de la »vieja guardias han tenido que librar una batalla en las
que llevan todas las de perder para mantener su influencia.
Por ejemplo en Venezuela en 1962 —año en que el Partido Comunis­
ta se decidió oficialmente por la lucha armada— parecía existir una
posibilidad real de triunfo para los grupos revolucionarios. Un comunis­
ta venezolano, en un artículo aparecido en World Marxist Review de
septiembre de 1967, expresaba sin ambages que »durante 1962, en el país
llegó a su madurez una situación revolucionarias. Cambiaba algo el
tono de esta declaración cuando agregaba que en realidad esta situación
no se transformó en una revolución victoriosa »a pesar de las acciones
armadas de Carúpano y Puerto Cabello (que fracasaron a causa de que
el Partido todavía no dominaba el arte de la insurrección)*91*. En 1966,
el Comité Central reconoció su error. Había «evaluado como guerra

**»The new in the political Une of the communist party oí Venezuela» de Ju a n Rodríguez.
World M arxist Review , septiembre de 1967.

28
Introducción

revolucionaria de liberación nacional^ un movimiento que aún no ad­


quiría este carácter y cuya principal Finalidad era derrocar al gobier­
no» .
A comienzos de 1962, la coalición de todos los partidos que apoyaban
a Betancourt había fracasado por completo. El rompimiento del grupo
mirista en 1960 le había significado al Partido de Acción Democrática
la pérdida de catorce diputados. En 1962, se marginaron otros 26 dipu­
tados encabezados por Ramos Jiménez, por lo que Betancourt perdió
la mayoría parlamentaria. Los tres ministros del gabinete que pertene­
cían a la Unión Republicana Democrática (u r d ) ya habían abando­
nado el gobierno de Betancourt en 1960 como protesta contra la partici­
pación de Venezuela en la censura de Cuba por parte de la o ea en San José.
En 1962, uno de los lideres más connotados de la u r d , Fabrício Ojeda, que
encabezó la lucha contra Pérez Jiménez desde la propia Caracas, renun­
ció aj parlamento y se incorporó a las guerrillas. Por añadidura, Betan­
court, vehemente anticomunista, les hizo el juego a los elementos activis­
tas del Partido Comunista al poner fuera de la ley tanto al propio p.c. como
al m ir . En estas circunstancias, no es de extrañar que sin libertad para
operar dentro de la ley, el Cuarto Pleno del Partido Comunista venezola­
no realizado en diciembre de 1962, se declarara oficialmente partidario
de la lucha armada. Dicho sea de paso, resulta curioso verificar que mien­
tra hoy en día los historiadores reconocen plenamente que el a p r a fue
un gran traidor a la causa antimperialista, en general, no se ha juzgado
el papel de Acción Democrática en forma tan severa. Y no obstante la trai­
ción de Betancourt al movimiento popular que derrocó a Pérez Jim é ­
nez, y que le significó la pérdida del apoyo de la mitad de su partido en un
plazo de dos años, se puede, cuando menos, comparar con la traición de Haya
de la Torre.
Cabe suponer también que el Partido Comunista venezolano decidió
apoyar a las guerrillas a causa de que en sus filas, igual que en la mayoría
de los Partidos Comunistas latihoamericanos de la época, había un nú­
mero considerable de activistas partidarios de la lucha armada, los que
eventualmente habrían de marginarse del Partido para incorporarse a
distintas organizaciones pekinistas. L a decisión de China de dividir los
partidos comunistas mundiales se realizó a fines de 1963 — y fue anuncia­
da en un discurso de Chu Yang titulado »Todo tiende a dividirse en dos»,
publicado en el People's Daily (Diario del Pueblo) el *27 de diciembre
de 1963.
¿Cuál era la magnitud real de estos grupos pekinistas De acuerdo con
las pocas cifras disponibles, el congreso de enero de 1964 que dio origen
a l Partido Comunista pekinista peruano — el primero que se formó en
América Latina— fue convocado por la mayoría de los miembros del
Comité Central del antiguo Partido prosoviético y por representantes
de trece de los diecisiete comités regionales36. También asistieron al con-

MEn realidad, se había fundado un partido pekinista antes de esta fecha. Un grupo de
estalinistas brasileños que jam ás había aceptado los cambios de política implícitos en las

29
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

greso observadores de la Liga de Juventudes Comunistas. En Bolivia,


el Partido se dividió en 1965. Fuentes prosoviéticas han reconocido que
9 de los 44 miembros del Comité Central se marginaron del partido y que
los separatistas contaban con una fuerza importante en tres departamen­
tos del país. El nuevo grupo logró establecer una organización p arale­
la en seis de los catorce departamentos en que el Partido prosoviético
poseía comités regionales. En Paraguay, el Partido Comunista, que
había sobrevivido en el exilio en Argentina con su directiva y la mayoría
de sus miembros, también se dividió en 1965. Parece que la mayoría de la
directiva del partido, incluyendo el Secretario General, se pasó al parti­
do pekinista. No hay cifras que permitan evaluar la magnitud de las esci­
siones en otros países, pero cabe suponer que fueron comparables.
Y a en enero de 1968 los chinos anunciaban que se habían fundado
»partidos y organizaciones marxista-leninistas» de orientación
maoísta en »más de diez países» latinoamericanos. Pero en la práctica
se mostraron notoriamente cautos en reconocer oficialmente a estos
grupos. Pekín reconoció oficialmente como partidos sólo a las organi­
zaciones creadas en Brasil, Perú y Colombia. L a ruptura con la Unión
Soviética no trajo consigo por lo tanto un aumento de las actividades revo­
lucionarias por parte de las organizaciones pekinistas. Con el rom pi­
miento con los rusos, sus propósitos revolucionarios se vieron cumplidos
en gran medida.
En realidad los principales resultados de la división, que significó
el retiro de los miembros más militantes de los partidos prosoviéticos,
fue un viraje hacia la derecha por parte de los partidos comunistas orto­
doxos. Se pronunciaron en favor de la legalidad y del abandono de la lucha
armada. Una vez marginados los pekinistas ya no constituyeron una am e­
naza interna para el Partido Comunista: su labor desquiciadora ya estaba
hecha, y se transformaron en lo que son en la actualidad, una organiza­
ción esencialmente sin poder y desconectados de la realidad nacional,
y una mayor amenaza para las guerrillas y para los movimientos pro-
cubanos del continente que para los propios partidos comunistas orto­
doxos. Las organizaciones pekinistas, es del caso agregar, han sido to­
talmente contrarias a la línea cubana desde Tines de 1964. No sólo se han
opuesto a los movimientos guerrilleros en Colombia, Perú y Bolivia, sino
que en el Pleno del Partido Comunista pekinista realizado en Albania
en 1967, un delegado colombiano habría de hecho propuesto la crea­
ción de un frente anticastrista en América Latina3'. Cabe señalar en es-
dedaraciones del xx Congreso del pees en 1956 — y que finalmente fueron expulsados del
partido brasileño en 1961— , formaron su propio partido rival en febrero de (962, con cierta
ayuda financiera de Peking. Véase »Peking and the Latín American Communists*, de Ernst
Halperin, China Quarterly, enero-marzo de 1967.
ÍTVéase al respecto la »Carta Abierta a Fidel Castro* de Oscar Zamora, líder del ala pekinis- 1
ta del Partido Comunista boliviano, publicada en Los Tiempos de Cochabamba en ju lio de
1968. Esta carta ataca a Fidel, y por lo tanto a Guevara, por haber colocado su confianza en
el Partido Comunista prosoviético de Bolivia para que los ayudara a iniciar la campaña
guerrillera. En enero de 1968 se iniciaba en Colombia un nuevo movimiento guerrillero lla­
mado Ejército Nacional del Pueblo. Este ha expresado sentimientos prochinos, pero hasta
aquí no hay señales de que los chinos hayan manifestado el menor interés por él.


Introducción

te sentido que hasta el día de hoy el Partido Comunista de la República Po­


pular de China no se ha dado por enterado ni ha lamentado la muerte
del Comandante Guevara.
Con la marginación y posterior neutralización de los pekinistas,
la única oposición importante al comunismo ortodoxo como fuente de
sabiduría revolucionaria provino de los propios guerrilleros, algunos
de los cuales eran miristas o ex oficiales del ejército, mientras otros de
hecho eran miembros del Comité Central del Partido Comunista, como en
el caso de Venezuela, Colombia, Guatemala y Bolivia. Inevitablemente,
se planteó la controversia de si la jefatura de la organización guerrille­
ra debía estar en la ciudad o en la montaña, controversia discutida exten­
samente en las obras de Regis Debray. Si los partidos comunistas hubieran
estado dispuestos a apoyar más vigorosamente la lucha armada, este
problema no se habría planteado nunca en forma tan aguda.
No obstante, el hecho es que el Partido Comunista de Venezuela, en su
séptimo pleno realizado en abril de 1963, decidió dar prioridad a la lucha
dentro de los marcos legales. Los demás partidos del continente siguie­
ron este ejemplo en el transcurso de los tres años siguientes. En diciem­
bre de 1965 a consecuencia de la actitud del Partido venezolano, dos de los
más connotados líderes guerrilleros, Douglas Bravo del Partido Co­
munista y Fabricio Ojeda —ex miembro de la Unión Republicana Demo­
crática— establecieron una junta directiva política rural para las gue­
rrillas, con ellos a la cabeza. En efecto, habían roto con el Partido Comu­
nista, y Bravo fue formalmente suspendido del Comité Central en mayo
de 1966.
No está claro por qué el Partido Comunista venezolano eligió preci­
samente abril de 1965 para manifestarse en contra de la lucha armada. Las
posibles razones para este cambio de política incluyen, en primer lu­
gar, una escisión en el mir venelozano, hasta ese momento firme partida­
rio de las guerrillas, tanto rurales como urbanas. Su miembro más destaca­
do, Domingo Alberto Rangel, que había estado en la cárcel desde 1963,
salió en libertad al año siguiente y se declaró partidario de abandonar
la lucha armada. Esto significaba que los comunistas ya no tenían que en­
frentar una oposición seria por parte de un grupo de izquierda no comu­
nista.
En segundo lugar, en diciembre de 1964, el nuevo Presidente de Vene­
zuela, Raúl Leoni, inició una nueva política de »rehabilitación« de los
comunistas, y les permitió reanudar sus actividades normales a condición
de que pusieran fin al empleo de los métodos violentos. Los comunistas, a
quienes se les había impedido participar en las elecciones de diciembre
de 1963, estaban ansiosos de que se les permitiera volver a la legalidad.
Hay que agregar que durante los breves años en que los comunistas apo­
yaron la lucha armada, sus dirigentes más importantes estuvieron en pri­
sión.
El Partido colombiano es una excepción en el sentido que fue partida­
rio de la lucha armada hasta bien entrado 1967. Esto se debe a las particula­
res circunstancias que se asocian con la «República Independiente^ de

31
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Marquetalia. El Partido Comunista tenía el compromiso de defen­


der Marquetalia. De los líderes campesinos surgidos con la lÁolencia, sólo
el comandante de Marquetalia, Manuel Marulanda, conocido como T iro
Fijo, era miembro del Comité Central del Partido. Por consiguiente, cuan­
do el ejército se movilizó para destruir Marquetalia en 1964, y M arulanda
anunció su intención de continuar la lucha, el Partido Comunista se vio
prácticamente obligado a respaldarlo.
Al año siguiente, en enero de 1965, el Ejército de Liberación Nacio­
nal ( e l n ), de inspiración cubana, entró en acción, y, luego de sobrevivir al
período inicial, obtuvo una serie de éxitos, entre ellos la victoria psicoló­
gica de consideración que significó atraer a sus filas al Padre Cam ilo
Torres a fines de ese año.
Temiendo que el eln prosperase y que no obstante no estuviese bajo su
control, el Partido Comunista transformó a los campesinos de M arulan­
da en las Fuerzas Armadas Rebeldes de Colombia (f a r c ), a comienzos de
1966. Se llegó a esta decisión durante el Décimo Congreso del Partido Co­
munista Colombiano realizado en enero de 1966. Este congreso, en que
la concurrencia al parecer, estaba formada por un 48% de campesinos,
«centralizó el mando de las acciones armadas en las zonas ru rales... para
cumplir con las exigencias del proceso revolucionario de nuestro paí$«.
Por lo menos cuatro de los líderes guerrilleros eran miembros del Com i­
té Central. Se habría llegado a esta notable decisión como concesión al
pensamiento del eln en el sentido que el mando debía estar exclusiva­
mente en las zonas rurales. Naturalmente, las decisiones políticas concer­
nientes al fa r c se siguieron tomando en la ciudad, pero evidentemente el
Partido Comunista de Colombia se mostró más dúctil que el p.c. bolivia­
no, que se negó a apoyar un comando político-militar que no estuviera
bajo el control directo del Partido Comunista en La Paz. También fue
más flexible el Partido Comunista de Guatemala que no dejó de lado la lu­
cha armada hasta 1968.
El p.c. peruano, por otra parte, no ha demostrado jam ás interés
alguno por las guerrillas. En parte esto se explica por el hecho que el movi­
miento potencialmente guerrillero de Hugo Blanco fue de inspiración
trotskista, y que las gestiones realizadas posteriormente por Luis de la
Puente recibieron el apoyo del mir peruano que había heredado algunas
de las características anticomunistas del a p r a .
Las actitudes tan diversas de los partidos comunistas de los distintos
países parecen señalar que no seguían un plan maestro trazado en
Moscú. El Partido Comunista de la Unión Soviética se habría mostrado
bastante dispuesto a apoyar los movimientos, guerrillero^, por lo menos
hasta fines de 1964. En agosto de ese año, Communist, revista que presen­
ta la línea teórica del pcus , se declaró partidaria de la lucha arm ada, y
en época tan reciente como diciembre, los Partidos Comunistas de
América Latina congregados en La Habana habían acordado, si bien con
cierta reticencia, dar su apoyo a los combatientes revolucionarios del
continente, haciendo mención específica de Venezuela, Colombia, G u a ­
temala, Honduras, Haití y Paraguay. Ya en 1965, no obstante, los soviéti-

32
Introducción

eos se oponían a la idea. Da que pensar el cambio de parecer. Qui2ás la


caída de Kruschev en noviembre de 1964 tuvo alguna relación. M ás
probable es que haya influido en forma importante el deseo de mejorar
las relaciones con los Estados Unidos, dado el distanciamiento cada vez
mayor con China.
Los movimientos guerrilleros del tercer y último período, es decir,
de los años que siguieron a la Conferencia Tricontinental de enero de
1966, se han caracterizado no sólo por la falta de apoyo del Partido Comu­
nista, sino que también por un cambio significativo del programa.
Hasta entonces existía la creencia generalizada de que se podía se­
guir el ejemplo cubano. Este ejemplo no sólo consistía en poner énfasis en
la guerra de guerrillas y-en la posibilidad de crear las condiciones revolu­
cionarías por medio del foco guerrillero, sino que también en el deseo de
no hostilizar a la burguesía. L a clase media era considerada como una fuer­
za revolucionaria en potencia, como pareció serlo en Cuba. Práctica­
mente todos los grupos guerrilleros pensaban que se podía imitar la expe­
riencia cubana en este sentido. Esto fue lo que hizo posible las alianzas tem­
porales con los comunistas, que también creían en las virtudes de la bur­
guesía nacional.
E l primero que se rebeló contra esta idea fue Yon Sosa en Guatemala.
En diciembre de 1964 lanzó la «Primera Declaración de Sierra de las M inas«,
ardiente llamado a realizar un programa socialista y a abandonar cual­
quier alianza con la burguesía. Fue elaborado bajo la influencia de los
trotskistas, y por consiguiente, provocó una ruptura con los comunistas
en marzo de 1965. Durante más de dos años el movimiento guerrillero de
Guatemala estuvo dividido entre trotskistas y comunistas.
E l último movimiento que creyó que podría conseguirse el apoyo o
por lo menos la neutralidad de la burguesía fue el m ir peruano, que acabó
en forma desastrosa en los últimos meses de 1965. Camilo Torres también
se habría dejado llevar por ilusiones semejantes.
Pero en diciembre de 1965 la ruptura con esta posición se hizo evidente
después del rompimiento de Douglas Bravo y Fabricio Ojeda con el Par­
tido Comunista y de la creación de una nueva junta directiva rural. Uno
de los primeros documentos emitidos por esta nueva organización
(también llamada fa ln / fln ) en febrero de 1966 incluye estas frases:

«En la actualidad, por ejemplo, parece poco probable que lo ocurri­


do en Cuba se repita exactamente del mismo modo. Los movimien­
tos de liberación no pueden contar con el factor sorpresa ni con las
actitudes expectantes de otros tiempos.
Fuera de que el imperialismo ha aprendido de sus propios errores
y que bloquea cuanto puede las vías revolucionarias, la burguesía
nacional también está consciente de que el fin de la revolución lati­
noamericana es el socialismo; es decir, todos saben que los males
que afectan al continente sólo pueden curarse con el socialismo, de
modo que aun cuando en un comienzo podemos hablar de revolu­

33
Gott / L a s guerrillas en Am érica L au n a

ción burguesa, de hecho el paso hacia el socialismo no puede poster­


garse por mucho tiempo. En estas circunstancias las afírmacio-
ciones respecto de la situación latinoamericana deben hacerse con
muchas salvedades. Lo sucedido en Brasil —fundamentalmente—
demostró que en la actualidad la burguesía no puede cumplir el
papel tradicionalmente revolucionario que se le asigna en las
primeras etapas del movimiento38.
Dada esta situación, resulta obviamente superficial pensar q u e
la lucha latinoamericana se pueda realizar en otros términos que
no sean en los de la asi llamada guerra larga . Creer que la hazaña
cubana se puede imitar en Venezuela significa no tomar en cuenta
las condiciones especificas que imperan en el país, actuar a ciegas
sin un análisis adecuado de la situación«.

Ya a mediados de la década del sesenta las guerrillas se velan a si mis­


mas como parte de una lucha latinoamericana y mundial contra los Esta­
dos Unidos. Pensaban que a menos de ganar esta lucha, no podría existir
ningún programa socialista o nacionalista en América Latina ni en nin­
guna otra parte. Así, estas nuevas guerrillas se diferenciaban de los
comunistas, no sólo respecto de la táctica (la lucha armada) sino que tam­
bién respecto de su programa. Los comunistas hablaban en forma vaga
del imperialismo, pero, como lo señaló Guevara en su carta a la Tri-
continental, »al referirnos a la destrucción del imperialismo, debemos
identificar su cabeza, que no es otra que los Estados Unidos de Norteamé­
rica* .
Anteriormente las guerrillas se habían expresado en términos
estrictamente nacionalistas: sus aliados en el extranjero eran el mundo
socialista en general y los nuevos países izquierdistas pertenecientes
al Tercer Mundo —Argelia, el Congo y Tanzania. A medida que se fue
intensificando la lucha se aliaron sólo con aquellos movimientos que de
hecho participaban en la revolución armada. Las únicas capitales ex­
tranjeras que tomaban en consideración eran La Habana, Hanoi y Pyong­
yang.
El internacionalismo de la lucha se hizo crucial. El fa ln / fln venelozano
en el documento ya citado, señala que «debemos retornar a aquel antiguo
y bien probado principio que consiste en golpear al enemigo en sus puntos
más débiles y en muchos puntos a la vez. Esta fue la táctica que significó
el éxito en la lucha contra España«.
Y en su última carta Guevara manifestaba que la única forma de soli­
darizar con el Vietnam era luchar a su lado: »no se trata de desear que la
víctima tenga éxito, sino que de compartir su suerte; marchar con 'ella
hacia la muerte o hacia la victoria*. En ninguno de sus escritos posterio­
res Guevara indica que deba imitarse el camino de Cuba. No, actual-
3fiEn 1964 en Brasil, el gobierno reformista «burgués» de izquierda de Jo ao G oulart fue
derrocado por el Mariscal Castello Branco con el beneplácito de la Embajada de los Esta­
dos Unidos.
Introducción

mente »es el camino del Vietnam el que debe seguir el pueblo, ésta es la
ruta que seguirá América*.
Debray por su parte solicitaba a sus lectores que examinaran la expe*
rienda cubana con mayor detenimiento. Pero esto no lo hacía sólo con el
fin de fundamentar su tesis en favor de la lucha armada. Esencialmente in*
tentaba dejar establecido, en primer lugar, que los guerrilleros debían
crear su propio partido de vanguardia, como lo habían hecho en Cuba,
y no buscar el respaldo del viejo Partido Comunista; y, en segundo lugar,
que había que poner énfasis en la destrucdón de las antiguas Fuerzas
Armadas, lo cual también fue una característica importante de la Revo-
ludón Cubana.
Durante el primer período — por lo menos hasta octubre de 1962—
se creía que el único problema que debían enfrentar los revolucionarios era
poner en marcha la revolución inicial, esdedr, llegar al poder. Alcanzado és-
te, los cambios revolucionarios de la sociedad se realizarían bajo la pro­
tección de la Unión Soviética. Pero después de la crisis desencadenada
por la instalación de cohetes en Cuba, que dejó en evidencia cuáles eran
los límites del interés soviético por América Latina, se produjo un cam­
bio, poniéndose énfasis en la »guerra larga*, y hubo una mayor tendencia
a pensar en términos de la creación, a través de la lucha guerrillera, del
tipo de sociedad que estaría en condiciones de defenderse contra los
ataques externos una vez alcanzada la victoria final. «Mientras más
tiempo dispongamos ahora para preparar al pueblo*, explicaba el líder*
guerrillero César Montes en 1966, «más fácil será el paso al socialismo
más adelante*.
En realidad, al examinar las declaraciones posteriores de los líde­
res guerrilleros y las obras de Debray, parecería que la nueva generación
de guerrilleros no propugna la guerra de guerrillas como el medio mejor
de alcanzar un objetivo determinado con el que concuerdan ampliamente
diversos grupos. Parecería más bien que el objetivo mismo no fuera
compartido por las otras organizaciones de Izquierda. De hecho, los
guerrilleros se están refiriendo a un objetivo que sólo puede ser alcan­
zado a través de la guerra de guerrillas. Esta actitud se ha visto influida,
consciente o inconscientemente, por Franz Fanón, que propuso la
creación de una nueva clase de sociedad a través de la lucha violenta y
revolucionaria. Parafraseando a Marshall McLuhan, el método se ha
transformado en el programa.
En forma por demás curiosa, en vista de las denuncias norteamerica-
cas de que los cubanos se han dedicado a subvertir al resto de América Lati­
na desde los comienzos mismos de la Revolución, Estados Unidos ha pre­
sentado muy poca evidencia irrefutable para fundamentar estas denun­
cias. Los estudiosos norteamericanos han soslayado cuidadosamente
el tema. Aunque se ha publicado una infinidad de libros sobre las relacio­
nes cubanas con el mundo comunista, se ha escrito prácticamente nada
sobre la política de Castro hacia América Latina. Es interesante seña­
lar además que aun cuando la política norteamericana durante la pasada
década ha estado dirigida a reprimir los movimientos de avanzada en Amé-

35
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

rica Latina, en los Estados Unidos no se ha publicado ni siquiera un estu­


dio serio acerca de ninguno de estos movimientos. El contribuyente nor­
teamericano de este modo está pagando para que su ejército aplaste movi­
mientos de los que prácticamente nada sabe.
Todo parece señalar que durante los primeros años de la Revolu­
ción, Castro se cuidó muy bien de no dar motivos de queja a sus vecinos del
sur. Lanzó formidables discursos de propaganda —especialmente las dos
Declaraciones de La Habana— en que profetizaba la inminente caída
de las oligarquías a manos de los desposeídos. En 1960 sugirió que la C o r­
dillera de los Andes podía llegar a convertirse en la Sierra Maestra de Sud-
américa. Los revolucionarios acudían a La Habana en busca de inspira­
ción, y sin duda muchos de ellos recibieron además ayuda financiera y en­
trenamiento. Pero todo esto tenía lugar dentro del mismo Caribe donde
diferentes grupos revolucionarios en el exilio habían estado planeando
durante años su retorno triunfal a sus respectivos países. Por lo gene­
ral, los gobiernos hacían caso omiso de sus actividades, y se apresuraban
a negar cualquier vinculación con ellos en cuanto fracasaba el conato re­
volucionario. Castillo Armas invadió Guatemala desde Honduras 'en
1954; el propio Fidel invadió Cuba desde México en 1956, y los exiliados
cubanos invadieron Cuba desde Guatemala en 1961. Castro no contó con
la ayuda del gobierno mexicano, pero en cambio recibió un avión cargado
de armas de parte del gobierno de Wolfgang Larrazábal de Venezuela39.
El General Alberto Bayo, general republicano español que entrenó
a las fuerzas de Castro en México, ha descrito sus impresiones después de
su primer encuentro con el revolucionario cubano:

»La idea parecía impracticable. Yo había sostenido miles de


conversaciones similares con idealistas utópicos que soñaban
con organizar guerrillas para derrocar a Franco, Somoza, T rujillo,
Pérez Jim énez, Perón, Carias, Odría, Batista, Stroessner, R ojas
Pinilla y a tantos otros. Pero todas estas conversaciones quedaban
en la nada después de realizadas**40

Pero muchos de ellos, del mismo modo que Fidel, lanzaron luego sus
desafortunadas expediciones, aunque ninguno tuvo el éxito de éste.
Cuando Castro llegó al poder, mal podía negar sus propios orígenes y
mal podía negar su autorización para que los revolucionarios partieran
de Cuba a atacar a Somoza en Nicaragua, Trujillo en Santo Domingo o a
Duvalier en Haití. Indudablemente hizo la vista gorda respecto de sus
actividades, pero todo gobierno que pretende contar con el respaldo
popular no puede sino hacer otro tanto. Cuando se pretendió atacar a un
"A l parecer estas armas no fueron de gran importancia. Según Fidel «eran 150 armas que
nos llegaron cuando nuestras tropas avanzaban sobre Santiago de Cuba, en diciembre
(1958), cuando ya las columnas de Camilo Cienfuegos y de Ernesto Guevara se habían apo­
derado de una parte importante de Santa Clara*. Discurso de Castro del 10 de agosto de
1967.
iQM i aporte a la Revolución Cubana , del General Alberto Bayo, enero de 1960. lmpr
Ejército Rebelde, La Habana.

36
Introducción

régimen menos dudoso que el de los tres dictadores, el de Panamá, Castro


expresó claramente su repudio a este ataque.
En los primeros años, por lo tanto, el apoyo de Cuba a la revolución
latinoamericana tuvo claras limitaciones. Castro prefirió las vías diplo­
máticas normales. Voló a Caracas en 1959 para agradecer la ayuda del
pueblo venezolano. Voló a los Estados Unidos para explicar su política
y asistió a una conferencia realizada en Buenos Aires. El Che Guevara asis­
tió a la reunión de Punta del Este en 1961 que creó la Alianza para el Progre­
so. Se mostró notablemente moderado. Luego se entrevistó con el Presi­
dente Frondizi de la Argentina y con el Presidente Quadros de Brasil. Por
esa época, los cubanos no tenían prejuicio alguno de reunirse con ios re­
presentantes de los regímenes burgueses.
Pero a medida que fueron pasando los años, Estados Unidos fue in­
tensificando cada vez más el bloqueo a Cuba y, a través de las resolucio­
nes de la Organización de Estados Americanos, convenció a sus aliados
latinoamericanos que hicieran lo mismo. Estos países rompieron sus
relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba por lo que fue quedando
cada vez más aislada.
En esta época (1963-64) el régimen habría comenzado a tomar más
en serio la perspectiva de fomentar los movimientos revolucionarios en
América Latina. Algunas personas dentro del gobierno habrían pensa­
do que la supervivencia de Cuba dependía en gran medida de que la revolu­
ción tuviera éxito en el continente. Porque Cuba, aislada del continente,
había llegado a depender peligrosamente de la Unión Soviética, a miles
de kilómetros de distancia. Y la crisis nuclear de octubre de 1962 pareció
señalar que el apoyo soviético era de tipo muy limitado^
Pero a pesar de que los cubanos comenzaron a apoyar a las guerrillas,
el grado de apoyo todavía era muy pequeño. Una subcomisión inves­
tigadora de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos sólo
pudo presentar «cuatro casos comprobados de ayuda cubana directa a
los grupos insurgentes*.

«En noviembre de 1963, quedó demostrado en forma fehaciente


que varias toneladas de armas y municiones, descubiertas en un es­
condite en Venezuela occidental, provenían de Cuba.
Entre febrero y septiembre de 1966, un pequeño grupo apoyado
por Cuba y con base en Ciudad de México y Tapachula, en la fronte­
ra entre México y Guatemala, proporcionó grandes cantidades
de armas ligeras a los insurgentes guatemaltecos. Este grupo pos­
teriormente ha sido disuelto por las autoridades mexicanas.
En julio de 1966, alrededor de unos 20 ó 30 insurgentes armados,
entre los cuales por lo menos algunos habían recibido entrena­
miento guerrillero en Cuba, efectuaron un desembarco en las costas
de Venezuela desde una embarcación que probablemente fue
proporcionada por Cuba.
E l desembarco clandestino en Venezuela del 8 de mayo de 1967
fue la primera oportunidad en que se comprobó la intervención

37
G o t t / L a s guerrillas en Am érica Latin a

directa del ejército cubano. Fueron muertos dos miembros de las


fuerzas armadas cubanas y dos fueron capturados*41.
Y como lo señala un estudio elaborado en enero de 1968 para la C o ­
misión de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, el
compromiso financiero cubano era muy limitado:

»Resulta difícil hacer un resumen cuantitativo exacto respecto


de la ayuda cubana, directa o indirecta, a los insurgentes latinoame­
ricanos, sobre la base de las fuentes publicadas. No es nuestra inten­
ción darlo aquí. Sin embargo, debemos destacar lo siguiente. Pri­
mero, que tanto en los Estados Unidos como en América Latina ha
habido una tendencia a exagerar el valor monetario de la ayuda cu*
baña. Se parte del supuesto, sin fundamento alguno, de que Cuba
ha recibido carta blanca de la Unión Soviética para realizar toda
clase de actividades subversivas. Aunque es posible que los sovié­
ticos hayan destinado cierta ayuda con este propósito, las pruebas
circunstanciales indican que los soviéticos prefieren distribuir
los fondos directamente o a través de agentes que respondan más dó­
cilmente a sus órdenes...
Los aportes en dinero de Castro han sido pequeños. Los grupos
subversivos de Venezuela, Guatemala y Colombia se han visto
obligados a recurrir al robo y al rapto para conseguir fondos. No es
que Castro no desee ayudarlos más, sino que, dicho en términos más
simples, no tiene los fondos para hacerlo. Castro ha enviado por lo
menos tres cargamentos de materiales a Venezuela, pero éstos son
sólo una gota de agua para el f a l n , que sufre una aguda falta de re­
cursos.
Probablemente Cuba ha invertido más en entrenar a latinoameri­
canos en Cuba y en propaganda que en cualquier otro tipo de ayu­
da. .. E l gobierno de Castro también ha enviado a unas cuantas
personas a servir, entrenar o comandar guerrillas en el terreno, co­
mo en el caso de Bolivia y Venezuela*.

No obstante, cuando se realizó la Conferencia Tricontinental en enero


de 1966, Cuba ya se había comprometido a apoyar la revolución continen­
tal. Al año siguiente, después del desembarco del 8 de mayo de 1967 en
Venezuela, en que fueron capturados cuatro cubanos, el Partido Comunis­

*lCommuntsí Activtties in Latín America, 1967. Informe de la subcomisión 9óbre asuntos


interamericanos de la Comisión de Relaciones Exteriores, Cámara de Representantes,
julio de 1967, p. 7.
Informe de la Alianza para el Progreso: la Insurrección en América Latina. Estudio ela­
borado por encargo de la Subcomisión de Asuntos de las Repúblicas Americanas de la Comi­
sión de Relaciones Exteriores, Senado de los Estados Unidos. Por el Profesor David D.
Burks, Universidad de Indiana, enero de 1966, pp. 5-6.

38
Introducción

ta de Cuba lanzó una declaración de solidaridad y responsabilidad, la


mas enérgica hecha hasta entonces por el partido.

»Nos acusan de ayudar a los movimientos revolucionarios. Es ver­


dad que los estamos ayudando y que cada vez que nos la soliciten se­
guiremos prestando nuestra ayuda a todos los movimientos que lu­
chan contra el imperialismo en cualquier lugar del mundo«42.

Este renovado entusiasmo de parte de Cuba por los movimientos guerri­


lleros latinoamericanos se comenzó a manifestar en el mismo instante
en que los soviéticos y los partidos comunistas locales que dependían de
ellos, comenzaban a poner énfasis en las virtudes de la coexistencia pa­
cifica y en el restablecimiento de las relaciones con los Estados Unidos y
los gobiernos dependientes del hemisferio sur. Un violento debate en­
tre Castro y el Partido Comunista venezolano llevó a la exclusión de los
comunistas venezolanos de la conferencia de la Organización Latinoame­
ricana de Solidaridad ( o l a s ) que se realizó en L a Habana en agosto de 1967.
En la Tricontinental, el Partido Socialista chileno había sugerido la crea­
ción de una nueva organización específicamente latinoamericana, que
tendría como fin vincular los movimientos revolucionarios del continen­
te. Los delegados comunistas se opusieron violentamente a esta propo­
sición, y hay que señalar que Castro también. Sólo se convenció de la nece­
sidad de esta nueva organización ante los argumentos del líder socialis­
ta chileno, Salvador Allende. Aun así, esta nueva organización — o l a s —
demoró más de dieciocho meses en crearse.
La conferencia de o l a s , que reunió a veintisiete grupos comunistas y re­
volucionarios del continente (con la inasistencia de los Partidos Comu­
nistas de Venezuela, Brasil, y Argentina, y de los partidos pekinistas),
fue importante porque puso de manifiesto la hostilidad ahora implaca­
ble del movimiento comunista organizado respecto de los revoluciona­
rios partidarios de la lucha armada, y también porque, con la presencia
en La Habana del líder negro norteamericano, Stokeley Carmichael, las
organizaciones revolucionarias del Tercer Mundo se vincularon por pri­
mera vez con el movimiento de avanzada de los Estados Unidos. Por prime­
ra vez, en verdad, pareció que a la lucha antimperialista se incorporaba
la lucha racial.
Gran parte del entusiasmo provocado por o l a s se debió a la existencia
del foco boliviano, que se había iniciado con anterioridad ese mismo
año. Aunque la participación del Che Guevara en esa lucha no era muy co­
nocida en esa época, sirvió para inspirarla en ausencia. En verdad, o l a s se

4,Ver mis dos artículos »When Castro’s men and Communists fall out* y »Charting thc
revolutionary course*, Guardian , i° y 3 de agosto de 1967. Esta es naturalmente una actitud
muy distinta de la que prevaleció anteriormente. En Punta del Este en 1961, Guevara había
dicho: »No podemos prometer que no exportaremos nuestro ejemplo como nos lo solicita Es­
tados Unidos, porque los ejemplos pertenecen al espíritu y un elemento espiritual puede
transponer las fronteras. Pero garantizamos que no se transportarán armas desde Cuba
para ser empleadas en combate en ningún país latinoamericano*.

39
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

identificaba en forma tan íntima con ¿I, que era difícil que le sobrevivie­
se.
En los dos años que han pasado desde aquella conferencia y desde la
muerte del Che Guevara, la discusión entre comunistas y revolucionarios
en América Latina ha perdido gran parte de su apasionamiento. Han
seguido rumbos distintos, con una sensación más bien de tristeza que de
enojo. Pero es una división profunda y desastrosa, porque los guerrille­
ros necesitan a los comunistas —de otro modo ¿de dónde sacan a sus hom­
bres?— y los comunistas necesitan a los guerrilleros —porque de otro
modo ¿cómo pueden pretender que siguen siendo revolucionarios?

40
PRIM ERA PARTE

Guatemala

Capitulo uno
La c a íd a de Arbenz y los o r íg en es de la s g u e r r il l a s ,
1954-1961

No éramos nosotros los que estábamos en el gobierno: estaba el Coronel


Arbenz, que meramente era amigo nuestro.

Campesino Guatemalteco

En junio de 1954, el gobierno constitucional de Jacobo Arbenz Guzmán,


Presidente de Guatemala, fue derrocado por la Agencia Central de Inte­
ligencia (c ía ) de los Estados Unidos. La historia de los movimientos
guerrilleros en América Latina, —en realidad la historia contemporánea
misma de América Latina— , no puede entenderse sin una referencia a este
acontecimiento fundamental. Porque la caída de Arbenz pareció demos­
trar que ningún gobierno de América Latina que intentase llevar a cabo
tan siquiera las reformas económicas y sociales más moderadas podría
sobrevivir a la hostilidad de Estados Unidos. Se creó un poderoso mito en
el sentido que ningún movimiento revolucionario podía esperar tener
éxito mientras los Estados Unidos continuaran derrocando gobiernos
a su antojo.
Este mito se quebró cuatro y medio años más tarde con el triunfo de la
Revolución Cubana. Esta, quizás, fue una de las consecuencias más im­
portantes de la victoria de Castro para el resto de América Latina. Surgió
entonces la peligrosa creencia de que Estados Unidos no era invencible
y que se lo podía desafiar con éxito. Pero en 1965, once años después del
derrocamiento del coronel Arbenz, la invasión de Estados Unidos a Santo
Domingo nuevamente pareció señalar que, a pesar de toda la retórica de
la Alianza para el Progreso, aquél no estaba dispuesto a tolerar ni los pa­
sos más modestos hacia un cambio de avanzada. Quizás, después de todo
el mito no era tal.
Los revolucionarios del continente habrían de obtener una valiosa
enseñanza de la experiencia guatemalteca de 1954. Llegaron a la con­
clusión de que una revolución que no »fuera hasta el final*, en el sentido
de quitarles las propiedades a los ricos y de darles una sólida participa­
ción en la revolución a los campesinos y a las clases más necesitadas,

41
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

estaba destinada ai fracaso1 . El propio Coronel Arbenz era un heredero


de la revolución de 1944 que había derrocado al dictador Jo rge U bico.
Aunque esta revolución había llevado a cabo reformas importantes, és­
tas fueron demasiado pequeñas para atraer a los desposeídos y dem a­
siado grandes para que los ricos y los poderosos las tolerasen. En una so­
ciedad polarizada en que el poder de los ricos se veía amenazado, la contra­
rrevolución era inevitable. Y una contrarrevolución con el respaldo de
Estados Unidos en una situación en que aquellos que se habían benefi­
ciado con la revolución no tenían con qué defenderse, no podía sino tener
éxito.
Los motivos de la ira de Estados Unidos contra Arbenz se explican en
una declaración del Secretario de Estado, John Foster Dulles, hecha el
25 de mayo de 1954:
En primer lugar, declaró Dulles, Guatemala fue el único país latino­
americano que votó en contra de una resolución aprobada por la O rgani­
zación de Estados Americanos en marzo de 1954 que declaraba que »el do­
minio o control de las instituciones políticas de cualquier estado ameri­
cano por parte del movimiento comunista internacional... constituiría
una amenaza a los Estados Americanos, y pondría en peligro la paz en
América». En segundo lugar, Guatemala, no había ratificado el Pacto de
Defensa de Río en 1947 —acuerdo que aseguraba que todos.los ejércitos la­
tinoamericanos quedaban bajo el control de Estados Unidos— , y, en ter­
cer lugar, el Presidente Arbenz había comprado armamentos a Europa
Oriental.
Difícilmente se le podía culpar a Arbenz de este último cargo dado
que su gobierno era víctima de un bloqueo norteamericano y que el go­
bierno de los Estados Unidos había persuadido a muchos de sus aliados
a que se le unieran en este bloqueo. Por ejemplo, el Ministerio de Relacio­
nes Exteriores británico emitió una declaración el 18 de junio de 1954,
que expresaba que »EI Gobierno de su Majestad Británica desaprue­
ba enérgicamente la venta de armas a Guatemala, y durante varios años

'En un Congreso Latinoamericano de Juventudes realizado en La Habana en Agosto de


1960, el Che Guevara explicó la trascendencia del fracaso de Arbenz: "También desea­
ríamos hacer llegar nuestros saludos especiales a Jacobo Arbenz, Presidente del primer
país latinoamericano que intrépidamente alzó su voz en contra del colonialismo; país que,
en una vasta y valiente Reforma Agraria, dio expresión a las esperanzas de las masas cam­
pesinas. También desearíamos expresarle nuestra gratitud por el ejemplo que nos dieron
y porque nos permitieron determinar con exactitud las debilidades que aquel gobierno no
pudo superar. Esto nos ha permitido llegar hasta la raíz misma del problema y decapitar
de un solo golpe a aquellos que sustentan el poder y a sus lacayos**. Ernesto Che Guevara
en Obra Revolucionaria , Ediciones Era (México), 1967, p. 309. La lección fundamental de
Guatemala fue que en todo proceso revolucionario el antiguo ejército debe ser destruido.
Sólo la Revolución boliviana de 1952 y la Revolución cubana acabaron de hecho con el ejér­
cito. En un documento del Comité Central del Partido Comunista Guatemalteco de junio
de 1955, en que se analiza el fracaso de Arbenz, se expresa claramente que »es un error tratar
de efectuar cambios revolucionarios dejando al mismo tiempo intacto al antiguo ejér­
cito*. Citado en E l conflicto chino-soviético en América Latina, de Alain Joxe, Editorial
Arca, Montevideo, 1967, p. 33.

42
L a calda de Arbenz y los orígenes de las guerrillas

ha rehusado conceder licencias para la exportación de cualquier tipo de


armamentos a ese país*2.
A la vez, muchos de los que criticaban la intromisión de Estados Uni­
dos en los asuntos internos de Guatemala pensaban que el gobierno nor­
teamericano había procedido de este modo motivado principalmente
por su cólera ante la expropiación de las tierras no cultivadas de la United
Fruit Company, empresa norteamericana que desempeñaba un papel
clave en la economía guatemalteca3. En retrospectiva, sin embargo,
parece razonable concluir que el odio ideológico ciego y el recelo al co­
munismo, que caracterizó la política externa de los Estados Unidos du­
rante los años de la Guerra Fría, fueron un factor más importante en la
decisión del Departamento de Estado de entrar en acción que los peque­
ños contratiempos sufridos por una pequeña firma norteamericana.
Joh n Foster Dullcs opinaba que Arbenz »era demasiado condescendien­
te con el comunismo*: no se necesitaban más argumentos para propiciar
la intervención.
En realidad ni ef Coronel Arbenz ni su predecesor, Ju an José Arévalo,
eran simpatizantes del comunismo y ni siquiera del socialismo. La refor­
ma agraria de Arbenz, por ejemplo, que tanto molestó a la United Fruit
Company, había sido específicamente elaborada para mejorar las
condiciones de la agricultura capitalista4. Pero tanto Arbenz como Aréva­
lo trataron de obtener un cierto grado de independencia política respec­
to a los Estados Unidos. Por esta razón había que poner atajo a su «revolu­
ción* .
El candidato de la c í a a hacerse cargo de la presidencia de Guatemala
era el Coronel Carlos Castillo Armas, candidato derrotado en las eleccio­
nes de 1950, que le dieron el triunfo a Arbenz. También había sido el orga­
nizador de un golpe anterior que fracasó. Al hacer la invasión desde Hon­
duras a mediados de junio de 1054, a Castillo Armas no le fue muy difí­
cil derrocar al régimen de Arbenz5.
Un argentino de nombre Ernesto Guevara, partidaria de Arbenz, te­
nía la esperanza de que el régimen entregaría armas a los trabajadores

*Meesings Contemporary Archives, p. 13677. Técnicamente Gran Bretaña no apoyaba el


bloqueo.
sEsta tesis adquirió vuelo por el hecho de que el Secretario de Estado John Foster Dulles
habia sido miembro de la firma de abogados que antes de la guerra redactó los convenios
entre la United Fruit y el Gobierno guatemalteco, y su hermano Alien Dulles, entonces direc­
tor de la cía, había sido con anterioridad presidente de la compañía.
4La introducción a la ley de reforma agraria declaraba que »la reforma agraria de la Revo­
lución tiene como finalidad liquidar la propiedad rural feudal y las relaciones de pro­
ducción que surgen de ella, a fin de desarrollar métodos y formas capitalistas de produc­
ción agrícola y preparar el terreno para la industrialización de Guatemala*. Véase el estu­
dio Tenencia de la tierra y desarrollo socioeconómico del sector agrícola en Guatemala,
redactado por el Comité Interamericano de Desarrollo Agrícola (cida), Unión Panameri­
cana, 1965.
'Un comentarista de la guerra de guerrillas considera que »E 1 ejército invasor (de Castillo
Armas) debe clasificarse como banda guerrillera*, y contabiliza su victoria entre las vic­
torias de la guerra de guerrillas en general. Vea Andrés^ Cassinello Pérez, Operaciones de
Guerrillas y Contra-Guerrillas, Madrid, 1966, p. 154.

43
G o tt / L a s guerrillas en Am érica Latin a

y campesinos para rechazar a las fuerzas invasoras6. Pero Arbenz no te­


nía el ardor suficiente como para llevar a cabo un acto revolucionario se­
mejante. A Fines de junio renunció mansamente, y dejó el camino abierto
a un gobierno de coroneles del ejército.
Con la caída de Arbenz se inició en Guatemala un largo período de
gobiernos contrarrevolucionarios. Castillo Armas, escribía un corres­
ponsal unos años más tarde, »no fue precisamente un defensor de la
democracia. En lugar de llevar adelante la reforma agraria, provocó
la indignación de muchos campesinos al devolver a los grandes terrate­
nientes casi la totalidad de las aproximadamente 600.000 hectáreas ex­
propiadas por el régimen de Arbenz«7. Esta revocación de la limitadísi­
ma reforma agraria de Arbenz habría creado las condiciones para que
más tarde prosperaran las guerrillas.
Castillo Armas, sin embargo, no alcanzó a vivir lo suficiente para ver
los frutos de su golpe. El 22 de julio de 1957, fue muerto a tiros por uno de
los guardias de palacio, que inmediatamente fue acusado por el gobierno
de tener filiación comunista. El Presidente Eisenhower, fiel a su conducta
de siempre, declaró que la muerte de Castillo Armas ^significaba una
gran pérdida para nuestra nación y para todo el mundo libre*.
Se realizaron elecciones presidenciales el 20 de octubre y aunque
Ortiz Pasareli, ex ministro de la Corte Suprema, apareció como presun­
to ganador, el General Miguel Ydígoras Fuentes, que obtuvo el segundo
lugar, inmediatamente declaró nula la elección. Una nueva elección reali­
zada el 19 de enero de 1958, naturalmente dio como ganador al General
Ydígoras. Las primeras elecciones no habían sido muy justas ya que se
impidió la participación en ellas de los comunistas y del vagamente iz­
quierdista Partido Revolucionario. Pero en la segunda elección se
permitió la participación del Partido Revolucionario, que presentó de
candidato a un abogado, M ario Méndez Montenegro, que obtuvo una
cantidad de sufragios bastante considerable8.
En 1960, Estados Unidos una vez más intervino en los asuntos internos
de Guatemala. El Presidente Eisenhower, a quien el vicepresidente
Nixon había informado en abril de 1959 que Fidel Castro era in c re í­
blemente ingenuo en relación al comunismo o era un lacayo de éste*9, se
hallaba cada vez más preocupado por la amenaza potencial que represen­
taba el régimen cubano. Por consiguiente, el 17 de marzo de 1960, después

6En realidad Guevara sólo había estado en Guatemala 4 c*de febrero de 1954 —aunque al
parecer esto fue suficiente para que las fuerzas contrarias de Arbenz lo catalogaran de “agi­
tador* . Después de la caída de Arbenz, se vio obligado a permanecer durante un mes en la
Embajada argentina en Ciudad de Guatemala, bajo asilo político. Véase Afon am i Guevara,
Ricardo Rojo, V E x p ress , 29 de abril 1968, y Aíi amigo el Che , del mismo autor, Buenos Aires:
Editorial Jorge Alvarez, 1968, pp. 59-71.
7DanKurzman, Washington Post, 13 de marzo 1966.
8Aunque en el período post-1954 Méndez Montenegro fue considerado como de centro
izquierda, en realidad había sido uno de los líderes del fracasado golpe contra Arévalo en

Waging Peace, de Dwight D. Einsenhower, Londres, Heinemann, 1966, p. 523.

44
L a caída de Arbenz y los orígenes de las guerrillas

de un viaje por América Latina, puso en marcha toda una maquinaria


para destruirlo. El siguiente pasaje aparece en su autobiografía:
«Ordené a la Agencia Central de Inteligencia que comenzara a
organizar el entrenamiento de exiliados cubanos, principalmente
en Guatemala, para que estuvieran preparados para retornar a su
patria en alguna época futura. No se podía trazar planes más
específicos a causa de que los cubanos que vivían en el exilio no
habían hecho nada por elegir de entre ellos mismos a un líder a
quien pudiéramos reconocer como jefe de gobierno en el exilio»10.
Roberto, hermano del embajador guatemalteco en Washington,
Carlos Alejos, era propietario de extensos cafetales en una región apar­
tada de Guatemala, y también uno de los más destacados partidarios del
Presidente Ydígoras. Se transformó en el principal vínculo en­
tre la c ía y el Presidente. Ofreció una de sus fincas cafeteras, en Helvecia de
Retalhuleu, como base de operaciones de la c ía . Aquí los exiliados
cubanos eran entrenados como pilotos y técnicos en comunicaciones,
y se le brindaba un entrenamiento general como preparación para una
invasión de Cuba, programada para el año siguiente1 1 . Arthur Schlesin-
ger J r . describe la escena:
«Era la estación de las lluvias, y debían construir su propio campa­
mento en el lodo volcánico pegajoso, a mil quinientos metros sobre
el nivel del mar. En sus ratos libres, eran entrenados por un coronel
filipino que había organizado guerrillas contra los japoneses
durante la Segunda Guerra Mundial»12.
Pero estas •actividades, que naturalmente llegaron a ser muy conoci­
das en Guatemala —pero no en el exterior— de ningún modo contaban con
la aprobación unánime del ejército guatemalteco13. Un cierto número
de oficiales nacionalistas que no eran contrarios de Fidel Castro (quien
todavía no se declaraba marxista-leninista) no vieron por qué habría
de emplearse a Guatemala como trampolín para una invasión a Cuba pa­
trocinada por Estados Unidos14. En especial, no les agradaba tener que
,ü Waging Peace, de Eisenhower, p. 533.
11David Wise & Thomas B. Rose, en The Invisible Government, Londres: Jonathan Cape,
*965>PP* 23-29
1SArthur Schlesinger, Jr. en A Thousand Days, Londres: André Deutsch, p. 206; véase ade­
más Haynes Johnson en The Bay o/ Ptgs.
'*En octubre un grupo de estudiantes de Quezaltenango emitió una declaración denun­
ciando el hecho que tos cubanos anticastrístas y los norteamericanos preparaban la inva­
sión de Cuba en territorio guatemalteco. New York Times, 16 de octubre de 1960. A pesar de
los artículos del Profesor Ronald Hiltpn en The Nation y en Hispanic American Report en
noviembre, el uso de Guatemala como trampolín para la invasión cubana no se llegó a cono­
cer ampliamente hasta el año siguiente. Véase New York Times, de 8 de abril de 1961, en que
por fin el periódico se atreve a mencionar la existencia de una base secreta.
>4EI Presidente Ydígoras anunció el 14 de mayo que las Fuerzas Armadas guatemaltecas
realizarían en forma continuada y hasta nuevo aviso maniobras de entrenamiento en gue­
rra de guerrillas. Las relaciones diplomáticas con Cuba fueron suspendidas en abril. New
York Times, 15 de mayo de 1960.

45
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

aparentar que la base de Retalhuleu se estaba usando sólo para el entrena­


miento de reclutas guatemaltecos.
Por lo tanto, se planeó un golpe militar. En la noche del 13 de noviembre
de 1960 se produjo un levantamiento militar encabezado por el Coronel
Rafael Sessan Pereira en la guarnición del Fuerte Matamoros, en las
afueras de Ciudad de Guatemala. Entre los particicipantes se hallaban
dos jóvenes tenientes, Marco Antonio Yon Sosa y Luis Augusto T u rcios
Lima. En esa época Turcios se hallaba en el Departamento de Peten, pe­
ro volvió a la ciudad a participar en el levantamiento. L a revuelta tenía como
objetivo fundamental impedir que los exiliados cubanos y la cía emplea­
ran a Guatemala como base de sus operaciones contra Cuba. Pero ade­
más los oñciales nacionalistas esperaban poner fin a la corrupción y
a la ineñciencia imperantes en el Ejército y en el Gobierno.
L a presencia de exiliados cubanos que se entrenaban en Guatem ala,
declaró Turcios más tarde, »constituía una vergonzosa violación de
nuestra soberanía nacional. ¿Y por qué era permitida? Porque nuestro
gobierno es un títere«. Pero recalcó que las razones que lo impulsaron a
unirse a la revuelta fueron fundamentalmente alas razones tradiciona­
les entre los oficiales más jóvenes; cansados de la corrupción, desean
ver cambios estructurales en el ejército; en realidad nada distinto*15.
En verdad fue una revuelta típica de oñciales nacionalistas, aunque
según el gobierno, también contaba con el apoyo de M ario Méndez M on ­
tenegro. Marcó la culminación de varios meses de intranquilidad políti­
ca y militar. Habían estallado bombas en Ciudad de Guatemala durante
más de un año y durante largo tiempo se había rumoreado que los gru­
pos izquierdistas del país estaban en contacto con el Coronel Carlos Paz
Tejada, ex Ministro de Defensa del gobierno del Presidente Arévalo,
que se había opuesto abiertamente a los gobiernos posteriores a Arbenz16.
Inevitablemente, el Presidente Ydígoras acusó a la oposición de
estar ñnanciada y organizada por Cuba, y pudo dar mayor fundamento a
este planteamiento cuando el 2 de agosto el ex Presidente Arbenz anun­
ció por la televisión de L a Habana que en lo sucesivo pensaba establecer
su domicilio en Cuba. (Hasta entonces había vivido exiliado en el U ru ­
guay)17.
En el Fuerte Matamoros, el grupo rebelde del Coronel Pereira, com­
puesto de alrededor de 100 hombres, después de dar muerte a un coronel
y a un capitán huyó, de acuerdo con un comunicado del gobierno, ^llevando
consigo tropas y armamentos« .
Otro grupo logró apoderarse de la base militar de Zacapa, y también
del puerto bananero de Puerto Barrios en la costa del Atlántico a 240 kiló­
metros al noreste de la capital. Al llegar al cuartel de Zacapa, según el
relato de Adolfo G illy, se presentaron 8.000 campesinos »y solicitaron
armas para luchar contra el gobierno. Esto no estaba considerado en el
l5Entrcvista con Alan Howard, N ew York Times , 26 de junio de 1966.
x*New York Times. 23 de julio de 1960.
11 N ew York Herald Tribune , 4 de agosto de 1960.
x%N ew York Times , 14 de noviembre de 1960.

46
L a caída de Arbenz y loa orígenes de las guerrillas

programa, y ni siquiera había sido previsto por los rebeldes, que no


pudieron decidirse a entregar armas a los campesinos*19.
Puerto Barrios está justamente en la zona del país donde se entre­
naban los exiliados cubanos, y en vista de lo delicado de la situación, el go­
bierno guatemalteco inmediatamente envió un cable a Washington.
Según la versión de Jo h n Gerassí, se remitió una serie de mensajes mal
cifrados «que fueron escuchados por una multitud de radiooperado-
res latinoamericanos (e incluso por radioaficionados de países tan le­
jan o s como Colombia). Los mensajes fueron descifrados con toda facili­
dad y luego dados a la publicidad. El mensaje 1788, enviado el 14 de no­
viembre a las 12.50 p. m. ordenaba al embajador de Guatemala en Esta­
dos Unidos que solicitara ayuda a la o e a , pero finalizaba con la frase que
se ha hecho famosa: «Póngase de inmediato en contacto con Thomas
M an n (entonces Secretario de Estado Adjunto de Asuntos Intera-
mericanos) para coordinar las acciones*. Ocho horas más tarde, el cable
1793 le indicaba a) embajador que solicitara ayuda naval y aérea a los
e e .u u . y terminaba diciendo: «conveniente coordinación inmediata
con Departamento de Estado**0.
E l día anterior, al ser informado por su Secretario de Estado, Chrís-
tian Herter, que la situación «no era buena«, el Presidente Eisenhower
decidió (como lo recordaría más adelante) que «si recibiéramos una peti­
ción de ayuda de Guatemala, entraríamos en acción sin demora. En ese
momento, los exiliados cubanos se entrenaban en Guatemala y teníamos
que tomar en cuenta la posibilidad de que Castro enviara sus propias fuer­
zas para intentar derrocar al gobierno guatemalteco*31. Por lo tanto, se
enviaron de inmediato cinco barcos de la armada de los Estados Unidos a
las costas guatemaltecas. Al mismo tiempo se llamó a los pilotos cubanos
exiliados recién entrenados en la base de Retalhuieü para que ayudaran a
sofocar la revuelta de los oficiales guatemaltecos. Uno de ellos trató de
aterrizar con un avión cargado de tropas en el aeropuerto de Puerto Ba­
rrios, pero fue rechazado por el fuego enemigo22. Otro bombardeó la ciu­
dad y el aeropuerto desde el aire. L a pista de aterrizaje fue bombardeada,
según un comunicado del ejército guatemalteco, para impedir el aterri­
zaje de aviones cubanos que pudieran intentar abastecer a ios rebeldes.
En estas circunstancias, la revuelta no podía durar mucho. El 17 de
noviembre el Presidente Ydígoras anunció la victoria, y desde el balcón
del palacio presidencial ep Ciudad de Guatemala expresó:

«Tendremos misericordia con los soldados que fueron engaña­


dos, pero aplicaremos todo el peso de la ley a los oficiales traido-
19Adolfo Gilly en »The Guerrilla Movement in Guatemala», M onthly Remeto, mayo de
1965, p. 14 (Esta es una importante fuente para el estudio del movimiento guerrillero
guatemalteco. Apareció un segundo artículo en el M onthly Remeto de junio de 1965. Adolfo
Gilly es un trotskista uruguayo que presenta el papel del campesinado de un modo más bien
romántico).
"Jo h n Gerassí en The Great F ea rin Latín America, pp. 184-5.
,l Eisenhower en Waging Peace, p. 613.
MWide and Ross en The Invisible Government, p. 33.

47
G o tt / L a * guerrillas en Am érica Latin a

res. No perdonaremos a estos líderes de la traición pagados con


dinero de Castro. No los perdonaremos aquí, ni en Honduras ni
dondequiera se hayan ocultado*2223.

Pero poco faltó para que tuvieran éxito. El corresponsal del Christian
Science Monitor, que escribía desde Ciudad de Guatemala en diciem­
bre, señalaba que »el hecho de que los rebeldes lograran apoderarse de
dos guarniciones militares antes de que el gobierno se enterara de la re­
vuelta y que se necesitaran cuatro días para que enormes fuerzas guber­
namentales sofocaran a hombres mal equipados, es motivo de muchos co­
mentarios aquí en Guatemala. Esto indica que existe mayor descontento
de lo que la mayoría de la gente se imagina. Muchos creen aquí que la
presencia de la Armada de los Estados Unidos en la costa desalentó cual­
quier intento de los comunistas locales de aprovechar la rebelión y la
ayuda potencial de Cuba«24*.
Pero también los rebeldes tuvieron parte de culpa. Según Adolfo
G illy, de los 150 líderes y oficiales que juraron como miembros del grupo
secreto que había comenzado a complotar a comienzos de ese año, usó­
lo 45 se alzaron el 13 de diciembre*. Cuatro años más tarde cuando algunos
de ellos tenían una mayor motivación política, publicaron un documento
que revelaba otra causa del fracaso:
»Fue el campo tan limitado de la orientación política del movi­
miento lo que motivó su caída militar; contar con un arsenal inmen­
so y tener una zona militar bajo su control y no significaba nada
mientras los líderes militares no comprendieran claramente por
qué luchaban y cuál era su meta*28.

Enfrentados a la derrota militar y a la expectativa de ser fusilados si


eran capturados, los oficiales rebeldes se retiraron a las montañas y
luego al exilio. El Coronel Pereira logró escapar a México, mientras que
Yon Sosa cruzó la frontera hacia Honduras. T u róos Lim a se dirigió a E l
Salvador. Pero después de cuatro meses en el exilio estos dos últimos, ju n ­
to con otro oficial, Alejandro de León, volvieron a Guatemala donde, sepa­
rados en forma inevitable del ejército, comenzaron a buscar formas de
continuar la lucha contra el régimen. Adolfo G illy, en su relato sobre los
orígenes del movimiento guerrillero de Guatemala, describe con bastan­
tes detalles la forma cómo, en su huida, los ofidales rebeldes fueron aco­
gidos por los campesinos. Alejandro de León, por ejemplo, fue ocultado
y protegido por un campesino quien »al verlo huir, se dio cuenta que era

22L e M onde , 19 de noviembre de 1960.


u Christian Science Monitor, 12 de diciembre de 1960. La revuelta hizo que el Presidente
Ydigoras reconsiderara el criterio político de permitir que los exiliados cubanos continua­
ran entrenándose en Guatemala. En marzo de 1961, Roberto Alejos fue enviado con una
carta al Presidente Kennedy en que se solicitaba el retiro de los exiliados para mediados
de abril. Así se hizo. Partieron hacia Cuba a mediados del mes y fueron totalmente derro­
tados en Bahía Cochinos.
“ Documento publicado por el MR13 para el cuarto aniversario de la revuelta.

48
L a caída de Arbenz y los orígenes de las guerrillas

un oficial rebelde y le ofreció asilo. Llovía esa noche y no había ningún


alimento en la vivienda. En un momento dado, el campesino comenzó a
hacer pedazos algunas tablas de las paredes de madera de su choza. «Esto
es para hacer fuego. No tengo leña seca y Ud. está empapado. L a pared la
puedo arreglar mañana*. Yon Sosa en Honduras y Turcios Lima en E l
Salvador tuvieron experiencias similares en sus encuentros con los
campesinos. Aunque los relatos de G illy son obviamente más de tipo
propagandístico que de historia pura, contribuyen a explicar por que
los oficiales rebeldes del ejército guatemalteco se transformaron gradual­
mente en guerrilleros de izquierda. «En Guatemala, como en Honduras
y E l Salvador*, escribe G illy, «todos los campesinos ayudaron y prote­
gieron a los rebeldes y trataron de influir sobre ellos para ganárselos a su
causa. E l móvil de los campesinos no era sólo ofrecerles su solidaridad
sino que también ganar aliados y líderes para su lucha por la tierra. El
campesinado había hecho esto mismo con muchos combatientes rebeldes,
una y otra vez; lo han estado haciendo durante años, durante siglos. M u ­
chos de los rebeldes no reaccionaron, pero el esfuerzo no se hizo en vano;
algunos recibieron su influencia aunque no en forma inmediata. Yon
Sosa y Alejandro de León y sus compañeros no llegaron precipitada­
mente a una decisión; pero, poco a poco, los campesinos los fueron ganan­
do para sí«,€ .
En esa época el subteniente Turcios Lima tenía apenas diecinueve
años. Había nacido el 23 de noviembre de 1941. y provenía, según él mis­
mo decía, de una familia de la baja clase media. Su padre era relojero y su
madre empleada de oficina. Su padre murió cuando él era niño. En una
entrevista en 1966, Turcios describió a su madre como una «reaccionaria*
que había aprobado la rebelión de Castillo Armas en 19^4, hecha con el
respaldo de Estados Unidos27. Se educó en un colegio católico particular
y luego en una escuela vocacional del gobierno.
Su madre quiso que fuera oficial de ejército, por lo que a la edad de
quince años fue enviado a la Escuela Politécnica, academia militar
de Guatemala. Se graduó en 1959 con el grado de subteniente. M ás adelan­
te pasó seis meses en la escuela de entrenamiento de los Rangers en Fort
Benning, Georgia, en Estados Unidos, entre fines de 1959 y comienzos de
1960.
En una ocasión le pidieron que describiera su experiencia en ios
Estados Unidos, a lo que respondió que «desde el punto de vista militar
fue muy buena«. Y a otro periodista le explicó por qué le había gustado:
«Teníamos el club de oficiales, biftecs téjanos de medio kilo, buena ropa,
el mejor equipo. Fuera de todo eso, un montón de dinero: todos los meses
le enviaba a mi madre $ 150 ¿De qué me iba a preocupar?*28.
Es difícil en realidad comprender a las guerrillas guatemaltecas
sin considerar sus orígenes militares. Alan Howard, periodista norte-

MGílly(i), p. 16.
17Entrevista con Henry Giniger, New York Times, 18 de marzo de 1966.
**Entrevista con Alan Howard, New York Times (revista), 26 de junio de 1966.

49
<
G o tt / L a * gu erriü ** en Am érica I j t i n i

americano que conversó con T u róos a comienzos de 1966, recalca su pers­


pectiva nacionalista:
»Aunque súbitamente se encontró en una posición de liderazgo
político, Turcios es fundamentalmente un soldado que lucha
por un nuevo código de honor. Si es que tiene un alter ego, éste no es
Lenin o M ao y ni siquiera Castro, cuyas obras ha leído y admira,
sino Augusto Sandino, el general nicaragüense que luchó
contra los infantes de marina de e e .u u . enviados a Nicaragua
durante los gobiernos de Coolidge y de Hoover«29.
El Teniente Yon Sosa era tres años mayor que Turcios y era de origen
chino. El también había recibido un entrenamiento militar en los Estados
Unidos — en Fort Gulich en la Zona del Canal— pero éste no le había impre­
sionado mayormente. »Más adelante#, le dijo a un periodista, «logré
poner en práctica lo poco que aprendí en Panamá; poco, porque, a decir
verdad, los cursos eran malos, v aprendí mucho más aquí en la sierra, lu ­
chando contra el imperialismo#30.
Durante el transcurso de 1961, Turcios Lima estuvo algún tiempo en
contacto con los líderes de varios partidos políticos »para averiguar
qué representaban#. Al parecer no se impresionó mucho con ninguno de
ellos hasta que por fin,en julio, conoció a los dirigentes del proscrito Partido
Guatemalteco del Trabajo ( p g t ), el partido comunista guatemalteco.
»Eran distintos de los otros#, declaró algunos años después a un periodis­
ta, »les importaba verdaderamente el pueblo#. De estos primeros en­
cuentros, surgió lo que más adelante Turcios describiría como una «es­
trecha colaboración# entre el grupo de militares rebeldes a que él pertene­
cía y el p g t . Pero los comunistas de ningún modo dominaban al grupo de
partidarios de Turcios. Un líder guerrillero, Camilo Sánchez, recuerda
que cuando se incorporó a los rebeldes en esta etapa, encontró «no sólo
comunistas, sino también revolucionarios sinceros, católicos, comunis­
tas y gente cuya única aspiración era derrocar el régimen a fin de reempla­
zarlo por algo más justo#3 .
Aun en esta temprana etapa de la lucha, las vidas de los miembros
del movimiento de Turcios y de Yon Sosa estaban constantemente en peli­
gro. Mientras se realizaban las conversaciones políticas con el p g t , en
julio de 1961, Alejandro de León fue capturado por el jefe de la Policía
Política, Ranulfo González Ovalle, y asesinado. Según la versión de
G illy »la conmoción que produjo la muerte de Alejandro de L e ó n ... sir­
vió de poderoso estímulo para que el movimiento finalizara sus negocia­
ciones con los partidos de oposición y diera comienzo a la guerra de gue­
rrillas#. Además al parecer los impresionó la iniciativa de un grupo de
campesinos que en diciembre de 1961 les ofreció su apoyo siempre que
«comenzaran una lucha armada por la tierra«.
wIbid.
30GiUy (2), p.31* . . To o • -
"Camilo Castaño, Avec les guérrilles de Guatemala, Partisans, N 38, juito-sepuem-
bre, 1967, p. 150.


L a s guerrillas entran en acción

Lo cierto es que, dado su carácter de proscritos, los oficiales que sobre­


vivieron a la revuelta del año anterior tenían muy pocas alternativas por
delante. E ra más fácil eludir la captura en el campo que en la ciudad, y los
campesinos que habían encontrado — especialmente durante su huida
después del 13 de noviembre— parecían más amistosos que los políticos
de la ciudad. Dado el qemplo cubano, la acción guerrillera parecía una
alternativa lógica. Por consiguiente Yon Sosa y Turcios Lima abando­
naron sus negociaciones con los políticos burgueses y se fueron a la sierra.

Capitulo dos
L a s g u e r r il l a s en tran en a c c ió n

1963-1963
■ E l 6 d e febrero de 1961 marca el comienzo consciente de la guerra de gu errillas en
nuestro país, en el sentido de una lucha arm ada qu e tiene lugar en los campos, con el
apoyo político y social del cam pesinado, que inicialmente es llevada a cabo por una
fuerza arm ada irregular, pequeña y poco experim entada*.

César* Montes

En febrero de 1962, después de muy poca preparación, las escasas fuer­


zas guerrilleras de Yon Sosa y Turcios Lim a, junto con Luis T rq o Esqui-
vel, entraron en acción desde su escondite en las montañas de Izaba!, en
la Sierra de las Minas. Se llamaban a si mismos Movimiento Rebelde
Alejandro de León — 1 3 de noviembre, nombre que a la vez conmemo­
raba a su camarada muerto y el levantamiento fracasado de 1960. En su
primera declaración los guerrilleros manifestaron que:

»Hace tiempo que la democracia ha desaparecido de nuestro


país. Ningún pueblo puede vivir en un país donde no existe la de­
mocracia. Es por esto que la exigencia de cambios es cada día ma­
yor en nuestro país. Debemos derrocar el gobierno de Ydígoras
y establecer un gobierno que respete los derechos humanos, que
busque medios para salvar a nuestro país de sus sufrimientos y
que mantenga una política externa sería y digna».

L a declaración llamaba al pueblo de Guatemala a incorporarse a la


lucha y a no seguir tolerando la tiranía y las humillaciones un día más1 .
E l momento parecía propicio. César Montes, que más tarde fue jefe
de las guerrillas, escribió lo siguiente: »E1 impacto nacional que se produ­
jo maduró las condiciones para la rebelión popular»3. Como siempre,
el primer grupo social que se levantó fueron los estudiantes universita­
rios. Las causas inmediatas del desasosiego estudiantil se hallaban en

'L a única fuente que he podido encontrar para esta declaración ha sido La Hsinhua News
A gency, 20 de febrero de 1962.
*César Montes en »Una ruptura lógica y necesaria*, Punto Final. N° 53, 23 de abril de
1968.

51
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

las elecciones parlamentarías de diciembre del año anterior. Debía


renovarse la mitad del Congreso en estas elecciones y a pesar de que el go­
bierno sólo obtuvo uno de los cuatro asientos en Ciudad de Guatem ala,
logró una abrumadora mayoría en los distritos rurales. Se tenía la
impresión de que los cómputos habían sido falsificados.
L a atmósfera de crisis que siguió a estas elecciones se reactivó el
24 de enero, por el asesinato del Je fe de la Policía Secreta, Ranulfo G o n ­
zález, que fue muerto a balazos desde un auto en marcha al salir de su casa.
González era responsable del asesinato de Alejandro de León. El Presi­
dente Ydígoras inmediatamente declaró el estado de sitio, y afirmó que
el asesinato era obra de «pistoleros guatemaltecos e internacionales al
servicio del marxismo dirigido desde Cuba«3.
Pero aun cuando este nuevo movimiento rebelde se había organizado
para emprender la guerra de guerrillas, básicamente tenía una gran
semejanza con el grupo de oficiales que se había rebelado en noviembre
de ¡960. La estrategia de los guerrilleros consistía en planear asaltos
a instalaciones militares de una manera muy semejante a lo realizado por
el Coronel Pereira. Las primeras guerrillas se formaron para derrocar
rápidamente al gobierno y no para llevar a cabo una larga guerra de des­
gaste.
L a revuelta comenzó con un asalto de las guerrillas a dos guarniciones
militares y con el robo perpetrado en una oficina de la United Fruit el 6 de
febrero de 1962. Según una información de prensa, «alrededor de cincuen­
ta hombres tomaron parte en el ataque a las guarniciones militares de
las ciudades de Concepción y Morales. El Presidente expresó que los asal­
tantes habían llegado en varios camiones. Sustrajeron armas y dinero de
las guarniciones militares y también de la oficina de la United Fruit
Company«4.
El 10 de febrero los rebeldes anunciaron haber derribado un avión de
la Fuerza Aérea de Guatemala y, el 26, simpatizantes de los rebeldes
capturaron dos emisoras en la misma capital5. En una entrevista del
14 de febrero, el Presidente Ydígoras aseguró que un informe de la oficina
de inteligencia calculaba el número de hombres comprometidos en la
revuelta en aproximadamente un centenar. Señaló que tanto los oficia­
les rebeldes como los leales habían sido entrenados en la Escuela de
Entrenamiento para la Guerra de Guerrillas que los Estados Unidos
mantienen en Fuerte Gulick en la Zona del Canal, y agregó que «una de
nuestras grandes dificultades es que ambos bandos han sido entrenados
por los mismos expertos para emplear las mismas tácticas. Nuestros je ­
fes son muy hábiles pero los rebeldes también lo son«6.
En marzo se formó un nuevo grupo guerrillero encabezado por el te­
niente coronel Paz Tejada. Se llamaba «Frente 20 de octubre«, en con­
memoración de la revolución del 20 de octubre de 1944, que significó*
*New York Times» 26 de enero de 1962.
*New York Times, 7 de febrero de 1962.
5Hsinhua News Agency, 28 de febrero de 1962.
6New York Times, 16 de febrero de 1962.

52
L a s guerrillas entran en acción

la caída del dictador Ubico y que dio comienzo al gobierno de Ju a n José


A révalo. En una declaración emitida en marzo, este grupo denunció al
gobierno de Ydígoras como el responsable principal de la grave crisis
política y económica, y lo acusó de pisotear los derechos humanos y de
aum entar la miseria. El parlamento elegido en diciembre »ya no cumplía
con sus funciones como organismo constitucional porque se había
transformado en una organización de serviles secuaces del gobierno*.
A l condenar la política externa del gobierno, el manifiesto declaraba:
»Nos causan indignación las bases militares extranjeras existentes en
nuestro país y los pactos militares con las potencias extranjeras*. Las bases
militares extranjeras, agregaba, habían violado gravemente la sobera­
n ía de la nación, a la vez que los pactos militares existentes amenazaban
nuevas provocaciones internacionales y la supresión de los pueblos cen­
troamericanos.
E l pueblo de Guatemala, proseguía el Coronel Paz Tejada, había
hecho uso de todos los métodos pacíficos y legales a su alcance, pero el ré­
gimen dictatorial continuaba con su política de persecuciones.
»E1 único camino que queda es el camino de la revolución. La úni­
ca forma de acabar con las calamidades que aquejan a nuestro país
es derribar al régimen despótico de Ydígoras y establecer un
gobierno que pruebe con hechos que es merecedor de la confianza
del pueblo.
Conscientes de nuestra responsabilidad hacia la patria, y luego
de escuchar extensamente las opiniones del pueblo y porque cree­
mos en su respaldo patriótico, hemos creado el «Frente Rebelde
20 de octubre*. Declaramos que damos comienzo a la revo­
lución.
En cualquier lugar de la patria que nos hallemos, empuñaremos
las armas. No reconoceremos jam ás el derecho del régimen de
Ydígoras de gobernar el país.
Reafirmamos que nuestra lucha es una lucha nacional. En este mo­
mento crítico, señalamos una vez más en este manifiesto que la
finalidad de nuestro movimiento es la misma que llevó a los patrio­
tas oficiales del movimiento Alejandro de León ~ 7 3 de noviembre
a iniciar la lucha. Nuestros objetivos son los mismos de estos jóve­
nes oficiales. Están con nosotros estudiantes universitarios, obre­
ros, campesinos, profesionales patrióticos, y los rectos soldados
del Ejército y de las Fuerzas de Seguridad*1 .

Aunque la revuelta de Bananera en febrero fue aplastada en menos


de una semana, los tumultos, las huelgas y las manifestaciones estudianti­
les prosiguieron en Ciudad de Guatemala. Tres partidos políticos, el
Movimiento de Liberación Nacional, los demócratacristianos y el

1 Hsinhua News Agency, 4 de abril de 1962.

53
G o tt / L a s guerrillas en Am érica Latin a

Partido Revolucionario lanzaron un manifiesto conjunto exigiendo la


renuncia del Presidente Ydígoras y la formación de una junta mixta cí­
vico-militar para restablecer el orden.
El 16 de marzo, el Presidente ordenó al ejército que asumiera el control
de la ciudad. Por lo menos veinte estudiantes fueron muertos durante los
dos días anteriores y más de doscientos heridos. Luego de traer dos mil
reservistas desde el interior del país, el gobierno manifestó su intención
de llenar la ciudad con cuarenta mil soldados. Y durante el mes siguiente,
al darse cuenta que la represión era la única política que lo mantendría
en el poder, el Presidente Ydígoras reorganizó su gabinete. Con excep­
ción del Ministro de Relaciones Exteriores, todos los demás ministros eran
oficiales del ejército.
La situación revolucionaria había llegado a su fin. A la rebelión, como
escribiría más adelante César Montes, le faltó »una dirección defini­
da, una orientación clara y una organización adecuada**. No les quedó
otra alternativa a los rebeldes que retirarse a las montañas a lamerse
las heridas. La existencia de las guerrillas ciertamente provocó una si­
tuación de crisis en el ambiente político de Guatemala: las fuerzas oposi­
toras al gobierno, no obstante, no tenían la fuerza suficiente como para
sacar partido de ella.
Por segunda vez en dos años Turcios Lim a y Yon Sosa se encontraron
frente a la derrota. Y en esta ocasión la derrota era grave, porque no sólo
se hallaba en juego la suerte de un puñado de soldados, ya que estudian­
tes y campesinos también, desde febrero a abril, se habían incorporado al
levantamiento general. Pasaría mucho tiempo antes de que se pudiera
reemplazar a los muertos; y, con el incremento de la represión, cualquier
esperanza de organizar algo nuevo en las ciudades tendría que ser larga­
mente aplazada. Otra vez los líderes guerrilleros tuvieron que replegarse
a las zonas rurales donde, mezclados con los campesinos, podían esca­
par de la represión urbana.
M ás adelante ese mismo año, se realizó un nuevo intento de estable­
cer un frente guerrillero, pero al, parecer éste estuvo destinado al fracaso
desde el comienzo. Turcios Lima describe este conato como sigue:
»En noviembre de 1962, el 13 para ser más exacto, en conmemora­
ción del levantamiento de 1960, se intentó establecer otro frente
guerrillero en la región de Huehuetenango, al oeste del país. Es
una región muy montañosa pero muy poblada. Los líderes del
movimiento no habían realizado ninguna labor de preparación
política, apenas conocían el terreno y no contaban con el apoyo
de las organizaciones campesinas. Dieron vueltas tras vuel­
tas en círculos, tratando en vano de explicarles a los campesinos
en reuniones relámpagos por qué luchaban. Fracaso total. Todos
fueron capturados y fusilados.. .«*.
"César Montes en »Una ruptura lógica y necesar¡a«. Punto Final N° 53, 23 de abril de
i 9S8.
“Le Monde, 7 de febrero de 1967.

54
L a s guerrillas entran en acción

Poco se sabe acerca de lo que aconteció con las guerrillas durante el


resto del desastroso año de 1962, pero al parecer volvieron a reanudarse
las conversaciones políticas del anterior. Porque en diciembre el diez­
mado grupo del frente Alejandro de León - 1 3 de noviembre promovió la
formación de una alianza político-militar entre su movimiento, el Par­
tido Guatemalteco del Trabajo ( p g t ) y el Movimiento 1 2 de abril. (Esta
última agrupación había sido organizada principalmente por estudian­
tes y había surgido como resultado de las manifestaciones estudiantiles
de comienzos de año)10. L a nueva alianza se denominaba Fuerzas Ar­
madas Rebeldes (f a r ) y sería la responsable principal de la planifica­
ción y coordinación de las actividades militares de los diversos frentes
guerrilleros que todavía existían en ciernes.
Fue por esta época cuando Turcios Lima conoció por primera vez a
César Montes, joven estudiante de leyes que más tarde sería un importan­
te líder guerrillero. Junto con dos personas más, Turcios Lima y César
Montes comenzaron a recorrer la región de Sierra de las M inas para esta­
blecer contacto con los campesinos. Conversaban con ellos y los organiza­
ban, pero en esa época no se incluía entre las metas del f a r la formación
de unidades militares hasta no estar seguros de que contaban con el apoyo
campesino, con una red adecuada de informaciones y líneas de abasteci­
miento11. Según G illy:
»el papel del f a r era puramente ejecutivo. Era el ‘brazo armado’
mientras la dirección política seguía en manos del Frente Unido
de Resistencia (f u r ), organizado por el p g t y otros grupos, en que
el m r - 13 — las guerrillas— no estaba representado*12.
Adolfo G illy relata también la actitud política del far en esta etapa:
»£1 pgt proporcionaba el programa; su meta no era la revolución
socialista, ni el gobierno de los trabajadores o de los campesinos.
Exigía una revolución nacional democrática que llevase al poder
a un bloque formado por cuatro clases: los trabajadores, los cam­
pesinos, la burguesía nacional y la pequeñoburguesía. El pro­
grama de gobierno se basaría en la industrialización y el desarro­
llo de Guatemala dentro de un marco capitalista; se tomarían al­
gunas medidas contra el capitalismo a la vez que se conservaría la
propiedad, la posición social y la participación de la burguesía
nacional«.
Desde el comienzo se dejó sembrada la semilla del futuro conflicto
interno. El p g t dejó bien en claro que bajo ningúna circunstancia se debía
permitir que la acción guerrillera pasara a dominar las alternativas políti­
cas del partido.
I0E 1 movimiento 12 de abril se retiró del f a r en 1965. Véase Information Builetin o f the
World M arxist Review , N* 56, 20 de octubre de 1965, pp. 42-43.
11 New York Times. 26 de junio de 1966.
l,Gilly (1), p. t8. Véase además, José Milla en Problems o f a United Democratic Front
m Guatemala , World Marxist Review, diciembre 1964.

55
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

A fines de año, en noviembre, en la misma ¿poca que se creó el FAR.ei p g t


decidió apoyar la candidatura de Jorge Toriello para alcalde de G u ate ­
mala. M as tarde los guerrilleros citarían este hecho entre los argum en­
tos contra los comunistas. En 1968 César Montes escribió:

»E1 apoyo a Jo rge Toriello, político liberal de la burguesía local


con poco respaldo popular, no sólo distrajo la atención y el es­
fuerzo revolucionarios, aun en estado de efervescencia por el
levantamiento de marzo y abril de 1962, sino que también llevó a
Toriello y a las fuerzas que lo apoyaban a una derrota política pe­
nosa y previsiblc«13.
En ese tiempo, naturalmente, el uso de la táctica electoral aparecía
justificado, pero tres meses más tarde, en marzo de 1963, cuando el Presi­
dente Ydígoras fue derrocado por un militar todavía más conservador,
las perspectivas de que pudiera existir algún tipo de democracia en G u a ­
temala que incluyese elecciones libres parecían extremadamente remo­
tas.
E l 30 de marzo de 1963 el Ministro dfe Defensa de Ydígoras, C o­
ronel Enrique Peralta Azurdia, asumió el gobierno del país. Una decla­
ración emitida por las fuerzas armadas expresaba que habían decidido
actuar porque Guatemala se hallaba »al borde de un conflicto interno co­
mo resultado de la subversión promovida por sectores procomunis­
tas, y porque la infiltración comunista se hacía cada día más alarm antes
En una declaración de prensa, al día siguiente, el Coronel Peralta expresó
que el ejército no tenía intención de permanecer en el poder y que sólo
había intervenido con el fin de restablecer la tranquilidad en una situa­
ción política »confusa« y de preparar el ambiente para elecciones gene­
rales. Recalcó que cuando se permitiera la reanudación de las activida­
des políticas, cualquier partido con inclinaciones políticas proco­
munistas sería proscrito.
En efecto, antes del golpe de Peralta, el General Ydígoras había
estado preparando el ambiente para la realización de elecciones presi­
denciales. Originalmente éstas debían realizarse en octubre de 1963.
El ganador probable era el ex Presidente Ju a n Jo sé Arévalo, quien ha­
bía vuelto secretamente a Guatemala unos días antes del golpe de Peral­
ta, después de casi diez años de exilio en Ciudad de México. Se desconoce
por qué Ydígoras había permitido su retorno, aunque se rumoreó que
esto se había hecho »en la creencia de que eventualmente redundaría en
beneficio de Roberto Alejos, de quien el General Ydígoras esperaba
fuese elegido como su sucesor«14. Alejos, se recordará, fue el personaje
que prestó su hacienda a la c í a para montar la operación Bahía Cochinos.
Cualesquiera que fuesen las razones, es indudable que la presencia de

wCésar Montes en »Una ruptura lógica y necesaria". Otro candidato fue el Dr. Villa-
grán Kramer, director general de la Unidad Revolucionaria Democrática ( u r d ), quien
más tarde entraría en negociaciones con las guerrillas.
14N ew York Times, 28 de abril de 1963.

56
L a s guerrillas entran en acdón

Arévalo en el país, y la perspectiva de que ganara las elecciones fue dema­


siado para los militares. Tenían que intervenir para impedirlo16.
E l golpe de Peralta, que significó la postergación de cualquier posi­
bilidad de realizar elecciones libres, hizo que el camino de las guerrillas
pareciera más sensato, aunque también más peligroso. Y en abril de 1963
las tres principales organizaciones guerrilleras emitieron una declaración
conjunta. Estos tres grupos eran el Movimiento Rebelde Alejandro de
León - 1 3 de noviembre, el Movimiento Rebelde 2 0 de octubre, y el
Movimiento Rebelde 1 2 de abril. L a declaración era tajante.
E l pueblo guatemalteco se ve obligado a recurrir a las armas, declara­
ba, como »la única forma de oponerse a la actual dictadura de Peralta
Azurdia. Las guerrillas que operan en las zonas montañosas de Zacapa e
Izabal son fuerzas patriotas y populares... Las Fuerzas Armadas Revo­
lucionarías están dispuestas a sacrificar sus vidas por la noble y justa cau­
sa de convertir a la patria en una tierra libre de la tiranía, de la pobreza,
del derrotismo y la corrupción**.
L a declaración hacía un llamado a todos los guatemaltecos, cuales­
quiera fueran sus creencias políticas, a unirse y a coordinar sus es­
fuerzos hacia el objetivo común de reformar al país.
También denunciaba a la dictadura de Azurdia por la cruel perse­
cución de los habitantes de las zonas donde actuaban las guerrillas. De­
claraba que se estaba enviando aviones a aquellas regiones para atacar
a los campesinos con cohetes y bombas incendiarías que causaban víc­
timas y daños a las cosechas.
El documento señalaba que las guerrillas habían asestado conti­
nuos golpes a las tropas del gobierno. En un choque producido el 22 de
marzo habían resultado muertos cinco soldados del gobierno (incluyen­
do un teniente) y 28 heridos. En una batalla realizada entre el 18 y el 19
de abril, las tropas de gobierno habían sufrido nuevas bajas. Y a se pre­
sentaban signos de vacilación, decía, entre los oficiales y los soldados
de las tropas gubernamentales.
L a declaración afirmaba que los círculos de gobierno no destruirían
jam ás las guerrillas, las que contaban con el apoyo y la cooperación
del pueblo. El movimiento insurgente, concluía, confiaba en alcanzar
**En una carta con fecha 4 de mayo de 1963, Che Guevara hizo el siguiente comentario so­
bre la situación guatemalteca:
•En Guatemala combaten las guerrillas. El pueblo hasta cierto punto está en armas.
Existe una sola posibilidad de retardar el desarrollo de una lucha que, según to­
dos los indicios, marcha hada una revolución tipo cubano o argelino.
El imperialismo tiene esa posibilidad, aunque no estoy seguro de que se molesten en ha­
cer uso de ella: «elecdones libres* con Arévalo.
Así vemos el asunto. ¿Piensa Ud. que se pueda dar de otro modo?*
Carta publicada en Remtntscences o f the Cuban Revolutionary War Grave Press, 1968, p.

Es casi seguro que Guevara tenía la razón. Los Estados Unidos indudablemente ha­
brían preferido un gobierno Arévalo-Alejos. El Coronel Peralta era un típico nadonalis-
• ta antiyanqui de derecha.

57
G ott / L a s guerrilla* en Am érica Latin a

la victoria, y »los criminales que esclavizan al pueblo ciertamente serán


castigados#1 .
No obstante la victoria todavía se hallaba muy lejana. L a falta de ex­
periencia afectó enormemente a las guerrillas. Regis Debray relata
cómo en julio de 1963, un foco completo de guerrilleros — 23 hombres en
total— fue liquidado en la zona de Izabal por falta de vigilancia. »Un men­
sajero de las guerrillas fue capturado en la ciudad y obligado a punta de
ametralladora, a guiar un destacamento del ejército centroamericano
al campamento. El mensajero que guiaba la columna se fue por el ca­
mino más difícil porque creyó que estaría resguardado por un centi­
nela. Reveló su presencia con un grito antes de llegar al lugar donde es­
peraba encontrar al centinela. Nadie contestó. El mensajero fue muer­
to, y el destacamento entró al campamento en lo más profundo de la noche.
El centinela había sido relevado durante las primeras horas de la noche,
porque se consideró que ese acceso era impenetrable# .
Aunque muchos de los errores y fallas cometidos durante los prime­
ros años de la lucha guerrillera de Guatemala son atribuibles a la falta
de experiencia, las diferencias políticas que surgieron dentro del movi­
miento guerrillero a la larga provocaron mayores estragos.

Capítulo tres
Y on S o sa , los t r o t sk ist a s y e l mr 13,

Bajo la dictadura de Peralta Azurdia, que duró desde 1963 hasta 1966,
los comunistas no fueron los únicos que sufrieron. Otros partidos políti­
cos fueron colocados al margen de la ley o bien se negaron a participar en la
farsa electoral montada por el dictador. En consecuencia, los guerrille­
ros pudieron reanudar las negociaciones con los partidos políticos de
oposición, iniciadas en 1961 y rotas a comienzos de 1962 por el afán des­
medido de ir a las barricadas.
Yon Sosa, en particular, parecía ansioso de obtener algún tipo de
respaldo político organizado para sus guerrillas. Planteó un acerca­
miento al partido Unión Democrática Revolucionaria (u r d ), partido
de izquierda pero anticomunista, encabezado por Villagrán Kram er.
En un momento, recordaba más adelante Villagrán Kramer, se conside­
ró seriamente la unión entre su partido y el grupo guerrillero de Yon Sosa.
Representantes de ambas colectividades sostuvieron una serie de
reuniones, pero éstas fueron interrumpidas cuando en mayo de 1964, el
partido de Villagrán Kramer decidió finalmente participar en la contien­
da electoral. »Esta decisión«, expresó Villagrán Kramer, »se tomó a
pesar de las acaloradas objeciones del grupo de Yon Sosa, que sostenía

Hsmhua Xews Agency, 30 de abril de 1963.


17Regis Debray. Revoiulion tn the Reuolution? p. 44.

58
Yon Sosa, los troukistas y el w t 1 3

que el derrocamiento revolucionario del gobierno de Peralta era la úni­


ca solución política para Guatemala*1 .
Yon Sosa estaba tan desesperado por conseguir el respaldo de un gru­
po político organizado que en noviembre de 1963 le comunicó a Villa-
grárl Kramer que «aceptaría la ayuda de los comunistas o de cualquie­
ra*. E l partido de Villagrán Kramer, como típico partido socialdemó-
crata anticomunista latinoamericano, naturalmente llegó precipitada­
mente a la conclusión de que los comunistas ya controlaban las gue­
rrillas de Yon Sosa2. En esa ¿poca, recordaba Villagrán Kramer, su
partido estaba convencido de que el grupo de Yon Sosa estaba «bajo el
dominio comunista*. Temía que sí su partido se unía a las guerrillas
también sería «dominado* por los comunistas.
Naturalmente, como lo demostrarían los hechos, los guerrilleros no
tuvieron ninguna dificultad para evitar correr esta suerte. Un anóni­
mo funcionario norteamericano en Guatemala hizo la mejor descrip­
ción de la Filiación política de Yon Sosa: Yon Sosa, le manifestó a un perio­
dista visitante, «no se ha vendido al comunismo: se pertenece sólo a sí
mismo*3.
Pero las negociaciones políticas, ya fuera con los comunistas, ya con
Villagrán Kramer, inevitablemente suscitaron diferencias de opinión
entre los guerrilleros, tanto dentro del MR13 de Yon Sosa, como entre
éste y los otros grupos dentro del f a r . El resentimiento mayor de Yon
Sosa era que, a pesar de que el MR13 participaba en el f a r , quien decidía
respecto de la estrategia política y militar del f a r , era el Frente Unido de
Resistencia ( f u r ) , donde el MR13 no tenía representación. Y natural­
mente, el grupo con la voz cantante en el f u r era el Partido Guatemalteco
del Trabajo ( p g t ) , el partido comunista guatemalteco.
Adolfo Gilly, que en esa época era fiel partidario de Yon Sosa, explica
la situación como sigue:

»A1 no contar con un programa propio, y por ser partidarios sólo


de la idea de que no quedaba otro camino que la lucha armada,
los integrantes del MR13 estaban obligados a aceptar esta división
del trabajo, en que su lucha armada se llevaba a cabo bajo una direc­
tiva política externa, en cuyas decisiones ellos no tenían una par­
ticipación directa.
Pero dentro del f a r se presentaban las mismas contradicciones
que anteriormente llevaron el MR13 al rompimiento con los gru­

1 N ew York Times, 20 de diciembre de 1964.


‘ Villagrán clasificaba a su propia colectividad «corno perteneciente a la misma categoría
que las conocidas organizaciones latinoamericanas 'democráticas de izquierda', tales como
el Partido de Liberación Nacional de Costa Rica, dirigido por el ex Presidente José Fi-
gueres. el Partido de Acción Democrática que gobierna en Venezuela, y el Partido de
Acción Popular del Presidente peruano Fernando BelaundeTerry*.
Sin embargo, el partido de Villagrán Kramer no se consideraba »anticomun¡sta«, ya que
en Guatemala este término es «sinónimo de ultraconservador* y de gobierno militar.
*New York Times, 26 de junio de 1966.

59
i

G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

pos burgueses de oposición. La directiva del f u r siempre estaba


abierta a la posibilidad y a la esperanza de que eventuales negocia­
ciones llevarían a trocar la lucha armada por la electoral. El f u r
consideraba que las acciones guerrilleras que planeaba el M R 1 3 no
eran el medio para echar abajo al sistema sino que un instrumen­
to de presión para forzar al gobierno a entrar en negociaciones y
ceder a nivel democrático, electoral.
Mientras tanto la dirección del MR13, que había llevado la lucha
armada a las montañas, estaba — a pesar de sus vicisitudes, dile­
mas e impases— bajo continua presión por parte de las masas cam­
pesinas. La guerra de guerrillas, y la lucha con las armas en la mano
al lado de los campesinos, tenían una lógica propia. Mientras la
directiva política del f u r , comprometida con la negociación de­
mocrática, se movía hacia la conciliación, la jefatura de la lucha
armada se movía en un sentido revolucionario. L a actividad del
guerrillero, que lucha al lado de las masas campesinas, que ve la
miseria y la explotación en todas partes, que está bajo constante
presión por parte del campesinado para que avance — y que al mis­
mo tiempo recibe su solidaridad y apoyo y pruebas infinitas de
dedicación revolucionaría— no es la negociación sino la lucha. Y
considera que las negociaciones y el programa que las promueve
como meta constituyen un freno constante a su iniciativa*4.
i
Las guerrillas de Yon Sosa no sólo avanzaban cada vez más en su apre­
ciación de la necesidad de una estrategia para la lucha armada, sino que,
además, comenzó a variar el énfasis general de su programa. Durante el
período 1963-64, escribe Adolfo G illy:
»la directiva del M R 1 3 pasó por un período de transformaciones
internas. Donde antes tuvo una orientación nacionalista y antimpe-
rialista, ahora aceptaba el marxismo como método de análisis y
de acción, y el socialismo como meta de la lucha. Donde antes te­
nía el concepto de una revolución antifeudal y democrá­
tica, ahora aceptaba un programa antimperialista y anticapi­
talista, de revolución socialista, y, siguiendo los pasos de las re­
voluciones china y cubana, el gobierno de los obreros y los campe­
sinos como meta de la lucha revolucionaría. Esta transformación
abrió nuevos horizontes a la lucha guerrillera, que había llegado
a un callejón sin salida; le abrió el camino de la organización de
masas; al mismo tiempo que transformaba el concepto del papel
mismo de la guerrilla y su relación con las masas*5.
G illy no señala, como bien podría haberlo hecho, que fue en esta
circunstancia que el MR13 y Yon Sosa cayeron bajo la influencia de cier­
tos ideólogos troskistas, enviados por la Cuarta Internacional para lie-

4Adolfo Giüy en Guerrilla Movement in Guatemala (i), p. 18.


sG illy(i), p. 19.

60
Yon Sosa, los trotskistas y el m r 1 3

nar el vacío político que indudablemente existía dentro del movimiento


guerrillero. Como dijo Debray, la Oficina Latinoamericana de Buenos
Aires — división de la Cuarta Internacional— dirigida por Posadas »sacó
partido del hecho que el M R 1 3 había sido abandonado p o r las demás colec­
tividades políticas y no recibía ningún respaldo de éstas" .
Aunque contrario de ella, Debray brinda una relación bastante ajustada
de la posición trostskista respecto de la conducción de la guerra de gue­
rrillas:
»La ideología trotskista ha reaparecido hoy en día desde distin­
tas direcciones, so pretexto de las diversas derrotas transitorias
sufridas por las operaciones guerrilleras, aunque siempre pro­
pone la misma ‘estrategia para alcanzar el poder’ . Resumámosla:
»Las masas trabajadoras y campesinas anhelan en todas partes
el socialismo, pero todavía no lo saben porque todavía se hallan
en poder de las burocracias estalinianas. De ahí que se debe des­
pertar la espontaneidad latente de los trabajadores. Para lograr
esto, el movimiento guerrillero no es la forma más elevada de lu­
cha revolucionaria; debe instituirse el »poder dual" desde las
bases, es decir, debe hacerse un llamado para formar comités indus­
triales y campesinas, cuya proliferación en último término per­
mitirá el establecimiento de una Confederación Unica de Traba­
jadores; esta confederación será el instrumento para la toma del
poder a través de alzamientos instantáneos y generales en las zo­
nas rurales y en las ciudades. De aquí en adelante la labor de agita­
ción debe estar dirigida al desencadenamiento de huelgas y de
manifestaciones obreras. En el campo el objetivo debe ser la orga­
nización. de sindicatos campesinos, la ocupación de la tierra, la
organización de insurrecciones locales, que se extenderán gra­
dualmente a las ciudades, bajo la consigna de la Revolución Socia­
lista. Deben alzarse inmediata y directamente contra el poder del
Estado, sin intermediarios o destacamentos especializados. La
Revolución surgirá de las luchas económicas existentes o latentes,
que se agudizarán hasta transformarse en una insurrección masi­
va: paso directo de la acción sindical a la insurrección"7.

Francisco Amado Granados, trotskista que llegó a ser director nacio-

6Regis Debray, Revoiution in the Revolution?, p. 37. El trotskismo en América Latina es


más poderoso que en cualquiera otra parte del mundo. Ha participado en la agitación polí­
tica en las zonas rurales de Guatemala, Perú y Brasil. Está muy dividido, y a menudo resul­
ta difícil seguir la pista de sus actividades. No ha tenido historiador, aunque se lo merece.
7Regis Debray en Revolution in the Revolution? p. 36. Debray agrega, con más dureza,
que »Los trotskistas atribuyen una gran importancia al carácter socialista de la revolución,
a su programa futuro, y desearían ser juzgados por esta cuestión puramente fraseológica,
como si el declarar mil veces que la revolución debe ser socialista la hubiera de hacer
realidad*.

6l
G ott / L t t {u e r r illu en Am érica L atin a

nal del M R 1 3 , señaló lo mismo en forma bastante m is entusiasta en una


entrevista con Adolfo G iliy a comienzos de 1965:
«Planeamos organizar comités clandestinos de obreros armados
y también de estudiantes, similares a los que actualmente existen
entre los campesinos; promoveremos el sindicalismo, legal o clan­
destino; y prepararemos la actitud y la mentalidad de las masas
para crear una central revolucionaria de trabajadores*. Y nues­
tra consigna, que ya se está difundiendo, se hará realidad para im­
portantes sectores de la población: «Trabajadores, campesinos,
estudiantes, armaos*8
9.
Con esta perspectiva de acción, el grupo de Yon Sosa eliminó el «Ale­
jandro de León* de su denominación y comenzó a llamarse simplemente
Movimiento Revolucionario 13 de noviembre. Dentro del nuevo m r ¡ 3 ha­
bía una serie de frentes guerrilleros. Uno encabezado por el propio Yon
Sosa conservó el nombre de Alejandro de León. Otro dirigido por L u is
Turcios, tomó el nombre de Frente Edgar Ibarra. Al parecer Turcios nunca
asimiló la doctrina trotskista con el mismo gusto que Yon Sosa, y a me­
dida que pasó el tiempo, los dos frentes comenzaron a divergir ideológica­
mente. Pero al comienzo hubo gran armonía. En diciembre de 1964, el
nuevo mr 13 trotskista redactó su primera declaración política impor­
tante. Entre el io y el 22 de diciembre de 1964 se realizó una reunión am ­
pliada de la «Junta Directiva Nacional* del m r 13, en un campamento
guerrillero de Sierra de las M inas, llamado «Las Orquídeas*. De esta
reunión surgió la «Primera Declaración de la Sierra de las M inas«,
publicada por primera vez en la revista del m r 13 Revolución Socialista ,
en febrero de 1965.

P R IM E R A D E C L A R A C IO N D E LA S IE R R A D E LAS MINAS

»E1 año 1965 será de gran trascendencia. La Revolución Socia­


lista Guatemalteca realizará grandes avances. Las condiciones
para ello están dadas y están maduras. Por esta razón debemos es­
tar preparados con las armas en la mano, con la política y el progra­
ma marxista-leninista revolucionario que permitirá al M R 1 3 con­
ducir las masas a la victoria.
Sobre la base de la guerra de guerrillas, de la acción armada, debe­
mos organizar ocupaciones e invasiones de tierras en zonas enteras;
huelgas estudiantiles y ocupaciones de las universidades y escue­
las, manifestaciones; preparar un paro general de todos los tra­
bajadores en favor de un programa común de recuperación y en
contra de la dictadura capitalista.

8Esta es idéntica a la Confederación Unica de Trabajadores a que se refiere Debray.


* Adolfo Gilly, Guerrilla Movemenl tn Guatemala (2) p. 29.

62
Y o n S o m , tos troukistas y t i mr 13

L a próxima etapa debe ser la etapa de la extensión de la guerra de


guerrillas; de la multiplicación de los comités de aldea y de los sin­
dicatos laborales agrícolas, clandestinos en un comienzo, luego
en forma abierta en las grandes fincas del sur y del occidente y en
las propiedades de la United Fruit Company; de la incorporación
de los sindicatos y de los comités a la lucha guerrillera. Debe ser la
etapa de la incorporación de nuevos sectores de masas a la lucha
guerrillera directa
L a guerra de guerrillas avanza. A través de todo el radió de ac­
ción se extiende la organización de comités campesinos, de comi­
tés de aldea y de predios agrícolas que eligen los propios campesi­
nos, que funcionan clandestinamente y no sólo apoyan y ayudan
a los guerrilleros sino que participan y deciden respecto de los pro­
blemas de los propios campesinos.
En ciertos distritos, los comités campesinos del M R 1 3 , «han orga­
nizado milicias campesinas armadas, compuestas por campesinos
que continúan trabajando la tierra pero que además participan
en ciertas acciones armadas de las guerrillas*.
Las condiciones están maduras para la ampliación de la guerra
de guerrillas a nuevas zonas del país, y para la creación de nuevos
centros y frentes guerrilleros.
En las ciudades se preparan nuevas luchas obreras (El M R 1 3 pla­
nea iniciar una campaña para obtener el respaldo de las clases
obreras guatemaltecas organizadas, por lo cual la creación de
una «Central Unica de Trabajadores* constituye «una necesi­
dad imperiosa*).

Las luchas estudiantiles y las guerrillas

Es entre los estudiantes donde se encuentra la expresión más


inmediata del descontento y de la efervescencia revolucionaria
de las grandes masas guatemaltecas.
Los estudiantes tienen una tarea de enorme importancia: organi­
zar el apoyo a las guerrillas, respaldar, estimular y solidarizar
con las luchas obreras, impulsar la organización de la alianza obre­
ro-estudiantil contra la dictadura capitalista de Peralta Azurdia.
Al señalar con satisfacción que la Asociación de Estudiantes
universitarios ( a e u ) se ha declarado partidaria de la guerra de
guerrillas, la Declaración expresa:
Al mismo tiempo, aparte de las declaraciones y manifestaciones
en favor de la lucha guerrillera, debe preparar una acción unitaria.
Debe organizar acciones masivas en la Universidad de San Carlos,

63
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

en las calles, para demostrar la solidaridad franca del estudian­


tado con las guerrillas y milicias campesinas dirigidas por el
Comandante Marco Antonio Yon Sosa y por el Comandante Luis
A. T u rcio s... debe organizar mítines en la universidad, actos
de apoyo, pintar las murallas, redactar y distribuir libelos,
inundar la ciudad con expresiones de apoyo a las guerrillas.
Hacemos un llamado a la aeu a constituir un frente único con el
mr 13 y con todas las organizaciones estudiantiles dispuestas a
apoyar la lucha.

Los soldados y las guerrillas

Hacemos un llamado a los soldados y a los oficiales a colaborar


con el mr 13, a no participar en las acciones represivas del Ejérci­
to, a organizar comités clandestinos de soldados dirigidos contra
sus jefes, a rebelarse, a incorporarse con sus armas y sus equipos a
las guerrillas, a fraternizar con la población campesina, a pre­
pararse secretamente para apresar y juzgar a sus jefes y a in­
corporarse en masa al lado de los guerrilleros y campesinos, sus
hermanos de clase.
El mr 13 advierte a los oficiales que participen en la represión de
las m asas... que todos los crímenes serán juzgados por las masas,
tarde o temprano, y que todos serán considerados directamente
responsables de los asesinatos y groseros ataques y torturas a las
masas campesinas y a los presos políticos. Serán implacablemen­
te castigados, antes o después del triunfo de la revolución, como
se hizo en la Revolución Socialista Cubana.

E l empleo del terrorismo

La lucha en la ciudad no debe limitarse o circunscribirse al marco


del terrorismo. El MR13 y el f a r en la capital son los únicos movi­
mientos que han asumido la responsabilidad de todos los golpes
asestados contra el enemigo en la ciudad y en las montañas.
Pero su objetivo no es derribar al gobierno por medio del terror pu­
ro, método de lucha que sólo afecta al estado burgués y a la dictadu­
ra capitalista en un grado mínimo, sino combinar las accio­
nes militares con la lucha social.
Toda la lucha y todas las acciones de las guerrillas, en las monta­
ñas o en la ciudad, están encaminadas sobre todo al objetivo
político militar de facilitar, ayudar y estimular la organización de
los diversos sectores de masas; preparar las condiciones para la
generalización de la lucha social organizada de todo el pueblo

64
Yon Sota, los trot&kistas y el m r 1 3

explotado contra la dictadura capitalista y en favor de un gobierno


de los trabajadores y los campesinos10.

Por un Frente Antimperialista Continental Unico


El m r 1 3 formula un llamado especial a los guerrilleros, milicia­
nos y camaradas que llevan adelante la lucha armada en Venezuela
y Colom bia... a organizar en forma conjunta un Congreso Revolu­
cionario, con la participación de representantes guerrilleros de
Venezuela, Colombia y Guatemala.
Este Congreso tendrá como objetivo el intercambio de experiencias,
formas de lucha y tácticas para organizar la lucha en forma con­
junta, el apoyo mutuo, y la extensión de las guerrillas y de la guerra
revolucionaría a los países de Centro y Sud América.
El m r 13 propone realizar el Congreso en «territorio libre contro­
lado por las guerrillas*» en cualquiera de los tres países arriba
mencionados, e insiste en que »este Congreso debe realizarse en
el curso del año i9Ó5«.

La crisis de la dictadura capitalista y la farsa electoral

Si no fuese por su propia debilidad, la dictadura, que cuenta con


el respaldo del imperialismo, no necesitaría disfrazarse y montar
la farsa de las elecciones y de la Asamblea Constituyente.
En una sección que pasa revista a las «victorias* de la «revolución
mundial« en países tan apartados como Vietnam, el Congo, Tanza­
nia y las repúblicas latinoamericanas de Argentina, Bolivia, Colom­
bia, Panamá y Venezuela, la declaración prosigue:
L a impotencia social del imperialismo norteamericano se hace
totalmente evidente en su incapacidad para aplastar la revolución
socialista en Vietnam del Sur.
*

Diferencias con el p g t y el f a r
Al tiempo que el m r 13 ha debido combatir el capitalismo con las
armas ha debido librar una batalla política contra las tendencias
conciliatorias, vacilantes y reformistas que pretenden circunscribir

i0En otro lugar el MR13 se ha referido de la siguiente forma al uso del terrorismo: »El terro­
rismo nunca ha destruido una clase ni ha derribado a un gobierno. Debe usarse sólo como
actividad suplementaria, en apoyo de otras acciones. Por ejemplo, en un momento dado,
durante una huelga, en que la intención es echar abajo al régimen capitalista, la liqui­
dación de tres o cuatro dirigentes enemigos provoca un impacto enorme, porque desmo­
raliza, desconcierta y crea la confusión en las filas del enemigo, permitiéndonos de este
modo avanzar*.
Adolfo Gilly, Guerrilla Mouement in Guatemala (2), p. 23.
I
65
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

a los trabajadores y a los campesinos del país a la perspectiva falsa


de la llamada 'revolución nacional democrática’ . Estas tendencias
se sintetizan especialmente en la directiva del p g t . ..
L a directiva del p g t ha apoyado la línea pacifista, revisionista y
conciliadora de Kruschev y de la casta privilegiada de la u r s s . Ha
atacado y calumniado a los camaradas del Partido Comunista
chino que con su política impulsan la revolución mundial, y en
muchos países, tales como el Congo y Vietnam del Sur, han prestado
una ayuda efectiva a la lucha armada antimperialista y anticapi­
talista.
El programa del mr 13 se basa en la experiencia de las masas del país,
de Cuba, de China, de la revolución mundial, de la ludia de nues­
tros camaradas del Partido Comunista de China contra el paci­
fismo pequeño-burgués y la política de conciliación de la 'coexis­
tencia pacífica’ y de la 'vía pacífica’ .
No se puede avanzar sin armar a las masas y sin destruir la maqui­
naria del estado capitalista... es decir, sin hacer una revoludón so­
cialista como la de Cuba.
Un programa mínimo incluye la expropiación sin compensaciones
de las compañías y propiedades imperialistas, la expropiadón de la
United Fruit Company y de sus subsidiarias; la reforma agraria y la
redistribución de la tierra a los campesinos; la expulsión de todas
las misiones imperialistas y el rompimiento de todos los pactos mili­
tares y políticos con el imperialismo; la solidaridad con la Revo­
ludón C ubana...
En Guatemala, en América Latina, en el mundo entero: ¡Trabaja­
dores, Estudiantes, Campesinos, Armaos!«n .
Para completar el cuadro ideológico del m r 13 durante este período
vale la pena destacar que el movimiento dedicó espedal atención a tratar*
de convertir el ejército a su causa. Los orígenes militares de Yon Sosa
y de Turcios Lima seguramente fueron la causa de esto. Indudablemente
consideraron que el ejército era el lugar apropiado para encontrar reclu­
tas. E l siguiente libelo indica el tipo de propaganda que el M R 1 3
dirigía al ejérdto:
Soldado: Niégate a disparar contra tus hermanos campesinos.
¡Niégate a incendiar aldeas, niégate a torturar!
Soldado: ¡Apoya la organización de los comités campesinos en las
aldeas; organiza, junto con otros compañeros, comités clandestinos
en tus cuarteles, guarniciones y plazas, para discutir la forma en
que puedes ayudar al campesino y a la lucha guerrillera!1

11No he logrado ubicar la versión original publicada en Revolución Socialista. Esta ver­
sión está tomada de la versión abreviada en inglés aparecida en Latin American Times , del
26 de julio de 1965.

66
Yon Sota, fot trotskiaus y d mr 13
Soldado: ¡Apoya la ocupación de terrenos por parte de los campe­
sinos! ¡L a tierra es para el que la trabaja, no de los latifundistas ni
de la United Fruit Company!
Soldado: ¡Somete a juicio a tus oficiales que han torturado y asesi­
nado a tus hermanos campesinos!
Soldado: ¡Incorpórate a la guerrilla campesina, incorpórate a las mi­
licias campesinas!

Soldado: ¡Los guerrilleros no son tus enemigos. Son trabajadores, estu­


diantes y campesinos que luchan por la tierra!

¡Viva la alianza de los campesinos, obreros y soldados!


¡Viva la lucha por la tierra, contra los desalojamientos campesinos,
contra la represión militar del campesinado, y por la expropiación
de los latifundios!
¡Trabajadores, Estudiantes, Campesinos, Armaos!
Movimiento Revolucionario 13 de noviembre,
Guatemala, 27 de octubre de 1964 .

Sólo se encuentran detalles sobre el m r 13 durante su fase trotskista en


los dos largos e ilustrativos artículos de Adolfo G illy, titulados »The
Guerrilla Movement in Guatemala# publicados en Monthly Review de
mayo y junio de 1965. G illy pasó varias semanas con las guerrillas de Yon
Sosa a comienzos de ese año, y aunque comparte la ideología específica
preconizada entonces por el mr 13 y parece demasiado optimista res­
pecto al potencial guerrillero del campesinado guatemalteco, sus artícu­
los dan un valioso cuadro respecto a los puntos de vista y las actividades
de las guerrillas durante esa época.
L a tesis de Gilly, que atribuye a los propios campesinos, es que »la contra­
revolución (de 1954) triunfó porque el pueblo no estaba armado*. Cita
numerosos casos en que los campesinos exigieron armas al gobierno de
Arbenz y éste se las negó. Un campesino relata la siguiente anécdota:
»En ese tiempo yo trabajaba en Tiquisate. Los representantes del go­
bierno se nos acercaron, para la época del levantamiento de C as­
tillo Armas, y les preguntaron a nuestros dirigentes si, entre las seis
fincas que trabajábamos, podíamos reunir 300 hombres, a los que
luego entregarían armas. Les dijimos que sí. Volvimos a nuestras
fincas y cuando solicitamos 50 voluntarios en cada una, los campe­
sinos se enojaron y dijeron que todos eran voluntarios; al día
siguiente, en vez de 300 hombres se habían reunido tres mil, que
esperaban armas. Pero los representantes del gobierno no llegaron
nunca, y luego cayó el gobierno de Arbenz* .

"G illy , p. 31.


l3GiIly, (1) p. 10.

67
Gott L a s guerrillas en Am érica Latina

£1 Teniente Coronel Augusto Vicente Loarca, dirigente del mr 13 que


había sido miembro del Estado M ayor General de Arbenz en 1954, relata­
ba una historia semejante: dos días después de iniciado el levantamien­
to de Castillo Armas le había dicho a Arbenz: «Coronel, reunamos mil
hombres. Será fácil; y con Ud. a la cabeza, el país entero se levantará*.
Arbenz replicó que ya era demasiado tarde, que no había nada que hacer
y que ya había presentado su dimisión. «Si hubiera seguido mi consejo,
las masas habrían aplastado a Castillo Armas, y no tendríamos que
hacer lo que hacemos hoy día«, agregaba Loarca14.
G illy señala además que debido a que la reforma agraria había sido he­
cha a medias, muchos campesinos tenían bien poco que defender. «La tie­
rra de allá«, decía un campesino, «fue repartida. Luego vino la ‘libe­
ración’ y nos la quitaron. L a tierra de allá*, agregaba, señalando en otra
dirección, »no la repartieron. Es la mejor tierra y pertenece a gente rica,
así es que no la tocaron*.
Por estas razones, concluye Gilly,
»Las guerrillas guatemaltecas del MRL3 luchan en la actualidad por la
revolución socialista y por un gobierno de los obreros y los campe­
sinos. Ni el método ni el programa fueron establecidos por un gru­
po de teóricos puros, como una especie de juego de salón. Si por pri­
mera vez en América Latina ha surgido un movimiento guerrillero
en Guatemala que declara abiertamente sus objetivos socialistas,
esto sin duda se debe a la influencia del proceso revolucionario mun­
dial y a la revolución socialista cubana. Pero también se debe — y en
forma muy especial— a la profunda experiencia colectiva del pue­
blo de Guatemala, a la derrota sufrida en 1954, y al hecho que, desde
entonces, los obreros y campesinos, en lugar de resignarse o retro­
ceder han seguido luchando en la medida de sus fuerzas*15.

La organización de la guerrilla misma durante el período trotskista es


interesante puesto que presenta algunas diferencias respecto de la que ha
prevalecido en otros lugares y en otras épocas. Evaristo Aldana, uno de
los dirigentes del Frente Alejandro de León , explicó el sistema a Adolfo
Gilly:
»En primer lugar, organizamos lo que llamamos un »centro« para
nuestras unidades guerrilleras. Este «centro* constituye la junta
directiva. Luego organizamos «grupos*; cada miembro del »cen-

>4GiÍly (2), p. 32. La idea de Guevara era bastante similar. Según Ricardo Rojo, ta propo­
sición de Guevara era establecer un control estricto de la ciudad y entonces la fuerza inva-
sora, cuya capacidad ofensiva era militarmente muy pequeña, podría mantenerse aislada
con facilidad. Esta doble operación habría sellado la suerte de la aventura de Castillo
Armas, pero era totalmente contraria a la formación militar de Arbenz. Entregar armas a
las organizaciones civiles, a los diversos partidos que profesaban lealtad a la revolución
así como también a los sindicatos y a los grupos campesinos, era un paso absolutamente
esencial**. M i amigo el Che , p. 70.
"Gilly (1), p. 11.

68
Yon Sosa, los trotskistas y el mr 13

tro* desempeña un papel activo en su «grupo* y es responsable


de éste. El cargo de jefe de «grupo* es rotatorio. Al organizar un
grupo tomamos en cuenta factores tales como el grado de escolari­
dad de sus miembros, nivel de discusión política, y potencial mili­
tar. Este sistema ha dado excelentes resultados.
El centro proporciona el liderato militar y político al Frente. La
experiencia nos enseña que el funcionamiento de los «grupos*, y en
consecuencia del Frente en su totalidad, depende del funcionamien­
to del »centro«. En el «centro* los cargos de responsabilidad son
ocupados por los compañeros que, en la acción y en la discusión,
demuestran la mayor decisión de salir adelante, el sentido más alto
de responsabilidad, y el mejor espíritu colectivo.
.. .Dadas las tareas que debemos desarrollar y las condiciones en que
se efectúa la lucha, nos vemos obligados a basarnos en el llamado
«centralismo democrático*. No podemos estar sometidos al demo­
cratismo ni a los sectores más atrasados de las masas y del M ovi­
miento; debemos basarnos en aquellos sectores que poseen la ma­
yor decisión y el mayor grado de comprensión y de audacia. Esto no
significa que menospreciemos a los compañeros y a aquel sector de
las masas cuyo grado de comprensión aún es limitado. Ellos avan­
zarán y madurarán al observar la valentía en la acción de los que po-
seen una mayor comprensión y decisión* .

Aldana señalaba que el 90 por ciento de la unidad estaba integrado por


campesinos, y que por lo tanto la mayoría no sabía leer ni escribir. Se ha­
bían instruido dentro de la misma guerrilla.
Frente a un campesinado ignorante y políticamente atrasado, el objetivo
de las guerrillas era conseguir adeptos a través de la «propaganda arma­
da*: intento de convertir a los campesinos en revolucionarios por medio
de mítines y debates. Los organizadores naturalmente llegaban con el
fusil en la mano. Alan Howard han descrito el método, tal como él lo vio
en acción en 1966:

«Se apoderaban militarmente del pueblo. Todos los habitantes de­


bían concurrir a un mitin en el que varios rebeldes hablaban de dife­
rentes temas: la reforma, la explotación, el ejército popular, las me­
didas de seguridad. Durante este contacto inicial con la comunidad
los rebeldes se acercaban a los dirigentes del pueblo, con la esperan­
za de convertirlos en el núcleo de un Comité Clandestino Local, uni­
dad compactamente organizada que, en su etapa más avanzada,
actuara como autoridad política definitiva del pueblo.
Con frecuencia los rebeldes convencen al funcionario local del go­
bierno para que se una a su causa. Si no lo logran, los rebeldes tra-I

I*G»Ily (?)pp. 36-7.

69
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

tan de convencerlo de que permanezca neutral. Y si se opone en for­


ma activa a la autoridad rebelde» probablemente será fusilado.
Durante el año pasado los rebeldes han fusilado, según su propia
cuenta, a trece hombres de la región y a decenas de oficiales de la
policía y del ejército en otras zonas porque, según afirman, tortu­
raron y dieron muerte a guerrilleros. E l ejército por lo general
toma represalias y coge a una cantidad de sospechosos, los encarcela
para interrogarlos y con el tiempo los suelta. Las torturas son una
práctica bastante corriente y a veces el sospechoso no vuelve más a
casa*17.

Alan Howard se refería en realidad al sistema putsto en práctica por el


grupo de Turcios Lima en 1966. Pero las guerrillas de Yon Sosa em­
pleaban una táctica similar. »Nuestra lucha no es primordialmente mi­
litar*, explicaba Yon Sosa a Adolfo G illy a comienzos de 1965» »sino
social. Nuestro propósito no es destruir al gobierno por medios mi­
litares; intentamos disolverlo a través de la acción social. Esto quiere
decir que al mismo tiempo debemos organizar las bases del gobierno
que reemplazará al antiguo, un gobierno de obreros y campesinos.
Nuestra guerrilla organiza a nivel social. Es cierto que combatimos
arma en mano, pero también es cierto que organizamos a las masas cam­
pesinas y a los trabajadores urbanos. Ellos serán los que habrán de
echar abajo la dictadura capitalista*18.
G illy comenta: »La labor principal de las guerrillas guatemaltecas es
la organización campesina; todas las acciones militares se subordi­
nan a ella. Cuando una patrulla guerrillera marcha por las montañas,
sus ametralladoras, fusiles y granadas no son sus principales armas
de lucha; éstas son necesarias, indispensables, porque dan una base de
seguridad. Pero el arma principal es la palabra, escrita y hablada,
especialmente hablada*.
Un objetivo adicional de las guerrillas en este período era el hacerse in­
dispensables al campesinado. G illy escribe:

»La guerrilla unifica al campesinado. A diferencia de los obreros»


los campesinos no cuentan con las facilidades para organizar­
se para la acción concertada; están desparramados, cada uno en
su pedazo de tierra o en su aldea, rodeados de un enemigo cuyo
poder se personifica en el ejército y otros instrumentos de la re­
presión. L a guerrilla, que va de aldea en aldea, de región en re­
gión, es la encarnación de la lucha común y de las aspiraciones
comunes de los campesinos de poseer la tierra. Y hay que recor­
dar un hecho clave: los guerrilleros van fusil en mano. Los campe­

17New York Times , 26 de junio de 1966.


18Gilly (1) p. 20.

70
Yon Sosa, los trótskistas y el m r 1 3

sinos ven en estas armas rebeldes un símbolo de su propia digni­


dad invencible.
Cuando una patrulla guerrillera pasa por una aldea, no se los acoge
como una patrulla de hombres armados sino como los repre­
sentantes de cientos de campesinos de otras aldeas; la patrulla co­
munica el contenido de sus múltiples debates en toda la provin­
cia, acerca las aldeas entre sí con las constantes marchas entre
una y otra, y se lleva consigo nuevas sugestiones para la acción*.

G illy cita el discurso de un dirigente guerrillero, Evaristo Aldana,


pronunciado en una de estas visitas a una aldea:

«Ustedes han visto que tenemos armas. Las tenemos para poder lu­
char contra el gobierno y los terratenientes; contra los capitalis­
tas que viven del trabajo de los obreros y los campesinos; y contra
el ejército que los defiende a ellos y reprime a Uds. Luchamos
por la tierra, para que cada campesino sea dueño de la tierra que
trabaja, para que no se obligue a ningún campesino a pagar
arriendo o impuestos a los grandes terratenientes. Pero no pode­
mos nosotros solos conquistar la tierra, ustedes deben tomarla
con nuestra ayuda. Les ayudaremos con nuestras armas, pero Uds.
deben organizarse y prepararse para tomar posesión de la
tierra. Deben estar bien preparados; deben conversar con todos
los campesinos de la zona. Y deben tener armas si quieren tomar
la tierra y defenderla. Debemos organizar esta empresa en con­
junto y lanzar el ataque cuando estemos totalmente prepara­
dos. Seguramente Uds. recordarán que la tierra fue repartida
aquí durante el régimen de Arbenz; pero luego vino la llamada ‘li­
beración’ y se la quitaron.
Por lo tanto no basta con que les den la tierra; deben tener armas pa­
ra defenderla. Cada campesino debe poseer su propia arma.
Además debemos contar con un gobierno que nos defienda a nos­
otros, los trabajadores y a los campesinos, y no a los latifundis­
tas. Debemos prepararnos, uniéndonos con los campesinos de
otras regiones y con los obreros de las ciudades, si queremos esta­
blecer nuestro propio gobierno. Así como están las cosas actual­
mente, el gobierno controla al ejército; y el ejército detiende a
los latifundistas y persigue a los campesinos. Mientras sigan
los latifundistas y los capitalistas en el gobierno, este estado
de cosas seguirá igual. Cuando el gobierno sea de los obreros y de
los campesinos, estará al servicio de los obreros y campesinos,
y perseguirá a los explotadores. Y ningún iiberacionista’ nos
podrá arrebatar la tierra, porque nosotros seremos gobierno, y
todos tendrán un fusil para defender su tierra y su gobierno*.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Esta técnica guerrillera de entrar a una aldea, fusil en mano, para expli­
carle a la población los propósitos de la lucha guerrillera, ha llegado
a conocerse con el nombre de »propaganda armada«. Su caracterís­
tica principal es que no incluye necesariamente choques con las
Fuerzas Armadas del Estado. Como táctica, no obstante, ha sido blan­
co de duras críticas por parte de una nueva generación de guerrilleros
latinoamericanos. Debray, en particular, considera que aunque la
propaganda armada tiene su papel, debe seguir a la acción m ilitar y
no precederla:
«Considerar la propaganda armada como una etapa distinta y ante­
rior a las operaciones militares, al parecer significa provocar
al enemigo inútilmente, exponer a los camaradas que trabajan
como propagandistas al asesinato o a la necesidad de huir y ex­
poner una zona futura o posible de acción guerrillera. Dadas las
condiciones sociales, ideológicas y psicológicas del campesi­
nado en la mayoría de los países latinoamericanos, dadas las di­
versas agencias de inteligencia a disposición del enemigo (enor­
memente reforzadas después de la Revolución Cubana), un
grupo agitador, armado o no, será vigilado, descubierto y liqui­
dado; en sus comienzos si es necesario. Lo que es peor, sus contac­
tos, las células que ha organizado, las personas que han «traba-
jado« en las zonas rurales, en las aldeas y en las ciudades vecinas
correrán, quizás, igual suerte. Si el enemigo es lo suficientemen­
te astuto para esperar, no se moverá hasta que hayan comenza­
do las operaciones o aún más tarde, para permitir la infiltración
de sus servicios de espionaje. Colocará a un ‘campesino’ en la
organización: conocerá de este modo el paradero de todo el
grupo guerrillero desde un comienzo y lo liquidará rápida­
mente»19.

íwRegis Debray, Revolution in tke Revolution? p. 56.


Eduardo Galeano, periodista uruguayo que entrevistó a César Montes a comienzos de
1967, revela la oposición de este último a las opiniones de Debray acerca de la propaganda
armada: »En el transcurso de nuestras conversaciones, César Montes discrepó violenta­
mente de lo dicho por Debray acerca de la propaganda armada en su libro ¿Revolución en la
Revolución? »Indudablemente«, me manifestó Montes, »Debray tiene una buena infor­
mación respecto de la experiencia cubana. Tuvo acceso a muchos documentos totalmente
desconocidos. Pero sabe poco acerca de la experiencia guatemalteca. Conoce sólo algunos
aspectos, por gente que ha estado con nuestro movimiento pero que ha vivido en e! extran­
jero bastante tiempo. Tampoco creo que sepa mucho de otros movimientos. Llamarlo aven­
turero por lo que dice no es menoscabarlo, pero creo que la situación de cada país y el uso que
hacen de ciertas medidas que él crítica deben ser examinados con más detención. En Cuba
las guerrillas nunca celebraron mítines de propaganda armada. Pero no tuvieron nece­
sidad de ello«. Estas observaciones no impidieron que César Montes reconociera la valiosa
contribución de Debray al conocimiento que. la revolución latinoamericana ha adquirido
de si misma«.
Eduardo Galeano, Guatemala, Clave de Latinoamérica, Montevideo, Ediciones de la Ban­
da Oriental, 1967, pp. 29-30.

72
Yon Sosa, los troukistas y el mr 1 3

La importancia del movimiento de Yon Sosa, no obstante, no se debe al


énfasis que colocó en la «propaganda armada«, sino más bien a
que fue el primer movimiento guerrillero en América Latina que
adoptó abiertamente un programa socialista. Esto significó un rom­
pimiento importante con el precedente establecido por las guerri­
llas cubanas, y un reconocimiento del hecho que las clases dirigentes
y los Estados Unidos no se dejarían embaucar apoyando un movi­
miento de avanzada con propósitos aparentemente limitados como
lo habían hecho en Cuba. Como se lo explicaba a un periodista a me­
diados de 1965 el Embajador norteamericano en Guatemala; John
O ’Bell: «aquí el elemento politicamente más susceptible es la clase
media, compuesta de industriales, comerciantes y profesionales —
grupo que difícilmente apoyará a los comunistas*20. En la entrevis­
ta siguiente, consignada por Adolfo G illy a comienzos de 1965, Yon
Sosa explica su posición con mayores detalles:

yo n so sa :

«En el proceso de la lucha y convivencia junto a los campesinos, y


al encontrar mútiples frustraciones, llegamos a la conclusión
de que la única revolución auténtica de las masas que se puede reali­
zar en Guatemala es la revolución socialista. Y cuánto hemos
avanzado desde que llegamos a esa conclusión.

Una multitud de cosas que antes parecían confusas se han aclara­


do. Había compañeros que estaban de acuerdo en teoría con la
necesidad del socialismo, pero que temían que los campesinos
no comprendieran un programa socialista y s<; asustaran de un
paso tan drástico. Eran ellos los que no comprendían a los campe­
sinos. Para aquellos campesinos considerados como líderes por
sus comunidades, la idea de una revolución socialista aparece
como tan simple y lógica que se impacientan con cualquiera que
trate de proponer alguna otra solución. Esta es nuestra fuerza, y
constituye no sólo una fuerza material sino programática.

ADOLFO GILLY:

¿Y nadie le ha dicho que con este programa pondría en su contra a la


burguesía?

*°Latin American Times, 27 de julio de 1965.

73
Gott / L a s guerrillas en América Latina

YON so sa :

Naturalmente que nos advirtieron de esta contingencia. Se hizo to­


do lo posible para hacernos vacilar, para intimidarnos. Pero
lo que nos convenció fue la forma cómo los campesinos respondie­
ron a nuestro programa. £ 1 programa pasó la prueba de las masas,
y desde ese momento fuimos implacables. De todos modos ¿qué
importa lo que piense la burguesía? Ya están en contra nuestra.
¿Ha encontrado Ud. un solo burgués que apoye a los guerrilleros
o a los dirigentes campesinos militantes? Y de todas maneras
¿con qué fuerzas cuenta la burguesía nacional? En Guatemala,
con ninguna. Además, desde que empuñamos las armas y nos
fuimos a las montañas, están más vinculados que nunca al impe­
rialismo, y más en contra nuestra todavía.

ADOLFO GILLY:

Las diferencias entre Uds. y los comunistas ¿surgen de la actitud


frente a la burguesía nacional?

yo n s o s a :

Me parece que ésta es la principal diferencia, aunque existen


otras. Hemos discutido múltiples problemas con ellos y, franca­
mente, los compañeros del fo t razonan de un modo que no com­
prendo. Por una parte nos preguntan por qué atacamos en forma
tan dura a la burguesía nacional, puesto que en Guatemala prác­
ticamente no existe. Sin embargo, por otra parte, dicen que es ne­
cesario aunar el mayor número de fuerzas posible contra el
enemigo principal, el imperialismo, y que por lo tanto hay que
ganar el apoyo de la burguesía nacional o por lo menos neutrali­
zarla. En otras palabras, cuando atacamos a la burguesía dicen
que ésta no existe, que desapareció. Pero cuando se trata de atraer­
la como aliada, parece que entonces existe. Los campesinos son
mucho más realistas: »Los ricos son todos iguales, y debemos desha­
cernos de todos«, dicen...

ADOLFO GILLY:

¿Cómo se hicieron todos Uds. socialistas?


yo n s o s a :
Mientras le hacíamos el quite a las balas. Es imposible luchar por

74
Yon Sosa, los troukistas y el m r 1 3

mucho tiempo, codo a codo con los campesinos y no hacerse socia­


lista. Una revolución armada debe transformarse en revolu­
ción socialista. ¿Cuáles países, similares al nuestro, han podido
salir del atraso? Cuba, China, Vietnam del Norte, Corea del Norte,
todos han ido por la vía socialista. Un país atrasado no puede avan­
zar por la vía capitalista, y no existe una tercera alternativa.
Basta mirar a nuestro alrededor y ver lo que sucede en el mundo.
¿Podríamos no estar con el socialismo?
Pero no es suficiente estar con la revolución socialista, hay que ma­
nifestarlo. Hay compañeros que creen que aunque ellos mismos
pueden comprenderla, las masas no, y por lo tanto no hay que men­
cionarla. Esto demuestra una falta de confianza en las masas.
Estos compañeros piensan que los campesinos sólo se preocupan
del problema de las cosechas; siendo que los campesinos hoy en
día se interesan por Cuba, China, el Congo, y todo lo que está su­
cediendo en el mundo. Basta conversar con ellos para darse cuen­
ta. Pero hay que hablarles con un lenguaje simple, no con fórmu­
las abstractas; y no hay nada más simple que la idea de un gobier­
no de obreros y campesinos.

ADOLFO GILLY:

¿Qué piensa del Vietnam?

yon so sa :

r
¿Por qué lo pregunta? Ud. escuchó la discusión anoche con los otros
guerrilleros; ¡hasta participó Ud. en ella! Pero si gusta, le res­
ponderé como un Comandante guerrillero a un periodista.
Creo que los imperialistas son un hato de bastardos; hay que
echarlos a punta de fusil y eso es lo que están haciendo los guerri­
lleros vietnameses. Al hacerlo, nos ayudan a nosotros, por lejos
que estén. Y creo que los gobiernos obreros tienen que ir en ayuda de ,
los vietnameses con armas, con soldados, con todo, si es necesa­
rio con armas atómicas. Los estados obreros deben proporcionar­
les armas, y no permitir que el imperialismo los amedrente con el
chantaje atómico; deben además movilizar a todos los pueblos del
mundo en ayuda de los vietnameses. Los estamos ayudando, en la
medida que podemos, tratando de derribar el capitalismo en
Guatemala y combatiendo el imperialismo, no con declaracio­
nes, sino con fusiles. Los guerrilleros del Congo están haciendo lo
mismo. Cuando tengamos un estado obrero en Guatemala, puede
estar seguro que no emplearemos palabras ambiguas, extende-

75
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

remos la revolución, y ayudaremos a todos los demás países de


América Latina a hacer las suyas, si es que todavía no las han hecho.

ADOLFO GILLY:

¿Pero no le significará esto un conflicto con el imperialismo?

yon so sa :

. . . Le contestaré con mis propias preguntas. ¿No cree que entrare­


mos en conflicto con los imperialistas de todas maneras, no sólo
después de nuestra victoria, sino también antes? ¿Y cree Ud.
que si intervienen en el Vietnam y el Congo no van a intervenir
aquí en Guatemala, cuando decidan que la dictadura no está ha­
ciendo una labor adecuada de poner atajo a la revolución? ¿Y no
están interviniendo ya? ¿Y no intervinieron cuando Arbenz fue
depuesto? ¿Y los vamos a engañar haciéndonos los moderados?
Si no terminan con nosotros ahora es porque no pueden: y si no nos
liquidan cuando estemos al borde de conquistar el poder o ya es­
temos en el poder, será porque tampoco lo han podido. Y mien­
tras mayor apoyo tengamos de los pueblos de América Latina,
menos lo podrán. Y mientras más apoyemos las luchas de otros lati­
noamericanos, más apoyarán ellos la nuestra. ¿Conflicto con el im­
perialismo? No nos hagamos ilusiones: intervendrán lo más que
puedan, más que en Cuba, tanto como en el Vietnam. Pero, como en
el Vietnam, les irá mal. Debemos expresar claramente nuestras
ideas al respecto; no debemos engañar a las masas ni sembrar
falsas ilusiones, porque esto destruiría la confianza que tienen en
nosotros«21.

A menudo se ha dicho que Yon Sosa era pekinista. Cuando se le pre­


guntó en 1966 con cuál de los países socialistas el mr 13 se sentía más iden­
tificado, respondió: »Nos identificamos más con China y con su línea
política. No podemos aceptar la ‘coexistencia pacífica9 de los sovié-
ticos«22. No obstante no existe evidencia de que Yon Sosa haya estado
en alguna etapa bajo la influencia china, ni bajo su directiva o domina­
ción.
A comienzos de 1965 Adolfo G illy le preguntó a uno de los líderes del
mr 13, Francisco Amado Granados, cuál era la posición del movimien­
to en relación con la ruptura chino-soviética. Recibió la siguiente res­
puesta :

*'Gilly(2),pp. 29-35.
22Lú Epoca (Montevideo), ío de agosto de 1966.
Turcios Lim a y el far

»No compartimos la actitud de aquellos que pretenden que el conflicto


no nos atañe a nosotros y que debemos permanecer neutrales. Este
tema debe preocupar a los revolucionarios de todo el mundo; están
involucrados asuntos vitales de estrategia revolucionaria. No
compartimos la posición de los compañeros chinos en todos los
aspectos, pero pensamos que su línea revolucionaria general de opo­
sición a la coexistencia pacífica y a la transición pacífica sirve para
activar la revolución y puede servir de base para la discusión y el
reagrupamiento de todas las fuerzas revolucionarías, proletarias
y nacionales, a través del mundo, por la vía de la lucha armada vio­
lenta contra el capitalismo y el imperialismo. Esta es nuestra opi­
nión en general y por lo tanto hemos apoyado ciertos pasos de los
compañeros chinos, aunque no existe una identidad absoluta de
posición#23.

E sta era más o menos la posición trotskista ortodoxa. Tiene cierta seme­
janza con la actitud cubana hacia la posición filosófica china, aunque la
primera frase de Granados es un reproche dirigido directamente a los cu­
banos. L a posición de Cuba siempre ha sido que la ruptura chino-sovié-
tica fue un desastre para el Tercer Mundo, y que es mejor que perma­
nezcan neutrales los que no están comprometidos.

Capítulo cuatro
T urcios L ima y el fa r ,
1965-1966

»La instrucción militar sin criterio político es tan inútil como un fusil cargado con
cartuchos mojados. Con criterio político basta un machete*.
Turcios Lima

No todos los miembros del movimiento guerrillero compartían, las ideas


extremadamente avanzadas de Yon Sosa —y de sus consejeros trotskis-
tas. Turcios Lima, en particular, tenía serias dudas, no tanto respecto del
objetivo socialista, como acerca de los métodos para alcanzarlo. Su gru­
po, el Frente Edgar Ibarra, comenzó a sustentar ideas propias que
esencialmente diferían de aquéllas de Yon Sosa, Y ya el 16 de octubre de
1964 (es decir, antes de la »Declaración de la Sierra de las Minas# de Yon

,3Gilly (1) pp. 37*8.

77
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Sosa) el comando de este frente había escrito una carta destacando las
diferencias que habían surgido entre ¿1 y Yon Sosa. L a carta estaba diri­
gida tanto al Comité Central del p g t como al comando nacional del m r 1 3 .
Incluía los siguientes comentarios:
»Toda la posición (trotskista) conduce, por medio de una hábil manio­
bra, a la eliminación del contenido revolucionario del movimiento
guerrillero: a la negación de que pueda convertirse en el ejército
del pueblo; a la negación del papel del campesinado en las guerras
revolucionarías de nuestros países; a la negación de la necesidad de
la derrota militar del imperialismo y de sus lacayos como condición
previa para quitarles el poder; al ocultamiento de la duración
prolongada de la lucha armada; a la presentación engañosa de la
insurrección como un asunto a corto plazo; a la división de las fuer­
zas populares y a la distracción de los esfuerzos revolucionarios
hacia la organización pacífica de sindicatos y organizaciones
m asivas...
L a consigna que llama a la ocupación de la tierra y de las industrias,
que podría ser útil en ciertas etapas de la lucha, al ser empleada en
forma anárquica, provoca matanzas y reveses tremendos a los
campesinos y a los obreros que todavía no tienen la fuerza para apo­
yar estas ocupaciones. La famosa ‘controversia’ con la burguesía so­
bre la propiedad de los medios de producción es incomprensible
mientras las clases gobernantes controlen todo el aparato repre­
sivo. Esta táctica podría aplicarse en zonas en que el desarrollo de
las guerrillas, o del ejército popular, haya llegado al punto de po­
der mantener en jaque la ola represiva. De otro modo, expone los
puntos más vulnerables del pueblo a los embates del enemigo.
Estas acciones pueden adquirir el carácter de verdaderas provo­
caciones y causar derrotas que obliguen al pueblo al retroceso polí­
tico como única manera de protegerse contra la represión**1 .
Con la publicación de esta carta el Frente Edgar Ibarra se definía clara­
mente como una entidad con opiniones militares y políticas distintas de las
del m r 1 3 . Pero la carta de ningún modo era una refutación comunista
ortodoxa de los métodos trotskistas, y parece que Turcios, a la vez que no
compartía las tendencias que existían dentro del m r 1 3 , deseaba man­
tener a cierta distancia a los camaradas del p g t . Dadas las circunstancias,
decidió, como jefe del Frente Edgar Ibarra, que su movimiento ya no po­
día permanecer dentro del m r 1 3 trotskista. De allí en adelante el movi­
miento guerrillero de Guatemala estuvo dividido, con Yon Sosa a la ca­
beza del m r 1 3 y Turcios a la cabeza del f a r . Cerca de un año después,
durante la Conferencia Tricontinental de La Habana en enero de 1966,
Turcios explicó sus divergencias con Yon Sosa al periodista francés
Marcel Niedergang:
'Citado por Regis Debray en Revolution in the Revolutwn? pp. 38-9.

78
T u r ó o s Lim a y el f a r

»Lo que el Chino estaba tratando de hacer era representar a la revolu­


ción ¿i solo... Para ¿1 la guerra de guerrillas es un 'estimulante’
para modificar el contexto político. Para nosotros, la guerra de gue­
rrillas es fundamental, y esto es lo que nos separa de los comunistas,
que con demasiada frecuencia son tímidos y cautelosos... £1 Chino
habla de 'revolución socialista’ en un momento en que no se divisa
en el país conciencia socialista alguna. Habla de ios 'Soviets’ de la
'Unión de las Repúblicas Socialistas del Caribe’ . .. Es un ilu so .. .«2.

E l radicalismo de Yon Sosa era incorregible. En una entrevista realizada


más adelante en 1966, reiteró su apoyo a la revolución socialista. Al
preguntársele cuáles eran las diferencias ideológicas entre el f a r y el
m r 13, contestó;

»E1 f a r quiere una revolución democrática en tanto que el m r 13 es


partidario de ir inmediatamente al socialismo. No queremos nada
con la burguesía, mientras que el f a r trata de lograr que la bur­
guesía se incorpore a este movimiento. La revolución democrática
del f a r representa una transición hacia el socialismo, pero quién
sabe cuánto demorará esa transición cuando se trata de ganar al
enemigo de clase. Se puede lograr la unidad entre el mr 13 y el f a r
siempre que sea bajo el programa de la revolución socialista. Estoy
muy contento con los avances del f a r . Creo que no tardarán en lu­
char por los mismos objetivos que nosotros#3.
Según Turcios, otra de las diferencias entre los dos grupos era que »Yon
Sosa preconizaba la revolución urbana que luego se extendería al campo,
mientras que el f a r ponía énfasis en la acción campesina#4.
Camilo Sánchez, uno de los comandantes del f a r , hizo los siguientes
comentarios sobre Yon Sosa en una entrevista con Camilo Castaño en fe­
brero de 1967.
»Antes que nada es fundamental dejar en claro que Yon Sosa es un
camarada sincero, verdaderamente sincero hacia la revolución y
hacia el pueblo. Ha trabajado con los trotskistas pero no por eso es
trotskista. No lo ha sido nunca, ni lo es ahora tampoco. Como resul-
«

tado de sus contactos con los trotskistas, y del curso que éstos que­
rían darle a la revolución (querían monopolizar el control de la lu­
cha en Guatemala bajo las banderas de la Cuarta Internacional), el
far rompió con el Movimiento 13 de Noviembre encabezado por
Yon Sosa. (El Movimiento 13 de Noviembre ha perdido su influencia
con el pueblo, que en un comienzo lo apoyó). Creemos — sin caer en
sectarismos— que la participación de los trotskistas en el Movi- *
*Le M onde, 6 de febrero de 1966.
i La Epoca, (Montevideo) Agosto 10, 1966.
ANew York Times, 18 de marzo de 1966.

79
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

miento 13 de noviembre hizo que éste se transformara en una organi­


zación regional; antes había sido un movimiento nacional**.

Fue este conflicto entre una organización nacional y una regional el que
eventualmente llevó al propio Yon Sosa a romper con los trotskistas en
1966. Abandonó la Cuarta Internacional por una razón simple:

»Dos camaradas trotskistas que estaban con nosotros hicieron uso inde­
bido de los fondos recolectados. Sin previa consulta enviaron a la
Cuarta Internacional parte de los fondos que habían sido arre­
batados por la fuerza a la burguesía (aproximadamente 60.000
quetzales)«.
Yon Sosa no veía por qué el dinero recolectado en Guatemala había de ir
a parar a Buenos Aires. Al preguntarle un periodista si la línea política
del mr 13 había cambiado después de esto, Yon Sosa respondió:

»No. Nuestra línea permanece idéntica. Expulsamos a estos dos cama-


radas después de someterlos a juicio y rompimos relaciones con la
Cuarta Internacional pero no hemos variado nuestros principios en
cuanto a la revolución socialista* .

Pero Turcios vio la luz un poco antes que Yon Sosa, y una vez decidido a
romper con los trotskistas, se vio obligado a plantear una definición de su
posición ideológica. Para un ex oficial del Ejército, ésta no era tarea fá­
cil. Los trotskistas no le habían agradado pero tampoco le gustaban
mucho los comunistas (el p g t ). Deseoso de clarificar sus ideas, en marzo
de 1965 convocó a un congreso de los dirigentes del p g t , de la Juventud
del Partido del Trabajo (jpT) Y de los dirigentes de las diversas zonas de
resistencia que habían estado operando en forma más o menos desorga­
nizada después del rompimiento del año anterior. De este congreso sur­
gió el «Centro Provisional de Dirección Revolucionaria* del f a r , ten­
tativa de dar al movimiento revolucionario y a las guerrillas una direc­
ción y un comando centralizados. Según Debray, este nuevo movimiento
cristalizó en torno de las ideas y los sentimientos expresados en la carta
publicada por el movimiento Edgar Ibarra en octubre del año anterior:
«Sobre la base de este notable planteamiento de la forma y contenido de la
Revolución Guatemalteca, a fines de 1965 se organizaron las nuevas Fuer­
zas Armadas Rebeldes, de acuerdo con el renovado y rejuvenecido Par­
tido Guatemalteco del Trabajo«56 7. El programa completo fue publicado
más adelante ese año, 1965, como resultado de un acuerdo con el Comité
Central del p g t , bajo el título «Organizar y Unir a las M asas, Impulsar la

5Camilo Castaño, Avec les guérilles du Guatemala, p. 156.


6Entrevista publicada en La Epoca (Montevideo), to de agosto de 1966; reproducida en G/o-
bal Digest (Hongkong), Vol. iv, N° 1, enero de 1967.
Yon Sosa expulsó físicamente del país a sus amigos trotskistas de otro tiempo el 19 de ma­
yo de 1966, véase Guatemala: País en Guerra, Tricontinental (La Habana), N° 6, 1968.
7Regis Debray en Revolution in the Revolution?, p. 41.

80
T u r ó o s Lim a y el far

Guerra Revolucionaría Popular**. Igual que la carta de octubre, en


modo alguno constituía una declaración de tipo comunista ortodoxo.
Incluye una interesante acusación al trotskismo:
E l pueblo de Guatemala está en guerra contra sus opresores. El
imperialismo de e e .u u ., el latifundismo, y la oligarquía burguesa
que explotan y oprimen a nuestro pueblo, han abolido desde hace
tiempo las libertades y derechos a fin de defender sus propios inte­
reses y privilegios.
Puesto que no existe la alternativa de la lucha política por las vías pací­
ficas y legales, las fuerzas revolucionarias han tomado el único
camino que le queda a nuestro pueblo. Han resuelto oponer la vio­
lencia revolucionaría a la violencia contrarrevolucionaria, a fin
de preparar el camino de la revolución guatemalteca por la fuerza
de las armas, para organizar e impulsar la guerra revolucionaría
popular. En las condiciones históricas presentes el camino de nues­
tra revolución no lleva a los comicios. En nuestro país, la lucha
armada comenzó hace dos años bajo el emblema de la unidad, cuan­
do el Movimiento Revolucionario 13 de noviembre, el Movimiento
Revolucionario 12 de abril y el Partido Guatemalteco del Trabajo
acordaron coordinar y unir sus esfuerzos bajo las banderas de las
Fuerzas Armadas Rebeldes. El pueblo comprendió rápidamente
lo que era el f a r , que se ganó el respeto, el afecto y el activo apoyo
de los campesinos, obreros y demás elementos revolucionarios.
Los errores iniciales en la concepción del f a r , las divergencias polí­
ticas e ideológicas, los graves desaciertos de su directiva y de sus
organizaciones miembros, su funcionamiento burocrático, incorrec­
to y lento, y luego las continuas actividades divisionistas y de pro­
vocación de los elementos trotskistas de la directiva del MR13 condu­
jeron al estancamiento dentro del f a r , que personifica la unidad
del movimiento revolucionario, y luego a su división, al retirarse
el m r 13 de éste. En la llamada declaración de la Sierra de las Minas,
que fue rechazada por las demás organizaciones y por el Frente
Guerrillero Edgar Ibarra, el MR13 se presenta a sí mismo como la
encarnación única de la lucha armada que se lleva a cabo en el
país.
Sentimos profundamente que los valientes y sinceros combatientes del
mr 13, encabezados por el Comandante Yon Sosa, hayan tomado,
influidos por el trotskismo, el camino del divisionismo, en perjui­
cio del movimiento revolucionario guatemalteco. No obstante, les
tendemos nuestra mano fraterna en un espíritu de unidad. Estamos
ciertos que nos encontraremos combatiendo por la misma causa y
que, tarde o temprano, alcanzaremos la victoria para los obreros,
los campesinos y demás elementos patrióticos y revolucionarios

81
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

decididos a vencer a la contrarrevolución y al imperialismo con la


fuerza de las armas.
El Movimiento Revolucionario 12 de abril, por su parte, ha anunciado
su retiro transitorio del f a r a fin de eliminar sus imperfecciones.
Consideramos que su decisión es errada porque es imposible elimi­
nar defectos y consolidar una posición si se está como simple espec­
tador de la lucha revolucionaria que se lleva a cabo actualmente, en
el país.
En estas circunstancias nosotros los representantes de las principales
zonas de resistencia del país, de la guerrilla Edgar Ibarra, del p g t y
de las Juventudes Patrióticas del Trabajo, con plenos poderes otor­
gados por nuestras organizaciones, zonas y guerrillas, nos hemos
reunido para examinar la situación y colocar bajo un comando polí­
tico y militar único las grandes oportunidades de lucha que van en
aumento en el ambiente de crisis nacional y con el marcado incre­
mento del movimiento revolucionario.
L a revolución guatemalteca es un proceso único que seguirá adelante
hasta construir una nueva sociedad socialista, una sociedad sin
explotadores ni explotados. Las contradicciones y problemas que
entorpecen actualmente este proceso, y que debemos ir superando
en la lucha por alcanzar el poder, surgen del problema agrario y
de la dominación imperialista. Brotan principalmente de la dis­
tribución injusta de la tierra, en que un puñado de terratenientes
es propietario de zonas inmensas, mientras cientos de miles de
campesinos no poseen tierra alguna o sólo pequeños trozos de te­
rreno, cuya explotación no alcanza ni siquiera para subsistir, y del
predominio de relaciones semifeudales en la producción, no obstan­
te ciertos avances en las relaciones capitalistas. Se deben al control
ejercido por los imperialistas sobre nuestra vida nacional, los que
provocan un desequilibrio en nuestra economía, menoscaban nues­
tra soberanía nacional e intervienen cínicamente en las diversas
actividades de la nación. De aquí el carácter agrario y anti-imperia-
lista de la revolución guatemalteca en esta etapa.
No obstante, la superación de estas contradicciones se halla ligada a
la meta final de nuestro pueblo, cual es la construcción del socialismo
en Guatemala. Tenemos plena conciencia de la íntima conexión
que existe entre estas dos etapas de un único y mismo proceso, pero
también señalamos las diferencias existentes entre ellas. Mientras
no estemos conscientes de esta realidad, no podremos guiar al pue­
blo por la senda verdadera, o, en otras palabras, no podremos ver
los problemas que, una vez establecido el poder revolucionario, ha­
bremos de resolver.
El llamado disparatado y poco realista de los trotskistas a resolver

82
Turóos Lim a y ei fax
problemas pretendidamente socialistas antes de tiempo, condu­
cen el aventurerísmo y a la provocación, como ha sucedido en otros
países. Los diversos programas publicados en Retfolución Socia­
lista fundamentalmente no son socialistas, con excepción de cier­
tas demandas, y son sumamente confusos.
Somos partidarios de cooperar con los camaradas del MR13 pero somos
absolutamente contrarios de su orientación trotkista. En esta oca­
sión no es nuestro propósito hacer un examen del trotskismo como
tendencia antileninista, cuya verborrea ultrarrevolucionaria con­
funde y engaña a las masas. Sólo deseamos recalcar los siguientes
puntos:
Primero: los trotskistas deducen el carácter socialista de la revolución,
no de un análisis especifico de la realidad nacional, sino que única­
mente del progreso-mundial alcanzado por el socialismo. Esta deduc­
ción es equivocada. Es verdad que el progreso del socialismo es algo
que pertenece a nuestra época, pero sólo el análisis de las contradic­
ciones internas de un proceso puede revelarnos su naturaleza. En
Guatemala, la principal contradicción se debe al carácter agrario
del país y a la lucha contra la dominación imperialista.
Existe el dramático ejemplo de Vietnam del Sur, cuyo pueblo libra
una valiente lucha armada durante la transición del capitalismo al
socialismo, mientras Vietnam del Norte construye el socialismo.
E l pueblo sudvietnamita define el carácter de su lucha sobre la base
de las contradicciones internas: ve su lucha como un movimiento
antifeudal, antimperialista y de liberación nacional.
Segundo: la fórmula de la revolución socialista, que ha dado la
directiva de la Cuarta Internacional, es un patrón general en el que
los trotskistas desearían acomodar las diversas y múltiples reali­
dades de todos los países del mundo.. Esto se evidencia no sólo en la
historia del trotskismo y en las conclusiones del Séptimo Congreso
Trotslusta, sino en el contenido similar de los planteamientos
presentados por los trotskistas en todos los países. Obviamente, este
método de plantear los problemas es falso y peligroso aunque se lo
Envuelva en un lenguaje pseudorrevolucionarío.
Cuando agregamos a esto las continuas actividades divisionistas y de
provocación de los trotskistas, vemos que sus esfuerzos no pro­
mueven la unidad ni la lucha revolucionaría sino que, por el con­
trarío, le hacen el juego al enemigo.
Tercero: es totalmente erróneo atribuir un carácter socialista a todo
movimiento de masas y partir de esta premisa subjetiva para
describir la revolución. Es verdad que las exigencias inmediatas de
las masas deben estar vinculadas con los intereses revolucionarios.
Pero de esto no hay que inferir que las masas han adquirido una con­

83
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

ciencia socialista porque esta conciencia, obvia y desgraciada­


mente, no existe.
El socialismo no es un estado de conciencia sino una teoría cientí­
fica corroborada por la historia, una teoría que las masas no crea­
ron en forma espontánea sino que es asimilada por ellas en la lucha.
El propio Lenin expresó que las masas no pueden desarrollar por sí
mismas la conciencia socialista. L a que sólo puede llegar a ellas des­
de fuera. Expresó que las masas por sí mismas sólo logran alcanzar
una conciencia comunitaria.
Las masas son la principal fuerza motriz de la historia. Para ir por el
buen camino, los dirigentes y las organizaciones revolucionarías de­
ben aprovechar siempre la experiencia práctica de las masas. Pero
no se debe considerar esta fuerza creativa como una entidad místi­
ca todopoderosa, como lo hacen los trotskistas, que exaltan el movi­
miento espontáneo, tendencia que se contrapone al auténtico movi­
miento revolucionario.
Cuarto; el concepto trotskista de la lucha armada se contrapone al
concepto de una guerra revolucionaria popular. Los trotskistas,
que parten de una posición subjetiva y de una fórmula general de
revolución mundial, sostienen que las condiciones están maduras y
que las masas se hallan adecuadamente entrenadas para un levan­
tamiento armado inmediato. Es por esto que los trotskistas guatemal­
tecos, a la vez que se ven obligados a referirse al movimiento gue­
rrillero, lo consideran la forma más atrasada de lucha y, de hecho,
hacen un llamado al levantamiento, como se comprueba al leer
Revolución Socialista, y como lo han estado haciendo los trotskistas
durante cuarenta años en todos los países donde poseen una organi­
zación propia.
Podríamos abordar muchos otros problemas pero no es necesario. Lo
que deseamos recalcar es la gravedad de la posición desquiciadora
de los trotskistas, que aprovechan el prestigio del MR13 para engañar
a las masas.
¿Quiénes son, entonces, los enemigos y quiénes los amigos de la revolu­
ción guatemalteca?
T al como lo hemos expresado, los obreros, los campesinos y la clase
media urbana son las fuerzas sociales que promoverán la revolu­
ción guatemalteca. Nuestros enemigos son los imperialistas yan­
quis, los señores semifeudales, y la burguesía proimperialista.
Otros elementos, tales como ciertos sectores de la burguesía y de la
pequeña burguesía acomodada, se irán polarizando a medida que la
lucha avance. Son fuerzas intermedias que habrá que tomar en
cuenta y neutralizar. L a duplicidad y la naturaleza vacilante de la
burguesía, su tendencia a entrar en componendas con el imperíalis-

84
T u rd o s Lim a y el fa k

mo y a traicionar la revolución, son por demás conocidas. Nuestra


actitud hacia la burguesía dependerá de su conducta en el transcur­
so de la lucha revolucionaria.
E l poder revolucionario, por lo tanto, tendrá que apoyarse en las fuer­
zas propulsoras de la revolución, es decir, en las organizaciones polí­
ticas que la conquisten, por estar libres de toda consideración pe­
queña y oportunista. Hemos dicho que el camino hacia el poder atra­
viesa por la revolución popular violenta, a la que se irán plegando
las masas a medida que se vaya desarrollando. Las masas se unirán
en torno de la lucha armada organizada para echar abajo a las clases
explotadoras gobernantes. Debemos denunciar y combatir la ten­
dencia ya totalmente desahuciada de tratar de utilizar los métodos
parlamentarios y legales, los que sólo redundan en beneficio de la
dictadura militar.
Consideramos que la revolución guatemalteca forma parte del gran pro­
ceso revolucionario que está surgiendo en América Latina y a cuya
vanguardia marcha la heroica Revolución Cubana. Nuestra revo­
lución forma parte de la revolución mundial, que en la actualidad
se caracteriza por la transición del capitalismo al socialismo, la caí­
da del sistema colonial y la intensificación de la lucha contra el neo-
colonialismo, así como por el agravamiento de las contradicciones y
crisis del imperialismo, cuyo exponente máximo es el imperialismo
norteamericano. A pesar de su poderío y arrogancia, los imperia­
listas yanquis pierden terreno como resultado de los avances del
socialismo y del despertar de los pueblos.
Condenamos los planes belicistas de los imperialistas norteameri­
canos y apoyamos los movimientos de amistad de todos los pueblos
oprimidos. Declaramos públicamente que nuestra actividad es guia­
da por la doctrina del análisis y método del marxismo-leninismo,
cuya validez universal ha sido corroborada por la historia.
Resumimos en estas líneas generales los problemas, las exigencias y
las aspiraciones más vitales de nuestro pueblo y de nuestro país, a
fin de elaborar en forma definitiva un programa revolucionario que
contemple el traspaso de la tierra a los campesinos a través de una
reforma agraria hecha en profundidad, la consolidación de los bene­
ficios y derechos de la clase trabajadora, el mejoramiento del nivel
material y cultural de nuestro pueblo, los cambios estructurales
radicales que aseguren el desarrollo adecuado de nuestra econo­
mía, el ejercicio pleno de la soberanía nacional y, por último, la
construcción del socialismo en nuestro país.
La Conferencia de representantes de las Zonas de Resistencia, del
Frente Guerrillero Edgar Ibarra, el p g t y las Juventudes Patrió­
ticas del Trabajo, acuerda:

85
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

1. Establecer, con el apoyo del Frente Guerrillero Edgar Ibarra, las


Zonas de Resistencia, el p g t y las Juventudes Patrióticas del T ra ­
bajo, un Centro Provisional de Dirección Revolucionaría para orga­
nizar y llevar adelante la guerra revolucionaría popular.
2. Asumir la dirección total del f a r y tomar todas las medidas
conducentes a la reorganización de las regiones y zonas y para
asegurar el funcionamiento de los diversos servicios según los reque­
rimientos de la guerra.
3. Tom ar la iniciativa — según lo determinen las circunstancias— de
unificar, en lo posible, todas las fuerzas revolucionarías que se opo­
nen a la dictadura militar y al imperialismo norteamericano, y de
echar las bases de un movimiento militar y político único.
Hacemos un llamado a todos los miembros de nuestras organizacio­
nes y a todos los combatientes del f a r para que mejoren la disci­
plina, y promuevan la militancia, organicen y movilicen a las ma­
sas, utilicen métodos atrevidos y expeditos de lucha y hagan pleno
uso de su iniciativa y para que se comprometan —con firmeza y has­
ta el sacrificio— con la causa de la revolución.
Hacemos un llamado a los obreros y campesinos, a todos los revolucio­
narios y patriotas para que se incorporen plenamente a la lucha
revolucionaría y para que formen organizaciones combatientes del
far.
Hacemos un llamado al pueblo de Guatemala para que sea fiel a sus
principios y a sus mejores tradiciones, a sus intereses vitales y a su
futuro, para que tome su destino en sus manos, como lo ha hecho en
períodos cruciales de su historia. Hacemos un llamado al pueblo
de Guatemala para que se incorpore a la guerra revolucionaría para
echar a sus opresores y a sus explotadores de una vez y para siempre.
No olvidaremos jamás a los combatientes caídos. Su recuerdo nos
ayudará no sólo a destruir a sus asesinos sino a construir un
futuro feliz para el pueblo guatemalteco en cuyo servicio los héroes
no escatimaron su sangre ni sus propias vidas.
Estamos convencidos de la justicia de nuestra causa, del triunfo de la
lucha en que está empeñado el pueblo guatemalteco. Seremos siem­
pre fieles a los principios del socialismo, a la gran causa de la clase
trabajadora .
Este documento sorprendentemente revolucionario seguramente pro­
vocó cierta sorpresa en la Unión Soviética, porque en casi todos sus pun­
tos parecía estar mucho más cerca de la línea china que de la soviética. No
obstante, el entusiasmo del p g t por la lucha armada duró poco. César
Montes, que escribía casi tres años después, con ocasión del rompimiento

8Information Bulletin o f the World Marxist Revieiv, N° 56, 20 de octubre de 1965, pp. 41

86
T u r c io s L im a y e l far

d e l f a r con el pgt, no albergaba demasiadas ilusiones respecto del partido


‘ rejuvenecido’ :

»E1 Congreso Nacional del pg t renovó el Comité Central con un cier­


to número de cuadros jóvenes que se habían distinguido en la lucha
guerrillera o en tareas afines. Pero en lugar de seguir adelante con
el propósito anunciado de conducir a todo el pg t a la guerra, se tra­
tó simplemente de una maniobra destinada a contrarrestar los pun­
tos de vista más radicalizados y embrollar a los líderes militares
dentro de un complicado sistema disciplinario. No fue una simple
coincidencia que después de este Congreso se comenzara a mencio­
nar el f a r en algunas publicaciones internacionales de los partidos
comunistas europeos como »las Fuerzas Armadas del p g t « .

Y César Montes hacía notar el respaldo inadecuado brindado por el par­


tido comunista y decía lo siguiente:

»En ninguno de aquellos acontecimientos que conformaron una ten­


dencia o constituyeron etapas definidas y avances objetivos dentro
de la historia todavía breve de nuestra guerra revolucionaria de
guerrillas —una serie de características positivas y nacionales de
nuestra revolución— estuvo presente la iniciativa, la visión, el aná­
lisis, la inspiración o la labor organizativa de la directiva del p g t .
La única excepción fue la fundación del f a r y del c p d r , en los cua­
les servio obligado a participar por la iniciativa de otras fuerzas. Su
principal contribución fue retardar y deformar el impulso y los
objetivos originales, en lugar de fomentarlos y desarrollarlos. En
otros acontecimientos estuvo totalmente ausente«*.

No obstante, nada de esto era evidente en 1965, y cuando se cursaron des­


de L a Habana las invitaciones a los movimientos revolucionarios del
mundo para que asistieran a la Conferencia Tricontinental de enero de
1966, Turcios Lima y el f a r comunista recibieron una invitación y Yon
Sosa y el mr 13 trotskista fueron totalmente excluidos.
A pesar de la decisión de Yon Sosa de seguir adelante por cuenta propia y
sin el apoyo trotskista —decisión que tomó hacia fines de 1965— se encon­
tró con que Fidel Castro lo hacía objeto de una de sus raras diatribas con­
tra el trotskismo. Fue en ocasión del discurso de clausura de la Tricon­
tinental. AI parecer, Castro se vio impulsado a ello por las continuas
insinuaciones del trotskismo de que habría asesinado al Che Guevara
(que había desaparecido* a comienzos de ese año) por lo que se decidió a
contraatacar.
Castro comenzó citando un extenso artículo del jefe de la Oficina Polí­
tica Latinoamericana de la Cuarta Internacional, aparecido en el perió­
dico italiano Lotta operaría. Este artículo prácticamente acusa a Fidel de
* Cesar Montes, Una ruptura lógica y necesaria.

87
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

liquidar a Guevara para poner término a la revolución latinoamericana


y concluye con algunos comentarios favorables sobre el MR13 de
Guatemala:
»A1 lado de Cuba encontramos a Guatemala con su programa de la
Revolución Socialista. A pesar de los esfuerzos y de los discursos de
Fidel Castro, no ha podido impedir éste que el Movimiento 13 de no­
viembre se transforme en un movimiento socialista revolucionario
que lucha en forma directa por el socialismo».
Luego de citar este pasaje, Fidel se refirió al problema de Guatemala:
»No es de ninguna manera una coincidencia que este caballero, diri­
gente de la Cuarta Internacional, mencioné aquí orgullosamente el
caso de Guatemala y el Movimiento 13 de noviembre, porque
precisamente en relación con este movimiento, el imperialismo yanqui
ha utilizado una de sus tácticas más sutiles para liquidar un movi­
miento revolucionario, es decir, su infiltración por agentes de la
Cuarta Internacional que lo llevaron a adoptar —a causa de la igno­
rancia política del dirigente principal de este movimiento— esta
cosa desacreditada, esta cosa antihistórica, esta cosa fraudulenta
que emana de individuos que se sabe están al servicio del imperia­
lismo yanqui, que es el programa de la Cuarta Internacional.
¿Cómo sucedió esto? No hay duda de que Yon Sosa fue un oficial patrio­
ta. Yon Sosa fue el líder del movimiento de un grupo de oficiales del
Ejército —en verdad, las tropas mercenarias que más tarde inva­
dirían Playa Girón participaron en el aplastamiento de este movi­
miento— y a través de un individuo que era un comerciante y que
tomó a su cargo la parte política del movimiento, la Cuarta Interna­
cional se las arregló para que este líder, que desconocía los pro­
fundos problemas políticos e históricos del pensamiento revo­
lucionario, permitiera a ese agente del trotskismo —quien, no tene­
mos, la menor duda, es un agente del imperialismo— se hiciera car­
go de la publicación de un periódico en el cual se copió de cabo a rabo
el programa de la Cuarta Internacional.
Lo que de este modo cometió la Cuarta Internacional fue un verdadero
crimen contra el movimiento revolucionario, porque lo aisló del res­
to del pueblo, lo aisló de las masas, corrompiéndolo con las estupi­
deces, el desprestigio y esa cosa repulsiva y nauseabunda que es el
trotskismo hoy en día dentro del campo de la política. Porque si el
trotskismo representó en cierta etapa una posición equivocada,
pero una posición dentro del ámbito de las ideas políticas, el trotskis­
mo se transformó años más tarde en un vulgar instrumento del
imperialismo y de la reacción.
Estos caballeros razonan de un modo tal que, por ejemplo, con rela­
ción a Vietnam, donde un vasto frente revolucionario ha incorpo­

88
T u ró o s Lim a y el fa r

rada a la inmensa mayoría del pueblo y agrupado estrechamente a


diferentes sectores de la población alrededor del movimiento de libe­
ración en la lucha contra el imperialismo, para los trotskistas esto es
absurdo, es contrarrevolucionario. Y estos caballeros tienen la
desfachatez increíble de expresarse de este modo cuando se enfren­
tan a los hechos y las realidades históricas y de los movimientos
revolucionarios.
Afortunadamente, el movimiento revolucionario guatemalteco se sal­
vó. Y se salvó gracias a la clara visión de uno de los oficiales que,
junto con Sosa, habían iniciado el movimiento revolucionario, y
quien, al comprender aquel desatino, aquella estupidez, se separó
del Movimiento 13 de noviembre y organizó, junto con otros sec­
tores progresistas y revolucionarios, las Fuerzas Armadas Rebeldes
de Guatemala.
Y este joven oficial, que tuvo una visión tan clara de la situación, y que
representa al movimiento revolucionario de Guatemala ante esta
conferencia es el Comandante Turcios. El Comandante Turcios tie­
ne a su haber no solamente ser uno de los primeros en participar en
la lucha armada por la liberación de su pueblo oprimido, sino que
también tiene el mérito de haber salvado a la revolución guate­
malteca de caer en una de las trampas más sutiles y perversas del
imperialismo yanqui. Enarboló la bandera revolucionaria de
Guatemala y de su movimiento antimperialista, y la rescató de las
sucias manos de los mercenarios al servicio del imperialismo
yanqui.
Y esperamos que Yon Sosa, acerca de cuyos propósitos patrióticos al
comienzo de la lucha no tenemos dudas —aunque sí tenemos
serías dudas acerca de su actitud como líder revolucionario— no tar­
dará en separarse de esos elementos para volver a incorporarse al
movimiento revolucionario de Guatemala, pero esta vez bajo otra
directiva, bajo otro líder que ha demostrado, en momentos como
éste, una visión clara y la actitud de un líder de la revolución».
Turcios Lima, que encabezaba ahora el movimiento guerrillero más
importante de Guatemala, había cambiado considerablemente de aquel
joven teniente que participó en la revolución del 13 de noviembre de
1960, hacia cinco años. Había adquirido un buen conocimiento de política
y en particular, a la vez que contaba con el apoyo del p g t , no había perdi­
do jamá% su independencia.
»No soy miembro del Partido Comunista**, le dijo a un periodista que lo
entrevistó en marzo de 1966, aunque al mismo tiempo señaló que su filo­
sofía estaba cerca de la del Partido10. Aunque había recibido el visto bue­
no de Castro en la Trícontinental, rehusó tomar partido en el conflicto

ulS e w York Times, 18 de marzo de .1966.

89
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

entre Moscú y Pekín. Declaró que se proponía mantener la inde­


pendencia de su movimiento en relación con las corrientes comunistas mun­
diales. El f a r es un «movimiento nacionalista», declaró, «que no se halla
bajo el alero de Moscú ni de Pekín ni de La Habana».
M ás adelante el comandante segundo de Turcios, Cesar Montes, seña­
laría lo mismo:
«Fidel Castro no es nuestro jefe supremo. Naturalmente nos damos
cuenta que nuestra lucha debe realizarse a nivel continental.
Necesitaremos entonces un líder a este nivel. Lo elegiremos nosotros
mismo cuando lo necesitemos. Para nosotros Fidel es nada más que
la prueba viviente de que nuestra lucha puede triunfar. Lo admira­
mos pero nos negamos absolutamente a colocarnos bajo sus
órdenes»11.

Turcios explicó que él y su grupo no tenían las fuerzas ni el deseo de to­


mar el poder en ese momento. Se encontraban en la «primera etapa»
— la de «supervivencia»— en la cual trataban de organizar al campe­
sinado. M ás adelante, en una segunda etapa que podía no ser alcanzada
todavía por algunos años, se llegaría a un «equilibrio de fuerzas» entre las
guerrillas y el ejército y esto permitiría una lucha más directa y abierta.
Un periodista que había entrevistado a César Montes, en junio, explicaba
que «los rebeldes admiten que no albergan el propósito ni la espe­
ranza de apoderarse del poder en un futuro cercano. Su objetivo es cons­
truir una base de resistencia y un refugio seguro en las zonas rurales
desarrollando una masa altamente conscientizada de campesinos.
«Mientras más tiempo tengamos para preparar al pueblo ahora», expli­
caba M ontes,. «menos difícil será la transición al socialismo más
adelante»12.
No obstante, el énfasis en la «guerra larga« y las características del cam­
pesinado, hacían de la necesidad una virtud. Los guerrilleros senci­
llamente hallaron en las áreas rurales un campo más fértil para sus ideas
que en las ciudades.
En una entrevista con M ario Menéndez Rodríguez, editor de la revista
mexicana Sucesos, realizada a mediados de 1966, Turcios hace un breve
resumen de ios objetivos perseguidos por su movimiento:
«Luchamos por la tierra y en contra del imperialismo. En primer tér­
mino, debemos estar libres de la intervención foránea; debemos
tener libertad para conducir a nuestro país por la senda del pro­
greso y para tomar las medidas que se ajusten a la realidad pre­
sente. No podemos ignorar el hecho de que somos esencialmente un
país agrícola, con una distribución muy injusta de la tierra y con un
sistema primitivo de producción. Es lógico que debemos llevar a

MJean Larteguy, París Match, 26 de agosto de 1967.


l2.\Vi/» York Times , 26 de junio de 1966.


T u n ao s Lim a y el far

cabo una reforma agraria general y total; es decir, no sólo dar tie­
rra a los campesinos sino otorgarles los créditos, préstamos e
implementos que requieren. Debemos tomar medidas para
aumentar la producción y conducir progresivamente a los cam­
pesinos a adoptar métodos superiores de producción, el coope­
rativismo y la colectivización. Pero, antes que nada, debe haber li­
bertad, que no se puede obtener a través de la vía electoral ni por
ninguna otra vía. Sólo existe una vía para Guatemala, la vía de la
revolución violenta. En mi opinión, la revolución la harán los
campesinos, los obreros y la clase media urbana, es decir, los explo­
tados que comprenden claramente que aquellos que lo poseen
todo, o prácticamente todo, no tienen la más mínima intención de
entregar y repartir lo que poseen basándose en el principio de la
distribución razonable. Por el contrario, no dejarán piedra sobre
piedra en su afán de defender todo lo que poseen. Para decirlo en for­
ma breve, la clase obrera guatemalteca no tiene todavía con­
ciencia del papel que le cabe desempeñar en la lucha de nuestro país,
aunque ya comienza a surgir como la principal clase revoluciona­
ria. Por otra parte, las masas del campesinado, que sufren la mi­
seria y el hambre y se ven afligidas por la ignorancia y la desespera­
ción, se han transformado en esta etapa en la fuente de refuerzos y
en el principal apoyo para la lucha armada, soportando los más
duros sacrificios. En la Sierra de las M inas y en todas las regiones
montañosas de Guatemala, el ejército popular en expansión repre­
senta la verdadera fuerza de las masas y constituye la garantía de
que alcanzaremos la victoria final«.

Cuando se le preguntó si en Guatemala era posible la intervención arma­


da por parte de los Estados Unidos, del tipo ocurrido en Santo Domingo,
Turcios respondió:

«Creemos que habrá una intervención armada semejante cuando el go­


bierno títere, el ejército y la policía vean que no pueden controlar al
pueblo y se den cuenta que son demasiado débiles para proteger a
la camarilla de los monopolios y cuando el régimen, al igual que el
de Vietnam, comience a desmoronarse. Sin embargo, igual que el
heroico pueblo de Vietnam, estamos preparados, preparados a
dar nuestra última gota de sangre. Una situación semejante, una
situación en que se produzca la intervención en gran escala, no es
una mera hipótesis sino una realidad objetiva. Pero con la ma­
rea creciente del movimiento revolucionario del pueblo oprimido
por el imperialismo, la agresión encontrará mayores obstáculos,
porque la agresión requerirá más infantes de marina, más millo­

9*
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

nes de dólares y una cantidad enorme de material de todo tipo. L a


lucha por la liberación puede ser prolongada, pero la derrota del
imperialismo no es el objetivo de un solo país. La alborada de la vic­
toria no dejará de abrirse paso al final*13.

L a invasión de los Estados Unidos a Santo Domingo en 1965, junto con la


ocupación de Vietnam del Sur, son temas a los que siempre se refieren
los guerrilleros. Santo Domingo marcó un punto decisivo en la historia
del continente y pareció negar la posibilidad de seguir el camino cu­
bano de la revolución. El reloj de tiempo retrocedió a 1954 cuando fue
derrocado Arbenz. Pero en lugar de volver al derrotismo de la era entre
1954 y 1959, cuando la izquierda latinoamericana pensaba que era bien
poco lo que se podía hacer en vista de la amenaza de Estados Unidos, los
revolucionarios post-Santo Domingo comenzaron a desarrollar una nue­
va teoría. Si la invasión era inevitable, entonces quizás convenía esti­
mularla. Aunque el movimiento revolucionario de Santo Domingo fue
destrozado por el desembarco de los infantes de marina, en Vietnam se
había robustecido enormemente. Y si los norteamericanos se veían obli­
gados a intervenir en una cantidad de lugares simultáneamente, la expe­
riencia de Vietnam — y no la de Santo Domingo— podía perfectamente
volver a repetirse. Después de 1965 éste fue uno de los temas predomi­
nantes de la teoría guerrillera.

13Sucesos (México) 18 de junio de 1966.

Capítulo cinco
L as eleccio n es y la m u e r t e d e T u r c io s ,
1966

»Debemos considerar nuestra lucha como una lucha a largo plazo que quizás dure
veinte años. Nuestro primer objetivo es subsistir, sobrevivir*.
Un líder del f a r ajean Larteguy, 1967.

La escisión del movimiento guerrillero no provocó una disminución noto­


ria de las actividades guerrilleras. El 9 de febrero de 1 9 6 5 el jefe de la mi­
sión norteamericana, Coronel Harold Houser, fue baleado mientras se
dirigía a su casa en automóvil. El M R 1 3 se responzabilizó del hecho, decla­
rando que el acto »era la respuesta del pueblo de Guatemala a los actos
criminales del imperialismo yanqui en Vietnam del Norte y del Surtí1 .

'Entrevista de Adolfo Gilly a Francisco Amado Granados (Gilly (1) p. 34). El comandan*
te del m r 13 prosiguió: »No atacábamos al agregado militar como individuo, sino a su
papel. Vino aquí a organizar la represión contra las masas guatemaltecas, como sus contra­
partidas lo están haciendo en el Vietnam. Nuestra acción tenía el propósito adicional de
concentrar la atención del pueblo de Estados Unidos en nosotros, era una forma de atraer
su respaldo a nuestra lucha. El agregado militar era un criminal que formaba parte de una
cuadrilla de criminales, que preparan, en nombre del capitalismo norteamericano, una gue­
rra atómica mundial. Están arrastrando a su propio pueblo a esta guerra*.

92
L a s elecciones y la muerte de Turcios

E n mayo, el vice-Ministro de Defensa, Coronel Ernesto Molina Arrea-


. g a , fue muerto al bajarse de su automóvil frente a su casa. Y en noviem­
b re y diciembre, se organizaron varios raptos de guatemaltecos acau­
dalados, los cuales, según el corresponsal del New York Times, «ade-
más de producir una ganancia liquida de más de S300.000 por concepto de
rescates, provocaron el terror entre los habitantes de la capital y casi
provocan un golpe de estado por parte de los oficiales descontentos del
Ejército"2.
Después del ataque al Coronel Houser, el Presidente Peralta declaró el
estado de sitio y suspendió las garantías constitucionales. Francisco
Villagrán Kramer y los organizadores de la Unión Revolucionaria
Democrática (urd ) fueron puestos de inmediato en la frontera.
Según Villagrán, durante esta etapa el pgt y el m r ¡ 3 habían «ejercido
una enorme presión» sobre el urd en otra tentativa de que se unieran en
una revolución violenta contra Peralta. «Llegó hasta el extremo de que
amenazaron con considerarnos como «enemigos del pueblo» y «parte del
régimen militar».
Hizo un análisis más detallado de la situación en una entrevista rea­
lizada en julio:

«Peralta está cerrando la puerta a una solución pacífica del problema


de Guatemala con su política de perseguir a los opositores democrá­
ticos. .. Está cayendo exactamente en la situación que los comu­
nistas quisieron provocar, en que no quede otra alternativa que la
revolución violenta» .

La política de los comunistas guatemaltecos, proseguía Villagrán


Kramer, consistía en crear «una serie de condiciones que obliguen a los
Estados Unidos a intervenir, como lo hicieron en Santo Domingo. Se
* basan en la teoría de que esto uniría al pueblo guatemalteco en torno a
ellos en la lucha contra el «imperialismo yanqui». Recordaba V illa­
grán Kramer que en enero y febrero se había producido un intenso de­
bate dentro del urd sobre si apoyar a las guerrillas o tratar de buscar
una solución pacífica de tipo político. «El gobierno solucionó nuestro
problema expulsándonos del país», observó con ironía. Uno de los
comandantes del mr i 3, se refirió al urd en los siguientes términos:
«están pagando el precio de haber creído en una utopía pequeño-
burguesa: la solución ‘pacífica' a la dictadura. Aquí no cabe una
solución pacífica, y no caben elecciones»4.
Quizás no una solución pacífica, pero sí elecciones, para sorpresa de to­
dos, parecían estar en el programa del Coronel Peralta. Luego de pro­
mulgar una nueva Constitución el 15 de septiembre de 1965, que decla-
*New York Times , 18 de marzo de 1966.
3Latín American Times , 22 de julio de 1965.
*Gilly (1), p. 33.

93
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

raba fuera de la ley al comunismo y a otras formas del totalitarismo, se


anunciaron elecciones presidenciales para marzo del año siguiente.
Postularon tres candidatos, dos coroneles y un civil. Este último, M ario
Méndez Montenegro, líder del Partido Revolucionario, fue hallado
muerto a tiros en su domicilio el 31 de octubre. Aunque se trató de ha­
cerlo pasar por suicidio, más tarde se reveló que había sido asesinado. A l
día siguiente el Partido Revolucionario eligió a su hermano, Ju lio C ésar
Montenegro, ex decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de
San Carlos, como candidato presidencial.
Uno de los coroneles era Miguel Angel Pondano Samayoa, quien había
sido Je fe del Estado M ayor del Ejército. Contaba con el respaldo del anti­
guo Movimiento de Liberación Nacional de Castillo Armas. El otro coro­
nel, Ju a n de Dios Aguilar de León, contaba con el apoyo del propio coro­
nel Peralta.
Las elecciones habrían de ser otra manzana de la discordia entre el p g t y
el f a r . Durante la Tricontinental de enero de 1966, Turcios se había
manifestado firmemente contrario a la idea de apoyar a Méndez Monte­
negro, y aún más, contrario a cualquier tipo de participación en el proce­
so electoral.

»No pretendemos impedir el proceso eleccionario porque todavía no so­


mos lo suficientemente fuertes para hacerlo. Quedan todavía mu­
chas personas que ingenuamente esperan algo del juego electoral.
Por lo tanto habrá elecciones. Pero que quede en claro que cuan­
do seamos lo suficientemente fuertes, y cuando la conciencia de
nuestro pueblo haya captado mejor la falsedad de las elecciones con
un gobierno reaccionario en el poder, impediremos por la fuerza
que este vil engaño del pueblo continúe.
.. .Si nosotros los revolucionarios participáramos en estas elecciones, o
si hiciéramos un llamado al pueblo para que participe en ellas vo­
tando por el Partido Revolucionario, o cualquiera de los partidos
de oposición, estaríamos dando nuestro respaldo, nuestro apoyo
en principio, nuestro consentimiento revolucionario y el apoyo de
las masas que creen en nosotros, a personas que sabemos no tienen
ningún escrúpulo, que sabemos son cómplices de la reacción y del
imperialismo»5.

Esta opinión no fue bien recibida por todos los dirigentes del p g t , y algu­
nos de ellos se manifestaron bastante preocupados con los resultados de la
Tricontinental. A la vez que acogían con regocijo los ataques de Fidel al
trotskismo en general y a Yon Sosa en particular, no quedaron muy tran­
quilos ante la idea de que en el futuro Turcios Lima y el f a r podían dejar­
se guiar más por Cuba que por el pg t prosoviético.
En consecuencia, mientras Turcios todavía se hallaba en L a Habana, el
'Turcios Lima, citado por César Montes en Una ruptura lógica y necesaria.

94
L a s elecciones y la muerte d cT u rrio s

Centro Provisional de Dirección Revolucionaría del p a r (c p d r ), a instan­


cias del p g t , decidió apoyar a Méndez Montenegro y al Partido Revo­
lucionario, a pesar de que el Frente Edgar ¡barra, dirigido por César
Montes, en ausencia de Turcios, votó en contra de esta decisión.
A su vuelta a Guatemala, Turcios decidió acatar leahnente la decisión to­
mada durante su ausencia. M ás adelante ese mismo año explicaba la
actitud del f a r a un periodista:

»En primer lugar, es necesario explicar la única trascendencia que


tuvo la línea aprobada por el f a r en relación con las últimas elec­
ciones. Aun cuando las elecciones se realizaron en un ambiente de
relativa calma, estuvieron teñidas por una serie de matices polí­
ticos, resultado inmediato de la complicada situación existente en
Guatemala en la actualidad. No debemos olvidar que en nuestro
país, que ha vivido por largo tiempo bajo la dictadura, resulta inevi­
table que no pocas personas ya estén cansadas de tanta muerte y de
tanto derramamiento de sangre. Así, estos ciudadanos buscaban y
esperaban un cambio definitivo del sistema por la vía pacífica. Fue
precisamente por esto que la directiva revolucionaria del f a r , cons­
ciente de la situación y siempre atenta a satisfacer de un modo u
otro las necesidades, las exigencias y las aspiraciones del pueblo de
todos los sectores, decidió votar por Ju lio César Méndez Monte­
negro, no porque creyésemos que este distinguido abogado fuese
capaz de modificar la situación actual; ésta, sabemos, es una tarea
que no era capaz de abordar. El objetivo está claro: votar por Ju lio
Méndez Montenegro representaba una forma de lucha contra la
conducta arbitraria del gobierno y también una manifestación
ante la opinión pública — en este caso, especialmente ante la opi­
nión pública internacional— del repudio total y completo del
régimen dictatorial. Por lo tanto la victoria del candidato del Par­
tido Revolucionario significa una victoria política para el f a r ,
porque el pueblo guatemalteco ha expresado a través de su vota­
ción su deseo indomable de cambiar el sistema.
Sin embargo, es necesario reiterar y recalcar que las guerrillas no tie­
nen la. menor duda respecto dé cuál es la vía que hay que tomar, por­
que sólo existe una vía. Esta de ningún modo es la vía electoral sino
la vía de la revolución armada»6.

No obstante la decisión del p g t de apoyar a Méndez Montenegro — y


muy especialmente su convencimiento cada vez mayor de que la lucha
armada preconizada por Turcios no era la mejor vía de acción en esas
circunstancias— creó una grave división dentro de las filas revolucio-*

* Entrevista concedida por Turcios Lima a Mario Menéndez Rodríguez» Sucesos, 18 de


junio de 1966, reproducida por Global Digest (Hongkong), Vol. ni, N° 10, octubre de 1966.

95
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

narias. No se conocen los detalles exactos, pero parece que un cierto nú­
mero de dirigentes del p c t que había estado viviendo en el exilio en M éxi­
co, perturbado ante la creciente belicosidad de las guerrillas, resolvió
retornar a Guatemala antes del día de las elecciones a fin de clarificar las
cosas7. Los resultados de esta decisión fueron desastrosos.
El día anterior a las elecciones, el 5 de marzo de 1966, la policía rodeó
una modesta casa de un piso en Ciudad de Guatemala8. Luego de un inten­
so tiroteo, fueron arrestados veintiséis comunistas o simpatizantes, entre
los que se encontraba el dirigente del p g t , Víctor Manuel Gutiérrez, y el
secretario general de la Federación Campesina Nacional, Leonardo C as­
tillo Flores.
Para sorpresa de mucha gente, especialmente del Ejército, Méndez
Montenegro obtuvo el triunfo en las elecciones, aunque no alcanzó la
mayoría absoluta sobre sus opositores militares. Para ser confirmado
como presidente debía ser ratificado por el Congreso. En un comienzo
existía la duda de que Peralta, que debía dejar el mando el 30 de junio, en
realidad lo hiciera. Pero esta duda, igual que el temor de que el coronel
Ponciano hiciera un golpe de estado, resultaron infundados. El 5 de
mayo Méndez Montenegro fue debidamente ratificado por el Congreso.
Una de las razones por las cuales el Ejército le permitió asumir el poder
habría sido su conformidad de que el Ejército nombrara al Ministro de
Defensa, que sería responsable ante las fuerzas armadas y no ante el Presi­
dente. Por lo tanto, desde el comienzo mismo de su período, sus coroneles
ejercieron un eficaz control sobre Méndez.
Mientras tanto existía cierta preocupación acerca de la suerte corrida
por Víctor Gutiérrez y sus colegas que habían sido capturados por la poli­
cía en marzo. El f a r montó una gran campaña publicitaria, especialmente
en la Universidad, en un intento por conseguir que el gobierno revelara
el paradero de los presos políticos.
El 4 de mayo las guerrillas secuestraron a dos importantes personajes y
anunciaron que no serían devueltos hasta que el gobierno no revelara lo
sucedido con los izquierdistas desaparecidos. Los secuestrados eran el
Secretario de Prensa de la Presidencia, Baltazar Morales Cruz, y el
Presidente de la Corte Suprema, Romeo Augusto de León. Según infor­
maciones de prensa, Morales fue capturado luego de un intenso tiroteo
en el distrito comercial de Ciudad de Guatemala, en el que resultaron
muertos su hijo y su chofer9. En junio, en una entrevista con el editor de
la revista mexicana Sucesos, Turcios explicó los secuestros:
»E1 propósito del secuestro de estos dos hombres es obligar al go­
bierno militar de Peralta Azurdia a revelar el paradero de los
veintiocho presos políticos desaparecidos hace varios meses... El
secuestro de estos dos funcionarios de ningún modo implica que el
fa r pretende amenazarlos de muerte. El fa r protege sus vidas aun

7Latín America (Interpress Newsletter), 26 de enero de 1968.


8New York Times , 7 de marzo de 1966.
9\ e w York Timesy6 de mayo de 1966.

96
L a s elecciones y la muerte de Turcios

cuando el dictador se niega a cumplir con las condiciones ya


planteadas.
No somos verdugos como los gorilas gobernantes. Somos jóvenes
conscientes de nuestro papel de reformistas sociales. Sólo opo­
nemos la justicia revolucionaria a la violencia contrarrevo­
lucionaria. Morales Cruz, Ministro de Informaciones y vocero del
gobierno militar, tiene plena conciencia de que la declaración del
f a r sobre el problema de los presos políticos es perfectamente
justa. Sin embargo, no sabe nada acerca de los asesinatos, o por lo
menos así lo parece. Y puesto que Peralta Azurdia ha ordenado
fusilar a todos los capturados, naturalmente no puede hacer nin­
guna declaración pública. Por lo tanto ha decidido negarlo todo.
Por otra parte, dejando de lado el hecho que los secuestros han demos­
trado a la opinión pública nacional y extranjera que los veintiocho
líderes revolucionarios fueron fusilados por las guardias armadas
de Peralta Azurdia, la derrota política que esto le significó a la dicta­
dura militar en vísperas del restablecimiento de la Constitución’ no
tiene precedentes en Guatemala. Las conclusiones más importantes
a este respecto son las siguientes:
1. Por primera vez el estrato reaccionario ha asumido una actitud di­
ferente con respecto al f a r .
2. El gobierno ilegal de Peralta Azurdia se halla en pie de guerra en
contra de ellos, y ya no considera a los insurgentes como 'bandidos’ ,
'chusma', ‘revoltosos’, etc.
3. Ciertas organizaciones que en un comienzo se mantuvieron al mar­
gen de la convulsionada situación política se interesan hoy en día en
la situación actual. Han tomado en consideración las proposicio­
nes del f a r y plantean graves cargos contra los gobernantes go­
rilas. L a Cruz Roja y el Arzobispado son un ejemplo.
4. Las Universidades, la Asociación de Estudiantes Universitarios, la
Asociación de Abogados, la Asociación de Estudiantes de Derecho,
las Facultades de Derecho y otras organizaciones progresistas ju n ­
to con sus dirigentes se inclinan todos hacia la nueva corriente polí­
tica. Han condenado abiertamente la dictadura como fuente de to­
das las desgracias que aquejan a Guatemala, instándola a acceder a
las exigencias del fa r .
5. En el pasado algunos periódicos guatemaltecos adoptaron una acti­
tud servil hacia todas las acciones de Peralta Azurdia y sus gorilas,
y llegaron hasta a negarse a publicar informaciones sobre la cap­
tura de presos políticos, o se hicieron los sordos ante las súplicas de
las madres de estos presos políticos, que pedían que sus hijos fuesen
sometidos a un proceso público. Pero ahora han experimentado

97
Gott / L a s guerrillas en América Latina

un cambio total y han comenzado a publicar in exten so todos los


boletines emitidos por el centro directivo del p a r .
6. La opinión pública nos apoya principalmente porque en el pasado
muchas personas desconocían totalmente la historia de la dictadu­
ra militar. Un sector del nuevo Congreso exigió al coronel M aximi­
liano Serrano Córdova, Ministro del Interior, una relación com­
pleta de los hechos expuestos por el f a r . Las autoridades han te­
nido el descaro inmenso de ir donde los familiares de Morales Cruz
y de Romeo Augusto de León a sembrar la discordia*101.

Después de los secuestros el gobierno impuso, como de costumbre, el es­


tado de sitio. Pero a pesar de éste, se realizó un nuevo secuestro el 26 de
mayo, esta vez el de uno de los dos vice-presidentes del Congreso recien­
temente elegido, Héctor Méndez de la Riva (más tarde fue puesto en li­
bertad y, sumamente afectado, se fue a recuperar a Miami). Solamente en
julio, luego de que Méndez Montenegro asumió formalmente la Presi­
dencia, se supo la verdad.
El 16 de julio dos ex agentes de la policía narraron lo ocurrido ante la
Asociación de Estudiantes Universitarios. Los hombres que fueron captu­
rados en marzo habían sido todos fusilados. A tres de ellos, incluyendo los
dos dirigentes laborales, se sometió a tortura en el cuartel general de
la policía de Ciudad de Guatemala y posteriormente fueron llevados a
una base militar del Pacífico donde los fusilaron. Sus cuerpos fueron
colocados en sacos y arrojados al mar desde un avión de transporte del
Ejército.
Se decía que entre los muertos se hallaban Krís Yon Cerna, sobrina de
Yon Sosa, y Eunice Campirán de Aguilar M ora, esposa de un estudiante
mexicano, David Aguilar Mora, que había desaparecido después de ser
apresado en Guatemala en diciembre. Eunice Campirán había venido a
Guatemala en busca de su marido. Se decía que ambas jóvenes habían
sido muertas a garrotazos y luego enterradas en sepulturas poco pro­
fundas en un lugar cercano de la base militar de Zacapa". El 31 de agosto,
al confirmarse el rumor de que los detenidos habían sido asesinados, los
guerrilleros pusieron en libertad a los dos funcionarios a cambio de un
estudiante guerrillero, José María Ortiz Vides, que había sido capturado
por la policía en junio.
A pesar de estos penosos acontecimientos que caracterizaron los últimos
meses de la dictadura de Peralta, mucha gente creía que el advenamien-
to de un presidente civil crearía una atmósfera de unidad nacional en la
cual sería posible una tregua entre las fuerzas gubernamentales y las
guerrillas.
Turcios rechazó la idea desde el comienzo. Entrevistado en marzo para
averiguar su opinión respecto al nuevo Presidente, expresó: »En último

10Sucesos (México), 18 de junio de 1966.


11New York Times, i8de julio de 1966.

98
Laselecdones y la muerte de Turdos
término nada cambiará. E l Ejército no cesará en sus represiones. Por lo
tanto nosotros tampoco*1*'.
César Montes compartía esta opinión. «Siento un respeto profundo por
M éndez*, le manifestó a un periodista. «Fue mi profesor en la Escuela de
Derecho y creo que es un hombre honrado e inteligente. Pero el Ejército
no le permitirá nunca llevar a cabo las profundas reformas que nuestro
país requiere*1*.
En julio, Méndez Montenegro asumió formalmente como Presidente. Su
vice-presidente, Clemente Marroquín Rojas, hizo un llamado a las gue­
rrillas para que cooperasen con el gobierno. L a respuesta de Yon Sosa fue
tan clara como la de Turdos y la de César Montes:

«No hemos pedido una tregua. No hay tregua. E l período de paz tem­
poral que hemos tenido nos ha permitido trasladar patrullas a
otras provincias. No hay tregua... Pienso que cualquier persona
con ideas marxistas no aceptará, ni en sueños, una amnistía. Si la
aceptamos, quiere decir que todos los crímenes y errores come­
tidos en el pasado caerán en el olvido. Además, no somos crimi­
nales, no hemos cometido ningún crimen, por lo tanto no solicitamos
un perdón*14.
El pgt ansiaba desesperadamente que la amnistía propuesta fuera acep­
tada, pero eventualmente las condiciones que el gobierno se vio obligado a
induir en ésta, presionado por los grupos políticos de derecha y por el ejér-
dto, fueron tan onerosas que hasta los comunistas ortodoxos se sintieron
en la obligación de rechazarla. Un vocero del Partido, j .m . Fortuny, expli­
có por qué en las páginas del World Marxist Reuiew:
«Los conspiradores de derecha deseaban que el Presidente fracasara
en sus gestiones por entablar un diálogo con las guerrillas. Por este
motivo bloquearon la amnistía que el gobierno envió al Con­
greso. Paradójicamente, el gobierno tenía un interés mucho mayor
en la amnistía que los revolucionarios a los cuales estaba dirigida.
Una amnistía sin condiciones inaceptables (y ésta era la amnistía
propuesta por el gobierno) le habría dado al Presidente la sufi-
dente base moral como para entablar un diálogo con las guerrillas.
Pero los congresaies de los partidos de derecha y del ala más reaccio­
naria del Partido Revolucionario introdujeron una serie de enmien­
das, una de las cuales estipulaba que las guerrillas debían deponer
las armas en un plazo de ocho días. De este modo los reaccionarios
convirtieron la amnistía en un ultimátum del tipo que se le podría
plantear a un enemigo derrotado o al borde de la derrota, lo que
ciertamente no era el caso. En estas circunstancias las Fuerzas Arma-
l*New York Times, 18 de marzo de 1966.
’*Alew York Timest 26 de junio de 1966.
l*La Epoca (Montevideo), 10 de agosto de 1966; reproducido en Global Digest (Hongkong).

99
G o lt / L a s guerrillas en Am érica Latina

das Rebeldes estaban plenamente justificadas en rechazar tanto el


ultimátum como la amnistía*15.
El 16 de julio, dos semanas después de haber asumido el mando Méndez
Montenegro, el f a r emitió una declaración, firmada por Turcios y Bernar­
do Alvarado Monzón, el principal dirigente civil de las guerrillas, en que
expresaban que:
»A pesar del atractivo popular del nuevo régimen, el ejército retiene
la mayor parte del poder efectivo. El ejército de Guatemala to­
davía es el mismo instrumento reaccionario de la plutocracia na­
cional y de las compañías extranjeras y por lo tanto debe ser com­
batido sin piedad*16.
En realidad el ejército estaba preparado y no esperaba otra cosa, y la his­
toria de Guatemala desde el momento que Méndez Montenegro asumió
la presidencia es la historia de cómo una lucha guerrillera localizada y
en pequeña escala se transformó en algo que tenía muchas semejanzas
con una guerra civil. Pero este capítulo no lo escribiría Turcios Lima.
Temprano en la mañana del 2 de octubre de 1966, conducía éste un
Austin Cooper por la Carretera Roosevelt, en las afueras de ciudad de
Guatemala. Con él se hallaba una estudiante de dieciocho años, Silvia
Ivonne Flores Letona. Según la prensa, el automóvil chocó contra un
objeto en el camino, se volcó y estalló en llamas. M ás tarde una trans­
misión de Radio Habana afirmaba que se había producido una »explo-
sión de origen desconocido* en el automóvil antes de que comenzara a
incendiarse1' .
Turcios Lima murió en forma instantánea y la joven murió al llegar al
hospital. Una tercera persona, una mujer que viajaba con ellos, escapó
con quemaduras y contusiones. Al día siguiente cerca de 1.500 personas
asistieron a su funeral en el cementerio de Ciudad de Guatemala. »Me po­
dría morir mañana*, dijo en una ocasión. »Las cosas no cambiarían.
Otros seguirían adelante con la tarea«.
Durante los funerales, hizo uso de la palabra uno de sus amigos:
»Amigos, compañeros guatemaltecos...
Al igual que todo revolucionario auténtico, Turcios sabía que la vida
debía vivirse plenamente al servicio de un alto y noble id eal... El
Comandante Turcios amaba la vida porque quería construir la
victoria futura de todos los guatemaltecos por medio de la revo­
lución. .. Con él la revolución guatemalteca pierde a uno de sus más
jóvenes y experimentados dirigentes*18.
,AJosé Manuel Fortuny en Guatemala: the pnhtical j i tuation and revolutwnary tactics,
World Marxist Review, Vol. 10, N° 2, Feb. 1967.
lflArew York Times, 18 de julio de 1966.
17New York Times, 4 de octubre de 1966. La versión de Jean Larteguy en el sentido de que
Turcios habría robado el automóvil de un restaurant para llevar a su amiga a dar una
vuelta, y que se estrellaron contra una muralla, es igualmente factible.
I8Jean Larteguy, Les Guerrilleros: portrail de un maquisard, París Match, 26 de agosto de
1967.

I 00
César M ontes y el crecimiento de las organizaciones anticomunistas

Capitulo seis
C é s a r M o n tes y e l c r ec im ien t o d e la s o rg a n iza c io n es
ANTICOMUNISTAS
1966-1967

Un profesor de los e e .u u ., de visita en las zonas guerrilleras durante la primavera pa­


sada (1967), contaba que el programa de almuerzos escolares alcanzaba a 300.000 ni­
ños diariamente» «obsequio del Ejército de Guatemala y de la Alianza del Presi­
dente Kennedy* . Se habían perforado más de 100 pozos para agua» y construido varios
kilómetros de caminos. Los campesinos, bien al tanto de su finalidad» sacaban todo el
provecho que podian de la situación. Pero un campesino de una zona no guerrillera
(y por lo tanto abandonada) le decía tristemente al profesor: «Si tan sólo pudiéramos
conseguirnos unos cuantos guerrilleros..
Cedric Belfrage

E l sucesor natural de Turcios era su lugarteniente, César Montes, con


quién había estado intimamente asociado desde 1963. Aunque Montes
se hallaba mucho más cerca de la línea del p c t que Turcios, el cambio de
jefatura fue menos importante de lo que parecía. Montes era miembro
del Comité Central del p g t y este hecho sirvió para aplazar más bien que
acelerar el rompimiento inevitable entre las guerrillas y los comunistas
ortodoxos. M ayor importancia tenia el hecho de que Montes, un civil,
carecía de los contactos que Turcios siempre había mantenido con el
ejército. Esta habría de ser una desventaja importante en una época en
que el ejército se aprestaba a iniciar una nueva ofensiva.
El nuevo dirigente del fa r había nacido en 1942. A los trece años fue
expulsado del colegio católico al que asistía, por expresar una actitud
contraria al golpe de la c ía que había derrocado al Presidente Arbenz. A
los dieciocho años dirigía manifestaciones estudiantiles, y a la edad de
> veinte ya se había ido a la sierra. Cuatro años después, cuando apenas
tenia veinticuatro años, era el principal dirigente de las guerrillas. Su
baja estatura y su cara de bebé le ganaron el apodo de el Chiris, que quiere
decir niñito. Tenía ciertos motivos para sentir aversión por la situación
existente en Guatemala, ya que su hermano, totalmente apolítico, había
sido detenido y torturado a muerte.
En una entrevista concedida a comienzos de 1967 a Eduardo Galeano,
periodista uruguayo, César Montes esbozó la nueva estrategia de movili­
dad del f a r :

«Nuestras columnas tienen una gran movilidad. Por eso es que el Ejér­
cito nunca logra alcanzarnos, a pesar de todas las operaciones que
ha lanzado. Tenemos varias patrullas que operan en distintos pun­
tos del país. No han podido capturar ninguno de nuestros campa­
mentos por una razón muy sencilla: nunca tenemos campamentos
fijos. Sólo uno que otro de nuestros depósitos de alimentos ha sido
descubierto pero eso es todo. Es duro caminar tanto, pero luego

1 o1
G o tt / L a s guerrillas en Am érica Latin a

uno se acostumbra. Por ejemplo, los guerrilleros han caminado des­


de el Lago Izabal hasta San Agustín de Acasaguastlán, lo que signi­
fica cruzar las cumbres más altas de Guatemala. Lo hemos podido
hacer en veinte días, sin parar, marchando desde las seis de la ma­
ñana hasta que se ponía el sol todos los días, tomando el desayuno
antes de partir y la comida antes de dormir*1 .
Aunque la movilidad estaba a la orden del día, no se abandonó la labor
entre los campesinos. Donde era factible, los guerrilleros continuaban
con su costumbre ya por entonces bien establecida de detenerse en las
aldeas para explicar sus actividades y por que actuaban. »E1 guerrillero
se autodefíniría como maestro*, explicaba un sacerdote de la Orden de
Maryknoll, el Padre Blase Bonpane, en una entrevista en 1968, poco des­
pués de ser expulsado de Guatemala:
»Pcro sabe por larga experiencia que es imposible enseñar lo que quie­
re enseñar sin defenderse, por lo tanto va armado. El guerrillero
no es un revolucionario de pacotilla. Tenemos cientos de ejemplos
en América Latina de revoluciones de palacio en que un pequeño
grupo se moviliza, se apodera del país, y continúa con la misma
corrupción que antes, sólo que bajo una administración distinta.
El guerrillero, por el contrario, trabaja por el desarrollo del pensa­
miento del pueblo, es decir, por el desarrollo popular. En la pe­
queña aldea, el guerrillero alfabetiza, enseña a leer y escribir. A la
mano tiene una metralleta. El pueblo ciertamente le teme en un
comienzo porque sabe que está armado y sólo ha visto armas en
manos de los militares. A veces lleva largo tiempo hacerles com­
prender que el guerrillero en realidad está allí en nombre del
campesino.
Ahora bien, el guerrillero no siempre ha tenido éxito; se han cometido
errores. No creo que debamos glorificar al movimiento diciendo
que es algo absolutamente sin tacha o absolutamente perfecto. En
una aldea un guerrillero pidió algo de comer y el campesino se lo
negó, por lo que el guerrillero lo mató. Pero yo diría simplemente que
tales casos son ejemplos de cosas que merecerían el repudio de la
directiva. Quieren que el campesino esté de su parte y quieren desa­
rrollar un espíritu comunitario popular*2.

Los guerrilleros también querían que su movimiento se fortaleciera sin


ningún sectarismo. »Todos estos camaradas de origen indígena que Ud.
ve aquí en el campamento*, le dijo César Montes a Galeano, »son cató-

1Eduardo Gaicano, Guatemala: Clave de Latinoamérica , Montevideo, Ediciones de la


Banda Oriental, 1967.
"Entrevistas entre Jon Frappier y el Padre Blase Bonpane, 24 de enero de 1968. Viet R e p o n ,
(New York) abril-mayo 1968.

I 02
C ésar M ontes y d crecimiento de las organizaciones anticomunistas

líeos, fervientes católicos. El hecho que existan algunos comunistas en el


f a r no significa que nuestro movimiento actúa como el brazo armado de
partido alguno. El f a r no es el brazo armado del p g t . El nuestro es un
movimiento patriótico amplio, con un programa muy sencillo: Nosotros
los guatemaltecos queremos manejar nuestros propios asuntos sin inter­
ferencia extranjera, ya sea militar, económica o política. Estamos orga­
nizando al pueblo para la revolución violenta; las guerrillas son la se­
milla del gran ejército popular aue con el tiempo estará en condiciones de
ofrecer una alternativa de poder* .
Aunque los errores del tipo que describe el Padre Bonpane eran inevita­
bles, parece que en general las guerrillas se esmeraban en congraciarse
con el campesinado. No obstante, con sus enemigos eran despiadados.
César Montes le relató a Gaicano que en una oportunidad un nor­
teamericano de nombre Ronald Hornberger había llegado al campa­
mento guerrillero, haciéndose pasar por un periodista que simpatizaba
con las guerrillas:

•Actuaba con mucha seguridad; conversamos con él en las montañas


durante unos días. En su conversación, mencionó nombres y direc­
ciones de la capital, pero a los pocos días verificamos sus afirmacio­
nes y hallamos que ninguna de las personas que había mencionado
había oído hablar jam ás de él. También mintió acerca del lugar
en que dijo haber dejado su equipaje. Al parecer le interesaban
sólo los aspectos militares de nuestra lucha y nuestras motivaciones
políticas no le interesaban para nada. Todas sus preguntas eran
de tipo militar altamente especializado. Era un as en el manejo de
cualquier arma. T raía consigo equipo militar que dijo era un re­
galo para nosotros.
Lo juzgamos y lo fusilamos. Alrededor de la cintura, bajo la camisa,
llevaba una delgada cuerda nylon, del tipo que usan los Boinas Ver­
des para estrangular*4.

Las medidas duras se hacían necesarias porque la muerte de Turcios en


octubre de 1966 había coincidido con una nueva campaña del ejército
contra las guerrillas. Esta en parte reflejaba la desesperación del go­
bierno, ya que desde que Méndez Montenegro asumiera la Presidencia
en julio de 1966, había corrido mayor peligro de ser derrocado por la dere­
cha que por la izquierda. Abismados ante el hecho de que su candidato no
había ganado las elecciones de marzo, ciertos sectores del ejército
comenzaron a planear un golpe al estilo de Castillo Armas. Se enviaron
armas desde Nicaragua, y se establecieron campos de entrenamiento mi­
litar en el este del país y en Honduras. El Presidente Méndez se vio obli­
gado a solicitar a los presidentes de Honduras y E l Salvador una decla-

’ Galeano, Guatemala, p. 20.


AN ew York Times , 15 de octubre de 1966.

103
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

ración especial de que no intervendrían en los asuntos internos de


Guatemala.
En la misma ciudad de Guatemala, los grupos de derecha comenzaron
una nueva campaña de violencia. Fueron lanzadas bombas a las ofici­
nas de los periódicos, estaciones de radio y edificios públicos, con el
propósito, según lo expresó un periodista, de «tratar de crear un clima
de inseguridad que incitara al ejército a apoderarse una vez más del
gobierno***5.
A fin de tranquilizar al ejército, que lo consideraba simpatizante comu­
nista, Méndez se vió obligado a darle a éste completa libertad para aplas­
tar a las guerrillas, lo cual inevitablemente suscitó un mayor rencor y
odio en el país. Además habría sido fuertemente presionado por los Esta­
dos Unidos para que liquidara de una vez por todas el problema de las
guerrillas.
E l dictador militar Enrique Peralta se había negado a la intervención
directa de tropas de los Estados Unidos en Guatemala, pero el Presidente
civil Méndez Montenegro no tuvo estos escrúpulos. No pasó mucho
tiempo antes de que una compañía de «Fuerzas Especiales** de los Boi­
nas Verdes se instalara en el país para colaborar en la campaña anti­
subversiva. Los Estados Unidos bien pronto hicieron saber que estaban
mucho más contentos con Méndez como Presidente de lo que habían esta­
do con Peralta6. »E1 huevo gobierno**, informaba el New York Times, »ha
encontrado en los Estados Unidos un socio complaciente. La misión local
del aid después de tres años de frustraciones en sus relaciones con un ré­
gimen militar ineficiente, súbitamente se encuentra con un grupo con el
que puede tratar y con el que puede hacer cosas**7.
En lo que se refiere a desarrollo económico, lo que se hizo fue bien poco;
pero en cuanto a las guerrillas, el ejército guatemalteco, con la asesoría
de los norteamericanos, tendría la oportunidad que le fue negada du­
rante el período de las dictaduras militares: la oportunidad de eliminar
a las guerrillas por completo.
Cuando Méndez Montenegro llegó al poder, el movimiento guerrillero
todavía estaba dividido en dos facciones. Por un lado, el f a r con Turcios
y César Montes, que operaban en la provincia de Zacapa, y por el otro el
M R 1 3 con Yon Sosa en Izaba!. Méndez consideraba que las guerrillas
eran esencialmente un problema militar que debía ser abordado por el

*New York Times, 15 de octubre de 1966.


^Enrique Peralta, igual que muchos dictadores derechistas de éxito en América Latina,
hacia profesión de su antiamericanismo. De acuerdo a una fuente, limitó el número de ofi­
ciales guatemaltecos que iban a recibir entrenamiento a los Estados Unidos o Panamá;
negó al a id la autorización para crear la televisión educativa fundamentándose en que los
Estados Unidos someterían a censura el material presentado y pasarían propaganda co­
mercial; y no permitió que sus oficiales cooperasen con los Estados Unidos proporcio­
nando informes secretos sobre las actividades guerrilleras, sobre la base de que los nor­
teamericanos ya sabían «demasiados Véase Jon Erappier en Guatemala: military camp un -
der liberal command, Viet Report (New York) abril-mayo 1968.
1New York Times, 13 de octubre de 1966.
César M ontes y el crecimiento de las organizaciones anticomunistas

ejército, por lo que nombró a Carlos Araña, uno de los coroneles más
duros, como comandante de Zacapa.
Carlos Araña pronto se dio cuenta que sus tropas estaban en pésimo es­
tado de entrenamiento y que entre la población civil local gozaban de
una pésima fama. Por lo tanto julio, agosto, septiembre y octubre fue­
ron dedicados al entrenamiento intensivo de las tropas. Durante estos
meses fue que Méndez ofreció una amnistía a los guerrilleros a sabien­
das que sería rechazada. Estas maniobras políticas, no obstante, le die­
ron tiempo al ejército para prepararse mejor.
Junto con el entrenamiento puramente militar, el gobierno organizó —a
instancias de los norteamericanos— un »Plan Piloto para el Desarrollo
Socio-Económico del Nor*Este«. Este proyecto se inició el i° de febrero de
1967, y comprometía la cooperación de cinco Ministerios, entre los que se
incluían el de Defensa, Salud, Educación y Obras Públicas. Su Finalidad
era dar a los campesinos de las zonas guerrilleras un bienestar suficiente
como para convencerlos de que depusieran su actitud amistosa hacia los
guerrilleros. César Montes hizo una severa crítica del papel de los aseso­
res norteamericanos:
^Operan maquinalmente. Han leído en las obras de Mao que el gue­
rrillero es para el pueblo lo que el pez es para el agua, y saben que
los peces mueren si se los saca del agua. Verdaderamente creen que
pueden hacer lo mismo con nosotros, que pueden dejarnos aisla­
dos. Quizás puedan engañar a parte del pueblo parte del tiempo,
pero no todo el tiempo. Los campesinos necesitan tierra pero ca­
recen de ella. Necesitan viviendas, pero el gobierno construye ho­
gares para los oficiales del Ejército. No podrán impedir que los
campesinos nos ayuden si no les dan lo que necesitan»6.
Casi para la misma época en que se inició el »Plan Piloto», el Corone!
* Araña entró en acción contra las guerrillas, empleando tanto grupos semi-
militares como tropas regulares. Originalmente concebidas como gru­
pos vigilantes anticomunistas, estas brigadas semimilitares rápidamen­
te adquirieron vida propia. Gradualmente se agruparon en tres orga­
nizaciones anticomunistas importantes: Mano Blanca, noa (Nueva
Organización Anticomunista) y codeg (Consejo de Guatemala). Los
miembros del co d eg , según uno de sus folletos, juran »ante el altar de la
patria luchar hasta liquidar a los siguientes antipatriotas: el p g t , las
personas que se asocian a los rebeldes, la Juventud Comunista, la Asocia­
ción de Estudiantes Universitarios, »los profesionales vinculados a los
comunistas»-, y »las personas nombradas para ocupar cargos por el vice-
Ministro de Educación, que intenta nombrar »rojos». Finalmente el fo­
lleto contiene una lista de veintidós personas que deben morir*.
En mayo de 1967 fueron hallados diez cadáveres que mostraban impac­
tos de balas y evidentes señales de torturas, poco después que una de es-8 9

8Eduardo Gaicano, Guatemala: Clave de Latinoamérica.


9Times, 23 de mayo de 1967.

1 °5
G o t t / L a s guerrillas en Am érica Latina

tas organizaciones fascistas había emitido un boletín en que declaraba


que matarían a »diez izquierdistas por cada soldado, policía, o cualquier
otro anticomunista« muerto por los guerrilleros101.
Oficialmente, el ejército negaba cualquier responsabilidad en relación a
los grupos terroristas de derecha. Un corresponsal del New York Times
expresaba un punto de vista diferente:

»Por más que el ejército lo niegue, no ha podido evitar que una gran
cantidad de personas bien informadas estén intimamente con­
vencidas aquí que la mayoría de los grupos derechistas y anticomu­
nistas son, en realidad, obra del ejército y que muchos de sus miem­
bros son oñciales de baja graduación del Ejército. Además, existe
la creencia muy difundida de que el Gobierno al menos dio su
consentimiento tácito a estas operaciones clandestinas*11.
Quinquiera haya autorizado la utilización de estos grupos vigilantes
semimilitares, el hecho es que tuvieron un éxito notable en socavar len­
tamente la base campesina de los guerrilleros. Después de todo, hay
que tomar en cuenta que ésta era una zona en que los guerrilleros habían
estado activos desde hacía cinco o más años. No obstante, enfrentados a
una embestida militar sistemática, y al empleo de delatores, a los pro­
gramas de acción cívica, y a métodos indiscriminados de ataque que pro­
vocaban una cantidad enorme de víctimas entre los campesinos ino­
centes, muy pronto las guerrillas estuvieron a la defensiva.
Es difícil calcular el alcance de la intervención norteamericana y hasta
qué punto ésta desempeño un papel crucial en desbaratar los logros

10New York Times, 27 de mayo de 1967.


11New York Times. 15 de julio de 1967. J . M. Fortuny, uno de los más connotados comu­
nistas guatemaltecos, dio la versión del p g t sobre los orígenes de estos acontecimientos en
un artículo aparecido en el World Marxist Review : «El 22 de mayo de 1965, luego de que el
Coronel Ernesto Molina Arteaga, Vice-Ministro de Defensa bajo el gobierno de Peralta
Azurdia y principal agente de enlace de la c ía , fuera ejecutado por los revolucionarios,
una conferencia secreta de oficiales de alto rango propuso al gobierno que todos los diri­
gentes guerrilleros fuesen capturados, y fusilados sin juicio previo para vengar la muerte
de Arteaga. Horas más tarde el Consejo de Gabinete examinó esta proposición. «Luego de
una animada discusión* se acordó que el problema, en vista de su importancia, debía ser
sometido a consideración del Departamento de Estado de Estados Unidos para una deci­
sión final.
La mquinaria comenzó su rodaje. Esa misma tarde, Rafael Escobar Argüello, Ministro
de Informaciones, viajó a los Estados Unidos «para realizar consultas*. A su regreso anun­
ció que Washington consideraba «inoportuna* la proposición por cuanto su realización
«debilitaría el prestigio del gobierno y del ejército y además provocaría un serio des­
contento en la opinión pública. En lugar de ello, los asesores norteamericanos sugerían al
Gobierno, a los militares y a los dirigentes anticomunistas la creación y entrenamiento de
grupos especiales para asesinar a los dirigentes revolucionarios «para callado*.
Este «consejo* fue aceptado hasta en sus detalles más ínfimos. Muy luego aparecieron pan­
dillas de asesinos en diversos puntos del país, y especialmente en las zonas de guerrillas. Hoy
día se sabe que estas pandillas tienen sus propios campamentos especiales y que el ejército
no sólo les hace la vista gorda sino que destina oficiales para asesorarlos. «J. M. Fortuny,
Cuatemal: The political situation and revolutionary tactics World Marxist Review , fe­
brero de 1967.
César M ontes y el crecimiento de las organizaciones anticomunistas

alcanzados por las guerrillas en los años anteriores. El propio par había
llegado a la siguiente conclusión:
*
•Tarde o temprano Guatemala se convertirá en otro campo de inter­
vención norteamericana. Ya se han emprendido las primeras accio­
nes militares de la intervención. Y a medida que nuestra lucha vaya
creciendo, esta intervención también habrá de extenderse*11.

En septiembre de 1967, el vicepresidente de Guatemala, Clemente Marro-


quín Rojas, reveló durante una entrevista con Interpress que desde las
bases de los Estados Unidos en Panamá despegaban misiones aéreas para
atacar los reductos guerrilleros:
•Marroquín Rojas declaró que en los últimos meses una escuadrilla
de aviones estadounidenses piloteados por personal norteameri­
cano había volado desde bases panameñas, y dejado caer cargas de
napalm sobre objetivos que se sospechaba eran guaridas de gue­
rrillas, para luego regresar a sus bases sin aterrizar en tierra
guatemalteca*1’ .
Este mismo periodista luego expresaba que:
•L as Fuerzas Especiales estadounidenses realizan un entrenamiento
intensivo de personal local en guerra antisubversiva, interroga­
ción de prisioneros, y supervivencia en la selva. Actualmente, los
asesores estadounidenses también acompañan a las patrullas gua­
temaltecas en servicio antisubversivo. A la vez que proporcionan
entrenamiento en técnicas ofensivas, las fuerzas estadounidenses
cooperan en los programas de Acción Cívica en las zonas rurales;
distribución de alimentos tales como leche en polvo y medicinas y la
ejecución de tareas sencillas en obras públicas*.
Parece poco probable que el ejército guatemalteco hubiera podido habér­
selas con las guerrillas en forma tan expedita si no hubiese contado con
esta ayuda externa. Pero las guerrillas también sufrían de un mal que es
endémico en todos los movimientos clandestinos: la deserción y la trai­
ción. Quizás el mayor golpe que sufrieron las guerrillas fue la deserción
d el Gallo, un ex sargento del ejército que se les había unido después de
cometer un asesinato1 .
E l Gallo se entregó al ejército y proporcionó valiosa información no sólo
e n .'dación con personas y lugares, sino que también reveló la forma cómo
o p e a b a el sistema postal de las guerrillas. Las comunicaciones entre la
cirdad y el campo fueron punto menos que destruidas gracias a su trai­
ción. La traición es un riesgo cuotidiano que el guerrillero debe siempre

‘"Citado porJ.M . Fortuny en Guatemala: ihepolitical situation.


x%Latín America (Boletín de Interpress), 15 de septiembre de 1967.
l4Jean Larteguy da este detalle acerca del motivo que tuvo E l Gallo para incorporarse a
las guerrillas.

107
G o ti / L a s guerrillas en Am érica Latina

tener en cuenta. Sin embargo, uno de los mayores obstáculos en el ca­


mino de la realización de la teoría guerrillera es precisamente la even­
tualidad de que ocurra, y en verdad, su frecuente incidencia.

Capítulo siete
R eu n ificació n de los m ovim ientos g u e r r il l e r o s
Y LA RUPTURA CON LOS COMUNISTAS. 1 9 6 8

Enfrentadas a estos serios reveses militares, las guerrillas iniciaron una


revaluación importante de su posición política. Esta incluía la relación
del f a r con el p g t y también con Yon Sosa y el M R 1 3 . Desde el ataque
hecho por Fidel Castro a Yon Sosa en la Tricontinental, las relaciones en­
tre ambos movimientos habían sido más bien frías, pero durante 1 9 6 6 Yon
Sosa se había despojado del apoyo trotskista. Por tanto teóricamente
poco era lo que separaba a ambos grupos, y durante el cursa de 1 9 6 7 se
realizaron conversaciones entre Yon Sosa y César Montes respecto de una
futura estrategia común.
La muerte de Turcios había suavizado el problema que pudo haberse sus­
citado respecto de quien dirigía un movimiento unido. La solución a la
que eventualmente se llegó a fines de 1967 —la muerte del Che Guevara
en octubre de 1967 y la necesidad de estrechar filas pareten haber sido fac­
tores importantes en la aceleración del acuerdo— fue que Yon Sosa se
incorporaba al f a r como su dirigente máximo y que César Montes sería su
comandante segundo1 .
La incorporación de Yon Sosa y de los ex trotskistas del m r 13 a las filas
del f a r inevitablemente habría producido roces con el p g t . Pero en reali­
dad las relaciones entre el movimiento guerrillero y el partido matriz
eran tirantes desde hacía bastante tiempo. Ya a fines de 1967 el f a r man­
tenía un vínculo prácticamente formal con los comunistas. Durante la
Conferencia de la Organización Latino Americana de Solidaridad ( o l a s )
realizada en agosto de 1967 en L a Habana, se expresaron en privado algu­
nas críticas respecto de esta vinculación, especialmente por parte del repre­
sentante de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional ( f a l n ) de Vene­
zuela, que había roto con el Partido Comunista el año anterior2. Después
de la Conferencia de o l a s la delegación guatemalteca, de la que Montes
formaba parte, partió a Moscú y muchos creyeron que aceptaría el pun­
to de vista ruso, que para esa época propiciaba una retirada estratégica de
las guerrillas.
Anteriormente el p g t había demostrado mayor entusiasmo por las activi­
dades guerrilleras, aunque siempre con ciertas reservas. En un artículo
publicado en World M arxisl Review , y escrito en diciembre de 1966, J .M .
Fortuny, connotado comunista guatemalteco, expresaba lo siguiente:

‘ El texto del comunicado conjunto suscrito, por Yon Sosa y César Montes aparece en
Tricontinental de marzo de 1968.
2Ruth Shereff, Revolution in the henusphete: a Report from o í a s Viet Report, a b r i l - m a y o
1968.
Ram ificación de los movimientos guerrilleros y la ruptura con los comunistas. 19 6 8

^Ciertas personas consideran que la actual situación política pro»


porciona motivos suficientes para variar la línea del Partido, y
considerar que la vía pacífica es la única alternativa posible frente
a la línea actual. Los que así piensan confunden, en el mejor de los
casos, las formas de lucha con el curso total de la revolución, o, en el
peor de ellos, reducen el problema de la línea del partido a un sim­
ple problema de tácticas.
£1 Partido ya ha expresado claramente su posición, pero no estará de
más repetirla una vez más: sostenemos que definir el curso de la revo­
lución es cuestión de estrategia, mientras que elegir la forma de
lucha es cuestión de táctica. El problema de replantear su curso
total sólo puede surgir de manera objetiva como resultado de
cambios cualitativos radicales en la situación, los que solamente pue­
den producirse con la victoria de la revolución popular y anti­
imperialista. Nuestro Partido sostiene que, en las condiciones
actuales, una revolución semejante sólo puede llevarse a cabo
adhiriendo a la estrategia de la vía armada. Los que no lo ven así se
verán metidos en un círculo vicioso. La forma de lucha es pro­
blema aparte. Este es un problema táctico que depende del lugar
donde se desenvuelve la lucha y de las circunstancias concretas, en
otras palabras, depende de factores no cualitativos temporales. En
realidad, ésta es la situación de Guatemala donde el cambio de go­
bierno no ha modificado las fuerzas que ejercen el poder.
Lenin, igual que M arx, dijo: »No hay que jugar jam ás a la insu­
rrección pero en caso de iniciarla, hay que tener plena conciencia de
que se debe llegar hasta el final». Creemos que no enfocamos el pro­
blema en forma mecánica si aplicamos esta regla fundamental a la
guerra popular revolucionaria (Puesto que es una variante de la
insurrección) que han apoyado los comunistas guatemaltecos a
causa de las condiciones específicas del país. Si, como decía M arx, »la
insurrección es un arte igual que la guerra«, se llega a la conclu­
sión de que lo mismo que cualquier arte requiere de una prepa-
<1
ración sistemática** .

Al seguir desarrollando su tema, Fortuny deja en claro que la guerra de


guerrillas de ningún modo debe considerarse como el único aspecto esen­
cial de la lucha antimperialista:
»EI Partido considera que su labor principal es la utilización cabal de
las posibilidades que brinda la situación actual para mejorar la
organización de la lucha revolucionaria en las tres áreas básicas: las
masas, las Fuerzas Armadas Rebeldes ( f a r ) y e l propio Partido.

*J.M . Fortuny, Guatemala , the political situation and revolutionary tactúw, World Mar*
xi\t Review, Vol. m, N° 2, febrero de 1967.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latjn a

Pero la labor en este sentido y el desarrollo constante de la acción


revolucionaria (especialmente la apertura de nuevos frentes
guerrilleros) de ningún modo significa una disminución de los
esfuerzos del Partido por crear alianzas o lograr la unidad de
acción con el resto de la Izquierda y con todos los grupos y organi­
zaciones que tienen influencia en las masas. Particularmente el Par­
tido del Trabajo no permitirá por ningún motivo que el Partido
Revolucionario4*, se aproveche de nuestros errores sectarios para
obtener el apoyo de aquellos grupos y para aislar a los comunistas
dentro de las Fuerzas Armadas Rebeldes*.

Las propias guerrillas se habían ido alejando gradualmente de esta po­


sición. En verdad nunca estuvieron de acuerdo con ella. Sin embargo,
tuvo que pasar algún tiempo antes de que se hicieran evidentes las
incompatibilidades inherentes entre su actitud y la del p g t . A comienzos
de 1968, sin embargo, las guerrillas estaban dispuestas al rompimiento, y
el 10 de enero de ese año, desde un campamento de Sierra de las M inas,
cinco de los dirigentes máximos del f a r emitieron una declaración en que
anunciaban que el f a r se marginara del p g t &.
La declaración reiteraba los principales motivos de queja que se habían
planteado entre las guerrillas y los comunistas desde la creación del Cen­
tro Provisional de Dirección Revolucionaria (c p d r ) en 1965. Desde el
comienzo, afirmaron los guerrilleros, los comunistas insistieron en que la
jefatura militar surgida durante la lucha debía estar subordinada a sus
directivas políticas. Las cosas habían llegado a un punto tal, proseguía
la declaración que »aun el propio comandante Turcios, que había perma­
necido en las montañas desde noviembre de 1963 hasta febrero de 1965,
fue obligado a bajar a la ciudad a realizar, una labor puramente polí­
tica* :

»E1 papel que se le asignó al Centro de Dirección fue el de asegurar


»la combinación dialéctica de la acción militar con las tareas polí­
ticas y de organización*. De este modo, el Centro de Dirección de la
ciudad trataba de planificar todas las operaciones que la rama mi­
litar y los comités debían llevar a la práctica, a fin de que coincidie­
ran con una política de presión al gobierno de fado.
Esto dio origen a dos corrientes: por un lado, las actividades militares
y por el otro, la organización política. Esta doble corriente agravó
las desavenencias dentro del movimiento, y la falta de un coman­
do centralizado condujo a la creación prematura de nuevos focos
guerrilleros que trataban de discutir y solucionar nuestras dife­
rencias desde posiciones de fuerza. El comité ejecutivo de la desa-

4E 1 partido de Méndez Montenegro.


*EI texto de esta declaración aparece en Pensamiento Critico {La Habana), N° 15, abril
de 1968.

I I O
R am ificación de los movimientos guerrilleros y la ruptura con los comunistas. 19 6 8

parecida Juventud Patriótica del Trabajo (j p t ) y también la direc­


tiva del p g t , comenzaron a organizar bases de apoyo en diversas
regiones, con miras a la formación de unidades armadas, sin que
esto correspondiera a un crecimiento verdadero del movimiento o de
su capacidad ofensiva. Esta dispersión de fuerzas provocada por las
divergencias de criterio—causa y efecto de la falta de una estruc­
tura única de comando— detuvo el crecimiento del frente gue­
rrillero Edgar Ibarra.
Hacia fines de 1965 apareció el primer »Material para elaborar la tác­
tica a emplear en la primera etapa de la guerra«. Esta etapa se defi­
nía «como de estrategia defensiva, porque el enemigo es más fuerte
que nosotros*. Conforme a esto, la primera tarea consistía en la
organización del pueblo para la guerra, organización de las zonas
guerrilleras, organización de la resistencia, organización de la lucha
clandestina y empleo de todos los medios de lucha para conseguir lo
anterior; esto significaba que lo primordial durante este período
era la organización de masas en general y de los comités clandes­
tinos del f a r , y al mismo tiempo el fortalecimiento, la renovación y
el desarrollo del Partido; en otras palabras: aumentar la conciencia
de las masas, ganarlas a nuestra causa, incorporarlas como
combatientes a la guerra, a la red básica, a la organización político-
militar, y no mediante el combate armado, sino que «mediante una
propaganda intensa, una labor educativa y organizativa*, y, lo
más importante: »No entrar en acciones prematuras que alerten al
enemigo y provoquen la represión antes de estar organizados...«
De acuerdo con la táctica de la primera etapa, la organización político-
militar debía «envolver* los grupos de acción y de autodefensa o
guerrillas, sin formar parte de ellas, sino que sólo debía «velar por
ellos en todo sentido, pero principalmente en el aspecto político, a
fin de garantizar que no solamente actuarían en forma correcta res­
pecto de la táctica de la lucha, sino que también en el campo de la
moral revolucionaria*. Entonces el papel de los comités no era el de
dirigir las acciones de las unidades armadas donde éstas existiesen,
sino que solamente «inculcar en los combatientes el espíritu de lu­
cha revolucionaria, la decisión de combatir, la entrega a la causa*.
Esta era la táctica del p g t (la camarilla gobernante). Al parecer los
propagandistas y los organizadores, que jam ás han hecho la gue­
rra, eran los que poseían la mayor decisión de lucha, y eran los que,
mediante charlas y cursos de lucha, iban a inculcar la voluntad de
lucha en los que ya estaban de hecho combatiendo fusil en mano.
.. .Después de cuatro años de lucha, el balance es el siguiente: 300 revo­
lucionarios caídos en combate, 3.000 hombres del pueblo asesinados

1 1 1
G ott / L as guerrillas en Am érica Latina

por el régimen de Ju lio César Méndez Montenegro. El p g t (la cama­


rilla gobernante) puso las ideas y el f a r , los muertos.
.. .Mientras el enemigo zanjaba sus diferencias y se preparaba para
utilizar a Méndez Montenegro, a fin de iniciar la ofensiva mejor
planeada que hemos tenido que enfrentar jamás, la directiva del
pg t todavía estaba atascada por diferencias internas provocadas
por la incompetencia y la vacilación de la camarilla gobernante del
p g t . El 30 de mayo de 1966, el Comandante Turcios señalaba que »el
p g t , por culpa de su Comité Central, no ha cumplido con su papel de
vanguardia, y éste es el motivo de la crisis que ha provocado la reno­
vación de parte del Comité Central, crisis que todavía continúa y
que se agravarán Según el Comandante Turcios, esta crisis signi­
ficaba »la lucha de lo nuevo con lo viejo, entre el pensamiento conser­
vador y oportunista y el pensamiento consecuente y revoluciona­
rio, la lucha entre una línea marxista-leninista creadora y en desa­
rrollo y una línea vaga, estática y dependiente, fuertemente teñida de
revisionismo**.
.. .A la muerte del Comandante Turcios en Octubre de 1966, la direc­
tiva del f a r comenzó a discutir si la guerrilla constituía o no la van­
guardia del movimiento. (La mayor parte de los miembros de la
directiva del fa r integraban la camarilla gobernante del p g t ). En
lugar de concentrar todas nuestras fuerzas- en torno del Frente
Guerrillero Edgar Ibarra y de reconocer la autoridad de nuestro
compañero César Montes como sucesor legítimo del Comandante
Turcios, con el objeto de llevar la lucha al campo enemigo, nues­
tras fuerzas permanecieron dispersas y el f a r quedó prácticamente
acéfalo.
.. .La falta de una estructura única de comando ha impedido for­
mular una estrategia precisa para la lucha armada, y la falta de
esta estrategia ha impedido una planificación táctica adecuada. La
falta de una estructura única de comando mantenía aisladas las
fuerzas guerrilleras, y las fuerzas urbanas actuaban por su cuenta
sin un comando estratégico ni táctico. El fa r dependía de un Par­
tido cuya dirección derechista nunca había participado en una
guerra.
.. .El p g t y especialmente su dirección ya no son un instrumento revo­
lucionario. Los obreros y campesinos necesitan una organización
cuya directiva no sea un organismo deliberante, sino un organismo
supremo de acción, capaz de forjar una alianza entre los obreros y
los campesinos para la lucha guerrillera, y esto es lo que proporciona
el fa r y su estructura única de comando.
La fuerza organizadora y movilizadora de la lucha contra las fuerzas
opresoras del enemigo, el Ejército, y la Policía, etc., es la fuerza

1 12
Ram ificación de los movimientos guerrilleros y la ruptura con los comunistas. 19 6 8

guerrillera. Une a las fuerzas del campesinado, reúne a los intelec­


tuales, a los obreros y a otros grupos, y crea la unidad nacional bajo
la directiva ideológica de la clase trabajadora. Los acontecimientos,
el desarrollo de la lucha y la madurez del fa r hace tiempo que han
sobrepasado a la camarilla dirigente del p g t y nuestra organi­
zación ya no depende de esa directiva cuyas limitaciones y debi­
lidades han sido puestas de manifiesto por la historia de la lucha
revolucionaria de nuestro país.
Frente a la imposibilidad de hallar otra solución al problema político
de la jefatura, la guerrilla propone una solución militar y asume el
mando político-militar de la revolución.
En este momento sólo la integridad revolucionaria de un núcleo deci­
dido y consciente, que sin vacilaciones tome a su cargo la tarea de
dirigir verdaderamente la guerra, sin depender ya de la vieja direc­
tiva, de los viejos conceptos y de los viejos métodos, puede llevar
adelante al movimiento revolucionario guatemalteco y conducir
el pueblo a la victoria final y definitiva.
L a guerra no puede estar dirigida por los que hacen concesiones; ni
por los que hacen un mito del término »lucha político-militar« por­
que esto conviene a sus intereses; ni por aquellos que pretenden par­
ticipar sinceramente en esta lucha a muerte, pero que han velado
por sus propios intereses y organizaciones; ni por los que han ju ­
gado con la muerte de nuestros combatientes, porque han esperado
—y todavía esperan— el momento de la retirada.
Las discrepancias con los que sólo se quedan en las palabras, sin pro­
bar sus puntos de vista en la práctica, son discrepancias que sería
fatigoso y ocioso tratar de discernir. Como solía decir el Coman­
dante Turcios »el lugar en la primera fila se conquista en la lucha
cuotidiana, el liderato se obtiene mediante el proceder justo. Si es­
to no es así, si un partido comunista no cumple con su papel, pierde
su fuerza y se autodestruye. Otras organizaciones, otros revolucio­
narios que ven las cosas en forma más clara, pasarán a ocupar su lu­
gar, llegarán al marxismo-leninismo, encabezarán la revolución y
formarán un verdadero Partido Comunista».
En nuestra guerra no podemos contraponer lo militar a lo político.
Los dirigentes políticos de la lucha armada y de la revolución se­
rán »los que participan en ella y se demuestran capaces de condu­
cirla en el campo de batalla».
Aquí un cuadro político que al mismo tiempo no sea militar resulta
inconcebible. Los dirigentes auténticos del pueblo ya han surgido
de la lucha guerrillera. No será en el futuro que no habrá cabida
para los dirigentes políticos incapaces de dirigir la parte militar de
la guerra, ni será en el futuro cuando los dirigentes militares ya no
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

requerirán comisarios políticos. En la actualidad, nuestros jefes


guerrilleros ya son los dirigentes políticos de la lucha revoluciona­
ría de nuestro país. Ha llegado el momento de cambiar la consigna
de »todos deben estar preparados y dispuestos a luchar en cualquier
momento* por esta otra: todos a lu c h a r a h o r a .
Siguiendo el ejemplo combativo de los comandantes Guevara y Tur-
cios Lima:
¡A vencer o morir por Guatem ala!
Sierra de las Minas, 10 de enero de 1968.
Año de las Guerrillas.
Por el Cuartel General del f a r : Comandante Camilo Sánchez,
Capitán Pablo Monsanto, Capitán Socorro Sical, Teniente Androcles
Hernández, Teniente Ramiro Díaz.

Cesar Montes no pudo concurrir a la reunión que emitió este docu­


mento, pero diez días después, el 21 de enero de 1968, emitió también una
declaración en apoyo de la posición asumida por sus hermanos gue­
rrilleros. La ruptura definitiva, escribía, que ha ocurrido entre el f a r y el
pg t »no es de ningún modo un acontecimiento inesperado o fortuito*.
Existían profundas divergencias »entre dos ideas, dos actitudes hacia la
guerra, hacia la Revolución, hacia el pueblo, determinadas ambas por
profundas raíces de clase y por un momento histórico*.

»Por una parte está la idea revolucionaria, que ve la guerra como el


instrumento y método del pueblo para tomar el poder en sus pro­
pias manos a fin de liberarse a sí mismo y hacer la revolución, la
revolución socialista. Por lo tanto, no experimenta el temor de que
ésta sea una guerra total, larga, cruenta y general. Esta visión es
una visión radical, revolucionaría, audaz, joven, dinámica. Por la
otra parte está la idea pseudorrevolucionaría, que no cree que el pue­
blo es capaz de tomar el poder en sus propias manos; que confía en
la capacidad de la burguesía para dirigir un régimen democrático
de capitalismo estatal que progresa pacíficamente, que evoluciona
tranquilamente hacia el socialismo. Por lo tanto, es un concepto que
se opone a la guerra, que se muestra cauteloso respecto de la posi­
bilidad de ganar una guerra semejante, que prefiere un camino de
desplazamientos sucesivos de los sectores burgueses en el poder,
hasta llegar a una combinación que otorgue a la izquierda una
participación en el gobierno. Bajo la presión de los acontecimien­
tos y del sentimiento popular, este concepto puede llegar hasta la
aceptación de una guerra limitada, a pequeña escala, estática e
indefinida, lo que además intentará utilizar como argumento polí­
tico para hacer que la burguesía le reconozca su derecho a una par­
ticipación en el gobierno. Esta es una visión sumisa, oportunista,
R am ificación de los movimientos guerrilleros y la ruptura con los comunistas. 19 6 8

pusilánime, anticuada, pasiva. L a actitud revolucionaría consiste


en anticiparse a los acontecimientos de modo de actuar de antemano
para darles la forma que la revolución exige. L a actitud pseudo-
revolucionaria consiste en cerrar los ojos a los acontecimientos y
ocultar estos acontecimientos de los ojos del pueblo, con la espe­
ranza de que se eviten de este modo, nuevos enfrentamientos*.
C ésar Montes expresaba luego que compartía la opinión de los demás
guerrilleros en el sentido de que en realidad jamás el pg t se había mos­
trado visiblemente activo en proporcionar dirigentes para el combate:
»Se sabe que hasta la /echa ninguna —ni tan sólo una— operación
militar de nuestra lucha armada ha sido inspirada, guiada o diri­
gida —directa o indirectamente— por la camarilla gobernante del
p g t , la que se autodenomina partido. Sus miembros jamás se han
molestado en estudiar los problemas de la guerra o de sus leyes;
nunca han intentado analizar las experiencias de los combates del
pueblo; en ningún momento se han ocupado siquiera de formular
un plan estratégico para la guerra. ¿Cómo pueden pretender diri­
gir una revolución cuyo curso, como ellos lo han reconocido verbal­
mente, es el de la guerra?*
Montes terminaba anunciando que había renunciado al p g t :
«Quizás debiera anunciar publicamente mi renuncia como miembro
del p g t y a todos los cargos para los cuales fui nombrado dentro de
la jerarquía del Partido. Esta declaración la daré a conocer al pue­
blo guatemalteco y a los camaradas y amigos de otros países. Pero
nunca renunciaré a mi condición de comunista, que se conquista,
no con la taijeta de miembro sino que a través de la lucha, a través
del combate, a través de la actuación en concordancia ideológica
con el proletariado, es decir, sirviendo a sus intereses en todas las
formas*6.
Frente al retiro del pg t por parte del grueso de los guerrilleros, los
comunistas guatemaltecos se vieron obligados a trazar rápidamente un
plan que les permitiera seguir defendiendo de palabra la idea de la gue­
rra de guerrillas sin por ello comprometerse activamente en ella. Dieron
con la idea de formar sus propias f a r , y a Tin de evitar la confusión —o
quizás para crearla— las llamaron las Fuerzas Armadas Revolu­
cionarias. (Hasta entonces las siglas fa r correspondían a Fuerzas Arma­
das Rebeldes)7. En una declaración publicada el i° de marzo de 1968, la
comisión política del pg t describió el rompimiento con las guerrillas
como una división interna ocurrida dentro del fa r entre «una minoría

*La declaración de César Montes aparece en Tñcontinental (Boletín N° 26), mayo deig68.
7Durante el transcurso del año 1968 la Embajada de Estados Unidos en Guatemala esta­
bleció la costumbre de diferenciar ambas refiriéndose a una como el »Near fa r (fa r cer­
cano) y a la otra como el Far f a r « (Far lejano).
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

aventurera* y una mayoría con «actitud unitaria*. A causa de esta situa­


ción, la «mayoría* había decidido formar las Fuerzas Armadas Revolu­
cionarias,
Resulta difícil averiguar el porcentaje exacto que hacía mayoría. Pero se­
gún los guerrilleros, la ruptura significó la renuncia del 50 por ciento del
Comité Central del p g t , y del 40 por ciento de la comisión política del
Partido*.
En agosto de 1968, varias de las figuras más destacadas del p g t visitaron
Santiago de Chile y en una entrevista concedida a la revista castrista
Punto Final, explicaron la nueva posición comunista. Se les preguntó a
los guatemaltecos cuáles eran las diferencias que dividían al p g t y al movi­
miento guerrillero minificado. L a siguiente fue su respuesta:

«Esta es una diferencia que podría llamarse puramente táctica, por­


que las distintas organizaciones revolucionarías guatemaltecas han
dejado muy en claro que la única vía es la vía armada, tesis que el
Partido siempre ha sustentado. Lo que ha sucedido es que un grupo
de nuestros compañeros, algunos de ellos miembros del Comité Cen­
tral, no están de acuerdo con fomentar una guerra revolucionaría po­
pular: tesis sustentada por el Partido y alrededor de la cual se formó
el f a r . En otras palabras no hay divergencias de criterio acerca de
la vía a seguir, porque el Partido comenzó por apoyar y continúa
apoyando la vía armada. Las divergencias tienen que ver con la for­
ma de llevar adelante esta lucha armada*.
Cuando se les preguntó si el p g t compartía la opinión de los otros par­
tidos comunistas en el sentido de que el Che Guevara habia seguido una
estrategia equivocada, contestaron que la falta de información acerca de
la experiencia boliviana les impedía formular ningún juicio categórico.
Lo que sí podemos asegurarle, terminaron diciendo:
«Es que el Partido Comunista Guatemalteco ( p g t ) y su rama militar
— las Fuerzas Armadas Revolucionarias— transformarán a nues­
tra ya ensangrentada Guatemala en otro Vietnam*9.

Capítulo ocho
E l p a p e l d e E stados U nidos :
UN EMBAJADOR ASESINADO Y VARIOS
SACERDOTES DESTERRADOS

Aunque en 1968 difícilmente se podía comparar Guatemala con Vietnam


— ni siquiera con el Vietnam de fines de la década del cincuenta— cierta­
mente se iba cubriendo cada día más de sangre. Justo antes de la Navidad

*»L a experiencia guatemalteca", Boletín Tricontinental (La Habana) N* 31, octubre de


.968.
9P u n to F in a l (S an tiago ), N ° 6 3, 10 de septiem bre de 1968.
E l papel de Estados U nidos: un em bajador asesinado y varios sacerdotes desterrados

de 1967, Mano Blanca, una de las pandillas de la derecha, asesinó a


Rogelia Cruz Marínez, joven conocida por sus contactos con la Izquier­
da y que había sido M iss Guatemala de 1959. En represalia, el 16 de enero
de 1968, el f a r asesinó al Coronel John Weber, jefe de la Misión M ilitar
estadounidense, y ai Agregado Naval de este país. El f a r declaró que los
asesores militares norteamericanos habían sido ejecutados porque los
grupos militares guatemaltecos ^creados por orden norteamericana** se
dedicaban a sembrar el terror y la muerte en las zonas rurales. »EI
genocidio llevado a cabo por estas bandas de asesinos**, agregaba, »ha
causado la muerte de casi 4.000 guatemaltecos**1 .
En marzo, Mano Blanca respondió con el secuestro del Arzobispo de
Guatemala, Monseñor M ario Casariego, aunque no quedó en claro cuál
era el objetivo que perseguían. Fue puesto en libertad unos días más tar­
de. E l cerebro gris de la Mano Blanca, Raúl Stuardo Lorenza na, fue a su
vez asesinado en su automóvil en el mes de abril.
Después del secuestro del Arzobispo, el gobierno se dio cuenta que el
terrorismo de la Derecha ya había llegado demasiado lejos y, en una rá­
pida maniobra realizada a fines de marzo, el Presidente Méndez Monte­
negro solicitó el retiro de tres oficiales claves del Ejército, que se creía es­
taban detrás de los grupos de Derecha. Estos eran el Ministro de Defen­
sa, el Je fe de la Policía y el Coronel Carlos Araña, comandante de la base
de Zacapa que había tenido a su cargo la importante campaña anti-
guerríllera de 1967.
Para sorpresa de todos, estos oficiales se retiraron tranquilamente. No
hubo golpe. Pero tampoco se puso término a la violencia. Hacia fines de
agosto Camilo Sánchez, uno de los principales lugartenientes de César
Montes, fue capturado en Ciudad de Guatemala y se lo mantuvo preso
en carácter de incomunicado. Para llamar la atención sobre su paradero
y para evitar que fuera torturado y fusilado, el f a r planeó el secuestro
del Embajador norteamericano, John Gordon Mein. Pero el plan fracasó.
Los guerrilleros obligaron a detener el automóvil del Embajador mien­
tras transitaba por la Avenida de la Reforma en pleno centro de la ciu­
dad. El embajador se bajó del automóvil e intentó oponer resistencia.
Fue muerto de inmediato. El f a r comentó en una declaración:
»Hoy, jueves, a las 15 25, el principal representante en nuestro país
del imperialismo asesino y rapaz, el Embajador Gordon Mein, fue
ejecutado. Resistió una tentativa de secuestro realizada por ra­
zones políticas en represalia por la captura del Comandante Camilo
Sánchez del f a r , en la esquina de Quinta Avenida con Calle 18, en la
Zona 12, el sábado 24 a las 02.50, en un choque entre patrullas de las
fuerzas represivas del gobierno y dos camaradas del f a r , uno de
ellos el Comandante Sánchez.
Hasta aquí la captura del camarada Camilo no ha sido conocida por la
opinión pública. El fa r exige la aparición del Comandante Camilo

*T im e s , 18 de enero de 19 6 8 .
Gott / L a s guerrillas en América Latina

Sánchez, en la actualidad detenido en la Quinta Sub-Guarnición


de la Zona n , comandada por el sádico Noé Villegas Delgado, jefe
de los grupos fascistas del ejército, la Mano, el c a d e g , etc., y ex jefe
del Cuarto Cuerpo de la Policía Nacional, guarida de la reacción,
donde han sido flageladas y asesinadas la mayoría de las 6.000 vícti-
mas de la violencia reaccionaría de Guatemala.
La ejecución del Embajador yanqui es sólo la primera de una serie de
medidas que se tomarán hasta que sea presentado en público el
Comandante Camilo. Al dar a conocer la captura y la
desaparición del Comandante, el fa r reitera su irrevocable de­
cisión de luchar hasta alcanzar la victoria junto al pueblo y arro­
ja r fuera a la burguesía voraz y parásita.
Seguiremos luchando
A VENCER O MORIR POR GUATEMALA
Cuartel General del far
Sierra de las Minas,
Año de las Guerrillas*.
Para las guerrillas el Embajador de Estados Unidos era él símbolo de la
fuerza contra la cual luchaban. Pero no todos los norteamericanos en
Guatemala eran contrarios a las guerrillas. Hacía algunos años, dos her­
manos, Thomas y Arthur Melville, habían sido enviados desde los Esta­
dos Unidos por la congregación Maryltnoll para trabajar en Guatemala.
Igual que Camilo Torres en Colombia, encontraron más acorde con su
vocación cristiana trabajar con las guerrillas que con el gobierno. No
eran los únicos. Había otros sacerdotes implicados y se decía que ha­
bían realizado «esfuerzos fructíferos por ganarse a su causa a los hijos e
hijas de las familias acaudaladas*2.
Los hermanos Melville fueron expulsados de Guatemala en diciembre
de 1967. El Superior norteamericano de la Orden de Maryltnoll les llamó
la atención por una acción que, expresó, constituía mina intervención per­
sonal de parte de ciudadanos norteamericanos en los asuntos internos
del país que los hospedaba*.
Pero en un artículo publicado en México, después de su salida de Guate­
mala, Thomas Melville respondió que «si el gobierno norteamericano no
apoyara a la oligarquía guatemalteca y no entrenara a su ejército, las
guerrillas podrían llegar a desaparecer por su propia voluntad porque
el pueblo de inmediato expulsaría a sus opresores*.
«¿Debemos quedarnos de brazos cruzados*, proseguía, «viendo cómo un
sistema económico cumple continuamente con su objetivo de deshu­
manizar a las masas de Guatemala? El hecho de que Estados Unidos en­
trene a los ejércitos de América Latina para que mantengan un estado de
explotación, obliga a los ciudadanos norteamericanos a luchar para
remediar esta deplorable situación*.
*F i n a n c ia l T im e s , 2 3 de enero de 19 6 8 .
E l p ap el de E stad o s U n id o s: un em b ajad o r asesin ad o y vario s sacerdotes desterrados

Luego de declarar que estaba dispuesto a luchar por poner fin para siem­
pre »al sistema de violencia organizada por la oligarquía guatemal­
teca^ el Padre Melville concluía diciendo que »si el gobierno de los
Estados Unidos no interviniese en el conflicto, habría menos víctimas
y menos sufrimientos, y quizás el dos por ciento de la población que cons­
tituye la oligarquía se asustaría tanto que, con un poco de suerte, no ten­
dríamos necesidad de continuar adelante con la lucha«.
Poco tiempo después de salir de Guatemala, el Padre Melville dirigió
una carta al Senador Willian Fulbright, de los Estados Unidos. Resume
admirablemente lo que estaba sucediendo en Guatemala como resul­
tado de más de diez años de intervención norteamericana:
Senador J . William Fulbright,
U .S . Senate Office Building
Washington D .C .S.
Estimado Senador: Durante las últimas semanas Guatemala ha figu­
rado en la primera plana de los periódicos del mundo ha causa de
los actos de violencia que han estado ocurriendo en esa infortunada
nación. Lo que concitó la mayor atención fue la matanza de dos
oficiales norteamericanos agregados a la Embajada de los Estados
Unidos en Guatemala.
Durante los últimos dieciocho meses, más de 2.800 dirigentes obreros,
organizadores de sindicatos, estudiantes, intelectuales y simples
campesinos han sido asesinados por la policía secreta del go­
bierno, por el Ejército y por organizaciones de Derecha. La «Mano
Blanca*, una de éstas organizaciones de Derecha, integrada por
policías, y que tiene su cuartel general en el edificio principal de la
Policía en Ciudad de Guatemala, reconoce que de éstos sólo »uno
de cada diez quizás sea comunista*. Ninguna de estas muertes se pu­
blica en la prensa internacional, y muy pocos de los cadáveres que
son encontrados se hallan en un estado que permita su identi­
ficación en la prensa local. Todo esto se lleva a cabo bajo los auspi­
cios, si bien en secreto, de la Misión M ilitar de e e .u u . Si Estados
Unidos desea saber por qué fueron muertos dos de sus oficiales,
que lea lo que publicó la revista Time referente a uno de ellos el 28
de enero de 196834.

3Citado en «The Nature of Revolution*, Declaraciones ante la Comisión de Relaciones


Exteriores , Senado de los Estados Unidos, Nonagésimo Congreso , Segunda Sesión, ti de fe­
brero de 1968. Imprenta del Gobierno de los e e .u u . • Washington: 1968.
4«En cierto modo*, escribía Time, «Webber y Munro (los dos oficiales) fueron víctimas
del éxito del propio Webber en Guatemala. Cuando este rudo oficial de carrera llegó a
Guatemala hace t8 meses, 200 guerrilleros comunistas sembraban el terror en los campos.
De inmediato Webber amplió el entrenamiento contrarrevolucionario en el ejército de 5.000
hombres de Guatemala; trajo jeeps, camiones, equipos de comunicaciones y helicópteros
desde los z e .u u ., para dotar al Ejército de una mayor potencia de fuego y mayor movi­
lidad, e infundió nueva vida al programa de acción cívica del Ejército.
G o tt / L a s g u e rrilla s en A m érica L a tin a

He trabajado en Guatemala por espacio de más de diez años. Perso­


nalmente fundé 3 bancos cooperativos obreros, 2 cooperativas agrí­
colas, una cooperativa industrial, 2 programas de distribución de la
tierra, la única asociación de cooperativas existente en el país; ayu­
dé a formar casi una docena de otras cooperativas; y trabajé tanto
como cualquiera en Guatemala por mejorar la suerte miserable
del campesino. No pude hacer mucho porque, en el mejor de los
casos, nos encontrábamos siempre ante la indiferencia del go­
bierno, y de lo contrario, con su interferencia. Si algún programa pa­
recía tener éxito, de inmediato se presentaba el personal de la
Alianza para el Progreso para ofrecer dinero a cambio del de­
recho a colocar sus carteles de propaganda.
No escribo esta carta con el ánimo de quejarme. La escribo como adver­
tencia. Las masas de América Latina cada día están más intran­
quilas. Sus gobiernos no quieren un progreso verdadero, porque
éste tendría que producirse a expensas de la oligarquía terratenien­
te, que a su vez tiene a estos gobiernos en sus manos. Sólo existe una
solución: la revolución. M e gustaría poder creer que estas revo­
luciones pueden ser pacíficas, pero sé, por experiencia personal,
que el dos por ciento que desangra a las masas, no entregará el po­
der de manera pacífica. Hay que arrebatárselo. Son ellos los que
provocan la violencia, no los pobres.
Esta insignificante minoría se mantiene en el poder gracias a que fi­
nancia los ejércitos nacionales. Estados Unidos envía ayuda téc­
nica, dinero y armamentos para modernizar estos ejércitos. El
año pasado cuatro nuevos helicópteros para el transporte de tro­
pas fueron donados a Guatemala; fueron incorporados 2.000 nue­
vos policías a la fuerza policial con sus salarios, uniformes y armas
modernísimas pagados todos con dinero de la Alianza para el Pro­
greso. Expertos norteamericanos en guerra antiguerrillas, con la
ayuda de torturadores profesionales de nacionalidad cubana,
portorriqueña y dominicana, mantienen las zonas rurales bajo un
régimen de terror. ¿Cuál es la respuesta?
Si el gobierno de los Estados Unidos continúa con su política de creer
que todas las insurrecciones nacionales se manejan desde Moscú o

Hacia fines de 1966... el ejército estuvo en condiciones de iniciar una campaña de pro­
porciones contra los reductos guerrilleros de Sierra de las Minas, en el noreste de Gua­
temala. A fin de que colaborasen en la campaña el ejército también contrató y armó a ban­
das locales de ^colaboradores civiles*» con licencia para matar a los campesinos que con­
sideran guerrilleros o guerrilleros «potenciales**. Ciertas personas dudaban respecto de si
era prudente alentar estas medidas en Guatemala^ siempre tan dada a la violencia, pero
Webber no estaba entre éstas. «Así es este pais**, decía, «los comunistas utilizan todo lo que
está a su alcance inclusive el terror. V* a esto hay que hacerle frente**.

I 20
£ 1 papel de Estados U nidos: un em bajador asesinado y varios sacerdotes desterrados

Pekín, se encontrará muy pronto con más de un Vietnam en Amé­


rica Latina.
Fui expulsado de Guatemala en diciembre junto con otros dos sa­
cerdotes y una monja, por el simple hecho de haber asistido a una
reunión donde escuchamos el punto de vista de los guerrilleros. La
expulsión fue gestionada por la Embajada de los Estados Unidos.
Habíamos dedicado nuestras vidas a los pobres de Guatemala.
Nuestra expulsión no significa el término de esta dedicación.
Nuestra intención es hacer todo lo necesario para ayudarlos a
obtener un gobierno »del pueblo, para el pueblo y por el pueblo»,
para citar a un eminente estadista norteamericano. Odiaría tener
que combatir algún día contra soldados norteamericanos. Pero si la
política exterior de e e .u u . continúa siendo dictada por hombres
como Paul Warnke, que piensan que Estados Unidos tiene la obli­
gación moral de intervenir en cualquier lugar donde el gobierno
oligárquico local lo invite para resguardar su libertad (la de la oli­
garquía) para explotar a las masas, mucho me temo entonces que
esto es precisamente lo que tendrá que suceder.
Sé que Ud. está muy preocupado por la situación de Vietnam. Pero
sería conveniente que también dedicase parte de su atención a
América Latina. AI Fin de cuentas, todo el mundo parece ignorar
cómo fue exactamente que nos vimos envueltos en aquella lejana
tierra, y la gran dificultad que se nos presenta ahora es cómo reti­
rarnos »con honor». Sería una vergüenza que esta experiencia se
repitiera por aquí también. Pero la verdadera vergüenza sería
que cientos de miHones de seres humanos hambrientos llegaran a
darse cuenta que sus verdaderos enemigos son el gobierno de los
e e .uu . y la oligarquía local. Por lo menos, abrigan la esperanza
de poder echar abajo a los gobiernos corrompidos, siempre que
Estados Unidos no intervenga. Cuando Estados Unidos interviene,
se ven obligados a recurrir a la ayuda de Moscú, de Pekín, de cual­
quier parte.
Ojalá emplee Ud. su prestigio en los círculos capaces de influir sobre
la política de e e .uu . en América Latina. Con la esperanza de que
algún día tenga el placer de conocerlo personalmente, y rogando a
Dios que El lo ayude a conservar su valor, se despide de Ud.
Thomas R. Melville

I2I
SEGUNDA PARTE

El fracaso de la revolución
en Venezuela
»Los venezolanos fueron los primeros en experimentar, en el pais más directamente
colonizado por Estados Unidos a causa de su petróleo y su hierro, lo que ha llegado
a ser »la guerra popular* en las condiciones postcubanas. Su papel de pioneros les
ha costado caro*.
REGIS DEBRAY
Améru n ¡.atina: algunos problemas de estrategia rei'olucionarta (1965).

Capítulo uno
La caída de P ér ez J iménez , 1958

Como se ha indicado en los capítulos precedentes, durante sus primeros


años el movimiento guerrillero de Guatemala prosperó principal­
mente gracias a dos elementos importantes: en primer lugar, contó con
la desilusión popular provocada por el derrocamiento de Jacobo Arbenz
y la revocación de su programa de reformas, y en segundo lugar, sacó
partido del descontento imperante dentro del ejército. La situación en
Venezuela, que permitió el florecimiento de un movimiento subversivo
comparable, no fue muy diferente. También en Venezuela una revuelta
militar fracasada llevó a los oficiales rebeldes a las filas de las gue­
rrillas. Pero en tanto que en Guatemala la intervención de la cía en 1954
había abierto el camino a una serie de dictadores militares conserva­
dores, en Venezuela el acontecimiento crucial que ensombreció los años
subsiguientes fue el derrocamiento de un dictador exactamente igual,
Pérez Jiménez, a comienzos de 1958. Pero en lugar de ser anuncio de una
nueva era de progresos en la historia de Venezuela, la revolución po­
pular que se deshizo de Pérez Jiménez cayó en las manos ávidas de Rómu-
lo Betancourt y de su Partido de Acción Democrática, y rápidamente fra­
casó. En gran medida, las guerrillas venezolanas obtenían apoyo de esas
personas que habían sentido renacer sus esperanzas con la revolución de
1958 y que posteriormente se sintieron traicionadas por la línea reaccio­
naria seguida por Acción Democrática.
Después de diez años en el Gobierno, Marcos Pérez Jiménez fue derro­
cado en enero de 1958 por un levantamiento popular iniciado en C ara-

12 2
L a caída de Pérez Jim énez

cas exactamente un año antes del triunfo de Castro en Cuba. A pesar del
decidido apoyo del Presidente Eisenhower, quien, en un acto de solidari­
dad innecesario, le había conferido un alto honor, la posición de Pérez
Jiménez durante su último año en el poder había sido muy inestable. No
dejó de ser significativa la deserción de su causa por parte de la Iglesia. El
Arzobispo de Venezuela, Rafael Arias Bianoo, expresó en una pastoral
que »una masa inmensa de nuestro pueblo vive en condiciones que no pue­
den considerarse humanas. La cesantía lleva a muchos venezolanos a la
desesperación... los salarios extremadamente bajos con que tienen que
subsistir una gran parte de nuestros trabajadores son imperdonables...
y la situación sigue de mal en peor«1.
Pérez Jiménez trató de legitimar su posición mediante un plebiscito que
se realizó en diciembre de 1957, el cual reveló que el 85 por ciento de la na­
ción era partidaria de que continuase en el poder. Este resultado tan
obviamente fraudulento sólo sirvió para reavivar el entusiasmo por efec­
tuar cambios. El i° de enero de 1958 ciertos sectores militares comen­
zaron a tomar el asunto en sus propias manos. Hubo un alzamiento en la
base aérea de Maracay, a unos ochenta kilómetros al oeste de Caracas.
Aviones a reacción sobrevolaron la capital, pero el levantamiento, enca­
bezado por el Coronel Jesús M aría Castro León, fue rápidamente sofo-
* cado. No obstante, bajo la creciente presión de los elementos radicales
dentro de las fuerzas armadas, Pérez Jiménez se vio obligado a alejar a
1 los miembros más impopulares de su séquito más cercano: entre ellos al
Ministro del Interior y al Jefe de la Policía Secreta.
Pero esto no fue suficiente para los estudiantes de la Universidad de C a­
racas, quienes durante el año anterior habían estado organizando clan­
destinamente la oposición a la dictadura. El 14 de enero señaló el comien­
zo de varios días de desórdenes en Caracas. Una organización clandesti­
na de oposición llamada »Junta Patriótica^, encabezada por Fabricio
Ojeda, periodista de 29 años, lanzó un llamado a un paro general a efec­
tuarse el 21 de enero.
Según Ojeda, la idea de formar la Junta se le había ocurrido en Junio
de 1957 mientras trabajaba como reportero del diario E l Nacional. Con­
siguió el apoyo de los partidos de oposición, tanto de Derecha como de
, Izquierda (todos ellos al margen de la ley bajo la dictadura), y llegó a ser
presidente de la Junta en diciembre de 19572. Además de organizar la
' cooperación de grupos políticos tan diversos como Acción Democrática,
los demócratas-cristianos y los comunistas, también supervisó la for­
mación de comités obreros y estudiantiles cuya meta era el derrocamiento
del régimen de Pérez Jiménez. Ojeda pertenecía al Partido Unión
Republicana Democrática (u r d ), qtie dentro del panorama político se ha-
' Haba a la extrema izquierda.
7

‘John I). Martz en Acción Democrática: Erolution of a modera political part\ tn Vene-
zuela, Princeton University Press, 1966, p. 93.
’ KeesingsContemporary Archives, febrero 15-22, 1958.
G o tt / L a s g u e rrilla s en A m érica L a tin a

En íntima asociación con la "Junta Patriótica» trabajaba el movimiento


clandestino «Frente Universitario», fundado por un estudiante de Acción
Democrática, Américo Martín, y un estudiante comunista, Germán Lai-
ret. Al igual que la "Junta Patriótica» contaba con el apoyo de diversos
partidos. Además había otro comité, en que Acción Democrática se ha­
llaba representada por Moisés Moleiro, que vinculaba el "Frente Univer­
sitario» con otros movimientos de juventudes de izquierda opuestos al ré­
gimen3. Todos estos estudiantes, que jugaron un papel preponderante en
el derrocamiento de Pérez Jiménez, más tarde serían los organizadores
de movimientos guerrilleros.
Los comunistas, a la vez que trabajaban dentro de estas organizaciones
de frente popular, también hacían sus propios planes. Douglas Bravo,
que más tarde sería uno de los principales dirigentes guerrilleros junto
con Fabricio Ojeda, describió estos planes en una entrevista realizada en
junio de 1967:
»A fines de 1957, mientras el General Marcos Pérez Jiménez pre­
paraba su farsa electoral basada en el fraude, el Partido Comu­
nista creó dentro del propio Partido lo que podríamos llamar su
aparato militar. Algunos de sus miembros más destacados fueron
designados para organizarlo.
En octubre del mismo año se formó el primer comité del aparato mi­
litar del Partido Comunista; compuesto por un dirigente gremial,
un dirigente estudiantil y un dirigente campesino. Naturalmente
existían otros miembros. El núcleo central estaba dirigido por
Eloy Torres, Teodoro Petkoff y yo. Constituía una brigada de cho­
que cuya función era hallar armas para la lucha que se esperaba ten­
dría lugar durante las elecciones del 15 de diciembre.
Las primeras brigadas fueron organizadas por miembros del Partido y
de la Juventud Comunista. Entre estos miembros mencionaré a José
Gregorio Rodríguez, que fue torturado a muerte por la policía, y
Luben Petkoff, el actual comandante segundo de las Fuerzas Arma­
das de Liberación Nacional ( f a l n ).
Pero estas brigadas sólo pudieron entrar en acción en enero de 1958.
El i° de enero de 1958, un golpe militar encabezado por oficiales de
la Fuerza Aérea capturó la ciudad de Maracay. El 2 de enero el gol­
pe fue sofocado, pero el gobierno había sufrido un sacudón, y se pro­
dujeron movimientos espontáneos en el ejército y entre el pueblo.
El 5 de enero, en una manifestación masiva realizada en la Plaza del
Silencio, las brigadas de choque del Partido Comunista emplearon
por primera vez sus armas contra las fuerzas de Pérez Jiménez. El 8
de enero se realizó una manifestación aun mayor. El 14 de enero hu­
bo todavía otra manifestación en Caracas en la que participó un

Moisés Moleiro, E l mir en Venezuela, pp. 134-6.

124 «
L a caída de Pérez Jim énez

gran número de obreros de los distritos más pobres de la capital.


Finalmente, el 21 de enero se produjo el paro general que derrocó al
gobierno de Pérez Jiménez; participaron en él las células armadas
del Partido Comunista, arma en mano«4.
£1 llamado a la huelga de la Ju n ta Patriótica fue ampliamente acatado y
luego de dos días de luchas callejeras, Pérez Jiménez abandonó el país en
las primeras horas de la madrugada del 23 de enero, en dirección de la Repú­
blica Dominicana. Inmediatamente tomó posesión del gobierno una jun­
ta militar compuesta por cinco personas, encabezada por el Comandante
en Jefe de la Armada, Contralmirante Wolfgang Larrazábal. A petición
de la Junta Patriótica, Larrazábal reemplazó a dos coroneles inte­
grantes de su equipo por dos civiles5. Su gabinete, anunciado ese mismo
día, estaba compuesto íntegramente por civiles, a excepción del Coro­
nel Castro, que había iniciado la revuelta de Maracay y que fue nom­
brado Ministro de Defensa.
El Almirante Larrazábal, que en aquel entonces tenía cuarenta y seis
años de edad, había permanecido durante tres años en Washington como
agregado naval de su país. Emitió la declaración de rigor en el sentido de
que Venezuela mantendría su amistad tradicional con los Estados
Unidos y protegería las inversiones extranjeras. El 27 de enero prometió
que dentro del año se realizarían elecciones para elegir una Asamblea
Constituyente y para elegir Presidente.
Mientras tanto, el 23 de enero, los dirigentes exiliados de los tres prin­
cipales partidos políticos de Venezuela se habían reunido en Nueva York
a fin de suscribir un acuerdo para evitar las rivalidades entre partidos
hasta que la democracia estuviese totalmente restablecida. El acuerdo
fue suscrito por el Dr. Rómulo Betancourt, por Acción Democrática, el
Dr. Rafael Caldera por la Democracia Cristiana, y el Dr. Jovito Villalba,
por la Unión Republicana Democrática.
Con esta declaración quedaron sembradas las semillas de futuras dis­
cordias. Porque existía una gran diferencia entre aquellos que, como lo
hizo Fabricio Ojeda, habían permanecido en Venezuela durante la
dictadura y que creían que la caída de Pérez Jiménez auguraba cambios
revolucionarios, y los dirigentes más antiguos de los diversos partidos,
que habían vivido en el exilio en México o en Nueva York y que veían en
la huida del dictador simplemente una oportunidad de retomar el juego
político donde lo habían abandonado diez años antes.
Acción Democrática era el partido más grande y en otro tiempo había
sido el más progresista de Venezuela, pero, al igual que el a p r a en Perú,
4A vec Dougla > Bravo <ian\ les maquis vénézuéliens, Dossiers Partisans. Maspero (París).
1968, p. 40.
5En su libro E l mir en Venezuela. Moisés Molciro se muestra extremadamente crítico de
la petición de la Junta Patriótica, y señala que los dos civiles, Eugenio Mendoza y Blas
Lamberti, eran tan reaccionarios como los militares. Evidentemente, Molciro considera que
la Junta Patriótica se hallaba en posición de hacer exigencias mucho más revolucionarias
que las que de hecho planteó. Probablemente Moleiro sobrevaloraba la fuerza de la Junta
Patriótica. Véase E l im ik en Venezuela, La Habana, 1967, pp. 107-8.
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

había perdido todo su entusiasmo juvenil por la revolución. En el exilio,


Betancourt se había establecido como un dirigente al que probable­
mente Estados Unidos miraría con buenos ojos. No obstante, pasó algún
tiempo antes de que el Partido en el exilio pudiera reorganizarse y su
primera reunión masiva importante se realizó sólo el 4 de julio de 1958.
Según una fuente, Betancourt aprovechó la ocasión para hacer una expo­
sición larga y elocuente acerca de la historia del antagonismo del P ar­
tido hacia el comunismo internacional6.
Casi de inmediato se hicieron evidentes escisiones dentro de Acción
Democrática, aunque no sólo entre los que habían estado en el exilio y
los que se habían quedado. También se produjo una importante división
entre generaciones. Entre los radicales más connotados que se opusieron
a la «Vieja Guardia# de Betancourt y su compinche Raúl Leoni, se ha­
llaban Domingo Alberto Rangel —al que un observador norteamericano
describió como «polemista brillante, intransigente y vocinglero, sur­
tidor inagotable de torrentes de palabras, tanto escritas como ha­
bladas#, y Simón Sáez Mérida, «partidario inflexible de las soluciones ra­
dicales, lector de marxismo, y ya en ese entonces devoto admirador de un
guerrillero cubano llamado Fidel Castro#7. Ambos llegarían a ser fi­
guras destacadas en la lucha revolucionaria de Venezuela.
Sáez Mérida, de quien Betancourt era un enconado opositor, había re­
gresado clandestinamente a Venezuela en 1957 como secretario general
de Acción Democrática. Fue el responsable de la participación del par­
tido en la Junta Patriótica de Ojeda, para gran disgusto de la «vieja guar­
dia# en el exilio que no deseaban en absoluto colaborar con los comu­
nistas y no simpatizaban con las vinculaciones revolucionarías de la Ju n ta
Patriótica. «No fomentamos las revoluciones#, había declarado Betan­
court a un periodista colombiano en 1957a.
El elemento radical, encabezado por Rangel y Sáez Mérida, permaneció
en el partido durante 1958 y 1959, pero, al observador que éste se dirigía
al galope hacia la Derecha, fue evidente que no podían permanecer en él
por mucho más tiempo.
Por alguna inadvertencia de parte de los historiadores contemporáneos
se ha dedicado mucha atención a establecer por qué los países lati­
noamericanos no siguieron el patrón cubano después del triunfo de la
revolución de Castro en enero de 1959, pero pocas personas se han moles­
tado en averiguar por qué el levantamiento venezolano, ocurrido un año
antes que el cubano, no llegó a desarrollar un impulso más
revolucionario.
A pesar de las declaraciones de amistad del Almirante Larrazábal, el
sentimiento popular antinorteamericano en Venezuela después de la
caída del dictador, era muy intenso, en parte porque Pérez Jiménez
encontró allí un asilo fácil, después de una breve estada en la República
*John D. Martz, Acción Democrática: Evolution of a modern political party tn Vene­
zuela, Princeton Univcrsity Press, 1966, p. 99.
7Ibid. p. 101.
‘ Citado por Moisés Moleiro en E l mir en Venezuela, p. 100.
L a caída de Pérez Jim énez

Dominicana. Por consiguiente, cuando el vicepresidente de los Estados


Unidos, Richard Nixon, llegó a Caracas el 15 de mayo de 1938, al término
de una gira por América Latina que se había caracterizado por su poco
éxito, fue recibido por una multitud hostil armada con piedras y palos.
L a Municipalidad de Caracas lo declaró persona non grata y el automó­
vil en que viajaba junto con la Sra. Nixon fue prácticamente destrozado.
Por poco no los arrastran fuera para golpearlos.
Aunque el almirante Larrazábal declaró públicamente que, de ser estu­
diante habría hecho lo mismo, los principales dirigentes políticos
— Betancourt, Caldera y Villalba— criticaron a los manifestantes por
su descortesía, y no protestaron cuando el presidente Eisenhower, en un
gesto típico, ordenó el envío de compañías de infantes de marina y para­
caidistas a ciertas bases del Caribe para que estuvieran listas para inter­
venir, acción que presagiaba los proyectos que más tarde tendría que
organizar en relación con Cuba9.
Internamente además, parecía existir un ambiente progresista en Vene­
zuela. En julio el general Castro León, respaldado por varios oficiales,
exigió la reposición de la censura de prensa y la postergación de las elec­
ciones por tres años. Inmediatamente se lanzó un llamado al paro ge­
neral en apoyo al gobierno. El almirante Larrazábal obtuvo rápi­
damente la renuncia de Castro León10. Dos meses más tarde una revuelta
militar realizada por un grupo de oficiales descontentos fue sofocada
con gran prontitud y una vez más los sindicatos llamaron a una huelga,
en apoyo al gobierno y también para solicitar que se tomaran severas me­
didas contra los rebeldes. Fue acatada en toda Caracas.
L a intensa combatividad popular parecía presagiar un desplazamiento
hacia la izquierda, y, deseando aprovechar esta situación, el almirante
Larrazábal renunció como jefe de la Junta de Gobierno el 14 de noviem­
bre de 1958, a fin de presentarse como candidato a la Presidencia. Tal
como había prometido con anterioridad, las elecciones se realizaron en
diciembre. Aunque se presentó como apolítico, contó con el apoyo de la
Unión Republicana Democrática y del Partido Comunista. Los otros can­
didatos eran Rómulo Betancourt de Acción Democrática y Rafael Cal­
dera de la Democracia Cristiana.

f Por casualidad, ese mismo día hubo desórdenes y manifestaciones antinortcameri-


canas en lugares tan distantes como Argelia, Birmania y el Líbano. Eisenhower ordenó
que se dirigieran a este último país unidades de la Sexta Flota. »A lo mejor debería desente­
rrar mis uniformes*, le dijo a su esposa esa noche, »para ver si todavía me caben*. Dwight
D. Eisenhower, Waging Peace, p. 519.
1#EI general Castro realizó otra rebelión que no tuvo éxito en abril de 1960, en el estado de
Tachira.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Capitulo dos
El a sc e n d ie n t e de R ómulo B e t a n c o u r t ,
1959-1962

Justo antes de los comicios de diciembre de 1958, los tres partidos prin­
cipales —Acción Democrática, la Democracia Cristiana y la Unión |
Republicana Democrática— Firmaron una declaración conjunta de prin- .
cipios, conocida como el Pacto de Punto Fijo, que expresaban que el triun- '
fador formaría »un gobierno de unidad nacional, sin hegemonías parti­
distas, en el cual estarían representadas las corrientes políticas y los sec­
tores independientes de la comunidad nacional*. En teoría, esto tenía
como Fin perpetuar la tregua política que había existido hasta las eleccio­
nes, pero en la práctica se transformó en un recurso para aplastar a los
opositores que no compartían los puntos de vista de Acción Democrática.
Betancourt, que contaba con la maquinaría partidista más eFiciente, ganó
las elecciones con una clara mayoría. Obtuvo t.284.092 sufragios. Larra-
zábal obtuvo 903.479 y Caldera, en el último lugar, obtuvo 423.262. El 93
por ciento del electorado concurrió a las urnas.
No obstante, en Caracas, Larrazábal había ganado más de cinco a uno,
y durante dos días, el 8 y 9 de diciembre, Caracas fue una vez más esce- 1
nario de serios disturbios, al intentar sus partidarios anular el resultado
nacional. Pero el propio Larrazábal hizo un llamado a la calma, y la ciu­
dad pronto recobró la normalidad. A comienzos del años siguiente,
inmediatamente después de llegado al poder en Cuba, Fidel Castro reali­
zó una visita triunfal a Venezuela, y los habitantes de Caracas le hicie­
ron saber claramente lo que pensaban de Betancourt. Años más tarde,
Castro recordaba la escena:

^Betancourt sentía un rencor profundo hacia los habitantes de la ca­


pital, porque no podía perdonarles que no lo hubiesen apoyado y
tampoco la forma como lo habían insultado.
En las primeras etapas de la Revolución, al visitar a nuestro país her­
mano, y al hablar en la Plaza del Silencio en presencia de tres­
cientas mil personas, mencionamos el nombre de Betancourt
—como era nuestro deber por ser el Presidente electo— y se pro­
dujo una rechifla general de parte de la inmensa muchedumbre.
Como huéspedes de ese país nos vimos en una situación embarazosa.
Me sentí en la obligación de protestar, diciendo que no mencionaba
el nombre de personas para que se burlaran de ellas, que era simple­
mente mi deber referirme oficialmente a alguién que, después de
los resultados de las elecciones; había de asumir el Gobierno*1 .

1Fidel Castro, Discurso en la Universidad de La Habana, 13 de marzo de 1967.


£ 1 ascendiente de Róraulo B e tan co vt

Como lo señalara Regis Debray en uno de sus primeros ensayos, la visita


de Castro produjo un efecto perdurable en Betancourt. Le hizo ver cla­
ramente lo impopular que era en su propia capital:
»En la década del cincuenta, Betancourt todavía podía creer que diri­
gía la resistencia popular contra el imperialismo: después de la
visita relámpago de Fidel a Venezuela en 1959, Betancourt se dio
cuenta de cuál habría de ser su papel. En los violentos denuestos
lanzados al poco tiempo por Betancourt contra el »castro-comunis-
mo« —expresión que recorrió el continente entero— y en su dese­
quilibrio paranoico en realidad se expresa un político insigni­
ficante.y gastado, condenado a un automóvil blindado y a la sole­
dad, que un .día de 1959, en la Plaza del Silencio de Caracas, permi­
tió que le arrebataran su papel y sus paramentos ante la presencia
de 500.000 personas**2.

Durante las primeras semanas, sin embargo, Betancourt, pareció jugar


a la democracia. El 11 de diciembre anunció que en cumplimiento de sus
promesas preelectorales y del Pacto de Punto Fijo, formaría un go­
bierno de coalición de todos los partidos. Fiel a su palabra, su primer ga­
binete incluyó sólo a dos miembros de Acción Democrática. La u r d y
la Democracia Cristiana contaban con tres miembros cada una, había
cuatro independientes y un militar.
Pero desde un principio pareció decidido a dejar de lado a los comu­
nistas, quienes, al fin de cuentas habían participado en el derrocamien­
to de Pérez Jiménez3. Á 1 asumir el cargo el 13 de febrero de 1959, recalcó
en su discurso inaugural que »ia filosofía del comunismo no es compatible
con el desarrollo de Venezuela**. Hizo la advertencia de que cualquier
desacato a las autoridades constituidas sería firmemente reprimida. Y
en este tono dio comienzo a sus cuatro años de gobierno.
Aunque logró completar su período como Presidente, sólo lo hizo a costa
de una represión feroz que no se diferenciaba de los peores tiempos de
Pérez Jiménez. No existe una relación objetiva del período, y los infor­
mes que los propios guerrilleros han dejado evidencian, naturalmente,
una muy clara predisposición en contra de Betancourt. Es fácil desechar
muchos de sus relatos como mera propaganda comunista, pero lo cierto
es que aunque Betancourt comenzó su gobierno con el apoyo formal de
todos los grupos políticos a excepción de los comunistas, al término de su
período había dividido en forma irreparable al mismo partido que ha­
bía contribuido tanto a levantar. Y en un principio el partido Comu­
nista habría estado feliz de prestarle su apoyo. Fue el propio
Betancourt quien declaró la guerra a la Izquierda.

2Regís Debray, América Latina: algunos problemas de estrategia revolucionaria, Casá de


las Américas, N° 31, julio/agosto 1965.
3De hecho, se podría decir que el Partido Comunista de Venezuela se habla mostrado más
activo en combatir a Pérez Jiménez que los comunistas cubanos en combatir a Batista.
G o n / L a s guerrillas en Am érica Latina

El ascendiente de Betancourt se originaba principalmente en su capa­


cidad de convencer a los extraños de que era un gran demócrata. Nadie fue
más engañado que el presidente Kennedy. Cuando Betancourt visitó
Washington en febrero de 1963, Kennedy le dio la bienvenida como el re­
presentante de

atodo lo que más admiramos en un líder político. Vuestro liderato li­


beral de vuestro propio país, vuestra permanente decisión de crear
una vida mejor para vuestro pueblo, vuestra prolongada lucha por
un gobierno democrático no sólo en vuestro propio país sino en
toda la zona del Caribe, vuestra unión con los otros líderes progresis­
tas liberales de este hemisferio, todo esto ha hecho de vosotros un sím­
bolo de lo que deseamos para nuestro propio país y para nuestras
repúblicas hermanas*4.

Sin embargo, en sólo un par de años, Betancourt había demostrado que


en su capacidad para liquidar a sus opositores políticos no tenía por qué
tenerle envidia a dictador militar alguno. Sus métodos, tanto como otros
factores, fueron los que impulsaron a sus ex colegas a abandonarlo. En
la primavera de 1962, le escribía pleno de confianza a Kennedy:

»Les estamos dando duro a ambos bandos, a los reaccionarios y a los


comunistas, en conciencia y en profundidad, conforme a la cons­
titución y a la le y ... A los impacientes les agradaría que fuésemos
más allá de la ley escrita; y todavía más allá de la ley no escrita pero
elemental del respeto por la dignidad humana. No obstante, no me
apartaré del curso que han trazado para mí la carta fundamental
de Venezuela y mi propia conciencia*5.

No faltaron en Venezuela los que se preguntaron si Betancourt, durante


los cuatro años de su mandato, no fue mucho más allá de »la ley ele­
mental del respeto a la dignidad humana*.
Douglas Bravo, en una entrevista publicada en México en 1966» expli­
caba lo acontecido durante el primer año de Betancourt en el poder:

»Cuando Rómulo Betancourt asumió el poder el 13 de febrero de 1959,


su mensaje al país fue prácticamente una declaración de guerra al
pueblo. No obstante, el pueblo continuó luchando por la vía pací­
fica. La respuesta del gobierno de Betancourt fue violenta. Así, el 4
de agosto de 1959, en la Plaza de la Concordia de Caracas, se hicie­
ron disparos contra una manifestación realizada por cincuenta mil
cesantes y los tres primeros obreros que presentaron peticiones en
forma pacifica fueron asesinados.

4Arthur Schlesingcr Jr., A Thousand Days: Joh n F. Kennedy in the White H om e , p. 660.
*Ibid, p. 658.
El at endiente de Rómulo Betancourt
Unos dias después, un grupo de estudiantes que realizaban manifesta­
ciones en las calles de Caracas en apoyo de sus reivindicaciones tam­
bién fue atacado en forma violenta, y varios de ellos resul­
taron muertos.
Al mismo tiempo, un grupo de campesinos del Estado de Aragua ini­
ció la ocupación de tierras y fue violentamente reprimido por
la Guardia Nacional. En la lucha pacífica en apoyo de sus peti­
ciones ios obreros trataron de realizar manifestaciones y aun
mítines pacíficos bajo techo, pero fueron violentamente atacados,
como ocurrió en Lagunillas, donde los sindicatos y el aparato repre­
sivo de Acción Democrática atacaron un mitin de trabajadores del
petróleo, y resultaron heridos varios dirigentes del Partido
Comunista.
En la propia Caracas, un grupo de estudiantes que, junto con tra- 1
bajadores e intelectuales, realizaba manifestaciones en las calles a
favor de la Revolución Cubana fue violentamente atacado, y
hubo varios muertos y heridos.
Todas las manifestaciones del pueblo fueron violentamente
reprimida s«e.
En otra entrevista en 1967, Bravo se reñrió a estos mismos puntos:
»Hay que reconocer que Betancourt formuló una estrategia clara­
mente ofensiva contra la revolución y el pueblo. Desde un comienzo,
se alió a los círculos más reaccionarios del Alto Mando M ilitar, de la
oligarquía y del imperialismo norteamericano. Gracias a estas
alianzas pudo iniciar una ofensiva contra el movimiento popular.
Pero Betancourt no logró destruir el movimiento revolucionario.
Las masas habían aprendido su lección y estaban decididas a con­
tinuar la lucha. Debemos agregar a esto algo que tiene una impor­
tancia vital: en América Latina un movimiento patriótico de libera­
ción, encabezado por Fidel Castro, había derrocado al dictador
Batista, derrotado a su ejército, y llegado al poder. Bajo esta te­
rrible influencia, el pueblo venezolano rápidamente inició su pro­
pia lucha armada. L a influencia de la toma del poder por el pue-.
blo de Cuba fue importante no sólo para nuestro país sino que para
todos los países de América Latina*7.
Moisés Moleiro, dirigente del m ir — partido que se había separado de
Acción Democrática y que era partidario de la guerra de guerrillas— se
refirió a un punto similar al ser entrevistado algunos años más tarde:
»E1 ejemplo de la Revolución Cubana no sólo influyó en el nacimiento
del m ir , sino que además cambió toda la estructura política de Amé-

*Mario Méndez Rodríguez, «Venezuela empuña las armas«, Sucesos (México) 17 de diciem­
bre de 1966.
7Avec Douglas Bravo , pp. 41-2.

■31
G ott / L a » guerrillas en Am érica Latina

rica Launa, por lo menos en lo que respecta a conceptos generales.


Vimos que en tanto nuestros dirigentes habían estado hablando de
revolución durante treinta años, en Cuba la Revolución había triun­
fado después de dos años de lucha; en tanto Rómulo Betancourt ha­
bía estado hablando de reforma agraria durante treinta años, y ha­
bía gobernado durante dos períodos sin hacer nada al respecto, en
Cuba tenía lugar una reforma agraria de vastos alcances; en tan­
to nuestros dirigentes habían estado hablando de nacionalismo y
de la lucha contra el imperialismo durante treinta años, y cada vez
que llegaban al poder evitaban cobardemente el tema, en Cuba se
hacia frente resueltamente a la presión yanqui, a la presión
imperialista**8.

La importancia adquirida por la Revolución Cubana para América L a ­


tina quedó en claro en la Conferencia de Ministros de Relaciones Exterio­
res de la o e a , realizada en San Jo sé de Costa Ric^ en Agosto de 1960. A llí
Estados Unidos trató de intimidar a los países latinoamericanos para que
aceptasen una moción contraria a Cuba, y con esto provocaron instantá­
neamente una crisis política en Venezuela. El Ministro de Relaciones
Exteriores de Venezuela, Dr. Ignacio Luis Arcaya, junto con su colega
peruano, trataron de diluir la moción anticubana con la esperanza de
que se pudiera persuadir a los cubanos a suscribirla. Al fracasar en este
objetivo, Arcaya se negó a suscribir la moción por lo que de inmediato el
presidente Betancourt lo hizo llamar de vuelta a Venezuela y lo des­
pidió. Esto provocó enormes manifestaciones procubanas en las calles de
Caracas y una grave crisis de gobierno. El Dr. Arcaya era uno de los diri­
gentes del urd que ya en esa época había comenzado a asumir una posi­
ción mucho más a la izquierda que Acción Democrática y la Democracia
Cristiana respecto de ciertos problemas.
La propia Acción Democrática había sufrido una importante crisis inter­
na a comienzos de ese año.
En Marzo de 1960, uno de los dirigentes de la juventud de Acción Demo­
crática, Américo Martín, escribió un artículo sobre el a p r a peruano, par­
tido hermano de Acción Democrática. En éste celebraba el paso dado el
año anterior por el líder del ala izquierda del a p r a , Luis de la Puente
Uceda, que se marginó del partido y formó el a p r a Rebelde9. A pesar de
que el Comité Ejecutivo del Partido le ordenó no seguir escribiendo
artículos como éste, M artín continuó atacando a Figueres de Costa Rica
y Muñoz M arín de Puerto Rico, hermanos del alma del presidente Be­
tancourt.
AI mismo tiempo se produjo una desavenencia importante entre Domin­
go Alberto Rangel y el Partido respecto de los convenios petrolíferos con

9Augusto Velardo, «Entrevista con el dirigente máximo del m ir Moisés Moleiro«, ¿Por
Qué? (México) 8 de mayo de 1968.
9Véase el capítulo sobre Perú, p. 410.

132
£ 1 ascendiente de Rómulo Betancourt

las compañías extranjeras10. Para no hacer frente a una acción definitiva,


Rangel y Martín decidieron que el momento era oportuno para retirarse
de Acción Democrática y crear un nuevo partido. El 9 de abril, la juven­
tud, reunida en un congreso en Maracaibo, en abierto desafio a una
orden de partido que prohibía llevarlo a cabo, acordó formar este nuevo
partido11.
En un comienzo el nuevo partido se llamó Acción Democrática Izquierdis­
ta, pero más tarde cambio este nombre por el de Movimiento de Izquier­
da Revolucionaria (m ir ). El primer número de Izquierda, órgano del par­
tido, apareció el 13 de mayo de 1960. Y en un congreso constituyente na­
cional realizado a comienzos de julio, el mir se definió como partido
marxista18.
Un observador norteamericano señala que »el impacto que produciría la
ruptura sobre Acción Democrática era potencialmente grave, ya que el
movimiento juvenil d«l partido estaba quebrado. Dirigentes del partido
han coincidido en que prácticamente un ochenta por ciento de este sector
se fue con el mir «13. Los miristas se llevaron catorce de los 73 diputados de
Acción Democrática y una cantidad bastante apreciable de la base, inclu­
so figuras tales como Sáez Mérida y Moisés Moleiro.
El gobierno, como era de esperar, reaccionó duramente contra este nue­
vo organismo arrancado de su propio partido. E l 20 de octubre, seis
miembros del mir fueron arrestados, acusados de subversión y de pro­
pugnar el derrocamiento del régimen. Se inició una investigación de las
actividades de otros ocho miembros, entre los. que se incluían Rangel y
Sáez Mérida.
Las detenciones fueron seguidas por varios días de manifestaciones calle­
jeras de protesta. Muchos de los manifestantes eran estudiantes univer*
sitarios y niños de las escuelas secundarias. En la noche del 24 de octu­
bre, una persona fue muerta en un choque con la policía que tuvo lugar
frente al edificio del Congreso.
Betancourt ordenó el cierre inmediato de todas las escuelas universi­
tarias y de otros establecimientos de educación superior. Las autoridades
clausuraron la Universidad de Caracas, donde los estudiantes reali­
zaban una huelga de brazos caídos e hicieron intervenir las tropas. En
los días que siguieron se produjeron otros desórdenes, y las manifestacio­
nes se extendieron a los sectores obreros. A fines de mes por lo menos seis

,0Rangel más tarde declaro a un periodista: «Betancourt había traicionado todos sus prin­
cipios. Al comienzo se alió con la Izquierda, pero después de San José se volvió hacia la de­
recha. Vo podía llegar a aceptar la Declaración de San José, siempre que él nacionalizara el
petróleo y empleara el dinero para financiar la Reforma Agraria*. John Gerassi Latín
America — Thenext Vietnam, Viet Report, enero/febrero 1967.
“ Martz, Acción Democrática, pp. 180-2; y Moleiro, E l m ir en Venezuela, pp. 137-143.
XiE l rumbo hacia el socialismo: tesis política del mir y estatutos del partido. Resumido en
E l m i r en Venezuela, de Moleiro, pp. 147-151. Aunque el Pártido Comunista trabajaría
más adelante con el m i r , para esa época no recibió con mucho entusiasmo la escisión de Ac­
ción Democrática (P. 146). Según un observador, probablemente el Partido Comunista vene­
zolano es más pequeño que el m i r (Problémes cTAmerique Latine, N° 6, p. 8).
u Martz, Acción Democrática, p. 182.
G ott / U i guerrillas en Am érica L a tía s

personas habían sido muertas, 71 heridas, y se calculaba que unas


quinientas personas habían sido arrestadas.
En un mitin organizado el i° de noviembre por el gobierno, Betancourt
expresó ante la multitud que Venezuela no toleraría atentativa alguna
de establecer una dictadura del tipo fascista totalitario y tampoco del tipo
comunista totalitario*.
»Si hay algo que censurarles a los que han mantenido recientemente
en estado de alarma a Caracas y a algunas otras ciudades, es el he­
cho de que han empleado como instrumentos de sus actividades
subversivas a los estudiantes secundarios y a los muchachos sin
oficio o empleo que pululan por los barrios pobres de Caracas. Ante
estos estallidos subversivos, evidencia de los cuales se encuentra en
los documentos incautados por la policía, el gobierno adoptó una
actitud que podría calificarse de moderada. Durante tres o cuatro
días cientos de jóvenes se dedicarón a incendiar automóviles y ata­
car a las personas y la propiedad privada. El gobierno decidió no
intervenir por temor a hacer blanco en algún niño o niña de 14
años, pero llegó el momento en que estos individuos de extrema *
izquierda establecieron un frente unido sólido y absurdo, integra­
do por los rezagos de la dictadura y por vagos*14.

Luego de enumerar las realizaciones del Gobierno en el campo de la refor­


ma agraria, de la construcción de viviendas, y de los préstamos para
viviendas de las personas de escasos recursos, Betancourt intentó re­
batir las críticas hechas por los que calificó como «serviles seguidores de
Moscú y de La Habana* en el sentido de que su gobierno era «de capitu­
lación y de entreguismo al capital extranjero*, agregó:

«somos antimperialistas, pero entendemos el antimperiaüsmo co­


mo la defensa de los intereses de Venezuela y de América, no el anti­
imperialismo que ataca a los Estados Unidos para ponerse al ser­
vido de la política expansionista de la Unión Soviética... Por las mis­
mas razones que defendemos los intereses del país, estamos dis­
puestos a negociar con inversionistas de e e .u u . y europeos que quie­
ren negociar con un gobierno consciente de la riqueza de la nación,
y con una clase trabajadora que ya no tolera sueldos de hambre*.

Las severas medidas adoptadas contra los estudiantes, no obstante, provo-


/ carón la ruptura de la coalición de gobierno. Va el urd se había moles­
tado con el trato acordado al Dr. Arcaya después de la Conferencia de San
José y los tres miembros del u r d que integraban el gabinete habían renun­
ciado en señal de protesta. El 11 de noviembre renunció el gabinete y diez
días más tarde fue nombrado uno nuevo, en el que no participaba el u r d .

x*Ktesings Contemporary Archives, p. 17966, marzo 4/11, 1961.


£ 1 ascendiente de Hám ulo Bettncourt

A l parecer, los miembros del u r d que integraban el gabinete habían


sido particularmente críticos del papel de Estados Unidos en América
Latina y de la dependencia venezolana respecto de los capitales extran­
jeros, especialmente de la industria petrolera. Se manifestaban abier­
tamente partidarios de la Revolución Cubana, y repudiaban los métodos
empleados por Estados Unidos en contra de Cuba.
Pero la principal oposición a Betancourt en este período provenía del
m ir . Moisés Mojeiro, uno de los dirigentes del mir en esta época, ha dado
la siguiente versión de lo sucedido durante los últimos dos meses de 1960.

»E1 mir se había definido como »una alternativa constitucional*, lo


cual significaba que había establecido claramente su deseo de lu­
char por la vía pacifica. Pero frente a los abusos y las arbitrariedades,
comenzó a considerar la respuesta a estos ataques cuotidianos. El
Partido Comunista venezolano, que recibía el mismo trato, llegó
a una conclusión semejante.
Un mes después, en noviembre de 1960, se llamó a la huelga en la
Compañía Anónima de Teléfonos de Venezuela. El gobierno se
apresuró a declarar que la huelga era ilegal, sobre la base de que la
compañía era un servicio de utilidad publica. Al mismo tiempo tra­
tó de aplastar a los huelguistas con la Guardia Nacional, que pe­
netró en los locales de la compañía e intimidó a los obreros. Esto pro­
vocó protestas del pueblo. La direcciórt del Partido, que hizo una
estimación falsa de la correlación de fuerzas, decidió derrocar al go­
bierno. El m ir llamó a un levantamiento masivo aunque de hecho
no contaba con los medios adecuados para llevarlo a cabo. Confia­
ba en la crisis que se estaba desarrollando en las Fuerzas Armadas
y en la ira del pueblo, que luchaba contra la policía en las calles. Se
pensó que, dada la crisis que hacía tambalear al gobierno, Betan*
court no sería capaz de resistir la arremetida de las fuerzas popu­
lares. La dirección del mir se jugó por la insurrección. Fue un error
costoso y un duro golpe para las fuerzas populares. Hicimos par­
ticipar en la insurrección a los dirigentes medios y de alto nivel del
u rd y del Partido Comunista, así como a las bases de estos partidos.
Se creó un Consejo de Liberación Nacional, que lanzó un llamado
al paro general, que no llegó nunca a realizarse. Este grave y cos­
toso error se explica por los constantes abusos del gobierno y por el
poder que ejercían ciertos grupos de aventureros dentro de la direc­
ción del partido. El error no fue responder a la violencia represiva y
sistemática con la violencia popular, sino ilusionarse con una
victoria a corto plazo y en no tomar en consideración los mejores
medios para impulsar la lucha armada. Betancourt sofocó la ten­
tativa revolucionaria con un baño de sangre, y desde ese instante

135
G o l! / L a s guerrillas en Am érica Latina

comenzó a descargar su odio desenfrenado contra el pueblo


venezolano**15.
A pesar de que el m i r no logró sacar provecho de ella, la atmósfera revolu­
cionaria continuó durante todo noviembre de 1960. Durante la última se­
mana la policía se vio nuevamente obligada a abrir fuego luego que lo s
gases lacrimógenos resultasen inútiles para reprimir a los manifestantes.
Aunque la tentativa de apoderarse de una estación de radio fracasó, se
realizaron* prolongados choques en las cercanías del palacio presi­
dencial. Los estudiantes y la Guardia Nacional se trenzaron en combate
'/en los terrenos mismos de la Universidad.
El 28 de noviembre, • Betancourt llamó nuevamente a las tropas p ara
aplastar up levantamiento que, según dijo, estaba destinado a esta­
blecer »un régimen similar a l de Cuba**. Culpó al m i r y a los comunistas
de organizar las revueltas, y suspendió las garantías constitucionales en
todo el país por un período indeñnido.
La »era de la indulgencia**, dijo, había llegado a su fin. Todas las mani­
festaciones y huelgas ¡legales estaban prohibidas. E l gobierno, recalcó,
no tenía intenciones de* permitir el estallido de la guerra civil. Las garan­
tías constitucionales sólo serían restablecidas cuando existiera »un clima
de paz y tranquilidad**.
Las fuerzas militares se apoderaron de los. talleres donde se imprimía el
diario comunista Tribuna Popular, y también se instalaron en los cam­
pos petrolíferos para impedir el sabotaje. Fue prohibida circulación
del semanario mirista, Izquierda. Durante las manifestaciones que se
sucedieron, otras ocho personas perdieron la vida y hubo más de un cen­
tenar de heridos.
El llamado de Betancourt al ejército tuvo resultados. Aunque se sabía
que existían elementos disidentes dentro de él16, los militares perma­
necieron fieles durante todos los acontecimientos de noviembre y di­
ciembre, y la revolución en ciernes fue eficazmente sofocada.
La primera medida de Betancourt, luego de suspender las garantías cons­
titucionales, fue en coptra de Rangel y de un dirigente comunista, el dipu­
tado Teodoro Petkoff. Aunque Rangel fue absuelto de todos los cargos
* que se le hacían, el Congreso decidió suspender el fuero parlamentario de
* Petkoff. Se lo declaró culpable de subversión y se lo envió a la cárcel. Otros
comunistas corrieron una suerte semejante.
La línea dura del gobierno contra los comunistas fue en parte respon­
sable de que el partido asumiera, durante su Tercer Congreso, realizado
en marzo de 1961, una posición crecientemente partidaria de la lucha

‘'Moisés Molciro, E l m i r en Venezuela, pp. 154-6.


,8Una revuelta militar realizada el 20 de febrero de 1961, encabezada por un ex comandan­
te de la Escuela Militar de Caracas, Coronel José Edito Ramírez, fue rápidamente derrotada.
Sin embargo, a) establecerse una nueva constitución el 23 de enero, el Ministro del Interior
L declaró que era necesaria la continuación de la suspensión de los derechos civiles, debido a
las continuas amenazas de rebelión. »E 1 gobierno tiene pruebas de actividades comunistas
en el seno de las fuerzas'armadas#, y afirmó, que grupos de ex oficiales planean provocar
desórdenes.
E l ascendiente de Róm ulo Betancourt

armada como el camino menos objetable de promover la revolución. Has­


ta ese momento los que habían preconizado la vía revolucionaría habían
sido los miristas y no los comunistas.
Los comunistas habían pasado años de zozobras. Habiendo estado al
margen de la ley bajo Pérez Jiménez, en un principio el partido había
apoyado a Betancourt, luego se había pasado a la oposición, pero siem­
pre había esperado poder presionar a la coalición de gobierno para
que se inclinara hacia la izquierda.
En junio de 1960, por ejemplo, luego que uno de los asesinos de Trujillo
disparó contra Betancourt, el Partido Comunista solicitó una audiencia
con él para expresarle su solidaridad. Betancourt, sin embargo, no los
quiso recibir17. Pero ppr temor a que el m i r les llevara la delantera, el par­
tido comenzó a adoptar una línea más dura de oposición más abierta, y
propugnó, durante ei x x v Pleno del Partido en septiembre, la derrota de
la política del gobierno en lugar de un simple cambio de énfasis'en rela­
ción con ésta.
Al continuar la represión como secuela de los acontecimientos de noviem­
bre de 1960, era lógico que el Partido Comunista comenzara a considerar
más favorablemente la posibilidad de desarrollar la lucha armada. Tam ­
bién fue el momento en que se produjo un acercamiento entre los comu­
nistas y Fidel Castro, inevitablemente, los comunistas de la vieja guardia
en Caracas se contagiaron en parte con el entusiasmo cubano por la gue­
rra de guerrillas.
Pero fue lento el desplazamiento del Partido Comunista hacia la acep­
tación de la necesidad de la oposición armada a Betancourt. Y a pesar de
que la división de Acción Democrática provocada por la formación del
m ir , y el abandono de la coalición de gobierno por parte del u r d en 1960,
los llevó a adoptar una posición más extrema, sólo después que se pro­
dujo una nueva ruptura en Acción Democrática a Tines de 1961, comen­
zaron los comunistas a considerar que quizás estaban por presenciar el
comienzo de una situación revolucionaria que justificaba recurrir a las
armas.
Esta segunda ruptura en Acción Democrática, encabezada por Raúl
Ramos Jiménez, privó a Betancourt de otros veintiséis diputados, y por
primera vez su partido perdió la mayoría en el congreso. Esta ruptura,
junto con el incremento de la represión del gobierno contra las manir
festaciones de octubre y noviembre de 1961, hizo prácticamente inevita­
ble el desplazamiento hacia la rebelión franca18.

l7Manuel Cabieses Donoso, Venezuela Okey! Santiago: Ediciones del Litoral, 1963, p. 184.
,0Sc produjeron manifestaciones izquierdistas en Caracas luego que Venezuela rompió reía- .
dones diplomáticas con Cuba el n de noviembre de 1961.

■37
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Capítulo tres
El com ienzo d e la s g u e r r il l a s

«Cuando nos fuimos a las montañas por vez primera estábamos bastante prendados de
la idea que nuestra guerra iba a ser una guerra ai estilo cubano» o muy parecida a la
guerra de guerrillas cubana. Pensábamos que la solución a nuestros problemas se
hallaba a no más de dos o tres años de distancia» y que las guerrillas iban a resolver
los problemas de la revolución venezolana a corto plazo*.
Luben Petkoff

En el año 196a se produjeron en Venezuela, igual que en Guatem ala,


los primeros estallidos de la guerra de guerrillas. L a oposición creciente
al Gobierno, especialmente dentro del ejército, junto con la desintegra­
ción del partido de gobierno, llevó hasta a los comunistas, siempre tan
reacios a dar un golpe antes de que todo esté preparado a la perfección, a
pensar que se aproximaba una situación revolucionaria. E9ta ha sido la
única ocasión en la historia de las guerrillas en América Latina que un
partido comunista ha apoyado a las guerrillas por considerar que una
situación revolucionaría en el sentido leninista justificaba tal acción.
Uno de tbs comunistas jóvenes más activos en Venezuela era Douglas B ra ­
vo, hijo de un pequeño hacendado del Estado de Falcón. Habia nacido en
1933. Trabajó en una fábrica de cemento, estudió leyes y fue militante de
la Juventud Comunista. Junto con Eloy Torres y Teodoro Petkoff fue uno
de los dirigentes de las tropas de choque organizadas clandestinamente
por el Partido Comunista en octubre de 1957 con el fin de contribuir a i
derrocamiento de Pérez Jiménez. También fue uno de los organizadores
de la malograda expedición a la República Dominicana en junio de 1959,
dirigida por Enrique Jiménez M oya1 .
En 1961, había permanecido algunos meses en las montañas de T u -
rimiquirc, en la zona oriental del país, y también en las montañas del es­
tado de Lara al oeste, entre Caracas y el Lago Maracaibo. Junto con otros
dirigentes del Partido Comunista y del m i r , decidió que había lle­
gado el momento de distraer la atención del gobierno fuera de las ciu­
dades. Hasta entonces, el movimiento urbano había soportado todo el
peso de las acciones represivas del gobierno. Sin embargo, señala Bravo,
la guerra de guerrillas no se inició porque los revolucionarios apoyaban
la idea de la lucha armada en si, sino más bien porque parecía ser »la úni­
ca vía« a seguir2. Fue un paso lógico e inevitable. Pero sólo a comienzos de
1962 la opinión pública en general y el ejército en particular se perca­
taron de que se estaban formando guerrillas en diversos estados.
Manuel Cabieses, periodista chileno que en ese entonces trabajaba en

‘ Manuel Cabieses Donoso» Venezuela Okeyt Ediciones del Litoral, Santiago de Chile,
1963, pp. 221-3.
^Mario Menéndez Rodríguez, «Venezuela: Douglas Bravo*, Sucesos (México), 24 de
diciembre de 1966.
E l comienzo de tac guerrillas

Venezuela, ha detento el comienzo de la campaña guerrillera en su li­


bro Venezuela Okeyf:
»Lós primeros indicios de que se estaban organizando guerrillas fue­
ron encontrados por el ejército durante una operación de reconoci­
miento realizada el 21 de enero de 1962, en la hacienda »Las C ara­
pato, estado de Sucre, en la parte oriental del país. Dos personas
fueron arrestadas y se requisó algún material de entrenamiento.
Tres días después, en Turimiquire, en la misma zona, fue des­
cubierto otro campo de entrenamiento, con campos de tiro y una pis­
ta de aterrizaje para helicópteros. A l producirse el allanamiento
de este campamento, se encontraban alH nueve personas, que fue­
ron arrestadas.
Desde ese momento comenzó a acumularse la evidencia. El 20 de fe­
brero de 1962, cerca de Santa Cruz de Bucaral en el estado de
Fakón, fue capturado un jeep que portaba equipo militar y pertre­
chos. Los ocupantes huyeron. Esto llevó a que uña semana más tar­
de fueran capturadas 19 personas en el lugar denominado Agualin-
da: las provisiones del jeep estaban destinadas a ellas. E l i ° de mar­
zo fue descubierto un foco guerrillero en la región andina. En esta
ocasión fueron capturadas 14 personas (6 estudiantes, 6 campe­
sinos y 2 obreros) dos de las cuales resultaron heridas durante el
choque que se produjo. Esto tuvo lugar en L a Azulita, en el estado
-de M érida. Ese mismo día, en otro lugar de Venezuela, en el estado
de Portuguesa, en la zona del Charal, el ejército disparó contra un
jeep que transitaba por el camino a Biscucuy, matando a uno de sus
ocupantes. Tres días más tarde, capturaron a 23 personas que se
entrenaban clandestinamente en Biscucuy. El 24 de marzo fue locali­
zado otro campamento en Agua Viva, Estado de Trujillo. Se hicie­
ron disparos y un guerrillero fue muerto y otros cinco fueron arres­
tados. Ese mismo día, en Cerro Azul, Estado de Yaracuy, hubo un
choque entre las guerrillas y la Guardia Nacional y la policía3.
Cinco guerrilleros y un cabo de la Policía fueron muertos, 17 gue­
rrilleros fueron capturados y un sargento de la Guardia Nacional
resulto herido.
El i° de abril de 1962, los guerrilleros lanzaron su primer ataque.
Este ocurrió en otro lugar del país, en el Estado de LaraV
Un destacamento guerrillero asaltó un depósito de materiales y
vehículos pertenecientes al» Ministerio de Obras 'Públicas,
_
entre las
ciudades de Humocaro Alto y Humocaro Bajo. En el ataque fue
muerto el sereno del depósito. Entonces, los guerrilleros utili-

’ EI frente de Yaracuy era comandado por Luben PetltofT, hermano de Teodoro Petkoff,
connotado dirigente comunista encarcelado en 1961.
4El frente de Lara estaba bajo el mando de Lunar Márquez y de Argiñno Gabaldón.

*39
Gott / L a s guerrilla* en Am érica Latina

zaron los vehículos capturados para atacar la prefectura de policía


de Humocaro Alto. Un policía fue muerto durante el ataque y los
guerrilleros se retiraron con una gran cantidad de equipo. El ejér­
cito inició de inmediato una. maniobra de pinzas que dejó un saldo
de siete muertos, cinco heridos y veintiún detenidos, en su mayoría
campesinos sospechosos de eolabQrar con las guerrillas. El Ejército
también se apoderó de un generador y un transmisor en uno de los
campamentos abandonados.
El 3 de abril, fueron arrestadas quince persqnas acusadas de preparar
un ataque a la base militar de Turiamo. El Ejército declaró que
eran guerrilleros pertenecientes a un grupo que operaba en Viri-
gima, Estado de Carabobo.
El 16 de abril fueron descubiertos otros campamentos en El Jobito y
Macanillo, en el Estado de Miranda, y fueron capturados j i gue­
rrilleros, upo de ellos herido.
En todas estas operaciones el Ejercito se apoderó de 2 ametralladoras
livianas, 6 metralletas, 37 fusiles, 16 escopetas, 3 pistolas, 24 revól­
veres, 2! granadas, 4 733 cartuchos y 193 cargas de dinamita.
Siguieron apareciendo destacamentos guerrilleros en otros lugares del
país:

Cerro La Culebra (Estado de Miranda)


Páramo de La Osa (Estado de Mérida)
Sierra de Aroa (Estado de Yaracuy)
Sierra de San Luis (Estado de Falcón)
Cerro Las Palmas (entre los Estados de
Etc. Trujillo y Zulia)

La táctica seguida en un comienzo por las guerrillas fue establecer


bases o centros en diferentes lugares del pais a fin de obligar al
Gobierno a dispersar sus fuerzas. Pero esta idea, que parecía ló­
gica, también obligó al frente guerrillero a dispersar sus propios
esfuerzos, armas, provisiones y hombres. Esto los debilitaba y
complicaba la tarea de aprovisionamiento que tenía que llevarse a
cabo desde las ciudades hasta que los destacamentos guerrilleros se
hubieran ganado la confianza de los campesinos y fuesen auto-
suficientes en cuanto a su alimentación.
Algunos destacamentos,, como los de La Azulita y Agua Viva, fueron
destruidos por el Ejército, en tanto que otros fueron disueltos para
reforzar a los que habían logrado establecer bases firmes en las
monta ñas«A.

‘Cabicses, Venezuela Okv\\ pp. 1-3.

140
E l comienzo de la* guerrillas

Uno de estos grupos estables fue el frente guerrillero José Leonardo Chin-,
nos, encabezado por Douglas Bravo6. A pesar de¡ que fue capturado y
encarcelado a fines de 1961, logró escapar en marzo de 1962 y volver al Es­
tado de Falcón. / •

En el Frente Chirinos también se encontraban Elias Manuitt Camero,


alias el «Emiliano*, que había abandonado el Ejército luego del levan­
tamiento militar de Puerto Cabello, y Domingo Urbino, antiguo gue­
rrillero y caudillo de la región, que había escapado de la cárcel7. Urbino
era conocido con el apodo de »Indio«.
Un cuarto miembro importante del Frente Chirinos, que se incorporó a
él en julio de 1962, era Fabricio Ojeda. Antes de irse a las montañas, había
renunciado al Congreso venezolano donde había sido diputado por el
u r d desde 1958. Por su posición anterior como jefe de la Ju n ta Patriótica
que fue la responsable del derrocamiento del gobierno de Pérez Jiménez
y por sus antecedentes intachables como miembro del u r d , que distaba
mucho de ser revolucionario, Ojeda fue una de las figuras más relevantes
conectadas con las guerrillas venezolanas.
El 12 de octubre de 1962, después de permanecer apenas dos meses en
las montañas, fue capturado junto a un grupo de cuatro guerrilleros y
condenado a dieciocho años de prisión8. Desde la cárcel emitió la si­
guiente declaración:

»Se me acusa de ser el agente de Fidel Castro en Venezuela; de estar


muy bien pagado por el Ejército Rebelde (cubano), pero mis acusa­
dores saben que éstas son mentiras descaradas para confundir al
pueblo, que en múltiples oportunidades nos ha brindado su afecto •y
confianza. Como dije en mi «Carta Abierta a Drew Pearson«
—periodista en la paga del colonialismo— no soy, no he sido jamás,
ni seré otra cosa que un soldado del pueblo venezolano en su dura lu­
cha por la independencia y la liberación nacional. Como tal me he
levantado en armas, he abandonado las comodidades de la ciudad,
he abandonado el Congreso, he abandonado todo, para ir a las mon­
tañas a luchar por la dignidad de mi país, por su progreso y pros­
peridad. A mí y a otros se nos acusa de querer importar a Vene­
zuela-todos los acontecimientos de la Revolución Cubana y de que­
rer calcar la historia de ese país. Estas personas y entre ellas el presi­
dente Betancourt — lo menciono porque ha sido estudiante de
marxismo, y hasta ha sido miembro distinguido del Partido Comu­

6José Leonardo Chirinos fue e! líder de una revuelta de esclavos que tuvo lugar en la mis­
ma zona en 1795.
7Fue encarcelado porque estuvo comprometido en el asesinato del Teniente Coronel Car­
los Delgado Chalbaud en 1950. Delgado Chalbaud, era el presidente de la junta militar de
Pérez Jiménez que en 1948 derrocó al presidente Rómulo Gallegos, de Acción Democrática.
*Un año después, el 15 de septiembre de (963, Ojeda escapó espectacularmente de la pri­
sión de Trujillo, junto con Luben Petkoff y Gregorio Lunar Márquez, y lograron reunirse
con una guerrilla.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

nista— saben muy bien que esto es absurdo y totalmente ridiculo.


Todos los estudiosos de la teoría revolucionaria, entre los que sin
falsa modestia me incluyo, saben que las distintas situaciones dan
origen a procesos históricos diferentes. Saben que Venezuela no es
Cuba y que la situación y perspectivas venezolanas son diferentes a
las de Cuba«?.

Y en agosto de 1963, en una «carta desde la prisión», hizo algunas ob­


servaciones adicionales sobre la naturaleza de la Revolución
Venezolana:

«Esta lucha armada, que es parte esencial del camino que hemos ele­
gido, no es sólo el producto de los deseos y las preocupaciones de
una generación alimentada en el sacrificio y endurecida por las lu­
chas cuotidianas, sino que también es el resultado de condiciones
objetivas, claras y precisas. Es, ante todo, la expresión de una situa­
ción intolerable que nadie, por muy insensible que sea, puede mi­
rar con indiferencia. Todos habríamos preferido que la suerte de
Venezuela se decidiera por la vía pacífica, por medios no militares,
porque esa solución habría evitado la pérdida de vidas valiosas y
la destrucción de herramientas y recursos que podrían utilizarse
para el progreso y el desarrollo. Pero desgraciadamente las clases
dirigentes han impedido esto por todos los medios a su alcance. A
nuestro pueblo no le queda otro camino que la violencia, el domi­
nio de los métodos empleados por ellas a fin de alcanzar nuestra sa­
grada meta. Sabemos que esta lucha es dura y difícil, larga y comple­
ja , pero aún así no escatimamostesfuerzo por llevarla a su fin, por­
que confiamos en que esto traerá consigo la paz, la calma y la tran­
quilidad. Además, traerá consigo una solución integral de los inmen­
sos problemas de la vida nacional que corroen el alma de nuestro
pueblo.
Hoy Venezuela es un volcán en erupción. Es un país sembrado de
combatientes revolucionarios, estremecido por una severa crisis
que polariza la lucha en dos grandes corrientes, dos bandos opues­
tos: por un lado, aquellos grupos que defienden el progreso, la li­
bertad y la justicia. Por el otro, los grupos conservadores, colonialis­
tas y opresores. No es, como lo han pretendido muchos tanto den­
tro como fuera de nuestras fronteras, un problema de inspiración
comunista, lo cual necesariamente limitaría ideológicamente la
solución; todavía menos es un problema de lo que se ha dado en lla­
mar la im portación de la revolución cubana« o e! traslado a nues­
tro país de los métodos, fórmulas y procedimientos utilizados por*

*ManueI Cabieses. Venezuela Okey\ p. 229.

142
E l comienzo de U i guerrillas

otros pueblos de acuerdo a sus propias características históricas.


Está perfectamente claro que lo que Venezuela tiene como pers­
pectiva es una revolución nacional acorde con su estructura, su de­
sarrollo económico y su vida social, cuyas líneas principales son las
de una nación penetrada por el imperialismo norteamericano, que
controla y explota las principales fuentes de riquezas y que, por
medio de esta dominación económica, impide llevar a la práctica
una política acorde con los deseos y sentimientos colectivos del pue­
blo. Así, nuestra principal necesidad es deshacernos de la domi­
nación extranjera, de la opresión de los grupos internos que sirven
de intermediarios para esta política, para reemplazarlos por un ré­
gimen democrático, nacionalista y venezolano, capaz de resolver
los grandes problemas de nuestro drama nacional.
L a experiencia histórica de Venezuela, la fuerza del enemigo que debe
ser vencido, y la ineñciencia de la así llamada «democracia formal
o representativa* —demostrada fehacientemente durante los últi­
mos cinco años— han llevado a nuestro pueblo a la conclusión de
que el logro de las metas señaladas —la libertad, la independencia
y el desarrollo nacionales— sólo pueden alcanzarse por medio de la
lucha armada, de la acción revolucionaria, que permitirá al pue­
blo asumir el poder político, y que tendrá como resultado una polí­
tica democrática popular que permitirá liberarse de la injusticia,
de los privilegios y de la servidumbre*10.
FA B R IC IO O JE D A
Cárcel de Trujillo, Agosto de 1963. y
Después del frente «Guerrillero Chirinos* en Falcón, el grupo que le
seguía en importancia era el de «El Charal*, que operaba más al sur en el
estado de Portuguesa. Su jefe, Ju a n Vicente Cabezas, era un ingeniero
conocido como «Pablo*. En una carta fechada el 27 de agosto de 1962,
Cabezas reseñaba las dificultades que debían enfrentar sus hombres:
«Cuando el 2 de marzo comenzaron las operaciones en E l Charal, éra­
mos más débiles, éramos menos y teníamos menos armas. Ni si­
quiera conocíamos bien las montañas y los campesinos no confiaban
en nosotros, como lo hacen hoy.
En realidad no éramos lo suficientemente fuertes para derrocar al go­
bierno. En comparación con las fuerzas militares del gobierno so­
mos pocos. En comparación con sus armas, estamos prácticamente
desarmados. Entonces ¿por qué Betancourt quiere destruirnos?
Nos quiere destruir no por lo que somos hoy, sino por lo que sere­
mos mañana*11.

wL a Gaceta, (Bogotá), Año m, N° 13, julio-agosto 1966, pp. 23-4.


"Cabieses, Venezuela Okey, p. 227.
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

En esta etapa se hallaban junto a Cabezas en El Charal otros dos gue­


rrilleros connotados, Luben Petkoff y José Manuel Saber, ambos repre­
sentativos del tipo de dirigente que el movimiento guerrillero atraía por
ese entonces. Lubén PetkofT, hermano del comunista Teodoro Petkoff,
ha explicado qué lo condujo a adoptar una posición revolucionaria:
»¿Quién era yo antes de marzo de 1961 ? Era un comerciante, dueño de
una imprenta. Laboriosamente había logrado reunir un pe­
queño capital de 65.000 bolívares, lo cual es una hazaña bastante
considerable si se toma en cuenta la desastrosa situación por la
que atraviesa el comercio.
A pesar de esto, mi trabajo me permitía vivir en forma modesta* y has­
ta ese momento nunca había dejado de cumplir mis obligaciones
con las firmas importadoras, las fábricas de papel, etc. Pero ¿qué
sucedió? De un día para otro, el Gobierno me quitó lo que me había
costado tanto trabajo y esfuerzo reunir. M e hicieron perder
65.000 bolívares y me condenaron a no tener posibilidad alguna
de mantener a mi familia. Consideraron que una persona con ideas
comunistas no debe tener una imprenta, así es que la allanaron y
arrestaron a los obreros, quienes sólo porque trabajaban en una
empresa de propiedad de un comunista, estuvieron seis meses
detenidos.. V 2.
Los hermanos Petkoff eran hijos de inmigrantes europeos. El padre era
de Bulgaria y la madre de la Polonia rusa, aunque ambos residían en
Venezuela desde hacía muchos años. Desde su infancia Luben había tra ­
bajado en la imprenta de su padre. En 1962 todavía no cumplía treinta
años. El periodista mexicano, M ario Menéndez Rodríguez, nos ha dado
el siguiente retrato de Petkoff:

»Su carácter inquieto y rebelde, al reaccionar frente a la injusticia, lo


llevó a hacer toda clase de trabajos: chofer de buses, leñero en las
llanuras de Venezuela, empresario boxeril, domador de burros sal­
vajes —como jinete— y campesino. Podríamos decir que la inesta­
bilidad fue la fuerza motriz principal de la juventud de Luben
Petkoff, pero, al mismo tiempo, esta inestabilidad marchaba de la
mano con un espíritu de rebeldía, inconsciente si se quiere, contra
el orden social que prevalecía y aún prevalece en Venezuela. Ade­
más, esta misma inestabilidad le ha ayudado a entrar en contacto
con el pueblo, a hallar el rumbo que ahora sigue por firme
convicción«13.
l2Cabieses, pp. 227-8. Fuera de esto, todos los comunistas conocidos fueron expulsados de
los sindicatos de Acción Democrática y Betancourt se hizo personalmente responsable del
despido de 720 profesores comunistas del sistema escolar del Estado. Véase Richard Arms-
trong: How the Communistsplan to win Latín America.
líMario Menéndez Rodríguez, »En Venezuela: única vía —lucha armada« Sucesos (Mé­
xico) 31 de diciembre de 1966.

144
E l comienzo de las guerrillas

Jo sé Manuel Saher provenía de un ambiente más oligárquico que los de­


más dirigentes guerrilleros del frente El Charal. Su padre, Pablo Saher
Pérez,. destacado miembro de Acción Democrática, era el Gobernador
del Estado de Falcón. Había estimulado a su hijo ^ que entrara en la
política, pero cuando en 1960 se produjo la escisión de Acción Demo­
crática, José Saher prefirió seguir a Domingo Alberto Rangel al MiR..Se
incorporó a las guerrillas en 1962, lo que provocó bastante revuelo en la
sociedad venezolana dado que anunció su ida a las montañas mediante
un intercambió de cartas abiertas entre él y su padre, en que le comu­
nicaba al gobernador que no podía seguir viviendo bajo el mismo techo
que un hombre responsable del asesinato del pueblo venezolano.
En el otoño de 1962 el Comandante Chema, apodo con que se conocía a
José Saher, fue capturado. Betancourt le sugirió al padre que se permi­
tiera al. muchacho partir al exilio, pero el gobernador insistió en que fue­
se juzgado por un tribunal militar. Fue declarado culpable y sentencia­
do a dieciocho años de cárcel14. Desde la prisión le escribió nuevamen­
te a su padre:
• ♦

«Hoy ocupo una humilde posición entre los hombres que luchan por
una nueva vida sin la apremiante angustia de la persecución y la
miseria. Lo que hago es continuar algo que una vez formó parte de
tu vida y por lo cual tú también fuiste perseguido. En ningún mo­
mento me he apartado de tus enseñanzas en el sentido de hacer fren­
te resueltamente a los dictadores. Es cierto que ahora estamos en
bandos diferentes, pero me siento orgulloso de ocupar el lugar
que me has legado... Hay miles de soldados y de policías que dia­
riamente cometen todo tipo de tropelías contra el pueblo. ¿Necesi­
tan realmente una fuerza militar tan grande para luchar contra
»un pequeño grupo de lunáticos»? Sabes que la llamada «Opera­
ción Torbes« se realiza a una escala tan grande que hasta partici­
pan en ella oficiales del ejército colonialista de los Estados Unidos
y miembros de la c í a , pisoteando nuestra soberanía nacional y el
mejor legado de nuestros Libertadores... Se comprende que no se
diga la verdad pero tú y todo el mundo sabe que han desertado mu­
chas tropas del gobierno, y varios soldados y oficiales se han ne­
gado a luchar contra sus hermanos de armas.
Es bien conocido el hecho que han renunciado decenas de miembros
de la Policía Municipal y que han habido casos graves de indis­
ciplina en organismos tales como el Digepol y los grupos arma-

14Dos años después, al dejar su cargo Betancourt, José Saher fue indultado y su padre lo en­
vió a Londres a terminar sus estudios en economía. Sin embargo, retornó a Venezuela, a
las guerrillas. A comienzos de marzo de 1967, fue herido en un enfrentamiento con el ejér­
cito en el estado .de Miranda, cerca de Caracas, y fue muerto dos semanas más tarde. Su
cuerpo fue entregado a su padre para ser enterrado en la propiedad familiar de Falcón.
Véase artículo por Barnard L. Collier, New York Times, 26 de marzo de 1967.

145
G ott / L a » guerrillas en Am érica Latin a

dos de la V ig a Guardia. Por ello es que los bombardeos y ametra-


llamientos aéreos han sido Mevados a cabo en forma distinta de la
ordenada por los oficiales superiores... Verdaderamente lamento
tu conducta. Evidentemente a Rómulo Betancourt no le preocupa
ver que caes junto a ¿1; esto es natural, pero me duele porque soy tu
hijo. Imagínate lo que sentí y pensé cuando, después de caminar
atado y esposado durante más de 15 horas por senderos cubiertos
de barro bajo una lluvia persistente, fui llevado a tu presenda en
el cuartel general de la unidad que me había capturado y la repug­
nancia que experimenté cuando el Fiscal M ilitar basó sus cargos
contra mí en la evidencia que tu presentabas... Si estoy senten­
ciado a 18 años de cárcel es porque pude comprender la urgente
necesidad de un cambio nacionalista en la estructura social de
Venezuela a fin de construir una nadón verdaderamente librea u .

Otro grupo guerrillero que alcanzó cierta importancia fue el que operaba
en el Estado de Lara bajo el nombre de »Simón Bolívar*, y que estaba
dirigido por Tirso Pinto y Germán Lairet, ex dirigente de la Juventud Co-
^ munista. M ás tarde este grupo caería en la inactividad, obededendo las
directivas del Partido.
Aunque existían grupos guerrilleros en la mitad de los estados del país,
repartidos en casi veinte frentes, la falta de algún tipo de comando unifi­
cado los hacía excepcionalmente vulnerables frente a los ataques del ene­
migo16. En especial existía poco contacto entre las guerrillas rurales y las
Unidades Tácticas de Combate ( u t c ) que operaban como guerrillas ur­
banas, principalmente en Caracas.
Los que se vieron envueltos en esta temprana empresa guerrillera coin-
zciden en que estuvo mal planificada, y que las guerrillas en su mayoría
y estuvieron compuestas de estudiantes muy entusiastas pero que no es-

i!iClarín (Caracas) 12 de febrero de 1963, citado por M. Cabieses en Venezuela Okey, pp.
232-r
'"Regís Debray ha hecho el siguiente comentario sobre este período: »Repent¡ namente el
número de focos guerrilleros aumentó después de 1962; éste fue un crecimiento artificial
que no correspondía a un incremento real del movimiento guerrillero ni de su capacidad
ofensiva. En realidad, este crecimiento forzado —causa y efecto de la ausencia de un coman­
do único— debilitó a las guerrillas. Este es quizás uno de los motivos de la tardanza de las
guerrillas venezolanas en erigirse en la vanguardia político-militar y en darse a sí mismas
un comando único (1966). En todo caso, esta proliferación espontánea y desordenada de fo­
cos —compuestos de gente no entrenada, la mayoría de las cuales fueron aniquiladas en los
primeros meses— demuestra claramente que las guerrillas venezolanas no constituían un
movimiento unido, que actuaba de acuerdo a un madurado plan de acción. Entre los focos
que sobrevivieron a la primera ola ofensiva (Faltón, Lara, Trujillo, Oriente) ninguno se
desarrolló con la suficiente rapidez y vigor como para catalizar la lucha de clases a su alre­
dedor. De este modo, hasta hace poco, ninguno podía actuar como verdadero contrapeso de
los centros de poder dispersos que eran los partidos políticos existentes. La carencia'de un
comando único de la lucha armada, con una real autoridad e influencia, provoca la dis­
persión de los frentes y esta dispersión a su vez retrasa el advenimiento de un comando úni­
co* . Revolution in Ihe Revolutión? p. 79.
E l comienzo de tas g verríftu

taban en absoluto preparados para soportar los rigores de la guerra de


guerrillas. Douglas Bravo comentaría más tarde:
o

»Desde el punto de vista militar, nuestro error más grave fue ser de­
masiado arriesgados. Aunque hablábamos todo el tiempo de una
guerra prolongada, en esa época empleábamos tácticas de choque,
como para un golpe. Queríamos derrocar a Betancourt en unas
cuantas horas, en una o dos batallas. Esto daba como resultado de­
rrotas de vasto alcance, y nos impedia dedicarnos a construir un
ejército guerrillero. Estábamos destinando demasiadas fuerzas a
una lucha sin esperanzas*17.

Debray crítica la decisión de comenzar la lucha con una gran cantidad


de focos en distintas zonas:

«Resultaba imposible proporcionar armas y demás equipo necesario


a las guerrillas que estaban en zonas tan distantes unas de otras;
además los centros a menudo no tenían ningún vínculo político o
militar entre sí. Muchos de estos intentos, con participación casi
exclusiva de estudiantes, tuvieron un final trágico por falta de expe­
riencia, falta de una preparación militar seria, desconocimiento del
terreno, y porque no se guardaron los secretos militares*1*.

Hacia fines de 1962, no obstante, luego que la mayoría de los focos gue­
rrilleros había sufrido importantes reveses, dos o tres de ellos comen­
zaron a reagruparse, a consolidarse, y a adquirir en forma gradual algu­
nos signos de estabilidad, especialmente en los estados de Portuguesa y
Falcón. El grupo que operaba en Humocaros, por ejemplo, fue derrotado,
pero Argimiro Gabaldón emprendió la tarea de organizar un nuevo
movimiento en Lara. Con estas nuevas guerrillas y los restos de las anti­
guas se formó el Ejército de Liberación Nacional, inspirado en su homó­
nimo argelino.
Aunque las guerrillas incluían a comunistas, también jugaban un papel
importante los militantes del m ir y del u r d . Y un factor que tuvo suma
importancia fue el que se incorporaran a las guerrillas miembros pro­
gresistas de las Puertas Armadas. El año 1962 presenció dos levantamien­
tos militares importantes contra el gobierno de Betancourt que signi­
ficaron la incorporación de oficiales nacionalistas a las filas guerrilleras.
E l 4 de mayo de 1962, un capitán de la armada venezolana, Jesús Teodoro *
Molina, con la ayuda de 450 infantes de marina, se apoderó de la impor­
tante base naval de Carúpano, a unos 400 kilómetros al este de Caracas.
Transmitió el siguiente manifiesto »a las fuerzas armadas, al pueblo y a
la nación*:

,7A vcc Douglas Bravo, p. 43.


,#Regis Debray, Latín America: the Long March.

»47
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

»E1 comando de la guarnición de Carúpano informa a sus com­


pañeros de armas y al pueblo de Venezuela que en la madrugada de
hoy 4 de mayo, ha decidido, junto con las fuerzas populares, asu­
mir una actitud responsable y patriota frente a la trágica situa­
ción que vive el país, empobrecido, dividido y desangrado por los ex­
cesos de grupos minoritarios que se benefician directamente de los
heroicos esfuerzos que realizaron los sectores democráticos y las
Fuerzas Armadas el glorioso 23 de enero. Nuestro pueblo ha sido
engañado y despojada de la democracia que conquistara en esa
memorable batalla. Como partidarios del imperio de la ley y par­
tícipes de las vidas de todos los venezolanos, no podíamos con­
tinuar ignorando los incontables abusos, las acciones arbitrarías,
los asesinatos y las torturas a que se somete al pueblo, que han lle­
vado a la destrucción de la paz y armonía entre los venezolanos.
Venezuela vive una vez más bajo el régimen de terror de Betan-
court y la antigua división de los venezolanos en dos grupos: los que
gozan de todo tipo de garantías y los que no gozan de ninguna, los
perseguidores y los perseguidos, los carceleros y los presos. (Joa for­
ma desvergonzada de discriminación ha cercenado los derechos de
todo ciudadano que vive en un país democrático. Las garantía? cons­
titucionales sólo operan para aquellos grupos que apoyan incon­
dicionalmente la tendencia antidemocrática de este gobierno. Se
pasan por alto las decisiones mayoritarias del Congreso Nacional, y
el régimen que el pueblo se ha dado a sí mismo como expresión li­
bre de su voluntad no es operante. Todos conocen estos hechos, que
han sido denunciados en innumerables ocasiones por todos los sec­
tores. L a crisis económica, el despilfarro de los fondos fiscales, el
hipotecamiento irresponsable del país, la corruptela y la ineficien-
cia del gobierno, todo lo cual ha llevado al país a la peor crisis de su
historia que afecta a ricos y pobres por igual. A fin de silenciar las
protestas y el descontento del pueblo, de imponer políticas contra­
rías a los intereses de la nación, Betancoqrt y su grupo minpritario
están tratando de utilizar a las Fuerzas Armadas como dócil instru­
mento de represión, y tratan de reabrir la brecha entte el pueblo y
las Fuerzas Armadas que fue una de las características de los re­
gímenes anteriores. Uno de ios principales objetivos de nuestro
movimiento es restablecer un sistemá democrático en el que real­
mente impere la Constitución, en el que sean respetados los dere­
chos de todos los venezolanos y las decisiones del Congreso N a­
cional, para que dentro de este marco de verdaderas libertades
democráticas el país pueda reconstruir su economía, dar trabajo a
los cientos de miles de cesantes, elevar los ingresos de los vene­
zolanos, llevar a cabo una auténtica reforma agraria y desarro-

148
E l comienzo de las guerrillas

llar la economía sobre la b&se de los más altos intereses nacionales.


En esta decisión inexorable de restaurar la democracia, nos acorné
pañan los oficiales, los suboficiales y los soldados del Batallón de
Infantería de M arina y el Grupo de Apoyo de las Fuerzas Arma­
das estacionados en esta* base. Al tomar esta medida tenemos
conciencia de nuestra responsabilidad ante la historia, y estamos
seguros que contamos con el respeto de los mejores hijos de Vene­
zuela.
Invitamos a los oficiales y al pueblo a luchar por todos los medios a sú
alcance para lograr esta tarea fundamental de restauración demo­
crática, a luchar por la reconstrucción del país«.
Comandante Jesús Teodoro Molina Villegas
M ayor Pedro Vegas Castejón 1
Capitán Ornar Echeverría Sierra
y otros nueve
i *
Caracas, 4 de mayo de 1962 . ,,
A pesar de estas valientes palabras y de sus buenas intenciones, los re­
beldes de Campano no lograron resistir por mucho tiempo. Con algo
más de veinticuatro horas, luego que aviones del Gobierno habían ame­
trallado la estación de radio y el campo de aterrizaje, el Capitán M oli­
na Villegas se vio obligado a rendirse. La importancia de la revuelta ra­
dicaba en el hecho de que fue apoyada por el Partido Comunista, par­
tido que por lo general es rehacio a prestar su nombre a golpes mili­
tares. En un discurso pronunciado ante el parlamento venezolano, el
diputado comunista, Guillermo García Ponce, planteó la posición de su
Partido: ' ■
»La posición de nuestro partido en los acontecimientos de Campano
se halla dentro de la línea de la política seguida h^sta la fecha pop.
nuestro Comité Central. El programa, publicado por los oficiales
el 4 de mayo era trascendental, nacionalista y patriótico, y llama a
todos los venezolanos a trabajar por la reconstrucción demo­
crática. Aunque no compartimos todos los planteamientos de este
programa, deseamos expresar nuestro más completo acuerdo con
éste como un todo, deseamos expresar nuestro ápoyo a este progra­
ma. Deseamos manifestar que los oficiales del 4 de mayo han pres­
tado un enorme servicio a Venezuela. Han dado a Venezuela un pro­
grama para unir a todos los venezolanos. Desde esta posición, en
nombre de] Comité Central del Partido Comunista, deseo declarar
que nuestro partido hace suyo el programa del 4 de mayo. Nuestro
partido luchará por llevar a cabo el programa democrático de las

‘^Citado en'un discurso ante el Senado de Venezuela por el Senador comunista, Pompeyo
Márquez, y reproducido en La Batalla de Carúpano: Venezuela en pie de lucha (Praga
¿1963?)-
G ott / L m guerrillas en Am érica L au n a

Fuerzas Armadas del 4 de mayo en Carúpano. El grupo de oficiales


del 4 de mayo no son casuistas, no fue su intención establecer un
gobierno castrista en nuestro país; sus declaraciones demuestran
su deseo de acatar las decisiones del Congreso Nacional. Deseamos
manifestar que en esto también estamos junto a los oficiales del 4 de
mayo, porque nuestro partido nunca ha manifestado que pretende
establecer una copia del gobierno de Fidel Castro en Cuba.
Consideramos que nuestro país atraviesa por un período difícil de su
desarrollo. L o mejor para el país, es un gobierno con una amplia ba­
se de todos los partidos politices democráticos, de todas las fuerzas
progresistas sanas, basado en el respeto de los derechos demo­
cráticos del pueblo y en el . desarrollo de una línea independiente,
tanto en la política externa como en la reconstrucción económica
de Venezuela*20.

Inmediatamente después de la toma frustrada de la base naval de C a m ­


pano el gobierno comenzó un allanamiento de la sede central del P a r­
tido Comunista en Caracas y detuvo a varios miembros del partido. E l
lio de mayo, se prohibieron las actividades tanto del Partido Comunista
como del m i r . Aunque no tenia la seguridad de que los oficiales rebeldes
fuesen simpatizantes comunistas, el gobierno estaba indudablemente
nervioso acerca de las posibles repercusiones de la revuelta de C a m ­
pano. Y con toda razón. ¡
Un mes después, el 3 de junio, estalló otra rebelión a unos cien kilómetros
al oeste de Caracas, en la importante base naval de Puerto Cabello. L o s
líderes de la revuelta eran el Comandante adjunto de la base, Pedro
Medina Silva, y el Capitán Manuel Ponte Rodríguez. Luego de dos dias
de combate — »el más sangriento y más salvaje que se haya visto en años
en Venezuela* según un corresponsal del New York Times los rebeldes se
vieron obligados a ceder. Aunque un húmero de ellos logró escapar a las
montañas. Cálculos extraoficiales estimaban las bajas del gobierno en
doscientos, y se creía que los rebeldes habían tenido pérdidas aún ma­
yores. r
Igual que los brotes guerrilleros que se habían producido ese mismo
año, las revueltas del Ejército estuvieron mal preparadas. En un prin­
cipio, los oficiales disidentes habían planeado la rebelión simultánea de
varías guarniciones nacionalistas en diversos lugares del . país. Según
Debray, esto:

»sería la señal del comienzo de acciones masivas en Caracas y en otras


ciudades importantes. El plan fue descubierto por los servicios de
seguridad del Gobierno, y los oficiales y regimientos peligrosos fue­
ron trasladados o encarcelados inmediatamente antes de la fecha
programada. Si Carúpano y Puerto Cabello llegaron a rebelarse en

iuReproducido en La Batalla de Carúpano: Venezuela en pie de lucha, Praga» 1963.

*5°
E l o o a ie im de k s guerrillas

mayo y junio de 1962, lo hicieron. sencillamente por desesperación


y en defensa de su honor (militar) y porque muchos de ellos no
deseaban ir a pudrirse en prisión por levantamientos que no
habían llegado a materializarse**2 1.

No hay que figurarse, no obstante, que estas revueltas eran sólo simples
cuartelazos. Provocaron honda repercusión en todo el país. El 6 de junio
de 1962, la Cámara Baja del Congreso venezolano aprobó una moción
que establecía que los levantamientos militares eran un

asigno inconfundible de que la unidad de las Fuerzas Armadas se ha­


lla gravemente amenazada y que la creciente violencia de la vida
pública comienza a encontrar un eco dentro de ellas».

Los motivos de los levantamientos se dían encontrar, continuaba la


moción, en los

•efectos de la grave crisis económica, social y política que afecta al


país, como resultado del fracaso de este Gobierno para resolverla/ y
de su incompetencia administrativa y de su constante y sistemático
recurso a la represión violenta y a las engañifas partidistas en la
conducción de los asuntos públicos»22.
Debray concluía didendo que la revuelta militar:
•aceleró la convergencia entre los nacionalistas de Izquierda dentro del
Ejérdto y de los militantes civiles... Pero sólo logró eso. La con­
dición previa para lograr aun esto es la preexistencia de una organi-
zadón dvil con sus propios objetivos y recursos, a la cual se puedan
integrar los hombres que abandonan el Ejérdto; en Venezuela ya
existían focos guerrilleros en Faltón y Lara, antes del levanta­
miento de los infantes de marina en Campano»23.

Y en forma gradual los soldados que habían sido derrotados se fueran


abriendo paso hasta llegar a los diversos frentes guerrilleros donde for­
maron un importante elemento nuevo. Los oficiales rebeldes que reali­
zan revueltas fracasadas se convierten en material natural para las gue­
rrillas. Los oficiales de Venezuela encontraron igual que Turcios Lima
y Yon Sosa en Guatemala, que es extremadamente difícil volver a adap­
tarse a la vida civil. Para aquellos con ideas políticas avanzadas, la gue­
rrilla se transformó en su único refugio.
La transirión de las barracas al campamento guerrillero no se hizo sin
dificultades. Y el hecho de que las Fuerzas Armadas en general no respon­
dieran al llamado de los oficiales nacionalistas significó que los propios

*l Regís Debray, Reuolution in the Revolution.


**Citado en Venezuela Okey de Cabieses, p. 242.
**Regis Debray, »Le castrísme: la longue marche de l'Amerique Latine«, Les Temps Moder-
nes (París) N° 224, enero de 1965.

■51
G ott / Las guerrillas en Am érica Latin a
revolucionarios tuvieron que detenerse a ineditar ciertos problemas
nuevamente. Debray explica que
»Los revolucionarios venezolanos'parecen haber aprendido con este
revés la lección de que no se le puede confiar al Ejército, y ni siquie­
ra a sus elementos más decididos y políticamente conscientes, un
papel demasiado importante en la revolución a causa, de la resisten­
cia que hay que vencer en muchos oficiales y suboficiales que to­
davía están dominados por su formación^ militar: por ejemplo, su
renuencia a mantener el secreto (el compañerismo militar o la soli­
daridad de casta a menudo prima sobre las desavenencias polí­
ticas) o a dejar de lado el concepto del honor militar —en resúmen,
a adquirir la humildad revolucionaria. Así, los rebeldes de C am ­
pano se negaron a retirarse a los campos petrolíferos que lindan
con El Tigre —donde habrían estado a salvo de los bom­
bardeos— y a dispersarse a fin de conservar cuadros para el futuro
ejército del pueblo... porque esto habría significado, ceder ante
las tropas del gobierno**24.

A pesar de esto, una cantidad de h o n r e s valiosos lográron escapar a las


guerrillas. Uno de estos oficiales fue Elias Manuitt Camero que logró
establecer contacto con el Frente José Leonardo Chirinos de Douglas B ra ­
vo en el Estado de Falcón. Había sido capitán del Ejército y sólo le fal­
taba un mes para ascender a mayor cuando el fracaso de la revuelta de
Puerto Cabello puso término a su carrera militar. . Inmediatamente se
mostró útil a los guerrilleros como fuente de propaganda para con­
vencer a otros oficiales para que desertaran. AI igual que en Guatemala,
las guerrillas se esforzaron especialmente para no hostilizar al ejército.
Desde la Sierra de Falcón, Elias Manuitt escribió la siguiente carta a
sus ex compañeros de armas:
»Todos ustedes, mis hermanos eternos, saben que la única razón por la
cual estoy aquí es el amor sincero que tengo por nuestro país, por­
que nunca he buscado las riquezas ni he manchado mis manos ni las
mancharé nunca con la sangre del pueblo. Sin haberme visto afec­
tado personalmente por la ola de persecuciones, decidí dejar a mi
esposa y a mis hijos por un tiempo... Tuve la inmensa fortuna de
• »

comprender a tiempo que había llegado el momento del sacrificio,


el momento de dejar las comodidades, porque nuestro país así lo exi­
gía, y responder al llamado que nuestros libertadores nos han es­
tado haciendo desde hace tanto tiempo desde más alia de la tumba.
El glorioso Ejército Libertador fue creado para defender la sobe­
ranía de la nación y para asegurar la felicidad de todos sus hijos.
¿Somos soberanos? En el concierto de naciones nuestro país, hoy re­

cibid.

*52
L a s Fuerzas Arm adas de Liberación N acional

gido por traidores, no presenta una voz propia, no presenta una voz
venezolana. Su gobierno sigue desvergonzadamente ios dictados
de su nuevo amo, e hipoteca y compromete nuestra soberanía cada
día más, en desmedro de nuestras trkdiciones más sagradas**25.
• f ’ 1
Aunque no había sido oficial de Ejército, el jefe del Frente E l Chaval en
el Estado de Portuguesa, Ju a n Vicente Cabezas, se preocupó de igual for­
ma de mostrar su amistad hacia el Ejército26. Al enterarse a mediados
de agosto de 1962 que las tropas planeaban atacar su escondite en la
montaña, envió el siguiente telegrama al comandante en jefe:

«Nuestra lucha no está dirigida contra Fuerzas Armadas cuya tarea es


defender instituciones democráticas y jam ás colocarse al servicio
persona o partido. Desde comienzo operaciones no hemos dispara­
do sobre fuerzas regulares sino como réplica ataques Digepol crea­
ción totalitaria odiada por pueblo. Siguiendo esta política hoy he
dado órdenes a todas unidades guerrilleras en Sierra Libertadora
no luchar contra fuerzas regulares movilizadas ahora para que pue­
dan entrar a Sierra Libertadora sin derramamiento sangre. Esta tre­
gua voluntaria comienza a cero horas hoy miércoles 19 y debe
interpretarse como nuevo esfuerzo parte nuestra evitar guerra
fratricida como desearían Betancourt y Digepol. Tregua condi­
cionada a no entrada Digepol Sierra Libertadora**27.
i • #
t

En esta oportunidad ni las tropas del gobierno ni el Digepol se acercaron


a los hombres de Cabezas.

Capitulo cuatro
L a s F u e r z a s A rm a d a s de L ib e r a c ió n N acio n al 1963

E l movimiento revolucionario venezolano experimentó serios reveses


durante 1962. Las revueltas del ejercito fueron aplastadas, las Unida-

“ Manuel Cabieses Donoso, Venezuela Okey , Santiago de Chile: Ediciones El Litoral.


1963* PP 229-23°-
” Debray hace el siguiente comentario: »La propaganda enemiga plantea que la revolución
‘castro-comunista* va a liquidar al Ejército como tal, sin especificar naturalmente lo que
quiere decir ‘liquidar*. En Venezuela, esta propaganda logró alejar a algunos soldados
de carrera, oficiales jóvenes provenientes de las clases populares, que simpatizaban con la
revolución. El f a l n se vio por lo tanto obligado a insistir, por medio de su prensa clandes­
tina, en el hecho que una Venezuela democrática tendría necesidad de un Ejército propio,
de tipo diferente, en el cual cualquier persona de buena voluntad podría encontrar cabida.
Explicaron que no se trataba de liquidar físicamente, uno por uno, a todos los oficiales de
carrera, ni siquiera de retirarlos algún día de sus ¿argos, sino que solamente de destruir al
Ejército como instrumento represivo al servicio de las clases dominantes**. Regis Debray,
L e castnsme: la longue marche. 1
,7Manuel Cabieses, Venezuela Okey, p. 234.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

des Tácticas de Combate en Caracas fueron diezmadas, y las propias


guerrillas fueron aniquiladas en varios frentes. A pesar de ello, una
cantidad de opositores bastante heterogénea todavía demostraba cier­
to entusiasmo por continuar la lucha contra el régimen de Betancourt.
El apoyo para continuar la lucha armada vino en primer término del
Partido Comunista, que había sido proscrito después del levantamiento
de Campano. Converso de última hora a la necesidad de la violencia,
poco podía esperar ahora del empleo de los métodos legales. E l iv Pleno
del Partido realizado en diciembre de 1962, adoptó formalmente la
t / política de la Mucha arm ada*.
El MER sustentaba una posición similar, Al margen de la ley igual que
el Partido Comunista,, no ganaba nada con abandonar su antigua de­
cisión de organizar la insurrección.
El tercer grupo estaba compuesto por oficiales y suboficiales del ejér­
cito que habían abandonado sus filas después de las fracasadas re­
vueltas de 1962, para buscar asilo en las guerrillas. No les interesaba
un cambio de táctica, ya que, como soldados, sólo en las guerrillas po­
dían encontrar un lugar donde emplear sus conocimientos.
Este extraño conglomerado de aliados -^—comunistas de fila, radicales
utópicos, y oficiales descontentos^- de un modo u otro estuvo compro­
metido en algún tipo de acción guerrillera durante el año 1962. Los di­
lig e n te s de los diversos movimientos se reunieron en Caracas el 20 de
v febrero de 1963 para fundar formalmente las Fuerzas Armadas de L i­
beración Nacional (f a l n ). Suscribieron el siguiente documento:

»Los Comandantes y delegados debidamente autorizados sus­


criben este documento a nombre de las agrupaciones siguientes:
Movimiento 4 de mayo (Carúpano)
Movimiento 2 de julio (Puerto Cabello)
Unión Cívico M ilitar.
Frente Guerrillero »José Leonardo Chirinos« (Falcón)
Frente Guerrillero Libertador (El Charal)
y el utc y las unidades guerrilleras de Lara, Yaracuy, Anzoátegui,
Monagas, Barinas, Carabobo, Zulia, Guárico, el Distrito Fe­
deral, etc., representados por el Comando Guerrillero Nacional«,

co n sid era n d o :
Que el actual gobierno ha traicionado los principios fundamentales
por los cuales fue elegido, colocándose al margen de la doctrina demo­
crática y violando la Constitución Nacional,
Que la política oficial ha llevado al país a una grave crisis que rompe la uni­
dad y la paz de la familia venezolana y amenaza las bases mismas de
la soberanía e independencia nacionales,
Que la violencia desatada amenaza en transformarse en guerra civil si se
permite que la actual camarilla gobernante se mantenga en el poder,
valiéndose de elecciones fraudulentas,
L a s Fu erzas A rm adas de Liberación N acional

Que es una obligación, establecida por la Constitución Nacional y por


principios umversalmente reconocidos, alzarse contra las arbitra*
ridades y abusos de poder, especialmente cuando, como en nuestro
caso, han llevado al establecimiento de un gobierno despótico, sec­
tario y antinacional1 .
Que es deber del Cuerpo de Oficiales rescatar a las Fuerzas Armadas,
para que pueda desempeñar su elevado papel de salvaguardar la sobe­
ranía nacional y las Instituciones Democráticas de la República.
RESUELVE
1. Crear las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, que serán cono­
cidas por ahora como Fuerzas Armadas de Liberación Nacional
( fa l n ).
2. Aprobar los estatutos y programa de las f a l n .
3. Designar un Comandante Supremo, un Cuartel General, y el Estado
M ayor General de las f a l n .
4. Todos los grupos que suscriben este documento pasan a ser integran­
tes de las f a l n , y asumen los nombres que se acuerden o se aprueben. C a ­
racas, a veinte de febrero de mil novecientos sesenta y tres.
Por el Movimiento 2 de junio
Comandante Ma n u e l po n te r o d r íg u e z
Por el Movimiento 4 de mayo
Capitán je s ú s Teo doro Mo lin a Vil l e g a s
M ayor ped r o v e g a s c a st e jo n
Por la Unión Cívico M ilitar
Teniente Coronel ju a n d e dios m oncada v id a l
M ayor Ma n u e l a z u a je
Por el Frente Guerrillero Jo sé Leonardo Chirinos
M ayor do uglas b r a v o
Capitán e u a s m a n u itt ca m ero ; 1
Por el Frente Guerrillero Libertador
M ayor Dr. ju a n Vic e n t e c a b e z a s
Por el Comando Guerrillero Nacional
ped r o m ig u e l , Secretario Ejecutivo*®

Comandante supremo de las fa ln fue nombrado el Capitán Manuel


Ponte Rodríguez, uno de los líderes del levantamiento de Puerto C a­
bello. D e acuerdo con los documentos que dio a la publicidad, al pare­
cer las fa ln constituían en esta etapa una organización fuertemente
influida por sus orígenes militares. Sus objetivos, planteados en la
sesión inaugural del 20 de febrero de 1963, no presentaban grandes dife­
rencias respecto de los de las propias Fuerzas Armadas venezolanas:
Objetivos de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (f a l n ).
fa l n es una institución al servicio del país, del Pueblo, y de la Revo-

1El artículo 250 de la Constitución de 1961 dice: «Esta Constitución no perderá su vigen­
cia si dejare de observarse por acto de fuerza o fuere derogada por cualquier otro medio, dis­
tinto del que ella misma dispone. En tal eventualidad, todo ciudadano, investido o no de
autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia*.
'Manuel Cabieses, Venezuela Okey , pp. 277-9.

1 55
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

lución Venezolana. Es Democrática y Nacionalista, y sus objeti­


vos son:

(. Exigir respeto por la soberanía e independencia nacionales, la liber­


tad y la vida democrática del pueblo venezolano.
2. Defender el patrimonio nacional, su integridad y riquéza.
3. Apoyar a las autoridades establecidas por la Revolución y velar porque
se cumplan las leyes estatuidas por ellas de acuerdo con sus poderes.
4. Proteger los intereses del pueblo, sus propiedades e instituciones.
5. Establecer un gobierno revolucionario, nacionalista y democrático.

El fa ln se basa en el Frente de Liberación Nacional y en sus organis­


mos elegidos, u organismos que se elijan durante el curso de la guerra
revolucionaria, como expresión de la unidad y voluntad del pueblo ve­
nezolano y de todas las fuerzas que participan en la Revolución.
El f a l n se rige a través de un Comando Supremo, el Cuartel G ene­
ral y el Estado M ayor General del f a l n 3 .
Sólo un grupo de revolucionarios profundamente imbuido de la tradi­
ción militar pudo haber redactado el siguiente código de honor:
Las operaciones del utc y de las guerrillas del fa ln son la respuesta de
la juventud y del pueblo a la traición y al terror instaurado por el gobier­
no de Rómulo Betancourt y sus secuaces.
Estas operaciones están inspiradas en los altos ideales de servir a nues­
tro país, de poner en práctica el pensamiento nacionalista de Simón
Bolívar y de lograr un gobierno democrático y patriótico.
En vista de estos principios, las operaciones pqr unidades y los miem­
b r o s del f a l n , se regirán por el siguiente código de honor:
Los combatientes del f a l n sólo emplearán sus armas en defensa de sus
vidas o como respuesta a una orden impartida durante las maniobras.
No se infligirán daños ni se realizarán operaciones contra los peque­
ños o medianos comerciantes industriales, agricultores o tende­
ros venezolanos, ni contra los servicios públicos que afectan a la
población civil. También se respetará la propiedad de los grandes
comerciantes, industriales, agricultores o tenderos que »no« sean
cómplices de los crímenes del gobierno.
Los combatientes cuidarán de proteger por todos los medios a su alcan­
ce la propiedad de los obreros; campesinos y miembros de la clase
media, cualquiera sean sus ideas y aún cuando sean neutrales o contra­
rios.
Se tendrá especial cuidado de asegurar que las operaciones no afecten
a los niños, las mujeres, los ancianos o a los inválidos.
Se respetarán escrupulosamente las vidas de los soldados, suboficiales
y oficiales de las Fuerzas Armadas, así como las de los Policías M u n i­
cipales, siempre que no estén comprometidos en acciones contra las
unidades del f a l n .5

5Manuel Cabiescs, Venezuela Okey, p. 285.

1.56
L a s Fuerzas Arm adas de Liberación Nacional

5. Se respetará escrupulosamente las vidas de los hijos y parientes de


los soldados, suboficiales y oficiales, así como las de los hijos y parientes
de los miembros de la Policía Municipal, aun cuando se hallen compro­
metidos en acciones contra el f a l n .

6. Se respetará a los prisioneros, no serán maltratados y se protegerá


sus vidas.

Este Código de Honor será escrupulosamente observado y


cualquier infracción será sancionada por los organismos pertinentes
del f a l n . Cuartel General del f a l n , 20 de febrero de 19634.
El movimiento revolucionario venezolano fue el primero en el conti­
nente en emplear el término Fuerzas Armadas de Liberación Nacional.
Hasta entonces los movimientos guerrilleros habían empleado fechas sig­
nificativas en sus títulos. El movimiento de Guatemala se denominó
m r 13, en conmemoración del levantamiento del 13 de noviembre de 1960.
Castro llamó a su movimiento, Movimiento 26 de julio, en recuerdo
del asalto al cuartel Moneada en 1953. En otras partes del mundo, por
ejemplo en Argelia, los insurgentes revolucionarios se llamaron a
sí mismos el Frente de Liberación Nacional. Pero el énfasis venezola­
no en las Fuerzas Armadas fue imitado por movimientos posteriores
que se llamaron Ejército de Liberación Nacional5, como en el caso de
Perú, Colombia y Bolivia.
La decisión de los venezolanos de dafse a sí mismos un título militar
tenía su origen en la historia. Conscientes, como todos los revoluciona­
rios latinoamericanos, del ejemplo de la lucha libertadora del siglo
x ix , resolvieron, igual que Bolívar, formar su propio Ejército Revo­
lucionario de Liberación. Plantearon, su posición en el primer llama­
do que hicieron al pueblo venezolano:

Declaración de Principios del fa ln

a la Nación Venezolana:
Cuatro años de gobierno despótico han llevado al país a una situación
catastrófica, a una división franca y criminal dentro de la familia ve­
nezolana y a una ruptura entre los basamentos viejos y prostituidos
de las instituciones que mantienen al régimen actual y los sublimes y
renovadores sentimientos de liberación y soberanía qup susten­
tan millones de venezolanos.
Esta ruptura y antagonismo irreconciliables entre un puñado de go­
bernantes y la mayoría del país imprime su señal abrumadora en todo,
a todos los niveles de nuestra sociedad.

‘ Manuel Cabieses, Venezuela Okey, p. 287-8.


'El movimiento subversivo de Jorge Masetti iniciado en 1964 en Argentina y que tuvo
una vida muy breve se llamó el Ejército Guerrillero Popular.

‘ 57
G o tt / L a i guerrillas en Am érica L atin a

El país se estremece bajo una profunda crisis.


Se percibe una crisis profunda en los campos más diversos. Una crisis
nacional, porque nuestros recursos han sido hipotecados, nuestras
riquezas regaladas, nuestra política externa coartada, nuestros inte­
reses subordinados a aquellos de un imperio poderoso. Una crisis eco­
nómica, porque el país se ha empobrecido, la cesantía abunda, la pro­
ducción decae, el desarrollo económico independiente se halla detenido.
Una crisis política, porque ha vuelto el terror policial, opera un peculado
desvergonzado y se prepara un fraude electoral sin precedentes. Una
crisis gubernamental, porque la práctica de gobernar a todos los venezo­
lanos ha sido reemplazada por el ejercicio impropio del poder por parte
de una camarilla que favorece a unos pocos. Una crisis militar, porque
la alta misión de las Fuerzas Armadas, ha sido falseada, colocándolas
al servicio de una camarilla que desea permanecer en el poder, se debilitó
su unidad interna favoreciendo a los partidarios incondicionales del
régimen y a sus títeres, se deformó su papel colocándolas bajo bandas
armadas anómalas para reprimir al pueblo. Una crisis social, porque la
explotación de la mayoría por unos pocos ha empeorado, la desigualdad
social ha aumentado y las instituciones han sido envilecidas. Una crisis
moral, porque han hecho su aparición el robo y la corrupción, ios desfalcos
y el crimen, la perversión de los sentimientos nobles y el trastrocamien­
to de los valores.
L a obstinación y el sectarismo de la camarilla gobernante han lleva­
do al país a la violencia armada, a la guerra civil. Mientras mayor es el
deseo de cambios, más implacable es el odio y las persecuciones desa­
tadas por el grupo gobernante.
La camarilla no se irá pacíficamente
Debemos damos plena cuenta que la camarilla que detenta el poder
no abandonará sus cargos por la vía pacífica ni mediante una
elección. L a experiencia nos lo enseña y el estado actual del caos nacio­
nal nos lo confirma aún más.
Frente a un gobierno desprovisto de moral, experto en hipocresías,
apoyado por un grupo de gente inescrupulosa, que se mantiene con el
dinero y las armas de una potencia extranjera, no bastan ni el abruma­
dor repudio de la mayoría del pueblo ríi las manifestaciones demo­
cráticas y pacíficas. Un gobierno semejante sólo puede 9er derrota­
do por las armas.
Sin armas, sin unidades armadas y organizadas y sin Fuerzas A rm a­
das que interpreten la voluntad del pueblo, será imposible vencer el
terror del gobierno ni sus recursos basados en intereses foráneos y en
los cálculos egoístas de los enemigos del pueblo.
Ni en nuestro país ni en ningún otro, ningún grupo tan íntimamente li­
gado a una potencia extranjera y a los grupos gobernantes ha deja­
do jam ás la escena política de buen grado o pacíficamente. Es por
esto que los Libertadores tuvieron que crear un Ejército Revolucio­
nario Libertador para echar abajo la dominación española.

> 5»
ión N acional

E l pueblo venezolano necesita una vez más crear Fuerzas Armadas


para contestar diariamente a los ataques y a la violencia del grupo go­
bernante, para luego ponerse a la ofensiva y derrocar al régimen,
desbaratar los poderosos intereses que k> apoyan, e instaurar un go­
bierno democrático y nacionalista basado en el triunfo de la revolu­
ción. Fuerzas Armadas que sean respetadas y queridas por el pueblo, vi­
gilantes y dispuestas en todo momento a defender las conquistas re­
volucionarias, a mantener nuestro patrimonio y territorio intac­
tos y aplastar los ataques o la intervención extranjeras.
E l germen de estas Fuerzas Armadas de Liberación Nacional ya exis­
te. Como respuesta al terror y a los ataques del gobierno, han surgido
guerrillas en las montañas y en las ciudades de nuestro país. Durante
los últimos años, en el seno mismo de las Fuerzas Armadas Naciona­
les, profesionales honorables y patriotas han sido encarcelados,
destituidos, degradados, perseguidos, intimidados e insultados
por una camarilla que ensucia el prestigio y deforma el papel de las
Fuerzas Armadas Nacionales colocándolas al servicio no del país y
del pueblo, sino que bajo el capricho de uná pandilla de políticos ase­
sinos, corrompidos y de manos pegajosas.
Los levantamientos heroicos de Carúpano y Puerto Cabello, demos­
traron a la nación que estos oficiales, al igual que otros oficiales que se han
sublevado, están al servicio de la causa revolucionaria.

E l heroico ejemplo de los Libertadores


L a situación está madura y no debe perderse un instante en reunir a to­
dos los patriotas, para reivindicar el honor de Venezuela, exhibir la
gloría de las Fuerzas Armadas y servir los grandes ideales nacionalistas
de los libertadores, creando las beligerantes y nobles f u e r z a s a r m a ­
d a s d e l ib e r a c ió n n acio n al , el brazo militar de la revolución, el factor
de poder que conducirá al pueblo a su redención.
Por estas razones y considerando los sagrados y superiores intereses
de nuestro país, por la presente se crean las Fuerzas Armadas de Libera­
ción Nacional, que se llamarán f a l n .
c g del f a l n , 20 de febrero de 1963.
Manuel Ponte Rodríguez, Comandante Nacional del fa ln 6. j
Algunos años más tarde, al conversar con un periodista sobre los
orígenes del movimiento de liberación nacional en Venezuela, Douglas
Bravo comentaba:
Podrá parecer extraño a mucha gente de América Latina y de todo el
mundo, que integren el Ejército de Liberación Nacional popular oficia­
les del Ejército y unidades del Ejército cuando son precisamente los ejér­
citos tradicionales los que constituyen el sostén de la oligarquía y el
imperialismo en su represión contra el pueblo. Pero ésta es una de las
particularidades de la revolución venezolana. Cada revolución presenta
en cada país sus propias características, sus propias particularidades, y

‘ Manuel Cabieses, Venezuela Okeyt pp. 282*4.


G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

en el caso de Venezuela una de estas particularidades es el hecho que se


hayan incorporado oficiales del Ejército a las Fuerzas Armadas de L ib e ­
ración Nacional.
Esto no sucedió en Cuba, donde el Ejército entero, en su totalidad, hubo
de ser desmantelado, junto con sus oficiales, para reconstruir un Ejército
al servicio del pueblo. L a particularidad de Venezuela es que a medida
que la lucha avanza, estos oficiales patriotas del ejército seguirán
incorporándose al movimiento de liberación nacional, algunos individual­
mente, y otros, más adelante, con las unidades bajo su marido7.
El Partido Comunista venezolano sólo cqnsintió en incorporarse a las
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (fa l n ) a condición de que se
creara un Frente de Liberación Nacional (fln ) que al mismo tiempo se­
ría responsable de las decisiones políticas que tuvieran relación con el
movimiento guerrillero. De hecho, las decisiones políticas naturalmente
tendrían un efecto importante sobre las actividades militares de las gue­
rrillas, e influirían tanto en la táctica como en la estrategia general. A u n ­
que el m ir formaba parte del fln , éste era dominado en gran medida por
los comunistas, — igual que su equivalente, el f u r , en Guatemala. P ara
esta época, los ex soldados que integraban las guerrillas no constituían
una fuerza política importante capaz de hacer frente a los comunistas y
se los mantenía silenciados mediante el énfasis qqe el programa ponía en
los aspectos militares. Aunque existían razones históricas para deno­
minar al movimiento guerrillero Fuerzas Armadas de Liberación N acio­
nal, este nombre fue adoptado además para consuelo de los ex soldados
que de este modo tendrían la ilusión de que en realidad nunca habían
abandonado las »Fuerzas Armadas« del estado.
El Programa de Acción del f l n , publicado en 1963, destaca la preocupa­
ción por el bienestar de estos oficiales desertores:
»E1 fln facilita la conversión de aliados y de nuevos combatientes que
pertenecen al frente enemigo, acelera los cambios en las Fuerzas
Armadas, abre una perspectiva clara para oficiales y soldados, otor­
ga a los soldados la oportunidad de redimirse ante la historia, deste­
rrando la tradición represiva al servicio de la tiranía y de los inte­
reses foráneos, que hace surgir el odio popular justamente contra
los traidores corrompidos que dirigen las Fuerzas Armadas. L a
creación del fa ln proporciona una salida honorable a todo oficial
honrado, patriota, nacionalista, democrático o revolucionario. Esta-
7Entrevista a Douglas Bravo, septiembre de 1966, que aparece en «Venezuela empuña las
Armas», de Mario Menéndez Rodríguez, Sucesos, (México) 17 de diciembre de 1966, Dou­
glas Bravo trató de explicar por qué este fenómeno era peculiar de Venezuela:
«Existe una razón social para esto, una razón histórica que hay que explicar: la composi­
ción social de la oficialidad venezolana —por no mencionar a los soldados, que en su ma­
yoría pertenecen a la clase trabajadora, obrera o campesina. Los oficiales 9on también
del pueblo; más del 80% de los oficiales provienen de la baja clase media, algunos del
campesinado, y otros de los grupos opuestos al imperialismo norteamericano. Por ello en
Venezuela el Ejército siempre producirá algunos oficiales patriotas que inevitablemente
se unirán al f a l n «.
L a s Fuerzas Arm adas de Liberación N acional

mos creando instituciones populares en las que verdaderamente


podemos llevar a la práctica nuestros sublimes ideales de patrio­
tismo y de heroísmo al servicio de la Patria y del pueblo«s .
E l Programa de Acción es básicamente un documento del Partido Comu­
nista que concuerda mucho con la línea moderada del Partido, aunque
subraya que »el fln no es una organización comunista, ni este programa
propone una solución comunista para el país«. Es extenso —tiene unas
veinticuatro páginas— y explica la situación venezolana en gran detalle
y lo que debe hacerse.
E l documento comienza por describir la tarea práctica que el pueblo vene­
zolano tiene por delante, es decir:
«establecer un gobierno compuesto predominantemente por fuer­
zas progresistas y capaz de conducir a nuestro país a través de los
graves cambios históricos que ahora son inminentes.
Estos cambios históricos se convierten en los objetivos primor­
diales del Frente de Liberación Nacional (fln ). Son:
—conquistar la independencia nacional, la libertad y una vida de­
mocrática para nuestra nación;
— rescatar nuestro patrimonio* integridad y riquezas nacionales;
—establecer un gobierno revolucionario nacionalista y popular.
Lograr estos objetivos significa:
— sacudir la tutela del imperialismo norteamericano;
— liquidar la propiedad latifundista y las reliquias semifeudales
que existen en el país;
— un desarrollo industrial independiente;
—garantizar un nivel de vida adecuado a la gran mayoría, incluyen­
do a los trabajadores de la ciudad y de los campos;
— recobrar nuestra soberanía en el plano internacional, elaborar
y aplicar una política exterior venezolana, y mantener relaciones
cercanas con todos los países del mundo.
Para lograr estos objetivos es necesario:
— unificar y organizar a todas las fuerzas interesadas en el desa­
rrollo independiente de nuestro país. Esta es la primera con­
dición de la victoria;
—crear nuestras propias fuerzas armadas capaces de vencer al po­
deroso enemigo, y de garantizar el logro de los objetivos señala­
dos;
— manifestar la decisión inalterable de ser libres, de romper la ad-

* Programa de Acción del Frente de Liberación Nacional. La única versión de éste que he po­
dido encontrar es la publicada por el London Committee o j the National Liberation Front
o f Venezuela (Comité de Londres del Frente de Liberación Nacional de Venezuela) n.d.?
1964.
G o t t / L a s guerrillas en Am érica Latina

ministraáón colonialista y la dominadón de las viejas clases


gobernantes tradidonales y de los explotadores;
—no vadlar entre las dificultades y demostrar la seriedad y fir­
meza de nuestras intenciones**.

El Programa de Acción luego señala algunos detalles del frente unido


propuesto.

»La construcción de un frente unido de liberación nacional es la tarea


más urgente de Venezuela hoy en día. Crear un instrumento que pue­
da guiar a las masas bajo la consigna de: «Liberar al país o morir
por Venezuela**. Este frente unido no debe excluir a ningún vene­
zolano interesado en derrotar al continuismo y en asegurar el desa­
rrollo independiente del país. Todos los civiles y militares deben
reforzar sus vínculos a fin de llevar a cabo estos objetivos.
Los obreros, agricultores, estudiantes, oficinistas, profesionales, artis­
tas, escritores y poetas, hombres de negocios con ideas progresis­
tas, sacerdotes sinceros; los hombres y mujeres de todas las ideolo­
gías, credos religiosos y de todos los partidos políticos; todos los
que desean una Venezuela dueña de su propio destino y de sus pro­
pias riquezas, integran este amplio frente unido de liberación.
Nuestro movimiento es un movimiento de liberación, no la obra de
aventureros, terroristas o jóvenes exaltados. No somos antinor­
teamericanos. Somos sus amigos y miramos con gran simpatía los
avances, tradiciones y luchas al pueblo norteamericano. Diferen­
ciamos con absoluta claridad al pueblo norteamericano de los mo­
nopolios yanquis fabricantes de guerras que los explotan tanto a
ellos como a nosotros**.

Luego de hacer un llamado a los obreros, estudiantes, campesinos y


soldados para que apoyen al f l n , el documento lanza un impresionante
llamado

»a todos para que trabajen entre los soldados, las clases altas, los oficia­
les, la guardia nacional y la policía para que neutralicen la acción
represiva. Deben comprender que están respaldando una causa
innoble y antidemocrática. Hay que solicitarles que no disparen
contra el pueblo. Hay que solicitarles que se unan a la lucha contra
el gobierno y estén del lado del pueblo**.
El programa propiamente dicho del f l n era el siguiente:
«El Frente de Liberación Nacional debe decir lo siguiente: la tarea
consiste en devolverle a nuestro país su riqueza básica. L a política
L a s Fuerzas A rm adas de Liberación N acional

del petróleo debiera perseguir objetivos claros y precisos*. Desde


nuestro punto de vista éstos son:
1) Aumentar la participación de Venezuela en sus propias riquezas.
Aplicación del Decreto Medina de 1944 en relación a los dividendos
del petróleo. Aplicación del Decreto Sanabria, pero sin incluir las
royalties del petróleo como gastos de producción, revisión de las
cuotas de amortización y del aparato contable. Reestablecimiento
de los precios del petróleo de 1958, utilizando la revisión de proce­
dimientos para determinarlos. Elaboraremos el . programa para
que el Estado intervenga directamente en la investigación de los
costos de producción y de administración de la industria, como lo
aprobó en forma unánime la Cámara de Diputados en 1960.
2) Desarrollar nuestra propia política petrolífera a través de la
Corporación Venezolana del Petróleo. M anejar las royalties del pe­
tróleo que se recibirá en especies.
Flota Nacional del Petróleo.
Refinería Nacional del Petróleo.
Monopolio interno del consumo del petróleo.
Desarrollo de la industria del gas.
Operar en los mercados internacionales a través de la creación de una
Corporación de Ventas del Estado Venezolano.
3) Una política de bienestar social para los obreros de la industria.
Garantizar que la mayoría de los técnicos sean venezolanos.
4) Respetaremos escrupulosamente los acuerdos de la o p e p en relación
con los países suscritos, y trataremos de hacerlos efectivos. Sa­
bemos que la o pec será más eficiente cuando los gobiernos inte­
resados se hagan cargo de sus propios yacimientos petrolíferos. Cree­
mos igualmente que la o p e p es compatible con el mejoramiento de la
posición comercial de Venezuela frente a los mercados petrolíferos
de América Latina. También es compatible con los esfuerzos de
nuestro país por hacer que la distribución de los mercados más
importantes respondan a nuestros intereses. Estas medidas inme­
diatas prepararán al país para la eventual nacionalización de toda

*Venezucla depende totalmente del petróleo —y cada día depende más. En 1945, el petróleo
contribuyó en un 92 por ciento a las divisas extranjeras de Venezuela, en un 31 por ciento a
su presupuesto, y empleó sólo el 8 por ciento de la fuerza laboral. En 1962, el petróleo re­
presentaba el 92 por ciento de los ingresos externos (la misma cifra que en 1945), el 63 por
ciento del presupuesto (más del doble) y sólo el 1.4 por ciento de la fuerza laboral. Mien­
tras tanto la cesantía había aumentado del 6 por ciento en 1955 al 17 por ciento en 1962 (y al
20 por ciento en la actualidad) (1966). A los precios actuales del mercado mundial, las ga­
nancias del petróleo, si éste fuera de propiedad nacional y distribuido por la nación, po­
dría dar a cada familia venezolana (considerándola integrada por seis miembros) un ingre­
so garantizado de $3.000 John Gerassi. »Latin America-the next Vietnam" Viet-Report,
enero-febrero, 1967.
G ott L a s guerrillas en Am érica Latina

la industria petrolífera, sin la cual nunca seremos verdaderarhente


libres«.

Aplicaremos estas medidas no importa los obstáculos que tengamos que


vencer. La supervivencia misma del gobierno nacionalista y demo­
crático está implícita en esto. Los monopolios del petróleo tendrán que
adaptarse a la nueva realidad y respetar las leyes y la soberanía de Vene­
zuela, o bien permitir las mejores intenciones de resolver los conflictos en­
tre el gobierno y las compañías petrolíferas mediante la negociación, pe­
ro sin excluir el derecho soberano de Venezuela de dictar las medidas y
adoptar la línea de conducta que más conviene a nuestros intereses
nacionales.
Rescatar las riquezas de los Estados Venezolanos:
Los contratos Firmados por los monopolios norteamerica­
h ie r r o :
nos son tan monstruosos que no vacilaremos en denunciarlos, y proce­
deremos a la nacionalización de la industria del hierro, de acuerdo con la
legislación vigente.
Estas inversiones serán respetadas siem ­
in v er sio n es n o r t ea m er ic a n a s
pre que el Gobierno norteamericano adopte una actitud comprensiva y
respetuosa hacia el derecho venezolano de hacer las particiones que I
consideremos convenientes.
El gobierno naciona­
in v er sio n es e x t r a n je r a s no n o r t e a m e r ic a n a s :
lista y democrático no tiene nada en contra de las inversiones inglesas,
holandesas, francesas, de Alemania Occidental, canadienses, suizas,
suecas y japonesas, etc. Estas inversiones serán respetadas. La tendencia
del gobierno nacionalista y democrático será incrementar las relaciones
comerciales y diplomáticas con estos países, hoy en día disminuidas a cau ­
sa de la dominación de los monopolios y del gobierno norteamericanos en
nuestro país. Cualquier medida que estas firmas no norteamericanas
adopten se regirá por las reglas de seguridad impuestas en defensa de
nuestra soberanía.
refo r m a a g r a r ia : El Frente de Liberación Nacional (f l n ) declara que
su programa de reforma agraria es aquel aprobado por el Primer C ongre­
so Campesino realizado en Caracas en 1958, que en la actualidad forma la
Federación Campesina de Venezuela dirigida por Ramón Quijada. Al
llevar a cabo esta reforma, el gobierno nacionalista y democrático debe
colocar en manos de las masas campesinas el éxito de la reforma, la liq u i­
dación de los grandes latifundios, el desarrollo de la producción agrícola,
la elevación del standard de vida así como del nivel de trabajo.
in d u st r ia liz a c ió n : Un gobierno nacionalista y democrático recibirá su
mayor apoyo de los capitalistas nacionales. Durante un largo período
no existirán contradicciones entre el desarrollo industrial privado y el
desarrollo de las industrias básicas del Estado. Los capitalistas podrán
producir para un amplio mercado nacional, incrementado por el mayor
poder adquisitivo de las masas, por la reducción de las importaciones,
especialmente de los artículos de primera necesidad y los artículos suntua-
L a s Fuerzas Arm adas de Liberación Nacional

ríos, y por el apoyo del Estado al progreso técnico de sus empresas. El


gobierno nacionalista y democrático no sólo protegerá politicamente a
los capitalistas nacionales de las presiones de los monopolios nortea­
mericanos, sino que los ayudará a conseguir materias primas, maqui­
narias y personal técnico, con el propósito de incrementar la producción
nacional. El gobierno promoverá enormemente y a una escala colosal
la corporación venezolana del petróleo, la industria petroquímica y la
industria del acero. Toda la zona sudoriental será transformada mediante
la electrificación de Caroni, la instalación de una planta de aluminio y
una red ferroviaria.
co m ercio e x t e r n o : Denunciar el rapaz tratado recíproco yanqui-vene­
zolano. Comercio multilateral con todos los países prescindiendo de sus
sistemas de gobierno.
El Frente de Liberación Nacional adopta el pro­
po lític a l a b o r a l :
grama aprobado por la clase obrera venezolana durante el tercer Con­
greso realizado en Caracas. El gobierno nacionalista y democrático ase­
gurará que la clase trabajadora ejerza plenamente sus derechos cons­
titucionales en relación al empleo, las vacaciones, la segundad social
y las compensaciones especiales, su derecho a la organización y al igual
salario por igual trabajo.
so b r e El gobierno nacionalista y democrático, com­
p r e st a m o s :
prendiendo que Venezuela tendrá necesidad de recursos extraordinarios
para llevar adelante sus programas económicos y sociales, declara al
mercado internacional del capital que sólo contratará préstamos a largo
plazo, a un bajo interés, y para obras reproductivas que generen fuentes
de trabajo e incrementen el poder nacional de producción. No limita­
remos nuestras operaciones financieras a ningún sector determinado del
mundo. Consideraremos el hecho objetivo de la existencia del mundo
socialista y las condiciones crediticias ventajosas para nuestro desa­
rrollo industrial.
El Frente de Liberación Nacional hace suya
po lític a in t e r n a c io n a l :
la plataforma de política externa contenida en el discurso del Canciller
Ignacio Luis Arcaya, frente al Cuerpo Diplomático en febrero de 1959.
Los puntos de ella pueden resumirse como sigue:
1. Cooperación internacional económica, cultural y política basada en la
igualdad y en el sincero respeto de todos los tratados y obligaciones
internacionales.
2. Afirmación y firme defensa de nuestra independencia e intereses
nacionales. *
3. No intervención. Venezuela establecerá y mantendrá relaciones
diplomáticas con todos los países del mundo, sin consideración de sus regí­
menes internos.
4. Política internacional de simpatía y solidaridad con todos los pueblos
que luchan por su independencia y autodeterminación y contraria a
toda política que desconozca la dignidad del hombre, la democracia y la
justicia.

165
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

El gobierno nacionalista y democrático respetará la soberanía de los de­


más países, mantendrá relaciones amistosas con todos los países socialis­
tas así como con los países capitalistas, seguirá una política de coexis­
tencia pacífica, mantendrá relaciones estrechas con los países latino­
americanos, con el pueblo norteamericano y, particularmente, con sus
sectores progresistas y revolucionarios. Las relaciones internacionales
del gobierno nacionalista y democrático estarán guiadas por el principio
de la coexistencia pacífica; que la paz es la tarea fundamental de todos
los pueblos del mundo en la esfera de sus relaciones internacionales.
(Carta a las Naciones Unidas). De este modo Venezuela recobrará su pro­
pia voz en las organizaciones internacionales, y no será un simple títere de
los funcionarios norteamericanos.
Una de las pri­
m ed id as u r g e n t e s c o n tra e l alto costo d e la v id a :
meras cosas que hará el nuevo gobierno será aliviar el alto costo de la
vida para los trabajadores y la clase media. Tomará medidas con res­
pecto a los arriendos, electricidad, teléfono, agua potable y transporte,
regulará los precios de los artículos de primera necesidad y eliminará los
pesados impuestos a los sectores populares. Todo esto serán las primeras
medidas que tomará el nuevo gobierno.

Capítulo cinco
L a lu ch a u r b a n a ; la s ele c c io n e s y d e spu és

A pesar de tocios los reveses de 1962, las diversas fuerzas que componían el
fa ln / fln habían estado bastante activas en los meses que precedieron
al acuerdo de establecerlas, que finalmente se firmó en febrero de 1963.
Se puso especial énfasis en el sabotaje a las instalaciones norteameri­
canas. Como represalia a la presión norteamericana sobre Cuba duran­
te la crisis de los cohetes en octubre de 1962, cuatro estaciones de energía
eléctrica de la Creóle Petroleum Corporation (subsidiaria de la Standard
Oil y controlada por e e .u u ) fueron destruidas por saboteadores el 27 de
octubre. Una semana más tarde provocaron la explosión de cuatro
eleoductos, pertenecientes a Mobil Oil, a Texas Oil y a una subsidaria
venezolana de la Gulf.
En febrero de 1963, prosiguiendo con sus actividades antinorte­
americanas, las fuerzas revolucionarias incendiaron el inmenso depósito
de Sears Roebuck en Caracas, provocando daños calculados en dos millo­
nes y medio de dólares, y en junio las oficinas de la Misión M ilitar de E sta­
dos Unidos tuvieron el mismo destino.
Pero no todos los ataques del fa ln fueron contra la propiedad privada.
Durante el año participaron en una cantidad de hazañas espectaculares,
destinadas principalmente a atraer la atención hacia su existencia y a la
causa por la cual luchaban. Aun antes del acuerdo del 20 de febrero, ha­
bían entrado en acción con fines publicitarios. El 16 de enero irrumpieron
sorpresivamente a una exposición titulada «Cien Años de Pintura F ra n ­
cesa^ que se realizaba en el Museo de Bellas Artes de Caracas, llevándose
L a lucha urbana; las elecciones y después

pinturas de Cézanne, Van Gogh, Gauguin, Braque y Picasso. Fueron


devueltas tres dias después, «con leves rasguños*'.
El i i de febrero el barco carguero venezolano de 3.000 toneladas
»Anzoategui", que navegaba desde la G uaira, puerto de Caracas, a Nueva
Orleans, fue capturado en alta mar por polizones armados. En un mensaje
radiodifundido, los piratas anunciaron que el fa ln se había apoderado
del barco y que éste se dirigía hacia »territorio amistoso". En vez de
arriesgarse dirigiéndose hacia Cuba, identificándose de este modo abier­
tamente con la revolución cubana, navegaron a lo largo de la costa y final­
mente anclaron el 17 de febrero en aguas territoriales de Brasil. Brasil
concedió asilo a nueve personas y el resto fue repatriado a Venezuela a
solicitud de ellos mismos.
Seis meses después, el 24 de agosto, la estrella argentina del fútbol, A l­
fredo Di Stefano, que en ese entonces jugaba de centro delantero para el
Real Madrid, fue secuestrado en su hotel por miembros del fa ln disfra­
zados de policías. Puesto en libertad dos días después, Di Stefano les dijo
a los periodistas que sus aprehensores le habían explicado los objetivos
de su movimiento, pero dado que no sabía nada de la política venezolana,
prefería no hacer comentarios.
E l 27 de noviembre, el jefe adjunto de la Misión M ilitar de Estados
Unidos, Coronel Jam es K. Cheanult, fue capturado por el fa ln mientras se
dirigía en su automóvil a la oficina de la Misión en Caracas. Reapareció
ocho días más tarde, sólo levemente averiado, lo habían dejado en las cer­
canías de la Embajada de los Estados Unidos con los ojos vendados y pasta
de zapatos en los cabellos. Se informó a los periodistas que sus captores
le habían dado a leer »libros sobre comunismo", algunos de los cuales
habían sido impresos en Checoslovaquia.
El día después del secuestro del Coronel Cheanult seis estudiantes
adolescentes, entre los cuales se hallaba una niña, secuestraron en pleno
vuelo un avión que había partido de Ciudad Bolívar, puerto del Orinoco
a unos 430 kilómetros al sudeste de Caracas. Luego de desparramar
panfletos del fa ln por la ciudad obligaron al piloto a dirigirse a T rin i­
dad donde aterrizaron en Puerto España. Las autoridades de Trinidad se
negaron a otorgar asilo político a los estudiantes. Fueron entregados a
las autoridades venezolanas y arrestados bajo el cargo de piratería aérea.
Una semana después, probablemente en represalia, hubo un ataque con
ametralladoras a la Embajada de Trinidad en Caracas así como a la
Embajada Británica.
Estas fueron maniobras publicitarias organizadas con ingenio y el
entusiasmo de una broma estudiantil. Pero tuvieron lugar en un ambien­
te de creciente violencia revolucionaria y de represión cada vez mayor.
Los grupos guerrilleros que habían sobrevivido a las dificultades de 1962
seguían su lucha en las zonas rurales, pero en su mayor parte aislados y
causando poco impacto. La lucha principal se desarrollaba en las ciu­
dades. Debray ha dado una excelente descripción de Caracas en esa época:
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a |

»En la primavera y verano de 1963, durante la fase más violenta de la


lucha urbana, no pasaba día en que no se realizasen acciones arma- |
das simultáneas en los diferentes ranchos. E l tiroteo comenzaba al
anochecer, y sólo se acababa con el amanecer. Las operaciones
incluían el hostilizamiento de las fuerzas de represión, emboscadas,
batallas en gran escala contra el Ejército, y aun ocupación total de |
un vecindario que se transformaba durante algunas horas en terri­
torio libre hasta que la concentración de grupos armados en una I
zona pequeña se hacía insostenible y desaparecían. El objetivo era
impedir que el Ejército saliera de Caracas, cansarlo, dividirlo, para
así acelerar su desmoralización y las deserciones (entre la policía
hubo numerosos casos). A menudo otro objetivo era crear diver- |
siones para otras operaciones, tales como fugas individuales o 11
colectivas de los centros de detención»1 . I
i

Las cosas se pusieron más serias cuando el 12 de junio de 1963 hubo un


intento de asesinar a Betancourt mientras visitaba Ciudad Bolívar.
Inmediatamente, éste ordenó la aprehensión de todos los comunistas y
«extremistas procastristas», y se inició una nueva campaña contra los j
elementos de izquierda. Las actividades de los comunistas y del m i r
habían sido proscritas el año anterior, el 10 de mayo de 1962, luego del |
levantamiento de Carúpano, pero la intención del gobierno era iniciar
esta vez una acción más positiva.
El i° de octubre, el Congreso Venezolano finalmente decidió retirar la
inmunidad parlamentaria a los miembros del Partido Comunista y del
m ir . Veintitrés congresales de estos dos grupos fueron arrestados. D os
días después la Corte Suprema apoyó la decisión de proscribir a estas dos "
organizaciones. A fines de mes se rumoreaba que varios centenares de
miembros del mir y del Partido Comunista habían sido arrestados, inclu­
yendo al dirigente del partido, Dr. Gustavo Machado.
Las elecciones para designar al sucesor de Betancourt, cuyo período de
cuatro años llegaba a su fin, estaban fijadas para diciembre. El 10 de
noviembre el fa ln llamó al paro general en un esfuerzo por desbaratar
las elecciones. La mayoría de los trabajadores no quisieron apoyarla, |
pero hubo dos días de manifestaciones y de desórdenes en el centro de
Caracas. Por lo menos veinte personas resultaron muertas. '
Tres días después, el 28 de noviembre, el Ministro de Relaciones Exterio­
res anunció que se había requisado una gran cantidad de armas prove­
nientes de Cuba en las costas de la península de Paraguaná. Afirmó que
las armas provenían de Cuba. El gobierno venezolano refirió el asunto a
la Organización de Estados Americanos (o e a ) la cual, en un informe del !
24 de febrero de 1964, apoyó la reclamación del Ministro de Relaciones j
Exteriores. Venezuela, declaraba el informe, »ha sido el blanco de una
serie de acciones patrocinadas y dirigidas por el Gobierno de Cuba, con la
abierta intención de trastornar las instituciones venezolanas y de derri-
1Regís Debray: Latín America: the Long March. *

168
L a lucha urbana; las elecciones y después

bar el gobierno democrático de Venezuela, por medio del terrorismo, el


sabotaje, el asalto y la guerra de guerrillas^.
Luego de proporcionar detalles de las armas encontradas en la costa
venezolana, el informe describía también el plan de operaciones del
faln :

»La política de agresión del gobierno de Cuba fue confirmada por el


descubrimiento el 4 de noviembre de 1963, por parte de las autori­
dades venezolanas, de un plan de operaciones —el »Plan C ara­
cas»— preparado para la acción subversiva por las llamadas »Fuer-
zas Armadas de Liberación Nacional». Este plan anticipaba el uso
de armas similares en tipo y proporción numérica al cargamento de
armas. E l objetivo del plan era capturar Caracas, para impedir la
realización de las elecciones del i° de diciembre de 1963, y apode­
rarse del país»2.

No es seguro de que en esta etapa el fa ln haya tenido verdaderamente


un plan tan ambicioso. Es posible que los organizadores no tuvieran otra
cosa en mente que el desbaratamiento de las elecciones. Y en esto sólo ha­
bían de alcanzar un éxito parcial.
A pesar de la campaña de boicot, algo asi como el 90 por ciento del
electorado inscrito de 3.300.000 votaron el i° de diciembre. (Todos los
venezolanos do más de dieciocho años no importa el sexo o si no saben leer
y escribir, tienen teóricamente derecho de voto). El Dr. Raúl Leoni, can­
didato de Acción Democrática, obtuvo el 32 por ciento de los sufragios,
más que cualquier otro candidato, y por consiguiente fue proclamado
Presidente. Sin embargo en las elecciones para el Congreso, realizadas
simultáneamente, los sufragios obtenidos por Acción Democrática
bajaron en un 15 por ciento en comparación con las elecciones de 1958.
Leoni asumió el mando el 11 de marzo de 1964, y anunció en su discurso
inaugural, como gesto de reconciliación nacional, que si el Partido Comu­
nista renunciaba a la violencia, se le permitiría reanudar sus actividades
legales.
Los resultados de las elecciones, que demostraron los resultados nega­
tivos de la campaña abstencionista, constituyeron una derrota política
importante para las guerrillas. »En forma muy objetiva», explicaba
' Douglas Bravo más tarde, »debe reconocerse que el triunfo de Acción
Democrática, apoyada por la oligarquía y el imperialismo, fue la pri­
mera gran derrota del movimiento popular»3. El gobierno, escribía
Moisés Moleiro del m ir , ha ganado »una escaramuza en la larga batalla*

*EI N ew York Times comentaba: »Aun cuando se pensaba que se habría recibido de
Cuba otros envíos de armas, el depósito descubierto en la península de Paraguaná es el único
caso confirmado de esta actividad en el hemisferio. Representa el primer caso de evidencia
corroborada a una escala importante de las actividades subversivas cubanas en América La­
tina. El informe señala la primera vez que Cuba ha sido acusada de un acto especifico de
agresión por un organismo de la o e a « .
%Avec Douglas Bravo , p. 43.

1 69
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

por la liberación nacional*4. Las elecciones fueron una derrota para el


movimiento popular, comentó el Comité Central del Partido Comu­
nista, » y nuestro Partido y el f l n comparten esta derrota*6.
Inevitablemente esta derrota política hizo que todos los grupos compro­
metidos en actividades revolucionarias reconsideraran su posición.
Muchos de los que estaban en la cárcel y que disponían de más tiempo
para reflexionar, comenzaron a pensar que sería agradable salir de pri­
sión, y que el término de la lucha guerrillera aceleraría esta posibilidad.
El primer grupo que se dividió a causa de este problema fue el mxr . En
¿rhero de 1964, un mes después de las elecciones, el secretario general del
m ir , Domingo Alberto Rangel, se manifestó abiertamente partidario de
la lucha pacífica. La experiencia había señalado, escribió en una carta
al m ir , que Venezuela no estaba madura para la lucha armada. L a gue­
rra de guerrillas no tenía justificación histórica en Venezuela. Señalaba
que en todo caso la lucha armada, había sido iniciada en forma prema­
tura. Estaba destinada al fracaso porque en la práctica el campesinado
venezolano era tan sólo una reserva estratégica del imperialismo, y no del
movimiento revolucionario. Rangel también llegaba a la conclusión de
que puesto que Venezuela era básicamente una sociedad capitalista y no
feudal, la revolución armada en las ciudades continuaba siendo una vía
de acción más satisfactoria que la guerra prolongada de guerrillas en el
campo.
El análisis que hacía Rangel de lo que ocurría entre el campesinado vene­
zolano era más o menos el siguiente. La población rural, que había sido de
un 70 por ciento en 1941 — y la urbana de un 30 por ciento— había dismi­
nuido considerablemente para el año 1961. El comienzo de la década del
sesenta, la población rural era de sólo el 32 por ciento; el grueso de la
población vivía en las ciudades. Rangel estaba convencido de que era poco
probable que esta tendencia se invirtiera. Existía un escaso potencial
revolucionario futuro en el campo.
Douglas Bravo comentaba este planteamiento de manera diferente:
»$e dice que hoy el 32 por ciento de la población es rural; que el resto
es principalmente urbano. Pero el problema no es tan claro. En
primer lu g ar... L a población flotante de Caracas no puede descri­
birse como urbana, porque los 300.000 hombres que viven en las cho­
zas en los alrededores de Caracas traen consigo a la ciudad hábitos y
costumbres típicamente campesinos. Aun cuando llegan a una ciu­
dad como Caracas, con un millón y medio, casi dos millones de habi­
tantes, de todos modos traen estas características consigo. Ha sido
imposible librarlos de su mentalidad campesina, rural. Aparte de
esto, esta gente está cesante, no trabaja, no ha entrado todavía a
la industria y no puede describirse como clase obrera; algunos

‘ Moisés Molciro, £ 7 m i r en Venezuela, p. 194.


'Resoluciones aprobadas por el vi Pleno del Comité Central del Partido Comunista Vene­
zolano; citadas en Punto Final, N° 45, 2 de enero de 1968.
L a lucha urbana; las elecciones y después

sociólogos hasta le han dado un nombre especial, porque no perte­


nece a la clase campesina ni a la clase obrera; nunca ha tra­
bajado en una fábrica y en algunos casos no se los clasifica como
cesantes. Así podemos decir que las características que traen consi­
go a la ciudad dependen del tipo de población marginal en que vi­
ven: sin condiciones higiénicas, alcantarillado o agua potable,
etc*6.

La carta de Rangel escrita en la cárcel, provocó una grave crisis interna


en el m i r . Fue inmediatamente reemplazado como secretario general
por Simón Sáez M érida, pero el cambio de dirección no puso término a la
discusión de los problemas que éste había planteado.
En un comienzo los comunistas no apoyaron la tesis de Rangel. En un
artículo publicado en enero de 1964 el mismo mes que la carta de Rangel
al m i r , Pompeyo Márquez, miembro de la Comisión Política del Parti­
do Comunista y Secretario General interino del Partido durante la pri­
sión de Jesús Faría, explicó la posición del Partido:

«Dentro de las distintas formas de llevar adelante la lucha armada


debiéramos colocar especial énfasis en la lucha guerrillera; organi­
zaría, prepararla y desarrollarla a nivel de las exigencias políticas
actuales; combinarla con la lucha urbana y con las crisis militares,
con la acción masiva y la propaganda**7.

Pero ese mismo mes, Pompeyo Márquez fue capturado por la Digepol y
encarcelado6. De allí en adelante los comunistas comenzaron a desplazar­
se gradualmente hacia una posición contraria a la lucha armada. Lo que
en 1964 comenzó como una simple crítica de la política en relación con las
guerrillas como la forma principal de conducir la lucha política contra el
régimen, se transformaría en 1967 en una oposición franca a la idea de con­
fiar de algún modo en las guerrillas. En un mensaje al pueblo venezolano
publicado por el Comité Central del Partido en mayo de 1967, se puso
énfasis en que el término de la lucha. Era algo que se podía negociar con
el gobierno:

»La situación que dio comienzo a la lucha armada no ha cambiado fun­


damentalmente. M iles de venezolanos permanecen detenidos ilegal­
mente, la represión sigue, la persecución de los patriotas de pensa­
miento más claro continua, todavía existe la discriminación con­
tra las organizaciones de masas, no oficialistas y todavía siguen
vigentes las políticas de entreguismo a los intereses imperialistas...

6Mario Menéndez Rodríguez, Venezuela: Douglas Bravo , Sucesos (México), 24 de diciem­


bre de 1966.
7Pompeyo Márquez, »Necesidad de Fortalecer la unidad del movimiento revolucionario**.
citado por Fabricio Ojeda en Hacia el poder revolucionario , p. xxv.
A

Sólo escapó de la cárcel a comienzos de 1967. v

'7'
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Desde el i° de diciembre ha habido una pausa en la lucha, que nues­


tros enemigos parecen haber interpretado como signo de debilidad
y no como una movida destinada a demostrar nuestro pensamien­
to de que las vías pacíficas no están definitivamente cerradas.
Nosotros los comunistas una vez reiteramos ante el país: si se declara
una aministía total, si se restablecen las libertades públicas, si se re­
pone el derecho a la acción legal de los partidos proscritos, si los
oficiales encarcelados o exiliados a causa de sus posiciones nacio­
nalistas son readmitidos en las Fuerzas Armadas con plenos dere­
chos, entonces las luchas políticas del país pueden encaminarse
hacia rumbos pacíficos»9.

La decisión de la directiva del Partido Comunista y del m ir de moderar la


lucha guerrillera fue recibida con muy poco entusiasmo por los propios
guerrilleros. Los que realmente habían estado en los campos fusil en
mano veían las cosas en forma muy distinta a los que habían perma­
necido en la ciudad, en la prisión o en la clandestinidad. Douglas Bravo
comentaba amargamente:

»E1 movimiento revolucionario se encontró entonces ante una gra­


ve crisis. Los dirigentes del Partido Comunista y del mir que si­
guieron esta línea no estaban en contacto con lo que sucedía en
Venezuela y no estaban a la cabeza de unidades militares. De
hecho, muchos de ellos estaban presos, y esto les hizo dar mayor
peso a sus problemas personales que a los problemas políti­
cos del pueblo venezolano. Y podríamos decir que la derrota del
movimiento guerrillero, que el Gobierno no había podido ob­
tener por la vía militar, casi la desencadenó la directiva con su
política derrotista»10.

Los guerrilleros reafirmaron su fe en el futuro de la guerra de guerri­


llas porque durante 1963, cuando el movimiento urbano fue más seve­
ramente reprimido, habían logrado sobrevivir en el campo sin con­

* Mensaje del Comité Central del Partido Comunista de Venezuela al pueblo venezolano ,
mayo de 1964. Citado en «Itinerario de una Traición*, Punto Final, N® 45, 2 de enero de
1968. Sin embargo 1964 fue una época muy confusa con auténticas divisiones dentro de las fi­
las comunistas. £duardo Gallegos Mancera, por ejemplo, miembro de la Comisión Polí­
tica que en agosto encabezó una delegación del Comité Central a Pekín, le expresó a los chi­
nos que »La lucha armada es la principal forma de lucha actualmente en Venezuela...
Nuestro Partido ha llegado a una decisión definitiva sobre este problema. Empleamos la
violencia revolucionaria contra la violencia contrarrevolucionaria. Estamos decididos a
conquistar la libertad. Las vías legales de liberación están todas bloqueadas, y tenemos
que empuñar las armas y proseguir la lucha. Sólo a punta de fusil podemos obligar al impe­
rialismo de e e .u u . a abandonar Venezuela, la que considera como rico botín*. Citado en
Armed struggle — the mam jorm of struggle in Venezuelan Revolution, Peking R eview , 4 de
septiembre de 1964.
10Avec Douglas Bravo, p. 44.
L a lucha urbana; las elecciones y después

tactos vitales con las ciudades. »Esto demostró**, ha escrito Debray


»que los puentes entre el fln y los destacamentos rurales del fln po­
dían cortarse sin que éstos últimos dejaran de crecer y se convirtieran
en autosufíciente*11.
Puesto que la directiva urbana no tenia donde huir, continúa, excepto
a las zonas donde las guerrillas rurales habían creado ciertas condicio­
nes de seguridad, »la fusión entre la directiva política y la acción mili­
tar se pudo realizar ahora en base a los focos«. Esto, naturalmente fue
lo que sucedió en Cuba, donde a menudo un hombre buscado se halla­
ba más seguro en la Sierra Maestra que en L a Habana.
Debray en realidad da una visión mucho más optimista de lo que había
sucedido en los campos venezolanos en 1963, que la dada por los miem­
bros del m i r y del Partido Comunista que querían ver el término de la
lucha armada:

^Cualquiera que hubiera ido a los frentes rurales antes de las eleccio­
nes podría dar testimonio de la estrategia de Douglas Bravo en
Falcón, y de Urbina y Gabaldón en Lara: la lucha guerrillera en
profundidad, que tomaba más bien formas políticas que milita­
res. L a creación paciente de células de apoyo entre los campesi­
nos de cada caserío o pueblecito, la tarea diaria de propaganda
y contactos, el cultivo de nuevas tierras en la selva, la campaña
metódica para lograr la alfabetización entre los combatientes
y los campesinos, las redes de abastecimiento y de información;
toda esta labor de organización política culminó con la
creación de una base revolucionaria fija con su escuela, su propia
jurisdicción y su propia central de radio (ya establecida en
Falcón*12.

Este estado de confianza que parece haber prevalecido en las áreas ru­
rales era muy distinto al derrotismo existente en las ciudades. En
julio de 1964, en el Distrito de Bachiller en el Estado de Miranda,
apenas a una hora de camino hacia el este de Caracas, un nuevo foco gue­
rrillero entró en acción. L a zona, escribe Debray, »había sido objeto
de acciones clandestinas (instalación de una infraestructura social,
económica y política sobre la base de las condiciones existentes),
mucho antes de la iniciación del centro guerrillero propiamente
tal*13.
Posteriormente, »una importante ofensiva militar, acompañada de
incursiones desde B 2 5 , fue lanzada contra todas las zonas guerrilleras,
después de la cual el Gobierno una vez más anunció la liquidación de
»bandas de civiles armados*. Pero el hecho es que los frentes no sólo se

11Regis Debray, Latín America: the Long March .


lfRegis Debray,. Algunos problemas de estrategia revolucionaria .
IJRegis Debray, Latín America: the Long March .
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

mantuvieron firmes, sino que se hicieron más fuertes y más numero­


sos# .
Por su conocimiento personal y sus preferencias ideológicas, Debray
es un testigo bastante parcial con respecto a los acontecimientos ve­
nezolanos de 1963 y 1964, y su testimonio es muy similar al de Adolfo
G illy respecto de la situación de las zonas rurales de Guatemala.
Ambos parecen haber mirado el potencial revolucionario de las
áreas rurales a través de anteojos color de rosa. A pesar de ello, lo cier­
to es que durante este período los revolucionarios rurales habrían te­
nido mayor éxito que los de la ciudad, y este factor jugó un papel impor­
tante en la prolongada y acalorada discusión sobre acción rural vs.
acdón urbana.
Domingo Alberto Rangel era partidario de la acción urbana, en gran
parte a causa de que Caracas era una ciudad extremadamente radica­
lizada que en muchas ocasiones había manifestado su repudio a
Acción Democrática. Las zonas rurales, por otra parte, en gran medi­
da estaban en manos del partido de gobierno, que había dedicado
mucho tiempo y esfuerzo a la acción proselitista entre el campesina­
do. A primera vista, por lo tanto, la acción urbana parecía más adecuada.
Pero presentaba sus bemoles. £1 escritor norteamericano, Jo h n Ge-
rassi, entonces corresponsal de la revista Time en América Latina,
cree que la táctica del fa ln en las ciudades era básicamente errada.
Esta táctica, escribe:
»tenía como finalidad 'polarizar’ a la población a través del terro­
rismo; pero desgraciadamente para el f a l n , este terrorismo es­
taba mal encaminado. Durante más de un año y medio tuvo co­
mo blanco a los policías, »símbolo$ de la opresión«. Pero ¿qué es
un policía? En cualquier país, pero especialmente en los subde­
sarrollados, el policía es el hombre que no puede hallar un traba­
jo respetable. Proviene de los estratos más bajos de la sociedad
y, por lo tanto, posee lazos familiares muy estrechos. Como las fa­
milias pobres son numerosas, el policía en Venezuela segura­
mente tiene muchos hermanos, y quizás cuántos primos. Una vez
que se lo convierte en víctima, se olvidan rápidamente su bru­
talidad y su arrogancia. Ya no es un símbolo del gobierno. Por
eso, con la política de »mate un policía al día« — política que el
fa ln mantuvo con éxito durante más de 500 días— no sólo se mal­
quistó con miles de personas de los estratos más bajos de la socie­
dad, sino que convirtió al policía en una víctima. No es de extra­
ñarse entonces que cuando el fa ln solicitó a la población que
boicoteara la elección de Leoni, sufriera una aplastante derro-

,4John Gerassi, Latín America —the next Vietnam, Viet Report (New York), enero/feb.
1967. Si el f a i .n se hubiese planteado la pregunta «¿Quién es nuestro verdadero enemigo?»
L a lucha urbana; las elecciones y después

Debray, en su detallada crítica de la guerra de guerrillas urbanas tal co


mo era practicada en Venezuela, centra su atención en sus desventa
ja s desde el punto de vista militar:

«Porque operan en una zona fija y naturalmente limitada, es fá­


cil restringir el movimiento de las guerrillas urbanas. En efec­
to, no pueden elegir el lugar ni la hora. El guerrillero se ve obli­
gado a combatir de noche (las calles de los ranchos tienen muy po­
ca iluminación) para garantizar a los combatientes una relati­
va seguridad de no ser identificados, — aunque esto puede obviar­
se cambiando los grupos entre zonas vecinas a fin de evitar el
riesgo de los soplones, y para garantizar la seguridad de los ha­
bitantes. Las calles premeditadamente desiertas provocan un
menor número de víctimas inocentes, aunque siempre hay algu­
nas, ya que las balas atraviesan los delgados tabiques de cartón o
de madera de las viviendas. L a oscuridad permite a las fuerzas
populares aprovechar al máximo los factores que obran a su fa­
vor como por ejemplo, el conocimiento del terreno, movilidad,
y lo difícil que es para el enemigo usar armas de gran calibre.
Por otra parte, el día permite que las viviendas sean registradas,
y el acordonamiento de áreas enteras y la realización de repre­
salias masivas. En lo que respecta a la elección de terreno, resul­
ta prácticamente imposible el desplazamiento de grupos ar­
mados dentro de la ciudad, donde las grandes avenidas están estre­
chamente vigiladas, para lograr tomar un cuartel o un destaca­
mento militar por sorpresa. Una maniobra de este tipo implica
demasiados riesgos, porque resulta demasiado fácil intercep­
tar las líneas de retirada. Por lo tanto los guerrilleros deben obli­
gar a las fuerzas represivas a combatir en los cerros fuera del am­
biente al que están acostumbradas. Después de un tiempo, éstas úl­
timas se dan cuenta de la trampa y se niegan a salir, y prefieren
dejar los ranchos en manos de las guerrillas por la noche, antes que

continúa Gerassi, «habría llegado rápidamente a la conclusión de que no eran los «pacos*.
£1 enemigo de Venezuela, según el raciocinio del f a l n , ni siquiera puede ser Betancourt
o Leoni, puesto que estos hombres son títeres de la dominación económica norteamericana.
La única respuesta, por tanto, tenía que ser: Estados Unidos. «Se necesitaron largas dis­
cusiones para que finalmente lo manifestáramos en voz alta*, me dijo un representante del
fa ln en Londres hace unos meses, «Siempre lo habíamos sabido, pero nos era difícil acep­
tar nuestra propia lógica. Si decíamos que nuestro verdadero enemigo era Estados Uni­
dos y que por lo tanto nuestro lema debería ser «mate un norteamericano al día*, y lo ponía­
mos en práctica, temíamos perder el apoyo del movimiento radical norteamericano. Aho­
ra sabemos que los radicales norteamericanos no van a hacer jamás la revolución por noso­
tros, no pueden hacerla, pero necesitábamos el ejemplo del pueblo vietnamita para que,
movidos por un sentimiento de vergüenza, llegáramos a aceptar nuestras propias conclu­
siones* .
Gott / L as guerrillas en Am érica Latina

perder una docena de hombres en cada refriega. Se puede em­


plear todo tipo de estratagemas para tratar de atraer los desta­
camentos de la policía y del ejército a los ranchos, entre ellas la
falsa alarma: una potente bomba hace explosión justo en un ran­
cho donde aparentemente reina la calma; cuando la columna de
soldados llega a investigar, caen en una emboscada. Pero el fac­
tor esencial es que las guerrillas están limitadas a los ranchos y la
táctica del gobieno es obvia: estacionar al ejército y a la policía
en los ranchos en tal cantidad que no vale la pena atacarlos. Es
verdad que durante la primera etapa de la lucha tuvieron que eva­
cuar todos los puestos de policía de los barrios obreros —los enor­
mes bloques de departamentos de Urdaneta, Simón Rodríguez y
23 de enero— así como de los ranchos. Pero muy luego el ejército y la
guardia nacional instalaron nidos de ametralladoras en diver­
sos puntos clave: en los techos, en las bocacalles y en los lugares
altos, con lo que prácticamente pusieron fin a los combates urba­
nos. La vida de un militante es demasiado valiosa para desper­
diciarla en sacrificios inútiles, y felizmente los revoluciona­
rios no poseían un falso sentido del honor: los venezolanos no
Llegaron a atacar*15.
No obstante, por el hecho de que sus principales dirigentes se halla­
ban en prisión, la principal actividad desarrollada por los comunis­
tas durante 1964 y 1965 estuvo más bien dirigida a obtener su liber­
tad que a promover el terrorismo urbano. En junio de 1964 se formó
un Comité Nacional Pro Amnistía de los Presos Políticos, el que contó
con un considerable apoyo fuera de las filas del Partido y del m i r . Al
año siguiente, en junio de 1965, se organizó en Roma una «Conferen­
cia europea para la amnistía de los presos políticos y para las liberta­
des democráticas de Venezuela*, auspiciada por los comunistas.
Por esta época, el Partido Comunista italiano demostraba un inte­
rés inusitado en América Latina, lo que hizo pensar a ciertos observa­
dores que la Unión Soviética estaba utilizando a los italianos más
bien que a los cubanos como su principal intermediario con los Parti­
dos Comunistas del Continente1*. Quizás estas especulaciones ha­
brían quedado prácticamente en nada si el 4 de abril de 1965 no hubie­
se sido arrestado en el Aeropuerto de Caracas, un distinguido comu­
nista italiano, el Dr. Alessandro Beltramini, en compañía de una
dama que no era su esposa. Oculta entre sus vestimentas se les encon­
tró una suma cercana a los trescientos mil dólares. El Ministro del In­
terior de Venezuela, Gonzalo Barrios, anunció que actuaban como co­
rreos del Partido Comunista italiano, y que el dinero estaba »desti-

lsRegis Debray, Latin America: The Long March, pp. 46*7.


‘"Daniel James, Crowing role is seen jo r Itahan Commumsts: Moscow's men in hemis-
phere , Latin America Times, 19 de agosto de 1965.
L a lucha urbana; las elecciones y después

nado a ayudar al Partido Comunista Venezolano en una vasta cons-


piración«.
Curiosamente, aunque el dinero fue confiscado, estas personas nunca
fueron sometidas a proceso, lo que indujo a algunas personas a creer
que su papel no fue en realidad financiar la revolución, sino más bien
reforzar a aquellos elementos del Partido, que eran partidarios de
poner término a la lucha armada. Esto también convenía al gobierno.
Influida o no por el dinero italiano, la campaña de amnistía realizó al­
gunos avances, y el Partido Comunista se volvió cada vez más crítico
de la lucha armada. Esta posición afectó al fln , que publicó un nuevo
Programa de Acción durante este período, que ponía énfasis en otras
formas de actividad fuera de las militares:
La lucha, anunció el fln , sería prolongada; por lo tanto había que for­
mular una estrategia de objetivos a largo plazo. La lucha armada se
centraría en fortalecer los frentes guerrilleros rurales, porque éstos
ofrecían las condiciones más favorables para una lucha defensiva a
largo plazo y proporcionaban zonas liberadas desde las cuales se po­
dían lanzar operaciones ofensivas.
En las ciudades, la labor política se centraría en ir hacia la gente de
los barrios y los obreros de las fábricas, a fin de organizados y ayudar­
los en sus reivindicaciones y necesidades transitorias más inmedia­
tas. Se emplearían todos los medios legales y semilegales posibles. La
labor política en los centros urbanos estaría dirigida principal­
mente a crear un respaldo para la lucha guerrillera que se desarrolla­
ba en el interior del país17.
Ya para el Séptimo Pleno del Comité Central del Partido, realizado
en abril de 1965, los comunistas se habían convencido por fin de que en
el futuro debían dar prioridad a la oposición legal por sobre el terroris­
mo urbano o las guerrillas rurales. El documento publicado en esta
ocasión por el Comité Central analiza en forma muy clara los errores co­
metidos anteriormente:

»i. Todavía existen ideas militaristas en la forma en que se lleva


adelante y se apoya la guerra revolucionaria. El predominio de
los aspectos militares por sobre los aspectos políticos reduce
al absurdo el precepto »la política dirige al fusil«. Estas son po­
siciones militaristas y burocratizantes que debemos comba­
tir duramente, y que juegan un papel en las posiciones sectarias
adoptadas en la presentación y desarrollo de nuestra lucha ar­
mada. No hemos logrado la aceptación ni la realización de la
ludia armada como una solución para el pueblo en su totalidad,
como una lucha del país entero contra el imperialismo y sus acóli­
tos dentro del país. Hasta aquí, la guerra revolucionaria ha apare-

l7Citado por James D. Cockcroft y Eduardo Vicente en Venezuela and the faln since
Leoni. Moníhly Review, noviembre de 1965.

17 7
G o tt / L a * guerrilla* en Am érica Latin a

cido como una lucha sectaria realizada por una vanguardia. Es


fundamental superar este fracaso de la lucha revolucionaría
armada» si queremos convertirla en una guerra popular.
2. L a lucha armada no ha contado con un cuartel general nacional,
con libertad para actuar tanto en las esferas políticas como mili­
tares, que cuente con la confianza y el respeto del movimiento,
coordine la lucha, centralice los planes de acción, y sirva de enla­
ce entre los sectores urbanos y rurales.
3. Todavía existe una falta de coordinación dentro del faln ; no se ha
logrado reunir a las diversas unidades armadas en un solo orga­
nismo bajo un comando único. Todavía las unidades son dirigi­
das y conducidas separadamente.
4. Muchas de las dificultades que han surgido durante el desarro­
llo de la lucha armada tienen relación con la carencia de cuadros
calificados que encabecen las distintas unidades.
5. Las tentativas de resolver los problemas relacionados con arma­
mentos y comunicaciones, se han realizado a una escala dema­
siado pequeña y poco productiva, lo cual ha impedido modifi­
car la escala de la lucha armada. Todavía hacemos frente con
una potencia de fuego débil a un enemigo poderoso y bien equipa­
do.
6. Existen grandes defectos en las unidades de combate urbano.
El estado de las u tc y su nivel de actividad han experimentado
una baja notoria. No se han aprovechado los períodos de tregua
para crear nuevas unidades, para elevar el nivel político y técni­
co de los combatientes, asimilar las experiencias anteriores,
etc. Todo esto demuestra la debilidad de nuestra acción en la reta­
guardia enemiga.
7. Exitos aparte, todavía las unidades guerrilleras presentan múlti­
ples defectos: debilidad ideológica y política de los comandan­
tes y hombres, falta de disciplina militar, la continuación de las
operaciones de hostigamiento, tendencias militaristas y per­
sonalistas, falta de operaciones de aniquilación que nos propor­
cionarían armas y equipos e infligirían bajas reales al enemigo, fal­
ta de conocimiento y de práctica en el uso de las armas del pueblo.
8. Trabajo especializado realizado en forma débil y ad hoc.
9. El entrenamiento del partido y de la juventud para la guerra revo­
lucionaria aún es lento. No se incorpora un número suficien­
te de personas a las tareas bélicas. No hay una cooperación acti­
va con las guerrillas. Ha fracasado por completo el desarrollo
de unidades paramilitares y milicianas que sirvan de reserva y
como fuerzas auxiliares al f a l n , etc. Luego de tres años de lucha ar-

.78
G uerrillas versus Comunistas

mada, no hemos logrado producir un impacto ni organizamos


para la lucha revolucionaria armada*1*.

Naturalmente, los partidos comunistas están acostumbrados a la


autoflagelación; la franqueza para confesar los errores cometidos,
puede resultar una característica bastante atrayente. Sin embargo,
esta denuncia de la forma como se llevaba a cabo la guerra de guerrillas
en Venezuela, claramente sobrepasaba los límites de lo necesario.
Su propósito era revelar a aquellas personas que podían estar consi­
derando la lucha armada no sólo las deficiencias de los que habían es­
tado luchando y organizándose durante los últimos tres años, sino
que las deficiencias de la guerra de guerrillas como tal. Este era el aspec­
to de la táctica comunista que provocaba la indignación de los gue­
rrilleros. Podían llegar a aceptar las críticas, pero no estaban dispues­
tos a aceptar que la estrategia total era equivocada.

^Resoluciones del Séptimo Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Vene­
zuela, publicado en Principios, (Santiago de Chile) N° 5, julio-agosto 1965. Sobre este mis­
mo tema véase además un documento del f a l n titulado Our Errors , publicado en Studies
on the Left, noviembre de 1964.

Capítulo seis
G u e r r il l a s v e r s u s c o m u n is t a s

El marcado cambio en la línea oficial del Partido Comunista durante


1964-65, produjo una reacción inmediata en las guerrillas y entre los
que no veían un motivo valedero para abandonar la estrategia de la
lucha armada. En Venezuela no ha habido nunca un Partido Comu­
nista prochino, pero las disputas que se suscitaron durante este pe­
ríodo entre las guerrillas y los comunistas se asemejan a primera
vista a la pugna que existe en otros lugares del continente, y en reali­
dad en el mundo entero, entre los «revisionistas* y los partidarios de
una actitud más agresiva frente a la amenaza imperialista.
Ya en octubre de 1964, Douglas Bravo y el Comité Regional del Parti­
do Comunista de las sierras de Falcón, habían elaborado una estrate­
gia titulada «Insurrección Conjunta**, que se oponía a la línea oficial.

»La insurrección conjunta**, explicaba, »o la guerra combinada,


como algunas personas prefieren llamarla, es una línea estraté­
gica que partiendo de una apreciación objetiva de nuestra lucha
de liberación, reconoce y utiliza los factores de insurrección a
corto plazo así como las constantes de la guerra larga que se entre­
tejen simultáneamente en nuestro país*1 .

‘Carta de Douglas Bravo al Comité Central del Partido Comunista de Venezuela, octubre
de 1965; citada en Hacia el poder revolucionario de Fabricio Ojeda, p. xnt.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Esta no era la estrategia dinámica de la »guerra larga« que surgiría


más adelante, pero ya mostraba una diferencia significativa respec­
to a la línea propugnada por la directiva del Partido Comunista. Y
durante 1965, se hicieron más intensas las contradicciones entre estas
dos posiciones.
Temeroso de que sus planteamientos sólo fuesen conocidos por la C o­
misión Política del Partido y no llegaran a conocimiento de las ba­
les, Douglas Bravo bajó de la Sierra a mediados de 1965 para trabajar
en Caracas. Como la Comisión Política no compartía sus ideas y con­
trolaba estrictamente las publicaciones del Partido, le era difícil
hacerse oir. Fastidiado por la forma como lo había recibido la jerar­
quía del Partido, en octubre de 1965 escribió una larga carta dirigida
al Comité Central, detallando sus planes y sus motivos de queja 1

»He decidido dirigirme a nuestro más alto organismo, después de


reflexionar fría y calmadamente sobre los problemas que
aquejan al movimiento revolucionario. L a mayoría de los
puntos que plantearé fueron presentados' a la Comisión Política
en los cinco meses que he permanecido a q u í...«
Comienza con una crítica al sistema de trabajo del f l n :
»E1 fln no existe como verdadera combinación de todas las fuerzas
políticas que luchan por la libertad de nuestro país. Es decir, no
existe como instrumento orgánico, nacional o local, ni es la ca­
beza político-militar de la Revolución. No existe como equipo
de mando ni está estructurado entre el pueblo como organismo
político. Es verdad que se han llevado a cabo diversas tentati­
vas, es decir que en algunos lugares del país ha asumido su verda­
dero papel, pero en la mayoría de los casos el fln es un instrumen­
to amorfo, que no participa en las tareas de la guerra y la mayo­
ría de cuyas decisiones importantes tienen relación con proble­
mas parlamentarios. Si queremos conducir nuestra guerra de li­
beración al éxito, es fundamental crear este instrumento, que
será el que en forma categórica otorgue a nuestra lucha el apelati­
vo de guerra popular, guerra de liberación, en lugar de ser una
guerra de vanguardia«.

Continuaba luego con una crítica a los partidos políticos que ante­
riormente apoyaron a las guerrillas:

»EI pc v y el mir no han reemplazado sus viejas estructuras por


nuevas estructuras de organización. Puesto que ya dedican su
atención a las zonas económicamente estratégicas, estos parti­
dos deben enfatizar estas zonas, como por ejemplo, las zonas del pe­
tróleo y del hierro y la zona de Caracas. Pero las zonas militarmen­
te estratégicas, como las que rodean los frentes guerrilleros,
G uerrillas versus Com unistas

deben ser objeto de una atención preferencia! por el hecho de que


es allí donde nuestros partidos 9on más débiles y es allí donde cons­
truiremos el más sólido Ejército Popular. Debemos dejar clara­
mente establecido que al hacer esta declaración no confundi­
mos el Ejército Popular con un ejército básicamente campesi­
no, como ha sucedido en otros países. En nuestro caso, el escena­
rio principal de la guerra para la formación de nuestro ejército y
para la destrucción de la fuerza militar enemiga — las zonas rura­
les— serán el principal teatro de operaciones; pero puesto que nues­
tra población rural constituye sólo el 28 por ciento de la población
total, difícilmente podemos describir nuestra lucha de libera­
ción como de base campesina o principalmente de base campesi­
na. /
Por esta razón el papel de las ciudades y la responsabilidad que
tienen en la estructuración de nuestro Ejército Popular a través
de la ayuda a las guerrillas rurales en todas sus formas es de impor­
tancia primordial. El f l n , los partidos y demás organizaciones
que participan en él, deben emprender tareas legales o ilegales,
políticas o militares, presentar peticiones, etc., en las zonas
donde los frentes guerrilleros están avanzando...«
No conforme con detallar los errores de los partidos políticos,
Douglas Bravo ataca abiertamente la actitud de la jerarquía del Parti­
do Comunista:
»Para ustedes, camaradas del Comité Central, no es ningún secreto
que estas fallas y errores pueden verse en la forma más clara dentro
de nuestra Comisión Política. Llevamos adelante la lucha de
opiniones en forma tal que los métodos leninistas de trabajar no
existen. Hemos llegado al punto en que la libre expresión es
coartada. La fraternidad ha desaparecido. Las reuniones se
realizan en un ambiente tan hostil que producen una tensión per­
judicial que obstaculiza la labor directiva. Podemos agregar
a esto la falta de coordinación política y organizativa entre no­
sotros, los miembros de la Comisión Política**.
Lo que debe hacerse ahora, continúa Bravo, es ampliar lo que ha sido
una simple lucha de guerrillas para transformarla en una guerra popu­
lar:

«Cuando las masas comienzan a ponerse al servicio de la lucha ar­


mada, la revolución asume otro carácter; la guerra de vanguar­
dia abre paso, en forma y contenido, a la guerra popular.
Llevar a las masas a la lucha armada no significa abandonar la
lucha reivindicativa o las demás tareas de masas. Por el contrario, la
forma de organizar y de movilizar al pueblo es por medio de la
G o tt / L a s guerrillas en Am érica Latina

lucha por sus reivindicaciones, la lucha por sus intereses. En cada


sector de la población existen problemas cuya solución unificará
a estos sectores y los movilizará en forma masiva. Nuestro papel
es encontrar estos puntos de coincidencia y utilizarlos política­
mente para que se transformen en la mecha que hará estallar los
problemas sociales. Por ejemplo, muchos desórdenes estudian-
/tile s, que comenzaron planteando demandas específicas, se
han transformado en magníficas luchas políticas. Muchas de las
»tomas de terrenos**, durante el último gobierno también
fueron más allá de las reivindicaciones sociales y económicas ori­
ginales y se transformaron en útiles manifestaciones políti­
cas contra el gobierno y aún contra el sistema. Lo principal es or­
ganizar y armar ideológicamente a las masas y movilizarlas, co­
menzando por los intereses específicos que les son propios,
elevando siempre la naturaleza política de sus acciones hasta
que estén tan profundamente comprometidas en esta lucha que
al poner en claro los fines de la lucha armada, las masas se incor­
poren por último directamente a ella. Porque, tarde o tempra­
no, los diferentes sectores se darán cuenta que nuestra guerra es
justa. Verán que en la práctica, la vía no armada a la liberación
económica y política de nuestro país se va cerrando».

Finalmente, Douglas Bravo plantea su concepto de acción revolucio­


naria combinada con una guerra prolongada. Las ciudades, concluía,
estaban maduras para la acción inmediata, pero la naturaleza de la
lucha contra el imperialismo significaba que la guerra muy prolon­
gada en los campos seguramente sería el curso que tomaría la libera­
ción nacional:

»Los elementos revolucionarios pueden resumirse como sigue:


1 . Política, militar y económicamente, las zonas urbanas confor­
man el centro principal del potencial enemigo; más del 70% de la
población total vive allí.
2. En las zonas urbanas el movimiento revolucionario también
tiene su mayor potencial de recursos políticos y organizati­
vos, tradiciones de lucha, influencia de masas, etc.
3. Por estas razones la zona urbana, particularmente la capital,
es el punto más sensible para la confrontación de todas las contra­
dicciones; en primer término, las propias contradicciones inter­
nas del enemigo; y en segundo lugar, las contradicciones entre ellos
y nosotros. Nuestras acciones urbanas provocan una repercu­
sión aún mayor a corto plazo que nuestras acciones en el campo.
Este es un hecho temporalmente cierto que superaremos a medi­
da que los movimientos guerrilleros tengan éxitos y se desarro-
G u errillas versus Com unistas

lien. Pero lo aprovecharemos en el presente, aumentando el en­


trenamiento técnico de nuestra u t c y preparando el movimien­
to revolucionario urbano de modo tal que siempre esté prepara­
do para aprovechar los elementos insurreccionales que puedan de­
sembocar en brotes revolucionarios o en un avivamiento de la
crisis permanente.
Las posibilidades de éxito a largo plazo pueden resumirse como si
gue:
1. Los recursos de poder, el potencial militar y económico, y el
apoyo interno y externo que el imperialismo presta al enemigo,
lo hace temporalmente más fuerte estratégicamente que nosotros.
2. Dados nuestro potencial económico, la naturaleza estratégi­
ca de nuestras materias primas, nuestra posición geográfica e his­
tórica, el precedente establecido por la Revolución Cubana,
la agresividad del imperialismo hacia los Movimientos de Libe­
ración —demostrados hoy por los torpes ataques a Santo Óomin-
go y al Vietnam— y la actual crisis de unidad en el campo socialis­
ta, nos vemos obligados a preparar el movimiento revoluciona­
rio para una prolongada guerra de liberación^ porque el enemigo
no está dispuesto a dejar escapar su presa sin una lucha franca,
tanto económica como militar***.

Douglas Bravo recibió una respuesta al mes siguiente, en noviembre


de 1965, bajo la forma de un documento del Comité Central firmado
por Pompeyo Márquez, Teodoro PetkofF, Freddy Muñoz, Guillermo
García Ponce y los hermanos Machado, Gustavo y Eduardo. En este
documento, los dirigentes comunistas fueron más lejos que nunca
antes en sus recomendaciones para que las guerrillas llegaran a su tér­
mino:
«Primero. Han habido ciertos cambios que obligan al movimiento revo­
lucionario a revisar ciertos aspectos de su táctica, especialmente en
relación con la lucha armada.
En lineas generales, la situación es la siguiente: la lucha armada ha ex­
perimentado una serie de golpes y se ha debilitado. En este momen­
to el movimiento revolucionario no está en posición de enfrentar a
sus enemigos abiertamente y de frente. La sección armada del partido
ha sido gravemente dañada. L a represión sangrienta y brutal afecta
la capacidad del movimiento revolucionario para organizar, unir
y movilizar a las vastas masas y dar una respuesta adecuada a la política
del gobierno.
A causa de los continuos retrocesos y reveses que ha sufrido y a causa de
su propia debilidad —que impide el éxito de la acción— se deben tomar

*Carta de Douglas Bravo, op. cit. pp. Una versión francesa de esta carta aparece
x ii -x x i .
en Arec Douglas Bravo dans les maquis rénézuéhens, \1 áspero, 1968.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

las medidas adecuadas para salvaguardar su efectividad si la lucha arm a­


da no ha de abandonar el papel que ha jugado hasta hace poco, cuando le
ha dado a las masas motivos para creer que se avecinaban cambios revo­
lucionarios. De hecho ya no juega este papel y su futuro depende de las
medidas que adoptemos hoy«.
Las acciones armadas débiles, que sólo repiten operaciones ante­
riores similares, sin avanzar en forma realmente significativa:
a) Obstaculizan la acción política y el reagrupamiento de las fuerzas en con­
tra de los gorilas de Betancourt.
b) Permiten a la camarilla gorila de Betancourt mantener sus alianzas.
c) Actúan como freno para impedir una descomposición más rápida de
la »base amplia».
d) Destruyen el convencimiento y la fe en la estrategia general adecuada
para el movimiento revolucionario, cuya base fue establecida por el T e r­
cer Congreso del pcv y posteriormente enriquecida en los sucesivos ple­
nos del c c .
Segundo. A consecuencia de esto el Partido debe retirarse del frente
militar y recomendar la suspensión de la acción armada a fin de ayudar a
reconstruir sus fuerzas y prepararlas para una nueva etapa revoluciona­
ría, la cual desde el punto de vista operacional, debiera incluir a un núme­
ro mayor que el que ha incluido hasta aquí.
Hasta que se produzca un total restablecimiento y hasta que se pro­
duzcan ciertos avances en el reclutamiento de nuevas fuerzas y en el re­
agrupamiento de los sectores nacionales, deben cesar todas las opera­
ciones del FALN-
Este retiro militar debe ir acompañado de una política ofensiva que nos
permita cubrir nuestra retirada, disminuir las presiones represivas y re­
tomar la iniciativa política.
En resumen, ésta no es una nueva tregua, sino que algo más fundamen­
tal. Es una tentativa de cambiar temporalmente el curso de la lucha, es
decir, suspender la acción de las guerrillas y de las u t c , y colocar en p ri­
mer término los movimientos políticos»3.
/ Hacia fines de 1965, quedó claro, por lo tanto, que no existía, ni podía
¿ existir, terreno común entre Douglas Bravo y los comandantes guerrille­
ros y la jerarquía comunista. Por consiguiente, en diciembre los tres
miembros del Cuartel General del fa ln que por casualidad no se ha­
llaban en prisión o en el exilio, organizaron una reunión de todos los
comandantes guerrilleros de los diversos frentes, con miras a trazar un
plan de acción para el futuro. En esta reunión se tomaron los siguientes
acuerdos:
En primer lugar, reorganizar la directiva del f a l n . Douglas Bravo sería
el Comandante en Je fe y los demás líderes guerrilleros serían miembros
del comité directivo, sobre la base de que los que intervenían directamen-

3Documento con fecha 7 de noviembre 1965 y citado por Fidel en un discurso pronunciado
en la Universidad de La Habana el 13 de marzo de 1967. También leyó un documento seme­
jante preparado por Guillermo García Ponce.
G u errillas versus Com unistas

te en la lucha y no los que permanecían en las ciudades debían llevar la


voz cantante en la conducción de la guerra.
Segundo, Fabricio Ojeda fue nombrado presidente del Comité Ejecutivo /
del fln , y Américo M artín su Secretario General. Estos dos, junto con
Douglas Bravo, formarían la dirección político-militar conjunta.
Tercero, se realizaría una conferencia fln -faln para organizar la inte­
gración desde las bases de los diversos grupos que desearan asociarse a
ella4.
Tres meses más tarde, en marzo de 1966, Douglas Bravo y Elias Manuitt,
publicaron el «Manifiesto de Iracara* desde las montañas de Iracara, a
nombre del Frente Jo sé Leonardo Chirinos. Explicaba con bastantes de­
talles la situación política del país y los problemas que enfrentaba el movi­
miento revolucionario, y concluía con el nuevo programa de negocia­
ciones que el recién formado fln -faln estaba dispuesto a discutir con el
Gobierno. Incluía los siguientes puntos:
1. Amnistía general para todos los prisioneros civiles y políticos;
2. Restitución a las filas de todos los soldados que habían sido marginados
de las Fuerzas Armadas por motivos políticos;
3. Legalización de las funciones de todos los partidos políticos, de acuerdo a
la Constitución;
4. Abolición de la Digepol y otros organismos represivos;
5. Poner en vigencia y respetar la Constitución y la ley, con igualdad ante
ella de todos los ciudadanos;
6. Política económica en favor de las masas.
7. Fin del cerco de los frentes guerrilleros, porque estas operaciones están
dirigidas contra los campesinos. Cierre de los campos de concentración
de Cachipo, Cabure, El Tocuyo, etc.5
Por medio de estas acciones — la reunión que establecía el nuevo fln -
faln y la publicación del Manifiesto de Iracara— los comandantes gue­
rrilleros dejaron lanzado su desafío. Sólo restaba que los líderes comu­
nistas lo recogieran. No ta rd a ro n ^ hacerlo.
E l 18 de marzo de 1966, Jesús Faría, secretario general del Partido
Comunista, y Domingo Alberto Rangel, ex secretario general del m ir ,
salieron de la cárcel donde languidecían desde 1963. Ambos eran los lí­
deres de la campaña dentro de la Izquierda para poner término a las gue­
rrillas. Simultáneamente, dos otros comunistas importantes, los her­
manos Eduardo y Gustavo Machado, también recobraron su libertad.
L a campaña proamnistía había alcanzado un éxito notable.
Casi inmediatamente iniciaron una amarga campaña contra Douglas Bra­
vo del tipo que los comunistas acostumbran siempre a librar contra los
herejes que se presentan en sus filas. Según una fuente, Germán Lairet,
encargado de los asuntos militares del Partido, llegó a destinar algunos

4Se pueden encontrar mayores detalles de esta reunión en H ada el Poder revolucionario ,
p. xxn de Fabricio Ojeda.
9£1 texto completo del Manifiesto de Iracara aparece en Avec Douglas Bravo dans les ma­
quis vénézueliens , París Maspero, 1968.

>85
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

de sus hombres para que hostilizaran a Bravo6. Sin ser de hecho expul*
sado del Partido, Bravo fue suspendido de su cargo dentro de la C o­
misión Política.
Disgustado por este trato a su compañero de Armas, Fabricio Ojeda le
escribió a la Comisión Política del Partido Comunista hacia fines de
mayo de 1966, diciéndole lo siguiente:

»La respuesta de la mayoría de los camaradas de la Comisión Política


a las proposiciones que planteáramos — cuyo solo objetivo es ayu­
dar a resolver algunos de los problemas obvios con el fin de dar ma­
yor vigor a la línea aprobada por el vil Pleno del Comité Central—
es tratar de »criminal* a una de las personas que plantea estas me­
didas. Lo insultan con toda clase de epítetos ofensivos, incluyendo
la sugestión de que es »agente del imperialismo* y otras »finezas«.
¿Se pueden lanzar tales acusaciones contra personas que jam ás
han demostrado un solo momento de debilidad en sus acciones?
¿Qué tipo de acusación cabría hacer a esas personas que, por un mo­
tivo u otro, proponen la suspensión de la lucha armada y el cam­
bio de táctica?*7.

Guillermo García Ponce le contestó a Ojeda a nombre de la Comisión


Política:
»Esta decisión, unánime e irreversible, no puede ser mal inter­
pretada: no aceptamos al camarada Douglas Bravo como jefe del C o­
mando Ejecutivo del fa ln porque representa un grupo fraccio­
nario. Estamos preparados para aceptar incondicionalmente cual­
quier decisión que la Comisión Política de nuestro partido realice
para defender la unidad de nuestro partido.
Si aceptásemos a Douglas como Primer Comandante Ejecutivo del
faln nos prestaríamos a una ataque a la unidad del Partido Com u­
nista. Y como creemos que no puede haber revolución en Vene­
zuela sin el Partido Comunista, no toleraremos ningún intento de
atacar al partido, cualquiera sea el precio6.
Fabricio Ojeda replicó airadamente:
«Somos nosotros los que soportamos todo el peso de las dificultades y
llevamos en nuestros hombros la responsabilidad principal. E sta­
mos en la primera fila compartiendo el sacrificio con nuestros gene­
rosos guerrilleros. Y así, del mismo modo como ustedes no toleran
al camarada Douglas como Primer Comandante a cargo del f a l n ,
nosotros no podemos seguir tolerando la existencia de dirigentes

sMario Menéndez Rodríguez, »En Venezuela: Desembarco de Patriotas*, Sucesos, 10 de


diciembre de 1966.
'Fabricio Ojeda. Hacia el poder Revolucionario, p. xxm.
Mbid.
G uerrillas versus Comunistas

que en su mayoría están en prisión o en el exilio voluntario.


Implementa remos esta decisión «cualquiera sea el precio*,
empleando una expresión inventada por Uds.
Como deberían saberlo, por el conocimiento que tienen de mi espíritu
unitario, estoy por la unidad del partido, por la unidad del movi­
miento revolucionario, y por la unidad de todos los patriotas vene­
zolanos, a fin de lléVar adelante el cambio histórico ofrecido a nues­
tro país y exigido por nuestro pueblo. Pero en este momento la uni­
dad significa algo distinto de la unidad del 23 de enero9. Ahora mi
concepto de unidad es distinto. Quizá por ello es que creo que he
avanzado.
Para mí la unidad debe tener una base revolucionaria. Debe existir
para llevar a cabo avances auténticos. La unidad sin lucha ar­
mada, sin guerrillas, sin la solidaridad de la clase obrera y campe­
sina, no concuerda con mis ideas. Una unidad sin los medios de po­
der para defenderse y para desarrollar los cambios que produce, es
una unidad como la del 23 de enero. La unidad «desde el Country
Club hasta La Chameca* sólo puede alcanzarse a través de conce­
siones y claudicaciones tanto tácticas como estratégicas. Además,
resulta engañosa en este momento en que el socialismo ya tiene un
pie firmemente puesto en América Latina«10.

L a existencia de Cuba ciertamente hacía difícil que los movimientos que


apoyaban la revolución cubana sostuvieran que todo lo que deseaban era
un frente popular dominado por la burguesía. Ojeda fue uno de los pri­
meros en señalar esta falta de lógica en la posición comunista. En otra
carta, también escrita en mayo de 1966, y dirigida a Teodoro Molina
Villegas, Ojeda trató de explicar por qué los guerrilleros asumían una
actitud diferente a la de los de la ciudad frente al problema:

«Colmado por una nueva forma de pensar, con mis ideas modeladas
por casi tres años de permanencia continua en las montañas, donde
el aire que se respira es completamente distinto al de la ciudad, qui­
zás me haya colocado en una posición idealista. Puesto que no exis­
ten diferencias de opinión de ningún tipo entre nuestras unidades
guerrilleras, ya que no tenemos tiempo para largas teorizaciones y
ocupamos la mayor parte de nuestro tiempo en asuntos prácticos,
planificando formas de extender la influencia revolucionaria a nue­
vas áreas a fin de enfrentar en forma más eficaz al enemigo común,
burlar el bloqueo permanente, etc., creí que aquí (en la ciudad) los

*Fecha de la caída de Pérez Jiménez en 1958, provocada por la Junta Patriótica enca­
bezada por Fabrício Ojeda.
,0Fabricio Ojeda, Hacia el Poder Revolucionario* p. xxiv. La Charneca es un famoso
barrio obrero de izquierda de Caracas.

.87
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

principales problemas de los revolucionarios estarían relacionados


a asuntos concretos, a asuntos de primera necesidad. Pero desgra­
ciadamente esto no parece ser así. Ya he visto que la principal
preocupación no es discutir planes objetivos y realistas para enfren­
tar y derrotar los ataques del enemigo, sino más bien pesquisar cual­
quier error en el corazón del movimiento a fin de magnificarlo y
aprovecharlo en forma deshonesta en rencillas mezquinas. Se con­
versa mucho y no se hace prácticamente nada. Allá arriba habla­
mos menos y hacemos más«11.

Y a fines de mes, el 31 de mayo de 1966, le escribía en un tono similar a


Guillermo García Ponce:

»He escrito muchas veces, y enviado largos documentos, uno de ellos a


Ud. Otros camaradas hicieron lo mismo. Pero nuestras palabras
cayeron en el vacío, no recibieron respuestas. Parece que aquí arri­
ba no existe preocupación por arreglar los problemas a fin de forta­
lecernos, sino más bien por agravarlos a fin de debilitarnos. Parece
que la perspectiva de un »viraje« y el «nuevo período táctico« eran
más importantes que nuestros sufrimientos, nuestras dificultades
crecientes. Ninguna respuesta; ni una sola palabra, mi querido
amigo. El apresuramiento que se demuestra ahora por deformar
nuestra actitud, nunca se hizo presente cuando buscábamos ansio­
sos una directiva eficiente, dinámica y consecuente«.

Finalmente, en su desesperación, Ojeda le escribió a Fidel para explicarle


la situación:
«Estimado amigo: Aquí como siempre, luchando como siempre contra una
montaña de dificultades temporales para establecer la lucha sobre una
base más firme y más precisa. Hemos realizado algunos progresos en este
sentido. El paso principal ha sido ir al fondo del problema de la direc­
tiva, de la estructura de los organismos nacionales, tales como el Comité
Ejecutivo del fln y el comando ejecutivo del f a l n . Hemos iniciado una
reorganización general de toda la estructura del movimiento, para cuyo
fin estamos trabajando duro para poder realizar una reunión na­
cional del fln - fa ln tan pronto como sea posible; esta conferencia tendrá
poderes constituyentes a fin de estudiar y analizar la situación, discutir
la estrategia, la táctica, y la línea política y militar, y dictar los regla­
mentos para nombrar a los dirigentes a todos los niveles. En esta forma
el movimiento de liberación saldrá de su actual estancamiento, supe­
rará sus divergencias y aclarará sus proyecciones históricas, además de
consolidar el principal elemento que se requiere para progresar: la so­
lidaridad revolucionaria de las fuerzas revolucionarias.

"C arta del 17 de mayo de 1966, citada por Fabrício Ojeda en H ado el poder revolu­
cionario, pp. vi y vil.

i 88
G u errillas versus Com unistas

Nuestra decisión de dirigir la lucha hacia nuevas bases nos ha llevado a


plantear ciertos problemas importantes. El primero es la restructura­
ción provisoria de los actuales organismos nacionales del fln y del
fa ln . Decidimos ampliar los actuales centros directivos. Esto llevó a
una crisis dentro del Partido Comunista de Venezuela, y la mayoría
de la Comisión Política del Partido sancionó a Douglas Bravo. Ha sido
expulsado de la Comisión Política, acusado de actividades divisionistas
en contra del Partido.
La segunda decisión es aprovechar toda coyuntura para unir todas las
fuerzas revolucionarias a fin de elevar el nivel de la guerra de liberación
nacional. Esta es la única forma de avanzar hacia la toma del poder y
el logro de la independencia nacional, tomando en cuenta las condicio­
nes objetivas del país y las características especiales del desarrollo
venezolano.
Hemos hecho avances en ambos frentes. Se han tomado medidas para
crear una estructura única de comando político-militar del fln - f a l n .
Esta está encabezada por mí como presidente, Douglas Bravo como re­
presentante del fa l n , y un dirigente del m ir , quien, como secretario ge­
neral, se nos unirá esta semana.
Los comandantes más antiguos de los frentes guerrilleros se han unido al
cuartel general del f a l n . Esta decisión se tomó luego de analizar la situa­
ción actual de estos organismos, ya que se consideró que el núcleo de tres
miembros del cuartel general del fa ln que todavía permanecían activos
no eran suficientes para llevar adelante la dirección militar en su tota­
lidad, debido a que los otros miembros están presos o están en el extran­
jero. En cuanto a unir a las fuerzas revolucionarías a fin de elevar el ni­
vel de la guerra de liberación nacional, se establecerá una comisión
única para estudiar y preparar el material teórico sobre estrategia, tác­
tica y línea política y militar del movimiento, a discutirse en la próxima
conferencia del fln - f a l n .
L a incorporación del m i r a los organismos directivos y la preparación de
la conferencia es un paso muy importante, porque así podemos iniciar un
período de discusiones internas acerca de las actuales diferencias, poner
atajo a las polémicas abusivas y abrir sendas auténticamente democráti­
cas que conduzcan a la unidad ideológica y política del movimiento
revolucionario.
Sin embargo, existe una nueva escisión interna, como resultado de las
medidas disciplinarías tomadas por la mayoría de la Comisión Política
del Partido Comunista de Venezuela.
En relación a este nuevo problema, estoy en antecedentes de que en los
niveles medios y en las bases y aun en el mismo Comité Central, han ha­
bido protestas en contra de la sanción impuesta al camarada Douglas.
Han comenzado a circular documentos en este sentido. En mi opinión,
las medidas disciplinarias tomadas por la mayoría de la Comisión Polí­
tica se deben a problemas claramente ideológicos y políticos, a aspec­
tos fundamentales. Estos fueron disfrazados en parte porque han cen-
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

trado su atención en atacar los métodos y supuestos errores del cama*»


rada Douglas y de otros, que compartimos sus puntos de vista sobre ios
puntos estratégicos y tácticos de nuestro proceso revolucionario. Se
debaten dos importantes corrientes de opinión dentro del Partido Com u­
nista de Venezuela.
Una, en minoría dentro del partido, pero más fuerte entre los miembros
de la Comisión Política y el Comité Central, es la siguiente: L as con­
diciones actuales permiten al movimiento revolucionario tomar la
iniciativa en el frente político; sin embargo, para que éste tenga éxito, el
faln tendrá que ordenar una retirada de parte de las guerrillas y de las
uto (Unidades Tácticas de Combate). Esta no es una nueva tregua, sino
algo más fundamental: estamos tratando de cambiar nuestro método
de lucha. Es decir, abrir una nueva fase táctica en la cual, en lugar de coor­
dinar las formas de lucha, se suspenderá la acción de las guerrillas y
de las u t c . A fin de que las guerrillas y las utc puedan retirarse orde­
nadamente y el movimiento revolucionario pueda cambiar de táctica,
diversas condiciones son esenciales, especialmente el mantenimiento de
la unidad, la cohesión interna, la disciplina férrea y colaboración a los diri­
gentes. Para lograr estas condiciones, el Partido y la Juventud deben
actuar en dos frentes: primero, por medio de la persuasión y todo tipo de
razonamientos y argumentos políticos que apoyen los nuevos cambios
de táctica, deben discutirlos calmadamente con los que hay que con­
vencer. Segundo, luchar activamente contra el aventurerismo y la provo­
cación, porque no son otra cosa los dos documentos presentados por impor­
tantes miembros de la Comisión Política a este organismo.
Lo otro, que cuenta con un fuerte apoyo en las bases del partido, aun­
que débil dentro de la dirección, es enérgicamente dirigida por el cama-
rada Douglas Bravo. No sólo se opone al cambio de táctica, sino que tam­
bién critica violentamente la forma cómo ha sido llevada hasta aquí la
lucha revolucionaria.
Como puede ver, la manzana de la discordia es la lucha armada, a la
cual se ha opuesto desde un comienzo un grupo de dirigentes del Partido
Comunista de Venezuela.
No dudo que la sanción al camarada Douglas es el comienzo del viraje
que tiene como fin eliminar por medios disciplinarios, a cualquiera que
se oponga al cambio a una nueva fase táctica, en la cual, en lugar de coor­
dinar todas las formas de lucha, se suspenderá la acción guerrillera.
En una situación como ésta, nuestra decisión de ampliar los organismos
superiores, llevando a ellos elementos más consecuentes y firmes, cons­
tituye una medida de suma importancia.
La mayoría de la Comisión Política se opone a esta medida y ha tratado
de desacreditarnos públicamente, y pretende que los organismos estable­
cidos no tienen validez y son ilegales.
Por nuestra parte nos mantenemos firmes. Hemos recibido con gran satis­
facción la aparición de una fuerte corriente de apoyo, tanto en los frentes
guerrilleros como entre los sectores medios y bajos del Partido Comu­
nista, además del apoyo que hemos encontrado entre los miembros del
E l f a l n de D ouglas Bravo y Luben PetkofT

Comité Central, en otros partidos miembros del fln en las unidades urba­
nas del FALN.
Se inida ahora el período de clariñcadón ideológica y de redefinición del
camino revoludonarío. Hay un factor temporal desfavorable en esta
situación que nos coloca en una posición difícil: y éste es el problema
finandero. L a Comisión Política ha estado a cargo de este aspecto.
Hasta aquí toda la ayuda al movimiento revoludonario se ha centrali­
zado en ese organismo, y se ha utilizado de acuerdo con su política, es
dedr, la estrangulación económica de los focos guerrilleros...
L a moral de nuestros combatientes es alta y permanecemos inque­
brantablemente firmes. Estamos conscientes de las dificultades actua­
les, pero estamos seguros de que las superaremos tan pronto como sea
posible. L a verdad prevalecerá entre los escépticos, y traerá consigo
una llama que resplandecerá en nuestro horizonte. ¡Nada de retrocesos,
ni siquiera para darnos nuevo ímpetu!
Nuestro portavoz puede proporcionarle mayores detalles y aclarar
algunos aspectos.
Seguimos adelante, hacia la victoria. Lucharemos hasta vencer. Un
fuerte abrazo de su amigo, Fabricio Ojeda«13.
A las pocas semanas de haber escrito esta carta, Ojeda había muerto. A
mediados de junio bajó de las montañas junto con Douglas Bravo, para
discutir una vez más la situación con los dirigentes del Partido Comunis­
ta. El 17 de junio fue capturado por miembros de la inteligencia militar
en una casa en La Guaira, en las afueras de Caracas. Cuatro días des­
pués, el 21 de junio, según la versión dada por el gobierno, fue encontrado
ahorcado en su celda. Es casi seguro que fue asesinado.
L a muerte de Fabricio Ojeda fue un golpe inmenso para el movimiento
guerrillero, al producirse en un momento de máxima crisis interna.
Ojeda había desempeñado un importante papel en el derrocamiento de Pé­
rez Jim énez, y desde entonces fue uno de los principales propulsores de la
necesidad de unión en las filas revolucionarias. Fue uno de los pocos vene­
zolanos capaces de crear un movimiento revolucionario unido. Este se ha­
llaba en proceso de desintegración antes de que lo asesinaran, pero su
muerte aceleró este proceso.

Capítulo siete
E l faln de D ouglas B ravo y L uben P etkoff

El asesinato de Fabricio Ojeda fue uno de los triunfos de la contraofensiva


iniciada por el gobierno en 1966 bajo el nombre de «Operación En-
tonnoir*. Alrededor del sesenta por ciento de las Fuereas Armadas del
país intervinieron en ella.
En represalia por la muerte de Ojeda, el faln organizó un ataque en
Caracas contra Gabriel José Páez, jefe de d igepo l . Luego en julio montó
la impresionante «Operación Bolívar«.
^Citado por Fidel en su Discurso en la Universidad de La Habana, 13 de marzo de 1967.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

£1 24 de julio, aniversario del nacimiento del Libertador, un grupo de


guerrilleros extremadamente bien entrenados desembarcó en la costa
del Estado de Falcón. Desde los diversos lugares del mundo donde se ha­
bían estado entrenando, se dirigieron a la isla M argarita, frente a las cos­
tas de Venezuela. Desde allí lanzaron su ataque ai continente, enca­
bezado por Luben PetkofT, ahora el segundo comandante del f a l n .
M ás adelante ese año, en septiembre, cuando el grupo invasor de Luben
Petkoff había logrado reunirse con el Frente Jo sé Leonardo Chirinos de
Douglas Bravo en las montañas de Iracara, Petkoff le expresó su opinión
sobre el desembarco »Simón Bolívar« a un periodista visitante:

»La Finalidad de la operación era esencialmente militar, pero hu­


bo importantes consecuencias políticas. Por esa época (julio),
el movimiento revolucionario venezolano pasaba por un período de
crisis. Por lo tanto se hacía necesario, en verdad era imperativo,
hacer algo que no sólo perjudicara al enemigo, sino que también
reunificara nuestras fuerzas para comenzar un nuevo período
estratégico de la Revolución venezolana.
El éxito del desembarco en la costa de Falcón constituyó un serio re­
vés militar y político para el Gobierno, las Fuerzas Armadas y el
imperialismo norteamericano. No sólo demostró que era imposible
eliminar las guerrillas, sino que indicó además que las declaracio­
nes de la oligarquía y de sus dirigentes seudorrevolucionarios en el
sentido de que el movimiento venezolano estaba desmoralizado y
hecho pedazos, eran falsas.
En realidad los auténticos revolucionarios entre nosotros se con­
vencieron más que nunca que la única forma de llevar a cabo la li­
beración de nuestro pueblo es a través de la lucha armada1 .
Según Petkoff la decisión de emprender el desembarco «Simón Bolívar«
se había tomado en diciembre del año anterior cuando Douglas Bravo y
Fabricio Ojeda habían tomado a su cargo la dirección del fa ln / f l n . Se
le asignó a Petkoff la tarea de introducir de contrabando en Venezuela
un número de combatientes guerrilleros altamente entrenados, todos
los cuales habían tenido cierta experiencia en tácticas guerrilleras en
otros países, especialmente en Vietnam, así como en Venezuela. Debido
a que todos estos hombres estaban fichados por la inteligencia vene­
zolana, no podían volver al país por las rutas clandestinas normales. Por
tanto se habían dirigido a la isla M argarita, desde donde era bastante
fácil organizar un desembarco en Venezuela continental, en las playas
del Estado de Falcón.
Inevitablemente las autoridades afirmaron que el desembarco se había
organizado en Cuba. Petkoff explica:

'Mario Menéndez Rodríguez, »En Venezuela; desembarco de patriotas**, Sucesos (Méxi­


co), 10 de diciembre de 1966.
E l f a in de D ouglas Bravo y Luben Peikolí

»La prensa venezolana y proimperialista se ha encargado de publi­


car muchas historias distintas sobre nuestra expedición. Dijeron
que había salido de Cuba y que estaba compuesta por cubanos: No
fue ninguna sorpresa para nosotros que la prensa atacase a Cuba
cuando supo de este desembarco» porque esto ha sucedido siempre;
siempre los movimientos latinoamericanos de liberación de van­
guardia son blanco de sus ataques. No fue ninguna sorpresa para
nosotros porque bien conocemos los sentimientos del pueblo cu­
bano; porque los imperialistas también los conocen; porque Fidel
Castro no los oculta; porque lo dice y lo repite en todos sus discur­
sos al pueblo cubano y a todo el mundo; porque todos saben que el
pueblo cubano está dispuesto a prestar toda clase de ayuda a los
movimientos de liberación de tres continentes, no sólo del continen­
te americano; porque los imperialistas están conscientes de la
doctrina del Che Guevara, expresada en una carta a Fidel Castro
cuando se fue a continuar la lucha, fusil en mano, a otro país to­
davía bajo la bota del imperialismo2. Los imperialistas tienen que
acusar a Cuba, están obligados a ello, porque es más difícil acusar a
la Unión Soviética, o al campo socialista en general; es más fácil y
más conveniente, teniendo en cuenta la mentalidad de sus siervos
y lacayos latinoamericanos, acusar a Cuba.
Yo mismo estoy convencido que el pueblo cubano está orgulloso de re­
cibir estas acusaciones del imperialismo y de los gobiernos títeres.
Todo el mundo puede usar su imaginación, todos pueden creer lo
que quieran. Para nosotros lo principal es haber llegado**.

Pero casi inmediatamente después de su llegada, el pequeño grupo de


combatientes guerrilleros venezolanos fue recibido por la fuerza aérea
venezolana — lo cual señala una vez más lo extremadamente difícil que
resulta organizar un desembarco totalmente clandestino. Los mismos cu­
banos, debe recordarse, llegaron en el Granma en diciembre de 1956 y fue­
ron recibidos casi de inmediato por un destacamento de las fuerzas de
Batista. Petkofí revela lo sucedido:

»E1 día después del desembarco comenzaron a bombardearnos, a dia­


rio. Varias veces al día los cerros eran bombardeados, y no sólo los
cerros, sino que las tierras de los campesinos. Durante una semana
caían bombas por todas partes, por la mañana y por la tarde, y a ve­
ces también por la noche.
Todos los días venían los B26. Cuando oíamos los helicópteros sabía-

*Guevara le escribió a Fidel lo siguiente: «Otras naciones claman por la ayuda de mis mo­
destos esfuerzos. Puedo hacer lo que tú no puedes por la responsabilidad que tienes como
lider de Cuba. Ha llegado el momento de separamos*. Citado por Fidel en un discurso, 30
de octubre de 1965.

193
G ott / L a s guerrilla* en Am érica Latin a

mos que vendrían las ametralladoras y la« bombas de 270 K g. Todo


esto se hacía en forma indiscriminada.
Puedo afirmar que los* bombardeos son totalmente ineficaces contra
las guerrillas. Esto no es ningún secreto, los que ordenan los
bombardeos también lo saben. ¿Entonces por qué lo hacen? Por
diversas razones: en primer lugar, como un arma psicológica, para
aterrorizar al campesino, para ahuyentarlo de sus tierras y ‘ des­
truir sus plantaciones, para que deje el campo y no pueda ayudar­
nos. Este es uno de los objetivos del bombardeo; el otro es poder
decirles a sus amos que han aniquilado las guerrillas...
Así es que después de una semana, cuando calcularon que podían de­
cir que habían destruido el grupo guerrillero, cesó el bombardeo».
«

Y las guerrillas lograron dirigirse desde la costa hasta las montañas,


donde estaban a salvo de los ataques.

»Con esta operación», concluía PetkofT, »hemos demostrado el amplio


apoyo con que cuenta nuestro movimiento revolucionario entre
las masas. Lo hemos demostrado porque, a pesar de que el G o ­
bierno se enteró del desembarco casi el mismo día, y el Ejército
títere comenzó a perseguirnos a las pocas horas que habíamos lle­
gado a la costa, no pudieron rodearnos o destruirnos; fueron inca­
paces de destruirnos. No pudieron hacerlo, no gracias a la magia,
ni porque nos hubiésemos hecho invisibles por razones que no se
pueden expresar aquí, no pudieron sencillamente porque el pue­
blo venezolano nos protege, nos ayuda y hace posible que continue­
mos en la lucha.
No vemos la liberación de Venezuela como la liberación de nuestro
país, como la liberación de la tierra donde nacimos. No, cuando
hablamos de la liberación de Venezuela, queremos significar la
liberación de toda América Latina. No reconocemos fronteras
geográficas dentro de América Latina. Nuestras fronteras son
ideológicas. Interpretamos la solidaridad internacional en una for­
ma verdaderamente revolucionaria, y es por ello que estamos dis­
puestos a luchar contra el imperialismo hasta que deje de existir.
El pueblo venezolano puede estar seguro que nosotros, los verdaderos
revolucionarios venezolanos —decimos esto sin falsa modestia,
sin retractarnos de nada— , estamos dispuestos a dar todo, aún
nuestras vidas si fuese necesario; estamos dispuestos a emplear
cualquier medio a nuestro alcance para liberar a nuestro país. No
estamos dispuestos a dejar nuestras armas hasta que Venezuela
sea libre y soberana.
Tenemos plena confianza en lo que hacemos, nuestras batallas serán
el modo más eficaz de apoyar a aquellos que nos ayudan hoy.

*94
El f a l n de Douglas Bravo y Luben Petkoff
Vemos la solidaridad internacional de dos maneras: conside­
ramos que cuando algún país amigo nos brinda apoyo material o
moral, cuando un pueblo nos ayuda; también los estamos ayu-
lando cuando utilizamos esta ayuda en forma eficaz. Cuando ata­
camos al enemigo, cuando atacamos el ejército títere, estamos res­
paldando a los que nos ayudan, a los movimientos de liberación na­
cional, no sólo en Latinoamérica, sino en tres continentes. Esta­
mos seguros que estamos contribuyendo a la victoria de los pue­
blos del mundo sobre el imperialismo norteamericano y todas las
demás formas de imperialismo*.

A fines de 1966 el único movimiento guerrillero que operaba en Vene­


zuela era el de Douglas Bravo y Luben Petkoff. Aunque el Partido Comu­
nista decía tener frentes guerrilleros, en realidad estos frentes perma­
necían en una inactividad total y el Partido no tenía intención alguna
de Reactivarlos. En una entrevista, Douglas Bravo explicaba en primer lu­
g a r la composición del nuevo faln , luego su importancia en la historia
revolucionaria de Venezuela, y finalmente reseñaba brevemente su
programa:

»Se ha dicho muchas veces que el faln está integrado exclusivamente


por comunistas; otra gente dice que sólo hay miembros del m ir . Estas
personas están equivocadas. El faln está integrado por comunistas,
por miembros del m ir , por patriotas de todos los sectores. En ver-
dad le voy a decir algo que probablemente lo sorprenderá; en el
faln , ahora mismo entre los guerrilleros se pueden hallar hom­
bres pertenecientes a Acción Democrática, a la Democracia Crisr
tiana, al urd y a otros grupos que están en el poder, o que han esta-
A

do en el poder durante los últimos siete años* .

Bravo luego pasaba revista a toda la historia de los últimos ocho años,
y llegaba a la conclusión que el gran fracaso de la Ju n ta Patriótica
h ab ía sido su incapacidad para formar su propio ejército. Por lo tanto
es esencial que los pueblos del mundo que luchan por su libertad, es esen­
c ia l, digo, que creen una unidad armada.
H ay dos qemplos de movimientos recientes de liberación que pueden
ilu strar cale hecho, y cuya experiencia fue útil para la creación del faln
en Venezuela. Temprano en la mañana del 23 de enero de 1938, un mo­
vimiento conjunto del pueblo y oficiales patriotas del ejército derroca­
ro n al gobierno dictatorial de Pérez Jim énez. El pueblo salió a las
calles. Ochocientas mil personas se apoderaron de las calles de C ara­
cas. E l pueblo recobró su libertad. Los sindicatos se lanzaron adelan­
te; un movimiento masivo sin precedentes se extendió por todo el

‘ Mario Menéndez Rodríguez, «Venezuela empuña las armas*, Sucesos (México), 17 de


diciembre de 1966.

195
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

país. El pueblo entonces tuvo en sus manos los medios de comunicación


masiva; tenía la prensa, las radios, estaba en las calles, incuestiona­
blemente ganó grandes victorias. Pero el poder del imperialismo nor­
teamericano, y el poder de la oligarquía local conservadora mantuvo
al ejército como su instrumento de represión: intacto. Y puesto que el
movimiento que surgió el 23 de enero era un movimiento civil denomi­
nado Junta Patriótica que no creó su propio ejército de liberación,
poco a poco el imperialismo norteamericano y la oligarquía local que
estaban a la defensiva se desplazaron a la ofensiva, y gradualmen­
te reconquistaron el terreno perdido, hasta que finalmente logra­
ron colocar a Betancourt en el poder.
El movimiento de la Junta Patriótica, el movimiento de rebelión que
echó a Pérez Jiménez en 1958, careció de suficientes unidades arm a­
das. Esto no sucedió en Cuba. En Cuba el i° . de enero de 1959 Fidel C a s­
tro llegó al poder con el ejército rebelde; destruyeron al ejército
enemigo, y podemos decir que la prensa, las radios y los propios ministe­
rios estaban en manos de sectores que se oponían al movimiento revo­
lucionario, podemos decir que las figuras clave de; la oligarquía cuba­
na y del imperialismo norteamericano tuvieron cargos importan­
tes en el gobierno revolucionario.
Pero al transformarse el ejército revolucionario en un ejército popu­
lar, y como el ejército revolucionario había destruido al ejército
enemigo, el movimiento de liberación encabezado por Fidel Castro
pudo expulsar a los oligarcas y a los imperialistas de las posiciones
que aún ocupaban, sobre todo porque se basaban en un fuerte movi­
miento armado, un ejército popular, compuesto de obreros, campesi­
nos, estudiantes e intelectuales progresistas.
Esta era la base con la que contaba el gobierno cubano para llevar a
cabo grandes cambios, no como nosotros en Venezuela, que el 23 de
enero teníamos un gran movimiento masivo, un gran movimiento sindi­
cal, un gran movimiento estudiantil, pero no teníamos un ejército
popular4.
Reseñó su programa político como sigue:

Industrialización.
Industrialización de acuerdo al nivel de desarrollo que exige nuestra
sociedad; industrialización que permita que nuestros recursos
naturales, especialmente el petróleo y el hierro, sean controla­
dos por los venezolanos; industrialización que permita la di-
versificación de la producción y no sólo la monoproducción,
como sucede ahora. El hecho es que con la producción de petróleo y
hierro, se han debilitado grandemente otras formas de pro­
ducción, especialmente la agricultura.

4Entrevista a Douglas Bravo, septiembre de 1966, aparecida en «Venezuela empuña las


armas« de Mario Menéndez Rodríguez, Sucesos (México) 17 de diciembre 1966.
Com unistas versus Fidel

Reforma Agraria.
L a Reforma Agraria exigida por el fln - faln , por el movimiento de
liberación, será aquella que destruya verdaderamente la estruc­
tura feudal del país, que dé las tierras a los campesinos, les otorgue
créditos suficientes, atención médica y maquinarías o que rompa
la vieja estructura feudal del país y libere las fuerzas que lleva­
rán a cabo la industrialización y abrirán nuevos mercados.
Queremos que nuestra reforma agraria destruya la vieja estructura
feudal: actualmente el 71.6% de los agricultores posee sólo el 2%
de la tierra, mientras que el 1.5% de los latifundistas o dueños de
predios agrícolas posee el 78%. M ás del 70% de la, tierra en Vene­
zuela está en manos de una minoría, mientras que la gran mayo­
ría del pueblo venezolano posee menos del 2.5% de la tierra.
Nuestra reforma agraria tiene por objeto producir cambios radi­
cales y justos en esta estructura.'
Política Internacional.
Estos gobiernos antipatrióticos que han limitado la libertad inter­
na, y atacado continuamente al pueblo, han llevado a cabo una
política internacional totalmente sujeta al imperialismo
norteamericano. No han podido hacer la más pequeña demos­
tración de las características tradicionales del patriotismo ve­
nezolano; han seguido constantemente a los Estados Unidos, y
hasta han llegado a condenar los movimientos de liberación de
otros países. Durante muchos años el gobierno de Venezuela
adoptó una posición injusta, inaceptable y antipatriótica res­
pecto a la revolución en Argelia; en el caso de la Revolución
Vietnamita, el gobierno venezolano apoya abiertamente al go­
bierno de Estados Unidos; en el caso de la independencia de la
Guayana Británica, el gobierno venezolano está asumiendo
una actitud chapucera de entreguismo a los monopolios nor­
teamericanos. En general, la política internacional es mane­
jada en forma directa y total desde Washington, desde Estados
Unidos; ni el Ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela
ni el Presidente de la República tienen libertad para expresar
una opinión respecto a política internacional».

Capítulo ocho
C o m u n is t a s v e r s u s F id e l

A comienzos de 1967 ocurrió algo en Caracas que puso de manifiesto la'


pugna latente entre las guerrillas y el Partido Comunista. El i° de
marzo fue secuestrado en Caracas el Dr. Ju lio Iribarren Borges, her-

19 7
G o tt / L a s guerrillas en Am érica Latina

mano del Ministro de Relaciones Exteriores y ex director del Servi­


cio de Seguro Social. Dos días después se encontró su cadáver, que pre­
sentaba tres impactos de bala, a treinta kilómetros de Caracas. Según
un informe* policial, cerca del cadáver se encontraron libelos del
faln que declaraban escuetamente: «Tenemos a tres otros dirigen­
tes políticos en lista#.
Fuera de estos libelos, que puede o no atribuírselos al fa ln , había
pocas señales que indicaran quién había sido el responsable del asesi­
nato. Según un periodista, Iribarren era «el hombre más odiado de V e ­
nezuela en ese momento#. E ra el autor del alza del impuesto de segu­
ridad social sin que al mismo tiempo hubiese hecho algo por mejorar
los Servidos de Seguro Social. También se decía que Iribarren era el
que había traidonado la existenda de una conspiración de derecha
contra d gobierno. En consecuenda, tenía enemigos tanto en la D ere­
cha como en la Izquierda.
El día siguiente de su asesinato el Partido Comunista se apresuró a
dar testimonio de su respetabilidad y de su no participadón en el
asunto. Un miembro del Comité Central y profesor de la Universidad
de Caracas, Héctor M ujica, anundó que el Partido categórica e
inequívocamente denunciaba esta forma de actividad puesto que no
tenía nada que ver con la revolución. Dijo que esa mañana había envia­
do, a nombre suyo y de su familia, un telegrama de condolendas al
hermano del hombre asesinado, al Ministro de Relaciones Exteriores.
El 5 de marzo, tres dirigentes comunistas que habían logrado esca­
par de la cárcel en febrero de ese año, publicaron una declaración
oficial en la que sostenían que los ataques a individuos y los métodos
anarquistas o terroristas no sólo no constituían actos revoluciona­
rios, sino que perjudicaban a la causa, y por este motivo debían ser re­
pudiados.
Al día siguiente, sin embargo, en L a Habana, el diario Granma , publi­
có una declaración firmada por Elias Manuitt Camero, Presidente del
Comando Nacional del fln -faln después de la muerte de Fabricio O jeda.
Se hallaba por casualidad en Cuba en ese momento;

»En una nueva demostración de su creciente debilitamiento y


temor a los fuertes golpes asestados por las fuerzas revoluciona­
rias, el gobierno de Raúl Leoni acaba de hacer público un nuevo de­
creto que suspende las garantías constitucionales, so pretexto
de la reciente ejecución de Ju lio Iribarren Borges.

Recientemente, con motivo del desaparecimiento y muerte de los lí­


deres revolucionarios Andrés Pesquir y Felipe M alaver, orde­
nados por el gobierno de Acción Democrática, el comando na­
cional del fln - faln en Venezuela, emitió un comunicado en que
declaraba que por cada combatiente revolucionario asesina­
do por el Gobierno, las fuerzas patrióticas responderían con la
Com unistas versus Fidel

justicia revolucionaria, aplicada en tres personas del Gobier­


no, responsables de la represión y de la pobreza existentes en
nuestro país, que es gobernado por traidores al servicio de los nor­
teamericanos.
En el caso de los dirigentes revolucionarios que han desapareci­
do, y como se descubrió más tarde, fueron asesinados por el gobier­
no, las apelaciones a los tribunales, las solicitudes de informa­
ción respecto de su paradero, y las declaraciones a la prensa de
sus madres o esposas, han resultado inútiles.
Como hemos declarado en los volantes que han circulado en C ara­
cas, este fue el motivo por el cual nuestro movimiento decidió
aplicar la justicia revolucionaria a Ju lio Iribarren Borges,
hombre altamente colocado en el gobierno, cómplice de sus im­
posturas, y responsable de que los trabajadores venezolanos
perdiesen sus derechos dentro del sistema de Seguridad Social,
hasta hace poco, bajo su dirección y donde llevó a cabo una labor
de penetración y de espionaje por encargo de digepo l . Muchos
obreros y empleados inocentes de la organización del Seguro So­
cial fueron encarcelados como resultado del espionaje y la infor­
mación proporcionada por Iribarren a la digepo l .
Después de cada ejecución, estos asesinos al servicio de un gobierno
tirano encuentran un paño de lágrimas entre sus seguidores y
aun entre los que tratan de ser neutrales o que están en la oposición,
pero el pueblo apoya y celebra cada una de estas acciones.
L a guerra por el cuchillo proseguirá contra los enemigos de nuestro
pueblo, contra los que se hallan directa o indirectamente impli­
cados en la situación actual de Venezuela. Las medidas represi­
vas de Leoni no tendrán éxito, igual que la nueva suspensión de
las garantías, los arrestos, las torturas y el asesinato. E l pueblo ve­
nezolano ya no está desamparado, posee ahora una vanguardia
armada y decidida, que lo protejerá en todo momento, venga­
rá a sus muertos y lo conducirá a la victoria final, a su indepen­
dencia final y total*.
Victoria o muerte.
Comandante Elias Manuitt,
Presidente del Comando Nacional del f l n - f a l n 1 .
L a Habana, 4 de marzo de 1967.

El vocero del Partido Comunista en este asunto, Héctor M ujica, re


plicó prontamente:
»Las declaraciones de Manuitt han provocado tanto asombro como
este espantoso crimen, y es lamentable que un periódico, el

'Texto de Granma, 6 de marzo de 1967.

19 9
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Granma, perteneciente a un partido hermano, dé cabida a


tales excesos..
%

La declaración de Mujica ponía énfasis en »el rechazo incondicio­


nal del crimen perpetrado contra el hermano del Ministro de Relacio­
nes Exteriores y la declaración demencial hecha por un ex miembro
que fuera públicamente expulsado del Partido Comunista por in­
tentar dividirlo y tomar una línea diferente, igual que Douglas B ra-
vo, Lunar Márquez, Freddy Carques, Francisco Prada y otros que usan el
nombre del Movimiento de Liberación Nacional«. L a declaración
finalizaba exhortando »al movimiento democrático para que no
sea confundido y arrastrado a la provocación imperialista de C u b a,
como parte del nuevo ataque que se inicia contra ese país por fraccionalis-
tas y aventureros expulsados del Partido Comunista^2.
En el intertanto, otros dirigentes comunistas se preparaban a presen­
tar una batalla contra las guerrillas. Según cables provenientes de C a ­
racas, el ex teniente naval y comandante de guerrillas, Pedro M e d i­
na Silva, declaró en un documento que circulaba clandestinamen­
te que la justicia revolucionaria sería aplicada a los asesinos del D r.
Iribarren Borges. El documento, que también aparecía firmado por los
ex líderes guerrilleros Germán Lairet, Tirso Pinto y Pedro Vega Caste-
jón, declaraba que »aquellos que usurpan el nombre de la organiza­
ción combatiente que dirigimos, se transforman en agents-provoca-
teurs y cómplices de los enemigos del pueblo*.
Este abierto ataque por parte de los comunistas que estaban en las gue­
rrillas y que se habían marginado del Partido, difícilmente podía
quedar sin respuesta. Era verdad que Germán Lairet y los demás eran to­
davía jefes titulares de una organización guerrillera, porque, a la
vez que el Partido se iba desplazando hacia una posición contraria a
la idea de la guerra de guerrillas, nunca había acabado formalmente
con estos frentes guerrilleros bajo su control. Existía en estado em ­
brionario pero no entraban en acción. Germán Lairet y los demás no po­
dían pretender representar una organización «combatiente*.
Por primera vez en la disputa entre comunistas y guerrilleros, F id el
Castro decidió intervenir. Había recibido la carta de Fabricio Ojeda
el año anterior, y había observado con creciente preocupación el dis-
tanciamiento del Partido respecto a las guerrillas. Había que dar res­
puesta al ataque al Granma. Para ello eligió su discurso anual a los estu­
diantes de la Universidad de L a Habana: el décimo aniversario del
ataque al Palacio Presidencial Cubano en 1957.
En relación a la muerte de Iribarren, Fidel explicó que no tenía ante­
cedentes sobre este hombre, ni tampoco sobre quién era responsable de
su muerte. Dejó en claro, no obstante, que no veía con mucho entusias­
mo este método de acción revolucionaria:

2Citado en el discurso de Fidel Castro del 13 de marzo de 1967.

200
Com unistas versus Fidel

«Nuestra opinión es que los revolucionarios deben evitar hacer


cosas que le hacen el juego al enemigo; secuestrar a alguien que
luego es hallado muerto. Nunca hicimos esto, por más indigna­
dos que estuviéramos por la ferocidad del enemigo. También
respetamos a los prisioneros capturados durante el combate.
Los revolucionarios deben evitar acciones semejantes a las em­
pleadas por la policía represiva. No sabemos cómo ocurrió esta
muerte, nada acerca de quién la provocó, nada acerca de si fue
accidental o deliberada, o si fue provocada por los revolucio­
narios o no. Nuestra opinión franca — y es el derecho de todos los
revolucionarios expresarla— es que si fueron los revoluciona­
rios, consideramos que fue un error hacerlo, porque el enemigo la
usará en contra de ustedes y el pueblo no sabrá distinguir entre us­
tedes y el enemigo».

Pero luego de criticar a los que perpetraron el hecho, Fidel se lana*


un ataque masivo contra el Partido Comunista venezolano,
sando a sus dirigentes de traicionar a las guerrillas.
Los comunistas venezolanos contraatacaron en un tono igualmente
destemplado, acusando a Fidel de querer erigirse a sí mismo como Papa
de Latinoamérica. L a facción antipartido de Douglas Bravo estaba
en vías de ser derrotada. Y los comunistas dejaron en claro que nada
los haría apartarse de su plan de participar en las próximas elecciones;
En abril de 1967 el Comité Central del Partido Comunista se reuní
en el Octavo Pleno realizado desde el Tercer Congreso de 1961, para
discutir la grave situación que había surgido luego de la decisión de
Douglas Bravo de organizar un f l n - f a l n conjunto en las montañas,
fuera del control del Partido. La reunión se realizó en la Universidad de
Caracas: tradicional bastión izquierdista en un ambiente cada vez
más hostil.
El principal tema del Pleno fue ratificar la decisión del Partido de
abandonar la lucha armada y de participar en las elecciones, y, apelan­
do a la unidad, asegurar que la mayoría del Partido no se pusiera del
lado de Douglas Bravo. Como explicaba un comunista ortodoxo:
«las tentativas por parte del grupo de ultráizquierda de empujar al
Partido a una posición subordinada, dividirlo y destruirlo, fue una
de las pruebas más severas a que ha estado sometida la unidad y la exis­
tencia misma de nuestro partido»3.
Una resolución adoptada por el Comité Central concluía que »los erro­
res cometidos en el período recién pasado condujeron a una situa­
ción peligrosa, una situación en que los principios leninistas de orga­
nización y dirección fueron frecuentemente violados. No fueron ob-

’Juan Rodríguez, The New m the política! Une o/ the Communist Pariy o f Venezuela.
World Marxist Review, septiembre 1967.

20 1
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

servadas las normas de centralismo democrático, los comités supe


riores fueron pasados por alto*4.
Las resoluciones respecto de la lucha armada se formularon en forma
tal que podía concluirse que el Partido apoyaba tanto la vía armada
como la vía pacífica. Así, una resolución confirmaba ala validez de
la decisión de ir por la vía de la lucha armada y definir el camino revo­
lucionario no pacífico como el eje de la estrategia de lucha del pueblo
venezolano, para la liberación nacional y social, para el socialis­
mo*. No obstante, esto simplemente enfatizaba la validez de la deci­
sión anterior del Partido. El Pleno estuvo de acuerdo en que »en 1962
una situación revolucionaria había madurado en el país*, pero se­
ñalaba que sdesde 1963 el patrón político y económico de la lucha ha­
bía comenzado a cambiar. Se puso gradualmente en marcha la econo­
mía*. Después de las elecciones de 1963, »el cambio en la correlación de
fuerzas se hizo evidente y las condiciones para la insurrección..., se tor­
naron todavía más desfavorables, desembocando en último térmi­
no en la situación que enfrentamos en la actualidad*.
En la actualidad, finalizaba una de las resoluciones, la situación polí­
tica y social »se caracteriza por un cambio desfavorable en el equili­
brio de fuerzas y también en las condiciones para la lucha armada, un
debilitamiento del movimiento democrático, el aislamiento de las
fuerzas revolucionarias y su desunión, y por la influencia que ejercen
sobre la vida política del país los preparativos para la elección gene­
ral de 1968*. Sólo por medio de la campaña electoral sería posible r e s ­
tablecer la unidad de las fuerzas populares*.
El pleno se mostró especialmente entristecido por la forma cómo el
Partido »no había logrado aprovechar al máximo la campaña electo­
ral* de 1963. »Debimos haber participado en las elecciones — suspen­
diendo temporalmente las operaciones armadas— y colocado el
acento en una política de amplia alianza con miras al reagrupamien-
to de la oposición democrática; esto habría permitido la derrota
del betancourtismo en las urnas y, en todo caso, la creación de un am ­
plio movimiento masivo de izquierda*.
Posteriormente un participante en el Pleno escribía:
»S¡ bien no rechazaba la experiencia de la guerra de guerrillas
como forma específica de lucha armada, y si bien no se conside­
raba que había superado la etapa de su utilidad en nuestro país.
(»E1 Partido sostiene que la guerra de guerrillas en nuestro país, li­
brada de acuerdo con las características específicas de nuestra
revolución, jugará un papel importante)*; la reunión del Comi­
té Central señalaba al mismo tiempo que en las condiciones ac­
tuales considerar la guerra de guerrillas en las áreas rurales co­
mo la forma principal de la lucha revolucionaria, sería trasla­
dar mecánicamente una experiencia que, aunque exitosa en
4Citado en el mismo artículo.

202
Com unistas versus Fidel

otros países, no corresponde á las particularidades de la reali- ^


dad nacional.
Consideramos el hecho de que casi las tres cuartas partes de nuestra
población es urbana, que las masas radicalizadas y las princi­
pales fuerzas motoras de la revolución se concentran en las ciuda­
des. También partimos del hecho que los monopolios extranje­
ros —que dominan nuestra economía— y el capital nativo tienen .
sus principales centros industriales en las ciudades y áreas adya­
centes. Además, la historia de Venezuela desde comienzos de si­
glo demuestra que, como regla general, fue en las ciudades y en
los pueblos donde hicieron erupción los principales conflictos po­
líticos y es allí donde fueron resueltos. Las acciones armadas re­
volucionarias, por lo tanto, se realizaron en su mayor parte
como insurrecciones urbanas en las que militares patriotas par­
ticipaban junto con civiles. Este fue especialmente el caso de los
acontecimientos de enero de 1958.
En otras palabras la reunión del Comité Central sostuvo que el mo­
vimiento guerrillero es una forma auxiliar de lucha en Venezue- ^
la y para Venezuela. Las condiciones concretas de nuestra vida
y el curso de los acontecimientos refutan totalmente la opinión
de que la unidad guerrillera es »el embrión de un verdadero Par­
tido Comunista**, que se contrapone al Partido Comunista
existente, refuta la pretensión en el sentido de que el movimien­
to guerrillero es la fuerza estratégica decisiva de cualquier lu­
cha nacional revolucionaria.
L a discusión crítica de este problema ayuda al pensamiento colecti­
vo que tiene como fin definir la línea estratégica del Partido, y
contrasta agudamente con la actitud de los faccionalistas que
perseveran en los antiguos errores. Como señala la reunión del
Comité Central, «los desviacionistas, al exagerar la importan­
cia y las posibilidades del movimiento guerrillero, lo están lle­
vando a la derrota, que presenciamos hoy**. Además, esta desvia­
ción con su «menosprecio al trabajo de las ciudades, debilita la
actividad revolucionaria en general**6.
Finalmente, el Pleno del Partido decidió que Douglas Bravo debía ser
formalmente expulsado. »Bravo no fue expulsado por encabezar
un movimiento guerrillero**, se apresuró a señalar posteriormente
Pompeyo Márquez, el nuevo Secretario General (Jesús Faría se ha­
llaba en Europa exiliado), «porque hay miembros del Comité Central
que siguen a la cabeza de frentes guerrilleros, especialmente Tirso ^
Pinto y Alfredo M anciro, de los frentes Simón Bolívar y Manuel Pon-

8Juan Rodríguez, *The N ew in ihe Political line 0/ the Communisl party o f Venezuela*,
W orld M arxist Review, septiembre de 1967.

203
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina
»

te Rodríguez. Bravo fue expulsado por rebelarse contra la discipli­


na del Partido, por crear un aparato paralelo y por divisionista, por
dividir al Partido. Su sanción se debe a sus tentativas de destruir al
Partido Comunista Venezolano y reemplazarlo por un organis­
mo sin estructura y no marxi$ta-leninista«.
Castro volvió al ataque contra los comunistas venezolanos en un dis­
curso de envergadura pronunciado ante la Conferencia de o las en
La Habana en agosto de 1967. Los comunistas, atacó, »casi han logra­
do lo que ni el imperialismo ni las fuerzas represivas del régimen pu-
v dieron lograr#. Luego acusó de »traición« a la dirección derechista del
Partido. En parte el enojo de Castro puede atribuirse a sus problemas in­
ternos y en realidad corresponden más bien a una historia del desarro­
llo de la Revolución que a este libro. El problema de Castro que poseía
una «microfacción# propia de derechistas dentro del Partido Com unis­
ta cubano, culminó más tarde ese año y tuvo como resultado el encar­
celamiento del comunista de la «vieja guardia#, Aníbal Escalante, en
enero de 1968. Pero Castro estaba evidentemente disgustado con el
comportamiento de los comunistas venezolanos, y debe recordar­
se que esta importante polémica entre »castrista$« y comunistas te­
nía lugar en el preciso momento en que Ernesto Guevara encabeza­
ba un movimiento guerrillero en Bolivia, con una ausencia casi total
de apoyo de parte del Partido Comunista local.

Capítulo nueve
¿U n desenlace C omunista ?

Desde 1967 las guerrillas en Venezuela han permanecido activas, pero


sin lograr algún éxito notable. En mayo de ese año, como para seña­
lar en forma más dramática su rechazo de las tesis propuestas por el
Partido Comunista de Venezuela, los cubanos se comprometieron
directamente con las guerrillas venezolanas. El 8 de mayo un boteci-
to proveniente de Cuba desembarcó en la costa del Estado de M ira n ­
da. En él iban cuatro cubanos y un grupo de venezolanos entrenados
en Cuba, que habían planeado unirse a la lucha guerrillera en la región
de El Bachiller, donde Américo M artín y el mir tenían un frente guerri­
llero. Pero las fuerzas armadas venezolanas se hallaban a la espera
de la pequeña banda y, en la lucha que siguió, uno de los cubanos, llam a­
do Pico, se ahogó. El líder de la expedición, un cubano llamado Anto­
nio Briones, fue muerto a tiros, y los otros fueron capturados. Uno de
ellos fue posteriormente hallado ahorcado en su celda.
El secretario del Partido Comunista cubano reconoció la participa­
ción de cubanos en el desembarco, pero negó que fuesen miembros de
las fuerzas armadas cubanas. Una declaración cubana del 18 de mayo
expresaba que «nuestro Partido defiende con profunda solidari-

‘’Carta de Pompeyo Márquez a E l Nacional (Caracas) mayo de 1967.

204
¿U n desenlace comunista?

dad el gesto altruista, revolucionario, internacionalista y heroico


de Antonio Briones, que murió auxiliando a los revolucionarios vene­
zolanos* .
Dos meses más tarde el propio Amérioo Martín fue capturado al inten­
tar salir de Venezuela a fin de asistir a la conferencia de o l a s en L a Ha­
bana. Desde entonces, tanto las guerrillas del m i r como de Douglas Bra­
vo han estado en decadencia. Algunos critican a Fidel Castro por ha­
ber prestado muy poca ayuda y demasiado tardía a los revoluciona­
rios. Si la ayuda cubana a las guerrillas se hubiere concretado en 1962
y *963» cuando verdaderamente existió la posibilidad de que una insu­
rrección alcanzara el éxito, habría resultado decisiva. Pero esto es
ser sabio después que ha pasado el hecho. Quizás el mejor resumen de
lo que resultó un fracaso en Venezuela durante estos años es el de
Teodoro Petkoff, uno de los miembros más inteligentes y menos dogmá- *
ticos del Comité Central del Partido Comunista. Anteriormente
partidario de las guerrillas, se unió a los comunistas contra ellas. Pero
su hermano Luben continuó la lucha, y esta relación familiar con las
guerrillas que permanecieron en el campo le otorga a Teodoro
PetkcofT una visión más benévola de los problemas involucrados.
E l siguiente es un extracto de una entrevista a Teodoro Petkoff, que re­
sume la experiencia guerrillera en Venezuela, y que fue publicada
en el World Marxist Review de entro de 1968.

»Lo que tenemos hoy día no es lucha armada en el sentido cabal de y


la palabra, sino solamente unidades armadas: dos bajo la di­
rectiva comunista, las cuales, por decisión del Partido, no se
hallan por el momento comprometidas en acciones militares;
también hay una encabezada por Douglas Bravo, que sólo actúa
en forma esporádica, y hay dos del m i r que están prácticamente
en la misma posición. Pero esto en lo que se refiere a las zonas ru­
rales. La situación en la ciudad es peor. Aquella porción del apara­
to urbano que se unió a Douglas Bravo ha sido casi totalmente
aniquilada por las represalias del gobierno. El m ir está en la
misma posición. Las fuerzas urbanas que sobreviven son extre­
madamente débiles y permanecen en la inactividad*.

Al pedírsele que explicara cómo seguían en existencia las unidades gue


rrílleras, Teodoro Petkoff replicó lo siguiente:

»Para comenzar, la composición de las unidades ha variado drásti­


camente. En un comienzo, estaban compuestas casi en su totali­
dad de gente de las ciudades (en su mayoría estudiantes y algu-^
nos obreros), a la que más tarde se unieron algunos campesinos.
En la actualidad, las unidades dirigidas por los comunistas y la
columna de Douglas Bravo se componen casi enteramente de

205
G ott / Las guerrillas en Am érica Latin a

campesinos, aunque.no sabría decirle si esto se aplica en igual for­


ma a la gente del mir .
El hecho que los guerrilleros sean en su mayoría campesinos, ex­
plica por qué pueden sobrevivir más fácilmente que antes, por­
que son de las zonas donde operan y tienen contacto con la gente de
la localidad; también, están acostumbrados a las visicitudes de
la vida rural y están mejor preparados para obtener alimentos, es­
tablecer contacto con amigos en las aldeas y encontrar albergue.
El que puedan sobrevivir también se debe a su labor política entre los
campesinos. Alguien comparó una guerrilla que no combate con
un avión cuyos motores fallan en pleno vuelo y que por lo tanto
está condenado. Pero nuestra experiencia no nos dice esto. Los perio­
dos de combate son muchos más que aquellos en que no se lucha.
Pero estos últimos se emplean provechosamente en trabajos con el
pueblo, en expandir la base social, en reclutar gente y en construir
defensas. Por ló tanto, nuestras experiencias buenas así como las
malas presentan un interés considerable. Tomemos por ejemplo el
frente Simón Bolívar en el Estado de Lara, el centro guerrillero
más importante, con una considerable experiencia en combate,
que asestó duros golpes al enemigo. Aplastado a comienzos, de
1963, logró reorganizarse, pero no libró ninguna batalla hasta
mediados de 1965. En el intervalo de dos años nqestras guerrillas
realizaron una importante labor política, al promover la influencia
del Partido Comunista y del movimiento revolucionario en las
aldeas de Lara, Portuguesa y Trujillo con una población cercana a
los 100.000 habitantes.
L a labor con los campesinos se llevó a cabo en períodos de relativa
paz, aunque manteníamos nuestro fusil al hombro. L a influencia
guerrillera se extendió por una zona bastante amplia de alrededor
de 125 aldeas, algunas de ellas bastante grandes. Nuestro gran error
fue que trabajamos abiertamente, y fundamos comités del Frente
de Liberación Nacional (fln ) en las aldeas, y las unidades se despla­
zaban libremente por la extensa zona montañosa, con la idea de que
teníamos completo control. Sin embargo, cuando el Ejército mon­
tó una ofensiva, los delatores inmediatamente le proporcionaron lis­
tas de nuestra gente y de sus ayudantes, y casi 200 personas fueron
ejecutadas y la mayoría de nuestras organizaciones políticas fue­
ron aplastadas.
Pero quiero dejar en claro que nuestra labor de propaganda por ese
entonces había creado una base social que funcionaba en forma efi­
caz, a pesar de la ofensiva del ejército y de nuestra equivocación al
trabajar abiertamente, porque también poseíamos una organi­
zación clandestina que ayudó a nuestros guerrilleros a salvarse de

206
¿U n d o e n lic e comunista?

ser aniquilados, de modo que pudieron reanudar las operaciones


contra el Ejército con un éxito considerable en 1965-6. Cuando digo
éxito quiero decir éxito militar, no un aumento de la influencia polí­
tica. Libramos varias batallas de gran utilidad y golpeamos al ejér­
cito en forma muy efectiva, preparando emboscadas a las tropas y
aprendiendo a utilizar los explosivos como especie de artillería pesa­
da de las guerrillas. Sintetizando, debemos nuestro éxito gue­
rrillero en el Estado de Lara a la labor de la guerrilla entre el pueblo
durante los dos años en que no se combatió.
Como puede ver, la conclusión de que una guerrilla militarmente inac­
tiva es como un avión con sus motores muertos no se aplicaba a nues­
tro caso. Nuestra experiencia nos dice lo contrarío. Ahora bien,
cuando nuestras guerrillas no están peleando, son cualquier cosa
menos un avión que cae, porque están en las montañas y trabajan
activamente en extender sus vinculaciones políticas con los
campesinos*.

Se le preguntó luego a Teodoro Petkoff acerca de Douglas Bravo y :


grupo:

»Actualmente, el grupo de Bravo existe principalmente en los infor­


mes propagandísticos extranjeros, aunque comenzó como una fuer­
za bastante grande. Cuando Bravo rompió con el partido, llevó
consigo al grueso de nuestra organización militar urbana y al fren­
te guerrillero Jo sé Leonardo Chirínos én el Estado de Falcón, tam­
bién 19 hombres del Frente Simón Bolívar en Lara, Portuguesa y
Trujillo. Esto componía una fuerza considerable, la mayor en cuan­
to a número y la mejor armada, con una fuerte organización mili­
tar urbana.
L a táctica de Bravo fue montar lo que llamó una ofensiva armada. En
forma predecible, no obstante, su ofensiva terminó en el desastre. Si
el ejército y la policía lograron destrozar una organización militar
como la nuestra, esto lo podían hacer y más aún con la de Douglas
Bravo, porque no contaba con proteccióñ política ya que a Bravo
no lo respaldaba ningún partido, no poseía vinculaciones políticas
y no ténía ninguna influencia entre el pueblo. Su unidad se derrum­
bó frente a las represalias policiales, y su fuerza urbana fue, en
realidad, casi totalmente aniquilada en tres grandes acciones poli­
ciales realizadas durante el primer semestre de 1967. No sólo los
miembros originales de la organización urbana de Bravo, sino que
los guerrilleros enviados desde las montañas a «reforzar la ciu­
dad*, fueron arrestados, a consecuencias de lo cual se redujo conside­
rablemente la fuerza de su columna guerrillera.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Entonces fue cuando estallaron las divergencias entre sus colegas. Se


produjo una ruptura, y algunos de ellos se hallan actualmente en el
extranjero. Por lo tanto hay base para pensar que el grupo de
Bravo se está disolviendo. Estoy tratando de ser lo más imparcial
que puedo, porque cuando surgen diferencias de facciones, cada
bando tiende por lo general a decir las peores cosas respecto al con­
trario. Pero puedo ser más objetivo, porque mi hermano se halla en
el otro bando y nos une un gran cariño y me duele su derrota. Ade­
más, en el otro lado hay también algunas espléndidas personas a las
cuales todavía nos unen vínculos espirituales porque hasta hace
muy poco fueron nuestros camaradas y sabemos que no son contra­
revolucionarios a pesar de su elección desafortunada. Son hombres
frustrados por años de lucha armada sin resultados tangibles, hom­
bres que se asemejan algo a los viejos anarquistas que pensaban que
se podía revivir un movimiento en decadencia por medio de com­
plots o actos terroristas. Pero son buenas personas, de todos, mo­
dos, inflamadas de ardor revolucionario, y su derrota no es sólo de
ellos, porque hasta cierto punto también constituye un revés para
todo nuestro movimiento revolucionario, que afecta al movimiento
en su totalidad porque es difícil para el pueblo diferenciar a los dis­
tintos grupos. Lo que el pueblo ve es que un movimiento armado
sufre reveses; el triste cuadro de un movimiento sin verdaderas
victorias, mientras que los periódicos informan sobre la cantidad
de muertos y la cantidad de capturados, y que existen delatores en
sus filas. Esto naturalmente se refleja en forma adversa sobre la
lucha armada y el movimiento revolucionario.
Como conclusión, sería interesante examinar los siguientes hechos:
Douglas Bravo declaró que una vez que su grupo se desprendiera de
las restricciones impuestas por la Comisión Política ^derechista*
del Partido Comunista, la guerra en Venezuela se expandiría rápi­
damente. Sin embargo hace dos años que Douglas Bravo anda por
su cuenta; pero, lejos de ampliarse, la guerra se ha apaciguado y las
esperanzas que Bravo tenía puestas en su columna guerrillera, la
esperanza de que lucharía sin cesar hasta encender una llama que
abarcaría todo el país, que derrocaría al gobierno y establecería el
poder revolucionario —todas estas esperanzas se han desvanecido,
aun entre los líderes d<e su grupo.
Militarmente, nuestra situación es grave. Las unidades guerrilleras
dirigidas por los comunistas operan en dos frentes —en el oeste y
en el este. Son una fuerza más grande que la de Bravo y más gran­
de, además, que la del mir, que también tienen dos frentes. Nos es­
tamos reorganizando, esa es parte de nuestra línea general, que
pone énfasis en la ofensiva política mientras que temporalmente se

208
¿U n desenlace comunista?

suspende la lucha armada. Queremos mejorar nuestra labor de


organización, porque nuestra posición no ha variado. Para noso­
tros la lucha armada es todavía el camino principal, porque nin­
gún cambio revolucionario o democrático puede lograrse sin ella.
Nuestra experiencia en Venezuela nos enseña que ningún movi­
miento revolucionario puede alcanzar la victoria sin la lucha arma­
da. Por lo tanto debemos remodelar y reforzar nuestra organi­
zación, a fin de operar más eficazmente que antes en esos momentos
críticos en que la evolución objetiva, nuestra labor política y los
vínculos renovados con las masas provoquen una situación
revolucionaria*.

Al pedírsele que dijera finalmente dos palabras sobre la posición actual


de la lucha guerrillera, Teodoro PetkofT contestó:

»Yo diría lo siguiente: hay una reevaluación sincera y realista del mo­
vimiento guerrillero. En el fondo, la guerra de guerrillas nunca
ha estado en el primer plano de nuestra lucha política, ni tam­
poco ha sido el componente más importante de nuestra lucha ar­
mada. Las batallas decisivas — las que pudieron haber significado
la victoria, o aquellas en que fuimos derrotados— se libraron en las
ciudades. En mi opinión, pudimos haber ganado si en 1962 hubié­
ramos combinado adecuadamente la lucha armada en las ciudades
con levantamientos de militares patriotas y de revolucionarios. En
enero de 1962 estábamos cercanos a la victoria: la huelga de trans­
portes en el Estado de Tachira creció en cuestión de días hasta
transformarse en una huelga nacional de obreros del transporte
que se combinó con un levantamiento popular en Caracas. En ese
entonces teníamos una organización eficaz en las fuerzas armadas,
la cual, si la hubiésemos activado, habría hecho muy posible la
victoria de la revolución.
Los levantamientos posteriores en el Ejército (aunque fueron las pri­
meras insurrecciones verdaderamente revolucionarias en Vene­
zuela durante este siglo) tenían pocas posibilidades de alcanzar la
victoria. No existía una situación específica al momento del levan­
tamiento de Carúpano, ninguna agitación popular que pudo ha­
ber contribuido a que se extendiera* Por lo tanto, estuvo lejos de ser
la chispa que hubiera inflamado al pueblo. L a lucha en Carúpano
fue relativamente breve, no se le proporcionó armas al pueblo,
y ninguno de los otros cuarteles se adhirió. L a situación fue distinta
en Puerto Cabello, la principal base naval, donde una batalla de tres
días se convirtió en un levantamiento popular que costó 50o vidas.
Allí se distribuyó armas a los guerrilleros que estaban en la pri-

209
G o tt / L a s guerrillas en Am érica Latin a

sión-fortaleza y que fueron puestos en libertad, y a los vecinos de la


ciudad.
El pueblo y algunas unidades militares lucharon denodadamente con­
tra las tropas del Gobierno. L a fuerza aérea bombardeó Puerto
Cabello como si fuera una ciudad enemiga. E l Gobierno no vaciló
en utilizar cohetes y artillería pesada. Pero el levantamiento de
Carúpano y las medidas tomadas por el Gobierno habían debi­
litado en tal forma nuestra organización que no pudimos obtener el
apoyo de otros cuarteles para que respaldaran a Puerto Cabello.
Tampoco pudo hacerlo la gente de Caracas y de otras ciu­
dades, a quienes los acontecimientos tomaron por sorpresa.
En relación a la lucha armada en las ciudades, me gustaría expresar
que nuestra experiencia, especialmente en Caracas, tiene un inte­
rés considerable. El Frente de Liberación Nacional tenía allí cinco
unidades, cada una de las cuales estaba compuesta por ioi hombres.
' Cada unidad tenía lo que se llama una base de retaguardia: un sis­
tema de escondites clandestinos, un servicio médico y legal, trans­
porte de todo tipo y depósitos de armas y municiones. Amplios contac­
tos hacían que las unidades tuvieran gran movilidad; podían desa­
parecer cuando la situación lo requería, contaban con muchos recur-
sos y contaban con el respaldo del pueblo. Muchos de los miembros

Í de las unidades eran estudiantes de la pequeño burguesía, de las cla­


ses acaudaladas, de modo que los hogares ricos también eran una
fuente de ayuda.
En la acción, las unidades eran de gran eficacia. Su planificación era
tan detallada y precisa que a veces llegaba a parecer excesiva. Por
ejemplo, el ataque a la misión militar de e e .u u . en Caracas fue pre­
parado minuciosamente, especialmente en lo que se refiere a recono­
cimiento, y por lo tanto tuvo éxito.
Las unidades no sólo participaban en operaciones de grupo. Dirigían
batallas en gran escala del pueblo de un barrio entero contra la
policía y eL ejército. El arrojo y la tenacidad demostrados por nues­
tros camaradas en la lucha callejera eran punto menos que m ila­
grosos. Los cerros de Caracas se transformaron en fortalezas y una
pesadilla para la policía y las tropas. Después de cualquier opera­
ción a gran escala, luego de bloquear el barrio, la policía no encon­
traba prácticamente nada (los combatientes y las armas »desa-
parecían« inexplicablemente), porque la vanguardia estaba estre­
chamente vinculada con el pueblo de la zona. Atesoramos esta expe­
riencia, que seguramente rendirá frutos en un futuro no muy lejano.
En resumen, nuestro análisis de las actividades pasadas demuestra
que, aunque la guerra de guerrillas es algo que no podemos aban-

2 I0
¿U n desenlace com unista?

donar, no es la forma principal de la lucha armada. En nuestro


país, la acción guerrillera depende de los acontecimientos de la ciu­
dad: las unidades guerrilleras pueden sobrevivir sin ayuda de las
ciudades, pero no pueden desarrollarse en ella*1 .

1«Preelection climate in Venezuela: an interviev with Comrade Teodoro Petkoff«, World


M arxist Review, abril de 1968.

2 I 1
TERCERA PARTE

La violencia en Colombia

Capítulo uno
La v io l e n c ia y su legad o

»La lucha armada se llevó a cabo en Colombia, en su modalidad de guerrilla cam­


pesina, aun antes de que pudiera decirse que existía una situación revolucionaria
en el país*.
Décimo Congreso, 1966
Partido Comunista de Colombia.

^Durante la sangrienta guerra civil de 1948-1953» un grupo de bandoleros quemó


el hogar de un rico latifundista conservador, violó a su hija, y dejó a su dueño deli­
rando trastornado frente a su hacienda en llamas. Postrado por el horror, el hombre
repetía una y otra vez, »¿Por qué? ¿Por qué?*.
Y la respuesta plena de escarnio fue ^Porque usted es rico y blanco*.
Vernon Lee Fluharty, Dance o f the M tllions

A mediados de la década del sesenta operaban en Colombia dos gru­


pos guerrilleros de inspiración izquierdista. Uno de ellos, las Fuer­
zas Armadas Revolucionarias de Colombia ( f a r c ), era dirigido por
los comunistas promoscovitas y sus raíces se remontaban a casi veinte
años. El otro, el Ejército de Liberación Nacional ( e l n ) que era de tenden­
cia fidelista, era de origen más reciente. A este último grupo perteneció
el Padre Camilo Torres, la figura más carismática de la historia de C o­
lombia desde Gaitán, y, a su muerte, sólo se halla después del Che G u e­
vara como mártir continental.
Las condiciones que permiten el desarrollo de un movimiento re­
volucionario guerrillero son las mismas en Colombia que en otros luga­
res de América Latina, pero es importante aislar dos que son específi­
camente colombianas. Que algo anda muy mal en los procesos políti­
cos del país puede deducirse del hecho de que cuando el presidente C a r­
los Lleras Restrepo fue elegido en 1966, obtuvo sólo el veinte por ciento
de los votos emitidos. Un sesenta y cinco por ciento de las personas con
derecho a voto no concurrieron a las urnas. L a frustración provocada
por un acuerdo electoral que sólo permite intervenir a dos partidos que

2 12
L a violencia y su legado

no presentan diferencia alguna entre sí es una razón convincente para


explicar por qué los revolucionarios se sienten impulsados a destruir
por la fuerza el sistemaimperante.
Un factor más crucial, sin embargo, son los antecedentes de violen­
cia y de guerra civil que hacen de Colombia un país único entre los
países de América Latina. Un estudioso norteamericano de las cien­
cias políticas, Richard S. Weinert, ha resumido admirablemente los
acontecimientos de fines de la década del cincuenta que tanto
convulsionaron la sociedad colombiana:

»Desde 1946 a 1953, Colombia se sumió en la violencia rural que


iba desde la agresión física hasta la crueldad brutal, y alcan­
zó a todas las instituciones sociales, desde la Familia hasta la
Iglesia. Estaba tan generalizada y era tan profunda que el nom­
bre más apropiado que los colombianos hallaron para ella fue
genérico: La Violencia. Aunque variaba en intensidad según las
regiones, la violencia estaba presente en todo el interior de Co­
lombia; sólo las regiones cercanas a los límites de Colombia con el
Atlántico, el Pacífico, Venezuela, Ecuador y Pérú estaban libres de
ella. La destrucción y la desorganización de la vida provocada por la
la violencia resulta difícil de exagerar.
Cálculos prolijos indican que la violencia produjo 135.000 muer­
tes entre 1949 y 19581 . En un pueblo de Tolima hacia el que huyeron
muchas personas para escapar de la violencia, los investigadores
han hallado que 503 de 509 familias sufrieron la pérdida de algún
familiar cercano, que un tercio de las familias inmigrantes habían
sido terratenientes, y que alrededor del año 1959 la violencia en
el pueblo mismo había destruido sus cuatro molinos de café y cinco
fundiciones de hierro. Sin duda se presentaban estas mismas con­
diciones en veintenas de otros pueblos.
L a violencia existió durante todo el período comprendido entre
1946 y 1953. Comenzó en una escala pequeña en 1946-7, poco
después que un conservador asumiera la presidencia después de
treinta años de gobierno liberal. En abril de 1947, el dirigente li­
beral, Jorge Eliécer Gaitán, presentó un memorándum de protes­
ta por los actos de violencia ocurridos en cincuenta y seis pueblos

'Esta cifra proviene de La Violencia en Colombia de Germán Guzmán Campos, Bogotá:


Ediciones Tercer Mundo, 1962, p. 292.
Guzmán la descompone de la siguiente manera:
Campesinos asesinados 85.144
Otros civiles 39856
Ejército 6.200
Policía y funcionarios estatales 3.620
134.820
Guzmán hace subir esta cifra a 180.000 al incluir a aquellos que murieron por sus heridas,
y considera que 200.000 es una cifra aceptable para el período 1949-1962.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

en once de los quince estados. En febrero de 1948 pronunció una


«Oración por la Paz« en una gran manifestación en Bogotá que
reclamaba el orden público. L a violencia aumentó después del
Bogotazo de abril de 1948, y alcanzó su apogeo entre 1949-53 ^u*
rante el mandato presidencial de Laureano Gómez«2.

M ás notable, quizás, que la escala en que se desarrolló la violencia, fue


la increíble ferocidad que ia acompañó. Otro experto norteamerica­
no en ciencias políticas, Norman A. Bailey, escribe:

«Sin embargo, todo esto quizás pudo haber sucedido, y no obstante


no habérsele dado el nombre de «La Violencia*, si no hubiese sido
por la casi increíble ferocidad con que se realizó la mayoría de
las matanzas, mutilaciones y desmembraciones. Ciertas técnicas
de muerte y tortura se hicieron tan comunes y difundidas que tuvie­
ron nombres, tales como *picar para tamal*, que consistía en
cortar el cuerpo de la víctima viva en pedacitos, a poquitos. O »boca-
ciquiar*, proceso que consistía en hacer centenares de pequeñas
punciones en el cuerpo por las cuales l a . víctima se desangraba
lentamente hasta morir. Se inventaron formas ingeniosas de cuar­
tear y degollar que tenían nombres tales como «corte de mica«,
«corte de franela*, «corte de corbata*, etc. Las crucifixiones y los
ahorcamientos eran comunes, los «prisioneros* políticos eran arro­
jados de aviones en vuelo, se pasaba por la bayoneta a los niños
pequeños; los escolares, algunos de ellos de sólo ocho años, eran
violados en masa, los niños no nacidos aún eran extirpados del
vientre de su madre por medio de brutales cesáreas y cambiados
por gallos, se cercenaban orejas, se despojaba a la víctima de su
cuero cabelludo, etc. El propósito de esta narración es señalar que
aquí estamos tratando un fenómeno de ferocidad sin parangón
en los tiempos modernos, en cuanto concierne a movimientos por
lo menos hasta cierto punto espontáneos* .

Aunque la violencia comenzó en pequeña escala después de la


elección de un presidente conservador en 1946, tomó su tranco verdadero
después del asesinato del dirigente liberal Gaitán en 1948.
Del mismo modo como la caída del presidente Arbenz en 1954 tiñó
toda la historia posterior de Guatemala, el acontecimiento fundamen-

2Richard S. VVeinert, Vióleme in pre-modern societies: rural. Colombia, American Poli-


tical Science R eview , junio 1966. Véase ademas, Ronald H. McDonald, Political protest and
ahenation in voting: the case o f Colombia , ¡nteramerican Economic Af/airs, otoño 1967.
La Violencia dejó una huella en la cultura política de Colombia que puede caracterizarse
por la enajenación política, la resignación y el miedo.
3Norman A. Bailey, La Violencia en Colombia, Jou rnal o f Inter-American Studies, octu­
bre 1967.
L a violencia y su legado

tal en la historia reciente de Colombia fue el Bogotazo de 1948 — un


levantamiento popular de tres días que se produjo luego del asesinato de
G a itá n y que dejó a la capital en ruinas. Porque el saqueo de Bogotá y la
violencia que siguió en el campo señalaban las inmensas reservas de
emoción popular que existía en el pueblo colombiano. Si Gaitán —figu­
ra política de inmensa habilidad y atractivo— hubiese vivido para cana­
lizar esta inmensa fuerza dinámica por vías constructivas, los veinte
años de violencia, atraso y frustración en Colombia habrían sido
m uy diferentes. El historiador británico Eric Hobsbawm (que escribía
en 1963), sostiene que:

»La historia de Colombia en los últimos quince años puede


comprenderse sólo en términos del fracaso, o más bien del abor­
to, de una revolución social clásica. Por lo menos desde 1930 en
adelante, a través de una evolución histórica coherente, se pre­
paraba una revolución social en Colombia que por lógica debió haber
producido algo análogo al fidelismo, un régimen popular de izquier­
da en íntima alianza con los comunistas. En realidad, este movi­
miento llegó a su climax, a una situación claramente insurreccio­
nal, en un momento en que era factible la toma del poder. M ás que
esto: la insurrección en realidad estalló espontáneamente en abril
de 1948 y fue libremente apoyada por la policía de Bogotá. Pero
no había nadie para dirigirla y organizaría. El movimiento popular
de Jo rge Eliécer Gaitán, por ser totalmente desorganizado, se vio
decapitado por el asesinato de su dirigente; los comunistas no se
dieron cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que era demasiado
tarde. Como consecuencia, el país cayó en el estado de desorga­
nización, guerra civil y anarquía local que ha prevalecido durante
los últimos quince años*4.

Por una curiosa coincidencia histórica, así como Ernesto Gue­


vara había estado presente en Guatemala durante los últimos días de
Arbenz, Fidel Castro se hallaba en Bogotá para el asesinato de Gaitán, y

4Eric Hobsbawn, »The revolucionary situation in Colombia**, The World Today , vol. 19
junio 1963. El partido que gobernaba en Colombia, el liberal, se dividió en 1946 en su ala
izquierda, dirigida por Gaitán y la derecha, dirigida por Gabriel Turbay. Esto significó la
elección de un Presidente conservador, el señor Ospina Pérez. Los liberales estaban reprc-
sentados en su gobierno, pero después que Gaitán obtuvo el control total de su partido,
Ospina Pérez, comenzó a socavar el bipartidismo existente. Poco antes de la conferencia
panamericana realizada en Bogotá en marzo y abril de 1948 retiró a todos los liberales
del Gabinete. Es prácticamente seguro que de haber vivido, Gaitán habría sido elegido pre­
sidente en 1949. inaugurando de este modo una era totalmente nueva de la historia colom­
biana. »En un sentido Jorge Gaitán pudo haber sido el Fidel Castro de Colombia. Su muer­
te privó a la Izquierda colombiana de un líder auténticamente popular de alta categoría**.
Marcel Niedergang, L e Monde, 8 de febrero de 1966.

2*5
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

presenció la insurrección que siguió a éste5. Llegó a Bogotá como


miembro de una delegación que asistía a un congreso estudiantil anti­
imperialista que se realizaba allí para que coincidiese con la Novena
Conferencia Panamericana que se inauguró el 30 de marzo de 1948.
Fue en los albores de la guerra fría, y el Secretario de Estado de Estados
Unidos, George M arshall, recientemente llegado después de su triunfo
en Europa, había acudido a esta importante conferencia interameri­
cana a decirle a sus vecinos del sur que aunque el dinero de los Estados U n i­
dos sólo estaba disponible para Europa, »el problema de las actividades
subversivas de inspiración extranjera dirigidas contra las institucio­
nes, la paz y la seguridad de las repúblicas americana$« preocupaba con­
siderablemente al gobierno de M r. Truman. Junto con él expresaban la
misma preocupación M r. Averell Harriman y el General M atthew
Ridgway.
Entre los temas de la agenda de la conferencia se hallaban las colo­
nias de las potencias europeas que todavía quedaban en América L atin a.
El gobierno argentino, entonces en manos de Ju an Perón, se hallaba
comprometido en una campaña para hacer valer los derechos de
Argentina sobre las Islas Malvinas y la Antártida británica, y por con­
siguiente el representante argentino ante la conferencia junto con algu ­
nos de sus colegas, no se manifestaban en absoluto contrarios de la pro­
paganda anticolonialista difundida por el congreso estudiantil al que
asistía Castro.
El 9 de abril al mediodía Castro y otros delegados estudiantiles tenían
programada una entrevista con Gaitán en las oficinas del diario liberal
E l Tiempo. Gaitán había pasado la primera parte de la mañana en su
oficina cercana al Congreso donde tenía lugar la Conferencia P a ­
namericana, pero mientras caminaba desde allí hacia el edificio del
diario, fue derribado a balazos por un asesino desconocido que fue in­
mediatamente linchado por la muchedumbre 6

»A los pocos minutos del ataque al señor Gaitán, multitudes arm a­


das comenzaron a saquear y a incendiar los edificios públicos y
las tiendas del centro de la ciudad. La Embajada de los Estados
Unidos fue objeto de un feroz ataque que fue, no obstante, repelido

'Se incluye una relación de las actividades de Fidel durante el Bogotazo en Fidel Castro:
¿rebelde , libertador o dictador? de Jules Dubois, Buenos Aires: Editorial Gñjalbo, Argen­
tina, 1959, pp. 18-23, y en The Cuban Siory, de Herbert L. Matthews, Nueva York, 1961, pp.
140-4.
»En el momento en que Gaitán caía en la acera, un vendedor de lotería se precipitó so­
bre el asesino. Otro hombre corrió desde un café cercano e hizo pedazos una silla en la ca­
beza del asesino. En un instante se congregó una multitud alrededor del asesino, y literal­
mente lo mataron a patadas, desfigurándolo en tal forma que sus facciones quedaron
irreconocibles por lo que hubo que identificarlo por los documentos que llevaba en su per­
sona*. Vernon Lee Fuharty en Dance 0/ the Miltions: military rule and the social revolution
in Colombia , 1930-1956, University of Pittsburgh Press, 1957, p 100. Este es el mejor libro
sobre Colombia moderna; en realidad es uno de los grandes clásicos de la historia latino­
americana.
L a violencia y su legado

por miembros del personal de la Embajada, que combatieron los


incendios producidos en el edificio durante muchas horas... El
edificio del Congreso que alojaba la Conferencia Panamericana
también fue devastado y una gran cantidad del equipo de la Confe­
rencia, junto con sus registros, fueron destruidos o saqueados. Aun
cuando todos los miembros de las misiones diplomáticas extranjeras
y de las delegaciones ante la Conferencia, que se habían refugiado
en diversas partes de la ciudad, escaparon ilesos, sufrieron no pocas
penalidades debido a la interrupción del abastecimiento de alimen­
tos, de los servicios de energía eléctrica, y otras amenidades de Bo-
gotá, donde ardieron los incendios durante varios días* .

El 12 de abril cuando la insurrección se hubo acabado gradualmen­


te después que los liberales sin jefe habían acordado reincorporarse al
gabinete conservador, el Secretario de Estado George Marshall acu­
só al «comunismo internacional* de inspirar la revuelta. La describió
como «la primera tentativa comunista importante realizada en el he­
misferio occidental desde el término de la guerra«. Seguía »él mismo
patrón definido de los acontecimientos que precipitaron las huelgas
en Francia e Italia«. Advertía que »en las acciones que tomemos aquí
con respecto a la situación actual debemos tener claramente presente
que éste es un asunto mundial, y no sólo colombiano o latinoameri­
cano*. Para no ser menos, el embajador británico, Gilbert Mackereth,
también declaró que la revuelta «mostraba todas las huellas de ser de
inspiración y dirección comunista*.
D e hecho, parece que a los comunistas les pilló de sorpresa. Demos­
traron su falta de entusiasmo habitual por promover la revolución. El
historiador del comunismo latinoamericano, Robert J . Alexander, pen­
saba que:

»Si los comunistas hubieran estado detrás del Bogotazo el re­


sultado de estos acontecimientos habría sido muy dis­
tinto. La multitud tuvo la ciudad bajo su control durante 48 ho­
ras, y con una dirección decidida pudo haber derrocado al pre­
sidente Ospina Pérez. Una de las cosas notables de la insurrec­
ción de Bogotá fue que no cayera el gobierno. Por el contrario,
el presidente se mantuvo en su cargo, y la formación de un nue­
vo gobierno de coalición de los conservadores y liberales fue la
única consecuencia política inmediata de la revuelta.
Los dirigentes comunistas no se vieron por parte alguna duran­
te la mayor parte del Bogotazo. En muchos sectores se cree que
Gilberto Vieirá pasó la mayor parte del tiempo escondido en7

7'Keesings Contemporary Archives, p. 9236.


G ott / L*s guerrillas en América Latina
las oficinas de E l Tiempo , d diario liberal, que naturalmente no
fue atacado*8. Después del Bogo tazo, Colombia degeneró
hacia la violencia y la anarquía. Los liberales se negaron a p ar­
ticipar en las decdones presidenciales de 1949, y el Dr. Laureano
Gómez del Partido Conservador fue elegido sin oposición**.

*Robert J . Alcxander, Comunism in Latín America, Rutgers University Press, 1957, pp. 250-
1. Lo que faltaba naturalmente era una «dirección decidida*. Aun sí los comunistas se hu­
bieran decidido a dirigir, organizar, controlar o «colocarse detrás* del Bogotazo, es dudo­
so de que realmente contaran con los lideres para llevarlo a un desenlace revolucionario
victorioso. (Gilberto Vieira era el líder del Partido Comunista colombiano).
9El boicot liberal fue prácticamente total como lo demuestran las siguientes cifra» para
Bogotá:
Elecciones parlamentarías junio 1949
Conservadores Liberales
Elecciones parlamentarías junio 1949 20.000 63.000
Elecciones presidenciales Noviembre 1949 20.181 27

Capítulo dos
Los CO M UN ISTAS Y L A S R E P U B L IC A S IN D E P E N D IE N T E S

A fines de la década del cuarenta y a comienzos de la del cincuenta, ban ­


das guerrilleras que operaban bajo el signo liberal o conservador aso­
laron los campos colombianos. Según Richard Weinert:
1

Existen considerables pruebas documentales que apoyan la idea de


que fue la lealtad partidista tradicional y no la hostilidad clasista
la razón fundamental de la violencia. Un jefe de una banda de con­
tendores en Antioquia escribía en julio de 1953 que había visto
cómo la policía le cortaba la lengua a un hombre al tiempo que le
explicaba a la víctima: »Te la cortamos para que nunca más puedas
gritar vivas por el Partido Liberal*1 .

Sin embargo, aunque el grueso de los asesinatos y de las atrocidades


cometidas durante el período de la violencia se debió a los libe­
rales o conservadores, el Partido Comunista colombiano se aprovechó
de la situación anárquica para organizar su propia banda pequeña
de guerrilleros campesinos.
Desde los comienzos de la década del cuarenta, el Partido Com unis­
ta colombiano había estado en decadencia, debido en gran parte al
ascenso repentino del gaitanismo. Gaitán, antes que cualquier líder
comunista, atrajo el apoyo de grandes cantidades de colombianos
pobres. El Partido Comunista se equivocó profundamente cuando,
durante las elecciones presidenciales de 1945, impartía órdenes a sus
miembros de votar por Gabriel Turbay, un liberal de derecha y ex co-

' Richard S. Weinert, Violence in pre-m odem societies.


L o s comunistas y l u repúblicas independientes

munista, y no por Gaitán. E l resultado del fraccionamiento del voto li­


beral fue la victoria de los conservadores. Aunque los comunistas
habían llamado »fadsta« a Gaitán durante la campaña electoral,.
se volvieron hada ¿1 luego de su derrota2. Pero cuando Gaitán fue
asesinado, los comunistas no sabían que hacer. Una fuente narra lo
siguiente:

»La totalidad del Comité Central se hizo presente en las oficinas de


la dirección nadonal del Partido Liberal, en espera de órdenes res­
pecto a qué actitud adoptar. L a gente murió en las luchas callejeras,
sin ninguna direcdón política*2.

Cada paso vadlante del Partido, significó la marginación de sus miem­


bros más activos. A ñnes de la década del cuarenta sólo quedaban restos.
Y fue este grupo el que comenzó a reclutar campesinos, la mayoría de
ellos liberal, para sus propios propósitos.

Los comunistas tenían cierta experienda en la organización cam­


pesina. A comienzos de la década del treinta, aprovechando los distur­
bios campesinos que se habían producido entre 1928 y 1930 en la región
del Tequendama, el recientemente formado Partido Comunista con­
venció a los campesinos de una zona llamada Viotá de que retuvieran
las tierras que habían tomado. Cuadros de Bogotá acudieron en su
ayuda.

»Impotente para aplastar el movimiento por la fuerza durante


sus primeros años, la clase latifundista decidió aislar la zona
de Viotá dentro de lo posible y de guardar silencio sobre lo acon­
tecido. El desprecio extremo del Gobierno por el pueblo alentó la
ilusión de que este experimento popular estaba destinado al fra­
caso, y decidieron esperar hasta que desapareciese. Pero la agri­
cultura de Viotá muy pronto se transformó en una competido­
ra. Una red de intereses económicos comenzó a aparecer en tomo
a la zona. Comerciantes vecinos y aun latifundistas se pusieron
de acuerdo con los campesinos atraídos por la forma seria y prós­
pera como conducían sus asuntos. De este modo fracasó el blo­
queo*4.

*Robert J . Alexander, Communism in Latín America , p. 249.


* Rafael H. Gaviria y Calaña Moeschamp, »La Lutte en Colombia*, Parttsans (París),
abril-junio 1967.
4Santiago Solarte, »L ’armée coiombienne tente de réduire les républiques paysannés
indépendentes*, L e M onde , 31 de enero/i* de febrero de 1965. (Solarte era miembro de la
delegación colombiana a la Conferencia Trícontinental de La Habana de enero de 1966).
Viotá, sin embargo, no era un paraíso comunista. Adolfo Gilly escribe: »Viotá no podía ser
quebrado desde el exterior. Sin embargo se hizo más burgués desde dentro, en un paralelo
del giro derechista del Partido Comunista durante la era del Frente Popular. En lugar de
ser inspirados por la dirección del partido a extender su movimiento, muchos de ellos se
G o tt / L a s guerrillas, en Am érica Latin a

Los campesinos de Viotá poseían sus propias fuerzas armadas,


su propio poder judicial, y virtualmente eran autónomos. D urante las
campañas antiguerrilleras de fines de la década del cuarenta, el ejér­
cito colombiano no los molestó6.
Con esta experiencia práctica de organización campesina realizada
a lo largo de casi dos décadas, los comunistas estaban bien colocados
para aprovechar la situación casi anárquica que prevaleció en los años
que siguieron a la muerte de Gaitán*. En noviembre de 1949, en la
época de las elecciones presidenciales, ganadas sin oposición por
el candidato conservador Gómez, el Partido Comunista adoptó una po­
lítica conocida con el poco elegante nombre de «autodefensa de las
masase. Bajo la consigna de «A la violencia reaccionaría hay que oponer
la violencia organizada de las masas*, los cuadros comunistas com en­
zaron a juntar a los sobrevivientes de la violencia en zonas donde podían
defenderse. En un artículo aparecido en el World Marxist R eview de
abril 1967, un comunista colombiano, Alberto Gómez, describe lo su ­
cedido:
»A comienzos de la década del cincuenta más de 1.000 fam ilias
campesinas provenientes de otras zonas se congregaron en el dis­
trito de El Davis, Departamento de Tolim a, en la Cordillera Central.
Los adultos fueron organizados dentro del Partido, los jóvenes en
la Juventud Comunista, los niños en el llamado Batallón Sucre, y
las mujeres en su propio comité. Este fue-el primer grupo estrecha­
mente unido que se lanzó a la acción guerrillera. M uy pronto toda la
parte sur del Departamento de Tolima estaba embarcada en la
guerra de guerrillas. Muchos combatientes sobresalientes, tales
como Manuel Marulanda, Ciro Trujillo, Isauro Yosa, Alfonso C a s ­
tañeda (Richard), Jacopo Frías Alape (Charro Negro) e Isaías
Pardo, sufrieron su bautismo de fuego en «El Davis«. Este fue el
primer centro importante de lucha guerrillera en América Latin a

hicieron ricos, por lo que la «Viotá Roja se convirtió en un recuerdo y la Viotá verdadera en
una base para el carrerismo y el control burocrático*. Adolfo Gilly, «Guerrillas and
peasant republics in Colombia*, Monthly R eview , octubre 1965. Hay que recordar que
Gilly escribe desde un punto de vista trotskista' y que por lo tanto no tiene grandes simpa­
tías por las actividades de los comunistas ortodoxos.
*Robert J . Alexander, Communism in Latín America, nota al pie de la p. 252.
*$egún un autor, aunque «pequeños cuadros del Partido Comunista trataban de penetrar
el movimiento guerrillero, la orientación democrática y cristiana del partido liberal y la
dirección débil de los comunistas impidieron una aceptación amplia de la ayuda comunista.
Los comunistas contribuyeron con literatura y procedimientos organizativos hasta un pun­
to tal que el movimiento guerrillero se organizó de acuerdo a líneas clásicas desarrolladas
por Mao Tse-tung. Pero los líderes eran jóvenes liberales indiscutiblemente idealistas y
esforzados. £1 Partido Comunista trató de capitalizar la división social que existía en
Colombia y transformar la guerra en una lucha de clases. Pero, para su consternación, gran
parte de la lucha consistió en asonadas de liberales y conservadores tradicionales y en
bandidaje franco*. Russel W. Ramsey, «The Colombian Battalion in Korea and Suez*,
Journal o f Interamerxcan Studies, octubre 1967.

220
Los comunistas y las repúblicas independientes

dirigido por el partido del proletariado. La guerrilla actual conti­


núa las tradiciones de estos combatientes.
Sin embargo, la primera etapa del movimiento campesino arma­
do (1949-53) también presentaba características que retardaron
el desarrollo general de la lucha. El movimiento no tenia una di­
rección militar-política unida; tampoco un programa claro
destinado a ganar el poder. Era más bien un conglomerado de
grupos que poseía considerables recursos humanos pero política­
mente desunido. L a planificación conjunta de la lucha no entraba
en la discusión. Los liberales, conservadores y comunistas dirigían
cada uno sus propios movimientos, y perseguían, además, finali­
dades enteramente distintas. Para la burguesía liberal el movi­
miento guerrillero era una forma de promover la lucha interparti­
dista que fomentaba la ilusión de que sólo un golpe militar podía
resolver los problemas existentes. Los conservadores en su mayor
parte procuraban utilizar sus destacamentos de combate para man­
tener la dictadura. Los comunistas trabajaban para unificar a los
diversos grupos, y en el Departamento de Boyacá lograron convo­
car un congreso de guerrilleros pero no pudieron lograr sus objeti-
m

vos a nivel nacional^ .

Esta conferencia, conocida como la Conferencia de Boyacá, fue or­


ganizada por el Partido Comunista con miras a dar a los grupos guerri­
lleros una orientación más revolucionaría. Se realizó a comienzos de
1952. Según la versión del dirigente comunista, Gilberto Vieira, »la
conferencia nacional de guerrillas se declaró partidaria de la lucha por
el poder a través de la formación de consejos de gobierno populares en
las zonas dominadas por las guerrillas, y trazó un programa antimpe-
rialista y antilatifundista*8.
Sin embargo sería un error exagerar el papel jugado por los comunis­
tas durante la ^violencia. Básicamente fue una guerra civil en que los
campesinos liberales lucharon contra los campesinos conservado­
res que eran incitados por el gobierno. Los comunistas desempe­
ñaron un papel secundario*.

TAlberto Gómez, «The Revoludonary Armed Forces of Colombia and their perspectives*,
World Marxist Review , abril de 1967. los comunistas de Latinoamérica siempre les agra­
da citar el qcniplo colombiano a los críticos de izquierda que los acusan de no apoyar la
guerra de guerrillas. De ahí el énfasis en el hecho que «El Da vis* fue el «primer centro
importante de la lucha guerrillera* dirigido por los comunistas, es decir, mucho ames que
tuviera lugar la Revolución Cubana que convirtió la guerra de guerrillas en una estra­
tegia totalmente común.
‘ Gilberto Vieira, «La Colombia á l’heure de Marquetalia*, Démocratie NouutUc, (núme­
ro titulado «Oú va Mister Johnson?*), julio-agosto 1965.
‘ Un autor que ha escrito sobre la violencia ha presentado una descomposición de las muer­
tes producidas en 1960 debidas a la violencia política, según la filiación política de las vícti­
mas: Liberales, 611; Conservadores, 646; Comunistas, 6; filiación política desconocida.

22 I
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

Germán Guzmán, en su libro sobre la violencia, deja entrever al­


go del sabor de la situación en las zonas comunistas cuando describe la
atmósfera de la región de »Gaitania«, en manos de los campesinos:

»Conservadores, liberales, comunistas, católicos, protestantes,


todos llegaban a Gaitania para huir de la persecución; la organiza­
ción revolucionaria les proporcionaba tierra, medicamentos, y los
protegía; la única condición que exigía a los recién llegados era
que no guardasen rencor contra aquéllos con opiniones políticas
o religiosas diferentes. Ninguno de ellos renunció a sus anterio­
res actitudes políticas o religiosas: solamente agregaron una nue­
va — ¡la comunista!«10*.

Gaitania, que más tarde se hizo famosa como la república independien­


te de Marquetalia, fue originariamente fundada en 1949 por Ferm ín
Charry Rincón. Charro Negro , como se lo llamaba, era un dirigente
campesino y una de las grandes figuras del primer período de la violen­
cia. Era miembro del Comité Central del Partido Comunista, y
aparecía en sus publicaciones bajo el nombre de Jacobo Frías A lape.
Marquetalia estaba situada en los límites de las provincias de T o li-
ma y Huila y en una época parece haber incluido alrededor de cuatro mil
campesinos dentro de sus confínes. Abarcaba una zona cercana a
los tres mil kilómetros cuadrados, y debía su nombre a una colonia
penal que existió allí en 1915. Ningún camino la conectaba con el resto
del país. En la »república« no regían las órdenes del gobierno, y en mu­
chas oportunidades los funcionarios locales de gobierno tenían que
solicitarles a los jefes guerrilleros que cooperasen en la captura de cri­
minales que huían de la justicia1 1 .
Charro Negro fue muerto en enero de 1960, según se dice por una
banda rival, y su sucesor fue una figura aún más legendaria, M anuel
Marulanda Vélez, Marulanda, que también era llamado Pedro
Antonio M arín, tenía el sobrenombre de Tirofijo. Igual que C h a ­
rro Negro, era miembro del Comité Central del Partido Comunista.
M ás tarde habría de encabezar uno de los movimientos guerrilleros
más importantes del país.
Otras repúblicas independientes supervisadas por el Partido C o ­
munista fueron Río Chiquito, Sumapaz, Ariari y Guayabero. E n Río
Chiquito, en los límites entre Huila, Tolima y Cauca, había cerca de
cuatrocientos hombres armados. Eran dirigidos por Ciro Castaño

1.468; total: 2.731. Alfonso Moneada Abello, Un aspecto de la violencia, Bogotá, 1963, p. 9.
Este libro tiene como fin revelar el papel de los comunistas en la violencia, pero el autor tie­
ne aue confesar que no puede atribuirles toda la culpa —de ahí el título.
°Germán Guzmán, La Violencia en Colombia, pp. 161-2.
"Alonso Moncadb, Uh aspecto de la violencia , p. 354. El término «república indepen­
diente* parece que fue popularizado por el hijo de Gómez, Alvaro Gómez Hurtado. No fue
usado por los guerrilleros.

222
L o s com unistas y las repúblicas independientes

Trujillo, conocido también bajo el nombre de M ayor Ciro. Aquí tampoco


el gobierno nacional ejercía control alguno. Había un acuerdo entre
Castaño y las autoridades locales por medio del cual éstas reconocían
la autonomía del territorio controlado por Castaño. Si el acuerdo era
violado, el jefe guerrillero reaccionaba con rapidez. En 1962, después que
tropas del gobierno entraron en su territorio, Castaño envió una se­
vera carta al Presidente de la República:

«Como se sabe muy bien que por más de cinco años no han ha­
bido disturbios ni ataques de ninguna especie contra nadie en
este territorio de Cauca Oriental, por parte nuestra o de las autori­
dades municipales, está claro que vivíamos en paz y tran­
quilidad, fuera de pequeños problemas que podrían haber
perturbado la paz, pero que en realidad eran de fácil solución.
Desde el 23 de Febrero, sin embargo, dos hogares campesinos
han sido brutalmente atacados, no en una riña privada, sino por
las Fuerzas A rm adas.. V * .

Quizás la figura más famosa que surgió durante este período fue
el jefe guerrillero, Ju a n de la Cruz Varela. Nació en Boyacá a comienzos
de siglo, por largo tiempo había sido un fírme gaitanista. Desde 1950
en adelante fue el jefe de la «república independiente" de Sumapaz,
situada al sur de Cundinamarca. En la década del sesenta abandonó
la lucha guerrillera y fue elegido miembro de la Cámara de Repre­
sentantes. En un artículo que escribió en 1960 para la revista cubana
Bohemia , explica en parte por qué estas plazas fuertes de campesinos
armados en Colombia nunca lograron provocar a nivel nacional el im­
pacto que provocó Fidel Castro en Cuba:

«Teníamos hasta 25.000 hombres armados, aunque debemos


confesar que la calidad de las armas no era buena. Teníamos un
problema adicional en que, como estábamos al interior del país,
no teníamos acceso a ningún puerto. Por lo tanto no podíamos
recibir envíos de armas. Estábamos prácticamente rodeados de
tropas del gobierno y no teníamos apoyo en las ciudades. Es de­
cir, contrariamente a lo sucedido en Cuba, no podíamos contar
con grupos de acción y de sabotaje en las grandes ciudades que
nos ayudaran a minar la moral de los lacayos de la tiranía"13.

En Colombia la violencia estuvo casi enteramente limitada al cam­


po. Bogotá nunca conoció el terrorismo y la brutalidad que se hicieron
algo común en Caracas y en ciudad de Guatemala. Si las guerrillas urba­
nas de Venezuela hubiesen podido operar acompañadas por la violen-

iaAlonso Moneado, Un aspecto de la violencia, p. 366.


,aJuan de la Cruz Varela, »Mi montaña, mi rifle y yo*, Bohemia (La Habana), 7 de agosto
de 1960; citado por Alonso Moneado en Un aspecto de la violencia , p. 227.

223
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

cía campesina en la escala que existió en Colombia, la revolución


venezolana no habría experimentado el fracaso que experimentó. E n
forma semejante, si los campesinos colombianos hubiesen contado con
una organización urbana eficiente habrían logrado un mayor éxito e n
extenderse más allá de los confínes de sus repúblicas independien-
tes«.
En Bogotá la oposición al gobierno del momento prefirió la tarea m ás
fácil de la maniobra electoral o el golpe militar.
En junio de 1953 el presidente conservador Laureano Gómez fu e
depuesto por un golpe militar encabezado por el general Gustavo R o ja s
Pinilla. Inmediatamente fueron suspendidas todas las operaciones
militares en contra de las guerrillas. Los que estaban dispuestos a re n ­
dirse, dijo, dispondrían de ayuda material.. Un número muy grande
aprovechó este ofrecimiento14.
Sin embargo, muchos comunistas agrupados en sus repúblicas cam ­
pesinas embrionarias, no hicieron caso de la oferta de amnistía. P e ­
ro era difícil que las guerrillas prosperasen cuando todo el mundo es­
taba deponiendo las armas en todas partes. El país estaba cansado de
la guerra. Alberto Gómez ha explicado la situación desde el punto de
vista de su Partido:

»E1 año 1953 estuvo lleno de experiencias penosas. M ás de


5.000 guerrilleros del Partido Liberal que habían estado ope­
rando en los llanos orientales se rindieron a la dictadura de Rojas
Pinilla. M ás tarde otros destacamentos liberales hicieron lo mis­
mo. Los comunistas, aunque en número menor y obligados a reti­
rarse a la parte sur del Tolina, continuaron la lucha. Charro N e­
gro, Isauro Yosa, y Manuel Marulanda iniciaron operaciones
en la zona que más tarde se llamaría Marquetalia. Ciro T ru ji-
11o se trasladó al Departamento del Cauca, zona habitada por
indios que tenían tradiciones de lucha campesina. Esta última
zona se llamó más adelante Riochiquito.
El Partido Comunista dirigió la guerra de guerrillas en su segunda
etapa (1954-57). Durante más de seis meses se libró una guerra de
posiciones en Villarrica y Conday contra tropas númerícamente
superiores del enemigo. Se libró una lucha encarnizada por cada
metro de terreno. Cuando la resistencia se hizo imposible, muchos
de los campesinos se dirigieron al sur, a los departamentos del Toli-
ma y Huila. Posteriormente las guerrillas fueron redistribuidas
en los departamentos de Meta y Caqueta. L a marcha fue realizada
por grupos móviles que lucharon contra el enemigo durante 1955-

,4£ric Hobsbawm da como un »hecho« que «durante sólo cinco días de 1953 at término de la
guerra civil, 6,300 rebeldes depusieron las armas esto es una cifra considerable para fuerzas
irregulares**. Eñe Hobsbawm, The revolutionary situation in Colombia.
Lo s comunistas y las repúblicas independientes

57. Una columna bajo el mando de Alfonso Castañeda se trasladó


a los distritos de El Pato y Guayabera*16.

En un comienzo los liberales dieron una buena acogida a la dicta­


dura de Rojas Pinilla, porque estaban felices de ver caer por fin a sus
grandes rivales, los conservadores. Inicialmente, además, pareció
que su golpe frenaría los espasmos de violencia que habían sacudido
al país. Pero la guerra civil fomentada por Gómez había dejado pro­
fundas huellas. Las rabones originales de la lucha habían caído en el
olvido; la guerra entró en una nueva etapa en que hombres amargados
buscaban vengar el asesinato de sus parientes.
En suma, Rojas Pinilla se demostró incapaz de poner fin a la violen­
cia. Además dio muestras evidentes de desear prolongar su período
en el poder, y como muchos caudillos antes de él, tenía cierta popula­
ridad entre los sectores más pobres de la sociedad. Era de tendencia
claramente izquierdista y al hacerse ésta cada vez evidente tanto los
liberales como los conservadores se alarmaron. Había sido prudente
llam ar a un militar para que restableciese el orden y la ley, pero ninguno
de los dos partidos de la oligarquía estaban dispuestos a ver usurpado su
poder en forma permanente.
Por consiguiente en julio de 1956 el líder liberal, Alberto Lleras Ca-
margo, viajó a España para conferenciar con el ex presidente conser­
vador Gómez. Juntos planearon la formación de un frente unido contra
Rojas.
En abril de 1957 una coalición de liberales y conservadores anun­
ció que,. apoyarían a Guillermo León Valencia como candidato a las
elecciones .presidenciales programadas para 1958, en oposición a Ro­
ja s Pinilla. Mientras Valencia realizaba su campaña en Cali, Rojas
trató de hacerlo arrestar. Con el apoyo de la Iglesia Católica, sin embar*
go, Valencia logró aventajar en sus maniobras a Rojas, y las tropas en­
viadas para mantenerlo bajo arresto domiciliario fueron retiradas. El
10 de mayo un grupo de oficiales superiores le hizo saber a Rojas Pinilla
que debía renunciar.
Alberto Lleras viajó una vez más a España para realizar consultas
con Gómez. Llegaron a un acuerdo —ratificado por un plebiscito en di­
ciembre— por medio del cual todos los cargos electivos y políticos del
país se repartirían entre los dos partidos durante un período de doce
años que se iniciaba en 1958. Informalmente se acordó que los dos
partidos apoyarían a un candidato único a la presidencia. Posterior­
mente el Frente Nacional —como luego se llamó— fue objeto de una en­
mienda constitucional. El acuerdo se prolongó a dieciséis años, y se
acordó que la presidencia se alternaría entre los dos partidos. Asi co­
menzó una de las repartijas electorales más cínicas de la historia la­
tinoamericana.

“ Alberto Gómez, »The Revolutionary Armed Forces of Colombia*, World Marxist


Review.

225
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

En mayo de 1938, Alberto Lleras Camargo fue elegido presidente


con 2.500.000 votos. Su único rival, un conservador disidente, Jo r g e
Leyva, enemigo del Frente Nacional, obtuvo sólo 615 votos.
Aunque muchas personas acogieron el fin del gobierno de Rojas Pini-
11a, no hubo entusiasmo por el tipo de gobierno que lo reemplazó. T o d a
el ala gaitanista del Partido Liberal era contraria al Frente N acional.
Grupos más izquierdistas consideraron que habían pocas posibilida­
des de.que los problemas básicos del país fuesen resueltos por un gobier­
no que, aunque de coalición, sólo representaba a dos sectores de la o lig a r­
quía.

Capítulo tres
El m o ec y el fu ar

*En Colombia, donde todo el mundo habla en -forma tan natural de democracia re­
presentativa y donde sólo existen dos partidos que comparten poder a medias duran­
te años, la oligarquía ha alcanzado lo que podríamos llamar la cúspide de la demo­
cracia. Se dividen en liberales y conservadores; cuatro años uno y cuatro años el
otro. Nada cambia. Estas son las democracias electorales*!.

Che Guevara
Discurso ante las Naciones Unidas
Diciembre 1964.

La farsa del Frente Nacional, que mantuvo firmemente la política


colombiana en el puño de los dirigentes de los partidos liberal y
conservador, apenas había alcanzado los seis meses de funcionamien­
to cuando en enero de 1959 Fidel Castro asumió el poder en C uba. El
impacto que produjo este acontecimiento en Colombia fue tan grande
como en otras partes del continente. Los colombianos que habían pre­
senciado la caída de Pérez Jiménez y de Batista — los dictadores que pa­
recían simbolizar una parte tan importante de lo que andaba mal en
Latinoamérica— y que habían presenciado las grandes manifestacio­
nes populares en las calles de Caracas y de L a Habana, se preguntaban por
qué se les había estafado en tal forma después de la caída de Rojas
Pinilla, quien para muchos (aunque de ningún modo para todos) estaba
hecho de la misma pasta que los tiranos de Cuba y Venezuela. ¿Q ué po­
día ofrecer Alberto Lleras Camargo comparado con un Castro que era
capaz de hechizar a las multitudes de L a Habana y de Caracas?
No era sólo la promesa de Castro lo que parecía ejercer esta fascina­
ción. Los colombianos, después de diez años de guerrillas, no podían
menos que interesarse en un país donde las guerrillas se habían apo­
derado del gobierno a los veinticinco meses de iniciada su campaña.
Las circunstancias no eran las mismas, pero frente a la palabra *gue-
rrilla« los colombianos tenían que reaccionar. Por consiguiente sur­
gió en Colombia toda una serie de combinaciones politicas que se
oponian al Frente Nacional y que manifestaban una profunda simpatía

226
El m o ec y el fu ar

por la Revolución Cubana. Debe recalcarse, sin embargo, que estos


agrupamientos constituían un elemento claramente secundario den­
tro de la vida política del país. A diferencia de Caracas, Bogotá nunca
podría producir grandes manifestaciones izquierdistas porque esen­
cialmente es una ciudad conservadora. Aun los estudiantes se mostra­
ban menos activos políticamente que sus equivalentes venezolanos.
La más importante organización semirrevolucionaría fue el Movi­
miento de Obreros, Estudiantes y Campesinos (m o ec ) fundado en
enero de 1960 por un estudiante llamado Antonio Larotta. El aconteci­
miento que originalmente lo creó fue un alza en las tarifas de la locomo­
ción colectiva de Bogotá, pero de un comienzo tan trivial surgió el pri­
mer movimiento político profidelista de Colombia. Procuró crear orga­
nizaciones políticas en el Departamento del Valle del Cauca, pero el
movimiento perdió su dinamismo luego que Larotta fue muerto el 6 de
mayo de 1961. Otro estudiante, Federico Arango, trató de mantenerlo
en funciones, hasta que también fue asesinado.
En ningún sentido fue un movimiento comunista, y era partidario de
la abstención electoral y se oponía a la línea »pacífica« y parlamen­
taría del Partido Comunista de Colombia. Una versión de sus activida­
des maniñesta que »logró desenmascarar las tesis reformistas, pacifis­
tas, y oportunistas del «aristocratizante** secretario general, Gilberto
Vieira Whire, y de su grupo, mucho antes que hiciera crisis la disputa
chino-soviética« .
Otro grupo fundado casi por la misma época que el moec fue el Fren­
te Unido de Acción Revolucionaria ('f u a r ) , encabezado por la hija de
Gaitán, Gloria Gaitán, y por su marido, Luis Emito Valencia. Fue un
movimiento integrado principalmente por intelectuales que deseaban
revivir el gaitanismo.
M ás ortodoxo que cualquiera de estos dos fue el Movimiento Revolu­
cionario Liberal (m r l ), que constituía el ala izquierda del Partido L i­
beral. Obtuvo el veinte por ciento de la votación liberal en 1960 y el trein­
ta y seis por ciento en 1962, pero al contrarío de los partidos izquierdis­
tas de Venezuela, la mayor parte de su apoyo provenía de las zonas rura­
les y de las provincias. En Bogotá no provocó ningún impacto. Su jefe,
Alfonso López Michelsen, era hijo de un ex presidente liberal. El m r l no
propiciaba abiertamente las guerrillas, aunque albergaba a varios ex­
líderes guerrilleros, especialmente a Ju an de la Cruz Varela.
Las guerrillas que surgieron a comienzos de la década del sesen­
ta fueron en su mayor parte organizanizadas por estudiantes e intelectua­
les ligados al f u a r o el m o ec . Sus ideas respecto de cómo se podía utilizar
la lucha armada para promover la revolución eran categóricamente cla­
ras. Lo que habia que hacer era ir a los campos para reorganizar los anti­
guos grupos guerrilleros que habían existido durante la violencia.
En un corto plazo esta agitación rural, con una dirección política de un

'Rafael H. Gavina y ('alarca Moeschamp, »I.a lutte en Colombie«, Parit.san.s, abril-junio


Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

tipo mucho más decidido que lo que había existido jam as, se espar­
ciría a las ciudades y se alcanzaría la revolución en Colombia en forma
muy similar a como se había alcanzado la revolución en Cuba. E l único
obstáculo en este esquema admirable fue que el m o ec demostró una fal­
ta notoria de líderes, y además demostró una incapacidad total para
ponerse de acuerdo respecto de un programa político.
Los comunistas naturalmente eran contrarios a las actividades de
estos jóvenes revolucionarios, a quienes consideraban a lo más como
unos románticos, o de lo contrarío, como simples aventureros. Un com u­
nista colombiano, Ramón López, explica la actitud del Partido durante
esta etapa:
. *

'
»Algunos grupos revolucionarios, en su mayoría compuestos
por jóvenes seducidos por ideas románticas acerca de la lucha
armada, se embarcaron en acciones armadas sin el apoyo activo de
los campesinos locales y en una época en que el gobierno no se ha­
bía desacreditado lo suficiente a una escala nacional y en que
no se hallaba presente una serie de otros factores que facili­
tan la lucha armada/
Los comunistas querían que todos los grupos de revoluciona­
rios deseosos de emprender la acción guerrillera se formaran
una idea muy clara del enemigo para que se preparasen de con­
siguiente. Los revolucionarios no tienen el derecho de cometer
un suicidio premeditado porque la derrota de cualquier grupo
— por una inadecuada preparación para, conducir las hostilida­
des o un enfoque errado respecto de las masas— sólo contribuye a
desmoralizar al pueblo.
El enemigo, por el contrarío, quería que »la teoría de la lucha
armada a cualquier precios desarrollada por los revoluciona­
rios románticos indujera a los combatientes revolucionarios sin­
ceros y entusiastas, pero faltos de preparación adecuada, a em­
prender una acción armada prematura. Porque esto permitiría
a los reaccionarios destruir a estos grupos combatientes, debili­
tando de este modo la fe de las masas en la eficacia de la lucha
armada. Y esto ciertamente sucedió en seis ocasiones.

Debemos hacer especial mención del destacamento guerrillero


de Vichada, cerca de la frontera con Venezuela. Este grupo com­
puesto de alrededor de too hombres llevó a cabo con éxito una
breve operación ofensiva. Pero fue incapaz de mantener la
presión por un tiempo prolongado y tuvo que replegarse hacia
una posición defensiva, la cual, a causa del aislamiento del gru­
po, significó su derrota total. Lo mismo sucedió en Puerto Boya-
cá, en la zona central del país, donde fuerzas enemigas supe­
riores sorprendieron y destruyeron a un grupo armado. Por lo
El m o ec y el fu á *

general, los jóvenes revolucionarios sufrieron mucho a manos


de los reaccionarios#2.
• *

López, naturalmente, escribe varios años después con la ventaja que


le otorga una visión retrospectiva. AI mirar hacia atrás, los esfuerzos
inicales del m o ec parecen algo utópicos. El destacamento guerrillero
del departamento de Vichada, por ejemplo, que menciona López, se
parecía más a una ópera bufa que a un movimiento político serio.
Era patrocinado por el m o ec y por el f u a r , y dirigido por el Dr. Tulio Ba-
yer. Su comandante segundo era Rosendo Colmenares. Reclutaron
alrededor de 100 a zoo hombres, en su mayoría intelectuales y ex­
guerrilleros. Vichada se halla en los Llanos Orientales, las vastas lla­
nuras de la parte oriental de Colombia que se extienden hacia el sur de
Venezuela. Había sido una importante zona guerrillera liberal du­
rante la violencia, y en ningún momento el gobierno central había
ejercido un gran control sobre ella.
Bayer da una versión curiosa en un artículo publicado en Caracas
en 1963:

»M c habían perseguido desde 1959, desde que publicara un


bien documentado informe sobre la mala calidad de los medi­
camentos elaborados por un laboratorio colombiano.
Una terrible organización llamada la »M ano' Negra# comenzó
a hostilizarme por lo que busqué asilo en Venezuela. Trabajé
como médico en el hospital de Puerto Ayacucho y más tarde co­
mo médico de indios para el Ministerio de Justicia y como cónsul
honorario de Colombia. •
Presenté mi renuncia luego de informar al Ministerio de Re­
laciones Exteriores colombiano y al Embajador Francisco
Jo sé Chaux que el Comisionado y la Misión de los Padres Mont-
fortianos que opera en Puerto Carreño se estaban robando el
presupuesto que Salud Pública y Educación destinaban a V i­
chada.
1
Cuando éste comisario comenzó a perseguir a los colonos de
Vichada, que en su mayoría eran miembros del Movimiento Re­
volucionario Liberal (m r l ), acudí a ellos para ofrecerles mis
servicios en forma gratuita«3.

Por lo tanto cuando fue capturado, Bayer pudo alegar que sólo ac­
tuaba en su calidad de médico. No se pudo probar que fuese guerrillero
y la causa fue sobreseída.
El triunfo más notable de este grupo fue la captura de una patrulla

*Ramón López, >*New stage ¡n guerrilla struggle in Colombia*, World Marxist fteviev\ fe­
brero 1967.
* Clarín (Caracas) 19 de marzo de 1963; citado por Alonso Mortcádo en Vn aspecto de
la violencia* p. 430.

229
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

de cuarenta soldados colombianos. Bayer telefoneó luego al gobierno


central solicitando el envío de un avión civil para que se llevasen a los
soldados ya que no sabía qué hacer con ellos.
Tiene cierta importancia el interés manifestado por los cubanos en
estas actividades esporádicas realizadas en los Llanos Colom bianos.
En una ocasión, el ejército, ai mando del Coronel Alvaro V alencia T o ­
bar, se apoderó de una carta escrita por uno de los intelectuales del g ru ­
po de Bayer, Ramón L a Rotta, dirigida a Che Guevara:
En algún lugar de los Llanos

7 de septiembre de 1961.
Comandante Che Guevara,
L a Habana,
Cuba.
Estimado camarada:
Espero que la gran Revolución Cubana progrese cada día, porque
cada triunfo del pueblo cubano significa un estímulo para nuestro
pueblo y para los demás pueblos oprimidos del mundo,. para que con­
quisten su propia libertad en todos los campos y contruyan la sociedad
socialista que tanto anhelamos.
El camarada Alfredo M arín le dará detalles sobre las prim eras
acciones y los propósitos de nuestra Revolución. También , le mos­
trará algunos de nuestros documentos básicos, por ejemplo: E l C ó­
digo Revolucionario, el Programa Mínimo y otros.
Los diversos grupos de izquierda se unen cada vez más alrededor
del Comando Nacional Guerrillero, integrado por representantes de
los grupos armados y de los movimientos de izquierda. De estos últi­
mos, el Movimiento Gaitanista y el m o ec están realizando los mayores
esfuerzos para lograr esta gran unidad de las Fuerzas Revolucionarias.
El camarada Alfredo, portador de esta carta, es un miembro de este
Comando. Estamos conscientes de que la unidad es absolutamente
fundamental para el triunfo de la Revolución como lo ha reiterado y aun
exigido el camarada Fidel para que la Revolución Cubana apoye a la
nuestra.
Lo que hemos logrado hasta aquí no ha sido tan fácil, y el éxito total
de este intento de lograr la unidad total sólo será posible en la medida que
la lucha armada se vaya desarrollando, en la medida que los hechos y las
masas presionen a los dirigentes y les hagan ver que el único camino pa­
ra una verdadera revolución social es a través de la Unidad Revolu­
cionaria.
Nuestras primeras acciones en diversas partes del país no han pro­
vocado un impacto suficiente en las masas a causa de la censura y del
estado de sitio nacional, así como por falta de medios de parte de las
Fuerzas Revolucionarías.
Dentro del radio de acción guerrillero los campesinos colaboran de
La caída de M a rq u e u tia
diversas maneras con nosotros y muchos de ellos desean ingresar a
nuestras fuerzas, pero debido a la falta de equipo para estos futuros
guerrilleros no podemos aceptarlos.
H asta que tenga el placer nuevamente de volver a ese país libre
acepte un fuerte abrazo revolucionario de su camarada.

R am ón d e la R o tta S*

Sin embargo, suponiendo que esta carta sea autentica — no hay ra­
zón para dudarlo— sólo indica un interés amistoso de parte de los cubanos.
E n realidad el propio Tulio Bayer ha hecho declaraciones en el sentido
de que el Che Guevara no manifestaba para esa ¿poca un interés espe­
cial en el experimento colombiano. En una entrevista realizada en
1968, le manifestó lo siguiente a un periodista francés:

«Sostuve una entrevista con el Che Guevara cuando éste todavía


se hallaba en Cuba, la que duró seis o siete horas. Tuvo lugar en su
oficina en el Ministerio de Industrias. Le hablé largo rato sobre
los maquis de Colombia y de otros países de Latinoamérica.
L e hablé de la guerra total y de la necesidad de un cambio de es-
estrategia y de una modificación del modelo cubano en favor de
algo más eficaz. Pero respondió con los mismos argumentos que
emplearían más tarde los comunistas checos contra ¿1 des­
pués de la publicación de su famosa carta »A crear dos, tres, mu­
chos Vietnams*. Pensó que la idea era algo fascistoide, o tro-
tskista.
M ás tarde, cuando volvió a las guerrillas, habría de escribir todo
locontrano«5.

‘ Alonso Moneado, Un aspecto de la violencia, pp. 407*8.


5Georges Dupoy, »Au-delá de Che Guevara, la Guérilla.. .*, Le Fígaro, i° de febrero de
1968.

Capítulo cuatro
L a c a íd a d e M a r q u e t a l ia

La proliferación de ios grupos políticos de izquierda, en su mayor


parte inspirados por la Revolución Cubana, y el hecho que muchos de
ellos se aprovechaban de la situación confusa de las zonas rurales pa­
ra iniciar movimientos guerrilleros propios, obligó al gobierno —sin
duda presionado por Estados Unidos— a considerar la tarea de «lim­
piar# las repúblicas comunistas independientes1 . Si la rebelión po­
lítica contra el Frente Nacional hubiese alguna vez alcanzado las di­

1 Según los comunistas, un informe de la en 1960 «incluía una lista de estos distritos y
cía
recalcaba que era tarea del gobierno suprimirlos con la mayor rapidez*. Véase a Ramón
López en New stage in guerrilla struggle in Colombia.
Gott / L m gw rritU a en América Latina

mansiones que tuvo la lucha de Castro contra Batista, las zonas en manos
de los campesinos tales como Marquetalia, Sumapaz y El Pato se h a­
brían convertido en un refugio indispensable para planear y lanzar las
grandes campañas guerrilleras.
Desde sus mismos comienzos, el Frente Nacional había realizado
esfuerzos por mejorar las condiciones de las zonas que habían sufrido
más bajo la violencia. El autor comunista, Alberto Gómez, ha explica­
do la técnica:

»E1 gobierno de Lleras Camargo (1958-62) siguió una doble po­


lítica respecto de las zonas guerrilleras. Por una parte, tomó medi­
das para lo que se denominó la rehabilitación de las ozonas afecta­
das por la violencia*. Los elementos claves de esta política fueron la
infiltración de las zonas campesinas por medio del otorgamien­
to de créditos, para promover la producción y la vivienda, y un re­
parto pródigo de ‘promesas. La rehabilitación fue selectiva y tuvo
como fin conquistarse el apoyo político de sectores del campesi­
nado, especialmente de los ex guerrilleros y de sus líderes, o por
lo menos neutralizarlos. Por otra parte, se negó la ayuda económi­
ca a aquellos distritos cuya población seguía mirando al gobierno
con desconfianza. Las organizaciones locales en estas zonas fueron
perseguidas igual que antes y muchos de sus líderes, especialmen­
te los ex guerrilleros, fueron asesinados*2.

No obstante, como dijo un corresponsal del New York Times »la


apatía general hace que los esfuerzos del gobierno por montar una
campaña antiviolencia se asemejen a un batidor que bate sin hue­
vo*3.
Durante el transcurso de 1961, el gobierno lanzó violentas amenazas
de tipo verbal contra las repúblicas independientes, y a comienzos de
1962 se le ordenó a la Sexta Brigada del Ejército atacar a Marquetalia.
Según la versión del veterano líder comunista, Gilberto Vieirá, la ope­
ración fue montada con 5.154 soldados, 1.154 suboficiales y 189 ofi­
ciales. Todas las unidades habían tenido entrenamiento especial en
guerra antiguerrilla4.
Este ataque inicial no tuvo gran éxito. Los campesinos se adjudi­
caron una serie de victorias y capturaron grandes cantidades de muni­
ciones. Al mismo tiempo en las ciudades el Partido Comunista y el mrl
organizaron una campaña de solidaridad con los campesinos de
Marquetalia que obligó a Lleras Camargo —que se hallaba al término

‘ Alberto Gómez, «The revolutionary armed forces of Colombia and their perspectives«,
World Marxist Review, Abril de 1967.
%New York Times, 9 de enero de 1963.
4Gilberto Vieira, »La Colombie á L ’heure du Marquetalia", Democratie Nouvelle, julio-
agosto 1965.
L a caída de M arquetaba

de su período presidencial— a retirar las tropas Durante un corto tiem­


po Marquetalia pareció a salvo ..
No obstante, durante 1963, el Ejército realizó movimientos explo­
ratorios en las zonas que estaban en manos de los campesinos y el i°
de enero de 1964, el sucesor de Lleras, León Valencia, anunció que el
gobierno había decidido destruir las repúblicas antes del término del
año. La «Operación M arquetalia" comenzó el i° de mayo y en ella inter­
vinieron alrededor de 16.000 soldados; prácticamente un tercio del
ejército Colombiano.
Colombia fue el primer país de Latinoamérica en el que Estados
Unidos comenzó a poner en acción las nuevas estrategias antiguerri­
lleras que había desarrollado durante los primeros años de la Ad­
ministración Kennedy. Gilberto Vieira ha dejado una relación de las
etapas en que se dividía la estrategia: r

sPrimera Fase: preparación y organización. Una vez que las tro­


pas han sido entrenadas en acción antiguerrillera, se envían espías
a la zona y se reclutan delatores. Con este ñn, se organiza la «acción
cívico-militar", en la que el Ejército aparece disfrazado de bene­
factor, y lleva regalos a los campesinos (ropas, medicamentos,
alimentos norteamericanos de Care y Caritas), servicios médicos
y dentales, construye puentes, caminos y escuelas.
Segunda Fase . Se pone luego en práctica, uh programa de .mayor
envergadura de acción psicológica utilizando el factor sorpresa.
Se toman medidas para controlar a la población civil. Esta es la
primera etapa para establecer un bloqueo de la zona.
Tercera Fase . Las operaciones siguientes tratan de aislar a los
grupos rebeldes armados para destruirlos.
Cuarta Fase. El movimiento. rebelde armado es dividido sistemó-
ticamente mediante et empleo de técnicas psicológicas. Se aprove­
chan las divisiones internas que resultan de las divergencias políti­
cas, las ambiciones de los líderes, la debilidad humana, o los
errores del comando guerrillero. Esta es una tentativa de conquis­
tarse a aquellos que probablemente seguirían adelante con la
lucha guerrillera.

Quinta Fase. La etapa final es la «reconstrucción" económica,


política y social de la zona de operaciones. Se emplea la ayuda
norteamericana que anteriormente se utilizó para destruir la
zona.
La primera etapa de la «Operación M afquetalia" —la acción cívi­
co-militar— fue un movimiento envolvente y de reconocimiento.
Pero estallaron las hostilidades. El Ejército trató de establecer un

233
Gott / Las guerrillas en Amtrica Latina
cerco enorme, y lo que comenzó como un movimiento de autodefensa
se transformó inmediatamente en una guerra de guerrillas.
Luego de una serie de choques, los estrategas colombianos y y a n ­
quis perfeccionaron algo que consideraron tácticas de choque.
Pensaron que eran tan eficaces que invitaron a corresponsales de
guerra colombianos y extranjeros para que vinieran a presen­
ciarlas6. Se montó una operación aerotransportada a gran escala
y se utilizaron grandes cantidades de helicópteros. El objetivo e ra
cortar la retirada del comando de guerrillas y destruirlo. Se trans­
portó a un ejército entero por medio de helicópteros que volaban
a ras de los árboles hasta un lugar en las cercanías de dos chozas
campesinas donde los comandantes guerrilleros M arulanda y
Yosa vivían con sus familias.
Naturalmente el lugar estaba custodiado y las guerrillas no expe­
rimentaron bajás. T al como lo habían planeado se retiraron a las
montañas. El Gobierno, el Estado M ayor del Ejército, la prensa
burguesa colombiana y las publicaciones yanquis como Life die­
ron una enorme importancia a esto, y lo titularon »Una Derrota de
los Rojos en los Andes* y »La Ocupación Final de M arquetalia*.
Pero la lucha estaba recién en sus comienzos.
Las guerrillas fortificaron sus imponentes fuertes cordilleranos
y d ejército comenzó el recuento de sus muertos*6.

Otro Comunista, Alberto Gómez, ha intentado explicar — y le ha sido


bastante difícil— por qué la caída de Marquetalia constituyó una vic­
toria y no una derrota;

»Nunca esperamos que las zonas defensivas fuesen inexpugnables


desde el punto de vista militar. Por el contrario, se previo la posibi­
lidad de que pudiesen caer en manos del enemigo. Sin embargo,
las considerábamos al mismo tiempo como bases de un futuro mo­
vimiento, centros de un movimiento armado popular que hoy en
día es más fuerte que nunca debido a la lógica misma de los aconte­
cimientos.
L a eficacia de una política se prueba en la práctica. M arqueta-
lia fue una comprobación de la validez de nuestra política. E l
ejército lanzó contra ella todo el peso de las armas modernas y
de su experiencia en la guerra antiguerrillas. Pero M arqueta-
lia también estaba preparada para la guerra de guerrillas. No se
trataba sólo de recurrir a las armas en forma impulsiva, por-
sCaso raro. En Perú en 1965 no se permitió a ningún corresponsal el acceso a las zonas de
combate, y en Bolivia en 1967 fue difícil averiguar detalles militares de la campaña anti-
guerrillera hasta las semanas finales.
^Gilberto Vieira, «La Colombie a L ’heure du Marquetalia«.

234
La caída de Marquetalia
q u e los líderes de la zona conocían muy bien la experiencia en
este terreno, habían hecho un estudio del éxito obtenido por el
enemigo, y desde el comienzo estuvieron guiados por un concep­
to claro de la guerra de guerrillas.
Antes de la agresión, Marquetalia misma no era una zona de ope­
raciones militares. Pero la labor realizada anteriormente por
sus líderes en las zonas periféricas había echado las bases para
las operaciones porteríores. Y esta base constituye un factor im­
portante también hoy en día.
L a población campesina de Marquetalia no quedó abandonada
a su suerte antes ni después de la invasión. Sin embargo en nin­
gún momento, se llegó a proponer que las mujeres y niños acom­
pañasen a los destacamentos guerrilleros, ni tampoco cargar
a estos destacamentos con el ganado y los efectos personales de
los campesinos. L a evacuación de las familias fue planeada de
antemano de modo de dejar en la zona sólo a aquellos capaces de
servir como soldados. Las familias fueron llevadas a zonas ve­
cinas donde juegan un importante papel en reunir ayuda para los
combatientes.
Se determinó de antemano un plan de hostilidades. El ejército
se encontró frente a destacamentos subdivididos en grupos que
operaban tanto dentro y fuera de las trampas tendidas por las
tropas. Las guerrillas se trabaron en lucha con las fuerzas del go­
bierno desde el momento mismo que éstas penetraron en la zona.
Aunque eventualmente el ejército ocupó Marquetalia, sé en­
contró con campos minados y emboscadas por todas partes, y su­
frió pérdidas considerables bajo un hostilizamiento constante.
Las guerrillas se trasladaron luego a regiones montañosas y de
selvas. Las fuerzas del gobierno en ese momento perdieron el
contacto con ellas, mientras que las guerrillas vigilaban cada
movimiento del enemigo. Aunque el ejército ocupó la parte cen­
tral de Marquetalia, no pudo acordonar toda la zona de 5.000
km. cuadrados, y la iniciativa en cuanto a la elección del campo
de batalla estuvo ahora en manos de los guerrilleros#7

No obstante y a pesar de la habilidad de los comunistas de ver una


nueva victoria en toda derrota importante, la caída de Marquetalia de­
be considerarse como una pérdida considerable para la revolución. Y no
fue solamente Marquetalia. Una vez que fue sometida esta plaza fuerte,
el gobierno procedió sin grandes dificultades a aniquilar las demás zo­
nas donde los líderes campesinos se habían mantenido por tantos
años. Cayeron Riochiquito y Guayabero, y finalmente, en marzo de
1965, el New York Times anunció que las tropas del gobierno habían
ahecho trizas la República Comunista Independiente de El Pato que
había subsistido durante trece añ os... Aviones de guerra y helicóp­

7Alberto Gómez, »The Revolutionary Armed Forees oí Colombia”

235
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

teros aerotransportaron * varios batallones de infantería y d estaca­


mentos de la< policía nacional hasta la región, las que capturaron d ive r­
sos puntos estratégicos y se realizan ahora operaciones de lim pie-
za« . Con la caída de El Pato, las «repúblicas independientes* se
convirtieron en un simple recuerdo.
Probablemente estaban de todos modos destinadas al fracaso. C o ­
mo en el caso de Viotá, con el tiempo se habrían enriquecido y puesto
cómodas. T a l como se presentaban las cosas, sus perspectivas de cre ­
cimiento eran muy limitadas. Sin embargo, cuando el ejército hizo h u ir
a los campesinos de sus hogares, éstos se transformaron en una a m e ­
naza más importante para la estabilidad del estado. Al ser d esarraiga­
dos, no les quedó otra alternativa que seguir el camino de las gu errillas,
y en este proceso sus exigencias fueron haciéndose más revolucionarias.
El Partido Comunista de Colombia, más como producto de la c a su a ­
lidad que por cálculo, tenía ahora un movimiento guerrillero en sus
manos. A través de los años había alentado a cientos de campesinos
a creer en la infalibilidad del Partido. Sin embargo, estos mismos cam ­
pesinos habían sido expulsados de sus hogares por haber seguido las
directivas del Partido, y los dirigentes del Partido tuvieron que in g e­
niárselas para explicar a sus seguidores qué era lo que había resu l­
tado mal. En primer término culparon a los ultraizquierdistas del
m o e c de haber fomentado la ilusión de que el Ejército podía ser d erro ­
tado:
»Desde el comienzo de la lucha en 1964, las guerrillas estaban
conscientes de que el enemigo era ahora más fuerte y que con­
taba con recursos prácticamente ilimitados. En los años ante­
riores el Partido Comunista examinó los procesos en el campo
enemigo que hemos comentado más arriba e hicieron llegar sus
conclusiones a los grupos revolucionarios sin pérdida de tiem­
po. El Partido señaló la necesidad de renunciar a las antiguas
opiniones respecto de la lucha armada popular, y de poner fin a la
fanfarronería y a la miopía que nos habían costado tantos sa­
crificios inútiles. Los campesinos comprendieron estas adver­
tencias en forma correcta. No obstante, había revoluciona­
rios que alegaban ( y algunos lo siguen haciendo) que los comu­
nistas sobrestimaron las fuerzas del enemigo, que exageraron
sus posibilidades, lo cual según ellos llevaría a la pasividad de
las masas. Pero la experiencia ha demostrado quién tenía la ra­
zón*9.
Luego y en forma más lógica, el descontento de la jerarquía comunis­
ta recaía en el propio gobierno. Alvaro Delgado, miembro del Comité
Central, en un artículo que celebraba el aniversario de la Revolu­
ción rusa, explicó lo siguiente:

*Ramón López, »New stage in guerrilla struggle in Colombia” , World Marxist Revtew ,
febrero 1967.

236
L a caída de M arquetalia

»La lucha armada que libra nuestro pueblo en la actualidad no se


debe a nosotros. No se habían agotado las posibilidades de la
lucha dentro de la ley cuando los campesinos se vieron obligados
a empuñar las armas. Fue el gobierno antinacional el que,
alarmado por el vigor del movimiento campesino independien­
te, montó una ofensiva en su contra. L a lucha armada nos fue im­
puesta por el enemigo, y los campesinos que nos seguían res­
pondieron al desaño sin vacilaciones. Es el enemigo de clase el
que bloquea el camino de la lucha política legal y democrática.
Luchamos por los derechos democráticos porque el régimen los
coarta constantemente. No le decimos a las masas que hagan el
sacrificio supremo en cualquier circunstancia. Les decimos
que se organicen y luchen por el poder, que la lucha será larga y
ardua, y que en cualquier etapa ésta puede significar la lucha
armada.
No es cuestión de que queramos o no la lucha armada. E l hecho
es que estamos obligados a lúchar. No podemos elegir ni decre­
tar la forma de lucha. Los comunistas colombianos no están com­
prometidos con el estado actual de cosas como tampoco están com­
prometidos a ninguna forma específica de lucha. Empleamos una
cantidad de formas no porque nos guste la variedad sino que
porque la batalla práctica de las masas y la unidad del pueblo se
están desarrollando sobre esta base«10.
E l 20 de julio de 1964, después de casi tres meses de combate, los cam­
pesinos que se habían retirado de Marquetalia bajo el mando de M aru-
landa, pudieron al fin detenerse y darse un respiro. Convocaron una
asamblea guerrillera, y elaboraron una reforma agraria de vasto alcance.

P r o g r a m a a g r a r io d e l a s g u e r r il l a s d e M a r q u e t a l ia

Compañeros, campesinos, obreros, estudiantes, artesanos, in-


telecuales revolucionarios, hombres y mujeres de Colombia:
Nos hallamos en el corazón de un movimiento revolucionario
que comenzó en 1948. Desde ese año, nosotros los campesinos
revolucionarios del sur del Tolim a, Huila, Cauca y Valle, en el
corazón de la Cordillera Central, hemos sido las víctimas del
poder de las grandes haciendas, los grandes ganaderos, los comer­
ciantes, los amos de la política oficial y los traficantes de la violen­
cia. Hemos sido las víctimas de la política de »sangre y fuego«
proclamada y puesta en práctica por la oligarquía que detenta el
poder.
En quince años se han desencadenado cuatro guerras en con­
tra nuestra. Una en 1948, otra en 1934, otra en 1962 y ésta que he­

10Alvaro Delgado, »The working class and labour movement in Colombia*, World Marxisf
R eview , september 1967.

237
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

mos estado sufriendo defede el 18 de mayo de 1964 cuando e l


comando militar anunció oficialmente que se había iniciado
la «Operación Marquetalia«c
Hemos sido las primeras víctimas de la furia de los latifundistas
porque esta parte de Colombia se halla en las garras de los grandes
terratenientes, del clericalismo más atrasado, ligado a la reacción
más obscurantista del país. Es por esto que nuestra suerte ha sido
sufrir en cuerpo y en espíritu todas las bestialidades de un régimen
corrompido que se basa en el monopolio latifundista de la tierra y
la producción y exportación de una cosecha única bajo el dominio
de los Estados Unidos.
Es por esto que en esta guerra luchamos contra tropas, aviones,
oficiales de alta graduación y especialistas norteamericanos. E s
por esto que 16 mil hombres han sido lanzados en contra nuestra,
equipados con las armas más modernas y destructivas. E s por
esto que emplean el bloqueo económico, el sitio hasta el fin, ata­
ques aéreos y terrestres, y finalmente, la guerra bacteriológica.
Es por esto que el gobierno y el imperialismo yanqui gastan cien­
tos de miles de millones de pesos y de dólares en armas, equ i­
pos, y para pagar a los espías y los delatores. Es por esto que el
gobierno compra y corrompe las conciencias, mata, persigue y
encarcela a los colombianos que se alzan en la lucha para apoyar­
nos, las víctimas de una guerra cruel e inhumana de exterminio.
Hemos agotado todos los medios para impedir que una cruzada
anticomunista, que es una cruzada antipatriótica contra nuestro
pueblo, se transforme en una larga y cruenta lucha. Somos revolu­
cionarios que luchamos por un cambio de régimen. Pero hemos
buscado y luchado por ese cambio a través de las luchas democrá­
ticas de masas, las vías legales contempladas por la Constitu­
ción colombiana. Esta vía se nos cerró violentamente y puesto
que somos revolucionarios que de una forma u otra debemos ju ­
gar nuestro papel histórico, en las circunstancias descritas
más arriba, nos vimos obligados a buscar el otro camino: la lucha
por el poder mediante la revolución violenta.
A partir del 20 de julio de 1964, nos hemos convertido en un mo­
vimiento guerrillero que lucha por el siguiente programa:
Primero: En lugar de la falsa Reforma Agraria burguesa pro­
ponemos una efectiva Reforma Agraria Revolucionaria que
cambiará radicalmente la estructura social del campo colombia­
no, que otorgará tierras en forma completamente gratuita a los
campesinos que la trabajan o que desean trabajarla, sobre la ba­
se de la confiscación de las grandes propiedades en beneficio
de toda la población trabajadora11.

"Según un estudio del Comité Senatorial sobre Relaciones Exteriores, d e e e . u u ., publicado


en 1969, la Ley de Reforma Agraria colombiana, aprobada en 1961, sólo contempla el otorga-

238
La caída de Marquetalia
L a Reforma Agraria Revolucionaría dará herramientas a los
campesinos, animales, equipo y construcciones para que puedan
trabajar adecuadamente la tierra. L a Reforma Agraria es funda­
mental para lograr una pronunciada alza del nivel de vida físico
y espiritual de los campesinos, para librarlos de la cesantía, el
hambre y el analfabetismo; para librarlos de las cadenas del lati-
fundismo y para promover la producción agrícola e industrial
del país. L a Reforma Agraria confiscará la tierra que poseen los
imperialistas yanquis cualquiera sea su fundamento y cualquiera
sea su uso.
Segundo: Todos los colonos, inquilinos, mcdieros, etc., en las
grandes haciendas o propiedades nacionales, recibirán tí­
tulos de propiedad por la tierra que trabajan. Se abolirán todos
los métodos atrasados de cultivo, la medianería, los pagos en es­
pecies o en dinero por parte de los pequeños agricultores. Se
establecerán unidades económicas en las zonas rurales las que de­
penderán de la fertilidad y ubicación de la tierra. Habrá un mí­
nimo de treinta hectáreas de la mejor tierra si es terreno pla­
no y algo semejante en el caso de otros terrenos, lo que depende­
rá de su fertilidad y facilidad de acceso. Todas las deudas con­
traídas por los campesinos con los prestamistas, especuladores,
y con organismos oficiales o semioficiales serán declaradas sin
efecto.
Tercero: L a propiedad de los campesinos ricos que trabajan su
propia tierra será respetada. Se conservarán las formas intensi­
vas de cultivo Las grandes propiedades agrícolas, que por ra­
zones sociales o económicas no deben ser subdivididas, se emplea­
rán en el desarrollo planificado de la producción en beneficio de
toda la población.
Cuarto: £1 gobierno revolucionario establecerá un sistema de
créditos a gran escala, con facilidades de pago, venta de semi­
llas, asistencia técnica, herramientas, animales, arneses, ma­
quinaría, etc., para los campesinos individualmente y para las
cooperativas de producción creadas después de la Revolución. Se
creará un sistema planificado de riego junto con una red de esta­
ciones agrícolas experimentales oficiales. Se crearán servicios
adecuados de salud pública en las zonas rurales. Se proporcio­
nará educación al campesinado, se eliminará el analfabetis­
mo y se implantará un sistema de becas para la enseñanza, técni­
ca y superior para los que trabajan la tierra13 Se aumentará

miento de títulos de tierra a 54.000 familias hasta 1967. El número total de familias sin tie­
rras era de 400.000, aumentaba en un diez por ciento anualmente. Colombia: a case-study tn
the history o f United States aid.
^Durante el período de la Alianza para ei Progreso, dice el estudio sobre Colombia ci­
tado en la nota anterior, la población analfabeta de Colombia había aumentado de cinco a
seis millones.

239
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

enormemente las viviendas para los trabajadores agrícolas y


se construirán caminos para unir los diversos centros rurales d e
producción.
Quinto: Se establecerán precios lucrativos básicos para la p ro ­
ducción agrícola.
Sexto: Se protegerá a las comunidades indígenas, se les otorgará
tierra suficiente para que se desarróllen, se les devolverá la tie­
rra que les fue robada por los terratenintes y se les enseñará a
modernizar sus métodos. Las comunidades indígenas gozarán d e
todos los beneficios de la Reforma Agraria Revolucionaría. A l
mismo tiempo la organización autónoma de las comunidades se
hará sobre una base más sólida, respetando sus asambleas, su
forma de vida, cultura, lenguaje y organización interna.
Séptimo: L a puesta en marcha de este programa agrario revo­
lucionario dependerá de la alianza de los obreros y de los cam ­
pesinos y de un frente unido de todos los colombianos en la lucha
por cambiar el régimen, única garantía de que la vieja estructu-
tura latifundista de Colombia sea destruida. La realización de
esta Reforma Agraria Revolucionaría se basará en el apoyo de
las grandes masas campesinas, quienes contribuirán en forma
decisiva a la destrucción de las grandes haciendas. Es por esto
que este programa considera de vital importancia la lucha por
forjar un frente unido más amplio de todas las fuerzas democrá­
ticas, progresistas y revolucionarías del país, para que luchen
hasta provocar la caída de este gobierno de imperialistas yan­
quis que impide la realización de los deseos del pueblo colom­
biano.
Es por esto que llamamos a todos los campesinos, a todos los
obreros, a todos los estudiantes, a todos los obreros calificados,
a los pequeños industriales, a los miembros de la burguesía na­
cional que están dispuestos a luchar contra el imperialismo, a
los intelectuales democráticos y revolucionarios, a todos los
partidos de izquierda y de centro cjue desean un cambio hacia
el progreso, los llamamos a todos ustedes a colaborar en la gran
lucha revolucionaría y patriótica por una Colombia para los
colombianos, por el triunfo de la revolución, por un gobierno
democrático de liberación nacional.
Marquetalia, 20, de julio de 1964, Manuel Marulanda Vélez,
Isauro Yosa, Darío Lozano, Isaías Pardo, Tarciso Guaraca,
Parménides Cuenca, Roberto López, Jesús Medina, Luis P ar­
do, Rigoberto Lozada, M iryam Narváez, Judith Grizales, J e ­
sús Ortiz, Rogelio Díaz, Miguel Pascua, Israel Valderrama, Fede­
rico Aldana.
(Siguen más de mil firmas de campesinos combatientes)13.

,3Documentos Políticos, N° 43-44, agosto-septiembre 1964. (Revista del Partido Comu­


nista de Colombia).

240
La caída de MarqueUlia
Diego Montaña Cuéllar, miembro del Comité Central, explicaba más
tarde:
«Esta proclamación no surgió de un grupo aislado de signifi­
cación puramente local, sino que de las organizaciones más
avanzadas del Partido Comunista. Fue el fruto de un adoc­
trinamiento largo y paciente de los campesinos que habían si­
do violentamente desalojados, y que encontraban su expresión
política en estas organizaciones. Este acontecimiento histó­
rico marca un salto cualitativo adelante en el proceso revolu­
cionario: el concepto pasivo de mera defensa propia fue deja­
do atrás; ahora el comando militar norteamericano libraba
abiertamente la guerra contra los campesinos como parte de un
plan contrarrevolucionario preventivo*14.

A fines de septiembre de 1964, se realizó otra conferencia que reunió


a todas las guerrillas y destacamentos defensivos que operaban en el
sur de Colombia y que habían sido arrojados de sus repúblicas inde­
pendientes por el Ejército. Esta conferencia estableció el Bloque Gue­
rrillero del Sur — movimiento poco cohesionado de campesinos despo­
seídos vigilado cuidadosamente por el Partido Comunista.
Esta conferencia, en sus acuerdos, declaró que «cinco meses después
de la primera etapa de la ofensiva contra Marquetalia, las unidades
guerrilleras móviles lograron una victoria total sobre las tácticas anti­
guerrilleras del gobierno*, y agrega muy optimistamente, que «el mo­
vimiento de acción revolucionaria armada, que ha adoptado tácticas
basadas en operaciones móviles de guerrilla, es un movimiento inven­
cible capaz de hacer frente a las fuerzas enormemente superiores del
enemigo, como lo demuestra la situación de Marquetalia, donde los
destacamentos campesinos luchan contra 16.000 soldados del gobier­
no*16.
Pero aun cuando las guerrillas campesinas habían «surgido* del Par­
tido Comunista, éste no les proporcionaba muchas luces en cuanto a
cómo llevar adelante una guerra de guerrillas. A través de 1965, las gue­
rrillas de Marulanda y de los demás sobrevivientes de las repúblicas
independientes estuvieron notoriamente inactivas, lo que dio como
resultado que Debray, ese mismo año, se manifestara francamente
despreciativo de los logros revolucionarios del Partido Comunista de
Colombia en los años recientes:

«Hoy en día, la defensa propia como sistema y como realidad ha


sido liquidada por la marcha de los acontecimientos.
Colombia con sus zonas de autodefensa campesina, y Bolivia con

“ Diego Montaña Cuellar, »Los problemas estratégicos, y tácticos de la revolución en


Colombia* , Punto Final, N° 47,30 de enero de 1968.
“ Citado por Alberto Gómez en »The revolutionary arraed forces of Colombia*, World
M arxist Review.

2 41
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

sus zonas de autodefensa obrera, constituyeron los dos países en


los que este concepto adquirió el vigor de una línea. Estos dos
^núcleos de subversión** fueron, a una distancia de unos pocos
meses entre sí, liquidados por el ejército: Marquetalia en el sur de
Colombia, ocupada en mayo de 1964, y las minas bolivianas inva­
didas en mayo y septiembre de 1965, después de trágicas batallas.
Esta doble derrota señala el fin de una época y confirma la muerte
de una cierta ideología. Es necesario que el movimiento revolu­
cionario acepte, de una vez por todas, esta defunción*16.

Diego Montaña Cuéllar, figura algo inconformista dentro del P a r ­


tido Comunista de Colombia, replicó:

»La afirmación indiscriminada en el sentido de que la ocupa­


ción de Marquetalia por el ejército regular significa la derrota
y la muerte de la lucha armada en Colombia constituye una ap re­
ciación falsa de las distintas etapas de la ^autodefensa^ y una
apreciación equivocada del factor tiempo. En el preciso momen­
to én que aparecía el ensayo ¿Revolución en la Revolución? (en
enero de 1966), las fuerzas del camarada Marulanda adopta­
ban la táctica de las guerrillas móviles y asestaban los golpes m ás
fuertes que había recibido jamás el Ejército colombiano. El con­
cepto pasivo de la «autodefensa** pudo ser criticado hasta 1 9 6 4 .
Después que las organizaciones expresaran »Ahora somos guerri­
lleros**, ciertamente no existe en toda Latinoamérica una fuerza
guerrillera más firme, seria y experimentada** .

M ás adelante, en 1967, Diego Montaña Cuéllar habría de renun­


ciar al Partido Comunista fundamentándose en que no se le daba un
énfasis suficiente a las guerrillas, pero como parecen demostrar las si­
guientes conclusiones del Décimo Congreso del Partido Comunista
de Colombia realizado en enero de 1966, el Partido Comunista en algu­
nos aspectos se mostraba más favorable a las guerrillas que, por ejem­
plo, el Partido venezolano. Los acontecimientos habrían de demostrar,
sin embargo, que aunque la forma de presentar las cosas era diferente,
el entusiasmo por la lucha armada manifestado por los comunistas co­
lombianos no era mayor que el de los venezolanos:

»La nueva etapa del movimiento guerrillero en Colombia, que


comenzó con la tremenda resistencia presentada por los campe­
sinos de Marquetalia, ha demostrado lo siguiente:
1. La resistencia armada frente al ataque a Marquetalia, El

"'"Regís Dcbray, Revolutum in the R ew lution*


17Diego Montaña Cuéllar. «Los problemas estratégicos y tácticos de la revolución en
Colombia*.

242
L a caída de M arquetaba

Pato, Guayabera, Kiochiquito, el sur del Tolima y otros sectores


prueba que un movimiento guerrillera surgido de las masas que
expresa sus necesidades y está guiado por principios marxista-
leninistas, es invencible, por más poderosas que sean las fuerzas
enemigas y aunque las condiciones para hacer del combate la for­
ma principal de lucha no estén maduras.
2. La lucha armada se llevó a cabo en Colombia, bajo la forma de
guerrillas campesinas, aún antes de que se pudiera decir que existía
una situación revolucionaria en el país. Sería negativo y fatal
para el movimiento revolucionario de Colombia que asumiera
el papel de espectador de la destrucción de esta fuerza mien­
tras espera que madure una situación revolucionaría antes de
dar comienzo a la lucha armada. A la agresión armada del ene­
migo debe contestarse con la resistencia guerrillera y la lucha
armada en las zonas rurales. Cuando las condiciones así lo per­
mitan, ésta debe extenderse a las ciudades y a los sectores obre­
ros.
3. No hay conflicto entre la lucha de masas y la lucha guerrillera ar­
mada. La guerra de guerrillas es una de las formas superiores de la
lucha de masas y sólo prospera y se extiende cuando tiene caracte­
rísticas masivas, cuando surge de las masas, cuando es la ex­
presión fiel de sus intereses inmediatos e históricos. L a experien­
cia de los revolucionarios que en los últimos años han intentado
iniciar la lucha armada sin contar con las masas campesinas, con
su apoyo pasivo y activo, demuestra que los planes idealistas signi­
fican una victoria fácil para el Ejército, la policía o los bandidos
controlados por las autoridades locales y los latifundistas.
4. La política de autodefensa de las masas, propuesta por nuestro
partido, ha sido y es fundamentalmente correcta. Pero no se ha pues­
to totalmente en práctica en algunas zonas y en otras se ha visto de­
bilitada porque se han desestimado los avances, tanto políticos
como militares introducidos por la policía y por el ejército.
La transformación de la autodefensa de las masas en un fuerte mo­
vimiento guerrillero, en las circunstancias creadas por la ofensiva
sistemática a gran escala iniciada por el Ejército contra las zonas
campesinas, constituye la evolución correcta de nuestro concepto
de lucha revolucionaría en las condiciones específicas de
Colombia. Al mismo tiempo, la coordinación de todos los métodos
de combate, el énfasis en la forma que mejor se adapte a cada lugar
y situación específicos, no sólo es una interpretación correcta de
la doctrina marxista-leninista sino la aplicación lógica de ella
al proceso social de nuestro país.
5. En las zonas atacadas de acuerdo con los planes de la misión mili­
tar norteamericana, la acción guerrillera se ha transformado en

243
G o tt / L a » guerrillas en Am érica L a tin a

la forma principal de la ludia de masas. En aquellas áreas todas las


formas de lucha se subordinan a la principal, el combate arm ado,
que debe servir de base para el desarrollo de otras acciones de
masas y para la protección de las organizaciones del pueblo.
Además, la concentración de las fuerzas del gobierno en las zonas
invadidas crea condiciones favorables para tomar la ofensiva.
6. El movimiento guerrillero se hace más fuerte y más extenso en
diversas zonas campesinas, aunque la gran mayoría del pueblo co­
lombiano sigue haciendo uso de formas cada vez más am plias, va­
riadas y enérgicas de la acción de masas. Estas acciones de m asas
se realizan bajo la forma de huelgas estudiantiles agresivas, huel­
gas obreras inflexibles, paros de los empleados públicos y grandes
paros cívicos. Nuestro pueblo también pone en práctica
formas de combate que no pueden llamarse pacíficas pero que no
alcanzan a ser luchas armadas; entre éstas se hallan la ocupación
de terrenos baldíos en las ciudades donde los sin casa instalan sus
ranchos y hacen frente a las autoridades y a la represión policial.
Aunque estas operaciones de masas se basan casi siempre en reivin­
dicaciones económicas, sus objetivos y métodos pueden vigorizarse
a medida que aumenta la coordinación entre los movimientos gue­
rrilleros campesinos y las luchas de masas de los obreros y es­
tudiantes en los centros urbanos.
7. Aunque la resistencia de las guerrillas campesinas todavía no
es el factor principal en este proceso, se fortalece cada día más,
porque constituye la respuesta más eficaz del pueblo a la política
terrorística de un régimen controlado por el imperialismo yanqui
y se convierte en un nuevo factor revolucionario, que. presenta
gran atractivo para las masas. Last luchas armadas que comienzan
con las operaciones guerrilleras campesinas se han hecho funda­
mentales en Colombia por causa del resurgimiento en gran escala
de la violencia contra el pueblo por parte del gobierno oligárquico.
8. El movimiento guerrillero que en este momento se desarrolla
tiene una mejor definición y un nivel más alto que las anteriores
luchas guerrilleras, no sólo porque ha aprovechado sus experien­
cias sino que principalmente porque tiene un claro contenido re­
volucionario y antimperialista y transforma la toma del poder
por el pueblo en su objetivo principal. Este nuevo movimiento gue­
rrillero colombiano es la respuesta patriótica a la creciente inter­
vención militar del imperialismo yanqui contra nuestro pueblo,
manifestada en los objetivos del plan Laso, y los principios de
la así llamada »guerra preventiva**. La intervención imperialista
yanqui también se evidencia en la creciente intervención de la mi-

*44
L a caída de M arquetalia

sión militar norteamericana en las Fuerzas Armadas, en el finan-


ciamiento directo por ios Estados Unidos de las operaciones contra
las zonas campesinas, y en el »préstamo« de toda clase de armamentos
para la guerra contra los trabajadores: aviones y flotas de helicóp­
teros. Así, a los antiguos motivos para la violencia terrorista en Co­
lombia, entre los cuales el principal fue y sigue siendo la codicia de
los latifundistas, ahora se une la intervención del imperialismo
yanqui#18.

Con el beneplácito del Décimo Congreso, en abril de 1966, el Bloque


Guerrillero del sur realizó otra conferencia y decidió crear las Fuerzas
Armadas Revolucionarias Colombianas ( f a r c ). L a razón por lo que
se dio a un movimiento campesino armado un nombre que lo transforma­
ba en movimiento guerrillero, surgió de la necesidad del Partido Co­
munista de parecer más revolucionario de lo que realmente era en vista
de la oposición de otros grupos de izquierda. En un articulo escrito por
un comunista ortodoxo que discutía la fundación del f a r c , se puede
advertir una preocupación casi frenética por aparecer como re­
volucionario y por probar que el Partido Comunista dominaba la esce­
na revolucionaría de Colombia:

»CoIombia es el escenario de una lucha de vida o muerte. En el cen-


tro de esta lucha se halla el movimiento guerrillero encabezado
por el f a r c y su cuartel general. El comando político-militar unido
del f a r c sigue la línea del Partido Comunista planteada en las de­
cisiones de sus organismos centrales. Para hacer frente a los re­
querimientos del proceso revolucionario en nuestro país, el Dé­
cimo Congreso de nuestro Partido centralizó el comando de la ac­
ción armada en las localidades rurales. Los cargos principales
en el cuartel general del f a r c son ocupados por combatientes tan
probados y comprobados como Manuel Marulanda Vélez, Ciro
Trujillo, Jacobo Arenas e Isauro Yosa, todos miembros del Comi­
té Central de nuestro Partido. Nuestros planes de combate, basados
en las decisiones de la conferencia inaugural del f a r c , tomó cono­
cimiento tanto de la situación concreta como de la situación gene­
ral de nuestro país. No es por casualidad que el 48 por ciento de los
delegados al Décimo Congreso eran campesinos, algunos de los
cuales han estado participándo en la lucha armada desde 1950.
Puede decirse que la lucha armada revolucionaría que se realiza en
nuestro país es en gran medida el resultado de la labor realizada
por los comunistas#19.

i9Colombia en Pié de Lucha , Editorial Paz y Socialismo, Praga, 1966, pp. 76-8.
I#Alberto Gómez, >»The Revolutionary Armed Forres of Colombia and their perspectives«.
World Marxist R eview , abril de 1967.

2 45
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Pero al ser entrevistado por VHum anité en junio de 1966, el secreta­


rio general del Partido Comunista, Gilberto Vieira, sostuvo: «Nuestro
Partido... sin embargo, considera que no existe aún una situación re­
volucionaria en Colombia. No toma en cuenta la lucha arm ada en las
ciudades porque esta lucha puede no pasar más allá de una serie de he­
chos aislados realizados por grupos pequeños... Actualmente la lu­
cha guerrillera no es la forma principal de combate*20.

Capítulo cinco
El e jé r c it o d e l ib e r a c ió n n a c io n a l

»Por vez primera en nuestro país, después de muchas tentativas fracasadas, un mo­
vimiento guerrillero revolucionario comparable al de la Sierra Maestra, comandado
por cuadros políticos de las ciudades, ha logrado triunfar, consolidar su posición
y obtener el apoyo popular, con el nombre de ¡Ejército de Liberación Nacional ( e l n ) .

El hecho de que durante muchos años el Ejército ha tenido que concentrar el


grueso de sus fuerzas contra las zonas de autodefensa... fue de gran ayuda para la
creación del e l n «.

D ia r io d e u n g u e r r i l l e r o c o l o m b ia n o

Al tiempo que el ejército colombiano lanzaba su ataque contra M arq u e-


talia, lo que obligó a Tirofijo a organizar a sus seguidores campesinos
en un movimiento revolucionario móvil, un grupo de estudiantes co­
mandado por Fabio Vásquez Castaño estudiaba ia posibilidad de ini­
ciar un foco guerrillero en el departamento de Santander. Vásquez, a
diferencia del Tirofijo, no era un campesino ni miembro del Partido
Comunista. Sus orígenes ideológicos se hallaban más bien con el m o e c
revolucionario que en el más sosegado Partido Comunista. Nació alre­
dedor de 1937- Su padre fue un agricultor liberal, muerto durante la
violencia. Sus orígenes sociales parecen haber sido muy semejantes a
los de Douglas Bravo en Venezuela.
Los detalles acerca de cómo emprendió la formación de su Ejército
de Liberación Nacional ( e l n ) , son un tanto oscuros, aunque se pue­
de recoger cierta información en una entrevista que le concedió al edi­
tor mexicano, M ario Menéndez Rodríguez, a mediados de 1967. Se­
gún parece, un grupo de estudiantes, luego de ciertas investigaciones
previas, se reunió con un grupo de campesinos en la choza de un cam ­
pesino llamado Parmenio:

»AI igual que la mayor parte de nuestro país la zona era muy apro­
piada para un levantamiento.
Los campesinos estaban cansados de las promesas y hastiados del
engaño, y de esperar pacíficamente que las elecciones mejorasen

2til.'Hurnarutc, 3 d e junio d e 1966.

246
E l Ejército de Liberación Nacional

su posición que cada vez era peor. Sus abuelos habían muerto como
siervos, al igual que sus padres, y si las cosas seguían así, sus hijos
tendrían un futuro semejante. No queda otra alternativa: están
dispuestos a apoyar la lucha armada. Era absolutamente esencial
crear fuerzas guerrilleras. »No hay armas*, dijo uno. »EI enemigo
las tiene*, le respondimos. Recorrimos la zona reuniendo a los más
decididos. Estos primeros pasos exigían medidas extremas de se­
guridad, absoluta reserva; cualquier error podía tener conse­
cuencias lamentables.
Las fuerzas represivas del gobierno estaban alertas, tenían años
de experiencia en la violencia reaccionaria. Elegimos el núcleo
guerrillero: dieciocho campesinos en total. Profundamente con­
vencidos de la justicia de nuestra causa, comenzamos la difícil vi­
da del guerrillero. Esto fue el 4 de julio de 1964. L a primera etapa de
la vida guerrillera involucraba los siguientes puntos: en primer lu­
gar, sobrevivir en la clandestinidad; segundo, reconocimiento del
terreno; tercero, entrenamiento político y militar de los hombres;
cuarto, la creación de una base de apoyo revolucionario entre los
campesinos; quinto, la formación de una red de información y de
enlace. ¿Qué poseíamos para lograr todo esto? Naturalmente;, ha­
bíamos estudiado previamente con gran detalle la situación real
de nuestro país. Esta nos demostró que el camino que tomába­
mos en forma tan fírme y decidida era el único camino justo. Pero
aparte de estos factores analizados objetivamente, contábamos
con el apoyo de los campesinos. Nos dieron víveres y los primeros fu­
siles, con los que hicimos nuestra entrada en Simacota poniendo fin
a la primera etapa de la clandestinidad*1 .

Simacota, cerca de San Vicente, fue escenario de la primera pre­


sentación, en público del Ejército de Liberación el 7 de enero de 1965,
sexto aniversario de la fundación del m o ec . Veintisiete hombres y una
mujer, vestidos de verde oliva y equipados sólo con rifles de caza,
entraron al pueblo al amanecer y lo ocuparon durante dos horas. Según
un corresponsal del Economist, a una oficina de préstamos del gobierno
le robaron alrededor de $4.000 y a un distribudor de cerveza y a una resi­
dencia particular otros $1.000 más. Los invasores... cortaron las co­
municaciones del pueblo con el exterior y, antes de marcharse en di­
rección a San Vicente, pronunciaron discursos en que declaraban la
guerra contra el imperialismo y la oligarquía y anunciaban que
habían venido a «atacar el gobierno y no al pueblo«2.

'M ario Menéndez Rodríguez "Colombia (11): ni un paso atrás». Sucesos (México) l de
julio de 1967.
*Econom ist, 28 de agosto de 1965.

247
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Los guerrilleros, que pertenecían al destacamento Jo sé Antonio G a


án del e l n , dejaron tras de ellos un manifiesto:

E l m a n ifiesto d e sim aco ta


L a violencia reaccionaría desatada por los diversos gobiernos oli-
gárquicos y continuada bajo el corrompido régimen Valencia-
Ruiz Novoa-Lleras, ha constituido unarm a* poderosa para aplas­
tar al movimiento caippesino revolucionario. Ha sido una podero­
sa arma de dominación en ios últimos 15 años.
L a educación está, en manos de comerciantes que se. enriquecen
a costa de la ignorancia en que mantienen a nuestro pueblo.
L a tierra la trataban campesinos que se hallan en )a miseria. G a s­
tan sus energías y jas de sus familias en beneficio de oligarcas que
viven como reyes en las ciudades.
Los obreros reciben salarios de hambre. Son mantenidos en la mise­
ria y la humillación por las grandes compañías extranjeras y na­
cionales.
Los jóvenes intelectuales y profesionales democráticos se ven hos­
tilizados. Están obligados a servir a la clase gobernante o morir.
Los pequeños y medianos productores, tanto en las zonas rurales
como en las ciudades, son arruinados por la feroz competencia y el
monopolio del crédito por parte del capital extranjero y sus secua­
ces antipatríotas que operan dentro del país.
La riqueza que es patrimonio de todo el pueblo colombiano es sa­
queada por los imperialistas norteamericanos.
Pero nuestro pueblo, que ha experimentado el látigo de la explo­
tación, de la pobreza y de la violencia reaccionaría, se está alzando
y se prepara para la guerra. La lucha revolucionaría es la única vía
para que todo el pueblo eche abajo al imperio actual del engaño y
la violencia.
Nosotros que formamos parte del e je r c it o d e l ib e r a c ió n n a cio n a l
estamos en la lucha por la liberación nacional de Colombia.
Liberales o Conservadores, el pueblo todo se unirá para derrocar a
la oligarquía de ambos partidos.

¡ v iv a la u n idad de los c a m pesin o s , o b r e r o s , e st u d ia n t e s , p r o f e ­


Y DE LOS HOMBRES SINCEROS QUE QUIEREN HACER DE COLOM­
sio n ales
BIA UN PAIS DIGNO DE LOS COLOMBIANOS DECENTES!
¡LIBERTAD O MUERTE!
EJERCITO DE LIBERACION NACIONAL
Frente »José Antonio Garrido«
Carlos Villareal Andrés Sierra
(Fabio Vásquez Castaños) (Víctor Medina Morón)

248
E l I^érb to de Liberación Nacional

Esto, proseguía Vásquez en su entrevista con el periodista mexicano,


«constituyó el anuncio público de nuestra rebeldía contra las leyes
burguesas y proimperialistas que gobiernan nuestro pueblo. Fue
nuestro modo de hacerles saber que existía ahora una vanguardia ar­
mada que luchaba por sus intereses. Sobre todo, lo esencial de ia toma de
Simacota fue mostrarle al pueblo una línea revolucionaria: la lucha
armada como el único camino eficaz para llegar al poder.
Los objetivos políticos y militares del eln son la toma del poder en
favor de las clases más bajas. L a forma principal de lucha es la sub­
versión. De acuerdo a nuestro concepto de guerra popular —guerra po­
pular llevada a cabo por la inmensa mayoría de los explotados— consi­
deramos que cuando se han agotado todos los medios puramente polí­
ticos de combate, las inmensas mayorías deben constituir la vanguar­
dia armada que asegure la prosecución de la lucha por el poder polí­
tico. Además, dada la codicia y la crueldad ilimitadas de la oligarquía
reaccionaría —ligada al imperialismo norteamericano— estamos , se­
guros que no permitirán que el pueblo llegue al poder por la vía pacífica.
Estamos convencidos que concentrarse en esta vía es hacerle el juego
al enemigo, es confundir la educación política del pueblo, es obstaculi­
zar su avance revolucionario, es ocultarle el verdadero camino y en­
viarlo por la senda equivocada.
Es difícil aceptar la vía armada como la única solucióh para nues­
tros problemas nacionales, a causa de las dificultades y el dolor que
aguardan a nuestros amados pueblos de América Latina. Pero negar­
la sería poco honrado. Sería una traición evidente. Nuestra genera­
ción, nuestra juventud latinoamericana, debe aceptar esta realidad
y prepararse para la guerra revolucionaría. Debe prepararse' para
los largos y difíciles días que le esperan. Por lo tanto, resulta absoluta­
mente fundamental desarrollar las fuerzas guerrilleras a fin de formar
un Ejército de Liberación Nacional, que sea capaz de luchar por el po­
der en contra de la oligarquía y del imperialismo norteamericano, y
que sea capaz de tomar el poder y formar un gobierno democrático y
revolucionario para llevar a cabo en nuestra Colombia un programa en
favor del pueblo, tal como lo expresamos en nuestros principios*.
El programa del eln al que alude Vásquez fue publicado por primera
vez en la época del ataque.de Simacota:

P r in c ipio s y P ro g r a m a del E jé r c it o de L ibera ció n N acio n al

»E1 Ejército de Liberación Nacional ha surgido de la necesidad del


pueblo colombiano de contar con una fuerza armada agresiva y
consciente, capaz de procurarle, por medio del ataque frontal a sus
enemigos, la toma del poder y la creación de un sistema social acorde
con el desarrollo del país, que libere a las masas de la explotación a
la que han estado sometidas durante toda su historia, y que hará po­
sible y dirigirá el desarrollo de nuestro pueblo.

249
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Un estudio acucioso de la situación colombiana nos ha llevado a la


conclusión de que ni el imperialismo norteamericano, ni la oligar­
quía que lo apoya en nuestro país, permitirá que las masas lleguen
al poder en forma pacífica. Se verán obligados a emprender una
larga y cruenta guerra que será utilizada para intentar aplastar
para siempre la lucha del pueblo por que se hagan realidad sus ju s ­
tas aspiraciones de libertad, trabajo, democracia y justicia.
En estas circunstancias, determinadas por el carácter agresivo y
codicioso de los explotadores nacionales y extranjeros, nuestro
pueblo se ve obligado, a organizarse para responder a la agresión
oficial, a tomar la iniciativa y comenzar una ofensica revoluciona­
ria a través de una guerra popular en contra de los explotadores, que
utilice la lucha armada y todas las otras formas de lucha popular
en todos los terrenos, cón el objeto de arrebatar el poder a las ciases
gobernantes y de crear un gobierno popular y democrático de libe­
ración nacional.
El eln es por lo tanto una organización político-militar cuya fina­
lidad estratégica es obtener el poder para el pueblo. Lucha por la
creación de un frente revolucionario democrático formado por
obreros, campesinos e intelectuales, estudiantes y sectores progre­
sistas de la clase media afectados por el sistema actual y dispuestos
a luchar para cambiarlo.
El eln lucha por la realización total en nuestro país del siguien­
te program a básico:
1. La toma del poder por el pueblo y la creación de un gobierno po­
pular y democrático que libere a nuestro país de los monopolios
internacionales y de la oligarquía local; garantice la completa
igualdad social de nuestro pueblo; otorgue plenas libertades de­
mocráticas al pueblo; conceda a la mujer sus derechos legales; libe­
re la energía creadora de las masas y garantice el respeto por
la dignidad humana y el libre desarrollo de todos los colombianos.
2. Una auténtica revolución agraria que incluye eliminar las gran­
des haciendas, las propiedades minúsculas y el monocultivo, una
distribución justa y eficiente de la tierra entre los campesinos que
la trabajan; suministro de implementos, créditos, fertilizantes, se­
millas y herramientas a los agricultores, estímulo en la mecaniza­
ción y los métodos más eficaces en la agricultura; crear sistemas
adecuados de distribución para eliminar a los intermediarios, a
los especuladores y a los acumuladores; garantizar la atención
médica y educacional a los campesinos, y el desarrollo de siste­
mas de riego, electricidad, vivienda y una red adecuada de comuni­
caciones. Las grandes haciendas que pertenecen a los imperialis­
tas norteamericanos y a los grandes' latifundistas serán confis-

o
E l Ejército de Liberación Nacional

cadas y ias propiedades que benefician a la economía nacional no


serán tocadas. Se pondrá énfasis en la creación de cooperativas de
productores, distribuidores y consumidores, y de asentamientos
agrícolas estatales, y en la planificación de la producción agríco­
la, procurando diversificar los cultivos, y desarrollar la crianza de
ganado.
3. E l desarrollo económico e industrial por medio de la protección
de nuestras industrias, el fomento de la industria semipesada, la
confiscación de los intereses industriales que pertenecen a los im­
perialistas y a las oligarquías *que han traicionado a su país. Se otor­
gará protección y ayuda a los pequeños industriales y comer­
ciantes que no especulen. A través de la planificación científica,
se buscará la diversificación de la industria y el desarrollo de una
economía independiente basada en nuestros propios recursos y
esfuerzos, para garantizar el empleo total de nuestra fuerza labo­
ral.
L a nacionalización efectiva de nuestro subsuelo y su explotación
en beneficio de la economía nacional. La elaboración y eje­
cución de planes de electrificación, riego y utilización de los re­
cursos hidráulicos. Comercio con todos los países del mundo, en
beneficio de nuestro pueblo, teniendo como meta únicamente el
interés colectivo.
4. Plan de viviendas y de reforma urbana para garantizar un hogar
higiénico y adecuado a los trabajadores de la ciudad y del campo
y eliminar la explotación de los dueños de casa a través de hipo­
tecas a largo plazo. Erradicación de los conventillos, chozas y po­
blaciones marginales en las ciudades y en los campos.
5. La creación de un sistema de crédito popular para eliminar a los
prestamistas y a los corredores, fomentar el desarrollo económi­
co, industrial, agrícola y comercial y elevar el nivel de vida de los
trabajadores.
6. Organización de un plan nacional de salud para llevar asisten­
cia médica, farmacéutica y hospitalaria a todos los sectores de la
población sin recargo para la economía; desarrollo de la medici­
na preventiva y lucha contra las enfermedades endémicas.
Creación de centros de salud y hospitales en las ciudades y en los
campos. Protección efectiva a los niños y a los ancianos y organi­
zación del seguro social para satisfacer las necesidades de nuestro
pueblo. Creación de un organismo centralizado para la elaboración
y ejecución de programas de salud pública.
7. La elaboración de un plan de caminos para coordinar la econo­
mía nacional y proporcionar un servicio eficiente a las zonas den­
samente pobladas o aquellas con un potencial de desarrollo econó-

25*
G o tl / L a s guerrillas en Am érica Lati na

mico. Centralización y planificación de este programa, para evitar


gastos innecesarios. Acceso a. las zonas agrícolas y ganaderas; or­
ganización estatal del transporte y la fijación de tarifas técni­
camente estudiadas por organismos estatales.
8. Reforma educacional para eliminar el analfabetismo, pro­
mover la construcción de escuelas rurales y urbanas y formación
de profesores competentes. La educación primaria será obligatoria
y gratuita. L a reforma del silabario para ponerlo al día en rela­
ción a las .necesidades del país y del conocimiento moderno; rela­
ción de los estudios con la vida nacional y elevamiento del nivel
técnico de los trabajadores. Nacionalización de la educación su­
perior y universitaria y formación de profesores, para que las uni­
versidades cumplan con su función social y marchen con los avan­
ces de la ciencia; para que el pueblo tenga acceso a ellas; para que el
oscurantismo y el dogmatismo sean eliminados de la= enseñanza y
para que las universidades desempeñen su papel de vanguardia
intelectual y cultural de los trabajadores colombianos. La creación
de una Academia Nacional de Ciencias que reúna a las actuales y
esté al servicio de la investigación científica que será promovida
en los centros de educación superior.
Se crearán hogares y restaurantes estudiantiles, y se otorgará un
gran número de becas. Se extenderá la red de bibliotecas públicas
y se proporcionará a los establecimientos educacionales los ma­
teriales académicos y de enseñanza necesarios. Se estimulará el
deporte y la educación física. El Estado será responsable de la de­
fensa, promoción y desarrollo de la cultura nacional, del arte po­
pular y folklórico y la protección a , los artistas y escritores nacio­
nales. Del mismo modo se dará amplia publicidad a todas las for­
mas populares y democráticas del arte y la literatura de otros paí­
ses.
9. Incorporación de la población indígena a la vida y cultura nacio­
nales. Respetando sus costumbres, tierras, dialectos y tradiciones
y desarrollando su vida cultural. El otorgamiento de plenos dere­
chos como colombianos a la población indígena.
10. Libertad de pensamiento y de culto. Separación total de la Igle­
sia y del Estado. Eliminación de todas las discriminaciones de raza,
sexo, color, orígenes sociales y creencias religiosas.
11. Una política exterior independiente basada en el respeto mu­
tuo,, la autodeterminación de los pueblos y la no intervención de un
estado en los asuntos de otro. Oposición a todas las formas de opre­
sión, a los imperialistas, a la dominación colonialista o. neocolo-
nialista, la defensa de la paz mundial y solidaridad con los pueblos
oprimidos que luchan por su independencia nacional en contra de

252
£ 1 Ejército de Liberación Nacional

sus opresores. Suspensión de los acuerdos que perjudican la sobe­


ranía nacional y expulsión de las misiones militares del imperia­
lismo norteamericano. El establecimiento de relaciones di­
plomáticas cotí todos los países del mundo sobre la base del respe­
to mutuo.
12. Formación de un ejército permanente del pueblo , bien equi­
pado y disciplinado, que garantice las conquistas del pueblo, de­
fienda la soberanía nacional y sea el respaldo más firme del pueblo.
Este Ejército Popular será formado inicialmente por las unidades
del eln y mantendrá un contacto estrecho y constante con las masas,
fuente de nuestras unidades combatientes.
El Ejército Popular defenderá los intereses auténticos de nuestro
país y del pueblo. No será nunca instrumento de represión contra
ningún pueblo del mundo.
¡LIBERACION O MUERTE!
Ejército de Liberación Nacional.
Fabio Vásquez Castaño
Víctor Medina M orón«.
Igual que otros movimientos guerrilleros de América Latina el
Ejército de Liberación Nacional de Colombia no tenia grados milita­
res. Las únicas dos excepciones fueron postumas: el »Capitán« Par-
menio, campesino de 23 años en cuya choza se fundó el Ejército de L i­
beración, y el »Comandante« Camilo Torres.
Fabio Vásquez, además, tenía una opinión muy categórica respec­
to del papel del jefe guerrillero, similar a la del Che Guevara:

»No le es permitido abandonar su puesto de batalla, ni puede bajar


a la ciudad. Su misión está en el frente con sus hombres. Lo único que
justifica su vuelta a la zona urbana es la captura de úna posición
enemiga«.

El eln se hallaba en la etapa de planificación justo en la época en que


el ejército colombiano comenzó su movida hacia Marquetalia a
mediados de 1964. Pero el ataque a Simacota en Enero de 1963 alivió un
tanto la presión sobre Marulanda y su grupo al desviar algunas unida­
des del Ejército colombiano de la zona de Marquetalia, hacia el norte de
Santander. No obstante, las relaciones entre los guerrilleros indepen­
dientes de Vásques y los de Marulanda, bajo el control del Partido Co­
munista, nunca fueron buenas.
A comienzos de 1965, el eln solicitó una entrevista con un miembro
de la directiva del Partido Comunista. Llegó una persona el 15 de mayo
de 1965, y hablaron sobre sus respectivas experiencias, aunque no sur­
gió nada concreto de estas conversaciones. Un mes después llegó a San­
tander un enviado del »Bloque Guerrillero del Sur* de Marulanda.
Una vez más no se llegó a nada definitivo.

253
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Para restablecer este contacto, el eln envió un mensaje de sa lu d o


a Marulanda con ocasión del Décimo Congreso del Partido, en e n e ro
de 1966. Tuvimos conocimiento, dijo más tarde Fabio Vásquez, »que
las guerrillas presentaron una iniciativa en esta conferencia en el se n ti­
do de reforzar la unidad con el eln y buscar la forma de realizar una co n ­
ferencia guerrillera nacional con nuestra participación. Contestam os
en forma inmediata, inquiriendo si podíamos enviar una delegación
para conversar con el camarada Marulanda a fin de estudiar las e x p e ­
riencias políticas y militares de ambos movimientos. Siempre re c ib i­
mos la misma respuesta a todos estas tentativas de acercamiento: v e a ­
mos si podemos hacerlo el próximo mes«.
En abril de 1968 se efectuó la segunda Conferencia del B lo q u e
Guerrillero del Sur —en la cual fue fundado formalmente el f a r c — y
en la que se concluyó de que la próxima etapa de la lucha debería r e a li­
zarse en conjunto con todos los revolucionarios. El eln consideró q u e
habían motivos para estar optimistas, pero por agosto de 1966 todavía
no habían recibido respuesta de Marulanda a sus saludos enviados
en enero. En agosto, por lo tanto, el eln envió otra carta al Comité C en tral
del Partido Comunista, reafirmando sus deseos — y en verdad la nece­
sidad— de trabajar en conjunto:

»Considerando que el eln es una organización que opera totalmen­


te al margen de la ley, luchando abiertamente contra los ins­
trumentos de opresión, explotación y represión de la oligarquía
colombiana, aliada al imperialismo yanqui, resulta fácil com­
prender que la solidaridad revolucionaria, en cuanto a nosotros
nos concierne, es básicamente la lucha que lleva a cabo el Bloque
Guerrillero del Sur (políticamente orientado por el Partido Comu­
nista de Colombia), que llevan a cabo los heroicos guerrilleros co­
mandados por el camarada Marulanda. Todos los esfuerzos que se
realicen en pro de la colaboración, conocimiento, coordinación y
unidad con las demás fuerzas guerrilleras, por muy reciente que
sea su formación, juegan un enorme papel en el desarrollo de la lu­
cha por la liberación nacional^.
La respuesta del Partido Comunista fue breve:
»E1 camarada Marulanda ha sido informado por nuestro Partido
de las actividades realizadas por ustedes, las que no son del agrado
del Partido. El Partido, el Estado M ayor del f a r c , y. el propio C o­
mandante Marulanda Vélez, consideran que las relaciones sugeri­
das por ustedes no serán posibles a menos que acepten la política del
Partido Comuni$ta«.

La esperiencia del eln con el Partido Comunista colombiano fue,


naturalmente, muy semejante a la de Douglas Bravo con el Partido Co­
munista venezolano, aunque en Venezuela los comunistas llevaron a

2 54
E l Ejército de Liberación Nacional

a práctica en un mayor grado que en Colombia, su deseo de poner tér­


mino a las guerrillas. Vásquez explicó la situación:

»Se ha hablado mucho sobre las condiciones para la lucha en


Venezuela; se han mencionado treguas y una vuelta a los métodos
pacíficos. Pero toda esta palabrería oculta la verdad: la deser­
ción. Sin embargo, siempre han existido hombres que tienen fe en
el pueblo, que tienen confianza en el triunfo de la revolución. Hay
hombres que permanecen fieles a la consigna «Libertad o muerte
por Venezuela# hombres como Douglas Bravo y sus compañeros
que han sufrido grandes penalidades y no han traicionado al pue­
blo.
El proceso revolucionario pone en evidencia quiénes son los
verdaderos y dignos dirigentes del pueblo. Se puede confundir al
pueblo, se lo puede engañar en su elección de líderes, pero el pro­
ceso desenmascara a los indignos y eleva a los dignos y a los que no
pierden la fe, a los que no son oportunistas y que no colocan las consi­
deraciones secundarias, las consideraciones personales, por so­
bre la lucha; a los que son revolucionarios auténticos y que no se
incorporan a un movimiento con el único afán de destruirlo#.

Este es un ataque escasamente disfrazado a los comunistas pro-


soviéticos, y Vásquez lo plantea explícitamente cuando discute el
problema de la solidaridad internacional. Aquí casi repite palabra
por palabra el mensaje de Che Guevara a la Tricontinental:

»No se trata sólo de un problema de alternativas, se trata de una


responsabilidad y una obligación que todos los revolucionarios del
mundo deben asumir. Se trata de un compromiso muy formal con el
pueblo, y este compromiso es aún mayor para aquellos Partidos
que están en el poder#.

En una época en que diariamente los imperialistas yanquis des­


embarcan infantes de marina en Vietnam, y bombardean indis­
criminadamente aldeas y poblaciones civiles del Sur y de la Repú­
blica Democrática dé Vietnam del Norte, este compromiso se
hace más glorioso; es en este momento cuando nosotros los revolu­
cionarios debemos estar más unidos en una solidaridad manifiesta,
decidida, firme e incondicional con aquellos que la necesitan.
Pensamos que todos los pueblos libres del mundo deben unirse,
no para discutir quién tiene la razón ni cuál país ha de conducir el
movimiento internacional, sino que para recalcar que es el Viet­
nam el que tiene la razón y el que se está desangrando, que mientras
los revolucionarios discuten, el imperialismo yanqui actúa impla­
cablemente contra los pueblos que considera débiles. Allí es

255
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

donde más se necesita una verdadera solidaridad internacional.


Debe haber solidaridad con Cuba, la isla gloriosa que se ha trans­
formado en un escudo contra el cual las vergonzosas lanzas del
imperialismo yanqui se han quebrado en más de una oportunidad.
En cuanto a América Latina, creemos que fundamentalmente debe
existir solidaridad entre las organizaciones que se hallan com pro­
metidas en la lucha armada por la liberación nacional. Esta soli­
daridad debe manifestarse a través de relaciones más estrechas,
el intercambio de experiencias a fin de corregir los errores, y donde
sea posible, utilizar los éxitos de otros pueblos; con el propósito
de coordinar la subversión latinoamericana; consideramos que
éste debe ser el objetivo principal de la Organización Latinoam e­
ricana de Solidaridad (o la s ).
Consideramos que la solidaridad mejor y más segura que podemos
ofrecerle a Vietnam y a Cuba es iniciar la lucha armada por la lib e­
ración nacional en nuestros propios países«.

Víctor Medina Morón, segundo comandante de Vásquez, va más lejos:

»Un problema nos preocupa sobre todo. En nuestro país no es­


casean las personas y los movimientos que se autodenominan re­
volucionarios y que utilizan frases y propaganda que plantean el
problema de la lucha armada. Tenemos un concepto propio acerca
de esto. El triunfo de la Revolución Cubana provocó una enorm e
conmoción entre los revolucionarios de nuestro país, y especial­
mente entre las masas. Desde 1948, las zonas rurales de Colom bia
han sido asoladas por la violencia política que comenzó con la
represión oficial y dio como resultado un movimiento guerrillero
a gran escala, impulsado y guiado por los campesinos contra el
gobierno represivo. Sin embargo, no llegó a convertirse en una
revolución victoriosa, precisamente porque fue traicionado por
los dirigentes intelectuales del Partido Liberal, controlado y d iri­
gido por la oligarquía colombiana. Sin embargo, después del triun­
fo de la Revolución Cubana, surgieron por todos lados grupos,
movimientos y personalidades que a través de la prensa, de discur­
sos y de panfletos se declararon todos partidarios de una lucha
revolucionaria armada para llegar al poder y llevar a cabo la
Revolución Colombiana».
• >

Sin embargo, la Revolución Cubana coincidió en nuestro país con la


caída de la dictadura de Rojas Pinilla, y un retorno a la democracia
representativa tradicional con los políticos liberales y conservadores.
Esto significó una pugna entre la alternativa de acelerar la lucha electo­
ral con la formación de movimientos electorales, y la alternativa de la

256
E l Ejército de Liberación Nacional

guerra isurreccional. Después de la caída de Rojas Pinilla, el único


movimiento con ideas revolucionarias era el Partido Comunista.
Pero al mismo tiempo el pc impulsaba la formación de amplios frentes
políticos con los llamados sectores progresistas del Partido Liberal,
como por ejemplo, el Movimiento Revolucionario Liberal (m r l )
dirigido por el Dr. Alfonso López Michelsen. Mientras tanto* los que
miraban hacia la Revolución Cubana como modelo y consideraban las
soluciones armadas, chocaron en forma decisiva con la directiva, las
tácticas y la estrategia del Partido Comunista y el m r l , que a la vez
' e ra el movimiento colombiano de izquierda más representativo. Enton-
¡ ces fue cuando apareció el Movimiento Obrero-Estudiantil-Campesino
, ( m o ec ), encabezado por Antonio L ar rota, líder estudiantil, que pro-
, piciaba la lucha armada. Desde un comienzo el moec tuvo dificultades
y choques con la dirección oficial del p c , que concentraba sus esfuerzos
| en formar el m r l a fin de participar en las elecciones que comenzaban a
realizarse después de la caída de la dictadura. Consideramos que el
m o ec no estaba equivocado en su concepto de la lucha armada; pero.sus
métodos de trabajo, su estilo, sus ideas prácticas de cómo llevar adelan­
te la lucha armada, cómo vincularse con los campesinos, etc., eran
' errados, como quedó demostrado en la práctica. El moec fracasó en di­
versas tentativas de poner en marcha la lucha armada en las zonas
rurales. Puede decirse que la muerte de su líder principal mientras
trabajaba en la creación de grupos armados en el norte del Cauca fue el
golpe decisivo que significó la decadencia del movimiento.
También aparecieron por esa época diversos movimientos izquier­
distas locales o regionales cuyos fines no eran electorales sino mili­
tares. Así fue cómo un congreso nacional de varias de estas organi­
zaciones creó el Frente Unido de Acción Revolucionaria (f u a r ), con­
trolado por Gloría Gaitán, hija del gran líder popular, Jorge Eliécer
G aitán , y su marido, Luis E. M iró Valencia. No obstante, este movi­
miento ni siquiera fue capaz de permanecer organizado por un tiempo
a causa de que los líderes permanecieron en Bogotá.
También existió el movimiento de Vichada, en el cual estuvo impli­
cado Tulio Bayer y que fue fácilmente aniquilado por el Ejército, por la
form a en que estaba organizado. En realidad el f u a r no duró por mucho
tiempo.
Toda esta gente publicó una serie de panfletos, pronunció una se­
rie de discursos, pero fracasaron completamente en la organización
de una fuerza guerrillera revolucionaría^.
Además, en los últimos años, y particularmente en el pasado inme­
diato, surgió en nuestro país un grupo de personas que rompieron
con el Partido Comunista y crearon el llamado Partido Comunista
M arxista-Leninista, una fracción que sigue la línea china. del mo­
vimiento comunista mundial. Este grupo también lanzó una gran can­
tidad de propaganda, y un llamado a la lucha armada; también es parti­
dario de la revolución violenta. Parece que estos caballeros también
.fracasaron cuando se trató de hacer algo. Tenemos información bas­

257
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

tante detallada del fracaso de diversos intentos realizados por este


grupo en distintos lugares del país.
Medina Morón declara en forma categórica: ^Creemos que muchas
de estas personas tenían objetivos y miras oportunistas: algunos tra­
taron de utilizar el sentimiento popular en favor de la lucha arm ada;
otros trataron de asumir posiciones revolucionarías para ganar pres­
tigio dentro de los círculos revolucionarios, desplazando a aque­
llos que tenían una posición revolucionaría sincera, y muchos d e los
cuales habrían de morir tratando de llevar sus ideas a la práctica. Pode­
mos decir simplemente que dentro del movimiento revolucionario co­
lombiano existe una buena cantidad de charlatanes, negociantes,
mercenarios y gente que ha transformado las tesis verdaderas de la lu­
cha revolucionaría armada en una manera de vida, una manera de dis­
frazar y de resolver en parte sus problemas personales#.
Actualmente hay un problema que nos preocupa especialmente, y
este se relaciona con las Fuerzas Armadas Revolucionarías de C o ­
lombia (fa r o ). En realidad en la actualidad el eln y el f a r c son las únicas
organizaciones que poseen guerrillas y que llevan a cabo una actividad
militar cada vez mayor.
Es sabido — los documentos, las declaraciones públicas así lo ex­
presan— que los líderes del Partido Comunista colombiano partici­
paron en la creación del f a r c . Esto nos preocupa porque tenemos
una idea clara de la guerra revolucionaria. Creemos que los esfuerzos
heroicos de todos los combatientes guerrilleros debieran ser can ali­
zados sería y claramente hacia los objetivos de la guerra revolucio­
naria, hacia los objetivos definidos por una línea política decidida
por el choqué con la oligarquía y el imperialismo. Hasta donde pode­
mos saber, los líderes del pc han asumido una posición clara respecto de
la guerra revolucionaria. Aunque no dejan de estar conscientes de la
importancia y de la realidad de la guerra de guerrillas, su posición po­
lítica no está alineada con las necesidades del movimiento subversi­
vo, y se contrapone a los planteamientos básicos de la revolución vio­
lenta; su posición política es demasiado abstracta, y conduce a la con­
fusión al colocar demasiado énfasis en las soluciones democráticas y
pacíficas tradicionales, como por ejemplo, la expansión de las activi­
dades de masas y la legalidad dentro del sistema burgués. Creemos que,
con el fin de posibilitar el desarrollo de la guerra revolucionaria en C o ­
lombia, el pc debiera asumir una posición más clara, una actitud m ás
definida respecto del futuro revolucionario de nuestro pueblo«.
Cuando por fin los comunistas optaron por definir su posición, ésta
no fue muy del agrado del Ejército de Liberación Nacional. En un A r ­
tículo publicado a comienzos de 1968, los comunistas revelaron h a s­
ta dónde estaban dispuestos a cooperar con el e l n :

»La creación del Frente Patriótico de Liberación no es un asunto


fácil. Ciertos problemas ideológicos que enfrentan al movimiento
esperan ser clarificados. Aparte del fa r c está el Ejército de Libera-

258
£ 1 Ejército de Liberación Nacional

ción Nacional ( e l n ) , organización independiente fundada en 1965.


E l Partido está deseoso de trabajar con esta organización, pero su
tendencia a negar el papel de nuestro Partido, reflejada recien­
temente en sus abiertos ataques a nosotros, hacen difícil alcanzar
la unidad*.

L a reunión de octubre del Estado M ayor del f a r o discutió este asun­


to e hizo un llamado al e l n para unir las fuerzas sobre la base del respeto
mutuo. L a reunión declaró: «Reafirmamos nuestra política de buscar
la unidad con el e l n y con cualquier grupo que pueda surgir en el futuro,
porque nos damos cuenta que sin unidad y cooperación fraternal no es
posible asegurar ningún avance serio del movimiento revolucionario.
Estamos combatiendo en una guerra que ha sido desencadenada contra
nuestro pueblo por el imperialismo y sus agentes locales. Por lo tanto
hacemos un llamado a los grupos arriba mencionados para que cesen en
sus ataques al Partido Comunista, porque estos ataques sólo benefician
a los que tienen el poder, el dinero y los medios para atacar al movimiento
revolucionario*.
Esta declaración es una respuesta convincente a la tesis que trata
de negar el papel del Partido Comunista y que crea una oposición ar­
tificial entre el movimiento guerrillero y el Partido. Esta tesis establece
una separación entre trabajo en la ciudad y el trabajo en las zonas rurales,
labor política y la militar, la labor legal y la ilegal, el combatiente de las
montañas y el combatiente de las ciudades. Los defensores de esta
tesis declaran que la política de combinar todas las formas de lucha
»no sirve**, que el movimiento guerrillero da »origen« al Partido. En
Colombia el curso de los acontecimientos es prueba de la falacia de este
concepto. La lucha armada se desarrolla sobre el basamento de
la extensa labor del Partido entre las masas y es, en realidad, una
expresión de la actividad política revolucionaria.
E n la práctica estos problemas se van allanando en aras de la unidad
durante el transcurso de la lucha ideológica. El mensaje del f a r c al
Ejército de Liberación Nacional expresa: «El propósito de la guerra
librada contra nuestro pueblo por el imperialismo y sus agentes locales
es detener el proceso revolucionario. Los revolucionarios debemos
estar unidos, y no creemos que la unificación implica la subordina­
ción de uno al otro*. Al saludar al Partido Comunista, el f a r c declara
que »la primera reunión del estado mayor de las Fuerzas Armadas Re­
volucionarias ( f a r c ) saluda a todos los miembros del Partido Comu­
nista, a los comités del Partido y al Comité Central. Vuestra política es
guiada por la política del Partido, expresada en las resoluciones de
su Décimo Congreso y en las reuniones de su Comité Central**4.

4Jaim e González, »The Armed Forres oí the Rev.olution in Colombia*», World M arxi\f Kv-
view , febrero 1968.

2 59
Gott Las gu errillas en Am érica Latina

Capítulo seis
C a m il o T o r r e s y l a ig l e s ia

Aunque la oligarquía colombiana y su Frente Nacional poseían el po­


der militar suficiente para poner fin a Marquetalia y a las otras »repú-
blicas independientes*, evidentemente no poseían la voluntad ni la
habilidad política para resolver los problemas más fundamentales de
la sociedad colombiana. L a violencia había surgido como consecuen­
cia del sistema socioeconómico propio de Colombia. La «pacificación**
de grandes extensiones del país no podía traer consigo un cambio ni
tampoco el desarrollo a menos que el propio sistema fuese cambiado.

Desde el punto de vista del gobierno uno de los factores más desa­
lentadores de la situación era la indiferencia y apatía general con que
la población acogía todos sus actos. L a violencia, unida a años de ac*
tividad política intrascendente, habían dejado a los colombianos
en gran medida inmunes a los halagos de los políticos. E l Frente N a ­
cional, fruto del acuerdo entre dos grupos rivales de la oligarquía para
compartir los frutos del poder, era una farsa, y la gran mayoría de los
colombianos fácilmente lo reconocía como tal. En 1962, cuando
fueron convocados a sufragar por el candidato presidencial del F ren ­
te Nacional, antiguo conservador llamado Guillermo León Valencia,
el setenta por ciento se abstuvo.
Era fácil concluir que este alto porcentaje de abstención, repetido
en las elecciones posteriores, era una protesta contra el Frente Nacional.
¿Pero era lícito también deducir que dentro de la sociedad colom­
biana debía existir un grupo considerable de »no alineados*, sin fi­
liación partidista, al que se podía conquistar para que apoyase a l­
gún nuevo tipo de política? El Padre Camilo Torres, la figura más ca-
rismática que surgiera en Colombia después del asesinato de G aitán,
pensaba que sí. Estaba obsesionado con la idea de esta vasta masa de
colombianos que permanecía marginada del sistema, sin derechos
civiles. Llegó a la conclusión de que la única actividad política que
valía la pena, era la de organizar a estos «no alineados* en una fuerza
consciente y eficiente. En octubre de 1965 escribía:

»La organización de este sector será uno de los pasos más importan­
tes hacia el movimiento revolucionario y la toma del poder. Cuando
esto se logre, Colombia presenciará el inmenso movimiento de
masas que se requiere para llevar a cabo los cambios revolucio­
narios frustrados por el asesinato de Gaitán, por el advenimiento de
la violencia política y por la insuficiencia dialécticamente autén­
tica de otros movimientos políticos. Cuando finalmente se reali­
ce, las condiciones — las bases históricas— que han permitido, y toda-

260
Camilo Torres y la Iglesia
vía más» han fomentado la larga dominación del pueblo colom­
biano por parte de la oligarquía serán arrasadas*1 .

Camilo Torres no fue un político ortodoxo. Ni tampoco fue un po­


lítico especialmente capaz. Si no se hubiera ido a las montañas y no hu­
biera muerto luchando con las guerrillas, se lo habría recordado sim­
plemente como sociólogo y como sacerdote rebelde. Pero su heroica
muerte lo coloca junto al Che Guevara en el panteón de la Izquierda la­
tinoamericana.
Nació en Bogotá el 3 de febrero de 1929, de padres respetabilísimos
pertenecientes a la alta clase media. Aunque viajó a Europa con sus
padres cuando niño, la mayor parte de sus estudios los realizó en Bogo­
tá. Asistió durante un semestre a la Universidad Nacional, iniciando
sus estudios de derecho, pero al no ser éstos de su agrado, decidió ingre­
sar al sacerdocio. Entró a un seminario dominicano. De allí se dirigió
a la famosa Universidad de Lovaina en Bélgica, donde pasó un año
realizando estudios de sociología.
AI volver a Bogotá, fue nombrado capellán de la Universidad N a­
cional y fue uno de los fundadores de la Facultad de Sociología. En­
tró en conflicto con las autoridades luego que salió en defensa de dos
estudiantes que habían sido expulsados injustamente, por lo que fue
separado de su cargo de capellán. Posteriormente, llegó a ser el Decano
de la Escuela Superior de Administración Pública, y trabajó en los
problemas de las cooperativas. En la e s a p colaboró en la fundación
de un Instituto de Administración Social, y fue nombrado además re­
presentante del Cardenal ante la junta directiva del Instituto Colom­
biano de Reforma Agraria ( i n c o r a ) . Estos dos cargos le brindaron la
oportunidad de viajar extensamente a través del país dando conferen­
cias y organizando cursos sobre reforma agraria, acerca de la cual se
formó un concepto definido:

«Encuentro que el error mayor cometido por i n c o r a es no haberse


ocupado lo suficiente de la educación de los campesinos, No tan­
to de la educación formal, puesto que se han creado escuelas y algu­
nas cooperativas, sino que en el sentido informal de crear concien­
cia entre los campesinos de modo que en el futuro puedan formar
un gran grupo de presión, capaz de transformar esta seudorrefor-
ma agraria en una verdadera reforma realizada por los campesi­
nos*2.

Este era el gran interés de Camilo Torres, como en realidad


lo era para muchos jóvenes latinoamericanos que deseaban lograr

1Frente Unido , 28 de octubre de 1965, citado por Germán Gu2mán Campos en Cam ilo:
Presencia y Derecho , Servicios Especiales de Prensa. Bogotá, 1967, p. 149. (Este libro fue
editado posteriormente por Sigol xxi, México.)
‘ Discurso sobre reforma agraria, 20 de junio de 1965, citado por Guzmán en Cam ilo . p.
36
Gott / Las guerrillas en América Latina
cambios estructurales fundamentales. ¿Cómo llevar a la enorme ma­
yoría del pueblo, de los campos o de las poblaciones m arginales que
rodean a las grandes ciudades, a una posición en que puedan plantear
sus exigencias políticas, en lugar de que sus deseos imaginados sean
satisfechos por un gobierno en el que no tienen participación? E s ta era
la preocupación fundamental de un grupo de sociólogos con los cuales
Camilo Torres trabajaba en estrecha colaboración al comienzo d e la
década del sesenta.
Su interés en el futuro de Colombia se había despertado por p ri­
mera vez en Lovaina donde, en 1954, fue la figura organizadora d e un
»grupo colombiano de investigaciones socioeconómicas**, in te g ra­
do por varios colombianos que estudiaban en esa Universidad. A su
vuelta a Bogotá, participó en diversos planes de acción com unitaria,
algunos de los cuales contaban con la aprobación más o menos ab ierta
del gobierno. Uno de los motivos por los que Camilo causó un im pacto
tan grande fue que tenía un pie en cada bando. Por una parte fu e un
oligarca, un eclesiástico, un investigador académico de las causas de
la miseria actual; por la otra, fue un hombre que estuvo dichoso de a b a n ­
donar su ambiente de clase alta para ir a las poblaciones m arginales
y a los rincones más abandonados del país a conversar con la gen te y
descubrir por sí mismo la realidad de Colombia. Como sacerdote po­
día mantenerse algo al margen de la política partidista, y en conse­
cuencia, cuando en la década del sesenta comenzó su prolongado a n á ­
lisis del fracaso de la izquierda, Camilo Torres era una figura a la cual
la gente escuchaba con bastante respeto.
El problema fundamental de Colombia no era muy diferente del de
Guatemala o Venezuela. En Guatemala la izquierda tenía que pre­
guntarse por qué el régimen reformista de Arbenz había caído con
tanta facilidad, y por qué los militares gobernaban prácticamente sin
problemas desde entonces. L a c ía y la ayuda norteamericana p o r su­
puesto, que habían desempeñado un papel importante, ¿pero no exis­
tía algo básico en la organización de la sociedad guatemalteca que
impedía el surgimiento de un régimen popular capaz de mantenerse
en el poder?
En Venezuela el problema consistía en descubrir por qué la subver­
sión popular que había derrocado a Pérez Jiménez había fracasado
bajo los regímenes de Betancourt y Leoni. ¿Y cómo un régimen que no
tenía intención alguna de realizar los cambios socioeconómicos que
podrían haber llevado al desarrollo, había podido permanecer en el
poder, cuando un análisis superficial de la situación podría haber
llevado a la conclusión de que el país se hallaba al borde de una revolu­
ción de enormes proporciones?
En Colombia el problema era el mismo. ¿Por qué un régimen que se
demostró incapaz de resolver las contradicciones que existían en el
país, se había visto enfrentado, no con la furia popular, sino más bien
con la apatía? Cuando el Ejército entró en Marquetalia, apenas si a l­
guien levantó un dedo para tratar de salvarla.

262
C am ilo T o rre s y U Iglesia

Entre los sociólogos de la Universidad Nacional surgió gradual­


mente la idea de que la sociedad colombiana no era un edificio frágil
que podía fácilmente ser impulsado hacia un camino revolucionario.
P or el contrario, obviamente era extremadamente resistente y elástico.
H abía que tener una comprensión mucho mayor de ella antes de que
u n revolucionario potencial pudiera abrigar la esperanza de sacar pro­
vecho de la situación de crisis que indudablemente existía.
En realidad la izquierda no sabía siquiera lo que quería; cierta­
mente no sabía cuál era el denominador común que unía a los oposi­
tores del Frente Nacional. Así es como, hacia fines de 1964, Camilo se en­
cargó de elaborar un programa mínimo. Fue hecho público en una reu­
nión realizada en Medellín el 17 de marzo de 1965:

Platafo r m a p a r a u n m o v im ie n t o d e u n id a d p o p u l a r

Medellín, 17 de marzo de 1965.

A todos los colombianos: a la clase trabajadora, la clase media, los


organizadores de acción comunitaria, sindicatos, cooperativas, socieda­
des de ayuda mutua, ligas campesinas y organizaciones obreras, in­
dígenas, a todos los que protestan, hombres y mujeres, jóvenes, a todos
los que no están vinculados a ningún partido político tradicional, a los
nuevos partidos, a todos ellos les presentamos la siguiente plataforma
para unificar a la clase trabajadora de Colombia alrededor de objetivos
concretos.

MOTIVOS

1. En la actualidad las decisiones necesarias para que la política co­


lombiana redunde en beneficio de la mayoría en lugar de la minoría
deben realizarlas los que están en d poder.
2. Los que tienen el poder actualmente son una minoría económica que
realiza todas las grandes decisiones de la política nacional.
3. Esta minoría nunca llegará a decisiones que afecten sus propios in­
tereses.
4. Las decisiones que se requieren para el desarrollo social, económico
y político del país en beneficio de la mayoría afectan necesariamen­
te los intereses de la minoría económica.
5. Esta situación exige cambios en la estructura del po­
der político para que las mayorías organizadas hagan las decisiones.
6. No existe en Colombia una fuerza social capaz de transformarse en un
nuevo poder político, y por lo tanto es necesario formar una rápida­
mente.
7. E n la actualidad las mayorías rechazan a los partidos políticos tra­
dicionales y rechazan el sistema existente pero no poseen los medios
para llegar al poder.
8. El aparato político que debe formarse debe ser pluralista y utilizar
al máximo el apoyo de los nuevos partidos, de los sectores insatisfechos
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

de los partidos tradicionales» de las organizaciones no políticas y en


general de las masas. Debe planificarse técnicamente y basarse en los
principios y no en un líder, a fin de evitar los peligros de las camarillas,
de la demagogia y del personalismo.

O B JE T IV O S
I. R E FO R M A A G R A R IA
La tierra será para los que la trabajan en forma directa. £1 gobierno
nombrará inspectores agrarios a fin de otorgar títulos de propiedad
a los campesinos en este caso, tendrá el -derecho de exigir que la tierra
se trabaje en forma cooperativa o comunitaria, de acuerdo con un plan
agrario nacional, con créditos y asistencia técnica.
No se comprará la tierra. Lo que se estime necesario para el bien co­
mún será expropiado sin indemnización. L a agricultura de subs-
sistencia será gradualmente reemplazada por una agricultura comer­
cial.

II. R E FO R M A U R B A N A
a) L a reforma urbana tomará en cuenta la naturaleza y los efectos de
la reforma agraria y será coordinada con los planes del Instituto de
Crédito Agrario, el Banco Hipotecario Central, las Sociedades de
Arquitectos, la Cámara Colombiana de la Construcción, etc., y con
todos los organismos y compañías relacionados con los servicios
de utilidad pública.
b) Todos los ocupantes de viviendas en las ciudades y pueblos se trans­
formarán en propietarios de la vivienda que ocupan. Las personas cuya
única fuente de ingresos sea la renta de una casa podrán mantenerla,
si es <«ue pueden comprobar que esto es así.
c) Cualquier pieza utilizada en forma inadecuada, según la opinión
de la reforma urbana, tendrá como resultado una multa para el propie­
tario, que será utilizada por el Estado en sus planes de viviendas.
d) Las propiedades particulares urbanas y suburbanas que no estén
construidas serán expropiadas por la reforma urbana para ser utiliza­
das en los planes de viviendas.I.

III. R E FO R M A D E L A S CO M PAÑ IAS


Será abolida la libre empresa y reemplazada por un sistema de empresas
cooperativas y comunitarias. Como un primer paso las votaciones en
las asambleas generales de las compañías limitadas tomarán en cuen­
ta las personas y no el capital representado por las acciones. Todos los
trabajadores podrán ser accionistas de las compañías e igualmente
podrán participar, organizados en sindicatos, en la dirección, admi­
nistración y ganancias de las compañías. Esta participación de los
trabajadores con igualdad de oportunidades frente al capital será di­
recta o indirecta, según lo estime conveniente el sindicato respectivo.
Se fomentará y estimulará el pluralismo sindicalista, respetando

264
Camilo Torres y la Iglesia
la opinión de los trabajadores organizados. Se velará por la libertad de
los sindicatos, de acuerdo con las convenciones de la Organización
Internacional del Trabajo.
IV . E L C O O PERA TIV ISM O
Se pondrá énfasis en los medios de implementadón del sistema coopera­
tivo en todas sus formas: crédito y ahorros, comercialización, produc­
ción, construcción, consumo, etc. E l cooperativismo será libre dentro de
la planificación democrática de las organizaciones populares institu­
cionalizadas por el Estado.

V . A C CIO N C O M U N ITA R IA
Se estimulará la acción comunitara, como base de la planificación de­
mocrática, tanto en los sectores rurales como en los urbanos. Como
base para esto se dará nueva vida a las municipalidades hasta que las
autoridades locales sean elegidas libremente por los ciudadanos, y
se transformen en células vivientes de la vida ciudadana.
V I. PLA N IFIC A C IO N
Se elaborará un plan obligatorio con el propósito de reemplazar las
importaciones y de diversificar y aumentar las exportaciones. Se reali­
zarán esfuerzos por asegurar que a corto plazo todas las importaciones
serán bienes de capital con un efecto directo sobre el desarrollo nacio­
nal.
L a política de comercio exterior estará directamente relacionada
en todas sus formas con el crecimiento y el desarrollo de la Integración
Latinoamericana.

V IL P O L IT IC A T R IB U T A R IA
Se aplicará un impuesto progresivo a aquellos que reciben entre mil y
cinco mil pesos mensuales. El ingreso excedente, sobre los cinco mil
pesos (1965) y que no se invierte en los sectores indicados por el plan
oficial retomará al Estado. Ninguna institución estará exenta del pago
de impuestos.
Los sueldos hasta de cinco mil pesos (1965) no pagarán impuestos
si son ingresos familiares; si no lo son, se Ies aplicará un impuesto seme-

V IH . P O L IT IC A M O N ET A R IA
Sólo se harán emisiones para aumentar los sectores de producción
que producen transacciones a largo o corto plazo. L a cantidad de circu-
' lame se reducirá al volumen real de las transacciones. E l Estado de
Colombia apoyará la adopción del patrón oro para las transacciones
internacionales.

Dt N A C IO N A LIZA C IO N
t) .Los bancos, los hospitales, las clínicas, los laboratorios, las farma­
cias y la explotación de los recursos naturales serán de propiedad del
* Estado.
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

2) El transporte público estará en manos de cooperativas o de empre­


sas comunitarias, o del Estado.
3) La prensa, la radio, t v y los cines serán gratuitos pero sujetos al
control estatal para el bien común.
4) El Estado otorgará educación gratuita a todos los colombianos, res­
petando las ideas de los padres hasta el término de la educación secun- *
daría y las ideas de los estudiantes después de finalizada la educación
secundaría. La educación será obligatoria hasta el término de la edu­
cación secundaría o técnica. Habrá sanciones legales para los padres
que no cumplen con la obligación de educar a sus niños. En el plan de
inversiones el financiamiento será proporcionado por un aumento de
las contribuciones.
5) El petróleo será producido por el Estado, colombiano en cuanto sea
posible el financiamiento de la industria. Las concesienes petrolí­
feras sólo se otorgarán a las compañías bajo las siguientes condiciones:
a) La instalación simultánea de refinerías en el país
b) 8o% de las ganancias para el Estado colombiano.
c) La devolución de las explotaciones al Estado en un plazo de 10
años.
d) Los salarios de los obreros y técnicos colombianos serán por lo me­
nos iguales a aquellos de los extranjeros de la misma categoría.

X . R E L A C IO N E S IN T E R N A C IO N A L E S
Colombia mantendrá relaciones diplomáticas con todos los países del
mundo.

X I. S A L I D PU BLICA
Todo aquél relacionado con los servicios de salud será funcionario del
gobierno.
En un comienzo a cada profesional se le asignará un cierto número
de familias, determinado por la población y el número de pro­
fesionales. m

El estado brindará asistencia social a todos los colombianos.

XII. PO LITIC A FA M ILIA R


Habrá sanciones para los padres de los niños abandonados. Se propor­
cionará protección legal a las mujeres y los niños a través de sanciones
efectivas.

X III. C R IM E N E S SO C IA LES
Los siguientes se considerarán crímenes sociales, aparte de aquellos
ya establecidos por nuestro código penal, y el ya mencionado de aban­
dono del hogar: la usura, el acaparamiento, la especulación, la fuga de
capitalesy el contrabando, la difamación por la prensa, la radio, tele­
visión, y por el cine, el engaño de la opinión pública por medio de noticias
falsas, o de información incompleta y tendenciosa.

266
Camilo Torres y la Iglesia
X IV . LA S F U E R Z A S A R M A D A S
E l presupuesto para fines represivos será reducido al mínimo. El ser­
vido c ív ic o durante dos años después de los dieciocho años de edad
será obligatorio para todos los colombianos, hombres y mujeres. El
servicio militar será reemplazado por el servicio cívico.

IN T E R V E N C IO N E S T A T A L
a. Educación
b. Economía
c. Información
ACCIO N IN M ED IA TA
El objetivo final es la creación de un aparato político, no de un nuevo par­
tido, capaz de asumir el poder.
1) Es necesario crear un movimiento de bases a fin de asegurar la ad­
hesión personal y de grupos a esta plataforma.
2) Durante marzo, abril y mayo de 1960 será repartida y explicada esta
plataforma a fin de obtener el apoyo individual y social de los militan­
tes de los movimientos que concuerdan con ella.
3) Aquellos que apoyan esta plataforma integrarán el f r e n t e u n i d o d e
m o v i m i e n t o s p o p u l a r e s que tendrá unidad en la acción a la vez que res­

peto por las ideologías y los programas específicos de cada grupo o


partido.
4) En cada comuna, o según sea el caso, en cada área o distrito, se crea­
rán comités de acción integrados por aquellos que han suscrito la plata­
forma, y se procederá a la elección de un presidente y de un delegado
para cada comité.
5) E l 31 de mayo de 1965, se realizarán asambleas de los presidentes de
los comités locales a nivel de los departamentos, comisarías e inten­
dencias. El propósito de estas reuniones será la elección de delegados
a una reunión a realizarse en Bogotá.
6) Los delegados elegidos en estas asambleas se reunirán en Bogotá
el 20 de julio de 1965 para elaborar los objetivos inmediatos del Frente
Unido y su posición frente a las elecciones presidenciales.
7) Esta asamblea también elegirá una comisión política integrada por
representantes de todos los movimientos interesados y de las regiones
naturales del país, para coordinar las campañas del Frente Unido.
8) Cualquier acción que se emprenda ahora deberá contar con la
iniciativa y la colaboración del pueblo organizado en la acción comu­
nitaria, ligas campesinas, sindicatos, organizaciones estudiantiles,
agrupaciones profesionales, partidos políticos, etc.

xv r e f o r m a u n iv e r s it a r ia

L a Universidad será autónoma y organizada como una comunidad de


directores, profesores, alumnos, con el fin de crear la cultura.
No se permitirá la penetración en la Universidad de la política parti­
dista, el Ejército o el clero. Su tarea específica, dentro de la tarea gene-

267
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

ral de promover la cultura, será el estudio y la solución de los problemas


nacionales de acuerdo con las características específicas del país.

X V I. LEG ISLA C IO N IN D IG EN A
La legislación indígena actual será abolida. El indígena se integrará
totalmente a la vida nacional, con los mismos derechos y deberes civi­
les, culturales y políticos que los demás ciudadanos.
La publicación de la "Plataforma# de Camilo sacudió a Colombia
entera, y desencadenó una de aquellas grandes controversias ecle­
siásticas que abundan en la historia de la Iglesia Católica. La jerar­
quía eclesiástica está tan integrada a la oligarquía colombiana que el
sometimiento de un sacerdote revoltoso sólo podía ser cuestión de
tiempo. El propio Camilo explicó lo que sucedió.

«Cuando comencé a divulgar la plataforma, fui donde el Obispo,


mi superior jerárquico, y le dije lo que estaba haciendo. Ni siquie­
ra me solicitó una copia. Sin embargo, en la misma reunión, se me
dijo que debía hacer dejación inmediato de mi cargo de Decano de
la Escuela Superior de Administración Pública (esap )«3.

Después de destituirlo de su cargo en la Universidad, la Iglesia le


ofreció un cargo, con un sueldo bajísimo, en su propio departamento
de estadística para realizar una investigación sobre la ciudad de Bo­
gotá. El sueldo, sin embargo, no era suficiente para mantener a Camilo
y a su madre, la que en gran medida dependía económicamente de él.
Solicitó que al menos se le permitiese continuar con sus clases en la
Universidad. Esto también le fue negado. Se planteó la posibilidad, sin
embargo, de enviarlo de vuelta a Lovaina para que terminase su te­
sis doctoral en Sociología. Camilo siempre anheló esta posibilidad, y,
desde el punto de vista de la jerarquía, esta solución lo habría sacado
en forma muy conveniente del país en un momento en que su fama
cundía con rapidez.
El 22 de mayo, a invitación de la Federación Nacional Universi­
taria, habló en Bogotá sobre la "Plataforma*** que había elaborado.
Esta reunión en la capital provocó aún mayor revuelo que la anterior en
Medellín.
Algunos días más tarde sin advertir a Camilo, el cardenal de Colom­
bia, Luis Concha Córdoba, dio a conocer una declaración a la prensa
en que decía que el plan de enviar a Camilo a Lovaina no era el resultado
de la presión ejercida por las autoridades eclesiásticas. Agregaba
que en la "Plataforma# del Padre Torres, había varios puntos "irre­
conciliables con la doctrina de la Iglesia# .

* Entrevista con Otto Boye Soto, publicada en La Nación (Chile), el 14 de septiembre de


1965 y reproducida por Norberto Habegger en Camilo Torres: el cura guerrillero , Editorial
A Peña Lillo, Buenos Aires, 1967, p. 141.

268
Camilo Torres y la Iglesia
Camilo le solicitó inmediatamente al Cardenal que especificara
cuáles eran los puntos de su »Plataforma* que no concordaban con las
doctrinas de la Iglesia, pero el Cardenal replicó que como el Padre
Cam ilo Torres las conocía a la perfección no había necesidad de entrar
en detalles.
La ruptura entre Camilo y la Iglesia no se hallaba lejos. Ya el 20 de
mayo, tres días después del encuentro de Medellín en el cual había
lanzado su «Plataforma*, Camilo le había escrito al Cardenal solici­
tándole que se le permitiese abandonar el sacerdocio:

«Cuando escogí entrar al sacerdocio lo hice principalmente por­


que pensé que 9ería ta mejor manera de servir a la Iglesia y a los co­
lombianos. Después de más de diez años de sacerdocio me doy
cuenta que dadas las circunstancias históricas específicas de la
Iglesia, de Colombia y de mí mismo, puedo realizar mejor estos
objetivos como laico. En verdad, creo que estas circunstancias
me obligan a asumir posiciones en el campo temporal de las cuales
no me puedo retractar sin poner en peligro mi lealtad a Cristo, la
Iglesia y Colombia*.

Las cosas todavía pudieron haber tenido arreglo si Camilo no hu­


biese iniciado una campaña mayúscula contra la jerarquía católica,
que incluía un ataque a las riquezas de la Iglesia. En una entrevista
publicada a mediados de junio, explicó que:

«El mayor obstáculo para la Iglesia colombiana es tener a la vez


propiedades y poder político, lo que la lleva a considerar «la sabi­
duría humana antes que la sabiduría divina* como dijo San
Pablo. La propiedad y el poder político a que merefiero son el re­
sultado de la actitud de los dirigentes que la han rodeado de
garantías económicas y legales. Es por esto que la Iglesia consti­
tuye una fuerza económica y política.
Esto ha sucedido a pesar de que Cristo dice: »no se puede servir a dos
amos: a Dios y al becerro de oro*.

El clero colombiano se halla entre los más retrasados del mundo.


Aún más que en España. Está claro que las únicas iglesias progre­
sistas del mundo son las pobres*.

Y el 20 de junio, en una transmisión radial, Camilo declaró: »Soy


partidario de expropiar las propiedades de la Iglesia, aunque esto
signifique la revolución*.
Pero el Cardenal ya estaba harto. Dos días antes había emitido una
declaración advirtiendo a los fieles de los peligros de asociarse con este
peligroso sacerdote:

269
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

»E1 Cardenal Arzobispo de Bogotá se hace un deber de conciencia


advertir a los católicos que el Padre Camilo Torres se ha apartado
conscientemente de las doctrinas y enseñanzas de la Iglesia.
Basta con abrir las Encíclicas Papales para imponerse de esta ver­
dad lamentable. Es aún más lamentable puesto que el Padre Torres
llega aún a propiciar la revolución violenta y la toma del poder en un
momento en que el país sufre una grave crisis provocada princi­
palmente por la violencia, que es combatida a un gran costo.
Las actividades del Padre Camilo Torres son incompatibles con
su estado sacerdotal y con el hábito eclesiástico que lleva. Es posible
que estos dos hechos lleven a algunos católicos a seguir las doctrinas
que el Padre Torres propicia en su programa. Son equivocadas y
perniciosas*.
El 22 de junio Camilo fue a ver al Cardenal.
¿Cómo te fue en tu entrevista? le preguntó un amigo.

»Bueno«, contestó Camilo, »fue así. Nos saludamos. Le dije que


quería que me informara cuáles de mis puntos estaban equivocados
y cuáles eran contrarios a la doctrina de la Iglesia*.
El Cardenal replicó: »Mi respuesta está dada en mi declaración
del 18 de junio*. »Pero lo que yo desearía, le señaló Camilo, para
aquietar mi conciencia, es que vuestra Eminencia me señalara dónde
está mi error«.
«Aténgase a mi declaración*, dijo el Cardenal. »E1 clero no debe in­
miscuirse en política«.
»Yo creía, su Eminencia, que como sacerdote y como cristiano po­
día buscar el diálogo*.
»No. No tengo nada más que agregar, todo está dicho en la declara­
ción*5.
El 24 de junio Camilo solicitó al Cardenal ser relevado de sus fun­
ciones sacerdotales. Dos días después se acordaba autorizar su re­
torno al estado seglar.

Capítulo siete
C amilo T o rres y el fr en te unido

Una vez fuera de la Iglesia, Camilo pudo dedicar todo su tiempo y sus
energías a la propaganda política, y especialmente a la organización
del Frente Unido de Movimientos Populares sobre el que había habla­
do por primera vez en su discurso de «Plataforma* en Medellín. Lo
primero que hizo fue establecer contacto con el Ejército de Liberación
Nacional. El 6 y 7 de julio sostuvo largas conversaciones con Pablo
Vásquez y con la dirección del e ln . Los guerrilleros del eln por esa época
ya habían estado operando durante más de seis meses y contaban varias
'^Germán Guzmán, Camilo, pp. 19*20.

270
Cam ilo T o rres y el Frente Unido

victorias militares, en su favor. Pero no poseían una gran organización


urbana, y a menos de poder crear una que estuviera de acuerdo con sus
opiniones, tendrían que permanecer en la selva sin producir mayor
impacto en las ciudades. De aquí su interés por el «Frente Unido« de
Camilo Torres el cual, de haberse materializado, pudo muy bien haberse
convertido en el tipo de agrupación revolucionaría no sectaria que
alcanzó tanto éxito en Cuba.
Un poco más tarde ese mismo mes, Camilo le escribió a Fabio Vás-
quez para contarle de sus actividades:
22 de julio de 1965.

Querido hermano y camarada Helio,


L a revolución marcha tremendamente bien. El sentimiento popu­
lar parece unánime: Cúcuta, Ocaña, Convención, Río de Oro,
Bucaramanga.
En todas partes he tratado de expUcar lo que sucede y predecir el
futuro. En todas partes (aunque no en Bucaramanga) se han creado
comités coordinadores-del Frente Unido en los que los miembros de los
grupos políticos'existentes se hallan en minoría. Desde un comien­
zo ha habido dificultades con «los camaradas*1 porque quieren
controlar lo que sucede, pero parece que van entendiendo poco a
poco. Nos han ayudado mucho. He seguido insistiendo sobre la ne­
cesidad de formar comités locales antes que nada para discutir y ex­
tender la plataforma y distribuir el periódico, y luego crear comi­
tés regionales y un comité nacional. El Comité Nacional dará ins­
trucciones al Frente Nacional para tomar el poder. He tratado de
explicarles el problema de la toma del poder, demostrándoles que
por ejemplo, durante un estado de emergencia como el que tene­
mos actualmente no podemos apoderarnos de una plaza, o de una ciu­
dad mediante una simple manifestación. El poder será conquista­
do cuando los campesinos sean capaces de controlar una propiedad
agrícola, una gran hacienda, toda una zona, un camino, una fábrica,
una ciudad. Como puedes ver, todo esto lleva a pensar que es nece­
sario provocar disturbios. Comprenderás que no te estaría di­
ciendo todo esto si no estuviese enterado de lo que estás hacien­
do. M i experiencia contigo en los cerros me ha significado un es­
tímulo constante, un ejemplo y un. punto de apoyo en esta agitada
campaña.
También he dejado a una o. dos personas en cada pueblo para que
trabajen en forma clandestina, de acuerdo con lo que conversamos
Naturalmente hay,que ponerlos a prueba, pero algo es algo.
Seré editor: del periódico. Director, Israel Arjona;. ayudante del

1Se refiere a miembros del Partido Comunista de Colombia.


Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

editor, Ju lio Cortés; director técnico, un miembro del sindicato de


tipógrafos.
Sería muy bueno tener un guardaespaldas del e l n . Les estoy muy
agradecido a tí y al é l n por la magnífica colaboración y eficiencia
en Bucaramanga y en el viaje por Santander...
Espero que te estés cuidando. T u camarada y amigo,
Alfredo2.

Dos semanas después escribía nuevamente:


7 de agosto de 1965.
Querido Helio, 1
«Muchas gracias por tu carta del 7/8. Desde que te escribí por
última vez hemos hecho un viaje por El Valle, una buena parte de la
costa y finalmente por Medellín. Nos hemos establecido, y lo que es
mucho más importante, siempre hemos encontrado a alguien
para lo que queremos: la lucha por apoyar a las guerrillas y com­
batir junto a ellas. M is ideas personales sobre la abstención elec­
toral, que el enemigo ya ha tomado como una posición del Frente Uni­
do, han sido recibidas con entusiasmo por las bases y nos han sig­
nificado los primeros enemigos entre los opositores al gobierno
(López y a n a p o ) . Ni siquiera he tratado de neutralizar al clero por­
que son tantos, pero sostuve una larga conversación con Rojas y aho­
ra su posición no es tan radical. Debemos someterlo a prueba na­
turalmente. .. los conoce a casi todos personalmente, lo que tam­
bién es importante para más adelante.

Alfredo*.
El e l n era el único movimiento guerrillero fídelista en Latino­
américa que consideraba seriamente la necesidad de formar un mo­
vimiento urbano de masas que reuniría a varios sectores políticos
diferentes, como lo había hecho el Movimiento 26 de julio en Cuba.
Camilo habló sobre algunos de los problemas de un movimiento seme­
jante en un artículo que escribió para Frente Unido en octubre de 1965:

»E1 Frente Popular Unido es el resultado de varios años de expe­


riencia y reflexión. Se presentaban dos problemas principales al
tratar de juntar a los grupos políticos de oposición y otros colom­
bianos descontentos:
Primero falta de una base suficientemente amplia; segundo, fal­
ta de objetivos claros. L a base amplia podía verse afectada por
motivos religiosos, tradicionalismo político, sentimientos «te gru­
po o lealtad a los líderes. La Unión tenía que plantearse sobre la

’ Citado en Camilo Torres: Liberación o Muerte.

272
Cam ilo T o rres y el Frente Unido

base de objetivos concretos para unir a todos los colombianos sin


distinción de creencias religiosas, vinculaciones políticas, de
grupo o personales. L a plataforma de lucha del Frente Popular
Unido, sólo puede llevarse a la práctica después de llegar al poder.
Lo único nuevo es que busca los puntos revolucionarios comunes,
sin entrar en divergencias partidistas o religiosas. Puede ser acep­
tada por católicos o no católicos, por liberales pobres o conserva­
dores pobres, por los miembros revolucionarios del m r l (Movi­
miento Revolucionario Liberal), el Partidó Comunista, a n a p o
(Alianza Nacional Popular • Rojas Pinilla), los democratacris-
tianos, etc, y especialmente por los revolucionarios que están fuera
de estos grupos. Sin embargo, debemos establecer claramente que
esta plataforma llevará a la creación'de un estado socialista, a con­
dición de que entendamos el socialismo en un sentido puramente
técnico y positivo, sin insinuaciones ideológicas. Será un so­
cialismo práctico, no teórico.
Se obtiene apoyo en abundancia si se habla de una platafor­
ma revolucionaria. Sin embargo, mucha gente se retira cuando le
hablan que la revolución implica una reorganización básica del
Estado, utilizando la ciencia y la tecnología para lograr las reformas
que ayuden a las masas.
Como partidarios de la plataforma, y considerando que la toma del
poder es el único camino para llevarla a la práctica, hemos llegado
a una decisión táctica: combatir hasta el final y por cualquier me­
dio que nos permita la oligarquía para tomar el poder.
Esto no tiene consecuencias ideológicas graves porque la misma
Iglesia ha establecido las condiciones para una guerra justa. Sin
embargo, en la práctica muchos «revolucionarios* no desean lu­
char hasta el final.
Una plataforma que plantea un estado socialista y la liberación
de Colombia del imperialismo norteamericano no puede pasar por
alto los movimientos que también trabajan por el socialismo y la li­
beración del imperialismo. Aunque estos movimientos tienen dife­
rencias ideológicas, desde un punto de vista científico, positivo y
práctico son los más cercanos a nosotros. En la práctica esta solida­
ridad aleja a muchos «revolucionarios* que prefieren la ideolo­
gía a la revolución.
Hay algo que es evidente respecto del movimiento del Frente Uni­
do y esto es que ha sido d movimiento de masas que se ha puesto en
marcha con mayor rapidez. Hay una gran cantidad de reclutas
recientes, que se han incorporado por distintas razones. Algunos
vinieron por los beneficios que pudieran obtener y se fueron desi­
lusionados. Otros pensaron que era un nuevo partido y se fueron

*73
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

igual como llegaron; rápidamente. A medida que la linea revo­


lucionaria del Frente Unido se hace más decidida y clara, los
»oompañeros« de la revolución se irán retirando y volverán de don­
de vinieron, o esperarán a que comencemos la revolución y enton­
ces se incorporarán.
Lo principal es que el pueblo colombiano siga adelante sin vacila­
ciones, a pesar de las deserciones, los falsos rumores, y la traición.
El factor decisivo serán los pobres que no quieren que sus hijos los
acusen en el futuro de traicionar su misión histórica y revolucio­
naria. Deben saber que lucharé hasta el fin y aunque me quede con
sólo un puñado de hombres decididps, continuaré luchando por
ellos.
i

Aunque ésta será ui*a lucha larga, lo importante es que todos los
que se incorporen a ella estén decididos a llegar hasta el fin«3.

A pesar del entusiasmo de Camilo por el Socialismo, no se puede decir


que sus opiniones fuesen extremistas. Sus conceptos sobre la po­
lítica exterior mostraban la misma moderación que sus conceptos
sobre asuntos internos:
>

»Dada su base de unidad, el Frente Unido no desea introducir la


discordia respecto de su política internacional. Su posición con­
tra el colonialismo y el neocolonialismo se basa en sú deseo de
que Colombia goce de una soberanía total en lo económico, po­
lítico, diplomático y cultural. Defiende todo movimiento que em­
pleando una vía propia, trabaje por esto, sea en América Latina o
en el Tercer Mundo. Aunque puede que no se identifique total­
mente con él, el Frehte considera que sus actividades son positivas
frente a toda política expansionista y belicista. Asi hemos mani­
festado nuestra simpatía por Frei en Chile, sin entrar en compro­
misos teóricos, y por Goulart en Brasil, como también considera­
mos algunos actos del gobierno de México dignos de encomio.

También pensamos que cualquier ataque a Cuba- es un problema


que no sólo atañe a la tierra de M artí, sino que envuelve a toda
América Latina. No estamos de acuerdo con los que tienden a sim­
plificar demasiado. Como fenómeno complejo, Cuba es hoy día «1
primer experimento en socialismo que se realiza en el Hemisfe­
rio Occidental y señalo-el despertar de la masa de indios, negros y
mestizos de nuestro pobre yi subdesarrollado continente. También
protestamos enérgicamente contra la intervención norteamerica­
na en la República Dominicana.
* ' i ♦ .

3Frente Unido , i4<icoctubrrdc 1965, citado porGuzmán en Cam ilo , pp. 86-7. • <

274
Camilo Torres y el Frente Unido
E l caso de Egipto es importante como ejemplo de nacionalismo,
aunque su política exterior no puede considerarse enteramente
así. L a conducta del campo socialista hacia los países en desarrollo
no sólo es positiva sino que decisiva. Hoy en día no se puede dar la
espalda a hechos de esta índole, que hasta provocan una cam­
paña por parte de ciertos grupos capitalistas en favor de la ayuda
condicionada.
Fuera de esto: nuestra neutralidad toma el camino de la amistad ha­
d a todos lds pueblos y de apoyo activo al Tercer Mundo en su lucha
por la descolonización*4.

L a labor de Camilo durante el segundo semestre de 1965 consistió


principalmente en recorrer el país hablando en reuniones polí­
ticas, y en escribir para el periódico de su movimiento Frente Unido. El
primer número de éste apareció el 26 de agosto, Era un semanario que
costaba un peso: casi el doble del precio de un periódico corriente.
T raía ocho páginas y se vendieron casi de inmediato 50.000 copias,
hecho sin precedentes en la historia del periodismo colombiano.
Camilo era incansable. Entre agosto y diciembre de 1965 dirigió no
menos de doce «mensajes* importantes a diversos grupos de la so­
ciedad colombiana. Estos mensajes relacionaban el programa del
«Frente Unido* a los intereses específicos de estos grupos.
Inicialmente el apoyo al Frente Unido fue bastante impresionante:
Los democratacristianos estaban entusiasmados; el 20 de julio de 1965
el Partido Demócrata Cristiano anunció que:

«Consideramos nuestro deber expresar nuestra total identifica­


ción y solidaridad con los objetivos planteados por el Padre Cam i­
lo Torres en su plataforma y campañas recientes. Coinciden
esencialmente con las ideas de los democratacristianos*.

E l movimiento Revolucionario Liberal en ningún momento se


comprometió formalmente con el Frente Unido. Pero su líder, Alfon­
so López Michelsen, le dijo en una ocación a Camilo que «estamos de
acuerdo contigo. No tendríamos ningún reparo a suscribir tu pla­
taforma, pero con una o dos salvedades*. Pero en realidad el m r l siem­
pre estuvo profundamente comprometido con el proceso electoral,
y no era partidario de la abstención ni de irse a las montañas.
Varios grupos pequeños de izquierda tales como el fu a r y el Parti­
do Comunista pekinista comenzaron por apoyar a Camilo, pero se mar­
ginaron después que llegaron a considerarlo demasiado comprome­
tido con los grupos más conservadores.
También los comunistas, lo apoyaron en un comienzo. Fue excep­
cionalmente benévolo con ellos en uno de sus «mensajes* que apare­
ció el 2 de septiembre: en Frente Unido.
‘ Editorial de Frente Unido , 23 de septiembre de 1965, citado por Guzmán en Camilo p. 145.

275
Gott / Las guerrillas en América Latina
»He dicho que como colombiano, como sociólogo, como cristia­
no, como sacerdote, soy revolucionario. Considero que el Partido
Comunista posee elementos revolucionarios auténticos, y por lo
tanto como colombiano, como sociólogo, copio cristiano y como sa­
cerdote no puedo ser anticomunista.
Como colombiano no soy anticemunista, porque el anticomunis­
mo persigue a mis compatriotas que protestan, sean comunistas
o no, y la mayoría de ellos son gente pobre.
Como sociólogo no soy anticomunista, porque el enfoque de los
comunistas a los problemas de la pobreza, el hambre, el analfabe­
tismo, la escasez de viviendas, la falta de servicios esenciales para
el pueblo, proporcionan respuestas eficientes y científicas.
Como cristiano no soy anticomunista, porque creo que el anti­
comunista implica una condena tptal a todo lo que representan los
comunistas, y entre estas cosas algunas son justas y otras injustas.
Condenarlas en bloque significa condenar cosas que son justas y
cosas que son injustas, y esto es anticristiano.
Como sacerdote no soy antioomunista, porque aunque pueden
ignorarlo, muchos de ellos son verdaderos cristianos.
Los comunistas deben estar plenamente conscientes de que no in­
gresaré a su Partido, que no soy ni seré comunista, ni como colom­
biano, ni como sociólogo, ni como cristiano, ni como sacerdote.
Sin embargo, estoy dispuesto a luchar con ellos por objetivos co­
munes: contra la oligarquía y la dominación de los Estados Unidos,
por obtener el poder para el pueblo...«

Camilo pretendía ser lo menos sectarista posible con miras a incluir


dentro del Frente Unido el mayor número de los que se oponían a la
organización existente dentro del Frente Unido. Después de haberse
dirigido a los comunistas, se volvió hacia otros sectores de la sociedad.
En primer lugar a los cristianos:

»Lo esencial del catolicismo es el amor al prójimo. Para que este


amor sea verdadero, tiene que ser eficaz. Si las obras de beneficen­
cia, las limosnas, algunas escuelas gratuitas, algunos planes de
viviendas, lo que se conoce como caridad, nQ da a la mayoría de los
hambrientos alimentos suficientes ni viste a la mayoría de los des-
nudos, ni proporciona conocimientq a los ignorantes, entonces
quiere decir que debemos encontrar medios más eficaces para
llevar el bienestar a las masas.
Estos medios no los buscarán las minorías privilegiadas que de­
tentan el poder, porque por lo general estos medios obligarán a las
minorías a renunciar a sus privilegios...
Por lo tanto, debemos quitarle el poder a las minorías privile-
Camilo Torres y el Frente Unido
giadas para entregárselo a la mayoría pobre. Esto es revolución
si se hace como se debe. La Revolución puede ser pacífica si las mi­
norías no ofrecen una resistencia violenta. La Revolución es la
vía para obtener un gobierno que dé alimento al hambriento, ropa
al desnudo, educación al ignorante, que realiza obras de caridad,
que ama a su prójimo, no sólo por casualidad y al azar, en beneficio de
unos pocos, sino en beneficio de la mayoría de ^puestros semejan­
tes. Es por esto que la Revolución no sólo les está permitida a los
cristianos sino que es obligatoria para aquellos que ven en ella el
único camino eficaz y de gran envergadura de realizar obras de ca­
ridad para todos...«

Ese mismo mes redactó un mensaje a los sindicalistas, criticando a


los que creían que los sindicatos latinoamericanos se consagraban en
demasía a la defensa de sus propios y limitados intereses:

»Poco$ grupos en Colombia tienen una tradición más grande de lu­


cha por organizarse que los trabajadores urbanos...
La gente ha dicho que los sindicalistas son los oligarcas de la clase
obrera. No concuerdo con esto. Debido a la explotación oligár­
quica, hasta los trabajadores que laboran en monopolios partici­
pando de este modo de los privilegios que éstos gozan, han asu­
mido, o por lo menos muchos de ellos han asumido, una posición
abiertamente revolucionaria.
En este momento crucial de nuestra historia, la clase obrera colom­
biana debe hacer toda clase de esfuerzos por lograr la unidad y la
organización del pueblo para la toma del poder.
En toda lucha pequeña por victorias inmediatas, nunca hay
que perder de vista el hecho que las exigencias de la clase traba­
jadora sólo puede hacerse realidad como resultado de que la mayo­
ría del pueblo colombiano asuma el poder«.

Como todo los partidarios de la lucha armada revolucionaria en


América Latina, Camilo tenía plena conciencia de la importancia de
intentar convertir a sectores del Ejército a la causa revolucionaría.
Un «mensaje a los militares* resultaba esencial:

».. .En diversas oportunidades he visto a campesinos y obreros


uniformados, entre los cuales nunca he divisado a miembros de la
clase gobernante, apalear y atacar a los campesinos, obreros y es­
tudiantes, que forman la mayoría de ios colombianos. Salvo con­
tadas excepciones, nunca he encontrado miembros de la oligar­
quía entre los suboficiales ni entre los oficiales. Cualquiera que
presencie el contraste existente entre las masas colombianas que

277
Gott / Las guerrillas en América Latina
claman por la Revolución y esa pequeña minoría militar que re­
prime al pueblo para proteger a algunas familias privilegiadas,
tiene que preguntarse cómo estos representantes del pueblo pueden
perseguir a sus semejantes*.

Luego de explicar por qué piensa que los militares apoyan a la oli­
garquía, Camilo llega a la conclusión de que de hecho éstos estarán mu­
cho mejor después de la Revolución:

»Soldados: £1 Frente Unido promete unificar al pueblo y organi­


zado para que asuma el poder. No falten a la cita en el campo de ba­
talla donde asestaremos el golpe mortal a esta oligarquía que opri­
me a todos los colombianos, a ustedes tanto como a nosotros*.

Por último Camilo escribió »mensajes« para los dos grupos de la


sociedad que probablemente habrían de brindarle el mayor apoyo, los
campesinos y los estudiantes:
»Según los últimos censos la población campesina ha disminui­
do. No obstante, consideran que la gente que vive en los pueblos de
más de 1.500 habitantes son urbanos. Esto no es cierto. Podemos de­
cir que la mayoría de los colombianos viven en el campo.
Aparte de su cantidad, lo más importante es que los campesinos
aportan la mayor contribución al ingreso nacional. El 90 por cien­
to de las exportaciones son de productos agrícolas (café, plátanos,
tabaco, azúcar). Sin agricultura no habría forma de importar las
maquinarias o los alimentos que necesitamos. Desgraciadamente,
el trabajo de los campesinos sólo beneficia a unos pocos, al igual que
todo en este sistema. Los que dirigen las Federaciones (de culti­
vadores de café, de algodón, la United Fruit, los cultivadores de
plátanos, los cultivadores de tabaco, etc.) y los que dirigen los ban­
cos (especialmente el Banco de la República) se quedan con todas
las utilidades. Las utilidades que obtiene el Gobierno se utilizan
en lo que denominan gastos corrientes, es decir, para pagar a
los funcionarios públicos (que han sido duplicados para mante­
ner la paridad) y para comprar armamentos de segunda ma­
no para matar a los campesinos que han dado el dinero para com­
prarlos.
El contraste entre la importancia económica y social de los campe­
sinos y el trato que reciben de parte del sistema actual es un escán­
dalo atroz.
Nuestros campesinos ya saben lo que tienen que hacer. Saben pa­
ra qué se preparan. No se lanzan a ciegas, ni se niegan a combatir.
La oligarquía ya ha sacado a la gente de la plaza pública con el es­
tado de emergencia. Ya están ametrallando a las multitudes, como

278
Camilo Torres y el Frente Unido
en Mcdellín. Cuando la vida se haga imposible para nosotros en las
ciudades, debemos irnos a los campos. No podemos arrojarnos de
allí al mar, debemos resistir y luchar. Es por esto que los campesi­
nos deben estar preparados, deben organizar comandos del
Frente Unido compuestos de cinco o diez hombres; limpiar la zo­
na de traidores dd pueblo; preparar provisiones de alimentos y de
ropas; prepararse para la larga lucha; no admitir provocaciones ni
presentar resistencia cuando las condiciones son desfavorables
para el pueblo.
La oligarquía seguirá confinándole al pueblo que debe apoyar a
las fuerzas revolucionarias. ¿Por qué no han sido eliminados los
guerrilleros de Simacota? Simplemente por el apoyo campesino.
Cuando la oligarquía no nos deje ninguna alternativa, los campe­
sinos tendrán que brindar asilo a los revolucionarios de las ciudades,
a los obreros y a los estudiantes.
Por ahora deben unirse y organizarse, para estar preparados pa­
ra recibirnos y comenzar la larga lucha final«.

En su »mensaje a los estudiantes», Camilo les advirtió que


tenían ciertas obligaciones para con la sociedad:
»Lo$ estudiantes son un grupo priviligiado en un país subdesa­
rrollado. Las naciones pobres mantienen a unos pocos gra­
duados a un costo altísimo. En Colombia especialmente, dado el
gran número de colegios, y de universidades particulares, el dinero
se ha convertido en el factor decisivo para la educación. En un país
con un 60% de analfabetos funcionales, un 8% de egresados de la es­
cuela secundaria y un i% de profesionales, los estudiantes son uno
de los pocos grupos capaces de analizar la situación colombiana,
de compararla con otras situaciones y de proponer posibles solu­
ciones. ..
No quiero ser dogmático acerca de la crisis revolucionaria que es­
tamos sufriendo. Todo lo que deseo es estimular a los estudiantes
para que entren en contacto con fuentes de información de prime­
ra mano para considerar el momento, cuál es su responsabilidad y
qué debe hacerse. Personalmente, creo que nos acercamos cada
vez más al comienzo de la Revolución colombiana. Pero las únicas
personas que pueden decir esto con cierta autoridad son los obreros
y .los campesinos.
Si asumen la dirección dd pueblo, sin paternalismo, con el deseo
de aprender más bien que de enseñar, pueden juzgar en forma
objetiva cuál es el momento apropiado.. .
A pesar de! impacto inicial de los viajes de Camilo por el país, no pa­
só mucho tiempo antes1 que se dejara <-sentir la carencia de definición

*79
Gott / Las guerrillas en América Latina
del programa político del Frente Unido. Pero en cuanto Camilo o ios
editores de Frente Unido comenzaron a definir la política en forma m ás
precisa provocaron descontento entre los componentes del Frente.
Los primeros en retirar su apoyo fueron los democratacristianos.
La ocasión fue con motivo del Congreso de Solidaridad con los O b re ­
ros. Estudiantes y Campesinos, efectuado en Medellín entre el 1 7
y el 19 de septiembre. Las discusiones en el Congreso abarcaron el p ro ­
blema de la lucha armada, la actitud a adoptar frente a Cuba, la de­
claración contra el imperialismo, y el problema de la abstención elec­
toral.
Los democratacristianos presentes objetaron la mayoría de las ideas
propuestas por Camilo, y en especial se manifestaron muy preocupa­
dos porque les pareció que los comunistas dominaban el Frente Unido.
Camilo se encontró invariablemente en una posición más a la izquierda
que los democratacristianos, e inmediatamente se disgustó con los
representantes más conservadores de c la sc , la organización gremialis-
ta cristiana.
Como consecuencia de la reunión de Medellín, el comité ejecutivo
de la Democracia Cristiana del departamento de Santander emitió la
siguiente declaración:
«Considerando:
1. Que en la Conferencia Obrero-Estudiantil-Campesina de M e­
dellín Camilo Torres se colocó de parte de los marxistas, pasando
por alto a Heliodoro Agudelo Rivera, dirigente cristiano del c l a s c ,
con el cual el Frente Unido tiene una deuda mucho mayor, y con el
que debió identificarse como cristiano que pretende ser;

2. La tendencia marxista-leninista que ha asumido su mal llama­


do Frente Unido, y que ha ignorado a los Social-Demócrata-
Cristianos en todas las reuniones dél Frente;
3. Que nuestras plataformas son más avanzadas que la «Platafor­
ma para el Movimiento de Unidad Popular*.

d ecla ra m o s:

1. Que retiramos nuestro apoyo al movimiento de Camilo Torres


y declaramos que como cristianos no podemos hacerle el juego a
los marxistas, cuya fuerza electoral desconocemos;
2. Que denunciamos ante el pueblo de Santander y de Colombia
el fraude que pretenden cometer, utilizando a Camilo Torres co­
mo pantalla para hacer aparecer como cristiano un movimiento
que de hecho es controlado por marxistas-leninistas como Julio
César Cortés y Jaim e Arenas;
3. Declaramos que el Partido Social Democratacristiano de Co­
lombia no necesita la autorización de nadie para ser revoluciona­
rio, y que la revolución en libertad que propiciamos con el mismo

280
Camilo Torres y el Frente Unido
entusiasmo de siempre es la única salvación para Colombia, para
liberarla del imperialismo bajo todas sus formas, que intenta ex­
plotarla a través de sus lacayos capitalistas o comunistas.
4. Que prohibimos a los social-democratacristianos de Santan­
der incorporarse al Comité del Frente Unido, individual o colec­
tivamente o como partido, y que por la presente informamos a la
opinión pública en general que los social-democratacristianos
ya no forman parte del Frente Unido comandado por Camilo To­
rres y sus camaradas;
5. Que invitamos al pueblo de Santander a luchar bajo la bandera de
la Social-Democracia Cristiana para formar una fuerza popular
única, capaz de llevar adelante la revolución en libertad que propi­
ciamos^.

Al producirse los primeros síntomas de desintegración, inmedia­


tamente otras organizaciones comenzaron a pensar en lo mismo. El
m oec , que se había transformado en una organización bastante más
dogmática que en sus comienzos, emitió una declaración explican­
do su desilusión respecto del Frente Unido:

»Un auténtico Frente Unido debe basarse en una alianza comba­


tiva de obreros y campesinos de los sectores pobres y medianos;
no basta con interesar a un cierto número de figuras de la oposición
de izquierda, o simplemente de agitar a las masas, o canalizar esta
agitación a través de algún tipo de organización. Camilo Torres
planteó la idea del Frente Unido, alzó a las masas, pero no pasó más
allá de sugerir la necesidad de organizarías. No puede establecerse
un Frente Unido mediante alianzas endebles entre los dirigentes
desacreditados de grupúsculos con aspiraciones revolucionarias,
ni tampoco mediante el simple agitamiento de las masas, ni de­
finiendo como sectores de masas a otros que no sean los obreros y*

*Citado por Guzmin en Camilo, p. 144. Los Estudiantes Demócratas Cristianos no fueron
tan severos. Sólo plantearon la oposición a Camilo cuando éste comenzó a propiciar la lu­
cha armada:
»En lo que se refiere al Movimiento Estudiantil Social Demócrata, apoyó al Padre
Camilo Torres como líder de la Revolución Colombiana hasta que éste llego á la
decisión estratégica de utilizar la guerra de guerrillas para tomar el poder.
Esto es a causa de que creemos que, dada la situación internacional actual, par­
ticularmente en América Latina, la guerra de guerrillas no es una solución revo­
lucionaria. Debemos señalar aquí a la opinión estudiantil y al país en general, que
nuestro movimiento no retiró su adhesión al padre Camilo Torres cuando se reali­
zó el pasado septiembre la Conferencia de Solidaridad de los obreros, Estudiantes
y Campesinos en Mcdellin, como lo han declarado muchas personas, aunque las re­
laciones se pusieron tensas a raíz de cierta desorientación respecto de la ideología,
pero no de la doctrina, tanto por parte de él como por parte nuestra. (Documento del
movimiento estudiantil p s d c escrito después de la muerte de Camilo. Citado por
Guzmán, Camilo , pp. 144-5.)
Gott / Las guerrillas en América Latina
campesinos pobres, los que atraen a los demás sectores por su se­
riedad y su número. Trabajar por alianzas entre individuos sin rea­
lizar un intento serio de organizar una alianza de las clases explo­
tadas, que es esencialmente la labor del Frente Unido, sólo esti­
mula las ambiciones y pretensiones de muchos de los actuales diri­
gentes inescrupulosos y oportunistas de los grupos de izquierda.
Esto no significa que el moec no destaca la necesidad de formar el
Frente Unido que la revolución popular reclama.
Se ha hecho evidente la falta de una organización leninista de van­
guardia para canalizar y unificar la lucha de las masas reunidas
en torno al Frente Unido. Varios grupos lucharon acerba y sola­
padamente por la dirección, que de modo alguno estaba unida, lo
que en parte se debió al excesivo liberalismo del Padre Camilo, que
estaba empeñado en que la unión debía ser más amplia de lo que
aconsejaba la prudencia, y que nadie debía quedar fuera. El resul­
tado fue que ingresaron revisionistas y toda clase de oportunistas
y aun elementos como la Vanguardia Nacionalista, que tienen nom­
bre como agentes del enemigo»6.
Algunos objetaban las opiniones políticas de Camilo, otros desa­
probaban su falta de entusiasmo tanto por los partidos políticos exis­
tentes como por la vía electoral. Camilo pensaba que había que boico­
tear las elecciones, y también era de opinión que existía una mayoría
de colombianos (setenta por ciento) que se habían abstenido en las úl­
timas elecciones y los que seguramente se incorporarían a las fi­
las del Frente Unido. Ninguna de estas dos ideas contó con gran acep­
tación entre los dirigentes de los grupos que habían suscrito la pla­
taforma básica del Frente. Algunos deseaban participar en las elec­
ciones a fin de probar la viabilidad de sus propios grupos; pocos creían
que se podía convencer a los »no alineados** de apoyar simplemente al
Frente Unido.
En su »mensaje a los no alineados** del 16 de septiembre, Camilo casi
había llegado a propiciar la formación de un nuevo partido con el Fren­
te Unido:
»En las recientes elecciones la oligarquía todavía no se vio en la
necesidad de inventar votos (si permitimos la. realización de las
próximas elecciones tendrán que inventar una gran cantidad de
votos).
Los que se abstuvieron resultaron ser la gran mayoría del electora­
do. El 70% de los colombianos no sufragó. Cualquiera que tenga
alguna idea respecto del pueblo colombiano, cualquiera que como
yo, haya asistido a reuniones masivas debe haberse formado la opi-

"Movimiento Obrero Estudiantil, 7 de enero. 111 Congreso (sin fecha) Folleto publicado
en Bogotá en 1966, citado por Guzmán en Cam ilo , pp. 147-8.

282
Camilo Torres y el Frente Unido
nión de que los no votantes se oponen al Frente Nacional y a la oli­
garquía.
Los no votantes son por lo general aquellos revolucionarios que
no están organizados en grupos políticos. Aunque el espíritu re­
volucionario y antisectario demostrado por los grupos políticos
que han entrado al Frente Unido les ha permitido atraer un mayor
número de miembros, la mayoría de los colombianos ingresa al
Frente Unido sin haber ingresado previamente a ninguno de los
grupos políticos existentes. Estos grupos deben comprender que
la principal actividad del Frente Unido debe ser organizar a los
no alineados*.
».. .La organización de los no alineados debería hacerse desde las
bases, con sus propios dirigentes y una disciplina rígida, pero
sin una excesiva dependencia con relación a los dirigentes.
Actualmente el vínculo principal entre ellos es la Plataforma del
Frente Unido Popular que he planteado al pueblo colombiano.
Quizás se dé una gran importancia a mi nombre en un comienzo, pero
mientras sirva para fomentar la agitación y para organizarse para
la revolución, 9erá de gran utilidad. Sin embargo, sería infantil
cometer los mismos errores que han hecho fracasar a otros mo­
vimientos revolucionarios. Todos vimos cómo la oligarquía asesi­
nó a Jorge Eliécer Gaitán. Todos vimos que la reacción popular no
fue unirse en torno a los líderes revolucionarios, sino que se diri­
gieron a los líderes de la oligarquía, que llegaron al palacio pre­
sidencial en hombros del pueblo para vender al movimiento revolu­
cionario. Todos vimos cómo el pueblo, sin organización, trató de lu­
char en las ciudades donde el enemigo es más fuerte. Todos vimos
cómo el pueblo se dedicaba a incendiar y saquear sin sentido en lu­
gar de retirarse a los campos donde el enemigo es más débil y los re­
volucionarios más fuertes.
Estamos empeñados en una carrera con la oligarquía. Puede que
nos asesinen antes de que logremos crear una organización de los
no alineados. Creo que sería muy torpe de su parte que me me­
tieran a la cárcel o que me sometieran a proceso. Por esto me sien­
to inclinado a pensar en el asesinato. Lo principal es que el pueblo
colombiano cuente con instrucciones precisas por si esto llega a
suceder.
Lo primero es retirarse a los campos y no luchar en las ciudades.
Lo segundo es no emprender la ofensiva hasta que la organización
rural sea capaz de apoyarla.
Los no alineados deben tener plena conciencia de la gravedad de
la situación y de su responsabilidad histórica. Cada instante que

283
Gott / Las guerrillas en América Latina
perdemos en organizamos es un instante que le regalamos a la oli­
garquía.
Las manifestaciones de masas, el entusiasmo revolucionario y la
agitación son útiles en el grado en que se traducen de inmediato en
estructuras orgánicas de base.
Todo campesino, todo obrero, todo revolucionario debe sentirse
en la obligación de formar un comando del Frente Unido con unos
pocos compañeros y amigos, sin esperar instrucciones u órdenes.
Deben reunirse:
1. Para discutir y propagar la plataforma del Frente Unido
2. Para distribuir y financiar el periódico Frente Unido
3. Para cumplir las instrucciones para la acción inmediata.
4. Para vincularse con otros comandos a fin de formar comandos
en las calles, distritos, fábricas, escuelas y universidades, en las
ciudades, zonas y departamentos.
5. Para nombrar delegados a las grandes convenciones naciona­
les del pueblo a realizarse el 1 1 ó 12 de diciembre de 1965.
L a abstención electoral no es de por sí un arma revolucionaria;
debe ir de la mano con una organización y disciplina fuertes y ac­
tivas. Los no alineados, los revolucionarios que no están en partido
alguno, deben dejar de ser una masa informe y débil para trans­
formarse en un ariete que golpee incesantemente al sistema basta
hacerlo caer«.

Este programa difícilmente podía resultar atractivo para los diver­


sos partidos políticos que trabajan dentro del marco del Frente Unido.
Ellos mismos querían aprovechar a los no alineados en beneficio propio.
El asunto empeoró después de un editorial de Frente Unido que apareció
en septiembre y que no fue escrito por Camilo, pero que llevaba su argu­
mentación un paso más adelante: más adelante de lo que habría deseado
Camilo, porque éste nunca se manifestó abiertamente partidario de
la formación de un partido político. El párrafo clave del artículo de
Frente Unido era el siguiente:

»De ninguna manera puede plantearse un rompimiento o una


componenda entre el setenta por ciento de los no votantes y el sec­
tor beligerante y militante de los no alineados porque estoy seguro
de que incluyen a las mismas personas. Ambos forman parte de la
amplia unidad popular revolucionaria que, a través del Frente Uni­
do, emprenderá las labores necesarias para convertir este movi-
«y ^

miento en el verdadero partido de la revolución colombiana** .

7Ricardo Valencia, *Los No-Alineados: el porqué del repudio a los partidos", Frente
Unido, 16 de septiembre 1965, dudo por Guzmán en Camilo, p. 135.

284
Camilo Torres y el Frente Unido
L a respuesta no se hizo esperar. Los grupos revolucionarios que ha­
bía dentro del Frente Unido estaban alarmados. Un grupo planteó sus
quejas en la siguiente declaración:

«El Comité Coordinador deí Frente Unido del Valle del Cau­
ca, en sesión celebrada el 22 del presente, con la asistencia de repre­
sentantes del Partido Comunista, del mrl partidarios de la linca
dura, de la Vanguardia Nacionalista Popular, de Fedetav, del
Bloque Gremial Independiente, de la Asociación de M ujeres De­
mocráticas, del Centro Nacional para la Vivienda, de los no alinea­
dos y de los estudiantes acordó lo siguiente:
t. En el cuarto número del periódico editado por ustedes, se des­
cribe al Frente Unido como un partido nuevo que unirá a la gran
masa de los no votantes, teóricamente considerados como no
alineados
Este punto de vista se expresa vagamente en su «Mensaje a los no
alineados#, y en forma abierta y directa en artículos de Ju lio Cé­
sar Cortés y Ricardo Valencia. Este último expresa que el Frente
Unido será el «verdadero partido de la Revolución Colombiana#, y
que el sector de los no alineados será «el apoyo básico#.
Este nuevo enfoque implica un cambio básico en el concepto de un
«frente unido# con todas sus consecuencias políticas. Ahora re­
sulta evidente que el Frente Unido no es un movimiento unifica­
do que trata de reunir a todas las fuerzas revolucionarias sobre la
base de un programa definido; no se trata de una alianza de los par­
tidos y demás organizaciones, sino que más bien de un nuevo partido
compuesto por los no alineados.
Si se acepta esta idea, el resultado primero y más grave seria que
nosotros los revolucionarios miembros de los distintos partidos
políticos nos veríamos frente a un dilema; abandonamos nuestros
partidos para unirnos a los No Alineados, o permanecemos Fieles
a nuestro partido y no podemos integrarnos al Frente Unido. No
se le escapará que esta idea del Frente Unido como partido de los
No Alineados es divisionista y sectaria, y por lo tanto, contraria al
espíritu que Ud. demostró en un comienzo y que le valió el apoyo de
las masas.
Naturalmente no compartimos este punto de vista, y estamos dis­
puestos a llevar adelante la lucha por un Frente Unido sin condi­
ciones ni órdenes de precedencia, y estamos preparados a en­
frentar cualquier intento divisionista. Naturalmente no nos opo­
nemos a que el sector de los No Alineados se convierta en un partido
revolucionario. Por el contrario, consideramos que esto sería un
paso adelante en el proceso revolucionario colombiano. Pero no

285
Gott / Las guerrillas en América Latina
sería justo que este partido se formara a costa de otras organizacio­
nes revolucionarias, ni que se identificara con el Frente Unido.
2. Los artículos de Ju lio César Cortés y Ricardo Valencia contie­
nen calumnias irresponsables respecto de los partidos que ac­
tualmente forman parte del movimiento unitario al cual Ud. pertenece.
El Sr. Cortés habla de »grupúsculo$ revolucionarios» o, simple­
mente de la «oposición» al referirse a los miembros del Frente U ni­
do alineados. Ricardo Valencia va más lejos en la manifestación
de su olímpico desprecio, porque declara que estos »grupúsculos«
han sido rechazados por sus integrantes debido a su incapacidad
para llevar adelante la revolución colombiana.
No sabemos cuáles son las vastas masas que leen a estos articulis­
tas, ni sabemos cuál es su labor revolucionaria, pero consideramos
que no importa cuánta gente los siga o cuán meritorios sean sus ser­
vicios a la revolución, no tienen derecho de emplear estas expresio­
nes.
Por lo tanto, rechazamos éstas y otras expresiones calumniosas
que abundan en estos artículos, y consideramos que son un ver­
dadero peligro para la unidad popular, que en las filas del Frente
Unido debiera ejercerse una mayor vigilancia revolucionaria.
Desearíamos que estos puntos fuesen publicados en nuestro pe­
riódico Frente Unido.
(Fuente: Frente Unido, 7 de octubre de 1965, citado por Guzmán
en Camilo, págs. 135-6.

En una editorial de Frente Unido del 7 de octubre de 1965, Camilo


pedía que se mantuviera la calma:

«Por ahora respetémosnos mutuamente, y en lugar de solicitar


honores y ascensos dentro de la jerarquía revolucionaria, sigamos
adelante con la Revolución. Sigamos adelante con la organización
de los que no están organizados. Llamémosles como quieran ellos
llamarse: «no alineados», «alineados con el Frente Unido»,
«revolucionarios». Aunque no estoy de acuerdo con la idea de tener
dirigentes que están por encima de la organización, si éstos están
ligados al ideal de la organización podemos aceptarlos por ahora.
Si el pueblo quiere llamarse «camilista« que lo haga, siempre
que se organice. No es un nuevo partido, ni un nuevo movimiento.
Es una nueva organización de los que no están organizados, para
que puedan ingresar al Frente Unido y a la Revolución, pero no
de manera de tener que aceptar nuevos nombres si no lo desean.
Naturalmente existirán divergencias en los «altos niveles». No las
exageremos sino que sigamos adelante con la Revolución. El pue-

286
Camilo Torres y las guerrillas
blo decidirá el nombre de los no alineados. Decidirá si habrá que
formar un nuevo partido...«

Pero no era tan fácil zanjar las profundas diferencias y el Frente Uni­
do que se había creado en un plazo tan breve, desapareció casi tan
rápidamente como había aparecido.

Capítulo ocho
C amilo T o r r e s y las g u e r r il l a s

Agotado y desilusionado de sus esfuerzos por lograr la unidad entre los


diversos elementos de la oposición en Colombia, Camilo Torres se in­
corporó a las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional. En diciem­
bre de 1965 abandonó las tribunas públicas que había frecuentado
durante ese agitado año y se retiró a la clandestinidad de las montañas.
En enero dio a conocer una declaración explicando sus motivos:

En las Montañas, enero de 1966.


«Colombianos
Durante muchos años ios pobres de nuestro país han esperado
el grito de combate que señale el comienzo de la lucha final contra
la oligarquía.
Cuando la desesperación del pueblo ha alcanzado un momento
culminante, la clase gobernante siempre ha hallado el modo de en­
gañar al pueblo, distrayéndolo y calmándolo con nuevas palabras
que siempre se reducen a lo mismo; sufrimientos para el pueblo
y bienestar para las clases privilegiadas.
Cuando el pueblo clamó por un líder y lo halló en Jorge Eliécer
Gaitán, la oligarquía lo asesinó Cuando el pueblo clamó por la
paz, la oligarquía esparció la violencia por todo el país. Cuando
el pueblo no pudo soportar más violencias y guerras organizadas
para apoderarse del poder, la oligarquía inventó un golpe militar
para inducir a las guerrillas a que se rindieran. Cuando el pueblo
clamó por la democracia fue nuevamente engañado con un ple­
biscito y un Frente Nacional que trajo la dictadura de la oligar­
quía.
El pueblo ya no cree más en ellos. El pueblo no cree en las elecciones.
El pueblo sabe que los medios legales se han agotado. El pueblo
sabe que las fuerzas armadas son el único camino. El pueblo es­
tá desesperado y dispuesto a dar su vida para que la próxima gene-
radón de colombianos no sea esclava, para que los hijos de los que
ahora están dispuestos a sacrificar sus vidas tengan educación, vi­
vienda, alimento, ropas, y antes que nada, d ig n id a d ; para que los

287
Gott / Las guerrillas en América Latina
futuros colombianos tengan su propio país, independiente del
poder norteamericano.
Todo revolucionario sincero debe reconocer que la vía armada
es la única vía que queda. Pero el pueblo espera que los líderes den
un ejemplo con su presencia, y que sean ellos los que lancen el
grito de combate.
Quiero expresarle al pueblo colombiano que éste es el momento.
No los he traicionado. He recorrido los pueblos y las ciudades traba­
jando por unir y organizar al pueblo para que tome el poder. He pe­
dido que todos nos entreguemos a estos fines hasta la muerte.
Todo está listo ahora. La oligarquía quiere organizar otra farsa
electoral; hay candidatos que renuncian y que luego vuelven a
aceptar; comités bipartidistas; movimientos de renovación basa­
dos en ideas y personas que no sólo son viejas ellas mismas sino que
han traicionado al pueblo. ¿Qué otra cosa podíamos esperar?
M e he incorporado a la lucha armada. Pienso seguir luchando
en las montañas de Colombia hasta que se conquiste el poder para
el pueblo. M e he unido al Ejército de Liberación Nacional porque
he encontrado allí los mismos ideales que en el Frente Unido. He
hallado entre los campesinos el deseo y la existencia de la unidad
desde la base, sin diferencias religiosas o partidistas tradicionales.
Sin deseo de combatir a los revolucionarios de otros sectores, movi­
mientos o partidos. Sin líderes personalistas. Buscan liberar al
pueblo de la oligarquía y del imperialismo. No depondrán las a r­
mas hasta que el pueblo goce del poder total. Aceptan los objetivos
de la plataforma del Frente Unido.
Todos los patriotas colombianos deben estar en pie de guerra. C o­
menzarán a surgir líderes guerrilleros con experiencia en todos
los rincones de la nación. Mientras tanto, debemos estar alerta,
reunir armamentos y municiones, obtener entrenamiento guerri­
llero, hablar con los expertos, reclutar tropas, juntar víveres y
medicamentos para estar preparados para una lucha larga.
Llevemos a cabo pequeñas operaciones contra el enemigo allí
donde la victoria es segura. Sometamos a prueba a aquellos que
pretenden ser revolucionarios, y eliminemos a los traidores. D e­
bemos actuar pero no con apresuramiento. En una guerra larga
todos tendrán que entrar a actuar alguna vez. Lo importante es que
en ese momento la revolución nos encuentre listos y dispuestos.
No es necesario que todos hagan todo. Debemos dividir el trabajo.
Los soldados del Frente Unido están ya a la cabeza de la iniciativa
y de la acción. Tengamos paciencia para esperar y confianza en la
victoria final.

288
Camilo Torres y las guerrillas
L a lucha del pueblo debe convertirse en una lucha nacional He­
mos comenzado, pero la tarea es larga.
Colombianos: respondamos al llamado del pueblo y de la revolu­
ción.
Soldados del Frente Unido: Cumplamos nuestras órdenes.
Por la unidad del pueblo, hasta la muerte.
Por la organización del pueblo, hasta la muerte.
Por la toma del poder por el pueblo, hasta la muerte.
* ¡Adelante a la victoria, porque un pueblo que lucha hasta la muer­
te siempre alcanza la victoria.
Adelante hasta la victoria final, con el lema del Ejército de Libera­
ción Nacional.
Sin claudicaciones... Libertad o muerte!
C amilo T o r r e s
«i •

L a noticia de que Camilo Torres se había incorporado a las guerri­


llas tomó a toda Colombia por sorpresa, y el impacto de su decisión se
sintió aun fuera del país. En un editorial, el New York Times, co­
mentaba que la noticia agregaba »una nota de color a una carrera espec-
tacular«. Camilo Torres, concluía, había elegido un momento ina­
decuado para su gesto:

»Las probabilidades de que logre su objetivo, son ahora mínimas,


porque la situación económica y política de Colombia ha mejorado
en forma dramática en los últimos meses. La inflación, una seria
desvalorización del peso, la fuga de capitales, la cesantía, un
mínimo de inversiones extranjeras y nacionales, un conflicto apa­
rentemente irreparable entre el poder legislativo y el Presidente
, Valencia, y el retiro de Carlos Lleras Restrepo, el candidato
liberal elegido para las elecciones presidenciales de este año,
todo esto conformaba un cuadro lúgubre y peligroso. La violencia
— una mezcla de bandidaje criminal y político, de secuestros y
de terrorismo que dura desde hace mucho tiempo— aunque dis­
minuida, todavía era alarmante.
* Hoy en día la situación ha dado un vuelco en casi todos los aspectos.
L a inflación se redujo del 8o al 45 por ciento en 1965. Los Estados
Unidos y las agencias internacionales prometieron préstamos, con-
1 juntos de alrededor de i 322 millones. Se alzaron los impuestos a
la renta. Carlos Lleras cambió de parecer y aceptó postular a la Pre­
sidencia. Esto probablemente asegura una continuación del plan
' político de dieciséis años que alterna Presidentes Conservado­
res y Liberales en Colombia.
El Dr. Valencia puede estar prácticamente seguro de terminar su
> período presidencial.

289
Gott / Las guerrillas en América Latina
Aun cuando todavía persisten lagunas, el Padre Torres ha ele­
gido una mala época para poner en práctica su sensacional movi­
da, y un mal método. Colombia, igual que otros países latinoame­
ricanos, necesita evolución, no revolución»1 .
El 17 de enero de 1966, apareció en la prensa el siguiente análisis
la campaña guerrillera:
^Recientemente las Fuerzas Armadas decidieron atacar al llam a­
do Ejército de Liberación Nacional que ha estado operando en
una zona al este de Colombia y al que hace unos días se incorporó
el ex sacerdote Camilo Torres.
Oficialmente se reveló que los oficiales superiores y los co­
mandantes de brigada del Ejército se reunieron durante la última
semana de diciembre para realizar un detallado análisis de la si­
tuación provocada por este nuevo grupo extremista.
La aparición del eln reafirma lo que fue revelado el 5 de noviembre
por el Ministerio de Defensa Nacional en el sentido de que había
aparecido en el país un nuevo tipo de violencia, con una orientación
comunista definida.
En la reunión de los comandantes militares, y luego del informe
del Coronel Alvaro Valencia Tovar, comandante de la Quinta
Brigada, con base en Bucaramanga, se llegó a la conclusión de que el
llamado Ejército de Liberación Nacional no representa una ame­
naza seria para la estabilidad del país.
Se dedujo que esta organización es comandada por elementos ex­
tremistas con propósitos definidos tales como imponer una re­
volución comunista por la fuerza.
En la reunión se planteó la necesidad de tomar medidas especiales
para impedir que elementos extremistas surjan en otros lugares
del país. Se decidió el bloqueo de una extensa zona comprendida
entre las ciudades de Gamarra (Magdalena) y San Vicente de
Chucuri (Santander).
El vocero del Ejército expresó que se intensificarían las acciones
cívico-militares en la zona y que las Fuerzas Armadas estarían
alertas para impedir nuevas incursiones del e l n »12.
Un mes después, el 15 de febrero de 1966, Camilo Torres moría ci
acción. La versión siguiente de las circunstancias que rodearon si
muerte es la más fidedigna que pudo desenterrar el autor de su biografía.
»Los guerrilleros habían seguido durante algunos días a la pa­
trulla. La emboscada se preparó con tiempo, basada en el conoci-

1AVt/» York Times. 22 de enero de 1966.


2E l Siglo. 17 de enero de 1966, citado por Guzmán en Camilo, pp. 195-6.
Cam ilo T o rres y Las guerrillas

miento del terreno y las ventajas estratégicas. L a unidad militar se


dividió en dos grupos. El teniente estaba con el segundo grupo, a al­
gunos metros del grupo principal. Cuando este grupo penetró en
la zona, el líder guerrillero disparó su Madsen y cayeron cuatro
soldados. Los otros se dispersaron al intensificarae la lucha. C a­
milo trató de recoger un rifle de un soldado caído a unos dos metros
de distancia. Fue herido en la primera tentativa. E l líder le pregun­
tó si estaba herido y Camilo le contestó: «Me hirieron, pero pue­
do seguir*. El líder le gritó: "¡Devuélvete!* pero Camilo nue­
vamente intentó recoger el arma, se expuso y fue mortalmente he­
rido. Un guerrillero trató de rescatar el cuerpo pero fue balea­
do. E ra un joven campesino que logró llegar a la línea de fue­
go donde yacía Camilo.
Otros dos guerrilleros fueron muertos en el encuentro. Un sargen­
to, veterano en la guerra antiguerrillas, que logró colocarse en una
muy buena posición, provocó estas bajas.
Mientras tanto, el teniente había iniciado una operación de
f cerramiento, pero fue interceptado por un grupo guerrillero de
apoyo. Cayó herido lejos de donde yacía Camilo. A un guerrillero
que portaba una granada se le ordenó varías veces que la arrojase para
eliminar al sargento pero por una razón desconocida no lo hizo.
Desertó esa misma noche. ¿Se debió esto a la traición, al temor o la
confusión?
Cuando los demás guerrilleros se percataron del peligro de ser
rodeados y de que era imposible recuperar los cuerpos, atrave­
saron al Río Sucio y se retiraron a sus bases*3.
A fines de ese mes el Ejército de Liberación Nacional emitió una de
claractón sobre la muerte de Camilo Torres:
"Con profunda tristeza y un odio amargo contra la oligarquía, el
Ejército de Liberación Nacional informa al pueblo colombiano
y a los revolucionarios del mundo de la muerte del gran líder revolu­
cionario, Padre Camilo Torres Restrepo, acaecida el 15 de fe­
brero de este año en un encuentro entre nuestras fuerzas y una ex­
pedición punitiva del ejército antipatriota del Frente Nacional.
En este choque nuestros heroicos soldados enfrentaron va­
lientemente a las fuerzas enemigas, infligiéndoles importantes
bajas, y capturando varias armas de largo alcance y equipos milita­
res varios y una vez más frustraron las tentativas del ejército para
aniquilarnos. Sin embargo, sufrimos la pérdida irreparable de
cinco valientes patriotas, entre ellos el irremplazable Camilo, de-

’ Guzmán: Camilo, p. 203. (Guzmán no cita la fuente, pero sugiere que esta versión es la
que más se acerca a la verdad).
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

rribado a balazos por los reaccionarios junto con otros bravos


compañeros que trataron de rescatarlo del peligro.
Este nuevo crimen cometido por la violencia oficial es el resultado
de la acción punitiva contra los nobles esfuerzos de nuestro pueblo por
sacudir el odioso yugo de la oligarquía y del imperialismo
norteamericano, que les obliga a ofrecer la sangre de nuestros
mejores hijos en aras de los intereses del país.
Camilo murió heroicamente, a sabiendas que los líderes deben dar
el ejemplo. Nunca pudo estar de acuerdo en que lo colocaran fuera
de peligro. Conocía ios riesgos de la guerra y los aceptaba en el con*
vencimiento de que eventualmente su muerte sería la chispa, quizás
la decisiva, que encendería la hoguera preparada por el pueblo
de Colombia con odio y decisión contra las fuerzas de Gobierno que
apoyan un sistema de injusticias y deshonor.
Nosotros que intentaremos ser verdaderos herederos de su pensa­
miento y grandeza humana, deseamos enfatizar su sacrificio ante
las masas. Tenemos mucho que aprender de él. Su vida fue trans­
parente y pura. A su profunda cristianidad, que entendía y practi­
caba como un amor infinito a los pobres, los explotados y los
oprimidos, y como una entrega total a la lucha por su liberación,
unía el concepto científico de la guerra revolucionaria como el
único camino eficaz para luchar por la liberación. Murió comba­
tiendo para guiar al pueblo hacia la toma del poder, pero sólo murió
físicamente. Su cuerpo fue maltratado por los asesinos del go­
bierno; esto lo prueban las contusiones en su rostro que aparecen
en las fotografías de prensa. El pueblo les hará pagar caro esta
crueldad miserable.
Pero su pensamiento se engrandece con su rhartirio. Sus ideas son
recogidas por los trabajadores. Como un homenaje a su memoria,
nos esforzaremos por realizar la unidad popular que tanto defen­
día. Miles de campesinos, obreros, estudiantes, profesionales y
gente honrada ocuparán física y espiritualmente el. lugar que el
héroe combatiente dejó en las filas del e l n . Nuestra fuerza aumen­
tará, guiada firmemente por el ejemplo de Camilo. Su memoria ha
llenado nuestros corazones de un espíritu combativo y odio hacia
los lacayos de la oligarquía. Nuestro pueblo hará morder el polvo
a los responsables de la muerte de nuestro gran líder. Redoble­
mos nuestra decisión de luchar hasta el fin, porque, como Camilo
nos enseñara, »un pueblo que lucha hasta la muerte siempre lo­
gra la victoria**.
Campesinos: Obtendremos la unidad de las bases, la unidad cam­
pesina, sin diferencias religiosas ni partidistas, fortaleciendo las
unidades combatientes del e l n .
Cam ilo Torres y tas guerrillas

Estudiantes e Intelectuales: Vuestra lucha ya no será en vano cuan­


do esté estrechamente ligada a los esfuerzos de los guerrilleros.
Obreros: La decisión final de la lucha libertaria que se realiza en
el país esta en vuestras manos y en vuestra organización de clase.
Oficiales, suboficiales y soldados: Detengan vuestra acción re­
presiva. No actuéis como el instrumento asesino de la oligarquía
y de su gobierno antipatriota. No manchéis vuestras manos con la
sangre de aquellos que como Camilo sólo buscan la dignidad para
su país.
Sacerdotes: Tomad el martirio de Camilo como un ejemplo subli­
me de amor al prójimo que da todo y no pide nada. Tomad el parti­
do del pueblo en la lucha contra sus opresores.
Finalmente, hacemos un llamado a todas las organizaciones popu­
lares para que exijan en forma activa el cuerpo de nuestro amado
líder, para rescatarlo de las garras de sus asesinos. Convirtamos
su tumba en Monumento Nacional.
Por la unidad del pueblo, hasta la muerte!
Por la organización del pueblo, hasta la muerte!
Por la toma del poder por el pueblo, hasta la muerte!
Sin claudicaciones. . . liberación o muerte!
En las Montañas, febrero de 1966.
Ejército de Liberación Nacional.
Fabio Vásquez Castaño, Victor Medina Morón4,
Nota sobre el movimiento Camilo Torres:
En Montevideo en febrero de 1968, se reunieron más de cincuen­
ta «cristianos revolucionarios», tanto del clero coipo laicos, de Ar­
gentina, Chile, Colombia y Uruguay, para discutir los preparativos
para una «Reunión Camilo Torres» que se realizaría en
marzo de 1969 en Bogotá. La policía uruguaya permitió su realiza­
ción, pero negó el permiso de entrada a i'p a ís a M gr. Germán
Güzmán. !
La conferencia fue organizada por Ju an García Elorrio, sacerdote
argentino que encabeza el «Comando Camilo Torres« de Argen­
tina. El i° de mayo de 1967 durante una misa en Buenos Aires
con asistencia del General Onganía, García Elorrio leyó un ma­
nifiesto revolucionario, ante la consternación de la congre­
gación. Logró escapar, pero posteriormente ha debido per­
manecer en el exilio.
Otro participante de la conferencia fue el sacerdote-obrero urugua­
yo, Ju an Carlos Zaffaroni, quien, junto con Mgr. Guzmán, un belga,
el r p Paul Blanquart. y un sacerdote mexicano. Pedro de Euz-
4Insurrección (Número especial).. i° de marzo de 1966, citado por Guzmán en Camilo, pp.
2*4-5 ■

^93
Gott / Las guerrillas en América Latina
cardia, redactó un manifiesto en La Habana en que afirmaba que
el amarxismo proporciona el análisis más científico del imperia­
lismo y el estímulo más eficaz para la acción revolucionaría de las
masas*, frase que Fidel Castro incluyó en su discurso de clausura
ante el Congreso de la Cultura realizado en L a Habana en enero de
1968.
La conferencia hizo dos llamados: uno, a los cristianos de todos los
credos para que se incorporasen a la lucha revolucionaría, el otro,
una denuncia de la intervención norteamericana en Vietnam, que
fue descrita como genocidio. »Los cristianos deben asumir su res­
ponsabilidad frente a esta guerra porque América Latina será
el Vietnam de 1970*.
Además, la conferencia envió una carta al Papa Paulo vi, solicitán­
dole que no realizara el viaje planeado a Colombia, Brasil, y A r­
gentina.
'Véase el articulo de Carlos María Gutiérrez en L e M onde , 6 de marzo de 1968.

Capítulo nueve
El ejército popular de liberación

En enero de 1968 surgió en Colombia un nuevo movimiento guerrille­


ro, único en América Latina. Su inspiración no provenía de La Habana
ni de Moscú, sino de Pekín. Se llamaba el Ejército Popular de Libera­
ción (e p l ), título algo grandioso, derivado de M ao Tse-tung. E n
un artículo que anunciaba la iniciación de esta nueva operación guerri­
llera, y que fue publicado por la revista chilena pekinista, Causa M arxis -
ta-Leninista, su autor señala los antecedentes del movimiento:

»La pugna contra la directiva revisionista de Gilberto Vieira que


ha seguido la línea eleccionaria y de abandono de la lucha arma­
da en Colombia, data de 1959 cuando el comité regional de Bogotá
se rebeló; esto llevó a la creación de un grupo partidario de un núcleo
guerrillero. M ás tarde, en una Conferencia realizada en 1962, el Co­
mité Regional de Magdalena se rebeló, y propuso la reconstruc­
ción del Partido Comunista sobre líneas marxista-Ieninistas.
Como resultado de esta reivindicación de los principios revolucio­
narios, se realizó una Conferencia Nacional en marzo de 1964. F i­
nalmente, en julio de 1965, luego de intensas discusiones ideológi­
cas, se realizó un Congreso Nacional que expulsó a Vieira y a su
camarilla revisionista. El Partido Comunista de Colombia (M ar-
xista-Leninista), purgado de oportunistas, comienza a organizar
la guerra popular*1 .

1»La Guerra Popular de Liberación en Colombia*, Causa Marxista-Leninista, (Santiago


de Chile), N# 1 mayo/junio 1968.

294
E l Ejército Popular de Liberación

Esta Conferencia, que los elementos prochinos describieron como el


Décimo Congreso del Partido Comunista, adoptó un nuevo programa y
una nueva constitución. En una resolución política, el nuevo Partido
planteó ideas que no se distinguían de la línea ideológica que el Parti­
do Comunista Chino propugnaba en ese entonces:
»Las guerras de liberación son justas, necesarias e inevitables. La
violencia revolucionaria es la partera de la historia. L a situación
política existente en el mundo demuestra que la transición pací­
fica del capitalismo al socialismo es imposible»2.
Pero aún más importante que las guerras de liberación era la lucha
contra el revisionismo. »Es el mayor obstáculo en el camino de la lucha
revolucionaria... La lucha antirrevisionista es un asunto vital para
los Partidos Comunistas. Debe llevarse a cabo hasta alcanzar la vic­
toria» .
L a resolución denunciaba luego a los enemigos favoritos de los
chinos:
^Yugoslavia constituye el caso más relevante en cuestión, donde
se le ha robado al pueblo el fruto de su revolución y se le ha sometido
nuevamente a la explotación capitalista... El caso de Yugoslavia
es una prueba cabal de la necesidad urgente de hacer frente al revi­
sionismo con todos los medios a nuestro alcance. No hablaremos
aquí de los países de Europa Oriental, pero en la Unión
Soviética ciertas características del capitalismo ya han comen­
zado a aflorar como resultado del revisionismo moderno. El pe­
ligro del restablecimiento del capitalismo existe mientras exista
el imperialismo en el mundo».
Refiriéndose específicamente a la situación en América Latina,
la resolución concluía:
En nuestros países, una guerra civil contra las fuerzas oligárquicas
puede transformarse rápidamente en una guerra de liberación
nacional total contra las tropas de e e . u u . Nuestra lucha será difí­
cil y prolongada. En las condiciones actuales de nuestro continen­
te, la aldea constituye el campo de batalla natural de una guerra
popular».

Lo único que hacía falta hasta aquí, insinuaba la resolución, era


un partido de vanguardia que canalizase el fervor revolucionario la­
tente del pueblo:
»La gran misión histórica de nuestro Partido en la etapa actual es
permitir que la conciencia política parcial de las masas descon-*

* Resolución Política del Décimo Congreso del Partido Comunista de Colombia, Pektng Rv~
vieu\ so de agosto de 1965.

295
Gott / Las guerrillas en América Latina

lentas de Colombia se transforme en una conciencia política cabal


que las lleve a tomar el poder por medio de la lucha armada^.

Con este planteamiento ideológico fue lanzado el nuevo Partido


Comunista prochino de Colombia» uno de los pocos partidos de este
tipo en el continente que disfrutó del reconocimiento de Pekín, aun­
que no hubo ninguna evidencia de que el gobierno chino se interesara
gran cosa por él.
Los comunistas prorrusos de Colombia seguramente se alegraron
de ver partir a sus camaradas de otrora. Un miembro del Partido escri­
bía:

»No pocas dificultades han provocado en este campo (de la uni­


dad) los líderes del Partido Comunista de China, que tratan de
interferir con la labor de nuestro Partido y provocan la confusión
con los mismos métodos que emplean en todo el movimiento comu­
nista mundial. Al patrocinar los grupúsculos de »ultrarrevolucio-
narios« que encarnan las tendencias pequeño-burguesas más
negativas, alientan el subjetivismo anárquico que persiste trá­
gicamente, empujando artificialmente y aún forzando al pueblo
a librar batallas cuyo significado todavía no comprende, y pa­
ra las cuales no está todavía preparado"3.

No existe una estimación del tamaño del grupo que se marginó del
Partido prosoviético pero cierta evidencia parece sugerir que en este
grupo se hallaban algunos de los guerrilleros de Marulanda que aban­
donaron el pc para ayudar a organizar las guerrillas »marxista-le-
ninistas" que más tarde formaron el Ejército Popular de Libera-
4
cion .
* 0

Estas nuevas guerrillas prochinas entraron en acción el 6 de enero


de 1968, en la zona del Alto Sinú en la provincia de Córdoba. Habían
trabajado previamente en la región durante dos años, organizando y
armando a los campesinos en los que se denominaron Juntas P a­
trióticas Regionales. Su primer pronunciamiento importante, con una
referencia obligada al pensamiento de Mao Tse-tung, la hicieron
en febrero.

»EI Ejército Popular de Liberación ( e p l ), la mano armada del


partido del proletariado ha surgido y entra en acción. Es decir, el
proletariado ahora cuenta con su propia fuerza, fuente y semilla del
poder revolucionario.

JJosé Cardona Hoyos, «Golombian Communists Building Popular Unity«, Information


Bulletin of thc World Marxist Review, N? 30, p. 52, citado por Norman A. Bailey en Latín
America in World Pohtics, (Walker & Co., 1967), p. 105.
4Véase La República (Bogotá), 30 de junio de 1965, y también «Guerrillas: estrategias de
chinos y soviéticos en América Latina», Informe\ de China (Buenos Aires), noviembre-
diciembre de 1966.

•296
E l Ejército Popular de Liberación

Este hecho transforma la situación del proletariado de una clase


desarmada y sometida a una que lucha con el enemigo por el poder
desde una posición de fuerza. Esto es posible porque el proleta­
riado ha logrado conquistar la dirección de grandes sectores del
campesinado.
Esta fuerza no es un foco: no es una o más guerrillas. No es una ban­
da armada que se ha sublevado; no es un cuerpo miliciano; es
mucho más que cualquiera de estas cosas. Ha surgido de la lucha de
clases, nació y crece del mismo corazón del pueblo que se está ar­
mando moral, ideológica y militarmente para enfrentar a las cla­
ses gobernantes. Es la llama del marxismo-leninismo, del pensa­
miento del camarada Mao, de la ideología del proletariado, que en­
ciende las zarzas de las masas campesinas que han sido humilladas,
maltratadas y pisoteadas hasta que fueron empujadas a combatir.
Esto no es algo que sucederá sino algo que está sucediendo ahora,
Esta es la gran verdad que explica la confusión del enemigo, el te­
rror de la oligarquía, la alegría profunda de las masas, el des­
pertar de vastos sectores del proletariado que estaban dormidos o
apáticos, agotados por las luchas inútiles, absurdas y miopes a las
que habían sido conducidos anteriormente con resultados lamen­
tables.
Este hecho ha tomado por sorpresa a algunos miembros de nuestra
organización, colmándolos de perplejidad; o han huido o trataron
de usar la bandera roja del pensamiento del camarada M ao para
tratar de apagar la hoguera. ¡Como si fuera posible apagar las ho­
gueras con la luz del sol! ¡Como si fuera posible detener el proceso
revolucionario con la antorcha ardiente del pensamiento del ca­
marada Mao!
Aún más ridículo que el terror y la confusión del enemigo enfren­
tado a esta mezcla insólita de insurgencia campesina, tomas de te­
rrenos, guerrillas y bandas milicianas inalcanzables e inexpli­
cables, el poder creciente y los comandos populares, es el terror
de aquellos que jugaban a la guerra con palabras, como niños que
juegan con metralletas plásticas que de repente encuentran
frente a ellos el frío metal de un rifle y el rojo resplandor de las
explosiones.
La oligarquía exclama en coro »Abajo la fuerza popular, la des­
truiremos#. Los oportunistas predicen: »Morirán, seremos los úni­
cos que quedaremos«. Los revolucionarios exclaman: »Triunfa-
remos, viva el epl « .
¿Dónde está el e p l ? En muchos lugares. De todos modos, no donde
dicen que está. Si quieren indicaciones está en el campo, pero tam­
bién en la ciudad. ¿Existe en forma abierta y pública? Sí. ¿Existe en

297
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

forma clandestina? También. Surge del pueblo como el agua de las


rocas, está en el pueblo como la sal en el agua del mar.
Su retaguardia es profunda y tiene tantas ramificaciones como las
raíces de un árbol. Su cuerpo es el pueblo militante y consciente:
los obreros, campesinos, soldados, intelectuales, estudiantes, un
sinnúmero de patriotas.
El imperialismo, la burguesía, los latifundistas que lo denuncian
sólo lo hacen crecer. Los enemigos del pueblo no pueden sino em­
peorar las condiciones de las masas. Su acción simplemente me­
jora las condiciones para la existencia y desarrollo de las fuerzas
populares, agudizan el conflicto de clases, aumenta la temperatu­
ra de los choques sociales, y hace que el rechazo popular hacia ellos
se transforme gradualmente en una guerra popular.
L a naturaleza sanguinaria de la dictadura del terror, la naturaleza
antipopular del estado de la oligarquía apoyado por el imperia­
lismo yanqui, la naturaleza inhumana del sistema social im­
perante, que es incapaz de resolver los problemas del pueblo y está
organizado para aplastar los intereses de las masas, y la crisis irre­
versible, crean las condiciones, la oportunidad para el desarro­
llo continuado de la lucha y de las fuerzas populares. Se irán suce­
diendo cada día más los levantamientos de campesinos, milicia­
nos y guerrilleros, y de los organismos y unidades del e p l . Nuevas
retaguardias y bases de suministros con raíces profundas, el poder
del pueblo en germen, irán surgiendo poco a poco y cuando es­
to suceda, habremos dado otro paso enorme hacia adelante, y salu­
daremos a estos sectores como los primeros indicios de la Repú­
blica Popular de Colombia, como hoy en día saludamos el surgi­
miento del e p l con este grito de entusiasmo: ¡Viva el Ejército Po­
pular de Liberación!
¿Destruir al e p l ? Imposible. No es un problema militar sino polí­
tico. Y afortunadamente, del tipo de política que las clases
gobernantes y el imperialismo norteamericano no puede produ­
cir ni aplicar, porque iría en contra de su propia naturaleza y de sus
propios intereses.
Cuando los enemigos del pueblo intentan llevar a cabo una política
de emergencia para contrarrestar la guerra popular, todo lo que
logran son trampas desacreditadas como el »Plan Lazo«, el «Plan
Andes«, «Aldeas Estratégicas», «Integración del Pueblo«, «Aso­
ciación de Consumidores», «Acción Cívico-Militar», etc., to­
dos los cuales llevan sonsigo el hedor de una trampa, el olor de la
traición a los principios, el sabor del vinagre que los verdugos
judíos utilizaron para darle al crucificado; son el primer acto del
sacrificio y la masacre del pueblo.

298
El Ejército Popularle Liberación
¡V iva el Ejército Popular de Liberación porque su creación cam­
bia muchas cosas . y abre grandes perspectivas para las masas
oprimidas y sacrificadas!
Antes, cuando un muchacho obrero y campesino llegaba a la edad
de diecisiete años tenia que incorporarse al ejército enemigo.
Ahora puede incorporarse al e p l .
Antes, cuando un soldado se percataba que no podía seguir matan­
do campesinos y obreros para los amos y contra su pueblo, sólo po­
día arrojar sus armas y desertar. Ahora puede unirse al e p l .
Antes, cuando un obrero o un trabajador agrícola era molestado,
perseguido y despedido, reducido a la desesperación, por lo ge­
neral perdta su identidad de clase y se transformaba en un men­
digo o en un criminal. Ahora puede incorporarse al e p l .
Antes, cuando a un campesino le robaban su tierra o su cosecha me­
dianera, apenas si podía reclamar. Ahora puede incorporarse al
epl y emprender la conquista de su tierra con su apoyo.
Antes, cuando un estudiante era perseguido por anhelar la lir
bertad, cuando era llamado a servir en el ejército reaccionario, en la
confusión y en la pobreza, llevaba una vida limitada y sin objeto, su
único camino era el albañal y la desesperación. Ahora puede in­
corporarse al e p l .
Antes cuando un pequeño propietario agrícola perdía final­
mente toda ilusión de llegar a ser independiente tenía que aban­
donar toda esperanza. Hora puede incorporarse al e p l .
Antes, cuando el pueblo se daba cuenta de su situación y llegaba a la
conclusión de que no calzaba dentro del sistema actual, sufría an­
gustias por su voluntad de luchar y la falta de medios para hacerlo.
Ahora puede engrosar las filas del e p l y ser noble en lugar de escla­
vo.
Antes, la única forma de presentar los reclamos de las masas era
por medio de protestas, quejas o peticiones, bajo una lluvia de cu­
latazos. Ahora las reivindicaciones del pueblo son como un inmen­
so torrente, respaldados en forma cada vez más efectiva por las
fuerzas del pueblo, y al mismo tiempo, se abren camino hacia obje­
tivos superiores, teniendo como meta final el derrocamiento del
poder enemigo, y la construcción de un verdadero país para el
pueblo.
Incontables mujeres del pueblo sólo podían esperar la pobreza,
la esclavitud y la prostitución. Ahora su camino es claro y brillante,
pueden incorporarse a las filas de una de las unidades auxiliares
del e p l , y cubriéndose de gloría ayudar con sus propias manos a con-
truir una patria verdadera.
E l e p l , la mano armada del Partido del Proletariado, unidad arma-

*99
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

da, ideológica, moral y físicamente, por la clase más avanzada de


la sociedad, ya comienza la transformación de Colombia, las pági­
nas gloriosas que comienzan a escribir con el « fuego del combate
son las primeras páginas de la nueva historia que las masas escri­
birán en forma consciente, la historia de la República Popular de
Colombia.
Por esto y por lo que hará, por el rayo luminoso con que alumbra el
nuevo camihó, por las esperanzas que concentra, ¡Viva el Ejérci­
to Popular de Liberación!
Incorporarse a las Tilas del e p l y apoyarlo con toda nuestras fuerzas
es el nuevo ideal del pueblo colombiano.
Que no se diga que colocamos al e p l por encima de nuestro Partido.
Por el contrario: lo vemos ,como la mayor realización de nuestro
Partido hasta aquí, imposible sin su dirección.
Que no se diga que lo colocamos por encima del Frente Popular de
Liberación. Por el contrario, a menos que corramos a la par con
el desarrollo del Frente Popular de Liberación el desarrollo de él
resulta imposible.
Que no se diga que colocamos el e p l por encima de los elevados idea­
les de servir al pueblo. Por el contrario: el e p l será el vengador de las
masas humilladas y masacradas, el mejor defensor de sus reivin­
dicaciones, una unidad fuerte, totalmente al servicio del pueblo.
Que no se diga que colocamos al e p l por encima del concepto de
la guerra popular. Por el contrario, es la mejor expresión, la forma
más auténtica y elevada de la guerra popular’
Que nadie nos llame militaristas porque saludamos al e p l de esta
manera, porque le contestaremos junto con el camarada M ao Tse-
tung: »S¡. Creemos en la omnipotencia de la guerra popular enca­
bezada por el proletariado«.
¡V IV A E L E JE R C IT O PO PU LA R DE L IB E R A C IO N ! 5

Según una fuente, el M ayor de Ejército de los e e . u u . Ralph


»Pappy« Shelton, que habían entrenado a los Rangers bolivianos que
capturaron al Che Guevara, fue posteriormente enviado a Colombia
para ocuparse del nuevo brote guerrillero. La c í a le preparó el siguien­
te comentario en relación al e p l :

'Citado en Causa Marxista-Lemmsta . (Santiago de Chile), N° i, mayo-junio 1968. Aunque


el e p l recibió golpes rhuy severos de parte del Ejército colombiano, logró preservar intac­
ta su organización. A comienzós de 1969 Colombia presentaba un cuadro raro en América
Latina, ya que podía vanagloriarse de tener tres movimientos guerrilleros en funciones,
todos los cuales debían su inspiración ideológica foránea a diferentes tendencias dentro
del mundo comunista. No puede afirmarse que esta desunión ideológica haya contribui­
do mucho a su causa.

3°°
E l Ejército Popular de Liberación

»E1 Ejército Popular de Liberación, que opera en el noreste de Co­


lombia, no es una de las guerrillas típicas respaldadas por L a H a­
bana, porque el e p l no reconoce y aún rechaza las directivas que pro­
vienen de allí. Cuenta con un apoyo campesino verdadero basado
en una eficaz labor previa de adoctrinamiento. Sus líderes, que es-
tán armados y que viven en la zona, han demostrado haber asimi­
lado la experiencia de otras personas y aprendido de sus propios
errores, y llevan a cabo un tipo de lucha nuevo en América Latina.
No es fácil descubrir sus vinculaciones urbanas«*.

*»L a Guerra Popular en Colombia#» Causa Aiarxiita*Leninista, (Santiago)» N° 4, noviem­


bre-diciembre 1968.
CUARTA PARTE
t

Perú

Capítulo uno
A ntecedentes peruanos

»La fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia: está en su fe, en su pasión, en su


voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual*.
JOSE CARLOS MARIATEGUI

Resulta difícil llegar a comprender los dos movimientos revolucionarios


que han surgido en Perú en los últimos diez años sin alguna considera­
ción respecto de los antecedentes políticos y sociales. Porque tanto la
preocupación fundamental de Hugo Blanco, trotskista militante, como
de Luis de la Puente Uceda, miembro disidente de un partido reformista
burgués — líderes de los dos movimientos— fue la condición del campe­
sino peruano. Bajo el sistema imperante no tiene derechos políticos, por­
que es analfabeto. Y es anafabeto porque habla el quechua o el aym ará.
Ninguna escuela le enseñará a leerlo o escribirlo, sin embargo el espa­
ñol le es poco útil1 . El censo de 1940 demostró que el 88 por ciento de la
población indígena del Perú entre la edad de seis y catorce años no reci­
bía educación alguna2. No ha sucedido nada en los últimos treinta años
que indique que estas cifras hayan cambiado en forma signiñcativa. E l
censo de 1961 reveló que el 39.8 por ciento de toda la población por sobre
los diecisiete años era analfabeta. Y según las cifras publicadas por el
Ministerio de Educación en 1963, el 40 por ciento de los niños en edad esco­
lar no podía asistir a la escuela, en gran parte como resultado de la fal­
ta de escuelas y de maestros3. L a mayoría de estos niños desvalidos son
indígenas. Porque el indio forma el mayor componente individual de la
población del país4. Y mientras continúe efectivamente al margen de la
vida nacional, la vieja oligarquía corrompida seguirá en el gobierno.
'Según un autor comunista, «existen dos millones de campesinos que hablan el idioma
quechua solamente, medio millón que sólo habla el aymará. No obstante no hay una sola
escuela en el país adonde al campesino se le enseñe su propio idioma*. César Levano,
«Lessons of the guerrilla struggle in Perú*, World M arxist R eview , septiembre 1966.
*R .J. Owens, Perú, Oxford University Press f 1966, pp. 93-4.
*La Prensa (Lima, 6 de marzo de 1963).
4Según el censo de julio de 1961, la población del Perú es de 10.420.357 habitantes. La pobla­
ción rural constituye aproximadamente el 53 por ciento y la urbana el 47 por ciento. Cerca

302
Antecedentes peruanos

S i el campesino indio tuviera educación y el sufragio, lo primero que


exig iría a sus representantes elegidos sería tierra. En la actualidad no
posee ninguna. Trabaja gratis para otro. Las cifras hablan por sí solas:
h a y nueve millones de hectáreas de tierra cultivable y de pastos natu­
rales disponibles actualmente en el Perú; el tres por ciento de los propieta­
rios posee el 17 por ciento restante5. L a falta de tierra, la falta de
educación, y la falta de influencia política aseguran que al indio peruano
le falte todo lo demás también. Mientras Lim a tiene un médico por cada
2.000 habitantes, el departamento del Cuzco — el centro principal de
actividad revolucionaría— sólo tiene uno por cada 40.000. Para el depar­
tamento de Puno, la cifra es aún más baja: uno por cada 58.00o6.
Los ejemplos de las condiciones inaceptables y de privación en que viven
estos indios podrían multiplicarse por cientos. Pero la clave de su suerte
se halla en la tierra. Hugo Blanco colocó su exigencia en una consigna,
«Tierra o Muerte#, tomada en parte de Fidel Castro y en parte del
revolucionario mexicano Emiliano Zapata. Luis de la Puente, que ha­
bía escrito su tesis universitaria sobre el tema de la situación agraria
peruana, hizo de la reforma agraria el principal postulado del programa
político de su movimiento guerrillero7.
L a tierra también se halla en las raíces del problema de las grandes ciu­
dades. E l diez por ciento de la población del Perú vive en poblaciones mar­
ginales pestilentes, llamadas barriadas, que rodean a Lima y otras gran­
des ciudades. E l informe de la c id a sobre Perú, publicado en 1966, hace el
siguiente comentario: «La baja capacidad económica de la mayoría de la
población a causa de la falta de empleo bien remunerado, quizás sea el fac­
tor determinante de las barriadas. Pero sin duda la causa más profunda,
el origen del fenómeno, debe buscarse en la falta de atención al pro­
blema de la tierra en sus dos aspectos: la reforma agraria y la expansión
de la superficie de la tierra dedicada a la agricultura^8.
Al igual que otros países latinoamericanos, el Perú posee características
geográficas que en otra parte abarcarían un continente. El propio Luis
de la Puente, hombre profundamente interesado en la formación de su
país y totalmente consciente del impacto de la geografía en la política, ha
dejado un cuadro impresionante de la diversidad del Perú:
«La cordillera de los Andes se extiende por nuestro país como una espe­
cie de columna vertebral que lo divide en dos. Al poniente en una especie
de repisa cerca del mar, hay una región llamada la Costa; y al oriente

del 50 por ciento es indígena, 10 por ciento blanca, amarilla o negra, y el 40 por ciento
mestiza.
‘ Ricardo Letts Colmenares, "Breve reseña contemporánea de la lucha por la reforma agra­
ria** , Economía y Agricultura, Lima, Febrero de 1964.
* Owens, Perú , p. 93.
7Tcsis publicada bajo el nombre de La Reforma del Agro Peruano, Ediciones Ensayos Socia­
les, Lima, 1966.
1 Tenencia de la tierra y desarrollo socio-económico del sector agrícola: Perú , elaborado
bajo los auspicios del Comité Interamericano de Desarrollo Agrícola, y publicado por la
Unión Panamericana, Washington, d c ., 1966, p. 259.

3<>3
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

un territorio inmenso, que desciende lentamente y se funde con la c u e n ­


ca del Amazonas. La Costa es una larga franja de tierra cercana al m a r ,
deshabitada en un 95 por ciento por falta de lluvias. La sequedad y lo te m ­
plado del clima, a pesar de su ubicación geográfica en la zona tórrida, e s
provocada por la corriente fría de Humboldt que baña el litoral. P eq u e ­
ños valles formados por los ríos que recogen las aguas de las lluvias de lo s
faldeos occidentales de los Andes, atraviesan esta franja desierta y d e ter­
minan la ubicación de las ciudades. Las principales ciudades del país s e
hallan en la Costa. Las fértiles tierras costeras están en manos de m ono­
polios (como en el resto del país) y se dedican principalmente al cu ltivo
del algodón, de la caña de azúcar y de algunos otros productos alim en ­
ticios. La industria peruana se halla principalmente ubicada en esta r e ­
gión, y cerca del 80 por ciento de ella se concentra en Lima. Cerca de c u a ­
tro millones de personas viven en la zona costera: podría considerarse l a
zona capitalista del Perú.
La región montañosa, conocida como la Sierra, es un elevado laberinto
de picos nevados y valles profundos; con grandes llanuras llam adas
punas o jaleas; con zonas de vegetación escasa cerca de las cumbres y
zonas de bosques impenetrables en los valles, la mayoría de los cuales se
extiende hacia las selvas amazónicas; y con climas fríos y secos o tem ­
plados y tropicales, dependiente de la altura y de las características
topográficas. La Sierra es la región más grande y más densamente pobla­
da del país. Impera aquí el sistema de latifundios, con sus relaciones feuda­
les o semifeudales. Las comunidades indígenas, los ayllús primitivos de
los Incas, sobreviven en pugna permanente contra la usurpación gamo-
nalista y contra las influencias individualistas dentro de ellas mismas.
Dentro de las comunidades, y entre el campesinado en general, todavía
prevalecen los métodos colectivos de trabajo y los sentimientos de ayuda
mutua. Esta es una región de atraso extremo. La mayor parte de la tierra
está dedicada a la producción de alimentos y a la crianza de ganado.
Los centros mineros más importantes también se hallan en esta región y
proporcionan empleo, en su mayor parte temporal, a unos 200.000 obre­
ros que vienen de los campos. La Sierra tiene una población de alrededor
de siete millones de habitantes, principalmente indios y mestizos. L a
Sierra expresa al verdadero Perú, al Perú feudal, al Perú indígena.
La Selva es una vasta región, en su mayor parte deshabitada, donde los
ríos proporcionan el único acceso v donde la vegetación es exuberante. Su
población es de apenas 300.000 habitantes incluyendo blancos, mestizos
y salvajes. Las tierras altas, conocidas como la Ceja de la Selva, en los
acantilados de Los Andes, tienen un gran potencial de desarrollo a corto
plazo debido a la fertilidad de la tierra, su topografía y su clima; están
dedicadas principalmente a la producción de frutas tropicales y a la gana­
dería. Las tierras bajas, inundadas la mayor parte del año, contienen
inmensos recursos forestales, y están deshabitadas y son inhóspitas. Pe­
queños pueblos se hallan diseminados a lo largo de los ríos y obtienen
su sustento de la venta de madera, hierbas medicinales, animales salva­
jes, pieles, etc. Las mejores tierras, han sido acaparadas por empresas

3°4
Antecedentes peruanos

nacionales o extranjeras que se ocultan bajo supuestos planes de colo­


nización, siendo un buen ejemplo Leturneau de propiedad norteame­
ricana, que tiene más de 400.000 hectáreas bajo su control*.
Los antecedentes políticos pueden reseñarse en forma breve. Un partido
y un líder monopolizaron durante treinta años las energías de los refor­
mistas y de los de tendencia revolucionaria en el Perú. Este partido era el
apra (Alianza Popular Revolucionaria Americana), fundado en 1924 y
dirigido desde su comienzo por Víctor Raúl Haya de la Torre1*. Cuando
parecía que el a p r a iba a ganar una elección, intervenían los militares
para impedir que llegara al poder. Pero pasados treinta años, y aún
antes, al a p r a se le acabó su ímpetu revolucionario. Comenzó a pensar
que los Estados Unidos podían proporcionar la mayoría de las respuestas
a los problemas del país. Aunque los militares siguieron interviniendo en
contra de las victorias electorales del a p r a , lo hacían más bien como re­
flejo condicionado y no para asegurarse de que el a p r a no molestara a las
clases altas peruanas. Este último grupo ha vivido durante siglos rodea­
do de un lujo extremo y entre sus planes no se cuenta el aprobar ninguna
ley que los perjudique hasta el extremo de hacerlos desaparecer.
Durante un período de ocho años —entre 1948 a 1956— que se conoce
como el »ochenio« — Perú fue gobernado por un dictador castrense, el ge­
neral Manuel Odría. Aunque legitimó, como es usual, el golpe de estado
que lo llevó al poder haciéndose elegir presidente en 1950, siguió siendo
un dictador castrense. Durante todo este período el a p r a y el Partido
Comunista estuvieron fuera de la ley.
En 1956 fue sucedido por el ex Presidente Manuel Prado (que había
sido presidente desde 1939 hasta 1945), reaccionario que se dedicó, a la
usanza de las clases gobernantes peruanas, a enriquecerse a costa de su
país. Su período de gobierno, que se conoce como la «convivencia**, se
caracterizó por el apoyo que obtuvo del a p r a a cambio de restituirlo al
estado legal.
Se realizaron nuevas elecciones presidenciales en junio de 1962- Los tres
candidatos más importantes eran Haya de la Torre, Fernando Belaúnde
T erry, en representación del Partido de Acción Popular, y el general
Odria. Tanto Belaúnde como de la Torre obtuvieron algo más de medio mi­
llón de votos, con una leve ventaja para el representante del a p r a . El ge­
neral Odría obtuvo algo menos de medio millón de votos11 .
Ante la perspectiva de que Haya de la Torre fuera proclamado Presi­
dente, a pesar del hecho (o quizás por ello) de que sus opiniones apenas se
*Luis F. De la Puente Uceda, »The Peruvian Revotuüon: concepts and perspectives*,
M onthly Review, noviembre de 1965.
,0Técnicamente el a p r a era un partido internacional. La rama peruana se denominó Par­
tido Aprista Peruano. Véase The tdeology and programme 0/ the Peruvian Aprista
Movement , de Harry Kantor Berketey, University of California Press, 1953.
Debray lo llama una especie de Koumintang latinoamericano.
“ Resulta interesante anotar, no obstante, que Odría obtuvo más votos que los otros can­
didatos tanto en Lima como en Callao, puerto de Lima. Los tres candidatos de izquierda
apenas obtuvieron entre los tres el 10 por ciento de los votos.

305
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

diferenciaban de las del ex Presidente Prado, quien en forma tan admira*


ble había mantenido las tradiciones de la ¿lite gobernante peruana, el
Ejército escasamente pudo esperar para intervenir. El 18 de julio de 1962,
una junta militar se apoderó del poder y anunció que se realizarían nue­
vas elecciones en junio del año siguiente. El jefe de la junta, general
Nicolás Lindlev López, era partidario entusiasta del movimiento de
Rearme Moral.
Estados Unidos, que todavía estaba en el apogeo del liberalismo ba­
jo el presidente Kennedy, inmediatamente suspendió las relaciones di­
plomáticas y cortó la ayuda militar. Pero, casi no es necesario decirlo,
esta política no duró mucho. La Ju n ta M ilitar prometió que las pró­
ximas elecciones serían libres y que no intervendrían nuevamente. Los
intereses comerciales estadounidenses aceptaron al nuevo régimen12. Así
es que el gobierno de los Estados Unidos, impresionado por el sentido de
decoro liberal de los militares, reanudó las relaciones diplomáticas el 17
de agosto. La ayuda militar se reanudó nuevamente en octubre.
Y en las elecciones de junio del año siguiente, Belaúnde, para sorpresa
de nadie, logró obtener casi 100.000 votos más que Haya de la Torre13. E l
Ejército mantuvo su promesa, y permitió que Belaúnde asumiera la
presidencia.
Las características de la sociedad peruana y su sistema político han sido
estudiados en forma detenida por un gran número de académicos perua­
nos y extranjeros14. No existe una opinión general, y no es mi intención tra­
tar de asumir el papel de árbitro entre las partes en litigio. No es mi
preocupación determinar si la sociedad peruana es en realidad feudal o
capitalista: lo que me preocupa es lo que los guerrilleros opinaron al
respecto1\ Luis de la Puente en un importante, discurso pronunciado en la
Plaza San Martín el 7 de febrero de 1964, hizo un interesante análisis de
la situación peruana, y al mismo tiempo explicó por qué los revoluciona­
rios peruanos rechazaban la vía electoral y por qué creían que la revolu­
ción peruana era inevitable:
«Pueblo de Lima:
Todos hemos escuchado las plataformas electorales presentadas pa­
ra la campaña de 1962 y repetidas en 1963. Todo Perú es testigo de
l2Owens, Perú, p. 185.
l3Véase a Richard W. Patch en «The Peruvian Elections of 19^3W> American Universities
Field StaffReport , julio de 1963.
MVéase particularmente Poder y sociedad en el Perú contemporáneo, de Franpois Bourri-
caud, Buenos Aires, 1967; y «Naturaleza, situación y tendencia de la sociedad peruana
contemporánea», Pensamiento Crítico (La Habana), N° 16, mayo de 1968.
lsLos editores de M onthly R eview . particularmente, criticaron a De la Puente por descri­
bir a la sociedad peruana como en parte «feudal» o «semifeudal». Se me educó en la creencia
de que el sistema feudal escasamente duró dos generaciones en Europa excepto en sus for­
mas extremadamente adulteradas; resulta difícil comprender por qué puede considerarse
que sobrevive en América Latina. Evidentemente existen sistemas de tenencia de la tierra
que recuerdan al feudalismo —como también que resulta un epíteto convenientemente
peyorativo para aplicar a una situación que es en extremo infame— pero básicamente
Latinoamérica es una víctima del capitalismo —y del imperialismo— más bien que del
feudalismo.

306
Antecedentes peruanos

esto, porque el entonces candidato y actual Presidente de la Repú­


blica, se tomó la molestia de recorrer todo el país, empleando todos
los medios posibles de transporte incluyendo, como lo expresa
demagógicamente, el burro. En todas sus declaraciones Belaúnde
Terry se presentó ante el pueblo peruano señalando los vicios de la
•convivencia* y dando origen a nuevas esperanzas entre nuestro
sufrido pueblo.
E l »Ochenio€ y la $Convivencia*. A fin de comprender plenamente la
nueva farsa a que ha sido expuesto nuestro pueblo, analicemos rápida­
mente los orígenes, actitudes y consecuencias del gobierno de Odría
y la •Convivencia*.
El golpe militar de Odría en 1948 fue financiado por la Sociedad Nacio­
nal de Agricultura. El »Ochenio« fue un gobierno al servicio de la oligar­
quía latifundista.
Los «restauradores* llegaron al poder para devaluar nuestra moneda,
para liberar el comercio externo en beneficio de los cultivadores de azú­
car y de algodón y de los propietarios de las minas; para frenar el avance
revolucionario de las masas; y para entregar nuestra riqueza nacional a
los monopolios norteamericanos. Es decir, para hacer más ricos a los
ricos y hacer más pobres a los pobres. Es por esto que el latifundista millo­
nario del Perú y los grandes monopolios contribuyeron millones a un fon­
do común para sobornar a los militares para que éstos realizaran un golpe
de estado y establecieran un régimen sangriento y tiránico en el Perú.
En 1956 renacieron algunas esperanzas al ponerse fin a la proscripción
del a p r a . Desgraciadamente en 1956 el a p r a era un partido castrado polí­
tica y moralmente. La dirección había abandonado completamente los
principios doctrinarios en los cuales se basaba; prefirió entrar en con­
tubernios con los enemigos tradicionales del pueblo; sus líderes se vol­
vieron corrompidos y degenerados. Las masas trabajadoras habían sido
conducidas por hombres que las traicionaron. Todavía algunos de ellos
ocupan altos cargos en los sindicatos como lacayos de los barones del azú­
car y de los monopolios norteamericanos.
Esta es la única forma en que se explica que en 1956 hayan podido for­
mar una alianza con alguien que persiguió, encarceló y asesinó a los apris­
tas revolucionarios entre 1939 y 1945. Esta es la explicación del enten­
dimiento entre los líderes del a p r a y el hijo del traidor, cuyo resultado fue
la «convivencia**.
La «convivencia* fue un régimen que representó al sector financiero y
latifundista de la oligarquía, con el respaldo de un partido de masas con
una ideología burguesa y con la garantía de los grandes monopolios
imperialistas.
Manuel Prado representaba al sector financiero de la oligarquía; Pedro
Beltrán era el líder de los latifundistas; Haya de la Torre y Prialé
representaban la mentalidad de clase media, manifestada en sus cham­
bonadas. Como hoy, actuaron como captadores de sufragios, rompehuel­
gas y traidores.

3o7
Gott / Las guerrillas en América Latina

Naturalmente un régimen semejante estaba al servicio de los grandes


terratenientes, de los banqueros v las grandes compañías norteameri­
canas. Para sofocar las protestas de las masas, el pueblo fue masacrado, v
el a p r a expulsó a aquéllos de nosotros que se rebelaron en contra de la
capitulación y la traición; se utilizaron pandillas armadas para silenciar
a aquellos que se rebelaron o a aquellos que simplemente no estaban de
acuerdo; los partidarios incondicionales fueron sobornados; v la corrup­
ción aumentó en todos los niveles de la actividad estatal.

La burguesía liega al poder


Y así llegamos a [962. El mensaje de Belaúnde, que denunciaba los m a­
les de la convivencia durante una campaña que duró seis años, había
penetrado en ciertos sectores de la población. Belaúnde y su partido
de Acción Popular representaba ideológicamente a la burguesía en
su lucha por arrebatarle el poder al sector latifundista y financiero
de la oligarquía. Durante toda su vida independiente, Perú ha sido
gobernado por los latifundistas, directamente o a través de títeres
militares o civiles. Mientras que en otros países latinoamericanos la
burguesía llegó al poder varias décadas antes, en Perú fracasaron las
tentativas de 1919, 1930 y 1945. En México la burguesía llegó al poder
en 1917 luego de siete años de revolución popular. En Argentina,
Chile y Brasil, la burguesía se aprovechó de la crisis capitalista de
1929 y de la Segunda Guerra Mundial para desarrollarse y llegar al
poder. Getulio Vargas en Brasil y Domingo Perón en Argentina son
los ejemplos más conocidos de este proceso.
En Perú, sólo en 1963 la burguesía asumió el poder por medio de F e r­
nando Belaúnde y de la Alianza Acción Popular Demócrata C ristia­
na. Esta toma del poder no es completa; los latifundistas todavía com­
parten el poder en la actualidad. La burguesía peruana es débil, debi­
do al fracaso del desarrollo de una economía nacional independien­
te. Los sectores económicos más poderosos se hallan representados
en el Parlamento actual: el sector latifundista y el sector financiero
de la oligarquía, los que al mismo tiempo son lacayos serviles de los
grandes monopolios norteamericanos. La burguesía peruana es un
apéndice de estos sectores, y está ligada por un cordón umbilical al
sistema feudal y a la dominación imperialista de nuestro país.

Impotencia de la burguesía
En otras etapas de la historia mundial la burguesía jugó un papel revo­
lucionario al destruir al sistema feudal. Como clase, la burguesía agotó
su papel histórico con la revolución liberal. Pero en la etapa actual de la
historia mundial y en la situación de países como el nuestro, la burgue­
sía es incapaz de encabezar la lucha contra la explotación interna y
externa.
Nuestra burguesía, y la burguesía de otros países semicoloniales
como Perú, es incapaz de cumplir su misión revolucionaria debido a
Antecedentes peruanos

que el desarrollo industrial capitalista exige mercados naciona­


les e internacionales libres.
Pero lo que resta del mundo capitalista es compartido entre las gran­
des potencias imperialistas, que fueron los primeros en experimen­
tar la revolución burguesa. Peni y el resto de América Latina, fueron
incluidos en esta repartición, y por lo tanto están bajo el control de los
grandes monopolios; imperialistas, principalmente norteameri­
canos.
Además^ nuestro sector latifundista está íntimamente ligado, por
la vía de sus intereses, con estos monopolios, puesto que la oligarquía
de grandes latifundistas, dejando de lado otros cultivos, sólo produ-
ce materias primas para su exportación a los países imperialistas .
La producción y exportación de materias primas como el azúcar, algo­
dón y minerales, y la importación de productos manufacturados, es
la principal fuente de riqueza de la oligarquía latifundista y de sus
amos imperialistas... Al mismo tiempo esta relación, este contuber­
nio, entre la: oligarquía terrateniente y los monopolios norteameri­
canos es el yugo que frena nuestro desarrollo y progreso independien­
tes. La economía de nuestro país ha sido deformada para servir mejor
a los intereses de la oligarquía y del imperialismo. Naturalmente
estos intereses controlan el poder político y militar.
Como resultado de esto, cualquier revolución en Perú debe atacar
estos intereses. Debe ser tanto antioligárquica como antiimperia­
lista. '
En estas circunstancias, la burguesía peruana, en su actual etapa de
formación débil y subdesarrollada, es incapaz de conducir esta revo­
lución antiimperialista y antioligárquica. Por ello no le queda otro
camino que llamar a las masas. Pero sabe que si lo hace, éstas la piso­
tearán, hasta obtener reivindicación total. Las masas son un peligro
aún mayor para la burguesía que la oligarquía y el imperialismo.
Frente a este peligro la burguesía prefiere salir del paso como mejor
pueda y someterse. Utiliza al pueblo por medio de promesas electora­
les a fin de obtener una parte del poder. Luego lo traiciona porque der
pende de la oligarquía y del imperialismo para mantenerse en el po­
der. La única forma que tiene la burguesía de mantenerse en el poder
es por medio de la traición.
La época de la economía capitalista, con s u . explotación altamente
desarrollada del hombre por el hombre, ya pasó. La burguesía perua­
na ha llegado demasiado tarde al escenario de la historia. Ni siquie­
ra controla su propio mercado. Sólo las masas, que no tienen interés en
mantener en funciones ningún sistema de explotación, serán capa­
ces de enfrentarse a la oligarquía y al imperialismo y aceptar las con­
secuencias.
Esta es la hora del pueblo, la hora de la Revolución Socialista.
,hVéase además Los dueños del Perú de Carlos Malpica.

309
Gott / Las guerrillas en América Latina

La burguesía llega demasiado tarde al escenario


de la Historia

L a burguesía llega demasiado tarde a la historia del Perú. Han bastado


seis meses para demostrarlo, para comprobar su fracaso. Si hubiera
llegado treinta o cuarenta años antes, habría podido desarrollar
algún papel histórico. Digo habría. Pero en la situación actual del
Perú, de America Latina y del mundo, a la burguesía no le queda otra a l­
ternativa que aliarse con los terratenientes y con el imperialismo,
para seguir explotando y reprimiendo a las masas.
Esta experiencia, la experiencia de Belaúnde, es muy importante y
debe comprenderse claramente. E l fracaso de Belaúnde no es el fraca­
so de un hombre. E l fracaso de la alianza de Acción Popular y los demo-
cratacristianos no es el fracaso de una alianza o de un partido. E s el
fracaso de la burguesía como clase en llevar adelante la lucha por la li­
beración nacional.
Si de los sectores latifundistas e imperialistas y de sus lacayos no po­
demos esperar sino el desprecio y la pobreza, y si la burguesía es inca­
paz de conducir el proceso de liberación, debemos concluir que la
alianza de los obreros y campesinos debe apoderarse del poder para li­
brar para siempre a nuestro país de los señores y de sus imperialistas.
Aquellos que colocaron sus esperanzas en estos partidos burgueses
deben olvidarlos si es que ya no k) han hecho. En países como el nuestro,
en este momento de la historia, la burguesía no tiene ningún papel que
cumplir. Los sectores patriotas de la burguesía jugarán su papel den­
tro del Frente Unido dominado por la alianza de los obreros y campesi­
nos.
Ya no es cuestión de cambios realizados por la burguesía, ni de una re­
volución conducida por la burguesía. Podemos verlo. L a ley de Refor­
ma Agraria enviada al Congreso por el Ejecutivo, débil como es, ha
sido dejada de lado. L a Cámara de Diputados la ha modificado
tanto que no un comunista sino un vicepresidente de la República dice
que esta reforma agraria es una estafa. Lo que se prepara en el Palacio
Presidencial respecto al problema de L a Brea y Pariñas es otra esta­
fa17. Lo que podemos esperar de la burguesía, y debemos convencer­
nos de esto, son estafas. La burguesía es incompetente y vacilante, porque
en países como el nuestro está íntimamente ligada a los latifundistas y
a los imperialistas. Es sólo un apéndice de éstos.
L a burguesía también está atemorizada del poder revolucionario
de las masas explotadas.
Es por ello que resulta ingenuo creer en las promesas de la burgue­
sía. Y esto también vale para aquellos sectores del pueblo, y de la juven­
tud, que todavía están en el a p r a o en Acción Popular. Deben compren-

ITLa Brea y Pariñas son dos campos petrolíferos que pertenecían a la International
Petroleum Company. Durante décadas fueron tema de controversias nacionalistas. A fines
de 1968 fueron nacionalizadas por el gobierno militar del general Juan Velasco.

3 10
Antecedentes peruanos

d e r que no pueden permanecer dentro de partidos que representan


u n a clase que fue pasada por alto por la historia, que sólo puede ofrecer­
les traición y escepticismo. Deben corregir y abandonar estas espe­
ranzas. Deben darse cuenta que no habrá solución para los problemas
del Perú hasta que una vanguardia revolucionaria conduzca al
pueblo con una ideología proletaria, para llevar a cabo la revolución
antifeudal y antiimperialista que coloque los cimientos y abra el ca­
mino para la Revolución Socialista.
Reivindiquemos la palabra Revolución
E s necesario aclarar algunos puntos respecto a la palabra revolución.
Creemos que reuniones como ésta deben servir para aclarar las cosas,
para crear conciencia en el pueblo, para reforzar sus convicciones revo­
lucionarías. L a Izquierda tiene el deber de hacerse respetar movili­
zando a las masas y presentando respuestas meditadas. Esto es funda­
mental, y estoy seguro de que las masas revolucionarías del Perú tam­
bién lo exigen.
Es por esto que debemos hablar de revolución, para asegurarnos de
que revolución no sea sólo una palabra en boca del pueblo, o en la poe­
sía, en los titulares o en la palabra escrita. L a revolución es una ta­
rea complicada. Antes que nada es una tarea que exige decisión, desin­
terés y sacrificio. Las palabras sobre revolución que no tienen como
fin clarificarla y crear conciencia, son superfluas. Aun los traidores
más mies hablan de revolución. La palabra misma ha sido prosti­
tuida.
L a revolución ha sido predicada por un grupo u otro durante varias dé­
cadas. L a revolución vendrá cuando los líderes de los partidos deci­
dan levantarse hombro a hombro con los campesinos que ya están com­
batiendo en los Andes. L a revolución vendrá cuando los líderes de los
partidos revolucionarios salgan a la calle y se unan a los obreros y es­
tudiantes que luchan por sus exigencias y por el triunfo de la revolu­
ción antifeudal y antiimperialista. Y sobre todo, la revolución ven­
drá cuando predicar la revolución no provoque sólo emociones, de por
sí fugaces, sino que también cuando marque al pueblo con una concien­
cia de lo que debe hacerse.
Muchas personas se muestran escépticas respecto de las tareas de la re­
volución. Esto es el resultado de los errores cometidos, de los rumbos
equivocados que tomaron algunos sectores de la izquierda, de los fra­
casos repetidos, del engaño continuo del que ha sido víctima nuestro
pueblo.

La crisis del Perú es la crisis de un sistema


Creemos que la crisis del Perú es la crisis de un sistema. Las experien­
cias latinoamericanas recientes demuestran claramente que la de­
mocracia representativa es una farsa. Mantiene un sistema de ex­
plotación, dependencia y pobreza. No se gana nada con la democra­
cia representativa. Es un serio error abrigar esperanzas respecto de
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

un sistema de discriminación y de engaño. L a democracia se n o s


ofrece como una trampa.
Resulta vital expresar claramente al pueblo que el sistema electoral y
parlamentario clásico, si bien pudo ser valioso en la lucha contra el
feudalismo en otra etapa de la historia, no sirve en los tiempos en que v i ­
vimos.
La Revolución Francesa, la gran revolución liberal de 1789, luego d e
destruir la estructura feudal tuvo que crear fórmulas institucionales
para permitir que la soberanía popular apareciera no sólo por m e ­
dio del sufragio, sino permanentemente en todas las tareas de la v o lu n ­
tad general, y el pueblo gobernó por medio de un sistema parlam entario.
Los tres poderes de Montesquieu tenían esta Finalidad.
Han transcurrido siglos desde entonces. Nuestros países son diferen­
tes. Vivimos en un período diferente. Las instituciones que su rgie­
ron en Europa para liberar al pueblo del yugo del feudalismo se h an
convertido en instrumentos para someter a nuestro pueblo. Son obstá­
culos para su liberación, y un lastre para su progreso.
Esto lo podemos ver ahora. Las elecciones se han convertido en la d a n ­
za de los millones. Se componen de mentiras, falsas promesas y rega­
los. El sufragio universal es discriminatorio puesto que la m ayoría
de nuestro pueblo no puede sufragar porque es culpable de no saber
leer ni escribir. El Congreso se ha convertido en una guarida de
reaccionarios, oligarcas y sirvientes de los designios más secretos de
la oligarquía y el imperialismo.

Las elecciones y los pactos: un callejón sin salida


Consciente de todo esto, el m ir 1 8 no participó en las elecciones presi­
denciales de 1962 y 1963, ni en las elecciones locales del año pasado. P o r
sostener esta línea fuimos motejados de diversas formas, aun por los lí­
deres de la izquierda. Pero hoy más que nunca estamos convencidos
de que teníamos la razón.
Una vez sostuve de que si en una inmensa y costosa campaña el
pueblo del Perú hubiese escuchado y creído en la posición de los diver­
sos grupos de izquierda y luego votado por un revolucionario, y si hu­
biese sido elegido un Congreso con una mayoría de estos revolucio­
narios, aún en este caso teórico, habría sido imposible hacer frente y
resolver los problemas del Perú.
Menciono este caso aunque lo considero hipotético y engañoso, ya
que los partidos de izquierda no tienen los 40 o 50 millones de soles que
cuesta cada campaña. Los partidos burgueses y los agentes del impe­
rialismo obtienen contribuciones del Banco de Crédito, del Banco Po­
pular, de la Sociedad Nacional de Agricultura, del gobierno venezo­
lano del traidor Bettancourt, de la International Petroleum, de la
Cerro de Pasco Corporation, Marcona Mining, Toquepala, e tc...
Pueden gastar 40 o 50 millones de soles en la campaña de 1962 y una
t9Mouimiento de Izquierda Revolucionaria. Partido de izquierda fundado por De la
Puente.

312
Antecedentes peruanos

suma similar en 1963. No se puede competir con eso. Además tienen to­
do en sus manos; tienen el aparato represivo a su servicio: las autori­
dades políticas, la policía y los detectives, etc; controlan los medios
de comunicación: prensa, radio y televisión; cuentan con el transpor­
te; las autoridades protegen sus acciones; tienen dinero para contra­
tar gente, etc., están protegidos por sus asesinos. Lo tienen todo.
La izquierda comete un gran error cuando elige la vía electoral como
la principal vía de lucha. Hemos visto las consecuencias en las campa­
ñas electorales recientes; ambiciones ilimitadas, divisionismo, derro­
ta, escepticismo, confusión, y el abandono de sus objetivos verdaderos.
Pero volviendo al caso de la victoria de un revolucionario, con un
Congreso revolucionario, todavía decimos que éste es ilusorio,
porque los problemas no se acaban con los sufragios. L a oligarquía con­
trola la maquinaria electoral, y puede cometer fraudes o cambiar los
resultados de los cómputos electorales; y si el fraude no resulta, mon­
tará un complot para encarcelar al candidato victorioso y a sus ad-
herentes, o anulará las elecciones. Y aún si el candidato revolucio­
nario es investido con la banda presidencial, es seguro que, al tomar
su primera medida revolucionaria, la oligarquía y el imperialis­
mo replicarán encarcelándolo o exilándolo... y asunto concluido.
Porque hay un cancerbero que guarda los intereses de la oligarquía y
de los imperialistas, y mientras se lo elimine, no hay solución.
El poder político es la expresión del poder económico, protegido por
la fuerza armada. El sistema actual está perfectamente establecido,
con métodos, medios e instituciones, cuya única función es defender
los intereses de una minoría privilegiada. Es iluso, ingenuo e infan­
til pensar que la oligarquía y el imperialismo van a permitir que se
les arrebate el poder real con una sonrisa en los labios, con pactos, con­
venios y noble palabras.
Debemos abandonar estos caminos tan trillados del electoralismo y
parlamentarismo. Lo que el pueblo peruano quiere ahora es un cam­
bio de lenguaje. A pesar de su falta de educación y de conocimientos
políticos, nuestros campesinos nos están diciendo cómo hablar. No to­
memos la senda equivocada. No sigamos confundiendo a nuestro pue­
blo. Digámosle lo que quiere oír. No caigamos en la trampa de las eleccio­
nes que la oligarquía nos prepara. No tengamos más ilusiones de lle­
gar al poder o de compartir el poder por medio de pactos o elecciones.

La vía de Fidel
L a experiencia latinoamericana nos ha demostrado recientemente en
forma clara cuál es el camino. Miren el caso de Cuba. La Cuba de Fidel
ha demostrado que es posible hacer una auténtica revolución, que es
posible comenzar la gran revolución latinoamericana a noventa
millas del litoral norteamericano; que es posible nacionalizar las re­
finerías norteamericanas en un país pequeño; que es posible nacio­
nalizar compañías azucareras y establecer cooperativas en ellas;
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

que es posible comenzar la industrialización y acelerar el proceso


del desarrollo económico; que es posible terminar con el monopo­
lio de la tierra y de la vivienda, y hacer propietarios de sus viviendas a
los habitantes de las ciudades, y propietarios de la tierra a los cam pesi­
nos que la trabajan; que es posible eliminar el analfabetismo y llevar
educación para todos, con un sistema completamente gratuito; en re­
sumen, que es posible resistir la propaganda política y económi­
ca, los ataques diplomáticos y militares del mayor imperio del m un­
do, y recuperar un sentido de patriotismo, independencia y carác­
ter nacional.
Cuba también nos dice que todo esto es posible con una condición: que
el pueblo derribe el aparato represivo que garantiza la existencia
continuada de aquellos grupos privilegiados y agresivos. L a liquida­
ción del sistema oligárquico e imperialista en Cuba, la transform a­
ción total del país, la supervivencia y fortalecimiento de la R evolu­
ción sólo han sido posibles sobre la base del pueblo en armas; y a aq u e­
llos que hablan todavía de la »tiranía castrista« y de la «minoría co­
munista que oprime a Cuba y la cubre de sangre«, se les debe decir que
el gobierno de Castro se basa en los obreros que tienen su arsenal al lado
de la fábrica, en los campesinos que tienen su arsenal al lado de la coope­
rativa y en los estudiantes que tienen su arsenal al lado de su Facultad
o Escuela; se basa en medio millón de hombres y mujeres del pueblo que
han recibido entrenamiento militar revolucionario y que tienen
las armas para defender su revolución y su gobierno. Que los expo­
nentes de la democracia representativa le den armas al pueblo, como
lo ha hecho Fidel Castro, para averiguar quién es el que goza del apoyo
del pueblo, quién es más democrático, más popular; que les den arm as a
su pueblo para ver si pueden permanecer en el poder, para ver si pueden
conducir al pueblo como lo han hecho los líderes de la Revolución C u ­
bana.
La Revolución Latinoamericana está en marcha
No sólo la experiencia cubana resulta valiosa. Toda América Latin a
está experimentando un proceso revolucionario. Las guerrillas ve­
nezolanas todavía luchan en las montañas; las tropas del traidor
Betancourt no pueden controlar a los patriotas que luchan en los E sta­
dos de Falcón, Lara, Yaracuy y Portuguesa. Jóvenes, estudiantes,
obreros, campesinos, profesionales, soldados honrados, que hablan
un lenguaje nuevo, conducen a los pueblos de América por el camino
de la liberación; y ni toda la ayuda norteamericana ni todos los aseso­
res norteamericanos pueden detener este proceso que se difunde por
los campos y las ciudades reviviendo las hazañas de Bolívar y Páez en
la flor de su vida.
Y en Colombia las guerrillas luchan en Tolim a, Huila y Vichada. En
las montañas de Guatemala tres grupos combatientes desafían al im­
perialismo y a sus títeres uniformados.
En Nicaragua también las guerrillas siguen los pasos de Sandino. En

3*4
la República Dominicana los patriotas combaten en los campos con
tácticas guerrilleras. En Ecuador también la revolución está en mar­
cha, a pesar de la represión militar instigada por los monopolios nor­
teamericanos.
L a revolución también avanza en Brasil, Argentina y Chile, a pesar de
que estos países difieren económica y socialmente del resto de Améri­
ca Latina. Los campesinos del Nordeste brasileño en ligas campesi­
nas, y los obreros, estudiantes y sectores medios del sur, empleando
sus propios métodos, avanzan rápidamente mientras la oligarquía se
debilita y se divide por sus muchas contradicciones. Lo mismo sucede
en Argentina, donde la poderosa clase trabajadora aumenta día a
día su conciencia revolucionaria, mientras los oligarcas y los milita­
res se turnan en el poder y se hunden bajo el peso de su propia incompe­
tencia.
El pueblo chileno pronto tendrá, este año, la oportunidad de perder
todas sus ilusiones respecto de la vía electoral en que está comprometi­
da la Izquierda. Los Partidos Comunista y Socialista aliados en el
f r a p creen que es posible llegar al poder por la vía electoral. Creen que
la oligarquía y el imperialismo van a renunciar a sus intereses en
forma parifica y destruir los yugos. Esta ilusión desaparecerá pronto
con las elecciones de este año19, y el pueblo chileno comprenderá, como
comprendemos nosotros los peruanos, como lo comprenden los acua-
torianos, los colombianos, los venezolanos, los centroamericanos,
los brasileños y los argentinos, que el camino de la liberación de
nuestros pueblos no pasa por la democracia representativa, porque ese
tipo de democracia es una trampa que ata a los pueblos y los mantiene
oprimidos y despreciados.
La Revolución avanza inexorablemente en el mundo entero
No sólo en América Latina avanza a grandes pasos la Revolución.
También en otros continentes los pueblos se están liberando. Lo que
aprendimos de geografía política en la escuela no sirve en la actuali­
dad, como probablemente lo que aprendamos hoy en día no servirá en
el futuro próximo, al surgir nuevas repúblicas en Africa, Asia y
Oceanía.
Estas nuevas repúblicas son el fruto de la gran revolución mundial de
nuestro tiempo. Muchas de ellas llevan a cabo la tarea de liberarse del
yugo colonial para llegar a la libertad total, mientras otras se esca­
pan del yugo colonial sólo para caer en manos del imperialismo nor­
teamericano que trata de reemplazar a los antiguos centros de opre­
sión colonial.
E l pueblo no toma el camino equivocado
y la lucha continúa
Ahí tenemos a la gloriosa Argelia, que obtuvo su independencia en
siete años de lucha desigual y heroica. Las guerrillas campesinas en
'*Dc la Puente tenia, rasón. Las elecciones presidenciales de 1964 en Chile fueron ganadas
por el candidato demócrata-cristiano, Eduardo Frei, y no por el candidato del p r a p , Sal­
vador Allende.

3'5
Gott / L a s guerrillas1en A m érk a Latina

las ardientes montañas del Sahara, los obreros y estudiantes en las


ciudades de la costa argelina y en la misma capital del imperio fra n ­
cés, París, derrotaron a 500.000 soldados con las mejores armas, con a r ­
mas norteamericanas obtenidas a través de la o t a n . Hoy la nueva re ­
pública sigue firmemente por la senda de la verdadera democracia,
segura de alcanzar el socialismo.
Ahí tenemos a Vietnam del Sur donde las guerrillas infligen im p or­
tantes pérdidas a cientos de miles de soldados títeres, con asesores
norteamericanos, armas norteamericanas, aviones, barcos y helicóp­
teros norteamericanos. E l heroísmo va en aumento,, el país crece, el
pueblo se convierte en un ejército y el enemigo tiembla y huye.
También debemos recordar a Corea del Norte, donde el im perialis­
mo norteamericano y 16 países satélites que enviaron tropas y arm as
fueron derrotados por el pueblo coreano encabezado por el cam ara­
da Kim II Sung para construir a través de grandes esfuerzos uno de los
países mejor integrados y de más alto nivel de desarrollo.
Podríamos seguir narrando las luchas de los pueblos por su liberación,
y concluir diciendo que el mundo atraviesa una de sus etapas revolu­
cionarias más rápidas. La revolución se extiende incontrolable­
mente por todo el mundo, especialmente p o r los países subdesarrolla­
dos. Porque la principal contradicción del mundo en que vivimos es
entre los oprimidos y los países imperialistas y colonialistas. Esta es
la principal contribución del camarada M ao Tse-tung. La senda revo­
lucionaria atraviesa los países oprimidos, en Africa, Asia y L a ti­
noamérica. Estas luchas de liberación son inexorables .
La coexistencia pacífica es el camino de la componenda. E s la con­
ciliación de clases a una escala internacional. Esperar que la com pe­
tencia económica se decida en favor de los países socialistas; refrenar
la lucha popular; difundir la esperanza de que otros países nos libra­
rán de nuestros
__
yugos, es caer en nuevas formas de1 colonialismo

mental. Es negar nuestra posición como revolucionarios, como m ar­
xiste-leninistas. Los pueblos hacen las revoluciones. Cada pueblo tie­
ne que liberarse a sí mismo por sus propios medios, y, en form a sim i­
lar, no puede existir cooperación entre explotadores y explotados ni
nacional ni internacionalmente.
Todo esto nos demuestra que la revolución en Perú no es una revolu­
ción aislada. La revolución del Perú es la revolución de América L a ­
tina y la revolución de Latinoaméricá es la revolución del mundo entero.

La victoria del socialismo es indiscutible


Esta revolución rápida e inexorable que no tiene paralelo en la historia
mundial (los cambios actuales en épocas anteriores habrían demo­
rado siglos) es posible gracias a la existencia y los troníos en todos los
campos del mundo socialista.
El campo socialista está creciendo. Hásta 1939, el comienzo de la Se­
gunda Guerra Mundial, habían sólo dos países socialistas: la Unión So­
viética, resultado de la gloriosa revolución de octubre de 1917, y la
Antecedentes peruanos

República Popular de Mongolia. A fines de la Guerra, en 1945, exis­


tían diez países socialistas.
Desde 1945 en adelante, la población del campo socialista creció de
250 millones a cerca de 1.200 millones, es decir, de los 3.000 millones de
habitantes del planeta, 1.200 millones, más de un tercio, viven libres de
la opresión y de la explotación, gozan de libertad de oportunidades y
distribuyen los frutos de la producción socialista de acuerdo con el tra­
bajo-realizado y la capacidad de cada uno. Los reaccionarios dirán que
la mayoría del mundo todavía vive en el campo capitalista, pero esto
son meras apariencias porque la mayoría de ios países dentro del cam­
po capitalista son explotados, y por lo tanto tratan de librarse de sus
explotadores propios y extranjeros. Estos son los pueblos sometidos
de Asia,* Africa y América Latina. También están los pueblos de los pro­
pios países imperialistas y colonialistas. Los negros norteamerica­
nos, por ejemplo, luchan por poner término a la odiosa discrimina­
ción racial y abandonan las protestas pasivas a fin de asumir la resis­
tencia firme y abierta frente a aquellos que se vanaglorian de ser cristia­
nos y demócratas humanitarios, y que sin embargo, pisotean al
pueblo por el color de su piel. Hace unos meses, los obreros españoles
de Asturias hicieron tambalear al régimen déspota de Franco. Los
obreros franceses luchan sin descanso por sus derechos, igual que los
obreros de Alemania, Italia, Holanda, Bélgica, Inglaterra, etc. Así,
lo que a primera vista o a través de los ojos reaccionarios parecería
una mayoría, en realidad es una minoria.de los monopolios, de los pri­
vilegiados y los oligarcas» que serán barridos por los obreros de todos
los rincones del mundo, conducidos por sus vanguardias proletarias.

Fortalezcamos nuestra fe en el pueblo y en la revolución

Esta visión rápida del mundo basta para fortalecer nuestras conviccio­
nes revolucionarias. Debemos tener fe en el pueblo y fe en la revolu­
ción. Se puede pensar que en número, la izquierda es pequeña, pero
esto no es verdad, porque los oprimidos y los explotados constituyen
una mayoría. Cuando se inicie el proceso revolucionario, estas ma­
sas oprimidas sacudirán el jugo del engaño y la mentira. Se librarán
de los ídolos de pies de barro. Unidos destruirán para siempre a sus
opresores tradicionales.
Debemos comprender esto; no somos una minoría. Representamos una
mayoría, porque la ideología de la verdadera izquierda —el marxismo-
leninismo— es la ideología del proletariado. Es la ideología de una clase
que, aliada con los campesinos, puede comenzar el proceso de libera­
ción de nuestro país. L a alianza de obreros y campesinos, dentro del fren­
te unido, con la participación de los sectores progresistas de la pequeña
burguesía: los pequeños y medianos agricultores, los pequeños y media­
nos comerciantes e industriales, profesionales y estudiantes, y algunos sec­
tores patrióticos de la burguesía nacional es el único instrumento capaz
de cambiar esta situación de injusticia, corrupción, atraso y desilusión.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Nuestro país experimenta una severa crisis de confianza. Es el resultado


del derrumbamiento de un sistema. Nosotros los revolucionarios de*
bemos ser capaces de inspirar una nueva fe en la revolución m undial, fe
en el socialismo que avanza inexorablemente en todo el mundo.
Nuestro pueblo, como todos los pueblos, es bueno y honrado. T am b ién
es crédulo, la capacidad de abnegación de nuestro pueblo es m aravillosa.
Mucha sangre, muchos sacrificios han regado el árbol de la revolución.
Nuestro pueblo ha creído y se ha sacrificado una y mil veces, y una y m il
veces ha sido traicionado.
Debemos impedir que nuestro pueblo caiga una vez más en las manos de
algún aventurero y una vez más sufra una desilusión. Debemos hacerle
ver que lo están estafando, para que abandone a aquellos que se apoyan
en él para servir a sus explotadores. Para evitar nuevas estafas, para evi­
tar que el pueblo crea fácilmente en cosas que no tienen relación con su
destino, para hacerle comprender que es la víctima del engaño de los p a r­
tidos chambones o reaccionarios, debemos continuar aclarando este
aspecto. Las ideas son nuestra arma principal en esta labor con las masas.
Transformémonos en apóstoles y maestros de la política. Reiñuamos la
conciencia revolucionaria de nuestro pueblo con nuestro ejemplo y con
una enseñanza clara.
Estemos bien conscientes, camaradas, que la revolución es un hecho
histórico que nada ni nadie puede detener. Estamos convencidos que el
pueblo es la única fuente de pensamiento y de acción para el cambio.
Comprendamos que ios cambios bajo la burguesía son imposibles:
Estamos seguros que sólo una vanguardia revolucionaría con una ideo­
logía proletaria será capaz de conducir el proceso de liberación. Olvidé-
mosnos de las elecciones y de los pactos políticos. Hablemos el nuevo len­
guaje. Exijamos que nuestros líderes encabecen esta lucha. Digámosles a
todos los sectores, explotados o abandonados por la oligarquía y el
imperialismo, que sólo un frente unido bajo el liderato de la alianza de
los obreros y campesinos será capaz de sacar a nuestro pueblo del oscuro
abismo en que ha caído.
Finalmente, consideremos las consignas para los problemas específicos
que fueron la finalidad de esta reunión.
¡F in a la represión!
Detengamos la mano asesina del gobierno burgués de Belaúnde. E s­
temos preparados para detener la mano de la represión y cortarla para
siempre. Digámosle a Belaúnde y a sus secuaces que asesinar a los campe­
sinos no detendrá la revolución, sino que la está apresurando. L a violen­
cia contra el pueblo ha existido siempre en diversas formas, y ahora está
alcanzando su límite. Estamos seguros que cada masacre y cada acto
represivo sólo puede ahondar la fosa donde enterraremos a la oligarquía,
al imperialismo y todos sus servidores.
¡Nacionalización inmediata del petróleo!
¡L a International Petroleum Co. debe pagar lo que le debe al gobierno!
¡L as intalaciones de la ip c deben ser confiscadas por el estado para saldar
la deuda!

3 '®
i

Antecedentes peruanos

¡Llamemos traidores a todos los que venden a su país!


¡Exijamos al gobierno de Belaúnde que realice lo que prometió! No más
estafas al pueblo. L a recuperación inmediata del petróleo en manos
extranjeras. Y fin al juego de pinpón con el problema del petróleo, que
juega la burguesía vacilante del Ejecutivo, y la oligarquía atrincherada
en el Congreso. Esta pelota candente es el petróleo, y se la pasan rápida­
mente el Ejecutivo y la Legislatura.
L a verdad es que no hay necesidad de una ley especial para hacer que la
i p c pague los 150 millones de dólares que debe y sanseacabó. Según la últi­
ma declaración del Ministro de Desarrollo cuando habló ante el Con­
greso, el valor de las intalaciones de la ip c es de 90 millones de dólares. El
Estado debe tomar posesión de las intalaciones y la i p c pagar el saldo.
De acuerdo con la Constitución y con la Ley, el Ejecutivo exige el pago me­
diante un decreto administrativo. Emplea la fuerza, confisca, participa
en la venta como acreedor y fija el precio que se le paga. Esta es la vía legal
cuando se quiere hacer una exigencia patriótica y cumplir con una pro­
mesa electoral. Naturalmente la ip c y los grandes monopolios del Perú
deben haber hecho toda clase de amenazas y deben haber repartido che­
ques a destajo. Y naturalmente, en un país donde los valores morales han
sido socavados, donde la corrupción, la inmoralidad, la hipocresía, el
oportunismo, la cobardía y la indiferencia abundan, las amenazas y el di­
nero, las presiones y recompensas siempre han dado resultado. Esta es la
única forma de explicar lo que pasó el otro día en la Comisión del Petró­
leo de la Cámara de Diputados, cuando algunos miembros, después de
suscribir un documento, reprentinamente cambiaron de parecer y suscri­
bieron otro, que incluía abdicar su función legisladora y someterse a la
entrega de la propiedad nacional.
Frente a esto declaramos traidores al país a aquellos que entregan el
petróleo, a aquellos que llegan a un acuerdo con la i p c ; a aquellos que no
recuperan para el Perú el subsuelo y las instalaciones; aquellos que condo­
nan la deuda de la i p c . Y que tengan cuidado los que tienen algo que ver
con esto directa o indirectamente: la alta traición se castiga de acuerdo con
el Código de Justicia M ilitar.
¡F in a las grandes haciendas y a la esclavitud!
¡L a tierra para el que la trabaja!
¡U na Reforma Agraria campesina!
En cuanto a la Reforma Agraria, exigimos una Reforma Agraria campe­
sina, una que signifique la devolución inmediata de la tierra robada a las
comunidades indígenas; la expropiación de las grandes haciendas, inclui­
das las plantaciones de azúcar; no habrá excepciones para los barones
azucareros, que se enriquecen enormemente explotando a nuestros tra­
bajadores, apoderándose de nuestras mejores tierras, y utilizando las
desventajas del libre comercio y los precios favorables del mercado mun­
dial.
Una Reforma Agraria que rescate el espíritu colectivista de nuestras
comunidades a fin de construir el socialismo en los campos; que garan­
tice las pequeñas propiedades y las estimule para que se unan en coope­

3 19
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

rativas; que eleva el nivel técnico de todos los sectores de la agricultura;


que incrementa la cantidad de tierra bajo cultivo en beneficio de todo el
país, y no sólo de una minoría, como ha sucedido hasta aquí. En resumen,
el país necesita una Reforma Agraria auténtica para liberar a nuestros
campesinos de todas las ataduras feudales, de la pobreza y de vivir preca­
riamente como lo han hecho hasta hoy día. Esto sólo será posible a través
de la destrucción de las grandes haciendas en sus diversas formas.
¡Luchemos por la unidad!
¡U nidadpara la Revolución!
¡L a unidad en la acción!
Desde que el m i r comenzó su vida política el 12 de octubre de 1959*°,
ha luchado por unir a la izquierda. Hemos realizado toda clase de esfuer­
zos por lograr esta unidad, hemos sido víctimas de maniobras, malenten­
didos y traiciones. El m i r todavía lucha y seguirá luchando por la uni­
dad, pero no la unidad con fines electoreros y, tomen nota, no la unidad
para presentar candidatos a la Presidencia, al Congreso o a los gobiernos
locales. No buscamos la unidad para eso. Para eso preferimos seguir
nuestro propio camino como lo hemos hecho hasta ahora. S i la unidad se
realiza a fin de luchar hombro a hombro con los campesinos en contra
del poder de la oligarquía, para hacer posible la revolución, entonces reci­
bimos la unidad con los brazos abiertos.
Esta esplendida reunión puede ser el comienzo de grandes hazañas en
nuestra lucha de liberación. En este momento los objetivos funda­
mentales de nuestra lucha son los siguientes: la destrucción del sistema
feudal y la expulsión del imperialismo norteamericano, los que tra­
bajando en conjunto oprimen a nuestro pueblo. Debemos canalizar
todos nuestros esfuerzos hacia el logro de estos objetivos. Es decir, propo­
nemos una revolución democrática de tipo nuevo, una revolución anti­
feudal y antiimperialista, conducida por la alianza de los obreros v
campesinos dentro de un frente unido que abarque a todos los demás sec­
tores de la nación que sufren los efectos de la explotación, la opresión y la
dependencia. Cuando hayamos alcanzado estos objetivos comenzaremos
la etapa siguiente de nuestra marcha hacia el socialismo.

La Revolución es el único camino que le queda a nuestro pueblo


La Izquierda peruana se unifica más cada día, a pesar de sus divisiones
actuales. La Izquierda esta corrigiendo sus errores, por medio de la auto­
crítica, que para ser revolucionaria debe ser sincera, seria, v sin restric­
ciones. Es muy importante que la nueva actividad surja de ella, para no to­
mar la senda equivocada, para no alentar a las masas con falsas esperan­
zas y una peligrosa confusión, para que no se aparten del único camino
hacia la libertad y la justicia, que es el camino revolucionario.
S í camaradas: la revolución es el único camino que le queda a nuestro
pueblo. Reconozcamos que nuestros hermanos campesinos, aban­
donados y explotados durante siglos, nos revelan la gran verdad de núes-
Fecha en que se separó del a f r a . Tomó el nombre de m ir algún tiempo después.

32°
H ugo Blanco y el valle de L a Convención

tro tiempo, están en marcha. Con sus tambores y flautas, sus estandartes
y sus hondas, sus mujeres y sus niños, sus voces terrenales pero celestiales
están proclamando el comienzo de la epopeya que finalizará con la ba­
jada masiva de nuestro pueblo victorioso de los faldeos eternos de los
Andes.

¡ Viva la revolución peruana ! u


Sobre este trasfondo, tan gráficamente descrito por De la Puente, de go­
bierno oligárquico, fraude electoral e intervención militar, tuvieron
lugar movimientos revolucionarios efímeros pero trascendentales, con­
ducidos primero, durante el periodo 1959-1963, por Hugo Blanco, y
luego, en 1965, por el propio De la Puente. Aunque ambos tuvieron lugar
principalmente en la región del valle de L a Convención, trágicamente
no coincidieron en el tiempo. Porque el movimiento de Hugo Blanco
consistió esencialmente de campesinos organizados que necesitaban
desesperadamente el apoyo guerrillero, mientras que el movimiento
guerrillero de De la Puente fracasó en gran medida por la falta de apoyo
del campesinado organizado. Los campesinos de Hugo Blanco se apo­
deraron de la tierra, pero no poseían los fusiles para defender sus con­
quistas. Las bien armadas guerrillas de De la Puente no tenían campesi­
nos a quienes defender.
L a razón era simple. En los años entre 1963 y 1965 — entre la caída de
Blanco y la subida de De la Puente— el gobierno promulgó una reforma
agraria. Aunque tremendamente insuficiente, le dio al campesino la sufi­
ciente esperanza en el futuro para enfriar su ardor revolucionario22. Y , en
forma más importante, el Ejército se dejó caer en la zona de los triunfos
de Hugo Blanco y, mediante represiones sangrientas, se aseguró que nin­
gún campesino que estimara la vida de su familia se volvería hacia un sal­
vador revolucionario y con barba.
11Citado por Roger Mercado en Las Guerrillas del Perú: E l mir : de la prédica ideológica a
la acción armada, Fondo de Cultura Popular, Lima, 1967, pp. 66-90.
**De especial importancia en este aspecto fue el Decreto Ley 1444 de la Reforma Agraria
que concernía en forma especial a La Convención. Fue promulgado por la Junta Militar el
28 de marzo de 1963.

Capítulo dos
H ugo B lanco v el V alle de L a C o n v e n c ió n

Hugo Blanco Galdós había nacido en el Cuzco alrededor de 19331 . Era hijo
de un abogado, aunque su madre era de origen campesino. Estudió en el
Colegio Nacional de Ciencias del Cuzco, pero fuera de una actuación
obligada en una huelga estudiantil para echar al director, no demostró
gran inclinación revolucionaría. El Cuzco mismo, no obstante, es una ciu­
dad radical. Abriga el recuerdo del gran Tupac Amaru que se alzó contra

'L a versión siguiente está tomada directamente de Hugo Blanco y la rebelión campesina,
de Víctor Villanueva, Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1967.
G o u / L a s guerrillas en Am érica Latina

los españoles a ñnes del siglo dieciocho. En años más recientes fue un
reducto comunista, cuando el Partido Comunista ortodoxo todavía era
una fuerza revolucionaria en el país. El Partido ejercía una influencia
radical tanto en la ciudad como en las zonas rurales adyacentes.
Luego de dejar el colegio de Cuzco, Hugo Blanco viajó a la Argentina
para matricularse en la Escuela de Agronomía de la Universidad de L a
Plata. Aunque su padre pudo haberlo financiado fácilmente, Blanco
prefirió costearse sus estudios universitarios trabajando como peón.
M uy * luego comenzó a participar activamente en actividades políticas
de izquierda, pero decidió incorporarse a los trotskistas y no al Partido
Comunista ortodoxo. Por esa época los comunistas argentinos se opo­
nían decididamente a Perón, cuyo gobierno, a pesar de todos sus defectos,
era devotamente antimperialista y antinorteamericano, y por consi­
guiente, contaba con el apoyo de un porcentaje considerable de la clase
trabajadora.
Blanco actuaba en un grupo trotskista, Palabra Obrera, dirigido por un
profesor de la Universidad de la Plata llamado Hugo Bressano. Bre-
ssano, que actuaba bajo el seudónimo de Nahuel Moreno, más tarde ten­
dría mucho que ver con los acontecimientos revolucionarios peruanos.
A fines de 1956, Blanco volvió de Argentina a Perú donde inmediatamen­
te se afilió al Partido Obrero Revolucionario ( p o r ) partido trotskista
que equivalia ideológicamente a Palabra Obrera. Víctor V illa nueva,
que ha escrito el único libro sobre Hugo Blanco, sugiere que ya por esta
época pensaba volver a la zona del Cuzco a fin de iniciar una campaña
gremialista entre los campesinos que se transformaría en la base de fu­
turas actividades revolucionarias2. Pero en realidad no volvió al Cuzco a
radicarse en forma permanente hasta 1958. Como en Argentina, trató de
identificarse con la clase que estaba ansioso de ayudar. Comenzó a vivir
entre los campesinos, se vestía como ellos, compartía su trabajo, y ha­
blaba su lengua, el quechua3.
Hugo Blanco era principalmente un organizador campesino, uno entre
muchos. Debido a que el Cuzco era una ciudad comunista, la zona adya­
cente había estado sujeta desde hacía algún tiempo a la influencia de los
organizadores comunistas. Pero de ningún modo había demasiados. L a
tarea de organizar a los campesinos en sindicatos era interminable. El
problema principal de estos organizadores y revolucionarios en embrión
fue que estaban divididos entre ellos. Y hay pocas divisiones ideológicas
más profundas que las existentes entre los comunistas y los trotskistas.
Por lo tanto, a la vez que luchaba contra los terratenientes, Hugo Blan­
co se encontró en una contienda perpetua con los intereses creados del
Partido Comunista local.
Perú, junto con Guatemala y Brasil, son los tres países de América
Latina en que los trotskistas han estado más activos. Pero Perú es el único
país donde hallaron un dirigente nativo que a la vez era un apóstol

*Villanueva, Hugo Blanco, p. 75.


3No muy bien, según me han dicho.

322
H ugo Blanco y el valle de L a Convención V

convencido de la fe. Luego del excesivo énfasis que los movimientos


guerrilleros que se discuten en este libro han colocado en el marxismo-
leninismo, es un pequeño alivio encontrar un líder campesino, que a
menudo operaba a diez mil pies de altura en los Andes, que ensalce las
virtudes del trotskismo-leninismo. El documento siguiente fue escrito
a fines de 1962 cuando la influencia de Hugo Blanco ya estaba en decaden­
cia. Es una carta que le escribió a los camaradas del Valle de La Conven­
ción donde había estado trabajando. Expresa claramente la tendencia
trotskista de su ideología:

Camaradas del Valle de La Convénción y Lares

Les escribo con la felicidad que experimenta el combatiente cuando ve que


el triunfo de la guerra está cerca después de librar un centenar de ba­
tallas. También me llena de satisfacción el que puedan ver que la línea que
hemos seguido y aún seguimos, nuestros métodos, y nuestra política, son
los adecuados.
Ahora siento una gratitud aún mayor por la memoria del Camarada
León Trotsky, quien visionariamente señalara este método en 1905.
Siguiendo su método de la ^Revolución Permanente» estamos alcan­
zando la victoria camaradas. Es por ello que resulta vital tener presente
ahora algunos de los principios generales de nuestra doctrina trotskis­
ta-leninista:
Las clases trabajadoras alcanzarán el reconocimiento de sus derechos
por la violencia, y no mediante fórmulas legales.
Experimentamos esto, camaradas, estamos alcanzando la victoria a tra­
vés de paros, huelgas, mítines, la división de la tierra en contraposición a
la ley burguesa, y la confiscación de haciendas lo cual también se con­
trapone a la ley burguesa.
Los métodos oportunistas, los métodos ‘ Pockochunracc’ han resultado
un fracaso. Hemos visto la inutilidad de las acciones judiciales, los
memorándum, las delegaciones ante el gobierno, el envío de telegramas,
las elecciones, los candidatos, etc.
Al considerar esto, podemos ver que para obtener nuestros triunfos, no
hemos esperado al gobierno legalista burgués. En lugar de ello, hemos
hecho pedazos el poder de ese gobierno en nuestra zona, estableciendo
nuestro propio gobierno obrero y campesino, con sus instituciones, pro­
pias, sus métodos propios y leyes propias. Es decir, estamos haciendo
una revolución, y no estamos esperando las reformas o paños calientes
dentro del régimen burgués.
Sólo un gobierno de obreros y campesinos solucionará los urgentes pro­
blemas del país.
Las masas de L a Convención y Lares son campesinas y nosotros sus
dirigentes tenemos una doctrina socialista y proletaria.
A medida que los campesinos comienzan a trabajar en los campos o fá­
bricas de su cooperativa comienzan a ser trabajadores socialistas.
Nosotros los obreros y campesinos tendremos que asumir el poder en

3*3
* G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

todo el Perú, destruir el régimen burgués (como ya lo hemos hecho en


algunas zonas), a fin de resolver el principal problema nacional: la
Reforma Agraria (o más bien la Revolución Agraria), la expulsión del
imperialismo, y la industrialización. Sólo un gobierno de obreros y
campesinos, que asume el poder en una revolución luego de destruir al
Estado burgués, será capaz de llevar adelante estas tareas, y no una
«Democracia Populan o una «Coalición Democrática* ni ningún otro
engendro que resulte de las elecciones burguesas.
El triunfo del movimiento depende de su difusión.
Cualquier beneficio, cualquier triunfo por parte de los trabajadores en
un lugar; cualquier lucha, una huelga, un paro, una toma de tierra, las
confiscaciones de haciendas, etc., debe extenderse antes de ser
profundizado.
Rusia no ha alcanzado el socialismo ni lo hará hasta que la revolución
sea mundialmente victoriosa. Chaupimayo no progresará en su R evolu­
ción Agraria hasta que ésta se haya extendido por todo el valle, y el valle no
progresará hasta que ésta no se difunda por todo el país.
El espíritu aislacionista y anturevolucionario de la teoría estalinista
del «Socialismo en un país* es peligroso y suicida. Es por esto que el
camarada Trotsky combatió esta aberración teórica, y es por esto que
fue asesinado. Debemos ocuparnos de difundir el movimiento en lugar
de profundizarlo.
Confisquemos todas las haciendas del valle como se hizo en «Paltaij bam ­
ba*. Si los terratenientes se incorporan al sindicato y obedecen sus
decisiones, entonces se les dará viviendas adecuadas y se les inform ará
acerca de las mejoras que hay que introducir.
Perú es un país atrasado, semicolonial, capitalista, con algunas carac­
terísticas feudales; es por esto que su revolución debe ser una mezcla de
democracia burguesa y socialismo.
Perú no es un país feudal, forma parte integral del sistema imperialista;
es un productor atrasado de materias primas, las que el país imperialista
con sus industrias altamente desarrolladas convierte en productos que
nos venden a precios exorbitantes. Nuestro país no es feudal porque no
produce únicamente para su consumo interno: no es autosuficiente; re­
pito, es parte integral del cuerpo imperialista y el imperialismo es la últi­
ma etapa del capitalismo.
Teniendo esto en mente, nuestra revolución es burguesa-democrática
y socialista. Burguesa-democrática en el caso de los aspectos feudales
y precapitalistas: la división de la tierra es una medida burguesa demo­
crática. Socialista en los aspectos capitalistas: fábricas, minas, comer­
cio externo, plantaciones industrializadas, etc. Además, nuestra revo­
lución está tomando medidas socialistas aun en las haciendas atrasadas
de nuestra zona: los bienes de los terratenientes, las cosechas, el ganado,
etc. se transforman en la propiedad socialista del sindicato.
Este aspecto de nuestra revolución es la reafirmación más notable de la
teoría de Trotsky sobre «Revolución Permanente«.

324
H ugo Blanco y el valle de L a Convención

El proceso revolucionario peruano marca el fin de la teoría cstalinista de


la «Revolución por etapas«, que equivocadamente afirma que nuestra
revolución sólo puede ser burguesa-democrática, y que los capitalistas lo­
cales, a los que llama «burgueses progresistas#, se unirán a nuestra lu­
cha contra el letifundismo y el imperialismo. Todo esto es una mentira,
como lo estamos comprobando, otro cuento oportunista.

/ Tierra o muerte!
¡Venceremos! 4

Esta carta fue escrita cuando Hugo Blanco comenzaba a experimentar el


peso total de los ataques comunistas en su contra. Cuatro años antes, en
1938, cuando por primera vez había ido al valle de La Convención, las
cosas habían sido más fáciles.
Un inquilino le había cedido parte de su propia parcela en la zona de
Chaupimayo en el valle de La Convención5. Hugo Blanco comenzó así su
vida como organizador de sindicatos desde una base como subinquilino.
Víctor Villanueva escribe:
»Y así dio comienzo a su campaña sindicalista para organizar a los cam­
pesinos, creando en ellos conciencia de clase, instruyéndolos en sindi­
calismo así como en cuestiones de higiene, clarificando los problemas de la
zona misma, inculcándoles un conocimiento de sus propios derechos,
organizando la labor cultural — mediante la fundación de escuelas— y
el trabajo sanitario, y disponiendo la creación de postas de atención mé­
dica. En resumen, haciendo un esfuerzo enorme en beneficio del
campesinado#6.
En su actividad educacional logró hasta suprimir el difundido uso de la
coca y el alcohol.
Cuando llegó por primera vez al valle de L a Convención existían sólo
seis sindicatos. Se ocupaban casi por entero de asuntos legales, y según
Adolfo G illy, servían más para dar prestigio a los abogados de izquierda
del Cuzco que a los mismos campesinos7. No obstante, en tres años Hugo
Blanco había creado 148 sindicatos, sólo en L a Convención*. El mismo
era el delegado de su sindicato, de Chaupimayo, ante la Federación
Campesina Provincial de L a Convención y Lares. M ás tarde fue el dele­
gado de esta organización ante la Federación Campesina Departamental

‘ Escrito desde Chaupimayo, alrededor de octubre de 1962, citado por Mario A. Malpica
en Biografío de la Revolución . Ediciones Ensayos Sociales, Lima, agosto de 1967. pp. 468-
47 ' -
La situación de los campesinos en La Convención está muy bien descrita en el informe de
la c id a , sobre el Perú, pp. 206-209.
‘ Villanueva, Hugo Blanco, p. 75.
7Adolfo Gilly, »Los sindicatos guerrilleros del Perú*, Marcha , agosto de 1963. El lector
debe recordar una vez más que Gilly simpatizaba con el trotskismo por lo que era contrarío a
las actividades de los comunistas ortodoxos.
*YVesley W. Craig Jr ., en su artículo The peasant movement o f La Convención, mani­
fiesta que habían ‘ más de sesenta*. También calcula que en el valle habían entre diez y once
mil inquilinos.

325
G oU / L a s guerrillas en Am érica Latina

del Cuzco, donde actuó como secretario a cargo de los problemas de la re­
forma agraria.
Esta actividad naturalmente coincidía directamente con lo exigido por la
teoría trotskista. En un sentido, Hugo Blanco, era sólo otro organizador
sindicalista más, aunque resultó tener cualidades excepcionales para esta
labor. Escribía:

»E1 nuevo instrumento que se le ha dado al campesinado en su lucha


por la reforma agraria es el sindicato campesino... Este servirá de
base para el futuro gobierno del pueblo peruano, del gobierno
revolucionario***9.

Apenas había organizado los primeros sindicatos, cuando se dedicó a


organizar huelgas, principalmente por un mejor trato y mejores condi­
ciones de trabajo. Así, ya en 1959 hubo huelgas en las haciendas de Paccha
Grande, Chaijcamayo y Chaupimayo. Las huelgas fueron inmediata­
mente declaradas ilegales, porque las autoridades sostenían que puesto
que los sindicatos eran ilegales, las huelgas lo eran también.
Villanueva explica la situación:

"¿Qué implica una huelga de inquilinos? Nada más que un paro. Es


decir, una negativa a pagarle al patrón el arriendo de la tierra que
se paga con el trabajo. Durante la huelga el patrón pierde el tra­
bajo gratis al que tiene derecho, y esta pérdida en época de cose­
chas puede ser extremadamente grave. El inquilino tiene una ven­
taja adicional. Puesto que no trabaja para el patrón, tiene más tiem­
po a su disposición para su propia parcela de tierra. Las huelgas
fueron un éxito a pesar de sus propias parcelas. Los patrones se vie­
ron obligados a ceder; los campesinos ganaron. En consecuencia los
sindicatos se extendieron por el valle con gran rapidez**10.

Aparte de los esfuerzos de Hugo Blanco, otros organizadores trotskis-


tas, miembros del por , habían estado activos en otros lugares, especial­
mente en Puno y Arequipa.
Eran tan optimistas acerca de los efectos de la sindicalización campe­
sina que en noviembre de 1960 se realizó en Arequipa un Congreso del
por en el que se trazó un programa revolucionario. La forma de la
revolución sería la guerra de guerrillas. La decisión de embarcarse en
ésta fue unámine. Villanueva sugiere que muchos de los delegados difícil­
mente pueden haberse dado cuenta de lo que estaban aprobando:

»Es probable que los diversos factores que se tomaron en cuenta fue­
ron estudiados sólo en forma muy superficial, con gran optimismo,
y que algunas de las condiciones subjetivas fueron exageradas. Pero

*Hugo Blanco, E l camino de nuestra revolución, Lima 1964.


'“Villanueva, Hugo Blanco, p. 77.

326
H ugo Blaoco y el valle de L a Convención

el hecho es que la decisión fue unámine. También pudo ser que en


su fuero interno cada delegado pensó que las conclusiones a que ha­
bían llegado eran tan utópicas que no costaba mucho aprobar la
alinea subversiva* la cual, podía suponerse sin temor a equivocarse
nunca sería llevada a la práctica*11 .

Sin embargo el Congreso evidentemente tenía conciencia de las


debilidades del po r , si actuaba por su cuenta. Una de las proposiciones
emanadas de él fue la formación de un «Frente Revolucionario* que uni­
ría a la Izquierda peruana alrededor de un programa revolucionario úni­
co. El Congreso también pedía asesoría y ayuda a la Oficina de la C uar­
ta Internacional (trotskista) en Buenos Aires, conocida como slato (Secre­
tariado Latinoamericano de Trotskismo Ortodoxo).
El slato , consciente de la actividad entre el campesinado peruano, ya ha­
bía realizado en agosto de 1960 una reunión de sus dirigentes en Santiago
de Chile a ñn de discutir la situación. Ahora, en respuesta al llamado del
por peruano, organizó otra reunión en abril de 1961 en Buenos Aires, a la
que asistieron delegados de Perú, Chile, Argentina, Bolivia, Uruguay y
Venezuela. En esta reunión la tesis peruana — propuesta ante el Con­
greso del por en Arequipa— fue aceptada y se acordó enviar dinero y cua­
dros de entrenamiento al Perú. Al mismo tiempo se expresó la esperan­
za de que se pudiera intensificar la actividad insurreccional en otros paí­
ses latinoamericanos —especialmente en Brasil, Venezuela y Colom­
bia— con miras a acelerar la revolución continental. L a reunión de
Buenos Aires contemplaba la posibilidad de desarrollar procesos seme­
jantes a los del Perú en Brasil, entre las organizaciones campesinas de
Francisco Ju liao y en Guatemala, entre aquellas de Yon Sosa, En
cuanto a los cuadros prometidos, slato cumplió rápidamente su promesa.
En junio de 1961, Alberto Pereyra, trotskista argentino, llegó a Lima,
seguido en octubre por R. Creuss y un español, Jo sé Martorell, que duran­
te la guerra había trabajado para la resistencia francesa. Los tres eran
miembros de la rama argentina del slato y todos tenían un largo pa­
sado revolucionario.
Trabajaron rápida y eficientemente. Se aseguraron la aparición regular
del periódico po r . Formaron nuevas células del partido, y establecieron
contacto con diversas organizaciones menores. El periódico por difun­
día las ideas de la conferencia de Arequipa, o sea, la necesidad de formar
un «partido único de la revolución peruana* que uniría a todos los gru­
pos de la izquierda revolucionaria en torno de un programa único.
En junio se creó en el Cuzco un Frente Revolucionario, y en diciembre
se formó el Frente de Izquierda Revolucionaria (f ir ) de la unión del por
y una serie de grupos independientes que se habían reunido en la
Agrupación pro-Unificación de Izquierdas Revolucionarias (a pu ir ).
Ricardo Letts Colmenares ha explicado algunos de los problemas que
enfrentaba el f ir :
" V i l l a n u e v a , H u g o B la n c o , p. 79.

32 7
Gott / L as guerrillas en Am érica Latina

»El f ir había reunido en Lima un equipo teórico de bastante calidad


y había creado una organización militar, si bien sólo urbana, con
cerca de sesenta miembros. Basándose en un internacionalismo
ortodoxo algo exagerado, la organización trotskista internacional
trasladó a sus mejores hombres al Perú. Grupos trotskistas extranje­
ros hicieron su aparición en Lima y trabajaron en forma activa,
poniendo en práctica en forma escrupulosa las instrucciones de su
partido. De tiempo en tiempo, había visitas de los dirigentes máximos
de la organización internacional, que normalmente vivían en el
extranjero. Todo .esto era algo completamente nuevo en el país y
y pronto llegó a ser demasiado para las condiciones políticamente
subdesarrolladas a las que por largo tiempo habían estado acostum­
bradas las organizaciones peruanas de izquierda. Todo el aparato
político estaba extraña y erradamente mezclado con el aparato
militar, relativamente fuerte. No obstante, ninguno de los dos te-
nía conexión en absoluto sólida con el otro extremo de este eje
revolucionario, el extremo campesino, los dirigentes del Cuzco y de
La Convención.. V 2.

Inmediatamente después de su llegada a Lima, Martorell envió a Pe-


rey ra al Cuzco para trabajar con Hugo Blanco. Pereyra debía prepa­
rar y organizar grupos guerrilleros, mientras que Blanco debía trans­
formar el movimiento campesino existente en una fuerza más sóli­
da y coherente.
Algún tiempo después el propio Hugo Bressano, el antiguo mentor po­
lítico de Hugo Blanco y jefe del s l a t o , llegó al Perú procedente de
Argentina. Inmediatamente inició conversaciones con los dirigen­
tes de diversas facciones izquierdistas. No obstante, pronto se hizo evi­
dente que existían graves motivos de discordia entre el grupo que ope­
raba fuera del Cuzco, que pensaba en términos de organizar un movi­
miento guerrillero, y el de Bressano en Lima, que no tenía intención
de apoyar nada que fuera más allá de la toma de tierras por los campesi­
nos y la formación de milicias campesinas para proteger sus conquis­
tas.
En un comienzo el desacuerdo tomó la forma de una negativa por par­
te del grupo del Cuzco de considerar una reunión con los demás organi­
zadores en Lima. Cuzco, pensaban, era el lugar obvio. El asunto se re­
solvió cuando se convenció a los cuzqueños que valía la pena ir a Lim a,
y eventualmente Pereyra fue enviado a las reuniones realizadas en
Lima en febrero de 1962.
El primer problema importante que había que resolver —en realidad 12

12Ricardo Leus Colmenares: “Perú: revolución, insurrección, guerrillas#, Partisano,


(París), citado por Malpica, pp. 476-478. El mismo artículo aparece, bajo el seudónimo de
Américo Pumaruna en Pensamiento Crítico N° 1. Fue publicado por vez primera en Cuader­
nos de Ruedo Ibérico, N° 6, abril-mayo 1966.

328
H ugo Blanco y el valle de L a Convención

el problema fundamental en todo este esfuerzo— era el de reunir dine­


ro. En diciembre de 1961, fue «expropiada», una de las ramas del Banco
Popular, pero consiguieron sólo 105.000 soles (alrededor de cuatro mil
dólares), la mitad de los cuales estaba en billetes nuevos que no podían
utilizarse porque la policía conocía su numeración.
slato originariamente había ofrecido un subsidio de ocho a nueve mi­
llones de pesos argentinos (alrededor de 120.000 dólares), pero Villa-
nueva duda de que alguien haya tomado en serio una oferta tan
grande . No obstante, cierto tiempo después de su arribo a Lim a, Hugo
Bressano anunció su intención de volver a Buenos Aires para finiqui*
tar las cuentas é c la rama de su organización en Argentina y de entre­
gar más de medio millón de soles (alrededor de veinte mil dólares) a la
rama peruana en calidad de préstamo. Bressano dispuso que la mi­
tad de esta suma fuese entregada en febrero de 1962 y el resto no más
tarde del 15 de marzo.
L a necesidad de dinero de Hugo Blanco se hacía cada vez más urgente
ya que se planeaban dos Congresos, uno de ios Campesinos de La Con­
vención y Lares, y el otro un Congreso Campesino del Departamen­
to del Cuzco. En ambos seguramente se producirían serios choques
entre el fir y los comunistas. Estos últimos ya planeaban expulsar a
Hugo Blanco de la Federación Campesina.
Pero llegado el momento Bressano no entregó el dinero. El 11 de
marzo de 1962, hubo que enviar a Alberto Pereyra del Cuzco a Lima pa­
ra obtener los fondos necesarios del Directorio Nacional del f ir . Este
último, sabedor de que Bressano no tenía intención de cumplir su
promesa, ya se había embarcado en la planificación de una segun­
da «expropiación» — esta vez la sucursal del Banco de Crédito en M i­
radores, uno de los suburbios más lujosos de Lima. Pero los planes pa­
ra éste aún no se habían concretado y mientras tanto los organizado­
res de la zona del Cuzco estaban desesperados. A fines de marzo, el D i­
rectorio Departamental del fir en el Cuzco envió un ultimátum a
Lima exigiendo la realización de un Congreso Nacional en el Cuzco a
más tardar el 5 de abril. Si esto era rechazado la directiva del Cuzco
amenazaba apoderarse d$l Directorio Nacional.
Pero cuando este ultimátum llegó a Lima, sucedió que Bressano ha­
bía llegado recién de Buenos Aires. Inmediatamente acusó a los orga­
nizadores cuzqueños entre ellos a Hugo Blanco de falta de discipli­
na, y ordenó que fuesen retirados de sus cargos.
Entretanto el i° de abril, el grupo urbano del fir en Lim a por fin logró
conseguir el automóvil que planeaban utilizar en el asalto al Banco de
Crédito, y el 12 de abril tuvo lugar la operación. Fue un éxito total y la
suma obtenida fue de casi tres millones de soles (alrededor de 120.000
dólares).
Se decidió que medio millón de soles serían llevados de inmediato al
Cuzco. Trescientos mil soles serían entregados a Bressano, y el resto

,#Villanueva» H u g o B la n c o , p. 9 3 .

3 29
G o t t / L a s guerrillas en Am érica Latin a

fue consignado a un peruano residente en Lim a para la compra de


armas.
Además del dinero, una serie de lideres importantes, incluyendo a
Pereyra, Martorell y otros, viajarían ai Cuzco. El problema consistía
en hacerlos llegar a salvo junto con 'el dinero. Después del asalto al
Banco de Miraflores, estaban estrechamente custodiados todos los
caminos que salian de Lima, y las autoridades estaban tan agitadas
por los rumores de posibles alzamientos en la zona del Cuzco que era
prácticamente imposible llegar al Cuzco sin ser registrados. L a so­
lución obvia habría sido enviarlos de a uno o de a dos por rutas diferen­
tes, pero en lugar de ello, Bressano decidió que todos 9e irían escondi­
dos en un camión.
Los organizadores cuzqueños se oponían tenazmente a un plan tan des­
cabellado, y sugirieron que por lo menos el camión debía dirigirse di­
rectamente al valle de L a Convención en lugar de arriesgar la entrada
al Cuzco. Y se manifestaron muy contrarios a la idea de que el dinero
viajara junto con estas personas. Pero los dirigentes del slato de Lim a
se mostraron igualmente ñrmes. Hombres y dinero viajarían en un ca­
mión al Cuzco. Villanueva comenta irónicamente:
«Verdaderamente parece como si la directiva del slato , en lugar de
encontrar soluciones para los problemas, se hubiera deleitado en
poner a prueba los nervios de los militantes y dirigentes, jugando
innecesariamente con fuego al colocar toda la organización en pe­
ligro y, lo que es peor, poniendo en peligro las posibilidades de la
insurrección misma«14.
Estas palabras no parecen demasiado fuertes si se considera lo que su­
cedió después. En la noche del 24 de abril de 1962 salió de Lim a un ca­
mión alquilado con un compartimiento ocultó en que viajaban nueve
hombres. Tres días y quince puestos policiales después llegaron a L i-
matambo, a unos treinta kilómetros del Cuzco.
Allí los esperaban varios miembros del Directorio Departamental
del Cuzco. Estos propusieron un cambio de planes. En lugar de seguir a
la ciudad, el camión debía detenerse a un par de kilómetros de ésta, y
los hombres debían seguir por rutas separadas, partiendo a horas dife­
rentes. Pero el jefe del grupo de Lima se negó y el camión siguió viaje,
llegando al Cuzco a las dos de la madrugada.
Apenas cuatro de los nueve hombres escondidos dentro habían teni­
do tiempo de desembarcar cuando apareció una patrulla policial. Pe­
reyra logró abrir fuego e hirió a un guardia, pero él y otro fueron luego
capturados. Los demás lograron escapar, pero la policía encontró
en la persona de Pereyra la suma de 438.000 soles (alrededor de 17.600
dólares).
Esa misma noche, 28 de abril, unas horas después de la captura del ca­
mión, los líderes restantes provenientes de Lima tuvieron una
i4V illa n u e v a , H u g o B lan co , p. 12 0 .

33°
H ugo Blanco y el valle de L a Convención

reunión con los del Cuzco, para discutir cómo seguir. Martorell tomó el
lugar de Pereyra, pero debido a que Hugo Blanco y dos de sus principa­
les ayudantes habían sido anteriormente retirados de sus cargos por
Bressano, desde Lima tuvieron que enviar a otro hombre para que se hi­
ciese cargo del Directorio Departamental del fir en el Cuzco.
L a noche anterior a la partida del camión desde Lim a, Bressano, en
una despedida emocional, dijo que al día siguiente partiría en avión
al Cuzco para participar en el Congreso Nacional del slato a reali­
zarse allí. Al día siguiente, no obstante, Bressano tomaba un avión pa­
ra Buenos Aires.
Y el 4 de mayo, Hernán Boggio se entregó voluntariamente a la po­
licía. No sólo había sido, el principal recibidor del dinero, sino que
además era miembro del Comité Central del fir y uno de los represen­
tantes del Perú ante slato .
De este modo llegó a su término la asociación de Hugo Blanco con el
movimiento trotskista internacional. Había resultado un desas­
tre, pero, como sucedió con Yon Sosa en Guatemala, la falta de una or­
ganización nacional que le proporcionara un apoyo adecuado le ha­
bía dejado sin muchas alternativas. Víctor Villanueva, a quien se
debe esta versión, quizás pinta a Bressano como demasiado bellaco.
De todos modos, fue un episodio penoso. Ricardo Letts ha dejado un
breve resumen de lo acontecido:

»En Lima, la organización había dado comienzo a sus activida­


des. Fueron »expropiados«, dos bancos, mediante operaciones de
comando y con el ñn de obtener fondos para la lucha revolucio-
nana. Después de estas operaciones, la mayor parte del grupo de­
bía dirigirse al Cuzco para establecer contacto con la organi­
zación que operaba en las zonas rurales. Una vez allí, habrían de­
sarrollado ana táctica para coordinar las «movilizaciones»
campesinas para las ocupaciones de tierras, con el tipo de orga­
nización sindical débil ad hoc creada en torno de un dirigente y
de algunas consignas muy elementales, y finalmente, con las
guerrillas que estaban por crearse.^
»E1 resultado fue determinado por las condiciones específicas
de la estructura revolucionaria que estamos analizando. En
Lima existían serias discrepancias entre los miembros de la direc­
tiva política y aun más serías entre éstos y la rama militar. Para
colmo, las relaciones entre todos ellos y la directiva internacio­
nal estaban a punto de romperse. Dos factores desempeñaban
un papel de especial importancia en esta situación: uno era el pro-
bema de qué utilizar, qué distribuir, sobre qué rendir cuentas y
qué conservar; éste era el principal motivo de dificultades con
la directiva internacional. El otro era el problema de la suce­
sión del mando y la total y profunda ignorancia sobre la línea tác-

33 1
Gott / Las guerrillas en Am érica Latina
tica a tomarse. Esto era lo que provocaba dificultades entre la
sede política y la organización militar. Al aproximarse el mo­
mento de entrar en acción, seguía la discusión de si era o no necesa­
ria una directiva política, y de ser así, si debía estar por encima
de la directiva militar15*.«

Al quedar abandonado a sus propios recursos, a Hugo Blánco no le


quedó otra alternativa que seguir con la organización de los sindica­
tos campesinos. Pero junto con este trabajo, pasó a otra etapa: alentar
a los campesinos a ocupar de hecho las tierras, bajo la consigna Tierra
o Muerte . Como Secretario de la Reforma Agraria de la Federación
Campesina de La Convención, emitió el siguiente decreto:

1. L a Asamblea General de cada sindicato nombrará una »comi-


sión de la reforma agraria» integrada por miembros de esta asam ­
blea.
2. Los arrendires (inquilinos) y los allegados (subinquilinos) se
transforman automáticamente en propietarios de la tierra que
trabajan.
3. La tierra no cultivada se distribuirá en parcelas, comenzando
por los campesinos más pobres.
4. Las tierras en que se han hecho siembras para el patrón seguirán
en poder de éste, siempre que no haya demostrado una actitud de
atropello del ser humano. De ser así, estos cultivos, y posible­
mente la casa patronal, pasarán colectivamente a poder del sin­
dicato para ser usados como escuela, etc.
5. Las autoridades al servicio de los patrones no podrán intervenir,
porque los únicos que comprenden la realidad agraria como corres­
ponde son los propios campesinos17.

Pero al ser abandonado por los trotskistas y sometido a los continuos


ataques de los comunistas, Hugo Blanco se fue quedando cada vez más
aislado. Y si se tiene en cuenta el aislamiento del propio valle de L a Con­
vención —sólo se conecta con el mundo exterior a través de un ferroca­
rril de trocha angosta de una sola línea que se emplea principalmente
para transportar a los turistas desde el Cuzco a Machu-Picchu— no se
podía abrigar muchas esperanzas de que sus ideas fuesen muy difundi­
das. Las tomas de tierras que ayudó a organizar fueron muy luego bru­
talmente reprimidas por la policía y el Ejército, los que llegaron al
valle hacia fines de 1962. En el intertanto, Hugo Blanco se vio envuelto
en dificultades más serias.

15Ricardo Letts, «Perú*, Partisans.


'*«Tierra o Muerte*, mezcla del grito post-1916 de Zapata «Tierra y Libertad*, y del lema
de Fidel Castro «Patria o Muerte*.
* «•

' V i l la nueva, H u g o B la n c o , pp. 12 7 -8 .

332
H ugo Blanco y el valle de L a Convención

U n rico y poderoso hacendado del valle había violado a la mujer y a


una de las hijas menores de un campesino llamado Tiburcio Bola-
ños. E l hacendado, como era normal, acusó luego al campesino de ame­
nazas y exigió su comparencia ante el cuartel de la Guardia Civil para
explicar su proceder. Cuando llegó un sargento de la policía a notifi­
carle al infeliz campesino que debía presentarse al despacho de la
G uardia Civil, Bolaños dijo que por ningún motivo se presentaría. El
sargento envió luego a dos policías para que procedieran a apresar al
recalcitrante campesino. Pero, en el camino se encontraron con el
hacendado y varias otras personas, y cuando llegaron cerca de la cho­
za de Bolaños, estaban todos borrachos. De modo que enviaron a un
muchacho para que le comunicase a Bolaños que debía presentarse
ante la Guardia Civil. E l muchacho volvió, y dijo que Bolaños había
prometido presentarse ante el puesto policial al día siguiente. En­
tonces el hacendado ebrio se bajó de su caballo y disparó su revólver
hiriendo al muchacho en el brazo izquierdo.
Cuando finalmente la madre del muchacho lo encontró, dio cuenta
inmediata de lo sucedido al secretario general del sindicato campe­
sino de Ocayara, que era el propio Tiburcio Bolaños. Este quiso par­
tir de inmediato al pueblo de Quillabamba a denunciar el crimen ante
el juez, pero otro campesino le aconsejó que primero lo discutiera
con Hugo Blanco.
Blanco citó a reunión del sindicato, escuchó la narración de Bola-
ños, y organizando luego un grupo que lo acompañaría al día siguien­
te al pueblo de Pucyura. Sabiendo lo peligrosos que podrían ser el ha­
cendado y sus hombres, y porque antes que todo era un revoluciona­
rio, Hugo Blanco pensaba obtener armas del puesto policial de Pucyu­
ra.
A las cinco de la tarde del 13 de noviembre de 1962, Blanco dejó a su gru­
po en el lado de afuera del puesto policial y entró solo. Encontró a un
guardia, uno de los soldados que había sido enviado el día anterior
para capturar a Bolaños, y le explicó que como los hombres del hacen­
dado estaban armados, sus hombres también necesitaban armas.
Blanco solicitó entonces al guardia policial que le hiciese entrega
de todas las armas que había en el puesto policial. El hombre se negó a
ello, y Blanco lo amenazó con su revólver. El policía trató de dispa­
rar, pero Blanco disparó primero. Luego de un intercambio de balas,
el policía cayó herido. M ás tarde falleció.
Pero el ataque al puesto no resultó de gran valor ya que Blanco y sus
hombres sólo lograron obtener tres rifles, un revólver, y algunas mu­
niciones y equipo. Y en lugar de ser un grupo llegado a investigar los
crímenes del hacendado, se transformaba en un grupo de fugitivos
de la justicia por haber muerto a un policía.
De allí en adelante, Hugo Blanco fue un fugitivo. Bajo la severa re­
presión, los campesinos a menudo se volvían contra él. Los comunis­
tas también hacían propaganda en su contra.

333
Gott / Las guerrillas enAmérica Latina
Ricardo Letts comenta:
«En lugar de guiar, fortalecer y consolidar a las masas campesi­
nas que lo habían seguido durante todo el proceso de agitación y
huelgas, este acontecimiento les hizo retroceder aún más de lo
que habían estado antes, en gran parte debido a la represión po­
licial. Frente a esto, Blanco se sintió abandonado no sólo por su
propia organización, el f ir , que fue destruido por la policía pri­
mero en Lima y luego en el Cuzco, sino que ahora también por los
campesinos. Sin una formación política o teórica, y sin verda­
dera experiencia en la insurrección armada, volvieron a caer
en la apatía sin comprender verdaderamente lo que estaba su­
cediendo* .

Hugo Blanco fue capturado el 29 de mayo de 1963. Fue encarcelado,


más tarde procesado, y sentenciado a veinte años de prisión. Se halla en
una cárcel situada en una isla frente al Callao, allí se dedica a escribir
y ocasionalmente recibe la visita de algún periodista extranjero.

Capítulo tres
La mverte de J avier H eraud en P uerto M aldonado

El mismo mes en que fue capturado Hugo Blanco, mayo de 1963, venía
ayuda en camino. Un grupo de jóvenes intelectuales peruanos, que
retornaban al país desde Cuba, proyectaban hacerle llegar asisten­
cia armada. Entre ellos se hallaba un joven poeta de veintiún años,
Javier Heraud. Producto típico de las clases superiores peruanas, se
había educado en Markham, colegio inglés de Lima, y en la U niversi­
dad Católica. Pero, al volverse contra su clase, se transformó en un re­
volucionario de vida extremadamente efímera. Quizás por sus antece­
dentes aristocráticos, o quizás por ser un poeta que prometía, su m uer­
te causó gran revuelo en el Perú. M ás tarde, cuando surgieron nueva­
mente las guerrillas en 1965, uno de los frentes tomó el nombre de Ja v ie r
Heraud.
Los militares peruanos han dado la siguiente versión de la acción que lo
llevó a la muerte1 . El 2 de mayo de 1963, en el rio Manuripe atracaron
dos botes en las cercanías de una hacienda llamada »Tres Barrancas**
en el lado boliviano de la frontera perúbolivina. Desembarcaron al­
rededor de cuarenta hombres. Allí se pusieron en contacto con dos co­
munistas bolivianos, Roberto Soria y Abelardo Murakami Baca.
Murakami, casado con una peruana, tenía bajo su responsabilidad
pasarlos por la frontera para entrar al Perú. Partió el 6 de mayo con
una quincena de hombres con el objeto de atravesar la selva. Primero
fueron a una hacienda peruana llamada Santa M aría, y luego em­

1Las guerrillas en el Perú y su represión, Ministerio de Guerra (Lima) 1966, p. 29.

334
L a muerte de Ja v ie r H eraud en Puerto M aldonado

prendieron la marcha hacia Ahiringayoc y Puerto Maldonado — el


pueblo más grande de la zona.
E l 14 de mayo fue informado un sargento de la policía de que había un
grupo sospechoso de hombres alojado en un hotel. Eran seis, incluyen­
do a Ja v ie r Heraud, y luego que sus papeles fueron examinados fueron
conducidos al puesto de policía local. Pero apenas habían salido del
hotel cuando atacaron a los tres policías que los custodiaban. Uno de
éstos fue muerto. Los seis guerrilleros lograron escapar, pero no llega­
ron muy lejos. Tres de ellos fueron capturados esa noche, y al día siguien­
te — el 15 de mayo — hubo un choque en un lugar llamado L a Cachue­
la, en que fue muerto Javie r Heraud. Los dos que quedaban también fue­
ron capturados a los pocos días, uno de ellos del otro lado de la frontera
boliviana, en Aposento.
Un cronista más benévolo, Ricardo Letts, nos da una versión distinta:
»E1 grupo revolucionario estaba compuesto de unos treinta y cinco
hombres entrenados en la guerra de guerrillas y que tenían
ciertos antecedentes como marxistas. Varios de ellos habían sido
miembros de partidos peruanos de izquierda de los que se ha­
bían marginado por razones que a menudo tenían que ver con la
necesidad de iniciar la acción arm ada...
E l plan estratégico y táctico consistía en entrar armados al Perú,
cruzar los trescientos kilómetros de selva que habían entre la fron­
tera y los valles donde operaban los campesinos dirigidos por
Hugo Blanco, a Tin de prestarles ayuda militar, que claramente
requerían. El grupo se compondría de un núcleo que coordina­
ría su acción con las masas campesinas de la zona y trabajaría
por apoderarse del poder. Los miembros del grupo, todos de gran
valor y coraje, eran principalmente de clase media. Algunos de
ellos provenían de familias de la clase obrera y aun campesina.
Casi todos eran estudiantes universitarios...
El resultado debe mirarse desde esta perspectiva. Los aconteci­
mientos del 15 de mayo de 1963 fueron los siguientes: hubo una esca­
ramuza en las calles de Puerto Maldonado entre la avanzada del
grupo y la policía local que apareció en escena para arrestarlos.
Lo que siguió fue la persecución de los revolucionarios por parte
de las fuerzas armadas y los terratenientes locales con armas de
caza. Estos grupos habían estado alerta por varios días, debido
a que los había delatado la presencia de guerrilleros en una
zona selvática cercana de Puerto Maldonado. L a cacería huma­
na duró varios dias, y costó la vida del joven poeta laureado y comba­
tiente de la revolución y miembro de la vanguardia, Javier
H eraud.. .«2
*Ricardo Letts Colmenares, »Perú: Revolución;Insurrección; Guerrillas**, Partisans,
(París).

335
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Una carta dirigida a la prensa peruana, escrita en julio de 1963 (pero


que no fue publicada hasta 1967), proporciona más detalles acerca de
lo que realmente sucedió, pero no revela qué hacía el grupo en Puerto
Maldonado y qué pensaba hacer. Fue escrita por los sobrevivientes
de este malogrado foco:

»Después de atravesar a pie cuatrocientas millas de selva, llega­


mos a Puerto Maldonado en las primeras horas de la madrugada
del 14 de mayo, agotados, hambrientos y enfermos. Habíamos
cruzado la frontera con Bolivia tres días antes y creíamos que des­
de este pueblo —que forma parte del territorio peruano—
podríamos viajar en forma legal a nuestros hogares: derecho que
nos fue arbitrariamente negado.
Recordábamos perfectamente que al entrar a Puerto Maldonado
podíamos escuchar los discursos electorales de Belaúnde. Los al­
toparlantes llenaban el aire con expresiones tales como ‘ Perú pa­
ra los peruanos, renovación y revolución’ .
Sin embargo, cuando firmábamos el registro de un hotel, fuimos vio­
lentamente interrumpidos por un grupo de policías y por un
miembro de la p i p 3 que pidió ver nuestros documentos. A pesar de
que estaban en regla, se nos obligó a dirigimos bajo custodia, al
cuartel de la policía. Cuando protestamos por esta medida arbi­
traria e injustificada se nos dijo que podíamos ser contraban­
distas. Por lo tanto les solicitamos que registraran nuestro equi­
paje, a lo cual se negaron, e insistieron en forma arrogante en
arrestarnos. Durante el corto trayecto continuamos manifes­
tando nuestras protestas, puesto que no había ninguna razón para
este trato. Cuando nos faltaba media cuadra nos negamos a seguir
a la patrulla.
La mayoría de nosotros volvíamos de Cuba, hermoso país donde ha­
bíamos estado estudiando y averiguando lo que el avance
creador de la liberación nacional puede lograr.
Como el gobierno peruano, infringiendo la Constitución, impe­
día a los ciudadanos que iban a países socialistas retornar libre­
mente, tratamos de entrar en forma clandestina. Frente a la pers­
pectiva de ser arrestados y exiliados si tratábamos de volver por
la vía normal, nos dimos cita en La Paz y decidimos entrar a tra­
vés de la selva de Madre de Dios.
Cuando la policía nos rodeó a la puerta del Hotel Chávez, recordá­
bamos a los cientos de peruanos arrestados sin proceso y ence­
rrados en prisión; la infernal colonia penal de »EI Sepa« y el triste­
mente célebre »Frontón«. Era natural que decidiésemos todos,

^Policía de Investigaciones Peruana.

336
La muerte deJavier Heraud en Puerto Maldonado
sin un plan preconcebido, que la única solución era tratar de huir.
Pero alguien tenía que hacer la primera movida, y este alguien
fue la policía. Cuando protestamos, el oficial a cargo de la patru­
lla nos amenazó y dio una orden que no comprendimos pero que hi­
zo que los policías echaran mano a sus pistolas.
Ha sido imposible averiguar quién disparó primero, aunque dicen,
sin proporcionar detalles suñcientes, que fue uno de nosotros:
De todos modos, hubo un intercambio de disparos mientras co­
rríamos en diversas direcciones. También ha sido imposible ave­
riguar quién disparó el tiro que hirió mortalmente al Sargento
Sam Ja ra , ni quien hirió a nuestro compañero Nelson Rodríguez
en la base del cráneo, y que no significó su muerte por una fracción
de centímetro.
Dos de nosotros fuimos capturados esa noche (como no cono­
cíamos el pueblo fuimos atrapados en un callejón sin salida) y el
resto fue ferozmente perseguido, y el distinguido poeta perua-
nojavier Heraúd fue muerto.
Al día siguiente en la tarde, Heraud y Elias fueron sorprendidos al
tratar de atravesar a nado el río Madre de Dios. Cientos de perso­
nas presenciaron la carnicería a que fueron sometidos. El testi­
monio del dueño de la canoa que vino a recogerlos de las aguas del
río señala que, sin previo aviso, la policía abrió fuego con rifles y
ametralladoras. Dejaremos que las sentidas palabras del Dr.
Jorge Heraud, padre de Javier, nos narren la historia:»... En el
medio del río Madre de Dios, a la deriva, sin remos, mi hijo pudo ser
capturado sin necesidad de disparar, especialmente porque su •
compañero había izado una bandera blanca^ A pesar de esto la
policía y los civiles a quienes incitaban, les dispararon a quema-
ropa durante una hora y media, y hasta utilizaron balas para
cazar animales. Cuando el compañero de mi hijo gritó: »Cesen el
fuego« (estaban cerca de la ribera desde donde disparaban,
según me dijeron los pobladores) un capitán gritó: »Di$paren,
hay que matarlos^. Un teniente, más compasivo y más respetuo->
so de las leyes de la guerra que prohíben disparar sobre un enemi­
go desarmado y herido, detuvo el fuego, pero era demasiado
tarde. Una bala explosiva había hecho un inmenso hoyo en el es­
tómago de mi hijo y su cuerpo había recibido el impacto de nu­
merosas balas. Así llegó a su fin la vida física de mi hijo, quien con
sus ventiún años y sus ilusiones, había tratado de iniciar el proce­
so de poner fin a los males que decía debían ser desterrados de
nuestro p aís...«
Javier Heraud, ganador del premio «Poeta Joven del Perú« con un libro
cuyo título guarda una extraña relación con su dramática muerte,

337
Gott / L u guerrillas en América Latina
‘El Río’, ya era reconocido internacionalmente como uno de los poe­
tas jóvenes más destacados de América Latina. Uno de sus poemas
aparece en una antología mundial publicada en Francia.
Junto con Heraud, Roberto Vásquez también fue muerto por la policía:
era un pobre campesino que se hallaba en la canoa que se acercó a
Heraud y Elias antes de que comenzara el fuego. Sorprendido por los bala­
zos, todo lo que atinó a hacer Vásquez fue saltar al agua y sujetarse de la
popa, ya que no sabía nadar, y gritar que no lo hirieran. Una bala en el
cerebro disparada desde la orilla lo silenció para siempre.
La ferocidad de la cacería humana, los enormes refuerzos enviados
desde la capital, así como el ‘impresionante* interrogatorio a que se nos
sometió, cuando se nos preguntó acerca de ‘ Hugo Blanco* y otros cuaren­
ta amigos imaginarios nuestros que se suponía venían con metralletas,
demuestran que la policía actuó impulsada por el temor, temor fuera de
toda proporción al verdadero peligro que ofrecían seis estudiantes exhaus­
tos, armados sólo con pistolas con un alcance máximo de cuarenta y cinco
metros, que intentaban atravesar la zona pacíficamente*4.
Los del grupo original que no habían llegado hasta Puerto Maldonado
oyeron las noticias del choque por radio. Juzgando que más les valía ser
prudentes, se retiraron nuevamente a Bolivia, y pasaron muchas
peripecias tratando de no caer en manos de la policía boliviana. D urante
dos años desaparecieron de la vista, aunque durante ese período for­
maron el Movimiento 15 de Mayo, en conmemoración del choque de
Puerto Maldonado. Este grupo, encabezado por Héctor Béjar, comenzó a
trabajar entre los campesinos de la provincia de Huanta, en el depar­
tamento de Ayacucho. M ás tarde fue el núcleo del Ejército de L ib e ra ­
ción Nacional (eln ).
M ás tarde aún,.después de la muerte del Che Guevara, los comunistas
prochinos de Bolivia atarían el episodio de Puerto Maldonado como
otro ejemplo más de la perfidia de los comunistas prorrusos de Bolivia:

«Puerto Maldonado, Perú, pueblo en la frontera con Bolivia, esce­


nario de la primera traición de los revisionistas de Monje5. El grupo
guerrillero peruano, siguiendo sus instrucciones6, permaneció en
Bolivia bajo el cuidado y la dirección de Monje y su camarilla. L a
policía política boliviana, encabezada por San Román7, fue
personalmente informada de la presencia de estos guerrilleros por
los propios hermanos Monje. Se ha probado fehacientemente que
Monje tiene vinculaciones con San Román. El gobierno peruano
descubrió la existencia de las guerrillas y que entrarían en terri-

4Roger Mercado, Las Guerrillas del Perú, pp. 55-60.


5Mario Monje, secretario general del Partido Comunista de Bolivia.
6De Fidel Castro.
; Según Amonio Arguedas, San Román, que era jefe de la policia política de Paz Esten-
ssoro, había sido formado por el f .b .i .

338
Luis de la Puente y el mol
torio peruano, lo que dio por resultado que varios de ellos fueron
asesinados después de cruzar la frontera. L a tumba del poeta revo­
lucionario, Javie r Heraud, es un monumento a la traición revisio­
nista. Los guerrilleros que lograron volver a territorio boliviano
fueron puestos en libertad como refugiados y se fueron a vivir a las
casas de los marxista-leninistas bolivianos8, demostrando asi su
repudio por la traición de Monje y su camarilla. Hay testigos de lo
sucedido en Puerto Maldonado, que pueden atestiguar la verdad
histórica de estos dos puntos: ¿quién los hizo caer en manos de los
revisionistas? ¿Cuál fue el papel de los revisionistas?**9.

Capítulo cuatro
Luis d e la Pu en te y e l mir

Por la época de la decadencia de Hugo Blanco —hacia fines de 1962— otra


figura revolucionaria llegó a Quillabamba a reunirse con él. Aunque
Luis de la Puente Uceda por este tiempo no había alcanzado la fama de
Hugo Blanco, había adquirido cierta notoriedad en los círculos políticos
como el hombre que encabezó un importante grupo de radicales que se
retiró del a p r a en 1959 para formar el a p r a Rebelde .
De la Puente fue el líder guerrillero más importante producido por el
Perú, y ocupa un sitial al lado del Che Guevara y Camilo Torres como el
intelectual más importante de la Revolución Latinoamericana. (Hugo
Blanco fue más bien organizador campesino que jefe guerrillero). Había
nacido en 1926 y era hijo de un terrateniente. Tenía un lejano parentesco
con el líder aprista, Haya de la Torre, y desde su niñez había sido par­
tidario del a p r a . En la época del golpe de estado de Manuel Odría en 1948,
cuando el a p r a fue puesto fuera de la ley, de la Puente junto con otros
apristas fue encarcelado y posteriormente exiliado. Durante algunos
años vivió en México, donde estableció contacto con muchos otros izquier­
distas latinoamericanos que estaban en una posición semejante a la de él:
les estaba prohibido volver a sus respectivos países.
En 1954 entró al Perú en forma clandestina con el fin de preparar una
insurrección contra la dictadura de Odría. Varios apristas estuvieron
implicados en este plan, aunque no la dirección. No obstante, antes de que
sus planes alcanzaran la madurez De la Puente y sus amigos fueron
traicionados y capturados. Nuevamente se halló en prisión. De lo poco
que se conoce respecto de los planes de su grupo, al parecer trataban de re­
petir la experiencia de la revolución boliviana de 1952, la que, en un país
similar al Perú, había logrado realizar enormes cambios en un plazo

8Elementos prochinos dentro del Partido Comunista boliviano.


*Citado en una carta de Oscar Zamora, líder del Partido Comunista prochino de Bolivia, a
Fidel Castro, julio de 1968, publicado en Los Tiempos (Cochabamba), 14 de julio de 1968.

339
Gott / Lai guerrillas en América Latina
muy breve. No existe evidencia de que planearan iniciar un movimiento
guerrillero.
Algunos meses antes de las elecciones de 1956, De la Puente, junto con
varios otros prisioneros políticos, fue puesto en libertad. Volvió a la
Universidad de Trujillo para seguir sus estudios de Leyes. Su interés
principal estaba en el problema de la tierra, y en 1957 completó su tésis
con el título »Hacia la Reforma Agraria en el Perú« (publicada a fines de
1966 como La Reforma del Agro Peruano).
Por esa época era ferviente católico, y compartía la actitud aritico-
munista del a p r a . En su tesis dice:

»América y el mundo tienen ante sí por una parte las sendas divinas
de la justicia, la paz, y el amor, señalados por el Divino Redentor, y
que desgraciadamente no han sido llevadas hasta ahora al plano
socioeconómico, y por otra, el peligro inminente de un despertar
muy sangriento del campesinado indio que muy bien podría ser utili­
zado como plataforma por el comunismo internacional^.

Como muchos izquierdistas latinoamericanos, la principal fuerza que


impulsaba a De la Puente era el nacionalismo, y no era de sorprenderse
que,, en compañía de muchos otros jóvenes esperanzados por los aconte­
cimientos del Caribe, se hallara en Cuba en julio de 1959, a sólo seis me­
ses del triunfo de la Revolución.
L a ocasión fue con motivo del Primer Foro Nacional sobre Reforma
Agraria, realizado en L a Habana. Habían muchos delegados de todo el
continente. Habían venido a intercambiar opiniones, y a discutir la posi­
bilidad de la reforma agraria en sus propios países o la luz de la expe­
riencia cubana. No pasó mucho tiempo antes de que De la Puente se
trabara en una acalorada discusión con el presidente cubano Dorticós
acerca de la naturaleza »capitalista« de la reforma cubana:

»Es.esencial.decidir si estamos hablando de una reforma agraria ba­


sada en el capitalismo, es decir, una reforma que hace distingos en­
tre capitalistas y socialistas«.

De la Puente agregaba que la ley de reforma cubana era capitalista


«porque reconoce y respeta la propiedad«. Luego le preguntó a Dorticós
si la ley de reforma lo era verdaderamente. Dorticós respondió:

»En lo que respecta a su definición, yo cambiaría un poco los térmi­


nos. L a ley de reforma agraria no es socialista pero tampoco creo
que se pueda describir como una ley capitalista, si consideramos lo
que es el capitalismo hoy en día, porque no reconoce la existencia de
las grandes propiedades... Por lo tanto yo no aceptaría esta defini­
ción en forma literal«.
»Hago este distingo, alegaba De la Puente, a la luz del pensamiento

340
• Luís de la Puente y el msi
agrario moderno, que considera que una reforma agraria capitalis
ta es la que respeta la propiedad...«

E n este punto un delegado del Movimiento Cubano 26 de julio intervino:


»No sé en realidad cuál sistema legal le ha dado a Ud. la experiencia
para definir una reforma agraria como capitalista o no capitalista*.
De la Puente, aue en el foro era «el delegado del a p r a «, respondió lo
siguiente:
«Nosotros los delegados peruanos estamos aquí en representación del
aprismo y es este partido el que durante los últimos treinta años ha
estado reclamando en América Latina lo que ahora pone en práctica
el Movimiento 26 de Ju lio , porque debemos decir que hemos inten­
tado hacerlo pero nunca hemos podido llevarlo a la realidad. Somos
los más decididos defensores de la gran experiencia cubana y de esta
reforma agraria, y tendremos que pedirle prestados muchos de sus
puntos para incluirlos en en el programa de asuntos agrarios de
nuestro partido; pero ello no quiere decir que nos asusten los
términos*.
Volvió luego al ataque, solicitándoles una definición a los delegados cu­
banos y citó el caso de las reformas agrarias de Bolivia, Guatemala y
China, las cuales, afirmo; «no podemos llamar socialistas*. «El capita­
lismo propuesto por el Movimiento 26 de julio* —añadió— es capi­
talismo, como lo.ha dicho el Dr. Fidel Castro, con justicia y libertad*.
El delegado cubano intervino nuevamente para solicitarle al peruano
que:
«Cuando describa al Movimiento 26 de julio en términos determina­
dos por el proceso de transformación histórica que éste está reali­
zando, no emplee adjetivos que el Movimiento 26 de julio no emplea
para describirse a sí mismo. Empleamos la palabra «humanismo*
—agregó— «que forma parte esencial de nosotros.. 1.
El entusiasmo por la revolución cubana de numerosos apristas jóvenes
no era compartido por la directiva del a p r a . Y a un grupo importante
dentro del a p r a , especialmente entre la juventud, se había desilusionado
grandemente con la política de ht dirección, que se caracterizaba por una
tendencia a procurar una participación en el poder a costa de prác­
ticamente todos los principios políticos que el partido había defendido
durante treinta años de lucha revolucionaria. Por consiguiente, en octu­
bre de 1959, en que se realizó la Cuarta Convención del a p r a , De la
Puente y otros presentaron una moción de critica tanto para el gobierno
de Manuel Prado como para la dirección del a p r a que apoyaba al go­
bierno. A consecuencia de ello fueron suspendidos del partido, y el 12 de

‘ Primer foro nacional sobre Reforma Agraria, La Habana, Cuba; citado por Mario Mal-
pica en Biografía de la Revolución , pp. 501-4.
Gott / Las guerrillas en América Latina
octubre formaron un comité dentro del apra llamado Comité Aprista de
Defensa de los Principios y de la Democracia Interna . E l objetivo de este
comité era hacerle presente al partido que se suponía que representaba
ciertos principios.
Este grupo posteriormente se transformó en el Cotnité Aprista Rebelde ,
y finalmente un año después, en noviembre de 1960, al romper sus víncu­
los con el partido, el nombre se redujo a sólo a p r a Rebelde .
Ese mes el a p r a Rebelde hizo público su primer documento sobre polí­
tica, el »Manifiesto de Chiclayo«. Este se debió en su mayor parte a la plu­
ma de Héctor Cordero, ex aprista que abandonó el partido mucho antes de
la Cuarta Convención de 1959, y que posteriormente estudió marxismo en
Argentina. En su mayor parte consistía de un análisis de la situación
interna peruana, y era incomparablemente más radical que cualquier
declaración hecha por el mismo a p r a en años.
Una gran parte de la labor política del a p r a Rebelde consistió en hacer
agitación en pro de una reforma agraria radical. En noviembre de 1961,
justo un año después de independizarse del a p r a , t \ a p r a Rebelde presen­
tó un proyecto de Ley de Reforma Agraria ante el Congreso. Después de
circular por un tiempo a mimeógrafo, el proyecto de ley fue eventual­
mente publicado en el libro de Carlos Malpica, Guerra a Muerte al
Latifundio, a fines de 1963. En la cubierta interior del libro, bajo el título:
»La reforma agraria del m ir : reto a la oligarquía^, Luis de la Puente
escribió las siguientes palabras:

Cumpliendo el mandato histórico de la sangre derramada por los asesi­


nos del Ochenio y del período de la Convivencia, la Primera
Asamblea Nacional del a p r a Rebelde nombró un comité para la
elaboración de un análisis general de la situación agraria peruana
para que sirviese como estandarte de las luchas campesinas del país.
Durante 1960 y 1961 varios comités se mancomunaron para producir
la Ley de Reforma Agraria presentada al Parlamento por el dipu­
tado nacional, Carlos Malpica Silva Santisteban, el 6 de noviembre
de 1961.
t

Los diversos comités estaban compuestos por los camaradas Carlos de


la Puente, Dr. Luis de la Puente, Dr. Gonzalo Fernández Gaseo, M áxim o
Velezmorro, Dr. Luis Ibérico M ás, Dr. Luis Pérez M alpica y muchos
otros camaradas, campesinos, trabajadores y estudiantes, que contri­
buyeron en una forma u otra .a la elaboración y pulimento de este instru­
mento de lucha para el pueblo peruano.
Vale la pena hacer notar que uno de los mártires de la Revolución Colom­
biana y latinoamericana, Antonio Larrota, fundador y líder del M ovi­
miento de Obreros, Estudiantes y Campesinos (m oec ) en Colombia, par­
ticipó en la discusión del proyecto, como también el Dr. Ju a n Gualberto
Caballero, y Fernando Aguiar del Movimiento Cubano 26 de julio, y los
camaradas argentinos Jorge Hammar y Olga Martín.

34 2
Luis de la Puente y el u m
E l proyecto de ley a que nos referimos no contiene una exposición so cia ­
l is t a de los problemas del agro peruano. Es más bien un instrumento de
lucha en ciertas condiciones precisas destinadas principalmente a dar
comienzo al proceso de transformación de los campos.
Transformar este estudio en un proyecto de ley y presentarlo frente al
Parlamento tuvo por objeto demostrar que nuestro movimiento, a pesar
de tener sólo dos años de vida, estaba en situación de contribuir con solu­
ciones valederas y una exposición seria de los problemas, y que había
vencido la antigua tendencia a empantanarse en generalidades vanas.
Sabíamos perfectamente que un proyecto de ley como el nuestro, a pesar
de estar conscientemente adaptado a las condiciones políticas, econó­
micas y sociales del país, estaba condenado a ser archivado y olvidado, por­
que contenía proposiciones precisas y serías dirigidas a las grandes
haciendas) que junto con el imperialismo norteamericano, son los princi­
pales motivos de la pobreza y el atraso de nuestro país.
E ra un reto a la oligarquía y a la burguesía nacional, representada por
los seguidores de Prado y Odría, el a p r a , Acción Popular y lds demócra-
tacrístianos. Proporcionaba la evidencia que el pueblo necesitaba para
comprender cabalmente que estos grupos, cualquiera sea la máscara
demagógica tras la cual se esconden, se ven impedidos por su propia
naturaleza a emprender la transformación del país. Lo que presenciamos
en este gobierno con la farsa de la «Reforma Agrarias es la evidencia
definitiva de que son incapaces hasta de iniciar el proceso.
Fuimos muy realistas al elaborar el plan. Estábamos plenamente
conscientes de que las medidas radicales ad hoc no conducen a ninguna
parte. Estábamos convencidos de que la lucha contra el imperialismo y el
feudalismo exige la unidad de los sectores explotados o abandonados del
campo y de las ciudades. Era esencial crear un frente unido de aquellos
que explotaban comunitariamente la tierra, los siervos, los colonos,
medieros de diversos tipos, inquilinos, trabajadores temporales y esta­
cionales, y los pequeños y medianos agricultores, quienes junto con
los obreros, artesanos, estudiantes, profesionales y técnicos progresis­
tas, podrían destruir al enemigo común: la gran hacienda.

L a Comunidad Indígena es la piedra angular del proyecto de ley que


discutimos. Partimos de la Comunidad y esperamos llegar a la
comunidad socialista moderna. Recogemos las formas indígenas
tradicionales de organización a Tin de proporcionar fundamentos
sólidos para el futuro.
Porque tenemos fe en el pueblo y en la revolución y porque nos sos­
tiene una ideología bien definida, porque sabemos que el camino se
hace avanzando, no perdemos tiempo en teorías maximalistas. Nos
proponemos iniciar el proceso. Nos preparamos para iniciar la M ar­
cha Larga«3.

‘M ario M alpica, B iografía de la R evolu ciónt pp. 506-9.

343
Gott / Las guerrillas en América Latina
En junio de 196?, al considerar los dirigentes del a p r a rebelde que c u a l­
quier relación con el a p r a representaba un riesgo, decidieron cam biarse
nuevamente de nombre, esta vez al de Movimiento de Izquierda R evolu­
cionaria (m ir ), adoptando el mismo nombre que habían tomado lo s
disidentes del partido Acción Democrática de Rómulo Betancourt en
Venezuela. El secretario general de la nueva organización fue D e la
Puente.
Según una fuente, De la Puente era el responsable de la muerte de un
miembro del a p r a llamado Francisco Sarmiento, ocurrida durante una
riña en el transcurso de 1961. Fue condenado a un año de prisión. D urante
este tiempo se convenció cada vez más de la necesidad de dar un respaldo
armado a los. campesinos radicales. Aunque él y muchos otros miembros
del m ir peruano habían viajado a Cuba, no se trataba de aceptar a ciegas
el camino revolucionario cubano. Tampoco había unanimidad en las
Olas del m ir en cuanto a la necesidad de embarcarse en una lucha guerri­
llera. Algunos pensaban que las condiciones políticas no eran adecuadas,
y que el potencial revolucionario de los campesinos había sido exage­
rado. ,
Pero De la Puente poseía una idea bastante clara de lo qüe era necesario
hacer, y en octubre de 1962 viajó a Quillabamba para entrevistarse con
Hugo Blanco, cuyas ideas acerca del desarrollo de la lucha campesina pare­
cían seguir una línea semejante.
El encuentro entre Hugo Blanco y Luis de la Puente en octubre de 1962
debió haber tenido una importancia histórica, pero en la práctica se
redujo a poco más que un incidente histórico. No existe una versión direc­
ta de lo sucedido, aunque más tarde se supo, que los dos líderes habían
estado de acuerdo en que no estaban de acuerdo. Las discrepancias entre
ambos eran más importantes que los puntos en común. Hugo Blanco por
esta época se había convencido de la necesidad de las milicias campesinas,
pero estaba lejos de alcanzar la posición de De la Puente, quien estaba
firmemente convencido de que sólo una campaña guerrillera de gran
envergadura, con una base fija en las montañas, podía proporcionarles a
los campesinos la defensa que requerían.
Fuera de estos problemas táctico-militares, estaban a kilómetros de dis­
tancia en cuánto a su ideología. Aunque De la Puente había sido educado
en la religión católica y había sido militante del a p r a , era ahora un
»marxista-leninista« de tipo cubano. Y por esa época esta ideología esta­
ba de punta con el »marxismo-trotskismo« de Hugo Blanco y. del s l a t o .
Como lo señala Victor Villanueva, aun si los dos revolucionarios hubiesen
logrado llegar a algún tipo de acuerdo personal, ninguno de los dos podría
decidir por sí sólo4. Ambos tenían detrás de ellos a organizaciones que no
podían pasar por alto. Para poder llegar a un acuerdo duradero, De la
Puente, en su calidad de secretario general del m ir , debió haberse acer­
cado al directorio político de sl a t o . Inmediatamente queda demostrado
lo absurdo de esta idea. El slato ya tenía suficientes problemas con Hugo *

*Víctor Villanueva, Hugo Blanco y la Rebelión Campesina , p. 131.

344
Luis de la Puente y d m
Blanco. Difícilmente podían haberse comprometido además con De la
Puente.
Se puede pensar que algunos años después sus caminos pudieron
haber llegado a acercarse algo más. En 1962 Fidel Castro todavía no
había asumido la posición independiente frente a Moscú y Pekín que
caracterizaría los movimientos castrístas del continente hacia el año
1967, época en que Hugo Blanco se había convertido en un «héroe latino­
americano populara en el panteón cubano5.
En años posteriores Hugo Blanco pudo haberse librado del dogmatismo
de sla to y haber mirado más favorablemente la tesis guerrillera de De la
Puente. Pero esto son sólo especulaciones, De la Puente está muerto;
Hugo Blanco cumple una condena de veinte años de cárcel.
No obstante es interesante plantearse por qué Cuba apoyaba al m ir
pero no al f i r . Villanueva cree que se debió no tanto a la posición trotskis-
ta de Hugo Blanco como al hecho de que Fidel conocía y estaba de acuerdo
con De la Puente y — cuyo concepto sobre la guerra de guerrillas tenían
bastante semejanza con los de él mismo— mientras que no conocía
personalmente a Hugo Blanco y, tal vez esto es más importante, no cono­
cía a la dirección del sl a t o .
Un vocero de otro grupo izquierdista peruano, Vanguardia Revolu­
cionaria, que escribía en 1966 bajo el seudónimo de »Sil veste Condoruna«,
explica la situación como sigue:
)>La posición trotskista de Blanco y el definido carácter socialista de
su movimiento, junto con la posible desconfianza hacia la flexibi­
lidad de esquemas tácticos y estratégicos derivados de un sistema de
ideas altamente racionalizadas que habían sido marginales, si es
que no contrarias, al desarrollo de la victoriosa guerrilla cubana y
del »castrismo« como tendencia político-ideológica, fueron, al pa­
recer, los factores más importantes de la ayuda prestada al m ir , y
del abandono de Blanco.
Fue una decisión curiosa si se considera el hecho de que una guerra de
guerrillas no puede prosperar sin un apoyo definido de parte del
campesinado organizado; y el grupo con mayor raigambre y mayor
prestigio entre el campesinado era precisamente el f ir , y Blanco era
el dirigente más respetado y obedecido. Por esa época, el m ir , por otra
parte no tenía una participación eficaz en el desarrollo del movi­
miento campesino6.
Todo lo que perdura del encuentro de los dos revolucionarios es el re­
cuerdo de una oportunidad fallida y, aparentemente, una película de la
manifestación conjunta que realizaron en Quillabamba, en que ambos

‘ David Alexander, »Un nouvellc internationalisme rcvolutionnaire«, Les Temps Mo­


derno (París), marzo de 1567.
‘ Silvestre Cordura na, »Las experiencias de ta última etapa de las luchas revolucionarías
en el Peni*, Vanguardia Revolucionaria (Lima), 1966.

345
Gott / Las guerrillas en América Latina
hablaron ante la multitud. L a película fue exhibida posteriormente en
L a Habana7.
En 1964 el m ir comenzó a definir más sólidamente su posición. En el la r ­
go discurso citado anteriormente, pronunciado por De la Puente en la
Plaza San M artin de Lim a el 7 de Febrero de. ,1964, se definieron algunos
de sus principales postulados políticos. Algunos meses más tarde, en ju lio
de 1964, el m ir publicó su principal documento politico, Nuestra posición
frente a la revolución mundial. Este se debió esencialmente a la labor de
Héctor Cordero, Ricardo Napurí y Guillermo Lobatón, pero incluyó
muchos de los conceptos expresados por De la Puente en su discurso de
febrero.
Aunque no apoya la posición china, el documento del m ir contiene
una crítica muy seria a la política rusa de la coexistencia pacífica. Recono­
ce que el imperialismo es perfectamente capaz de desencadenar una
Tercera Guerra Mundial atómica, y que la decisión de los paises socialis­
tas de optar por la coexistencia pacífica es por lo tanto perfectamente
comprensible. Pero señala que aunque puede haber coexistencia pacífica
entre estados iguales y soberanos, es inconcebible entre las colonias y las
metrópolis. Los pueblos colonizados y las clases explotadas deben li­
brar una lucha intransigente la cual, en última instancia, puede incluir
la guerra revolucionaria.
Una lucha semejante, sostiene el documento del m ir , es en realidad una
contribución a la coexistencia pacífica, porque, al luchar por su libera­
ción, aquellos países que en el presente se hallan en un estado de depen­
dencia ayudan a debilitar los soportes más fuertes del imperialismo. Esta
es la mejor manera de evitar una Tercera Guerra Mundial, porque aun­
que los imperialistas eventualmente pueden desencadenar una guerra, lo
harán en condiciones más desfavorables. Un aplazamiento de las revolu­
ciones de liberación nacional no contribuirá a la coexistencia pacífica ni
disminuirá el peligro de la destrucción de la humanidad por armas nuclea­
res. Puesto que el imperialismo nunca ha renunciado a sus planes bélicos
una política semejante lo dejaría en completa libertad para proceder.
No se puede tampoco presumir que la victoria económica del campo
socialista sobre el capitalista, después de una larga competencia pací­
fica, conquistará nuevos países a la causa socialista. L a revolución sólo
puede avanzar con los esfuerzos de cada país en particular, y, en los
países coloniales y semicoloniaies por lo menos, el camino a seguir será
violento.
Las principales contradicciones de nuestro tiempo, continua el docu­
mento del m ir , se producen entre los países coloniales y semicoloniaies y
la metrópoli imperialista. En su estado de explotación, los pueblos de
estos países no pueden permanecer tranquilos en nombre de una paz
mundial incierta, ni con la esperanza de una liberación desde afuera. Y a
se han colocado a la vanguardia de la revolución mundial.
La historia demuestra que la senda revolucionaria atraviesa por los
países subdesarrollados. Excepto Checoslovaquia y Alemania Oriental,
7Villanucva, Hugo Blanco , p. 13.

346
Luis de la Poente y d m»
todos los países que han llegado al socialismo son subdesarrollados. Las
condiciones de las clases explotadas dentro de los países metrópoli han
mejorado inmensamente en comparación con el siglo pasado, y por lo
tanto la vanguardia se compone ahora naturalmente de aquellos que sien­
ten más urgentemente la necesidad de la revolución. Al luchar por su pro­
pia liberación, también contribuyen a liberar a las clases trabajadoras
de las potencias imperialistas y a la consolidación del campo socialista.
En América Latina, continúa el documento mirista, que es »la semi-
colonia más importante del imperio más poderoso del mundo y de la his­
toria: el imperialismo yanqui*, la revolución será una sola. Ninguna
revolución en el continente estará a salvo mientras sobreviva »el gran
monstruo del norte*. L a Revolución Cubana señaló el comienzo de la
revolución latinoamericana. Este fue el triunfal comienzo del segundo
gran esfuerzo en pro de la emancipación de América Latina. Pero sería
difícil que tuviera lugar una auténtica revolución, como sucedió en
Cuba, en el aislamiento. Lo más probable será que la revolución latino­
americana se realice en una gran guerra única de todos los pueblos opri­
midos del continente contra el monstruo imperialista.
Sólo una revolución socialista, declara el documento, puede señalar el
camino para salir del subdesarrollo. Y debe ser una revolución con las
armas en las manos del pueblo. El no haber proporcionado armas al pue­
blo explica el fracaso de la revolución guatemalteca y el retroceso de la
revolución boliviana.
L a vía revolucionaria, dice el documento —haciéndose eco de los chi­
nos— , pasa por los campos. »E1 campesinado en estos países no sólo es la
clase más numerosa sino también la más explotada. El problema de
la tierra es el problema clave. Es un problema insoluble, frente al cual
todos los intentos de reforma han fracasado. E l campo, por lo tanto, es
la parte más débil de todo el sistema*. E s también la más vulnerable por­
que el poder estatal se concentra básicamente en las ciudades. Allí la
oligarquía feudal y la burguesía han construido fortalezas inexpug­
nables que aplastan el ímpetu revolucionario de la clase obrera, que
necesita de la ayuda del campesinado para destruirlas.
Perú vive una etapa prerrevolucionaria cuya profundidad y continui­
dad no tiene precedentes. »Si se ha frenado la revolución y han fracasado
los partidos revolucionarios, no es porque las condiciones no estuvieron
presentes — las condiciones han existido durante largo tiempo, y han
sido aún más propicias que las cubanas— sino porque no se ha encontra­
do el camino adecuado*. L a tendencia, continúa el documento del mir ,
ha sido seguir el patrón de las revoluciones burguesas, luchando en las
ciudades y transformando al proletariado urbano en el eje de la revo­
lución.
Este punto de vista errado no tomó en cuenta las circunstancias espe­
ciales (Primera Guerra Mundial) que rodearon a la Revolución Rusa,
y d hecho de que cuando la burguesía llegó al poder, ya tenía en sus ma­
nos una parte importante de él, y pudo hacerse cargo con la velocidad

347
Gott / Las guerrillas en América Latina
del relámpago. El proletariado, por otro lado, nunca ha tenido p a rti­
cipación alguna en el poder. 1 .
El documento termina en una nota optimista. Si faltan ciertas condi­
ciones, declara, habrá que crearlas. L a revolución debe comenzar ah o ­
ra. »Las masas responderán al llamado a una revolución, que con sus
primeros éxitos logre señalarles una nueva forma de luchas1 .
En julio de 1964, poco tiempo después que -se publicara esta im portan­
te declaración política, los principales líderes del m i r desaparecie­
ron de la circulación y se retiraron a la clandestinidad para comen­
zar la organización de la lucha guerrillera. Sus primeros escondites
guerrilleros estarían arriba en las montañas. Presenciamos, escri­
bía De la Puente, »una guerra popular que se abre paso desde los Andes
hasta la costa, desde los campos hasta las ciudades, desde las provincias
hasta la capital».
De la Puente ha dejado una relación muy completa —quizás la m ás
amplia dejada por un líder guerrillero latinoamericano— de los efec­
tos que tendría, según él, la guerra de guerrillas que planeaba3. E n
primer lugar, los campesinos:
«Pensamos que nuestro proceso insurreccional asumirá nuevas for­
mas características de una verdadera revolución agraria, y las
acciones masivas campesinas se iniciarán con la invasión de los
latifundios que fueron usurpados a las comunidades y a los
grupos campesinos. Esto se hará bajo la dirección de las células y
comités clandestinos del partido revolucionario y con el apo­
yo de los grupos guerrilleros. Los campesinos organizarán sus
propias milicias defensivas y, según su nivel ideológico y el entu­
siasmo que demuestren, serán incorporados a las guerrillas o a
las filas del ejército rebelde«.
En segundo lugar, De la Puente explica cómo la acción guerrillera en
las zonas campesinas será capaz de realizar el salto a las ciudades:
»La clase obrera prosigue su proceso de radicalización, comen­
zando con los mineros y los peones agrícolas. Además, los cesan­
tes y los que tienen empleos insuficientes en las poblaciones mar­
ginales, que sufren de enajenación y de miseria, están en posi­
ción de comprender las diferencias socioeconómicas que preva­
lecen en el país debido a que viven en las ciudades como sirvientes
de la oligarquía, como peones explotados, como vendedores via­

*Nuestra Posición , Lima: Ediciones »Voz Rebelde*, julio de 1964. En realidad existía un
documento anterior sobre política publicado en febrero de 1963, titulado m i r : Bases D oc­
trinarias y Programáticas publicado por Ediciones Voz Rebelde. No me ha sido posible
obtener una copia, pero Américo Pumaruna se refiere extensamente a éste en »Penj: revo­
lución, insurrección, guerrillas*.
#Luis de la Puente (Jceda, »The Peruvian Revolution: concepts and Perspectivcs*, M onthly
Review , noviembre de 1965. '

348
Luis de la Puente y d mor
jeros, o como simples testigos de la ostentación de los oligarcas,
de sus lujosas mansiones y de su insensibilidad y desprecio
hacia el pueblo. En cierta etapa del proceso revolucionario estas
víctimas del sistema pueden fácilmente transformarse en una
avalancha incontrolable.
Dentro de este concepto de guerra popular, las guerrillas actúan
como catalizadores del estallido social, como simiente del ejér­
cito popular, como instrumento de propaganda y de organiza­
ción, así como de escuelas ideológicas y militares«.

En tercer lugar, considera el efecto de la lucha guerrillera en la


creación de una organización política adecuada:

»La unidad de la izquierda es otro aspecto importante dentro de


esta perspectiva. Vemos esta unidad como indispensable para el
desarrollo de la lucha y para llevarla a una culminación.
Creemos que esta unidad nacerá durante el proceso de la lucha...
Creemos que el partido de la revolución peruana se formará
dentro del proceso insurreccional, y que sus cuadros y líderes sur­
girán de la lucha misma. No utilizamos una etiqueta de parti­
do; nos llamamos lo que realmente somos, un movimiento que as­
pira a ser el promotor del partido de la revolución peruana^.
«Pensamos que, partiendo de ciertos niveles mínimos de organi­
zación y de prestigio partidista entre las masas, debemos dedi­
carnos a la labor subversiva, convencidos de que durante la eta­
pa preparatoria en las zonas guerrilleras, y en forma más inten­
siva después del comienzo de la acción, se podrá construir el parti­
do, y movilizar, organizar, crear conciencia e incorporar las masas
a la lucha armada. Esto comprende comenzar desde el nivel más
alto de la lucha popular, la lucha armada, a través de la cual podre­
mos construir un verdadero partido revolucionario y atraer a las
masas*.

En cuarto término, De la Puente explica su creencia de que las con­


diciones objetivas para la revolución estaban presentes en Perú y que
las condiciones subjetivas podían crearse.
«Resulta innecesario hablar acerca de las condiciones objetivas
porque no sólo están maduras ahora sino que siempre lo han esta­
do. Piense que no existe país en América en que las condiciones
infra y supraestructurales sean tan injustas, tan podridas, tan
arcaicas como en el nuestro.
En cuanto a las condiciones subjetivas, partimos de la idea de
que todavía no están plenamente maduras, pero que el comien­
zo del proceso insurreccional será el factor desencadenante

349
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

que lleve a su desarrollo en formas que nadie puede prever. A de­


más debe enfatizarse de que si estas condiciones subjetivas no
han alcanzado la madurez necesaria, esto en parte se debe a la
incapacidad de los partidos y grupos de izquierda para fomen­
tar y cultivar el terreno«.

En quinto lugar, y esto fue escrito mucho antes que el Che G uevara
diera a conocer sus opiniones sobre la conveniencia de la interven­
ción de Estados Unidos para provocar una reacción nacionalista, De
la Puente afirmó su creencia de que los Estados Unidos tendrían que in ­
tervenir. Esta intervención, no obstante, tendría aspectos positivos,
desde el punto de vista del desarrollo de la lucha revolucionaria:

«Pensamos que el imperialismo norteamericano recurrirá deses­


peradamente a sus inmensos recursos a fin de asfixiar la guerra
continental de emancipación. Estamos seguros de que la inter­
vención armada norteamericana en nuestro país vendrá más r á ­
pidamente que en otras naciones, porque el Pentágono está per­
fectamente consciente de la importancia de una insurrección
victoriosa o en desarrollo en el corazón mismo de América L a ­
tina. En todo caso, esperamos que en nuestro país la guerra de li­
beración nacional será un factor positivo para la movilización
y el endurecimiento de la conciencia popular contra el explo­
tador y el intervencionista extranjero**.
>).. .nuestra lucha revolucionaria nacional se transformará,
tarde o temprano, en una lucha revolucionaria a nivel continen­
tal, porque todos nuestros pueblos sienten el mismo anhelo de libe­
ración, y el proceso iniciado en un país ayudará a radicalizar
a los otros y los hará incorporarse a la lucha a través de métodos
y formas que se adapten a sus propias realidades**.

De la Puente explica en último término, que el esquema revolucio­


nario del mir se basa en los siguientes principios:1

1) Se hallan presentes las condiciones objetivas y subjetivas y estas


últimas, aunque no estén plenamente maduras, irán madurando en
el transcurso de la lucha.
2) Las masas explotadas deben proponer de inmediato la toma del
poder por medio de la lucha armada.
3) Durante la primera etapa, la estrategia y táctica deben corres­
ponder a aquellas de la guerra de guerrillas, y más tarde de aque­
llas de la guerra de maniobras, o aun de la guerra de posiciones.
4) Dada nuestra condición de país esencialmente campesino, y
nuestras características geográficas, la insurrección debe comen­
zar en la Sierra o en los faldeos orientales de los Andes.

350
•T u p a c Am aru* y Guillerm o Lobaión

5) Dado el tamaño de nuestro país y su falta de integración


geográfica y de sistemas de transportes, su multiplicidad de idio­
mas, razas y culturas, es conveniente organizar varios centros
guerrilleros para iniciar y desarrollar la lucha.
6) El impacto de las acciones guerrilleras servirá para construir
y desarrollar el partido y para comenzar la movilización de masas,
estimulando su conciencia, e incorporándolas a la lucha, tanto en
los campos como en la ciudad.
7) Dada nuestra condición de país subdesarrollado que sufre la
opresión conjunta de los latifundistas, la gran burguesía y los im­
perialistas, es esencial unir a los sectores explotados: campesinos,
obreros, pequeños burgueses dentro de un frente unido encabe­
zado por la alianza obrero-campesina representada por el partido
marxista-leninista revolucionario.
8) La revolución peruana es parte del proceso continental y
mundial, que exige formas progresivas de integración en todos
los aspectos y etapas, a fin de derrotar a las fuerzas de la oligarquía
y el imperialismo que trabajan en forma conjunta en todo el con­
tinente.

Con estos principios, De la Puente comenzó a organizar una serie de


focos subversivos en los Andes que estarían preparados en un momen­
to dado para precipitar la revolución peruana.
El momento parecía propicio. Los años 1963 y 1964 presenciaron la
más sorprendente ola de agitación campesina en toda la historia re­
ciente del Perú. Resultado de la agitación llevada a cabo por Hugo
Blanco y otros como él, o resultado de la inmensa propaganda políti­
ca en favor de una reforma agraria que probablemente nunca vería la
luz, las invasiones campesinas que tuvieron lugar en esos años en los
valles y mesetas andinas no tenían precedentes y en su mayor parte
no tenían explicación.

Capítulo cinco
T u pac A m aru y G uillerm o L obatón

Hacia fines de mayo de 1965 los jefes de los diversos focos se reunieron en
el campamento 6, cuartel general de De la Puente, situado en Mesa Pe­
lada sobre el pueblo de Maranura, que a su vez se halla a orillas del río
Urubamba, un poco más abajo del gran pueblo incásico Machu-
Picchu. Se hallaban entre los presentes Guillermo Lobatón, Máximo
Velando, Gonzalo Fernández Gaseo, Elio Portocarrero Ríos y
Rubén Tupayachi.
Según la versión del Ministerio de Guerra, el esquema original de
los guerrilleros era comenzar las operaciones en la zona de Satipo
donde se preparaba calladamente el grupo Tumac Amaru bajo Loba-

35*
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

tón y Velando Gálvez. Posteriormente, cuando las fuerzas del ejército


hubieran sido atraídas a la zona, la actividad guerrillera brotaría en
otras regiones, en el norte, donde Fernando Gaseo organizaba un foco
cerca de la frontera ecuatoriana, y en las zonas rurales alrededor de
Ayacucho. Finalmente entraría en acción el grupo de Pachacutec,
con base en la Mesa Pelada, y dirigido por Tupayachi y el propio D e
la Puente. Al mismo tiempo se iniciaría una campaña política en
apoyo de las guerrillas, en todas las ciudades importantes del Perú.
No es muy seguro de que el m ir realmente tuviera tan bien organ iza­
das las cosas como el Ejército querría creerlo. Especialmente, no p a ­
rece existir ninguna evidencia de que el grupo que en realidad o p e ra ­
ba al este de Ayacucho, encabezado por Héctor Béjar del Ejército de
Liberación Nacional, tuviera una información detallada de los planes
del m ir antes de junio de 1965.
Una vez que las guerrillas estuvieron plenamente organizadas y
preparadas, y establecidas en sus zonas respectivas, los líderes se
reunieron en el campamento de De la Puente y redactaron una exten­
sa Proclamación Revolucionaria. Esta fue ampliamente difundi­
da por todo el país, y parece haber sido el primer indicio que tuvieron
las autoridades peruanas de la existencia de un brote guerrillero p la n i­
ficado.
Es un largo documento de unas quince páginas. Bastará citar aqu í
las exigencias planteadas por los guerrilleros al gobierno:
»Arma en mano, y sabedor de que interpreta correctamente los
sentimientos del pueblo, el m ir plantea las siguientes exigencias:
Primero: la disolución in m ed ia ta d é l co n g reso el que, salvo conta­
das excepciones, es un antro de los grandes terratenientes, de la
alta burguesía y de los lacayos del imperialismo. Es el gran obs­
táculo a toda tentativa de cambiar las estructuras injustas del
país. Es una carga para el erario nacional y por lo tanto para la
economía del país. Ha demostrado no solamente su inutilidad
sino también que es perjudicial para los intereses del país y del
pueblo.
Segundo: am n istía g e n e r a l y libertad para todos los que han sido
encarcelados, perseguidos y juzgados por crímenes políticos
y sociales. Se aplicará una sanción severa e inmediata a todos los
civiles o militares culpables, de las recientes masacres del
pueblo.
Tercero: una r efo r m a a g r a r ia a u t é n t ic a la cual significa:
— la destrucción completa y definitiva de las grándes hacien­
das, cuya propiedad pasará inmediata y totalmente a los cam­
pesinos que las trabajan.
— Devolución ¡mediata de toda las tierras robadas a las comuni­
dades indígenas, y pago de indemnizaciones por daños y ganan­
cias ilícitas.

3 5 2
»T u pac Am aru« y G uillerm o Lobatón

— Abolición inmediata de todos los contratos de trabajo procapi­


talistas, y pago de indemnizaciones a los campesinos que han su­
frido servidumbre, basada en diferentes formas de mediane­
ría.
— Ocupación de las grandes haciendas y de las grandes compañías
agrícolas capitalistas de la Costa, las montañas y la selva, y su
inclusión en la tierra que se repartirá o se dará al grupo apro­
piado de los campesinos del territorio en manos de los grandes la­
tifundistas, hasta los límites de la propiedad de tamaño medio.
— Exclusión de este proceso de los pequeños y medianos propieta­
rios que trabajan sus tierras y aumentan la producción. Se protege­
rán sus intereses y se les ayudará a incrementar la productivi­
dad de sus tierras y de su trabajo.
— Trato preferencial por parte de los organismos estatales, en re­
lación con todos los aspectos de la vida y del trabajo campesinos,
para completar el proceso de transformación de la agricultura.
Cuarto: un sa l a r io v it a l fa m ilia r que se ajustará de acuerdo al
costo de la vida, para los obreros, empleados públicos y particu­
lares, profesionales y técnicos.
Quinto: u n a r efo r m a u r b a n a para terminar con el sistema de pro­
piedades y con las ganancias que se obtienen de éste, transfor­
mando a los actuales ocupantes de las viviendas en propieta­
rios, con excepción de los pequeños y medianos propietarios de
viviendas que obtendrán un trato especial.
Sexto: r e c u p e r a c ió n in m ed ia ta d e l pet r ó le o p e r u a n o , exi­
giendo el pago de daños y las ganancias obtenidas ilegalmente
por la ip c , y terminación de los contratos con las compañías im­
perialistas en relación a nuestros recursos naturales, tales co­
mo las compañías Marcona, Toquepala y Letourneau, etc.
Séptimo: r e c u p e r a c ió n d e la p l e n a so b e r a n ía n a c io n a l , para
que sacudamos todos los yugos del imperialismo; expulsión de
todos los »asesores« y agentes del imperialismo, civiles o mili­
tares; terminación de los tratados o contratos que comprome­
ten nuestra independencia y soberanía nacionales; y reanuda­
ción de relaciones diplomáticas, culturales y comerciales con
todos los países del mundo1«.

Rogger Mercado, el biógrafo de las guerrillas peruanas, se muestra


bastante crítico respecto a la táctica empleada por De la Puente para
anunciar la existencia de las guerrillas antes de entrar en acción. ¿Fue
un paso atinado el que las guerrillas divulgaran su presencia antes de

1Proclamación Revolucionaria al Pueblo Peruano, citado por Rogger Mercado en Las Gue­
rrillas del Perú, pp. 120-135.

3 5 3
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

iniciada su lucha? Presumiblemente esto se hizo a fin de promover la


agitación entre los campesinos, para que se dieran cuenta de que no se
trataba simplemente de una cuestión de unos cuantos cuatreros, como
luego trató de presentarlo el gobierno. Pero también su propósito era
hacer que la Izquierda peruana asumiera una actitud más decidí*
da. L a Proclamación Revolucionaria incluía un fervoroso lla m a ­
do a la unidad de la Izquierda:
»E1 Movimiento de Izquierda Revolucionaria invoca a los p ar­
tidos de izquierda para que conviertan en acción sus planteamien­
tos ideológicos, abandonando los caminos de la transacción, de
la postergación, de la politequería y del subjetivismo; para
que dejen de lado el egoísmo y las maniobras bajas; para que no
pierdan una vez más el tren de la historia de América. A todos los
llamamos a la unidad en la acción, a la unidad como proceso, a la
unidad revolucionaria auténtica para construir el gran Partido
de la Revolución Peruana.
El Movimiento de Izquierda Revolucionaría desde el corazón de
nuestras montañas y con las armas en la mano llama, en fin, a to­
dos los revolucionarios, a todos los explotados, para abrir las
puertas de la historia.
¡Sólo la lucha nos hará libres!
¡Sólo la liberación nos hará dignos!
¡Viva la revolución Peruana!
¡Venceremos!
Luis de la Puente Uceda
Gonzalo Fernández Gaseo
Guillermo Lobatón M illa.

Sin más rodeos, las guerrillas del mir entraron en acción. E l primero
en comenzar la lucha fue el grupo Tupac Amaru en el centro del país, con­
ducido por Guillermo Lobatón. Comenzaron en junio de 1965.
Tenían su base cerca de la aldea de Andamarca, a orillas del río del
mismo nombre. El terreno que lo rodea es extremadamente monta­
ñoso. L a versión del Ministerio de Guerra destaca los siguientes acon­
tecimientos: el 7 de junio, las guerrillas capturaron a dos guardias ci­
viles en las cercanías de Jam pata en la parte superior del Andam ar­
ca. Habían sido enviados para investigar rumores de actividad gue­
rrillera, fiero en vista de que el movimiento guerrillero estaba por
entrar en acción, fueron puestos en libertad dos días más tarde sin arm as
ni equipo.
El 9 de junio la campaña se inició con un asalto de los guerrilleros al
polvorín de la mina Santa Rosa. Escaparon con una gran cantidad de
dinamita y con ésta hicieron volar un puente sobre el río M arayniyoc.

354
»T u p ac A m a n * y G uillerm o Lo b ttón

Tam bién saquearon la hacienda Runatullo. Después de lograr esto, se


retiraron a la zona del Pucacocha, entre Anda marca y Jam pata.
A l mismo tiempo, un segundo grupo asaltaba el puesto de la guardia ci­
vil en Andamarca y se apoderaba de las armas, municiones y equipo
que encontraron en él. Diez días más tarde, el 18 de junio, los guerrille­
ros atacaron en tres lugares diferentes: dinamitaron otro puente en
Com as, saquearon la planta eléctrica de la hacienda E l Punto y retira­
ron ganado de la hacienda Armas8. Mientras tanto, el 14 de junio, un des­
tacamento policial salió de Andamarca para recorrer la zona a fin de
comprobar lo que estaba realmente sucediendo. Llegaron a Jam p a­
ta esa noche, y cayeron en una pequeña emboscada cerca de Shitoja-
sa al día siguiente. L a emboscada fue un fracaso desde el punto de
vista guerrillero porque uno de los integrantes de la banda disparó su
rifle antes de que se diera la señal.
Se verá que lo detallado anteriormente es la versión oficial propor­
cionada por el ejército de los primeros acontecimientos de la campa­
ña guerrillera. Obviamente les interesaba presentar un cuadro de
un grupo de bandidos que no tenían otra finalidad que la destrucción
de la propiedad. L a versión guerrillera de la historia la encontramos
en una carta escrita por Guillermo Lobatón el 20 de junio y probable­
mente dirigida a De la Puente:

Inti Yalhamuy
20 de junio de 1965
Queridos Camaradas:
Aprovecho un alto en nuestra marcha para enviarles esta carta y pa­
ra establecer nuevamente contacto con nuestra organización.
Escribo al correr de la pluma. Hay mucho que decir. Lo principal
es no omitir nada. Espero que esta carta sea útil a la organiza­
ción y a todos nuestros camaradas, y también para denunciar
ante la opinión pública peruana y mundial ciertos actos crimina­
les de las fuerzas de represión.
Nuestra primera acción se realizó de acuerdo a lo planeado. Ha­
bíamos terminado prácticamente todas los preparativos que la
situación del país exigía, la proclamación de Illarec C h’asca y los
asuntos a que hice referencia en mi última carta dirigida a los lí­
deres del grupo. Puesto que habíamos cumplido todas las tareas
de la primera etapa, teníamos que dar comienzo a la lucha arma­
da. Creemos que los acontecimientos han justificado la estima­
ción que hicimos de la situación. En realidad creemos que han ido
más allá de lo que podíamos esperar. L a prensa y la radio han in­
formado sobre nuestra primera operación, naturalmente ter­
giversando bastante los hechos. Esencialmente consistió en un
ataque a una mina, la voladura de un puente en el camino a Sati-
’ Ministerio de Guerra: Las guerrillas en el Perú y su represión, p. 47.

3 55
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

po, justo frente a la hacienda Runatullo, un ataque a esta hacien­


da por un grupo y un ataque al cuartel de policía en Andam arca
por otro grupo, todo el mismo dia. El día anterior tuvimos q u e
arrestar a dos policías del mismo distrito que habían entrado a
nuestra zona de influencia, con el propósito real de investigar
los rumores de que nos hallábamos allí. Nos encontramos con
ellos cuando nos dirigíamos a nuestros objetivos. Después de los
ataques, los dejamos ir, dándoles garantías de seguridad.
Las dos operaciones tuvieron gran éxito. Realizamos propagan­
da armada en todas partes: en la mina, en la hacienda, en el puen­
te, en el pueblo. Realizamos mítines y repartimos alimentos sa­
cados de los almacenes, a todo lo largo del camino, en el camión
que capturamos y que devolvimos sin daños. Durante todo el día
siguiente fuimos dueños de nuestra zona de influencia que es muy
grande y que cubre varios distritos y muchas comunidades. P a ­
samos la noche del nueve, el día de la operación, e n ... y al día si­
guiente repartimos todas las pertenencias de nuestro mortal ene­
migo, Ju lio Dávila, pequeño agricultor que sin embargo abusó
y explotó a los campesinos y que además era un abogado desho­
nesto.
Al día siguiente, el n , dimos cuenta de la hacienda Alegría, perte­
neciente a uno de nuestros peores enemigos y flagelo de los po­
bres, Raúl Ribeck. L a policía ya se encontraba en Andamarca, a
un día de camino de la hacienda, la que transformamos en una
Comunidad, y los bienes (animales y productos) los repartimos
entre los campesinos. El mismo día partimos por el camino más
peligroso, para comenzar la hostilización del enemigo y para obser­
var sus movimientos por los otros. Tomamos posiciones. Esperamos
hasta el mediodía del 15. El enemigo llegó alrededor de enton­
ces. Mientras esperábamos, el apoyo de los campesinos fue in­
creíble: provisiones, información, nuevos miembros. Los deta­
lles llenarían un libro o una conversación muy larga. Todo iba
muy, muy bien. Había llegado el momento de nuestro primer en­
cuentro con el enemigo. En ese momento nos recordamos de los
desvalidos y desamparados que fueron masacrados en Ongoy,
en Chaullay, en Anta, en Urcos, en Sicuani, en Cerro de Pasco, en
L a Oroya, en el Estadio Nacional, tantos crímenes sin castigo.
Eran unos 50 o 60, bien armados, la mayoría con metralletas. En el
colmo del suspenso un camarada dejó escapar un tiro y echó a per­
der todo nuestro trabajo. De allí en adelante comenzamos a re­
troceder durante dos o tres días, cambiando de posiciones, pero
sin dejar de hostilizar al enemigo. Ahora estamos todos juntos

356
»T u pac A m aro * y G uillerm o Lobatón

por primera vez y estamos aprendiendo de nuestros errores. Los


tranquilizo diciéndoles que no hemos sufrido bajas.
Tres o cuatro campesinos han sido fusilados fuera de la lucha o des­
pués de ser torturados, y otros se hallan en la cárcel en las peores
condiciones. L a policía esparce el terror, e incendia los ranchos
de los campesinos. Muchos de ellos están viviendo en cuevas con
toda sus familias. Pero nuestros campesinos son extraordina­
rios, todavía están con nosotros. L a seguridad de ambos grupos
nos ha obligado a mantenernos alejados de las masas, pero ya he­
mos tomado medidas para mantenernos en contacto con ellos y
guiarlos.
Se han tomado otras medidas para realizar otras incursiones, ob­
tener nueva ayuda y prepararse para continuar la lucha. L a ex­
periencia ha sido extremadamente valiosa. Nadie ha estado
fuera de peligro y las reacciones han sido variadas. £ 1 balance ha
sido sumamente positivo; buenas posibilidades de extender la
lucha y comprobación de que las masas y nuestros camaradas son
decididos revolucionarios aun bajo fuego.
No creo haber omitido nada de importancia, aunque me gustaría
proporcionarles muchos más detalles. Hay caídas, sudor y maldi­
ciones constantes, pero nunca hemos estado más optimistas o
confiados. Nos sentimos orgullosos de haber tenido nuestro se­
gundo momento, el comienzo de la lucha armada.
Saludos guerrilleros a todos nuestros camaradas.
Confiando en nuestra victoria, los veré pronto, hermanos.
Guillermo Lobatón

P.D. El camarada que disparó es uno de los líderes. Fue devuelto a


las bases3.

£1 mismo día que Lobatón escribió esta carta, el 20 de junio, un grupo


de veintinueve soldados fue enviado desde Huancavélica a Huanca-
mayo para impedir que las guerrillas se trasladaran hacia el sur, sa­
liendo de la zona en que se hallaban. AI ser informado de que había
guerrillas en la región de Pucutú, el mayor a cargo del destacamento
decidió trasladarse hacia allá. Pero el 27 de junio, cerca de Yahuari-
na, él y sus hombres cayeron en una emboscada preparada por el co­
mandante segundo de Lobatón, M áximo Velando Gálvez. Siete sol­
dados fueron muertos y más tarde el Ejército acusó a los guerrilleros de
haber capturado a dos miembros de la vanguardia de la patrulla y de
haberlos torturado hasta la muerte.
L a versión de las guerrillas sobre la emboscada de Yahuarina se pu­
blicó más tarde en Voz Rebelde:*
*Rogger Mercado, Las G uerrillas del Perú, pp. 153-6.

357
G o tt / L a * guerrillas en Am érica Latin a

»en Yahuarína, 19 guerrilleros ayudados por los campesinos hicie-


ron frente a una fuerza enemiga que casi los doblaba en número,
bien armada con metralletas, ametralladoras livianas y pesa­
das y granadas. Los guerrilleros contaban con armas de mucho
menor alcance, granadas de fabricación casera, y su arrojo.
Esta batalla fue dirigida por el Comandante M áxim o Velan­
do. Los guerrilleros infligieron bajas de nueve muertos, varios
heridos y doce prisioneros, entre ellos un oficial, que fueron pues­
tos en libertad sin ser maltratados.
Sobre la base de información detallada respecto a la acción de
Yahuarina, declaramos categóricamente que los informes
del Ministerio de Guerra y los diarios oligárquicos en el sentido
de que los policías Diógenes Valderrama y Eusebio Gálvez Sil-
vera, fueron capturados en Yahuarina, torturados y luego ase­
sinados por los guerrilleros son absolutamente falsos.
Los policías mencionados fueron la vanguardia del destacamento
encabezado por el conocido asesino de obreros y campesinos,
el M ayor de la Guardia Civil, Horacio Patiño. Avanzaban hacia
Inti Yalmahuy, peligrosamente cerca de la zona de seguridad
de la Guerrilla Tupac Amaru. E l Comandante Velando, a cargo
de este sector, decidió interceptar su avance: para hacer esto con
éxito, tuvo que prepararles una emboscada después de dejar pa­
sar a la vanguardia, los dos policías ya mencionados. Cuando fue
destruida la columna, la vanguardia, a pesar de estar aislada,
abrió fuego sobre los guerrilleros que se retiraban luego de la
acdón. Estos se vieron obligados a rechazar el ataque, matando a
los dos policías. Luego de esto la zona quedó aislada. Algunas
días más tarde las fuerzas de represión volvieron al lugar, encon­
traron los cadáveres y difundieron la especie de que. habían
sido muertos fuera de combate, después de ser bárbaramente tor­
turados. Como es obvio, todo esto, es completamente falso...
Los guerrilleros siempre han respetado a los prisioneros y siempre lo
harán. Tomemos un ejemplo. En este mismo encuentro de Yahuari­
na, el Comandante Velando tomó prisioneros a doce miembros de la
Guardia Civil, entre ellos a un oficial: este hecho no puede ser ne­
gado ni siquiera por los partidarios de la oligarquía. Cuando el lí­
der de la guerrilla popular acepto la rendición de estos hombres,
les dijo que no tuvieran miedo, que sus vidas serían respetadas.
También señaló que los guerrilleros siempre harían esto, pero
que sabía que una suerte muy distinta aguardaba a los guerrille­
ros si eran capturados. Luego hizo que los cinco heridos del desta­
camento fuesen tratados, tan bien como lo permitían los materia­
les y el conocimiento de que disponían, y finalmente se despidió de

358
»T u p «c A m ara* y G uillerm o L o tM ín

ellos, didéndoles que sentía no poder hacer más por ellos por el pe­
ligro que esto podía significar para su grupos4*.

L a emboscada de Yahuarina fue lo bastante sería como para que el Ejér­


cito se diese cuenta de que se trataba de algo más que una banda de cua­
treros. Por consiguiente se planearon medidas de contraataque de gran
envergadura para fines de junio y en julio. L a base aérea más cercana a
la zona guerrillera se hallaba en Ja u ja y se convirtió en un centro cru­
cial para el transporte de tropas, empleándose aviones para detectar a
las guerrillas. Se ordenó a la fuerza fluvial de la Armada, con base en
Iquitos, que intensifícase el control sobre el curso superior del Ucaya-
li, y cooperó con el Ejército en el patrullaje del Tambo, el Perene y el
Ene.

L a versión del Ministerio de Guerra continúa:


•Junto con estos preparativos, las Fuerzas Armadas realizaron una
intensiva campaña de información y de advertencia, en que se trans­
mitieron mensajes en d idioma indígena, por medio de altoparlan­
tes desde aviones y helicópteros, y se dejaron caer miles de pan­
fletos para que tanto los campesinos que sabían leer y escribir como
los analfabetos de la zona no prestaran su colaboración a las gue­
rrillas por ignorancia o temor.
Para facilitar la labor de limpieza y establecer el orden en la zona en­
tre los ríos San Fernando, M antaro, Ene y Sonomoro, se recomen­
dó a los habitantes que evitasen cualquier contacto con gente extra­
ña o sospechosa, a los que debían tratar de capturar y entregar a
las autoridades. Se les hizo comprender que resistir a las fuerzas
del orden cuya función era defender la soberanía nacional, contri­
buía a los actos subversivos. Se les advirtió que constituía una ofen­
sa portar armas o explosivos sin la debida autorización del M inis­
terio del Gobierno, como lo era ocultar espías o agentes, peruanos
o extranjeros.
Sabiendo que la táctica de los extremistas, cuando retroceden, es em­
plear a los habitantes como guías o rehenes, se les advirtió que aque­
llos que colaboraran serían arrestados y castigados como cómpli­
ces.
Finalmente, para evitar victimas inocentes en las zonas de distur­
bios, se les dijo a las mujeres y a los niños que no se acercaran a na­
da que pareciese sospechoso*6.

Como en la zona guerrillera no habían caminos trazados, las tropas só­


lo podían llegar en camión hasta las afueras. El 19 de julio, dos com­
pañías avanzaron hasta donde terminaba el camino, por el norte hasta
4Voz Rebelde, N* 46, dudo por Mercado, pp. 157-8.
‘ Ministerio de Guerra, Las G uerrillas en el Perú , p. 55.

359
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Shihua y por el sur hasta Chilifruta*. En Chilifruta construyeron un heli­


puerto, que posteriormente sirvió de base para dos helicópteros. E l gru­
po de Chilifruta marchó luego al este hasta su base delantera de Huan-
camayo, mientras que la compañía de Shihua marchaba hacia el sur por
el valle del San Femando hasta Balcón.
Durante su marcha capturaron a campesinos que habían tenido con­
tacto con los guerrilleros, y recibieron corroboración del hecho que exis­
tían campamentos guerrilleros en Pucuta, Inti Yalhamuy, Ajospampa,
Jatunhuasi, y Yugurpampa. Desde Balcón, un grupo comenzó a moverse
en dirección a Inti Yalhamuy, y el 30 de julio se produjo un choque con las
guerrillas. En lugar de seguir hacia Inti Yalhamuy, este grupo se dirigió
luego al sur para unirse con el otro grupo que venía desde Huancamayo
y que avanzaba sobre Pucuta. Las dos compañías combinadas lograron
apoderarse de Pucuta el 2 de Agosto, después que la zona fue totalmen­
te ablandada por las ametralladoras y los bombardeos. aéreos de dos
aviones de la Fuerza Aérea peruana7.
Al día siguiente, el 3 de agosto, las tropas comenzaron a moverse en
dirección a Inti Yalhamuy. Hubo otro choque en el camino, y cuando lle­
garon a su destino, se encontraron con que las guerrillas ya se habían
marchado. Dejando suficientes soldados para custodiar Pucuta e Inti
Yalhamuy, el grueso de las tropas se dirigió a ocupar los campamentos
guerrilleros de Ajospampa, Yugurpampa y Jatunhuasi. Aparte de una
escaramuza menor cerca de Yugurpampa, estos lugares fueron cap­
turados sin mayores incidentes.
Por lo tanto, dentro de un plazo de dos o tres semanas, de haber inicia­
do la ofensiva, el ejército podía congratularse de haber limpiado la
zona montañosa que los guerrilleros habían elegido como base de elemen­
tos subversivos. Las fuerzas de Lobatón y Velando, siguiendo la táctica
guerrillera clásica, optaron por retirarse antes de enfrentar un encuen­
tro importante con el enemigo. Así, el Ejército, luego de colocar a cua­
renta hombres tanto en Jatunhuasi y Kubantia, pudo permitir que el res­
to se trasladase de un lado a otro en pequeños grupos móviles a fin de
estar seguros de que los guerrilleros habían verdaderamente abandona­
do la zona. Su labor consistía esencialmente en demostrar por su pre­
sencia que ellos, y no los guerrilleros, eran ahora la fuerza dominante.
Las guerrillas no obstante, no se habían ido muy lejos. Una patrulla poli­
cial, que iba desde Kiatari a Kubantia, cayó en una emboscada el g de
Agosto, y esto le confirmó al Ejército el hecho de que las guerrillas h a­
bían decidido ahora operar en las zonas boscosas que bordean el río
Sonomoro. Esta zona estaba habitada en gran parte por indios cam pas,
tribu semiaborigen conocida por su ferocidad. El relato del M inisterio
de Guerra declara que los campas estaban de parte de los guerrilleros y
rara vez cooperaban con el Ejército. Desgraciadamente, no contamos
con una versión guerrillera que describa la labor preliminar realizada

8Ministerio de Guerra, Las Guerrillas en el Perú, p. 57.


7Ibid.

360
•T u p a c A m aro * y G uillerm o Lobatón

entre los campas antes del estallido de la lucha guerrillera. Un periodis­


ta norteamericano, Norman G all, que viajó por la zona, se muestra bas­
tante crítico. Lobatón, escribe, «aparentemente trataba de trabajar con
los belicosos campas en la forma como el General Vo Nguyen G iap tra­
bajó con las tribus montañosas del Vietnam nororiental durante la
Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la diferencia estriba en que
G iap trabajó políticamente con estas tribus durante dos años antes
de entrar en combate; las guerrillas peruanas trabajaron con los campas
durante menos de seis meses en forma muy casual...«®. El hecho es que,
de todos modos los campas eran, por lo general, leales a las guerrillas. Y
pagaron por su lealtad. Norman G all escribe que la represión por parte
del ejército peruano «significó la muerte de cientos de campas. M isio­
neros norteamericanos que trabajaban en la zona informaron aue la
fuerza aérea peruana había bombardeado varias aldeas campas . No
obstante, mientras todavía estaba viva la insurgencia guerrillera, fue
creada, en la zona bajo los auspicios del a i d , una escuela especial para
entrenar a la policía rural peruana en operaciones contrarrevolucio­
narias* .
L a emboscada del 9 de agosto, unida a rumores de que habían sido vis­
tos hombres barbudos hacia el norte, en la zona de Satipo, parece que
hizo al Ejército darse cuenta de que no tenían suficientes tropas dis­
ponibles. Por consiguiente, un nuevo contingente de tropas voló a Sati­
po, desde donde marcharon durante dos días hasta llegar a Kubantia.
Otro grupo de ochenta soldados fueron traídos desde el sur hasta M i­
sión, en las fuentes superiores del río Ene. Con estos refuerzos se reali­
zó una avanzada sobre el campamento guerrillero de Bustamante. No
habían señales de guerrilleros, pero los dos campas que fueron cap­
turados revelaron que se habían trasladado al sur hacia Mazaronquiari.
Durante más de un mes no hubo contacto entre las guerrillas y el Ejér­
cito. Entonces en la noche del 22 de septiembre, las guerrillas lanzaron
un ataque sobre Pucutá, que era custodiado por sólo 30 soldados.
Según el Ejército, ésta fue una movida desesperada de parte de las gue­
rrillas y el ataque fue rechazado. Las guerrillas daban una versión más
optimista:

»En Pucutá, en un ataque dirigido personalmente por el Comandan­


te Guillermo Lobatón, las guerrillas derrotaron un destacamento
especialmente seleccionado de Rangers en su propio campamen­
to, capturando una gran cantidad de alimentos y de armas y pro­
vocándoles grandes bajas, tanto muertos como heridos. Nueva­
mente se comprobó que el pueblo puede derrotar a cualquier fuer­
za represiva por más fuerte que ésta sea, que ningún enemigo es

‘ Norman Gall, The legacy o jC h e Guevara , Commentary, diciembre 1967.


#»Es un deber nacional denunciar por todos los medios al mundo entero las masacres inú­
tiles, masivas y odiosas de campesinos desarmados emprendidas por las fuerzas represivas
en Andamarca, Pucutá, Balcón, Ajospampa, y en los pueblos campas de Bustamante y
Satipo...«. Resumen de la reunión del comité central del mir, citado por Mercado, p. 161.
G o tt / L a s guerrillas en Am érica Latin a

invencible, si sólo la organización revolucionaría logra dirigir a


las masas y guiarlas hacia la senda verdadera de la guerra de
guerrillas*10.

Junto con el choque de Yahuarína, la toma de Pucutá fue considerada


por los guerrilleros como una de sus batallas más importantes y exito­
sas. Cuando hubo terminado se retiraron hacia el sur a la base de
Shuenti más allá de Bustamanté.
Poco tiempo después, el Ejército una vez más encontró su pista, y se tras­
ladó desde el norte y desde el sur simultáneamente para caer sobre
el campamento de Shuenti. E l grupo más al sur, tenía a su favor el fac­
tor sorpresa, y el 2 de octubre, se produjo choque importante en Shuenti
en que al parecer los guerrilleros tuvieron la peor parte. Según las ci­
fras proporcionadas por el Ejército once guerrilleros fueron muertos y
diecisiete capturados, mientras el resto, incluyendo a Lobatón y V e la n ­
do que no se hallaba en Shuenti, se trasladaba nuevamente hacia el
norte al cauce inferior del Sonomosa, cerca de M azanari11.
Fue aquí donde los «asesores* estadounidenses habían establecido su
cuartel general.
A comienzos de noviembre el Ejército recibió noticias de que las gue­
rrillas planeaban abrirse paso hacia el norte más allá del Río Perene.
Velando Gálvez había sido enviado adelante hasta Puerto Bermudo,
presumiblemente para verificar la ruta, pero un campa lo delató a
la guarnición estacionada allí. Una vez capturado fue trasladado a Sati-
po donde, según la versión del Ejército, trató de suicidarse (p. 64). E s ­
to le provocó lesiones de las que no se recuperó, y murió el 7 de diciembre
mientras era trasladado por aire a Huancayo. La versión guerrillera del
mismo incidente es bastante más siniestra.

»No solamente han sido asesinados a sangre fría prisioneros inde­


fensos, sino que esto también ha sucedido luego de ser cruelmente
torturados, como es el caso del heroico Comandante M áxim o Ve­
lando, quien fue tomado prisionero junto con el líder campesino
satipeño, camarada Paucarcaja, que también fue asesinado. El ven­
cedor de Yahuarína fue torturado y estuvo inconsciente durante va­
rios días. Querían saber el paradero de la unidad comandada por el
Comandante Guillermo Lobatón, pero los mercenarios no lo averi­
guaron. Como era imposible hacer que su muerte pareciese na­
tural, lo colocaron en un helicóptero y lo lanzaron fuera, cuando
aún estaba vivo pero inconsciente, a una hondonada en los Andes.

>0Rcsumcn de la reunión del Comité central del mir, citado por Mercado, p. 16.
11No he querido citar muchas cifras de bajas en esta sección, porque aun cuando la versión
del Ejército parece bastante precisa hasta donde se puede apreciar, obviamente faltan
muchas cosas. El ataque a Shuenti puede haber provocado la muerte de once guerrille­
ros; también los muertos pudieron perfectamente ser simples campesinos.

362
»Pachacutec« y L u í* de U Puente

Declaramos esto sobre la base de informaciones proporcionadas


por una fuente totalmente confiable*1*.

A fines de noviembre los guerrilleros se dirigían desde M apishiviari a


Oventeni, vía la hacienda Shumahuani. Luego a comienzos de diciem­
bre se replegaron hacia Nevate donde el ejército los estaba esperando.
L a s guerrillas perdieron ocho hombres, y el resto se dirigió al sur, vol­
viendo hacia el río Perene. Se produjo un choque de poca importancia en
Shimpene el 14 de diciembre, y luego el 22 de diciembre uno de los lí­
deres, Florión Herrera Mendoza (Jaime Martínez) fue muerto cerca del
río Kuatsiriqui. Dos semanas más tarde el Ejército estrechó el círculo
alrededor de Lobatón y el grupo aue le quedaba. Fueron muertos cerca
del río Sotziqui el 7 de enero de 19611*.
No obstante, hay dudas sobre la verdadera suerte de Lobatón. Se anun­
ció primero que su muerte había acaecido en el choque de Shimpene a
mediados de diciembre, aunque posteriormente esto fue negado. Los
diarios de Lim a del 6 de enero nuevamente anunciaron que había sido
muerto —en un choque del día anterior— y citaron al General Ale­
jandro Sierralta como fuente14. Posteriormente al parecer, este general
negó haber declarado nada, y en un comunicado fechado el 18 de enero
el m ir sostenía que las noticias acerca de Lobatón eran completamente
falsas. Señalaron que el Ejército no había emitido ningún comunicado,
como lo había hecho después de la muerte de De la Puente.
El periódico limeño E l Comercio publicó un comunicado oficial del Ejér­
cito el 7 de enero en que declaraba que Lobatón »no ha sido capturado y
por lo tanto no puede estar detenido. El grupo que dirigía ha sido dis­
persado y huye*15.
Cualquiera sea la historia exacta — y lo más probable al parecer es que
fue capturado, torturado y su cadáver hecho desaparecer— la Izquier­
da latina y su esposa francesa todavía creen que puede estar vivo16.

Capítulo seis
»P a c h a c u t e c « y L u is de la Pu en te

E l frente guerrillero »Tupac Amaru* comandado por Guillermo Lobatón


logró sobrevivir durante seis meses. Luis de la Puente y el frente
•Pachacutec*, dirigido por Rubén Tupayachi, tuvieron menos suerte.
Desde un comienzo el Ejército supo aproximadamente donde se ha­
llaban, y saturó la zona con tropas antes de que las guerrillas lograran
realizar su primera acción ofensiva. Además, la zona era particular-1

11Resumen de la Reunión del Comité Central del mir , citado por Mercado, pp. 159-160.
"Ministerio de Guerra, Las Guerrillas, p. 64.
"L e Monde, 12 de enero de 1964.
11«Guillermo Lobabon a-t-il été réellemente tué?« L e M onde , enero 1961.
"Jacqueline Eluau de Lobatón, «Tras las huellas de Lobatón», Punto Final.

363
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

mente inhóspita. Se había acordado que el frente Pachacutec operaría


en el valle de L a Convención, que había sido escenario de las activida­
des de Hugo Blanco. Pero el cuartel general de De la Puente se hallaba
más arriba en la Mesa Pelada. El libro del Ejército peruano sobre las
guerrillas da una buena descripción de la zona:
»La Mesa Pelada es una meseta en el espolón de la »ceja de la selva«,
en la cordillera oriental de Los Andes (cerca de L a Convención en
el Departamento del Cuzco). Tiene unos sesenta kilómetros de
largo por unos veinte de ancho. L a altura promedio sobre el nivel
del mar es de 3.600 metros mientras que los cuatro valles que la ro ­
dean están a unos mil metros. E l lector puede así formarse una
idea de lo que significa una diferencia de dos mil seiscientos metros
entre los valles circundantes y el punto más alto de la meseta. A
esto hay que agregar un terreno muy accidentado, totalmente cu­
bierto con una selva alta y espesa que cubre el fondo del valle has­
ta la mitad, y coronado en las cumbres con el alto y espeso pasto
»ichu« con intensas lluvias durante todo el año y una espesa nie­
bla en las mañanas. El lector también debe tener presente que la
temperatura promedio anual en la parte baja es de 24o C mientras
que en la cumbre la temperatura llega a menudo al punto de con­
gelación; si suma todas estas cosas, el lector se habrá formado
una idea cabal de lo que es la Mesa Pelada«*
El Ejército entró en la zona a fines de agosto de 1965, después de que el
grupo de Lobatón había entrado en acción, fiero antes de que De la Puen­
te iniciara su ofensiva. El líder del m ir emitió un comunicado para cele­
brar el acontecimiento:
»E1 Comando Revolucionario Nacional del mkr, frente a los aconte­
cimientos recientes, publica el siguiente informe para esclarecer a
la opinión pública dentro y fuera del país:
1. La insurrección sigue el curso programado de expansión, movi­
lización y crecimiento, no sólo en los Departamentos del Centro,
sino que también en el sur, en Apurímac, Cuzco y Arequipa y en el
norte, en La Libertad, Cajamarca y Piura.
Los comunicados oficiales son contradictorios, porque por una parte
hablan de grupos pequeños, en realidad minúsculos, de extre­
mistas y criminales, por otra informan sobre la muerte o captura
de decenas y centenares de guerrilleros. ¿Qué quiere decir esto?
¿Son sólo un grupito o ios muertos que informan no son guerrilleros
sino que campesinos indefensos que han sido asesinados para exhi­
bir víctimas y aplacar la sed de sangre de los dirigentes y de sus
amos oligárquicos e imperialistas?

‘ Ministerio de Guerra, Las Guerrillas dé! Perú, p. 31.

364
•Pachacutec*» y L u is de la Puente

En la prensa y en la radio, las fuerzas de represión, la oligarquía y


sus peones hablan de cobardía porque las guerrillas no hacen fren­
te al enemigo y porque se retiran, atacan por sorpresa y preparan
emboscadas. Para su información, ésta es la táctica de la guerra de
guerrillas. Llegará el momento en que entraremos en la etapa de li­
brar una guerra de maniobras o posiciones, y entonces el Ejército
Rebelde librará grandes batallas en contra de las fuerzas mercena­
rias, en un pie de igualdad. El epíteto de cobarde se aplica mejor a
aquellos que bailan al son de los que están en el poder y que repar­
ten las recompensas. Habrá la oportunidad de oirlos y de leerlos
cuando cambie el equilibrio de fuerzas y la victoria esté próxima.
Entonces recordaremos a estos papagayos y periodistas de
pacotilla.
2. El Congreso de la oligarquía — salvo la honrosa excepción de
ocho miembros— aprobó una ley que cambia algunos artículos del
Código Penal y del Código de Justicia M ilitar, que establecen la
pena de muerte, la pérdida de la nacionalidad, etc., para aquellos
que atacan el orden establecido. Esta ley es inconstitucional, y sólo
expresa el pánico de la oligarquía y de sus servidores en el Con­
greso. Dimos nuestra respuesta en nuestro comunicado N ° 2.
En nombre del pueblo condenamos a muerte a todos los asesinos de
masas, a todos los traidores, a todos los espías, a todos los oli­
garcas que le chupan la sangre a nuestro pueblo, a todos los la­
drones millonarios, a todos aquellos que utilizan los cargos pú­
blicos para el peculado y la corruptela, y estas decisiones se pondrán
en práctica en la ciudad y en el campo, durante la lucha y después
de la victoria. Por lo tanto estemos preparados. Advertimos a la
oligarquía y a sus sirvientes que no nos asusta con su fanfarronería
y que estamos preparados a cualquier cosa para salvar a nuestro
país de la pobreza, la explotación, la ignorancia, la injusticia, el sub­
desarrollo, la dependencia, la corruptela administrativa, la inmo­
ralidad, la crisis total y la bancarrota.
3. Pedro Beltrán ha sido el primero en comprar bonos para la Defen­
sa Nacional y la Democracia. Los banqueros contribuirán con un
tercio del crédito interno. Serán seguidos por los grandes indus­
triales, los grandes exportadores, los grandes importadores, las
grandes minas, etc. Todo esto es natural. Aquellos que regatean un
sol de los salarios obreros, o un gramo de sal de la comida de los peo­
nes, o un centavo del precio de nuestros productos, entregan millo­
nes para defender sus propios intereses. Pagan a las fuerzas arma­
das para defender el orden establecido, es decir sus intereses, sus
privilegios, sus fortunas, amasadas con el sudor, la salud y la sangre
de nuestro pueblo. La policía y los soldados son mercenarios que lu-

365
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

chan contra sus hermanos de clase, que defienden a los grandes


explotadores, a los millonarios, motivo único de los males del país.
E l anticomunismo es un pretexto para defender intereses ruines y
antipatrióticos. El país al que se refieren, es sus haciendas, sus m i­
nas, sus bancos, sus millones, sus negocios, sus privilegios, sus
ganancias. Ese es el país que según ellos está en peligro.
4. Las acciones guerrilleras del m ir por lo general han sido califica­
das de ^comunistas». El anticomunismo es una maniobra m uy
conocida de la oligarquía y de sus sirvientes. Debemos dejar en
claro, sin embargo, que las guerrillas del Centro, Sur y Norte perte­
necen al m r . En realidad, las dos facciones del Partido Comunista
han hecho declaraciones en contra nuestra, aunque no cuentan
con el apoyo total de sus miembros, especialmente de la juventud.
El m ir no pertenece al Partido Comunista, a ninguna de sus dos fac­
ciones. Ni tampoco el m ir pertenece a ningún grupo trotskista. E l
mir es un movimiento completamente autónomo en cuanto a su
ideología, política y organización. E l m ir apoya la unidad de la
Izquierda, pero considera que se alcanzará en la lucha y no en las
mesas de los cafes. Además, la unidad no es sólo una palabra, sino
que una actitud profunda basada en principios, que sólo puede
lograrse después de un largo proceso.
El m ir apoya la unidad de todos los sectores progresistas y patrió­
ticos del país que no están comprometidos con el im perialism o, la
burguesía o los grandes latifundistas, en un gran f r e n t e n a c io ­
nal UNIDO ANTIOLIGARQUICO Y ANTIIMPERIALISTA, sin SCCta-
rismos, sin reservas, sin discriminaciones.
Por ello es que hacemos un llamado a todos los hombres sinceros y a
los verdaderos patriotas, civiles o militares, profesionales, intelec­
tuales, técnicos, oficinistas, obreros, campesinos, pequeños y media­
nos agricultores, comerciantes, industriales, obreros del transporte,
mineros, etc., artesanos, artífices, militares, tanto los oficiales
como la tropa, etc.
5. Nuestra plataforma de batalla ya quedó claramente establecida en
nuestro llamado revolucionario al pueblo peruano.. .2.
6. Ahora todo depende de los patriotas auténticos. Hemos hablado y
nuestras palabras han sido respaldadas por medio de actos. L a gue­
rra civil amenaza a todo el país. No somos responsables de esta
violencia. Respondemos a la violencia reaccionaria contra los obre­
ros y campesinos con la violencia revolucionaria por medio de la
guerra de guerrillas. Nada ni nadie detendrá nuestro movimiento.
L a revolución está en marcha y conduce a la victoria contra los ene­
migos del pueblo. Nuestra plataforma es perfectamente clara y na-
*Ver página anterior.

366
»Pachacutec« y L u is de la Puente

die puede negar que interpreta los sentimientos de la mayoría de


nuestro pueblo.
7. Rechazamos todas las condiciones de los seudocristianos y del
Arzobispo y Primado de la Iglesia peruana, que justifica la pena de
muerte y que coloca a la Iglesia al servicio de la oligarquía y de sus
lacayos. Aquellos que nada dijeron cuando los obreros y campesi­
nos eran masacrados en este país, aquellos que nada hicieron por el
hambre, la pobreza, la cesantía, la injusticia y la explotación de los
humildes, aquellos que se han olvidado de los principios cristianos,
se condenan ellos mismos y se demuestran como servidores de los
explotadores, causa única de los males que aquejan al país.
8. E l mir armado llama a la lucha a todos los sectores del pueblo. L a
victoria es nuestra. Las guerrillas se extienden. L a lucha armada se
esparce por todo el país. L a liberación está próxima. Lo que hoy es
una chispa, mañana será una hoguera, que consumirá a todos los
falsos patriotas, a todos los mentirosos, a todos los asesinos paga­
dos, a todos los torturadores, a todos los hipócritas, a todos los que
están detrás de los crímenes y abusos sufridos por nuestro pueblo.

¡Viva la Revolución Peruana! ¡Vivan las guerrillas!


¡Viva el m ir !
¡Viva la unidad de todo el pueblo!
¡Abajo la oligarquía, el imperialismo y sus servidores!
Cordillera de los Andes,
30 de agosto de 1965
Luis de la Puente Uceda A

Je fe del Comando Revolucionario Nacional del m ir .

Pero las proclamaciones de intenciones revolucionarias no podían de­


tener al Ejército peruano. Casi inmediatamente después de su llegada a
la zona a fines de agosto, el Ejército comenzó a hacerse sentir entre el
campesinado. El primer choque con las guerrillas ocurrió el 9 de sep­
tiembre. Se dijo que por lo menos un experto contrarrevolucionario del
Ejército de ios Estados Unidos había ayudado a planear y dirigir el ata­
que4. El 20 de septiembre, cinco destacamentos del Ejército comen­
zaron a desplazarse hacia la cumbre de Mesa Pelada, y capturaron el
campamento N ° 6 ese mismo día. Como un ejemplo de las condiciones
climáticas, hay que señalar que tres soldados murieron de frío durante es­
ta etapa de la expedición5. Cuatro días después, el Ejército capturó los

‘ Citado por Rogger Mercado, Las G uerrillas del Perú , pp. 193-8.
4New York Times, 12 de septiembre de 1965.
‘ Ministerio de Guerra, Las G uerrillas en el Perú , p. 66. Los guerrilleros afirmaron que
los soldados que el ejército informó habían muerto de frío en realidad habían muerto en
emboscadas (Mercado, p. 184). No obstante, el hecho de que el ejército pudiera llegar a ha­
cer esta declaración indica que el clima no era templado.

3fi7
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

campamentos N ° 3 y 4, y aunque las guerrillas hicieron un valien te


esfuerzo por recapturar el campamento N ° 4 en la tarde del día 25 de
septiembre, no lo lograron.
La versión del Ministerio de Guerra prosigue:

«Las operaciones continuaron a un nivel intensivo para impedir


que los guerrilleros se reagrupasen y para facilitar la captura y
destrucción de las bases que aún estaban en su poder. Al mismo
tiempo, la Fuerza Aérea realizó algunos bombardeos diurnos pa­
ra neutralizar y confundir a los rebeldes. Durante la noche se los
hostilizaba con pesados morteros de 120 mm. para obligarlos a per­
manecer alerta y listos para cualquier eventualidad. Estas opera­
ciones fueron posibles gracias a que las regiones superiores de la
Mesa Pelada no están habitadas*.

Las guerrillas, sin embargo, daban un cuadro diferente. «Bombardeos


de saturación con napalm y explosivos de alta potencia quemaron la
meseta y arruinaron y masacraron a los campesinos*6. Y el correspon­
sal del New York Times, que escribía en octubre, expresaba que «diaria-
mente los aviones de la fuerza aérea cubren con bombas de napalm y fue­
go de ametralladoras, los lugares donde sospechan que hay concentra­
ciones de guerrilleros*7.
En estas circunstancias los guerrilleros de De la Puente tenían pocas
esperanzas de sobrevivir en las inhóspitas laderas de Mesa Pelada. P e­
ro estaban rodeados y no podían escapar. Un miembro de su banda,
Albino Guzmán, no pudo soportar la tensión. Abandonó a los gue­
rrilleros, y se entregó a la policía, y les explicó el lugar exacto de los
escondites de los guerrilleros. Con esta traición dentro de sus propias Fi­
las, los días de los guerrilleros estaban contados.
En un esfuerzo desesperado por salir del cerco que el ejército iba estre­
chando cada vez más, una columna guerrillera dirigida por el propio
De la Puente y por Rubén Tupayachi sostuvo un encuentro con el E jé r­
cito cerca de Amaybamba el 23 de octubre. Los guerrilleros fueron cap­
turados o muertos. Existen ciertas dudas respecto a lo sucedido con De
la Puente y Tupayachi, pero parece probable que fueron capturados y
fusilados en prisión dos días después. El grupo había alcanzado a estar
apenas un mes en acción.

Capítulo siete
« J a v ie r H era u d « y H écto r B é ja r

Parece que para el ejército peruano fue una gian sorpresa cuando el E jé r­
cito de Liberación Nacional (eln ) entró en ajción el 25 de septiembre en
*Rogger Mercado, Las Guerrillas del Perú, p. 186.
7New York Times, 8 de octubre de 1965.

368
•Ja v ie r H eraud* y H éctor Béjar

una zona situada entre aquellas dominadas por Lobatón y De la Puen­


te. El e l n , dirigido por Héctor Béjar, era un grupo revolucionario que
databa de 1962 y que fue responsable del episodio guerrillero de mayo
de 1963 en Puerto Maldonado en que Ja v ie r Heraud encontró la muer­
te. Se había estado preparando para la lucha guerrillera durante lar­
go tiempo, pero cuando el grupo de Lobatón entró en acción en junio de
1965, no se consideró lo suficientemente preparado para comenzar
actividades revolucionarías de gran envergadura. Sin embargo, tenien­
do presente el llamado de solidaridad de De la Puente, decidió que no le
quedaba otra alternativa que lanzarse a la lucha guerrillera. El 9 de sep­
tiembre, representantes del eln y del m r firmaron un comunicado con­
junto en Lima, en que se comprometían a apoyarse mutuamente:

»E1 proceso armado de la Revolución Peruana ha comenzado y este


hecho reviste las características de un cambio histórico irreversi­
ble. Ahora que han comenzado las guerrillas, la liberación na­
cional y social del pueblo peruano debe seguirse de la lucha
armada.

Esta situación exige la unidad de los grupos revolucionarios, la uni­


dad es un proceso que se hace, se desarrolla y se consolida en la ac­
ción. Sabedores de esto, el Movimiento de Izquierda Revoluciona­
ría (m ir ) y el Ejército de Liberación Nacional (e l n ) han acordado
mejorar sus relaciones a nivel de la coordinación creando un
Comando Nacional de Coordinación a fin de enfrentar juntos las
distintas tareas que implica la liberación de nuestro país.
El objetivo de la lucha es llevar a cabo la Revolución Popular, Anti­
imperialista, Democrática, etapa esencial en la construcción de
un sistema social que pondrá fin a la explotación del hombre por el
hombre, que rescatará íntegramente la soberanía nacional, y
que nos permitirá alcanzar nuestro destino como Nación, en nuestra
Patria, en el Continente y en el mundo entero.

E l logro de estas metas sólo puede ser el resultado de la lucha del


pueblo conducido por la alianza de los obreros y campesinos, con
el apoyo de los estudiantes, de los intelectuales progresistas,
de la clase media explotada, de la baja clase media y todos los sec­
tores patrióticos del país que se oponen al latífundismo, a la bur­
guesía monopolista y al imperialismo; es decir, la inmensa ma­
yoría del pueblo peruano, que hereda de nuestras más gloriosas
tradiciones, legadas a nosotros por los Incas y por aquellos que
han sacrificado sus vidas por su patria, como Manco Capac, Ju an
Santos, Tupac Amaru, Pumacahua, los héroes de las guerras de la
Independencia y de las luchas en pro de la República y lodos
aquellos que durante las últimas décadas han sacrificado sus

369
G o tt / L a s guerrillas en Am érica Latin a

vidas por la liberación del pueblo, entre otros el subteniente V a -


1lejos, el campesino M ayta, y el poeta Ja v ie r Heraud1 .
Este acuerdo no es excluyeme y permanece abierto a cualquiera
otra organización que se identifique plenamente con los obje­
tivos de la lucha y sus exigencias.
El m ir y el eln están plenamente conscientes que la presente
lucha por la liberación nacional dará origen al poderoso P arti­
do Unido de la Revolución Peruana, instrumento histórico
esencial para llevar a cabo el proceso, y del cual las dos organiza­
ciones se consideran miembros fundadores.

¡PATRIA O MUERTE! ¡VENCEREMOS!


Lima, g de septiembre de 1965*.

En octubre, poco después de su primera acción importante, el eln


emitió un manifiesto en que planteaba sus puntos de vista específicos:

«Desde que Belaúnde se convirtiera en Presidente de la Repúbli­


ca, no ha habido cambios fundamentales en la desesperada situación
de nuestra patria y nuestro pueblo.
Olvidando sus promesas electorales, y cediendo cada vez más ante
las presiones de la oligarquía, Belaúnde sigue inescrupulosa­
mente el camino de sus antecesores; a cambio de que le permi­
tan permanecer en el poder, consiente que la International P e­
troleum, la Cerro de Pasco y otros monopolios norteamericanos
saqueen nuestro petróleo, cobre, hierro, plomo y zinc; trafica con
la pobreza de los campesinos con una reforma agraria que es
una burla y que no afecta a las grandes haciendas y aplasta violen­
tamente al pueblo con las Fuerzas Armadas.
Atravesamos por la más grande crisis de nuestra historia. Las clases
gobernantes se han decidido por la violencia total. Controlado
por partidos conocidos por su ferocidad en contra del pueblo,
Belaúnde ha traicionado nuestra soberanía e independencia

'En mayo de 1962, el Teniente Vallejos estaba a cargo de la prisión de Jauja, pueblo situa­
do a unos treinta minutos de camino de Huancayo en el Departamento de Junín. Deseoso
de iniciar un levantamiento, estableció contacto con un miembro del Partido Obrero R evo ­
lucionario ( p o r ), grupo trotskista, para contar con el apoyo de una organización política.
Junto con un líder campesino llamado Mayta, planearon un levantamiento que haría es­
tallar la revolución socialista. Se apoderaron de la prisión, pero no pasó mucho tiempo
antes que el Ejército los atacara. Vallejos y Mayta fueron muertos. Para mayores detalles
véase en »Perú: revolución, insurrección, guerrillas», de Américo Pumaruna Cuadernos
de Ruedo Ibérico, N° 6, abril-mayo 1966, reproducido en Pensamiento Crítico (La Ha­
bana), N° 1.
^Comunicado conjunto del m ir y el e l n , 9 de septiembre de 1965, citado por Rogger Mer­
cado en Las G uerrillas del Perú, pp. 181-2.

37°
•Ja v ie r H craud* y Héctor Béjar

nacionales buscando asilo bajo las garras brutales del Departa­


mento de Estado.
E l saqueo y explotación despiadados de nuestro país no se detiene.
Sigue adelante. El pueblo clama porque se ponga fin a esto.
Siguiendo las tradiciones revolucionarias que nos han legado
Tupac Amaru, Pumacahua y otros líderes de la lucha contra el co­
lonialismo, tomamos sobre nosotros el grito de Liberación Na­
cional y la necesidad de crear unidades armadas.
En 1962, los dirigentes políticos de los obreros, campesinos y es­
tudiantes decidieron crear el Ejército de Liberación Nacional
a través de dos métodos principales: la Lucha Armada y una Po­
lítica de Unidad, una el complemento dialéctico de la otra.
L a lucha armada hará que el pueblo confie cada vez más en su pro­
pia fuerza, pero no pueden tener éxito a menos que cuenten con una
base amplia de unidad popular. Sólo un pueblo unido y organi­
zado puede derrotar a las poderosas fuerzas de la oligarquía. El
divisionismo ha sido siempre el arma más eficaz de los opreso­
res. El enemigo siempre trata de crear divisiones entre los revo­
lucionarios, porque sabe que un pueblo dividido internamente
es fácilmente dominado.
Es por ello que los sectarios y los divisionistas constituyen peli­
grosos aliados del enemigo dentro de las filas del pueblo.
Sólo la lucha armada permitirá la creación de una unidad verda­
deramente popular. No creemos en la violencia por b violen­
cia. Pero no nos podemos engañar ni engañar al pueblo propug­
nando medios pacíficos en un país explotado por una oligarquía
económica y militarmente poderosa, acostumbrada a la tira­
nía y a los golpes de estado.
Creemos que debemos responder a la violencia criminal de la oli­
garquía con la Guerra Popular para llegar al poder.
La experiencia de los movimientos de liberación de las últimas dé­
cadas demuestra que el pueblo puede enfrentar exitosamente a
un ejército grande y bien armado con la guerra de guerrillas. Esta
es la lección de Argelia, Cuba, Vietnam, y de todos los pueblos que
han derrotado al imperialismo o que están luchando exitosa­
mente contra él.
El objetivo de una fuerza militar es crear un poderoso Ejército
Nacional de Liberación para llevar a cabo la guerra de guerri­
llas en todo el país, y finalmente derrotar al imperialismo y la
oligarquía.
Nuestra política de unidad se realiza entre el pueblo. Por medio de
operaciones armadas y otras formas de lucha, llevaremos gra-

37* $
Gott / L as guerrillas en Am érica Latina

dualmente al pueblo a la Revolución, a la vez que promovemos


la unidad organizada entre las masas.
El objetivo inmediato de nuestra política de unidad es formar un
frente amplio que abarque a todo el pueblo.
El Frente no será el resultado de prolongados regateos a esp al­
das de las masas; será la culminación de una etapa de la lucha a r ­
mada del pueblo en que la acción aunará todas las fuerzas populares.
Nadie puede reclamar el mejor derecho a la dirección de las m asas,
a menos que halla demostrado en la práctica que está a la cabeza
de las masas y que puede conducirlos a la victoria. La conducción
del pueblo no es un privilegio, sino que una grave responsabili­
dad conferida por el apoyo popular.
La apertura de frentes guerrilleros en Junín y Cuzco, con las glorio­
sas unidades »Tupac Amaru«, »Pachacutec« y »Pumacahua«,
pertenecientes al m i r , han demostrado con su ejemplo revolu­
cionario que la Guerra Popular ha comenzado.
El Ejército de Liberación Nacional ( e l n ) informa al pueblo que
se ha abierto un frente guerrillero en el Departamento de A yacu-
cho.
El e l n con la unidad guerrillera »Javier Heraud« comandada
por el camarada Héctor Béjar —ejemplo sobresaliente de desin­
terés revolucionario— ha comenzado la primera operación
de propaganda armada.
En la hacienda Chapi, de propiedad de los sanguinarios herma­
nos Carrillo, eran explotados dos mil campesinos, que trabaja­
ban nueve meses al año sin pago alguno. Desde los nueve años de
edad los niños realizaban una despiadada jornada de trabajo; si
algún animal bajo su cuidado se perdía tenían que compensarlo
con más trabajo. Las esposas e hijas de los campesinos eran viola­
das y entraban al servicio de este feroz latifundista. A nadie se le
pagaba jamás.
En 1962, algunos campesinos protestaron ante los hermanos C a rri­
llo por este trato inhumano, y fueron asesinados a sangre fría.
En 1963 los campesinos no pudieron seguir soportando este esta­
do de cosas y arrestaron a los Carrillo, se dirigieron a las autori­
dades que dispensaban justicia, pero ellos mismos fueron arresta­
dos y acusados de robar ganado y cosecha.
Refiriéndose a estos acontecimientos, naturalmente en forma al­
go eufemística, el periódico oligárquico y McCartista La
Prensa, perteneciente a Pedro Beltrán, publica la siguiente in­
formación en su edición del 4 de octubre de este año, página 6:
»La policía también recuerda que los inquilinos siempre han

372
•Ja v ie r H eraud* y H éctor Béjar

sido agresivos hacia los hermanos Carrillo. Hace un año lleva­


ron a uno de ellos a Ayacucho, descalzo y amordazado, y lo acu­
saron de graves irregularidades. L a policía tuvo que actuar en
forma severa para impedir que se cometiese un crimen*. Ese es
el informe de La Prensa.
En septiembre de 1965, en la Hacienda Chapi, en un mitin popular
realizado por los campesinos y respaldado por las armas del e l n ,
se dictó una sentencia y se dio cumplimiento a la justicia revolu­
cionaria: los hermanos Carrillo y sus lacayos han pagado por
sus crímenes.
¡Viva las guerrillas de Junín, Ayacucho y Cuzco!
¡Viva los campesinos y su unidad con las guerrillas!
¡Abajo los brutales asesinos de campesinos indefensos!
¡Abajo el imperialismo y la oligarquía!
¡Viva el Ejército de Liberación Nacional!3

El e l n había comenzado sus operaciones militares el 25 de septiembre,


con la captura de la hacienda Chapi y la ejecución de los hermanos C a ­
rrillo, propietarios de ésta. Las razones para este comienzo aparente­
mente brutal no hay que buscarlas muy lejos:
Los guerrilleros las explicaron como sigue:

»La ejecución de los asesinos Gonzalo y Miguel Carrillo, propie­


tarios de la hacienda Chapi, en la provincia de L a M ar, Departa*
mentó de Ayacucho, en un histórico acto de justicia, compara­
ble al ahorcamiento del corregidor Ariaga por Tupac Amaru. Po­
dríamos decir de estos carniceros lo mismo que dijo el Inca acerca
del tirano español: »su mal comportamiento hizo de su mina
una tarea meritoria*. L a hacienda Chapi es una propiedad in­
mensa, la mayor de Ayacucho, que abarca seis aldeas o partes de
ellas, entre las que se encuentran Panto y Chupón, a varios días de
distancia, y es tan inmensa que toma casi una semana atravesar­
la a caballo. El clima es templado y la hacienda produce excelen­
te café y cacao, fuera de caña de azúcar para fabricar ron y coca.
También hay ganado en abundancia. Toda esta producción se ba­
sa en el trabajo gratuito de los campesinos, quienes, a cambio de
un terreno minúsculo para el cultivo de sus alimentos, traba­
jan de balde junto con sus mujeres, niños y parientes, en los terre­
nos de la hacienda y apacientan el ganado de ésta. Hay cientos de
familias, tan oprimidas que ninguna habla castellano. Natu­
ralmente no hay escuelas ni posta médica, a pesar de que fueron so­
licitadas en 1962.

9The N ew guerrilla Front in Ayacucho, manifiesto del eln. octubre 1965, citado por Ro-
gger Mercado en Las guerrillas del Perú. pp. 188-191.

373
G o tt / L a s guerrillas en Am érica L atin a

En 1960, Gonzalo y Miguel Carrillo asesinaron a un campesino


de nombre Huamán, a quien habían acusado de robo, lo descuarti­
zaron y colgaron los pedazos a la entrada de las casas de la h a­
cienda para aterrorizar a los campesinos. Pero los campesinos,
que habían exigido el pago de salarios, se rebelaron, cogieron a
Gonzalo Carrillo, lo amarraron y se lo llevaron preso al cuartel
de policía más cercano. Naturalmente las autoridades pusie­
ron en libertad al latifundista criminal y arrestaron al líder de
los campesinos, Emeterio Huamán (pariente del asesinado),
quien todavía se halla en la cárcel de Ayacucho. Este y muchos
otros crímenes cometidos por los feroces hermanos C arrillo
(violaciones, torturas a los campesinos, incendio de chozas,
etc.), fueron consignados en el periódico O b rero y Cam pesi­
no# en 1961.¿Se puede dudar de la justicia de condenar a muerte a
semejantes criminales?4#
Ricardo Letts ha escrito la siguiente versión de lo ocurrido:
»Su primera acción fue ejecutar a dos latifundistas en la zona mon­
tañosa de Ayacucho. Primero reunieron a los campesinos,
quienes decidieron imponer por sí mismos el castigo de los críme­
nes que habían estado cometiendo durante años y años. Cuando
hubo terminado esta acción, que tuvo lugar en medio de una bata­
lla en los alrededores de la casa patronal, se retiraron, para evi­
tar entrar en contacto con la policía. Con la muerte de los propie­
tarios y del mayordomo, los indios, que habían sido oprimidos y
explotados durante siglos, se hallaban en una posición total­
mente nueva.
No tienen a nadie a quien dar trabajo esclavo, a nadie a quien dar la
mitad o los tres cuartos de sus cosechas. Ahora son dueños de la
tierra por derecho propio y las tierras de la hacienda pueden ser
ahora trabajadas por todos. Esto les fue explicado por los guerri­
lleros y se llevó a la práctica inmediatamente después de la acción.
L a policía que llega entonces no puede hacer nada. Ataca a los
campesinos, y se hace aún más odiada. Mantiene allí un desta­
camento para custodiar los campos vacíos (la casa patronal y
otros símbolos concretos de la opresión latifundisia han sido in­
cendiados), pero no puede impedir que el campesino cultive
sus propios terrenos y guarde para sí toda la cosecha. Ningún otro
latifundista querrá venir a ocupar el lugar de los anteriores,
porque es evidente que compartiría su suerte5#.
Pasó un tiempo antes de que el Ejército pudiera hacer frente a esta
nueva amenaza. Todas las fuerzas disponibles ya estaban luchando con­
c ita d o por Rogger Mercado en Las Guerrillas del Perú, pp. 186-7.
‘ Ricardo Letts, »Perú: Insurrección#.

374
Loe com unistas y U i guerrillas

tr a los frentes guerrilleros de Tupac Axnaru y Pachacutec. Así fue como


sólo el 25 de noviembre, luego que fue aniquilado el grupo Pachacutec,
se decidió enviar a la zona en que operaba el grupo Ja v ie r Heraud a las
tropas que habían capturado M esa Pelada. Avanzaron el 6 de diciem­
bre, y quince días después, el 17 de diciembre, establecieron contacto
con los guerrilleros. En el choque que siguió, Ricardo León, lugarte­
niente de Bejar, fue muerto. Hubo otros encuentros a fines de diciembre
y a comienzos de enero. E l frente Ja v ie r Heraud llegó a su fin con el
desaparecimiento del propio Béjar. Fue posteriormente capturado y
encarcelado.
Con esto, el movimiento guerrillero de 1965 llegó a su fin. Por algún mo­
tivo, el grupo Manco Capac situado al extremo norte hacia la fronte­
ra con el Ecuador y comandado por Gonzalo Fernández Gaseo, no
entró nunca en acción. Seis guerrilleros fueron capturados entre el 18
de octubre y el 5 de noviembre, y con ello el ejército tuvo por primera
vez conocimiento de que un grupo guerrillero planeaba efectuar ope­
raciones en esa zona. A l recibir información de que la base principal
de Fernández Gaseo se hallaba en Cerro Negro, tres unidades del Ejér­
cito comenzaron a converger en la zona el 11 de diciembre. Pero des­
pués que la patrulla continuó hasta fines de mes, y no encontró nada, se
suspendió la búsqueda. Los guerrilleros se habían retirado al Ecuador.

Capítulo ocho
Los CO M UN ISTAS Y LA S G U E R R IL L A S

L a actitud del Partido Comunista peruano hacia las guerrillas de De la


Puente, sólo puede entenderse en el contexto de su oposición total a la
tesis del Che Guevara de que »no siempre es necesario esperar hasta
que estén presentes todas las condiciones para la revolución; los focos
insurreccionales pueden crearlas1». Esta tesis, como ya se ha señala­
do, era apoyada de todo corazón por De la Puente. Los comunistas or­
todoxos, sin embargo, creían que las condiciones para la revolución
no podían ser estimuladas artificialmente de este modo. (La oposi­
ción comunista a Hugo Blanco naturalmente había sido más abierta­
mente antitrotskista).
En un artículo en que analiza el fracaso de las guerrillas peruanas,
el comunista peruano, César Levano, escribe:
»La principal conclusión es que en un país cuyo pueblo sufre la po­
breza y la violencia latifundista, la lucha guerrillera puede con­
quistar la simpatía popular. Pero esta simpatía no se puede uti­
lizar y no puede convertirse en apoyo activo a menos que existan
condiciones objetivas más o menos maduras para la revolu­
ción. L a segunda condición para el desarrollo victorioso del mo­
vimiento guerrillero es un nivel relativamente alto de organi-
‘Ché Guevara en Guerra de Guerrillas.

375
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

zadón y de conciencia de parte de la organizadón política q u e


encabeza la lucha guerrillera2«.

Cuando el 9 de junio de 1965 las guerrillas de De la Puente entraron


por primera vez en acción, los comunistas se vieron frente al difícil pro­
blema de tener que adoptar una actitud. Según César Levano, antes de
que se cumplieran las veinticuatro horas, el Partido Comunista había
declarado su solidaridad con las guerrillas3. Pero con un reparo: »su
posidón se podía describir más bien como de apoyo crítico hacia ellas«.
Y Levano agregaba que »desde un comienzo el Partido Comunista ha
expresado ciertas dudas respecto al momento elegido para in iciar la
lucha, señalando que ai hacer esta elección es esendal tomar en cuenta
no sólo la posición y el ánimo del campesinado en uno u otro distrito
sino que la situarión política del país en su totalidad".
No obstante, los comunistas, aunque se plantearan estas dudas, siem ­
pre debían tener presente la posibilidad de que las guerrillas lo gra­
ran la victoria. De aquí que su relación y actitud hacia ellas fuera u n a
preocupadón constante. En agosto de 1965 el Comité C entral se
reunió para realizar »un detallado análisis de la nueva situación".
En su análisis partió de las siguientes premisas básicas:

»a) Se debe establecer una diferencia entre lucha guerrillera y le­


vantamiento. El levantamiento en algunos casos podría llegar
a ser la etapa final de la guerra popular.
b) Para que tenga lugar el levantamiento, es decir, para pasar a la
toma del poder, se requiere una situación revoludonaria4.
Pero esta condición no es esencial para la aparición de un mozri-
miento guerrillero.
c) El movimiento guerrillero no puede engendrar por sí mismo una si­
tuación revolucionaria.
d) El movimiento guerrillero sólo puede desarrollarse cuando la si­
tuación revolucionaria está llegando a su madurez.

aCésar Levano, «Lessons of the Guerrilla Struggle in Perú®, World M arxist R eview , vol.
9, N* ix, septiembre de 1966.
'En su libro, Las Guerrillas del Perú, Rogger Mercado declara que aunque le solicitó al
secretario-general del Partido, Jorge del Prado, una copia de la declaración del Partido so­
bre las guerrillas, no le facilitaron ninguna, (p. 146). Sin embargo, reproduce sí una decla­
ración del Frente de Liberación Nacional —una organización patrocinada por los comu­
nistas y dirigida por el general en retiro César A. Pando. £1 f l n , deda la declaradón pu­
blicada en junio de 1965, entendía y esperaba el estallido de la guerra de guerrillas. No
obstante «sería un error creer que la victoria sólo puede alcanzarse a través de la acdón de
un selecto grupo de vanguardia®.
4Según Lenin, a quien siempre recurren los comunistas cuando se les plantean dudas, una
situación revolucionaria presupone ciertas condiciones objetivas: 1) Una crisis política
que hace imposible que las clases gobernantes gobiernen a la manera antigua; 2) Un de­
terioro importante en las condiciones materiales de las masas oprimidas; y 3) £1 surgi­
miento de un movimiento auténticamente de masas. César Levano comenta: «Obviamente,
en junio de 1965, no existía tal situación revolucionaría en el Perú.

376
L o s comunistas y las guerrillas

El Comité Central llegó a la conclusión de que aunque la lucha arma­


da comenzada por el mer y a la que más tarde se uniera el e l n de Héctor
Béjar (Movimiento 15 de mayo) constituía »una respuesta a la violen­
cia contra los campesinos**, al mismo tiempo había que señalar que
»no existe en nuestro país una situación revolucionaria que justifi­
que convertir la lucha armada en la principal forma de lucha y en la ta­
rea primordial del pueblo peruano**.
»Un factor desfavorable**, comenta Levano, *era la llamada reforma
agraria**. Aunque sólo comenzó a ser implementada en las zonas en
que los campesinos se habían apoderado de hecho de la tierra, era
obvio que otorgaría una parte de la tierra a los campesinos y fomenta­
ría ciertas ilusiones entre ellos durante un tiempo. Además, había una
creciente presión popular para la nacionalización de los pozos petro­
líferos, y en este aspecto, resurgieron las esperanzas respecto a la
posibilidad de una acción gubernamental efectiva.
Debe tenerse presente que la población en general no se había conven­
cido por propia experiencia de la inconsecuencia, el derrotismo y de­
magogia de la coalición de gobierno. Por otra parte, también la coali­
ción, a p r a / uno todavía poseía un cierto capital político (aunque pe­
queño) sobre el cual girar5.
La desventaja que presentaba el estallido guerrillero, según los co­
munistas, era que llevaba directamente a la represión gubernamen­
tal contra el Partido Comunista. Al Partido en realidad se le achaca­
ron crímenes que no había cometido, y el resultado neto fue que se
produjo un transtorno de su propia estrategia. El Comité Central se­
ñaló correctamente que las fuerzas reaccionarias se habían aprove­
chado de la lucha guerrillera para:

»i. Desatar una campaña represiva contra todas las fuerzas de Iz­
quierda.
2. Aislar estas fuerzas de los elementos nacionales y democráti
eos.
3. Inducir a la burguesía conciliadora actualmente en el poder a
pasarse a la reacción más franca.
4. Reagrupar las fuerzas del frente ultrarreaccionario, arreglan­
do ciertas desavenencias (principalmente la rivalidad tradicio­
nal entre el a p r a y el ejército)**.

Todo lo que representaba el Partido, en términos del apoyo a las po­


líticas reformistas de Belaúnde, fue puesto en peligro por las guerri­
llas. No obstante, el Partido no podía mantenerse al margen por temor a
perder a sus miembros más extremistas. Así es que mientras de hecho
permanecía en la inactividad, prestaba bastante apoyo de palabra a la
lucha armada: »Inútil es decir**, escribía más tarde Levano, que:

*Uno era el partido del ex Presidente General Odría. En una alianza limpia se había uni­
do al a p r a para oponerse a Belaúnde.

377
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

»el Partido Comunista peruano no se opone en principio a la lucha


armada. Nuestro último Congreso dejó bien en claro que a u n ­
que los comunistas prefieren que el proceso revolucionario en
nuestro pais, prosiga sin violencia ni derramamientos de san ­
gre, en vista de los métodos tradicionales empleados por la o li­
garquía y el imperialismo el camino pacífico resulta difícil­
mente practicable. Lo más probable, declaró el Congreso, es
que el camino hacia la revolución en el Perú sea el camino de la
lucha armada. Los métodos usados por los círculos de gobierno
en meses recientes contra los guerrilleros, contra la lucha de los
campesinos y el movimiento popular en general sólo sirvió
para acentuar esta probabilidad*.

Pero para que sus adictos no fueran a creer por esto que los com unis­
tas apoyaban las actividades de De la Puente, Levano se apresuró a in ­
cluir una lista de los errores cometidos por el m ir , el principal de los
cuales era el no haber coordinado sus actividades con las del P artid o
Comunista.

»E1 error del m ir no solamente fue que el momento elegido no era


propicio, sino también que su dirección no se molestó en coordi­
nar la acción —aunque sólo fuera del movimiento guerrillero—
con otras fuerzas de la Izquierda, y en particular con el Partido
Comunista. Puede decirse ahora que ésta es una de las lecciones
más importantes que pueden inferirse de la lucha guerrillera.
Se pudo evitar muchos desatinos, debilidades y traiciones si los
grupos que dirigen la lucha no hubieran demostrado una predispo­
sición tan marcada en contra de nuestro partido*.

Sin embargo, en vista de lo sucedido después, resulta difícil dejar de


pensar que no estaban errados en sus prejuicios.
El entusiasmo del Partido Comunista pekinista por apoyar a las gue­
rrillas de De la Puente no fue mayor que el del Partido Comunista pro­
soviético, a pesar de su interés ideológico en la lucha armada. E l p a r­
tido pekinista había sido fundado en un congreso realizado en enero
de 1964, pero desde sus comienzos había dedicado la mayor parte de su
tiempo y esfuerzos a combatir a los »revisionistas« más bien que a pro­
mover la guerra de guerrillas6.
Cuando las guerrillas entraron en acción en los Andes a mediados de
1965, el partido pekinista se mantuvo en un comienzo en silencio.

‘ Este fue el primer partido pekinista de América Latina reconocido oficialmente por Pe­
kín. Según fuentes chinas, al congreso inaugural asistió la mayoría de los miembros del
antiguo Comité Central y los representantes de 13 de los 17 comités regionales. Véase
Peking Reviezv, 14 de febrero de 1964, y 22 de mayo de 1964, y también a Ernst Helperin en
Peking and the Latín American Communists China Quarterly, enero-marzo de 1967. El líder
del partido pekinista era Saturnino Paredes.

378
L o s co m im itas y las guerrillas

L a Comisión Política sostuvo reuniones en septiembre y octubre pero


sólo llegó a declarar que *el comienzo de la lucha armada en el Perú
m arca una nueva etapa en la marcha de la revolución7" . No fue hasta el
15 y 16 de noviembre, es decir, después de la muerte de De la Puente, que
e l Partido Pekinista realizó su Segundo Congreso Nacional para
discutir la situación y explicar por qué el partido no había apoyado a
la s guerrilla^. Es interesante citar sus conclusiones con cierto deta­
lle:

»E1 conflicto social en Perú ha pasado a una etapa superior con el


comienzo de la lucha armada, bajo la forma de la guerra de guerri­
llas. E l mir dio comienzo a esta lucha por propia iniciativa. Este
hecho evidente debe ser reconocido, aunque debemos hacer un
análisis adecuado de las actividades de estos movimientos re­
volucionarios, desde el punto de vista de sus fundamentos y obje­
tivos de clase, y del problema de si es éste el momento propicio
para iniciar la lucha armada en nuestro país.
Los orígenes principalmente pequeñoburgueses de los miembros
del m ir , algunos de los cuales no han pasado a través de la etapa de
la proletarización; el hecho de que muchos de sus miembros, in­
cluyendo a los dirigentes nacionales, tuvieron sus comienzos
en el a p r a ; su carencia de educación marxistaleninista autén­
tica, y sus vinculaciones con el trotskismo y el revisionismo,
han hecho de todos ellos unos sectarios, partidarios del gobierno
de una élite y de su hegemonía. Esto es lo que ha impedido que el
m ir reconozca a nuestro partido como el único Partido Comu­
nista marxistaleninista, y por el contrario, declare que sólo
existen dos partidos comunistas en el país y que el m ir es la nueva
izquierda incontaminada, por lo que han obstaculizado el de­
sarrollo de relaciones amistosas entre nuestro partido y un mo­
vimiento que por lo general nos ha sido hostil. Al parecer, des-

7Peking Reoiew , 7 de enero de 1966.


'£ 1 partido pekinista lo llamó «Quinto Congreso* porque se consideraban como el partido
ortodoxo y a los prosoviéticos como el grupo divisionista. Al parecer, según fuentes pro*
soviéticas, los guerrilleros de De la Puente provocaron algunos estragos dentro del partido
pekinista. César Lcvano escribe: «El grupo divisionista que publica el periódico Bandera
R oja adoptó una posición diferente, tildando de aventureros a De la Puente y a los demás
dirigentes de las guerrillas auristas. Como resultado de ello, parte de los estudiantes se mar­
ginaron del grupo y formaron sus propias «fuerzas armadas de liberación nacional*. Esta
organización (que no llevaba a cabo operaciones guerrilleras) todavía mantiene contacto
con nuestro partido. Más adelante, la posición antiguerríllas de los divisionistas tuvo otras
repercusiones: uno de los grupos de su «comité central* encabezado por el Licenciado Satur­
nino Paredes, expulsó a otro grupo dirigido por el licenciado José Sotomayor, a quien se
acusó entre otras cosas de «revisionista*. Este es el resultado del oportunismo de Izquierda
de los divisionistas, que al comienzo proclamaron que la lucha armada es la única forma
de lucha y más tarde, cuando empezaron a volar las balas, pusieron pies en polvorosa,
abandonando a su suerte a los hombres sinceros pero equivocados que creyeron en ellos*.

379
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

pues del iv Congreso Nacional del Partido Comunista, en enero


de 1964*, el m ir comprobó la aparición de un rival capaz de arreb a­
tarle la iniciativa en la lucha armada y ha actuado en conse­
cuencia. Esta misma tendencia ha dado origen a la aparición de
otros grupúsculos, quienes también tratan de asumir el control del
movimiento revolucionario armado. Esta consideración in ­
fluyó mucho en la decisión del m ir de dar comienzo a la lucha a r ­
mada, especialmente porque consideraron que contaban con
una preparación militar suficiente. El m ir tomó en cuenta la si­
tuación general del país, pero no la situación política inm edia­
ta que favorecería el comienzo de la lucha armada. Sólo tomó en
cuenta los factores subjetivos, el entrenamiento de sus propias
fuerzas armadas. Sin embargo, factores importantes tales como
los sentimientos de las grandes masas, o sus reivindicaciones, no
fueron tomados en cuenta, ni se le concedió importancia algu ­
na al problema de un frente unido, ni a la consideración de que la
revolución la hacen las masas y que ningún grupo revoluciona­
rio puede por sí solo llevar adelante la lucha hasta la victoria final.
Es por esto que consideramos que el momento elegido para dar
comienzo a la lucha armada no fue el más propicio. Esto no nos
impide reconocer que la lucha revolucionaria ha traído consi­
go una mayor polarización de fuerzas, y una agudización de las
contradicciones. También ha desenmascarado la naturaleza
brutal y represiva de la oligarquía proimperialista, y la expe­
riencia adquirida en la lucha, tanto en las victorias como en las de­
rrotas, será de gran utilidad para el desarrollo futuro de la revo­
lución. Es por esto que el Partido Comunista peruano (pekinis-
ta) rinde homenaje al líder fallecido del m ir , Luis de la Puente
Uceda, caído en el campo de batalla, y a todos los revoluciona­
rios que han sacrificado sus vidas. Consideramos que nuestro
deber es no permitir que la hoguera de la lucha armada se extinga
Por la presente declaramos que dedicaremos todos nuestros es­
fuerzos a mantenerla viva.
No hay que olvidar que el comienzo de la lucha armada depende
fundamentalmente del grado de madurez de las condiciones sub­
jetivas. Es bien conocido el hecho de que en el Perú existe una situa­
ción revolucionaria, conformada por una serie de condiciones
objetivas que exigen una solución revolucionaría a las contradiccio­
nes de la sociedad peruana. Entre las condiciones subjetivas,
algunas dependen básicamente del grado de espíritu de lucha y de
organización de las grandes masas populares y otras del grado de

*Congrcso en que se fundó el Partido Comunista pekinista.

380
L o s comunistas y las guerrillas

preparación del partido revolucionario para la lucha armada.


Ambos tipos de condiciones subjetivas están en proceso de ma­
duración. Pero cabe señalar que las condiciones objetivas no de­
penden de la racionalización de las esperanzas. Las condiciones
subjetivas, por otra parte, dependen principalmente de la volun­
tad para prepararse y llevar a cabo la revolución. No es de re­
volucionarios esperar que las condiciones subjetivas se pro­
duzcan por si solas, cuando dependen de nosotros. Es por ello que
debemos crearlas, desarrollarlas y organizarías. Cuando estas
condiciones subjetivas han alcanzado un cierto grado de ma­
durez, puede iniciarse la lucha armada con mayores expectativas
de éxito. Pero también sucede que las fuerzas contrarrevolucio­
narias obligan a las fuerzas revolucionarias a comenzar a actuar
antes de los previsto, si son descubiertos sus preparativos. Es por
ello que es necesario tomar precauciones para conservar las
fuerzas.
En cuanto a las perspectivas de la lucha armada en Perú, éstas son
magníficas. Las condiciones objetivas pueden perfectamente dar
origen a las condiciones subjetivas. Y aun cuando el imperialis­
mo y las fuerzas represivas son fuertes, las fuerzas de la revolución,
aunque momentáneamente débiles, ayudadas por la justicia de su
causa, las tradiciones heroicas de nuestro pueblo y el apoyo de las
fuerzas revolucionarias del mundo, se irán fortaleciendo gra­
dualmente hasta derrotar finalmente a la fuerza de la contrarrevo­
lución, dado que la fuerza del enemigo es más aparente que real, ya
que se afirma en cimientos que se desmoronan y es repudiada por
las clases oprimidas y explotadas.

(prochino) reitera el principio de que


e l p a r t id o c o m u n ist a p e r u a n o
la única forma de derrotar a los enemigos de la Revolución es por me­
dio de la guerra popular revolucionaría; es decir, por medio de la
coordinación y la combinación del combate violento con la lucha po­
lítica de masas, particularmente entre el campesinado. Como lo decla­
ró la Resolución de la Comisión Política ampliada en octubre pasado,
ala lucha armada no debe estar limitada a la participación de pequeños
grupos armados que actúan aislados de las masas, sino debe contar con la
presencia de éstas. De otro modo, aunque las guerrillas logren subsistir ais­
ladas durante un tiempo, no pueden crecer lo suficiente para que las
siga todo el pueblo, lo cual también significa que los obreros en las ciu­
dades deben organizarse sobre una base realista y revolucionaría a fin
de ocupar el papel que les corresponde en la guerra revolucionaría.
U na lucha armada sin la ayuda de las masas de trabajadores rurales y
urbanos puede terminar en el fracaso*. Esta declaración hecha antes
del revés sufrido por el m ir en M esa Pelada, demuestra su exactitud,
porque uno de los motivos de estos tristes acontecimientos fue el apoyo

381
G o tt / L a s guerrillas en Am érica L atin a ¡

débil y prácticamente inexistente de las masas campesinas a la s gue- j


rrillas en la zona cuzqueña. Es por esto que el plan general form ulado I
en este documento de la Comisión Política ha sido ratificado y sig u e en
vigencia.
Como lo expuso el camarada M ao Tse-tung, las tres varitas m ágicas
de la Revolución son el Partido Comunista, el Frente Unido y la lucha
armada. Esto se debe al hecho que los comunistas por sí solos no pue- I
den llevar a cabo la revolución sin el apoyo de las masas en general. |
Así, la tarea fundamental del Partido consiste en reunir a todas la s cla­
ses oprimidas en un amplio frente de liberación nacional. No se trata
simplemente de la unión de los partidos revolucionarios o de izquierda.
Si se tratara sólo de unir a la Izquierda, esta unidad no sería un frente
unido. Este frente debe basarse fundamentalmente en los obreros y
campesinos; debe atraer a las masas populares en general que no p er­
tenecen a los partidos de izquierda. Además, debe tenerse presente
que fuera del Partido Comunista Peruano (prochino) no existe otro
partido revolucionario organizado nacionalmente y con algún apoyo
de masas. E l comienzo de la lucha armada hace absolutamente esen­
cial la lucha por formar un frente unido que integre a la clase tra b a ja ­
dora, como la clase dirigente a través de su partido, a los campesinos,
los pequeño-burgueses (artesanos, pequeños comerciantes, profesio­
nales, intelectuales y estudiantes) y al sector progresista de la burgue­
sía nacional.
No obstante, cabe señalar que no se puede formar un frente unido
auténtico con revisionistas y trotskistas, porque no son revolucionarios
sino que de una forma u otra, son los que tratan de deformar la revolución
o hacerla fracasar. Fuera de esto, ninguno de estos grupos contrarre- 1
volucionarios cuenta con el menor respaldo. Lo que hay que hacer es
buscar la unidad entre los que luchan abiertamente con el enemigo, y es
por ello que las puertas están abiertas para un entendimiento con el
m ir , a pesar de las divergencias existentes, ya que es más conveniente
que se mantengan alejados de los trotskistas y revisionistas y que bus­
quen una alianza con nuestro Partido vinculándose con las grandes
masas. Además, no hay que olvidar que la unidad sólo puede forjarse en
la acción revolucionaria masiva. Aparte de los objetivos comunes, de­
bemos tratar de coordinar nuestras acciones durante el transcurso de
la lucha aliados a las masas.
En vista del fracaso del Frente de Liberación Nacional10 debido a las
actividades personalistas, sectarias, anticomunistas y contrarrevolu­
cionarias de algunos de sus miembros que rompieron públicamente con
el partido, lucharemos por crear un f r e n t e p a t r ió t ic o d e l i b e r a ­
c ió n , sobre una base más amplia de masas, para que este Frente pueda
llevar a cabo la Revolución, estrechamente aliado con el campesinado y
otras clases oprimidas«1 1 .
10Frente dominado por los comunistas ortodoxos.
“ Documento a mimeógrafo que reseña las conclusiones de la Quinta Conferencia N a­
cional del Partido Comunista Peruano (prochino), 16 de noviembre de 1965, pp. 13-18.

382
L a s guerrillas recapitulan

Capítulo nueve
L a s g u e r r il l a s r e c a p it u l a n

»La fe en la revolución es ciertamente fundamental» pero no es de por si suficiente


para permitir que una pequeña vanguardia se enfrente con éxito a las fuerzas re­
presivas del estado burgués» arriesgándolo todo en la primera batallas.

L a s guerrillas peruanas de 1965 fueron aniquiladas a los seis meses de en­


trar en acción. Pero esta derrota no puso fin a la polémica dentro de la
Izquierda peruana acerca de los méritos relativos de la lucha armada.
E l m i r , que había patrocinado los principales grupos guerrilleros, rea­
lizó una reunión de su Comité Central a comienzos de ig66, y llegó a las
siguientes conclusiones:

»a) En el Norte nuestra actividad revolucionaria no alcanzó los ni­


veles políticos y militares requeridos para comenzar y proseguir
la lucha armada. A poco de iniciadas las operaciones militares se
unieron dos grupos armados, lo que significó un retroceso de la
labor en esa zona. Por otra parte, no consideramos que era esen­
cial, táctica o estratégicamente, comenzar nuestras acciones si­
multáneamente. A pesar de este retroceso, tanto la rama política
como militar de nuestra organización han permanecido en la zona
y han alcanzado tal nivel de cohesión y de consolidación que las
Fuerzas Armadas no han logrado destruirlas. Justamente en una
de estas operaciones de cerco y destrucción, realizada en diciem­
bre, participaron diez mil hombres, además de importantes con­
tingentes del Ejército ecuatoriano. Ultimamente, nuestra orga­
nización militar no ha emprendido combates frontales contra el
enemigo, siguiendo las directivas del Comando Nacional,
b) En la Zona Central hay pruebas de que la unidad guerrillera
‘Tupac Amaru’ llevó a cabo una considerable labor de enlace
con los campesinos locales, y luchó en forma enérgica y competen­
te, pero presentó debilidades en la composición del Partido, que
impidieron hacer un mejor uso del apoyo y entusiasmo que desper­
taron entre los campesinos.
Las guerrillas del m ir en la Zona Central demostraron que se puede
alcanzar la victoria contra las fuerzas de la represión, aun en con­
diciones muy desfavorables. Esto se comprobó en Yahuarina,
Pucutá y otros encuentros.
El análisis de la campaña guerrillera en el Centro, realizado por
la Asamblea del mkr , demostró que los reveses sufridos por nues­
tros compañeros no se debieron enteramente a la capacidad de
combate de las fuerzas represivas, que contaban con poderosos

383
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

equipos terrestres, aéreos y fluviales, sino principalmente a errores


tácticos de los propios guerrilleros.
c) En el Sur la labor de construir el partido y de organizar las m asas
sobre esta base marchaban hasta tal punto bien que es dable creer
que si hubiera continuado progresando en la misma forma, la a c ­
ción armada habría contado con un buen apoyo de las masas. S in
embargo, mientras esta labor marchaba tan bien, no se prestó su fi­
ciente atención a la rama guerrillera misma. Los preparativos
militares no fueron suficientes para mantener la ofensiva. A d e­
más, fue un grave error permitir que se descubriese allí la presencia
de Luis de la Puente, Secretario General del Movimiento. E l ene­
migo centró entonces su atención en esa zona, y la que era conside­
rada la retaguardia del Comando se transformó en la línea delan­
tera. A pesar de esto, la defensa de la zona mantuvo a raya durante
algún tiempo a las fuerzas de la represión con campos de m inas
explosivas y acciones guerrilleras. Experimentaron bajas consi­
derables, y este factor, además de las dificultades naturales de la
zona, debilitaron su moral.
Un hecho fortuito ayudó a las fuerzas represivas, y jugó un papel
determinante en las importantes pérdidas sufridas; esto fue la ac­
ción criminal del traidor a la Patria y a la Revolución, Albino
Guzmán. Este individuo, incapaz de soportar las privaciones de
la guerra de guerrillas, con el ánimo destrozado, se rindió a la s
fuerzas represivas y traicionó todos los secretos militares de la
guerrilla, facilitando de este modo la labor del enemigo.
El traidor Guzmán se mostró especialmente competente para
ayudar a las fuerzas represivas en sus objetivos. Era de la zona y
había participado en forma activa en las luchas campesinas con
Hugo Blanco; durante largo tiempo fue uno de los miembros más
destacados de la guerrilla, tanto que en vista de sus antecedentes
fue ascendido por sus compañeros al Comité Regional; como tal
trabajó en la preparación de la zona. Todo esto, y sus conocimien­
tos personales de la organización del partido, lo transformaron en
el arma más eficaz del enemigo para localizar y destruir al grupo
principal bajo el mando del comandante en jefe, camarada L u is
de la Puente.
A pesar de tener conciencia del estado de decaimiento moral en
que se hallaba este hombre unos pocos días antes de su rendición,
la unidad guerrillera no tomó las medidas adecuadas, por razones
humanitarias»1 .

'Mercado, Las guerrillas, p. 167-9.

3 84
L a s guerrillas recapitulan

Héctor Béjar» el* líderdel Ejercito de Liberación Nacional, en una entre­


vista abordó el papel campesino: elemento esencial del que dependen las
guerrillas:

Pregunta 9. ¿Cuál fue la actitud de la población rural hacia las


guerrillas? ¿Apoyaron o rechazaron las guerrillas? ¿Qué tipo de
labor política realizó el eln entre los campesinos?
Respuesta. Muchos izquierdistas repiten ahora las calumnias del
enemigo y dicen que fracasamos porque el pueblo no nos apoyó.
Nada más lejos de la verdad. Le voy a contar nuestras propias expe­
riencias, puesto que conozco de primera fuente la labor de mis
compañeros en el mir.
»

Cuando los campesinos comenzaron a darse cuenta que había


hombres armados en la zona, su primera reacción fue de curiosi­
dad. Querían saber de qué se trataba, quiénes eramos, por qué
peleábamos. Fueron cordiales y querían satisfacer su curiosidad.
Luego nuestras relaciones se hicieron más estrechas, nos hicimos
t

amigos y los ayudábamos en lo que podíamos, dentro de nuestras


posibilidades. Fuimos enfermeros, asesores, maestros, todo lo
que podía contribuir a ganarnos su confianza. Entonces nos con­
taron sus problemas. Entre ellos encontramos a varios que tenían
¡deas bastantes claras de por qué estaban tan mal, y muchos que
tenían cierta experiencia en combate, porque habían sido mine­
ros e intentado formar sindicatos. Sus problemas se reducían a
uno: las grandes haciendas. Y naturalmente, querían que los
ayudáramos a resolver este problema. Sus comunidades gasta­
ban dibero inútilmente en interminables pleitos que siempre
perdían, y los peones o más bien esclavos, de las haciendas, sa­
bían perfectamente bien que el hacendado era su principal ene­
migo. De este modo nuestras acciones siempre estaban dirigidas
contra las grandes haciendas de la zona, y dejamos al Ejército que
defendiera a los hacendados.
A fines de año éramos prácticamente la única autoridad de la
zona y muchos campesinos se habían incorporado a nuestra uni­
dad o estaban por hacerlo.
Todo esto fue una experiencia valiosa tanto para ellos como para
nosotros. Comenzamos a darnos cuenta de lo lejos, lo extremada­
mente lejos, que se halla el revolucionario o marxista de café de la
realidad del Perú y de su pueblo, y por qué el Perú no ha tenido hasta
ahora un movimiento político organizado y fuerte de masas. Al
comienzo, hasta nuestro idioma les era extraño. Aprendimos a
hablarles en un idioma que comprendían, acerca de cosas que
entendían con facilidad. Y entendieron rápidamente la necesidad
de la Revolución, porque nuestra labor política se basaba en ha-

385
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

ccrles comprender que la Revolución no termina con echar a l


hacendado, que hay un largo camino que recorrer y que en o tras
partes hay otra gente tan explotada como ellos. El campesino p e ­
ruano tarda en decidirse, es cierto, lo piensa varias veces, p ero
cuando se decide, es serio, y su decisión es simple, pero profunda
y muy humana. Es por esto que creo que la Revolución Peruana
no tomará meses, sino que años, pero que será una de las más p ro ­
fundas y hermosas de América. Se debe preparar a los campesinos,
y esto es lo que estamos haciendo, preparándolos no sólo como
miembros de fila sino que como líderes revolucionarios.
Esta experiencia es útil no sólo para nosotros, sino que para toda
la izquierda. Mucha gente dice que no existen las condiciones
porque el campesino no tiene conciencia política, que prim ero
hay que inculcarle una conciencia política revolucionaria. L e s
podemos decir que no conocen al campesino. Nuestra táctica debe
ser adaptarnos a la psicología del campesino peruano, y no pode­
mos esperar que movimientos masivos arrolladores nos digan que
el momento está maduro para dar comienzo a la lucha por el poder.
Para desarrollar la conciencia política del campesino hay que
vivir con ¿1, pero no sólo como agitadores u organizadores de sindi­
catos, o como un visitante fortuito que llega, pronuncia un discur­
so ininteligible, y se vuelve en seguida a presentar su informe al
partido o a los dirigentes en la ciudad. Debemos estar armados p a ­
ra defendernos y para defenderlo contra los latifundistas y sus
lacayos y para hacerle palpar la fuerza de las armas y de 1^ organi­
zación. Pero debemos sobrevivir a la represión enemiga. L a .super­
vivencia es una obligación del guerrillero, porque si sobrevivimos,
le demostramos al pueblo que la Revolución no sólo es necesaria
sino que también posible"2.1

1Entrevista a Héctor Béjar publicado en Opiniones, revista del e l n peruano, 1967, y repro*
ducida en »Perú: entrevista a dos guerrilleros# Pensamiento Critico (La Habana), N * 6,
juliode 1967.

386
QUINTA PARTE

Bolivia

•Un hecho es cierto, irrefutable: cincuenta hombres remecieron a una nación entera,
hideron tambalear a un gobierno, privaron de sueño a los imperialistas y a sus
lacayos y concentraron en ellas la atención del mundo entero. Estos hombres paga­
ron con sus vidas d predo de la inmortalidad. Pienaen cómo será cuando d país
entero marche por d camino de la revolución*.
Mario Monje
Secretario General del Partido Comunista de Bolivia.

Capítulo uno
J orge M a setti y las g u er r illa s de S alta

E l episodio guerrillero boliviano de 1967 fue un intento premeditado de ini­


ciar la revolución continental. Desde el comienzo Ernesto Guevara ha­
bía sido un entusiasta partidario de esta idea. Durante seis años les habia
hablado a los revolucionarios latinoamericanos desde su escritorio en
L a Habana. Habia observado los altibajos de los movimientos guerri­
lleros en los distintos paises de todo el continente, y finalmente decidió
que habia llegado la hora de lanzarse una vez más, con su inmensa expe­
riencia y prestigio, a la lucha guerrillera. Como lo explicó Fidel en su dis­
curso de clausura de la Conferencia Tricontinental de enero de 1966:

*E 1 camarada Guevara se nos unió durante nuestro exilio en México,


y siempre, desde el primer dia, expresó claramente la idea de que
cuando la lucha se hubiese completado en Cuba, tendría otros debe­
res que cumplir en otros lugares, y siempre le dimos nuestra pala­
bra de que ningún interés de estado, ningún interés nacional, nin­
guna circunstancia nos llevaría a pedirle que permaneciese en nues­
tro país, o le impediría realizar ese deseo, ese anhelo. Y cumplimos
cabal y fielmente con la promesa íque le hicimos al camarada
Guevara#1 .

Inicialmente, como quizás era lógico aun para alguien con un sentido tan
subdesarrollado del nacionalismo como el Che, sus pensamientos se diri-1

1Fidel Castro, Discurso ante la sesión de clausura de la Conferencia Tricontinental, La


Habana, enero de 1966.

387
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

gieron a la Argentina. Es difícil pensar que de vez en cuando no h a y a te­


nido el deseo de hacer la revolución en esa sociedad tan terriblemente
burguesa3. Existen indicios de que tuvo cierta participación en la m alo ­
grada expedición guerrillera a Tartagal y Salta, comandada por J o r g e
Masetti en 1963.
Jo rge Masetti era un periodista argentino que en 1958 viajó a la S ie rra
Maestra para entrevistar a Fidel y al Che. Posteriormente escribió un
libro sobre las guerrillas cubanas titulado Los que luchan y los qu e llo­
ran. Después de la Revolución fue invitado a L a Habana por el Che y con­
tribuyó a la creación de la agencia noticiosa cubana Prensa L a tin a .
Renunció en 1961, se cree que en gran parte debido a problemas con los
comunistas de la vieja guardia dentro de la agencia, y en parte p o r los
celos cubanos.de que el, un argentino» fuese el jefe de una agencia cubana.
Siempre le había atraido la idea de comenzar un movimiento g u erri­
llero en Argentina. Aunque ex peronista, no hay prueba de que tuviese
nada que ver con el movimiento del Comandante Uturuncu en T u c u -
mán en 1959. Pero después de dejar Prensa Latina, dedicó gran parte de su
tiempo a planear un retorno clandestino a la Argentina.
En junio de 1963, se estableció en Bolivia, en una hacienda cercana a la
frontera con Argentina. Se hallaban con él tres cubanos; uno de ellos,
Ricardo (o Papi) habría de ju gar más tarde un papel importante en la
expedición boliviana de Guevara.
En septiembre, con un pequeño grupo de hombres, Masetti cruzó la fron ­
tera y llegó a la provincia argentina de Salta. Su banda se llam aba el
Ejército Guerrillero del Pueblo ( e g p ), y él mismo operaba bajo el nom ­
bre de Comandante Segundo3. Poco se sabe acerca de la suerte que co ­
rrieron. Fueron infiltrados por la policía y la mayor parte capturados,
sometidos a torturas y fusilados. E L propio Masetti no fue nunca des­
cubierto, pero seguramente fue fusilado o murió en la selva.
Ricardo Rojo sugiere que pueden haber esperado vincularse con el g ru ­
po de Javie r Heraud que fue diezmado en mayo de 1963 en Puerto M a l-
donado, y señala que las condiciones que imperaban en esa época en
1

*Una interesante entrevista concedida por Guevara en la fortaleza de Cabaña en enero de


1959 arroja cierta luz sobre su actitud hacia Cuba y Argentina. «Conocí a Fidel e inmediata­
mente me identifiqué con sus ideas y sus ideales. Me enrolé como voluntario fcn su grupo, no
sólo como médico sino como soldado de una causa justa. Anteriormente, habla , huido de
mi propio país en lugar de luchar contra la dictadura de Perón. Pero no hay ningún heroísmo
en la gente joven que rehuye sus responsabilidades frente a su propio país y su propia
generación. Tenía que saldar mi deuda en este respecto, y espero haberla cancelado en
Cuba*- Rafael Otero Echeverría Reportaje a una Revolución: de Batista a F id el Castro,
Editorial del Pacífico, Santiago, 1959, p. 46.
’ Esta versión está tomada del libro de Ricardo Rojo, Mi Amigo el Che. Rojo sostiene que la
decisión de Masetti de llamarse Comandante Segundo indica que había un Comandante
Primero, el Che Guevara. Otras pruebas indican que los dos argentinos se habían dado
homs de guerre, pero que el de Guevara era el del famoso gaucho argentino Martín Fierro,
y que el de Masetti era el de otro gaucho famoso llamado Segundo- No se conoce el. nombre
verdadero de Ricardo, lo que resulta sorprendente si se considera su importancia y el he­
cho de que el grueso de los cubanos implicados en la expedición boliviana de 1967 fueron
posteriormente identificados.

388
Jorge Masetti y las guerrillas de Salta
Argentina eran inadecuadas para que un brote guerrillero tuviera éxi­
to. Aunque los militares habían derrocado al presidente civil, Arturo
Frondizi, en 1962, permitieron la realización de elecciones en julio de
1963. E l candidato triunfante fue Arturo Illía, y los militares le permi­
tieron gobernar hasta 1966. Por lo tanto en la época en que Masetti espe­
raba lanzar su campaña guerrillera, Argentina tenia un gobierno civil
bastante moderado4.
Sin lugar a dudas Guevara tenía interés en hacer algo en Argentina. E ra
su propio país, lo conocía bien y quizás los fracasos y errores de Masetti
podrían aprovecharse en forma constructiva. Además contaba con el
apoyo del cubano Ricardo, que había participado en la planificación
de la expedición de Masetti, logrado sobrevivir y estaba dispuesto a
participar una vez más.
Pero desde el comienzo, Guevara recalcó que la lucha debía extenderse
por todo el continente. Si los brotes guerrilleros aislados que se habían
producido en distintos puntos del continente desde la Revolución cu­
bana hubiesen sido dirigidos y coordinados desde un organismo central
podrían haber corrido una suerte muy distinta. Si el objetivo habría de
ser Argentina, era importante que la lucha se extendiese rápidamente si­
guiendo la cordillera de los Andes, pasara por Bolivia y Perú, y atra­
vesara las selvas tropicales de Paraguay y de Brasil. De allí podría unir­
se a los movimientos ya establecidos en Colombia y Venezuela.
En 1964, cuando el Che comenzó por primera vez a pensar seriamente
en la posibilidad de volver personalmente a la guerra activa, las condi­
ciones parecían favorables. Un golpe militar en Brasil había impulsado a
Leonel Brizóla, gobernador de Río Grande do Sul y cuñado del ex Presi­
dente Jo a o Goulart, a entrar en acción. Brizóla, después de exiliarse en
Uruguay, se ocupaba en examinar las posibilidades de iniciar una cam­
paña guerrillera contra la pandilla de coroneles que se había apoderado
de su país. En Perú, Luis de la Puente, Guillermo Lobatón, y el cuñado
de Guevara, Ricardo Gadea, realizaban esfuerzos separados por poner
nuevamente en marcha los asuntos revolucionarios en el altiplano perua­
no después del fracaso del movimiento encabezado por Hugo Blanco y de
la desastrosa muerte de Ja v ie r Heraud. Y en Bolivia, en noviembre de
1964, el régimen nacionalista del Presidente Paz Estenssoro, que gober­
naba desde 1952, fue derrocado por el General René Barrientes y el
General Alfredo Ovando. La posibilidad de una revuelta contra los
dictadores militares no parecía ser sólo una quimera.

*En septiembre de 1968, la Unión de Periodistas de Cuba celebró una reunión en memoria
de Jorge Masetti, a la que yo asistí. Un cuadro que representaba al guerrillero junto con
el Che Guevara fue descubierto por su hijo, y. fue publicado un folleto que reproducía algu­
nos de los documentos relacionados con la campaña en Argentina. Uno de ellos es una carta
abierta a Arturo Illía escrita por Masetti el 9 de julio de 1963, desde el Campamento Augusto
César Sandino, y otro es una carta dirigida al «Compañero Campesino*, fechada en enero
de 1964 en las montañas de Salta.

389
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

Capítulo dos
El cisma chino -soviético

“Sería demasiado aburrido, demasiado pesado, examinar el fracaso de las organ i­


zaciones o partidos que se autodenorainan, sobre todo, »pekinistas«. En las prim eras
etapas de su organización son capaces de atraer militantes sinceros y decididos, g ra ­
cias a sus programas y a sus promesas. Muy luego, sin embargo, sus métodos de tra­
bajo, el oportunismo turbulento de su línea política, el sabotaje hipócrita de su pro­
pia línea oficial en relación a la lucha armada, llevan al estrato revolucionario, y
principalmente a la juventud, a abandonarlos».
Regis Debray
Revolution in the Revolution

El año 1964, que parecía ofrecer tantas oportunidades a los revolucionarios,


también fue el año en que la disputa chino-soviética se transformó en un
cisma extenso e irrevocable. E l impacto que provocó sobre C uba y so­
bre los planes para una revolución continental difícilmente pudieron ha­
ber sido más devastadores. Porque muchos de los miembros más m ili­
tantes de los Partidos Comunistas ortodoxos de América L a tin a se
apresuraron a unirse a los nuevos grupos prochinos. Y aquellos que h a­
bían sido los más vociferantes partidarios del Camarada Castro sólo escu­
chaban ahora la voz del Camarada M ao. Y a en enero de 1964, el P artid o
peruano se había dividido en dos, .y otros partidos, incluyendo al b o li­
viano, se preparaban para una eventualidad similar.
A lo largo de todo este difícil periodo del mundo comunista, los líderes
cubanos — novatos en la materia— se abstuvieron de pronunciarse por
ninguno de los dos bandos. En agosto de 1964, Guevara explicaba lo
siguiente a un grupo de estudiantes norteamericanos de visita en Cuba:

»La$ divergencias chino-soviéticas constituyen uno de los aconteci­


mientos más tristes para nosotros. No tomamos partido en estas
disputas. Hemos tratado de hacer valer nuestra influencia para
resolverlas. Pero ahora que están sucediendo le informamos al
pueblo acerca de ellas y el Partido las está discutiendo. L a posi­
ción de nuestro Partido no es decidir quién tiene la razón o quién
no la tiene. Nosotros determinamos nuestra posición y, como d i­
cen en las películas norteamericanas, »cualquier parecido es una
simple coincidencia**. Lo que nos importa es el desarrollo del socia­
lismo y vivir con dignidad**.

Sin apoyar abiertamente a los chinos, los cubanos no obstante mostra­


ban una marcada predilección por el énfasis que los chinos colocaban en
la lucha armada, en contraposición al deseo ruso de la coexistencia
pacífica. Su propia experiencia revolucionaria, y sus confrontaciones
prácticamente diarias, con el imperialismo norteamericano, a ciento
treinta kilómetros de sus costas, no les dejaban a los cubanos muchas

390
£ 1 c im a chino-soviético

alternativas. Pero sus necesidades económicas los mantenían firme*


mente en el campo ruso. Siempre que era posible, no obstante, los cuba­
nos trataban de no tomar posiciones. Cuando los rusos trataron de con­
vertir el Congreso de Partidos Comunistas realizado en marzo de 1965
en Moscú en un foro destinado a expulsar a los chinos del movimiento
comunista mundial, los cubanos al principio no tenían muchos deseos
de participar, y finalmente cuando concurrieron, se negaron a tomar
una posición.
Los partidos comunistas latinoamericanos, por otra parte, tenían un
compromiso mucho mayor de apoyar a Moscú. El grado de inde­
pendencia permitido a una nación dependiente era mucho mayor que
el concedido a un partido dependiente. Por consiguiente, cuando en no­
viembre y diciembre de 1964 se realizó un congreso de Partidos Comu­
nistas Latinoamericanos en L a Habana para discutir la posición conjun­
ta que habrían de adoptar ante la reunión de Moscú, quedó sembrada
la semilla del conflicto que habría de plantearse entre Cuba y los Parti­
dos ortodoxos de América Latina.
En esta oportunidad las divergencias entre ellos se resolvieron en forma
bastante amistosa. Los cubanos acordaron oponerse a las actividades
»divisionistas«, lo cual fue del agrado de los comunistas ortodoxos, y
ellos a su vez acordaron apoyar a los «combatientes revolucionarios# en
una serie de países específicamente nombrados, lo cual fue del agrado de
los cubanos. El texto del comunicado de clausura del congreso es el
siguiente:

«U N ID A D D E P R IN C IP IO S, U N ID A D EN L A LU CH A#
«A fines de 1964 se realizó un Congreso de Partidos Comunistas L a ­
tinoamericanos, al que asistieron delegaciones de todos los partidos.
L a Conferencia se realizó en un ambiente fraterno y con un espíritu
de franca comprensión y simpatía en relación a los problemas comunes.
Se realizó un intercambio fructífero de las experiencias adquiridas
en la lucha de los pueblos del continente en pro de su liberación nacio­
nal frente al imperialismo, y en pro de la paz, de la democracia y el so­
cialismo. La Conferencia dedicó especial atención a los problemas
de solidaridad con el pueblo y el gobierno cubanos.

SO L ID A R ID A D CON C U BA
Entre otras resoluciones se dio énfasis a:
La necesidad de hacer más consistente y organizada la solidari­
dad con Cuba. Al contribuir a esta solidaridad, las organizaciones,
individuos y partidos, no sólo cumplen con un deber intemacionalis­
ta y latinoamericano, sino que al mismo tiempo defienden los intere­
ses, libertades, dignidad y futuro de sus propios países.
Entre estas tareas se debe otorgar especial énfasis a la exigencia del
restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales con
Cuba, la lucha contra el bloqueo económico y en pro de la expansión

391
Gott / Las guerrillas en América Latina
del comercio, denunciando los preparativos de agresión y las activi­
dades de los contrarrevolucionarios y otros agentes de la c ía , una
respuesta expedita a la campaña difamatoria organizada y d irig i­
da por el imperialismo norteamericano contra el pueblo de C u b a y su
gobierno, una campaña publicitaria - de los éxitos económicos, so­
ciales y culturales de la Revolución Cubana.

C A M PA Ñ A S P E R M A N E N T E S
Respecto al apoyo brindado a las luchas de los demás pueblos de A m éri­
ca Latina en contra del imperialismo, la conferencia hizo las siguien­
tes recomendaciones:
Creación de movimientos de solidaridad, que lleven a cabo una cam­
paña permanente contra la represión, en lugar de hacer m anifesta­
ciones esporádicas y declaraciones aisladas.
Otorgar un apoyo activo a los que en la actualidad se hallan someti­
dos a una cruel opresión, como los que luchan en Venezuela, C olom ­
bia, Guatemala, Honduras, Paraguay y Haití.
Apoyar la lucha contra el colonialismo en el continente, en pro de la
independencia de Puerto Ricp y de la Guayana Británica, autono­
mía para la Martinica, Guadalupe y la Guayana Francesa y la devo­
lución de las Islas Malvinas a la Argentina, y en pro de la independen­
cia de las colonias inglesas y holandesas del Caribe.

A PO YO A V E N E Z U E L A
Organizar a escala continental el apoyo activo de todos los pueblos la ­
tinoamericanos a la lucha de liberación del pueblo venezolano.
Impulsar la solidaridad con la lucha antiimperialista que en d iver­
sas circunstancias libra el pueblo de Panamá.
Mantener vigorosas campañas en pro de la libertad de los líderes co­
munistas capturados, entre los cuales los más conocidos son:: Je sú s F a -
ría, Gustavo Machado y Pompeyo Márquez, en Venezuela; Pedro
Saad, de Ecuador; Jacques Stephen Alexis, de Paraguay; M ario Alves,
Iván Ribeiro y Astrojildo Pereira, de Brasil.
Y en pro de la libertad de todos los patriotas perseguidos, obreros
combatientes y partidarios de la democracia.
Fomentar el espíritu de solidaridad dentro del proletariado lati­
noamericano, promoviendo las protestas de los trabajadores en
todas sus formas por medio de la Federación Mundial de Gremios y de
todos los centros obreros independientes de Latinoamérica.

U N ID AD DE P R IN C IP IO S ’ 4
La Conferencia también subrayó la necesidad de incrementar los
contactos entre |ps diferentes partidps, para el intercambio de expe­
riencias y conocimientos.
La Conferencia prestó especial atención a las disputas que han surgi­
do dentro del movimiento comunista internacional y aprobó una re­
solución cuyos puntos principales son los siguientes:

392
E l c im a chino-soviético

Por la unidad del movimiento comunista internacional.


•Habiéndose reunido para intercambiar experiencias, reafirmar su
decisión de trabajar activamente por la unidad del movimiento co­
munista internacional, basado en los principios formulados por
M arx y Lenin y en los programas de 1957 y 1960, los partidos comunis­
tas de Latinoamérica consideran:
Que esta unidad es la garantía básica del éxito de nuestras luchas con*
tra el imperialismo en pro de la liberación nacional y social de todos
los pueblos, en pro de la paz mundial y la construcción del socialismo y el
comunismo. Es por esto que nos sentimos hondamente preocupados
por la situación del movimiento comunista mundial, en que han apa­
recido grandes divergencias, con el consiguiente peligro de un cisma
y de la creación de puntos de ataque para nuestros enemigos, que esti­
mulen la agresión.
Que es esencial hacer todo lo posible por allanar el camino de la uni­
dad, por facilitar la comprensión y la simpatía dentro del campo socia­
lista, por evitar cualquier cosa que aumente el peligro de una división y
que impida el diálogo fraterno y constructivo, que obstaculice la
posibilidad de que los partidos trabajen juntos para superar las di­
vergencias actuales, y aunando sus esfuerzos contra el imperialismo
y otras fuerzas reaccionarias.
Debemos recalcar los puntos de vista comunes, la expresión de
nuestra ideología común, el marxismoleninismo, y hacer todo lo nece­
sario para obtener el triunfo de la unidad de los principios.

T E R M IN A R CON LA S C O N T R O V E R SIA S P Ú B U C A S

Debido al daño hecho al movimiento comunista internacional por


el giro que ha tomado la controversia, la Conferencia espera que se
ponga atajo inmediato a las polémicas públicas, y subraya la nece­
sidad de encontrar vías satisfactorias para resolver los problemas en
discusión, dentro del espíritu de fraternidad que debe imperar en las
relaciones entre los partidos marxista-leninistas.
Del mismo modo la Conferencia considera que la unidad dentro de
cada partido es fundamental para llevar a cabo la revolución en cada
país.
De este modo toda actividad divisionista —de cualquier clase u ori­
gen— debe ser rechazada categóricamente.
La Conferencia considera que deben tomarse rigurosas medidas
para asegurar la unidad del movimiento comunista internacional,
patrocinando reuniones bilaterales o multilaterales y una confe­
rencia o conferencias de todos los partidos marxistaleninista1* .
Este documento contenía una grave contradicción. Muchos de los que
estaban «sometidos a una cruel opresión#, y que participaban acti-

'Comunicado del encuentro de Partidos Comunistas Latinoamericanos titulado l 1nidad


de principios , unidad en la lucha.

393
G ott / L a s guerrillas en Am érica L au n a

vamente en la lucha, y a quienes se suponía que los Partidos C o m u n is­


tas debían apoyar, eran las mismas personas que participaban en »ac-
tividades divisionistas*. Sea como fuere, el documento no fue muy
bien recibido por los chinos, y probablemente aceleró la tendencia fi­
sipara dentro del movimiento comunista continental que se había
estado observando durante el año anterior. Dos meses después d e la
conferencia de L a Habana, en febrero de 1965, Guevara visitó
Pekín, donde fue objeto de una acogida notoriamente fría. A los em isa­
rios oficiales de la conferencia no les fue mejor. £ 1 comunista colom ­
biano, Gilberto Vieira, ha explicado lo sucedido:

»La conferencia de L a Habana nombró una comisión de nueve líd e­


res comunistas latinoamericanos para transmitir al pcus y al
Partido Comunista de China la recomendación de los partidos
latinoamericanos en el sentido de obtener la unidad del m ovi­
miento comunista mundial a través de discusiones bilaterales
o multilaterales, una conferencia o conferencias de todos los
partidos marxistaleninistas.
No está demás decir, sin entrar en mayores detalles, que la com i­
sión visitó a los líderes del pcus en Moscú, y que éstos expresaron
su acuerdo total con la resolución de la conferencia de los p arti­
dos comunistas latinoamericanos, y agregaron de que si fuese
posible, el pcus no vacilaría en suscribir ese documento.
Después que el pcus hubo aprobado todos los puntos de la resolu­
ción, la comisión se dirigió a Pekín, donde intercambió opinio­
nes y discutió puntos de vista con una delegación del Partido C o ­
munista de China. Como resultado de estos intercambios, que se
continuaron en conversaciones con M ao Tse-tung, los líderes
chinos asumieron la siguiente posición:

a) El Comité Central del Partido Comunista de China no puede


poner término a la polémica abierta; no cree que la polémica
dañe los intereses del movimiento comunista mundial.
b) El Comité Central del Partido Comunista de China no concuer­
da con la denuncia de actividades divisionistas incluida en la
resolución de los partidos latinoamericanos y no abandonará
su decisión de apoyar a las personas a quienes considera antiim­
perialistas y revolucionarias, aunque hayan sido expulsadas
de los partidos comunistas. El Comité Central del Partido C o ­
munista Chino insiste en su derecho a fundar nuevos partidos.
En vista de este categórico desacuerdo de los líderes chinos res­
pecto de la resolución latinoamericana, la comisión decidió
poner término a su labor e informó a los partidos comunistas la­
tinoamericanos acerca de sus resultados mediante un comuni-

394
£ 1 d a n * chino-soviético

cado especial, copias del cual también se hicieron llegar a manos


del cc del pcus y del cc del pcch*.
Aunque a menudo atraídos por el activismo que parecía representar
la línea china, los líderes cubanos en ningún momento dieron muestras
de compartir la decisión china, de forzar un rompimiento dentro del mo­
vimiento comunista. Los movimientos de izquierda de Latinoamé­
rica han demostrado una predisposición at divisionismo muy ante­
rior al rompimiento chinosoviético, y ningún revolucionario res­
ponsable al tanto de su historia deseará convertir esta predisposi­
ción en una doctrina nueva. Guevara no costituyó una excepción. No
hay evidencia de que se haya opuesto a las decisiones de la conferen­
cia de La Habana de noviembre de 1964, y aun cuando era un activista,
nunca se sintió atraído por el dogmatismo de la posición china. En sus
obras, igual que Fidel, demostraba su enojo tanto a los rusos como a
los chinos por sus fastidiosas disputas que sólo podían tornar más difí­
cil la tarea revolucionaria en Latinoamérica.
Y en la práctica, la división chino-soviética provocó a los revolucio­
narios cubanos su mayor problema en Bolivia. Es prácticamente un
hecho que el Che había tenido un contacto estrecho con los diversos co­
munistas bolivianos en una etapa anterior, durante la campaña de
Masetti en Argentina. El propio Fidel Castro ha explicado que:

»Che había establecido relaciones con dirigentes y militantes


del Partido Comunista boliviano, desde antes de producirse
en el mismo la escisión, recabando de ellos la ayuda para el movi­
miento revolucionario en América del Sur. Algunos de esos mi­
litantes, autorizados por el Partido, trabajaron con él duran­
te años en diversas tareas. Al producirse la escisión en dicho Par­
tido, se creó una situación especial puesto que varios militantes
de los que habían estado trabajando con él quedaron ubicados
en uno u otro grupo3«.

Es casi seguro que el cubano Ricardo estuvo entrando y saliendo de


L a Paz y que estuvo en contacto con el Partido Comunista boliviano,
en la época en que Masetti actuaba en Argentina durante 1963-4. En
verdad una de las innumerables polémicas que han surgido de la divi­
sión chino-soviética en América del Sur, es el cargo hecho por los comu­
nistas pekinistas de que el Secretario General del Partido bolivia­
no, Mario Monje, estuvo implicado en el sabotaje de las guerrillas
argentinas4.

^Gilberto Vieira, «International Conference of Communist Parties will promote unity«,


World Marxist Review, septiembre 1968.
’ Fidel Castro, »Una Introducción Necesaria», E l Diario del Che en Bolivia.
4En julio de 1968, Oscar Zamorano, por entonces jefe del partido comunista pekinista de
Solivia, envió una carta abierta a Fidel con el título de »Cuba dirigió a las guerrillas bolivia­
nas y es totalmente responsable de su fracaso». Los cargos de Zamora, que no deben ser to-

395
G ott / Las guerrillas en Am érica Latina

Y en octubre de 1964, antes de la división del Partido, el Che G u e v a ra


discutió con el militante comunista boliviano, Oscar Zam ora, un
plan de éste último para establecer un grupo revolucionario al
margen del Partido Comunista dedicado a la lucha arm ada. E l
propio Zamora ha dejado una versión de este encuentro:

»En septiembre-octubre d e , 1964, un grupo de jóvenes estudiantes


bolivianos que vivían en Cuba y en Europa acordaron comen­
zar la lucha por crear una vanguardia revolucionaría para obte­
ner la liberación de Bolivia bajo el estandarte del marxismole-
ninismo. Pensamos que para hacer esto teníamos que crear una
fuerza marxistaleninista al margen de la directiva existente,
el Partido Comunista boliviano. Es así que me fui a Cuba a ob­
tener ayuda. Allí el Comandante Ernesto Guevara expresó su
apoyo a la lucha contra los líderes corrompidos de los partidos
comunistas que habían caído en él revisionismo. E ra partida­
rio de la lucha armada en Bolivia, por la única vía posible, la vía
armada. En ningún momento de estas conversaciones con el
Che, que entonces era Ministro de Industrias en Cuba, demostró
su intención de conducir la acción armada en Bolivia o en
cualquier otro lugar del mundo. Al término de estas conversacio­
nes con el Che, se acordó no informar a los entonces líderes del
Partido Comunista boliviano de las decisiones tom adas,, sino
que solamente a Ud. (Fidel)5«.

Sin embargo esto tuvo lugar justo en el momento en que la división


chino-soviética en América Latina estallaba en u n . rompimiento franco,

mados muy en serio, se referían específicamente a la traición de los movimientos guerrille­


ros por parte de los «revisionistas*: «Tartagal. Argentina. El movimiento guerrillero de jó ­
venes argentinos fue traicionado por los revisionistas bolivianos y argentinos. A pesar de
estar plenamente informado por intermedio de su Embajada en La Paz y contar con infor­
mación directa en La Habana del hecho que Monje y su camarilla traicionaron el movi­
miento guerrillero peruano, Ud. (Fidel) decidió encomendar personalmente a Monje y su
«Partido* la tarea de reunirse con el grupo guerrillero argentino en suelo peruano para
entrenarlo. Este grupo fue recibido por la policía argentina en Tartagal a poco de cruzar la
frontera. El general San Román, jefe de la policía política boliviana, también fue infor­
mado por los revisionistas de estos acontecimientos. Cuando conversé con Ernesto Gue­
vara en La Habana en 1964, estuvo de acuerdo conmigo de que la persona responsable del
desastre de Tartagal era Monje, debido a sus contactos con la policía boliviana; las pala­
bras de Guevara fueron: «Lo sucedido en Tartagal fue una traición de los argentinos por
parte de Monje, y Fidel lo sabe*. Monje mantuvo informado al Partido Comunista revisio­
nista de Argentina respecto al movimiento guerrillero, a pesar del acuerdo de que no lo
hiciera porque los guerrilleros actuaban al margen del Partido Comunista argentino. El
llamado a una conferencia de Partidos Comunistas, firmado por Ud. a nombre del Partido
Comunista cubano, por Mario Monje y Vittorio Codovila, tuvo estrecha vinculación con la
necesidad de encubrir lo sucedido en Tartagal. (Texto de Los Tiempos (Cochabamba), 14
de julio de 1968.
5Oscar Zamora, «Cuba dirigió las guerrillas en Bolivia y su fracaso le pertenece ínte­
gramente*, Los Tiempos (Cochabamba) 14 de julio 1968.

396
£1 asma chino-soviético
m ientras los cubanos trataban desesperadamente de no pronunciarse.
Y en diciembre de 1964 tuvo lugar la reunión de L a Habana de todos los
partidos comunistas latinoamericanos, destinada a llegar a una com­
ponenda. Zamora continúa:

» E n diciembre de 1964... en la ¿poca de la reunión preparatoria de


la conferencia de los Partidos Comunistas revisionistas, Ud.
informó personalmente a Monje de mis conversaciones con el
C h e , y colocó al grupo de estudiantes marxista-leninistas, que
se hallaba en Cuba bajo el control del partido revisionista, y
acordó con Monje romper toda relación con nosotros, a quienes
U d . describió como una «fracción». Así fue como Ud. puso en prácti­
ca la decisión de la conferencia revisionista de luchar contra las
fuerzas del marxismoleninismo. No puede negar estos hechos,
puesto que en enero de 1965, en la Paz, el mismo Monje me lo dijo, va­
nagloriándose de »haber obtenido su mayor victoria política«.

E s bastante dudoso que el propio Guevara halla hecho alguna vez una
promesa concreta respecto a la probable actitud de Cuba, hacia su
movimiento »divisionista6«. En todo caso, después de la reunión de
L a Habana en diciembre de 1964, Cuba se había pronunciado defini­
tivamente en contra de los movimientos separatistas. No obstante,
nada podía evitar que Zamora y sus colegas prochinos obedecieran
las directivas que emanaban de Pekín en el sentido de que la mejor ma­
nera de sabotear a los «revisionistas», era dividir sus partidos. En
abril de 1965, en una conferencia realizada en Siglo Veinte, la gran zona
minera del estaño, Zamora y sus camaradas, encabezados por el
líder minero Federico Escobar, crearon el Partido Comunista pro­
chino de Bolivia. También se hallaba presente otro líder minero,
Moisés Guevara, que más tarde formaría un movimiento disidente
propio, que ideológicamente vacilaba entre lospartidos proMoscú y
proPekín.
Los comunistas pro Moscú de Bolivia se intranquilizaron visible­
mente con este nuevo acontecimiento y celebraron inmediatamente
un Congreso para considerar »las actividades divisionistas de los
elementos antipartido».
Según Jorge Kolle Cueto, miembro del Comité Central, se había pro­
ducido »una división sin precedentes». Había afectado a seis de los ca­
torce distritos en que el Partido Comunista estaba organizado.

eEn 1966 Guevara le explicó al comunista ortodoxo, Mario Monje (según versión de
Monje): En mi vida me he equivocado pocas veces respecto a tas personas y una de estas equi­
vocaciones fue en relación a Oscar Zamora. Zamora vino a Cuba a pedir ayuda y nos dijo
que fomentaría el divisionismo a fin de apoderarse de la directiva del Partido Comunista
boliviano o dividirlo. Le dije que estaba de acuerdo con el divisionismo si comenzaba con la
guerra de guerrillas. Zamora estuvo de acuerdo. Volvió a Bolivia, olvidó su promesa y la
ayuda que había recibido, y se vendió al mejor postor. Ahora no tenemos nada que ver con él
ni con su grupo. »Carta de Mario Monje, aparecida en Presencia (La Paz)«.

397
Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

En las tres ciudades principales de Bolivia: La Paz, Cochabamba y


Santa Cruz, la división no había sido demasiado desastrosa, pero en
las tres zonas restantes, «hará falta tiempo para reabsorber y reeducar
al inmenso grupo que apoya a los divisionistas". Kolle explicaba la
división sobre la base de la «diversidad y complejidad de los fenóme­
nos políticos que se suceden con tanta rapidez y la posibilidad de
plantear diversos puntos de vista al decidir sobre tácticas" y por »la si­
tuación actual del movimiento comunista internacional, que pro­
porciona la base teórica, objetiva y moral que cubre la desnudez del di-
visionismo".
Ningún análisis del movimiento guerrillero boliviano de 1967 puede
ser completo si no subraya el grave efecto producido por la división
chino-soviética en la Izquierda Revolucionaria de Bolivia. No obs­
tante, en muchos aspectos, Bolivia se vio menos afectada que otros
países por cuanto el Partido Comunista no era sino un partido entre
muchos que sostenían poseer la única y verdadera fórmula revolu­
cionaria. El trotskismo organizado tiene en Bolivia uno de sus parti­
dos más fuertes, el Partido Obrero Revolucionario (por ), y, aunque
igual que el Partido Comunista, éste se hallaba seriamente dividi­
do, tenía marcadas simpatías por las guerrillas. El Partido R evolu ­
cionario Izquierda Nacional (prin ) también podía presentar un
buen título de revolucionario. El partido se había separado del an­
tiguo partido de gobierno, el mnr , y su dirigente Ju an Lechín, aun­
que bastante oportunista, no desestimaba la posibilidad de la
acción guerrillera.

Capítulo tres
P reparativo s en L a P az

»S¡ existe un verdadero propósito de iniciar la lucha desde algún país extranjero o des*
de regiones distantes y remotas dentro del mismo país, resulta obvio que se debe
comenzar con pequeños movimientos conspiratorios de miembros secretos que
actúan sin el apoyo o el conocimiento de las masas».
Ernesto Che Guevara, Guerrilla Warfare

Guevara «desapareció" de Cuba en abril de 1965. Pasó unos meses en el Con­


go y probablemente en Vietnam, antes de volver a Cuba para planear
la revolución latinoamericana, a comienzos de 1966. La idea había re­
cibido un impulso adicional en la Conferencia Tricontinental de La
Habana realizada en enero y que reunió a los líderes revolucionarios
de Africa y Asia junto con los de América Latina. Guevara mismo no es­
tuvo presente, pero se hallaban allí los dirigentes de una serie de par­
tidos comunistas latinoamericanos, y al parecer los cubanos los habrían
presionado para que tomasen más en serio la labor de apoyar a los com­
batientes revolucionarios, como habían prometido hacerlo en la Con­
ferencia de Partidos Comunistas realizada en La Habana en 1964.

398
Preparativos en L a Paz

E l plan original para la iniciación de la revolución continental foijado


en Cuba contemplaba el retorno de Guevara a la Argentina, la reacti­
vación de los restos de guerrillas dejados por Masetti, la colaboración
estrecha con Brizóla en Brasil y el Chino en Perú, y la utilización de Bo-
livia como re fu to y como campo de entrenamiento1 A principios de
1966, el movimiento guerrillero de Luis de la Puente ya había sido ani­
quilado, pero el Chino — hombre de un entusiasmo y energía inmen­
sos— creía que había suficientes sobrevivientes y suficientes nuevos
voluntarios para resucitarlo. En el esquema original se le dio una impor­
tancia secundaria a Bolivia en gran parte debido a la falta de cuadros lo­
cales dispuestos a organizar una guerra de guerrillas. No obstante, se les
dijo a los comunistas bolivianos que debían comenzar a considerar la for­
m a de promover de hecho la Revolución Boliviana.
M ario Monje, el secretario general del Partido boliviano, había estado
en Cuba para la Tricontinental y nuevamente estuvo allí cinco meses
más tarde, en mayo de 1966, y sostuvo una entrevista con Fidel Castro, so­
bre la cual ha dejado una relación:

»En Cuba, mayo de 1966 concerté una entrevista con el camarada F i­


del Castro. En el transcurso de ésta, luego de encomiar mi espíri­
tu intemacionalista, me expresó que antes de acercarse a otros
me pedía mi colaboración para que protegiera a un camarada
que ambos conocíamos como buen revolucionario, durante su
paso por Bolivia. Tenía pleno derecho de volver a su país, y Fidel
me solicitó personalmente que eligiese a cuatro camaradas de
confianza para protegerlo durante su paso y si fuera posible,
que siguieran con él después. Manifesté mi acuerdo con esta solici­
tud, que pidió en reserva. Entonces ofreció a los comunistas su
apoyo incondicional, diciendo que estaba de acuerdo de que la re­
volución boliviana debía ser manejada por los bolivianos; prome­
tió no mezclarse en los asuntos internos de Bolivia y retener a los
estudiantes que habían sido entrenados en Cuba y que ahora
deseaban volver al país. Le agradecí todo esto.
Cuando volví le informé al Secretario Nacional sobre la solicitud y
del acuerdo a que habíamos llegado, así como sobre sus
ofrecimientos#2.

Además de los cuatro hombres, se le pidió a Monje que »coordinase con


Brizóla el asunto del Brasil#3.
Quizás contribuya a explicar la posterior actitud torcida de Monje si se

*»E 1 Chino* —Ju a n Pablo Chang— era un peruano que en 1965 había participado en la
planificación de las guerrillas del e l n en Perú pero que no había intervenido en la lucha.
1Carta de M ario Monje al Comité Central del Partido Comunista boliviano, 15 de julio de
1968. Publicado en Presencia (La Paz) 25 de julio de 1968.
*Pombo's Diary, 28 de septiembre de 1966. Este diario aparece en The Complete Bolivian
Diaries of Che Guevara and other captured documents, Daniel Jam es (ed ).

399
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

recuerda que durante este viaje a L a Habana se le entregó $ 2 5 ,0 0 0


con el propósito de promover la Revolución boliviana4. El P a r tid o
Comunista boliviano no fue jam ás muy rico, y hasta cierto p u n to , la
cooperación de Monje con los cubanos en relación a un program a con
el que no estaba totalmente de acuerdo parece que se debió a su fa lta de
independencia financiera en relación a los fondos cubanos. D esd e el
punto de vista comunista siempre existía el peligro de que los cu b an o s
pudiesen optar por canalizar sus actividades a través de otros g ru p o s
revolucionarios bolivianos.
Después del viaje de Monje a Cuba en mayo, Ricardo fue enviado a L a
Paz para comenzar a organizar, en compañía de los cuatro b olivian os
proporcionados por Monje, el aspecto boliviano de la proyectada lu ­
cha continental. Al parecer en ningún momento se le proporcionaron
detalles al Partido Comunista sobre lo que se planeaba en L a H a b a n a ,
ni nadie sabía tampoco que el Che Guevara formaría parte del plan.
En algún momento entre mayo y julio, se cambió la estrategiá b ásica.
Se decidió que Bolivia, y no Argentina, era el país »que presentaba la s
mejores condiciones**5. En consecuencia Bolivia se convertiría en el
cuartel general de la revolución continental. En lugar de iniciar la lu ch a
en la Argentina para extenderla hacia el norte a Bolivia, se decidió co­
menzar en Bolivia y luego seguir hacia el norte a Perú. Fuera de q u e
Bolivia parecía una alternativa más obvia que Argentina, parece e v i­
dente que los cubanos tuvieron grandes dificultades en ubicar algú n
grupo en la Argentina que fuera capaz de iniciar un foco guerrillero.
Algunos antecedentes permiten sugerir que los peruanos habían es­
perado que se le diese la prioridad al Perú. Cuando se le informó del
cambio de planes, el Chino se mostró desilusionado. Los cubanos pen ­
saban, no obstante, que habían quedado demasiadas cosas sin exp lica­
ción después del fracaso de las guerrillas peruanas en 1965. Dado que h a ­
bían diversas señales de traición, es evidente que los cubanos pensaron
que no se justificaba recomendar a Guevara iniciar las operaciones des­
de allí6. Es muy posible que esto también explique por qué se eligió a
Bolivia en lugar de un país como Venezuela o Colombia donde los m ovi­
mientos guerrilleros habían demostrado su capacidad de resistencia.
Prescindiendo completamente del hecho que Guevara obviamente
deseaba comenzar en alguna parte nueva, en vez de invadir el territorio
de un movimiento existente, el riesgo de traición era quizás bastante
menor en un movimiento que podía iniciarse de la nada que en uno
bien establecido y también bien infiltrado.
Después del fracaso de la campaña boliviana, muchas personas cues­
tionaron el hecho de que Bolivia fuese apropiada para librar una lucha
guerrillera de éxito. Entonces, sin embargo, parecía ser una alternativa
casi perfecta. »Bolivia«, escribía Regis Debray en 1965, »es el país donde

4Pom bo's D iary, 24 de octubre de 1966.


hPom bo's D iary, 28 de septiembre de 1966.
fiPom6o’í Diary, 6 de agosto de 1966.

400
Preparativos en L a Paz

las condiciones subjetivas y objetivas se combinan mejor. Es el único


país de Sudaméríca donde hay en programa una revolución socialista*7.
En un artículo que escribí para el Guardian en abril de 1967, diez días
después de la primera emboscada, traté de explicar por qué se había ele­
gido a Bolivia:

«Si Ud. fuera un líder guerrillero latinoamericano — digamos, al­


guien con experiencia cubana a quien llaman el «Che*— ¿qué país
elegiría como nueva base revolucionaria? Venezuela ya no es un
lugar muy atrayente. Las fuerzas antiterroristas controlan la
situación, y precisamente poco antes de Semana Santa uno de los
principales líderes guerrilleros, Jo sé Saher, fue muerto en la pro­
vincia en la que su padre es gobernador. Guatemala es demasiado
pequeña para ser una «segunda Cuba* eficaz y allí también la
dirección ha experimentado diversos desastres. Una figura clave,
Luis Turcios, murió misteriosamente en un accidente automovilís­
tico a fines del año pasado. En Colombia la violencia es endémica
y sólo difícilmente podría encauzarse por una vía auténticamente
revolucionaria. En Perú las guerrillas han ido desapareciendo
gradualmente, con un líder muerto y el otro a buen recaudo en la
cárcel.
Y ésta era la suma total, hasta la semana pasada, de todas las activi­
dades guerrilleras en América Latina. Pero una simple mirada al
mapa le revelará al buen observador que hay un país en el que, si
las condiciones fuesen propicias, podrían operar las guerrillas
desde una base estratégica de un valor inigualable.
«Bolivia*, explicaba el respetable diario E l Mercurio de Santiago en
un reciente editorial^ «ofrece excelentes oportunidades para la
acción guerrillera. Su territorio incluye un terreno muy acciden­
tado, tanto en las zonas de la sierra y de la alta meseta como en las de
selvas tropicales; su atraso material hace a la población suscepti­
ble a la demagogia: la falta de comunicaciones modernas impide
las actividades de las fuerzas militares del gobierno. Y , desde Bo­
livia, las guerrillas pueden infiltrarse por el corazón de América
del Sur, ya que posee fronteras con Argentina, Paraguay, Brasil,
Perú y Chile, y la línea fronteriza atraviesa por zonas aisladas y de
difícil acceso.
E l diario pudo haber agregado, aunque no lo hizo, que el ingreso pro­
medio per cápita de Bolivia apenas alcanza a 30 libras esterlinas
anuales, que el país depende de una sola fuente de ingresos ines­

7Regis Debray, «Latín America: the Long March*. Y el Economist del 12 de agosto de
1967 escribía: si éste es realmente uno de los «nuevos Vietnams* de Fidel Castro, constituye
al menos sicológicamente, un triunfo potencial. Ningún país de Sudaméríca está en peo­
res condiciones para enfrentar la guerra de guerrillas que Bolivia*.
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

table —la venta del estaño— y que el 70 por ciento de la población


es indigena. Una proporción semejante es analfabeta. Induda­
blemente un paraíso para las guerrillas revolucionarías.
».. .Si las guerrillas logran afianzarse... no hay razón aparente para
que no puedan crear ese »foco revolucionario» permanente con el
que siempre ha soñado el Che Guevara. Una base semejante en el
continente sudamericano haría revivir los espíritus vacilantes de
los fidelistas que se hallan lejos de la misma Bolivia»8.

En julio, dos cubanos, Pombo y Turna, llegaron a La Paz trayendo ma­


yores detalles sobre el cambio de planes. Sería una lucha cuesta arriba
convencer a los bolivianos de que la revolución debía iniciarse en Bolivia
y no en Argentina. Inmediatamente después de su llegada, los dos cu­
banos establecieron contacto con Ricardo y comenzaron así una serie de
conversaciones políticas. Primero discutieron el nuevo esquema con
los cuatro miembros del Partido Comunista boliviano que habían sido
asignados por Monje para que colaboraran con Ricardo, a solicitud de
Fidel en mayo. Los más importantes entre éstos eran dos hermanos,
Coco e Inti Peredo. Los cuatro apoyaban la idea de iniciar una guerra de
guerrillas, pero muy rápidamente les hicieron ver a los cubanos que la
dirección del Partido miraba el esquema con muy poco entusiasmo.
Sin embargo el 28 de julio Ricardo sostuvo un encuentro con Monje, del
cual salió bastante optimista. En un informe a Guevara escribió que
Monje »parece estar decidido y propuso seguir adelante con el Plan,
aunque propone hacerlo por medio de un levantamiento en la capital
que haría las veces de despertador simultáneamente a la lucha en las
montañas. Para esta última ha prometido veinte de sus mejores hom­
bres con los cuales comenzará a trabajar»9.
Ricardo pensaba, sin embargo, que ya era tiempo que Monje fuese infor­
mado que el propio Guevara intervendría en el proyecto, y Pombo co­
menta en su diario que una serie de puntos que se suscitaron en las con­
versaciones con el Partido sólo pudo ser aclarada personalmente
por Guevara a su llegada.
Una semana después el aparente entusiasmo de Monje se había esfu­
mado totalmente. Cuando Ricardo le pidió más hombres aparte de los
veinte que habían sido prometidos. Monje contestó «¿Cuáles veinte?» y
agregó que:

«tenía dificultades con el resto del Comité Central, que lo estaba


presionando para que no entrara a la lucha armada, pensando
que las elecciones recientes (en julio) habían significado un éxito
para ellos porque habían obtenido 32.000 votos, casi el doble de lo
que habían obtenido anteriormente».

‘ Richard Gott, «Latín America: the next revolurion«, Guardian (Manchcster), 6 de abril de
1967.
9Pombo'\ Dtary. julio ;jo.

40 2
Preparativos en L a Paz

Pombo comenta bastante deprimido:


•P or los pocos progresos que hadamos, se podía ver que algo había
en el ambiente; en forma más precisa, gran incertidumbre res­
pecto a la decisión de incorporarse a la lucha. En realidad, es un
problema que no marcha; y estamos frente al problema de que
hay poco entusiasmo por el asunto. En realidad M bili (Ricardo) tie­
ne que estar a la siga de las personas para que se logre hacer siquie­
ra algo; una apatía tremenda. Somos nosotros los que estamos
organizando todo, y no nos ayudan para nadas10 8 de agosto.
El 19 de agosto se realizó otra entrevista entre Monje y Ricardo. Lejos
de facilitar otros hombres, Monje llegó a amenazar con retirar a los cua­
tro que se hallaban trabajando con los cubanos. Nuevamente el proble­
ma principal parecía radicar, no en Monje mismo, sino en los otros
miembros del Comité Central, que se mostraban francamente hostiles a
cualquier tipo de lucha guerrillera.
Al mismo tiempo que seguían las conversaciones con el Partido Comunis­
ta boliviano, los emisarios cubanos también estaban en contacto cons­
tante con los organizadores del proyectado foco peruano. El repre­
sentante del Chino en L a Paz era un izquierdista peruano llamado J u ­
lio Dagnino Pacheco, conocido como Sánchez. Se le comunicó por pri­
mera vez de la importante decisión estratégica que se había tomado de
iniciar la lucha primero en Bolivia y después en Perú, a fines de julio.
Se llegó al acuerdo de que el Chino enviaría algunos hombres de su gru­
po para ser entrenados en Bolivia, como de hecho ya se había progra­
mado. En el nuevo proyecto sin embargo, los reclutas peruanos podían
contar con que serían entrenados principalmente en condiciones reales
de batalla, e intervendrían en la iniciación de la guerra en Bolivia. Pos­
teriormente serían retirados, junto con un número de cubanos, para ini­
ciar el foco proyectado en Perú. El Chino no estaba muy contento con la
decisión de comenzar el foco boliviano primero, pero como los cubanos
controlaban la parte financiera, la decisión de ellos era la que contaba.
Aparte de Sánchez y de Monje, los organizadores cubanos en la Paz tam­
bién estaban en contacto indirecto con Moisés Guevara, el líder minero
de Oruro que encabezaba un pequeño grupo de disidentes comunistas
marginados del Partido Comunista prochino de Zamora y Escobar. Al
parecer Moisés Guevara entró en el proyecto cubano en gran parte por­
que ya había estado en contacto con el grupo peruano del Chino. En todo
caso Sánchez había estado en comunicación con él y había tratado de
averiguar el modo como el boliviano proyectaba llevar a la práctica su
decidido conocimiento de que había que ir a la lucha armada. El 23 de
agosto, en un momento en que las relaciones entre los cubanos y M on­
je y los comunistas ortodoxos se hacían más difíciles, surgió la posibi­
lidad de apoyarse más fuertemente en Moisés Guevara. Pero nadie es­
taba demasiado seguro de su capacidad o de si era digno de confianza.

,MPombo's D iary 8 de agosto.

403
I
G ott/ Las guemlUi en América Latina
Pombo comenta ese día en su diario;
^Discutimos lo que habría de hacerse en el caso de que se ap rob ara
utilizar a (Moisés) Guevara. Sánchez sugirió que no se le in fo r­
mara a Guevara sobre el lu g a r. designado como zona de o p e ra­
ciones y concentraciones, etc. L o mejor, sugirió, aunque podría
costar algún dinero, era someter a su organización a una prueba
práctica. Para este propósito se le podía pedir que reuniera a su
gente en Cochabamba,. para que estuvieran listas para el levan ­
tamiento. Se le daría un plazo de quince días para hacerlo, y se le
pediría que averiguase cuánto costaría en pasajes, alojam iento,
etc. De este modo, averiguaríamos si realmente cuenta con p erso­
nas que están preparadas para la revolución».

. Pero este plan no fue puesto en práctica, y persistió la incertidumbre


acerca de Moisés Guevara. Ricardo pensaba que era »un revoltoso inca­
paz de rebelarse realmente». Sánchez pensaba que era »de cierto va­
lor». Pombo llegó eventualmente a la siguiente conclusión: »N o po­
demos dejar de reconocer que ha manifestado su decisión de luchar abier­
tamente por nuestra línea, la guerra de guerrillas. Que su grupo es de ori­
gen obrero (mineros), campesinos, gente que está dedicada a la lucha.
Casi todos los militantes, que son unos veinte están dispuestos a unirse a
la lucha1 1 .
El grado de confianza que se podía tener en Moisés Guevara no ha­
bría presentado una importancia tan crucial si no hubiese sido porque
a comienzos de septiembre otro emisario del Che en Cuba, Pacho (A l­
berto Fernández Montes de Oca) llegó a L a Paz con nuevas instruc­
ciones. En primer lugar, el Che pensaba confiar más en el grupo de M o i­
sés Guevara que en el propio Partido Comunista. En segundo lugar,
deseaba que el foco inicial comenzase en el Beni, al norte de Bolivia y con
acceso a Perú, más bien que en el sur del país donde había acceso a la
Argentina y al Paraguay. Y tercero, Regis Debray, joven francés q u e ha­
bía sido profesor de filosofía en L a Habana y que había visitado B olivia
en 1964, sería enviado al país desde L a Habana para examinar el sitio
elegido para el foco, y para averiguar sí Moisés Guevara era de confiar.
L a noticia no fue bien recibida por los cubanos que ya se encontraban en
La Paz. En primer lugar, Ricardo pensaba que estaba personalmente
comprometido con los comunistas ortodoxos. Todos sus contactos ha­
bían sido con ellos, se habían mostrado bastante cooperadores, y ape­
nas conocía a Moisés Guevara y a su grupo. En segundo lugar, la elec­
ción de la zona de operaciones ya se había hecho: los cubanos habían deci­
dido que la zona de Santa Cruz era más apropiada que el Beni, y Coco Pe-
redo ya había comprado un predio agrícola en el rio Ñancahuazú en
julio.
Confundidos por estas nuevas órdenes de L a Habana, los cubanos en La

n Pom bo's Diary, 10 de septiembre.

404
Preparativos en L a Paz

Paz prepararon un memorándum para el Che, en que reseñaban sus acti*


vidades hasta la fecha:
1
«Queremos que sepas que todas nuestras relaciones para la organi­
zación del baile se han establecido con el Partido y. con Estanislao
(M onje).. . Al dar prioridad a las negociaciones con el grupo de
Guevara, se nos coloca en una situación difícil. Además» por lo
sucedido anteriormente, no creemos que esto fuera lo adecuado
porque podríamos organizar un comando central unido que in­
cluya tanto a la gente del Partido como a la de G uevara*11.

Los cubanos también explicaban en su informe a Guevara por qué


habían elegido la zona de Ñancahuazú. E ra una región tropical, des­
habitada, apropiada para la construcción de cuevas y económicamente
importante:

«La propiedad de Ñancahuazú se halla situada en la región sud­


occidental de la provincia de Santa Cruz, en una zona montañosa de
vegetación exuberante pero con escasez de agua en la zona en ge­
neral. L a propiedad misma tiene agua en abundancia. Ñancahua­
zú está en una quebrada entre las Serranías de las Pirirendas al este
y las Serranías Incahuasi al oeste; sus cumbres más altas se hallan
en sus límites orientales y occidentales. Estas cadenas de montañas
se unen más hada el sur y se continúan en la sierra de Salta en
Argentina. El predio limita al norte con la hacienda Iripiti, que está
desocupada y que pertenece al' mismo que nos vendió la finca,
Remberto Villa, que vive en una finca llamada Terrazas cerca de
Lagunillas, a unos 30 kilómetros de Ñancahuazú; al sur, con el pre­
dio de Ciro Algaranaz, que cría chanchos. L a propiedad se halla a
255 kilómetros de Santa Cruz en el camino entre Santa Cruz y
Camiri, y está relativamente aislada. Se puede llegar a ella sin pa­
sar por Lagunillas, que está a 23 kilómetros de Ñancahuazú yendo
por un camino lateral a unos 6 kilómetros al sur de Gutiérrez.
...L a hacienda tiene 1.227 hectáreas, y posee una cantidad consi­
derable de bosques. Sobre esta base el pretexto legal es criar chan­
chos y más tarde construir un aserradero.
Un punto importante es que hacia el norte se puede viajar a Va-
llegrande a través de una zona montañosa y muy boscosa; de allí en
adelante los bosques ralean. Hacia el sur se puede llegar atravesan­
do por un terreno similar a la Argentina*1 1 .
)

Los comunistas, sin embargo, les estaban dando un dolor de cabeza mu­
cho mayor a los cubanos que la ubicación de la propiedad en Ñanca-li
liPom bo's D iaryf 10 de septiembre.
ltPombó*s Diary, 11 de septiembre.

4<>5
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

buazú. Regis Debray había llegado en septiembre y exploró el B eni a fin


de examinar la conveniencia de establecer allí, un foco y también ser puso
en contacto con los comunistas prochinos. No pasó mucho tiempo an tes
que esto llegara a oídos de M ario Monje, quien a mediados de mes e x ig ió
entrevistarse con Ricardo para pedirle una explicación. Le dijo al c u b a ­
no que no le agradaban los contactos que al parecer estaba haciendo
Debray con los grupos divisionistas prochinos. Pombo comenta: L o s
comunistas »no desean ser utilizados ni unirse a un comando único con
esta gente, porque son sus enemigos en todo« u .
Los cubanos le explicaron a Monje con cierto enojo que no sabían n ada
de la misión de Debray pero que no estaban en absoluto contentos de las
actividades de los comunistas. Aprovechamos la oportunidad de h acerle
saber algunas cosas, escribe bastante enfadado Pombo en su diario:

»i. No han demostrado confianza alguna en la guerra de guerrillas;


2. No han hecho ningún esfuerzo por organizarse, por el contrario,
consideran que todo esto no resuelve nada. Agregaron que habían
concentrado todo su esfuerzo en un levantamiento general y que
consideraban la guerra de guerrillas como secundaria. Les p re­
guntamos qué habían hecho hasta la fecha: contestaron »N ada«.
Les dijimos que no podíamos permanecer sentados durante 20 años
esperándolos»14
15.

Las relaciones entre los cubanos y los comunistas bolivianos continuaron


extremadamente tensas y Monje — sin duda presionado por su C om ité
Central— trató de desligarse de los compromisos que ya había contraido.
A comienzos de octubre llegó un mensaje aclaratorio de Che en C uba, q u e
parecía revocar las decisiones traídas por Pacho:

»No estamos en absoluto seguros de (Moisés) Guevara. Sólo estamos


colaborando sin comprometernos. No se preocupen de las relaciones
políticas entre nosotros, Estanislao y (Moisés) Guevara. Lo im por­
tante és asegurar las condiciones adecuadas.
Continúen las relaciones con Estanislao, y eviten las discusiones. L a
ayuda solicitada será considerada más adelante.
L a propiedad agrícola actual (Ñancahuazú) es buena. Adquieran
otra pero no trasladen las armas allí hasta que les avise»16.

En esta etapa parece que el Che Guevara estaba ansioso de que no se


tomara ninguna decisión final acerca de las relaciones con el Partido
Comunista hasta su llegada a Bolivia, la que estaba programada para co­
mienzos de noviembre.

14Pombo*s Diary, 24 de septiembre.


’*Ibid, septiembre 24.
lhIbid. 4 de octubre.

406
Ñancahuazú

Capítulo cuarto
Ñ an cah u azú

A comienzos de noviembre de 1966, un hombre de negocios uruguayo,


Adolfo Mena González, llego en avión a Sao Paulo desde España. Viajó
desde Brasil a L a Paz, donde obtuvo del director de Prensa e Infor­
maciones del Presidente Barrientos, Gonzalo López Muñoz, cartas
credenciales que afirmaban que era »un enviado especial de la Organiza­
ción de Estados Americanos que realiza un estudio para reunir infor­
maciones sobre las relaciones económicas y sociales que prevalecen en
las zonas rurales de Bolivia«. La carta credencial solicitaba además a to­
das las autoridades nacionales y a los particulares que »cooperasen con el
S r . Adolfo Mena a fin de facilitar sus investigaciones*.
C on este documento, Mena, hombre de calva incipiente, anteojos y
edad mediana, siguió viaje con varios compañeros hasta Cochabamba,
segunda ciudad en importancia de Bolivia, situada entre el frío Altipla­
no andino y las zonas tropicales de Bolivia oriental. Mena estableció allí
contacto con un estudiante boliviano de grandes bigotes llamado Jorge
Vásquez Viaña. Vásquez, que por ese entonces frisaba los veintiocho
años, era el hijo menor de uno de los historiadores más distinguidos de
Bolivia, Humberto Vásquez Machicado, y había estudiado durante un
tiempo en Alemania. Era militante del Partido Comunista boliviano.
Vásquez aportó dos jeeps japoneses marca Toyota, que abundan en la
parte oriental de Bolivia, y los cuatro partieron en un viaje de dos días al
pequeño pueblo de Lagunillas en el sudeste de Bolivia. Lagunillas se
compone de una plaza central y algunas calles que parten de ella. Los
edificios son bastante imponentes aunque se hallan en distintos grados
de deterioro. Su época de auge fue en la década del veinte cuando el pue­
blo era el centro de una importante región ganadera. Pero éste llegó a su
Tin con las guerras del Chaco en la década del treinta, entre Bolivia y Para­
guay, y el pueblo ha ido decayendo desde entonces. Una causa de la de­
cadencia de Lagunillas ha sido el crecimiento de la industria petrolífera
boliviana con base en Camiri, a una hora y media de viaje en jeep hacia
el sur. Camiri, floreciente pueblo de unos 20.000 habitantes, cuenta con
toda la prosperidad y vitalidad de que carece Lagunillas. En gran me­
dida, Camiri debe su dinamismo a la visión de Humberto Vásquez
Machicado, quien, junto con un grupo de nacionalistas bolivianos, creó
los Yacimientos Petrolíferos' Fiscales Bolivianos a fines de la década del
treinta.
Una vez que hubo dejado Lagunillas atrás, Jorgé Vásquez dejó a
Adolfo Mena y uno de los jeeps escondidos a la vera del camino, y siguió
adelante con los demás hasta llegar a un predio agrícola que había com­
prado, a una hora y media de camino hacia el norte yendo por un sendero
arenoso, cerca de las riberas del Río Ñancahuazú. La zona que rodea al
Ñancahuazú se caracteriza por cientos de montes cortados a pique amon­
tonados uno al lado del otro y separados entre sí sólo por quebradas pro­

407
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

fundas e impenetrables, cubiertas con una densa vegetación tropical. L a


casa de la propiedad de Vásquez era una pequeña cabaña de dos p iezas
con techo de calamina, conocida como la Casa Calamina.
Después de dejar a sus visitantes en la casa, Vásquez volvió por el c a ­
mino a Lagunillas para recoger a Adolfo Mena y el equipaje del otro je e p .
£stas medidas tan complicadas eran necesarias porque a mitad de c a m i­
no entre Lagunillas y la Casa Calamina había otra Tinca llam ada el
Pineal, cuyo propietario, Ciro Algarañaz, se mostraba sumamente sus­
picaz respecto de las actividades de Jorge, porque creía que estaba im p li­
cado en la fabricación clandestina de cocaína. Esta zona de Boiivia, q u e
se encuentra a menos de doscientos cuarenta kilómetros de la frontera
con Paraguay, es famosa por la hospitalidad que le brinda a los con tra­
bandistas. Si veía demasiados jeeps que iban y venían por el camino a la
Casa Calamina Ciro Algaraz podría perfectamente llegar a creer que se
hallaba en presencia de un negocio lucrativo en que también podría
participar.
En el segundo viaje de vuelta a la Casa Calamina, Adolfo M ena le reveló
su identidad a Jorge. L e dijo que en realidad era Ernesto Che G u e v a ra ,
el que aparentemente1 había estado perdidosa los ojos del mundo desde
abril de 1965 cuando había desaparecido de Cuba.

«Bigotes, que acababa de enterarse de mi identidad, casi se va por un


barranco dejando el jeep varado en el borde de un precipicio. C am i­
namos algo así como 20 kilómetros llegando a la finca pasada la
medianoche**1 .

A su llegada a la Tinca de Ñancahuazú, Guevara se dedicó a una serie


de tareas revolucionarias fundamentales. Aunque sus lugartenientes
habían realizado varias actividades preliminares, todavía quedaba
mucho por hacer. Los contactos con los argentinos y peruanos todavía se
hallaban en una etapa rudimentaria y la red guerrillera urbana dejaba
mucho que desear.
Los planes para el establecimiento de un foco peruano ya se habían
iniciado antes de la llegada de Guevara a Boiivia. En realidad el C hino
desde hacía meses que estaba ansioso por comenzar. A Tines de noviem­
bre, Ricardo trajo la noticia de que el Chino se encontraba en el país, y
estaba ansioso por enviar a veinte peruanos para su entrenamiento al fo­
co boliviano.
E l Chino llegó al campamento el 2 de diciembre. Después de Conver­
saciones que duraron un día se decidió que debía retornar a Cuba p ara
informar acerca de la situación. Se acordó darle algunas armas y que cin­
co peruanos serían enviados a la zona de Puno, al otro lado del Lago T it i­
caca, en la frontera entre Boiivia y Perú, para que organizaran el contra­
bando de armas desde el otro lado de-la frontera. Después de un par de me­
ses, luego que la guerrilla boliviana hubiese comenzado sus actividades,

1Bigote era el apodo de jorge Vásquez. También se le conocía como el Loro.

408
Ñanoah«iú
el Chino enviaría a dos, peruanos posiblemente a cinco, para su entre­
namiento en Ñancahuazú.
Después de su viaje a L a Habana, el Chino volvió a Ñancahuazú en mar­
zo, trayendo a dos peruanos como había prometido. Guevara amienta
en su diario el 20 de marzo:

»Hablé preliminarmente con el Chino. Pide 5 mil dólares mensuales


durante 10 meses y de L a Habana le dijeron que discutiera conmi­
go. .. Le dije que en principio si, sujeto a que en 6 meses se alzara.
Piensa hacerlo con 15 hombres y él como jefe en la zona de Ayacu-
cho. Convinimos además, en que le recibiría 5 hombres ahora y 15
más con algún lapso y los enviaría con sus armas luego de entre­
narlos en combates.

Guevara proyectaba entregarle 30.000 dólares que lo habrían fi­


nanciado durante los seis meses en que se prepararía para la lucha
guerrillera. Guevara le escribía con cierta ironía a Fidel que el Chino
»no parece un líder guerrillero, pero esto es problema de él«2.
Los preparativos para un foco argentino se hallaban algo menos avan­
zados. El principal mediador utilizado por los cubanos para organizar
las cosas en Argentina era una muchacha argentina de origen alemán lla­
mada Tam ara Bunke, conocida como Tañía. Había vivido en L a Paz des­
de hacía bastante tiempo, y parece haber jugado un papel importante
en la organización de las etapas preliminares del foco boliviano. En di­
ciembre Guevara escribe sobre su propósito de enviarla a Buenos Aires
para que se ponga en contacto con dos argentinos de Izquierda, Jozam i,
periodista, y Ciro Roberto Bustos, pintor. Tania debía establecer con­
tacto con ellos y traerlos a Ñancahuazú a fin de iniciar conversaciones.
Pero afines de enero todavía no había noticias de ellos.
Posteriormente resultó que Tania estableció contacto con Jozam i, pero
a éste le fue imposible venir:

»Tania hizo los contactos y la gente vino, pero según ella, se la hizo
viajar en su jeep hasta aquí y pensaba quedarse un día pero se com­
plicó la cosa. Jozam i no pudo quedarse la primera vez y la segunda
ni siquiera se hizo contacto por estar Tania aquí«.

Sin embargo, Bustos hizo el viaje hasta Ñancahuazú a comienzos de


marzo y Guevara llegó al siguiente acuerdo con él:

»Yo le propuse ser una especie de coordinador, tocando por ahora


sólo a los grupos de Jozam i, Gelman y Stamponi y mandándome 5
hombres para que comiencen el entrenamiento... Si aceptan, de-

*De una nota escrita por Guevara y dirigida a Fidel, »en clave y con tinta invisible*. Fue
leída por el fiscal, durante el proceso de Regis Debray y publicada en Presencia el 14 de
noviembre de 1967.

4<>9
Gott / Las guerrillas eo América Latina
ben comenzar la acción exploratoria en el norte argentino y m an­
darme un informe«. (Marzo 21).

Si los planes para los focos argentino y peruano todavía se hallaban en


una etapa bastante atrasada cuando Guevara llegó a Bolivia, lo mismo
se podía decir del propio foco boliviano, especialmente en lo que concer­
nía a su organización en las zonas urbanas. »La red todavía está en paña­
les# escribe Guevara el 2 de diciembre, y a comienzos de enero los gue­
rrilleros todavía estaban discutiendo sólo los preparativos más rudi­
mentarios. En una reunión efectuada en Ñancahuazú a Tines de año, se le
asignaron sus deberes al contacto peruano, Sánchez, que había estado
trabajando con los cubanos en La Paz, y se decidió que Humberto Vás-
quez (hermano de Jorge) y otro boliviano, Rodolfo Saldaño, también
debían quedarse en La Paz. El tesorero del movimiento era una mucha­
cha boliviana llamada Loyola Guzmán, militante de la Juventud Com u­
nista. Ella también debía permanecer en La Paz, pero su hermana fue
destinada a Camiri. Otro contacto sería colocado en Santa Cruz, y otro en
algún lugar cercano a Sucre.
Evidentemente a Guevara no le impresionaron mucho los preparativos
que se habían llevado a cabo, y el 15 de enero anota en su diario que se
quedó en el campamento escribiendo notas para los cuadros de la ciu­
dad. El 22 de enero, éstas fueron terminadas. Algunos días después
Loyola llegó al campamento y se le hizo entrega del documento para
que lo llevara a La Paz.
Pero más importante que cualquiera de estos problemas era el de reclutar
hombres para la guerrilla misma. A Tines de año el foco de Ñancahuazú
contaba con su contingente completo de diecisiete cubanos, amigos de
Guevara que habían acordado acompañarlo en este esfuerzo histórico de
promover la revolución continental. Encontrar bolivianos fue tarea más
difícil, y constituyó una de las preocupaciones constantes de Guevara
durante los primeros meses. Alguna vez había escrito que con una base
de »treinta o cuarenta hombres# se podía iniciar una unidad guerri­
llera, pero a menos de que lograra atraer a más bolivianos, el foco pasaría
a depender en forma peligrosa de los cubanos desde su mismo comien­
zo. Hay indicios que permiten suponer que el propósito era que los cu­
banos desempeñaran una labor esencialmente de asesoría y de entrena­
miento, y que la base ,de Ñancahuazú se usara como base de entrenamien­
to de los combatientes guerrilleros que posteriormente se repartirían en­
tre los focos de Perú y Argentina.
En parte, el fracaso en reclutar bolivianos se debió a que Guevara no con­
taba con el. respaldo de ninguna organización política urbana impor­
tante. Habían cuadros comunistas dispuestos a incorporarse a las gue­
rrillas pero que no podían moverse hasta recibir el pase de M onje.
Este no podía obtenerse mientras no tuvieran lugar las conversaciones
políticas entre Monje y Guevara. Como estaban las cosas, Guevara con­
signa continuamente en su diario que no le es posible encontrar más boli-
£ 1 N uevo G rito de M u rillo

víanos. «Los bolivianos son buenos*, escribe a fines de diciembre «aun­


que pocos*. Un mes después el estribillo es el mismo: «La incorporación
de combatientes bolivianos ha resultado más difícil de lograr que el res­
to de nuestro programa*. L a situación seguiría igual, y en realidad las
fuerzas guerrilleras nunca llegaron a ser suñcientes.

Capítulo cinco
El n uevo G r it o de M u r illo

A las 12 hicimos un brindis en que se señaló la importancia histórica de la fecha. Yo


contesté marcando este momento como el nllevo grito de Murillo de la revolución
continental y que nuestras vidas no significaban nada frente al hecho de la revo­
lución.
Che Guevara, 31 de diciembre de 1966.

L a preocupación primordial de Guevara durante las primeras seis semanas


en el campamento de Ñancahuazú se relacionaba con la actitud de Monje
y el Partido Comunista. Hasta llegar a una decisión al respecto, era
difícil llegar a cualquier otra acerca de la futura lucha continental.
Todo estaba detenido. A Guevara lo había desconcertado bastante la lle­
gada del Chino, que estaba que cortaba las riendas por iniciar la lucha
guerrillera en Perú, aunque nada se podía hacer hasta llegar a un
acuerdo con Monje.
El propio Monje ha dejado una relación de la difícil situación que preva­
lecía durante los últimos meses de 1966:

«Después de las elecciones de agosto y septiembre, cuando nos prepará­


bamos para hacer llegar nuestra ayuda y cuando estábamos
seleccionando y entrenando nuestras unidades militares y creando
la rama militar del partido, tuve el presentimiento de que en otro
lugar del país había otro plan en marcha, que se estaba creando una
conspiración al margen del aparato del partido y que de todos lados
me estaban dando informaciones erróneas. Los recorridos por el
país realizados por un intelectual europeo aumentaron mis sospe­
chas. Finalmente mandé llamar a un emisario de Fidel Castro y le
dije que no estaba de acuerdo con lo que parecía estar sucediendo
en el país y que no toleraría la intromisión foránea, señalándole que
esto constituía una violación del acuerdo propuesto por Fidel, y
agregué que llevaría todo esto ante la Comisión Política del p c b .
El emisario contestó que no se estaba violando ningún acuerdo,
que simplemente estaban tomando precauciones y que los viajes
del intelectual europeo no tenían nada que ver.
En octubre le comuniqué a la Comisión Política mis impresiones de lo
que estaba sucediendo. La Comisión Política decidió enviar una
G ott / L a s guerrillas en Am érica L atin a

delegación a Cuba para discutir la situación y dar a conocer nues­


tra posición, de que la jefatura de la revolución boliviana debía es-
tar en manos de bolivianos; sugerimos Una conferencia de P artidos
Comunistas y Obreros de América Latina; también reafirm am os
nuestro apoyo a la posición del movimiento comunista internacio­
nal»1 .
Monje tenía una invitación a un Congreso del Partido Com unista en
Bulgaria. Aprovechó el viaje para visitar L a Habana a su vuelta.
»En diciembre llegué a L a Habana y sostuve otra conversación con
Fidel Castro, y le informé de mi preocupación acerca de lo que esta­
ba sucediendo en el país. M e contestó pidiendo disculpas por la
actitud del emisario con el que había hablado y nuevamente expre­
só que concordaba plenamente conmigo en que la Revolución B o li­
viana debía ser dirigida por bolivianos. Le dije que deñnitivamente
pensaba dedicarme al asunto y le hice ver la necesidad de otra confe­
rencia de partidos comunistas y obreros. Entonces me invitó a
conversar con el camarada Ernesto Che Guevara, el cual, dijo, se h a­
llaba en un país limítrofe con Bolivia y que más adelante se me infor­
maría del lugar del encuentro, en algún punto en la frontera. A cep­
té la invitación en forma entusiasta. En cuanto a la conferencia de
partidos que propuse, expresó que dependería de los acuerdos
alcanzados con el camarada Guevara. Nuevamente me pidió que
mantuviera en secreto la conversación y que sólo hiciera referencia
más adelante. M e criticó por no haber mantenido en estricta re­
serva la entrevista anterior^.
Después de esta conversación, Fidel envió el siguiente cable a G uevara:
Czo N ° 24
Querido Ramón: Esta es para aclarar mensaje por radio 22. V iaje de
Estanislao era pedirnos aclaráramos si las acciones de Papi esta­
ban dirigidas internamente o hacia el sur y sí el acuerdo conmigo
era ayudar al sur y dejar los proyectos internos en sus manos. T a m ­
bién reiteró quejas acerca de Papi, diciendo que no había cumpli­
do acuerdo de ayudarle en sus proyectos. Esta situación creó confu­
sión y Kolle se aprovechó de ella para presionar a Estanislao para
que dejase el Partido a la brevedad, lo cual pensaba hacer de todos
modos ya que proyectaba partir con su grupo militar y llevar a
cabo una insurrección sin comprometer al Partido o por lo menos
con él neutral. Veía que si debía depender deí Partido no habría
insurrección. En esta situación acordamos que él aplazaría su sali­
da del partido hasta hablar contigo. Cree que es mejor unírsete des­
de su cargo de Secretario General que desde afuera. Decidirás qué
'Carta de Mario Monje, aparecida én Presencia, 25 de julio de 1968.

4 !2
E l N uevo G rito de M u rillo

es mejor desde allí mismo. Le sugerí que hablase contigo pues eres
el dirigente estratégico de esta operación cuyo comienzo no puede
preverse con exactitud. Acontecimientos inesperados podrían ha­
cerlo comenzar en territorio de Estanislao, antes que en el sur. L a
mención de tu nombre lo impresionó inmensamente y contestó en
forma decidida que te siguiría a cualquier parte y te ayudaría en
todas las formas posibles, y fijó la conversación en principio entre
el 25 y 3 ° de diciembre; Papi fijaría el lugar y el momento exacto.
Para su información le dije que la entrevista se haría fuera del país.
No puedo decir cuál será la actitud de Estanislao, pero puede traer
alguna buena gente. E l 20 sale el Dr. Pareja con todo el equipo de
Morogoco. Podría ser muy útil como proveedor de medicamentos.
El portador de este mensaje es el jefe del grupo de diez enviado por
Estanislao y controlado por Inti. E l resto parte a fines de diciem­
bre, ve si puedes acomodarlos. Saludos. Leche. Diciembre 14**. '

Hacia fines de diciembre de 1966 Monje volvió a L a Paz. Acompañado


por Ricardo, Tañía y el contacto peruano Sánchez, se dirigió a Ñanca-
huazú. Su encuentro con Guevara fue desafortunado. E l principal expo­
nente latinoamericano de la guerra de guerrillas tuvo que entrar en dis­
cusiones con un funcionario comunista subalterno. Pero en cuanto a su
fuerza relativa los dos contrarios estaban más o menos parejas. Guevara
tema la visión y la mística y veinte hombres ya establecidos en la selva.
También tenía acceso a fondos. Monje, por su parte, controlaba la
maquinaria del partido3.
Fue un encuentro histórico. Representó el rechazo final por parte de los
comunistas de la tesis que había llevado a los revolucionarios al poder.
Y señaló el comienzo de una nueva era en la política latinoamericana y
mundial, era que señaló el fin de la hegemonía del Partido Comunista so­
bre la Izquierda.

Guevara ha dado una versión medular de lo discutido:


»La conversación con Monje se inició con generalidades pero pronto
cayó en su planteamiento fundamental resumido en tres condi­
ciones básicas:
1) El renunciaría a la dirección del partido pero lograría de éste al me­
nos la neutralidad y se extraerían cuadros para la lucha.
*Texto más fotocopia publicado en £7 ÜKJno (La Paz), 31 de octubre de 1967.
’ En su relación para el 15 de noviembre de 1966, Pombo explica el punto acerca del domi­
nio financiero de Guevara en relación a Monje. Mongo (Che) nos habló acerca de los pun­
tos que iba a plantearle a Estanislao (Monje). 1) Que no tiene ningún poder poJkico en
Solivia. Cree, sin embargo, que tiene experiencia suficiente para dirigir operaciones mili­
tares y controlar las finanzas. Porque es aquí donde se necesita el dinero. Le solicitaríamos
ayuda a China y a la u n », y explicaríamos a los chinos que sin un compromiso político por
parte de China, enviaríamos a (Moisés) Guevara (a China) con una carta nuestra para
Chou En-lai y también enviaríamos a Mario (Monje) con un compañero a la u r s s para que
al menos nos digan con cuánto van a contribuir.

4 13
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

2) L a dirección político militar de; la lucha le correspondería a él m ien­


tras la revolución tuviera un ámbito boliviano.
3) E l manejaría las relaciones con otros partidos sudamericanos» tra­
tando de llevarlos a la posición de apoyo a los movimientos de libe­
ración (puso como ejemplo a Douglas Bravo).
Le conteste que el primer punto quedaba a su criterio, como secretario
del partido, aunque yo consideraba un tremendo error su posición.
Era vacilante y acomodaticia y preservaba el nombre histórico de
quienes debían ser condenados por su posición claudicante. E l tiem ­
po me daría la razón.
Sobre el tercer punto, no tenía inconveniente en que tratara de ha­
cerlo, pero estaba condenado al fracaso. Pedirle a Codovila que
apoyara a Douglas Bravo era tanto como pedirle que condonara un
alzamiento dentro de su partido. El tiempo también sería el juez.
Sobre el segundo punto no podía aceptarlo de ninguna manera. E l
jefe militar sería yo y no aceptaba ambigüedades en esto. Aquí la
discusión se estancó y giró en un círculo vicioso.

Monje ha dado dos versiones del encuentro, ambas dan alguna idea de las
líneas seguidas por su propio pensamiento, aunque pueden ser algo
inexactas cuando se refiere a lo dicho por Guevara. Según Monje, G u e ­
vara dijo lo siguiente:

»Quería aclararle algunas cosas de antemano, para impedir cualquier


mal entendido futuro entre nosotros. En realidad te engañamos.
Diría que no fue culpa de Fidel: era parte de mi plan. T e pidió que
hicieras algo porque yo se lo pedí: Al comienzo tenía yo otros p la­
nes pero los cambié. Estoy aquí, ésta es mi zona liberada y ño la voy a
abandonar aunque sólo cuente con la gente que vino conmigo. Por
favor disculpa al camarada con quien hablaste (el emisario de
Fidel), es muy bueno, de toda confianza» pero no es un político y no
pudo haberte hablado de mis planes, sé que fue muy rudo contigo...
T e esperé con impaciencia. Necesitaba hablar contigo con urgencia
acerca de muchas cosas, pero en primer lugar quería pedirte que te
quedaras con nosotros, para dirigir el alzamiento como jefe
político«.

Luego de esta introducción más bien sorprendente, comenzaron las discu­


siones. L a siguiente también es una versión de Monje:

«Comenzamos a conversar. L e plantée las condiciones que ya son co­


nocidas, pero que debieran explicarse en detalle. E l círculo vicio­
so a que se refiere Guevara en su Diario surgió respecto a la idea de
que la revolución boliviana debía ser dirigida por bolivianos, y que
los revolucionarios de otros países podían colaborar incondicional­

4 1 4
£ 1 N uevo G rito de M u rilio

mente y cuando fuese necesario. M ás tarde conversamos acerca de


las divergencias de nuestros planes para la revolución, y también
acerca del hecho que una Comisión Política no puede estar sub­
ordinada a un comando militar, y así el comandante político de la
revolución no puede estar subordinado al comandante militar. Final­
mente discutimos la necesidad de organizar células del partido
dentro del Ejército Revolucionario, el papel que debía jugar la
comisión política y el jefe político en la selección de los comisa­
rios políticos, las promociones y el planeamiento de las operario»
n¿s, etc.
Como no pudimos llegar a un acuerdo, le pedí que interviniera Fidel
Castro, y replicó que siempre se trazaba a sí mismo una meta,
hacía sus planes y los llevaba a la práctica, a pesar de todos los
obstáculos, barriendo con todos los que se cruzaban en su camino.
«Puedes pensar lo que quieras al respecto, no soy como tú que pien­
sas en términos políticos, llama mis principios por el nombre que
quieras, aún los personales, el hecho es que debo ser el primero.
M e preguntó si mi posición era flexible. L e dijeque no. Después le hice
la misma pregunta a él y también contestó que no«.

Monje, siempre ansioso de justificar su propia posición, ha amplia


do esta versión:

«Cuando el camarada Guevara mencionó el asunto por primera vez,


dijo que no importaba dónde hubiera nacido o adquirido mejor su
experiencia, porque consideraba que su patria era América Lati­
na, el continente; entero como revolucionario, lucharía en cual­
quier parte para echar al imperialismo norteamericano y construir
el socialismo. Su pensamiento inicial había sido comenzar la lucha
en otro lugar, en otro país, pero había llegado a la conclusión de que
Bolivia presentaba buenas posibilidades: una situación económica
difícil para las masas, creciente hambre y miseria, una cruel explota­
ción y opresión imperialista, un gran espíritu de lucha entre el pue­
blo, fuerzas reaccionarias y represivas débiles, un gobierno
incompetente, inestabilidad política, etc. Esta era una situación fa­
vorable para crear un grupo guerrillero, un grupo revolucionario,
para acelerar la lucha popular. El grupo guerrillero tendría la ven­
taja de juntar a las fuerzas antimperialistas y atraerlas a la lucha
armada; la propagación de la lucha y la intervención abierta del
imperialismo y otras fuerzas extranjeras permitiría la creación de
nuevos centros en otros países, y la guerra de guerrillas se exten­
dería por todo el continente. Las luchas podrían durar diez o quin­
ce años, pero con cualquier otro método, desgraciadamente, Boli­
via podría ser uno de los últimos países en ser liberados. En vista de
G o lt / L á s guerrillas en Am érica Latina

todo esto, el Camarada Guevara me pidió que me uniera a la lucha


como jefe político, a la vez que dejaba en claro que como jefe militar
él tendría el mando absoluto. 1
Le contesté que me uniría éon tres condiciones: i) La realización de
una conferencia de partidos comunistas y obreros del continente,
para coordinar la acción en contra de tos ataques del imperialismo
norteamericano; 2) L a creación de un amplio frente político en el
país, con todos los grupos populares y antimperialistas, inclu­
yendo al Partido Comunista boliviano, organizaría un comando
revolucionario único; 3) a) el plan revolucionario para Bolivia de­
bía estar relacionado con la experiencia y la conciencia de masas y
no basarse únicamente en las guerrillas; b) la jefatura política o mi­
litar podría estar en mis manos o en las de cualquiera que fuese ele­
gido por el comando revolucionario, pero de todas maneras la jefa­
tura militar debía estar subordinada a la jefatura política; para
ayudar en la lucha yo renunciaría a todos mis cargos políticos, lo
cual pensaba hacer de todos modos.
En contraposición al plan guerrillero elaboré uno. que consideré más
acorde con la situación boliviana y cuyos puntos principales son
los siguientes: Entrenamiento del Partido Comunista boliviano y
otras fuerzas revolucionarias en la lucha armada; juntar, orga­
nizar y militarizar las fuerzas armadas populares a escala nacio­
nal; coordinación de acciones simultáneas en las ciudades, minas,
campos y montañas, iniciar la lucha.en un momento de crisis polí­
tica aguda, y no simplemente como la continuación de una huelga o
como una respuesta a la represión del gobierno.
El camarada Guevara no concedió mucha importancia a los dos pri­
meros puntos refiriéndose a ellos en forma pesimista; pero los acep­
tó diciendo que para él el tercer punto era el más valioso. Dijo que
mi plan significaba un largo período de entrenamiento, una gran
organización revolucionaria, y una espera interminable antes de
que comenzara la lucha. También dijo que temía que si mi plan se
llevaba a la práctica y tenía éxito podría verse limitado a un solo
país, con el consiguiente olvido de los intereses de otros países y, de
ser así, casi con certeza me concentraría en la consolidación de la
revolución en Bolivia, llegando a un acuerdo con el imperialismo
respecto a una salida al mar4.
Yo por mi parte le señalé que su plan no podía llevarse a la práctica
sin tomar en consideración las condiciones existentes y la experien­
cia popular; su plan conduciría a la acción precipitada, al sacri-

Bolivia es única en América Latina por su mediterraneidad. Después de la Guerra del


Pacífico de 1879, perdió su litoral, que pasó a poder de Chile. La devolución de su provincia
marítima ha sido la meta de sucesivos gobiernos bolivianos.

416
E l N uevo G rito de M u ríllo

Picio, y al fracaso de las guerrillas y a una victoria fácil para el impe­


rialismo yanqui y el gobierno burgués reaccionario. Finalmente
dejé en claro que la directiva política o militar implicaba llevar a
cabo un plan, la aplicación de una línea, y que por lo tanto la direc­
tiva militar debía estar subordinada a la directiva política.
Nuestros puntos de vista eran completamente opuestos y fue imposible
llegar a un acuerdo en relación a los problemas discutidos. En vis­
ta de esto y considerando que era innecesario entrar a discutir de­
talles, desistí de la conversación».

M ás de un año después, en enero de ¡968, Monje presentó un informe al


Partido Comunista boliviano en que explicaba en detalle lo discutido
en Ñancahuazú. Dio detalles de los seis puntos que dijo haberle planteado
a Guevara. Casi todos están en contraposición directa con la línea ideoló­
gica seguida por Guevara y por la Revolución Cubana. La posición de
Guevara puede resumirse como sigue: Primero, la Revolución Latino­
americana tendrá lugar a una escala continental; segundo, cada país
latinoamericano posee características que en general son semejantes
y que le dan un potencial revolucionario; tercero, Cuba compartía
estas características y la Revolución Cubana ha proporcionado por
lo tanto un patrón revolucionario que probablemente alcanzará el éxi­
to; cuarto, la pugna chino-soviética es un obstáculo para las actividades
revolucionarias: la neutralidad es la única posición correcta a adoptar­
se frente a los contendientes; quinto, las decisiones políticas de la guerra
revolucionaria tienen que estar en manos del comandante militar; y sex­
to, las revoluciones son provocadas por la decisión de hombres que
aprovechan las condiciones existentes.
Respecto a cada uno de estos puntos fundamentales que componían el
punto de visa ideológico de Guevara, Monje asumió una posición
contraría:

»Guevara trató de poner en práctica su teoría revolucionaria en nues­


tro país. Traté de explicarle por qué teníamos una idea distinta
acerca del curso probable de la revolución boliviana. Algunas de
las razones que le expliqué son las siguientes:
Indudablemente los pueblos de Latinoamérica poseen vínculos, mu­
chos problemas y tareas en común; sus destinos están estrechamen­
te ligados; el pueblo es similar desde el sur del Río Grande (M é­
xico) hasta la Patagonia (Argentina); para comprobar esto basta
con mirar hacia el pasado y ver los dos grandes imperios: el azteca
en lo que hoy es México y el Inca en lo que ahora es Perú, y con ellos
los mayas, chibchas, araucanos, etc., y muchas otras tribus; todos
estos pueblos vivían en un nivel económico, político y cultural seme­
jante, aunque sus idiomas y costumbres fueran algo diferentes; los
deres feudales de España y Portugal se apoderaron de este conti-
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

nente, conquistaron a sus pueblos a sangre y fuego, y se cruzaron


con ellos; impusieron métodos de producción más avanzados,
venciendo las divergencias anteriores, y hasta cierto punto unifi­
cando al continente.
Le señalé luego que después de tres siglos de dominio español y por­
tugués, las luchas finales contra los colonialistas comenzaron en
1809 y duraron cincuenta años, pero que la mayoría de los países
obtuvieron su independencia entre 1820 y 1830, algunos un poco
antes y otros algo después. Después de la expulsión de los colonialis­
tas españoles y portugueses se crearon varios países, no enteramen­
te debidos al capricho de una persona o grupo. Existen motivos
económicos, políticos y culturales para el nacimiento de estos
países, factores que llevaron a la división del continente a pesar de
tener tantos problemas, lazos y aspiraciones revolucionarías
comunes.
Cuando se crearon estos países, las diferencias existentes se fueron
acentuando, se produjeron guerras fratricidas, matanzas y des­
membración de países. Se estimuló el nacionalismo y el revan-
chismo chauvinista, porque las clases dominantes trataban de
consolidar su dominación, el capitalismo estaba en expan­
sión y el imperialismo se volvía más feroz. Hoy día todos los países
latinoamericanos, con excepción de Cuba, viven bajo regíme­
nes capitalistas con vestigios feudales. Pero existen diferencias
económicas, políticas y culturales que no tienen importancia
frente a los lazos y tareas comunes a los pueblos de este continen­
te. Frente a esta situación, el imperialismo yanqui actúa de acuer­
do a una estrategia que abarca todo el continente, que apoya a
sus títeres en cada país, que a su vez se apoyan entre sí apoyando
al imperialismo. Se infiere por lo tanto que la actitud de los
pueblos debe ser formar un frente único ante el imperialismo.
Pero no debemos generalizar acerca de qué posibilidades
tiene la revolución de alcanzar la victoria en todos los países a la
vez o tan sólo en uno de ellos. La situación en América Latin a
abarca ambas posibilidades para la revolución. Lo importan­
te es seguir adelante con la revolución en un país si es necesario,
y en más de uno si es posible; sin perder de vista el aspecto inter­
nacional del movimiento, puede perfectamente comenzarse
dentro de un país. De todos modos éste debe ser el primer paso; más
adelante, a medida que se desarrolla la revolución, esto puede
cambiar.
El segundo punto que le presenté al camarada Guevara puede re­
sumirse como sigue: la zona que ahora se conoce como Bolivia
fue originalmente habitada por tribus indígenas. Eran dirigí-
El Nuevo Grito de Murilló
das por el pueblo aymará que había llegado a la etapa del comu­
nismo primitivo.
L a zona entera pasó luego a ser controlada por el pueblo quechua,
formaba parte del Imperio Inca, con su capital el Cuzco, en lo
que hoy en día es Perú. El Imperio se extendía desde el sur de la
actual Colombia hasta el norte de Argentina y Chile actuales.
Cuando los colonizadores españoles llegaron, encontraron a
estos pueblos en una etapa de transición entre el comunismo pri­
mitivo y una modalidad superior de producción. Los colonos es­
pañoles impusieron el capitalismo por la fuerza. Este territo­
rio y su pueblo en un comienzo formaron parte del Virreinato de
Lima (Perú). M ás tarde — con cierto grado de autonomía como la
Audiencia de Charcas— formó parte del Virreinato de Buenos
Aires (Argentina).
En las colonias españolas en general, las divisiones políticas eran
prácticamente imperceptibles, de modo que los revoluciona­
rios podían actuar en cualquier parte sin que se diera importancia
al hecho de donde hubiesen nacido o vivido. Tupac Amaru actuó
en una región que cubre Perú y Bolivia. Los revolucionarios
mantenían contactos tanto con Buenos Aires como con Lima. Du­
rante la Colonia, hicieron su aparición en esa parte del conti­
nente, ciertos elementos económicos, políticos y aun cultura­
les, que la diferenciaron de otras regiones y que permitieron la
fundación de la nación boliviana. M ás adelante, durante 150
años de vida independiente, primero bajo una oligarquía feudal
y más tarde bajo el imperialismo, las diferencias con otros países
se hicieron más notorias y surgieron malentendidos y conflic­
tos que beneficiaron en forma directa al enemigo común. A pe­
sar de ello, y a pesar del hecho que nuestro país es el más atrasado
de todos los que limitan con ¿1, y está bajo una fuerte presión impe­
rialista, logró realizar cambios liberales considerables que no
se han logrado en algunos otros, y esto no hay que olvidarlo al
elaborar un plan revolucionario.
E l tercer punto que le mencioné fue el siguiente: la humanidad se
desarrolla en una dirección: después del capitalismo viene el co­
munismo. El imperialismo es la etapa máxima del capitalis­
mo como el socialismo es la etapa primera del comunismo.
Nadie lo discute. El camino del socialismo al comunismo fue
abierto por el pueblo ruso el 7 de noviembre de 1917* Hoy un tercio
de la humanidad vive bajo la bandera del socialismo. L a gente
ha llegado a él desde diferentes puntos, venciendo una serie de
obstáculos y dificultades, obteniendo una enseñanza de los
fracasos y reveses. L a victoria de la revolución socialista es el

419
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

resultado de la victoria del proletariado sobre la burguesía, la


clase capitalista básica, sobre la base de condiciones históri­
cas particulares.

En 1871 los comuneros de París obtuvieron una victoria inicial de­


bida a la derrota del Ejército francés y al debilitamiento de la
burguesía en manos del Ejército prusiano y de la burguesía p ru ­
siana en una guerra capitalista. Sin embargo, ios enemigos en
la guerra (pero hermanos de clase), rápidamente firmaron una
tregua para hacer frente a la clase trabajadora y salvar el régi­
men capitalista. Así la burguesía y el Ejército prusianos ayu ­
daron a la burguesía y al ejército franceses a aplastar la comuna
de París. En Rusia, en 1905, la derrota del ejército zarista en
manos del militarismo japonés hizo posible el levantamiento
de la clase trabajadora rusa, que obtuvo algunas victorias ini­
ciales. Pero los gobiernos de ambos países se apresuraron a llegar
a un acuerdo a fin de hacer frente a la revolución y derrotarla.
Ambas fuerzas imperialistas se unieron para impedir la victo­
ria de la clase trabajadora rusa y sus aliados los campesinos. E n
■ 917» primera guerra mundial imperialista fue el marco de la
revolución. La derrota del ejército zarista y el debilitamien­
to y el descrédito de las fuerzas burguesas imperialistas rusas,
hicieron posible el gran levantamiento revolucionario del
proletariado ruso. La acción del Partido Comunista a la cabe­
za del proletariado ruso, eligió el momento preciso para alzar­
se y garantizar de este modo la victoria. L a Revolución R usa
rodeó de gran prestigio al partido y demostró que la insurrección
era el mejor camino hacia el socialismo.
El marco de la revolución china no fue exactamente igual. Se com­
puso del aumento de las disputas entre los imperialistas que de­
sembocaron en la Segunda Guerra Mundial y de la existencia
del primer país socialista, la Unión Soviética, en sus fronteras.
Esto permitió a los chinos llevar a cabo una prolongada guerra ci­
vil que terminó en la victoria. En la guerra civil no sólo se presti­
gió el Partido, sino también el Ejército Popular.
El marco de la Revolución Cubana a su vez es diferente. Se com­
pone de la contradicción entre el socialismo y el imperialismo a
escala mundial, más las contradicciones entre los propios imperia­
listas, aunque éstas no son tan fuertes como antes, debido a la exis­
tencia del campo socialista. Este es el marco de la guerra de gue­
rrillas, con objetivos limitados en un principio, pero con gran­
des posibilidades de desarrollarse más adelante. El papel del
Partido Comunista se debilita aquí y salta al primer plano un

420
E l Nuevo G rito de M u rillo

movimiento revolucionario armado en gran escala, que más


tarde se hizo más radical y sólido.
Estos son los tres ejemplos más ilustrativos de las luchas populares
de liberación, sin desconocer la experiencia de otros pueblos de
Europa y Asia, cuyos procesos revolucionarios sin duda presen­
tan características únicas. Es por esto que podemos decir que los
pueblos de los 14 países socialistas han obtenido sus victorias
cada uno a su manera, por lo que podríamos hablar de 14 ejemplos
y no, de tres. Con la dirección de la clase trabajadora en alianza
con los campesinos, todos estos pueblos derrotaron a la burgue­
sía y a la reacción, básicamente por medio de la lucha armada,
con la dirección de una fuerza política capaz de movilizar a las
masas de acuerdo con las condiciones particulares de cada país.
Estas revoluciones han tenido un denominador común con nu­
meradores individuales.
Todo esto demuestra que cada manera de llevar a cabo la lucha ar­
mada ha sido única y que ninguna de ellas ha sido repetida, de
modo que es un error generalizar. Como marxistaleninistas,
no podemos esperar la repetición de las mismas condiciones his­
tóricas concretas que nos permitirían hacer generalizaciones
absolutas acerca del camino hacia la revolución. Por el contra­
rio, es evidente que hay que buscar y desarrollar nuevas formas.
Esto lo ha demostrado la historia.
Un cuarto punto planteado al camarada Guevara fue que al reco­
nocer el hecho de que las revoluciones toman formas diferentes,
se comprenden las pugnas surgidas en el campo socialista y en el
movimiento comunista internacional.
E l deseo de una victoria rápida de las fuerzas del socialismo sobre
el imperialismo exige la unidad de todas las fuerzas antiimpe­
rialistas, y especialmente de los comunistas, y esta exigencia
hace necesario tomar posiciones para forzar la unidad, para im­
pedir que la división se amplíe a través de la neutralidad. Esto es
esencial y no permite aplazamientos.
L a victoria de la revolución rusa dio origen a la Unión Soviética, la
cual por medio de la construcción del socialismo y el comunismo
se ha convertido en una potencia mundial, y en un baluarte de las
fuerzas revolucionarias. Los éxitos de la Unión Soviética en
t

todos los campos no pueden significar un retorno al capitalis­


mo. Los hombres no luchan por recompensas en el cielo, sino
para vivir mejor en la tierra. Una sociedad mejor organizada es
el mayor atractivo e incentivo para la humanidad; es por ello
que la política rusa de la coexistencia pacífica no debe confun­
dirse con la conciliación.
Gott / L as guerrillas en América Latina

£1 Partido Comunista de la Unión Soviética es sin duda el guardián


del marxismoleninismo, el lugar de reunión del movimiento co­
munista internacional. Pero esto no significa asi como así, que
el p c u s sea el partido que sabe más acerca de los problemas de la re­
volución en todos los países. Es sencillamente el reconocimien­
to de su papel como líder en la lucha contra el imperialismo. Ade­
más, el p c u s nunca ha reclamado este derecho. Es inaceptable
que los líderes comunistas chinos ignoren esto. No hay duda de
que el pueblo ha obtenido muchos éxitos, muchas victorias. Pero
esto no le otorga a estos líderes ningún derecho para erigirse en
jueces de otros pueblos. Ellos pretenden ser los verdaderos here­
deros de los fundadores de la Unión Soviética y sin embargo la
critican amargamente; dicen que concuerdan con los trabajado­
res pero no con el trabajo, cuando el trabajo es por lo que se cono­
ce al trabajador. Pero el curso socialista de la revolución es irre­
versible, y aunque puede ser lento y penoso, debemos esperar el
retorno del pueblo chino a la familia.
Frente a estas disputas entre las dos grandes potencias socialistas
que han dado origen a otras menores entre otros países socialistas,
provocadas, como en la primera disputa, esencialmente por el
oportunismo, nuestra tarea inmediata es lograr la unidad ya
que la situación es más favorable para el capitalismo que para
el socialismo. Los imperialistas siempre temerán más a un fren­
te revolucionario unido que a uno dividido.
El quinto punto, que surgió en la discusión, se relacionaba con la
dirección y esto no fue producto de la casualidad. Subordinar la
jefatura política a la jefatura militar es distinto que subordinar
la jefatura militar a la jefatura política. El problema de la revolu­
ción es básicamente político, aunque los factores militares juegan
un papel en la solución. En ningún caso puede la política estar
completa y permanentemente subordinada al pensamiento mili­
tar. El problema político tiene relación con el partido y el proble­
ma militar con el ejército. De paso debo decir que cuando conver­
samos acerca del papel del Partido y del Ejército revolucionario,
tuvimos presente la situación de ambas fuerzas, el partido y las
guerrillas, y la necesidad de efectuar cambios a fin de colocarlos
al nivel que exige la situación. Finalmente: la subordinación abier­
ta o disimulada del Partido al Ejército implica una manera de ver
las cosas y la subordinación del Ejército al Partido, otra. El ejérci­
to como parte de la política y no la política como parte del aspecto
militar, como enfoque de la revolución.
El sexto punto tratado fue que la revolución no puede ser planeada
y predeterminada por decreto, por un simple acto de voluntad.
E l Nuevo G rito de M u rillo

Sucede, crece y madura mediante una combinación de factores


que no dependen todos de la voluntad de los hombres. Los
hombres pueden contribuir a su maduración, y hacer que suceda
con mayor rapidez, pero no pueden fijarle plazos.
Las revoluciones surgen de condiciones históricas concretas y no
sólo del deseo de los hombres6.
Finalizadas las discusiones, Guevara permitió a Monje que fuera a
hablarles a los guerrilleros bolivianos reunidos, muchos de los
cuales eran amigos personales de Monje, que veían con tristeza
que la situación parecía haber llegado a un punto en que cada
uno debía partir por su lado. Según la versión de Guevara, Monje
«habló con todos planteándoles la disyuntiva de quedarse o apo­
yar al partido; todos se quedaron y parece que eso lo golpeó*.

A mediodía todos los presentes hicieron un brindis para celebrar el sig­


nificado de la decición tomada de seguir adelante sin el apoyo for­
mal del Partido Comunista. Guevara comparó la ocasión con el
«grito de M urillo*, grito que señaló el comienzo de la primera inde­
pendencia de América Latina. L a segunda revolución continental
había comenzado.
M onje partió a L a Paz al día siguiente. Guevara le dijo a su banda de
guerrilleros que «realizaríamos la unidad con todos los que quieren ha­
cer la revolución*, pero vaticinó «momentos difíciles y días de an­
gustia moral para los bolivianos* entre los guerrilleros. El propio Gue­
vara evidentemente como que había esperado el rompimiento. Para
él la manera de proceder de los comunistas era la de siempre. En su
diario anota: «la actitud de Monje puede retardar nuestro desarrollo
por un lado, pero puede contribuir por el otro a librarme de cualquier
compromiso político*. Y a fines de enero, a medida que la situación
se hace un poco más clara, escribe;

Ya el partido está haciendo armas contra nosotros, y no sé dónde


llegará, pero eso no nos frenará y quizás, a la larga, sea beneficio­
so (casi estoy seguro de ello). L a gente más honesta y combativa
estará con nosotros, aunque pasen por crisis de conciencia más o
menos graves.

Habiendo terminado con Monje, Guevara comenzó a hacer prepara­


tivos para entrevistarse con Moisés Guevara, el líder minero de
Oruro que seguía la línea china disidente. Moisés Guevara llegó a Nan-
cahuazú a fines de enero y parecía ansioso de aceptar las condiciones
que el Ché le planteó. Estas eran que Moisés Guevara debía disolver su
propio grupo y permitir que fuese absorbido por el movimiento gue­
rrillero, y «evitar las polémicas en torno a las discrepancias interna-
5»Las divergencias del p .c . Boliviano con Che Guevara^, Punto F in al N ° 49, 27 de febrero
de 1968.

423
G olt / L a s guerrillas en Am érica Latina

dónales o nadonales«. Según la versión del Che, Moisés G u evara


»aceptó todo con gran sencillez*, y acordó traer al primer grupo de hom ­
bres en febrero.

Capítulo seis
T raición y acción

»E1 combatiente guerrillero no debe jamás permitirse una sola palabra inútil, aun
con sus propios compañeros de armas, ya que el enemigo siempre intentará in­
troducir espías en las filas de la guerrilla para averiguar sus planes, ubicación y
medios de subsistencia».
Che Guevara, Guerra de G u errilla s.

Los primeros meses en el campamento fueron dedicados al adiestramien­


to. Construidos los alojamientos y las cuevas para el equipo, podía
darse comienzo a los ejercicios militares. El 21 de enero Guevara in­
forma: »Se hizo el simulacro, que resultó fallido en algunos puntos,
pero, en general, bien; es preciso insistir en la retirada que fue el
punto más flojo de este ejercicio^. Para fines de enero Guevara proyec­
taba una prolongada marcha. El objetivo era explorar la zona al nor­
te del Ñancahuazú y al norte del río Grande y establecer contacto con
el campesinado local para averiguar donde podrían encontrar gente
de confianza.
En la práctica resultó una expedición desastrosa. Dejó en evidencia
la debilidad extrema de la fuerza guerrillera para hacer frente a los
problemas de la vida en la selva. Y cuando los guerrilleros intentaron
volver a esta zona algunos meses después, el ejército sabía que habían
estado allí anteriormente y los estaba esperando. Aldeas enteras
fueron trasladadas para ser interrogadas, y delatores disfrazados
de campesinos, fueron diseminados por la zona.
La marcha debía durar seis semanas. Guevara se llevó a la mayor par­
te de la guerrilla con él. Estos eran quince cubanos y doce bolivianos.
En el campamento de Ñancahuazú dejó a dos cubanos, Antonio y A r­
turo, y dos bolivianos, Camba y el Ñato. Debían esperar la llegada de
un grupo de ocho bolivianos reclutados por Moisés Guevara, que de­
bían llegar a mediados de febrero, y a otros cinco bolivianos que vol­
vían después de ser adiestrados en Cuba.
Guevara dejó instrucciones precisas a los que permanecían en el cam­
pamento:

»Hacer contacto a lo más cada tres días, mientras sean 4 irán dos a r­
mados; los nuevos ingresos serán instruidos en las normas genera­
les, pero no se deben conocer más que lo imprescindible; se lim pia­
rá el campamento de todos los éfectos personales y las armas se
esconderán en el monte, tapadas por una carpa. L a reserva de di­
nero permanecerá constantemente en el campamento, sobre

424
Traición y Acción

el cuerpo de alguno; se explorarán los caminos ya hechos y los


arroyos vecinos«.

Los veintisiete guerrilleros partieron el i° de lebrero. Marcharon


constantemente hacia el norte y el 8 construyeron una balsa y cruzaron
el Río Grande, en crecida para esa estación. AI otro lado del río, cerca
de la desembocadura del Masicuri en el Río Grande, se encontraron
con su primer campesino, Honorato Rojas. Posteriormente habría
de traicionar a los guerrilleros y provocar la muerte de muchos de ellos.
En esa época, sin embargo, pareció bastante amistoso. Pero Gueva­
ra tenía sus dudas: #

»E1 campesino está dentro del tipo; incapaz de ayudarnos, pero in­
capaz de prever los peligros que acarrea y por ello potencialmen­
te peligroso**.

Durante un mes los guerrilleros recorrieron la zona al norte del Río


Grande hablando con los campesinos. Tenían cuidado, sin embargo, de
establecer contacto sólo con aquellos que, según la información propor­
cionada, posiblemente se mostrarían amistosos. Pero en marzo, du­
rante el viaje de vuelta al campamento de Ñancahuazú, el líder de la
vanguardia —un cubano llamado Marcos— al ver que sus hombres des­
fallecían de hambre decidió llevarlos a la casa de un empleado de los
Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos. Descuidando en
forma sorprendente las reglas de la guerra de guerrillas, llegaron a la
casa —el nombre del hombre era Epifanio Vargas— portando sus fusi­
les y haciéndose pasar por un grupo de geólogos mejicanos. Era difí­
cil inventar historia más inverosímil. M ás adelante ese mismo mes
cuando Guevara se enteró de lo acontecido, se puso furioso y retiró
a Marcos de su cargo como jefe de la vanguardia. Pero ya el daño esta­
ba hecho. Cuando el grupo de Marcos dejó su casa, Vargas los siguió por
el sendero hasta Ñancahuazú. Al perder su pista, siguió hasta Cami-
ri e hizo la denuncia ante las autoridades de que en la zona habían ex­
traños hombres armados.
Pero el resto de la guerrilla, al volver exhaustos y hambrientos bajo la
dirección de Guevara, se encontró con noticias peores a su vuelta
al campamento principal a fines de la tercera de marzo. Durante su
ausencia en febrero, habían llegado los ocho reclutas de Moisés Gue­
vara. (»Con un nivel general muy pobre, comentaría el Che más tarde,
»dos desertores, un prisionero »hablador«, tres rajados, dos flojos#).
Dos de ellos, Vicente Rocabado y Pastor Barrera, se quedaron duran­
te tres semanas y decidieron que era más que suficiente. Debray expli­
ca lo acontecido:

»E1 11 de marzo, antes de que nadie pensara en operaciones mili­


tares, dos hombres del grupo de Moisés Guevara, destacados pa­
ra salir de caza, dejaron el campamento central de las guerrillas

425
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

a las siete de la mañana, llevando sus rifles y dirigiéndose hacia


el río. Pero en lugar de torcer hacia la derecha, hacia el este, en di­
rección de los terrenos de caza, desaparecieron hacia el oeste, en
dirección de Camiri. Fueron los dos primeros desertores*.

Antes de que lograran llegar a L a Paz, hacia donde se dirigían, para


«presentar su informe*, como expresaron, fueron capturados en la zona
el 14 de marzo.
Ese mismo día prestaron declaraciones muy detalladas, porque su­
cedió que uno de ellos ya había tenido contacto anteriormente con el
dic y la policía política1 . Expresa en su confesión »Se había incor­
porado a las guerrillas para obtener información, porque pensaba
que se le daría una recompensa por comunicarla*. Su declaración es­
crita aparece en las declaraciones, páginas 30 y siguientes. Como no
pueden leerse en público, les solicito a los oficiales que las lean con deten­
ción. Encontrarán allí una descripción exacta de la organización de
las guerrillas; el número de los que se hallaban en prácticas de reconoci­
miento en los alrededores de Vallegrande con el Che (30 hombres),
nacionalidad de ios guerrilleros, nombres, planes, posición del cam pa­
mento, caminos, existencia de radios, etc... Encontrarán allí no sólo
la presencia del Che bajo el seudónimo de Ramón, sino también
cuándo y como llegó a Bolivia, su disfraz, su labor, sus pertenencias,
cómo lo esperaban en el campamento principal, etc... Antonio, enton­
ces jefe del campamento, los había tratado como camaradas corrientes,
no les había ocultado nada, y aun les había mostrado la serie completa
de fotografías que todavía eran secretas y que el Che y sus compañe­
ros habían estado tomando desde noviembre. Así es que sin esperar su
retorno, se fueron. Ellos mismos han declarado cómo de inmediato le
sirvieron de guías al Ejército por tierra y por aire, y que luego fueron
enviados al Cuartel General de La Paz, antes del 23 de marzo, para
completar su informe. Entonces, como si pudiera aun existir alguna
duda, Choque-Choque, también del grupo de Moisés Guevara, fue cap­
turado sin oponer resistencia el 17. Confirmó lo dicho por sus camaradas
y fue inmediatamente utilizado como guía, para que le indicara al
ejército cómo llegar al campamento y cómo éste estaba defendido.

L a tercera fuente de información que permitió al Ejército formarse


un cuadro completo de la situación guerrillera en Ñancahuazú fue el
guía Vargas, civil uniformado que cayó en la emboscada de los 23, mien­
tras guiaba a la columna militar hacia el campamento. A este hombre

'Aunque Vicente Rocabado fue un delator policial, no había sido infiltrado premeditada­
mente en la guerrilla. Cuando fue capturado, no obstante, se dio cuenta do lo útil que podía
ser su información para la policía. Tenía una memoria excelente y dio una descripción
extremadamente detallada no sólo del campamento y de las cuevas, sino también de los
guerrilleros y sus diversr. tareas. Cuando se le preguntó por qué se había unido a las gue­
rrillas, le dijo al Ministro de Gobierno, Antonio Arguedas, »Si Ud. tuviera una suegra
como la mía, también se iría a las guerrillas*.

426
Traición y Acción

de Valkgrande lo había visitado en forma imprudente Marcos, el


jefe de la vanguardia, junto con todos sus hombres armados. Se presen­
taron ante ¿1 a comienzos de marzo como geólogos extranjeros, a fin de
comprar alimentos, dado que había verdadera hambruna entre los gue­
rrilleros que exploraban la zona con el Che. Este Vargas desconfío de
ellos y los siguió desde Vallegrande hasta Ñancahuazú y de allí se fue di­
rectamente a informar al comandante de la iv división en Camiri.
Esto, sumado a los reiterados informes de Algaranaz, y la súbita apa­
rición de Marcos y de la vanguardia ante sus peones, naturalmente
hizo que el Ejército comenzara a desplazarse, anunciando una ofen­
siva. El 16 de marzo, lucharon hasta entrar en la casa de Coco Peredo
(la Casa Calamina) y experimentaron una baja: un soldado muerto.
Durante los dias siguientes, el Ejército, luego de ubicar exactamente
el campamento, envió patrullas más y más lejos. Aviones de reconoci­
miento volaban sobre la zona durante todo el día. Los guerrilleros no
sólo quedaron aislados con muy pocos alimentos, ya que la hacienda y
el camino a Camiri estaban bloqueados, sino que los sorprendieron
desprevenidos y dispersos, debido a que el Che y sus hombres, que ha­
bían dicho que estarían en el campamento de Ñancahuazú el i° de
marzo, se demoraron tres semanas en llegar. Se enviaron mensajeros
para advertirles de esta situación imprevista. Mientras tanto, M ar­
cos, que estaba a cargo del campamento central, ayudado por Anto­
nio, decidió abandonar el campamento y retirarse, ya que no conta­
ba con suficientes hombres para defenderlo. Y el 20, cuando llegó el
Che, se encontró con los guerrilleros que se retiraban frente al avan­
ce del Ejército. Consideró esta retirada como derrotista, y destitu­
yó a Marcos de su cargo, condujo a todos de vuelta al campamento prin­
cipal, y decidió defenderlo contra cualquier ataque del Ejército. Para
interceptar la avanzada, envió a un pequeño grupo de seis hombres pa­
ra que ocupasen una jposición a tres cuartos de hora del campamento,
en la quebrada del Ñancahuazú. Lo sucedido antes de la emboscada
del 23 tuvo una influencia decisiva y fatal en el curso posterior de la
campaña*.
Guevara regresó al campamento central de Ñancahuazú el 20 de
marzo. »Un clima de derrota imperaba**, anota en su diario, »todo da
la impresión de un caos terrible; no saben qué hacer**. El día anterior
habían recibido aviso de que algo andaba mal, porque había divisa­
do un aeroplano pequeño volando en círculos por encima de ellos.
Antes de su llegada, los otros cubanos habían llegado a la decisión de
retirarse frente al avence del Ejército, en lugar de organizar un ata­
que. Guevara estaba furioso. »Dónde se ha oído de emprender la reti­
rada antes de siquiera establecer contacto con el enemigo«. Organi­
zó una emboscada en el angosto desfiladero del Ñancahuazú, y tem­
prano en la mañana del 23 de marzo una avanzada de las fuerzas del
Ejército cayó en ella. En las quebradas del río el Ejército estaba en des­
ventaja frente a los guerrilleros ocultos. Seis soldados y un teniente
fueron muertos y siete capturados, incluyendo a un mayor y un capitán.

427
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Aunque la emboscada fue un éxito total desde el punto de vista de la g u e ­


rrilla, no hay duda de que los guerrilleros no estaban com pletam ente
preparados para iniciar una campaña guerrillera. Eran pocos, sus
contactos con las organizaciones políticas de la ciudad todavía e sta ­
ban muy poco desarrollados, y todos estaban extremadamente e x h a u s ­
tos luego de una dura marcha de entrenamiento. Guevara había co m en ­
tado a mediados de marzo que él mismo estaba muy débil, y que la m o ral
de los hombres era baja. Por otra parte, Guevara había contem plado
claramente la posibilidad de un descubrimiento prematuro. « L o s p la ­
nes son«, había escrito a fines de noviembre, «esperar el resto de la
gente (de L a Habana), aumentar el número de bolivianos p o r lo
menos hasta 20 y comenzar a operar». Ya en marzo, su guerrilla co n ta­
ba con su complemento de veinte bolivianos. A fines de enero, había e scri­
to: «Ahora comienza la etapa propiamente guerrillera», y un mes d es­
pués: «La próxima etapa será de combate y decisiva».
Inevitablemente, si se considera la escala en que estaba operando su
presencia tenía que conocerse eventualmente. En realidad resu lta
sorprendente que los guerrilleros lograran no ser descubiertos d u ­
rante tanto tiempo. A comienzos de marzo corrían rumores en L a P a z
en el sentido de que algo raro ocurría en el rincón sudoriental del p aís. E l
diario católico, Presencia, publicó el rumor de que se estaban fo rm an ­
do bandas armadas en la región de Santa Cruz (a 400 kilómetros al
norte de Lagunillas), organizadas pót el p o r , p r i n y el Partido C o ­
munista prochino2. Esta noticia fue desmentida de inmediato p o r el
gobierno, pero después de dos semanas de rumores acerca de g u e rri­
llas y de movimientos desacostumbrados de tropas, Presencia p u b li­
có un gran titular el 21 de marzo en que se anunciaba que guerrillas cas-
trocomunistas estaban operando en el país. Las noticias qué llega­
ron al exterior al día siguiente, anunciaban un choque entre las gu erri­
llas y el Ejército. Se decía — en forma sorprendentemente exacta—
que las guerrillas eran comandadas por un cubano y dos bolivianos3.
Las noticias de la importante emboscada del 23 de marzo no fue dada a co­
nocer de inmediato, y sólo el 27 de marzo, el presidente Barrientos fi­
nalmente dio detalles del choque en una transmisión por cadena na­
cional. Dijo que Guevara tenía conexiones con las guerrillas4.
E l comandante en jefe interino de las fuerzas armadas, general Jo r g e
Belmonte Ardiles, (El general Ovando se hallaba en Europa luego de un
viaje a Washington), confirmó esta noticia a la prensa, diciendo que

*Un resumen extremadamente bueno de los primeros meses de la actividad guerrillera se


publicó en Presencia (La Paz) el 6 de agosto de 1967.
9E l D iario Ilustrado (Santiago), (comunicado a n s a ), 22 de marzo de 1967.
4Este es un despacho de Jorge Canelas, corresponsal de la a p en La Paz, publicado en E l
M ercurio de Santiago, el 28 de marzo de 1967. El texto que apareció en Presencia ese
mismo día no menciona a Guevara por su nombre. El 1* de abril, Barrientos les expresó a
los periodistas que personalmente creía que Guevara estaba muerto. (Cable u p i , E l D iario
Ilustrado , 2 de abril de 1967). Siguió haciendo declaraciones conflictivas durante los meses
siguientes.

428
Traición y Acción

dos guerrilleros le habían informado de la presencia de Guevara. Desde


el comienzo, por lo tanto, las autoridades bolivianas pudieron presen­
tar el brote guerrillero como algo esencialmente extranjero. El co­
municado oficial del gobierno decía que:

»el territorio nacional ha sido invadido por un grupo armado com­


puesto por individuos de diversas nacionalidades, la mayoría de
los cuales siguen la línea castro-comunista. Se han unido a ellos
varios sectores políticos extremistas del paí$«.

Los desertores guerrilleros habían hecho bien su trabajo. Informa­


ron al ejército que Guevara había estado en el campamento de Ñan-
cahuazú en dos oportunidades y se esperaba su vuelta en cualquier
momento. El propio Guevara comenta en su diario el 27 de marzo:

»Hoy hizo explosión la noticia acaparando todo el espacio radial y pro­


duciendo multitud de comunicados, incluida una conferencia de
prensa de Barrientos... Es evidente que los desertores o el prisio­
nero hablaron, sólo que no se sabe exactamente cuánto dijeron ni
cómo lo dijeron. Todo parece indicar que Tania está individuali­
zada con lo que se pierden dos años de trabajo bueno y paciente. La
salida de la gente es muy difícil a h o ra ;... Por la noche tuvimos
una reunión de Estado M ayor en la que fijamos los planes para los
días venideros*.

Lo primero que tenían que hacer los guerrilleros era construir una
nueva cueva para colocar en ella todas sus pertenencias, el transmisor,
los medicamentos, fusiles y municiones. Los desertores habían realiza­
do también su trabajo que obviamente el ejército estaba en anteceden­
tes acerca de las cuevas existentes. Pero realizar trabajos con dinamita
de los acantilados tomaba tiempo, especialmente debido a que no se
podían hacer mientras estuviera rondando un avión de reconocimiento.
L a tarea de dinamitar nuevas cuevas le fue encomendada a Moisés Gue­
vara quien, como ex minero, era experto en el manejo de la dinamita. Pero
no terminó el trabajo hasta el i° de abril, y pasaron todavía dos días
antes que los guerrilleros terminaran de trasladar sus pertenencias, y
que estuvieran listos para abandonar el campamento. Finalmente par­
tieron el 3 de abril.
Mientras unto el Ejército había estado realizando exploraciones cerca
de la Casa Calamina. El 4 de abril, justo al día siguiente que los guerrille­
ros habían evacuado su campamento principal, el Ejército cruzó el río
en dirección sur-norte, y, con la información proporcionada por los
desertores, arribó al campamento. Unos días más tarde llegaron los
dos primeros periodistas, del diario E l Mercurio de Santiago y del Times
de Londres. El corresponsal del Times, M urray Sayle, describe el cam­
pamento como sigue:

429
k Gott / L a s guerrillas en Am érica Latina

«Encontramos una cocina de campaña totalmente equipada con un


gran horno con capacidad para hornear pan para unos cien h o m ­
bres, por lo menos. Cerca de allí había jardines en flor, una huerta y
una carnicería donde se había trozado muías con machetes. P o r el
estado de la carne calculé que el campamento había sido evacuado
no más de tres días antes.
Un poco más allá por la misma senda, bajo el espeso ramaje de los
árboles y los bejucos, se hallaba un hospital de campaña bien eq u i­
pado. Encontré envoltorios vacíos de antibióticos, vendajes e instru­
mental fabricado en Italia, Inglaterra, Alemania Occidental y los
Estados Unidos. L a cubierta de lona de la gran carpa del hospital
había sido retirada pero vi una mesa de operaciones y asientos p ara
que los pacientes esperaran afuera, todo esto fabricado con m adera
de árboles selváticos unida con bejuco.
A unos cien metros más adelante se hallaba la zona de dormitorios.
En esta zona se hallaron más de 50 granadas de fabricación casera.
Estas habían sido hechas en alguna fábrica clandestina utilizando
latas vacías de jugos de frutas soldadas a pedazos de cañería y
llenas de barras de dinamita y con detonadores...
Entre la basura que había sido cuidadosamente rastrillada y recogida
en la zona de dormitorios encontré una foto del Dr. Guevara que h a­
bía sido tomada en alguna selva y una copia de un discurso, tra­
ducido al español, del General Vo Nguyen Giap, de Vietnan del
Norte.
El campamento guerrillero daba muestras de haber sido evacuado en
forma ordenada, ya que nada de valor había quedado atrás y ha­
bían tratado de quemar todos los documentos. A juzgar por un mon­
tón de cápsulas de proyectiles usadas, parte del campamento había
sido usado para el entrenamiento en armas«.

En el intertanto los guerrilleros habían ido hacía el noreste en dirección


a la aldea de Gutiérrez, y el 10 de abril hubo un choque importante con el
Ejército cerca de Iripiti, en las riberas del Ñancahuazú. Fue otra victoria
guerrillera. Diez soldados bolivianos fueron muertos entre los cuales
había dos oficiales, y fueron capturados treinta soldados bajo el mando
del mayor Rubén Sánchez. Sólo un cubano —el Rubio— resultó muer­
to en la emboscada.
Después de la primera emboscada del 23 de marzo, el Ejército y el gobier­
no boliviano se habían sumido en un estado de confusión, sin poder deci­
dir qué hacer o qué gravedad había que asignarle a la amenaza guerri­
llera. Barrientos envió al jefe de la Fuerza Aérea, León Rolle Cueto
(hermano del líder comunista Jorge Rolle), en misión a los países veci­
nos, Argentina, Paraguay, Peni y Brasil. Pero muchos observadores cre­
yeron que Bolivia estaba explotando las guerrillas a ñn de obtener la sim­

430
Regís D ebray

p a tía internacional en la próxima reunión interamericana de Jefes de Es­


tado en Punta del Este, y para obtener una mayor ayuda de los Estados
Unidos.
Pero el segundo choque en Iripiti obligó a todo el mundo a tomar más en
serio la amenaza guerrillera. Los norteamericanos comenzaron a enviar
equipo, helicópteros y asesores, y el Gobierno impuso medidas repre­
sivas a los grupos de izquierda del país. El 12 de abril llegaron desde Pana­
má cinco expertos militares estadounidenses para establecer una escuela
de entrenamiento antiguerrillero, pero se calculó que se necesitarían
seis meses para producir un batallón de »Rangers«. El mismo día el go­
bierno boliviano colocó la mayor parte del sudeste boliviano bajo la ley
marcial, y el Partido Comunista y el por trotskista fueron declarados
fuera de la ley.
En realidad los norteamericanos habían estado investigando por su
cuenta a las guerrillas durante el mes anterior. Cuando Presencia anun­
ció por primera vez que bandas guerrilleras estaban operando en la zona
de Santa Cruz, cuatro miembros de la Misión M ilitar permanente de los
Estados Unidos en Bolivia, acompañados por un exiliado cubano que tra­
bajaba para la cía de nombre Aurelio Hernández, volaron a Santa Cruz
para examinar la veracidad de los informes en el lugar de los hechos. Un
mes después, el jefe de la misión, coronel Joseph P. Rice y el mayor
Robert »Pappy« Shelton llegaron a Santa Cruz en busca de un lugar para
comenzar el entrenamiento antiguerrillero. El 19 de abril, se anunció
que el entrenamiento antiguerrillero se iniciaría en la central azucarera
abandonada de L a Esperanza, al norte de Santa Cruz, y que estaría a
cargo del mayor Shelton.
Debido a la emergencia, el programa anual de conscripción militar fija­
do para abril se había realizado a fines de marzo, así es que »Pappy«
Shelton comenzó la tarea de crear una fuerza antiguerrillas, con seis­
cientos reclutas bisoños bolivianos, unos veinte integrantes de las Fuer­
zas Especiales de los Estados Unidos, y algunos exiliados cubanos patro­
cinados por la c ía .

Capítulo siete
R egís D e b r a y

»La principal diferencia entre Regis Debray y yo es que el futuro del mundo se hallaba
en los lugares hacia los cuales me sentí llamado. Ud. comprende, fui a Asia, allí se
hallaba el futuro del mundo. De lo contrario habría ido a Rusia. Allí todavía se ha­
llaba el futuro; pero el futuro del mundo no se halla en Bolivia. Regis Debray fue
allá para nada. Los tiempos han cambiado*.
André Malraux, citado por L e M onde, 27 de octubre de 1967.

La movilidad de las guerrillas se vio considerablemente afectada durante


las primeras semanas que siguieron a la emboscada por la presencia en­
tre ellos de una serie de «visitantes** a quienes no se había proyectado
Gott / L as guerrillas en América Latina

enrolar como combatientes. A principios de marzo habían llegado los


principales contactos con Perú y Argentina— el Chino y Ciro Roberto
Bustos— para iniciar conversaciones con Guevara, y con ellos había lle ­
gado el Filósofo revolucionario francés Regis Debray, quien ya había
visitado el país a fines del año anterior.
Regis Debray había nacido en París el 2 de septiembre de 1940, y era el
hijo segundo de Georges y Janine Debray. Él era abogado y ella una des­
tacada política conservadora. Durante la guerra la familia había vivido
en París. Alumno brillante y estudioso, a la edad de dieciséis años, R eg is
recibió el premio de Filosofía en el Concours Genérale y el año siguiente
comenzó a prepararse para el examen de ingreso a la Ecole Nórm ale
Superieur. En 1959, a la edad de dieciocho años y medio, entró en esta e x i­
gente escuela, ocupando el primer lugar.
Como premio sus padres lo enviaron a viajar por los Estados Unidos en
julio de Í959. Mientras se hallaba en Miami se embarcó en un breve
viaje a Cuba, entonces en su primer año de la Revolución. Volvió a P arís
en noviembre para iniciar sus estudios en la Ecole Nórmale.
Viajó durante algunos meses por Sudamérica en 1961 y en julio de 1963,
luego de obtener su título en Filosofía, partió para realizar una película
sobre Venezuela para la televisión francesa. Allí conoció a una revo­
lucionaria venezolana, Eiizabeth Burgos, con quien más tarde contrajo
matrimonio en Camiri en febrero de 1968. Comenzó entonces una larga
gira por tierra por todos los países latinoamericanos, a excepción de P a ra ­
guay, y no volvió a París hasta fines de 1964. Allí, luego de reflexionar acer­
ca de sus experiencias, se puso a escribir su primer ensayo importante so­
bre América Latina, titulado »E1 Castrismo: la Larga M archa de
América Latina«, que fue publicado en Les Temps Modemes deJean-Paul
Sartre en enero de 1965.
En Francia volvió a sus estudios filosóficos, y obtuvo un segundo título
en julio de 1965. Durante algunos meses enseñó en la Universidad de
Nancy. Entonces en enero de 1966 se fue a Cuba, bajo el convenio franco-
cubano de cooperación técnica y cultural, como profesor de historia de la
Filosofía de la Universidad de La Habana. Durante su permanencia allí
reunió el material sobre la guerra revolucionaria cubana que le permitió
escribir un largo ensayo ¿Revolución en la Revolución? que fue publi­
cado en La Habana en enero de 1967. Causó un impacto inmediato en
Cuba y en el resto del continente, porque expresaba muchas de las crí­
ticas cubanas a los partidos comunistas ortodoxos, las que hasta entonces
sólo habían sido expresadas en privado. En agosto, Debray volvió en bre­
ve visita a París y de allí partió a Bolivia, donde exploró el Beni durante
el mes de septiembre.
Volvió a Cuba, pero en febrero de 1967 nuevamente salió de La Habana y
llegó a Santiago de Chile. De allí se dirigió a Antofagasta donde tomó el
tren que atraviesa el desierto de Atacama, y sube hasta el Altiplano y lle­
ga hasta La Paz,
Debray llegó a Ñancahuazú a comienzos de marzo, al parecer como
periodista. M ás adelante explicaba lo que había estado haciendo:

432
Regis Debray

»Fui enviado aquí por M . Maspero (editor francés) y por la revista


mexicana Sucesos. Fue M . Maspero el que me dio las instrucciones
para llegar aquí. La idea de mi viaje era entrevistar al Che Gue­
v a r a ... Ingresé a Bolivia durante los primeros días de marzo. De
acuerdo con las instrucciones que me había dado M . Maspero, me
encontré con un boliviano —un tal Andrés— un martes a las seis de
la tarde. Tenía yo las mismas instrucciones que el Sr. Bustos. Nos
reunimos luego de ser presentados a una mujer, de cuyo nombre me
enteré más tarde por la prensa, que se presentó como Tania. Fue
ella la que nos trajo aquí**1 .

Cuando llegó al campamento de Ñancahuazú, sin embargo, Guevara


todavía se hallaba en su viaje de exploración al norte del Río Grande
y Debray tuvo que esperar dos semanas para obtener su entrevista.
M ás adelante explicó la naturaleza de sus actividades en el campamento:

»Sin entrar en detalles respecto de mi papel, deseo recalcar que cuan­


do llegué al campamento principal a fin de participar plenamente
en los ideales de los guerrilleros bolivianos, pedí compartir los de­
beres y penurias de la guerra de guerrillas, haciendo guardia den­
tro y fuera del campamento, ayudando en la cocina, en la casa y en
los demás quehaceres cuotidianos. Por lo tanto, solicité que me colo­
caran en la lista de deberes, como otro cualquiera, según el orden de
llegada, porque como revolucionario yo no podía, ni quería, que me
considerasen como mero visitante que se hospeda en un hotel, que se
cruza de brazos y que duerme cómodamente, mientras mis compa­
ñeros se agotaban sirviéndome la comida y viéndome dormir. Esto
siguió hasta que pude hablar con el Che el 20 de marzo. A pesar de
haber venido como periodista, le pedí entonces personalmente al
Che que trajera a algún otro para que hiciere mi trabajo, que dejara
de considerarme como visita y que me permitiera incorporarme a
las guerrillas, previa consulta a los bolivianos allí presentes. Pero
se negó, diciendo que mi tarea de informar al mundo acerca de su
presencia allí y de sus objetivos era tan importante como participar
en el combate. Entonces se decidió que debía dejar la zona lo más
pronto posible, y que aún cuando podía y debía seguir participan­
do en los quehaceres diarios del campamento, no podía ni debía ser
considerado como guerrillero**.

A Guevara no le entusiasmó la idea de que Debray se hiciera com­


batiente. »No encuentro que esté en las condiciones físicas adecuadas**,
le escribió a Fidel, y en su diario comentó «Viene a quedarse, pero yo le

‘Carta de Debray a sus jueces, 12 de octubre de 1967.

433
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

pedí que volviera a organizar una red de ayuda en Francia y de paso fuera
a Cuba, cosa que coincide con sus deseos de casarse y tener un hijo con su
compañera*.
Luego de la primera emboscada, el 23 de marzo, se hizo necesario q u e los
guerrilleros se libraran de los que no eran combatientes. Debray explica:

«Repentinamente la situación se puso más complicada. Las comunica­


ciones con el mundo exterior ya eran difíciles. De los cuatro v isi­
tantes al campamento Che decidió que Bustos y yo debíamos ser los
primeros en partir, vía Gutiérrez, y se elaboró un plan más cuida­
doso para el Chino y Tañía, porque eran más importantes para la
revolución. Luego que el plan Gutiérrez fracasó, conversé nue­
vamente con el Che acerca de mi incorporación a las guerrillas, y él
mencionó mi falta de experiencia de vivir en la selva, y dijo que p ara
él un campesino de la zona era mejor que diez intelectuales de la ciu­
dad. Esto me convenció de que sería más útil fuera que dentro,
especialmente en aquellos momentos de aislamiento, y decidí dejar
las guerrillas como había llegado — como simple visitante...
»Si a comienzos de abril cuando le pedí al Che que me dejara in­
corporar de inmediato a las guerrillas, me hubiese contestado:
»Tienes buena salud, eres competente, estás acostumbrado a la gue­
rra en la selva y a vivir en el campo; tu labor periodística la puede
hacer otro más adelante; no hay apuro en ese aspecto, quédate con
nosotros*, me habría quedado, con gusto, como combatiente,
como guerrillero, listo para luchar dondequiera y cuando quiera
se me ordenase. Qué otra cosa puede desear un revolucionario que
estar bajo las órdenes del Che. Desgraciadamente, me enfermé en
aquel entonces, por la alimentación deficiente, como lo demuestra
mi declaración inicial, y el Che no tenía mucha confianza en mi es­
tado físico*3.

El proyecto inicial del Che era evacuar a los »visitantes« a través de


la aldea de Gutiérrez, al este del río Nancahuazú en el camino prin­
cipal de Camiri a Santa Cruz. Esto fracasó porque descubrieron que la
aldea había sido ocupada por los militares. Después de la emboscada de
Iripati, los guerrilleros se trasladaron al sudoeste y esperaban que por lo
menos Debray y Bustos podrían dejar las guerrillas en la aldea de
Muyupampa y de allí salir de la zona de guerrillas abriéndose paso hacia
Sucre o Cochabamba.
En las primeras horas del 20 de abril, Debray y Bustos se separaron de
los guerrilleros, junto con George Andrew Roth — fotógrafo anglo-chi-
leno independiente que había llegado el día anterior— y los tres se diri­
gieron a Muyupampa4. En la calle principal de la aldea fueron detenidos
*Debray, Declaración de la defensa, Camiri.
4Roth ha contado su historia en Ercilla (Santiago), septiembre de 1967.

434
L o s comunistas se marginan

por el d i o — Departamento de Investigaciones Criminales de Bolivia—


para ser interrogados. Unos minutos después de su captura, Debray fue
identificado por Salustio Choque-Choque — el ex minero, soldado y
desertor de las guerrillas que ya había dado demostraciones de su valia
a l Ejército. Sostuvo que había visto a Debray en Ñancahuazú, y lo
denunció al Ejército como guerrillero. El ote entregó entonces a los
tres hombres a las autoridades militares.

Afortunadamente para ellos se hallaba por casualidad en el pueblo un


periodista de Presencia. De otra manera pudieron haber desaparecido
sin dejar rastros. Les tomó fotografías. Tuvieron suerte porque los
primeros cables que salieron de L a Paz el 21 de abril decían que habían
sido capturados un argentino y un inglés después de un choque con los
guerrilleros y que un francés, »René Debray», probablemente había
muerto5. L a información añadía que »Debré« ocupaba un cargo muy
importante dentro de la jerarquía comunista de L a Habana.
A estas alturas fueron expulsados todos los periodistas que se hallaban en
Muyupampa y Camiri y otros pueblos de la zona guerrillera, de este modo
no se conseguía informaciones detalladas de lo sucedido. Pero se anun­
ció finalmente que los tres hombres estaban vivos. Parece bastante
evidente que el ejército había recibido orden de matar a Debray, pero
que ésta más tarde fue anulada. Los tres hombres fueron golpeados, lle­
vados a diversas cárceles en la zona de Camiri, y permanecieron incomu­
nicados hasta comienzos de julio. M ás tarde Roth fue puesto en libertad
mientras que Debray y Bustos fueron condenados a treinta años de cárcel.
Durante la seis primeras semanas de su existencia, el Ejército de Libe­
ración Nacional había logrado provocar un impacto, tanto nacional
como internacionalmente, que no guardaba ninguna relación con su ver­
dadero alcance. Y con la captura de Debray una verdadera horda de
corresponsales extranjeros —especialmente de Francia— se dejaron caer
en el lugar del acontecimiento. Hasta el Presidente de Gaulle envió una
carta al Presidente Barrientos en que solicitaba clemencia para Debray.
Pero los guerrilleros, aunque sin duda satisfechos con la publicidad, de
ninguna manera se hallaban en una posición tan fuerte como daban a
entender algunas de las informaciones de prensa.

Capítulo ocho
Los CO M UNISTAS S E M A R G IN A N

Uno de los mayores desastres provocados por el comienzo prematuro de las


acciones guerrilleras y el posterior asilamiento de la ciudad fue la cesa­
ción de los contactos con el Partido Comunista boliviano. Cuando M on­
je había dejado el campamento de Ñancahuazú a comienzos de enero,
había dicho que presentaría su renuncia como secretario general del par­
tido a la semana siguiente. Sin embargo, posteriormente ese mismo mes,

5Cable a p en E l M ercurio de Santiago, 22 de abril de 1967.

435
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latina

Guevara se enteró de que M onje no sólo no había renunciado sino que


además había hablado »con tres hombres que venían de Cuba y los h a­
bía disuadido de unirse a las guerrillas*. Pero las decisiones del P artido
se hallaban ahora en manos de Jo rge Kolle Cueto y Simón Reyes, y am bos
viajaron a L a Habana en febrero a fin de discutir nuevamente el asunto
con Fidel. A fines de enero Guevara recibió un mensaje de Cuba que an u n ­
ciaba que los bolivianos eran esperados: »Fidel advierte que escuchará lo
que tienen que decir y que será duro con eüos«. El 14 de febrero, G u evara
recibe noticias de La Habána en relación a la reunión:

»Se descifra un largo mensaje de L a Habana cuyo núcleo es la noticia


de la entrevista con Kolle. Este dijo allá que no se le había informado
de la magnitud continental de la tarea, que en ese caso estarían dis­
puestos a colaborar en un plano cuyas características quedaron de
discutir conmigo; vendrían el mismo Kolle, Simón Rodríguez y
Ramírez. Se me informa además que Simón ha manifestado su deci­
sión de ayudarnos independientemente de lo que resuelva el
partido*.

El mensaje recibido por Guevara dice lo siguiente:


»En las conversaciones sostenidas recientemente con Kolle y Simón,
Kolle dijo que Monje le había manifestado al secretariado (del P arti­
do Comunista) que las operación era a escala nacional y que esto
provocaba confusión. Se le aclaró a Kolle la escala continental y
contenido estratégico de la operación. Esto eliminó la confusión
acerca de la operación y estuvo de acuerdo en exigir para sí el co­
mando de la operación a nivel nacional. M e pidió que hablara con­
tigo para discutir su colaboración y participación en la operación.
Kolle, Simón y Ramírez irán a verte. Se van inmediatamente.. . im ­
presión favorable... pienso que algo puede hacerse... quiere ayu ­
da económica y entrenamiento para sus hombres. T e informare­
mos del resultado*1 .

Obviamente Guevara no se impresionó mucho frente a esta nueva


proposición de los comunistas y comenta en su diario a fines de mes:

»La actitud del partido sigue siendo vacilante y doble, lo menos que se
puede decir de ella, aunque queda una aclaración, que puede ser
definitiva, cuando hable con la nueva delegación*.

Lo que más molestaba a Guevara era el hecho que en el mismo momen­


to en que los líderes del partido comunista parecían estar haciendo pro-

'De un documento leído por el Ministro de Gobierno boliviano, Antonio Arguedas, ante
una conferencia de prensa en La Paz, 30 de octubre de 1967. Texto publicado en E l D iano
(La Paz), 31 de octubre 1967.

436
Los comunistas se marginan

puestas formales a la dirección guerrillera, expulsaban de las Juventudes


Comunistas a cualquier comunista joven que mostrara interés en apo­
y ar a las guerrillas. Loyola Guzmán, una de ellas, tesorera de la gue­
rrilla, había sido victima de este tipo de purga intrapartidista, igual
que otros que al presente se hallaban con Guevara en Ñancahuazú. En
marzo Guevara le dijo al destacamento lo que pensaba de la nueva
iniciativa comunista:

»Me referí al proyecto de Kolle de venir aquí a discutir lo que debe


hacerse simultáneamente con la expulsión de la Juventud Comunis­
ta de aquellos miembros que se hallan con nosotros. Aquí importan
los hechos; las palabras que no coinciden con hechos no tienen
importancia*.

Sin embargo evidentemente no había descartado la idea de verlos.


Debray ha confirmado esto:
«

»Cuando Bustos y yo dejamos las guerrillas, Che esperaba la llegada


de otra gente de afuera, quiero decir de La Paz, verdaderos men­
sajeros. Desgraciadamente no llegaron nunca. Bajo ordenes estric­
tas del Che ningún guerrillero podía dejar el grupo para hacer algo
en la ciudad. L a estrictez política y militar del Che se transformó
en el principal motivo del fracaso de las guerrillas, porque una vez
en la selva no le permitió a ningún combatiente volver a la lla­
nura. Y como tampoco podían ir del llano a la selva, se produjo
este terrible malentendido, en que cada bando esperaba que el otro
viniese para decidir sobre asuntos de suma urgencia*.

No obstante, por las declaraciones públicas de los dirigentes comu­


nistas en La Paz, parece que no estaban demasiado ansiosos de volver a
establecer contacto con Guevara, una vez que se inició de hecho la gue­
rra de guerrillas. En una declaración fechada el 30 de marzo, y firmada
por M ario Monje y Humberto Ramírez, el secretario del Partido hizo
un llamado de »solidaridad« con las guerrillas, pero confirmó que la
línea política del Partido no había sido alterada por el estallido en el
sudeste del país:

»¡ Bolivianos!
La guerra de guerrillas ha comenzado en este p aís...
El Partido Comunista expresa su solidaridad con la lucha de los patrio­
tas guerrilleros. El aspecto más positivo de esta posición será sin
duda que esta lucha contribuirá a demostrarles a los bolivianos el
mejor camino a seguir para lograr la victoria revolucionaria.
El problema de incorporarse a las filas guerrilleras queda fuera del

437
Gott / L a s guerrillas en América- Latina

ámbito de la organización y de la disciplina partidistas, puesto q u e


los bolivianos tienen el derecho y la obligación de contribuir a la lu ­
cha popular en la forma que lo estimen conveniente.
E l Partido Comunista de Bolivia tiene su línea propia, aprobada en
su Segundo Congreso, y seguirá manteniéndola y desarrollán­
dola. Nunca ha ocultado su intención de llegar al poder por los m e­
dios que las condiciones y las necesidades históricas concretas im po­
nen, alcanzando un gobierno popular antimperialista al servicio
del pueblo boliviano, con la condición única de la acción y la p arti­
cipación de las grandes masas dirigidas por.su propio Partido y en
el momento más favorable.
La situación actual no cambia fundamentalmente la línea y los obje­
tivos de los comunistas bolivianos; pero si exige mayores esfuerzos,
sacrificios y disciplinaes.

En vista de este documento, el llamado hecho por el Ejército N acio n al


de Liberación un mes después, a fines de abril, desde la zona de Ñ a n c a -
huazú, debe considerarse como un llamado directo a los militantes co m u ­
nistas a desconocer las directivas de su Partido: »E1 Ejército de L ib e r a ­
ción Nacional hace un llamado al pueblo boliviano a estrechar filas, a
foijar la unidad más estrecha sin distinción de colores políticos**.
Este documento fue el único llamado hecho por las guerrillas durante la
campaña. En una entrevista concedida a un periodista chileno y p u b li­
cada en M ayo, Jo rge Kolle explica por qué:

«Aconteció que las guerrillas de la zona oriental del país entraron en


acción frente al ejército regular antes de lo presupuesto.. . Esto
significa que las guerrillas comenzaron a combatir antes de que el
movimiento en las ciudades y las minas alcanzara su despegue.
Tampoco coincidió con la desintegración del actual gobierno**.

El periodista chileno le solicitó entonces mayores detalles al com u­


nista boliviano. Resultó una entrevista bastante reveladora:
«Periodista: Tengo la impresión que hasta aquí los guerrilleros no
han tenido el apoyo de la acción masiva en la parte urbana del país.
Kolle: Actualmente las fuerzas políticas de los partidos de Izquierda
sostienen conversaciones destinadas a abrir un movimiento de ma­
sas a gran escala que reúna a los partidos políticos, los mineros, los
obreros de las industrias y la clase media avanzada, destinado no
sólo a apoyar y colaborar activamente con las guerrillas, sino
también a plantear reivindicaciones económicas sociales y polí­
ticas que eleven el espíritu combativo de las masas al nivel necesario
para llegar al poder...

*Citado por £1 Siglo (Santiago), 29 de abril de 1967. (Las bastardillas son mías).

438
Los comunistas se marginan
Periodista: ¿No cree que la demora en comenzar las acciones masivas
en las ciudades pueda peijudicar la supervivencia misma de las
guerrillas?
Kolle: L a supervivencia de las guerrillas es un problema militar estra­
tégico que ha sido bien estudiado. Nunca hemos considerado la
posibilidad de que las guerrillas sean aplastadas por el Ejército.
Esta parte del problema depende en gran parte de los planes
tácticos en cuanto al número de las operaciones. Y de todas ma­
neras, la iniciativa siempre ha sido nuestra.
Periodista: ¿Cuánto demoraría preparar acciones de masas en las
ciudades?
Kolle: Este problema está íntimamente ligado a la crisis política que
ha sufrido el país desde la caída del gobierno del m nr . Ese partido se
halla ahora dividido en varios grupos y se hace necesario ahora
aclarar ciertas posiciones políticas e incorporar los sectores más
decididos a la lucha. En el prin , por otra parte, los mineros a pesar
de estar en mayoría tienen que librar sus propias batallas inter­
nas con los intelectuales de clase media que quieren estar en buenas
relaciones con todo el mundo desde el ejército hasta la Embajada
de los Estados Unidos. Esto ha frenado el proceso de la unidad polí­
tica antimperialista que estamos pidiendo.
Periodista: ¿Significa esto que las guerrillas no son la parte más
importante del pian?
Kolle: Significa que las guerrillas, la insurrección, son una forma de lu­
cha, pero obviamente no es la única actividad en que estamos empe­
ñados. Son acciones combinadas que dependen una de la otra. Debe
comprender que las guerrillas se irán fortaleciendo cada vez más a
medida que el espíritu de lucha de las masas urbanas, mineras y
campesinas vaya en aumento.
Periodista: ¿Consideraría Ud. que el brote guerrillero en Bolivia es un
triunfo de la línea cubana dentro de su partido?
Kolle: Creemos que la guerra de guerrillas ha estallado en el momen­
to preciso en Bolivia. Consideramos que cada Partido Comunista
debe solucionar sus problemas de acuerdo a las condiciones de cada
país para la lucha. Esperamos que nuestra acción de masas contri­
buya a la unidad política entre los comunistas latinoamericanos y
destruya de una vez para siempre las dudas y suspicacias acerca de
las posiciones, por ejemplo, la presunta posición de los asi llama­
dos partidos promoscovitas, supuestamente contraria a la solu­
ción de los problemas políticos por la vía militar. Esto obviamente
no es cierto. La coexistencia pacífica es una política para la Unión
Soviética y los Estados Unidos, en el momento que tratan de evitar
una guerra termonuclear, pero eso no quiere decir que la coexis­

439
Gott / Las guerrillas en América Latina
tencia pacífica nos obligue a nosotros los comunistas a renunciar a
la lucha de clases o a la lucha contra el imperialismo en nuestros
países. Esto queda demostrado por nuestra actual posición de a p o ­
yo a las guerrillas»4.

Pero a pesar de la insistencia de Rolle de que su Partido ap o yab a las


guerrillas, el hecho es que ni él ni el Partido estaban dispuestos a aceptar
la propuesta de las guerrillas, es decir, la formación de un am plio frente
antimperialista que tuviera su punto focal en la selva montañosa de
Ñancahuazú, más bien que en las minas o en L a Paz. Esto seguramente no
puede haber sorprendido a Debray. En Revolution in the reVolution?
escribe que »es muy difícil que cristalice un frente semejante antes de la
lucha armada, si ha de ser un frente revolucionario auténtico y no una
alianza creada con fines electorales o un pacto entre los grupos b u rgu e­
ses para volver a asumir el poder que han perdido. L a formación de un
amplio frente antimperialista se realiza a través de la guerra popular«5 .
Durante todo abril y mayo, Guevara al parecer estuvo demasiado o cu p a­
do en asuntos militares para preocuparse mucho en su diario de si el
Partido Comunista boliviano había ofrecido su apoyo o no. Pero a fin es
de mayo escribe, sin mayores comentarios, que »el Partido, a través de
Rolle, ofrece su colaboración, al parecer, sin reservas«. Esto p r o ­
bablemente hace referencia a la entrevista chilena, que pudo haber escu ­
chado por radio.
A mediados de junio, el grupo guerrillero de Guevara encontró a u n
muchacho, Paulino, que parecía dispuesto a colaborar como m ensa­
jero. Le pidieron que llevara una serie de mensajes a Cochabamba, la c iu ­
dad grande más cercana. Por medio de él esperaban establecer contacto
con la ciudad y con el Partido. A fines del mes, Guevara escribe:

»La falta de contacto se extiende al partido, aunque hemos hecho una


tentativa a través de Paulino que puede dar resultado... Nuestra
tarea más urgente es restablecer el contacto con L a Paz y reabas­
tecernos de equipo militar y médico y lograr la incorporación de
unos 50-100 hombres de la ciudad, aunque la cifra de los combatien­
tes se reduzca en la acción a unos 10-25.
A mediados de julio, al volver a la aldea de Paulino, los guerrilleros
no encontraron rastros de él. El Ejército había pasado por la zona
durante su ausencia. Los guerrilleros interrogaron a las personas
que conocían a Paulino: »De éste no sabían nada ellos, salvo que el
Ejército lo buscaba por habernos guiado».

Este fue el último intento de los guerrilleros de establecer contacto


con la ciudad. Pero Guevara siguió escuchando ansiosamente la ra­

4Jorge Rolle Cueto en entrevista concedida a José Gómez López para la revista Flash; ci­
tadoen E l Siglo de Santiago, 14 de mayo de 1967.
5Regis Debray, Revolution in the Revolution?, p. 125.

4 4 0
Los comunisus se marginan
dio para saber noticias de lo que sucedía en el resto del país. El propó­
sito de un foco guerrillero, vale la pena reiterar, no es crear una revolu­
ción sino crear las condiciones para una revolución. Guevara pen­
saba que la introducción de un grupo de hombres en una situación polí­
tica ya explosiva podía tener un resultado positivo. Durante los
primeros meses, evidentemente creyó que todo marchaba de acuerdo
a lo planeado. A fines de mayo daba la siguiente información: »Desde
el punto de vista militar, tres nuevos combates, causándoles bajas al
Ejército y sin sufrir ninguna..., indican el buen ¿xito«. Y a mediados
de junio escribe: »Lo interesante es la convulsión política del país,
la fabulosa cantidad de pactos y contrapactos que hay en el ambien­
te. Pocas veces se ha visto tan claramente la posibilidad de cataliza-
ción de la guerrilla*.
Un mes después, el 14 de julio, escribe en un tono semejante: »E1 pr a
y el psb se retiran del frente de la revolución (de Barrientos) y los cam­
pesinos advierten a Barrientos sobre una alianza con la Falange. El
gobierno se desintegra rápidamente. Lástima no tener 100 hombres
más en este momento*. L a semana siguiente menciona que «Las noti­
cias políticas son de una tremenda crisis que no se ve en qué va a parar*.
En junio las tropas del gobierno habían ocupado las zonas mineras del
Altiplano, y esto, junto con la existencia de las guerrillas de Gueva­
ra, había provocado una crisis política de consideración en L a Paz.
Si el Partido Comunista o algún otro partido con base urbana hubie­
se estado preparado y dispuesto a sacar provecho de esta situación,
el foco de Ñancahuazú habría cumplido su propósito. Pero la pusila­
nimidad de los políticos de oposición en L a Paz era tal que no llegaron
a darse cuenta de la oportunidad que se les presentaba.
L a otra tesis de Guevara era que un foco guerrillero podía provocar
la intervención norteamericana. Durante los primeros días se
mostró optimista respecto de esto. En abril escribe: Los norteamerica­
nos anuncian que el envío de asesores a Bolivia responde a un viejo
plan y no tiene nada que ver con las guerrillas. Quizás estamos asistien­
do al primer episodio de un nuevo Vietnam*. Y a fines de mes concluye:
«Parece seguro que los norteamericanos intervendrán fuerte aquí y
ya están mandando helicópteros y, parece, boinas verdes...«
M ás adelante, sin embargo, a fines de julio, parece pensar que la inter­
vención norteamericana puede producir efectos adversos en rela­
ción a su teoría guerrillera: «La crisis política se acentúa en el gobier­
no, pero e e .uu . está dando pequeños créditos que son una gran ayu­
da a nivel boliviano con lo que atempera el descontento*. Quizás este
fue un aspecto que Guevara olvidó al formular su tesis acerca de la ne­
cesidad de crear el «segundo Vietnam* en América Latina. Estados
Unidos tiene muchos recursos, y no todos son de tipo militar.
Gott / Las guerrillas es América Latina

Capitulo nueve
La su erte de J o a q u ín

La estrategia guerrillera durante las primeras tres semanas de abril fue


dictada en gran parte por la necesidad de librarse de los «visitan­
tes*. El choque de Iripiti del 10 de abril se había producido mientras
trataban de abrirse paso hacia Gutiérrez. Al ver que esta salida esta­
ba bloqueada, la guerrilla se trasladó hacia Muyupampa. E l plan de
Guevara consistía en operar allí durante un tiempo y retirarse hacia
el norte, presumiblemente hada la zona que había explorado en fe­
brero, al norte del Río Grande. Pero durante el difícil período en que el
grupo guerrillero trataba de desprenderse de Debray y Bustos, ex­
traviaron la retaguardia comandada por el cubano Joaquín. Ade­
más de Joaquín, la retaguardia incluía a dos cubanos y a anco bolivia­
nos. Se separaron del grupo principal el 15 de abril y las instrucciones
de Joaquín eran de «hacer una demostradón de fuerza en la zona para im­
pedir un movimiento excesivo (del enemigo)*. Debía esperarnos,
Guevara anota en su diario, «durante tres dias, al cabo de los cuales debe
permanecer por la zona, pero sin combatir frontalmente y esperarnos
hasta el regreso*. El grupo de Guevara siguió hacia Muyupampa. E l 16
de abril, Guevara descubrió que Tania y un cubano, Alejandro, se esta­
ban retrasando. Ambos estaban con una fiebre alta, así es que decidie-
ron dejarlos con otro boliviano y el médico peruano para que se ju n ta­
ran a la retaguardia. Al día siguiente, irritado por la lentitud de la
marcha, Guevara dio órdenes de que los cuatro bolivianos más rezaga­
dos se quedaran atrás y se unieron a Joaquín. Moisés Guevara también
andaba algo enfermo, y también se incorporó a la retaguardia.
Por aquel entonces el grupo de Joaquín se componía de diedsiete hom­
bres, muchos de ellos enfermos y necesitados de reposo para recupe­
rarse. Libre de ellos el grupo de Guevara, de doce cubanos, dos perua­
nos y trece bolivianos, pudo moverse con mayor rapidez. Sin em­
bargo, veintisiete hombres constituían un grupito más bien pequeño
para una guerrilla, y Guevara comenzó a preocuparse muchísimo
cuando, pasados algunos días, al parecer no había señas de Joaquín. La
estrategia de las semanas siguientes y de los meses siguientes fue dic­
tada por la necesidad de encontrar al grupo extraviado. No habrían
devolver a verse jamás.
Durante todo mayo, el grupo de Guevara permaneció en la zona de
Ñancahuazú, buscando a Joaquín. A fines de la primera semana, vol­
vieron a uno de sus antiguos campamentos para reabastecerse de
alimentos, que habían estado muy escasos. Los soldados se habían
ido, pero estaban instalados en la Casa Calamina. A fines de mes el
grupo comenzó a trasladarse hacia el norte por la línea de ferrocarril
que sirve de camino durante un trecho de la ruta entre Camiri y Santa
Cruz. Guevara había llegado a la conclusión de que Joaquín se había

442
La suerte de Joaquín
trasladado al norte y de que sería más fácil hallarlo al norte del Río
Grande.
En ese momento comenzó a moverse dentro de una especie de cuadrilá­
tero, que al norte lindaba con el camino asfaltado de Santa Cruz a Co-
chabamba, al oeste con el camino malo pero transitable que parte de
M ataral, pasa por Vallegrande y llega a Pucará, al sur con el Río Gran­
de, y al este con la línea férrea Santa Cruz — Yacuiba. En la zona hay dos
ríos importantes, que son afluentes del Río Grande: el Masicuri que
corre hada el sur y el Florida hada el oeste. L a región entera es monta­
ñosa, cubierta de selva y cortada por profundas quebradas. Práctica­
mente no hay caminos, sólo senderos y ocasionalmente simples
huellas. M uy pocas personas viven allí.
L a Octava División del Ejército boliviano, bajo el mando del ex M i­
nistro de Reladones Exteriores, coronel Joaquín Zenteno Anaya,
mantenía un batallón en Abapo y una compañía en Masicuri Abajo
para impedir que las guerrillas atravesaran el Río Grande. Pero el 10
de junio, las guerrillas lograron cruzar el rio sin encontrar oposición.
Sin embargo un campesino logró dar aviso al cuartel general mili­
tar de Abapo, el que despachó apresuradamente a un grupo de noven­
ta soldados hada el sur. Hubo un choque al día siguiente.
Después de esta acdón, el ejército dio por hecho que los guerrilleros
nuevamente habían cruzado el río para dirigirse de vuelta al Ñanca-
huázú. Pero en realidad éstos se replegaron y enfilaron nuevamente
hacia el norte. El 19 de junio hicieron su reaparición cerca de la aldea de
Moroco donde vivían varios campesinos. Pero dos de ellos eran agentes
de la ofidna de información disfrazados de campesinos, que habían
sido enviados desde la base principal de Villagrande, a fin de infor­
mar acerca de los movimientos de las guerrillas. Fueron capturados
por los guerrilleros pero puestos en libertad dos días después. Con lo
cual llegaron notidas a Vallegrande que los guerrilleros se habían
trasladado hacia el norte nuevamente. El Ejército los alcanzó el 26
de junio y hubo un choque cerca de Piray. Un soldado fue muerto y dos
heridos. Por el lado de las guerrillas, uno de los colaboradores más
cercanos de Guevara, Turna, fue muerto, y Pombo fue herido y tuvo
que ser sacado en muía.
Las autoridades bolivianas para ese entonces estaban muy alarma­
das, dado que Piray no está lejos del camino Cochabamba-Santa Cruz,
y en realidad no muy lejos del mismo Santa Cruz. Pero en lugar de seguir
su marcha hacia el norte, las guerrillas se fueron hacia el oeste, hacia
una zona en que confluyen muchos ríos. Esta es una región completa­
mente impenetrable e inaccesible donde, según el coronel Zenteno,
podían haber permanecido durante años sin ser descubiertos. El
3 de julio, un campesino informó a la unidad militar de Bermejo que
los guerrilleros se hallaban en este territorio tan accidentado.
Tres días después, el 6 de julio, a las diez de la noche, los guerrille­
ros llegaron a Las Cuevas, en el camino Santa Cruz-Cochabamba. Al
enterarse, las autoridades de Santa Cruz telefonearon a la unidad mili­

443
Gott / Las guerrillas en América Latina
tar de Samaipata para que se dirigiera por el camino hada L a s C u evas.
Los guerrilleros, sin embargo, estaban escuchando la conversación tele­
fónica y por consiguiente estaban al tanto de los movimientos de las
tropas. Se apoderaron de una »góndola« y a las 12,30, justo d esp u és de
la medianoche, llegaron a Samaipata. Allí, el oficial encargado estaba
repartiendo municiones a sus tropas. Escuchó el ruido de un cam ión y,
sin recoger su rifle, fue a ver de qué se trataba. Eran los guerrilleros.
En la refriega que se sucedió se disparó un rifle y un soldado fue m uer­
to. Los guerrilleros se detuvieron en la oficina de telégrafos en el cam ino
principal, arrancaron el teléfono, y preguntaron dónde podían encontrar
medicamentos. Querían antibióticos y algo para el asma.
Después de esta arriesgada operadón en Samaipata, que constituyó
un gran golpe publicitario, los guerrilleros se retiraron h ada el sur,
hacia la zona impenetrable, y desaparecieron durante dos sem anas. E l
19 de julio fueron localizados en E l Filo, y el 27 de julio hubo un choque
de bastante consideradón en E l Duran. Ün guía fue muerto y un so ld a­
do herido, pero los guerrilleros no experimentaron bajas. E l 30 de ju lio
se produjo otro choque más al sur. El ejérdto tuvo bajas de cuatro m u er­
tos y seis heridos a causa de una chambonada del Comandante de la v a n ­
guardia. Los guerrilleros tuvieron bajas de dos muertos, Raúl y R icard o ,
y un herido, Pacho. Y dejaron atrás diez inmensas mochilas.
En el intertanto, el grupo de Joaquín había continuado en o p e ra ­
ciones en la zona del Ñancahuazú, al sur del Río Grande. Su m ovilidad
estaba entrabada por la presencia de Tania, para la cual había resultado
imposible encontrar una ruta de escape, y también por la prolongada
enfermedad de algunos de sus integrantes. Sin embargo, el 20 de ju lio ,
después de una batalla que sostuvo el grupo cerca de Ticucha, se produjo
la primera deserción. Dos bolivianos del altiplano, casi niños, llam ados
Chingólo y Eusebio, lograron escapar durante la confusión del combate.
Partieron hada Sucre, pero en la aldea de Chullayacu, cerca de M u -
yupampa, trataron de vender un rifle. Los campesinos, agitados,
informaron al Ejército y comenzó la persecución de los desertores. En
Monteagudo, lograron vender el rifle al maestro de la escuela en cinco
dólares. Siguieron su camino, y al detenerse a nadar en las aguas del río
Monteagudo, fueron sorprendidos por el mayor Rubén Sánchez, el
mismo oficial que había sido capturado por los guerrilleros después de
la emboscada de Iripiti.
Inicialmente los dos muchachos negaron haber sido guerrilleros,
pero un poco de persuasión a punta de rifle pronto los hizo revelar que en
realidad habían sido integrantes de las guerrillas. Comenzaron enton­
ces a cooperar con el ejército, revelándoles dónde se encontraban
las cuevas de Ñancahuazú, es decir, las que habían sido construidas
después de la emboscada del 23 de marzo. Guiaron al ejército a la pri­
mera cueva el 4 de agosto. Las otras dos fueron halladas durante los días
siguientes.
El descubrimiento de estas cuevas constituyó uno de los reveses
más serios experimentados por los guerrilleros. En su diario, G uevara

444
La tuerte de Joaquín
comenta — había escuchado la noticia por la radio— . »Es el golpe más
duro que nos hayan dado«. Sólo cinco dias antes había enviado a tres
hombres a Ñancahuazú para que abriesen una de las cuevas a fin de obte­
ner las medicinas que él necesitaba y que no habían podido obtener
durante el asalto de Samaipata. Ahora tendría que sobreponerse a su as­
ma sin asistencia médica. Estas fueron malas noticias para Guevara
personalmente, pero las complicaciones que significaba la captura de
las cuevas eran graves para toda la guerrilla. Ahora no tenían dónde
volver en busca de provisiones o armas para nuevos reclutas. No sólo
capturó el Ejército los medicamentos de Guevara, sino que los pertre­
chos y el equipo de radio que eran vitales para cualquier desarrollo
posterior de las guerrillas.
Todavía más importante fue la captura de fotografías y documen­
tos relacionados con la red urbana. Particularmente había una foto
de una atrayente guerrillera sentada entre Inti y Coco Peredo. Se trata­
ba de Loyola Guzmán, la tesorera de la organización urbana de la guerri­
lla que había visitado el campamento de Ñancahuazú en enero. Fue
capturada, y con el material que encontraron en su casa junto con el de
las cuevas, a las autoridades les fue bastante fácil acabar con el grupo
que apoyaba las guerrillas en las ciudades.
A mediados de agosto, la única esperanza de supervivencia — para
no hablar de éxito— para las guerrillas era volver a reunir sus fuerzas.
Y por alguna circunstancia mágica tanto el grupo de Guevara como
el de Joaquín comenzaron a converger a la casa de Honorato Rojas,
el campesino que habían visitado en febrero. Ninguno de los dos
grupos sabía que éste era el propósito del otro, pero hacia fines de mes,
Guevara desde el norte y Joaquín desde el sur, marchaban uno hacia el
otro.
El io de agosto, el grupo de Joaquín apareció justo al norte del Río
Grande, en la hacienda de Honorato, Puesto Mauricio, en la ribera
oriental del Masicuri, precisamente donde éste confluye con el Río
Grande un poco más arriba del Ñancahuazú. A las seis de la tarde, los
perros comenzaron a ladrar en la pequeña hacienda, y aparecieron
tres o cuatro guerrilleros. AItí encontraron a tres campesinos comien­
do. Los guerrilleros compraron algunas cosas, y mantuvieron presos
a los campesinos. Pero no sabían que estos campesinos, como los que
había encontrado el grupo de Guevara anteriormente, en realidad eran
soldados disfrazados. Uno de ellos logró escapar y caminó durante
toda la noche descalzo hasta llegar a La Laja, a la mañana siguiente,
donde encontró a los oficiales del grupo del Ejército estacionado allí
jugando volleybail. Mientras tanto los guerrilleros se retiraban hacia
los cerros detrás de la hacienda.

Las tropas estacionadas en La Laja se dirigieron rápidamente a


Puesto Mauricio, donde Honorato les informó que había quedado de
mostrarles a los guerrilleros el lugar donde podían vadear el río al día
siguiente. Presumiblemente Joaquín proyectaba retornar a Ñanca-

445
Gott / Las guerrillas en América Latina
huazú. El oñcial colocó a seis hombres a un lado del río y a 23 en el otro,
y los soldados esperaron desde las seis de la mañana hasta las cinco de
la tarde. Entonces apareció un guerrillero, Braulio. Cruzó el río y
miró a su alrededor para ver si todo marchaba bien. Entonces les hizo
señas a los otros diez en total, para que lo siguieran. Cuando todos esta­
ban en el río, comenzó el tiroteo. Trataron de sacarse las mochilas
para responder al fuego, pero esto era imposible porque el agua les lle­
gaba hasta el pecho. Los últimos dos, Tania y Joaquín, pudieron con­
testar el fuego, pero sólo en forma momentánea. Todo el grupo fue ani­
quilado.
Precisamente al día siguiente, llegó el grupo de Guevara. Al no lograr
reunirse con el grupo de Joaquín, Guevara fue hacia Gitanas, y final­
mente, el 24 de septiembre, entraron a la pequeña aldea de Alto Seco.
A las cinco de la mañana, cuando despertaron los primeros aldeanos,
se encontraron con que los guerrilleros se habían apoderado del
pueblo entero y que ocupaban posiciones estratégicas. Lo primero
que hicieron los guerrilleros fue pedir el teléfono que estaba en la
casa del juez. Entraron a la casa y cortaron la línea, aunque en realidad
el teléfono no funcionaba desde hacía varias semanas1 .
Alrededor de una hora después llegó el »jefe« guerrillero. Los campe­
sinos de la localidad dijeron que venía en muía. Era de estatura me­
diana, y tenía cabellos largos. Al parecer estaba enfermo, porque tu­
vieron que ayudarle a desmontar.
Los guerrilleros compraron alimentos y ropa y luego establecieron su
cuartel a unos doscientos metros del pueblo en una casa abandonada y
semiderruida. Eran entre 25 y 30 hombres, y pasaron el día descansan­
do.
En la tarde, a las 8.30, organizaron una reunión en la escuela, que
fue presidida por Inti Peredo y el Che. »Deben creer que estamos
locos«, dijo Inti, »al pelear de este modo. Dicen que somos bandidos,
pero en realidad estamos luchando por ustedes, por la clase trabaja­
dora, por los obreros que ganan poco, mientras los soldados obtienen
grandes sueldos. Uds. sólo trabajan para ellos. ¿Ellos han hecho algo al­
guna vez por Uds? Si recién no más cortamos el teléfono pensando que fun-
cionaba. Ahora parece que ni siquiera funcionaba. Aquí Uds. no
tienen agua, no tienen luz eléctrica. Los han abandonado al igual que to­
dos los bolivianos. Es por eso que peleamos^.
Inti terminó haciendo un llamado para que todo el que quisiese se
uniera a ellos para combatir hasta »el derrocamiento final de Barrien-
tos«. Pero Guevara lo interrumpió: «Queremos que vengan por su pro­
pia voluntad, no a la fuerza. Nunca empleamos la fuerza, pero cualquie­
ra que quiera venir será bien recibido«.
Entonces comenzó el Che su discurso. Quizás tratando de elevar la mo­
ral de sus propios hombres, y no por tratar de impresionar a los al­
deanos, dijo que los cadáveres de Tania y de Joaquín y de los otros guerri-
1Esta versión está tomada de *52 horas deocupaciónguerrillera en Alto Seco* de Edwin Cha­
cón, Presencia, (La Paz) 4deoctubre de 1967.
446
La suerte de Joaquín
lleros muertos en la emboscada a fines de agosto y exhibidos por el
Ejército en Vallegrande eran falsos. »E1 ejército dice que ha matado
a Joaquín y a otros de nuestros camaradas. Pero esto es una mentira, es
sólo propaganda del Ejército. Los cadáveres que mostraron en V a­
llegrande los sacaron de los cementerios. No mataron guerrilleros.
Esto se los puedo asegurar porque sólo hace un par de días estuve en co­
municación con Joaquín*.
Después de hablar durante media hora, el Che concluyó su discurso.
»En todos los países continuaremos luchando para liberarlos de la
opresión norteamericana. Han oído hablar de Santo Domingo. Es un
país como Bolivia. Allí los norteamericanos entraron y mataron a
muchos campesinos que sólo pedían una vida mejor. Lo mismo sucede­
rá aquí. Es por eso que luchamos*.
Pero más tarde esa noche, uno de los campesinos se acercó a un joven-
cito imberbe y le preguntó si podía incorporarse a ellos. »No sea
loco*, fue la respuesta. »No ve que esto se acabó. Si ni siquiera sabe­
mos como salir de aquí*.
En realidad, el Che y Coco habían estado discutiendo en gran deta­
lle, con los campesinos, las diversas rutas que pasaban por la zona y
también habían tratado de averiguar el paradero del ejército. Al día
siguiente salieron en dirección a Higueras, pero el 26 de septiembre
chocaron allí con el ejército boliviano. Murieron Coco y otros dos
(uno de ellos el cubano Miguel).
Las cosas se tornaron más difíciles para los guerrilleros en esta eta­
pa, debido al hecho que el coronel Zenteno había agregado a la lucha
a otros seiscientos »rangers« bolivianos, que acababan de terminar
su entrenamiento a cargo de las Fuerzas Especiales de los Estados
Unidos en L a Esperanza. Por consiguiente toda la zona en que opera­
ban los guerrilleros estaba saturada de tropas. Además el ejército
contaba con la colaboración de dos ex guerrilleros. Uno de ellos, An­
tonio Rodríguez Flores, (León), era un desertor. El otro, Orlando J i ­
ménez Bazán, (Camba), fue capturado al día siguiente de la muerte de
Coco, luego que se vio separado del resto de los guerrilleros y se le aca­
baron los proyectiles. Ambos dieron información acerca del parade­
ro y de la situación de las guerrillas. Su testimonio daba a entender
que el grupo restante había querido escapar. Habían comprado
ropas y hojas de navajas en Alto Seco. Pero también era evidente que es­
taban cercados y que sólo tenían una posibilidad muy pequeña de es­
capar. Lograron aguantar durante diez días en l a 1 zona de Higueras,
pero el 8 de octubre, a la 1.30 de la tarde, chocaron con un grupo de sol­
dados.

447
Goct / Las guerrillas en América Latina

Capítulo diez
C aptura y m uerte del C he G u evara

"Jamás debe el guerrillero, bajo ninguna circunstancia, dejar a un compañero


herido a merced de las tropas enemigas, porque esto significa abandonarlo a
una muerte casi segura. A cualquier precio hay que sacarlo de la zona de combate
y llevarlo a lugar seguro. Deben emplearse todos los medios y correr todos los
riesgos en esta tareas.
Che Guevara, Guerra de G uerrillas.

En la mañana del domingo 8 de octubre de 1967, el grupo de diecisiete


guerrilleros comandados por Che Guevara, yacía oculto en la Q u e ­
brada del Yuro, angosto desfiladero cubierto de bosques que llega
hasta el río Grande, el río de mayor tamaño que surge del corazón de
Bolivia y desemboca en el Amazonas. Al observar el movimiento de
tropas en lo alto de los desnudos cerros, se percataron de que se h ab ían
dejado atrapar en una posición extremadamente difícil. Al p a re ­
cer estaban cercados y la única vía de escape posible era por el v a lle
hasta llegar al Río Grande. Guevara comentó que si se veían en vu el­
tos en un combate antes de la una de la tarde, les iría mal, pero que si lo ­
graban mantenerse hasta las cuatro sin que se abriera el fuego, e sta ­
rían a salvo y podrían escaparse al abrigo de la noche.
Pidió seis voluntarios para que, en caso de ser necesario, cubrieran a l
cuerpo principal del grupo, mientras éste intentaba abrirse paso h a s­
ta el fondo de la quebrada. Entre los voluntarios eligió a Inti Peredo,
que se había transformado en el líder de los bolivianos del grupo des­
pués de la muerte de su hermano Coco, dos semanas antes. Tam bién es­
cogió a otros dos bolivianos, Darío y Nato, y a tres cubanos, Pombo, B e ­
nigno y Urbano. Pombo había sido su guardaespaldas desde hacía
más de ocho años.
Apenas este escuadrón suicida hubo tomado posiciones, comenzó el
fuego, poco después de la una. El grupo principal, encabezado por G u e ­
vara, comenzó rápidamente a deslizarse valle abajo hacia el R ío
Grande. Pero, sin que ellos lo supieran, en realidad el cerco estaba com­
pleto, y no pasó mucho tiempo antes de que se enfrentaran a los solda­
dos que resguardaban la entrada al valle. Paradójicamente fue el
grupo que se había ofrecido para la tarea más peligrosa el que logró es­
capar. El grupo de Guevara, que debió haber tenido la labor más fácil,
se vio enfrentado a fuerzas muy superiores.
El propio Guevara recibió un impacto en la pierna y trató de escapar
ayudado por Willy, minero boliviano. »Tratamos de ayudarlo»,
dijo Pombo, que más tarde escapó a Chile, »pero fue imposible. Eram os
pocos y ellos muchos«.
Pero el Che y Willy fueron capturados junto con Pacho y el Chino, que
también estaban heridos. Aunque un oficial boliviano solicitó por
radio un helicóptero, se pensó que era peligroso que aterrizara en la
quebrada ya que el combate seguía. Los prisioneros fueron transpor-

448
Captura y muerte del Che Guevara
tadoa al pueblo cercano de L a Higuera. Allí llegó un helicóptero pro­
veniente del cuartel general militar ele Vallegrande, en el que iban un
coronel boliviano y Félix Ramos, exiliado cubano al servicio de la
c ía que había estado trabajando durante algunos meses en las
afueras de Santa Cruz, en combinación con la base militar de los Esta­
dos Unidos. Ramos, que según se cree había conocido a Guevara en
Cuba, lo interrogó pero no obtuvo ninguna información.
Aunque en principio las autoridades militares habían llegado a la de­
cisión de fusilar a Guevara en caso de que fuera capturado —como ocu­
rrió con el 90 por ciento de los guerrilleros que cayeron en manos del ejér­
cito— los soldados bolivianos no estaban demasiado ansiosos de
cumplir; con la orden hasta no recibir una autorización directa de La
Paz. Esta no llegó de inmediato y por consiguiente Guevara pasó la no­
che en L a Higuera. Si lo hubieran llevado vivo por aire a Vallegran­
de, donde se hallaban dos o tres corresponsales nacionales y extran­
jeros, habría resultado imposible sostener la versión de que había
sido herido en combate y que había muerto de sus heridas, la que más
tarde sería la versión oficial.
Al amanecer del día siguiente, el Comandante en jefe de la zona, coro­
nel Joaquín Zenteno, llegó en helicóptero desde Vallegrande para ase­
gurarse de que el prisionero era verdaderamente el Che. Poco des­
pués de las nueve d* la mañana, el helicóptero partió desde L a Higue­
ra a Vallegrande, llevando los cadáveres de dos soldados bolivia­
nos que habían muerto en la acción del día anterior. M ás tarde, esa maña­
na, volvió a L a Higuera trayendo la orden de ejecución enviada por
radio y firmada por el presidente, general Barrientos, y el Coman­
dante en jefe de las Fuerzas Armadas, general Ovando. Guevara,
que había sido instalado en la sala de clases de la aldea, fue ejecutado
entonces por un insignificante sargento boliviano, M ario Terán.
W illy y los otros prisioneros fueron despachados también casi inme­
diatamente después.
A la uoa, Zenteno volvió a Vallegrande e informó a los. periodistas
allí congregados de que el Che había muerto, y a las cinco de la tarde el
siempre activo helicóptero trajo su . cuerpo desde La Higuera para
exhibirlo en el hospital de Vallegrande. Aquí la operación quedó en
manos de otro hombre de la c í a , Eduardo González, también exilado
cubano, mientras Ramos se mantenía en una posición subordinada.
Ese lunes y ál día siguiente, los periodistas tuvieron toda clase de fa­
cilidades para inspeccionar el cadáver, pero el miércoles éste había
desaparecido, dando origen a la teoría de que las autoridades) bolivia­
nas trataban de asegurarse de que no fuese examinado por el herma­
no de Guevara que había llegado con atraso al lugar de los aconteci­
mientos desde Buenos Aires. Se suscitaron diversos rumores inconfír*
mables de que el cuerpo había sido; sepultado o incinerado, y que se le
habían cortado las manos y la cabeza. En realidad, el cadáver fue saca­
do de Vallegrande durante la noche del martes en un pequeño aero­
plano, acompañado por dos oficiales bolivianos y un hombre de la

449
Gott/Las guerrillas en América Latina
c ía Su destino final permanece en la incógnita. Quizás, como sugie­
.
ren algunos, fue llevado a la base norteamericana de P anam á. E s
más verosímil que fuera arrojado desde el avión en algún p araje de­
sierto. Todo lo que se puede asegurar es que nunca será hallado. L o s bo­
livianos no aceptan preguntas. Los oficiales más antiguos que han re­
velado demasiado a los periodistas han recibido una reprim enda
o no han sido ascendidos. Los de menos graduación han sido becados en
el extranjero. La escuela de L a Higuera, que muestra las señales de
la ejecución de Guevara, está cerrada y se proyecta demolerla. Pero
mientras se elimina la evidencia física, sobrevive un poderoso
mito.
Del grupo de diecisiete guerrilleros que estaban en la Quebrada del
Yuro ese domingo en la mañana, siete ya habían muerto al mediodía
del día siguiente. Fuera de los que fueron asesinados junto al C h e, mu­
rieron en la acción del domingo en la tarde, dos cubanos —A rturo y A n ­
tonio— y un boliviano — Aniceto— . Del grupo de once del C h e, sólo
quedaban cuatro — Pablo y Chápaco (bolivianos), Eustaquio (p eru a­
no) y Moro (cubano), conocido también como el Médico.
Este grupo de cuatro nunca logró reunirse con el grupo de seis com an­
dado por Inti Peredo. Mientras el grupo de Inti lograba abrirse paso
fuera del cerco tendido por el Ejército, los cuatro permanecieron
dentro. Chocaron en dos oportunidades con el ejército el día 12 de oc­
tubre, matando a cuatro soldados y un guía en el Potrero El N a ra n ­
jal. Pero el 14 de octubre fue capturado en una isla, El Cajón, situada
en la confluencia del Río Mizque con el Río Grande, intentaban cru zar
el río. Después de su captura, fueron fusilados esa noche mientras d o r­
mían. ____ 1
El escuadrón suicida de Inti resultó el más afortunado. Perm anecie­
ron en la zona durante más de un mes, y sólo experimentaron una baja
— el Ñ ato— que fue muerto en un choque a quince kilómetros al su ­
deste de M ataral el 15 de noviembre.
Los sobrevivientes, tres cubanos y dós bolivianos, llegaron después de
grandes penurias hasta Cochabamba, donde fueron escondidos por
sus partidarios. Inti y Darío, los dos bolivianos, decidieron quedar­
se en Bolivia, pero los tres cubanos — Pombo, Benigno y U rbano—
acompañados de otros dos bolivianos de la ciudad, viajaron al A lti­
plano y cruzaron hasta Chile en febrero de 1968. De allí se les perm itió
volverá La Habana.
¿Cómo de revolucionaria era Bolivia durante la campaña guerrille­
ra de Guevara? Si lo era, presentaba una característica única entre
los países revolucionarios en el sentido que había experimentado
una revolución lo suficientemente auténtica sólo quince años antes.
Después de 1952 las clases altas huyeron, el Ejército file dispersado,
y por medio de la emancipación y de la Reforma Agraria, un gran n ú ­
mero de indígenas —componente predominante de la población—
se integraron al marco de una sociedad moderna. Pero en el mejor de
los casos, el rumbo de la revolución fue indeciso, y luego los líderes se

45 °
Captura y muerte del C he G uevara

pelearon entre sí. El Movimiento Nacional Revolucionario, el gran


partido pionero de estos cambios, se dividió bajo la presión corrupto­
ra del poder. Después de 1964, en que un golpe llevó al poder a Barrientos
y Ovando, los líderes del mnr se retiraron al exilio.
Los efectos de la reforma agraria, y la actitud de los campesinos hacia
ella tienen alguna importancia puesto que los mineros —el otro ele­
mento potencial mente radical de la sociedad boliviana— no participa­
ron realmente en la lucha durante la campaña guerrillera. En los pri­
meros meses los mineros parecieron apoyar sólidamente a las guerri­
llas. La propaganda en favor de la lucha armada fluía a borbotones de la
*

estación de radio de las minas. En la gran mina de estaño de Siglo Vein­


te había un campo de tiro dentro de la mina, y los mineros se entrenaban
para la guerra de guerrillas. En los mítines sindicales, se instaba a los
mineros a que dieran dinero para la causa guerrillera.
Pero en junio de 1967 el presidente Barrientos apretó los tornillos. El
Ejército se trasladó a las minas. Docenas de inocentes así como de mine­
ros fueron fusilados. Las emisoras de radio fueron silenciadas. El apoyo
de los mineros a las guerrillas era más bien tácito que activo, aunque se
necesitó una gran parte del ejército —que pudo haber sido desviado a la
zona guerrillera— para mantenerlos neutralizados.
.El .campesinado era una incógnita aún mayor, porque es difícil hacer
generalizaciones válidas acerca del impacto de la reforma agraria inicia­
da después de la revolución de 1952. Alcanzó con éxito a ciertas regiones,
pero en otra? resultó abortiva, y en algunos lugares no llegó nunca a
penetrar. Sería sorprendente que l^s cosas se hubieran, desarrollado de
otro modo. Los problemas de la agricultura de subsistencia son tales que
no pueden resolverse simplemente con la aprobación de una ley.
Pero algo más grave que el simple atraso fue el hecho que desde 1964, en
que Barrientos echó del país a su antiguo líder, Víctor Paz Estenssoro, en
ciertos lugares los antiguos terratenientes comenzaron a volver' lentas
mente desde Argentina y otros lugares, a reasumir su dominio sobre el
campesinado. Hubo indicios de que en ciertas regiones la administración
de la ley comenzó a beneficiar al terrateniente más que al campesino, y
en ciertos casos los campesinos tenían que comprar sus tierras, en lugar
de adquirirlas por derecho propio* Discretamente, los dirigentes radi­
cales de los sindicatos campesinos fueron reemplazados por hombres más
manejables.
Todo esto, si hubiese sucedido a gran escala, pudo haber sido un ele­
mento importante del creciente descontento de la población, aunque no es
difícil llegar a la conclusión de que gran parte del campesinado demos­
traba demasiado pesimismo, si es que no mostraba una verdadera desmo­
ralización, por las promesas no cumplidas, para ser una fuerza política
radical realmente efectiva. El grueso probablemente estaba feliz con las
conquistas ya logradas y de momento estaban contentos de apoyar a
Barrientos. Nunca éste podría oponerse abiertamente a los logros de la
revolución de 1952, que ayudó a llevar a la práctica,* por mucho que tra-
Gott / Las guerrillas cw América Latina
tara de traer de vuelta a los hombres de antes dé 1952 para que apoyasen
su posición política harto débil»-En ciertas zonas, Barrientes de hecho lo­
gró reunir a campesinos armados en manifestaciones en contra dé la s gue­
rrillas, aunque estas manifestaciones muy bien pudieron haber sido
montadas.
El hecho de que la reforma agraria puede en ciertas.circunstancias actuar
en contra del campesino presenta un paralelo demasiado evidente con la
situación de Vietnam del Sur, durante la década del cincuenta cuando la
reforma agraria, al reforzar el . poder de los terratenientes, en realidad
aumentó la desunión entre el campesinado y el régimen de Piem .
Y tal como Vietnam, Boiivia ha sido apuntalada, tanto financiera
como militarmente por los Estados Unidos. Su economía ha estado en
manos de norteamericanos desde 1952, mientras que la ayuda m ilitar
comenzó en 1958, bajo el presidente Siles Suazo, justo en la época en
que a los mineros se los despojaba de sus armas y las M ilicias P opulares
—creadas por Paz Estenssoro— eran disuehas.
Los norteamericanos entrenaron a dos regimientos en Viacho ( L a
Paz) para que resguardaran la capital. Luego fue éntrenado un batallón
andino con base en Challacollo (Oruro) para que resguardara las m inas.
Un batallón Ranger fue estacionado en Cochabamba para cuidar a los
campesinos, y un grupo fluvial fue estacionado en el extremó norte, en
Riveraha, por que se les hizo creer a los norteamericanos que ésta era la
zona por la que los guerrilleros cruzaban desde Brasil al Perú. Finalm ente
en 1967, otro batallón Ranger fue entrenado en L a Esperanza en las afu e ­
ras de Santa Cruz. En 1965 comenzó el entrenartiiento antiguerrülas,
aunque entonces se llamó «antisubversivo*. M ás tarde se transform ó
en «Defensa interna y desarrollo*.
Tampoco se debe mirar en menos la contribución de los Estados U n i­
dos a la labor de inteligencia dentro de Boiivia. L a red urbana guerrille­
ra no fue descubierta por los esfuerzos aislados de la inteligencia boli­
viana. Ni a los bolivianos tampoco se les ocurrió la idea de sembrar la zona
guerrillera de soldados vestidos de campesinos. Y la evidencia abrumado­
ra de la. presencia de Guevara en Boiivia, que el Ministro de Relaciones
boliviano presentó ante una conferencia de la o e a en octubre, cierta­
mente fue preparada por hombres que no eran bolivianos. E l día que
murió Guevara j y también la semana anterior, la c í a estuvo bien repre­
sentada en Vallegrande.
Resulta fácil llegar a la conclusión de que con la muerte de G uevara y la
aniquilación de las guerrillas bolivianas, la estrategia de la lucha arm a­
da en América Latina llegó a su fin. Pero esto seria tener en más de lo ju s ­
to a las guerrillas. Las perspectivas de la revolución violénta nunca han
parecido especialmente buenas en ningún lugar del continente. Antes de
marzo de 1967, cuando las guerrillas bolivianas por primera vez hicieron
noticia, los movimientos guerrilleros estaban en retirada. En Perú h a ­
bían sido aniquilados.. En Venezuela, Colombia y Guatemala estaban a
la defensiva, y enfrentaban desavenencias internas al mismo tiempo
que al enemigo externo. Y sin embargo a pesar de estos desmayos había

45*
Captura y mtoertc dé) C he G uevara

mucha gente dispuesta a apoyar la lucha armada. El brote en Bolivia y


la fundación de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (o l a s )
les dába aliento, y es-poco probable que el fracaso del primero y la
impotencia manifiesta de la segunda desanime a aquellos que llevan el
fuego revolucionario en sus entrañas. Para esta gente, la muerte de Gue­
vara será una inspiración y un desafio, y no una comprobación de que la
estrategia es errada.
•Ciertas personas han sugerido que Guevara se equivocó al elegir a So­
livia, y sostienen que allí los campesinos son esencialmente conservadores,
deseosos de preservar las pocas conquistas alcanzadas después de la
revolución de 1952. Pero esto significa no entender el asunto. En la estra­
tegia de Guevara la lucha armada estaba destinada a «crear las con­
diciones» para una revolución victoriosa. Sólo Mao insiste que las gue­
rrillas deben desplazarse «como peces en el agua«.
En Bofivia oriental hay muy poca «agua». La zona guerrillera se carac­
terizaba por su falta de población. Es cierto que algunos de los campesi­
nos con que los guerrilleros llegaron a toparse se mostraron hostiles,
pero probablemente no lo erán más que los de Cuba durante los seis pri­
meros meses de la Sierra Maestra. Las etapas iniciales del Toco gue­
rrillero invariablemente son las más difíciles:- en Argentina el foco de
Salta fue destruido antes de salir siquiera de la etapa clandestina.
Se podría quizás plantear, no que los campesinos eran demasiado con­
servadores y que carecían de hambre de tierras, sino que los guerrilleros
eran demasiado intelectuales. En una oportunidad el grupito de Joaquín
se dirigió a una granja a comprar alimentos al campesino que allí vivía.
Trataron de ganárselo a su casa:
«Cuando triunfe el Ejército de Liberación Nacional«, dijeron, «tendrás
tractores, escuelas y hasta una universidad».
«¿Qué es una universidad?» preguntó el campesino.
El vocero de los guerrilleros respondió que era un lugar adonde iban
a estudiar los estudiantes secundarios.
«¿Y qué son estudiantes secundarios?»
«Los que han egresado de la escuela secundaria».
«¿Y de dónde van a salir?»
«Tendrán que salir de ustedes mismos»*.

Y los guerrilleros continuaron su camino, dejando atrás a otro cam­


pesino desconcertado.
Sin embargo, sería un error llegar a la conclusión, después de escuchar
esta historia bastante triste de incomprensiones mutuas, de que los gue­
rrilleros estaban totalmente equivocados respecto a su enfoque de lo que
era necesario hacer en Bolivia. Si hubieran sobrevivido por más tiem­
po, estaríamos en una mejor posición para juzgar si el país, a pesar de
haber sufrido una revolución en 1952, todavía se halla en una situación

'E l Diaño (La Paz), 19de agosto de 1967.

453
G ott / L a s guerrillas en Am érica. L atin a

potencialmente revolucionaría. T al como se presentaron tas cosas, só lo


sirven para plantear conjeturas. Sin embargo, debemos afirmar de todos
modos que los logros de los campesinos como resultado de la refo rm a
agraria de ninguna manera son seguros. Hoy día los campesinos son
indiferentes; mañana tendrán que luchar si quieren conservar sus d ere­
chos, porque el gobierno de Barrientos, cualquiera sea su aparien cia
externa, ha sido fundamentalmente contrarío a los intereses cam pe­
sinos. Es igualmente contrarío a los mineros. L a situación en las m in as
es un caso prácticamente clásico de opresión capitalista; intervención del
ejército, los salarios son reducidos a la mitad, y los sindicatos son des­
truidos. El descontento es general y no tiene una salida efectiva.
En estas circunstancias, d análisis hecho por los guerrilleros respecto a l
potencial revolucionario de Bolivia no fue dd todo errado. Su error, q u i­
zás, fue no explicar cómo la chispa suministrada por el foco iba a incen­
diar el país. En sus esfuerzos por »crear las condiciones* para la revolu­
ción, eligieron una zona indiferente que hizo que su vida en la selva fuese
más azarosa que lo acostumbrado en la guerra de guerrillas. Aún d C h e
Guevara, el exponente más importante de la guerra de guerrillas des­
pués de M ao y G iap, la figura más romántica después de León T ro tsk y ,
y quizás el más grande latinoamericano después de Bolívar, halló que
la tarea era superior a sus fuerzas.

454
E P IL O G O

¿Derrota de la Revolución?

L a polémica respecto a la importancia de la guerra de guerrillas para pro­


mover el cambio revolucionario en América Latina y en otras partes se
halla firmemente arraigada én la historia de la segunda mitad del siglo
veinte. El propósito de este libro no es poner término a este debate con
argumentos abrumadores sino más bien proporcionar material para ha­
cerlo más fructífero y concluyente. Porque la polémica no puede cesar
mientras en Venezuela, Colombia y Guatemala prosiga la lucha gue­
rrillera. Este libro trata de los principales movimientos guerrilleros que
han surgido en América Latina después de ia Revolución Cubana, y
seria fácil llegar a decir como se sintió tentado de hacerlo M arx después
de las experiencias de 1848-9, que:
a excepción de sólo unos pocos capítulos, cada una de las partes más
importantes de los anales dé la revolución... llega el encabeza­
miento:
¡Derrota de la revolución!
En los diez años transcurridos desde que Fidel marchó sobre L a H a­
bana no ha habido una repetición de estos hechos en los pajses que se
analizan aquí, pero esto no implica necesariamente que en otros países,
a menudo no considerados, la teoría del foco o una variante de ella no
encuentre un éxito más inmediato. ¿Se puede estar seguro de que en la
pequeña Nicaragua, donde gobierna un Somoza con la corrupción de
un Batista, no está sembrada ya la simiente de una rebelión victoriosa?
»A mediados de 1967, un grupo de jóvenes, la mayoría miembros del
Frente Sandinista de Libetación Nacional ( f s l n ) , s é fue a las mon­
tañas en el centro-norte de Nicaragua y comenzó a entrenarse,
a reunir municiones, y a esconder víveres. Un pequeño contin­
gente de tropas bien entrenadas de la Guardia Nacional nicara­
güense con experiencia anterior en la República Dominicana dio
alcance a los guerrilleros y mató a 15. De los muertos, 10 fueron
identificados como miembros activos del f s l n . Algunos de ellos
habían sido entrenados en Cuba, otros en Europa Oriental.
Posteriormente, hubo un brote de terrorismo comunista en las ciu­
dades de Nicaragua. .En León fueron bombardeados, los domicilios
de políticos del Partido Liberal (gobiernista) y en M anagua un sar­

455
G ott / L a s guerrillas en Am érica Latin a

gento de la Oficina de Seguridad Nacional fue acribillado a tiros en


la calle...
En vista de estos incidentes, parecería que el f s l n todavía puede
llevar a cabo por lo menos incidentes terroristas aislados, sea o no
capaz de poner en acción* una fuerza guerrillera como lo hizo en
1967*1 . "
¿Serán éstos los herederos de Augusto Sandino? Y en el U ruguay so-
cialdemócrata, la »Suiza« de América Latina, los «Tupam aros*
— descendientes espirituales del gran caudillo, el inca Tupac A m aru
que pereció en la hoguera en el siglo xvm por alzarse contra la dom ina­
ción española, ya hacen sentir su presencia:
»Hay pocas dudas en las mentes de la* expertos ,que el pequeño
Uruguay* con una población de más,de 2.5 millones de habitantes
alberga un movimiento guerrillero •; bien disciplinado y poten­
cialmente eficaz de cerca de 1,000 hombres que incluye a miem­
bros de la elite nacional. Parece tener amplias vinculaciones en
otros países latinoamericanos, incluyendo Cuba.
Además, hay fuertes indicios de que los Tupamaros presentan un nue­
vo enfoque a la guerra de guerrillas en América Latina —colocan
el énfasis en la actividad guerrillera urbana y sus defensores espe­
ran que tendrá mejores resultados que el patrón seguido por Ernes­
to Che Guevara en las zonas rurales de Bolivia y en otros lugafes.
Los Tupamaros le han asestado una serie de golpes al gobierno demo­
crático del Uruguay durante el año pasado, y sus repercusiones' se
ham dejado sentir en Washington. Han Volado estaciones de radio,
han realizado una serie de robos á bancos, han* robado arñias y dina­
mita, y organizado una gran cantidad de huelgas y desórdenes...
E l núcleo central del grupo representa a la élite política y profesional
del Uruguay. Se cree que los Tupamaros sustentan cargos clave en
los ministerios, bancos, universidades y en los poderosos
sindicatos*2.

Y en.M éxico donde en octubre de 19168 un gobierno aterrorizado


ametralló a cientos de estudiantes a la vista de los periodistas extranje­
ros en la ciudad de los Juegos Olímpicos, ciertamente la escena está
preparada para nuevos estallidos revolucionarios.
En otras palabras, por más científicos que tratemos de ser, el estado
actual dé nuestro conocimiento de los procesos sociales en América L ati­
na no está lo suficientemente avanzado para permitimos vislumbrar con

1 The New Strategy 0/ Communism m the Cmribbean. Informe de una misión especial de
estudio escrito por Armiscead I. Scldén Jr ., Subcomisión de asuntos interamericanos de la
Comisión de Asuntos Extranjeros, noviembre de 1968, p. 10.
’ Malcolm W. Browne, »A small elite rebel band harasses Uruguayan regimos, New York
Times* 23 de enero de 1969.

456
¿D errota de la Revolución ?

algún grado de precisión ios acontecimientos futuros. Es dable supo­


ner que cuando llegue la revolución, vendrá en el momento y en el lugar
más inesperado. Pero hasta un escritor comunista ortodoxo, yéndose al
extremo contrarío para no mostrarse demasiado hostil hacia las guerri­
llas, ha llegado a aceptar que un grupo de hombres, sin contar con una
formación ideológica o una comprensión adecuada de las condiciones
del país, podría dirigirse a las montañas y desde allí provocar una
revolución. Esto podría suceder si las condiciones estuviesen maduras
aunque no manifiestas:

Evidentemente siempre existe la posibilidad de que un grupo de re­


volucionarios decida emprender la lucha armada, independiente­
mente de la situación concreta en los frentes de la lucha- de clases.
Una acción semejante podría coincidir con una situación en que las
condiciones objetivas están maduras (antes que nada, se trata del
sentimiento de las masas) para la lucha armada. En ese caso, la lu-
cha armada puede contar con el apoyo de las masas, puede llegar
a ser un factor decisiyo en la vida política del país y desembocar en
una revolución victoriosa. L a experiencia demuestra que la inicia­
ción de la lucha armada en estas circunstancias, es decir, cuando
todavía está acumulando fuerzas, se transforma en un factor impor-
tante de aceleración del proceso revolucionario3.

Sin embargo, sin dqjar de lado la posibilidad de éxitos futuros, hay que
sacar ciertas conclusiones de los fracasos relativos de los últimos diez
años.
Primero tenemos que tener en claro de qué fracasos fueron culpables
los movimientos guerrilleros. No son culpables, como muchos afirman,
del fracaso en crear la revolución. Este no ha sido su objetivo inmediato.
Su objetivo ha sido crear las condiciones para la revolución. Hay una dife­
rencia sutil e importante entre estas dos posiciones. La posición guerri­
llera no es tanto que América Latina está madura para la revolución,
sino más bien que necesita una revolución. La tarea del revolucionario,
por lo tanto, no es irse a las sierras donde las maesas hambrientas y opri­
midas lo reconocerán de inmediato como su salvador, sino más bien salir a
los campos, como lo hicieron los narodniks en Rusia en el siglo dieci­
nueve, para despertar al campesinado pasivo para que comprendan la
naturaleza de las injusticias que están obligados a soportar. Pero en mu­
chos países de Latinoamérica este tipo de actividad es imposible excepto
con el fusil en la mano. La agitación política, la organización de sindi­
catos campesinos, y las huelgas a menudo son ilegales. El poder de los
terratenientes locales, reforzado por aquel del estado, es utilizado para
reprimir las señales incipientes de rebelión. Debray ha explicado el pro­
blema en uno de sus primeros ensayos:

’ Schafik Handal, »Reflections on Continental Strategy for Latín American Revolu-


tionaries*, World M arxist Review, abril de 1968.
Gott / L as guerrillas en Am érica Latina

«Los campesinos analfabetos, sin periódicos ni radios, sofocados por si­


glos de «paz social# bajo un régimen feudal; asesinados por la poli­
cía particular de los latifundistas a la primera señal de revuelta, no
pueden despertar o adquirir conciencia política por un proceso de
pensamiento, reflexión y lectura. Alcanzarán esta etapa sólo a tra­
vés del contacto cuotidiano con hombres que comparten sus la­
bores, sus condiciones de vida y que solucionan sus problemas
materiales. Lanzados a una guerra revolucionaria, adquieren la
experiencia práctica de la resistencia a la represión y también de
una reforma^ agraria limitada en una zona liberada: quitarle al
enemigo una pequeña zona de tierra fértil perteneciente al latifun­
dista es una rqejor propaganda para la reforma agraria que cien
folletos ilustrados sobre los sovkhoses de Ukrania#4.

Es cierto que las guerrillas tienen poco que mostrar como resultado
de sus esfuerzos hasta aquí, si bien es cierto que tampoco los partidos
comunistas del continente lo han hecho mucho mejor —aunque han es­
tado en funciones durante un período mucho más largo— , ni tampoco
en verdad los idealistas partidarios de la Alianza para el Progreso, que
han tenido a su disposición sumas de dinero mucho mayores. El fracaso
de las guerrillas, por lo tanto, debe considerarse en el contexto del
fracaso de todos los demás grupos que se interesan en producir cambios
sociales y económicos de América Latina.
r Entonces cuáles son los motivos específicos de que las guerrillas hasta
aquí no hayan tenido éxito en crear las condiciones para la revolución? Es
mejor empezar por lo más evidente:
i) La intervención délos Estados Unidos. Según Arthur Schlesinger en su
historia de los años de Kennedy, el aumento del interés de los Estados
Unidos por la guerra de guerrillas fue la labor más significativa del presi­
dente Kennedy y de Walt Rostow. El Presidente comenzó a interesarse por
primera vez en la guerra de guerrillas en mayo de 1961, después de la
crisis de Laos. Era «una antigua preocupación desde sus días de Se­
nador#0. La instrucción antiguerrillera pronto se transformó en »un pro­
yecto personal# suyo. Le solicitó a Rostow que averiguase lo que el Ejér­
cito estaba haciendo al respecto.

«Pronto fue informado que las Fuerzas Especiales en Fort Bragg se


componían de menos de mil hombres. Al revisar los manuales de ba­
talla y los escritos sobre entrenamiento, los desechó por »pobres«
e inadecuados. Después de leer a Mao Tse-tung y al mismo Che Gue­
vara, le dijo al Ejército que hiciera lo mismo. (Solía divertir a su
esposa durante los fines.de semana que pasaban en el campo inven­
tando aforismos a la manera de «Las guerrillas deben movilizarse

4Regis Debray, »Latin America: the Long March«


\\rthur Schlesinger, A thousand Days, p. 309.

458
¿D errota de la Revolución?

entre el pueblo como los peces que nadan en el mar«) de M ao. Le


pidió al general Clifton, su edecán militar, que le trajese el equipo
antiguerrillero standard usado por el Ejército, lo examinó con tris­
teza, y le dijo al departamente de investigación y desarrollo del Ejér­
cito que habría que hacer algo mejor. Y lo más importante de todo,
impartió instrucciones al Centro de Guerra Especial de Fort Bragg
para que ampliara su misión —que hasta entonces habia consistido
en gran parte en el entrenamiento de cuadros para la acción en la
retaguardia en caso de una tercera guerra mundial— para que
pudieran hacer frente al desafío presente de la guerra de gue­
rrillas en la selva y en las sierras de los países subdesarrollados.
Pasando por aho la oposición de la burocracia del Ejército, que por
principio aborrecía los comandos separados de élite rehabilitó la
boina verde de las Fuerzas Especiales como símbolo de la nueva
fuerza«fi. t. t

Otros entusiastas de la guerra antiguerrillas, según Schlessinger,


eran Robert Kennedy y Richard Bissell de la c í a . Y en el otoño de 1961,
fue creada una Comisión contra la Insurrección para desarrollar »Ia
capacidad de la nación para la guerra no convencional* bajo la presiden­
cia del general M axwell Taylor.

Este nuevo énfasis en la guerra antiguerrillas se produjo en ,un ambien­


te de creciente interés militar norteamericano en América Latina, el
que ya se había despertado en la época de Eisenhower, bajo la presión de
la Revolución Cubana. En aquel entonces, Estados Unidos creó el
^Comando Meridional* con base en la Zona del Canal de Panamá, que
forma parte del territorio norteamericano desde 1903. Este comando,
junto con el Comando Europeo, el Comando del Medio Oriente y el Co­
mando Asiático, componen los cuatro comandos militares continentales
de los Estados Unidos. Está compuesto de un Estado M ayor General de
quinientos o seiscientos oficiales del ejército, la marina y la fuerza
aérea; oficinas subterráneas,. bases logísticas, depósitos de equipos inclu­
yendo armas nucleares, y numerosas escuelas de entrenamiento: guerra
de guerrillas;, contrasubversión; infantería; cuerpo de paracaidistas,
etc. Desde 1962, más de 20.000 oficiales de todos.los países latinoamerica­
nos han permanecido durante un tiempo allí para aprender nuevos méto­
dos de combatir la subversión.
Una de las cuatro bases de entrenamiento que poseen las Fuerzas
Especiales en todo el mundo también se halla en Panamá (las otras tres
están en Vietnam, Okinawa y Alemania Occidental). Solamente en 1963
estas fuerzas realizaron cincuenta y dos misiones especiales antisubver­
sivas en Latinoamérica, incluyendo el envío de paracaidistas a las zonas

*Ibid. pp. 309-10.

459
Goct / L a s guerrillas en Am érica Latina

guerrilleras8. En el transcurso de 19667 1967, estas fuerzas prestaron ayu­


da ai ejército de Guatemala e incluso sufrieron varias bajas a m anos de
los guerrilleros. En 1967, se creó un campo de entrenamiento de las F u er­
zas Especiales en las afueras de Santa Cruz, en Bolivia, bajo el m ando del
mayor »Pappy« Shelton, con el objeto de entrenar un batallón boliviano
de »Rangers« y de vigilar la operación antiguerrillas boliviana. D o s uni­
dades de las Fuerzas Especiales han estado operando también en Vene­
zuela. Hacia fines de 1967 también se encontraban en Nicaragua.
Según ün escritor francés: »E1 Comando M eridional...« (N o tradu­
cido porque está en francés).
Aunque la experiencia en Vietnam le ha enseñado a los norteamericanos
a ser algo reticentes en- cuanto a comprometer en gran escala a sus pro­
pias tropas, ciertamente mantienen en actividad misiones m ilitares y de
inteligencia en toda América Latina. La cía jugó un importante pap^l en
llevar a un rápido término el foco boliviano.
Los expertos en contrainsurgencia han colocado gran énfasis en los pro­
gramas de »acción cívica«, y éstos ciertamente tuvieron cierto valo r en
Guatemala, para quitarles a las guerrillas el apoyo campesino. No
obstante, en general parece que el éxito que han tenido ha sido sólo de dar
a los soldados algo que hacer.
Una desventaja importante para las guerrillas es que casi siempre el E jér­
cito se haya varios escalones más arriba que ellas en la escalada. Ningún
grupo guerrillero posee el napalm. No es muy difícil llegar a la conclu­
sión de que los expertos antiguerrillas saben ahora mucho más acerca
de la conducción de la guerra de guerrillas que los propios guerrilleros.
2) La falta de unidad de la Izquierda. La Izquierda latina rara vez ha esta­
do unida, y los guerrilleros han fracasado grandemente en su objetivo
de unir a la Izquierda en torno de ellos. Castro siempre recalca la nece­
sidad de unión, y existen motivos para pensar que los grupos guerrilleros
sólo reciben ayuda cubana a condición de que la unidad con los demás
grupos tenga para ellos verdadera prioridad. En el hecho, no obstante,
en la propia Cuba la unidad no fue lograda por el movimiento revolu­
cionario durante el período prerrevolucionario. Fidel logró imponer el
Movimiento 26 de Ju lio como fuerza dominante, pero hubo otros caciques
que no aceptaban órdenes de él. Pero al menos en Cuba, no obstante, todos
los grupos revolucionarios estaban háciendo algo que de una manera u
otra hacíá avanzar la causa de la revolución. En América Latina hoy
día, demasiados grupos revolucionarios se limitan a contemplarse el
ombligo o se dedican a atacarse entre si.
Se puede llegar a la conclusión de que un movimiento guerrillero
probablemente esté destinado a fracasar en las etapas preliminares a
menos que cuente con el respaldo y la ayuda de una organización política
preexistente. En la práctica esto ha significado el apoyo del Partido
Comunista, aunque ha habido excepciones. El fracaso de los movimien­
tos peruanos, del movimiento boliviano, y la debilidad extrema del*
*Le dispositif militaire anti-subversif en América Latine#, Problemes (TAm érique L a tin e ,
N ° 7-

460
¿D errota de la Revolución?

movimiento m r 13 en Guatemala* puede atribuirse en gran medida a la


Calta de una base política adecuadamente organizada. La propia Cuba,
por supuesto» fue una excepción, como lo es el e l n en Colombia. Con el cam­
bio de posición del Partido Comunista, los grupos guerrilleros no cuen­
tan tan fácilmente con esta ayuda y respaldo en la actualidad. Esto, aun­
que no es necesariamente fatal en el caso de grupos establecidos como el
f a l n en Venezuela o el f a r en Guatemala, ciertamente hace más difíciles

las cosas.
3) Falta de compromiso de la Izquierda. Contrariamente a la creencia tan
difundida, las universidades latinoamaricanas no están llenas de estu­
diantes dispuestos a irse a las montañas a la más mínima señal. El
mayor problema para las guerrillas no ha sido obtener el apoyo campesi­
no sino atraer a los intelectuales de las ciudades para organizar las
guerrillas. Este problema ha sido una preocupación constante de los
cubanos, como lo señalan las siguientes observaciones de Fidel;
»En la gran mayoría de los países de América Latina, existen condicio­
nes mejores para hacer la revolución que la que existieron en Cuba. Si
no ocurren revoluciones en estos países es porque falta convicción en­
tre los que se autodenominan revolucionarios...
Los Revolucionarios convencidos, que sienten profundamente una cau­
sa, que tienen una teoría y son capaces de interpretar esa teoría de acuer­
do con los hechos son, desgraciadamente, extremadamente pocos. Pero
si existen hombres con estas convicciones, aunque sólo sean un puñado,
allí donde existen las condiciones objetivas para la revolución, habrá
entonces revolución. Porque la Historia hace las condiciones objetivas,
pero el hombre crea las condiciones subjetivas»9.
Parte de la falta de convicción de aquellos que de otro modo podrían
estar en las montañas se debe al planteamiento inadecuado que las gue­
rrillas hacen respecto a su propia posición. Aunque la Revolución
Cubana provocó un impacto inicial al probar que la revolución era posi­
ble y podía afianzarse en América Latina, ésta se transforma en un capital
en disminución si no es seguido de otro éxito. L a crisis de los cohetes y la
prolongada guerra en el Vietnam parecerían demostrar que la Unión
Soviética no está dispuesta a correr riesgos para proteger a sus aliados, a
la vez que los desembarcos norteamericanos en Santo Domingo pare­
cerían indicar que los Estados Unidos no están dispuestos a aceptar la
aparición de algo que siquiera remotamente se asemeje a otra Cuba.
Como lo señaló Guevara en 1961: »el imperialismo ha aprendido la
lección de C u b a ... No será nuevamente tomado por sorpresa en nin­
guna de nuestras veinte repúblicas».
Los guerrilleros han intentado volver este hecho indudable en favor pro­
pio acogiendo de hecho la represión extranjera con la esperanza de que
ésta a su vez provoque una reacción nacionalista. Guevara estaba muy
• .

•Fidel Castro, Discurso del 36 de julio de 1966. V véase .mi artículo: »Latin America's
Vietnams short of guerrillas», Guardian 19 de junio de 1967.
Gott / Las guerrillas en América Latina
consciente de que las guerras de guerrillas es mejor realizarlas en contra
de un enemigo fácilmente identificable, preferiblemente extranjero, que
despierte el sentido latente de nacionalismo de un pueblo. Su p lan de
«crear Vietnamí fue elaborado con esto en mente. Pero en la práctica los
Estados Unidos han podido aplastar los movimientos guerrilleros en
América Latina con el máximo de brutalidad y con el mínimo de p arti­
cipación física.
4) Desconocimiento de los detalles en relación con las condiciones locales.
En Bolivia, por ejemplo, los guerrilleros no parecen haberse dado cuen­
ta de que la zona Camiri-Vallegrande era una zona militar desde los
tiempos de las Guerras del Chaco. Lejos de manifestar hostilidad hacia
ios militares, la población local se había acostumbrado a ellos. E n Perú,
las guerrillas de De la Puente se hallaban incomunicadas en una zona
que fácilmente podía aislarse del resto del país. Otras operaban en tie­
rras pertenecientes a la compañía Cerro de Pasco en que las condiciones
eran totalmente distintas de las existentes en las tierras adyacentes.
Esto es parte de un desconocimiento generalizado. Se han hecho m uy po­
cos estudios acerca de la situación de las zonas rurales latinoamericanas,
a excepción de los informes de c i d a . Mientras más se observa el pro­
blema, se tiende cada vez más a llegar a la conclusión de que en realidad
las condiciones varían no sólo de un país a otro o de una provincia a otra,
sino que de un valle a otro. Las guerrillas pueden encontrar apoyo en una
aldea pero no en otra vecina por motivos que no siempre se manifiestan de
inmediato. En Bolivia ni siquiera se puede hacer generalizaciones
acerca de los campesinos qué viven dentro de un radio de 160 kilómetros
de Camiri, Masicuri y Santa Cruz. Todos operan bajo diferentes sistemas
de tenencia de la tierra y se hallan en niveles variables de miseria. Suge­
rir, como muchos lo hacen, que los campesinos de la zona no eran revolu­
cionarios porque Bolivia aprobó una ley de reforma agraria en 1953,
significa desconocer el hecho que en algunas zonas nunca se aplicó la re*-
forma agraria.
El hecho es que, al contrario de lo que generalmente se supone, ni los
campesinos ni las masas urbanas — los dos grupos más importantes de
la sociedad latinoamericana— son especialmente revolucionarios, a pe­
sar de las condiciones execrables en que viven. Los campesinos a menudo
viven al margen de la sociedad moderna y en gran medida no son afec­
tados por el gobierno central excepto en ún sentido negativo y sus hori­
zontes están limitados a la aldea o valle en que habitan. Cuando llegan a
mostrarse rebeldes, los gobiernos tienen poca dificultad para man­
tener la tranquilidad. En Perú, la represión abada a una reforma agra­
ria limitada tranquilizó el ardor revolucionario que se había suscitado.
En Venezuela y Bolivia, los partidos de gobierno absorbieron a los cam­
pesinos activos dentro de la maquinaria de gobierno. En Colombia se
alentó a los campesinos a que se peleasen entre sí y no contra los propie­
tarios de las tierras. Y en Guatemala la brutal represión, fomentada
por los Estados Unidos, ha bastado para mantener bajo control a los
campesinos potencialmente rebeldes.

462
¿Derrota de la Revolución?
El proletariado urbano debería ser revolucionario. Las condiciones de
vida de los que habitan en las callampas de Santiago, las favelas de Río, las
barriadas de Lima o los ranchos de Caracas, son lastimosas. Los mise­
rables habitantes tienen constantemente ante sí la evidencia del abismo
existente entre ricos y pobres. Si alguien en América Latina debiera ver­
se afectado por la revolución de las expectativas en ascenso, habrían de ser
ellos. Sin embargo, en la práctica, el habitante urbano, que trabaja en
servicios más bien que e a la producción, remeda las costumbres de las
clases altas, y prefiere incorporarse a ellas antes que desbancarlas10. Su
interés por la revolución es estrictamente limitado.
Pero si tanto el campesinado como las masas urbanas no constituyen ma­
terial de combustión inmediata para el fuego revolucionario, ¿por qué
las guerrillas se han concentrado en las zonas rurales y no en las
ciudades?

Para esto existen varias razones: Primero; naturalmente, hay que re­
conocer que las guerrillas no han dejado de lado las ciudades. Sólo hay
que tener presente a Guevara en su campamento de Ñancahuazú re­
dactando detalladas instrucciones para los cuadros urbanos, o de
Douglas Bravo en Venezuela, preocupado constantemente por la si­
tuación en Caracas, o de la actividad urbana de las guerrillas de Gua­
temala, vengándose golpe a golpe de la muerte de süs camaradas,
para darse cuenta que las ciudades juegan un papel importante,
aunque no predominante, en la estrategia guerrillera. El énfasis co­
locado por las-guerrillas en las zonas rurales en parte se debe al éxito
de los revolucionarios cubanos de la Sierra Maestra en catalizar la
lucha urbana en Santiago de Cuba y La Habana! En parte también re­
fleja ia desilusión experimentada después de varias décadas en que
los comunistas ortodoxos han estado recalcando la importancia
de la actividad en las ciudades. La experiencia también ha demostra­
do, en Caracas y en Santo Domingo, (y en las zonas mineras de Boli-
via), lo fácil que les resulta a las fuerzas represivas embotellar a los in­
surgentes urbanos, tornándolos ineficaces. .
Además la rebelión urbana implica una corta batalla sangrienta que
precede a una rápida toma del poder. La teoría guerrillera, sin embar­
go, exige una larga guerra educativa en la que se crean las condiciones
para una revolución victoriosa. Las masas apáticas adquirirán con­
ciencia. Pero si las condiciones para la revolución no existen hoy en
día, no existirán tampoco la semana próxima después que una rebe­
lión urbana haya llevado al poder a un grupo «revolucionario». Así
un gobierno revolucionario que se adueña del poder por medio de
un golpe urbano se verá enfrentado al mismo problema que enfrenta
hoy en día la guerrilla: cómo convertir al campesinado alienado y apáti­
co en una fuerza revolucionaria. Puesto qué el campesinado de Amé­
rica Latina debe ser movilizado tarde o temprano, las guerrillas sos­
l0Véasc The Politics o f Conjorm ity in Latín América, Claudio Veliz (ed.) passim.

463
Gott / Las guerrillas en América Latina
tienen que es mejor hacerlo ahora, es decir, antes de la toma definiti­
va del poder por parte de un movimiento revolucionario.
La importancia del campesinado en el futuro desarrollo de A m éri­
ca Latina es quizás la contribución aislada más importante a la
teoría del desarrollo realizada por los guerrilleros. Con excepción de
unos pocos economistas de vanguardia, los. guerrilleros son el único
grupo que ha captado el papel crucial que ,el campesinado deberá de­
sempeñar, si América Latina ha de salir de su atraso actual.
De modo que aunque escribí más arriba que el fracaso de la guerrilla
debe verse en relación al fracaso general tanto de los reformistas
como de los revolucionarios, resulta importante recalcar que sólo
los guerrilleros entre estos grupos han aislado el factor vital del cam pe­
sinado. El conocimiento más somero de América Latina indica
que la industrialización rápida no es un substituto para la organi­
zación adecuada de la agricultura. No hay perspectivas actualmen­
te de que la industria, de aquí en adelate o hasta fines de siglo, propor­
cione ocupación suficiente para aquellos que se vacían en las ciuda­
des desde las zonas rurales. L a introducción de técnicas intensivas
podrían presumiblemente resolver a corto . plazo, los problemas
alimenticios del continente, pero sólo serviría para acelerar la ten­
dencia que empuja a los cesantes agrícolas a la cesantía urbana.
Sólo una revolución agraria que movilice a los •campesinos y ios m an­
tenga en la tierra, puede proporcionar una base estable para la indus­
trialización. Creer que América Latina puede saltar de la prehisto­
ria al estado... sin una revolución agraria constituye una racionaliza­
ción de la esperanza, a la que desgraciadamente suscribe la gran
mayoría de los que tratan profesionalmente los problemas del desa­
rrollo de América Latina. Cuba es única en América Latina en el sen­
tido de que se concentra en su sector agrícola, y las guerrillas de inspi­
ración cubana son únicas al prever la importancia crucial que tiene este
sector para el desarrollo11 . -
Finalmente, ahora es evidente que aun si la experiencia guerrillera
en América Latina durante los últimos diez años sólo va a producir en el
futuro un impacto limitado en el continente, ha llegado a tener una
enorme importancia fuera de él. América Latina, que por tanto tiem­
po ha copiado las ideas de otros continentes, por primera vez exporta
algo. Che Guevara se ha convertido en un símbolo político de aplica­
ción mundial. Ya los movimientos negros de África del Sur — notable­
mente en Rodesia y en las colonias portuguesas— han llegado a la
conclusión de que la lucha guerrillera es el único método de desgas­
tar a los gobiernos blancos que los oprimen. Y como resultado del viaje
histórico de Stokely Carmichael a la conferencia de o l a s en L a H a-

11Aquí desgraciadamente no estoy de acuerdo con Hugh Thomas, que expresa que »el cre­
ciente énfasis cubano en la agricultura tiene cierto sentido en una isla fértil, pero no pro­
porciona un mensaje veledero para países como. México, Perú o Bolivia, cuyo pqelo difícil­
mente puede considerarse que pueda mantener un mayor número de personas. Hugh
Thomas, Cuba's Len-ycar revolution stiU experimenting, The Times, 17 de febrero de 1969.

464
¿Derrota de la Revolución?
baña en 1967, los movimientos guerrilleros tienen una nueva signifi­
cación que no se limita solamente a la mitad meridional del hemisfe­
rio. En los Estados Unidos, escribe un historiador norteamericano,
«la Nueva Izquierda en general se identifica a sí misma cada vez más
oan Castro, Guevara* Regis Debray y Ho Chi M inh; muchos de los nue­
vos radicales hablen dé »gucrra de guerrillas» contra* el »coioniaiis-
mo« en sus países; y en realidad ven a los militantes negros como los mi­
litantes negros se ven a sí mismos, como la vanguardia revoluciona­
ria del cambio social violento»12. L a misma tendencia puede verse en
Europa Occidental.
Este acontecimiento puede muy bien llegar a ser de importancia pri­
mordial para América Latina, porque la dependencia exterior del
continente es tal que^ resulta dudoso que siquiera sea capaz de hacer
una revolución por su cuenta. L a rebelión victoriosa contra la domi­
nación de ios Estados Unidos sólo puede efectuarse cuando los propios
Estados Unidos decidan que* no vale la pena oponerse. L a desintegra­
ción interna del mundo capitalista avanzado es por lo tanto un impor­
tante requisito previo para que se produzca la revolución en los con­
fines del Imperio norteamericano. Después de los acontecimientos
de París y Chicago, semejante evolución no parece estar fuera de las
margenes de probabilidades. Los sucesos recientes parecen indi­
car que Estados Unidos son más poderosos en Bolivia que en Berke-
ley, y que le es más fácil utilizar a los infantes de marina en el extran­
jero que en su propio país.
Pero las guerrillas latinoamericanas han iniciado una importante
reacción en cadena. Los acontecimientos de maye de 1968 en París no ha­
brían seguido el curso que siguieron de no mediar los acontecimientos
de Bolivia el año anterior. Guevara y Debray han minado la fe que te­
nía la generación más joven en la izquierda revolucionaría tradicio­
nal, y una gran fuerza revolucionaria nueva está surgiendo actual­
mente en las zonas urbanas del mundo. Y las ideas que recibieron nuevo
ímpetu con los acontecimientos de Ñancahuazú ahora vuelven a Amé­
rica Latina, transformadas por los acontecimientos de París. La rebe­
lión estudiantil mexicana que precedió los Juegos Olímpicos de 1968
fue influida directamente por la Revolución de M ayo en Francia y
este tipo de actividad — una creciente rebelión contra los valores bur­
gueses entre la vanguardia estudiantil de las ciudades latinoamerica­
nas— puede muy bien ser el patrón del futuro.
Por de pronto, aunque los movimientos guerrilleros probablemente
seguirán sin obtener triunfos importantes en el futuro inmediato,
ya están echando las bases para los cambios futuros. Una de las caracte­
rísticas de la Revolución Cubana anotada por el profesor Hugh
Thomas, fue que Castro «ciertamente tenía detrás de él una verdadera
tradición revolucionaria, tradición firmemente arraigada en los se­
senta años precedentes de política cubana, casi la totalidad de losl

l*Christopehr Lasch, New York Review ofBooks.

465
Gott / Las guerrilla* en América Latina
cuales fueron de crisis permanentes18. Llega a la conclusión de que la
misma Revolución »fue la culminación de una larga serie de revolu­
ciones frustradas*. Un corresponsal del New York Times, que escribía
en 1965 acerca de las guerrillas venezolanas, señaló que muchos ob­
servadores creían que éstas estaban ^alcanzando un objetivo a largo
plazo, reconocidamente mínimo, cual es el de establecer una pre­
sencia —aunque sea cambiante y monooperacional— que frustre al
ejército, se refleja en el gobierno, y sobre todo mantiene viva la místi­
ca revolucionaria que tiene raíces profundas aunque inactivas en la
política venezolana*.
Los historiadores del próximo siglo, al tratar de abrirse paso entre las
revoluciones frustradas y espurias que abundan en la historia de
América Latina quizás lleguen a pensar que los grupúsculos que com­
batían en las montañas contra obstáculos insalvables en realidad ju ­
garon un papel crucial, porque alimentaron una auténticá tradición
revolucionaria que eventualmente alcanzó la victoria.

lsHugh Thomas, »The origins of the Cuban Revolutión«, The World Today.

466
B I B L I O G R A F I A

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C elso F urtado
La economía latinoamericana desde la Conquista Ibérica hasta la Revolución Cubana
1” edición, 1969
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M arcos K apl An
La formación del estado nacional en América Latina

Osvaldo Sunxel
Integración política y económica: La experiencia europea y el proceso latinoamericano

C laudio V éliz
£1 conformismo en América Latina

R ichard G ott
El movimiento de guerrillas en América Latina

En prensa

Herbkrt M atthews
Fidel Castro. Una biografía política

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