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Esta es la historia de un joven británico llamado John , de 20 años, fuerte, de mediana estatura, tez

blanca, unos ojos verdes vidriosos que trasmiten sentimientos que no son fáciles de expresar en
palabras. El espejo esta mañana refleja el dolor de un hombre el cual está viviendo el momento
que nunca quiso que llegara. En voz baja y entre cortada se repite a si mismo mi abuelo Joseph se
ha ido, sí aquel sargento primero que, junto con su pelotón en los años 30, por la valentía y
gallardía de todos sus hombres aportaron a que termináramos siendo vencedores de esa
desastrosa guerra formada por bandos Nazis que influenciados por un deseo estúpido de Adolf
Hitler que buscaba “limpiar” el mundo y unificar una sola raza.  

Se repite un poco molesto no soy bueno para esto, es algo que nunca había vivido, perder a un ser
amado como duele, siento un vacío en el corazón, es muy extraño como ya no puedo abrazar a ese
hombre cariñoso, amigable, complaciente, que decía que los años no llegaban solos como muestra
de ello su cabellera blanca, su tez de color claro con algunas heridas ¡claro! que dejó la guerra y
sus enormes ojos verdes que fueron cómplices para que mi abuela Jane quien se enamoró
perdidamente de él. Algo ya delgado pues debido a un cáncer <<maldito cáncer>> que en los
últimos 6 meses hizo de las suyas, pues mi abuelo tuvo que padecer esta enfermedad y su cuerpo
no lo resistió.

Hoy estando en la que era su casa donde de pequeño jugaba con él, donde me cubría de los
desastres que yo hacía, recorro la casa y siento un frío que me llega hasta los huesos, no puedo
creer que él ya no este, que no me reciba, voy subiendo por las escaleras y me encuentro con las
medallas y condecoraciones que el portaba con mucho orgullo, sigo mí camino y me dirijo a su
habitación, vistiéndome frente al espejo veo en el reflejo parte del que era su uniforme y llegan a
mí cabeza esas innumerables historias que me contaba. 

Recuerdo una muy especial y fue antes de enlistarse pues él tenía miedo hacerlo y que resultara el
no aguantar los entrenamientos  o en un caso fortuito algún enfrentamiento debido a que era algo
debilucho, cosa que para evitar ser viable para la guerra intentó accidentarse en la bicicleta y que
el resultado de ello fuese alguna fractura, caso que no pasó pues solo se llevó unas cuantas
raspaduras pero nada mayor, sin embargo, derrotado por lo sucedido acude a un famoso bar de la
ciudad SoldatenKaffe . Aquel jueves llovía mucho, tanto así que el cielo parecía que se estaba
cayendo a pedazos, de la nada vio llegar un hombre barbado, de mediana edad con una elegante
gabardina de color negro. Quien resalto entre la multitud al verse un poco distraído y preocupado.
Tomo asiento a su lado con un poco de temor, pero después de unas cuantas cervezas se fue
convirtiendo poco a poco en un hombre muy amigable y conversador.  No paraba de decir que
estaba cansado de aparentar ser quien no era, lo que le provocó desahogarse con el abuelo según
el , era porque le recordaba a un hermano que había fallecido meses atrás por culpa de la guerra.

Este hombre misterioso y a su vez interesante se hacía llamar Alfons, era un tipo muy hábil para
las investigaciones, su función principal era espía, estaba atento a cada una de las palabras
que decía y susurraba la gente, decía que la Gestapo era tan sanguinaria que con solo hacer un
comentario mientras bebías cerveza podías ir a la cárcel y ser torturado en una casa llamada la
casa de los horrores en la calle Prinz Albrechtn en Berlín; no importaba de que raza o religión
tuvieras , si hablabas de más siempre te llevaban, primero para ser interrogado y si no les servía tu
información igual te torturaban hasta morir. 
Se encontraba inquieto ya que pasados unas horas había estado en  medio de un operativo para
acabar con una pequeña comunidad de judíos que se reunían en un estrecho y sucio sótano de la
ciudad de Múnich, para esto ocuparon más de 20 hombres de la Gestapo, la misión encargaba de
el teniente Friedrich y Alfons para vigilar la entrada y hacer el respectivo conteo de los
integrantes de la comunidad, aunque en realidad el conteo fallo pues era más gente lo de
pensado, la solución era más que obvia, tenían que deshacerse de toda la comunidad no
importaba si eran inocentes o no, tenían que demostrar sin miedo que la Gestapo era la que
mandaba en aquel entonces sobre Múnich. Alfons disimulo muy bien, justamente no quería que se
cumpliera la misión en el sitio había mujeres y niños que lógicamente no tenían nada que ver con
esta guerra tan absurda, además no había más opción eran ellos o el, podría verse egoísta y en
realidad lo era pero que podía hacerse en ese momento. Pasado el momento inevitable donde fue
parte de una horrible masacre, camina desconcertado por las calles hasta encontrar el bar. Pasada
la noche y con varios tragos en la cabeza Alfons sin titubear anima al abuelo a enlistarse y hacer
parte de un cambio mediante un discurso que conmovería cada fibra de su ser, con el sueño de
encontrarse más adelante y pasar a la historia.  

Lo que no sabía el abuelo es que en el campamento corría el rumor de un hombre despiadado


que, hacia parte del bando contrario, el cual ni el mismísimo diablo perdonaba sus actos, teniente
Staunferbeg un hombre alto pero muy delgado con cabellera rubia ojos tan fríos que habían
perdido su brillo .Claro está con piel blanca un hombre que se consideraba de la raza pura,
envenenado por el odio que habían sembrado en su corazón , quien se decía que venía una familia
humilde y de campo pero está al crecer y al tener que enlistarse en el ejército alemán del Tercer
Reich convirtió su corazón en una roca sin sentimientos, un temperamento frívolo y seco tan seco
que no demostraba dolor alguno cuando era necesario arrebatarle la vida a otro ser humano,
fuera hombre mujer ,adulto ,anciano, joven o niño ; para él solo significaba una traición a la raza si
se era de desde una descendencia diferente a la suya así de profundo se había implantado en el
patriotismo e ideología nazi.

Pasados largos 3 años un día que parecía ser como los otros, con los equipos de los dos bandos
cansados de una guerra que solo buscaba satisfacer egos, esa tarde en la ciudad de Stalingrado.
Se encontraría el abuelo cara a cara con el teniente Staunferbeg, quien sin piedad arraso en
esta ciudad con cada persona que se cruzara en su camino, en la búsqueda de 5 aliados judíos-
italianos quienes tenían información valiosa para el raid. El abuelo a simple visto logro
identificarlos como judíos, recordando que había compartido el té una tarde soleada en la ciudad
Berlín hace muchos años atrás, grandes hombres italianos de descendencia judía pero más que
eso eran seres humanos. El abuelo decidió arriesgar su vida y la de sus compañeros para
ayudarles a escapar, usando como señuelo algunos militares, que les permitiría correr; para lo cual
en un estrecho callejón de la nada encontró a su amigo Alfons. Sin pensar que ese día se cumpliría
la promesa de volverse a ver y cambiar el rumbo de la historia. Juntos escaparon con este grupo
de personas, quienes sin pensarlo contaban con la información necesaria para terminar la guerra y
darle la derrota al imperio Nazi.

Ha llegado el momento de despedir a este gran hombre, debo ser sincero que me duele
enormemente su partida, pero siento bastante tranquilidad en pensar que siempre exprese mi
amor y agradecimiento hacia él, quizá sus últimos dias fueron difíciles, pero fue un hombre el cual
su paso en la tierra tenía un propósito especial, aunque en un principio intentara evadir su
destino. Hoy me siento totalmente orgullo en poder decir que soy nieto del Sargento Primero
Joseph Bristol.

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