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Canto de otoño

 
Pronto nos hundiremos en las frías tinieblas;
¡Adiós, viva claridad de nuestros veranos tan cortos!
Ya escucho caer con choques fúnebres
La madera que suena sobre el pavimento de los patios.

 
Todo el invierno va a entrar en mi ser: ira,
Odio, estremecimientos, horror, labor dura y forzada,
Y, como el sol en su infierno polar,
Mi corazón no será más que un bloque rojo y helado.

 
Escucho estremecido cada tronco que cae;
El patíbulo que están construyendo no tiene eco más sordo.
Mi espíritu es semejante a la torre que sucumbe
Bajo los golpes del ariete incansable y pesado.

 
Me parece, mecido por este choque monótono,
Que clavan apresuradamente un ataúd en alguna parte.
¿Para quién? –Ayer era verano; ¡he aquí el otoño!
Ese ruido misterioso suena como una partida.

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