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Danza Movimiento Terapia: una propuesta para implementar en

programas de competencia parental.

Laura Izquierdo Sánchez.


Magdalena Gelabert Horrach.

Resumen.

En este artículo pretendemos hacer una revisión teórica sobre las aportaciones más
relevantes de las teorías de la vinculación y su influencia en la regulación emocional en
la primera infancia, centrándonos en la significación y trascendencia de las primeras
relaciones madre-bebé, entendidas estas como un vínculo diádico basado en la
correspondencia cuerpo-emoción. En una primera parte, utilizaremos las principales
bases de datos para localizar trabajos de impacto y realizar un análisis sobre la
importancia de la experiencia de la vinculación en la temprana infancia que nos permita
justificar la integración de metodologías psicoterapéuticas de orientación humanista
basadas en el trabajo cuerpo-mente-emoción en programas de competencia familiar,
pues parece demostrada su eficacia.

En este sentido, en una segunda parte de este artículo introduciremos los fundamentos
de la técnica psicoterapéutica de la Danza Movimiento Terapia como una metodología
práctica de la que estudiar y aplicar técnicas para implementar en programas de
competencia parental. En concreto, presentaremos dos teorías sobre el desarrollo
temprano infantil, así como técnicas específicas que se utilizan en un marco terapéutico.

Palabras clave: vínculo afectivo, apego, desarrollo emocional infantil, regulación


emocional, entonación afectiva, Danza Movimiento Terapia.

Abstract.

This article aims to make a theoretical review of the most important contributions of the
theories of bonding and its influence on emotion regulation in early childhood, focusing
on the significance and importance of the early mother-infant relationships, seen as a
dyadic link based on body - emotion correspondence. In the first part, we will use the

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major databases to find articles and make impact analysis on the importance of bonding
experiences in early childhood, which will allow us to justify the integration of
psychotherapeutic methodologies of humanistic orientation based on the relation body -
mind-emotion into family competence, as its effectiveness seems to be demonstrated.

Thus, in a second part of this article we will introduce the basics of the
psychotherapeutic technique of Dance Movement Therapy as a practical methodology
to study and implement techniques to introduce programs of parental competence.
Specifically, we will present two theories of early childhood development as well as
specific techniques used in a therapeutic context.

Keywords: bonding, attachment, child emotional development, emotional regulation,


emotional intonation, Dance Movement Therapy.

Qué es el vínculo o cómo nos vinculamos.

Cuando hablamos de vínculo afectivo tenemos que aludir al afecto recibido durante la
niñez, a la especial relación entre el recién nacido y la madre que fomentará, o no, la
proximidad y la seguridad en las relaciones adultas. En este especial proceso, es
imprescindible mencionar el importante papel que juega la familia, pues es el primer
lugar en el que los niños experimentan sentirse queridos, aceptados y apoyados.
La teoría del apego, de John Bowlby, analiza la importancia de estos primeros años de
vida, momento en el que se establecen las díadas, las tríadas, tétradas, señaladas
también por el modelo ecológico de Bronfenbrenner y los contextos del desarrollo y
socialización de las personas (Ortiz, 2005).
Incrustada en el campo de la salud mental infantil, Buchanan (2008) analiza la teoría del
apego que deriva del psicoanálisis. Buchanan afirma, en base a esta teoría, que cuando
un niño es animado a explorar su entorno y encuentra consuelo al volver al lado de la
madre (es decir, cuando la madre responde a las señales del bebé), se forma una relación
de apego seguro. Las madres que permiten a sus hijos formar patrones de apego seguro
son capaces de colmar todas sus necesidades de forma apropiada y proporcionar señales
empáticas.

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En su trabajo sobre la construcción de la autoestima Ortiz (2005) afirma que a lo largo
del proceso de crianza se gestan relaciones interpersonales basadas en el compromiso e
implicación emocional entre padres e hijos, un lazo que impulsa a buscar la proximidad
y el contacto con los otros a lo largo del tiempo. Para ello se basa en la teoría del apego
(Bowlby, 1982) que se ha convertido en el principal marco conceptual para entender los
procesos de vinculación y regulación emocional.
En su teoría, Bowlby (1982) constata que durante el primer año de vida vamos
construyendo expectativas sobre los hechos que regularmente suceden en nuestro
entorno, las cuales se organizarán para dar lugar a lo que denomina “Modelos Internos
Activos” que condicionan la percepción del mundo tanto interno como social. Estas
creencias o “Modelos Internos” sobre nosotros, los otros y las relaciones con ellos
permiten la reflexión y comunicación sobre situaciones y relaciones tanto pasadas como
futuras, así como las estrategias de afrontamiento (Ortiz, 2005).

Apego e inteligencia emocional.

Las repetidas interacciones con los mismos adultos favorecen en un lactante un frágil
proceso: el de reconocer quiénes les cuidan y anticipar el comportamiento del cuidador
principal, generalmente la madre (Egeland, 2010). En este sentido, cabe recordar que los
niños aprenden las respuestas emocionales mediante la experimentación vicaria, sobre
todo del padre del mismo sexo y con una cierta cercanía disposicional.
La experiencia y la comprensión emocional en el hogar juega, también, un papel
importante ya que, según Palomera (2009), para Harris (1994), es probable que éste
facilite o impida su adecuado desarrollo. Sabemos de las evidencias respecto de las
intervenciones en el entrenamiento parental en base al fortalecimiento del apego, por lo
que es preciso continuar con el diseño y evaluación de programas de prevención e
intervención para promover sanas relaciones de apego entre padres y lactantes;
principalmente, aquellos que puedan estar en riesgo de obtener resultados desfavorables
para su desarrollo. Todo ello para prevenir, en lo posible, problemas conductuales y
psicopatologías futuras.
La importancia otorgada a la parentalidad positiva no es una cuestión nueva. Sin
embargo, Egeland en el año 2010 analiza un estudio realizado en 1995 por Van
Ijzendoorn et al. en el que estudiaron 12 intervenciones basadas en la recuperación del
vínculo de apego seguro. El efecto de este estudio y del análisis de los resultados

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obtenidos derivó en la implementación y evaluación de algunos programas de
competencias parentales, pero en general hay pocas intervenciones, sobre todo
tempranas, basadas en el apego, lo que demuestra que no hemos sido capaces de
aprovechar la potencialidad de este paradigma.
Sabemos que las respuestas del cuidador ante el displacer ayudan a moldear la relación
de apego en un patrón de interacción que se desarrolla en el tiempo. Durante el primer
año de vida, estas atenciones permiten al niño anticipar las respuestas de su cuidador a
sus peticiones de consuelo y a reaccionar de acuerdo a esas expectativas.
Los estudios demuestran la influencia del apego en la maduración del cerebro,
determinando las relaciones sociales durante la niñez y la adolescencia, siendo el apego
inseguro un factor determinante que predice problemas conductuales y relacionales.
Sabemos que las interconexiones cerebrales se consolidan bajo la influencia del entorno
y que determina la mielización, fenómeno responsable de la auto-organización cerebral,
es decir, la integración de diferentes modos de procesamiento de la información
resultado de las experiencias positivas o negativas que se derivan de las relaciones
interpersonales con los padres y los miembros de la familia más próxima. Este proceso
supone la organización cerebral de la que deriva la organización mental, objetivo central
del desarrollo psíquico infantil integral, siendo las competencias de los padres y madres
su motor (Eming y Fujimoto, 2004).
Está demostrado que los resultados a largo plazo, asociados a la relación de apego
seguro entre padres y lactantes, ofrecen una excelente base lógica para implementar
programas preventivos basados en intervenciones orientadas a fomentar una
parentalidad positiva; sin embargo, la constatación de sus beneficios no ha suscitado el
interés por el estudio, implementación y evaluación de intervenciones basadas en las
relaciones de apego tempranas de forma suficientemente generalizada. Tal como afirma
Egeland (2010), existe una variedad de programas de educación temprana para padres y
visitas domiciliarias, pero pocos tienen como meta primordial facilitar el desarrollo de
una relación de apego seguro. Apoyando la potencialidad de la intervención, tal como
señala Barudy (2009), el niño o la niña entra a la vida sana a través de la puerta del
apego seguro; por consiguiente, promover competencias parentales sanas debe ser
prioridad en el orden de cualquier intervención familiar pues los programas que
plantean el fortalecimiento familiar como eje central de la intervención socioeducativa
producen cambios importantes, tanto en los padres como en el núcleo que forma el
sistema familiar.

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Programas de competencia emocional basados en la teoría del apego.

Para Barudy (2009) en la mente residen las actividades humanas y, entre otras, el
conjunto de comportamientos que permiten la parentalidad positiva. “Las experiencias,
emociones y sucesos de todo tipo van moldeando las neuronas, dejando huellas
indelebles que determinan nuestra propensión a la felicidad o hacía tristeza” (García,
2001: 164). De hecho, los “modelos internos activos” asociados a cada tipo de apego
van a orientar la regulación psicológica, las relaciones interpersonales y las relaciones
íntimas en la adolescencia y etapa adulta, si bien están sujetos a posibles cambios a lo
largo de todo el ciclo vital (Páez, 2009).
Para Rygaard (2008) la ausencia de estimulación táctil provoca efectos especialmente
destructivos en la maduración del sistema nervioso central y su repercusión en la
organización y buen funcionamiento de esta zona cerebral. Existen evidencias
indiscutibles respecto de las consecuencias de los malos tratos a los niños. El estrés
derivado del trauma provoca efectos sobre la actividad y el desarrollo de las estructuras
cerebrales, hasta el punto de alterar las capacidades intelectuales y psicológicas, así
como los comportamientos afectivos y relacionales.
Corresponde a la acción socioeducativa intervenir para modificar círculos viciosos, ya
que las experiencias de la infancia determinan las relaciones incluso con la
descendencia. Futuros padres o madres que crecen en contextos familiares violentos que
configuran estrategias socio-cognitivas específicas, comportamientos agresivos que
facilitan «la adaptación» al medio, creando una dramática paradoja, en la que se
correlacionan escasos cuidados en la infancia y agresividad, binomio al que tenemos
que vincular los malos tratos, explicaría la necesidad de agresividad para poder
defenderse del entorno. Desde un punto de vista científico, resulta evidente que la
calidad de la especie humana podría mejorar si todos los niños del mundo recibieran los
cuidados, el amor, el respeto y la educación que merecen (Barudy, 2009) porque, a pesar
del daño que pueden infligir los padres en el desarrollo de sus hijos, el cerebro infantil
se ha revelado como un órgano capaz de renovarse a través de la plasticidad, por lo que
nuevas experiencias de cuidado, protección y educación pueden estimular la emergencia
de nuevos circuitos cerebrales y recuperar así funciones dañadas o perdidas.
Las intervenciones significativas son aquellas que permiten a las familias reconocer sus
esquemas o modelos mentales en los que integran sus relaciones, las que permiten,

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también, sentir la necesidad de cambiarlos. Y facilitar poder hacerlo mediante un
conjunto de estrategias transversales básicas y fundamentales para la adquisición de
valores y competencias emocionales y educativas.

Intervenciones significativas:
Información sobre las características evolutivas de los menores.
Habilidades cognitivas, de relajación y de autorregulación emocional.
Autoestima y asertividad en el desarrollo de la función parental.
Comunicación asertiva: hábitos y habilidades de escucha y de expresión verbal, gestual
y paraverbal.
Estrategias de resolución de problemas y de negociación.
Disciplina para fomentar la autorregulación del comportamiento en los hijos: límites,
normas y consecuencias

Tabla elaborada a partir del modelo propuesto por Martínez, 2009.

Una propuesta de intervención en programas de competencia parental para mejorar las


relaciones vinculares a través de la DMT.

¿Qué es la Danza Movimiento Terapia?

La DMT se engloba dentro de las psicoterapias humanistas e integrativas,


concretamente en las Artes Creativas en psicoterapias (Creative Arts therapies). La
Asociación Americana de Danzaterapia (ADTA) la define como “el uso
psicoterapéutico del movimiento para promover la integración emocional, cognitiva,
física y social de los individuos”.

La práctica de la DMT incide en la focalización de los sentimientos corporales. Esto


favorece una reconexión entre los estados corporales internos y las sensaciones,
emociones y sentimientos que constituyen el self nuclear. De este modo se
comprometen los mecanismos de autorregulación del organismo. Así pues, la esencia de
la práctica de la DMT es focalizar la emoción y las tonalidades afectivas subyacentes. A
diferencia de otras prácticas, la DMT pone atención sobre el mundo afectivo largamente

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devaluado (Fischman, 2005). Los fundamentos de esta práctica se pueden resumir en los
siguientes:

- El reflejo corporal empático, una de las mayores contribuciones de Marian


Chace (Levy, 1992 - Sandel, Chaiklin y Lohn,1993).
- Los hallazgos acerca del funcionamiento de las “mirror neurons” o neuronas
espejo (Gallese, 2002).
- El Movimiento auténtico de Mary Whitehouse (Levy, 1992).
- Las teorías del análisis de movimiento creadas por Rudolf Laban (Laban, 1987,
1991).
- Las aportaciones de la psicología contemporánea, el psicoanálisis, las teorías de
Adler, Jung, Sullivan, Winnicott (Fischman, 2001).
- La sincronicidad relacional aportada por las investigaciones sobre el desarrollo
humano de Stern (1991).

En esta parte del artículo explicaremos más específicamente los modelos y fundamentos
con los que trabaja la DMT en relación a la díada madre-bebé. En una sesión de Danza
Movimiento Terapia, estos modelos siempre están presentes, ya sea que se trabaje con
personas adultas o niños, aunque los objetivos terapéuticos pueden variar de una
población a otra. Así, nos centraremos en la Teoría sobre el desarrollo temprano infantil
y evolutivo aportados por Winnicott (1982) y la entonación afectiva y sincronicidad
relacional investigados por Stern (1991).

Desarrollo temprano infantil y evolutivo. Donald Winnicott (1945, 1946, 1982).

Para la síntesis y reflexión de las aportaciones del autor nos hemos basado en los
artículos y libros referenciados en el apartado de bibliografía.
Donald W. Winnicott, pediatra y psicoanalista británico (1896-1971) se interesó por las
implicaciones de la relación madre-lactante. Winnicott analiza las necesidades mínimas
del bebé, la lactancia natural como primer diálogo, los primeros signos de la
personalidad y la naturaleza de la comunicación no verbal de la díada madre-lactante,
manifestando permanentemente su enorme respeto por la madre y, por ende, por el
medio ambiente. Los términos “madre-medioambiente” y “madre-falla” son utilizados
por Winnicott para describir dos funciones fundamentales de ésta (Winnicott, 1982).

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En un primer momento, la satisfacción de las necesidades del bebé depende
absolutamente de su madre. A esto lo denomina “Etapa de la dependencia absoluta”.
Durante este lapso o “Preocupación maternal primaria” la madre está exclusivamente
“sintonizada” con su bebé, identificada con las necesidades del mismo. Entonces, las
tendencias hacia el desarrollo empiezan a desplegarse, el pequeño experimenta
movimientos espontáneos. Si la madre aporta una adaptación suficiente a la necesidad,
la vida del niño se ve poco turbada y no deberá reaccionar frente a los “ataques del
medio”. Es decir, el primer medio ambiente con el que interacciona el individuo es la
madre (Winnicott, 1956: 401-402). En cambio, el fracaso materno produce la necesidad
de reacción del bebé frente a estímulos internos o externos y se interrumpe así la
continuidad existencial del niño (Ibídem.: 402-403) Un medio suficientemente bueno (la
madre o persona maternante) en la primera fase de crianza permite que el bebé
comience a existir, a dominar sus instintos y a enfrentarse con las dificultades inherentes
a la vida. Por el contrario, sin una provisión ambiental suficientemente adaptada a las
necesidades del individuo, se desarrolla en éste un “falso self” que comienza sus
primeras andaduras vitales reaccionando y defendiéndose del medio, puesto que debe
identificarse con los “fallos” de la madre (Ibid.: 403-404).
El sostenimiento y el manejo del bebé así como el tiempo de disposición de la madre,
tanto para “estar siendo” como para no ser una intrusa producen experiencia de
omnipotencia en el bebé, experiencia de que es él mismo quien está creando en el
momento justo en que lo necesita aquello que necesita (el pecho, el objeto…).
Pero si el medio lo ataca primariamente (acercamiento intruso de su cuidadora) o éste
no responde a sus gestos espontáneos entonces se aísla defensivamente sin la
posibilidad de desarrollar su propia experiencia.
Por otra parte, la experiencia repetida de una madre suficientemente adaptada y
sostenedora del bebé procura que el individuo vaya adquiriendo un “ambiente interior”
y con el tiempo podrá ir haciéndose cargo de la función de ser él mismo el que sostenga
la situación en beneficio de otra persona. También, la internalización o integración
positiva de un buen medio ambiente –madre, posibilitará una buena integración e
interacción de la persona con el medio que lo rodea, creará seres humanos no hostiles ni
destructores con la naturaleza, con su naturaleza.

A partir de cierto momento, otra función primordial de la madre es la de “fallar”,


precisa, según Winnicott, para la progresiva aceptación por parte del individuo de que

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existe una realidad externa a él (Winnicott, 1982), es decir, necesaria para distinguir
entre su propia subjetividad y la realidad de todo aquello que no forma parte de él
mismo, la realidad objetiva (esto es, superar su narcisismo, madurar, tener en cuenta la
alteridad). Estas “fallas” del medio ambiente-madre, en un principio facilitadoras de
experiencias de omnipotencia, son fundamentales para que el individuo acceda a
experiencias de frustración, lo cual le permite a su vez encontrar mecanismos de
adaptación a las nuevas realidades distintas a sí mismo.
Para entrar en estas experiencias de adaptación Winnicott introduce el concepto de la
“tercera zona de experiencia”, “zona transicional o intermedia” (Winnicott, 1982),
situaciones en las que el niño o la niña ponen a prueba los principios de placer y de
realidad, de ilusión y desilusión. Aquí comienza la actividad mental y los procesos de
elaboración de la experiencia. Como dice Winnicott: “en la infancia, la zona intermedia
es necesaria para la iniciación de una relación entre el niño y el mundo, y la posibilita
una crianza lo bastante buena en la primera fase crítica” (Winnicott, 1982).
La zona intermedia de experiencia, lugar compartido entre la realidad interna y la
exterior, se conserva a lo largo de la vida y se traduce en el arte, la cultura y las
religiones.
¿De qué manera Winnicott estructura y da forma a una sesión de DMT?

En DMT se trabaja para que el individuo pueda construir un sentido del sí mismo a
partir de su propio cuerpo. En las sesiones, cuando la persona se encuentra en un clima
de confianza y seguridad (buen sostén y manejo por parte del danzaterapeuta) puede dar
rienda suelta a su propia corriente emocional, a los gestos y movimientos que le son
propios (gestos espontáneos), va haciendo consciente su esquema corporal e integrando
las partes físicas y emocionales (estado de no integración al de integración del bebé) y
haciendo presentes sus deseos, lo que le pertenece y no le pertenece como individuo
(sentido de sí mismo). Se aprende también a interactuar con el medio y a buscar la
tercera zona de experiencia mediante objetos transicionales. El relajamiento en el marco
terapéutico es fundamental para que el paciente vaya obteniendo la suficiente confianza
y seguridad interna para dar paso a la creatividad. En esta situación, tanto el adulto
como el niño o la niña son capaces de expresar ideas, pensamientos, impulsos,
sensaciones que aparentemente no tienen relación entre sí. Esto está estrechamente
relacionado con la tolerancia respecto a lo informe (tanto por parte del paciente como
del terapeuta/ tanto por parte del niño como de la persona maternante), un estado en que

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aparentemente no hay existencia de nada, pero es la base sobre la que construir algo.
Esta confianza en lo informe es fundamental para el proceso creador hacia lo que
finalmente adquirirá significación, al final del proceso. En ocasiones, el caos y la
desorganización representan lo informe. Aceptarlo y permitirse vivir estas experiencias
es fundamental para la construcción de una persona integrada (Winnicott, 1989).

En la díada madre-bebé, esta manifestación de lo informe la viven diariamente madres


que dan a luz a sus bebés y se ven inmersas en una vorágine de sensaciones nuevas,
emociones que desbordan, bebés que no paran de llorar, que se despiertan a menudo
perturbando el descanso de los progenitores.

La formación de un sentido de sí mismo (Stern, 1991).

De cómo la calidad del vínculo primario incide directamente en la capacidad de


regulación emocional del niño y la expresión asertiva de las emociones. De cómo en
esta capacidad de regulación emocional juega un papel fundamental la interacción con
las figuras maternantes que a su vez son modelos empáticos y primeros canalizadores de
éste nos habla Stern (1991) desde la psicología evolutiva. Las bases teóricas de este
autor son otro de los fundamentos sobre los que se basa el trabajo en DMT. Los
conceptos fundamentales que extraemos para este artículo son los siguientes:

La formación de un sí mismo emergente.

El punto de referencia de un infante para organizar su experiencia es el cuerpo y su


actividad motriz. Los procesos que se involucran en la organización de la experiencia
son:
- La percepción amodal, que consiste en la integración de diferentes sensaciones a
través de diferentes órganos sensoriales, de sí mismo y del objeto, a partir de su
capacidad innata y de su aprendizaje y asociación (Stern, 1991). La experiencia de esta
organización en proceso es el sentido de un sí mismo emergente (Auping, 2000).
- La percepción fisiognómica (Werner, 1948): un tipo diferente de percepción
amodal que surge de la experiencia con el rostro humano en todos sus despliegues
emocionales. Se trata de las emociones.

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- Los afectos vitalidad (Stern, 1991): en interacción con un otro emergente
diferente de sí mismo el infante percibe diferentes cualidades tales como agitación,
desvanecimiento progresivo, explosivo, in crescendo, descrecendo, estallido o dilatado.
Estos afectos de vitalidad están siempre presentes, a diferencia de las emociones, que
van y vienen. Es energía, dinámica, cinética. Son “cambios en la intensidad de la
sensación a través del tiempo” (Stern, 1991: 79). La madre y otras personas maternantes
inducen activamente a estas experiencias, repitiendo ciertas expresiones lingüísticas y
ciertos sonidos en cierto tono y con cierta frecuencia fija al comunicarse con su bebé
(Auping, 2000). Por ejemplo, imaginemos que un infante está inquieto y su madre le
susurra al oído “tranquilo, todo está bien, tranquilo...”, poniendo más énfasis en la
palabra “tranquilo”. A la vez, acaricia una parte del cuerpo de éste ejerciendo algo más
de presión en el primer contacto y haciendo coincidir la palabra con este contacto para
disminuir la presión al final. Las dos técnicas tranquilizadoras amodales (voz y tacto), si
tienen el mismo patrón de activación y duración producirán un mismo afecto de
vitalidad. En el proceso, el bebé pasará a percibirse a sí mismo desde un estado de
frustración al de tranquilidad, a través de la acción invariable reguladora de la madre
(Auping, 2000). Convirtiéndose en el futuro en personas capaces de tranquilizarse a sí
mismas.

La formación de un sí mismo nuclear.

De los 2-3 meses de edad a los 8-10, el infante entra en una etapa social. El niño
empieza a identificar a “un otro” fuera de él a partir de invariables conductuales o “islas
de consistencia” que permiten al infante ordenar su mundo (Stern, 1991). Según el
autor, existen cuatro invariables conductuales:

a) Sentido de agencia: el infante tiene la sensación repetida de ser el autor de sus


acciones motrices voluntarias y es capaz de distinguir las acciones de un otro en
respuesta de las suyas propias.
b) Coherencia del sí mismo: es la capacidad transmodal de ubicar objetos en el
espacio y en el tiempo. Esta capacidad de identificar y ubicar objetos denota la
capacidad de distinguir a los demás.

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c) Afectividad de sí mismo: construida a partir de las tonalidades y calidades
emocionales, la percepción propioceptiva a partir de la expresión facial y corporal y el
patrón de activación y excitación del afecto (Auping, 2000).
d) Historia del sí mismo: se trata de la memoria del infante creada a partir de la
sensación de continuidad existencial. Es lo que Winnicott llama “seguir siendo”
(Winnicott, 1982).

Es a través de la memoria episódica que se irán integrando la agencia, la coherencia, la


afectividad y la continuidad de sí mismo. Así, un episodio específico en la vida del
infante, al repetirse se vuelve cotidiano hasta convertirse en un episodio generalizado.
En este sentido, Stern habla de las RIG (Representaciones de Interacciones
Generalizadas) que el infante evocará en una situación posterior activada por un afecto,
emoción, una sensación o acción que le active el episodio vivido con anterioridad. Es
decir, las RIGs están en la base de la experiencia de lo que Stern llama el “compañero
evocado” o para Bowlby la “madre internalizada”, que es “una representación que está
grabada en la memoria implícita y un estímulo interior o exterior, voluntario o
involuntario, recupera de esta representación un recuerdo llamado ‘compañero evocado’
que pertenece a la memoria explícita” (Auping, 2000: 206).

La formación de un sí mismo subjetivo.

Entre los 7 y los 9 meses de edad el infante descubre que tiene una mente (“mentes
separadas”) y los demás también (“mentes separadas conectables”). Aparece la
intersubjetividad. Trevarthen y Hubley (1978) definen intersubjetividad como:
“compartir deliberadamente experiencias sobre los acontecimientos y las cosas”. Los
pioneros en el descubrimiento de la intersubjetividad fueron Baldwin (1902) y Wallon
(1949) (citados por Stern, 1991). Sin embargo, la novedad es entender la
intersubjetividad como un fenómeno diádico. Teóricos afines a esta visión fueron
Vygotsky (1962), Fairbain (1949), MacMurray (1961) o Sullivan (1963) (citados por
Stern, 1991).

Los estados afectivos son, a esta edad, compartidos por la madre y el infante. En
situaciones de incertidumbre, por ejemplo, el niño mira a la madre para saber qué debe
sentir él y resolver sus dudas: si la madre tiene miedo, el niño se volverá cauteloso. Por

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otra parte, los niños de 9 meses (MacKain y otros, 1985) advierten la congruencia entre
su propio estado afectivo y la expresión de afecto percibida en el rostro de otro. Tras
una separación de la madre, prefieren mirar rostros tristes.

Uno de los rasgos más pertinentes del relacionamiento intersubjetivo y que se usa como
técnica en una sesión de DMT es el del ENTONAMIENTO AFECTIVO, o compartir
estados afectivos. Estos entonamientos se insertan en los diálogos madre-infante. En
este diálogo se da una suerte de apareamiento transmodal en el que se sintonizan estados
emocionales.

Otros conceptos que se han utilizado alternativamente y que denotan similitudes pero
con matizaciones diferentes al “entonamiento afectivo” de Stern son:
- Imitación: para Stern, la “entonación afectiva” va más allá de la mera imitación
de conductas.
- “Contagio afectivo”: puede ser un mecanismo subyacente al entonamiento
afectivo, pero este último aporta un grado más (por ejemplo, ofrecer una respuesta en
otras modalidades siendo el estado interior el referente).
- “Reflejar”. En las teorías clínicas psicoanalíticas (Mahler y otros, 1975; Kohut,
1977; Lacan, 1977) el reflejo sirve para ayudar al infante a conocer sus propios estados
afectivos.
- Empatía: esta involucra la mediación de procesos cognitivos y, sin embargo, los
entonamientos se producen en gran medida fuera de la percatación consciente. La
empatía parte de la resonancia del estado emocional y se encamina al conocimiento de
la experiencia del otro y a una respuesta empática.

¿De qué manera el entonamiento afectivo está presente en una sesión de DMT?

En una sesión de DMT el danzaterapeuta sintoniza, afina sus propios afectos con los de
la persona que está trabajando. Así como sintonizar y afinar permite a la madre dar
exactamente lo que el niño necesita: reaccionando y respondiendo con su propio cuerpo
y su voz imita las expresiones emocionales del niño o utilizando otra modalidad, como
responder a un ruido con un movimiento, columpiándolo o acariciándolo de modo que
reproduzca el mismo ruido recibiendo el niño o la niña un sentido profundo de
seguridad que le estimula a valorar y continuar la relación, así también se va formando

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el vínculo entre terapeuta y sujeto. Cuando hubo fallas ambientales en promover un
desarrollo normal del psiquismo, estas necesidades del ser humano que no fueron
satisfechas adecuadamente, quedarán a la espera de un nuevo vínculo reparador.

Cuando la persona siente que alguien resuena con sus experiencias, le permite sentirse
comprendido, lo cual es una necesidad tan antigua como la vida y acompaña a todo
crecimiento humano.
Reflejar, dar coherencia, significar y discriminar emociones por parte del
danzaterapeuta aporta un marco confiable, crea un medio-ambiente adecuado para que
éste pueda confiar y editar nuevas secuencias vitales que lo conduzcan a la salud.

Conclusiones.

A lo largo de este trabajo hemos intentado poner de relieve la importancia del vínculo
primario, las relaciones que se establecen en la díada madre (o figura maternante)-bebé.
Como sostienen y han sostenido los autores que hemos mencionado en este artículo,
estas primeras relaciones son fundantes para un desarrollo sano del individuo y, por
tanto, de la sociedad. En la actualidad, existen pocos programas de competencia
parental que cuenten con los recursos económicos, materiales y humanos suficientes
para poder desarrollar técnicas como la que hemos presentado. Sí existen iniciativas a
nivel privado por parte de profesionales (psicólogos, fisioterapeutas, educadores...) que
están formados en Danza Movimiento Terapia y en Mallorca contamos con algunas
experiencias pioneras que intentan integrar esta metodología en el sistema sanitario y
educativo.

La técnica de la Danza Movimiento Terapia es respetuosa con los propios procesos de la


persona. En las sesiones se facilitan sus procesos de crecimiento promoviendo un
ambiente propicio para que se pueda reparar aquello que le faltó en las etapas tempranas
de su desarrollo, proveyendo de límites, seguridad y continuidad espacio-temporal,
respetando los tiempos, reconociendo las necesidades emocionales y generando un
espacio de búsqueda conjunta, pues el terapeuta no interpreta sino que acompaña. Para
ello, el danzaterapeuta ha de ser capaz de desarrollar la habilidad de entrar en el mundo
del otro recreando su patrón de movimiento en su propio cuerpo (técnica de “mirroring”
de Marian Chace). De esta manera, se parte desde el lugar en el que se encuentra el otro,

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enviando el mensaje profundamente esperanzador de: “Te acepto tal y como eres y
quiero estar contigo donde tú estás”.

Finalmente, creemos que es imprescindible que este tipo de intervenciones terapéuticas


tendrían que formar parte de los Programas de Convivencia Escolar, ya que en la
realidad cotidiana se ven casos de niños, niñas y adolescentes con dificultades de
aprendizaje que son el resultado de fallas en sus relaciones tempranas. La dimensión
humana de las personas exige que prestemos más atención y se faciliten los procesos de
enseñanza-aprendizaje teniendo en cuenta también el cuerpo físico, portador de
sentimientos que se traducen en el cuerpo emocional que, a su vez, pertenece a un
cuerpo cultural del que proviene. Se han llevado y se llevan a cabo procesos en este
sentido en la actualidad. Las dificultades con las que nos encontramos es que, si bien se
da el visto bueno por parte de la Institución para llevar a cabo los proyectos falta una
estructura social y económica que apoye este trabajo.

Referencias.

Auping, J. (2000). Una revisión de la teoría psicoanalítica a la luz de la ciencia


moderna. Méjico: Plaza y Valdés.
Barudy, J., Asún, D., González, C., Montero C., Poblete, N. (2009). Manual de apoyo
para la formación de competencias parentales. Santiago de Chile: Programa
abriendo caminos.
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Recursos web utilizados.

http://www.adta.org/
http://www.danzamovimientoterapia.com
http://admtib.blogspot.com

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