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XVII Congreso Nacional

de Ar ueología
Chilena Valdivia 2006

Actas / 2

S o c i e d a d C h il e n a d e A r q u e o l o g í a

Proyeto inanciado por el


Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Letura,
del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes,
Convocatoria 2008.

GOBIERNO DE CHILE
CONSEJO NACIONAL
DE LA CULTURA Y LAS ARTES
CONSEJO NACIONAL DEL LIBRO Y LA LECTURA

Dirección Museológica

.
S o c i e d a d C h il e n a d e A r q u e o l o g í a

Dirección Museológica
XVII Congreso Nacional
de Ar ueología
Chilena Valdivia 2006

Actas / 2
RPI 189.140 / Febrero 2010.

.
Simposios
Temáticos

.
• 1304 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

PRESENTACIÓN § José Berenguer y Gonzalo Pimentel 1305


Comentario § Tom D. Dillehay 1309
COMENTARIO § José Luis Martínez C. 1314

LUGARES PERSISTENTES Y VACÍOS OCUPACIONALES EN SOCIEDADES


CAZADORAS-RECOLECTORAS DE LA PATAGONIA CENTRO-
MERIDIONAL § María José Figuerero Torres y Guillermo L. Mengoni
Goñalons 1319
UN TIEMPO, UN ESPACIO, DOS IDENTIDADES. COLES Y CARANGAS EN LA
PRECORDILLERA DE ARICA, NORTE DE CHILE, SIGLOS X – XV § Juan
Chacama R. 1331
Entre la periferia y los núcleos: la cerámica en asentamientos
y caminos del Período Tardío en el Altiplano de
Tarapacá § Mauricio Uribe Rodríguez 1341
ESTRATEGIAS DE MOVILIDAD DEL PERÍODO FORMATIVO EN LA DEPRESIÓN
INTERMEDIA, DESIERTO DE ATACAMA § Gonzalo E. Pimentel, Charles
Rees, Patricio de Souza y Patricia Ayala 1353
OCUPACIONES TEMPORARIAS Y EXPLOTACIÓN FAUNÍSTICA EN LA REGION
LACUSTRE ALTOANDINA § Axel E. Nielsen, Pablo H. Mercolli y Norma
Nasif 1365
LOS CONJUNTOS ARQUEOFAUNÍSTICOS DE MIÑO 2 (NORTE DE CHILE):
EVIDENCIAS DE FESTINES Y RELACIONES DE PODER DENTRO DEL SISTEMA
VIAL INKAICO § Rafael Labarca E. y Patricio López M. 1379
ESTRATEGIAS OCUPACIONALES INCAICAS EN DOS ESPACIOS INTERNODALES
DEL NORTE DE CHILE § José Berenguer R. 1389
Sobre límites y fronteras en el pensamiento andino. «espacios
vacíos» y prácticas demarcatorias § Cecilia Sanhueza T. 1403
EL DESPOBLADO DE ATACAMA: DIVERSIDAD AMBIENTAL, EVIDENCIAS
HISTóRICAS Y ETNOGRáFICAS DE SU POBLAMIENTO § Raúl Molina
Otárola 1415
OCUPACIÓN, ESPACIOS DE SIGNIFICACIÓN Y TERRITORIALIDAD EN EL ÁREA
SUR DE LA CUENCA DEL SALAR DE ATACAMA § Marie Karolina Núñez
Srytr 1429

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PRESENTACIÓN • José Berenguer y Gonzalo Pimentel • 1305 •

PRESENTACIÓN
arqueología de los ‹espacios vacíos›: una
aproximación internodal a las relaciones
intersocietales
José Berenguer* y Gonzalo Pimentel**
Coordinadores

E n los últimos años se ha producido un creciente interés entre los arqueó-


logos que etudian la interacción intersocietal (sensu Schortman y Urban
1992 a y b) por invetigar los así llamados «espacios vacíos». Etos espacios son
aquellas áreas localizadas entre los grandes centros poblados. Se trata de am-
plias zonas, que a veces pueden cubrir regiones completas y que son periféri-
cas a los principales nodos de asentamiento (Upham 1992). Exiten muchas de
etas áreas intermedias en territorios áridos o semiáridos de diversas partes
del mundo, tales como ciertas áreas de África, de los Himalayas de Nepal o del
Suroete de los EEUU, donde centros poblados bien deinidos, etán separados
por extensos trechos de territorio abierto (Schlegel 1992).

Jutiicación y relevancia general: Pese a su gran extensión y a que por ellos


tiene lugar gran parte de la interacción regional y panregional, los «espacios
vacíos» han sido comúnmente descuidados por la invetigación arqueológica
etándar. La aproximación nodal que ha prevalecido hata ahora en la arqueo-
logía ha tendido a ignorar etas grandes porciones geográicas, asumiendo
que se trata de espacios «vacantes» y, por lo tanto, sin relevancia, o al menos,
de interés marginal o secundario. El problema es que etos espacios nunca
son o etán enteramente vacíos. Es cierto que suelen ser áreas de población
escasa y dispersa, pero rara vez demográicamente vacantes, por lo que en
vez de «espacios vacíos», hemos propueto llamarlos «espacios internodales»
(Berenguer 2002, Nielsen 2005).
La virtual exclusión de los espacios internodales como objeto de inveti-
gación, ha originado prehitorias marcadamente sesgadas a favor de sitios
grandes, con retos arqueológicos conspicuos y patrones considerados «domi-
nantes» en una región (Upham 1992). Tales sesgos inluyen en nuetra percep-
ción del desarrollo cultural de un área determinada, asimilando la hitoria
cultural de los segmentos de población internodal a la de los grandes centros
de población y privándolos de una hitoria propia.
Los espacios internodales ditan mucho de ser irrelevantes. Hay una con-

* Museo Chileno de Arte Precolombino. Bandera 361, Santiago. E-mail: jberenguer@museoprecolombino.cl


** Universidad Católica del Norte. Gutavo Le Paige 380, San Pedro de Atacama. E-mail: gpimentel@ucn.cl

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• 1306 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

siderable evidencia de que etos territorios crean una importante dinámica


en los sitemas regionales y panregionales, y son esenciales para el desarrollo
de las redes interativas de gran escala (Upham 1992). Más allá de su obvio rol
en la conetividad interregional, se supone que las carateríticas especíicas
de etos territorios gravitan de diversas maneras sobre los grandes centros
poblados, inluyendo no sólo en los cotos de procuración y transporte de bie-
nes, sino también en la relativa importancia de los nodos en sus respetivas
regiones. Podría hipotetizarse que los espacios internodales contituyen, en
sí mismos, un recurso crítico para las sociedades interatuantes. A tal punto
que la emergencia, crecimiento y declinación de los nodos de una red puede
depender, en importante medida, de las cualidades especíicas de etos terri-
torios, de su ditribución a través del espacio geográico mayor y de su cam-
biante disponibilidad para el movimiento de gentes y la circulación de bienes
en diferentes momentos hitóricos (Berenguer 2002).
Si bien la «mirada» arqueológica inicial a etos espacios en la década de
los noventa, fue principalmente económica -basada en cierto modo en los de-
sarrollos de la así denominada Nueva Geografía de los cincuenta y sesenta
(Teoría de la Localización y modelos de Lugar Central), como también en los
modelos de Sitemas Mundiales, de Arqueología de Bordes y Fronteras, y de
Centro-Periferia de los setenta y ochenta- aclaremos de inmediato que en ete
simposio no divisamos ninguna razón prática ni teórica para excluir del aná-
lisis a los aspetos sociales, políticos, rituales y simbólicos de las sociedades
interatuantes. Tampoco exite compromiso conceptual con los planteamien-
tos de la vieja geografía espacial y geometrizante de Haggett (1965), por lo que
los términos «nodos» e «internodos» son usados aquí de una manera más li-
bre y general. Además, la relatividad de etos conceptos puede ser más una for-
taleza que una debilidad a la hora de usarlos en la prática de la arqueología.

Relevancia en los Andes: Debido a la extrema circunscripción, discontinui-


dad y dispersión de sus áreas focales de vida, los Andes presentan muchos es-
pacios internodales. Por lo general, etos amplios interticios también han sido
ignorados o descuidados en la arqueología andina. El caso más paradigmático
es, quizás, el de la invetigación arqueológica de la verticalidad y su variante
archipielágica. Los arqueólogos que han invetigado el tema se han concen-
trado en el núcleo y sus colonias, obviando los espacios mesiales o interme-
dios. Algo parecido puede decirse de los etudios de transhumancia de caza-
dores-recoletores del Período Arcaico, donde se ha pueto mucho énfasis en
invetigar y documentar los circuitos internos a los grupos, pero se han hecho
pocos esfuerzos por hacer lo propio con las extensas áreas de territorio abier-
to que separan a etos sitemas de asentamiento de otros sitemas ditantes.
Tal parece que después del signiicativo avance que supuso hace unos 40
años pasar del etudio de sitios al etudio de regiones, los arqueólogos nos hu-
biéramos quedado etancados en «la región» como escala de análisis. O dicho
de otro modo: pareciera que no hubiéramos reparado suicientemente en la
PRESENTACIÓN • José Berenguer y Gonzalo Pimentel • 1307 •

importancia de ampliar eta escala para contratar -en los espacios situados
entre nodos- nuetras hipótesis sobre «control vertical de varios pisos ecoló-
gicos», «circuitos transhumánticos en el peril cota-altiplano», «vetores de
tráico» o «franjas de interacción» interregional.
Exiten, sin embargo, varias líneas de invetigación, nuevos desarrollos
técnicos, recientes políticas ambientales y ciertas aproximaciones teóricas
que han venido inluyendo últimamente en la ampliación de la escala de análi-
sis arqueológico desde lo regional a lo panregional. Los etudios de la vialidad
prehispánica, por ejemplo, han llevado a los arqueólogos lejos de los principa-
les centros de población, incluso del hinterland de un determinado sitema de
asentamiento, para sumergirlos de lleno en los espacios internodales: consí-
derese el caso de los «espacios elongados» del modelo de Movilidad Giratoria
(Núñez y Dillehay 1979) o de la espacialidad caravanera revelada por la etnoar-
queología de los circuitos de tráico de los llameros (Nielsen 1997). Por otra
parte, las imágenes satelitales, la cartografía digital 3D, los SIGs, y otros pro-
cedimientos y tecnologías asociadas a etos desarrollos (p. ej. Google Earth),
no sólo han pueto frente a las narices de los arqueólogos y con todo detalle es-
tos extensos territorios; han permitido también ratrearlos desde el aire como
nunca antes, generar modelos preditivos de ocupación, movilidad y explota-
ción, y veriicar etas hipótesis en terreno con suma precisión. En tanto que la
intalación de tuberías de agua, gaseodutos y tendidos elétricos, así como la
contrucción de nuevas carreteras, han pueto a los Etudios de Impato Am-
biental (EIA) en la primera línea como proveedores de información sobre es-
tos espacios interticiales, aportando una gran cantidad de evidencias sobre
sitios pequeños y aislados, usualmente no considerados por la aproximación
nodal de aquellos arqueólogos orientados a la invetigación propiamente cien-
tíica. Por último, las diferentes vertientes de la arqueología del paisaje y so-
bre todo, la reinserción del espacio como un elemento clave en la teoría social
(en el sentido que «hace una diferencia» en la explicación de las sociedades),
no han hecho sino fomentar la necesidad de incrementar la escala de análisis
en arqueología, en la medida que la contrucción social del espacio no es un
proceso que ocurra solamente en los nodos y sus hinterlands, sino en todo el
territorio geográico y muchas veces a nivel de megasitemas de interacción.
En síntesis, pensamos que el etudio de los espacios internodales es un tema
emergente de gran importancia, que etá llamado a contituirse en un foco alre-
dedor del cual se puede etruturar un programa de invetigación transdicipli-
naria que complemente la tradicional aproximación nodal, contribuyendo así a
reescribir las prehitorias, hitorias y etnografías regionales e interregionales.

Objetivo y ejes temáticos: El propósito de ete simposio fue, precisamente,


explorar y discutir –desde una perspetiva multidisciplinaria y desde dife-
rentes enfoques teóricos u opciones paradigmáticas– el rol de los espacios
internodales en las relaciones intersocietales. Solicitamos contribuciones
provenientes de un amplio abanico de disciplinas y aproximaciones intradis-
• 1308 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

ciplinarias, incluyendo arqueología, etnoarqueología, arqueobotánica, zooar-


queología, etnografía, antropología cultural, bioantropología, etnohitoria y
geografía humana. Algunos de los temas que en la convocatoria etimamos
pertinentes al simposio fueron los siguientes:
— Etudios de redes (vialidad caravanera, vialidad incaica, situaciones de
contato cultural)
— La interacción intersocietal vita desde los espacios internodales
— Asentamiento y subsitencia en situaciones de internodalidad
— Producción, transporte y circulación de bienes
— Patrones de desarrollo en espacios internodales
— Lugares, lugarejos y procesos de «lugarización» de locaciones
— Control, poder, negociación y conlito
— Simbolismo y ritualidad entre los nodos (arte rupetre, ofrendas, etrutu-
ras ceremoniales, marcadores)
— Cuetiones metodológicas en una aproximación internodal (conceptos,
táticas de prospección, dispositivos de regitro de información, tipos de
colecciones, etrategias de recolección y excavación, formas de muetreo,
aplicación de técnicas cuantitativas y cualitativas, modelamientos en base
a SIGs, etc.)
— Espacios e individuos internodales en los documentos etnohitóricos
— Miradas incluyentes y miradas excluyentes de los paisajes internodales
— El aporte de los viajeros decimonónicos
— Etnografía de individuos, familias, grupos y comunidades internodales
— Funebria y bioantropología entre nodos
— El tema de las identidades en los espacios internodales
— Potencial de la aproximación internodal en zonas boscosas, a lo largo del
litoral marítimo, en la cordillera andina subtropical o en las pampas meri-
dionales.

REFERENCIAS CITADAS

Berenguer, J. § 2002. Tráico de caravanas, interacción Schlegel, A. § 1992. African political models in the
interregional y cambio cultural en la prehitoria tardía American Southwet Hopi as an internal frontier so-
del desierto de Atacama. PhD Dissertation, University ciety. American Anthropologit 94 (2): 376-397.
of Illinois at Urbana-Champaign. Schortman, E. M. y P. A. Urban. § 1992a. he place of
Haggett, P. § 1965. Locational Analysis in human geo- interation tudies in archaeological thought. En Re-
graphy. Edward Arnold, London. sources, power, and interregional interation. Editado
Nielsen, A. § 1997. El tráico caravanero vito desde La por E. M. Schortman y P. A. Urban, pp. 3-15. Plenum
Jara. Etudios Atacameños 14: 339-371. Press, New York.
§ 2005. Etudios internodales e interacción interregio- § 1992b. Current trends in interation research. Re-
nal en los Andes circumpuneños: Teoría, métodos y sources, power, and interregional interation. Editado
ejemplos de aplicación. Esferas de interacción prehis- por E. M. Schortman y P. A. Urban, pp. 235-255. Ple-
tóricas y fronteras nacionales modernas en los Andes num Press, New York.
sur centrales. Editado por H. Lechtman. Intituto de Upham, S. § 1992. Interation and isolation: he empty
Etudios Peruanos. Lima. spaces in panregional political and economic sys-
Núñez, L. y T. D. Dillehay § 1979. Movilidad giratoria, tems. Resources, power, and interregional interation.
armonía social y desarrollo en los Andes Meridionales: Editado por E. M. Schortman y P. A. Urban, pp. 139-152.
Patrones de tráico e interacción económica (Ensayo). Plenum Press, New York.
Universidad del Norte. Antofagata.
Comentario • Tom D. Dillehay • 1309 •

Comentario
ARQUEOLOGÍA DE LOS ‹ESPACIOS VACÍOS›:
UNA APROXIMACIÓN INTERNODAL A LAS
RELACIONES INTERSOCIETALES
Tom D. Dillehay*

T he contributions to this symposium ofer a triking demontration of di-


versity over time and diversity from place to place through what we now
recognize as «espacios internodales», «espacios vacíos» or «open spaces,»
which do not always have deined archeological records and, if they do, it is
not always clear how they relate to well deined local and ditant nodes of
human occupation and what it means behaviorially. hat is, are these locales
of «espacios vacios» essential or non-essential places? Do they have meaning
that warrants extensive archeological research? Do they contitute important
but small and marginal elements within a wider human network? From early
tanding tones and architetural walls or monoliths on the desert to a few
scattered lithics and ceramics, there is no clear way of deining and conceiving
these spaces and the sites within them. As such, the tudies presented in this
symposium begin to show some light on quetions about the usefulness of
these between site and open space records and what they imply.
I want to ask (but will not answer) two quetions inspired by these papers.
Firt, is the diversity of between site or empty spaces revealed in these papers
only a funtion of the passage of time and the separation of diferent spaces,
which it partially mut be? And second, can we make sense of, as outside ob-
servers, of the diversities visible at any one time and through time, in any one
place and from place to place? hat is, how do we examine the open spaces as
minimal archeological records, for intance, and compare and contrat them
to devise a typology or undertanding of these spaces, which often contitute
the larget spatial entity on a cartographic map?
Further, I want to consider that our general language and use of such terms
as «open spaces» and «espacios internodales» is rather clumsy and probably
inadequate, but as the papers included here move to their speciic tudies
rooted in diferent times and places, this diiculty partially disappears. he
paper by Mauricio Uribe refers to the fuzziness of these terms in his tudy
of the typological and funtional patterns of ceramic relationships between
settlement zones, which he applies to an Inca road sytem in Tarapacá. He
believes that the utility and meaning of this terminology mut be evaluated
* Department of Anthropology, Vanderbilt University, Nashville, Tennessee. E-mail: tom.d.dillehay@vanderbilt.edu
• 1310 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

in each particular and hitorical case, because spaces are always in a process
of contrution and any occupied or «empty spaces» are relative to the period
under tudy.
It is worth noting that mot papers in this symposium employ an explicit
or implicit truturalit approach that has implications for the tatus of such
older concepts as «center and periphery» which traditionally have been de-
ployed by archeologits as organizing principles in trutured space and in
settlement pattern tudies in archeology. he social processes of «centering»
and locating a site, node, or a region entails an analytical truturing moment
necessary to perform the ordering, but at the same time any such truturing
implies the assignment of a periphery, an empty space, or a space between or
ditant from the center(s) or node(s), such as between major settlements or
centers and their relation to smaller outlying sites and unoccupied spaces. We
mut be aware of the essentialit notion of open, empty, or in between spaces
as «other» spaces and the types of social, economic and other trategies em-
ployed by pat groups to interat socially and logitically and to exploit viable
resources within them, and what they imply within a wider sytem.
In this regard, the paper by Rafael Labarca and Patricio Lopez tudies
faunal remains from the Miño 2 site to recontrut the «lógica cultural» of
landscape use in terms of resource exploitation patterns and of a «salvaje-do-
mético» dichotomy that works as a model or «principio etruturante para
contruir los paisajes culturales.» Another way to perceive diferent types of
landscape use trategies developing within open spaces is through a consider-
ation of scale and process. For intance, Barbara Cases informs us of a single
funeral context in an isolated pampa that is in an internodal landscape. She
suggets that the individual buried there was associated with the traicking
of goods from one space to another and not necessarily with organized cara-
vanas. Her tudies bring notions of scale and frequency of use of spaces by
diferent human behaviors to an internodal landscape. In a similar vein, the
paper by Gonzalo E. Pimentel, Charles Rees, Patricio de Souza, y Patricia Ayala
indicates how internodal spaces charaterized by two diferent road sytems
were used in diferent ways. hese authors propose that the two roads repre-
sent two diferent but simultaneous and complementary mobility trategies,
one used for foot traic by pedetrians and the other employed for camelid and
caravan traic. In a paper focused on methodological trategies to tudy both
occupied and empty landscapes, Maria Jose Figuerero and Guillermo Men-
goni consider the broader concept of how archeological landscapes are formed
(behaviorally and taphonomically) through the ations of people working at
various spatial scales and tempos and with varying degrees of integration and
coordination of ativities. hey discuss and integrate several important meth-
odological and conceptual contruts to link the archeological record to dif-
ferent spatial and temporal trategies of landscape use over time, and ask how
sites are formed taphonomically and behaviorally through these processes.
At a macro-level of behavioral and analysis, Jose Berenguer examines difer-
Comentario • Tom D. Dillehay • 1311 •

ent occupational trategies of the Inca in the Loa region and how both nodal
and internodal spaces were used by the empire. Much like Figuerero and Men-
goni, who dealt with a multitude of concepts focused on human patterns of
landscape use, Berenguer utilizes several political and social concepts, such
as «territorial» and «hegemónico» principles of socio-spatial organization,
to explain Inca control of the tudy area. He is mot intereted in how Inca
«nodalización» produced an «ínsula incaica» and a pattern of «política de
la discontinuidad». We see in all of the special zones, spaces, and trategies
presented in these papers, whether they are territories, settlements, or open
spaces between sites, socio-economic contrutions analytically coded into
archeologically deined cartographic conventions and reiied in socio-cog-
nitive mappings of the world. hese spaces serve to exemplify the extent to
which we archeologits live within the territorializing and boundary-drawing
impulse of the imaginary geography of analytically contruted and archeo-
logically observed hunter-gatherer societies, complex polities, ethnic groups,
tates, and so forth, which leads us to see the world through the fragmented
patterns of our contruted categories—nodes, internodes, empty spaces.
In returning to the core concern here, assignment to an empty zone, inter-
nodal zone, or periphery provides a home for the «other», the mere exitence
of which is a provocation to, and the raw material for, deinition of the center
or the node. One cannot exits without the other, although archeologits often
over focus on the center or the node. he power emanating from the center/
node that, on the one hand, also peripherializes or internodalizes marginal
entities (rural sites, empty spaces, isolated roads, smaller ethnic groups), and
on the other hand, incorporates traces of the periphery or node from which it
is contituitively contruted. As in a social theory of «other» and «self,» to
speak of a «center» and «node» and a «periphery»or «internode» is already
to acknowledge the center’s or node’s contitutive power in contruting a
marginal or internodal space, but also, through the contitutive outside, a pe-
ripheral or nodal power posited to decontrut any powerful center or node of
which it also is a part. Further, living on the edge or the periphery or between
nodal settlements may have inspired and informed particular and diferent
notions of cosmology and geography, whether sacred or secular, which may
not always be considered by archeologits. I say this because many of the pa-
pers here fail to viably link nodes with internodes, although they do identify
them in the archeological record.
hat is, another way to think about empty or internodal spaces is to con-
sider that in some intances the nature of the local landforms within the spac-
es between nodes or centers did themselves both attrat human ativity and
contrution, providing meaningful or dramatic locations, and provided a se-
ries of ideas, resources and experiences which played some part in inluencing
the form of those ativities and of broader principles of social and economic
organization. Here I refer to speciic hill forms, soil colors, vitas, oases, for-
et groves, and so forth. In some ways the paper by Nielsen and his colleagues
• 1312 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

relet on these issues by alluding to «zonas discretas y reducidas con alta


concentración de recursos separados por amplias fajas de muy baja produc-
tividad» deining fundamental issues «de la trama que dio forma cultural al
espacio».
Important to the inherent weaknesses of the archeological record is the
deployment of ethnographic analogy to this record, which brings us to the pa-
per by Marie Karolina Núñez who discusses the importance of mountains and
other land forms to the lives of the Peine people in the upper Atacama region.
Ethnography is important to archeologits for its suggetive value in deining
the analytical variables of materiality and representation in the pat; that is,
the kinds of variables we archeologits should be considering to invoke expla-
nation and to identify and infer tetable patterns in the archeological record.
More speciically, she presents an ethnographic perspetive of the perception
and use of diferent ecological spaces by the peineños and how their world
relates to diferent symbolic and geographical spaces (mallku, hills, rivers and
springs) to nodal and internodal places, and how all of this is reproduced so-
cially through ritual and economic ativities.
A route to undertanding the spaces between nodes is to conceptualize
them as both materiality and as representation. Materiality is the site itself,
its architeture, its space, and its archeological record. Representation implies
site funtion, its role, and its meaning. In combining both lines of argument,
nodal and internodal spaces are not simply socially produced materialities
but socially produced objets and sign sytems. All spaces are contantly over-
coded with social signiicance whether they be illed with archeological sites
or nearly void of them. he where and when of events in those spaces are as
signiicant as what those events are. his, which we refer to in archeology as a
sytem of representation, does not deny materiality, but rather argues that any
materiality is attached to the representation(s) through which that material-
ity both embeds and conveys social meanings—the material and the represen-
tational. Although all papers in this symposium address the materiality and
inferred funtion of diferent types of spaces, they do not always attempt to
identify and tudy the representation and meaning of those spaces, especially
the social aspets of those spaces.
hinking in terms of social interation, one theme barely discussed in
this symposium is social tension and conlito. More than other authors Juan
Chamaca treats this theme in his tudy of the precordillera of Arica, where he
presents evidence of cooperation, conlit, and ritual relations among difer-
ent ethnic groups
In looking beyond archeology and ethnography to ethnohitory, Cecilia
Sanhueza teaches us that written records do not formally discuss and recog-
nize the empty landscapes we archeologits tudy. In fat, she teaches us that
«empty spaces» in written documents contitute «un desafío metodológico
difícil de conceptualizar» and that ethnohitorians do not diretly address
this issue, although they analyze «espacios despoblados», which generally
Comentario • Tom D. Dillehay • 1313 •

refers to territories «en los que no se regitran núcleos de poblamiento con-


centrado». Nonetheless, she also notes that there are methodological ways to
tudy these spaces, and how they were organized into ethnic territories. hese
ways are oral traditions, maps, comments in the cronitas, toponimia, and the
manner in which roads and settlements were contruted. Also considering
«zonas despoblados», Raul Molina examines archeological «zonas desploba-
das» of Atamaca in terms of diferent scales of tudy, and how we can method-
ologically perceive them as empty spaces.
Another posible approach to the tudy of nodal and internodal spaces is
phenomenological, which attempts to describe and experience things as they
were experienced by a prehitoric subjet. Perhaps bet presented by Tilley, he
seeks to underline «the afetive, emotional and symbolic nature of landscapes
and to highlight some of the similarities and diferences in the relationship be-
tween people and the land, and the manner in which it is culturally contruted,
inveted with powers and signiicances, and appropriated in widely varying
‹natural› environments and social settings» (Tilley 1994: 35). his concept of the
«numinous landscape», as he calls it, where places and landforms are imbued
with mythological or spiritual signiicance is familiar from a number of eth-
nographic accounts, including Nunez’s paper here. he subjetivity of this ap-
proach presents methodological obtacles, however, because it is very subjec-
tive. For intance, some landscape features, such as forets, which once may
have attrated people to a particular place, may have disappeared, or they
may have been important for their visual efets in the pat, which cannot be
observed or known today. Useful here may be ethnographic analogy and the
diret hitorical approach, especially in areas where indigenous people till
live (see Dillehay 2007).
In the end, the contributors to this symposium present thoughtful analytic
and descriptive discussions of the importance of internodal and nodal spaces
in their own research eforts. We are hopeful that their sytemic and detailed
attention to this Tepic Hill timulate others to consider the dynamic interplay
between these spaces within the context of their own research.

REFERENCIAS CITADAS

Dillehay, T.D. § 2007. Monuments, Empires and Resis- Tilley, C. § 1994. Phenomenology of Landscape: Places,
tance: Araucanian Ritual Narratives and Polity. Cam- Paths and Monuments. Oxford and Providence, Berg.
bridge University Press, London.
• 1314 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

COMENTARIO
ARQUEOLOGÍA DE LOS ‹ESPACIOS VACÍOS›:
UNA APROXIMACIÓN INTERNODAL A LAS
RELACIONES INTERSOCIETALES
A propósito de nuevos desafíos intelectuales
José Luis Martínez C.*

D esde que se ditó, en 1994, la Ley de Bases del medio Ambiente (Ley 19.300),
el mundo laboral y disciplinario de la arqueología cambió radicalmente.
No sólo por el enorme y batante rentable nuevo campo laboral que se ofrecía
a los arqueólogos, sino porque con ello se empezó a producir una cantidad
signiicativa de información sobre pequeños o grandes sitios, así como tam-
bién sobre hallazgos aislados, la mayoría de las veces batante descontextua-
lizados respeto de los etudios cientíicos realizados previamente en áreas
cercanas. No siempre ha resultado fácil integrar ambos tipos de información:
la obtenida por esos etudios académicos, dotados de preguntas previas, hi-
pótesis y metodologías contratadas, con aquella surgida de prospecciones y
de trabajos de rescate realizados, a veces, bajo condiciones batante desfavo-
rables. Ete ha sido un tema en muchas conversaciones entre los arqueólogos
y ha alorado reiteradamente en diversos coloquios, seminarios o congresos.
¿Cómo evitar la simple exposición del rescate de un sitio que, aunque posea
información nueva, generalmente carece de preguntas previas y cuya exposi-
ción no sea simplemente un aburrido catálogo de sus hallazgos?
Traigo eto a colación porque fue el primer aspeto que me llamó la aten-
ción en la convocatoria a ete Simposio. En él se incluía explícitamente una
propueta para integrar, como igualmente válidos, los conocimientos obte-
nidos a raíz de los Etudios de Impato Ambiental, proporcionándoles un
marco conceptual mayor: el de proporcionar un conocimiento precisamente
sobre espacios respeto de los cuales la arqueología no ha generado aún una
suiciente relexión teórica. Eto es, una convocatoria capaz de generar una
pregunta genérica (¿qué son y cómo funcionaban etos espacios de tránsito
o de menor ocupación?) que permita pensar los datos obtenidos a través de
una prática profesional que no se orienta por las preguntas de invetigación
e incorporarlos a otro tipo de relexión, la académica.
Desde mi perspetiva, se trataba de un atrativo desafío que requería, a su
vez y para ser realizado, de ponencias que respondieran a la invitación. En una

* Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. Ignacio Carrera Pinto 1025, Macul.
E-mail: jmartine@uchile.cl
COMENTARIO • José Luis Martínez C. • 1315 •

primera comparación con la convocatoria, efetivamente éta fue cumplida,


pueto que aspetos tales como «los etudios de redes (vialidad caravanera,
vialidad incaica, situaciones de contato cultural)»; la «interacción interso-
cietal vita desde los espacios internodales»; la «funebria y bioantropología
entre nodos», e incluso, «el aporte de los viajeros decimonónicos» y una «et-
nografía de individuos, familias, grupos y comunidades internodales», fueron
abordados.
¿De qué trataron esos trabajos, más allá de la problemática especíica que
abordaron? Creo que pueden ser agrupados bajo tres grandes conjuntos te-
máticos:

a) Los que abordaron la temática de los caminos y las redes viales, tanto de
aquello contruido (las paskanas, por ejemplo), como de sus posibles signi-
icados y usos. Es evidente, con etos trabajos, que la mirada propueta por
el simposio ha enriquecido enormemente el conocimiento sobre nuevos
caminos y, sobretodo, acerca de muchas de las práticas culturales que los
hacían ocupables o transitables. Sin embargo, después de oír las ponencias
y de releer las versiones para su publicación, me queda la sensación de que
y a diferencia del esfuerzo de conceptualización pueto en la presentación
sobre los espacios internodales, en el tema de los caminos aún nos hace fal-
ta una relexión mayor, probablemente de tipo más antropológico, que nos
proporcione un marco de compresión de cómo eran usados esos caminos
(cuando una sociedad traza o usa un camino, ¿qué privilegia? ¿el acceso
direto a ciertos recursos, la seguridad, algunos aspetos simbólicos, una
marca de identidad?, son algunas de las preguntas que me surgen en ete
momento).
b) Los trabajos que se preocuparon del etudio de los nichos, de las ocupacio-
nes de vegas y etancias, de los sitios de extracción de minerales o de los
cazadores. El panorama resultante es tremendamente interesante, pueto
que los mapas se complejizan, la cartografía se llena de nuevos puntos y
de diferentes valoraciones de espacios y lugares. Tengo una inquietud, sin
embargo, respeto de algunas consecuencias de ete tipo de información,
pueto que aunque sea obvio, surge de un cierto tipo de evidencias ma-
teriales (las de las atividades de caza, de molienda o de talleres líticos
entre otras), que tienden a privilegiar sobre todo un cierto tipo de práticas
culturales excluyendo o minimizando otras. ¿Cómo incluir en eta mirada
sobre espacios internodales o de ocupación de menor densidad, el análisis
de los espacios de recolección, por ejemplo, que frecuentemente son doble-
mente «oscurecidos», tanto por las autovaloraciones de las culturas agrí-
colas* como por las miradas arqueológicas?
c) Y los trabajos que se abocaron a una relexión sobre los espacios o las espa-
* Hay casos notables al respeto. Recuérdese el trabajo de Murra sobre cómo el cultivo de papas etaba minimizado
por las informaciones sobre el cultivo del maíz en los Andes (1975), o la descripción de los aymaras sobre los urus,
que enfatizan su condición de recoletores (Wachtel 1978), en circuntancias que la recolección es una impor-
tantísima prática económica en todas las comunidades andinas (Aldunate, Armeto, Catro y Villagrán 1981).
• 1316 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

cialidades, tocando aspetos más amplios como los de las ditintas formas
de ocupación de un área o setor, o los límites y las posibles pertenencias
o adscripciones puetas en juego. Ete es un verdadero campo de análi-
sis, con proyecciones que van más allá de las marcadas por el simposio y,
probablemente por ello, algunas de sus ponencias etuvieron en lo que se
podría pensar como uno de los «bordes» temáticos del encuentro. ¿Cuáles
son realmente los espacios vacío’ o internodales? Si se piensa, por ejemplo,
en la interacción entre las tierras altas y los valles de Arica, pareciera que
no hay problemas en deinir como nodales las cabeceras políticas de los
grupos que interatuaban, pero ¿y los nichos multiétnicos?, ¿cuándo eran
considerados como centrales o como periferia? ¿Es sólo su tamaño el que
nos permitiría deinirlos como internodales? En los espacios áridos, en los
cuales abundan los micronichos produtivos, ete pareciera ser un tema
importante.

Una primera relexión sobre los aportes de las ponencias muetra que, tal co-
mo lo señalaron sus organizadores, los espacios «vacíos» nunca lo son tanto.
Que ellos etán «llenos» de rutas, de viajeros, de ocupaciones transitorias y de
otras que, pese a su intermitencia, aparecen con una enorme etabilidad. Es-
pacios nunca tan vacíos, cubiertos de nichos o, tal vez, micro nichos, ya sea de
caza y recolección, como de extracción de otros recursos (minerales, pesque-
ros, etc.). ¡De marcaciones, de contrucción de signiicados y simbolizaciones!
Son espacios tremendamente cargados.
Como se ve, muchas de las ponencias efetivamente respondieron a alguno
de los varios desafíos presentados por la convocatoria al Simposio. Me parece,
sin embargo, que la mayor riqueza de éte etuvo más que en las temáticas
especiicas presentadas, en sus implicancias metodológicas y teóricas.
Lo primero que me parece necesario resaltar es que eta propueta y los
trabajos que la siguieron nos muetran una arqueología que desarrolla es-
trategias de pequeña escala, que permiten aproximaciones a las dinámicas
sociales o culturales a veces personales, muchas veces familiares. Y eso me
resulta apasionante, es una nueva dimensión de diálogo interdisciplinario,
pueto que muchas veces, lo que tenemos los etnohitoriadores o los antro-
pólogos es precisamente ese nivel del dato, esa escala pequeña pero profun-
damente rica en detalles y complejidades. Aquí pareciera realmente poder
producirse una relexión compartida. En segundo lugar, me pareció advertir
una interesante tensión entre viejas y probadas metodologías y las nuevas a
las que convocaba ete simposio. Las «viejas» metodologías ayudan, es cierto
que etán probadas, pero cuidado, también predeterminan algunos límites
al etudio de lo nuevo, de aquello sobre lo que se quiere proyetar una mira-
da diferente que busca encontrar otro tipo de datos. Las «nuevas» tienen, en
cambio, la debilidad de que aún deben ser probadas y desarrolladas y requie-
ren de conceptualizaciones y de un campo que se vaya consolidando. El solo
hecho de intentar realizar análisis que se colocan en una cierta frontera de
COMENTARIO • José Luis Martínez C. • 1317 •

los enfoques tradicionales de la arqueología y que intentan hacer visible lo no


descrito o escasamente trabajado hata ahora, exige arriesgar el desarrollo de
nuevas táticas y miradas, de nuevos o diferentes conceptos, en una tensión,
también, contra las mismas discursividades disciplinarias.
La calidad de los trabajos presentados en ete simposio permite igualmen-
te problematizar algunas de sus aproximaciones o supuetos. Uno de ellos es
el problema de las deiniciones: pareciera que en la conceptualización de lo
nodal e internodal interviene fuertemente un componente cuantitativo, del
tamaño del sitio, si se quiere. Y me parece que ello debiera requerir de algu-
nas explicitaciones y mayores debates. Por ejemplo, porque en los trabajos del
Simposio se ha deinido un chaskiwasi como un punto nodal, pero una pas-
kana como internodal y esas diferencias no parecieran ser tanto de tamaño
como también de «intitucionalidad» o adscripción a redes sociales o intitu-
cionales de diferente magnitud.
Un segundo campo «problemático» es el de la temporalidad de lo «vacío».
De los trabajos presentados aparece un tema inquietante para las deiniciones
de las etrategias arqueológicas a seguir respeto de ciertos lugares, pueto
que pareciera que en ciertos momentos los espacios internodales pudieran
transformarse en nodales (o más nodales si se pudiera usar la expresión) y, en
otros, retornar a una situación de internodalidad. A lo que me reiero es que
los usos de los espacios, sus importancias y tamaños relativos no son etables.
Lo que implica una nota de cautela con las miradas externas que puedan pre-
juzgar, desde nuetra contemporaneidad, lo que nos aparece vacío.
Me parece que algo poco abordado en la discusión de los trabajos es el te-
ma de las relaciones de poder que parecen también ser importantes para en-
tender los espacios internodales. Desde las tensiones que parecieran exitir
entre algunos grupos y sociedades ocupando espacios similares o próximos,
hata las conceptualizaciones culturales que unos y otras podrían hacer sobre
un espacio y sobre la contrucción de determinados paisajes. En algunos ca-
sos, esas caraterizaciones parecen incorporar un paisaje o espacio entendido
como «externo» del que hay que apropiarse o mantenerse alejado; en otras,
como paisajes o espacios simbólicos propios que otros utilizan, etc. Todo ello
remite a las relaciones de poder que permitían articular, en un determinado
momento, un espacio internodal, porque me parece evidente que no era, no
es, simplemente una cuetión de pasar por ellos, de usarlos, o de arribar a
ellos. Algo que sugieren los trabajos presentados es que sería interesante (o al
menos a mí me resultaría interesante), etudiar precisamente los «arreglos»
especíicos a los que daban lugar esas tensiones.
Finalmente, respeto de los trabajos sobre los espacios andinos que aquí
se presentaron, me parece que hay un énfasis mayor en interpretarlos desde lo
que podríamos denominar lógicas cuzqueñas, pueto que los posibles mode-
los aymaras de ocupación de esos espacios me parecen más ausentes. Y eto
podría ser, más bien, un sesgo nuetro y no de los sitios y espacios etudiados.
No quiero cerrar eta pequeña presentación sin agradecer a los organiza-
• 1318 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

dores y expositores su gentileza de haberme permitido intervenir en sus se-


siones de trabajo y de aceptar mis comentarios con buen ánimo y con mejores
ganas de dialogar.

REFERENCIAS CITADAS

Aldunate, C.; J. Armeto, V. Catro y C. Villagrán § 1981. Wachtel, N. § 1978. Hommes d’eau: le problème Uru
Etudio etnobotánico en una comunidad precordille- (XVIe-XVIIe siècle). Annales E.S.C. Número especial,
rana de Antofagata: Toconce. Boletín del Museo Na- 5-6: 1127-1159.
cional de Hitoria Natural 38: 183-223.
Murra, J. § 1975. Maíz, tubérculos y ritos agrícolas.
Formaciones económicas y políticas del mundo andino,
pp. 45-57. Lima: Intituto de Etudios Peruanos.
OCUPACIONES TEMPORARIAS Y EXPLOTACIÓN FAUNÍSTICA… • Axel E. Nielsen, Pablo H. Mercolli y Norma Nasif • 1365 •

OCUPACIONES TEMPORARIAS Y EXPLOTACIÓN


FAUNÍSTICA EN LA REGION LACUSTRE ALTOANDINA
Axel E. Nielsen*, Pablo H. Mercolli** y Norma Nasif***

RESUMEN
A lo largo de todo el pasado prehispánico la Región Lacutre Altoandina fue un espacio internodal in-
tensamente transitado y visitado por la gente del desierto de Atacama, Lípez y la Puna septentrional
argentina. Tomando como eje los retos fauníticos recuperados en ocupaciones de ditintas épocas
(Arcaico, Alfarero Temprano, Tardío) y funcionalidad (transitorias y temporarias), ete trabajo explo-
ra algunas de las atividades allí desarrolladas y el modo en que etas práticas contribuyeron a la
contitución del paisaje cultural y la identidad de los pueblos circumpuneños.
Palabras claves: Andes Circumpuneños, arqueología internodal, tráico caravanero,
zooarqueología.

ABSTRACT
hroughout the prehispanic pat, the High Andean Lake Region was an inter-nodal space intensively
traversed and visited by people from the Atacama desert, Lipez, and the northern Puna of Argentina.
Focusing on zooarchaeological remains recovered from sites of diferent ages (Archaic, Formative,
Late) and funtion (transitory, temporary), this paper explores some of the ativities that were carried
out there and the way in which these pratices contributed to the contitution of the cultural land-
scape and the identity of Circumpuna people.
Key words: Circumpuna Andes, inter-nodal archaeology, caravan traic, zooarchaeology.

U n aspeto sobresaliente de la geografía sur andina es la presencia de


zonas discretas y reducidas con alta concentración de recursos (cos-
ta marítima, oasis pedemontanos y altiplánicos, valles y quebradas)
separados por amplias fajas de muy baja produtividad (desierto y cadenas
montañosas). Eta caraterítica ha resultado en marcados contrates en la
intensidad, permanencia y diversidad de las atividades humanas, que se con-
centran en los setores fértiles (nodos) y son relativamente escasas, efímeras
y especializadas en las fajas intermedias (internodos o «espacios vacíos»). Si
aceptamos que las etruturas se deinen a través de sitemas de diferencias,
es razonable concluir que, en el sur andino, etos contrates entre oasis y de-
sierto, entre valle y serranía, y los matices de acción y signiicado asociados
a ellos, debieron formar un aspeto fundamental de la trama que dió forma
cultural al espacio. Revirtiendo la tendencia secular a mirar el pasado desde
la perspetiva de los nodos exclusivamente, los etudios internodales buscan

* CONICET. Universidad Nacional de Córdoba. E-mail: axelnielsen@gmail.com


** Intituto Interdisciplinario Tilcara, Universidad de Buenos Aires. E-mail: pmercolli@hotmail.com
*** Facultad de Ciencias Naturales e Intituto Miguel Lillo, INTERDEA. Universidad Nacional de Tucumán. E-mail:
norma_nasif@yahoo.com.ar
• 1366 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

lograr una comprensión más acabada de los antiguos paisajes a través de la


consideración sitemática de las práticas vinculadas a las áreas entre nodos
(véase por ejemplo Berenguer 2004, Nielsen 2006).
La «Región Lacutre Altoandina» (en adelante RLA) contituye una de
etas áreas internodales. Interpueta entre el altiplano de Lípez, la Puna ar-
gentina y los valles y oasis pedemontanos de la Región de Antofagata, se dis-
tribuye entre los atuales territorios de Bolivia, Chile y Argentina. Se trata de
un ambiente de desierto salpicado por varias docenas de cuencas lacutres
ubicadas por encima de los 4.300 msnm. Siendo uno de los setores más hos-
tiles de la Puna de Atacama, ete internodo no parece haber albergado ocu-
paciones humanas permanentes en ningún momento del pasado, a pesar de
lo cual fue regularmente visitado por poblaciones de ambas vertientes de los
Andes (Nielsen 1997).
Desde 1997 venimos invetigando la arqueología de la RLA con el propósito
de contribuir a la comprensión de la hitoria de interacción entre los pueblos
circumpuneños. La metodología empleada ha privilegiado el etudio intensi-

Figura 1: La RLA en relación a las principales regiones nodales circumpuneñas (PT: Pica/Tarapacá; LS: Loa
Medio-Superior; SP: Salar de Atacama; NL: Norte de Lípez; SJ: Río Grande de San Juan; DC: Doncellas-Casa-
bindo; QH: Quebrada de Humahuaca).
OCUPACIONES TEMPORARIAS Y EXPLOTACIÓN FAUNÍSTICA… • Axel E. Nielsen, Pablo H. Mercolli y Norma Nasif • 1367 •

vo de «corredores» y «oasis,» zonas que por poseer agua y una mayor concen-
tración relativa de biomasa, se caraterizan por una elevada redundancia en
la ocupación humana, tanto por parte de contingentes en tránsito como por
grupos de tareas en busca de recursos puntuales (Figura 1).
Ete trabajo se propone contribuir al conocimiento del papel de la RLA en
la contitución de los paisajes circumpuneños a través de la consideración del
papel desempeñado por la fauna local para quienes transitaban por ete in-
ternodo o acudía periódicamente a él desde sus lugares de residencia habitual
en las regiones nodales vecinas. Para ello, comenzamos por pasar revita a
los recursos que pudieron despertar el interés de las poblaciones vecinas. En
el siguiente apartado caraterizamos las ocupaciones y sitios prehispánicos
regitrados. Presentamos luego las evidencias arqueológicas que atetiguan el
aprovechamiento de animales a través del tiempo, focalizándonos en el análi-
sis de retos arqueofauníticos y considerando secundariamente indicadores
artefatuales y arquitetónicos. Los datos analizados indican que la explota-
ción de la fauna silvetre fue uno de los principales objetivos de las ocupacio-
nes temporarias y un aspeto central del aprovisionamiento de los contingen-
tes en tránsito. En la última sección, tomamos en consideración referencias
etnohitóricas sobre el signiicado cultural de la caza, discutiendo cómo la
asociación de la RLA con dicha atividad pudo intervenir en la percepción
cultural de ete espacio.

La oferta de recursos en las lagunas altoandinas

Las RLA ofrece tres clases generales de recursos que pudieron atraer el interés
de las antiguas poblaciones circumpuneñas: minerales, plantas y animales.
Entre los primeros hay que detacar las rocas aptas para la talla, particular-
mente abundantes pueto que la región fue escenario de una intensa atividad
volcánica durante el Cenozoico Superior. Exiten fuentes de obsidiana con in-
dicadores de explotación en Laguna Blanca (Nielsen et al. 1999), Salar de Tara
(Sinclaire com. pers. 2005), Cuenca de Vilama (Yacobaccio et al. 2002) y Cerro
Kaskio. Los basaltos tienen una ditribución aún más amplia, mientras que
pequeños nódulos de ópalo y calcedonia de tonos cataño oscuro, ocre, blanco
o rojo son práticamente ubicuos. Otros minerales de potencial interés fueron
los metalíferos (cobre, etaño, oro) y algunas sales como la kollpa.
Hacia el occidente de la RLA, todas las formas de vida se concentran en las
lagunas y reducidos cursos de agua que las alimentan, siendo el Río Zapaleri
el más importante de etos últimos. Junto a ellos exiten vegas con sus carac-
teríticos cojines de hierbas perennes (Oxychloe andina, Werneria pygmaea),
de gran valor forrajero en el verano. Entre etos «oasis» se interponen conos
volcánicos y vatas planicies de ignimbritas desprovitas de vegetación. Ete
contrate se atenúa gradualmente hacia el oriente (cuencas de Chojlla, Coru-
to, Vilama), con la aparición de formaciones carateríticas de la Provincia Al-
• 1368 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

toandina, como patizales abiertos de Fetuca sp. y tolares poco densos con va-
rias especies del género Paratrephia. También se multiplican hacia el ete las
vegas. Otras plantas de interés son la queñoa (Polylepis tarapacana) y la yareta
(Azorella compata), que son las principales fuentes locales de combutible.
En cuanto a la fauna silvetre, su abundancia y la rareza de algunas espe-
cies han motivado a los tres países de la región a crear aquí reservas o áreas
protegidas (Eduardo Avaroa en Bolivia, Los Flamencos en Chile, Reserva Pro-
vincial Vilama en Argentina). Entre las aves se detacan atualmente los la-
mencos (Phoenicopterus sp., Phoenicoparrus sp.), patos (Anas sp.), guallatas
(Chloephaga melanoptera) y suris (Pterocnemia pennata). Los primeros anidan
en grandes cantidades en las Lagunas Hedionda, Colorada, Vilama y Coru-
to durante el verano. Los mamíferos más abundantes son los camélidos, es-
pecialmente la vicuña (Vicugna vicugna) y con menor frecuencia el guanaco
(Lama guanicoe). Entre los roedores hay que detacar la abundancia de chin-
chíllidos; atualmente sólo se encuentra el chinchillón o vizcacha (Lagidium
viscaccia), que representa una importante fuente de carne, pero sabemos que
hata principios del siglo XX había también chinchillas (Chinchilla brevicau-
data), cuyas inas pieles motivaron la caza de etos animales hata la extin-
ción. Finalmente cabe mencionar la presencia de diversos carnívoros, perte-
necientes principalmente a las familias Canidae y Felidae.
La oferta ambiental que acabamos de reseñar puede servir de base para
plantear hipótesis sobre los usos de la RLA en el pasado. Especíicamente po-
dría esperarse que las poblaciones asentadas la mayor parte del año en los
valles y oasis pedemontanos de Atacama o en los setores más bajos y hospi-
talarios altiplano (p. ej. en el Norte de Lípez, en la cuenca del Río San Juan o en
la Puna Oriental de Jujuy), acudieran periódicamente a las lagunas a: (1) apro-
vechar la fauna silvetre mediante la caza y recolección de huevos; (2) apro-
vechar las paturas de verano mediante el traslado de rebaños; y (3) obtener
rocas y minerales.

Arqueología de las lagunas altoandinas

Los sitios arqueológicos regitrados en la RLA corresponden a ocupaciones que


por su duración relativa podrían ser divididas en temporarias y de tránsito, no
habiéndose detetado hata el momento indicios de ocupaciones permanen-
tes (p. ej. de año completo). Las ocupaciones temporarias etán tetimoniadas
principalmente por sitios habitacionales con inversiones arquitetónicas con-
siderables (en términos comparativos) y/o desechos abundantes, concentra-
dos y a menudo etratiicados, indicios de permanencias recurrentes y relati-
vamente prolongadas (días o meses). Las ainidades visibles en los conjuntos
líticos, cerámicos y en la arquitetura, sugieren que etos sitios fueron creados
por grupos de tareas procedentes de comunidades asentadas la mayor parte
del año en los nodos del desierto de Atacama y el Altiplano/Puna o valles de
OCUPACIONES TEMPORARIAS Y EXPLOTACIÓN FAUNÍSTICA… • Axel E. Nielsen, Pablo H. Mercolli y Norma Nasif • 1369 •

su borde oriental (Nielsen 2006). Las bajas temperaturas que reinan en la RLA
en invierno y la presencia de cáscaras de huevo de lamenco en casi todos los
sitios invetigados, indican que se trata de ocupaciones etivales. Las datacio-
nes absolutas demuetran que ete tipo de ocupaciones tuvieron lugar en for-
ma ininterrumpida durante (por lo menos) los últimos 5.000 años (Tabla 1),
siendo probable que se hayan iniciado en épocas aún más tempranas, a juzgar
por la presencia en supericie de puntas de proyetil triangulares de morfolo-
gía «Tuina,» probablemente correspondientes al Período Arcaico Temprano
(Núñez et al. 2005). Etos resultados son consitentes con las propuetas de
Núñez (1992) respeto a la vigencia desde tiempos arcaicos de un patrón de
movilidad «transhumántica» entre los oasis y la puna de Atacama.

Figura 2: Ubicación de los sitios mencionados en el texto.

Las ocupaciones de tránsito fueron generadas por contingentes que atrave-


saron la RLC con detino a regiones nodales vecinas. Su principal referente
arqueológico son los «sitios de descanso noturno» de viajeros y caravanas
(análogos arqueológicos de las jaranas o paskanas etnográicas). Se presentan
como dispersiones de desechos asociadas con algunos rasgos precariamente
contruídos, por ejemplo parapetos semicirculares o retos, improvisados re-
fugios contra grandes peñascos y etruturas para el encierro de las tropas.
Etos sitios son produto de ocupaciones reiteradas pero muy breves, por lo
general de pocas horas, que comprenden un rango limitado de atividades,
como carga/descarga de recuas, procesamiento y consumo de alimentos, re-
paración de equipos y descanso de animales y viajeros.
Con el propósito de evaluar el papel desempeñado por la fauna local en es-
tas dos clases de ocupación, seleccionamos 11 sitios o componentes represen-
• 1370 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

Tabla 1: Cronología, función e indicadores de iliación de los contextos considerados.


Sitio 14 Tipo de Indicadores de iliación
C AP [período]
(componente) ocupación o procedencia de los grupos
Huayllajara 1 4.340 +/- 70 (LP 1608) acerámico, riodacita vítrea procedente de Linzor
(comp. inferior) [arcaico] (cuenca del Salado, Seelenfreud et al. 2004)
Huayllajara 1 1.700 +/- 70 (Beta 147510)
cerámica Séquitor, Morros.
(comp. medio) [temprano]
1.830 +/- 60 (Beta 187359)
cerámica Morros e Incisa, recintos circulares en
Dulcenombre 1.420 +/- 60 (Beta 187358)
piedra
[temprano] temporaria
1.630 +/- 40
cerámica Morros, Incisa (S. Francisco) y digitada,
Ojo del Novillito (Beta 149930)
recintos circulares en piedra
[temprano]
Puerta de 670 +/- 60 (Beta 187360)
componente alfarero Loa/San Pedro
Chillagüita [tardío]
Chillagua Grande [tardío] componente alfarero Yavi/Chicha
Corrales de 2.750 +/- 60 (Beta 187356) cerámica Morros, Séquitor, Mallku, Loa/San Pedro,
Huayllajara [temprano-tardío] Yura, Huruquilla.
Huayllajara 1
[tardío] de tránsito componenetes alfareros Mallku y Loa/San Pedro
(comp. superior)
(jarana -
360 +/- 60 (Beta 189485)
Tambo Cañapa tambo Inka) componenetes alfareros Mallku y Loa/San Pedro
[tardío]
Tambo Cañapa [hitórico] alfarería alisada con abundante mica
Tambo Cañapa [reciente]

tativos (siete temporarios, cuatro de tránsito), que se ditribuyen a lo largo de


la secuencia –a juzgar por las dataciones o la presencia de artefatos cronoló-
gicamente diagnóticos (Tabla 1)– y analizamos los retos arqueofauníticos
recuperados en cada uno de ellos. Los contextos fueron agrupados en cinco
períodos: arcaico, temprano, tardío (incluyendo aquí al Período de Desarro-
llos Regionales e Inka), hitórico y subatual. La mayoría de etos contextos
han sido descritos en anteriores trabajos (Nielsen et al. 1999, Nielsen 2006).
Los datos zooarqueológicos se complementan con indicadores líticos y arqui-
tetónicos presentes en étos y otros sitios cercanos. La Figura 2 muetra la
ubicación de etos sitios, excepto Tambo Cañapa (Nielsen et al. 2005), situado
más al norte a orillas de la laguna homónima, dentro de lo que hemos deno-
minado «Corredor Laguna Hedionda» (ver Figura 1).

El aprovechamiento de la fauna altoandina a través del tiempo

Aspetos metodológicos del análisis zooarqueológico

Se realizó la identiicación a nivel taxonómico y anatómico de la totalidad


de los retos mediante comparación con muetras de referencia de esqueletos
atuales y/o atlas anatómicos. Todos los retos fueron ubicados en alguna ca-
tegoría «taxonómica;» aún los retos con menor posibilidad de identiicación,
OCUPACIONES TEMPORARIAS Y EXPLOTACIÓN FAUNÍSTICA… • Axel E. Nielsen, Pablo H. Mercolli y Norma Nasif • 1371 •

por su fragmentación o mala preservación, pudieron ser asignados a mamífe-


ro o ave por las carateríticas del tejido óseo. Como indicador de abundancia
taxonómica se calculó el NISP o número de especimenes óseos identiicados.
Los únicos Artiodatyla que habitan atualmente la región son caméli-
dos, v.gr., vicuñas (Vicugna vicugna) y guanacos (Lama guanicoe), a los que se
suman periódicamente rebaños de llamas (Lama glama) que los patores de
regiones vecinas «suben» a la RLA en el verano para aprovechar los patos de
vega. No podría descartarse a priori la posibilidad de encontrar en la muetra
cérvidos (p. ej. Hippocamelus sp.), ya que aunque no habitan en la RLA, han
sido regitrados en sitios a menor altitud del desierto de Atacama (p. ej. Núñez
et al. 2005). No se encontraron, sin embargo, retos asignables a cérvido en
ninguno de los contextos, lo que hace altamente probable que todos los retos
de Artiodatyla correspondan a camélidos.
Dada eta situación, se consideró importante la identiicación a nivel es-
pecíico de los retos de camélidos, especialmente la ditinción entre formas
silvetres y dometicadas, pueto que eto permitiría evaluar la posibles vin-
culación de los sitios con la caza o con el patoreo. Con ete propósito, se con-
sideraron algunos de los parámetros más aceptados para la discriminación
interespecíica de camélidos, como las medidas de la primera falange toma-
das a nivel de la epíisis proximal (Diámetro Transverso = DT y Diámetro an-
teropoterior = DAP) y la morfología de los incisivos (Mengoni 1988). Sobre eta
base, la única especie determinada fué Vicugna vicugna (vicuña), por lo que es
probable que la mayoría de los retos asignados a Camelidae (o a Artiodatyla)
correspondan a eta especie, cuyos representantes son los de menor porte (al-
tura y robutez) de la familia.
Todos los retos atribuidos a roedores grandes corresponden a Chinchilli-
dae, pudiendo tratarse de Lagidium o Chinchilla por los molariformes trila-
minares. Como lo señalamos anteriormente ambos géneros eran comunes en
la región. En la mayoría de los casos no podemos etablecer ditinciones más
precisas por el momento. La categoría «roedores pequeños» comprende taxo-
nes como Ctenomys, cuya presencia en la muetra probablemente no revela
consumo humano, sino que obedece a procesos tafonómicos.
La mayor parte de los retos de aves identiicables corresponden a la Fami-
lia Phoenicopteridae (lamencos), sin que podamos por ahora etablecer dis-
tinciones más precisas. Por el tamaño, es probable que la mayoría de los retos
pertenezcan a las formas chicas de lamencos o parinas (Phoenicoparrus sp.).
Todas las muetras etán sumamente fragmentadas, caraterítica que
atribuimos a un intenso procesamiento del material. Eta interpretación es-
tá además avalada por: 1) gran cantidad de huesos y cáscaras de huevo con
ditinto grado de quemadura; 2) frecuentes fraturas, tanto en diáisis como
epíisis, con marcas de impato, atribuíbles a la extracción de médula; 3) los
chinchíllidos de Huayllajara 1 muetran recurrentes fraturas en los extremos
proximal y dital de las diáisis de huesos largos que redundan en especíme-
nes tipo cilindros.
• 1372 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

Resultados del análisis zooarqueológico

En la Tabla 2 se presentan los resultados del análisis expresados como nú-


mero total de retos analizados (NR), número de especímenes identiicados
(NISP) y un desglose de los retos asignados a cada taxón para cada uno de los
contextos (sitios o componentes de sitios).
Tabla 2: Número de restos por contexto y NISP (y % de NISP) por taxón. Nota: temp = ocupación temporaria,
tr = ocupación de tránsito. * Resultados basados en el análisis de una fracción del conjunto arqueofaunístico
total del sitio.
Artio- Roedor
Sitio Nro. Cáscara
datyla grande Roedor Roedor Carní-
[período], tipo de de NISP Ave de
(camé- (chinchí- pequeño no id. voro
ocupación retos huevo
lidos) llido)
Huayllajara 1* 1.527 649 335 3 27 7 506
1.631 sí
[arcaico], temp (100) (42,5) (22) (0,2) (1,8) (0,5) (33)
Huayllajara 1* 6.557 2.107 680 82 11 11 3.666
9.068 sí
[temprano], temp (100) (32,1) (10,4) (1,2) (0,2) (0,2) (55,9)
Dulcenombre 122 104 11 4 3
288 - - sí
[temprano], temp (100) (85,2) (9) (3,3) (2,5)
Ojo del Novillito 67 66 1
200 - - - - sí
[temprano], temp (100) (98,5) (1,5)
P. de Chillagüita 404 194 4 1 205
500 - - sí
[tardío], temp (100) (48) (1) (0,3) (50,7)
Chillagua Grande 491 180 227 25 59
550 - - sí
[tardío], temp (100) (36,7) (46,2) (5,1) (12)
C. de Huayllajara 78 40 26 5 7
180 - - -
[tempr-tardío], tr (100) (51,3) (33,3) (6,4) (9)
Huayllajara 1 12 6 6
12 - - - - sí
[tardío], tr (100) (50) (50)
Tambo Cañapa 137 131 6
511 - - - - sí
[tardío], tr (100) (95,6) (4,4)
Tambo Cañapa 428 384 40 1 3
911 - - -
[hitórico], tr (100) (89,7) (9,3) (0,3) (0,7)
Tambo Cañapa 197 171 20 6
275 - - - -
[reciente], tr? (100) (86,8) (10,2) (3)

Aunque algunas de las muetras son muy reducidas (p. ej. Huayllajara 1 com-
ponente superior u Ojo del Novillito), los datos ofrecen un tetimonio elocuen-
te del aprovechamiento intensivo de la fauna altoandina desde el Período Ar-
caico hata época reciente, tanto en el contexto de ocupaciones temporarias
como de tránsito. Si excluimos las dos muetras más pequeñas, más sensibles
a errores de muetreo, observamos que en todos los contextos se encuentran
representados los camélidos, los chinchíllidos y –salvo los conjuntos Inka de
Tambo Cañapa– las aves. Las variaciones en las frecuencias relativas de cada
taxón podrían relacionarse con la disponibilidad de cada uno de ellos en el
entorno inmediato de los sitios, con diferencias en las condiciones bajo las
que operan contingentes en tránsito y grupos desarrollando tareas especíicas
durante varios días o semanas en la región y quizás también con cambios en
OCUPACIONES TEMPORARIAS Y EXPLOTACIÓN FAUNÍSTICA… • Axel E. Nielsen, Pablo H. Mercolli y Norma Nasif • 1373 •

las etrategias económicas a lo largo del tiempo.


Comencemos por los camélidos, que representan entre un tercio y la casi
totalidad del NISP según el caso. Como señalamos, los retos de camélidos
que pudieron ser identiicados a nivel de especie –bajo criterios cualitativos u
oteométricos– corresponden a vicuña. La excepción son dos falanges de Hua-
yllajara 1, que se ubican dentro del rango de guanaco andino/llama pequeña,
pero dado que provienen de los niveles arcaicos del sitio, lo más razonable es
concluir que se trata de guanacos. Ete resultado es llamativo y sugiere que,
si las áreas invetigadas fueron utilizadas para el patoreo (como sucede en
la atualidad), los animales dométicos no fueron consumidos en la región.
Tampoco se llevaron partes de llamas (p. ej. charqueadas) como provisiones
para la etadía o para los viajes, como hacen los llameros atuales que habi-
tualmente llevan carne fresca o charqueada para su avío. Ete último punto
demuetra que los contingentes en tránsito por la región –con o sin animales
de carga– se aprovisionaban de carne a lo largo de la ruta, una conclusión que
abarca a los usuarios del Qhapaqñan.
En la mayoría de los casos los Chinchíllidos representan más del 10 % de los
retos identiicados, siendo particularmente abundantes en Chillagua Gran-
de, un sitio tardío con cerámica Yavi/Chicha próximo al margen de Laguna
Vilama, que parece haber etado especialmente vinculado al aprovechamien-
to de ete recurso. Pueto que no hemos discriminado entre chinchillón (La-
gidium) y chinchilla (Chinchilla), no podemos etablecer si el principal recurso
buscado era carne o pieles, siendo lo más probable que ambos hayan sido ex-
plotados.
Todas las aves que pudieron ser identiicadas a nivel de familia correspon-
den a lamencos, lo que atetigua la importancia que tuvieron sus plumas, ya
desde tiempos arcaicos. Aunque no contamos con mayores análogos atuales,
no descartamos la posibilidad de que su carne haya sido consumida también.
La elevada frecuencia de huesos y cáscaras de huevo de lamenco en los sitios
de Laguna Colorada indica que eta cuenca ya etuvo etrechamente asociada
a la explotación de etas aves desde tiempos remotos. Eta tendencia se torna
signiicativa al considerar que los lamencos también nidiican en otras lagu-
nas (p. ej. Vilama, Coruto, Cañapa) próximas a otros sitios invetigados pero
con menor representación de aves.
Carecemos de elementos suicientes para interpretar la presencia de car-
nívoros en algunas de las muetras. En Huayllajara 1 eta categoría incluye
a felinos (cinco en el componente arcaico, dos en el temprano); los retantes
son cánidos. La presencia de marcas de carnívoros en algunos huesos podría
señalar una causa tafonómica, aunque la rareza de algunos de los felinos que
habitan la RLA (como el gato andino u Oreailurus jacobita) podría haberles
otorgado un signiicado especial para los antiguos cazadores.
• 1374 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

Otras evidencias arqueológicas

Los datos que acabamos de presentar no dejan lugar a dudas respeto a la


importancia de la fauna altoandina para las antiguas poblaciones circumpu-
neñas, pero no son los únicos. Las atividades de caza quedan también rele-
jadas en el intrumental lítico, no sólo en la regular presencia de puntas de
proyetil, sino también de ilos para corte y raspado que podrían relacionarse
al procesamiento de las presas (Tabla 3). Las variaciones en la frecuencia de
cabezales de proyetil podrían relacionarse parcialmente con diferencias en
las técnicas de caza o la funcionalidad de algunos sitios, por ejemplo, la ca-
za de chinchíllidos de gran importancia en Chillagua Grande podría haberse
realizado con trampas u otro tipo de armas.
Tabla 3: Ejemplos de la proporción de instrumentos líticos en algunos de los sitios con ocupaciones tempo-
rarias excavados. Nota: las cifras en paréntesis corresponden a puntas descartadas durante la fabricación (in-
cluidas en el total).
Puntas de
Otros intrumentos
proyetil

Mano/ Molino
Medianas
Pequeñas

Raspador
Cuchillo
Período Sitio

Otros
Huayllajara 1 (sondeo 1) 51 (11) - 3 2 1 -
Temprano
Ojo del Novillito (recinto 1) 27 (8) 3 3 7 5 17
Puerta de Chillagüita (recinto 1) 3 - - - - 2
Tardío
Chillagua Grande (rec. 1-3) 2 - 1 - - 1

Otro elemento que podría etar vinculado a la caza fue regitrado en Guaya-
ques 3, un sitio ubicado en la margen septentrional de Laguna Guayaques, en
cuyas proximidades nidiican atualmente los lamencos. Se trata de un muro
semicircular bajo formado por una hilera simple de grandes bloques planos
de ignimbrita clavados en el suelo, que se extiende por unos 100 m aproxima-
damente, entre el borde de la laguna y un escarpe donde se contruyeron dos
refugios subcirculares de piedra. Hay abundantes desechos asociados a etos
últimos, incluyendo puntas lanceoladas aparentemente arcaicas y alfarería,
tanto temprana (Morros, Séquitor) como tardía (Mallku), lo que indica un uso
prolongado del lugar. El gran «cerco» podría relacionarse a la caza comunal
de vicuñas mediante encierro o chacu que describen los tetimonios citados
anteriormente y numerosas fuentes hitóricas para los Andes en general. Los
aspetos comunales o cooperativos que supone eta técnica etán indepen-
dientemente tetimoniados por la considerable cantidad de etruturas que
componen los sitios temporarios regitrados, tanto los tempranos como tar-
díos, que indican la presencia de grupos de tareas relativamente numerosos.
En Guayaques 3, así como en Isla Vilama (ete último sitio con materiales
tempranos ubicado al borde de la laguna homónima frente a un banco de ba-
OCUPACIONES TEMPORARIAS Y EXPLOTACIÓN FAUNÍSTICA… • Axel E. Nielsen, Pablo H. Mercolli y Norma Nasif • 1375 •

rro donde ponen sus huevos los lamencos), se encuentran además varias es-
truturas que nuetros informantes locales identiicaron como «hornos para
cocer huevos.» Se trata de «cajas» retangulares pequeñas (ca. 30 x 40 cm) y
no muy profundas (10 – 15 cm) empotradas en el suelo y revetidas con piedras.
Aún muetran ratros de combutión y las rodean grandes concentraciones de
cáscaras de huevos.
El regitro arquitetónico de los sitios ofrece una interesante coinciden-
cia con lo notado respeto a la ausencia de camélidos dométicos en las ar-
queofaunas. En ninguno de los sitios discutidos hemos observado etruturas
que por su forma o tamaño puedan interpretarse como corrales. Somos con-
cientes de que entre los llameros atuales algunos puetos patoriles peque-
ños o usados durante períodos breves del año pueden no tener ete tipo de
etruturas, ya que las llamas descansan libres en sus dormideros. Sin embar-
go, etas etruturas siempre etán presentes en puetos de verano, época en
que las demandas de manejo del rebaño y la vulnerabilidad de las crías lleva a
utilizar corrales con frecuencia. Pueto que las arqueofaunas (y el sentido co-
mún) llevan a concluir que las ocupaciones temporarias de la RLA correspon-
den fundamentalmente al verano, sería esperable que el patoreo se tradujera
en la presencia de corrales. La única excepción relativa es una gran etrutura
en U en el sitio tardío de Puerta de Chillagüita, semejante a las que se obser-
van en algunos sitios de descanso de caravanas etnográicos, que pudo ser
empleada para encerrar rebaños. Lo cierto es que, con eta posible excepción,
las evidencias disponibles no permiten por ahora airmar que en épocas pre-
hispánicas se praticara el patoreo en la RLA como sucede en la atualidad.

Caza y lugares Salqa

Entendemos que la cultura -como trama compartida de signiicados a través


de la cual entendemos el mundo y damos sentido a lo que hacemos– se cons-
tituye y deviene en la propia prática de las personas, incluyendo sus compo-
nentes materiales. Como un aspeto más de eta trama, el espacio socialmen-
te apropiado o paisaje cobra etrutura y signiicado en la acción. Eta sencilla
premisa nos obliga a ditanciarnos de ciertas arqueologías simbólicas que uti-
lizan la analogía textual para concebir el regitro arqueológico. A diferencia
del lenguaje, basado fundamentalmente en códigos simbólicos arbitrarios,
la gran mayoría de las práticas culturales (la espacialidad incluída) cobran
signiicado a partir de vínculos icónicos e indéxicos (sensu Peirce [Deledalle
2000]). Ete punto es importante para los etudios arqueológicos de paisajes,
ya que nos permite abordar los posibles signiicados de los espacios a partir de
las materialidades y atividades asociadas, aún sin poseer un conocimiento
independiente de las convenciones simbólicas que pudieron etar implicadas.
Los datos discutidos en ete trabajo indican que la explotación de anima-
les silvetres fue una de las principales atividades desarrolladas en la RLA,
• 1376 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

tanto por quienes visitaban temporariamente la región como por quienes via-
jaban a través de ella. Si la ausencia de patoreo se ve conirmada en futuras
invetigaciones, habría que concluir que, en la experiencia de las antiguas po-
blaciones circumpuneñas, la región se vinculaba exclusivamente con el apro-
vechamiento de animales salvajes. En términos económicos, eto implicaría
que la división entre nodo e internodo se correspondería aquí –en el lanco
occidental andino– con un contrate entre la explotación de recursos domés-
ticos y silvetres. ¿Como inluiría eta organización de atividades en la cons-
titución cultural del paisaje? ¿cómo se traduciría eta espacialidad en otros
campos de acción?
La ditinción entre domético y silvetre –o categorías análogas– forma
una etrutura signiicante ampliamente difundida entre los pueblos circum-
puneños (y los andinos en general), aún cuando sus connotaciones claramen-
te diieran de nuetra propia oposición «domético-salvaje.» Los aymara de
Isluga, por ejemplo, clasiican los animales en uywa, «pretados al hombre»
(llama, alpaca y otros animales dométicos de origen europeo, como oveja,
mula o gato), y salqa, pertenecientes a los espíritus de los cerros o mallkus
(vicuña, guanaco, vizcacha, parina, suri, puma, entre otros (Grebe 1990). Eta
taxonomía se relaciona a su vez con la dicotomía entre lo que es «criado» por
el trabajo humano y lo que «nutren» o «sotienen» diretamente los mallkus,
la tierra y otras entidades que animan el mundo (Martínez 1989). Por cierto,
es en etas últimas fuerzas donde reside en última intancia el poder vital, ex-
presado en la salud, la suerte o la producción, en la medida en que –en Lípez al
menos– se entiende que los mallkus son quienes dan la semilla del ganado y la
pachamama quien lo sutenta a través del pato de las pampas (Nielsen 2001).
El lugar de las personas en el proceso de creación y regeneración de la vida es
diferente en cada caso, al igual que las condiciones de apropiación de cada ti-
po de animal (Haber 2006). Así, los animales uywa pertenecen a los individuos
o grupos dométicos que los cuidan, mientras que los salqa, criados por el
mallku y sus awatiris (p. ej. el gato montés) son aprovechados en forma colec-
tiva por la comunidad de sus descendientes. Etas condiciones de apropiación
se expresan tanto en el proceso de trabajo (la prática de la caza), como en la
ditribución de los frutos del mismo, como lo ejempliica el siguiente tetimo-
nio de Bowman referido a las poblaciones del Salar de Atacama:

«A ines de febrero o a principios de marzo los hombres de Aguas Blancas


y Toconao van a la región montañosa en busca de la vicuña. El décimo
quinto día después del carnaval los pueblos quedan casi despoblados. Las
mujeres extienden cordeles a través de los valles, por los cuales los anima-
les van a ser arreados, pues la vicuña no pasa una cuerda o hilo exten-
dido a través de su camino. Los hombres se dispersan en gran ditancia
para mantener la presa en las quebradas. Los cazadores etán montados
y cuando la vicuña se aturulla y se perturba, se le puede disparar con
facilidad. El que mata una vicuña, obtiene la piel que es la parte más va-
OCUPACIONES TEMPORARIAS Y EXPLOTACIÓN FAUNÍSTICA… • Axel E. Nielsen, Pablo H. Mercolli y Norma Nasif • 1377 •

liosa. Así, pues, hay un fuerte incentivo para competir y ejecutar la parte
más ruda de la caza. El reto del animal es propiedad común; pueto que
la caza es cooperativa, todos deben participar de los despojos de alguna
forma» (Bowman 1924:268-270).

Antiguamente, eta diferencia en los modos de apropiación se traducía, por


ejemplo, en el control que ejercía el Inka –genealógicamente más cercano a
las fuentes de la vida– sobre los recursos silvetres, maniieto en sus «orde-
nanzas» etablecían la prohibición de explotar o matar animales salqa como
«luycho, taruga [venados], uanaco [guanaco], uicona [vicuña], uachaua [ganso
andino]» (Guamán Poma 1980:162).
La ditinción uywa-salqa reaparece en el ritual a través del manejo de ma-
terialidades relacionadas con los animales que venimos analizando. Como
ejemplo, considérese la ceremonia para llamar la lluvia o Chaopincha, que se
celebra cada noviembre en Santiago K (Norte de Lípez) cerca de la cumbre del
cerro tutelar de la comunidad (Caral Inka). Durante ete prolongado y com-
plejo rito se realizan dos acciones que nos interesa detacar. En cierto momen-
to el oiciante a cargo se retira a unos 50 m al oete del altar principal, donde
permanece el reto de la comunidad participante, para sacriicar un cordero
negro cuya sangre y cabeza se entierra, junto a los huesos de animales sacrii-
cados en años anteriores, para «atajar» a Guasayaya, el «viento de atrás» que
impide el ingreso de los vientos húmedos desde el naciente. Luego, eta persona
se traslada a otro lugar situado al norte del altar principal y bajo una gran roca
entierra virauñas, igurinas de camélidos confeccionadas con grasa de vicuña
y harina de quinua salvaje (ajara o quinua de los chullpas) junto con plumas
de lamenco, invocando así al mallku para que envíe las lluvias tan esperadas.
¿Sería legítimo atribuir algunas de las connotaciones de los animales sal-
qa y sus relaciones con los seres humanos a los espacios donde aquellos ha-
bitan? Si eto fuera así, podríamos pensar en la RLA como un lugar regido
diretamente por los mallkus, donde prosperan sus criaturas, ditinta de las
regiones agropatoriles «nodales,» al cuidado de las personas. La diferencia
sería además palpable en el contrate entre la isonomía «prítina» o apenas
modiicada de la primera y el caráter «contruído» de las segundas, en las
que abundarían los ratros visibles de la atividad humana (poblados, culti-
vos, corrales). Si avanzáramos un paso más y transpusiéramos al paisaje las
condiciones de apropiación que rigen para los animales, esperaríamos que los
primeros etuvieran sujetos a normas menos retritivas que los segundos. A
la luz de eta expetativa resulta interesante recordar que, tanto en momen-
tos tempranos como tardíos, parecen llegar a las lagunas altoandinas a cazar
grupos procedentes de ambos lados de la Cordillera Occidental, con práticas
y materialidades (arquitetura, cerámica) diferentes, una situación que no pa-
rece haberse dado al interior de las regiones nodales vecinas.
Al proyetar etas categorías sobre la geografía «insular» circumpuneña,
delinearíamos un paisaje de mosaico que, a trazos gruesos comprende par-
• 1378 • Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena

ches intensamente dometicados (regiones nodales), separados por fajas sil-


vetres (áreas internodales) de las que la RLA contituye un ejemplo extremo.
Por cierto, la polarización del espacio en ejes intensamente intervenidos ro-
deados de áreas «salvajes» o escasamente impatadas por la acción humana
es una caraterítica común a muchos paisajes culturales, pero creemos que
la intensidad que asume ete contrate en el sur andino debió dotar a eta
etrutura de un singular poder signiicante.

Agradecimientos: Las invetigaciones presentadas fueron i-


nanciadas por National Geographic Society (Grant # 7552-03) y se
realizaron en el marco de un convenio entre el Viceminiterio de
Cultura de Bolivia y el Proyeto Arqueológico Altiplano Sur. Agra-
decemos el sotenido apoyo del personal de la Reserva Nacional de
Fauna Andina «Eduardo Avaroa.»

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