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Cánones estéticos y racismo en RD

El racismo está escondido en el ser dominicano. Es un fantasma que se hace


presente en todas nuestras formas de socialización y aflora porque hemos sido
educados a través de la escuela, la familia y los medios de comunicación
reproduciendo cánones estéticos eurocéntricos, indicativos de que lo “bello y
hermoso” es lo blanco y lo “feo” es lo negro.

En este paradigma equivocado, la mujer bella es la de piel blanca, alta de tamaño y


con nariz puntiaguda. Pero el ochenta y un porciento de los dominicanos somos
mulatos, otro diez por ciento son negros y apenas un ocho o nueve por ciento es
blanco.

En 2015 fue electa Reina de las Fiestas Patronales de las cinco veces centenaria
ciudad de San Juan de la Maguana una hermosa mulata, de sonrisa espléndida:
Heidy Alcántara.  Esta es una joven espigada, entusiasta, inteligente, con muchos
sueños, que exhibe candidez y dulzura. Es una Anacaona de este tiempo. Pero en
algunos medios de comunicación y las redes sociales digitales, le llovieron ácidas
críticas por su cara y color, evidenciando un sesgo racial.

Las críticas a la bella Heidy fueron malsanas. Mulata como ella son el 81 por ciento de
las mujeres sanjuaneras y dominicanas en general.  Contra ella brotó el racismo
escondido en los túneles mentales de los sanjuaneros y dominicanos en general.

Los prejuicios raciales dañan la socialización humana.  Sobre el tema hay mucha
hipocresía, porque los dominicanos -en general- practican formas  de discriminación
racial, aunque lo niegan.  A pesar de la República Dominicana ser una nación afro
descendiente, la negritud es un elemento que suele esconderse.  En el imaginario de
los dominicanos, negros son los haitianos.

La negritud, ya lo he establecido en otros trabajos, es la herencia incómoda del pueblo


dominicano. Institucionalmente, a través de la escuela se ha entronizado una
hispanofilia que pretende sepultar los elementos africanos de nuestra etnicidad.

La escuela es el principal instrumento de ideologización racista en República


Dominicana, porque el currículo oficial pondera solo los apartes de los conquistadores
españoles  en nuestra composición social, ocultando los factores aborígenes y
africanos.

Recientemente a una niña mulata de dos (2) años de edad y que apenas articula
palabras, una tía recién llegada del exterior con desbordante sonrisa de alegría al
verla la saludó exclamándole: “Hola mi negra linda”.  La niña le respondió “yo no
negra… yo no negra tía”.
Ante la respuesta de la niña todos rieron a carcajadas.  Para el colectivo familiar eso
fue un gran chiste.  La realidad es que el hecho en cuestión tiene implicaciones
profundas: visibiliza  que desde la infancia comenzamos a ocultar nuestra afro
descendencia y solo reconocer y resaltar nuestros ribetes hispánicos.

En República Dominicana la socialización de los niños y niñas dominicanos se va


construyendo rechazando nuestras raíces africanas.  Ese modelo sesgado de
explicación y definición de nuestra etnicidad lo hemos ido prohijando y reproduciendo
desde la socialización temprana.  A eso se le llama racismo actitudinal.

En nuestra cédula de identidad el dictador Trujillo impuso que los mulatos, el grupo
étnicamente preponderante de nuestra sociedad, resultado de la mezcla racial del
negro con el blanco conquistador-  se le denomine “indio”.  A ningún mulato hoy se le
identifica como tal.  Además de indio, al mulato es denominado como: moreno,
morenito, lavadito o moreno claro.  Insisto en destacar que en la sique del dominicano,
los únicos negros son los haitianos.  Por eso, dizque de forma juguetona, en nuestros
hogares o en el trabajo, al de piel más negra se le llama “haitiano”.  Eso también es
racismo actitudinal.

Recientemente hice una encuesta con mis estudiantes de la universidad y el 81% dijo
tener “total rechazo” y “mucho rechazo” contra los inmigrantes haitianos.  Al
preguntarle en torno a la razones de su rechazo a los inmigrantes del país vecino, la
mayoría contesto que lo rechazaban “porque eran feos” (21%), “porque eran muy
negros” (18%), “porque eran malagradecidos” (24%), “porque olían mal” (11%),
“porque mataban a dominicanos” (8%)”porque hacían brujería y maldad” (7%), 
“porque eran pobres” (5%) y no sabe el resto 6%.

La mayoría revelo que aprendieron a rechazar a los haitianos en su hogar, en el


vecindario o la comunidad donde viven o han vivido.  Otros dijeron haber aprendido en
la escuela o escuchando a través de los medios de comunicación que a los “haitianos
hay que sacarlos del país”.

Los prejuicios han dañado la sana convivencia entre haitianos y dominicanos.  Hemos
construido una animadversión en contra de los vecinos.  No sucede lo mismo con los
inmigrantes españoles, alemanes, norteamericanos, que existen por millares, quienes
son tratados correctamente con respeto y cariño.  Esos son blancos.  El prejuicio es
contra los haitianos por ser negros y pobres.

Tendremos una verdadera revolución educativa cuando logremos derribar el racismo


de la sociedad dominicana.

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