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Había varios tribunales ordinarios y generales, y muchos extraordinarios que impartían justicia a
los diferentes sectores de población que gozaban de fuero:
1. Tribunales ordinarios. Actuaban con base en una acusación o una acción fundada en
Derecho y guardando las formas establecidas para el caso:
Real y Supremo Consejo de Indias.
Reales Audiencias.
Alcaldes mayores o corregidores.
Cabildos españoles e indígenas.
Alcaldes ordinarios (de lo civil y lo penal).
2. Tribunales especiales. Se procedía en la mayoría de los casos por comisión, es decir, por
oficio. Estos eran:
El consulado.
El protomedicato.
El tribunal del santo oficio (o de la inquisición)
La Acordada.
El Tribunal de Minería.
El Juzgado General de Indios.
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El tribunal de la Real Hacienda y el Tribunal de Cuentas.
El Fuero Universitario.
El Fuero Eclesiástico.
Los Fueros Militar y de Marina
La Mesta.
El Tribunal de Bienes difuntos.
El Tribunal de la Bula de la Santa Cruzada.
El tribunal de Composición de Tierras.
Los Tribunales de Provincia.
Por otra parte, los gobernadores, específicamente si eran letrados, ejercían también funciones
jurisdiccionales de primera o de segunda instancia, según fuera el caso. Igualmente, los
adelantados, capitanes generales y jefes de presidio eran “justicias mayores” entre los miembros
de sus respectivas expediciones y cuerpos castrenses.
Para evitar la temeridad de los litigantes era necesaria una fianza para apelar la sentencia ante un
Real y Supremo Consejo de Indias, y que esta
ultima instancia desapareció con la constitución
de 1812, que regularizo la justicia de las Indias,
por lo que las resoluciones de las Real Audiencia
alcanzaron la calidad de definitivas e inatacables.
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Carlos V resolvió aceptar la labor de los abogados en la Nueva España y luego la Real y Pontificia
Universidad de México se estableció la carrera de Derecho. Después, la carrera se podía estudiar
en los colegios de Todos los Santos, San Pedro y San Pablo, San Ildefonso, San juan de Letrán, San
Pablo, Porta Coeli, San Ramón y en el de Cristo, pero revalidando los estudios en la Propia Real y
Pontificia Universidad.
En el siglo XVIII los abogados se organizaron en una cofradía de corte religioso, si bien había
antecedentes de ella desde el siglo XVI. En 1758 se reunieron unos 60 abogados para apoyarse y
dar prestigio a la profesión, así como para auxiliarse mutuamente en casos de enfermedad, vejes y
muerte.
Carlos III en 1760 aprobó sus estatutos y así surgió el Ilustre y Real Colegio de Abogados de
México, que mereció la protección directa del rey y que finalmente se incorporó al Colegio de
Abogados de Madrid con iguales Privilegios. Sus estatutos fueron reformados en 1808 por el virrey
José de Iturrigaray.
La palabra abogado deriva del latín ADVOCATUS, persona que defiende los intereses de las partes
en litigio o en conflicto procesal y las asesora sobre temas jurídicos. También deriva de “bozero”,
orador, según el resto de las siete partidas del siglo XIII, ya que el abogado no solo es un experto
en la ley, sino que convence con la oratoria.
En la nueva España los Santos Patronos del Colegio de abogados fueron la Virgen de Guadalupe,
San Juan Nepomuceno, San Juan de Dios y San Andrés Avelino.
Durante la época colonial los abogados siempre estuvieron considerados entre los grupos
distinguidos y elitistas de la sociedad. De ahí que si Cortés no quería su presencia por muchos
males que podía acarrear, también como pensaba Carlos V, mas males se darían de no contar con
su presencia, lo que demuestra que no es el Abogado lo que representa un problema, sino la
corrupción en que puede caer. Por tanto, el abogado eficiente y honesto es indispensable para
crear y mantener un Estado de Derecho al que aspira todo individuo dentro de una sociedad.
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1. El consulado eran grandes corporaciones de comerciantes, que desde la Edad Media
se había agrupado para defender sus intereses económicos. Para ingresar en estos grupos
era necesario acreditarse como comerciante establecido. Dentro de estos gremios se
formaba un tribunal del mismo nombre, consulado, para conocer y resolver litigios donde
la controversia versaba contra actos de comercio entre mercaderes. Los jueces o cónsules
eran comerciantes y resolvían con base en usos y costumbres mercantiles, así como en las
normas o leyes que regulaban el comercio.
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En España se estableció en 1478 con la bula Exigit sincerae devotionis affectus et integra
fides del papa Sixto IV, a petición de los reyes católicos, es sabido que en secreto la propia
reina Isabel solicito al papa la bula. Siendo en España la inquisición extremadamente
cruel, llevando a cabo diversidad de procesos en su mayoría contra judíos, de los cuales se
apoderaba de sus bienes.
El
procedimiento inquisitorial constaba de varias etapas:
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imputaciones, ni se le daba a conocer el nombre de los acusadores, ni testigos en contra,
era muy difícil que pudiera lograrse este “arrepentimiento”.
Lo confesado mediante tortura debía ser luego ratificado mediante notario.
Ante una sentencia del Tribunal del Santo Oficio cabía el recurso de suplicación o
apelación, ante el propio Tribunal, la primera, y ante el Consejo de la Suprema y General
Inquisición en España la segunda, pero solo para casos excepcionales. No eran
competentes ni la Audiencia ni el Virrey.
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4. La Acordada.
Debido a la inseguridad en los caminos infestados de bandidos, quienes en forma individual u
organizada en bandas patibularias asaltaban a comerciantes y viajeros, desde la Edad Media, bajo
la organización de autoridades municipales, se formaron grupos de voluntarios que se conocían
como hermandades y realizaban tareas
de protección y vigilancia.
Por esta razón, durante el siglo XVII la inseguridad en los caminos era alarmante. En 1710 hubo un
acuerdo de la Real Audiencia de la Ciudad de México, a petición de los habitantes de Querétaro,
para designar a Miguel Velázquez de la Loria Alcalde de la Santa Hermandad en esa ciudad,
subordinada a la Sala del Crimen de dicha Audiencia, para que procediera a organizar la lucha
contra la delincuencia en caminos y lugares despoblados de la región, sometiendo a los detenidos
a juicio pero elevando sus fallos a la Real Audiencia antes de ejecutarlos.
De esta manera se creó el Tribunal de “la Acordada”, llamado así porque nació de un acuerdo de la
Real Audiencia. Era creación autentica del derecho novohispano, tenía jurisdicción en los reinos de
México, nueva Galicia y Nueva Vizcaya, y su función era perseguir y ejecutar a criminales y
bandoleros. Sus juicios eran sumarios y las ejecuciones se hacían colgando de un árbol a los
sentenciados. Las sentencias eran inapelables.
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El Tribunal de la Acordada estaba conformado por un juez propietario, cargo que posteriormente
recayó en algunos de sus descendientes; también se contaba con un escribano o secretario; un
defensor de oficio; varios comisarios o representantes en diferentes lugares del país, un ayudante,
un médico, un capellán, un carcelero y un verdugo. Su asiento era la Ciudad de México, sede de la
temida Cárcel de la Acordada, en donde el pueblo decía que mediante el tormento, práctica
común en todo tribunal penal de la época en todo el mundo, “te acordabas hasta de los que no
habías hecho”.
5. El Tribunal de Minería.
La Nueva España fue rica en zonas mineras como Durango, Zacatecas, Taxco, San Luis Potosí,
Guanajuato, Pachuca y otros lugares. De ahí la preocupación por regular el ramo de la manera más
eficaz posible.
Hacia el año 1550 el Virrey Antonio de Mendoza expidió las primeras ordenanzas de minería.
Felipe II también reglamento la explotación minera, y desde luego quedo normada en la Nueva
Recopilación de 1567.
Hacia el siglo XVIII, con el auge de la minería, cuando la Nueva España “sudaba plata”, se organizó
el gremio de la minería para la defensa de los intereses mineros y en 1789 el rey Carlos III creo el
Real Tribunal de Minería.
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Este tribunal estaba situado en la Ciudad de México y el país se dividía en distritos mineros, al
frente de los cuales había una diputación minera formada por representantes de dueños de minas
y explotadores de las mismas.
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hierro candente, mutilación, confiscación y pena capital. Estaba constituido ante tribunal por un
procurador general, que sería abogado defensor de los indios; un asesor y dos abogados, uno para
las causas civiles y otro para las criminales; dos solicitadores, y un relator, un notario, un
intérprete y un alguacil.
El propio Virrey podía ser juez sin que fuera necesariamente letrado.
8. El Fuero Universitario.
Desde la Edad Media se otorgó fuero a las universidades, por lo que contaron con su propio
organismo de jurisdicción. Por eso al fundarse las universidades de México y del Perú recibieron
privilegios parecidos.
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9. El fuero eclesiástico.
Si una persona pertenecía en cualquier grado al clero
secular o regular, con un mínimo de seis meses de
antigüedad quedaba ya bajo la jurisdicción del fuero
eclesiástico, lo que significaba que ninguna autoridad
civil podía conocer de causas en las que estuviera
implicado. Esto incluía asuntos de orden religioso, como
excavaciones, así como también de tipo civil e incluso
militar.
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Hoy la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicano, en su artículo 13, señala las
directrices del fuero de guerra y prohíbe que se extienda en ningún y por ningún motivo sobre
personas que no pertenezcan al ejecito.
11. La Mesta.
También proviene de la Edad Media, cuando pastores y ganaderos se reunían para defender sus
intereses como gremio. Alfonso X, el sabio, rey de castilla, fue el primero en reconocerlos
oficialmente como una verdadera organización.
Los miembros de la mesta aportaban cuotas para sostenerla y efectuaban sus celebraciones
religiosas y civiles a fin de mantener la unidad.
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