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REPRESENTACIÓN DE LA COMUNIDAD JUDÍA ARGENTINA

DISCURSO DE JORGE KNOBLOVITS EN EL EVENTO ANUAL DE LA DAIA 2022

Buenas noches
Habrán visto que en los anuncios dice que estamos festejando nuestros 85
años. Pues bien, en realidad son 87. Y no es que nos quitemos edad por
coquetería, sino porque cuando tocaba ese festejo estábamos en plena
pandemia. De manera que ahora sí, podemos celebrar ese número y la
fructífera existencia de nuestra institución.

Porque más allá de un par de años más o menos, lo que hace la diferencia es
que acá estamos.
Hinenu, se dice en hebreo. Henos aquí.
Es una expresión de muy fuerte contenido simbólico, ético y político.

Hineni-heme aquí, en singular- es la respuesta que da el patriarca Abraham a la


convocatoria de Dios en la Torá.
Por primera vez, un humano acude al llamado de la Ley. Responde, es decir, se
hace responsable.

Después de varias generaciones de hombres que no se hacen cargo de sus


actos (Adán, Caín… y sigue la lista), un sujeto se siente tocado por esa voz que
le dice que sus conductas inciden en el destino de sus semejantes e incluso de
aquellos a quienes no conoce.

El Pacto, dice el texto, será con él y con sus descendientes, miles de


generaciones que tendrán la misión de reparar las injusticias, de velar por los
necesitados, de combatir la violencia y de hacer del mundo un lugar mejor para
todos.

Nosotros, el pueblo judío y, en este caso particular, la DAIA, representación


política de la comunidad judía argentina, somos herederos de ese pacto.

En ese sentido, no somos meros espectadores sino protagonistas de la


historia. Porque a lo largo de milenios ese Pacto se actualiza; es decir, se
expresa en acciones y hechos concretos.
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Cada época y cada sociedad plantean el enorme desafío de responder a sus


males. Si en todo tiempo y lugar hubo crímenes, ataques del hombre contra el
hombre, discriminación, agresiones al diferente, intentos de arrasar con grupos
y culturas, injusticias y crueldad, nos toca a nosotros atender a las demandas
de un aquí y ahora cargado de conflictos específicos.

Nuestro país ostenta el dudoso privilegio de haber sido víctima de dos


terrorismos: uno, del Estado (con la dictadura militar) y otro, internacional, con
los atentados perpetrados contra a la Embajada de Israel primero y a la sede
de AMI-DAIA después.

Los casos de agresión a personas pertenecientes a minorías discriminadas, los


ataques a instituciones o pintadas insultantes se multiplican.

La violencia parece ser inextirpable de lo humano, pero eso no nos hará desistir
de nuestra misión.

No solo defender y proteger a los miembros de la comunidad judía sino


también a todos aquellos que por su condición religiosa, sexual, social o de
cualquier otro signo de pertenencia, sean vulnerados.

La DAIA está presente en forma efectiva y decidida para llevar adelante las
acciones que correspondan ante la justicia y ante la sociedad en su conjunto.
Es que, en la huella de ese pacto fundacional, “nada de lo humano nos es
ajeno”.

Pero ese pacto incluye otro aspecto central: lo que los sabios de la tradición
han denominado TikúnOlam. La reparación del mundo.
En efecto, tal como afirma uno de esos sabios, ningún individuo o grupo puede
hacer toda la tarea, pero eso no nos libra de hacer nuestra parte.
Cada paso deja huella, y así como nosotros nos inscribimos en un sendero ya
comenzado hace milenios, vendrán otros que rescaten, revitalicen y mejoren
nuestras acciones.
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Esas que no consisten solo en denunciar y sancionar: para que el combate sea
efectivo y tenga sentido, es imprescindible llevar adelante un serio, consistente
y decidido trabajo de transmisión.
Educar, informar, inspirar a maestros, líderes comunitarios y sociales,
formadores de opinión, dirigentes institucionales y toda persona que esté en
una posición de enseñanza formal o informal, es una parte esencial de nuestro
trabajo.

Para eso, la DAIA desarrolla un amplio y ambicioso programa de


capacitaciones para adultos, jóvenes y niños.
Hemos firmado convenios con decenas de organismos, ONG´s, municipios,
sindicatos, empresas e instituciones varias.

Allí llevamos, no solo el conocimiento de la historia: también abrimos la


posibilidad de hacer preguntas, indagar en los motivos y los mecanismos del
odio, examinar las conductas del pasado y del presente para incrementar la
posibilidad de un futuro más hospitalario, justo y pacífico.
En la misma sintonía, tenemos una fuerte presencia en el diálogo
interconfesional a fin de estimular el acercamiento, el respeto y la convivencia
entre todos nosotros, todos iguales. Porque la batalla es contra toda forma de
odio y discriminación, lleve el nombre que lleve.

Aún si el antisemitismo reviste ahora la denominación “políticamente correcta”


de antisionismo, o si los terroristas se presentan como “revolucionarios”,
sabemos que estamos ante formas más o menos perversas del mismo
sentimiento, el que intenta tachar al otro, desconocer su derecho a la
existencia y refutar su legitimidad.

Nos encontrarán presentes y activos en cada una de esas ocasiones, cada vez
que se vulneren los derechos de cualquier integrante de nuestra sociedad.

La tradición inspirada en nuestras fuentes sigue más vigente que nunca. En un


mundo desquiciado y en un tiempo con hambre de solidaridad, nos hacemos
eco del mandato del sabio talmúdico: “Si no estoy para mí, ¿quién estará? Si
estoy solo para mí, ¿qué soy? Y si no es ahora, ¿cuándo?”
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Otro sabio actual, el filósofo Emmanuel Levinas, nos recuerda que lo que nos
hace humanos es precisamente responder al sufrimiento del prójimo.

Amigos y amigas: Nadie puede reemplazarnos ni expulsarnos de ese lugar


fundamental. Somos, en efecto, guardianes de nuestros hermanos.

Claro, no somos los primeros (y espero que no seamos los últimos). Hubo
muchos que nos precedieron y nos ayudaron en este camino: los fundadores
de la DAIA, esta institución emblemática, con un fuerte capital simbólico en
nuestra república, todos los voluntarios y profesionales que pusieron y aportan
su pasión, su inteligencia y su esfuerzo para llevar adelante esto que hoy
intentamos proseguir y sostener.

Nuestro agradecimiento a todos y cada uno de ellos va de la mano de nuestro


compromiso de ser dignos de tal herencia.

Brindo por la persistencia y la vitalidad de todos los que defendemos la justicia,


velamos por los derechos de nuestros semejantes y entendemos esta batalla
como un deber ético, moral y humano esencial.

Como decimos en hebreo ¡LEJAIM!


¡Por la vida!

Jorge Knoblovits
Presidente de la DAIA

16 de noviembre de 2022

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