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Migraciones y Crisis de la globalización

En estos días, una caravana de cerca de diez mil centroamericanos


hambrientos (hombres y mujeres, niños y ancianos), caminan desde
Honduras hacia los Estados Unidos de América. Buscan un oasis, donde
aliviar el infortunio que viven, excluidos del bienestar que tanto pregona
la sociedad capitalista.

Para detener esta rio de migrantes, el Presidente Donald Trump ha


amenazado con enviar el ejército a resguardar la frontera sur, e impedir
la entrada de estos indeseados visitantes.

También en Europa vienen ocurriendo olas migratorias importantes.


Desde el 2015, millares de seres humanos procedentes del norte y
centro de África, y en menor medida del medio oriente, protagonizan
una riada migratoria impresionante, tratando de llegar a la icónica
Europa y ser parte de los “dechados de virtudes” del viejo continente.
El liderazgo europeo definió lo que ocurría como una crisis humanitaria
sin precedentes.

Los excluidos de África y los sobrevivientes de los conflictos en Siria,


Yemen y los que huían ante el avance de los combatientes que
pretendían edificar un Estado Islámico en Irak, Levante y Siria, querían
ser parte del mito del progreso, modernidad, paz y vida ostentosa que
pregonan tener las veintiocho naciones de la eurozona, de ahí que
decidan aventurarse en travesías infernales para llegar a ese “paraíso”
terrenal.

Es que el paradigma de la globalización, anclado en el capitalismo


occidental, no desaprovecha ningún resquicio mediático para ensalzar el
actual modelo económico. Muy lejos del estado de bienestar, África,
expoliada y saqueada por occidente desde el siglo XV, presenta serios
rezagos que han producido guerras intestinas que las naciones
poderosas azuzan para su industria militar ganar… ganar.

Según un informe de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados


(ACNUR), en lo que va de año han llegado a Europa 323,000
inmigrantes de zonas en conflicto.
El periódico El País da una cifra más abultada. El rotativo da cuenta que
el número de migrantes se acerca a los 350,000, y solamente en el
último mes, el número detectado en las fronteras de la Unión Europea
ascendió a cerca de 110.000.

La muerte acompaña a estos migrantes: dos mil trescientos se han


ahogado en el Mediterráneo. Otras fuentes estiman en más de seis mil
los decesos.

La globalización ha logrado derribar las fronteras físicas y sobretodo las


fronteras mentales, imponiendo el modelo consumista capitalista.
Como no existe ni ven perspectiva de construir ese sistema idílico de
bienestar, los pobres migran a perseguirlo. Pero Europa no quiere a los
inmigrantes y cada día las normas punitivas son más represivas.

Pasa lo mismo en los Estados Unidos donde la derecha norteamericana


maldice a los inmigrantes, elemento que aprovechó y le dio una
astronómica popularidad a Donald Trump, que lo catapultó a la Casa
Blanca, tras vender un punzante discurso ultra nacionalista en contra de
la inmigración.

Obama –demócrata- también saca malas calificaciones, porque repatrió


a más de dos millones de indocumentados de América latina, en especial
mexicanos y caribeños.

Nadie quiere a los inmigrantes. Pasa lo mismo en nuestra isla, donde


millares de haitianos han migrado en un exilio económico para no morir
de hambre en su pedazo de la isla, pero los sectores ultranacionalistas
detestan su presencia.

Las migraciones son el reflejo del fracaso del modelo neoliberal, que han
impuesto en nuestros países los dominadores. La globalización está en
crisis porque el bienestar de la gente no se globalizó. Las fronteras
están cerradas al libre tránsito de los hambrientos y pobres del mundo.

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