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LA VENTANA DE JOHARÍ

Rueda, J.M. (2014). Convivencias cristianas para jóvenes. De 16-20 años. CCS, España. pp. 40-47

1. Qué es la ventana de Joharí


Es un estilo de conocimiento propio y de comunicación. Dos psicólogos norteamericanos (Joseph
Lutz y Harry Ingham) ingeniaron esta explicación y de sus nombres salió el título. Lo de ventana
viene de la forma gráfica en que dan su explicación.
Yo me puedo conocer (o ignorar) a mí mismo y los demás también a sí mismos dando lugar a
cuatro ámbitos:
A – Yo abierto C – Yo Ciego
“Lo que yo sé de mí y los demás “Lo que los demás conocen de
también” mí y yo no”
O – Yo Oculto D – Yo Desconocido
“Lo que yo sé de mí y los demás “Lo que no sé de mí y los
no lo saben” demás tampoco lo saben”

2. Observaciones para mejor completar las nociones anteriores


•El contenido de los cuatro cuadrados no es el mismo en tamaño y están en cambio
permanente.
•Un cambio en cualquier cuadrante afecta también a los demás.
•Cuesta trabajo ocultar, negar o estar ciego al comportamiento resultante de la
interacción. Es mayor el conocimiento de sí mismo que se obtiene como resultado
de la interacción que el solitario.
•La amenaza tiende a disminuir la conciencia; la confianza mutua la aumenta.
•La conciencia forzada (exposición) no es deseable y casi siempre es ineficaz, incluso nociva.
•Así como hay curiosidad por conocer el cuadrante propio y ajeno de «Lo Desconocido», para
conocer y apreciar en los demás los cuadrantes restantes, sobre
todo el de «Lo Oculto» es necesaria la empatía; y para conocer «Lo Ciego» propio
es necesaria la humildad y la relación.

3. La relación, según la ventana de Joharí

Nivel 1 °: Del Yo-ABIERTO mío al Yo-ABIERTO del otro y viceversa


La mayoría de nuestras relaciones interpersonales se dan a este nivel. En sí no es un nivel pobre; lo
es si tiende a ser el único empleado en nuestras relaciones interpersonales.
Se prescinde del mundo de los sentimientos. No reconocemos los nuestros ni nos
hacemos eco de los del otro. En esta relación comunicamos ideas, hechos, impresiones sobre lo
ocurrido, programas de televisión, etc. Se habla del tiempo, de lo mal que está la política, de la
situación internacional y de lo caro que está todo. Se suele concluir afirmando la ignorancia propia
sobre adónde vamos a ir a parar.

Nivel 2°: Del Yo-OCULTO al YO-ABIERTO de los demás y viceversa


Comunicando sentimientos, haciendo confidencias. Este nivel es importantísimo; pero...
♦ Esta comunicación suele estar reprimida.
No es fácil que se realice, sobre todo si se trata de sentimientos presentes. Solemos
omitir este modo de comunicación por estas razones:
•porque nos cuesta aceptar y reconocer nuestros propios sentimientos;
•porque no queremos llevar la relación a un nivel más íntimo;

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•porque nos parece que no resulta lo más adecuado;
•porque así ponemos nuestra vida en manos del otro, nos «vendemos»;
•porque tememos la impresión del otro, que le vamos a herir;
•porque tememos que se va a burlar de nosotros;
•porque las normas sociales parecen impedir esta comunicación.
A pesar de ello: los sentimientos están ahí. Ignorarlos o evitar comunicarlos impide el crecimiento
y madurez de la relación interpersonal. Muchos problemas interpersonales no se resuelven
porque no se descubren los propios sentimientos.
Las soluciones lógicas, las que se dan según el nivel 1°, no resultan. Dejan fuera, sin examinarlo, un
elemento esencial de la situación.
♦ Pretendemos comunicarnos en este nivel, pero con lenguaje del nivel primero
El niño dice a su padre:
-Papá, cómprame una bicicleta; todos los niños de mi clase tienen bicicleta.
El padre responde:
-Eso no es verdad, - y cita casos concretos de niños de su clase que no tienen bicicleta.
La respuesta es totalmente lógica y sincera; pero el padre no está captando - o no
quiere captar - el sentimiento de frustración, envidia o inferioridad del niño respecto de algunos
de sus compañeros. A éste la respuesta no le vale - ¡por mucha verdad que sea!-. Y es que el padre
le ha respondido a las palabras que él ha dicho; pero no a lo que él quería comunicarle.
♦ Rehusamos enterarnos de los sentimientos del otro (ira, frustración, ternura, aburrimiento, etc.)
porque no nos interesa.
Si nos enteramos tendremos que cambiar nuestras actitudes, afrontar nuevos problemas. Es más
seguro responder en el nivel 1°; pero así se impiden las relaciones personales.
♦ El lenguaje es ambiguo
Si yo digo: «Yo siento que tú tienes razón», estoy expresando un acto de mi entendimiento, no un
sentimiento, aunque use el verbo «sentir». Lo conoceré porque el verbo «sentir» lo puedo
cambiar por el verbo «opinar», «creer». V. gr.: «Yo siento que tú tienes razón» es lo mismo que
«Yo creo, yo opino que tú tienes razón». No he expresado ningún sentimiento. Si lo puedo cambiar
por el verbo «estar», sí estaré expresando un sentimiento: «Me siento triste», «Estoy triste».
♦ Frente a él
El abrir mis sentimientos al otro, sobre todo, comunicándole cómo me siento frente a él, puede
ser una manera de descubrirle lo que percibo en su yo ciego. Si hago esto habrá más
probabilidades de que él no sienta la necesidad de negar o defenderse y acepte los datos que yo
pueda proporcionarle para que conozca su yo ciego y cambie con más facilidad, si lo ve oportuno.
También al abrir nuestros sentimientos al otro, se facilita que el otro vea en nuestra área ciega, y a
nosotros nos predispone a aceptarlo con más objetividad y menos espíritu defensivo.
♦ Esta comunicación tiene grandes ventajas
El no hacer ninguna interpretación del otro y limitarme a expresar mis sentimientos
tiene la ventaja de que no culpabilizo a nadie. En algunas convivencias les he puesto el caso
siguiente, avisando a los alumnos que al acabar de contarlo les preguntaría la diferencia entre los
dos personajes.
Son dos alumnos que asisten a la misma clase, tienen la misma confianza con el profesor. Al salir
de clase el primer alumno le dice así:
-¡Qué hora de clase más aburrida! ¡Eres el tío más aburrido que hay en el mundo! No veía la hora
de acabar. Creo que hasta los bancos bostezaban. No he parado de mirar al reloj.
El segundo alumno lo hace de este modo:
-¡Qué hora de clase más aburrida! ¡He estado aburrido todo el rato! No veía la hora de acabar.
Creo que hasta los bancos bostezaban. No he parado de mirar

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al reloj.
La diferencia está en que el primero ha hecho un juicio de valor: Eres el... En cambio el segundo ha
expresado sus sentimientos: He estado... Con la expresión del primero el profesor se puede
ofender y, además, el alumno se puede equivocar. El profesor puede ser la persona más divertida
del mundo fuera de clase, o bien, podría ocurrir que ese día la materia era especialmente árida, o,
quizás, el profesor no se encontraba bien. En cambio, el segundo alumno no le echó la culpa a
nadie, no ha mencionado la causa de su estado.

Nivel 3°: Contagio emocional: del YO OCULTO mío al YO OCULTO del otro.
Se da esta comunicación cuando una persona se siente muy tensa frente a otra a la que a su vez
hace sentirse tensa. Sin palabras, los sentimientos de una persona pueden entrar en contacto con
los de otra. No será muy científico; pero se da esa relación, especialmente en las masas.

Nivel 4°: De nuestro YO CIEGO al YO ABIERTO de los demás


Los demás reciben un mensaje sobre nosotros mismos que nosotros desconocemos o no
queremos reconocer. Con frecuencia, cuando alguien dice algo sobre cualquier cosa, dice más
sobre sí mismo que sobre esa cosa. Y esto es también frecuente cuando decimos algo sobre
nosotros mismos.
Un ejemplo sencillo es decir: «No estoy nervioso», gritando o de manera agitada. Podremos estar
convencidos de que no estamos nerviosos; pero para los demás es obvio que sí lo estamos y que lo
estamos comunicando en ese momento.
Con nuestras actitudes, comportamientos y lenguaje no-verbal decimos mucho sobre nosotros
mismos sin que nos demos cuenta.

Es el mecanismo de racionalización, uno de los mecanismos de defensa del inconsciente de los


más comunes y que utilizamos todos los hombres frecuentemente.
Este proceso de racionalización se desarrolla en el inconsciente, bajo la influencia del super-yo, y,
por eso, el propio interesado muchísimas veces no lo ve. La zorra, cuando dice que las uvas están
verdes no está mintiendo formalmente, aunque se esté engañando. ¿Qué ha ocurrido?
Al ser doloroso para el individuo no conseguir lo que se proponía (comerse las uvas) y las razones
reales que causaron su frustración (estaban altas, no lograba alcanzarlas pese a su esfuerzo) se
procuran razones teóricas (están verdes) que justifiquen lo que aconteció (no comer uvas) y
disminuya la carga de angustia.
No sabemos hasta qué punto, pero el mecanismo de la racionalización domina casi toda nuestra
vida consciente. Lo más difícil es llegar a la verdad íntegra de nuestras vivencias y situaciones.

4. La reacción cuando percibimos el yo-ciego de los demás.


Lo más frecuente es devolverle al otro su imagen, tal como la hemos percibido; pero en forma de
juicio y crítica, afirmando muchas veces que «Yo soy muy sincero» y que «Te lo digo por tu bien»,
«Lo que a ti te pasa es que...», «Pero, ¿es que no te das cuenta de que...?» «¡Pero si todo el
mundo lo sabe!», «¿Cómo es posible que tú me digas que...?»
¿Qué ocurre con este modo de proceder? Es verdad que todo esto tiende a revelar al otro su
propio Yo-ciego, que él no ve y nosotros sí creemos verlo. Pero este conocimiento forzado de esa
área de la personalidad suele despertar necesidad de defensa y justificación. Gran parte de
nuestras inútiles discusiones diarias están centradas aquí, en defendernos de las críticas e
interpretaciones de los demás.
Otras veces esta evaluación-interpretación se acepta como válida sin que uno se defienda, sobre
todo cuando la otra persona que percibe nuestro Yo ciego es persona a la que concedemos

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autoridad en la materia; pero no por eso la situación es mejor. Existe entonces el peligro de que se
cree una dependencia respecto del interpretador. Aquí las escuelas de psicoterapia difieren. La no-
interpretación es típica de Rogers. Sin ir más allá, podemos afirmar que:
Hacer ver al otro su Yo-ciego (o cómo responder a este nivel de comunicación sin crear un clima
defensivo) debe ir más en la línea del nivel segundo; es decir, la mejor respuesta es hablarle al otro
desde nuestros sentimientos. Es la manera de que el otro descubra por sí mismo su Yo-ciego. En
nuestra respuesta a la impresión que el otro nos causa hay que distinguir siempre: por un lado el
juicio, directo o indirecto, es decir, la interpretación; todo esto provoca defensa.
Por el otro lado, la manifestación de cómo nos sentimos afectados por sus palabras o conducta
suele ser más eficaz. Si son varias o muchas las personas que se sienten
afectadas de la misma manera, hay más garantía de que los datos sean válidos. Así lo expresó
Jesucristo en Mt 18,16-18.

5. El ejercicio en común
Hecho todo este trabajo, ahora se trata de comparar «cómo me veo», con «cómo me ven», los
puntos que te diste a ti mismo en la parte de la izquierda de la hoja tamaño folio (cómo me veo)
con la media de los puntos que te han dado los compañeros y que
figurarán en la misma hoja a la derecha (cómo me ven).
Creo que conviene evitar discusiones sobre si uno es de un modo u otro. Es más práctico pedir que
se centre la atención en el nivel segundo y cuarto de comunicación. Por eso dicto las frases
siguientes para que después cada uno las exponga completadas delante de todos:

6. Evaluación
1.¿Cómo te has sentido?
2.¿Para qué te ha servido?
3.¿Cómo has visto la participación de los demás?
Esta breve evaluación conviene repetirla cuando la situación lo pida.

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