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Biblioteca Humana

Universidad San Francisco de Quito

Nombre: Paul Sebastián Barragán Gómez - 00216738

Fecha: 29/08/2022

La resaca dura más de un día.

A principios de año, todo iba relativamente bien: buenas calificaciones en mis semestres

cursados, una beca impecable y muy colaboradora con el bolsillo de mis padres, una relación

envidiable con mis ellos, una confianza y complicidad excelente con mis tres hermanos, una

enamorada espectacular e incondicional, un grupo de amigos extraordinario y leales, un

emprendimiento despuntado y otro en proceso de creación, un carro comprado con el fruto de mi

esfuerzo y dedicación de un año. En conclusión, todo lo que un joven universitario promedio

desea a sus 21 años: dinero, buenas notas, tiempo, energía. Libertad. El poder sentir libertad.

Jamás he tenido problemas con el alcohol, siempre he sido una persona que, como a la mayoría

de los universitarios, le gusta salir, tomarse unos tragos, divertirse con amigos y escapar, por un

par de horas, de la rutina universitaria. Sin embargo, el hecho de tener libertad, y no saber

manejarla, es un error, que va arrastrando y concatena con errores aún más grandes.

Empecé a salir mucho más, a farrear mucho más, a beber mucho más. Descuide por completo

todas mis responsabilidades: mis estudios, mi relación con mis padres, hermanos, enamorada,

mis emprendimientos, mi estabilidad económica… lo volque absolutamente todo por estar en la

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farra. Al principio no lo notaba: mis estudios estaban ahí, ¡pero “ah!, no pasa nada si no estudio

para el examen”; la cuota mensual del auto debía ser pagada, pero “ah, agarro de la cuenta de

ahorros”; mis hermanas querían jugar o salir conmigo, pero “ah!, el siguiente finde seguro las

invito a salir”. El problema con las farras y el alcohol se estaba convirtiendo en algo ya notorio

para mí, y poco a poco, para mi familia y entorno: “mijito, ya bájale a la joda, que sales jueves,

viernes y sábado, todos los fines de semana”; “Sr. Paul Barragán, tu GPA semestral pone en

riesgo el GPA acumulado”; “mami, mi hermano ya no sale ni juega conmigo, está enojado?

¿Qué le hice?”; “mijito, veras que ya se está acercando el 15 y hay que pagar el carro, cuanto

tienes ya reunido?”.

Mi vida y mi estabilidad se estaba tambaleando, y yo lo sabía.

Junio del presente año, quizás ha sido el mes en el que mi vida ha cambiado más,

lamentablemente para mal. Perdí 3 de 5 materias, me retiré de 1 y la restante, la pase con C. GPA

de 0.5/4.0 (me da vergüenza decir esto), correos entrando y saliendo de Advertencias

Académicas por Bajo Rendimiento. El dinero que entraba a mi cuenta se iba en botellas y farras,

y al final del mes no alcanzaba a cubrir la mensualidad del carro, pide plata prestada aquí, allá,

en Estados Unidos, a tus amigos de toda la vida; endeudado hasta ahora. La relación con mis

hermanos y familia deteriorada por la falta de honestidad con mi rendimiento académico, y por el

pésimo estilo de vida que adquirí. Mi enamorada me da la noticia que se va a estudiar (y

naturalmente) a vivir a Alemania, después de 10 años de amistad y 2 de noviazgo.

Me estoy quedando solo, sin amigos, sin novia, sin familia, sin dinero, sin estabilidad, quizás sin

beca, endeudado, deprimido, sin nadie con quien hablar.

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Fue ahí cuando me di cuenta, que absolutamente nadie tiene el poder de sacarme en el hueco en

el que yo mismo me metí. No podía esperar a que venga alguien, a milagrosamente sacarme de la

depresión y ayudarme a resolver mis problemas. Así como tuve los pantalones de echar todo por

la borda, debía tener los pantalones de lanzarme al agua y recoger todo lo lanzado.

Noviembre 2022, sigo intentando poner mi vida en su lugar: esforzarme muchísimo más en mis

estudios, tomar nuevamente las riendas de mis emprendimientos, organizar mi dinero de manera

que no llegue apretado ni pidiendo prestado dinero, sembrando nuevamente la confianza con mis

padres y el amor con mis hermanos, saliendo y tomando mucho menos, haciendo ejercicio,

haciendo lo que me gusta y apasiona, buscando estabilidad y orden en mi vida sentimental y

personal. Entendí, que un poco de libertad, me dio alas para hacer lo que quise con mi vida, y me

estrellé contra el suelo cuando caí. Entendí, que la libertad es genial, siempre y cuando se sepa

poner prioridades, límites y metas, para que esta no nos ciegue, ni nos guie hacia el hueco en el

que lastimosamente, yo caí.

El alcohol, el trago, la farra y el vacile, es momentáneo. Pero la resaca, dura más de un día.

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