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El documento narra la historia de un hombre que se encuentra deprimido después de la muerte de su esposa Raquel. Un día de lluvia, encuentra un colibrí herido en el jardín y decide cuidarlo hasta que sane. A medida que cuida del colibrí, los ánimos del hombre van mejorando hasta que finalmente se siente lo suficientemente bien como para liberar al ave. Al dejarla ir, el hombre se siente en paz por primera vez desde la muerte de su esposa.
El documento narra la historia de un hombre que se encuentra deprimido después de la muerte de su esposa Raquel. Un día de lluvia, encuentra un colibrí herido en el jardín y decide cuidarlo hasta que sane. A medida que cuida del colibrí, los ánimos del hombre van mejorando hasta que finalmente se siente lo suficientemente bien como para liberar al ave. Al dejarla ir, el hombre se siente en paz por primera vez desde la muerte de su esposa.
El documento narra la historia de un hombre que se encuentra deprimido después de la muerte de su esposa Raquel. Un día de lluvia, encuentra un colibrí herido en el jardín y decide cuidarlo hasta que sane. A medida que cuida del colibrí, los ánimos del hombre van mejorando hasta que finalmente se siente lo suficientemente bien como para liberar al ave. Al dejarla ir, el hombre se siente en paz por primera vez desde la muerte de su esposa.
Llega diciembre, acentuando la soledad que padezco desde la partida de Raquel;
despierto cubierto por pesadas sábanas blancas que no hacen más que permanecer frías en una cama vacía en una mitad; me levanto y camino hacia el baño; permanezco inmóvil mientras el agua recorre mi cuerpo, sin percatarme de la temperatura hasta que por casualidad veo el rojo intenso de mis brazos, que suplican por el cese de su sufrimiento. Salgo del baño dejando un rastro de agua detrás de mí, entro en mi habitación y busco ropa para vestirme, que hoy será un pantalón negro, camisa blanca y un saco color café oscuro. Salgo y me dirijo hacia la cocina, en la que enciendo la cafetera, y busco algo que comer, tomando un pan comprado antier; me detengo a ver el descuidado jardín a través de la gran ventana de madera de la sala, accesible fácilmente desde la cocina. Pasa el tiempo mientras me atrapan los recuerdos de mi amada corriendo y saltando por el jardín con sus largos, ondulados y negros cabellos moviéndose cual bailarinas en una grácil danza fuesen. Regreso al presente con el olor a café que emana desde la cocina, señal de que por fin mi bebida matutina está lista; me sirvo una taza y regreso a la sala para leer un libro en mi viejo sillón cerca a la ventana mientras afuera la lluvia empieza a caer. Un golpe en la ventana y un posterior aleteo constante me arrancan de la lectura, me asomo por la ventana y encuentro a un pequeño bulto sobre el viejo rosal, el favorito de mi esposa; curioso, tomo mi paraguas y salgo de mi casa en medio de la lluvia para observar mejor que extraño ser se encuentra cerca de mi casa, Me acerco y descubro a un pobre colibrí, de colores apagados, atrapado entre las espinas y tallos del rosal, suelto el paraguas para liberar mis manos para poder liberarlo de su jaula, con mucho cuidado logro sacarlo, sin embargo un animal tan hermoso, pero débil e indefenso, no podría sobrevivir solo a la lluvia y al frío estando herido; así que tomándolo con mucho cuidado y resguardándolo con mi saco, entro rápidamente a la casa. En lo que a mis posibilidades se refieren, busco la forma de poder ayudarlo a sanar sus heridas, mientras a mi cabeza llega una imagen de mi Raquel cautivada por un colibrí y su significado, el de la resurrección de las almas; lo que me hace pensar, ¿y si fuese la misma Raquel transformada en ave?, si fuera así, ¿por qué lo haría? Me he dedicado a cuidar de ese colibrí hasta marzo, fecha en que la primavera toma el lugar del invierno como la estación en turno, el colibrí ya ha sanado y recuperado sus brillantes colores; y tal vez algo más renació, pero en mí, mis ánimos han cambiado, me despierto más alegre, cada vez puedo superar poco a poco la muerte de Raquel, que aunque aún me duele, también me da calma saber que está en algún lugar mejor. Los cambios se han notado, el jardín ahora está tan cuidado como nunca, y el aire de pesadez que invadía mi casa no se encuentra más, no sé que tendrá ese colibrí, si será magia o simple psicología, pero sí se que tal vez si no hubiera sido curioso e ir a buscarlo bajo la lluvia, mi vida seguiría igual de triste que antes. El momento de liberarlo ha llegado, un ave tan bella no debería de estar encerrada toda la vida, pues no lo merece; salgo al jardín con el ave en manos, ansiosa por volar de nuevo como lo hacía antes; abro las manos y veo que empieza a aletear rápidamente, y que después se eleva, ya no necesitando del soporte de mis manos, lo escucho trinar una última vez, tal vez en agradecimiento y a manera de despedida, y entonces el avecilla empieza a trazar su ruta hacia algún otro lugar, andando apresuradamente. Me recuesto en el pasto, trato de buscarlo en el cielo pero ya no lo veo, se ha ido, tal vez a ayudar a otra alma que lo necesite, o si era mi Raquel, entonces posiblemente tenía que volver al maravilloso paraíso del que salió para venir en mi búsqueda, y que ahora me deja con una sensación de calma, sentimiento que por primera vez en mucho tiempo, podía disfrutar Cierro los ojos y respiro profundo…