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El Principio Antrópico: Un plan Preciso para la 

Humanidad

Hugh Ross

El principio antrópico dice que el universo aparece como “diseñado” en bien de la vida
humana. Más de un siglo de investigación en astronomía y física arroja esta observación
inesperada: la aparición de los humanos y la civilización humana requiere de constantes, leyes
y propiedades físicas que caen dentro de ciertos rangos estrechos; y esta verdad se aplica no
sólo al cosmos como un todo sino también a la galaxia, al sistema planetario y al planeta que
ocupan los humanos. El principio puede expresarse más dramáticamente: hay una
preponderancia de evidencia física que señala a la humanidad como el tema central del
cosmos.

El apoyo a favor del principio antrópico proviene de una línea de tendencia firme e
inconfundible de los datos: cuanto más aprenden los astrónomos acerca del universo y los
requisitos para la existencia humana, encuentran que son más severas las limitaciones que
rigen la estructura y el desarrollo del universo para tener en cuenta esos requisitos. En otras
palabras, los descubrimientos adicionales están conduciendo a más indicadores de ajuste fino
a gran escala y a pequeña escala.

En 1961, los astrónomos reconocían sólo dos características del universo que tenían un “ajuste
fino” para posibilitar la vida física.1 La más obvia era la relación entre la constante de la fuerza
gravitatoria y la constante de la fuerza electromagnética. No puede diferir en su valor más de
una parte en 1040 (una parte en diez mil billones de billones de billones) sin eliminar la
posibilidad de vida. Hoy la cantidad de características cósmicas conocidas que se reconoce que
tienen un ajuste fino para la vida -cualquier tipo de vida concebible- llega a treinta y ocho. 2 De
éstas, la más sensible es la densidad de energía del espacio (la propiedad de autoestirameinto
del universo). Su valor no puede variar en más de una parte en 10 120 para permitir los tipos de
estrellas y planetas que requiere la vida física. 3

La evidencia de la preparación específica para la existencia humana aparece también en las


características del sistema solar. A principios de la década de 1960 los astrónomos podían
identificar sólo algunas pocas características del sistema solar que requerían un ajuste fino
para que la vida humana fuera posible. Para fines de 2001 habían identificado más de 150
características de ajuste fino.4 En la década de 1960 la probabilidad de que cualquier planeta
dado en el universo pudiera poseer las condiciones necesarias para sustentar vida física
inteligente era de menos de uno en diez mil. 5 En 2001 esta probabilidad se redujo a menos de
uno en un número tan grande que bien podría ser infinito (10 173).6

Una explicación de la evidencia física en apoyo del principio antrópico llena varios libros. 7 Las
creencias religiosas de los autores recorren toda la gama, del agnosticismo al deísmo y al
teísmo, pero prácticamente todo astrónomo de investigación vivo hoy coincide en que el
universo manifiesta un ajuste fino exquisito para la vida. 8

La revuelta contra la revolución

Esta visión de la humanidad como el punto focal del cosmos representa el derrocamiento
histórico de una idea arraigada en una antigua revolución, la revolución copernicana. Durante
los primeros quince siglos de la era cristiana, la ciencia occidental suponía que los habitantes
de la Tierra, y específicamente los humanos, ocupaban la posición central del universo. Cuando
Nicolás Copérnico revivió la antigua evidencia griega de que el Sol, antes que la Tierra, ocupa la
posición central en el sistema de planetas de la Tierra, echó raíces una nueva perspectiva
científica.9 A partir de esta perspectiva, el principio copernicano, surgió el concepto filosófico
de que los humanos no ocupan ninguna posición privilegiada o excepcional en el universo.
Durante los últimos cuatrocientos años este principio ha sido el paradigma reinante de la
ciencia y la sociedad. Y, durante los últimos cuarenta años, una extensión de este paradigma,
el principio de mediocridad, se ha vuelto cada vez más predominante. El principio de
mediocridad afirma que la humanidad no es especial en ningún sentido, y que el origen y
desarrollo humanos probablemente se han duplicado en miles de millones de otros sitios en
todo el cosmos.

El principio antrópico, que surge casi simultáneamente con el principio de mediocridad, lo


contradice enfáticamente, exponiendo una distorsión del pensamiento copernicano. El
principio antrópico hace esta distinción obvia y crucial: si bien el lugar de la humanidad en el
universo no es centralespacialmente, no se deduce necesariamente que el lugar de la
humanidad no sea central ni especial en ningún sentido.

Todavía hay pocas personas que se dan cuenta de que la investigación cosmológica actual
demuestra un universo físico sin ningún centro espacial. Toda la materia y la energía del
universo residen en una superficie tridimensional del universo de cuatro dimensiones en
expansión. Así como todas las ciudades de la Tierra residen en la superficie bidimensional del
planeta y no puede identificarse a ninguna como geográficamente central con relación a todas
las demás, de la misma forma ninguna de las galaxias, estrellas y planetas ocupan la posición
central en la superficie tridimensional cósmica.

En cierto sentido, el principio antrópico es posible porque Copérnico tenía razón. Lo que hace
que la ubicación de la humanidad en el cosmos sea única o especial es que la Tierra se
encuentra lejos de cualquier sistema astronómico, como la galaxia de la Tierra. La humanidad
vive en un lugar y momento únicos en el tiempo-espacio cósmico que permite no sólo la
posibilidad de la existencia humana sino también la posibilidad de descubrir que la existencia
humana representa un milagro, un caso especial.

La ubicación particular de la Tierra da a los humanos una ventana especial hacia el sistema
solar, la galaxia de la Vía Láctea, y el universo mismo. En prácticamente cualquier otra galaxia o
en cualquier otra ubicación en la galaxia de la Tierra y en cualquier otro tiempo de la historia
cósmica, la vista del área circundante sería tan inestable y/o estaría tan bloqueada que la
forma, estructura, tamaño y demás características de la galaxia y el universo permanecerían
oscuras ante cualquier observador perceptivo. 10 Las criaturas de la Tierra disfrutan de una vista
especial de los esplendores del cosmos. En ningún otro lugar y en ningún otro momento del
universo podría ser visible esta gloria.11

Difícilmente pueda exagerarse la importancia del principio antrópico. Vuelve a dar legitimidad
y respetabilidad a la especie humana como un sujeto digno y aun primario de la investigación
científica. Además, el principio antrópico tiene el potencial de generar un cambio de
paradigma que podría decirse es tan profundo como cualquier otro cambio que recuerde el ser
humano.

Anticipación cósmica

Tan atrás como la década de 1980, el físico Paul Davies concluyó que la evidencia física a favor
del diseño del universo y de la Tierra para la vida humana bien podría describirse como
abrumadora.12 Hoy, ningún físico o astrónomo que haya investigado la cuestión niega que el
universo, la galaxia de la Vía Láctea y el sistema solar poseen señales convincentes de diseño
intencional para la vida humana. Muchos investigadores han comentado, durante los últimos
veinte años, que parecería que el universo “sabía” que estaban por llegar los humanos.

Brandon Carter, el matemático británico que acuñó la expresión “principio antrópico” en


1974,13 notó la extraña desigualdad de un universo que dedica 15.000 millones de años
“preparándose” para la existencia de una criatura que tiene el potencial de sobrevivir a lo
sumo 10 millones de años (en forma optimista). 14 Carter formalizó este enorme desequilibrio
entre el tiempo requerido para producir la posibilidad de vida humana y la brevedad de la
supervivencia (potencial) de la especie como “la desigualdad del principio antrópico”. 15

En respuesta, algunos investigadores han especulado que la especie humana podría


representar una anomalía, una excepción a la regla (ej: una flor tardía o una especie más frágil)
entre muchas formas de vida inteligente posibles en otras partes del cosmos. Sin embargo,
Carter y los astrofísicos (posteriores) John Barrow y Frank Tipler demostraron que la
desigualdad existe para cualquier especie inteligente concebible bajo cualquier condición de
sustento de vida concebible.16 Aproximadamente 15.000 millones de años representan un
tiempo de preparación mínimo para la vida avanzada: 11.000 millones para la formación de un
sistema planetario estable que tenga las condiciones químicas y físicas adecuadas para la vida
primitiva y 4.000 millones más para la preparación del planeta dentro de ese sistema con
abundantes capas de los biodepósitos necesarios para la vida inteligente civilizada. Aun este
largo tiempo y convergencia de condiciones “justo a punto” reflejan una eficiencia milagrosa.

Además, las condiciones físicas y biológicas necesarias para sustentar una especie inteligente
civilizada no duran indefinidamente. Están sujetas a cambios constantes: el Sol sigue
aumentando su brillo, el período de rotación de la Tierra se alarga, la actividad de la tectónica
de placas de la Tierra disminuye y la composición atmosférica de la Tierra varía. En sólo 10
millones de años, o menos, la Tierra perderá su capacidad de sustentar vida humana. En
realidad, esta estimación de la ventana de tiempo para la habitabilidad humana puede ser
exageradamente optimista. Muy probablemente la erupción de una supernova cercana, una
perturbación climática, una turbulencia social o ambiental, o la acumulación genética de
mutaciones negativas condenarán a la especie a la extinción dentro de los próximos veinte mil
años.17

Estas cifras demuestran que la desigualdad es extrema. El tiempo de supervivencia para la vida
física inteligente avanzada es de sólo una millonésima del tiempo requerido para producir las
condiciones necesarias para su supervivencia.
Otro físico matemático británico, Roger Penrose, fue uno de los primeros en expresar una
conclusión filosófica: el extremadamente alto nivel de ajuste fino que los astrónomos y físicos
disciernen sugiere poderosamente un propósito detrás del universo. 18 Que el diseño esté tan
centrado en brindar un hogar para la humanidad implica que una parte significativa, aun
central, del propósito para el universo es antrópico. Específicamente, el universo fue creado
para el beneficio expreso de la humanidad.

Dadas las impresionantes capacidades necesarias para crear y diseñar el universo, el propósito
para la humanidad debe ser, ciertamente, significativo. Además, dado que la posibilidad de
supervivencia humana es cósmicamente breve, ese propósito de la humanidad puede y debe
cumplirse rápidamente. El cumplimiento rápido de un propósito profundamente significativo
para la humanidad es el mensaje de la Biblia. Ninguna otra “revelación” hace que todo lo que
la humanidad observa y experimenta tenga un sentido tan perfecto.

Propósito, destino y esperanza

Los destacados astrofísicos Lawrence Krauss y Glenn Starkman analizaron recientemente las
consecuencias últimas de la propiedad de autoestiramiento del universo medida. 19 Dedujeron
que el universo, a partir de ahora, se expandirá a una velocidad cada vez más mayor. Esta
expansión exponencialmente creciente significa que los astrónomos verán cada vez menos del
universo con el avance del tiempo. Por lo tanto, el conocimiento del universo se reducirá con
el tiempo. Finalmente la expansión cósmica será tan rápida que los seres inteligentes perderán
la capacidad de extraer energía adecuada para el trabajo del flujo de calor del universo. Todas
las formas de conocimiento, entonces, disminuirán necesariamente. Inevitablemente, el flujo
de calor será tan diminuto que cesarán todas las reacciones metabólicas y, con este cese,
terminará toda posibilidad de vida física. “La conciencia termina por perderse”. 20

La respuesta de Krauss y Starkman -una expresión de desesperanza- delata su presuposición


de que el destino de la humanidad debe estar dentro de este universo. Un aspecto importante
del mensaje bíblico es que Dios tiene una existencia y un plan para la humanidad más allá de
los confines del cosmos. Su plan involucra al cosmos, pero no finaliza allí. A lo largo del Antiguo
y el Nuevo Testamento, Dios revela su plan de preparar a aquellos humanos para un paraíso
inmensamente superior a todo lo que la Tierra pueda ofrecer, una nueva creación
completamente fuera de la física y las dimensiones del universo.

Por lo tanto, la base bíblica para el propósito, el destino y la esperanza supera las limitaciones
del universo y aun predice las limitaciones y la cesación del universo. El principio antrópico se
vuelve personal, sin embargo, con la observación de sentido común de que los humanos,
universalmente y únicamente, anhelan un sentido de destino y propósito. Los seres humanos
permanecen vivos no sólo por el poderoso instinto de supervivencia que tienen todos los seres
vivos, sino por una conciencia única y universal de que existen para una razón que está más
allá de la mera supervivencia física.

La conexión de Cristo

Aquellas personas que necesitan datos sólidos para afirmar su sentido de destino pueden
encontrarlos. Los teoremas del espacio-tiempo de la relatividad general demuestran que
una Entidad que trasciende la materia, la energía, el espacio y el tiempo es la causa del
universo en el cual vive la humanidad. 21 Entre todos los dioses, fuerzas o principios que la
gente ha propuesto a lo largo de la historia humana para explicar la existencia y la operación
del universo, sólo el Dios de la Biblia concuerda con la características de la causa establecida
en estos teoremas del espacio-tiempo.22 Sólo la Biblia predice y explica el principio antrópico.

Algunos científicos y filósofos, fieles a su naturaleza inquisidora y escéptica, han cuestionado la


validez del principio antrópico y, ciertamente, sus implicaciones para la cosmovisión y la fe
cristianas. Stephen Hawking y Carl Sagan argumentaron que el diseño de un cosmos tan vasto
para una criatura tan infinitésima parece un desperdicio, lo cual es inconsistente con el
carácter del Dios infinitamente sabio y poderoso cristiano. 23 Un Dios así, dan a entender,
hubiera cumplido su propósito de brindar a la humanidad un hogar creando un solo planeta y
un sistema planetario en un cosmos relativamente pequeño y de poca duración.

Sin embargo, este argumento no considera que el propósito guía lo que una persona (o
Dios) hace, en contraposición con lo que puede hacer. Dada la física del universo, las leyes y las
propiedades para las cuales la Biblia revela un propósito divino específico (ver “La física del
pecado”), el universo tiene el tamaño y la edad necesarios. Un universo con una masa
levemente mayor o menor de la que observan los investigadores sería inadecuado para la vida
humana.24 En un marco de referencia humano, la provisión de Dios de un universo tan enorme
“maquinado” tan cuidadosamente durante miles de millones de años para el beneficio
humano es una afirmación convincente de su interés por la humanidad, y de su
intencionalidad.

Algunos escépticos han intentado quitar importancia al principio antrópico aseverando que los
humanos simplemente no estarían aquí para observar el universo a menos que lo
extremadamente improbable hubiera ocurrido de alguna forma. El filósofo británico Richard
Swinburne respondió a este concepto con una simple ilustración. 25 Señala que el sobreviviente
de una ejecución por un pelotón de fusilamiento no atribuiría su supervivencia a un accidente
fortuito. Más bien, concluiría que los rifles estaban cargados con salvas o que cada uno de los
ejecutores erró adrede. El ajuste fino del universo medido nos dice que Alguien quiso que los
humanos existieran durante cierto período de tiempo.

Otro argumento dice que no hay nada asombroso acerca del ajuste fino del universo si existe
una infinidad de universos, cada uno con un conjunto de características distinto. En este caso,
el azar indicaría que al menos un universo manifestaría las características necesarias para la
vida humana.

La falacia en esta apelación es una forma de la falacia del jugador. Un jugador podría concluir
que una moneda común podría salir cara cien mil veces consecutivas si racionaliza que existen
2100.000 monedas (aunque no pueda verlas), cada una de las cuales es arrojada 100.000 veces
por 2100.000 arrojadores de monedas. Estadísticamente, una de estas monedas podría salir cara
100.000 veces. Este tipo de pensamiento se considera falaz, sin embargo, porque el jugador no
tiene ninguna evidencia de la existencia de las demás monedas, arrojadores de monedas o
resultados distintos. Con un tamaño de muestra de uno, la única conclusión racional que
puede sacarse es que alguien “arregló” la moneda para que saliera cara. En el caso del
universo, no puede encontrarse ninguna evidencia de la existencia de otros universos. De
hecho, los principios de la relatividad indican que la envolvente del espacio-tiempo de un
universo que contiene observadores nunca puede superponerse a la envolvente del espacio-
tiempo de ningún otro universo. Por lo tanto, el tamaño de muestra para los observadores
humanos es uno, y siempre será uno, y la conclusión de que Alguien se propuso, o preparó, el
universo para la existencia humana sigue siendo convincente.

Probando la conclusión

El principio antrópico invita ser probado. Un escéptico que aún no está convencido de que el
ajuste fino del universo refleja más que un lanzamiento de moneda fortuito puede escoger
examinar el universo (la “moneda”) más de cerca. Si el principio antrópico y sus implicaciones
con relación al diseño trascendente son falsos, la investigación descubrirá una evidencia cada
vez menor de ajuste fino, y la evidencia existente será borrada por los nuevos datos. Si, por
otra parte, el principio antrópico y sus implicaciones son verdaderos, la investigación mostrará
un aumento tanto de la cantidad de características de ajuste fino como del grado de este
ajuste. Basados en la evidencia acumulada, apostar al principio antrópico parece más seguro
que tomar la próxima bocanada de aire. El principio antrópico energiza el ascenso de la
humanidad a la cumbre de la Verdad.

Referencias:

1. Robert H. Dicke, “Dirac’s Cosmology and Mach’s Principle,” Nature 192 (1961), 440-41.

2. Hugh Ross, “Fine-Tuning for Life in the Universe,” Appendix C, Lights in the Sky and
Little Green Men(Colorado Springs, CO: NavPress, 2002).

3. Lawrence M. Krauss, “The End of the Age Problem and the Case for a Cosmological
Constant Revisited,”Astrophysical Journal 501 (1998): 461-66.

4. Hugh Ross, “Probability for a Life Support Body,” Appendix B, Lights in the Sky and
Little Green Men (Colorado Springs, CO: NavPress, 2002). También aparece en el sitio
Web de Reasons To Believe www.reasons.org.

5. I. S. Shklovskii and Carl Sagan, Intelligent Life in the Universe (San Francisco: Holden-


Day, 1966), 342-61.

6. Ross, “Probability for a Life Support Body,” Appendix B,Lights in the Sky and Little
Green Men.

7. John D. Barrow and Frank J. Tipler, The Anthropic Cosmological Principle (New York:


Oxford University Press, 1986); F. Bertola and U. Curi, eds., The Anthropic
Principle (Cambridge: Cambridge University Press, 1993); Paul Davies, The Cosmic
Blueprint (New York: Simon & Schuster, 1988); Michael J. Denton, Nature’s
Destiny (New York: The Free Press, 1998); George Greenstein, The Symbiotic
Universe (New York: William Morrow, 1988); Hugh Ross, The Creator and the
Cosmos, 3d ed.(Colorado Springs, CO: NavPress, 2001); Peter D. Ward and Donald
Brownlee, Rare Earth (New York: Copernicus, 2000).
8. Las citas de diecinueve astrónomos que han hecho investigación sobre el principio
antrópico pueden encontrarse en Hugh Ross, The Creator and the Cosmos,3d ed., 157-
60.

9. Hugh Ross, The Fingerprint of God, 2d ed. (Orange, CA: Promise, 1991), 12-13, 20.

10. Raymond E. White III and William C. Keel, “Direct Measurement of the Optical Depth in
a Spiral Galaxy,”Nature 359 (1992), 129-30; W. C. Keel and Raymond E. White III, “HST
and ISO Mapping of Dust in Silhouetted Spiral Galaxies,” American Astronomical
Society Meeting,191, no. 75.01, December, 1997; Raymond E. White III, William C.
Keel, and Christopher J. Conselice, “Seeing Galaxies Through Thick and Thin. I Optical
Opacity Measures in Overlapping Galaxies,” Astrophysical Journal542 (2000): 761-78;
Ross, The Creator and the Cosmos, 3d ed., 178-79.

11. Guillermo Gonzalez, “The Measurability of the Universe: A Record of the Creator’s
Design,” Facts for Faith 4 (Q4 2000), 42-48.

12. Paul Davies, The Cosmic Blueprint (New York: Simon & Schuster, 1988), 203.

13. Brandon Carter, “Large Number Coincidences and the Anthropic Principle in
Cosmology,” Proceedings of the International Astronomical Union Symposium, No. 63:
Confrontation of Cosmological Theories with Observational Data, ed. M. S. Longair
(Dordrecht-Holland/Boston, U.S.A.: D. Reidel, 1974), 291-98.

14. Brandon Carter, “The Anthropic Principle and Its Implications for Biological
Evolution,” Philosophical Transactions of the Royal Society, Series A 370 (1983): 347-
60.

15. Carter, “The Anthropic Principle,”347-60.

16. John D. Barrow and Frank J. Tipler, The Anthropic Cosmological Principle (New York:
Oxford University Press, 1986), 556-70.

17. Adam Eyre-Walker and Peter D. Keightley, “High Genomic Deleterious Mutation Rates
in Hominids,” Nature 397 (1999), 344-47; James F. Crow, “The Odds of Losing at
Genetic Roulette,” Nature 397 (1999), 293-94; Hugh Ross, “Aliens from Another
World,” Facts for Faith 6 (Q2 2001), 30-31.

18. Roger Penrose, en la película A Brief History of Time(Burbank, CA: Paramount Pictures
Inc., 1992).

19. Lawrence M. Krauss and Glenn D. Starkman, “Life, the Universe, and Nothing: Life and
Death in an Ever-Expanding Universe,” Astrophysical Journal 531 (2000): 22-30.

20. Krauss and Starkman, p. 28.

21. Stephen Hawking and Roger Penrose, “The Singularities of Gravitational Collapse and
Cosmology,” Proceedings of the Royal Society of London, Series A 314(1970), 529-48;
Jacob D. Bekenstein, “Nonsingular General-Relativistic Cosmologies,” Physical Review,
D 11 (1975): 2072-75; Leonard Parker and Yi Wang, “Avoidance of Singularities in
Relativity Through Two-Body Interactions,” Physical Review, D 42 (1990): 1877-83;
Arvind Borde, “Open and Closed Universes, Initial Singularities, and Inflation,”Physical
Review, D 50 (1994): 3692-702; Arvind Borde and Alexander Vilenkin, “Eternal Inflation
and the Initial Singularity,” Physical Review Letters 72 (1994): 3305-8; Arvind Borde and
Alexander Vilenkin, “Violation of the Weak Energy Condition in Inflating
Spacetimes,” Physical Review, D 56 (1997): 717-23.

22. Ross, The Creator and the Cosmos, 3d ed., 101-18.

23. Stephen Hawking, A Brief History of Time (New York: Bantam Books, 1988), 126; Hugh
Ross, “The Haste to Conclude Waste,” Facts & Faith 11, no. 3 (1997), 1-3. Este es un
comentario de la película de 1997 Contact basado en la novela homónima de Carl
Sagan de 1985.

24. Ross, The Creator and the Cosmos, 3d ed., 51-54, 150-51.

25. Richard Swinburne, “Argument from the Fine-Tuning of the Universe,” Physical


Cosmology and Philosophy, ed. John Leslie (New York: Macmillan, 1991), 165.

Traducción: Alejandro Field

Artículo original: Anthropic Principle: A Precise Plan for Humanity

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