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Abierto hacia el Vacío

Salto al Vacío tres, fin de la jornada, la meta.

Por

Pedro de Eguiluz Selvas


Texto © 2012 Pedro de Eguiluz Selvas

Todos los derechos reservados


Dedico este libro a mis maestros, en especial a los que con su ejemplo han forjado en mí vistazos
de lo que es actuar sin discriminar, es decir con amor.
Personajes principales:

Wekoa We – grande, anciano, sabio. Koatl – serpiente, energía, transgredir. Teowa (Aquel que
posee lo divino) Maestro Olmeca y líder del grupo.

Carlos Investigador del mundo antiguo y de chamanismo.

Eva Investigadora de lenguas antiguas y prácticas psicofísicas.

Ángela Chamana instruida desde niña en el linaje de “La Serpiente Emplumada”

Humberto Investigador de chamanismo, practicante de meditación y productor audiovisual

Ana Practicante avanzada de Kung Fu, especialista en curación tradicional mexicana, china y
Ayurveda.

Don Julio Maestro Brujo de la sierra de Guerrero

Tekusistekatl (Señor del Caracol) Líder de los Brujos del Caos

Amoshtlakuillo (Escritor de libros), joven practicante de meditación avanzada.

La historia se desarrolla en: Teotiwakan, Shitle, Ciudad de Mexico, Oshtotitlan, Juxtlawaka,


Teopantekuanitlan y Queretaro.
Introducción

En este libro uso nawatl clásico en escritura fonética, es decir suena como se escribe. Esta
recupera los sonidos usados por Nezawalkoyotl y los adapta a la forma en que leemos hoy. El
ejemplo clásico es la palabra México, hace 500 años su pronunciación fue Meshiko.

Las prácticas espirituales descritas en la obra no pretenden ser un manual de procedimientos,


únicamente son guías generales. Sugiero consultar son un maestro espiritual maduro antes de
llevarlas a cabo.

El misterio constante y por momentos el tono poético de la obra, buscan introducir al lector en un
estado donde su mente deja de tratar de entender lógicamente cada parte del texto y opta por
disfrutar el flujo del relato.
Capítulo 1

Abierto hacia El Vacío, gozo el sagrado secreto del porvenir.

No siento mi cuerpo. Debo estar flotando en un mar de luz. Todo es blanco, con destellos dorados.
Un sonido colosal rodea mi ser. No puedo escucharlo, pero siento un poderoso viento que llega de
todos lados. No hay arriba o abajo; giro incesantemente en todas direcciones y no siento
movimiento. Parece que sólo ha pasado un instante, pero sé que he estado aquí una eternidad.

Reflejos de un recuerdo lejano llaman como campana que hace eco dentro de mí, desde mi
corazón. De pronto, mi consciencia sale disparada. El agradable calor de la luz se transforma
rápidamente en oleadas de viento húmedo, vapor y hielo.

La luz se descompone en oleadas arcoíris, hasta convertirse en inmensas nubes color violeta. A
los pocos instantes, de estas densas nubes surgen resplandores azules que a su vez van abriendo
huecos de oscuridad. Aparecen destellos de infinidad de tonalidades verdes. Los huecos oscuros
se expanden hasta cubrirlo todo.

Como despertando de un sueño poderoso escucho cantos, ritmos y miles de cuerpos danzando; el
ritmo me llama, guía mi sentir. Me muevo a gran velocidad. La oscuridad es tan densa que parece
como si estuviera inmóvil en su mismo centro. Minúsculos latidos centellantes revolotean por todo
lo ancho. Cada tanto despierto y sigo soñando. En lapsos inacabados, cúmulos de hormigas de luz
forman espirales. Poco a poco reduzco la velocidad y flotando en la inmensidad, me topo con un
ritmo dulce que me hipnotiza.

No sé quién soy, ni a dónde voy. Sólo percibo una gran paz y un poder que me llama. Una bella
esfera de tonos verdes y azulados, capta mi atención: gira alrededor de un gran sol. La música va
aumentando su presencia, algo dentro de mí comienza a danzar. Me acerco al gran globo, una
inmensidad de hielo aparece y entro en su aura terciopelo. Aun sin forma, gran alegría masajea
cada parte de mi cuerpo. Miles de historias aparecen frente a mí; me zambullo en ellas y ellas en
mí. Volando por los aires reconozco un continente en forma de lengua y ésta me recibe en su
centro.

Veo extensos valles, enormes montañas, cientos de ríos y un gran lago. Me acerco a la Tierra y
paso rasante grandes árboles floridos; continúo flotando y ahora el viento me acaricia con más
fuerza. Los cantos y ritmos aumentan de volumen. Veo una pequeña aldea. Todos sus habitantes,
aun los más pequeños, siguen el ritmo de los tambores. Hay gran solemnidad en sus rostros; miran
al sureste. Se puede sentir una gran hermandad y parece que llevan ya muchas horas en trance.
Las voces fluyen, altas y graves, las hay dulces y serenas, otras desgarradoras y sonámbulas;
mezclándose en perfecta armonía.

Surcando los vientos paso sobre un río. Otra aldea muestra una escena similar: los mismos cantos,
el mismo ritmo, un sólo corazón. Hay flores por doquier, elaboradas ofrendas y papeles de colores
embelleciendo todo. Un fuerte olor dulce impregna las ráfagas de viento que encuentro en mi
camino.

A lo lejos aparece majestuoso un templo colosal. Una montaña de piedra con gran poder. Se
asocia con el norte, el rumbo de los muertos. Sobrevuelo cientos de recintos de piedra de gran
belleza que albergan amplias plazas, todas ellas custodiadas por oficiantes, que participan con sus
cantos con suma prestancia. La música, la danza y los tambores aumentan de intensidad a medida
que avanzo; por lo que sé que me acerco a un centro, el corazón de esta inmensa ceremonia.

La montaña del norte me recibe. Detrás de ella, como al final de un eclipse aparece una montaña
mayor, asociada al rumbo de la luz. Continúo por una colorida calzada que cuenta con cinco
grandes juegos de pelota. Enseguida encuentro un bello río alrededor del cual cientos de
sacerdotes cantan. Entro flotando a la gran plaza de Ketsalkoatl (La Serpiente Emplumada). En
cada una de las doce pequeñas pirámides, veo a las cabezas de linaje, visitantes de honor de los
cuatro rumbos. En el pequeño templo al centro de la plaza, cuatro guardias custodian a una bella
princesa. Su energía femenina es extraordinaria. Ella no emite sonido alguno pero canta con su
cuerpo; su cadencia es pausada y de cuando en cuando su cabeza gira en sentido opuesto a las
caderas. Su rostro refleja gran serenidad interior.

La plaza está coronada por el templo de Ketsalkoatl, bañado completamente de intensos tonos
rojizos y decorado con mazorcas y caracoles. En lo alto veo a los líderes de la ciudad, donde los
humanos se convierten en dioses. La Siwakoatl (Suma Sacerdotisa), guía los cantos en profundo
trance. Al centro de la comitiva hay un hombre sentado en posición de Ashochitl (Loto / piernas
cruzadas y espalda recta), con los ojos cerrados. Su rostro emana una paz contagiosa. Fijo mi
atención en él, no puedo ver más.

De pronto abre los ojos y soy yo el que mira a través de ellos. Todo mi cuerpo se siente
energizado, como despertando de un sueño reparador. Entonces me incorporo y la Siwakoatl
levanta los brazos. En unos instantes las miles de voces y tambores se detienen y quedan en
silencio y expectantes.
El latido de mi corazón se acelera y me hace vibrar. Sin más, de mi boca nacen estas palabras: –
“En un año como este se destruirá este templo, que ahora se estrena. ¿Quién se hallará presente?
¿Si será mi hijo o mi nieto?, entonces irá disminuyendo la Tierra, y se acabarán los señores. De
suerte que el maguey siendo pequeño y sin sazón, será talado. Los árboles siendo pequeños
darán fruto y la tierra defectuosa siempre irá a menos. Entonces, la malicia, deleites y sensualidad,
estarán en su punto, dándose a ellos desde su tierna edad los hombres y mujeres; unos a otros se
robarán las haciendas.

Sucederán cosas prodigiosas: las aves hablarán ya, y en tiempo llegará el árbol de la luz, y de la
salud y sustento. Para librar a vuestros hijos de estos vicios y calamidades, haced que desde niños
se den a la virtud y el trabajo" – 1

Todos los presentes quedan perplejos. Muy pocos alcanzan a comprender que aquel mensaje
recitado por el Tlatoani (El portador de la palabra) Wekoa, en este momento auspicioso cuando la
tierra se alinea con el Sol y se atan los calendarios, será interpretado como profecía, anuncio del
porvenir.

Se aproxima el momento culminante de la ceremonia cuando el Sol alcanza el cenit. En procesión


solemne descendemos a la gran plaza. Con cada escalón, mi pasado se escurre en la tierra y mis
aspiraciones se elevan al cielo. Al centro del recinto, sobre una pequeña pirámide la princesa se
prepara para recibir al Tlatoani Wekoa. Comienza una danza sagrada que sólo ella realiza, con
movimientos cadenciosos. Decorada con largos papeles amarillos, asemeja una bella flor arrullada
por el viento. Nos acercamos a ella, a poca distancia todos se detienen excepto yo, que continúo
hasta el montículo. Los cuatro guardianes se arrodillan e inclinan su cabeza hasta tocar el piso.

Frente a la princesa hay un enorme cuchillo de obsidiana ceremonial; ella lo toma y me lo entrega.
Cierra los ojos y se coloca frente a mí, en la postura que conecta la tierra con el cielo. Con un
golpe fuerte y certero, corto los lazos oscuros que atan a esta bella joven con su mundo terrenal.
Este primer golpe, apenas roza la parte superior de sus cabellos que danzan con el viento.
Continúo realizando otros cortes en el aire rodeando velozmente su cuerpo. Con cada movimiento
su cuerpo va asentándose más en la postura, hasta que queda en trance.

Entonces doblo mis piernas, entro a la postura de Shomalinali (piernas cruzadas, Loto) y abro los
brazos. La princesa solar envuelve mi cadera con sus piernas. Toma mis manos, y en perfecta
armonía subimos el brazo derecho y bajamos el izquierdo. Quedamos unos segundos en silencio.
Hacemos de nuestros cuerpos una sola energía. En ese momento el Sol alcanza el cenit, un rayo
de luz ilumina nuestra coronilla.
Sin previo aviso me elevo; floto ligeramente hasta separarme por completo del suelo. La joven se
sobresalta de esta mágica experiencia. Durante unos instantes ella no comprende lo que ocurre.
Cruzamos una larga mirada que termina en una exquisita sensación de paz. La tomo de la cintura
y la regreso lentamente al suelo.

Me enfoco en sentir mi corazón, en sus latidos; me dejo llevar por su ritmo y mi cuerpo comienza a
girar rápidamente en todas direcciones. En pocos instantes me convierto en una esfera de luz que
repentinamente se reduce hasta que desaparezco.

Los asistentes a la ceremonia en la gran plaza quedan atónitos y en completo silencio.

El Tlatoani se ha desvanecido.

El rostro de Wekoa esboza una pequeña sonrisa; se encuentra desnudo y tendido dentro de una
pequeña cueva oscura. Lo primero que siente es el frío de la tierra. Sus sentidos se despiertan
pausadamente. La información que recibe su cuerpo energético es muy extraña. No alcanza a
percibir algún manejo mágico cerca del lugar. Del tiempo y lugar de donde procede Wekoa, los
actos de magia son bastante comunes, resulta necesario estar atentos y protegidos en todo
momento. Inmediatamente deduce que un manto de ignorancia cubre a gran parte de los seres
humanos, por lo que debe estar al acecho.

Acto seguido se desdobla (proyecta su cuerpo energético fuera de su cuerpo físico), envía su otro
Yo a inspeccionar la zona. Al salir de la cueva, contempla una enorme ciudad que abarca hasta
donde alcanza la vista.
Capítulo 2

En tus ojos vi. Nunca más caminaré sin rumbo,


ni mi destino perturbará lo que soy.

22 de Diciembre de 2011, 6:31am

Eva despierta con un sobresalto. Carlos a su lado siente el movimiento y abre los ojos. Nota la
respiración acelerada de su compañera; sus ojos, completamente abiertos miran de lado a lado,
verificando que todo ha pasado. La expresión en su rostro es de horror. Le habla suavemente
hasta que ella toma dos largas respiraciones, y se calma. Le cuenta que tuvo un sueño muy
extraño e inquietante. No recuerda claramente, pero sabe que Carlos está en peligro.
Rápidamente, Eva se levanta de la cama, entra a la regadera y Carlos prepara el desayuno.

La pierna derecha de Eva vibra, dando golpecitos bajo la mesa, mientras comen aceitunas rellenas
de miel. Él, la mira y pregunta: –¿Recuerdas algo más del sueño?

–Todavía siento el miedo que me dio verte caer dentro de una cueva. –Ella queda pensativa unos
segundos. –Recuerdo que yo te sigo por un camino boscoso, en cierto punto se bifurca y tú tomas
el camino de la izquierda; a lo lejos te veo conversando con una mujer de cabello negro. Los dos
entran a una cueva. Cuando llego a la entrada alcanzo a verte caer.

En ese momento a Carlos se le nubla la vista y entra a un espacio oscuro. Estira sus manos
tratando de alcanzar los límites de aquel lugar. Da un paso, resbala y cae por un agujero. Al fondo
ve unas piedras. El golpe al final de su caída lo hace gritar.

Carlos despierta muy inquieto por el sueño, con la respiración acelerada. Eva a su lado, abre los
ojos y lo abraza. Ella sabe que él tiene una relación intensa con los sueños, más de una vez ha
despertado muy emotivo. Ella le recuerda que un buen baño siempre le cae bien cuando ha tenido
una pesadilla.

Él se levanta. Durante un largo rato escudriña su rostro en el espejo, hasta que descubre la
primera cana cerca del cuello. La arranca y la mira sorprendido. Entra a la regadera, mientras ella
prepara el desayuno.

Carlos golpetea la mesa con su rodilla izquierda, al tiempo que comen papaya con miel. Ella toma
suavemente su rodilla y lo mira con ternura por unos instantes. –¿Recuerdas el sueño? –El queda
pensativo y dice: –El sueño fue muy largo y me da la impresión que ya he visto algunas de esas
imágenes antes. No recuerdo si fue en otro sueño o durante algún trance meditativo. Pero siento
que es una señal.

Eva pregunta – ¿Señal de qué? –Su voz denota genuina duda.

Carlos contesta pausadamente – Recuerdo que caminaba por un bosque, un lugar en el Ajusco
cerca del volcán Shitle. Encontré un sendero y lo seguí. Avancé durante un tiempo…inmenso,
hasta que llegué a una bifurcación detrás de una gran piedra. Junto a un roble, hallé un buen lugar
para descansar. Una vez allí no podía levantarme y no podía hablar.

Al poco rato escuché pisadas y con gran esfuerzo pude incorporarme. Una mujer de pelo oscuro
tomó el camino de la izquierda y tú el de la derecha, al tiempo que gritabas mi nombre. Con
dificultad traté de seguirte, pero casi tenía que arrastrarme y no podía emitir ningún sonido.

En cuanto dejé de luchar para moverme, aparecí al final del camino. Entré a de la cueva e
inmediatamente volví a sentirme muy pesado. Di algunos pasos, resbalé y caí por un agujero. El
descenso me pareció eterno hasta que me zambullí en un río. Seguía sin poder moverme y me
hundía.

Detiene el relato unos segundos, mientras sus ojos miran fijamente hacia la derecha tratando de
encontrar palabras en la nada.

–Lo que ocurrió después es muy confuso. Recuerdo hablar nawatl con gran fluidez y contemplar
detalles de pinturas rupestres Olmecas. También recuerdo estar desayunando contigo aceitunas
con miel.

Eva frunce el entrecejo. –¿Aceitunas con miel? Qué extraño.

–Hay más, pero no lo puedo recapitular. Una de las pinturas que veía en el sueño es muy parecida
al Hombre–Jaguar en Juxtlawaka, Guerrero.

–Sigo sin entender por qué es una señal. Cuando algo se te mete a la cabeza… –Eva expresa con
cierta resignación– puedes ir demasiado lejos… –Su rostro se transforma en seriedad mortuoria…
–y eso me da mala espina.
–Tengo la sensación que esa bifurcación de caminos –Carlos extiende los brazos a cada lado –
sugiere que tengo dos opciones: una me lleva a un lugar oscuro, sin salida y otra a un gran poder.
Sólo entrando a aquella cueva podré elegir.

Surge en la cara de Eva una sonrisa de oreja a oreja.

– Suena un poco loco lo que dices. ¿Qué pasa, si esa cueva no existe? Si sólo es algo simbólico.

– Sospecho que este sueño es más que simbólico o un mensaje del inconsciente. Cuando pienso
que no es nada, siento un dolor, una emoción que se expande por todo mi cuerpo. Creo que
siguiendo las claves, me van a llevar a un lugar concreto.

Eva con una mezcla de dulzura y firmeza –Espera al fin de semana y vamos juntos a buscar tu
cueva.

Carlos contesta con un tono ligeramente violento– No te prometo nada. Voy a hacer un poco de
práctica y veo cómo me siento.

Por un instante el rostro de Eva se inunda de fiereza. Se miran fijamente a los ojos. Poco a poco
nace una sonrisa en ambos rostros. La de Eva picaresca y espléndida, la de Carlos un tanto
meditativa. Ella interrumpe el momento, con un beso rápido y voltea para salir. Él la toma del brazo
y la besa con pasión.

Carlos dice: –Hoy me encontré la primera cana.

Eva un poco sorprendida –¿En serio?

Carlos sonríe y ligeramente afirma con la cabeza. Eva señala: –Puede que tengas razón, las
sincronicidades son más numerosas que de costumbre. Ayer antes de dormir me pareció un poco
obsesivo de tu parte que te preguntaras tanto cuando te saldrá la primera cana. Nunca te
preocupas por la edad. Ahora todo hace sentido.

Ambos se quedan en silencio, cada uno reflexionando según su propio entendimiento.

– Me voy. Nos vemos por la noche y seguimos con la plática.


Eva se baña, viste y sale apurada hacia la Universidad Nacional, donde es investigadora de
lenguas antiguas. Pelirroja curvilínea nacida en San José, Costa Rica, llegó a México a realizar sus
estudios de Postgrado y casi inmediatamente fue contratada como docente.

Su verdadera pasión es conocer el cuerpo humano y sus sensaciones, tanto a través de sus
experiencias personales, como al observar a otros. En su tiempo libre estudia las prácticas psico–
corporales, las distintas posturas y su relación con los estados de consciencia que producen.
Paradójicamente, su acentuada intuición la lleva a cuestionarlo todo con la razón.

Carlos es mexicano e investigador independiente del mundo antiguo. Inició su vida profesional
como impresor. Después de un viaje al desierto de San Luis Potosí, comenzó a leer los textos de
Castaneda y de forma autodidacta buscó seguir las enseñanzas. Con el pasar de los años
consiguió limpiar el fanatismo asociado a este conocimiento, y estudió con un chamán moderno
bajo un sistema bien establecido. Al terminar su ciclo como impresor, dedicó su tiempo a
profundizar en las culturas milenarias, especialmente los Olmecas.

En cuanto Eva sale de la casa, Carlos realiza su práctica diaria de ejercicios taoístas y enseguida
procura entrar en contemplación. Durante los primeros minutos las sensaciones e imágenes del
sueño lo distraen. La mente se calma cuando aparece la imagen de la cueva; la sombra de un
hombre lo mira desde dentro. La cueva crece como una gran boca y lo traga. Ahora todo es
inmovilidad; lo invade una paz muy profunda. Carlos permanece en este estado largo rato. Suena
el timbre del departamento y sale rápidamente del trance. Tarda un poco en abrir los ojos y un
poco más en incorporarse. Aún resuena en su percepción la imagen de la cueva.

Abre la puerta, es Humberto. Se dan un abrazo. Es su gran amigo con el que comparte la pasión
por el chamanismo y las culturas antiguas. Al cabo de unos instantes, Humberto extiende sus
brazos manteniendo sus manos en los hombros de Carlos y lo inspecciona con la mirada: –¿Cómo
estás?

Carlos se siente emotivo. Las sensaciones del sueño mantienen una presencia fuerte. –Un poco
movido. –Trata de disimularlo con una sonrisa y pregunta –¿Cómo te fue en tu viaje a la Sierra
Negra poblana?

– ¡Es bellísimo! Gente sencilla, naturaleza exuberante, pura felicidad. Comí como rey, y no sólo
eso, conocí a un maestro brujo. –Humberto baja la voz como si alguien pudiera escucharlos. –Nos
hicimos amigos y hablamos mucho. Algunas cosas que me contó tienen que ver con el famoso
hombre–jaguar y tu investigación del calendario antiguo.

–Interesante.

Humberto conoce bien a Carlos y nota que tiene la mirada perdida.

–¿Por qué estás movido? ¿Qué pasa?

–Tuve un sueño muy real. Parece que nuevamente me estoy obsesionando con la pintura del
Hombre–Jaguar.

La mirada de Carlos se torna aún más abstracta hasta detener el relato. Camina de lado a lado en
paralelo a una barra de madera. Con una expresión un tanto peculiar, Humberto intenta leer el aura
de su amigo. En lo alto de la pared se despliegan varias ventanas, dejando pasar una luz tenue y
la pared detrás de él es completamente blanca, lo que hace más fácil el ejercicio de videncia.

–Sabes, tengo la impresión que el sueño que acabo de vivir fue una señal y ahora que me dices
que aprendiste algo del Tlakatekuani (Hombre–Jaguar) en tu viaje, me hace sospechar que los
hilos del destino están hilvanando algo.

Humberto no puede ocultar una tímida sonrisa que en instantes inunda su cara.

–Siempre con tus elucubraciones intuitivas Carlos. –Ambos se ríen por el tono rebuscado en su
hablar.

–Mejor platícame más de tu viaje.

Humberto continúa imitando ligeramente la voz de un cómico aristócrata.

–Bueno le cuento, Don Jacinto es el nombre del maestro brujo que contacté. Un hombre
extraordinario y muy respetuoso de las antiguas tradiciones. Cuando lo conocí era muy reservado
respecto a sus conocimientos y entendimiento del mundo; me dio varias lecciones sin decir una
sola palabra.

Creo que debo haber pasado las pruebas, ya que a los pocos días comenzó a hablarme de su
cosmovisión y las leyes que nos gobiernan. Me dijo que la energía o fuerza del Tonalli (Día, luz,
calor) se puede sentir en los puntos del cuerpo donde late la sangre; señaló las muñecas y los
tobillos.

Carlos toma su muñeca con dos dedos apoyados sobre la vena.

–La fuerza del Tonalli. Esto concuerda con lo que estuve revisando con Eva hace unos días. Ella
encontró que el término nawatl para muñeca es Makekeyolli y para tobillo es Shokekeyolli lo
tradujo como "La Vida que se amontona en la mano" y “La vida que se amontona en el pie”. En
ambas palabras está la raíz "yol" de Yollotl (corazón), el centro anímico más importante del cuerpo.

–Interesante. Los pulsos de la sangre en las coyunturas y los pulsos del universo en el Tonalli.

¿Qué más encontraron?

–Muñecas y tobillos se relaciona también con Yolli (Vida Animal), la energía inherente a todos los
seres vivientes, la energía vital que se amontona. Ahora la pregunta es: ¿Cómo es posible que se
acumule esta vida? ¿Será con la medición del tiempo?

Con su acostumbrada destreza histriónica, Humberto abre las piernas de lado a lado y extiende los
brazos formando una gran X.

–Las dos muñecas y los dos tobillos, cuatro ruedas pulsantes que se activan con el pulso mayor: el
corazón; los cinco órdenes de la cuenta larga.2

Termina su actuación tocando con la mano derecha su corazón.

– ¡Hum, resumes muy bien la investigación!

Otro ángulo sería: el corazón es el órgano más activo y rítmico. Junto con una respiración fluida y
natural, logramos afectar el estado de conciencia, haciéndolo más lúcido.

Durante las prácticas chamánicas, en todo el mundo, el uso de percusiones para imitar el latido del
corazón, ha logrado efectos sorprendentes en las personas que lo experimentan.

Humberto toma dos botes de la repisa en la cocina y a manera de tambor toca con un ritmo lento y
melodioso.

Continua Carlos explicando –El ritmo es una forma natural para medir el tiempo, especialmente
lapsos cortos. Imagina a los Tonalpouke (El que calcula el Tonalli o Día), en ceremonias
relacionadas con eventos astronómicos, con los tambores midiendo el momento en que ocurría el
fenómeno con gran precisión. Sus cuatro extremidades bailando en pleno trance, manejando la
cuenta de sus ritmos. Quizá alguno de ellos acumulando frijolitos o granos de maíz por cada golpe
de tambor, para conocer el momento exacto.

–En el pasado los sabios eran todólogos, holísticos, así que es bastante lógico relacionar el
conocimiento del calendario con el cuerpo humano.

–Las cosmovisiones actuales tienen que ver con el mundo material, los antiguos mexicanos la
basaron en la consciencia.

–Me gusta intuir que el calendario antiguo está inspirado en el cuerpo humano.

Humberto se despide y queda en regresar al día siguiente por la mañana, para trabajar con Carlos
y los nuevos datos obtenidos en su viaje a la Sierra Poblana.

Carlos camina pausadamente hacia su escritorio. Una peculiar mirada evoca una mezcla de
pensamientos e intuiciones. Toma las imágenes de la pintura rupestre del Hombre–Jaguar y revisa
los detalles. Durante su sueño, recuerda haber observado de cerca el Sipaktli (Dragón), que
devora el lado izquierdo del cuerpo de este héroe antiguo. Un Tlakatekuani (Hombre–Jaguar); un
Teskatlipoka (El ahumar del espejo), símbolo de la conciencia.

La imagen de la cueva en el Ajusco atrapa nuevamente a Carlos. No puede soltarla. Así que llena
un termo con agua, se pone botas de montaña, toma su moto y se dirige al Shitle, cerca del cráter.
Tiene un amigo que vive cerca de ahí donde guarda su transporte. Al llegar pide permiso para
entrar a los seres sutiles del lugar y protección al Gran Espíritu, al Abstracto.

Busca una vereda similar a la del sueño. Camina durante horas pero no encuentra esos paisajes,
todo parece muy distinto. Comienza a inquietarse; trata de conectarse con las sensaciones del
sueño y de fluir con su intuición. Poco a poco se va relajando, y toma consciencia que se siente
muy a gusto en su camino.

Baja por un valle. Recuerda claramente el árbol y la piedra. Aun cuando el paisaje del lugar y las
sensaciones son muy distintas a las del sueño, no pierde el ánimo; algo le dice que no está lejos.
Camina al fondo del valle donde encuentra una gran piedra y un roble retorcido. A unos cuantos
metros hay una bifurcación. Como en el sueño, decide descansar en este agradable lugar y
meditar sobre cual camino debe tomar.
Ubica un lugar donde le pegue el sol y se recarga en un tronco ancho; una brisa ligera acaricia su
rostro. El viento hace bailar las hojas de un grupo de árboles al fondo del valle. El sonido de
aquella danza lo tranquiliza y cierra los ojos.

Casi de inmediato le llegan dos pensamientos, uno detrás del otro. Cada uno tiene su propia
secuencia de imágenes. En el primero ve a una bella joven con cabello negro; su rostro le parece
familiar. Esboza una pequeña sonrisa y cruzan la mirada por unos instantes. Un recuerdo muy
lejano le da una pista. ¿De dónde la ha visto antes? Pero no logra relacionarla con nada. Ella
vuelve al camino; su paso es firme y parece que tiene muy clara su dirección. En la bifurcación
toma el camino de la izquierda. Carlos la sigue hasta la cueva. En cuanto entra, el piso se
desbarata bajo sus pies y cae sobre unas piedras afiladas.

En la otra secuencia de imágenes que se despliega en su mente, casi de forma paralela, Eva toma
el camino de la derecha. Parece confundida, su andar es irregular dando la impresión de buscar
algo. Extrañamente ambos caminos llevan al mismo lugar: la cueva. Al entrar Carlos resbala y cae
por un agujero en el piso, pero esta vez cae sobre agua.

La sensación del impacto lo saca de su estupor. Abre los ojos, el viento se ha detenido. Decide
tomar el camino de la derecha. Se incorpora y sube por un lado del valle. A medida que avanza,
siente como se eleva su temperatura. El calor comienza desde los pies y va subiendo hasta su
cabeza. Se da cuenta que el camino se va curvando en sentido contrario a las manecillas del reloj.
Se topa con una encrucijada… siente que lo natural es continuar por el camino del medio.

Éste también resulta ser un medio círculo, sólo que ahora a favor de las manecillas. El camino es
de subida. La vegetación es intensamente verde y tupida. Continúa hasta encontrar una segunda
encrucijada. En lugar de confundirse se siente tranquilo. Sabe que debe mantenerse en el centro.
A medida que sube se va haciendo angosto y el panorama comienza a cambiar; hay menos
arbustos y los árboles están más separados entre sí. La pequeña ansiedad que acompaña a las
sensaciones del sueño, se transforma en energía para la caminata.

Se percata que el camino nuevamente hace un círculo en contra de las manecillas, así que deduce
que más adelante encontrará otra encrucijada. A los pocos minutos, ésta aparece. Le forma del
camino recuerda el andar de la víbora: serpenteante como la ese. Cuando llega a la siguiente
encrucijada, se siente en paz y se detiene unos momentos a descansar. Bebe un poco de agua y
contempla el paisaje.

Cierra los ojos y recorre con su atención todo su cuerpo. Hay mucha energía recorriendo sus Yowi
(Venas de Aire, Nadi en Sánscrito), los canales sutiles o invisibles del cuerpo. Puede sentir
claramente sus piernas y brazos como ríos de agua y fuego. Lentamente se siente menos eufórico
y se da cuenta que su corazón late con fuerza. No logra calmarse por completo, cada latido toma
más presencia. Paralelamente comienza a aparecer la imagen de la cueva en su mente. La
sensación que inició con alegría comienza a tornarse en algo inquietante y decide que es momento
de continuar el recorrido.

Sutiles brotes de angustia lo invaden en cuanto retoma su paso. Una vez más encuentra otra
encrucijada y a los pocos cientos de metros otra. Permanece en el camino del medio. De pronto el
terreno se vuelve más empinado. A unos treinta metros arriba en la montaña alcanza a ver una
cornisa; siente que puede ser ésta la entrada a la cueva y su ansiedad se intensifica. Comienza a
subir y pone toda su atención en el momento presente. Tiene que escalar un poco para llegar a su
objetivo y puede ser peligroso. La incertidumbre se convierte en miedo al ir pasando de una piedra
a otra, pero se enfoca en su respiración y logra calmarse. Al llegar a la cornisa percibe un olor
extraño, parece ser una mezcla de hierbas, pero no las reconoce. Entonces aparece una cueva.
Imaginó que si encontraba la caverna se sentiría muy emocionado, sin embargo, se siente muy
relajado.

Desde lo alto observa el trayecto. Alcanza a ver la gran piedra y el árbol donde comienzan los dos
caminos entrelazados. Esto le aclara por qué cualquiera de los dos senderos lo llevarían al mismo
sitio. Inspecciona la cueva desde afuera la cual no parece muy profunda. Tiene muy presente que
en sus sueños resbalaba. El suelo es bastante firme, así que toma confianza y piensa que el
resbalón habrá sido algo más bien simbólico.

Ahora percibe con más fuerza olor a copal, salvia y otras hiervas que no distingue, parece venir del
fondo, así que da algunos pasos más hacia adentro. Observa que una parte de la cueva se hace
pequeña, y con mucho cuidado se agacha y entra. El olor intenso lo relaja y de pronto se siente
somnoliento. Decide salir de ahí. Al dar un paso hacia afuera, resbala y golpea con un lado de la
cueva, siente su cuerpo en caída libre por un momento y se zambulle en el agua. Su cuerpo no le
responde, así que se hunde sin poder resistirse.

Eva atiende en su cubículo a dos estudiantes esmerados; los asesora en su tesis. Son pareja y
comparten el tema de su investigación, situación que Eva consideró traería sus complicaciones. La
discusión es entorno al verdadero significado de Tlalli Tierra en nawatl. El joven sostiene que la
raíz Tlal deriva de ollotl (rotar), es decir: “Lo que rota”.

A su bella novia le parece muy racional su traducción. Ella señala que la palabra es muy antigua y
realmente no podemos saber su significado usando el nawatl clásico para traducirlo. Sugiere que la
A tiene que ver con Atl (Agua), y coincide con su pareja que entonces puede ser: “Agua que rota”.
El discernimiento que en principio comenzó como un desafío intelectual, se convierte en una lucha
emocional y de poder. Eva sólo los observa. Esto le hace recordar como en sus tiempos de
estudiante, a Carlos le encantaba burlase de que ella se tomara todo muy en serio.

La discusión sube de tono. La chica ya molesta, le dice a su novio: –Te tomas todo demasiado en
serio. El joven no sabe que decir. Después de unos segundos de silencio, mueve la cabeza
afirmativamente y la toma de la mano.

La sincronicidad de los pensamientos de Eva con el intercambio de sus alumnos le recuerda la


plática que tuvo con Carlos por la mañana. Tanta casualidad la inquieta, así que en cuanto termina
la asesoría, le llama a su celular. La grabación indica que no tiene señal, así que imagina que ha
ido a buscar la cueva del sueño. En seguida le marca a Humberto.

–¿Bueno?

– ¡Pura Vida Humberto!

Eva es costarricense. Pura Vida es una expresión muy socorrida para saludar y desear alegría.

– ¡Pura Vida Eva!

–¿Cómo te fue en tu viaje?

–Muy bien Eva, los extrañé por allá. Ya te contaré con detalle. Mañana desayuno en tu casa.

–Qué bien! –Eva cambia el tono alegre de su voz, ahora con seriedad pregunta: –¿Has visto a
Carlos?

–Sí, lo vi por la mañana. Me contó de sus hallazgos en la investigación con el nawatl.

–¿Te contó del sueño?

–Vagamente; sólo lo mencionó.

–Me tiene un poco preocupada, en el sueño iba al Ajusco a buscar una cueva y ya estando ahí,
caía por un hoyo. No tiene señal su celular… puede ser que ya esté buscándola.

–No te preocupes. Ya ha desaparecido antes por varios días siguiendo sus corazonadas y siempre
aparece. Te llamo por la noche.
–Sí, tienes razón. Nos hablamos. Un beso.

–Ciao.

Eva trata de tranquilizarse, se enfoca en su respiración. Abre los ojos y una cara conocida se
asoma por el vidrio de la puerta. Ella tarda unos segundos en reconocerla, es su amiga Ana. Se
conocieron durante la infancia y se rencontraron hace poco tomando unas clases de Kung Fu.
Ambas son apasionadas de las artes marciales. Ana es una mujer alta y delgada; su mirada y
andar denotan claridad y honestidad transparente.

Eva la invita a pasar, y mientras se sientan, Ana percibe cierta angustia en la expresión de Eva y le
pregunta: –¿Qué te pasa?

–Estoy preocupada por Carlos.

Hace semanas que Eva necesita desahogarse con alguien. Ella es muy sensible y sus emociones
suelen dispararse fácilmente y sólo manteniendo una actitud positiva, logra transformarlas en algo
benéfico para ella. Así que una buena plática con Ana es lo ideal en este momento.

Eva se encuentra angustiada por Carlos. Desde algunos meses atrás, su investigación del
calendario se ha tornado un poco extraña. Pareciera como si alguien lo acecha en sus sueños.
Siete años atrás, recorrió con su exnovia Lilian y su amigo Humberto, algunas zonas arqueológicas
de Guerrero rastreando señales del calendario Olmeca.

Eva comenta: –Mira si tienes tiempo, te explico con lujo de detalle. –Ana asienta con la cabeza.

–En 2004 hubo una alineación de Venus con el Sol, un tránsito. La última vez que esto ocurrió fue
hace ciento veintidós años. El próximo será en 2012 y el siguiente, hasta dentro de ciento cinco
años. Va a ser un evento muy importante, el astronómico más significativo del 2012, el cinco de
junio.

–¿Tiene alguna relación con famoso fin del calendario maya?

–Según sus investigaciones, los ciclos de planeta del amor son la base de un calendario arcaico
que llegó con los primeros humanos a América. Con el tiempo, éste se derivó en lo que hoy
conocemos como calendario maya. En 2012 puede completarse un ciclo, pero estamos seguros
que no es su fin.
El punto es que aquel tránsito de la estrella del alba, inspiró a Carlos, Lilian y a Humberto a hacer
este viaje a la sierra y costa Guerrerense. Estando allá, Carlos leyó fechas del calendario maya en
pinturas rupestres Olmecas. Las fechas marcaban Baktunes: seis, cinco, cuatro y tres.

–¿Qué son Baktunes? –Pregunta Ana.

Eva queda pensativa… se pregunta a sí misma en voz alta: –¿Cómo te lo explico?

Imaginemos que el calendario Maya es una pared de piedras. Cada piedra representa un día. Toda
la pared se forma de 1,872,000 piedras.

Ana abre los ojos de par en par, y en seguida sonríe: –¡Son muchas piedras!

–¡Exactamente! Son muchas.

Así como nosotros dividimos el año en meses y semanas, ellos dividían esa gran pared de rocas
en trece bloques, cada uno de 144,000 piedras. Un bloque o ciclo equivale a poco menos de
cuatrocientos años. Hoy en día le llamamos Baktun, Bak es mucho o veinte y Tun significa piedra.

Según la historia moderna los mayas comenzaron su calendario en el Baktun número siete. Eva
hace una pequeña pausa esperando algún comentario de Ana.

–¿Por qué comenzaron en el siete y no en el uno?

–¡Eso! ¡Es justo lo mismo que yo me pregunto!

Las “vacas sagradas” dicen que hicieron un cálculo matemático para iniciarlo tres mil años antes. Y
como no han encontrado fechas de Baktunes anteriores al siete, afirman que en esa época se
inventó el calendario.

Precisamente Carlos en su viaje encontró evidencias de un Baktun tres. Lo que significa que el
calendario se usó dos mil años antes de la época Maya. Hablamos de culturas de la prehistoria,
que no tienen un nombre propio y que ya usaban el calendario.

A él le molesta que siempre dividan al México antiguo en muchas culturas casi sin conexión entre
sí, porque considera que son un mosaico de un mismo diseño. O como dice: cada cultura es un
pedacito de un mismo holograma.
Si estas fechas pertenecen al mismo calendario Maya, ya no existiría duda de la unidad del
pensamiento mesoamericano. Y hoy en día no estudiaríamos a las culturas del México antiguo
como pueblos dispersos entre sí.

Eva nota que habla un poco acelerada; hace una pequeña pausa y respira profundamente. Le
sonríe a Ana y retoma la historia:

–Una pintura rupestre que se encuentra cómo a dos kilómetros dentro de la gruta de Juxtlawaka en
Guerrero, tuvo un efecto muy extraño en Carlos. Cierta noche mientras la estudiaba, conoció a un
brujo que compartió con él algunas ideas que afectaron su equilibrio emocional. Algo le dijo que lo
sacudió.

–Eva, quiero saber más. ¿Qué te parece si vamos a tu casa y me enseñas las fotos de estas
pinturas? Me imagino por lo que cuentas, que Carlos debe tener muchas.

–¡Claro! Vamos. Nunca pensé que te interesara la arqueología.

–Me interesa, especialmente porque el año pasado tomé una clase de Yoga Tolteka, y me
explicaron que las posturas o asanas de su sistema se relacionan con este calendario.

Wekoa jala de los hombros a Carlos y lo saca del agua. Él no comprende lo que ocurre. Mientras
se hundía pensó que ya no podría volver a respirar, y en ese momento, inesperadamente es
salvado.

Aun no puede moverse. El hombre frente a él es imponente; no por su tamaño, sino por la
determinación de su mirada. Wekoa le dice: ¿Titlatoa Nawatl? Carlos comprende perfectamente
sus palabras: “Hablas nawatl” y responde: San keshkichto (Sólo un poco). Wekoa sonríe.

En este momento Carlos se da cuenta que puede moverse; trata de pararse pero no tiene buen
balance, así que se ayuda sosteniéndose de unas piedras. Pregunta: Kenin tokiatl (¿Cómo se
llama?) Le sorprende la fluidez de su nawatl, por qué Carlos puede leerlo bien, pero no tiene
práctica hablando.

–Llámame Wekoa.

Carlos responde: –¡Tlasokamati! (¡Gracias!)


Permanecen un rato en silencio. La mirada de ambos queda fija en el otro, envueltos en una
extraña paz. Hasta que Carlos interrumpe: –¿Dónde estamos?

–Eso es algo difícil de contestar. Lo que me gustaría saber, es cómo llegaste tú aquí.

Carlos aún se siente un poco aturdido, no tiene fuerza para discutir con este misterioso personaje.

–Hace días que un sueño me estuvo acechando. –Carlos trata de reflexionar para ser más
explícito. Sin embargo, su mente no funciona como de costumbre, una parte de su ser experimenta
todo en cámara lenta. –En este sueño encontré una cueva, resbalé y caí por un hueco hasta un río.
Justo como esto.

En ese momento un pensamiento lo interrumpe: una idea comienza a materializarse y toma


consciencia que Wekoa habla muy bien el español, por lo que se lo señala. Éste en respuesta
sonríe, mientras un ligero destello brota en sus negros ojos.

–En este lugar podemos hablar nawatl, español y también podemos hablar sin mover los labios.

La luz se apaga en un instante, Carlos queda en completa oscuridad. Una serie de imágenes
borrosas aparecen frente a él; poco a poco todo es más claro. Se encuentra en su casa, a su
alrededor están sus amigos y familiares más cercanos. Platican entre ellos alegremente. Carlos
trata de hablar con Eva y Humberto pero parece que no lo ven. Se voltea con un antiguo profesor
de la universidad quien tampoco parece percibirlo. Se siente como un fantasma; esto lo pone
inquieto. Una angustia irracional se apodera de él hasta que siente una punzada en el abdomen y
toda la escena se disuelve en luz. Rápidamente puede enfocar y observa frente a él a Wekoa, aún
permanecen dentro de la cueva.

–¿Qué pasó? ¿Qué está pasando? –El rostro de Carlos es de total sorpresa. –¿Estoy muriendo?

La sonrisa de Wekoa se convierte en carcajadas; es tan contagiosa que inmediatamente hace que
Carlos se relaje. A los pocos segundos, ya los dos ríen. De alguna manera este hombre extraño
despierta en él gran confianza.

–¿Qué pasó? ¿Qué fue eso? –Pregunta Carlos con un tono de voz más equilibrado.

–En este, tu tiempo, veo que no usan mucho la magia.

–¿Quién es usted?
–En su momento te contaré todo lo que quieras saber de mi historia, pero ahora hay otro asunto
más importante que debemos tratar.

Carlos interrumpe y pregunta – ¿Cómo puedo salir de aquí?

–Esa es la cuestión, hay algunas prácticas o aspectos de tu ser que necesitas conocer e integrar
para poder salir. Yo haré lo posible para guiarte en el proceso y que encuentres pronto el equilibrio.

Es algo que sólo puedes hacer por ti mismo.

–¿Hacia dónde es la salida?

–Ven, sígueme.

Carlos trata de incorporarse pero le cuesta mucho trabajo moverse; siente sus piernas y brazos
como si estuvieran atados a su cuerpo. Con toda su fuerza lucha contra estos amarres invisibles.
En cada intento su angustia crece.

–¿Qué me pasa? ¡No puedo moverme!

Wekoa le dice sonriendo –Al menos puedes hablar, ya es algo.

–¿Qué me ha hecho, por qué no puedo moverme?

–Trata de relajarte, si pierdes el control no llegarás muy lejos en este lugar. Siente la parte media
de tu cuerpo… concentra la atención en tu vientre.

Con tan sólo escuchar estas indicaciones, Carlos empieza a relajarse. De pronto, percibe que su
cuerpo es más liviano.

–Hazte uno con tu voluntad. Ubícala en esta parte media, desea lo que quieres hacer en vez de
pensarlo. Si eso no funciona, imagínalo.

En ese momento Carlos se eleva; sus pies pierden el piso y flota sin control. Trata de agarrarse de
las piedras más cercanas y vuelve a sentirse pesado.

Wekoa le exige:– ¡Concéntrate en tu vientre! Enfoca tu voluntad. No luches contra ti mismo.

En cuanto Carlos se rinde y orienta su voluntad, inmediatamente se incorpora frente a Wekoa. Mira
a su alrededor y se da cuenta que sólo necesita visualizar hacia dónde quiere ir para desplazarse
flotando en un instante. Con un par de movimientos, inspecciona la cueva rápidamente. Esta
sensación lo hace sentirse feliz, casi eufórico. Se da cuenta que no necesita caminar para alcanzar
los límites de aquel lugar.

Eva se siente más tranquila con la plática, a pesar de que Carlos continúa sin comunicarse. Al
término de la cena, Ana le pide de nuevo que le muestre las fotos del arte rupestre donde Carlos
encontró la evidencia de las fechas Olmecas.

Caminan por un pequeño pasillo bien iluminado que inicia al lado izquierdo de la cocina. Al fondo,
giran de nuevo a la izquierda y entran a una oficina que aun siendo pequeña, por un tragaluz en lo
alto y la buena distribución, da la sensación de ser un espacio más grande. Dos de las paredes se
encuentran tapizadas de fotos y dibujos de símbolos milenarios, deidades y fotografías de tomas
aéreas de ciudades antiguas. Al tomar asiento, Ana se percata que el material relativo a los
Olmecas es el que más resalta.

–Mira, estas son las tres pinturas y el petroglifo.

–¿Dónde se encuentran?

–Estas dos en Oxtotitlan, ésta en Juxtlawaka y ésta otra en Acapulco, todas están ubicadas en el
estado de Guerrero.

Ana las mira con detalle cerrando ligeramente los parpados.

–¡Geniales los Olmecas! Eran extraordinarios artistas. Nunca había visto estas imágenes. –Voltea
con Eva y mostrando gran interés le pide: –Cuéntame más del viaje de Carlos. Tengo la impresión
que la historia no termina ahí.

–Todo comenzó precisamente en Oxtotitlan, en esta misma época, cerca del solsticio de invierno.

Una tarde, estando en el sitio, Carlos observaba este bello mural de un sabio Ave–Serpiente, una
representación antigua de Ketsalkoatl (La Serpiente Emplumada). Le llamó la atención que en
paralelo al brazo derecho hay trazos de puntos y rayas, y se dio cuenta que están organizados en
cinco niveles, tal cual como las cuentas en el calendario Maya.

La pintura se localiza en una pared de roca a diez metros de altura aproximadamente. Como el ya
sabía esto, llevó un telescopio en aquella visita para poder revisar el detalle de la obra.
Gracias al telescopio, logró leer bien los trazos y deducir una cuenta de Baktun seis. Como
platicamos en mi oficina, el Baktun más antiguo aceptado por la academia es siete. Hasta ese
momento nunca había sido identificado un Baktun seis.

Eva busca entre el material, y retoma: –Mira, esta es la estela con la fecha del calendario maya
más antigua reconocida por las instituciones, la estela dos en Chiapa de Corzo, Chiapas. El
número que se observa hasta arriba es un siete. La barra equivale a cinco, si le sumas los dos
puntos sobre de ella, tenemos los siete.

Reconocer un Baktun seis en la obra en Guerrero, y específicamente en una pintura rupestre


Olmeca, cambia significativamente la historia del calendario.

Hubo otro detalle que le llamó la atención: el personaje de la pintura es un hombre Águila y sus
piernas entran en la Serpiente, que simboliza la tierra. Estos dos animales se encuentran frente a
frente en la rueda de los veinte símbolos del calendario. Como vemos en La Piedra de los Tonales
también conocida como Piedra de los Soles.

–¡Eva! ¿Cuál es la Piedra de los Soles?

–Es la que conocemos como calendario Azteca. Aquí vemos la Serpiente y exactamente del otro
lado, el Águila que representa el cielo. La Serpiente a la Tierra. El Humano es el que conecta con
ambos.

Ana interrumpe la explicación con una pregunta: –Veo que te apasiona el tema. ¿Por qué?

La pregunta la toma por sorpresa y contesta lo primero que viene a su mente: –De niña quería ser
reportera. Ambas ríen ante tal respuesta.

Eva amplía su relato: –Hablando en serio, me preocupa la investigación de Carlos cuando


comienza a mezclarse con sus sueños. Es como si trabajara en ambos mundos y cuando la parte
de la vigilia no comprende las claves del sueño, todo comienza a desbaratarse a su alrededor y
seguro buscará respuestas a toda costa. Sinceramente yo no lo entiendo y hasta me asusta un
poco.

Siguiendo algunas pistas puede durar hasta días completos devorando imágenes y textos
antiguos, o entrar a la montaña en busca de alguna obra y perderse, sin tomar en cuenta todos los
peligros que esto conlleva.

Una parte de mi lo comprende… hasta lo admira. Pero tanta pasión a veces me inquieta.
Carlos pregunta a Wekoa inocentemente: –¿Dónde estamos? ¿Cómo es posible que pueda flotar?

–Hasta donde yo sé, nadie le ha puesto nombre a este lugar. Si quieres puedes nombrarlo tú
mismo. Ahora, explicarte lo que es posible hacer en esta cueva es algo más complicado; No hay
palabras para ello.

Podemos decir que estamos dentro de una vibración. Un patrón de energía que ha servido como
refugio a los de nuestro linaje desde sus inicios. Tú y yo hemos estado aquí antes; hemos recibido
importantes bendiciones durante nuestro desarrollo chamánico. En este lugar estamos protegidos
de cualquier poder mágico externo que intente dañarnos.

–¿Por qué estamos aquí?

–Te gusta hacer muchas preguntas. También veo que en tu tiempo, el silencio y la acción no son
muy respetados.

–¿Quién es usted?

–Está bien. Te voy a dar una explicación de lo que está sucediendo, de lo contrario no vas a parar
de hacer más preguntas. Intenta permanecer tranquilo y escucharme atentamente. Sino, lo
olvidarás en poco tiempo y tendré que repetirlo. Por lo que veo, ya has despertado algunas
facultades en el desarrollo de tu consciencia, así que creo que podrás comprender de lo que voy a
contarte:

Soy mago y pertenezco a un Nawalmekayotl (Linaje de Chamanes) muy antiguo. Hace Chikome
Weishiumolpilli (Siete Gran divino Atado / equivalente a 3640 años), en otro tiempo y en otra vida,
fuiste un amigo mío muy cercano. Nos iniciamos juntos como aprendiz de chaman. Vivimos
algunas aventuras que nutrieron con el tiempo las leyendas que hasta hoy se cuentan.

Nuestro linaje toma como símbolo guía a Xolotl –Tlawiskalpantekutli (El que Resbala / Señor del
Rumbo de lo Luminoso), el planeta Venus. Durante decenas de Soles (Cada sol dura 5,200 años),
nuestro linaje guió a las personas en el camino del conocimiento y vivió largas épocas de gloria. El
sello del linaje es la búsqueda de la libertad y que las prácticas para el desarrollo humano se
difundan por los cuatro rumbos.

Yei Weishiumolpilli (Tres Gran Divino Atado de Años / equivalente a 1560 años) antes de que nos
iniciáramos como aprendices, apareció otro linaje que luchó por el poder y el control. Sus líderes
surgieron del mismo seno del consejo de sabios. Aprendieron con maestros de nuestra corriente,
los mismos métodos de enseñanza. En un principio sus manejos no se diferenciaban de los
nuestros. Pero con el tiempo cuando su líder encontró un obstáculo en su camino, optó por usar la
magia en su beneficio personal. Pronto, enfocaron su poder en crear y extender un velo sobre los
ojos de gran parte de la población y armaron los primeros ejércitos en la historia.

La mayoría de los conocimientos mágicos y más valiosos de nuestro linaje, fueron desapareciendo
con los años. Otros los ocultaron intencionalmente, sobre todo las prácticas chamánicas que al
caer en las manos equivocadas, darían el poder terrenal a estos brujos. Nuestro aprendizaje
estuvo a cargo de un maestro muy sabio y poderoso llamado Wemak. Él aun manejó algunos
hechizos muy sagrados que se mantenían en secreto y que sólo algunos cuantos conocían.

El linaje de estos brujos, llamado Tekolotlaka Mekayotl (Linaje del Humano Tecolote) ansiaba el
poder sobre todas las cosas y lo presidía también un consejo. Perseverantemente buscaba
conocer estos poderes únicos, ya que sabían bien que los ayudarían a afianzar su dominio sobre
los recursos materiales y la voluntad del pueblo. Este consejo permanecía oculto y sólo algunos
maestros sabían de su existencia. Inclusive muchos de los Tlatoani (Portadores de la Palabra) que
representaban su causa, ignoraban que estaban siendo manipulados por fuerzas externas
negativas.

Nuestro último encuentro es algo difícil de describir con el uso de las palabras. Wemak, tú y yo
emprendimos una cruzada para defender el conocimiento verdadero. Nuestro éxito fue parcial, ya
que evitamos que ciertos poderes mágicos cayeran en manos equivocadas, pero a un costo alto
para nuestra causa: tú te sacrificaste y diste a cambio tu vida, yo nunca pude retornar a mí hogar y
el destino de Wemak, quedó en un misterio.

Existen rumores que dicen que él murió flechado a manos del líder del linaje de los brujos
Tlekolotlaka. Hubo también quien dijo que al ver que no quedaba Tolteca (Hombre de
Conocimiento) alguno con vida, al verse solo y desesperado, optó por suicidarse en una cueva de
Chapultepek. Otros relataron que al adentrarse en las profundidades de dicha cueva, llegó a
Sinkalko (En la casa de la Unidad), algo parecido a un paraíso hermoso y majestuoso, donde los
hombres del conocimiento gozan permaneciendo inmortales para la eternidad. Un lugar donde
aguas cristalinas y puras, rebosan de fertilidad y la frescura de las flores puede sentirse y olerse en
el aire. Mi intuición me indica que algún día conoceré la verdad detrás de estas leyendas.

Otra de las consecuencias de este evento, fue la inserción paulatina del consejo de brujos en la
toma de decisiones que guiaron al mundo civil. Promovieron los sacrificios humanos, una práctica
espiritual que se opone a la esencia de nuestro Ketsalkoamekayotl (Linaje de la Serpiente
Emplumada).

Aún no percibo claramente lo que ocurre en tu tiempo, pero me doy cuenta que el conocimiento
espiritual ha sufrido grandes pérdidas y el fanatismo ha nublado y desviado la atención de los ejes
de la sabiduría ancestral. Esto me indica que las artimañas del consejo de brujos, deben haber
alcanzado su objetivo principal: el funcionamiento del calendario y su filosofía se han oscurecido.
Ellos mantienen todavía hoy, una gran influencia en éste, tu tiempo.

–¿A qué se refiere con mi tiempo? No entiendo. ¿De dónde viene usted?

–Hace algunas horas, yo volví a nacer en este tiempo. Este poderoso manejo chamánico nos
permite dar saltos en el flujo lineal de la historia y a la vez, mantener nuestra vida anterior: tanto
nuestro cuerpo físico como sus memorias. De momento te puedo decir que hoy di un gran salto.

Carlos le dice que respeta sus palabras, pero no comprende que tiene que ver él ahora con toda
esta historia.

–Aún no sé cuál sea tu papel, pero sospecho que tu vida puede correr peligro en cuanto salgamos
de esta cueva. Especialmente si no aprendes a ocultar tu energía y tus cambios emocionales tan
exabruptos. Como te he dicho esta cueva ha servido como santuario para los de nuestro linaje
desde sus inicios. Tu relación con esta cadena de conocimientos, hace muy probable que el
consejo de brujos te mantenga vigilado. Yo también tendré que limitar algunas facultades para que
no seamos detectados.

Precisamente el poder de nuestro linaje más anhelado por estos brujos del caos, es el que nos
permite cambiar de tiempo.

–Si lo que dice es cierto, que usted viajó en el tiempo, ¿no sabe que los brujos de la antigüedad
fueron prácticamente exterminados? Las prácticas y rituales anteriores a la conquista española
fueron muy afectados y ahora son una sinergia con las tradiciones europeas. Dudo mucho que
algún grupo de brujos haya sobrevivido y menos aún, que hayan mantenido su poder. No hay
ningún registro ni evidencia de esto.

–Entiendo tu suspicacia, en mi tiempo había muy pocos que conocían su existencia. Aquellos
brujos disfrazaban sus verdaderas intenciones con gran maestría.

Por ahora estamos seguros y hay una enseñanza que debes asimilar rápidamente. Nos
encontramos en una época muy auspiciosa del calendario y su energía será favorable para ambos.
La siguiente trecena será un periodo que tendrá algunas sorpresas para nuestra causa, por lo que
tenemos que prepararnos con cautela.

–Debo ser muy honesto, me parece muy difícil aceptar lo que me cuenta… pero entiendo que
nuestro encuentro y todo lo que está sucediendo es muy singular, así que intentaré seguir sus
indicaciones para salir de aquí.

Eva continúa muy animada relatándole a Ana sobre aquel viaje en 2004. Es la primera vez que
disfruta contar la historia con soltura. Hablar de ese viaje despertaba tanto en Carlos como en
Humberto, sentimientos extremos que inadvertidamente habían convertido el tema en una especie
de tabú entre ellos, por lo que no se volvió a hablar del asunto a detalle. Eva toma pedazos de la
historia de aquí y de allá, para formar un resumen de lo que sucedió. Lo que otorga a este
momento un aire de misterio.

–La cueva de Oshtotitlan está conectada al pueblo de Acatlán por un camino que tiene más de 3mil
años. Cuando los tres habían terminado de cruzar el río, un hombre de edad avanzada los saludó y
les preguntó si habían visto las pinturas. A lo que asintieron y mencionaron que inclusive las
estaban estudiando. Les preguntó que si habían podido reconocer las fechas, comentario que le
extrañó sobre todo a Carlos, ya que no sabía de nadie que hubiera leído estos trazos de puntos y
rayas como fechas. Esto les provocó gran interés, por lo que decidieron detenerse a platicar con
aquel hombre que mostraba tener cierta sabiduría en el tema.

El hombre les dijo que también conocía otras pinturas, localizadas algunos metros más arriba en
esas mismas montañas, donde había más trazos de fechas y otros secretos. Tendrían que esperar
hasta el día siguiente para visitarlas, ya que en un par de horas anochecería y el camino era un
poco largo. Los invitó a que regresaran a ese mismo lugar a la mañana siguiente. Al despertar el
alba, que buscaran a Don Julio. El hombre se despidió. Cuando preguntaron si él era Don Julio,
sólo les sonrió y continuó caminando, desapareciendo entre las milpas.

Al día siguiente no encontraron al hombre en el sitio en donde habían quedado de verse. Sin
embargo, en ese mismo lugar, una chica entre trece o catorce años con rasgos locales, jugaba con
una rama seca haciendo figuras con ella en la tierra. Al verlos, los saludó y Carlos aprovechó para
preguntarle si conocía a Don Julio. Ella respondió que sí y que era su padre. Le pidieron que les
indicara donde podrían verlo, a lo que ella respondió que siguiendo el sendero donde se
encontraban, llegarían a una milpa en la que Don Julio trabajaba. Entonces se despidieron. La niña
miraba fijamente a Carlos, como hipnotizada por él.
A los pocos minutos caminando, hallaron a un hombre reparando una cerca. Parecía tener
alrededor de sesenta años. Le preguntaron si conocía a Don Julio a lo que les respondió que él así
se llamaba. Le contaron lo que habían platicado con el anciano el día anterior, de las otras pinturas
que habría de llevarlos a conocer y que esa mañana al llegar al río, fue su hija que los guio hasta
él. Inmediatamente después de esto, Don Julio cambió su actitud mostrándose extrañado. Les dijo
que no sabía quién sería aquel viejo y que él no tenía hijos.

A pesar de esto, continuaron conversando con él y al cabo de unas horas el ambiente se tornó en
una experiencia muy agradable y se hicieron amigos. Don Julio insistió en que no conocía otras
pinturas en aquella montaña, pero que a veinte kilómetros al sur de donde estaban, en una gruta
que llaman Juxtlawaka, hay tres pinturas. Don Julio comentó que no conocía bien el calendario
antiguo y reconoció que gran parte del conocimiento sobre esto se ha perdido en nuestras últimas
generaciones.

Todos acordaron de verse la semana siguiente en Colotlipa, en la entrada donde se encuentran los
guías de esa gruta.

–¡Qué historia! –Exclamó Ana.

Eva sonríe, y continúa: –Al pasar esa semana, ya estando adentro de la gruta, Carlos se obsesionó
con esta imagen del Hombre–Jaguar, un Tlakatekuani como él le llama.

Del lado izquierdo, el hombre porta en forma de traje, un Sipaktli (Dragón) negro que parece estar
devorando a su pie. Lo identificó como una representación de un antiguo Teskatlipoka (Su Humo
en el Espejo).

Las manchas del Hombre–Jaguar en los brazos, piernas y cola, le parecieron que podrían ser
trazos representando cuentas. En los inicios del calendario, no usaban el símbolo de rayas,
únicamente puntos, así que también intentó de esta manera leer la fecha. Comenzó con el brazo
derecho para los Baktunes, donde contó cuatro manchas o puntos, correspondientes al Baktun
cuatro. Hoy en día, esto también sería un descubrimiento revelador para el conocimiento del
calendario de Anawak, ya que los mayas únicamente usaron Baktunes entre el siete y el diez.

Ana se encuentra totalmente fascinada por el relato, por lo que evita hacer preguntas e
interrumpirlo. Sólo de vez en cuando participa con expresiones cortas como: –“Me imagino” o –
“Interesante” para dejarle ver a su amiga que está enganchada y que continúe.

–Una noche aprovechando que estaba solo, Carlos revisaba el detalle de esta pintura y se percató
que el Hombre–Jaguar está ofreciendo una flor a un pequeño perro. Lo que llamó inmediatamente
su atención, pues estos dos símbolos también se encuentran en oposición en la Rueda de los
Veinte Símbolos. Recordó que aluden al inicio y fin de los ciclos y que hay una imagen similar en
un códice Meshika. Esta asociación o revelación lo impactó tanto, que perdió el equilibrio y apagó
la vela que lo alumbraba. Cuando todo se obscureció, escuchó unos pasos. Sabía que estaba solo,
por esto se asustó y volvió a prender la vela rápidamente.

De pronto frente a él, apareció un hombre muy extraño. Se movía completamente desnudo y no
traía lámpara o ninguna luz consigo. Nunca me contó bien que ocurrió durante aquel encuentro,
pero sé que influyó mucho en Carlos y que desencadenó una serie de eventos que cambiaron su
vida para siempre.

Compartir aquella historia, tomando unas tazas de una deliciosa infusión que preparó Ana, le
dieron a Eva una grata sensación de paz y tranquilidad. Pero al recordar que Carlos aun no
regresaba ni se había comunicado, le pide que pase la noche en su casa que le vendría bien estar
acompañada.

Eva despierta a la mañana siguiente y lo primero que nota, es que Carlos no llegó a dormir. Se
levanta e intenta comunicarse con él a su celular sin éxito alguno. Entra a la cocina y ve a Ana
preparando jugo.

–No llegó Carlos, ni tampoco puedo localizarlo. Algo me dice que está bien, pero en cuanto llegue
Humberto le voy a pedir que me acompañe al Ajusco a buscarlo. Recuerdo que mencionó la cima
del Shitle y sé cómo llegar. La intensidad y el tono de las palabras de Eva, dejan entrever que su
mundo interno está saturado de emociones.

–Comprendo que estés preocupada. Será mejor que hagamos un poco de Kung Fu, para que
puedas enfocarte y tengas energía para el camino.

–No creo tener concentración para eso.

–Sabes que tengo razón, te ayudará a sintonizar la intuición. Y en una búsqueda de este tipo, la
vas a necesitar amiga. De cualquier forma no ha llegado Humberto, todavía.

Eva toma una larga y profunda inhalación. Extrañamente, se percibe relajada casi por arte de
magia, y acepta.

–Va. Tú guía la sesión.


–Primero toma un poco de este jugo, es una excelente receta para ingerir antes de realizar
práctica.

Durante hora y media, realizan algunos ejercicios de respiración y artes marciales. Eva se siente
muy energética y prepara el desayuno mientras Ana toma un baño.

Suena el timbre. Es Humberto.

–Hola Hum, ¿Cómo estás? ¡Qué bueno verte, Pura Vida!

–Igual Eva. Siempre un placer. ¡Pura Vida!

Se abrazan efusivamente. Humberto pone los platos en la mesa mientras Eva termina de preparar
el desayuno. Ella le pide que la acompañe a buscar a Carlos, y el asienta con la cabeza.

Ana sale del baño cubierta sólo por una toalla. Humberto voltea y al verla queda asombrado por su
belleza.

–Ana, te presento a Humberto. Se saludan con un rápido ademán y ella entra al cuarto a vestirse. –
Humberto en silencio, le hace varios gestos muy cómicos a Eva dando a entender que Ana le
pareció muy guapa. Y ambos ríen en complicidad.

Durante el desayuno, se percibe un ambiente muy relajado entre todos. Humberto platica varias
anécdotas de su viaje a la Sierra Poblana que los hacen soltar algunas carcajadas.
Inmediatamente después, Ana le pide a su amiga que continúe con el relato que dejaron
inconcluso la noche anterior.

–Al día siguiente del encuentro que Carlos tuvo con el hombre misterioso, Don Julio se despidió de
los tres para regresar a su pueblo natal. Humberto también se regresó al DF por cuestiones de
trabajo. –Eva voltea con su amigo y le pregunta: –¿No es así?

–Así fue. Curiosamente, en aquel entonces no me percaté lo extraño de ese suceso en particular.
A la mañana siguiente mientras desayunábamos Don Julio y yo, recibimos noticias que nos
forzaron a ambos a regresar inmediatamente. Ahora que lo pienso, es muy extraña la coincidencia.
Humberto detiene la plática con una expresión en su rostro un tanto seria. Mejor continúa tú Eva.

–Carlos le pidió a Lilian que se quedara con él en aquella zona inhóspita de Guerrero, para
acompañarlo a buscar más fechas en otros sitios. Ella accedió.
Después de averiguar con la gente del pueblo, encontraron un pequeño local con acceso a
internet. Buscaron libros, artículos o noticias que mostraran petroglifos y pinturas rupestres en esa
zona. Halló unos libros que compró en línea y se los enviaron días más tarde por mensajería a la
dirección donde se estaban alojando. En cuanto recibió el primer libro de petroglifos de Acapulco,
descubrió una nueva fecha de una pintura rupestre de la figura de un Mono. La pieza muestra en
paralelo al brazo derecho unos puntos que pueden interpretarse como una fecha de Baktun tres.
De estar relacionada con el calendario maya, nos daría una fecha casi 2mil años más antigua que
la interpretada y conocida del Baktun siete.

Las personas del pueblo le advirtieron a Carlos que la zona donde se ubica este petroglifo es
bastante peligrosa, pero él no lo tomó en cuenta. Estaba totalmente inmerso en la necesidad de
localizar obras con evidencias de fechas y comprobarlas en persona. Una fuerte sensación de
marginación y aislamiento es lo que Carlos y Lilian percibieron siendo citadinos recorriendo ese
pueblo. Como si las casas hubiesen brotado en la aridez de las montañas de la sierra acapulqueña
de la nada. No conciben como alguien cabalmente hubiera elegido vivir en esas condiciones y en
ese clima. Caminaron bajo los rayos del sol inclemente preguntando a los lugareños, pero nadie
parecía conocer las ruinas o la zona del petroglifo que buscaban. Insistentes, y haciendo caso
omiso de los intentos fallidos, decidieron adentrarse aún más y averiguar con las personas que
viven en las colonias más profundas antes de aproximarse casualmente a su destino correcto sin
saberlo.

Parados frente a una casa a tan sólo unos cientos de metros del sitio que buscaban, en el porche
de la entrada dormitaba en una silla un señor. Lo saludaron y preguntaron por los petroglifos.
Finalmente, afirmó conocerlos y les señaló el camino. Carlos le comentó lo difícil que había sido
llegar hasta ese punto, ya que ninguna persona del pueblo parecía conocerlo. En respuesta les
advirtió que seguramente era debido a unas bandas de sujetos de mala fama que vivían en una
colonia al otro lado del cerro, conocidos por que roban a los pocos turistas que se atrevieron a
adentrarse a esa zona y que por esto seguramente preferían no involucrarse. El señor se ofreció a
acompañarlos con la condición que tendría que ser una visita rápida, ya que aunque él conocía a
casi todos los habitantes de la zona, eso no garantizaba que saldrían ilesos. Por el intenso calor,
Lilian había elegido usar ese día una falda corta que mostraba sus bellas piernas, lo que hacía aún
más riesgoso recorrer aquel lugar apartado y solitario.

Después de una caminata corta subiendo una colina rocosa en el terreno sumamente seco,
llegaron al sitio y encontraron letreros del INAH que marcaban la entrada. Sin embargo nadie lo
custodiaba.
Lo primero que le llamó la atención a Carlos al observar detenidamente la figura del petroglifo
buscado, fue que la pata derecha del Mono se transforma en tres crótalos. Le pareció que esta
representación alude a un reptil, a un Sipaktli, es decir, un Dragón. Concluyendo a su vez que este
personaje también alude a Teskatlipoka.

Ana pregunta –¿Por qué Teskatlipoka?

–¿Recuerdas la imagen del códice Meshika donde el Sipaktli que nada en las aguas primordiales,
arranca el pie de Tezkatlipoka de una mordida? La trasformación del pie en Dragón es otra forma
de representarlo, una especie de metáfora petroglífica.

–Interesante. Había escuchado que el Sipaktli era un cocodrilo, no un Dragón. –Comenta Ana.

–Es un error común, en nawatl cocodrilo es Acuetzpallin. Sipaktli es un ser mítico, no un animal
real.

Retomando los detalles del petroglifo, El Mono y el Dragón se encuentran frente a frente en la
Rueda de Veinte Símbolos. Para entonces, Carlos había detectado ya tres fechas relacionadas a
dos símbolos que aparecen opuestos en dicha rueda. Esta coincidencia le dio más confianza en
sus interpretaciones, y por lo tanto, continuar con su búsqueda.

Al regreso bajando en dirección hacia su auto, notaron que el improvisado guía aceleró
notablemente su paso. Carlos se dio cuenta que un par de muchachos los seguían. Al llegar a la
parte baja del cerro, se percataron que había otro grupo de cuatro o cinco adolescentes esperando
también. Al verlos, por instinto voltearon y regresaron a subir la cuesta. El lugareño palideció
inmediatamente y les dijo: –¡Les avisé de esto! ¡Ya nos fregaron! Lilian tomó consciencia del
peligro inminente, miró a Carlos con una intensa expresión de miedo y se aferró a su brazo en
busca de protección. Carlos registró con un vistazo los alrededores y ordenó con firmeza:
Síganme.

Corrieron algunos metros hacia arriba donde nacía un pequeño sendero rodeado de densos
arbustos espinosos. Lo tomaron y continuaron por un terreno muy difícil. Después de unos diez
minutos de correr con todas sus fuerzas, se toparon con un punto sin salida, una pared alta de
rocas.

Carlos le pidió a Lilian y al lugareño que siguieran caminando pegados a la pared lo más rápido
que pudiesen. Sabía que continuando en dirección al norte tarde o temprano llegarían a la casa del
señor, donde también estaba su auto. El guía afirmó con la cabeza en cuanto comprendió la
intención de Carlos.
Éste les indicó con señas que debían hacerlo en completo silencio o no funcionaría su plan. Les
advirtió: –aunque escuchen claramente mi voz llamándolos a ustedes, no contesten, ni traten de
seguirme. Percibieron más fuertes los pasos de los jóvenes que los venían siguiendo. Lilian no
quiere dejar solo a Carlos, sin embargo éste le asegura que todos estarán bien si llevan a cabo su
plan cuidadosamente. Carlos toma el gorro de Lilian y se lo pone. Baja por el camino, la pierde
vista y también al guía, justo cuando alcanza a ver a la pandilla. Se asegura que lo vean a lo lejos y
se adentra a la maleza. A los pocos metros deja el sombrero en un arbusto como señal. Al cabo de
unos minutos de atravesar entre plantas y piedras, Carlos grita en voz alta que lo sigan, dando la
impresión que tanto Lilian como el guía, aún van con él.

Por su parte, el guía y Lilian lograron evadir a los maleantes continuando silenciosamente por la
pared de rocas. Después de media hora de transitar también por un terreno difícil y rocoso, el calor
era sofocante, especialmente para ella. “–Ya no falta mucho, nadie nos sigue. Por acá está mi
casa” dijo el guía, apuntando el camino que tomaron inicialmente para subir.

Lilian comenzó a sentir una profunda molestia en vez de miedo, por la situación tan peligrosa en la
que se habían metido. Pero se sentía demasiada preocupada por Carlos como para culparlo por su
obsesión en el estudio del calendario Olmeca. Aun así, la idea comenzaba a rondarla. Él había
dejado el teléfono celular en el auto, así que no había forma de comunicarse. Todavía quedaban
unas cinco horas de sol, pensó que Carlos buscaría ocultarse hasta el anochecer, y salir hasta que
tal vez fuera más seguro.

Apenas transcurrida una hora después, la preocupación de Lilian se convirtió en un miedo tan
aterrador que podía percibirse claramente en su hablar. Pensó en llamar a la policía, pero no había
teléfono en la casa del guía ni tampoco tenía señal en su celular.

Tocaron la puerta. Era Carlos rodeado por el grupo de pandilleros. Platicaban efusivamente sobre
el calendario. Al parecer, los había logrado conquistar con su plática y el descubrimiento de la
fecha esculpida en la roca. Al término de la noche, les había calculado a cada uno de ellos su
Tonalli o nombre calendárico Tolteka, inclusive, hasta les asignó la tarea resguardar el petroglifo
del Mono resaltando la gran importancia de la obra.

De camino de regreso en el auto y ya fuera de peligro, Lilian le pidió a Carlos que se detuvieran
unos días para descansar y recuperarse de esa experiencia tan fuerte y estresante. Continuaron
manejando por la costa grande de Guerrero y pararon unos días acampando en la playa, en un
pueblo de pescadores llamado Tetitlán. Una tarde, Carlos y Lilian tuvieron una discusión y al día
siguiente al despertar por la mañana, ella se había marchado. Le dejó una carta donde le decía
que había llegado a su límite y que por favor no la buscara jamás.
A grandes rasgos esa es la historia, al menos la parte que yo conozco.

Ana se despide de Eva y Humberto y quedan de verse el fin de semana. Humberto se siente muy
emocionado con este inesperado encuentro. Minutos después, se preparan para ir a inspeccionar
los alrededores del volcán extinto conocido como el Shitle (Lava).

Cuando llegan a la zona, se dirigen al campamento en la montaña contigua, ya que desde ese
punto tan alto, alcanzarán a ver claramente hacia todas direcciones. Estando ahí, frente a ellos hay
un valle muy tupido de árboles. Eva sugiere que bajen a recorrerlo y que busquen el camino en sus
límites. El descenso es algo abrupto por lo que tienen que rodear algunas partes. La vegetación es
muy abundante, hay árboles muy grandes y muchos tipos de arbustos de tonos verdes y cafés.
Ese bosque es conocido por ser hábitat de muchas víboras de cascabel, por lo que Humberto es
muy cuidadoso y le recuerda constantemente a Eva permanecer atenta y observar bien por dónde
camina.

Marchan durante horas buscando algún sendero con una bifurcación y una gran piedra, ya que es
la única indicación que tienen del sueño que Carlos le contó a Eva. Se detienen a descansar varias
veces en el trayecto. Eva comienza a desilusionarse y se pregunta si Carlos realmente estará por
ahí; si habrá regresado ya a la casa o si estará aun buscando las pinturas del sueño.

Humberto la mira de frente y la toma de los hombros. –No te preocupes demasiado. Siento una
intuición muy fuerte, algo me dice que Carlos está protegido.

Eva apenas logra sonreír forzadamente para disimular su preocupación, y dice: –Vamos al sureste.
Es la ruta que más le gusta a Carlos cuando exploramos nuevos lugares.

A los pocos minutos alcanzan a ver una gran piedra, cuando se acercan, ven la bifurcación. Eva
comienza a emocionarse y grita buscando a Carlos. No se escucha a nadie más por ahí. Eva le
pide a Humberto que tome uno de los caminos y que ella seguirá el otro, así cubrirán ambas
opciones. Al toparse con otra bifurcación se siente confundida sin saber cuál debe tomar esta vez.
Vuelve a gritar por Carlos y escucha a Humberto que llega por el otro lado. Al encontrarse los dos
ríen y deciden mejor continuar juntos. Después de varias encrucijadas y escalar un poco más,
finalmente llegan a la entrada de la cueva. Durante el recorrido, la angustia de Eva había crecido
tanto que estando en la boca de la cueva grita de nuevo con más fuerza el nombre de su novio, sin
recibir respuesta. Humberto le ayuda alumbrando con una lámpara, pero a los pocos minutos se
dan cuenta que no hay nadie. Sólo alcanzan a distinguir un olor muy agradable. Parece ser copal y
salvia. Durante unos breves instantes que parecieron muy largos para ambos, observan el paisaje
desde el interior de la cueva. Es muy bello. De pronto al mirar hacia abajo, descubren que el
camino por el que llegaron tiene forma de dos serpientes entrelazadas y se miran mutuamente
pensativos.

Sólo les queda como una hora más de luz de día, por lo que Humberto le sugiere a Eva comprobar
si Carlos ya ha regresado a casa, y si no volver de nuevo al día siguiente. El frio del invierno
convence a Eva en continuar la búsqueda al otro día.

Al llegar a casa Eva nota que no está estacionada la moto de Carlos, por lo que ambos saben que
significa que él no ha regresado. Eva revisa su correo con la esperanza de encontrar algún
mensaje. Efectivamente, le envió un mail unas horas antes. Le dice que siguiendo las claves de su
sueño, viajó hacia la gruta de Juxtlawaka en Guerrero donde se encuentra la pintura del Hombre–
Jaguar. El mensaje no dice nada más. Humberto sabe que entonces, su próxima parada será
aquella cueva. Sin embargo, le parece muy extraño que Carlos haga algo así, lo conoce muy bien
y aquel texto tan escueto sin mucha explicación no es usual en él. Humberto revisa la IP del
mensaje y verifica que fue enviado desde algún lugar del estado de Guerrero.

–Para generar nuevas dinámicas en nuestra vida, es necesario dar cierre a los eventos de nuestro
pasado que se mantienen vivos y se oponen a la renovación sana de uno mismo.

Las palabras de Wekoa, impactan a Carlos y pregunta: –¿Por qué nos hacemos daño? ¿Por qué
no medimos nuestras acciones?

–En un principio, todos tenemos una gran fuerza para crear y sentir. Nuestros ojos irradian belleza
y nuestra voz es firme. Ocasionalmente algunos eventos se clavan en nosotros como espinas y
dejan una semilla. Cuando estas semillas crecen, ya no vamos por la vida abiertos a los
acontecimientos; vamos haciendo ruido, proyectando nuestras propios miedos o fantasías. Cada
vez dejamos menos espacio para la realidad y poco a poco nuestras reacciones dejan de
adaptarse a la realidad. Damos palos de ciego y respondemos automatizados a los palos de otros.
Se nos va cerrando el corazón y perdemos por completo la intuición natural.

Permanecen unos momentos en silencio y Wekoa continua con su explicación: –Reflexionemos


sobre Tezkatlipoka. Su significado “El Ahumar del Espejo” se refiere a que el espejo representa los
sentidos y el humo es nuestro proceso perceptual así como la memoria que queda en nosotros.

Nuestros actos van cargados de aspiraciones, algunas de estas son muy sanas y se pueden
incluso promover. Otras nos distraen y perdemos el equilibrio fácilmente. Con el tiempo nos
olvidamos del balance y nos acostumbramos a las cosas, nos apegamos. Promovemos relaciones
que dañan nuestras oportunidades de crecimiento e impiden que regresemos al camino del medio.

Veo que hay en ti un dolor muy grande, pero también veo que tienes la capacidad para superarlo.
Ya has trabajado con esto y sin embargo, aún es un peso que traes encima.

Ahora meditemos en contemplación con la siguiente postura. Es muy poderosa y te ayudará a


limpiarte por dentro y por fuera.

Los pies deben estar en paralelo abiertos a la altura de las caderas, flexiona las rodillas de manera
que sólo veas las puntas de tus pies. Coloca la espalda recta. Copia la posición de mis brazos.
Ahora extiéndelos un poco. Mantén esa forma hasta que regrese.

Wekoa se dirige a otra parte de la cueva. Intuye que al no encontrar a Carlos, los brujos del caos
buscarán a personas cercanas para llegar a él. Así que proyecta su cuerpo sutil (doble o cuerpo
energético) hacia los lugares de poder preferidos por el linaje de brujos. Se da cuenta como están
resguardados por brujos aprendices que tienen cierta videncia. Por lo que es muy cuidadoso con
su energía para no ser percibido por ellos.

En la visión que Wekoa percibió de Carlos al momento de conocerse, el maestro pudo notar el
gran afecto que él tiene por Eva, así que decide ir a buscarla también. Para su doble es sencillo
ubicarla.

En ese momento ella está durmiendo. Wekoa aprovecha para entrar en su sueño. Ella no se
percata de su presencia y lo toma como un elemento más de su experiencia onírica. Wekoa
reconoce que Eva no es muy experimentada en este arte. El maestro le pregunta que va hacer al
día siguiente, ella le sonríe y le dice que va a buscar a Carlos a la gruta de Juxtlawaka. Wekoa le
pregunta ahora: –¿Por qué lo vas a buscar allá?

–Recibí un mensaje suyo. Dice que fue a ver la pintura del Hombre–Jaguar.

Wekoa sale del sueño de Eva; ella no recordará nada al día siguiente cuando se despierte. Deduce
inmediatamente que algo anda mal: Carlos no puede estar en Juxtlawaka, ya que se encuentra en
la cueva del Ajusco, con el.

El maestro envía su conciencia a los poblados cercanos a la gruta, y busca con su doble la energía
de los brujos aprendices del linaje del caos. Le llama la atención una casa que destaca por su
tamaño. Wekoa siente que alguien adentro realizó manejos mágicos marginales. La fuerza del
hechizo es muy débil, pero suficiente para que el si lo perciba. Entra en la casa y se concentra en
ocultar su energía para que nadie lo descubra. Su mente se abre al silencio. Permanece atento
algunas horas, hasta que escucha la voz de un hombre que habla por teléfono. Menciona el
nombre de Eva mientras lo escribe a su vez en una libreta.

Eva y Humberto parten rumbo a Colotlipa al amanecer. Durante el trayecto él continúa


compartiendo sus aventuras en la Sierra Poblana, lo que hace que el viaje sea muy placentero. Los
dos disfrutan las resonancias o coincidencias entre el México actual y el antiguo. Desde joven, ella
trabajó con el cuerpo a través del yoga y el teatro experimental. Uno de sus principales intereses
es reconocer en pinturas, piedras y cerámicas, las prácticas psicocorporales que en el pasado
lejano fungieron como herramientas para el desarrollo de la conciencia.

Sin embargo, a Humberto le interesan más los manejos chamánicos. Su infancia transcurrió en
Bolivia y estuvo muy influenciada por su abuelo, quien hasta el fin de su vida se dedicó a ayudar a
todos en su pueblo, a través de limpias y protecciones espirituales.

Desde que Humberto era niño, el abuelo se dio cuenta que compartían el mismo interés y que
había heredado su don, así que se dispuso a iniciarlo. Él sabía que le quedaba poco tiempo de
vida, lo que significaría que la mayor parte de la enseñanza la tendría que buscar el nieto aprendiz
con sus propios recursos. Esta transmisión se centró en inculcarle lo más importante: una ética
chamánica impecable. Le habló de las diferencias entre la magia blanca y negra. Le contó historias
sobre las grandes satisfacciones y bendiciones que recibieron los chamanes que usaron su arte
para ayudar a otros; así como los peligros y consecuencias devastadoras de la magia cargada de
ambiciones egoístas personales.

A la muerte del abuelo, la vida de Humberto cambió de rumbo y decidió ir a vivir con su padre a
Vitoria, en la zona Vasca de la península Ibérica. Ahí pasó su adolescencia y finalmente llegó a
México para estudiar antropología en la universidad. Los preceptos del abuelo lo marcaron y
llevaron a buscar más conocimiento en otras tradiciones que promueven el mismo nivel de ética.
Se inclinó por las enseñanzas de Buda y el Taoísmo.

En Chilpancingo, Eva y Humberto deciden detenerse a almorzar en un restaurant. En cuanto se


sientan, ella le dice:

–Me gustaría que me contaras tu versión de cómo empezó todo esto…la investigación del
Tezkatlipoka de la gruta. Sé que Carlos y tú no quieren hablar de lo que pasó en aquel viaje, pero
necesito saberlo Hum.
–Es una pregunta un poco difícil de contestar. Sólo te puedo dar mi versión de lo que sucedió.

Todo iba muy bien en nuestra expedición. Estábamos maravillados y felices con poder ver de cerca
aquellas obras valiosas tan antiguas, pero nunca pensamos que encontraríamos fechas, eso fue
un regalo inesperado. Lilian y Carlos se veían muy enamorados, y de alguna manera, teníamos la
impresión que lo que nos esperaba sería grandioso para los tres. Yo llevaba mi cámara y
grabamos un documental, el cual por cierto nunca editamos.

Cuando nos encontramos con aquel señor extraño al cruzar el río, quien nos habló de otras
pinturas en Oshtotitlan y la niña que no le quitaba la vista a Carlos, comenzó a cambiar el
ambiente. En realidad Don Julio nos ayudó a todos a mantener la calma, ya que los tres nos
emocionamos mucho con los descubrimientos de las fechas. Él también se veía muy interesado en
nuestras conclusiones y estaba contento por nosotros. Pero consideraba que las alegrías hay que
tratarlas con respeto y no abusar de ellas. Siempre nos sorprendieron sus extrañas formas de ver y
describir la vida.

De alguna manera sus palabras me ayudaron a entender que descifrar aquellas pinturas no sería
el mayor reto. Me relató varias historias que muestran el desprecio del hombre moderno por lo
antiguo. Tenía la impresión que la gente de las ciudades no quiere saber de sus ancestros.

Carlos decidió pasar esa noche en la cueva estudiando la pintura. Esto molestó mucho a Lilian, no
le gustaba que su atención se centrara sólo en los símbolos y que ella pasara a un segundo
término. Lilian disfrutaba mucho viajar por aquellos lugares remotos, pero no entendía los ideales
que llevaban a Carlos al extremo. Ella es una mujer muy fuerte y se expresa siempre abiertamente.
Gozaba subir a los árboles y caminar por la orilla de los ríos. Inclusive, gracias a esto los llevó más
de una vez a encontrar sitios arqueológicos aún no descubiertos.

Cuando Carlos salió esa mañana de la gruta, algo había cambiado en él. De una u otra manera la
vida de todos nosotros no volvió a ser igual. Después de mi regreso a la ciudad tampoco volví a ver
a Lilian. Don Julio recibió la noticia de que una extraña enfermedad afectó a seis o siete niños, por
lo que regresó de inmediato a su pueblo. Tampoco volví a verlo jamás. Después de este viaje,
Carlos estuvo perdido un par de años, sabes que se alejó de todo para dedicarse a su
investigación y encontrar los orígenes del calendario de Anawak.

Durante mucho tiempo, no tocamos el tema ni tampoco me contó a detalle lo que ocurrió con aquel
hombre desnudo que apareció en la cueva, porque aparentemente estaba cerrada y nadie más
podía entrar. Un día cuando subíamos el Ajusco de nuevo, me dijo que el hombre le mostró un
espejo de obsidiana, y lo que vio, le hizo reconocer lo inservible que eran los preceptos en los que
había basado hasta ese momento su vida entera. Que los reconocimientos sociales y los bienes
materiales no son nada, si el que los posee no los puede gozar. Aún más, si tus experiencias están
filtradas por el dolor. Y entonces se dio cuenta que todo lo que consideraba importante, ya no lo
era más. En ese momento todo su mundo interno se derrumbó.

Como sabes, Carlos dejó su trabajo, cortó comunicación con su familia y amigos, pero más que
nada perdió a su gran amor. Yo no lo vi durante ese período que fueron varios años, hasta que
lentamente logró construir una nueva vida. Sus prácticas de Chi Kung y caminar por el bosque le
sirvieron mucho para centrarse. Cuando te conoció fue un motivo importante para echar raíz de
nuevo. Yo lo vi muy bien después de esto, incluso me atrevería a decir que se notaba mucho más
tranquilo y estable. Sólo noté algo distinto esta última vez que nos vimos antes de salir a mi viaje.
Parecía algo distraído y hablaba insistentemente sobre su investigación.

Después de almorzar retoman el camino a Colotlipa. El trayecto es muy bello y disfrutan de una
hermosa vista de la naturaleza. Transitan por una pequeña carretera a pocos kilómetros del lugar,
entonces Humberto ve a lo lejos a un hombre vestido con una manta blanca, parado justo a la
mitad del camino. Eva parece que no lo ve, ya que no baja la velocidad. Humberto le grita: –
¡Detente! –Ella no entiende porqué e ignora su advertencia. Cuando ya sólo quedan unos metros
para impactar al hombre, Humberto jala el volante y provoca que el carro salga del camino. Eva
reacciona y frena, la hierba ayuda a detener la marcha del vehículo al enredarse entre las llantas,
pero un árbol alcanza a golpear una de las puertas laterales. Ella está consternada, no entiende
que sucedió.

–¡Hum! ¿Por qué hiciste eso? ¡Pudimos habernos matado!

–¡Hay un hombre en el camino, lo ibas a atropellar! –Humberto voltea y señala a la carretera, pero
no hay nadie. –No comprendo. Lo vi, ahí estaba parado. –Eva sabe que él no haría algo así por
pura diversión. Pero, no sabe que pensar. Salen del coche y no hay rastro de persona alguna. El
auto se ve bien, fuera del golpe no parece estar atascado seriamente. Eva observa a ambos lados
del camino y le dice a su amigo que tuvieron mucha suerte, que de haber ocurrido esto un poco
antes o un poco después, hubieran caído a la barranca; justo en ese lugar había una zona plana.
Toman agua y dejan que la adrenalina que les produjo el incidente, se diluya antes de continuar su
trayecto.

Llegan a Colotlipa al caer la tarde. Buscan la casa de los guardias de la gruta, ya que ellos
controlan su acceso, y tocan la puerta. Los recibe una joven que parece un poco asustada. Detrás
de ella sale un hombre mayor que les pregunta si son Eva y Humberto. Ambos se sorprenden por
qué les parece muy extraño y sospechoso que sepa sus nombres.

–Sí, somos nosotros. ¿Cómo sabe nuestros nombres? –Pregunta Eva.


–Hace un par de horas, estuvo aquí un grupo de personas que preguntaron por ustedes. Tenían
muy mala pinta, se veían peligrosos. Estaban armados. Como los esperaron un buen rato y no
llegaron, se fueron a esperarlos a la entrada de la gruta. Nosotros no queremos problemas, así que
lo mejor es que se vayan.

–¡Pero necesitamos entrar! Un amigo nuestro, Carlos, vino a ver las pinturas de la gruta ayer o hoy
por la mañana. ¿Sabe si está con alguno de sus guías?

–Ahora sólo hay una pareja adentro de la cueva. –El hombre señala a Humberto y le dice: –Yo te
recuerdo. Eres amigo de Don Julio. Nosotros no vamos a decirle a nadie que los vimos, pero ahora
sálganse de mi casa.

No tuvieron otra opción más que marcharse. Les preocupó saber que esas personas que
preguntaron por ellos también estuvieran buscando a Carlos. No entendían que estaba pasando.
Nadie sabía que ellos estaban ahí y no tenían enemigos, ¿quiénes podrían ser?

Eva le dice a Humberto que si no hubieran tenido aquel incidente en el camino, seguramente se
hubieran encontrado con ellos. Eso los salvó.

–¿Qué hacemos Hum? ¿Cómo crees que podemos entrar a la cueva?

Humberto revisa los papeles que traen de la investigación de Carlos y saca un mapa de la zona. Le
señala a Eva que existe otra entrada, sólo que tendrán que caminar como siete kilómetros por una
zona montañosa para llegar a ella. De noche sería muy complicado, así que le aconseja esperar
hasta la mañana siguiente.

–¿Qué pasa si ellos lo encuentran antes que nosotros Hum? ¡Tenemos que ir…vamos, por favor te
lo ruego!

Humberto no puede negarse. Dejan el coche en un lugar oculto atrás de unos matorrales y
emprenden el camino.

Afuera de la entrada a la cueva, observan que un grupo de personas aguarda sigilosamente. Uno
de ellos entra a una camioneta estacionada a pocos metros. El hombre hace una llamada: –Don,
no han llegado. Ya deberían estar aquí. ¿Qué hacemos? ¿Entramos a buscarlos?

Bueno, lo que usted diga.

Los hombres permanecen en la entrada. La persona al otro lado del teléfono es el mismo sujeto
que apareció desnudo frente Carlos hace siete años. Sólo que ahora, porta un traje muy elegante y
está en un departamento lujoso en el último piso de un edificio, con una vista de toda la ciudad de
México. Toma dos piedras, una en cada mano y comienza una serie de cantos. Poco tiempo
después, su doble aparece cerca de la gruta. Busca a una víbora de cascabel; sabe que son
grandes rastreadoras. Con un manejo oscuro se apodera de la voluntad del reptil y lo envía a
buscar a Eva.

Humberto trata de ubicar un recorrido alterno en el mapa. Aún no sale la luna y la oscuridad hace
más difícil su labor. Conoce bien los cielos estrellados, así que sabe cómo orientarse con la ayuda
de los astros. A esa hora y en esta época del año, la constelación de Mamalwatsin (Los Palos para
Encender el Fuego / equivalente nawatl del cinturón y la espada de la constelación de Orión) se
encuentra al Este. Descubre una opción más adelante y continúan.

Ambos portan una linterna en la cabeza, cargan botellas de agua y algunas provisiones en sus
mochilas. La otra entrada a la cueva esta en la parte alta de una montaña contigua; continuamente
se ven obligados a escalar entre la hierba y los arbustos para alcanzarla. Algunos de los ruidos de
la noche son nuevos y misteriosos para ambos, no logran reconocerlos. Eva se concentra en
vencer sus miedos en cada paso que da, sobre todo, la angustia que siente al estar en la oscuridad
en un lugar desconocido.

Después de dos horas de camino ella le dice a Humberto que tenía razón, que hubiera sido más
sensato hacer el trayecto de día. Humberto ríe y le dice que también ella tiene razón, es necesario
encontrar a su amigo cuanto antes y averiguar quiénes los están buscando y por qué motivo.

Eva se pregunta si Carlos será una de las personas que entraron con el guía. Pero si es él ¿quién
será la mujer?

Carlos le dice a Wekoa: –No siempre he afrontado mis problemas de la mejor manera. Reconozco
que me asustó el mundo al verlo de cerca. Cuando tuve un poco de perspectiva, mi valentía se
desvaneció y hui de todo lo que me recordaba a mí mismo como una salida fácil. Excepto mis
peores vicios y mi enojo contra el mundo. Estos me atraparon en un laberinto que se encierra en
mi interior. Tampoco sentía que me adentrara en mí ser o me confrontara. Sólo daba vueltas en un
mismo lugar. Me enrollaba en mí mismo; como serpiente constrictora que ha perdido a su presa sin
darse cuenta. Pensaba que algo cambiaría. Tenía la sensación que alcanzar los límites del dolor,
purificaría mi alma.

Después de varios golpes me fui dando cuenta, que las cosas son muchos más sencillas que eso.
Traté de recordar continuamente mi alegría, y la simpleza del silencio. Poco a poco y con ayuda de
algunas prácticas de Shi Kong, pude abrir un espacio dentro mi locura y me propuse cultivar la
práctica. Sé que aún me falta algo: reconocer al otro fuera de mis propios preceptos, amarlo y
respetarlo tal como es.

–Suena muy bonita y honesta tu plática. Esta cueva tiene ese efecto en las personas. ¿Me
pregunto si realmente eres consciente de lo que dices? Tengo la impresión que en tu tiempo son
muy dados a las palabras, así nada más. Vamos a poner a prueba este trabajo interior del que
tanto hablas.

Colócate sobre esta piedra en la posición de Ashochitl (Loto). Cierra los ojos y observa desde tu
Kuekueyo Kolotl (Centro Energético Radiante Escorpión/ Chakra Muladhara, localizado en el
periné). Ahora vas a recitar el siguiente Teokuikatl (Canto Sagrado/Mantra).

Carlos asume la posición. Pone su atención en el Kuekueyo (Chakra) e inicia el canto silencioso.
Lentamente el sonido empieza a retumbar en su interior. Unos momentos después, un fuego de un
intenso y brillante color rojo claro despierta a su alrededor. Carlos continúa con el ritual hasta que
las llamas se despliegan con gran violencia. En la efervescencia de aquella danza, se distinguen
los cuerpos de varias personas. En el lado izquierdo percibe siluetas femeninas, y en el derecho
masculinas; parecen gritar y discutir eufóricamente entre ellas. Carlos se abruma por la imagen y
deja de meditar en aquellas palabras. La imagen comienza a apagarse lentamente.

Wekoa se da cuenta, y le ordena rápidamente: –Continúa con el canto–. Carlos respeta las
palabras del maestro y la imagen se reaviva. La angustia en el rostro de esas personas, produce
en él gran ansiedad. Aun así, prosigue. Las figuras humanas en su visión intentan luchar entre
ellas; no alcanzan a tocarse pero puede verse la ira en sus miradas. El fuego se aviva y parece
llegar al clímax. De pronto parece adormecerse con el canto, y las imágenes fantasmales de las
personas comienzan a calmarse. En instantes sus rostros se ven relajados. Con un salto repentino
se juntan al centro del gran fuego, y se disuelven en éste.

Carlos abre los ojos y Wekoa le señala que ahora visualice su Kuekueyo Shochitl (Energía
Radiante Flor/ Chakra Anahata que se encuentra en el corazón). Nuevamente le indica emitir un
canto singular.

Una escena similar se presenta: ahora el fuego es azul y las personas en la imagen no discuten;
todas cantan y bailan. Cada una quiere bailar mejor que las demás; sus miradas reflejan
competencia y envidia. Las sensaciones que lo invaden lo hacen sentirse muy solo. Quiere
detenerse. Desea dejar de recitar las palabras mágicas para acabar con este circo de soberbia,
pero sabe que debe continuar. El fuego se aviva y las danzas de las llamas se frenetizan hasta
agotarse. Las figuras se miran unos a otros y sonríen ligeramente. Tomándose de las manos, en
instantes se unifican. El fuego azulado ahora, se ve mucho más brillante que al inicio de la visión.
Carlos se queda con una sensación de bienestar y entiende que ha terminado esta etapa.

Ahora Wekoa le pide visualizar su Kuekueyo Chalshiwitl (Joya Preciosa / Chakra Ajna, se localiza
en el centro de la cabeza). Recitar otro bello poema en nawatl fortalece la práctica. El fuego que
aparece ahora, es blanco. Nunca ha visto un fuego similar y queda paralizado por momentos
analizando con su mente racional este hecho. Esto corta el flujo de la meditación y el fuego pierde
intensidad.

Una vez más, Wekoa lo percibe y le recuerda mantener la atención en los cantos y sólo presenciar
las imágenes, pero no interactuar con ellas ni reaccionar ante ellas. Enseguida el fuego se
despierta con más fuerza y las suaves llamas blancas se convierten en una gran hoguera. Las
siluetas que aparecen son todas muy similares entre sí, no puede distinguirse si son hombres o
mujeres. Parecen muy pesadas y lentas, a medida que se intensifica la experiencia, las figuras
crecen. Sus movimientos se vuelven torpes y parecen casi no verse entre sí.

El fuego comienza a lanzar chispas de colores. Los humanoides se hacen inmensos y más
pesados; sus cuerpos comienzan a vibrar. Carlos distingue que estos pequeños movimientos son
miles de bocas que cubren los cuerpos de las figuras; todas las bocas hablan al mismo tiempo. La
sensación que lo invade es desconcertante, tantas palabras producen un zumbido que aturde.
Pese a esto, prosigue con la práctica y el fuego comienza a limpiarse. Todas las figuras humanas
se unifican en dos: un hombre y una mujer; sus rostros denotan una paz profunda. El fuego blanco
crece y consume a la pareja, dejando una luz de gran pureza. Carlos siente que ha terminado y
dirige la mirada a su maestro.

Wekoa resalta con cariño: –Cuando logres equilibrar las tres visiones, habrás balanceado tu
energía. No significa que vas a tener la misma experiencia en las tres meditaciones si la repites.
Cada una mantendrá su propio sabor y su naturaleza, pero será una danza armoniosa. Alcanzar
este equilibrio te permitirá integrarte a la energía del ambiente. Podrás canalizar energía en
aspectos más provechosos, que normalmente el cuerpo gasta para mantener ese desequilibrio
entre estos tres Kuekueyo. Si no alcanzas más libertad en tu flujo, serás presa fácil de lo que sea
que nos espera afuera. Ahora vuelve a realizar esta práctica desde el inicio hasta que los fuegos
sean armoniosos entre sí y te sientas en paz en su presencia.

Eva y Humberto aún se encuentran a un kilómetro de la entrada de la cueva. Llevan caminando


cerca de cinco horas; el terreno ha sido más difícil de lo que imaginaron. Se detienen a descansar.
Comen amaranto y cacahuates para no agotarse, y toman un poco de agua para poder continuar.
Eva pregunta: –¿Una vez adentro, tendremos que caminar mucho para llegar a las pinturas?

–Hay dos caminos, uno como de cinco kilómetros, el otro como de tres, pero hay que bajar a rapel
un buen trecho. Traigo todo el equipo; así que si te animas, vamos por el corto.

–Nunca he rapeleado en una cueva oscura y ninguno de los dos conoce el camino Hum. Pero yo
confío en tus habilidades como espeleólogo. ¡Vamos por el corto!

La luna comienza a elevarse y les ayuda a ver mejor el sendero. Humberto señala una zona más
oscura montaña arriba y dice: ¡Mira esa debe ser la entrada! Eva se entusiasma y toma la
delantera escalando una ladera rocosa. Humberto va detrás de ella a poca distancia. Ella trata de
alcanzar una roca cuando siente un fuerte dolor en la mano izquierda. Emite un suave grito,
resbala con un pie y pierde el balance. Su amigo le ayuda a sostenerse firmemente en la roca y le
pregunta que pasó. Ella le dice que algo la mordió. El mira hacia las rocas que Eva trataba de
alcanzar, y la luz de su lámpara le revela la punta de la cola de una víbora de cascabel.

Deciden bajar de nuevo los dos o tres metros que ya habían logrado escalar y Humberto verifica
que la víbora se haya ido. Eva se sienta sobre una piedra, se quita el guante y ubica dos puntos
sangrantes donde le mordió la cascabel. Ambos conocen el peligro de una mordida de esa
naturaleza. Humberto le recuerda que debe mantener la calma y respirar pausadamente para
evitar que el veneno fluya y se esparza rápidamente por su torrente sanguíneo. Le amarra su
paliacate en el brazo como torniquete. Saca de su mochila un cuchillo, lo calienta apresuradamente
con su encendedor para esterilizarlo y hace una pequeña incisión en los puntos donde mordió la
víbora. Toma una jeringa especial con chupón en la punta y la coloca sobre cada herida. Succiona
la mayor cantidad de sangre con veneno durante varios minutos, hasta que comenta que ya sacó
lo más posible. Entonces se dan cuenta, que la víbora era bastante grande porque aún con los
guantes puestos pudo clavar profundamente los colmillos.

Humberto saca una ampolleta de anti–veneno y se la inyecta cerca de la herida. Pero le comenta
que posiblemente no sea suficiente ya que es una de las serpientes más venenosas de América.
Después de esto, le aplica un poco de miel a las heridas para evitar infecciones. Ahora planea en
qué dirección salir a buscar algunas hierbas que le puedan servir para desintoxicar más rápido su
cuerpo. Espera tener suerte y también encontrar algún lugareño que pueda ayudarlos, a pesar de
la hora y el lugar tan recóndito. Él sabe que ahora Eva realmente corre un gran peligro, ya que se
encuentran a más de siete u ocho horas de camino de un hospital y el veneno puede esparcirse en
su cuerpo y llegar a su corazón en menos de tres o cuatro horas. No tienen otra salida, es
necesario resolver el problema ahí mismo.
Humberto le insiste en permanecer calmada. Le pide que lo espere ahí y le indica que él regresará
lo más pronto que pueda. Le deja su agua y el machete.

Eva se siente angustiada; el dolor en la mano comienza a incrementarse. Sabe que debe estar
tranquila pero su situación es bastante crítica. Hace algunos meses Alejandro, un amigo de ellos,
también le mordió una víbora parecida pero mucho más pequeña y tuvo que recibir tres dosis del
suero. A Eva le pareció muy extraño toparse con ese reptil en aquellas rocas. A esa hora de la
noche, generalmente ya se encuentran en sus madrigueras resguardándose del frio o cazando en
zonas más bajas por lo mismo.

Nunca pensó que estaría en esa situación. Recuerda a Carlos y desea más que nunca que
estuviera con ella. La idea de la muerte comienza a rondar en su mente. Sabe que tardaron
muchas horas en llegar hasta ese lugar, pero decide que no se dará por vencida tan fácilmente e
intenta distraerse con algo más. Hace lo que considera es su último recurso: concentrarse en
mantener una respiración lenta para reducir el flujo sanguíneo. Después de un rato, entra en un
estado casi meditativo. Percibe también que su cuerpo está muy cansado por el viaje y la larga
caminata. Comienza a sentir mucho sueño, aunque intenta permanecer alerta y despierta.

Wekoa le pide a Carlos que lo acompañe al río en lo profundo de la gruta. Llegan a lo que parece
un estanque completamente cristalino y se sientan frente a éste.

Carlos dice: –Entiendo que estamos en un lugar especial. ¿Pero no comprendo por qué no hemos
tenido hambre ni sed en estos días? ¿Cómo podemos ver dentro de este lugar oscuro? No veo
lámparas ni alguna entrada de luz natural.

–Me sorprende que aún no lo comprendas. Lo que te puedo asegurar, es que en cuanto salgas de
aquí, todo será muy claro para ti.

Ahora vamos a realizar una práctica para percibir a distancia. Observa el agua. Coloca la atención
de tu mirada sobre la superficie, a unos veinte centímetros de separación. Ubica un punto fijo y
permanece con la mirada ahí, aceptando que el flujo se una a ti.

Carlos no identifica que busca conseguir su nuevo maestro con esa práctica, pero después de
compartir juntos este tiempo, confía en Wekoa. Para Carlos transcurre un largo tiempo; se siente
muy relajado pero no ocurre nada. El maestro lo toca con el dedo índice en medio de la frente y
Carlos percibe una luz sobre el espejo acuático. La luz crece y surge una nueva escena.
Observan a Eva en la montaña. Se encuentra inconsciente. Carlos trata de llamar su atención pero
ella parece no escucharlo y permanece dormida. Wekoa siente que algo no está bien. La saluda
mientras ella abre brevemente los ojos y el doble de Eva, como un fantasma idéntico, se levanta y
los mira de una forma muy extraña. Carlos no recuerda haber visto nunca esos ojos con esa
mirada tan ajena.

El maestro le pregunta que ha sucedido, ella le dice que una cascabel la mordió y que su amigo
Humberto fue a buscar ayuda. Carlos comienza a sentir gran aprensión y miedo al escucharla.
Toda la escena se vuelve borrosa y de pronto, él sale del trance. Inmediatamente quiere volver
pero le resulta imposible concentrarse. Wekoa mantiene la visión y le dice a Eva que esté tranquila,
que él enviará auxilio pronto.

Carlos pregunta: –¿Esto que vimos fue un sueño? ¿Qué estaría haciendo Eva en una montaña?

–No, eso que vimos es real. Ahora debes terminar este proceso para equilibrar tu energía y poder
salir de aquí.

–¡Terminaré eso después! ¡Ahora necesito buscarla!

–No es un capricho mío el que tengas que alcanzar cierto estado de vitalidad para ver la salida, es
una especie de salvaguarda de la cueva. Cuando alguien de nuestro linaje requiere cierta limpieza,
viene aquí a purificarse hasta alcanzarla; una vez encontrado el estado natural, la salida aparece.
Como te habrás dado cuenta hasta ahora, los procesos son muy rápidos aquí, así que si no
pierdes el tiempo, ambos estaremos pronto afuera.

Ahora, vamos a meditar una vez más. No intentes usar la angustia de la situación en la que te
encuentras para motivarte a alcanzar profundidad en esta práctica. Si pretendes utilizar la
meditación como medio para salir de aquí, estarás muy distraído. Enfócate con todo tu ser, y
contempla El Vacío. Descansa en tu energía y deja que ésta crezca. Ábrete imparcialmente tanto
al gozo como al dolor. Déjalos pasar, no te aferres a ninguna sensación.

Wekoa proyecta su doble a las cercanías de la gruta y a su vez, busca la energía de algún mago o
aprendiz de magia blanca. Se da cuenta que las profecías que legaron sus antepasados se
tornaron ciertas: la magia parece haber casi desaparecido. El maestro examina en las montañas
aledañas, con la esperanza de lograr encontrar algún místico en retiro que pueda ayudar.

Oculta tras unos árboles, siente una energía humana muy limpia dentro de una choza. El hombre
está meditando, lo que facilitará su propósito. Realiza ritos preparatorios para el año nuevo, la
fiesta principal: el retorno del Sol que se hunde en lo profundo del sur para alcanzar el solsticio y
renacer un año más. Wekoa saluda al hombre y éste se asombra. Lo reconoce como un sabio de
la antigüedad. Ya ha tenido visiones de encuentros con seres similares, pero nunca con el doble de
un hombre de otra época, aún vivo. Responde al saludo postrándose ante él.

–¿Cómo te llamas?

–Julio.

–Mi nombre es Wekoa, veo que eres de los pocos que aún mantiene el legado de nuestros
ancestros. Necesito tu ayuda.

–Será un honor para mí hacer algo por usted.

Wekoa asocia a este maestro chamán con un personaje de las visiones que Carlos tuvo en su
primer encuentro.

–Usted conoce a Carlos. Aquel joven que estudia el calendario.

Don Julio se sorprende. Recuerda a un joven con ese nombre que conoció hace algunos años.

–Le pido que busque a una joven de cabello rojizo. Su nombre es Eva; ella es su novia. Se
encuentra al pie de la pared rocosa que lleva a la entrada alta para descender a la gruta. Ha sido
mordida por una víbora de cascabel. Ayúdela y manténgala con vida. Al Este de donde se
encuentra Eva, hay una caverna. Voy a proyectar en su mente el camino más directo ya que no
será sencillo hallarla. Cuando lleguen a ese punto, Carlos y yo los alcanzaremos ahí.

–Haré mi mayor esfuerzo.

Don Julio despierta. Guarda en su morral un poco de ruda, orégano, pimienta, jengibre y un
ungüento con miel, sal y manzanilla; también lleva comida y agua. Sale con rumbo hacia su
encomienda. Tardará un poco menos de una hora en llegar a donde se encuentra Eva. Durante el
camino observa un grupo de hombres extraños que rondan el lugar. Su amplio conocimiento de la
zona le permite evadirlos fácilmente sin que lo vean. Entonces, se topa con Humberto y lo saluda.

El rostro de Humberto cambia en instantes de zozobra a esperanza y alegría.

–¡Qué suerte encontrarlo!

–No fue suerte. ¿Dónde está la mujer que fue picada por una cascabel?
–Está por aquí –Humberto señala al Este– ¿Cómo sabe de Eva?

–Primero dime que hiciste cuando fue mordida y cuánto tiempo ha transcurrido desde entonces.

Durante el camino Humberto le relata lo que hizo para ayudarla. Le muestra que halló una planta
de muitle con la que hará una infusión para limpiar la sangre. Don Julio le responde: –Muy bien– y
le entrega el orégano y el jengibre para que los agregue a la preparación.

A los pocos minutos alcanzan el sitio donde está Eva. Ella ha tratado de mantenerse relajada a
pesar de la situación. Sin embargo, ya se ve muy débil y algo desorientada.

Humberto le pregunta: –¿Cómo te sientes?

–Me duele el brazo. Cuando lo muevo puedo percibir el veneno y creo que ya tengo calentura.
Tuve un sueño muy real donde hablé con Carlos y con un hombre sabio. Éste me dijo que enviaría
ayuda.

Don Julio se presenta, mientras le revisa la mano.

–Wekoa me envió para ayudarlos. Me pidió que les avisara que Carlos y él se encontrarán con
nosotros. El maestro podrá curarte. Nunca he conocido un hombre más sabio y poderoso.

Humberto prende un fuego con algunas ramas secas y calienta un poco de agua para la
preparación desintoxicante, mientras Don Julio toma el ungüento y se lo aplica a Eva en las
heridas. En seguida, recorre todo el cuerpo de ella con sus manos a unos quince centímetros de
distancia de éste. Siente sus Yowi (Venas de aire, Nadi). Se da cuenta que su energía está muy
desbalanceada, y que la mordida ha afectado no sólo al cuerpo físico sino también al energético.
En el brazo lesionado siente también algún tipo de trabajo de magia, como si una cuerda tuviera
amarrada su mano a la tierra.

Don Julio comienza una letanía con cantos sagrados en Nawatl. Prende una veladora, ofrece agua
y semillas a las cuatro direcciones. Con dos plumas de águila, limpia el cuerpo de Eva; lo hace de
arriba hacia abajo. En la primera pasada parece que la limpieza está funcionando. En cuanto
vuelve a pasar las plumas se enfoca en el brazo lastimado. Al llegar a la mano con el nudo
invisible, un poder comienza a luchar contra él y siente un golpe en sus dedos. Ataca con otros
cantos más poderosos en un tono más alto manteniéndose firme. Confía en la fuerza de sus
deidades. Ahora le pide a Humberto que se aleje. Don Julio vuelve a pasar las plumas por el brazo
dañado y siente otro golpe similar pero ahora, más intenso. Continúa con el ritual y trata de
permanecer el silencio; sabe que tiene que estar con todos sus sentidos bien alertas. Alcanza a
mirar el nudo más claramente: su energía es roja y parece estar luchando en su contra. Recita su
canto más infalible, hasta que la cuerda se transforma en serpiente y salta sobre la mano de Don
Julio. Siente un tercer golpe que lastima su doble (cuerpo energético). Sabe que por el momento
ha perdido la batalla.

Eva se siente ya más repuesta y le da las gracias. –Creo que me salvaste la vida.

Don Julio le da instrucciones a Humberto: –Debes dirigirte rápidamente doscientos metros al


Noreste, donde hallarás una cornisa. Ahí, tendrás que buscar a tientas la entrada a una caverna.
Habrá tres grandes piedras; detrás de la que está a la izquierda, hay un acceso en la parte baja y
entrarás a gatas. Lleva a Eva contigo. Mantenla hidratada y dale la infusión hasta que lleguen
Carlos y Wekoa. Ahí estarán protegidos y la energía del lugar ayudará en la recuperación de esta
muchacha.

Don Julio pregunta a Humberto: –¿Conoces alguna práctica para bajar energía de curación del
cielo?

Éste piensa por unos instantes, y responde: –Sí.

–Úsala. Ella necesita lo mejor de ti. Yo debo retirarme. En la limpia tuve un encuentro con el poder
de un brujo muy poderoso y su hechizo saltó sobre mí. Ahora podrá encontrarme fácilmente, así
que debo alejarme para no ponerlos en peligro. Yo también esperaré a Wekoa en otra parte, sólo
él podrá curarme.

Don Julio envuelve su brazo con una pequeña piel de venado que guarda en su morral. Les pide
que tomen la comida y que al fondo de la cueva encontrarán agua fresca que pueden consumir. Se
despide; les desea que todo transcurra con bien y que espera volverlos a ver en otras
circunstancias.

Eva se levanta y le afirma a Humberto que puede caminar por sí misma. Le parece que el trabajo
oportuno que este sabio chamán ha hecho, permite ahora que comience a actuar el suero anti–
ofídico. Ella toma un poco de la infusión, mientras su amigo recoge el improvisado campamento.
Inician la caminata en la dirección que les indicó Don Julio. Ambos se encuentran muy
sorprendidos de la situación, pero ninguno de los dos sabe poner en palabras lo que están
viviendo.

Caminan en silencio hasta las piedras. Al llegar, Eva descansa recargada en un árbol mientras
Humberto busca la entrada. Después de muchos intentos fallidos, comienza a inquietarse. Se
agacha detrás de la piedra como le indicaron y continúa tentando la tierra esperando sentir un
hueco. Estira la mano, y logra percibir una corriente de aire, y se agacha un poco más. Finalmente
descubre un canal con la ayuda de su lámpara. Ahora le pide a Eva que lo siga y se arrastran casi
cuatro metros para pasar la entrada. Al final, el canal se convierte en una caverna, casi
completamente oscura pero iluminada al fondo por un pequeño haz de luz lunar que entra por un
orificio en lo alto del techo. Se acercan a este espacio en donde Eva se recuesta para descansar
sobre unas grandes piedras lisas que parecen haber sido talladas por humanos. Escuchan gotas
de agua y Humberto sigue el sonido adentrándose en un túnel natural. Descubre un pequeño
manantial de agua filtrada por la montaña, idónea para beber.

Carlos ha tenido que trabajar en cultivar su paciencia y equilibrio. Wekoa lo conduce a una cámara
contigua con una gran pared de piedra y dice: –Tan sólo tienes que atravesarla. Si están
equilibrados tus Kuekueyo (Chakras o centros energéticos), en el momento que lo intentes, estarás
afuera.

Recuerda fluir con el silencio. Armoniza tu cuerpo, tu amor y tus sentidos ocultos. Ahora,
sentémonos para hacer Teomanía (Meditación).

Después de unos instantes meditando, sus cuerpos se elevan y atraviesan la pared de piedra
suave y fácilmente.

Carlos despierta. Reconoce que todo lo que vivió fue un sueño. Experimenta mucha ansiedad, y se
pregunta: ¿Dónde estará Wekoa? ¿Habrá sido real o sólo producto de mi imaginación? Siente su
cuerpo un poco adolorido (como cuando has dormido mucho tiempo en una misma posición) y
tiene mucha sed.

Se encuentra en la cueva donde cayó por un túnel al río; pero ahora no encuentra ningún túnel. La
salida, que tiene un poco menos de medio metro de alto, está bloqueada por unas rocas. Un poco
de luz alcanza a filtrarse a través de éstas. Observa que se comienzan a derrumbar por sí mismas,
y se abre un hueco. Aparece el rostro de Wekoa y dice: –Tlachia Mi´iyotl, Yowiya. Observa tu
respiración y gózalo. Has olvidado tus enseñanzas muy rápidamente.

Ya no le resulta tan sencillo comprender esta lengua, pero le ayuda la buena dicción con la que lo
habla el maestro. Se da cuenta que la caída en el río fue la entrada al ensueño; ahora le queda
claro porque podían ver en la oscuridad y nunca tuvo hambre o sed. Se pone en cuclillas para que
desde adentro, pueda retirar las piedras de la entrada y hacer más grande el hueco para salir.
Una vez afuera, contempla absorto durante unos momentos a Wekoa. Éste porta nada más un
taparrabo; hecho de una tela muy antigua como puede verse por su desgaste. Es un hombre de
cierta edad, sin embargo su cuerpo luce particularmente fuerte.

Carlos siente mucha hambre. Se pregunta cuánto tiempo realmente habrá pasado y que sus
amigos ya deben estar muy preocupados por él. De pronto, recuerda a Eva en la montaña. Tiene
dificultad para recordar los detalles de su aventura reciente. Intenta hablar, pero tiene la garganta
seca. Wekoa le ofrece agua. Al tomarla logra aterrizar un poco sus pensamientos y trata de
comprender su situación más claramente. El maestro sólo lo observa.

Carlos pregunta: –¿Dónde está Eva? ¿Fue real lo que vivimos?

Wekoa responde: –Tlatoa Nawatl (Habla Nawatl).

–Kampa Eva (¿Dónde está Eva?).

–Está cerca de la entrada alta a la gruta, donde están las pinturas del Tlakatekuani y Shipetotek, al
Sur.

–¿En Juxtlawaka Guerrero?

–Kema (Sí).

Le recuerda que debe mantener el equilibrio, ya que es posible que alguien los acecha y en cuanto
salgan de esta cueva perderán su protección. Wekoa explica que necesita pasar un tiempo
escuchando el español, ya que es una nueva lengua para él, antes de poder comunicarse
fluidamente a través de ella.

Carlos comienza a dudar aún más; toda la situación es muy extraña. Sin embargo ha desarrollado
una estrecha amistad con su nuevo maestro, y por otra parte, no puede olvidar la expresión de
angustia en los ojos de Eva en el encuentro del sueño. Así que decide continuar con las
indicaciones.

Wekoa le pide que se sienten y compartan la comida preparada con recursos del lugar. Carlos
saca de su mochila unas barras de cereal. Al maestro le llama la atención el empaque, lo
inspecciona y ríe. Toma la barra y la huele. –Esto tiene muy poca energía. ¿Qué hacen ustedes
con su comida? Pero se la come gustoso. Al terminar le pide a Carlos que lo ayude a vestirse de
manera que no llame la atención. Carlos le da su chamarra y sus pantalones, mientras él se pone
unas bermudas que trae en su mochila.
Wekoa le pide que mantenga la observación atenta y trate de escuchar su intuición. La luz indica
que está amaneciendo. Carlos tiene un transporte cerca de ahí con el que llegarán rápidamente a
la gruta. Wekoa le pregunta a que distancia se encuentra. A lo que responde: ChikoIman (Media
hora).

El maestro señala que puede percibir un grupo de aprendices de brujos que tienen completamente
rodeado el lugar. Carlos aún es muy escéptico de esta parte de la historia; no cree que nadie los
persiga, aunque las indicaciones de Wekoa lo hacen dudar. Carlos deberá caminar por delante,
mientras él lo seguirá a una distancia suficiente para protegerlo si es necesario.

Wekoa sugiere que en lugar de planear un camino definido para llegar al transporte, tome una ruta
al azar; aunque sea un recorrido más largo. Si actúan con una lógica muy definida, serán presa
fácil.

Carlos se dirige hacia su moto. Toma en cuenta las advertencias de su maestro e intenta ocultarse
atrás de los árboles durante el trayecto cada vez que puede. En lugar de ir directo a la casa de su
amigo, rodea y se interna el mayor tiempo posible en el bosque. Continuamente voltea en busca de
Wekoa, pero no alcanza a verlo. Se acerca a la casa pero no ve nada extraño. Toca la puerta, sin
obtener respuesta. Aguarda unos minutos y vuelve a insistir. Trata de observar por la ventana;
nadie parece estar adentro de la casa. Alcanza a ver su moto. La calle luce vacía. Justo cuando
está pensando en saltar la barda para entrar, se abre la puerta y sale un joven. Carlos le dice:

–Buenos días. ¿Se encuentra Roberto?

–No, salió de viaje. Fue pasar las fiestas con la familia de su mujer en Veracruz.

–Le dejé encargada mi moto, vengo por ella. Mi nombre es Carlos.

–No me dijo nada. Ahí está, pero no sé nada de eso.

Carlos se siente aún muy confundido, pero le insiste que le permita llevarse su motocicleta, ya que
es una emergencia. El joven le dice que no puede entregarla sin el consentimiento de Roberto, y
propone llamarle por teléfono. Lo invita a entrar a la casa; tendrán que subir al tejado para
conseguir señal en el celular. Carlos voltea por última vez y busca a con la mirada Wekoa antes de
entrar, sin ningún éxito.

Al llegar arriba, parece que si podrán hacer la llamada, pero de pronto pierden la señal. El joven le
dice que tienen que esperar un rato a que disminuya el viento para volver a intentarlo.
Carlos no ve otra salida más que esperar. El joven le dice que se ve algo cansado y le ofrece algo
de tomar; le comenta que tiene una infusión muy buena. Carlos acepta. Bajan al interior de la casa
y se sientan en la sala. El joven entra a la cocina, sale a los pocos minutos con un par de tazas y le
entrega una a Carlos. Éste le agradece y le pregunta su nombre.

–Soy Joaquín. Mi tío me pidió que cuidara la casa.

–¿Sabes cuándo regresará?

–Después de Navidad. ¿Tú eres su amigo?

–Sí, lo conozco desde hace años.

El joven toma un trago de la bebida e invita a Carlos a hacer lo mismo.

Poco tiempo después, Joaquín le dice a Carlos que regresará en un rato para volver a intentar
hacer la llamada.

Mientras espera, Carlos saborea la infusión, pero no distingue de que hierba se trata. Tiene un
sabor amargo, un poco fuerte pero deja una sensación de frescura en la boca. Hay una melodía en
el radio que capta su atención; parecen cantos huicholes y violín. La música, aunque suena algo
estridente tiene tonos hipnotizantes. Comienza a sentirse muy cansado y acomoda su cabeza en el
sillón. Cuando menos se da cuenta, ya está dormido.

Durante el trayecto por el bosque al hogar de Don Roberto, Wekoa percibe un Nawalsempoalli
(grupo de veinte brujos) que los acecha. Nota que en cuanto Carlos se acerca a lo alto de la calle
donde se encuentra la casa, cuatro de ellos lo siguen y uno ya se encuentra adentro de la casa. El
maestro intuye que ninguno posee gran poder y le parece extraño que envíen este tipo de brujos
principiantes para este trabajo. Los hombres que están detrás del plan deberían saber bien que no
son rivales para un mago como él. Entonces deduce que debe tratase sólo de una estrategia para
llamar su atención y forzarlo a aparecer.

Wekoa los observa sin que lo vean. Ubica al que parece ser el líder del grupo, quien refleja tener
un poco de más videncia y poder que el resto. Éste les da indicaciones silenciosamente con
movimientos de la cabeza y el grupo lo sigue. Caminan a unos cien metros de distancia entre sí.
Continuamente se observan por si le ocurriera algo inesperado a alguno de ellos, puedan dar aviso
inmediatamente al resto. Wekoa entiende entonces que tiene que enfrentarlos a todos los brujos al
mismo tiempo.
Al momento que Carlos entra a la casa, el líder hace un sonido de pájaro y los hombres se ocultan.
Cada uno busca un refugio, en huecos de rocas volcánicas, detrás de matorrales o acostados
entre la hierba, manteniendo siempre la mirada hacia la casa. Wekoa el gran chamán, se da
cuenta que es momento de actuar.
Capítulo 3

Origen finito, desestructura el infinito.

Carlos despierta tendido sobre el suelo. Se siente mareado y aún resuenan en él las palabras de
Wekoa: –El valor como una esfera. La voluntad tiende a guiarse por ese valor. La atención, la
percepción, la observación. Descansa tu atención en el abstracto. Acepta los remanentes de tu
experiencia; éstos se disolverán en ti, y tú en ellos.

Wekoa se encuentra a su lado. Le da masaje a su mano derecha. Le sonríe y Carlos intenta


incorporarse, pero siente que todo le da vueltas. Coloca de nuevo su cabeza sobre el cojín. Mira de
reojo a Joaquín, está acostado sobre el sofá enfrente durmiendo plácidamente.

El maestro le dice que no tienen tiempo para explicar con palabras la situación en la que se
encuentran. Su comunicación en español aún es muy rudimentaria, así que comparte con él una
visión de lo sucedido.

Se acuesta a su lado. Le pide que busque el silencio; que descanse en él, y amplíe su
observación. En cuanto logra aquietar la mente, una pequeña luz multicolor aparece y una escena
emana de ella: “Wekoa se encuentra sobre una rama muy alta de un árbol, en la parte donde el
follaje es suficientemente abundante para ocultarlo. Percibe abajo en el piso a varios hombres
esparcidos en el campo que se mueven casi al unísono. Se da cuenta que desde ahí, se alcanza a
ver la entrada de la casa de Roberto. Carlos puede verse a sí mismo entrando, al tiempo que los
hombres en el campo se ocultan.

El maestro continúa recostado boca arriba, sobre la ancha rama y cierra sus ojos. Flexiona las
piernas hasta que los talones tocan sus nalgas. Dobla las rodillas están paralelas al pecho y las
rodea hasta donde alcanzan sus brazos. Baja la cabeza hasta que su barbilla toca su pecho y su
cabeza queda entre las rodillas. Se escucha un canto que nace gradualmente del silencio. Es tan
agudo, que resulta casi incompresible. El cuerpo de Wekoa se vuelve borroso y comienza a
reducirse. Se transforma en nubes de colores que se mueven en flujos de tonos blancos, negros,
amarillos y marrones. Cuando parece que los colores han desaparecido dentro de la chamarra, se
proyecta desde su interior un águila. La consciencia de Carlos sigue su vuelo. De pronto él mismo
es el ave, que desde lo alto observa a los cuatro guerreros ocultos; quienes vigilan la casa desde el
Sur. El ave se eleva aún más alto. Vuela con más fuerza y velocidad. Hace grandes círculos
acechando los alrededores de la casa. A unos dos kilómetros al Este, detecta otra hilera de cinco
hombres caminando también en dirección hacia la casa. Su formación es similar a la de los otros
hombres, sólo que van avanzando y se detienen al mismo tiempo en lapsos, siguiendo la señal del
que parece ser su líder.
Nuevamente vuela con fuerza, ahora hacia el Norte; su agilidad es sorprendente. Durante unos
minutos recorre la zona sin encontrar nada más. De pronto, con su mirada de gran alcance
reconoce a un hombre vestido de negro. Continúa el vuelo y detecta a otro más. Estos adversarios
no tienen alguna formación establecida. Parece que se mueven en zigzag, cada uno a su propio
ritmo. Estos son brujos más poderosos que el resto. Poseen gran capacidad para ocultarse y una
mirada intensa. Su paso es lento pero nada parece sacarlos de su estado de concentración.

El águila continúa su vuelo ahora hacia el Oeste, sobre un valle muy verde densamente poblado de
árboles. Ahora, resulta casi imposible distinguir a los enemigos que los acechan. Se detiene sobre
una rama de uno de los árboles y observa con más atención. Abajo, aparece una mujer. Su andar
es pausado y su mirada refleja profunda paz. El ave retoma su vuelo en busca de alguna otra
guerrera, pero la cantidad de matorrales le impide ver a detalle. Desde lo lejos, logra detectar
movimiento, por lo que se acerca cautelosamente. La formación de las mujeres resulta muy
distinta: también es un grupo de cinco, pero van a menos distancia entre una y otra en una
formación en línea diagonal. Mientras la mujer que se encuentra más lejana, está como a
doscientos de metros del lugar, la líder se acerca a la casa y se coloca oculta tras una piedra muy
grande.

El ave vuela al techo de la casa. Una vez ahí y oculto del alcance de la vista del grupo de brujos,
retoma su forma humana. Se acerca por detrás al hombre que sube al tejado. En un rápido
movimiento, lo toma por el cuello con el brazo derecho. Con la mano izquierda toca el punto medio
de su frente, y cae desmayado.

Wekoa se para enfrente de Carlos quien se encuentra inconsciente acostado sobre el sofá. Su
videncia le permite ver una luz verde muy oscura dentro de su boca y estómago, que comienza a
esparcirse a través de su circulación sanguínea. Lo carga y lo coloca sobre el suelo, boca abajo.
Con un sólo movimiento de la mano, saca de su cuerpo el destello verde. Cierra su puño y la
energía maligna queda atrapada en una esfera invisible flotando sobre el cuerpo tendido de Carlos.
La energía trata de soltarse y comienza tornarse muy oscura hasta alcanzar un color negro. Wekoa
sonríe y recita en silencio un canto sagrado. De pronto, la luz se convierte en blanca brillante y
cristalina, la esfera desaparece y la luz se integra al ambiente. Carlos no parece reaccionar aún.
Wekoa toma su muñeca y siente el pulso. Se coloca en posición de Ashochitl (Loto). Su doble se
inclina fuera de su cuerpo y mete la cabeza dentro del cuerpo inerte de Carlos. La visión que
comparte el maestro, se transforma en luces y destellos de un rojo muy brillante. Flota hacia una
piedra verde muy oscura. Wekoa comienza un canto muy bello y cientos de abejas luminosas de
colores iridiscentes se acercan como llamadas por aquellas notas armoniosas. De pronto, cambia
el tono de la melodía, todos los insectos se proyectan sobre la piedra y la perforan con sus
aguijones en unos segundos. Luces oscuras se escurren de estos huecos y el color de la roca
comienza a volverse más clara. El maestro se acerca a ésta, y le habla con una voz muy baja y
gentil susurrando a través de los huecos. Poco a poco la piedra comienza a brillar en tonos
intensos verdeazulados.

El doble regresa a Wekoa y su visión cambia del mundo sutil al mundo físico. El cuerpo de Carlos
se retuerce ligeramente con suaves movimientos, y expulsa por la boca la infusión.

Toda la escena se disuelve en luz de un ligero tono dorado, y paulatinamente desaparece hasta
quedar todo de nuevo en oscuridad. Carlos abre los ojos y su maestro le ayuda a sentarse. Le dice
que respire más acelerado; al principio se marea, pero continúa hasta sentirse completamente
despierto y muy energético.

Eva empieza agotarse. Humberto la mantiene hidratada con la infusión depurativa. Él ha


permanecido largo rato meditando, pidiendo a la Madre celestial energía para salvar a su amiga. El
lugar donde se encuentran conserva una temperatura estable muy agradable. El silencio sólo se ve
interrumpido de vez en vez por los rumores del viento, que atraviesan las fisuras en las rocas.
Algunos de ellos son tan melodiosos que dan la impresión como que estuviesen murmurando una
historia. El brazo de Eva comenzó a inflamarse y su temperatura corporal a elevarse también; aun
así, los amigos mantienen una actitud optimista. Humberto sale de su estado de concentración y
cometa: –La ayuda de Don Julio, el antídoto y las infusiones están funcionando. He visto mordidas
similares y después de todo este tiempo, la hinchazón debería ser mucho mayor.

Eva esboza una pequeña sonrisa, que rápidamente se transforma en expresión de tristeza. Sabe
que aún no ha pasado el peligro.

–¿Dónde estará Carlos? ¿Quién es su maestro? –Pregunta Eva. Guarda silencio unos segundos y
continúa con sus cuestionamientos: –¿Cómo nos encontró Don Julio? ¿Qué está pasado Hum? No
entiendo nada.

Humberto realmente no sabe cómo o qué responder a estas preguntas.

Por un largo momento se quedan sin palabras, hasta que Eva irrumpe de nuevo: –Justo ahora
estaríamos celebrando Navidad, ya tenía preparada una linda fiesta y el menú para la cena iba a
estar deliciosa.

Humberto trata de reanimarla contándole una historia: –En mi primer viaje a Egipto, llegamos
directamente a Buto. Hace cinco mil doscientos años fue una de las capitales más importantes de
esa región. En aquel entonces fue nombrada como PerWadjet y se localizaba cerca del
mediterráneo. Su deidad más importante era Wadjet, “La Serpiente Emplumada” Egipcia. La fiesta
más importante en su honor era celebrada precisamente el veinticinco de diciembre.

–¡Como la Navidad! ¿Por qué crees que coincide con el nacimiento de Cristo? Son muchos años
de diferencia. –Pregunta Eva.

–Si comparamos las festividades en el calendario Nawa, antiguos mitos hindús y al mismo
calendario ritual Egipcio, la fiesta del veinticinco de diciembre está relacionada con un mismo
evento: el solsticio de invierno. Especialmente con los primeros días posteriores a éste, cuando el
Sol ha retomado su camino al norte. El Sol es el símbolo del mensajero, del intermediario divino
que trae la luz al mundo a los humanos.

Permanecen en silencio de nuevo por unos instantes. Humberto retoma la palabra: –Sabes, lo que
me intriga de esta situación, es la improbabilidad de que todo lo que nos está ocurriendo sea por
mera casualidad. Primero, el sueño de Carlos que nos trajo hasta acá, y ahora el tuyo en el que te
dijeron que esperemos en esta cueva. Todo parece muy surrealista y al mismo tiempo enigmático y
trágico.

Eva sólo escucha atentamente a Humberto. Guarda su fuerza para comprender lo que intenta decir
su amigo, quien continúa con sus elucubraciones.

–Hace un par de meses que comencé a practicar el yoga de los sueños con cierta constancia.
Durante mi viaje a la sierra tuve algunos sueños lúcidos muy particulares. Generalmente cuando
salimos de viaje, los sueños se intensifican, así que no lo tomé como algo significativo.

Platicar tanto de sueños y sincronicidades, que hacía ver a Carlos como un loco, ahora me hace
pensar que fueron más que simples sueños.

Las preguntas que surgen en la mente de Eva son más fuertes que su malestar, y rompe el
silencio: –¿Qué son las sincronicidades? ¿Pueden ser provocadas por un poder? ¿Qué son los
sueños para alinearse o ser cómplices de las sincronicidades?

Humberto se ve abrumado por las ideas que surgen de esos cuestionamientos. Ahora, ambos
amigos reflexionan en sigilo, hasta que él interrumpe con más preguntas: –¿Los sueños y las
coincidencias, tendrán que alguna relación con el calendario? ¿Habrán los antiguos descifrado en
la numerología sagrada y los ciclos de la naturaleza, un mecanismo adivinatorio? ¿Un especie de
oráculo?
Tomando en cuenta que se acerca el solsticio, sospecho que seguramente nos esperan todavía
más sorpresas.–

Carlos se siente repuesto. Sin embargo, aún pesan sobre él los efectos de la intoxicación. En voz
alta dice: –¿Quiénes son esas personas? ¿Eso fue real?

–Tlatoa Nawatl. (Habla en nawatl.)

–¿Akike? (¿Quiénes son?)

–Es un Nawalsempoalli, la formación básica para la guerra. Son cuatro grupos de cinco guerreros.
Cada equipo cuenta con la fuerza y el poder de la cualidad de un elemento: Tletl (Fuego) para el
Este, E’ekatl (Viento) para el Norte, Atl (Agua) para el Oeste y Tlalli (Tierra) para el Sur. Nosotros al
centro representamos el Ollin (Movimiento). La visión es real. Sus intenciones son peligrosas para
nuestra causa.–

Wekoa le pide a Carlos buscar entre las pertenencias de su amigo, ropa que les ayude a
camuflarse en el bosque. Acto seguido, le dice que se ha percatado que el transporte de estos
tiempos cuando se encuentra inmóvil, es silencioso, y hace mucho ruido en movimiento. Le pide
que despierte su moto, abra la puerta y regrese inmediatamente con él al tejado. Carlos no
entiende el proceder de su maestro, pero hace exactamente lo que le indica.

El doble de Wekoa se ha mantenido vigilante. En el momento que Carlos abre la puerta, el doble
del maestro se transforma. A los ojos de los guerreros del rumbo del Sur, toma la forma física de su
discípulo: Carlos. Sale caminando de la casa, mira directamente al brujo más cercano y corre por la
calle hacia arriba. El grupo sale de su escondite y avanza tras él. La líder del grupo de las mujeres,
lo espera junto a una roca. Cuando se encuentra a unos metros de él, ella le arroja un líquido rojo
al rostro. Esto parece no afectarle y continúa corriendo. Ella se abalanza sobre él, pero hábilmente
la esquiva. La velocidad del maestro supera al grupo que lo sigue, sin embargo el grupo de cuatro
mujeres lo espera adelante, oculto en el bosque. El doble se detiene frente a un conjunto de
árboles altos. Con grandes saltos y gran habilidad, logra escalar por el tronco de uno de ellos. Se
oculta en la parte superior, donde las ramas son más frondosas. En pocos segundos, el árbol se
encuentra rodeado completamente por nueve brujas y brujos.

Mientras tanto, maestro y discípulo, suben al techo de la casa ubicada a espaldas del hogar de
Roberto. De ahí, saltan a la casa contigua y bajan al patio central, donde se encuentran dos perros
guardianes sumamente agresivos. Wekoa los mira directamente a los ojos y les sonríe. Los
animales responden efusivamente, bajando la guardia y acercándose a ellos moviendo la cola. El
maestro le comenta a Carlos que es muy extraña la apariencia de estos Sholotl (Canes) y que le
gusta este nuevo mundo, lleno de cambios y sorpresas.

La parte frontal de esa casa es de una sola planta, así que Carlos piensa que pueden subir al
techo y bajar para salir sin problemas a la calle. Cuando sube apoyándose de unos tambos, Wekoa
le señala una ventana entre abierta. Le indica que será mejor primero entrar y pensar una salida
estratégica; tienen que evitar convertirse en presa de los brujos que se acercan por el Norte.
Carlos accede a la casa sin hacer ruido y toma el pasillo que dirige hasta la estancia. No parece
haber nadie. De pronto, en la sala se encuentra con una mujer que lo espera sonriente; casi parece
una carcajada contenida. Es muy bella, de cabello negro largo, las facciones de su rostro asemejan
una joven princesa indígena. Se da cuenta que es la mujer de su sueño, la que tomaba el camino
de la izquierda y entraba a la cueva. Instintivamente, Carlos corre hacia la puerta del patio para
salir, y se topa con Wekoa.

La mujer se acerca a ellos y se presenta: –Mi nombre es Ángela– dirigiendo su mirada hacia el
gran maestro. La primera impresión que experimenta sobre él, es que es un hombre verdadero. Lo
saluda con respeto y le pregunta:

–¿Puedo saber quién es usted?

El maestro toma su mano y la observa fijamente. Las sensaciones corporales de Ángela se


disparan y siente una gran alegría. Ella es una practicante avanzada de chamanismo y posee una
videncia estable gracias a que fue entrenada desde pequeña en este camino sagrado, por lo que
percibe claramente la grandeza espiritual del maestro.

–Nitoka (mi nombre es) Wekoa.

–Nitoka Ángela. Responde.

Ella continúa en nawatl: –“Mi misión es proteger a Carlos. Hay un grupo de brujos vigilando el
lugar, y parece que tienen la intención de hacerle daño”.

–Lo sabemos. –Responde Carlos.

Ella lo mira y le sonríe: –Hace mucho tiempo que deseaba volver a verte.

–¿Nos conocemos?
–Sí. Cuando yo aún era niña, nos encontramos a las afueras de Acatlán, en el camino que lleva a
las pinturas.

Carlos no puede creerlo. La niña que dijo ser la hija de Don Julio y la mujer de sus sueños es la
misma. El asombro lo lleva a recordar con su cuerpo, aquel primer encuentro. Entre más intenta
interpretar lo que está sucediendo, menos sabe que decir. Las sensaciones que despiertan en él
recordar este sueño y tenerla enfrente, son demasiado para su lógica y de pronto queda atónito.

Ángela mira a Wekoa y dice: –Tengo un auto cerca de aquí. Conozco un lugar seguro.

El maestro ha observado atentamente a esta joven. La energía y claridad de su mirada,


demuestran que ha sido iniciada en el camino de Ketsalkoatl (La Serpiente Emplumada). Esto le
genera empatía con ella. Sin embargo la sincronía de estos sucesos, lo intrigan.

Carlos recuerda a Eva, sale inmediatamente de su asombro, y pregunta: –¿Cómo nos


encontraste? ¿Por qué tienes que protegerme?

–Ahora no es momento. Cuando estemos en un lugar seguro, te contaré como nuestro destino ha
estado unido desde hace varios años.

Carlos le cuenta su urgencia de ir a Guerrero, cerca de las grutas de Juxtlawaka, sobre el peligro
en que se encuentra Eva, su novia y que sólo el maestro Wekoa puede curarla. Ángela conoce
bien ese lugar, pero le sorprende que justamente sea esa gruta. Su grupo sabe que hay
movimiento de otros Nawalsempoalli (Veintena de Brujos) en aquella zona. Sabe que será
peligroso acercarse, tomando en cuenta que buscan a Carlos, sin embargo, comprende su
predicamento y acepta llevarlos. Tendrán que evitar las carreteras principales para no ser
detectados.

Carlos resalta su preocupación ya que tardarán mucho en llegar con este plan. Wekoa interviene: –
Yo viajaré por mi cuenta, de esta forma podré desplazarme sin contratiempos. –Voltea a ver a
Carlos y lo reconforta diciendo: –Eva vivirá. Pero es posible que el veneno ya haya producido algún
daño. Para revertirlo, necesitará la energía de un lugar sagrado poderoso. Tu relación con ella, te
convierte en el puente perfecto para transmitirle la fuerza de vida que necesita para recuperarse.

Ahora, dirige su mirada a Ángela, y le dice: –Lleva a Carlos. Yo los estaré esperando allá. Cuídalo.

Carlos se siente incómodo que su maestro lo deje encargado como si fuera un infante, y más por
tener que separarse de él. Ella aún le causa gran impresión y una fuerte sensación que le inspira
algo entre respeto y fascinación. Le parece estar viviendo un sueño, ni siquiera se atreve a
preguntar cómo proceder.

Ángela señala que sabe cómo evadir al grupo de brujos. Wekoa advierte que no será necesario.

–Esperen hasta que les dé una señal.

–¿Cuál señal? –Pregunta Ángela.

–Sabrás reconocerla. –Wekoa sale y cierra la puerta detrás de él.

Dos hombres del grupo de brujos suben al árbol donde está la proyección de Carlos producida por
el doble de Wekoa. Esta acción la realizan con gran dificultad, pues hay separaciones espaciosas
entre una y otra rama. Al llegar a la parte más alta, no encuentran a Carlos por ningún lado.

La líder de las mujeres revisa el suelo bajo este árbol y se da cuenta que las únicas huellas que
hay, son las de los brujos. No comprende. No conoce magos con ese nivel de poder para
engañarlos así. Advierte de esta conjetura a sus compañeros. Todos ellos se esconden tras el
follaje, formando un círculo. Juntos comienzan a emitir un ruido; asemejando el sonido de un
animal herido. El grupo del Norte escucha los aullidos y se reúnen a la señal del líder. A su vez,
repiten aquellos extraños sonidos, que se tornan en chillidos escalofriantes. Los hombres del
rumbo del Este, captan el sonido y se colocan estratégicamente sobre el camino principal, que
desemboca tanto en la calle del frente de la casa de Roberto, como el camino que está detrás.
Estos hombres de fuego se encuentran armados y su semblante es de violencia.

El sonido llega a los oídos de Carlos y Ángela. Inmediatamente, ella le dice que se agachen. El no
entiende por qué, hasta que comienza a sentirse mareado. Un miedo inexplicable empieza a
apoderarse de él. Este ataque sutil lo perciben todos los seres que alcanzan a escucharlo. Se oyen
quejas de los habitantes de las casas contiguas, que se disipan rápidamente.

Wekoa percibe aquella energía; su aura lo protege. Él sabe que esta acción por parte de los brujos,
le da una oportunidad para enfrentarlos con luz. Ángela y Carlos podrán aprovechar el momento
para escapar. Wekoa adopta una postura de guerra y comienza el siguiente canto:

"Teu'ka teu'ka titlawika


(Ser Divino, Ser Infinito, tú que eres Luz)
In nawatilok anotekiwaya
(Cuando tiendo a los preceptos, hacia lo que posee vuestro filo)
Tezkatlaneshtia
(Resplandor Fluido del Espejo)

Yawiya motlakuani shiwitl Shiwitl


(Nómada es tu comer. Reverdece. Renueva)
Ay ometeotl in teyokoyani
(Oh Divina UniDualTrinidad, Aquel que genera en sí mismo a La Gente)
Tezkatlaneshtia".
(Resplandor del alma en el espejo)3

Los grupos del Norte, Oeste y Sur que recitan los cantos, entran en un trance más profundo. La
consciencia de cada uno de ellos, se ve aislada de sus compañeros por una lluvia de luz colorida.
No entienden lo que ocurre y tampoco pueden salir de ese estado. Una imagen aparece frente a
ellos: es un hombre color bronce. Porta un penacho con cientos de plumas de colores intensos
infinitos y en lo alto se proyectan sobre su cabeza dos cuernos azules. Algunos brujos alcanzan a
detectar que las plumas no nacen del penacho, sino de la misma cabeza del hombre. Con una voz
melodiosa, en tonos tanto masculinos como femeninos, recita las siguientes palabras en nawatl a
manera de canto solemne:

“Amaos los unos a los otros. Ayudaos entre vosotros en la necesidad con la manta, la joya, el
salario y el alimento. Pues no es verdad, no es cierto si desprecias a quienes te rodean.

Tened paz con todos los seres humanos, respetad a todos y a nadie agraviéis. Por nada del
mundo avergonzaréis a otra persona. Calmaos, que digan de vosotros lo que quieran. Callaos
aunque os combatan y no respondáis. Así demostraréis vuestra condición y vuestra nobleza, y
todos sabrán que sois dignos representantes míos.”4

El corazón de cada uno de los hombres y mujeres guerreros brujos del caos, desfallece y renacer
bajo una nueva perspectiva. Poco a poco despiertan de su letargo, al abrir los ojos quedan mudos
y permanecen inmóviles. Cada uno en su propio lugar, reflexiona sobre lo sucedido. Los hombres
del rumbo del Este, al percibir el silencio, corren calle arriba; tres por el frente y dos por la calle
trasera.

Carlos se siente mejor después de aquel extraño incidente. Ángela le dice: Ya pasó. Fue un ataque
de los que nos acechan. No sé porque se detuvieron, yo no tuve tiempo de hacer nada. Imagino
que el señor que te acompañaba se encargó de ellos; intuyo que es un gran ser. Carlos le pide que
salgan, pero ella le recuerda que deben permanecer ahí y esperar la señal.
Los brujos que suben por la calle posterior se detienen frente a la casa contigua. Wekoa salta
detrás de ellos desde el techo de la casa. Al escuchar el ruido, ellos voltean, el maestro los recibe
con las manos y brazos abiertos. Los hombres se sorprenden. Se acerca a ellos mostrándoles las
palmas de sus manos. Las miradas de los brujos quedan fijas, una en cada mano. Algo en el
centro de sus palmas jala su atención. En instantes, la mente de los brujos guerreros queda en
trance. Wekoa camina junto con ellos y los lleva con sus hermanos del Norte. Al verlo, éstos se
miran entre sí, lo reconocen de su visión. Los cinco se postran frente a él. El maestro les indica que
busquen a sus otros compañeros y caminen hacia el Siwatlampa (el rumbo de lo femenino / el
Oeste), hasta caer la tarde. Les aconseja: –Usen este día para reflexionar y observar. Volveremos
a encontrarnos.

Carlos y Ángela aguardan dentro de la casa en silencio. Él camina de un lado a otro de la sala,
mientras ella lo mira extrañada. Se abre la puerta y se escucha la voz de Wekoa que dice: –
Pueden salir.

Ángela sale primero, no hay persona alguna. Revisa con su mirada el entorno y no percibe nada
anormal. Le avisa a Carlos que puede seguirla. Al final de la calle suben al auto. Ella le pide que se
agache y permanezca escondido en el hueco frente a los asientos traseros.

A los pocos minutos detiene el auto. Le indica que puede salir de ahí: –Nadie nos sigue. Estarás
más cómodo en el asiento de enfrente. Continúan por la carretera libre a Cuaunawak (Rodeado de
Bosques / Cuernavaca). Carlos la observa sin poder pronunciar ninguna palabra. Ella siente su
mirada: –¡Me vas a hacer un hoyo con esos ojos tuyos, tan pesados! ¿Qué quieres saber?

–Es tanto lo que no entiendo de esta situación. Mejor tú dime algo que me puede ayudar a
entender. ¿Quién o por qué me quieren dañar? ¿Tú cómo estás relacionada con todo esto?

–Hace tiempo que esperaba tener esta plática contigo, es emocionante.

Como ya te habrás dado cuenta, muchos de los Nawalli que quedaron después de la conquista,
por una supuesta necesidad para sobrevivir o por miedo (mayormente por ignorancia), optaron por
prácticas espirituales marginales. Se dice que un grupo de brujos poderosos, que caen en el
ámbito de la leyenda, se organizaron alrededor de los hombres y las mujeres líderes de las
insipientes instituciones. Especialmente después de la caída de la ciudad maya de Tayasal, la
última capital de Anawak, alrededor de 1697. Estos líderes sedientos de poseer el control,
influyeron en las prácticas de bujería que quedaron, después de la pérdida de las instituciones
espirituales Toltecas. Pero se debilitaron los aspectos básicos que promueven la compasión hacia
todos los seres.
Yo nunca he visto alguno de estos brujos. Sin embargo mi maestro y algunos de sus antecesores,
sí han tenido encuentros con su magia oscura. Desde hace años que vigilamos grupos de
Nawalsempowalli que tienen acceso a prácticas que se creían perdidas y a grandes recursos
económicos. Es muy probable que estos brujos menores que te acechan, trabajen para esos seres
misteriosos.

En cuanto a mí, siendo aún muy pequeñita, mi maestro percibió mis aptitudes y que poseía el don
para lo espiritual. Entonces, habló con mis padres y ellos comprendieron que sólo con él podría
alcanzar mi potencial. Me crio con otros cuatro compañeros en la zona montañosa de Guerrero.

Mi primera encomienda o misión como dicen ustedes, fue cuando te envié con Don Julio. Todavía
era muy chica para comprender el porqué, sólo seguía las instrucciones de mi maestro. Ahora
pienso que fue para guiarte a desentrañar algunos aspectos importantes del calendario antiguo
que se han se perdieron con el tiempo.

Desde hace unos meses que te vigilamos. Hay una profecía muy antigua, que sólo ha sobrevivido
de forma oral. En ella señalan que el entendimiento del calendario volverá a la luz cerca del
completamiento de los trece Baktunes. Actualmente ignoramos cuando concluye este ciclo. Según
mi maestro esto ocurrió en 2004.

La segunda parte de esta visión, señala que fuerzas oscuras se opondrán a la difusión del
funcionamiento original del calendario. Gran parte de este conocimiento ya ha sido revelado, pero
parece que no existen las condiciones para que se difunda.

La tercera idea que los antiguos nos anunciaron, es que previo a un solsticio de invierno llegará
una nueva luz que equilibrará la balanza, para que la sabiduría detrás del calendario se difunda y
se lleve a la práctica. Pero el bando que se opone crecerá en esfuerzos para controlar la
información y evitar que esto suceda.

Bueno, esa es una interpretación, las palabras exactas son muy metafóricas para comprenderlas
textualmente.

Por esto me encomendaron mantenerme cerca de ti y revelarte esta advertencia llegado el


momento. Con lo que nos acaba de pasar, se vuelve relevante dártelo a conocer.

–Háblame de tus maestros. ¿Quiénes son?

–No puedo hablarte sobre ellos. Se presentarán cuando llegue el momento adecuado. –Ángela le
echa un vistazo a Carlos quien se encuentra sentado a su lado, y cierra ligeramente los ojos. –
Bueno, puedo decirte que tú eres un miembro honorario de nuestro grupo. –Después de una
pequeña pausa reanuda la conversación. –¡Ah¡ Sí puedo hablarte de uno de ellos, tú la conoces
bien: ¿recuerdas a Ketsalli?

Carlos se siente abrumado por una explosión y derroche de sentimientos por todo su cuerpo, más
de los que puede asimilar. Nunca le habló a nadie de ella. Lo que era un recuerdo lejano, de pronto
se hace presente.

–¿Ketsalli, la bruja de Etla, Oaxaca?

–Ella misma.

Carlos no sabe que decir. Intenta balbucear algo, pero un torrente de recuerdos se apodera de su
mente.

Nawal (lo oculto) Tonal (lo luminoso)

–La luz es percibir la energía. La oscuridad es el ensueño. Todo lo demás son interpretaciones, es
la sintaxis de la cultura, bien y mal, polaridades. Existe un tercer punto, donde todo se equilibra,
donde se alcanza un orden superior, se llama Ometeotl: la Divina UniDual Trinidad. Si percibimos
la realidad, no hay luz y obscuridad, sólo realidad.

Podemos afectar la realidad, con la manifestación de nuestra energía; con la mezcla de


pensamientos, emociones y experiencias. Si lo potenciamos con meditación y estados de
conciencia acrecentados, este poder de afectación de la realidad se multiplica. Especialmente si es
en actitud de armonía con lo que nos rodea, bajo el auspicio de Ketzalkoatl: La Serpiente
Emplumada.

Con estas palabras los aprendices de Ketsalli reforzaban la atención. La sala de estudio es tan
sólo una pequeña cabaña: no hay pizarrones, ni pupitres, únicamente la fuerza de sus palabras y
facultades histriónicas. Abriendo exageradamente los ojos, con las pupilas danzando como
serpientes, así como con todo su cuerpo, Ketsalli exclama: –El elemento ensordecedor es la
locura. ¿Dónde está esa locura? Me pregunto.

“En la boca de la serpiente” dijo el creador. De pronto me vi saliendo de la boca de la serpiente y


todo resultaba bellamente activo.
Los alumnos quedan perplejos. Ninguno alcanza a comprender aquellas frases. Ella continúa a
modo de explicación:

–Nuestros deseos se transforman, sí trabajamos en capacitar nuestra conciencia a través del


ejercicio físico en meditación, viviendo experiencias que aporten a nuestra conciencia y que éstas
sean asimiladas adecuadamente por nuestro ser; con el Nonnonamiki (Yo Me Reencuentro) o
alguna técnica a fin, con el ensueño, con el simple acto de percibir de manera natural.

Con el paso del tiempo nuestras experiencias se irán modificando. Así que mientras sepamos que
no estamos completos, no hay que tomar muy enserio nuestros anhelos; estos anhelos son
inmaduros. A nivel de intuición podemos saber mucho, pero a nivel interpretativo, las cosas se
tornan más difíciles.

Cuando estamos muy emocionales o descentrados, es fácil irnos con la finta de que nos están
mandando un mensaje, y es mentira, es nuestra propia neurosis que lo crea todo.

Pero si aprendemos a diferenciar que es información que nos llega, podemos aprovecharla para
fluir con las cosas. Con la vida.

Podemos prevenirnos cuando sentimos algo raro. Ayudar a otros a entender qué está pasando en
una situación aparentemente muy complicada. Podemos aprender a arreglar máquinas con esta
habilidad de sentir las cosas y también a la gente. Más aún, podemos aprender a sentir la energía
de la tierra y a fluir con ella.

Ketsalli guarda silencio, dando tiempo a sus adeptos a reflexionar sobre estas ideas o formular
alguna pregunta. Dado que nadie interrumpe este silencio, continúa. Ahora su voz cambia de tono,
es dulce y amigable:

Es mejor unas horas al día de meditación y recapitulación de la experiencia vivida, que andar como
locos por ahí abusando al que osa atravesar nuestro camino.

Nuevamente guarda silencio para la reflexión. Retoma su fuerza y expresa: –Una certidumbre es
una cosa y una creencia es otra.

Los métodos de enseñanza actuales sólo alcanzan a domesticar al individuo. La única forma de
aprender a pensar es haciéndolo por el puro gusto, cada uno a su propia manera. Sin buscar
recompensas previamente deseadas, creadas muchas veces por rebeldía, por mera inconformidad
ante las formas mediocres de pensar que tanto estorban en la evolución de la sociedad.
¿Qué significado le damos a las palabras: Creencia y Certeza? Así como: ¿Qué es la experiencia
propia? Y si tenemos como paradigma o no, a la libertad.

El desarrollo social no existe, es una fantasía. El desarrollo individual sí. Cuando multiplicamos el
desarrollo individual, producimos desarrollo social.

Una persona que se conoce a sí misma y que percibe sus movimientos energéticos, puede afectar
de manera consiente la realidad personal y la de los otros, al menos parcialmente. Esto no es una
creencia, es una certeza.

Si meto la mano al fuego, me quemo. Esto es una certeza. Si soy descuidado en mi andar, tarde o
temprano voy a golpear a un objeto. Esto es también una certeza.

No todos estamos capacitados para percibir las cosas como una certeza, hay un proceso de por
medio. Es necesario un entrenamiento a partir de acumular impresiones e irlas procesando
adecuadamente, de manera que no nos dejen ruidos, es decir: creencias.

Yo no digo que no tengo creencias, pero en cuanto me doy cuenta que tengo alguna, trato de
observar. Forzo la experimentación al respecto, generalmente dentro de un ambiente controlado y
la convierto en experiencia propia.

El que un grupo de personas viva con las mismas creencias, evoca unidad y eso en muchos casos
es bueno. Pero aquí no estamos hablando de hacerle al borrego y vivir una vida mediocre,
estamos hablando de cuál es el mejor arte para vivir, el que nos da más brillo y alcance.

No sé lo que piensan, me parece que nos caerían bien unas respiraciones largas.

Ketsalli toma asiento. Durante varios minutos todos juntos realizan largas exhalaciones e
inhalaciones. Al final de la práctica, se levanta y expresa con satisfacción: –Aprender algo nuevo,
generalmente es algo refrescante.

La única y verdadera escuela es permanecer alertas y ejercer el control sobre nosotros mismos.
Con amor propio y elegancia hacia los demás; la elegancia de lo austero.

Que los vientos les sean firmes, pero amigables en su camino.

Con estas palabras Ketsalli termina su clase.

Camina unos pasos fuera de la sala y recibe una llamada telefónica. Escucha durante unos
minutos y responde a su interlocutor:
–Los humanos vivimos en la paradoja de "la fuerza manda". Esto nos acompaña desde siempre.
Buscar la sobriedad para ser civilizados es algo que todas las culturas de la tierra han buscado,
pero no nos equivoquemos. Nosotros, los habitantes actuales de la tierra, no estamos por arriba de
nadie, ni de los antiguos euroasiáticos, ni de los antiguos mexicanos. Vivimos en la idea loca de lo
mío primero y después también. Y por último, si estoy cansado de hablar y me apetece un poco de
distracción, entonces daré un poquito de mi tiempo y atención superficial para conocer lo que le
ocurre al otro.

Si queremos cambiar esto, hay que reconocerlo primero. Los logros en el pasado de las grandes
civilizaciones, es la “única” luz en el camino del conocimiento que realmente nos puede hacer más
fácil la tarea.

Carlos se encuentra cerca de la puerta y escucha el comentario de su maestra. Al término de la


llamada pregunta: –¿Hay algún problema doña Ketsalli?

Ella responde: –Hay muchos, pero ninguno que tenga que preocuparnos.

Ya te dije que no me llames doña, me hace sentir más vieja. Para ti soy Ketsalli, después de lo que
vivimos juntos creo que puedes hacerlo.

Carlos recuerda cómo se conocieron y se sonroja.

Ángela nota una expresión de pena en el rostro de Carlos y pregunta:

–¿Cómo conociste a Ketsalli?

Carlos se sorprende que sus pensamientos estén conectados con la pregunta. No contesta, así
que ella continúa: –Dejó nuestro grupo mucho antes que tú la conocieras. Algunos dicen que se
volvió loca. Yo siempre le guardé mucho cariño. Me gustaría volver a verla.

–La conocí de una forma muy extraña y casual. Poco después de conocerte cuando eras una niña,
mi vida dio un giro completo. –Ella ríe, por lo que él detiene el relato, y le dice: –Suelo causar ese
efecto en la gente. –Carlos la mira con seriedad. Ángela le cierra un ojo y los dos ríen.

–Continúa, no quiero robarte la inspiración.

–Me obsesioné con mis descubrimientos para descifrar la antigüedad del calendario. En algún
punto sentí que nada por lo que luchaba en la vida tenía sentido. Olvidé mi vida y perdí a la mujer
que amaba. Llegado el momento, hasta mi investigación me pareció absurda. Es increíble cómo
nos podemos obsesionar con una idea, cómo esta puede tomar más fuerza que nuestra realidad
cotidiana y destruirla en un abrir y cerrar de ojos.

Terminé en una playa de Oaxaca viviendo la fiesta hasta el tope. Yo que siempre había sido muy
reacio a consumir alcohol en exceso. Acabé probando todo tipo de licores y rápidamente me hice
aficionado al vino rojo. Podrás imaginarte como estaba después de tres semanas así. Todos mis
miedos crecieron hasta convertirse en seres invencibles. Ya sólo me hacía sentido cantar y
caminar por la playa, y eso, cuando no andaba crudo.

Una noche al final de una fiesta en la playa, me dieron unas ganas incontrolables de meterme en el
agua del mar. No había luna, así que después de pasar las olas y nadar unos cien metros, la
oscuridad despertó mis grandes miedos, y no tuve más opción que enfrentarme a ellos. Cuando
menos me di cuenta, subí las piernas y tomé la posición de Mikto (el cadáver / Shavasana) flotando
en el agua. Dejé que la corriente me llevara, mientras contemplaba el gran cielo estrellado. Y me
rendí. Deje de luchar en mi contra. Ya no tenía nada que defender.

Esa noche podían verse Júpiter, Saturno y Marte en todo su esplendor. Sirio, la joya más brillante
del reino de las estrellas, lucía bellísima. Comprendí en aquellos momentos, por qué en la
antigüedad fue reconocido este astro como el símbolo por excelencia de lo femenino.
Personificación de la chispa divina. Sentí una gran paz: el conflicto en mi interior había
desaparecido junto con mis fantasmas más íntimos.

La corriente me llevó el paralelo a la costa hacia el sur. No había luces en aquella parte de la
playa, así que no sabía que tan lejos me encontraba de tierra firme. Nadé hacia ella, guiado por el
diseño de los astros en el cielo. Mantuve la calma nadando a media velocidad; lo hice en diagonal
para evitar la contracorriente. Aun no alcanzaba a ver nada y mis fuerzas parecían acabarse. La
confusión, producto de las sustancias que consumí, comenzó a producirme cansancio y angustia.
Sentí que aquello podía ser el final.

No estaba dispuesto a rendirme ahora que recobraba mí identidad y me sentía en paz. De mí


interior nacía un impulso, mi vida aún tendría un propósito y tenía que vivir para llevarlo a cabo.
Seguí nadando, ahora con todas mi fuerza, cuando una gran ola me sumergió durante varios
segundos. Involuntariamente tomé un trago agua salada y sentí que me ahogaba. Bajo el mar pude
tocar la arena con el pie. Ya estaba cerca. Me impulsé hacia la superficie del agua y continué mi
esfuerzo hasta sentir el roce de una piedra. Al llegar a la playa estaba exhausto y ya no pude
incorporarme. Quedé tendido y en pocos minutos, me dormí.
El viento frío de la madrugada me despertó, cuando aún no amanecía. Me levanté desorientado
sumergido en estados alterados de consciencia. Caminé por la playa hasta encontrar un sendero
oscurecido por la densa vegetación. Miré atrás hacia el mar, de momento me pareció más
escalofriante que ese lúgubre camino y decidí tomarlo. A medida que avanzaba los sonidos de la
noche se intensificaban. A mi paso, cientos de cangrejos se apartaban del camino. Lucían como
ejércitos en retirada.

A los pocos metros reconocí que mi cuerpo estaba aún muy cansado. Tenía que encontrar un lugar
seguro para dormir y recuperarme, lo más pronto posible. La oscuridad era casi total, cuando
comencé a sentir varios piquetes en los pies, experimenté mucho dolor y brinqué instintivamente.
Bajé la mirada y observé un claro en aquella negrura: millones de pequeñas hormigas rojas
cubrían el piso.

Instintivamente corrí hacía la playa, hasta que tropecé con un tronco. Con la caída, perdí la
consciencia.

En mi siguiente recuerdo, me encontraba acostado dentro de un lugar en completa oscuridad y


hacía mucho calor. Tenía un fuerte dolor de cabeza y mis pies ardían. Escuchaba la respiración
suave de más de una persona, y agua que se evaporaba al golpear algo. Como viviendo dentro de
un sueño escuché las siguientes palabras, las recuerdo bien:

“Buscando el origen, los antiguos observaron que el único lugar capaz de crear vida era el útero
materno, y en otros reinos, el huevo o la semilla. A imagen y semejanza, recrearon el temazkal,
reproduciendo las mismas condiciones de oscuridad, calor, recogimiento y humedad.

Entonces, los antiguos construyeron una cueva y entraron al útero de la madre tierra para trabajar
con estos cuatro aspectos como punto de partida. Viajaron sin tiempo ni espacio e interactuaron
con los cuatro elementos: encendieron un fuego para calentar las piedras y el agua, y crear vapor,
reconocieron el poder del aire y agradecieron el frescor de la tierra.

Se alinearon con los cuatro rumbos del universo, con el corazón del cielo, el de la tierra y el de
todas las criaturas vivas y, desde ahí, ofrendaron su presencia.

En su entrega, se dieron cuenta que el temazkal es un re–nacer, un re–acuerdo, un re–


conocimiento de uno mismo y su vínculo con el espíritu. Que la cabaña del vapor es un buen lugar
para nacer y parar morir, para limpiarnos y purificarnos, para recapitular, para desatar los nudos y
soltar lo que nos limita.
El temazkal ha permanecido como un regalo para toda la humanidad y, hoy en día, sigue siendo
una herramienta extraordinaria, una forma natural de purificación, una bella ceremonia, una terapia
eficaz, una fiesta para agradecer la vida y todas nuestras relaciones…no importa como lo quieras
nombrar, su poderosa sencillez está mucho más allá de la sintaxis.

Compartimos esta tecnología desde el corazón y la unidad, trascendiendo formas, diseños y la


rigidez de cualquier "tradición", buscando experimentar libremente la esencia del temazkal, a la que
tratamos de acceder con un intento impecable. Con respeto y agradecimiento al conocimiento que
nos llegó y a todos los seres que lo hicieron posible, sostenemos el propósito de que esta
medicina continúe expandiéndose de una buena manera.”

De pronto todo queda en silencio. No comprendo donde estoy. La ansiedad de no saber cómo
llegué hasta ahí, es poca frente a mi dolor de cabeza. Me di cuenta que estaba desnudo.

–¿Dónde estoy? ¿Qué están haciendo?

La voz de la mujer que hizo la presentación expresó con mucha claridad: –Estamos temazkaleando
amigo. Tú te estas limpiando, andas muy intoxicado y así no podemos conversar. Trata de seguir
los cantos y pega la cabeza en el suelo si te calientas mucho.

Sentí una mano de mujer que me entregó un cuenco con agua. Una voz en tono muy dulce de dijo:
–Toma esto, te hará sentir mejor.

Escuché un tambor: comenzó muy despacio y muy bajo, poco a poco va resonó con más fuerza. El
tambor me indujo en un estado de gran relajación mental. Escuché una sonaja, luego otra y varias
más. Todas con el mismo ritmo, asemejando el latido de un poderoso corazón.

Cantos en nawatl guiaron la ceremonia. Cada uno muy melodioso y que a su vez, invitaban a
cantar. Todos los presentes conocían bien estos cantos, aun cuando eran largos y complejos,
todas las voces los seguían hábilmente.

Dentro del temazkal, el tiempo se vuelve más abstracto que de costumbre. Sin aviso, los cantos y
golpes de tambor se detienen. Sin embargo, la última melodía queda resonando en mi cabeza. El
calor comienza a subir y bajo la cabeza al suelo; me ayuda y recupero un poco de frescura.
Durante un rato pretendo ser más resistente de lo que en realidad soy, pero poco tiempo después,
siento que ya no soporto más. No quiero romper la solemnidad del momento pero mis miedos me
toman por sorpresa y grito: –¡¿Dónde está la puerta?! ¡Tengo que salir! Espontáneamente todos
ríen. La mujer que dirige, señaló: –Este jovencito no aguanta nada. Y todos rieron con más fuerza.
La puerta se abrió y la luz inundó el espacio. Levanté la cabeza y vi a Ketzalli y a cuatro jóvenes,
todos estaban desnudos como yo. Me cubrí con las manos mi desnudez y el grupo rio con tanta
fuerza que me la contagiaron y terminé rodando por el suelo a carcajadas.

Durante nueve días me tuvieron entrando al temazkal para curarme, recitando sus cantos. Éstos
eran los Wewetlatolli (Palabras de los Antiguos). Cuando conocí su traducción al español, se me
erizaba la piel con sólo tararearlos.

Ángela afirma: –Sí, son muy bellos.

La ansiedad que ha sentido Carlos hasta ahora por la situación en la que se encuentra Eva,
comienza a transformarse en confianza en lo divino. Sabe que hay muy poco que él pueda hacer
por ella en ese momento y circunstancia, y ante la impotencia, opta por tratar de permanecer
ecuánime. Acepta, que de alguna manera todo aquello tocó el flujo vivo. Ahora ya con la sensación
de angustia más ligera, confía que en Eva estará bien.

–Con tanta plática ya debes tener hambre, que te parece si nos detenemos por acá y comemos
algo. Si quieres de postre me cuentas como conociste a tu maestro.

–Buena idea Ángela, tengo un hambre feroz.

Ángela detiene el auto en un pequeño valle justo entre los estados de Morelos y Guerrero. La
vegetación es particularmente diversa, abundan las plantas desérticas con flor. Caminan unos
metros hacia la sombra de un gran pirul. Al llegar al árbol, Carlos se queda muy pensativo y
pregunta:

–¿Qué buscas en Ketsalkoatl?

Ángela dirige su mirada hacia los cerros y con voz resuelta responde: –Quiero experimentar más
allá de los anhelos. Más allá de la lágrima de fuego que libera los cantos ocultos del corazón.
Forjar un rostro. Ser una flor que perfuma el lugar, donde deja su huella.

Humberto masajea la zona refleja del hígado, en la planta del pie de Eva; esto ayudará a activarlo
para que purifique la mayor cantidad de veneno posible. Ella le comenta que un amigo les mostró
hace poco una imagen de un vaso maya, donde un médico masajea los pies de un anciano
acostado en un Petlatl (Petate).
Humberto comenta: –¡Qué lindo! Me gustaría verla. Todavía puedes hablar muy bien, aún no se te
ha cerrado la garganta. Eso es bueno.

–Me duele mucho el brazo y se me nubla la vista cada vez más.

La cara de Eva comienza a verse ligeramente hinchada y sonrojada. La luz de la luna baña aquella
zona de la cueva, manteniendo un aura mágica. El movimiento aparente de este astro, con el
transcurso del tiempo, va despertando zonas oscuras de dicha cueva. Entonces, un hueco en la
pared en forma de círculo puede verse claramente frente a Eva. Ella fija su vista en éste. Humberto
al ver su mirada, gira en la misma dirección. Ella le señala lo perfecto del círculo: –¿No puede ser
natural o sí?

–Es casi perfecto o perfecto. ¿Será un nicho muy antiguo?

Un destello azul comienza a resplandecer dentro de éste círculo. En principio parece ser sólo un
efecto del brillo lunar, pero rápidamente se intensifica: puede verse un túnel profundo y luz que
emana desde el fondo. Ambos amigos contemplan el hecho con asombro. Eva pregunta: –¿Ves lo
mismo que yo? ¿De dónde vendrá esa luz?

Humberto queda pensativo. Imágenes de una luz azul similar inundan sus recuerdos. Sin contestar
voltea con Eva, la mira directamente a los ojos y le cuenta: –Ahora no puedo explicarte, también
tuve un sueño premonitorio. Sé lo que debemos hacer: en él me enseñaron una meditación donde
observé una luz azul del mismo tono.

Vamos a relajarnos, cerremos los ojos y a descansar en el silencio de la cueva.

Ahora, visualiza que tu respiración la haces por la garganta, como si tuvieras un agujero en el
cuello por donde entra y sale el aire.

Eva sigue las instrucciones y comienza a toser. Continúan así por varios minutos, hasta alcanzar
un buen estado de concentración. Humberto le indica que sienta todo su cuerpo al mismo tiempo: –
Focalicemos, como una esfera. Así continúan por varios minutos hasta que le pide a Eva que
abran los ojos y que dirijan su atención a la luz.

Ambos perciben un gran cansancio que rápidamente se transforma en paz. Eva aún se siente
mareada y con la conciencia alterada por el veneno y el antisuero, así que entra lentamente a un
estado previo al sueño. Escucha una voz que dulcemente le sugiere que pongan su atención en la
luz: –Mantén una actitud abstracta, sin olvidar el aura azul infinita.
Todo es borroso para Eva, como si varios metros de agua la separaran de su alrededor. La luz azul
permea el líquido. En cuanto enfoca su atención en el resplandor, la barrera se reduce a una
delgada película transparente. Ella alcanza a ver a Humberto y a un hombre junto a él, que
identifica como Wekoa. Los dos se ven muy extraños, su cabeza y extremidades se ven
desproporcionadamente grandes. Mira a su alrededor y la cueva se ve gigante.

Humberto le dice: –Estamos soñando.

Eva no alcanza a comprender claramente. La intensidad de su percepción es total. Queda azorada


con los detalles de la experiencia. ¿Qué son las ideas cuando uno no alcanza a identificarse
plenamente con ellas? ¿Qué son las palabras?

Wekoa hace una caravana y comienza una danza. A Eva le parece muy graciosa y lo observa
atentamente. Está tan enfocada en él, que no se da cuenta que imita el mismo baile. El velo de
agua desaparece y la percepción de Eva se aclara lo suficiente para reírse de sí misma.

–El Ketzal o Kukul no sólo es un ave de incomparable belleza tornasol, es un pájaro que se
caracteriza porque sólo puede vivir en libertad. Si se le apresa o encierra, muere. De ahí que
Ketsalkoatl nos inspira a buscar la libertad de conciencia.

Wekoa mira a Eva a los ojos y retoma: –Sólo esta libertad podrá sanarte. Tus amigos pueden
ayudarte a alcanzarla. La fuerza sumada, multiplica los resultados en estos lares.

Ella no logra comprender el significado de aquellas palabras, en su mente despierta la pregunta: –


¿Qué es la libertad?

Una sonrisa realmente tierna emana del rostro de Wekoa. Eva siente una gran emoción. Vientos
de aventura revolotean a su alrededor hasta que cientos de bellísimas mariposas coloridas,
aparecen por doquier. Humberto no percibe la misma visión de Eva, únicamente busca mantener la
ecuanimidad para permanecer dentro del ensueño. Wekoa sabe que estas emociones
desbordadas harán que eventualmente, Eva pierda la atención del ensueño. Así que los guía a
reconocer el lugar donde se encuentran. –Vamos a disfrutar los petroglifos que decoran los cuatro
rumbos. Esto ayuda a Humberto y Eva a fortalecer su atención.

Wekoa señala los pasos a seguir para la recuperación de Eva: –Hay dos partes en tu curación:
Don Julio recibió un ataque, un daño que aún está ligado a tu doble (Cuerpo Energético), y tendré
que enfrentar al brujo que conjuró el hechizo.
La segunda parte quedará en sus manos resolverla. De no alcanzar su objetivo, tu brazo Eva,
estará en peligro de quedar inservible y entonces tendrán que amputarlo. Necesitan la ayuda de
Carlos y Ángela. Tomen este camino y los encontrarán. Es un regalo de mi linaje a ustedes. Ahora
son el Sol. Cruzaran los cielos y los inframundos.

Imágenes, ráfagas de colores, secuencias inacabadas inundan la percepción de Eva y Humberto.


Un camino dorado corre de Este a Oeste; se despliega como un puente que toca en su otro
extremo, el fin del mundo. Una fuerza tremenda penetra cada espacio de su conciencia. La visión
se torna difusa y abstracta un instante, seguida de una claridad espectacular que llega de todos
lados. Experimentan una esfera que posee ojos en cada poro. Después, nada los perturba.

La vivencia resulta indescriptible. Posiblemente sólo los colores hagan una tenue referencia a la
razón. Un centellante verde–azulado aclara la punta de sus pies, y se expande con sigilo hasta
cubrir lo que osa cruzar su camino. Un efecto tornasol derrama espectros dorados. Usando toda la
energía a su disposición, toman el puente y comienzan a avanzar. Los primeros pasos resultan
extremadamente duros, el peso de su experiencia es tremendo y exigen toda la fuerza de su ser.
Como serpiente usan todo su cuerpo para impulsarse.

A medida que suben, el trayecto se torna cada vez más ligero y las fuerzas comienzan a
equilibrarse. Los brazos ya no caen a la tierra, ahora poseen el poder del viento. Con el último
esfuerzo alcanzan la cima del camino. Se recuestan sobre su estómago para descansar y resbalan
hacia el otro extremo.

El camino descendente resulta reconfortante y durante este tiempo, ambos tratan de asimilar sus
visiones. Buscan recordarse como se veían ellos mismos, sin embargo la experiencia es
demasiado abstracta para que esto les haga sentido. Cuando se aproximan a la tierra continúan
resbalando, pero ahora de cabeza.

Como la semilla que penetra en la tierra, ambos se sumen en una obscuridad seca. No se percibe
ningún resquicio de luz. Sus miedos se expanden, pero la agradable emoción de caer al vacío
equilibra todas sus sensaciones. Es liberador. Ahora ruedan de Oeste a Este, a una zona más baja
donde otro de sus venenos comienza una danza. Un ego ensimismado toma fuerza y pretende
seducirlos. Aires húmedos de indiferencia se tornan en corrientes de vientos helados que nacen de
su interior. A pesar de todo siguen su camino, sin perturbarse, extrañamente.

Continúan descendiendo al tercer nivel. Gruñidos de gatos enormes se escuchan por doquier. La
memoria sostenida por el cuerpo físico, se arremolina alrededor de la conciencia de los dos
amigos. Los grandes apegos se pelean su atención. Ese enorme espacio infinito, de pronto parece
sumamente pequeño. A lo lejos se escuchan rugidos y el golpeteo de las garras de Tlakatekuani
(Devorador de Gente / Jaguar). Los felinos se acercan por los cuatro rumbos. Apegos de tiempos
lejanos toman una importancia insospechada e inundan el espacio, ya de por sí apretado. Cada
encuentro de estos recuerdos anhelados, produce millones de colores; imágenes del pasado
parecen tomar vida frente a ellos. Se escucha lo que pueden ser grandes rocas rodando por
montañas circundantes. Da la impresión que arrasan todo a su paso. Justo antes de que éstas los
impacten, la visión se disuelve y una luz clara guía su camino.

El siguiente escalón, el cuarto, los recibe con chillidos tan agudos que resultan desgarradores. Se
escuchan pequeños roces que despiertan sensaciones demasiado indefinidas para ser descritas.
Una angustia irracional se apodera de ellos. Pero continúan, y nuevamente al final todo se
desvanece y la luz clara vuelve a guiarlos al siguiente nivel.

Bajan hasta el quinto encuentro, el último, y el más violento. Ahora sus espaldas descansan sobre
el piso y ambos adoptan la posición de Mikto (El Cadáver / Shavasana). Esta parte del recorrido lo
registran como el más largo y el más profundo. El movimiento parece agotarse. A medio camino,
aparece frente a ellos un gran río. El calor y la fuerza con la que iniciaron se han reducido a una
pequeña chispa justo al centro de su ser. Toman conciencia de que el agua podría apagarlos
enteramente. Sin embargo, no pueden detenerse. Al entrar al caudal, los reciben incontables
cuchillos filosos de obsidiana. Los rastros que aún permanecían de su historia personal les son
arrancados, y sólo queda su esencia: su Yo más ligero.

Miradas perdidas, seguidas por ocasionales búsquedas para volver a posar la atención en lo
infinito. Eva se percata que está despierta, voltea a ver a Humberto y lo ve sentado, con las piernas
cruzadas y los ojos cerrados. Ahora observa su propio brazo. Ya no hay hinchazón, ni dolor. Se
siente renovada y con una agradable sensación de bienestar.

Humberto abre los ojos, y siente todo su ser alerta: –¿Dónde estamos? –Eva responde: –En la
cueva. ¿Dónde más? –Se miran unos instantes, –¡Que sueño tan vívido! –Humberto observa todo
el panorama: –Algo no me cuadra–

Ella sonríe: –Ya estoy curada. Me siento extraordinaria. –Se levanta y extiende los brazos. En lugar
de sentir un placer conocido y reconocer el pequeño suspiro que ocasionalmente acompaña a los
estiramientos corporales, sus sentidos son más que vibrantes. En otras condiciones, estas nuevas
experiencias hubieran bastado para robar la atención de Eva y llevarla a una vorágine de
emociones difíciles de controlar. Sin embargo, una inusual fuerza interna la mantiene centrada.

Por la boca de la cueva nacen destellos de luz solar que iluminan cada rincón del lugar. Una
necesidad profunda lleva a Eva a salir de la cueva. Humberto instintivamente la sigue y le habla,
pero ella no parece escucharlo. Afuera la luz es cegadora. Ella mira a su alrededor, intentando
distinguir algo, pero el destello lo cubre todo. El movimiento de su conciencia le recuerda la cueva,
quiere regresar y la busca sin encontrarla.

Su amigo continúa detrás de ella, le habla y después de varios intentos, se da cuenta que ella no
percibe su presencia. Humberto revisa todos los ángulos del lugar, sin poder reconocerlo. Mira una
amplia llanura, pero esta vez se encuentra salpicada por una vegetación desértica, en comparación
a los intensos verdes primaverales que abrazan la cueva a la que entraron inicialmente.
Inmediatamente después, la idea de que permanecen en el ensueño, se convierte en certeza.
Nunca antes Humberto había vivido un sueño tan sutil.

Para Eva la luz incandescente parece un mar interminable. No logra moverse, así que intenta
nadar. No siente avanzar, por lo que prueba hacerlo con extraños movimientos, hasta que el
balanceo de las caderas la impulsan. Una vez que toma cierta velocidad, el movimiento se da por
sí mismo. A medida que ella continúa, la luz va cambiando de colores. Los tonos fascinan a Eva
tomando por completo su atención.

Mientras tanto Humberto trata de ubicarse. La planicie se encuentra rodeada de pequeñas


montañas. Los pensamientos se tornan abstractos, sólo el momento presente es evidente.

Ángela lleva a Carlos a Teopantekuanitlan (Templo de los Jaguares). Él visitó el lugar varios años
antes junto con su ex novia Lilian. En aquella ocasión, erraron en la elección del camino correcto
un par de veces. Por lo que le quedó la impresión de que el trayecto era sumamente enredado y
difícil. El sitio se ubica en lo profundo de la montaña Guerrerense.

Esta vez, la amena charla con Ángela y la seguridad que muestra ella en su actuar, le dan una
sensación de confianza y sabe de alguna manera, que ahora no tendrán contratiempos en el
camino. Ella detiene el auto. Carlos pregunta sorprendido – ¿Ya llegamos?

–Estamos como a tres o cuatro kilómetros del juego de pelota. Es mejor llegar caminando y pedir
permiso a los seres sutiles, antes de acércanos más. –Carlos asienta con la cabeza. Bajan del
auto, casi al mismo tiempo estiran brazos y piernas. Cuando se percatan de su sincronía, se miran
y ella sonríe. El exclama: –¡Qué rico se siente! ¿Verdad?

Ángela revisa el entorno de un vistazo y con una expresión de gran gozo en el rostro, pregunta: –
¿Puedes sentir la energía?
Carlos muestra expresión de duda: –¿A qué te refieres?

–Toda la zona emana una energía singular, especialmente el juego de pelota. Cuando nos
acercamos al silencio interior, se despiertan en uno sensaciones muy poderosas.

Ella lo mira de reojo mientras toca la tierra con ambas manos. –Quizás aún estemos un poco lejos
para tu sensibilidad. Agáchate aquí.

Ella señala un lugar a su lado, de frente al sitio arqueológico. Le pide a Carlos que imite sus
movimientos. Toma un poco de tierra suelta, la frota en sus manos y la ofrece al cielo. En seguida,
se levanta y gira su cuerpo en sentido contrario a las manecillas del reloj, haciendo una pequeña
pausa en cada una de las cuatro direcciones.

El canto del quetzal centroamericano es un silbido o grito agudo, que frecuentemente emite de dos
en dos y a veces repitiéndolos de manera monótona. Ángela lo reconoce y le sorprende
escucharlo. Voltea con Carlos y pregunta: –¿Escuchas al pájaro? Él afirma con la cabeza. La
expresión de Ángela lo inquieta de alguna manera. Miran a los cuatro rumbos, todo es una calma
absoluta. Ella le dice que deben buscar rápidamente un lugar donde resguardarse para poder
descansar y dormir poco. Carlos se extraña de la propuesta, ya que la única indicación de Wekoa
fue que se reunirían con él, justo en el juego de pelota.

Ella lo mira con una expresión determinante que no admite objeciones: –Ese canto fue una señal.
Sólo en el ensueño alcanzaré a descifrarla, y quizá hasta logre comunicarme con el que la emite. –
Se encaminan en dirección a la montaña frente a ellos. Durante un par de horas bajo el sol
ardiente, Ángela le pide a Carlos que la siga de cerca y en silencio. Avanzan hasta lo alto del cerro.

Al llegar a la cumbre Ángela distingue un pequeño torbellino de viento, y lo sigue. Alrededor de


cien metros después encuentran una singular fisura en la tierra: es un hueco en suelo rocoso con
más de cuarenta metros de largo por trece o catorce de ancho. Descienden por esta abertura con
mucho cuidado de no molestar alguna serpiente del desolador y árido lugar.

Hallan un espacio ideal para el reposo. Ángela le propone a Carlos que se exprese, que saque sus
pensamientos de una buena vez. Si él quiere acompañarla en este viaje onírico es necesario que
descanse la mente; que se libere de sus dudas. –Todo el camino vengo escuchando tus reclamos
al destino.

A él le sorprende el comentario, ya que hace más de una hora que pensaba que su mente ha
permanecido en completo silencio.
Ella parece leer sus pensamientos. –La molestia no está en tu cabeza, está en tu cuerpo. Estira
todas las partes de tu cuerpo, bebe un poco de agua y trata de relajarte.

Carlos se sorprende del liderazgo de la joven. ¿Dónde habrá aprendido todo esto? Se pregunta.
Apenas alcanza los veinte años.

Ella le avienta un poco de agua en la cara y le dice enérgicamente: –Ya párale o me vas a tener
que esperar aquí.

Carlos toma conciencia de las palabras de Ángela. Si no logra entrar al sueño lúcido, no podrá
apoyarla en este viaje. Entonces, él recurre a su entrenamiento de Mahamudra y procura desnudar
su mente.

A los pocos minutos, ella lo mira con una cara seductora y le indica que tomen una postura que
asemeja al feto, ambos acostados y recargados sobre su lado derecho.

Ángela comienza un ligero canto que los invita a entrar en trance. Carlos apenas distingue el
cambio al mundo del sueño, y mantiene su lucidez.
Capítulo 4

Espacio abierto hacia el ocaso,


azul profundo que funde el todo con la nada.

Teowa (Aquel que Posee lo Divino) Wekoa proyecta su ser de ensueño al Tlachko (Juego de
Pelota) de Teopantekuanitlan (El templo de las fieras). Instantes más tarde aparece frente a él su
contrincante: el Nawal Tekusistekatl (Señor del Caracol), el brujo que envió la serpiente que atacó
a Eva.

Tekusistekatl entra rápidamente al Vacío, e intenta cubrir con éste a Wekoa para apresarlo. Sin
embargo a él, no parece afectarle. Por el contrario, el Señor del Caracol se percata que ahora se
encuentra inmóvil y no puede jugar a la pelota.

Wekoa sonríe: –Puedo ver claramente tus limitaciones. Has rigidizado el conocimiento y jugado
con métodos que desequilibran tu intensión.

En ese momento, a sesenta kilómetros de ahí, Don Julio escondido entre matorrales siente un gran
alivio y se tiende sobre la tierra gozando estos momentos. El ataque energético que lo afectó al
intentar ayudar a Eva, se desvanece por completo.

Tekusistekatl sabe que no puede hacer nada contra el gran maestro. Un brillo sutil emerge de la
joya preciosa de Wekoa, su Kuekueyo (Chakra) al centro de la frente respira. Una pequeña espiral
multicolor se expande desde este punto, lentamente, hasta formar un círculo infinito. Una imagen
comienza a proyectarse desde este espejo luminoso:

Se logra distinguir un bosque brumoso. Aun cuando ellos permanecen inmóviles, la imagen los
lleva por un recorrido singular, atravesando árboles y plantas, penetrando sus canales, sus venas.

La visión queda fija mostrando un lago muy brillante que irradia un aura azulada. Se escucha una
voz melodiosa en Nawatl que Tekusistekatl percibe por detrás. Él sólo conoce superficialmente la
lengua antigua, sin embargo ahora la comprende perfectamente.

–“Sa sen teutl itoca ketsalkoatl. Atle Kineki, san koatl, san papalotl, inankimakaske in ishpan
ankimiktiske.”

“Dios es sólo uno, su nombre es Ketsalkoatl. Nada pide, sólo serpientes (cuerpo) y mariposas
(espíritu) le ofreceréis”
En un principio no había nada. El agua se extendía hacia todos lados. Algunos movimientos en
este inmenso caldo de cultivo, develaban las escamas del Sipaktli, energía potencial de todo. La
base del todo, la flor que se transformará desde las más grandes montañas, hasta en un pacífico
suspiro.

Ometeotl, la Divina Trinidad, es Tonakatekutli y Tonakasiwatl. Ellos son los cuatro principios:
Shipetotek (Señor de la renovación) el Rojo, Teskatlipoka (Su Ahumar del Espejo) el Negro,
Ketsalkoatl (Serpiente Emplumada) el Blanco y Huichzilopochtli (Colibri zurdo) el Azul.

Los cuatro elementos se entrelazaron para dar vida a los Masewaltin (Merecidos): Siwatzin
(Respetable Mujer) y Wewekoyotl (Coyote sabio). Los principios también crearon océanos, plantas,
animales y todo lo que existe sobre la tierra, sólo faltaba la luz de un Sol.

Al centro de los Cuatro Grandes se alzaba un fuego, Ketsalkoatl lo transformó en un débil Sol.
Teskatlipoka se encolerizó, lo absorbió y el mismo se alzó como la nueva luz. Su gran fuerza lo
hizo muy caliente y todas las plantas se marchitaron a su paso.

En aquella época rondaban la Tierra los Tzokuiliseke. Ellos eran gigantes. Su comida fue Chikome
Malinalli (Siete Junco Flexible), los piñones de las piñas.

La imagen del espejo se transforma nuevamente en bruma, mientras se escucha una bella melodía
que recuerda a Tekusistekatl una canción de cuna, que lo tranquiliza. Su mente se desconecta de
todo y entra a un Vacío. Un paraje helado emerge frente a él, y el brujo se sorprende al sentir el
frio. Destellos de su cuerpo físico dentro de un elaborado templo, se mezclan con la experiencia.
Ráfagas de viento rompen en pequeños pedazos su cabello congelado. Tekusistekatl no alcanza a
comprender que le sucede, nunca había imaginado un poder igual.

Mientras percibe las imágenes proyectadas por el sexto Kuekueyo del maestro, una parte de su ser
realmente está dentro de la historia revelada.

Cuando el viento redujo ligeramente su fuerza, alcanzó a escuchar algunas palabras. No reconocía
la lengua, sólo algunos sonidos que le recordaban Teokuitlatls (Cantos Sagrados). De nuevo pudo
comprender cabalmente su significado:

–El hielo nos acecha; crece destruyendo todo a su paso. El océano se ha encogido. Las islas a las
que nuestros abuelos llegaron navegando, ahora podemos arribar a ellas a pie. Este tiempo será
muy duro y este Sol forjará al primer Avatar de nuestra humanidad. Muy pocos sobreviviremos, y
sólo lo haremos juntos, como una misma fuerza. ¿Acaso llegará el día en que alguien cuente
nuestra historia?

Olor a carne quemada se percibe y extiende a través de las ondas del viento. Tekusistekatl se
sorprende de poder reconocerlo, aún más cuando puede sentir su sabor y como entra por su
garganta. Una clara sensación de bienestar lo invade.

–Esta comida es un regalo. Este espacio, nuestro refugio es un paraíso, un regalo para nosotros.–
La voz retumba en las paredes rocosas. El brujo abrumado por la visión, intenta liberarse del influjo
sin éxito alguno. Después de unos instantes que se expanden por el mismo estado acrecentado de
consciencia, Tekusistekatl recapacita y reconoce el gran obsequio al que está siendo introducido y
deja de luchar contra la incertidumbre.

La visión toma más fuerza y ya sólo queda la experiencia. Se encuentra en una tundra desolada. El
viento arruga todo a su paso. No puede comprender como es que de pronto, ha aparecido en ese
lugar sujetando una lanza de madera en la mano. Atrapa su atención la punta manufacturada con
una piedra; la refinada forma lo mantiene intrigado. Distingue una andanada de gritos. Parecen
animales, sin embargo no puede comprenderlos. Los extraños sonidos se detienen tan rápido
como comenzaron. El brujo intenta enfocar sus ojos. No obtiene más que una imagen borrosa.
Suelta de la mano la lanza y con un movimiento desesperado, toca una rama a su lado y se aferra
a ella.

Los gritos que vuelven a emitir aquellos animales, asemejan el sonido de aves… y tigres, y lo
ponen aún más inquieto. Intenta dar un paso, pero lo detiene la pesada nieve que cubre sus pies
envueltos en una suave piel. Tekusistekatl dirige toda su atención en la sensación de la piel, nunca
había sentido tal delicadeza en los pies. Comparado al resto de las sensaciones, entre el frio y la
bruma, por unos instantes, se siente en profunda paz. En un segundo, los gritos se tornan
delirantes a un grado tal, que lo sacan de su remanso. Al mismo tiempo que siente que una mano
lo toma con fuerza, un colmillo gigante en forma de cuerno, lo atraviesa justo al centro de su
corazón. El brujo siente un dolor extremo mientras extrañamente a su vez queda fascinado por la
forma en que el marfil de varios metros de largo, lo parte en varios pedazos. Se percata que lo que
siente en realidad no es dolor, sólo es miedo. Tekusistekatl ve de nuevo la pantalla esférica que
brota de la mente de Wekoa.

La imagen del lago en la que inició la experiencia, se despliega otra vez frente a Tekusistekatl,
emanando absoluta paz. Una vez más se escucha la melódica voz:

–¿Recordarás tu nombre, allá donde de algún modo se existe?


Inicia el sonido de golpeteo de tambor, muy tenue y con un ritmo lento. Con pocas repeticiones, el
estado de consciencia de Tekusistekatl entra en trance. El lago a manera de espejo comienza a
moverse con serenas ráfagas de viento que forman olas singulares. La imagen de Teskatlipoka
convertido en un orgulloso e implacable Sol, se devela. Cada nueva racha del aire marca una
nueva silueta del Nawi Oselotl (Cuatro Tigre / Tierra), hasta que un bastón lo golpea, sacándolo de
balance. Poco a poco las ráfagas toman la forma de Ketsalkoatl como Nawi E´ekatl (Cuatro Viento)
el segundo Sol.

Teskatlipoka cae al fondo del lago. Al poco tiempo una jauría numerosa de jaguares emerge del
lago. Las fieras devoran todo a su paso. Frente a Tekusistekatl se desata una batalla entre cinco
Oselotl y un Mamut gigante. La delgada forma del paquidermo y sus débiles movimientos denotan
que ha pasado hambre, lo que facilita su derrota.

El héroe Jurakan, surge de entre los Tules. Una flor lo sostiene mientas él mantiene una postura
equilibrada Shomalinali (Sentado con piernas cruzadas). Una bestia salta sobre él arrancando de
un zarpazo su cabeza. Surge un nuevo Sol, Ketsalkoatl es más clemente con la Tierra y permite la
abundancia de cosecha. Ahora los humanos pueden mirar al cielo alimentándose de Akotsintli, “La
reverenciada comida caída de los cielos”.

Incesantes borrascas de viento ligero susurran:

–Espacio abierto hacia el ocaso. Azul profundo que funde el todo con la nada.

Tekusistekatl siente como su cuerpo es tragado por una andanada de imágenes que bocetan el
lago sin revelar nada definido.

Sus manos están aferradas a una rama y mientras su pies intentan subir un poco. El brujo sigue el
impulso y se engancha con sus piernas del primer soporte a su alcance. Por un instante se siente
seguro, hasta que un intenso dolor en su pie izquierdo provoca que se suelte. Tres garras lo
perforan. Instintivamente intenta liberarse. Se impulsa encogiendo todo su cuerpo y rueda en el
viento. Su caída provoca un gran estruendo. No siente dolor alguno mientras a su paso arrasa con
los árboles, transformándolos en e´ekailwia (Viento Fuerte) que tiran a su vez otros árboles más.
Sólo los arboles con raíces profundas resisten. Tekusistekatl choca contra uno de éstos y se sujeta
con toda su fuerza. El brujo eleva su mirada. Apenas alcanza a vislumbrar un océano creciente que
va cubriendo todo velozmente, cuando la experiencia lo expulsa, y vuelve a sentir la presencia de
Wekoa.

El maestro es ahora de color blanco transparente. De pronto, se llena de destellos de fuego que al
ritmo de un estrepitoso tambor lo incendia completamente. Únicamente una esfera diminuta
mantiene su blancura. Al fijar su atención en ésta, Tekusistekatl se ve envuelto en un espacio
infinito, que lo sumerge nuevamente a la experiencia surreal. Siente el estómago satisfecho y su
cuerpo caliente. Un manojo de Atsintsintli (maíz de agua), yace junto a su mano derecha y con la
izquierda sujeta a una mujer. La tez clara de su piel, contrasta con el tono oscuro del brujo. Se
percata que experimenta una ininteligible parálisis. Mientras intenta reflexionar sobre las
diferencias de los tonos de piel, afloja su mano y la mujer cae. Ahora se concentra en revisar su
entorno, pero un golpe brusco en la cabeza, lo sume en la parálisis de nuevo. Sus parpados
quedan abiertos y observa a la mujer acercarse a él. Ella toma un poco de agua y procede a curar
la herida en su cabeza.

En pocos segundos, el brujo relaja todo su cuerpo y entra en un viaje de colores y sensaciones. A
falta de palabras mantiene su asombro hasta perderse en la experiencia.

Cuando Tekusistekatl logra concentrarse y reconocer nuevamente la visión, se percata que no se


ha movido del lugar y que ha perdido la pierna derecha. Esto lo horroriza e intriga al mismo tiempo.
Una bella joven se acerca cautelosamente a la pierna izquierda e inicia un ritual muy delicado para
lavarla. No hay espacio que no sea masajeado, frotado y limpiado. Al término del confortante
procedimiento, la joven se coloca junto al brujo en posición fetal. Una rápida mirada y la forma en
que toma su mano para colocarla sobre su rodilla, le indican que ella está interesada en él. Un
agradable aroma capta su atención. A su izquierda otra bella joven prepara el fuego nocturno. Un
hombre alto, entra a la cueva cargando un gran bulto de Atsintsintli ( El maíz de Agua). Suelta su
carga al tiempo que hace un gesto de respeto hacia Tekusistekatl. El hombre se acerca y
comienza a emitir una serie de frases que terminan en una sarta de carcajadas. El brujo no
comprende ni una sola palabra. El hombre espera alguna reacción suya, y se queda mirándolo
intrigado. Después de un rato, inicia otro discurso inteligible que culmina con un gran rugido de
guerra. Dos hombres entran cargando un par de niños amarrados. Los colocan frente a su pierna
izquierda. Tekusistekatl no sabe cómo reaccionar ante tal escena. Intenta balbucear alguna
palabra, pero su lengua no le responde. En ese momento, se escucha un eco penetrante y grave
que lo sacude todo, especialmente los corazones de aquellas personas. El brujo pierde la
consciencia, y cae sobre el suelo.

Cuando despierta, la cueva en la que se encuentra, comienza a oscurecerse. Se escuchan gritos


en todas direcciones, mientras dos mujeres corren dentro de la cueva con sus pequeños en los
brazos. La cueva se oscurece aún más. Ondas de humo negro invaden el lugar, lo que hace que la
personas reunidas busquen refugio en lo profundo de la cueva, donde se amontonan.

Tekusistekatl queda intrigado sobre lo que puede estar ocurriendo fuera de la cueva. No puede
levantarse, así que se arrastra unos metros en dirección a la salida, hasta que la mujer que lo
cuidaba, lo toma del brazo y lo jala nuevamente hacia adentro. Él se resiste y cuando ella se da
cuenta de sus intenciones, inmediatamente lo ayuda a levantarse para llegar hasta la entrada.
Desde lo alto, hacia el Oeste sólo se vislumbra oscuridad. Hacia el Este, el humo se propaga
rápidamente, lo que se alcanza a ver hasta dónde termina el horizonte, es un gran bosque en
llamas.

Lo siguiente que percibe el brujo, es nuevamente el calmo lago y la melodiosa voz. Nota que ésta,
ahora se escucha más firme y corresponde a la de un anciano.

–Este tercer ciclo correspondió a Tlalok dar luz al mundo. La pareja que sobrevivió al viento, volvió
a poblar la Tierra. Se alimentaron de Atsintsintli y tuvieron abundancia. Esto los hizo desatentos a
las cosas, se acostumbraron a una vida cómoda y predecible, que afectó su esencia.

Durante un tiempo esta humanidad olvidó las enseñanzas de sus antecesores. Propagaron el
deshonor, la violencia y el desenfreno sexual. Hubo mucho sufrimiento. Los principios cósmicos
sintieron el desequilibrio y fue Ketsalkoatl quien envió a Shiutekutli (Señor del Fuego) a destruirlo
todo. Fue en un día Nawi Kiawitl (Cuatro Lluvia) que llovió fuego.

Los humanos aterrados, rogaron a los principios por su vida. Los Cuatro Grandes conmovidos,
transformaron a una parte de ellos en pájaros, para que pudieran volar y escapar de las llamas.
Mientras que el resto, fueron convertidos en Wajolotes que lograron escabullirse del fuego, pero
quedaron pintados de color negro. Shiutekutli dio refugio a una pareja en una cueva muy alta,
donde también llevaron una planta de maíz y el sagrado fuego. Se Tekpatl (Uno Pedernal) fue el
Shiwitl (año) en que desapareció Shuitonatiu (el Sol de Fuego).

El cuarto principio, Witsilopochtli, instruyó a Chalshiwitl (Joya Preciosa), quien tomó aspecto de Sol.
Nene y Tata los únicos sobrevivientes de la pasada humanidad. Ellos aprendieron la lección y
legaron a sus descendientes los Wewetlatollis (Palabras de los antiguos), que habrían de guiarlos
en un nuevo ciclo de abundancia y desarrollo.

La gracia femenina dio espacio a un tiempo de gozo y aprendizaje. Hubo abundancia de lluvias y
los ciclos, los shiwitl (años) por primera vez se pudieron contar. Había sincronía y aprendieron a
seleccionar Cuatro Flor (El Alimento Sagrado). Con cada ciclo aumentó el alimento y con éste, las
horas para la Teomanía se multiplicaron. Ya no sólo los sabios meditaban, todo el pueblo pudo
hacerlo también. La nueva humanidad comenzó a brillar.

Tanta armonía, no hace sentido a Teskatlipoka que ve brotar lo mejor de los humanos cuando se
enfrentan a la adversidad. En un día Nawi Atl (Cuatro Agua) manipuló a Chalshiwitl para que
subiera a la cima del Atepetl (Cerro del Agua). Una vez ahí, la Joya Preciosa clavó su cayado en la
tierra, al tiempo que una lluvia torrencial se extendía por toda Semanawak. Pasó un ciclo completo
de un año, y la lluvia no cesaba. Los pocos sobrevivientes se refugiaron en los peñascos que
sobresalían del agua. Ante tal sufrimiento los Cuatro Principios enseñaron a los humanos a ser
como los peces.

Durante todo el relato la mirada de Tekusistekatl se mantuvo centrada en el lago. Algunos


movimientos de olas sobre su superficie sin razón aparente, acompañaron el relato. El brujo siente
unas ganas incontrolables de lanzarse al manantial cristalino. No puede moverse, por lo que hace
un enorme esfuerzo por liberarse.

La siguiente experiencia no alcanza a comprenderla hasta pasado un largo rato. Él es ahora un


pez, que nada por las aguas. Sus pensamientos se esfuman mientras sus sentidos florecen. Con
cada movimiento aprende a dirigir su nuevo cuerpo. No puede distinguir con la mirada. El olfato
toma la dirección del instinto y las conmociones de su cuerpo. Un olor suculento se destaca entre
el resto. Con todo su impulso, el brujo intenta acercarse hacia aquel olor. Cuando siente que llega
a su objetivo, su cuerpo resbaloso rebota contra el de otro pez y sale disparado fuera del agua.
Cae sobre una piedra plana, seca y caliente por el sol. Su cuerpo se comienza a quemar
inmediatamente. Se contorsiona violentamente intentando regresar a la preciada agua. Ningún
esfuerzo parece funcionar. Los rayos del sol golpean su perturbado cuerpo como millones de
pequeñas agujas. De pronto, no siente dolor alguno y la imagen del lago se despliega de nuevo
frente a él. La voz del anciano continúa con el relato:

–En un año Se Akatl (Uno Caña) se cerró el ciclo del glorioso Atonatiu (Sol de Agua), cuando los
humanos ligamos nuestro destino al del Elotl (Elote / Maíz).

La reacción del nigromante Tekusistekatl ante todos estos inconcebibles sucesos, es rigidizar su
cuerpo. No puede procesar las experiencias. Intenta cerrarse y dejar de percibir. Sin embargo, la
fuerza de lo vivido es tan intensa, que una lagrima brota de su cuerpo físico. Por unos instantes la
consciencia del brujo regresa a su cuerpo y percibe que ahora llora desconsolado. Aun con los ojos
cerrados, una tristeza que nunca antes había sentido, lo invade profundamente. La intensidad de
su melancolía se vuelve pesada. Siente su cuerpo lánguido, y se sumerge en la visión donde se
encuentra frente a Wekoa en el juego de pelota de Teopantekuanitlan. No puede moverse,
únicamente escucha una pregunta. Es su propia voz: Qué? Qué? –La pregunta se repite
incesantemente hasta que los ojos de Wekoa atrapan de nuevo su atención–. Un brillo especial en
éstos les da vida propia.
Sin mover los labios, su voz retumba suavemente: – Estás muriendo. Más veces de las que pueda
contar, he compartido recuerdos como el que acabas de vivir. Nunca antes conocí alguien tan
apegado a sí mismo. Me sorprende que aun estés con vida.–

La consciencia del brujo regresa a su cuerpo. Permanece inundado de tristeza. Las lágrimas
escurren sobre su rostro, intensificando su sentimiento de tragedia. El brujo siente que un nudo
dentro de él, se suelta en cuanto regresa al juego de Teopantekuanitlan. Escucha la voz de Wekoa
desde todas las direcciones:

–Todavía no es tiempo que mueras. Voy a contarte el resto de la historia. Veo que no estás
capacitado para sobrevivirla, si comparto contigo la historia de primera mano. Te asusta tocar las
experiencias. Mejor platiquemos.–

En un tiempo antes del tiempo, cuando aún el manto de la oscuridad lo cubría todo, los Cuatro
Grandes Principios: Teskatlipoka, Shipetotek, Witsilopochtli y Ketsalkoatl, reunieron “En el lugar
donde se posee lo divino”, al resto de las esencias creativas.

Un nuevo Sol, habría de iluminar eternamente. Para lograrlo se forjarían dos: Tonatui, el Sol, y
Mestli, la Luna.

El primer voluntario para encarnar al Sol, fue el engreído Tekusistekatl, jactándose que su gran
poder bastaría para tener éxito en tan noble hazaña.

Ketsalkoatl expresó: –Tú serás el Sol Tekusistekatl. ¿Quién será la Luna?–

Todas las fuerzas convocadas guardaron silencio ante el reto de vivir por siempre en la oscuridad.

Sin pronunciar palabra, todos pensaron en Nanawatsin (Respetable Poseedor del Flujo), quien
estaba cubierto de llagas y daba un aspecto espantoso. Sin embargo, su corazón era puro como
turquesa divina.

El resto de las divinidades lo obligaron a tomar el papel de la Luna. Con humildad, Nanawatsin
aceptó la voluntad de sus hermanos.

El grupo presente erigió dos Teopan (Templos): el primero, fue de gran tamaño y con finos
acabados para Tekusistekatl. A su lado otro más pequeño para Nanawatsin, que evocaba
sencillez. Durante trece Ilwitl (Días) ambos realizaron prácticas espirituales sin tocar alimento,
limpiando su cuerpo de impurezas.
Cada uno realizó ofrendas según su condición. Tekusistekatl entró a su gran templo vestido con
finas telas y coronado por plumas preciosas, llevando consigo valiosas esferas en oro, puntas de
coral y copal del más puro.

Mientras que Nanawatsin, ofrendó nueve atados de cañitas verdes agrupadas de tres en tres,
esferas de heno y puntas de maguey coloreadas por su sangre sacrificada. Ataviado sencillamente
con su taparrabo y un gorro de papel.

Al término del periodo de purificación por Matlaktliomei Ilwitl (Trece Días), los Cuatro Grandes
Principios Divinos (Tezkatlipoka, Shipetotek, Witsilopochtli y Ketsalkoatl) produjeron una
grandísima hoguera en Miktlanotli (la Calle de los Muertos). Sus masivas flamas tocaban las
estrellas.

Witsilopochtli tomó la palabra: –Ahora Tekusistekatl, ve al fuego y transfórmate en “El Sol”.– Cuatro
veces hizo el gesto de arrojarse, pero en todas estas se acobardó por la intensidad del fuego.

Ante lo ocurrido, Witsilopochtli intervino: –Ahora tú Nanawatzin, que tu acto florezca.–

Él contestó: –Que sea la voluntad de los míos.– Y se arrojó sin miramientos de cabeza a las
ardientes llamas.

Tekusistekatl, sintió vergüenza ante la heroica acción de su contraparte, y también saltó a la


lumbre. Tras ellos por voluntad divina, un águila entró al fuego y en seguida un ocelote.

Nada ocurrió durante los trece días siguientes hasta que al catorceavo, el águila brotó de la
hoguera con una enorme esfera luminosa en el pico. Su esencia despertaba todo lo que
encontraba a su paso hasta cubrir el Tlaltikpak (Sobre la Tierra) por completo. Su calor era
benéfico.

Mientras los presentes permanecían en el asombro, emergió de las flamas el ocelote con otro
globo luminoso de igual tamaño y resplandor que el primero, entre sus garras.

El supremo Ketsalkoatl consideró injusto que existieran dos soles cuando Tekusistekatl retrocedió
cuatro veces por cobardía. Su habitual aspecto pacifico se transformó en iracundo. Tomó de la
orejas a un conejo y lo arrojó con fuerza a la segunda esfera. El golpe la palideció y disminuyó su
tamaño, marcando eternamente su rostro: el conejo, símbolo de las pasiones desbocadas que
oscurecen el ojo.
Tonatui (El Sol / Nananawatsin) y Mestli (La Luna / Tekusistekatl) se mantenían sin movimiento.
Ketsalkoatl recurrió a su gran poder como E’ékatl (El Viento). Los vientos dieron movimiento al Sol
y a la Luna. El Sol de un lado y la Luna de lado opuesto.

Sin embargo, esto no fue suficiente para alcanzar el Ollin (Movimiento) eterno. Todos los poderes
divinos tendrían que dar al Sol su Chalshiwitl (Joya Preciosa), su esencia, como alimento. E’ekatl
fue el encargado de realizar el sacrificio. Uno a uno cayó bajo su filoso Tekpatl (Cuchillo–
Pedernal).

Sholotl (El que resbala / Perro) el doble de Ketsalkoatl, se reusó a morir. Huyó al maizal, donde se
transformó en Pie de Maíz de dos cañas. El viento lo acechó de nuevo, y ahora huyó hacia los
magueyes y se transformó en Mesholotl (El Maguey Doble). Entonces, fue descubierto de nuevo,
por lo que saltó al agua y se convirtió en Asholotl (Ajolote). Ahí lo alcanzó E´ekatl y le dio muerte.

En ese instante, el Sol inició su camino interminable. Aún necesitaría alimento: nuestras plegarias,
para cruzar los cielos dando vida en la Tierra. En respuesta Nanawatzin nos da bendiciones.

El relato de Wekoa calo hondo en el corazón de Tekusistekatl, y recuperó el movimiento de su


cuerpo. Éste reflexionaba sobre la historia, cuando una pelota de luz saltó al terreno de juego. La
cara de Eva se veía reflejada sobre ella. Tekusistekatl tendría el primer golpe y entonces, podría
matarla. Sus ansias de poder logran cegarlo, por lo que ofrece a Wekoa la vida de Eva y su reino
en la Tierra, a cambio del conocimiento de La Totalidad.

Un pensamiento cruza la mente de Tekusistekat: Tengo mucho poder, controlo la vida de millones.
Todo puede ser tuyo. Sólo te pido a cambio saberlo todo.

Wekoa lo mira con gran ternura y responde: –Tu tiempo en esta Tierra está medido, y tu cuerpo
físico ya no tiene redención posible. La única posibilidad dado tu experiencia en el ensueño, es que
limpies tus cuerpos sutiles ayudando y curando al que lo necesite. Esto quizá te de la luz suficiente
para alcanzar La Totalidad.–

Wekoa se sienta a meditar y se transforma en un gran dragón, iluminando todo a su alrededor.


Tekusistekatl escucha el siguiente canto, al tiempo que su cuerpo físico expira su último aliento: –
“Teteoinan teteoita, Weweteotl tlalshikko onok, shiu’tetsakualko makitok, shiu’totoatika
mishtsatsakualiu’tika, Weweteotl ayamiktlan, Shiu’teku’tli”.
(“Madre y Padre de los Dioses, Dios anciano que moras en el ombligo del mundo, en cofre de
turquesas, en las aguas del espacio, entre las nubes y nieblas del mundo de los muertos. Gran
Señor del Fuego”.)

–La voz de Wekoa se torna hipnotizante– Descendiente de linajes, escucha mi voz. Te diriges al
Miktlan (Inframundo), densas visiones luminosas danzaran a tu alrededor. Si te identificas con
ellas, te perderás, deambularas entre los mundos. Si recurres al camino que te sea familiar, al
camino fácil, te apegarás a la forma y serás triturado por filosos cuchillos.

Despierta Ya. Los cielos se tornan color de llama y las mariposas revolotean. No dirijas tus
afinidades hacia los cinco niveles. Has dejado tu Tonakayotl (cuerpo físico), éste ahora es para ti
un Tekpan muralla con nueve puertas. Si te apegas a alguna de ellas, caerás en un abismo que te
despojará de tus recuerdos.

Evita los dos largos Yowi (Venas de aire / Nadis) que descienden por tus piernas. Eres la
Chalshiwitl (Joya Preciosa /Ajna) en el Kuekueyo Kollotl (Chakra del Alacrán / Muladhara). Elévate
por encima del Ilwitl (Chakra Pluma / Anahata). Eres la Chalshiwitl en el Kuekueyo Pantli (Chakra
Bandera). Sube a la Chalshiwitl en el Kuekueyo Shochitl (Chakra Flor). Continúa ascendiendo,
ahora eres la Chalshiwitl Topilli (Chakra Bastón de Mando), continúa hasta la Chalshiwitl (Joya
Precisa) al centro de la cabeza.

El Omakatl (Canal Central) se encuentra frente a ti. Supera los tres nudos. En el primero hallaras a
la de rostro azul, únete a ella y elévate. En el segundo estará la de rostro blanco, fúndete con ella y
asciende. En el tercero te recibirá la de rostro rojo. El Kuekueyo Tekpatl (Chakra Pedernal) se abre
y avanza por el camino hacia la Gracia de Ketsalkoatl, la Serpiente Emplumada.
Capítulo 5

Las ramas de tu árbol, se extienden hacia mí,


con las manos abiertas.

1 de Abril 2012

Querétaro, en el corazón de la zona de pintura rupestre por excelencia. Desde lo alto en una
amplia cueva superficial, la vista es bellísima. Los intensos tonos verdes de la vegetación
contrastan con el rojo de piedras y peñas alrededor. Naturaleza viva expresándose libremente en
todo su esplendor.

La entrada de la cueva es tan larga como un viejo roble, que permite que esté perfectamente
iluminada por la luz natural del día. Su altura irregular mantiene un mínimo de cuatro o cinco
metros. La ubicación, cerca de la punta del cerro y su orientación hacia el Este, son la combinación
perfecta para que el viento corra libremente por todos los rincones de la cueva. En su interior se
encuentra una gran piedra monolítica como base sobre el suelo, que es idónea para los propósitos
del grupo.

Dentro de la cueva Wekoa dirige la enseñanza. En forma de círculo frente a él, de izquierda a
derecha están: Ángela, Amoshtlakuilo, Ana, Humberto, Don Julio y Eva, sentados en posición de
loto. Cierran el círculo, dos cuerpos etéreos, invisibles, sólo sus dobles o cuerpos de ensoñación
están presentes. Por las miradas entre ellos, parece que Ángela es únicamente quien puede
distinguirlos claramente. El primero es Carlos, y a su lado derecho, el Nawal Tekusistekatl es el
alumno más atento.

Teowa Wekoa toma la palabra: –Han pasado ya Yei Mestli (Tres Veintenas) desde nuestro primer
encuentro. Dejando atrás las confusiones, ahora podemos enfocarnos en asuntos más nobles.

Ana levanta la mano para hacer una pregunta:

–Maestro con todo respeto, ¿no comprendo cómo en tan poco tiempo ha logrado a hablar tan bien
el español? Cuando nos conocimos, usted no entendía casi nada y ahora lo habla con gran soltura
y perfección. Desde que lo vimos esta mañana traigo esa duda dando vueltas en mi cabeza.

–Debe ser cuestión de sobrevivencia, motivado por una mezcla de curiosidad.


En vigilia me hubiera tomado mucho tiempo, sin embargo, durante el ensueño el tiempo como lo
conocemos se expande. Tengo un par de amigos que durante el reposo me han enseñado su
lengua. –

Ana se sorprende con la respuesta, pero no se atreve a hacer otra pregunta para ampliar el tema.

Wekoa continúa en un tono solemne: –Al tercer día de esta enseñanza, tendrán su primera
iniciación al “Linaje de la Serpiente Emplumada”. Por las reacciones que tuvieron varios de ustedes
en nuestro último encuentro, veo claramente que este tiempo es muy distinto al que yo viví. La
forma que yo recibí enseñanza no funcionará con ustedes. Nosotros comenzábamos desde muy
pequeños las prácticas espirituales. Por lo que cuentan, en su época es común iniciar cuando el
cuerpo físico ya está disminuido y la energía vital ha decrecido (a partir de los dieciséis años).

Esto cambia los métodos que debe usar el maestro para llegar al entendimiento profundo del
alumno, por lo que no podré recurrir a rituales tradicionales con ustedes.

Wekoa cambia y se expresa en un tono relajado y pausado: –Primero, reflexionemos sobre una
palabra en lengua Nawatl: Chiwa, es el verbo “hacer”. Su estructura Chi…wa nos remite a la
persona que “posee un flujo”, es decir, una continuidad de acontecimientos que se unifican con
Senmati: “la atención”.

Cuando nuestra atención reconoce el momento presente, por sí sola multiplica las posibilidades de
éxito en cualquier proceso que emprendamos.

La acción efectiva, fomenta la compasión y se beneficia de posarse en una base flexible que se
adapte a las circunstancias que surgen del flujo presente.

En Nawatl Chiwa no necesariamente implica movimientos físicos o mentales; Chiwa incluye: la


observación activa, la conservación y el cultivo de nuestra energía vital y las prácticas durante el
sueño.

Las palabras de Ketsalkoatl iluminan este “hacer”. Las recitaré en tres ocasiones para que
alcancen a grabarlas en su memoria:

“Sólo en tu propia paz, en tu prudencia, ve adelante sin vacilación ni duda,


para que no entristezcas mi corazón.
Con toda tu atención, serenamente, así vive.”5
Actuar sobre el mundo es nuestra esencia. El maestro nos invita a ir adelante en nuestra propia
paz.

Por lo que hasta ahora he captado, en su cultura hay gran ignorancia sobre lo que las personas
perciben de su interior. He conversado con familias enteras que se dicen vivir en paz, cuando
grandes torbellinos de emociones y sensaciones internas pasan totalmente desapercibidas por
ellos.

Parece que con el tiempo la palabra ha perdido fuerza para el ser humano. Mentir se ha vuelto algo
casi necesario para su cultura. Wekoa hace una pequeña pausa. Mira atentamente a sus alumnos
y detecta una mezcla de tristeza y alarma en sus rostros, y continúa: –Sin embargo, los humanos
aún tenemos grandes recursos para transformar este eterno proceso que llamamos Yolli (Vida de
un Ser Vivo).

La paz que reine nuestra vida debe ser verdadera. La palabra que no lo es, trae consigo grandes
pérdidas, generalmente ocultas por una ganancia inmediata. El verdadero pago o recompensa
ocurre en nuestro interior. No porque la palabra en sí, encierre algún tipo de hechizo, es sólo que
nuestra conciencia se reciente cuando la mentira refuerza algún apego o algún aspecto congelado
en nuestro flujo.

El flujo de lo percibido y lo no percibido de nuestra experiencia como ser. Chiwa el “hacer”, está
implícito en nuestra Nemi, vida, de Ser Humano. No podemos evitar el hacer aun cuando
pretendemos eludirlo con grandes esfuerzos. Sin embargo, el Chiwa más elegante apenas es
percibido, ocurre en lo profundo de nuestra conciencia. Bendito aquel que lo presencia.

En un sentido metafórico, esta paz debe ser conquistada por nuestra prudencia. En realidad dicha
paz ya está con nosotros, sólo debemos darle el espacio correcto para que surja, para reconocerla.

Aquellas palabras afectan profundamente a Humberto. Recuerdos del ensueño que experimentó
en la cueva con Eva convaleciente despiertan en su mente. Con un pequeño esfuerzo mantiene la
atención en las palabras de Wekoa:

–Algunas otras palabras que contienen Chiwa, nos ayudan a profundizar en su significado. Por
ejemplo, cuando le adjuntamos la palabra Tlakatl, “humano”, tenemos Chiwatlakatl, “Culto o
Persona Cultivada en el Conocimiento”. El Tolteka literalmente es el “Auto–Cultivado”.

Nuevamente estas palabras, en particular el término auto–cultivado, reviven aquel extraño sueño
que tuvo Humberto: Él camina en un paraje desolado. La luz es muy brillante, dorados multicolores
centellean en cada detalle. Extraña luminosidad que siendo aún muy intensa, es amable a sus
ojos. Rocas y plantas, montañas y senderos, muestran una vivacidad inusual que resalta cada
aspecto físico.

Eva flota a más de medio metro del suelo. Un ligero movimiento de caderas la impulsa
suavemente. Ahora, no sólo no escucha o percibe a Humberto, sino que también comienza a
desvanecerse poco a poco.

Humberto avanza junto a ella. Una singular angustia lo invade. Su mente dual se enfoca en ¿qué
debo hacer?, aunque sus pensamientos son mucho más abstractos que de costumbre. Piensa que
seguramente hay algo que debe hacer. Quizás sea algo que debe recordar. Este conflicto
asentado en la mente dual nubla su observación. Entonces Humberto fija su atención buscando
algún tipo de orden o estructura.

Se percata que ya no puede percibir a Eva. Siente una profunda soledad. Ha perdido el rumbo y no
puede orientarse. El foco de su atención se conecta con la angustia, y comienza una danza mental
caótica que lo confunde aún más. Se da cuenta que no puede ayudarse por medio de su
respiración. Esto lo lleva a un punto álgido de su proceso y se acurruca entre cuatro matorrales.

Humberto descubre que lucha contra sí mismo, y se suelta. Nada ha pasado. Toma conciencia que
está en un pequeñísimo valle y que debe alcanzar la cima más cercana para ubicarse. Tan sólo
comienza a imaginarse esta cima, cuando ya se encuentra parado sobre ella.

–La paz y serenidad en nuestra vida deben ser cultivadas. Aun cuando en un momento dado,
nuestra planta, nuestros Yowi (Canales Sutiles del Cuerpo Físico) puedan recibir Chalshiwitl (Gotas
Divinas) que la hacen desarrollarse insospechadamente. Nuestro sendero Tolteka nos orienta a ir
adelante sin vacilación ni duda. “Para que no entristezcas mi corazón”, nos dice Ketsalkoatl.
Nuestro corazón es la conexión más directa con el misterio de “La Serpiente Emplumada”, por esto
cuando entristecemos su corazón, también lo hacemos con el nuestro y con el resto de los que nos
rodean.

Sin poder mantener la atención en las palabras de Wekoa, Humberto regresa a sus vívidos
recuerdos.

Es claro que está ensoñando. No debe olvidarlo y debe mantenerse en paz. Tras él, en la cima
donde se encuentra parado, se despliega en diagonal una gigantesca cadena de montañas. No
sabe cómo o por qué lo sabe, la parte más próxima es el sur y la más alejada el norte.
Al frente, ve una pequeña montaña con una forma singular. Pegada a la parte alta del cerro se
distingue claramente algo como una luz o energía, y decide caminar en esa dirección. Pero lo hace
pausadamente, con cierto sigilo, ya que no sabe lo que le espera.

En cuanto reanuda su trayecto, recuerda a Eva. Usa su voluntad y la llama silenciosamente.


Continúa su camino y cada tanto vuelve a llamarla. No tarda en sentir que aquello puede ser tan
sólo un juego mental y que en realidad, se comunica consigo mismo. Así que cambia de estrategia.
Usa movimientos instantáneos para recorrer la zona. Aparece en el lugar donde posa su mirada
con sólo pensarlo. En poco tiempo se da cuenta que no hay nada que tenga movimiento, que
tenga vida.

La luz junto a la montaña resplandece y se intensifica. A medida que se acerca a esta luz, todo
comienza a magnificarse: las sensaciones y los pensamientos. Un gozo suave lo relaja y mantiene
su atención en equilibrio.

Distingue que se encuentra rodeado de pirámides. Cada una emite una energía distinta. La
luminosidad que lo llevó hasta ahí, se observa en el Tlachko (Juego de Pelota). Humberto alcanza
a ver a Eva, próxima a una de las esquinas está cancha sagrada.

Intenta acercarse a ella, con cada paso aumenta su percepción y claridad. Su primera reacción es
dar dos pasos para atrás. Tanta luz lo asusta. Eva no parece verse afectada por la luminosidad.
Humberto intenta hablarle varias veces, sin recibir respuesta. Entonces, decide mantenerse en un
lugar donde pueda permanecer ecuánime, y aún alcance a ver a su amiga, a quien pierde
rápidamente de vista cuando entra al Tlachko (Juego de Pelota).

Aquellos recuerdos que roban la atención a Humberto pierden fuerza. Al percatarse de esto,
regresa a la instrucción con Wekoa.

–Nuestro corazón es la conexión más directa con el misterio de “La Serpiente Emplumada”, por
esto cuando entristecemos su corazón, también lo hacemos con el nuestro y con el resto de los
que nos rodean.

De ahí que el sabio que alcanza la tercera etapa del camino, pinta a la gente como si fueran flores.
El nombre del Kuekueyo (Espiral Radiante / Chakra) localizado en el corazón usa como símbolo a
la flor. El perfume emanado del pistilo de nuestro corazón, es un aspecto en el que centraremos
nuestra atención durante estos días.
Wekoa mira un poco de rigidez en la postura de algunos de sus alumnos. Sonríe y les aconseja
relajarse: –Si ahora que estamos conversando algunos de ustedes están así de rígidos, cuando
comencemos la meditación se pondrán más tiesos todavía y eso no es bueno para el flujo interno y
del grupo. Me parece bien que intenten mostrar respeto –Wekoa estira brazos y piernas– pero
pueden soltarse y disfrutarlo.

Wekoa los invita a tomar un descanso.

El maestro y Ángela se alejan del grupo a un espacio más profundo de la cueva. Dado que son los
únicos que perciben los Dobles (Cuerpo Sutil) de Carlos y Tekusistekatl, parece que van a
compartir una experiencia, ya que ambos asumen posición de Ashochitl (Loto) para realizar
Teomanía (Meditación).

Amoshtlakuilo es el nuevo integrante del grupo, así que el resto trata de hacer que se sienta
cómodo como en casa. Cada quien lo intenta a su manera, sin embrago Humberto toma la
iniciativa y lo presenta con Don Julio mediante una amena conversación.

Eva toma de la mano a Ana para alejarse del grupo; llevándola a la cornisa, donde se sientan.

–Ayer tuve un sueño muy extraño, no puedo recordarlo. Sólo me queda la sensación. –Eva calla y
queda pensativa.

–A mí me pasa seguido. En mi caso es algo agradable, la mayoría de las veces en realidad lo


disfruto.

–No es eso. La sensación me hizo quedarme quieta cuando desperté hoy por la mañana, tratando
de revivir el sueño. Entré en una especie de trance y recordé el ensueño que tuve en la cueva con
Humberto.

Cuando recobré la conciencia en la cueva, todavía convaleciente de la picadura de la serpiente, no


recordaba nada. Fue frustrante. Humberto insistía que habíamos ensoñado con Wekoa. Y apenas
hoy justo cuando desperté, me llegaron las primeras imágenes de esto.

La mayoría de ellas no me hacen ningún sentido, todavía tengo que procesarlas. Algo que
recuerdo claramente es tu rostro. ¿Estabas tú también ahí con nosotros ensoñando? ¿No lo
entiendo?
La pregunta saca un poco de balance a Ana, quien generalmente tiene todo bajo control. Tarda
unos segundos en contestar: –No, yo no experimenté aquel ensueño. Mi participación fue otra. Hay
algunos detalles de mi vida que no sabes, pero espero que al final de esta enseñanza, tengamos
tiempo de conocernos más.

Eva no comprende este enigmático comentario; su rostro lo evidencia.

–Yo fui la encargada de cuidarte durante aquel trance. Curé tus heridas y te apliqué energía
curativa. Abriste los ojos en un par de ocasiones y es posible que mi imagen haya quedado
mezclada con tus recuerdos oníricos.

Eva se siente entre agradecida y molesta. Esta revelación la hace caer en cuenta que ella también
es parte del grupo de Ángela. Se pregunta si la ha estado engañado todo este tiempo.

Denotando cierto control, pero con un tono de voz emotivo, pregunta: –¿Fingiste ser mi amiga?

–No, eso se dio natural. Mi encomienda fue procurar tu bien.

Siempre estuvimos un paso atrás de los Tekusistekatl, hasta que intervino Wekoa. Lo que ese
brujo hizo nada tiene que ver conmigo. Puedes estar segura que mi amistad y mi amor por ti son
genuinos.

Eva derrama un par de lágrimas al momento que Ana reacciona abrazándola.

–No sé qué me pasa, estoy muy emocional. Me pone nerviosa saber que por ahí andan los Dobles
de Carlos y Tekusistekatl.

Eva suelta la última lagrima y se siente más tranquila. A modo de burla hacia sí misma, explica–
Todavía me falta más de una semana para que me baje, y mira como me traen las hormonas. –
Ambas sueltan carcajadas por el comentario tan franco de Eva. La energía de tensión, desaparece
después de esto. Entonces, ambas disfrutan mirando al horizonte.

Los recuerdos del sueño que tuvo Eva por la mañana regresan de nuevo: todo lo que la rodea es
luz. Aquel abstracto escenario en vez de producirle miedo, la inunda de curiosidad. Los distintos
tonos iridiscentes captan su atención por completo y en poco tiempo queda mesmerizada por la
luminosidad.
Eva no percibe su cuerpo físico. Se encuentra saturada de sensaciones y extrañas formas que
cambian de temperatura al ritmo de un pulso. Mientras algunas se enfrían otras la elevan
rápidamente. Detecta una sensación agradable que emana de un punto en el espacio. No hay
arriba o abajo así que no sabe dónde apoyarse.

Recuerda la canción que le enseñó Wekoa. La entona y comienza un baile. Se percata que el
movimiento asociado a la melodía la acerca a dicha sensación agradable.

El canto inicia evocando heroísmo y aventura. Escenas abstractas seducen a Eva; no alcanza a
fijar su atención en alguna de ellas. Concentra su pensamiento formando únicamente una idea
fluida. No recuerda si hay algún propósito en su búsqueda, tan sólo se guía por la sensación de
bienestar.

Ana saca a Eva de sus cavilaciones: –¡Vamos! Ya continúa la enseñanza.–

Wekoa inicia recordando el mensaje de Ketsalkoatl que comentaban previo al receso:

–El cierre de la frase es contundente en su mensaje: “Con toda tu atención, serenamente, así vive.”
Senmati, “la atención”, se construye en Nawatl con Sen de “unidad” y Mati que significa “mente”, es
decir: “La unidad de la mente”.

“Con toda tu atención vive serenamente”. Tres aspectos clave en el proceso meditativo son: 1) La
Atención o El Observador, 2) La Vida o Energía Siempre Presente y 3) La Serenidad Permeándolo
Todo.

El Observador es el darnos cuenta de lo que sucede. La Energía son los fenómenos que
experimentamos, ya sean pensamientos, emociones o sensaciones corporales y La Serenidad es
el Vacío que sostiene Todo.

Ahora, regresemos a la palabra Chiwa. Aplicando el gerundio obtenemos Chiwalli, “forma”.


Nuevamente las palabras de Ketsalkoatl recogidas en el Teomoshtli (Libro Sagrado) nos refieren a
“La Forma” por excelencia.

“Busca el gozo del Supremo. Baja tu cabeza, flexiona tus rodillas, adopta una postura atenta,
acostumbra tus piernas. Resbala, deslízate suavemente hacia Nuestro Señor. Y si algo te
atormenta, si algo interfiere tu fluir, disípalo en su dicha y afirma tu vida.”6
Me gusta especialmente esta frase: “Resbala, Deslízate”, así es como nos acercamos a él, Lo
Divino, El Gran Misterio. Casi sin buscarlo, suavemente. Sin obsesiones o fanatismos, tan sólo
recordando el inicio del verso: “Buscando El Gozo”.

Ahora revisemos la última parte: “Si algo te atormenta, si algo interfiere tu fluir, disípalo en su dicha
y afirma tu vida.”

De aquí podemos sustraer también tres aspectos: 1) El Tormento que interfiere a “El Flujo”, 2) La
Disipación y 3) La Afirmación. Esto podemos traducirlo en etapas o aspectos de nuestra Teomanía:
“Meditación”. Hay un cuarto aspecto del que hablaremos más adelante.

La diversidad de eventos que tienen la capacidad de atormentarnos es significativa. Tres aspectos


tienden a agruparlos: 1) Los Pensamientos, 2) Las Emociones y 3) Las Sensaciones Corporales.

La disipación en dicha es algo a lo que todos aspiramos, y sólo algunas veces alcanzamos. Esta
etapa del proceso se identifica con La Expansión, La Relajación y La Soltura. Una vez completada
esta tercera etapa, Se Acatl Ketsalkoatl (Uno Caña Serpiente Emplumada) nos invita a afirmar
nuestra vida, es decir, mantener La Unidad y La Atención despierta.

Con algo de práctica, estos dos procesos: La Disipación y La Atención, tienden a equilibrarse.
Estos pueden darnos la base para transitar por la vida sin trastornos o tormentos innecesarios, y
otorgarnos una sensación de serenidad.

Ahora, ¿cómo conectamos estos tres aspectos con los tres elementos de la meditación?

El Tormento lo asociamos con energía, La Disipación con reconocer El Vacío y La Atención


despierta es ese darnos cuenta de lo que ocurre: La Observación.

Continuemos con otra parte del texto.

Eva toma una pluma y un cuaderno para escribir.

Wekoa resalta: –No es necesario que lo escriban. Amoshtlakuilo hizo el favor de transcribirlo y se
los entregará al término de la sesión. Claro que si se sienten más cómodos escribiéndolo,
adelante.

En mi tiempo lo usual era cantar los textos hasta que de manera natural quedaran grabados. Aun
me resulta muy novedoso que su cultura valore más un texto en papel que en la memoria.
“Y no te aflijas por la miseria humana. No te enfermes de pena ni tus entrañas adelgacen. No
desfallezca tu corazón ante lo retorcido, ante lo que no es recto. ¿Es que sólo tibieza y bondad,
han de ser nuestra suerte?”7

No podemos definir o alcanzar asegurar el devenir. No podemos anhelar una suerte a prueba de
dolor. Especialmente cuando entramos en Teomanía, cuando aspectos congelados en nuestro flujo
despiertan, trayendo consigo, de vez en vez, caos y oscuridad para nuestra conciencia. Lo que no
pudo ser procesado en su momento, renacerá y podrá ser integrado.

No esperen que todo en su camino sea libre de dolor y contratiempos. Esa es su naturaleza.

Durante la Teomanía, cuando aparece cualquier elemento, fenómeno o energía, únicamente


debemos observarlo. Manteniendo nuestra consciencia en el momento presente y asumiendo sólo
la naturaleza de la emoción.

¿Alguna pregunta?–

Humberto toma la palabra. –¿Cómo podemos trabajar con la ansiedad? En los sueños lucidos la
ansiedad me agobia y despierto por esto.

–Si hablamos de Teomanía no hay nada que trabajar, ese es el primer error. No trabajamos con la
ansiedad.

Usaremos el siguiente extracto del Teomoshtli (Libro Sagrado) como inspiración para realizar una
pequeña meditación:

“No murmures nada en tu interior. Nada digas ni pienses en forma reactiva del Yerbazal (De tu
Mente), pues dentro del tronco (el alma) y la piedra (el cuerpo) ve y escucha Nuestro Señor. Si en
verdad controlas tus distracciones, él dispondrá algún remedio para tu necesidad.”8

Es lindo este verso. Por un lado nos invita a no alimentar nuestros pensamientos, a no reaccionar
ante ellos, y al mismo tiempo a tomar conciencia que lo divino percibe estas distracciones. A mi
modo de ver está invitándonos a ver lo Divino en TODO, incluyendo nuestro interior.

El cierre es magnífico: “Si en verdad controlas tus distracciones, él dispondrá algún remedio para tu
necesidad.” Este es un punto esencial en el camino Tolteka. La confianza en que la gracia divina
se ocupará de nosotros; de nuestra necesidad.
¿Cuál es nuestra necesidad? Habrá quien crea saberlo, habrá el que se sienta desorientado al
respecto. Si conectamos con la gracia, ella sabrá lo que necesitamos.

La condición o la puerta a esta gracia, es una mente libre de distracciones. Una mente que alcanza
un estado estable de Teomania (meditación); un estado natural.

No hablamos de una mente muerta, una mente tiesa, hablamos de una estado vivo: alerta.

Tomando en consideración estas ideas, vayamos a lo concreto. Vamos a sentarnos en Shomalina


(Piernas Cruzadas) espalda recta y descansando en su centro de equilibrio. Busquen tres puntos
de apoyo con su periné y piernas.

Usaremos una técnica muy sencilla: observa un pensamiento y síguelo hasta percibir donde
termina.

Eva pregunta con cierta vivacidad exagerada: –¿Y si en lugar de pensamiento me da comezón o
me duele alguna parte del cuerpo, eso cuenta cómo pensamiento?–

–Si es el caso, aplicas lo mismo: observas sin expectativas ni juicio. Sin embargo en este caso nos
referimos a las ideas, imágenes y conversaciones internas que suelen ser recurrentes en nuestros
juegos mentales. Escoges uno de ellos, y lo sigues con tu observación.

Esas son las instrucciones. Son bastante sencillas. Recuerden que no es necesario que sean
creativos, sólo observen. ¿Todos comprenden?

Los aprendices afirman con la cabeza, mientras cada uno ajusta su propia postura. –Iniciamos. –
Anuncia el maestro.–

Cada uno de los alumnos se relaciona desde un lugar distinto con la meditación. Ana y Humberto
quedan un poco sorprendidos por la simplicidad de la primera técnica que reciben del maestro.
Esperaban algo sofisticado, con elaborados ritos de iniciación. Y es justamente estos
pensamientos que aprovechan para el ejercicio.

Eva tiene gran facilidad para meditar, disfruta mucho la paz y quietud que le brinda entrar a ese
estado. Ocasionalmente lo exagera, ya que de vez en cuando queda dormida, incluso sin perder la
posición. Esta vez, una energía adicional la mantiene alerta, así que los primeros minutos sigue las
instrucciones sin mayor esfuerzo. De pronto vívidas imágenes roban su atención y escenas del
ensueño se despliegan sin esfuerzo.
Flotando hacia el juego de pelota el aura de Wekoa define los límites de la cancha. Las
sensaciones asociadas al contacto con la luminosidad que la rodean comienzan a engullirla. De
todos lados percibe la presión, lo único que le queda es adoptar la forma de esfera.

La agradable sensación que la llevó hasta ahí en un principio, la hace saltar entre Wekoa y
Tekusistekatl. Las imágenes se exaltan al grado que pierden sentido. Todo se torna abstracto
hasta que un Sol aparece en su periné. Eva se ve así misma desnuda. Un tigre humanizado bebe
la sangre de su periné. Se percata que ella a su vez, es el tigre. Un segundo Sol aparece, y crece
abarcando toda la escena.

Sale de la visión y rompe en llanto. Ya la mayoría había terminado el ejercicio, así que todos la
observan. Eva abre los ojos y mira alrededor. La experiencia fue lo suficientemente intensa como
para hacerla olvidar por un momento, el lugar donde se encuentra.

Wekoa revisa a cada alumno con la mirada, y pregunta: – ¿Cómo les fue? ¿Alguno descubrió
dónde terminan los pensamientos?–

Ángela es la primera en responder: –En ningún lado. Desaparecen. Eso, se diluyen en la nada.–

Wekoa asienta con la cabeza: –Los pensamientos finalizan su proceso regresando Al Vacío.
Podemos llamarle La Nada, sin embargo, si tomamos en cuenta que de éste Vacío nacen todos los
fenómenos, La Nada no es el término exacto.

Eva, ya más tranquila, duda si debe o no contar su experiencia. Poco después, se arma de valor y
toma la palabra: –Tuve una visión. Recordé un sueño muy extraño.–Con lujo de detalle relata su
experiencia. Inicia con un hablar pausado, y va aumentando el tono hasta exagerar sus emociones
y sus ideas. Resulta complejo describir aquellos oníricos recuerdos. Se enreda con sus propias
palabras y sentimientos; esto la exalta. Después, guarda silencio unos momentos y pregunta al
maestro:

–¿Qué significa?–

–Interesante tu experiencia. Ahora no es momento de hablar de ella. El ejercicio fue seguir un


pensamiento hasta el final, la única indicación fue “Observar”.

Perdiste la observación y te fuiste con las visiones, con los recuerdos. Hay otro tipo de ejercicios
donde promovemos este tipo de experiencias.

La meditación Tolteka que intentamos, nos invita a percibir naturalmente lo que nos ocurre, sin
juzgarlo, sin reaccionar excesivamente. Descansamos en nuestra serenidad y permanecemos
alertas. Experimentamos El Flujo como viene, sin focalizar.
Eva se siente un poco defraudada. ¿Cómo iba ser que aquellas imágenes no fueran importantes?
De momento, sus emociones nublan la respuesta del maestro. Sin embargo quedan resonando en
su cabeza las palabras “sin focalizar”.

–Vamos a realizar otra meditación similar a la primera. Sólo que ahora vamos a observar donde
nacen los pensamientos.–

Con el ejercicio concluye la sesión. Todos participan en la preparación de la comida. Carlos sale
caminando de un hueco al fondo de la cueva. Eva es la primera en acercarse. Lo abraza y se
besan tiernamente hasta que los chiflidos de los compañeros los interrumpen.

Humberto pregunta con un tono de ironía: –Pensamos que ibas a pasar todo el retiro durmiendo.
¿Qué paso? ¿Te asustó Tekusi?–

Carlos responde. –No para nada, es muy amable. Da un poco de miedo al principio, pero luego
uno se acostumbra.

La verdad es que ya al final no veía nada. Trataba de mantener la atención con ustedes, pero
durante la meditación, entraba en exceso de vacío y me quedaba dormido.

Y tengo hambre.

Todos ríen del modo en que pasa rápidamente junto a ellos sin saludar, por ir directo hacia los
alimentos. Después de comer, disfrutan de una tranquila plática.

Wekoa permanece en silencio durante la mayor parte de la comida, hasta que propone hablar del
sueño que experimentaron para curar a Eva en diciembre pasado.

–Ahora que están todos los involucrados presentes, podemos hacer un ejercicio grupal de
recapitulación de aquel misterioso suceso, como lo fue para la mayoría de ustedes.

Les explica que no es saludable darle mucha importancia a un solo suceso. Hablar en un ambiente
controlado como éste, ayudará a descongelar los aspectos de aquella experiencia que le roban
energía al momento presente.

Ana y Humberto miran a Eva proponiendo que ella sea quien inicie, pero se niega justificándose:

–Mejor que otro comience. A mí no me hace mucho sentido lo que recuerdo, ya escucharon lo que
vi durante el ejercicio de meditación.

Carlos sentado a su lado, coloca su mano sobre la rodilla de ella, y dice:

–Fue la primera vez que pude estar alerta en la transición de vigilia al sueño. Ya sólo con eso, me
cambió la idea que tenía de los sueños. Me cuesta trabajo poner en orden la secuencia de lo que
pasó. A ver… Carlos entre cierra los parpados unos segundos.
La presencia de Ángela se mantuvo mientras entraba al sueño, un vínculo sutil nos mantenía
unidos. Flotábamos hacia el sur, a través de un extraño valle.

Eva mira inadvertidamente a Ángela. No puede ocultar una mezcla de rabia y nostalgia. Ella sabe
de la fuerte conexión que existe entre la joven Chamana y Carlos desde hace años, sobre todo, a
través de los sueños. No son celos precisamente lo que siente, es una combinación de melancolía
y tristeza que surge cuando reconoce que no pude compartir la experiencia onírica como lo hace
con ella.

Ángela reconoce las extrañas emociones de Eva. Instintivamente se lanza a darle un abrazo. De
momento Eva se sorprende quedando inmóvil. Rectifica respondiendo al abrazo y agradeciéndole
en silencio su gesto. Carlos detiene el relato unos instantes, continuando como si nada sucediera.

–Ángela estaba muy cómoda con la experiencia. Realizaba una extraordinaria caminata marcial.
Sus extraños movimientos le daban información de lo que nos rodeaba y al mismo tiempo,
mantenía su atención aguda. Me di cuenta de lo bien que dominaba la situación cuando traté de
imitarla. Miraba los movimientos de mi cuerpo como si yo fuera alguien más, tratando de
coordinarlos. No me importaba en lo más mínimo no poder hacerlo. Mi mente era total claridad,
envuelta en paz. No puedo decir lo mismo de mi desempeño.

Ángela detectó algo frente a nosotros, ya que detuvo su paso y adoptó una extraña postura: los
pies bien plantados y los brazos simulando un abrazo. Me llamó sólo con su intensión. Me ordenó
que me acercara a ella y comenzó un canto suave. En lugar de buscar refugio o protección, me
quedé observando sin hacer nada.

Carlos con una mirada recorre al grupo: –¿Pueden creerlo? ¡Me quedé ahí, sólo mirando! Como el
chinito. La mayoría ríe, excepto Don Julio quien los ve con incredulidad y parece que no entiende
el chiste. Carlos continúa con el relato:

Unas extrañas bolas de pelos, como yo les llamo, se abalanzaron sobre nosotros emitiendo unos
chillidos que causaban escalofríos. Bueno, realmente no escuchamos en los sueños como de
costumbre, así que no eran precisamente chillidos. Lo siguiente que sucedió, no sé si pueda
describirlo. Voy a intentarlo.

Una forma de esfera luminosa de color azul protegía a Ángela. Algunas de las pequeñas pelotas se
acercaron con curiosidad y se consumieron en aquella luz como con un rayo láser.

Un dolor extremo paralizó mis movimientos. Cientos de aquellas bolas me tenían atrapado. Sentía
como sus boquitas me mordían. En lugar de preocuparme, me pareció espectacular la escena.
Ángela me llamaba y cuando fijé mi atención en ella, un par de rayos color zafiro salieron de la
palma de sus manos, haciendo desaparecer las bolas inmediatamente.

Ángela no puede aguantar la carcajada. En seguida intercambia una mirada de complicidad con
Wekoa, como si compartieran un secreto. Carlos lo nota y pregunta:

–¿Acaso no fue así?

Ángela responde: – Vas muy bien, continúa.–

–Mi atención quedó fija en la manera en que los rayos zafiro nacían en el corazón de Ángela, y
estos a su vez llegaban desde el cielo y todas direcciones, entrando por su coronilla.

Ángela interrumpe el relato. Es algo inesperado, dado que generalmente es callada exceptuando
cuando interviene con sus comentarios agudos.

–Esta parte me corresponde a mí contarla.–

El sol se oculta. Las sombras que se alargan reptando en la lejanía. Sumado al tono determinante
de la voz de la más joven del grupo, otorgan un misterio adicional a la atención de los oyentes.

–Como algunos de ustedes ya saben, comencé mi entrenamiento de ensoñación desde muy


pequeña. Cuando uno tiene tiempo practicando esto, no lo vives con tanta fantasía.

No quiero sonar pretenciosa, es sólo que mi versión posiblemente no sea tan espectacular como la
que cuenta Carlos.

Los seres bola de pelos, eran esferas oscuras que protegen a Tekusistekatl. Al sentir mi energía,
se abalanzaron sobre nosotros. Carlos tiene gran videncia dentro del ensueño. Percibe cada
detalle intensamente. Tan intensamente, que se paraliza.

Ángela queda inmóvil como un robot, aludiendo lo anterior descrito. Humberto es el primero en
reírse. Carlos se siente ligeramente apenado. Ella responde agarrando su pierna con fuerza, en
señal de compañerismo, y continúa:

La situación es esta: en cuanto vi a estos seres, comencé a entonar un canto protector que me
enseñó mi maestro. Es muy poderoso, pero hay un precio por esto: me vuelvo iracunda, tanto
que…–Guarda silencio brevemente…–olvido algo muy importante.

Después de alejar a las esferas de Carlos, me di cuenta que en el ataque le habían arrancado un
pedazo de su ser sutil. Sabía que debía transmutar mi energía, para poderlo ayudar. Pero mi furia
era muy intensa. Si Carlos hubiera reaccionado, quizás me hubiera podido contener. Pero al verlo
ahí quieto, dejándose morir, inclusive maravillado de la situación, se amplificaba aún más mi fuego.

Alejé mi atención de Carlos. Y me puse a buscar el Sipaktli, el vacío. Dejé que el flujo tomara su
curso y pude calmar mi ira. Sólo que no podía conectar con la energía curativa. Probé con varios
Teokuitlatl (cantos sagrados / mantras). Nada funcionaba. Sabía que si perdía el equilibrio, me
encendería de nuevo. No sabía qué hacer, así que mantuve mi atención en el canto más ligero a
mi alcance.

Ahí fue cuando algo milagroso sucedió: escuché la voz de Wekoa, trayendo un mensaje.

“Sé un guerrero: arrójate al Ser del Cielo, aquel que nos da vida. Con toda tu fuerza, con todo tu
aliento, átate a lo alto. Ve junto a él, arrójate a él. Y ocurrirá que él mismo llegará a ser raíz de tu
existencia.”9

Concentré mi ser en esas palabras. Ya no sólo fue paz mi sentir, ahora había una seguridad que
aun cuando mi destreza no fuera suficiente, el cielo se encargaría.

Fue algo bonito. No sé si podré volver a confiar así. Algo dentro de mí despertó y supe que no
volvería a sentirme sola. Recordé a Carlos, quien continuaba debilitándose. Proyecté energía
verde curativa que lo restauró. Lo dejó hasta mejor que antes.

Ángela voltea a ver a Carlos, y dice: –Ahora sí puedes continuar con tu parte del relato.–

Carlos toma conciencia de lo mucho que Ángela ha hecho por él. Aprieta los labios y sonríe, al
mismo tiempo que sus ojos agradecen a través de un gesto sin palabras.

–Mmm, ok. Lo que sigue es todavía más abstracto. No sabría cómo explicarlo más que diciendo
que atravesé sabores, emociones y recuerdos. Creo que me perdí. Me alejé tanto de Ángela, que
inclusive hubo un momento que ya no la recordaba.

Otra imagen que me viene, es verla sacándome de algo como un pozo lleno de una sustancia
viscosa.

Y lo que creo que es la última parte, apenas me llegó ayer. Lo reviví en otro sueño.

Los días previos a esta enseñanza se potenciaron mis sueños. –Todos estuvieron de acuerdo sin
necesidad de expresarlo.

–Eva se encontraba al centro del Juego de Pelota de Teopantekuanitlan. No tenía forma humana.
Era una especie de esfera, pero todos sabíamos que era ella.

Humberto, desde un lado de la cancha, proyectó una energía curativa de color verde. Esta vez, la
luz era más como un fluido que alimentaba visiblemente la esfera. Yo hacía lo mismo desde el otro
lado del juego. Desde arriba, como sol que ilumina, Ángela le proyectaba energía blanca a Eva.

Fue uno de esos momentos que pierdes la noción del tiempo. Algo me dice que fue muy rápido,
instantáneo. Después de que proyectáramos los rayos de luz, Eva, ya en forma de esfera,
comenzó un proceso de transformación: se estiró, se dobló y sacudió hasta que se convirtió en una
figura más o menos parecida a ella, pero no igual. Yo la sentía como una versión mejorada.
Nunca vi a Wekoa, pero su presencia era evidente. –Carlos sube la mirada buscando al maestro y
no lo encuentra. Tampoco ve a don Julio por ahí. Continúa: –No sé si hay algo más. Lo he
recordado en partes.–

La historia sumió a los participantes de este ensueño en sus pensamientos. Cada uno había vivido
la experiencia desde puntos de vista muy distintos. Escuchar el relato desde el de Carlos, aporta
un nuevo sentido a la experiencia de todos en general.

–Voy a estirar las piernas. Estuve todo el día dormido. –Carlos se aleja del grupo.

Amoshtlakuilo es el único que queda inconforme en que se detenga el relato, entonces cuestiona:
–¿Qué pasó con Humberto y Eva cuando despertaron en la cueva? ¿Cómo evadieron a los
hombres armados? Eso no viene en el libro.

Carlos sonríe y le cierra un ojo mientras se aleja.

Ya entrada la noche, junto al fuego el maestro pide la atención de los integrantes del grupo. La
despejada cúpula nocturna invita a la reflexión.

–Al tercer día de este retiro, habrá una importante alineación del planeta Venus con el cúmulo
celeste, que conocen como las Pléyades. Nombrado Tiankistli en nahua. Simbólica y
energéticamente esta unión en este Shiwitl (año) Chiknawi Oselotl (nueve jaguar) es significativa y
debemos aprovecharla en su primera iniciación en el Kesalkoamekayotl (linaje de la serpiente
emplumada).

Ambas energías: Sholotl (Venus) y Tiankistli (las Pléyades), se asocian con el nagualismo
(chamanismo). Con la transformación, la transmutación.

Cuando aparece Venus hacia el Siwatlampa (el rumbo de las mujeres / el oeste) se muestra a
través de su rostro Sholotl, quien es el nawal de Ketsalkoatl.

Una forma de acentuar nuestra conexión con nuestro propio nawal, es despertando dentro de
nosotros la planta de maíz. Levantando el Shiumekatl, el cordón precioso (Shushuma / Kundalini).

El conocimiento asociado a este despertar lo relacionamos o simbolizamos con el ciclo del maíz.

Tiankistli (las Pléyades) son el pivote del reino estelar. Son ellas las que al alcanzar el cenit marcan
el punto culminante en el proceso de transformación, el fuego nuevo, el renacimiento.
Tiankistli, la renovación, alcanza a Sholotl en su andar cada Chikuei Shiwitl (ocho años). Este ciclo
abre una ventana de ocho años, favorable para nuestro trabajo espiritual.

Al amanecer del segundo día, sentados dentro de la cueva, el grupo se ubica viendo al oriente y
colocan pies y manos en agua con arroz. Después de un lago rato sacan las extremidades del
agua, y el maestro les indica ponerse en cuclillas para realizar largas caminatas en esa postura,
permaneciendo en la cueva.

En seguida, les indica asumir la posición de Shochipilli: sentados con las piernas cruzadas, elevan
las rodillas del suelo hasta la altura del corazón, y los brazos en paralelo a las piernas a la altura de
los hombros. Una vez que se familiarizan con ella, les pide mantenerla por los periodos más largos
posibles, cada quien de acuerdo a su condición física.

Después, inician una serie de cinco ejercicios. El maestro frente a ellos muestra las formas y
recomendaciones para efectuar cada postura. Al término, toman asiento y en parejas se turnan
para darse masaje en los pies, uno al otro.

Amosh hace pareja con Ángela. Dado que son los más jóvenes del grupo y se sienten más
cómodos por ello. La primera en recibir el masaje es Ángela. Acomoda su cojín en una roca
inclinada, donde la sombra garantiza frescura. Amosh por otra parte, desde que llegó al
campamento buscaba el momento idóneo para hacerle algunas preguntas, y este es el momento
idóneo. Pasados unos quince minutos de reflexoterapia, comenta: –¿Puedes ver a Tekusistekatl?

Ángela lo mira con un rostro de total seriedad y él reacciona con una expresión entre vergüenza y
duda. Ella cambia su semblante al ver que funcionó su truco para engañarlo y hacerlo sentir
incómodo, y responde sonriente:

–Lo percibo sólo a veces.

Tengo que quedarme muy quieta, para pasar mi atención del cuerpo físico a mi doble.

Justo ayer me sucedió dos o tres veces, que la voz del maestro me llevó a percibirlo. No sé cómo
explicarlo. El discurso de Wekoa tiene poder. Cuando maneja algunas palabras sagradas esta
energía se multiplica y sin darnos cuenta recibimos bendiciones.
Como te digo, yo estaba casi inmóvil, meditando en la voz y pude ver clarito a Tekusi y a Carlos.–

–¿Cómo aprendiste?

–No tuve que aprenderlo, siempre lo he podido hacer. Por suerte me encontró mi maestro desde
muy niña y me crio de una manera muy abierta. Para él, esto es un don natural. Nunca me obligó a
dejar de ver cómo le pasa al resto de los niños.

Ángela levanta la vista evocando algunos de estos recuerdos.

–Desde los tres o cuatro años comencé a relacionarme con ese mundo de la misma forma que lo
hacemos con este, a través de los juegos. Para mí los dos son reales. Que no lo veas no significa
que no esté ahí.

¿Por qué preguntas?

Amosh de momento no sabe que contestar. Unos segundos después, dice: –Esta es mi primera
experiencia de este tipo. Llevo ya varios años practicando meditación budista y como seis meses
con el Chi Kung.

Que Carlos pueda dormir todo el día y recibir la enseñanza con su doble, es bastante exótico para
mí. Luego que Tekusi, quien murió hace 3 meses sea otro alumno más, eso ya es como una
historia de miedo.

–Te entiendo. A mí me pasa con otras cosas que para ti seguro son muy naturales. Como manejar
en el DF.

Amosh sonríe.

–Sí, tienes razón. Todo es cuestión de lo que es natural para cada quien.

Ella responde: –Y más que lo natural, yo diría que es a lo que estás acostumbrado.

–¿Cómo se llama lo que estudiaste? ¿Qué eres?

–No comprendo tu pregunta.


–Sí, por ejemplo, yo estudié una licenciatura en diseño gráfico, así que soy diseñador.

Ángela ríe a carcajada limpia. Tanto, que inevitablemente el resto del grupo voltea hacia ellos.

Humberto dice: –Cuenten el chiste.–

Amosh exclama: –¡No fue chiste!–

Cada par regresa su atención al masaje. Ángela le responde: –Ya entiendo. Sólo que yo no estudio
un “qué” con título o un “algo” específico. Yo diría que estudio el “cómo”.

El “cómo” del sabio te permite hacer cualquier “qué” como maestro de un arte, inclusive si nunca lo
ha realizado antes. Y todavía más allá, sin ni siquiera tener que realizarlo alguna vez.

Amosh se ve sorprendido y confundido.

–Eres muy madura para tu edad.–

Ella responde: –Lo sé.

Hay otra tercera pregunta aún más escurridiza. –Ángela habla con un tono de voz misteriosa y se
detiene abruptamente, regresando al gozo de su masaje.

Amosh no puede dejar de preguntarle sobre esta nueva duda que ella acaba de plantear a medias,
y dice: –¿Cuál es la tercera pregunta?–

Ángela baja la voz y acerca su torso hacia él, y comenta: –Antes que te lo revele, debes prometer
guardar el secreto. –Revisa a su alrededor verificando que nadie los escucha, y continúa: –Si esta
respuesta cae en manos equivocadas puede ser muy peligroso.

Amosh mantiene toda su atención en ella. Sus enigmáticas palabras producen un efecto casi
hipnótico. Él afirma con la cabeza y un contundente: –Te lo prometo.–

Ella le pide que se acerque un poco y al oído le susurra: –¿Dónde?–

La cara de Amosh es de total sorpresa. Ángela aprovecha para volver a reír y relajarse aún más. Él
no sabe si le está tomando el pelo o no.
Mira, no creas que me quiero burlar de ti. Es que he visto como me miras desde que llegamos,
como si estuvieras viendo a un superhéroe. Te pones muy tenso, relájate. No muerdo.

Por cierto en realidad si puedes contar el secreto. Pero sólo a quien más confianza le tengas.

El tono en su frase hace reír ahora a Amosh.

–No te tomo el pelo ésa es la pregunta. “Dónde” es la que ahora me tiene un poco confundida.
Pero bueno, todos tenemos que pasar por esto tarde o temprano. Apenas tengo diecinueve años,
espero tener tiempo de responderla.

Amosh vuelve a sentir que no entiende nada. Ella lo nota.

–Sí entiendo tu confusión. Lo que quiero decir es que ahora el reto o la tercera etapa es: ¿Dónde
está Dios? La respuesta ya la sabemos, en todos lados. Todo es Dios. El asunto no es saberlo
intelectualmente. La cosa es vivirlo. Tiene su chiste ver a Dios en la vieja gritona de la esquina, que
critica a todo el que pasa.

¿Me entiendes?

Amosh se encuentra cada vez más sorprendido hasta donde ha llegado la plática, y únicamente
puede decir:

–Eres estupenda.–

Finalizan la mañana con una pequeña meditación en posición de Mikto (el cadáver / Shavasana)
que termina en siesta para varios del grupo.

A medio día comparten una comida exquisita, preparada por Wekoa; todos se sintieron renovados.
Por la tarde, un par de horas antes del atardecer, el maestro retoma la enseñanza:

–Cosmovisión, Cosmogonía, Cosmos… me gusta cómo suena esta palabra: coooosmos. –Los
alumnos no pueden evitar soltar unas risas ante la comicidad en la voz de Wekoa.
–El libro que ustedes conocen como Chilam Balam nos habla del gran inicio.

“Brotó entonces la primera palabra. Ahí donde antes no había palabras, se desprendió de la
piedra–semilla que cayó en el tiempo y comenzó a proclamar su divinidad. Y se estremeció (al
oírla) la inmensidad de lo eterno.”10

Comprender cabalmente estas frases no es tarea fácil. Encierra el conocimiento del todo. Sin
embargo, requiere de un alto grado de abstracción intelectual, así como asimilar la visión que la
sustenta.

Sipaktli, es el símbolo del origen y fin del todo. El punto donde todo nace y todo es reciclado. Es el
Sipaktli que separa el pie de Teskatlaneshtia para transformarlo en Teskatlipoka y es ese mismo
principio el que nos permite retornar al brillo natural del espejo. A la experiencia natural.

En su lengua este principio se conoce como vacío.

De acuerdo con la visión tolteka este Sipaktli habitó las aguas primordiales, cuando el mundo aún
no había sido creado. La energía divina en potencia. Corresponde a Ketsalkoatl a través de su
advocación como E´ekatl, el viento, soplar la vida separando la tierra de los cielos; creando el
espacio de en medio donde habitamos los humanos.

Nuevamente recurriremos a las palabras del maestro vertidas en el Teomoshtli, libro sagrado, para
adentrarnos en el modelo tolteka de la creación.

“Dios es uno. Serpiente Emplumada es su nombre. Nada exige. Sólo serpientes y mariposas
(cuerpo y alma) le ofreceréis.

Nuestros padres y abuelos nos exhortaron diciendo que él nos creó, él, cuyas criaturas somos:
Nuestro señor Serpiente Emplumada. También creó los cielos, el sol y la divina tierra. Así fue, en
verdad: por su merecimiento y su sacrificio, él nos inventó y nos hizo seres humanos.

Trece son los cielos, múltiples los planos. Allí vive el Dios verdadero, la esencia del cielo. De allí
recibimos la vida nosotros, los merecidos, de allá cae nuestro destino cuando se escurre a la tierra
un niñito. Porque él lo dijo, porque lo ordenó para sí, por eso existimos. No lo olvides ni de día ni de
noche; invócale en suspiro, en aflicción.”11

Nuestra filosofía evoca la unidad. Senkawa palabra nawatl que significa evolución, su esencia es
“lo que tiende a la unidad”. Aun cuando la creación produce fenómenos, algunos de los cuales nos
pueden parecer opuestos entre sí, la unidad siempre está presente. Es lo que llamo: perfección.
Esta perfección, la unidad, no es algo fijo o que pueda ser definido. Es un estado de conciencia
estable donde la observación descansa en el “vacío” gozando los fenómenos, sin apego.
Este último aspecto “sin apego” no es una acción o algo que deba hacerse. Si algo hay que hacer
para tener una probadita de esta unidad, es relajarse en un estado alerta.

Volvamos al texto “por su merecimiento y sacrificio, él nos inventó, nos hizo seres humanos”. ¿Por
qué la necesidad de un sacrificio de Ketsalkoatl para nuestra creación?

¿Alguien tiene alguna idea?

Ana contesta: –Por la ley de causa y efecto.

Se escuchan un par de risas por la forma en que Wekoa abre los ojos exageradamente.

Para que tengamos efecto, o sea, la vida. Necesitamos la causa que es este sacrificio.–

Wekoa: –Es curioso la forma en que usan la palabra. Esa ley no explica mucho.

Ana concuerda con un ligero movimiento de cabeza.

La respuesta es para que los humanos gocemos de libertad. Libre albedrío. Si nuestro origen se
mantiene completo en toda su perfección, no tendríamos la posibilidad de existir. Nada lo tendría.
De ahí que cuando sacrifica una parte de sí, ocultando su total perfección, brota la libertad.

Como todo ser, esta libertad nace inexperta, caótica. Sin embargo la fuerza del Senkawa se
mantiene ahí, conectando todo. Esta fuerza nos guía, enseña y da sentido a través de los
mensajeros de la Serpiente Emplumada.

No es necesario reducir este mensaje a un ser individual, son aspectos del conocimiento que
permean la creación. Los conocemos como los cinco elementos. Los cinco Tezkatlipokas, las
energías de los cuatro rumbos que al interactuar forman un quinto, Ollin (movimiento), la vida.

Cada elemento emana conocimiento cíclicamente para todo aquel que lo alcance a escuchar. De
ahí que decimos que Él (Ketsalkoatl) nos hizo seres humanos. Nuestro origen es la unidad, un
poema escrito en los confines de la historia, que nos legó el maíz, los ciclos y las resonancias
divinas.

Aquella tarde la mayor parte del grupo mostraba especial atención. Sin embargo Ana resaltaba del
resto, absorta en la explicación. Aun cuando llevaba años estudiando cada aspecto del México
antiguo con maestros muy versados, siempre sintió que sus enseñanzas estaban plagadas de
oscuras racionalizaciones o mucho fanatismo. Esta nueva visión, presentada por Wekoa, la vive
como algo refrescante para su alma y sobre todo congruente.
El maestro le pide a Humberto leer el siguiente párrafo en la hoja con los Wewetlatolli (Palabras de
los antiguos): –“Concéntrate enteramente en Él. El nombre y la gloria de Aquel que todo lo puede,
es lo único que causa gozo. Él reparte su gloria allá, en lo alto, para todos.

Y cuando un hombre bueno lo recibe, Él se vuelve cual un ave excelente. De su cola, y de sus alas
brotan padres y madres, brotan aquellos que nos guían en cualquier rincón del universo en que
existamos.”12

Desde ayer que comenzamos estas sesiones, he venido recalcando tres elementos de la
meditación: la “observación”, el “vacío” y los “fenómenos”. Les hablé de un cuarto aspecto también
siempre presente. Podemos llamarle su “gloria”, su “gracia”.

Cuando la recibimos florecemos. Despertamos a una vida nueva. Por su merecimiento recibimos la
“gloria”, es decir, no por nuestra gran destreza espiritual. Así que cuando somos receptores nos
convertimos en “vasos” que reparten la “gracia”. Cada receptor, cada vaso, es un guía para la
sociedad.

Wekoa anuncia un breve descanso. Ana no puede contener la emoción. Se acerca y abraza al
maestro.

Ana es una mujer fuerte. Cotidianamente proyecta control y un conocimiento sutil de la conciencia
humana. Su carácter maternal la lleva a ser una gran escucha y un compañero fiel en todo
momento.

Esa tarde las palabras de Wekoa, los ejercicios o algo más, calaron hondo en ella. Despertaron
sensaciones que no puede explicar. En vez de intentar racionalizarlas, se entrega a ellas y en
apenas unos minutos más tarde, caminando sin línea fija hacia el fuego, siente una gran alegría
que identifica como paz interna. ¿Acaso nunca la había sentido antes, así de viva? Ana siempre
había estado atenta al mundo exterior, y proyectar sobre éste, su mundo interior, nublando la
realidad sin darse cuenta. Siempre se preocupó más por los problemas ajenos, sin conectar
verdaderamente con sus emociones. Y con su propia paz, un estado que en todo momento ha
estado ahí.
Después de tomar algunos refrigerios, los integrantes del grupo continúan la sesión alrededor de
un fuego preparado por don Julio, con agradables hierbas aromáticas. Humberto termina de
alimentar con madera la pequeña hoguera. Ana se acerca por detrás y toma su mano. Él se
sorprende y al verla, sonríe nerviosamente.

Desde la primera vez que conocieron en casa de Eva, Humberto sintió que se le acabaron las
palabras. Sólo recuerda haber sentido una sensación similar cuando era niño. Una tarde, sus
padres lo llevaron de visita al hospital donde su padre se encontraría con alguien importante. No
recuerda quien fue, lo que nunca olvidará es que mientras sus padres entraron al nosocomio,
(debido a que no le permitieron la entrada al pequeño Humberto), le compraron un helado de limón
y lo dejaron en unos columpios a unos metros del hospital donde había también otros niños
jugando.

Humberto se sentó a disfrutar su helado. Una niña de su misma escuela se sentó a su lado. Al
mirarla quedó paralizado. Era ella: su gran amor infantil, a quien Humberto miraba siempre en el
recreo desde lejos. Ahora, sentada a su lado, le pedía una probadita de su helado. Él quedó
paralizado y sólo pudo alcanzar a afirmar con la cabeza. Ella no tardó en dar el primer lengüetazo.
Humberto miró el helado como si hubiese sido bendecido, y también hizo lo mismo. Cuando aún no
terminaba de lamer el helado, su compañerita hacía lo mismo. Humberto no quiso quitar la cara del
helado, y así en pequeña secrecía, terminaron en helado. Cuando sus bocas apenas rozaron entre
sí, ella se sentó derechita con una pícara sonrisa en el rostro. Ambos permanecieron ahí, sin
hablar, disfrutando intensamente el momento. Humberto nunca olvidó aquella sensación o mejor
dicho, cuando Ana tomó su mano, la revivió.

Humberto se apresura a terminar la preparación del fuego y sin soltar a Ana, toman asiento. Ella se
acomoda entre sus brazos, tomando su pierna derecha entre las suyas. El momento romántico,
silenciosamente se esparce entre los presentes, y Eva al observarlos, derrama una lágrima de
felicidad y abraza a Carlos.

Wekoa luce misterioso detrás de las llamas. Con su voz reconfortante, retoma la enseñanza: –
Cuando la creación de la Tierra quedó lista para recibir a nuestra humanidad, los Dioses vieron que
hacía falta la materia para formarla, así que decidieron descender al Miktlan (inframundo) donde
recogerían un hueso de los Kiname (gigantes), antiguos habitantes de la tierra ya desaparecidos.

Sin embargo, ningún Dios le apetecía bajar a ese lúgubre lugar. Tezkatlipoka, Totek Nawalli (Señor
de lo oculto) por excelencia seria idóneo para la tarea. Sin embargo no quiso molestarse. Como
espero sepan, Tezkatlipoka es nuestra conciencia más sutil, que como el humo, para alcanzar a
comprenderlo debemos entrar en Teomania (meditación) profunda. Así que podemos imaginarnos
fácilmente porque no quiso molestarse.

Otro candidato Wichsilopochtli, el Colibrí zurdo, Señor del Día, de los cielos brillantes y azulados,
no consideró digna la tarea. Acostumbrado a deslumbrar con su porte y delicadeza, también
resulta clara su postura de negarse a bajar al inframundo, un espacio repugnante para él.

El tercer candidato fue Shipetotek, Señor por excelencia de la renovación, quien asumió que
utilizar materia ya descompuesta no sería una buena base para el creación de la nueva
humanidad.

Entonces, fue Ketsalkoatl el que se ofreció para aquella ardua aventura. Con gran destreza sorteó
los nueve niveles del Miktlan o inframundos hasta presentarse frente al Miktlantekutli, Señor de los
muertos. Sus palabras mostraban un corazón puro, por lo que Miktlantekutli se compadeció de
Ketsalkoatl, así que le entregó uno sus huesos favoritos.

Cuando nuestro héroe cruzaba el quinto inframundo en su viaje de regreso, Miktlantekutli toma
conciencia de su grave error, y con sus enormes mandíbulas descarnadas emitió un gran rugido
donde ordenó le fueran entregados los huesos de vuelta.

El estruendoso rugido hizo resbalar a nuestro héroe, y perder el equilibrio tirando el hueso
precioso, que se partió en dos pedazos.

En este momento, Sholotl (El que resbala) entra en escena. El amigo fiel, el Itzkuintli (perro) de
Ketsalkoatl, engaña a la muerte tranquilizándola prometiéndole que le regresará el hueso, dándole
tiempo a nuestro héroe de tomar una mitad de éste, y salir del inframundo.

Ketsalkoatl en ese momento se transformó en Chiknaue’ekatl (Los nueve vientos) y con el pequeño
hueso, creó la nueva humanidad. Ésta resulta de la mitad de la estatura con respecto a la
generación pasada.

Shipetotek, (Señor del renacimiento) dio vida al primer hombre: Wewekoyotl (El coyote viejo), el
primer humano que habló con sabiduría.

En otras cosmovisiones fue Kilaztli (La tierra; la alquímica), quien recibió el hueso de Ketsalkoatl y
sangre de su miembro, y preparó la base para recibir el aliento de la vida.
Wekoa termina el relato y la sesión con una pregunta para el grupo: –Esta noche antes de ir a la
cama, los invito a reflexionar: ¿Qué es este aliento de vida para cada uno de ustedes?

La mañana del tercer día es particularmente fresca. Todos practican los ejercicios que aprendieron
un día antes con más entusiasmo. Las mujeres destacan en destreza e ímpetu. Se colocan al
frente, en una especie de competencia no anunciada. Después de unos cuantos ejercicios Ana se
percata y bromea al respecto.

Después de un sustancioso desayuno Wekoa continúa la enseñanza: –Shochipilli, el príncipe de la


flores, señor de la renovación, es una de las dos energías con la nos uniremos para adquirir sus
virtudes. Lo asociamos con prosperidad y abundancia.

Tiene varios nombres, uno de ellos es Makuilshochitl, cinco flores. Como saben, las flores se
usaron para representar centros dotados de gran energía. Cuando hablamos de estos cinco
centros nos referimos a los kuekueyo, espirales radiantes, lo que ustedes conocen como chakras.

La expresión de Eva, Ana y Humberto es de sorpresa.

Wekoa: –¿Alguna pregunta?

Eva es la primera en reaccionar. –¿Cómo sabe de los chakras?

Al poco tiempo de conocerlos dejamos de vernos unos meses. Como Tolteka es mi encomienda
sumar enseñanza al sendero; es una de sus principales cualidades. Esto que llamamos Toltekayotl
nos invita a no rigidizarnos alrededor de nuestros rituales, conocer otros caminos es una de las
mejores formas despertar nuestra propia creatividad.

“Su tiempo” es fascinante. Quizás no se percaten de las posibilidades de sumar visiones de


realidad y poderosas prácticas para la realización. En mi tiempo los grandes maestros se
embarcaban en largas peregrinaciones buscando otras visiones y prácticas.

Algunos poderosos nawales a través del manejo del ensueño, contactaban con maestros de
lugares lejanos. Pero fue muy raro el contacto cara a cara.
La posibilidad de conocer algunos de esos linajes con los que se tuvo contacto durante milenios,
es –hice un silencio– fue algo muy bello.

Ahora les relataré una historia que solía contarme mi primer maestro cuando yo era pequeño.
Habla de un niño muy travieso, así que pueden entender por qué era inspiradora para todos
nosotros, pequeños aprendices de nawalismo.

El nombre de este niño es Chikomeshochitl, siete flores. Era muy inquieto y vivía con su abuela, a
la que sacaba de sus casillas constantemente. Chikome era muy alegre y se la pasaba cantando,
jugando con ramas y hojas de piste, naranjo y flores. También era muy diestro por naturaleza,
tanto, que con un carrizo fabricó una flauta y de un palo sacó un wewe (tambor sagrado).

La anciana se desesperaba, así que lo enviaba por leña, a cuidar a los animales o lo que fuera que
lo mantuviera lejos. El chamaco hábil y activo, nunca tardaba en regresar a casa para continuar
con sus bailes y cantos.

Un día la abuela perdió la cordura y le reclamó a su nieto que su cabeza iba a explotar. Entonces
le exige a Chikome, que se vaya lejos, que ya no lo aguanta. El muchacho pacientemente calla
durante el arranque de la abuela y al final ríe sin parar.

La abuela, a quien ya le cuesta caminar, se torna iracunda y decide ir a ver a la Acamaya. La


anciana le dice que mandará a uno de sus nietos para que ella lo atrape y se lo coma. “Cuando lo
atrapes no lo vayas a soltar” –le dijo la abuela– aconsejándole que lo metiera bajo una gran piedra
para que no se escapara. La Acamaya aceptó.

En cuanto regresó a su casa, la abuela mandó a su nieto con la Acamaya, dándole las
instrucciones de cómo llegar.

En el camino el muchacho se encontró un abismo muy profundo de agua. Era gigante aquel manto
de agua, no se alcanzaba a ver el final hacia ningún lado, ni tampoco como atravesarlo. A lo lejos,
alcanzó a ver algunas piedras, pero estaban también fuera de su alcance.

¿Cómo lo cruzaría? Tuvo una idea: llamó a la tortuga con su canto. Poco a poco emergió el
caparazón y cuando apareció la cabeza fuera del agua, amablemente preguntó: –¿Qué deseas
Chikomeshochitl? ¿En qué puedo ayudarte?

–Me manda mi abuela a ver a la Acamaya. El agua es inmensa y profunda. ¿Podré caminar sobre
ella? ¡No voy a aguatar atravesarla por completo!
La tortuga amablemente le dijo que lo llevaría. Chikome se sentó cómodamente sobre el
caparazón. Todo un día le llevó cruzar el abismo. Al llegar, la tortuga lo guio hasta donde se
encontraba la Acamaya.

¿Dónde estás? Gritó Chikome. La Acamaya un tanto desprevenida, salió mostrando sus dos
grandes tenazas. –Acá estoy. El chamaco sin pensarlo saltó sobre una de las tenazas, se agarró
con todas sus fuerzas y se la arrancó.

Al verse fuera de peligro, Chikome celebró y descansó durante dos días. A su regreso, volvió a
pedir la asistencia de su amiga tortuga, para atravesar nuevamente el abismo acuático.

La abuela, al ver de regreso a Chicomeshochitl muy contento, se sorprendió y volvió a entrar en


furia. –¿Qué pasó? ¡No hiciste lo que te mandé! ¿Por qué no fuiste con la Acamaya? A lo que el
muchacho respondió, que allá había estado y como prueba traía su tenaza.

La anciana no podía creerlo, hasta que miró bien la tenaza. Volvió a entrar en ira, le reclamó que
para qué la traía y que no había nada que hacer con ella, pero tuvo que aceptar a Chikome de
regreso.

Éste volvió a los juegos y los cantos. La abuela buscó nuevas tareas para encomendarle, cuidando
a los animales, a las abejas, cualquier cosa para enviarlo y mantenerlo lejos de ella. Sólo que
siempre terminaba y regresaba rápidamente.

La abuela pensaba en cómo podría deshacerse del chamaco de una vez por todas. Lo llamó y
mandó derechito a un lugar donde descansa una gran piedra. Le indicó que debía pasar ahí toda la
noche, que no se ocurriera regresar hasta el amanecer.

Chicomeshochitl siendo tan inquieto, aceptó la tarea con gusto. Llegó un poco antes del atardecer
hasta la piedra, donde encontró un gran árbol. Cuando se sentó sobre la piedra el árbol se hizo
pequeño. Esto despertó la curiosidad del muchacho quien inmediatamente subió al árbol. Justo al
anochecer, este árbol creció y regresó a su gran tamaño original. Chikome se encontraba
maravillado del asunto, cuando un grupo de malvivientes se acercó y rodeo el árbol. Le gritaron y
lo amenazaron durante un rato sin poder alcanzarlo. Después de un largo tiempo, los malhechores
se cansaron y se fueron de ahí.

A la mañana siguiente el árbol se hizo pequeño una vez más, Chikome bajó y regresó a su casa.
La abuela que pensaba que se había librado del muchacho, se volvió a encolerizar. Le reclamó
que seguramente no había seguido sus instrucciones. Le dio de comer sustanciosamente y
alrededor de las cuatro de la tarde, lo mandó de regreso a la piedra, pero esta vez, su abuelo iría
con él para asegurarse de pasar toda la noche en ese preciso lugar.

Al llegar, Chikome subió al árbol que se encogió al atardecer. El abuelo se sentó sobre la piedra y
se enlistó para pernoctar, cuando los mismos hombres malévolos regresaron. Saltaron sobre el
abuelo y se lo comieron, dejando solo dos huesos y cenizas.

Chikome regresó nuevamente a su hogar con un hueso y un poco de cenizas para mostrar a la
abuela lo ocurrido. Ella se indignó, no por el abuelo, sino porque pensaba que el muchacho no
había seguido sus instrucciones una vez más. Lo mandó enseguida a buscar leña mientras
hilvanaba otro plan.

Al regresar el chamaco su alegría era tal, que aquella tarde cantó por primera vez el
Shochipitsawak, acompañándolo con maravillosos bailes. Las voces de los pájaros ensalzaban el
canto. Aquel luminoso sonido fue demasiado para anciana. Esta vez ella misma, se aseguraría que
el muchacho pasara toda la noche junto a la piedra.

Al llegar al lugar, Chikome realizó la misma tarea subiendo al árbol, mientras la abuela vigilaba que
no fuera a ningún otro lado. Los hombres malvados llegaron nuevamente. Esta vez, se comieron a
la abuela. El amanecer reveló cenizas y un par de huesos sobre la piedra. El muchacho bajó del
árbol y se alegró de sentirse libre de la abuela.

Al llegar a casa se preparó una deliciosa comida. Al terminar, comenzó a cantar y bailar. Ya nadie
lo mandaba. Ahora se mandaba sólo. Se hizo una flauta de carrizo, emitiendo la más hermosa
melodía. La alegría rebozaba con los ecos de su música. Chikomeshochitl salió a correr por los
cerros y nunca regresó a su hogar. Sólo corrió libre.

El escritor de este canto fue Shochipitsawak. Ahí acaba la historia.

Todo el grupo ha estado muy atento en la historia. Por sus rostros es evidente que no han
comprendido la importancia de ésta. Humberto rápidamente frunce el entrecejo. Carlos entrecierra
los ojos y mira hacia arriba con un aire intelectual. Ana y Eva aprovechan el silencio del maestro
para levantar la mano, listas para preguntar el significado del relato. El maestro se adelanta a sus
pensamientos.
–Por ahora no vamos a profundizar en esta historia. Los invito a reflexionar sobre ella. Me imagino
que varios de ustedes sospecharán que la abuela, el árbol y el mismo Chikomeshochitl, son un
símbolo, un estado, un proceso.

Este cuento está plagado de elementos dignos de muchas horas de disertación, lo cual espero que
cada uno haga por su cuenta. Ahora vamos a recurrir a otro lenguaje: a las flores y los cantos
(poesía), retomando un extracto del libro que ustedes conocen como Chilam Balam. Éste texto
sagrado nos ofrece un excelente resumen del tema a tratar.

"Aquel que quiera llegar a su poder y ser un auténtico ser humano, que pregunte por las piedras
preciosas, y por las preciosas serpientes y por el árbol que da vino sagrado. El que no lo hiciere,
morirá; pero el que lo hiciere y muestre respeto, alcanzará lo Divino." 13

“El que no lo hiciere, morirá”, suena un poco radical, ¿no creen? –Ana absorta a las palabras del
maestro asienta casi en automático.

–¿Alguien tiene alguna idea a qué se refiere?

Humberto responde: –Se refiere a las plegarias y al proceso psicológico de renacimiento cuando
aceptamos nuestras culpas.

Wekoa abre los ojos exageradamente. Parece que no puede creer las palabras de su alumno, y
estalla en una carcajada de risa, que rápidamente contagia a todos los del grupo. Cuando se
sosiega, dice: –¿Las culpas? ¿Cuáles culpas? Este concepto es algo muy nuevo para mí. Es una
idea bastante oscura y que no sirve de nada, nunca tomó fuerza en Anawak, hasta hace muy poco
por lo visto. El renacimiento como tú lo planteas es algo más bien psicológico.

Cuando hablamos de piedras y serpientes se refieren a…–Wekoa hace una pequeña pausa mira
de reojo a toda la audiencia. Cuando se unifica la atención continua:

–La piedras son los apoyos con los habremos de levantar, despertar en nosotros el árbol, la
serpiente, la energía. El Shuimekatl (canal de fuego / Shushuma), nuestro cordón divino que
asciende por dentro de las vértebras de la columna.

El Omakatl (canal central /Uma), es la caña que atraviesa nuestro Tonakayotl, nuestro cuerpo
físico, justo por su centro. Desde el Kuekueyo (chakra) raíz el Kolotl (escorpión / Muladhara) que
nos conecta con la Tlalli (la Tierra), hasta lo alto de ambos conductos el Tekpatl (Pedernal
/Sahasrrara), el Kuekueyo (chakra) puerta del Topan (cielo).
Las piedras o apoyos son lo mismo, los kuekueyos o centros energéticos que al activarlos,
reavivan el flujo de estos dos canales sagrados: el Shiumekatl y Omakatl.

Las nueves posiciones que realizamos en la mañana se enfocan en activar el centro raíz, nuestro
Kuekueyo Kolotl, de forma que nuestra propia cola de alacrán se afirme en la tierra.

Otra forma de activarlo, es a través de los Teokuikuikatl (cantos sagrados), cuya energía la
proyectamos en el kuekueyo raíz.

Es recomendable que comprendan la energía con la que habrán de comulgar de manera que
aprovechen sus virtudes cabalmente.

Bueno, hemos terminado la sesión de esta mañana. Agradezco su atención.

Después de una jugosa comida, mientras disfrutan un rico café, el grupo que rodea a Wekoa está
fascinado con la forma en como ejecuta los bongos. Cuando llega al clímax de su interpretación
musical, se detiene.

–La primera vez que llegamos a casa de Carlos después de nuestra pequeña aventura, él
descubrió un viejo cuaderno con poemas de su época cuando era universitario. Se sorprendió
mucho, pensó que no tendrían gran valor y que sería mejor tirarlos. Le pedí que me leyera algunas
frases y que intentara traducirlas para mí.

No tuvimos mucho éxito en el intento de traducción, sin embargo la expresión en su rostro al


leerlos me hizo saber que no se desharía de ellos.

Ayer por la noche escuché a Carlos tararear uno de los poemas. –Wekoa y Carlos cruzan miradas.

–Fue lo último que escribí en aquella etapa de mi vida. No pensé que fueran muy buenos o que
encontrarían espacio entre los intelectuales de aquellos tiempos.– Al término del comentario de
Carlos, Wekoa señala: – ¿Qué dices Carlos, te pasamos la guitarra para que nos deleites?

Humberto ya tiene ahí el instrumento, parece que Wekoa lo tenía ya todo preparado. Carlos
comienza tocando una suave melodía y con un sólo rasgado de las seis cuerdas de la guitarra,
inicia el canto. Es evidente que ya la ha cantado antes.

“En los límites explotamos


ahí donde surge una parte de la vida
que sólo alcanzamos a rozar

La luz de un momento
muestra un retrato fijo
¿Cómo saber de dónde vino?
¿Cómo comprender lo que será?

Descubrí un camino escurridizo


circulando entre los sentidos
encontrando el umbral de los recuerdos
Conocimiento Vivo

Cuando lo evidente se hace parte del todo


Amor

Más de mil poemas navegan por el mundo


Atestiguando tu historia

Cuando lo evidente se hace parte del todo.


Amor

Sentada frente a mí
mirándome a los ojos
el silencio nos cubre

Ángela suelta unas lágrimas. Ya había escuchado el poema durante un ensueño que compartió
con Carlos años atrás.

El ambiente grupal es excelente. Al término de la canción, Amoshtlakuilo anima el ambiente


gritando: –¡Otra! ¡Otra! –Carlos mira a Wekoa, quien señala que ya ha iniciado la enseñanza y es
momento de continuar.

–Ahora recurriremos nuevamente a los Wewetlatolli (palabras de los antiguos), para apoyar la
forma en que habremos de entonar a Shochipilli (príncipe de las flores).

“Conoce los símbolos, las palabras. Canta bien, habla bien, responde bien. La palabra no es algo
que se compre. ¡Qué bueno si junto a ti es dicha la recta palabra, la que no causa daño! Si la
transmites, no le excedas ni le quites. Pero, ¡cuídate de las observaciones distraídas! Porque sólo
pervierten, no son rectas. Precipitan al hueco, a la trampa y el lazo.”14

Los Wewes no deben ser tomados como reglas absolutas, cada quién habrá de tomar para sí lo
que necesite de ellos. Cada quien sabrá para si lo que es cuidar su palabra y la intensión que esta
lleva.

Shochipilli es amante de los cantos, y se asocia con la alegría y la fiesta.

Su cuerpo es color rojo brillante claro, tiene un tocado de plumas rojas de kechol, una diadema con
dos cuentas de Chalshiwitl “la divina renovación” y porta un toskatl (rosario / mala) con ocho
cuentas, que completan diez.

En la mano derecha porta un corazón atravesado por una caña, de ésta florecen tres verdes
plumas de Ketsal que brotan de un vaso solar, pintado de azul y dorado. El vaso decorado con los
colores del cielo, la luz (amarillo) y fondo (azul) nos hablan de un espacio infinito, un espacio
definido por esta manifestación ilimitada. Es nuestra esencia, naturaleza y energía, es la base
sobre la que crece el brote renacido en mazorca. Esta expresión madura de la planta se transforma
en alimento espiritual para la sociedad.

En la otra mano porta un escudo, decorado con un mosaico de turquesas con un círculo rojo al
centro, símbolo de la semilla, la unidad divina, rodeado por este mismo distintivo solar concéntrico
dorado, azul y blanco.

Ya todos deben contar con un escrito que registra estos elementos, será de utilidad para visualizar
durante la meditación su transformación en Shochipilli.

Antes de darles las instrucciones para la meditación, reflexionemos sobre la naturaleza de la


libertad.

La libertad ya la tenemos, somos esa libertad, sólo que no permitimos que se presente en toda su
amplitud, la opacamos. Poco a poco a través de nuestra Teomanía (meditación) damos brillo a
nuestra atención, a nuestro darnos cuenta.

Sin embargo, no es cualquier cosa atravesar el humo que empaña nuestro espejo, nuestra
percepción. Ruidos, experiencias inacabadas densifican y oscurecen aquello que puede ser
reflejado.
No se trata solamente de soplar o ahuyentar el humo más allá del espejo, que bien podríamos
definirlas como experiencias iluminatorias. Algunas de estas, son muy efectivas para pacificar la
guerra personal entre nuestro apego a los fenómenos y el alcanzar “el vacío”… y más allá.

Se trata de integrar y clarificar ese humo, esas experiencias que tienen vida propia dentro del flujo.
Son una especie de rebeldes sin causa.

La cara de algunos alumnos es de cierta perplejidad. La forma en que Wekoa ha adoptado


aspectos de nuestra cultura para expresarse, los tiene intrigados. Wekoa lo nota.

–¿Alguna pregunta?

El primero en levantar la mano es Humberto. Extrañamente al momento de querer expresar su


pregunta la ha olvidado repentinamente. Siente que Wekoa ha comprendido su pregunta, quien
afirma sólo con la cabeza ante la extrañeza del resto del grupo.

El maestro retoma:–Al ir progresando en nuestro trabajo espiritual, la luz de nuestro Yo más


profundo comienza su función, que es unificarnos.

Me imagino que varios de ustedes han notado, que alcanzan a tocar “el vacío” durante su vida
cotidiana, especialmente cuando lo necesitan. Y esto aumenta su observación.

También quizás algunos de ustedes han notado que ciertas conductas o inacciones que
realizamos, las experimentamos como ajenas. Y aun cuando muchas de estas conllevan dolor o
sufrimiento, no podemos evitarlas. Usando algo de su terminología, como si fuéramos controlados
por control remoto. Y tan sólo podemos observar y reconocer que hay algo que aún nos resulta
oscuro y denso, aun nos resulta ajeno.

Wekoa percibe cierta angustia en sus alumnos, especialmente en la expresión del rostro de Eva, y
los constantes cambios de postura de Ana. Así que cambia su tono de voz y de manera paternal
los tranquiliza.

–Pero no todo está perdido. Hay una joya que ha sido transmitida infinitas veces a la humanidad
para aligerar esta aventura que llamamos Nemi (vida).

Todos los integrantes del grupo se encuentran cada vez más encantados con la exposición del
maestro, que la transmite de forma muy dinámica, acompañada con modulaciones de voz y
expresiones corporales, toques de burla e ironía que mantienen el buen humor y respeto entre
ellos.

–Otro de los nombres de Shochipilli fue Omakatl, las dos cañas o cañales. El canal por el que
descienden las chalshiwitl (gotas divinas), las bendiciones.

Hasta el momento poco he contado de mi historia. De cómo dando algunos tumbos encontré “mi
camino”. En la segunda etapa de mi vida durante algunos meses caí esclavo y fui forzado a luchar.
Gracias a un golpe de suerte, mi destino cambió y regresé al estudio del arte de la percepción. El
primer canto que recibí en esta segunda etapa, fue el de Shipetotek (señor de la renovación);
razón por la que me resulta muy especial.

Por ahora no recurriremos a éste como canto, es su mensaje lo que es de gran utilidad para
nosotros.

"¡Oh, mi Dios! Tu agua de piedras preciosas, al descender a mi canal, ha convertido al árbol en


quetzal. ¡No perezca yo, tierno brote de maíz! Sea mi corazón reconfortado, madure (en mí) el ser
humano verdadero. ¡Nazca el vencedor!"

El verdor, la renovación, la libertad. Las bendiciones y gracias descienden por nuestro canal,
despertando, transformando el árbol en Ketsal, en plumas preciosas.

¿Qué dicen los Wewes? Reflexionemos sobre las siguientes palabras, no pretendo aturdirlos con
elaboradas explicaciones, su sencillez no lo amerita:

“¿Has recibido Su aliento, Su palabra? Guárdalo en tu corazón como un secreto. Que no te aturda,
ni embriague ni te cause orgullo. Ya comprenderéis cómo a nada, a nadie olvida Nuestro Señor.

Entra en la presencia del Dueño de la Cercana Compañía, el Humano, el que es Noche y Viento
(invisible e impalpable); ofrécele enteramente tu corazón y tu cuerpo. Concéntrate en Él donde
estás, acércalo a tu rostro, a tu corazón.

Más aún: disfruta la riqueza de Aquel que te atormenta, Aquel que te hace puro. Su agua de
intenso azul, su fuente de jades, su vaso de turquesa ha depositado en tí para lavar tu alma y tu
vida, y merecerte.”15
Permanecen en silencio durante varios minutos. Después de aquellas elevadas disertaciones, este
remanso de paz es refrescante. Sin mediar palabras, Wekoa pasa un cuenco con una infusión de
plantas que preparó con cantos y manejos sutiles, el Teoatl (agua sagrada) cargada con el canto a
ser transmitido.

–La otra energía con la que habremos de hermanarnos es Chikomekoatl, divinidad que es el maíz
mismo, aspecto femenino de Senteotl. Representa un árbol de frutos infinitos y se asocia con la
abundancia.

Una de sus advocaciones es Chikomekoatl, las siete serpientes. Como ustedes ya saben estas son
las siete espirales radiantes o Kuekueyos (chakras). Su propuesta o enseñanza la conocen como
Kundalini, sin embargo el sabor de la práctica es muy distinto.

Árbol de nueve raíces, asociado a Ketsalkoatl y sus cinco avatares. Los nueves caminos del
conocimiento transmitidos por las cinco encarnaciones del avatar en turno. En nuestra concepción,
el avatar se representa no sólo por la cabeza del linaje, sino por todos los practicantes que
alcanzan el Nawal (estado de liberación) con esta Teomania (meditación).

La temporada idónea para ésta práctica es en Wei Tosoztli (el ayuno prolongado) que se sitúa en
septiembre.

Chikomekoatl tiene el cuerpo y rostro color rojo, comparte atributos de Chalshiwtlicue, un tocado de
papel y pequeñas líneas de petróleo sobre sus mejillas. Lleva en cada mano una doble mazorca de
maíz.

“Así es el lenguaje de los misterios: Hijo mío, si eres un hombre verdadero, busca las cuentecillas
verdes con que oras. Las cuentas con las que así le pide, son las piedras del collar precioso.”16

Una forma de hacernos “uno” con los cantos sagrados que habremos de entonar, es realizarla la
práctica por tres días y tres noches, hasta que el árbol nos dé sus frutos. Sin embargo, su bondad
nos da la oportunidad de usarlo a nuestro gusto.

El toskatl (rosario / mala) propicio para esta tarea, se forma de trece ciclos de nueve cuentas y por
gesto a Ometeotl, Divina Dual Trinidad, cerramos el toskatl añadiendo tres cuentas, lo que nos da
un total de ciento veinte piedrecillas.
Por lo que veo todos optaron por esta versión cuando prepararon su herramienta, la versión más
larga de las que platicamos en nuestro último encuentro. Son ambiciosos, lo cual no tiene por qué
ser malo, sólo recuerden que no es la cantidad de rezos lo que verdaderamente genera el poder en
una práctica, es nuestro Senmati, atención unificada al flujo, nuestra presencia.

Si practicamos como dicen ustedes, como robots, no funciona.

Espero que cada uno haya “limpiado” su Toskatl previamente, como les indique.

Todos asienten con la cabeza. El único que no cuenta con la herramienta es Tekusistekatl, porque
en el mundo del doble no se necesita.

–De las siete serpientes una de ellas es una cola, una raíz que nos conecta con la tierra.

Previo a la práctica ofrendamos un gesto de nuestra devoción a la divinidad: visualizamos


inciensos, flores y aceites esenciales que enviamos con toda intensión a los Ketsalkoatl y Nawales
(seres liberados). Éstos nos regresarán bendiciones multiplicadas infinitamente.

Visualizamos a Chikomekoatl muy elegante con un manto rojo brillante y claro, portando en su
mano derecha a manera de cetro un vaso del que brotan dos mazorcas rojas. En la otra mano
puede portar también dos mazorcas o un escudo de ocho pétalos rojos y cinco plumas blancas.

Sobre su cabeza destaca un gorro de papel con tres pirámides en la parte superior aludiendo a
Ometeotl.

Como podrán suponer, las siete mazorcas se asocian con Tlalok, principio divino que nos
acompaña desde los inicios de la humanidad. En español lo relacionamos con la palabra “la
Gracia”. Esta es la misma lluvia que nos bendice y nutre. Tlalok es lo que tiende a la Tierra, la
función de la gracia es regocijarnos.

Lo trágico es que “la Gracia” no nos encuentre suficiente abiertos a ella cuando desciende sobre
nosotros. Que no confiemos en nosotros plenamente de ser merecedores, para poder recibirla.

Para conectarnos con Tlalok, el Vino Divino o la Gracia, usamos el nombre sagrado de Hunapku
(El dador del movimiento único): Oshlajum (la unidad en unidad con la Trinidad).
En seguida, repetiremos este Teokuikuikatl (canto divino / mantra) durante al menos un Toskatl
completo. Voy a recitarlo despacio, tres veces, para que tengan tiempo de escribirlo. Deben
memorizarlo, antes de comenzar la iniciación.

“Chikomollotsin Shayamewa, Shimikotia Aka Tona

Ya despierta (levanta la cara) la preciosa siete mazorcas, toma color y fuerza.

Titechiknokawaski Tiyawiya Muchi Tlallokan Owiya

Vienes a repartirte para nosotros aquí, en el paraíso fecundo, alegría!

Xayameua, Shimikotia Aca Tona

Eleva tu rostro, llénate de sangre y vida.

Titechiknokawaski Tiyawya Mochan Tlallocan Nowiya.

Has venido a entregarte a nosotros en el jardín de la abundancia, alegrémonos!”17

Este canto encierra dos teokuikatl cortos: uno de dieciocho sílabas y otro de cuatro, este último
conocido como Yolloteokuikatl o mantra del corazón “Xayameva”.

El otro más largo son los nueve senderos en sus dos sentidos (dieciocho sílabas): Xayameva,
Shimikotia Aka Tona.

Usaremos el mantra completo durante un largo lapso, y cuando lo considere apropiado, les pediré
que cambiemos al corto. Justo ahora Venus y las Pléyades se unen. Aprovecharemos su energía.
Sin embargo su atención debe mantenerse en el Teokuikuikatl. Si intentan desviarse buscando tipo
de conexión con estos astros, provocará errar el objetivo de la meditación, que es vivir la energía
del Teokuitlatl.

Al término de la meditación, contemplaremos el espectáculo astral con el telescopio de Carlos. Lo


haremos en silencio manteniendo equilibrio con “el vacío”, los fenómenos y la observación.– El
maestro comienza con el primer canto (Oshlajum) y los invita a unirse con un ademan. Todos
cierran los ojos. Después de unos segundos el canto asemeja el zumbido de un enjambre de
abejas.
Capítulo 6

Nos encontramos en el veintiuno de febrero de dos mil doce, mi nombre es Amoshtlakuilo. Estos
son los fragmentos de la historia que han llegado hasta mí a través de varias meditaciones que
comencé hace unos meses. Un maestro vestido completamente de blanco, se apareció en un
ensueño y me enseñó la meditación que originó estas historias.

Debido a que las visiones y experiencias ocurrieron en distintos niveles de conciencia o cuerpos, la
reconstrucción del relato toma distintos matices, y algunos son muy abstractos. Busqué ser fiel a la
personalidad de cada uno de los que aparecen en ellas, sin embargo, algunos de estos recuerdos
se caracterizan por su abstracción. Así que tuve que recurrir a mi mejor deducción para darles
coherencia. Esto genera algunas limitaciones en la veracidad de cada detalle de la historia,
especialmente en la forma en que cada uno de los involucrados se expresa.

En el capítulo cinco aparezco yo. Es emocionante pensar que en unos meses voy a conocer a este
grupo de personas y podré comprobar si las historias son verdaderas.

Los dejo con unos cuantos poemas oníricos que acompañaron los relatos. Mientras tanto seguiré
meditando.

Abierto hacía el vacío


gozo el sagrado secreto del porvenir.

Origen finito, desestructura el infinito.

Quiero experimentar más allá de los anhelos, más allá de la lágrima de fuego que libera los cantos
ocultos del corazón. Forjar un rostro. Ser una Flor, que perfuma el lugar, donde deja su huella.

Cuando busco el silencio, todo comienza a gritar a mí alrededor.


Las miradas toman gran fuerza.
Los ojos sin foco, buscan recuerdos perdidos en la arena.
Fijan la atención en objetos inmóviles, dejando el flujo del tiempo para las ideas.
Miradas transparentes que hablan con el cuerpo, con la historia que cuentan músculos y huesos.
Espacios donde la imaginación se funde con los recuerdos.
Corro lejos de ti, como en silencio y vacío los sueños estancados.

Manos acartonadas, bocas en estampida, ciegos en la lucha secreta del amor.

Olvide tu nombre, pero nunca tus maneras. Verano de arroz y lentejuelas. Horarios parchados.
Mueca fantástica, que nunca dejará mis memorias.

Marcado el principio, la lucha vive. Solo la ternura de un río sereno, borrará los rastros de mi amor
por ti.

Escucho la luz de tu mirada, veo la melodía del fantasma que sigue tu rastro; pero no alcanzo a
tocar tu piel con mi piel. Solo puedo rozarte y compartir suspiros.

Contenida la sonrisa natural, subió a la montaña y descendió por el río, para nunca volver… hoy
sale el Sol.

Azul inmenso, viento imperceptible, lagunas del conocimiento glorioso.

Lamento no recordar cada segundo que compartimos.


Te veo, siempre eres lo mismo. La firmeza de tus actos, tu encanto.

Cada que sueño contigo, intuyo una señal.


Las ramas de tu árbol, se extienden hacía mí, con manos abiertas.

Energía secreta, palabras plagadas de silencio, Nawallatoa (Lenguaje oculto), sabiduría, poder y
compasión.

Trayecto lastimoso, variaciones melindrosas de placer.


Nunca estás ahí. Te percatas que se ha ido y te preguntas, si alguna vez estuvo.
Laberinto que evade la muerte, hasta alcanzar el borde que expande en todas direcciones.

Corremos, añoramos compartir un ritmo armonioso. Cabalgamos sobre la pradera del tiempo, sin
volver jamás. ¿Dónde nos encontraremos?

Danza que añora la alegría de los poetas olvidados.


Salí de mi escondite para razonar con el destino.
Me encontré solo, frente al todo.
Desperté a un camino sin fronteras; sin formas, ni señales.
Aun recordaba tu nombre y un rostro.
¿Acaso serás tú?

He vuelto, renací de los lamentos apagados en el mar interminable.

Me cierro como un laberinto sin solución. ¿Dónde estabas cuando me fui? Remolinos despistados
con rumbo a nuestros adentros.

Buscando el elixir de la vida, derrame la miel de mis ancestros.

Me aleje de las laderas de mi mundo imaginario, buscando el ineludible centro.

Navegando revueltos en la bruma de nuestras consciencias, la rebeldía se vuelve contra nosotros.

Donde la luz no golpea de frente, donde la oscuridad es tan densa que desvía aún el amor más
grande. Veo la nada y regreso al Sol.

Muchas palabras son nada para explicarlo, un sonido es suficiente para conectarnos con él todo.

La tristeza nubla mis piernas, mi boca solo anhela una sonrisa verdadera. Una risa que brote del
silencio, que marca el ritmo de los latidos.

El tiempo oculta nuestra historia, pero no la desaparece.

Segmento anacrónico, maniobra paulatina, sucesos resbalados hacía fuera. El abismo, nuestro
interior.

Luz pensativa, colibrí del despertar que narro las rutas del sur.

En tus ojos vi Nunca más caminare sin rumbo, ni mi destino perturbará lo que soy.

Espacio abierto hacia el ocaso, azul profundo que funde el todo con la nada.
Magia, Tarot, Sueños en estampida, gotas que escurren como notas palpitantes, más allá esta el
futuro que nunca existirá como sospechas.

Sol calentando nubes.


Expansión de figuras.
Reflejos dorados encantados
Camino celeste, que solo grandes pasos abarcan en una vida.

Flor verde que todo renueva


Naturaleza interrumpida
Trayecto inevitable
Experiencia de vida.
Labios que explotan en flor.
Danza de los sentidos

Vida. ¿Dónde te encuentras?


Lo permeas todo,
sin embargo te pierdo a cada instante.

Espacios distorsionados por el paso del tiempo


Lo que antes fue un valle inmenso
Ahora es solo un pequeño jardín.

El movimiento es canto
La luz sueños inacabados
Miro a los rumbos y observo
Cada paso un zumbido
Carrera interminable por el alimento del universo.

Tu olor permaneció durante días.


Las sensaciones de tu presencia se despertaban,
en cualquier momento, en cualquier lugar,
con el vivo recuerdo de tus etéreos aromas terrenales.
El pensamiento abstracto no puede ser descrito.
Fondo que como cúpula celeste lo abarca todo.
Citas y Notas:

1 Discurso Nezawalkoyotl durante la inauguración del templo Mayor de Texcoco narrado por
Fernando de Alba Iztlixochitl, su nieto. Exactamente en un año como ese, sólo que 52 años más
tarde, ese templo fue destruido por los invasores.

2 Cuenta Larga, es lo que conocemos comúnmente como el calendario maya, se estructura a partir
de un sistema vigesimal con cinco ordenes que acumulan días a partir de una fecha determinada.
El primer orden se llama Kin, Sol donde cada unidad vale uno, el segundo es Winal, Humano con
valor de 20, el tercero es Tun, Piedra con valor de 360, el cuarto Katun, Veinte Piedras vale 7,200 y
el quinto Baktun Muchas piedras, tiene un valor de 144,000 días. Cada fecha del sistema se
sincroniza con un día del Chuenilkin o Tonalpowalli, común mente conocido como Calendario
Sagrado o Tzolkin.

3 Códice Chimalpopoca traducido por Pedro de Eguiluz

4, 5, 6,7,8,9,11,12,14,15 Wewetlatolli recogido por Olmos y Sahagún traducido por Frank Díaz

10,13,16 Chilam Balam de Chumayel traducido por Frank Díaz

17 Códice Matritense Sahagún

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