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Ensayo de Dramaturgia Colectiva
Ensayo de Dramaturgia Colectiva
El Texto Teatral:
Se trata de un texto que podríamos llamar “oral”, en el sentido de que está más
unido a la tradición de los juglares, de los trovadores, de los cuenteros, de la feria,
que a la tradición literaria.
Reconocer este hecho es muy difícil ya que hemos sido aculturados en una tradición
que convierte al edificio teatral con su telón, sus bambalinas y su rutinaria e
impersonal relación con el público en “el teatro” por antonomasia y vuelve al texto
literario el elemento de creación mientras reduce a los otros componentes del
espectáculo al papel de intérpretes.
De este modo el “oficio” teatral es un oficio que ya se sabe y que consiste en reunir
un “texto”, un director y unos actores y poner a funcionar un máquina que debe
producir un espectáculo en un tiempo determinado. Romper con este “modo de
producción” ha sido, para nosotros, una larga y ardua experiencia. Entre otras cosas
porque no se puede romper a medias. Es necesario un corte radical y los cortes
radicales no se producen nunca como simple intencionalidad personal o como
búsqueda de algo “diferente”. Se producen como una toma de conciencia, dentro
de un contexto social, sobre la razón de ser de lo que uno está haciendo. Pero eso
solo no basta. He conocido infinidad de grupos que han pasado por esa toma de
conciencia en un nivel exclusivamente y supuestamente político y siguen haciendo
el teatro tradicional, cambiando únicamente lo que ellos llaman el “mensaje”, es
decir, convirtiendo el teatro en un vehículo para expresar sus ideologías o, más
exactamente, para predicarlas. Otros llegan a una toma de conciencia digamos
“existencial” y el teatro vehicula esa ideología existencial. Se trata de llegar a una
toma de conciencia como artista, una toma de conciencia que cuestione el “oficio”,
que ponga en tela de juicio no solo el por qué hacemos lo que hacemos sino el saber
hacer mismo y el tipo de relación con los espectadores.
Ya hemos aclarado nuestro concepto de “Texto Teatral”, ya hemos visto que, aún
sin variar la partitura de una representación a otra, el espectáculo es irrepetible pero
la tradición que pesa sobre nosotros nos imponía la ley “universal” de los estrenos.
Una “obra” terminada, estrenada y representada un cierto número de veces, según
esa tradición, es algo concluido. Ocurrió, sin embargo que, una vez establecida con
el público la relación que nosotros queríamos: una relación polémica, con debates
al final de la representación, debates tan diferentes como diferentes eran los
públicos, el tema del espectáculo, sus implicaciones artístico-sociales, la estructura
del texto escrito, todo era puesto en tela de juicio. Eso quería decir que el trabajo
no estaba concluido sino que, por el contrario, apenas empezaba.
De este modo la relación con el público que nosotros “queríamos” nos imponía una
ruptura con la tradición.
No fue fácil aprender a organizar los foros o debates, aprender a oír y luego a debatir
entre nosotros los planteamientos de los distintos espectadores dentro de los
distintos públicos y en diferentes circunstancias.
Quizá la obra con la cual esta forma de trabajo se puede ejemplarizar mejor es
“SOLDADOS”. La “Casa de la Cultura” (hoy Teatro ‘La Candelaria’ de Bogotá) había
montado en espectáculo cuyo texto literario era una creación de Carlos José Reyes
a partir de la novela “La Casa Grande” de Cepeda Zamudio. Este espectáculo es uno
de los primeros que explora un tema muy caro al Nuevo Teatro Colombiano: la
historia de la clase obrera. Introdujimos algunas variaciones: un tamborilero (un
elemento sonoro, militar y rítmico) y un boga o remero que impulsa el planchón por
el río Magdalena hacia la zona bananera. En total cuatro personajes, contando con
los dos soldados del espectáculo original. Hubo hechos hubo muchos debates o
“foros” pero, en especial, hubo uno que impacto. Porque se hizo con obreros de la
zona bananera, es decir del “lugar de los acontecimientos”. Para los obreros el
conflicto de los dos soldados no se relacionaba (o ellos no “veían” la relación) con la
gran huelga de 1928. Claro que la relación “estaba”. Los soldados habían sido
enviados a reprimir a los huelguistas y ayudar a la United Fruit Company a resolver
el problema a favor suyo. Pero los obreros no lo “veían”. Entendimos. No lo veían
porque no estaba en escena. En escena sólo estaba el conflicto de los dos soldados.
De lo otro “se hablaba”. La importancia, la complejidad y la riqueza del tema se nos
revelaron claramente pero las modificaciones a introducir en la pieza no se revelaron
tan claras. Lo primero que había que hacer era “conocer” esa historia, investigar,
recoger testimonios y documentos. No recuerdo claramente si antes de esa
experiencia la investigación hacia parte de nuestro método pero sí sé que, a partir
de ella, ocupó en el mismo un lugar, muy importante. Pero no solo el método se fue
organizando, sino la concepción del trabajo en general: montar un espectáculo es
descubrir un tema, explorarlo y expresarlo pero no agotarlo. El contacto con el
público, la maduración del grupo, su vida interna, plantea nuevos ángulos de
enfoque, acomplejan todo lo logrado y llevan a una segunda versión. “SOLDADOS”
tuvo cinco versiones y ahora, los cambios que tiene, no se plantean como versiones,
como cambios estructurales, sino como enriquecimiento de la expresión y de la
relación con el público. Por supuesto que estos no ocurre con todos los temas. Hay
temas que se van volviendo “medulares” en la historia de un grupo y son esos los
que exigen cada vez un mayor desarrollo y profundización.
Pudimos hacer hasta cinco versiones por el tema propuesto por “SOLDADOS” debido
a la existencia de los debates o foros. En debates con estudiantes y con el público
de la sala en general explicábamos la necesidad de nuevas versiones y en debates
con obreros y campesinos, donde no era necesaria una explicación, poníamos a
prueba la nueva versión. Claro está que si existiera entre nosotros una verdadera
tradición teatral burguesa, con teatros comerciales, competencia de público, etc. un
experimento así hubiera sido más difícil. Una tradición que existe más como
normatividad que como realidad es, quizá, más fácil de combatir.
Cuando se habla de una escritura colectiva la respuesta es, en general, una sonrisa
burlona o compasiva a veces se agrega un argumento: eso ya se ha intentado y no
ha dado resultado, todo lo cual no prueba nada. Muchos aceptan que el proceso de
montaje se puede colectivizar pero la escritura es algo personal. Nosotros no
llegamos a esta etapa fácilmente. La hemos iniciado después de colectivizar la etapa
de montaje. En nuestra experiencia más reciente. Voy a tratar de sintetizarla.
Decimos que el tema de nuestra última pieza sería algo así como la penetración de
los yanquis en el Caribe. Yo había escrito, años atrás, “La Tragedia del Rey
Khristophe” y había vuelto al tema variando elementos del argumento. Eso había
traducido un nuevo texto literario: “Historia de una Bala de Plata”. La nueva pieza
fue, incluso, montada por un grupo obrero y pudimos ver y discutir la representación.
El T.E.C. decidió entonces tomar ese texto literario como ‘Tema’, trabajarlo
colectivamente y montarlo.
Veamos, un poco más despacio, lo que entendemos por ‘Tema’. El tema es aquello
sobre lo cual le interesa al grupo trabajar. Es por ello que en un grupo que tiene una
historia y que ha logrado esclarecer la relación con los espectadores, los temas no
surgen de modo simplemente programático: Ayer un clásico, hoy un moderno,
mañana una obra “nacional”, etc. Tampoco surgen por capricho o por imposición del
mercado o de la moda. Surgen de la historia del grupo, de los mismos temas que se
han manejado y sus implicaciones teatrales y sociales y de la relación con los
espectadores. Esto sin perjuicio de variaciones bruscas, impuestas por cambios
significativos de las circunstancias. En este caso particular, por ejemplo, habíamos
estado trabajando en un texto construido con poemas de Nicolás Guillén. Por
razones que sería muy prolijo exponer aquí ese trabajo no llegó a los espectadores
pero nos abrió un campo de interés y de expectativa: El Caribe. Ese mar donde ya
se han dado todas las formas sociales posibles. Desde lo que se suele llamar “el
comunismo primitivo” hasta el socialismo. A su vez el trabajo sobre Guillen tenía su
antecedente en una versión particular de “El Canto del Fantoche Lusitano” de Peter
Weiss, en el cual ahondamos en el colonialismo y la trata de esclavos.
Veamos, pues que el tema, lo que el grupo necesita expresar en un momento dado,
puede estar en un periodo histórico, en un acontecimiento histórico, en un texto
narrativo, teatral o poético, etc.
La Investigación:
En el caso de “La Bala de Plata” este conflicto está relacionado con la identidad pero
no es fácil reducirlo a una frase. Podríamos intentar una aproximación bastante tosca
y primaria fabulándolo: Un negro que peleó en la guerra de Secesión mata al blanco
que le violó a su novia. Un importante personaje blanco lo ayuda a huir y lo convierte
en emperador de una isla poblada principalmente de negros, donde el blanco tiene
intereses. El conflicto de la identidad está allí pero, desde luego, la fabulación está
muy lejos de expresarlo.
Hemos dicho que, en un momento dado, es preciso dar un salto. De los planos del
contenido y de la expresión del referente externo (los materiales históricos o
fabulosos que nos sirven de base) pasamos a la expresión y los contenidos artísticos.
Fábula del texto y personajes, en primer lugar.
Claro está que no existe un orden estricto en este proceso. Puede aparecer primero
“la historia” que queremos contar (ya como texto escrito u oral) y de allí vamos en
busca del “Tema” (naturalmente hemos escogido esa historia porque presentimos
en ella el tema que nos interesa). Incluso puede existir primero el mitema, aunque
esto es más difícil y en nuestra experiencia no se ha dado. Lo importante, en todo
caso es saber que, téngase los elementos en el orden que se tengan, para el trabajo
colectivo hace falta jerarquizarlos. Definir, en primer lugar, el tema como un campo
cuyos límites se tratan de precisar. Realizar luego el acopio de materiales pertinentes
a la investigación. De aquí dar el salto al nivel artístico, tratando de definir el mitema.
Claro está que se puede hacer una “dramatización” de los materiales (es lo más
común) pero insistimos en que existe una diferencia abismal entre “dramatización”
y “creación” no porque la segunda sea más original que la primera, sino porque la
primera (como el “arreglo” musical) depende del oficio, mientras que la segunda
cuestiona el oficio. Podemos hacernos tediosos insistiendo en esto, pero, conociendo
la infinidad de problemas que plantea la dramaturgia colectiva entre nosotros,
corremos ese riesgo. “Soldados” está construida con documentos de la huelga y
elementos tomados de una novela pero no es una dramatización de esos materiales.
Al estructurarse alrededor (por así decirlo) de un eje propio que no es el de los
materiales, adquiere su autonomía, despliega su polisemia en un movimiento a la
vez centrípeto y centrifugo.
La “Comisión de Cultura” había estudiado varios textos: “El Reino de este Mundo”
de Alejo Carpentier, “La Tragedia del Rey Khristophe” de E. Buenaventura, “La
Tempestad” de Shakespeare, “El Emperador Jones” de Eugene O’Neill, “Cimarrón”
de Miguel Barnet, y por supuesto, la primera versión de “Historia de una Bala de
Plata”. Este último serviría de eje para realizar una estructura de acontecimientos.
Los otros textos serían referentes a muchos niveles.
y finalmente, en una última casilla que daba espacio para una canción que cerraba
un ciclo y habría otro. Sabíamos que esta cadena iba a cambiar mucho y así fue. El
orden de los acontecimientos, el eje de selección y sustitución, es la sustancia del
contenido de la acción. Aquí estoy resumiendo y presentando un esquema. Quedan
por fuera, desgraciadamente, las fecundas discusiones que se dieron para llegar a
ese orden, las cuales se desenvolvían en 2 niveles que procurábamos no mezclar.
Un nivel de “trama”, de causalidad, si se quiere sintagmático y un nivel general,
amplio, de argumento si se quiere paradigmático, que señalaba las relaciones con
el mitema y con el tema, los cuales, a esa altura del trabajo se habían concretado lo
suficiente como para convertirse en categorías manipulables por el grupo.
Hasta aquí habíamos realizado un trabajo nuevo. Lo que seguía, como etapas, era
ya conocido, estaba en el método: riguroso orden cronológico de los acontecimientos
y luego fabula (remitimos al Método, que aparece en este volumen). De acuerdo a
las pautas del Método, en un contexto que conocemos bien, buscamos el Conflicto
Central a partir del cual se realiza la división en conflictos (secuencia, situaciones y
acciones) completando el Esquema conflictual. Hay que repetir una y mil veces que
se trata de un esquema, de un “modelo” que permite ordenar el trabajo colectivo y
pasar a las improvisaciones por analogía, acción por acción, en un viaje que esta vez
va de las unidades menores a las mayores.
La Visión Imaginaria:
Todo director tiene una visión imaginaria que, en el proceso tradicional, discute con
el escenógrafo. Naturalmente ambos se ponen de acuerdo sobre el espacio, el
decorado y los diseños de trajes, utilería, etc. Llegamos a comprender que esta
etapa nos hacía falta. Que cada integrante del grupo se hacía, necesariamente, su
visión de la pieza y de su personaje y que en muchas discusiones se empantanaban
debido a estas visiones particulares, difícilmente traducibles a palabras. Era
necesario colectivizar esa visión sin pretender unificarlo. En el caso de “La Bala de
Plata” discutimos el teatro adentro del teatro que caracteriza la pieza y la razón de
este elemento que nos parecía fundamental. La misma conversión de un condenado
a muerte en emperador de una isla era ya una historia “Teatral”. Creaba, por decirlo
así, dos espacios. Uno “teatral” y otro de la “realidad”. La creación del mito Jones
era un “golpe” teatral, más aún, circense, un golpe de prestidigitación. Esto nos llevó
a la necesidad de crear 2 niveles en el escenario, el nivel de la teatralidad (un
pequeño escenario) y el nivel de la “realidad”. Pensamos también en unos paneles
pintados, muy “teatrales” que situarían históricamente la escena y en la necesidad
de una cámara blanca que permitiera transparencias. Era una especie de “estructura
profunda” del montaje. En cuanto al vestuario vimos que el anacronismo era mucho
más importante que la arqueología. Un traje de Napoleón al lado de un traje de
gobernador de Siglo XVII, bien molieresco. Al lado de estos “disfraces” unos
gánsteres de los años 20. Con esta “visión imaginaria” seguimos adelante, sabiendo
que iba a cambiar, que iba a ser bombardeada por las improvisaciones enemigas de
toda visión previa totalizadora, atomizadoras de la totalidad y formadoras de
unidades discretas irreductibles las unas a las otras.
El Texto:
El texto verbal tiene una autonomía que le permite constituirse en objeto artístico e
ingresar en la literatura (como los textos de Shakespeare) pero, ya sabemos, ese no
es el destino de los mismos. El destino de ellos es la representación y, en ésta,
siguen las leyes establecidas por Birdwhistell: “Los diversos canales de comunicación
se determinan mutuamente y forman una corriente comunicativa”.
Las Canciones:
En “La Bala de Plata” las canciones cumplen un rol más brechtiano que en otras de
nuestras piezas. Queremos decir con ello que funcionan a un nivel diferente del de
la continuidad de la acción, producen una ruptura con este nivel y expresan una
dimensión totalizadora de la acción y los personajes.
A Modo de Conclusión:
Texto Verbal
Escenógrafo
Músico Director Grupo
Coreógrafo
Actores
(Otros)