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LOS MONUMENTOS MEGALÍTICOS

DE ANTEQUERA (MÁLAGA):
UNA APROXIMACIÓN BIOGRÁFICA
Volumen I

Tesis Doctoral presentada por


Coronada Mora Molina

Directores
Dr. Leonardo García Sanjuán
Dr. Francisco Carrión Méndez

Universidad de Sevilla
Programa de doctorado en historia
Universidad de Sevilla
Departamento de Prehistoria y Arqueología

Escuela Internacional De Doctorado


Programa de doctorado en historia
Línea de Investigación: Prehistoria

LOS MONUMENTOS MEGALÍTICOS


DE ANTEQUERA (MÁLAGA):
UNA APROXIMACIÓN BIOGRÁFICA

Volumen I

Tesis Doctoral presentada por


Coronada Mora Molina

Directores
Dr. Leonardo García Sanjuán
Dr. Francisco Carrión Méndez

Sevilla, 2019
ÍNDICE

Volumen I

Agradecimientos 11
Resumen 15
Abstract 17

PRIMERA PARTE:
El enfoque biográfico aplicado a la investigación de los monumentos megalíticos

Capítulo 1: Introducción y objetivos 21

Chapter 1: Introduction and objectives 35

Capítulo 2: El enfoque biográfico en la investigación de los monumentos


49
megalíticos: una discusión crítica
2.1. Inicios del enfoque biográfico 51
2.1.1. El origen del enfoque biográfico: las historias de vida 51
2.1.1.1. Objetivos de las historias de vida 54
2.1.1.2. Base epistemológica y metodología de investigación de las historias de vida 55
2.1.1.3. Tipos de historias de vida y su utilización en otras disciplinas de las ciencias humanas y sociales 57
2.1.2. Osteobiografía y curso de vida 59
2.1.3. La vida del uso: biografías de artefactos y construcciones 62
2.1.3.1. Biografías de artefactos. Primeros trabajos realizados en antropología 62
2.1.3.2. Primeras biografías de construcciones y artefactos arqueológicos. Ejemplos de la Prehistoria
65
europea
2.1.4. Tiempo y memoria 71
2.1.4.1. Concepto de tiempo 71
2.1.4.2. Memoria: transmisión cultural y formación de memorias colectivas 73
2.2. El enfoque biográfico aplicado a la investigación de los monumentos megalíticos de
82
la prehistoria de Europa occidental
2.2.1. Los monumentos megalíticos como arquitecturas para recordar 82
2.2.2. Aproximación a la historia del enfoque biográfico en la investigación de los monumentos
90
megalíticos de la prehistoria de Europa occidental
2.2.2.1. Precedentes del enfoque biográfico: las reutilizaciones 90
2.2.2.2. Inicios del enfoque biográfico: análisis diacrónicos 91
2.2.2.3. Desarrollo del enfoque biográfico: perspectivas relativistas 93
2.2.2.4. Multiplicación de los parámetros de estudio: perspectivas racionalistas 101
2.2.2.5. Los significados de las reapropiaciones: tradición oral, fuentes documentales y arqueología 105
2.3. El enfoque biográfico en la investigación de los monumentos megalíticos de la
108
Península Ibérica

I
2.3.1. Primeras propuestas teórico-metodológica: análisis diacrónico, histórico y cultural del
108
paisaje
2.3.2. Función y significado: fuentes escritas y la tradición oral 113
2.3.3. La permanencia del fenómeno megalítico: propuestas teóricas y metodológicas 117
2.3.4. Las arquitecturas 124
2.3.5. La percepción 133
2.3.6. El arte 134
2.3.7. Valoración regional y estado de la cuestión 139

Capítulo 3: El enfoque biográfico: una propuesta metodológica 143


3.1. Base epistemológica e hipótesis de trabajo 145
3.2. Propuesta metodológica 149

SEGUNDA PARTE:
Análisis de los monumentos, su entorno y el territorio a través de las fuentes
documentales y las actuaciones arqueológicas, de restauración y de puesta en valor

Capítulo 4: La investigación y las actuaciones en los monumentos megalíticos y


159
su entorno: breve síntesis
4.1. Las primeras referencias sobre Menga y Viera: 1530-1842 163
4.2. Las primeras actuaciones en Menga, Viera y El Romeral: 1842-1984 166
4.2.1. Las primeras actuaciones en Menga (1842-1900) 166
4.2.1.1. La excavación realizada en Menga por Rafael Mitjana y Ardison y la publicación de su Memoria 166
4.2.1.2. Estudios posteriores a 1847 sobre Menga y Viera 167
4.2.1.3. Primeras actuaciones para la conservación de Menga: El proyecto de conservación del dolmen
168
de Menga de 1898-1899
4.2.2. Las primeras actuaciones en Viera y El Romeral (décadas de 1900 a 1930) 169
4.2.2.1. Excavación en Viera (1903) y en El Romeral (1904) 169
4.2.2.2. Estudios sobre Menga, Viera y El Romeral en las décadas 1900 a 1930 169
4.2.2.3. La protección de Menga, Viera y El Romeral durante el periodo 1923-1931 172
4.2.3. Las primeras intervenciones de restauración y acondicionamiento (1940-1984) 172
4.2.3.1. Antecedentes: el estado de abandono de los dólmenes en los años 1930 172
4.2.3.2. Actuaciones en las décadas de 1940 y 1960 173
4.2.3.3. Estudios de las décadas de 1940 a 1960 175
4.2.3.4. Protección y gestión: la incorporación de Menga y Viera al Patronato Nacional de Museos en
176
1973
4.2.3.5. Proyecto de Actuación en Menga en 1976 (no ejecutado) 176
4.2.3.6. Proyecto de Parque de Recreo y Esparcimiento en el entorno de Menga y Viera en 1983-1984 177
4.2.3.7. Intervenciones arqueológicas y estudios de la década de 1970 hasta 1984 177
4.3. El nuevo modelo de gestión de los dólmenes de Antequera: 1984-2019 178
4.3.1. La creación de la Unidad Administrativa de los Dólmenes de Antequera y el PGI de la
178
Universidad de Málaga (1984-2004)
4.3.1.1. Protección y gestión 178
4.3.1.2. Acondicionamiento del entorno y dotación de infraestructuras 180
4.3.1.3. Actuaciones arqueológicas en los monumentos megalíticos 181

II
4.3.1.4. Principales estudios publicados 183
4.3.2. Los inicios del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (2004-2011) 184
4.3.2.1. Protección y gestión 184
4.3.2.2. Actuaciones de acondicionamiento del entorno y dotación de infraestructuras 185
4.3.2.3. Actuaciones arqueológicas en los monumentos megalíticos 187
4.3.2.4. Principales estudios publicados 190
4.3.3. Los proyectos de investigación de la Universidad de Sevilla (2012-2019) 190
4.3.3.1. Protección y gestión 190
4.3.3.2. Actuaciones de acondicionamiento del entorno y dotación de infraestructuras 193
4.3.3.3. Actuaciones arqueológicas en los monumentos megalíticos 193
4.3.3.4. Principales estudios publicados 196
4.4. Valoración 197

Capítulo 5: El dolmen de Menga en las fuentes documentales de 1530 a 1900 199


5.1. Primeras referencias sobre Menga y Viera (1530-1842) 201
5.2. La excavación en Menga de Mitjana y Ardison 210
5.3. Principales estudios posteriores a la excavación de Mitjana y Ardison (1847-1900) 215
5.4. Valoración: Menga en los siglos XVI a XIX según la documentación de la época 241

Capítulo 6: Menga, Viera y El Romeral en las décadas de1900 a 1930: primeras


259
investigaciones
6.1. Las primeras excavaciones en Viera y El Romeral 261
6.2. Primeros estudios monográficos: Manuel Gómez-Moreno Martínez, Ricardo
265
Velázquez Bosco y Cayetano De Mergelina
6.3. Visiones internacionales 271
6.4. Valoración: Menga, Viera y El Romeral en las décadas de 1900 a 1930 según la
281
documentación de la época
6.4.1. Menga 281
6.4.2. Viera 284
6.4.3. El Romeral 288

Capítulo 7: Primeros proyectos de conservación y acondicionamiento: 1940-


341
1984
7.1. Las restauraciones de 1940 en El Romeral y 1941 en Menga y Viera 343
7.1.1. La restauración de 1940 en El Romeral 343
7.1.2. Las restauraciones de 1941 en Menga y Viera 345
7.1.2.1. La restauración de Menga 345
7.1.2.2. La restauración de Viera 346
7.2. El proyecto de actuación de 1944 347
7.3. Las obras de urbanización en Menga y Viera en 1967 347
7.4. Proyecto de actuación en Menga en 1976 349
7.5. Proyecto de parque de recreo y esparcimiento en el entorno de Menga y Viera en
351
1983-1984
7.6. Publicaciones de las décadas de 1940-1960 358

III
7.7. Valoración de las actuaciones realizadas entre 1940 y 1983-1984 359

Capítulo 8: El PGI “Reconstrucción arquitectónica y paleoambiental en la


381
necrópolis megalítica de Antequera” (1986-1995)
8.1. Contexto y objetivos 383
8.2. La investigación de las arquitecturas 384
8.2.1. Antecedentes: el estudio geológico de 1986 384
8.2.2. Metodología y proceso de trabajo 388
8.2.3. Campaña de 1986 388
8.2.3.1. Excavación en el interior de Menga, Viera y El Romeral 390
8.2.3.2. Excavación en los túmulos de Menga y Viera 390
8.2.3.3. Prospección en el entorno de Menga y Viera: eje este-oeste 395
8.2.3.4. Medidas de actuación preventiva propuestas 395
8.2.4. Campaña de 1988 397
8.2.4.1. Excavación en Menga y Viera 398
8.2.4.2. Prospección en el entorno de Menga y Viera: eje norte-sur 404
8.2.5. Campaña de 1991 404
8.2.5.1. Excavación en Menga 406
8.2.5.2. Materiales arqueológicos 408
8.2.5.3. El tapado de los cortes de la campaña de 1991 409
8.2.6. La intervención de 1995 en Viera 410
8.2.7. Conclusiones arquitectónicas: propuesta de construcción de Menga y Viera 412
8.3. Estudio palinológico de los túmulos de Menga y Viera 417
8.4. Valoración 420

Capítulo 9: Proyectos de conservación y restauración de 1997 a 2002 425


9.1. El proyecto de consolidación del dolmen de Menga de E. Venegas Medina y E.
427
De Haro Ruiz
9.2. Actuación de emergencia en Menga y Viera en 1997 433
9.3. Estudio petrográfico de 1998 439
9.4. Restauración de ortostatos, pilares y cobijas y del túmulo de Menga en 2001-
442
2002
9.5. Restauración de El Romeral en 2002 471
9.6. Valoración 477

Capítulo 10: Proyecto de consolidación y excavación arqueológica de 2003-2004


483
en Viera
10.1. Contexto de la excavación: el proyecto de consolidación 485
10.2. Objetivos, metodología y proceso de excavación 500
10.3. Modificaciones en la estratigrafía y la morfología de Viera: la excavación de
501
cortes y zanjas y los nuevos rellenos de tierra
10.3.1. Los trabajos en el túmulo 501
10.3.1.1. Excavación de un corte para la reparación de las cobijas 3, 4 y 5 y la recolocación de los
501
ortostatos 23 a 26 del lateral norte y el relleno posterior
10.3.1.2. Retirada de rellenos de tierra aportados y árboles plantados en intervenciones anteriores 505

IV
10.3.1.3. Apertura de las zanjas de drenaje 505
10.3.1.4. Zanjas de cimentación y muros que prolongan el corredor de acceso 506
10.3.1.5. Zanjas de cimentación y muros que circundan los laterales norte y sur del túmulo 509
10.3.1.6. Cubrición tumular 510
10.3.2. Los trabajos en la estructura ortostática 510
10.3.3. Los trabajos en el entorno 517
10.4. Los resultados arqueológicos 519
10.5. Valoración 530
10.5.1. El sistema constructivo del túmulo 531
10.5.2. Agrandamiento del túmulo 533
10.5.3. Apertura de zanjas de drenaje en la estructura original del túmulo 533
10.5.4. Galería que discurre por el trasdosado de la losa de cabecera y ortostatos del lateral
533
norte
10.5.5. Las cobijas 3 a 5 534
10.5.6. El pavimento 535
10.5.7. El atrio 535

Capítulo 11: La excavación arqueológica de 2005 en Menga 537


11.1. Contexto de la intervención y objetivos 539
11.2. Metodología y proceso de excavación 542
11.3. Resultados arqueológicos 542
11.3.1. Sectores y cortes excavados 542
11.3.1.1. Interior Menga 542
11.3.1.2. Atrio 551
11.3.1.3. Corte 1 552
11.3.1.4. Corte 2 554
11.3.1.5. Testigo Cortes 2-3 555
11.3.1.6. Corte 7 556
11.3.1.7. Testigo del Atrio 558
11.3.1.8. Corte 3-6 558
11.3.1.9. Entorno de Menga y Viera 566
11.3.1.10. Túmulo de Menga 568
11.3.2. Estructuras documentadas 568
11.3.2.1. Estructura 1 570
11.3.2.2. Estructura 2 572
11.3.2.3. Estructura 3 573
11.3.2.4. Estructura 4 574
11.3.2.5. Estructura 5 574
11.3.2.6. Estructura 6 576
11.3.2.7. Estructura 7 576
11.3.2.8. Estructura 8 577
11.3.2.9. Estructura 9 579
11.3.2.10. Estructura 10 579
11.3.2.11. Estructuras 11 y 12 581
11.3.2.12. Estructuras 13 y 14 581
11.3.2.13. Estructura 15 583
11.3.2.14. Estructuras 16 y 17 584
11.3.2.15. Estructura 18 584

V
11.3.2.16. Estructuras 19 y 20 585
11.3.3. Material descontextualizado 586
11.4. Valoración 587

Capítulo 12: Prospecciones geofísicas en Menga, Viera y El Romeral en 2004 y


609
2005
12.1. Prospección magnética de 2004 en Menga 611
12.1.1. Objetivos y metodología 611
12.1.2. Prospección magnética en Menga 612
12.2. Prospección georrádar en Menga, Viera y El Romeral y tomografía eléctrica en
615
Menga de 2005
12.2.1. Objetivos y metodología 615
12.2.2. Prospección georrádar y tomografía en Menga 617
12.2.3. Prospección georrádar en Viera 621
12.2.4. Prospección georrádar entre los túmulos de Menga y Viera 623
12.2.5. Prospección georrádar en El Romeral 625
12.3. Valoración 628

Volumen II

Capítulo 13: Investigación geoarqueológica y excavación de 2005-2006 631


13.1. La investigación geoarqueológica de 2005 633
13.1.1. Menga: estudios litológico, geotécnico y geométrico y estado de conservación 635
13.1.2. Viera 641
13.1.3. El Romeral 643
13.1.4. Ubicación de las canteras de materia prima, transporte y manufactura de los bloques
645
de Menga y Viera
13.2. La intervención arqueológica en Menga de 2005-2006 649
13.2.1. Contexto de la intervención, objetivos y metodología 649
13.2.2. Proceso de excavación 650
13.2.2.1. Corte 1 650
13.2.2.2. Corte 2 653
13.2.2.3. Corte 3 653
13.2.2.4. Sector A del túmulo 653
13.2.2.5. Pozo 653
13.2.3. Estratigrafía y estructuras localizadas 654
13.2.3.1. Corte 1 654
13.2.3.2. Corte 2 673
13.2.3.3. Corte 3 680
13.2.3.4. Sector A del túmulo 692
13.2.3.5. Pozo 695
13.3. Estudio de materiales (2019-2020) 700
13.3.1. Corte 1 702
13.3.2. Corte 2 714
13.3.3. Corte 3 715

VI
13.3.4. Sector A del túmulo 719
13.3.5. Pozo 721
13.3.5.1. Cultura material 721
13.3.5.2. Restos óseos faunísticos 724
13.3.6. Material de superficie de otros contextos 729
13.4. Valoración 733
13.4.1. La geoarqueología de Menga, Viera y El Romeral 733
13.4.2. La excavación arqueológica de 2005-2006 y el estudio de materiales de 2019-2020 736
13.4.2.1. Estratigrafía del túmulo de Menga 736
13.4.2.2. Estructuras documentadas 739
13.4.2.3. Materiales arqueológicos 746

Capítulo 14: La investigación de los tratamientos y motivos gráficos del interior


751
de los monumentos
14.1. Antecedentes: los descubrimientos del siglo XX 753
14.2. La investigación sistemática de los tratamientos y motivos gráficos: 2005-2019 757
14.2.1. Menga 758
14.2.2. Viera 766
14.2.3. El Romeral 777
14.3. Valoración 779

Capítulo 15: Intervenciones arqueológicas en el emplazamiento y en el entorno


781
de Menga y Viera (1988-2014)
15.1. Excavación de restos romanos en 1988 783
15.1.1. Contexto, objetivos y desarrollo de la intervención 783
15.1.2. Resultados arqueológicos 786
15.1.3. Estudio de materiales 787
15.2. La “Actividad Arqueológica Preventiva efectuada durante la tercera fase del
793
vallado en el Conjunto Dolménico de Antequera (Málaga)” de 2004
15.2.1. Contexto, objetivos y desarrollo de la intervención 793
15.2.2. Resultados arqueológicos 796
15.3. La “Actividad Arqueológica Preventiva de control de movimiento de tierras del
proyecto de ajardinamiento en el Conjunto Dolménico de Antequera (Málaga)” de 801
2007
15.3.1. Contexto, objetivos y desarrollo de la intervención 801
15.3.2. Resultados arqueológicos 802
15.3.2.1. Rebaje destinado la construcción de nuevos caminos 802
15.3.2.2. Apertura de hoyos en las zonas 1-6 805
15.4. Actuaciones en el Llano de Rojas y el Cerro de Marimacho 808
15.4.1. Antecedentes: el Llano de Rojas y el Cerro de Marimacho en las fotografías aéreas de
808
las décadas de 1950 a 1980
15.4.2. Las actuaciones en el Llano de Rojas: el Proyecto de 2009 y la Actividad Arqueológica
810
de 2011
15.4.2.1. Antecedentes 810
15.4.2.2. El Proyecto Básico de Ordenación de 2009 815

VII
15.4.2.3. Metodología y resultados de la Actividad Arqueológica de 2011 817
15.4.3. Intervenciones en el Cerro de Marimacho 818
15.4.3.1. Las prospecciones de las décadas de 1970 y 1980 818
15.4.3.2. Hallazgos de tumbas romanas en 1996 822
15.4.3.3. La excavación de 1997 822
15.4.3.4. Prospección magnética en Cerro Marimacho 824
15.4.3.5. La Intervención Arqueológica Preventiva de 2014 825
15.5. Valoración 830

Capítulo 16: La Prehistoria Reciente en la Depresión de Antequera 835


16.1. Investigaciones en las comarcas de Antequera y Nororiental de Málaga en las
839
décadas de 1970 y 1990
16.2. Investigaciones en la comarca de Guadalteba en las décadas de 1970 y 1990 859
16.3. Investigaciones en las décadas de 2000 y 2010 873
16.4. Valoración 890

TERCERA PARTE:
Síntesis y conclusiones: hacia una biografía de la monumentalidad en Antequera

Capítulo 17: Menga, Viera y El Romeral: una propuesta biográfica 895


17.1. Etapa 0: las primeras ocupaciones neolíticas en la Depresión de Antequera 897
17.2. Etapa 1: ocupación previa a la construcción del dolmen de Menga (primera
899
mitad del IV milenio ANE)
17.3. Etapa 2: construcción y primeros usos de Menga (mediados del IV milenio ANE
908
– finales del III milenio ANE)
17.3.1. Construcción 908
17.3.1.1. Primera fase: construcción de la primera estructura 908
17.3.1.2. Segunda fase: construcción de la antecámara, agrandamiento tumular y construcción del
937
deambulatorio
17.3.1.3. Tercera fase: construcción del atrio y ampliación del túmulo y del deambulatorio 949
17.3.2. Cronología 956
17.3.3. Primeros usos 965
17.4. Etapa 3: construcción y primeros usos de Viera (segunda mitad del IV milenio
969
ANE - finales del III milenio ANE)
17.4.1. Construcción 969
17.4.1.1. Primera fase: construcción de la cámara y de un pequeño corredor o antecámara 988
17.4.1.2. Segunda fase: primera ampliación del corredor 991
17.4.1.3. Tercera fase: segunda ampliación del corredor 994
17.4.1.4. Cuarta fase: construcción del atrio 997
17.4.2. Cronología 1000
17.4.3. Primeros usos 1001
17.5. Etapa 4: construcción y primeros usos del tholos de El Romeral (III milenio ANE) 1004
17.5.1. Construcción 1004
17.5.2. Primeros usos 1026

VIII
17.6. Etapa 5: los monumentos en la Edad del Bronce 1030
17.7. Etapa 6: los monumentos en la Edad del Hierro 1034
17.8. Etapa 7: los monumentos en la Edad Antigua 1037
17.9. Etapa 8: los monumentos en la Edad Media 1054
17.10. Etapa 9: los monumentos en los siglos XVI y XVII 1062
17.11. Etapa 10: los monumentos en los siglos XVIII y XIX 1080
17.12. Etapa 11: los monumentos en los siglos XX y XXI 1086

Capítulo 18: Conclusiones 1117


18.1. Valoración de la metodología aplicada 1121
18.2. Pasado, presente y futuro de las actuaciones en los megalitos antequeranos 1125
18.3. Valorando la biografía 1130
18.4. Continuidad, persistencia y cambio 1137
18.5. Menga, Viera y El Romeral en el contexto peninsular y europeo 1141

Chapter 18: Conclusions 1145


18.1. Evaluation of the methodology applied 1148
18.2. Past, present and future of the activities in the Antequera megaliths 1152
18.3. Evaluating the biography 1158
18.4. Continuity, persistence and change 1165
18.5. Menga, Viera and El Romeral in the Iberian and European context 1168

Bibliografía y fuentes documentales 1171

Listado de figuras y tablas 1235

Volumen III

Anexos
Anexo I (Capítulo 5): Menga en las leyendas de la segunda mitad del siglo XIX 1269
Anexo II (Capítulo 6): Descripciones de Menga, Viera y El Romeral en los estudios de las
1285
décadas de 1900-1930
Anexo III (Capítulo 11): Inventario de los materiales de la intervención arqueológica de 2005
1357
en Menga: estudio de materiales 2016-2018
Anexo IV (Capítulo 13): Inventario de los materiales de la intervención arqueológica de 2005-
1463
2006 en Menga: estudio de materiales 2019-2020
Anexo V (Capítulo 15): Inventario de los materiales de la intervención arqueológica de 1988
1569
en el emplazamiento de Menga y Viera

IX
Agradecimientos

En primer lugar, debo expresar mi agradecimiento a mis directores de tesis, Leonardo García
Sanjuán y Francisco Carrión Méndez. A Leo quiero agradecerle la posibilidad hacer una tesis en
el marco de un Proyecto I+D sobre los monumentos megalíticos de Antequera, con un contrato
laboral de personal investigador en formación, y en el Departamento de Prehistoria y
Arqueología de la Universidad de Sevilla. Sin duda, un contexto muy favorable, incluso
privilegiado, para el desarrollo de un trabajo de investigación. Y le agradezco aún más la
confianza depositada en mí, sus revisiones de los borradores del texto, su ayuda con la
traducción al inglés, sus consejos y sus palabras de ánimo.

A Paco le estoy muy agradecida por darme la posibilidad de trabajar con la documentación de la
excavación que el mismo dirigió en 2005-2006 en Menga. Sus proyectos y memorias de
excavación, fotografías y planos han sido fundamentales en esta tesis, puesto que partes
importantes de ella se sustentan en las estratigrafías y en los materiales hallados en esta
intervención arqueológica.

El Proyecto de I+D MEGA (HAR2013-45149-P) al que ha estado adscrito mi contrato, aunque


también ha comportado un esfuerzo y un trabajo adicional, me ha permitido contar con más
medios de los que habitualmente cuenta una tesis doctoral. Mi tesis incluye los resultados de
varios estudios de materiales, algunos ya publicados y otros aún inéditos, que son el resultado
del trabajo de muchos investigadores a los que quiero expresar mi agradecimiento: Gonzalo
Aranda Jiménez, Constantin Athanassas, Manuel Casado Ariza, José María de Francisco Olmos,
Marta Díaz-Guardamino Uribe, Juan Francisco Gibaja Bao, Mark Hunt Ortiz, José Antonio
Linares Catela, Pina López Torres, Águeda Lozano Medina, José Antonio Lozano Rodríguez,
Francisco Martínez-Sevilla, Alba Masclans Latorre, Alicia Medialdea Utande, Raquel Montero
Artús, Ignacio Montero Ruiz, José Moreno García, Mercedes Murillo Barroso, Luis Alfonso Pérez
Valera, José Antonio Riquelme Cantal, Sonia Robles Carrasco, María Oliva Rodríguez Ariza,
Ángel Rodríguez Larrarte, Miguel Ángel Rogerio Candelera, Salvador Rovira Llorens, Olga
Sánchez Liranzo, Lucy Shaw Evangelista y Jacobo Vázquez Paz.

Por otro lado, debo agradecer la ayuda del personal del Conjunto Arqueológico Dólmenes de
Antequera (CADA), especialmente a su director, Bartolomé Ruiz González, y a Victoria Pérez
Nebreda. Ellos me facilitaron toda la documentación disponible en el CADA sobre los
monumentos megalíticos de Antequera. Esta documentación se encontraba muy bien
organizada, por lo que ha supuesto un punto de partida fundamental para el desarrollo de mi
tesis. Así mismo, debo agradecer la labor de todos los investigadores que han trabajado en este
conjunto megalítico, por sus contribuciones al conocimiento de estos monumentos. Quiero
destacar a Luis-Efrén Fernández Rodríguez, Verónica Navarrete Pendón, David García
González, y especialmente a José Antonio Lozano Rodríguez por sus comentarios y opiniones.

11
También quiero expresar mi agradecimiento a los miembros del Departamento de Prehistoria y
Arqueología de la Universidad de Sevilla, comenzando por el Director, José Luis Escacena
Carrasco, y continuando con el resto del personal docente e investigador y de administración que
lo compone, por su acogimiento y ayuda en todo momento.

Tampoco quiero olvidar a mis compañeros del Grupo de Investigación ATLAS (HUM-694) por su
sentido de grupo, los trabajos que hemos compartido y el ánimo trasmitido. Especialmente debo
mencionar a Olga Sánchez Liranzo y a mis compañeras de Doctorado: Sonia Robles Carrasco,
Marta Cintas Peña y Miriam Luciañez Triviño. También a Manuel Eleazar Costa Caramé, a quien
debo agradecer el diseño de la mayoría de los mapas de la región de Antequera que presento en
esta tesis.

La experiencia docente ha sido una de las labores más complicadas a las que me he enfrentado
en estos cuatro años de tesis, pero agradezco a Leo y al Área de Prehistoria de la Universidad
de Sevilla esta oportunidad, que sin lugar a dudas ha supuesto para mí un aprendizaje diario.
Agradezco igualmente a Mark Hunt Ortiz, con quien he compartido asignatura en más de una
ocasión, la buena disposición y ayuda para llevar adelante esta tarea. También mi
agradecimiento es para los alumnos a los que he dado clases, por la actitud de respeto que
encontrado siempre, facilitándome con ello mi trabajo. Quiero agradecer especialmente a Ignacio
su interés por la asignatura, y tanto a él como a Paula el trabajo que realizaron como alumnos
internos del Departamento, en el marco de los estudios de materiales que teníamos en curso.

A Luc Laporte y a Martin Bartelheim les agradezco haberme acogido en las universidades de
Rennes 1 y Tübingen respectivamente, para la realización de las estancias predoctorales. Les
agradezco sus consejos y enseñanzas, que para mí han sido muy valiosos. También quiero
agradecer a Hélène Pioffet, Florian Cousseau, Philippe Gouézin, Meritxell Monrós, Pau Olmos y
David Cuenca, la amabilidad con la que nos acogieron en Bretaña y a Marta Díaz-Zorita y Javier
Escudero sus consejos para la estancia en Tübingen.

Así mismo, debo agradecer a Primitiva Bueno Ramírez, Rodrigo de Balbín Behrmann y Rosa
Barroso Bermejo mi participación como parte del equipo de trabajo del Proyecto de I+D
Reconstruyendo Memorias Megalíticas (HAR2015-68595-P). He aprendido mucho de las visitas
con ellos a monumentos megalíticos del oeste de Francia y de Huelva, especialmente del trabajo
desarrollado en el dolmen de Soto. De igual forma, agradezco a Juan Carlos Vera Rodríguez,
con el que también hemos compartido visitas “megalíticas”, el apoyo y el ánimo transmitido
durante la realización de la tesis.

Por otro lado, estoy muy agradecida a Primitiva Bueno Ramírez, Ramón Fábregas Valcarce,
José Enrique Márquez Romero, António Faustino Carvalho y Marta Díaz-Guardamino Uribe por
haber aceptado la invitación para formar parte del tribunal evaluador de la tesis. Igualmente,
agradezco a Jean Guilaine y Katina Lillios haber realizado los informes previos para poder optar
a la mención de “Doctorado Internacional”. A todos ellos les agradezco enormemente su labor.

12
Por último, quiero dar las gracias a mi familia, que ha sido un estímulo y una ayuda
imprescindible durante toda mi vida, especialmente mis padres, Gregorio y Rocío. Desde niña
me llevaban a visitar los dólmenes del entorno de nuestro pueblo (Los Gabrieles, El Pozuelo,
Soto y Mesa de Las Huecas), teniendo con ellos el primer contacto con las grandes piedras.
Cuando terminé el instituto me animaron a estudiar la Licenciatura de Historia y después el
Máster en Arqueología, teniendo la suerte de encontrar en ellos un apoyo constante. Durante la
etapa predoctoral han sido uno de mis pilares fundamentales en los momentos de desánimo,
como también lo ha sido mi hermana, Rocío. Con ella he compartido además los sabores y sin
sabores de la experiencia de hacer una tesis y la estancia en Alemania. Igualmente, agradezco
las palabras de ánimo de mi segunda familia, la de Punta Umbría, y las de mis amigos de Sevilla
y Valverde.

Dejo para el final a José Antonio Linares Catela, mi pareja. Con él he aprendido el trabajo de
excavación y gracias a él he podido participar en las excavaciones de algunos de los megalitos
más destacados de la Península Ibérica, como son el dolmen de Soto 1 y los dólmenes de El
Pozuelo 1-4. Con él he compartido temática y tiempo de tesis, muchas visitas a monumentos
megalíticos peninsulares y extra-peninsulares, y dos estancias predoctorales. En él he
encontrado opinión, consejo y ayuda para la realización de la tesis siempre que lo he necesitado.
Su cariño, apoyo y positividad han sido para mí imprescindibles en estos años. Por todo ello es a
él a quien dedico este trabajo.

Hoyo de la Viña
Valverde del Camino (Huelva)
10 de julio de 2019

13
Resumen

El objetivo principal de esta Tesis Doctoral es la investigación de los monumentos megalíticos


antequeranos desde el enfoque biográfico, aunando en ella dos elementos de análisis: las
transformaciones materiales de los monumentos, visibles en el registro arqueológico, y las
modificaciones de las prácticas culturales y sociales que se crearon en torno a ellos,
considerando que las primeras son las evidencias materiales de las segundas. Así mismo,
nuestro trabajo ha contemplado la investigación de los monumentos en el tiempo y en el espacio,
abordando el análisis diacrónico de los monumentos desde el Neolítico hasta la actualidad,
contextualizando este desarrollo en el territorio de la Depresión de Antequera.

Los dólmenes de Menga y Viera y el tholos de El Romeral conforman un conjunto cohesionado,


cuyas biografías se encuentran entrelazadas y pueden ser analizadas de manera conjunta.
Nuestra propuesta biográfica se divide en 12 etapas, comenzando con la Etapa 0, previa a las
construcciones monumentales, y terminando con la Etapa 11, correspondiente a los siglos XX y
XXI.

Dentro del Neolítico hemos identificado una etapa previa a la erección de cualquier tipo de
arquitectura monumental (Etapa 0), caracterizada por la existencia de una ocupación neolítica
inicial, concentrada en las elevaciones que rodean la vega antequerana. Tras ella, se identifica
una primera etapa, en la primera mitad del IV milenio ANE, en la que probablemente se llevó a
cabo la construcción de una primera estructura monumental compuesta por elementos verticales
(menhires) en el emplazamiento que actualmente ocupa Menga. A continuación, desde
mediados del IV milenio ANE hasta finales del III milenio ANE, se desarrollan las etapas
segunda, tercera y cuarta, en las que en el emplazamiento del primer monumento se erigieron
los dólmenes de Menga y Viera, y a 1,5 km de éstos, el tholos de El Romeral, sucediéndose en
estos momentos los primeros usos de estas arquitecturas como lugares para la celebración de
prácticas sociales y rituales. La quinta etapa, correspondiente al uso de estos monumentos en la
Edad del Bronce, ha sido mejor documentada en el dolmen de Viera; mientras que la sexta
etapa, correspondiente a la Edad del Hierro, aunque escasamente representada, se evidencia en
el emplazamiento de Menga y Viera, sobre todo en la ladera norte del cerro en el que se erigen.

En la Edad Antigua (Etapa 7) se documentan dos episodio de uso del emplazamiento de Menga
y Viera, uno entre los siglos II y IV DNE y otro entre los siglos V-VII DNE. Durante el primer
episodio (siglos II-IV DNE), los túmulos de Menga y Viera y el entorno de éstos tendrían una
función funeraria, manteniendo probablemente un carácter sagrado. Posiblemente los tres
monumentos megalíticos permanecieron accesibles y en buen estado de conservación hasta los
siglos V-VII DNE, cuando la concepción que se tendría de estos sitios cambiaría. En estos
momentos se ocasionarían graves daños a las arquitecturas, especialmente al dolmen de Viera y
al tholos de El Romeral, debido a las actuaciones realizadas en ellos para la extracción de
bloques pétreos. Posteriormente, y quizás como consecuencia de estas actuaciones, pudo

15
producirse el cegamiento del acceso al interior de estos monumentos, permaneciendo accesible
tan solo Menga.

En el periodo medieval (Etapa 8), el dolmen de Menga debió tener una especial significación
durante la Alta Edad Media, como sugieren los dos enterramientos identificados en el atrio y los
restos óseos documentados en la ladera norte del cerro en el que se erige Menga. En estos
momentos, la entrada al interior de Menga estaría abierta, siendo el único de los tres
monumentos cuyo espacio interno sería transitable. Durante la Plena y la Baja Edad Media, la
frecuentación del dolmen de Menga está atestiguada por los fragmentos cerámicos
documentados en las intervenciones arqueológicas de 2005 y 2005-2006.

De los siglos XVI y XVII (Etapa 9) datan las primeras referencias escritas a Menga y Viera. En
ellas, estos monumentos son mencionados como “cuevas” situadas a las afueras de la ciudad de
Antequera, pudiendo deducirse de estos primeros relatos, que el interior de Menga continuaba
siendo accesible, siendo más ambiguas las referencias a Viera.

El principal acontecimiento de la décima etapa, en la que se incluyen los siglos XVIII y XIX, fue la
excavación realizada en el dolmen de Menga por el arquitecto Rafael Mitjana y Ardison entre
1842 y 1847. A raíz de esta excavación, y de la breve publicación derivada de ella: Memoria
sobre el Templo Druida hallado en las cercanías de la Ciudad de Antequera, el dolmen de
Menga comenzó a tomar fama, siendo visitado por estudiosos nacionales e internacionales, y
mencionado en numerosas obras.

La última etapa de la biografía de los monumentos megalíticos de Antequera (Etapa 11),


correspondiente a los siglos XX y XXI, comienza con las primeras excavaciones realizadas en
Viera (1903) y El Romeral (1904) por los hermanos Viera Fuentes. Tras ellas, desde los inicios
del siglo XX hasta la actualidad, se produjo un incremento paulatino del número de
investigaciones, de actuaciones arqueológicas, de restauración y de puesta en valor de los
monumentos y su entorno. En el primer tercio del siglo XX (1905-1934) se convirtieron en
construcciones destacadas que atraían a investigadores nacionales e internacionales. En los
años centrales del siglo XX (1940-1984) comenzaron las actuaciones de acondicionamiento para
su visita. Y desde 1985, año de la transferencia de la gestión en materia de Patrimonio Histórico
a la Junta de Andalucía, han sido objeto de numerosas investigaciones y actuaciones
arqueológicas para su conocimiento, y de restauración y puesta en valor para su visita turística.
Esta etapa concluye con el último gran hito de la biografía de estos monumentos: la inclusión del
Sitio de los Dólmenes de Antequera en la lista de Patrimonio Mundial el 15 de julio de 2016.

16
Abstract

The main aim of this Doctoral Thesis is to approach the Antequera megalithic site from a
biographical perspective, combining two elements of analysis: the material transformations of the
monuments, visible in the archaeological record; and the modifications of the cultural and social
practices that were created around them, considering that the former are material evidence of the
latter. In addition, this study contemplates the research of these monuments in time and space,
including their diachronic analysis from the Neolithic to the present day, and contextualising this
development in the territory of Antequera Depression.

The dolmens of Menga and Viera and the tholos of El Romeral form a cohesive complex, with
intertwined biographies that can be analysed together. Our biographical approach is divided into
12 stages, beginning with Stage 0, prior to the construction of Menga, the oldest of the three, and
ending with Stage 11, which corresponds to the 20th and 21st centuries AD.

We have identified a Stage prior to the erection of any type of monumental architecture (Stage 0)
within the Neolithic. This stage is characterised by a Neolithic occupation of unspecified character
in the hill where Menga would later be built, an occupation also identified in the elevations
surrounding the Antequera floodplain. After this, a first stage is identified in the first half of the 4th
millennium BC, in which the construction of a first monumental structure composed of vertical
elements (standing stones) was probably carried out on the site where Menga currently stands.
Then, from the middle of the 4th millennium BC to the end of the 3rd millennium BC, the second,
third and fourth stages unfolded, Menga and Viera were erected on the site of the first monument
and later so was the tholos of El Romeral at a location distant 1,5 km from them. At this time,
these monuments were used as prominent places for the celebration of social and ritual
practices. The fifth stage, corresponding to the use of these monuments in the Bronze Age, has
been better documented in the Viera dolmen; while the sixth stage, corresponding to the Iron
Age, although scarcely represented, can be traced in Menga and Viera, especially on the
northern slope of the hill on which they both stand.

In Antiquity (Stage 7), two episodes of use of the Menga and Viera site are documented: one
between the 2nd and 4th centuries AD and the other between the 5th and 7th centuries AD.
During the first episode (2nd-4th centuries AD), the mounds of Menga and Viera and their
surroundings (as, perhaps, their interior) were used for funerary purposes, and they were
probably considered to be of a sacred nature. Possibly, the three megalithic monuments
remained accessible and in a good state of preservation until the 5th-7th centuries AD, when the
perception of the monuments seems to have changed. At this time, the architecture seems to
have undertaken damage (especially in Viera) due to the quarrying of stone blocks.
Subsequently, and perhaps as a consequence of these activities, the access to the interior of
these monuments might have been blocked and only Menga remained accessible.

17
In the Middle Age (Stage 8), the Menga must have held special significance, as suggested by
three burials, two of them identified in the atrium, and one (in the form of commingled bone
remains) documented on the northern slope of the hill. At that time, the entrance to the interior of
Menga would have been open, being the only one of the three monuments whose inner space
would be accessible. During the Late Middle Ages, the use of Menga is attested by the ceramic
fragments documented in the excavations carried out of 2005 and 2005-2006.

The first written references to Menga and Viera date from the 16th and 17th centuries (Stage 9)
when these monuments are referred to as “caves” located on the outskirts of the city of
Antequera These first accounts suggest that the interior of Menga continued to be accessible,
while references to Viera were more ambiguous.

The main event of Stage 10, which includes the 18th and 19th centuries, was the excavation
carried out in Menga by the architect Rafael Mitjana y Ardison between 1842 and 1847. As a
result of the brief publication derived from it, Memoria sobre el Templo Druida hallado en las
cercanías de la Ciudad de Antequera [Report on the Druid Temple discovered in the vicinity of
the town of Antequera], Menga began to gain great international fame, receiving visits from
national and international scholars and being mentioned in a great deal of scholarly work
throughout the second half of the 19th century.

The last stage of the biography of the Antequera megalithic site (Stage 11), corresponding to the
20th and 21st centuries, begins with the first excavations carried out at Viera (1903) and El
Romeral (1904) by the Viera Fuentes brothers. After them, from the beginning of the 20th century
to the present day, there was a gradual increase in the number of investigations and
archaeological, restoration and “urbanisation” work in the megaliths and their immediate
surroundings. In the first third of the 20th century (1905-1934), they became outstanding
constructions that attracted national and international interest. In the central years of the 20th
century (1940-1984), substantial work aimed at making the monuments accessible by the general
public was undertaken. Since 1985, when the Andalusian Government took over the
management of the Historical Heritage of the region, further work was carried out in Menga and
Viera, including excavations, restoration and “urbanisation” work aimed at making the site more
easily accesible for tourism. This stage ends with what perhaps is the last major milestone in the
biography of these monuments in modern times: their inclusion in the UNESCO World Heritage
List on 15 July 2016.

18
PRIMERA PARTE:

El enfoque biográfico
aplicado a la investigación de
los monumentos megalíticos
CAPÍTULO 1:

INTRODUCCIÓN Y OBJETIVOS

21
Esta Tesis Doctoral ha estado inserta dentro de las líneas y objetivos de investigación del
Proyecto de I+D titulado “Naturaleza, Sociedad y Monumentalidad: Investigaciones
Arqueológicas de Alta Resolución del Paisaje Megalítico de Antequera” (MEGA) (HAR2013-
45149-P), dirigido por el Leonardo García Sanjuán y con vigencia entre 2014 y 2017, y ha
contado con la financiación del Ministerio de Economía y Competitividad durante cuatro años
(abril de 2015 a marzo de 2019), a través de las “Ayudas para Contratos Predoctorales para la
Formación de Doctores” correspondiente a la convocatoria de 2014.

La finalidad principal del Proyecto MEGA ha sido construir un marco de conocimiento


arqueológico en relación con los contextos cronológico-temporal y paisajístico de los tres
grandes megalitos antequeranos, siendo sus objetivos específicos datar y caracterizar de forma
precisa: (i) el terremoto constatado en cueva de El Toro; (ii) la construcción de Menga; (iii) el sitio
de Piedras Blancas I; (iv) la zona de actividad existente en el cerro de Menga y Viera antes de la
construcción de los dólmenes; (v) la diacronía de uso de los tres grandes megalitos
antequeranos, tanto en la Prehistoria Reciente, como en periodos históricos ulteriores, para así
reconstruir de la forma más detallada posible sus biografías; y (vi) los asentamientos del IV y III
milenio cal ANE de la vega de Antequera, al objeto de establecer su relación de temporalidad
con los tres grandes megalitos. Entre los trabajos contemplados como parte fundamental del
Proyecto MEGA estaba la realización de esta Tesis Doctoral, cuyo objetivo principal ha sido la
elaboración de una biografía de las tres grandes construcciones megalíticas de Antequera:
Menga, Viera y El Romeral.

Los monumentos megalíticos de Antequera están situados al norte de la actual provincia de


Málaga, en el borde sur de la Depresión de Antequera, una de las depresiones integradas en el
Surco Intrabético o Depresión Penibética, entre las Sierras Subbéticas y la Cordillera Penibética
(Guarnido Olmedo, 1977: 39). Precisamente, una de las singularidades de este conjunto
megalítico reside en la concentración de tres de las mayores construcciones megalíticas
peninsulares en un mismo entorno paisajístico y territorial. Los dólmenes de Menga y Viera
comparten un mismo emplazamiento en el borde sur de la llanura cuaternaria, un pequeño cerro
marcado por el río de La Villa y el arroyo de Las Adelfas. El tholos de El Romeral se distancia de
ellos tan solo 1,5 km en línea recta, erigiéndose en plena llanura cuaternaria (Figuras 1.1 y 1.2).

Aunque estos monumentos han sido incesantemente estudiados desde mediados del siglo XIX
en el caso de Menga (Mitjana y Ardison, 1847; Tenison, 1853; De Rojas y Rojas, 1861; 1874;
1879; Hancock, 1882; Harlé, 1887; entre otros) y desde principios del siglo XX en el caso de
Viera y El Romeral (Gómez-Moreno Martínez, 1905; Velázquez Bosco, 1905; De Mergelina,
1922; Leisner y Leisner, 1943; entre otros), a la altura de finales de la segunda década del siglo
XXI, casi doscientos años después de que Mitjana y Ardison realizara su excavación en Menga,
el conocimiento científico acumulado en torno a los mismos es claramente insuficiente.

23
Figura 1.1. Ubicación de la Depresión de Antequera en la Península Ibérica
(Diseño: Manuel Eleazar Costa Caramé).

Figura 1.2. Depresión de Antequera y formaciones montañosas que la delimitan


(Diseño: Manuel Eleazar Costa Caramé).

24
Igualmente, en los últimos 80 años han sido objeto de numerosas intervenciones de restauración
dirigidas a facilitar la accesibilidad del gran público a los monumentos (Giménez Reyna, 1946;
Haro Ruiz, 1990; Lobato Vida, 1997; 1999; De la Torre Fragoso, 1999; Baceiredo Rodríguez,
2002; Villalón Conejo, 2001; Ayerbe García y Ruiz Recco, 2009; entre otros), necesitando contar
todas ellas con actividades de control o seguimiento arqueológico por la naturaleza de los bienes
intervenidos. En ciertas ocasiones, a partir de 1985, estas actuaciones arqueológicas fueron
realizadas de oficio por la Delegación Territorial de Cultura de Málaga (Lobato Vida, 1997; 1999;
De la Torre Fragoso, 1999; Baceiredo Rodríguez, 2002), y en otras por arqueólogos externos a
ella (Fernández Rodríguez et al., 2003; 2006; Fernández Rodríguez, 2009; Navarrete Pendón,
2005; García González, 2007; entre otros). Todas estas actuaciones arqueológicas han sido
claramente insuficientes para la envergadura de estos monumentos, estando además al servicio
de las intervenciones de restauración y puesta en valor, y facilitando la transformación de los
propios monumentos y de su entorno.

En cambio, han sido minoritarias las dirigidas de forma directa a aumentar el conocimiento
científico de estos sitios, ya fuese en forma de Proyectos Generales de Investigación (PGI) o de
Actividades Arqueológicas Puntuales. Los PGI ejecutados han sido solo dos, uno entre 1986 y
1995 (Ferrer Palma, 1997a; 1997b; Ferrer Palma et al., 2004; Marqués Merelo et al., 2004), con
el objetivo último de recabar datos arqueológicos para una de las actuaciones de puesta en valor
de Menga y Viera (Haro Ruiz, 1990); y otro vigente desde 2012 hasta 2021, centrado en el
estudio de materiales de las excavaciones arqueológicas precedentes (Aranda Jiménez et al.,
2015; García Sanjuán y Mora Molina, 2018; entre otros), en el análisis de los motivos gráficos
(Bueno Ramírez et al., 2013a; 2017; De Balbín Behrmann et al., 2017; entre otros) y del territorio
(García Sanjuán et al., 2015; Rogerio-Candelera et al., 2018a; entre otros).

Entre las Actividades Arqueológicas Puntuales encontramos tres: i) la dirigida por Francisco
Carrión Méndez en Menga en 2005-2006, que incluía la excavación en Menga y el estudio
geoarqueológico de los tres monumentos (Carrión Méndez et al., 2006a; 2006b; 2009; 2010); ii)
la dirigida por Leonardo García Sanjuán en 2006, que incluía una prospección superficial
sistemática en varias zonas de la Depresión de Antequera, y el análisis de las grafías de los
monumentos megalíticos de Antequera y su entorno (García Sanjuán y Wheatley, 2009; García
Sanjuán et al., 2010); y iii) el estudio de ADN de restos óseos de Menga y de varios yacimientos
de Tierras de Antequera, dirigido por Coronada Mora Molina y Leonardo García Sanjuán, en
colaboración con Gonzalo Oteo García y Martin Richards, y cuyos resultados esperamos
presentar en breve.

Así mismo, numerosos estudios, con un carácter más puntual, han favorecido el conocimiento de
estos sitios, destacando el estudio geológico de 1998 (Espinosa Gaitán, 1998), las
prospecciones geofísicas realizadas en Menga, Viera, El Romeral y el Cerro de Marimacho
(Strutt, 2005; Peña Ruano y Teixidó Ulloa, 2009) y el estudio arqueoastronómico de Hoskin
(2009), entre otros. También queremos mencionar especialmente los levantamientos
topográficos realizados en 1999 en Viera (Villalón Conejo, 2001) y en el entorno de Menga y

25
Viera por TDTEC S.L., así como los levantamientos tridimensionales mediante escaneados láser
del interior de Menga (Baceiredo Rodríguez et al., 2014) y del interior de Viera (Benavides López
et al., 2015), y el levantamiento tridimensional por combinación de escaneo láser y fotogrametría
digital del exterior y del interior de El Romeral, realizado por Dryas Octopetala S.L. (2012). La
mayoría de ellos nos han servido de base para el diseño de la planimetría que presentamos en
esta Tesis Doctoral.

Al mismo tiempo, estos tres monumentos megalíticos han gozado de protección administrativa
de rango nacional desde finales del siglo XIX en el caso de Menga, y desde principios del siglo
XX en el caso de Viera y El Romeral. Menga fue declarado Monumento Nacional en 1886,
ratificándose dicha declaración en 1923, año en el que Viera obtuvo por primera vez este
reconocimiento. En cambio, El Romeral fue incluido en el Tesoro Artístico Arqueológico Nacional
en 1926 y declarado Monumento Histórico-Artístico en 1931. En 1985, los tres monumentos
pasaron a ser Bien de Interés Cultura (BIC), adquiriendo en 1986 el rango de Unidad
Administrativa dependiente de la Consejería de Cultura, obteniendo en 2009 la categoría de Bien
de Interés Cultural con la tipología de Zona Arqueológica, y alcanzando en 2010 gestión
diferenciada mediante la creación del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (CADA).
En el ámbito internacional, el 15 de julio de 2016, en la 40ª sesión del Comité del Patrimonio
Mundial, celebrada en Estambul (Turquía), el Sitio de los Dólmenes de Antequera fue declarado
Patrimonio Mundial, incluido en la categoría de Sitio Cultural con número de referencia 1501,
obteniendo de esta forma el máximo reconocimiento internacional.

Sin embargo, a pesar de los numerosos trabajos de restauración y puesta en valor, actuaciones
arqueológicas y estudios científicos realizados en el conjunto megalítico antequerano, y de gozar
del máximo grado de reconocimiento mundial, no existía ninguna Tesis Doctoral que tuviera
como objeto de estudio los monumentos megalíticos de Antequera. Este problema en la
investigación de estos sitios se pretende comenzar a subsanar con esta Tesis, realizada desde
un enfoque biográfico, con el objetivo de abarcar la larga historia de estos monumentos, desde
sus orígenes hasta la actualidad.

Debido a sus características físicas las construcciones megalíticas pueden perdurar mucho
tiempo después de su construcción, permaneciendo en el espacio y/o en las memorias de las
sociedades que los utilizan. Sin embargo, el paso del tiempo también hace que experimenten
cambios, debidos a los agentes naturales y/o acciones antrópicas. Estos conceptos de tiempo,
memoria, continuidad, cambio, persistencia y permanencia son empleados aquí desde la
perspectiva biográfica, generado preguntas sobre qué se transforma y qué se mantiene, cuándo
tienen lugar esos procesos, cómo se materializan las transformaciones y los mantenimientos en
las estructuras megalíticas y por qué se producen o a qué creencias y prácticas sociales se
deben.

A todas estas cuestiones relacionadas con la monumentalidad temprana, especialmente en


piedra, han intentado dar respuesta diversos investigadores, a partir del enfoque biográfico

26
aunque con diferentes posicionamientos teóricos y con diversas estrategias de investigación.
Algunos, desde posiciones relativistas (Bradley, 1993; 1998; 2002; 2003; Ingold, 1993; Tilley,
1994; Holtorf, 1995; 1996; 1997; 1998; 2000-2008; 2002; 2008; Burström, 1996), se han centrado
en las interpretaciones que las distintas sociedades han ido dando a las estructuras megalíticas
con el paso del tiempo y la existencia de memorias colectivas en torno a ellas. Desde posiciones
racionalistas, se han investigado temas como el paisaje en el que se encuentran los megalitos y
cómo éste ha sido modificado a lo largo del tiempo y a consecuencia de los cambios en las
sociedades (Pollard y Reinolds, 2002; Darvill, 2007). Igualmente, se ha prestado atención desde
perspectivas biográficas a los fenómenos de permanencia y de reapropiaciones de los megalitos
en épocas posteriores a sus primeras fases de uso (Delibes Castro, 2004; García Sanjuán
2005a; Álvarez Vidaurre, 2006; García Sanjuán et al., 2007; Costela Muñoz, 2015; Díaz-
Guardamino et al. 2015a). En otros casos, se han analizado las propias arquitecturas y los restos
contenidos ellos, centrándose en las secuencias estratigráficas, la cultura material y los
depósitos osteológicos existentes en los monumentos, los cambios en las arquitecturas y en los
motivos gráficos representados en ellas, y su correspondencia con los múltiples significados que
van adoptando con el tiempo y con los cambios sociales que se encuentran tras ellos (O’Sullivan,
2005; Narvarte Sanz, 2005; Tejedor Rodríguez, 2008; 2013; 2014, 2015; Bueno Ramírez et al.,
2013a, 2017; 2018a; Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2013a; 2016; Linares Catela, 2016;
2017; 2018); siendo un claro ejemplo de este tipo de enfoque los estudios del dolmen de Menga
recientemente publicados (García Sanjuán y Lozano Rodríguez, 2016; García Sanjuán y Mora
Molina, 2018).

Dado el carácter abierto y holístico de este enfoque, no hay una única forma de investigar la
“biografía” de los monumentos megalíticos, pudiendo aplicarse diferentes propuestas
metodológicas. En el caso de esta Tesis Doctoral, nuestra propuesta biográfica para los
monumentos megalíticos antequeranos ha perseguido dos objetivos específicos: 1) la
identificación de las principales etapas y fases de construcción y uso de estos megalitos; y 2) su
relación con las funciones y los significados sociales e ideológicos que han tenido a lo largo del
tiempo. Para ello se han abordado varios objetivos metodológicos:

1- Analizar el registro arqueológico generado en las diversas intervenciones arqueológicas


desarrolladas en los monumentos.

2- Estudiar de los materiales arqueológicos que se han hallado en ellos en las diferentes
actuaciones arqueológicas. Para el cumplimiento de este objetivo hemos contado con las
contribuciones de un amplio elenco de especialistas en cerámica, industria lítica, material
metálico, restos faunísticos, antropológicos, antracológicos, etc.

3- Analizar las actuaciones de restauración y puesta en valor desarrolladas en los megalitos y su


entorno.

27
4- Analizar la documentación bibliográfica y la literatura gris (memorias y planimetrías generadas
en las intervenciones arqueológicas, las obras de restauración y otros estudios
complementarios).

5- Examinar las propias arquitecturas megalíticas a partir de la planimetría disponible y de la


observación in situ.

6- Contextualizar las arquitecturas en el territorio y el paisaje de la Depresión de Antequera, a


partir de las publicaciones existentes sobre los yacimientos arqueológicos del entorno.

7- Hacer propuestas que lleven a un mejor conocimiento y difusión de estos megalitos en la


sociedad actual y a su mejor conservación en el futuro.

Nuestra metodología aboga por una investigación diacrónica de los monumentos megalíticos
antequeranos, desde sus inicios en la Prehistoria Reciente hasta la actualidad, contemplando el
análisis de sus diferentes etapas de construcción y uso en el marco de los distintos contextos
espaciales (macro, semi-micro y micro) de los que han formado parte a lo largo del tiempo. De
este modo, se otorga especial importancia a las escalas temporal y espacial, y los cambios tanto
físicos como conceptuales que experimentan los sitios; al considerar que estas monumentales
construcciones megalíticas pueden modificar su aspecto, función y significado en base a nuevos
contextos temporales y espaciales.

Esta estrategia de investigación tiene su reflejo en la organización de la presente Tesis,


estructurada en tres partes y 18 capítulos. En la primera parte se realiza una presentación la
problemática de investigación y los objetivos que aborda (Capítulo 1), el marco teórico seguido:
el enfoque biográfico (Capítulo 2), y la propuesta metodológica diseñada a partir dicho enfoque
(Capítulo 3).

La segunda parte se centra en el análisis de la documentación existente sobre los monumentos


megalíticos antequeranos y su entorno (capítulos 4 a 16). En el Capítulo 4 se presenta una breve
síntesis de la investigación y las actuaciones arqueológicas, intervenciones de puesta en valor y
acciones de orden administrativo, desarrolladas en los monumentos megalíticos de Antequera y
su entorno. Así, este capítulo sirve de marco contextual y de guía cronológica para los capítulos
5 a 15 de este bloque.

Los dos capítulos siguientes (capítulos 5 a 6) se centran en las descripciones y estudios


realizados por autores nacionales e internacionales sobre los monumentos megalíticos
antequeranos de manera previa y con posterioridad a las primeras excavaciones arqueológicas
llevadas a cabo en ellos. El Capítulo 5 está dedicado al análisis de los primeros documentos
escritos que citan el dolmen de Menga, desde la primera mención en 1530 hasta 1900,
incluyéndose en él la primera excavación llevada a cabo en Menga entre 1842 y 1847 a cargo
del arquitecto Rafael Mitjana y Ardison. En el Capítulo 6 se analizan los primeros estudios que

28
incluyen los tres monumentos megalíticos antequeranos, tras las primeras excavaciones en
Viera (1903) y El Romeral (1904), recogiéndose las primeras plantas, secciones y fotografías de
los monumentos de las décadas 1900 a 1930.

Los ocho capítulos sucesivos (capítulos 7 a 14) se centran en las actividades arqueológicas y
obras de restauración y acondicionamiento ejecutadas desde 1940 hasta la actualidad en
Menga, Viera y El Romeral. El Capítulo 7 está dedicado a las actuaciones de restauración y los
trabajos de acondicionamiento del entorno de los megalitos desarrollados entre 1940 y 1984. En
el Capítulo 8 se analizan los resultados obtenidos en el PGI “Reconstrucción arquitectónica y
paleoambiental en la necrópolis megalítica de Antequera”, desarrollado entre 1986 y 1995,
centrándonos en las actuaciones llevadas a cabo en los propios monumentos. En el Capítulo 9
se examinan los proyectos de conservación y restauración ejecutados entre 1997 y 2002 en
Menga, Viera y El Romeral. El Capítulo 10 se centra en el proyecto de consolidación y la
excavación arqueológica de 2003-2004 en Viera. El Capítulo 11 está dedicado a la excavación
arqueológica de 2005 en Menga y al estudio de los materiales procedentes de esta excavación
realizado entre 2016 y 2018 (García Sanjuán y Mora Molina, 2018). En el Capítulo 12 se analizan
las prospecciones geofísicas realizadas en Menga, Viera y El Romeral entre 2004 y 2005. En el
Capítulo 13 se examina la Actividad Arqueológica Puntual de 2005-2006, abarcando la
investigación geoarqueológica llevada a cabo en los tres monumentos, la excavación realizada
en Menga, y el estudio de los materiales procedentes de esta excavación iniciado en 2019. En el
Capítulo 14 se sintetiza la investigación sobre los tratamientos y motivos gráficos del interior de
los megalitos antequeranos, llevada a cabo fundamentalmente a partir de 2012.

En los dos últimos capítulos de la segunda parte de la Tesis (capítulos 15 y 16) se abordan las
actuaciones emprendidas en el entorno de Menga y Viera y en el territorio de la Depresión de
Antequera. El Capítulo 15 se centra en las intervenciones arqueológicas y proyectos
arquitectónicos ejecutados entre 1988 y 2014 en el propio emplazamiento de Menga y Viera, en
el Llano de Rojas y en el Cerro de Marimacho. En el Capítulo 16 se resumen las principales
investigaciones llevadas a cabo en el territorio de la Depresión de Antequera desde los años
1970 hasta la actualidad.

La tercera parte de la Tesis recoge la síntesis y las conclusiones que se derivan del análisis
realizado en el bloque anterior. En el Capítulo 17 realizamos una biografía de Menga, Viera y El
Romeral, derivada del estudio que hemos realizado de las arquitecturas megalíticas y del análisis
crítico de la documentación arqueológica previa generada de los monumentos. Por último, en el
Capítulo 18 presentamos las conclusiones finales de nuestro trabajo.

La mayoría de los capítulos incorporan planos de los tres monumentos, elaborados por la autora
de la Tesis a partir de varias planimetrías de base mencionadas anteriormente. Para la
representación del interior de la estructura ortostática de Menga se ha empleado el escaneado
láser realizado por TDTEC S.L. (Baceiredo Rodríguez et al., 2014), mientras que para la de Viera
se ha usado el levantamiento de 1999 utilizado por el arquitecto Antonio Villalón Conejo en el

29
Proyecto de Consolidación del dolmen de Viera de 2001. Para la representación del
emplazamiento de Menga y Viera y los propios túmulos hemos partido del levantamiento
topográfico realizado en 2005 por TDTEC S.L., utilizando en ciertos casos la planimetría de 1999
para el túmulo de Viera. En el caso de El Romeral, hemos empleado el levantamiento
tridimensional por combinación de escaneo láser y fotogrametría digital realizado por Dryas
Octopetala S.L. en 2012. Dado que a fecha de hoy no existe una numeración oficial de los
bloques pétreos de los monumentos antequeranos, habiéndose usado en los distintos estudio y
actividades arqueológicas numeraciones diferentes, hemos propuesto una nomenclatura y una
numeración única para cada monumento (Figuras 1.3 a 1.5), con el objetivo de facilitar la
legibilidad del texto que presentamos.

En el caso de Menga, la numeración de los ortostatos, pilares y cobijas (Figura 1.3) es la


utilizada en trabajos previos por nuestro equipo de investigación (García Sanjuán y Mora Molina,
2018), que parte de la usada en los estudios de las grafías llevados a cabo por del equipo de la
Universidad de Alcalá de Henares dirigido por Primitiva Bueno Ramírez. Para las cobijas y los
ortostatos del dolmen de Viera (Figura 1.4) hemos seguido igualmente la numeración empleada
por el equipo de la Universidad de Alcalá de Henares (Bueno Ramírez et al., 2013a). Mientras
que en El Romeral la numeración usada es la propuesta por el Grupo de Investigación ATLAS
(HUM-694) de la Universidad de Sevilla (Figura 1.5).

De manera separada del cuerpo central de la Tesis se presentan como anexos las
transcripciones de las leyendas que surgieron en el siglo XIX sobre Menga (Anexo I), las
transcripciones y las traducciones al español de las descripciones de Menga, Viera y El Romeral
de los estudios de las décadas de 1900 a 1930 (Anexo II); y los inventarios de materiales de la
intervención de 2005 en Menga derivado del estudio de materiales de 2016-2018 (Anexo III), de
la excavación de 2005-2006 en Menga obtenido en el estudio de materiales iniciado en 2019 y
actualmente en curso (Anexo IV), y de la excavación de 1988 de los restos de Edad Antigua del
emplazamiento de Menga y Viera (Anexo V).

30
31
32
33
CHAPTER 1:

INTRODUCTION AND OBJECTIVES

35
This Doctoral Thesis is part of the R&D Project “Nature, Society and Monumentality: High
Resolution Archaeological Investigations of the Megalithic Landscape of Antequera (MEGA)”
(code HAR2013-45149-P)], directed by Leonardo García Sanjuán between 2014 and 2017, and
has been funded by the Ministry of Economy and Competitiveness of the Spanish Government
for four years (April 2015 to March 2019), with the pre-doctoral grant “Aid for Pre-doctoral
Contracts for the Training of Doctors” for the 2014 call.

The main purpose of the MEGA Project was to build a framework of archaeological knowledge
regarding the chronological-temporal and spatial-landscape contexts of the three large Antequera
megaliths. Its specific objectives were to date and characterise the following elements accurately:
(i) the earthquake in the El Toro cave; (ii) the building of Menga; (iii) the Piedras Blancas I site;
(iv) the area of activity on the Menga and Viera hills before the construction of the dolmens; (v)
the diachronic use of the three great Antequera megaliths, both in Recent Prehistory and in
subsequent historical periods, in order to reconstruct their biographies in the most detailed way
possible; and (vi) to radiocarbon-date the activity recorded in settlements of the 4th and 3rd
millennia cal BC of the Antequera floodplain, in order to establish their relationship with the three
large megaliths. Among the works considered an essential part of the MEGA Project was the
realisation of this Doctoral Thesis, whose main objective was to produce a biography of the three
large megalithic constructions of Antequera: Menga, Viera and El Romeral.

The megalithic monuments of Antequera are located to the north of what is today the province of
Málaga, on the southern edge of the Antequera Depression, one of the depressions of the
Intrabaetic Basin or Penibaetic Depression, between the Subbaetic Range and the Penibaetic
System (Guarnido Olmedo, 1977: 39). In fact, one of the singularities of this megalithic complex is
the gathering of three of the largest Iberian megalithic constructions in the same landscape and
territorial environment. The dolmens of Menga and Viera share the same location on the southern
edge of the Quaternary plain, a small hill bordered by the La Villa river and the Las Adelfas brook.
The tholos of El Romeral is only 1,5 km away from them in a straight line, standing in the middle
of the Quaternary plain (Figures 1.1 and 1.2).

Although these monuments have been studied since the middle of the 19th century in the case of
Menga (Mitjana y Ardison, 1847; Tenison, 1853; De Rojas y Rojas, 1861; 1874; 1879; Hancock,
1882; Harlé, 1887; among others); and since the beginning of the 20th century in the case of
Viera and El Romeral (Gómez-Moreno Martínez, 1905; Velázquez Bosco, 1905; De Mergelina,
1922; Leisner and Leisner, 1943; among others), at the end of the second decade of the 21st
century, almost two hundred years after Mitjana y Ardison excavated in Menga, the available
scientific knowledge about them was clearly insufficient.

37
Figure 1.1. Location of the Antequera Depression in the Iberian Peninsula
(Design: Manuel Eleazar Costa Caramé).

Figure 1.2. Antequera Depression and mountain formations enclosing the area
(Design: Manuel Eleazar Costa Caramé).

38
Similarly, in the last 80 years, the monuments have been the object of numerous restoration
works aimed at facilitating their accessibility to the general public (for reports on these
interventions see Giménez Reyna, 1946; Haro Ruiz, 1990; Lobato Vida, 1997; 1999; De la Torre
Fragoso, 1999; Baceiredo Rodríguez, 2002; Villalón Conejo, 2001; Ayerbe García and Ruiz
Recco, 2009; among others), with all of them also involving associated archaeological work. On
certain occasions, starting in 1985, these archaeological activities were carried out ex officio by
Málaga's Territorial Delegation of Culture (Lobato Vida, 1997; 1999; De la Torre Fragoso, 1999;
Baceiredo Rodríguez, 2002) and, in others, by professional archaeologists (Fernández Rodríguez
et al., 2003; 2006; Fernández Rodríguez, 2009; Navarrete Pendón, 2005; García González,
2007; among others). While extensive, this archaeological fieldwork was never followed by
thorough post-excavation analysis and publication, which led to a situation in which a great
amount of excavation and fieldwork had not led to any substantial scientific knowledge.

A further set of interventions were aimed directly at increasing the scientific knowledge regarding
these sites, whether in the form of General Research Projects (PGI, by its Andalusian acronym)
or specific research-oriented fieldworks. Only two PGI were carried out: the first one, led by the
University of Málaga between 1986 and 1995 (Ferrer Palma, 1997a; 1997b; Ferrer Palma et al.,
2004; Marqués Merelo et al., 2004), had the ultimate goal of collecting archaeological data for
one of the valorisation activities of Menga and Viera (Haro Ruiz, 1990); from the second, led by
the University of Sevilla between 2012 to 2021, is centred on the study of materials from previous
archaeological excavations (Aranda Jiménez et al, 2015; García Sanjuán and Mora Molina, 2018;
among others), as well as the analysis of graphic markers and motifs (Bueno Ramírez et al.,
2013a; 2017; De Balbín Behrmann et al., 2017; among others) and the landscape analysis of the
region (García Sanjuán et al., 2015; Rogerio-Candelera et al., 2018a; among others).

Among the specific research-oriented fieldworks three projects stand out: i) the one directed in
2005-2006 by Francisco Carrión Méndez, from Granada University, which included excavation at
Menga and the geoarchaeological study of all three monuments (Carrión Méndez et al, 2006a;
2006b; 2009; 2010); ii) the one directed in 2006 by Leonardo García Sanjuán, University of
Seville, which included systematic surface surveys in several areas of the Antequera Depression
and the analysis of the graphic symbols of the megalithic monuments of Antequera and its
surroundings (García Sanjuán and Wheatley, 2009; García Sanjuán et al, 2010); and iii) the DNA
study of bone remains from Menga and several sites in the Lands of Antequera, directed by
Coronada Mora Molina and Leonardo García Sanjuán, in collaboration with Gonzalo Oteo García
and Martin Richards, University of Huddersfield (UK), the results of which we hope to present
shortly.

Likewise, numerous studies of a more specific character have made important contributions to
the knowledge of the Antequera megalithic site, including the 1998 geological study (Espinosa
Gaitán, 1998) and the geophysical prospecting carried out at Menga, Viera, El Romeral and
Cerro de Marimacho (Strutt, 2005; Peña Ruano and Teixidó Ulloa, 2009), the
archaeoastronomical study (Hoskin, 2009), among others. We want to especially mention the

39
topographic surveys carried out in 1999 at Viera (Villalón Conejo, 2001) and in the surroundings
of Menga and Viera by TDTEC S.L.; as well as the three-dimensional laser scanning surveys of
the interior of Menga (Baceiredo Rodríguez et al, 2014) and the interior of Viera (Benavides
López et al., 2015); and the three-dimensional survey by a combination of laser scanning and
digital photogrammetry of the exterior and interior of El Romeral, carried out by Dryas Octopetala
S.L. (2012). Most of them have served as the basis for the design of the plans presented in this
Doctoral Thesis.

At the same time, these three megalithic monuments have enjoyed national-level administrative
protection. In the case of Menga since 1886 (ratified in 1923), and since the early 20th century in
the case of Viera (1923) and El Romeral, included in the list of National Archaeological and
Artistic Treasures in 1926 and declared a Historic-Artistic Monument in 1931. In 1985, the three
monuments were listed as Properties of Cultural Interest (BIC, by its Spanish acronym), obtaining
in 1986 the rank of Administrative Unit within the Culture Ministry of the Andalusian Regional
Fovernment. In 2009 they were listed as Properties of Cultural Interest, under the classification of
Archaeological Area; and obtaining differentiated management in 2010 through the creation of the
Dolmens of Antequera Archaeological Site (CADA, by its Spanish acronym). At the international
level, on 15 July 2016, at the 40th session of the World Heritage Committee, held in Istanbul
(Turkey), the Antequera Dolmens Site was declared World Heritage, included in the category of
Cultural Site and granted the reference number 1501, and thus, obtaining maximum international
recognition.

However, despite the numerous restoration and urban-enhancement works and all the
archaeological research and scientific studies carried out on the Antequera megalithic site, and
despite the highest degree of international recognition, no Doctoral Thesis had ever been made
to study it. This Thesis intends to correct the problem regarding the research of these sites; and it
takes a biographical approach, with the aim of covering the long history of these monuments,
from their very origins to the present day.

Due to their physical characteristics, megaliths can live long after their construction, showing
remarkable persistence in the memories of the societies living around them. However, the
passage of time also causes them to undergo changes, due to natural causes and/or human
action. These concepts of time, memory, continuity, change, persistence and permanence are
used here following a biographical approach to megalithic monuments, generating questions
concerning why were they produced or from which beliefs and social practices did they stem,
what was transformed and what was maintained, when did these processes take place, and how
did transformations and maintenance materialise.

The biographical approach has been applied to the study of early monumentality, especially in
stone, from a number of theoretical positions and different research strategies. Some, from
relativist positions (Bradley, 1993; 1998; 2002; 2003; Ingold, 1993; Tilley, 1994; Holtorf, 1995;
1996; 1997; 1998; 2000-2008; 2002; 2008; Burström, 1996), have focused on the interpretations

40
that different societies have given the megalithic structures with the passage of time and the
existence of collective memories surrounding them. From rationalist positions, issues such as the
landscape in which the megaliths are located and how this landscape has been modified over
time and as a result of changes in societies have been investigated (Pollard and Reynolds, 2002;
Darvill, 2007). At the same time, biographical approaches have paid attention to the phenomena
of permanence, persistence and re-appropriation of megaliths in periods subsequent to their first
phases of use (Delibes Castro, 2004; García Sanjuán 2005a; Álvarez Vidaurre, 2006; García
Sanjuán et al., 2007; Costela Muñoz, 2015; Díaz-Guardamino et al. 2015a). In other cases, the
architecture itself and the remains contained therein have been analysed, focusing on
stratigraphic sequences, material culture and osteological deposits contained, the changes in the
architecture and in the graphic motifs represented therein, and how they corresponded with the
multiple meanings they adopted through time, bearing in mind the social changes in their
background (O'Sullivan, 2005; Narvarte Sanz, 2005; Tejedor Rodríguez, 2008; 2013; 2014, 2015;
Bueno Ramírez et. al, 2013a, 2017; 2018a; Fábregas Valcarce and Vilaseco Vázquez, 2013a;
2016; Linares Catela, 2016; 2017; 2018). Recently published studies have already attempted this
kind of approach to Menga (García Sanjuán and Lozano Rodríguez, 2016; García Sanjuán and
Mora Molina, 2018).

Given the open and holistic nature of this approach, there is no single way to investigate the
“biography” of megalithic monuments, and different methodological proposals can be applied.
The approach followed in this Doctoral Thesis, seeks two specific objectives: 1) to identify the
main stages and phases of construction and use of the Antequera megaliths; and 2) to link them
to the social and ideological context they were part of over time. To this end, several
methodological objectives have been addressed:

1- Analysis the archaeological record produced in the various archaeological works carried out on
the monuments, listed above.

2- Study the archaeological materials that have been found in said archaeological activities. In
order to achieve this objective, we have relied on the contributions of a wide range of specialists
in ceramics, lithic industry, metallic material, faunal, anthropological and plant remains, etc.

3- Analyse the restoration and enhancement activities carried out on the megaliths and their
surroundings.

4- Analyse bibliographic documentation and grey literature (records and plans generated in
archaeological interventions, restoration works and other complementary studies).

5- Examine the megalithic architectures themselves on the basis of the available plans and in situ
observation.

41
6- Contextualise the architectures in the territory and landscape of the Antequera Depression, on
the basis of existing publications on the surrounding archaeological sites.

7- Make proposals that lead to better knowledge and dissemination of these megaliths in the
present society and to better future conservation efforts.

Our methodology advocates a diachronic investigation of Antequera's megalithic monuments,


from their beginnings in Recent Prehistory to the present day, contemplating the analysis of their
different Stages of construction and use within the framework of the different spatial contexts
(macro, semi-micro and micro) of which they have belonged over time. In this way, particular
importance is placed on the temporal and spatial scales, as well as the physical and conceptual
changes that monuments undergo; considering that their appearance, function and meaning can
experience changes based as new temporal, social and spatial contexts arise.

This research strategy is reflected in the organisation of this Thesis, which is structured in three
parts and 18 chapters. In the first part, the following issues are tackled: the research problem and
the objectives it addresses (Chapter 1); the theoretical framework followed, which is the
biographical approach (Chapter 2); and the methodological proposal designed from that approach
(Chapter 3).

The second part focuses on the analysis of existing documentation on Antequera's megalithic
monuments and their surroundings (chapters 4 to 16). Chapter 4 presents a brief summary of the
archaeological research and activities, value enhancement works, and administrative actions
carried out on the megalithic monuments of Antequera and their surroundings. Thus, this chapter
serves as a contextual framework and chronological guide for chapters 5 to 15 of this block.

The next two chapters (chapters 5 to 6) focus on the descriptions and studies carried out by
national and international authors before and after the first archaeological excavations carried out
at the site. Chapter 5 centres on the analysis of the first written documents referencing Menga,
from the first mention in 1530 to 1900, to the first scientifically-minded excavations, carried out
between 1842 and 1847 by Rafael Mitjana y Ardison. Chapter 6 analyses the first studies that
include the three Antequera megalithic monuments, after the first excavations in Viera (1903) and
El Romeral (1904), documenting plans, sections and photographs available from the decades of
1900 to 1930.

The eight following chapters (chapters 7 to 14) analyse the archaeological activities and
restoration and urbanisation works carried out from 1940 to the present day. Chapter 7 is devoted
to restoration work and work on the surroundings of the megaliths developed between 1940 and
1984. Chapter 8 analyses the results obtained in the PGI “Architectural and palaeoenvironmental
reconstruction of the megalithic necropolis of Antequera”, carried out by the University of Málaga
between 1986 and 1995. Chapter 9 examines the conservation and restoration projects carried
out between 1997 and 2002 in Menga, Viera and El Romeral. Chapter 10 focuses on the 2003-

42
2004 consolidation project and archaeological excavation at Viera. Chapter 11 is dedicated to the
2005 archaeological excavation in Menga and to the study of materials from this excavation,
which was carried out between 2016 and 2018 (García Sanjuán and Mora Molina, 2018). Chapter
12 analyses the geophysical prospections carried out at Menga, Viera and El Romeral between
2004 and 2005. Chapter 13 examines the 2005-2006 archaeological project, covering the
geoarchaeological research carried out on the three monuments, the excavation carried out at
Menga, and the study of materials from this excavation, which begun in 2019. Chapter 14
summarises the research on the treatments and graphic motifs found inside the Antequera
megaliths, carried out fundamentally from 2012.

The last two chapters of the second part of the Thesis (chapters 15 and 16) address the actions
undertaken in the surroundings of Menga and Viera and in the territory of the Antequera
Depression. Chapter 15 focuses on the archaeological works and architectural projects carried
out between 1988 and 2014 on the Menga and Viera site itself, on Llano de Rojas and at
Marimacho. Chapter 16 summarises the main investigations carried out in the territory of the
Antequera Depression from the 1970s to the present day.

The third part of the Thesis contains a summary and the conclusions derived from the analysis
carried out in the previous block. Chapter 17 contains a biography of Menga, Viera and El
Romeral, stemming from our study of megalithic architectures and from the critical analysis of the
archaeological documentation previously derived from the monuments. Finally, in Chapter 18, we
present the final conclusions of our study.

Most of the chapters include plans of the three monuments, drawn by the author of this Thesis on
the basis of the various topographic and architectural surveys mentioned above. The laser scan
carried out by TDTEC S.L. (Baceiredo Rodríguez et al., 2014) has been used to represent the
interior of the orthostatic structure of Menga, while that of Viera was represented based on the
1999 survey used by the architect Antonio Villalón Conejo in the Consolidation Project of the
Viera dolmen in 2001. For the Menga and Viera site and the mounds themselves, we used
TDTEC S.L.'s 2005 topographic survey as base; and in certain cases, we referred to the 1999
plans for the Viera mound. For El Romeral, we used the three-dimensional survey carried out by
Dryas Octopetala S.L. in 2012, which combined laser scanning and digital photogrammetry.
Given that, to date, there is no official numbering of the stone blocks of Antequera's monuments
— as different numbering has been used in the different studies and archaeological activities —,
we follow the nomenclature and unique numbering for each monument developed as part of the
project this Doctoral Thesis results from (Figures 1.3 to 1.5). This is of the upmost importance to
improve the readability of the text presented and to avoid confusion with future work.

In the case of Menga, the numbering of orthostats, pillars and capstones (Figure 1.3) has already
been used in previously published work by our research team (García Sanjuán and Mora Molina,
2018), which derives from the one used in the studies of the graphic symbols carried out by the
team of the University of Alcalá de Henares directed by Primitiva Bueno Ramírez. For the

43
capstones and orthostats of the dolmen of Viera (Figure 1.4), we also followed the numbering
used by the team of the University of Alcalá de Henares (Bueno Ramírez et al., 2013a). The
numeration used in El Romeral is the one proposed by the ATLAS Research Group (HUM-694) of
the University of Seville (Figure 1.5).

Separately from the central body of the Thesis, the following documents are presented as
annexes: the transcriptions of the 19th century legends about Menga (Annex I); the transcriptions
and Spanish translations of the descriptions of Menga, Viera and El Romeral from the studies
carried out between the 1900s to 1930s (Annex II); the inventory of materials from the 2005
intervention in Menga, derived from the 2016-2018 study of materials (Annex III); the inventory of
materials from the 2005-2006 excavation in Menga, obtained from the study of materials that
began in 2019 and is currently under way (Annex IV); and the inventory of materials from the
1988 excavation of the Old Age remains found in the Menga and Viera site (Annex V).

44
45
46
47
CAPÍTULO 2:

EL ENFOQUE BIOGRÁFICO
EN LA INVESTIGACIÓN DE LOS
MONUMENTOS MEGALÍTICOS:
UNA DISCUSIÓN CRÍTICA

49
2.1. INICIOS DEL ENFOQUE BIOGRÁFICO

2.1.1. EL ORIGEN DEL ENFOQUE BIOGRÁFICO: LAS HISTORIAS DE VIDA

El enfoque biográfico es utilizado en la actualidad en diversas disciplinas de las ciencias


humanas y sociales, pero el origen de su uso y su desarrollo se encuentra en las historias de
vida de la Antropología Cultural y la Sociología (Desmarais, 2009-2010: 28-29; Perren, 2012).

El término Antropología viene del griego ἀνθρωπολόγος (anthrōpológos), y significa “estudio o


ciencia sobre el hombre” (Real Academia Española, 2014). Es la ciencia que tiene como objeto
de conocimiento el ser humano, englobando el estudio de sus características tanto biológicas
como sociales, derivadas de los comportamientos humanos. Para Marvin Harris (1990: 13) “la
antropología es el estudio de la humanidad, de los pueblos antiguos y modernos, y de sus estilos
de vida”.

Debido a la amplitud de su objeto de estudio, la Antropología se divide en varias ramas, que se


centran en distintos aspectos de la experiencia humana: la evolución, el lenguaje o la cultura.
Estas diferentes perspectivas de la Antropología suelen dividirse en cuatro campos de estudio en
las universidades estadounidenses: Antropología Física, Lingüística Antropológica, Antropología
Cultural (o Social) y Arqueología (Harris, 1990: 13-14).

La Antropología Física estudia las características físicas o biológicas del ser humano y su
evolución (Renfrew y Bahn, 1998: 9). Trata de reconstruir el curso de la evolución humana
mediante el estudio de los restos fósiles, así como, describir la distribución de las variaciones
hereditarias entre las poblaciones contemporáneas, para conocer las aportaciones de la
herencia, la cultura y el medio a la vida humana (Harris, 1990: 17).

La Lingüística Antropológica se centra en el estudio de las lenguas habladas. Trata de


reconstruir la historia de las lenguas y de las familias lingüísticas; y se interesa por la forma en
que el lenguaje influye y es influido por otros aspectos de la vida humana, es decir, por la
relación entre la evolución del lenguaje y la evolución del Homo Sapiens, así como por la
relación entre la evolución de las lenguas y la evolución de las diferentes culturas (Harris, 1990:
14-17).

La Antropología Cultural, también llamada Antropología Social, analiza y describe la cultura y


sociedad humanas del pasado y del presente (Harris, 1983: 14; Renfrew y Bahn, 1998: 9).
Dentro de ella se pueden distinguir dos ramas: la Etnografía, que se dedica al estudio de
sociedades vivas, y la Etnología, que trata de extraer principios generales sobre la sociedad, a
partir de la comparación de sociedades vivas analizadas mediante la Etnografía (Renfrew y
Bahn, 1998: 9).

51
En el caso de la Arqueología, entendida como disciplina de la Antropología en América y como
disciplina o ciencia separada de ella en Europa, su objeto de estudio son las sociedades
pasadas, utilizando para ello el análisis de los restos materiales que éstas dejaron y que han
llegado a nuestros días (Renfrew y Bahn, 1998: 9).

Este vínculo académico entre Arqueología y Antropología en el continente americano y el hecho


de tener un objeto de conocimiento compartido, las sociedades, constituirán la base para la
utilización en Arqueología del enfoque biográfico.

El objetivo común de conocimiento de la sociedad es compartido también por la Sociología, el


otro gran pilar del que surge el enfoque biográfico. El término Sociología viene del latín socius y
logia, y significa “estudio o ciencia del socio”. Es la ciencia que trata de la estructura y
funcionamiento de las sociedades humanas (Real Academia Española, 2014).

Las historias de vida o biografías fueron utilizadas en primer lugar por la Antropología Cultural a
principios del siglo XX, para el estudio de las minorías culturales. Una de las más destacadas fue
Las memorias del indio Gerónimo. Autobiografía de un gran guerrero, publicada por S. M. Barrett
en 1906 (Barrett, 1975). Con estos relatos de vida o biografías de individuos concretos se
pretendía conocer el conjunto de las minorías culturales a las que pertenecían, llegándose al
conocimiento de la sociedad en general a través del estudio de los casos particulares (Perren,
2012).

Poco después, en las décadas de los 1920 y 1930, la Escuela de Sociología de Chicago,
examinó, desde una perspectiva biográfica, las consecuencias no deseadas de la expansión
industrial y urbana en Estados Unidos. A través de las historias de vida, la Escuela de Chicago
pretendía conocer las reacciones y percepciones de individuos concretos ante problemas
generales de la sociedad, como la llegada masiva de inmigrantes, la multiplicación de
enfermedades mentales, la drogadicción, la delincuencia juvenil, etc. (Perren, 2012).

En ese contexto surgió la primera definición de método o enfoque biográfico, dada por el
sociólogo Herbert G. Blumer (1939), para quien las historias de vida era “relatos de experiencia
individual que revelan acciones de un individuo como actor humano y participante de la vida
social” (Perren, 2012). A través de varios relatos de vida se podía llegar a conocer una sociedad,
ya que las experiencias personales se habían desarrollado obligatoriamente dentro de la
sociedad de la que formaban parte.

En las décadas de los 1930, 1940 y 1950 se impuso en Estados Unidos el enfoque funcional,
también llamado sociológico. Las visiones funcionalistas sobre el comportamiento humano
fueron introducidas en la Antropología estadounidense por Alfred R. Radcliffe-Brown y Bronisław
K. Malinowski, quienes impartieron clases en las universidades de Chicago (1931-1937) y Yale
(1938-1942), respectivamente. Para ellos los arqueólogos tenían que interpretar los artefactos
como partes de un sistema cultural total y como elementos integrantes de la organización

52
política, social y económica, interpretando su función dentro de ese sistema (Trigger, 1992: 257).
La cultura era considerada un sistema que se compone de varias partes o subsistemas que
están relacionados entre sí (Gutierrez Lloret, 1997: 93).

El funcionalismo llevó a una preferencia por las técnicas cuantitativas, en busca de un


conocimiento objetivo y global de la sociedad; utilizando las historias de vida únicamente como
complemento de las teorías propuestas desde perspectivas funcionalistas para el conocimiento
de la sociedad, intentando aportar casos particulares que permitieran comprobar las teorías
(Perren, 2012).

El método utilizado para las historias de vida, basado en el relato de experiencias personales fue
tachado de cualitativo, subjetivista e individualista, ya que las categorías sociales que se
analizaban dependían del caso particular, del investigador y del investigado. Por otro lado,
también se cuestionó su metodología, es decir, su proceso de investigación y de generación de
datos, basado en la reconstrucción de la vida de una persona, que solo permitía sacar
conclusiones para cada caso, siendo sus resultados poco representativos y fiables para dar
explicaciones sociales (Perren, 2012).

En este contexto, se planteó la importancia de la relación entre el investigador y el informador o


protagonista de la historia de vida y de la recogida de numerosos relatos de vida, dentro de una
misma cultura y entre culturas distintas, para poder compararlos. De igual modo, surge la
preocupación por dotar a las historias de vida una metodología científica (Desmarais, 2009-2010:
30).

De manera paralela al funcionalismo tomó gran fuerza el neopositivismo del Círculo de Viena, a
partir de los trabajos de los filósofos Rudolf Carnap, Karl R. Popper y Carl G. Hempel, que
comenzaron a cuestionar la naturaleza científica de la Historia. Para Popper la Historia no podía
predecir los procesos históricos, es decir, no podía formular leyes generales, sino enunciados
tomados del sentido común, por ello no podía ser considera una ciencia como las ciencias
naturales (Gutierrez Lloret, 1997: 94).

En este contexto de crítica a los métodos cualitativos por subjetivismo e individualismo y a la vez,
de cuestionamiento de la naturaleza científica de la Historia, el antropólogo Oscar Lewis trabajó
con los relatos de vida, publicando en 1961 su obra The Children of Sanchez (Lewis, 1971). En
ella reconstruía, mediante un enfoque biográfico, la vida en los barrios de chabolas de Méjico a
partir de las historias de vida de cada uno de los miembros de la familia Sánchez, utilizando
como técnica las entrevistas biográficas y la observación (Desmarais, 2009-2010: 30 y 31).

A finales de los 1960, con la ola de protestas que se produjo en Mayo de 1968 en Francia, y que
se extendieron por buena parte de Europa y América, aumentó el interés de los investigadores
por los métodos cualitativos, y entre ellos por el enfoque biográfico. Con este nuevo auge de las
historias de vida se plantearon varias premisas epistemológicas y metodológicas. Se prefería la

53
explicación frente a la comprensión y el individuo frente el colectivo. En este momento cobraron
también importancia las reflexiones del investigador, ya que los relatos de vida pasaban
forzosamente por su interpretación (Desmarais, 2009-2010: 31).

A mediados de los 1970 Daniel Bertaux dio un gran impulso al enfoque biográfico. Para él este
enfoque era analítico, ya que además de describir meticulosamente la vida de una o varias
personas, obteniendo así un estudio a nivel “micro” de la sociedad, también permitía extraer
conclusiones generales, pudiendo establecer conclusiones sociales a nivel “macro”. Para él, en
un primer momento se compara información y se plantean hipótesis, creando una representación
mental de lo que sucede y de cómo sucede, para en un segundo momento, contrastar las
hipótesis mediante el estudio de numerosos casos individuales. Será la repetición de casos
individuales lo que permitirá establecer teorías generales del funcionamiento de la sociedad
(Bertaux, 1993: 141-144; Perren, 2012).

A partir de la década de 1990 el número de estudios sociológicos realizados desde una


perspectiva biográfica experimentó un gran crecimiento (Desmarais, 2009-2010: 32),
aumentando además su uso como método de investigación, no sólo en Antropología y
Sociología, sino también en otras ciencias como la Psicología o la Historia (Sanz Hernández,
2005: 101).

2.1.1.1. Objetivos de las historias de vida

El objetivo de la perspectiva biográfica en las historias de vida es el conocimiento universal del


ser humano a partir del estudio de lo singular (Desmarais, 2009-2010: 51-52). Para José Ignacio
Ruíz Olabuénaga (2012: 277) “la entrevista (o serie de entrevistas) que da lugar a una Historia
de Vida, tiene por objeto los modos o maneras con los que un individuo particular construye y da
sentido a su vida en un momento dado”. Este autor ha definido cuatro objetivos principales que
justifican el uso de las historias de vida como método de investigación (Ruíz Olabuénaga, 2012:
279-280):

1. Captar la totalidad de una experiencia biográfica en el tiempo, es decir, desde la infancia


hasta el presente, y en el espacio, entendido éste como el propio sujeto y todos los demás que
entran en relación con él durante su vida.

2. Captar la ambigüedad y el cambio, dando una visión de la vida como algo en continuo
movimiento. Intenta descubrir los cambios acaecidos a lo largo de la vida de la persona, las
ambigüedades, faltas de lógica, dudas, contradicciones, vueltas atrás que se experimentan a lo
largo de los años.

3. Captar la visión subjetiva con la que uno se ve a sí mismo y al mundo, cómo interpreta su
conducta y la de los demás, cómo atribuye méritos y responsabilidades a sí mismo y a los otros.

54
4. Descubrir las claves de interpretación de fenómenos sociales e históricos que sólo
encuentran explicación adecuada a través de la experiencia personal de individuos concretos.

2.1.1.2. Base epistemológica y metodología de investigación de las historias


de vida

El enfoque biográfico ha sido descrito como “perspectiva biográfica” (Desmarais, 2009-2010: 27)
o como “método biográfico” (Charríez Cordero, 2012; Perren, 2012) de las ciencias humanas y
sociales. Esto pone de relieve que no existe un consenso respecto a su consideración dentro de
estas ciencias, ya que para algunos tiene el rango de método de investigación, mientras que
otros lo circunscriben al punto de vista a partir del cual se lleva a cabo la investigación.

A pesar de esta discrepancia respecto a su categoría, sí está claro su objetivo: el conocimiento


universal del ser humano a partir del estudio de lo singular (Desmarais, 2009-2010: 51-52). Es
decir, a partir de las historias de vida individuales se reconstruye los distintos aspectos de la
sociedad en la que éstas se han desarrollado. De esta manera se pueden definir tanto su objeto
de conocimiento: la sociedad, como su objeto de estudio: el individuo.

Del mismo modo, se pueden identificar los postulados epistemológicos en los que se
fundamenta, así como la metodología de investigación que emplea.

La base epistemológica del enfoque biográfico en las historias de vida se encuentra en la teoría
constructivista o constructivismo y en la teoría fenomenológica o fenomenología, al considerar
que la realidad social es una realidad construida con significados y símbolos, lo que implica la
búsqueda de dicha construcción y de sus significados. Según se ha dicho, esto lleva a asumir
que (Sanz Hernández, 2005; Desmarais, 2009-2010; Chárriez Cordero, 2012; Perren, 2012):

1- La realidad no existe por sí misma, sino que depende de las experiencias y percepciones de
los individuos (fenomenología) y de la construcción que se haga de ella (constructivismo).

2- El conocimiento es subjetivo, ya que dependen por un lado de los individuos sujetos de


investigación, y por otro de los investigadores.

3- Las experiencias y percepciones de los individuos sujeto de investigación dependerán de


sus memorias o de los recuerdos que tenga del pasado, y de las interpretaciones o los
significados y de las explicaciones que les den.

4- El análisis que lleve a cabo cada investigador dependerá de sus propios intereses de
investigación, del tipo de datos que desee obtener y de las preguntas que se plantee, e incluso
de sus propias experiencias y de las percepciones personales que obtenga durante la
investigación.

55
5- Las experiencias y percepciones de los individuos sujetos de investigación, por un lado, y
de los investigadores, por otro, se desarrollan dentro de unos contextos socio-históricos, que se
enmarcan en el espacio y en el tiempo.

Los métodos de investigación utilizados desde el enfoque biográfico para las historias de vida
son la dialéctica y la hermenéutica (Sanz Hernández, 2005; Desmarais, 2009-2010; Chárriez
Cordero, 2012; Perren, 2012).

Dialéctica proviene del latín dialectĭca, y este del griego διαλεκτική (dialektikḗ) y es “arte de
dialogar, argumentar y discutir” (Real Academia Española, 2014). Hace referencia al método de
razonamiento filosófico de Platón (2010), basado en el diálogo y la discusión por medio de
preguntas y respuestas, a partir del cual se llega a la resolución de problemas. También hace
referencia al sistema filosófico de G. W. Friedrich Hegel (2011) por el cual partiendo de una tesis
y una antítesis se llega a la síntesis como solución.

Hermenéutica proviene del griego ἑρμηνευτικός (hermēneutikós) y es el “arte de interpretar”


(Real Academia Española, 2014). A finales del siglo XVIII Friedrich D. E. Schleiermacher (2000)
y en el XIX a través de las obras de Wilhelm Dilthey (1944) se conformó como una teoría de la
comprensión humana, desarrollando una metodología para la producción de conocimiento que
comprendía tres etapas: la experiencia, la expresión y la comprensión. Tras Dilthey otros
filósofos como Hans-Georg Gadamer (1977) han continuado desarrollando la perspectiva
hermenéutica como metodología propia de las ciencias humanas (Desmarais, 2009-2010).

Sin embargo, no hay una única metodología o procedimiento de investigación desde el enfoque
biográfico, sino que ésta destaca por ser cualitativa, inductiva y fenomenológica. Es cualitativa
porque produce datos descriptivos e interpretativos sobre el comportamiento humano. Es
inductiva porque a partir de casos particulares, de una o varias historias de vida, llega a
conclusiones generales sobre el funcionamiento de la sociedad (Sanz Hernández, 2005;
Cornejo, 2006; Chárriez Cordero, 2012; Perren, 2012). Es fenomenológica porque se interesa
por las percepciones o sensaciones subjetivas que a todo individuo le produce la vivencia de una
determinada situación, y trata de reconstruir la realidad social mediante definiciones individuales
o colectivas de una misma situación (Taylor y Bogdan, 1984).

Debido a estas características, la investigación desde una perspectiva biográfica no puede tener
un diseño prestablecido, a diferencia de lo que ocurre en las investigaciones cuantitativas, donde
se plantean unas hipótesis previas y a partir de la experimentación se comprueba su veracidad.
La propia naturaleza de la investigación cualitativa implica que la investigación se caracterice por
estar abierta y ser capaz de adaptarse y cambiar a medida que se va avanzando y produciendo
conocimiento sobre la realidad estudiada (Bisquerra Alcina, 2004; Chárriez Cordero, 2012).

56
Las fuentes de investigación utilizadas para obtener información son orales, como la narración, la
conversación o la entrevista, y documentales, como autobiografías, biografías, narraciones
personales, cartas, diarios y fotografías (Sanz Hernández, 2005: 102).

El investigador, obtiene el testimonio subjetivo de una persona de los acontecimientos y


valoraciones de su propia existencia, revelando las acciones de un individuo como actor humano
y participante en la vida social mediante la reconstrucción de los acontecimientos que vivió y la
transmisión de su experiencia vital. Además el individuo aporta, implícitamente, la realidad social
del momento y del lugar en el que ha vivido, ya que en su narración incluye su relación con la
realidad social, los contextos, las costumbres y las situaciones en las que el sujeto ha participado
(Chárriez Cordero, 2012: 53). Por todo ello, las historias de vida hacen que lo implícito sea
explícito, lo escondido sea visible, lo no formado sea formado, y lo confuso sea claro (Lucca
Irizarry y Berríos Rivera, 2003).

2.1.1.3. Tipos de historias de vida y su utilización en otras disciplinas de las


ciencias humanas y sociales

Debido a su carácter abierto, no es fácil encontrar una clasificación reconocida de las historias
de vida. Mayra Chárriez Cordero recogió en su artículo “Historias de vida: una metodología de
investigación cualitativa” (2012: 54-55) varias propuestas de tipos de historias de vida
enunciadas por diversos autores.

James Mckernan (1999) apuntó tres tipos de historias de vida: completas, temáticas y editadas.
Las completas son las que abarcan la extensión de la vida o carrera profesional del individuo.
Las temáticas se caracterizan por delimitar la investigación a un tema, asunto o período de la
vida del protagonista, realizando una exploración a fondo del mismo. Las editadas, ya sean
completas o temáticas, se caracterizan por la intercalación de comentarios y explicaciones de
otra persona que no es el sujeto principal.

Cristina Santamarina y José Miguel Marinas (1994) indicaron que las historias de vida están
formadas por “relatos que se producen con una intención: elaborar y transmitir una memoria
personal o colectiva que hace referencia a las formas de vida de una comunidad en un período
histórico o concreto”.

Miguel S. Valles Martínez (1997) diferenció los documentos en primera persona de los que están
en tercera persona. En el primer tipo incluye los documentos escritos u orales sobre la vida de un
individuo, proporcionados por él de manera intencional o no. Para él se incluyen dentro de este
primer grupo: autobiografías (completas, temáticas, corregidas), diarios y anotaciones diversas
(agendas, memorias), cartas, documentos expresivos (composiciones literarias, poéticas,
artísticas, entre otros), manifestaciones verbales obtenidas en entrevistas, declaraciones
espontáneas o narraciones. En cambio, los documentos en tercera persona aluden a los
57
estudios de casos, historias de vida y biografías. Valles también diferenció entre relato de vida,
entendido éste como la narración realizada por la misma persona, e historia de vida o estudio de
casos sobre una persona, que puede incluir, además de su propio relato, otro tipo de
documentos.

Para otros autores como Nydia Lucca Irizarry y Reinaldo Berríos Rivera (2009) la principal
característica de las historias de vida es la narración en primera persona “de la experiencia de
vida de un sujeto con sus propias palabras”.

Juan José Pujadas Muñoz (1992) propuso una clasificación en función a los tipos de materiales
utilizados en el método biográfico, que pueden ser documentos personales o registros
biográficos. Los documentos personales reflejan una trayectoria humana o aportan la visión
subjetiva que los sujetos tienen de su propia existencia y de la realidad que les rodea. Entre ellos
se encuentran las autobiografías, diarios personales, correspondencia, fotografías, películas,
vídeos o cualquier otro registro iconográfico así como objetos personales. Por otro lado, los
registros biográficos son los obtenidos por el investigador a través de la encuesta, como historias
de vida, de relato único, de relatos cruzados, de relatos paralelos y de relato de vida.

Por otro lado, Rafael Bisquerra Alzina (2004) aludió a las diferencias existentes entre historia de
vida o life history y relato de vida o life story.

Este carácter abierto del enfoque biográfico ha favorecido su aplicación no solo en Antropología
Cultural y Sociología, disciplinas en las que ha sido muy utilizado desde que en los años 1920 y
1930 fuera empleado como método de investigación por la Escuela de Sociología de Chicago,
sino también en otras como la Psicología Social o la Historia. En Psicología Social, las biografías
se han utilizado como historias clínicas en las que se perfila el entorno social de cada individuo
analizado; mientras que en Historia se ha empleado fundamentalmente en el terreno de la
Historia Contemporánea, con el objetivo de obtener información de los propios testigos vivos que
aporten sus propias experiencias y recuerdos de los hechos pasados (Sanz Hernández, 2005:
100-101).

Todas estas disciplinas comparten el mismo objeto de conocimiento: la sociedad, el mismo


objeto de estudio: el sujeto, individuo o protagonista de la historia que la relata en primera
persona, la misma manera de afrontar su investigación científica: las historias de vida, y el
mismo tipo de fuentes: escritas y orales. El objetivo último también es común: el acercamiento a
la realidad social de una época a través de las experiencias y los recuerdos personales de
quienes la vivieron.

58
2.1.2. OSTEOBIOGRAFÍA Y CURSO DE VIDA

El término osteobiography fue acuñado por Frank Saul (Saul, 1972; Saul y Saul, 1989) para
hacer referencia a la investigación de las condiciones de vida y acontecimientos experimentados
por toda una población a partir del análisis de los esqueletos humanos. Posteriormente, este
término ha sido usado por otros autores, entre los que destacan Diane Hawkey, Andrea Lessa y
Niéde Guidon, John Robb, Gary M. Heathcote y otros, Ann Stodder y Ann Palkovich, Leonardo
García Sanjuán y otros y Sabrina C. Agarwlal, para hacer referencia a estudios biográficos
basados en los restos óseos humanos hallados en los contextos arqueológicos, pero con
diversos objetivos de investigación.

Diane Hawkey (1998) planteó interpretaciones sobre la vida de un individuo y su comunidad en


el periodo 1550-1672 DNE en el sitio de Gran Quivira (Nuevo México, EE.UU.), a partir del
estudio de los restos óseos de un individuo adulto masculino que padeció una enfermedad
degenerativa. El análisis paleopatológico, el análisis de los marcadores de estrés
musculoesquelético y las estimaciones sobre la progresión de la enfermedad y cómo afectó a su
movilidad a lo largo de su vida, demostraron que este hombre sufrió una artritis crónica juvenil,
que comenzó en su juventud, a partir de 16-20 años, cuando pudo perder en torno a un 17% de
movilidad, y duró hasta su muerte en edad adulta media, a 31-40 años, cuando habría perdido
en torno al 50% de su movilidad. Esta enfermedad degenerativa le habría acarreado la
dependencia de, al menos, otro miembro de la comunidad, probablemente algún familiar, durante
gran parte de su vida. Esto hizo reflexionar a la autora sobre el grado de “compasión” que hay en
la comunidad a la que pertenece el individuo, dado que este individuo no podría realizar durante
su vida las actividades que comúnmente llevaban a cabo los demás miembros de la comunidad.
Pese a ello, no parece haber tenido un trato ni una dieta diferente, es más, debió recibir los
cuidados necesarios para sobrevivir hasta la edad adulta media. Del mismo modo, su
enterramiento refleja también su trato igualitario con respecto al resto de la comunidad.

Andrea Lessa y Niéde Guidon (2002) entienden la osteobiografía como la descripción del
esqueleto, el ajuar, la posición de enterramiento, el estado de conservación, el sexo, la edad de
la muerte, la estatura y las paleopatologías, considerando además que a partir de la suma de
estudios de individuos concretos, se pueden obtener datos sobre la vida de los grupos sociales a
los que pertenecen. En su caso, presentan el estudio del Esqueleto I de Sítio Toca dos
Conqueiros (Serra da Capivara National Park, Brasil), de hace 11060 años, y ciertas
conclusiones sobre ciertas prácticas culturales de los grupos Paleoindios del noreste de Brasil,
como la fabricación de refinadas puntas de proyectiles bifaciales y el uso de herramientas para
posibles propósitos terapéuticos, así como elaboradas prácticas funerarias en las que se
incluyen enterramientos de piedras y rituales mortuorios con fuego.

Para John Robb la osteobiografía es el estudio de la biografía como una narrativa cultural, a
través de los esqueletos humanos, considerando tan importantes los eventos de la vida como la
historia de los restos humanos después de la muerte (Robb, 2002: 160). De este modo, añadió a

59
los estudios de Antropología Física, los estudios tafonómicos, y subrayó la importancia de las
ideas culturales que están tras cada evidencia biológica. Estas ideas fueron aplicadas a los
enterramientos neolíticos italianos, para mostrar que los enterramientos y los restos óseos
proporcionan un acercamiento a la interacción de las categorías de edad y género, a las
modificaciones culturales del cuerpo, a la acumulación de la antigüedad y a la restricción del
conocimiento dentro de un grupo, a los procesos sociales importantes tales como enfermedad y
a la comprensión de distintas alternativas de vida. Para obtener estos datos de los restos óseos,
planteó la necesidad de llevar a cabo estudios paleopatológicos en nuevas direcciones,
fundamentalmente dirigiendo la investigación hacia los procesos experimentados por el cuerpo,
como enfermedades y lesiones, integrando estos datos con el resto aportados por el registro
arqueológico, y prestando especial atención cuando se observan traumatismos y modificaciones
en los patrones culturales (Robb, 2002: 168).

Gary M. Heathcote y otros (2012) entienden la osteobiografía como historia de vida, centrándose
en el estudio de los restos óseos de un individuo concreto, y contextualizándolo dentro de su
cultura, sociedad y tiempo histórico (Heathcote et al., 2012: 132). Ejemplo de ello es su
osteobiografía de “El hombre de Taga” o “Taotao Tagga”, un hombre de Chamorro del siglo XVI-
XVII, enterrado en la isla de Tinian. Su estudio se centró en los cambios osteológicos que
experimentó a lo largo de su vida y en relacionar estos cambios con la sociedad y la cultura en la
que se encuentra.

Para Ann Stodder y Ann Palkovich la osteobiografía es la interpretación de las vidas de las
personas cuyos restos han sido excavados en yacimientos arqueológicos, siendo tan
importantes los acontecimientos de la vida como los que rodean la muerte de cada individuo
(Stodder y Palkovich, 2012: 1). Abogan por estudios interdisciplinares que permitan la utilización
de múltiples y variadas fuentes de información: historia oral y leyendas, antiguos textos e
imágenes, etnografía y recursos etnográficos, registros de defunción y lápidas, análisis químicos
de huesos y de ADN antiguo, evidencias de patrones de actividad habituales inscritas en los
restos óseos, rasgos genéticos registrados en dientes y huesos, e indicadores de salud y
enfermedad en la infancia y posteriormente (Stodder y Palkovich, 2012: 1), y las acciones
humanas y los procesos postdeposicionales que crean los registros bioarqueológicos (Stodder y
Palkovich, 2012: 3). Así mismo, ponen énfasis en el valor de la osteobiografía para el estudio de
la Prehistoria, al considerar a los individuos, sus intenciones y sus identidades socialmente
contextualizadas como fundamentales para entender el pasado (Stodder y Palkovich, 2012: 2-3).
Proponen una osteobiografía con “un alcance humano” que analice los datos arqueológicos y
esqueléticos conjuntamente para examinar diversas etapas del curso de vida de individuos
específicos en sociedades particulares (Stodder y Palkovich, 2012: 3), dando por tanto gran
importancia a los datos aportados por individuos concretos para el conocimiento de las
sociedades prehistóricas.

En un sentido similar, el concepto osteobiografía es aplicado por García Sanjuán y otros (2016a:
514-521), definiéndolo como un campo que “persigue la reconstrucción de indicios reconocibles

60
en los restos óseos en clave de las historias personales y biografías únicas de las personas
documentadas arqueológicamente” (García Sanjuán et al., 2016a: 514). Este concepto fue
aplicado al análisis de los 20 individuos inhumados en la Cámara Grande del tholos de
Montelirio. Éstos fueron caracterizados, por un lado, a partir de diversos parámetros
identificables en sus restos óseos: sexo, edad, estatura, orientación y posición del inhumado,
relación estratigráfica con los demás individuos, indumentaria, caracteres no métricos o
descriptivos y paleopatologías (Pecero Espín, 2016: 409-442), análisis de isótopos estables del
carbón y del nitrógeno de los restos óseos para la identificación de la paleodieta (Fontanals-Coll
et al., 2016: 443-448) y análisis del mercurio presente en los restos óseos para valorar el uso de
cinabrio en vida (Enslie et al., 2016: 449-454); y por otro, a partir de las características del
contexto arqueológico en el que se encuentran: la singularidad de este monumento funerario, al
presentar uno de los mayores túmulos documentados en la Península Ibérica (75 m de diámetro)
y la mayor longitud de sus espacios internos (43,7 m) documentada para un tholos (García
Sanjuán et al., 2016a: 511-513), la excelente conservación de sus motivos decorativos fijados en
distintos elementos (las lajas de revestimiento del sepulcro, una estela y cuatro betilos
modelados en arcilla y varias figurillas zoomorfas y fitomorfas talladas en marfil) (Bueno Ramírez
et al., 2016a: 365-405), la particularidad y buen estado de conservación de su registro
arqueológico (Fernández Flores y García Sanjuán, 2016: 107-118). Con todo ello, realizaron la
osteobiografía de cada uno de los 20 individuos hallados en la Cámara Grande, en su mayoría
mujeres (García Sanjuán et al., 2016a: 514-521), apuntando diversos datos sobre sus vidas y
sobre su significación social, ligada a la religión, la magia o el esoterismo (García Sanjuán et al.,
2016a: 544-547), planteando así mimo, su excepcionalidad dentro de la Prehistoria Reciente de
la Península Ibérica (García Sanjuán et al., 2016a: 522-523).

Por otro lado, Sabrina C. Agarwlal (2016) ha utilizado el concepto de curso de vida (life course),
muy ligado al de historia de vida (life history), para defender la realización de estudios
bioarqueológicos dirigidos a comprender cómo quedan reflejados en los restos óseos factores
como el crecimiento, el estrés, la dieta, la actividad y el envejecimiento. De este modo, al
examen de la morfología ósea a partir de la Antropología Física y la Bioarqueología, se une el de
la vida humana, es decir, las historias de vida, resultado de eventos interrelacionados y
acumulativos dentro de la vida del individuo, e incluso de varias generaciones.

Este enfoque de curso de vida considera que el cuerpo humano es el producto de contextos de
desarrollos biológicos y sociales, que pueden ser investigados a partir del análisis de los restos
óseos y de su interpretación. Así, resultan claves los conceptos de trayectoria y plasticidad, en
primer lugar, porque el desarrollo de la vida se concibe como una trayectoria que puede cambiar
de dirección a lo largo de las fases del curso de vida, y en segundo lugar, porque la plasticidad
se refiere a la capacidad de un organismo para cambiar su fenotipo en respuesta a los cambios
en el medio ambiente, relacionándose tanto con el crecimiento como con el desarrollo (Agarwlal,
2016: 131-132).

61
2.1.3. LA VIDA DEL USO: BIOGRAFÍAS DE ARTEFACTOS Y
CONSTRUCCIONES

2.1.3.1. Biografías de artefactos. Primeros trabajos realizados en antropología

Al objeto material se le ha prestado tradicionalmente poca atención en las ciencias sociales,


desde disciplinas como la Antropología, la Sociología o la Historia, considerándose como un
elemento funcional de la vida más que como informante de la sociedad a la que pertenecen
(Gosden y Marshall, 1999: 169).

Desde la década de 1980 esta situación ha ido cambiando y la cultura material ha tomado más
importancia en los estudios de tipo social (Gosden y Marshall, 1999: 169). En este sentido, cabe
destacar como uno de los primeros trabajos el del antropólogo Igor Kopytoff, quien en 1986
publicó “The cultural biography of things: commoditization as process” (Kopytoff, 1986: 64-91),
como capítulo segundo del libro editado por Arjun Appadurai The social life of things.
Commodities in cultural perspective (Appadurai, 1986).

Kopytoff propuso que era posible la elaboración de la biografía de una cosa. Retomó la obra del
también antropólogo, William H. R. Rivers, quien en su artículo “The Genealogical Method of
Anthropological Inquiry” (1910) había planteado la posibilidad de rastrear, a partir de los
diagramas genealógicos, cómo una propiedad, por ejemplo una parcela de tierra, va pasando de
una mano a otra. Lo que se obtiene así es la historia de la propiedad de esa posesión en relación
a sus dueños.

A la propuesta de Rivers, Kopytoff añadió que “una biografía puede concentrarse en otras
cuestiones y acontecimientos innumerables” (Kopytoff, 1991: 92). Planteó que al elaborar la
biografía de una cosa se pueden formular preguntas similares a las que se realizan a las
personas: “¿cuáles son las posibilidades biográficas inherentes a su “estatus”, periodo, cultura, y
cómo se realizan tales posibilidades?, ¿de dónde proviene la cosa y quién la hizo?, ¿cuál ha sido
su carrera hasta ahora, y cuál es, de acuerdo con la gente, su trayectoria ideal?, ¿cuáles son las
“edades” o periodos reconocidos en la “vida” de la cosa, y cuáles son los indicadores culturales
de éstos?, ¿cómo ha cambiado el uso de la cosa debido a su edad, y qué sucederá cuando
llegue al final de su vida útil?” (Kopytoff, 1991: 92).

Como ejemplo, Kopytoff describió la trayectoria vital de una choza de los Suku de Zaire. “La
biografía de la choza comienza con su ocupación por parte de una pareja o, en el caso de las
poligamias, por parte de una esposa con sus hijos. Una vez que la choza envejece, se
transforma sucesivamente en casa de huéspedes, hogar de alguna viuda, refugio para los
adolescentes, cocina y, por último, cobertizo para las cabras o gallinas; al final, las termitas
resultan victoriosas y la estructura se derrumba” (Kopytoff, 1991: 92). Además señaló que “el
estado físico de la choza en cada periodo corresponde a su uso específico” y que el darle un uso
62
que no corresponde a su estado físico transmite un mensaje; por ejemplo el alojar a un huésped
en una choza que debería funcionar como cocina puede informar acerca del estatus del
huésped; o por el contrario si no hay chozas disponibles para las visitas en una comunidad
puede comunicar algo sobre el jefe: que es flojo, poco hospitalario o pobre (Kopytoff, 1991: 92).

Por otro lado, planteó que al igual que admitimos que las personas tienen muchas biografías
(psicológica, profesional, política, familiar, económica, etc.), y que cada una selecciona ciertos
aspectos de su historia y descarta otros, del mismo modo, las cosas también pueden tener
distintas biografías: física, técnica, económica, social, etc. En el caso de un automóvil, su
biografía económica tendría en cuenta su valor inicial, su precio de venta, su precio de reventa,
la tasa de depreciación, el patrón anual de costos de mantenimiento, etc. (Kopytoff, 1991: 93).

También señaló que es muy importante la información sobre la cultura y la sociedad que aportan
las cosas. En el caso de un automóvil diversas cuestiones nos pueden mostrar características de
la cultura y de la sociedad de la que procede, ya que no será igual la biografía de un automóvil
empleado por la clase media estadounidense que por los navajos. La forma de adquirirlo, los
usos, la identidad de su comprador, de sus pasajeros y de aquellos a los que se le presta, las
reparaciones, la reventa, la utilización de sus piezas cuando ya no funciona, etc., pueden aportan
información indirecta sobre la cultura y la sociedad en la que se encuentra (Kopytoff, 1991: 93).
Los objetos también pueden dar información sobre contactos culturales, y de cómo esos objetos
son culturalmente redefinidos y puestos en uso en otra sociedad (Kopytoff, 1991: 93).

En la biografía de las cosas un aspecto que ha revestido gran importancia ha sido el significado
de los objetos. Dentro de esta cuestión distintos autores han valorado varios temas: la
consideración de los objetos como regalos o mercancías en los intercambios, la importancia del
contexto social, la importancia del paso del tiempo y/o cambio de lugar, es decir, de variación de
su contexto social, la permanencia del significado en los objetos o la relación entre las personas
y los objetos (Gosden y Marshall, 1999: 172-174).

La distinción entre los regalos y las mercancías se remonta a la definición de Karl Marx de las
mercancías en el capítulo primero de su obra El Capital. Libro primero. El proceso de producción
del capital. Volumen I, publicada en alemán en 1867, y a los pensamientos de Marcel Mauss
sobre los dones, plasmados en su obra Ensayo sobre el don de 1925. Ambas definiciones fueron
recapituladas posteriormente por Christopher A. Gregory en su obra Gifts and Commodities
(1982). Las mercancías se supone que son transferibles, así pueden ser intercambiadas sin
dejar ninguna relación entre el donante y el receptor. Por el contrario, los regalos siempre
mantienen algún tipo de relación con la persona o personas que primero las hicieron y las
personas que subsecuentemente las han recibido. La transferencia de las mercancías, frente a la
continuidad y el apego que las personas tienen a los regalos, ofrece muy diferentes medios de
creación y mantenimiento de biografías (Gosden y Marshall, 1999: 173).

63
La importancia del contexto ha sido reivindicada por Appadurai (1986, 1991). Para él, el contexto
lo es todo y, en lugar de hacer distinción entre regalos y mercancías, plantea que se debe
prestar atención a las circunstancias políticas y sociales que están alrededor de los intercambios.
A modo de ejemplo destaca que un reloj comprado en una tienda como una mercancía se puede
dar como un regalo con la misma intención social que un elemento concebido desde un primer
momento como un regalo.

Nicholas Thomas (1991, 1994) hizo hincapié en la re-contextualización, considerando que las
historias de muchos objetos se componen de los cambios de contexto y perspectiva. Los objetos
sólo pueden entenderse mediante el examen de los contextos culturales en los que fueron
producidos y de los sucesivos contextos en los que se movieron más tarde. Thomas toma como
ejemplo las relaciones coloniales en el Pacífico durante los últimos siglos, en las que se han
producido gran cantidad de intercambio de objetos entre los extranjeros y la población local, y en
la que cosas producidas originalmente como mercancías han podido ser canjeadas por regalos y
viceversa.

Marilyn Strathern (1988) planteó la idea de la permanencia de los significados e intenciones de


las personas en relación a los objetos más allá de la muerte. Tomó la idea de que, en el caso de
los melanesios, los regalos mantienen una unión indisoluble con las personas que los fabricaron
y con las que los van intercambiando a lo largo de la trayectoria de los objetos. Los objetos
acumulan la intervención de varias personas, estando cargados de los significados e intenciones
de cada una de las personas a las que han estado ligados en algún momento concreto de su
trayectoria. De este modo, los significados e intenciones de las personas pueden subsistir más
allá de sus vidas, conservándose en los objetos a los que han estado ligados. Del mismo modo,
una persona está compuesta, en última instancia, por todos los objetos que ha fabricado y que
ha intercambiado, y que representan la suma total de sus acciones. A su vez, los objetos son los
nexos de unión entre todas las personas que han estado ligadas a ellos en algún momento de la
trayectoria de los objetos.

Janet Hoskins (1998), propuso que las biografías de las personas estaban ligadas a la de los
objetos. Trabajó en Sumba, en el este de Indonesia, y se dio cuenta de que cuando le
preguntaba a la gente acerca de la historia de sus vidas obtenía poca respuesta, pero cuando les
preguntaba acerca de objetos significativos, recibía una gran cantidad de detalles sobre las
biografías de las personas. Los objetos estaban tan asociados a las personas que al hablar de
ellos se tenía que hablar irremediablemente de las personas con las que estaban relacionados.
Por tanto, los relatos sobre objetos se convertían en relatos sobre las personas que estaban
relacionadas con esos enseres en las diferentes etapas de éstos: fabricación, uso, reutilización,
etc., sirviendo de ayuda para organizar las experiencias de vida de la gente.

De una u otra manera, para todos estos autores los objetos no tienen sentido por sí mismos, sino
que están irremediablemente ligados a las personas que los han fabricado, utilizado,
intercambiado, modificado, destrozado, abandonado, etc. y son éstas las que los dotan de valor

64
y de significado, estando por tanto, las biografías de objetos ligadas a las biografías de las
personas.

2.1.3.2. Primeras biografías de construcciones y artefactos arqueológicos.


Ejemplos de la Prehistoria europea

En Arqueología, una de las primeras propuestas de análisis arqueológico de construcciones y


artefactos desde una perspectiva biográfica es la de Ruth Tringham (1994, 1995), cuya
investigación se basa en el registro obtenido tras la excavación de las casas del periodo
Neolítico y Eneolítico del Sureste de Europa.

Para Tringham la arqueología procesualista tiene a su favor el empirismo, la incorporación a la


arqueología del cientifismo de las ciencias naturales. Por ello defendió lo demostrable
científicamente a partir del registro arqueológico y lo que a partir de ahí se puede inferir. En el
caso de la arquitectura, se podrían deducir los aspectos relacionados con la construcción y los
materiales empleados, destacando los procesos, las funciones y las tareas de manipulación que
han experimentado (Tringham, 1994: 170). Sin embargo, otros muchos aspectos relacionados
con el uso y el significado de los espacios construidos, especialmente los relacionados con
género, edad e intención de los individuos, quedarían ignorados o minimizados en el estudio de
los restos arquitectónicos desde la Arqueología. Y solo puede asumirse que estos aspectos
están reflejados indirectamente en la cultura material, pero de manera muy ambigua, lo que hace
que el dato arqueológico no pueda ser atribuido a esas acciones, categorías o relaciones
(Tringham, 1994: 170-171). La conclusión de todo esto es que, para la arqueología
procesualista, cualquier comportamiento que no sea comprobable o demostrable y que esté
sujeto a ambigüedad, no es valorable para la investigación y probablemente no es un objeto de
conocimiento válido (Tringham, 1994: 171).

Por otro lado, criticó a la arqueología procesual que, a pesar de obtener datos y conclusiones
demostrables empíricamente, lo hace a partir del estudio de pocos casos, cuyas características
son extrapoladas al resto de casos de apariencia similar (Tringham, 1994: 171).

Tringham también echó en falta el análisis de cambios sociales a escala micro espacial. En el
caso de las viviendas, las variables que habría que medir para ver esos cambios serían: la
familia, la casa, el hombre, la mujer y los niños, las tareas domésticas, las intenciones en las
acciones individuales, etc. Pero estas categorías han sido consideradas como un objeto de
conocimiento marginal a causa, por un lado, de que no son categorías comprobables a través del
registro arqueológico, y por otro la idea asumida de que esta escala de interpretación no aporta
ninguna diferencia en el panorama general de la evolución cultural y de los cambios en la
sociedad, al ser elementos constantes, más que variables, en el comportamiento social humano
(Tringham, 1994: 171).

65
Tringham abogó por prestar atención a la vida del uso de las cosas o historias individuales
(Tringham, 1994; 1995). El enfoque de la vida del uso (use-life) de los artefactos fue desarrollado
por los arqueólogos procesualistas estadounidenses como reacción contra el interés tradicional
en la variación formal de los artefactos y apostando por la explicación del proceso de cambio
cultural y de comportamiento (Tringham, 1994: 175).

El enfoque de la vida del uso considera, por un lado, que los objetos y construcciones tienen
historias individuales, durante las cuales la forma y la utilización de éstos puede variar, y por
otro, que forman parte del proceso de cambio social (Tringham, 1994: 175). De este modo, se
asume que objetos y construcciones contienen y reflejan, de manera individual, el
comportamiento de la sociedad. Por tanto, la reconstrucción de la vida del uso o historia
individual de varios objetos y/o construcciones puede ser utilizada como referente de las
tendencias y pautas más generalizadas en el comportamiento social (Tringham, 1994: 177).

Para Tringham la información obtenida del registro arqueológico se puede expandir cualitativa y
cuantitativamente, considerando algunas ideas propuestas por los arqueólogos post-
procesualistas: la cultura material es un componente activo de la acción social, la arquitectura es
un campo de la acción social y las biografías de los actores sociales individuales son partes
cruciales de la construcción de las narrativas de la Prehistoria (Tringham, 1995: 81).

En ese sentido apostó por incluir como objetivos de investigación arqueológica preguntas
relacionadas con las diferentes etapas por las que pasa cualquier objeto o estructura construida,
es decir, construcción o fabricación, uso, re-uso y abandono o destrucción: la adquisición de
materias primas, las técnicas de fabricación, cómo se utilizó o cuál fue su función, cuánto tiempo
duró, las circunstancias que condujeron a su eventual descarte o re-uso, cómo y por qué llegó al
final de su vida del uso y qué sucedió después de su abandono (Tringham, 1994: 177; 1995: 81).

Del mismo modo, consideró fundamental la combinación de la reconstrucción de la vida del uso
de una construcción con la reconstrucción de la vida del uso de los artefactos encontrados en su
interior, para la obtención de las pautas de comportamiento o de las acciones humanas que
están detrás (Tringham, 1995: 85-86).

Sin embargo, la misma autora subrayó que dentro de esta orientación está claro que no hay una
verdadera "Prehistoria" que reconstruir, sino que comprende múltiples interpretaciones del
registro arqueológico y se pueden reconstruir múltiples narrativas (Tringham, 1995: 81).

En el caso de los artefactos, denominados muchas veces objetos, aunque han estado
generalmente en el centro de las investigaciones arqueológicas, el interés ha estado focalizado
en su función, estilo y cronología (Gosden y Marshall, 1999: 169). En su estudio desde una
perspectiva biográfica destacan Robin Skeates (1995, 2007; 2008) Michael Shanks (1998),
Katina T. Lillios (1999; 2003, 2010) y Antonio Blanco-González (2014, 2016), entre otros.

66
Skeates y Lillios han planteado la necesidad de conocer la biografía de los objetos, que debe
incluir como propuso Kopytoff (1986), su producción, distribución, consumo y deposición; así
como el contexto arqueológico en el que se encuentran. La diferencia principal entre ambos es
que Skeates se ha centrado en los contextos socio-históricos en los que aparecen los objetos, y
Lillios en la relevancia de la herencia para la producción de la memoria y en la aparición de
rango hereditario (Lillios, 1999: 239-240).

Skeates (1995: 279-301) ha planteado la necesidad de estudiar la biografía y el contexto de los


objetos en su estudio sobre las “hachas-amuletos” del Mediterráneo central. Sugirió que las
“hachas-amuletos” de piedra de los sitios de la Prehistoria Reciente principalmente de Italia,
Malta, Sicilia y Cerdeña podían haber sido reliquias. Argumentó que algunos de estos parecían
haber comenzado su “vida” como grandes objetos funcionales y que, con el paso del tiempo, las
que estaban hechas de piedras particularmente distintivas o asociadas con los ancestros,
habrían sido transformadas en colgantes mediante un nuevo pulimento de la pieza y su
perforación.

Del mismo modo, Skeates aplicó esta metodología de estudio, centrada en la biografía y el
contexto de los artefactos, para analizar las dimensiones culturales y conceptuales de las
estampillas de arcilla cocida o de piedra encontradas en sitios neolíticos y calcolíticos de Asia
occidental y sur de Europa, datadas entre el VIII y III milenios ANE. Para ello analizó los
materiales de los que estaban hechos y cómo se llevaba a cabo su producción, en qué contextos
arqueológicos se habían encontrado, cuál había sido su función, cómo se habían utilizado, las
transformaciones que habían experimentado a raíz de su transmisión en el tiempo y su
expansión geográfica, así como los valores y significados que habían tenido (Skeates, 2007,
2008).

Con su investigación concluyó que las estampillas fueron hechas de manera no especializada,
usando los recursos disponibles, generalmente arcilla cocida o piedra. Los contextos
arqueológicos en los que aparecían eran diversos: suelos de las casas, cocinas, talleres,
almacenes y edificios religiosos, fosas y áreas de desecho, depósitos de cuevas y
enterramientos de inhumación. En cuanto a su uso, en principio fueron diseñadas para ser
herramientas de mano portátiles, utilizadas para reproducir las imágenes que tenían grabadas en
sus superficies en otros artefactos, de una manera simple, rápida y manual. No obstante, parece
que algunas fueron posteriormente usadas como amuletos personales, ya que habían sido
encontradas en enterramientos en posiciones que sugerían que habían estado atados al cuello o
a la muñeca de los individuos. Las técnicas utilizadas para la reproducción de las imágenes
habían sido dos: la impresión de imágenes coloreadas en superficies que no se pueden modelar
como la piel humana, tejidos, pieles y papel; y la impresión de sus grabados en superficies
dúctiles y moldeables como arcilla, masa, mantequilla y cera. Las imágenes representadas eran
culturalmente significativas y memorables, ya que representaban símbolos ancestrales, que
habían sido transmitidos y transformados en el tiempo y en el espacio por las primeras
comunidades agrarias, creándose variaciones regionales (Skeates, 2007: 183-198; 2008: 197-

67
184). En última instancia, lo verdaderamente importante no eran los artefactos que sobreviven
arqueológicamente, sino la perduración de los símbolos (Skeates, 2007: 196).

Lillios (1999) también ha propuesto la necesidad de conocer la historia de vida o biografía y el


contexto arqueológico para el estudio de las reliquias, al ser objetos que son conservados por
múltiples generaciones antes de entrar a formar parte del registro arqueológico.

Para ella, convertir un objeto en reliquia es una forma de conservación, que consiste en la
modificación y miniaturización de un objeto de valor más grande y su conservación durante un
periodo de tiempo, lo que no implica que haya sido sacralizada o creada en un acto de piedad. A
causa de su transformación en un objeto más pequeño, una reliquia es más portable que el
artefacto original, aunque también es más vulnerable; permite su posesión individual, a diferencia
de objetos más grandes o monumentos que suelen tener una propiedad colectiva; y su
portabilidad deja mayor flexibilidad a su dispersión por más lugares, estando menos fijadas a
espacios o a territorios específicos, al contrario que los monumentos (Lillios, 2010: 47).

En esa dirección planteó sus estudios sobre las herramientas de piedra pulida de anfibolita de
las tierras bajas de Portugal (Lillios, 1999: 253) y los “ídolos-placa” o “placas grabadas” del sur
de la Península Ibérica (Lillios, 2010: 40-72), ambos del Neolítico Final y la Edad del Cobre.

En el primer caso sugirió que, durante la Prehistoria Reciente de las tierras bajas portuguesas,
ciertas herramientas de piedra pulida, especialmente las de anfibolita, fueron convertidas en
reliquias. La anfibolita es una roca metamórfica muy duradera, cuyas fuentes se encuentran en
las tierras altas de Portugal, entre 100 y 500 km de los sitios de las tierras bajas. El estudio de
cinco sitios, tres de ellos asentamientos y los otros dos enterramientos, apuntó que los patrones
en la distribución de anfibolita sugerían su tratamiento diferencial y, posiblemente, su conversión
en reliquias. En primer lugar, las herramientas hechas de anfibolita rara vez se encuentran
durante el Neolítico Final y la Edad del Cobre en tumbas de las tierras bajas, sin embargo, sí que
se encuentran en los asentamientos. En estos últimos muestran significativamente más signos
de reciclaje (por ejemplo, hachas/azuelas desgastadas convertidas en los martillos,
hachas/azuelas rotas hechas cinceles) que las herramientas elaboradas en materias primas
locales (basalto, metabasalto y rocas sedimentarias). No obstante, las herramientas de piedra
pulida de los enterramientos, son generalmente de materias primas locales, con formas bastante
finas, y no suelen estar utilizadas. Su forma y la falta de adaptación de algunas de las materias
primas (roca sedimentaria) para herramientas de trabajo sugieren que estos objetos podrían ser
considerados réplicas, tal vez de útiles de anfibolita. Teniendo en cuenta estos datos, Lillios
propone como posible historia de vida para las herramientas anfibolita su mantenimiento en la
tierra de los vivos, tanto por su consideración de instrumentos eficaces como de reliquias,
teniendo el significado del nexo de unión de los vivos con un pasado ancestral, tal vez originarios
de las tierras altas de Portugal (Lillios, 1999: 253).

68
En el caso de los “ídolos-placa o “placas grabadas”, ha planteado que la mayoría fueron
encontradas en enterramientos colectivos y sólo unas pocas, principalmente fragmentos, se
hallaron en asentamientos (Lillios, 2003: 131). Por ello dedujo que las placas debieron ser
producidas en un momento cercano a la muerte de los individuos (Lillios, 2003: 131) y que
originariamente serían colocadas en las tumbas como parte de un rito de paso para facilitar el
tránsito de los fallecidos al terreno de los ancestros (Lillios, 2010: 47). Como la mayoría de las
placas han sido encontradas en el Alentejo, una región con suelos ácidos que no permite la
buena conservación de los cuerpos, no se puede conocer la relación entre el número de
individuos enterrados y el número de placas, no obstante, algunos casos como el de Cabeço da
Arruda 1 (Lisboa), donde el número mínimo de individuos es de 19 y el número de placas es de
11, parecen apuntar que no todos los individuos fueron enterrados con placas. En los casos que
se ha conservado el esqueleto del individuo se ha visto que solían estar colocadas en su pecho o
al lado (Lillios, 2010: 49). La transformación de estas placas en reliquias se debe, según Lillios a
la fragmentación de muchas de ellas, posiblemente debido a actos de saqueo o sacrilegio
realizados por linajes enemigos o rivales, aunque también puede deberse a actos rituales
asociados con el duelo como propone Robert Chapman (2000), y a su conservación posterior.
Para Lillios, una “placa-reliquia” es un fragmento de una placa grabada, que puede haber sido
fragmentada de manera intencional o no, y que después fue remodelada mediante el pulimento
de uno o varios de sus bordes. Además en algunas se realizó una perforación y/o se añadieron
nuevos grabados (Lillios, 2010: 47-48).

Para Lillios la biografía de las placas grabadas comenzaría con la elección del tipo de material,
generalmente pizarra, aunque también las hay de esquisto y de arenisca, así como la cantera de
la que se extraía la roca para su producción. Seguidamente habría que considerar las distintas
etapas de su manufactura: extracción de la cantera, desbaste, talla, pulimento, realización de
grabados y, a veces, de perforaciones. A continuación, serían utilizadas en los enterramientos,
quedando enterradas junto al fallecido durante algún tiempo. Posteriormente, según Lillios, en
algún momento de las “vidas” de las placas algunos individuos tomarían la decisión de
recuperarlas, modificar sus tamaños y formas, pulir sus bordes y, a veces, perforarlas con uno o
dos agujeros y/o re-grabarlas, produciendo objetos más pequeños y más cómodos y fáciles de
utilizar como colgantes u otros elementos de suspensión, aunque no todas parecen haber sido
elaboradas con ese fin (Lillios, 2010: 60-64). Por último, las “placas-reliquias” pasarían a formar
parte del registro arqueológico, generalmente en contextos funerarios (Lillios, 2010: 51-58).

Por otro lado, Shanks propuso la expresión “ciclo de vida” (life-cycle) para referirse a todos los
acontecimientos por los que atraviesa un artefacto. Para él, la vida de un artefacto es continua
pero cíclica, ya que un artefacto comenzaría su vida con la transformación de la materia prima de
la que está hecho de acuerdo a la concepción de un diseño, continuaría con la producción del
artefacto, su distribución o intercambio, su uso o consumo y terminaría un ciclo con su pérdida o
descarte. Posteriormente, el artefacto podría ser reciclado y tener una nueva vida, que
correspondería a otro ciclo dentro de la vida del artefacto. En un momento dado el artefacto
entraría a formar parte del registro arqueológico, terminando de este modo otro ciclo de su vida.

69
No obstante, con su descubrimiento arqueológico puede volver a tener una nueva vida, ya que
puede volver a ser reciclado como parte del discurso arqueológico. De esta manera, Shanks
planteó la continuidad de la vida de los artefactos, y explicó las discontinuidades o momentos en
los que no está en uso, es decir, cuando se pierde, abandona o forma parte del registro
arqueológico, como lagunas dentro de su continuidad (Shanks, 1998: 16-17). De este modo, las
diferentes fechas que podemos tener de un artefacto son puntos concretos de momentos
significativos en la vida del artefacto, como el momento de su fabricación o el momento de pasar
a formar parte del registro arqueológico, dentro de su continuidad cronológica (Shanks, 1998:
16).

Para Shanks las historias o biografías de cosas y de las personas van juntas y propone como
ejemplo de ello el yacimiento arqueológico de Skara Brae en las islas Orcadas, excavado por
Vere Gordon Childe. Así, Gordon Childe forma parte de la biografía o ciclo de vida del yacimiento
de Skara Brae y a su vez Skara Brae forma parte de la biografía de Gordon Childe (Shanks,
1998: 25). Además señaló que las cosas no pueden estudiarse separadamente de las personas,
ya que un objeto aúna una parte material o técnica y otra parte compuesta por las acciones de
las personas que han usado el objeto (Shanks, 1998: 27).

Igualmente consideró que los conocimientos que produce la investigación arqueológica están
situados entre el pasado, que como pasado real y objetivo ya no existe, y el presente, las ruinas
del pasado, es decir, el registro material, que además debe interpretarse; planteando que no se
debe separar al arqueólogo de su objeto de estudio, es decir, no se debe disociar el presente del
pasado (Shanks, 1998: 27).

Para Shanks las cosas tienen una vida y unas historias particulares que pueden salir a la luz a
partir de la fenomenología de los artefactos y la experiencia arqueológica (Shanks, 1998: 28).
Por ello sugirió que se debe afrontar el estudio de la vida de los artefactos desde la arqueología
interpretativa, mediante análisis de la cultura material y su interpretación, deduciendo y
explicando las acciones sociales que están tras ella, y en definitiva, la sociedad a la que
pertenecen (Shanks, 1998: 15-16).

Por otro lado, Antonio Blanco-González se ha centrado en la caracterización de los ciclos


formativos del registro arqueológico mediante la realización de microhistorias, es decir, “el
análisis meticuloso de pormenores inconscientes y en apariencia triviales, pero diagnósticos
(pistas, síntomas, rastros)” para poder acercarse al conocimiento de otros aspectos imposibles
de observar de manera directa. Su metodología de trabajo es inductiva, basada en “inducir para
caracterizar regularidades “desde abajo”, comprendiendo las causas a partir de los efectos,
desde lo particular accesible hasta lo general desconocido” (Blanco-González, 2016: 51).

A partir del análisis de las colecciones cerámicas de varios sitios (asentamientos, campos de
hoyos y monumentos), de distintos contextos (pozos, fosos, tumbas, túmulos y cabañas) y de
diferentes cronologías dentro de la Prehistoria Reciente, propuso un análisis diacrónico, desde el

70
Neolítico Antiguo a la Edad del Bronce Final (c. 5500-1100 ANE) (Blanco-González, 2016: 52),
de las prácticas sociales que se encuentran tras los distintos patrones de deposición de las
cerámicas (Blanco-González, 2016: 64). Para ello analizó las huellas conservadas en los
diferentes restos cerámicos, evaluando diversas variables tafonómicas (tamaño, erosión y
recipientes representados) (Blanco-González, 2016: 53-54), que permitieran relacionarlos con
actos de rotura, acopio, reúso, conservación y deposición de porciones, etc.) (Blanco-González,
2016: 64). Así, entre todos los deshechos investigados pudo reconocer dos tipos de ciclos
formativos antropogénicos: a) los que resultan de manipular desperdicios de manera
inconsciente, constituyendo los “efectos” de prácticas sociales habituales; b) los que
corresponden a ocultaciones conscientes, es decir, a “productos” o “correlatos físicos previstos”
fruto de una amplia gama de prácticas sociales entre las que se encuentran la rotura, dispersión,
recuperación, manejo y deposición final de cerámica y otras sustancias. Al primer grupo se
adscriben la mayoría de restos, derivados de procesos deposicionales muy heterogéneos, no
planificados y de difícil identificación, en cambio al segundo se adscriben pocos casos pero con
patrones de afección cerámica de fácil reconocimiento y correlación con las prácticas sociales de
las que se derivaron (Blanco-González, 2016: 62-64).

Para Blanco-González, este nivel de análisis “micro” permite valorar localmente grandes
fenómenos socioculturales como son la neolitización, el megalitismo o el campaniforme,
aportando datos de la vida social identificables en el registro arqueológico (Blanco-González,
2016: 64).

2.1.4. TIEMPO Y MEMORIA

Tiempo y memoria son dos conceptos fundamentales en las investigaciones realizadas desde
perspectivas biográficas, con especial incidencia en las biografías de artefactos y
construcciones, por su permanencia a lo largo del tiempo y su uso por parte de sucesivos
individuos y generaciones.

2.1.4.1. Concepto de tiempo

La palabra “tiempo” deriva del término latino tempus y hace referencia a la duración de las cosas
que están sujetas a cambio (Real Academia Española, 2014).

Manuel García Doncel (1989) planteó que el concepto de tiempo ha sido abordado desde
distintas perspectivas a lo largo de la historia, existiendo tres concepciones de tiempo: vulgar,
filosófico y físico. El tiempo vulgar “es el ordinariamente usado en la distribución de nuestra vida,
el que marca nuestro ritmo de trabajo, de descanso y de oración”, y está marcado por los astros,
especialmente por el Sol, que divide la jornada en dos partes, diurna y nocturna (García Doncel,
1989: 39-40). El tiempo filosófico parte de la concepción de tiempo de Aristóteles (filósofo griego

71
del siglo IV ANE), que lo definió como “el número del movimiento, según el antes y el después”,
entendiendo “movimiento” como cambio o transformación de las cualidades de algo (García
Doncel, 1989: 40). El tiempo físico fue estableciéndose a partir del siglo XVII, desde las
concepciones que del espacio han ido teniendo físicos como Johannes Kepler, Galileo Galilei,
Isaac Newton y Albert Einstein. Kepler relacionó el tiempo con las distancias espaciales; Galileo
trasladó los conceptos de tiempo, distancia y velocidad a los fenómenos terrestres; Newton
distinguió entre tiempo absoluto, el tiempo verdadero, matemático e independiente de las
circunstancias externas, y el tiempo relativo, el tiempo aparente, vulgar y relacionado con
circunstancias externas; mientras que Einstein consideró el tiempo como relativo y dependiente
de la situación y el movimiento del observador (García Doncel, 1989: 41-58).

Desde perspectivas sociológicas se ha planteado la existencia de dos tipos de tiempo, individual


y social, el primero ligado a experiencias individuales, y el segundo a las sociales. Henri Bergson
distinguió entre el tiempo objetivo y mecánico, que puede ser medido por el reloj, y el tiempo
subjetivo o interior, ligado a la experiencia y a la percepción de cada individuo (Halbwachs, 1925,
en Coser, 1992: 7). En cambio, Emile Durkhein y Marcel Mauss plantearon que en lugar del
tiempo individual, lo esencial era el tiempo social, es decir, el tiempo construido socialmente
(Halbwachs, 1925, en Coser, 1992: 8).

En el ámbito de la Arqueología y, en concreto, desde el enfoque biográfico, John Robb (2002)


ha distinguido tres tipos de tiempo, según distintos puntos de vista, relacionados con la forma de
medir el tiempo, la naturaleza del tiempo y las escalas de tiempo. Según la forma de medir el
tiempo existirían dos tipos de tiempo: el experimentado, medido a partir de las experiencias de
vida, y el medido o cronométrico, computado de manera exacta y según el sistema internacional.
En relación a la naturaleza del tiempo, se puede distinguir entre tiempo lineal, aquel que tiene
una única duración, extensible infinitamente y divisible, y tiempo cíclico, definido por intervalos
marcados culturalmente, como ciclos de agricultura, pastoreo o búsqueda de alimentos. Por otro
lado, las escalas de tiempo han sido múltiples (Shanks y Tilley, 1988; Bradley, 1991; Knapp,
1992; Gosden, 1994), aunque de manera general se pueden encuadrar dentro de tres rangos de
tiempo propuestos por Robb (2002: 154-155): tiempo experiencial, tiempo social y tiempo
cosmológico. El tiempo experiencial representa la duración del desarrollo inmediato, la
experiencia y la actividad de un individuo. El tiempo social representa una serie de narraciones
repetidas, de acontecimientos planeados durante mucho tiempo, que coordinan la vida de mucha
gente y que por ello suman o incorporan muchas experiencias de vida. El tiempo cosmológico es
intemporal e inmutable, y está integrado dentro de axiomas culturales incuestionables,
relacionados con la propia definición del mundo. Todos ellos están ligados al cuerpo humano,
tanto a experiencias de vida como etapas biológicas, y a la memoria, en relación a los actos de
recuerdo y de olvido del pasado.

72
2.1.4.2. Memoria: transmisión cultural y formación de memorias colectivas

En las biografías de las construcciones y los artefactos es fundamental la cuestión de cómo se


produce la transmisión de su historia, usos y significados de unas generaciones a otras, y cómo,
pasadas varias generaciones, pueden formar parte de la memoria colectiva de los grupos
sociales. Para dar respuesta a esta cuestión debemos partir de una perspectiva mucho más
general, cuyo interés sea conocer cómo se produce la transmisión de la cultura, tanto de los
modos de vida y de las costumbres como de los conocimientos de un grupo social, de una
generación a la siguiente, y cómo, gracias a ello, se crea, mantiene y transforma la memoria
colectiva del grupo.

La palabra “memoria”, que proviene del vocablo latino memoria, se refiere a la “facultad de
recordar” o al “recuerdo” mismo. Su raíz viene del verbo memoro, “recordar”, del que también
proceden otros sustantivos como memoratus que se refiere a la “acción de recordar”,
memorabilis, es decir, “memorable” o “digno de ser narrado” o memorialis, “que ayuda a la
memoria” y memoriale, “memorial, hecho o monumento que recuerda algo” (Diccionario Ilustrado
Latín, 2003: 297).

Maurice Halbwachs fue uno de los primeros en proponer en las décadas de 1920 a 1940 que la
memoria es fundamentalmente un fenómeno social, que está ligado a los grupos sociales
(Halbwachs, 1925, en Coser, 1992). Centró su investigación en el proceso por el cual se
construye la memoria social, planteando que través de la pertenencia a un grupo social,
particularmente de parentesco, religioso y de clase, el individuo es capaz de adquirir, localizar y
recordar su memoria (Halbwachs, 1925, en Coser, 1992: 175-182). Planteó que todos los grupos
desarrollan una memoria social en la que destacan su propio pasado y su identidad única. Esta
memoria es colectiva, y es perpetuada y soportada por el grupo. No obstante, son los grupos
sociales los que determinan en cada momento qué cosas son memorables, eliminando las cosas
que pueden provocar separaciones en el grupo, y cómo deben ser recordadas (Halbwachs,
1925, en Coser, 1992: 182-183). Respecto a la memoria individual, consideró que no está
totalmente separada de la social, sino que los recuerdos de diferentes segmentos sociales, cada
uno con un pasado diferente, están unidos a los marcos de referencia mentales característicos
de la memoria colectiva del grupo, es decir, que la memoria individual funciona dentro de la
memoria colectiva (Halbwachs, 1925 en Coser, 1992: 172).

Posteriormente, a finales de los años 1960, Jack Goody propuso una de las primeras divisiones
en el estudio de la transmisión de la memoria, acuñando la expresión de “genética cultural” para
referirse al diferente papel que juega la memoria en las sociedades con sistemas de escrituras y
en las que carecen de ellos. Más tarde, Fredrik Barth, defendió también esa división entre
sociedades ágrafas y sociedades ya alfabetizadas (Rowlands, 1993: 141).

73
Con posterioridad, Susanne Kuechler (1987) y Harvey Whitehouse (1992) analizaron las
diferentes formas en que la memoria estructura codificaciones rituales en la transmisión cultural
(Rowlands, 1993: 141).

Kuechler se centró en la relación entre la forma dada a un objeto o construcción y el proceso de


transmisión, de una generación a otra, de su forma y de su significado. Para ello realizó una
división entre dos modos de transmisión: el primero a través de la conservación de la cultura
material, que es utilizada como un recurso nemotécnico, y el segundo a través de la memoria,
cuando los elementos materiales no se conservan ni se transmiten sino que se reproducen a
través de la memoria, de modo que cada objeto o construcción es una reminiscencia de otro
visto en el pasado. Consideró que mientras la primera forma de transmisión favorece una
transferencia de información más rígida y conservadora; la segunda fomenta una mayor
variación, ya que ningún objeto es la réplica exacta de otra, sino que a partir de un patrón se
generan una gama de posibles imágenes e interpretaciones de ellos (Rowlands, 1993: 141-142).

Whitehouse apuntó un argumento similar en relación a los diferentes tipos de experiencia


religiosa y las diferentes formas de recordarlas en las sociedades sin escritura (Whitehouse,
1992). Para ello, contrastó las formas de experiencia que dependen de las codificaciones
verbalizadas, cuya transmisión se basa en la repetición frecuente, la interpretación verbal
consciente y la estandarización rigurosa de los rituales sagrados; de las codificaciones
analógicas no verbalizadas, que son más esporádicas y dependen de emociones fuertes, como
el dolor y el sufrimiento, para producir recuerdos inconscientes que se asocian en la mente con
ciertos objetos, colores y elementos de representación (Whitehouse 1992: 792).

Por otro lado, Paul Connerton (1989) destacó la existencia de diferentes tipos de memorias, al
considera que las cosas que se recuerdan pueden ser de diferente tipo, existiendo la “memoria
personal”, la “memoria cognitiva” y el “hábito-memoria”.

La “memoria personal” se refiere a los actos de recuerdo que tienen por objeto la historia de vida
de uno mismo, hablando de ellos como recuerdos personales debido a que se refieren a un
pasado personal, recordando cosas que conciernen a uno mismo. A partir de este tipo de
memoria las personas tiene un acceso especial a los hechos a partir de sus propias historias
pasadas e identidades; un tipo de acceso que en principio no pueden tener a las historias e
identidades de otras personas y cosas (Connerton, 1989: 22).

La “memoria cognitiva”, abarca los usos de "recordar" el significado de las palabras, versos,
chistes, cuentos, el trazado de una ciudad, ecuaciones matemáticas, entre otros. Tener memoria
de conocimientos de este tipo, se debe a los conocimientos que uno mismo ha adquirido
mediante el aprendizaje. A diferencia de la primera clase de reivindicaciones de memoria, en
este caso no se tiene que tener información sobre el contexto, ya que lo que este tipo de
memoria requiere es que lo que se recuerda debe haber sido conocido en el pasado mediante la
experiencia o el aprendizaje (Connerton, 1989: 22).

74
El “hábito-memoria” consiste simplemente en nuestra capacidad de reproducir ciertas
actuaciones como leer, escribir, montar en bicicleta, etc. Es en cada caso una cuestión de que
seamos capaces hacer estas cosas, de manera más o menos efectiva, cuando surge la
necesidad de hacerlas. En este caso no es necesario recordar cómo, cuándo o dónde
adquirimos este tipo de conocimientos. La memoria de este tipo de cosas es como el significado
de una lección bien aprendida, teniendo todas las características de un hábito. En cambio es
menos probable que recordemos alguna ocasión anterior concreta en la que hiciéramos la cosa
en cuestión. Tan sólo cuando nos encontramos en dificultades retornamos a nuestros recuerdos
como guía (Connerton, 1989: 22-23).

En este último tipo de memoria siguió a filósofos como Henri Bergson o Bertrand A. W. Russell.
Bergson distinguió dos tipos de memoria, el “hábito-memoria”, es decir, las cosas que se
aprenden para ser repetidas, como leer, escribir, etc.; y la “verdadera memoria” o recuerdos de
eventos únicos que ocurren una sola vez. Siguiendo a Bergson, Russell insistió en que la
característica distintiva de la memoria es que es un cierto tipo especial de creencia. Así, es
nuestra creencia de que las imágenes de sucesos pasados se refieren a sucesos pasados, lo
que constituye el “conocimiento-memoria” o la “verdadera memoria”, en la que el sentido de
recordar es un acto cognitivo. En cambio, el hábito es distinto, ya que es adquirido a través de la
experiencia pasada (Connerton, 1989: 23).

Para definir lo que es un hábito, Connerton hizo referencia a Peter Winch, que dejó el concepto
de hábito en favor del concepto “regla social” y a Marshall Sahlins, para quien el hábito es
explícitamente abandonado, al separar la regla de su aplicación, o implícitamente ignorado, al
separar el código de su ejecución; convirtiéndose en una “práctica acumulativa de los mismos”.
El hábito se encontraría en el hueco existente entre una regla y su aplicación y entre un código y
su ejecución, convirtiéndose en una práctica habitual, que Connerton llamó “habito-memoria”
(Connerton, 1989: 34).

Connerton destacó la importancia de separar los hábitos colectivos de los hábitos individuales.
Un hábito individual no tiene que tener significado para otros; en cambio, los hábitos sociales son
interpretados por otros como actos socialmente legítimos o válidos. A la vez, planteó que si el
“hábito-memoria” es por naturaleza performativo, es decir, a la vez que se recuerda se ejecuta;
entonces el “habito-memoria social” debe ser “social-performativo” (Connerton, 1989: 34-35).

Por otro lado, Connerton, siguiendo la idea de Halbwachs de que la memoria social se mantiene
por el interés del grupo en conservarla, trató de responder a la pregunta de cuáles son los
mecanismos de transmisión de la memoria colectiva de una generación a otra. Para él estudiar la
formación de la memoria social es estudiar los actos de transferencia que hacen posible unos
recuerdos comunes. En este sentido subrayó que los actos de transferencia de la memoria social
más importantes son dos tipos de prácticas sociales que permiten el mantenimiento de hechos
pasados en la mente y su transmisión de generación en generación: las ceremonias
conmemorativas (commemorative ceremonies), en las que se representan o reconstruyen

75
eventos pasados con imágenes y palabras, y las prácticas corporales (bodily practices), a partir
de la repetición de ciertos comportamientos pasados de los que no es necesario conocer su
origen y que con el tiempo se convierten en hábitos. Ambas prácticas sociales muestran cómo
las imágenes y los conocimientos del pasado que se recuerdan son expresados y sostenidos a
través de actos más o menos rituales (Connerton, 1989: 39-40).

Siguiendo esta primera división, Connerton propuso la existencia de dos grupos de prácticas
sociales, las “prácticas inscritas”, que son los monumentos, los textos y las ceremonias, y las
“prácticas incorporadas”, las prácticas corporales y los comportamientos (Connerton, 1989: 72-
79).

Esa división entre “inscribir” o “incorporar” fue ampliada por Harvey Whitehouse en relación con
las prácticas rituales (1992: 794-796). La inscripción de las prácticas se refiere a cómo la
repetición frecuente y la integración de discursos verbales en los rituales facilitan la transmisión y
difusión del conocimiento y la ideología religiosos. Estas son las prácticas que ejercen los
médiums, mesías y profetas, que confían en el impacto que causan las revelaciones codificadas,
lingüísticamente o de otra manera, para persuadir a su audiencia. Por el contrario, la capacidad
de persuasión y la perdurabilidad de las prácticas de incorporación dependen del simbolismo
icónico, del respeto al secretismo y a la exclusividad y de la imposibilidad de interpretación
(Rowlands, 1993: 141).

Michael Rowlands (1993) basándose en las ideas de Kuechler y Whitehouse, se centró también
en los modos de transmisión cultural e incidió en que la distinción entre prácticas inscritas e
incorporadas es más significativa en los estudios sobre cultura material. La cultura material se
conservan mejor cuando es transmitida a partir de ejemplos muy visibles y duraderos cuya
credibilidad está legitimada, como los monumentos prehistóricos europeos. En estos casos se
pone mayor énfasis en la continuidad de la forma, aunque el significado pueda ser arbitrario. En
cambio las formas materiales efímeras, cuya correcta transmisión está unida al secretismo y la
ambigüedad, el significado es bastante constante (Rowlands, 1993: 142).

Para él las “prácticas inscritas” son estímulos que ayudan a recordar o evocar significados.
Existen huellas en la memoria como marcas inconscientes, que con estímulos adecuados
pueden volver a ser recordadas mucho tiempo después. De este modo, interpretó que la
repetición de la forma de la cultura material es lo que provoca ese estímulo que lleva al recuerdo
del significado original del elemento tangible. Así los objetos tradicionales sirven como el único
medio de acceder a este tipo de huellas inconscientes, ya que su forma, repetida a lo largo del
tiempo, evoca y establece continuidades con el pasado. Los objetos se construyen culturalmente
para sugerir y consolidar la posesión de los acontecimientos pasados asociados con su uso o
propiedad. Ellos están ahí para ser investidos con los recuerdos y eventos asociados con su uso.
El vínculo entre el pasado, el presente y el futuro se hace a través de su importancia relativa. Los
objetos duraderos mantienen sus propios recuerdos, sus propias formas de comentario y, por

76
ende, vienen a poseer sus propias trayectorias personales. Por lo tanto, recordar es una forma
de conmemorar y es inseparable del motivo que conmemora (Rowlands, 1993: 144).

Por el contrario, indica que las “prácticas incorporadas” no ayudan a recordar o evocar
recuerdos, sino que ellos mismos son los recuerdos. En contextos donde los objetos son
destruidos o retirados de la circulación a través de su enterramiento u otro tipo de acción
simbólica, esos objetos se convierten en memoria por su ausencia. El objeto depositado o
sacrificado ejemplifica un tipo muy diferente de relación entre memoria y representación. No
pueden funcionar como ayuda a la memoria, no encarnan recuerdos de sucesos pasados, sino
que se han convertido en recuerdos encarnados, materializados y condensados como cosas.
Los objetos desechados o destruidos son recordados por sí mismos, no pueden evocar ni
recordar nada más que a ellos exclusivamente (Rowlands, 1993: 146-147).

Para Rowlands estos diferentes modos de transmisión cultural se adecúan a diversas formas de
legitimación y estrategias políticas y a múltiples expresiones de vida religiosa (Rowlands, 1993:
150).

Ruth M. Van Dyke y Susan E. Alcock (2003) plantearon la posibilidad de explorar los diferentes
usos que las construcciones y paisajes tuvieron en el pasado, ya que el re-uso de sitios no sería
inocente, sino que se explicaría por el mantenimiento de una memoria social en torno a ellos,
construida a partir de las ideas colectivas acerca de cómo fueron las cosas en tiempos pretéritos.

Para ellas, la memoria social tiene dos características importantes: la multiplicidad de memorias
que puede haber en una sociedad, derivadas de factores como el sexo, la etnia, la clase o la
religión de las personas; y la mutabilidad de la memoria, porque surge y se desarrolla a partir de
actos de recuerdo y de olvido (Van Dyke y Alcock, 2003: 2). Señalaron que los investigadores
deben preguntarse por la memoria de las sociedades del pasado y por la intencionalidad de los
actos de recuerdo y de olvido; y deben buscar las respuestas en la arqueología. Para estas
autoras, la arqueología, entendida en un sentido amplio que englobe diferentes fuentes de
información como textos, tradición oral, representaciones iconográficas, reliquias y restos visibles
en el paisaje, es la única manera de recuperar y considerar las memorias, al menos
parcialmente, y de acercarnos a cómo la gente del pasado concebía su pasado y percibía su
presente y su futuro (Van Dyke y Alcock, 2003: 1-3).

La construcción de la memoria social es un proceso activo y en curso, ya que se recuerda u


olvida el pasado de acuerdo a las necesidades del presente (Van Dyke y Alcock, 2003: 4). Dicha
memoria social puede anclarse a los ancestros de un pasado que se recuerda o, de manera más
general, a una imprecisa antigüedad mitológica, basada a menudo en la re-interpretación de
monumentos o paisajes (Gosden y Lock, 1998; Meskell, 2003). Por otro lado, la anulación del
pasado puede implicar incorporaciones, dominaciones, conquistas o desmantelamientos en una
sociedad (Manning, 1998; Papalexandrou, 2003). La memoria puede también dar apariencia de
continuidad aunque se hayan producido rupturas dentro de la sociedad, por ello es a veces

77
usada para naturalizar o legitimar la autoridad (Hobsbawm y Ranger, 1983; Jonker, 1995; Alcock,
2002).

Para Van Dyke y Alcock (2003: 4) aunque es más fácil acceder a las “prácticas de memoria
inscritas”, caracterizadas por la repetición y el acceso público, también es posible acceder a las
“prácticas de la memoria incorporadas”, caracterizadas por el simbolismo opaco y el secretismo,
a partir de las huellas materiales dejadas por ellas en el registro arqueológico en relación con
cuatro aspectos de especial significación social: comportamientos rituales, narraciones, objetos y
representaciones y lugares.

Los comportamientos rituales son materialmente visibles a través de la evidencia de actividades


tales como procesiones, tratamientos mortuorios, abandonos, banquetes y deposiciones votivas.
Las narraciones, historias u otras formas de información sobre el pasado, pueden ser
transmitidas más adelante en tradiciones orales o en textos de carácter más fijo. Las
representaciones y los objetos incluyen elementos como pinturas, máscaras, figuras, arte
rupestre y otros medios de representación que a menudo poseen funciones conmemorativas.
Los lugares, entendidos como espacios que han tenido significados, normalmente como
resultado de algunos eventos pasados, pueden englobar monumentos, paisajes, elementos
naturales, edificios, tumbas, árboles, obeliscos, santuarios, cimas de montañas y cuevas (Van
Dyke y Alcock, 2003: 4-5).

En el caso de los objetos, Lillios (1999: 235-236) ha propuesto que ciertos artefactos, como las
herramientas de piedra pulida de anfibolita de las tierras bajas de Portugal (Lillios, 1999: 253) y
los “ídolos-placa” o “placas grabadas” del sur de la Península Ibérica (Lillios, 2003; 2010) del
Neolítico Final y la Edad del Cobre se convierten en reliquias, codificando un pasado colectivo y
actuando como elementos nemotécnicos que recuerdan su vinculación con un pasado distante y
ancestral. Estas reliquias servirían para materializar memorias e historias.

Señaló la relevancia de la herencia para la producción de la memoria y la aparición de rango


hereditario. Para ella la etnografía aporta muchos ejemplos sobre qué tipo de objetos se
convierten en reliquias, cuál es el uso de las reliquias y cómo se produce su herencia (Lillios,
1999: 239-240). Destacó la importancia de distinguir, como hacen los antropólogos culturales,
entre objetos heredados y objetos adquiridos durante la vida de una persona, siguiendo las
observaciones de Goody de muchos grupos africanos, que distinguen entre propiedad ancestral
o corporativa y propiedad adquirida por uno mismo (Lillios, 1999: 240).

También subrayó la importancia de distinguir los diferentes destinos que tienen los objetos tras la
muerte de sus propietarios. En este sentido se basó en los trabajos de Annette B. Weiner en
Australia, Melanesia y Polinesia, donde se observa la existencia de riquezas inalienables y
riquezas alienables. Las primeras son objetos imbuidos con identidades intrínsecas e inefables
de sus propietarios y que por lo tanto no son fáciles de ceder a otros, sino que lo ideal es que
pasen de generación en generación dentro de un contexto familiar cerrado, del grupo de

78
descendencia o de la dinastía. Por el contrario, las riquezas alienables no están estrechamente
vinculadas a la identidad de una persona, por lo que es más fácil renunciar a ellas y cederlas
(Lillios, 1999: 240).

Para Lillios, el tipo de objetos que se convierten en reliquias son los objetos portables, heredados
por un familiar antes o después de la muerte de su propietario original y que se han mantenido
en circulación durante varias generaciones sin ser enterrados o destruidos. Pueden estar hechos
tanto de materiales más duraderos como son piedra, cerámica o metal, como de materiales
menos duraderos como madera o textil. Además, a menudo los materiales de los que están
hechos las reliquias se asocian con mitos y cosmologías (Lillios, 1999: 241-243).

Respecto al uso de las reliquias y a cómo se produce su herencia, destacó que éstas son
diferentes en las sociedades de bandas, en las tribus y en las jefaturas. En las sociedades de
bandas los objetos portables no suelen ser heredados, encontrándose muchos de ellos
asociados a enterramientos o destruidos; aunque algunos objetos que representen a la banda o
a la familia pueden ser conservados y heredados. En el caso de las tribus, los objetos portables,
generalmente relacionados con la producción de alimentos, suelen ser dados a algún familiar o a
otra persona que no sea pariente, por el propietario antes de su muerte o por otro miembro de su
familia tras su muerte. Los objetos personales en cambio suelen ser destruidos o enterrados
porque se considera que tienen la esencia del fallecido, que puede necesitarlos o tener derecho
a ellos más allá de la vida. En las sociedades de jefatura la herencia de la propiedad está más
relacionada con la sucesión y el acceso a recursos importantes (tierra, prestigio, esposas). Una
variedad de reliquias hechas de materiales de alta duración (por ejemplo, piedras duras) será
especialmente valorada como emblemas de rango y/o la ascendencia y se distribuirá por los
herederos a lo largo de muchas generaciones, siendo pocos los objetos enterrados con el
fallecido, en relación con la cantidad total de los bienes del difunto durante su vida. El rango del
difunto puede, sin embargo, expresarse en otros aspectos del ritual de enterramiento, tales como
la ubicación del enterramiento, la cantidad de un banquete en el ritual mortuorio y la energía
gastada en el monumento en el que se entierra el difunto (Lillios, 1999: 245-251).

Skeates (2010) ha explorado, utilizando el método biográfico, cómo los adornos personales
pueden estar involucrados en el proceso social de construcción y transformación de las
memorias durante el IV y III milenios ANE en el sureste de Italia. Ha argumentado que los
adornos pudieron servir como “recursos nemotécnicos” que hicieran pensar. Para Skeate los
prehistoriadores no pueden identificar fácilmente en el registro arqueológico los “recursos
nemotécnicos” y las “reliquias”, ya que éstos en muchos casos han sido empleados en distintos
contextos socio-históricos y han acumulado diversos significados y valores. Por ello planteó que
lo más útil para su identificación es considerar los procesos mediante los cuales los recuerdos se
han materializado y transformado. De este modo consideró que existen al menos cinco conjuntos
de procesos que pueden influir en la estimulación de memorias y en su reinvención:
reproducción y citación / asociación y desplazamiento / selección, colección y ordenamiento /
exhibición, inspección y representación / distanciamiento.

79
En el caso de los adornos personales, el proceso de reproducción y citación consiste en que
adornos nuevos fueron diseñados y producidos en base a estilos preexistentes, ya fueran
cercanos o distantes, de los que se tenían referencias. El proceso de asociación y
desplazamiento hace referencia a adornos duraderos en el tiempo, que a lo largo de sus
biografías (producción, uso, circulación, pérdida, representación artística,..) fueron asociados, en
diferentes momentos, a distintas personas, lugares y cosas particulares, desplazándose dentro
de esas redes, acumulando y desechando historias hacia y desde ellos, pudiendo estimular la
construcción y reconstrucción de memorias. El proceso de selección, colección y ordenamiento
se produce cuando adornos de varios estilos fueron adquiridos de manera selectiva, combinados
y reorganizados, particularmente cuando fueron ensamblados juntos en collares. El proceso de
exhibición, inspección y representación hace referencia a adornos que tenían el poder de
representar y expresar información y fueron exhibidos en una gran variedad de contextos de
ceremonias conmemorativas relacionadas con los ancestros, donde estos objetos ayudaban a
demostrar la autenticidad de las historias narradas y representadas en las celebraciones. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que los adornos pueden haber sido manipulados mediante el
proceso de distanciamiento. Dado que su alto valor proviene de personas, lugares y tiempos
distantes, estos objetos fueron activamente manipulados por sus sucesivos propietarios,
sufriendo modificaciones físicas y conceptuales (Skeates, 2010: 81-82).

En el caso de los lugares, entendidos en el sentido amplio propuesto por Van Dyke y Alcock
(2003: 4-5) como espacios que han tenido significados, Gaston Bachelard (1964) consideró el
espacio doméstico como desencadenante de memorias, ya que cree que la casa está
constantemente interaccionando con sus habitantes y acumulando experiencias de diferentes
personas a lo largo del tiempo. La casa permite recordar experiencias y vivencias, pero también
sueños y planes de futuro.

Edward S. Casey (1987) planteó la supremacía del lugar sobre el espacio. Propuso que uno
mismo no existe de manera independiente al cuerpo y al lugar, sino que el cuerpo humano y los
actos que lleva a cabo están ligados al lugar donde se desarrollan. Por tanto, el cuerpo humano
y los lugares tienen un papel muy importante en los recuerdos y olvidos del pasado.

Los movimientos corporales llevan a la gente a lugares, ayudándolos a recordar sus vivencias en
ellos. De esa manera, la memoria es algo del pasado pero practicada en el presente. Del mismo
modo, haber estado en lugares es un recurso fundamental para recordar, es decir, que los
lugares sirven como puntos de referencia y mecanismos desencadenantes para la formación de
memorias, siendo también fundamentales en el mantenimiento de las memorias en el presente
(Lillios y Tsamis, 2010: 2-3).

Chris Gosden y Gary Lock (1998) destacaron el papel de los sitios en la creación de “historias”.
Consideraron que aunque los arqueólogos consideran que los sitios son entidades estáticas, las
sociedades del pasado no verían el paisaje como algo fijo, sino que éste les proporcionaría la
posibilidad y la necesidad de actuar sobre él. Por eso los sitios han sido modificados

80
constantemente con el paso del tiempo, creando lo que llamamos historia (Gosden y Lock, 1998:
4).

Definieron la existencia de dos formas de historia en todas las sociedades: la historia


genealógica, donde se crea el pasado a través de enlaces con los antepasados conocidos, y la
historia mítica, donde se evoca un pasado más remoto y menos conocido (Gosden y Lock, 1998:
2). Por un lado, los sitios y las características del paisaje pudieron ayudar en la creación de una
historia genealógica a través de la repetición de actos rituales en estos lugares, cuyo objetivo
sería el mantenimiento y la reelaboración de elementos del paisaje con antecedentes conocidos.
Por otro lado, otras características más antiguas podrían permitir una mayor libertad en la
evocación del pasado en el presente, generando una historia mítica. Tanto el mito como la
historia genealógica fueron utilizados para dar forma al presente, teniendo en la mente el
pasado, y ambos pudieron coexistir en una misma sociedad (Gosden y Lock, 1998: 6). De este
modo, las reutilizaciones de sitios del Neolítico y de la Edad del Bronce en periodos posteriores
son interpretadas como el desarrollo de distintas historias genealógicas y míticas en torno a ellos
(Gosden y Lock, 1998: 6-11).

Richard Bradley (2003) ha destacado el papel de los lugares como sitios contenedores de
memorias, ya que muchos de ellos son reutilizados con el paso del tiempo. Indicó que los
estudios de antropología cultural y de historia oral han demostrado que los recuerdos pueden
transformarse en poco tiempo, entre 100 y 200 años, y a medida que pasa el tiempo se van
volviendo cada vez más imprecisos, hasta que es difícil distinguirlos de los mitos. Por ello, dado
que la memoria personal es inestable y los textos orales pueden ir cambiando con el tiempo, es
necesario contar con elementos que contrarresten la erosión que sufren los recuerdos con el
paso del tiempo, como los textos escritos, los artefactos portables y los monumentos (Bradley,
2003: 221).

En el caso de los textos escritos, hay que tener en cuenta que pueden registrar tradiciones cuyos
contenidos han sido alterados durante varias generaciones. Sin embargo, en ocasiones también
permiten comparar varias versiones de un mismo hecho, cuando éste ha sido recogido en varios
textos. Otras veces, los textos escritos pueden estar pensados como elementos nemotécnicos,
que ayuden a recordar información del pasado fácilmente. Del mismo modo, algunos artefactos
portables han sido considerados como elementos nemotécnicos, como sostiene Lillios, para la
decoración de los “ídolos-placa” o “placas grabadas” de la Península Ibérica, a las que considera
registros de genealogías (Bradley, 2003: 222).

Por otro lado, los monumentos, aunque sean construcciones perdurables por sus características
físicas, pueden sufrir modificaciones drásticas con el paso del tiempo, lo que hace que la
intención de sus primeros constructores sea tan inestable como la de las narrativas orales
(Bradley, 2003: 222). De este modo, aunque los monumentos puedan dar una imagen de
continuidad en el tiempo, por su continuo uso, por la conservación de muchos de sus elementos
y por el mantenimiento de la importancia del lugar como contenedor de memoria; con el paso del

81
tiempo y los cambios sociales, los monumentos experimentaron modificaciones en su uso, en las
concepciones que se tenían de ellos y en las propias construcciones, acumulando las memorias
de las distintas sociedades que los utilizan (Bradley, 1998: 17-19).

Por tanto, la transmisión de la memoria no puede desligarse de su continua e inevitable


transformación, forzada por el paso del tiempo y los múltiples cambios que se producen en las
sociedades, como los recambios generacionales, los abandonos, las re-ocupaciones o las
conquistas; por lo que no se puede hablar de una memoria colectiva sino de múltiples memorias
colectivas que van siendo adaptadas conforme a los cambios sociales.

Existen distintos mecanismos para transmitir y mantener las memorias colectivas de una
generación a la siguiente, y también para modificarlas de manera consciente, mediante su
manipulación. En las sociedades literarias los textos escritos juegan un papel fundamental, que
en las sociedades ágrafas es sustituido por la tradición oral, las ceremonias conmemorativas, las
prácticas corporales, los artefactos o las construcciones; mecanismos que en distinto grado
también son relevantes para muchas sociedades alfabetizadas.

En las sociedades prehistóricas, artefactos y construcciones, son contenedores de las memorias


colectivas de los diferentes grupos sociales que los han usado, de su propia biografía y de los
diferentes significados y usos que han tenido a lo largo del tiempo. Sin embargo, lo más difícil es
el acceso a esos contenidos, que además de ser, en muchos casos, múltiples por su perduración
en el tiempo, nos llegan codificados, al provenir de sociedades distintas a la nuestra.

2.2. EL ENFOQUE BIOGRÁFICO APLICADO A LA INVESTIGACIÓN


DE LOS MONUMENTOS MEGALÍTICOS DE LA PREHISTORIA DE
EUROPA OCCIDENTAL

2.2.1. LOS MONUMENTOS MEGALÍTICOS COMO ARQUITECTURAS PARA


RECORDAR

Etimológicamente el término “monumento” proviene del vocablo latino monumentum, que


significa “recuerdo”, y a su vez deriva del verbo latino moneo que significa “recordar” o “hacer
pensar” (Bradley, 1993: 2; Scarre, 2008: 13; 2011: 9). El término “megalito” fue inventado en la
Europa del siglo XIX, a partir de las palabras griegas μεγας (megas) o grande y λιθος (lithos) o
piedra, para describir estructuras de grandes losas de piedra (Scarre, 2008: 13-14; Boulestin,
2016: 62).

Los “monumentos megalíticos” son, según el significado de los vocablos, estructuras de grandes
piedras hechas para recordar. Bajo esta acepción pueden incluirse construcciones de muchas

82
partes del mundo, creadas en diferentes periodos y lugares, que forman parte de diferentes
tradiciones culturales, pero que comparten el empleo de grandes bloques de piedras para crear
estatuas o estructuras (Scarre, 2008: 14).

En Europa el concepto “monumento megalítico” estuvo vinculado tradicionalmente a “las grandes


sepulturas megalíticas de Europa Occidental”, distinguiéndolas de “otros monumentos de
construcción “megalítica” como las estructuras templarias de Malta, los grandes alineamientos de
piedra en Bretaña, en incluso los cromlechs de Gran Bretaña (incluyendo Stonehenge)”
(Renfrew, 1986: 132-133). Sin embargo, hoy día se incluyen dentro del concepto “monumento
megalítico” otros muchos tipos de estructuras construidas con grandes piedras y sin ellas.

La “monumentalidad” de los primeros monumentos prehistóricos, entendida en términos de


conmemoración o recuerdo y de visibilidad en el espacio y el tiempo, por su escala y
permanencia (Criado Boado, 1989; 1995; Bradley, 1993; Holtorf, 1997; Scarre, 2008), ha hecho
que se incluyan bajo el concepto de “monumento megalítico” estructuras tanto megalíticas como
no estrictamente megalíticas. Entre las primeras se incluyen los menhires, las estatuas, los
alineamientos, los cromlechs o los dólmenes; y entre las segundas podemos citar los túmulos
alargados (longs barrows / longs mounds), los recintos de fosos (causewayed enclosures), las
estructuras de foso y terraplén (henges) (Bradley, 1998), o las tumbas que aúnan grandes losas
y aparejo de mampostería, otras compuestas en su totalidad de paredes de mampostería, e
incluso determinadas tumbas hipogeas que reproducen formas y diseños de las megalíticas
(Scarre, 2008: 14), y cuevas-necrópolis o cuevas sepulcrales que, al igual que las tumbas
megalíticas, contienen enterramientos colectivos desde el Neolítico Medio y/o Final (Carvalho,
2012: 189; Vera Rodríguez, 2014).

Algunas de estas estructuras monumentales no megalíticas se documentan desde el Neolítico y


durante gran parte de la Prehistoria Reciente en diferentes zonas de Europa Occidental. Un
ejemplo de ello son los recintos de fosos, documentados en el norte de Europa (Andersen, 1997;
2015), en la Península Ibérica (Márquez Romero y Jiménez Jáimez, 2010; 2014; Varela et al.,
2014; Delibes de Castro et al., 2014; Aranda Jiménez et al., 2016), en el centro de Europa
(Petrasch, 2015) o en la Península Italiana y Sicilia (Skeates, 2015). Por otro lado, y en el ámbito
funerario, destacan las tumbas hipogeas, características de la Península Ibérica (Cruz-Auñón
Briones y Mejías García, 2013; García Sanjuán y Díaz-Zorita Bonilla, 2013; Linares Catela y Vera
Rodríguez, 2015), la Península Italiana y las islas del Mediterráneo Central (Guilaine, 2015;
Robb, 2015), y las cuevas-necrópolis o cuevas sepulcrales, como las documentadas en el sur de
la Península Ibérica (Carvalho, 2012; Vera Rodríguez, 2014).

Tanto los monumentos megalíticos como las estructuras monumentales no megalíticas se


incluyen dentro de “una familia más grande”, es decir, son “variantes de una tradición única”
(Scarre, 2008: 14) de Europa Occidental, que parece estar vinculada a las transformaciones
económicas, sociales e ideológicas-simbólicas que tuvieron lugar en el Neolítico (Carvalho, 2012:
189-192).

83
Las explicaciones sobre el origen y el uso de los monumentos megalíticos de la Prehistoria
Reciente europea han sido muchas desde las primeras ideas migracionistas del siglo XIX y
difusionistas del XX carentes de una sólida base científica (Renfrew, 1986: 30-48; Renfrew y
Bahn, 1998: 448). Fue en la segunda mitad del siglo XX, con la aplicación del método del
radiocarbono, la obtención de las primeras dataciones de restos hallados en megalitos y del
desarrollo del método cuando se comenzaron a plantear propuestas más sólidas (Renfrew,
1986).

Para Colin Renfrew (1986: 155-159) el origen del fenómeno megalítico está en el aumento de
población que trajo consigo la neolitización, tanto por el aumento de los recursos que supuso la
introducción de la agricultura y la ganadería, como por la llegada de inmigrantes. Entre las
consecuencias sociales de ese aumento demográfico está la aparición de “un fenómeno de
rarefacción de la tierra, acompañado de un mayor anhelo por parte de la comunidad de asegurar
y definir sus territorios y confines” (Renfrew, 1986: 157-158).

Renfrew señaló que comunidades locales de tradición mesolítica como las de Teviec y Hoédic en
la Bretaña francesa, tenían sepulturas familiares bien organizadas, marcadas mediante un cairn
(túmulo) de piedra. Con el aumento de la presión sobre la tierra y la rivalidad con otros grupos,
aumentaría también la unificación del grupo, y la importancia física de los monumentos
funerarios se acrecentaría. Esto favorecería la erección de nuevos monumentos, que
contribuirían a la vez a “la unificación del grupo y al prestigio, pero también a la evolución de la
arquitectura megalítica” (Renfrew, 1986: 158).

Para Christopher Tilley (1984) los monumentos megalíticos del Neolítico Medio de Suecia y los
rituales asociados a ellos servían para enmascarar la naturaleza arbitraria del poder de ciertos
individuos y dar legitimidad a las desigualdades sociales. La mezcla de cuerpos en las tumbas
destacaba la globalidad orgánica de la sociedad, desviando la atención de las desigualdades de
poder y estatus que existían.

Ian Hodder (1984) planteó que la ideología que está detrás de la construcción de los
monumentos megalíticos de Europa Occidental no puede explicarse solo en términos de
estrategias sociales y adaptativas; sino que para poder entender adecuadamente el significado
específico que cada construcción megalítica tenía para la sociedad que la construyó es
necesario analizar las particularidades del contexto histórico en el que surgieron. En el caso de
los primeros túmulos alargados del Neolítico, sugirió que evocaban simbólicamente a las casas
anteriores y contemporáneas de Europa Central (Hodder, 1984: 59).

Para Andrew Sherratt (1990) la construcción de monumentos megalíticos en la Europa Atlántica


debió generar la cohesión social necesaria para hacer frente a las tareas colectivas que
implicaba el modo de vida neolítico. Frente al modelo de asentamiento disperso de los grupos
mesolíticos de la Europa Atlántica, los neolíticos centroeuropeos tenían un patrón de
asentamiento cohesionado, caracterizado por la existencia de casas alargadas familiares cuya

84
construcción debió implicar a varias familias, favoreciendo la existencia de linajes estables
capaces de hacer frente a las necesidades comunitarias que demandaba la agricultura (Sherratt,
1990: 149).

La expansión de estos grupos neolíticos hacia la Europa Atlántica debieron favorecer la creación
de un modelo social cohesionado en estas zonas, mediante la construcción de monumentos
megalíticos, que como las casas centroeuropeas, implicaban en su construcción a varias
familias, y que además creaba una “marca ritual” de continuidad y descendencia común, al ser
concebidas como casas de los muertos (Sherratt, 1990: 149). Al igual que las casas alargadas
de los vivos en Europa Central, los túmulos alargados para los muertos en Europa Atlántica,
creaban y perpetuaban las relaciones sociales mediante su mantenimiento generación tras
generación (Sherratt, 1990: 164).

A lo largo del Neolítico, estos monumentos fueron elaborados y transformados como


consecuencia tanto de las cambiantes circunstancias demográficas y sociales como de las
nuevas posibilidades de interpretación generadas por su propia existencia material (Sherrat,
1990: 164-165).

Felipe Criado Boado (1989; 1991; 1993) aunó algunas de las propuestas anteriores planteando
que los monumentos megalíticos eran “símbolos espaciales socialmente activos”. Cuando el ser
humano empezó a producir alimentos fue cuando transformó el medio y comenzó también a
hacer construcciones, que provocaron que la intervención humana en el medio fuera irreversible.
De este modo, los megalitos son una forma de socializar la naturaleza y de crear un paisaje
monumental, diferente al paisaje salvaje de los cazadores-recolectores (Criado Boado, 1993).

Jean Guilaine, en cambio, ha separado el proceso de neolitización del megalitismo. La


neolitización en Europa habría sido un proceso lento y arrítmico, que comenzó en el sureste
europeo en el VII milenio ANE y se fue extendiendo por vía marítima y continental en los
milenios siguientes por toda Europa, hasta concluir a finales del IV milenio ANE con la
neolitización de prácticamente toda Europa (Guilaine, 2000-2001; 2003; Guilaine et al., 2016). El
origen de las grandes tumbas de Europa Occidental no estaría en el proceso de neolitización,
sino el propio sustrato mesolítico y en los desequilibrios de estatus en el seno de las primeras
comunidades agrarias (Guilaine, 1996; 1998: 6-7).

Desde el Mesolítico, e incluso antes, existían en regiones como el noroeste de Europa,


enterramientos colectivos y ritos funerarios que incluían la manipulación, la selección y la
reagrupación de los restos óseos de los antepasados en una misma estructura funeraria. En el
Neolítico se mantienen estas prácticas funerarias, produciéndose la monumentalización de las
estructuras funerarias con la construcción de las primeras grandes tumbas, quizás debido al
surgimiento o intensificación de la competencia entre grupos e individuos (Guilaine, 1996; 1998:
6-7).

85
Ramón Fábregas Valcarce y Xosé Ignacio Vilaseco Vázquez han propuesto una idea similar,
diferenciando la neolitización del fenómeno megalítico, debido a la existencia de estructuras de
pequeño tamaño desde el Mesolítico y a principios del Neolítico, previas a las grandes tumbas
megalíticas. En la región noroccidental de la Península Ibérica, estas primeras estructuras son
monumentos tumulares con pequeñas cámaras y se encuentran desde finales del V milenio ANE
(4300-4200 ANE). Las grandes tumbas surgen a principios del IV milenio ANE y en muchos caso
se construyen reemplazando una construcción previa, caso de Chousa Nova 1 o Dombate
(Vilaseco Vázquez y Fábregas Valcarce, 1998: 28-29; Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez,
2006: 14-11; 2013: 505-506; 2016: 104).

Esta primera arquitectura monumental, modificó la naturaleza y humanizó el paisaje, erigiéndose


como símbolo de una comunidad y reforzando la cohesión grupal. Tiene una clara intención de
perdurabilidad y de reutilización más allá del momento de construcción (Vilaseco Vázquez y
Fábregas Valcarce, 1998: 32). Por ello, las biografías o historias de vida de muchos de estos
grandes monumentos son complejas y dinámicas, al erigirse en muchos casos en sitios con una
significación especial, donde existía una construcción previa (Fábregas Valcarce y Vilaseco
Vázquez, 2006: 18), y experimentar a lo largo del tiempo modificaciones, como el agrandamiento
de las cámaras y los túmulos o el mantenimiento de la decoración interior mediante su repintado
(Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2006: 30; 2013: 507-509), e incluso procesos
deconstructivos, al ser parcial o totalmente desmontados para edificar sobre ellos nuevas
estructuras (Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2016: 108) o para reutilizar ciertas piezas
en otros monumentos (Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2006: 21).

Para Richard Bradley los monumentos conmemoran y perduran, aportando un nuevo sentido del
lugar y del tiempo, al cambiar la percepción de los sitios donde son construidos y evocar eventos
pasados (Bradley, 1993: 3-5). Los monumentos megalíticos serían la materialización de las
creencias de la sociedad. En ese sentido, pueden desempeñar un papel activo en el proceso de
cambio social, ya que tenderían a moldear la experiencia de las personas que los utilizan,
restringen los movimientos de las personas que los visitan y proporcionan una especie de
escenario para la realización de los rituales y ceremonias (Bradley, 1993: 45). Además, los
monumentos y las ideas asociadas con ellos podían cambiar de una zona a otra y de un período
a otro; así muchos monumentos fueron adaptados y reformados en relación con el cambio de las
circunstancias sociales (Bradley, 1993: 91).

Por otro lado, ha propuesto que los monumentos megalíticos crearon un nuevo sentido del
tiempo y del espacio para las sociedades neolíticas. Sin embargo, ello no implicaba que la
construcción de monumentos hubiera sido una consecuencia de la adopción de la agricultura, ya
que muchos monumentos se construyeron en lugares que habían adquirido un significado
especial con anterioridad (Bradley, 1993: 22), y a que en ciertas áreas, el uso de estructuras
monumentales podría haber contribuido a crear las condiciones para el cambio económico
(Bradley, 1993: 1).

86
Para Bradley los monumentos megalíticos son parte de la domesticación llevada a cabo en el
Neolítico. Atribuyó la adopción de la agricultura durante el Neolítico a factores culturales
relacionados con cambios en la manera de entender el mundo y consideró que los monumentos
megalíticos eran el reflejo de esos cambios (Bradley, 1998: 14-15). La gente del Mesolítico no
haría una distinción clara entre cultura y naturaleza o entre mundo animal y población humana
(Bradley, 1998: 20). En el Neolítico, la domesticación de plantas y animales sería una forma de
control y de modificación de la naturaleza, al igual que los monumentos megalíticos, que fueron
construidos para dominar el paisaje (Bradley, 1998: 34).

Del mismo modo, en el Neolítico Final y en la Edad del Bronce los cambios evidenciados en los
monumentos megalíticos obedecerían a cambios en la sociedad, destacando el caso de los
monumentos circulares abiertos, cuyas formas pudieron ser el reflejo de los cambios sociales
(Bradley, 1998: 18). En primer lugar, el paso del espacio cerrado, característico de las tumbas
neolíticas, al espacio abierto, característico de los henges y los círculos de piedra, creaba áreas
circulares a modo de escenarios accesibles a más gente (Bradley, 1998: 101). En cambio, en las
últimas fases de uso de los monumentos circulares, la construcción de tumbas en su entorno, en
las que solo se enterrarían parte de la población, volvía a crear espacios cerrados y reservados a
ciertos individuos que se apropiaban de las propiedades especiales de esos lugares sagrados
(Bradley, 1998: 145-146).

Cornelius Holtorf (1996) ha insistido en el papel de los megalitos como “sitios de memoria” tanto
“prospectiva” como “retrospectiva”. Son sitios de “memoria prospectiva” porque originalmente
fueron construidos como elementos nemotécnicos, permanentes y visibles, para transmitir un
mensaje al futuro. Sin embargo, el mensaje original fue perdiéndose con el tiempo y en etapas
posteriores la gente los fue considerando parte de su “memoria cultural”, siendo sitios de
“memoria retrospectiva”. Del mismo modo, a su vez, fueron re-interpretados dentro de las
diferentes “historias culturales” de cada contexto, volviendo a actuar como sitios de “memoria
prospectiva” porque a menudo se esperaba que esas nuevas interpretaciones continuaran en el
futuro.

Leonardo García Sanjuán (2008) ha destacado el rol de los monumentos megalíticos como
“memoriales culturales”, donde se materializaban la ideología de los grupos neolíticos y sus
sucesores. Ha planteado que el megalitismo es “el mensaje con el que las primeras sociedades
neolíticas iban a proclamar su conquista de la naturaleza” (García Sanjuán, 2008: 39). “Entre las
sociedades móviles de cazadores y recolectores, la memoria está inscrita en la propia
naturaleza”; mientras que “en las sociedades de campesinos la naturaleza es transformada y
monumentalizada para recibir y fijar la memoria” (García Sanjuán, 2008: 36), dotándola de
“poderosos significados ideológicos y matices simbólicos” (García Sanjuán, 2008: 39).

Ha considerado que los megalitos son “dispositivos de gestión del tiempo” por su relación con los
ciclos astronómicos, de la vida y de la naturaleza, la acumulación de restos humanos de varias
generaciones, la representación de personajes del pasado real o mítico, la reutilización de piezas

87
anteriores en construcciones posteriores, la construcción de nuevos monumentos sobre otros
más antiguos, la incorporación de otros sitios pre-existentes de especial significación en el
campo visual de otro monumento (García Sanjuán, 2008: 37-39).

Chris Scarre (2008) ha sostenido que la tradición megalítica “se trataba de una elección
concreta, vinculada a creencias sobre el paisaje, sobre el simbolismo de la piedra, y tal vez de
los atributos humanos encerrados en las grandes losas monolíticas” (Scarre, 2008: 23).

En relación al paisaje ha distinguido entre “lugares de poder” y “santuarios de la tierra”. Los


primeros existen sin la intervención humana, como pueden ser cascadas, cuevas, manantiales o
grandes árboles, y se asocian a espíritus naturales que tienen una sacralidad inherente. Los
segundos son construidos por seres humanos y están asociados a los espíritus de quienes
primero se asentaron en ese sitio concreto, que son ancestros sagrados. Sin embargo, no debe
haber ninguna división clara entre unos y otros, ya que, por un lado, determinados elementos
naturales, como árboles o rocas, se pueden convertir en “monumentos naturales” a través de las
construcciones sociales y de las prácticas rituales que se hagan en torno a ellos; y por otro,
muchos “monumentos humanamente construidos” fueron creados en relación con determinadas
características naturales del entorno, como rocas, árboles o montañas, y con frecuencia
incorporan elementos o materiales naturales (Scarre, 2011: 10).

Por tanto, en muchos casos, la elección del material puede indicar la consideración sagrada de
algún “lugar de poder” natural y la intención de incorporar esa sacralidad en el monumento
mediante la utilización de un determinado tipo de material. Ese puede ser el caso de las
bluestones (piedras de dolerita) del monumento de Stonehenge, que además de ser
especialmente llamativas en sí mismas, proceden de las colinas de Preseli en el Suroeste de
Gales, un lugar muy significativo en el paisaje (Scarre, 2008: 15).

Por otro lado, la construcción de monumentos megalíticos transforma los paisajes naturales,
tanto por su propia construcción como por la modificación de afloramientos y canteras de los que
se toman los bloques de piedra (Scarre, 2011: 15).

La relación de los monumentos con el cuerpo humano parece obvia en las tumbas, por haber
sido utilizadas para albergar restos humanos, que en algunos casos fueron depositados
sucesivamente dentro de las cámaras, manteniéndose casi sin tocar. Sin embargo, en otros
casos los esqueletos están incompletos, siendo probable la retirada selectiva de huesos y la
conservación de huesos como reliquias de difuntos (Scarre, 2008: 21). Otras veces la relación
con el cuerpo humano está en “el antropomorfismo de los bloques megalíticos” (Scarre, 2008:
21), muchos de ellos menhires exentos que posteriormente fueron incorporados a tumbas.

Mediante el concepto de “peregrinación”, ha planteado que la construcción de grandes


monumentos hizo necesaria la congregación de mucha gente, implicando a comunidades de
distintas áreas. Así, ciertos lugares y monumentos se convertirían en “lugares de energía

88
sagrada” que atraerían a gente de todas partes (Scarre, 2008: 15). Igualmente, la erección de
muchos monumentos megalíticos en lugares donde había habido actividad u ocupación anterior,
hace que la nueva construcción este ligada a una tradición pretérita (Scarre, 2008: 20).

En una línea similar, Primitiva Bueno Ramírez y otros investigadores (2008a) han planteado que
“los primeros productores son herederos de una larga tradición” (Bueno Ramírez et al., 2008a:
48-49), que puede rastrearse desde el Paleolítico Superior, y que es visible tanto en los “paisajes
megalíticos” como en las representaciones de la figura humana de los grupos humanos a partir
del Neolítico.

Los “paisajes megalíticos” de los grupos productores reproducirían “lugares emblemáticos de la


naturaleza, cuevas y piedras destacadas, emulando los identificadores más antiguos de los
espacios vividos y transitados por el hombre” (Bueno et al., 2008a: 51). Así, los dólmenes
evocarían la imagen del interior de la tierra (Bueno et al., 2008a: 51), estarían repitiendo la
imagen de la cueva como “el refugio tradicional, el lugar de los ancestros y el de la última
morada de los vivos” (Bueno Ramírez et al., 2008a: 49), y los menhires reflejarían la imagen del
exterior, los árboles o los afloramientos naturales (Bueno Ramírez et al., 2008a: 51).

La figura humana, representada desde el Paleolítico Superior en el arte parietal y mueble


(Bueno Ramírez et al., 2008a: 51), se fue imponiendo a partir del Neolítico, representándola
sobre cantos o soportes pétreos de pequeño y mediano tamaño documentados al interior y en
las áreas exteriores inmediatas a los megalitos (Bueno Ramírez et al., 2008a: 52), así como en
soportes pétreos de mayores dimensiones, menhires y estelas (Bueno Ramírez et al., 2008a: 53-
54). Al igual que ciertas estructuras monumentales, las representaciones de figuras humanas es
uno de los elementos comunes de la Prehistoria de la fachada atlántica europea y de otras zonas
de Europa como la Península Italiana y en las islas del Mediterráneo Central (Guilaine, 1996:
138; Robb, 2015).

Por otro lado, han destacado el papel de las representaciones artísticas como “marcadores
gráficos” delimitadores o identificadores de un territorio, un papel que también se incluye en una
larga tradición “que sitúa los grabados y pinturas al aire libre como uno de los modos más nítidos
de visualizar la posición de los grupos prehistóricos del sur de Europa, desde el Paleolítico
Superior en adelante” (Bueno Ramírez et al., 2008a: 48).

En relación con la identidad de los enterrados en las estructuras megalíticas, Karl-Göran Sjögren
(2015) ha propuesto para el sur de Escandinavia y otras zonas del norte de Europa que la
diversidad de prácticas y de estructuras de enterramiento durante el Neolítico pueden estar
relacionadas con distinciones sociales que no están del todo claras para todas las estructuras,
aunque en el caso de los enterramientos en “cámaras megalíticas” parece que está restringido a
un selecto segmento de la población, quizás a clanes o grupos de parentesco de alto rango.

89
En cambio, para el oeste y norte de Europa, Vicki Cummings et al. (2015) ha señalado la
necesidad de relacionar los diferentes tipos de estructuras monumentales neolíticas en piedra,
tierra o madera, entre sí y con otras estructuras de enterramiento no monumentales, para
comprender mejor el rol de los megalitos en la creación de identidades colectivas y de
estructuras sociales.

Todas estas cuestiones, entre las que se incluyen los orígenes, los tipos, las funciones o los
significados de los monumentos megalíticos de la Europa Occidental han sido ampliamente
discutidas en trabajos de síntesis sobre megalitismo (Joussaume, 1985; Briard, 1995; Guilaine,
1998; Gallay, 2006; Scarre, 2002; 2007; Midgley, 2008; Fowler et al., 2015; Laporte y Scarre,
2016; Robin et al., 2016; Schulz Paulsson, 2017; Müller et al., 2019; entre otros). La complejidad
de estos interrogantes y de los propios monumentos megalíticos de Europa Occidental, hacen
que la misma presentación de los debates planteados deba ser abordada por auténticos
especialistas en megalitismo, que tras muchos años de investigación hayan acumulado la
experiencia y los conocimientos necesarios para reflexionar sobre estos temas.

2.2.2. APROXIMACIÓN A LA HISTORIA DEL ENFOQUE BIOGRÁFICO EN LA


INVESTIGACIÓN DE LOS MONUMENTOS MEGALÍTICOS DE LA
PREHISTORIA DE EUROPA OCCIDENTAL

2.2.2.1. Precedentes del enfoque biográfico: las reutilizaciones

El inicio de las biografías de megalitos podemos situarlo en el momento en que se comienza a


prestar atención sus reutilizaciones en épocas posteriores a la de su construcción y primer uso,
no solo evidenciando la presencia de elementos arqueológicos posteriores, sino considerando su
importancia como parte del estudio de los monumentos.

En este sentido destaca el libro Megaliths in History (Daniel, 1972), en el que Glyn Daniel se
pregunta por la historia y por lo que les ocurre a los monumentos megalíticos después de la
Prehistoria (Daniel, 1972: 5), centrándose en “la supervivencia y el re-uso de los megalitos”
(Daniel, 1972: 13).

El mismo autor señaló que ya algunas personas se habían interesado por estos temas,
destacando las obras Rude Stone Monuments in all Countries: their Age and Uses (Fergusson,
1872) y Rough Stone Monuments and their Builders (Peet, 1912) como las primeras visiones
generales sobre megalitos en inglés; y otros dos trabajos que ponen de relieve la reutilización de
megalitos en época medieval mediante su cristianización: “Les Monuments Mégalithiques
Christianisés” (Mortillet, 1897), centrado en el gran menhir cristianizado de Pleumeur-Bodou y a
la Chapelle des Septs-Saints en Plouaret, en la Costa del Norte de Bretaña (Francia), y The

90
Circle and the Cross (Allcroft, 1927, 1930), donde se destaca la supervivencia de estructuras
prehistóricas en la historia cristiana (Daniel, 1972: 13).

Daniel planteó que los monumentos megalíticos de Europa Occidental han experimentado varias
y continuadas reutilizaciones, que han transformado tanto la construcción megalítica en sí misma
como sus usos (Daniel, 1972: 13-14). Describió numerosos ejemplos de monumentos
prehistóricos reutilizados en épocas posteriores a partir de distintos mecanismos: uso de la
construcción original con otros fines, transformación de la construcción original para distintos
usos, construcción sobre la estructura original, construcción de nueva planta con elementos de
estructuras prehistóricas, re-erección de monumentos megalíticos en otros lugares, construcción
de monumentos imitando estructuras prehistóricas, entre otros (Daniel, 1972).

La importancia de la obra de Daniel no está en la constatación de las reutilizaciones, sino en las


preguntas que se hace sobre ellas. Por un lado, sugiere que las reutilizaciones de
construcciones megalíticas pueden deberse a una supervivencia de algún sentimiento de
sacralidad en torno a los megalitos en la Antigüedad y el Medievo, señalando que las creencias
que se habían prolongado durante más de dos mil años, probablemente no deberían haber
desaparecido por completo (Daniel, 1972: 59).

Por otro, trató de dar explicación a la larga pervivencia de los antiguos cultos, considerando que
éstos tendrían que haber sobrevivido durante los dos milenios posteriores de época pre-romana,
planteando que los druidas de la protohistoria podrían ser el sacerdocio de la religión megalítica
anterior (Daniel, 1972: 59). Para él la ocupación de los sitios megalíticos en tiempos históricos se
debía a que desde la Prehistoria había continuado una verdadera tradición que debía transmitir
la importancia de estos sitios como lugares especiales y sagrados a través de la Edad del
Bronce y la Edad del Hierro hasta épocas históricas (Daniel, 1972: 59).

2.2.2.2. Inicios del enfoque biográfico: análisis diacrónicos

En los inicios de esta perspectiva de investigación se encuentran algunos trabajos que podemos
considerar como primeras biografías de megalitos, entre las que destacan las de Stonehenge
(Chippindale, 1989) y La Hougue-Bie (Patton, 1996). Estas primeras biografías destacan por
afrontar el estudio de las construcciones megalíticas desde una perspectiva diacrónica, tomando
tanta importancia la construcción y primer uso de estas estructuras como sus usos y
transformaciones posteriores.

La obra que podemos considerar como primera biografía de un monumento megalítico es la


realizada por Christopher Chippindale sobre Stonehenge (Salisbury, Co. Wiltshire) y titulada
Stonehenge Complete, publicada en inglés en 1983 y traducida al español en 1989. En palabras
del autor “este libro es la historia de Stonehenge desde su descubrimiento, en el año 1130”
(Chippindale, 1989: 7).

91
La manera de presentar los datos es particular ya que cuenta la historia de Stonehenge a partir
de lo que la gente ha pensado de este yacimiento y ha sentido en él desde que su nombre
aparece por primera vez en un documento escrito de la Edad Media. Para ello utiliza escritos,
pinturas, grabados y fotografías de cada época (Chippindale, 1989).

Los capítulos están organizados por orden cronológico desde 1130, cuando aparece por primera
vez en un texto en latín el nombre de “Stanenges”, hasta la actualidad. Cada capítulo
corresponden a un momento histórico, a personas destacadas en el estudio del monumento o a
temas que estuvieron en auge en ciertos momentos, siempre descrito en orden cronológico
(Chippindale, 1989).

La Prehistoria de Stonehenge la va mostrando en cada uno de los capítulos a partir de los


descubrimientos que se han ido haciendo en cada época histórica, y en un último capítulo
presenta de manera resumida las distintas fases del monumento prehistórico: Antes de
Stonehenge, Stonehenge I (3100-2300 ANE), Stonehenge II (2150-2000 ANE), Las Piedras de la
Estación (adscritas a la fase II o III del monumento), Stonehenge IIIa (2100-2000 ANE),
Stonehenge IIIb (2000-1550 ANE), Stonehenge IIIc (1550-1100 ANE), Stonehenge IV (1100
ANE) y Después de Stonehenge (Chippindale, 1989: 309-320).

La historia de Stonehenge propuesta por Chippindale es una biografía completa del monumento,
que abarca los momentos previos a su construcción (Chippindale, 1989: 310-312), las distintas
fases de construcción y remodelación del monumento en la Prehistoria (Chippindale, 1989: 312-
319) y el “después de Stonehenge”, es decir, cuando termina su ocupación en la Prehistoria y
vuelve a haber restos de ocupaciones ocasionales o visitas durante los últimos siglos antes de
nuestra era y en los primeros de después, desde la Antigüedad hasta nuestros días
(Chippindale, 1989: 318-320). Sin embargo, Chippindale se centra en los algo más de 800 años
que van desde las primeras noticias de Stonehenge en las fuentes escritas hasta la época
actual, aportando también una valoración crítica sobre cómo en el presente se está conservando
el monumento para el futuro (Chippindale, 1989).

Por tanto, la obra de Chippindale puede ser considerada como una de las primeras biografías de
monumentos megalíticos en la que se sintetiza toda la historia del monumento, desde antes de
su construcción, su construcción en la Prehistoria y sus modificaciones también en época
prehistórica, así como sus reutilizaciones a lo largo de las distintas épocas históricas, hasta
nuestros días. Todo ello haciendo una síntesis, por un lado, en los pensamientos y las
percepciones que la gente ha tenido de Stonehenge desde la Edad Media a partir de la
investigación de textos, dibujos, grabados y fotografías y, por otro, de los datos obtenidos a partir
de su investigación con metodología arqueológica.

La perspectiva diacrónica también fue empleada en la investigación del monumento megalítico


de La Hougue-Bie (Jersey). Las excavaciones en este cairn fueron llevadas a cabo entre 1991 y
1994, y estuvieron dirigidas a comprender la estructura y la evolución del monumento neolítico,

92
así como a conocer las múltiples transformaciones efectuadas en el sitio por generaciones
sucesivas. En ellas se identificaron las distintas etapas de construcción, transformación,
condenación y abandono, que fueron sucediéndose en el sitio de manera cíclica desde el
Neolítico hasta el siglo XX (Patton, 1996: 298-300).

Para Mark Patton esas transformaciones “reales” del sitio son el reflejo de transformaciones
“simbólicas” o culturales del paisaje, fruto de las necesidades sociales y culturales de cada
momento. Consideró que desde el Neolítico el paisaje de Europa ha sido continuamente
remodelado por el ser humano, y que los nuevos significados culturales siempre se han ido
relacionado los elementos naturales del paisaje y con las estructuras heredadas de los
antepasados (Patton, 1996: 300).

Así, los ciclos de transformaciones, reales y simbólicas, dan lugar a la estratigrafía cultural de La
Hougue-Bie, donde una sepultura neolítica se convirtió en mausoleo cerrado y posteriormente en
túmulo. En el siglo XII se construyó sobre el túmulo una capilla, dotando al lugar de un nuevo
significado religioso. En el siglo XVI la capilla fue reformada y posteriormente abandonada y
arruinada con la Reforma Protestante. Más tarde las ruinas de la capilla fueron incorporadas en
la construcción de una residencia aristocrática del siglo XVIII que también cayó en ruina. Por
último, se convirtió en un sitio turístico, primero con la construcción de un hotel en 1820 y hasta
1920 y luego tras el descubrimiento de la cámara megalítica en 1924, su declaración como
“monumento histórico” y su acondicionamiento para la visita turística (Patton, 1996: 300).

2.2.2.3. Desarrollo del enfoque biográfico: perspectivas relativistas

El desarrollo del enfoque biográfico en Arqueología, como perspectiva de investigación desde la


que afrontar el estudio de los monumentos megalíticos, comenzó desde posicionamientos
teóricos relativistas o idealistas.

Investigadores como Richard Bradley (1993; 1998; 2002, 2003), Tim Ingold (1993), Christopher
Tilley (1994), Mats Burström (1996) y Cornelius Holtorf (1995; 1996; 1997; 1998; 2000-2008;
2002; 2008) han llevado a cabo trabajos de marcado carácter teórico, dirigidos a explorar las
concepciones ideológicas de las sociedades que usaron estos monumentos en diferentes
contextos históricos, con el objetivo de explicar las interpretaciones que las distintas sociedades
fueron dando a las estructuras megalíticas con el paso del tiempo y las memorias colectivas que
se crearon en torno a ellos debido a su permanencia en el paisaje.

Bradley se ha centrado en el significado de las construcciones megalíticas (1993; 1998; 2002;


2003), aportando importantes consideraciones para el estudio diacrónico de los megalitos. En
primer lugar, en relación con el origen de estas arquitecturas ha sugerido que muchos
monumentos megalíticos pudieron ser construidos en lugares que ya tenían un significado
especial (Bradley, 1993: 22-44); siendo estas construcciones una forma de materializar las

93
creencias de la sociedad, aportando además un escenario para la realización de los rituales, que
permite dirigir la experiencia de la gente (Bradley, 1993: 45-68).

Por otro lado, plantea que los cambios en la sociedad y en las creencias se reflejan en los
monumentos mediante las reformas que se llevan a cabo en ellos para a adaptarlos a las
necesidades de cada momento (Bradley, 1998: 17-19). Del mismo modo, los monumentos
ayudan a fijar esos cambios con la creación de los escenarios que favorezcan determinadas
experiencias conforme a las circunstancias sociales del periodo (Bradley, 1993: 91-112).

Otra de sus aportaciones ha sido la consideración de que la reinterpretación de los monumentos


megalíticos no termina en la Prehistoria, sino que continúa más allá, llegando en muchos casos
hasta hoy. Ha señalado que por su propia naturaleza, los monumentos megalíticos sobreviven
durante largos períodos de tiempo y esto hace que muchos hayan sido reinterpretados a lo largo
de la historia, destacando en muchos casos su consideración como sitios de alto estatus y su
papel como legitimadores de nuevas élites (Bradley, 1993: 113).

Bradley diferenció entre la vida de la construcción megalítica y la etapa posterior a la vida, para
la que propuso el término “afterlife”. Ha considerado que la “vida” del megalito incluye su
construcción, transformaciones y usos durante la Prehistoria, destacando el mantenimiento de la
vinculación con el pasado. Mientras que la “afterlife” o etapa posterior a la vida del megalito, se
corresponde con las reutilizaciones y reinterpretaciones que se suceden en épocas posteriores,
cuando ha desaparecido esa vinculación con el pasado, produciéndose una invención del mismo
(Bradley, 1993: 113-116) a partir de tres posibles procesos: interpretación, confrontación y
legitimación (Bradley, 2002: 112-148).

La diversidad de circunstancias por las que pueden atravesar los monumentos megalíticos a lo
largo del tiempo es muy amplia. Muchos tienen largas historias y sucesivos usos durante la
Prehistoria. Sin embargo, en ciertas ocasiones, sus concepciones originales parece que fueron
respetadas y las sucesivas generaciones se limitaron a reparar y mantener los sitios; mientras
que en otras los monumentos fueron modificados de acuerdo a cambios en la interpretación,
materializados a veces en cambios en la construcción antigua y otras en la construcción de
nuevas estructuras (Bradley, 2002: 85). Otros monumentos tienen historias cortas, ya sea porque
el monumento fue construido e inmediatamente destruido, o porque tras su construcción y primer
uso fue abandonado (Bradley, 2002: 86). Por ello, para la identificación de todos los procesos
por los que se ve afectado un monumento megalítico a lo largo de su historia, Bradley ha
propuesto la necesidad de caracterizar las “secuencias estructurales” de cada monumento
(Bradley, 2002: 85).

Por otro lado, ha destacado el papel de los lugares como sitios que contenedores de memoria
(Bradley, 2003), considerando que los sitios asociados al pasado pueden ser reutilizados
deliberadamente por grupos sociales posteriores, manteniendo la importancia y la vinculación
con el pasado. Sin embargo, ha planteado que eso no significa que dichos lugares hayan

94
mantenido sus primeros significados, intencionalidades y usos intactos con el paso del tiempo;
más bien todo lo contrario, ya que muchas veces la memoria de hechos pasados que contienen
esos lugares no son recordados por quienes los reúsan, sino que al reutilizarlos son
reinterpretados, dotándolos, consciente o inconscientemente, de nuevos significados.

Los monumentos megalíticos pueden experimentar, con el paso del tiempo, cambios
importantes, tanto en su apariencia formal como en los contextos en los que se han usado. Estos
monumentos presentan unos diseños originales que con el paso del tiempo pudieron ser
modificados, reconstruidos, abandonados y reemplazados; por ello la intención de los primeros
constructores es tan inestable como la de los relatos orales que han existido sobre ellos. El
hecho de que los monumentos, como construcciones, tengan un carácter durable en el tiempo
no implica que la intención que está tras ellos sea igual de perdurable y sea la misma con el
paso del tiempo (Bradley, 2003: 222-223). Además, la reutilización de los restos materiales del
pasado puede responder a múltiples intereses. Muchas veces las construcciones pasadas son
reutilizadas por su valor como legitimadores sociales al representar el pasado, no obstante en
otras ocasiones, son reutilizadas pero modificándolas o haciendo nuevas construcciones en el
mismo sitio para transformar o eliminar antiguas interpretaciones del pasado (Bradley, 2003:
224-226).

Ingold (1993) ha propuesto la adopción lo que llama una “perspectiva de vivienda” (“dwelling
perspective”), según la cual el paisaje constituye un registro permanente y el testimonio de la
vida y las acciones de las generaciones pasadas que han vivido en él, y que al hacerlo, han
dejado allí algo de sí mismos (Ingold, 1993: 152).

Ha planteado la necesidad de centrarse en la temporalidad del paisaje, considerando que el


paisaje no es “tierra”, ni “naturaleza”, ni “espacio”, sino el mundo tal como es conocido por los
que viven en él, habitan sus lugares y transitan por los caminos que los conectan (Ingold, 1993:
153-157); y que la temporalidad no es “cronología” ni “historia”, sino tiempo, pero entendido
como tiempo social, es decir, tiempo unido a las circunstancias particulares del lugar y las
personas (Ingold, 1993: 157-161). De este modo, el paisaje cuenta una historia, ya que envuelve
las vidas y los tiempos de los predecesores que, durante generaciones, se han movido por él y
han formado parte de su formación (Ingold, 1993: 152).

Como metodología de investigación ha considerado necesario aunar Arqueología y Antropología,


es decir, interpretación del registro material del pasado y experimentación en el presente, para
“percibir el paisaje”, es decir, para participar perceptivamente en un entorno que está en sí
mismo impregnado de pasado (Ingold, 1993: 152-153).

Tilley, desde un enfoque fenomenológico, se ha centrado en la manera en que la gente siente y


entiende el mundo (Tilley, 1994: 11). Al considerar que las biografías personales, la memoria
social y las biografías de lugares están conectadas entre sí, ha planteado que los lugares

95
pueden adquirir una historia o biografía, al ir acumulando “capas de significado” relacionadas con
las acciones y los acontecimientos que tuvieron lugar en ellos (Tilley, 1994: 27).

Para Tilley, las historias están ligadas a la repetición regular de prácticas en el espacio, por lo
que historias y lugares se ayudan dialécticamente a construirse y reproducirse mutuamente. Los
lugares ayudan a recordar historias que están asociadas a ellos, y los lugares solo existen en
virtud de su empleo en una narrativa. Los lugares, como las personas, tienen biografías en la
medida en que se forman, se usan y se transforman en relación a las prácticas que se llevan a
cabo en ellos (Tilley, 1994: 33).

El método de investigación propuesto por Tilley se basa en la experiencia del sitio por parte del
investigador. Para promover un conocimiento sobre lugares o monumentos prehistóricos no
basta con aplicar las técnicas que están a disposición de los arqueólogos, ya que éstas aportan
una información poco detallada. Por ello, es fundamental experimentar el sitio, porque en el
paisaje se conservan muchas cosas inalteradas (montañas, ríos, valles, etc.) que pueden y
deben ser sentidas (viéndolas, tocándolas y percibiéndolas) por el investigador (Tilley, 1994: 73-
74). Así, la experiencia del investigador en el sitio es la que le aportará las herramientas
necesarias para pensar y trabajar. La representación gráfica de los sitios no puede sustituir el
“ser en un lugar”, es decir, no puede sustituir lo que transmite el sitio al estar en él, pero el
proceso hasta llegar a sentir un sitio es lento y se obtiene después de muchas visitas (Tilley,
1994: 74-75).

Burström (1996) destacó la importancia la multiplicidad de significados de los monumentos


desde sus orígenes y durante cientos e incluso miles de años después de su construcción, ya
que por su visibilidad son elementos significativos del paisaje.

Por un lado, ha señalado que el significado de los monumentos no se restringe al momento de


su construcción, sino que a lo largo del tiempo atraen la atención de muchas generaciones que
usan e interpretan los monumentos a su manera. Por otro, ha considerado que ni siquiera en el
momento en el que fueron construidos tenían un único significado, ya que diferentes personas
pueden tener distintas opiniones sobre su significado. Así, el monumento que para alguien fue un
memorial sobre un ser querido, para otro fue un recuerdo de un tirano odiado, y para un tercero
pudo ser ante todo un punto de referencia a partir del cual orientarse en el paisaje (Burström,
1996: 21).

Burström se centró en los significados de los monumentos, y propuso que no se puede restringir
su estudio a la supuesta intención que tenían sus constructores, sino que se debe adoptar una
perspectiva de larga duración y considerar la multiplicidad de significados que los monumentos
han tenido adscritos (Burström, 1996: 21).

96
Estas ideas fueron aplicadas al estudio de las “pictures stones” de la isla de Gotland (Suecia),
unas piedras decoradas características de esta región, de las que se conocen unos 440
ejemplares, casi todos en esta isla (Burström, 1996).

Las “pictures stones” fueron manufacturadas entre 400-1100 DNE, presentando, a lo largo de
esos 700 años, distintos tamaños, motivos decorativos y funcionalidades, erigidas como parte de
tumbas o como memoriales en recuerdo de los difuntos (Burström, 1996: 22-23). Posteriormente,
fueron reutilizadas e incorporadas en un gran número de contextos, como tumbas vikingas,
iglesias y tumbas cristianas, dotándolas de nuevos significados (Burström, 1996: 24-27). Además
en torno a ellas se fueron creando muchas leyendas locales, convirtiéndose en elementos
significativos del paisaje, sirviendo de límite entre parroquias o utilizándose en la construcción de
casas y como escalones (Burström, 1996: 29-32). Más recientemente se han usado también
como una imagen de la histórica identidad de la isla de Gotland y como reclamo turístico
(Burström, 1996: 33-37).

Holtorf, desde el constructivismo y la teoría de la recepción, ha planteado que el conocimiento


arqueológico es social y cognitivamente construido, y que investigación arqueológica debe
centrarse en las experiencias, los significados y las diferentes recepciones del pasado y de sus
restos arqueológicos (Holtorf, 1995).

Adoptar la perspectiva constructivista en arqueología implica asumir que, ni en el pasado ni en el


presente se puede tener un conocimiento objetivo sobre los eventos y procesos históricos; ya
que los hechos no hablan por sí mismos, sino que en cada presente el conocimiento de la
realidad es construida por la gente que experimenta tal realidad. Esto no significa que se niegue
la existencia de la realidad, sino la posibilidad del ser humano de conocerla, tanto en el presente
como en el pasado (Holtorf, 1995).

De este modo, cuando los arqueólogos e historiadores investigan acontecimientos pasados


tienen que re-construir las construcciones que de ese pasado hizo la gente que lo experimentó y
lo interpretó. Además el investigador estará también influido por su contexto socio-histórico, por
lo que la re-construcción del pasado está en primer lugar interpretada por quienes la vivieron en
primera persona y por el investigador, cada uno influenciado por su contexto socio-histórico
(Holtorf, 1995).

Holtorf ha criticado el empirismo y el positivismo y ha puesto el énfasis en la importancia del


contexto socio-histórico del investigador y en la forma en que éste estudia la Prehistoria y los
objetos prehistóricos, considerando que el trabajo del arqueólogo debe ir dirigido a re-construir
las construcciones que del pasado hizo la gente que lo experimentó y lo interpretó en el pasado
(Holtorf, 1995).

Ha propuesto la aplicación del concepto de biografía o historia de vida para reconstruir la vida de
los megalitos (Holtorf, 1998). Para él, siguiendo a Kopytoff (1986), las cosas, y como ellas los

97
megalitos, tienen historias de vida (life-histories): son hechas en algún sitio, a menudo tienen una
utilidad, a veces cambian de lugar, de significado y de función, conforme pasa el tiempo
envejecen, y finalmente, la mayoría de las cosas, mueren. Algunas viven muy pocos minutos y
otras pueden llegar a tener miles de años; sin embargo, una vez mueren, muy pocas vuelven a la
vida con nuevos significados (Holtorf, 1998: 23).

Por otro lado, también ha planteado la adecuación de la teoría literaria conocida como “historia
de la recepción” a la Arqueología y al estudio de los monumentos megalíticos. De acuerdo a esta
teoría, los lectores, antes que el autor, determinan el significado de un texto (Suleiman y
Crosman, 1980). Aplicado a la Arqueología, se podría decir que los sitios y objetos antiguos
adoptarían la posición de los textos, siendo creados por sus constructores, mientras que quienes
los utilizan a lo largo de la historia adoptan la posición de los lectores, siendo quienes les otorgan
significado (Holtorf, 2002: 185).

En el caso de los monumentos megalíticos, éstos son parte del paisaje en el que se encuentran,
entendiendo que el paisaje no es solo natural, sino también cultural. Así, para comprenderlo hay
que entender a la gente que ha estado en él, dado que el paisaje no es solo lo que está ante
nuestros ojos, sino también lo que está en nuestras cabezas, es decir, no es solo lo que se ve,
sino también como se entiende y lo que se hace en él (Holtorf, 1997: 80).

A su vez, tanto los paisajes como los monumentos que se encuentran en ellos, cambian
físicamente con el paso del tiempo, y también cambia las ideas que se tienen con respecto a
ellos, al cambiar la sociedad que los ve y los utiliza, siendo reconstruidos cognitivamente de
manera continua (Holtorf, 1997: 80).

Los monumentos megalíticos, debido a su monumentalidad, pueden ser construidos


cognitivamente cientos de años después de su primera erección. A diferencia de otros restos
materiales del pasado, estas piedras no han desaparecido y son visibles para gente de otras
épocas, pudiendo ser reutilizados con otros fines (Holtorf, 1997: 81-82).

Para Holtorf, trazar las biografías o historias de vida de los monumentos megalíticos significa
preguntarse cómo subsiguientes sociedades, en contextos históricos y sociales distintos,
entienden y utilizan los antiguos monumentos. Considera que hay que re-construir las distintas
construcciones mentales que hicieron de estos monumentos las distintas sociedades que los han
utilizado e interpretado a lo largo del tiempo; es decir, plantea la reconstrucción de la “memoria
cultural” de las sucesivas sociedades que los han usado (Holtorf, 1998: 24).

La memoria cultural es visible en ocasiones especiales como en días conmemorativos, lugares


especiales o antiguos monumentos, y ayuda a reafirmar la identidad de los miembros de una
sociedad, aportándoles una “consciencia histórica”, de unidad y singularidad en el tiempo y en el
espacio. Por tanto, no da testimonio exacto de eventos pasados, sino que muestra elementos
significativos del pasado en un presente dado. De este modo, los monumentos megalíticos

98
representan el pasado en cada presente, y la memoria cultural de cada sociedad les da
significado e importancia cultural (Holtorf, 1998: 24).

Por otro lado, y en relación con la memoria cultural está la “historia cultural”, es decir, la
articulación de la consciencia histórica de cada sociedad, en la que se incluyen las prácticas
posteriores al uso del sitio por sus constructores, como enterramientos secundarios, leyendas o
excavaciones (Holtorf, 1998: 24).

En el caso de los monumentos megalíticos, éstos influyen en las memorias culturales de las
siguientes sociedades, y de manera recíproca, las historias culturales de cada una de esas
sucesivas sociedades transforman la concepción que se tiene de los monumentos y su forma
física. Por ello, las biografías de los monumentos megalíticos pueden contribuir a un mejor
entendimiento de las memorias culturales de las distintas sociedades que los han utilizado e
interpretado y al conocimiento de sus distintas historias culturales; siendo al mismo tiempo, una
expresión de nuestra historia cultural, donde queda expuesta nuestra memoria cultural con
respecto a ellos (Holtorf, 1998: 24).

Estas concepciones teóricas propuestas por Holtorf tiene su aplicación práctica en los trabajos
que llevó a cabo en los megalitos de la región alemana de Mecklenburg-Vorpommern (Holtorf,
1998) y en el proyecto de Monte da Igreja (Portugal) (Holtorf, 2002; 2008).

En el primer caso, Holtorf planteó la biografía de los megalitos como la de las personas,
considerando que los megalitos pasan por las mismas etapas que una persona: nacimiento y
niñez, juventud, vida adulta y vejez. El nacimiento y la niñez corresponden al momento en que
los megalitos son construidos y usados como sitios de enterramiento en el Neolítico, llegando a
la juventud en la Edad del Bronce cuando son reutilizados como lugares de enterramiento. Tras
esos primeros usos como lugares de enterramientos, los megalitos quedarían como marcas del
tiempo en el paisaje adquiriendo, desde la Edad del Bronce Final hasta principios de la Edad
Media (la primera edad adulta), nuevos significados y generando subsiguientes historias
culturales y memorias culturales. Muchos megalitos fueron preservados tal como estaban, pero
otros fueron adaptados a nuevos usos, pero no destruidos. Posteriormente, en la edad adulta,
muchos megalitos fueron destruidos y otros se incorporaron como parte de otras construcciones
como casas o iglesias durante la Edad Media; mientras que en la Edad Moderna, no fueron muy
reutilizados, pero sí surgieron muchas historias en torno a ellos, siendo relacionados con el
demonio o con gigantes. Por último, durante su vejez en la Edad Contemporánea, surge el
interés por la historia y toman fuerza las ideas románticas en torno a las antiguas ruinas. En la
actualidad, los monumentos megalíticos son atractivos turísticos y las actuaciones en torno a
ellos están dirigidas a su conocimiento, conservación y acondicionamiento para las visitas. En
cuanto al futuro, planteó que la sociedad actual tiene la responsabilidad de actuación sobre ellos,
y consideró que en unos años, algunos monumentos podrían morir y sus piedras y los lugares
donde están construidos podrán ser usados con otros fines (Holtorf, 1998: 25-35).

99
Así, al hacer la biografía de un megalito se debe hacer referencia a los momentos
inmediatamente anteriores y posteriores a su construcción, a su vida en la Prehistoria Reciente,
la Protohistoria y los periodos históricos, concluyendo con el estado actual de los monumentos
en el presente y previendo cuál será su futuro (Holtorf, 1998: 25). Para llevar a cabo esta
reconstrucción de la historia de vida de un monumento, es necesario identificar las distintas
fases de uso del monumento, mediante metodología arqueológica, e interpretar el significado de
cada fase (Holtorf, 1998: 25-26).

Por otro lado, Holtorf ha reflexionado sobre los problemas del enfoque biográfico en la
Arqueología, sugiriendo la necesidad de llevar a cabo un cambio de enfoque, pasando de la
biografía del megalito al interés por las re-utilizaciones y re-apropiaciones de objetos antiguos,
para ir más allá de la cronología lineal, destacando la multi-temporalidad de los monumentos
megalíticos (Holtorf, 2002: 177).

Otro tema que Holtorf ha tratado ha sido la diferencia entre “biografías” o “historias de vida” y
“recepciones” o “historias de la recepción”. Las “biografías” hacen referencia a un continuo
estado de cambio y desarrollo de las cosas; mientras que las “recepciones” consideran que las
cosas son inmutables y lo que cambia son los significados según la interpretación que les da la
gente a lo largo del tiempo (Holtorf, 2002: 185-186). Esta idea de continua re-construcción y re-
interpretación de las cosas fue experimentada por el autor en el año 2000, creando un “texto
vivo” en una monografía electrónica sobre los megalitos de Mecklenburg-Vorpommern. El propio
autor ha definido esta monografía como “texto vivo”, ya que por su parte está en continua
creación y modificación, pero además para el lector no hay una única manera de leerla, sino que
las posibles lecturas son múltiples, al estar diseñada como un texto multimedia con los
numerosos enlaces que hacen que cada lector diseñe su propia lectura según las búsquedas
que realice y los enlaces que vaya explorando (Holtorf, 2000-2008).

La misma idea fue también aplicada en el proyecto de Monte da Igreja (Portugal), donde
reemplazó el enfoque biográfico por el estudio de la recepción, es decir, por el estudio de la re-
utilización y re-apropiación del lugar, abogando por la multi-temporalidad de las cosas (Holtorf,
2002: 190-192). Para ello generó una metodología de campo específica regida por tres
principios: i) un sitio son muchos sitios; ii) las evidencias de todos los periodos tienen el mismo
valor; iii) el proyecto no es orientar el problema, sino orientar el objeto, es decir, más que llegar a
un lugar con un conjunto fijo de preguntas y con los métodos apropiados para establecer
respuestas e interpretaciones sobre el pasado a partir de la interrogación de un sitio, pretende
ver qué sale en el suelo, interpretarlo y darle sentido (Holtorf, 2002: 178-179). De este modo,
lleva a cabo una reconstrucción de las acciones que se han llevado a cabo en el lugar de Monte
da Igreja (Holtorf, 2002: 184-185; 2008: 417-418), desarrollando una historia de la recepción.

100
2.2.2.4. Multiplicación de los parámetros de estudio: perspectivas
racionalistas

Desde perspectivas más racionalistas o materialistas, otros investigadores han llevado a cabo
estudios de carácter biográfico a partir de diferentes objetos de estudio que pueden ser
analizados arqueológicamente: el paisaje en el que se encuentran los megalitos y cómo, cuándo
y por qué ha ido cambiando, las propias arquitecturas, sus transformaciones y su relación con los
distintos significados que van adoptando con el tiempo estas construcciones, las secuencias
estratigráficas y los elementos materiales o la cultura material que se encuentran en ellos, o el
arte y los programas gráficos que contienen. Todos estos elementos de análisis son el reflejo del
dilatado uso y de las distintas funciones y significados que estas construcciones han ido
adquiriendo a lo largo del tiempo.

Uno de los primeros puntos de interés ha sido el paisaje, objeto de estudio de varios
investigadores y con distintos objetivos y metodologías de trabajo y generalmente como una
parte de la investigación.

El paisaje ha sido el objeto de estudio de Joshua Pollard y Andrew Reinolds (2002) para
investigar el complejo megalítico de Avebury (Co. Wiltshire, Reino Unido) desde una perspectiva
biográfica. Para ellos la historia de la región de Avebury comienza de manera previa a la
construcción de los monumentos megalíticos, con las primeras ocupaciones humanas en el
Mesolítico (10000-4000 ANE) y va conformándose con el paso de las distintas sociedades el
comportamiento de éstas con respecto al paisaje que las rodea, combinando de distintas formas
las construcciones precedentes con las siguientes.

En el Neolítico Inicial (4000-3000 ANE) aparecen las primeras construcciones de esta región,
destacando los recintos (enclosures) de Windmill Hill, Knap Hill y Rybury (Pollard y Reinolds,
2002: 46-58), y una treintena de túmulos alargados (long barrows), megalíticos y no megalíticos,
entre los que destacan West Kennet, Millbarrow, South Street, Beckhampton Road, Horslip y
Easton Down, cuyas excavaciones han documentado actividades previas a la construcción de
los túmulos (Pollard y Reinolds, 2002: 58-60). A estas construcciones se suman, por un lado, la
reutilización de los sitios ya construidos (Pollard y Reinolds, 2002: 75-80), y por otro, las nuevas
construcciones del Neolítico Final (3000-2400 ANE), entre las que destacan las que conforman el
complejo monumental de Avebury, que incluye: el henge de Avebury; las avenidas megalíticas
de Beckhampton y West Kennet; el complejo monumento de madera y piedra conocido como
Sanctuary, donde termina (o comienza, según la orientación) la última de las avenidas
mencionadas; Silbury Hill; el extenso recinto de empalizada en West Kennet; y otros sitios más
pequeños como el recinto de Beckhampton y el círculo de Falkner’s (Pollard y Reinolds, 2002:
81).

Durante la Edad de los Metales (2400 ANE – 50 DNE) se producen cambios sociales e
ideológicos, que en el paisaje de Avebury parecen ser más graduales que en otros sitios (Pollard

101
y Reinolds, 2002: 125). En la Edad del Bronce Inicial, los monumentos como Avebury continúan
atrayendo la atención, actuando como recordatorio del pasado o como centros de desarrollo de
actividades ceremoniales o rituales sitios (Pollard y Reinolds, 2002: 125-126). Es en la Edad del
Bronce Final y en la Edad del Hierro cuando se observan cambios más profundos en el paisaje,
con la creación de los sistemas de parcelarios extensivos y el establecimiento en asentamientos
permanentes y hillforts o castros, que trajo una nueva forma de trabajar y percibir el paisaje. En
este contexto, los monumentos neolíticos no fueron frecuentados para llevar a cabo actividades
ceremoniales, pero tampoco fueron ignorados, ya que su presencia en el paisaje fue respetada
(Pollard y Reinolds, 2002: 137-139).

Pollard y Reinolds (2002: 149-259) han extendido la biografía de Avebury a los periodos romano,
anglo-sajón y medieval, incorporando las distintas ocupaciones que se fueron sucediendo en la
región, los diferentes patrones de asentamiento y las múltiples formas de incorporar el pasado,
especialmente el complejo megalítico de Avebury, a las nuevas realidades sociales de cada
periodo.

Timothy Darvill (2007) también ha lleva a cabo la investigación del monumento megalítico de
Stonehenge desde una perspectiva biográfica y tomando como objeto de estudio el paisaje.

Para Darvill la gente vive en los paisajes y les da forma, proporcionando a cada elemento del
paisaje un significado y un valor especial. El paisaje no existe por sí mismo, sino como reflexión
de la condición humana. Cada generación deja sus propias impresiones y elimina algo de las
que dejaron sus predecesores, siendo olvidadas, con el paso del tiempo, las conexiones entre
los distintos elementos creados por las sucesivas sociedades. De este modo, para la
Arqueología el paisaje se convierte en un conjunto de espacios conectados pero infinitamente re-
elaborables, que las distintas generaciones han ido definiendo, dando forma y haciendo
relevante para su vida (Darvill, 2007: 26).

Unido a ese punto de vista holístico del paisaje está la idea de elaborar su “biografía”, es decir,
de explicar el curso de su vida. Para ello ha propuesto el análisis minucioso y la demostración de
cómo se ha hecho y cómo ha funcionado el paisaje; centrándose en las personas, las cosas, las
relaciones y los significados de éste (Darvill, 2007: 26-27).

Darvill ha planteado que crear la biografía del paisaje de Stonehenge requiere de una materia
prima sobre la que trabajar, que en gran medida es la evidencia física de lo que ocurrió en el
paisaje a lo largo del tiempo: quién hizo qué, cuándo, dónde y por qué. Esos datos están
representados por los vestigios arqueológicos que se conservan y que no nos hablan
directamente, sino que tienen que ser interpretados, descodificados y desmontados (Darvill,
2007: 28). Por tanto, ninguna biografía es imparcial, ya que depende de la perspectiva de la que
se haga y de los datos que se tomen; y al mismo tiempo, no podrá estar completa mientras el
objeto de estudio continúe vivo, pues su biografía se extenderá más allá de ella (Darvill, 2007:
28-29).

102
En el caso de Stonehenge, Darvill analizó en primer lugar cómo el propio monumento y su
paisaje fueron concebidos, entendidos y representados durante el último milenio, y a partir de
qué evidencias se pueden investigar hoy día (Darvill, 2007: 28). Inició su biografía con las
perspectivas de los griegos, romanos y británicos y terminó con las post-procesualistas (Darvill,
2007: 32-56).

En segundo lugar, y de manera similar al estudio llevado a cabo por Pollard y Reinolds en
Avebury (2002), Darvill desarrolló la biografía del paisaje de Stonehenge reflejando y
reconociendo las distintas fases de su vida, explorando los momentos clave de cambio y
desarrollo, e investigando las conexiones y las relaciones a través del tiempo y en el espacio
(Darvill, 2007: 28). Incluyó los paisajes anteriores al 4000 ANE (Darvill, 2007: 57-67); el paisaje
de los constructores de túmulos, del 4000-3000 ANE, caracterizado por la construcción de fosas
y pozos, túmulos alargados, túmulos ovalados, túmulos circulares y fosas de enterramiento,
recintos alargados y cursus (Darvill, 2007: 70-92); el paisaje de los círculos sagrados y los anillos
mágicos del 3000-2000 ANE, donde se sitúan las fases 1-3v de Stonehenge, los enterramientos
secundarios en túmulos alargados y en túmulos ovalados, los bowl barrows o túmulos
hemiesféricos, causewayed barrows o túmulos con fosos (Darvill, 2007: 93-156); el paisaje del
2000-1200 ANE, concebido como tierra de los ancestros, y caracterizado por la construcción de
fosas en anillos (pits in rings), túmulos funerarios que tienden a concentrarse en torno a túmulos
anteriores concebidos como monumentos ancestrales (Darvill, 2007: 157-179); el paisaje del
1200 ANE al 50 DNE, entendido como campo de los dioses y etapa de transición que supone el
final de muchas de las tradiciones de los milenios anteriores, y la creación, al igual que en
Avebury (Pollard y Reinolds, 2002), de los sistemas de parcelarios extensivo y el establecimiento
en asentamientos permanentes, castros, recintos y granjas (Darvill, 2007: 182-201).

Al igual que Pollard y Reinolds (2002) en Avebury, Darvill extendió la biografía de Stonehenge
más allá de la Prehistoria, incorporando el paisaje de los periodos romano, anglo-sajón,
medieval, moderno y contemporáneo, incluyendo las distintas formas de asentamiento que se
fueron sucediendo en la zona y las diferentes formas de incorporar el pasado (Darvill, 2007: 181-
282). Incluso planteó que la apertura del siglo XXI parece ser un punto de inflexión para el
paisaje de Stonehenge, tal como lo fueron los primeros años del siglo XX (Darvill, 2007: 28).

Otros trabajos han estado centrados en el análisis de las secuencias estratigráficas, completadas
con el análisis de los materiales arqueológicos y las dataciones radiocarbónicas de los
monumentos megalíticos. Entre ellos destacan los trabajos de Muiris O’Sullivan (2005), quien
realizó una reconstrucción de la secuencia de ocupación humana en el Mound of the Hostages,
en Tara (Co. Meath, Irlanda), a partir de los resultados obtenidos en las excavaciones de 1955,
1956 y 1959 y los análisis posteriores.

Su biografía se inicia con los procesos de excavación y post-excavación de la construcción


megalítica en los años 50 (O’Sullivan, 2005: 3-23). Continúa con la descripción de las estructuras
documentadas bajo el túmulo (cairn) y alrededor del montículo (mound) que lo cubre,

103
posteriormente la tumba megalítica y las cistas asociada a ella, y finalmente el túmulo (cairn) y el
montículo (mound) (O’Sullivan, 2005: 29-218). En último lugar, se analiza la secuencia de
ocupación humana en Mound of the Hostages, a partir de la estratigrafía y las dataciones
radiocarbónicas, estableciendo distintos episodios de uso: Fase 1 (3800-3100 ANE): estructuras
previas al túmulo (cairn); Fase 2 (3350 -2900 ANE): construcción de la tumba megalítica y la
primera fase de deposición de huesos humanos; Fase 3 (2550-2350 ANE): construcción de
empalizadas; Fase 4 (2350-1520 ANE): enterramientos y fosas del Bronce Inicial; Fase 5 (900-
200 ANE): actividad de la Prehistoria Final; Fase 6 (c. 1600 DNE): estructuras post-medievales;
Fase 7 (siglos XIX y XX DNE) (O’Sullivan, 2005: 220-236).

En la fase 1 se construyeron varias estructuras bajo el túmulo (cairn), entre las que destacan un
foso, cuatro hogueras y dos fosas (O’Sullivan, 2005: 220-222). La fase 2 fue la primera fase de
enterramiento. A ella se asocian la mayoría de los depósitos de cremación (al menos 11 de los
18) localizados alrededor del túmulo (mound), así como la mayoría de deposiciones del interior
de la estructura megalítica (14 dataciones de 18) y las de las cistas I-III (O’Sullivan, 2005: 222-
226). Durante la fase 3, en la transición del Neolítico a la Edad del Bronce, se construyeron las
empalizas 2 y 3. A la fase 4, en el Bronce Inicial, corresponden las otras 4 de las 18 muestras
datadas del interior de la estructura megalítica, las hogueras-fosas (fire-pits) perimetrales y otros
enterramientos realizados en el túmulo (mound) (O’Sullivan, 2005: 228-233). Muchos de estos
aspectos convierten al Mound of the Hostages en un monumento único entre las tumbas de
corredor de Irlanda, por los depósitos de cremación en el perímetro del túmulo (mound), el
elevado número de individuos representados en los enterramientos del Neolítico y el rango y la
riqueza de los artefactos asociados a ellos (O’Sullivan, 2005: 236). Su importancia como lugar de
enterramiento continúa en el Bronce Inicial, estimándose que se realizaron unos 40
enterramientos en el túmulo (mound) (O’Sullivan, 2005: 239-240).

Sin embargo, su papel cambió en la Edad del Bronce Final y en la Edad del Hierro, pasando de
ser el foco de la actividad ritual a convertirse en el eje en torno al cual emergió el paisaje ritual
que está a su alrededor (O’Sullivan, 2005: 243). A partir de estos momentos parece que el
túmulo (mound) se abandonó como lugar de enterramiento y las siguientes actividades se
desarrollaron en su entorno. En la fase 5, la primera evidencia de ello es el recinto de foso
circular (ring-ditch enclosure) de la Edad del Bronce Final, localizado al sureste del túmulo
(mound), en el que se documentaron cremaciones humanas. Aunque fue excavado solo
parcialmente, ha sido interpretado como un clásico monumento funerario de la Edad del Bronce
Final. Por otro lado, al norte del túmulo (mound) se ha hallado otra empalizada que parece datar
de la Edad del Hierro (O’Sullivan, 2005: 233).

El papel de Tara después de la llegada del cristianismo se redujo a ser un símbolo del poder real
y el foco de mitos sobre el pasado prehistórico y protohistórico, que mantenían la memoria
cultural sobre el sitio. Las evidencias arqueológicas correspondientes a la fase 6 se reducen a
ciertos materiales, como una moneda de 1581 y algunos restos cerámicos post-medievales, así
como algunas estructuras de momentos post-medievales o de cronología desconocida. Ya a

104
finales de este periodo, en 1798, parece que se utilizó para refugiarse del fuego enemigo durante
una escaramuza militar (O’Sullivan, 2005: 233-234).

Las últimas evidencias de actividad humana corresponden a los siglos XIX y XX (fase 7) y
constituyen las pruebas de que aún hoy este monumento prehistórico continúa atrayendo la
atención de la gente (O’Sullivan, 2005: 235-236), manteniéndose como el punto central de uno
de los paisajes simbólicos de Irlanda (O’Sullivan, 2005: 244).

2.2.2.5. Los significados de las reapropiaciones: tradición oral, fuentes


documentales y arqueología

Christopher Chippindale (1989) fue uno de los primeros investigadores en utilizar escritos,
pinturas, grabados y fotografías de cada época para conocer lo que la gente ha pensado de
Stonehenge y ha sentido en él a lo largo de los años. Tras él otros autores han utilizado las
fuentes documentales en sus investigaciones.

Sarah Semple (1998) señaló la importancia que tenían los monumentos prehistóricos en la
sociedad anglo-sajona a partir del registro arqueológico y de los textos escritos anglo-sajones,
demostrando la constante reutilización de los túmulos del Neolítico y de la Edad del Bronce para
la realización de diferentes prácticas en épocas posteriores y exponiendo la percepción que la
gente del momento tenía del paisaje que los rodeaba.

Por otro lado, autores como Conor Newman (1998) y Stephen T. Driscoll (1998) destacaron la
reutilización de ciertos monumentos megalíticos por la realeza en la Edad Media para legitimar
su autoridad anclándola en un pasado ancestral. El fenómeno de constituir centros reales
alrededor de sitios prehistóricos destacados fue una característica de las regiones Célticas del
norte y el oeste, especialmente en Escocia e Irlanda. Para crear los nuevos centros de poder se
utilizaron sitios y reliquias de la Prehistoria, como tumbas megalíticas, menhires, henges,
túmulos de tierra y cairns (Driscoll, 1998: 143).

Newman (1998) se centró en la contribución que cinco sitios prehistóricos de Irlanda hicieron a la
formación del concepto medieval de realeza. Los sitios reales denominados Teamhair,
Crúachain, Emain Macha, Dún Ailinne y Caisel, convertidos en símbolos de la realeza y en
lugares de toma de posesión, se identifican con los monumentos y complejos arqueológicos
prehistóricos denominados Tara, Rathcroghan, Nava Fort, Knockaulin y Cashel. Estos sitios
adquirieron el título de “real” en los períodos históricos y medievales, cuando la realeza
irlandesa, para dar legitimidad a su autoridad, hundió sus raíces en la posibilidad de que ya
durante la Prehistoria Reciente existiera una autoridad equivalente a la realeza, posiblemente de
carácter sacro, que se encontrarían en estos sitios destacados.

105
Driscoll (1998) puso énfasis en la reutilización de los monumentos prehistóricos escoceses por
los primeros reyes para legitimar su poder. Sostuvo que en Escocia, como en Irlanda, los
monumentos prehistóricos fueron utilizados por la realeza a principios de la Edad Media para
obtener una ventaja política en un período en que las nuevas estructuras políticas fueron
tomando forma. Sin embargo, en Escocia no son muy abundantes los textos y las excavaciones
que apoyen estas conexiones entre los centros políticos y monumentos antiguos, y parece que la
reutilización de los monumentos antiguos como sitios de autoridad pudo haber operado a un
nivel aún más local. No obstante, entre las más antiguas estructuras administrativas del Reino de
Escocia se encuentran las “court hills”, algunas de las cuales están situadas en antiguos túmulos
prehistóricos.

Del mismo modo, Cooney (2015) ha señalado cómo en los primeros textos literarios irlandeses
puede haber habido una dualidad de significados con respecto a los monumentos megalíticos de
Brú na Boyne en Irlanda, considerados como el hogar de seres sobrenaturales de la diosa Danu
por un lado, y como túmulos de enterramiento de los reyes paganos por otro. Un ejemplo de ello
son los enterramientos de finales de la Edad del Hierro y a principios de la Edad Media en el
monumento megalítico de Knowth, donde élites emergentes retomaron la función funeraria de los
monumentos megalíticos para dar legitimidad a su poder a través de la vinculación con el pasado
ancestral.

Marta Díaz-Guardamino y otros han insistido en esta misma idea de vinculación con el pasado,
planteando que ciertas reutilizaciones y reinterpretaciones de los monumentos megalíticos
prehistóricos llevadas a cabo en épocas posteriores han podido ser el resultado de la
manipulación y la apropiación de los monumentos prehistóricos para dar legitimidad a nuevas
creencias o élites. Estas prácticas fueron muy comunes durante la Edad del Hierro, la
Antigüedad y el Medievo, así como durante la Edad Moderna e incluso Contemporánea (Díaz-
Guardamino et al. 2015b: 7-11)

Un buen ejemplo de reutilización de monumentos megalíticos prehistóricos en la Edad del Hierro


son las estelas de la Bretaña francesa. Como sugieren Luc Laporte y otros, estas estelas de la
Edad del Hierro son menhires neolíticos reutilizados, con los que se buscaba una vinculación con
el pasado (Laporte et al., 2015). También en la Edad Antigua se recurrió la legitimidad que daba
el pasado. Así, Joan Sanmartí y otros han señalado cómo tras el colapso del poder de Roma en
el Norte de África en el siglo V, emergieron de nuevo identidades étnicas y estructuras políticas
que buscan legitimidad en los monumentos megalíticos de la Edad del Hierro (Sanmartín et al.,
2015). De modo similar ocurre en épocas más recientes, como ha planteado Estella Weiss-Krejci
(2015) para el caso del rey de Suecia Carl XIV Johan. Este monarca visitó los túmulos
prehistóricos de Gamla Uppsala en 1834 y se hizo retratar en ellos. Este hecho fue considerado
como un intento de vinculación simbólicamente con el pasado sueco, ya que el rey era francés
(llamado Jean-Baptiste Bernadotte) y había accedido al trono sueco porque no había herederos
de la familia real sueca.

106
De manera contraria, la reutilización de monumentos megalíticos ha sido utilizada como muestra
de oposición al orden impuesto, como puede haber ocurrido en una de las tumbas megalíticas
más importantes de la necrópolis de El Ksour (Túnez) en la transición del siglo II al III ANE, cuya
reutilización ha sido entendida como una expresión de los campesinos locales contra la identidad
romana y el orden impuesto por Roma (Sanmartí et al., 2015).

En otros casos, los monumentos y lugares prehistóricos han adquirido un especial significado en
relación a creencias religiosas (Díaz-Guardamino et al., 2015b: 11-12). Díaz-Guardamino y otros
han subrayado el papel de los monumentos megalíticos como recursos nemotécnicos. Al igual
que otros restos materiales, los megalitos por sí mismos codifican información; y al mismo
tiempo, las prácticas sociales llevadas a cabo en ellos, ayudan a fijar la información que codifican
en la memoria colectiva de la sociedad. Sin embargo, de manera inevitable, las prácticas
sociales van distorsionándose y reformulando los significados de los monumentos a lo largo del
tiempo. Éstos pierden su información original, siendo reinterpretados sucesivamente (Díaz-
Guardamino et al., 2015b: 7).

En este sentido, se han documentado varios monumentos prehistóricos, que en época romana
fueron considerados lugares sagrados, en los que se llevaron a cabo enterramientos y
deposiciones romanas e indígenas. Entre ellos destacan los monumentos prehistóricos del Golfo
de Morbihan, en la Bretaña francesa, en los que se han documentado gran cantidad de prácticas
religiosas durante el periodo romano, que han sido atribuidas a poblaciones galas y romanas,
posiblemente como resultado de la lucha cultural provocada por la ocupación romana (Vejby,
2015). También Gabriel Cooney (2015) ha destacado el hallazgo de numerosos objetos romanos
alrededor de la entrada de Newgrange y su interpretación como exvotos depositados por
viajeros, mercaderes o peregrinos de la Bretaña romana a las deidades locales, o como regalos
resultado de contactos militares y diplomáticos entre las comunidades irlandesas y los oficiales
del Imperio Romano.

También se ha constatado en varios sitios la reutilización de monumentos megalíticos en época


medieval bajo prevalencia del Cristianismo como creencia religiosa mayoritaria. Heather Sébire
(2015) ha planteado que las únicas estatuas-menhires que ha pervivido en Guernesey, el menhir
Le Câtel y La Gran’mère, aparecieron en los cementerios de parroquias, probablemente como
resultado de su cristianización. También Francesco G. Fedele (2015) ha interpretado que las
estatuas-menhires de la Edad del Cobre de Ossimo Anvòia (Val Camonica, Alpes italianos)
fueron redescubiertas, reformadas y remodelas en el siglo IV, siguiendo las prácticas
ceremoniales paganas, cuando la región comenzó a ser cristianizada.

Por otro lado, los monumentos megalíticos prehistóricos desempeñaron un importante papel en
la elaboración y reproducción de memoria y tradiciones. En este sentido, Howard Williams ha
planteado que la reutilización de monumentos prehistóricos y romanos fue una práctica habitual
en Inglaterra durante el periodo Anglo-Sajón, que contribuyó, cómo se deduce del poema Anglo-

107
Sajón Beowulf, a la construcción de los mitos de origen, las identidades y las estructuras sociales
(Williams, 1998), así como a sus visiones del mundo (Williams, 2015).

Para Díaz-Guardamino y otros, los múltiples casos de reutilizaciones y reapropiaciones de los


monumentos megalíticos prehistóricos en épocas posteriores, ponen de relieve que muchos
monumentos megalíticos tienen extensas biografías debido a sus cualidades de resiliencia
(mantenimiento de su significado e importancia), durabilidad (perduración en el tiempo) y
perceptibilidad (visibilidad en el entorno circundante). En muchos casos, estas biografías
comienzan antes de su construcción, al estar ubicados en lugares con una simbología especial
para las sociedades de la Prehistoria, continúa tras la construcción del monumento y mucho
después, llegando hasta nuestros días. Durante todo ese tiempo los monumentos son
continuamente transformados y reinterpretados por las distintas sociedades que los van
utilizando. Algunos son destruidos a propósito después de su construcción, otros están en
continuo uso durante generaciones, algunos parecen ser olvidados eventualmente, mientras que
otros son reincorporados a la vida social, siendo usados activamente con diferentes propósitos
(Díaz-Guardamino et al., 2015b: 7-8). Entre otros, destaca el complejo monumental de Avebury
(Co. Wiltshire, Reino Unido), que como plantea David Wheatley (2015: 115) parece que fue
continuamente olvidado y redescubierto. Por ello, dada la larga pervivencia de los muchos
monumentos megalíticos y la continuidad de éstos en épocas históricas, es necesario utilizar la
tradición oral, las fuentes escritas y el registro arqueológico, para explorar el significado
ideológico que los monumentos megalíticos han tenido en los diferentes periodos históricos
(Díaz-Guardamino et al., 2015b).

2.3. EL ENFOQUE BIOGRÁFICO EN LA INVESTIGACIÓN DE LOS


MONUMENTOS MEGALÍTICOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

2.3.1. PRIMERAS PROPUESTAS TEÓRICO-METODOLÓGICA: ANÁLISIS


DIACRÓNICO, HISTÓRICO Y CULTURAL DEL PAISAJE

Una de las primeras investigaciones en monumentos megalíticos peninsulares desde una


perspectiva biográfica fue la realizada en la Medorra de Fanegas (Sobrado dos Monxes, A
Coruña) por José Manuel Caamaño Gesto y Felipe Criado Boado.

La Medorra de Fanegas (Sobrado dos Monxes, A Coruña) es un túmulo funerario característico


del megalitismo gallego, que en la Antigüedad fue reutilizado mediante la construcción de una
estructura rectangular sobre el túmulo prehistórico (Caamaño Gesto y Criado Boado, 1991-
1992). Su excavación en 1983, permitió documentar tanto la construcción prehistórica como la
romana, así como una estructura oval excavada en el sustrato, denominada “pozo” y situada

108
“junto a los calzos meridionales de la cámara, aunque en una posición exterior a ésta”, cuya
cronología no estaba del todo clara (Caamaño Gesto y Criado Boado, 1991-1992: 17-18).

La investigación de este monumento megalítico fue realizada desde una perspectiva biográfica,
cuyo objetivo era “hacer una historia de los monumentos construidos por el pasado, que ya no
sería reconstrucción del pasado que los construyó, sino la crónica de los avatares, sinsabores y
circunstancias de su existencia posterior a aquel momento en el que, desaparecida la comunidad
y cultura que les dio forma y sentido, esos monumentos pasaron a formar parte de un paisaje en
el que, nuevos hombres y nuevas culturas, les concedieron nuevos significados y funciones”
(Caamaño Gesto y Criado Boado, 1991-1992: 47). Por tanto, plantearon una “historia”, que
también podemos entender como biografía, de los monumentos megalíticos que abarcara tanto
la construcción y el uso dado por la comunidad que los construyó, como las modificaciones en la
construcción y en los usos y significados que fueron aportándoles las sociedades posteriores
(Criado Boado, 1989; Caamaño Gesto y Criado Boado, 1991-1992: 47).

Por un lado, se consideró fundamental la dimensión temporal, planteando que los usos,
significados y modificaciones realizados en ellos a lo largo del tiempo, dependían en gran parte
de la distancia temporal con respecto a la construcción original y al primer uso. Así, en épocas
cercanas a la construcción de estos monumentos, “los túmulos megalíticos debían poseer,
además de un indudable prestigio como espacio monumental y sacral, connotaciones todavía
funerarias, pues no en vano acogían dentro de sus túmulos enterramientos secundarios”
(Caamaño Gesto y Criado Boado, 1991-1992: 48-49). Sin embargo, cuando en la Antigüedad se
reutilizaron estas construcciones prehistóricas, mil o mil quinientos años después de las primeras
reutilizaciones, no está claro si aún poseerían connotaciones sagradas o funerarias (Caamaño
Gesto y Criado Boado, 1991-1992: 49).

Por otro lado, se consideró también imprescindible la dimensión espacial, al concebir los
monumentos megalíticos como parte de los paisajes donde se encuentran, definiéndolos como
“símbolos territoriales socialmente activos” (Criado Boado, 1989: 78; 1991: 86-87). De este modo
existiría una interdependencia entre las dimensiones simbólica y territorial de los megalitos,
siendo los megalitos una forma de socializar la naturaleza, que además sería irreversible porque
pasan a formar parte del paisaje de las sociedades campesinas que los construyen, generando
un “paisaje monumental” (Criado Boado: 1993: 40-46), que perdurará en el tiempo y formará
parte del paisaje de otras sociedades posteriores, que los re-construirán, re-utilizarán y re-
interpretarán. De esta manera, la historia de estos monumentos “en vez o además de
enseñarnos algo sobre el período de partida, sobre la sociedad y momento que construyó el
monumento que se considere, nos enseñaría bastante sobre otras sociedades y monumentos,
que habría tomado ese elemento del paisaje en el que se ha convertido el resto cuya prístina
significación, muerto su usuario, también se ha muerto, como un pretexto para hacer de él
depositario y vehículo de nuevas significaciones” (Caamaño Gesto y Criado Boado, 1991-1992:
47).

109
La importancia otorgada al paisaje para la investigación de los monumentos megalíticos por el
equipo de Criado Boado, supuso el desarrollo, desde la década de 1980, de toda una estrategia
de investigación basada en la llamada Arqueología del Paisaje, cuyo objeto de estudio ha sido el
paisaje gallego, basado en el análisis con metodología arqueológica de “los procesos y formas
de culturización del espacio a lo largo de la historia” (Criado Boado, 1999: 6), proponiendo una
investigación diacrónica.

Esta metodología de investigación fue probada primeramente en un proyecto de trabajo sobre la


Sierra de O Bocelo y el valle del río Furelos (Melide-Toques, A Coruña), desarrollado a finales de
la década de 1980 en un área de unos 50 km², con el objetivo de llevar a cabo un análisis
diacrónico, histórico y cultural del paisaje gallego y definir las características del poblamiento en
cada momento cultural desde el Paleolítico hasta la Edad Media, y observar cómo se ha
generado el paisaje rural gallego (Criado Boado et al., 1991).

Posteriormente, fue aplicada en un área de 130 km² de Pontevedra (Galicia) gracias al proyecto
de Evaluación y Corrección de Impacto Arqueológico realizado por el Grupo de Investigación en
Arqueología del Paisaje de la Universidad de Santiago de Compostela debido a la construcción
del Oleoducto A Coruña-Vigo en la década de 1990 (Santos Estévez et al., 1997; Parcero
Oubiña et al., 1998a; 1998b).

Para llevar a cabo ese proyecto realizaron un estudio arqueológico exhaustivo del territorio, que
permitió la evaluación arqueológica de sitios domésticos del Neolítico y la Edad del Bronce
descubiertos por los trabajos de excavación, el estudio de la cultura material, el estudio de la
distribución de los túmulos, y la identificación de estructuras de cultivo relacionados con castros.
Estos datos se complementaron con un estudio más amplio de la distribución y ubicación de arte
rupestre, un análisis adicional de los asentamientos de la Edad de Hierro, el estudio de la
geografía de la zona y su historia rural, así como un análisis de las fuentes documentales
disponibles para algunos periodos (Santos Estévez et al., 1997; Parcero Oubiña et al., 1998a;
1998b).

Con ello propusieron una reconstrucción de la secuencia de los paisajes arqueológicos de este
área de 130 km² de Pontevedra (Galicia) entre el IV milenio ANE y la Edad Media, ofreciendo
una síntesis diacrónica, y mostrando que en cada época uno de los principios básicos de la
organización del paisaje social habría sido la constitución de un cierto tipo de espacio sagrado.
Plantearon que cada fase sucesiva incorporaba creencias y tradiciones del pasado y las
interpreta en su presente, “reescribiendo” el paisaje (Santos Estévez et al., 1997; Parcero Oubiña
et al., 1998a; 1998b).

Posteriormente, aplicaron también esta misma estrategia de investigación en la Sierra de


Barbanza (Galicia). Esta zona ya había sido estudiada con el objetivo de descubrir las formas de
construcción del espacio social en el periodo correspondiente a la erección y a los primeros usos

110
de los megalitos, a partir de los datos ofrecidos por la investigación paleoambiental, la
distribución de monumentos y su patrón de emplazamiento (Criado Boado et al., 1986).

Los trabajos en la Sierra de Barbanza surgieron por la necesidad de evaluar el Impacto


Arqueológico de varios Parques Eólicos proyectados para ser enclavados en lo alto de la sierra.
Esto posibilitó la revisión de la zona con otra perspectiva, planteando una aproximación a la
fenomenología de la percepción prehistórica, considerando, como parte del estudio del paisaje,
la reconstrucción de cómo fue percibido el espacio natural y social. Su objetivo era reconocer
regularidades que permitiera deducir una voluntad intencional de remarcar su presencia y
provocar artificialmente efectos dramáticos. Es decir, no trataban de estudiar la percepción a
escala individual o lo que el sujeto prehistórico había sentido, sino determinar a escala social
cómo se dirigían y controlaban aquellas sensaciones y cómo se imponía un cierto tipo de
percepción. Para ello establecieron una estrategia de investigación doble, basada, por un lado,
en el análisis sistemático de los rasgos visuales de los monumentos prehistóricos y en la
caracterización de los efectos escénicos y panorámicas relacionadas con ellos, y por otro, en un
examen detallado del patrón de emplazamiento de los megalitos y de sus condiciones de
visibilidad y visibilización (Criado Boado y Villoch Vázquez, 1998: 63-65; 2000: 188-189).

En ese sentido, el equipo de Criado ha criticado otras propuestas fenomenológicas (Shanks,


1992; Tilley, 1994; Thomas, 1996), argumentando que no se trata de reconstruir el sentido
original a partir de la percepción que nosotros experimentamos en la actualidad, sino de percibir
desde una subjetividad otra distinta, porque la forma como se manifestaron los fenómenos de la
primera poseen una materialidad que se impone a la nuestra (Criado Boado y Villoch Vázquez,
1998: 79; 2000: 212).

Estos trabajos han permitido ir perfeccionando la estrategia de investigación iniciada desde


principios de la década de 1980 y vertebrada en torno a la Arqueología del Paisaje, como un
programa de investigación de raíz estructuralista que se centra en la espacialidad de las
sociedades pasadas (Criado Boado y Mañana Borrazás, 2003: 103). Cada sociedad se
representa a sí misma en su forma de configurar o construir el espacio; y al mismo tiempo, es el
análisis del espacio de las sociedades pasadas el que nos permite acceder a cómo era cada
sociedad (Criado Boado y Mañana Borrazás, 2003: 103).

Desde esta perspectiva, el objetivo primordial es analizar, reconstruir e interpretar los paisajes
arqueológicos a partir de los elementos físicos que los concretan, es decir, a partir de las formas
que las sociedades crearon en el espacio, y que hallamos en el registro arqueológico, para
poder acceder consecuentemente a los dispositivos conceptuales que los han generado (Criado
Boado y Mañana Borrazás, 2003: 103).

Esta investigación parte del presupuesto teórico de la multi-dimensionalidad del paisaje/espacio,


por la cual el paisaje/espacio construido está compuesto por tres dimensiones o niveles distintos:
el entorno físico o matriz medioambiental en el que actúa el ser humano, el entorno social o

111
medio construido por el ser humano en el que se relacionan los seres humanos, y el entorno
pensado o medio simbólico que permite comprender la apropiación humana de la naturaleza
(Criado Boado, 1999: 6-7; Criado Boado y Mañana Borrazás, 2003: 104).

De este modo, la Arqueología del Paisaje propuesta por el equipo de Criado Boado estudia un
tipo específico de producto humano (el paisaje), que utiliza una realidad dada (el espacio físico),
para crear una realidad nueva (el espacio social: humanizado, económico, agrario, habitacional,
político, territorial...), mediante la aplicación de un orden imaginado (el espacio simbólico:
sentido, percibido, pensado...). Por tanto, esta Arqueología del Paisaje debe aunar a la
Arqueología Ambiental, la Arqueología Social y la Arqueología Simbólica (Criado Boado y
Mañana Borrazás, 1999: 6-7).

La metodología de trabajo empleada por este equipo se basa en un procedimiento analítico que
permite, en primer lugar, deconstruir, y, en segundo lugar, describir los elementos considerados.
Deconstruir consiste en descomponer el espacio social en los niveles que lo constituyen, con el
fin de identificar cuáles son los elementos básicos que lo conforman y descubrir su morfología y
configuración interna, que serán, a continuación, descritos (Criado Boado y Mañana Borrazás,
2003: 105).

Así mismo, han desarrollado un método de trabajo para “evaluar la certidumbre del
conocimiento” (Criado Boado, 1999: 16-17). Se trata de un método alternativo a los métodos
hipotético-deductivo y hermenéutico, y aplicable tanto a la Arqueología del Paisaje, como a los
diferentes temas que están dentro de la Arqueología (Criado Boado, 1999: 13). Se compone de
cuatro fases que llevan a demostración o refutación de un modelo espacial de paisaje a partir de
una hipótesis de trabajo: Fase 1: Modelo Concreto Hipotético, Fase 2: Modelo Concreto Ideal,
Fase 3: Modelo Genérico Hipotético y Fase 4: Modelo Genérico Ideal (Criado Boado y Mañana
Borrazás, 2003: 105-109), que deben ser desarrolladas de manera sincrónica, para analizar cada
momento cultural concreto, y diacrónica, para obtener una perspectiva completa y continua
(Criado Boado, 1999: 13).

La aplicación de esta propuesta teórico-metodológica a las arquitecturas megalíticas, suma la


Arqueología de la Arquitectura a la Arqueología del Paisaje (Criado Boado y Mañana Bozarrás,
2003). El espacio arquitectónico es considerado “un producto humano que utiliza una realidad
dada (el espacio físico) para crear una realidad nueva: el espacio construido y, por consiguiente,
social, al que se confiere un significado simbólico. Dicho producto se compone de diferentes
entidades formales, que se proyectan espacialmente, son visibles, por lo que pueden ser
percibidas y descritas por la observación arqueológica” (Criado Boado y Mañana Borrazás, 2003:
104).

De este modo, a través del marco teórico y metodológico propuesto, en primer lugar, identifican
el modelo espacial del paisaje megalítico a partir de la regularidad formal de la arquitectura
megalítica, y en segundo lugar, comprueban que esa regularidad formal parte del código

112
estructural del megalitismo como paisaje cultural, e interpretan el sentido de ese código (Criado
Boado y Mañana Borrazás, 2003: 106-110).

Con la aplicación de esta estrategia de investigación de manera diacrónica, han propuesto una
historia del paisaje gallego, desde la Prehistoria hasta la Edad Media, identificando para cada
época un tipo de paisaje característico a los que denomina: paisaje silvestre para las sociedades
de cazadores epialeolíticas, paisaje monumental para las sociedades constructoras de
megalitos, paisaje doméstico y paisaje ritual para las sociedades de la Edad del Bronce, paisaje
castrexo o fortificado para la Edad del Hierro y la Tardoantiguedad, y paisaje arquitecturado a
partir del siglo V y durante toda la Edad Media (Criado Boado, 2013: 13-17).

De manera alternativa se han planteado otras propuestas metodológicas más materialistas para
la investigación de la evolución del paisaje y de la actividad humana en el noroeste peninsular en
la Prehistoria Reciente.

Antonio Martínez Cortizas y otros han propuesto una metodología de análisis de la evolución del
paisaje en la que se incluyen estudios geoquímicos y edafológicos y dataciones radiocarbónicas
(Martínez Cortizas et al., 2000). Estos estudios han determinado los elementos traza existentes
en los distintos niveles de suelo de un perfil estratigráfico, y a partir de ellos han identificado las
discontinuidades relacionadas con los procesos de erosión y sedimentación que se han sucedido
a lo largo del tiempo. Los distintos episodios identificados pueden ser fechados mediante las
dataciones radiocarbónicas realizadas sobre muestras tomadas de los mismos perfiles
estratigráficos, y puestos en relación con otras informaciones, como los análisis polínicos. La
combinación de todos estos datos permite la reconstrucción la evolución del paisaje en el
Holoceno y ayuda a entender el papel que las actividades humanas tuvieron en dicha evolución
(Martínez Cortizas et al., 2000: 182-183).

2.3.2. FUNCIÓN Y SIGNIFICADO: FUENTES ESCRITAS Y LA TRADICIÓN


ORAL

En la década de los 2000 comenzaron a realizarse investigaciones sobre las funciones y los
significados de los monumentos megalíticos en épocas históricas a partir del análisis de las
fuentes escritas y la tradición oral. Entre ellos destacan los trabajos de Marcos Martinón-Torres,
Catarina Oliveira, Ester Álvarez Vidaurre y Miguel Ángel de Blas Cortina.

Martinón-Torres, siguiendo a otros (Daniel, 1972; Bradley, 1993; Caamaño y Criado, 1991-1992;
Chippindale, 1989; Patton, 1996; Holtorf, 1998; Blake, 1998; Newman, 1998; Semple, 1998;
Williams, 1998), planteó que la biografía de los megalitos incluye tanto a la sociedad y la cultura
que los construyó, como a las nuevas sociedades y culturas que sucesivamente fueron
otorgándoles nuevas funciones y significados, porque aunque sus constructores desaparecieron
hace miles de años, muchos monumentos megalíticos permanecieron en el paisaje. Los

113
monumentos pueden sobrevivir a la sociedad que lo construyó, por lo que se debe estudiar y
comprender su vida entera, no sólo su nacimiento (Martinón-Torres, 2001a: 104-105; 2001b:
165).

Martinón-Torres ha centrado sus estudios en la función y los significados que los megalitos
gallegos tuvieron siglos después de que desaparecieran las sociedades que los construyeron,
para reconstruir la “Historia de los megalitos después del Megalitismo” (Martinón-Torres y
Rodríguez Casal, 2000; Martinón-Torres, 2001a; 2001b). Para ello, realizó un análisis
pormenorizado de distintas fuentes escritas, tanto documentales, entre las que se encuentran
tombos y colecciones diplomáticas de los siglos VI a XVI, el libro judicial del proceso de Vázquez
de Orxas del siglo XVII, el catastro del Marqués de la Ensenada del siglo XVIII, como
bibliográficas en las que se alude a monumentos megalíticos, entre las que se encuentran los
diccionarios de topónimo del XIX (Martinón-Torres, 2001a: 98; 2001b: 27-32).

Con esta revisión documental y bibliográfica definió tres valores de los monumentos megalíticos:
el social-territorial, por el empleo de los megalitos como marcadores territoriales, el simbólico-
mítico, por el atractivo idealizado que ejercen sobre los buscadores de tesoros, así como por su
inclusión en diferentes formulaciones míticas, y el histórico-arqueológico, por el interés en el
estudio de los megalitos en sí mismos, como vestigios del pasado (Martinón-Torres, 2001a: 95-
96; 2001b: 23). No obstante, estas tres dimensiones no tuvieron la misma importancia en todas
las épocas. Así, en la Edad Media, aunque existían formulaciones míticas en torno a ellos, lo que
primaba era su papel social-territorial por su utilización como demarcadores territoriales
(Martinón-Torres, 2001a: 115). Desde el comienzo del siglo XVII tomó fuerza el valor simbólico-
mítico, con la formulación de mitos que relacionan los megalitos con fabulosos tesoros que
tendrían escondidos en su interior (Martinón-Torres, 2001a: 109), lo cual estaría también
favorecido por el hecho de que las fincas iban rodeándose de cercados, minimizándose así la
necesidad de usar los megalitos como demarcadores territoriales (Martinón-Torres, 2001a: 115).
A partir del siglo XIX surgió la tercera dimensión, comenzándose a ver los megalitos como objeto
de estudio e investigación (Martinón-Torres, 2001a: 164).

Con sus trabajos, Martinón-Torres ha puesto de relieve el valor del estudio de las fuentes
escritas como punto de partida para las prospecciones arqueológicas y la localización de restos
del pasado, que hoy día se desconocen pero aparecen recogidos en textos antiguos (Martinón-
Torres, 2001a: 102-103; 2001b: 163); así como para la elaboración de “biografías” (Martinón-
Torres, 2001a: 104; 2001b: 163-164), al abarcar un tema que a partir de la arqueología solo se
puede inferir: las ideas que tenían sobre los monumentos megalíticos sociedades de épocas muy
distantes al de la construcción y primeros usos.

Por otro lado, para Catarina Oliveira (2001: 13) los monumentos megalíticos son marcas o
lugares donde se fija la memoria. Por su forma, materiales de construcción y visibilidad en el
paisaje, los megalitos continúan estimulando el imaginario de las poblaciones que se suceden al
momento de su construcción en la Prehistoria. Con el paso del tiempo, las distintas poblaciones

114
percibirían estas arquitecturas de manera diferente, lo que haría que se fueran construyendo y
actualizando sus significados y usos (Oliveira, 2001: 14).

Oliveira (2001) ha investigado las ideas que existen sobre los megalitos en las poblaciones
rurales del siglo XX y cómo estas ideas se producen, transmiten y transforman. Para ello analizó
diversas fuentes orales y escritas, entre las que destacan las bibliográficas, estadísticas,
cartográficas, históricas, prensa escrita local y entrevistas (Oliveira, 2001: 129-130), centrándose
en el contenido de los discursos que existen sobre los monumentos megalíticos en el concelho
alentejano de Montemor-o-Novo en el siglo XX, las formas en que éstos se han generado y fijado
en la memoria colectiva, así como sus modos de transmisión y de reactualización (Oliveira, 2001:
15-16).

Respecto al tipo de ideas que se han generado en torno a los monumentos megalíticos, sugiere
varios temas: la relación con el paisaje, su adscripción cronológica, su función original, el tipo de
reutilizaciones que experimentan posteriormente, los actos de destrucción que sufren, las
actividades turísticas en las que se están incluyendo desde los últimos años, las tradiciones, los
mitos y las leyendas en las que aparecen, e incluyo las historias de vida personales en las que
se mencionan (Oliveira, 2001: 49-74). Entre las formas de fijación de los discursos identifica tres
grandes soportes en los que se pueden encuadrar: prácticas de naturaleza lingüístico-
discursivas fijadas por la oralidad o la escritura, acciones físicas en los megalitos
(transformación, re-utilización, conservación, destrucción) y formas de relación de las personas
con los megalitos (Oliveira, 2001: 49). En lo que respecta a las formas de generación,
transmisión y reactualización de la memoria, señala como elementos fundamentales para el
desarrollo de estos procesos: el espacio, el tiempo y las estructuras o categorías del imaginario
(Oliveira, 2001: 101-103).

Entre sus conclusiones destaca la consideración de los megalitos como lugares de memoria
fundamentales para la constitución y reconfiguración de las identidades históricas y sociales de
las poblaciones (Oliveira, 2001: 124).

Tomando como ámbito de análisis un marco geográfico más amplio, Álvarez Vidaurre utilizó las
fuentes documentales para definir los temas y rasgos comunes que se repiten en el folklore en
torno a los megalitos de Europa Occidental, y explicar por qué se originan esas ideas (Álvarez
Vidaurre, 2003: 91-95).

A partir de leyendas, mitos, relatos y creencias populares destacan ciertos temas e


interpretaciones que se han creado en torno a los megalitos de manera recurrente (Álvarez
Vidaurre, 2003: 93). Por un lado, señala los relatos relacionados con la construcción de los
megalitos y atribuida a seres sobrenaturales, como gigantes, hadas (especialmente en Francia) y
enanos (en la Europa Nórdica), que tienen características y funciones diversas como piedras
para afilar, zapatos o dientes de gigantes, elementos de juego, husos de hilar de hadas, casas,
tumbas. Una de las leyendas más destacadas en torno al origen de los megalitos, característica

115
de las Islas Británicas y la Bretaña francesa, es la que los relaciona con seres humanos
petrificados como castigo por algo (Álvarez Vidaurre, 2003: 96-98).

Por otro lado, destacan otras leyendas y mitos relacionadas con creencias y prácticas vinculadas
al megalitismo como la existencia de tesoros ocultos enterrados bajo ellos, de piedras que giran,
crecen o se mueven, que poseen poderes curativos o fertilizantes, que merecen respeto, como
quitarse el sombrero o santiguarse al pasar a su lado, que suscitan miedo a tocarlos o moverlos
por temor a que ocurrieran desgracias, o que son altares druídicos para realizar sacrificios
(Álvarez Vidaurre, 2003: 99-101).

En otros casos, las reutilizaciones son entendidas como reapropiaciones de lugares ancestrales
para la legitimación del poder de nuevas élites. Al igual que se ha documentado en numerosos
megalitos europeos (Newman, 1998; Driscoll, 1998; Cooney, 2015), en la Península Ibérica
también se han evidenciado este tipo de prácticas de reapropiación de monumentos megalíticos
prehistóricos en épocas históricas. Un ejemplo de ello son las prácticas de reutilización que se
llevaron a cabo en el siglo VIII en los dólmenes de Santa Cruz y Abamia (Asturias, España), en
los que la monarquía emergente reconvirtió e integró estos monumentos neolíticos en los cultos
cristianos, reapropiándose y vinculándose a ellos con la intención de legitimar la autoridad de
nuevos líderes en poderes ancestrales (De Blas Cortina, 2015: 217).

En el caso del dolmen de Santa Cruz, éste fue reutilizado construyéndose sobre él un pequeño
templo cristiano en el año 737, por orden de Favila, hijo del primer rey de Asturias, Pelayo. En su
epígrafe fundacional se lee: “por orden divina este sagrado lugar resurge otra vez”, lo que ha
sido interpretado por Miguel Ángel De Blas Cortina, como un reconocimiento, por parte de esta
nueva monarquía, de la sacralidad del lugar y de la estructura neolítica (De Blas Cortina, 2015:
213). La vinculación entre la estructura neolítica y la nueva monarquía es visible también en una
descripción que se hace de la capilla en el siglo XVII, donde se afirma que en su interior se
encontraba una cueva en la que fue dispuesta la tumba de Favila (De Blas Cortina, 2015: 214).

En el caso del dolmen de Abamia, no se ocultó la estructura neolítica bajo otra posterior, sino
que en sus inmediaciones se construyó una iglesia dedicada a Santa Eulalia de Mérida, una
mártir cristiana que murió en el 304. De este modo, según De Blas Cortina, se reconocía la
sacralidad del lugar al situar el nuevo templo en las cercanías del megalito, respetando, a su vez,
la construcción neolítica de los remotos antepasados (De Blas Cortina, 2015: 215-216). En este
caso también se vinculó con el enterramiento de la nueva monarquía, ya que según la Crónica
de Alfonso III (852-910), se depositaron en ella los restos de Pelayo y su esposa Gaudiosa.

116
2.3.3. LA PERMANENCIA DEL FENÓMENO MEGALÍTICO: PROPUESTAS
TEÓRICAS Y METODOLÓGICAS

En el suroeste peninsular Leonardo García Sanjuán ha desarrollado un marco teórico y


metodológico para abordar la investigación de las construcciones megalíticas. A partir de varios
trabajos llevados a cabo en Almadén de la Plata (Sevilla) (García Sanjuán, 2002), ha propuesto
un marco teórico articulado en tres dimensiones de análisis: territorio y paisaje (presencia), social
y simbólico-religiosa (inmanencia) y temporal (permanencia) (García Sanjuán, 2002: 172).

La dimensión territorial y paisajística de los megalitos viene dada por su papel como
“instrumentos enculturadores y socializadores del paisaje”, que fijan y anuncian la presencia de
una comunidad en un territorio gracias a la visibilidad de la construcción, su posición locacional
respecto a las teóricas áreas de explotación, captación e influencia y su posicionamiento con
respecto a vías de comunicación y puntos de paso y encuentro o en relación con rutas
económicas estacionales (García Sanjuán, 2002: 173).

La dimensión social y simbólica considera que los megalitos representan tanto el orden social
como el natural y cósmico. El orden social estaría regido por el comunalismo y el colectivismo,
visible en la construcción y utilización de manera colectiva de los megalitos. El orden natural y
cósmico se evidencia en la morfología arquitectónica (vientre materno, caverna), en la posición
del difunto (posición fetal), en ciertos símbolos de carácter sexual (idolillos identificados a veces
como una diosa de la fertilidad o la morfología fálica de ciertas estatuas y menhires) y en los
patrones de orientación astronómica (García Sanjuán, 2002: 174-175).

La dimensión temporal se evidencia en las numerosas reutilizaciones documentadas en


megalitos durante la Edad del Bronce, la Edad del Hierro y la Edad Antigua (García Sanjuán,
2002: 176).

Para poder documentar estas tres dimensiones características de los megalitos se propone llevar
a cabo una investigación que analice las construcciones, su orientación, el arte megalítico y los
contextos arqueológicos (materiales, restos óseos,...), así como el territorio en el que se
encuentran y la relación con él, y el arte rupestre y megalítico del entorno (García Sanjuán, 2002:
172-176).

Esta metodología de trabajo ha sido aplicada, en primer lugar, en la investigación de la


permanencia del fenómeno megalítico en el suroeste de la Península Ibérica (García Sanjuán
2005a; García Sanjuán et al., 2007), prestando especial atención a las dataciones
radiocarbónicas para establecer secuencias cronológicas con mayor exactitud y fiabilidad
(García Sanjuán 2005a; García Sanjuán et al., 2007). Con ello ha podido confirmar la utilización
continuada, a través de “complejas dinámicas no lineales de continuidades y transformaciones
sociales e ideológicas” (García Sanjuán, 2005a: 86), de los monumentos megalíticos en los
momentos posteriores al periodo de apogeo de su construcción y evidenciando la permanencia

117
temporal del fenómeno megalítico durante la Edad del Bronce, la Edad del Hierro y en la
Antigüedad (García Sanjuán, 2005a: 86).

Posteriormente, esta metodología se ha seguido en el estudio del conjunto megalítico de Palacio


III (Almadén de la Plata, Sevilla) (García Sanjuán, 2002; 2005b; Forteza González et al., 2008;
Díaz-Zorita Bonilla et al., 2009; Murillo Barroso et al., 2015; García Sanjuán y Wheatley, en
preparación) y en el dolmen de Menga (Antequera, Málaga) (Díaz-Zorita y García Sanjuán, 2012;
Riquelme Cantal, 2012; 2016; Aranda Jiménez et al., 2015; García Sanjuán y Díaz-Guardamino,
2015; García Sanjuán y Lozano Rodríguez, 2016; García Sanjuán et al., 2016b; 2016c; García
Sanjuán y Mora Molina, 2018). Ambas investigaciones han sido desarrolladas por García
Sanjuán y otros, partiendo de la premisa de que los monumentos megalíticos pueden tener
extensas biografías, debido a la permanencia de su valor simbólico y territorial.

El conjunto megalítico de Palacio III, compuesto por tres estructuras, un sepulcro megalítico
Neolítico, un tholos de la Edad del Cobre y una fosa de cremación cubierta con un encachado de
la Edad del Hierro, ha sido considerado un ejemplo de la pervivencia de la memoria cultural y
religiosa debido a “la potente permanencia de los monumentos megalíticos como expresiones
materiales de lo sagrado a través del tiempo” (García Sanjuán, 2005b: 595). La utilización
continuada de antiguas necrópolis, como ocurre en Palacio III, reflejan la existencia de una
“conciencia de pertenencia y arraigo al mismo territorio, y de una proximidad cultural, ideológica
y religiosa con respecto a los ocupantes de la tierra en el Pasado, aunque no tanto de una
vinculación genealógica o parental” (García Sanjuán, 2005a: 105).

En el caso del tholos, el análisis de su arquitectura, de los motivos decorativos de sus lajas de
revestimientos y de sus estelas, así como la cultura material depositada en su interior y la
secuencia estratigráfica, han permitido determinar su biografía, identificándose 3 fases de uso,
las dos primeras divididas en varias sub-fases (García Sanjuán y Wheatley, en preparación). La
fase 1 o primer episodio de uso debe corresponder a la construcción y a las primeras fases de
deposición en el interior de la estructura. La fase 1a correspondería al momento de construcción
del tholos y al sellado o cierre con piedras de una “camarita basal” hallada en el interior de la
estructura. En algunos casos, estas piedras presentaban unas características especiales por sus
formas y materias primas, y que además fueron dispuestas cuidadosamente, tanto en esta
primera fase como en las siguientes (García Sanjuán y Wheatley, en preparación). De manera
consecutiva se encontraría la fase 1b, la primera fase de deposición de materiales y huesos
humanos (García Sanjuán y Wheatley, en preparación). Posteriormente, se encontraba la fase
1c, separada de la anterior unos 15-20 cm de espesor, caracterizada por la caída y fractura de la
laja nº2 y la deposición de nuevos artefactos (García Sanjuán y Wheatley, en preparación). La
fase 2, segunda etapa de uso o de re-utilización del tholos, está separada de la anterior por una
acumulación de sedimento de unos 20-50 cm de espesor. Está dividida en dos sub-fases, la
primera, la fase 2a está caracterizada por la caída de otra laja de revestimiento, la nº 15, y la
deposición de nuevos artefactos a la misma cota. Posteriormente, se documenta un sedimento
de unos 5-10 cm, que cubría la mitad caída de la laja nº15, y que divide la fase anterior de la 2b,

118
un segundo episodio de deposición de objetos con recipientes fracturados (García Sanjuán y
Wheatley, en preparación). Por último, la fase 3, correspondiente a la etapa final de uso se
documenta tras una capa sedimentaria de unos 20 cm de espesor. Esta última fase se
caracteriza por la presencia de la Estela 1, una figura antropomorfa y probablemente armada
(García Sanjuán y Wheatley, en preparación).

Los investigadores del tholos de Palacio III destacan varios aspectos de esta estructura
megalítica que han sido evidenciados a partir del registro arqueológico. En primer lugar, la
complejidad de su temporalidad, ya que “a pesar de la ausencia de una cronología
radiocarbónica de base existen abundantes indicios de que este monumento conoció una
compleja biografía que abarcó varias generaciones” (García Sanjuán y Wheatley, en
preparación).

En segundo lugar destaca la “preservación de la memoria” por parte de sus usuarios, dada la
“reiterada, constante y precisa colocación de las piedras en el interior de la cámara sobre el
espacio que originalmente había ocupado la “cámara basal”, desde su base hasta la parte más
allá del relleno (García Sanjuán y Wheatley, en preparación). Por otro lado, la conservación de la
memoria y la transmisión de la ideología de generación en generación también pueden verse
reflejadas en las similitudes morfológicas de las Estelas 1 y 3, la primera asociada a la primera
fase de uso y la segunda a la última etapa de uso, cuando el tholos ya estaba arruinado (García
Sanjuán y Wheatley, en preparación).

El uso del tholos en la fase 3, estando ya en estado ruinoso, es considerado por los
investigadores como muestra del “genius loci” del sitio, es decir, por su valor ancestral y por su
significación en la definición de la identidad cultural de las poblaciones locales. “La potencia
identitaria del sitio de Palacio III trascendería incluso mucho más allá en el tiempo, entrando de
lleno en la Edad del Hierro” (García Sanjuán y Wheatley, en preparación).

Un último elemento destacado en el tholos de Palacio III es su dimensión simbólica, visible por
un lado, en el “programa pictórico” desarrollado sobre las lajas de filita de la estructura y en las
tres estelas que contiene, que revelan la importancia de las figuras antropomorfas, ya sean
pintadas y/o esculpidas, para los usuarios del tholos. Además, las Estelas 1 y 3 evidencia la
“permanencia y continuidad del aparato simbólico”, al ser esculpidas de forma muy parecida en
distintos momentos; mientras que la Estela 2 parece mostrar la importancia de lo femenino, ya
que parece representar un personaje femenino (García Sanjuán y Wheatley, en preparación).

Por otro lado, la simbología parece estar presente en las piedras caracterizadas como “amuletos,
reliquias u objetos personales”, que incluyen elementos naturales muy notables desde el punto
de vista geológico (madera fósil, monocristales de cuarzo, nódulos de cuarcita blanca) y/o con
formas muy llamativas (Forteza González et al., 2008: 137-151; García Sanjuán y Wheatley, en
preparación).

119
Todos los datos aportados, llevan a los investigadores a concluir que el tholos de Palacio III,
como muchas otras estructuras megalíticas, es más que una tumba, tratándose de “un
dispositivo cultural de referencia para una serie de comunidades locales, que encontraron en él
un verdadero “memorial cultural” implicado en la negociación de las relaciones sociales, los
cambios culturales y las transformaciones ideológicas” (García Sanjuán y Wheatley, en
preparación).

Al igual que el tholos de la Edad del Cobre, el sepulcro megalítico Neolítico del conjunto
megalítico de Palacio III también presenta una extensa biografía, que llega al menos hasta la
Edad del Hierro. Aunque esta estructura se encontraba en peor estado de conservación, el
“tesorillo” de la Edad del Hierro, hallado bajo el ortostato número 15 del lado norte de la galería,
pone de manifiesto su reutilización en épocas posteriores a la de su construcción. El “tesorillo”,
compuesto por un anillo grabado, dos anillos de plata, un prisma de cornalina, un cuarzo prase,
un monocristal de cuarzo, dos pequeñas barras de hierro, cuentas de ámbar, un colgante de
plata, una aguja de bronce y dos ruedas de huso cerámicas, podría haber sido cuidadosamente
colocado bajo el ortostato tumbado, pudiendo formar parte de un solo acto de deposición
realizado deliberadamente; sin embargo, el ortostato también pudo derrumbarse accidental o
deliberadamente sobre los objetos, en un momento indeterminado, tras su deposición (Murillo-
Barroso et al., 2015: 323-324).

Por otro lado, el dolmen de Menga (Antequera, Málaga) también presenta una extensa biografía,
que comienza antes de su construcción, llegando hasta nuestros días (García Sanjuán y Lozano
Rodríguez, 2016; Bradley y García Sanjuán, 2017; García Sanjuán y Mora Molina, 2018), siendo
uno de los mejores ejemplos de cómo la durabilidad de los materiales empleados en su
construcción y de su arquitectura, además de su gran escala, han favorecido su presencia en el
paisaje con el paso del tiempo (García Sanjuán y Lozano Rodríguez, 2016: 14), así como su
frecuentación y uso de manera prácticamente continua hasta la actualidad (García Sanjuán y
Lozano Rodríguez, 2016: 3). Su dilatada pervivencia temporal lo convierte también en un buen
ejemplo de permanencia y cambio de función desde la Prehistoria Reciente hasta la Edad
Contemporánea (García Sanjuán y Lozano Rodríguez, 2016: 12-14; García Sanjuán y Mora
Molina, 2018).

Numerosos estudios han puesto de manifiesto que tanto en el dolmen de Menga como en el de
Viera (Antequera, Málaga), el uso y reúso parece haber sido muy persistente a lo largo del
primer milenio antes de nuestra era y hasta la actualidad, manteniéndose el alto significado
social e ideológico de los monumentos (García Sanjuán y Díaz-Guardamino, 2015: 198). Prueba
de ello son las dataciones radiocarbónicas de la Edad del Cobre y de la Edad del Bronce en
Viera (Aranda Jiménez et al., 2013), los materiales arqueológicos de la Edad del Hierro
documentados en ambos megalitos, las tumbas romanas documentadas en los alrededores de
ambos túmulos (Ferrer Palma, 1997a: 143; 1997b: 356; Ferrer Palma et al., 2004: 207; Marqués
Merelo et al., 2004: 184; Aranda Jiménez et al., 2015: 253-289), las tumbas medievales
descubiertas en el atrio de Menga (Díaz-Zorita Bonilla y García Sanjuán, 2012), los motivos

120
cruciformes del ortostato 3 (García Sanjuán y Díaz-Guardamino, 2015: 185-187), la cronología
moderna aportada por la fauna hallada en el interior del pozo de Menga ( Riquelme Cantal, 2012:
231-236, 2016: 189-197; García Sanjuán et al., 2016b: 199-223) y los proyectiles de 9 mm
hallados en el atrio de Menga, que probablemente sean un testimonio de la Guerra Civil
Española (García Sanjuán et al., 2016c: 225-237).

También en otras zonas de la Península Ibérica se han llevado a cabo investigaciones centradas
en evidenciar y evaluar el fenómeno de la permanencia del megalitismo. En su mayoría se trata
de síntesis regionales con propuestas teóricas y metodológicas diversas. Destacan los trabajos
de Alberto J. Lorrio Alvarado e Ignacio Montero Ruiz (2004) y Gonzalo Aranda Jiménez (2014)
en el sureste peninsular, Germán Delibes Castro (2004) en Salamanca, Ester Álvarez Vidaurre
(2006) en Navarra, Rui Mataloto (2007) en el Alentejo portugués y Yolanda Costela Muñoz
(2015) en el suroeste peninsular.

Lorrio Alvarado y Montero Ruiz (2004) investigaron la reutilización funeraria de los monumentos
megalíticos del sureste peninsular a partir del estudio de los materiales, de la documentación
original de la colección Siret del Museo Arqueológico Nacional y de las dataciones
radiocarbónicas sobre restos óseos humanos disponibles. Con ello, evidenciaron la reutilización
funeraria de los dólmenes desde la Edad del Bronce Final hasta, al menos, la Antigüedad Tardía,
concluyendo que en la Edad del Bronce Final tuvieron lugar la mayor cantidad de procesos de
reutilización con fines funerarios, disminuyendo en la Edad del Hierro, convirtiéndose en casos
excepcionales en época altoimperial y tardoantigua, e incluso durante la Edad Media (Lorrio
Alvarado y Montero Ruiz, 2004: 113). Sin embargo, no evaluaron el significado que éstos
enterramientos pudieron tener en sociedades posteriores a las que construyeron los megalitos.

Gonzalo Aranda Jiménez (2014), ha destacado también la permanencia de tradiciones


mortuorias y rituales del IV y III milenios ANE durante el II milenio ANE en el sureste peninsular.
Analizó la documentación arqueológica publicada sobre todas las sepulturas megalíticas, cuevas
artificiales y cuevas naturales que poseen evidencias de reutilización, centrándose en los
elementos materiales que se asocian al Bronce Argárico, su localización, y la asociación a los
restos antropológicos. Con ello concluyó que 43 sepulturas megalíticas, 4 cuevas artificiales y 16
covachas-cuevas naturales construidas y utilizadas por las sociedades del IV y III milenios ANE,
fueron reutilizadas por las comunidades del II milenio ANE (Aranda Jiménez, 2014: 258). Este
hecho fue interpretado como evidencia de la “especial significación ritual y ceremonial como
contenedores de memoria” que adquieren estas estructuras del Neolítico Final y la Edad del
Cobre, durante la Edad del Bronce (Aranda Jiménez, 2014: 258). Para complementar los datos
aportados por los ajuares, analizó 16 dataciones radiocarbónicas que avalan la reutilización de
las estructuras analizadas, durante la Edad del Bronce y la Edad del Hierro, e incluso en épocas
históricas, permitiendo “plantear un ritual continuado de enterramientos al menos desde
mediados del IV milenio a.n.e. hasta los últimos siglos del I milenio cal BC” (Aranda Jiménez,
2014: 266-267).

121
En el caso de la Sepultura 11 de la necrópolis de El Barranquete (Níjar, Almería), un nuevo
programa de dataciones y su modelado bayesiano (Aranda Jiménez y Lozano Medina, 2014:
375) mostraron su uso continuo durante la segunda mitad del III milenio y las primeras centurias
del II milenio cal ANE, pudiendo distinguir un primer uso corto pero intenso durante la Edad del
Cobre y la continuidad de su uso, mediante deposiciones funerarias continuas, durante gran
parte de la Edad del Bronce (Aranda Jiménez y Lozano Medina, 2014: 379-381).

La misma idea de continuidad fue planteada por Delibes Castro (2004), que considera que los
monumentos megalíticos del oeste europeo son “fenómenos de larga duración”, vinculados al
terreno de las creencias (Delibes Castro, 2004. 211). En ese sentido, la “firmeza de las creencias
originalmente vinculadas a estas arquitecturas constituyó un freno para la disolución de su
memoria, posibilitando que ésta sobreviviera a repetidos cambios culturales” (Delibes Castro,
2004: 212). Sin embargo, su mensaje “no se fosiliza imperturbable”, ya que las propias creencias
o los símbolos a su servicio van adaptándose a cada sociedad (Delibes Castro, 2004: 121).

Delibes ha destacado que gran parte de los monumentos megalíticos fueron construidos hacia la
mitad del IV milenio ANE, funcionaron como “calavernarios” de las comunidades del Neolítico
Final y de la Edad del Cobre, mantuvieron su simbolismo en la Edad del Bronce, e incluso,
conservaron cierta sacralidad a principios de nuestra era, como evidencian tanto las condenas
de las prácticas paganas celebradas en ellos por parte de las autoridades eclesiásticas en los
primeros concilios, como la conversión en templos de algunos de ellos (Delibes Castro, 2004:
211-212). Por ello, distinguió entre la “vida” propiamente dicha de los dólmenes, definiéndolo
como “el periodo de tiempo que cumplen la estricta misión para la que fueron concebidos en
origen” y la etapa adulta de su biografía, en la que “aunque todavía resplandezca su memoria,
son evidentes unos usos nuevos” (Delibes Castro, 20004: 121).

Dentro de la “etapa adulta”, Delibes se ha centrado en las prácticas de “condena” del III milenio
ANE, documentadas en los monumentos megalíticos salmantinos, entre las que destacan el
bloqueo sistemático de los pasillos de acceso con piedras, incendios y demoliciones. Estas
prácticas son interpretadas como un intento de “desmarcarse de viejas creencias o, al menos, de
viejos cultos”, quizás debido al reforzamiento de los valores individuales, frente a los colectivos,
que comenzarían a percibirse al final de la Edad del Cobre (Delibes Castro, 2004: 218-219). Sin
embargo, destaca que en torno al 2000 ANE, en época campaniforme, vuelven a ser utilizados
los túmulos como lugares de enterramiento, pero en este caso, no como sepulturas para toda la
comunidad, sino solo para unos pocos que pretenden de esta manera legitimar su posición
hegemónica frente al resto de la comunidad (Delibes Castro, 2004: 219). En la Edad del Bronce
Tardío y Final los monumentos megalíticos continuarían teniendo, según Delibes, un papel
importante como elementos sagrados, pero no como lugares de enterramiento, planteando que
desempeñarían la función de santuarios o santuarios-depósitos, al considerar como exvotos los
materiales encontrados en ellos, fundamentalmente fragmentos cerámicos no asociados a
enterramientos (Delibes Castro, 2004: 228).

122
Siguiendo a Delibes (2004: 211), Álvarez Vidaurre (2006: 141) ha subrayado que el megalitismo
debe ser estudiado como un “fenómeno de larga duración”, planteando que el hallazgo de
materiales arqueológicos de momentos posteriores a los de “su considerada “fase clásica de
uso” (Neolítico-Calcolítico Inicial)” (Álvarez Vidaurre, 2006: 118) son una de las evidencias que
permiten conocer “la vida posterior” de los monumentos megalíticos, al considerarlos como una
muestra del significado que tuvieron para sociedades con distintos contextos sociales,
económicos y culturales a los de las que los construyeron (Álvarez Vidaurre, 2006: 141-142).

Estas ideas fueron aplicadas en su estudio sobre la biografía de los monumentos megalíticos
navarros, mediante la realización de un catálogo de megalitos con materiales arqueológicos
adscritos al Calcolítico Campaniforme, la Edad del Bronce y la Edad del Hierro, incluyendo
también las dataciones radiocarbónicas existentes y ciertos datos estratigráficos y constructivos
relacionados con sus reutilizaciones (Álvarez Vidaurre, 2006: 122-141). Con ello, realizó una
valoración de las reutilizaciones de los megalitos navarros, constatando la mayor abundancia de
éstas en época Campaniforme, su disminución en la Edad del Bronce y su excepcionalidad en la
Edad del Hierro, considerándolas como muestra de la capacidad del megalitismo “de “adaptarse”
(tanto en su materialidad como en su significado) a las circunstancias propias de los milenios a
los que han sobrevivido” (Álvarez Vidaurre, 2006: 141), sin embargo no valora la función que
pudieron tener los monumentos megalíticos en las distintas épocas en las que fueron
reutilizados.

En el Alentejo portugués Mataloto (2007) realizó, desde el marco teórico de la Arqueología del
Paisaje, una valoración de la utilización de los monumentos megalíticos alentajanos en
momentos posteriores a los de las comunidades que los construyeron.

Mataloto definió el paisaje como el resultado de la interacción entre la naturaleza y el ser


humano, con una doble dimensión, material e inmaterial, ya que está compuesto tanto por
elementos fisiográficos y arquitectónicos, como por las percepciones y construcciones mentales
de las sociedades que los utilizaron a lo largo de tiempo, formando por tanto parte de la memoria
colectiva de éstas, así como de su identidad, por su sentido de pertenencia a éste (Mataloto,
2007: 123-124). Dentro del paisaje, los monumentos megalíticos son, por su arquitectura y
localización topográfica, elementos significantes, que desempeñan una doble función, por un
lado, son marcadores y organizadores diacrónicos del paisaje, y por otro, estructuran las
concepciones mentales que se generan en torno a ellos (Mataloto, 2007: 125).

En el caso de los megalitos aletejanos, analizó la documentación arqueológica disponible,


fundamentalmente centrada en los hallazgos artefactuales de épocas posteriores al Neolítico y a
la Edad del Cobre en los monumentos megalíticos, y reflexionó sobre la alta frecuencia de
ocupaciones funerarias y ceremoniales durante la Edad del Bronce (Mataloto, 2007: 130-132), y
la disminución de éstas en la Edad del Hierro (Mataloto, 2007: 135).

123
En los últimos años, Costela Muñoz (2015) se ha centrado en el estudio de la pervivencia y la
continuidad de uso de los monumentos megalíticos en el II y I milenio ANE en el suroeste de la
Península Ibérica.

El marco teórico su investigación se sustenta en el enfoque biográfico, al considerar que los


megalitos tiene una vida larga y posterior a su construcción y primer uso (Costela Muñoz, 2015).
El análisis de los monumentos megalíticos reutilizados en la Edad del Bronce y la Edad del
Hierro en el suroeste peninsular, le permite plantear que estas reutilizaciones son prueba de la
pervivencia del uso funerario de los megalitos en el suroeste peninsular durante el II y I milenio
ANE, pudiendo ser interpretadas como una fase de uso tardío de los megalitos (Costela Muñoz,
2015).

2.3.4. LAS ARQUITECTURAS

Ramón Fábregas Valcarce y Xosé Ignacio Vilaseco Vázquez (2006; 2013; 2016), Natividad
Narvarte Sanz (2005), Cristina Tejedor Rodríguez (2008; 2013; 2014; 2015; 2018) y José Antonio
Linares Catela (2016; 2017), han investigado las modificaciones constructivas llevadas a cabo en
los monumentos megalíticos del noroeste ibérico, en las cuencas del Ebro, del Tajo y en el
suroeste peninsular respectivamente, para conocer los patrones de construcción, uso,
mantenimiento y reutilización de estos megalitos durante la Prehistoria Reciente.

Ramón Fábregas Valcarce y Xosé Ignacio Vilaseco Vázquez han evidenciado la existencia de
planes de ejecución en tumbas megalíticas del noroeste de la Península Ibérica. Por un lado
debido a las similitudes en los diseños de las estructuras y en las secuencias constructivas, han
planteado la existencia de reglas para la construcción de la tumba (Fábregas Valcarce y Vilaseco
Vázquez, 2016: 101). Un ejemplo de ello pueden ser el uso de siete piedras y la construcción de
cámaras más anchas que largas, común desde Galicia al Alentejo. En la Costa da Morte existen
también construcción con cinco piedras (Arca da Piosa) y con seis (Pedra Moura), que
demuestran la existencia de tradiciones constructivas locales propias. Otra característica común
en la parte más occidental de Galicia (Costa da Morte y Barbanza) es el empleo de pigmentos
rojos y negros y la disposición de pequeñas piedras antropomorfas en las entradas a las tumbas
(Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2016: 104-106).

Por otro lado, han señalado que los megalitos del noroeste peninsular pueden tener, a grandes
rasgos, tres tipos de historias de vida o biografías: i) estáticas; ii) dinámicas; y iii) deconstructivas
(Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2016).

Las biografías estáticas las presentan sitios como Llaguna de Niévares o Rebonedo 1, donde las
estructuras funerarias son el resultado de un único modelo constructivo (Fábregas Valcarce y
Vilaseco Vázquez, 2016: 167). Las dinámicas se documentan monumentos como Dombate,
Chousa Nova 1, Os Campiños y Monte da Romea, en los que se observa el reciclaje de estelas

124
previas, el repintado de las cámaras y el aumento del tamaño de la estructuras (Fábregas
Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2016: 106-107). Las deconstructivas, implican procesos de
desmantelamiento parcial o total de cámaras para la reocupación del espacio con la construcción
de una nueva estructura, caso de la cámara antigua de Dombate, Cotogrande 5, el túmulo 2 de
Guidoiro Arenoso, Os Consellos y Pedra do Boi 3 (Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2016:
108).

Por tanto, muchos de los monumentos pueden tener complejas historias de vida, con varios
episodios constructivos y de uso: i) antes de la construcción; ii) la segunda vida; iii) la etapa
posterior; y iv) la vida más allá de la tumba (Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2013).

El primer episodio, aunque no es común a todos los monumentos, si se ha documentado en


varios sitios, y de manera general se fecha en el 4300-4000 ANE (Vilaseco Vázquez y Fábregas
Valcarce, 1998: 28-29; 2006: 15). En ellos, su biografía comienza antes de la erección del gran
monumento, con la construcción de cámaras y túmulos de pequeño tamaño, como la estructura
antigua de Dombate o la estructura derrumbada de Chousa Nova 1, o cámaras con un pequeño
corredor incipiente, como la del monumento antiguo de Forno dos Mouros 5 (Fábregas Valcarce
y Vilaseco Vázquez, 2006: 15-18; 2013: 505-506; 2016: 104).

La segunda vida corresponde a los procesos de monumentalización de la primera mitad del IV


milenio ANE, con el agrandamiento de las estructuras mediante el agrandamiento de las
estructuras ortostáticas y de los túmulos, mediante el remplazo de una cámara simple o una
cámara con corredor incipiente por una tumba de corredor más grande, caso de Dombate, Forno
dos Mouros 5, Mamoa da Braña das Feallas y Mamoa da Cruzinha (Fábregas Valcarce y
Vilaseco Vázquez, 2006: 19-20; 2013: 507; 2016: 104). Es en estos momentos cuando el interior
de las cámaras sería decorado con motivos grabados y pintados (Fábregas Valcarce y Vilaseco
Vázquez, 2006: 19-23).

La datación radiocarbónica de restos de pigmento negro presentes en los ortostatos de varios


megalitos gallegos ha demostrado la contemporaneidad de las decoraciones con las fases más
antiguas de construcción y uso de los monumentos megalíticos, así como distintas fases de
repintado por la superposición de capas de pintura, caso de los monumentos de Monte dos
Maxos y Coto dos Mouros (Carrera Ramírez y Fábregas Valcarce 2002; 2006: Carrera Ramírez,
2008).

En la segunda mitad del IV milenio ANE, muchas tumbas continuarían en uso, lo que generaría
modificaciones en las estructuras para su mantenimiento, como el repintado del interior de las
cámaras, o el re-acondicionamiento de espacios, como la construcción de un corredor
empedrado en Dombate (Vilaseco Vázquez y Fábregas Valcarce, 1998: 28-29; Fábregas
Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2006: 23).

125
A principios del III milenio ANE, el acceso a las cámaras de muchos de estos grandes
monumentos fue clausurado (Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2006: 23; 2013: 507),
correspondiendo los usos en el Campaniforme y la Edad del Bronce, a un nuevo episodio en la
vida de los monumentos: la vida posterior. Aunque a partir del III milenio ANE, durante el
Campaniforme y la Edad del Bronce, hay un predominio de estructuras de enterramiento menos
monumentales y colectivas, generalizándose el enterramiento individual, al mismo tiempo se
produjo un mantenimiento de la tradición megalítica, quizás como forma de legitimación social.
Los nuevos monumentos se construyeron en muchos caso cerca de los antiguos, produciéndose
también la reutilización y la transformación de aquellos, mediante deposiciones intencionales en
la superficie de los túmulos, o incluso accediendo al interior de las cámaras cavando pozos o
desplazando alguna piedra (Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2006: 26-27; 2013: 509-
510).

Después de estos usos más estrictamente relacionados con el uso de los monumentos como
tumbas, se documentaron la presencia de restos, sobre todo cerámicos, de la Edad del Hierro, la
Antigüedad y la Edad Media. La función otorgada a los antiguos monumentos en estas épocas
debió ser variada, destacando la de marcadores territoriales, por su ubicación cerca de rutas de
tránsito y por ser elementos destacados en el paisaje (Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez,
2013: 511-512).

Para valorar el papel de los túmulos en el paisaje, Carlos Rodríguez Rellán y Ramón Fábregas
Valcarce han llevado a cabo nuevos trabajos en la Sierra de Barbanza, incorporando el uso de
SIG (Sistema de Información Geográfica) y herramientas estadísticas para analizar la ubicación
de los túmulos con un doble objetivo: estudiar su vinculación a corredores de tránsito y su
perceptibilidad (Rodríguez-Rellán y Fábregas Valcarce, 2019).

Los nuevos cálculos sugieren que los montículos de la península de Barbanza tienden a ubicarse
cerca de rutas potenciales de tránsito, y podrían haber jugado un papel importante como puntos
clave o nudos en la red movimiento a través del área de estudio (Rodríguez-Rellán y Fábregas
Valcarce, 2019:636).

Con respecto a la visibilidad y percepción, los resultados evidenciaron que había túmulos
situados en lugares destacados, pudiendo haber actuado como puntos de referencia locales, y
otros situados en zonas menos notables para pasar más inadvertidos en el paisaje (Rodríguez-
Rellán y Fábregas Valcarce, 2019: 637).

Desde la Edad Media se asociaron los túmulos con la ocultación de tesoros. El Codex Calixtinus,
la guía medieval de peregrinos a Santiago de Compostela, escrita a mediados del siglo XII por
un monje francés, dice que Galicia era una tierra “ymmo gazis Sarracenis copiosa”, que se ha
traducido como “abundante en tesoros sarracenos” (Moralejo et al. 1998). En estos momentos
debió surgir la tradición, que aún perdura, de que los túmulos y otros sitios arqueológicos, eran
lugares que ocultan tesoros escondidos por los moros antes de abandonar el país, aunque

126
Galicia no hubiese estado bajo la dominación árabe (Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez,
2013: 512).

Aunque no se sabe cuándo estas leyendas llevaron a la profanación de los túmulos, sí se tiene
constancia de que a principios del siglo XVII se produjo un saqueo masivo de éstos, al reforzarse
la creencia de que ocultaban tesoros. En 1606, Pedro Vázquez de Orjas, que había estado en
América y habría conocido la existencia de oro en túmulos, pidió autorización a la monarquía
española para rescatar los tesoros ocultos en los túmulos gallegos. Esto despertaría el interés de
la población, que saqueó muchos de los túmulos durante los tres años en los que tardó en llegar
la autorización real (Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2013: 512).

En la Edad Contemporánea, los megalitos han sido usados como refugios de pastores, para
labores agrícolas (secado de grano sobre la losa de cobertura de Axeitos), y han experimentado
daños irreparables, al extraer sus grandes ortostatos como fuentes de materia prima o
desmantelar los túmulos para favorecer la agricultura mecanizada (Fábregas Valcarce y Vilaseco
Vázquez, 2013: 512).

Por otro lado, Narvarte Sanz (2005) centró su estudio en el análisis de los niveles de finalización
de ciclo y las clausuras de los megalitos de la cuenca alta y media del Ebro, proponiendo
interpretaciones sobre la ideología y las intenciones que se encuentran tras la constatación de
ciertas pautas de comportamiento en torno al ámbito funerario.

Llevó a cabo una serie de inventarios a partir de la bibliografía existente sobre los yacimientos de
la zona de estudio, la comprobación in situ de gran parte de las plantas publicadas y la revisión
de los materiales depositados en los museos, concluyendo con la realización de un catálogo en
el que se incluyen los sepulcros que ofrecen rasgos arquitectónicos o materiales que evidencian
casos de clausuras, remodelaciones, reutilizaciones u ocupaciones tardías (Narvarte Sanz, 2005:
41). En dicho catálogo se incluyen varios datos: situación geográfica, historia de las
investigaciones, características de la estructura arquitectónica, descripción de los materiales,
dataciones radiocarbónicas, indicios arquitectónicos que puedan indicar clausuras o
remodelaciones, rasgos materiales que señalen distintas etapas de reutilización (Narvarte Sanz,
2005: 42-44).

El marco cronológico en el que se centra la autora abarca desde el Neolítico, a finales V milenio
ANE, hasta la transición a la Edad del Bronce, distinguiendo tres fases de ocupación en los
sepulcros megalíticos que analiza. La fase 1 corresponde con el inicio del megalitismo en el
Neolítico, abarcando desde finales del V milenio ANE hasta mediados o principios de IV ANE. La
fase 2 se refiere a la transición calcolítica, desarrollada entre Neolítico Final y Calcolítico Inicial.
La fase 3 coincide con el Calcolítico Pleno y la transición a la Edad del Bronce (Narvarte Sanz,
2005: 44-47).

127
Destaca su diferenciación entre niveles de finalización de ciclo, es decir, los que cierran un
episodio de enterramiento, y episodios de clausuras, aquellos que pretenden poner fin al uso
sepulcral del megalito. Para deducir ambos procesos en el registro arqueológico señala la
necesidad de identificar una serie de elementos arqueológicos, que en el caso de los niveles de
finalización de ciclo son: i) capas de piedras, ii) capa de tierra estéril, iii) otra serie de materiales
como el ocre, todas ellas separando nítidamente dos niveles de uso; mientras que en el caso de
las clausuras se trata de: i) el desmantelamiento de la estructura arquitectónica, ii) la creación o
modificación de la estructura tumular como sistema de clausura, iii) la modificación de la zona de
acceso o entrada, iv) el fuego clausurador (Narvarte Sanz, 2005: 303-306).

Tras el análisis y la interpretación de las evidencias arqueológicas de niveles de fin de ciclo y de


clausuras planteó que mientras que en algunos megalitos parece haber una continuidad en su
uso funerario desde el Neolítico hasta el Calcolítico o incluso la Edad del Bronce; en otros casos
se observa que una vez clausuradas en su uso primario, vuelven a ser reutilizadas como sitios
de enterramiento tras un periodo de abandono de, al menos, su función funeraria, en época
calcolítica, campaniforme o la Edad del Bronce (Narvarte Sanz, 2005: 375). En cuanto a la
interpretación de los datos consideró que “la inhabilitación de cada sepulcro colectivo responde a
motivaciones varias y, en conjunto, están muy lejos de obedecer a patrones fijos de actuación”
(Narvarte Sanz, 2005: 404).

De manera más sucinta planteó casos de reutilizaciones posteriores, en la Edad del Hierro o en
los periodos romano y medieval, una vez “perdido el sentido original que pretendieron imprimir
sus constructores y usuarios”, pero manteniendo cierto carácter sagrado (Narvarte Sanz, 2005:
376).

En los últimos años, Tejedor Rodríguez (2008; 2013; 2014; 2015; 2018) ha llevado a cabo un
estudio de las reutilizaciones de los dólmenes del Valle del Duero desde una perspectiva
biográfica, centrándose en identificar y definir las transformaciones arquitectónicas que se llevan
a cabo en los megalitos durante la Prehistoria Reciente (IV-II milenios ANE), relacionándolas con
las transformaciones sociales, económicas e ideológicas que se encuentran tras ellas.

Considera que “todas las poblaciones, sin solución de continuidad, han integrado el elemento
monumental en su realidad y lo han reinterpretado acorde a sus necesidades socio-culturales,
dotándolo de nuevos usos y posibilidades” (Tejedor Rodríguez, 2014: 71). Por ello señala que las
modificaciones y reformas en los monumentos megalíticos fueron actos normales y corrientes,
recurrentes y no anecdóticos, fruto de las reinterpretaciones y reinvenciones sufridas por estos
monumentos a lo largo del tiempo (Tejedor Rodríguez, 2014: 70).

Ha señalado que los megalitos son estructuras orgánicas, hechas por y para los vivos, cuya
perduración ha hecho que, con el paso del tiempo, estén presentes en el imaginario colectivo de
distintas poblaciones, las cuales los han dotado de significados acordes con sus parámetros

128
mentales, haciendo que los megalitos se encuentran en un proceso de continua transformación y
reinterpretación (Tejedor Rodríguez, 2008: 443).

Al considerar la “biografía” de los megalitos es “una compleja superposición de diferentes usos,


remodelaciones, fases de reutilización, y cambios de funcionalidad y significación” (Tejedor
Rodríguez, 2014: 67), ha propuesto la reconstrucción de “biografías megalíticas” mediante el
análisis diacrónico “de las diferentes prácticas y modificaciones acontecidas tanto en su espacio
interno-sepulcral como en el externo-monumental”; ya que lo que nos ha llegado es “el resultado
final de toda una cadena de acciones que han tenido lugar en ese espacio, y no la construcción
original que idearon sus usuarios prehistóricos” (Tejedor Rodríguez, 2014: 73).

Partiendo de la premisa de “la utilización recurrente de los megalitos como espacios rito-
funerarios”, se ha centrado en las “reutilizaciones funerarias post-megalíticas” que se produjeron
a lo largo de la Prehistoria Reciente (Tejedor Rodríguez, 2008: 441-442; 2013: 33), analizando
las características internas y externas del monumento megalítico, las circunstancias y
particularidades de su reutilización y su relación en el entorno con otros yacimientos, haciendo
hincapié en la importancia de la cultura material “como manifestaciones de un patrón de
racionalidad cargadas de significado” (Tejedor Rodríguez, 2008: 446). Así, si “toda evidencia
arqueológica procedente de contextos rituales y/o funerarios es reflejo de unas pautas de
comportamiento intencionadas”, es posible llevar a cabo “un seguimiento riguroso de las
complejas transformaciones sociales, económicas e ideológicas que tuvieron lugar a lo largo de
toda la Prehistoria Reciente (IV-II milenios BC) a través del cambio en las formas de uso de un
mismo espacio cultural y sepulcral” (Tejedor Rodríguez, 2015: 32-33).

Por otro lado, ha planteado la necesidad de realizar investigaciones que contemplen “análisis
exhaustivos sobre el fenómeno de la reutilización de sepulcros megalíticos en amplias zonas
geográficas” (Tejedor Rodríguez, 2015: 32).

Las herramientas de análisis corresponden, por un lado, a la elaboración de bases de datos,


referidas a las características internas y externas del monumento megalítico, las circunstancias y
particularidades de sus “eventos de uso post-fundacional” y a su relación en el entorno con otros
yacimientos; y por otro, al tratamiento estadístico de los datos, contando con una serie de
variables cualitativas, susceptibles de analizar y seleccionadas previamente, en función del tipo
de resultados que se pretendían obtener (Tejedor Rodríguez, 2015: 346-354). De especial
importancia es el aspecto cronológico, fundamental para la reconstrucción de la secuencia de
uso de los monumentos, y el análisis estadístico que se realice de las dataciones (Tejedor
Rodríguez, 2015: 593).

Entre sus principales aportaciones está la diferenciación entre “eventos de reutilización”,


definidas como “conjunto de prácticas llevadas a cabo tras la etapa fundacional de los
monumentos, cuyo fin viene determinado en muchas ocasiones por un proceso de clausura o
sellado del lugar” (Tejedor Rodríguez, 2015: 445), y el “uso post-fundacional”, definida como

129
“categoría en la que se integra toda actuación desarrollada en el megalito desde el momento de
su construcción y que es susceptible de ser registrada arqueográficamente, dado que tiene como
resultado la modificación a mayor o menor escala de la propia estructura arquitectónica o del
contenido que alberga (Tejedor Rodríguez, 2015: 519).

Partiendo de la investigación desarrollada por Narvarte Sanz (2005), ha planteado una propuesta
de clasificación de las diversas actuaciones o “prácticas post-fundacionales” documentadas en
los monumentos megalíticos del valle del Duero/Douro, agrupándolas en 5 “eventos de
reutilización”. Así, las prácticas post-fundacionales de tumulación, superposición de nueva
construcción, “fuego clausurador”, desmantelamiento de estructuras, inhabilitación de zonas de
acceso, sellado del espacio sepulcral, fuegos localizados, retumulación, remodelación de zonas
de acceso, división y bloqueo del espacio monumental, yuxtaposición y/o ampliación del recinto
sepulcral, erección de menhir, agregación de estructuras secundarias y creación de un espacio
ceremonial, reacondicionamiento de osarios, “echadizos” diferenciadores, compartimentación y/o
señalización sepulcral, re-decoración y eventos de limpieza, individualización de espacios,
apertura de estructuras de acceso y alteraciones parciales, la “no-acción” o alteraciones
vinculadas a una causa natural como fenómenos sísmicos, se vinculan a alguno de los 5
“eventos de reutilización” definidos: “clausura/sellado”, “remodelación y añadido de elementos
arquitectónicos”, “estrategias de mantenimiento”, “modificaciones arquitectónicas en áreas
específicas”, y “abandono y destrucción no antrópica”. Así a cada “evento de reutilización”
corresponden varias “prácticas post-fundacionales” (Tejedor Rodríguez, 2015: 475-519).

Por otro lado, con el fin de caracterizar mejor cada uno de los episodios de “uso post-
fundacional” documentados y conocer mejor el tipo de prácticas que se llevaron a cabo en los
megalitos, ha descrito una serie de “tipos de evento”, cada uno conformado por uno o una
combinación de varias formas de “uso post-fundacional”. A su vez, varios de esos tipos de
eventos pueden estar presentes en diversos momentos del desarrollo diacrónico, mientras que
otros son específicos de un momento concreto, y en otros pueden conllevar una serie de
actuaciones u otras en función del momento cronológico. De este modo, propone una
clasificación compuesta por once tipos de “clausuras”, siete tipos de “añadidos/remodelaciones”,
cuatro tipos de “clausuras + añadidos/remodelaciones”, un tipo de “mantenimiento”, tres tipos de
“alteraciones específicas” y cinco tipos “funerarios” (Tejedor Rodríguez, 2015: 565-577).

A partir de este análisis, ha propuesto que las “biografías” de los megalitos del valle del
Duero/Douro, están conformadas por siete fases de uso, que abarcarían un periodo cronológico
que va desde el último tercio del V milenio hasta inicios del I milenio cal ANE. Así, “la secuencia
diacrónica de la actividad megalítica tiene un marcado carácter episódico, conformado por
“picos” de intensa actividad cuyo desarrollo temporal tendrá una mayor o menor amplitud en
función del momento en que se trate, seguidos por lo general de otros periodos en los que dicha
actividad desciende notablemente o incluso se da una completa inactividad” (Tejedor Rodríguez,
2015: 627-634). Por tanto, “la idea de continuidad normalmente ligada al evento megalítico deja

130
de tener sentido al reconocerse como un fenómeno lleno de rupturas y discontinuidades”
(Tejedor Rodríguez, 2014: 72).

José Antonio Linares Catela ha constatado, mediante una metodología centrada en el análisis
arquitectónico, la presencia de diversos modelos constructivos y reiterados proyectos
arquitectónicos en los monumentos megalíticos de la provincia de Huelva, documentando
diversas fases en la biografía de los monumentos (Linares Catela, 2016; 2017; 2018).

La metodología de investigación seguida incluye dos escalas de trabajo (semi-micro y


macroespacial) e integra diversas técnicas de trabajo. Para el análisis semi-mico, centrado en el
análisis arqueológico de los sitios, lleva a cabo la excavación arqueológica en extensión de los
monumentos, el análisis de la arquitectura, el estudio de las cadenas operativas y de los
procesos de construcción, el desarrollo de sistemas topográficos y levantamientos planimétricos,
el estudio de los elementos, grafías y sistemas decorativos del arte megalítico, diversos estudios
geoarqueológicos y paleoambientales, análisis arqueométricos y de la temporalidad, mediante
dataciones radiocarbónicas y modelados bayesianos. El análisis territorial, dirigido a identificar
de los elementos que conformaron los diversos “territorios megalíticos”, se realiza mediante
prospecciones geoarqueológicas sistemáticas en el entorno de los monumentos (Linares Catela,
2018: 523-525).

En el grupo megalítico de Los Llanetes, conformado por los monumentos megalíticos 1-4 de El
Pozuelo (Zalamea la Real, Huelva), constató la existencia de una fase previa a los primeros
monumentos funerarios, al identificar un antiguo alineamiento de estelas en el dolmen 3 (Linares
Catela, 2016: 124).

La construcción y el uso de los primeros monumentos funerarios se iniciarían en el Neolítico


Reciente, continuando en el Neolítico Final y en la Edad del Cobre. Los primeros dólmenes se
construyeron a principios del IV milenio ANE 3950-3750 cal ANE, concibiéndose como
monumentos de cámara ovalada-alargada. En el 3750-3650 cal ANE se implementó el modelo
de cámara-alargada, producto de la modificación de los anteriores monumentos. En el 3650-
3200 cal ANE surgió el modelo de cámaras duales, derivado también de la transformación de los
monumentos previos. Y en el 3300-2600 cal ANE se añadieron estructuras en los atrios y
espacios externos, para monumentalizar los espacios externos, y en algunos caso, nuevas
construcciones funerarias adosadas a los antiguos dólmenes antiguos, caso de la estructura tipo
tholoi documentada en el dolmen 2 de El Pozuelo (Linares Catela, 2017; 2018: 527-528).

En la Edad del Bronce Antiguo la “permanencia del megalitismo” queda atestiguada por la
construcción de los recintos de terrazas, continuando la reocupación y reutilización de los
monumentos en piedra a partir de la Edad del Bronce y diversas épocas históricas,
identificándose diversas fases de reapropiación y transformación física en los monumentos
(Linares Catela, 2017; 2018: 528).

131
El dolmen de Soto 1 (Trigueros, Huelva) presenta también una compleja biografía, al constatarse
(Linares Catela y Mora Molina, 2018: 100-131):

i) Neolítico Medio y Neolítico Reciente: una fase anterior a la construcción del monumento
funerario, de la que se han documentado cinco fosas circulares correspondientes a alveolos de
cimentación de piedras verticales, que fueron extraídas antes de la construcción del dolmen, y
varios bloques de calcarenita y de conglomerado ferruginoso y arenítico que forman parte del
anillo peristalítico del dolmen, que pudieron haber estado previamente colocadas verticalmente y
formando parte de una estructura anterior. Estos restos pudieron haber conformado una
estructura circular de piedras verticales de hasta 60 m de diámetro, si su trazado fuese
coincidente con el del posterior anillo peristalíticos.

ii) Neolítico Tardío/Final: la construcción del monumento funerario en la primera mitad del IV
milenio ANE, la implantación de estructuras en el frontal externo (3620-3360 cal ANE), y la
transformación estructural del dolmen y de su espacio externo (3360-3100 cal ANE).

iii) Edad del Cobre: la continuidad del desarrollo de prácticas rituales en los ámbitos externos,
como demuestran las dataciones de la estructura CE 23 (2562-2300 cal ANE y 2457-2150 cal
ANE) y la datación de un fragmento de carbón vegetal extraído de una escoria de cobre (2457-
2150 cal ANE), y en el interior, como indican la fecha de la estructura UEC 444 (2620-2471 cal
ANE).

iv) Edad del Bronce: la permanencia en uso del monumento está constatada tanto la datación
radiocarbónica de la fosa UEC 111 (1224-1019 cal ANE y 1193-940 cal ANE) ubicada en el atrio,
como por los grabados de puñales y espadas de los ortostatos.

v) Alta Edad Media: la accesibilidad al interior del dolmen hasta los siglos VIII-X cal DNE está
atestiguada por la datación radiocarbónica obtenida de la fosa UEC 445 (773-968 cal DNE),
situada junto a los ortostatos 28 y 29 del lateral norte. Dicha fosa, al igual que las UEC 447 y
UEC 457, contenía un sedimento arcilloso de coloración marronácea y gris-verdosa, y
microrrestos óseos.

vi) Edad Moderna-Edad Contemporánea: dos dataciones radiocarbónicas del interior del
monumento evidencian también su frecuentación entre finales del siglo XVII y mediados del siglo
XX (1669-1945 cal DNE y 1680-1939 cal DNE).

Las biografías de estos monumentos reflejan que su configuración formal y su estado actual
obedecen a la sucesión de fases arquitectónicas y usos desarrollados en un largo proceso
temporal, respondiendo a procesos de monumentalización con diversos significados y funciones
sociales (Linares Catela, 2018: 526).

132
2.3.5. LA PERCEPCIÓN

Mientras que en el resto de Europa el enfoque biográfico, como perspectiva de investigación de


los monumentos megalíticos, comenzó desde posicionamientos teóricos relativistas o idealistas
(Bradley, 1993; 1998; 2002; 2003; Ingold, 1993; Tilley, 1994; Burström, 1996; Holtorf, 1996;
1997; 1998; 2000-2008; 2002; 2008), en la Península Ibérica estos posicionamientos han tenido
menor desarrollo, pudiendo destacarse fundamentalmente los trabajos de Álvarez Vidaurre
(2007; 2008; 2011) en el caso de los megalitos navarros y guipuzcoanos.

Álvarez Vidaurre, siguiendo las propuestas de Holtorf, ha considerado el análisis de la biografía


de los monumentos megalíticos como “el de la historia de su percepción a lo largo del tiempo,
realizando un recorrido diacrónico por las formas de entender y valorar los monumentos
megalíticos a través de diferentes etapas de la historia” (Álvarez Vidaurre, 2007: 9, 2011). Ha
considerado que los megalitos son monumentos destacados en el paisaje, que mucho tiempo
después de su construcción y uso primario han permanecido a la vista de sucesivas
generaciones, que los han interpretado y reutilizado de diferentes maneras (Álvarez Vidaurre,
2007: 10; 2008: 35; 2011).

Álvarez Vidaurre ha estudiado los megalitos de un área geográfica que comprende las provincias
de Navarra y Guipúzcoa, centrándose en dos aspectos concretos de la biografía de los
megalitos: sus usos y sus significados a lo largo del tiempo, abarcando una cronología amplia,
desde la Prehistoria Reciente hasta la actualidad, aunque no la historia completa de los
megalitos, ya que no incluye la construcción y el primer uso de los megalitos (Álvarez Vidaurre,
2011: 5-8). De este modo se trata de la constatación de la reutilización de los monumentos
megalíticos analizados, en el tipo de uso y en el significado que otorgaría cada sociedad que lo
reutiliza. En cuanto a la metodología empleada para la constatación de las reutilizaciones, se
basó en el estudio y análisis de diversas fuentes: arqueológicas, históricas, filosóficas,
antropológicas y etnográficas (Álvarez Vidaurre, 2011: 11).

La principal fuente de documentación utilizada para la Prehistoria Reciente, la Protohistoria y la


Edad Antigua es el registro arqueológico, centrado en este caso en la presencia de materiales
“tardíos”, de las épocas posteriores a la construcción y primer uso de los megalitos (Álvarez
Vidaurre, 2011: 9). Mientras que para los periodos Medieval, Moderno y Contemporáneo utiliza
fuentes documentales y archivísticas, como libros de apeos y amojonamientos, las actas de
deslinde y la compraventa de fincas y propiedades, los procesos judiciales relacionados con el
territorio, entre otros (Álvarez Vidaurre, 2011: 9-10). Ha empleado también una gran variedad de
fuentes bibliográficas. Por un lado, libros de diversa cronología y temática que no abordan el
estudio del megalitismo de manera específica, pero que permiten analizar la consideración que
en distintas épocas se ha tenido de los megalitos, destacando las Crónicas medievales, las
Historias Generales redactadas en la Edad Moderna, libros de viaje o historias de la arquitectura;
y por otro, numerosos textos centrados en el estudio del megalitismo, como monografías de
excavaciones o síntesis regionales sobre Prehistoria (Álvarez Vidaurre, 2011: 10-11). También

133
ha empleado la toponimia y las obras recopilatorias sobre mitología, folklore y creencias
populares (Álvarez Vidaurre, 2011: 11); e incluso, para la época actual, documentación de
distintos medios de comunicación (prensa, televisión o internet), materiales turísticos (folletos,
postales), cómic, diseño gráfico, publicidad, así como encuestas orales a turistas y visitantes de
algunos de los monumentos acondicionados para la visita (Álvarez Vidaurre, 2011: 11).

2.3.6. EL ARTE

El análisis del arte en las construcciones megalíticas, ha permitido identificar las distintas etapas
de uso de los monumentos a través de la caracterización de las distintas fases de grabados,
pintados y re-pintados llevadas a cabo en estos monumentos a lo largo del tiempo. En este tipo
de investigaciones destacan los trabajos desarrollados por el equipo de la Universidad de Alcalá
de Henares formado por Primitiva Bueno Ramírez, Rodrigo de Balbín Behrmann y Rosa Barroso
Bermejo, centrados en el análisis de las grafías megalíticas peninsulares y de otras regiones de
la fachada atlántica europea como la Bretaña francesa, así como los estudios de Marta Díaz-
Guardamino Uribe sobre las estelas decoradas prehistóricas.

El equipo de la Universidad de Alcalá de Henares ha llevado a cabo, desde los años 1980,
diversos proyectos de investigación que engloban prospección, excavación, restauración y
estudio de materiales. Entre ellos destacan los trabajos realizados en los monumentos
megalíticos cacereños de Huerta de las Monjas, Anta de la Marquesa o Datas II en Valencia de
Alcántara (Bueno Ramírez, 1988; Bueno Ramírez y De Balbín Behrmann, 1989; Bueno Ramírez
y Vázquez Cuesta, 2009), Valle Pepino I, Baldío Gitano I y II, Lagunita I, II y III, en Santiago de
Alcántara (Buento Ramírez et al., 2006; 2008b; Barroso Bermejo et al., 2012), Juan Ron I,
Maimón I, Maimón II, Trincones I y Trincones II, en Alcántara (Bueno Ramírez et al., 1998;
1999a), y La Coraja, en Aldeacentecera (Bueno Ramírez et al., 2001), así como en otros
monumentos de la provincia de Toledo, como Azután (Bueno Ramírez et al., 1983; 2005a),
Navalcán (Bueno Ramírez et al., 1999b), y el túmulo de El Castillejo y las cuevas artificiales del
Valle de las Higueras en el Valle de Huecas (Bueno Ramírez et al., 2005b; 2009a).

Sus investigaciones han destacado, en todo el ámbito peninsular (Bueno Ramírez, 1983; 1997;
Bueno Ramírez y De Balbín Behrmann, 1994; 1997; Bueno Ramírez et al., 2004; 2007a; 2011;
2016a; entre otras) y en otras regiones de la fachada atlántica europea (Bueno Ramírez et al.,
2012a; 2016b; Gouezin et al., 2013; Hernanz et al., 2016), por su especialización en el análisis
del arte megalítico. En esta línea destacan los trabajos realizados en el sur de la Península
Ibérica, en monumentos megalíticos como Alberite (Bueno Ramírez y De Balbín Behrmann,
1996: 285-312; Bueno Ramírez et al., 2004: 45-47) en Cádiz, Soto 1 (De Balbín Behrmann y
Bueno Ramírez, 1996: 467-503; Bueno Ramírez et al, 2004: 38-41; 2015a; 2018b), Los
Gabrieles 1 y 4 (Bueno Ramírez et al., 2004: 41-43), El Pozuelo 6 (Bueno Ramírez et al., 2004:
44) y El Pozuelo 3 y 4 (Bueno Ramírez et al., 2015b: 449) en Huelva, Palacio III (Bueno Ramírez

134
et al., 2009b) y Montelirio (Bueno Ramírez et al., 2016b) en Sevilla, o Menga, Viera y El Romeral
(Bueno Ramírez et al., 2009c; 2013a; 2017) en Málaga.

Desde la década de los 80 se han centrado en el análisis del arte megalítico (Bueno Ramírez,
1983; 1984a; 1984b; 1997; Piñón Varela y Bueno Ramírez, 1983; Bueno Ramírez et al., 1983;
Bueno Ramírez y De Balbín Behrmann, 1989; 1994; 1996; 1997; 2000; De Balbín Behrmann y
Bueno Ramírez, 1996; entre otras), realizando importantes aportaciones al plantear que las
grafías megalíticas constituyen un auténtico lenguaje basado en códigos reconocibles, que su
utilización en distintas partes de los megalitos permiten jerarquizar los distintos espacios de los
monumentos, que el arte megalítico peninsular no está restringido ni una zona geográfica
(noroccidente peninsular) ni a un tipo de estructura megalítica (cámaras de corredor largo), sino
que se han constatado en diversos lugares peninsulares y en distintas arquitecturas, y que forma
parte de un fenómeno europeo.

Mediante el análisis de las grafías han defendido la contemporaneidad de las construcciones


megalíticas y de sus decoraciones, tanto pintadas como grabadas, planteando además que
ambas son susceptibles de experimentar modificaciones con el uso del monumento (Bueno
Ramírez y De Balbín Behrmann, 1997: 17; 2000: 290; Bueno Ramírez et al.: 2001: 50; Bueno
Ramírez et al., 2016b: 193-194). Han sostenido también la larga perduración en el tiempo de las
grafías megalíticas, debido a su papel de nexo con el pasado y de símbolos de los ancestros,
proponiendo una cronología que abarcaría desde el Neolítico hasta la Edad del Hierro (Bueno
Ramírez y Balbín Behrmann, 2000: 297; Bueno Ramírez et al., 2001: 60-61).

Por otro lado, han relacionado el arte megalítico con los grabados al aire libre, planteando su
sincronía, y considerando que los motivos documentados tanto al interior como al exterior de los
megalitos tienen “largos recorridos cronológicos”, son “símbolos ancestrales”, y consolidan los
derechos de uso y propiedad sobre los territorios tradicionales (Bueno Ramírez et al, 2009b: 155-
167). Dichos territorios son reivindicados y reconocidos como propios por una comunidad de
generación en generación, mediante “tradición oral y por las reglas nemotécnicas, los propios
grabados y pinturas, que los identifican, definen y delimitan” (Bueno Ramírez et al, 2009b: 149).

Además, han señalado que el arte postglaciar no sería “la primera evidencia del uso de
marcadores gráficos como delimitadores o identificadores de un territorio, sino que se incluye en
una fuerte tradición que sitúa los grabados y pinturas al aire libre como uno de los modos más
nítidos de visualizar la posición de los grupos prehistóricos del sur de Europa, desde el
Paleolítico Superior en adelante” (Bueno Ramírez et al., 2008a: 48). “Los primeros productores
son herederos de una larga tradición” (Bueno Ramírez et al., 2008a: 48-49), que puede
rastrearse desde el Paleolítico Superior. Los grupos humanos del Paleolítico Superior vieron en
la naturaleza imágenes que les provocaron sentimientos concretos de identificación de lugares, y
utilizaron la piedra, como materia perdurable, para unir naturaleza y cultura, “mimetizando
sugerentes formas naturales con figuras humanas y, viceversa” (Bueno Ramírez et al., 2008a:
48). Esta simbología continúa en la Prehistoria Reciente, de manera que los monumentos

135
megalíticos “repiten la imagen de la cueva como refugio tradicional, el lugar de los ancestros y el
de la última morada de los vivos” (Bueno Ramírez et al., 2008a: 49), y los menhires reflejan la
imagen del exterior, los árboles o los afloramientos naturales. “De este modo, los paisajes
megalíticos reproducirían imágenes emblemáticas de la naturaleza, cuevas y piedras
destacadas, emulando los identificadores más antiguos de los espacios vividos y transitados por
el hombre” (Bueno Ramírez et al., 2008a: 51).

En el caso de la figura humana, han planteado que, aunque comenzó a imponerse


progresivamente a partir del Neolítico, ya en el arte del Paleolítico Superior puede evidenciarse
“el largo recorrido simbólico y conceptual que une las producciones de los cazadores y de los
productores del sur de Europa” (Bueno Ramírez et al., 2008a: 51), como ocurre en el caso de los
cantos azilienses, piedras con formas geométricas sencillas y poco trabajadas que representan
imágenes antropomorfas (Bueno Ramírez y De Balbín Behrmann, 1994; Bueno Ramírez et al.,
2008a).

Han señalado que desde el Neolítico, la figura humana ha sido representada sobre cantos o
soportes pétreos de pequeño y mediano tamaño documentados al interior y en las áreas
exteriores inmediatas a los megalitos, siendo elementos perceptibles, conocidos y respetados
por la comunidad. Ejemplos de ello se documentan en Los Millares (Santa Fe de Mondújar,
Almería), Dombate (A Coruña) o Lagunita I (Santiago de Alcántara, Cáceres) (Bueno Ramírez et
al., 2008a: 52). Del mismo modo, la figura humana también aparece representada en soportes
pétreos de mayores dimensiones, menhires y estelas, que por su mayor visibilidad sirven para
reivindicar los territorios tradicionales de quienes los erigieron. En el caso de los menhires, en
toda la Europa Atlántica se ha constatado la relación entre menhires, dólmenes y hábitats, y la
perduración de su construcción y uso más allá de la primera fase del megalitismo, como
demuestran los cuatro menhires de Château Bü (Saint-Just, Bretaña), asociados a tumbas de la
Edad del Bronce realizadas sobre el túmulo de este dolmen. En el caso de las estelas, su
reutilización, implica la perduración de su significado, ya que fuese cual fuese su posición
original, al aire libre o en otro monumento megalítico, continúan representando imágenes
antropomorfas (Bueno Ramírez et al., 2008a: 53-54; 2015b: 443-455).

Por otro lado, destacan que distintos soportes pétreos que representan imágenes antropomorfas,
las placas decoradas y las estelas, muestran en sus decoraciones un marcado carácter
identitario (Bueno Ramírez et al, 2008a, 2011; Bueno Ramírez, 2010). En el caso de las estelas,
destacan fundamentalmente las ubicadas en lugares destacados de los monumentos, en los
accesos abiertos, en las entradas a las cámaras o corredores o en los frontales de las cámaras,
presentando formas más individualizadas que se repiten en territorios concretos, y reflejando un
marcado carácter identitario (Bueno Ramírez et al., 2008a: 54), que continúa, desde el Neolítico,
durante el Calcolítico y el Bronce (Bueno Ramírez et al., 2016b: 195), e incluso puede vincularse
con las estelas de la Edad del Bronce Final y la Edad del Hierro (Bueno Ramírez et al., 2011).

136
La metodología de trabajo que han ido desarrollando para la documentación de grabados y
pigmentos en los monumentos megalíticos se basa en la documentación fotográfica de cada
soporte pétreo, mediante la aplicación de distintos filtros y la utilización de distintas luces que
potencien los diversos tipos de grabados y pinturas. De manera adicional, para la detección de
pigmentos realizan microfotografías, que permiten ratificar la presencia de pigmentos (Bueno
Ramírez et al., 2013a: 252-253; 2014: 6-7). Esta metodología ha sido aplicada en numerosos
monumentos megalíticos peninsulares como Navalcán, Azután, Lagunita I y III, Trincones I,
Palacio III, Alberite, Menga, Viera, El Pozuelo 3 y 4 y Soto 1 (Bueno Ramírez et al., 2008a;
2009b; 2009d; 2013a; 2018b).

En una fase posterior de trabajo se tratan las fotografías mediante la utilización de programas del
paquete Adobe y el DStrech, para realizar restituciones fotográficas de cada uno de los soportes
con las distintas iluminaciones. En una última fase de trabajo, y a partir de las restituciones
fotográficas, se obtendrán los calcos digitales de las piezas (Bueno Ramírez et al., 2013a: 253).
Para la representación gráfica de los paneles emplean el scanner 3D, la fotogrametría y los
levantamientos topográficos (Bueno Ramírez et al., 2013a: 253, 2014: 7).

De manera más específica, en los últimos años están complementando el estudio de los
pigmentos con la realización de muestreos con Fluorescencia de Rayos X para la identificación
de los componentes de los pigmentos utilizados en las decoraciones de las construcciones
megalíticas, y la espectroscopía Raman, que permite además la detección de materia orgánica,
realizados tanto en monumentos peninsulares como el tholos de Montelirio (Castilleja de
Guzmán, Sevilla) (Bueno Ramírez et al., 2016a) y el dolmen de Soto 1 (Hernanz et al., 2018),
como en otros monumentos de la fachada atlántica europea, entre los que destacan las cámaras
H y A del túmulo de Barnenez, la galería de Göerem (Gâvres, Morbihan), los dólmenes 1, 2 y 3
del túmulo de Dissignac (Saint-Nazaire, Loire-Atlantique), y los cofres pétreos integrados dentro
del túmulo de Mont-Saint-Michel (Carnac, Morbihan), Mané Rutual (Locmariaquer, Morbihan) o
Mané Kerioned B (Carnac, Morbihan) (Bueno Ramírez et al., 2016c; Hernanz et al., 2016).

Esta metodología de trabajo, unida a la experiencia de los investigadores, permite el análisis


minucioso de los programas gráficos de los monumentos megalíticos; por lo que su análisis es
una parte fundamental de las biografías de los monumentos (Bueno Ramírez et al., 2013a: 252).
El estudio de la ubicación de las grafías en los paneles de los monumentos megalíticos, la
relación interna entre ellas y la distinción de distintas fases de grabados, pintados y repintados,
aporta importantes datos sobre la biografía de los monumentos, especialmente en relación con
las re-facturas de los espacios, a su cronología y a la continuidad gráfica (Bueno et al., 2015a:
51-52).

Los discursos gráficos son parte de las cadenas operativas en la construcción de megalitos
(Bueno et al., 2015a: 63-65), por lo que su análisis aporta importante información sobre los
parámetros de construcción, mantenimiento y cerramiento de estas construcciones, siendo

137
auténticos indicadores de eventos previos, reutilización, fundación y sellamiento o transformación
de los espacios sepulcrales (Bueno et al., 2015a: 52).

Mediante el estudio individualizado de cada pieza, entendiendo que cada una tiene su propia
biografía (Bueno Ramírez et al., 2016d: 74-75), han constatado la reutilización de menhires y
estelas antiguas en monumentos megalíticos posteriores, lo que les ha permitido plantear la
existencia de una fase precedente a la construcción de las sepulturas megalíticas, donde
menhires y grandes estelas ocuparon un papel importante en los paisajes y en las creencias de
las comunidades que los erigieron (Bueno Ramírez et al., 2007a: 637). También han confirmado
la superposición de grabados y pinturas como parte de distintas fases en las decoraciones de los
monumentos, y la utilización de distintas técnicas, que aunque en algunos casos parecen ser
coetáneas, en otros responden a la existencia de un hiato temporal entre ambas (Bueno
Ramírez et al., 2016e: 10). Todo ello, unido a la documentación de estructuras previas bajo los
túmulos, a la construcción de monumentos en sitios donde previamente había antiguas estelas o
menhires que condicionaron la construcción de la estructura posterior y la construcción de
nuevos monumentos sobre otros más antiguos, evidencian la larga diacronía de muchos
monumentos megalíticos y aportan datos importantes sobre sus biografías (Bueno Ramírez et
al., 2016e: 10-12).

Por otro lado, destaca las investigaciones de Díaz-Guardamino Uribe sobre las estelas y los
artefactos portátiles decorados. En el caso de las estelas prehistóricas de la Península Ibérica ha
planteado que a través de ellas “se crean, se fijan y/o reproducen vínculos sociales que se
proyectan en el tiempo y en el espacio” (Díaz-Guardamino Uribe, 2010: 442), considerando que
las estelas establecen vínculos con el pasado (Díaz-Guardamino Uribe, 2010: 449). En ese
sentido destaca que las estelas pueden permanecer en el tiempo y jugar papeles diversos en la
estructuración de los lugares donde se encuentra, así como en la memoria e identidad de las
comunidades ligadas a ellos, pudiendo “recrear o reinterpretar antiguos vínculos” mediante el
desarrollo de diversas prácticas como la reutilización de estelas en la construcción de nuevos
sepulcros megalíticos, como tapas de cistas de inhumación en la Edad del Bronce o como
estelas epigráficas funerarias en la Edad del Hierro o en la Antigüedad, que pudieron conllevar la
modificación de estelas preexistentes y/o la introducción de nuevas estelas (Díaz-Guardamino
Uribe, 2010: 443). Sin embargo, considera que las estelas prehistóricas peninsulares no forman
parte de “un mismo fenómeno que tiene un “fondo” común, que se origina en el mundo
megalítico y que continúa sin interrupción hasta la Edad del Hierro”, sino que existen
“discontinuidades formales, cronológicas y/o geográficas” entre las estelas a lo largo de la
Prehistoria (Díaz-Guardamino Uribe, 2010: 487).

En los últimos años, Díaz-Guardamino Uribe y otros (Díaz-Guardamino y Wheatley, 2013; Diaz-
Guardamino et al., 2015c; Rogerio-Candelera et al., 2018b) ha empleado un nuevo método
fotográfico conocido como RTI (Reflectance Transformation Imaging) en la investigación de
varias estelas decoradas de la Edad de la Edad del Bronce Final en la Península Ibérica, entre
las que destacan las de Setefilla, Almadén de la Plata 2, Montoro y Mirasiviene. Este método ha

138
resultado muy útil para el estudio de los grabados, ya que permite una mejor percepción de la
microtopografía de las superficies rocosas, evidenciando las huellas dejadas por diferentes
técnicas de grabado, los contornos de motivos o las superposiciones (Díaz-Guardamino et al.,
2015c: 41), y facilitando la identificación de los distintos momentos de manufactura de las piezas,
contribuyendo de este modo al conocimiento de su biografía.

Este método ha sido empleado también en los artefactos neolíticos decorados hallados en el
monumento de Knowth (Jones y Díaz-Guardamino Uribe, 2017); en objetos portátiles de tiza,
piedra, hueso, asta y madera con decoración neolítica de tres regiones de las Islas Británicas: el
sur de Inglaterra y Anglia oriental, la región del Mar de Irlanda (Gales, la Isla de Man e Irlanda del
este), y el noreste de Escocia y las Islas Orcadas (Jones y Díaz-Guardamino, 2019); y en
figurillas de arcilla del Neolítico griego (Papadopoulos et al., 2019), permitiendo documentar y
caracterizar marcas de manufactura, borrado y re-trabajo de las piezas, que son difíciles de
apreciar a simple vista y que evidencian las complejas biografías de muchas de estas piezas. En
el caso de los objetos muebles de las Islas Británicas estos estudios han demostrado también la
similitud entre muchos de los motivos gráficos que contienen y los representados en los
monumentos megalíticos de la región.

2.3.7. VALORACIÓN REGIONAL Y ESTADO DE LA CUESTIÓN

En el noroeste peninsular, el enfoque biográfico aplicado al estudio de los monumentos


megalíticos ha tenido varias aportaciones importantes, complementarias entre sí por los temas
objeto de estudio, el marco temporal en el que se centran y las fuentes de información que
utilizan. Por un lado, destaca la investigación llevada a cabo por el equipo de Felipe Criado
Boado (Criado Boado et al., 1986; 1991; Criado Boado, 1989; 1991; 1993; 1995; 1999; 2013;
Caamaño Gesto y Criado Boado, 1991-1992; Santos Estévez et al., 1997; Parcero Oubiña et al.,
1998a; 1998b; Criado Boado y Villoch Vázquez, 1998; 2000; Criado Boado y Mañana Borrazás,
2003), centrada en la investigación del paisaje en el que se encuentran los monumentos
megalíticos y en las modificaciones que tanto éste, como las propias estructuras arquitectónicas,
experimentan desde su construcción en la Prehistoria hasta la Edad Media. Por otro, las
investigaciones desarrolladas por Marcos Martinón-Torres (2001a; 2001b), basadas en fuentes
documentales, ponen el énfasis en las funciones y las interpretaciones dadas a los megalitos a
partir de la Edad Media y hasta la actualidad. Mientras que Ramón Fábregas Valcarce y Xose
Ignacio Vilaseco Vázquez, se centran en la identificación de los episodios de la biografía de los
monumentos megalíticos a partir del análisis arquitectónico, constatando la existencia de varias
fases: i) antes de la construcción ii) la segunda vida iii) la etapa posterior y iv) la vida más allá de
la tumba; proponiendo tres tipos de historias de vida para los megalitos noroccidentales:
estáticas, dinámicas y deconstructivas (Fábregas Valcarce y Vilaseco Vázquez, 2013; 2016). Por
otro lado, Miguel Ángel de Blas Cortina (2015) examina las reutilizaciones llevadas a cabo en el
siglo VIII por los nuevos monarcas de Asturias en los dólmenes de Santa Cruz y Abamia
(Asturias, España), y la intencionalidad que hay tras ellas.

139
En el noreste peninsular, las investigaciones llevadas a cabo desde un enfoque biográfico
destacan por ser análisis regionales, centrados en las prácticas de reutilización de los megalitos
desde distintas perspectivas. Por un lado, destaca el trabajo realizado por Natividad Narvarte
Sanz (2005), fundamentado en el análisis de las transformaciones constructivas de los
monumentos megalíticos, y por otro, el realizado por Ester Álvarez Vidaurre (2003; 2006; 2007,
2008; 2011), sobre la percepción que se ha tenido de los megalitos desde la Prehistoria Reciente
hasta la actualidad.

En la Cuenca del Duero destacan los trabajos de Germán Delibes Castro (2004), que define y
analiza el megalitismo salmantino como un fenómeno de larga duración, y sujeto a cambios tanto
en los símbolos (megalitos) como en los significados (las creencias), y de Cristina Tejedor
Rodríguez (2008; 2013; 2014; 2015; 2018), centrados en el estudio de las transformaciones
arquitectónicas llevadas a cabo en los megalitos del Valle del Duero durante la Prehistoria
Reciente (IV-II milenios ANE).

En el sur peninsular sobresalen las investigaciones centradas en evidenciar y evaluar el


fenómeno de la permanencia de los monumentos megalíticos prehistóricos durante la Prehistoria
Reciente, la Protohistoria y la Antigüedad, en distintas regiones y desde diferentes
posicionamientos teórico-metodológicos. Leonardo García Sanjuán propone, como metodología
de investigación de los monumentos megalíticos del suroeste peninsular, el análisis las
construcciones, su orientación, el arte megalítico y los contextos arqueológicos (artefactos y
restos óseos), así como el territorio en el que se encuentran y la relación con él y el arte rupestre
y megalítico del entorno (García Sanjuán, 2002: 172-176). De este modo, ha confirmado la
utilización continua de los monumentos megalíticos del suroeste peninsular durante la Edad del
Bronce, la Edad del Hierro y la Antigüedad (García Sanjuán et al., 2005a; 2007), y ha investigado
las secuencias cronológicas de los monumentos megalíticos de Palacio III (Almadén de la Plata,
Sevilla) (García Sanjuán, 2002; 2005b; Forteza González et al., 2008; Díaz-Zorita Bonilla et al.,
2009; Murillo Barroso et al., 2015; García Sanjuán y Wheatley, en preparación) y Menga
(Antequera, Málaga) (Díaz-Zorita y García Sanjuán, 2012; Riquelme Cantal, 2012; 2016; Aranda
Jiménez et al., 2015; García Sanjuán y Díaz-Guardamino, 2015; García Sanjuán y Lozano
Rodríguez, 2016; García Sanjuán et al., 2016b; 2016c; García Sanjuán y Mora Molina, 2018).
También en el suroeste peninsular, Yolanda Costela Muñoz (2015), desde el marco teórico del
enfoque biográfico, ha recopilado y analizado las reutilizaciones de monumentos megalíticos en
el II y I milenios ANE. Mientras que desde el análisis arquitectónico, José Antonio Linares Catela
ha documentado la existencia de complejas biografías en los megalitos onubenses a partir del
análisis de las arquitecturas, al revelar la existencia de diversos modelos constructivos y
proyectos arquitectónicos a partir el agrandamiento de los monumentos (Linares Catela, 2016,
2017; 2018).

En el sureste peninsular, Alberto J. Lorrio Alvarado y Ignacio Montero Ruiz (2004), han
evidenciado la reutilización funeraria de los dólmenes, desde la Edad del Bronce Final hasta, al
menos, la Antigüedad Tardía, a partir de del estudio de los materiales, de la documentación

140
original de la colección Siret y de las dataciones radiocarbónicas sobre restos óseos humanos
disponibles. Por otro lado, Gonzalo Aranda Jiménez (2014), ha demostrado la permanencia de
tradiciones mortuorias y rituales del IV y III milenios ANE durante el II milenio ANE y hasta los
últimos siglos del I milenio cal ANE a partir del análisis de la documentación arqueológica
publicada sobre todas las sepulturas megalíticas, cuevas artificiales y cuevas naturales que
poseen evidencias de reutilización y las dataciones radiocarbónicas disponibles. Destacando
además la investigación de este fenómeno en la Sepultura 11 de la necrópolis de El
Barranquete, donde el modelado bayesiano de las dataciones disponibles ha permitido
demostrar el uso continuo de esta sepultura desde la segunda mitad del III milenio cal ANE hasta
los primeros siglos del II milenio cal ANE, pudiendo distinguir incluso, un primer uso corto pero
intenso durante la Edad del Cobre y la continuidad de su uso, mediante deposiciones funerarias
continuas, durante gran parte de la Edad del Bronce (Aranda Jiménez y Lozano Medina, 2014).

En el Alentejo portugués, y desde el posicionamiento teórico de la Arqueología del Paisaje, Rui


Mataloto (2007) ha analizado los hallazgos artefactuales de la Edad del Bronce y la Edad del
Hierro en los monumentos megalíticos alentejanos, destacando el alto número de hallazgos
funerarios y ceremoniales de la Edad del Bronce, y su disminución en la Edad del Hierro. Por
otro lado, Catarina Oliveira (2001) ha investigado, a partir del estudio de fuentes escritas y
orales, el significado y uso de los monumentos megalíticos del concelho alentejano de
Montemor-o-Novo en el siglo XX, centrándose en el análisis del contenido de los discursos que
existen sobre los monumentos megalíticos y las formas en que éstos se han generado, fijado en
la memoria colectiva, transmitido y reactualizado.

Por último, destaca el estudio del arte megalítico, por su importancia en la investigación de las
biografías de los monumentos megalíticos peninsulares. Por un lado, el equipo de la Universidad
de Alcalá de Henares, formado por Primitiva Bueno Ramírez, Rodrigo De Balbín Behrmann y
Rosa Barroso Bermejo, ha desarrollado una metodología de trabajo basada en primer lugar, en
la documentación fotográfica de los soportes pétreos mediante la aplicación de distintos filtros y
la utilización de diversas luces que potencian los diferentes tipos de motivos y técnicas
decorativas, su posterior tratamiento mediante la utilización de programas informáticos, y su
representación gráfica mediante el scanner 3D, la fotogrametría y los levantamientos
topográficos (Bueno Ramírez et al., 2013a; 2014; 2017). Esta metodología de investigación les
ha permitido realizar minuciosos análisis de los programas gráficos de numerosos monumentos
megalíticos peninsulares (Bueno Ramírez, 1983, 1997; Bueno Ramírez y De Balbín Behrmann,
1994; 1997; Bueno Ramírez et al., 2004; 2007a, 2009b; 2009c; 2011; 2013a; 2015b; 2016a;
2016b; 2018b; entre otras), identificando distintas fases de grabados, pintados y repintados,
aportando de este modo importantes datos sobre la biografía de los monumentos, especialmente
en relación a las re-facturas de los espacios, a su cronología y a la continuidad gráfica (Bueno
Ramírez et al., 2015a: 51-52). Por otro lado, destacan los trabajos de Marta Díaz-Guardamino
Uribe sobre las estelas decoradas prehistóricas de la Península Ibérica (Díaz-Guardamino Uribe,
2010), y la utilización del método fotográfico conocido como RTI en el estudio de los grabados de
varias estelas decoradas de la Edad del Bronce Final, entre las que destacan las de Setefilla,

141
Almadén de la Plata 2, Montoro y Mirasiviene (Díaz-Guardamino y Wheatley, 2013; Diaz-
Guardamino et al., 2015c; Rogerio-Candelera et al., 2018b), y de artefactos portátiles neolíticos
(Jones y Díaz-Guardamino Uribe, 2017; 2019; Papadopoulos et al., 2019), con el objetivo de
identificar, caracterizar y representar de los motivos decorativos grabados, las técnicas
empleadas y las superposiciones de motivos, facilitando la reconstrucción de la biografía de cada
pieza.

142
CAPÍTULO 3:

EL ENFOQUE BIOGRÁFICO:
UNA PROPUESTA METODOLÓGICA

143
3.1. BASE EPISTEMOLÓGICA E HIPÓTESIS DE TRABAJO

El objetivo principal de la investigación de los monumentos megalíticos desde una perspectiva


biográfica es conocer su “biografía” o historia, desde los momentos previos a su construcción
hasta la actualidad.

A partir de las investigaciones llevadas a cabo en los monumentos megalíticos en el occidente


europeo desde el enfoque biográfico, podemos proponer una metodología de trabajo en la que
establezcamos la base epistemológica en la que se fundamenta la investigación desde una
perspectiva biográfica, las hipótesis de partida que se quieren contrastar y la metodología de
investigación que se aplicará para verificarlas y reformularlas a modo de conclusiones.

En el plano epistemológico, en el enfoque biográfico coexisten planteamientos relativistas,


basados en la fenomenología, el constructivismo y la teoría de la recepción, y planteamientos
materialistas, basados en el empirismo y el positivismo del método arqueológico.

Entre las posiciones relativistas destacan la perspectiva fenomenológica de Tilley (1994) y el


constructivismo y la teoría de la recepción propuestos por Holtorf (1995). Desde la perspectiva
fenomenológica, Tilley (1994) considera fundamental la experiencia del investigador en el sitio,
es decir, lo que el investigador percibe en él. Los lugares tienen biografías en la medida en que
acumulan “capas de significado” en relación a las prácticas que van teniendo lugar en ellos, y a
su vez esas prácticas van dejando evidencias materiales que pueden ser, a la vez, analizadas
arqueológicamente y percibidas por el investigador. El constructivismo y la teoría de la recepción,
propuestos por Holtorf (1995), parten de que el conocimiento arqueológico es social y
cognitivamente construido, considerando que no se puede tener un conocimiento objetivo de las
cosas, ni en el presente ni en el pasado, ya que los hechos no hablan por sí mismos, sino que en
cada presente el conocimiento de la realidad es construido por la gente que experimenta tal
realidad. Por ello, la investigación arqueológica debe centrarse en las experiencias, los
significados y las diferentes recepciones del pasado y de sus restos arqueológicos, para
reconstruir las construcciones que de ese pasado hizo la gente que lo experimentó y lo
interpretó. Pero además, la reconstrucción del pasado está también influenciada por el propio
investigador y por sus interpretaciones.

A partir de las perspectivas materialistas, se plantea la posibilidad de obtener un conocimiento


verosímil de las evidencias materiales dejadas por las sociedades del pasado a través de su
análisis arqueológico. Con ello se podrán reconstruir verazmente los elementos físicos o
materiales de los monumentos y su entorno, así como sus transformaciones a lo largo del
tiempo; y a su vez, se podrán inferir y plantear hipótesis viables sobre los comportamientos
sociales y las concepciones mentales que se encuentran detrás de estas construcciones y de
sus transformaciones. Por tanto, la “biografía” o historia de los monumentos trata de abordar
tanto los aspectos físicos de los monumentos, como las concepciones mentales que se
encuentran materializados en ellos.

145
Partiendo de esta base epistemológica, y a diferencia del enfoque biográfico aplicado a las
historias de vidas, que no considera necesario plantear hipótesis de trabajo, en el caso de la
investigación en monumentos megalíticos se pueden plantear hipótesis de trabajo provisionales
que deberán ser contrastadas mediante el análisis de los monumentos megalíticos objeto de
estudio.

1- Los monumentos megalíticos, por su propia definición, estructuras de grandes piedras


construidas para recordar, están hechos para perdurar, en el espacio y en el tiempo; siendo una
de las formas de expresión de la monumentalidad en la Prehistoria Reciente de Europa
Occidental.

2- Los monumentos megalíticos se construyen en un momento y en un lugar concretos, de una


determinada manera y con una forma específica, y se usan con una intención y de acuerdo a
una finalidad, dotándolos de significado y valor; por tanto contienen conceptos mentales
materializados en ellos.

3- Los monumentos megalíticos, los lugares donde éstos se encuentran y las partes y
elementos que los integran, son recursos nemotécnicos que ayudan a recordar y mantener los
significados, intenciones y memorias que contienen.

4- Los monumentos megalíticos deben ser entendidos en su contexto (del latín contextus y
significa nexo, trabazón, unión), considerando el contexto como todos los aspectos o
dimensiones que lo rodean y dan pautas para la interpretación de su significado, especialmente
el espacio y el tiempo.

5- Los monumentos megalíticos pasan por diferentes etapas, teniendo su propia historia de
vida, biografía o vida del uso (use-life) como propuso Tringham (1994; 1995) para las cabañas
neolíticas y calcolíticas del sureste de Europa. Su biografía, que podemos entender como la
historia de su uso, comprende: la selección del emplazamiento, la selección de los materiales
con los que se va a construir, su construcción, el primer uso y significado, su posterior
reutilización / reutilizaciones y reinterpretación / reinterpretaciones y su amortización mediante el
abandono o destrucción.

6- La biografía o la historia del uso de los monumentos megalíticos consta de dos


dimensiones: la física o material, referentes a los rasgos mensurables a través de los sentidos, y
la conceptual o inmaterial, relacionada con las ideas, intenciones y significados que ha habido en
torno a ellos.

7- Los monumentos megalíticos pueden tener formas, usos y significados diferentes a lo largo
de su biografía. Con el paso del tiempo y el cambio de sociedad la intención humana puede
variar y con ella el uso que se da a los monumentos megalíticos e incluso su apariencia física.

146
8- Los monumentos megalíticos contienen, reflejan y materializan las memorias colectivas de
las sociedades que los usaron. Cada grupo social conoce, mantiene y perpetúa su memoria, y la
transmite de generación en generación. Sin embargo, la transmisión de la memoria lleva unida
irremediablemente la modificación de la misma. Esta modificación puede ser mínima, si los
medios a través de los que se transmite la memoria son eficaces y si la intención es su
mantenimiento; o radical, si los medios de transmisión no son eficaces o si la intención es
manipularla para cambiarla o erradicarla. La modificación de la memoria con el paso del tiempo,
junto con la perduración de las construcciones y los artefactos que la contienen, hacen que no
contengan una única memoria, sino varias memorias al ir acumulando recuerdos, tradiciones,
creencias, ideas y usos de distintos grupos sociales.

Para conocer la biografía o la historia del uso de cualquier monumento megalítico será necesario
desarrollar una metodología de investigación centrada en el análisis diacrónico de los
monumentos en el territorio en el que se encuentra (escala macro espacial), en el paisaje en el
que se localizan (escala semi-micro espacial), centrándose en su relación con los elementos
naturales y las construcciones del entorno, y en sí mismos (escala micro espacial), teniendo en
cuenta aspectos como su arquitectura, sus discursos gráficos (tallados, grabados y pintados),
sus secuencias estratigráficas y sus depósitos osteológicos y artefactuales.

En primer lugar, será necesario analizar los aspectos materiales o físicos de los monumentos,
que son visibles arqueológicamente, para conocer cómo son y cuales han sido las
transformaciones físicas llevadas a cabo en ellos. En segundo lugar, los aspectos inmateriales,
es decir, las concepciones mentales o ideas, tanto de los primeros constructores como de los
sucesivos usuarios, que se encuentran materializados en ellos.

A partir del análisis del registro arqueológico es posible reconstruir la biografía o la historia del
uso de los monumentos megalíticos del mismo modo que otro tipo de construcciones (Tringham,
1994; 1995). El registro arqueológico puede mostrar las continuidades y los cambios formales
que han ido experimentado con el paso del tiempo, permitiéndonos, a partir de ellos, identificar y
caracterizar cuáles han sido las diferentes etapas de su biografía física o material. Además,
generalmente las transformaciones físicas o materiales suelen deberse a cambios en las
creencias e ideas que se tienen en torno a ellos. Por tanto, si cada modificación en los conceptos
que están en torno a un artefacto o una construcción se corresponde con cambios en sus
características físicas, también es posible identificar y establecer cuáles han sido las diferentes
etapas de su biografía conceptual o inmaterial.

El método arqueológico, basado en la prospección y excavación con metodología arqueológica


de sitios con presencia de actividad humana en el pasado, es indispensable para el estudio de
los monumentos megalíticos desde la perspectiva biográfica. Este enfoque da especial
importancia al análisis del contexto arqueológico, al considerar necesario analizar los
monumentos en los diferentes contextos a lo largo de su biografía. En este sentido, el método
arqueológico aporta información sobre las dimensiones espacial y temporal.

147
La dimensión espacial debe ser examinada a diferentes escalas: macro, semi-micro y micro. La
escala macro espacial aporta información sobre la ubicación en el territorio y la relación con otras
construcciones y elementos naturales; la semi-micro espacial sobre su emplazamiento en el
entorno o paisaje; y la micro espacial sobre la situación en el espacio de la propia construcción y
de todos los elementos que la componen, ya sean partes estructurales del monumento
megalítico (ortostatos, estelas y menhires, losas de cubierta, pilares, túmulo, etc.), elementos
decorativos (grabados y pinturas, estelas y menhires reutilizados, etc.) u otras estructuras
relacionadas con los usos de aquel espacio a lo largo del tiempo (García Sanjuán, 2005c: 201-
202).

La información espacial debe ser combinada con la dimensión temporal, mediante cronologías
relativas, en base a las secuencias estratigráficas y constructivas y a las tipologías artefactuales,
y cronologías absolutas, a partir de dataciones absolutas obtenidas mediante métodos como
radiocarbono (C14), termoluminiscencia (TL) o luminiscencia ópticamente estimulada (OSL),
sobre muestras cuya naturaleza, contexto arqueológico y evento con el que esté relacionado
sean bien conocidos (Scarre et al., 2011: 19-20).

Estas dos dimensiones, espacial y temporal, permiten conocer las características físicas de cada
construcción en sí misma y en el entorno, en cada etapa de su vida o uso:

1- Si había ocupación previa en el lugar o en el entorno que ocupa la construcción megalítica, y


en su caso, qué carácter tuvo la misma.

2- Cuándo fue construida, cómo se construyó (técnicas e instrumentos) y con qué materiales
(tipo de materia prima y procedencia).

2- Qué transformaciones formales experimentó a lo largo del tiempo, cuándo, en qué


consistieron, cómo se realizaron y con qué materiales.

3- Cuándo fue abandonada o destruida y qué cambios morfológicos experimentó a partir de


entonces, en qué consistieron, cómo se realizaron y con qué materiales.

4- Cuándo se volvió a ocupar y qué cambios formales se llevaron a cabo en ella.

5- Cómo eran el entorno y el territorio (elementos naturales y ocupaciones humanas) en cada


momento.

Por tanto, es fundamental contar con registros arqueológicos de buena calidad y realizar análisis
en profundidad de ellos, ya que al identificar en el registro arqueológico los cambios formales
que ha ido experimentado un monumento megalítico con el paso del tiempo, podemos, no solo
entender cuáles han sido las diferentes etapas de su biografía, sino también plantearnos a qué
cambios conceptuales se ha debido cada cambio. En ese sentido, las respuestas a las preguntas

148
anteriores, permite plantear otras en relación a los usos de los monumentos megalíticos y a las
sociedades que los utilizaron.

1- Qué tipo de ocupación previa había en el lugar o en el entorno y qué pudo motivar su
construcción.

2- Por qué fue construida en ese lugar y para qué, es decir, qué prácticas se llevaron a cabo allí.

3- Por qué fue transformada y para qué.

4- Por qué fue abandonada o destruida.

5- Por qué volvió a ser utilizada y para qué.

6- Qué cambios se produjeron en el entorno y en el territorio a lo largo del tiempo.

Por otro lado, además de los registros arqueológicos, para las reutilizaciones de épocas
históricas, pueden ser de gran utilidad las fuentes escritas y orales, como fuentes documentales
y archivísticas, mapas, planos, fotografías y estudios anteriores, tanto bibliográficos como
inéditos, que dejen constancia del estado de conservación de los monumentos, los usos que
tenían, la consideración que se tiene de ellos y el estado de conocimiento con respecto a ellos
en distintas épocas históricas.

Por tanto, el enfoque biográfico permite afrontar la investigación de los monumentos megalíticos
desde una perspectiva diacrónica, prestando especial atención a las dimensiones espacial y
temporal, para conocer las distintas etapas de vida o uso de los monumentos megalíticos, así
como las transformaciones que han experimentado con el paso del tiempo, tanto las físicas o
materiales como las conceptuales o inmateriales que éstas lleven asociadas; permitiendo el
conocimiento de las sociedades que los usaron a través de los comportamientos sociales
(colectivos) que llevaron a cabo en estas construcciones monumentales.

3.2. PROPUESTA METODOLÓGICA

Nuestra propuesta metodológica para la investigación de los monumentos megalíticos de Menga,


Viera y El Romeral desde una perspectiva biográfica, se basa en el análisis de diversos
parámetros de estudio, como son territorio, paisaje, arquitecturas, motivos gráficos (tallados,
grabados y pintados), secuencias estratigráficas y depósitos artefactuales y osteológicos,
estudios de materiales (tipológicos y arqueométricos) y fuentes escritas (bibliográficas e
inéditas), en dos dimensiones: espacial y temporal. Espacialmente serán analizados a tres
escalas: macro, semi-micro y micro-espacial, y temporalmente serán analizados de manera
diacrónica, desde antes de la construcción de cada uno de ellos en la Prehistoria Reciente, al

149
preguntarnos por la ocupación previa en el territorio, las razones que motivaron su construcción y
la elección de su emplazamiento, hasta la actualidad.

En primer lugar debemos definir las tres escalas espaciales de análisis: macro, semi-micro y
micro. La escala macro espacial “explora las relaciones entre los asentamientos y entre los
asentamientos y el medio ambiente (...). Se trata de una escala regional de análisis que pone el
énfasis principal en las estrategias de ocupación y explotación económica de la naturaleza, así
como en la territorialidad teórica (...)” (García Sanjuán, 2005c: 202). La escala semi-micro
espacial “se desenvuelve en el nivel de los yacimientos individuales (agregaciones de
estructuras, contextos, depósitos estratigráficos y artefactos), espacios de actividad grupal y
colectiva donde los factores sociales y culturales se expresan en la organización espacial de los
vestigios materiales” (García Sanjuán, 2005c: 201). La escala micro espacial “se desenvuelve
en el nivel de las estructuras y contextos individuales (...). El objeto de análisis espacial en este
nivel es la determinación de la dimensión espacial (diagnóstico funcional especialmente) de los
vestigios materiales circunscritos a estructuras individuales, es decir, una casa, una tumba, un
depósito, un silo, un basurero” (García Sanjuán, 2005c: 201).

La aplicación de estas tres escalas de análisis teóricas a nuestra zona de estudio, nos lleva a
diferenciar tres ámbitos de estudio:

- A escala macro espacial: el territorio en el que se localizan las construcciones


megalíticas de Menga, Viera y El Romeral, conformado por la Depresión de Antequera y
las estribaciones montañosas que la rodean.

- A escala semi-micro espacial: el propio emplazamiento de las construcciones


megalíticas y el paisaje en el que se encuentran y del que forman parte, correspondiente
al valle enmarcado por el Río Guadalhorce al norte y oeste, la Sierra de El Torcal al sur y
La Peña de los Enamorados al este.

- A escala micro espacial: las propias construcciones megalíticas de Menga, Viera y El


Romeral.

A nivel macro espacial se realizará el análisis de la Depresión de Antequera y las estribaciones


montañosas que la enmarcan. Para ello, debemos analizar la documentación generada en
prospecciones, excavaciones y estudios bibliográficos sobre los yacimientos arqueológicos
documentados. El objetivo es la caracterización del territorio en el que se ubican las
construcciones megalíticas antequeranas, desde la Prehistoria Reciente hasta la actualidad. Esto
podrá responder a preguntas como qué motivó su construcción (Bradley y García Sanjuán, 2017:
191-197), la elección de su emplazamiento y la reutilización en épocas posteriores (Moreno
Escobar, 2015).

150
A nivel semi-micro espacial se analizará el propio emplazamiento de las construcciones y el
paisaje en el que se encuentran y del que forman parte los monumentos megalíticos de Menga,
Viera y El Romeral (Caballero Sánchez y Zoido Naranjo, 2009), así como la orientación (u
orientaciones, en el caso de que ésta haya variado a lo largo del tiempo) (Hoskin, 2001: 68-71;
2009; 2011:101-109; Maura Mijares, 2011b: 115-128) de cada estructura megalítica su relación
con otros hitos del paisaje (García Sanjuán y Wheatley, 2009: 139-143; Maura Mijares, 2011b:
113-115 ), yacimientos (García González et al., 2014; García Sanjuán et al., 2015) y entre ellos.
Para ello, utilizaremos los datos aportados por estudios previos, fotografías aéreas y mapas,
publicados e inéditos.

Para el análisis y la representación de los datos de estas dos escalas espaciales, se utilizarán y
diseñarán cartografías digitales a partir de los Sistemas de Información Geográfica (SIG) (García
Sanjuán, 2005c: 150). Esta herramienta permitirá tanto el análisis diacrónico del territorio y el
paisaje en el que se encuentran los monumentos megalíticos de Menga, Viera y El Romeral, así
como su representación gráfica, pudiendo discriminar la documentación correspondiente a
distintos contextos histórico-culturales.

Por otro lado, en el estudio de las escalas de análisis macro y semi-micro espaciales tienen
especial importancia los estudios de Arqueobotánica. La Arqueobotánica analiza los microrrestos
(polen, esporas, fitolitos, etc.) y los macrorrestos (carbón, madera, semillas, frutos, hojas, fibras,
etc.) vegetales, para conocer el componente vegetal sedimentado en los yacimientos
arqueológicos, y así poder interpretar las transformaciones producidas en el entorno y la gestión
y uso de los vegetales por parte de las sociedades del pasado (Badal et al., 2003: 19; López
Sáez et al., 2003a: 6). La complementariedad de las distintas disciplinas arqueobotánicas, ha
permitido en muchos casos definir sincrónica y diacrónicamente el clima, la vegetación y las
actividades socio-económicas desarrolladas por las sociedades del pasado en determinados
territorios (López Sáez et al., 2003b; Blanco González et al., 2009; Pérez Díaz et al., 2010) y
yacimientos (López García y López Sáez, 1994; López Sáez, 2011; López Sáez et al., 2014;
Benítez de Lugo Enrich et al., 2015), donde la investigación arqueológica incluye este tipo de
estudios.

A escala micro espacial se analizará cada uno de los monumentos megalíticos, según diversos
parámetros, como arquitecturas, motivos gráficos, secuencias estratigráficas, depósitos
materiales y depósitos osteológicos (Ramos Muñoz y Giles Pacheco, 1996; Bueno Ramírez et
al., 1999b; 2005a; 2011b; Morán y Parreira, 2004; Cebrián del Moral et al., 2011; Fernández
Flores et al., 2016; García Sanjuán y Wheatley, en preparación), a partir, por un lado, del análisis
de la documentación derivada de intervenciones arqueológicas y obras de restauración
desarrolladas en estos megalitos desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad (Carrera
Ramírez, 2009; AA. VV., 2011a; 2011b; 2011c), y por otro, a partir de diversos estudios de
materiales realizados de manera paralela a las actuaciones arqueológicas o en el marco de los
Proyectos de Investigación en los que se realiza esta Tesis Doctoral, por un lado el Proyecto
General de Investigación “Sociedades, Territorios y Paisajes en la Prehistoria de Antequera”

151
aprobado por la Secretaría de Cultura de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de la
Junta de Andalucía en mayo de 2012 para su desarrollo entre 2012 y 2017, ampliado
posteriormente hasta 2021, y por otro por, los Proyectos Plan Nacional I+D titulados “Naturaleza,
Sociedad y Monumentalidad: Investigaciones Arqueológicas de Alta Resolución del Paisaje
Megalítico de Antequera (HAR2013-45149-P)”, desarrollado entre 2014 y 2017, y “Biografías
Megalíticas: el Paisaje Monumental de Antequera en su Contexto Temporal y Espacial
(HAR2017-87481-P)”, con desarrollo entre 2018 y 2021.

Entre la documentación derivada de intervenciones arqueológicas y obras de restauración se


incluyen los informes inéditos que se derivan de ambas actividades, así como estudios de
carácter más específico, como levantamientos planimétricos de los megalitos (Baceiredo
Rodríguez et al., 2014; Benavides López et al., 2015), prospecciones geofísicas (Peña Ruano y
Teixidó Ulloa, 2009), estudios geoarqueológicos (Carrión Méndez et al., 2009; 2010), análisis de
los motivos gráficos representados en los soportes pétreos (Bueno Ramírez et al., 2009c), que
aportarán datos relativos a:

1- Las arquitecturas (Bueno et al., 1998; 1999a; 2005b; Laporte et al., 2002, 2010; 2014;
Laporte, 2010; 2016; Barroso et al., 2012; Cousseau, 2016; 2018; Fábregas Valcarce y
Vilaseco Vázquez, 2016; Linares Catela, 2016; 2017): técnicas de trabajo para la
manufactura y disposición de los soportes pétreos, identificación de fases constructivas,
desmontes y añadidos, etc.

2- Los motivos gráficos (Bueno Ramírez et al., 2013a; 2014; 2015a; 2016c; 2018c):
técnicas (talla, grabado y pintura), diferenciación de fases de ejecución, ubicación dentro
de los megalitos y en los propios soportes pétreos.

3- Las secuencias estratigráficas y depósitos materiales y osteológicos (Bueno Ramírez et


al., 1998; 1999a; 2005b; García Sanjuán y Wheatley, 2002; en preparación; Barroso et
al., 2012): fases de construcción y de uso, y funciones y tipo de prácticas desarrolladas
de los megalitos.

A partir de esta documentación se generarán planimetrías CAD (formato DWG), que permitan
analizar y representar gráficamente datos relativos a las arquitecturas, los motivos gráficos y las
estructuras halladas en el interior y el exterior de los megalitos, fundamentalmente referentes a la
ubicación y disposición de los soportes pétreos, los motivos gráficos y las estructuras y a la
identificación de fases constructivas (primera construcción, fases constructivas posteriores,
reparaciones, añadidos, desmontes, etc.).

Por otro lado, se examinarán los estudios de materiales, tanto de los depósitos osteológicos
como de los artefactuales, derivados del análisis de los diversos materiales que forman parte de
la arquitectura, los motivos gráficos y las secuencias estratigráficas de los monumentos
megalíticos.

152
Los depósitos osteológicos hallados en las distintas excavaciones arqueológicas desarrolladas,
fundamentalmente en los monumentos megalíticos de Menga y Viera y en el emplazamiento de
éstos, han aportado restos óseos humanos y animales que han sido estudiados desde la
Antropología Física y la Arqueozoología respectivamente. Los estudios de Antropología Física
aportan importantes datos sobre las prácticas funerarias, la edad, el sexo, las paleopatologías e
incluso las condiciones de vida de los individuos enterrados en las inmediaciones de
monumentos de Menga y Viera (Díaz Zorita-Bonilla y García Sanjuán, 2012; Aranda Jiménez et
al., 2015: 264-270), y los de Arqueozoología, la identificación anatómica y taxonómica de los
restos óseos recuperados, la edad y el sexo de los individuos identificados, así como los
patrones de deposición (Riquelme Cantal, 2012; 2016; Aranda Jiménez et al., 2015: 270-273).

Los depósitos artefactuales han sido analizados tipológica y arqueométricamente. La tipología es


la organización sistemática de los artefactos en tipos, con base en atributos superficiales
(decoración y color), formales (dimensiones y forma) y tecnológicos (materia prima) similares,
que además pueden ser adscritos a un periodo cronológico, ya que están relacionados con las
entidades arqueológicas de un periodo determinado (Renfrew y Bahn, 1998: 104, 517). La
Arqueometría es una “subdisciplina de la Arqueología que se encarga de la aplicación a
materiales arqueológicos de técnicas físico-químicas de análisis con dos fines principales, por
una parte caracterizar su composición (química, mineralógica, elemental, etc.), obteniendo así
información relativa a los procesos tecnológicos y procedencia e intercambio de materias primas,
etc., y por otra datarlos (métodos como el radiocarbono, termoluminiscencia, potasio-argón, torio-
uranio, hidratación de obsidiana, resonancia de spin electrónico o racemización de aminoácidos)”
(García Sanjuán, 2005c: 289-290).

Los estudios tipológicos o morfológicos permiten la identificación, a nivel macroscópico, de los


distintos artefactos, su funcionalidad y su adscripción cronológica (Aranda Jiménez et al., 2015:
258-263; García Sanjuán et al., 2016b: 207-215; 2016c: 227-228). En cambio, los estudios
arqueométricos incluyen gran diversidad de análisis, que permiten la caracterización de los
artefactos a nivel microscópico. Entre ellos, se pueden destacar los estudios traceológicos o de
huellas de uso (Rodríguez Rodríguez et al., 1996; 2013; Rodríguez Rodríguez, 2004; Gibaja Bao
et al., 2010; Cuenca Solana et al., 2014; Altamirano García y Luciañez Triviño, 2016; García
Sanjuán et al., 2016e: 221-223; Lozano Rodríguez et al., 2016: 174-176), análisis de la
composición elemental mediante diversas técnicas como petrografía mediante lámina delgada
para conocer la mineralogía y otros elementos estructurales, texturales, micropaleontológicos y
sedimentológicos para artefactos líticos y cerámicos (Lozano Rodríguez et al., 2016: 171-174;
García Sanjuán et al., 2016e: 221-223) y la metalografía para conocer la estructura interna de un
objeto metálico (Hunt Ortiz y Hurtado Pérez, 2001; Costa Caramé, 2008: 405), los análisis
mediante Microscopio Electrónico de Barrido (MEB) para conocer la estructura interna de los
metales o reconocer la morfología de microestructuras minerales en pastas cerámicas, la Micro-
Fluorescencia de Rayos X (μXRF) para conocer la composición mineralógica de metales y
pastas cerámicas, el análisis de isótopos de plomo para conocer la procedencia de los minerales

153
utilizados en la fabricación de los objetos (Hunt Ortiz y Hurtado Pérez, 2001; Costa Caramé,
2008: 405; Ríos Mendoza et al., 2011: 329-344; García Sanjuán et al., 2016c: 228-229).

También pueden incluirse entre los estudios arqueométricos el análisis de los restos
paleobotánicos presentes en las diversas estructuras arqueológicas que forman parte de los
monumentos megalíticos, para identificar, mediante las distintas disciplinas de la
Arqueobotánica, las especies vegetales utilizadas en la construcción de estructuras, como
combustible en hogueras, depositadas como parte del ajuar en estructuras funerarias, etc.
(Zapata y Figueiral, 2003: 55-57). Del mismo modo, diversos análisis bioquímicos pueden
determinar los contenidos de los recipientes mediante la detección de residuos orgánicos
conservados en ellos (Cabañete Guerrero y Sánchez Vizcaíno, 1995; Ríos Mendoza et al.,
2011).

Por otro lado, como parte de la metodología del enfoque biográfico aplicado al estudio de
construcciones y artefactos prehistóricos tiene una importancia fundamental la dimensión
diacrónica, constituyendo una de las principales contribuciones de este enfoque a la
investigación arqueológica. En este sentido, los estudios anteriores tienen como uno de sus
objetivos identificar las distintas etapas de construcción y uso de los megalitos.

Los distintos momentos de construcción y uso de los monumentos megalíticos serán fechados
mediante métodos de datación absoluta. La cronología ha sido una preocupación constante en la
investigación del fenómeno megalítico, debido fundamentalmente a dos problemas: la
aplicabilidad de las distintas técnicas de datación a los materiales fechables que los monumentos
megalíticos proporcionan, y la identificación de lo que estamos datando, es decir, la relación
entre el material fechado y el evento que data (Scarre et al., 2011: 17-20).

Respecto al primero de ellos, los materiales orgánicos, entre los que se encuentran carbones
(necesariamente de vida corta, para evitar los errores asociados a las muestras de vida larga),
huesos, sedimentos y conchas marinas, son datados mediante métodos radiocarbónicos, siendo
la más utilizada la técnica de Espectrometría de Masa con Aceleradores (AMS) (Santos Arévalo
et al., 2015: 100 y 107-108). En cambio, ciertos materiales inorgánicos, aquellos que contengan
cristales de cuarzo o de feldespato, como pueden ser rocas, sedimentos, materiales cerámicos y
morteros, pueden ser datados mediante técnicas luminiscentes (López-Romero, 2011: 196-197),
entre las que se incluyen la Termoluminiscencia (TL) y Luminiscencia Ópticamente Estimulada
(OSL) (Fernández Mosquera et al., 2008: 204-210; López-Romero, 2011: 193-204; Athanassas
et al., 2016).

En relación con la identificación del evento datado, para la datación de las fases de uso de los
monumentos funerarios se prefiere generalmente el hueso al carbón (Boaventura, 2011: 185;
Scarre, 2011: 19). Sin embargo, la datación de monumentos no funerarios, de las fases de
construcción / destrucción de monumentos funerarios, e incluso, de eventos no funerarios en
monumentos que sean o hayan sido en algún momento de su biografía utilizados como

154
contenedores funerarios, requiere muestras de carbón de vida corta (Boaventura, 2011: 185;
Scarre, 2011: 19) o materiales inorgánicos, siempre de contextos bien identificados (López-
Romero, 2011: 199).

Por otro lado, en el marco de las investigaciones de los motivos gráficos destaca la datación
directa de pigmentos que contienen algún elemento orgánico en su composición (carbón, grasa o
sangre) (Carrera Ramírez y Fábregas Valcarce, 2002: 157-158), como es el caso de muchos
motivos pintados en negro, que contienen carbón vegetal (Carrera Ramírez y Fábregas Valcarce,
2002; 2006; Carrera Ramírez, 2008). Este método ha sido muy utilizado para datar el arte
Paleolítico (Carrera Ramírez y Fábregas Valcarce, 2002: 157; Bueno Ramírez et al., 2007a:
592). En el caso de los monumentos megalíticos peninsulares, la primera de ellas fue obtenida
de un panel pintado en negro en la laja de cabecera del dolmen de Antelas (Viseu, Portugal)
(Cruz 1995a; 1995b: 102), obteniéndose posteriormente otras 11 fechas a partir del carbón
vegetal contenido también en los restos de pigmento negro presentes en los ortostatos de varios
megalitos gallegos (Pedra da Moura (Vimianzo, A Coruña), Casota do Páramo (Boiro, A Coruña),
Pedra Cuberta (Vimianzao, A Coruña), Mámoa do Monte dos Marxos (Rodeiro, Pontevedra),
Forno dos Mouros (Toques, A Coruña), Anta de Serrano (Vimianzo, A Coruña), Coto dos Mouros
(Rodeiro, Pontevedra) y Os Muiños (Agolada, Pontevedra)) (Carrera Ramírez y Fábregas
Valcarce 2002: 158-161; 2006: 41-49; Carrera Ramírez, 2008: 122-123). Sin embargo, este tipo
de dataciones deben ser tomadas con cierta cautela en algunos casos, sobre todo cuando no
están en consonancia con las dataciones radiocarbónicas de los niveles estratigráficos
correspondientes a la construcción y primer uso de los monumentos. Debido a la propia
naturaleza de las muestras (carbón vegetal) no es posible descartar la utilización, accidental o
intencional en la elaboración de los pigmentos negros, de carbones procedentes de madera más
o menos anterior a la construcción y decoración interior de los megalitos (Carrera Ramírez y
Fábregas Valcarce, 2006: 53). Pese a todo, estas primeras dataciones sobre pigmentos negros
de megalitos gallegos son, a pesar de la existencia de intervalos temporales importantes en
algunas fechas (Carrera Ramírez y Fábregas Valcarce, 2006: 53), muy coherentes entre ellas y
muy consistentes con las dataciones disponibles para los episodios de construcción o de
utilización más antigua de los megalíticos con decoración pictórica, demostraron la utilidad y
necesidad de realizar este tipo de dataciones (Carrera Ramírez y Fábregas Valcarce, 2002: 163-
165; 2006: 53-54; 2008: 83).

Las dataciones que obtengamos serán analizadas de manera conjunta mediante modelos
estadísticos como el modelado bayesiano (Bronk Ramsey, 1995; 2009; Bayliss y Bronk Ramsey,
2004: 25-41; Bayliss y Whittle, 2007; Whittle y Bayliss, 2007), con el objetivo de establecer
hipótesis sobre las secuencias de construcción y uso de los monumentos megalíticos. La técnica
de modelado bayesiano permite crear estimaciones probabilísticas para el comienzo y final de
las diferentes fases o eventos en los que las dataciones son agrupadas, así como medir en
número de años la duración de cada fase. Del mismo modo, permite reducir los intervalos de
probabilidad de las fechas utilizadas, combinando la cronología absoluta con otras informaciones
cronológicas aportados por la estratigrafía (posición en una secuencia estratigráfica) y el

155
contexto (su relación con otros elementos singulares a los que se les puede asignar una
cronología, como puede ser el caso de monedas, determinadas producciones cerámicas,
metálicas, etc.), e incluso, para los periodos históricos, por fechas concretas citadas en las
fuentes escritas (Balsera y Díaz del Río, 2012: 45; Aranda Jiménez y Lozano Medina, 2014: 375;
Aranda Jiménez et al., 2016: 217-218; Bayliss et al., 2016: 486; García Sanjuán et al., 2016b:
215-220).

En la Península Ibérica, la estadística bayesiana ha sido empleada para establecer la


temporalidad de yacimientos, entre los que destacan el sitio calcolítico de El Camino de las
Yeseras (San Fernando de Henares, Madrid) (Balsera y Díaz del Río, 2012: 45-49); de
estructuras megalíticas funerarias, como la Tumba 11 de la necrópolis de El Barranquete (Níjar,
Almería) (Aranda Jiménez y Lozano Medina, 2014), el tholos de Montelirio (Bayliss et al., 2016),
la necrópolis de Panoria (Granada) (Aranda Jiménez et al., 2017a) o del grupo de Los Llanetes
del conjunto megalítico de El Pozuelo (Zalamea la Real, Huelva) (Linares Catela, 2017); de otro
tipo de estructuras que se encuentran formando parte de ellos, como el pozo de Menga (Aranda
Jiménez et al., 2016); e incluso para establecer la temporalidad de fenómenos megalíticos a nivel
regional, caso de las secuencias del sureste peninsular (Aranda Jiménez et al., 2017b; 2017c), o
de modelos arquitectónicos concretos, como en el caso de las sepulturas tipo tholos en el sur
peninsular (Lozano Medina y Aranda Jiménez, 2017).

Por último, para conocer los distintos usos e interpretaciones que se han dado a estas
construcciones megalíticas en épocas históricas, así como los cambios que han experimentado
tanto sus arquitecturas como el territorio en el que se emplazan, se utilizarán, de manera
complementaria a los datos aportados por las intervenciones y estudios arqueológicos, diversas
fuentes escritas (Martinón-Torres y Rodríguez Casal, 2000; Martinón-Torres, 2001b), tanto
bibliográficas como inéditas entre las que se incluyen textos, mapas, planos, fotografías que
hacen referencia a los monumentos megalíticos objeto de estudio.

156
SEGUNDA PARTE:

Análisis de los monumentos,


su entorno y el territorio
a través de
las fuentes documentales y
las actuaciones arqueológicas,
de restauración y
de puesta en valor
CAPÍTULO 4:

LA INVESTIGACIÓN Y
LAS ACTUACIONES EN
LOS MONUMENTOS
MEGALÍTICOS Y SU ENTORNO:
BREVE SÍNTESIS

159
En este capítulo exponemos brevemente los principales documentos que tratan sobre Menga,
Viera y El Romeral, con el objetivo de conocer el tipo de fuentes que se han generado sobre
ellos y el tipo de información que aportan. Gran parte de la documentación que recogemos en
este capítulo ha sido analizada con detenimiento en los siguientes capítulos (5 a 15), sirviendo
éste de guía cronológica y marco contextual para el resto.

En esta labor no partíamos de cero, ya que por un lado el Conjunto Arqueológico Dólmenes de
Antequera nos facilitó toda la documentación referente a los monumentos megalíticos
antequeranos recogida en su archivo, y por otro, las historiografías anteriores de Marqués
Merelo et al. (2004a: 173-180), Márquez Romero y Fernández Ruiz (2009: 67-96), Sánchez-
Cuenca López (2012) y Maura Mijares (2015) nos han resultado de gran ayuda para la
localización de otros documentos y autores, a la vez que nos han servido de guía para hacer
nuestra propia historia de la investigación y de las actuaciones arqueológicas y de puesta en
valor realizadas en los monumentos megalíticos de Antequera y su entorno.

La documentación recopilada corresponde a tres tipos de documentos: bibliográficos,


administrativos y arqueológicos, y abarca un periodo de casi cinco centurias, remontándose a la
primera mitad del siglo XVI, fecha del documento más antiguo (por el momento) en el que se
menciona la existencia del dolmen de Menga (José Antonio Molina, 1915: 270; Torres Balbás,
1951: 11).

La información que podemos extraer sobre los megalíticos antequeranos a lo largo de estos casi
500 años es muy variada, tanto por los datos aportados sobre ellos y la manera de entenderlos,
utilizarlos y protegerlos, como por el estado de conservación que cada uno de ellos va
presentando en distintos momentos de su biografía. Así, el análisis crítico de estos documentos,
se centra en el contenido aportado en relación a: i) el estado de conocimiento sobre los
monumentos, ii) el significado y valor que se les ha otorgado, iii) el estado de conservación y
cambios formales que han experimentado, y iv) las medidas tomadas en cada época para su
salvaguarda; permitiéndonos plantear la división de la historiografía de Menga, Viera y El
Romeral en tres periodos.

El primer periodo abarca desde 1530, año de la primera referencia escrita sobre a la existencia
de Menga, hasta 1842, año de la última referencia a Menga y Viera antes del inicio de la primera
excavación en Menga. Este periodo se caracteriza por la existencia de varios documentos donde
se hace alusión a la “cueva de Menga” y “otra situada a diez pasos de ella”. En este amplio
periodo, de más de 300 años, la mayoría de documentos son Historias de Antequera o Historias
Generales, donde Menga y Viera fueron incluidos como cuevas muy vetustas que probaban la
antigüedad de Antequera. Por tanto, no se trata de investigaciones propiamente dichas, sino de
referencias escritas a la existencia de estos monumentos.

El segundo periodo abarca desde 1842 hasta 1984 y destaca por el creciente interés por los
monumentos megalíticos antequeranos, plasmado en el desarrollo de las primeras excavaciones

161
en Menga, Viera y El Romeral, las primeras descripciones de los monumentos y de los depósitos
materiales hallados en las excavaciones, de sus estados de conservación y, en ciertos casos, su
similitud con otros megalitos peninsulares y europeos. Aunque es un periodo de tiempo menor
que el primero, de poco más de 140 años, puede ser dividido internamente en varias etapas:

1) La primera se desarrolla entre los años 1842 y 1899. En ella se llevó a cabo la primera
excavación (al menos, de la que tenemos constancia) en Menga, en una fecha imprecisa entre
1842 y 1847 y a cargo del arquitecto Rafael Mitjana y Ardison, cuyo objetivo fue el hallazgo de
objetos antiguos. Con la publicación de los resultados de su excavación en 1847, el dolmen de
Menga despertó el interés de prehistoriadores y arqueólogos nacionales e internacionales,
apareciendo en muchas publicaciones. Sin embargo, con su excavación comenzó también su
destrucción, no solo por la propia excavación, que alteró gravemente su estado de conservación,
sino también por su posterior abandono. Con ello empezó a surgir la necesidad de su protección
y conservación, y posteriormente la toma de las primeras medidas para su preservación (1885-
1898).

2) La segunda etapa abarca las décadas de 1900 a 1930, comenzando con las primeras
excavaciones en Viera (1903) y en El Romeral (1904). Fruto del interés despertado entre la
población local, por las perspectivas de hallazgo de “tesoros” en las construcciones prehistóricas,
los hermanos José y Antonio Viera Fuentes, obreros del Ayuntamiento de Antequera,
emprendieron la excavación del dolmen de Viera en 1903 y del tholos de El Romeral en 1904. El
interés por los megalitos antequeranos aumentó, poniéndose de manifiesto en publicaciones
nacionales e internacionales que recalcaban la singularidad del conjunto, tanto por las
dimensiones de los tres monumentos como por sus formas arquitectónicas. Al igual que en la
etapa anterior, tras la excavación se hicieron necesarias ciertas medidas de protección de los
monumentos, que se desarrollaron fundamentalmente entre 1923 y 1931.

3) La tercera etapa corresponde a las actuaciones de restauración y acondicionamiento de


Menga, Viera y El Romeral en las décadas de 1940 y 1960, y a las actuaciones de
acondicionamiento desarrolladas en el emplazamiento de Menga y Viera en 1983-1984, ambos
propiedad del Estado desde 1966, y Monumentos Nacionales, el primero desde 1886 y el
segundo desde 1923.

El tercer periodo se caracteriza tanto por el desarrollo de actividades arqueológicas propiamente


dichas y el inicio de la investigación científica en los monumentos megalíticos antequeranos,
como por el cambio en el modelo de gestión de los monumentos, por el inicio de la construcción
de edificios y espacios para distintos usos (administrativos, aparcamientos, recepción de
visitantes, museo o centro de interpretación y salas para investigación, así como por el gran
número de intervenciones arqueológicas y obras de restauración y conservación desarrolladas
en los tres monumentos megalíticos), y por la inclusión del Sitio de los Dólmenes de Antequera
como Patrimonio Mundial el 15 de julio de 2016. En este periodo de 34 años, entre 1985 y 2019,
se distinguen otras tres etapas:

162
1) La primera, entre 1985 y 2004, se inició con la transferencia de la gestión en materia de
patrimonio histórico a la Junta de Andalucía y está caracterizada por el desarrollo de
intervenciones arqueológicas y obras de restauración en Menga, Viera y El Romeral para su
acondicionamiento, después de que los tres monumentos pasaran a ser Unidad Administrativa
dependiente de la Consejería de Cultura con el nombre de “Conjunto Arqueológico Dólmenes de
Antequera” en 1986 y de la compra de El Romeral por el Estado en 1987.

2) La segunda etapa, desarrollada entre 2004 y 2011, se caracteriza por el comienzo de una
verdadera gestión del CADA, así como por el aumento de las intervenciones arqueológicas.

3) La tercera y última etapa, entre 2012 y 2019, destaca por la intensificación de la actividad
investigadora, con el desarrollo de nuevos proyectos: i) el Proyecto General de Investigación
(PGI) “Sociedades Territorios y Paisajes en la Prehistoria de Antequera” entre 2012 y 2021; ii) el
Proyecto de I+D HAR2013-45149-P, titulado “Naturaleza, Sociedad y Monumentalidad:
Investigaciones Arqueológicas de Alta Resolución del Paisaje Megalítico de Antequera” (MEGA),
desarrollado en el periodo 2014-2017; y iii) el Proyecto de I+D HAR2017-87481-P, titulado
“Biografias Megaliticas: el Paisaje Monumental de Antequera en su Contexto Temporal y
Espacial” (BIOMEGA), con desarrollo entre 2018 y 2021.

4.1. LAS PRIMERAS REFERENCIAS SOBRE MENGA Y VIERA: 1530-


1842

La primera referencia a la “Cueva de Menga” y a “otra junto a ella”, que presumiblemente es el


dolmen de Viera, se remontan al siglo XVI. Así, la primera vez que se mencionó en un texto el
dolmen de Menga” fue en una licencia ordinaria de 1530 concedida por César de Riarío, Obispo
de Málaga, y Bernardino de Contreras, su Provisor y Vicario General, donde fue denominada
como “antrum de Menga”, es decir, antro o gruta de Menga (José Antonio Molina, 1915: 270;
Torres Balbás, 1951: 11).

En 1587, Agustín de Tejada y Páez, en el primer


tomo en su obra Discursos Históricos de Antequera
(Figura 4.1), hizo referencia a la existencia de la
cueva de Menga y de otra descubierta hacía poco
junto a ella, que es sin duda el dolmen de Viera,
considerándolas como cuevas construidas a mano
por los romanos y concebidas como templos
nocturnos y lugares de sacrificios para sus dioses.
La obra original no se conserva, pero se conoce por
una copia de 1886 realizada por Juan y Manuel
Figura 4.1. Primera página de los Discursos
Quirós de los Ríos (1886: 30).
Históricos de Antequera (Fuente: Archivo CADA).

163
En el siglo XVII los dólmenes de Menga y Viera fueron mencionados en cinco obras originales y
en siete copias de éstas.

En 1609, Alonso García de Yegros mencionó, en su Historia de


la Antigüedad y Nobleza de la Ciudad de Antequera, en la
Provincia de Andalucía. Relación de sus privilegios y libertades,
con la inscripción de las piedras y epitafios romanos que en ella
hay y su conquista hecha por el Infante Don Fernando y otras
muchas noticias, la existencia de la cueva de Menga y otra
cueva a diez pasos de ésta, que es sin duda el dolmen de Viera,
relacionándolas con los refugios de los primeros pobladores de
la región. De esta obra de García de Yegros se conserva un
ejemplar manuscrito en la Biblioteca Nacional perteneciente al
Conde de Miranda, así como tres copias posteriores: una de Luis
de la Cuesta, de fecha imprecisa pero posiblemente dentro del
último cuarto del siglo XVII, con añadidos propios sobre Las Figura 4.2. Portada de la obra de
Luis de la Cuesta, copia de la de
fundaciones de las Parroquias, Conventos y Hermitas” (sic)
Alonso García de Yegros
(Figura 4.2); otra de 1713 que se basa en la obra anterior e (Fuente: Archivo CADA).
incluye anotaciones adicionales de José Antonio Molina
(reeditada en 1915); y la última de Francisco de Paula de la
Vega y Saenz en una fecha posterior a 1713.

También a principios del siglo XVII, Francisco de Tejada Nava (sobrino de Agustín de Tejada y
Paéz) hizo una Historia de la ciudad de Antequera, donde describió la cueva de Menga,
indicando que se trataba de un templo dedicado a Plutón o Proserpina, donde los gentiles
sacrificaban por la noche a sus dioses infernales y nocturnos. También mencionó la existencia
de otra cueva sin nombre y cegada, situada a diez pasos de Menga, que con toda probabilidad
es el dolmen de Viera. El original de la obra no se conserva, pero sí una copia de 1881 de Juan
Quirós de los Ríos.

A mediados del siglo XVII, en 1645, Rodrigo Méndez


Silva hizo una breve mención a la cueva de Menga en su
obra Población General de España. Sus trofeos,
blasones y conquistas heroicas. Descripciones
agradables, grandezas notables, excelencias gloriosas y
sucesos memorables. Con muchas y curiosas noticias,
flores recogidas en el estimables jardín de la preciosa
antigüedad. Reales genealogías y catálogos de
dignidades eclesiásticas y seglares, relacionándola con
“minerales muy ricos de los Romanos”, probablemente
como minas para la extracción de mineral (Méndez Figura 4.3. Portada de la obra de Méndez
Silva, 1645: 119) (Figura 4.3). Silva (Fuente: Archivo CADA).

164
En 1678, Joseph Martínez de la Puente escribió Epítome de la crónica del Rey Don Juan el
segundo de Castilla, en la que mencionó la Cueva de Menga al describir en el Capítulo XI,
dedicado al año 1410 y a la toma de Antequera, la “Villa de Antequera” y su entorno. Siguió la
descripción de Méndez Silva y relacionó la cueva con “minerales muy ricos de los Romanos”
(Martínez de la Puente, 1678: 17-18).

La última obra del siglo XVII donde se hizo referencia a Menga y a otra cueva a diez pies de ésta
(Viera) es una obra póstuma de Francisco de Cabrera, titulada Descripción de la Fundación,
Antigüedad Ilustre y Grandezas de la mui Noble Ciudad de Antequera. En ella se consideraron
las cuevas de Menga y Viera como cuevas artificiales hechas de piedra y a mano por los
primeros pobladores de España para su habitación. La obra fue publicada en 1679 por Luis de la
Cuesta con algunas adiciones y enmiendas. Posteriormente fue copiada por José de la Fuente y
Herrera en 1846. Existe otra copia de 1814 de autor anónimo, en la que se mezcló esta obra con
la de Francisco de Tejada Nava, donde se hizo alusión al uso de Menga como templo pagano.

En el siglo XVIII se hizo mención al dolmen de Menga en seis obras originales y en la copia de la
última de ellas, olvidándose el dolmen de Viera. La primera de ellas es de 1732, de Francisco
Barrero Baquerizo, quien en su obra Historia de Antequera dedicó un capítulo a Menga titulado
“La Cueva de Menga, su fábrica”, que hoy día no se conserva. Las otras cinco obras son de la
segunda mitad del XVIII, y en ellas se hicieron breves menciones a la cueva de Menga. Algunos
autores, como Pedro Murillo Velarde en Geographia Historica, (Murillo Velarde, 1752), Juan
Antonio de Estrada en el tomo segundo de Población General de España, sus Reynos y
Provincias, ciudades, villas y pueblos, islas adjacentes, y Presidios de Africa (Estrada, 1768), y
Cristobal Medina Conde, con el pseudónimo de su sobrino Cecilio García de la Leña, en
Conversaciones Históricas Malagueñas (García de la Leña, 1789), la relacionaron con “ricos
minerales de los Romanos” (Murillo Velarde, 1752: 200, Estrada, 1768: 23 y García de la Leña,
1789: 77-78); Pedro Gómez de Bedoya y Paredes en Historia Universal de las fuentes minerales
de España, la definió como una cueva natural (Gómez de Bedoya y Paredes, 1764: 249); y a
finales del siglo XVIII un autor anónimo la identificó como un “templo nocturno” en Historia
Compendiada de Antequera, cuyo original está perdido, pero se conoce por una copia de 1886
de Juan Quirós de los Ríos.

En el siglo XIX, antes de la excavación de Rafael Mitjana y Ardison en el dolmen de Menga y de


la publicación de su Memoria sobre el Templo Druida hallado en las cercanías dela Ciudad de
Antequera, se editaron cuatro obras en las que se hacía referencia a Menga. La primera de ellas
es la obra francesa titulada Itinéraire Descriptif de l’ Espagne, de Alexander de Laborde
publicada en 1808, donde se mencionó Menga en dos ocasiones considerándola como cripta
(Laborde, 1808a: 149; 1808b: 473). Posteriormente, entre 1814 y 1842, se publicaron otras tres
obras españolas donde se describió Menga y se hizo alusión a otra cueva cercana, Viera,
considerándolas cuevas hechas a mano y de piedra por los primeros pobladores de España para
su habitación. La primera de ellas, Historia de Antequera, fue publicada en 1814 por Francisco
de Solana. La segunda en 1840, Diego Carrasco y Luque, escribió en Memorias de Antequera

165
un capítulo sobre las cuevas de Menga y de las Albarizas . La última obra antes de la excavación
de Mitjana y Ardison es la Historia de Antequera desde su fundación hasta el año de 1800, de
Cristóbal Fernández, publicada en 1842 (Fernández, 1842: 15-16).

4.2. LAS PRIMERAS ACTUACIONES EN MENGA, VIERA Y EL


ROMERAL: 1842-1900

4.2.1. LAS PRIMERAS ACTUACIONES EN MENGA (1842-1900)

4.2.1.1. La excavación realizada en Menga por Rafael Mitjana y Ardison y la


publicación de su Memoria

En una fecha imprecisa entre 1842 y 1847


Rafael Mitjana y Ardison, arquitecto del
Ayuntamiento de Málaga y miembro de la
Comisión de Monumentos Artísticos e
Históricos de la Provincia de Málaga, llevó a
cabo el primer estudio del dolmen de Menga,
cuyos resultados fueron publicados en 1847 en
su Memoria sobre el Templo Druida hallado en
las cercanías de la Ciudad de Antequera
(Figura 4.4). Esta obra aportó importantes
datos sobre la primera excavación con interés
arqueológico realizada en Menga, así como
una valiosa información sobre la visión que se
tenía a mediados del siglo XIX de la
Figura 4.4. Portada de la Memoria sobre el Templo
antigüedad, la naturaleza y la función de los Druida hallado en las cercanías de la Ciudad de
monumentos megalíticos. Antequera (Mitjana y Ardison, 1847).

La primera excavación en Menga fue llevada a cabo entre el 17 de abril de 1842, cuando lo visitó
por primera vez (Mitjana y Ardison, 1847: 17) y el 20 de noviembre de 1847, día en que presentó
su obra a la Comisión de Monumentos Artísticos e Históricos de la Provincia de Málaga (Mitjana
y Ardison, 1847: 3).

Respecto a su naturaleza y función, consideró que este monumento era un “templo Druida
construido por los celtas” (Mitjana y Ardison, 1847: 5), e incluso interpretó la denominación del
monumento como una derivación de Men-Lac’h traducido como piedras sagradas y apuntó una
antigüedad de más de cuatro mil años (Mitjana y Ardison, 1847: 17). Sin embargo, más allá de

166
estas interpretaciones, Mitjana y Ardison hizo la primera descripción realista de Menga, de la que
podemos extraer información muy valiosa sobre el estado de conservación del monumento en
1842, cuando lo visitó por primera vez, y de la excavación que llevó a cabo (Mitjana y Ardison,
1847:17-19). Estos datos son fundamentales para conocer el estado del monumento antes de las
numerosas intervenciones arqueológicas luego practicadas y que lo han modificado en gran
parte (el análisis de la excavación de Mitjana y Ardison se realizará en el capítulo 6).

Por otro lado, la Memoria de Mitjana y Ardison es un documento significativo porque en él


encontramos las primeras representaciones gráficas de Menga. Se trata de cuatro litografías,
que el autor titula “Perspectiva Esterior Lateral”, “Vista Esterior de Frente”, “Planta del Templo” y
“Vista Interior por el corte A.B.” (Mitjana y Ardison, 1847).

4.2.1.2. Estudios posteriores a 1847 sobre Menga y Viera

A partir de Mitjana y Ardison muchos autores nacionales e internacionales describieron Menga,


tomando en muchos casos su descripción, y destacando su antigüedad, adscribiéndolo a la
Prehistoria.

En el ámbito nacional, algunos autores lo relacionaron con la cultura celta y su uso como templo
druida (Chao, 1848: 31; Assas y Ereño, 1857a: 130-133; De Rojas y Rojas, 1861: 295; 1874: 57;
1879: 19-20; Guillén Robles, 1874: 11; González Anleo, 1886: 355) o como cementerio (Marzo,
1850: 49), subrayando algunos su carácter de monumento megalítico (Domenech, 1886: 104), y
calificándolo unos como dolmen (Assas y Ereño, 1857b: 172-173; De Rojas y Rojas, 1861: 295;
1874: 57, 1879: 20; González Anleo, 1886: 355; Brunet y Bellet, 1892: 168) y otros como galería
cubierta (Góngora y Martínez, 1868: 90), recinto cubierto (Tubino y Oliva, 1876: 310; Vilanova y
Piera y Rada y Delgado, 1890: 502), cámaras sepulcrales (Vilanova y Piera y Rada y Delgado,
1890: 526), e incluyéndolo muchos dentro del fenómeno megalítico europeo (Marzo, 1850: 49-
50; Assas y Ereño, 1857: 132-133; Tubino y Oliva, 1876: 310; Valladar, 1894: 13-15).

Por otro lado, son también varios los autores nacionales que reprodujeron leyendas sobre el
dolmen de Menga, vinculándolo a seres mitológicos como las hadas y denominándolo como
grutas de hadas (Assas y Ereño, 1857: 131; Vilanova y Piera y Rada y Delgado, 1890: 526), con
periodos o hechos históricos destacados, como la etapa de dominación islámica o la reconquista
cristiana (De Rojas y Rojas, 1861; 1874), coplillas populares donde se menciona el nombre de
Menga (aunque sea en relación con otro megalito, un menhir hallado en el cortijo de las
Vírgenes, en Córdoba) (Assas y Ereño, 1857: 130; Góngora y Martínez, 1868: 90; Valladar,
1894: 15), o incluso ensoñaciones (Valladar, 1897: 340 y 342).

Algunos trabajos recogieron también la idea, posiblemente mezcla de realidad y leyenda, de su


uso como albergue de una leprosa llamada Margarita, que con el tiempo degeneró en “Menga”
(Rojas, 1874: 65-66), o “una especie de saludadora” a quien se daba el nombre de Menga

167
(Valladar, 1984: 15), de gitanos y malhechores (Valladar, 1984: 15), o como almacén agrícola y
refugio de ganado (Tubino y Oliva, 1876: 309).

En el caso de los autores internacionales destacan por un lado las referencias a Menga en varios
libros de viajeros (Tenison, 1853: 270-277; 2010: 276-281; Germond de Lavigne, 1866: 442;
Wattenbach, 1869: 114), y sobre todo la inclusión de Menga en la literatura arqueológica desde
1865, siendo destacado entre los monumentos megalíticos europeos por su colosal tamaño
(Bonstetten, 1865: 17-19; Talbot, 1869: 477; 1870: 233-234; Lucas, 1870: 318-320; Fergusson,
1872: 383-385; Cazalis de Fondouce, 1875: 216; Estienne, 1878: 133; Simões, 1878: 87-89;
Hancockc, 1882: 67-68; Cartailhac, 1886: 184-188; Harlé, 1887: 80-82; Nadaillac, 1887: 3; Siret,
1891: 190; Borlase, 1897: 692-693; Pothier, 1897: 23-24; Rütimeyer, 1898: 311; Montelius, 1900:
53-54).

Por otro lado, en estos momentos casi todos los autores incorporaron en sus publicaciones
litografías del dolmen (Chao, 1848; Tenison, 1853; Bostetten, 1865; Talbot, 1869; Watenbach,
1869; Fergusson, 1872; Cazalis de Fondouce, 1875; Estienne, 1878; Simões, 1878; Cartailhac,
1886; 1887; Domenech, 1886; Nadaillac, 1887; Siret, 1891; Valladar, 1894; Borlase, 1897;
Montelius, 1900; entre otros), sin embargo, tan solo conocemos la publicación de una fotografía
de Menga, fechada en el 24 de octubre de 1896, en la portada del número 286 de la revista
Blanco y Negro Revista Ilustrada, remitida por Juan Barrera, no generalizándose la incorporación
de este tipo de documentos gráficos en las publicaciones hasta la siguiente etapa.

4.2.1.3. Primeras actuaciones para la conservación de Menga: El proyecto de


conservación del dolmen de Menga de 1898-1899

Mediante Real Orden de 1 de junio de 1886, el dolmen de Menga es declarado Monumento


Nacional. En los meses siguientes se realizaron los trámites necesarios para la compra del
dolmen de Menga, por parte del Estado, a su propietario Manuel Zarco del Valle y Espinosa de
los Monteros, inscribiéndose dicho contrato en el Registro de la Propiedad de Antequera el 4 de
agosto de 1886 (AA.VV., 2011c: 21-22).

Estos dos hechos permitieron el inicio de las primeras gestiones administrativas dirigidas a la
conservación y vigilancia del dolmen de Menga. Entre 1887 y 1896, el Ayuntamiento de
Antequera, el Gobierno Civil de la Provincia de Málaga y la Dirección General de Obras Públicas
acordaron el encargo de un proyecto al arquitecto de la Catedral de Sevilla, Joaquín Fernández
Ayarragaray, para la realización de un pequeño camino desde la carretera general hasta el
dolmen, la plantación de árboles en el camino y el entorno del dolmen para su embellecimiento, y
la disposición de una caseta para el guarda que debía custodiarlo (Actas Capitulares, Sesión 19
de febrero de 1887, Caja 1970-Cuaderno Nº 1 (AHMA); Actas Capitulares, Sesión 29 de
septiembre de 1887, Caja 1970-Cuaderno Nº 5 (AHMA); Actas Capitulares, Sesión 29 de marzo
de 1894, Libro nº 1870 (AHMA); Actas Capitulares, Sesión 5 de diciembre de 1896, Libro nº 1977

168
(AHMA); Ministerio de Fomento de la Dirección General de Instrucción Pública, Negociado de
Construcciones Civiles, Expediente de las obras de la “Cueva de Menga” en el término de
Antequera. Nº 997. Provincia de Málaga, 1887-1890 (AGA)).

Entre 1898 y 1899, Joaquín Fernández Ayarragaray, redactó el primer “Proyecto de


Conservación del dolmen de Menga”, que finalmente no fue ejecutado. El informe no se ha
conservado, aunque sí 12 planos, con fecha de 1899, que acompañarían al informe y que se
encuentran depositados en el Archivo de la Catedral de Sevilla. Respecto al contenido de estos
planos, hay un plano general con la ubicación del dolmen de Menga, el camino o carretera
diseñado y la casa para el guarda, así como la disposición del arbolado; en otro se encuentran
los perfiles transversales y secciones de la carretera; en otros cuatro se representan distintas
perspectivas del dolmen de Menga (vista exterior desde el acceso, vista interior, corte
longitudinal y planta transversal y planta del espacio cubierto); mientras que los últimos seis
corresponden a la casa para el guarda.

4.2.2. LAS PRIMERAS ACTUACIONES EN VIERA Y EL ROMERAL (DÉCADAS


DE 1900 A 1930)

4.2.2.1. Excavación en Viera (1903) y en El Romeral (1904)

Desde al menos el siglo XVI existía la sospecha de que el túmulo que se situaba tras Menga
debía ser un monumento megalítico de similares características. Sin embargo, éste permaneció
cegado hasta 1903, cuando fue excavado por los hermanos José y Antonio Viera Fuentes,
obreros del Ayuntamiento de Antequera. La noticia del “descubrimiento” de un nuevo monumento
y de su excavación fue publicada en periódicos como La Vanguardia (página 4 del nº 8881 del
26 de octubre y página 2 del nº 8887 del 4 de noviembre) y El Defensor de Granada: diario
político independiente (página 1 del nº 13.128 del 28 de octubre).

Los mismos hermanos descubrieron y excavaron al año siguiente, en 1904, el tholos de El


Romeral, noticia también recogida en el periódico El Defensor de Granada (página 1 del nº
13.370 del 8 de octubre de 1904).

4.2.2.2. Estudios sobre Menga, Viera y El Romeral en las décadas 1900 a 1930

En el ámbito nacional, destaca en primer lugar la re-edición de dos obras de los siglos XVII y
XVIII. En 1910 se reeditó un fragmento de la Historia de Antequera de 1879 de Trinidad de
Rojas, correspondiente a la descripción de la Cueva de Menga; y en 1915 la copia de 1713 que
realiza José Antonio Molina de una obra anterior también copiada y ampliada por Luis de la

169
Cuesta de un original no conservado de Alonso García de Yegros, titulada Historia de la
antigüedad y nobleza de la Ciudad de Antequera en la provincia de Andalucía. Relación de sus
privilegios y libertades, con la inscripción de las piedras y epitafios romanos que en ella hay, y su
conquista hecha por el Infante Don Fernando, y otras muchas noticias Escribióla el Doctor
Alonso García de Yegros. Canónigo Doctoral, que fue, y después Dignidad de Tesorero de la
Santa Iglesia de Baza, natural de Antequera. Van añadidas las fundaciones de las Parroquias,
conventos y ermitas, escritas por D. Luis de la Cuesta. Canónigo de la Sta. Iglesia Colegial de
esta Ciudad de Antequera. Corregida y modificada en el año 1713 por el Ldo. D. José Antonio
Molina. Arcipreste de la Insigne Colegial de esta Ciudad.

Por otro lado, destaca la publicación de varios trabajos en los que se describen muy
detalladamente la arquitectura y los restos materiales hallados en Menga, Viera y El Romeral,
(Gómez-Moreno Martínez, 1905; 1949; Velázquez Bosco, 1905; De Mergelina, 1922; 1933)
(Figura 4.5). En otros casos, la referencia a ellos se hace en obras de carácter general (Mélida,
1906; Amador de los Ríos, 1907).

Figura 4.5. Portadas de las publicaciones en 1905 y 1922


(Gómez-Moreno Martínez, 1905; Velázquez Bosco, 1905; De Mergelina, 1922).

A nivel internacional, varios investigadores se interesan por los dólmenes de Antequera. Hugo
Obermaier los describió en dos trabajos publicados en 1919 y 1920, El dolmen de Matarrubilla.
Sevilla y “Die Dolmen Spaniens”. En 1921 E. Thurlow Leeds publicó “The Dolmens and
Megalithic Tombs of Spain and Portugal”, Adrien de Mortillet “Le Dolmen d’Antequera” y Pierre
Paris Promenades Archéologiques en Espagne. En 1926, Miles Burkitt hizo referencia al dolmen
de Menga en Our Early Ancestors. An introductory study of Mesolithic, Neolithic and Copper Age
Cultures in Europe and adjacent regions. Por último, en 1934, Wilfrid James Hemp describió los
monumentos megalíticos de Antequera, comparando El Romeral con Maes Howe, en las Islas
Orcadas, en su artículo “The Passages Graves of Antequera, and Maes Howe, Orkney”.

170
Una de las principales características de esta etapa es la búsqueda de paralelos de los tres
monumentos megalíticos antequeranos y el establecimiento de comparaciones. Menga fue
comparado con un templo egipcio menfita llamado de la Esfinge (Mélida, 1906: 31), con las
llamadas “allées couvertes” francesas, con varios megalitos descubiertos en Nora y Serro do
Castello, en el Algarve, con una de las tumbas de El Gandul en Sevilla, algunas de Los Millares
en Almería y el denominado Anta da Capela, en Figueira da Foz (Leeds, 1921: 208-209), o con
las galerías cubiertas de Gavrinis (Morbihan) y Bagneux (Maine-et-Loire) (Paris, 1921: 11). La
similitud con Viera fue buscada en los templos de Malta y Gozo (Velázquez Bosco, 1905: 5), en
las puertas perforadas de un sepulcro de Zafarraya, la del dolmen de Dílar y las halladas en
otros dólmenes de Inglaterra y Bretaña (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 82 y 84), señalándose
también su parecido con los dólmenes de Eguilaz y Eskalmendi en Álava (Leeds, 1921: 210-211)
y las galerías cubiertas de la región de Paris y de la zona de Arles (Hemp, 1934: 404). En el caso
de El Romeral, muchos buscaron los paralelos en el Mediterráneo Oriental, con las tumbas como
la de Medini en el Atica (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 94; Velázquez Bosco, 1905: 1-4), la de
Vaphio en la Laconia, la de Heraon en Argólida (Velázquez Bosco, 1905: 1-4), con el Tesoro de
Atreo en Micenas (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 94; Mélida, 1906: 32; Amador de los Ríos,
1907: 39; Paris, 1921: 18-19), y con otros sepulcros con bóvedas del Ática como los de Eleusis y
Toricos así como otras que presentan además las cubiertas de losas, como en el templo del
monte Oca (Eubea) y en la cripta del tesoro de Orcómeno (Beocia) (Gómez-Moreno Martínez,
1905: 94; Amador de los Ríos, 1907: 39). En otros casos, las similitudes se hicieron con
monumentos de la propia Península Ibérica, como en los monumentos de Alcalar, y la tumba de
Marcella en el Algarve; las tumbas de Lumbarales (Salamanca), los dólmenes de Prado de
Lácara, la Cerca de Marzo y la Granja de Toniñuelo en Extremadura; El Gandul, Matarrubilla y
La Pastora en la provincia de Sevilla; y las tumbas de Los Millares, Loma de Belmonte, Llano de
la Atalaya (Almería) o Gor (Granada) (Leeds, 1921: 205-208;Paris, 1921: 18-19). También se
relacionó con monumentos de la costa norte de Reino Unido, como Caithness y Maes Howe
(Hemp, 1934: 410-412).

Otra característica importante es el interés de muchos autores por el origen del tipo
arquitectónico de El Romeral, para unos exógeno (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 94, 99-100,
103-104; Velázquez Bosco, 1905: 2; Mélida, 1906: 34-35) y para otros endógeno (De Mergelina,
1922: 54; Paris, 1923: 23-29).

Por otro lado, como dijimos anteriormente, es en estas décadas cuando se generalizó la
incorporación de las fotografías en las publicaciones (Gómez-Moreno Martínez, 1905;
Obermaier, 1920: 114; Leeds, 1921: 209; De Mortillet, 1921: 476; Paris, 1921: Pl. III-VIII; De
Mergelina, 1922: 46, 78, 83, 86, 87 Lam. II, III, V-VII, IX; De Mergelina, 1933; Hemp, 1934: PL.
LIII-LIV, entre otros).

171
4.2.2.3. La protección de Menga, Viera y El Romeral durante el periodo 1923-
1931

Las medidas de protección principales fueron la declaración de Menga y Viera como


“Monumentos Nacionales” mediante Real Orden de 12 de Julio de 1923, y la inclusión de El
Romeral en el Tesoro Artístico Arqueológico Nacional por Real Decreto Ley de 9 de agosto de
1926 y declarado “Monumento Histórico-Artístico” mediante Decreto de 3 de junio de 1931
(AA.VV., 2011c: 27 y 29).

4.2.3. LAS PRIMERAS INTERVENCIONES DE RESTAURACIÓN Y


ACONDICIONAMIENTO (1940-1984)

4.2.3.1. Antecedentes: el estado de abandono de los dólmenes en los años


1930

En varios escritos de los años 30 se dejaba ver el estado de abandono y de ruina que estaban
sufriendo los monumentos megalíticos antequeranos.

El 24 de marzo de 1931 Hugo Obermaier escribió una carta al Duque de Alba, Presidente de la
Junta de Protección de los Monumentos Megalíticos Antequeranos, donde expuso las afecciones
de El Romeral, entre las que destacó “que había sido quitada una parte de las losas de cubierta
del corredor por el propietario de la “cueva”, o por lo menos con el conocimiento del mismo, y
estas fueron transformadas al lado del dolmen en sillares para construcciones”. Por ello señaló la
necesidad de que fuera declarado Monumento Nacional y de que el terreno de titularidad privada
donde se encontraba fuera expropiado y pasase a ser público. Unos meses después, como
dijimos anteriormente, El Romeral fue declarado “Monumento histórico-artístico” mediante
Decreto de 3 de junio de 1931 (AA.VV., 2011c: 29). Sin embargo, es posible que la apreciación
de Obermaier no fuera correcta, ya que en las publicaciones de 1905 (Gómez-Moreno Martínez,
1905; Velázquez Bosco, 1905) y las de las décadas de 1930 y 1940 (Hemp, 1934; Burgo de
Oms, 1940; Leisner y Leinser, 1943; Giménez Reyna, 1946) el número de cobijas representadas
son las mismas: 10.

A finales de 1931, el Delegado Provincial de Bellas Artes de Málaga, Narciso Díaz Escobar, instó
al Ayuntamiento de Antequera a que le informase del estado de “las cuevas prehistóricas
llamadas de Viera”, haciendo referencia a los dos monumentos descubiertos por los hermanos
Viera, es decir, Viera y El Romeral. Así mismo, rogaba la colocación de puertas para evitar el
acceso al interior de los monumentos tanto de personas como de ganado. Dicho oficio fue leído
en la sesión del 30 de diciembre de 1931 del Ayuntamiento de Antequera. (Actas Capitulares,
Sesión 30 de diciembre de 1931, Libro 1895, páginas 197-198 (AHMA)).

172
El Ayuntamiento consideró necesaria la expropiación de los terrenos donde se ubicaban Menga
y Viera ante la negativa de los dueños tanto a ceder el terreno como a llevar a cabo las medidas
necesarias para evitar su deterioro. Por ello, se decidió en la misma sesión del 30 de diciembre
de 1931 la transcripción del oficio de la Delegación de Bellas Artes a la Junta Protectora de los
Monumentos Megalíticos, para que se pusieran en contacto con la Junta de Estudios Superiores
para activar el expediente de expropiación de los terrenos (Actas Capitulares, Sesión 30 de
diciembre de 1931, Libro 1895, páginas 197-198 (AHMA)).

Al año siguiente, en la sesión del 9 de septiembre de 1932 del Ayuntamiento de Antequera, se


mencionó también que el Ministerio de Instrucción Pública había nombrado un guarda para
Menga, que se encargaría también de su limpieza (Actas Capitulares, Sesión 9 de septiembre de
1932, Libro 1898, página 85 (AHMA)).

Un año después, en junio de 1933, en un artículo de prensa local de Antequera, el Director


General de Bellas Artes, Domingo Barnes, anunció la concesión de 10.000 pesetas para llevar a
cabo la restauración de los monumentos megalíticos de Viera y El Romeral, a cargo del
Arquitecto conservador de Monumentos de la sexta zona, Leopoldo Torres Balbás (Nueva
Revista Comarcal Ilustrada, Año 2, Nº 18, Antequera: junio 1933).

4.2.3.2. Actuaciones en las décadas de 1940 y 1960

Destacan en estas tres décadas dos actuaciones en los monumentos megalíticos antequeranos.
En primer lugar, las restauraciones llevadas a cabo en 1940 en El Romeral y en 1941 en Menga
y Viera, y por otro, las obras de urbanización en Menga y Viera en 1967, después de la compra
en 1966 de las parcelas donde se ubican estos dos monumentos.

La restauración del tholos de El Romeral tuvo lugar en 1940. En relación con esta intervención
destacó el papel de Antonio de Burgos Oms, como Agente del Servicio de Recuperación
Artística, enviado a Ronda y a Antequera por Antonio Gallego Burín, Comisario de la Zona de
Andalucía Oriental en el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, en septiembre de
1939 para que “informase sobre las pérdidas allí sufridas durante el periodo rojo y el estado de
conservación de los monumentos de aquellas interesantísimas ciudades” (De Burgos Oms,
1940: 5). Los datos recabados, además de quedar reflejados en los informes pertinentes, fueron
publicados en su libro Monumentos artísticos de Ronda y Antequera, después del Periodo
Marxista. En él se incluyeron los monumentos de Menga, Viera y El Romeral por su condición de
Monumentos Nacionales. En el caso de El Romeral subrayó la necesidad de llevar a cabo la
obra de restauración que estaba prevista con el fin de evitar su colapso estructural, destacando
que el pago de dicha restauración correría a cargo de la Sociedad Azucarera Antequerana (De
Burgos Oms, 1940: 48).

173
Los trabajos debieron finalizar en el mes de agosto de 1940, tal y como se indica en un artículo
de prensa del 18 de agosto de 1940 del semanario El Sol de Antequera, donde se relataba la
visita del Comisario General de Excavaciones Arqueológicas al tholos de El Romeral una vez
terminada la restauración (El Sol de Antequera, año XVIII, nº 872).

El informe emitido tras la restauración en septiembre de 1940 por el director de la restauración,


Simeón Giménez Reyna, Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas en Málaga, tan
solo indicaba:

El día 19 de este mes se efectuó en Antequera la entrega al Comisario General de Excavaciones


Arqueológicas, de las obras de restauración realizadas en la Cueva del Romeral bajo la dirección
técnica del Comisario Provincial, Sr. Giménez Reyna, y gracias a la patriótica generosidad del
Presidente de la Azucarera Antequerana, Sr. García Berdoy. El monumento, que presenta el mayor
interés, se hallaba totalmente abandonado y prácticamente inaccesible y ahora se halla en perfectas
condiciones y abierto al turista y al arqueólogo gracias a esas obras. (Giménez Reyna, 1940: 3).

Los trabajos efectuados (detallados en el Capítulo 7) fueron


recogidos en la Memoria Arqueológica de la Provincia de Málaga
hasta 1946. Informes y Memorias Nº 12 (Giménez Reyna, 1946:
31-37 y láminas XVIII-XXIII) (Figura 4.6).

Al año siguiente, en 1941, tuvo lugar la restauración de Menga y


de Viera. Para estas actuaciones, dirigidas por Giménez Reyna,
Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas, y
Francisco Prieto-Moreno y Pardo, Arquitecto de Zona de Bellas
Artes, el Estado aprobó dos presupuestos, uno para Menga de
3.000 pesetas y otro para Viera de 2.000 pesetas, según
Órdenes del 28 de agosto de 1941, publicadas en BOE el 14 de Figura 4.6. Portada de la Memoria
septiembre de 1940, páginas 7036 y 7033 respectivamente. Los Arqueológica de la Provincia de
trabajos efectuados (detallados en el Capítulo 7) fueron Málaga hasta 1946. Informes y
Memorias Nº 12
recogidos en la Memoria Arqueológica de la Provincia de Málaga
(Giménez Reyna, 1946).
hasta 1946. Informes y Memorias Nº 12 (Giménez Reyna, 1946:
37-43 y láminas XIII-XVII).

En 1944 volvieron a ser necesarias varias tareas de acondicionamiento en el interior y exterior de


Menga y Viera. La Comisaría Provincial de Excavaciones Arqueológicas solicitó al Ayuntamiento
de Antequera la realización de diversos trabajos en los monumentos, tanto en el interior (retirada
de escombros en Menga y rebaje del nivel de suelo de Viera), como en el exterior (plantación de
cipreses del camino de acceso a Menga y “repaso” del túmulo de Menga) (Actas Capitulares,
Sesión 9 de febrero de 1944, Libro 1912, página 114 (AHMA)). No tenemos certeza de que estas
labores se llevaran a cabo, tan solo de la intención del Ayuntamiento de pedir presupuesto al
arquitecto para su realización.

174
A partir de 1966 se iniciaron los trámites previos para los trabajos de urbanización en el entorno
de Menga y Viera desarrollados al año siguiente. Dado que los terrenos donde se ubicaban los
dos monumentos eran de titularidad privada (tan solo era de titularidad pública el dolmen de
Menga, comprado por el Estado en 1886 a su propietario Manuel Zarco del Valle y Espinosa de
los Monteros), el Ayuntamiento de Antequera inició los trámites y llegó a un acuerdo para la
compra de las tres parcelas donde se encontraban Menga y Viera por 379.750 pesetas en el año
1966 (Actas Capitulares, Sesión 19 de abril de 1966, Libro 2210, páginas 77-80 (AHMA); Actas
Capitulares, Sesión 12 de mayo de 1966, Libro 2210, páginas 85-86 (AHMA)).

Por acuerdo entre el Director General de Bellas Artes y el Alcalde de Antequera, tras la
adquisición de los terrenos por parte del Ayuntamiento, los futuros trabajos de “urbanización,
accesos y embellecimiento de la zona en la que están enclavadas las cuevas prehistóricas”
serían asumidos por la Dirección General (Actas Capitulares, Sesión 1 de marzo de 1966, Libro
2116, página 58 (AHMA)). Así, en 1967 el Arquitecto Conservador de los Monumentos de la 7ª
Zona, Prieto-Moreno y Pardo, remitió al Comisario General la Memoria de obras de urbanización
en los alrededores de las Cuevas de Menga y Viera. Antequera (Málaga) (Prieto-Moreno y
Pardo, 1967: 1-9). Los expedientes sobre dichas obras se encuentran en la actualidad
transferidos por el Archivo Central del Ministerio de Cultura al Archivo General de la
Administración de Alcalá de Henares (AA.VV., 2011c: 35), a los que no hemos tenido acceso,
por lo que no tenemos certeza de los trabajos realizados.

4.2.3.3. Estudios de las décadas de 1940 a 1960

En estas tres décadas los monumentos megalíticos antequeranos fueron incluidos en varias
obras de carácter general, como Monumentos artísticos de Ronda y Antequera (De Burgos Oms,
1940: 46 y 48), Ars Hispaniae. Historia Universal del Arte Hispánico. Volumen Primero. Arte
Prehistórico (Almagro Basch, 1947: 116-117), “Crónica Arqueológica de la España Musulmana
XXIX” (Torres Balbás, 1951: 429-430); Antequera. La ciudad y sus alrededores. Los
monumentos prehistóricos, sus iglesias, la Sierra del Torcal (Muñoz Burgos, 1955: 13-16);
Prehistoric Religion (James, 1973: 100-101). Entre ellos, destaca un artículo de Georg Leisner
dedicado a los monumentos megalíticos con puertas perforadas, entre los que incluyó el dolmen
de Viera, dando una breve descripción del monumento y señalando que había visitado el
monumento en 1934 junto a su esposa Vera Leisner y habían descubierto la puerta perforada del
corredor (Leisner, 1941: 115).

No obstante, las publicaciones donde se llevó a cabo un estudio detallado de las tres
arquitecturas megalíticas fueron fundamentalmente dos: por un lado, el capítulo dedicado a la
provincia de Málaga en Die Megalithgräber der Iberische Halbinsel. Erster Teil: Der Süden, de
Georg y Vera Leisner (1943: 173-185), y por otro Los dólmenes de Antequera de Simeón
Giménez Reyna (1968).

175
El matrimonio Leisner realizó una detallada descripción de cada construcción megalítica, a partir
de sus propias observaciones y de varias publicaciones anteriores, destacando las de Gómez-
Moreno Martínez (1905), Velázquez Bosco (1905) y De Mergelina (1922). Así mismo, las
pusieron en relación con otros monumentos megalíticos andaluces como El Gandul (Leisner y
Leisner, 1943: 179-180) y Soto (Leisner y Leisner, 1943: 182) en el caso de Menga, Los Millares
para las puertas perforadas de Viera (Leisner y Leisner, 1943: 184) y los monumentos de Alcalar,
El Vaquero, La Pastora y Matarrubilla con El Romeral (Leisner y Leisner, 1943: 175-177).

Giménez Reyna, además de describir cada monumento, hizo mención a las restauraciones de
1940-1941 en los tres monumentos y a los trabajos de acondicionamiento de los accesos de
1960 en Menga y Viera (Giménez Reyna, 1968: 28 y 33). Destaca también la definición que hizo
de Menga como “templo necrológico” (Giménez Reyna, 1968: 24), y la similitud que observó
entre Viera y los monumentos de Dílar y Zafarraya (Giménez Reyna, 1968: 28).

4.2.3.4. Protección y gestión: la incorporación de Menga y Viera al Patronato


Nacional de Museos en 1973

La principal actuación relacionada con la protección y la gestión de los monumentos megalíticos


antequeranos fue la integración de Menga y Viera en el Patronato Nacional de Museos,
vinculados al Museo de Málaga, en 1973, incluyéndose su mantenimiento en el presupuesto del
Museo (AA.VV., 2011c: 36).

A partir de este momento las actuaciones se centraron en Menga y Viera, ambos Monumentos
Nacionales, el primero desde 1886 y el segundo desde 1923, y de titularidad pública, el primero
desde 1886 cuando fue comprado por el Estado y el segundo desde 1966 cuando fue comprado
por el Ayuntamiento de Antequera junto con los terrenos donde se ubican ambos.

4.2.3.5. Proyecto de Actuación en Menga en 1976 (no ejecutado)

En 1976 se iniciaron los trámites para una restauración en Menga consistente en la restitución de
elementos ausentes, estando recogidos en el Expediente 60/76 de la Delegación Provincial de
Málaga de la Consejería de Cultura y Medio Ambiente (Legajo 14141, Expediente 60/76, AHPM).

El arquitecto Sergio Pequeño Ciaurritz, tras una visita al dolmen de Menga, remitió el 22 de
octubre de 1976 un escrito al Presidente de la Comisión Provincial del Patrimonio Histórico
Artístico de Málaga, denunciando el estado del monumento y la necesidad de una “urgente labor
de mantenimiento y restitución de su estructura original”.

En relación con la denuncia de Sergio Pequeño Ciaurritz, el arquitecto del Ministerio de la


Vivienda y miembro de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico-Artístico de Málaga,
176
Rafael Parrella Carvajal, redactó un nuevo informe, con fecha del 22 de octubre de 1976, relativo
a la restitución de elementos estructurales en el dolmen de Menga, dirigido al Presidente de la
Comisión Provincial de Patrimonio Artístico de Málaga, planteando las mismas observaciones y
conclusiones que Pequeño Ciaurritz. Este nuevo informe fue remitido el 4 de noviembre de 1976
por Rafael Puertas Tricas, Consejero Provincial del Patrimonio Artístico en Málaga, a Fernando
Chueca Goitia, Inspector Técnico de Monumentos de la Comisaría Nacional del Patrimonio
Artístico, para saber a quién competía la restauración de Menga. La respuesta fue dada el 19 de
noviembre de 1976, indicándose que dicha restauración era competencia de la Inspección
Técnica de Excavaciones Arqueológicas. No obstante, esta restauración no fue llevada a cabo.

4.2.3.6. Proyecto de Parque de Recreo y Esparcimiento en el entorno de


Menga y Viera en 1983-1984

En septiembre de 1983 la Jefatura Provincial de Málaga del IRYDA (Instituto Nacional de


Reforma Agraria) presentó un “Proyecto de Parque de Recreo y Esparcimiento en la cabecera de
la Comarca de Antequera - Comarca de ordenación de Antequera (Málaga)” (Legajo 14187,
Expediente 35/83, AHPM). La zona donde se planteó la realización de dicho parque fue el propio
emplazamiento de los dólmenes de Menga y Viera, por lo que su ejecución hubo de contar con
dos informes previos redactados por el Departamento de Arqueología de la Diputación Provincial
de Málaga, un Informe Arqueológico y un Informe Técnico. Aunque no contamos con una
Memoria Final de la actuación, sabemos por fuente indirectas (Haro Ruiz, 1990: 95) que ésta se
llevó a cabo y que no incorporó todas las recomendaciones de los informes arqueológico y
técnico.

4.2.3.7. Intervenciones arqueológicas y estudios de la década de 1970 hasta


1984

Por un lado, destacan las prospecciones superficiales realizadas en el Cerro de Marimacho. En


los años setenta, el Departamento de Prehistoria de la Universidad de Málaga llevó a cabo unas
prospecciones en el Cerro de Marimacho o Cerro de Antequera, en las que participaron
fundamentalmente Ignacio Marqués Merelo, Juan Antonio Leiva Riojano y Bartolomé Ruiz
González (Ferrer Palma et al., 1987a: 179). El estudio de los materiales hallados en la
prospección fue publicado por Leiva Riojano y Ruiz González en 1977. Una década más tarde,
en 1985, Antonio de Luque Moraño dirigió una nueva prospección superficial en el Cerro de
Marimacho (Ferrer Palma et al., 1987a: 180).

Por otro lado, destaca el estudio realizado por José Enrique Ferrer Palma, publicado en su
artículo “Consideraciones generales sobre el megalitismo en Andalucía” (Ferrer Palma, 1982), en
el que destacó la existencia de cuatro tipo de construcciones megalíticas principales: galerías,

177
sepulcros de corredor, tholos y cuevas artificiales, a las que se suman otras dos menos
numerosas: dólmenes simples y citas, a las que se adscribe los principales monumentos
megalíticos andaluces, entre ellos los monumentos megalíticos de Menga, Viera y El Romeral.

4.3. EL NUEVO MODELO DE GESTIÓN DE LOS DÓLMENES DE


ANTEQUERA: 1984-2019

4.3.1. LA CREACIÓN DE LA UNIDAD ADMINISTRATIVA DE LOS DÓLMENES


DE ANTEQUERA Y EL PGI DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA (1984-2004)

4.3.1.1. Protección y gestión

Esta etapa se caracteriza por la transferencia de las competencias del Estado en materia de
cultura a la Junta de Andalucía, quien las asume y desarrolla a través de las Delegaciones
Provinciales a partir de 1984, y por la creación de una nueva figura de protección administrativa:
el Bien de Interés Cultural.

A partir de 1984 las competencias en materia de cultura fueron transferidas por la Administración
del Estado a la Junta de Andalucía. Por Real Decreto 8694/1984, de 29 de febrero (BOE 113 de
11 de mayo de 1984), se traspasaron a la Junta de Andalucía funciones y servicios de la
Administración del Estado en materia de cultura, así como los correspondientes medios
personales, materiales y presupuestarios. Y por Real Decreto 1124/1984, de 29 de febrero (BOE
143 de 15 de junio de 1984), se procedió a la valoración definitiva, ampliación de medios
adscritos a los servicios traspasados y adaptación de los transferidos en la fase preautonómica a
la Comunidad Autónoma de Andalucía en materia de Cultura. Así, la gestión de los dólmenes de
Antequera fue asumida a partir de esta fecha por la Junta de Andalucía.

De manera paralela, cambiaron las figuras de protección de los bienes patrimoniales. Así, en
1985, por la Disposición Adicional Primera de la Ley de Patrimonio Histórico Español 13/1985
(BOE 155 de 29 de junio de 1985), “los bienes que con anterioridad hayan sido declarados
histórico-artísticos o incluidos en el Inventario del Patrimonio Artístico y Arqueológico de España
pasan a tener la consideración y a denominarse Bienes de Interés Cultural”. Por tanto, Menga,
Viera y El Romeral, pasaron a ser Bien de Interés Cultural (BIC).

Desde 1986, los Dólmenes de Antequera conformaron una Unidad Administrativa dependiente
de la Consejería de Cultura, mediante el Decreto 395/1986, de 17 de diciembre (BOJA 115 de 26
de diciembre de 1986), cuando fue dotada con un puesto de vigilante. Posteriormente, en 1994,
mediante el Decreto 60/1994 de 8 de marzo (BOJA 51 de 16 de abril de 1994), se amplió el

178
número de trabajadores en la Unidad Administrativa Dólmenes de Antequera creándose la plaza
de Director, otro de Titulado Superior Arqueólogo, otro de Auxiliar Administrativo y dos de
vigilantes, dependientes de la Delegación Provincial de Cultura de Málaga, aunque en la práctica
estos puestos no fueron dotados de personal hasta 2004.

En estos años destaca la compra de los terrenos donde se ubica El Romeral por la Junta de
Andalucía en 1987. En diciembre de 1983 se habían iniciado los trámites para la compra de esos
terrenos. La decisión de “adquirir por compra directa la finca en que se encuentra sito el citado
monumento”, queda reflejada en un escrito del Director General de Bellas Artes del 20 de Julio
de 1984 al Delegado Provincial de Cultura de Málaga, en el que se instaba a la Delegación
Provincial de Málaga a hacer “las diligencias oportunas, en orden a la proposición de compra al
interesado y, en el caso de que éste accediera a ello, se nombre un perito con objeto de que
elabore un informe valorativo del terreno”. Según descripción del “Expediente de Adquisición de
Yacimiento Arqueológico “Dolmen del Romeral” Antequera (Málaga)” de octubre de 1985, este
monumento ocupaba dos parcelas de la “finca “Hacienda Barrientos” partidos Dehesas de la
Peña de los Enamorados, o Romeral, Dehesa de las Yeguas de Barrientos y de la Suerte”. Las
parcelas, A y B, tenían unas superficies de 3,9706 Ha y 0,4860 Ha respectivamente, cuyas
calificaciones eran “Parcela A: Rústico-Almendros” y “Parcela B: Erial y pastos”, siendo tasadas
la primera en 3.970.600 pesetas y la segunda 48.600 pesetas, ascendiendo el total a 4.019.200
pesetas. La compra se hizo efectiva, mediante contrato de compraventa entre la Sociedad
Azucarera de Antequera S. A., propietaria de los terrenos, y la Consejería de Cultura de la Junta
de Andalucía, el 10 de febrero de 1987, por la cantidad de 4.000.000 de pesetas, pasando la
propiedad de los terrenos a dicha institución. De este modo, los tres monumentos eran de
titularidad pública en 1987. Menga era propiedad del Estado desde 1886, Viera y las tres
parcelas que ocupaban Menga y Viera eran propiedad del Ayuntamiento de Antequera desde
1966 y El Romeral y las dos parcelas que ocupaba eran propiedad de la Junta de Andalucía
desde 1987 (Expediente de compra de El Romeral. Adquisiciones 700/83).

Respecto a la delimitación física de los terrenos, sabemos que con anterioridad al “Proyecto de
Parque de Recreo y Esparcimiento” de 1983-1984 el entorno de Menga y Viera ya estaba
cercado con una alambrada, ya que en el nuevo proyecto se planteaba la sustitución de dicha
alambrada por una malla metálica (Haro Ruiz, 1990: 95). Aunque no tenemos constancia de
cuándo se cercaron por primera vez esos terrenos, es muy probable que fuera a partir de 1966,
cuando fueron comprados por el Ayuntamiento de Antequera, y antes de 1983, cuando se
planteó su sustitución. En El Romeral la delimitación se realiza por Orden de 30 de octubre de
1996 (BOJA 149 de 26 de diciembre de 1996) cuando se aprobó el deslinde y el amojonamiento
de la parcela donde se encuentra. Con posterioridad, entre 2001 y 2004 volvió a vallarse el
“Recinto Primero”, donde se sitúan Menga y Viera, en tres fases de actuación, la primera en
2001, la segunda en 2002 y la tercera en 2004 (AA.VV., 2011c: 50-53).

179
En octubre de 1997, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía presentó sin éxito la
primera “Propuesta de declaración del Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera
(Málaga) Patrimonio de la Humanidad”, siendo la instructora María Morente del Monte.

Unos años más tarde, en 1999, José Enrique Márquez Romero y María Morente del Monte,
presentaron también el primer “Plan Director para los “Dólmenes” de Antequera. Proyecto de
Investigación”, con cinco líneas estratégicas: gestión, protección, conservación, investigación y
uso e interpretación (Márquez Romero y Morente del Monte, 1999a). En materia de gestión
consideraron necesario la realización de un “Estudio comparado de las posibles figuras jurídicas
de gestión aplicables a los dólmenes” (Márquez Romero y Morente del Monte, 1999a: 41). De
cara a las figuras de protección necesarias para estos monumentos plantearon la necesidad de
desarrollar varios proyectos: i) “Actualización del expediente administrativo de declaración de
Bien de Interés Cultural”, ii) “Redacción y tramitación de un Plan Especial de Ordenación del
entorno de los dólmenes de Antequera”, iii) “Elaboración y tramitación de la Propuesta de
Declaración de Patrimonio de la Humanidad” (Márquez Romero y Morente del Monte, 1999a:
45). Respecto a la conservación de los monumentos previeron cuatro líneas de trabajo: i)
“Proyecto de conservación preventiva y mantenimiento de los dólmenes”, ii) “Proyecto de obras
de rehabilitación e intervenciones”, iii) “Definición de criterios de cara a la intervención”, iv)
Ordenación y uso del conjunto dolménico (Márquez Romero y Morente del Monte, 1999a: 48). En
el caso de la investigación de los monumentos señalaron la necesidad de realizar tres proyectos:
i) “Proyecto de investigación aplicada a la interpretación y difusión del Conjunto”, ii) Proyecto de
investigación arqueológica”, iii) “Proyecto de investigación aplicada a la conservación de los
sepulcros megalíticos” (Márquez Romero y Morente del Monte, 1999a: 52). Por último,
plantearon la necesidad de realizar varios proyectos para un buen uso e interpretación de los
monumentos: i) “Proyecto para la realización de una infraestructura de enlace entre los sepulcros
de Menga / Viera y El Romeral”, ii) Proyecto para la creación de un centro de interpretación de
los “Dólmenes” de Antequera. Museo Interactivo”, iii) Proyecto para la realización de materiales
curriculares correspondientes a las enseñanzas regladas en sus correspondientes niveles
educativos (infantil, primaria, y secundaria)”, iv) “Proyecto para establecer la coordinación del
Proyecto “Dólmenes” con el resto de la oferta cultural de la zona”, v) “Constitución de una
asociación de voluntariado cultural” (Márquez Romero y Morente del Monte, 1999a: 55).

4.3.1.2. Acondicionamiento del entorno y dotación de infraestructuras

En 1985 el entonces Director General de Bienes Culturales, Bartolomé Ruiz González, encargó
al arquitecto Enrique de Haro Ruiz, la redacción del primer “Proyecto de Ordenación General del
Recinto Primero del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera”. El proyecto fue entregado
por los arquitectos Enrique de Haro Ruiz y Manuel Salado Ordoñez en 1989, aprobándose en la
Dirección General de Bienes Culturales y adjudicándose su ejecución en 1991 a la empresa
Ferrovial S. A. Este proyecto fue ejecutado parcialmente entre 1991 y 1993, acometiéndose las
labores de ordenación del recinto y los primeros trabajos en el edifico de recepción, investigación

180
y aparcamientos del Llano de Rojas, obras que constituyeron la base de los futuros proyectos
(AA.VV., 2011c: 38-41 y 150).

Desde 1992 surgió la necesidad de realizar modificaciones en el proyecto original, siendo éste
paralizado en 1993 para la introducción de las mismas. El proyecto fue modificado por Manuel
Salado Ordoñez en 1993, destacando el cambio en el programa de usos del edificio parcialmente
construido en el Llano de Rojas, que pasó a concebirse como Museo Arqueológico. Este museo
contaría con tres áreas, una de ámbito comarcal, otra local y la última relativa a los monumentos
megalíticos de Menga, Viera y El Romeral. Este nuevo proyecto fue aprobado en 1994 y
ejecutado parcialmente entre 1997 y 1998, aunque finalmente fue paralizado definitivamente en
1998 (AA.VV., 2011c: 42-48 y 151).

Unos años después, en 2003, el arquitecto Pedro Pacheco Orellana redactó un nuevo “Proyecto
básico y de ejecución de Centro de Interpretación y Recepción del Conjunto Dolménico de
Antequera”, parcialmente ejecutado en 2004, y modificado en los años sucesivos por el
arquitecto Manuel Salado Ordoñez, hasta su paralización definitiva en 2008 (AA.VV., 2011c:
155).

4.3.1.3. Actuaciones arqueológicas en los monumentos megalíticos

De manera paralela al Proyecto de Ordenación y como apoyo arqueológico al mismo, la


Dirección General de Bienes Culturales encargó al Departamento de Prehistoria de la
Universidad de Málaga el Proyecto General de Investigación (PGI) “Reconstrucción
Arquitectónica y Paleoambiental en la Necrópolis Megalítica de Antequera”, que se desarrolló
entre 1986 y 1995, bajo la dirección de José Enrique Ferrer Palma e Ignacio Marqués Merelo, y
en el que se desarrollaron cuatro fases de actuaciones arqueológicas en los monumentos de
Menga, Viera y El Romeral, en 1986, 1988, 1991 y 1995 (Ferrer Palma, 1997a: 123; Ferrer
Palma et al., 2004: 185, 199).

Debido a los deficientes trabajos de impermeabilización y drenaje tras aquellas intervenciones,


las filtraciones de agua a los cortes arqueológicos realizados entre 1986 y 1995 en los túmulos
de Menga y Viera y al espacio interior de los propios monumentos fueron recurrentes en épocas
de lluvia. Por ello, en 1997 y 1999 se llevaron a cabo dos actuaciones de emergencia en ambos
monumentos con el objetivo de corregir estos problemas. Los trabajos fueron dirigidos por el
arquitecto Pedro Lobato Vida y acabaron provisionalmente con las filtraciones de agua (Lobato
Vida, 1997).

En 1997, los arquitectos Enrique Venegas Medina y Enrique de Haro Ruiz presentaron el
“Proyecto de consolidación del Dolmen de Menga. Conjunto Dolménico de Antequera (Málaga)”
en la Delegación de Cultura de Málaga, encargado por la Dirección General de Bienes Culturales
el 14 de enero de 1994 (Venegas Medina y Haro Ruiz, 1997). Este proyecto, no solo incluía la

181
propuesta de consolidación del dolmen de Menga, sino también una propuesta muy agresiva de
ordenación del conjunto (Venegas Medina y Haro Ruiz, 1997: 34-50), que afortunadamente no
llegó a ejecutarse.

Entre diciembre de 2001 y septiembre de 2002, la empresa de restauración Crest Arte


Conservación y Restauración S. L. (CREST-ARTE S.L.), dirigida por Isabel Baceiredo Rodríguez
y Mauricio J. López Madroñero, llevaron a cabo la restauración de los ortostatos, losas de
cubierta y pilares del dolmen de Menga, tras la solicitud realizada por la Delegación de Cultura
de Málaga. Así mismo, se encargaron de supervisar la reconstrucción del lateral noreste del
túmulo de Menga, autorizada por la Delegación Provincial de Málaga a la empresa Hermanos
Campano S. L. y ejecutada en enero de 2002 (Baceiredo Rodríguez, 2002).

También en el dolmen de Menga en 2002, Victor Baceiredo Rodríguez, realizó para la


Delegación de Cultura de Málaga, un levantamiento topográfico del nivel de suelo del
monumento.

En 2002 se llevaron a cabo varios trabajos en el tholos de El Romeral. La Dirección General de


Bienes Culturales de la Junta de Andalucía encargó al arquitecto Ciro de la Torre Fragoso un
“Proyecto Básico y de Ejecución en el Dolmen de El Romeral”. Dicho proyecto fue redactado en
1994, modificado en 1999 y ejecutado en 2002. La actuación, adjudicada a las empresas
Hermanos Campano S.L. y Restaurotec S.L., contemplaba la restauración del monumento, la
instalación de iluminación eléctrica en su interior, la construcción de una caseta para el guarda y
el cerramiento del vallado. De manera previa a estos trabajos, un equipo de arqueólogos
coordinados por la Delegación de Cultura de Málaga, desmontó el pavimento existente, dejando
en la cámara de mayores dimensiones un testigo de la solería original formada por lajas de
piedra. Así mismo, trasladaron al exterior un gran elemento pétreo ubicado en el corredor del
tholos (AA.VV., 2011c: 49 y 151). La documentación que tenemos de dichos trabajos es muy
escasa, contando solo con la planimetría del proyecto entregado en 1999, compuesta por 11
planos.

En 2003, los topógrafos Diego Frías y Amador Frías y al dibujante Eduardo Wilson Ruiz,
realizaron para la Delegación de Cultura de Málaga el montaje de nueve planos del dolmen de
Menga, entre los que se encontraban varios planos del “Proyecto de consolidación del Dolmen
de Menga” de 1997 de Venegas Medina y Haro Ruiz y el dibujo del alzado exterior del dolmen de
Menga a partir de fotografías. También utilizaron el levantamiento topográfico del suelo del
dolmen de Menga realizado por Víctor Baceiredo.

Entre 2003 y 2004 se desarrolló el “Proyecto de Consolidación del Dolmen de Viera. Antequera.
Málaga”. Dicho proyecto fue encargado por la Delegación de Cultura de Málaga al arquitecto
Antonio Villalón Conejo en 1998, quien lo entregó en noviembre de 1999 (Villalón Conejo, 1999).
El Proyecto fue aprobado por la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico el 13 de julio de
2000, advirtiendo la necesidad de realizar ciertas modificaciones, que fueron solicitadas por la

182
Delegación Provincial de Málaga al arquitecto en julio y septiembre de 2001. Así, en octubre de
2001, Villalón Conejo presentó las modificaciones requeridas (Villalón Conejo, 2001). El Proyecto
fue ejecutado entre 2003 y 2004 por la empresa constructora Hermanos Campano S. L., llevando
aparejado un seguimiento arqueológico, debido a la categoría de Bien de Interés Cultural del
monumento megalítico, dirigido por el arqueólogo Luis-Efrén Fernández Rodríguez (Fernández
Rodríguez et al., 2003).

En 2004, se desarrolló una Intervención Arqueológica Preventiva en relación a la tercera fase de


vallado del Recinto Primero. Durante los trabajos de limpieza previos a la disposición del nuevo
vallado aparecieron restos arqueológicos en el talud del antiguo vallado del complejo
arqueológico que dan a la carretera N-342 de acceso a Antequera. Estos restos pusieron de
manifiesto la necesidad de realizar una actividad arqueológica preventiva de manera previa a la
disposición del vallado, que fue dirigida por Manuel Romero Pérez (Romero Pérez, 2004).

4.3.1.4. Principales estudios publicados

Una parte de las publicaciones de esta etapa son síntesis sobre el fenómeno megalítico
(Márquez Romero, 2002), el arte megalítico de Andalucía (Bueno Ramírez et al., 2004), el
megalitismo de Andalucía Oriental (Ferrer Palma, 1986), Central (Ferrer Palma, 1987) y de la
provincia de Málaga (Marqués Merelo, 1982; Márquez Romero, 2000; Fernández Ruiz y Márquez
Romero, 2001), y la Prehistoria Reciente malagueña y su cronología (Rodríguez Vinceiro y
Márquez Romero, 2003).

En otros casos se trata de publicaciones fruto de intervenciones arqueológicas como la


prospección realizada en los años setenta en el Cerro Marimacho por el Departamento de
Prehistoria de la Universidad de Málaga (Ferrer Palma et al., 1987a), publicada anteriormente
por Leiva Riojano y Ruiz González en 1977, y la intervención en el dolmen de Viera de 2003-
2004 dirigida por Luis-Efrén Fernández Rodríguez (Romero Pérez y Fernández Rodríguez, 2004;
Fernández Rodríguez et al., 2006; Fernández Rodríguez, 2009); o del PGI “Reconstrucción
Arquitectónica y Paleoambiental en la Necrópolis Megalítica de Antequera” (1986-1991) (Ferrer
Palma y Marqués Merelo, 1993; Ferrer Palma, 1997a; 1997b; Espinosa Gaitán, 1998; Ferrer
Palma et al., 2004; Marqués Merelo et al., 2004a).

Por otro lado destaca la publicación del “Plan Director para interpretación y puesta en valor de
los “Dólmenes” de Antequera (Málaga)” (Márquez Romero y Morente del Monte, 1999b).

183
4.3.2. LOS INICIOS DEL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DÓLMENES DE
ANTEQUERA (2004-2011)

4.3.2.1. Protección y gestión

En 2004 la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, encargó la gestión de los Dólmenes


de Antequera a la Empresa Pública de Gestión de Programas Culturales, con gestión
administrativa independiente de la Delegación de Cultura de Málaga, a través de una
encomienda de gestión comunicada. Será esta empresa la que convoque y adjudique los
proyectos y las obras a realizar en el Conjunto Arqueológico. Así, entre 2004 y 2007 los
proyectos y obras del Centro de Recepción e Interpretación, la Ordenación Perimetral de la
Plaza Central y Acceso a los Dólmenes de Antequera y la Ordenación General del Recinto de los
Dólmenes de Antequera son encargados al arquitecto Manuel Salado Ordóñez y la empresa
adjudicataria de todas las obras Rofez Construcciones S.L.

En relación a la dotación de personal, en junio de 2004 fue nombrado el primer Director de los
Dólmenes de Antequera, Bartolomé Ruiz González. La figura del Director había sido creada en
1994, pero no fue hasta junio de 2004 cuando se hizo efectiva. Mediante resolución de 7 de
agosto de 2006, la Viceconsejería resolvió la convocatoria pública para cubrir el puesto de
trabajo de libre designación de Director del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Menga, Viera y
El Romeral, siendo ratificado en el puesto Bartolomé Ruiz González. En 2005 se amplió el
número de trabajadores de los Dólmenes de Antequera mediante Decreto 214/2005 de 4 de
octubre, con dos puestos de Titulados de Grado Medio, y en mayo de 2008, mediante concurso
público convocado por la Empresa Pública de Gestión de Programas Culturales, se contrató a
cuatro informadores turísticos para la realización de visitas guiadas (AA.VV., 2011c: 52-66).

Respecto a la propiedad de los terrenos donde se ubican Menga y Viera, ésta correspondió al
Ayuntamiento de Antequera hasta 2006. Diez años antes, en el Pleno del Ayuntamiento de
Antequera, celebrado el 11 de enero de 1996, se resolvió ceder los terrenos donde se ubican los
dólmenes de Menga, Viera y el edificio del parque temático de los dólmenes a la Consejería de
Economía y Hacienda de la Junta de Andalucía. No obstante, dicha cesión no se hizo efectiva
hasta 2006, según BOJA 231 de 29 de noviembre de 2006.

En relación a las figuras de protección de los Dólmenes de Antequera, a partir de la resolución


de 19 de diciembre de 2007 (BOJA 20 de 29 de enero de 2008) de la Dirección General de
Bienes Culturales, se inició el procedimiento para la declaración de Bien de Interés Cultural, con
la categoría de Zona Arqueológica denominada Dólmenes de Antequera, incluyéndose en ella
los monumentos megalíticos de Menga, Viera, y El Romeral, yacimiento del Cerro Marimacho o
Cerro de Antequera y el yacimiento de Carnicería de los Moros o Villa Romana de Antequera.

184
Por Decreto 25/2009 de 27 de enero, publicado en BOJA 33 de 18 de febrero de 2009, el ámbito
arqueológico de los Dólmenes de Antequera (Málaga), fue inscrito en el Catálogo General del
Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona
Arqueológica.

Así mismo, mediante Decreto 280/2010 de 27 de abril, publicado en BOJA 92 de 13 de mayo de


2010, se creó el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera como servicio administrativo
con gestión diferenciada, que además de la figura del Director, ostentada por Bartolomé Ruiz
González, contó con una Comisión Técnica formada por Leonardo García Sanjuán, José Enrique
Márquez Romero, José Ramón Menéndez de Luarca Navia Osorio, Marisa Olmedo Ponce, María
del Carmen Rodríguez Oliva y Aurora Villalobos Gómez, nombrados por Orden del 4 de febrero
de 2011, publicado en BOJA 37 de 22 de febrero.

En los últimos años de esta etapa se redactó, bajo la dirección del Director del Conjunto
Arqueológico, Bartolomé Ruiz González, el “Documento de Avance del Plan Director del
Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera”, publicado por la Junta de Andalucía en 2011.
En él se definen las líneas de trabajo a seguir por el Conjunto Arqueológico entre 2011 y 2018
para hacer efectiva la tutela de los bienes que engloba (AA.VV., 2011c: 13).

En 2011, por Orden de 10 de mayo de 2011, publicada en BOJA 112 de 26 de mayo de 2011, se
revocó la delegación de determinadas competencias en la Dirección del Conjunto Arqueológico
Dólmenes de Antequera, que se delegaron en el Delegado Provincial de Cultura de Málaga y en
la Secretaría General Técnica

4.3.2.2. Actuaciones de acondicionamiento del entorno y dotación de


infraestructuras

Como indicamos anteriormente, el arquitecto Pedro Pacheco Orellana presentó en 2003 el


“Proyecto básico y de ejecución de Centro de Interpretación y Recepción del Conjunto
Dolménico de Antequera” (AA.VV., 2011c: 155). Este proyecto fue ejecutado parcialmente en
2004 por la empresa Rofez Construcciones S. L. (AA.VV., 2011c: 53). Sin embargo, a partir de
2005 el proyecto de Pacheco Orellana fue modificado en varias ocasiones por el arquitecto
Manuel Salado Ordoñez, mediante tres proyectos: “Proyecto Básico y Ejecución Diseño Interior
del Centro de Recepción” (2005), “Proyecto Básico y de Ejecución de Ampliación Estructural del
Centro de Interpretación de la Prehistoria (2005) y “Proyecto Básico y de Ejecución de
Adecuación y Terminaciones del Centro de Interpretación de la Prehistoria de Andalucía” (2007),
ninguno de los cuales llegó a ejecutarse en su totalidad. De las actuaciones realizadas destacan
la construcción de una sala más en la planta sótano y un nuevo tramo de forjado en la planta
baja del Centro de Interpretación, la construcción del Observatorio del Caminante, el Memorial
de los Dólmenes y el Centro Solar Michael Hoskin. Este último modificado de la “Propuesta de
Reloj de Sol Azimutal” presentada por José María Raya Román en 2005, pero no ejecutada. Así,

185
en diciembre de 2007 se inauguraron el Centro de Recepción, dos plataformas para
aparcamientos, el Observatorio del Caminante y el Centro Solar Michael Hoskin (AA.VV., 2011c:
157-158).

Desde 2006, la Dirección General de Bienes Culturales, encargó la redacción de otros proyectos
para la Ordenación del Conjunto y para la terminación del Centro de Interpretación y del Edificio
Sede del Conjunto a otros arquitectos. Entre estos proyectos destacan:

i) El “Proyecto Básico y de Ejecución de la Ordenación Paisajística del Campo de los Túmulos”,


redactado en 2006 por Jasone Ayerbe García y Francisco Javier Ruiz Recco. En él se
contemplaba la disposición de nuevo arbolado y la construcción de los caminos que conducen a
los dólmenes desde el Centro Solar. Fue iniciado en 2007, modificado en 2008 y reiniciado
nuevamente en 2008, finalizando en 2009, siendo la empresa adjudicataria Rofez
Construcciones S.L. (AA.VV., 2011c: 61-69 y 159).

ii) El “Proyecto Básico de Ordenación del Recinto Primero del Conjunto Arqueológico Dólmenes
de Antequera” presentado en 2009 por José Ramón Menéndez de Luarca Navia Osorio, Pau
Soler Serratosa y otros (AA.VV., 2011c: 161).

iii) El “Anteproyecto de reforma y adaptación al nuevo programa de usos de la sede institucional


del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera”, realizado por Aurora Villalobos Gómez en
2009 (AA.VV., 2011c: 68 y 161).

iv) La instalación de módulos prefabricados adaptados al uso administrativo como sede


provisional del conjunto arqueológico (AA.VV., 2011c: 162).

De manera paralela se redactaron y presentaron varios proyectos para dotar de contenido al


futuro Centro de Interpretación, ninguno de los cuales ha llegado a ejecutarse. Entre ellos
destacan: i) el “Proyecto Museográfico “Paisajes Milenarios””, coordinado por Felipe Criado
Boado, y diseñado entre 2003 y 2009 como exposición permanente para la planta sótano
(AA.VV., 2011c: 156). ; ii) “Proyecto de Exposición Temporal “El último viaje””, propuesto por los
profesores Leonardo García Sanjuán y Víctor Hurtado Pérez de la Universidad de Sevilla como
primera exposición temporal sobre el fenómeno megalítico (AA.VV., 2011c: 157).; iii) “Proyecto
museológico de la exposición permanente Antequera Milenaria”, diseñado en 2009 por Leonardo
García Sanjuán, Víctor Hurtado Pérez, Javier Escudero Carrillo, Rafael Maura Mijares, Javier
Pérez González y Aurora Villalobos (AA.VV., 2011c: 69).

186
4.3.2.3. Actuaciones arqueológicas en los monumentos megalíticos

A finales de 2004, entre los días 9 y 15 de diciembre, un equipo de la Universidad de


Southampton dirigido por Kris Strutt llevó a cabo una prospección geofísica en el túmulo de
Menga y en el Cerro de Marimacho (Strutt, 2005).

En la primavera de 2005, fue llevada a cabo una nueva excavación arqueológica en Menga,
denominada “Control de movimiento de tierras para el acondicionamiento de iluminación y
accesos al sepulcro megalítico de Menga, Antequera”, dirigida por Verónica Navarrete Pendón.
Esta actividad consistió en la re-excavación con metodología arqueológica de dos cortes
excavados en 1991 por el equipo de la Universidad de Málaga dirigido por José Enrique Ferrer
Palma e Ignacio Marqués Merelo en el atrio, los cortes 22 y 28; la excavación del suelo del
dolmen, que también había sido excavado previamente por el mismo equipo de la Universidad
de Málaga; y la excavación de seis nuevos cortes en el atrio y la ladera NE de Menga (cortes 3-
7). De entre sus hallazgos destacaron el descubrimiento del pozo construido en el interior del
dolmen y de dos enterramientos en la zona del atrio (Navarrete Pendón, 2005; García Sanjuán y
Mora Molina, 2018).

Posteriormente, la empresa VORSEVI S.A. presentó un “Plan de actuación para el estudio del
dolmen de Menga en Antequera, Málaga”, encargado por la Consejería de Cultura de la Junta de
Andalucía, para conocer el estado en que se encontraban tanto la construcción, como los
materiales que la conforman. El proyecto fue presentado el 6 de junio de 2005, pero no fue
ejecutado.

En 2005 y 2006 la empresa Técnicas Documentales Tecnológicas S.L., TDTEC S.L., realizó un
levantamiento topográfico del interior y del túmulo del dolmen de Menga, así como una
reconstrucción fotogramétrica del interior durante la excavación de 2005 de Navarrete Pendón
(Baceiredo Rodríguez et al., 2014).

Entre el 13 de abril y el 26 de julio de 2005, Teresa Teixidó Ullod y José Antonio Peña Ruano,
del Área de Prospección Geofísica del Instituto Andaluz de Geofísica y de la Universidad de
Granada, llevan a cabo “Estudios Geofísicos en los Dólmenes de Antequera”. Estos trabajos
fueron solicitados por la Dirección General de Bienes Culturales con un doble objetivo; i) obtener
información sobre Menga, Viera y El Romeral utilizando métodos geofísicos no destructivos; ii)
aportar información a los trabajos de excavación arqueológica que realizarían en Menga en los
meses siguiente por otro equipo de la Universidad de Granada dirigido por Francisco Carrión
Méndez (Teixidó y Peña, 2005: 4).

Seguidamente, entre octubre de 2005 y febrero de 2006, un equipo de la Universidad de


Granada dirigido por Francisco Carrión Méndez, llevó a cabo la Intervención Arqueológica en el
Conjunto Megalítico de Menga y Viera (Antequera, Málaga), como una Intervención Arqueológica
Puntual consistente en la excavación arqueológica del pozo descubierto en Menga durante la

187
excavación anterior y de tres sondeos practicados en los laterales N-NO-O del túmulo y en la
ladera N, con los siguientes objetivos: i) concretar la profundidad del pozo su función; ii) estudiar
el túmulo; iii) estudiar la superposición de los túmulos de Menga y Viera; iv) aclarar la función de
varios bloques de piedra de grandes dimensiones que afloraban en la ladera norte del túmulo
(Carrión Méndez et al., 2006b: 12).

De manera previa a la excavación, el mismo equipo realizó un Estudio Geoarqueológico de los


Sepulcros Megalíticos de Cueva de Menga, Viera y Romeral (Antequera, Málaga) entre julio y
noviembre de 2005, para estudiar el medio geológico local y regional, los soportes líticos de los
tres grandes monumentos antequeranos y establecer las bases para el estudio del origen de la
materia prima utilizada en cada monumento y el sistema de aprovisionamiento (Carrión Méndez
et al., 2006a: 3).

En abril de 2006, un equipo dirigido por el profesor Leonardo García Sanjuán de la Universidad
de Sevilla, desarrolló la Actividad Arqueológica Puntual “Sociedades, Territorios y Paisajes en la
Prehistoria Reciente de la Depresión de Antequera”, con un equipo multidisciplinar y varias
líneas de trabajo y objetivos: i) sistematización de la información del inventario municipal de
yacimientos de Antequera y migración a base de datos de las fichas del PGOU de Antequera; ii)
evaluación del medio físico para el desarrollo de futuras prospecciones; iii) prospección
superficial sistemática de varias zonas, dirigidas por García Sanjuán; iv) muestreo y prospección
geomorfológica, dirigida por Francisco Borja Barrera y Cesar Borja Barrera; v) valoración y
estudio de localizaciones de arte rupestre y grafías asociadas a los monumentos megalíticos,
dirigida por Primitiva Bueno Ramírez (García Sanjuán (Dir.), 2006: 1; García Sanjuán y
Wheatley, 2009; García Sanjuán et al., 2010).

En 2007, David García González dirigió la “Actividad Arqueológica Preventiva de Control de


Movimiento de Tierras del Proyecto de Ajardinamiento en el Conjunto Dolménico de Antequera
(Málaga)”. El motivo de dicha actividad fue evitar la alteración de niveles arqueológicos durante
la plantación de árboles y la realización de un nuevo camino de acceso a los dólmenes desde el
Centro Solar Michael Hoskin, unos trabajos planteados en el “Proyecto Básico y de Ejecución de
la Ordenación Paisajística del Campo de los Túmulos” de Jasone Ayerbe García y Francisco
Javier Ruiz Recco (García González, 2007: 2 y 8-9).

En 2007, por encargo de la Dirección General de Bienes Culturales, la empresa Chapitel


Conservación y Restauración S.L., llevó a cabo la actividad “Restauración de Losa decorada del
Conjunto Dolménico. Antequera (Málaga)” (Ruiz de la Linde, 2009: 3). Esta losa, ubicada desde
los años 40 del siglo XX en el lateral Norte del atrio de Menga, junto a los dos primeros
ortostatos, fue desplazada en los años 90 (posiblemente durante la intervención de 1991 en el
atrio de Menga) hacia el exterior, fragmentándose en dos posteriormente. Tras la restauración la
pieza fue devuelta al Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, donde continúa en la
actualidad, guardada en una caja de madera.

188
En 2008 tuvo lugar una “Intervención menor de mantenimiento en el tholos de El Romeral”
(AA.VV., 2011c: 64) de la que no tenemos documentación.

En 2009 se llevó a cabo la instalación eléctrica, y la consiguiente reposición de suelo en Viera y


en El Romeral, trabajos de los que tampoco tenemos documentación (AA.VV., 2011c: 68).

Por último, en 2011 se desarrollaron dos actividades arqueológicas. Por un lado, con la ejecución
del “Proyecto Básico de Ordenación del Recinto Primero del Conjunto Arqueológico Dólmenes
de Antequera” presentado en 2008 José Ramón Menéndez de Luarca Navia Osorio, Pau Soler
Serratosa y otros (AA.VV., 2011c: 161), fue necesaria una “Actividad Arqueológica Preventiva de
Control de Movimientos de Tierras en el Proyecto de Ordenación del Conjunto Arqueológico de
los Dólmenes de Antequera (Málaga)”, dirigida por David García González (2011), debido a los
trabajos de la eliminación de vertidos de relleno terrígeno, la plantación de árboles y la
realización de nuevos caminos de acceso a través del recinto en zonas clasificadas como Área
de Protección Arqueológica, con zonificación arqueológica Tipo I. Por otro lado, el Conjunto
Arqueológico Dólmenes de Antequera solicitó a Marta Díaz-Zorita Bonilla, la realización de un
“Estudio bioarqueológico de los individuos procedentes de la intervención de control de
movimientos de tierras para el acondicionamiento de iluminación y accesos al sepulcro
megalítico de Menga, Antequera, Málaga” (Díaz-Zorita Bonilla, 2011; Díaz-Zorita Bonilla y García
Sanjuán, 2012). En el marco de dicho estudio, además de la caracterización antropológica de los
individuos, se dataron dos muestras óseas, una de cada individuo identificado (Díaz-Zorita
Bonilla y García Sanjuán, 2012).

Paralelamente a estas actividades, se presentaron varios proyectos que a día de hoy no han sido
ejecutados:

i) En 2009, Fernando Carrera Ramírez presenta un “Proyecto de diagnosis para la conservación


de los dólmenes de Antequera”. Tan solo se instalaron unas estaciones medidoras de
temperatura y humedad en los tres monumentos (AA.VV., 2011c: 67-68).

ii) También en 2009, la empresa TDTEC Técnicas Documentales Tecnológicas S.L., presentó
dos presupuestos para la realización de dos proyectos cartográficos: un “Proyecto Cartográfico
de registro de las excavaciones en el túmulo del dolmen de Menga y de su futura restitución,
Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera, Málaga” y un “Proyecto Cartográfico y
Divulgativo en los dólmenes de Viera y El Romeral, Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de
Antequera, Málaga”.

iii) En 2011, según el encargo hecho por el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, los
arquitectos José Ramón Menéndez de Luarca Navia Osorio y Pau Soler Serratosa, y el
arqueólogo José Antonio Linares Catela, presentaron un “Proyecto Básico y de Ejecución de
Consolidación y Puesta en Valor del Dolmen de Menga” (Menéndez de Luarca Navia Osorio et
al., 2011). En 2018, la Dirección General de Bienes Culturales solicitó la modificación de este

189
proyecto para su posible ejecución en 2019. Aunque el proyecto modificado fue presentado
nuevamente por sus redactores ese mismo año, no existe resolución por el momento.

4.3.2.4. Principales estudios publicados

Las principales publicaciones de esta etapa son síntesis donde se recogen las líneas seguidas
en la tutela, investigación, puesta en valor y difusión de los monumentos megalíticos
antequeranos (Ruiz González, 2009), destacando los tres volúmenes del Documento de Avance
del Plan Director (AA. VV., 2011a; 2011b; 2011c) (Figura 4.7).

Otras publicaciones se centran en alguna de las líneas indicadas anteriormente: tutela (Ruiz
González, 2005), investigación (Fernández Rodríguez y Romero Pérez, 2007; Olmedo Ponce,
2009; Carrión Méndez et al., 2010; Maura Mijares, 2011a; 2011b; Díaz-Zorita Bonilla y García
Sanjuán, 2012) y difusión (Márquez Romero y Fernández Ruiz, 2009).

Por otro lado destacan dos obras sobre temas historiográficos, centradas en las figuras de
Rafael Mitjana y Ardison (Rodríguez Marín, 2006) y Manuel Gómez-Moreno Martínez (Bellón
Ruiz, 2010).

Figura 4.7. Portada de los tres volúmenes del Documento de Avance del Plan Director de 2011
(AA.VV., 2011a; 2011b; 2011c).

4.3.3. LOS PROYECTOS DE INVESTIGACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE


SEVILLA (2012-2019)

4.3.3.1. Protección y gestión

Esta etapa se caracteriza por el desarrollo de los trámites que condujeron a la declaración del
Sitio de los Dólmenes de Antequera como Patrimonio Mundial en 2016. El inicio puede situarse
en el 25 de octubre de 2011, cuando la Junta de Andalucía, a propuesta de la Directora General
de Bienes Culturales, Margarita Sánchez Romero, elevó la candidatura del Sitio de los Dólmenes

190
de Antequera al Consejo del Patrimonio Histórico Español. Este organismo acordó remitirlo a la
UNESCO, que lo incluyó en la Lista Indicativa del Patrimonio Mundial unos meses más tarde, el
27 de enero de 2012.

El 3 de febrero de 2014 se presentó al Gobierno de España la propuesta de inscripción del Sitio


de los Dólmenes de Antequera en la Lista de Patrimonio Mundial. El documento estuvo dirigido
por Juan Manuel Becerra García, instruido por Bartolomé Ruiz González, coordinado por la
arquitecta Rufina Fernández Ruiz, y contó con la asesoría científica de Leonardo García Sanjuán
y Gonzalo Aranda Jiménez y con la ayudantía técnica de María del Carmen Andújar Gallego,
Ayudante de Patrimonio Histórico, Miguel Ángel Checa Torres, Administrativo, y Victoria Eugenia
Pérez Nebreda, Técnica. En el mes de marzo del mismo año, se dieron dos pasos importantes
para la inscripción del sitio en la lista de Patrimonio Mundial. Por un lado, el 4 de marzo de 2014
se produjo la visita de la presidenta de ICOMOS España, María Rosa Suárez-Inclán Ducassi y
del vicepresidente, José María García de Miguel a los Dólmenes de Antequera; y por otro, el 24
de marzo de 2014 la Junta de Andalucía, a través del Consejero de Educación, Cultura y
Deporte, Luciano Alonso Alonso, y el Director del Conjunto Arqueológico, Bartolomé Ruiz
González, elevó al Consejo de Patrimonio Histórico Español reunido en Plasencia, la propuesta
del Sitio de los Dólmenes de Antequera (Málaga), donde quedó ratificada como única
candidatura española para 2015 a la Lista Representativa del Patrimonio Mundial de la
UNESCO. En los meses siguientes fue presentada al Gobierno de España la propuesta de
inscripción del Sitio de los Dólmenes de Antequera, el 24 de julio en español y el 30 de
septiembre siguiente en español e inglés.

En 2014 varias corporaciones expresaron su apoyo a la candidatura del Sitio de los Dólmenes de
Antequera como Patrimonio Mundial: el Ayuntamiento de Antequera, mediante una moción
conjunta realizada el día 14 de marzo; el Parlamento de Andalucía, a partir de una Declaración
Institucional del Pleno del Parlamento realizada el día 27 del mismo mes; y La Real Academia de
Nobles Artes de Antequera mediante acuerdo en Junta General Ordinaria el 20 de junio.

En 2015, mediante Orden de 8 de abril de 2015, publicada en BOJA 81 de 29 de abril de 2015,


se nombró a las personas integrantes de la Comisión Técnica del Conjunto Arqueológico
Dólmenes de Antequera: Damián Álvarez Salas, Raniero Baglioni, María Dolores Camalich
Massieu, María Soledad Gil de los Reyes, Margarita Sánchez Romero y Aurora Villalobos
Gómez.

Finalmente, el 15 de julio de 2016, en la 40ª sesión del Comité del Patrimonio Mundial, celebrada
en Estambul (Turquía), el Sitio de los Dólmenes de Antequera fue declarado Patrimonio Mundial,
incluido en la categoría de Sitio Cultural con número de referencia 1501. Los bienes integrantes
son tres monumentos culturales, los monumentos megalíticos de Menga, Viera y El Romeral, y
dos monumentos naturales, La Peña de los Enamorados y El Torcal de Antequera, contando la
zona central del Sitio con 2.446,30 Ha y la zona de amortiguación con 13.234,00 Ha (AA. VV.,
2016a: 165).

191
Los criterios que justificaron el Valor Universal Excepcional del bien y su inscripción en la lista de
Patrimonio Mundial fueron los criterios i, iii y iv: (i) representar una obra maestra del genio
creativo humano; (iii) tener un testimonio único o al menos excepcional de una tradición cultural o
de una civilización que está viva o ha desaparecido; (iv) ser un ejemplo sobresaliente de un tipo
de edificio, conjunto arquitectónico o tecnológico o paisaje que ilustra una/s etapa/s significativa/s
en la historia humana (AA. VV., 2016b: 223-225).

Para el criterio (i) se destacó que el número, tamaño, peso y volumen de bloques de piedra
transportados y ensamblados, utilizando una tecnología rudimentaria, y las características
arquitectónicas de los tres megalitos, hace que sean una de las obras de ingeniería y
arquitectura más importantes de la Prehistoria Europea y uno de los ejemplos más importantes y
mejor conocidos del Megalitismo Europeo. Como tal, los dólmenes de Menga y Viera y los tholos
de El Romeral definitivamente representan un excelente ejemplo del genio creativo de la
humanidad (AA. VV., 2016b: 223-225).

El criterio (iii) fue justificado debido a que el Sitio Dólmenes de Antequera ofrece una visión
excepcional de las prácticas funerarias y rituales de una sociedad prehistórica altamente
organizada del Neolítico y la Edad del Bronce en la Península Ibérica. Los Dólmenes de
Antequera materializan una extraordinaria concepción del paisaje megalítico, siendo exponentes
de una relación original con los monumentos naturales a los que están intrínsecamente
vinculados. Se diferencian de las orientaciones canónicas, mostrando orientaciones anómalas:
Menga es el único dolmen en la Europa continental que mira hacia una montaña antropomórfica
como La Peña de los Enamorados, mientras que el tholos de El Romeral lo hace a la Sierra de El
Torcal, siendo uno de los pocos casos en toda la Península Ibérica donde la orientación es hacia
la mitad occidental del cielo. Este conjunto de los tres monumentos megalíticos junto con los dos
monumentos naturales representa una tradición cultural muy distintiva que hoy día ha
desaparecido (AA. VV., 2016b: 223-225).

Con el criterio (iv) se hizo referencia al Sitio Dólmenes de Antequera como un ejemplo destacado
de conjunto monumental megalítico, al estar compuesto por tres monumentos megalíticos, que
ilustran una etapa significativa de la historia humana cuando se construyeron los primeros
grandes monumentos ceremoniales en Europa Occidental. Los tres tipos diferentes de
arquitectura megalítica que se observan en este conjunto son representativos de las dos grandes
tradiciones megalíticas ibéricas: la arquitectura adintelada en los casos de los dólmenes de
Menga y Viera y la arquitectura de falsa cúpula del tholos de El Romeral. Así mismo, es
particular la relación entre los megalitos y el paisaje circundante de Antequera, puesto que los
tres monumentos megalíticos están enterrados bajo túmulos de tierra y dos megalitos están
orientados hacia los monumentos naturales de La Peña de los Enamorados y El Torcal,
reforzando con ello la originalidad del bien. Igualmente, se destacan los valores de integridad,
por el carácter unitario de los tres monumentos megalíticos, y de autenticidad, por el
mantenimiento de cada una de las partes que componen las construcciones (AA. VV., 2016b:
223-225).

192
Sin embargo, se advirtieron varias deficiencias, que deberán ser corregidas y evaluadas
posteriormente por ICOMOS (International Council on Monuments and Sites), a partir de un
informe que deberá presentarse antes del 1 de diciembre de 2019 en el Centro del Patrimonio
Mundial. Las actuaciones recomendadas fueron las siguientes: a) finalizar el Plan de Protección
Especial del Sitio Dólmenes de Antequera y revisar el Plan General de Zonificación Urbana para
abordar las principales presiones de desarrollo que afecta al bien; b) desarrollar indicadores de
seguimiento para evaluar el impacto del desarrollo y del turismo en los atributos de los bienes
enumerados; c) asegurar la coordinación de los diversos órganos e instrumentos de planificación
involucrados en la gestión de cada uno de los elementos que componen el bien para mejorar su
gestión; d) integrar una estrategia de Evaluación del Impacto del Patrimonio en el sistema de
gestión, a fin de garantizar que cualquier programa o proyecto sea evaluado en sus impactos
sobre el Valor Universal Excepcional del bien (AA. VV., 2016b: 225-226).

Tras la Declaración de los Dólmenes de Antequera como Patrimonio Mundial, se elaboró el


nuevo “Plan Director del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (2018/2025)” con varios
programas: estrategia institucional, territorio y sociedad, arquitectónico, de patrimonio, expositivo,
de investigación, de comunicación y difusión, de recursos económicos, de recursos humanos y
de seguimiento y evaluación. El documento fue presentado por Bartolomé Ruiz González,
Director del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, en la Jornada Científica “Dólmenes
de Antequera: Investigaciones Científicas Actuales”, celebrada el 7 de octubre de 2017 en el
Museo de la Ciudad de Antequera, organizada por el grupo de investigación ATLAS (HUM-694)
de la Universidad de Sevilla y el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, y aprobado por
Orden del Consejero de Cultura de 4 de mayo de 2018 (AA. VV., 2018).

4.3.3.2. Actuaciones de acondicionamiento del entorno y dotación de


infraestructuras

A partir de la Declaración de los Dólmenes de Antequera como Patrimonio Mundial, las


actuaciones fueron dirigidas a corregir las deficiencias indicadas por UNESCO. Así en 2017, se
abrió convocatoria de licitación pública de obras para la construcción del Museo de Sitio del
Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, (BOE 169 de 17 de julio de 2017),
adjudicándose la obra a la empresa Díaz Cubero S.A. el día 4 de diciembre de 2017 y
formalizándose el contrato el día 30 de enero de 2018 (BOE 56 de 5 de marzo de 2018: 17140),
comenzando los trabajos ese mismo año.

4.3.3.3. Actuaciones arqueológicas en los monumentos megalíticos

Muchas de las actividades arqueológicas desarrolladas en esta etapa han estado enmarcadas
en el Proyecto General de Investigación (PGI) Sociedades, Territorios y Paisajes en la
Prehistoria de las Tierras de Antequera (Málaga) y los Proyectos del Plan Nacional I+D
193
desarrollados entre 2014 y 2017 “Naturaleza, Sociedad y Monumentalidad: Investigaciones
Arqueológicas de Alta Resolución del Paisaje Megalítico de Antequera (MEGA)” (HAR2013-
45149-P) y 2018 y 2021 “Biografías Megalíticas: el Paisaje Monumental de Antequera en su
Contexto Temporal y Espacial (BIOMEGA)” (HAR2017-87481-P), dirigidos por Leonardo García
Sanjuán, continuando las líneas de investigación abiertas en 2006 con la Actividad Arqueológica
Puntual (AAP) “Sociedades, Territorios y Paisajes en la Prehistoria Reciente de la Depresión de
Antequera”. Estos proyectos han tenido (y tienen) como objetivos la realización de trabajos de
arqueología no-destructiva, como son la prospección de superficie, la prospección geofísica, la
catalogación de sitios, la documentación de grafías rupestres y megalíticas, la reconstrucción
geoarqueológica y el estudio y análisis de materiales recuperados en excavaciones previas,
desde una perspectiva biográfica y contando con varias líneas de investigación:
1) Prospección sistemática y análisis del territorio.
2) Análisis geoarqueológico.
3) Análisis de las grafías rupestres y megalíticas.
4) Estudio y análisis de materiales de intervenciones realizadas en los megalitos
antequeranos y sitios prehistóricos asociados.

Entre 2013 y 2015 se desarrolló una investigación intensiva en el sitio de Piedras Blancas I,
prospectado de manera previa en la AAP de 2006. En 2013 se realizó una nueva prospección
superficial intensiva y una prospección geofísica (Leonardo García Sanjuán, David Wheatley,
Marta M. Díaz-Guardamino Uribe y Kris Strutt), así como un estudio litológico y geológico de los
bloques de piedra identificados (José Antonio Lozano Rodríguez). Entre 2013 y 2015 se llevó a
cabo la caracterización tecno-morfológica (Olga Sánchez Liranzo) y geoarqueológica (José
Antonio Lozano Rodríguez, Luis Alfonso Pérez Valera y Fernando Pérez Valera) de los
materiales recuperados en la prospección (García Sanjuán et al., 2015).

Entre 2013 y 2018, se desarrolló la actividad de análisis de las grafías de Menga, Viera y El
Romeral, dirigida por Primitiva Bueno Ramírez (Bueno Ramírez et al., 2013a; 2017),
continuación del análisis ya iniciado en 2006, del Abrigo de Matacabras (Rogerio-Candelera et
al., 2018a) y de otros sitios con grafías paleolíticas en Tierras de Antequera (De Balbín
Behrmann et al., 2017).

En 2013 se realizó el estudio de los materiales de la Colección Gómez-Moreno, dirigido por


Gonzalo Aranda Jiménez, y la datación radiocarbónica de dos fragmentos óseos en el laboratorio
BETA Analytic.

En 2015 se realizaron varios estudios de materiales entre los que se incluyen: los restos
romanos de la intervención dirigida por Atencia Páez en 1988 en el entorno de Menga y Viera
(Aranda Jiménez et al., 2015), algunos restos (antropológicos y balísticos) hallados en la
intervención dirigida por Ferrer Palma y Marqués Merelo en 1991 en Menga (Aranda Jiménez et
al., 2015; García Sanjuán et al., 2016c), y los restos óseos faunísticos hallados en el relleno del

194
pozo de Menga excavado en la intervención dirigida por Francisco Carrión Méndez en 2005-
2006 (García Sanjuán et al., 2016b)

Entre 2016 y 2018 se realizó un completo estudio de los materiales procedentes de la Actividad
Arqueológica Preventiva de “Control de movimiento de tierras para el acondicionamiento de
iluminación y accesos al sepulcro megalítico de Menga, Antequera”, dirigida por Verónica
Navarrete Pendón en 2005, que cuyos resultados fueron publicados en la monografía “La
Intervención de 2005 en el Dolmen de Menga. Temporalidad, Biografía y Cultura Material en un
Monumento del Patrimonio Mundial” (García Sanjuán y Mora Molina, 2018).

En 2019 se inició un nuevo estudio de materiales procedentes de la Actividad Arqueológica


Puntual de “Intervención Arqueológica en el Conjunto Megalítico de Menga y Viera. Antequera
(Málaga)”, dirigida por Francisco Carrión Méndez entre octubre de 2005 y febrero de 2006. Este
estudio continua en curso, presentándose en el Capítulo 13 de esta Tesis Doctoral los resultados
preliminares.

Al margen del citado PGI, pero íntimamente relacionado con él y dirigidas por el mismo equipo,
fueron llevadas a cabo las siguientes actividades:

- Datación mediante OSL de muestras procedentes de Menga, Viera y El Romeral: entre 2014 y
2019 se aplicaron técnicas luminiscentes en los propios megalitos para la obtención de fechas
que dataran la construcción de los mismos. Así, se realizaron dos tomas de muestra, la primera
en Menga en marzo de 2014, y la segunda en los tres monumentos megalíticos en junio de 2015
(Constantin Athanassas y Leonardo García Sanjuán). Igualmente, en julio de 2015 se llevaron a
cabo las mediciones de dosimetría in situ en los sitios donde se habían tomado las muestras
(María Isabel Marques Dias, Guilherme de Jesús de Oliveira Cardoso y Leonardo García
Sanjuán). Estas muestras y medidas de dosimetrías fueron analizadas posteriormente, entre
2016 y 2019, por Constantin Athanassas (Athanassas et al., 2016) y por Alicia Medialdea
Utande.

- Estudio de ADN de restos óseos de Menga, procedentes de las intervenciones arqueológicas


de 1991 y 2005, y de los yacimientos de Tierras de Antequera (Arroyo Saladillo, Cerro
Comandante, La Quinta, Arroyo Villalta, Las Maravilla, Necrópolis Sanjuán y Cerro del Cuchillo),
que están siendo analizadas por Martin Richards y Gonzalo Oteo García (Universidad de
Huddersfield, Reino Unido).

Otras actividades fueron desarrolladas por otros equipos y fuera del citado PGI. Así, en 2012,
2014 y 2015 se realizaron levantamientos tridimensionales de los tres monumentos megalíticos
antequeranos. En 2012, la empresa Dryas Octopetala realizó un “Levantamiento tridimensional
por combinación de escaneo láser y fotogrametría digital del Dolmen del Romeral (Antequera,
Málaga, España)”. Dicho trabajo se realizó con motivo de la ejecución de los trabajos del tramo
Bobadilla-Antequera de la Línea de Alta Velocidad Antequera-Granada, y la cercanía del trazado

195
de la línea ferroviaria al monumento megalítico (Dryas Octopetala, 2012). En 2014, José Luis
Caro y Salvador Hansen realizaron el levantamiento tridimensional de Menga (Caro y Hansen,
2015). Y en 2015 José Antonio Benavides López, Francisco Javier Esquivel Sánchez y José
Antonio Esquivel Guerrero realizan el escaneado láser 3D de Viera (Benavides López et al.,
2015).

Por último, en 2014, David García González dirigió una Intervención Arqueológica Preventiva en
el Cerro de Marimacho (Antequera, Málaga), motivada por la construcción de un acerado en un
tramo de la carretera Antequera-Archidona N-354, que bordea por el sur dicho cerro. En el
transcurso de la intervención se hallaron dos estructuras prehistóricas negativas, excavadas en
el sustrato, un hoyo o fosa de planta circular y un foso de sección en “V” con dirección suroeste-
noreste (García González et al., 2014).

4.3.3.4. Principales estudios publicados

Debido a la importancia de la inclusión de los


Dólmenes de Antequera en la Lista Indicativa del
Patrimonio Mundial de la UNESCO el 27 de enero
de 2012, una de las publicaciones destacadas de
esta etapa está relacionada con este hecho
(Sánchez Romero, 2012) y la otra con el nuevo
Plan Director del Conjunto Arqueológico Dólmenes
de Antequera para los años 2018 a 2025 (AA. VV.
2018) (Figura 4.8).

Por otro lado destacan las numerosos publicaciones


que recogen los resultados de diversas
investigaciones en los monumentos megalíticos y Figura 4.8. Portada del Plan Director Del
su entorno, como el análisis geoarqueológico y Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera
2018/2025 (AA.VV., 2018).
geométrico de Menga
(Lozano et al., 2014), los levantamientos 3D realizados en Menga (Caro y Hansen, 2015) y Viera
(Benavides López et al., 2015) en 2014 y 2015 respectivamente, el análisis de los programas
gráficos del dolmen de Menga y Viera (Bueno Ramírez et al., 2013a; 2017), los diversos estudios
de materiales hallados en el entorno de Menga y Viera (Aranda Jiménez et al., 2015) y en Menga
(García Sanjuán et al., 2016b; 2016c; Lozano Rodríguez et al., 2016; Riquelme Cantal, 2016;
García Sanjuán y Mora Molina, 2018), el primer análisis de muestras tomadas de Menga, Viera y
El Romeral para datación por OSL (Athanassas et al., 2016), las intervenciones arqueológicas en
el Cerro de Marimacho (Antequera, Málaga) de 2014 (García González et al., 2014), Piedras
Blancas I (García Sanjuán et al., 2015) y Arroyo Saladillo (Fernández Rodríguez et al., 2014-
2015), el análisis de los motivos gráficos del Abrigo de Matacabras (Rogerio-Candelera et al.,
2018a: 76-93), la Edad del Cobre en Tierras de Antequera (García Sanjuán et al., 2016d), el

196
análisis de los motivos gráficos de los sitios paleolíticos de Tierras de Antequera (De Balbín
Behrmann et al., 2017).

Muchos trabajos recogen nuevas dataciones radiocarbónicas: dos del dolmen de Viera,
obtenidas sobre muestras óseas de origen animal procedentes de la Colección Gómez-Moreno
(Aranda Jiménez et al., 2013); 34 del dolmen Menga y su entorno inmediato (Aranda Jiménez et
al., 2015; García Sanjuán y Lozano Rodríguez, 2016; García Sanjuán et al., 2016b; 2018b); y
seis procedentes del entorno de Menga y Viera (Aranda Jiménez et al., 2015). En relación con la
cronología de los monumentos megalíticos destaca también la motivación de su construcción,
que en el caso de Menga podría estar relacionada con un importante terremoto llamado Axarquía
E-2-3 ocurrido entre 4040 y 3720 cal ANE 2σ (Bradley y García Sanjuán, 2017).

Por último, mencionar diversos estudios de síntesis sobre Menga en el siglo XIX (Sánchez-
Cuenca López, 2012), la historiografía de los tres monumentos megalíticos antequeranos (Maura
Mijares, 2015), la biografía de Menga (García Sanjuán y Lozano Rodríguez, 2016) y la
intervención de 2005 en Menga (García Sanjuán y Mora Molina, 2018).

4.4. VALORACIÓN

Una parte importante de nuestro trabajo ha sido reunir y, sobre todo, analizar toda la
documentación generada sobre los megalitos que conforman el estudio de caso de esta Tesis
Doctoral.

A lo largo de los casi 500 años que van desde 1530 (año de la referencia más antigua que por el
momento tenemos del dolmen de Menga) hasta 2019, la documentación generada sobre estos
monumentos megalíticos ha sido muy variada y prolija, contando con diversas fuentes de
información: bibliográfica, administrativa y arqueológica, y de distinto tipo: documentos escritos,
fotografías y planos.

El análisis de esta documentación nos ha permitido establecer una clara división entre el primer
periodo (1530-1842), donde encontramos únicamente alusiones a la “cueva de Menga” y “otra
situada a diez pasos de ella” en Historias de Antequera o Historias Generales, y los otros dos
periodos (1842-1984 y 1985-2019), en los que se desarrollan actividades arqueológicas, cuyos
objetivos van variando desde la búsqueda de antigüedades y su acondicionamiento para la visita
de los monumentos en el segundo periodo, hasta la investigación y la puesta en valor de los
monumentos y su emplazamiento en el tercer periodo.

197
CAPÍTULO 5:

EL DOLMEN DE MENGA EN LAS


FUENTES DOCUMENTALES
DE 1530 A 1900

199
En este capítulo realizamos un análisis de la información sobre el dolmen de Menga contenida
en las principales fuentes documentales desde la primera mención en 1530, hasta los
momentos previos a la excavación de Viera y El Romeral a principios del siglo XX, cuya
documentación textual y gráfica es sintetizada en las Tablas 5.1 - 5.5.

5.1. PRIMERAS REFERENCIAS SOBRE MENGA Y VIERA (1530-


1842)

La primera alusión al dolmen de Menga de la que tenemos constancia, se encuentra en una


licencia ordinaria de 1530 concedida por César de Riarío, Obispo de Málaga, y Bernardino de
Contreras, su Provisor y Vicario General, al Clérigo Presbítero Francisco Gavilán para la
construcción de una Ermita en honor a Nuestra Señora de Belén. En ella se colocaría una
imagen de la Virgen María, venerada por el propio Francisco Gavilán en su retiro, para que
pudiera ser honrada por todos los fieles de Antequera (Molina, 1915: 268-271). Esta licencia
ordinaria fue reproducida por Alonso García de Yegros en Historia de la Antigüedad y Nobleza
de la Ciudad de Antequera (1609) y en las tres copias posteriores de dicha obra, en el capítulo
dedicado a la fundación del Convento de Belén (Molina, 1915: 270-271).

“Bernardinus de Contreras juris utriusque Doctor, Reverendissimi, ac Illusttrissimi Domini Cesaris


de Riarío, Patriarchae Alexandrini, et Episcopi Malacitani, in spiritualibus et temporalibus Provisor
et Vicarius Generalis: dilecto nro. Francisco Gavilán Clerico Praesbitero salutem. Cum itaque, sicut
nobis exposuisti, tu zelo devotionis accensus cupis quoddam oratorium, seu saccelum,
heremitorium nuncupatum, in via publica de Archidona, prope antrum de Menga vulgariter
nuncupatum, in certo predio hec edificare, et construere in honorem Beate Marieae de Bethlem, si
ad id faciendum per nos authoritate ordinaria licentia, et facultas concedatur. (...)” (Molina, 1915:
270).

Menga es denominada en estos momentos “antrum”, que literalmente significa “antro” o “gruta”, y
mencionada por su proximidad al sitio designado para la construcción de la ermita en honor a
María de Belén en la vía pública de Archidona. Esta ermita debe ser el actual Convento de
Belén, situado a unos 750 m del dolmen de Menga.

Es en la segunda mitad del siglo XVI, en 1587, cuando aparece la primera referencia a otra
cueva situada junto a la de Menga, en Discursos Históricos de Antequera, de Agustín de Tejada
y Páez, donde se describe también la cueva de Menga. Esta obra, cuyo original se perdió, se
conoce por una copia de 1886 realizada por Juan y Manuel Quirós de los Ríos, conservada en el
Fondo Serrano Morales de la Biblioteca Municipal de Valencia, reeditada en 2005 por Asunción
Rallo Gruss (2005: 195-197).

“(...), se hallan en Antequera, no faltándole nobleza, y antigüedad, como diremos y se colige de


cuevas y sepulcros y piedras que en ella de tiempo de romanos se han hallado, principalmente en

201
una cueva que se dice de Menga, y otra que junto a ella (poco ha) se ha descubierto, y están a la
salida de la ciudad, camino de Granada.

Son estas cuevas hechas a mano, puestas unas peñas toscamente labradas de más de cuarenta
pies en largo y veinte en ancho y diez en grueso que restriban en unos mármoles de la propia obra
que parece imposible haberlas podido mover, significando, no sin misterio, haber tomado tanto
trabajo.

Dejadas muchas opiniones la que yo tengo por más cierta es la que yo he oído tratar entre hombre
doctos y leídos principalmente a mi padre Francisco de Tejada, cuya erudición en historias antiguas
y modernas, divinas y humanas, es muy notoria, que debía de ser templo nocturno, donde venían a
sacrificar de noche los gentiles, cuya profanidad llegó a tanto, que de cuantas cosas son menester
tenían Dioses particulares, como el Dios Morpheo del sueño, Mercurio de los caminantes, Venus de
los amores, Pomana, de los huertos, Pan de los pastores, Educa del comer, Potina del beber,
Himeneo de los casamientos, Lucina diosa de los partos, Nenia de los entierros y otra infinidad de
ellos, sin otros muchos semidioses, faunos, sátiros y silvanos, que la gentílica vanidad por Dioses
adoraba, dejando de conocer lo que por sí está tan claro como es la unidad de la divinidad, esencia
que algunos filósofos conocieron, como Aristóteles y Varron, viendo y considerando el concierto del
movimiento celeste, según aquello del salmo: los cielos publican la gloria de Dios. Y así en esta
cueva se debía de sacrificar a los dioses nocturnos e infernales que eran Plutón y Proserpina,
porque según eran los dioses, eran los templos. O era hecha para consultar oráculos, según los
gentiles acostumbraban a hacerlo, cuando alguna empresa acometían, como Cresso, rey de Lidia,
para ir contra Ciro, y el rey Pirro de los epirotas para mover guerra a Ytalia, y Apio para saber el
suceso de las guerras civiles entre Julio Céssar y el gran Pompeyo. Y en esta cueva debió haber
oráculos, conjurando y consultando sus vanos dioses según el sitio y disposición que tienen.”
(Asunción Rallo Gruss, 2005: 195-197).

Esta obra permite extraer varios datos con respecto al conocimiento que se tenía en el siglo XVI
de Menga y Viera. Por un lado, se atribuía la construcción de ambos monumentos a los
romanos, considerándolos como cuevas sagradas dedicadas a divinidades de la mitología
romana, destacando la denominación de “templo nocturno”. En el caso de Menga se señalaba su
construcción mediante la erección de grandes piedras toscamente labradas, indicándose unas
medidas que deben corresponderse con el espacio interior del dolmen: 10,80 m de largo, 5,4 m
de ancho y 2,7 m de alto. En el caso de Viera destaca que se hablara de descubrimiento, lo que
permite plantear que el acceso a este momento se encontraría cegado hasta la segunda mitad
del siglo XVI, cuando se realizaría alguna excavación en su túmulo para acceder al interior,
pudiendo corresponder a esta época la apertura o reapertura de galería abierta en el trasdosado
de la losa de cabecera y de los ortostatos del lateral norte, tapada de manera definitiva en la
intervención de 2003-2004.

En el siglo XVII las cinco obras originales y las siete copias de éstas mencionan tanto a Menga
como a Viera, haciéndose referencia a esta última como cueva sin nombre similar a Menga.

En la obra más antigua, escrita por Alonso García de Yegros en 1609, Historia de la Antigüedad
y Nobleza de la Ciudad de Antequera, de la que se conserva una copia manuscrita en la
Biblioteca Nacional, perteneciente al Conde de Miranda, se encuentra la primera descripción del

202
interior y del exterior de Menga (García de Yegros, 1609: 47-48), al igual que en las copias
posteriores, una copia de finales del siglo XVII y de otras tres de principios del XVIII, con
añadidos de cada autor (Cuesta, fines del siglo XVII: 26-27; Molina, 1713: 24-25 (reedición de
1915: 30-31); Vega Saenz, siglo XVIII: 26-27).

“Y es bastante sospecha que por la parte de Antequera hazian en aquellos tiempos buenas
poblaciones, por el sitio y tierras acomodadas, como se descubre por el edificio, y obra que esta a el
presente junto a Antequera a mil pasos, que es una cueva (que llaman de Menga) la cual parece
fundaron aquellos gentiles, cuando aun no tenian noticia de edificios con cal, y arena, y hazian
cuevas para su defensa de fieras, y animales silvestres, y de los cosarios, que entraban en tierra por
las riquezas de ellas. La traza de la Cueva, es su fundacion en un sitio llano, puestas piedras de
canto levantadas como dos varas en alto, de ancho dos y media, de gruesso mas de cinco quartas.
Tiene por cubierta tres lossas de extraña grandeza de veinte y quatro pies de largo cada una, y otro
tanto de ancho, y cinco quartas de gruesso, y quedan en hueco (que es la anchura de la Cueva)
dies, y seis pies bien largos. La entrada tiene angosta, como para defensa, y dificultosa con dos
piedras, que la cubren, de dies y seis pies en largo y quince en ancho, con la grosseda de las
demas. En medio de la cueva están tres pilares quadrados de cinco quartas por hazera. Esta
máquina de grandissimas piedras para su firmeza, y fortaleza la cubrieron aquellos antiguos con
mucha tierra, de tal manera, que su obra haze un cerrillo mediano, la tierra esta bien pissada con
piedras pequeñas de cascajo por cima. Junto a esta ay otra cueva dies passos de distancia, y por
estar tapada la entrada no se a visto su traza, y segun lo que pareze de fuera, es otra tal.”
(Transcripción propia de la copia de Cuesta, fines s. XVII: 26-27).

Tan solo, la última copia añadía un dato adicional sobre la ubicación de Menga: “a espalda del
sitio que llaman cerro del Infante, (que hoy llamamos de la Cruz por tener allí el Calvario) y en la
vega” (Vega Saenz, s.XVIII: 26).

En primer lugar, destaca la atribución de la construcción de Menga a poblaciones antiguas,


necesariamente anteriores a los romanos al indicar que no conocían la cal y la arena. Por otro
lado, según las longitudes aquí propuestas, Menga se encontraría a una distancia de Antequera
de 690 m y a 6,90 m de la otra cueva, Viera. Estaría compuesta por piedras de 1,66 m de alto,
2,07 m de ancho y más de 1 m de grosor y tres cubiertas de 6,48 m de largo, 6,48 m de ancho y
1 m de grosor, quedando un espacio interior de 4,32 m de ancho, en el medio del cual se
encontraban tres pilares cuadrados de 1 m de lado. La entrada era angosta y estaría cubierta por
dos piedras de 4,32 m de largo, 4,05 m de ancho y 1 m de grosor.

Esta descripción, que creemos que podemos considerar como propia del autor y fruto de su
conocimiento directo del sitio, pues refiere el número real de cobijas y de pilares, nos permite
hacernos una idea del estado de Menga a principios del siglo XVII. Así, el interior presentaría
una altura máxima de 1,66 m, una anchura de 4,32 m y una longitud de 19,44 m si tomamos la
anchura de las tres losas descritas en el espacio interior o de 23,49 m si sumamos también una
de las indicadas para la entrada. El tramo de la entrada tendría una longitud de 8,10 m, si
consideramos la anchura propuesta por el autor de las dos primeras cubiertas, o de 4,05 m, si
sólo tenemos en cuenta una de ellas, y una anchura de 4,32 m. El acceso, angosto, debía ser de

203
considerable menor altura que el interior (1,66 m), lo que nos hace suponer que el suelo tendría
pendiente descendente hacia el interior.

La segunda obra original de la primera mitad del siglo XVII (anterior a 1645), en la que también
se habla de la existencia de las cuevas de Menga y Viera es la Historia de la ciudad de
Antequera, de Francisco de Tejada Nava. Esta obra parece ser una mezcla de las dos obras
anteriores, de la de su tío Agustín de Tejada y Paéz en relación al significado y uso de la cueva,
y de la de Alonso García de Yegros con respecto a la descripción de su fábrica. En ella solo se
aportan dos datos adicionales, el hueco del espacio interno, de 23 pies, es decir, 6,21 m, y la
cubrición de toda la construcción pétrea por un túmulo de piedra y tierra. Aunque esta obra
también está perdida, se conoce por una copia de Juan Quirós de los Ríos.

“A la salida de la ciudad, camino de Granada, ay tres cuevas; una que ni tiene nombre, no se a
registrado en nuestros tiempos por de dentro, por estar la voca fuertemente cerrada, y no aver avido
curioso que aplique su industria para romperla. A dies pasos de esta se ve la otra, que se llama La
Cueva de Menga: esta en un sitio llano, y labrada de piedra como ___; puestas de canto, altas como
dos varas y cada una tiene de ancho dos varas y media y una de grueso: y sirven de cubierta a estas
rusticas paredes, tres losas de desmedida grandeza puestas a mano: cada una de veintiquatro pies
de largo y otros tantos de ancho y como diez de grueso.

A las cuales sustentan tres largos pilares de la misma piedra, quadrados de vara y media de lienzo
por todas partes, sin labor, ni pulimento alguno, que componían dos naves; y la cueva tendra de
gueco como veintitrés pies; y toda esta fabrica esta cubierta por los lados y encima de piedras
pequeñas, cascajo y tierra bien pisada de suerte que parece a la vista por de fuera un mediano
cerrillo.

No se puede negar, que con algun misterio se fabrico esta cueva: ay quien piensa que fue como
fortaleza, que labraron los primeros pobladores de españa para defenderse no solo de las fieras de
el campo, sino también de las naciones extrañas, que desembarcando en las costas de el
Mediterraneo; serian entradas en lo interior de la tierra codiciosos de sus muchas riquezas mas este
discurso no es verosimil: lo uno porque la ________de esta fábrica, no tiene forma de fortaleza ni el
trabajo grande; que costaría el fabricarla correspondía al corto número de personas que vivían
dentro. Lo otro, porque no es _______ que en tiempos en que los ombres viven por los campo, mas
como fieras, que como ombres, _______ arte con que poder mover piedras de tan desmedida
grandeza.

No entiendo, que sino labraron esta cueva algunos Hechiceros aiudados de el Demonio, para
enseñar en ella su Magia Diabólica, como an discurrido ombres eruditos; fue templo de Pluton o
Proserpina, donde los Gentiles de noche sacrificaban a sus Dioses infernales y nocturnos, y
consultaban sus oráculos, viendo sus _______ _________ en este sitio, que muestra _____ mui
apropósito en su forma para tan _____ ocupación; que _________ ____ también observaban de los
ciegos Gentiles consultar en los Idolos a el Demonio, quando emprendían alguna empressa (...). Lo
otro porque aviendo aprendido de todas las Naciones supersticiones, con que adorar a el Demonio;
incitados de el derramaban por todas las tierras de su Dominio ese dañoso veneno; y en esta cueva
se ven señas de los templos en que colocaban a Plutón y Proserpina (...)” (Transcripción propia de
Quirós de los Ríos, 1881: Capitulo 9).

204
En la Población General de España de Rodrigo Méndez Silva tan solo se menciona la cueva de
Menga, asociándola con una zona de minerales de época romana.

“Tambien es de ponderar la cueva de Menga, y las de la Camorra (ricos minerales de Romanos)


admirables en su disposicion, y fabrica.” (Méndez Silva, 1645: 119).

Prácticamente la misma descripción aparece en Epítome de la crónica del Rey Don Juan el
segundo de Castilla, de Joseph Martínez de la Puente.

“(...) como tambien lo es del arte la cueva de Menga, y las de la Camorra, minerales muy ricos de los
Romanos, y admirables en su disposicion, y fabrica”. (Martínez de la Puente, 1678: 17-18).

En cambio, en Descripción de la Fundación, Antigüedad Ilustre y Grandezas de la mui Noble


Ciudad de Antequera, obra póstuma de Francisco de Cabrera, copiada y publicada por tres
autores, uno del siglo XVII y otros dos del XIX (Cuesta, 1679: 276; Fuente y Herrera, 1846: 317-
318; anónimo, 1814: 286-290), se vuelven a tomar datos de Alonso García de Yegros, para
atribuir la construcción de las cuevas de Menga y Viera a los primeros pobladores de España y
para describir su fábrica y dimensiones, modificando solo la distancia de Menga con respecto a
Antequera, de 1380 m, y la del espacio interior, de 5,94 m.

“Dos generos de concavidades padece la tierra que proceden de causas naturales o artificiales = Ay
cuebas echas a fuerza de manos, y de industria en piedra franca por los hombres para su avitazion,
como lo usaron los primeros pobladores de España antes que se valieran delos materiales
aproposito para sus fabricas, y delas en que viven ahora muchos hermitaños = Camino de Archidona
como 2 mil pasos de Antequera, se ve una cueba destas y pasado el camino adelante [“camino
adelante” es sustituido en la copia de 1846 por “Convento de Belén”] ai otra memorable, que llaman
la Cueva de Menga, que parece aver sido echa por los primeros que entraron en España cuando no
se tenía uso de edificar, en la forma que seadicho por aver obserbado hombres bien entendidos que
no puede ser obra de Arabes ni de Godos, sino anteriores a ellos = Hazían asimismo estas cuebas
para defenderse de las fieras del campo, como delos que infestaban esta Provinzia por sus muchas
riquezas =

Está fundada esta cueba en un sitio llano de piedras puestas de canto y lebantadas del suelo poco
más de dos varas, una de grueso y dos y media de ancho = tiene por cubierta tres losas de notable
grandeza cada una de 24 pies de largo y otro tanto de ancho, con el grueso que queda referido,
quedando de hueco 22 pies ques la anchura de la cueva = es angosta la entrada y no mui dificil con
dos piedras que la cubren de 16 pies de largo y 15 de ancho del mismo grueso que las otras y es de
dibersa espezie esta cueba delas que se propusieron por ser aquellas cuebas cavadas en la piedra y
esta de menga de piedras sobrepuestas.

En medio dela cueba están tres pilares, quadrados de vara y media por todas partes, que componen
dos naves, y esta cubierta toda esta machina con tierra bien pisada, piedras pequeñas y cascajo por
en zima, de tal forma que su obra haze un mediano zerrillo.

Diez pasos de esta cueba está otra cuia traza no se apodido ver, por estar lavoca della zerrada
fuerte mente =.” (Transcripción propia de Cuesta, 1679: 276).

205
Solo en la última copia, de autor anónimo, se hace referencia a la obra de Francisco de Tejada
Nava, para advertir su uso en época romana como “templo nocturno”, consagrado a dioses del
panteón romano, donde se harían sacrificios en honor a ellos.

Lo que yo entiendo es de hombres doctos y leidos y asi mismo lo que dice un papel manuscrito (que
he visto) el doctor d. Francisco de Tejada cuya erudicion en historias antiguas y modernas divinas y
humanas fue muy notoria en esta ciudad, es que esta cueva fué templo nocturno donde venian de
noche a sacrificar los gentiles cuya profanidad llegó á tanto que cuantas cosas son menester tenian;
dioses particulares, como el dios Morfeo del sueño, Mercurio de los caminos, Venus de los amores,
Pomona de los huertos, Pan de los pastores, Edura del comer, Potina del beber, Himeneo de los
casamientos, Lucina de los partos, Nenia de los entierros, y otra infinidad de ellos, con otros muchos
semidioses, faunos, satiros y silvanos, que la gentilicia vanidad por Dioses adoraba y asi en esta
cueva debian sacrificar á los Dioses nocturnos é infernales que eran Plutón y Proserpina porque
segun eran los Dioses, eran los templos ó era hecha para consultar oraculos segun los gentiles
acostumbraban hacerlo cuando alguna empresa acometían (...), y en esta cueva hubo de haber
oráculo conjurando y consultando sus varios Dioses segun el sitio y disposicion que tienen. Afirma
todo lo dicho lo que dice Macobrio lib. 1º cap. 18 que en Tracia tenian los Ligurios una cueva
consagrada á Baco a donde ivan por respuestas y oráculos. (Transcripción propia de la copia
anónima, 1814: 288-290).

En las obras del siglo XVIII no se hace referencia a la cueva situada junto a Menga,
describiéndose sólo la Cueva de Menga a partir de los datos de los escritos anteriores, siguiendo
las cuatro primeras obras conservadas (Murillo Velarde, 1752; Gómez de Bedoya y Paredes,
1764; De Estrada, 1768; García de la Leña, 1789) a Méndez Silva (1645) y Martínez de la
Puente (1678).

En el capítulo XII del Libro I de Geographia Historica, Pedro Murillo Velarde definía la cueva de
Menga como “ricos Minerales de Romanos” (Murillo Velarde, 1752: 200), incluyendo además la
leyenda de la Peña de los Enamorados:

“No lejos de Antequera, camino de Archidona, está la famosa Peña de los Enamorados, dicha assi,
porque huyendo una Doncella Mora de Granada con un Cautivo, haviendo llegado a aquel sitio,
vieron, que el padre de la Doncella iba con gente de à cavallo en su seguimiento, y no pudiendo huir,
ni queriendo entregarse, abrazados los dos Amantes, se arrojaron de lo alto del Risco, y se hicieron
pedazos” (Murillo Velarde, 1752: 200).

Pedro Gómez de Bedoya y Paredes, incluyó como novedad en Historia Universal de las fuentes
minerales de España, la consideración de Menga como una cueva natural.

“Vense cerca de esta Ciudad unos riscos en varias formas de hombres, animales, y edificios, en un
sitio, llamado el Torcaz, como tambien las Cuevas de Menga, y Camorra, obras admirables de la
Naturaleza” (Gómez de Bedoya y Paredes, 1764: 249).

Juan Antonio de Estrada, en las páginas dedicadas a la “Ciudad de Antequera” del tomo
segundo de su obra Población General de España, sus Reynos y Provincias, ciudades, villas y

206
pueblos, islas adjacentes, y Presidios de Africa, siguió la descripción de Méndez de Silva, pero
cambiando “ricos” por “riscos”:

“Tambien es de ponderar la cueva de Menga, y las de la Camorra, riscos minerales, admirables en


su disposición y fábrica” (De Estrada, 1768: 23).

Por último, Cristóbal Medina Conde, con el pseudónimo de su sobrino Cecilio García de la Leña,
en Conversaciones Históricas Malagueñas, hizo referencia a Menga copiando casi literalmente a
Méndez Silva (1645: 119).

“ricos minerales de los Romanos admirables en su disposición, y fábrica” (García de la Leña, 1789:
78).

Por otro lado, a finales del siglo XVIII, un autor anónimo publicó una Historia Compendiada de
Antequera, cuyo original está perdido, pero se conoce también por una copia de 1886 de Juan
Quirós de los Ríos. En ella se hace alusión a la cueva de Menga siguiendo las copias de Agustín
de Tejada y Páez (1578) y Francisco de Tejada Nava (anterior a 1645) realizadas por Juan y
Manuel Quirós de los Ríos en 1886 y por Juan Quirós de los Ríos en 1881, respectivamente.

“Se halla la de Menga en un sitio llano, de piedras puestas de canto altas del suelo, y en medio de
ella ay tres posteles, que hacen dos naves, cubiertas de cascajo, y tierra que por encima hacen un
mediano cerrillo. Ay tradición fue templo nocturno donde se congregaban los gentiles a sacrificar a
Pluton y Proserpina, y consultaban a sus oraculos, cuando intentaban alguna empresa.
(Transcripción propia a partir de Quirós de los Ríos, 1886: Cuebas de Menga y de Alvarizas).

En el siglo XIX, antes de la excavación de Rafael Mitjana y Ardison en el dolmen de Menga y de


la publicación de su Memoria en 1847, se escribieron cuatro obras en las que se menciona o
describe Menga, haciéndose también alusión a Viera en tres de ellas.

Alexander de Laborde, tan solo hizo referencia a Menga en dos ocasiones en Itinéraire Descriptif
de l’ Espagne, destacando su denominación como “cripta”.

“El reino de Granada contiene algunas criptas interesantes; dos grandes y hermosas, cerca de
Antequera, que se distinguen por los nombres de Cueva de Menga y Cueva de Camorca”
(Traducción propia a partir de De Laborde, 1808a: 149).

“Dos criptas cerca de Antequera, en el reino de Granada; una recibe el nombre de Cueva de Menga
o Caverna de Menga, y la otra el de Cueva de Camorra, que es la Caverna de la Camorra. Ellas son,
una y otra, grandes y hermosas” (Traducción propia a partir de De Laborde, 1808b: 473).

Posteriormente, entre 1814 y 1842, se publicaron otras tres obras donde se describe Menga y se
alude a la existencia de otra cueva a “diez pasos” (Solana, 1814; Carrasco y Luque, 1840) o
“poco distante” (Fernández, 1842), copiando literalmente obras anteriores.

207
En la primera de ellas, la Historia de Antequera de Francisco de Solana, se sigue la descripción
de Menga de la obra póstuma de Francisco de Cabrera publicada en 1679 por Luis de la Cuesta,
haciendose mención por primera vez al “Convento de Belén” para indicar la ubicación de Menga.

“Dos generos de concabidades padece la tierra que proceden de causas naturales ó artificiales: hay
cuebas echas a fuerza de mano y de industria en piedra franca por los hombres para su habitación,
como lo usaron los primeros pobladores de España, antes que se valieran de los materiales a
proposito para sus fabricas, y en las que viben aora muchos hermitaños. Camino de Archidona como
28 pasos de Antequera, se vé una cueba de estas, y pasado el Convento de Belen adelante ay otra
memorable, que llaman la Cueba de Menga, que parece haver sido echa por los primeros que
entraron en España quando no se tenia uso de edificar en la forma que se ha dicho por haver
observado hombres bien entendidos que no pueden ser obra de Arabes ni de Godos, sino anterior a
ellos hacian estas cuebas asi mismo para defenderse de las fieras del campo, como de los que
infestaban esta Provincia por sus muchas riquezas.

Esta cueba esta fundada en un sitio llano de piedras puestas de canto y levantadas del suelo poco
mas de dos varas, una de grueso y dos y media de ancho, tiene por cubierta tres losas de notable
grandeza, cada una de 24 pies de largo y otro tanto de ancho, con el grueso que queda referido,
quedando de hueco 22 pies que es la anchura de la cueba; es angosta la entrada, y no muy difícil
con dos piedras que la cubren de 16 pies de largo y 15 de ancho del mismo grueso que las otras; y
es de diversa especie esta cueba de las que se propusieron por ser aquellas cuebas cabadas en las
piedras, y esta de Menga de piedras sobrepuestas: En medio de la cueba estan tres pilares
quadrados de vara y media por todas partes, que componen dos naves, y está cubierta toda esta
maquina con tierra bien pisada, piedras pequeñas y cascajo por encima, de tal forma que su obra
hace un mediano cerrillo.

Diez pasos de esta cueba está otra cuya traza no se ha podido ver por estar la boca de ella
fuertemente serrada.” (Transcripción propia a partir de Solana, 1814: Libro Tercero, Capítulo 34).

Diego Carrasco y Luque, en Memorias de Antequera, siguió la descripción de Menga realizada


por Francisco de Cabrera en su obra póstuma, pero a partir de la copia publicada en 1679 por
Luis de la Cuesta.

“No es menos famosa Antequera en las cuevas que tiene dentro de su termino, y por ello pienso
hacer una buena reseña de ellas.

Dos generos de concavidades tiene la tierra que proceden de causas naturales ó artificiales: hay
cuevas hechas á fuerza de manos y de industria en piedra franca por los hombres para su
habitacion, como lo usaron los primeros pobladores de España, antes que se valieran de los
materiales á próposito para sus fabricas, y en las que vivieron muchos hermitaños. En el camino de
Archidona, como á mil pasos de la Ciudad se vé una memorable que llaman de Menga, que parece
haber sido hecha por los primeros que entraron en España, cuando no se tenia uso de edificar en la
forma que se ha dicho, por haber observado hombres ilustrados que no puede ser obra de arabes ni
de godos, sino anterior a ellos, que hacían estas cuevas no solo para defensa de las fieras campo,
sino de los que infestaban esta Provincia por sus muchas riquezas. Esta cueva está fundada en un
sitio llano, de piedras puestas de canto y lebantadas del suelo poco mas de dos varas, una de
grueso y dos y media de ancho, tiene por cubierta tres losas de notable grandeza, cada una de 24
pies de largo y otros tanto de ancho cono el grueso que queda referido, quedan de hueco 22 pies,
que es la anchura de la cueva, es angosta la entrada y no muy dificil con dos piedras que la cubren

208
de 16 pies de largo y 15 de ancho del mismo grueso que las otras; y es de diversa especie esta
cueva de las que se propusieron por ser aquellas cuevas cavadas las piedras y esta de Menga de
piedras sobrepuestas; en medio de la cueva hay tres pilares cuadrados de vara y media por todas
partes y componen dos nabes, y está cubierta toda esta maquina con tierra bien pisada, piedras
pequeñas y cascajo por encima de tal forma que su obra hace un mediano castillo.

Diez pasos de esta cueva hay otra cuya traza no se puede ver por estar la boca de ella fuertemente
cerrada.” (Transcripción propia a partir de Carrasco y Luque, 1840: 17-20).

La última obra antes de la excavación de Mitjana y Ardison fue Historia de Antequera desde su
fundación hasta el año de 1800, de Cristóbal Fernández. Aunque no es copia literal de ninguna
obra anterior, parece tomar datos de las obras de García de Yegros y de Francisco de Cabrera,
de principios y finales del siglo XVII respectivamente. También aportaba su apreciación personal
sobre cuál de estas “cuevas” era más antigua, señalando a Viera como una construcción
posterior motivada por la necesidad de albergar a más personas debido al aumento de
población.

“Distante casi mil pasos de esta ciudad caminando hacia Archidona, se descubre una misteriosa y
vetusta cueva, conocida vulgarmente con el nombre de Cueva de Menga. Muchas curiosidades
notables, dignas de publicarse, encierra esta concavidad subterránea, siendo la principal su
admirable fábrica y antigüedad de su construcción. Ni los Romanos, ni los Godos, ni los Arabes
solian ocuparse en obras semejantes, segun el dictámen de los sabios arquitectos que la han
ecsaminado en varias épocas, y siendo anterior á estos antiguos dominadores de España, es muy
verosimil que deba su origen á los tiempos remotos de que hablamos, y el único documento que nos
ha quedado de aquellos siglos incultos en que ni se hallaban poblaciones, ni se había verificado la
coleccion de individuos en sociedad. Se esconde este alberge secreto bajo una altura espaciosa,
sembrado su oculto suelo de tierra bien pisada piedras pequeñas y en la superficie abundante
cascajo. Su anchura es de veinte y cuatro pies y su longitud mas de setenta. Enormes piedras
levantadas del suelo de una vara de grueso forman sus costados paralelos y la dan dos varas de
profundidad. La cubren tres losas descomunales cada una de veinte y cuatro pies de largo y otro
tanto de ancho y en medio de ella se encuentran tres pilares cuadrados y paralelos que la dividen en
dos naves. Poco distante de esta célebre cueva se esconde otra en las entrañas de la tierra que no
es posible registrar por estar su puerta fuertemente cerrada. Su origen debe ser el mismo, pues su
construccion esterior es semejante y podemos considerarla como una adicion á la primera y un
desahogo apartado que la multiplicacion de la familias obligaria á fabricar: De qué podian servir
estos espacios subterráneos sino para abrigar á los primeros habitantes de este terreno, cuando no
acostumbraban lo hombres á edificar sus hogares sobre la tierra? Para defenderse del rigor de las
estaciones y evitar las sorpresas y asaltos de las fieras, numerosas por todas partes, á causa de la
espesura de los bosques dilatados que todo lo cubrian, formaban con inmenso trabajo estas
guaridas secretas, en que al mismo tiempo se libertaban de los crueles invasores que recorrian la
tierra para subyugar y tiranizar á sus semejantes; pues ocultándose en aquellos profundos asilos su
precaucion les hacía invisibles á las activas diligencias de sus codiciosos y sangrientos
perseguidores. Estas cuevas subterráneas, abiertas muchas veces en piedras y fabricadas con
industria, eran semejantes á un vasto ángulo cubierto y capaz de servir de asilo á muchas personas.”
(Fernández, 1842: 15-16).

Como conclusiones generales de los escritos anteriores podemos destacar dos. La primera es el
conocimiento de la existencia de Viera, definida como otra “cueva” muy próxima a Menga,

209
situada a su espalda, cuya apariencia exterior era muy similar a la Menga. Sin embargo, su
interior no había sido explorado debido a que su entrada no estaba abierta en el siglo XVI (Tabla
5.1). La segunda es la diversidad de funciones atribuidas a estas “cuevas” (Tabla 5.2), que en
ningún caso fueron consideradas como lugares de enterramiento o lugares de culto
prehistóricos, visión que fue introducida por Mitjana y Ardison a partir de 1847 y por otros autores
en la segunda mitad del XIX y principios del XX, cuando empiezan a considerarlo como templo
celta.

5.2. LA EXCAVACIÓN EN MENGA DE MITJANA Y ARDISON

Rafael Mitjana y Ardison llevó a cabo la primera excavación y el primer estudio del dolmen de
Menga, en una fecha no concretada por él entre el 17 de abril de 1842, cuando lo visitó por
primera vez (Mitjana y Ardison, 1847: 17) y el 20 de noviembre de 1847, día en que presentó
Memoria sobre el Templo Druida hallado en las cercanías de la Ciudad de Antequera a la
Comisión de Monumentos Artísticos e Históricos de la Provincia de Málaga (Mitjana y Ardison,
1847: 3), de la que era miembro (Rodríguez Marín, 2006: 124).

Mitjana y Ardison fue un destacado arquitecto malagueño de la primera mitad del siglo XIX,
desempeñando varios cargos oficiales en la provincia de Málaga, siendo Arquitecto Municipal,
Provincial, del Gobierno Civil y de la Delegación de Hacienda (Rodríguez Marín, 2006: 109-110).
Entre sus muchos trabajos destaca la confección de un plano de la Provincia de Málaga (Mitjana
y Ardison, 1847: 5) que, aunque inconcluso por su prematura muerte el 17 de enero de 1849
(Rodríguez Marín, 2006: 112), implicó un importante trabajo de campo que le llevó a conocer el
dolmen de Menga (Rodríguez Marín, 2006: 124). La gran impresión que le causó el monumento
hizo que lo considerara como uno de los más notables que había visto (Mitjana y Ardison, 1847:
5), motivando así su excavación, estudio, y la redacción de la Memoria de 1847, en la que se
recogen los resultados de sus trabajos, incluyendo en la parte final de la misma cuatro litografías
del dolmen, las primeras representaciones gráficas que tenemos de Menga (Tabla 5.5).

Mitjana y Ardison usó por primera vez las palabras “monumento” (Mitjana y Ardison, 1847: 5) y
“dolmen” (Mitjana y Ardison, 1847: 17) para referirse a la tradicionalmente denominada “cueva”
de Menga, otorgándole una antigüedad de “más de cuatro mil años” (Mitjana y Ardison, 1847:
17), e interpretándolo como “Templo Druida construido por los celtas” (Mitjana y Ardison, 1847:
5). Para forzar esta interpretación cambió su nombre por el de Mengal, que sería la derivación de
Men-Lac’h traducido como piedras sagradas:

“Este monumento es llamado por el vulgo Cueva de Mengal, envuelta en un cuento supersticioso: la
palabra Men-gal conservada por más de cuatro mil años, que se puede calcular de la construcción
de este edificio, es céltica: corrompida en su última sílaba Men-Lac’h que quiere decir, piedras
sagradas.” (Mitjana y Ardison, 1847: 17).

210
Lo más destacado de la Memoria de Mitjana y Ardison es la descripción que hace del
monumento, de su estado de conservación en 1842 cuando lo visitó por primera vez, y de los
trabajos de desescombro y excavación que practicó en su interior.

“(...) Al visitar sus pueblos he procurado tambien informarme de sus particularidades, (...), y
monumentos; y uno de los más notables que he visto entre estos últimos es el Templo Druida
construido por los céltas, situado en Antequera, cuya descripcion es el objeto de esta Memoria. Este
templo, á quien daba el vulgo el nombre de Cueva de Mengal, estaba enteramente olvidado, y
obstruido por el acumulamiento de tierras que casi lo llenaban; pero deseoso de devolver á las
ciencias arqueológicas un monumento tan notable, no perdoné cuidados ni trabajo hasta conseguir
se limpiase, poniéndole tambien unas puertas para custodiarlo de la gente mal intencionada (Mitjana
y Ardison, 1847: 5-6).

En esta ciudad [Antequera] al salir por un arco que se llama Puerta de Granada y se dirige por
Archidona á dicha ciudad, como á mil varas de la población, hay una pequeña eminencia, que
parece el sitio que escojen los labradores para hacer las eras, para sacar sus mieses.

Bajo de este monte artificial se cuentan treinta y una piedras Dolmen, componiendo el templo que
voy á describir, y que pertenece á la arquitectura célta.

Desde el dia 17 de Abril de 1842, que fue la primera vez que lo reconocí, lo he estado estudiando
con reflexion, y lo habré visitado y contemplado mas de veinte y cinco veces, que la inmediacion al
pueblo hacia mi ordinario paseo con este objeto: la primera vez estaba lleno de tierra y obstruido,
(...).

Este Dolmen multiplicado tiene razon por su longitud con los vientos de oriente y occidente, es decir,
que está orientado como los otros monumentos; su puerta está al oriente; tiene una longitud tomada
por su interior 86 ½ pies españoles, y de latitud por la parte mas ancha 22 pies, su elevación, tal
como hoy queda, de 10 á 10 ½ pies.

Diez piedras por cada lado (véase la planta) componen sus gruesos muros de mas de tres pies de
espesor, y cierra el testero una sola piedra del mismo espesor, labradas todas por la cara interior y
bruto el revés, y están enterradas tres y cuatro pies que es la que forma su cimiento: cubren todo el
espacio cinco colosales piezas picadas por la parte que forma el techo del templo y son sostenidas y
apoyadas por las que forman sus paredes laterales; sin embargo, de que hay en el centro tres
grandes pilares de una pieza cada uno, y labrados á cuatro caras que sirven de apoyo á cado dos
lozas, colocados en el centro de las juntas por su longitud para que descanse en la mitad del pilar
cada piedra: estos pilares están enterrados mas de tres pies, y su altura total hasta la techumbre son
de catorce á quince pies cada uno, teniendo tres pies de grueso y cuatro de ancho.

Hay ademas dos grandes piedras que forman la entrada ó ingreso, que no están cubiertas,
ignorándose si lo estuvieron, y deberían estarlo porque estos templos se cerraban; y se ven en su
entrada apartadas á un lado tres grandes pedazos de piedra que serian parte de la piedra que falta.
Las piedras que forman las paredes de este edificio son de varias dimensiones, todas tienen mas de
tres pies de espesor, están labradas á pico en basto por la cara, brutas por el trasdos, recortadas por
los cantos y metidas en tierra de tres á cuatro pies.

211
Las cinco piedras que cubren todo el templo, tienen unas dimensiones siguientes:

1ª entrando. 16 pies ancho. 18 largo. 4 grueso. 1,152 pies cúbicos. 4,608 @ cast.
2ª « 14½ « 21 « 4 « 1,218 « 4,872 «
3ª « 12½ « 26 « 4 « 1,300 « 5,200 «
4ª « 16 « 27 « 4½ « 1,944 « 7,776 «
5ª « 23 « 27 « 4½ « 2,794 « 11,176 «
8,408 « 33,632 «

La tercera piedra está rasgada por su latitud, y lo indico en el plano, pero sus dos pedazos forman
una sola.

La calidad de piedra es calisa terciaria, pero en granos muy pequeños como arena gruesa, es muy
tenaz y muy pesada, valuando el pie cúbico á cuatro arrobas castellanas, calcularán los lectores
como podrian los hombres, sin los aparatos que hoy conocemos, mover, manejar y colocar estas
inmensas moles.

La cantera de donde se estrajeron estas piedras distará del templo 1,000 varas; es el sitio y cerro del
Calvario.

El templo está en tierras de la propiedad de don José Guerrero de Torres, que la mayor parte está
plantado de olivar.

Réstame decir que el todo está cubierto con tierra esporteada; forma un montecito y no queda otra
entrada que la principal, ni vestigio alguno que indique haberla tenido: mucha tierra se ha llevado ya
el agua y están descubiertas las tres primeras piedras de la techumbre.

(...)

Se ha hecho una escabacion en el centro de la cueva bajo de la gran piedra, sitio donde se creia
encontrar restos de cadáveres, urnas, &c., profundizando de 20 á 26 pies, y nada se ha encontrado:
lo mismo ha sucedido con una galería que se ha hecho en el testero que da á otro montón de tierra
que hay detrás de la cueva.

En la colocación de las piedras laterales se observa, que por detrás de la unión de cada dos están
puestas con arte porcion de piedras pequeñas formando pared, con objeto de que no entrára por
estas juntas tierra ó agua: se opina que por dentro estaría todo revocado de tierra para tapar algunas
desigualdades ó cubierto de telas &c.

Los tres pilares que pusieron para ayudar á sostener las piedras del techo, se han desaflojado,
cayéndo parte de sus calzos, y se pueden quitar los pilares porque nada gravita sobre ellos.”
(Mitjana y Ardison, 1847: 17-19).

De estos párrafos podemos extraer varios datos sobre el dolmen de Menga:

1- La primera vez que Mitjana y Ardison visitó el monumento fue el 17 de abril de 1842,
encontrando el interior del dolmen muy lleno de tierra y obstruido. Esta apreciación coincide
con la dada por Alonso García de Yegros a principios del siglo XVII: “La entrada tiene
angosta, como para defensa, y dificultosa”, y que probablemente fue copiada por Francisco

212
de Cabrera, quien también la recoge en la segunda mitad del siglo XVII: “es angosta la
entrada y no muy difícil”.

2- La distancia de Menga con respecto a Antequera era de unas 1000 varas, es decir, de unos
830 m.

3- Estaba situado en una propiedad sembrada de olivos.

4- Mitjana y Ardison hizo que se limpiara, se le colocaran unas puertas y realizó dos
excavaciones: i) en el centro de la cámara, bajo la última cubierta, donde profundizó hasta
20-26 pies, es decir, 5,40 - 7,02 m, y ii) en el testero, donde hizo una galería. La primera
zona excavada debe corresponder a los primeros metros de pozo de 19,40 m de longitud
que se encuentra al fondo de la cámara tras el tercer pilar (García Sanjuán et al., 2016b). La
segunda zona descrita corresponde a la rotura de la losa de cabecera y a la excavación de
una galería en el túmulo del dolmen.

5- El monumento fue definido como “dolmen multiplicado”, compuesto por 31 piedras: 5


cobijas, 3 pilares en el centro de la cámara, 1 losa de cabecera, 22 ortostatos: 11 a cada
lado, 10 cubiertos por losas y el primero de cada lado sin cubierta sobre ellos. En este
recuento faltan los dos primeros ortostatos de cada paramento, de mucho menor tamaño
que el resto. Es posible que no los considerara ortostatos por su menor porte, o que no
fueran visibles, encontrándose total o casi totalmente ocultos bajo tierra.

6- La estructura ortostática presentaba al interior una longitud de 86,5 pies, una anchura
máxima de 22 pies y una altura de 10-10,5 pies, es decir, 23,35 m de longitud, 5,94 m de
anchura máxima y 2,70-2,80 m de altura, medidas también similares a las dadas en el siglo
XVII por Alonso García de Yegros y Francisco de Cabrera.

7- Los ortostatos tendrían un espesor de más de 3 pies, es decir, 0,81 m y estaban enterrados
entre 3 y 4 pies, es decir, 0,81-1,08 m.

8- Tras los ortostatos había una pared de pequeñas piedras para cerrar las juntas entre
ortostatos. Es posible que el sistema constructivo de Menga fuera el mismo que el del
dolmen de Viera, compuesto por los ortostatos, tras los que se encuentra una pared de
lajas.

9- Los pilares, ubicados en el centro de la cámara y bajo la unión de cada una de las cuatro
últimas cubiertas, no alcanzaban la superficie de las cobijas.

10- La cimentación de los pilares se estimó en más de tres pies, es decir, más de 0,81 m;
presentando una altura total hasta la techumbre de 14-15 pies, es decir, 3,78-4,05 m, lo que

213
supondría que sobresaldrían del nivel del suelo unos 2,97-3,24 m, excediendo la altura
indicada para los ortostatos de 2,70-2,80 m.

11- Las cubiertas presentaban unas dimensiones de anchura por longitud por grosor de 4,32 x
4,86 x 1,08 la primera, 3,91 x 5,67 x 1,08 m la segunda, 3,37 x 7,02 x 1,08 m la tercera, 4,32
x 7,29 x 1,21 m la cuarta y 6,21 x 7,29 x 1,21 m la quinta. Incluso calculó su volumen y peso
en pies cúbicos y arrobas castellanas, que traducidos a metros cúbicos y toneladas serían:
32,25 mᶟ y 52,992 t la primera, 34,10 mᶟ y 56,028 t la segunda, 36,40 mᶟ y 59,800 t la
tercera, 54,43 mᶟ y 89,424 t la cuarta y 78,23 mᶟ y 128,524 t la quinta.

12- La tercera cubierta estaba fracturada en dos, un detalle no recogido por los autores de las
obras anteriores.

13- Todo el conjunto estaba cubierto por un túmulo de tierra, pero las tres primeras cobijas
estaban descubiertas, aunque la litografía “Perspectiva Esterior Lateral” tan solo dejaba al
descubierto la primera.

14- No se mencionaban los primeros ortostatos fracturados de cada lado, visibles en la


fotografía de Manuel Gómez Moreno de 1905. Esto puede deberse a que estuvieran ocultos
porque el nivel del suelo fuese más alto y los ocultara parcial o totalmente, o bien no los
consideró como elementos significativos del edificio.

15- En la entrada había tres pedazos de piedra apartadas a un lado.

16- La cantera de la que se extrajeron las piedras estaría en el Cerro del Calvario, a unas 1000
varas de distancia del dolmen, es decir, a unos 830 m.

Por otro lado, relacionó Menga con otros monumentos megalíticos franceses: La Roche-aux-
Fées d’Essé (Ile-et-Vilaine), La Grotte-aux-Fées de Mettray (Indre-et-Loire) y Gran dolmen o
Grande Pierre Couverte o La Roche-aux-Fées de Bagneux (Maine-et-Loire),

Este monumento céltico es muy parecido al que de la misma especie, hay en Francia, llamado la
Gruta de Esse, y es de la misma clase y género, aunque de menor número de piedras, pero de
mayor dimension que la Gruta de Fées cerca de Tours, y la de Fées cerca de Saumur; esta última
tiene las piedras de los muros inclinadas, y las otras perpendiculares como la de Antequera. (Mitjana
y Ardison, 1847: 18).

Quizás estos paralelos los tomara de otras obras contemporáneas, ya que según indicó, para la
identificación del edificio se valió de otros estudios:

“El estudio de muchas obras nuevas, y sobre todo la historia de los monumentos antiguos y
modernos, bajo la dirección de Mr. Gules Gailhabaud, ha completado mi obra para poder denominar
este edificio de monumento céltico” (Mitjana y Ardison, 1847: 17).

214
5.3. PRINCIPALES ESTUDIOS POSTERIORES A LA EXCAVACIÓN
DE MITJANA Y ARDISON (1847-1900)

La mayoría de autores de esta etapa reprodujeron los datos aportados por Mitjana y Ardison
(1847). Muy pocos afirman o sugieren en sus relatos que habían visitado el dolmen (Tenison,
1853; De Rojas y Rojas, 1861; Germond de Lavigne, 1866; Wattenbach, 1869; Talbot, 1869;
Hancock, 1882; Harlé, 1887), y de ellos aún son menos los que aportan testimonios interesantes
sobre sus dimensiones, fábrica, número de ortostatos, etc., a partir de datos tomados in situ,
destacando las contribuciones de Tenison (1853), De Rojas y Rojas (1861; 1879), Talbot (1869),
Hancock (1882) y Harlé (1887) (Tabla 5.3).

El primer autor en recoger los nuevos datos aportados por Mitjana y Ardison fue Eduardo Chao
Fernández, en el Capítulo XV del Libro Primero de Historia General de España de 1848, una
ampliación del libro original del Padre Mariana, donde además de una descripción de la Cueva
de Menga, recogió una litografía con la sección idealizada del edificio, similar a la realizada por
Mitjana y Ardison:

“Últimamente el señor don Rafael Mitjana y Ardison, arquitecto de Málaga, ha publicado una
Memoria sobre el templo druida, hallado en las cercanías de Antequera.

Está en una pequeña eminencia, fuera de la población como á 1,000 varas saliendo por la Puerta de
Granada, y se compone de 31 grandes piedras: 10 á cada lado; 1 al testero, 5 en el techo,
encerrando un espacio de 86 ½ pies de longitud, 22 su mayor latitud y 10 la altura; 3 que sirven de
pilares á estas, y 2 en la entrada. Este monumento, que es sin duda céltico, está en parte cubierto
por la tierra esporteada que tal vez formaba el montecito de que hablarémos adelante. El nombre
que le da el vulgo de Cueva de Mengal parece comprobarlo, pues Men-Lac’h son palabras célticas
que significan piedras sagradas.” (Chao Fernández, 1848: 31).

En 1850, Ildefonso Marzo y Sánchez publicó la segunda edición de su Historia de Málaga y su


Provincia, donde hizo referencia a la Cueva de Menga y al estudio de Mitjana y Ardison. En la
“Nota XIV. Sobre los celtas españoles y el monumento de Antequera” señaló su discrepancia con
Mitjana con respecto a la función del edificio, que para él era eminentemente funeraria.

“Pero antes de terminar esta noticia, es necesario detenernos sobre el monumento céltico de las
cercanías de Antequera. Conocido de aquellos naturales desde la antigüedad mas remota, bajo el
nombre de la Cueva de Menga, y estudiado muy detenidamente por el arquitecto D. Rafael Mitjana
en una erudita memoria publicada recientemente, pudiera este descubrimiento prestar infinita luz á la
controversia geográfica, acerca de si los celtas ocuparon la serranía de Ronda. (...); mas
contrayéndonos únicamente al monumento descubierto en Antequera, sin perjuicio de comprenderlo
en nuestra Geografía Concordante, vamos á fijar nuestra crítica, previniendo de antemano que solo
diferiremos de la opinión del señor Mitjana, en la aseveración de que hubiera sido un templo, cuando
nos inclinamos á pensar, por las razones que expondremos, que si tuvo objeto obstensible tan
curioso monumento, seria el de cementerio comun de algunas familias celtas, establecidas en
Antequera, ya procediesen de la Beturia, ó de los confines meridionales de la Celtiberia.” (Marzo y
Sánchez, 1850: 46).

215
La viajera Louisa Tenison publicó en 1853 Castile and Andalucia. En esta obra, además de
describir la Cueva de Menga, monumento que visitó el 3 de junio de 1852, es decir, 10 años
después de la primera visita de Mitjana y Ardison al dolmen, Tenison hizo referencia a la
excavación realizada por Mitjana y Ardison (Tenison, 1853: 271-277).

“A eso de un cuarto de milla al este del pueblo en el camino que va a Archidona hay tres pequeñas
colinas de forma cónica de entre unos sesenta y ochenta pies de altura que se encuentran cubiertas
de olivos, dignas de mención por la regularidad de sus perfiles. Subiendo la que está más cerca del
pueblo y casi en todo lo alto, te encuentras de frente con la entrada a la cueva. Tiene una galería
perfecta de forma simétrica, aunque formada por toscas piedras gigantescas. Esta galería es un
rectángulo de diecisiete pies de profundidad, nueve de ancho y ocho de alto. Su techo es una única
piedra de casi quince pies cuadrados y de unos cuatro pies de altura y que el Señor Mitjana (que es
arquitecto) ha calculado que pesa una cuatro mil seiscientas ocho arrobas o aproximadamente con
nuestras medidas unas cincuenta y una toneladas. Este techo se encuentra sostenido por seis
piedras, tres a cada lado, colocadas de punta, clavadas unos tres o cuatro pies en la tierra y con una
anchura media de cuatro pies y medio. Al final de la galería dos piedras que sobresalen se juntan a
unos siete pies una de otra y aquí parece ante la vista una cámara interior, pero de una forma
diferente. Es ovalada y de dimensiones bastante más grandes con una longitud de cincuenta y
cuatro pies. Sus lados también formados por piedras colocadas de forma vertical, siete a cada lado,
se van extendiendo gradualmente desde la entrada hasta conseguir una anchura de diecisiete pies
en el centro y luego de forma gradual se va estrechando otra vez hasta tener una anchura de doce
pies, donde una piedra inmensa cierra el final y le da una forma ovalada plana en los extremos.

El techo de esta cámara interior, que se encuentra a unos diez pies del suelo, está formado sólo por
cuatro piedras, que se extienden de lado a lado y todas de mayor tamaño que la que cubre la
galería. La que se encuentra más alejada de la entrada es la mayor ya que es una piedra cuadrada
de veintitrés pies, de un grosor de cuatro pies, que se supone que tiene el enorme peso de ciento
veinte toneladas –las cinco piedras forman toda la cubierta y pesan en total más de trescientas
setenta y cinco toneladas. Además de los lados y de la piedra que se encuentra en el extremo, el
techo de la cámara interior está sostenido también por tres piedras que hacen de pilares, que están
a lo largo del centro y que, como no son del todo perpendiculares, daría la impresión de que fueron
introducidas posteriormente como apoyos adicionales para el techo. Están colocadas de tal manera
bajo los puntos de unión de las piedras que hay encima que así cada una contribuye a sostener dos
de ellas. Estas piedras que forman los pilares tienen la superficie tosca y áspera, como un
cuadrilátero bastante irregular y de dimensiones desiguales; la que está más cerca de la entrada
sólo tiene ocho pies de circunferencia mientras que la que se encuentra a más profundidad mide
catorce pies. En el techo de la cámara interior, la segunda piedra desde la entrada parece que se
hubiese partido en dos, o también, quizás ante la imposibilidad de encontrar una piedra de
proporciones tan gigantescas, los constructores adaptaron dos más pequeñas para conseguir su
propósito. El dibujo que se acompaña representa la cueva como se ve desde el extremo interior.

Todas estas piedras en el exterior, donde se pueden ver, son deformes e irregulares; pero, en el
interior, están planas y son uniformes sin alisar. No parece que hayan sido cinceladas o talladas de
ningún modo sino que presentan esa superficie basta aunque plana que puede verse con frecuencia
en piedras en su estado natural. En ellas no hay señales de cinceles ni líneas de ningún tipo;
tampoco hay restos de un círculo de piedras alrededor de la base de la colina como suele ocurrir en
Irlanda. La estructura está justo bajo la superficie de la cumbre cuya forma cónica aún se conserva.

La longitud de la cueva es de setenta y un pies y tiene una orientación este-oeste; la entrada es por
el este y mira a las otras dos colinas. Más allá, a casi una legua de distancia, se levanta otra vez en

216
la llanura de forma abrupta la Peña de los Enamorados que desde aquí presenta su aspecto más
pintoresco. El señor Mitjana cuando estaba buscando huesos, armas u otros restos, y quizás otras
cámaras a más profundidad en la colina, hizo que se excavara un pozo en el interior entre el tercer
pilar y el extremo, pero no descubrió nada; y para darles luz a los que allí trabajaban, abrió un gran
agujero al fondo, un cuadrado de cuatro o cinco pies, que perjudica considerablemente el efecto y la
uniformidad del lugar. De todas formas, por fortuna entra la luz, ya que de otro modo una visita a la
cueva podría tener resultados peligrosos. El pozo de cinco pies de ancho por cuarenta y tres de
profundidad está aún abierto y la tierra poco firme y en declive de la entrada podría hacer que un
visitante imprudente se cayera con toda facilidad.

Por lo general se piensa que todos los cerros de la zona tienen monumentos de características
similares, y es muy probable que eso sea cierto; pero hasta ahora nadie ha tenido la suficiente
iniciativa como para llevar a cabo tal investigación. Estos montículos no son enteramente artificiales,
como los que hay en las riberas del Boyne, sino que en su mayor parte están formados por oscura
piedra arenisca en su estado natural, y lo más probable es que fueran desmochados y reducidos
hasta que tomaran la forma requerida. Sin embargo, entre los otros muchos puntos de semejanza,
se ha averiguado que todas estas inmensas piedras eran traídas desde cierta distancia ya que no se
ha encontrado en las inmediaciones ninguna piedra de esas características. Existe en la colina del
Calvario a eso de media milla de distancia restos de una cantera del mismo tipo de piedra. ¿Cómo
fueron extraídas de las canteras estas asombrosas moles? ¿Cómo las transportaron, subieron y
colocaron con orden y precisión hace cuatro mil años? ¿Quiénes eran esas gentes? ¿Para qué
levantaban esa curiosa estructura? ¡Extraños vestigios del pasado!” (Tenison, 2010: 277-280).

Esta descripción aporta una información muy importante sobre Menga, sobre todo en relación a
su estado en 1852:

1- Se encontraba construido sobre una pequeña colina de entre 21 m y 24 m de altura, a la


salida del pueblo, en el camino hacia Archidona.

2- Estaba orientado al este, hacia la Peña de los Enamorados.

3- Presentaba una longitud de 21,30 m y estaba formada por una galería rectangular y una
cámara ovalada de trazado simétrico.

4- La galería era un rectángulo de 5,10 m de profundidad, 2,70 m de anchura y 2,40 m de


altura, formado por 6 piedras, 3 a cada lado, con una anchura media de 1,35 m, colocadas
verticalmente y ancladas en la tierra 0,90-1,20 m. Estaba cubierto por una única losa de
1,20 m de grosor, casi 4,50 m² y 4.608 @ o 51 toneladas de peso.

5- La cámara era de forma ovalada, estaba formada por 15 piedras, 7 a cada lado y 1 en la
cabecera, también colocadas verticalmente. Su longitud era de 16,20 m, mientras que su
anchura era variable, desde la entrada, donde presentaba su anchura mínima con 2,10 m,
hasta alcanzar su anchura máxima en el centro con 5,10 m, y volver a estrecharse al fondo
con 3,60 m. El techo se encontraba a 3,00 m y estaba formado por 4 piedras, todas de
mayor tamaño que la de la galería, siendo la mayor la interior. Destacando que la segunda
estaba partida en dos.

217
6- El firme de la cueva era descendente desde la entrada al interior.

7- A lo largo del centro de la cámara se encontraban 3 piedras, a modo de pilares, que hacían
de apoyos adicionales de las cubiertas. Estaban colocados bajo los puntos donde se unen
dos piedras, ayudando a sostener cada pilar dos cubiertas. Así mismo, planteó que fueron
introducidos después de la construcción del resto del edificio.

8- Las piedras procedían del Cerro del Calvario y no estaban labradas.

9- Al igual que Mitjana y Ardison le atribuía una antigüedad de 4000 años.

10- Respecto a la excavación de Mitjana destacó: i) que hizo que se excavara un pozo de 1,50
m de ancho y 12,90 m de profundidad en el interior de la cámara, entre el tercer pilar y la
cabecera, que aún en ese momento estaba abierto; y ii) abrió un agujero cuadrado en la
losa de cabecera de 1,20-1,50 m de lado para dar luz a los que estaban trabajando en la
apertura del pozo.

11- En el exterior no presentaba un círculo de piedras alrededor de la base de la colina, a


diferencia de los monumentos irlandeses del Valle del Boyne, es decir, no presentaba un
anillo peristalítico característico de muchos monumentos megalíticos similares.

En 1857, Manuel de Assas y Ereño redactó un artículo publicado en el Seminario pintoresco


español, titulado “Monumentos célticos”, en el que hizo referencia a la Cueva de Menga,
incluyéndola dentro de las denominadas “grutas de las hadas”, junto con otros monumentos
megalíticos franceses como las allées couvertes denominadas Gran dolmen o Grande Pierre
Couverte o La Roche-aux-Fées de Bagneux (Maine-et-Loire), La Roche-aux-Fées d’Essé (Ile-et-
Vilaine), La Grotte-aux-Fées de Mettray (Indre-et-Loire) o Pierres Plates (Locmariaquer) y con el
monumento asturiano de Santa Cruz de Abamia (Cangas de Onís).

“Las principales grutas de las hadas son; - en Francia, la famosa Pierre couverte cerca de Saumur
(Maine-et-Loire), en el camino de Bagneux, en la cual las piedras que sostienen á las 4 que
constituyen el techo, tienen sobre 2 metros y 20 centímetros de altura, y de grueso de 20 á 60
centímetros, siendo el total del monumento, largo como de 17 metros y 50 centímetros, y ancho de 4
metros y 35. – No lejos de Essé, partido de Vitré, á 28 kilómetros de Rennes (Ille-et Vilaine), hay una
de dimensiones casi iguales á las de la precedente. – A 8 kilómetros de Tours (Indre-et-Loire), en el
partido de Mettray, el chateau, maison ó grotte des fées. – y Les pierres plates á 1 kilómetro al Sud
de Locmariaker.

En España sabemos que existe uno en el interior de un túmulus llamado Cueva de Mengal en las
cercanías de Antequera (provincia de Málaga), como á 1,000 varas de la población, por el lado de la
puerta de Granada, descubierto en 1842 por D. Rafael Mitjana y Ardison, que acerca de él publicó
una interesante Memoria en 1847. – Tambien parece ser gruta de las hadas una construcción
encontrada en el centro de otro túmulus sobre el cual está erigida la iglesia de Santa Cruz de
Cangas de Onis en Asturias.” (Assas y Ereño, 1857a: 132-133).

218
También realizó una descripción pormenorizada del dolmen (Assas y Ereño, 1857b: 172-173),
siguiendo casi tal cual la realizada por Mitjana y Ardison (1847: 17-19).

En su artículo encontramos la primera referencia a una coplilla sobre un menhir hallado entre
Baena y Bujalance, de 12 pies (3,24 m) de altura, donde se mencionan las palabras “Menga” y
“Mengal” (Assas y Ereño, 1857a: 130).

“Gilica gilando
puso aquí este tango
y Menga Mengal
le volvió á quitar”

En 1861, Trinidad de Rojas y Rojas escribió un artículo de dos páginas titulado “La Cueva de
Menga” en el número 37 de la revista El Museo Universal. En él seguía la publicación de Mitjana
y Ardison (1847) pero también sus propias apreciaciones tras su visita, diez años después de
aquella (De Rojas y Rojas, 1861: 295).

En primer lugar destacaba su cercanía con el cementerio católico de Antequera.

“Bajo este nombre conoce el vulgo un antiquísimo y colosal monumento, situado como á mil y
quinientos pasos de la ciudad de Antequera, á la derecha del camino que conduce a Granada (...).

“Extraña vecindad por cierto: el cementerio católico al lado del templo druídico. Y sin embargo, el
templo de los druidas está mas triste, mas árido, mas solitario, mas imponente y melancólico, que el
panteon de los cristianos. El templo de los antiguos celtas es una tumba: el palacio de la muerte, en
que se hospedan los cadáveres de los modernos católicos es un jardín de flores y verdura.
¡Extravagante sarcasmo! ¡Dar matices, luz, colores y perfumes al triste y monótono conjunto de
sombra y hediondez!” (De Rojas y Rojas, 1861: 295).

Trinidad de Rojas describió el monumento siguiendo a Mitjana y Ardison probablemente en las


medidas, pero otros detalles como el ingenio de los pilares, la referencia a Viera y a antiguas
excavaciones parecen ser apreciaciones propias:

“Voy á describíroslo tal como hoy se encuentra, y á revelaros luego algunas de sus oscuras
tradiciones, que cual disipado perfume de una flor marchita, se conservan todavía, aunque
confusas y vagas, entre las ancianas del país.

Es un dólmen completo complicado encerrado en un tumulus semi-esférico. Hé aquí sus


dimensiones: longitud, veinte y cuatro metros y catorce centímetros: latitud, seis metros por el
centro y cuatro por las extremidades: altura, dos metros y cincuenta a ochenta centímetros.

Lo forman treinta y una piedras, repartidas de este modo: veinte los muros, una el testero, cinco el
techo, dos descubiertas á la entrada, y tres pilares almenados en medio del monumento.

Es digno de notarse en estos pilares, á pesar de su tosca forma, la tendencia de los artífices, que
los construyeran hácia un órden más elevado de arquitectura. En sus informes líneas, y al través
de su tosca estructura, no puede menos de encontrar un ojo observador detalladísimos rasgos,

219
que los hacen aparecer como imperfectos bosquejos, como primitivos gérmenes de la esbelta
columna, y de la airosa pirámide, que aquellos pueblos no conocieran, pero quizá adivinaban.

La única entrada del monumento está situada al Oriente, pues si bien presenta en la unión del
testero y la techumbre, una irregular abertura, se conoce claramente y á primera vista, que es un
rompimiento profano, practicado en tiempos modernos por manos ignorantes.

La mayor de las piedras que componen este magestuoso edificio tiene según los cálculos del
entendido arquitecto don Rafael Mitjana, veinte y tres piés de latitud, veinte y siete de longitud,
cuatro y medio de espesor, dos mil setecientos piés cúbicos de volúmen y once mil ciento setenta
y seis arrobas de peso. (...)

El existir á sus espaldas otra elevacion de semejante forma, artificial tambien en la apariencia; y el
haberse observado en algunos puntos vestigios de antiquísímas escavaciones, hizo brotar en
algunas imaginaciones exaltadas de la poblacion la no muy fundada creencia, de que minando el
terreno por los lugares que pareciesen mas adecuados, debían forzosamente encontrarse
extensos subterráneos, joyas, tesoros, sepulcros y hosamentas humanas. Esperanza fallida. Tan
solo tras las primeras capas del profundo foso, que se abriera en el último departamento del
dólmen, se hallaron algunas monedas árabes y romanas, y toscas herramientas de picapedrero,
talladas en piedra oscura, dura y consistente, mucho mas, que la forma el monumento, y con las
cuales es probable fuesen labradas sus caras interiores.

Abandonado este proyecto, intentóse luego comprobar la existencia de otra galería subterránea,
que segun antiguas tradiciones comunicaba con el árabe castillo que domina la ciudad, distante
unos mil doscientos metros próximamente, (...). Sin embargo, decayó el entusiasmo de los
investigadores y se contentaron con poner una puerta en la primitiva entrada y una espesa reja en
el moderno rompimiento.

Desde entonces acá, -ya han pasado diez años- esta imponente obra de uno de los primitivos
pueblos que habitaron las fértiles provincias de Andalucía, yace relegada á indisculpable olvido. Ya
no existe ni la puerta ni la reja que se pusieron para custodiarla. Domina en su extension un
silencio pavoroso, interrumpido apenas por el canto melancólico de algún hortelano, que cruza
solitario el próximo camino, ó por los fúnebres y tristísimos ecos de los mortuorios cánticos con
que la religión implora la misericordia divina, al acompañar á su última morada los hediondos
restos de la vida, el imponente trofeo de la muerte.” (De Rojas y Rojas, 1861: 295).

Las medidas aportadas por Trinidad de Rojas del interior del edificio, de 24,14 m de longitud, 6 m
de anchura en la parte central y 4 m en la entrada y el fondo, y 2,50-2,80 m de altura, aunque no
son las mismas, son muy similares a las dadas por Mitjana y Ardison en 1847 (23,35 m de
longitud, 5,94 m de anchura máxima y 2,7-2,8 m de altura). Sin embargo, en el caso de los
hallazgos materiales, a diferencia de Mitjana y Ardison (1847: 19) que asegura no haber
encontrado nada, Trinidad de Rojas subraya el descubrimiento de “algunas monedas árabes y
romanas, y toscas herramientas de picapedrero” en las primeras capas del “profundo foso”,
realizando así la primera alusión a ellos.

Por otro lado, el “profundo foso” debe ser con toda seguridad el pozo que se encuentra ubicado
tras el tercer pilar, no solo por la descripción de su ubicación, sino porque el mismo autor en
1874 reproduce esta misma descripción cambiando la palabra “foso” por “pozo”. Mientras que la

220
“otra galería subterránea” debe corresponder a la abertura que realizó Mitjana y Ardison en el
lateral superior derecho de la losa de cabecera (mirándola de frente) y el túmulo.

Respecto al estado de conservación, unos diez años después de la excavación de Mitjana y


Ardison (su artículo es de 1861 y la excavación de Mitjana entre 1842-1847, por lo que o la fecha
dada es aproximada o visitó el monumento entre 1852 y 1857 aunque publicara el artículo en
1861), indicaba que la Cueva de Menga, se encontraba abandonada y que no conservaba ni la
puerta de la entrada ni la reja ubicada en la abertura realizada en la losa de cabecera y el
túmulo, ambas dispuestas tras la excavación de Mitjana y Ardison.

Respecto al nombre “Mengal”, dado por Mitjana y Ardison en su Memoria de 1847, lo consideró
una invención de aquel, indicando:

“Lástima nos causa ver en la citada Memoria al lado de unos cálculos con bastente escrupulosidad
deducidos, y de un plano topográfico, que creemos exactísimo, errores é inexactitudes
imperdonables. Tales son entre otros muchos el nombre de Cueva de Mengal, que le atribuye,
(nadie la conoce por tal nombre) para hallar más fácilmente la palabra céltica Men-Lac’h (piedras
sagradas) (...)” (De Rojas y Rojas, 1861: 295).

Por otro lado, planteó la existencia de diversas leyendas, fundamentalmente referentes a la


época de dominación islámica, indicando que se habían perdido con el paso del tiempo.

“Tal vez la proximidad de este recinto de la muerte, eterno reposo de la vida, y el hallarse tambien
cercanas extrañas ruinas de incógnito orígen é incomprensible destino habrán dado márgen á la
creacion y desarrollo de tantas, tan oscuras, supersticiosas y fantásticas consejas, como refieren las
ancianas del país acerca de la primitiva construcción y posterior historia del maravilloso monumento.

No hay en él, sin embargo, ningún gigante encantado, ninguna alma en pena, ninguna bruja
bailarina, ni seres de tal especíe que inspiren supersticioso miedo á los transeúntes, y sirvan á
nodrizas y niñeras para acallar, evocándolos, el impertinente llanto de sus cándidas criaturas.

Los cuentos pavorosos acerca de su orígen, y los no tan extravagantes y mas verosímiles,
referentes á la época de los árabes, están casi perdidos en la insondable niebla del pasado.” (De
Rojas y Rojas, 1861: 295).

Pese a ello, relató dos leyendas, una relacionada con la conquista cristiana de Antequera en
1410, por donde se creía que había escapado el alcaide de la ciudad para solicitar ayuda al
sultán Yusuf III (Anexo I.1). En la otra, que se la narraron cuando visitó la cueva (Anexo I.2), se
atribuía la construcción de Menga a un “mago poderoso” que quiso ayudar a un príncipe a
ocultarse con su hija, una doncella llamada Kelma que había sido violada (De Rojas y Rojas,
1861: 295-296).

En el número 39 de la misma revista se publicó una litografía del dolmen de Menga, firmada por
F. Ruiz (El Museo Universal, 1861, nº 39, página 308), con la indicación de que acompaña al
artículo de Trinidad de Rojas publicado en el nº 37 de la revista.

221
En 1865, Gustave Charles Ferdinand de Bonstetten, Barón de Bonstetten, publicó Essai sur les
dolmens, donde aludió al dolmen de Menga entre los que él denominaba “dolmens couverts d’un
tumulus”, realizando una breve descripción del monumento. Incluyó además una figura con el
dibujo de la entrada y el perfil de todo el monumento, tomada de Mitjana y Ardison. La
descripción que realizó de Menga era la siguiente:

Uno de los monumentos más gigantescos de este género es el de Antequera, cerca de Málaga, en
España: 10 soportes a cada una de las paredes laterales, el vigésimo primero cierra una de las
extremidades del dolmen; 5 bloques de cubierta; otros 2 bloques colocados a ambos lados de la
entrada; 3 forman pilares en el interior y reposan cada uno en el punto de unión de dos tablas. Estos
pilares parecen haber sido tallados, pero los soportes no están más que groseramente escuadrados;
el cuarto lado del dolmen está abierto en el lado este; la altura interior 5 metros, longitud 27, anchura
7. La piedra más grande tiene 7 metros de ancho, 9 de largo y 1 m 46 cm de espesor. El monumento
es una piedra caliza terciaria. (Traducción propia a partir de Bostetten, 1865: 17).

También realizó una breve mención al dolmen de Antequera, Alfred Germond de Lavigne en la
segunda edición de su obra Itinéraire Descriptif, Historique et Artistique de l’Espagne et du
Portugal:

La prueba más interesante de la antigüedad de Antequera es una especie de dolmen enterrado bajo
un montículo, 10 min. [minutos] de la ciudad, hacia el este. Es poco conocido y merece la atención
de los anticuarios. Se compone de cinco grandes piedras planas, de 6 metros de largo por 1 metro
de ancho, elevadas por tres hileras de piedras verticales. Es un monumento arqueológico de los más
interesantes. (Traducción propia a partir de Germond de Lavigne, 1866: 442).

Por otro lado, en Antigüedades Prehistóricas de Andalucía de Manuel de Góngora y Martínez


(1868), relacionó el dolmen de Menga con el menhir hallado en el cortijo de las Vírgenes, entre
Baena y Bujalance, reproduciendo la coplilla publicada en 1857 por Assas y Ereño (1857a: 130),
aludiendo al mismo tiempo a la excavación de Mitjana.

“Díganlo sinó la multitud de cuevas de aquellas asperezas, sin perdonar los mismos tajos
inaccesibles sobre que se levanta Zuheros, en varias de las cuales se han encontrado instrumentos
de piedra; necesitando muchas ser ya exploradas con advertencia, de intento y con dirección de
nuestros sabios. Permítaseme que indique algunas. Las de Castro, de la Villa, de la Vírgen, de la
Fuente y de Menga (¿nombre expresivo de civilización celta?) por bajo y en torno de la fortaleza
romana y árabe, al Occidente y Sur de la poblacion: cavernas casi todas naturales, pero modificadas
las más por el hombre; (...)” (Góngora y Martínez, 1868: 61).

“En el cortijo de las Vírgenes, entre Baena y Bujalance, descuella el menhir de doce piés de altura
que hace cantar á los cortijeros:

Jilica jilando
puso aquí este tango,
y Menga Mengal
lo volvió á quitar.

222
El Sr. Fernández-Guerra comunicó esta noticia al señor D. Manuel de Assas, quién manifestando la
procedencia, la sacó á luz en sus muy estimables artículos sobre monumentos célticos (Semanario
Pintoresco, año de 1857).

No es de olvidar ahora la soberbia galería cubierta de que diez años antes dió la primera noticia en
una juiciosa Memoria D. Rafael Mitjana y Ardison, arquitecto de Málaga.

Hé aquí cuanto sabemos acerca de la historia de este monumento. Es conocido vulgarmente con el
nombre de cueva de Menga: se encuentra á mil varas de Antequera, en el camino de Archidona: la
primera vez que lo visitó el Sr. Mitjana estaba lleno de tierra y matorrales: se halla orientado y tiene
la puerta al Este. El Sr. Mitjana calculó el peso de solo las cinco piedras que cubren el monumento
en 35,632 arrobas. La caliza terciaria de que está formado este dólmen complicado, se extrajo del
sitio del Calvario, que distará de él como mil varas. Las piedras están labradas en basto por la cara
interior, en bruto por el entredos, recortadas por los cantos, y tienen de tres á cuatro piés entre la
tierra formando cimiento.” (Góngora y Martínez, 1868: 89-90).

De este mismo año data al menos uno de los croquis del dolmen de Menga realizados a mano
por Manuel Gómez-Moreno González (padre de Manuel Gómez-Moreno Martínez), responsable
de la Comisión de Provincial de Monumentos y considerado como el creador del Museo
Arqueológico de Granada (Moya Morales, 2004). En estos croquis, realizados probablemente in
situ, se representaban la planta y las secciones del monumento, indicando sus dimensiones
internas y las de los ortostatos, destacando en ellos la ausencia del pozo (Moya Morales, 2004:
20), lo cual sugiere que en estos momentos podría encontrarse cegado nuevamente (García
Sanjuán et al., 2016b: 203).

Al año siguiente, James Talbot (Lord Talbot de Malahide), realizó una descripción de la “Cueva
de Mengal” en el Vol. 10 de Proceedings of the Royal Irish Academy (1836-1869) y en The
Archaeological Journal después de visitar Menga. El texto presentado sobre Menga en ambas
publicaciones era similar, destacando los grabados que advirtió en una de las piedras de la
entrada (Talbot, 1869: 477), así como las cuatro ilustraciones del dolmen (Plates XXXVI y
XXXVII o Fig. 6-9), similares a las presentadas por Mitjana y Ardison (1847), de quien tomó
varios datos.

Este remarcable monumento está situado en las inmediaciones de la antigua ciudad de Antequera,
en la provincia de Málaga. (...)

La Cueva ha sido conocida por un tiempo considerable, pero no ha atraído la atención de los
anticuarios. En 1847, Don Rafael Mitjana publicó un ensayo sobre ella, con algunas ilustraciones,
que he tomado prestadas para la presente ocasión. También he dado sus medidas; pero no le
molestaré con sus teorías, o discutiré la cuestión de si le debemos este monumento a los celtas o a
los Tarduli.

Está cubierta con un pequeño montículo; pero el suelo se ha despejado tanto, que no solo se puede
acceder fácilmente a la entrada, sino que se ha admitido una luz amplia. Es muy grande e
imponente. Creo que hay monumentos similares en Bretaña y Turena; pero aún no he tenido la
ventaja de visitarlos.

223
Se extiende de este a oeste. La entrada está al este; de longitud tiene ochenta y seis y medio pies
españoles, y el ancho más grande es de veintidós pies; pero la diferencia entre un pie inglés y uno
español es insignificante.

El tamaño inmenso de las piedras es su característica más importante. Las paredes laterales tienen
más de un metro de espesor y consisten en diez piedras en cada lado, y una piedra lo cierra al final.
Está cubierto por cinco losas colosales, que están parcialmente apoyadas por las paredes laterales,
y en parte por tres grandes pilares. Las siguientes son las dimensiones de las piedras de cobertura,
en el orden en que ingresamos al apartamento:

Anchura Longitud Espesor Pie Cúbico


1 16 pies 18 pies 4 pies 1,152
2 14 ½ 21 4 1,218
3 12 ½ 26 4 1,300
4 16 27 4½ 1,944
5 23 27 4½ 2,794

La piedra es una piedra caliza de los alrededores, y no tiene apariencia de labra regular, o de haber
usado mortero. En una de las piedras cerca de la entrada noté que hay cruces en esta forma:

(Traducción propia a partir de Talbot, 1869: 477).

En 1869, Wilhelm Wattenbach publicó Eine Ferienreise nach Spanien und Portugal, donde relató
su viaje de vacaciones a España y Portugal, en el que visitó Menga, que él denominó “Cueva del
Mende” (Wattenbach, 1869: 115). Destaca la ilustración del dolmen que publicó acompañando la
descripción del monumento y que había encargado a un pintor antequerano (Wattenbach, 1869:
114).

M. Charles Lucas, en la Sesión del 11 de marzo de 1870 de la Sociedad Francesa de


Numismática y de Arqueología, dentro de la Sección de Arqueología Prehistórica, realizó una
comunicación verbal sobre el dolmen de Menga, transcrita por la secretaria de la sesión (Anatole
Roujou), en la que destacan: la comparación con el Anta de Adrenunes y la apreciación de que
el monumento había sido construido sobre el terreno, en lugar de estar total o parcialmente
excavado en él, siendo cubierto luego por tierra para darle la apariencia de los montículos
naturales que se encuentran en las inmediaciones.

Sr. Charles Lucas informó a la sección de las notas que él ha acumulado en España. Los estudios
prehistóricos fueron desarrollados con una menor actividad en esta región que en el resto de Europa.
No se ha desarrollado, en su opinión, incluso en Madrid, ningún registro completo de los
monumentos megalíticos de este gran país, tan rico en antigüedades de todas las edades, y esto en
un momento en el que la nación que tan estrechamente se aproxima, Portugal, saliendo de un largo
temor, se esfuerza por enumerar la riqueza monumental que contiene y nos da, en el Dolmen de

224
Adrenunez (cerca de la provincia Cintra (p.318) en Extremadura), un tipo superando, por sus
dimensiones Colosales, a los dólmenes estudiados hasta la fecha en el resto de Europa.

Sin embargo España también puede presumir de testimonios grandiosos de la más remota
antigüedad, y el dolmen o Cuera (cueva o caverna) de Menga (cerca de Antequera, provincia de
Málaga) no cede por la proporción gigantesca de los materiales utilizados en su construcción, al
dolmen portugués de Adrenunez que hemos descrito anteriormente de acuerdo con una nota del
Chevalier de Silva. (...)

En las mismas puertas de Antequera, se encuentra una excavación que recuerda por su
construcción interior, a los monumentos celtas y pelágicos de los que existen numerosos vestigios
en la península, especialmente en Tarragona.

Esta excavación, llamada Cuera de Menga, tiene diecisiete metros de profundidad, siete de ancho y
tres de elevación; sus paredes laterales se componen de grandes rocas erigidas verticalmente, y que
no tiene menos de un metro de espesor; por último, cuatro losas enormes forman el techo y vienen a
apoyarse en tres pilares fuertes de un solo bloque.

El tamaño y la forma de este monumento no dejan ninguna duda sobre su origen celta, y la manera
en que sus enormes materiales fueron tallados en su superficie interna sugiere que es después de la
llegada de los fenicios en España.

Es fácil de reconocer que la Cuera Menga fue construida por primera vez sobre el suelo, ya que para
ocultar su existencia, se la ha recubierto de un metro o dos de tierra cultivable, a fin de dar a todo el
conjunto la forma y apariencia de los montículos del entorno. Además, las piedras que la componen
han sido traídas desde una gran distancia, y basta con señalar su tamaño para tener una idea de las
dificultades que tuvieron que superar: la superficie interior de una de las losas del techo mide más de
más ocho metros de largo y seis y medio de anchura, y el volumen total de la masa es al menos
cincuenta metros cúbicos.

Esta gigantesca obra es sin duda uno de los ejemplares más curiosos de los tiempos prehistóricos, y
testigo, con los muros ciclópeos y los monumentos druídicos, de la habilidad con que los pueblos
primitivos sabían manejar y disponer las enormes rocas que formarían con ellas sólo todos los
materiales de sus groseras construcciones. (Traducción propia a partir de Lucas, 1870. 319-320).

En 1872, James Fergusson publicó Rude Stone Monuments in all countries: their ages and thier
uses, en el que incluyó una descripción de Menga, una ilustración del interior y su planta,
destacando la analogía que realiza entre Menga y Stonehenge, considerando que uno y otro son
los monumentos del mismo tipo, pero uno cubierto y otro completamente abierto.

El mejor dolmen conocido que existe en España es el de Antequera, aludido anteriormente; de


hecho, tendrá una comparación con los mejores en Francia o en cualquier otro país de Europa. La
cámara es de forma algo ovalada, y mide internamente unos 80 pies desde la entrada al frente de la
piedra que cierra la parte trasera. Su mayor ancho es de 20 pies y 6 pulgadas, y su altura varía entre
9 y 10 pies ¹. El conjunto se compone de treinta y una piedras: diez de cada lado forman las paredes;
una cierra el final; cinco son cubiertas, y tres pilares sostienen la última en su unión. La piedra que
forma la cubierta de la celda o la parte más interna mide 25 pies por 21 pies y es de un grosor
considerable. Todas las piedras que componen este monumento están más o menos modeladas con
arte - al menos en la medida en que se puede decir que las de Stonehenge sí lo están; mientras que

225
los tres pilares en el centro, que parecen ser parte de la estructura original, están ciertamente
tallados. El conjunto fue originalmente cubierto con un montículo de aproximadamente 100 pies de
diámetro, y todavía está parcialmente enterrado. Su entrada esta, sin embargo, y probablemente
siempre estuvo, a ras del borde del montículo, y abierta y accesible, y por lo tanto no debe
extrañarse de que no haya nada dentro que indique su edad o uso.

Si podemos suponer -no hay pruebas- que el montículo de Antequera estuviera originalmente
rodeado por un círculo de piedras como las de Lough Crew (xilografía n. 72), deberíamos tener un
monumento cuyo plan y dimensiones fueran los mismos que los de Stonehenge, y, mutatis mutandis,
los dos serían, casi como pueden ser, idénticos. Hay el mismo círculo de piedra o tierra de 100 pies
de diámetro, y el mismo coro elíptico de 80 pies de largo, suponiendo que Stonehenge se extienda al
círculo exterior. Antequera es, de hecho, un Stonehenge techado y tapado, Stonehenge un
Antequera sin apoyos. Si ambos estuvieran en Wiltshire o en Andalucía, debería declarar sin vacilar
que Antequera era el mayor. Los hombres hacen lo que es útil antes de entregarse a lo que es
meramente imaginativo. De hecho, los dos tienen exactamente la misma relación que Callernish con
New Grange; pero cuando están tan ampliamente separados geográficamente como los dos
primeros y pertenecen a dos razas diferentes, es difícil decir cuál puede ser el más antiguo. De lo
único que podemos estar seguros es de que ambos pertenecen al mismo sistema, y que no están
muy alejados el uno del otro en la fecha. Sin embargo, debemos saber más que nosotros sobre la
historia local de los dólmenes españoles antes de que podamos estar seguros de que Antequera
puede no ser incluso mucho más moderno que Stonehenge.

(¹ Estas dimensiones están tomadas del libro de Mitjana, simplemente convertidas en sus
equivalentes en pies ingleses. Sin embargo, no concuerdan en escala con el plano, pero
probablemente sean aproximadamente correctas). (Traducción propia a partir de Fergusson, 1872:
383-385).

En 1874 Francisco Guillén Robles, describió el dolmen de Menga en Historia de Málaga y su


provincia, donde adscribió el monumento a la denominada “Edad prehistórica”, cuando se
produjeron las “invasiones ibera y celta” (Guillén Robles, 1874: 11). Este autor no siguió la
descripción de Mitjana y Ardison, sino a algún autor anterior, quizás del siglo XVII, como Alonso
García de Yegros o Francisco de Cabrera o alguna copia de éstos, ya que copia sus medidas,
hace alusión a las dos piedras de la entrada y menciona la existencia de otra cueva similar cerca
de Menga. Aunque es más probable que siga en su descripción a Francisco Barrero Baquerizo,
cuya obra de 1732 (incompleta, faltando el capítulo dedicado a Menga) cita al final de su
descripción:

“Las invasiones ibera y celta constituyen la Edad prehistórica española de la cual se han conservado
notables monumentos en nuestra provincia: uno de estos es la Cueva de Menga que existe á unos
mil pasos de Antequera en el camino de Archidona: se abre este recinto en el interior de un
montículo, y forman sus costados enormes piedras de una vara de grueso que la dan dos varas de
profundidad: tres losas de veinte y cuatro pies de largo y otros tantos de ancho forman la techumbre
y en mitad de ella se encuentran tres pilares paralelos que la dividen en dos naves; servian de
puertas dos losas que median diez y seis pies de largo, quince de ancho y dos varas de grueso, las
cuales existian á mediados del siglo XVIII; cerca de esta cueva, en un cerrillo probablemente
artificial, afirman las tradiciones antequeranas que existia otra cueva identica á la de Menga –
Barrera Baquerizo: An. De Anteq. Pág. 3, lib. 1 cap. 1.” (Guillén Robles, 1874: 11).

226
En 1874, Trinidad de Rojas, publicó otro artículo sobre la “Cueva de Menga” en los números 15-
18 del semanario El Genil. En los dos primeros números escribió prácticamente lo mismo que en
el anterior artículo de 1861 de El Museo Universal, siendo el cambio más destacado el cambio
de la palabra “foso” por “pozo”:

“Tan solo entre las primeras capas del profundo pozo que se abriera en el último departamento del
dólmen, se hallaron algunas monedas árabes y romanas, y toscas herramientas de picapedrero,
talladas en piedra oscura, dura y consistente, (...)” (De Rojas y Rojas, 1874: 58).

Respecto al por qué del nombre de Menga y a las leyendas que se cuentan sobre este
monumento, Trinidad de Rojas volvió a incluir en los números 16 y 17 de El Genil la misma
leyenda que ya relató en 1861, añadiendo otra más que explicaría el nombre de Menga (Anexo
I.3), que derivaría de Margarita, una leprosa que tuvo que refugiarse en el dolmen al ser
expulsada de la ciudad (De Rojas y Rojas, 1874: 65-66).

En este artículo, Trinidad de Rojas, señaló la ubicación y distancia de la cantera de la que se


habrían extraído las piedras para la construcción de Menga: “La cantera más próxima dista de la
cueva cerca de mil metros” (De Rojas y Rojas, 1874: 73); preguntándose también “¿Cuáles eran
los aparatos de aquel pueblo medio salvaje para mover, conducir y manejar esas moles
inmensas? (De Rojas y Rojas, 1874: 73).

Unos años más tardes, en 1879, Javier de Rojas publicó en el semanario El 79 prácticamente la
misma leyenda sobre la leprosa que habitó en Menga (Anexo I.4), que unos años antes había
publicado Trinidad de Rojas (De Rojas y Rojas, 1874: 65-66), introduciendo leves
modificaciones, como el cambio del nombre de la leprosa que llama Menga en lugar de Margarita
(De Rojas, 1879: 221-223, 225-229 y 233-237).

En 1875, Paul Cazalis de Fondouce publicó en Académie des Sciences et Lettres de Montpellier.
Mémoires de la Section des Sciences un artículo titulado “Les allées couvertes de la Provence”
en el que hace alusión al dolmen de Menga, definiéndolo como una galería gigantesca, de forma
simple pero perfeccionada por el empleo de los pilares centrales (Cazalis de Fondouce, 1875:
216). Lo describió como lo había hecho Bonstetten (1865), pero incluyó dos figuras, 9 y 10
(Cazalis de Fondouce, 1875: 224) de la entrada de Menga y de la sección de la galería, tomadas
de Mitjana y Ardison (1847).

La forma más simple que ha aparecido, por el contrario, se conserva hacia el sur, pero
perfeccionándose. Podemos citar como ejemplo el dolmen de Antequera, cerca de Málaga en
España (Pl. XIV, fig.9 y 10). Cubierto con un túmulo, esta gigantesca galería no tiene menos de 27
metros de largo, con 7 metros de ancho y 5 de altura interior. Está formada por diez soportes de
piedra caliza terciaria, en cada una de las paredes laterales, y un vigésimo primero cerrando un de
los extremos. Cinco bloques constituyen la cubierta, otros dos se colocan a ambos lados de la
entrada y tres forman pilares en el interior, cada uno en el punto de unión de dos tablas. “Estos
pilares, dice M. de Bonstetten, a quien tomo prestada esta descripción, parecen haber sido tallados,
pero los soportes no están más que groseramente escuadrados”. Esta circunstancia debe ser

227
notada, porque es la que nos da la característica del desarrollo de la arquitectura dolménica hacia el
sur. (Traducción propia a partir de Cazalis de Fondouce, 1875: 216).

En 1876, Francisco María Tubino y Oliva publicó en Museo Español de Antigüedades “Los
monumentos megalíticos de Andalucía, Extremadura y Portugal y los aborígenes ibéricos”,
donde propuso la siguiente clasificación de los monumentos megalíticos: I. “Recintos cubiertos”,
entre los que se incluyen las “cámaras sepulcrales”, las “grutas de hadas” y las “galerías
cubiertas”; II. “Círculos de piedras”, que engloba los “cromlechs” y los “atrincheramientos
circulares, rectangulares, etc.”; III. “Menhires”; IV. “Lichavens (trilithos, en forma de puerta o
bastidor)” V. “Peulvans”; VI. “Dólmenes (sencillos y complicados)”; VII. “Túmulos (sencillos,
dobles)”; y VIII. Alineamientos (Tubino y Oliva, 1876: 309). Dentro del primer grupo incluyó la
Cueva de Menga, siguiendo en su descripción a MItjana y Ardison pero indicando las medidas
aportadas por Bostetten (1865): 27 m de longitud, 7 m de anchura en la zona central y 5 m de
altura.

“Este primer monumento prehistórico, considerado durante largo tiempo como céltico, se halla
situado en el término municipal de Antequera, á un kilómetro del caserío, y sobre una pequeña
eminencia. Descomponen su nombre los anticuarios diciendo que proviene de Men-Lac’h, que en
celta vale tanto como, piedras sagradas. Sea esto o no exacto, lo que no admite duda es que el
adjetivo Mengal se ha conservado, al amparo por la tradición, desde la antigüedad más remota,
habiendo llegado á nuestros tiempos sin alteración sensible.

Aleccionado el malogrado arquitecto malagueño D. Rafael Mitjana por las enseñanzas que
suministraban los libros celticistas, fijóse desde el año de 1842 en la mencionada cueva, que no es
tal cueva, sino un recinto artificial, dispuesto por la mano del hombre, como los análogos, que en
abundancia hemos visto y estudiado en Francia y Dinamarca. Hasta 1847, no sacó a la luz Mitjana el
fruto de sus trabajos, haciéndolo en una breve Memoria, donde procura clasificar el monumento
como dólmen multiplicado céltico, destinado, en su sentir, á ceremonias religiosas. Según aquélla, la
cavidad mide de longitud 27 metros, y de latitud en su eje mayor transversal 7, con una elevacion de
5. Hállase labrado de Oriente a Occidente, con la entrada en aquella parte, formando el recinto diez
gruesas piedras verticales en cada lado, labradas por la parte anterior, cerrando el testero una sola
piedra como las anteriores, de gruesas dimensiones. Constituyen el techo, y sostienen la tierra que
cubre la cámara, en forma de montículo ó altozano, cinco enormes losas apoyadas sobre las piedras
de los costados, y marcan el ingreso otras dos clavadas verticalmente, sin que ninguna las enlace
por la parte de arriba. Por último, en el centro de la estancia se levantan tres gruesos pilares
labrados, aparentando sostener la cobertura, aunque en realidad ésta descansa sobre los muros
laterales.

Como se ve, el espacio de terreno cubierto es bastante considerable, no pudiéndose atribuir la obra
á tiempos históricos, sobre todo á los romanos o árabes que labraban sus habitaciones, castros,
silos y demás fábricas arquitectónicas, con arreglo á muy distintos principios que los que resaltan en
la mal llamada Cueva de Mengal. Ningun objeto se ha encontrado en ésta, ni la excavación que
practicó Mitjana llevóle a descubrir, como esperaba, restos humanos; pero nada de esto debe
extrañarse: la proximidad en que se halla de una población tan antigua y considerable como
Antequera, no podía permitir que se conservara desconocida, y su amplitud brindaba á ser utilizada
por el hombre, como almacen de efectos agrícolas y tambien como refugio ocasional de ganados.”
(Tubino y Oliva, 1876: 310).

228
En 1878, Jean d’Estienne publicó un artículo titulado “Dolmens, Menhirs et Tumulus” en la Revue
des Questions Scientifiques de la Sociétè Scientifique de Bruxelles. En él destacó la diversidad
de monumentos megalíticos existentes, entre los que incluyó los túmulos, dólmenes, menhires,
círculos y avenidas (D’Estienne, 1878: 78), la mayor concentración de ciertos tipos en ciertas
zonas, como los círculos en Inglaterra o los dólmenes en Francia (D’Estienne, 1878: 114), y la
dificultad de sostener un origen único para unas construcciones que están presentes en todo el
globo (D’Estienne, 1878: 127). En el caso de los dólmenes andaluces, planteó que son fruto del
desarrollo y el perfeccionamiento de los dólmenes argelinos, siendo una prueba de ello el
dolmen de Menga, “el más bello y el más perfecto de los dólmenes conocidos” (Traducción
propia a partir de D’Estinne, 1878: 133), del que adjuntó una figura con la vista del interior y la
planta (D’Estienne, 1878: 134), tomadas de Fergusson (1872: 383-384).

El mismo año, Augusto Filippe Simões escribió una Introducção a Archeologia da Peninsula
Iberica, donde realizó una descripción de Menga (Simões, 1878: 87-89), a partir de la realizada
por Assas y Ereño (1857b: 172-173), que seguía a su vez a Mitjana y Ardison (1847:17-19),
adjuntando la planta del monumento y el perfil longitudinal de Assas y Ereño (1857: 173), y la
sección de la entrada y una perspectiva del interior del monumento de Mitjana y Ardison (1847).
Como aportación propia destaca la adscripción de Menga dentro de los monumentos tumulares
característicos de Suecia, Dinamarca, Bretaña, Suiza, Inglaterra, Escocia e Irlanda,
considerándolo como uno de los más notables de la Península:

En Europa los países más abundantes de túmulos son Suecia, Dinamarca, Bretaña, Suiza,
Inglaterra, Escocia e Irlanda. En la Península hay también algunos, de los cuales el más notable es
el de Antequera en la provincia de Málaga (Traducción propia a partir de Simões, 1878: 87).

Con posterioridad, en 1879, Trinidad de Rojas publicó Historia de Antequera, donde describía la
Cueva de Menga, actualizando su descripción y sus medidas:

“Es un dólmen completo-complicado, encerrado en un tùmulus semi-esférico. Lo forman treinta y una


piedras, distribuidas de este modo: veinte los muros, una el fondo ó pared extrema del aposento,
cinco el techo, dos, mas pequeñas y descubiertas, el ingreso y tres los pilares, alineados á lo largo
del monumento, que dividen en dos naves. Hé aquí sus principales dimensiones verificadas por
persona competente.

M. C.
Altura del recinto........................................ 3 45
Longitud cubierta...................................... 16 50
Longitud descubierta.................................. 6 75
Latitud en la entrada................................... 2 14
Latitud en el centro..................................... 5 73
Latitud en el fondo...................................... 3 68
Espesor de la piedra mayor del techo....... 1 08
(...)
M. C.
Perímetro del último pilar por su base........ 4 10

229
Bajo los muros no aparece cimiento: las piedras, que los forman, se mantienen á plomo por efecto
de su propia gravedad, por la presion que sobre ellas ejercen las del techo y quizás tambien por la
trabazon y apoyo que hubo de producir la tierra que cubre su exterior, formando el tùmulus; lo que
naturalmente debe haber contribuido mucho á esa admirable solidez, que el peso de tantos siglos no
ha podido quebrantar. No hay señales de mezcla ni argamasa en sus uniones toscas é informes, ni
en el asiento de la techumbre. Los tres pilares apenas penetran algunos centímetros en el suelo: dos
de ellos rozan ligeramente con el techo, y al tercero faltan cinco centímetros para tocarlo. (...) La
única entrada del edificio está situada al Oriente, pues si bien presenta en la union del fondo con la
techumbre otra abertura, bien examinada ésta, da motivos bastantes para suponer que ha sido un
rompimiento profano practicado en tiempos posteriores.” (De Rojas y Rojas, 1879: 21-22).

Las medidas aportadas por Trinidad de Rojas en la publicación de 1861 y las aportadas en 1879
varían en gran parte. Según indica en la publicación de 1879 las medidas aportadas habían sido
comprobadas in situ, por lo que las consideramos reales. De ellas, lo que más llama la atención
es la diferencia de altura con respecto a la dada en 1861: de 2,50-2,80 m de altura máxima en
1861 a 3,45 m en 1879, obteniendo una diferencia de 0,95 m. Sin embargo, ésta puede ser fruto
de que las medidas de 1861 no se tomaran in situ, sino que fuesen aproximadas.

No obstante, al comparar la altura de 1879 con la dada por Mitjana y Ardison en 1847 de 2,70-
2,80 m y la indicada por Tenison de 3,00 m, los cuales sabemos con seguridad que estuvieron
en Menga antes de sus descripciones (aunque no podemos estar seguros de que midieran los
ortostatos), vuelve a haber una diferencia considerable: 0,75-0,65 m con respecto a la medida de
Mitjana y Ardison y 0,45 m con respecto a la de Tenison. Ello nos plantea dos posibilidades: 1)
que Mitjana y Ardison y Tenison no midieron las piedras y por tanto las medidas que dan no son
exactas, o 2) que entre 1847 y 1879 (32 años) se rebajó el suelo del dolmen unos 0,65-0,75 m.

Respecto las excavaciones realizadas en Menga hizo alusión tanto al pozo como a la rotura
realizada en la losa de cabecera y la galería abierta en el túmulo en dirección al Castillo, ambas
correspondientes a las actuaciones de Mitjana y Ardison. Pero también incluyó una frase de
dudosa interpretación “cortaron el túmulus inmediato hasta su base”. Las palabras “tumulus
inmediato” podrían interpretarse como que la galería practicada en el túmulo de Menga alcanzó
la base del mismo, sin embargo cabe la posibilidad de que se refiera alguna excavación
realizada por aquellos años en el túmulo de Viera.

“Extrañas tradiciones, bastante populares hace años, inexplicadas ruinas á no gran distancia,
inmediatos vestigios de antiguas excavaciones y la existencia de un verdadero tùmulus, a espaldas
de la Cueva, hicieron brotar en algunas imaginaciones exaltadas de la poblacion la idea de minar el
terreno en los parages más indicados; en la persuasión de hallar forzosamente en ellos extensos
subterráneos, antiquísimos sepulcros, quizás inmensos tesoros. Abrieron al efecto, los más
entusiastas una excavación profunda en el último departamento del dólmen, perforaron el terreno en
dirección al arruinado castillo que domina la ciudad, cortaron el túmulus inmediato hasta su base;
¡esperanzas fallidas! nada de lo que aguardaban se halló. No fueron, sin embargo, perdidos para la
ciencia el ímprobo trabajo y el tiempo y el capital invertidos en él. A más de algunas monedas árabes
y romanas, que en las capas superficiales aparecieron, á mayor profundidad dejó la edad de piedra
contemplar y descifrar algunos toscos y misteriosos caracteres; interesantes y aún no bien
comprendidas páginas, que, recogidas por los inteligentes y acumuladas á otras no menos

230
instructivas, irán poco á poco formando los interesantísimos anales de la ciencia prehistórica. No
eran esas curiosas armas de pedernal, que en otros puntos de este mismo término y más
profusamente en Cauche y el Valle de Abdalizis suelen hallarse, las joyas encontradas. Menos
bellas, pero más instructivas, consistian éstas en tocas herramientas de picapedrero, semejantes en
su forma á las actuales, y hechas de una roca oscura, verdosa y resistente, que no se encuentra en
las inmediaciones, ni quizás en todo el término. ¿Sería aventurado presumir que esas herramientas
sirvieran para tallar las caras interiores de las piedras que forman el monumento?” (De Rojas y
Rojas, 1879: 25-26).

En cuanto a la procedencia de las piedras, mencionó la cantera del Cerro de la Cruz (De Rojas y
Rojas, 1879: 24), mientras que en relación al transporte y disposición reconoció no saber cuáles
habían sido los medios empleados para la realización de estos trabajos, al tiempo que apuntó a
un invento muy antiguo: la palanca, de la que se ayudarían los antiguos constructores (De Rojas
y Rojas, 1879: 24-25).

Unos años más tarde, A. M. Hancock presentó “Prehistoric Discoveries in the South of Spain” a
la Sociedad Antropológica de Washington, publicado en el volume 1 de Transactions of the
Anthropological Society of Washington de 1882. La descripción aportada del dolmen de Menga
era fruto de su visita, teniendo por ello gran valor.

El orador describió luego un templo de piedra, como él lo llamaba, que tenía la forma de un enorme
dolmen o cromlech, situado en las afueras de la ciudad de Antequera, y conocido como La Cueva de
Mengal.

Está construido sobre un montículo artificial, del cual hay otros dos. La estructura descrita es de 90
pies de largo, 14 pies de ancho en su extremo occidental, 18 pies en el centro, y al comienzo del
vestíbulo de aproximadamente 7 pies de ancho, y alrededor de 10 pies de alto. Las cinco piedras
que cubren pesan 450 toneladas. Desde el extremo occidental hasta la entrada del vestíbulo hay 59
pies, y el vestíbulo tiene 31 pies de largo.

Inmediatamente frente a este templo hay una montaña, llamada La Peña de los Enamorados, que
presenta en su cima una figura perfecta de perfil humano. Como todas las demás cuevas
prehistóricas de las que tenía conocimiento miraba directamente al este, su teoría de esto era que no
estaba previsto como un túmulo funerario, como algunos suponían, sino como un templo de culto, el
sacerdote oficiante tenía La Peña de los Enamorados directamente en su punto de vista.

La piedra que cubre el extremo occidental se estimó que pesaba 160 toneladas. El punto más
cercano desde donde se podrían haber obtenido estas enormes piedras fue a 18 millas de distancia,
con dos ríos intermedios.

El orador también describió una llanura en las cercanías de Antequera, que está salpicada de
conchas de ostra. Esta llanura o cuenca está a unos 1.900 metros sobre el nivel del mar. Parece que
una vez estuvo habitado por un hombre prehistórico que vivió principalmente sobre ostras y dejó sus
conchas esparcidas por el suelo.

Al cierre de sus observaciones, el Mayor Hancock presentó a la Sociedad una copia de una obra
descriptiva de estos y otros restos arqueológicos en el sur de España titulada Antigüedades
Prehistóricas de Andalucía, etc., por Don Manuel de Góngora y Martínez. Madrid, 1868; 4º, pp. 158,
con 149 figuras, láminas y mapa; también dos gráficos que ilustran el perfil y la forma de un dolmen

231
descrito por el Mayor Hancock, en el que se encontraron numerosos restos humanos y de otro tipo.
Estos fueron acompañados por dos pedernales trabajados de la cueva y parte de una concha de
ostra fósil encontrada en la superficie de la llanura, la última aparición consiste principalmente en
tales conchas, y tiene una altura de 1.900 pies sobre el nivel del mar. (Traducción propia a partir de
Hancock, 1882: 67-68).

Destacan varias apreciaciones de Hancock:

1- La existencia de otros dos montículos similares al túmulo de Menga, que muy


probablemente deben ser el túmulo de Viera y el Cerro de Marimacho.

2- Las dimensiones aproximadas del dolmen de Menga: 27 m de longitud total (17,70 m


desde el extremo occidental a la entrada del vestíbulo y 9,30 m el vestíbulo), 4,20 m de
anchura en el extremo occidental, 5,40 m en el centro y 2,10 m al comienzo del
vestíbulo, y 3,00 m de alto.

3- Las cobijas debían pesar 450 toneladas, a partir de la medición de la del extremo
occidental 160 toneladas.

4- La cantera no se encontraría en el Cerro de la Cruz, sino a 18 millas, es decir, a unos


28,80 km de distancia, entre dos ríos.

5- El dolmen de Menga no debió estar completamente cubierto por un túmulo.


Probablemente esta idea tenga que ver con el hecho de que, como apuntó Mitjana y
Ardison, las tres primeras cubiertas no estaban tapadas por la masa tumular, sino que
en aquellos momentos era visible la cara externa de estas cubiertas (Mitjana y Ardison,
1847: 18).

6- Está orientado hacia al este, hacia la Peña de los Enamorados.

En 1886, Emile Cartailhac hizo referencia al dolmen de Menga en su libro Les ages
prehistoriques de l’ Espagne et du Portugal, siguiendo la información aportada por Manuel de
Góngora y Martínez (Cartailhac, 1886: 183) y Mitjana y Ardison (Cartailhac, 1886: 186). Además
del texto incluyó cinco figuras con distintas representaciones del dolmen (Cartailhac, 1886: 184-
188).

Llego al más célebre de los sepulcros megalíticos de España, ciertamente uno de los más bellos de
toda Europa. Está situado al norte de Málaga, a la derecha del pueblo llamado Antequera y fue
señalado desde 1847 por Don Rafael Mitjana (...).

El nombre popular de esta cripta, nuevamente protegida por su vasto túmulo, es “la Cueva de
Mengal; (...). El diseño del edificio es de los más notables. Las piedras son de gran tamaño y bien
elegidas en la piedra caliza del Jurásico de la región; son ensambladas con gran arte después de
haber sido posiblemente desbastadas con martillo. Tres pilares garantizan la solidez de la bóveda; la

232
cámara mide 24 m de longitud con una anchura máxima de 6,15 m; su altura varía entre 2,70 m y 3
m. Se abre al oeste; es probable que una corta galería de acceso haya desaparecido.

Evidentemente, era demasiado fácil desde hace siglos entrar y permanecer allí, como para esperar
que pudiéramos encontrar allí los vestigios del mobiliario funerario que debía contener.

Cuando desde el interior sostenemos la mirada hacia el exterior, vemos una ligera eminencia,
perfectamente indicada en nuestra figura 261 y que es otro túmulo aún inexplorado. (Traducción
propia a partir de Cartailhac, 1886: 186-187).

Cartailhac aportó dos datos interesantes y novedosos. Por un lado, planteó la posibilidad de que
en algún momento, el dolmen hubiera contado con una galería de acceso, que posteriormente
habría sido desmantelada. Por otro, destacó la existencia una “ligera eminencia” que se divisaba
desde el interior de Menga, que probablemente fuera Cerro de Marimacho, y a la que hizo
referencia como “otro túmulo aún inexplorado”.

El mismo año, Luis Domenech incluyó en su Historia General del Arte, la planta de Menga, una
ilustración del interior de la cámara y una descripción del monumento siguiendo a Bostetten
(1865) y Tubino y Oliva (1876):

“Cueva de Mengal. – Es un dolmen que, según ya hemos indicado, describió el arquitecto Mitjana en
1847. Hállase situado á un kilómetro de Antequera, sobre una pequeña eminencia. Mide 27 m. de
longitud y 7 de anchura mayor, con una elevación de 5 m. Forman el recinto diez piedras verticales á
cada lado que tienen labrado el paramento anterior. Cierra el testero una sola piedra como las
anteriores. Constituyen el techo cinco tablas, sobre las que se extiende la tierra que cubre el dolmen.
Marcan el ingreso dos pies derechos sin tabla que los una, y en el centro de la cámara se levantan
tres gruesos pilares labrados que apoyan las tablas por un punto medio.” (Domenech, 1886: 104).

También en 1886, Rafael González Anleo publicó un artículo titulado “El Dolmen. La Cueva de
Menga” en el semanario La Ilustración Española y Americana. En él señaló que “en breve será
declarado Monumento Nacional el famoso dolmen conocido por La Cueva de Menga” gracias a
la visita realizada por el rey Alfonso XII a Antequera el 15 de Febrero de 1886 (González Anleo,
1886: 355-356). En su artículo González Anleo aludió brevemente al monumento siguiendo la
descripción realizada por Trinidad de Rojas de 1879:

“(...) encuéntrase situado como á unos ochocientos metros de la ciudad, hacia el Este, en árido y
apartado montecillo rodeado de olivos, donde se admiran, formando singularísimo contraste, las
encumbradas rocas del Torcal, tan ricas en bellezas naturales; las viejas murallas y el elevado
castillo de la ciudad que diera nombre el bizarro infante D. Fernando; la Peña de los Enamorados, de
grandiosa y fantástica forma; la colonia del Romeral, con su espaciosa casa y lindas construcciones,
y la fértil y deliciosa vega, elemento primero de nuestra riqueza; (...).

(...) enciérrase, como los de su clase, en un túmulo semiesférico, con puerta al Oriente, construido
con treinta y una colosales piedras irregulares, toscamente labradas por sus caras, clavadas en
tierra las que forman sus muros, y todas ellas únicamente sostenidas por la fuerza de la gravitación,
sin cimientos que las sustenten ni mezcla ó argamasa que las una. Once á cada lado y una al fondo
cuéntanse en sus paredes, cinco en la techumbre, y tres pilares cuadrados, de varios gruesos, en el

233
centro, que apenas tocan el techo, lo dividen en dos naves iguales. Su longitud cubierta mide 16,50
metros; la descubierta 6,75. Tiene de latitud en la entrada 2,14, en centro 5,73, y en fondo 3,78.
Altura del recinto, 3,45; grueso de la piedra mayor del techo, 1,50; línea de la misma, 7,50; tizón,
5,50; tiene de volumen algo más de 45 metros, y pesa unos 107.600 kilogramos, equivalentes á
9.360 arrobas.

Este dolmen completo complicado de edificación celta, como por muchos se ha creido; obra ayro-
ibera o pelásgica, como otros dicen; construcción comprendida entre las megalíticas, como hoy se
afirma; destinado a templo druídico por los inhumanos sacerdotes del sanguinario Teutates, ó á
tumba de esforzados caudillos, ó á mero albergue de primitivos pobladores; monumento el más
antiguo de la Iberia, según opinión autorizada, es sin duda uno de los más misteriosos y
sorprendentes: él revela la existencia de un pueblo ó raza ruda, pero esforzada y perseverante (...)”
(Gonzalo Anleo, 1886: 355).

Al año siguiente, y a partir de la descripción de Cartailhac, Edouard Harlé publicó una nota sobre
“Le dolmen de Antequera” en el volumen de enero de la revista francesa Matériaux pour l’histoire
primitive et naturelle de l’homme. Revue Mensuelle Illustrée (XXI Année. 3ª Série. Tomo IV.
Janvier 1887), insertando varias ilustraciones (Planches I y II) del dolmen de Menga, tomadas
también de Cartailhac (1886).

El dolmen bajo túmulo de Antequera, provincia de Málaga (España), es remarcable por sus grandes
dimensiones, su longitud es de 24 metros, su anchura mayor de 6 metros, su altura de 3 metros.
Pero este monumento es sobre todo célebre por dos particularidades: una apertura en la losa vertical
del fondo y tres pilares que soportan las losas de cobertura. Yo lo he visitado en octubre de 1886, y
no puede tener desinterés dar a conocer las observaciones que me han sido sugeridas por su
examen.

Las figuras 1 (pl. I y II) (entrada, 260 de M. Cartailhac), 2 (interior, 261), 3 (sección longitudinal, 262)
y 4 (planta, 264 completa), tomadas prestadas de la excelente obra de M. Cartailhac Les Ages
préhistoriques de l'Espagne et du Portugal, son más o menos precisas. No tengo casi ninguna
reserva que hacer sobre la figura 3 (sección longitudinal). La losa de cobertura de la entrada, nº 1,
que está completamente despejada de tierra, tendría, a partir de este diseño (escala 1/150), un
espesor casi uniforme de 0,90 m, mientras que su espesor es variable y alcanza hasta los 1,80 m. La
superficie de la losa nº 2 está casi completamente despejada de tierra y la de las losas siguientes se
ve, en algunos puntos, bajo la plataforma que corona el túmulo. Yo indiqué sobre la figura 4 la
abertura de la losa vertical del fondo que es un hueco cuadrado de en torno a un metro, obtenido
mediante la ruptura del ángulo superior de la derecha de esa losa y cuyos dos lados están por
consiguiente formados por la losa vertical adyacente y la losa de techo. Si la siguiente sección
longitudinal se hubiera prolongado, se habría mostrado que la plataforma que corona el túmulo
continúa lo suficientemente lejos detrás del dolmen y que la plataforma se comunica con la abertura
de la que acabo de hablar mediante un agujero en embudo que parece hecho para este fin.

Vemos algunos restos de mampostería pobre en las paredes del agujero y también en una pequeña
zanja sobre el talud de la derecha del túmulo.

La losa de cobertura nº 3 está rota por una extensa grieta siguiendo la longitud del dolmen. La losa
nº 2 está dividida por una pequeña fisura siguiendo la misma dirección. Yo he indicado estas
fracturas sobre la figura 4. La losa de la entrada, nº 1, está también agrietada. Yo no he podido ver
ninguna fisura en las losas nº 4 y 5.

234
Me parece muy probable que la abertura de la losa del fondo y los pilares sean bien posteriores a la
construcción del dolmen.

La plataforma que corona el túmulo no se puede explicar por una remodelación que se ejecutaría
cuando el respeto por los muertos enterrados en el dolmen habría desaparecido: esta plataforma y
los restos de mampostería parecen provenir de la construcción de una casa. La abertura de la losa
del fondo corresponde solamente a un agujero excavado en la plataforma, no habría tenido ningún
sentido cuando el túmulo estaba intacto. Este no es, por cierto, el punto por el cual el dolmen ha sido
violado la entrada de este monumento está totalmente despejada, lo que dice que la entrada ha
estado accesible desde una época muy lejana. Es más natural pensar que el dolmen ha sido
utilizado como cueva o establo de la casa construida sobre la meseta y que se quería hacer un
acceso directo.

Los pilares han debido ser puestos para consolidar el dolmen en una época posterior a la de la
ruptura de la losa nº 3. Los pilares nº 1 y 2 estaban destinados a sostener esta losa que, teniendo de
4 a 5 m de alcance, podía estar comprometida por la gran fractura que he señalado. Es verdad que
estos pilares están a 0,70 m de la fractura; pero colocarlos exactamente en línea habría dejado, a la
derecha, un paso demasiado estrecho. El pilar nº 1 soporta también la losa nº 2, cerca de su fisura.
La otra extremidad de esta losa no ha debido de estar sostenida, su alcance de poco más de 2
metros por cierto un pilar ocupando este intervalo de dos metros habría sido molesto. Por los
mismos motivos no se ha apoyado la losa nº 1. Las losas nº 4 y 5º no están agrietadas, pero su
alcance de 5 y 6 metros habrá hecho juzgar prudente el sostenerlas por evitar el mismo accidente
que en la losa nº 3. Estos pilares que no habrían sido previstos por los constructores del dolmen, han
sido puestos sin duda cuando la casa ha sido construida sobre el túmulo y el dolmen ha sido
transformado en cueva o establo. La forma delgada y regular de los pilares es un argumento contra
una antigüedad muy reprobada. Sin embargo, la casa, con la abertura de la losa del fondo y los
pilares, puede datar de largo tiempo, porque Antequera era ya una villa importante bajo la
dominación romana. (Traducción propia a partir de Harlé, 1887: 80-82).

De esta descripción destacan:

1- Edouard Harlé visitó el dolmen de Menga en octubre de 1886 y describió su estado en esa
fecha, pero reproduciendo las figuras publicadas por Cartailhac (1886).

2- Las dimensiones del interior de Menga (24 m de longitud, 6 m de anchura mayor y 3 m de


altura mayor) son muy similares a las indicadas por Cartailhac (1886), siendo posible que
las copiara de éste y no hiciera las mediciones in situ.

3- La apariencia de las cobijas en su cara externa era similar a la indicada por Mitjana y
Ardison (1847): la primera desde la entrada no estaba cubierta por el túmulo, la segunda
estaba casi completamente despejada de tierra también, y las otras tres presentaban
también puntos donde se ve su superficie externa; es decir, que el túmulo aunque alcanza
las losas de cubierta, prácticamente no las cubre, o al menos no por completo.

235
4- Respecto a la apariencia de las cubiertas en su cara interna, señaló que las dos primeras
losas presentan grietas o fisuras, la tercera está fragmentada en dos mitades, y en las dos
últimas no se habían observado fisuras.

5- En cuanto a los pilares, consideró que no fueron previstos por los constructores del dolmen,
sino que fueron colocados en una época posterior a la de la ruptura de la tercera losa.

6- Respecto a la colocación de los pilares, destacó que el primer pilar sostenía las losas
segunda y tercera, el segundo pilar sostenía las tercera y cuarta losas y el tercer pilar las
cuarta y quinta losas. Así mismo, apuntó que no había ningún pilar entre las primera y
segunda losas porque habría dificultado el paso al interior del monumento.

7- Llamó la atención sobre la abertura del ángulo superior derecho de la losa de cabecera, de
forma cuadrangular y un metro de lado, y la galería en forma de embudo realizada en el
túmulo, desde dicha abertura hasta la superficie exterior del túmulo. Consideró que estas
roturas fueron hechas en un momento posterior, relacionándolas con los cimientos de una
casa que él creyó ver sobre el túmulo de Menga. A su juicio, serían los dueños de la casa
los que realizarían estas roturas en el túmulo y en la losa de cabecera para tener conexión
con el interior del dolmen, que a su vez se utilizaría como establo.

8- La alusión al posible uso del dolmen como establo es fruto de una conjetura, no de un
hecho real comprobado por él cuando visitó Menga.

9- Igualmente, los “cimientos” de una casa construida con mampostería sobre el túmulo
podrían corresponder en realidad a los restos de la masa tumular desmantelada cuando se
realizó el agujero de la losa de cabecera y la galería en el túmulo durante la excavación de
Mitjana y Ardison.

10- La alusión a la existencia de una pequeña zanja sobre el lateral derecho del talud del
túmulo, también podría estar en relación con la galería realizada por Mitjana y Ardison en el
túmulo.

El mismo año 1887, Jean-François-Albert du Pouget de Nadaillac, Marqués de Nadaillac, hizo


también referencia al dolmen de Menga en su artículo “Megalithic Monuments in Spain and
Portugal”, donde incluyó una descripción similar a las dadas por Cartailhac y González Anleo en
1886, así como tres figuras con distintas perspectivas de Menga (interior, exterior, perfil y planta)
(Nadaillac, 1887: 3).

Pero indisputablemente el más remarcable megalito en España es la Cueva de Mengal, cerca del
pueblo de Antequera, provincia de Málaga (Figs. 5, 6, 7). Las paredes de la cámara sepulcral están
compuestas por veinte piedras, y está cubierta con cinco piedras, mientras que su solidez es
asegurada por la disposición de tres pilares en el interior, en las juntas de las losas del techo.
Contrariamente a lo que hemos observado hasta ahora, las piedras de las paredes son toscas, y las

236
que forman los pilares parecen haber sido cortadas. La cámara tiene 24 metros de longitud, y una
anchura máxima de 6,15 metros, y una altura que varía desde los 2,70 metros a los 3 metros.
(Traducción propia a partir de Nadailhac, 1887: 3).

En 1890, Juan Vilanova y Piera y Juan de Dios de la Rada y Delgado publicaron Geología y
Protohistoria Ibéricas, y siguiendo a Mitjana y Ardison (1847) y a Tubino y Oliva (1876),
describieron Menga como un “recinto cubierto”, destacando que ya era propiedad del Estado.

“Después de tan atinadas consideraciones, da el Sr. Tubino una somera idea de los principales
monumentos megalíticos andaluces, comenzando por la mal llamada Cueva de Mengal, verdadero y
magnifico recinto cubierto, labrado por el hombre con grandes piedras, á las que aplicaron el
calificativo de sagradas, por el destino que dieran al monumento, de donde el nombre celta Men
Lac’h, que significa lo mismo, y del cual es corrupción Mengal (1). No puede atribuirse este
monumento á tiempos históricos, sobre todo á Romanos ó Árabes, según algunos pretenden; por
cuanto las habitaciones, los castros, silos y demás fábricas arquitectónicas de estos últimos pueblos,
obedecen á muy distintos principios y gustos que los que resaltan en la mal llamada Cueva de
Mengal.

(1) En el año de 1842 el malogrado arquitecto malagueño D. Rafael Mitjana estudió el monumento, y
en 1847 dio á luz el fruto de sus trabajos en una breve Memoria donde se decide, influido por el
celticismo dominante en aquella época, á clasificar el dolmen como monumento céltico, destinado en
su sentir á ceremonias religiosas. Mide el interior de este gran dolmen 27 metros de longitud y de
latitud en su eje mayor transversal 7, con una elevación de 5. Hállase labrado de Oriente a
Occidente, con la entrada en aquella parte, formando el recinto 10 gruesas piedras verticales en
cada lado, toscamente labradas por la parte anterior, cerrando el testero una sola piedra como las
demás, de gruesas dimensiones. Constituyen el techo, y sostenían la tierra que cubría el dolmen en
forma de montículo, 5 enormes losas apoyadas sobre las piedras de los costados, y marcan el
ingreso otras dos elevadas verticalmente, sin que ninguna las enlace por la parte de arriba. Por
último, en el centro de la estancia se levantan tres gruesos pilares, compuestos cada uno de una
sola piedra, como aparentando sostener la cubierta, que en realidad descansa sobre las piedras
laterales. Desgraciadamente no se ha encontrado nada en el interior de este monumento megalítico,
ni la excavación que practicó Mitjana descubrió restos de ninguna clase, ni del hombre, ni de su
industria; no teniendo esto nada de extraño, porque aquel dolmen, desde tiempos muy antiguos, se
ha venido empleando como refugio ocasional de ganados ó como almacén de efectos agrícolas.

Habiendo recaído la propiedad del terreno en que dicho dolmen se levanta en el reputado bibliófilo y
bibliotecario de S., M., D. Manuel Zarco del Valle, éste en virtud de contrato celebrado con el
Gobierno ha cedido dicho monumento al Estado, pasando por lo tanto a ser propiedad del mismo.”
(Vilanova y Piera y Rada y Delgado, 1890: 502-503).

Luis Siret hizo también una breve alusión al dolmen de Menga en L’Espagne prehistorique,
publicado en 1891, adjuntando dos ilustraciones del monumento.

“Los dibujos de la lámina 54 dan una idea de este soberbio dolmen, desgraciadamente vacío desde
hace tiempo. Es una de las más bellas construcciones prehistóricas de Europa. El agujero practicado
en la pared del fondo es quizás más moderno que el edificio mismo”. (Siret, 2001: 190).

237
En 1892, Josep Brunet y Bellet publicó La Creu: Els Monuments Megalitics, donde describió
Menga siguiendo las descripciones de Mitjana y Ardison (1847) y Góngora y Martínez (1868).
Destaca su definición de Menga como túmulo con una entrada formada por un trilito y su
consideración como sepultura de algún jefe importante.

El dolmen de Antequera, el más notable de España, es un túmulo con entrada formada por un trilito,
que debe estar descubierta por la pérdida de la tierra o por haber sido sacada en época en que
probablemente fue registrado y saqueado para llevarse las riquezas que debía contener, pues sin
ninguna duda era la sepultura de algún jefe importante, como lo demuestra su gran cámara formada
por 32 grandes piedras trabajadas y alisadas en su parte interior y en bruto en su exterior. Tiene tres
grandes pilares que sostienen las cinco piedras que forman la cubierta, que tienen de 14 a 15 pies
de alto y son de una sola pieza. La cámara tiene 86 pies españoles de longitud por 22 de ancho, y
tiene la forma de un zapato (Traducción propia a partir de Brunet y Bellet, 1892: 168).

En 1894, Francisco de Paula Valladar escribió Historia del Arte, en la que dedicó un capítulo a la
“Época de la piedra” y otro a la “Época de los metales”. A esta última adscribió los monumentos
megalíticos, dividiéndolos en: “dólmenes”, “hemidólmenes”, “trilitos o lichavena/lichaven”,
“caminos cubiertos”, “menhires”, “ringleras”, “crómlech”, “piedras movibles”, “túmulos” y “mounds-
builders”. En el caso de los dólmenes, rechazó su consideración como “monumentos célticos,
piedras de cruentos sacrificios o altares de culto pagano” (Valladar, 1894: 12), haciendo
referencia a la etimología de la palabra, considerándola una corrupción del término tolmen (tol
mesa y men piedra), y citando a Vilanova y Piera y Rada y Delgado (1890), la define como
palabra que se aplica “a todo monumento funerario compuesto de una o varias piedras más o
menos grandes y planas, puestas horizontalmente o algún tanto inclinadas sobre otras verticales
a manera de pilares, dejando debajo y dentro del recinto un espacio hueco o cámara donde se
colocaban los cadáveres y los objetos que con ellos se encuentran...” (Valladar, 1894: 13).

La cueva de Menga fue incluida por Valladar entre los “dólmenes”, describiendo su fábrica según
Trinidad de Rojas y Rojas (1879: 21-22), incluyendo una ilustración de la misma y la copla que
hace mención al menhir hallado entre Baena y Bujalance (Córdoba), recogida previamente por
Assas y Ereño, (1857a: 130) y Góngora y Martínez (1868: 90).

“Como magnífico ejemplar de dolmen cubierto por montículo artificial de tierra, debe citarse el de
Antequera, llamado cueva de Menga. Fórmanlo treinta y una piedras distribuidas de este modo:
«veinte los muros, una en el fondo ó pared extrema del aposento, cinco el techo, dos, más pequeñas
y descubiertas, el ingreso, y tres pilares alineados á lo largo del monumento que dividen en dos
naves...» La altura total del recinto es de 3,45 m.; la longitud cubierta, 16,50; la descubierta, 6,75; la
latitud de la entrada, 2,14; la del centro, 5,73; la del fondo, 3,68; y el espesor de la piedra mayor del
techo, 1,08. (Rojas, Hist. de Antequera, cap. I).

Las más extrañas consejas se refieren acerca de ese dolmen, que desde tiempo inmemorial es
conocido en el país como la cueva de Menga, pues parece que en otras épocas sirvió de albergue á
gitanos y á malhechores y á una especie de saludadora a quien se daba el nombre de Menga (1).
(...)

238
(1) Es interesante hacer constar el caso de que entre los cortijos de Baena y Bujalance (Córdoba),
donde descuella un magnífico menhir de 12 pies de altura, se canta esta copla:
Jilica jilando
puso aquí este tango,
y Menga Mengal
lo volvió a quitar
(Góngora, Antigue prehist. de Andalucía).
¿Qué relación puede haber entre la Menga de la cueva y la Menga Mengal del menhir de la provincia
cordobesa? Los estudios folk-loricos pudieran esclarecer esta curiosísima analogía de las tradiciones
populares.” (Valladar, 1894: 13-15).

También incluyó la cueva de Menga dentro de los “caminos cubiertos”, dólmenes de grandes
dimensiones cuya función habría sido la de templo o sepultura.

“Caminos cubiertos. -Como los monumentos conocidos con este nombre, no están abiertos sino por
uno de sus extremos, hay que reconocer que no son sino dolmenes de gran magnitud divididos en
dos ó más cámaras ó galerías como la cueva de Menga. Tal vez estos grandes dólmenes fueron
templos y lugar de sepultura á la vez.” (Valladar, 1894: 17).

Unos años más tarde, en 1897, el mismo autor publicó en La Ilustración Artística un artículo
sobre “La Cueva de Menga” (Anexo I.5), en el que relataba una ensoñación relacionada con el
dolmen, la Peña de los Enamorados y la historia de amor entre una egipcia y un ibero (Valladar,
1897: 340 y 342).

El mismo año, William Copeland Borlase publicó The Dolmens of Ireland, their distribution,
structural characteristic, and affinities in othe countries, donde realizó una descripción del dolmen
de Menga, citando como sus fuentes a Simões, Tubino y Oliva, Góngora y Martínez, Talbot de
Malahide y Cartailhac (Borlase, 1897: 692-693). Así mismo, incluyó tres figuras, la sección del
dolmen y una vista del interior tomadas de Cartailhac y la planta del monumento de Talbot de
Malahide (Borlase, 1897: 692-693).

El más grande de todos los restos megalíticos de la Península, como, de hecho, también lo es de
Europa, es la Cueva de Menga, cerca de Antequera. Ha sido descrita por el señor Rafael Mitjana en
una monografía dedicada a ella, por el señor Manuel de Assas en una comunicación al Seminario
Pintoresco Español, así como por el señor Simões, Lord Talbot de Malhide, y M. Cartailhal. Es tan
verdaderamente representativo de la clase de dólmenes largos solo ligeramente cubiertos, como la
cueva en el Guadalquivir que acabamos de describir, lo es de las cámaras insertas en los túmulos
más grandes - el primero corresponde en Irlanda al Labba Callighe, el último a New Grange.

Consiste en una gran cámara megalítica formada por inmensas losas envueltas en una delgada
capa de tierra. Internamente mide 86 pies (españoles) de longitud, con un ancho máximo de 22 pies,
y una altura de 10 pies 10 ½ pulgadas. Su eje largo es E. y W. Cinco losas "colosales" son
suficientes para cubrirlo. La más grande mide 23 pies de ancho, 27 pies de largo y 4½ pies de
espesor, lo que representa 2794 pies cúbicos de piedra. El material es piedra caliza desnuda. Tres
bloques verticales en el centro dividen el área en cámaras o celdas, un arreglo, dice Lord Talbot de
Malahide, similar al que se encuentra en las estructuras megalíticas en Bretaña y Turena. No se ha
usado mortero en la estructura. Las paredes están formadas por monolitos, diez a cada lado, y una

239
única de proporciones inmensas forma el extremo interior. A través del centro de esta piedra
terminal, como se muestra en la sección, se ha perforado un gran agujero. La planta muestra que el
monumento consta de dos porciones, la cámara propiamente dicha, y un pasaje estrecho, que forma
la entrada, en el extremo opuesto a la piedra terminal. En una piedra cerca de la entrada tres cruces,
una de ellas de forma peculiar, han sido incisas. Los pilares, que están dispuestos en línea en el
centro de la cámara principal, no parecen alcanzar las piedras del techo.

La forma del monumento, vista en planta, se asemeja en algunos puntos a la de un barco, que,
considerando que en las Islas Baleares, ambas cuevas artificiales y edificios de piedra llamados
naus y navitas, fueron creadas con la planta de navío, no es improbable que fuera intencional por
parte de los constructores. El señor Rafael Mitjana consideraba la Cueva de Menga como un templo,
que, combinando un original propósito sepulcral, bien pudo haberlo sido. (Traducción propia a partir
de Borlase, 1897: 692-694).

También en 1897, Edgar Lucien Ferdinand Pothier, escribió Les Populations Primitives, donde
hizo una breve mención al dolmen de Menga, definiéndolo como galería cubierta:

Es en estas últimas provincias españolas donde se encuentra la célebre galería cubierta de la Cueva
de Mengal, cerca de Antequera (Málaga), cuya cripta no mide menos de 24 metros de longitud por 6
metros de anchura y 3 metros de altura (Traducción propia a partir de Pothier, 1897: 23-24).

Al año siguiente, Ludwig Rütimeyer hizo también una breve descripción del dolmen de Menga en
el volumen 2 de Gesammelte Kleine Schriften Allgemeinen Inhalts Aus Dem Gebiete Der
Naturwissenschaft Nebst Einer Autobiographischen Skizze, subrayando su carácter funerario.

El dolmen de Antiquera en Malaga es incluso el más grande de todos los conocidos hasta ahora.
Con sus 27 metros de longitud, 7 metros de ancho y no menos de 5 metros de altura, merece
llamarse sala o salón en lugar de solo un depósito de cadáveres (Traducción propia a partir de
Rütimeyer, 1898: 311).

Igualmente, Oscar Montelius destacó la función funeraria de Menga, al calificarla como tumba en
Der Orient und Europa, incluyendo dos figuras, una de la planta y otra del interior del
monumento, acompañando la descripción del monumento.

Como en muchos otros países, las tumbas que se encuentran en la península de los Pirineos, con
un corredor, que no es mucho más estrecho que la cámara y termina en uno de sus extremos. Estos
incluyen p. ej. la conocida tumba Cueva de Mengal cerca de Antequera, al norte de Málaga (Fig. 60).
Las losa de cubierta descansan en parte en las piedras verticales, en parte en tres pilares cuadrados
grandes, cada uno de los cuales consiste en una sola piedra. La tumba cubierta con una colina tiene
24 metros de largo; el ancho máximo es de 6,15 m, la altura varía entre 2,70 y 3 m. La piedra que se
encuentra sobre la parte más interna de la cámara tiene 7,70 m de largo, 6,40 m de ancho y un poco
más grueso. La entrada es hacia el este. Lo que se ha encontrado en la cámara, no se sabe, ya que
fue robada hace mucho tiempo. (Traducción propia a partir de Montelius, 1900, 53-54).

Por último, destaca la publicación de la primera fotografía del dolmen de Menga, en concreto de
su entrada, en la portada del número 286 del 24 de Octubre de 1896 de la Revista Ilustrada
Blanco y Negro, donde se indicaba que había sido remitida por Juan Barrera, y se adjuntaba una

240
nota en la que se destacaba el estado de abandono del monumento a pesar de que era
Monumento Nacional.

A unos mil pasos de la histórica ciudad de Antequera, y a la izquierda de la carretera que conduce a
Granada, existe uno de los monumentos célticos más notables con que cuenta nuestra nación, tan
rica en vestigios arqueológicos y en reliquias artísticas de otras edades.

Ilustres arqueólogos han hecho objeto de sus investigaciones al dolmen antequerino, conocido
vulgarmente con el nombre de Cueva de Menga, conviniendo todos en que es el más soberbio
ejemplar de los templos druídicos existentes en España.

Puede calificarse de “dolmen complicado cubierto”, encerrado en un “túmulus” semiesférico. Mide


veinticuatro metros de longitud, y está formado por treinta y una piedras de dimensiones colosales:
cinco de ellas sirven de techo, apoyadas sobre las veinte que forman los muros; dos sirven de
jambas de entrada, y están perfectamente descubiertas y visibles en el grabado; el fondo de la cueva
está formado por una piedra grande agujereada, y finalmente, tres pilares grandes ayudan a
sostener en el centro del monumento la colosal pesadumbre de la cubierta.

La entrada de este antiguo templo está situada al Oriente, como cumple a la liturgia céltica, y la
piedra mayor del monumento tiene, según cálculos, 27 pies de longitud, 23 de latitud y 4 y medio de
espesor, 2.700 pies cúbicos de volumen, y 11.170 arrobas de peso.

Aunque la Cueva de Menga fue declarada “monumento nacional” hace algunos años, nada se ha
hecho para su restauración, y hoy se encuentra en completo abandono.

5.4. VALORACIÓN: MENGA EN LOS SIGLOS XVI A XIX SEGÚN LA


DOCUMENTACIÓN DE LA ÉPOCA

Según la documentación analizada y resumida en las Tablas 5.2-5.5, podemos conocer tanto el
estado de conservación de Menga y las actuaciones desarrolladas en su interior a lo largo de los
siglos XVI a XIX, como la apreciación que se ha tenido del monumento a lo largo de esos cuatro
siglos. Para ello hemos analizado seis variables: altura en el interior del monumento, cubrición
tumular, uso, excavaciones, hallazgos materiales, adición de elementos y leyendas, en cinco
periodos: s. XVI, s. XVII, s. XVIII, s. XIX anterior a la excavación de Mitjana y Ardison y s. XIX
posterior a la excavación de Mitjana y Ardison.

Del siglo XVI contamos solo con dos textos en los que se hace referencia al dolmen de Menga.
En el primero, la licencia ordinaria de 1530 de César de Riarío, Obispo de Málaga, y Bernardino
de Contreras, su Provisor y Vicario General, para la construcción de la Ermita de María de Belén,
simplemente se menciona su existencia denominándola “antro” o “gruta” de Menga, sin dar más
detalles (Molina, 1915: 268-271). En el segundo, de 1587, se atribuye su construcción a los
romanos para utilizarlo como “templo nocturno” donde hacer sacrificios a sus dioses (Tejada y
Páez, 1587; Quirós de los Ríos y Quirós de los Ríos, 1886: 30; Rallo Gruss, 2005: 195-197).

241
En el siglo XVII el dolmen de Menga fue descrito o mencionado en cinco obras originales (García
de Yegros, 1609; Tejada Nava, anterior a 1645; Méndez Silva, 1645; Martínez de la Puente,
1678; Cabrera, 1679) y siete copias posteriores de éstas (Cuesta, fines s. XVII; Cuesta, 1679;
Molina, 1713; Vega Saenz, posterior a 1713; Anónimo, 1814; Fuente y Herrera, 1846; Quirós de
los Ríos, 1881). En todas, a excepción de las obras de Méndez Silva (1645) y Martínez de la
Puente (1678), se indicaba que la altura en el interior del monumento era de dos varas, es decir,
1,66 m, lo que sugiere que probablemente la cámara estuviera parcialmente colmatada; y que la
estructura ortostática se encontraba cubierta por tierra bien pisada y pequeñas piedras y en la
superficie abundante cascajo, formando un mediano cerrillo (García de Yegros, 1609; Tejada
Nava, anterior a 1645; Cabrera, 1679; Cuesta, fines s. XVII; Cuesta, 1679; Molina, 1713; Vega
Saenz, posterior a 1713; Anónimo, 1814; Fuente y Herrera, 1846; Quirós de los Ríos, 1881).

Respecto al uso teórico de la construcción se barajaban tres posibilidades: i- refugio de los


primeros pobladores de la región (García de Yegros, 1609; Cabrera, 1679; Cuesta, fines s. XVII;
Cuesta, 1679; Molina, 1713; Vega Saenz, posterior a 1713; Anónimo, 1814; Fuente y Herrera,
1846); ii- templo nocturno dedicado a Plutón o Proserpina, donde los gentiles de noche
sacrificaban a sus dioses infernales y nocturnos, y consultaban sus oráculos (Tejada Nava,
anterior a 1645; Anónimo, 1814; Quirós de los Ríos, 1881); y iii- minerales o canteras de los
romanos (Méndez Silva, 1645; Martínez de la Puente, 1678).

En el siglo XVIII son seis las obras originales conocidas (Barrero Baquerizo, 1732; Murillo
Velarde, 1752; Gómez de Bedoya y Paredes, 1764; De Estrada, 1768; García de la Leña
(pseudónimo de Méndez Conde), 1789; Anónimo, fines s. XVIII) y la copia de ésta última (Quirós
de los Ríos, 1886) las que hacían referencia a Menga, mencionando solo su posible
funcionalidad como: i- minerales de romanos (Murillo Velarde, 1752; De Estrada, 1768; García
de la Leña (pseudónimo de Méndez Conde), 1789), ii- cueva natural (Gómez de Bedoya y
Paredes, 1764), y iii- templo nocturno (Anónimo, fines s. XVIII; Quirós de los Ríos, 1886).

En el siglo XIX antes de la excavación de Mitjana y Ardison (1842-1847), se volvió a indicar que
la altura en el interior de Menga era de dos varas (1,66 m), lo que implica que la cámara
continuaba parcialmente colmatada (Solana, 1814; Carrasco y Luque, 1840); que era una cueva
hecha por los primeros pobladores de la región para su refugio (Solana, 1814; Carrasco y Luque,
1840; Fernández, 1842); y que la estructura pétrea estaba cubierta por tierra, piedras pequeñas
y cascajo (Solana, 1814; Carrasco y Luque, 1840; Fernández, 1842), formando un mediano
“cerrillo” (Solana, 1814) o mediano “castillo” (Carrasco y Luque, 1840). Sin embargo, estas
descripciones no parecen ser fruto de observaciones in situ, sino de copia de obras anteriores
del siglo XVII, concretamente de los originales o las copias de Francisco de Cabrera (anterior a
1679) y Alonso García de Yegros (1609). Tan solo De Laborde (1808) aportó un nuevo
calificativo a la “Cueva de Menga”, al denominarla “cripta”, aunque sin especificar cual debió ser
su función.

242
A tenor de estos datos, en estos más de 300 años, la biografía de Menga no parece haber
experimentado grandes cambios, conservándose el monumento prácticamente igual gracias a su
aparente abandono y desuso durante todo ese tiempo, y manteniéndose una serie de mitos
sobre la funcionalidad del sitio sin base real. Tan solo hay varias referencias de un mismo autor
de la segunda mitad del siglo XIX (De Rojas y Rojas, 1861: 295; 1874: 57-58; 1879: 25) a la
existencia de “vestigios de antiquísimas excavaciones” que habrían llevado a Mitjana y Ardison a
excavar en el interior del monumento.

A partir de la actuación de Mitjana y Ardison en Menga en 1842-1847 se produjeron importantes


cambios en la biografía del monumento en relación tanto a su aspecto formal como con las ideas
que surgieron en torno a él, que nada tenían que ver con las anteriores. La limpieza y la
excavación llevadas a cabo por Mitjana y Ardison en el interior del monumento modificaron por
completo tres elementos: el suelo, la losa de cabecera y el túmulo. Así, debido a la limpieza
realizada en el interior del dolmen (Mitjana y Ardison,1847: 5-6), aumentó la altura del espacio
interior hasta los 2,70-2,80 m (Mitjana y Ardison, 1847: 17), lo que hace suponer que el nivel del
suelo de la cámara bajó posiblemente algo más de 1 m, quedando visibles el tercio inferior de
ortostatos y pilares, que hasta entonces, y al menos desde principios del siglo XVII estaba oculto
por tierra, piedras y vegetación según las medidas aportadas por los autores anteriores.

Por otro lado, la excavación realizada en el centro de la cámara bajo la última cobija (C-5),
reabrió los primeros 5,40-7,02 m de un antiguo pozo (Mitjana y Ardison, 1847: 19),
modificándose el interior del monumento. La abertura de un orificio rectangular en la losa de
cabecera (Mitjana y Ardison, 1847: 19) supuso la rotura de prácticamente un cuarto de la pieza,
conformando un hueco de 1,20-1,50 m de lado (Tenison, 1853: 276). Tras él, la zanja abierta en
el túmulo (Mitjana y Ardison, 1847: 19) debió cambiar su apariencia exterior, no solo por la
apertura de la misma sino también por la presumible acumulación de sedimento en otra zona,
probablemente del mismo túmulo. También con respecto al túmulo, Mitjana y Ardison destacó
que aunque éste alcanza la altura de los ortostatos no cubría las tres primeras losas de cubierta.
Por último, la disposición de unas puertas de entrada al monumento (Mitjana y Ardison, 1847: 6)
debió generar también un cambio significativo en su apariencia física.

En relación con el uso del monumento en aquel momento, al igual que los autores anteriores, no
indicó ningún uso específico del dolmen, señalando que se encontraba en completo abandono
(Mitjana y Ardison, 1847: 5), tan solo destacó que la finca donde se ubica está plantada de olivos
(Mitjana y Ardison, 1847: 18). Respecto a la naturaleza, origen y función primigenia del
monumento lo identificó como dolmen de la cultura celta, siendo la primera vez que se aplicaba
la denominación de dolmen a Menga (Mitjana y Ardison, 1847: 17).

Con posterioridad a la excavación de Mitjana y Ardison y hasta 1900, los cambios en el


monumento no parece que fueran sustantivos: i- la altura en el interior del monumento alcanzaría
los 3 m según Tenison (1853: 274), Hancock (1882: 68) y Harlé (1887: 80), o incluso los
superaba, llegando hasta los 3,45 m según Trinidad de Rojas (1879: 21); ii- la puerta colocada

243
por Mitjana y Ardison para proteger el monumento, ya había desapareció en 1861 (De Rojas y
Rojas, 1861: 295); iii- según Harlé (1887: 81) la masa tumular presentaba el mismo aspecto que
había descrito Mitjana y Ardison en 1847, quien destacó que la primera cobija (C-1) no está
cubierta por el túmulo, la segunda (C-2) está casi completamente descubierta, y las otras tres (C-
3, C-4 y C-5) presentan también puntos donde se ve su superficie externa.

El único cambio destacado debió ocurrir en el “pozo” excavado por Mitjana y Ardison (1847: 19),
así denominado y descrito por primera vez por Tenison (1853: 276; 2010: 280), y posteriormente
por Trinidad de Rojas (1861: 295). Este pozo pudo pasar de los 5,40 m o 7,02 m de profundidad
indicados por Mitjana y Ardison en 1847, a los 13 m de profundidad en 1852 según la referencia
dada por Tenison (1853: 276; 2010: 280). Sin embargo, probablemente en 1868 se encontrara
ya cegado al no ser representado en los croquis que hizo Manuel Gómez-Moreno González de
Menga (Moya Morales, 2004). Aunque posteriormente el pozo volvió a ser mencionado por
Trinidad de Rojas y Rojas (1874: 58; 1879: 25), es posible que este autor tomara ciertos datos de
su publicación de 1861, entre ellos la referencia al pozo. En cualquier caso, con total seguridad,
el pozo se encontraría cegado en 1882 (Hancock, 1882: 67-68), fecha de la primera descripción
de Menga en la que no se cita el pozo, realizada por un autor que dice haber visitado el
monumento y tras la última referencia al pozo en 1879 (De Rojas y Rojas, 1879: 25).

Respecto a los hallazgos materiales, tan solo Trinidad de Rojas (1861: 295; 1874: 58; 1879: 25)
menciona que fueron encontrados en la excavación de Mitjana y Ardison herramientas de piedra
y monedas árabes y romanas.

En los años posteriores a la excavación de Mitjana y Ardison en Menga se recogieron varias


leyendas que tenían como escenario el dolmen. Trinidad de Rojas relató brevemente la creencia
de que existía una galería subterránea en el dolmen, que había servido al alcaide de Antequera
para escapar y solicitar ayuda al sultán Yusuf III, durante el cerco de la ciudad (De Rojas y
Rojas, 1861: 295). También reprodujo una leyenda en la que se atribuía la erección de Menga a
un “mago poderoso” para ayudar a un príncipe a ocultarse con su hija, una doncella llamada
Kelma que había sido violada durante una de las ausencias de su padre (De Rojas y Rojas,
1861: 295-296). Otra leyenda, también escrita por Trinidad de Rojas relataba el origen del
nombre de Menga, contracción de Margarita, una leprosa que estuvo refugiada en el dolmen (De
Rojas y Rojas, 1874: 65-66). Esta misma leyenda fue reproducida por Javier de Rojas (1879:
222-237) con leves modificación, como el nombre de la leprosa, a quien llamó Menga. La última
historia, contada por Francisco de Paula Valladar, narraba la historia de amor entre una egipcia y
un ibero que murieron trágicamente y fueron enterrados en el dolmen de Menga, construido para
ellos “como por arte de conjuro” (Valladar, 1897: 340 y 342).

244
Tabla 5.1. Alusiones a Menga y Viera en obras anteriores a la Memoria de Mitjana y Ardison (1847)
Siglo de los
Año Autor Menga Viera
originales
XVI César de Riarío (Obispo de Málaga) y Bernardino de
1530 x
Contreras (Provisor y Vicario General)
1587 Agustín de Tejada y Páez x x
1886 Juan Quirós de los Ríos y Manuel Quirós delos Ríos x x
1609 Alonso García de Yegros x x
Fines s. XVII Luis de la Cuesta x x
XVII 1713 José Antonio Molina x x
Posterior a 1713 Francisco de Paula de la Vega y Sáenz x x
Primera mitad s. XVII
Francisco de Tejada Nava x x
(anterior a 1645)
1881 Juan Quirós de los Ríos. x x
1645 Rodrigo Méndez Silva x
1678 Joseph Martínez de la Puente x
Anterior a 1679 Francisco de Cabrera x x
1679 Luis de la Cuesta x x
1846 José de la Fuente y de Herrera x x
1814 Anónimo x x
1732 Francisco Barrero Baquerizo x
1752 Pedro Murillo Velarde x
1764 Pedro Gómez de Bedoya y Paredes x
XVIII
1768 Juan Antonio de Estrada x
Cecilio García de la Leña
1789 x
(Pseudónimo de Cristóbal Medina Conde)
Fines s. XVIII Anónimo x
1886 Juan Quirós de los Ríos x
1808 Alexander de Laborde x
XIX
(hasta 1842) 1814 Francisco de Solana x x
1840 Diego Carrasco y Luque x x
1842 Cristóbal Fernández x x
Se han dispuesto en orden cronológico según las obras originales, que están en negrita, seguidas por las copias de las mismas en orden
cronológico y sin negrita.

245
Tabla 5.2. Función atribuida a Menga antes de la primera excavación en 1842-1847)
Siglo del Año Autor Obra Original Función
original / Copia
1530 César de Riarío (Obispo de Licencia Ordinaria otorgada al Clérigo Presbítero Francisco Gavilán para la construcción de una ermita en Copia -
Málaga) y Bernardino de honor a María de Belén.
Contreras (Provisor y
Vicario General)
1587 Agustín de Tejada Páez Discursos Históricos de Antequera. Original “templo nocturno, donde venían a sacrificar de noche
XVI
1886 Juan Quirós de los Ríos y Discursos Históricos de Antequera. Copia los gentiles (...) se debía de sacrificar a los dioses
Manuel Quirós de los Ríos nocturnos e infernales que eran Plutón y Proserpina,
(...). O era hecha para consultar oráculos, según los
gentiles acostumbraban a hacerlo, cuando alguna
empresa acometían” (Rallo Gruss, 2005: 196-197).
1609 Alonso García Yegros Historia de la Antigüedad y Nobleza de la Ciudad de Antequera, en la Provincia de Andalucía. Relación de Original
sus privilegios y libertades, con la inscripción de las piedras y epitafios romanos que en ella hay y su Refugio de los primeros pobladores:
conquista hecha por el Infante Don Fernando y otras muchas noticias. “una cueva (que llaman de Menga) la cual parece
fundaron aquellos gentiles, cuando aun no tenian noticia
Fines Luis de la Cuesta Historia de la Antigüedad y Nobleza de Antequera. Situación, Privilegios, Inscripción de las piedras y Copia
de edificios con cal, y arena, y hazian cuevas para su
s.XVII epitafios romanos, y su conquista hecha por El Infante Don Fernando y otras varias noticias
defensa de fieras, y animales silvestres, y de los
1713 José Antonio Molina Historia de la Ciudad de Antequera por el Ldo. Alonso García de Yegros añadida después y corregida por Copia
cosarios, que entraban en tierra por las riquezas de
D. José Antonio Molina Arcipreste de Colegiata.
ellas” (Transcripción propia de la copia de Cuesta, s.
Posterior Francisco de Paula de la Historia de la Ciudad de Antequera por el Licenciado Alonso García de Yegros añadida después y Copia XVII: 26).
a 1713 Vega Saenz corregida por Don José Antonio Molina Arcipreste de la Colegiata.
Anterior a Francisco de Tejada Nava Historia de la ciudad de Antequera. Original “fue templo de Pluton o Proserpina, donde los Gentiles
1645 de noche sacrificaban a sus Dioses infernales y
1881 Juan Quirós de los Ríos Historia de la Ciudad de Antequera. Copia nocturnos, y consultaban sus oráculos” (Transcripción
propia de Quirós de los Ríos, 1881: Capitulo 9).
1645 Rodrigo Méndez Silva Población General de España. Sus trofeos, blasones y conquistas heroicas. Descripciones agradables, Original
grandezas notables, excelencias gloriosas y sucesos memorables. Con muchas y curiosas noticias, flores “ricos minerales de Romanos” (Méndez Silva, 1645:
XVII recogidas en el estimables jardín de la preciosa antigüedad. Reales genealogías y catálogos de 119).
dignidades eclesiásticas y seglares.
1678 Joseph Martínez de la Epítome de la crónica del Rey Don Juan el segundo de Castilla. Original “minerales muy ricos de los Romanos” (Martínez de la
Puente Puente, 1678: 17-18).
Anterior a Francisco de Cabrera Descripción de la Fundación, Antigüedad, Ilustre y Grandezas de la mui Noble Ciudad de Antequera. Original
“cuebas echas a fuerza de manos, y de industria en
1679
piedra franca por los hombres para su avitazion, como
1679 Luis de la Cuesta Descripción de la Fundación, Antigüedad, Ilustre y Grandezas de la mui Noble Ciudad de Antequera. Obra Copia lo usaron los primeros pobladores de España”
Póstuma de el M, R de, P, M, F, Francisco de Cabrera Hijosuio y Religioso de el Horden de San Agustin. (Transcripción propia de Cuesta, 1679: 276).
Sacala a luz Don Luis de la Cuesta Canónigo en la Santa Iglesia Colegial de esta Ciudad con algunas
adicziones y enmiendas de su tiempo hasta el presente Año de 1679. “y asi en esta cueva debian sacrificar á los Dioses
1846 José de la Fuente y Herrera Descripción de la Fundación, Antigüedad Ilustre y Grandezas de la mui Noble Ciudad de Antequera. Este Copia nocturnos é infernales que eran Plutón y Proserpina
libro de la Historia de Antequera, se copió del que conserva el Cabildo Eclesiástico de esta Ciudad, de porque segun eran los Dioses, eran los templos ó era
orden del Señor Dn. Antonio José de Bilbao y varona Conde de Castillejo, y lo escribió su dependiente hecha para consultar oraculos segun los gentiles
Dn. José de la Fuente y Herrera en el Año de 1846. acostumbraban hacerlo cuando alguna empresa
1814 Anónimo Descripción de la Ciudad de Antequera. Copia acometían” (Transcripción propia de la copia anónima,
1814: 289).

246
Tabla 5.2. Función atribuida a Menga antes de la primera excavación en 1842-1847)
Siglo del Año Autor Obra Original Función
original / Copia
1732 Francisco Barrero Historia de Antequera. Original -
Baquerizo
1752 Pedro Murillo Velarde. Geographia Historica, donde se describen los reynos, provincias, ciudades, fortalezas, mares, montes, Original
ensenadas, cabos, ríos, y puertos, con la mayor individualidad, y exactitud, y se refieren las guerras, las
batallas, las paces, y sucesos memorables, los frutos, las riquezas, los animales, los comercios, las
conquistas, la religión, los concilios, las sectas, los gobiernos, las lenguas, las naciones, su genio, y su “ricos Minerales de Romanos” (Murillo Velarde, 1752:
carácter, y se hace una compendiosa memoria de los varones insignes en virtud, letras, armas, y empleos 200).
de cada reyno: lo que da luz para la inteligencia de la sagrada escritura, de la Historia Antigua, y Moderna,
Sacra, Eclesiastica, Civil, y Natural, y de las Fabulas, y los Poetas.
1764 Pedro Gómez de Bedoya y Historia Universal de las fuentes minerales de España, sitios en que se hallan, principios de que constan, Original
Paredes. analyses, y virtudes de sus aguas, modo de administrarlas, y de ocurrir a los accidentes que suelen nace Cueva natural: “obras admirables de la Naturaleza”
de su abuso; todo deducido de la observación, y experiencia; descripción de los Lugares de su situación, (Gómez de Bedoya y Paredes, 1764: 249).
XVIII
con una buena parte de la Historia natural del termino de cada Pueblo, y explicación de las curiosidades
que contiene. Tomo Primero que comprehende las letras A y B.
1768 Juan Antonio de Estrada Población General de España, sus Reynos y Provincias, ciudades, villas y pueblos, islas adjacentes, y Original.
“riscos minerales” (Estrada, 1768: 23).
Presidios de Africa.
1789 Cecilio García de la Leña Conversaciones Históricas Malagueñas. Original
“ricos minerales de los Romanos” (García de la Leña,
(pseudónimo de Cristóbal
1789: 78)
Medina Conde)
Fines Anónimo Historia compendiada de Antequera. Original “templo nocturno donde se congregaban los gentiles a
s.XVIII sacrificar a Pluton y Proserpina, y consultaban a sus
1886 Juan Quirós de los Ríos Historia Compendiada de Antequera. Copia oraculos, cuando intentaban alguna empresa”
(Transcripción propia a partir de Quirós de los Ríos,
1886: Cuebas de Menga y de Alvarizas).
1808 Alexander de Laborde Itinéraire Descriptif de l’Espagne, et tableau élémentaire des différentes branches de l’administration et de Original
“criptas” (Laborde, 1808a: 149; 1808b: 473).
l’industrie de ce royaume.
1814 Francisco Solana Historia de Antequera. Su fundación. Nombres. Introducción de la fee. Obispos que hubo en esta Diócesis Original “echa por los primeros que entraron en España quando
antes y después de su Conquista. Asalto y Toma de ella por el Sr. Infante don Fernando año de 1410. no se tenia uso de edificar en la forma que se ha dicho
Alcaides, Aluaciles Maiores del Pendon Real. Escudo y Blason de sus Armas. De su Patrona Sra. Sta. por haver observado hombres bien entendidos que no
Eufemia y su martirio. Privilegios concedidos a esta M. N. Ciudad. De la Peña de los Enamorados. pueden ser obra de Arabes ni de Godos, sino anterior a
XIX
Caballeros, y Varones Ilustres hijos de ella. De las Inscripciones de Piedras. Adicciones y Caracteres ellos hacian estas cuebas asi mismo para defenderse
(hasta
Góticos. Fundación de la Iglesia Colegial. Parroquieas, Hermitas, y Hospitales. Fundación de algunos de las fieras del campo, como de los que infestaban
1842)
Conventos. Vida de algunos venerables. Vecinos y Señores de Ganado. Tomo Primero. Sacada de esta Provincia por sus muchas riquezas” (Transcripción
diferentes Autores que han escrito de ella. propia a partir de Solana, 1814: Libro Tercero, Capítulo
1840 Diego Carrasco y Luque Memorias de Antequera. Original 34).
1842 Cristóbal Fernández Historia de Antequera desde su fundación hasta el año de 1800. Que recuerda su remota antigüedad, Original
“Para defenderse del rigor de las estaciones y evitar las
heroicas hazañas, gloriosos combates y celebres monumentos que ha salvado de los estragos del tiempo,
sorpresas y asaltos de las fieras” (Fernández, 1842: 16).
y abraza las de Archidona, Valle de Abdalacís, Alora y otros pueblos comarcanos.
Se han dispuesto en orden cronológico según las obras originales, que están en negro, seguidas por las copias de las mismas en orden cronológico y en gris.

247
Tabla 5.3. Menga entre 1842-1900: comparativa de los principales datos tomados in situ en Menga
Trinidad de
Rafael Mitjana y Ardison James Talbot Trinidad de Rojas y Edouard Harlé
Louisa Tenison (1853) Rojas y Rojas A. M. Hancock (1882)
(1847) (1869) Rojas (1879) (1887)
(1861)
Año de la visita 1842-1847 1852 1861 1861 1879 1882 1886
Uso actual del
terreno donde Olivar. Olivar. - - - - -
se ubica
Dolmen de
Denominación Cueva de Mengal. Cueva de Mengal. Cueva de Menga. Cueva de Mengal. Cueva de Menga. Cueva de Mengal.
Antequera.
Función
Templo. - Templo. - - Templo. Funeraria.
original
Dolmen completo
complicado Dolmen completo
Dolmen bajo
Tipo Dolmen multiplicado. - encerrado en un - complicado encerrado en Dolmen o crómlech.
túmulo.
túmulus semi- un túmulus semi-esférico.
esférico.
Piedra caliza labrada por la
cara interior, tras la que hay De piedra caliza sin Piedras dispuestas a
Fábrica / De piedra caliza
una pared de mampostería, alisar, pero planas y - plomo, sin cimiento ni - -
Construcción sin labrar.
cubriéndose todo el regulares en el interior. argamasa entre ellas.
conjunto con un túmulo.
Espacio cubierto.
División del
Galería rectangular y Espacio descubierto (las Interior.
espacio - - - -
cámara interior ovalada. dos primeras piedras más Vestíbulo.
interior
pequeñas).
Galería: 17 pies/5,10 m Parte cubierta: 16,50 m Vestíbulo: 31 pies/9,30 m
Longitud 86 ½ pies / 23,35 m Cámara: 54 pies/16,20 m 24,14 m 86 ½ pies/3,35 m Parte descubierta: 6,75 m Interior: 59 pies/17,70 m 24 m
Total: 71 pies /21,30 m Total: 23,25 m Total: 90 pies/27 m
Anchura:
Galería: 9 pies/ 2,70 m.
máxima / 7 -18-14pies /
22 pies / 5,94 m Cámara: 7 pies/2,10 - 17 4- 6-4 m 22 pies/5,94 m 2,14 - 5,73 - 3,68 m 6m
entrada - 2,10 - 5,40 - 4,20 m
pies/5,10 - 12pies/3,60 m
centro - fondo
Galería: 8 pies/ 2,40 m
Altura 10-10 ½ pies / 2,70-2,80 m 2,50-2,80 m - 3,45 m 10 pies / 3,00 m 3m
Cámara: 10 pies/3,00 m
Nº ortostatos 31 29 31 - 31 - -

248
La primera cobija
(C-1) no está
cubierta por tierra,
No estaba
la segunda (C-2)
completamente cubierto
Túmulo semi- está también casi
Descubiertas las tres Túmulo semi-esférico que por un túmulo, sino que
esférico que Pequeño despejada de tierra
Túmulo primeras piedras de la - contribuye a dar solidez a tendría la entrada
encierra el montículo. y las losas
techumbre (C-1 a C-3). la estructura interna. despejada como un
dolmen. siguientes están
templo que mira hacia la
parcialmente
Peña de los Enamorados.
descubiertas
viéndose algunas
partes.
De este a oeste, hacia la Al este, en dirección a la
Orientación De oriente a occidente. Entrada a oriente. De este a oeste. De este a oeste. -
Peña de los Enamorados. Peña de los Enamorados.
I- Mitjana abrió un
I- Limpieza del interior. I- Abertura
profundo “foso” en
rectangular en la
el último
II- Colocación de puertas en losa de cabecera.
departamento del
la entrada.
dolmen.
II- Pequeña zanja
III- Excavación en el centro I- Pozo de 5 pies / 1,50 m sobre el talud
II- Mitjana abrió I- Excavación profunda en
de la cámara bajo la gran de ancho y 43 pies / derecho del túmulo.
también una el último departamento
losa, profundizando 20-26 12,90 m de profundidad.
galería del dolmen.
pies – 5,4-7,02 m. III- La cobija 3 está
subterránea en
II- Abertura rectangular I- Tres cruces rota siguiendo la
dirección al II- Perforación del terreno
IV- Abertura de un orificio en la losa de cabecera de grabadas en una longitud del dolmen.
Interior Castillo. en dirección al Castillo. -
rectangular en la losa de 4-5 pies / 1,20-1,50 m. de las piedras de
cabecera y excavación de la entrada. IV- La cobija 2
III- Ya no se III- Excavación del túmulo
una galería en el túmulo. IIII- La segunda cobija de también presenta
conserva la hasta su base.
la cámara (es decir, la una pequeña fisura
puerta de entrada.
V- La tercera cobija (C-3) cobija 3) está partida en en la misma
está partida en dos por su dos. dirección que la C-
IV- Tampoco se
eje menor. 3.
conserva la reja
de dispuestas en
VI- Las cobijas no V- La cobija 1
la abertura de la
descansan directamente también está
losa de cabecera.
sobre los pilares. agrietada.
Las medidas en pies dadas por algunos autores españoles han sido pasadas a metros tomando la equivalencia de 1 pie castellano = 0,27m, incluidas las de Talbot que indicó claramente que sus
dimensiones son en pies castellanos. En cambio para las dadas por Tenison y Hancock se ha tomado la equivalencia de 1 pie inglés = 0,30 m.

249
Tabla 5.4. Comparativa de las dimensiones de Menga en los siglos XVI-XIX según los principales autores
Año de la Ortostatos /
Autor Longitud Anchura Altura Cubrición estructura ortostática
obra cubiertas / pilares
Agustín de Tejada y Páez 1587 ¿40 pies / 10,8 m? ¿20 pies / 5,40 m? - - -
Entrada: 30 pies / 8,10 m
Entrada: 16 pies / 4,32 m > 8 (5 cobijas y 3
Alonso García de Yegros * 1609 Interior: 72 pies / 19,44 m Interior: 2 varas / 1,66 m
Interior: 16 pies / 4,32 m pilares)
Total: 102 pies / 27,54 m
Principios > 6 (3 cobijas y 3
Francisco de Tejada Nava * Interior: 72 pies / 19,44 m Interior: 23 pies / 6,21 m Interior: 2 varas / 1,66 m
s. XVII pilares)
Entrada: 30 pies / 8,10 m
Anterior a > 8 (5 cobijas y 3 Cubierta de tierra bien pisada y
Francisco de Cabrera * Interior: 72 pies / 19,44 m Interior: 22 pies / 5,94 m Interior: 2 varas / 1,66 m
1679 pilares) pequeñas piedras y en la superficie
Total: 102 pies / 27,54 m
abundante cascajo, formando un
Entrada: 30 pies / 8,10 m
> 8 (5 cobijas y 3 mediano cerrillo / cerrillo mediano /
Francisco de Solana * 1814 Interior: 72 pies / 19,44 m Interior: 22 pies / 5,94 m Interior: 2 varas / 1,66 m
pilares) mediano castillo.
Total: 102 pies / 27,54 m
Entrada: 30 pies / 8,10 m
> 8 (5 cobijas y 3
Diego Carrasco y Luque * 1840 Interior: 72 pies / 19,44 m Interior: 22 pies / 5,94 m Interior: 2 varas / 1,66 m
pilares)
Total: 102 pies / 27,54 m
> 6 (3 cobijas y 3
Cristóbal Fernández 1842 70 pies / 18,90 m 24 pies / 6,48 m -
pilares)
31: 23 ortostatos, 5 Descubiertas las tres primeras
Rafael Mitjana y Ardison 1847 86 ½ pies / 23,35 m 22 pies / 5,94 m 10-10 ½ pies / 2,70-2,80 m
cobijas, 3 pilares cobijas (C-1 a C-3).

250
Galería: 17 pies / 5,10 m Galería: 9 pies / 2,70 m
Galería: 8 pies / 2,40 m 29: 21 ortostatos, 5
Louisa Tenison 1853 Cámara: 54 pies / 16,20 m Cámara: 7 -17-12 pies / -
Cámara: 10 pies / 3,00 m cobijas, 3 pilares
Total: 71 pies / 21,30 m 2,10 - 5,10 - 3,60 m
31: 23 ortostatos, 5
Trinidad de Rojas y Rojas 1861 24,14 m 4-6-4 m 2,50 - 2,80 m Cubierta por un túmulo.
cobijas, 3 pilares
Cubierta por un pequeño
James Talbot 1869 86 ½ pies / 23,35 m 22 pies / 5,94 m - -
montículo.
Parte descubierta: 6,75 m
31: 23 ortostatos, 5 Cubierta de tierra, formando el
Trinidad de Rojas y Rojas 1879 Parte cubierta: 16,50 m 2,14 - 5,73 - 3,68 m 3,45 m
cobijas, 3 pilares túmulo.
Total: 23,25 m
Vestíbulo: 31 pies / 9,30 m
7 - 18 – 14 pies /
A. M. Hancock 1882 Interior: 59 pies / 17,70 m 10 pies / 3,00 m - -
2,10 - 5,40 - 4,20 m
Total: 90 pies / 27 m
La primera cobija (C-1) no está
cubierta por el túmulo, la segunda
(C-2) está casi completamente
Edouard Harlé 1887 24 m 6m 3m -
descubierta, y las otras tres (C-3 a
C-5) presentan también puntos
donde se ve su superficie externa
(1) Las medidas en pies dadas por algunos autores españoles han sido pasadas a metros tomando la equivalencia de 1 pie castellano = 0,27m, incluidas las de Talbot que indicó claramente
que sus dimensiones son en pies castellanos. En cambio para las dadas por Tenison y Hancock se ha tomado la equivalencia de 1 pie inglés = 0,30 m.
(2) Algunas longitudes (*) han sido estimada a partir de la suma de la anchura de las cubiertas.

251
Tabla 5.5. Comparativa de las ilustraciones de Menga entre 1847 y 1900
Autor Año Planta Sección / Vista exterior longitudinal Sección / Vista exterior transversal Vista interior

Rafael Mitjana y
1847
Ardison

Eduardo Chao
1848
Fernández

Louisa Tenison 1853

Manuel de Assas y
1857
Ereño

252
Tabla 5.5. Comparativa de las ilustraciones de Menga entre 1847 y 1900
Autor Año Planta Sección / Vista exterior longitudinal Sección / Vista exterior transversal Vista interior

Trinidad de Rojas y
1861
Rojas

Gustave Charles
Ferdinand de 1865
Bonstetten

James Talbot 1869

Wilhelm Wattenbach 1869

253
Tabla 5.5. Comparativa de las ilustraciones de Menga entre 1847 y 1900
Autor Año Planta Sección / Vista exterior longitudinal Sección / Vista exterior transversal Vista interior

James Fergusson 1872

Paul Cazalis de
1875
Fondouce

Jean d’Estienne 1878

Augusto Filippe
1878
Simões

254
Tabla 5.5. Comparativa de las ilustraciones de Menga entre 1847 y 1900
Autor Año Planta Sección / Vista exterior longitudinal Sección / Vista exterior transversal Vista interior

1886-
Emile Cartailhac
1887

Edouard Harlé 1887

Luis Domenech 1882

255
Tabla 5.5. Comparativa de las ilustraciones de Menga entre 1847 y 1900
Autor Año Planta Sección / Vista exterior longitudinal Sección / Vista exterior transversal Vista interior

Marquis de Nadaillac 1887

Luis Siret 1891

Francisco de Paula
1894
Valladar

Juan Barrera 1896

256
Tabla 5.5. Comparativa de las ilustraciones de Menga entre 1847 y 1900
Autor Año Planta Sección / Vista exterior longitudinal Sección / Vista exterior transversal Vista interior

William Copeland
1897
Borlase

Oscar Montelius 1900

257
CAPÍTULO 6:

MENGA, VIERA Y EL ROMERAL


EN LAS DÉCADAS DE1900 A 1930:
PRIMERAS INVESTIGACIONES

259
En este capítulo realizamos un análisis de los primeros estudios que recogen las tres
arquitecturas monumentales antequeranas tras el descubrimiento y excavación de Viera y El
Romeral en 1903 y 1904 respectivamente. Los datos presentados han sido recogidos de forma
esquemática en varias tablas con el estado de los monumentos los materiales, y los grabados y
resto de pimento localizados en cada monumento según los distintos autores (Menga: Tablas
6.1-6.3, Viera: Tablas 6.4-6.6, El Romeral, Tablas 6.7-6.9).

6.1. LAS PRIMERAS EXCAVACIONES EN VIERA Y EL ROMERAL

La primera excavación en el dolmen de Viera fue realizada en 1903 por los hermanos José y
Antonio Viera Fuentes, obreros del Ayuntamiento de Antequera. La noticia fue publicada en
periódicos como La Vanguardia y El Defensor de Granada: diario político independiente.

El 26 de octubre de 1903 se publicó en la página 4 del nº 8881 de La Vanguardia un artículo


titulado: “Monumento prehistórico”, en el que se anunciaba el descubrimiento de Viera.

“Antequera. – Dos hermanos, haciendo excursiones en un lugar próximo, han encontrado un


«dolmen» mayor y mejor conservado que el llamando «Cueva de Mengas».

Supónese que se trata de un templo druida, cuyos sacerdotes hicieron segar y cubrir con tierras para
que nadie lo profanara, formando un montículo de 16 metros de altura.

El tiempo ha apisonado la tierra.

Sin embargo, todo el templo presenta una especie de galería que permite recorrerlo y por la cual
puede pasar un hombre puesto de rodillas.

Presenta el templo unos veinte metros de largo.

Está formado por piedras labradas, cuyos trabajos demuestran un gran adelanto.

El anuncio de que pudiera tratarse de algo de época céltica, de valor extraordinario para geólogos e
historiadores, hace que un gentío inmenso, de todas categorías, esté presenciando los trabajos.

No se ha determinado todavía si se trata de un monumento megatérico o pelásgico, o de un


enterramiento céltico.”

El 28 de octubre de 1903 se publicó en la página 1 del nº 13.128 de El Defensor de Granada:


diario político independiente, un artículo firmado a 25 de octubre de 1903 por Deber-Trud
(pseudónimo utilizado por José Ramos Bazaga), titulado: “Excavaciones en la Cueva de Menga.
- Hallazgo de un nuevo monumento druida. - Congeturas. - Nuevas investigaciones”. El mismo
artículo fue publicado en la página 2 del nº 8887 de La Vanguardia el 4 de noviembre de 1903.

261
“Los hermanos José y Antonio Viera haciendo unas excavaciones en un túmulus situado detrás del
dolmen, conocido vulgarmente por Cueva de Menga, se han encontrado un monumento que por lo
que hasta ahora ha podido verse es exactamente igual a aquel templo druida.

El primero de los citados hermanos es el encargado de la conservación de aquel importante dolmen


declarado hace años monumento nacional.

Leyendo una historia de Antequera supo que algunas personas inteligentes, fundadas en razones
científicas, habían hecho excavaciones en un cerro próximo al en que se halla la Cueva, sin que
dichos trabajos ofrecieran interés alguno.

Obsesionado por la idea de que allí podría haber algo, los dos hermanos comenzaron una obra
superior á sus fuerzas, porque no cuentan con más recursos que los que les proporciona su
profesión de jardineros, en la que son muy inteligentes.

Dividieron el cerro ó túmulus por una zanja que tardaron más de un mes en abrir y que en algunos
sitios llegó á tener una profundidad de ocho metros. Buscando, ya las fuerzas decaían y las ilusiones
habíanse desvanecido, cuando ya desesperanzados iban a abandonar los trabajos observaron que
allí había piedras labradas y mezcla al parecer y excitados por la curiosidad descubrieron con
cuidado todo el sitio en que la mano del hombre se dejaba ver hasta dejar al descubierto una media
naranja. Perforáronla por el centro y vieron con sorpresa un hueco, capaz de contener diez ó doce
personas. Reconocieron las paredes y en un sitio que creían hueco abrieron un boquete, capaz para
que en él cupiera un hombre. La suerte seguía siéndoles propicia. Aquel boquete abierto daba paso
a una galería; entraron en ella y vieron con natural satisfacción que se hallaban en un dolmen
exactamente igual al conocido por la Cueva de Menga, con la diferencia de que éste que acaba de
descubrirse es una obra mejor construida y revela más adelantos arquitectónicos que la Cueva
referida.

Siguieron reconociendo todo lo que fácilmente podía ser reconocido y quedaron convencidos de que
aquella obra había sido abandonada por sus primitivos habitantes después de cegada. (...)

Hoy el interés de los hermanos Viera es, sin deteriorar el monumento, buscar la puerta de entrada,
despojarlo de la tierra que lo cubre cegándolo y ver si la suerte recompensa sus trabajos con algún
tesoro oculto (...).”

En una nota de prensa, hallada entre la documentación del Archivo Gómez-Moreno, de la que no
conocemos ni autor ni fecha, también se hacía referencia a la continuidad de los trabajos en el
dolmen de Viera.

“Continúan los trabajos en el monumento céltico que acaba de descubrirse. Este tiene más
importancia de lo que en un principio se creyó, pues al ir despojándolo de la tierra con que estaba
cegado, descubriéndose nuevas galerías que por su longitud y anchura se supone que han de
conducir á un edificio de extraordinaria importancia. Como los trabajos no está en lo posible
efectuarlos con rapidez por no permitirlo el terreno, reina en todos una ansiedad indescriptible, no
solo porque llegue el momento de admirar aquella obra prehistórica sino por cerciorarse al mismo
tiempo de si dejaron encerrado en ella algo de mérito que justificara el manifiesto empeño de hacer
indescubrible aquella obra que tal vez sea una de las mejores construidas en aquella época.”

262
De estos tres artículos podemos extraer varias conclusiones sobre la excavación que los
hermanos Viera efectuaron:

1- La entrada al monumento estaba cegada y no fue identificada durante los trabajos de


excavación.

2- Los hermanos Viera realizaron una zanja que dividía el túmulo, pero no se indicaba su
dirección, siendo difícil adivinar a través de la descripción cómo se produjo el acceso al interior
del monumento.

3- La puerta perforada que separa la cámara del corredor se encontraba tapiada.

4- El túmulo estaría formado, al menos, por dos tipos de fábricas, una primera de mampostería
de piedras labradas y otra tierra. La primera de ellas recubriría el corredor y la cámara creando
un muro de refuerzo o entibación de la estructura megalítica. La segunda se dispondría sobre
aquella, creando un túmulo circular.

5- El corredor tendría una longitud de 20 m.

En 1904, los hermanos Viera descubrieron el tholos de El Romeral y llevaron a cabo la única
excavación realizada en este monumento megalítico. La noticia aparece recogida el 8 de octubre
de 1904, en la página 1 del número 13.370 del periódico El Defensor de Granada, firmado por
Deber-Trud el 6 de octubre, titulado “Descubrimiento arqueológico. Los hermanos Viera.
Monumento megalítico. La entrada. Galerías y estancias. Otro descubrimiento de los hermanos
Viera. Para el Estado.”

“Los inteligentes obreros, hermanos Viera, haciendo excavaciones en un montículo, generalmente


conocido por el Cerro del Patronato, situado en terrenos de El Romeral, han hallado un monumento
perteneciente á la edad neolítica y que según todas las apariencias es de una importancia y de un
valor arqueológico extraordinario.

Forman la entrada al monumento dos grandes piedras colocadas verticalmente, sobre las cuales se
apoyan, partiendo de ellas, dos paredes, muy bien construidas con grandes lascas de piedra
pizarrosa, que a su vez sostienen un techo formado de colosales piedras a medio labrar.

A los veinte metros de galería, llamémosla así, se halla una especie de rotonda de cerca de siete
metros de altura y cuya parte superior, maravillosamente fabricada con piedra, en forma de bóveda,
está cubierta por una piedra colosal de unos ocho metros de larga.

Continúa luego la galería en la misma forma que a la entrada, y á los tres metros se encuentra otra
habitación circular de unos cinco metros de diámetro y en cuya parte superior es de admirar dos
segmentos de círculo cortado por otra piedra de proporciones extraordinarias que le sirve de techo.

No se sabe aún si este monumento será más extenso porque todavía están muchos de sus huecos
cegados de tierra.

263
La galería tendrá dos metros y medio de altura por tres de ancha.

Se han hallado en estas primeras excavaciones varias vasijas de barro tosco y muchos fragmentos
de pedernal.

No hace aún un año que los mismos hermanos Viera encontraron notable monumento megalítico,
pero este últimamente hallado puede asegurarse por lo que de él va descubierto que es el más
notable de los que existen en Antequera.

Sean estos restos de la cultura Celta; templos donde inmolaran a las víctimas que sacrificaban en
honor de las divinidades paganas; enterramientos de personajes de aquella época, ó monumentos
conmemorativos de algún hecho memorable, lo cierto es que en Antequera existen hoy los tres
mejores dólmenes de España, que se espera descubrir algunos más y que personas entendidas en
arqueología debieran estudiarlos para proponerle al Estado su adquisición, con lo cual se evitaría
que fueran destruidos por personas incultas que solo ven en estas cuevas un sitio donde los
antiguos ocultaban sus tesoros.”

En otro artículo, hallado entre la documentación del Archivo Gómez-Moreno, del que no
conocemos fecha, autor o lugar de publicación, tan solo el título “Hablando con D. Ricardo
Velázquez”, se hacía referencia al descubrimiento del tholos de El Romeral.

“El Sr. Velázquez nos manifestó que ha permanecido en la ciudad de Antequera, el sábado y parte
del domingo últimos.

Celebra mucho su presencia en aquella población, porque ha tenido ocasión de visitar dos
monumentos arqueológicos de gran mérito, descubiertos merced a los trabajos espontáneos y
desinteresados de los hermanos José y Antonio Viera Fuentes, aquel jardinero del ayuntamiento y
obrero el segundo.

Junto á la célebre Cueva de Menga ó Dolmen de Antequera, las excavaciones han descubierto un
túmulo grande, en forma de cono truncado. Todo él es de piedra, encontrándose, después de una
galería de 15 metros de longitud, una cámara abovedada en acorbeillement, ó en forma de cesta,
como le llaman los franceses, sin que para nombrarla haya palabra ó frase apropiada en nuestro
idioma.

Otro túmulo en la misma forma que el anterior, más pequeño pero más interesante, se ha
encontrado á un kilómetro de distancia, en la vega de El Romeral, finca del Sr. Romero Robledo.

Este túmulo es quizás el más importante en su género. Tendrá unos 90 metros de diámetro,
encontrándose á la entrada una galería de 25 metros de larga, habiendo al final una puerta de
entrada á una cámara de cinco metros de diámetro, abovedada también por hiladas horizontales de
piedra, y con una segunda puerta que comunica con otra cámara más pequeña, y de la misma
forma.

¿Son quizás estos monumentos de época fenicia? Difícil es saberlo sin previo y meditado estudio,
pero desde luego tienen gran importancia.

El Sr. Velázquez nos mostró dibujos, planos y fotografías de estos dos antiquísimos mausoleos.”

264
Tras estos dos artículos podemos concluir:

1- En 1904 los hermanos Viera llevaron a cabo una excavación en el Cerro del Patronato,
situado en terrenos de El Romeral, descubriendo el tholos de El Romeral.

2- Destacaba su túmulo de 90 m de diámetro.

3- En la entrada presentaba dos grandes piedras dispuestas verticalmente.

4- Tras ellas, y apoyándose en ellas, se abría el corredor de entre 20-25 m de longitud, 3 m de


anchura y 2,5 m de altura, de mampostería de grandes lajas, cubierto por grandes losas.

5- Al final del corredor se encontraba otra puerta, que daba acceso a una cámara circular de 5
m de diámetro (según artículo anónimo), construida con mampostería de piedras dispuestas
horizontalmente creando una bóveda por aproximación de hiladas, que terminaba en una gran
piedra de 8 m de longitud.

6- En la cámara se abría otra puerta que daba acceso a una galería de 3 m de longitud, similar
a la anterior galería.

7- Este segundo corredor daba paso a una segunda cámara circular de menores dimensiones
(de unos 5 m de diámetro según Deber-Trud), construida con mampostería de piedras
dispuestas horizontalmente creando una bóveda por aproximación de hiladas, que terminaba en
una gran piedra.

6.2. PRIMEROS ESTUDIOS MONOGRÁFICOS: MANUEL GÓMEZ-


MORENO MARTÍNEZ, RICARDO VELÁZQUEZ BOSCO Y CAYETANO
DE MERGELINA

Las primeras obras en las que se describen los dólmenes de Antequera fueron publicadas en
1905 por Manuel Gómez-Moreno Martínez y Ricardo Velázquez Bosco. Se trata de los dos
primeros estudios monográficos de los monumentos megalíticos antequeranos, que servirán de
base al tercero de ellos, el realizado por Cayetano de Mergelina en 1922.

Manuel Gómez-Moreno Martínez, destacado historiador y arqueólogo granadino (Bellón Ruiz,


2010), publicó en 1905 el artículo titulado “Arquitectura tartesia: la necrópoli de Antequera”,
donde describía los monumentos megalíticos de Menga, Viera y El Romeral, enmarcándolos
cronológica y espacialmente (Anexo II.1).

265
Gómez-Moreno Martínez adscribió los monumentos antequeranos al Neolítico (englobando
dentro de este periodo también la Edad del Cobre y la Edad del Bronce) (Gómez-Moreno
Martínez, 1905: 94-95), y rechazó que sus orígenes fueran celtas o druidas (Gómez-Moreno
Martínez, 1905: 101-102). Planteó una sucesión cronológica entre los tres monumentos,
considerando más antiguo El Romeral, señalando su origen oriental (Gómez-Moreno Martínez,
1905: 103-104), y posteriores los otros dos monumentos que serían desarrollos endógenos de
aquel (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 116). Menga sería más antiguo que Viera, ya que la
forma “ovoidea” de la planta de Menga no rompió de forma tajante, según Gómez-Moreno
Martínez, con la tradición anterior de cámaras de “planta redonda” a diferencia de la forma
“rectilínea” de la planta de Viera (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 106, 108-109). Además,
consideró los megalitos antequeranos como el foco originario del megalitismo atlántico,
señalando que desde Antequera se produjo la expansión del megalitismo peninsular (Gómez-
Moreno Martínez, 1905: 109-116) y de toda la Fachada Atlántica Europea (Gómez-Moreno
Martínez, 1905: 116).

Sin duda, lo más destacado de la publicación de este autor fue la descripción que hizo de los
monumentos megalíticos antequeranos (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 82-94), (Anexo II.1),
permitiéndonos extraer varias conclusiones sobre los tres megalitos que presentamos en las
tablas 6.1 y 6.2 (Menga), 6.4-6.6 (Viera) y 6.7-6.9 (El Romeral). El texto fue acompañado con la
planta y sección de cada monumento (Tabla 6.10), secciones de la puerta de acceso a la cámara
de Viera y de acceso a la primera cámara de El Romeral, y cinco fotografías, tres de Menga y
dos de El Romeral (Tablas 6.11, 6.12 y 6.13) (Gómez-Moreno Martínez, 1905), que también nos
permiten hacernos una idea del estado de los monumentos en 1905.

Con respecto a los paralelos de los tres monumentos antequeranos, Gómez-Moreno Martínez
consideró que El Romeral era un modelo oriental (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 103-104),
señalando como paralelos más antiguos los sepulcros con cúpula de la Grecia micénica, como el
Tesoro de Atreo en Micenas y otros sepulcros con bóvedas en saledizo y con aparejo de
mampostería acuñada de los sepulcros del Ática como los de Eleusis, Toricos y Ménidi, así como
otras que presentan además las cubiertas de grandes losas, como en el templo del monte Oca
(Eubea) y en la cripta del tesoro de Orcómeno (Beocia) (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 93-94),
que a su vez, considera una evolución de las tumbas egipcias, como las de Abydos, a partir de la
XI dinastía (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 104). A partir de ellos, se desarrollarían también las
nuragas de Cerdeña, que consideraba especialmente análogas a El Romeral, y los talayots de
las Islas Baleares (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 104).

Con respecto a la expansión de los tipos arquitectónicos antequeranos, señaló que el modelo de
El Romeral se extendió en la Península Ibérica desde Almería al Algarve y hasta el Tajo,
destacando dos monumentos hallados cerca de Gandul (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 109),
que deben ser los tholoi denominados Cueva de El Vaquero (Leisner y Leisner, 1943: Lámina
60) y Tumba del Pedrejón o La Cañada Honda en Mairena del Alcor (Leisner y Leisner, 1943:
Lámina 59 y 61), Canillas del Serrano en Guillena, La Pastora en Valencina de la Concepción,

266
Los Millares en Santa Fe de Mondújar, los monumentos de Alcalar en Algarve (Gómez-Moreno
Martínez, 1905: 109-113), entre otros; encontrándose también este tipo arquitectónico por el
resto de la Fachada Atlántica Europea, caso de Newgrange y Lough-Crew en Irlanda, Caithness
en Escocia, Maes-Howe en las Islas Orcadas, Fontenay-le-Marmion en Normandía e Yvias en
Bretaña (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 115-117), entre otros.

Menga y Viera fueron considerados desarrollos locales derivados de aquel (Gómez-Moreno


Martínez, 1905: 116), encontrándose numerosos ejemplos de ambos modelos dentro y fuera de
la Península Ibérica (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 109-118). Menga fue relacionado con
monumentos de Irlanda, Inglaterra, Gales y las islas de Anglesey y de Man, destacando la
semejanza con el monumento de Bretaña denominado Roche aux Fées, del Departamento de
Ille-et-Vilaine (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 117-118). En el caso de Viera, los paralelos
estaban en las puertas perforadas un sepulcro de Zafarraya, el de Dílar y las halladas en otros
dólmenes de Inglaterra y Bretaña como Gavrinis o Kercado (Gómez-Moreno Martínez, 1905:
118), entre otros.

Paralelamente, el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco escribió “Cámaras sepulcrales


descubiertas en término de Antequera”, centrándose en la descripción de los dos nuevos
monumentos megalíticos descubiertos: el dolmen de Viera y el tholos de El Romeral (Anexo II.2)

En el caso de Viera hizo una breve descripción (Velázquez Bosco, 1905: 1, 5-6) que acompañó
con dos láminas en las que presentaba la sección y la planta del monumento (Velázquez Bosco,
1905: lámina XXIV) (Tabla 6.10) y dos dibujos, el superior con la vista interior de la cámara y el
inferior con una sección de la misma (Velázquez Bosco, 1905: lámina XXV) (Tabla 6.12). Los
principales datos de su descripción se sintetizan en la tabla 6.4.

Por otro lado, el tholos de El Romeral fue descrito más pormenorizadamente (Velázquez Bosco,
1905: 1-4), acompañando el texto con tres láminas con la sección y la planta del monumento
(Velázquez Bosco, 1905: lámina XIX-XXI) (Tabla 6.10) y otras dos láminas con tres dibujos de
las puertas de acceso a las cámaras (Velázquez Bosco, 1905: lámina XXII-XXIII) (Tabla 6.13),
destacando los datos presentados en la tabla 6.7.

Respecto a la similitud con otras estructuras megalíticas, Velázquez Bosco destacó que los tres
monumentos megalíticos antequeranos constituían tipos diferentes de sepulturas, fruto de
influencias de diverso origen (Velázquez Bosco, 1905: 2). Así planteó como paralelos de El
Romeral las tumbas de Medini en el Atica, la de Vaphio en la Laconia, la de Heraon en la
Argólida (Velázquez Bosco, 1905: 4); mientras que los de Viera serían los templos de Malta y
Gozo, subrayando que su construcción no debe responder a influencias externas, sino que debe
ser puramente local (Velázquez Bosco, 1905: 5-6).

267
Tras estos dos importantes estudios monográficos, los monumentos megalíticos antequeranos
fueron incluidos en dos estudios de síntesis, uno de arqueología ibérica (Mélida, 1906) y otro de
monumentos malagueños (Amador de los Ríos, 1907).

En 1906, José Ramón Mélida destacó en “Iberia arqueológica ante-romana” los tres grandes
monumentos megalíticos de Antequera (Anexo II.3), describiendo someramente los monumentos
de Menga y El Romeral (Mélida, 1906: 31-35), a partir de los estudios de Gómez-Moreno
Martínez (1905) y Velázquez Bosco (1905), y aportando las plantas de Viera y El Romeral
tomadas de las publicadas por Ricardo Velázquez Bosco (Mélida, 1906: Láminas IV-VI). De su
descripción destaca la consideración de Menga y Viera como monumentos más antiguos, a los
que sucedía El Romeral mezclando la arquitectura dolménica de Menga y Viera con la más
evolucionada de origen griego (Mélida, 1906: 34-35).

Al año siguiente, en 1907, Rodrigo Amador de los Ríos incluyó los tres grandes monumentos
antequeranos en el Catálogo de los Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de
Málaga (Anexo II.4). En su relato dejó ver que había visitado los monumentos, al menos Menga y
Viera, al describir el estado de conservación de ambos monumentos y al escribir “Las medidas
consignadas por los autores que han escrito acerca de la presente Cueva, se diferencian en
realidad bien poco de las que el que esto escribe ha tomado por sí propio” (Amador de los Ríos,
1907: 29).

Introdujo continuas citas literales de Mitjana y Ardison (1847), Assas y Ereño (1857), De Rojas y
Rojas (1879) y Cartailhac (1886) para describir Menga, y de Velázquez Bosco (1905) para
describir Viera y El Romeral. En este sentido, llama la atención que no hiciera referencia a la
obra de Gómez-Moreno Martínez (1905), donde se describen los materiales hallados en Viera y
El Romeral, que Amador de los Ríos da por inexistentes al no tener en cuenta dicha obra: “De
otra suerte, la exploración entusiasta del Sr. Viera, y las observaciones de cuantos visitaron
luego la Cueva, habrían encontrado reliquias apreciables, de las que no se hubiera olvidado
ciertamente hacer la debida mención en su meditado estudio el arquitecto D. Ricardo Velázquez
Bosco” (Amador de los Ríos, 1907: 36).

En la descripción de Menga, copia de Mitjana y Ardison (1847) la excavación del pozo y la


galería del trasdosado de la cabecera (Amador de los Ríos, 1907: 31), de De Rojas y Rojas
(1879) los hallazgos materiales encontrados en Menga por Mitjana y Ardison (Amador de los
Ríos, 1907: 31-32) y las leyendas sobre el origen del nombre, para las que cita también a Javier
de Rojas (1879) (Amador de los Ríos, 1907: 33-34), y de Asas y Ereño (1857a: 130) la copla
donde se mencionan las palabras “Menga” y “Mengal” (Amador de los Ríos, 1907: 35),
reproducida también por Góngora y Martínez (1868: 90) y Valladar (1894: 15). Encontramos
como aportaciones propias del autor la descripción de los grabados situados en los primeros
ortostatos, las dimensiones del interior del monumento, y la apariencia exterior del túmulo, que
no cubre la primera cobija (C-1) y tampoco completamente la segunda (C-2) (Amador de los
Ríos, 1907: 26-33). Estos datos se resumen en las tablas 6.1-6.3.

268
En el caso de Viera, destaca la descripción que Amador de los Ríos hace sobre la excavación
realizada por los hermanos Viera y del estado de conservación del dolmen (Amador de los Ríos,
1907: 35-37), que aparece sintetizada en la tabla 6.4.

Para describir El Romeral, Amador de los Ríos copió casi literalmente a Velázquez Bosco (1905),
señalando que este monumento presentaba un túmulo de tierra de en torno a 90 m de diámetro y
9-10 m de altura, con entrada a suroeste, que da acceso a una “galería cubierta” construida con
mampostería en seco, de 26,35 m de longitud estimada, 1,80 m de anchura y 2,07 m de altura.
Tras ella se encuentran las dos “cámaras sepulcrales” circulares y abovedadas, de 5,11 m y 2,40
m de diámetro.

En 1922, Cayetano de Mergelina publicó el último estudio monográfico de esta época La


necropoli tartesia de Antequera aportando importantes datos (Anexo II.5). De Mergelina fue
discípulo de Manuel Gómez-Moreno Martínez, quien lo instó a realizar un estudio sobre los
megalitos antequeranos, que complementara al suyo de 1905. En dicho estudio participó Juan
Cabré, por sus investigaciones en arte prehistórico (De Mergelina, 1922: 37-38),
correspondiendo a él la autoría de las fotografías presentadas en la publicación de 1922 (Tablas
6.11- 6.13). También son muy interesantes las plantas y alzados que presentó de los tres
megalitos (De Mergelina, 1922: Láminas I, IV y VIII) (Tabla 6.10), en los que incluye la
representación de las galerías realizadas en los túmulos en las primeras excavaciones, los
niveles del suelo y los derrumbes de mampostería de El Romeral.

Con respecto a las investigaciones y publicaciones anteriores mencionó a “Rodrigo Méndez Silva
(...), Mitjana, Trinidad de Rojas, Mélida, Velázquez Bosco, Obermaier, Pierre Paris, Cartailhac, E.
Harlé, Charles Lucas, A. De Mortillet y E. Thrulow Leeds” (De Mergelina, 1922: 38).

Por otro lado, señaló como centros importantes de monumentos megalíticos los de Almería,
Granada, Sevilla y Algarve, subrayando la diversidad constructiva (De Mergelina, 1922: 40), y
destacando que el “pueblo” que los construyó eran “tal vez de seguro origen africano y rama
importantísima de la raza mediterránea, Turro o Turso en los más antiguo y Tartesio o Túrdulo
más modernamente nombrado” (De Mergelina, 1922: 41). Mientras que con respecto a la
“cultura” o grupo constructor indicó que los restos conservados “nos hablan de un régimen duro e
inflexible, de una autoridad fuertemente constituida y ciegamente obedecida, (...); mas el hecho
de ser estas sepulturas colectivas, nos habla también de un sentimiento de piedad, de una
cooperación íntima y de una solidaridad tan estrechamente formada sobre aquel sentimiento,
(...), cabe aquí ver la idea de un mismo sentimiento animando por igual el espíritu de los
hombres de una tribu, para proporcionar majestuoso sepulcro a sus muertos. A esta
característica especialísima, otra notable puede asociarse (...) la de una concepción,
ampliamente determinada, de una vida de ultratumba.” (De Mergelina, 1922: 41).

Destacó que Andalucía es “el foco de origen de esta arquitectura, de donde irradia hacia el
suroeste en dos grandes ramas y por el este en una, que al parecer se extingue pronto, no

269
presentando sino algunos monumentos dudosos y otros localizados hacia la región central. (...)
por lo que se refiere a Europa, partiendo de nuestro solar y por vía marítima, cristalizó en las
zonas costeras del oeste, produciendo tipos especiales y complicados, a base de un concepto
más desarrollado de megalitismo” (De Mergelina, 1922: 42-43). Y añadió que el conjunto
megalítico antequerano es “el foco, si no más interesante, si el de mayores amplitudes
constructivas” (De Mergelina, 1922: 43). Así mismo, consideró El Romeral más antiguo que
Menga, al poner en relación su planta circular con las primitivas cabañas (De Mergelina, 1922:
61-62).

En el caso de Menga, De Mergelina describió formalmente los grabados documentados en


ciertos ortostatos, y los hallazgos materiales (Tablas 6.1-6.3) detallando además el proceso
constructivo seguido para la erección del monumento. Mencionó también que hubo de haber
habido grandes expolios, atribuyendo la excavación de Mitjana y Ardison a buscadores de
tesoros (De Mergelina, 1922: 86).

Por otro lado, hizo referencia a una excavación realizada en Menga por ellos dos, De Mergelina y
Cabré, en fecha no precisada pero posiblemente entre 1921 y 1922: “Otra, encontrada por
nosotros en los días de excavación junto al primer monolito de la izquierda de la cámara y
salvada gracias a lo escondida y próxima que estaba a la indicada pared. Esta hacha es de una
piedra negruzca, (...)” (De Mergelina, 1922: 85-86) (Tablas 6.1 y 6.3).

Con respecto al estado de conservación del monumento (Tabla 6.1), apuntó a que con su visita
consiguieron cerrarlo disponiendo una reja en el acceso y tapiando el enorme agujero realizado
por Mitjana y Ardison (1847) en la losa de cabecera (De Mergelina, 1922: 77), aunque esto
último no debió durar mucho, ya que tanto el matrimonio Leisner, que visitó el monumento en
1933 (Leisner y Leisner, 1943: 182, 184) o 1934 (Leisner, 1941: 115), como Giménez Reyna que
llevó a cabo una restauración en él en 1941, indicaron posteriormente que el hueco de la losa de
cabecera estaba abierto (Leisner y Leisner, 1943: 178; Giménez Reyna, 1946: 38).

De Mergelina describió también las características formales y los materiales arqueológicos que
se hallaron durante la excavación de los hermanos Viera Fuentes en el dolmen de Viera (Tabla
6.4 y 6.5) y en el tholos de El Romeral (Tablas 6.7 y 6.8), y el proceso constructivo que se habría
seguido en cada monumento (De Mergelina, 1922: 43-50 y 77-81), destacando en el caso de El
Romeral su origen indígena, al remitir su forma a la de las viviendas (De Mergelina, 1922: 54).

También hizo referencia al estado en que los hermanos Viera hallaron el monumento durante su
excavación, indicando el mal estado de la mampostería del corredor y la primera cámara,
presentando importantes socavones, que alcanzaban incluso la masa tumular (De Mergelina,
1922: 43 y 83).

En Mayo y Junio de 1933, De Mergelina publicó dos artículos de prensa en Nueva Revista
aportando ciertos datos de la publicación de 1922, sin ningún dato inédito adicional.

270
6.3. VISIONES INTERNACIONALES

Destacados arqueólogos europeos, como Hugo Obermaier, E. Thurlow Leeds, Adrien de


Mortillet, Pierre Paris, Miles C. Burkitt y Wilfrid James Hemp, incluyeron a Menga, Viera y El
Romeral en sus publicaciones. Tomaron la mayor parte de los datos de estudios anteriores,
aunque la mayoría de ellos incluyeron datos propios, obtenidos en sus visitas a los monumentos
(Obermaier, 1920: 114; De Mortillet, 1921: 478; Leeds, 1921: 207; Paris, 1921: 7, 10, 22; Hemp,
1934: 409-410).

Hugo Obermaier (1919; 1920) describió los tres monumentos megalíticos de Antequera
siguiendo las publicaciones anteriores de Gómez-Moreno Martínez (1905) y Velázquez Bosco
(1905) (Anexo II.6), reproduciendo también las plantas y secciones de los tres monumentos
megalíticos, a partir de las presentadas por Gómez-Moreno Martínez (1905: 83) de Menga
(Obermaier, 1919: 27) y por Velázquez Bosco (1905: Láminas XXIV y XIX) de Viera y El Romeral
(Obermaier, 1919: 29-30) (Tabla 6.10).

Los principales datos aportados por Obermaier sobre Menga se presentan en la tabla 6.1. De su
descripción destaca la alusión a una “pequeña excavación” en el dolmen de Menga, llevada a
cabo por Mariano de Mazas en 1904 en “el rincón de la derecha del fondo” (Obermaier, 1919:
27). En ella se halló a 0,50 m de profundidad un hacha de piedra pulida descrita como “de piedra
negruzca, serpentina y tiene 36 mm. de grosor, 89 mm. de largo y 29 y 47 mm. de ancho en sus
extremos superior e inferior, respectivamente. Su peso es de 256 gramos. El filo está bastante
gastado, lo que permite afirmar que el ejemplar ha sido muy usado” (Obermaier, 1919: 27), que
fue reproducida en las páginas siguientes (Obermaier, 1919: 28). Publicó también una fotografía
del interior del dolmen de Menga (Obermaier, 1920: 114), tomada en el punto de conexión entre
“el corredor” y la “cámara” (Obermaier, 1919: 26) (Tablas 6.2 y 6.11).

En el caso de Viera, diferenció también dos tramos: a) “el corredor”: “un callejón de 19 metros de
largo, 1,20 a 1,30 metros de ancho y 1,85 a 2,10 metros de alto”, (...) [cuyas] paredes están
revestidas con 27 losas relativamente delgadas (de 0,35 metros de grueso, por término medio),
cuya anchura varía entre 0,70 metros y 1,90 metros, y a las cuales se ha dado una superficie lisa
muy regular, (...) [encontrándose] ligeramente inclinadas hacia dentro y en la parte superior
perpendicularmente cubiertas por pesadas losas que forman el techo, las cuales en parte han
desaparecido” (Obermaier, 1919: 28-29); y b) “la cámara”: “la cual tiene 1,75 metros, por término
medio, en cuadro, y 2 metros de altura. Se presenta como una “habitación” muy simétrica, cuyas
paredes están constituidas por cuatro macizas losas; la puerta es un taladro rectangular de 93
por 75 centímetros abierto en la piedra medianera con el corredor. El techo también lo forma una
gigantesca losa llana” (Obermaier, 1919: 29). Señaló también, la existencia de galerías
excavadas en el trasdosado de la cámara y del corredor de Viera, que atribuyó a buscadores de
tesoros (Obermaier, 1919: 29).

271
Por último, en El Romeral diferenció entre: a) un “corredor, de corte trapezoidal en su alzado”:
“de 23,5 metros de largo, 1,70 a 1,80 de ancho y 2 metros de alto, (...) [cuyos] muros laterales
(...) están aparejados (...) con una mampostería en seco, hecha de capas alternativas de lajas de
caliza de 5 a 8 centímetros de espesor, ligadas con barro y acuñadas con pequeñas piedras
Obermaier, 1919: 29-30); y b) “dos cámaras circulares”: “de las cuales la primera mide 4 metros
de altura y 5,20 metros de diámetro, y la posterior 2,05 metros de altura y 2,35 metros,
respectivamente. Ambas cámaras están hechas de hiladas sucesivas de lajas de caliza y tienen
sus paredes en saledizo, de modo que se forma una cúpula que se va estrechando
paulatinamente hacia arriba, la cual, sin embargo, no termina en punta, sino que está recubierta
por una gruesa piedra horizontal” (Obermaier, 1919: 30). Destacó además que el suelo de este
monumento “está pavimentado con piedras llanas más o menos grandes” (Obermaier, 1919: 30).

En 1921 Adrien de Mortillet hizo una descripción del dolmen de Menga (Anexo II.8), siguiendo
algunas de las observaciones de Harlé (1887), pero sobre todo a partir de su visita al
monumento en 1913 (De Mortillet, 1921: 476), durante la cual midió cada elemento pétreo y el
espacio interno del monumento (Tabla 6.14), diseñando a partir de ellas un plano muy exacto del
interior del dolmen (De Mortillet, 1921: 478-480) (Tabla 6.10). Las observaciones más
destacadas de este autor (De Mortillet, 1921: 475-479) se presentan en las tablas 6.1 y 6.2.

En 1921 Edward Thurlow Leeds hizo referencia y describió los monumentos de Menga, Viera y
El Romeral en su artículo “VIII.-The Dolmens and Megalithic Tombs of Spain and Portugal”
(Anexo II.7).

Leeds planteó una división de las sepulturas megalíticas de la Península Ibérica en tres grupos,
según su forma: dólmenes (“dolmens”), dólmenes de corredor (“passage-dolmens”) y tumbas
megalíticas (“megalithic tombs”). Los dos primeros grupos se dividían a su vez en rectangulares
y poligonales, mientras que el tercero, presentaba una gran variedad tipológica, incluyendo
distintas formas poligonales, tumbas colmena (“beehive tombs”) y otros con cámaras
rectangulares (Leeds, 1921: 201-205).

Destacó varias diferencias principales entre los dos primeros tipos y el último. En primer lugar, la
posición sobre elevada con respecto al suelo de los primeros y la posición subterránea del
último, es decir, que los dólmenes y dólmenes de corredor fueron construidos sobre el suelo, el
cual puede encontrarse un poco por debajo del suelo original, mientras que las tumbas
megalíticas fueron excavadas en un montículo natural, que fue rebajado para la construcción del
megalito, y posteriormente cubierto con un túmulo artificial. En segundo lugar, la disposición del
suelo de las tumbas megalíticas, al presentar muchas un acceso descendente, ya sea mediante
rampa o mediante escalones (Leeds, 1921: 204). Por otro lado, dentro de la variedad tipológica
de las tumbas megalíticas señaló que la mayoría presentan un corredor (Leeds, 1921: 205). Por
último, en relación con la orientación de los tres grupos de monumentos megalíticos
identificados, señaló que mientras los dólmenes y dólmenes de corredor están orientados

272
principalmente de este a oeste, la orientación de las tumbas megalíticas es bastante irregular y
puede estar condicionada por su posición (Leeds, 1921: 212).

En el caso concreto de los tres grandes monumentos megalíticos de Antequera, los incluyó
dentro del grupo de tumbas megalíticas, pero en tres grupos diferentes. Así el tholos de El
Romeral sería una tumba poligonal (polygonal), como los monumentos de Alcalar y la tumba de
Marcella en el Algarve; los dólmenes de Prado de Lácara (transición entre dolmen de corredor y
tumba megalítica); la Cerca de Marzo y la Granja de Toniñuelo en Extremadura; la Cueva de la
Pastora en la provincia de Sevilla; y las tumbas de los Millares en Almería (Leeds, 1921: 205-
208). El dolmen de Menga se encontraría dentro del grupo de las tumbas poligonales alargadas
(elongated polygonal tombs), que identificaba con las llamadas “allées couvertes”, grupo en el
que se encontrarían también varios megalitos descubiertos en Nora y Serro do Castello, en el
Algarve; una de las tumbas de mesa del Gandul en Sevilla, algunas de Los Millares en Almería y
el denominado Anta da Capela, en Figueira da Foz (Leeds, 1921: 208-209). Por último, el
dolmen de Viera fue descrito como tumba con cámara rectangular (tomb with rectangular
chamber), como los dólmenes de Dílar en Granada, y los dólmenes de Eguilaz y Eskalmendi en
Álava (Leeds, 1921: 210-211).

Leeds indicó que había visitado los monumentos antequeranos (Leeds, 1921: 207), por lo que
algunos datos de su descripción, que recogemos en las tablas 6.1 (Menga), 6.4 (Viera), y 6.7 y
6.8 (El Romeral), son datos propios tomados in situ, aportando incluso una fotografía de la
entrada de Menga (Leeds, 1921: 209) (Tabla 6.11).

También en 1921, Pierre Paris describió los monumentos megalíticos de Menga, Viera y El
Romeral en el capítulo dedicado a “Antequera” en su obra Promenades Archéologiques En
Espagne (Anexo II.9), evidenciando en varias ocasiones que visitó los monumentos (1921: 10,
22). A la descripción de los tres monumentos, resumida en las tablas 6.1 y 6.2 (Menga), 6.4 y 6.5
(Viera) y 6.7 (El Romeral) añadió cuatro fotografías de Menga y cuatro de El Romeral, del
exterior y del interior de los monumentos, y una de Viera del corredor, con la puerta perforada
que da paso a la cámara al final (Tablas 6.11, 6.12 y 6.13).

Respecto a cronología de los tres monumentos destaca la adscripción al Neolítico de Menga y


Viera, proponiendo una mayor antigüedad de Menga con respecto a Viera, y a la Protohistoria de
El Romeral. Por otro lado, planteó que el origen de este último tipo arquitectónico, “la tumba con
cúpula” se encuentra en los dólmenes neolíticos, no siendo más que un dolmen modificado
(Paris, 1921: 17-18 y 25-26).

Destaca también la referencia a las continuas reutilizaciones de los monumentos y su entorno,


especialmente el Cerro de Marimacho, debido al hallazgo de “láminas y hachas de piedra, en
fragmentos de cerámica grosera, negra y modelada a mano”, así como “restos de antigüedades
romanas, desechos de vasos y de tejas, tacos de mosaicos, etc., y (...) sepulturas entre ruinas
de edificios (Paris, 1921: 17-18).

273
En el caso de Menga subrayó que es el monumento megalítico de mayores dimensiones en la
Península Ibérica, pudiendo ser comparando con las galerías cubiertas de Gavrinis (Morbihan) y
Bagneux (Maine-et-Loire), dos de los más destacados megalitos de Francia, pero de menores
dimensiones que Menga. Igualmente comparó las dimensiones de la última cobija de Menga (C-
5) con las de una piedra de Mane-Lud (Morbihan), probablemente la gran estela sobre el suelo, y
otra de Table des Marchands (Morbihan), posiblemente la gran losa de cobertura (Paris, 1921:
11).

Con respecto a El Romeral, señaló su gran parecido con los monumentos de cámaras circulares
cubiertas con cúpula y precedidas por un pasillo como el Tesoro de Atreo de Micenas, señalando
también otros paralelos descubiertos en España y Portugal, como las tumbas de Lumbarales
(Salamanca), Dehesa de Toniñuelo (Jerez de los Caballeros), Los Millares, Loma de Belmonte,
Llano de la Atalaya (Almería), las de Gor (Granada), El Gandul, Matarrubilla y La Pastora
(Sevilla) y las de Algarve, refiriéndose probablemente a las de la necrópolis de Alcalar (Portimao,
Algarve) (Paris, 1921: 19).

Por otro lado, uno de los datos más remarcable del relato de Paris es la alusión a otra estructura
en el mismo túmulo de El Romeral, que no fue vista por ningún otro autor. La describió como
galería curva, estrecha y baja, redondeada en la parte superior, excavada en pendiente
descendente en la masa rocosa. Desde esa galería se abrían a izquierda y derecha otras
estructuras. A la derecha un corto divertículo, y a la izquierda un corredor, que se encuentra
obstruido por tierra, tras el que parece haber una amplia sala, que no sabe si ha sido explorada
(Paris, 1921: 22-23).

En 1926 Miles C. Burkitt hizo referencia al dolmen de Menga en Our Early Ancestors. An
introductory study of Mesolithic, Neolithic and Copper Age Cultures in Europe and adjacent
regions (Anexo II.10), enmarcándolo dentro del grupo de tumbas de corredor (passages graves),
diferenciando en ella dos partes, un corredor, concebido como corto y ancho paso de entrada, y
una cámara de gran tamaño, de 25 m de longitud, 6 m de anchura y casi 3 m de altura,
destacando en ella los pilares centrales, que consideró soportes de la techumbre (Burkitt, 1926:
150). Respecto a los motivos cruciformes grabados en uno de los primeros ortostatos de la pared
izquierda (O-3) señaló que se trataban de figuras humanas cruciformes que pudieron ser
grabados con posterioridad a la construcción del dolmen (Burkitt, 1926: 230).

En 1934 Wilfrid James Hemp publicó “The Passages Graves of Antequera, and Maes Howe,
Orkey” describiendo los tres grandes megalitos antequeranos (Anexo II.11). Dejó claro que visitó
los monumentos al indicar que él mismo encontró un fragmento de “mamelón” en Viera (Hemp,
1934: 409-410). No obstante, tomó los datos sobre los megalitos antequeranos de varias
publicaciones anteriores (Obermaier, 1919; 1920; Paris, 1921; De Mergelina, 1922; Burkitt,
1926), redibujando los planos a partir de los aportados por De Mergelina en 1922 (Hemp, 1934:
412) (Tabla 6.10).

274
Destacan dos apreciaciones importantes sobre los monumentos antequeranos. En primer lugar,
el hecho de que las tres tumbas conformaran un grupo aislado, destacado por la disimilitud de
cada tipo con el otro, siendo uno una “tumba de cúpula” (El Romeral), otro “una simple larga
cámara y antecámara megalítica, construida a gran escala” (Menga), y la que resta una “galería
cubierta” (Viera) similar a las galerías cubiertas de la región de Paris y de la zona de Arles. En
segundo lugar, consideró los túmulos como colinas naturales que habían sido talladas y se les
había dado forma para crear túmulos circulares simétricos (Hemp, 1934: 404).

En el caso de Menga realizó una descripción del monumento, que sintetizamos en las tablas 6.1-
6.3, que acompañó con tres ilustraciones, una con la planta y la sección del monumento, otra
con los motivos grabados en uno de los primeros ortostatos del lateral izquierdo o sureste (O-3),
y la tercera, una fotografía de la entrada del monumento (Tabla 6.11).

La descripción realizada de Viera, resumida en las tablas 6.4-6.6, fue acompañada por cuatro
ilustraciones, la planta y la sección del monumento, dos fotografías de corredor (Tabla 6.12), y el
dibujo de un mamelón hallado por el autor cuando visitó el monumento.

El Romeral fue descrito en comparación con otros monumentos como Caithness y Maes Howe
en la costa norte del Reino Unido, acompañando el texto con una fotografía de la ubicación de El
Romeral en la Vega de Antequera, con la Peña de los Enamorados al fondo (Tabla 6.13), la
planta y la sección del monumento y la planta y la sección de las entradas a las cámaras. Los
principales datos de su descripción se presentan en las tablas 6.7-6.8.

Georg Leisner y Vera Leisner visitaron Menga, Viera y El Romeral en febrero de 1933 (Leisner y
Leisner, 1943: 182, 184) o 1934 (Leisner, 1941: 115), publicando a principios de los años 1940
dos trabajos con los datos recabados en dicha visita.

Los Leisner dedicaron gran parte de sus vidas a la investigación del megalitismo ibérico, un
campo en el que fueron pioneros. Entre sus publicaciones encontramos las primeras
compilaciones sobre monumentos megalíticos del sur, del este y del oeste de la Península
Ibérica (Leisner y Leisner, 1943; 1956; 1959; Leisner y Veiga Ferreira, 1963; Leisner, 1965;
Leisner y Ribero, 1968; etc.). Sus trabajos han sido desde entonces obras de referencia, lo cual
tiene aún más mérito al desarrollar su trabajo en uno de los periodos más convulsos de la
Historia Contemporánea de Europa en general, incluyendo el periodo de entre guerras (1918-
1939) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), y en la Península Ibérica en particular, con la
Dictadura Militar (1926-1933) y el Estado Novo (1933-1974) en Portugal y la Guerra Civil (1936-
1939) y la Dictadura Franquista (1939-1975) en España.

Sus trabajos han sido valorados y debatidos en trabajos previos (Almagro Basch, 1957-1958;
Llobregat, 1966; Sangmeister, 1973; Langley and Boaventura, 2007; 2011; Blech, 2009; Sousa et
al., 2015; Boaventura, 2017; García Sanjuán et al., 2019), siendo muy importantes en los
estudios de megalitismo de la Península Iberia.

275
A lo largo de su carrera investigadora, Georg y Vera Leisner centraron su trabajo en el análisis
arquitectónico de los monumentos y de la cultura material asociada a ellos, desarrollando un
método de investigación sistemático basado en el examen directo, el dibujo y la fotografía, lo
cual hace que su trabajo sea referencia obligada y fundamental en los estudios actuales.

En el caso de los monumentos megalíticos de Antequera, los datos recabados por la pareja
alemana durante su visita en febrero de 1933 (Leisner y Leisner, 1943: 182, 184) o de 1934
(Leisner, 1941: 115), aparecieron en dos publicaciones (Leisner 1941; Leisner y Leisner, 1943).
En la primera, titulada “Puertas perforadas en sepulcros megalíticos de la Península Hispánica”,
tan solo se hizo una breve mención al dolmen de Viera, destacando el descubrimiento de la
puerta perforada del corredor (O-3) durante su visita (Leisner, 1941: 115) (Anexo II.12), e
incluyendo la planta y la sección del monumento, y la planta y la sección de las dos puertas
perforadas.

La segunda publicación corresponde al capítulo “IV. Provincia de Málaga” (Leisner y Leisner,


1943: 173-185) dentro de su Die Megalithgräber der Iberischen Halbinsel. Esters Teil: Der Süden
(Leisner y Leisner, 1943), cuya traducción al español presentamos en el Anexo II.13. En esta
obra aportaron datos propios, tomados durante su visita a los monumentos megalíticos
antequeranos, una lámina con el dibujo de los grabados y de los materiales en el volumen de las
láminas (Leisner y Leisner, 1943: Lámina 58), y varias fotografías del exterior y del interior de los
monumentos: ocho de Menga (Leisner y Leisner, 1943: Lámina 97, 1, 98, 3 y 4, 104, 1 y 2, 105,1
y 2, 140, 2, tres de Viera (Leisner y Leisner, 1943: Lámina 97, 2, 106, 1 y 2) y seis de El
Romeral (Leinser y Leiner, 1943: Lámina, 98, 1, 99, 1 y 2, 100, 1 y 2 y 101, 1) (Tablas 6.11, 6.12
y 6.13), así como un plano detallado de cada monumento (Leisner y Leisner, 1943: Lámina 55-
57) realizados a partir de los planos de De Mergelina (1922) en el caso de Menga y Viera, y de
De Mergelina (1922) y Velázquez Bosco (1905) en el de El Romeral (Tabla 6.10).

Por un lado, este trabajo constituye una excelente síntesis de lo que se conocía hasta el
momento sobre los tres monumentos megalíticos antequeranos, principalmente los estudios de
Cayetano de Mergelina (1922), Ricardo Velázquez Bosco (1905) y Manuel Gómez-Moreno
Martínez (1905). A este último, los Leisner se refieren simplemente como “Gómez-Moreno”, sin
embargo, en la traducción que presentamos en el Anexo II.13, hemos añadido el segundo
apellido “Martínez”, para diferenciarlo de su padre, Manuel Gómez-Moreno González, también
arqueólogo, y que exploró el dolmen de Menga en su día (Moya Morales, 2004).

Por otro lado, la descripción realizada por Georg y Vera Leisner (Leisner y Leisner, 1943: 173-
185) (Anexo II.13) nos permite conocer importantes datos sobre los monumentos megalíticos
antequeranos, destacando los comentarios sobre la morfología, la diferenciación espacial, y el
estado de conservación de cada estructura (Tablas 6.1-6.9), así como los procesos y técnicas
constructivas.

276
El detallado análisis arquitectónico realizado por los Leisner de cada monumento, con la
indicación de las dimensiones, los distintos tipos de fábricas constructivas empleadas en cada
construcción y las diferentes fórmulas de descarga de los pesos trasmitidos desde los túmulos y
las cobijas a las paredes, son algunas de sus más importantes aportaciones. La gran precisión
de estos datos arquitectónicos es uno de los principales puntos de la descripción de los Leisner,
siendo probablemente el análisis arquitectónico más riguroso y minucioso hecho hasta ahora.

La segunda gran aportación del matrimonio alemán es la presentación del recuento exhaustivo y
la descripción precisa de todos los materiales arqueológicos recuperados hasta ese momento en
cada monumento, y el dibujo arqueológico de gran parte de éstos (Leisner y Leisner, 1943:
Lámina 58).

A estos datos se suman la descripción del estado de los monumentos y la publicación de varias
fotografías del exterior y del interior de éstos tomadas durante su visita (Leisner y Leisner, 1943:
Láminas 97-101, 104-106, 140). Estas fotos constituyen hoy día una referencia muy importante
para el estudio de los megalitos antequeranos, ya que cuando los Leisner los exploraron, su
entorno se encontraba mucho menos alterado que hoy. El gran desarrollo urbanístico acontecido
a partir de la década de 1960 y, sobre todo, de la de 1980 ha transformado considerablemente el
aspecto físico de la vega de Antequera y del paisaje que rodea a los grandes monumentos
prehistóricos, que ahora se encuentra rodeado de dos autopistas, una circunvalación, una línea
férrea de alta velocidad y un polígono industrial.

Por otro lado, como parte de la discusión bibliográfica, los Leisner compararon el conjunto
megalítico de Antequera con otros destacados conjuntos peninsulares ya conocidos en la época,
muy especialmente Los Millares (Almería), Gorafe y Montefrío (Granada), El Gandul y Valencina
de la Concepción (Sevilla), Soto (Huelva) y Alcalar (Algarve).

En el caso de Menga, los Leisner definieron el monumento como “sepulcro de corredor con
cámara oval alargada”, diferenciando en ella varios espacios: i) la cámara formada por siete
ortostatos a cada lado y la losa de cabecera, y ii) el corredor, que conservaba cinco ortostato en
cada lateral, y en el que pueden diferenciarse a su vez otros dos espacios: a) la antecámara,
conformada por los tres ortostatos que en cada lateral son consecutivos a la cámara y sobre los
que se sitúa la primera cobija (C-1); y b) el atrio, conformado por los primeros dos ortostatos de
cada lateral, y sobre los que no se presenta cubierta alguna (Leisner y Leisner, 1943: 178-180).
Hoy día, el primero del lateral izquierdo según se entra (O-25) se encuentra fragmentado a ras
del suelo, habiendo sido desplazada la parte superior del mismo durante las intervenciones de la
Universidad de Málaga por la realización del corte 22 en 1991 (Mora Molina et al., 2018: 35), tal
como se observa en la fotografía de la excavación publicada en el tercer volumen del Documento
de Avance del Plan Director de los Dólmenes de Antequera de 2011 (AA.VV., 2011c: 172) y
encontrándose hoy día almacenado en las dependencias del CADA.

277
En la cámara destacaron que la curva descrita por las paredes del lateral izquierdo era más
regular y estaba más arqueada que la del lado derecho (Leisner y Leisner, 1943: 178), un
aspecto demostrado en el estudio geométrico realizado durante la citada intervención (Lozano et
al., 2014: 767).

Por otro lado, subrayaron la disposición de los pilares en el eje longitudinal de la estructura, su
ubicación bajo las juntas de dos cobijas en cada caso y la existencia de un relleno de piedras y
revocos sobre los pilares 1 y 2, interpretado por el matrimonio alemán como elemento de
descarga de los pilares y como puntos de apoyo de las cobijas (Leisner y Leisner, 1943: 180). La
existencia de este relleno, entre los pilares y las cobijas, antes de la realización de la actuación
de conservación de 1941, demuestra su originalidad y la función desempeñada por los pilares
como elementos de apoyo de las cobijas, una cuestión ya demostrada por el estudio geotécnico
realizado en la mencionada actividad de 2005-2006 (Carrión Méndez et al., 2009: 158; 2010: 65).

Los Leisner también señalaron la regularidad de la forma y la disposición de los ortostatos de la


cámara, no haciéndose necesaria la adición de rellenos de piedras más pequeñas para tapar los
huecos (Leisner y Leisner, 1943: 180), una cuestión que fue corroborada igualmente en la
intervención de 2005-2006 (Lozano et al., 2014: 767), y su colocación inclinada, con una media
de 0,35 m, a excepción de la losa de cabecera que no presenta inclinación alguna. En el caso
del atrio, consideraron que esta parte del monumento pudo ser un añadido al diseño original, a
modo de antecámara abierta.

Otro aspecto destacado es la presencia de una acanaladura en la cara inferior de las cobijas,
apreciación que realizan siguiendo a De Mergelina (1922: 57), que ya había llamado la atención
sobre este elemento. Los Leisner plantearon la hipótesis de que pudo servir como “guía” para la
instalación de las cobijas durante el proceso de construcción (Leisner y Leisner, 1943: 179), una
idea muy interesante que fue retomada posteriormente por Giménez Reyna (1946: 40). En el
estudio geológico hecho en 1998 por Espinosa Gaitán (1998: 82) se interpretó esta marca como
producto de la pérdida de materialidad en la zona de contacto de las cobijas con los ortostatos,
no siendo examinada en el posterior estudio geotécnico del monumento (Carrión Méndez et al.,
2009; 2010; Lozano et al., 2014).

Muy importante es también su indicación de que los pilares debieron estar enlucidos con revoco
y tal vez decorados con pintura (Leisner y Leisner, 1943: 181), una apreciación que solo en
momentos muy recientes ha vuelto a ser planteada e investigada en profundidad, poniendo de
manifiesto la existencia de complejos programas gráficos en las decoraciones de pilares,
ortostatos y cobijas (Bueno Ramírez et al., 2008a; 2009c; 2017). Estas nuevas investigaciones
han analizado también los cinco motivos del cuarto ortostato del lateral izquierdo según se entra
(O-3), contrariando a los Leisner al plantear que tan solo uno de ellos es una figura antropomorfa
de la construcción original, cristianizado posteriormente al incorporarle una cruz por encima de
su recorrido, mientras que otros tres signos son calvarios (Bueno Ramírez et al., 2009c: 195) y el
último un sol (Bueno Ramírez et al., 2004: 52).

278
Los Leisner también señalaron los efectos artísticos que se generan en el interior de la
estructura, como la solemnidad de la cámara debida a la compartimentación en dos espacios
producida por los pilares, la grandiosidad del interior gracias a la mayor anchura de la cámara
por la curvatura de sus paredes, el juego de luces y sombras que provocan los pilares, o la
ocultación de la losa de cabecera tras ellos, aspectos en los que no se ha profundizado lo
suficiente en las investigaciones posteriores (Leisner y Leisner, 1943: 181-182).

Por otro lado, aunque los Leisner denominaron siempre a los megalitos antequeranos como
“tumbas” o “sepulcros” (“gräber”), en el caso de Menga, subrayaron también su carácter sagrado,
por la solemnidad de su espacio interior (Leisner y Leisner, 1943: 181).

Con respecto a Viera también hicieron los Leisner apreciaciones de mucho valor. Entre ellas
destaca la descripción del dispositivo arquitectónico presente entre el canto superior de los
ortostatos y la cara inferior de las cobijas de este dolmen (Leisner y Leisner, 1943: 183). En un
reciente estudio de datación por OSL de los monumentos antequeranos se intentó datar una
muestra del material que aglutina las pequeñas lajas de pizarra embutidas entre los ortostatos y
las cobijas, y al que los Leisner se refieren como “arcilla”, pero el intento resultó infructuoso
(Athanassas et al., 2016: 161, Figura 1b). El hecho de que en 1933 o 1934 este elemento
estuviera visible prueba que no se trata de un añadido resultante de algunos de los trabajos de
restauración que este monumento ha conocido, aunque en ella se repusiera este elemento en
las zonas en que se había perdido parcialmente (Fernández Rodríguez et al., 2006; Fernández
Rodríguez, 2009). Se trata sin duda de un dispositivo concebido probablemente como un
elemento de descarga del peso transmitido por las cobijas a los ortostatos, como los propios
Leisner interpretaron para el relleno de piedras y revocos que existirían sobre los pilares de
Menga.

Sin duda, en el caso particular de Viera, una de las aportaciones más importantes del estudio del
matrimonio alemán fue el descubrimiento de la parte inferior de la puerta perforada del corredor
(O-3) (Leisner y Leisner, 1943: 184), aunque este descubrimiento fue publicado previamente por
Hemp (1934: 409).

Arquitectónicamente destaca la división tripartita del espacio interior propuesta por el matrimonio
alemán: cámara, antecámara principal o corredor interior y un corredor exterior, y el detallado
análisis que hacen de cada una de ellas y de su estado de conservación (Leisner y Leisner,
1943: 183). Mientras que al exterior llaman la atención las dimensiones del túmulo, con 35 m de
diámetro y 4 m de altura (Leisner y Leisner, 1943: 184), frente a los 52 m de longitud en el eje
norte-sur y los 62 m en el eje este-oeste y los 4,5 m de altura tras la intervención de 2003-2004
(Villalón Conejo, 2001).

Por otro lado, destaca la alusión que hacen a unos trabajos de reconstrucción del corredor y de
estabilización del túmulo que se estarían realizando en el momento de su visita (Leisner y
Leisner, 1943: 182), algo que parecen también demostrar las fotografías publicada por Hemp,

279
donde el corredor está despejado y los ortostatos y la cobija derrumbados están restituidos a su
posición original (Hemp, 1934: pl. LIV, 1-2), a diferencia de los desplomes visibles en la
fotografía del corredor de Viera presentada por los Leisner (Tabla 6.12).

Con respecto al pavimento del corredor interior y la cámara, señalaron que estaban
pavimentados originariamente con lajas, dispuestas sobre una capa de arcilla que mediaba entre
el sustrato y el pavimento. Sin embargo, indicaron que el pavimento de la cámara estaba
desmontado, constituyendo el suelo de la cámara en ese momento el sustrato rocoso (Leisner y
Leisner, 1943: 183).

En el caso de El Romeral, es especialmente interesante la descripción arquitectónica del


monumento, resaltando la singularidad y el ingenio constructivo de cada espacio, diferenciando
claramente cada uno de ellos: antecámara exterior, antecámara principal (también llamada
galería o corredor de acceso), puerta hacia la cámara principal, cámara principal, corredor y
puerta hacia la cámara secundaria y cámara secundaria (Leisner y Leisner, 1943: 174-177).

De la mayor importancia nos parece el espacio denominado por los Leisner “antecámara
exterior” (Leisner y Leisner, 1943: 174-175), ya desaparecido cuando ellos visitaron el
monumento, y que describieron a partir de las indicaciones y planos de Velázquez Bosco y
Gómez-Moreno Martínez.

Destaca igualmente la observación sobre el pavimento de la galería o corredor de acceso y la


primera cámara, ambos compuestos por losas de diferentes tamaños encajadas unas con otras,
con pequeñas piedras rellenando las juntas entre ellas (Leisner y Leisner, 1943: 175-176). Por
desgracia, la mayor parte de este pavimento parece que fue desmontado en 2002, durante una
actuación de restauración de la que no tenemos documentación, y en la que se incluía la
disposición de un nuevo sistema de iluminación eléctrica en el interior del tholos. Esta activida
implicó el desmonte del pavimento existente por un equipo de arqueólogos coordinados por la
Delegación de Cultura de Málaga, dejando en la cámara de mayores dimensiones tan solo un
testigo de la solería original formada por lajas de piedra (AA.VV., 2011c: 49 y 151). Muy
posiblemente el pavimento desmontado fuera original, dado que desde que en 1940 Giménez
Reyna dejara al descubierto el pavimento original del tholos (Giménez Reyna, 1946: 33), no
tenemos constancia de que se volvieran a realizar actuaciones de restauración o conservación
en El Romeral que cubrieran dicho pavimento.

En la segunda cámara llama la atención el grabado observado por la pareja, correspondiente a


“un triángulo con una línea central, cruzada por una línea transversal” (Leisner y Leisner, 1943:
176), que no ha vuelto a ser mencionado en ningún otro trabajo. Igualmente destaca la alusión
hecha al posible empleo de revoco en el canto del dintel de la puerta de acceso a esta cámara,
debido al retraimiento del dintel (Leisner y Leisner, 1943: 177) (Tabla 6.9). El uso de revoco en El
Romeral, también sugerido por Giménez Reyna (1968: 31), siendo actualmente investigado por
el equipo de la Universidad de Alcalá de Henares dirigido por Bueno Ramírez (en prensa).

280
6.4. VALORACIÓN: MENGA, VIERA Y EL ROMERAL EN LAS
DÉCADAS DE 1900 A 1930 SEGÚN LA DOCUMENTACIÓN DE LA
ÉPOCA

6.4.1. Menga

Según Gómez-Moreno Martínez (1905: 84), el interior de Menga se encontraba a principios del
siglo XX lleno de tierra, con un relleno de 0,67 m en el fondo, que progresivamente aumentaba
hasta alcanzar en la entrada 1,32 m; mientras que la altura original estimada por Gómez-Moreno
Martínez (1905: 84) era de 4,00 m en el fondo y 3,47 m en la entrada. Así, según la sección de
Menga realizada por Gómez-Moreno Martínez (1905: 83), la altura en el interior del monumento
oscilaría en 1905 entre los 3,33 m en el fondo, los 2,50 m en la conexión entre la antecámara y la
cámara y los 2,33 m en la entrada bajo la primera cobija (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 83).
Esto plantea dos cuestiones, por un lado la posibilidad de que en algún momento entre 1879,
cuando se cita por última vez el pozo (De Rojas y Rojas, 1879), y 1905, fecha del artículo de
Gómez-Moreno Martínez, el monumento fuera parcialmente rellenado de tierra. Dicha acción de
relleno implicaría que se colmatase también intencionalmente el pozo, excavado parcialmente
por Mitjana y Ardison entre 1842-1847 (Mitjana y Ardison, 1847: 19; Tenison, 1853: 276; 2010:
279-280). Como planteamos en el Capítulo 5 de esta Tesis Doctoral, el cegamiento de la parte
del pozo excavada por Mitjana y Ardison, pudo producirse antes de 1882, ya que Hancock, que
visitó el monumento, no citó el pozo en su descripción (Hancock, 1882: 67-68).

La segunda cuestión, es que aunque dicho cegamiento se produjera y también implicara la


disposición de un relleno sobre el suelo original del dolmen, las alturas de este relleno
propuestas por Gómez-Moreno Martínez, de 0,67 m al fondo y 1,32 m en la entrada, no deben
ser ciertas. Sabemos que las alturas estimadas por Gómez-Moreno Martínez para el interior del
dolmen (4,00 m en el fondo y 3,47 m en la entrada) son mayores que las reales, y que éstas se
aproximan más a las que presentaba realmente el dolmen en ese momento, medidas sobre el
relleno representado en de la sección del dolmen presentada por ese autor: 3,33 m en el fondo,
los 2,50 m en la conexión entre la antecámara y la cámara y los 2,33 m en la entrada bajo la
primera cobija (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 83), que además son similares a las dadas por
los autores anteriores (De Rojas y Rojas, 1879; Hancock; 1882; Harlé, 1887) (Tabla 6.3) y
posteriores (Amador de los Ríos, 1907; Obermaier, 1919; 1920; Leeds, 1921; De Mortillet, 1921;
De Mergelina, 1922; Leisner y Leisner, 1943). Así, tanto las alturas estimadas para el interior
monumento, como las estimadas para el relleno, debían ser inferiores a las propuestas en la
sección dibujada por Gómez Moreno-Martínez (1905: 83). Es decir, que de haberse producido
dicho relleno, algo que consideramos plausible, éste habría consistido básicamente en el
cegamiento del pozo y en la disposición de una capa de unos 15 cm como máximo sobre el
suelo original.

281
En relación a las excavaciones llevadas a cabo en Menga en estas tres décadas, destacan dos.
Una fue realizada por Mariano de Mazas en 1904, “en el rincón de la derecha del fondo”,
profundizando al menos 0,50 m, profundidad a la que encontró un hacha (Obermaier, 1919: 27-
28). La siguiente fue realizada por De Mergelina y Cabré c. 1921-1922, que según podemos
observar en las fotografías publicadas por De Mergelina (1922: Láminas III b y V), consistió en la
excavación de las zanjas y alveolos de cimentación de ortostatos y pilares. En el caso de los
ortostatos, parece que la excavación se centró en la detección y delimitación de la fosa
perimetral marcada por De Mergelina en la planta de la lámina IV (De Mergelina, 1922),
profundizando pocos centímetros, localizando durante dicha excavación un hacha junto al primer
ortostato del lateral izquierdo de la cámara. En el caso de los pilares, parece que éstas fueron
vaciadas parcialmente. No podemos asegurar que la excavación se limitara a estos trabajos, ya
que las fotografías son escasas y no fueron hechas con intención de mostrar las áreas
excavadas.

Estas fosas excavadas por De Mergelina y Cabré debieron ser rellenadas entre 1922 y 1933, ya
que en las fotografías del interior del monumento realizadas por el matrimonio Leisner durante su
visita al monumento en febrero de 1933 o 1934 se encuentran colmatadas (Leisner y Leisner,
1943: Lámina 104, 1, 104, 2 y 105, 2).

Respecto a las tareas de restauración llevadas a cabo en el monumento, destaca la colocación


de varias rejas de entrada, entre 1913 y 1922. Según Mitjana y Ardison (1847: 6) él colocó la
primera puerta de entrada al monumento, pero en 1861 ésta ya había desaparecido (De Rojas y
Rojas, 1861: 295). El monumento permaneció sin puerta varios años, teniendo constancia de
que ya en 1913 se había colocado una nueva verja que impedía el acceso de Menga (De
Mortillet, 1921: 476). Sin embargo, esa puerta también debió desaparecer, ya que De Mergelina
(1922: 77) indica que tras su excavación (c. 1921-1922) colocaron una verja de hierro en la
entrada al monumento.

Por otro lado, De Mergelina señaló que después de su excavación se tapió “el enorme boquete
de la cabecera” (De Mergelina, 1922: 77), abierto desde 1842-1847 (Mitjana y Ardison, 1847:
19). Sin embargo, el matrimonio Leisner señaló que se encontraba aún abierto en 1933 o 1934
(Leisner y Leisner, 1943: 178), al igual que Giménez Reyna que subrayó que fue tapado en 1941
(Giménez Reyna, 1946).

Con respecto al aspecto exterior del monumento destaca que, al menos hasta la visita de Hemp
en 1934, la zanja realizada por Mitjana y Ardison (1847: 19) en el túmulo y tras la losa de
cabecera, continuaba abierta. Esto es visible en las plantas y secciones del monumento de
varios autores (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 83; Obermaier, 1919: 27; De Mergelina, 1922:
Lámina IV; Leisner y Leisner, 1943: Lámina 56) e incluso en varias descripciones (De Mortillet,
1921; Hemp, 1934; Leisner y Leisner, 1943). Varios autores señalaron que la primera, la
segunda y la última cobijas (C-1, C-2 y C-5) estaban descubiertas en gran parte (Amador de los
Ríos, 1907: 32; Hemp, 1934: 407; Leisner y Leisner, 1943: 178). Paris aseguró incluso, que

282
todas las cobijas asomaban en la parte superior del túmulo (Paris, 1921: 10), una apreciación
similar a la ya realizada en la segunda mitad del siglo XIX por Mitjana y Ardison (1847) y Harlé
(1887). El túmulo tendría, al menos desde mediados del siglo XIX, muy poca potencia
estratigráfica sobre las cobijas.

Por otro lado, al comparar la fotografía del acceso a Menga de 1896 de Juan Barrera, y las
sucesivas, publicadas entre 1905 y 1943 (Gómez-Moreno Martínez, 1905; De Mortillet, 1921;
Paris, 1921; De Mergelina, 1922; Hemp, 1934; Leisner y Leisner, 1943) (Figura 6.1), se observa
un cambio muy destacado: un camino que corta parte del túmulo de Menga, sobre todo en el
lateral izquierdo o sureste. Éste es visible ya en la fotografía del acceso publicada por Gómez-
Moreno Martínez en 1905, lo que hace suponer que entre 1896 y 1905, se llevó a cabo la
construcción de dicho camino, con la consecuente rotura de, al menos, el borde sureste del
túmulo y de la entrada.

A B

C D E

F G H

Figura 6.1. Fotografías de la entrada de Menga. A) 1896 (Barrera, 1896), B) c. 1905 (Gómez-Moreno Martínez,
1905); C) 1913 (De Mortillet, 1921); D) c. 1921 (Paris, 1921); E) c. 1921-1922 (De Mergelina, 1922); F) y G) 1933
(Leisner y Leisner, 1943) y H) 1934 (Hemp, 1934).

283
Igualmente, en la fotografía de Leisner y Leisner tomada en 1933 (Figura 6.1) se puede ver un
murete de mampostería en el lateral sureste del túmulo, que debió ser construido entre 1921 y
1933, ya que no se observa en las fotografías anteriores.

6.4.2. Viera

Al menos desde la segunda mitad siglo XVI hasta 1903, la entrada al monumento de Viera
estuvo cegada, permaneciendo su interior oculto bajo el túmulo que lo cubre.

En 1903, probablemente en el mes de febrero, los hermanos José y Antonio Viera Fuentes
comenzaron la primera excavación en el monumento megalítico. Ésta consistió en la realización
de una zanja en el túmulo, con el objetivo de penetrar en el interior, que se encontraría
parcialmente colmatado, pudiendo “pasar un hombre puesto de rodillas”, según aparece recogido
en la página 4 del nº 8881 del 26 de octubre de 1903 del periódico La Vanguardia.

A partir de las descripciones registradas en los artículos de prensa, sobre todo el titulado:
“Excavaciones en la Cueva de Menga. - Hallazgo de un nuevo monumento druida. - Congeturas.
- Nuevas investigaciones”, firmado por Deber-Trud (pseudónimo utilizado por José Ramos
Bazaga) el 28 de octubre de 1903 en la página 1 del nº 13.128 de El Defensor de Granada:
diario político independiente, y en la página 2 del nº 8887 de La Vanguardia el 4 de noviembre de
1903, donde se describe el descubrimiento, es difícil saber a qué parte del monumento
accedieron los hermanos Viera por primera vez. Lo cierto es que entraron tanto en el corredor
como en la cámara, pudiendo estar cegado el hueco de la puerta perforada que une ambos
espacios. Igualmente penetraron en la galería que recorre el trasdosado de la losa de cabecera y
el lateral derecho o norte del corredor, existiendo la posibilidad que ésta fuera excavada por
ellos, aunque creemos que esta cuestión es menos probable.

Consideramos más plausible que los hermanos Viera descubrieron la galería que recorre dicho
trasdosado, puesto que diversas plantas (Tabla 6.10) de la estructura ortostática (Gómez-
Moreno Martínez, 1905: 85; Velázquez Bosco, 1905: Lámina XXIV; Obermaier, 1919: 29; De
Mergelina, 1922: Lámina VIII; Leisner, 1941: 114; Leisner y Leisner, 1943: Lámina 57) sugieren
que la galería pudo permanecer abierta sin que colapsara el edificio, ya que las cobijas
descansan sobre el muro que recorre el trasdosado de los ortostatos, y a pesar de que éste se
encontrara parcialmente desmontado por la excavación de la galería, no habría sido
desmantelado por completo, descansando aún las cobijas en él. Por tanto, creemos que pudo
estar abierta durante, al menos, los tres siglos que sabemos que el monumento tuvo cegado su
acceso. No obstante, dicha galería pudo ser realizada por los hermanos Viera durante su
excavación, al intentar hallar otras cámaras y corredores, tal y como pasó Menga durante la
excavación de Mitjana y Ardison entre 1842-1847, en la que se rompió la losa de cabecera y se
excavó una galería en el túmulo buscando otra cámara (Mitjana y Ardison, 1847: 19).

284
La búsqueda de “tesoros” pudo estar detrás de la excavación de la fosa de la zona central de la
cámara, aunque también puede ser anterior y a consecuencia de otro tipo de prácticas.

En 1907, Amador de los Ríos (1907: 36) indicó que la entrada a la estructura cubierta estaba
cerrada con una puerta de madera, que al menos desde 1933 o 1934 había sido sustituida por
una reja metálica (Leisner y Leisner, 1933: Lámina 106, 2).

El acceso original de la estructura nunca fue localizado, destacando Leeds a comienzos de los
años 20, que la entrada al monumento estaba desfigurada (Leeds, 1921: 210). Por otro lado, en
el tramo de corredor descubierto, Gómez-Moreno Martínez (1905: 85 y 87) y Velázquez Bosco
(1905: Lámina XXIV) destacaron la ausencia de cobijas y, al menos dos ortostatos, uno en cada
lateral, representando en sus plantas y secciones del monumento estas ausencias y el corredor
excavado. En 1907, Amador de los Ríos (1907: 36) destacó que en el lateral izquierdo de la
entrada, antes de llegar a la “galería”, se encontraba “la boca de un pozo, ya medio cegado”, que
se trataría del hueco abierto tras el ortostato ausente situado en el lateral izquierdo según se
entra, tras la puerta perforada (O-3). Solo unos años más tarde, De Mergelina (1922: 81, Lámina
VIII) señaló que la parte descubierta del corredor se encontraba colmatada por tierra procedente
del exterior, algo que representa en la sección que realiza del monumento (De Mergelina: 1922:
Lámina VIII). Lo cual sugiere que entre 1903 y 1922 el tramo de corredor descubierto fue poco a
poco colmatándose, encontrándose en 1922, en algunos tramos, casi a la misma altura que los
ortostatos. Además, al menos, desde esa fecha, la cobija 4 se encontraba fragmentada en dos,
según se representa en la planta del monumento (De Mergelina: 1922: Lámina VIII).

En febrero de 1933 o 1934, Georg y Vera Leisner visitaron el monumento, encontrando un


relleno sedimentario de en torno a 0,60-0,80 m en el tramo descubierto del corredor y diversos
ortostatos, al menos cuatro (O-27, O-28, O-29 y O-30), y una cobija conservada parcialmente (C-
2), del lateral derecho derrumbados en el interior del mismo (Leisner y Leisner, 1943: Lámina
106, 2), además de uno o dos ortostatos ausentes en el en hueco existente entre la primera
puerta perforada (O-3) y el ortostato 4 (primero del lateral izquierdo), faltando otro ortostato en el
lateral derecho, entre los ortostatos 28 y 29, identificándose una nueva cobija (C-1) parcialmente
conservada sobre la puerta perforada (O-3) descubierta en esa misma visita por los Leisner. Esto
sugiere que en esos 11 años, el vaciado del interior del tramo de corredor descubierto pudo
provocar el derrumbe de los elementos indicados, que por su trasdós tampoco tenían sujeción al
estar excavada también tras ellos la galería mencionada anteriormente. El matrimonio Leisner
indicó también que se estaba trabajando en una reconstrucción del corredor y la estabilización
de la colina tumular del sepulcro (Leisner y Leisner, 1943: 182), algo que debió realizarse y entre
1933 y 1934, ya que en las fotografías publicada por Hemp del corredor está despejado y los
ortostatos y la cobija derrumbados estaban de nuevo restituidos a su posición original (Hemp,
1934: pl. LIV, 1-2).

Desde 1905 varios investigadores documentaron la presencia de cazoletas en dos ortostatos al


inicio del corredor (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 85; Hemp, 1934: 409; Leisner y Leisner,

285
1943: 185). Sin embargo, no señalaron la posible presencia de restos de pigmento, algo visible
en las fotografías de c. 1903-1905 del Archivo Gómez-Moreno y en la fotografía publicada por
Leisner y Leisner (1943: Lámina 106, 1), en las que se observan algunas manchas oscuras en
varios ortostatos cercanos a la puerta de acceso a la cámara y en la misma puerta perforada
(Figura 6.2), que pueden tratarse de restos de pintura de una antigua decoración.

Figura 6.2. Fotografías del corredor de Viera y puerta perforada de entrada a la cámara.
Arriba: izquierda (Archivo Gómez-Moreno, c.1903-1905 (Fuente: CADA)); derecha, modificada de la anterior.
Abajo: izquierda (1933, Leisner y Leisner, 1943: Lámina 106, 1); derecha, modificada de la anterior.

286
Tampoco advirtieron los Leisner la entalladura que puede verse en la parte inferior del ortostato
del lateral derecho (O-19) situado junto a la puerta perforada que da acceso a la cámara (O-15).
Dicha entalladura recorre todo su lateral inferior (Figura 6.2), lo que sugiere que este ortostato
pudo haber estado previamente en otro monumento o posición, siendo reutilizado en Viera
(Leisner y Leisner, 1943: Lámina 106, 1).

No fueron tampoco descritas por el matrimonio alemán las ranuras verticales en los cantos
interiores de la puerta perforada del corredor (O-3) (Figura 6.3), visibles en las fotografías
publicadas por Hemp (1934: pl. LIV, 1-2).

Figura 6.3. Corredor de Viera en 1934. Izquierda: Hemp, 1934: pl. LIV, 1-2. Derecha: modificadas de las anteriores.

287
6.4.3. El Romeral

En 1904 los hermanos José y Antonio Viera llevaron a cabo la primera excavación en el tholos
de El Romeral, probablemente en el mes de agosto (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 89). En ese
momento el túmulo ocultaba completamente la estructura que albergaba en su interior,
encontrándose el acceso a ella completamente cegado (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 92). La
excavación de los hermanos Viera debió consistir en una zanja realizada en la estructura
tumular, hasta la localización de los “manchones de tierra negra, residuos orgánicos, arena,
barro, cantos rodados, etc.” que menciona Gómez-Moreno Martínez (1905: 90). A partir de las
fotografías de 1904 (Tabla 6.13), sobre todo la perteneciente al Archivo Temboury, podemos
deducir que con esta primera zanja se accedió al tramo de corredor descubierto, el espacio
delimitado por la losa vertical del acceso observada en la fotografía de 1904 del Archivo Gómez-
Moreno Martínez, y el inicio del corredor cubierto. A partir de esta zona se accedería, por un
lado, al tramo de corredor cubierto y al resto de la estructura interior, y por otro, al acceso,
marcado por las tres losas, situadas a unos 9 m del borde externo del túmulo (Leisner y Leisner,
1943: 174 y Lámina 55).

En 1904-1905 se conservaban en el acceso “una alta piedra hincada y otras menores (Gómez-
Moreno Martínez, 1905: 91) y el interior de la estructura megalítica se encontraba parcialmente
colmatado (Gómez Moreno Martínez, 1905: 92).

La parte del corredor que conservaba la cubierta, presentaba un relleno de en torno a 40 cm en


el tramo más cercano a la puerta de acceso a la primera cámara, como es visible en varias
fotografías del Archivo Gómez-Moreno (Tabla 6.8), en las que también es visible el deterioro de
la mampostería de las paredes. En este tramo del corredor falta una cobija entre la segunda y
tercera conservadas (C-2 y C-6) (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 92; Velázquez Bosco, 1905:
Lámina XIX), y cuatro de las conservadas presentan fracturas (probablemente las mismas que
están fragmentadas hoy día: C-7, C-10, C-11 y C-12) (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 90).

La primera cámara presentaba un relleno de 0,80 m de altura, como es visible en varias


fotografías del Archivo Gómez-Moreno (Tabla 6.8), en el que se identificaron dos capas
sedimentarias y algunos restos materiales (Tabla 6.8). La mampostería de las paredes de la
cámara estaba deteriorada en ciertas zonas, con grandes huecos (Gómez-Moreno Martínez,
1905: 92). En la segunda cámara, la mampostería de las paredes también estaba deteriorada y
presentaba dos grandes socavones (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 92).

El pavimento estaba formado, en el corredor y la primera cámara por “lajas en bruto y llenos sus
intersticios con piedras menores” (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 91). En cambio, la segunda
cámara, presentaba un pavimento, formado en su mitad trasera por una gran losa encastrada en
el muro norte de la cámara circular, mientras en la mitad sur había sido excavado (no sabemos si
durante la excavación de los hermanos Viera o con anterioridad) hasta alcanzar el sustrato, no
siendo posible identificar el tipo de pavimento que presentaría (Gómez-Moreno Martínez, 1905:

288
92). Esta losa se encontraba rota desde 1905, según es visible en las plantas y las descripciones
realizadas del monumento por distintos investigadores (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 92; De
Mergelina, 1922: 50; Hemp, 1934: 412; Leisner y Leisner, 1943: 176). Además según señalan
algunos de ellos, en la superficie externa presenta una pátina o mancha rojiza (Gómez-Moreno
Martínez, 1905: 92; De Mergelina, 1922: 50; Leisner y Leisner, 1943: 176), señalando también
Gómez-Moreno Martínez (1905: 92) que su cara interna estaba “ahumada”, presentando por
tanto una coloración negruzca. Ambas manchas pueden ser restos de pigmento rojo y negro
respectivamente.

La altura en el interior del monumento en 1905 era de en torno a 2 m en el corredor interno, 4 m


en la primera cámara y la segunda cámara 2,40 m (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 90). Esta
altura parece que no varió sustancialmente, según la altura indicada por el matrimonio Leisner
para 1933 o 1934 de 2 m de altura máxima en el corredor, 3,80 m en la primera cámara y 2,40 m
en la segunda cámara (Leisner y Leisner, 1943: 175-176), aunque, Hemp señalaba para 1934
una altura bastante menor en el caso de las cámaras, indicando que la primera cámara tenía una
altura de 3 m y la segunda de 1,95 m (Hemp, 1934: 410). Debido al mal estado que presentaba
el interior de la estructura megalítica desde 1905 hasta 1934, con importantes derrumbes de la
mampostería en el corredor interno, las cámaras y el corredor que une las dos cámaras (Gómez-
Moreno Martínez, 1905: 92; Paris, 1921: 22; De Mergelina, 1922: 43 y 93; Hemp, 1934: 410;
Leisner y Leisner, 1943: 175-176) es posible que la altura en el interior del monumento se viera
reducida.

En 1921, Paris hizo referencia a otra estructura en el túmulo de El Romeral: “un tipo de galería
curva, excavada en una masa rocosa contra la que la Cueva del Romeral parece adosada.
Estrecha y baja, redondeada por lo alto, se entierra en una pendiente bastante marcada y se
para sin desembocar en ninguna sala. A la derecha se destaca un corto divertículo bruscamente
terminado, como la galería principal, y por la izquierda, un poco más cerca de la entrada, detrás
de un corredor obstruido por la tierra e impracticable, se adivina una sala bastante amplia y
oscura, de la que no sabemos ni si ha sido bien explorada, ni si tiene ramificaciones” (Paris,
1921: 22-23).

Georg y Vera Leisner identificaron en su visita de 1933 o 1934, en la cobija de la segunda


cámara, unos posibles grabados: “en la parte inferior de la losa de cobertura hay algunas líneas
incisas, de las cuales un triángulo con una línea central, cruzada por una línea transversal,
parece ser artificial” (Leisner y Leisner, 1943: 176).

Otros restos de posible decoración, no mencionada por los autores de estas cuatro décadas,
pero visibles en las algunas fotografías del Archivo Gómez-Moreno (Figura 6.4), es la intensa
coloración blanquecina del dintel y de las jambas de la puerta que da acceso a la primera
cámara. Esta pigmentación blanca, más intensa en el dintel que en las jambas, puede tratarse de
restos de un enlucido o revoco y/o de motivos decorativos.

289
Figura 6.4. Corredor y puerta de acceso a la primera cámara de El Romeral en 1904.
Fotos lateral izquierdo del Archivo Gómez-Moreno (Fuente: CADA). Fotos del lateral derecho modificadas.

290
Por otro lado, destaca la presencia de un muro de mampostería, perpendicular a las paredes del
corredor que comunica las dos cámaras, dispuesto entre el tramo de corredor propiamente
dicho, construido con mampostería, y la puerta de acceso a la segunda cámara, conformada por
dos jambas. Este muro se encontraba roto en 1933 o 1934, según se observa en una fotografía
publicada por los Leisner (Leisner y Leisner, 1943: Lámina 100,1) (Figura 6.5). Su función, en
algún momento de la biografía del monumento, debió ser la de sellar e impedir el acceso a la
segunda cámara, siendo derribado posteriormente (quizás en 1904) para acceder a la segunda
cámara.

Figura 6.5. Muro de mampostería dispuesto en el corredor intermedio entre las dos cámaras, que cerraría el acceso
a la segunda cámara, fotografiado en 1933 por Georg y Vera Leisner.
Derecha: Leisner y Leisner, 1943: Lámina 100, 1. Izquierda: modificada de la derecha.

291
Tabla 6.1. Menga en 1905-1934: comparativa de los principales datos tomados in situ
Gómez-Moreno Amador de los
Obermaier De Mortillet Leeds Paris De Mergelina Leisner y Leisner Hemp
Martínez Ríos
(1919, 1920) (1921) (1921) (1921) (1922) (1943) (1933)
(1905) (1907)
Año de la visita c. 1903-1904 c. 1907 c. 1919 1913 c. 1921 c. 1921 c.1921-1922 1933 o 1934 1934
Cueva de Menga o
Denominación Cueva de Menga Cueva de Menga Cueva de Mengal Cueva de Menga Cueva de Menga Cueva de Menga Cueva de Menga Cueva de Menga
de Mengal
Hipogeo o
Tumba poligonal Sepulcro de corredor con Larga cámara y
Tipo sepulcro Cueva megalítica Galería cubierta Galería cubierta Dolmen Dolmen
alargada cámara oval larga antecámara megalítica
subterráneo
Uso del terreno
donde se ubica
Campo de maíz
el monumento y Durante mucho tiempo
Olivar / - Olivar / - -/- - entremezclado con - - -
del túmulo / Uso ha estado cultivado
olivos / -
del interior del
monumento
Uso original Sepulcro Sepulcro Sepulcro Tumba Tumba Tumba Sepulcro Sepulcro Tumba
O-SO a E-NE, con
Orientación NE E-O - la entrada mirando - - O 30º N NE
a E-NE
31: 5 cobijas, 3
pilares, 21 33: 5 cobijas, 3 pilares
32: 5 cobijas, 3 32: 5 cobijas, 3 33: 5 cobijas, 3
ortostatos y 2 33: 25 ortostatos, 5 y 24 ortostatos 33: 5 cobijas, 3 pilares y 25 33: 5 cobijas, 3 pilares y
Nº de ortostatos pilares y 24 pilares y 24 - pilares y 25
piedras más cobijas y 3 pilares laterales ( y 1 losa de ortostatos 25 ortostatos
ortostatos ortostatos ortostatos
pequeñas a la cabecera)
entrada
Vestíbulo o Cámara y corredor
División del Vestíbulo o corredor Vestíbulo, antecámara y
- galería de ingreso Corredor y cámara - Galería y cámara conformado por antecámara
espacio interior de acceso y cámara cámara
y cámara y atrio.
Cámara (según el texto):
Longitud de la 25 m 14,40 m
23, 65 m 23,37 m
estructura 25,40 m 25,40 m 24 m 25 m 25 m ( 8,70 m corredor y 16,25 m
(7 m + 16,65 m) ( 7,13 + 16, 24 m)
interna cámara) Total (según el plano):
25 m
Vestíbulo o
Entrada - Corredor (inicio-fin):
corredor: Vestíbulo con planta en
conexión 2,00-3,05 m
1,92 – 3,05 m forma de “reloj de arena
antecámara y
o embudo”.
Anchura de la cámara- centro Cámara (inicio-máxima
Cámara:
estructura 6m cámara – fondo 6,10 m 6,15 m 4m 6m anchura en cámara a 5,50 m
2,20 m en la Estrechamiento entre la
interna cámara: de longitud desde la losa de
conexión con el antecámara y la cámara.
cabecera):
vestíbulo o corredor
2,14 – 2,05 – 2,25-5,40 m
y 3,50 m de Cámara: 4,80 m
5,73-3,68 m
anchura máxima.

292
En texto: 0,45 m de
diferencia entre
“galería” y “cámara”.

Según sección
Altura real:
(Lám. IV): 2m en el
Inicio antecámara-
acceso, 2,60-2,85 m
conexión entre
desde la entrada al Corredor (inicio-fin): 2,40 – Altura de la antecámara:
antecámara y
Altura de la interior de la 3,00 m 2,40 m
cámara- fondo Cámara:
estructura 2,70 - 3 m Cámara: 3,20 2,70 – 3 m 6m “galería” y 2,50-3 m
cámara: 2,55 – 3,45
interna desde la entrada al Cámara (entrada-fondo): Altura de la cámara:
2,33- 2,50-3,33 m
fondo dela 2,65 - 3,20 m 3m
“cámara”.
Altura estimada:
Entrada – fondo:
Según las
3,47- 4 m
fotografías, estas
medidas son
irreales al menos en
el acceso.
30 m de diámetro.
Según las
Continúa abierta la
fotografías, la En la fotografía del
zanja abierta en el
primera cobija (C- túmulo se observa
túmulo por Mitjana y
1) estaría que al menos la
Según la planta y la Ardison, tras la El túmulo cubre la
descubierta. primera cobija (C-1) El túmulo tiene una
sección del rotura que realizó estructura megalítica
está descubierta. circunferencia de 135 m,
En ese momento monumento, se en la losa de casi entera, pero la
Según la planta y Tras la losa de cabecera el es decir, casi 43 m de
estaban al encontraba abierta cabecera. parte frontal está
la sección del Según la planta del túmulo está desmontado. diámetro.
descubierto: la la galería realizada completamente
monumento, se monumento, se
Túmulo entrada, la por Mitjana y “Restos de mala - despejada y las
encontraba encontraba abierta La última cobija (C-5) y la La primera cobija (C-1)
primera cobija (C- Ardison en el mampostería vemos cobijas asoman en la
abierta la galería la galería realizada primera (C-1) están no está tapada por el
1) y parte de la túmulo, tras la sobre la pequeña parte superior del
realizada por por Mitjana y descubiertas en gran parte. túmulo.
segunda (C-2). rotura del lateral meseta que corona túmulo.
Mitjana y Ardison Ardison en el
superior derecho de el túmulo”. Estos
en el túmulo, tras túmulo, tras la
la losa de cabecera. restos posiblemente
la rotura del lateral rotura del lateral
correspondan a los
superior derecho superior derecho de
de la zanja
de la losa de la losa de cabecera.
practicada en el
cabecera.
túmulo por Mitjana y
Ardison.

293
La esquina superior derecha
de la losa de cabecera tiene
Mergelina y Cabré una rotura reciente, de
El suelo original
realizaron una aproximadamente 1 m².
es una capa de Debido a la presión de
excavación en el
tierra sobre el las cobijas sobre los
interior del Los pilares 1 (más cercano a
sustrato natural. Continúa abierta la ortostatos, se han
monumento, la entrada) y 2 (central)
rotura realizada en desprendido las partes
consistente en la presentan un rebaje de su
En ese momento la losa de cabecera superiores de varios
excavación de las parte inferior realizado en un
el suelo presenta, por Mitjana y soportes.
fosas de periodo posterior.
según la Ardison.
cimentación de los
descripción de El ortostato 14 se ha
Continúa abierta pilares y los El pilar 3 presenta menor
Gómez-Moreno Los dos primeros fracturado de arriba
la rotura La segunda cobija (en ortostatos. Así grosor en la parte superior,
Estado de la Martínez, un pilares presentan abajo, en paralelo al eje
rectangular de la realidad es la tercera mismo, taparon la también ocasionado en un
estructura relleno de 0,67 m - dos pequeños - de la cámara.
losa de cabecera, (C-3)) está rotura cuadrangular periodo posterior.
interna en el fondo, que “nichos
realizada por fragmentada en dos. de la losa de
progresivamente rectangulares” La tercera cobija (C-3)
Mitjana y Ardison. cabecera, rota En las fotografías del interior
va aumentando abiertos uno frente está partida en dos.
desde la del monumento se observa
hasta alcanzar en al otro a 1,40 m del
intervención de que las fosas abiertas por
la entrada 1,32 m. suelo de la cámara. La diferencia de altura
Mitjana y Ardison, y Mergelina y Cabré en torno
Dicho relleno no del suelo entre la
dispusieron una reja a los pilares y ortostatos
es visible en las Una reja de hierro cámara y la antecámara
en el acceso al durante su excavación están
fotografías cierra la entrada. (el de ésta 0,45 m más
monumento. colmatadas (Taf. 104,1
anteriores, bajo) no se aprecia en
104,2 y 105, 2).
contemporáneas o ese momento.
La tercera cobija
posteriores.
está rota. En la planta del monumento
se representa partida en dos
la tercera cobija (C-3).
Hizo alusión a una
“pequeña
Señaló que era
excavación” en el
propiedad del
dolmen de Menga,
Estado, pero
llevada a cabo por
erróneamente
Mariano de Mazas
Otros datos de indicó que aún no
en 1904 en “el
interés es Monumento
rincón de la derecha
Nacional,
del fondo”, hallando
habiendo sido
a 0,50 m de
declarado como
profundidad, a un
tal en 1886.
hacha de piedra
pulida.

294
Tabla 6.2. Hallazgos materiales en Menga citados en las principales publicaciones de 1905-1943
Ilustraciones
Autor (Año) Descripción
Gómez-Moreno Martínez
- Toscas herramientas de picapedrero, talladas en piedra obscura, dura y consistente
(1905) -
(Rojas y Rojas, 1874).
Amador de los Ríos - Monedas romanas y árabes, halladas en las capas superficiales del túmulo (Rojas y
-
(1907) Rojas, 1879).

- Toscas herramientas de picapedrero, talladas en piedra oscura, dura y consistente,


que parecen estar perdidas.
Obermaier
(1919, 1920) - Hacha pulimentada de 89 mm de longitud, 29 y 47 m de ancho en sus extremos y
36 mm de grosor y 256 g de peso [A], hallada por Mariano de Mazas, en el rincón
de la derecha del fondo a 50 cm de profundidad.

[A]
Obermaier, 1919: 27
- “Las excavaciones, emprendidas en el dolmen por Mitjana, no han tenido ningún
De Mortillet resultado. Él no encontró en el interior del monumento más que un relleno
-
(1921) moderno, pero ni el más mínimo hueso humano, ni el más mínimo objeto de
industria que pudiera proporcionar una indicación útil de su edad”.
- Algunas herramientas de piedra en bruto que habían servido a los trabajadores
Paris constructores” (Rojas y Rojas, 1874).
-
(1921) - “Una excavación realizada en el centro a una profundidad de 20 a 26 pies no
descubrió nada”.

295
[A]

- Toscas herramientas de picapedrero (Rojas y Rojas, 1861; 1874; 1879).

- Hacha encontrada por Mariano de Mazas en 1904 (Obermaier, 1920): hacha


“ovalada y de pulimento completo al parecer y casi redondeada” (A).
[B]
De Mergelina, 1922: 85-86
- Hacha encontrada por De Mergelina y Cabré junto al primer ortostato del lateral
izquierdo o sureste de la cámara: “es de una piedra negruzca, de forma plana, de
De Mergelina poco espesor, dando una sección rectangular con los lados mayores algo
(1922) bombeados. Mide de larga 82 milímetros, de ancha, junto al gume 40 y en el
extremo opuesto 23. El espesor medio es de 8. El gume se ha abierto por un corte
a bisel dado en una de las caras. Este corte presenta una anchura de 12
milímetros” (B).

- Instrumento de piedra encontrado por Mergelina y Cabré: “disco informe que por
uno de sus lados se adapta bien a la mano y que en el opuesto presenta un corte”,
“de roca obscura verdosa y resistente” (C).

De Mergelina, 1922: Lám. III

[C]
De Mergelina, 1922: 86

296
Hemp - “Dos hachas de piedra cifradas por el Sr. Mergelina son solo los registros
-
(1934) encontrados. Una de ellas es también ilustrada en el artículo del Profesor
Obermaier sobre el dolmen de Matarrubilla”.

- “Toscas herramientas de piedra dura oscura” (Rojas y Rojas, 1874).

- “Una hacha de serpentina negruzca, cuello grueso, sección transversal ovalada, filo
desgastado totalmente pulida”, hallada en 1904 por Mariano de Mazas en el ángulo
formado entre la losa de cabecera y la pared derecha de la cámara, a 0,50 m de
profundidad (A).
[A]
- Una “hacha en la primera piedra del lateral izquierdo de la pared de la cámara, muy
Leisner y Leisner
cerca de la pared: azuela plana de cuello ancho con una sección transversal
(1943)
rectangular, de roca negruzca y con la parte superior arqueada y el filo bien pulido”,
encontrada por Mergelina (B).

- “Herramienta tosca con forma de disco: una especie de hacha de mano, por un lado
para colocar bien en la mano y por el otro provisto de un filo tosco; que supone que
se trataba de una herramienta para trabajar las piedras de la tumba”, encontrada
por Mergelina.

[B]
Leisner y Leisner, 1943: Taf. 58, 2, 1-2

297
Tabla 6.3. Grabado y pintura en Menga citados en las principales publicaciones de 1905-1943
Autor (Año) Descripción Ilustraciones
Grabados en los ortostatos de la “galería de ingreso”:

- Dos pequeñas oquedades hemiesféricas en la parte superior de un ortostato del lateral


izquierdo.

Amador de los Ríos - Dos pequeñas oquedades hemiesféricas en la parte inferior de otro ortostato del lateral
-
(1907) izquierdo.

- Tercer ortostato del lateral izquierdo (O-3): Dos signos formados por cada uno por un
círculo atravesado por una cruz.

- Un ortostato del lateral derecho: las letras: LOCO YNFI...

Grabados de la parte superior del tercer ortostato del lateral izquierdo de la galería (O-3):

- “(..) figura en forma de cruz sostenida por tres apéndices, de contorno semicircular los
laterales y recto el central. Mide 0,33 metros de altura y 0,21 de ancho en la base y se
halla a 0,14 de la cubierta y a 0,18 desde la base al punto de unión de la cuarta piedra
con la tercera de la galería”.

- “Sigue a ésta otra segunda de tipo análogo, a 0,11 de distancia de ella y a su misma
altura; mide 0,29 por 0,35 y difiere de la anterior en que su peana se grabó toda por
De Mergelina igual, acusando cierta concavidad”.
(1922)
- “Luego aparece una cruz sencilla sin base”.

- “En el extremo derecho, otra cruz de 0,47, de la base muy erosionada, que mide 0,25
de longitud”.

- “Debajo de esta franja de cruces, entre la primera y segunda, y a la distancia de 0,18,


se nota, cuando la luz penetra de soslayo, un signo a modo de estrella de cinco puntas
y de unos 0,18 de diámetro. Esta figura es la más erosionada de cuantas se
conservan en la piedra”.

De Mergelina, 1922: Lám. VII


298
Hemp - Marcas incisas en el último soporte del lado sureste o izquierdo de la antecámara (en
(1934) realidad en el penúltimo soporte de la antecámara: O-3).

Hemp, 1934: 407

Varios símbolos grabados en la parte superior del tercer ortostato del lateral izquierdo desde la
entrada (O-3) (documentados por Obermaier y Mergelina):

- Cuatro cruces de 0,18-0,47 m de longitud, tres de ellas presentan una base


semicircular, sobresaliendo ligeramente de la superficie de la roca en dos de ellas.
Leisner y Leisner
- Una estrella de cinco puntas de 0,18 m de diámetro, situada a 0,18 m bajo la segunda
(1943) Leisner y Leisner, 1943: Taf. 140, 2
cruz, a la izquierda.

Un grabado (documentado por los Leisner) en la parte superior del último ortostato del lateral
derecho de la cámara:

- Grabado de 14 cm de longitud.

Leisner y Leisner, 1943: Taf. 58, 2, a-b

299
Tabla 6.4. Viera en 1903-1934: comparativa de los principales datos tomados in situ
Artículo de
Gómez-Moreno Amador de los
prensa de Velázquez Bosco Leeds Paris De Mergelina Leisner y Leisner Hemp
Martínez Ríos
octubre de (1905) (1921) (1921) (1922) (1943) (1934)
(1905) (1907)
1903
Año de la visita 1903 c. 1903-1904 c.1904 c. 1907 c. 1921 c. 1921 c. 1921-1922 1933 o 1934 1934
Cueva que carece
Denominación - Cueva de Viera - Cueva de Viera Cueva de Viera Cueva de Viera Cueva de Viera Cueva de Viera
de nombre
Tumba con
Dolmen / Hipogeo o sepulcro
Tipo - Dolmen cámara Dolmen Dolmen Sepulcro de corredor Galería cubierta
Templo subterráneo
rectangular
Uso actual del Campo de maíz
terreno donde se - Olivar - - entremezclado - - - Cultivado
ubica y del túmulo con olivos
Uso original del
- Sepulcro - Sepulcro Tumba Tumba Sepulcro Sepulcro Tumba
monumento
E, con levísima
Orientación - - - - - - O. 10º S S
declinación a N
37:

38: 37: Galería: 37:


26 ortostatos (faltando
Vestíbulo: 4 Galería cubierta: 27 al menos dos, uno en Corredor exterior: 3 38:
Corredor: 23 ortostatos, conservados cada lateral), 4 cobijas ortostatos.
4 cobijas, y 1 conformando las 37: completas y 1 26 ortostatos, 1
conservada paredes laterales conservada Antecámara principal: puerta perforada
parcialmente, y 1 (faltando al menos 2), 4 Corredor: 27 parcialmente, y 1 22 ortostatos, 1 puerta (O-3), 4 cobijas
ortostato atravesado cobijas y 1 ortostato ortostatos, 4 ortostato dispuesto perforada, 4 cobijas completas y 2
tras los dos primeros atravesado tras los dos cobijas completas transversalmente tras conservadas en su cobijas conservadas
Nº de ortostatos - - -
ortostatos del lateral primeros ortostatos en el y 1 fragmentada. el segundo ortostato totalidad y otras 2 parcialmente.
izquierdo (primera lateral izquierdo (puerta del lateral izquierdo cobijas conservadas
puerta perforada (O-3)). perforada (O-3)). Cámara: 4 (puerta perforada del parcialmente. Cámara: 4
ortostatos y 1 corredor (O-3)). ortostatos (1 de
Cámara: 4 ortostatos (1 Cámara: 4 ortostatos (1 cobija. Cámara: ellos es una puerta
de ellos una puerta de ellos una puerta Cámara: 4 ortostatos 4 ortostatos (uno de perforada (O-15))) y
perforada que divide perforada que divide (uno es la puerta ellos una puerta 1 cobija.
cámara y corredor (O- cámara y corredor (O- perforada que divide perforada (O-15)) y 1
15)) y 1 cobija. 15)) y 1 cobija. el corredor de la cobija.
cámara (O-15)) y 1
cobija.
Galería cubierta o Corredor exterior,
División del espacio Vestíbulo, corredor y Galería cubierta y Galería y Corredor (exterior e
- Galería y cámara. corredor y Galería y cámara. antecámara principal
interior cámara. cámara sepulcral. cámara. interior) y cámara.
cámara. y cámara.

300
Total: 21,40 m
Corredor exterior:
Longitud de la Corredor: 19 m Galería: 18,20 m Galería:13,24 m Galería: 19 m Galería cubierta:- Galería: 19 m 2,70 m
20 m 24 m
estructura interna Cámara: 1,75 m Cámara: 1,72 m Cámara:1,75 m Cámara: 1,75 m Cámara:1,75 m Cámara: 1,75 m Antecámara principal:
15,60 m
Cámara: 1,75 m
Corredor exterior:
Corredor: Galería: Galería cubierta: 1,20 m
Anchura de la Galería: 1,30 m Galería:1,36 m Galería: 1,20-1,38 m
- 1,20-1,35 m 1,20-1,35 m 1,20-1,35 m Antecámara principal: 1,20-1,50 m
estructura interna Cámara: 1,72 m Cámara:1,80 m Cámara: 1,75 m
Cámara: 1,75 m Cámara: 1,75 m Cámara: 1,75 m 1,30-1,35 m
Cámara: 1,75 m
Corredor: Galería cubierta: Galería: Antecámara principal:
Altura de la Galería: 2,38 m Galería: 2,05 m Galería: -
- 1,84-2,10 m 1,84-2,35 m 1,84-2,10 m 1,90 m 1,80 m
estructura interna Cámara: 2,23m Cámara: 2,35 m Cámara:-
Cámara: 2,08 m Cámara:2,08 m Cámara: 2,08 m Cámara: 2,08 m
El primitivo acceso
no se conoce. El
acceso actual ha
sido excavado en el
túmulo.
El túmulo que cubría
la parte descubierta
Paralela al lateral del corredor no existe,
Montículo de derecho o norte y a muy posiblemente
16 m de altura. la losa de cabecera debido a la
Todo el conjunto está
de la estructura excavación realizada
cubierto por un túmulo
En el túmulo se megalítica, discurre por los hermanos
de tierra.
realizó una una galería Viera.
El túmulo presenta
zanja que excavada en el
Entre los ortostatos y el El túmulo presenta un una circunferencia
permitió el muro de Continúa abierta la
Túmulo túmulo de tierra se - - - diámetro de 35 m y de 135 m y un
acceso a la mampostería galería descubierta o
encontraba un muro de una altura de 4 m. diámetro de casi 43
estructura dispuesto en el excavada por los
refuerzo o entibo de m
interna, trasdosado de los hermanos Viera tras la
hiladas alternas de tierra
aunque el ortostatos, de 0,60 losa de cabecera y el
y lajas de piedra, de
acceso m de anchura, que lateral derecho de la
0,60 m de anchura
primitivo no ha comunica con la cámara y el corredor,
sido localizado. cámara mediante en el muro de hiladas
dos huecos de piedra y tierra que
cuadrangulares y recubre la estructura
casi consecutivos, megalítica.
practicados a cierta
altura en varios
ortostatos del lateral
derecho y en la losa
de cabecera.

301
Según la sección del La cámara permanece
monumento: estar casi intacta.

En la cámara: En la cámara: La losa de cabecera


- Hay abierta una fosa - Hay abierta una fosa de la cámara presenta
en el suelo. en el suelo. un agujero.
- El ortostato del lateral - La losa del lateral
derecho (O-18) derecho (O-18) presenta Tras la losa de
presenta fractura por fractura en la esquina cabecera y de gran
golpeo. superior derecha. parte de los ortostatos El acceso al interior
Cámara: Gran parte del
- La losa de cabecera - La losa de cabecera del lateral derecho, se del monumento en
- Hay una fosa monumento se
presenta un agujero en presenta un agujero en encuentra abierta una ese momento se
abierta en el encuentra en estado
su parte central. su parte central. galería. realiza mediante
suelo. de ruina.
una rampa inclina,
- En la pared
Tras la cámara y el En el corredor: La cuarta cobija desconociéndose
En el lateral derecha se La losa de cabecera
lateral derecho del - Faltan al menos dos representada (C-4) se aún el acceso
izquierdo de la observa un presenta un “agujero”.
corredor hay una galería ortostatos en cada encuentra original.
entrada, antes de intento de
abierta en el muro de lateral, el cuarto del fragmentada en dos
llegar a la “galería”, perforación. Faltan gran parte las
refuerzo de tierra y lateral derecho y el según la planta Al inicio del corredor
se encuentra “la - La losa de cobijas.
piedra de 0,60 m de tercero del lateral realizada del presenta una puerta
boca de un pozo, ya cabecera está
anchura que rodea la izquierdo. monumento. perforada en una
medio cegado”. La entrada al horadada. La tercera cobija
estructura megalítica. - El hueco del ortostato losa de piedra (O-
Estado de la Estaba cegada monumento representada (C-4) se
ausente del lateral La sección exterior del 3), que conserva la
estructura interna en gran parte. Presenta en ese está Tras la losa de encuentra
Faltan tres cobijas y derecho (cuarto corredor se encuentra parte inferior y los
momento una desfigurada. cabecera y los fragmentada en dos
ortostatos. ortostato desde la parcialmente laterales,
puerta de madera ortostatos del según la planta
entrada) da paso a una destruida. presentando rota la
sin labrar, que lateral derecho realizada del
Cerca de la entrada se galería excavada en el parte superior.
cierra la entrada al hay una galería monumento.
encontraba atravesado trasdosado de los En el corredor se
interior del abierta.
un ortostato en el lateral ortostatos de dicho habían derrumbado La cuarta cobija
monumento. La parte descubierta
izquierdo (que en lateral y de la losa de diversos ortostatos y representada (C-4)
En el corredor del corredor se
realidad es una puerta cabecera de la cámara. cobijas. se encuentra
faltan, al menos, encuentra colmatada
perforada). - Cerca de la entrada, fragmentada en dos
tres cobijas, por tierra procedente
tras los dos primeros Descubrieron la según la planta
conservándose del exterior.
Tras esa puerta ortostatos, se observa puerta perforada del realizada del
completas 4 y
perforada se encuentra un ortostato atravesado inicio del corredor (O- monumento.
parcialmente 1.
otra galería abierta tras en el lateral izquierdo 3).
los ortostatos en (que se trata en realidad
dirección a la entrada. de una puerta perforada Se estaba trabajando
(O-3)). en una reconstrucción
El suelo es una capa de - Tras ese ortostato del corredor y la
tierra sobre el sustrato atravesado se encuentra estabilización de la
natural. una galería excavada en colina tumular del
la parte trasera de los sepulcro.
ortostatos, en dirección
a la entrada.

302
Tabla 6.5. Estratigrafía y hallazgos materiales en Viera citados en las principales publicaciones de 1903-1943
Ilustraciones
Autor (Año) Descripción
En el corredor:
- Dos cuchillos de pedernal: uno de tajos largos como facetas al modo ordinario y de 45 por 7 mm.
y el otro es un fragmento de uno más largo, encorvado por la punta y con anchura de 12 mm.
- Una loseta de caliza blanca ovalada, de 75 x 60 x 20 mm, y provista de concavidades redondas
por ambas caras.
- Dos moletas o percutores: esferas de caliza agrisada y del tamaño de naranjas.
- Fragmentos de vasijas de barro negro.
- Un cuenco semiesférico hecho a mano, de 105 mm. por la boca y 45 cm de alto, hallado junto a
Gómez-Moreno Martínez la piedra atravesada en el corredor.
-
(1905) - Un pedazo de tégula.
- -Restos de animal con parte de quijada y muelas, identificados como Bos primigenius, hallados
cerca en la masa del túmulo ahora socavada para formar puerta.

En la cámara:
- Tierra negra.
- Algunos huesos pequeños.

- Dos láminas de sílex.


- Una especie de paleta de caliza, que presenta “excavados” en sus dos caras, “unos pequeños
pocillos redondos”.
Paris (1921) - “Varias bolas redondas, que sirvieron de mortero o martillo”. -
- Fragmentos de cerámica neolítica.
- Fragmentos de huesos, entre los que se encuentran una mandíbula y dientes de Bos primigenius.
- Fragmento de teja romana con reborde.

303
Lítico tallado:
- 13 cuchillos de pedernal: “El tamaño de éstos oscila entre 81 y 46 milímetros de largo por 26 y 7
de ancho, debiendo indicar que las dimensiones, en cuanto al largo, fueron mayores, pues todos
ellos, por desgracia, no son sino fragmentos. Las secciones varían, acusándose de forma
triangular y trapecial. En unos se observan retoques marginales en sus dos bordes. Por su finura,
por lo bellamente trabajado y por la delicadeza de sus retoques llama la atención entre todas De Mergelina, 1922: Fig. 27, 1-13
De Mergelina (1922) ellas el fragmento E de la fig. 28, no incluida en la 27. Mide 46 milímetros de largo por 7 de ancho
y sus retoques finísimos marcan dientes de una sierra. Falta seguramente de tan bello
instrumento una parte igual, por lo menos, a la que indicamos. Su sección es trapecial hacia la
base y triangular hacia la punta, por unirse las aristas de los planos de fractura.” (Fig. 27, núm. 1
a 13 y fig. 28, A a F).

De Mergelina, 1922: Fig. 28, A-G

304
Lítico pulido: Mergelina, 1922: Fig. 29, 1; Lam. IX, 9
- Dos hachas: “una (lám. IX, 9, y figura 29, 1) es redondeada, de una piedra gris granulosa. Mide
90 milímetros de larga por 42 sobre el gume, que aparece roto, y 16 hacia el talón, que es
redondeado. Su sección es elíptica. Otra, de piedra más obscura (lám. IX, 10 y fig. 29, 2)
presenta su sección trapecial con uno de sus lados bombeado: mide 73 milímetros de larga por
un ancho de 37 sobre el gume y de 16 para el talón. Su grueso varía de 6 a 8 milímetros. El
gume se formó por un corte a bisel en una de sus caras, presentando un ancho de 21
De Mergelina (1922)
milímetros”.
- “Un disco de piedra dura blancuzca que presenta por sus caras y en su centro dos cavidades
poco profundas” para moler.
- “Una paleta de piedra en forma de vaso (de la colección del Sr. Anson) (Fig. 30 B).
- Dos percutores (perdidos en ese momento): “dos esferas de caliza agrisada y del tamaño de
naranjas”.
Mergelina, 1922: Fig. 29, 2; Lam. IX, 10

Mergelina, 1922: Fig. 30, A; Lam. IX, 11

305
Cerámica:
- Un fragmento cerámico informe y de gran espesor, con una gran cantidad de mica en su pasta
(Lám. IX, 8).
- Varios fragmentos de vasija de barro negro.
- Un cuenco semiesférico, “hecho a mano, y con un diámetro en la base de 105 milímetros y 45 de
alto, que se encontró junto a la piedra atravesada de la galería”.
- Un fragmento de tégula.

Mergelina, 1922: Lám. IX, 8.


De Mergelina (1922)

Metal: “un punzó de cobre de sección triangular y finamente aguzado por sus extremos”.

Mergelina, 1922: Fig. 30 C; Lam. IX, 12

“Un trozo de vidrio oscuro poliédrico”.

Mergelina, 1922: Fig. 27; Fig. 30 J

306
Hueso trabajado:
- Una esquirla (Fig. 27, 14; Fig. 28, H).
- Punta de asta (Fig. 27, 15; Fig. 28, I).

Mergelina, 1922: Fig. 27, 14-15; Fig. 28, H-I

De Mergelina (1922) Fauna: restos de la mandíbula y los molares de un bos, hallados en el corredor.

Mergelina, 1922: Fig. 27

Malacofauna: varios restos de moluscos.

Mergelina, 1922: Fig. 27

307
Lítico:
- “Dos hachas de piedra tosca”.
- “Una serie de cuchillos de sílex”.
- “Dos “paletas” de piedra; una es un disco tosco, ahuecado en cada lado, el otro, más
cuidadosamente hecho, es un guijarro ahuecado en un lado y con forma para formar un
recipiente”.
- “Dos bolas de piedra de tamaño de naranjas”.

Cerámica:
- Fragmentos de recipientes de cerámica negra, “uno al menos muy micáceo”.
Hemp - Un cuenco hemisférico completo, de 45 mm. de altura y 105 mm. de diámetro”.
(1934) - Un fragmento de “mamelón” encontrado por Hemp durante su visita.

Metal:
- “Un punzón de cobre de sección triangular”.

Hueso:
- “Parte de una mandíbula y dientes de Bos en el corredor”. Hemp, 1934: Fig. 4
- Dos fragmentos afilados”.

Malacofauna:
- “Conchas: lapas y variedades de berberechos”.

308
“Corredor exterior”:

- Fragmento de una quijada de un bóvido con dentición.


- Fragmentos de ladrillos romanos. Leisner y Leisner, 1943: Taf. 58, 3, 1-2
“Antecámara principal”:

Lítico:
- Pequeña hacha afilada con sección transversal ovalada y rota en el filo, manufacturada en una
piedra granulada gris (Taf. 58, 3, 1).
- Hacha plana de cuello ancho con corte transversal de forma trapezoidal y borde superior
arqueado, manufacturada en una piedra negruzca (Taf. 58, 3, 2).
Leisner y Leisner
- 14 fragmentos de cuchillos finos, de entre 4,6 - 8,1 cm de longitud (Taf. 58,3, 6 - 12). “Destacan
(1943)
las siguientes piezas: Nº 8. 10: finos fragmentos de cuchillos de sección transversal trapezoidal y
retoque del borde circular. Nº 11: parte superior de un cuchillo más ancho con retoque del borde Leisner y Leisner, 1943: Taf. 58, 3, 6-12
en ambos lados Nº 12: cuchillo estrecho, muy fino y delgado con finos retoques de sierra en los
dos bordes. Nº 9: fragmento de cuchillo como punzón puntiagudo”.
- Siete fragmentos más pequeños de cuchillos similares, entre ellos dos puntiagudos como el Nº 9.
- Un recipiente de piedra caliza en forma de disco, erosionado en ambos lados (Taf. 58, 3, 14).
Junto a esta pieza se encontró el punzón de cobre.
- Un recipiente de piedra caliza con pie, pared abultada, bruscamente retraída debajo del borde,
erosionado en superficie (Taf. 58, 3, 13), propiedad del Sr. Anson (Antequera).
- Dos bolas de piedra caliza de tamaño de una naranja.

Leisner y Leisner, 1943: Taf. 58, 3, 14

Leisner y Leisner, 1943: Taf. 58, 3, 13

309
Cerámica:
- Cuenco hemiesférico, de 10,5 cm de diámetro en la abertura, con 4,5 cm de altura, hallado junto
a la puerta del corredor. Leisner y Leisner, 1943: Taf. 58, 3, 15
- Fragmentos de vasijas de tonos negros.
- Fragmentos de una vasija grande y gruesa, con un tono fuertemente micáceo.
- Fragmento de 1 cm de grosor con mamelón (Taf. 58, 3, 15), propiedad de Hemp (Inglaterra).
Leisner y Leisner, 1943: Taf. 58, 3, 5
Metal:
- Un punzón de cobre de 8 cm de largo, de sección transversal triangular, con ambos extremos
apuntados (Taf. 58, 3, 5).
Leisner y Leisner
(1943) Hueso:
- Un fragmento de hueso (Taf. 58, 3, 3).
- Una punta de cuerno (Taf. 58, 3, 4).

Moluscos:
- Nueve moluscos, entre ellos 2 Patella (Taf. 58, 3, 18), 6 posibles Pectúnculos o Cardium (Taf. 58,
3, 16) y 1 Pecten (Taf. 58, 3, 17).
Leisner y Leisner, 1943: Taf. 58, 3, 3-4
“Cámara”:
- Relleno de tierra negra.
- Pequeños huesos.

Leisner y Leisner, 1943: Taf. 58, 3, 16-18

310
Tabla 6.6. Grabado y pintura en Viera citados en las principales publicaciones de 1903-1943
Autor (Año) Descripción Ilustraciones
“(..) algunas piedras hacia la boca del corredor, que se labrarán á lo último, presentan su
Gómez-Moreno Martínez haz llena de concavidades redondas, hechas con un instrumento romo y contundente, como
(1905) el cincel ó hacha de piedra, con que procedería machacando más bien que tallando” -
(Gómez-Moreno Martínez, 1905: 85).

“la presencia de grupos de cazoletas (...). Uno ocurre en el segundo soporte del corredor interior
Hemp a la derecha mirando hacia adentro. Un segundo está en la piedra inmediatamente fuera de la
(1934) puerta en el mismo lado, y un tercero, menos cierto, en la correspondiente piedra en el otro lado
del corredor” (Hemp, 1934: 409).

Hemp, 1934: pl. LIV, 1-2


Cazoletas: una losa de la antecámara está cubierta con una gran cantidad de cazoletas. En
Leisner y Leisner
varias losas de las proximidades de la puerta del corredor se encuentran también cazoletas,
(1943) -
de 3 - 5 cm de diámetro y de hasta 3 cm de profundidad (Leisner y Leisner, 1943: 185).

311
Tabla 6.7. El Romeral en 1904-1934: comparativa de los principales datos tomados in situ
Artículos de Gómez-Moreno
Velázquez Bosco Leeds Paris De Mergelina Leisner y Leisner Hemp
prensa de 1904- Martínez
(1905) (1921) (1921) (1922) (1943) (1934)
1905 (1905)
Año de la visita 1904-1905 c. 1904 c. 1904 c. 1921 c. 1921 c. 1921-1922 1933 o 1934 1934
Cerrillo Blanco Cerro Blanco
Cerro del Cerrillo Blanco Cueva del Romeral
Denominación Cerrillo del Patronato Túmulo de El Romeral Cueva de Romeral El Patronato Cueva de Romeral
Patronato Cerrillo del Romeral Cerrillo Blanco
Cueva del Romeral Cueva del Romeral
Sepulcro de cúpula
Túmulo con cámara
Tipo Dolmen - Tumba poligonal Tumba con cúpula Monumento de cúpula Sepulcro de corredor con dos salas Tumba tipo cúpula
abovedada
cupuliformes
Uso actual del
terreno donde
- - - - - - - -
se ubica y del
túmulo
Uso original del
- Sepulcro Tumba / Sepultura Tumba Tumba Tumba Sepulcro Tumba
monumento
Orientación - S-N SO - - - S 25º O -
85 m de diámetro y 8
m de altura.
Se ha abierto una
“galería de mina” en Dentro del túmulo se 315 m de
él, en la que se han oculta la tumba con circunferencia, es
90 m de 90 m de diámetro y 85 m de diámetro
Túmulo hallado “revueltos cúpula. - 85 m de diámetro y 8-10 m de altura. decir, 100 m de
diámetro. 9-10 m de altura. y 8 m de altura.
manchones de tierra diámetro, y 6 m de
negra, residuos altura.
orgánicos, arena,
barro, cantos rodados,
etc”.
24:
18: 1 losa vertical en el
3 losas en el acceso 23: 26: acceso al corredor
Más de 4: 16 cobijas conservadas 3 losas en el acceso
25: 25:
2 grandes losas 10 cobijas en el corredor (faltando al menos una) 16 cobijas
3 losas en el acceso 3 losas en el acceso
verticales en el 16 cobijas conservadas (faltando al conservadas (faltando
acceso. 2 jambas en la puerta a la 6 jambas (4 en la puerta de menos una) al menos una)
6 jambas 6 jambas
primera cámara acceso a la primera cámara
Nº de ortostatos -
Varias cobijas en y 2 en la puerta de acceso a 6 jambas (4 en la puerta de acceso a 6 jambas (4 en la
15 cobijas 15 cobijas
la galería 1 cobija en la primera la segunda cámara) la primera cámara y 2 en la puerta de puerta de acceso a la
cámara acceso a la segunda cámara) primera cámara y 2 en
1 losa en el suelo de 1 losa en el suelo de
2 cobijas en las 1 losa en el suelo de la la puerta de acceso a
la segunda cámara la segunda cámara
cámaras 1 cobija y 1 losa en el segunda cámara 1 losa en el suelo de la segunda la segunda cámara)
suelo de la segunda cámara
cámara 1 losa en el suelo de
la segunda cámara.

312
Recinto de entrada: entrada,
antecámara exterior, antecámara
principal o corredor

Galería cubierta y Puerta 1 y corredor hacia la cámara


Galería, primera Galería, primera Corredor o galería, puerta, Corredor, primera
cámara sepulcral Galería cubierta, primera principal
División del cámara, galería Corredor y dos cámaras, corredor primera cámara circular, cámara circular,
compuesta por dos cámara, corredor corto y
espacio interior entre cámaras y cámaras circulares corto y segunda estrecho corredor y segunda pequeño corredor y
recintos circulares segunda cámara Cámara principal
segunda cámara cámara cámara circular segunda cámara
abovedados
Corredor intermedio y puerta a la
cámara secundaria

Cámara secundaria

Total: 44 m

Entrada: 3,80 m (según planta)


Corredor: 15,60 m
Corredor: 23,50 m
Antecámara exterior: 1,50 m
Galería cubierta: Puerta acceso primera
Galería:
26,35 m (longitud Puerta de acceso a la cámara:
20 - 25 m Total: 35 m Antecámara principal o corredor:
estimada) primera cámara: 1,40 m (según planta
Galería cubierta: 23 m
1,80 m y sección)
Primera cámara: Corredor: 23,50 m 23,50 m
Primera cámara:
5 m diámetro Galería: 25 m Puerta 1 y corredor hacia la primera
Longitud de la 5,11 m Primera cámara: Primera cámara:
Primera cámara: 5,20 Primera cámara: cámara:
estructura 5,20 m diámetro 4,35 m diámetro
Corredor entre m diámetro Primera cámara: 5,20 m diámetro 1,50 m (según planta)
interna Puerta de acceso a la
cámaras: 5,20 m diámetro
segunda cámara: Corredor entre las dos Corredor entre
3m Segunda cámara: Segunda cámara: Primera cámara:
2,40 m cámaras: 2,20 m cámaras:
2,34 m diámetro 2,40 m diámetro 4,80 x 5,24 m de diámetro
1,90 m (según planta
Segunda cámara:
Segunda cámara: Segunda cámara: y sección)
5 m de diámetro Corredor intermedio y puerta a la
2,40 m 2,34 m diámetro
segunda cámara:
Segunda cámara:
1,85 m (según la planta)
1,95 m diámetro
Segunda cámara:
2,34 m diámetro

313
Entrada: -
Corredor:
Antecámara exterior: 1,10-1,60 (según
Corredor:
1,40-0,50 m planta)
1,70 m
Galería cubierta:
Galería:
1,80 m Antecámara principal o corredor: Puerta acceso primera
3m Puerta de acceso a la
Corredor: 1,40-1,83 m (según planta) cámara:
Galería cubierta: primera cámara:
1,70-1,85 m Primera cámara: 0,90-0,50-0,60 m
Primera cámara: 1,70-1,85 m 1,25/1,20-0,60 m
5,11 m Puerta 1 y corredor hacia la primera (según planta)
5 m de diámetro
Anchura de la Primera cámara: 5,20 cámara:
Primera cámara: Primera cámara: Primera cámara:
estructura m diámetro Puerta de acceso a la 1,16-0,50-0,66 m (según planta) Primera cámara:
Corredor entre 5,20 m diámetro 5,20 m diámetro 5,20 m diámetro
interna segunda cámara: 4,35 m diámetro
cámaras: -
Segunda cámara: 0,60-0,90 m - Primera cámara:
Segunda cámara: Corredor entre las dos
2,34 m diámetro 0,50-0,70 m 4,80 x 5,24 m de diámetro Corredor entre
Segunda cámara: 2,40 m diámetro cámaras: -
cámaras:
5 m diámetro /
Segunda cámara: Corredor intermedio y puerta a la 0,60-0,90-0,50-0,60 m
menor de 5 m Segunda cámara:
2,40 m segunda cámara: (según planta)
2,34 m diámetro
0,70-1,00-0,68-0,76 m (según planta)
Segunda cámara:
Segunda cámara: 1,95 m diámetro
2,34 m diámetro

Entrada: -

Antecámara exterior:
1,65 m (según sección) Corredor:
Corredor: 1,70-1,80 m (según
Galería cubierta: 1,85 m Antecámara principal o corredor (parte sección)
Galería: 2,07 m cubierta):
2,5 m Puerta de acceso a la 1,60-2,00 m Puerta acceso primera
Corredor: 2 m Primera cámara: primera cámara: - cámara:
Primera cámara: 4m Primera cámara: Puerta 1 y corredor hacia la primera 1,30 m
Altura de la 7m Primera cámara: 4 m altura Primera cámara: cámara:
Primera cámara:
estructura 4m Puerta de acceso a la 4m 1,40 m (según sección) Primera cámara:
4m
interna Corredor entre segunda cámara: Segunda cámara: 3m
cámaras: - Segunda cámara: 1,10-1,60 m 2,34 m diámetro Corredor entre las dos Primera cámara:
2,40 m cámaras: - 3,80 m actual Corredor entre
Segunda cámara: Segunda cámara: 4 m estimada cámaras:
- 2,40 m Segunda cámara: 1,40-1,55-1,20 m
2,40 m Corredor intermedio y puerta a la
segunda cámara: Segunda cámara:
1,90-0,75 m 1,95 m

Segunda cámara:
2,40 m

314
El acceso estaba
cegado y el interior La puerta de entrada al Recinto de entrada:
colmatado corredor está destruida, - En toda su longitud solo se conserva
parcialmente, con un El corredor presenta un
quedando tan solo 3 la mitad inferior del muro.
relleno de tierra que estado deplorable
piedras en el acceso.
en la primera cámara amenazando ruina.
- La capa de pared exterior se
alcanzaba los 0,80 m. Tras la excavación se encuentra completamente disgregada
En el corredor se conservan
Puerta de acceso: dispuso una reja en el en el espacio descubierto.
10 cobijas, faltando al
quedan una “alta acceso al interior del
menos una, entre la
piedra hincada y otras monumento, que se - En el tramo de corredor cubierto hay
segunda y tercera
menores”. conserva en ese tres derrumbes importantes según se
conservada (C-2 y C-6). El monumento está
momento. ve en la planta de la Lám. 55: i- En el
En el corredor faltan abandonado.
lateral izquierdo, bajo las cobijas 7 y
gran cantidad de lajas La octava cobija del corredor
Hay un agujero enorme en 10, de: 4,15 m de longitud y 0,80 m de
de las paredes y casi (C-11) se encuentra Parte del corredor ha
el corredor por el que se anchura máximas; ii- En el lateral
la mitad de cobijas, fragmentada en dos. colapsado.
accede a su interior. izquierdo, bajo las cobijas 12 y 13, de:
faltando una cobija
3 m de longitud y 0,35 m de anchura
En el acceso hay entre la segunda y La naturaleza El suelo del corredor y de la El extremo exterior
Las paredes del corredor máximas; iii- En el lateral derecho, bajo
dos grandes tercera conservadas La galería cubierta se original de la galería está pavimentado del corredor está
van disgregándose y las cobijas 12 y 13, de: 2,35 m de
piedras (C-2 y C-6). encuentra en gran entrada se con lajas de diversos desfigurado,
derrumbándose poco a longitud y 0,65 m de anchura máximas.
verticales. parte destruida. desconoce. tamaños encajadas, conservándose solo
Estado de la poco, obstruyendo el
Cuatro de las diez rellenándose los intersticios un único soporte de
estructura corredor. - La cubierta se conserva “intacta” en
En el interior cobijas conservadas Falta una cobija entre “Ha sido excavada entre ellas de otras más piedra dispuesto de
interna los últimos 15 m desde la entrada a la
“todavía están se encuentran las losas segunda y una zanja a nivel pequeñas. manera transversal
En el corredor hay cuatro cámara, a excepción de una rotura del
muchos de sus fragmentadas tercera conservadas con la galería marcando
cobijas rotas, de las 10 tamaño de una cobija (actualmente
huecos cegados (probablemente las (C-2 y C-6). hasta la base del En la primera cámara se ha posiblemente la
existentes (probablemente ocupada por las cobijas 3, 4 y 5) a 10
de tierra”. mismas que están montículo”. derrumbado parte de la entrada exterior.
las mismas que están m de la entrada a la cámara.
fragmentadas hoy día: mampostería.
fragmentadas hoy día: C-
C-7, C-10, C-11 y C- En la cámara
7, C-10, C-11 y C-12). - La octava cobija conservada (C-11)
12). En la mitad trasera de la pequeña, la losa que
presenta una rotura diagonal, que
segunda cámara, se ocupa parte del suelo,
Las puertas del Faltan cobijas (en el divide la pieza en dos.
encuentra dispuesta sobre el presenta su parte
interior presentan primer tramo del corredor).
suelo una losa de piedra externa rota.
jambas monolíticas. - En la parte que falta la cobija, entre
cortada casi en su mitad,
Hay brechas abiertas en la las cobijas segunda y tercera
El pavimento es “de levantada 0,20 m y
bóveda de la primera conservadas (C-2 y C-6), se había
lajas en bruto y llenos empotrada en la pared de la
cámara. abierto una entrada con forma de
sus intersticios con cámara.
pozo.
piedras menores”.
Se ha excavado el suelo
Las paredes de la Esta losa presenta “unas
de la segunda cámara - El suelo estaba pavimentado con
primera cámara manchas como debidas a
hasta llegar al sustrato. losas de diferentes tamaños encajadas
presentan grandes descomposición orgánica”.
entre sí, cuyos intersticios estaban
socavones. rellenos con piedras pequeñas.

315
Primera cámara:

- Gran parte de la pared se ha


deteriorado. Según el plano (Lám. 55)
hay dos derrumbes importantes: i- Uno
al sur, situado en el lateral derecho,
tras atravesar la puerta de entrada a la
La segunda cámara
“cámara principal”, ocupado un
presenta dos
espacio de 3,10 m de longitud máxima,
socavones en las
que se desarrolla desde la esquina
paredes.
derecha de la puerta hasta más de la
mitad de la circunferencia de cámara, y
El suelo de la
0,80 m de anchura máxima,; ii- Otro al
segunda cámara está
norte, en el lateral izquierdo de la
excavado hasta
cámara, ocupando un espacio de 3,33
alcanzar el sustrato.
m desde la esquina izquierda de la
puerta de entrada a la “cámara
La mitad trasera del
secundaria” hasta más de la mitad de
pavimento de la
la circunferencia de la cámara, y 0,80
segunda cámara está
Estado de la m de anchura máxima.
formada por una gran
estructura
losa, que asienta su
interna - El suelo está pavimentado con losas
borde norte en el
de diferentes tamaños encajadas entre
muro de la cámara,
sí, cuyos intersticios se rellenaron con
sobre elevada del
piedras pequeñas.
sustrato.
Corredor y la puerta de acceso a la
La losa que forma la
segunda cámara:
mitad trasera del
pavimento de la
Entre estos dos tramos se observa en
segunda cámara,
la fotografía Taf. 100,1 un muro de
presenta en su
mampostería perpendicular a las
superficie externa una
paredes del corredor, que impediría el
pátina rojiza y la
acceso a la segunda cámara.
interna “ahumada”.
Segunda cámara:

“Se encuentra considerablemente


deteriorada en algunas partes, en el
lado derecho hay dos grandes
agujeros en forma de embudo”.

316
En el mismo túmulo se
halla “un tipo de galería
curva, excavada en una
masa rocosa contra la que
la Cueva del Romeral
parece adosada. Estrecha
y baja, redondeada por lo
alto ella se entierra en una
pendiente bastante
marcada y se para sin
desembocar en ninguna
sala. A la derecha se
Otros datos de destaca un corto
interés divertículo bruscamente
terminado, como la galería
principal, y por la
izquierda, un poco más
cerca de la entrada, detrás
de un corredor obstruido
por la tierra e
impracticable, se adivina
una sala bastante amplia y
oscura, de la que no
sabemos ni si ha sido bien
explorada, ni si tiene
ramificaciones”.

317
Tabla 6.8. Hallazgos materiales en El Romeral citados en las principales publicaciones de 1904-1943
Autor (Año) Descripción Ilustraciones
Artículo de prensa de
“Vasijas de barro tosco y muchos fragmentos de pedernal”. -
octubre de 1904

Corredor:
- Un relleno de unos 40 cm, en la zona más cercana a la puerta de acceso a la primera cámara,
visible en varias fotografías del Archivo Gómez-Moreno (en rojo en las fotografías de la izquierda),
donde se hallaron:

Cerámica:

 Probablemente prehistórica: fragmentos groseros, hechos a mano y mal cocidos, de pasta


negra o enrojecida y con la superficie exterior parda, entre los que destacan:
- Un vaso semiesférico descubierto cerca de la entrada, de 1 a 3 cm de espesor, 18 cm de
diámetro y 10 cm de altura.
- Un vaso a modo de taza, desarrollada en curva de gorja, de 11 cm de diámetro y 7 cm de
Gómez-Moreno Martínez
altura.
(1905)
- Un vaso de base plana, sobre la que se van ensanchando derechamente sus paredes.

 Romanos:
- Un fragmento de tégula.
- Un fragmento de ímbrice.
- Un cuello de hidria.

 Edad Moderna:
- Trozo de olla a torno y con asa.

Huesos:
- Pocos huesos de animales pequeños.

Modificada a partir de Archivo Gómez-Moreno

318
Primera cámara:

Estratigrafía: relleno de unos 0,80 m. (en verde en las fotografías de la izquierda), con dos capas,
una capa superior de tierra floja sin restos materiales, y debajo otra capa más compacta y oscura,
con lechos de ceniza negra con:

Cerámica: es lisa, hecha a mano, bien cocida, absolutamente negra, compacta y fina su pasta y
bruñida la superficie, con un espesor de 7 mm.
- Borde de una olla grande semiesférica.
- Borde de una olla de 16 cm de diámetro, con boca ancha y hacia afuera.

Huesos:
- Dos maxilares.
- Parte de otro maxilar.
- Parte de hueso ilíaco (de niño).
- Dos astrágalos.
- 14 vértebras.
- Dos trozos de clavícula.
Gómez-Moreno Martínez - Una cabeza de omoplato.
(1905) - Dos cabezas de esternón.
- 15 trozos de costillas.
- Un trozo de sacro.
- Dos cabezas de cúbito simétricas.
- Cinco metacarpianos.
- Una falange de mano.
- Una cabeza de fémur.
- Una cabeza inferior de tibia.
- Dos cabezas inferiores de peroné.
- Siete metatarsianos.
- Fragmentos más menudos.

Malacofauna:
- Lithodomos, pequeña y nacarada.
- Mactra, con radios en color rojizo.
Modificada a partir de Archivo Gómez-Moreno
Segunda cámara:
Estratigrafía: tierra suelta hasta gran altura.
Materiales: un cuerno, probablemente de novillo, bajo la gran losa.

319
Corredor

Huesos:
 Pocos huesos pertenecientes a animales pequeños.

Cerámica:
 Fragmentos cerámicos abundantes, entre los que destacan los correspondientes a: De Mergelina, 1922: Fig. 23; Lám IX, 2
- Vaso semiesférico descubierto cerca de la entrada Presenta un espesor de uno a tres
centímetros, un diámetro de 18 cm y una altura de 10 cm. El barro es negro con tonos rojizos y con
granos de cuarzo (Fig. 23, Lam IX, 2).

- Taza que se desarrolla en curva de gorja. Mide 11 milímetros de espesor en la boca y presenta
altura de 7 centímetros. La pasta es negra en su centro, amarillenta en la superficie. El fondo de
este vaso es plano (Lám. IX, 3 Fig. 24, A).
De Mergelina, 1922: Lám IX, 3, 4 y 5
- Vaso de gran diámetro, de un barro negro pulimentado, acusando un ligero reborde por presión
De Mergelina
sobre la pasta. El espesor de este fragmento es de 7 milímetros (Lám. IX, 4, fig. 24 B).
(1922)
- Fragmento de un barro negro pulimentado, bien cocido y fino. Su borde se acusa por un fuerte
saliente y hacia el centro sus paredes bombean algo, para después curvarse suavemente hacia el
fondo. Mide de espesor 7 milímetros (Lám. IX, 5, Fig. 24, C).

- Vasos de fondo plano y paredes rectas y oblicuas a él (Fig. 24. A', B', C', D, E). De Mergelina, 1922: Fig. 24

 Fragmentos de un barro grosero hecho a mano y mal cocido, presentando la pasta negra con
tonos rojizos como debidos a cocción imperfecta.

 Dos pedazos de barro de color amarillento rojizo, uno de forma triangular y otro elíptico con
señales de haber sido frotados o de haber rodado (Lám. IX, 6, 7). El barro es amarillento rojizo.
De Mergelina, 1922: Lám IX, 6 y 7
 Fragmentos de tégula e ímbrices de época romana.

 Un cuello de hidria de época romana (Lam. IX, 1).

De Mergelina, 1922: Lám IX, 1

320
Primera cámara
Estratigrafía: presentaba un relleno sedimentario de 0,80 m de espesor, compuesto por dos tipos
de sedimentos, el primero producto de los derrumbes de la mampostería de la cámara, y por
debajo, un sedimento más compacto y de color más oscuro, con “lechos de cenizas negras”
mezcladas con residuos orgánicos, en el que se hallaron:

Huesos humanos:
- Dos maxilares y parte de otro.
- Restos de un ilíaco de niño.
- Dos astrágalos.
- 14 vértebras.
- Dos fragmentos de clavícula.
- Una cabeza de omoplato.
- Dos pedazos de esternón.
- 15 trozos de costillas.
- Un fragmento de sacro.
- Dos cabezas de cubito simétricas.
De Mergelina - Cinco metacarpianos.
-
(1922) - Una falange de mano.
- Una cabeza de fémur.
- Una cabeza inferior de tibia.
- Dos cabezas de peroné.
- Siete metatarsianos.

Cerámica: fragmentos de cerámica lisa, hecha a mano, bien cocida, negra y de pasta fina y
compacta, con la superficie exterior bruñida.
- Fragmento correspondiente probablemente a una olla semiesférica.
- Fragmento correspondiente a un recipiente de boca ancha y bordes hacia fuera, con un
diámetro de 16 cm.

Malacofauna: dos fragmentos de conchas marinas:


- Fragmento de lithodomos, pequeño y nacarado.
- Fragmento de mactra, con radios de color rojizo.

Segunda cámara
- Un cuerno de novillo bajo la gran losa del suelo.

321
Corredor:
- Cerámica: vasos de edad incierta y tejas romanas.
- Huesos.
Leeds
-
(1921)
Cámaras:
- Cerámica: fragmentos de arcilla negra, fina y bien pulida, provenientes de vasijas.
- Huesos humanos.

Corredor:
- Huesos de animales pequeños.
- Fragmentos cerámicos (toscos hechos a mano, negros, con parches rojos).
- Fragmentos de cerámica romana.

Primera cámara:
Hemp
- Numerosos fragmentos cerámicos (hecha a mano, y bien cocida, de una pasta fina, compacta y -
(1934)
negra, y bruñida por el exterior, algunos fragmentos de cuencos con fondos redondos o planos).
- Capas de ceniza negra mezclada con huesos humanos.
- Dos conchas marinas: Lithodomos y Mactra.

Segunda cámara:
- Un cuerno de toro.

322
Corredor de acceso:

Cerámica del momento de la construcción de los sepulcros:


- Vaso semiesférico de 0,10 m de altura y 0,18 m de diámetro y de entre 1 y 3 cm de espesor, de
arcilla negra con algunas tonalidades rojizas e incrustaciones de cuarzo; fue encontrado en el
corredor cerca de la entrada (Taf. 58,1,1).

- Fragmento de una vasija con una ligera oscilación, pared más alta, y 7 cm de altura, 11 cm de
espesor, amarillenta, rotura negra (Taf. 58,1,2).

- Fragmento de otra vasija con una pared recta cónica. Pedazos del borde de una vasija grande de
7 mm de grosor, negra, pulida, con una acanaladura ligeramente desplazada bajo el borde (Taf.
58,1,3).
Leisner y Leisner
(1943)
- Fragmentos de borde, de arcilla fina bien cocida, negra, pulida, con 7 mm de grosor con un borde
curvado y saliente (Taf. 58,1,5).

- Dos piezas de cerámica, una triangular y la otra elíptica, con señales de haber sido frotadas; de
tono amarillento rojizo”.

Cerámica posterior al momento de la construcción de los sepulcros:


- El cuello de una hidria romana.
- Fragmentos de ladrillos.

Huesos:
- Huesos de animales pequeños.

Leisner y Leisner, 1943: Taf. 58, 1, 1-5

323
Primera cámara:

Estratigrafía:

Presentaba un relleno de 0,80 m de altura, compuesto por dos capas:


- Capa superior: sin material arqueológico.
- Capa inferior: relleno de tierra más oscura y compacta con capas de cenizas negras,
probablemente mezcladas con restos orgánicos.

Materiales hallados en la capa inferior:

Cerámica:
- Algunos fragmentos de vasijas, entre los que destacan: “todas las cerámicas de la cámara están
Leisner y Leisner sin decorar, bien cocidas, completamente ennegrecidas y de pasta fina y compacta, el exterior
(1943) bruñido. Algunos fragmentos son de 7 mm de espesor”. Reconocibles:
- Pedazos del borde de un cuenco grande semiesférico con borde recogido (Taf. 58,1,6).
- Pedazos de borde de una vasija de cuello estrecho y de borde saliente.

Huesos:
Leisner y Leisner, 1943: Taf. 58, 1, 6
- Gran cantidad de huesos humanos machacados pertenecientes a individuos pequeños, entre los
que destacan dos mandíbulas y fragmentos de una tercera.

Malacofauna:
- Dos fragmentos de conchas de mar de las especies Litódomos y Mactra.

Segunda cámara:

Un cuerno, como de un toro joven, bajo la losa del suelo de la cámara.

324
Tabla 6.9. Grabado y pintura en El Romeral citados en las principales publicaciones de 1904-1943
Ilustraciones
Autor (Año) Descripción
Segunda cámara:
La losa que forma la mitad trasera del pavimento de la segunda
Gómez-Moreno Martínez
cámara, presenta en su superficie externa una pátina rojiza y la -
(1905)
interna “ahumada” (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 92).

Segunda cámara:
En la losa que ocupa la mitad trasera del suelo de la segunda
De Mergelina
cámara, se encuentran “unas manchas como debidas a -
(1922)
descomposición orgánica” (Mergelina, 1922: 50).

Segunda cámara:
“En la parte inferior de la losa de cobertura hay algunas líneas
incisas, de las cuales un triángulo con una línea central, cruzada por
una línea transversal, parece ser artificial” (Leisner y Leisner, 1943:
176).

Leisner y Leisner La losa ubicada en la mitad trasera del suelo de la segunda cámara
(1943) presenta en la “cara superior trabajada (...) algunas manchas que
podrían haber resultado de la descomposición de sustancias
orgánicas” (Leisner y Leisner, 1943: 176).

El dintel de la puerta de acceso a la segunda cámara “está


ligeramente retraída en la pared y es posible que originalmente Leisner y Leisner, 1943: Taf. 55, c
estuviera cubierta con un revoco” (Leisner y Leisner, 1943: 177).

325
Tabla 6.10. Plantas y secciones de Menga, Viera y El Romeral (1905-1934)
Publicación,
MENGA VIERA EL ROMERAL
Año

Gómez-
Moreno
Martínez,
1905

Velázquez
Bosco, 1905

326
Obermaier,
1919

De Mortillet,
1921

De Mergelina,
1922

327
Leisner y
Leisner, 1943

Hemp, 1934

328
Tabla 6.11. Fotografías de Menga en las décadas 1900-1930
Año /
EXTERIOR ENTRADA INTERIOR DESDE LA ENTRADA INTERIOR DESDE EL FONDO DETALLE
Procedencia

Probable
1904-1905 /
Archivo
Temboury

1905 / Archivo
Gómez-
Moreno

1905 /
Gómez-
Moreno
Martínez,
1905

1913 / Fondo
Durán / De
Mortillet, 1921

329
1920 / Fondo
Durán /
Obermaier,
1920

1921 / Leeds,
1921

1921 / Paris,
1921

330
1922 / De
Mergelina,
1922

331
1933 o 1934 /
Leisner y
Leisner, 1943

1934 / Hemp,
1934

332
Tabla 6.12. Fotografías de Viera en las décadas 1900-1930
Año /
CORREDOR DESCUBIERTO CORREDOR CUBIERTO
Procedencia

Probablemente c.
1903-1905 /
Archivo Gómez-
Moreno

1921 / Paris,
1921

1922 / De
Mergelina, 1922

333
1933 o 1934 /
Leisner y
Leisner, 1943

1934 / Hemp,
1934

334
Tabla 6.13. Fotografías de El Romeral en las décadas 1900-1930
Año /
EXTERIOR Y ENTRADA ENTRADA Y CORREDOR PRIMERA CÁMARA CORREDOR INTERMEDIO SEGUNDA CÁMARA
Procedencia

Probable
1904 / Archivo
Temboury

Probable
1904

Archivo
Gómez-
Moreno
Martínez

335
1904-1905 /
Gómez-
Moreno
Martínez,
1905

1921 / Paris,
1921

336
1922 / De
Mergelina,
1922

337
1933 o 1934 /
Leisner y
Leisner, 1943

1934 / Hemp,
1934

338
Tabla 6.14. Dimensiones de Menga tomadas en 1913 por De Mortillet (1921: 479-480)

Soportes de la cámara (anchura en la base)


Nº Pared Metros
1 Pared de la izquierda Más de 2
2 Pared de la izquierda 2,40 Dimensiones de la cámara (medidas tomadas en el interior)
3 Pared de la izquierda 2,58 Longitud Del soporte del fondo (Nº 15) al pilar I 4,80 m
4 Pared de la izquierda 2,12 Entre pilares I y II 3,12 m
5 Pared de la izquierda 2,95 Entre los pilares II y III 2,08 m
6 Pared de la izquierda 2,15 Del pilar III a la entrada de la cámara 3,45 m
7 Pared de la izquierda 2,75 Total (desde a hasta b) 16,24 m
8 Pared de la derecha 2,10 Anchura Al fondo (en a) 4,20 m
9 Pared de la derecha 2,30 Al pilar I 5,50 m
10 Pared de la derecha 1,90 Al pilar II 4,82 m
11 Pared de la derecha 1,85 Al pilar III 4,15 m
12 Pared de la derecha 2,75 A la entrada de la cámara (en b) 2,20 m
13 Pared de la derecha 2,70 Altura Al fondo de la cámara, entre los soportes 1 y 14 3,20 m
14 Pared de la derecha 2,30
15 Fondo de la cámara Más de 3,70

Soportes de la antecámara (anchura en la base)


Dimensiones del vestíbulo (medidas tomadas en el interior)
Nº Pared Metros
Longitud Desde la entrada de la cámara hasta la reja 4,13 m
16 Pared de la izquierda 1,62
(desde b hasta G)
17 Pared de la izquierda 1,70
Desde la reja a la extremidad del vestíbulo 5,13 m
18 Pared de la izquierda 1,76
(desde G hasta c)
19 Pared de la izquierda 1,84
Total (desde b hasta c) 9,13 m
20 Pared de la izquierda 1,50
Anchura En la entrada del vestíbulo (en c) 3,13 m
21 Pared de la derecha 1,35
Entre los soportes 19 y 22 1,92 m
22 Pared de la derecha 2,35
En la reja, entre los soportes 18 y 23 2,73 m
23 Pared de la derecha 1,87
Entre la reja y la entrada de la cámara, del 3,03 m
24 Pared de la derecha 1,50
soporte 17 al soporte 24 (en d)
25 Pared de la derecha 1,70
Altura Hasta la reja (en G). 2,35 m
Cubiertas (anchura en el eje de la galería)
Letra Metros
A Más de 5,50 Pilares (anchura de los lados en la base)
B 4,20 I 1,10 m 1,26 m 1,22 m 1,30 m
C 2,80 II 0,45 m 0,90 m 0,57 m 0,90 m
D 4,30 III 0,52 m 0,60 m 0,62 m 0,69 m
E 4,20

(De Mortillet, 1921: 478)

339
CAPÍTULO 7:

PRIMEROS PROYECTOS
DE CONSERVACIÓN Y
ACONDICIONAMIENTO:
1940-1984

341
Estos años se caracterizan por la preocupación sobre la conservación y la adecuación para la
visita de Menga, Viera y El Romeral. Destaca la realización, en primer lugar, de las
restauraciones de 1940 en El Romeral y 1941 en Menga y Viera; y en segundo lugar, las obras
de urbanización en Menga y Viera en 1967, después de la compra en 1966 de las parcelas
donde se ubican estos dos monumentos.

7.1. LAS RESTAURACIONES DE 1940 EN EL ROMERAL Y 1941 EN


MENGA Y VIERA

A principios de los años 40 del siglo XX se llevaron a cabo las primeras actividades de
restauración en los tres monumentos, dirigidas a la conservación y adecuación para su visita.

El estado de los monumentos en 1939 era dispar. Según Antonio De Burgos Oms, Agente del
Servicio de Recuperación Artística, enviado en septiembre de 1939 a Ronda y a Antequera por
Antonio Gallego Burín, Comisario de la Zona de Andalucía Oriental en el Servicio de Defensa del
Patrimonio Artístico Nacional, para que “informase sobre las pérdidas allí sufridas durante el
periodo rojo y el estado de conservación de los monumentos de aquellas interesantísimas
ciudades” (De Burgos Oms, 1940: 5), El Romeral requería la realización de una obra de
restauración que estaba prevista con el fin de evitar su colapso estructural (De Burgos Oms,
1940: 48), mientras que Menga y Viera se encontraban en “perfecto estado de conservación” (De
Burgos Oms, 1940: 46).

7.1.1. LA RESTAURACIÓN DE 1940 EN EL ROMERAL

La restauración del tholos de El Romeral tuvo lugar en 1940, siendo los trabajos realizados por la
Comisaría Provincial de Excavaciones Arqueológicas de Málaga, cuyo Comisario Provincial era
Simeón Giménez Reyna, con la colaboración de la Delegación de Zona de Bellas Artes, y
sufragados por el propietario del terreno en el que se encontraba el monumento, el señor García
Berdoy, presidente de la Sociedad Azucarera Antequerana, y académico de la Real Academia de
Bellas Artes de San Telmo de Málaga (Giménez Reyna, 1946: 32).

El estado del tholos de El Romeral era de “ruina” y en los “últimos tiempos adquirió carácter de
inminente catástrofe” (Giménez Reyna, 1946: 32). El túmulo estaba lleno de vegetación silvestre,
y en la parte opuesta a la entrada (lateral norte-noreste) presentaba una zanja de 2 m de
longitud, 1 m de anchura y 1 m de profundidad. Es posible que esta zanja corresponda a la
estructura mencionada por Pierre Paris en 1921 y descrita como “galería”, aunque no podemos
confirmarlo ya que éste no indica su ubicación exacta, tan solo que se encontraba en el propio
túmulo de El Romeral (Paris, 1921: 22-23). El tramo de corredor descubierto estaba también
lleno de vegetación silvestre y sus taludes laterales estaban derruidos. La cancela de hierro que

343
cerraba el paso al interior del monumento estaba rota y cegada en su mitad inferior. Las paredes
del tramo cubierto de corredor estaban también destrozadas, faltaban tres cobijas, y otras cuatro
estaban rotas, las numeradas por nosotros como 7, 10, 11 y 12 (Tabla 7.1). Las dos cámaras se
encontraban llenas de piedras y tierra procedentes de los socavones realizados en las paredes
de mampostería, algunos de hasta 2 m de profundidad (Giménez Reyna, 1946: 32-33).

Los trabajos de restauración emprendidos consistieron en: el tapado de la zanja del túmulo; la
limpieza del corredor de entrada hasta encontrar el suelo original; la disposición de tres cobijas
de granito en el tramo de corredor cubierto para tapar los huecos donde faltaban,
correspondientes a las cobijas 3, 4 y 5; la reposición de la mampostería que faltaba en las
paredes del corredor y de las cámaras trabándolas con barro; la eliminación de la tierra que
cubría “el ara de las ofrendas o de sacrificio” de la segunda cámara (Giménez Reyna, 1946: 33-
34); dejándose sin reconstruir un tramo de muro de mampostería en el corredor, junto a las
jambas de entrada a la primera cámara, otro en la primera cámara y uno más en la segunda,
“para estudiar la forma de construcción” (Giménez Reyna, 1946: 33).

También se realizaron trabajos para mejorar la protección y el acceso al monumento desde la


carretera de Antequera a Granada, construyéndose “un camino de acceso para carruajes,
bordeado de álamos”, que presentaba a su entrada un poste con la indicación “Dolmen del
Romeral” y una cancela que cerraba el paso. Junto a la entrada al monumento se dispuso un
banco de piedra y una losa conmemorativa con motivo de la restauración, (hoy día conservada al
inicio del corredor, en lateral izquierdo según se entra), arreglándose también la cancela de
hierro que cerraba el paso al interior del monumento Además, para mejorar la visita al interior se
instaló iluminación eléctrica (Giménez Reyna, 1946: 34).

Los trabajos de restauración permitieron extraer varios datos con respecto a las técnicas
constructivas empleadas. Así se destacó que el suelo del corredor estaba formado por un
“enlosado de grandes piedras burdamente encajadas entre sí” (Giménez Reyna, 1946: 33), al
igual que la primera cámara (Giménez Reyna, 1946: 36). Con respecto al túmulo y a las paredes
del monumento, Giménez Reyna destacó:

La masa del túmulo va formada por una tierra muy compacta y algo caliza mezclada con grandes
piedras de caliza margosa como de un pie cúbico de volumen, y la pared de la bóveda se ha podido
construir sin armadura por ir escogiendo las lascas de tamaño grande en sus superficies e irlas
tomando con una argamasa de barro y algo de cal que le da fuerte consistencia. Además, las lascas
están entibadas y reforzadas por un acuñado de las piedras pizarrosas de la construcción que le dan
gran solidez, pero el barro que las coge no aparece en la superficie de la pared, cuyo material queda
así muy llagado y aparentemente su construcción es en seco (Giménez Reyna, 1946: 33).

Los trabajos debieron finalizar en el mes de agosto de 1940, tal y como se indica en un artículo
de prensa del 18 de agosto de 1940, del semanario El Sol de Antequera, donde se relataba la
visita del Comisario General de Excavaciones Arqueológicas al tholos de El Romeral tras la
finalización de la restauración (El Sol de Antequera, año XVIII, nº 872).

344
En el informe emitido tras la restauración en septiembre de 1940 por el director de la
restauración, Simeón Giménez Reyna, Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas en
Málaga, tan solo se indicaba:

El día 19 de este mes se efectuó en Antequera la entrega al Comisario General de Excavaciones


Arqueológicas, de las obras de restauración realizadas en la Cueva del Romeral bajo la dirección
técnica del Comisario Provincial, Sr. Giménez Reyna, y gracias a la patriótica generosidad del
Presidente de la Azucarera Antequerana, Sr. García Berdoy. El monumento, que presenta el mayor
interés, se hallaba totalmente abandonado y prácticamente inaccesible y ahora se halla en perfectas
condiciones y abierto al turista y al arqueólogo gracias a esas obras (Giménez Reyna, 1940: 3).

7.1.2. LAS RESTAURACIONES DE 1941 EN MENGA Y VIERA

Aunque De Burgos Oms (1940: 46) destacó el “perfecto estado de conservación” de Menga y
Viera, al año siguiente, en 1941, tuvo lugar la restauración de ambos dólmenes. Para estas
actuaciones, el Estado aprobó dos presupuestos, uno para Menga de 3000 pesetas y otro para
Viera de 2000 pesetas, según Órdenes del 28 de agosto de 1941, publicadas en BOE el 14 de
septiembre de 1940, páginas 7036 y 7033 respectivamente.

En esta ocasión, los trabajos de restauración fueron sufragados por la Junta de Defensa del
Patrimonio Artístico Nacional y la Delegación de Zona de Bellas Artes, y acometidos por el
arquitecto de Zona de Bellas Artes, Francisco Prieto-Moreno y Pardo, bajo la dirección del
Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas, Simeón Giménez Reyna. Tras ellas,
ambos monumentos fueron provistos de un guarda que pagaba el Ayuntamiento de Antequera,
que se encargaba de su cuidado (Giménez Reyna, 1946: 37-43, láminas XIII-XVII).

7.1.2.1. La restauración de Menga

Según la descripción de Giménez Reina, a la altura de 1939, Menga se encontraba totalmente


abandonado, “sin guarda, rota la cancela de entrada y ocupada por una tribu de gitanos que en
él se habían cobijado” (Giménez Reyna, 1946: 37). El interior se encontraba sucio y “gravemente
dañado por las filtraciones del agua que se depositaba en la cubierta del túmulo, que tenía
grandes hoyos” (Giménez Reyna, 1946: 38). Continuaba abierto el hueco abierto en la losa de
cabecera y en el túmulo por Mitjana y Ardison entre 1842-1847; el penúltimo ortostato del lateral
derecho de la cámara (ortostato 14 según la numeración seguida en esta Tesis Doctoral) se
había fracturado, desprendiéndose “una gran lasca que se sostenía con un madero que apoyaba
en el último monolito o columna del centro del monumento”; los pilares se encontraban muy
deteriorados en su parte inferior; y el suelo presentaba un relleno de tierra de al menos 60 cm
con respecto al original (Giménez Reyna, 1946: 38).

345
Los trabajos llevados a cabo en el interior de Menga consistieron en (Tabla 7.2): el arreglo de la
cancela de entrada, el tapado del hueco abierto en el lateral derecho de la losa de cabecera, la
reposición de la lasca desprendida del penúltimo ortostato del lateral derecho (O-14), fijándolo
con cemento y sujetándolo con grapas al resto del ortostato; y el recrecido de la base de los
pilares mediante la disposición de una capa de cemento aislante (Giménez Reyna, 1946: 38).

En el túmulo se taparon el hueco abierto tras el lateral derecho de la losa de cabecera y los
hoyos existentes en el mismo, se dispuso una capa de arcilla impermeable en todo el túmulo, se
ensanchó “a su debido diámetro – que los labradores vecinos habían ido menguando -” y se
abrieron unas cunetas de desagüe a su alrededor (Giménez Reyna, 1946: 38).

A la entrada de Menga se dispuso un poste indicativo, y se construyó un camino para coches


desde la carretera al dolmen y una plazoleta delante del monumento, delimitándose ambos con
cipreses y flores (Giménez Reyna, 1946: 38-39). Así mismo se abrió un camino hacia el dolmen
de Viera que discurría por el lateral noroeste del túmulo, cortándolo y desmontándolo en gran
parte (Giménez Reyna: 1946: 43, Lámina XVIII).

7.1.2.2. La restauración de Viera

El estado de conservación de Viera en 1939 no era tan malo según De Burgos Oms. Aunque se
encontraba sucio y con la cancela que cerraba el acceso al interior rota, no presentaba grandes
desperfectos (Giménez Reyna, 1946: 40). Así mismo, la segunda cobija del corredor conservada
completa (C-4) estaba partida en dos y continuaba abierto el orificio realizado en la losa de
cabecera y la galería que recorría tanto la cabecera como el lateral derecho del dolmen por el
trasdosado de los ortostatos (Tabla 7.1) (Giménez Reyna, 1946: 41-42), encontrándose
probablemente cegado el espacio por la que se accedía desde el túmulo.

Los trabajos acometidos en el dolmen de Viera consistieron en (Tabla 7.2): la eliminación de la


vegetación del túmulo, su cubrición con una capa de arcilla impermeabilizante y la creación de
unas cunetas a su alrededor para la evacuación de aguas; la construcción de tres escalones
para la bajada al corredor y de un pocillo relleno de piedras y ladrillos a modo de desagüe natural
cubierto con una rejilla de hierro; la limpieza del corredor de vegetación, piedras y tierra,
dejándose al descubierto el umbral de la primera puerta perforada; la reconstrucción de las
paredes de mampostería del corredor; la limpieza de todo el interior del dolmen; y el arreglo de la
puerta de hierro que cerraba el paso a la parte cubierta del monumento. Igualmente, como en los
otros monumentos, se colocó un poste indicador en la entrada, con la inscripción “Cueva de
Viera. Tumba prehistórica” y se realizó un camino de acceso, en esta ocasión desde la entrada
de Menga (Giménez Reyna, 1946: 43).

346
7.2. EL PROYECTO DE ACTUACIÓN DE 1944

En 1944 volvieron a ser necesarias varias tareas de acondicionamiento en el interior y exterior de


Menga y Viera. La Comisaría Provincial de Excavaciones Arqueológicas solicitó al Ayuntamiento
de Antequera la realización de diversos trabajos en los monumentos:

(...) la renovación de los plantones de cipreses que se sembraron en el camino de acceso a la de


Menga, el desescombro del interior de la misma que al parecer tiene en su fondo una capa de tierra
de 60 centímetros y repaso del túmulo que se ha dañado desde la última reparación, así como
también excavar el corredor de Viera para dejar a su primitivo nivel y al descubierto la primera puerta
de acceso que está cegada, obras todas que por estimarlas de poco costo solicita la Comisaría que
pueden ser atendidas por este Ayuntamiento (Actas Capitulares Sesión 9 de febrero de 1944,
Archivo Histórico Municipal de Antequera, Libro 1912, folio 114).

No tenemos certeza de que estas labores se llevaran a cabo, conociéndose tan solo la intención
del Ayuntamiento de pedir presupuesto para su realización a un arquitecto (Actas Capitulares
Sesión 9 de febrero de 1944, Archivo Histórico Municipal de Antequera, Libro 1912, folio 114).

7.3. LAS OBRAS DE URBANIZACIÓN EN MENGA Y VIERA EN 1967

A partir de 1966 se iniciaron los trámites previos para los trabajos de urbanización en el entorno
de Menga y Viera desarrollados al año siguiente. Dado que en estos momentos los terrenos
donde se ubican los dos monumentos eran de titularidad privada (tan solo era de titularidad
pública el dolmen de Menga, comprado por el Estado en 1886 a su propietario Manuel Zarco del
Valle y Espinosa de los Monteros), el Ayuntamiento de Antequera inició los trámites y llegó a un
acuerdo para la compra de las tres parcelas donde se ubicaban los monumentos de Menga y
Viera por 379.750. (Actas Capitulares Sesiones 19 de abril y 12 de mayo de 1966, Archivo
Histórico Municipal de Antequera, Libro 2210, folios 77-80 y 85-86).

La descripción de las tres parcelas permite ver el tipo de terreno y de uso a mediados del siglo
XX:
Una, de la propiedad de doña Ramona Vegas Carmona, consistente en una haza de tierra de
secano, con olivos viejos, que sitúa al partido rural denominado Valdealanes, en el paraje de la
Cueva de Menga de este término, con cabida de una hectárea, setenta y seis áreas, ochenta y ocho
centiáreas, y linda, por el Norte, con el camino de Antequera a Villanueva de Algaidas, conocido más
bien por el de Mancha y tierras de Andrés Saenz por el Este, con la Estacada de Boves de Rafael
Molina Acedo de la que está separada por el cauce del partido; por Sur, la finca de que se segregó; y
al Oeste, con el Camino de Antequera a Villanueva de Algaidas, llamado también de Mancha. Dentro
del haza está enclavada la Cueva de Menga Monumento Nacional de propiedad del Estado. Esta
parcela figura inscrita a favor de doña Ramona Vegas Carmona, al libro 425, folio 3, finca número
17.533 inscripción 1ª.

Otra, perteneciente a doña Socorro Vegas Carmona, consistente en una haza de tierra de secano
con olivos viejos, sita en el mismo partido, paraje y término que la anterior, con cabida de una

347
hectárea, treinta y dos áreas, dieciséis centiáreas, que linda, por el Norte, con parcela de doña
Ramona Vegas Carmona; por el Sur, con más de donde se segregó; por el Este, con el camino de
Archidona, hoy carretera de Granada; y por Oeste con el camino de Antequera a Villanueva de
Algaidas, nombrado también de Mancha. Dentro de la misma radica la Cueva de Viera, prehistórica,
sobre la que hace algunos años se iniciaron por el Estado gestiones para adquirirla, se halla inscrita
al libro 425, folio 5, finca número 17.534, inscripción 1ª.

Y la otra, pertenece a don Francisco Vegas Carmona, consistente en una haza de tierra de secano,
con olivos viejos, situada en el mismo partido, paraje y término que las anteriores, con cabida de
cincuenta y tres áreas, noventa y tres centiáreas y ochenta decímetros cuadrados, que linda, por el
Sur con el camino de Archidona, que es la carretera de Granada, y fincas segregadas y vendidas a
Don José Cuadra Rojas, por el Este, con la misma carretera; y por el Oeste con solar segregado y
vendido a don José Cuadra Rojas y con el camino de Mancha, encontrándose inscrita al libro 306,
folio 105, finca número 9.071, inscripción 9ª (Actas Capitulares Sesiones 19 de abril de 1966 Archivo
Histórico Municipal de Antequera, Libro 2210, folio 78).

En las fotografías aéreas de 1956 (Figura 7.1) se puede apreciar la plantación de olivar descrita
en el entorno de Menga y Viera, así como los caminos de acceso a los tres monumentos.

Por acuerdo entre el Director General de Bellas Artes y el Alcalde de Antequera, tras la
adquisición de los terrenos por parte del Ayuntamiento, los futuros trabajos de “urbanización,
accesos y embellecimiento de la zona en la que están enclavadas las cuevas prehistóricas”
serían asumidos por la Dirección General (Actas Capitulares Sesión 1 de marzo de 1966,
Archivo Histórico Municipal de Antequera, Libro 2116, folio 58). Así, en 1967 el Arquitecto
Conservador de los Monumentos de la 7ª Zona, Prieto-Moreno y Pardo, remitió al Comisario
General la Memoria de obras de urbanización en los alrededores de las Cuevas de Menga y
Viera. Antequera (Málaga) (Prieto-Moreno y Pardo, 1967: 1-8). En ella se planteaban: i) la
reposición de cipreses a lo largo del camino de acceso a los dólmenes; ii) pintar las cancelas y
los carteles; iii) limpiar las cunetas construidas en 1941 para mejorar la evacuación de agua de
lluvia; iv) reforzar los pavimentos empedrados mediante la disposición de un nueva capa de
mortero; v) eliminar los arbustos de los muretes de mampostería construido en Menga entre
1921 y 1933 y en Viera en 1941 a ambos lados de los accesos a los monumentos y el recrecido
de éstos unos 50 cm para impedir el desprendimiento de tierra procedente del túmulo (Tabla 7.2)
(Prieto-Moreno y Pardo, 1967: 2).

Los expedientes sobre dichas obras se encuentran en la actualidad transferidos por el Archivo
Central del Ministerio de Cultura al Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares
(AA. VV. 2011c: 35), por lo que no tenemos certeza de los trabajos realizados. Los únicos datos
sobre esta intervención proceden de la obra publicada en 1968 por Simeón Giménez Reyna Los
dólmenes de Antequera, donde se mencionan los trabajos de acondicionamiento del acceso en
los años 60, al indicar que “recientemente el Ayuntamiento de Antequera ha reparado el camino
de acceso y cuida su vigilancia” (Giménez Reyna, 1968: 28).

348
Figura 7.1. Foto aérea de 12/06/56. Superior: entorno de Menga, Viera y El Romeral. Inferior izquierda: Menga y
Viera. Inferior derecha: El Romeral. Foto: Vuelo Americano Serie B 1956-1957 (http://fototeca.cnig.es/).

7.4. PROYECTO DE ACTUACIÓN EN MENGA EN 1976

En 1976 se iniciaron los trámites para una restauración en Menga consistente en la restitución de
elementos ausentes, estando recogidos en el Expediente 60/76 de la Delegación Provincial de
Málaga de la Consejería de Cultura y Medio Ambiente.

El Arquitecto Sergio Pequeño Ciaurritz, tras una visita al dolmen de Menga, remitió el 22 de
octubre de 1976 un escrito al Presidente de la Comisión Provincial del Patrimonio Histórico
Artístico de Málaga, denunciando el estado del monumento y la necesidad de una “urgente labor
de mantenimiento y restitución de su estructura original” (Expediente 60/76 de la Delegación
Provincial de Málaga de la Consejería de Cultura y Medio Ambiente).

349
En él se señalaban dos afecciones. En primer lugar, la fisura por la parte central de las dos
primeras cobijas según se entra (cobijas 1 y 2), encontrándose ambas losas partidas en dos. En
segundo lugar, el desgaste de los ortostatos y pilares debido a procesos antrópicos. Así, indicó:

1ª (...) “las dos losas de techo (las primeras según se accede a la “cueva”) se encuentran fisuradas
justo en la zona de máximo momento central (...). Dichas fisuras afectan la totalidad de las dos losas
y están en proceso de separarse sus labios, como lo muestran los testigos colocados en las mismas.
Es decir, las dos losas han partido y se están cayendo (...).

2ª Se ha producido un gran desgaste en las paredes y pilares a nivel de vida humana y animal como
queda patente actualmente en las paredes y en la labor de restauración de los pilares centrales.

(Expediente 60/76 de la Delegación Provincial de Málaga de la Consejería de Cultura y Medio


Ambiente).

Para él, éstos problemas habían surgido en los últimos 400 años, “cuando la cueva fue refugio
de gitanos y cuadra”, produciéndose un desgaste progresivo de los ortostatos y pilares, por el
roce de animales y personas. Además planteó que el primero de los problemas era debido a la
rotura de uno o dos pilares que, según él, debieron estar ubicados en la zona de acceso,
considerando pruebas de su existencia las fisuras actuales y el negativo “del encastre de la
cabeza de uno de dichos pilares” tallado en la zona de unión de ambas losas, para la disposición
de algún elemento vertical (Expediente 60/76 de la Delegación Provincial de Málaga de la
Consejería de Cultura y Medio Ambiente).

También señalaba como prueba de la existencia de uno o dos pilares en el acceso, la presencia
de una pieza pétrea ubicada junto a los primeros ortostatos del lateral norte: “a la entrada de la
cueva hay lo que a todas luces puede ser el resto de uno de ellos (se encuentra tumbado
paralelamente al eje de la cueva y apartado al lado Norte de la entrada)” (Expediente 60/76 de la
Delegación Provincial de Málaga de la Consejería de Cultura y Medio Ambiente).

Como solución a la fisura de las dos primeras cobijas, sugirió la disposición de un elemento
vertical o pilar en el encuentro entre cobijas 1 y 2.

En relación con la denuncia de Sergio Pequeño Ciaurritz, el Arquitecto del Ministerio de la


Vivienda y miembro de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico-Artístico de Málaga,
Rafael Parrella Carvajal, redactó un nuevo informe relativo a la restitución de elementos
estructurales en el dolmen de Menga, con fecha del 22 de octubre de 1976 y dirigido al
Presidente de la Comisión Provincial de Patrimonio Artístico de Málaga. En él se planteaban las
mismas observaciones y conclusiones que había realizado Pequeño Ciaurritz. Este nuevo
informe fue remitido el 4 de noviembre de 1976 por Rafael Puertas Tricas, Consejero Provincial
del Patrimonio Artístico en Málaga, a Fernando Chueca Goitia, Inspector Técnico de
Monumentos de la Comisaría Nacional del Patrimonio Artístico, para saber de quién era la
competencia de la restauración de Menga. La respuesta fue dada el 19 de noviembre de 1976,

350
indicándose que dicha restauración debía corresponder a la Inspección Técnica de
Excavaciones Arqueológicas. No obstante, esta restauración no fue llevada a cabo.

7.5. PROYECTO DE PARQUE DE RECREO Y ESPARCIMIENTO EN


EL ENTORNO DE MENGA Y VIERA EN 1983-1984

En septiembre de 1983 la Jefatura Provincial de Málaga del IRYDA (Instituto Nacional de


Reforma Agraria) presentó un “Proyecto de Parque de Recreo y Esparcimiento en la cabecera de
la Comarca de Antequera - Comarca de ordenación de Antequera (Málaga)”. La zona donde se
planteó la realización de dicho parque fue el entorno de los dólmenes de Menga y Viera (Figura
7.2), por lo que su ejecución hubo de contar con dos informes previos redactados por el
Departamento de Arqueología de la Diputación Provincial de Málaga, un Informe Arqueológico y
un Informe Técnico el Expediente 35/83 “Actuación Arqueológica de Urgencia Construcción
Parque Recreo” de la Delegación Provincial de Málaga de la Consejería de Cultura.

El “Proyecto de Parque de Recreo y Esparcimiento en la Cabecera de Comarca de Antequera-


Comarca de Ordenación de Antequera (Málaga)”, bajo la dirección de Juan Meseguer Muñoz,
Ingeniero de Montes, contaba con un presupuesto de 3.380.221 pesetas, y se encontraba dentro
del epígrafe de “Obras forestales y embellecimiento de núcleos” dirigidas a “obras enclavadas en
cabeceras de comarca o núcleos de expansión situados en zonas de concentración parcelaria en
ejecución o de ordenación de explotaciones que estén vigentes, así como en zonas regables
recién terminadas o de nueva creación que estén en ejecución o próximas a ejecutarse”.

Este tipo de obras debían contar con dos condiciones indispensables. En primer lugar, ser
realizadas en suelos que fuesen propiedad de Ayuntamientos, como era el terreno donde se
ubican los dólmenes de Menga y Viera. En segundo lugar, que el Ayuntamiento en cuestión
“solicite y ponga a disposición del IRYDA estos terrenos para llevar a cabo esta mejora,
comprometiéndose además a hacerse cargo de la misma, una vez terminadas las obras”, lo cual
también se cumplió en el caso de los terrenos donde se encontraban los dos monumentos.

La motivación de la obra era “contar con un lugar de esparcimiento para el vecindario de


aquellos alrededores, que vive muy alejado de la zona de jardines que existe actualmente en la
población”, no teniendo, por tanto, nada que ver con las necesidades de puesta en valor,
restauración o investigación de los monumentos megalíticos.

351
Figura 7.2. Plano del Proyecto de Parque de Recreo y Esparcimiento confeccionado por el IRYDA
(AA. VV. 2011c: 113).

352
La superficie total de los terrenos era de 56.000 m² y la obra planteada consistiría en (Figura
7.2):

1- Sustitución de la alambrada del cerramiento por una malla metálica de 1,50 m de altura y
reposición de los postes de hormigón rotos o desaparecidos.
2- Plantación de pinos carrascos en el entorno y cipreses piramidales en el camino de
acceso y en el que une un dolmen con otro, para reponer los que se han perdido desde
que se plantaran en 1950.
3- Instalación de rocallas en determinados espacios llanos abiertos “para romper la
monotonía de la masa”.
4- Instalación de zonas verdes de protección alrededor de los dos monumentos y otros
sitios que sirvan de descanso a los visitantes.
5- Reparar la puerta de entrada al recinto y construir otra puerta similar de hierro apoyada
en dos postes de mampostería vista.

Debido a que la obra proyectada afectaba al entorno inmediato de los dólmenes de Menga y
Viera, ambos Monumentos Nacionales protegidos por el Estado, el Proyecto tuvo que ser
informado por el Departamento de Arqueología de la Diputación Provincial de Málaga, que emitió
un Informe Arqueológico y un Informe Técnico en febrero de 1984. En el “Informe Arqueológico
de la Actuación Preventiva realizada sobre el Proyecto de Parque de Recreo y Esparcimiento en
la cabecera de Comarca de Antequera (Málaga). Zona de los dólmenes de Menga y Viera”, se
expone el objetivo del mismo: “aplicar las medidas preventivas y el seguimiento al proyecto para
que la zona arqueológica no se vea en peligro de destrucción, ni se altere su medio entorno”, y
las medidas de actuación: i) la obtención de la copia del Proyecto, ii) el estudio del Proyecto
desde la perspectiva arqueológica, iii) el control arqueológico de las zonas afectadas, iv) la
documentación gráfica de la zona antes del Proyecto.

Por otro lado, en el “Informe Técnico Previo a la realización de Parque de Recreo y


Esparcimiento en la Cabecera de Comarca de Antequera, Málaga, en la zona de los dólmenes
de Antequera” se señalaba la necesidad de “mantener en todo momento unos altos niveles de
protección tanto para los dólmenes como para su inmediato entorno”, así como “de la imagen
física del entorno y de las perspectivas visuales que permiten la observación y comprensión de
los monumentos”. En el caso concreto del Proyecto a informar se planteaban varias medidas:

1- Que el trazado de las canalizaciones de agua discurra por los bordes de los caminos
existentes en las zonas cercanas a los túmulos.

2- Que la profundidad de las zanjas para las canalizaciones sea la menor posible y que la
excavación de éstas esté controlada por personal responsable del Ayuntamiento o del
Departamento de Arqueología de la Diputación Provincial de Málaga.

353
3- Intentar eliminar los caminos que rodean los túmulos a media ladera, para proteger los
túmulos.

4- Que no se lleven a cabo plantaciones en los túmulos.

5- Plantación en las faldas de los túmulos de olivos en lugar de cipreses, ya que existen
varios ejemplares muy antiguos en el lugar.

6- No disponer las rocallas con vegetación tropical en el entorno.

Aunque no contamos con una Memoria Final de la actuación, sabemos que ésta se llevó a cabo
y que no incorporó las recomendaciones de los informes Arqueológico y Técnico, ya que en 1990
el arquitecto Enrique de Haro Ruiz en la descripción de su “Proyecto de Ordenación General del
Recinto Primero del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera” destaca que “actualmente
el entorno de los túmulos se encuentra atravesado por vías de acceso a los dólmenes de tráfico
rodado “decorado” con plantaciones de “rocallas”, dracaceas de Canarias, pitas y un repertorio
de vegetales de dudoso gusto, supuestamente romántico, confusamente distribuidos entre bellos
y recios olivos centenarios” (Haro Ruiz, 1990: 95). Por otro lado, Villalón Conejo destacó en su
Proyecto de Consolidación de Viera, redactado en 1999 y reformado en 2001, la existencia de
plantaciones arbóreas en el túmulo, que deben corresponder a esta actuación de 1983-1984
(Villalón Conejo, 1999: 26; 2001: 25).

Las fotografías aéreas del Vuelo Interministerial de 1973-1986 (Figura 7.3), el Vuelo Nacional de
1980-1986 (Figura 7.4) y las tomadas en 1987 por Paisajes Españoles S.A. (Figuras 7.5 y 7.6)
evidencian que el proyecto de 1983-1984 debió ejecutarse prácticamente en su totalidad,
abriéndose la entrada del lateral suroeste del conjunto, el camino que discurre desde dicho
lateral hacia Viera, de 110 m de longitud y 6 m de anchura, la plaza central y el camino hacia
Menga por el lateral noroeste de su túmulo, decorándose el recorrido con plantaciones de
jardinería.

También deben corresponder a esa actuación la ampliación del corredor de acceso a Viera,
excavando una imponente zanja en el frontal de acceso en dirección este, con una longitud de
9,00 m en el lateral norte y 8,00 m en el lateral sur, 1,80 m de anchura y una profundidad junto a
los primeros ortostatos de 2 m en el lateral norte y 1,50 m en el lateral sur hasta enrasar con la
cota exterior en el acceso. Desgraciadamente no contamos con documentación al respecto. Así
mismo, debió construirse el muro del lateral norte del camino que conduce a Viera según se
deduce de la comparación de las fotografías de 1956 (Figura 7.1) y las de los años 70-80
(Figuras 7.2-7.6). Este muro, de 0,40 m de anchura, comienza a 30 m del acceso y discurre 50 m
por el lateral suroeste del túmulo, siendo interrumpido por el acceso a Viera, de 2,40 m, y
continuando en el lateral noreste del túmulo otros 17 m.

354
Por otro lado, aunque no forme parte de esta intervención, en algún momento entre 1980 y 1986
debió abrirse un nuevo camino de acceso a El Romeral, visible en las fotografías del Vuelo
Nacional de 1980-1986 (Figuras 7.4 y 7.6).

Figura 7.3. Foto aérea de 1973-1986. Izquierda: Menga, Viera y El Romeral. Superior derecha: El Romeral. Inferior
derecha: Menga y Viera. Foto: Vuelo Interministerial 1973-1986 (http://fototeca.cnig.es/).

355
Figura 7.4. Foto aérea de 1980-1986. Foto: Vuelo Nacional 1980-1986 (http://fototeca.cnig.es/).

Figura 7.5. Menga y Viera en 1987. Foto: Paisajes Españoles S.A. (AA.VV. 2011a 243).

356
A

C
Figura 7.6. A. Menga en 1987, B. Viera en 1987 y C. El Romeral en 1986.
Fotos: Paisajes Españoles S.A. (Fuente: CADA).

357
7.6. PUBLICACIONES DE LAS DÉCADAS DE 1940-1960

En los años 40 y 50 del siglo XX se publicaron varios trabajos (Almagro Bash, 1947: 116-117;
Torres Balbás, 1951: 429-430; Muñoz Burgos, 1955: 13-16; James, 1973: 100-101) en los que se
hacía referencia a los monumentos de Menga, Viera y El Romeral, incluyendo descripciones de
los mismos, aunque sin mencionar las obras de conservación realizadas.

Sin lugar a dudas, destacan las publicaciones de Giménez Reyna (1946; 1967; 1968),
correspondientes tanto a la memoria de los trabajos arqueológicos efectuados en los años 40
(Giménez Reyna, 1946: 31-43 y Láminas XIII-XXIII), como a su libro sobre los monumentos
antequeranos, publicada primero en inglés (Giménez Reyna, 1967) y luego en español (Giménez
Reyna, 1968), lo que demuestra la importancia del conjunto antequerano fuera del territorio
español, y donde además de mencionar los trabajos de acondicionamiento del acceso a los
monumentos en los años 60 (Giménez Reyna, 1968: 28), se describía cada uno de ellos.

Giménez Reyna utilizó las palabras dólmenes e hipogeos (Giménez Reyna, 1968: 21, 25-26, 29)
para denominar estos monumentos, destacando que “en ningún otro lugar del mundo son estos
dólmenes, llamados impropiamente “cuevas”, de una majestuosidad, de una grandeza y de un
arte arquitectónico tan sorprendente como los reunidos en los alrededores de Antequera”
(Giménez Reyna, 1968: 19).

Respecto a Menga, amén de su forma (gran cámara ovalada y galería de acceso de lados
paralelos), dimensiones (23,5 m de longitud y entre 3,5 y 6 m de ancho), número de ortostatos
(25) y los grabados antropomorfos del ortostato 3 (Giménez Reyna, 1946: 39-40; 1968: 23-24),
destacó el uso en la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del XIX como refugio de
ganado y de gitanos (Giménez Reyna, 1968: 21-22), la técnica constructiva empleada para la
construcción del túmulo mediante hiladas alternantes de piedra y barro (Giménez Reyna, 1968:
24) y el calificativo de “templo necrológico” (Giménez Reyna, 1968: 24), considerándolo como
templo y lugar de enterramiento al mismo tiempo.

En Viera, el largo corredor, que debió alcanzar según Giménez Reyna los 25 m, presentaba un
suelo de tierra apisonada y una puerta perforada a tres metros de la actual entrada, que no
conservaba el dintel. Desde esta puerta hasta la cámara el corredor medía 19 m de longitud,
faltando en los primeros 9,00 m la mayoría de las losas de cubierta (conservándose solo
parcialmente dos). La anchura del corredor oscilaba entre 1,15 m y 1,35 y su altura de 1,85 -
2,00 m. La cámara, de 1,75 m de longitud, 1,82 m de anchura y 2,08 m de altura, presentaba
una forma “cúbica” y se ubicaba en el centro del túmulo, de 50 metros de diámetro (Giménez
Reyna, 1946, 41-42; 1968: 25-26). El corredor estaba compuesto por 27 ortostatos, cuatro
cobijas completas y una conservada parcialmente (en realidad dos) y una puerta perforada,
mientras que la cámara estaba conformada por cinco piezas (tres ortostatos, una puerta
perforada y una cobija) (Giménez Reyna, 1968: 26-27).

358
Giménez Reyna destacó en Viera la disposición de un relleno de piedras y barro margoso en la
junta de unión del techo con las paredes (Giménez Reyna, 1968: 28), y su similitud con otros
megalitos encontrados en Dílar y Zafarraya (Giménez Reyna, 1968: 28).

En el caso del tholos de El Romeral, tras describir las dimensiones del túmulo (85 m de diámetro
y 8 m de altura) y la forma (corredor de sección trapezoidal y cámaras circulares) y dimensiones
interiores del monumento (corredor: 14,50 m de longitud (conservada) y 23,50 m desde las
primeras piedras conservadas en el acceso x 1,60-1,65 m de anchura en el suelo y 1,00-1,20 m
de anchura en el techo x 2,00-2,12 m de altura; primera cámara: 5,20 m de diámetro x 3,90 m
de altura; corredor entre cámaras: 1,40 m de longitud x 0,80 m de anchura en el suelo y 0,65 m
de anchura en el techo x 1,48 m de altura; segunda cámara: 2,40 m de diámetro y 2,25 m de
altura) (Giménez Reyna, 1946: 35-37), Giménez Reyna destacó dos datos muy relevantes en
relación con la técnica constructiva. En primer lugar, la mampostería de lajas de piedra trabadas
con mortero de barro y cal que formaban las paredes de corredores y cámaras, y su disposición
en hiladas superpuestas sobresalientes hacia el interior del corredor (Giménez Reyna, 1968: 29-
30). Esto permitía crear un espacio de sección trapezoidal en el corredor e ir cerrando la falsa
cúpula en el caso de las cámaras. En segundo lugar, recalcó que las paredes se encontrarían
probablemente enlucidas y pintadas (Giménez Reyna, 1968: 31). Esta apreciación, que solo
recientemente está siendo investigada (Bueno Ramírez et al., en prensa), puede ser planteada
también, al menos en el caso del corredor de acceso, a partir de las fotografías publicadas por
Gómez Moreno (1949: lámina 14) y por De Mergelina (1922: 46) antes de la restauración del
monumento 1940. En ellas, el tercio inferior de las paredes del corredor presenta una capa de
tierra, quizás un mortero a modo de revoco de barro, cubriendo la mampostería, pudiendo
constituir parte del enlucido al que hace referencia Giménez Reyna. Igualmente destacó el mal
estado del monumento en 1940 (Tabla 7.2), mencionando el hundimiento de varias losas de
cubierta del corredor, el desprendimiento de parte de la mampostería de las paredes y la fosa
abierta en el suelo de la cámara más pequeña en excavaciones previas, que atribuyó a
buscadores de tesoros, justificando así la restauración realizada en esos años (Giménez Reyna,
1968: 33).

7.7. VALORACIÓN

De la documentación discutida en las secciones precedentes se desprende que a finales de los


años 1930 el estado de conservación de Menga, Viera y El Romeral era muy deficiente (Tabla
7.2). El túmulo de Menga presentaba grandes hoyos, continuando también abierta la zanja
excavada por Mitana y Ardison en 1842-1847 en la zona de la cabecera. La cancela que cerraba
el paso al interior del monumento estaba rota y el dolmen estaba habitado por “gitanos”,
encontrándose además sucio, con un relleno de al menos 60 cm con respecto al suelo original, y
muy deteriorado por las filtraciones de agua que alcanzaban el interior desde la cubierta.
Además continuaba abierto el hueco realizado por Mitjana y Ardison en el lateral derecho de la
losa de cabecera, se había fracturado también el ortostato 14, desprendiéndose una lasca que

359
se encontraba sostenida por un puntal de madera apoyado en el pilar 3, y los pilares, sobre todo
los dos primeros según se entra (pilares 1 y 2), presentaban importantes pérdidas de material en
el tercio inferior (Tabla 7.3).

En las fotografías de 1939 y 1940, nos llama la atención la pieza ubicada en esos momentos
junto al ortostato 24, el primer ortostato del lateral norte, que al no haber aparecido en las
fotografías anteriores y al no apreciarse cambio en el nivel de suelo hasta la restauración de
1941, creemos que fue recolocada en esa posición entre 1934, fecha de la última fotografía de la
entrada de Menga sin dicha pieza (Hemp, 1934), y 1939, cuando aparece por primera vez
fotografiada en la obra de De Burgos Oms (1940: 34).

Viera presentaba también importantes deterioros: el túmulo se encontraba lleno de vegetación, la


cancela de acceso al interior se encontraba rota, todo el interior del monumento se encontraba
sucio, la mampostería del tramo de corredor descubierto presentaba derrumbes en algunas
zonas, la segunda cobija del corredor se encontraba partida en dos, y continuaban abiertos tanto
el orificio realizado en la losa de cabecera, como la galería que discurría tras dicha losa y por el
trasdosado de los ortostatos del lateral derecho (Tablas 7.2 y 7.4), aunque probablemente se
encontraba cegada la apertura que desde el túmulo comunicaba con ella, desde donde pudieron
haber accedido al interior del monumento los hermanos Viera.

El estado de conservación de El Romeral era también muy preocupante (Tabla 7.2). El túmulo se
encontraba lleno de vegetación y con una zanja de 2 m de longitud, 1 m de anchura y 1 m de
profundidad en el lateral norte, en el lado opuesto a la entrada. El tramo de corredor descubierto
también estaba repleto de maleza y las paredes de mampostería estaban muy deterioradas, con
importantes derrumbes. La cancela que impedía el acceso al tramo de corredor cubierto y a las
cámaras, se encontraba rota. En el tramo de corredor cubierto las paredes de mampostería
estaban muy deterioradas, faltaban tres cobijas del primer tramo de corredor cubierto (cobijas 3,
4 y 5), se encontraban cuatro fragmentadas, concretamente las número 7, 10, 11 y 12 (Tabla
7.5). Las paredes de mampostería de las cámaras también se encontraban muy dañadas, con
socavones de hasta 2 m de profundidad, encontrándose la tierra y las piedras que faltaban en
ellas, desperdigadas por el suelo (Tabla 7.2).

El lamentable estado de los monumentos llevó a la realización de importantes actividades de


restauración a principios de los años 1940, dirigidas por el Comisario Provincial de Excavaciones
Arqueológicas en Málaga, Simeón Giménez Reyna. Los trabajos realizados en estos años
alteraron sustancialmente el estado de los monumentos. Estas restauraciones supusieron un
cambio notorio con respeto a las anteriores actuaciones irregulares en los megalitos, que había
consistido en remociones de tierra buscando los ansiados “tesoros” que debían contener estas
“tumbas”. Hasta este momento, de manera general, las actuaciones de las que hemos tenido
constancia habían consistido en la retirada de elementos: tierra, piedras, rotura de ortostatos,
etc. En los años 40 se realizaron las primeras actividades en las que se añaden elementos,
agrandándose los túmulos de Menga y Viera, y tapándose las zanjas abiertas en los túmulos de

360
Menga y El Romeral, disponiéndose nuevas fábricas de mampostería en Viera y El Romeral, e
incluso cobijas en este último, reparándose ortostatos y pilares en Menga, construyéndose
nuevos caminos de acceso para vehículos a los monumentos, delimitados por álamos en El
Romeral y cipreses en Menga y Viera, e incluso, disponiendo sistemas de iluminación eléctrica
en el interior de los monumentos (Tabla 7.2). Así mismo, se restringía el acceso a los
monumentos, reparándose las cancelas que impedían la entrada a los tramos cubiertos de los
megalitos, y se delimitaba y cerraba la parcela en la que se encontraba El Romeral.
Posiblemente los terrenos donde se ubicaban Menga y Viera no se vallarían hasta su compra en
1966 por el Ayuntamiento de Antequera (Tabla 7.2).

En estos años vemos también un cambio importante en el uso de Menga, que al parecer estaba
habitada en 1940 (Giménez Reyna, 1946: 37), desalojándose presumiblemente al inicio de la
restauración.

En 1944 se planteó la necesidad de llevar a cabo nuevos trabajos en Menga y Viera, que
consistían en tareas de mantenimiento: plantación de nuevos cipreses en los caminos,
reparación de los túmulos y limpieza del interior (Tabla 7.2); sin embargo no sabemos si estos
trabajos fueron llevados a cabo.

En 1966, el Ayuntamiento de Antequera compró las tres parcelas en las que se ubican Menga y
Viera, todas plantadas de olivos viejos (Actas Capitulares Sesiones 19 de abril Archivo Histórico
Municipal de Antequera, Libro 2210, folio 78), y tras ella, en 1967, se proyectaron unas “obras de
urbanización”, que, de nuevo, tenían como objetivo el mantenimiento de los monumentos y las
obras realizadas en ellos en 1941 (Tabla 7.2). Tenemos la certeza de que este proyecto fue
ejecutado, y aunque no sabemos realmente qué trabajos de los proyectados fueron realizados, la
comparación de las fotografías aéreas de 1956 (Figura 7.1) y 1969 (Figura 7.2) sugiere que la
transformación del entorno de Menga y Viera fue importante con: i) la apertura de un nuevo
acceso al recinto de los dólmenes de Menga y Viera por el suroeste; ii) la realización del camino
(110 m de longitud x 6 m de anchura) que conduciría a Viera; iii) la construcción de una plaza
central entre ambos monumentos; y iv) la apertura de un nuevo camino hacia Menga por el
lateral noroeste de su túmulo.

En 1983-1984 se volvieron a realizar trabajos en Menga y Viera (Tabla 7.2), afectando de


manera importante al entorno (Haro Ruiz, 1990: 95). Además, muy probablemente se llevaría a
cabo: i) la transformación del acceso de Viera, con la ampliación de su corredor de acceso al
menos 8-9 m hacia el este, con la consiguiente rotura de un tramo de 8-9 m de longitud, 1,80 m
de anchura y 2,00-0,50 m de profundidad en el acceso; ii) la construcción de dos muros que
circundan el túmulo por los laterales suroeste (50 m) y noroeste (17 m) y que discurren paralelos
al nuevo camino, agrandándose el diámetro del túmulo hacia el este, pasando a tener un
diámetro en el eje este-oeste de en torno a 50 m; y iii) el aumento de la altura del túmulo con la
adicción de una nueva capa de tierra para las plantaciones (Figura 7.7).

361
En El Romeral, en cambio, parece que a partir de 1940, y hasta 1986, no volvieron a acometerse
trabajos de excavación o restauración, o al menos no ha quedado constancia de ellos. Debemos
llamar la atención sobre la pieza pétrea ubicada en el inicio del corredor cubierto, que es visible
en las fotografías del Archivo Guerrero de los años 1970 (Tabla 7.5), pero no en las fotografías
anteriores, por lo que creemos que pudo ser recolocada en esta posición en la restauración de
1940 o posteriormente, pero necesariamente antes de los años 1970.

Figura 7.7. Intervención de 1983-1984: estado en 1999-2001


(modificado a partir de Villalón Conejo, 2001: plano 13).

362
Tabla 7.1. Plantas y secciones de Menga, Viera y El Romeral (1940-1984)
Publicación,
MENGA VIERA EL ROMERAL
Año

Giménez
Reyna, 1946

Giménez
Reyna,
1968;1974

IRYDA-
Meseguer
Muñoz, 1983-
1984

363
Tabla 7.2. Menga, Viera y El Romeral 1939-1984
Monumento 1939 1940 1941 1944 1966 1967 1976 1983-1984
Restauración acometida por
Francisco Prieto-Moreno y Pardo,
“Obras de “Parque de recreo y
y dirigida por Simeón Giménez
urbanización” dirigidas esparcimiento” propuesto
Reyna, consistente en:
por Francisco Prieto- por el IRYDA, dirigido
Moreno y Pardo: por Juan Meseguer
En el monumento:
Muñoz, Ingeniero de
- Tapado de los hoyos del túmulo y
- Reposición de Montes:
de la zanja abierta por Mitjana y
cipreses a lo largo del
Ardison en 1842-1847. El arquitecto Sergio
Túmulo: camino de acceso al - Sustitución de la
- Disposición de una capa de Pequeño Ciaurritz
- Presentaba grandes hoyos. dolmen. alambrada del
arcilla impermeable en todo el denuncia dos
-Continuaba abierto la zanja realizada - Pintar la cancela y el cerramiento por una
túmulo. afecciones:
por Mitjana y Ardison en 1842-1847. cartel de la entrada. malla metálica de 1,50 m
- Ensanchamiento del diámetro del
- Limpiar las cunetas de altura y reposición de
túmulo y apertura de unas cunetas - La fisura por la
Interior: construidas en 1941 los postes de hormigón
de desagüe a su alrededor. parte central de las
- Cancela que cerraba el acceso Son necesarios varios para mejorar la rotos o desaparecidos.
- Tapado del hueco abierto en el dos primeras losas
estaba rota. trabajos de mantenimiento evacuación de agua - Plantación de pinos
lateral derecho de la losa de de cubierta según
- Se encontraba habitado por gitanos. tanto en el interior como al de lluvia. carrascos en el entorno y
cabecera por Mitjana y Ardison en se entra,
- Sucio. exterior: - Reforzar los cipreses piramidales en
1842-1847. El encontrándose
- Relleno de al menos 60 cm con pavimentos el camino de acceso y en
- Reposición de la lasca Ayuntamiento ambas losas
respecto al suelo original. - Plantación de nuevos empedrados mediante el que une un dolmen
desprendida del penúltimo de Antequera partidas en dos.
- Muy dañado por las aguas que se cipreses en el camino de la disposición de una con otro, para reponer
ortostato del lateral derecho, compara las
MENGA filtraban al interior desde la cubierta. acceso a Menga. nueva capa de los que se han perdido.
fijándola con cemento y grapas al tres parcelas - El desgaste de los
- Continuaba abierto el hueco realizado mortero. - Instalación de rocallas
resto del ortostato. donde se ortostatos y pilares
en el lateral derecho de la losa de - Reparación del túmulo. - Eliminar los arbustos en determinados
- Recrecido de la base de los ubican Menga debido al roce de
cabecera por Mitjana y Ardison en de los muretes de espacios llanos abiertos
pilares mediante la disposición de y Viera. animales y
1842-1847. - Desescombro del interior. mampostería “para romper la
una capa de cemento aislante. personas.
- Fracturación del penúltimo ortostato construidos entre 1921 monotonía de la masa”.
- Arreglo de la cancela de entrada.
del lateral derecho de la cámara, y (No sabemos si estos y 1933 a ambos lados - Instalación de zonas
Propone la
desprendimiento de una lasca, que se trabajos fueron realizados). del acceso al verdes de protección
En el entorno: disposición de un
sostenía con un puntal de madera monumento y alrededor de los dos
- Construcción de un camino para pilar en el encuentro
apoyado en el último pilar. recrecido de éstos monumentos y otros
coches desde la carretera hasta el entre las losas de
- Falta de materialidad en la parte unos 50 cm para sitios que sirvan de
dolmen, con dirección sur-norte, cobertura 1 y 2.
inferior de los pilares, sobre todo en los impedir el descanso a los
delimitándose con cipreses y
dos primeros según se entra. desprendimiento de visitantes.
flores. (Esta medida no fue
tierra procedente del - Reparar la puerta de
- Construcción de una plazoleta llevada a cabo).
túmulo. entrada al recinto y
delante del monumento,
construir otra puerta
delimitándose con cipreses y
(Esta obra llegó a similar de hierro apoyada
flores.
ejecutarse, pero no en dos postes de
- Apertura de un camino hacia el
sabemos si fueron mampostería vista.
dolmen de Viera, que discurría por
realizados todos los
el lateral noroeste del túmulo.
trabajos previstos).
- Disposición de un poste
indicativo a la entrada de Menga.

364
“Parque de recreo y
esparcimiento” propuesto
por el IRYDA, dirigido
por Juan Meseguer
“Obras de Muñoz, Ingeniero de
urbanización” dirigidas Montes:
Restauración acometida por
por Francisco Prieto-
Francisco Prieto-Moreno y Pardo,
Moreno y Pardo: - Sustitución de la
y dirigida por Simeón Giménez
- Reposición de alambrada del
Reyna, consistente en:
cipreses a lo largo del cerramiento por una
camino de acceso al malla metálica de 1,50 m
En el monumento:
dolmen. de altura y reposición de
- Eliminación de la vegetación del
los postes de hormigón
túmulo.
- Pintar la cancela y el rotos o desaparecidos.
- Cubrición del túmulo con una
cartel de la entrada. - Plantación de pinos
Túmulo: capa de arcilla impermeabilizante.
- Limpiar las cunetas carrascos en el entorno y
- Lleno de vegetación. - Construcción de unas cunetas
Son necesarias varios construidas en 1941 cipreses piramidales en
alrededor del túmulo para la
trabajos de mantenimiento para mejorar la el camino de acceso y en
Interior: evacuación de aguas.
tanto en el interior como al evacuación de agua el que une un dolmen
- La cancela que cerraba el acceso al - Limpieza del corredor de
exterior: de lluvia. con otro, para reponer
interior estaba rota. vegetación, piedras y tierra.
El - Reforzar los los que se han perdido.
- Se encontraba sucio. - Puesto al descubierto de la
- Excavación del corredor Ayuntamiento pavimentos - Instalación de rocallas
- La mampostería del tramo de primera puerta perforada.
de Viera, para llegar al nivel de Antequera empedrados mediante en determinados
corredor descubierto se encontraba - Reconstrucción de la
de suelo original. compara las la disposición de una espacios llanos abiertos
VIERA disgregada en algunas partes. mampostería del corredor.
tres parcelas nueva capa de “para romper la
- La segunda cobija del corredor - Construcción de tres escalones
- Dejar al descubierto el donde se mortero. monotonía de la masa”.
(desde la entrada) estaba partida en para la bajada el corredor.
umbral de primera puerta ubican Menga - Eliminar los arbustos - Instalación de zonas
dos. - Construcción de una arqueta
perforada, que se y Viera. de los muretes de verdes de protección
- Continuaba abierto el hueco de la rellena de piedras y ladrillos al final
encontraba cegado. mampostería alrededor de los dos
losa de cabecera. del corredor descubierto, a modo
construidos en 1941 a monumentos y otros
- Continuaba abierta la galería que de desagüe natural, cubierta con
(No sabemos si estos ambos lados del sitios que sirvan de
discurría por el trasdosado de la losa una rejilla de hierro.
trabajos fueron realizados). acceso al monumento descanso a los
de cabecera y de los ortostatos de - Arreglo de la cancela de hierro
y recrecido de éstos visitantes.
lateral derecho. que cerraba el paso a la parte
unos 50 cm para - Apertura del acceso
cubierta del corredor.
impedir el suroeste del recinto y
desprendimiento de realización del camino
En el entorno:
tierra procedente del hacia Viera desde este
- Disposición de un poste
túmulo. acceso.
indicativo a la entrada del
- Reparar la puerta de
monumento.
(Esta obra llegó a entrada al recinto y
- Construcción de un camino de
ejecutarse, pero no construir otra puerta
acceso desde el dolmen de
sabemos si fueron similar de hierro apoyada
Menga.
realizados todos los en dos postes de
trabajos previstos). mampostería vista.
- Ampliación del corredor
de acceso 8 m hacia el
este.

365
Restauración dirigida por Simeón
Giménez Reyna, consistente en:

En el monumento:
Túmulo: - Tapado de la zanja del túmulo.
- Lleno de vegetación silvestre. - Limpieza del corredor, hasta
- Zanja de 2 m de longitud x 1 m de encontrar el suelo original:
anchura x 1 m de profundidad en el “enlosado de grandes piedras
lateral norte, en la parte opuesta a la burdamente encajadas entre sí”
entrada. (Giménez Reyna, 1946: 36).
- Añadido de tres cobijas de granito
Corredor:: en el tramo de corredor cubierto
- El tramo de corredor descubierto: que discurre entre las cobijas 1 a 5.
lleno de vegetación silvestre y paredes - Limpieza de la primera cámara,
de mampostería muy deterioradas. hasta encontrar el suelo original:
- Cancela de hierro: rota. “enlosado de grandes piedras
- El tramo de corredor cubierto: burdamente encajadas entre sí”
paredes de mampostería muy (Giménez Reyna, 1946: 36).
deterioradas, ausencia de tres cobijas - Eliminación de la tierra que cubría
(este número es una suposición de la losa del suelo de la segunda
Giménez Reyna), rotura de cuatro cámara.
cobijas (7, 10, 11 y 12 (desde la - Reposición de la mampostería del
entrada) de la planta realizada tras la corredor y las cámaras, trabándolas
EL ROMERAL
restauración). con barro, dejando sin reconstruir
un tramo de muro de mampostería
Cámara primera: en el corredor, junto a las jambas
- Las paredes de mampostería de entrada a la primera cámara,
presentaban zonas muy deterioradas, otro en la primera cámara y otro en
con socavones de hasta 2 m de la segunda.
profundidad. - Disposición de red eléctrica para
- El suelo de la cámara estaba llena de la iluminación del interior.
piedra y tierra procedente de los - Arreglo de la cancela de hierro
socavones de las paredes. que cerraba el paso al interior del
monumento.
Cámara segunda:
- Las paredes de mampostería En el entorno:
presentaban zonas muy deterioradas, - Construcción de un banco de
con socavones de hasta 2 m de piedra y una losa conmemorativa a
profundidad. la entrada del monumento.
- El suelo de la cámara estaba llena de - Construcción de un camino de
piedra y tierra procedente de los acceso para carruajes, rodeado de
socavones de las paredes. álamos.
- Cierre del camino de acceso con
una cancela.
- Disposición de un poste indicativo
a la entrada del camino.

366
Tabla 7.3. Fotografías de Menga de finales 1930-1987
Año /
ENTRADA DETALLE ENTRADA INTERIOR DESDE LA ENTRADA INTERIOR DESDE EL FONDO DETALLE INTERIOR
Procedencia

Anterior a
1939 /
Almagro
Basch, 1947

1939 / De
Burgos Oms,
1940

1939-1941 /
Giménez
Reyna, 1946

367
1941 /
Giménez
Reyna, 1946

Primera mitad
década 1950 /
Muñoz
Burgos, 1955

368
1967 / Prieto-
Moreno y
Pardo, 1967

1941,
Giménez
Reyna
(interior desde
la entrada) -
años 1960,
Alberto Palau
(entrada /
Giménez
Reyna, 1968

1974 / Archivo
Guerrero
(fotografías
originales) /
1974,
Giménez
Reyna

369
1974 / Archivo
Guerrero

1976 /
Parrella
Carvajal, 1976

1987 /
Paisajes
Españoles S.
A.

370
Tabla 7.4. Fotografías de Viera de finales de 1930-1987
Año / CORREDOR DESCUBIERTO CORREDOR DESCUBIERTO
ENTRADA CORREDOR CUBIERTO EXTERIOR
Procedencia (DESDE EL ACCESO) (DESDE EL INTERIOR)

Anterior a 1939
/ Almagro
Basch, 1947

1939 / De
Burgos Oms,
1940

371
1939-1941 /
Giménez
Reyna, 1946

1941 / Giménez
Reyna, 1946

Primera mitad
década 1950 /
Muñoz Burgos,
1955

372
1967 / Prieto-
Moreno y
Pardo, 1967

1941, Giménez
Reyna (interior
desde la
entrada) - años
1960, Alberto
Palau (entrada /
Giménez
Reyna, 1968

1974, Archivo
Guerrero /
Giménez
Reyna, 1974

373
1974, Archivo
Guerrero

1987 / Paisajes
Españoles S.A.

374
Tabla 7.5. Fotografías de El Romeral de finales de 1930-1986
Año / PUERTA DE ACCESO A LA CORREDOR IENTRE LAS DOS
EXTERIOR Y ENTRADA CORREDOR DE ACCESO PRIMERA CÁMARA
Procedencia PRIMERA CÁMARA CÁMARAS Y SEGUNDA CÁMARA

1939 / De
Burgos Oms,
1940

1939-1941 /
Giménez
Reyna, 1946

375
1941 /
Giménez
Reyna, 1946

376
Primera mitad
década 1950 /
Muñoz
Burgos, 1955

1941,
Giménez
Reyna
(interior desde
la entrada) -
años 1960,
Alberto Palau
(entrada /
Giménez
Reyna, 1968

1974, Archivo
Guerrero /
Giménez
Reyna, 1974

377
1974, Archivo
Guerrero

378
1986 /
Paisajes
Españoles
S.A.

379
CAPÍTULO 8:

EL PGI “RECONSTRUCCIÓN
ARQUITECTÓNICA Y
PALEOAMBIENTAL
EN LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA
DE ANTEQUERA” (1986-1995)

381
8.1. CONTEXTO Y OBJETIVOS

A partir de 1984 se inició la transferencia de las competencias en materia de Cultura del Estado
a la Junta de Andalucía, quien las asume y desarrolla desde entonces a través de las
Delegaciones Provinciales. Por Real Decreto 8694/1984, de 29 de febrero (BOE 113 de 11 de
mayo), se traspasaron a la Junta de Andalucía funciones y servicios de la Administración del
Estado en materia de cultura, así como los correspondientes medios personales, materiales y
presupuestarios, procediéndose mediante Real Decreto 1124/1984, de 29 de febrero (BOE 143
de 15 de junio), a la valoración definitiva, ampliación de medios adscritos a los servicios
traspasados y adaptación de los transferidos en la fase preautonómica a la Comunidad
Autónoma de Andalucía en materia de Cultura.

De manera paralela, cambiaron las figuras de protección de los bienes patrimoniales. Así, en
1985, por la Disposición Adicional Primera de la Ley de Patrimonio Histórico Español 13/1985,
“los bienes que con anterioridad hayan sido declarados histórico-artísticos o incluidos en el
Inventario del Patrimonio Artístico y Arqueológico de España pasan a tener la consideración y a
denominarse Bienes de Interés Cultural”. Por tanto, Menga, Viera y El Romeral, pasaron a ser
Bien de Interés Cultural, y al año siguiente, en 1986, los Dólmenes de Antequera conformaron
una Unidad Administrativa dependiente de la Consejería de Cultura, mediante el Decreto
395/1986, de 17 de diciembre (BOJA 115 de 26 de diciembre).

En este contexto, el entonces Director General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía,


Bartolomé Ruiz González, encargó en 1985 la redacción de un “Proyecto de Ordenación General
del Recinto Primero del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera”. El proyecto fue
redactado por los arquitectos Enrique Haro Ruiz y Manuel Salado Ordoñez, y entregado en 1989,
aprobándose en la Dirección General de Bienes Culturales en 1990 (AA. VV., 2011c: 38-41 y
150). El Proyecto de Ordenación contemplaba, por un lado el “estudio arqueológico, restauración
y limpieza de los monumentos”, y por otro “la restauración y la construcción del paisaje en
entorno a los monumentos” (Haro Ruiz, 1990: 95), implicando dos tipos de tareas:

1) El estudio arquitectónico de los propios monumentos, consistente en estudios geológicos y en


las excavaciones en el interior, en los túmulos y en el emplazamiento de los monumentos, que
fue llevado a cabo por un equipo de la Universidad de Málaga, dirigido por José Enrique Ferrer
Palma e Ignacio Marqués Merelo (Ferrer Palma, 1997a; 1997b).

2) La restauración y limpieza de los monumentos, siguiendo las indicaciones que fueran


formuladas por el equipo de arqueólogos de la Universidad de Málaga (Ferrer Palma, 1997a;
1997b), y la eliminación de los caminos rodados al interior del conjunto y de la vegetación exótica
plantada en la intervención de 1983-1984, respetando el viejo olivar del entorno (Haro Ruiz,
1990: 95), trabajos que debían ser ejecutados durante el desarrollo del Proyecto de Ordenación

383
pero que finalmente no se llevaron a cabo en el marco de este proyecto (Haro Ruiz y Venegas
Medina, 1997: 15).

De manera paralela al Proyecto de Ordenación, y como apoyo arqueológico al mismo, la


Dirección General de Bienes Culturales encargó a un equipo del Departamento de Prehistoria de
la Universidad de Málaga, dirigido por José Enrique Ferrer Palma e Ignacio Marqués Merelo, el
Proyecto General de Investigación (PGI) “Reconstrucción Arquitectónica y Paleoambiental en la
Necrópolis Megalítica de Antequera” desarrollado entre 1986 y 1995 (Ferrer Palma, 1997a: 123;
Ferrer Palma et al., 2004: 185, 199; Márquez Romero y Fernández Ruiz, 2009: 91).

Los trabajos arqueológicos serían financiados por la Consejería de Cultura de la Junta de


Andalucía, y deberían aportar los datos necesarios para acometer el “Proyecto de Ordenación”
previsto, en el que se contemplaban: i) el cierre del perímetro que se determinase; ii) la
eliminación de parte de la vegetación existente en el entorno; iii) la limpieza y consolidación de
los monumentos, la recreación de los niveles interiores y la mejora de los sistemas de
iluminación (Ferrer Palma, 1997a: 123).

Así, el PGI tenía un doble objetivo: i) la reconstrucción de los procesos seguidos durante la
construcción de los monumentos megalíticos; y ii) la reconstrucción del paleoambiente (Ferrer
Palma, 1997a: 125 y 127).

8.2. LA INVESTIGACIÓN DE LAS ARQUITECTURAS

8.2.1. ANTECEDENTES: EL ESTUDIO GEOLÓGICO DE 1986

De manera previa al desarrollo del PGI “Reconstrucción Arquitectónica y Paleoambiental en la


Necrópolis Megalítica de Antequera”, se planteó la realización de un estudio geológico en los tres
monumentos megalíticos cuyos objetivos eran: i) identificar el estado de las estructuras; ii)
plantear hipótesis sobre el uso antrópico de los monumentos; y iii) determinar la procedencia de
los materiales empleados en las construcciones (Ferrer Palma, 1997a: 124). Dicho
“Reconocimiento Geológico del Conjunto Dolménico de Antequera” fue realizado en 1986 por el
geólogo Luis García Ruz y entregado a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en
mayo de 1987.

En este trabajo se caracterizaron tanto el emplazamiento como los soportes que componen los
monumentos. Éstos se sitúan en el borde de la Depresión de Antequera, en el caso de Menga y
Viera sobre materiales miocénicos y en el caso de El Romeral sobre un afloramiento margoso de
Edad Jurásica, siendo los materiales en los que están manufacturados los soportes de Menga y
Viera, areniscas y conglomerados, y los de El Romeral, caliza y brecha caliza dolomítica del

384
Trias y areniscas para las cobijas, y lajas de caliza dolomítica y caliza margosa para las lajas que
constituyen las paredes (García Ruz, 1987: 4-6).

Por otro lado, se realizó un reconocimiento del estado de los soportes, a partir de la “observación
directa con levantamiento geológico y toma de fotografía, reconocimiento geológico del entorno,
toma de muestras, ensayos de laboratorio y medidas sísmicas, de velocidad de propagación de
onda” (García Ruz, 1987: 6).

A partir de la observación directa con levantamiento geológico y toma de fotografía se constató,


en Menga: i) la existencia de una costra carbonatada superficial de distribución no homogénea;
ii) la pérdida de material en las zonas de apoyo de las losas de cubierta; iii) la perdida de material
en las partes bajas de las losas de pared, tanto por el roce de animales como por humedad; iv) la
presencia de discontinuidades naturales en las losas; v) humedades; vi) cavidades de disolución;
vii) fracturas recientes; viii) la utilización de materiales foráneos en restauraciones anteriores; ix)
descenso aparente en una de las losas de cubierta con giro del primer pilar. En Viera se
observaron: i) costras carbonatadas y ii) fracturación generalizada, sobre todo en las cobijas. Y
en El Romeral destacaban: i) las abundantes fracturas en las cobijas y ii) las fracturas de
reajuste en las paredes de ambas cámaras (García Ruz, 1987: 6-8).

La toma de muestras fue realizada tanto en los propios soportes que componen los monumentos
como en las posibles canteras de las que éstos pudieron ser extraídos, determinándose siete
puntos de toma de muestras (Tabla 8.1): i) arenisca superficial en zona de alteración de Menga
(M1); ii) costra carbonatada y arenisca alterada de Menga (M2); iii) arenisca de la estructura de
Viera (V); iv) arenisca del Cerro de la Cruz (C1); v) conglomerado del Cerro de la Cruz (C2); vi)
caliza dolomítica de El Romeral (R1); y vii) caliza dolomítica Cuesta del Romeral (CR1). Sin
embargo, no en todos los puntos se llevaron a cabo todos los análisis planteados: i) porosidad; ii)
densidad real y aparente; iii) absorción de agua; iv) resistencias mecánicas estados seco y
húmedo; v) coeficiente de saturación; vi) curva de evaporación; vii) contenido en calcio y
magnesio; viii) contenido en sulfatos y sulfuros oxidables; ix) contenido en carbonatos; x)
contenido de sustancias solubles; xi) contenido en hierro; y xii) humedad natural (García Ruz,
1987: 6-9).

Los análisis de porosidad mostraron variaciones importantes, destacando el 22,94 % de


porosidad de la arenisca de Viera, el 13,28% de la arenisca del Cerro de la Cruz, el 8,00 % del
Cerro de Cruz y 1,08 % caliza dolomítica Cuesta del Romeral (García Ruz, 1987: 11).

El análisis de la densidad real y aparente de la arenisca de Viera dejó unos valores de 2,672
gr/cm³ para el peso específico de las partículas y 2,069 gr/cm³ para la densidad aparente (García
Ruz, 1987: 12).

385
Tabla 8.1. Análisis realizados sobre los soportes de los monumentos
y sobre las posibles canteras (García Ruz, 1987: 10)
Muestras sobre las que se realiza
Análisis
M1 M2 V C1 C2 R1 CR1
Porosidad x
Densidad real y aparente x
Absorción de agua x
Coeficiente de saturación x
Curva de evaporación x
Resistencias mecánicas estados seco y húmedo x x x x
Contenido en calcio y magnesio x x x
Contenido en sulfatos y sulfuros oxidables x x
Contenido en carbonatos x x x x x
Contenido en hierro x x
Contenido de sustancias solubles x x
Humedad natural x

La absorción de agua y el grado de saturación, también medidas en la arenisca de Viera,


proporcionó unos índices de entre el 4,9% y 5,9% de absorción y 44,1% y 52,0% de saturación
(García Ruz, 1987: 12). Por otro lado, los análisis de evaporación llevados a cabo también en la
arenisca de Viera, mostraron que el secado a 5 horas era del 27,7%, a 8 horas de 36,5 % y a 24
horas de 95,7% (García Ruz, 1987: 13).

Los resultados obtenidos en los ensayos de resistencia mecánica en estado seco y saturado
mostraron: i) la diferencia entre la arenisca de Viera, con unos valores de 93,6 kp/cm² en seco y
93,3 kp/cm² saturada, y la del Cerro de la Cruz, con 420, 6 kp/cm² y 409,0 kp/cm²; ii) que la
resistencia de la arenisca, tanto la de Viera como la del Cerro de la Cruz, es inferior a la del
conglomerado, cuyos valores se sitúan en 539,0 kp/cm² en seco y 409,0 kp/cm² saturado; iii) la
caliza dolomítica presenta la mayor resistencia, 845,5 kp/cm² en seco y 963,0 kp/cm² (García
Ruz, 1987: 12-13).

Con respecto al contenido en Óxido de Calcio y Óxido de Magnesio analizado en las muestras
arenisca de Viera (44,1% y 0,38%, respectivamente), caliza dolomítica de El Romeral (32,2% y
19,7%, respectivamente) y caliza dolomítica de la Cuesta del Romeral (31,7% y 19,3%,
respectivamente), destaca la similitud entre las calizas dolomíticas (García Ruz, 1987: 14).

El contenido en sulfatos y sulfuros oxidables fue medido en las muestras arenisca superficial en
zona de alteración de Menga y arenisca de Viera, destacando la mayor concentración de sulfatos
solubles en la primera, 0,104 en agua y 0,058 en ácido clorhídrico, frente a los 0,049 y 0,013 de
la segunda, y de sulfuros oxidables en la segunda, 7/1000, frente a los 2,9/1000 de la primera
(García Ruz, 1987: 14).

El carbonato fue analizado en todas las muestras a excepción de la caliza dolomítica de El


Romeral y la caliza dolomítica Cuesta del Romeral, siendo los valores obtenidos mayores al 50%

386
en todos los casos: arenisca superficial en zona de alteración de Menga (67,7%), en la costra
carbonatada y arenisca alterada de Menga (79,1%), arenisca de la estructura de Viera (87,2%),
arenisca del Cerro de la Cruz (77,6%), y conglomerado del Cerro de la Cruz (57,0%) (García
Ruz, 1987: 73).

El contenido en óxido férrico fue analizado en arenisca superficial en zona de alteración de


Menga y en la arenisca de Viera, obteniéndose resultados idénticos de 0,60 % (García Ruz,
1987: 73).

En el caso de las sustancias solubles se obtuvieron unos resultados de 1,92% en la arenisca


superficial en zona de alteración de Menga y 1,72% en la arenisca de Viera, representando un
índice de salinidad ligeramente superior la muestra de Menga que la de Viera (García Ruz, 1987:
15).

La humedad natural fue medida en la muestra de arenisca superficial en zona de alteración de


Menga, dando un resultado de 0,7 % (García Ruz, 1987: 73).

A partir de estos análisis se concluyó que:

1) El fenómeno de alteración más destacado parecía ser la pérdida de cementación mediante


lavado de carbonatos por agua con el consiguiente aumento de la porosidad (García Ruz, 1987:
15).

2) Se podían asociar, por un lado, la muestra de la arenisca de Viera con la muestra de la


arenisca del Cerro de la Cruz, y por otro, la muestra de la caliza dolomítica de El Romeral con la
caliza dolomítica de la Cuesta del Romeral (García Ruz, 1987: 15).

Con respecto a los ensayos sísmicos se realizaron dos análisis: a) microsísmica de refracción en
Menga, y b) ultrasonidos en la arenisca de Viera, la arenisca del Cerro de la Cruz, el
conglomerado del Cerro de la Cruz y la caliza dolomítica de la Cuesta del Romeral (García Ruz,
1987:16-18), de cuyos resultados, García Ruz dedujo la existencia de “un nivel más superficial
de alteración diferenciado del resto de la roca que también lo está” (García Ruz, 1987: 19).

A partir de estos estudios fueron planteadas las siguientes conclusiones: a) la arenisca utilizada
en la construcción de Menga y Viera procedía probablemente del afloramiento del Cerro de la
Cruz; b) la caliza dolomítica de El Romeral procedía probablemente del afloramiento de Cuesta
del Romeral; c) se observaba en la superficie de los soportes, pérdida de cementación por
aumento de porosidad por disolución de carbonatos, con acumulaciones de mayor contenido
salino en superficie; d) muchos soporte presentaban también erosión física; e) en los tres
monumentos se habían producido reajustes importantes que habían provocado: i) fractura de
losas; ii) pérdida de cuñas de material en los apoyos; y iii) movimientos relativos entre los

387
distintos elementos en el caso de El Romeral; y f) los reconocimientos sísmicos mostraban la
existencia de alteraciones en la roca, sobre todo superficialmente (García Ruz, 1987: 19).

Con ello, planteba tres medidas a tener en cuenta en los trabajos que se iban a emprender
seguidamente en los monumentos: i) conseguir una disminución de la porosidad; ii) eliminar las
infiltraciones de agua y humedades; y iii) controlar el estado de la estructura, de las grietas y
fisuras, y evitar las sobrecargas (García Ruz, 1987: 19-20).

8.2.2. METODOLOGÍA Y PROCESO DE TRABAJO

El equipo de la Universidad de Málaga planificó cuatro campañas de excavación y prospección,


llevadas a cabo en los años 1986, 1988, 1991 y 1995. Las prospecciones se centraron en el
entorno próximo de la necrópolis, en sus ejes este-oeste (1986) y en norte-sur (1988) (Ferrer
Palma y Marqués Merelo, 1987b: 2; Marqués Merelo y Ferrer Palma, 1987: 1; Ferrer Palma,
1997a: 131). Mientras que las excavaciones consistieron en:

a) 33 cortes en Menga en las campañas de excavación de 1986, 1988 y 1991: 32 en el túmulo,


afectando al atrio dos de ellos (Figuras 8.1 y 8.2, Tabla 8.2) (Ferrer Palma et al., 2004: 186;
Marqués Merelo et al., 2004: 180), y uno en el interior del dolmen (Ferrer Palma, 1997a: 130).

b) 25 cortes en el túmulo de Viera (Figuras 8.1 y 8.3, Tabla 8.2) a lo largo de las campañas de
1986, 1988 y 1995 (Ferrer Palma et al., 2004: 186), además de la excavación del suelo del
interior del monumento (Ferrer Palma, 1997b: 129-130).

c) La limpieza y la excavación del suelo interior de El Romeral (Ferrer Palma, 1997a: 128).

8.2.3. CAMPAÑA DE 1986

En 1986 se llevó a cabo la primera fase del PGI, justificada por la necesidad de realizar una
actuación arqueológica previa al proyecto de ordenación y conservación. Los objetivos de esta
actividad eran:

I) “Comprobar la naturaleza del piso actual de los sepulcros de cara a la restauración”, lo que
implicaba “el conocimiento de la sedimentología interior de los sepulcros” (Ferrer Palma, 1997a:
129), para lo que se realizaron trabajos en el interior de Menga y Viera y El Romeral.

II) “Comprobar el estado de encaje de las estructuras en los supuestos montículos naturales”,
que conllevaba el “estudio arqueológico del proceso de edificación” (Ferrer Palma, 1997a: 129),
lo que implicó actuaciones en el túmulo de Menga y en el acceso de Viera (Ferrer Palma, 1997a:
128), que presumiblemente consistirían en cortes arqueológicos (Ferrer Palma, 1997a: 125).

388
III) “Comprobar el grado de uso antrópico del espacio inmediato a los sepulcros”, para conocer
“el grado de jerarquización territorial de la población que construyó los sepulcros megalíticos”
(Ferrer Palma, 1997a: 129), para lo que se llevó a cabo una prospección arqueológica “en el
entorno próximo de la necrópolis, en su eje este-oeste” (Ferrer Palma, 1997a: 131).

Tabla 8.2. Dimensiones aproximadas de los cortes realizados en Menga y Viera (1986 y 1995)
(a partir de Ferrer Palma et al., 2004: 188)
MENGA VIERA
Corte Longitud Anchura Corte Longitud Anchura
1 4,10 m 2,10 m 1 2m? 2m?
2 3,10 m 2,10 m 2 2m? 2m?
3 3,10 m 2,10 m 3 3,30-3,10 m 2,10-1,40 m
4 3,10 m 2,10 m 4 2,10 m 2,10 m
5 3,10-2,10 m 2,10-1,40 m 5 3,10 m 2,10 m
6 2,10 m 2,10 m 6 3,10 m 2,10 m
7 8,20 m 2,80 m 7 3,10 m 1,80 m
8 2,10 m 2,10 m 8 3,30 m 2,10 m
9 2,60 m 2,10 m 9 2,10 m 2,10 m
10 2,60 m 2,10 m 10 3,30 m 2,10 m
11 2,10 m 2,10 m 11 3,30 m 2,10 m
12 2,10 m 1,40 m 12 2,10 m 2,10 m
13 6,80 m 2,10 m 13 4,10 m 2,10 m
14 3,10 m 2,10 m 14 3,10 m 2,10 m
15 2,10 m 2,10 m 15 3,10 m 1,40 m
16 24,00 m 1,50 m 17 3,10 m 2,10 m
17 2,10 m 2,10 m 16 4,10 m 1,40 m
18 3,10 m 1,40 m 18 3,10 m 2,10 m
19 5,00-3,00 m 3,10-2,00 m 19 3,10 m 1,40 m
20 1,40 m 1,40 m 20 3,10 m 1,80 m
21 2,10 m 1,40 m 21 5,30 m 1,20 m
22 1,40 m 1,40 m 22 5,50 m 2,10 m
23 8,80 m 1,40 m 23 5,50 m 2,10 m
24 8,20 m 1,40 m 24 2,10 m 2,10 m
25 3,00 m 1,40 m 25 1,50 m 1,50 m
26 4,10 m 1,40 m
27 3,10 m 2,10 m
28 4,10-3,30 m 3,30-2,10 m
29a 6,50 m 1,00 m
29b 1,50 m 1,00 m
30 2,75 m 1,00 m
31 2,75 m 1,00 m
32 2,00 m 1,60 m
33 4,10 m 1,00 m
El número de corte ha sido dado por nosotros al no conocerse la numeración real.
Las medidas de las mismas han sido tomadas de: Ferrer Palma et al., 2004: 188.

389
8.2.3.1. Excavación en el interior de Menga, Viera y El Romeral

Durante esta primera campaña de excavación debió realizarse una primera excavación del
interior de los tres monumento hasta alcanzar el suelo original, determinándose en Menga la
“carencia de sedimentos arqueológicos” y la existencia de “pisos artificiales con materiales
recientes” (Ferrer Palma, 1997a: 130), localizándose en Viera un sector “el piso original” (Ferrer
Palma, 1997a: 129), consistente en un “enlosado” (Ferrer Palma, 1997a: 130), no
consiguiéndose resultados definitivos en el caso de El Romeral (Ferrer Palma, 1997a: 128).

8.2.3.2. Excavación en los túmulos de Menga y Viera

En el lateral noroeste (derecho según se entra) del túmulo de Menga fueron realizados seis
cortes en “un eje transversal al sepulcro” (Ferrer Palma, 1997a: 129), a la altura del segundo
pilar (Ferrer Palma, 1997a: 125) (Figura 8.2), que alcanzaron una potencia superior a los 4 m
(Ferrer Palma y Marqués Merelo, 1987a: 1). Estos cortes permitieron constatar que el túmulo
estaba “cortado en su perímetro externo por el camino de circunvalación, que conectaba las
entradas de los sepulcros de Menga y Viera” (Ferrer Palma, 1997a: 129), realizado en la
intervención de 1941; que “el túmulo era totalmente artificial” y “estaba compuesto por aportes de
tierra” (Ferrer Palma, 1997a: 129), observándose una “alternancia en la composición de los
sedimentos tumulares de Menga” (Ferrer Palma, 1997a: 130); y que “al menos en el sector
estudiado, (existía) (...) una galería que se abría tras los laterales y que había dejado al túmulo
hueco a nivel de suelo y a una altura de unos dos metros y que impedía conseguir aquí datos
que relacionasen las estructuras megalíticas y la tumular” (Ferrer Palma, 1997a: 129).

En el caso de Viera, los cortes realizados en el túmulo se localizaron en la zona del acceso,
constatándose “un aporte de tierras posterior al de la propia construcción, que contenían en
esencia materiales ergológicos correspondientes a época clásica” (Ferrer Palma, 1997a: 131),
que además habían sido alterados por las intervenciones anteriores (Ferrer Palma, 1997a: 131),
tanto de 1941 como de 1983-1984. Aunque no se mencionaban cuántos cortes se realizaron ni
su ubicación exacta, a partir de las fotografías y planos de la intervención de 2003 en Viera,
creemos que debieron realizarse al menos dos, una en el lateral norte del túmulo, de en torno a 2
m de anchura y 1 m de profundidad y otra en el sur, de en torno a 2 m de anchura y 1,50 m de
profundidad, según se observa en los perfiles estratigráficos y en las fotografías (Figuras 8.3 y
8.4).

390
N

Menga

488
489
500

490
499

491
498

492
497

493
496

494
495
493

495

497

499

Viera

Leyenda
Catas 1986
Catas 1988
Catas 1991
Catas 1995
Curvas de nivel
500

Caminos
Viario

Figura 8.1. Localización aproximada de los cortes realizados por el equipo de la Universidad de Málaga entre 1986 y 1995 en Menga y Viera
(modificado a partir de documentación planimétrica de TDTEC S.L.)
N
33
17
31

32
30
29
a

6
29
b
28

Menga

4
27

3
O-

10
13
O -12

2
O-
14
9
26

O-1
11

C-

O-
5
1

1
15
O-

O-
10

16
P-
12

C-
3

8 -17 O
O
4 P-
O-
500

9
25

O-
8

-18
2
-3 P-
499 O-

O-1
7 O-

1
13
20

7
9
O-
6

C-
O-5

O-
498

14

21
O- C-

O-
24

4 1

22 O 16
O-

15
3 O-2

-2
4

3
497

O-
O-

2
1

18
O-2
5
Leyenda 496

20

19
Catas 1986
23

Catas 1988
495
22

Catas 1991
1
O- Ortostato
21

494
1
C- Cobija
1 493
P- Pilar
Curvas de nivel 492
500

Caminos
491

Figura 8.2. Localización aproximada de los cortes realizados por el equipo de la Universidad de Málaga entre 1986 y 1991 en Menga
(modificado a partir de documentación planimétrica de TDTEC S.L.).
N

21

19 20

18

25
16
493

17 15
495

497

499
16 14 3 14
O-

15
Viera O- O-1 10

O-

O- 2
O- O-17

11
1
O-

O-
7 5

9
O-

8
O-

6
O-
24

O- -4
O-
23 2

O-
O- O-1

3
O
1

18
19
21 22

20
O- O- 24 5 6 7

O-
8

23
O-
7 O- O-2O-2 O-2

O- 28
O-

29
30

O-

31
6 O- 32
O-

O-
5 4 3 2
9
10

22
11

12

13 Leyenda
Catas 1988
Catas 1988
Catas 1995
O- Ortostatos
1
Curvas de nivel

500
Caminos
Viario

Figura 8.3. Localización aproximada de los cortes realizados por el equipo de la Universidad de Málaga entre 1986 y 1995 en Viera
(modificado a partir de documentación planimétrica de TDTEC S.L.)
Figura 8.4. Ubicación de los cortes realizados en 1986 en el túmulo de Viera a partir de la documentación de la intervención de 2003-2004 en Viera. Izquierda: perfiles del acceso a Viera,
(modificados a partir de Fernández Rodríguez et al., 2003a: 30-31; 2006: 97 y Fernández Rodríguez, 2009: 71). Superior derecha: Corte 1 (lateral norte). Inferior derecha: Corte 2 (lateral sur)
(Fotos: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

394
8.2.3.3. Prospección en el entorno de Menga y Viera: eje este-oeste

La prospección llevada a cabo en el entorno próximo de la necrópolis, en su eje este-oeste, se


centró en “los cuadrantes sur, oriental y noroccidental” (Ferrer Palma y Marqués Merelo, 1987b:
2). Esta prospección permitió la localización de “un asentamiento al parecer de carácter
secundario y algunos lugares de transformación de materias primas” (Ferrer Palma, 1997a: 131),
y “tumbas pertenecientes a una necrópolis romana, así como de la existencia de restos de opus
signinum concentrados en la ladera oriental” (Marqués Merelo y Ferrer Palma, 1987: 1).

Los restos romanos se localizaban en los laterales sur y noreste del entorno inmediato de Menga
y Viera. En el lateral sur se identificó “un nivel arqueológico, que corre paralelo a la carretera
nacional en toda la vertiente de la colina, en el que se identifican materiales cerámicos, tégulas y
parte de un posible muro” (Atencia Paez, 1987: 1). El corte realizado por la construcción de la
carretera nacional 321 de Málaga-Granada, había dejado al descubierto niveles arqueológicos
de época romana, que ahora se debían excavar, ya que el “Proyecto de Ordenación”
contemplaba la construcción de un muro de contención en esta zona, que afectaría a estos
restos (Atencia Paez, 1987: 1). Así mismo, en la parte noreste del conjunto Menga-Viera, donde
se había proyectado la construcción de una plataforma de acceso a la avenida que uniría Menga
y El Romeral, se localizaron también restos de materiales romanos, concretamente fragmentos
de opus signinum (Atencia Paez, 1987: 1-2).

8.2.3.4. Medidas de actuación preventiva propuestas

Tras esta primera campaña de actuación se redactó una “Propuesta de medidas de actuación
preventiva en el conjunto monumental de Menga, Viera y El Romeral”, donde se planteaban unas
medidas de actuación que debían tenerse en cuenta para los trabajos de previstos en el
Proyecto de Ordenación. Estas medidas fueron presentadas a la Dirección General de Bienes
Culturales el 26 de febrero de 1987 (Marqués Merelo y Ferrer Palma, 1987).

En Menga se recomendó, en primer lugar, la “vigilancia arqueológica de los trabajos que se


proyecten en un radio aproximado de unos 50 metros en torno al túmulo”, y en segundo lugar,
una serie de medidas que deberían incorporarse en el “Proyecto de Ordenación”: 1) “Aumentar la
potencia de tierras del túmulo, encaminadas a tapar: a) el último tramo conservado hacia la
salida; b) las losas del túmulo que afloran en la actualidad en la superficie del mismo”; 2) “La
creación de impedimentos para evitar un acceso indiscriminado al túmulo”; 3) “Liberar de
vegetación actual (árboles) todo lo que pueda considerarse como túmulo a partir de las primeras
cotas de elevación del mismo”; 4) “Eliminación de caminos que afecten al túmulo original”; 5)
“Comprobación técnica del estado actual de las restauraciones efectuadas con anterioridad”; 6)
“Eliminación de los grafitis y de los grabados recientes, excepto los situados en el 8º ortostato del
lateral izquierdo contando desde la cabecera”; 7) “Sustitución del suelo actual por otro más
acorde”; 8) “Consolidación de la cubierta, que presenta grietas y espacios libres de excesiva

395
anchura entre las losas que la componen”; 9) “Inyección de tierras con el fin de rellenar las zonas
libres entre los ortostatos y por detrás de los mismos”; 10) “Evitar la entrada de aguas que se
filtra en la actualidad por diversos puntos y en especial por el lateral izquierdo”; 11)
“Regularización de superficies externas de ortostatos: a) ortostato de cabecera, en especial en
su tramo ya reconstruido; b) zonas inferiores de aquellos ortostatos que presentan claras
pérdidas de sus superficies”; 12) “Consolidación y en su caso restauración de las bases de los
pilares, en sus zonas ya reconstruidas”; 13) “Comprobación del estado y en su caso restauración
del extremo superior de los pilares”; 14) “Restauración del 2º ortostato del lateral derecho
(contando desde la cabecera), evitando el peligro de exfoliación; 15) “Adecuación de la
iluminación interior” (Marqués Merelo y Ferrer Palma, 1987: 1-2).

Las medidas propuestas para Viera eran muy similares, consistiendo en: 1) “Aumentar la
potencia de tierras del túmulo para cubrir los lugares que han sufrido pérdidas superficiales”; 2)
“Creación de impedimentos para evitar un acceso indiscriminado al túmulo”; 3) “Liberar de
vegetación actual (árboles) todo lo que pueda considerarse como túmulo a partir de las primeras
cotas de elevación del mismo”; 4) “Eliminación de caminos que afecten al túmulo original”; 5)
“Relleno de los huecos existentes en el interior del túmulo”; 6) “Comprobación técnica del estado
actual de las restauraciones efectuadas con anterioridad”; 7) “Reconstrucción del enlosado del
suelo, por el momento hasta el lugar donde se sitúa la verja actual”; 8) “Consolidación de la
cubierta, que presenta grietas en las losas”; 9) “Creación de una cubierta para el tramo del
corredor actualmente sin techado. Una vez creada dicha cubierta, recomendamos el cambio del
lugar de la verja actual. Toda esta actuación depende de la determinación del inicio del sepulcro
tras la segunda fase de actuación arqueológica”; 10) “Creación de un plano inclinado en el suelo,
por delante de la nueva posición de la verja, para evitar entradas de aguas al interior. Esta
actuación deberá completarse con el tipo de drenaje que se crea más conveniente”; 11)
Reemplazamiento de los huecos y obra que existen en el tramo del corredor actualmente al
descubierto por losas ortostáticas del mimo tipo de las que integran el sepulcro”; 12) “Tapar la
perforación artificial existente en el ortostato de cabecera y que permite el acceso al túmulo por
su base”; 13) “Reconstrucción de la primera puerta de acceso al sepulcro que en la actualidad
solo conserva el arranque inferior”; 14) “Adecuación de la iluminación interior” (Marqués Merelo y
Ferrer Palma, 1987: 3-4).

Para El Romeral se aconsejaba: 1) “Regularización de la superficie exterior del túmulo”; 2)


“Eliminar la vegetación actual (árboles) todo lo que pueda considerarse como túmulo a partir de
las primeras cotas de elevación del mismo”; 3) “Eliminación del camino enmarcado por árboles
que circunda la zona superior del túmulo”; 4) “Eliminación de las áreas actuales de aparcamiento
en las inmediaciones de la entrada”; 5) “Creación de impedimentos para evitar un acceso
indiscriminado al túmulo”; 6) “Eliminación de los grafitti existentes en bastantes puntos del interior
del sepulcro”; 7) “Limpieza de manchas acusadas de humo”; 8) Restauración del enlosado en
toda la extensión del suelo del sepulcro, en la zona techada en la actualidad al menos por el
momento”; 9) “Comprobación técnica del estado actual de las restauraciones efectuadas con
anterioridad”; 10) “Consolidación de las losas de cubierta del corredor, en la actualidad con grave

396
riesgo de caídas”; 11) “Relleno de los huecos existentes en las paredes, en distintos lugares del
sepulcro”; 12) “Adecuación de la iluminación interior” (Marqués Merelo y Ferrer Palma, 1987: 4).

Muchas de estas medidas planteadas en 1987, volvían a incidir en aspectos planteados ya en


1941, como: el agrandamiento de los túmulos; la disposición de nuevos suelos; evitar la entrada
de aguas en el interior de los monumentos; la restauración en Menga de los pilares, del segundo
ortostato del lateral derecho desde la cabecera, del que se había desprendido una lasca, y de la
rotura del lateral derecho de la losa de cabecera; y la adecuación de la iluminación interior
(Giménez Reyna, 1946: 38-43). Otras propuestas planteaban la reconstrucción, a nuestro criterio
bastante agresiva, de elementos de las zonas inferiores de los ortostatos de Menga y de la
cubierta del tramo de corredor descubierto y de la primera puerta perforada de Viera, o a la
eliminación de grafitis sin una valoración previa de los mismos, y sin reparar en la posible
existencia de pinturas y grabados de cronología prehistórica (Marqués Merelo y Ferrer Palma,
1987: 1-4). En otros casos las medidas iban encaminadas a evitar daños en los monumentos,
como la eliminación de los caminos y de la vegetación que afectaban a los túmulos, o la
consolidación de las losas de cubierta del corredor de El Romeral que se encontraban rotas y
con riesgo de desplome (Marqués Merelo y Ferrer Palma, 1987: 1-4).

8.2.4. CAMPAÑA DE 1988

Con fecha de 16 de julio de 1987, Ferrer Palma y Marqués Merelo, presentaron a la Dirección
General de Bienes Culturales una “Propuesta de segunda fase de actuación arqueológica en el
conjunto monumental de la Necrópolis de Antequera, Sepulcros de Menga, Viera y El Romeral
(Málaga)” (Ferrer Palma y Marqués Merelo, 1987a) y a continuación una ampliación del mismo,
“Proyecto parcial de actuaciones para adjuntar al proyecto general de 16 de julio de 1987”
(Ferrer Palma y Marqués Merelo, 1987b). Este documento programaba otras tres fases de
actuaciones arqueológicas, desglosando la propuesta de actuación de la segunda fase de
actuación.

En Menga se planteaba la necesidad de: i) continuar la excavación del túmulo, para obtener
datos constructivos, referentes al diámetro real del túmulo y al paleosuelo donde éste se asienta,
y paleoambientales, que aporten conocimiento sobre la vegetación, el clima y la edafología en
momentos previos y coetáneos a la construcción del monumento; ii) eliminar “la pequeña capa
de tierra sedimentada en época reciente en el interior del sepulcro”; iii) determinar la existencia
de un posible cuarto pilar en la zona “correspondiente al tránsito entre el corredor y la cámara”;
iv) realizar plantas, alzados y secciones (Ferrer Palma y Marqués Merelo, 1987a: 2).

En Viera se proponía: i) la continuación de la excavación del tramo de corredor previo a la


primera puerta perforada del monumento, con el objetivo de conocer las características y las
dimensiones del mismo; ii) la excavación del tramo de corredor que se extiende desde la primera
puerta hasta la verja que cierra el acceso al sepulcro, con el objetivo de alcanzar el suelo

397
original; iii) la representación de la planta, alzados y secciones de la estructura megalítica del
monumento (Ferrer Palma y Marqués Merelo, 1987a: 3); iv) la investigación del túmulo, mediante
la realización de cortes similares a los realizados en el túmulo de Menga en la primera fase y la
obtención de secuencias estratigráficas y polínicas, que aportaran información constructiva,
sobre la secuencia de construcción del túmulo, su naturaleza “artificial o semiartificial”, su
diámetro, el paleosuelo donde éste se asienta y las tierras empleadas en su construcción, y
datos paleoambientales, que proporcionen datos sobre la vegetación, el clima y la edafología en
momentos previos y coetáneos a la construcción del monumento; v) la colmatación de “los
túneles que hoy día parten de la perforación realizada en la cabecera del sepulcro y que rodean
lateralmente al mismo” y “de la actual chimenea que conecta artificialmente dichos túneles con la
superficie del túmulo” (Ferrer Palma y Marqués Merelo, 1987b: 1-2).

Con respecto a los trabajos de prospección, se planteó la prospección del cuadrante


suroccidental de la necrópolis (Ferrer Palma y Marqués Merelo, 1987b: 2).

Se contempló el lavado, catalogación, siglado y descripción de los materiales hallados en la


primera fase de actuación (1986) y en la segunda, proyectada para 1987 (Ferrer Palma y
Marqués Merelo, 1987b: 2).

Por último, se consideró también necesaria la excavación de las estructuras romanas que se
encontraban en el emplazamiento de Menga y Viera, la cual se realizaría bajo la dirección del Dr.
Rafael Atencia Paez, Profesor de Arqueología Clásica de la Universidad de Málaga (Ferrer
Palma y Marqués Merelo, 1987a: 3), presentándose un proyecto aparte, “Proyecto de las
excavaciones del yacimiento romano del complejo Menga-Viera” (Atencia Paez, 1987), cuyos
resultados serán tratados en el Capítulo 15.

Aunque las fechas previstas para la realización de estos trabajos era del 15 de octubre al 15 de
diciembre de 1987 (Ferrer Palma y Marqués Merelo, 1987a: 4), éstos no comenzaron hasta
1988.

8.2.4.1. Excavación en Menga y Viera

En Menga se llevaron a cabo los siguientes trabajos:

I) La excavación del “perímetro interno de Menga, así como alrededor de los pilares centrales”
(Ferrer Palma, 1997a: 132), para “averiguar el estado de los anclajes de todas y cada una de las
losas laterales del suelo tumular, llevando aparejado el conocimiento del proceso de edificación
en el momento de la fijación vertical de las losas” (Ferrer Palma, 1997a: 131). Con la excavación
del suelo junto a las bases de los ortostatos y pilares se pretendía identificar el modo en que
estaban anclados los ortostatos y los pilares, en fosa de cimentación corrida y/o en alveolos de
cimentación. En el caso de los ortostatos se concluyó que “tan solo ofrecieron resultado

398
satisfactorios las correspondientes al derecho y éstas parcialmente. Siendo las áreas
correspondientes a la entrada del sepulcro las que evidenciaron la mayor alteración de los
sedimentos originales” (Ferrer Palma, 1997a: 132); mientras que para los pilares se destacó que
“la posición diferenciada de los anclajes de los tres existentes, con un grado de mayor cuidado
cuanto más cercanos a la cabecera del sepulcro resultan y adquieren mayor volumen” (Ferrer
Palma, 1997a: 132).

II) La excavación de “una pequeña zona en la prolongación del eje de los pilares, en busca de un
teórico cuarto pilar” (Ferrer Palma, 1997a: 132), concluyéndose “la inexistencia de ningún posible
anclaje para un hipotético cuarto pilar” (Ferrer Palma, 1997a: 132).

III) La excavación del suelo, hasta llegar al sustrato rocoso, y realizándose incluso “vaciados
locales en el subsuelo” (Ferrer Palma, 1997a: 133) (Figura 8.5).

Las fotografías de la excavación, cedidas para la realización de esta Tesis Doctoral por Luis
Efrén Fernández Rodríguez, uno de los arqueólogos que participó en estas excavaciones, y la
topografía realizada durante la excavación de 2005 en Menga (cuando se llevó a cabo la
excavación de los rellenos aportados tras esta excavación de 1988 (Mora Molina et al., 2018:
33), nos han permitido diseñar dónde se realizaron estos tres trabajos de excavación en el
interior del monumento, que ocasionaron importantes “vaciados” de los depósitos estratigráficos
del interior del monumento (Figura 8.6).

Figura 8.5. Lateral noroeste (derecho) de Menga – vaciado junto al ortostato 16 (AA. VV., 2011c: 172).

399
Figura 8.7. Cortes 8-9 en el túmulo (Corte 13, según nuestra propia numeración):
trasdosado del ortostato 8 y lateral sureste de la cobija 4 (AA.VV., 1993: 43).

401
IV) En el túmulo de “una serie de áreas de excavación ajustadas al perímetro del sepulcro”,
prolongándose también “el eje transversal, excavado en la primera fase, esta vez sobre el lateral
izquierdo” (Ferrer Palma, 1997a: 132). El objetivo de los cortes era conocer “la relación entre las
estructuras megalíticas y las tumulares” (Ferrer Palma, 1997a: 131), así como las fases de
construcción del monumento (Ferrer Palma, 1997a: 131-132), las cuales fueron determinadas en
función a los resultados obtenidos en los cortes 8 y 9 (Figura 8.7), que presumiblemente
corresponde al corte transversal al túmulo ubicado junto al trasdosado sureste de la estructura
ortostática, numerada por nosotros como Corte 13), identificándose 12 fases del proceso de
construcción (Figura 8.8). Esta información debía aportar también los datos necesarios para la
restauración del lateral derecho del túmulo, donde se había localizado en 1986 una galería de 2
m de altura (Ferrer Palma, 1997a: 129).

V) La excavación de dos cortes en el sector noroccidental del túmulo de Menga, para comprobar
los daños ocasionados por los caminos actuales (Ferrer Palma, 1997a: 138). Los resultados
confirmaron que “los accesos actuales hasta la entrada del sepulcro, y especialmente el que lo
comunica con el de Viera, habían causado la pérdida casi irreparable, desde el punto de vista de
la restauración de la masa tumular, al menos en los sectores noroccidental y nororiental del
túmulo, quedándonos por confirmar si algún espacio de los sectores occidental y suroccidental
se había visto afectado o no, puesto que ambos entraban en contacto con el mencionado acceso
desde Viera” (Ferrer Palma, 1997a: 138).

Figura 8.8. Proceso de construcción de Menga según Ferrer Palma (1997a:127).

402
En Viera se realizaron los siguientes trabajos:

I) La excavación de varios cortes (5) en el eje transversal del monumento, en el lateral sur del
túmulo (izquierdo) y distribuidos desde la cota máxima del túmulo a la inferior (Ferrer Palma,
1997a: 134) (Figura 8.3).

II) La excavación de varios cortes (6) en el eje longitudinal del dolmen, de manera paralela al
lateral sur (izquierdo) del corredor. Estos cortes cubrían “dos áreas, diseñadas en cotas
diferentes tangenciales entre sí, tanto en sentido norte-sur como en sentido este-oeste (Ferrer
Palma, 1997a: 135) (Figura 8.3).

Estos cortes del túmulo permitieron:

a) Parte de los cortes realizados en el lateral sur (izquierdo) del túmulo, se encontraban sobre la
parte del “estrecho pasillo que corría paralelo junto al sepulcro por el interior del túmulo, en algo
más de la mitad junto al lateral derecho y como en un tercio junto al lateral izquierdo” (Ferrer
Palma, 1997a: 134), permitiendo “localizarlo desde arriba” (Ferrer Palma, 1997a: 134). Así, “el
acceso al mismo se pudo practicar desde los primeros niveles de excavación, quedando abierto
sobre el perfil norte del corte. Desde aquí se procedió a reconstruir el interior de la masa tumular,
impidiéndose a partir de ese momento, de forma provisional, el acceso al interior de esta
estructura” (Ferrer Palma, 1997a: 134).

b) En cotas inferiores de algunos cortes del túmulo se identificaron “claras intromisiones en


época clásica” (Ferrer Palma, 1997a: 135), “construcciones tardorromanas” (Ferrer Palma,
1997a: 136).

c) En uno de los cortes donde se pudo llegar “a los niveles de fundación” se localizó “un resto de
paleosuelo que había sido sellado por las primeras deposiciones de sedimentos tumulares. De
este paleosuelo se obtuvieron muestras de carbón que, enviadas al Laboratorio de C-14 de
Groningen, dieron como resultado la fechación, para el momento inmediatamente anterior a la
edificación tumular, de 2.600 ± 140 a.C.” (Ferrer Palma, 1997a: 135).

d) La “localización de los extremos de las losas de cubierta, correspondientes al tramo


intermedio, en una posición bastante alejada del lateral” (Ferrer Palma, 1997a: 135), es decir, la
constatación de que las cobijas sobrepasaban ampliamente la superficie de los ortostatos,
apoyando no solo en éstos, sino también en el túmulo (Ferrer Palma, 1997a: 135). (Figura 8.9).

e) La constatación de que estas cobijas presentaban “claras líneas de fractura” (Ferrer Palma,
1997a: 135).

403
f) La “presencia de un cinturón de relleno de piedras, de algo menos de dos metros de ancho,
que, (...) debía rodear al sepulcro, por debajo de las losas de cubierta, al menos desde sus
extremos hacia fuera” (Ferrer Palma, 1997a: 135) (Figura 8.9).

Figura 8.9. Cortes realizados en 1986 junto al lateral izquierdo, en las que se comprueba que las cobijas
sobrepasan ampliamente los ortostatos, apoyando en el encachado de piedras del trasdosado
(Ferrer Palma et al., 2004: 200).

8.2.4.2. Prospección en el entorno de Menga y Viera: eje norte-sur

Por otro lado, la prospección planificada en el eje norte-sur del entorno de los monumentos
megalíticos de Menga y Viera, “se limitó, por las dificultades orográficas, a una prospección
dirigida en el sector norte” (Ferrer Palma, 1997a: 136), cuyos resultados fueron la “localización
de algunas ocupaciones puntuales, algunos lugares de transformación de materias primas, aún
sin jerarquizar, así como algunos otros yacimientos diacrónicos” (Ferrer Palma, 1997a: 136).

8.2.5. CAMPAÑA DE 1991

Con fecha del 22 de enero de 1991, Ferrer Palma firmó un nuevo “Proyecto de actuaciones de
urgencia en la Necrópolis de Antequera”, que debía servir de soporte arqueológico a las
actuaciones del “Proyecto de Ordenación” que se llevarían a cabo posteriormente.

Los objetivos que pretendían abordarse en Menga eran:

1) Determinar las tensiones soportadas por los ortostatos, mediante el estudio de los grosores de
las cobijas y de los ortostatos. Para ello sería necesaria la realización de “una serie de cortes
arqueológicos en el perímetro del sepulcro, hasta profundidades medias estimadas de 2,5 m”

404
(Ferrer Palma, 1991a: 1). Estos se sumarían a los ya realizados en 1988 (Ferrer Palma, 1988:
132).

2) Documentar cómo se distribuían las sobrecargas existentes sobre la cubierta, para lo que
proyectó un corte longitudinal en el túmulo sobre las cobijas (Ferrer Palma, 1991a: 2).

3) Estudio del área de acceso, para comprobar cómo sería su configuración inicial, para lo que
se planteó “la apertura de un área de excavación de amplias dimensiones y escasa profundidad”
(Ferrer Palma, 1991a: 1-2).

4) Identificar el volumen y la forma del túmulo, para lo que se proyectó la realización de “zonas
radiales en el túmulo del sepulcro, hasta profundidades medias estimadas de 1,5 m” (Ferrer
Palma, 1991a: 1).

En Viera se plantearon los siguientes objetivos:

1) Continuar el estudio del túmulo, para lo que “se proyecta sondear el citado túmulo en varios
sectores” (Ferrer Palma, 1991a: 2).

2) Conocer los grosores y las dimensiones de las cobijas, a partir de los cortes proyectados en el
túmulo (Ferrer Palma, 1991a: 2), considerándose necesario profundizar “en todos o en parte (...)
hasta una profundidad media de unos 6 m” (Ferrer Palma, 1991a: 3).

3) Determinar “la reconstrucción hipotética de la edificación original de la estructura tumular y del


sistema de edificación seguido por los constructores” (Ferrer Palma, 1991a: 2), mediante “la
excavación de zonas radiales en el túmulo del sepulcro, hasta profundidades medias estimadas
de 2 m” (Ferrer Palma, 1991a: 2).

Por otro lado, en el entorno de Menga y Viera, la dirección del “Proyecto de Ordenación”
demandó información sobre el tramo en el que se construirían unas escaleras que unirían el
edificio de servicios centrales y el dolmen de Menga, y de la zona destinada a aparcamientos.
Los cortes arqueológicos proyectados en esas zonas serían “previsiblemente de escasa
potencia” (Ferrer Palma, 1991a: 3).

Sin embargo, la Dirección General de Bienes Culturas consideró necesaria la modificación del
proyecto propuesto, debiéndose centrar las actuaciones solo en el dolmen de Menga. Con la
introducción de las oportunas reformas fue entregada por Ferrer Palma, con fecha de 21 de
febrero de 1991, la “Modificación del proyecto de actuaciones de urgencia programado para la
Necrópolis de Antequera”, insistiéndose además en la necesidad de continuar la investigación de
Viera (Ferrer Palma, 1991b).

405
8.2.5.1. Excavación en Menga

Finalmente, la campaña de excavación de 1991 se centró en el estudio de: a) el túmulo de


Menga, para delimitar su perímetro y evidenciar la posible existencia de piedras que lo “rodearan
y pudieran haber servido de contención del mismo” (Ferrer Palma, 1997a: 138), y comprobar
cómo se habían concebido los sistemas de drenaje del túmulo; y b) el acceso del dolmen, para
conocer cómo había sido en origen (Ferrer Palma, 1997a: 138) (Figura 8.2 y 8.10).

Para delimitar el perímetro del túmulo y comprobar la existencia de piedras que lo rodearan y
contuvieran, se realizaron “una serie de trincheras radiales que abarcasen zonas supuestamente
extra e intratumulares” (Ferrer Palma, 1997a: 138). Estas trincheras se centraron en los sectores
meridional y oriental del túmulo, que eran los menos afectados por los caminos contemporáneos.
Los datos obtenidos en la excavación de las trincheras y su extrapolación a los otros dos
sectores, septentrional y occidental, que presentaban mayores pérdidas de masa tumular,
permitieron plantear que el túmulo de Menga habría tenido “un aspecto aproximadamente
ovalado, permitiéndose apuntar la probabilidad de la existencia de dos ejes de distintas
dimensiones, mayor el longitudinal y menor el transversal” (Ferrer Palma, 1997a: 138) (Figura
8.11), sin embargo, no fue posible corroborar la existencia de piedras que delimitaran y
contuvieran la masa tumular (Ferrer Palma, 1997a: 140).

Durante estos trabajos, en dos de los cortes realizados en el túmulo, en el Corte 26 y en el Corte
21, se hallaron restos de Edad Antigua. El Corte 26, situado probablemente en el extremo
suroccidental del túmulo de Menga, prácticamente ya en la zona de contacto con el túmulo de
Viera, se localizó una tumba romana (pudiendo corresponder al Corte 30 de la Figura 8.2). Esta
sepultura estaba encajada en el relleno de piedras del túmulo de Menga y presentaba así mismo
tejas a dos aguas que protegían un pequeño osario. En el Corte 21 (cuya ubicación
desconocemos), se hallaron también materiales romanos, en un sedimento superficial revuelto,
que consistían en numerosos fragmentos de cerámica a torno entre los que se incluyen varios
restos de terra sigillata y un pequeño trozo de vidrio romano (Aranda Jiménez et al., 2015: 256).

Con respecto al drenaje del túmulo, éste era realizado gracias a la configuración del propio
túmulo, mediante “la disposición de capas de piedra, algo separadas entré sí, en el interior de los
grandes paquetes sedimentarios”, lo que “debió obstaculizar y desviar las filtraciones del agua
proveniente de las precipitaciones hacia el perímetro tumular, alejándolas así, al menos en
buena parte de la estructura propiamente megalítica” (Ferrer Palma, 1997a: 140).

En la entrada de Menga se plantearon “dos amplias áreas de excavación, en prolongación a los


laterales” (Ferrer Palma, 1997a: 140), denominados Corte 28 (lateral noroeste) y Corte 22 (lateral
sureste) (Navarrete Pendón, 2005a: 17-18) (cortes 18 y 19 respectivamente en la Figura 8.2).
En estos dos cortes se identificaron “restos de losas fracturadas así como la presencia de zanjas
de cimentación” (Ferrer Palma, 1997a: 140). Con estos elementos se planteó que en cada lateral
debieron existir dos ortostatos más, no conservados en la actualidad (Ferrer Palma, 1997a: 140).

406
Figura 8.10. Cortes 28 (izquierda) y 22 (derecha) realizados en el atrio de Menga en 1991
(AA. VV., 2011c: 172).

Figura 8.11. Morfología originaria del túmulo de Menga según Ferrer Palma et al. (2004: 198).

407
8.2.5.2. Materiales arqueológicos

El acta de depósitos de materiales de la excavación de 1991 recogió un listado genérico de los


materiales procedentes de los cortes 16, 17, 18, 20, 21, 22, 24, 26, 28 y 29 (según la numeración
del equipo de la UMA) (Tabla 8.3), a cuyo estudio no hemos tenido acceso por encontrase
almacenados, en su mayoría (a excepción de algunos materiales procedentes de los cortes 18,
21 y 26), en el Departamento de Prehistoria de la Universidad de Málaga desde el 26 de mayo
de 1993, según nos ha informado el personal del Museo de Málaga.

Desgraciadamente desconocemos la ubicación de todos los cortes, a excepción de los números


28 y 22 (cortes 18 y 19 respectivamente en la Figura 8.3).

Tabla 8.3. Listado de materiales hallados durante la campaña de 1991


(modificado a partir Acta de depósito de materiales de la excavación de 1991)
Nº Material Nº Material
16-1 Tégulas 22-1 Cerámica
Corte 22
16-2 Cerámica 22-2 Hueso
16-3 Bordes 22-3 Cerámica
16-4 Sílex 24-1 Bordes
Corte 16
16-5 Fémur 24-2 Cerámica
Corte 24
16-6 Fémur 24-3 Adobe
16-7 Hueso 24-4 Sílex
16-8 Cerámica sección 26-1 Cerámica
16-9 Concha 26-2 Sílex
Corte 26
17-1 Fragmento de pulsera 26-3 Pulimento
Corte 17 17-2 Cerámica 26-4 Fragmento de cráneo
17-3 Cerámica 28-1 Cerámica
Corte 28
18-1 Sílex 28-2 Cerámica
18-2 Cerámica 29-1 Cerámica
Corte 18 18-3 Cerámica 29-2 Cerámica
18-4 Material moderno Corte 29 29-3 Muestra C14
18-5 Cerámica 29-4 Concha-Hueso
20-1 Material moderno 29-5 Sílex
Corte 20
20-2 Cerámica
21-1 Vasija
Corte 21 21-2 Cerámica
21-3 Hueso

La única excepción la constituyen unos restos óseos humanos hallados en el Corte 26, según se
indica en la etiqueta que los acompaña, que pudieron ser estudiados en 2015 junto a los de 1988
por Sonia Robles Carrasco (Aranda Jiménez et al., 2015: 268-270) y 23 balas halladas en el atrio
de Menga, estudiadas en 2016 (García Sanjuán et al., 2016c), ambos estudios realizados en el
marco del PGI “Sociedades, Territorios y Paisajes en la Prehistoria de las Tierras de Antequera
(Málaga)” (2012-2020).

Los restos óseos, consiste fundamentalmente en pequeños fragmentos (< de 2 cm) y esquirlas
de cráneo, además de piezas dentales. Entre los huesos craneales se observó un fragmento de

408
una pirámide petrosa izquierda, dos fragmentos pertenecientes al conducto auditivo interno y
fragmentos y esquirlas (unos 30 fragmentos de no más de 2 cm). Se han documentado 24
piezas dentales incluyendo dos restos radiculares. Todas ellas se encuentran fuera de su alveolo
dental y pertenecen a una dentición permanente. También se encontraron unos 10 pequeños
fragmentos óseos (< de 3 cm) no identificados. Con estos restos, el NMI estimado fue de uno.
Según el desgaste dentario, y considerando la posibilidad de que pertenezcan todas las piezas a
un mismo individuo, se estima un rango de edad entre los 18-30 años. Por otro lado, la
estimación del sexo no ha podido llevarse a cabo ante la ausencia de regiones anatómicas
diagnósticas (Aranda Jiménez et al., 2015: 268). El estudio de estos restos fue completado con
dos dataciones, una sobre cráneo (pirámide petrosa) (Beta-413001, 1771±30, 138-345 cal DNE
2σ) y otra sobre una pieza dentaria (canino inferior izquierdo) (Beta-413002, 1700±30, 253-406,
cal DNE 2σ) (Tabla 8.4). Al igual que las dos dataciones obtenidas sobre restos óseos humanos
de la campaña de 1988 (Beta-412999 y Beta-413000 (Tabla 8.4), estas dos dataciones
radiocarbónicas obtenidas sobre hueso humano perteneciente al único individuo identificado en
el análisis bioarqueológico (Beta-413001, 1770±30 BP, 138-345 cal DNE 2σ y Beta-413002,
1700±30 BP, 253-406 cal DNE 2σ), se agrupan entre mediados del siglo II y mediados del siglo
IV DNE (Aranda Jiménez et al., 2015: 274).

Tabla 8.4. Dataciones radiocarbónicas sobre materiales de la excavación de 1991 (Aranda Jiménez et al., 2015: 274)
CÓDIGO CONTEXTO Nº MUESTRA MATERIAL SIGLA BP CAL DNE 2σ
A/DJ 14295/4 Muestra 3-C-14 Restos óseos Beta-413001 1770 ± 30 138-345 DNE
humanos-Pirámide
petrosa (cráneo)
A/DJ 14295/4 Muestra 4-C-14 Restos óseos Beta-413002 1700 ± 30 253-406 DNE
humanos-pieza
dental- C. inferior
izquierdo 1.9.

Las balas son un conjunto de 23 proyectiles de 9 mm, un tipo de munición muy usada durante la
Guerra Civil Española (1936-1939). Este dato, sumado a los testimonios orales que indican que
entre el 19 de julio y el 8 de agosto de 1936 se llevaron a cabo ejecuciones en el entorno del
cementerio por parte del bando republicano, hacen plausible la propuesta de que estas balas
sean evidencias materiales de dichos asesinatos (García Sanjuán et al., 2016c).

8.2.5.3. El tapado de los cortes de la campaña de 1991

Acabada la campaña de 1991, Ferrer Palma emitió un informe, con fecha del 7 de junio de 1991,
proponiendo la variación del “siguiente paso previsto en el Proyecto Arqueológico: cierre, tapado
y compactado de los cortes arqueológicos efectuados” (Ferrer Palma, 1991c: 1), debido a que la
dirección del “Proyecto de Ordenación” solicitaba que se mantuvieran “los cortes efectuados
sobre la misma estructura del sepulcro, con el fin de proceder, una vez comiencen las labores
propias de restauración, consolidación y recreación, a solventar los problemas que se han
podido apreciar en el transcurso de la investigación arqueológica: vaciados interiores del túmulo

409
en las proximidades de sus laterales, sobrecargas de cemento, sustitución de tierras originales
por otras menos compactas, ...” (Ferrer Palma, 1991c: 1). Esto obligaba a solicitar la disposición
de una cubrición provisional de los cortes, para evitar la entrada de agua (Ferrer Palma, 1991c:
1).

Estas medidas fueron autorizadas, en primer lugar, por el Arqueólogo Provincial, Manuel
Corrales Aguilar, el 27 de junio de 1991, en segundo, por el Delegado Provincial, Fernando
Arcas Cubero, y en última instancia por el Director General de Bienes Culturales, Pedro Navarro
Luna, el 22 de agosto de 1991.

8.2.6. LA INTERVENCIÓN DE 1995 EN VIERA

En la intervención de 1995 se ejecutaría la actividad planificada en 1991 en Viera. Antes de


dicha intervención los cortes realizados en Viera habían sido 13, alcanzándose los 25 en la
excavación de 1995 (Ferrer Palma et al., 2004: 202), por lo que en ese año se abrieron 12
nuevos cortes, situándose ocho de ellos en los laterales norte y los otros cuatro en el lateral
oeste del túmulo (Figura 8.3).

Los objetivos que debieron abordarse durante esta campaña serían los planteados en 1991: i)
continuar el estudio del túmulo; ii) conocer los grosores y las dimensiones de las losas de
cubierta; y iii) determinar “la reconstrucción hipotética de la edificación original de la estructura
tumular y del sistema de edificación seguido por los constructores” (Ferrer Palma, 1991a: 2).

Las conclusiones extraídas tras esta intervención fueron:

1) Los cortes dispuestos entorno al perímetro del túmulo permitieron deducir que el túmulo
tendría una morfología circular, cuyo diámetro original alcanzaría “algo más de 40 m” (Ferrer
Palma eta al., 2004: 207).

2) El corte realizado en el lateral norte, junto a la última cobija conservada, unidos a los otros
cuatro realizados en 1988 en el lateral sur junto al resto de losas de cubierta en 1988,
constataron que:

a) Las cinco cobijas conservadas en su totalidad presentaban, en su mayoría una anchura de


3,50 m, a excepción de “la penúltima losa del corredor” que alcanzaría los 4,20 m y la losa de
cubierta de la cámara, de 5 m de achura (Ferrer Palma et al., 2004: 206).

b) Sobre las cobijas del tramo que discurre desde la puerta perforada hasta la losa de cabecera,
existía un encachado (no conservado en su totalidad por el arranque de varias losas de
cobertura) que ocuparía un área de 20 m de longitud y 8 m de anchura, con un grosor de 1,20 m
sobre la parte central de las cubiertas, 1,80 m junto a los bordes de las losas de cubierta y

410
disminuyendo hasta los 0,30 m en límites exteriores del encachado (Figuras 8.12 y 8.13),
“adoptando la forma de una bóveda achatada de escasa altura” (Ferrer Palma et al., 2004: 206).
3) Esos mismos cortes permitieron extraer conclusiones sobre los diferentes estratos que
componen el túmulo, identificándose de abajo arriba (Figura 8.13): a) el “nivel geológico de
base”, donde se excavó la zanja en la que se dispusieron los ortostatos; b) el “paleosuelo” (de
donde se extrajo la datación radiocarbónica en la campaña de 1988); c) el encachado que
discurre tras los ortostatos (documentado en la campaña de 1988) y sobre las cobijas, desde la
segunda puerta perforada hasta la cabecera; d) los “sedimentos tumulares”; e) la “capa de tierra
de aportación reciente” (Ferrer Palma et al., 2004: 204).

Figura 8.12. Encachado que discurre tras los ortostatos y sobre las cobijas (Ferrer Palma et al. 2004: 200).

Figura 8.13. Sección transversal del dolmen de Viera (Ferrer Palma et al. 2004: 204).

411
8.2.7. CONCLUSIONES ARQUITECTÓNICAS: PROPUESTA DE
CONSTRUCCIÓN DE MENGA Y VIERA

A partir de los cortes arqueológicos realizados en los dólmenes de Menga y Viera, se extrajeron
una serie de datos arquitectónicos que fueron utilizados para hacer una propuesta sobre el
proceso de construcción de Menga y Viera. Estos datos no han sido presentados
pormenorizadamente, no se indica en que corte o cortes se ha evidenciado la información
arqueológica que permite sustentar cada paso del proceso constructivo propuesto, ni se
presentan fotografías ni perfiles arqueológicos que apoyen las conclusiones presentadas, por lo
que consideramos que no quedan suficientemente demostrados ni los datos arqueológicos
obtenidos ni la secuencia constructiva del monumento.

En Menga, según el equipo de la Universidad de Málaga, se constató que:

1) La masa tumular apoyaba directamente sobre el sustrato geológico (Ferrer Palma et al., 2004:
189), lo que demostraba la alteración antrópica del terreno original en el que se erigió el
monumento, como paso previo a su construcción (Ferrer Palma et al., 2004: 187).

2) El suelo del interior del monumento se encontraba excavado en el sustrato en torno a 1 m de


profundidad, habiendo sido construido mediante la excavación de una zanja con la morfología y
dimensiones de la estructura ortostática (Ferrer Palma et al., 2004: 189).

3) La zanja de cimentación de los ortostatos se encontraba excavada en los bordes laterales de


la zanja anteriormente excavada que configuraba el suelo. Esta zanja de cimentación presentaba
“una anchura de 0,90 m en el inicio del atrio y 1,90 m hacia la mitad de la cámara (...), y una
profundidad respecto al piso del sepulcro de 0,50 en el atrio y 1,40 m aproximadamente en las
cercanías de la cabecera de la cámara” (Ferrer Palma et al., 2004: 190). La sección de esta
zanja tendría en la base “forma ligeramente apuntada y no cuadrangular” (Ferrer Palma et al.,
2004: 192).

4) El primer estrato de la masa tumular era un sedimento antrópico dispuesto directamente sobre
el sustrato geológico, de 1,50 m de grosor máximo, y compuesto de “tierras de color oscuro y
piedras de tamaño pequeño y mediano sin mostrar disposición alguna” (Ferrer Palma et al.,
2004: 190). Junto a la pared de la zanja de cimentación excavada para el anclaje de los
ortostatos, la sección de este sedimento era ataludada, para favorecer la introducción de los
ortostatos en la zanja. Esta misma sección ataludada debió presentarse en el borde del túmulo,
para favorecer la subida de los ortostatos por el mismo, aunque no se pudo determinar el
desarrollo longitudinal de este primer estrato, tan solo que no alcanzaba el borde del túmulo
(Ferrer Palma et al., 2004: 190).

5) El ascenso de los ortostatos, presumiblemente en posición horizontal, desde la base del


túmulo hasta el primer estrato de la masa tumular y para su posterior verticalización e

412
introducción en la zanja de cimentación, se utilizarían “troncos de madera a modo de rodillos (...),
pudiendo tratarse de troncos de alisios o de pino, cuyos pólenes han quedado registrados en la
estructura tumular” (Ferrer Palma et al., 2004: 190).

6) Los ortostatos se dispondrían junto a la pared interior de la zanja de cimentación, quedando


un hueco en el trasdosado, entre los ortostatos y la pared exterior de la zanja. Este hueco sería
rellenado con calzos, al igual que los huecos existentes entre cada dos ortostatos, y distintas
tongadas de sedimentos antrópicos (Ferrer Palma et al., 2004: 192), que alcanzarían una altura
de unos 1,50 m con respecto a la base de la zanja, encontrándose a unos 0,75 m del borde de la
zanja (Figura 8.14).

7) Tras la fijación de los ortostatos en posición, se dispondría el segundo estrato de la masa


tumular, de 2 m de grosor máximo (Figura 8.14), que enrasaría con el primer estrato de la masa
tumular, y estaría compuesto por capas piedras de tamaño pequeño y mediano que alternan con
otras capas de tierra (Ferrer Palma et al., 2004: 192).

8) A continuación, sobre los estratos 1 y 2, se dispondrían otros cuatro estratos, compuestos por
tierra y piedras, que no alcanzarían la parte superior de los ortostatos, quedándose a 30 cm de
ésta (Ferrer Palma et al., 2004: 192). El estrato 3, de 30 cm, los estratos 4 y 5 de 15 cm cada
uno y el estrato 6 de 7,5 cm (Figura 8.14). En este caso también se desconoce la disposición de
estos niveles sedimentarios hacia el borde del túmulo (Ferrer Palma et al., 2004: 192).

Figura 8.14. Sección trasversal del lateral sureste dolmen de Menga según Ferrer Palma et al. (2004: 198).

413
9) Para la disposición de los pilares se excavarían tres “hoyos” (alveolos de cimentación) en el
sustrato geológico, cuyas dimensiones y morfologías están en estrecha relación con la de los
monolitos. Así, el alveolo del pilar más pequeño, el primero desde la entrada (P-1), tendría unos
0,30 m de profundidad, mientras que el del mayor, el más cercano a la cabecera (P-3),
alcanzaría una profundidad de 1,50 m. Con respecto a la morfología destaca la del alveolo del
tercer pilar, “de planta ligeramente elíptica y paredes curvadas que se cierran hacia el fondo, y la
base del pilar, de sección cuadrangular, quedando los ángulos de éste perfectamente encajados
en las paredes del hoyo” (Ferrer Palma et al., 2004: 193-194).

10) Para la disposición de las cobijas se llevarían a cabo dos trabajos: 1) la subida de las losas
por el túmulo, del mismo modo que los ortostatos; 2) la colocación de las losas en su posición y
apoyando directamente sobre los ortostatos que según el equipo de la Universidad de Málaga
“obligaría a rellenar el interior del sepulcro” (Ferrer Palma et al., 2004: 194).

11) Tras la disposición de las cubiertas se dispondrían el último estrato de la masa tumular (UE
7), compuesto con una alternancia de capas de piedras y capas de tierra. Este estrato alcanzaría
su mayor grosor en el tramo más cercano a los ortostatos, donde contaría con 2 m,
disminuyendo progresivamente hacia el borde del túmulo, y su menor grosor, sobre la losas de
cubierta, donde apenas alcanzaría los 40 cm (Figura 8.14).

12) El túmulo presentaría una morfología “subcircular, con el eje mayor, de 67 m


aproximadamente, siguiendo el eje longitudinal del sepulcro, y el menor, sobre 57 m, en sentido
transversal” (Ferrer Palma et al., 2004: 196) (Figura 8.11).

13) La alteración antrópica del túmulo en momentos posteriores a su construcción debido a: i) la


ocupación de época clásica del entorno de Menga y Viera, con la disposición de tumbas de
tégulas en el túmulo y la acumulación de sedimentos junto al perímetro del mismo (Ferrer Palma
et al., 2004: 207); ii) el uso agrícola de los terrenos donde se emplaza, generándose
transformaciones en el túmulo; iii) las excavaciones clandestinas, que provocaron también
transformaciones en los túmulos, con la apertura de una galería en el trasdosado de la losa de
cabecera y los ortostatos del lateral derecho (Ferrer Palma et al., 2004: 187-188); y iv) la
restauración de 1941, cuando se eliminarían el borde de la mitad norte del túmulo para la
construcción de un camino para coches (Ferrer Palma et al., 2004: 194).

En el caso de Viera, el equipo de la Universidad de Málaga documentó:

1) La retirada de los sedimentos existentes sobre el sustrato geológico, en la zona en la que se


dispondría la estructura megalítica (Ferrer Palma et al., 2004: 202). Esto demostraba, como en
Menga, la alteración antrópica del terreno original en el que se erigió el monumento, como paso
previo a su construcción (Ferrer Palma et al., 2004: 187).

414
2) Para la disposición de la estructura megalítica se excavó en el sustrato una zanja de en torno
a 1,70 m de profundidad, cuyas paredes presentan un perfil ataludado, siendo la anchura de las
mismas en la zona superior de 1,40 m con respecto a la vertical de los ortostatos, reduciéndose
progresivamente hasta los 0,30 m en la base de la zanja. Esta inclinación de las paredes, que
sería de unos 45º, habría sido diseñada para facilitar la posterior disposición de los ortostatos.
Este dato ha sido documentado en el lateral izquierdo, no siendo investigado el lateral derecho
(Ferrer Palma et al., 2004: 202).

3) Una segunda zanja para la cimentación de los ortostatos se encontraba excavada en los
bordes laterales de la zanja anteriormente excavada. Esta segunda zanja presentaba una
profundidad de 0,20 – 0,30 m y una anchura similar (Ferrer Palma et al., 2004: 202).

4) A continuación se llevaría a cabo la introducción de los ortostatos en la primera de las zanjas


excavadas, facilitada por la inclinación de las paredes. Una vez que los ortostatos se
encontraban en el interior de la zanja y recostados sobre las paredes de ésta, se procedería a la
verticalización de los mismos y a su introducción en la segunda zanja de cimentación de 0,20-
0,30 m mediante palancas (Ferrer Palma et al., 2004: 202-204). La descripción de este sistema
de palancas se basaba en la afirmación de Gómez-Moreno Martínez de que “las dos gigantescas
palancas con que se ayudaban para esta operación dejaron alguna vez impresa su huella en la
tierra apelmazada de la cortadura del túmulo (Gómez-Moreno Martínez, 1905: 86).

5) Tras la verticalización de los ortostatos se rellenaría el interior de la estructura megalítica de


tierra, como paso previo al relleno del trasdosado de los ortostatos y a la disposición de las losas
de cubierta (Ferrer Palma et al., 2004: 204).

6) A continuación se colmataría el espacio entre la pared exterior de los ortostatos y la pared


inclinada de la zanja, con un encachado, compuesto por “losas de tamaño apreciable trabadas
por tierras”, hasta alcanzar la altura de los ortostatos. En este encachado se diferenciaron dos
unidades estratigráficas, la inferior “de tierras de coloración oscura” y la superior, “menos
potente, de tierras de coloración clara” (Ferrer Palma et al., 2004: 204-206).

7) Seguidamente se realizaría el traslado de las cobijas y la colocación en su posición final. Las


cobijas primera, segunda y cuarta conservadas completas (C-3, C4 y C-6) presentan una
anchura de en torno a 3,50 m, la tercera (C-5) de 4,20 m y la quinta (C-7) de 2,50 m. Esta
anchura sobrepasa la del interior de la estructura ortostática, de en torno a 1,25 m en el corredor
y 1,65 m en la cámara (Figura 8.9), y la del exterior, de 1,80 m en el corredor y 2,50 m en la
cámara, por lo que apoyan directamente sobre el encachado dispuesto en el trasdosado de los
ortostatos (Ferrer Palma et al., 2004: 206).

8) En el interior, tras la colocación de las cubiertas, los pequeños huecos que quedaban entre los
borde superiores de los ortostatos y los inferiores de las losas de cobertura fueron rellenados con
calzos (Ferrer Palma et al., 2004: 206).

415
9) Al exterior, y sobre las cobijas, se dispuso un encachado “de losas de tamaño apreciable
trabadas con algo de tierra” (Ferrer Palma et al., 2004: 206), que podría considerarse como un
tercer nivel estratigráfico de encachado (Figura 8.13). Este nivel constructivo presentaba una
potencia máxima de 1,80 m, alcanzada sobre la zona central de las cubiertas, reduciéndose
progresivamente hasta 0,30 m hacia los laterales, que superan ampliamente los extremos de las
cubiertas. La longitud total de este encachado es de aproximadamente 20,30 m, y su anchura de
6 m en el tramo inicial, 7,5 m a la altura de las cobijas tercera y cuarta conservadas (C-4 y C-5),
y 6,60 m en el tramo de la cámara (Figuras 8.12 y 8.13), ocupando, a grandes rasgos, un área
de 20 m x 8 m (Ferrer Palma et al., 2004: 206).

10) A continuación se dispuso “el túmulo en sentido estricto”, de morfología circular, compuesto
por “sucesivos sedimentos de granos finos” dispuestos sobre el paleosuelo en los bordes del
mismo, y sobre el encachado en la zona central, ocupando un área de 40 m de diámetro. La
altura del túmulo, de 4,00-4,20 m, sería producto de restauraciones previas, debiendo haber sido
la original menor (Ferrer Palma et al., 2004: 207). Con respecto al borde perimetral del túmulo,
no se documentó “ningún tipo de estructura de contención, descansando los aportes
directamente sobre las tierras vírgenes del cerro o, como en algún caso muy concreto, (...), sobre
restos de ocupación primaria del área” (Ferrer Palma et al., 2004: 208).

11) La alteración antrópica del monumento posterior a su construcción debido a: i) la ocupación


de época clásica del entorno de Menga y Viera, con la disposición de tumbas de tégulas en el
túmulo y la acumulación de sedimentos junto al perímetro del mismo (Ferrer Palma et al., 2004:
207); ii) el uso agrícola de los terrenos donde se emplazan, generándose transformaciones en el
túmulo; iii) las excavaciones clandestinas, provocando también transformaciones en los túmulos,
con la excavación de una galería en el trasdosado de las losas de cabecera y los ortostatos de
ambos laterales (Ferrer Palma et al., 2004: 187-188); iv) la restauración de 1941, cuando se
transformaría el acceso al monumento y las paredes del corredor (Ferrer Palma et al., 2004:
196).

Con respecto a la antigüedad de los monumentos de Menga y Viera, tan solo se obtuvo una
datación radiocarbónica “a partir de una muestra de carbón obtenida en la base del túmulo de
Viera, bajo algo más de tres metros de sedimentos aportados por los constructores de este
sepulcro”, que aportó una cronología de 2600±140 a.C. (Ferrer Palma et al., 1997b: 369). El
evento datado por esta fecha fue considerado por el equipo de la Universidad de Málaga como
“bastante aproximado del inicio de la explotación del territorio por parte de la población calcolítica
que se instala en sus inmediaciones (...), continuándose a través del resto del III milenio y
comienzos del II milenio antes de Cristo, espacio temporal que abarca el poblamiento de los
constructores de la necrópolis megalítica antequerana” (Ferrer Palma et al., 1997b: 369). Así
mismo, consideraron que Viera era más antiguo que Menga, remitiendo a los datos
arqueológicos obtenidos en las excavaciones (Ferrer Palma et al., 1997b: 368), aunque no se
explicaba qué datos apoyan esa afirmación.

416
8.3. ESTUDIO PALINOLÓGICO DE LOS TÚMULOS DE MENGA Y VIERA

Los cortes realizados en los túmulos de Menga y Viera en el marco del PGI “Reconstrucción
arquitectónica y paleoambiental en la Necrópolis Megalítica de Antequera” permitieron “la
recogida de columnas polínicas (...), basado en dos columnas, cada una de ellas
correspondiente a los túmulos de Menga y Viera respectivamente” (Ferrer Palma, 1997a: 136).
La recogida de muestras fue supervisada por el Dr. Guillen Oterino, encargado de su posterior
estudio (Ferrer Palma, 1997a: 136).

Para la toma de muestras polínicas “se eligieron zonas libres de alteraciones antrópicas
recientes, que a la vez, resultaran ser los emplazamientos de mayor potencia sedimentológica”
(Ferrer Palma, 1997a: 137). Así, los cortes seleccionados para la toma de muestras palinológicas
fueron, según la denominación dada por el equipo de a UMA, el perfil oeste del Corte B de
Menga, realizado en 1986 (Ferrer Palma et al., 1997b: 357), y el perfil oeste del Corte 2 de Viera,
realizado en 1988 (Ferrer Palma et al., 1997b: 358), cuyas ubicaciones desconocemos.

En total se tomaron 14 muestras, nueve en el perfil oeste del Corte B de Menga (Ferrer Palma,
1997b: 357), y cinco en el perfil oeste del Corte 2 de Viera (Ferrer Palma, 1997b: 358) (Figura
8.15). Dichas muestras fueron posteriormente analizadas por el Dr. Guillermo Oterino mediante
el método “de hiperconcentración aunque se introdujo, con el fin de adecuarlo y mejorarlo,
ligeras modificaciones” (Ferrer Palma, 1997a: 137), consistentes en que de manera previa “a la
eliminación de silicatos con FH en frío se ha añadido, a las muestras, agua destilada, intentando
reducir en gran parte la presencia de la sílice; la levigación en cloruro de zinc de densidad 2 se
ha realizado tres veces por cada muestra, buscando una mayor garantía en la extracción de
granos de polen y esporas; antes del filtrado a vacío del sobrenadante con filtros de carbonato
cálcico en soporte de fibra de vidrio, se ha llevado a cabo una disolución con agua destilada de
dicho sobrenadante, intentando disminuir la viscosidad, lo que favorece el filtrado, disminuye el
riesgo de daños en los filtros y reduce las pérdidas de palinomorfos en cada muestra” (Ferrer
Palma, 1997b: 360).

Los datos palinológicos obtenidos de las estratigrafías de los túmulos, fueron interpretados en su
conjunto, sin mostrar las especies identificadas en cada estrato analizado (Tabla 8.5). Además,
estos datos palinológicos, se relacionaron cronológicamente con la Edad del Cobre, debido a la
datación 2600±140 a.C. obtenida de la base el túmulo de Viera. Esta valoración global sugiere la
existencia de una vegetación distinta en el momento de la construcción de los monumentos, con
una baja presencia de pólenes de especies arbóreas y arbustivas, interpretada como indicio de
que el paisaje habría sufrido una cierta alteración antrópica (Ferrer Palma, 1997b: 365 y 369).

417
Figura 8.15. Identificación de las zonas de extracción de muestras palinológicas en el perfil oeste del Corte B de
Menga (izquierda) y en el perfil oeste del Corte 2 de Viera (derecha) (Ferrer Palma et al., 1997b: 357-358).

Tabla 8.5. Recuentos polínicos de las especies reconocidas en el muestreo de los túmulos de Menga y Viera
(modificada partir de Ferrer Palma, 1997b: 367)
Pólenes Menga Viera Pólenes no arbóreos- Menga Viera Pólenes no arbóreos-herbáceas Menga Viera
arbóreos arbustivos
Alnus 1 1 Cistaceae x 2 Compositae (Liguliflora) 44 529
(alisos) (jaras, jaguarzos,...) (amargón, diente de león,...)
Corylus 6 1 Libiatae x 1 Compositae (Tubuliflora) 9 47
(avellanos) (tomillo, romero, (margarita, cardos ,...)
albahaca,...)
Pinus 22 41 Plantaginaceae 4 34 Leguminosae 6 1
(pinos) (aulaga, retama,...)
Quercus 2 2 Rosaceae 31 2 Caryophyllaceae 5 3
(encinas)
Chenopodiaceae 4 1
Liliaceae 1 1
Cruciferae 1 -

418
Con respecto al primer grupo: a) la presencia de encinas (2 pólenes en Menga y 2 pólenes en
Viera) es notoriamente inferior a la de pino (22 pólenes en Menga y 41 pólenes en Viera), que a
su vez aparece en mayor proporción en Viera; b) es escasa la presencia de arbustos,
apareciendo pocos restos de cistáceas (2 pólenes), probablemente jaras y jaguarzos,
documentadas en los estratos inferiores del túmulo de Viera; c) las quenopodiáceas también se
encuentran más representadas en Menga (4 pólenes) que en Viera (1 polen); d) tan solo hay una
muestra de libiadas, en los estratos inferiores de Viera (Ferrer Palma, 1997b: 366-367).

Relacionadas con el segundo grupo: a) no se han documentado sauces, chopos ni olmos; b) solo
se han documentado dos muestras de alisos, una en Menga y otra en Viera, y siete de avellanos,
seis en Menga y una en Viera; c) las plantagináceas se encuentran más representadas en Viera
(34 pólenes) que en Menga (4 pólenes) (Ferrer Palma, 1997b: 367-368).

En el caso de otras especies, que se pueden encontrar indistintamente en ambos grupos: a) la


presencia de rosáceas está mucho más representada en Menga (31 pólenes) que en Viera (2
pólenes), siendo su presencia mayor en los estratos inferiores, tendiendo a disminuir
sensiblemente en los superiores; b) las leguminosas se encuentran más representadas en
Menga (6 pólenes) que en Viera (1 polen); c) las liliáceas están escasamente representadas,
encontrándose solo una muestra tanto en Menga como en Viera (Ferrer Palma, 1997b: 367-368).

Por tanto, el estudio de los pólenes obtenidos en el perfil Oeste del Corte B de Menga, realizado
en 1986 (Ferrer Palma, 1997b: 357), y el perfil Oeste del Corte 2 de Viera, realizado en 1988
(Ferrer Palma, 1997b: 358), mostraban:

“un estrato arbóreo pobre y probablemente alejado del yacimiento, compuesto por pinares y
algunos manchones de encinar, (...), con la presencia de algunos alisos y avellanos junto a
los cursos de agua; un estrato arbustivo así mismo pobre e igualmente retirado de las
inmediaciones del yacimiento, compuesto por las cistáceas (probablemente jaras y
jaguarzos), las labiadas (tal vez tomillo, romero, albahaca,...) y las leguminosas (quizás
aulagas, retamas,...). Pero fundamentalmente predominaría un paisaje de herbáceas, bien
representado por la familia de las Compuestas, bien ligulifloras del tipo del amargón o de
dientes de león, bien tubulifloras como las margaritas o los mismos cardos; junto a éstas,
las gramíneas se nos aparecen en número significativo y si por una parte no hay total
seguridad de que sus pólenes representen cereales cultivados, por otra, vienen a resultar,
habitualmente al menos, especies asociadas a cultivos que, junto a las anteriores, crecen
en los bordes de los campos cultivados. La naturaleza de este mismo ámbito quedaría
apoyada por la presencia, si bien secundaria, de cariofiláceas, liliáceas y rosáceas. La
mayor abundancia, en estos primeros momentos, de plantagináceas, que (...) pueden
integrar el conjunto de plantas de pradera, pudo deberse a un aporte de medios húmedos,
de los que también suelen participar, todavía algo extensos en la primera fase de utilización
del espacio por parte de la población asentada en el Cerro de Marimacho.

La evolución de este paisaje, durante el III milenio antes de Cristo, parece indicar, según el
análisis de los pólenes procedentes del túmulo de Menga, una consolidación del que

419
describíamos para la fase inicial de ocupación del territorio. Un estrato arbóreo similar,
quizás una rarificación del estrato arbustivo, a lo que apuntaría la ausencia de cistáceas y
labiadas, compensada, eso sí, con una significativa mayor presencia de leguminosas.
Aunque éstas últimas, (...), puedan representar a especies arbustivas, también son
constitutivas de los estratos arbóreo y herbáceo. El carácter forrajero de algunas de sus
especies podría llegar a tenerse en cuenta en su incremento, siendo una posibilidad más la
de su beneficio en el aumento y consolidación de la cabaña ganadera de la población
calcolítica; en este mismo sentido ya se había apuntado la posibilidad de que el incremento
de los pólenes de quenopodiáceas pudiera estar relacionado con este tipo de actividades
económicas. Por su parte, la tendencia al aumento de pólenes de herbáceas propias de
pradera y bordes de cultivo debería estar relacionado con el incremento de las prácticas
agrícolas, (...) (Ferrer Palma, 1997b: 368-369).

8.4. VALORACIÓN

El equipo del Departamento de Prehistoria de la Universidad de Málaga, dirigido por José


Enrique Ferrer Palma e Ignacio Marqués Merelo, realizó una intensa actividad arqueológica entre
1986 y 1995 en los monumentos megalíticos de Antequera, en el marco del PGI “Reconstrucción
Arquitectónica y Paleoambiental en la Necrópolis Megalítica de Antequera” (Ferrer Palma,
1997a: 123).

Entre sus principales aportaciones destacan las de las prospecciones arqueológicas


desarrolladas en radio de 5 km desde los monumentos de Menga y Viera (Marqués Merelo et al.,
2004a: 180) en 1986 (eje este-oeste) y 1988 (eje norte-sur), que permitieron la localización en el
eje este-oeste de “un asentamiento al parecer de carácter secundario y algunos lugares de
transformación de materias primas” (Ferrer Palma, 1997a: 131), así como “tumbas
pertenecientes a una necrópolis romana, así como de la existencia de restos de opus signinum
concentrados en la ladera oriental” (Marqués Merelo y Ferrer Palma, 1987: 1); y en el eje norte-
sur “de algunas ocupaciones puntuales, algunos lugares de transformación de materias primas,
aún sin jerarquizar, así como algunos otros yacimientos diacrónicos” (Ferrer Palma, 1997a: 136).

Sin duda, las actuaciones más destacadas fueron las excavaciones arqueológicas, por varios
motivos: i) por ser las primeras excavaciones llevadas a cabo con metodología arqueológica
moderna en la necrópolis de Antequera; ii) por la escasez de publicaciones que de ellas se
derivaron, quedando gran parte de la documentación obtenida reservada para el equipo de
investigación; y iii) por generar importantes transformaciones y daños irreversibles en los túmulos
y el interior de Menga y Viera, debido a: a) la apertura de 33 cortes en Menga (seis en 1986, 11
en 1988 y 16 en 1991) (Figuras 8.2) (Ferrer Palma et al., 2004: 186; Marqués Merelo et al., 2004:
180), b) la excavación de gran parte del suelo de Menga, desbordando los límites del corte
longitudinal planteado a lo largo de toda la galería (corte 16 según nuestra numeración) (Ferrer
Palma, 1997a: 130); c) la apertura de 25 cortes en Viera (dos en 1986, 11 en 1988 y 12 en 1995)

420
(Figuras 8.3) (Ferrer Palma et al., 2004: 186); y d) la excavación del suelo del interior de Viera
(Ferrer Palma, 1997a: 129-130).

Creemos que estas excavaciones podían haber sido mucho menos agresivas, planteando una
estrategia de investigación mucho menos destructiva, que no estuviera basada en la excavación
de más de medio centenar de cortes, cuyos resultados además continúan, en gran parte,
inéditos.

Con respecto a los resultados de la investigación de estos 58 cortes y de la excavación de los


suelos del interior de los monumentos, fueron tan solo esbozados en varios artículos (Ferrer
Palma, 1997a; Ferrer Palma et al., 2004; Marqués Merelo et al., 2004), sin que hasta la fecha se
haya publicado un informe completo de las mismas en forma de monografía. De los escasos
artículos publicados destacan las siguientes conclusiones:

a) Menga:

- “Carencia de sedimentos arqueológicos” y existencia de “pisos artificiales con materiales


recientes” (Ferrer Palma, 1997a: 130).

- Conservación parcial de la zanja de cimentación corrida y/o de los alveolos de cimentación de


los ortostatos, conservándose en mejor estado los del lateral derecho, y más alterados los del
acceso (Ferrer Palma, 1997a: 132).

- Los alveolos de cimentación de los pilares son diferentes (Ferrer Palma, 1997a: 132).

- “Inexistencia de ningún posible anclaje para un hipotético cuarto pilar” (Ferrer Palma, 1997a:
132).

- La excavación del suelo, hasta llegar al sustrato rocoso, y realizándose “vaciados locales en el
subsuelo” (Ferrer Palma, 1997a: 133).

- El perímetro del túmulo estaba cortado en su lateral noreste-noroeste por el camino realizado
en 1941 para conectar Menga y Viera (Ferrer Palma, 1997a: 138).

- Existencia de una galería de 2 m de altura que discurre por el trasdosado del lateral noreste.

- Identificación de 12 fases en el proceso de construcción del monumento (Ferrer Palma, 1997a:


129).

- Hallazgo de restos de la Edad Antigua en el túmulo, concretamente en los cortes 21 y 26


(según la numeración del equipo de la UMA). En el primero, el Corte 21 (cuya ubicación
desconocemos), se hallaron materiales romanos, en un sedimento superficial revuelto, que

421
consistían en numerosos fragmentos de cerámica a torno entre los que se incluyen varios restos
de terra sigillata y un pequeño trozo de vidrio romano. En el segundo, el Corte 26, situado
probablemente en el extremo suroccidental del túmulo de Menga, prácticamente ya en la zona
de contacto con el túmulo de Viera, se localizó una tumba romana (pudiendo corresponder al
Corte 30 según nuestra numeración, visibles en la Figura 8.2) (Aranda Jiménez et al., 2015:
256).

- Hallazgo de “restos de losas fracturadas así como la presencia de zanjas de cimentación”


(Ferrer Palma, 1997a: 140) en la zona del atrio, al este de los primeros ortostatos de cada lateral,
planteándose que en cada lateral debieron existir dos ortostatos más, no conservados en la
actualidad (Ferrer Palma, 1997a: 140).

b) Viera:

- En el interior del monumento se localizó en un sector “el piso original” (Ferrer Palma, 1997a:
129), consistente en un “enlosado” (Ferrer Palma, 1997a: 130).

- En el trasdosado del lateral norte se localizó el “estrecho pasillo que corría paralelo junto al
sepulcro por el interior del túmulo, en algo más de la mitad junto al lateral derecho y como en un
tercio junto al lateral izquierdo” (Ferrer Palma, 1997a: 134).

- Se reconstruyó el interior de la masa tumular del “estrecho pasillo” del trasdosado de los
ortostatos del lateral norte, impidiéndose a partir de ese momento, el acceso a ella (Ferrer
Palma, 1997a: 134).

- En cotas inferiores de algunos cortes del túmulo se identificaron “claras intromisiones en época
clásica” (Ferrer Palma, 1997a: 135), “construcciones tardorromanas” (Ferrer Palma, 1997a: 136).

- En el acceso, fuera de la estructura ortostática se identificaron sedimentos con materiales de


época clásica, que habían sido alterados por las actuaciones de 1941 y 1983-1984.

- En uno de los cortes del túmulo se pudo llegar “a los niveles de fundación”, identificándose “un
resto de paleosuelo que había sido sellado por las primeras deposiciones de sedimentos
tumulares. De este paleosuelo se obtuvieron muestras de carbón que, enviadas al Laboratorio de
C-14 de Groningen, dieron como resultado la fechación, para el momento inmediatamente
anterior a la edificación tumular, de 2.600 ± 140 a.C.” (Ferrer Palma, 1997a: 135).

- Constatación de que las cobijas sobrepasaban ampliamente la superficie de los ortostatos,


apoyando no solo en éstos, sino también en el túmulo (Ferrer Palma, 1997a: 135).

- La verificación de que estas cobijas presentaban “claras líneas de fractura” (Ferrer Palma,
1997a: 135).

422
- La “presencia de un cinturón de relleno de piedras, de algo menos de dos metros de ancho,
que, (...) debía rodear al sepulcro, por debajo de las losas de cubierta, al menos desde sus
extremos hacia fuera” (Ferrer Palma, 1997a: 135).

- El túmulo original tendría una morfología circular, cuyo diámetro original alcanzaría “algo más
de 40 m” (Ferrer Palma et al., 2004: 207).

- Las cinco cobijas conservadas en su totalidad presentaban, en su mayoría una anchura de 3,50
m, a excepción de “la penúltima losa del corredor” que alcanzaría los 4,20 m y la losa de cubierta
de la cámara, de 5 m de achura (Ferrer Palma et al., 2004: 206).

- Sobre las cobijas del tramo que discurre desde la puerta perforada hasta la losa de cabecera,
existía un encachado (no conservado en su totalidad por el arranque de varias losas de
cobertura) que ocuparía un área de 20 m de longitud y 8 m de anchura, con un grosor de 1,20 m
sobre la parte central de las cobijas, 1,80 m junto a los bordes de las mismas y disminuyendo
hasta los 0,30 m en límites exteriores del encachado, “adoptando la forma de una bóveda
achatada de escasa altura” (Ferrer Palma et al., 2004: 206).

- La estratigrafía del túmulo, constaría de abajo arriba de: a) el “nivel geológico de base”, donde
se excavó la zanja en la que se dispusieron los ortostatos; b) el “paleosuelo” (de donde se
extrajo la datación radiocarbónica en la campaña de 1988); c) el encachado que discurre tras los
ortostatos (documentado en la campaña de 1988) y sobre las cobijas, desde la segunda puerta
perforada hasta la cabecera; d) los “sedimentos tumulares”; e) la “capa de tierra de aportación
reciente” (Ferrer Palma et al., 2004: 204).

c) El Romeral:

- Algunas cobijas del corredor de El Romeral que se encontraban rotas y con riesgo de desplome
(Marqués Merelo y Ferrer Palma, 1987: 1-4).

Con respecto al tapado de los cortes, en 1991, tras las intervenciones arqueológicas en el marco
del PGI, los cortes realizados en los túmulos de Menga y Viera se taparon provisionalmente con
placas de fibrocemento (Lobato Vida, 1997: 2), un tapado muy deficiente que provocó la
aparición de humedades por filtración desde 1990 (AA.VV., 2011c: 39). Posteriormente, tras la
campaña de excavación de 1995 se procedió al tapado definitivo de los cortes, siendo éstas
rellenadas con tierra, sin embargo los problemas de filtración de agua de lluvia continuaron
(Lobato Vida, 1997: 2).

Por otro lado, destacan las medidas presentadas en 1987, tras la primera campaña de
excavación, para el proyecto de ordenación. Muchas de ellas habían sido planteadas ya en
1941: el agrandamiento de los túmulos; la disposición de nuevos suelos; evitar la entrada de
aguas al interior de los monumentos; la restauración en Menga de los pilares, del segundo

423
ortostato del lateral derecho desde la cabecera y de la rotura del lateral derecho de la losa de
cabecera; y la adecuación de la iluminación interior (Giménez Reyna, 1946: 38-43). Otras iban
encaminadas a evitar daños en los monumentos: la eliminación de los caminos y de la
vegetación que afectaban a los túmulos, y la consolidación de las cobijas del corredor de El
Romeral que se encontraban rotas y con riesgo de desplome (Marqués Merelo y Ferrer Palma,
1987: 1-4). En otros caso eran medidas bastante agresiva según nuestro criterio, ya que
contemplaban en la reposición de la masa pétrea perdida en las zonas inferiores de los
ortostatos de Menga, la reconstrucción de la cubierta del tramo de corredor descubierto y de la
primera puerta perforada de Viera, o a la eliminación de grafitis sin una valoración previa de los
mismos, y sin reparar en la posible existencia de pinturas y grabados de cronología prehistórica
(Marqués Merelo y Ferrer Palma, 1987: 1-4).

Aunque estas medidas no se ejecutaron en el marco del Proyecto de Ordenación de Haro Ruiz y
Salado Ordoñez, ni tras la modificación de éste por parte de Salado Ordoñez, algunas de ellas sí
se aplicaron en las restauraciones de 2001-2002 en Menga (restauración de los pilares y del
segundo ortostatos del lateral derecho desde la cabecera y eliminación de grafitis) y de 2003 en
Viera (agrandamiento del túmulo, disposición de un nuevo suelo, eliminación de los caminos y de
la vegetación que afectaban a los túmulos).

Con respecto al estudio palinológico, tiene la virtud de ser el primero realizado con el objetivo de
abordar la investigación del paleoambiente en el momento de la construcción de los
monumentos megalíticos antequeranos. No obstante, se consideró que las muestras tomadas de
los niveles constructivos que constituyen los túmulos de Menga y Viera, nueve del perfil oeste del
Corte B de Menga realizado en 1986 (Ferrer Palma, 1997b: 357), y cinco del perfil oeste del
Corte 2 de Viera, realizado en 1988 (Ferrer Palma, 1997b: 358), procedían de un mismo
momento cronológico careciéndose de dataciones absolutas que lo corroborasen. Sus resultados
señalaban la existencia de “un paisaje relativamente despejado sólo interrumpido por algunos
encinares y pinares, que podrían haberse hecho más abundantes en las estribaciones de la
sierra, mientras que en las proximidades de los cursos de agua, presentándonos un paisaje algo
más húmedo que el actual, podían haberse localizado algunos alisos y avellanos. El medio
herbáceo próximo a las zonas de hábitat debía responder a una amplia pradera, representada
por las plantas que acompañan habitualmente a los campos cultivados en sus bordes; mientras
que en las estribaciones podían haber sido típicas las jaras y los jaguarzos” (Ferrer Palma,
1997a: 137).

424
CAPÍTULO 9:

PROYECTOS DE CONSERVACIÓN
Y RESTAURACIÓN DE 1997 A 2002

425
9.1. EL PROYECTO DE CONSOLIDACIÓN DEL DOLMEN DE MENGA
DE E. VENEGAS MEDINA Y E. DE HARO RUIZ

En enero de 1994, y de manera casi paralela a la modificación del Proyecto de Ordenación de


E. de Haro Ruiz y M. Salado Ordoñez, realizada en 1993 por M. Salado Ordóñez consistente en
un nuevo proyecto para el edificio del Llano de Rojas, la Dirección General de Bienes Culturales,
ofreció la redacción de un nuevo Proyecto de “Intervención en el yacimiento arqueológico de
Antequera. Consolidación Dolmen de Menga” a los arquitectos Enrique Venegas Medina y
Enrique de Haro Ruiz, quienes aceptaron el encargo en marzo del mismo año (Venegas Medina
y Haro Ruiz, 1997: 4).

El nuevo proyecto, no solo incluía la propuesta de consolidación del dolmen de Menga, como se
había encargado, sino también un nuevo proyecto de ordenación del conjunto (Venegas Medina
y Haro Ruiz, 1997: 34-50).

En ese momento, el aparcamiento y la entrada al conjunto se encontraban en el lateral suroeste


(junto a una gasolinera existente también en la actualidad) y en el interior había varios caminos
con distintos tipos de vegetación, realizados en 1941 y 1983-1984. Correspondientes a 1941 se
conservaban el camino de cipreses que unía la carretera con el dolmen de Menga y el camino
que discurría hacia Viera bordeando el túmulo de Menga por su lateral noroeste (Giménez
Reyna, 1946: 38-43). De la actuación de 1983-1984 se preservaba el camino que desde el
suroeste conducía a una explanada con plantaciones de jardinería, desde donde se bifurcaba a
Viera y a Menga, así como la zanja de acceso realiza en el lateral este del túmulo (Venegas
Medina y Haro Ruiz, 1997: 34-35) (Figura 9.1).

Para la realización de la nueva propuesta se tuvieron en cuenta las recomendaciones del equipo
de arqueólogos de la Universidad de Málaga (Marqués Merelo y Ferrer Palma, 1987) y los
ensayos, sobre características mecánicas y físicas de las cobijas de Menga, realizados en mayo
de 1995 por el laboratorio Vorsevi. Estos ensayos venían a complementar los ya realizados en
mayo de 1987 por el mismo laboratorio, que consistieron en la extracción de tres testigos de las
cobijas 1, 4 y 5, de 75 mm de diámetro y 105 cm, 60 cm y 103 cm de longitud respectivamente
(Venegas Medina y Haro Ruiz, 1997: 27-28).

Los nuevos análisis, al igual que los de 1987, evidenciaban la existencia de una serie de
patologías de deterioro en los soportes pétreos:

1) existencia de una costra carbonatada superficial;


2) pérdida de material en las zonas de apoyo de las cobijas;
3) pérdida de material en las partes bajas de los ortostatos;
4) presencia de discontinuidades naturales en las losas;
5) diaclasas (fracturas), tanto en los ortostatos como en las cobijas;

427
6) humedades a favor de una discontinuidad en el ortostato 5, con filtración de humedad en
la cobija 2 que apoya en dicho ortostato;
7) materiales inadecuados de restauraciones anteriores;
8) descenso aparente en una de las cobijas con giro del pilar;
9) pérdida de cementación por lavados de carbonatos por agua con el consiguiente
aumento de la porosidad;
10) fracturas en las cobijas 1, 2 y 3 y en los ortostatos 9, 10 y 11; grafitis en los ortostatos
14 y 15.

A estas patologías se sumaban las humedades por filtración, derivadas del deficiente relleno y
tapado de las catas arqueológicas realizadas en 1986 y 1991 bajo la dirección de J. E. Ferrer
Palma e I. Marqués Merelo (Venegas Medina y Haro Ruiz, 1997: 32-34). Un análisis más
pormenorizado de las patologías halladas en cada ortostato se detalla en la Tabla 9.1 y Figura
9.2.

Con estos datos, las propuestas presentadas por E. Venegas Medina y E. de Haro Ruiz para el
entorno consistían en: a) reabrir y recuperar el camino flanqueado por cipreses que conducía
desde la carretera nacional hasta la entrada de Menga, que consideraban una entrada más
adecuada al conjunto; b) instalación de una red de abastecimiento de agua junto al camino; c)
instalación de iluminación en el recinto; d) eliminar la vegetación de los túmulos de Menga y
Viera; e) aumentar la potencia de ambos túmulos con tongadas de tierra y de hormigón según
las zonas; f) construir unos caminos perimetrales a los túmulos, hechos de albero, cal y piedras
(Venegas Medina y Haro Ruiz, 1997: 34-44) (Figura 9.3).

En el caso concreto de Menga proponían: a) la reparación de las patologías y alteraciones de los


ortostatos, cobijas y pilares; b) la disposición de una losa de hormigón armado en el suelo del
dolmen, a modo de recalce de los ortostatos; c) la conexión de las cobijas con barras de acero;
d) la cubrición de las cobijas con hormigón ligero para su impermeabilización, disponiendo una
capa de relleno natural arcilloso como acabado; e) la disposición de una red de drenaje para la
recogida de aguas pluviales del túmulo; f) la instalación de iluminación eléctrica en el interior del
monumento (Venegas Medina y Haro Ruiz, 1997: 34-44).

Afortunadamente, este proyecto tan agresivo con el monumento y con el entorno, no llegó a
ejecutarse.

428
Figura 9.1. Estado del recinto en el que se ubican Menga y Viera en 1997 (sin escala en el original) (Venegas Medina y Haro Ruiz, 1997: plano 2).

429
Tabla 9.1. Patologías observadas en los soportes pétreos del dolmen de Menga en 1995 (a partir de Venegas Medina y Haro Ruiz, 1997: planos 6 y 7)
Lateral sureste Cabecera Lateral noroeste Cobijas Pilares
Patología O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- C- C- C- C- C- P- P- P-
O-12
25 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 1 2 3 4 5 1 2 3
A x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x
B x x x x x x x x
C x x x x x x x
D x x x
E x x x
F x x x
G
H x x x x x
I x x x
J x
K x x x x
L x x
M x x
N x x
O x x x
P x
Q x x
O-Ortostato
C-Cobija
P-Pilar
A) Falta de volumen por pérdida de material pétreo.
B) Zona desgajada por fracturación.
C) Fisuras profundas por discontinuidades naturales.
D) Fisuras superficiales por discontinuidades naturales.
E) Fisura estructural profunda.
F) Degradación superficial generalizada. Arenización.
G) Piedra exfoliada en toda su altura por fracturación.
H) Degradación superficial generalizada.
I) Costra carbonatada superficial generalizada.
J) Piedra con humedades generalizadas.
K) Zona preparada en fases anteriores con mortero de cemento.
L) Zona preparada en fases anteriores con piedras y mortero de cemento.
M) Zonas rejuntadas con yeso.
N) Asiento defectuoso.
O) Zona con grafito.
P) Grapa metálica existente.
Q) Reja metálica existente.

430
Figura 9.2. Patologías detectadas en los ortostatos, cobijas y pilares (a partir de Venegas Medina y Haro Ruiz, 1997: planos 6 y 7).

431
Figura 9.3. Proyecto de ordenación del recinto en el que se ubican Menga y Viera de Venegas Medina y Haro Ruiz
(sin escala en el original) (Venegas Medina y Haro Ruiz, 1997: plano 3).

432
9.2. ACTUACIÓN DE EMERGENCIA EN MENGA Y VIERA EN 1997

Tras las intervenciones arqueológicas en el túmulo de Menga en 1986, 1988 y 1991 y en Viera
en 1986 y 1988 (Ferrer Palma et al., 2004), se procedió al tapado provisional de las catas
realizadas en estas campañas de excavación con placas de fibrocemento (Lobato Vida, 1997: 2).
Este tapado, muy deficiente provocó la aparición de importantes humedades por filtración desde
1990 (AA.VV., 2011c: 39).

En 1995, tras la campaña de ese mismo año en Viera, se procedió al tapado de las catas con
rellenos de tierra (Lobato Vida, 1997: 2). Sin embargo, éstos no acabaron con el problema de la
filtración de agua, produciéndose de nuevo en 1997 la filtración de gran cantidad de agua de
lluvia (Lobato Vida, 1997: 2; Venegas Medina y Haro Ruiz, 1997: 32). De manera inminente se
procedió a la cubrición de los túmulos con toldos y al apuntalamiento del interior de Viera (Lobato
Vida, 1997: 3), no obstante, la entrada de agua persistió debido a que el viento levantaba y
desplazaba los toldos (Lobato Vida, 1997: 8) (Figuras 9.4-9.7).

En este contexto se vio la necesidad de realizar una actuación de emergencia en Menga y en


Viera en 1997, que evitara la entrada de agua desde los túmulos al interior de los monumentos.
Esta actuación fue dirigida por el arquitecto Pedro Lobato Vida, quien determinó que la causa del
problema era el deficiente relleno de las catas arqueológicas, probablemente muy poco
compactado, ocasionando la formación de “balsas” en el nivel superior de los túmulos, la entrada
aguas pluviales y la consiguiente pérdida de materialidad (Lobato Vida, 1997: 2).

Estas filtraciones habían provocado a su vez la aparición de nuevos daños en los monumentos.
En los ortostatos y cobijas de ambos monumentos y pilares en el caso de Menga, se observaron:
a) manchas de humedad; b) manchas de sales; c) cambios de coloración; d) alveolización o
alteración, debido a la eliminación de material mediante la formación de pequeñas cavidades
profundas e interconectadas; e) descohesión superficial, por la caída o desprendimiento de
gránulos o cristales; f) aumento de la porosidad; g) debilitamiento de las características
mecánicas originales, afectando a la estabilidad de los monumentos. Así mismo, en Viera se
produjo también: a) el movimiento de algunos ortostatos (desplomes); b) desconchados en el
contacto entre ortostatos; y, c) nuevas fisuras en los ortostatos, sobre todo en los que se
encuentran más al interior (Lobato Vida, 1997: 7-9).

Con esto, las propuestas de actuación fueron: 1) observar en qué zonas habían aparecido
fisuras y colocar testigos en ellas para realizar el seguimiento de las mismas; 2) realizar un
nuevo apuntalamiento del interior si fuera necesario; 3) asegurar la impermeabilización del
trasdós de los túmulos; 4) instalación de drenaje o rebaje de la cota de la entrada del dolmen de
Viera, para evitar la entrada de agua del exterior (Lobato Vida, 1997: 10-11).

433
Figura 9.4. Tapado provisional de Menga existente antes de la actuación de emergencia (Lobato Vida, 1997: 27).

Figura 9.5. Tapado provisional de Viera existente antes de la actuación de emergencia (Lobato Vida, 1997: 24).

434
Figura 9.6. Estado del interior de Menga en 1997 Figura 9.7. Estado del apuntalamiento de un tramo del
(Lobato Vida, 1997: 22). interior de Viera en 1997 (Lobato Vida, 1997: 21).

Finalmente los trabajos comenzaron en mayo de 1997 (Lobato Vida, 1999: 1), llevándose a cabo:

1) La colocación de testigos de yeso en el interior de los monumentos, con el objetivo de


constatar cualquier movimiento de la estructura ortostática durante y después de la realización
de los trabajos de impermeabilización. En el caso de Menga se retiraron los antiguos testigos y
se colocaron otros nuevos en los mismos lugares, y en Viera la colocación fue realizada entre las
juntas de ortostatos en la zona apuntalada y al final del dolmen. Los testigos fueron del menor
espesor posible y en ellos se grabó la fecha de su disposición (Lobato Vida, 1997: 12).

2) Revisión del apuntalamiento realizado en el primer tramo del dolmen de Viera, retirándose los
puntales centrales, ya que éstos en ningún caso impedirían la caída de las cobijas (Lobato Vida,
1997: 15).

3) Impermeabilización de los túmulos:


a) Se procedió en primer lugar al relleno de las “balsas” existentes en las antiguas catas
arqueológicas realizadas por el equipo de la Universidad de Málaga (Figuras 9.8-9.10). Para ello
se excavó alrededor de las catas, y se realizó un cajeado de mayor extensión y de unos 40 cm
de profundidad, que se rellenó con albero mejorado con cal (proporción 1:6 / 1:8) y se compactó
superficialmente (Lobato Vida, 1997: 12-13).

435
Figura 9.8. Hundimiento del relleno de catas arqueológicas en Menga (modificada de Lobato Vida, 1997: 30).

Figura 9.9. Hundimiento del relleno de catas arqueológicas en Viera (Lobato Vida, 1997: 29).

Figura 9.10. Hundimiento del relleno de catas arqueológicas en Viera (Lobato Vida, 1997: 29).

436
b) Para impermeabilizar los túmulos se dispuso una capa continua, de unos 15-20 cm, de albero
enriquecido con cal. En primer lugar se dispuso una primera capa de albero con cal (proporción
1:6 / 1:8) de 10 cm. (Figura 9.11). A continuación se echó una lechada de cal con abundante
agua (Figura 9.12), compactándose con un compactador de arrastre manual (tipo “rana”) o con
un pequeño rodillo, realizando al menos ocho pasadas. Por último, se echó una capa final de
albero enriquecido con cal en una proporción 1:8 (Figuras 9.13 y 9.14), mezclado en húmedo,
que fue compactada siguiendo el procedimiento anterior (Lobato Vida, 1997: 13).

Figura 9.11. Primera capa de albero en Menga para impermeabilización (Lobato Vida, 1997: 33).

Figura 9.12. Segunda capa de cal en Viera para impermeabilización (Lobato Vida, 1997: 34).

437
Figura 9.13. Capa final de impermeabilización en Menga (Lobato Vida, 1997: 42).

Figura 9.14. Capa final de impermeabilización en Viera (Lobato Vida, 1997: 41).

4) Para solucionar el drenaje en el interior de Viera se realizaron las siguientes actuaciones: a)


relleno del corredor de entrada con albero compactado para cambiar la pendiente hacia el
exterior; b) cegado de la arqueta existente, que filtraba el agua acumulada directamente en el
terreno; c) colocación de una rejilla sumidero, de la que partía un tubo de 40 cm de diámetro con
salida al exterior del monumento (Lobato Vida, 1997: 14) (Figura 9.15), rompiéndose
probablemente en este momento el lateral izquierdo o sur de la primera puerta perforada, que en
la intervención de 2003-2004 se halló atravesado por una zanja de drenaje (Fernández
Rodríguez et al., 2003a: 22; 2003b: 97-98; Fernández Rodríguez, 2009: 72).

438
Figura 9.15. Estado del corredor de Viera tras la disposición de un relleno de albero en el corredor y colocación de
una rejilla sumidero (Lobato Vida, 1997: 40).

La evaluación de los trabajos a finales de 1997, tras las primeras lluvias, demostró que en el
interior de Viera no había vuelto a producirse la entrada de agua, pero en el de Menga sí (Lobato
Vida, 1999: 1). Por ello, se procedió a la colocación de un film de polietileno sobre el túmulo de
Menga, recubriéndose con una nueva capa de albero y cal (Lobato Vida, 1999: 1).

La siguiente evaluación de los trabajos en 1999 mostró que en Viera la capa de albero se
mantenía en buenas condiciones, el interior se conservaba seco y habían desaparecido las
manchas de humedad y las sales. En cambio, la arqueta-sumidero se encontraba totalmente
atascada debido a la falta de mantenimiento (Lobato Vida, 1999: 1-2).

En Menga esta última evaluación demostró que se había solucionado la entrada de agua de
lluvia, encontrándose el interior seco, habiendo desaparecido las manchas de humedad y las
sales habían disminuido. Así mismo, la capa de albero del túmulo presentaba gran consistencia,
observándose ligeras zonas de lavado, viéndose el film de polietileno en una pequeña zona
(Lobato Vida, 1999: 2).

9.3. ESTUDIO PETROGRÁFICO DE 1998


En 1998 Jesús Espinosa Gaitán presentó un estudio petrográfico de los materiales pétreos de
los monumentos megalíticos de Antequera y de los elementos que se encontraban en ellos como
consecuencia de alteraciones antrópicas y físico-químicas. Para ello analizó mediante las
técnicas de Difracción de Rayos X (DRX), Microscopía Óptica de Luz Polarizada, Microscopía
Electrónica de Barrido (SEM) con EDX y Espectrometría Infrarroja por Transformadas de Fourier
(F-Tir), 16 muestras procedentes de Menga y El Romeral, tanto de las materias primas de los
propios soportes como de otros elementos que se encontraban en ellos como consecuencia de
alteraciones antrópicas (costras oscuras, eflorescencias salinas, morteros y revestimientos de

439
intervenciones anteriores) y de carácter físico o mecánico (pérdidas de material y
discontinuidades naturales) (Espinosa Gaitán, 1998).

En el caso de las materias primas de los soportes de Menga y Viera (de éste último no se
tomaron muestras para análisis por considerar que las materias primas y sus alteraciones eran
similares a las de Menga) se identificaron dos tipos de materiales pétreos o litotipos: Tipo 1) las
calcarenitas y/o calciruditas poco cementadas, y Tipo 2) las ruditas o brechas con matriz
calcárea. Mientras que en El Romeral se caracterizaron cuatro litotipos, dos en las cobijas: Tipo
1) calcarenitas poco cementadas similares a las de Menga y Viera y Tipo 3) calcarenitas con
cementación más cristalina, y otras dos en las lajas de piedra de las paredes: Tipo 4) calizas
cristalinas y Tipo 5) calizas dolomíticas cristalinas (Espinosa Gaitán, 1998: 81-82).

Los materiales del tipo 1, es decir, las calcarenitas y calciruditas poco cementadas, son las
litologías más abundantes en Menga y Viera, y los más susceptibles a la alteración química por
disolución debido a su elevada porosidad y escasa cementación. Así mismo, por su baja
compacidad, presentan mayor debilidad mecánica que los otros tipos de rocas identificados
(Espinosa Gaitán, 1998: 87).

Los tipos 2 y 3, correspondientes a las ruditas o brechas y a las calcarenitas con cementación
más cristalina, rocas más masivas y con mayor cementación, son menos susceptibles a la
alteración. El mayor problema de las ruditas o brechas es la presencia de margocalizas en su
trama, que tienden a desmoronarse generando cavernizaciones. Mientras que el mayor
inconveniente de las calcarenitas con cementación más cristalina es la presencia de laminación,
que puede generar planos de debilidad mecánica (Espinosa Gaitán, 1998: 87).

Los tipos 4 y 5, las calizas cristalinas y las calizas dolomíticas cristalinas respectivamente, son
rocas más cristalinas y compactas, en cuyas superficies se pueden producir fenómenos de
disolución poco preocupantes. El mayor problema lo ocasionan las rocas brechificadas, cuyas
fracturas pueden suponer una debilidad mecánica (Espinosa Gaitán, 1998: 87).

Con respecto a los elementos generados por alteraciones antrópicas y de carácter físico o
mecánico, presentes en los soportes pétreos de los monumentos se detectaron (Espinosa
Gaitán, 1998: 81-82):

1) En Menga:
- Costra carbonatada superficial de distribución y grosor heterogéneo, con un grosor medio de
0,5 cm. Se ha formado después de la colocación de los soportes y debido a la disolución de
carbonato en el interior de la roca y a su posterior precipitación en superficie. No se observa en
las partes bajas de los ortostatos, zonas más afectadas por la humedad y por la erosión física.
- Costras oscuras, de espesor inferior a 0,5 cm, muy compactas y con escasa permeabilidad.
Están menos extendidas que las costras carbonatadas, pero son muy abundantes en algunas
zonas, desarrollándose incluso sobre la costra carbonatada.

440
- Eflorescencias salinas en la parte inferior de algunos ortostatos.
- Morteros grises de intervenciones anteriores en muchas zonas, con diferentes aspectos y en
distintos estados de conservación, parcheando ortostatos y recubriendo zonas con pérdidas de
material.
- Mortero blanquecino en la zona inferior de un pilar central (posiblemente el Pilar 2).
- Pérdidas de material en las zonas de apoyo de las cobijas, quedando la zona primitiva de
contacto entre las losas, marcada mediante un característico surco a lo largo de casi todo el
perímetro del espacio interno del monumento. Este surco ya había sido observado por De
Mergelina, quien lo consideró una marca para la colocación de las cubiertas (De Mergelina,
1922: 57; Leisner y Leisner, 1943: 179; Giménez Reyna, 1946: 40).
- Pérdidas de material en las partes bajas de los ortostatos.
- Discontinuidades naturales.

2) En Viera:
- Costras carbonatadas de menor desarrollo que en Menga.
- Fracturación mecánica generalizada, sobre todo en las cobijas.

3) En El Romeral:
- Morteros de cal de unión de los mampuestos y revocos de cal de color pardo claro recubrían
parte de las paredes y las cobijas del corredor de acceso.

El análisis de los distintos elementos de alteración detectados en Menga, concluyeron que eran
consecuencia directa de acciones humanas recientes (Espinosa Gaitán, 1998: 86-88):

- Las eflorescencias detectadas en las zonas inferiores de algunos ortostatos de Menga fueron
identificados como nitratos (nitrato potásico) y cloruros (cloruro potásico y cloruro sódico), ambos
originados probablemente en actividades orgánicas de microrganismos que liberan nitratos,
relacionadas con excreciones de ganado y/o humanas. Así mismo, la cristalización de ambos
tipos de sales podía haber contribuido a la pérdida de material en esas zonas.

- Las costras oscuras de Menga presentaban sulfato cálcico (yeso) hasta en un 35%, cuyo origen
podía estar relacionado con la acumulación de dióxido de azufre, posiblemente procedente de la
combustión en el interior del dolmen de madera o carbón, que posteriormente reaccionaría con la
roca carbonatada formando yeso.

- Los morteros grises de Menga presentaban la composición de los morteros de cemento


portland, con proporciones importantes de calcita (50%), silicatos y aluminatos del cemento y
yeso, como conglomerantes, y cuarzo (15%) y minoritariamente feldespatos alcalinos como
áridos.

- El mortero blanquecino que recubría la parte inferior de uno de los pilares de Menga
(probablemente el Pilar 2), presentaba un elevado porcentaje de yeso (40%) y de filosilicatos

441
(arcillas: 25%), además de carbonato cálcico (20%) y cuarzo (10%) como árido. El contenido tan
alto de yeso podía favorecer el aporte de sulfatos a la piedra.

En cambio, el análisis las muestras de El Romeral no permitió llegar a esas mismas


conclusiones, pudiendo tratarse en nuestra opinión de morteros antiguos, relacionados con la
construcción y/o el mantenimiento del monumento en los primeros momentos de su biografía
(Espinosa Gaitán, 1998: 86-88):

- Los morteros de unión de los mampuestos de El Romeral presentaban como único


conglomerante cal y como árido cuarzo, por lo que no presentaban problemas de conservación.

- La costra de color pardo claro, de fino espesor, que recubría parte de las paredes y las cobijas
del corredor de acceso a la primera cámara de El Romeral presentaba indicios de yeso y de
hidróxido de calcio, que fueron interpretados como restos de una lechada de cal.

9.4. RESTAURACIÓN DE ORTOSTATOS, PILARES Y COBIJAS Y


DEL TÚMULO DE MENGA EN 2001-2002

Entre diciembre de 2001 y septiembre de 2002 se llevó a cabo una nueva intervención en el
dolmen de Menga, centrada en la restauración de los ortostatos, pilares y cobijas. Esta actuación
venía a suplir el proyecto encargado en 1994 por la Dirección General de Bienes Culturales a E.
Venegas Medina y E. de Haro Ruiz para la consolidación del dolmen de Menga, que aunque fue
redactado y entregado en 1997, nunca fue ejecutado.

Administrativamente esta nueva intervención fue dividida en cuatro expedientes, tres de ellos,
correspondientes a la restauración de ortostatos, pilares y cobijas, fueron ejecutados por la
empresa de restauración CREST ARTE S.L. (Baceiredo Rodríguez, 2002: 8), y un cuarto,
correspondiente a la restauración del túmulo, fue ejecutado por la empresa Hermanos Campano
S.L. (Baceiredo Rodríguez, 2002: 20).

En diciembre de 2001, el estado del túmulo era deficiente (Figuras 9.16 y 9.17), volviendo a
producirse la entrada de agua de lluvia al interior del monumento desde el túmulo, presentando
algunos ortostatos manchas de humedad (Baceiredo Rodríguez, 2002: 21). Para evitar la
entrada de agua de lluvia desde el túmulo al interior del monumento, la Junta de Andalucía
encargó a la empresa de construcción Hermanos Campano S.L. una actuación de urgencia,
ejecutada en enero de 2002, que afectó al cuadrante noreste-norte del túmulo y consistió en: 1)
el desmonte de la tierra y los plásticos dispuestos en la actuación anterior; 2) la construcción de
una estructura aterrazada de lajas, reforzada con morteros de cal y mallas de fibra de vidrio, en
el lateral noreste del túmulo (Figuras 9.18 y 9.19), para que contuviera los rellenos de tierra que
se añadirían seguidamente; 3) cubrición de la zona afectada con una primera capa de plásticos,

442
una segunda de rellenos de tierra (Figuras 9.20 y 9.21), seguidos de fibra de vidrio y morteros de
cal coloreados (Figura 9.22); y una última de albero (Figura 9.23) (Baceiredo Rodríguez, 2002:
20).

Figura 9.16. Grietas en los morteros dispuestos en el túmulo en 1997 y 1999


(Baceiredo Rodríguez, 2002: 184).

Figura 9.17. Deterioro de morteros y plásticos dispuestos en el túmulo en 1997 y 1999


(Baceiredo Rodríguez, 2002: 184).

443
Figura 9.18. Vista general de la estructura aterrazada de lajas (Baceiredo Rodríguez, 2002: 185).

Figura 9.19. Disposición de plásticos y rellenos de tierra en el túmulo (Baceiredo Rodríguez, 2002: 185).

Figura 9.20. Detalle de la estructura aterrazada de lajas (Baceiredo Rodríguez, 2002: 185).

444
Figura 9.21. Disposición de plásticos y rellenos de tierra en el túmulo (Baceiredo Rodríguez, 2002: 185).

Figura 9.22. Disposición de fibra de vidrio y morteros de cal coloreados (Baceiredo Rodríguez, 2002: 187).

Figura 9.23. Capa final de albero (Baceiredo Rodríguez, 2002: 188).

445
Por otro lado, los trabajos de restauración de ortostatos, pilares y cobijas fueron desarrollados
entre diciembre de 2001 y septiembre de 2002 (Baceiredo Rodríguez, 2002: 46). Los primeros
trabajos se centraron en la documentación fotográfica de los ortostatos, pilares y cobijas, el
análisis del estado del monumento y el diagnóstico de las patologías que presentaban estos
elementos pétreos (Baceiredo Rodríguez, 2002: 47-48).

En primer lugar se pretendió documentar los motivos grabados y pintados, para evitar que fueran
dañados con los tratamientos de limpieza y las restituciones volumétricas posteriores (Baceiredo
Rodríguez, 2002: 22-41). Sin embargo, dada la cualificación como restauradores de los
directores y del equipo de trabajo, y no como arqueólogos especialistas en arte megalítico, los
resultados fueron mínimos, diferenciando entre “marcas de carácter simbólico” y “marcas de
carácter funcional” (Figura 9.24) y “grafitis” (Figura 9.25), lo cual debió afectar en negativo a la
conservación de los motivos gráficos que este equipo de restauradores no lograría identificar, y
que dada la monumentalidad de Menga, podemos suponer que no serían pocos (Carrera
Ramírez, 2009: 240).

Para la identificación de las patologías, el nuevo equipo se basó en las identificadas en el


proyecto anterior de E. Venegas Medina y E. de Haro Ruiz, señalando que las patologías de los
elementos pétreos estaban relacionadas tanto con las filtraciones de agua como con las
actuaciones antrópicas en el monumento, documentándose: a) abundancia de costras
carbonatadas superficiales de color blanquecino y costras oscuras (Figura 9.26); b) costras
salinas (Figura 9.27); c) biocostras (Figura 9.28); d) existencia añadidos de cemento, piedras y
yeso de restauraciones previas (Figura 9.29); e) pérdida de material en ortostatos, pilares y
cobijas (Figura 9.30); f) grietas y fisuras profundas en las cobijas (Figura 9.31) (Baceiredo
Rodríguez, 2002: 17-21). Las patologías presentes en cada elemento pétreo se resumen en la
Tabla 9.2.

446
Pilar 1 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Alzado sureste y cabecera

Pilar 2 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Pilar 3 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Figura 9.24. Grafías identificadas por CREST ARTE


Alzado noroeste
(sin escala en el original)
(a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 75-79).

447
Pilar 2 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Alzado sureste y cabecera

Pilar 3 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Ortostato 15 (O-15)

Alzado noroeste

Ortostato 13 (O-13)
Figura 9.25. Grafitis identificados por CREST ARTE (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 91-94, 143 y 145).

448
Alzado sureste

Alzado noroeste

Figura 9.26. Costras blancas y negras identificadas por CREST


ARTE (sin escala en el original)
(a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 100-101).

449
Alzado sureste

Alzado noroeste

Planta cobijas (interior)


Figura 9.27. Costras salinas identificadas por CREST ARTE (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 87-89).

450
Figura 9.28. Biocostras identificadas por CREST ARTE (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 90).

451
Pilar 1 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Alzado sureste y cabecera

Pilar 2 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Alzado noroeste

Pilar 3 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Figura 9.29. Añadidos de cemento, piedras y yeso identificados por CREST ARTE (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 95-99).

452
Pilar 1 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Alzado noroeste

Pilar 2 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Pilar 3 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Planta cobijas (interior)

Figura 9.30. Pérdidas de material detectadas por CREST ARTE (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 80-84).

453
Alzado sureste

Planta cobijas (interior)

Figura 9.31. Grietas y fisuras profundas identificadas por CREST ARTE (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 85-86).

454
Tabla 9.2. Patologías observadas en los soportes pétreos del dolmen de Menga en 1995 (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 22-45)
Lateral sureste Cabecera Lateral noroeste Cobijas Pilares
Patología O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- O- C- C- C- C- C- P- P- P-
O-12
25 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 1 2 3 4 5 1 2 3
A x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x
B x x x x x x x
C x x x
D x x x x x x x x x
E x x x x x x x x x x x x
F x x x x x x x x
G x x x x x x x x x x x x x x x x x x x
H x x x x x x
I x x x x x x x x x x x x
J x x x x
K x x x x x x
L x x x
M x x
N x x x x x x x x
O x
P x
Q x x x x x x x x x x x x x x x
O-Ortostato
C-Cobija
P-Pilar
A) Pérdida de material pétreo y pérdida de volumen.
B) Grietas.
C) Fisuras estructurales profundas.
D) Biocostras.
E) Costras salinas.
F) Costra blanquecina-carbonatada.
G) Costra negra-sulfatada.
H) Retención de humedad.
I) Añadido de cemento.
J) Añadido de piedras.
K) Añadido de yeso.
L) Reconstrucciones volumétricas con mortero de cemento.
M) Añadido de malla metálica
N) Suciedad superficial.
O) Oquedad para introducción de puntal.
P) Oquedad para introducir cuadro eléctrico.
Q) Grafitis.

455
El objetivo fundamental y último de esta actuación era la restauración de los ortostatos, cobijas y
pilares del monumento, entendiendo “restauración” como eliminación de los materiales añadidos
en restauraciones anteriores y grafitis, limpieza de todos los elementos pétreos y restitución
volumétrica de aquellos que lo requiriesen (Baceiredo Rodríguez, 2002: 47).

Así, en esta intervención se eliminaron mediante pequeños martillos y cinceles (Baceiredo


Rodríguez, 2002: 57): a) las restituciones volumétricas del tercio inferior de los pilares 1 y 2
(Baceiredo Rodríguez, 2002: 49-50 y planos 7.5 y 7.6), y los morteros en mal estado de la
restitución del cuadrante superior derecho del ortostato 12 (cabecera) (Baceiredo Rodríguez,
2002: 54), que habían sido realizadas en 1941 (Giménez Reyna, 1946: 38); b) los morteros para
la inserción de la verja metálica en los ortostatos 2 y 22 (Baceiredo Rodríguez, 2002: 50, 57 y
plano 7.3), dispuestos por última vez probablemente en 1941 (Giménez Reyna, 1946: 38); c) la
eliminación de los morteros existentes entre el ortostato 18 y las cobijas 2 y 3, así como en la
intersección de los ortostatos 20-21 y 21-22 (Baceiredo Rodríguez, 2002: 50, 57 y plano 7.2),
probablemente dispuestos también en 1941; d) los morteros para la fijación del cableado
eléctrico desde la intersección de los ortostatos 4-5 hasta la mitad del ortostato 9, que discurría
por la parte superior de los ortostatos (Baceiredo Rodríguez, 2002: 50, 57 y plano 7.1),
probablemente dispuestos en 1983-84, o incluso antes, en 1941 (Venegas Medina y Haro Ruiz,
1997: 43) (Figura 9.32).

Seguidamente se aplicó éster etílico del ácido silícico para consolidar el material pétreo del tercio
inferior de los pilares 1 y 2 y en ciertas partes de los ortostatos 2-10, 14 y 16-19, aplicándose
casi en la totalidad de la superficie de los ortostatos 5 y 19 (Figura 9.33) (Baceiredo Rodríguez,
2002: 50).

A continuación se llevó a cabo una limpieza superficial de polvo, nidos y suciedad incrustada en
pilares y ortostatos, por medios mecánicos, con compresor de aire, aspiradoras y fibra vegetal
(Baceiredo Rodríguez, 2002: 51). Tras ella, se realizaron 18 catas de limpieza, para comprobar
cuáles eran los métodos más idóneos (Tabla 9.3) para eliminar los grafitis, la costra carbonatada
de color blanco y la costra sulfatada de color negro. Estas catas se distribuyeron por distintos
sectores de las cobijas 1, 3, 4 y 5, de todos los ortostatos, a excepción de los dos primeros de
cada lateral (ortostatos 25, 1, 23 y 24) (Baceiredo Rodríguez, 2002: planos 6.1-6.5), situándose
en zonas donde el material pétreo presentara distintas condiciones de conservación, para
comprobar que método resultaba más adecuado para cada estado de conservación (Baceiredo
Rodríguez, 2002: 52-53) (Figuras 9.34-9.36).

456
Anclaje de la verja de entrada

Alzado sureste

Pilar 1 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Pilar 2 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Alzado noroeste
Pilar 3 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)
Figura 9.32. Eliminación de morteros añadidos en intervenciones anteriores (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 110-115).

457
Alzado sureste

Alzado noroeste
Figura 9.33. Consolidación con éster etílico (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 102-103).

458
Ortostato 15 (O-15)
Figura 9.34. Catas de limpieza para la eliminación de los grafitis (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 109 y 156).

459
Alzado sureste Alzado cabecera (Ortostato 12)

Alzado noroeste

Planta cobijas (interior)


Figura 9.35. Catas de limpieza para la limpieza general (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 104-108).

460
Ortostato 23

Ortostato 7 y Cobija 3 Ortostato 13


Figura 9.36. Catas de limpieza para la limpieza general (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 157 y 159).

461
Tabla 9.3. Métodos de limpieza empleados (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 52-53)
Utensilio / Disolución Procedimiento Tipo de eliminación
Goma Manual Erosión
Goma y bisturí Manual-mecánico Erosión
Goma y cepillo de cerdas de acero Manual-mecánico Erosión
Cepillo de cerdas de acero Manual-mecánico Erosión
Cepillo de cerdas de acero y cepillo de cerdas de nylon Manual-mecánico Erosión
Bisturí Manual Desprendimiento
Acetona Manual-químico Disolución
Metanol Manual-químico Disolución

La eliminación de los grafitis conservados en los ortostatos 3 y 5-15, en el lateral sur del pilar 2 y
en los laterales sur, este y norte del pilar 3 (Baceiredo Rodríguez, 2002: planos 3.12-3.15),
fueron realizados mediante bisturí, aplicando otros métodos cuando fue necesario, sobre todo
para la eliminación de los grafitis realizados a mina o carbón (Baceiredo Rodríguez, 2002: 53-54
y plano 8.3). El único grafito que se conservó fue el del ortostato 10 con el texto “ANTON VIERA”
(Baceiredo Rodríguez, 2002: 51) (Figura 9.37).

Para la eliminación de las costras salinas y las costras blancas y negras se probaron varios
métodos: 1) con cepillo de cerda y disolución de agua y jabón neutro; 2) aplicación de papetas
de arcilla absorbente con distintas composiciones de bicarbonato de amonio, agua, bicarbonato
sódico y EDTA; 3) con escalpelo, cinceles pequeños y martillos. Los dos primeros métodos no
resultaron efectivos, y el último aunque sí lo fue, era muy agresivo, al provocar la erosión y
disgregación de la superficie trabajada, por lo que, tras la limpieza de los ortostatos 3, 4, 5, 20 y
23 y de la cobija 2, se decidió abandonar su uso, limpiándose el resto de elementos pétreos con
los dos primeros métodos (Baceiredo Rodríguez, 2002: 59) (Figura 9.38), no obstante, ya se
había producido el deterioro irreparable de estos seis soportes.

Tras la limpieza se volvió a aplicar consolidante (éster etílico del ácido silícico disuelto en White
spirit 1:1) en ciertas zonas de los ortostatos 8, 10 y 13-17, en la totalidad de la superficie de los
ortostatos 3-7, 12 y 19-21 (Figura 9.39) y en los tres pilares (Baceiredo Rodríguez, 2002: 62).

Los ortostatos 1, 2, 22, 23, 24 y la cobija 1 fueron sometidas además a tratamiento biocida e
hidrofugante. Por un lado, se eliminaron las biocostras (Figura 9.40), fundamentalmente
líquenes, mediante el cepillado en seco con fibras metálicas, tras lo que se aplicó una disolución
jabonosa neutra, a continuación agua desionizada y, por último, disoluciones al 10% de
benzalconio cloruro (Baceiredo Rodríguez, 2002: 61). Por otro, se aplicó una disolución
hidrofugante a base de siloxano (Figura 9.41) (Baceiredo Rodríguez, 2002: 64).

También se llevó a cabo el sellado de las grietas de todos los ortostatos (Figura 9.42), así como
la reconstrucción volumétrica del cuadrante superior derecho de la losa de cabecera (ortostato

462
12), del tercio inferior de los pilares 1 y 2, el extremo superior del pilar 3, de los ortostatos 4, 7,
12, 14, 15, 18 y 23 y del intersticio entre los ortostatos 21 y 22 (Figura 9.42).

En el caso de la cobija (ortostato 12) se aumentó el volumen, para que tuviera continuidad con el
resto de la pieza, mayor consistencia y una textura similar al ortostato. Así, se dispuso una
primera capa piedras de la misma naturaleza y morteros minerales naturales, seguida de una
segunda de malla de fibra de vidrio y espigado de acero inoxidable, y una última de mortero de
cal y arena natural (Figuras 9.42 y 9.43) (Baceiredo Rodríguez, 2002: 54-55).

La reconstrucción volumétrica del tercio inferior de los pilares 1 y 2, se proyectó según los dos
tercios conservados, aunque con una leve curva que simulara un leve desgaste, y se realizó de
manera similar a la de la losa de cabecera, mediante hiladas de mampostería de piedras
pequeñas recogidas en el entorno, aparejadas con mortero de cal y arena, empleando malla de
fibra de vidrio y poliéster entre las distintas tongadas, y acabado final con dos capas de mortero
de cal y arena coloreados, para proporcionar la textura adecuada (Figuras 9.42 y 9.43)
(Baceiredo Rodríguez, 2002: 55-56 y planos 8.6 y 8.7).

La reconstrucción del extremo superior del pilar 3 (Figuras 9.42 y 9.43) (Baceiredo Rodríguez,
2002: plano 8.5) y del ortostato 23 (Figura 9.42), este último con el objetivo de evitar que
acumulara agua, se realizó con distintas tongadas de mortero de cal y arena, entremezcladas
con mallas de fibra de vidrio, usando para el acabo final morteros minerales coloreados. La
misma metodología fue usada para las restituciones volumétricas de los ortostatos 4, 7, 12, 14,
15 y 18 (Figura 9.42), y para la reconstrucción del intersticio entre los ortostatos 21 y 22
(Baceiredo Rodríguez, 2002: 63).

Debido a la existencia de elementos metálicos oxidados, las dos grapas del ortostato 14
dispuestas en 1941 (Figura 9.44) y los pernos internos de la cancela de entrada de los ortostatos
2 y 22 (Figura 9.45), fue necesaria su limpieza, realizada con cepillos metálicos accionados con
microtorno de dentista. Así mismo, se les aplicó una disolución química antioxidante y se
protegieron con resina acrílica en xilol. En el caso de las grapa, estás fueron también protegidas
con cera microcristalina (Baceiredo Rodríguez, 2002: 60).

Durante esta intervención se procedió también al sellado las oquedades entre la cobija 1 y los
ortostatos 2 en el lateral sureste y 21 y 22 del lateral noroeste, mediante piedras y mortero de cal
y arena (Baceiredo Rodríguez, 2002: 62).

Así mismo, se retiraron los testigos de yeso colocados en 1997 (Figura 9.46) y se sustituyó la
antigua instalación eléctrica por otra actual (Figura 9. 47) (Baceiredo Rodríguez, 2002: 57).

463
Pilar 2 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Alzado sureste y cabecera

Pilar 3 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Alzado noroeste

Grafito “Anton Viera” en O-10

Figura 9.37. Eliminación de grafitis, conservando únicamente el de “Anton Viera” del ortostato 10 (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 116-119 y 138).

464
Alzado sureste Ortostato 5: proceso de eliminación de la costra salina

Alzado noroeste

Planta cobijas (interior)

Figura 9.38. Eliminación de costras salinas con medios mecánicos (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 121-123 y 167).

465
Alzado sureste y cabecera

Alzado noroeste
Figura 9.39. Aplicación de consolidante (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 124-125).

466
Figura 9.40. Eliminación de biocostras (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 120).

Figura 9.41. Consolidación del material pétreo y aplicación de hidrofugante (sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 131).

467
Pilar 1 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Alzado sureste y cabecera

Pilar 2 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)

Pilar 3 (noreste-suroeste-sureste-noroeste)
Alzado noroeste

Figura 9.42. Restituciones volumétricas realizadas por CREST ARTE (sin escala en el original)
(a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 126-130). Alzado frontal

468
Pilar 1

a b c d e

Pilar 2

a b c d

Cabecera –
a b
Pilar 3 Ortostato
12

b
a c c d
Figura 9.43. Proceso de restauración de los pilares y de la losa de cabecera (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002:153-155, 162-165, 168, 171-172).

469
Figura 9.45. Reja anclada en el ortostato 22
(a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 149).
Figura 9.44. Grapas metálicas dispuestas en 1941
(a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 144).

Figura 9.46. Testigos de yeso colocados el 30 de mayo de 1997. Arriba: Cobija 1. Abajo: Cobija 3
(a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 173).

470
Figura 9.47. Plano de la instalación eléctrica dispuesta en Menga en 2002 (sin escala en el original)
(a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 133).

9.5. RESTAURACIÓN DE EL ROMERAL EN 2002

Después de los primeros trabajos realizados en el tholos de El Romeral tras su compra, que
como hemos expuesto en el Capítulo 8 de esta Tesis Doctoral consistieron en el estudio
geológico realizado por Luis García Ruz (1987) y en la limpieza del interior del monumento
(Ferrer Palma, 1997a: 128), no volvieron a realizarse actuaciones arqueológicas ni de
conservación en el monumento hasta 2002, o al menos, no han quedado constancia de ellas.

En los catorce años que discurren entre 1987 y 2002, el tholos no tuvo un cuidado y vigilancia
adecuados, siendo prueba de ello la excavación de una zanja ilegal, que aunque no afectó
directamente al monumento, fue realizada en los terrenos donde éste se ubica, y de la que
tenemos constancia a partir de la denuncia interpuesta el día 19 de enero de 1996 por dos
guardias civiles a Fernando Camacho Romero, quien había realizado una zanja 300 m de
longitud, 10 cm de ancho y 15 cm de profundidad, que atravesaba toda la parcela por la mitad
norte, y había introducido una manguera con el objetivo de conducir el agua desde la acequia
que se encontraba en la parte trasera del monumento, hasta su propiedad. Tras la denuncia y la
inspección del arqueólogo provincial José Antonio Teba Martínez, la manguera fue retirada y la

471
zanja tapada (Expediente de remoción no autorizada en terrenos del “Dolmen El Romeral”.
Antequera. Unidad de Protección del Patrimonio Histórico. Expediente 81/95. Archivo Histórico
Provincial de Málaga, Legajo 17090).

No obstante, durante esos años se estuvo trabajando en un “Proyecto Básico y de Ejecución en


el Dolmen de El Romeral” que la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de
Andalucía encargó al arquitecto Ciro de la Torre Fragoso. Dicho proyecto fue redactado en 1994,
modificado en 1999 y ejecutado en 2002 por las empresas Hermanos Campano S.L. y
Restaurotec S.L. Este proyecto contemplaba la restauración del monumento (Figura 9.48), la
instalación de iluminación eléctrica en su interior (Figura 9.49), la construcción de una caseta
para el guarda (Figura 9.50) y un nuevo vallado (Figura 9.51). La documentación que tenemos
de estos trabajos es muy escasa, contando solo con la planimetría del proyecto entregado en
1999, compuesta por 11 planos, destacando los planos 3, 4, 6 y 11, correspondientes a las
figuras 49-52.

Las patologías observadas por De la Torre Fragoso en El Romeral eran: a) grietas en cuatro
cobijas del corredor de acceso (C-7, C-10, C-11 y C-12) y una del corredor que comunica las dos
cámaras (C-3), para las que se preveía su cosido mediante varillas de acero inoxidable de 10
mm de diámetro, resina epoxi y tapón de piedra artificial; b) pérdida de la fábrica de mampostería
en varios tramos del corredor de acceso y de la primera cámara: bajo la cobija 2 en el lateral
noroeste del corredor; bajo las cobijas 1 y 2 y bajo la cobija 6 en el lateral sureste del corredor;
en el lateral noroeste de la primera cámara, donde había dos grandes socavones; en el lateral
sur de la primera cámara, junto al lateral derecho de la puerta de entrada a la cámara, donde
había otro socavón; y c) agrietamiento en la fábrica de mampostería del lateral noreste de la
cámara (Figura 9.48).

Con respecto a la disposición de alumbrado eléctrico en el interior del monumento, De la Torre


Fragoso diseñó un sistema con un tramo de línea eléctrica aérea combinado con otro tramo de
línea eléctrica subterránea. Para el primero sería necesaria la disposición de postes de
hormigón, así como de una caja de acometida y del correspondiente contador; mientras que para
el segundo, el más cercano al tholos, requeriría dos arquetas de electricidad y un cuadro
eléctrico de mano. De éste último partiría el cableado eléctrico subterráneo hacia el interior del
monumento, que discurriría bajo el suelo del tholos hasta la segunda cámara (Figura 9.49).

No tenemos certeza de que todos los trabajos previstos fueran llevados a cabo, pero sí de que
de manera previa a la instalación eléctrica, un equipo de arqueólogos coordinados por la
Delegación de Cultura de Málaga, desmontó el pavimento existente, dejando en la cámara de
mayores dimensiones tan solo un testigo de la solería original formada por lajas de piedra
((AA.VV., 2011c: 49 y 151). No sabemos si el pavimento mencionado es un pavimento dispuesto
en momentos recientes sobre original o si se trata del original, en cuyo caso, esta actuación
debió destruir el pavimento original de lajas de piedra. Así mismo, en esta actuación se
trasladaría al exterior un gran bloque pétreo ubicado en el corredor del tholos.

472
Figura 9.48. Patologías identificadas por De la Torre Fragoso en 2002 en El Romeral (sin escala gráfica en el
original) (De la Torre Fragoso, 1999: plano 3).

473
Figura 9.49. Instalación eléctrica diseñada por De la Torre Fragoso en 2002 para El Romeral
(sin escala gráfica en el original) (De la Torre Fragoso, 1999: plano 4).

474
Figura 9.50. Puerta de entrada al recinto vallado de El Romeral diseñada por De la Torre Fragoso en 2002
(sin escala gráfica en el original) (De la Torre Fragoso, 1999: plano 6).

475
Figura 9.51. Caseta para el guarda de El Romeral diseñada por De la Torre Fragoso en 2002
(sin escala gráfica en el original) (De la Torre Fragoso, 1999: plano 11).

476
9.6. VALORACIÓN

La actuación de 1997 consistió fundamentalmente en: 1) la impermeabilización los túmulos de


Menga y Viera mediante el rellenado de los socavones existentes en las catas abiertas por el
equipo de la Universidad de Málaga con una capa de 40 cm de albero mejorado con cal,
compactado manualmente, y la disposición de una capa continua de albero enriquecido con cal
de unos 15 cm (Lobato Vida, 1997: 12-13); y 2) la instalación de un nuevo sistema de drenaje en
el corredor de Viera y la disposición de un nuevo suelo con pendiente ascendente hacia el
interior, consistente en una capa de albero compactado, para el interior evitara la entrada y la
acumulación de agua en el interior de la estructura ortostática (Lobato Vida, 1997: 14).

La impermeabilización de los túmulos no ocasionó a nuestro juicio daños, ya que ésta consistió
en el aporte de rellenos, aumentando la altura del túmulo unos 15-20 cm. Sin embargo, la
instalación de un nuevo sistema de drenaje en el corredor de Viera, que presumiblemente fue
realizado sin supervisión arqueológica, no solo causó la rotura del firme original con la
excavación de la zanja de drenaje y la arqueta de desagüe, sino también la rotura del lateral
izquierdo o sur del umbral de la primera puerta perforada, que en la intervención de 2003-2004
se halló atravesado por una zanja de drenaje (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 22; 2003b: 97-
98; Fernández Rodríguez, 2009: 72). Esta grave rotura creemos que pudo haberse evitado,
como otras tantas, con la incorporación de un equipo de arqueólogos especializados en
megalitismo en todas las actuaciones que se lleven a cabo en monumentos megalíticos.

Los nuevos trabajos de impermeabilización realizados en Menga en 1999, debido a la ineficacia


de los anteriores, tampoco ocasionaron daños al monumento, siendo una actuación, como la
primera, totalmente reversible, consistiendo en la colocación de un film de polietileno sobre el
túmulo de Menga, y su cubrición con una nueva capa de albero y cal (Lobato Vida, 1999: 1).

La siguiente actuación en el túmulo de Menga, en 2001, también orientada a su


impermeabilización, tuvo mucho más impacto sobre la apariencia exterior del monumento,
debido la construcción de una estructura aterrazada de lajas, morteros de cal y mallas de fibra de
vidrio en el lateral noreste del túmulo para contener los rellenos de tierra que se dispusieron
seguidamente en el cuadrante noreste-norte del túmulo (Baceiredo Rodríguez, 2002: 20). No
obstante, creemos que esta intervención tampoco debió ocasionar daños irreversibles en el
monumento.

Por el contrario, la restauración de los ortostatos, pilares y cobijas de Menga desarrollada entre
2001 y 2002 creemos que sí ocasionó importantes e irreversibles desperfectos en los soportes
pétreos del monumento.

Como expusimos anteriormente, el objetivo fundamental y último de la intervención de 2001-


2002 en Menga era la restauración de los ortostatos, cobijas y pilares del monumento,
concibiendo “restauración” como eliminación de los materiales añadidos en restauraciones

477
anteriores y grafitis, limpieza de todos los elementos pétreos y restitución volumétrica de los
soportes pétreos que, a su juicio, lo requiriesen (Baceiredo Rodríguez, 2002: 47). Debido por un
lado al desconocimiento de las propiedades físicas de las rocas en la que estaban
manufacturados los soportes pétreos y a no contar en el equipo con geólogos, y por otro a la
prácticamente nula identificación de motivos gráficos prehistóricos, dada la formación como
restauradores y no como arqueólogos especializados en grafías megalíticas, y al no contar
tampoco con éstos en el equipo, esta “restauración” creemos que debió tornarse en una erosión
de la propia materia prima y una eliminación de grafías prehistóricas de manera generalizada,
llevada a cabo por el desconocimiento y por la aplicación de una metodología de limpieza muy
agresiva para la eliminación de grafitis y costras.

Creemos que esta “restauración” debió afectar gravemente a todos los ortostatos, pilares y
cobijas, erosionando muchos de ellos y eliminando los motivos gráficos prehistóricos que en
ellos debían conservarse hasta esta restauración (Bueno Ramírez et al., 2009c: 192). Estos
daños fueron consecuencia de: 1) el desconocimiento de las propiedades de las rocas en las que
estaban manufacturados los ortostatos, pilares y cobijas; 2) el desconocimiento absoluto en arte
prehistórico de los directores y del equipo de trabajo; 3) el objetivo fundamental y último de la
intervención, que era la restauración de los ortostatos, cobijas y pilares del monumento; 4) al
concepto de “restauración” dirigida a eliminación de los materiales añadidos en restauraciones
anteriores y grafitis, a la limpieza de todos los elementos pétreos y a la restitución volumétrica de
los elementos pétreos que presentaban pérdidas de materialidad; 5) la aplicación de una
metodología de limpieza muy agresiva para la eliminación de grafitis y costras. A simple vista se
observan, tanto el cambio de coloración de los soportes, como la erosión sufrida en las zonas
donde presentaban costras salinas, blancas y negras que fueron eliminadas durante esta
intervención (Figuras 9.52 y 9.53).

Sin embargo, creemos que la responsabilidad de esta destrucción es compartida entre la


administración pública, encarnada en la figura del Jefe del Departamento de Conservación del
Patrimonio de la Delegación Provincial de Cultura de Málaga, el arquitecto Antonio J. Sánchez
Fernández, quien ostentaba la Dirección Facultativa de la restauración, y los directores de la
misma, los restauradores Maribel Baceiredo Rodríguez y Mauricio J. López Madroño, directores
técnicos de la empresa CREST ARTE S.L. (Baceiredo Rodríguez, 2002: 3).

En el futuro, actuaciones de este tipo que afectan directamente a la integridad física de los
bienes patrimoniales, y en sitios megalíticos de primer nivel, deberían ser acometidas por
equipos interdisciplinares con especialistas en restauración de monumentos megalíticos,
geólogos y arqueólogos especialistas en megalitismo y grafías prehistóricas.

478
O-1 O-2 O-3 O-4 O-5 O-6 O-7 O-8 O-9 O-10 O-11 O-12
Figura 9.52. Ortostatos del lateral sureste (O-25-11) y cabecera (O-12) antes (fila superior) y después (fila inferior) de la restauración de CREST ARTE
(sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 71, 177 y 178).

479
O-13 O-14 O-15 O-16 O-17 O-18 O-19 O-20 O-21 O-22 O-23 O-24
Figura 9.53. Ortostatos del lateral noroeste (O-13-24) antes (fila superior) y después (fila inferior) de la restauración de CREST ARTE
(sin escala en el original) (a partir de Baceiredo Rodríguez, 2002: 71, 175 y 176).

480
Por último, con respecto a El Romeral, solo tenemos constancia de dos actuaciones de las que
apenas disponemos de documentación y del estado que presentaba el interior del monumento
en 1994-1999.

La primera de las actuaciones fue la apertura ilegal de una zanja de 300 m de longitud, 10 cm de
ancho y 15 cm de profundidad, en la parcela en la que se ubica el monumento, atravesando toda
la finca por la mitad norte, aunque sin afectar directamente al tholos, y su posterior tapado
(Expediente de remoción no autorizada en terrenos del “Dolmen El Romeral”. Antequera. Unidad
de Protección del Patrimonio Histórico. Expediente 81/95. Archivo Histórico Provincial de Málaga,
Legajo 17090).

La segunda actividad fue el “Proyecto Básico y de Ejecución en el Dolmen de El Romeral”


redactado en 1994 y modificado en 1999 por Ciro de la Torre Fragoso. En la escasa
documentación de la que disponemos se advierten los daños observados por el arquitecto en el
interior del monumento: a) grietas en cuatro cobijas del corredor de acceso (C-7, C-10, C-11 y C-
12) y una del corredor que comunica las dos cámaras (C-3); b) pérdida de la fábrica de
mampostería en varios tramos del corredor de acceso y de la primera cámara: bajo la cobija 2 en
el lateral noroeste del corredor; bajo las cobijas 1 y 2 y bajo la cobija 6 en el lateral sureste del
corredor; en el lateral noroeste de la primera cámara, donde había dos grandes socavones; en el
lateral sur de la primera cámara, junto al lateral derecho de la puerta de entrada a la cámara,
donde había otro socavón; y c) agrietamiento en la fábrica de mampostería del lateral noreste de
la cámara (De la Torre Fragoso, 1999); así como una serie de medidas para su restauración y
para el acondicionamiento del interior y del exterior del monumento.

Este proyecto fue ejecutado en 2002, pero no sabemos si en su totalidad o parcialmente, ya que
tan solo tenemos certeza del desarrollo de tres trabajos: 1) el desmonte del pavimento existente
en el interior del monumento, por parte de un equipo de arqueólogos coordinados por la
Delegación de Cultura de Málaga, dejando en la cámara de mayores dimensiones tan solo un
testigo de la solería original formada por lajas de piedra, destruyendo posiblemente el pavimento
original del tholos, dado que éste había sido dejado al descubierto en 1940 y no tenemos
constancia de que se hubiera tapado con posterioridad; 2) disposición de una nueva instalación
eléctrica; y 3) el traslado al exterior de un gran bloque pétreo ubicado en el corredor del tholos
(AA.VV., 2011c: 49 y 151).

481
CAPÍTULO 10:

PROYECTO DE CONSOLIDACIÓN Y
EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA
DE 2003-2004 EN VIERA

483
10.1. CONTEXTO DE LA EXCAVACIÓN: EL PROYECTO DE
CONSOLIDACIÓN

El 30 de noviembre de 1998, un año después de la actuación de emergencia en Viera de 1997


dirigida por el arquitecto Pedro Lobato Vida, la Delegación de Cultura de Málaga encargó al
arquitecto Antonio Jesús Villalón Conejo la redacción de un nuevo proyecto básico y de
ejecución, titulado “Proyecto de Consolidación del Dolmen de Viera. Antequera. Málaga”, con el
objeto de para atajar el problema de la entrada de agua de lluvia desde el túmulo al espacio
interior del monumento a través de las catas abiertas por el equipo de la Universidad de Málaga
entre 1988 y 1995 (Villalón Conejo, 1999; 2001).

Dado que la intervención de urgencia de 1997 se había centrado en la impermeabilización del


túmulo, el cambio de la pendiente del suelo del interior del monumento y la colocación de una
rejilla-sumidero con salida al exterior del monumento (Lobato Vida, 1997: 12-14), persistían en
los ortostatos y las cobijas de Viera los daños derivados de las filtraciones de agua y las
humedades a las que había estado sometido el monumento entre 1988 y 1997, destacando: a)
manchas de humedad; b) manchas de sales; c) cambios de coloración; d) alveolización o
alteración, debido a la eliminación de material mediante la formación de pequeñas cavidades
profundas e interconectadas; e) descohesión superficial, por la caída o desprendimiento de
gránulos o cristales; f) aumento de la porosidad; g) debilitamiento de las características
mecánicas originales, afectando a la estabilidad de los monumentos; h) movimiento de algunos
ortostatos (desplomes); i) desconchados en el contacto entre ortostatos; y j) nuevas fisuras en
los ortostatos, sobre todo en los que se encuentran más al interior (Lobato Vida, 1997: 7-9).

Las patologías detectadas en 1999 afectaban al material pétreo correspondiente a cobijas y


ortostatos, y a daños estructurales del túmulo y de la propia estructura ortostática. Las primeras,
generadas en su mayoría por la humedad o por el contacto directo con agua de ortostatos y
cobijas, fueron identificadas por el geólogo Jesús Espinosa Gaitán y la restauradora Ana Bouzas
Abad, técnicos del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, quienes destacaron que: 1) todas
las piezas presentaban costra carbonatada, pérdida de materialidad y pérdida de cementación
interna; 2) los ortostatos 1-6 y 27-32, que se encontraban al descubierto, presentaban hongos y
líquenes; 3) los ortostatos 7-26, correspondientes a la parte cubierta, presentan restos de
intervenciones previas (1941 y 1997), consistentes en morteros de yeso y cemento, testigos de
yeso y cableado eléctrico; 4) los ortostatos 17 y 18 evidenciaban roturas antrópicas; 5) el
ortostato 19 contenía grafitis hechos con pintura roja; y 6) grietas estructurales profundas en las
cobijas 3 y 4 (Figura 10.1) (Villalón Conejo, 2001: 14-15).

485
Figura 10.1. Secciones norte y sur y planta de la estructura ortostática antes de la intervención de 2003, con indicación de las grietas y de la numeración de los ortostatos y cobijas que hemos utilizado
(a partir de Villalón Conejo, 2001: plano 9).
486
Los daños estructurales consistían en: i) las grietas de la cobija 3; ii) la fragmentación antigua del
lateral derecho de la cobija 4, que había basculado hacia el trasdosado de los ortostatos 23 y 24
debido a la excavación y posterior relleno inadecuado de una de las catas (cata 14 según Villalón
Conejo y según nuestra numeración) del equipo de la Universidad de Málaga en 1995; iii) el
desplome de los ortostatos 23 y 24 hacia el interior del corredor a consecuencia del empuje de
la cobija 4; iv) el deterioro de los muros de contención del tramo de corredor descubierto; y v) la
erosión del túmulo por los agentes naturales (agua y viento, principalmente) y la gran pérdida de
volumen debido a la acción antrópica, derivada de los caminos perimetrales realizados 1941 y
1983-1984, las plantaciones de vegetación de 1983-1984, las catas del equipo de la Universidad
de Málaga y los rellenos inadecuados de las mismas (Villalón Conejo, 2001: 13-15).

Por otro lado, también se constataron deficiencias en el sistema de evacuación de saneamiento,


en la instalación eléctrica y en la verja que cierra el acceso al tramo cubierto (Villalón Conejo,
2001: 14).

El proyecto de consolidación, debía solucionar todos estos problemas de conservación


detectados. La primera versión del proyecto fue entregado por Villalón Conejo en noviembre de
1999 y aprobado por la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico en la sesión del 13 de julio
del año 2000, aunque condicionado a la realización de cambios en el sistema de cubrición e
impermeabilización del túmulo, que había sido concebido como una cubierta ajardinada sobre
una lámina de hormigón armado. En julio y septiembre de 2001 la Delegación Provincial de
Cultura de Málaga informó al arquitecto de la necesidad de realizar dichas correcciones en el
proyecto inicial, que fueron subsanadas y presentadas por Villalón Conejo en octubre de 2001
(Villalón Conejo, 2001: 1). Finalmente, las medidas propuestas fueron: 1) la excavación del
túmulo para la extracción, limpieza, reparación y colocación de las cobijas 3 y 4; 2) la excavación
del trasdosado del lateral derecho de los ortostatos 23 y 24, donde apoya la cobija 4 y del
ortostato 25, donde apoya la cobija 3, para la restitución de los ortostatos a su posición original;
3) las restituciones volumétricas de los ortostatos que lo requiriesen; 4) la limpieza de los
ortostatos que no presentaban cubierta entonces, para eliminar líquenes y hongos; 5) la
disposición de un nuevo pavimento compuesto por una primera capa de hormigón de 5 cm y una
segunda de 6 mm, de resinas, árido y pigmento, en sentido descendente hacia el interior,
respetando así la pendiente original, que a su vez facilita la ventilación natural de la estructura
interna; 6) la instalación de un nuevo sistema de iluminación en el interior del monumento,
empotrado en el pavimento; 7) la construcción de nuevos muros de contención en las paredes
externas del corredor; 8) la disposición de una nueva cancela, evitando su anclaje a elementos
originales, que permitiera la ventilación del interior y la visión a través de ella; 9) la eliminación de
los caminos y la vegetación que afectan al túmulo; 10) la restitución de su topografía original; 11)
su impermeabilización mediante tres capas: una primera impermeable a base de albero y cal
reforzada con una lámina de polietileno, una segunda de grava para facilitar el drenaje del agua
de lluvia, y una última cubierta ajardinada para que la vegetación fijase los rellenos terrígenos y
evitase su erosión; 12) el cercado del mismo mediante un cable de acero sustentado por
pequeñas estacas, que señalizasen la zona intransitable del monumento; 13) la construcción de

487
nuevos tramos del camino de acceso que no afectasen al túmulo, a base de zahorra y albero
compactados; y 14) la iluminación exterior, perimetral al túmulo, para hacerlo visible e
identificable desde fuera del recinto (Villalón Conejo, 2001: 15-19).

Para el desarrollo de los trabajos se preveían: i) el apuntalamiento de la estructura ortostática


con puntales de madera; ii) la disposición de una cubierta provisional que evitara la entrada de
agua de lluvia en las áreas de excavación; iii) la construcción de un caballete de 30 cm de altura,
perimetral a la cubierta, de mortero de cal y albero, y recubierto por una lámina de polietileno por
su cara exterior, para evitar la entrada de agua de escorrentía a la excavación; y iv) la apertura
de unos taladros de desecación en el túmulo, de 15 cm de diámetro y 2,70 m de profundidad,
para facilitar el secado del túmulo durante los trabajos (Figura 10.2) (Villalón Conejo, 2001: 19-
20).

Tras la disposición de estas protecciones se procedería a excavar con medios manuales un área
con unas dimensiones máximas de 6,57 m de longitud en el eje transversal del monumento y
5,54 m de anchura en su eje longitudinal y perfil ataludado (Figura 10.2), para la extracción con
medios mecánicos (grúa) de las cobijas 3 y 4, y la recolocación de los ortostatos 23, 24 y 25 a su
posición original con medios manuales. La limpieza de las cobijas se realizaría con un cepillo de
púas blandas, y su reparación con resina epoxi y grapas de acero inoxidable (Figura 10.3).
Posteriormente, las cobijas serían devueltas a su posición original, disponiendo de manera
previa sobre las cabezas de los ortostatos 23-26 y 7-10 una capa de cal y arcilla con lajas de
piedra, a modo de cama de las cobijas, respetando el sistema constructivo original. Tras la
recolocación de las cobijas, éstas se anclarían a los ortostatos del lateral derecho mediante
angulares y tacos químicos, anclando la cobija 3 a los ortostatos 25 y 26 y la cobija 4 a los
ortostatos 23 y 24 (Figura 10.3) (Villalón Conejo, 2001: 20).

A continuación se procedería al tapado de las áreas excavadas. En el trasdosado de los


ortostatos 23-25 se dispondrían capas de tierra procedentes de la excavación y lajas de piedra
caliza, pretendiendo simular la estructura tumular original, compactadas por medios manuales. El
mismo proceso de colmatación se seguiría para la reposición de la masa tumular excavada para
la extracción de las cobijas, con la excepción de que en este tramo, sobre el extremo este de la
cobija 3 se reconstruiría el muro de contención frontal del tramo de corredor descubierto. Este
muro se realizará mediante fábrica de bloque macizo prefabricado con mortero de cemento
blanco, pigmento y árido de machaqueo de calcarenita del Cerro de la Cruz, reforzado con cintas
de acero galvanizado. Los muros laterales se anclarían en una zanja de cimentación corrida y se
construirían del mismo modo que el muro frontal, pero sin refuerzos metálicos. Por último, se
procedería a cegar los taladros de desecación mediante tierra procedente de la excavación,
compactada mediante pisón manual (Figura 10.4) (Villalón Conejo, 2001: 20-21).

488
Figura 10.2. Área de excavación planeada para la extracción de las cobijas 3 y 4, cubierta provisional y proceso de trabajo (a partir de Villalón Conejo, 2001: plano 18).

489
Figura 10.3. Propuesta de reparación de las cobijas 3 y 4 (a partir de Villalón Conejo, 2001: plano 19).

490
Figura 10.4. Cubrición tumular propuesta (a partir de Villalón Conejo, 2001: plano 21).

491
Para evitar la entrada de agua al interior del monumento, se dispondría también una nueva red
de saneamiento, desde la entrada del sepulcro hasta la acequia del perímetro sur del recinto.
Para ello se excavaría en el túmulo, con medios manuales, una zanja de 40 cm de anchura y
profundidad variable, con una pendiente mínima del 1%, en la que se introducirían tubos de
PVC, que conectarían las arquetas con la acequia (Figura 10.4) (Villalón Conejo, 2001: 21).

Una vez realizada la impermeabilización del túmulo y la construcción de la nueva red de


saneamiento para la evacuación de las aguas, se desmontaría la cubrición tumular provisional, y
seguidamente se llevarían a cabo la restauración de los ortostatos, la disposición de la
instalación eléctrica y del nuevo pavimento en el interior del monumento, la colocación de la
cancela, los trabajos en el túmulo y los del entorno (Villalón Conejo, 2001: 21-27).

La restauración propuesta para la cara interna de los ortostatos y las cobijas consistiría en: 1)
sujeción de estratos semi-desprendidos mayores a 3 cm de grosor, mediante taladro con broca
avellanadora y anclaje expansivo de acero inoxidable tipo HILTI o similar; 2) eliminación de
testigos de yeso de la intervención de 1997, de morteros y cables de las intervenciones
anteriores (de la intervención de Giménez Reyna en 1941 y Lobato Vida en 1997) y de la verja
de entrada al tramo cubierto; 3) limpieza en seco mediante frotado enérgico con cepillo de púas
blandas; 4) eliminación de los grafitis mediante frotado enérgico con disolvente orgánico; 5)
inyección a presión de adhesivo fluido a base de resina epoxi o mortero fluido libre de sales en
grietas, fisuras y en juntas de zonas semi-desprendidas; 6) recogida de bordes y aristas vivas en
zonas con desprendimiento de material mediante aplicación de mortero de cal hidráulica
pigmentado y arena de machaqueo de calcarenita; 7) sellado de huecos mediante piezas de roca
calcarenita de la cantera próxima, labradas a medida, y revocadas con mortero de reposición a
base de cal hidráulica pigmentada y árido de machaqueo de calcarenita armado con varillas de
fibra de vidrio; 8) pre-consolidación superficial mediante pulverización con consolidante a base
de silicato de Etilo tipo OH, Tegovakón V o similar; 9) consolidación total de las zonas inferiores
de los ortostatos, hasta una altura de 15 cm, con consolidante tipo OH, Tegovakón V o similar;
10) aplicación de hidrofugante (Tegosivín o similar diluido al 8% en White Spirit); 11) aplicación
de biocida en los ortostatos del tramo descubierto (O-1 a O-6 y O-27 a O-32); 12) sellado de
juntas entre ortostatos mediante mortero de reposición a base de cal hidráulica pigmentada y
arena de machaqueo de calcarenita y esquirlas de pizarra o roca exfoliable similar (Figura 10.5)
(Villalón Conejo, 2001: 22).

El pavimento debería constar de varias capas: i) film de polietileno de 0,5 mm de espesor; ii)
capa de hormigón en masa de 5 cm de espesor mínimo; iii) capa de resina epoxi pigmentada en
una tonalidad similar a la de las paredes del monumento, de 0,5 mm de espesor; y iv) sellador de
poliuretano alifático (Villalón Conejo, 2001: 25). Además junto a los ortostatos 20 y 21 del lateral
derecho o norte se expondría un tramo del pavimento original conservado, compuesto por lajas
de piedras (Figura 10.6).

492
Figura 10.5. Tratamientos planeados para los ortostatos y las cobijas (a partir de Villalón Conejo, 2001: plano 20).
493
Figura 10.6. Propuesta de consolidación del interior de Viera (a partir de Villalón Conejo, 2001: plano 16).
494
Figura 10.7. Instalación eléctrica diseñada para el interior del monumento y el túmulo (a partir de Villalón Conejo, 2001: plano 27).
495
La nueva cancela que evitaría la entrada al tramo cubierto del monumento, sería de morfología
rectangular, de acero laminado A42-b y pintada en negro (Villalón Conejo, 2001: 25).

La instalación eléctrica debería ser subterránea tanto en el interior del monumento como en el
exterior, entorno al túmulo, y las lámparas serían halógenas, pudiéndose aprovechar las
existentes en el interior del dolmen, instaladas probablemente en 1997. En el interior de la
estructura ortostática se dispondrían 18 lámparas, cinco de ellas en la cámara, situándose cuatro
en las esquinas y una en el centro junto a la losa de cabecera, y otras 13 en el corredor, todas en
el lateral derecho o norte, a excepción de una, que iría en el lateral izquierdo para dejar expuesto
un tramo del pavimento original del monumento en el lateral derecho (Figura 10.6). Al exterior se
colocarían nueve lámparas, que iluminarían los laterales este y sur del túmulo (Figura 10.7)
(Villalón Conejo, 2001: 22-25).

Para la cubrición definitiva del túmulo se llevaría a cabo en primer lugar la retirada de la
vegetación existente (Figura 10.8), se instalaría una red de drenaje y saneamiento que
conduciría el agua proveniente de la cubierta del túmulo hasta la acequia existente en el límite
oeste del recinto y hacia la ladera este (Figura 10.5), y se dispondría la nueva cubierta
ajardinada, compuesta por varias capas de rellenos sedimentarios y materiales impermeables,
que ampliarían la altura y el diámetro del túmulo: i) terreno natural compactado; ii) capa
impermeable de 21 cm de albero y cal en proporción 20 a 1 humectada y compactada mediante
pisón manual, iii) lámina de polietileno de 0,5 mm de espesor y geotextil anti-punzonamiento; iv)
capa de drenaje de grava de 40 y 25 mm, de 10 cm de grosor; v) geotextil filtrante; vi) capa de
tierra vegetal de 17 cm, compactada en tongadas de 10+7 cm, entre las que se dispondría una
geomalla uniaxial de polipropileno de espesor de 1,5 mm y 100 mm de luz de malla; vii) siembra
de una mezcla de semillas pratenses (Figura 10.5). Para el riego automático de la vegetación
plantada se instalarían también aspersores (Figura 10.9) (Villalón Conejo, 2001: 25-27).

Por otro lado, se dispondría el muro perimetral al camino de acceso y al lateral sur del túmulo,
para cuya cimentación se excavaría una zanja de cimentación corrida, sobre la que se construirá
el muro, que sería similar a los del corredor (Figura 10.10). Por último, se instalaría la cerca de
protección del túmulo mediante un cable de acero sustentado por pequeñas estacas cada 4
metros y se limpiaría de vegetación el camino de acceso para disponer sobre él una nueva capa
de zahorra de 15 cm y sobre ella otra de albero (Villalón Conejo, 2001: 25-27).

496
Figura 10.8. Vegetación existente en el túmulo antes de la intervención de 2003, plantada en intervenciones anteriores y delimitación del área de intervención en 2003-2004
(a partir de Villalón Conejo, 2001: plano 13).

497
Figura 10.9. Sistema de riego diseñado para el riego automático de la nueva vegetación (a partir de Villalón Conejo, 2001: plano 28).

498
Figura 10.10. Propuesta de consolidación y ampliación del túmulo de Viera con la construcción de un nuevo muro perimetral en el lateral sur (a partir de Villalón Conejo, 2001: plano 31).

499
10.2. OBJETIVOS, METODOLOGÍA Y PROCESO DE EXCAVACIÓN

Según el apartado 1.f del Artículo 1 del Reglamento de Actividades Arqueológicas del 16 de
marzo de 1993 (DECRETO 32/1993), las “actuaciones de consolidación, restauración y
restitución arqueológica, así como actuaciones de cerramiento, vallado y cobertura de restos
arqueológicos” son consideradas “actividades arqueológicas” (BOJA 46 de 4 de mayo de 1993:
3.805), y deben ser autorizadas, según Artículo 2 del mismo Reglamento por la Dirección
General de Bienes Culturales a personas físicas con la titulación académica de Licenciado o sin
tenerla, que acrediten formación arqueológica o paleontológica, o a equipos de investigación,
Departamentos de Universidades españolas, Museos Provinciales que cuenten con sección de
Arqueología y Museos Arqueológicos Provinciales de Andalucía, Institutos de Prehistoria y
Arqueología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Administraciones Públicas e
Instituciones que cuenten con personal especializado en arqueología y en posesión del título de
Licenciado. Por tanto, el Proyecto de Consolidación del dolmen de Viera tuvo que contar una
Dirección Arqueológica, que corrió a cargo de Luis-Efrén Fernández Rodríguez.

Según el Proyecto de Actividad presentado por Fernández Rodríguez en junio de 2003


(Fernández Rodríguez, 2003), el objetivo de la actividad sería el seguimiento arqueológico de las
excavaciones contempladas en el Proyecto de Consolidación de Villalón Conejo, adaptándose la
metodología y el proceso de excavación a dicho proyecto en todo momento, desarrollándose los
siguientes trabajos de excavación:

1) En el túmulo: el área planteada para la restauración de las cobijas 3 y 4 y para la recolocación


de los ortostatos 23, 24, 25 y 26.

2) En la zona del acceso a la estructura ortostática: las zanjas de cimentación de los muros
diseñados para la prolongación hacia el este del corredor de acceso al interior del monumento y
del muro perimetral del lateral sur.

3) Las arquetas y las zanjas de drenaje del tramo del corredor descubierto, del túmulo y las
generales que conducirían el agua al exterior del recinto de los dólmenes.

Los trabajos de consolidación se iniciaron en julio de 2003 y se prolongaron hasta junio de 2004,
y fueron ejecutados por la empresa de construcción Hermanos Campano S.L., realizando los
trabajos de seguimiento arqueológico los arqueólogos Luis-Efrén Fernández Rodríguez y Manuel
Romero Pérez, y la restauración de las cobijas y de la primera puerta perforada el restaurador
Rafael Ruiz de la Linde (Fernández Rodríguez et al, 2003a). Estos trabajos afectaron, según el
proyecto de consolidación (Villalón Conejo, 2001) y la memoria final de la actividad arqueológica
(Fernández Rodríguez et al., 2003a) a tres zonas:

a) El túmulo, debido a: i) la excavación de un amplio corte para la reparación de las cobijas 3 y 4


y la recolocación de los ortostatos 23-26 del lateral norte; ii) la retirada de rellenos de tierra y

500
árboles dispuestos en las intervenciones anteriores; iii) la apertura de las zanjas de drenaje; iv) la
zanja de cimentación y el muro que circunda el lateral sur del túmulo; v) las dos zanjas de
cimentación y los muros que prolongan el corredor de acceso al interior del monumento hacia el
este; y, vi) la nueva cubrición tumular.

b) La estructura ortostática, debido a: i) la restauración de las cobijas 3, 4 y 5; ii) la recolocación


de los ortostatos 23-26 del lateral norte; iii) la restauración de la primera puerta perforada (O-3),
de la losa de cabecera (O-17) y de los ortostatos 24 y 26; iv) la retirada del pavimento y los
elementos de drenaje dispuestos en 1997; v) la excavación de una nueva zanja de drenaje; vi) la
disposición de una nueva instalación eléctrica; y, vii) la construcción de un nuevo pavimento.

c) El entorno de Viera, debido a: i) la excavación de zanjas de drenaje; ii) la excavación de


zanjas para la instalación eléctrica del exterior, donde se instalarían nuevos dispositivos en los
laterales este y sur del túmulo, y que llevaría la electricidad al interior del monumento; iii) la
disposición de nuevas capas de tierra sobre el camino de acceso desde el lateral oeste del
recinto hasta la entrada a Viera; y, iv) la disposición de estacas, ancladas al sustrato, para la
sujeción de un cable de acero que delimitaría un perímetro de protección en torno al monumento.

10.3. MODIFICACIONES EN LA ESTRATIGRAFÍA Y LA


MORFOLOGÍA DE VIERA: LA EXCAVACIÓN DE CORTES Y ZANJAS
Y LOS NUEVOS RELLENOS DE TIERRA

10.3.1. LOS TRABAJOS EN EL TÚMULO

10.3.1.1. Excavación de un corte para la reparación de las cobijas 3, 4 y 5 y la


recolocación de los ortostatos 23 a 26 del lateral norte y el relleno posterior

El área de excavación planteada en el Proyecto de Consolidación, con unas dimensiones


máximas de 6,57 m de longitud en el eje transversal del monumento y 5,54 m de anchura en su
eje longitudinal y perfil ataludado (Figura 10.2), debió ser modificada para poder acceder a la
superficie completa de las cobijas 3 y 4, a una parte de la cobija 5, que también se encontraba
agrietada, y al trasdosado de los ortostatos 23-26, en los que apoyaban las cobijas 3 y 4 en el
lateral norte, que se encontraban volcados hacia el interior del corredor. Así el nuevo corte
realizado en el túmulo tendría una morfología cuadrangular, con perfiles rectos y unas
dimensiones 7,30 m en el eje longitudinal del dolmen (este-oeste) y 6,50 m en el eje transversal
(norte-sur) (Figura 10.11). Este nuevo corte afectó parcialmente a otros tres realizados por el
equipo de la Universidad de Málaga con anterioridad: 7, 14 y 18 según la numeración de la UMA
o 5, 6 y 14 según nuestra numeración (Figura 8.3) (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 16; 2006:
93; Fernández Rodríguez, 2009: 68).
501
Figura 10.11. Planta del corte realizado en el túmulo para la reparación de las cobijas 3-5 y de los ortostatos 23-26 (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 35).

502
La excavación de este corte fue realizada con medios manuales, tal y como se especificaba en el
Proyecto de Consolidación, llegando hasta la superficie externa de las cobijas 3, 4 y 5 donde el
corte alcanzó una potencia máxima de 3,50 m hasta la base de las cobijas (Figura 10.12),
(Fernández Rodríguez, et al., 2003a: 33), y hasta la base de los ortostatos 23-26 por su
trasdosado, donde se debieron alcanzar otros 2,00 m de profundidad, llegando hasta el
paleosuelo (Figura 10.13).

Figura 10.12. Perfil oeste del corte realizado en el túmulo sobre las cobijas 3-5
(Fernández Rodríguez et al., 2003: foto 21).

Figura 10.13. Perfil oeste del corte realizado en el trasdosado de los ortostatos 23-26
(Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

503
Tras la reparación de las cobijas y los ortostatos, se volvió a rellenar el corte excavado, previa
disposición de geotextil sobre las cobijas, siguiendo las prescripciones del Proyecto de
Consolidación, debiendo rellenarse todo el corte con capas de tierra procedentes de la
excavación y lajas de piedra caliza, que serían compactadas manualmente. Sobre el extremo
este de la cobija 3 se reconstruiría el muro de contención frontal del tramo de corredor
descubierto mediante fábrica de bloque macizo prefabricado con mortero de cemento blanco,
pigmento y árido de machaqueo de calcarenita del Cerro de la Cruz, reforzándolo con cintas de
acero galvanizado (Villalón Conejo, 2001: 20) (Figura 10.14).

Figura 10.14. Proceso de tapado del corte realizado en el túmulo de Viera (Fotos: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

504
10.3.1.2. Retirada de rellenos de tierra aportados y árboles plantados en
intervenciones anteriores

La retirada de rellenos de tierra aportados en las intervenciones anteriores y la vegetación


arbórea del túmulo (Figura 10.15) fue realizado con medios mecánicos situados fuera del área
del túmulo (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 23; 2006: 98; Fernández Rodríguez, 2009: 73).
Estos rellenos corresponderían a los dispuestos en 1941 (Giménez Reyna, 1946: 43), 1983-1984
y 1997, y los árboles a las plantaciones 1983-1984.

10.3.1.3. Apertura de las zanjas de drenaje

También se llevaría a cabo la apertura de zanjas de drenaje en el túmulo de Viera, que


conduciría el agua proveniente de la cubierta del túmulo hacia la acequia situada en el límite
oeste del recinto y hacia la ladera este (Figuras 10.4 y 10.16) (Villalón Conejo, 2001: 26).

Figura 10.15. Extracción de la vegetación del túmulo y del entorno de Viera con medios mecánicos
(Fernández Rodríguez et al., 2003a: foto 47).

505
Figura 10.16. Zanjas de drenaje del lateral sur del túmulo de Viera (Fernández Rodríguez et al., 2003a: foto 50).

10.3.1.4. Zanjas de cimentación y muros que prolongan el corredor de acceso

En el sector este del túmulo, se llevó a cabo la excavación de dos zanjas de 17 m de longitud en
los laterales norte y sur, 0,50 m de anchura y 0,50 m de profundidad para prolongar el corredor
de acceso al interior del monumento (Figuras 10.6, 10.17 y 10.18). Esta zona había sido ya
alterada en las intervenciones de 1941 y 1983-1984. En la primera se dispusieron tan solo tres
escalones de acceso, pero en la segunda creemos que debió ampliarse el corredor
longitudinalmente hacia el este, 9,00 m en el lateral norte y 8,00 m en el lateral sur, lo cual
modificó por completo el acceso al mismo. En la intervención de 2003-2004 se amplió la longitud
de este corredor 8,00 m en el lateral norte y 9,00 m en el lateral sur, modificándose la propuesta
inicial de incremento de 2 m en el lateral norte y 9,00 m en el lateral sur, excavándose finalmente
dos zanjas de 17,00 m, una en cada lateral. Esto conllevó también el “perfilado enérgico de los
taludes” (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 21).

Los muros, anclados en las zanjas de cimentación, se construirían, tal y como se disponía en el
proyecto, mediante fábrica de bloque macizo prefabricado con mortero de cemento blanco,
pigmento y árido de machaqueo de calcarenita del Cerro de la Cruz (Figuras 10.18 y 10.19)
(Villalón Conejo, 2001: 21).

506
Figura 10.17. Secciones norte (arriba) y sur (abajo) del corredor abierto en 1983-1984 de acceso al interior del
monumento, perfilados nuevamente en 2003 para la ampliación de dicho corredor y la construcción de muros de
revestimiento (Fernández Rodríguez et al., 2003a: fotos 59 y 60).

507
Figura 10.18. Ejecución de la propuesta inicial de ampliación del corredor 2 m en el lateral norte y 9 m en el lateral
sur (Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

Figura 10.19. Cambio de la propuesta inicial del muro del lateral norte y ampliación de la zanja para su disposición y
conexión con la pared de revestimiento externa (Fernández Rodríguez et al., 2003a: foto 55).

508
10.3.1.5. Zanjas de cimentación y muros que circundan los laterales norte y
sur del túmulo

En los sectores noreste y sureste del túmulo, se llevó a cabo la excavación de zanjas de
cimentación de 28 m de longitud en el lateral norte y 40 m en el lateral sur, 0,50 m de anchura y
0,50 m de profundidad, para la cimentación de los muros de contención de los rellenos que se
dispondrían para aumentar la potencia del túmulo (Figuras 10.6 y 10.20).

Al igual que los anteriores, estos muros, anclados en las zanjas de cimentación, se construirían
mediante fábrica de bloque macizo prefabricado con mortero de cemento blanco, pigmento y
árido de machaqueo de calcarenita del Cerro de la Cruz (Figura 10.21) (Villalón Conejo, 2001:
25).

Figura 10.20. Zanjas abiertas en los laterales noreste (izquierda) y sureste (derecha) para la disposición de muros
perimetrales (Fotos: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

Figura 10.21. Muro perimetral dispuesto en el lateral noreste para la contención de los rellenos que se dispondrían
para la ampliación del túmulo (a partir de Fernández Rodríguez et al., 2003: fotos 70 y 74).

509
10.3.1.6. Cubrición tumular

De manera previa a la cubrición tumular, y tras la reparación de las cobijas 3-5 y ortostatos 23-26
que describiremos en el siguiente apartado, se realizó el tapado y rellenado del corte abierto en
el túmulo como hemos expuesto anteriormente. Sobre dicho relleno y el resto del túmulo, se
dispondría la nueva cubrición tumular, compuesta por varias capas de rellenos sedimentarios y
materiales impermeables, que ampliarían la altura y el diámetro del túmulo: 1) terreno natural
compactado; 2) capa impermeable de 21 cm de albero y cal en proporción 20 a 1 y compactada
mediante pisón manual, 3 y 4) lámina de polietileno de 0,5 mm de espesor y geotextil anti-
punzonamiento; 5) capa de drenaje de 10 cm, compuesta por grava de 40 y 25 mm; 6) geotextil
filtrante; 7 a 9) capa de tierra vegetal de 17 cm, compactada en tongadas de 10+7 cm, entre las
que se dispondría una geomalla uniaxial de polipropileno de espesor de 1,5 mm y 100 mm de luz
de malla; y 10) mezcla de semillas pratenses (Figuras 10.4 y 10.22) (Villalón Conejo, 2001: 26).

Figura 10.22. Proceso de cubrición y ampliación del túmulo de Viera (Fotos: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

10.3.2. LOS TRABAJOS EN LA ESTRUCTURA ORTOSTÁTICA

Estos trabajos afectaron tanto a los elementos pétreos (cobijas 3, 4 y 5, ortostatos 23-26 y
primera puerta perforada (O-3)), como al pavimento. En el caso de las cobijas 3, 4 y 5, éstas no
fueron desplazadas a otro lugar para su reparación como se indicaba en el Proyecto de
Consolidación, sino reparadas in situ con ayuda de gatos hidráulicos y puntales, siendo cosidas
mediante resina epoxi y varillas de acero inoxidable corrugadas, y reforzadas con pletinas
metálicas (Figuras 10.23-10.26) (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 19-20; 2006: 96; Fernández
Rodríguez, 2009: 70-71).

510
Figura 10.23. Estado de las cobijas 3-5 (Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

Figura 10.24. Proyecto de restauración de las cobijas 3-5 (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 36; 2006: 95).

Figura 10.25. Estado final de las cobijas 3-5 tras la restauración (Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

511
a) b)

c) d)

e) f)

g) h)
Figura 10.26. Ejecución de los trabajos de restauración de las cobijas 3-5: a) Apuntalamiento con gatos hidráulicos
(cobija 3); b) Limpieza (cobija 3); c) Proceso de levantamiento y unión de los fragmentos con gatos hidráulicos
(cobija 3); d) Fragmentos unidos (cobija 4); e) Aplicación de resina epoxi (cobija 4); f) Apertura de taladros para
disposición de pletinas metálicas (cobija 4); g) Perforación realizadas (cobija 4); h) Soldadura de pletinas (cobija 4)
(Fotos: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

512
Tras la reparación de las cobijas, los ortostatos 23-26 que se encontraban parcialmente
desplomados hacia el interior del corredor, fueron basculados a su posición original con medios
manuales, con ayuda de gatos hidráulicos y puntales, restituyéndolos a su posición vertical. Por
el trasdosado fueron anclados con varillas metálicas a estructuras de fábrica de ladrillo (Figura
10.27) para evitar su desplazamiento en el futuro y tras el relleno del propio trasdosado.
(Fernández Rodríguez et al., 2003a: 20; 2006: 96; Fernández Rodríguez, 2009: 71).

a) b)

c) d)
Figura 10.27. Reparación de los ortostatos 23-26 del lateral norte: a) Varillas metálicas dispuestas en el trasdosado
de los ortostatos 26 y 25; b) Varillas metálicas dispuestas en el trasdosado de los ortostatos 24 y 23; c)
Construcción de las estructuras de ladrillos para el anclaje de las varillas metálicas de los ortostatos 26 y 25; d)
Construcción de las estructuras de ladrillos para el anclaje de las varillas metálicas de los ortostatos 24 y 23
(Fotos: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

Por otro lado, aunque no se menciona, se realizó la restitución del tercio superior de los
ortostatos 26 (Figura 10.28) y 24 (Figura 10.29), con fábrica de ladrillo, y revestido de mortero
coloreado imitando la propia roca, tal y como se muestra en las fotografías. En el primero se
ancló además la nueva cancela, aprovechando la parte superior restaurada del ortostato (Figura
10.30).

A continuación, las cobijas 3 y 4 se anclarían a los ortostatos del lateral derecho o norte
mediante elementos metálicos angulares y tacos químicos, amarrando la cobija 3 a los ortostatos
25 y 26 y la cobija 4 a los ortostatos 23 y 24 (Figura 10.3) (Villalón Conejo, 2001: 20).

Aunque tampoco se indica en la Memoria Final de la Actividad Arqueológica, es muy probable


que una vez restituidas las cobijas y recolocados los ortostatos 26-23 a su posición original, se

513
dispusiera entre las cobijas y cabezas de los ortostatos 7 a 10 y 26 a 23 una capa de cal y arcilla
con lajas de piedra, tal y como se preveía en el Proyecto de Consolidación, para respetar el
sistema constructivo original (Villalón Conejo, 2001: 20). Prueba de ello, son las muestras
tomadas para datación mediante OSL de dicho mortero en 2015 en el marco del Proyecto de I+D
MEGA, cuyos resultados demostraron que las partículas de cuarzo del mortero arcilloso no se
blanquearon uniformemente durante el proceso de análisis, por lo que las muestras no pudieron
datarse de forma efectiva (Athanassas et al., 2016: 160-162).

Figura 10.29. Enfoscado de cemento recubriendo la restitución de


ladrillo y cemento de la esquina superior este del ortostato 24
(Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

Figura 10.28. Restitución del tercio superior del


ortostato 26 con ladrillo y cemento (Foto: Luis-Efrén
Figura 10.30. Anclaje de la nueva cancela en el tercio superior
Fernández Rodríguez).
restituido del ortostato 26 (Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).
.

Por otro lado, aunque estaba contemplada en el Proyecto de Consolidación la restauración de la


cara interna de los ortostatos y cobijas (Figura 10.6) (Villalón Conejo, 2001: 22), no sabemos si
ésta llegó a ejecutarse por completo al no ser mencionada en la Memoria Final de la Actividad
Arqueológica. Es muy probable que todas las piezas fueran limpiadas y que al menos, se
restauraran los ortostatos 26 (Figura 10.28) y 24 (Figura 10.29), la losa de cabecera (O-17) y la
primera puerta perforada (O-3), que presentaba el lateral izquierdo o sur de su umbral
atravesado por una zanja de drenaje, probablemente de 1997 (Figura 10.31) (Lobato Vida, 1997:
14). La restauración de éstas piezas consistió en la reposición de la masa pétrea desaparecida
con ladrillos y morteros coloreados (Figura 10.32) (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 23; 2006:
98; Fernández Rodríguez, 2009: 73).

514
Figura 10.31. Zanja y tubo de drenaje atravesando el umbral de la primera puerta perforada (O-3)
(Fernández Rodríguez et al., 2003a: foto 5).

Figura 10.32. Izquierda: cegado del hueco abierto en la losa de cabecera (O-17). Derecha: Proceso de restauración
del umbral de la primera puerta perforada (O-3): limpieza (superior) y restitución volumétrica (inferior) (Fotos: Luis-
Efrén Fernández Rodríguez).

515
En el pavimento interior del dolmen se llevó a cabo en primer lugar la retirada del piso dispuesto
en 1997 a lo largo de toda la estructura ortostática, pudiéndose documentar en el tramo entre los
ortostatos 10 a 23 y 12 a 21 un enlosado interpretado como piso original de lajas de piedra
(Figura 10.33). Seguidamente, en el tramo descubierto, se eliminaron los elementos de drenaje
de la misma intervención, excavándose a continuación, una nueva zanja de drenaje, que
discurría a lo largo de todo el tramo de corredor descubierto (Figura 10.34), pasando bajo la
primera puerta perforada (O-3) (Figura 10.35), y tres arquetas (Fernández Rodríguez et al.,
2003a: 22; 2006: 97-98; Fernández Rodríguez, 2009: 72-73) una situada entre los ortostatos 6 y
27, otra entre los ortostatos 2 y 31 (Figura 10.36), y la última al otro lado del camino de acceso al
dolmen, en dirección sureste, que comunicaba con otra zanja que evacuaría las aguas al exterior
del recinto (Figura 10.4).

Aunque no disponemos de documentación arqueológica, tras los trabajos descritos


anteriormente se dispuso el nuevo pavimento y bajo él la nueva instalación eléctrica. En el
corredor se dispuso un pavimento (Figura 10.36), que según se indica en el Proyecto, debería
estar compuesto por: i) film de polietileno de 0,5 mm de espesor; ii) capa de hormigón en masa
de 5 cm de espesor mínimo; iii) capa de resina epoxi pigmentada en una tonalidad similar a la de
las paredes del monumento, de 0,5 mm de espesor; y iv) sellador de poliuretano alifático (Villalón
Conejo, 2001: 25), mientras que en la cámara se decidió dejar visible el pavimento original de
lajas. La iluminación del corredor consistió en varias lámparas empotradas en el pavimento,
desde la primera perforada hasta la segunda, todas en el lateral derecho o norte, mientras que la
de la cámara, se dispusieron junto a los ángulos noreste y sureste sobre la reconstrucción del
pavimento de lajas.

Figura 10.33. Pavimento original del tramo de corredor Figura 10.34. Nueva zanja de drenaje abierta en el
cubierto (Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez). tramo de corredor descubierto y disposición del tubo de
drenaje (Fernández Rodríguez et al., 2003a: foto 3).

516
Figura 10.35. Disposición del nuevo tubo de drenaje Figura 10.36. Resultado final del nuevo pavimento del
bajo la primera puerta perforada (O-3) (Fernández tramo de corredor descubierto y situación de las
Rodríguez et al., 2003a: foto 6). arquetas de desagüe entre los ortostatos 6 y 27 y 2 y 31
(Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

10.3.3. LOS TRABAJOS EN EL ENTORNO

En el entorno se excavó, con medios mecánicos, una zanja de 0,50 m de anchura y 1,00 m de
profundidad (Figura 10.37) que discurría desde la arqueta situada al otro lado del camino de
acceso al dolmen, hasta al exterior del recinto (Figura 10.38) en dirección sureste (Fernández
Rodríguez et al., 2003a: 23; 2006: 98; Fernández Rodríguez, 2009: 73). Esta zanja recoge el
agua de lluvia de las zanjas del túmulo y del corredor (Figura 10.4).

Por otro lado, aunque no se describe en la Memoria Arqueológica, se debieron excavar al


exterior del monumento varias zanjas para la instalación eléctrica. Esta instalación llevaría la
electricidad al interior del monumento, e iluminaría el exterior mediante nueve dispositivos de
lámparas halógenas en los laterales noreste, sureste y sur del túmulo (Figuras 10.7 y 10.39)
(Villalón Conejo, 2001: 23).

En el camino de acceso que discurre desde el lateral oeste del recinto hasta la entrada a Viera,
por el lateral sur del monumento, se llevaría a cabo la limpieza de la vegetación y la disposición
de una nueva capa de zahorra de 15 cm y sobre ella otra de albero. Así mismo, en los laterales
noreste, sureste y sur del túmulo, se colocarían varias estacas cada 4 m, para la sujeción de un
cable de acero que delimitaría un perímetro de protección en torno al monumento (Figura 10.39)
(Villalón Conejo, 2001: 27).

517
Figura 10.37. Zanja de drenaje que conduce el agua del Figura 10.38. Desagüe al exterior del recinto de los
túmulo y el tramo de corredor descubierto hacia el dólmenes (Fernández Rodríguez et al., 2003a: foto 12).
exterior del recinto de los dólmenes
(Fernández Rodríguez et al., 2003a: foto 10).

Figura 10.39. Lámparas halógenas y cerca de protección colocadas en el túmulo de Viera (vista del lateral sur)
(Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

518
10.4. LOS RESULTADOS ARQUEOLÓGICOS

Los únicos sectores documentados arqueológicamente fueron el corte realizado en el túmulo


sobre las cobijas 3-5, el área de trasdosado de los ortostatos 23-26 y las paredes norte y sur del
corredor abierto en el acceso. Dicha documentación se basó tan solo en fotografías de la
ejecución de los trabajos y en la interpretación y representación estratigráfica de cada sector,
realizándose exclusivamente cuatro perfiles estratigráficos, dos transversales, uno del corte
realizado en el túmulo sobre las cobijas 3-5 y otro del perfil del primer ortostato del lateral norte y
su trasdosado, y dos longitudinales, de las paredes norte y sur del corredor abierto en el acceso
(Fernández Rodríguez et al., 2003a; 2006; Fernández Rodríguez, 2009). Una documentación
excesivamente escasa para la envergadura del monumento y para la intervención desarrollada.

En la masa tumular dispuesta sobre las cobijas, se distinguieron de arriba abajo las siguientes
unidades estratigráficas (Figura 10.40):

- UE 1: de 5 cm de espesor, es una capa de “alpañata de albero y cal, que recientemente se


vertió en un intento de impermeabilizar el túmulo” (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 18; 2006:
95; Fernández Rodríguez, 2009: 70).

- UE 2: de 25 cm de espesor constituye “una formación de suelo orgánico generada por la


implantación repetida de la vegetación herbácea que de forma natural colonizó el túmulo”
(Fernández Rodríguez et al., 2003a: 18; 2006: 95; Fernández Rodríguez, 2009: 70).

- UE 3: compuesta por “capas más espesas de tierras alternas, amarillentas y de color marrón
claro, con matrices arenosas, escasos clastos (...), presenta lateralmente una potencia media de
1,15 m, habiéndose perdido en gran parte en la zona cenital” (Fernández Rodríguez et al.,
2003a: 18; 2006: 95; Fernández Rodríguez, 2009: 70).

- UE 4: compuesta por niveles de tierras rojizas, “que se dispone en sección de cuarto de esfera
y planta alongada sobre toda la extensión de la estructura megalítica” (Fernández Rodríguez et
al., 2003a: 18; 2006: 94; Fernández Rodríguez, 2009: 68-69).

- UE 5: de 1,15-1,50 m de espesor, compuesta por sucesivos niveles de lajas de entre 4 y 60 cm


y de sedimentos de coloración marrón, dispuestos horizontalmente. En estos niveles se halló
“gran cantidad de material arqueológico (...), restos líticos silíceos, en su mayoría relacionados
con vestigios de talla de sílex, así como cerámicas ejecutadas a mano, (...) también se registró
material óseo faunístico” (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 16-17; 2006: 93-94; Fernández
Rodríguez, 2009: 68).

- UE 8: sedimento limoso dispuesto horizontalmente directamente sobre las cobijas (Fernández


Rodríguez et al., 2003a: 33).

519
- UE 9: “relleno del túnel de expolio” en el trasdosado de los ortostatos 23-26 del lateral norte y
relleno con “materiales hispanomusulmanes, a caballo entre los siglos XIV y XV” (Fernández
Rodríguez et al., 2003a: 19), interpretados por el equipo arqueológico como evidencia de la
cronología de la apertura de dicho “túnel” (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 19; 2006: 95;
Fernández Rodríguez, 2009: 71).

En el lateral sur, el equipo arqueológico identificó una de las catas realizadas por el equipo de la
UMA en 1988 (cata 6 según nuestra numeración) (Figura 10.41), denominándola UE 6
(Fernández Rodríguez et al., 2003a: 33), siendo también visibles en las fotografías de la
excavación otras dos catas realizadas por el equipo de la UMA, una de 1988 en el lateral sur
(cata 5 según nuestra numeración) (Figura 10.42) y otra de 1995 en el lateral norte (cata 14
según nuestra numeración) (Figura 10.43).

Figura 10.40. Perfil estratigráfico oeste del corte realizado en el túmulo


(Fernández Rodríguez et al., 2003a: 33, 2006: 96; Fernández Rodríguez, 2009: 69).

520
Figura 10.41. Perfil oeste del corte realizado en el túmulo
(Foto: a partir de Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

Figura 10.42. Perfil sur del corte realizado en el túmulo, con indicación de los cortes o catas 3 y 4 (según nuestra
numeración) realizadas por el equipo de la UMA (Foto: a partir de Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

Figura 10.43. Perfil norte del corte realizado en el túmulo, con indicación del corte o cata 12 (según nuestra
numeración) realizada por el equipo de la UMA (Foto: a partir de Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

521
Con respecto a los materiales hallados en el corte del túmulo, depositados actualmente en el
Museo de Málaga, éstos parece que no fueron demasiados, aunque no conocemos su número
exacto, ya que no hemos podido acceder a ellos y a que en la excavación no se dio número de
inventario individualizado a cada objeto, sino de conjunto (Tabla 10.1 y Figura 10.44).

Tabla 10.1. Materiales arqueológicos hallados en el corte realizado en el túmulo de Viera


(a partir de Fernández Rodríguez et al., 2003c)
NÚMERO
DESCRIPCIÓN MATERIAL ÁREA UE DIBUJO
INVENTARIO
8 General sílex Corte túmulo 1 No
9 General cerámica Corte túmulo 1 No
5 Láminas de sílex prismáticas Corte túmulo 3 Sí
6 General cerámica (torno y mano) Corte túmulo 3 No
7 Adobador en cuarcita roja Corte túmulo 3 Sí
10 Fondo vaso a mano (olla globular) Corte túmulo 3 No
11 Moneda autarquía acuñada en 1947 Corte túmulo 4 No
19 Plato-fuente, mano Corte túmulo 5 No
21 Restos talla lítica en sílex Corte túmulo 5 No
26 Borde de olla a mano decorada Corte túmulo 5 No
27 Fragmento de núcleo laminar Corte túmulo 5 No
28 Cerámica a mano atípica Corte túmulo 5 No
29 Selección formas de cerámica a mano Corte túmulo 5 No
Cerámica a mano con decoración lineal incisa,
30 Corte túmulo 5 No
con sección en V
31 Fragmento dista lámina de cresta Corte túmulo 5 No
20 Cerámica a torno, romana y moderna (s. XVII) Corte túmulo 7 No
36 General sílex Corte túmulo 7 No
37 Selección cerámica, torno y mano Corte túmulo 7 No
38 General cerámica Corte túmulo 7 No
22 Molar gran bóvido Corte túmulo 8 No
Muestra tierras con restos de madera
23 Corte túmulo 8 No
carbonizados
24 Muestra de semillas de olivo carbonizadas Corte túmulo 8 No
25 Muestra antracológica Corte túmulo 8 No
35 y 35a Muestra tierra Corte túmulo 8 No
39 General cerámica Corte túmulo 8 No
40 Borde cerámica, mano Corte túmulo 8 No
41 Borde cerámica, mano Corte túmulo 8 No
44 Fragmento núcleo de sílex Corte túmulo 8 No
45 Amorfo cerámico con posible baño de almagra Corte túmulo 8 No
46 General sílex Corte túmulo 8 No
47 General cerámica, mano Corte túmulo 8 No
51 Asa-pitorro con baño a la almagra Corte Túmulo 8 No
48 Muestra de tierras Corte túmulo 9 No
32 General cerámica a mano Corte túmulo 9 No
33 Borde cerámica a mano. Vaso de almacenaje Corte túmulo 9 No
34 Plato-fuente de labio engrosado Corte túmulo 9 No
49 Muestra lítica (descamaciones desprendidas) Corte túmulo Ortostato 9 (trasdós) No
42 General sílex Corte túmulo Limpieza perfiles No
43 General cerámica, torno y mano Corte túmulo Limpieza perfiles No

522
Figura 10.44. Materiales documentados en la UE 3 del corte del túmulo
(a partir de Fernández Rodríguez et al., 2003a: 37; Fernández Rodríguez, 2009: 67).

Por otro lado, el equipo arqueológico constató la existencia de varias marcas en las cobijas: a)
marcas de extracción de cantería romana en la cobija 3 (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 19;
2006: 95; Fernández Rodríguez, 2009: 70) (Figuras 10.11 y 10.45); y b) grabados circulares, tres
en la cobija 4 (Figuras 10.11 y 10.46) y uno en la cobija 5 (Figuras 10.11 y 10.47).

Figura 10.45. Marcas de extracción de cantería en la cobija 3 (Fotos: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

523
Figura 10.46. Grabados circulares de la cara exterior de la cobija 4
(Fotos: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

Figura 10.47. Posible grabado circular de la cara exterior de la cobija 5


(Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez).

524
En el acceso se documentaron las paredes norte y sur del corredor abierto en 1983-1984 y
ampliado de nuevo en 2003-2004, que rompía el acceso original y alteraba los niveles
arqueológicos del atrio del monumento.

En los laterales norte y sur, las paredes de este corredor artificial alcanzaron los 17,00 m (9,00 m
excavados en 1983-1984 y 8,00 m en 2003-2004 en el lateral norte y 8,00 m excavados en 1983-
1984 y 9,00 m excavados en 2003-2004 en el lateral sur), identificándose en ambos las mismas
unidades estratigráficas, que de arriba abajo son (Figuras 10.48 y 10.49):

- UE 1: “estrato de tierras húmicas superficiales, de color beige claro, con potencia variable de
entre 0,60 m y 1,00 m en función de las zonas en que se engloban los pozos de enraizamiento
de especies arbóreas ya erradicadas del sector con anterioridad a las actuaciones
arqueológicas” (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 21; 2006: 97; Fernández Rodríguez, 2009:
72).

- UE 2: “tierras de naturaleza limo-arenosa y génesis postarqueológica” (Fernández Rodríguez


et al., 2003a: 21; 2006: 97; Fernández Rodríguez, 2009: 72).

- UE 3: “potente estrato de 1,00 m de espesor, conformado por acúmulos de arcillas marrones


que deben datarse en la etapa tardo-romana y que cubren restos de la necrópolis de inhumación
bajo tégulas y ladrillos” (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 21; 2006: 97; Fernández Rodríguez,
2009: 72).

- UE 3a y UE 3b: “vestigios de dos inhumaciones, una seccionada en la trinchera norte, alterada


de antiguo y atestiguada por los restos de una tégula fragmentada en posición vertical, sin que
se detectaran restos óseos asociados [UE 3a]. El otro enterramiento se descubre en los trabajos
de perfilado de la trinchera sur, justamente en la base de la misma, comprobándose que se
trataba de una inhumación en decúbito supino, cubierta por ladrillos y tégulas dispuestos
horizontalmente [UE 3b]” (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 21; 2006: 97; Fernández
Rodríguez, 2009: 72).

- UE 6: “espeso estrato de coloración gris oscura, con fuerte componente orgánico y abundantes
clastos calizos. Presenta escasa compactación y un espesor medio de 0,40 m (...) y porta
materiales en los que se entremezclan vestigios de ocupación del Bronce Final ya con
componentes semitas (...), junto con materiales de época Calcolítica” (Fernández Rodríguez et
al., 2003a: 22; 2006: 97; Fernández Rodríguez, 2009: 72).

- UE 7: “calcarenitas y calciduritas locales” (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 22; 2006: 97;
Fernández Rodríguez, 2009: 72).

525
Figura 10.48. Perfil norte del corredor abierto en 1983-1984 (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 30; 2006: 97).

526
Figura 10.49. Perfil sur del corredor abierto en 1983-1984 (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 31; Fernández Rodríguez, 2009: 71).

527
Aunque el equipo arqueológico no identificó las dos catas realizadas por el equipo de la UMA en
1986, una en el lateral norte y otra en el sur, catas 1 y 2 según nuestra numeración (Figuras 8.3),
éstas son visibles en las fotografías de la excavación y reconocibles en los dibujos de los perfiles
(Figuras 8.4, 10.48 y 10.49).

Los materiales hallados en estos perfiles fueron también muy pocos, documentándose éstos en
las unidades estratigráficas 3 (Edad Antigua) y 6 (Edad del Bronce Final) (Tabla 10.2 y Figuras
10.50 y 10.51).

Tabla 10.2. Materiales arqueológicos hallados en las paredes norte y sur del corredor abierto en el acceso a
Viera (a partir de Fernández Rodríguez et al., 2003c)
NÚMERO INVENTARIO DESCRIPCIÓN MATERIAL ÁREA UE DIBUJO
1 Cerámica a mano Bronce Final Trinchera norte 3 Sí
2 Cerámica a torno Bronce Final Trinchera norte 3 Sí
3 Terra Sigillata Hispánica decorada Trinchera norte 3 Sí
4 General cerámica Trinchera norte 3 No
Fragmento borde cerámico (parabólico o
50 Trinchera norte 6 No
soporte en carrete)
12 Restos óseos antropológicos romanos Trinchera sur 3b No
13 General cerámica Trinchera sur 6 Sí
14 Selección cerámica Trinchera sur 6 No
15 Muestra tierras Trinchera sur 6 No
17 Cuenco a mano de paredes verticales Trinchera sur 6 No

Figura 10.50. Materiales documentados en la UE 3 del lateral norte del corredor abierto en el acceso
(a partir de Fernández Rodríguez et al., 2003a: 37; Fernández Rodríguez, 2009: 67).

528
Figura 10.51. Materiales documentados en la UE 6 del lateral sur del corredor abierto en el acceso
(a partir de Fernández Rodríguez et al., 2003a: 37; Fernández Rodríguez, 2009: 67).

Junto al primer ortostato del lateral norte (O-32) se identificó la misma estratigrafía (Figura
10.52), a excepción de la UE 3 de Edad Antigua, que no fue observada.

Figura 10.52. Perfil del trasdosado del primer ortostato del lateral norte (O-32)
(Fernández Rodríguez et al., 2003a: 31).

Por otro lado, aunque no se documentó la estratigrafía del suelo del monumento, se hallaron
algunos materiales tanto en los niveles originales de la zanja de cimentación de los ortostatos
(UE 10) y del pavimento (UE 11) del tramo de corredor cubierto y de la cámara, como en la UE 1
de la zanja abierta en la zona de corredor descubierto. Los materiales hallados en la UE 1
proceden probablemente del pavimento dispuesto en 1997, debiendo haber sido incorporados a
este nivel constructivo al tomar tierras del entorno para su construcción (Tabla 10.3 y Figura
10.53) (Fernández Rodríguez et al., 2003a: 37; 2003b).

529
Tabla 10.3. Materiales arqueológicos hallados la zanja de drenaje abierta en el tramo de corredor
descubierto de Viera y en la zanja de cimentación y el pavimento originales del tramo cubierto de Viera
(a partir de Fernández Rodríguez et al., 2003c)
NÚMERO DESCRIPCIÓN MATERIAL ÁREA UE DIBUJO
INVENTARIO
16 General cerámica, torno y mano Zanja axial 1 Sí
drenaje
18 Cerámica vidriada en blanco y azul cobalto (s. XVII y XVIII) Zanja de drenaje 1 No
52 General cerámica, mano prehistórica y torno medieval Interior Sepulcro 10 No
(atípicos)
53 General sílex Interior Sepulcro 10 No
54 Restos óseos Interior Sepulcro 11 No
55 Muestra sedimento E.11, bajo pavimento enlosado original Interior Sepulcro 11 No

Figura 10.53. Materiales documentados en la UE 1 de la zanja de drenaje abierta en el tramo de corredor


descubierto de Viera (a partir de Fernández Rodríguez et al., 2003a: 37; Fernández Rodríguez, 2009: 67).

10.5. VALORACIÓN

La intervención arqueológica de 2003-2004 generó una documentación arqueológica exigua y


solo de algunas de las áreas excavadas, realizándose exclusivamente:

i) Dibujo de los perfiles oeste del corte abierto en el túmulo para la reparación de las cobijas, y
norte y sur del corredor de acceso.
ii) Fotografías de la ejecución de los trabajos previstos en el Proyecto de Consolidación:
excavación de zanjas en el túmulo, en el acceso al monumento y en el entorno, excavación del
corte en el túmulo, reparación de las cobijas 3-5 y de los ortostatos 23-26, relleno del corte del
túmulo, construcción de los muros del corredor de acceso y de los muros perimetrales de los
laterales noreste y sureste, ampliación del túmulo tanto en altura como en diámetro.
iii) Inventario no individualizado de los materiales hallados en la excavación, con 55 registros.
iv) Memoria de la actividad arqueológica.

El análisis de esta documentación nos permite plantear las conclusiones e hipótesis que
presentamos a continuación.

530
10.5.1. EL SISTEMA CONSTRUCTIVO DEL TÚMULO

Con los datos obtenidos en esta excavación, consideramos que el sistema constructivo del
túmulo de Viera, evidenciado sobre las cobijas 3-5, presenta distintas unidades estratigráficas
constructivas dispuestas de maneras concretas para dar solidez a la estructura ortostática,
impermeabilizarla y facilitar la evacuación del agua de lluvia (Figura 10.54). Así, sobre las cobijas
se encontraría: i) una fina capa de sedimento limoso (UE 8); ii) seguidamente una estructura de
1,15-1,50 m de espesor, cuyo desarrollo longitudinal en los ejes norte-sur y este-oeste
desconocemos, compuesta por niveles horizontales y alternantes de lajas y tierra (UE 5); iii) a
continuación una estructura compuesta por niveles de tierras rojizas, probablemente limos-
arcillas impermeables, dispuestas con buzamiento sur-norte en la mitad norte y norte-sur en la
mitad sur (UE 4), cuya función sería probablemente la estanqueidad de la estructura ortostática;
iv) por último, una última unidad constructiva de 1,15 cm de espesor, compuesta por varios
niveles estratigráficos amarillentos y marrones claros, y que estaban dispuestos con buzamiento
sur-norte en la mitad norte y norte-sur en la mitad sur (UE 3), cuya disposición probablemente
también facilitaría la evacuación del agua de lluvia al exterior del monumento.

A este túmulo original se superponen otros dos niveles constructivos, procedentes de


restauraciones más recientes: a) un sedimento orgánico de 25 cm de espesor pudo ser echada
probablemente en 1983-1984 para la plantación de vegetación en el túmulo (UE 2); y b) una
última capa de albero y cal de unos 5 cm de espesor fue dispuesta en la restauración de 1997
(UE 1).

Figura 10.54. Unidades constructivas del túmulo de Viera sobre las cobijas
(a partir de Fernández Rodríguez et al., 2003a: 33; 2006: 96; Fernández Rodríguez, 2009: 69).

531
Figura 10.55. Túmulo de Viera desde 1933 a 2003-2004 (a partir de Villalón Conejo, 2003: plano 31).
532
10.5.2. AGRANDAMIENTO DEL TÚMULO

El tamaño del túmulo fue aumentado sin justificación, tanto en altura, al añadirse un conjunto de
capas que sumaban 50 cm, como en diámetro, llegando a alcanzar tras la intervención de 2003-
2004, los 52 m de longitud en el eje norte-sur y los 62 m en el eje este-oeste tras la intervención
de 2003-2004 (Figura 10.55). Estos aumentos fueron sustantivitos, ya que de la cota máxima
estimada para el túmulo de 504,20 m, se llegó a la cota actual de 505,00 m.

En el caso del diámetro este aumento fue muy considerable si lo comparamos con los 35 m de
diámetro original propuestos por Leisner y Leisner (1943: 184), los 43 m indicados por Hemp
(1934: 408) o los 40 m estimados por el equipo de la Universidad de Málaga (Ferrer Palma et al.,
2004: 206). Aunque este aumento del diámetro fue progresivo, al haber sido ampliado a los 50 m
de diámetro en el eje este-oeste en 1983-1984, cuando debió prolongarse el corredor de acceso
de Viera 8,00-9,00 m hacia el este, alcanzándose los 52 m de longitud en el eje norte-sur y los
62 m en el eje este-oeste en 2003-2004, tras la prolongación del corredor otros 8,00-9,00 m
hacia el este.

10.5.3. APERTURA DE ZANJAS DE DRENAJE EN LA ESTRUCTURA


ORIGINAL DEL TÚMULO

Estas zanjas debieron afectar tanto a la UE 2 (nivel de tierra vegetal aportado en 1983-1984)
como a la UE 3 (último nivel constructivo del túmulo), provocando probablemente daños en la
estructura original del túmulo.

10.5.4. GALERÍA QUE DISCURRE POR EL TRASDOSADO DE LA LOSA DE


CABECERA Y ORTOSTATOS DEL LATERAL NORTE

Esta galería permaneció abierta al menos, desde su descubrimiento y reexcavación por los
hermanos Viera en 1903, hasta la intervención la campaña de 1988 del equipo de la Universidad
de Málaga que la rellenó para impedir el acceso de los visitantes a ella (Ferrer Palma, 1997a:
134).

El hallazgo en su interior de materiales identificados como “hispanomusulmanes” de los siglos


XIV-XV, no consideramos que sea suficiente prueba para datar la apertura de esta galería en
esos siglos, ya que no se indica la ubicación exacta de los mismos. Por ello, planteamos que
esta galería pudo ser realizada:

i) Durante la Antigüedad Tardía, quizás entre los siglos V-VII DNE en paralelo a la fase de
asentamiento documentada en el entorno de Menga y Viera (Aranda Jiménez et al., 2015),

533
cuando el dolmen pudo haber sido usado como sitio de acarreo de material para nuevas
construcciones (Figura 10.45).

ii) En una fecha imprecisa, quizás a mediados del siglo XVI si tomamos en consideración la
indicación de Agustín de Tejada y Páez que indicó en 1587 que se había descubierto hacía
poco otra cueva junto a Menga (Rallo Gruss, 2005: 195). Aunque es posible que en esta
fecha dicha galería fuera reabriera.

iii) En 1903 por los hermanos Viera, cuando estaban intentando acceder al interior del
monumento.

Con cualquiera de estas tres opciones, los materiales de los siglos XIV-XV pudieron haber
llegado al interior de la galería desde la parte superior del propio túmulo, en algún momento
también impreciso.

En la intervención de 2003-2004 se volvería abrir parte de esta galería, para reconstruir los
huecos que presentaban los ortostatos 23 y 26 del lateral norte y 17 (cabecera), colmatándose
definitivamente tras estos trabajos.

10.5.5. LAS COBIJAS 3 a 5

La restauración de las cobijas fue muy agresiva, debido a la adición de resinas para el pegado
de los distintos fragmentos en los que se encontraban divididas y a la apertura de numerosos
orificios en las propias piezas mediante taladros para la disposición de las pletinas metálicas,
quedando las piezas bastante deterioradas por su cara externa.

El corte del túmulo permitió ver la cara exterior (en contacto con la masa tumular) de las cobijas
3, 4 y parcialmente de la cobija 5, identificándose:

i) En las cobijas 4 y 5 posibles motivos grabados circulares, tres en el extremo norte de la cobija
4 (Figuras 10.11 y 10.46) y otro más en la cobija 5 (Figuras 10.11 y 10.47). La presencia de
estos posibles motivos en dos bloques fragmentados de morfología triangular podrían reforzar la
hipótesis del uso previo de estos soportes como elementos verticales, siendo visibles los
grabados, y que posteriormente fueron reutilizados como losas de cubierta para la construcción
del dolmen de Viera (Bueno Ramírez et al., 2009c; 2013a).

ii) En la cobija 3 se identificaron marcas de cantería romana (Fernández Rodríguez et al., 2003a:
19; 2006: 95; Fernández Rodríguez, 2009: 70) (Figura 10.45), para fragmentar la pieza,
posiblemente con el objetivo de extraerla y reutilizarla como sillarejos y mampuestos en otras
construcciones del entorno, probablemente de los siglos V-VII DNE, fecha de la fase de
asentamiento documentada en el entorno de Menga y Viera (Aranda Jiménez et al., 2015).

534
10.5.6. EL PAVIMENTO

a) En el tramo de corredor descubierto no se documentó el pavimento original, posiblemente


debido a la excavación de zanjas para la introducción de sistemas de drenaje en las
intervenciones precedentes de 1941 y 1997.

b) En el tramo de corredor cubierto entre los ortostatos 10 y 23 y 12 y 21 se documentó la


existencia de un pavimento compuesto por lajas de piedra de en torno a 20-30 cm de anchura y
arcilla, dispuesto sobre el sustrato geológico (Figura 10.33). Este pavimento ya había sido
documentado en 1986 el equipo de la Universidad de Málaga, hallando “el piso original” (Ferrer
Palma, 1997a: 129) consistente en un “enlosado” (Ferrer Palma, 1997a: 130).

10.5.7. EL ATRIO

Como hemos mencionado anteriormente, en el sector este del túmulo, se llevó a cabo la
excavación de dos zanjas de 17 m de longitud en los laterales norte y sur, 0,50 m de anchura y
0,50 m de profundidad para prolongar el corredor de acceso al interior del monumento (Figuras
10.2, 10.17 y 10.18). Esta zona había sido ya alterada en intervenciones precedentes: a) en
1941, cuando se dispusieron tres escalones de acceso; b) en 1983-1984, cuando debió abrirse
un corredor hacia el este, ampliándose con respecto al original 9,00 m en el lateral norte y 8,00
m en el lateral sur, lo cual modificó por completo el atrio y acceso de Viera; y c) en 1986, cuando
el equipo de la Universidad de Málaga realizó al menos dos cortes arqueológicos, uno en el
lateral norte del túmulo (cata 1 según nuestra numeración) y otro en el lateral sur (cata 2 según
nuestra numeración) (Figuras 8.3 y 8.4). En la intervención de 2003-2004 se amplió la longitud
de este corredor 8,00 m en el lateral norte y 9,00 m en el lateral sur, excavándose dos zanjas de
17 m, una en cada lateral.

De manera previa a la construcción de los muros, se documentaron arqueológicamente los


perfiles norte y sur de este corredor de acceso artificial constatándose el uso de este espacio
que constituiría el atrio de Viera, durante la Edad del Bronce Final (UE 6) y la Edad Antigua (UE
3), evidenciándose en este último caso la existencia de dos estructuras de enterramiento,
denominadas por nosotros UE 3a y UE 3b, que posiblemente puedan ser contemporáneas a las
halladas en el entorno de Menga y Viera y datadas en los siglos II-IV DNE (Aranda Jiménez et
al., 2015).

Por otro lado, el estrato considerado post-arqueológico (UE 2), consideramos que puede ser un
nivel generado por dos procesos:

a) El desmonte parcial del túmulo para la fragmentación y extracción de las cobijas del tramo de
corredor actualmente descubierto, probablemente entre los siglos V-VII DNE, como hemos
expuesto anteriormente (Figura 10.45).

535
b) El sedimento extraído durante la excavación de la galería del trasdosado de los ortostatos del
lateral norte.

Por último, el estrato identificado como de Edad Contemporánea (UE 1), se trata con toda
probabilidad del nivel constructivo dispuesto en la intervención de 1983-1984 para la plantación
de vegetación circundando el túmulo.

536
CAPÍTULO 11:

LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA
DE 2005 EN MENGA

537
En este capítulo se analiza la intervención arqueológica realizada en 2005 en el dolmen y en el
emplazamiento de Menga, para lo que ha sido fundamental tanto el estudio de la documentación
generada en la intervención arqueológica como del estudio de materiales realizados entre 2016 y
2018 en el marco del PGI “Sociedades, Territorios y Paisajes en la Prehistoria de las Tierras de
Antequera (Málaga)”, así como del proyecto “Naturaleza, Sociedad y Monumentalidad:
Investigaciones Arqueológicas de Alta Resolución del Paisaje Megalítico de Antequera (MEGA)”
del Plan Nacional I+D de la Secretaría General de Investigación del Ministerio de Economía y
Competitividad para el periodo 2014-2017 (Código HAR2013-45149-P), cuyos resultados han
sido presentados en una monografía titulada La Intervención de 2005 en el Dolmen de Menga.
Temporalidad, Biografía y Cultura Material de un Monumento del Patrimonio Mundial (García
Sanjuán y Mora Molina, 2018).

A continuación, se analiza el contexto y los objetivos de la intervención, la organización y el


proceso de excavación, así como las estructuras identificadas y los materiales hallados,
encontrándose un inventario detallado de éstos en el Anexo III (Anexo III.1. Inventario general;
Anexo III.2. Inventario descriptivo de los materiales líticos; Anexo III.3. Inventario descriptivo de
la cerámica a mano; Anexo III.4. Inventario descriptivo de la cerámica de la Edad del Hierro de la
Edad Antigua; Anexo III.5. Inventario descriptivo de la cerámica medieval, moderna y
contemporánea; Anexo III.6. Inventario descriptivo de los materiales metálicos; Anexo III.7.
Inventario descriptivo de los restos faunísticos; Anexo III.8. Inventario descriptivo de los restos
óseos humanos).

11.1. CONTEXTO DE LA INTERVENCIÓN Y OBJETIVOS

La intervención arqueológica de 2005 vino motivada por la realización de varios trabajos, en el


interior y en el espacio externo del dolmen, que tenían como objetivo general mejorar la
accesibilidad y la visita al monumento. Dichos trabajos, promovidos por el Conjunto Arqueológico
Dólmenes de Antequera (CADA) y adjudicados a la empresa de construcción Hermanos
Campano S.L., tenían los siguientes objetivos específicos: (i) la instalación de un nuevo sistema
de iluminación en el interior del monumento; (ii) la disposición de un nuevo pavimento en su
interior y atrio; (iii) la construcción de un camino de acceso al dolmen que habría de discurrir por
la ladera noreste, hacia donde se encuentra orientada su entrada; y (iv) la retirada de arbolado
del entorno de Menga y Viera (Navarrete Pendón, 2005a: 5).

Dada la consideración de yacimiento arqueológico del sitio, estas obras debían estar
contempladas, según el Artículo 3 del Reglamento de Actividades Arqueológicas de 2003
(DECRETO 168/2003), en una actividad arqueológica del tipo “Control arqueológico de
movimientos de tierras”, consistente en el “seguimiento de las remociones de terreno realizadas
de forma mecánica o manual, con objeto de comprobar la existencia de restos arqueológicos o
paleontológicos, y permitir su documentación y la recogida de bienes muebles” (BOJA 134 de 15
de julio de 2003: 16.137-16.138), enmarcadas en la modalidad “Actividades Arqueológicas

539
Preventivas”, según el Artículo 5 del mismo reglamento (BOJA 134 de 15 de julio de 2003:
16.137-16.138)

La directora de la actividad arqueológica, contratada por la empresa adjudicataria de la obra, fue


Verónica Navarrete Pendón, Licenciada en Historia, quien redactó con fecha de 3 de mayo de
2005, junto al arqueólogo Luis-Efrén Fernández Rodríguez, el proyecto de actividad
arqueológica, titulado Proyecto de Actividad Arqueológica Preventiva del tipo Seguimiento
Arqueológico de la Obra de adecuación del pavimento, iluminación y accesos para minusválidos
al sepulcro megalítico de Menga (Fernández Rodríguez y Navarrete Pendón, 2005: 20).

A la luz de las necesidades de la intervención en el monumento, los objetivos de la actividad


arqueológica planteados en ese proyecto fueron:

1) “Adecuar el pavimento de la zona exterior y atrio del sepulcro. Así como regularizar e iluminar
el primer tramo de corredor cubierto del mismo” (Fernández Rodríguez y Navarrete Pendón,
2005: 3), para lo que sería necesario la retirada de “los suelos postizos de mortero y hormigón” y
“el vaciado manual de los antiguos cortes para evitar daños a las raíces ortostáticas y a las
cimentaciones y fosas descubiertas en 1991” por el equipo de la Universidad de Málaga (UMA)
dirigido por los profesores José Enrique Ferrer Palma e Ignacio Marqués Merelo, en el marco del
Proyecto General de Investigación (PGI) titulado Reconstrucción arquitectónica y paleoambiental
en la necrópolis megalítica de Antequera, “al objeto de que el proyecto de obra pueda implantar
la pendiente adecuada para desalojo de aguas pluviales y la regularización del pavimento que
permita una visita cómoda al interior del sepulcro” (Fernández Rodríguez y Navarrete Pendón,
2005: 3).

2) “Generar un acceso cómodo (...), que permita efectuar la visita partiendo desde el Centro de
Interpretación y dirigiéndose hacia los sepulcros de Menga y Viera, de modo que este acceso
inicialmente deberá ascender hacia el cerrete de los dólmenes discurriendo por la falda noreste
del mismo hasta desembocar en la zona del Atrio del sepulcro de Menga”. Estos trabajos no
preveían “generar grandes desmontes”, siendo “las excavaciones de terreno necesarias
(inferiores a 0.50 metros bajo rasante de la ladera)” (Fernández Rodríguez y Navarrete Pendón,
2005: 3).

3) “La retirada de arbolado parasitario en torno a los dos sepulcros y la necrópolis romana tardía
que los circunda” (Fernández Rodríguez y Navarrete Pendón, 2005: 3).

Con posterioridad, y según vemos en la memoria realizada tras la actividad arqueológica


(Navarrete Pendón, 2005a), el nombre de la actividad varió ligeramente, siendo denominada
finalmente “Control de movimiento de tierras para el acondicionamiento de iluminación y accesos
al sepulcro megalítico de Menga, Antequera” (Navarrete Pendón, 2005a: 1). Así mismo, los
trabajos y objetivos planteados de manera previa a la intervención se concretaron en los
siguientes puntos:

540
1) La retirada del suelo dispuesto en el interior de Menga tras la intervención arqueológica
realizada en 1991 en el marco del PGI dirigido por los profesores Ferrer Palma y Marqués
Merelo de la UMA, así como la retirada del tramo hormigonado de la zona del atrio
(probablemente entre los primeros ortostatos y la verja que cierra el acceso al monumento) que
habría sido echado probablemente tras la intervención de CRES-ARTE en 2001-2002.

2) La re-excavación de todos los cortes y las estructuras excavados en 1988 por el equipo de la
UMA en el interior de Menga, debiéndose retirar únicamente el sedimento de relleno dispuesto
tras dicha intervención.

3) El vaciado manual de los cortes 28 y 22 realizados en la actividad arqueológica de 1991 en el


atrio de Menga (cortes 18 y 19 respectivamente según nuestra numeración de cortes de la UMA
(Figura 8.2).

4) La retirada del olivo ubicado también en el atrio de Menga.

5) La comprobación de la afección arqueológica del nuevo camino de acceso al dolmen.

6) El estudio del sustrato geológico en el que se erige Menga.

7) El seguimiento arqueológico de la extracción, con medios mecánicos, del arbolado existente


en el entorno de Menga y Viera.

Estos trabajos fueron desarrollados, según se deduce del inventario de materiales de la


excavación (Navarrete Pendón, 2005b), en dos meses, iniciándose la actividad arqueológica, a
mediados de abril de 2005 y finalizando a mediados de junio del mismo año.

El equipo humano contratado por la empresa adjudicataria para llevar a cabo la excavación
estaba formado por la directora de la intervención, ocho peones, un antropólogo encargado de la
excavación y documentación de los restos óseos de dos individuos hallados en el atrio de Menga
durante el transcurso de la excavación, y un maquinista para la extracción del arbolado del
entorno de Menga y Viera con máquina retroexcavadora. La directora de la intervención contó
además con la asesoría de Luis-Efrén Fernández Rodríguez, Técnico Arqueólogo de la
Delegación de Cultura de Málaga en ese momento, y de Ana Baldomero Navarro, Profesora
Contratada Doctora del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Málaga
(Navarrete Pendón, 2005a: 2).

Con posterioridad, fueron contratados por la misma empresa Hermanos Campano S.L. el informe
faunístico de los restos óseos animales hallados en el interior del pozo al Dr. José Antonio
Riquelme Cantal (Profesor del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de
Granada en ese momento) y dos dataciones radiocarbónicas a la Universidad de Uppsala
(Suecia).

541
De manera paralela a la excavación arqueológica, la dirección del Conjunto Arqueológico
Dólmenes de Antequera (CADA) y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía contrataron
a la empresa Técnicas Documentales Tecnológicas S.L. (TDTEC S.L.) el escaneado láser
terrestre, el levantamiento 3D y la fotogrametría del dolmen de Menga (Baceiredo Rodríguez et
al., 2014: 260-261). Este trabajo ha resultado muy útil para nuestra monografía dado que la
planimetría resultante corresponde en su mayor parte al estado del monumento durante la
excavación de 2005 dirigida por Navarrete Pendón, conteniendo el curvado topográfico de los
cortes y las estructuras identificadas en esta intervención arqueológica tras su excavación y
antes del tapado y disposición del nuevo suelo. Así, todas las dimensiones (longitud, anchura y
altura/profundidad) de los cortes y estructuras descritos en este capítulo han sido tomadas del
levantamiento topográfico y de la planimetría generada por TDTEC S.L.

11.2. METODOLOGÍA Y PROCESO DE EXCAVACIÓN

Para desarrollar los objetivos planteados, se delimitaron varios sectores y cortes arqueológicos
denominados de suroeste a noreste: Interior Menga, Atrio, Corte 1, Corte 2, Testigo Cortes 2-3,
Corte 7, Corte 3, Corte 4, Corte 5 y Corte 6 (Tabla 11.1 y Figura 11.1).

La intervención de estos sectores y cortes comenzó con la excavación de los cortes 1 y 2 del
atrio, y los cortes 3-6 de la ladera sureste del promontorio donde se erige el dolmen de Menga.
Con posterioridad, se inició la excavación del sector Interior Menga, Atrio y Testigo Cortes 2-3.
Este último, motivado por la diferencia de altura a la que se encontraba el sustrato en los cortes
2 y 3 (Navarrete Pendón, 2005a: 23). En último lugar se iniciaría la excavación del Corte 7
(Navarrete Pendón, 2005a: 18-25). Paralelamente se llevarían a cabo los trabajos de
seguimiento arqueológico para la extracción de vegetación del entorno de Menga y Viera,
compuesta fundamentalmente por olivos.

11.3. RESULTADOS ARQUEOLÓGICOS

11.3.1. SECTORES Y CORTES EXCAVADOS

11.3.1.1. Interior Menga

En el interior del monumento se delimitó un sector denominado Interior Menga, que abarcaba el
espacio comprendido desde la verja que cerraba el acceso al dolmen, dispuesta entre los
ortostatos 2 y 22, y la losa de cabecera (O-12) (Figura 11.2). Este espacio presenta una longitud
de 20,60 m y una anchura que oscila entre 5,70 y 2,30 m (Tabla 11.1). Su profundidad es
desconocida, pero estimamos que pudo ser similar a la alcanzada en el sector Atrio, de 0,52-

542
0,62 m. La excavación de esta zona consistió en la retirada del suelo creado tras la excavación
de 1991, compuesto por tres unidades estratigráficas, que se corresponderían con las UE 1-3 del
sector Atrio, siendo la UE 1 una primera capa de dos centímetros de albero, la UE 2, un nivel de
grava apisonada con una potencia de 10 cm, y la UE 3, un relleno limo-arenoso, de un color
marrón claro con escasos clastos que presentaba una potencia media de 40-50 cm (Navarrete
Pendón, 2005a: 20).

En la memoria de la intervención no se indica qué materiales se hallaron en la retirada del suelo


dispuesto tras la excavación de 1991, sin embargo, en nuestro estudio de materiales
encontramos varias bolsas con materiales procedentes de este sector, aunque sin información
estratigráfica: 20 fragmentos de cerámica de Baja Edad Media, Edad Moderna y Edad
Contemporánea, destacando las formas de escudilla (1) del siglo XV, jarro/a (1) del siglo XVII,
botija (1) de los siglos XVII-XVIII y lebrillo (1) de los siglos XVIII-XIX (López Torres, 2018), una
moneda de 5 céntimos de 1941 (De Francisco Olmos et al., 2018) y 34 fragmentos de fauna
(asno, vaca, ovicaprino, cabra, cerdo, perro, conejo, gallina e indeterminados) (Riquelme Cantal
y García Sanjuán, 2018) (Anexos IV.1: Tabla 1, IV.5: Tablas 1 y 2; IV.6: Tabla 1, IV.7: Tablas 1 y
2). Las dataciones radiocarbónicas obtenidas de tres fragmentos faunístios han proporcionado
unas fechas correspondientes a la actividad conocida en Menga durante la Antigüedad (CNA-
4319: fémur de conejo, 2220 ± 30 BP, 374-202 cal ANE 2σ) y en la Edad Media y Moderna
(CNA-4320: radio de cerdo, 230 ± 30 BP, 1533-1949* cal DNE 2σ y CNA-4321: costilla de vaca,
110 ± 30 BP, 1681-1937 cal DNE 2σ) (Tabla 11.2) (García Sanjuán et al., 2018b).

La intervención en este sector tenía también como objetivo la re-excavación de todos los cortes y
estructuras excavados entre 1986 y 1991 por el equipo de la UMA en el interior de Menga,
debiendo retirar únicamente el sedimento de relleno dispuesto tras estas intervenciones (Figura
11.3). Así, se llevó a cabo la excavación de un corte realizado probablemente en 1988 (Ferrer
Palma, 1997a: 133), entre el ortostato 16 y el pilar 2 (Figura 11.2), que en el registro de la
excavación de 2005 aparece referido ‘Corte Interior Lateral NO-UMA’. Este corte presenta una
planta irregular, contando con unas dimensiones máximas de 3,00 m de longitud, 2,00 m de
anchura y una profundidad que oscilaba entre 0,90-1,05-1,00 m de suroeste a noreste (Tabla
11.1).

Igualmente, se re-excavaron los alveolos de cimentación de los pilares y la zanja abierta en 1988
por el equipo de la UMA (Ferrer Palma, 1997a: 131-132), junto al intradós de los ortostatos para
la detección de la fosa lineal y continua y/o alveolos que constituyeran la cimentación de los
ortostatos (Figuras 11.4 y 11.5), y seis estructuras identificadas durante el proceso de retirada
del suelo del dolmen, que fueron denominadas en 2005 “Pozo”, “Estructura 3”, “Estructura
cuadrangular”, “Estructura circular”, “Primera Estructura Interior Dolmen / Estructura Interna” y
“Zanja”, renombradas por nosotros como Estructuras 1 a 6 (E-1, E-2, E-3, E-4, E-5 y E-6) (Figura
11.2 y Tabla 11.3). Todas estas estructuras se describen más adelante.

543
Tabla 11.1. Dimensiones de los cortes excavados en Menga durante la intervención arqueológica de 2005 (Mora Molina et al., 2018: 30).
DIMENSIONES MÁXIMAS
(SEGÚN CURVADO TOPOGRÁFICO DE TDTEC S.L. 2005) ALTURA
ALTURA SEGÚN MEMORIA
SECTORES / CORTES UNIDADES ESTRATIGRÁFICAS
ACTIVIDAD
LONGITUD ANCHURA
ARQUEOLÓGICA
EXTREMO SO CENTRO EXTREMO NE

Interior Menga 20,60 m 5,70-2,30 m - - - - -


Corte Interior Lateral NO - UMA 3,00 m 2,00 m 0,90 m 1,05 m 1,00 m - -
UE 0: -
UE 1: 2 cm
Atrio 7,40 m 2,60 m - - - 0,52-0,62 m
UE 2: 10 cm
UE 3: 40-50 cm
UE 1: 2 cm
UE 2: 10 cm
Corte 1 4,70 m 1,75-1,50 m 1,15 m 0,85 m 0,65 m 0,42 m UE 3: 30 cm
UE 4: -
UE: 5: -
UE 1: -
UE 2: -
Corte 2 6,20-3,00 m 3,00-1,50 m 1,00 m 0,70 m 0,35 m 0,42 m UE 3: -
UE 4: -
UE: 5: -
Testigo del Atrio 2,30 m 1,90 m - - - - No excavado
UE 1: -
Testigo Cortes 2-3 3,30 m 3,00 m 0,70 m 0,30 m 0,10 m UE 2: -
UE 3: -
UE 1: -
UE 2: -
Corte 7 4,50 m 3,80 m - 1,10 m - -
UE 3: -
UE 4: -
UE 1: -
Corte 3 6,85 m 3,50-3,00 m 1,60 m 1,40 m 0,50 m 2,20-0,60 m UE 2: -
UE 3: -
UE 1: -
Corte 4 8,50 m 4,30-4,00 m 1,60 m 0,30 m 0,10 m 1,45-0 m UE 2: -
UE 3: -
Corte Ladera NE - UMA 10,00 m 1,30 m - 0,10-0,15 m - - -
UE 1: -
Corte 5 9,00 m 3,00 m 1,20 m 0,60 m 0,20 m 1,50-0 m UE 2: -
UE 3: -
UE 1: -
Corte 6 7,00 m 3,00 m 0,90 m 0,50 m 0,15 m 1,40-0 m UE 2: -
UE 3: -
544
Corte 1 Corte 7
O-13 O-14 O-15 O-16
O-17
O-18
Corte Interior O-19 O-20 O-21 E-10
Interior Menga O-22 O-24

del Atrio
O-23

Testigo
Lateral NO E-14
O-12

UMA E-4
E-1 P-3 P-1 E-6 E-8
E-7 Atrio

E-5a
P-2 E-5b

NE - UMA
C-5 C-4 C-3 C-2 C-1
E-9 E-18
E-16

E-
E-2 O-3 O-2 O-1
O-4

13
O-5 O-25
O-11 E-17
O-6
Corte 6

Corte Ladera
O-7 E-15
O-10 O-9 O-8 E-11 E-12
Corte 2 Testigo Corte 5
Cortes 2-3 Corte 3

Corte 4

Figura 11.1. Plano general de la actividad arqueológica de 2005 en Menga. Elaboración propia a partir de la documentación planimétrica de TDTEC S.L. ((Mora Molina et al., 2018: 29).
Figura 11.2. Plano de los sectores y cortes de la actividad arqueológica de 2005 en Menga y de las estructuras identificadas en el interior y en el atrio de Menga.
Elaboración propia a partir de la documentación planimétrica de TDTEC S.L. (Mora Molina et al., 2018: 33).
Figura 11.4. Excavación de la zanja realizada por el
equipo de la UMA junto a los ortostatos 19 y 20. Foto:
Moreno Estudio Imagen Digital
(Mora Molina et al., 2018: 34).

Figura 11.3. Corte Interior Lateral NO – UMA.


Foto: Juan Morón (Mora Molina et al., 2018: 34).

Figura 11.5. Excavación del alveolo de cimentación del Figura 11.6. Sector Atrio y cortes 1 y 2. Foto: Moreno
pilar 3. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital Estudio Imagen Digital
(Mora Molina et al., 2018: 34). (Mora Molina et al., 2018: 34).

547
Tabla 11.2. Contexto de las muestras datadas procedentes de la intervención de 2005 en Menga (Mora Molina et al., 2018: 32).
Año de Código
Código de la muestra Tipo de material Corte / Sector Estructura UE Fecha BP Datación calibrada 2σ Referencia
datación laboratorio
Atrio Cueva de
García Sanjuán y Lozano
2005 Menga/Silo/Capa Carbón Corte 2 Estructura 9 3 Ua-24582 4935±40 BP 3790-3640 cal ANE 2σ
Rodríguez, 2016
3/sample 1
Atrio Cueva de
García Sanjuán y Lozano
2005 Menga/Silo/Capa Carbón Corte 2 Estructura 9 3 Ua-24583 4865±40 BP 3760-3530 cal ANE 2σ
Rodríguez, 2016
3/sample 2
Estructura 1
2012 Muestra 1 / Bóvido Fauna – Radio de bóvido Interior Menga - Beta-322311 120±30 BP 1679-1940 cal DNE 2σ Riquelme Cantal, 2012
(Pozo)
Estructura 1
2012 Muestra 2 / Perro Fauna – Metacarpo de cánido Interior Menga - Beta-322312 150±30 BP 1667-1951 cal DNE 2σ Riquelme Cantal, 2012
(Pozo)
Hueso humano – Fémur Díaz‐Zorita Bonilla y
2012 Individuo 1 (Tumba 1) Testigo Cortes 2-3 Estructura 13 - CNA-1173 1100±45 BP 783-1022 cal DNE 2σ
derecho García Sanjuán, 2012
Hueso humano – Extremidad Díaz‐Zorita Bonilla y
2012 Individuo 2 (Tumba 2) Corte 7 Estructura 14 - CNA-1174 1250±35 BP 676-871 cal DNE 2σ
superior García Sanjuán, 2012
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0117 Fauna – Metacarpo de suido Interior Menga Estructura 2 - CNA-4317 370±30 BP 1448-1633 cal DNE 2σ
2018b
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0101 (1) Fauna - Indeterminado Interior Menga Estructura 5 1 CNA-4322 340±30 BP 1470-1638 cal DNE 2σ.
2018b
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0101 (2) Fauna – Húmero de cánido Interior Menga Estructura 5 1 CNA-4323 390±30 BP 1439-1628 cal DNE 2σ
2018b
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0091 Carbón Interior Menga Estructura 5 1 CNA-4208 184±28 BP 1652-1949* cal DNE 2σ
2018b
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0092 Carbón Interior Menga Estructura 5 2 CNA-4209 255±29 BP 1521-1949* cal DNE 2σ
2018b
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0088 Carbón Interior Menga Estructura 5 3 CNA-4210 405±30 BP 1434-1622 cal DNE 2σ
2018b
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0086 Carbón Interior Menga Estructura 5 4 CNA-4211 399±30 BP 1437-1626 cal DNE 2σ
2018b
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0112 (1) Fauna – Fémur de lagomorfo Interior Menga - - CNA-4319 2220±30 BP 374-202 cal ANE 2σ
2018b

548
Tabla 11.2. Contexto de las muestras datadas procedentes de la intervención de 2005 en Menga (Mora Molina et al., 2018: 32).
Año de Código
Código de la muestra Tipo de material Corte / Sector Estructura UE Fecha BP Datación calibrada 2σ Referencia
datación laboratorio
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0112 (2) Fauna – Radio de suido Interior Menga - - CNA-4320 230±30 BP 1533-1949* cal DNE 2σ
2018b
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0112 (3) Fauna – Costilla de bóvido Interior Menga - - CNA-4321 110±30 BP 1681-1937 cal DNE 2σ.
2018b
¿Junto a García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0125 Carbón Atrio - CNA-4212 159±30 BP 1665-1949* cal DNE 2σ
ortostatos 25 o 1? 2018b
García Sanjuán et
2017 A/DJ 14540.0108 (3) Fauna – Costilla de ovicaprino Atrio - - CNA-4318 190±30 BP 1650-1949* cal DNE 2σ
al.,2018b
García Sanjuán et
2017 A/DJ 14540.0036 Fauna - Indeterminado Atrio - 4 CNA-4316 340±30 BP 1470-1638 cal DNE 2σ
al.,2018b
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0013 Carbón Corte 1 - 5 CNA-4213 579±30 BP 1301-1418 cal DNE 2σ
2018b
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0100 (2) Hueso humano - Cráneo Testigo Cortes 2-3 Estructura 13? - CNA-4324 1280±30 BP 667-770 cal DNE 2σ
2018b
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0064 (1) Carbón - - - CNA-4206 269 ± 29 BP 1517-1949* cal DNE 2σ
2018b
García Sanjuán et al.,
2017 A/DJ 14540.0064 (2) Carbón - - - CNA-4207 364 ± 29 BP 1449-1634 cal DNE 2σ
2018b

549
Tabla 11.3. Cortes excavados y estructuras halladas en Menga durante la intervención de 2005 (Mora Molina et al., 2018: 36).
ESTRUCTURAS IDENTIFICADAS EN CADA CORTE
SECTORES / CORTES DE LA
UBICACIÓN DENOMINACIÓN EN LA INTERVENCIÓN DENOMINACIÓN EN ESTUDIO DE
INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA
ARQUEOLÓGICA DE 2005 MATERIALES DE 2016-2018
Pozo Estructura 1 (E-1)
Estructura 3 Estructura 2 (E-2)
Estructura cuadrangular Estructura 3 (E-3)
Desde la verja (ortostatos 2 y 22) hasta la losa de
Interior Menga Estructura circular Estructura 4 (E-4)
cabecera (ortostato 12)
Primera Estructura Interior Dolmen /
Estructura 5 (E-5)
Estructura Interna
Zanja Estructura 6 (E-6)
Lateral noroeste del interior del dolmen, entre pilar
Corte Interior Lateral NO - UMA - -
2 y ortostato 16
Acceso del dolmen hasta la verja y zona central del Estructura 2 (Hipotético cuarto pilar) Estructura 7 (E-7)
Atrio
atrio (entre cortes 1 y 2) Estructura 1 Estructura 8 (E-8)
Marca que quedó en el suelo en el lugar donde en un
Lateral NO del atrio Corte 1 Estructura 10 (E-10)
principio se supuso que iba un ortostato
Silo Estructura 9 (E-9)
Lateral SE del atrio Corte 2 Línea de piedras para la cimentación de otro ortostato o
Estructura 11 (E-11)
base de muro de mampostería
Derrumbe en Corte 2 Estructura 12 (E-12)
Lateral SE del atrio Testigo Cortes 2-3
Tumba 1 Estructura 13 (E-13)
Atrio Corte 7 Tumba 2 Estructura 14 (E-14)
Zona central del atrio,
Testigo del Atrio
entre Cortes 1, 2, 7 y Atrio
Ladera NE Corte 3 - -
Ladera NE Corte 4 Estructura siliforme Estructura 15 (E15)
Ladera NE Corte Ladera NE - UMA - -
No identificada Estructura 16 (E-16)
Ladera NE Corte 5
No identificada Estructura 17 (E-17)
Ladera NE Corte 6 Piedras de gran tamaño Estructura 18 (E-18)
Entorno - Enterramiento romano Estructura 19 (E-19)
Entorno - Tumba del Camino Reloj de Sol a Viera Estructura 20 (E-20)

550
11.3.1.2. Atrio

El sector denominado Atrio, que en la documentación de la intervención es referido también


como “Acceso Dolmen” y “Acceso Menga”, comprende el acceso al dolmen hasta la verja
dispuesta entre los ortostatos 2 y 22, y la franja central del atrio, entre los cortes 1 y 2 (Figuras
11.2 y 11.6). Esta zona, presenta una longitud máxima de 7,40 m, una anchura máxima de 2,60
m, y una profundidad que alcanzó los 0,52-0,62 m, identificándose cuatro unidades
estratigráficas (Tabla 11.1). La UE 0 correspondería a un nivel de hormigón existente en este
sector; la UE 1 era una primera capa de dos centímetros de albero; la UE 2, un nivel de grava
apisonada con una potencia de 10 cm; y, finalmente, la UE 3, era un relleno limoarenoso, de un
color marrón claro con escasos clastos y una potencia media de 40-50 cm (Navarrete Pendón,
2005a: 18).

Aunque en un principio se creyó que esta zona no había sido excavada con anterioridad, su
intervención demostró que la totalidad o parte de este sector (desde los ortostatos 1-23 hasta la
cancela dispuesta entre los ortostatos 2-22) había sido ya excavado en alguna de las
intervenciones de la UMA entre 1986 y 1991, al presentar el mismo relleno sedimentario que los
cortes 22 y 28 (cortes 18 y 19 según nuestra numeración de cortes de la UMA (Figura 8.2))
realizados en 1991. Como queda indicado en el Capítulo 8 de esta Tesis Doctoral, se había
actuado en este sector en 1988, correspondiendo al extremo oriental del Corte 16 según nuestra
numeración (Figura 8.2.).

Los hallazgos materiales de este sector, fueron según la memoria de la intervención “restos de
cerámica tanto de época orientalizante como del s. XX” y “alguna moneda de 8 maravedíes
resellado” en la UE 3 (Navarrete Pendón, 2005a: 20), aunque éstos no aparecen recogidos en el
inventario de materiales de la excavación.

En nuestro estudio de materiales encontramos 54 bolsas procedentes de este corte, de las que
solo tres contenían información estratigráfica, perteneciendo a la UE 4, unidad estratigráfica no
descrita en la memoria. Estas tres bolsas contenían un fragmento de material constructivo de
Edad Antigua, un fragmento de fauna indeterminado y cinco fragmentos cerámicos de Edad
Moderna-Contemporánea (Anexos IV.1: Tabla 2).

En conjunto, el material atribuido al sector Atrio se compone de una lasca procedente de una
pieza macrolítica (Lozano Rodríguez et al., 2018a), 12 fragmentos cerámicos y 14 de material
constructivo de Edad Antigua, entre los que destacan orzas (2), lebrillo (1), forma indefinida de la
serie africana de cocina de los siglos II-IV DNE (1), ánforas (3), una de ellas del siglo III DNE,
plato de la serie ARS D del tipo Hayes 59A del siglo IV-V DNE (1), tégulas (10, cinco de ellos
correspondiendo a una misma pieza) e ímbrice (1) (Vázquez Paz, 2018), 239 fragmentos
cerámicos con una amplitud cronológica del periodo andalusí a la Edad Contemporánea,
destacando dos fragmentos de cerámica andalusí (s. VIII-primera mitad s. XIII) identificados
como jarros/as, 20 fragmentos cerámicos de la Baja Edad Media (ss. XIV-XV) identificados como

551
jarros/as (2), jarro/a-redoma (1), escudillas (5), cantimploras (3), platos (4), cuenco (1), olla (1),
anafe (1), candil de cazoleta (1) y botella (1), 26 fragmentos cerámicos de Edad Moderna (ss.
XVI-XVII), identificados como platos (5), cazuelas (5), ollas (3), fuentes (3), lebrillos (2), jarros/as
(2), escudilla (1), orza (1), cántaro (1), anafe (1), jarro de importación lisboeta (1) y forma cerrada
de importación lisboeta (1), y 16 fragmentos cerámicos de Edad Moderna-Contemporánea (ss.
XVI-XIX) identificados como lebrillos (7), alcuzas de importación de Lucena (4), pocillo (1),
jarros/as (2), ollas (2), caneco de importación alemana (1) y forma abierta (1) (López Torres,
2018), una moneda del siglo XVII DNE correspondiente a una pieza de cuatro maravedíes
realizada en época de Felipe III (De Francisco Olmos et al., 2018), 23 fragmentos de fauna
(ovicaprino e indeterminado) (Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018), seis fragmentos de
restos óseos humanos y restos de carbón, así como dos fragmentos de vidrio de Edad
Contemporánea (Anexos IV.1: Tabla 2, IV.2: Tabla 2, IV.4: Tablas 2 y 3, IV.5: Tablas 1 y 3, IV.6:
Tabla 1, IV.7: Tablas 1 y 2, IV.8: Tabla 1).

A partir de los restos faunísticos se han obtenido dos determinaciones radiocarbónicas: una de
ellas, realizada sobre un fragmento de hueso de especie indeterminada ha proporcionado una
fecha de Edad Moderna (CNA-4316: 340 ± 30 BP, 1470-1638 cal DNE 2σ), mientras que la otra,
efectuada sobre costilla de ovicaprino, ha deparado una fecha de Edad Moderna-
Contemporánea (CNA-4318: 190 ± 30 BP, 1650-1949* cal DNE 2σ). Una datación obtenida
sobre materia carbonizada deparó también una cronología de la Edad Moderna-Contemporánea
(CNA-4212: 159 ± 30 BP, 1665-1949* cal DNE 2σ) (García Sanjuán et al., 2018b),
correspondiendo por tanto todas las fechas a la actividad que el monumento conoció en las
Edades Moderna y Contemporánea (Tabla 11.2).

Al cotejar estos datos con los del inventario de materiales de la excavación, se comprobó que 23
de las bolsas (señaladas con un asterisco (*) en el Anexo III.1: Tabla 2) podían pertenecer en
realidad al Corte 1, donde de las 42 bolsas que aparecen recogidas en el inventario, solo
hallamos durante nuestro estudio de materiales 11. Las 23 bolsas a las que nos referimos
coincidían además con el número dado en el inventario de la excavación. Debido a la
imposibilidad de aclarar esta cuestión, hemos optado por seguir los datos obtenidos en nuestro
estudio de materiales, y vincular estas 23 bolsas al sector Atrio.

Tras retirar la UE 3 se identificaron dos estructuras, denominadas en la excavación como


Estructura 2 y Estructura 1, renombradas por nosotros como Estructuras 7 (E-7) y Estructura 8
(E-8) respectivamente (Tabla 11.3).

11.3.1.3. Corte 1

En el lateral noroeste del atrio de Menga se delimitó el Corte 1 (Figuras 11.2, 11.6 y 11.7), para
re-excavar el Corte 28 de la intervención de 1991 por el equipo de la UMA (Corte 19 según
nuestra numeración de cortes de la UMA (Figura 8.2)). Este Corte 1 se planteó con una longitud

552
de 4,70 m, una anchura de 1,75-1,50 m y una profundidad que oscilaba de 1,15-0,85-0,65 m de
suroeste a noreste (Tabla 11.1), identificándose en su interior cinco unidades estratigráficas
según el inventario de materiales de la excavación y tres según la memoria de la intervención,
correspondientes a los tres tipos de relleno del tapado de dicho corte tras su finalización en
1991. Así, la UE 1, de 2 cm de grosor se correspondía con una fina capa de albero, la UE 2, de
10 cm, era un suelo de grava apisonada, y la UE 3, de 30 cm de profundidad, era una capa de
“grava y arena” (Navarrete Pendón, 2005a: 18).

En la memoria de la intervención no se mencionan los hallazgos materiales, pero sí se detallan


en el inventario de materiales de la excavación, encontrándose 20 bolsas de cerámica
correspondientes a las UE 1-5, seis bolsas con material lítico de las UE 2, 3 y 5, nueve bolsas
con hueso de las UE 4 y 5, dos bolsas con monedas de la UE 2, y cinco bolsas con carbón,
metal, bala, vidrio y material constructivo respectivamente, todos de la UE 5 (Navarrete Pendón,
2005b: 1). Esta información es discrepante con la colección que se conserva actualmente en el
Museo de Málaga, ya que los materiales que presentaban en sus bolsas y/o etiquetas la
referencia al Corte 1 eran solo 11 (Anexo III.1: Tabla 3):

- UE 2: un yunque y una pieza macrolítica indeterminada (Lozano Rodríguez et al., 2018a) y dos
monedas de principios del siglo XVII DNE correspondientes a una pieza de ocho maravedíes
resellada y a una moneda frustra, posiblemente una pieza de ocho maravedíes (De Francisco
Olmos et al., 2018) (Anexos IV.2: Tabla 2 y IV.6: Tabla 1).

- UE 3: un percutor (Lozano Rodríguez et al., 2018a) (Anexo III.2: Tabla 2).

- UE 5: una lasca interna, un percutor y un canto de micaesquisto sin huellas de trabajo/uso


(Lozano Rodríguez et al., 2018a), un clavo de hierro, una vaina disparada (Rodríguez Larrarte et
al., 2018) (Anexos IV.2: Tablas 1-3, IV.6: Tablas 2 y 3) y carbón. Una datación radiocarbónica
obtenida sobre el material carbonizado ha proporcionado una fecha de la Baja Edad Media
(CNA-4213: 579 ± 30 BP, 1301-1418 cal DNE 2σ) (García Sanjuán et al., 2018b) (Tabla 11.2).

Como expusimos anteriormente, al cotejar los hallazgos que faltaban según el inventario de
materiales de la excavación en el Corte 1, con los materiales procedentes del sector Atrio según
sus bolsas y etiquetas interiores, observamos que 23 de las bolsas del Atrio podían pertenecer
en realidad al Corte 1. Sin embargo, debido a la imposibilidad de aclarar esta cuestión, hemos
respetado los datos obtenidos en nuestro estudio de materiales, y no hemos incluido estas 23
bolsas en el Corte 1.

La única estructura localizada en el Corte 1, renombrada por nosotros como Estructura 10 (E-10)
(Tabla 11.3, Figura 11.2), fue considerada por la excavadora como un posible alveolo de
cimentación para un ortostato.

553
11.3.1.4. Corte 2

En el lateral sureste del atrio de Menga se delimitó el Corte 2 (Figuras 11.2, 11.6 y 11.7), para re-
excavar el Corte 22 realizado en la excavación de 1991 por el equipo de la UMA (Corte 18 según
nuestra numeración de los cortes de la UMA (Figura 8.2)). El Corte 2, fue planteado con una
forma irregular, con una longitud que oscilaba entre 6,20 m y 3,00 m, una anchura de entre 3,00
y 1,50 m, y una profundidad de 1,00-0,70-0,35 m de suroeste a noreste, identificándose cinco
unidades estratigráficas en su interior según el inventario de materiales, y tres según la memoria
de la intervención, de nuevo correspondientes a los tres tipos de relleno del tapado de dicho
corte tras su excavación en 1991: una primera capa de albero; otra de grava y por último una de
grava y arena” (Navarrete Pendón, 2005a: 19).

En la memoria de la intervención no se mencionan los hallazgos materiales de este corte,


mientras que en el inventario de materiales se recoge que tan solo se guardaron dos bolsas de
muestra de tierra de la UE 4, consistente en un sedimento limoarenoso de color marrón oscuro
(Navarrete Pendón, 2005b: 2). En nuestro estudio de los materiales conservados en el Museo de
Málaga se hallaron estas dos bolsas, aunque la bolsa nº 1 (A/DJ 14540.0199 (5) no contenía
información estratigráfica y en la bolsa nº 2 (A/DJ 14540.0199 (4) se indica que procede de UE 5
(Anexo III.1: Tabla 4).

Figura 11.7. Cortes 1 (derecha) y 2 (izquierda). Foto: Moreno Estudio Imagen Digital (Mora Molina et al., 2018: 37).

554
En este corte se localizaron dos estructuras, una consistente en una línea de piedras, quizás
para la cimentación de otro ortostato o base de muro de mampostería, y la otra denominada
como hoyo (en la documentación de la excavación es referida como “silo”). Estas dos estructuras
han sido renombradas por nosotros como Estructura 11 (E-11) y Estructura 9 (E-9)
respectivamente (Tabla 11.3). Igualmente, fue identificado el primer ortostato del lateral sureste
(ortostato 25), de 1,45 m de anchura, 0,56 m de grosor, con una altura conservada de 0,50 m
(Figuras 11.1 y 11.2).

11.3.1.5. Testigo Cortes 2-3

El Corte 2 fue ampliado hacia el noreste, para eliminar el testigo dejado entre los cortes 2 y 3.
Este corte, denominado Testigo Cortes 2-3 (Figuras 11.2 y 11.8) tenía una longitud de 3,30 m,
una anchura de 3,00 m y una profundidad que oscilaba entre 0,70 y 0,10 m, identificándose en
su interior tres unidades estratigráficas (Tabla 11.1). La primera era la capa superficial, y la
segunda fue registrada como “de labor”, constituyendo la tercera un nivel de piedras,
denominado “Derrumbe en Corte 2” (Navarrete Pendón, 2005a: 23-24), y que en nuestro estudio
ha sido renombrado como Estructura 12 (E-12). Así mismo, en este mismo corte aparece una
estructura funeraria denominada “Tumba 1”, renombrada por nosotros como Estructura 13 (E-13)
(Tabla 11.3).

En el inventario de materiales de la intervención se registraron 10 bolsas, pertenecientes a la UE


1 (una bolsa cuyo conteniendo no se especifica), la UE 2 (tres bolsas con material lítico, otras
tres con fragmentos cerámicos y una con restos óseos), y a la UE 3 (dos bolsas, una con
fragmentos cerámicos y otra con restos óseos) (Navarrete Pendón, 2005b: 2). En nuestro estudio
de los materiales conservados en el Museo de Málaga se comprobó la existencia de 10 bolsas,
que contenían los materiales descritos en el inventario de excavación, aunque con la información
algo distinta al no presentar en muchos casos indicación estratigráfica, y no hallarse las bolsas
nº 6 y nº 8, encontrándose en cambio tres bolsas con nº 5. La contrastación de ambos
inventarios permite plantear la existencia de (Anexo III.1: Tabla 5):

- UE 1: una pieza lítica tallada identificada como muesca retocada y raedera (Lozano Rodríguez
et al., 2018b) (Anexo III.2: Tabla 1).

- UE 2: una raedera (Lozano Rodríguez et al., 2018b), un canto natural de cuarcita (Lozano
Rodríguez et al., 2018a), dos fragmentos amorfos de ánforas de Edad Antigua (Vázquez Paz,
2018), un fragmento de cráneo humano que ha proporcionado una fecha de Alta Edad Media
(CNA-4324: 1280 ± 30 BP, 667-770 cal DNE 2σ (García Sanjuán et al., 2018b) (Tabla 11.2),
cuatro fragmentos de fauna (ovicaprino, ciervo e indeterminado) (Riquelme Cantal y García
Sanjuán, 2018) y 64 fragmentos cerámicos desde época andalusí a la Edad Contemporánea,
entre los que destacan las formas de jarro/a (2) y cántara (1) andalusí (s. VIII-primera mitad s.
XIII), jarro/a (1) bajo medieval de los siglos XIV-XV), y olla (4), lebrillo (1) y forma abierta (1)

555
modernas de los siglos XVI-XVII (López Torres, 2018) (Anexos IV.2: Tablas 1 y 3, IV.4: Tablas 2
y 3, IV.5: Tabla 1 y 4, IV. 7: Tablas 1 y 2, IV.8: Tabla 1).

- UE 3: un amorfo de cerámica a mano correspondiente a una forma cerrada (García Sanjuán et


al., 2018c), cuatro fragmentos cerámicos de Edad Moderna-Contemporánea, destacando un
trozo de olla del siglo XVI (López Torres, 2018), y 65 fragmentos óseos humanos (Anexos IV.3:
Tabla 1, IV.5: Tabla 1, IV.8: Tabla 1).

Debido a la aparición en este corte de una estructura funeraria (Estructura 13), es posible que los
restos óseos humanos descritos en UE 2 (fragmento de cráneo) y UE 3 (65 fragmentos)
correspondan al individuo medieval hallado en esa estructura, descrito más adelante.

11.3.1.6. Corte 7

El Corte 7 (Figura 11.8) fue planteado para la extracción del olivo del atrio (Figura 11.9) ubicado
al noreste del Corte 1 y al noroeste del Testigo Cortes 2-3. Este corte tenía una longitud de 4,50
m, una anchura de 3,80 m y una profundidad de 1,10 m, y en su interior se identificaron cuatro
unidades estratigráficas (Navarrete Pendón, 2005b: 3). Del Corte 7 se inventariaron 11 bolsas de
materiales que contenían: cerámica, material constructivo y una moneda procedentes de la UE 1;
cerámica y restos óseos de la UE 2; cerámica y restos óseos de la UE 3; y cerámica de la UE 4
(Navarrete Pendón, 2005b: 3). Durante nuestro estudio de materiales identificamos también 11
bolsas con restos materiales del Corte 7, aunque no localizamos ninguna con nº 5 y nº 7,
encontrando en cambio dos bolsas con nº 40 y nº 41. La información estratigráfica no es
coincidente, no estando indicada la mayoría de las veces, y en el caso de hacerlo no concuerda
con la del inventario de materiales de la excavación. La contrastación de ambos inventarios
permite plantear el hallazgo de (Anexo III.1: Tabla 6):

-UE 1: dos fragmentos de tégula de Edad Antigua (Vázquez Paz, 2018), una moneda del siglo
XVI correspondiente a una pieza de cuatro maravedíes realizada a nombre de los Reyes
Católicos, acuñada desde época de Carlos I hasta 1566 (De Francisco Olmos et al., 2018), y tres
fragmentos cerámicos de Baja Edad Media identificados con las formas de redoma, botija y
jarro/a de los siglos XIV-XV (López Torres, 2018) (Anexos IV.4: Tabla 2, IV.5: Tablas 1 y 5, IV.6:
Tabla 1).

- UE 2: tres fragmentos cerámicos de Edad Antigua, atribuidos a cerámica común, cerámica


común doméstica y cerámica común de almacenamiento identificada como dolium (Vázquez
Paz, 2018), 12 fragmentos de hueso humano y un resto de fauna (indeterminado) (Riquelme
Cantal y García Sanjuán, 2018), y 24 fragmentos de cerámica de Edad Moderna-
Contemporánea, destacando las formas de olla (3), cazuela (1) y escudilla (1) de los siglos XVI-
XVII (López Torres, 2018) (Anexos IV.4: Tablas 2 y 3, IV.5: Tablas 1 y 5, IV.8: Tabla 1).

556
- UE 3: cinco amorfos de cerámica a mano correspondientes con formas cerámicas cerradas
(García Sanjuán et al., 2018c), cuatro trozos cerámicos de la Edad Media correspondientes a
fuente, jarro/a, redoma y olla de los siglos XIV-XV, tres de material constructivo de Edad
Moderna-Contemporánea (López Torres, 2018), dos de fauna (ovicaprino y conejo) (Riquelme
Cantal y García Sanjuán, 2018) y dos restos de hueso humano (Anexos IV.3: Tabla 1 y 2, IV.5:
Tablas 1 y 5, IV. 7: Tabla 1, IV.8: Tablas 1 y 2).

- Sin indicación estratigráfica: un amorfo de cerámica a mano correspondiente a una forma


cerrada (García Sanjuán et al., 2018c), cinco trozos cerámicos correspondientes a ánforas (4) y
plato de la serie ARS D de los siglos IV-VI DNE (1), seis fragmentos de material constructivo de
Edad Antigua (tégulas (3), ímbrice (1), placa de pared (1) y ladrillo (1)) (Vázquez Paz, 2018), 14
pedazos cerámicos de Edad Moderna-Contemporánea entre los que destacan tres
correspondientes a las formas de redoma (1) y olla (2) de los siglos XVI-XVII (López Torres,
2018), y ocho restos de fauna (ovicaprino e indeterminado) (Riquelme Cantal y García Sanjuán,
2018) (Anexos IV.3: Tabla 1 y 2, IV.4: Tablas 2 y 3, IV.5: Tablas 1 y 5, IV.8: Tablas 1 y 2).

En este corte se identificó una segunda estructura funeraria, denominada “Tumba 2”,
renombrada por nosotros como Estructura 14 (E-14) (Tabla 11.3). Por ello creemos que los
restos óseos humanos de UE 2 (12 fragmentos) y UE 3 (dos fragmentos) pueden corresponder
al individuo de E-14 con datación de Alta Edad Media.

Figura 11.8. Testigo Cortes 2-3, Corte 7 y Testigo del Atrio. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital
(Mora Molina et al., 2018: 39).

557
Figura 11.9. Olivo del atrio. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital
(Mora Molina et al., 2018: 39).

11.3.1.7. Testigo del Atrio

En el atrio de Menga quedó por excavar un sector ubicado entre el sector Atrio, Corte 1, Corte 7
y Corte 2, denominado Testigo del Atrio (Figuras 11.2 y 11.8), que presenta una longitud y
anchura máximas de 2,30 m y 1,90 m respectivamente (Tabla 11.1).

Esta zona del atrio fue dejada sin excavar, como testigo de la estratigrafía del suelo del atrio. En
ella fueron hallados parte de una tégula de Edad Antigua (Vázquez Paz, 2018) y 19 fragmentos
de cerámica de Edad Moderna-Contemporánea, entre las que destacan las formas
correspondientes a cazuela (1) de los siglos XIV-XV, plato (1) del siglo XVI y lebrillo (1) del siglo
XVIII (López Torres, 2018) (Anexo III.1: Tabla 7, IV.4: Tablas 2 y 3, IV.5: Tablas 1 y 7).

11.3.1.8. Corte 3-6

En la ladera noreste del promontorio donde se erige el dolmen de Menga, y por donde discurriría
el nuevo camino de acceso al monumento, se plantearon y realizaron cuatro cortes, identificados
con los números 3, 4, 5 y 6 de suroeste a noreste (Figuras 11.1, 11.10 y 11.11). Aunque en el
proyecto de la intervención se había previsto que la excavación de estos cortes no superaría los
0,50 m (Fernández Rodríguez y Navarrete Pendón, 2005: 3), finalmente alcanzaron
profundidades máximas que oscilaron entre los 1,60 y 0,90 m.

558
La estratigrafía documentada en los cuatro cortes (Figura 11.12) está compuesta por tres
unidades, siendo la UE 1 el “nivel superficial”, la UE 2, un nivel de “tierra de labor, siendo de un
color marrón oscuro”, y la UE 3, el sustrato geológico, descrito como “de un color marrón más
claro, debido a la base de calcarenita que conforma la geología de esta zona” (Navarrete
Pendón, 2005a: 23-24).

Figura 11.10. Cortes 3-6. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital (Mora Molina et al., 2018: 40).

559
Figura 11.11. Plano de los cortes 3-6. Elaboración propia a partir de la documentación planimétrica de TDTEC S.L. (Mora Molina et al, 2018: 41).
Figura 11.12. Secciones de los cortes 3-6. Elaboración propia a partir de Verónica Navarrete Pendón (Mora Molina et al., 2018: 43).

561
11.3.1.8.1. Corte 3

El Corte 3 (Figuras 11.10 – 11.13) fue planteado con 6,85 m de longitud, 3,50-3,00 m de anchura
y una profundidad que osciló, de suroeste a noreste, entre los 1,60-1,40-0,50 m (Tabla 11.1), no
identificándose en la excavación ninguna estructura arqueológica.

En el inventario de materiales de la excavación (Navarrete Pendón, 2005b: 2) se describen como


procedentes de la UE 1 dos bolsas con sedimento, una con cerámica y otra con una moneda; de
la UE 2 cuatro bolsas de cerámica y una moneda; y de la UE 3 una bolsa con material lítico
natural y otras cinco con cerámica.

El material conservado en el Museo de Málaga estudiado por nosotros incluye (Anexo III.1: Tabla
8):

- UE 1: un fragmento de tégula de Edad Antigua (Vázquez Paz, 2018), cuatro fragmentos


cerámicos de Baja Edad Media a Edad Contemporánea, destacando un plato del siglo XV (López
Torres, 2018), (Anexos IV.4: Tablas 2 y 3, IV.5: Tablas 1 y 8), y 8,4 kg de muestra sedimentaria.

- UE 1 o UE 2: dos monedas, de 1978 y 1979, (Anexo III.6: Tabla 1) y 0,286 kg de muestra


sedimentaria.

- UE 2: cuatro nódulos de óxido de hierro (Lozano Rodríguez et al., 2018a), dos fragmentos
cerámicos de correspondientes a platos de la serie ARS D del tipo Hayes 59A de los siglos IV-V
DNE (Vázquez Paz, 2018), 14 restos cerámicos de Edad Moderna-Contemporánea, destacando
las formas de olla (3) y cántaro (1) de los siglos XVI-XVII (López Torres, 2018), y un trozo de
vidrio de Edad Contemporánea (Anexos IV. 2: Tabla 3, IV.4: Tablas 2 y 3, IV.5: Tablas 1 y 8).

- UE 3: 14 pedazos de cristales de calcita (Lozano Rodríguez et al., 2018a), un amorfo de


cerámica a mano correspondiente a una forma cerrada (García Sanjuán et al., 2018c), 18
fragmentos cerámicos de Edad Antigua correspondientes platos de la serie ARS D del tipo
Hayes 59A de los siglos IV-V DNE (3), ánforas (10), cerámica común de forma indefinida (5) y un
resto de material constructivo (Vázquez Paz, 2018), y 107 fragmentos de cerámica de cronología
andalusí a contemporánea, entre los que destacan las formas de jarro/a (1) y orza (1) andalusíes
(s. VIII-primera mitad s. XIII), cangilón (1) del siglo XV, platos (4), alcarrazas (4), jarros/as (2),
cuenco (1), escudilla (1), olla (1) de los siglos XVI-XVII, y caneco de importación alemana (1) de
los siglos XVIII-XIX y dos trozos de material constructivo de Edad Moderna-Contemporánea
(López Torres, 2018) (Anexos IV.2: Tabla 3, IV.3: Tabla 1, IV.4: Tablas 2 y 3, IV.5: Tablas 1 y 8).

Por otro lado, se identificaron varias bolsas conteniendo un total de dos restos amorfos de
cerámica común doméstica de la Edad Antigua (Vázquez Paz, 2018) y 334 fragmentos de
cerámica a mano, en su mayoría amorfos, que tenían escrito en las bolsas la siguiente
observación “Corte 3, pero pertenece a Cerro Marimacho” (Anexo III.1: Tabla 8 y Anexo III.3:

562
Tabla 2). Según la directora de la intervención estos fragmentos cerámicos se hallaron
embolsados y enterrados en el Corte 3 con la indicación de proceder de Cerro Marimacho. Ante
un hallazgo tan inesperado se procedió a su retirada y reembolsado, señalando en las nuevas
bolsas y etiquetas que aunque en la excavación de 2005 se encontraron en el Corte 3, debían
proceder en origen de Cerro Marimacho y haber sido enterradas allí en algún momento (García
Sanjuán et al., 2018c).

11.3.1.8.2. Corte 4

El Corte 4 (Figura 11.10, 11.11 y 11.14) fue planteado con una longitud de 8,50 m y una anchura
que oscilaba de 4,00-4,30 m de suroeste a noreste, resultando su excavación en una
profundidad de 1,60-0,30-0,10 m de suroeste a noreste (Tabla 11.1). Las secciones realizadas
de los perfiles noroestes y sureste durante la excavación de este corte no recogen la longitud
total de los mismos, sino su mitad suroeste, representándose unas longitudes de 4,00 m y 3,80
m respectivamente (Figura 11.12).

A este corte pertenecen las bolsas de materiales nº 1, 3 y 4 del inventario de la excavación, que
contenían respectivamente fragmentos cerámicos de la UE 1, y sedimentos y una moneda de la
UE 2 (Navarrete Pendón, 2005b: 3). Los materiales custodiados en el Museo de Málaga
estudiados por nosotros incluyen (Anexo III.1: Tabla 9):

- UE 1: 10 fragmentos cerámicos de Baja Edad Media a Edad Contemporánea entre los que
destacan las formas de cuenco (1) del siglo XV y jarro/a (1) y olla (1) de los siglos XVI-XVII
(López Torres, 2018) (Anexo III.5: Tablas 1 y 9).

- UE 2: nueve restos de fauna (vaca, ovicaprino e indeterminado) (Riquelme Cantal y García


Sanjuán, 2018) (Anexo III.7: Tablas 1 y 2).

- UE 3: muestras sedimentarias.

En este corte fue identificado una cata de una intervención previa, descrito por Navarrete Pendón
como “zanja que se excavó en intervenciones anteriores y donde aparecieron restos de tumbas
de época romana” (Navarrete Pendón, 2005a: 24). Este corte fue re-abierto total o parcialmente
en 2005, presentando unas dimensiones de 10 m de longitud, 1,30 m de anchura y 0,15-0,10 m
de profundidad, siendo renombrado como Corte Ladera NE – UMA (Tabla 11.1 y Figura 11.11),
correspondiendo a alguno de los cortes realizados en la excavación de los restos de Edad
Antigua realizada por un equipo de la Universidad de Málaga en 1988 (Capítulo 15 de esta Tesis
Doctoral) (Ferrer Palma, 1997a: 136).

563
También fue localizada en el Corte 4 una estructura, denominada por la excavadora “estructura
siliforme” (Navarrete Pendón, 2005a: 24) y renombrada por nosotros como Estructura 15 (E-15)
(Tabla 11.3 y Figura 11.11), que aunque no llegó a ser excavada sí fue delimitada en superficie.

11.3.1.8.3. Corte 5

El Corte 5 (Figuras 11.10 – 11.12 y 11.15), presenta 9,00 m de longitud, 3,00 m de anchura y
una profundidad de suroeste a noreste de 1,20-0,60-0,20 m.

Según el inventario de materiales de la excavación se recogieron cuatro bolsas con fragmentos


cerámicos, dos procedentes de UE 1 y otras dos de UE 2 (Navarrete Pendón, 2005b: 3). En
nuestro estudio de los materiales depositados en el Museo de Málaga, localizamos un fragmento
cerámico de Edad Antigua y otros 38 fragmentos cerámicos de Edad Moderna-Contemporánea,
así como nueve pedazos de vidrio de Edad Contemporánea. Comparando estos datos con los de
la excavación podemos concluir que las unidades estratigráficas presentaban el siguiente
registro material (Anexo III.1: Tabla 10):

- UE 1: resto cerámico de Edad Antigua correspondiente a una copa de la serie TSI del tipo
Conspectus 22-23, cuya cronología abarca desde el 15 ANE al 20-30 DNE (Vázquez Paz, 2018),
y 21 fragmentos cerámicos de cronología andalusí hasta contemporánea, destacando las formas
de tapadera (1) andalusí (s.VIII-primera mitad s.XIII), escudilla (1) y cuenco (1) del siglo XV, olla
(1) y jarro/a (1) de entre los siglos XVI-XIX, y botijo de los siglos XVIII-XIX (López Torres, 2018)
(Anexo III. 4: Tablas 1 y 2, IV.5: Tablas 1 y 10).

- UE 2: 17 fragmentos cerámicos de Edad Moderna-Contemporánea, destacando las formas de


plato (1) y olla (1) del siglo XVI, jarro/a (2) y forma cerrada (1) de los siglos XVI-XVII y botijo de
los siglos XVIII-XIX (López Torres, 2018) (Anexo III.5: Tablas 1 y 10), así como los fragmentos
de vidrio de Edad Contemporánea.

Según las fotografías de la intervención y la planimetría disponible se observa la existencia de


dos estructuras, designadas por nosotros como Estructura 16 (E-16) y Estructura 17 (E-17)
(Tabla 11.3 y Figura 11.11).

11.3.1.8.4. Corte 6

El Corte 6 (Figuras 11.10 – 11.12 y 11.16) presenta 7,00 m de longitud, 3,00 m de anchura y una
profundidad de suroeste a noreste de 0,90-0,50-0,15 m. En este corte no fueron hallados restos
materiales, pero sí fue identificada una estructura definida como “piedras de gran tamaño”
(Navarrete Pendón, 2005a: 25), renombrada por nosotros como Estructura 18 (E-18) (Tabla 11.3
y Figura 11.11).

564
Figura 11.13. Corte 3.
Foto: Moreno Estudio Imagen Digital
(Mora Molina et al., 2018: 42).

Figura 11.14. Corte 4.


Foto: Moreno Estudio Imagen Digital
(Mora Molina et al., 2018: 42).

Figura 11.15. Corte 5. Figura 11.16. Corte 6 y Estructura 18.


Foto: Moreno Estudio Imagen Digital Foto: Moreno Estudio Imagen Digital
(Mora Molina et al., 2018: 42). (Mora Molina et al., 2018: 45).

565
11.3.1.9. Entorno de Menga y Viera

El seguimiento arqueológico de la extracción del arbolado que se encontraba en el entorno de


Menga y Viera consistió en el control del movimiento de tierras realizado por una máquina
retroexcavadora (Figura 11.17). Este seguimiento no quedó recogido en la memoria de la
intervención, por lo que en la actualidad no se dispone de una documentación precisa sobre su
desarrollo. La discreta información con la que contamos procede del estudio de materiales
llevado a cabo en 2016-2018 en el marco del Proyecto de I+D MEGA, limitándose a la
descripción de los materiales recogidos durante el seguimiento. Entre estos materiales
encontramos: una muesca retocada (Lozano Rodríguez et al., 2018b), un fragmento de nódulo
de hierro (Lozano Rodríguez et al., 2018a), cinco fragmentos de material constructivo de Edad
Antigua correspondientes a dos pestañas de tégula y a tres de ladrillo (Vázquez Paz, 2018), dos
restos cerámicos de Baja Edad Media-Edad Moderna, cinco pedazos cerámicos de Edad
Moderna-Contemporánea entre los que destaca un fragmento de jarro/a del siglo XVI (López
Torres, 2018) y un resto de fauna (ovicaprino) (Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018) (Anexo
III.1: Tabla 11, IV.2: Tablas 1 y 3, IV.4: Tablas 2 y 3, IV.5: Tablas 1 y 11, IV. 7: Tablas 1 y 2 ),
ninguno de ellos asociados a estructuras arqueológicas constatadas.

Figura 11.17. Extracción de un olivo junto al “Centro Solar Michael Hoskin” con retroexcavadora.
Foto: Moreno Estudio Imagen Digital (Mora Molina et al., 2018: 46).

566
Figura 11.18. Realización del camino que discurre entre el “Centro Solar Michael Hoskin” y el dolmen de Viera.
Foto: Luis Efrén Fernández Rodríguez (Mora Molina et al., 2018: 46).

Figura 11.19. Realización del camino que discurre entre el “Centro Solar Michael Hoskin” y el dolmen de Viera.
Foto: Moreno Estudio Imagen Digital (Mora Molina et al., 2018: 47).

567
Por otro lado, se hallaron materiales procedentes de dos estructuras funerarias denominadas por
la excavadora como “enterramiento romano” y “tumba del Camino Reloj de Sol a Viera”, cuyas
ubicaciones y características concretas desconocemos al no estar descritas en la Memoria de la
intervención. Por su denominación es posible que al menos la segunda se localizara durante la
apertura, con retroexcavadora, del camino que habría de comunicar el “Centro Solar Michael
Hoskin” y el dolmen de Viera (Figuras 11.18 y 11.19). Estas estructuras han sido renombradas
por nosotros como Estructura 19 (E-19) y Estructura 20 (E-20) (Tabla 11.3), describiéndose los
materiales asociados a ellas más adelante.

11.3.1.10. Túmulo de Menga

Aunque el túmulo de Menga no fue objeto de intervención en sí mismo, se vio parcialmente


afectado por los corte 1 y 2 (Figuras 11.2, 11.6 y 11.7). Durante la realización de nuestro estudio
de materiales hallamos, con la denominación “Túmulo Menga SE” dos fragmentos amorfos de
cerámica a mano (García Sanjuán et al., 2018b) y un resto de material constructivo de Edad
Antigua, identificado como un tubulus (Vázquez Paz, 2018) (Anexos IV.1: Tabla 12, IV.3: Tabla 1,
IV. 4: Tablas 1 y 2). No conocemos la ubicación exacta de estos fragmentos en el túmulo, por lo
que puede tratarse de materiales recogidos en superficie en el lateral sureste del túmulo, aunque
también podrían proceder de la excavación del Corte 2, ya que parte de este corte afectó a un
tramo del lateral sureste del túmulo.

11.3.2. ESTRUCTURAS DOCUMENTADAS

En los sectores y cortes anteriormente descritos se hallaron 20 estructuras: seis en el sector


Interior Menga (E-1-E-6), dos en el sector Atrio (E-7 y E-8), una en el Corte 1 (E-10), dos en el
Corte 2 (E-9 y E-11), dos en el Testigo Cortes 2-3 (E-12 y E-13), una en el Corte 7 (E-14), una en
el Corte 4 (E-15), dos en el Corte 5 (E-16 y E-17), una en el Corte 6 (E-18) y dos en el entorno
(E-19 y E-20). Un resumen de sus dimensiones y estratigrafías se presenta en la Tabla 11.4.

568
Tabla 11.4. Dimensiones y estratigrafías de las estructuras halladas en Menga en la intervención de 2005 (Mora Molina et al., 2018: 44)
DIMENSIONES MÁXIMAS
ESTRUCTURAS IDENTIFICADAS EN CADA CORTE ALTURA
(SEGÚN CURVADO TOPOGRÁFICO DE 2005) UNIDADES
SEGÚN MEMORIA
DENOMINACIÓN EN ESTRATI-
DENOMINACIÓN EN INTERVENCIÓN ALTURA / ACTIVIDAD
ESTUDIO DE MATERIALES LONGITUD ANCHURA GRÁFICAS
ARQUEOLÓGICA DE 2005 PROFUNDIDAD ARQUEOLÓGICA
DE 2016-2018
Estructura 1 (E-1) Pozo 1,60 m 1,60 m 19,40 m (total) 6,20 m (excavada) -
1,90 m (borde externo) - 1,75 m (borde externo) -1,20
Estructura 2 (E-2) Estructura 3 0,50 m 0,40 m -
1,40 m (borde interno) m (borde interno)
Estructura 3 (E-3) Estructura cuadrangular 1,20 m 0,85 m 1,20 m 1,00 m -
Estructura 4 (E-4) Estructura circular 0,40 m 0,30 m 0,55-0,40 m - -
Total 2,50 m 1,20 m UE 1: -
UE 2: -
Estructura 5 Primera Estructura Interior Dolmen / UE 3: -
E5a 2,50 m 1,20 m 2,25 m 2,30 m
(E-5) Estructura Interna UE 4: -
UE 5: -
E5b 1,30 m 0,90 m UE 6: -
Estructura 6 (E-6) Zanja 3,00 m 0,60-1,00 m 0,40-0,55 m (E-O) - -
UE 1: -
Estructura 2
Estructura 7 (E-7) 1,25 m 1,10 m 0,95 m - UE 2: -
(Hipotético cuarto pilar)
UE 3: -
Estructura 8 (E-8) Estructura 1 2,25 m 1,40 m 0,70 m 0,63 m -
UE 1: 8 cm
Estructura 9 (E-9) Silo atrio 1,10 m 0,85 m 0,25 m - UE 2: -
UE 3: -
Marca que quedó en el suelo en el lugar donde
Estructura 10 (E-10) 2,80 m 0,90 m 0,30 m - -
en un principio se supuso que iba un ortostato
Línea de piedras para la cimentación de otro
Estructura 11 (E-11) 3,00 m 0,85-1,20 m 0,35 m - -
ortostato o base de muro de mampostería
Estructura 12 (E-12) Derrumbe en Corte 2 3,25 m 0,85-1,20 m 0,25 m - -
UE 1: -
Estructura 13 (E-13) Tumba 1 1,45 m 0,30-0,35 m 0,10 m - UE 2: -
UE 3: -
UE 1: -
UE 2: -
Estructura 14 (E-14) Tumba 2 1,65 m 0,30-0,35 m 0,10 m -
UE 3: -
UE 4: -
Estructura 15 (E-15) Estructura siliforme 1,45 m 0,65 m - No excavada -
Estructura 16 (E-16) - 0,68 m 0,20 m - No excavada -
Estructura 17 (E-17) - Desconocida 1,30 m - No excavada -
Estructura 18 (E-18) Piedras de gran tamaño 1,55 m 0,80 m - No excavada -
Estructura 19 (E-19) Enterramiento romano - - - - -
Estructura 20 (E-20) Tumba del Camino Reloj de Sol a Viera - - - - -

569
11.3.2.1. Estructura 1

La Estructura 1 (E-1) se encuentra en el tramo final del dolmen (Figura 11.20), bajo la última
cobija (C-5), a 0,80 m del pilar 3, 2,30-2,40 m de la losa de cabecera (O-12), y a 2,00 m de los
ortostatos 10 y 14 (Figura 11.2). Es una estructura negativa de planta circular, de 1,60 m de
diámetro y 19,40 m de profundidad, de los que solo 6,20 m fueron excavados durante la
intervención arqueológica dirigida por Navarrete Pendón (Figura 11.21), siendo excavados los
restantes 13,20 m en la intervención desarrollada entre octubre de 2005 y febrero de 2006 por un
equipo de la Universidad de Granada dirigido por Francisco Carrión Méndez. En este capítulo
nos centraremos en el tramo excavado durante la intervención que nos ocupa.

El hallazgo de esta estructura se produjo durante la excavación en el interior del dolmen:


“aparece en un principio una estructura circular con una mancha de yeso en su parte más al
sureste situada en el fondo de la cámara a unos 15 cm del pilar de mayor tamaño. Que nos
proporciona material de periodos modernos (...) materiales del s. XIX (...). La estructura tiene en
su pared Noroeste dos filas de oquedades de unos 20 cm de alto, por 10 cm. de ancho y unos 5
cm. de profundidad, separados entre sí por unos 40 cm. de distancia” (Navarrete Pendón, 2005a:
22).

El material hallado en su interior fue, según se indica en la memoria de la intervención, “de


periodos modernos (...), materiales del s. XIX, en su mayoría (...) fragmentos de cerámica de
Lucena muy característico por su color verde marino” (Navarrete Pendón, 2005a: 22),
destacando especialmente los restos óseos hallados a 5,90 m de profundidad, identificados
mediante estudio faunístico como “un esqueleto completo de bóvido doméstico (Bos taurus, L.) y
dos fragmentos atribuibles a perro (Canis familiaris, L.)” (Riquelme Cantal, 2012: 232) (Figura
11.22). Así mismo, en el inventario de materiales de la excavación se encuentran documentadas
21 bolsas, seis con cerámica, dos con lítico, 11 con restos óseos y dos con muestras
sedimentarias (Navarrete Pendón, 2005b: 4-5). Estas bolsas coinciden con las identificadas
durante nuestro estudio de materiales, que contenían (Anexo III.1: Tabla 13):

- A 1,00 m: un guijarro de mármol blanco sin huellas de trabajo/uso (Lozano Rodríguez et al.,
2018a) (Anexo III.2: Tabla 3).
- A 1,50 m: dos trozos de ladrillos de Edad Moderna-Contemporánea y 14 fragmentos cerámicos,
destacando las formas de jarro/a (2) y cazuela (1) del siglo XVIII, jarro/a (1) del siglo XVIII-XIX y
plato (2) del siglo XIX (López Torres, 2018) (Anexo III.5: Tablas 1 y 12).
- A 3,00 m: tres fragmentos cerámicos de Edad Moderna-Contemporánea, destacando dos
pedazos de alcuzas de importación de Lucena del siglo XVIII (López Torres, 2018), y 58 restos
de fauna (perro) (Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018) (Anexo III.5: Tablas 1 y 12, IV.7:
Tablas 1 y 2).
- A 3,45 m: un percutor (Lozano Rodríguez et al., 2018a) (Anexo III.2: Tabla 2).
- A 3,50 m: cuatro restos de fauna (perro y asno) (Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018)
(Anexo III.7: Tablas 1 y 2).

570
- A 4,00 m: 20 fragmentos cerámicos correspondientes a cuatro recipientes de Baja Edad Media
hasta Edad Contemporánea identificados como fuente (1) del siglo XIV-XV y ollas (2) y forma
cerrada (1) de los siglos XVIII y XIX, y un trozo de ladrillo de Edad Moderna-Contemporánea
(López Torres, 2018) (Anexo III.5: Tablas 1 y 12,).
- A 4,50 m: un fragmento cerámico de Edad Baja Edad Media correspondiente a una escudilla
(López Torres, 2018) y 24 restos de fauna (Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018) (Anexo
III.5: Tablas 1 y 12, IV.7: Tablas 1 y 2).
- A 5,90 m: 151 restos de fauna (bóvido y perro) (Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018)
(Anexo III.7: Tablas 1 y 2).

Figura 11.20. Ubicación de la Estructura 1. Figura 11.21. Mechinales de la Estructura 1.


Foto: Juan Morón (Mora Molina et al., 2018: 47). Foto: Moreno Estudio Imagen Digital
(Mora Molina et al., 2018: 48).

Figura 11.22. Restos óseos animales hallados en la Estructura 1. Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez
(Mora Molina et al., 2018: 51).

571
Se destacan especialmente los restos óseos, identificados mediante estudio faunístico como
perro adulto, perro joven, asno adulto y un bóvido adulto. Según el registro estratigráfico de la
excavación a -3,00 m se hallaron 58 fragmentos óseos (364 g) correspondientes a un perro
adulto masculino; a -3,50 m se identificó un fragmento de asno adulto (98 g); entre -3,50 y -4,50
m se localizaron 27 fragmentos de un segundo perro joven (151 g); y a -5,90 m se localizaron
dos fragmentos de perro pertenecientes a los perros anteriores, y 149 restos en conexión
anatómica de un bóvido (15.290 g) (Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018: 277).

Las dataciones radiocarbónicas realizadas a dos restos hallados a -5,90 m: un fragmento del
esqueleto completo de bóvido doméstico (Bos taurus, L.) y uno de los dos fragmentos atribuibles
a perro (Canis familiaris, L.), proporcionaron unas dataciones de Edad Moderna-Contemporánea
(Beta-322311: radio de bóvido, 120 ± 30 BP, 1679-1940 cal DNE 2σ y Beta-322312: metacarpo
de perro, 150 ± 30 BP, 1667-1951 cal DNE 2σ) (Tabla 2 y Figura 11.22) (Riquelme Cantal, 2012:
232; Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018: 288).

Durante la excavación se tomaron también dos muestras sedimentarias del relleno del pozo, una
a 3,00 m de profundidad y otra a 4,00 m de profundidad, con un peso de 2,2 kg. La primera
muestra no ha podido ser pesada dado que fue encontrada durante nuestro estudio mezclada
con sedimentos procedentes de la Estructura 5 (E-5) y del Testigo Cortes 2-3 debido a que las
bolsas se encontraban roídas, por ello la hemos incluido dentro de los materiales
descontextualizados con código A/DJ 14540.0173 (12).

11.3.2.2. Estructura 2

La Estructura 2 (E-2) es una estructura negativa de morfología circular (Navarrete Pendón,


2005a: 22), de 1,90-1,75 m de diámetro externo y 1,40-1,20 m de diámetro interno y 0,50 m de
profundidad, ubicada junto al ortostato 8 (Figuras 11.2 y 11.23).

En la memoria de la intervención y en el inventario de materiales de la misma no se hace


referencia a hallazgos materiales en el interior de esta estructura, pero entre los materiales
depositados en el Museo de Málaga encontramos: 21 fragmentos de cerámica de Edad Moderna
y Contemporánea, entre los que destacan las formas de plato (1) del siglo XVI, cántaro (2) y
atanor (1) de los siglos XVI-XVII, alcuza (1) y caneco (2) del siglo XVIII (López Torres, 2018), tres
fragmentos de vidrio y un elemento metálico amorfo de Edad Moderna-Contemporánea, así
como un resto de fauna (metacarpo de cerdo) (Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018)
(Anexos IV. 1: Tabla 14, IV.5: Tablas 1 y 13, IV.6: Tabla 2), cuya datación radiocarbónica
proporcionó una fecha de la Edad Moderna (CNA-4317: 370±30 BP, 1448-1633 cal DNE 2σ)
(García Sanjuán et al., 2018a) (Tabla 11.2).

De acuerdo con el inventario del Museo de Málaga, a esta Estructura 2 también corresponde una
bolsa con 4 kg de sedimento, que fue usado para estudio granulométrico y flotación,

572
seleccionándose 2,4 kg de sedimento para flotación, que fueron analizados por a la Dra. Oliva
Rodríguez Ariza (Universidad de Jaén) y 800 g para estudio granulométrico, analizados por al Dr.
José Antonio Lozano Rodríguez (CSIC-Universidad de Granada) y al Dr. Luis Alfonso Pérez
Varela (Universidad de Jaén), dejando en reserva para futuros estudios otros 800 g (Anexo III.1:
Tabla 14). Ambos estudios han permitido corroborar que el relleno sedimentario que colmataba
esta estructura se trataba de un relleno aportado para el tapado de dicha estructura tras su
excavación en alguna intervención previa, muy probablemente en la realizada por el equipo de la
UMA en la campaña de 1988 (Lozano Rodríguez et al., 2018c).

Figura 11.23. Estructura 2. Foto: Juan Morón


(Mora Molina et al., 2018: 51).

11.3.2.3. Estructura 3

La Estructura 3 (E-3) es una estructura negativa de morfología cuadrangular (Navarrete Pendón,


2005a: 22), de 1,20 m de longitud, 0,85 m de anchura y 1,20 m de profundidad (Tabla 11.4),
ubicada bajo la cobija 3, entre los pilares 2 y 1, a 0,62 y 0,90 m de distancia de ellos
respectivamente, y a 1,68 m del ortostato 7 y 1,65 m del ortostato 17 (Figuras 11.2 y 11.24), en
la que no se hallaron materiales.

573
11.3.2.4. Estructura 4

La Estructura 4 (E-4) es una estructura negativa de morfología circular, de 0,40-0,30 m de


diámetro y 0,55-0,40 m de profundidad (Tabla 11.4), ubicada bajo la cobija 2, a 0,30 m de la
cobija 1, 1,20 m del ortostato 5 y 1,37 m del ortostato 20 (Figuras 11.2 y 11.25).

Figura 11.24. Estructura 3. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital (Mora Molina et al., 2018: 52).

Figura 11.25. Estructuras 4 y 5. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital (Mora Molina et al., 2018: 52).

11.3.2.5. Estructura 5

La Estructura 5 (E-5) se encuentra ubicada bajo la cobija 1, con sus extremos a 0,80 m del
ortostato 3, 0,45 m del ortostato 4, 1,10 m del ortostato 21 y 1,65 m del ortostato 20. Es una
estructura negativa de morfología rectangular, cuyo eje principal tiene una orientación noreste-

574
suroeste (Figura 11.2). Presenta un primer rebaje en el sustrato geológico de 2,50 m de longitud
y 1,20 m de anchura (E-5a) y un segundo rebaje más estrecho, de 1,30 m de longitud y 0,90 m
de anchura (E-5b), siendo su profundidad total de 2,25 m (Tabla 11.3 y Figuras 11.2 y 11.25),
identificándose en su interior seis unidades estratigráficas (Navarrete Pendón, 2005b: 5).

En la memoria de la intervención se indica que “el relleno de la fosa es moderno, con un material
cerámico del siglo XVIII en adelante (...), el relleno es una tierra marrón mezclada con una algo
más amarillenta y muy suelta” (Navarrete Pendón, 2005a: 21), detallándose en el inventario de
materiales los hallazgos: carbón de los estratos 1-4, cerámica en los estratos 1-4 y 6, y metal,
lítico y muestra sedimentológica de la UE 5 (Navarrete Pendón, 2005b: 5).

En la colección conservada en el Museo de Málaga se incluyen todos estos materiales, excepto


la muestra sedimentaria, y hallando también varios materiales que no estaban en el inventario de
la excavación: un trozo de vidrio en la UE 1 de cronología Moderna-Contemporánea, tres
fragmentos de cerámica de Edad Antigua y 18 de Edad Moderna-Contemporánea de la UE 5 y
otros 16 restos cerámicos de época andalusí hasta contemporánea de los que no se indicaba
unidad estratigráfica. El desglose de materiales por UEs de esta estructura es el siguiente
(Anexo III.1: Tabla 15):

- UE 1: cinco restos faunísticos (al menos dos de ellos correspondientes a la Edad Moderna, uno
indeterminado (CNA-4322: 340 ± 30 BP, 1470-1638 cal DNE 2σ) y otro un húmero de perro
(CNA-4323: 390 ± 30 BP, 1439-1628 cal DNE 2σ) y carbón de Edad Moderna-Contemporánea
(CNA-4208: 184±28 BP, 1652-1949* cal DNE 2σ) (García Sanjuán et al., 2018b; Riquelme
Cantal y García Sanjuán, 2018) (Tabla 11.2), nueve fragmentos de cerámica de Edad Moderna y
Contemporánea entre los que destaca un plato del siglo XVI (López Torres, 2018), y un trozo de
vidrio de Edad Moderna-Contemporánea (Anexos IV.5: Tablas 1 y 14, IV.7: Tablas 1 y 2).

-UE 2: restos de carbón cuya datación radiocarbónica arrojó una cronología de Edad Moderna-
Contemporánea (CNA-4209: 255 ± 29 BP, 1521-1949* cal DNE 2σ) (García Sanjuán et al.,
2018b) (Tabla 11.2), y tres fragmentos cerámicos, dos de ellos correspondientes a una olla de
cronología andalusí (s. VIII-primera mitad s.XIII) (López Torres, 2018) (Anexo III.5: Tablas 1 y
14).

- UE 3: restos de carbón, cuya datación radiocarbónica proporcionó una cronología de Edad


Moderna (CNA-4210: 405 ± 30 BP, 1434-1622 cal DNE 2σ) (Tabla 11.2) (García Sanjuán et al.,
2018b), y seis fragmentos cerámicos de Edad Moderna-Contemporánea (López Torres, 2018)
(Anexo III.5: Tabla 1).

- UE 4: un pedazo cerámico de Edad Antigua correspondiente a un plato de la serie ARS D de


Estilo A cuya cronología se sitúa entre los siglos IV y V DNE (Vázquez Paz, 2018), carbón
datado mediante C14 correspondiente a la Edad Moderna (CNA-4211: 399 ± 30 BP, 1437-1626
cal DNE 2σ) (García Sanjuán et al., 2018b) (Tabla 11.2), y seis fragmentos cerámicos de Baja

575
Edad Media a Edad Moderna, destacando las formas de ataifor (1) de los siglos XIV-XV, botija
(1) del siglo XVI, olla (1), tapadera (1) y cántaro/a (1) de los siglos XVI-XVII y pocillo (1) del siglo
XVIII (López Torres, 2018) (Anexos IV. 4: Tabla 1, IV.5: Tablas 1 y 14).

- UE 5: dos restos líticos tallados correspondientes a denticulados (Lozano Rodríguez et al.,


2018b), un trozo de cemento, tres fragmentos cerámicos de Edad Antigua correspondientes a
dos fragmentos amorfos de cerámica común y a otro de ánfora (Vázquez Paz, 2018), una parte
de útil de metal posiblemente correspondiente a un espejo romano (Murillo-Barroso et al., 2018)
y 18 fragmentos cerámicos de Edad Moderna-Contemporánea, entre los que destacan las
formas de cazuela (1) del siglo XVI y alcuza (1) del siglo XVIII (López Torres, 2018) (Anexos IV.
2: Tabla 1, IV.4: Tabla 2, IV.5: Tablas 1 y 14, IV.6: Tabla 2).

- UE 6: dos pedazos de tégula de Edad Antigua (Vázquez Paz, 2018), 11 fragmentos cerámicos
de Edad Moderna, destacando las formas de lebrillo (1) del siglo XVI y cuenco (1) de los siglos
XVI-XVII, un clavo posiblemente de Edad Moderna-Contemporánea (López Torres, 2018) y tres
restos de fauna (perro e indeterminado) (Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018) (Anexos IV.4:
Tabla 2, IV.5: Tablas 1 y 14, IV.7: Tablas 1 y 2).

- Sin unidad estratigráfica: 16 fragmentos cerámicos de época andalusí hasta contemporánea,


destacando las formas de cántara (1) y cántaro/a (1) andalusí, cantimplora (1) de los siglos XIV-
XV, cuenco (1), escudilla (1) y escudilla/cuenco (1) del siglo XV, y jarro/a (1) de los siglos XVI-
XVII (López Torres, 2018) (Anexo III.5: Tablas 1 y 14).

De esta estructura fue recogida una muestra de relleno sedimentario de la UE 5 (Nº 13 en el


inventario de materiales de la excavación), que en nuestro estudio de materiales se encontró
mezclada con sedimento procedente de la Estructura 1 (E-1) a 3,00 m de profundidad y del
Testigo Cortes 2-3 debido a que las bolsas se encontraban rotas. Por ello se han incluido en el
inventario de los materiales descontextualizados con código A/DJ 14540.0173 (12).

11.3.2.6. Estructura 6

La Estructura 6 (E-6), ubicada bajo la cobija 1 (C-1), es una estructura negativa de 3,00 m de
longitud y 0,60-1,00 m de anchura, que discurre en dirección este-oeste desde la Estructura 7 (E-
7), a la que corta por su lateral suroeste, hasta el ortostato 21, alcanzando una profundidad de
0,40-0,55 m de este a oeste (Tabla 11.4 y Figuras 11.2 y 11.26).

11.3.2.7. Estructura 7

La Estructura 7 (E-7) es una estructura negativa de morfología circular, de 1,25-1,10 m de


diámetro y 0,95 m de profundidad (Tabla 11.4). Se encuentra ubicada entre los ortostatos 1-2 y

576
ortostatos 22-23, a 0,40 m y 1,00-0,92 m de distancia de ellos respectivamente, y parcialmente
bajo la cobija 1 (Figuras 11.2 y 11.26). Fue interpretada al inicio de la excavación como
“estructura siliforme” con un “relleno moderno” (Navarrete Pendón, 2005a: 20). Sin embargo, al
retirar dicho relleno y hallar “una serie de piedras del mismo tipo que las que calzan los
ortostatos”, se planteó la posibilidad de que se tratara del alveolo de cimentación de un
“hipotético cuarto pilar” inexistente en la actualidad (Navarrete Pendón, 2005a: 21). No obstante,
bajo esas piedras “el relleno” seguía “siendo moderno”, por lo que se descartó tal posibilidad. En
su interior se identificaron por tanto tres unidades estratigráficas, siendo la UE 1 “el primer
relleno moderno”, la UE 2 la “serie de piedras del mismo tipo que las que calzan los ortostatos”, y
la UE 3, de nuevo, un relleno “moderno” (Navarrete Pendón, 2005a: 20-21).

En el Museo de Málaga no se conservan las piedras mencionadas, sino un trozo de material


constructivo, cuatro fragmentos cerámicos de Edad Antigua correspondientes a un ánfora, un
amorfo de cerámica común doméstica y dos pedazos de un mismo ímbrice (Vázquez Paz, 2018),
siete fragmentos cerámicos de Edad Moderna y Contemporánea correspondientes a platos (2),
lebrillo (1) y cuenco (1) del siglo XV y a lebrillo (1) del siglo XVIII (López Torres, 2018) y 27 restos
óseos humanos. También se encontraron 14 bolsas con 101,3 kg de sedimento, seis bolsas con
un peso total de 54,7 kg proceden de la UE 1, tres bolsas con un peso total de 17,5 kg proceden
de UE 2 y cinco bolsas con un peso total de 29,1 kg proceden de UE 3 (Anexo III.1: Tabla 16,
IV.4: Tabla 2, IV.5: Tablas 1 y 15, IV.8: Tabla 1).

El sedimento contenido en la Estructura 7 fue analizado mediante flotación y estudio


granulométrico. Gran parte de este sedimento, 53 kg de UE 1 y 17,5 kg de UE 3, fue flotado por
la Dra. Oliva Rodríguez Ariza (Universidad de Jaén); mientras que 900 g de UE 1 y 900 g de UE
3 fueron analizados por el Dr. José Antonio Lozano Rodríguez (CSIC-Universidad de Granada) y
el Dr. Luis Alfonso Pérez Varela (Universidad de Jaén) mediante estudio granulométrico. Al igual
que la Estructura 2, ambos estudios han permitido corroborar que el relleno sedimentario que
colmataba esta estructura se trataba de un relleno aportado para el tapado de dicha estructura
tras su excavación en alguna intervención previa, muy probablemente en la realizada por el
equipo de la UMA en la campaña de 1988 (Lozano Rodríguez et al., 2018c).

11.3.2.8. Estructura 8

La Estructura 8 (E-8) es una estructura negativa de morfología pseudo-rectangular, con sus


extremos redondeados, cuyo eje principal tiene una orientación noreste-suroeste. Se encuentra
ubicada entre los dos primeros ortostatos de cada lateral (O-25 y O-24) (Figuras 11.2 y 11.27).
Presenta una longitud de 2,25 m, una anchura de 1,40 m y una profundidad de 0,70 m (Tabla
11.4), con un relleno de color marrón con algunos restos materiales que durante la excavación
se valoraron como de cronología medieval o moderna (Navarrete Pendón, 2005a: 20). Sin
embargo, en el Museo de Málaga no se conserva ningún material asociado a esta estructura.

577
Figura 11.26. Estructuras 6 y 7. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital (Mora Molina et al., 2018: 52).

Figura 11.27. Estructura 8. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital (Mora Molina et al., 2018: 53).

Figura 11.28. Excavación de la mitad suroeste de la Estructura 9. Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez
(Mora Molina et al., 2018: 54).

578
11.3.2.9. Estructura 9

La Estructura 9 (E-9) se encuentra ubicada en el atrio del dolmen de Menga junto a la Estructura
8 (E-8), a 0,80 m del ortostato 25 y 0,85 m de la E-11, y a 2,15 m del ortostato 24 y 1,95 m de la
E-10 (Figuras 11.2 y 11.28). Es una estructura negativa de morfología ovalada, de 1,10 m en su
eje mayor (noreste-suroeste) y 0,85 m en su eje menor (noroeste-sureste) (Tabla 11.4), con una
profundidad de 0,25 m, con tres unidades estratigráficas en su interior (Navarrete Pendón,
2005b: 3). En la memoria de la intervención se describe como “una mancha que por su forma
circular nos hizo sospechar que podría tratarse de un silo” (Navarrete Pendón, 2005a: 19).

Esta estructura no fue excavada por completo, tan solo su mitad suroeste, que aportó una
estratigrafía conformada por tres unidades (Navarrete Pendón, 2005a: 19-20):

UE 1: nivel superficial de unos 8 cm sin restos materiales.


UE 2: nivel de color marrón oscuro muy compacta con restos de carbón.
UE 3: nivel de un color marrón más amarillento por estar ya en contacto con el sustrato.

En el inventario de materiales de la excavación se indica que fueron identificados los siguientes


restos materiales: “restos de carbón” y “dos fragmentos de cerámica a mano” en la UE 2 y
“restos de carbón”, el borde de un fragmento de cerámica a mano” y “adobe” en la UE 3
(Navarrete Pendón, 2005b: 3). En el Museo de Málaga no se conservan ninguno de los
materiales mencionados anteriormente, por lo que no han podido ser objeto de estudio por
nuestra parte. Los carbones de la UE 3 fueron datados mediante el método radiocarbónico en la
Universidad de Uppsala (Suecia). Los resultados de estas dataciones son los siguientes: Ua-
24582: 4935 ± 40 BP, 3790-3640 cal ANE 2σ, y Ua-24583: 4865 ± 40 BP, 3760-3530 cal ANE
2σ (Tabla 11.2).

11.3.2.10. Estructura 10

La Estructura 10 (E-10) es una estructura negativa de morfología pseudo-rectangular con sus


extremos redondeados, de 2,80 m de longitud, 0,90 m de anchura y 0,30 m de profundidad
(Tabla 11.4), ubicada junto al ortostato 24 (Figuras 11.2 y 11.29). Presenta una orientación
noreste-suroeste, similar a la del ortostato 24, por lo que fue interpretada como el alveolo de
cimentación de un ortostato actualmente perdido (Navarrete Pendón, 2005a: 19).

579
Figura 11.29. Estructura 10. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital
(Mora Molina et al., 2018: 54).

Figura 11.30. Estructuras 11 y 12. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital


(Mora Molina et al., 2018: 54).

580
11.3.2.11. Estructuras 11 y 12

La Estructura 11 (E-11) es una estructura de 3,00 m de longitud, 0,85-1,20 m de anchura y una


altura máxima de 0,35 m (Tabla 11.4), formada por medio centenar de piedras, de dimensiones
entre 0,50 m x 0,25 m y 0,15 m x 0,10 m, organizadas conformando un muro de mampostería
con dirección noreste-suroeste (Figuras 11.2 y 11.30). Esta estructura fue identificada en 1991
por la UMA y rellenada en el tapado de los cortes y estructuras de dicha intervención. Fue
descrita en la memoria de la intervención como “una línea de piedras que podría ser tanto la
cimentación para otro ortostato, como la base de un muro de mampostería que podría
corresponder al del cierre del atrio, así como pertenecer al propio túmulo” (Navarrete Pendón,
2005a: 19).

Consecutivamente, fue identificada la Estructura 12 (E-12) (Navarrete Pendón, 2005a: 23), de


3,25 m de longitud y de características muy similares, al presentar una anchura de 0,85-1,20 m
(Tabla 11.4), una altura máxima según perfil suroeste de 0,35 m y estar formada por piedras de
entre 0,35 x 0,20 y 0,15 x 0,10 m, conformando un muro con dirección noreste-suroeste (Figuras
11.2 y 11.30).

Ambas estructuras, E-11 y E-12, pueden constituir un muro de mampostería de 6,25 m de


longitud que discurre en dirección suroeste-noreste desde el ortostato 25 hacia la ladera noreste,
con una anchura máxima de 1,20 m y una altura de 0,33-0,25 m. De acuerdo con la disposición,
tamaño y morfología de las piedras que la forman, su orientación y su disposición general con
respecto al lateral sur del dolmen de Menga, las estructuras 11 y 12 podría ser algún dispositivo
arquitectónico del propio túmulo. Dado que no fue excavada ni cortada para su análisis
estratigráfico, la interpretación de esta estructura está pendiente de futuras investigaciones.

11.3.2.12. Estructuras 13 y 14

La Estructura 13 (E-13) se encuentra ubicada en el atrio del dolmen de Menga, a 5,30 m del
acceso marcado por los ortostatos 25 y 24. Es una estructura negativa de 1,45 m de longitud,
0,30-0,35 m de anchura y 0,10 m de profundidad (Tabla 11.4), con orientación este-oeste (Figura
11.2). En su interior contenía los restos óseos de un individuo (Figura 11.31) enterrado en
dirección oeste-este, con la cabeza hacia el oeste. Según el informe antropológico este individuo
no fue hallado completo, “faltando parte de las extremidades inferiores, desde el tercio superior
de las tibias, no permaneciendo sino escasas astillas del fémur izquierdo” (Navarrete Pendón,
2005a: 34).

Según puede verse en las fotografías realizadas durante su excavación y recogidas en la


memoria de la intervención (Navarrete Pendón, 2005a: 66-67) (Figura 11.32), la parte inferior de
la fosa y del propio individuo debieron estar en el Corte 3, sin embargo durante la excavación de

581
este corte no fueron identificados. Fue posteriormente, durante la excavación del Testigo Cortes
2-3, cuando fue localizado el resto del enterramiento, habiendo desaparecido ya la parte inferior
del mismo.

A 1,90 m de la Estructura 13, se encuentra la Estructura 14 (E-14), ubicada también en el atrio


de Menga, a 4,45 m del acceso marcado por los ortostatos 25 y 24. Es una estructura negativa
de 1,65 m de longitud, 0,30-0,35 m de anchura y 0,10 m de profundidad (Tabla 11.4), con
orientación noreste-suroeste (Figura 11.2) que en su interior contenía los restos óseos de un
individuo (Figura 11.32) en posición de decúbito lateral derecho con las manos recogidas sobre
el pubis, siguiendo el cadáver una dirección suroeste-noreste, con la cabeza hacia el suroeste.

Figura 11.31. Estructura 12. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital (izquierda) y Luis-Efrén Fernández Rodríguez
(derecha) (Mora Molina et al., 2018: 56).

Figura 11.32. Estructura 14. Foto: Luis-Efrén Fernández Rodríguez (Mora Molina et al., 2018: 56).

582
Estas estructuras y los restos óseos en ella encontrados han sido objeto de un estudio
antropológico, que determinó que el individuo de la Estructura 13 era un adulto masculino y el de
la Estructura 14 un individuo adulto posiblemente masculino (Díaz-Zorita Bonilla y García
Sanjuán, 2012; García Sanjuán, 2018), aunque éste último ha sido identificado como femenino
en un reciente estudio de ADN actualmente en curso.

La datación por radiocarbono de estos restos (Díaz-Zorita Bonilla y García Sanjuán, 2012;
García Sanjuán, 2018) los situó cronológicamente en la Alta Edad Media (CNA-1173: fémur
derecho, 1100 ± 45 BP, 783-1022 cal DNE 2σ (individuo de la Estructura 13) y CNA-1174:
fragmento de extremidad superior, 1250 ± 35 BP, 676-871 cal DNE 2σ (individuo de la
Estructura 14). Adicionalmente, en nuestro estudio de materiales documentamos dos bolsas con
indicación expresa de pertenencia al individuo de la Estructura 13 (A/DJ 14540.0067 y A/DJ
14540.0074) (Anexo III.1: Tabla 17), así como otras tres bolsas del Testigo Cortes 2-3 con restos
óseos humanos (A/DJ 14540.0093, A/DJ 14540.0100 (2) y A/DJ 14540.0172 (1) (Anexo III.1:
Tablas 5 y 17)), que posiblemente correspondan al mismo individuo. De uno de ellos, A/DJ
14540.0100 (2), perteneciente a un cráneo humano, se ha obtenido una datación radiocarbónica
que lo sitúa en la Alta Edad Media (CNA-4324: 1280 ± 30 BP, 667-770 cal DNE 2σ). También
hallamos dos bolsas adscritas al Corte 7, con código A/DJ 14540.0114 (2) y A/DJ 14540.0115 (2)
(Anexo III.1: Tablas 6 y 18), que posiblemente se correspondan con restos óseos del individuo
de la Estructura 14.

11.3.2.13. Estructura 15

La Estructura 15 (E-15) se encuentra ubicada en la ladera noreste del promontorio en el que se


erige el dolmen de Menga, a 17 m del acceso marcado por los ortostatos 25 y 24, en el perfil
noroeste del Corte 4 (Figura 11.10). Fue denominada en la memoria de la intervención
“estructura siliforme” y descrita como “mancha de ceniza con restos de material” (Navarrete
Pendón, 2005a: 24). Se trata de una estructura negativa de 1,40 m de longitud y, al menos, 0,65
m de anchura (Tabla 11.4 y Figura 11.34), siendo posiblemente mayor debido a que solo fue
identificada en superficie en la apertura del Corte 4, no siendo excavada ni delimitada en
superficie en su totalidad.

Según la directora de la intervención el material hallado en superficie en esta estructura fue


dejado in situ. Estos materiales corresponderían a los descritos en la memoria de la actividad
arqueológica como “una piedra de molino y algo de cerámica común” (Navarrete Pendón, 2005a:
24). Posiblemente los “huesos” incluidos en la tabla del Corte 4 del inventario de materiales de la
excavación, correspondan a esta estructura. En nuestro estudio de materiales se pudo
comprobar que estos huesos correspondían a fauna (Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018)
(Anexo III.1: Tabla 9).

583
Figura 11.34. Estructura 15. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital (Mora Molina et al., 2018: 57).

11.3.2.14. Estructuras 16 y 17

Las estructuras 16 (E-16) y 17 (E-17) no han sido descritas en la memoria de la intervención,


aunque son visibles en las fotografías y en el plano de la intervención realizado a partir del
levantamiento topográfico realizado por TDTEC S.L. (Figuras 11.10 y 11.35). Se encuentran
ubicadas en la ladera noreste del promontorio en el que se erige el dolmen de Menga, a unos 26
m del acceso marcado por los ortostatos 25 y 24, y al igual que la estructura anterior, no fueron
delimitadas en superficie ni excavadas en su totalidad.

La Estructura 16 (E-16) se halló en la parte central del Corte 5. Es parte de una estructura de la
que se conservan tres ladrillos, de 0,40 m de longitud visible, 0,30 m de anchura máxima y 0,10-
0,06 m de grosor máximo, dispuestos verticalmente, ocupando una superficie de 0,68 m de
longitud y 0,20 m de anchura (Tabla 11.4).

La Estructura 17 (E-17) fue localizada en el perfil sureste del Corte 5. Se compone de tres lajas,
una de ellas en posición horizontal y las otras dos en vertical, de en torno a 0,60-0,50 m de
longitud, 0,40-0,60 m de anchura y un grosor de entre 0,03 y 0,05 m, y otras piedras de menor
tamaño. No fue delimitada por completo en la excavación debido a que una parte indeterminada
de la misma quedó fuera del Corte 5, siendo visible tan solo su anchura de 1,30 m (Tabla 11.4).

11.3.2.15. Estructura 18

La Estructura 18 (E-18) se encuentra ubicada en la ladera noreste (Figuras 11.10 y 11.16), a 36


m del acceso marcado por los ortostatos 25 y 24. Se trata de una estructura formada por una
decena de piedras de 0,40-0,20 m de longitud y 0,30-0,15 m de anchura, siendo parte de una

584
estructura de al menos 1,55 m de longitud y 0,80 m de anchura (Tabla 11.4), cuyas dimensiones
totales desconocemos al encontrarse parte de ella bajo el perfil sureste del Corte 6. Es descrita
en la memoria de la intervención como “piedras de gran tamaño pero sin una forma característica
y colocadas de un modo aleatorio” (sic) (Navarrete Pendón, 2005a: 25) y es visible en las
fotografías de los perfiles norte y sur del Corte 6 incluidas en la memoria (Navarrete Pendón,
2005a: 58-59).

11.3.2.16. Estructuras 19 y 20

Las estructuras 19 (E-19) y 20 (E-20), localizadas en el seguimiento arqueológico del movimiento


de tierras realizado con medios mecánicos en el entorno para la extracción de varios olivos
(Figuras 11.17-11.19). Estas estructuras fueron denominadas durante la excavación
“enterramiento romano” y “tumba del Camino Reloj de Sol a Viera”. Aunque desconocemos su
ubicación y características formales, creemos que pueden formar parte de la necrópolis de Edad
Antigua localiza en el entorno de Menga y Viera y parcialmente excavada en 1988 bajo la
dirección de Rafael Atencia Páez, en el marco del mencionado PGI “Reconstrucción
arquitectónica y paleoambiental en la necrópolis megalítica de Antequera” dirigido por Ferrer
Palma y Marqués Merelo (Aranda Jiménez et al., 2015).

Procedentes de la Estructura 19 se hallaron en nuestro estudio de materiales cuatro fragmentos


de cerámica (López Torres, 2018) y tres de vidrio de Edad Moderna-Contemporánea, y 122
fragmentos de hueso humano (Anexos IV.1: Tabla 19, IV.5: Tabla 1, IV.8: Tabla 1). Mientras que
de la Estructura 20 localizamos seis restos cerámicos correspondientes a un ánfora púnica, con
datación genérica de los siglos VI a IV ANE (Vázquez Paz, 2018), 10 fragmentos de hueso
humano y uno de fauna (indeterminado) (Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018) (Anexos IV.1:
Tabla 20, IV.4: Tabla 1, IV.7: Tablas 1 y 2, IV.8: Tabla 1).

Figura 11.36. Posible Estructura 19 o Estructura 20. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital
(Mora Molina et al., 2018: 60).

585
La figura 11.36 muestra la extracción de uno de los olivos mencionados, localizado junto al
“Centro Solar Michael Hoskin”. En esta fotografía se puede observar, entre las raíces del olivo,
una piedra o elemento constructivo (quizás tégula), posiblemente correspondiente a alguna de
las dos estructuras descritas.

11.3.3. MATERIAL DESCONTEXTUALIZADO

En nuestro estudio de materiales hemos identificado 43 bolsas con material descontextualizado.


Por un lado encontramos cuatro bolsas con la indicación “Testigo Cortes 2-3 / Corte 7”, que
contenían 52 fragmentos cerámicos de Edad Moderna-Contemporánea, 10 de la UE 1, donde
destaca uno correspondiente a la forma de botija de los siglos XVI-XVII, 35 de la UE 3, entre los
que destacan las formas de jarro/a (1), olla (1) y botija (1) de los siglos XVI-XVII y otros siete sin
información estratigráfica (López Torres, 2018), al igual que dos trozos de material constructivo
de Edad Antigua (Vázquez Paz, 2018) (Anexo III.1: Tabla 21).

Por otro lado, identificamos tres cajas, nº 34 / A/DJ 14540.0204, nº 35 / A/DJ 14540.0205 y nº 36
A/DJ 14540.0206, que contenían 55 fragmentos de material constructivo con un peso de 75,75
kg, organizados por nosotros en 21 bolsas. Entre ellos se encontraban 46 trozos de tégulas de
Edad Antigua, que presentaban un peso total de 70,4 kg. Los otros nueve fragmentos eran de
ladrillos de cronología indeterminada y con un peso total de 5,35 kg (Anexo III.1: Tabla 21). Estos
materiales no presentaban información contextual alguna y no se encontraban recogidas en el
inventario, pudiendo corresponder a restos de tumbas de Edad Antigua ubicadas en el entorno
de Menga y Viera.

Las restantes 17 bolsas, tampoco presentaban información sobre el contexto arqueológico de


procedencia, ni se encontraban registradas en el inventario de materiales. El contenido de estas
bolsas está formado por dos elementos líticos naturales correspondientes nódulos de óxido de
hierro, una hacha-martillo, cinco fragmentos líticos tallados (desecho, lasca interna, raspador,
posible punta Levallois y muesca retocada) (Lozano Rodríguez et al., 2018a; 2018b), dos bolsas
con restos de carbón que han sido datados mediante C14 arrojando fechas de Edad Moderna
(CNA-4206: carbón, 269 ± 29 BP, 1517-1949* cal DNE 2σ y CNA-4207: carbón, 364 ± 29 BP,
1449-1634 cal DNE 2σ) (Tabla 11.2) (García Sanjuán et al., 2018b), un resto metálico, una bala
(Rodríguez Larrarte et al., 2018) y un fragmento de adorno de concha marina de Edad
Contemporánea, 25 fragmentos de fauna (Riquelme Cantal y García Sanjuán, 2018) y dos restos
óseos humanos sin adscripción cronológica por el momento, y cuatro bolsas con muestras
sedimentarias con un peso de 9,1 kg (Anexo III.1: Tabla 21, IV.2: Tablas 1-3, IV.6: Tablas 2 y3,
IV.7: Tablas 1 y 2, IV.8: Tabla 1).

586
11.4. VALORACIÓN

En primer lugar destaca la escasa y deficiente documentación arqueológica generada en el


transcurso de la intervención de 2005 en el dolmen de Menga. Como expusimos en el primer
apartado de este capítulo, la descripción formal de las estructuras ha sido posible gracias al
curvado topográfico de la planimetría generada por TDTEC S.L., realizado durante la
intervención arqueológica. Para la identificación del número de unidades estratigráficas hemos
seguido los datos obtenidos durante el estudio de materiales de 2016-2018 en el marco del
Proyecto de I+D MEGA, ya que la información de las bolsas y las etiquetas de los materiales es
más completa que la recogida en el Inventario de Materiales y en la Memoria Arqueológica de la
intervención. Sin embargo los problemas han sido numerosos: i) no coincidencia de los datos de
las bolsas y etiquetas con los del inventario de materiales de la intervención; ii) carencia de
cualquier información contextual; iii) en el caso de conocer el sector/corte y/o la estructura de
procedencia del material muchas veces se desconoce la unidad estratigráfica en la que se
localizó. Por último, para conocer y describir la composición sedimentaria las unidades
estratigráficas hemos seguido la exigua documentación arqueológica recogida en la Memoria de
la intervención, concerniente a los sectores y cortes arqueológicos y a la Estructura 9,
indicándose el espesor de éstos solo en las unidades estratigráficas 1-3 del Atrio, 1-3 del Corte 1
y 1 de la Estructura 9. Esta documentación es visiblemente insuficiente para abordar un estudio
riguroso de las estructuras arqueológicas excavadas en 2005 en Menga y evidencia que el
trabajo realizado por el equipo arqueológico fue muy deficiente, al excavar una gran cantidad de
sectores/cortes y estructuras y no documentar adecuadamente cada uno de ellos. Sin embargo,
creemos que, como en otras ocasiones, la responsabilidad de una actuación de alto impacto en
el monumento y escasos resultados científicos como la desarrollada en 2005 en Menga, es
compartida con la administración pública, en este caso la Junta de Andalucía y su Delegación de
Cultura de Málaga, últimos responsables no solo del monumento, sino también de las
actuaciones que en él se desarrollan. En ese sentido, nos preguntamos, por un lado, cómo una
actividad arqueológica consistente en la retirada de suelo dispuesto tras las intervenciones del
equipo de la Universidad de Málaga en el interior y en el atrio de Menga, en el seguimiento de la
construcción de un camino de subida al dolmen desde el lateral noreste del promontorio donde
este se ubica, que no superaría los 50 cm de profundidad, y la retirada del arbolado del entorno,
fue autorizada por la administración pública para ser realizado en dos meses y contando con un
solo arqueólogo; y por otro, cómo dicho proyecto de actuación se materializó, con aprobación de
la administración pública, en una excavación de las estructuras existentes en el interior y en el
atrio de Menga, en la realización de cuatro cortes que alcanzaron 1,60-0,90 m de profundidad en
la ladera noreste y en la extracción con máquina retroexcavadora del arbolado del entorno,
siendo todo ello realizado en dos meses y con un único arqueólogo.

A partir del registro arqueológico de la intervención y del estudio de materiales realizado en


2016-2018, hemos diferenciado dos grupos de sectores y cortes delimitados y excavados en la
intervención de 2005: por un lado, los que habían sido excavados con anterioridad, en 1988 y

587
1991 por el equipo de la UMA dirigido por Ferrer Palma y Marqués Merelo, y por otro, los cortes
que fueron replanteados ex novo en 2005 por Navarrete Pendón.

Entre los primeros encontramos el sector Interior Menga, los cortes 1 y 2 y parte del sector Atrio,
concretamente la zona que se encuentra entre los ortostatos 1 y 23 y la cancela dispuesta entre
los ortostatos 2 y 22. Su estratigrafía estaba conformada por tres unidades (UE 1-3) consistentes
en rellenos y áridos aportados tras la última campaña de excavación del equipo de la UMA en
1991 para el tapado de los cortes arqueológicos y para la generación de un nuevo firme. Así de
abajo arriba se pueden distinguir tres capas: la UE 3, de 40-50 cm de potencia estratigráfica,
consistente en un depósito limoarenoso de nivelación; la UE 2, de 10 cm de profundidad,
compuesta por grava apisonada; y la UE 1, de dos centímetros de grosor, consistente en una de
albero. En el tramo de acceso al dolmen, entre los ortostatos 25-24 y 4-20 se superponía una
última capa correspondiente a un nivel de hormigón, quizás aportado posteriormente, tras la
intervención de CRES-ARTE en 2001-2002, al concentrarse solo en un tramo. En estos sectores
y cortes apareció numeroso material, cuya heterogeneidad tipológica y cronológica, demuestra
que el relleno utilizado para su tapado tras la excavación de 1991 contenía material
arqueológico, y que tal y como se supuso durante el trabajo de campo de 2005, se trataba en
gran parte del mismo sedimento excavado. Dado que a fecha de hoy no existe una constancia
publicada de los criterios que empleó la UMA para rellenar los cortes tras sus intervenciones,
este extremo no puede ser comprobado por ahora.

Del mismo modo, en el transcurso de la intervención arqueológica de 2005, fueron identificados


otros dos cortes realizados por el equipo de la UMA durante el desarrollo de su PGI entre 1986 y
1991, que hemos denominado Corte Interior Lateral NO-UMA, delimitado y re-excavado durante
la intervención del sector Interior Menga, y Corte Ladera NE-UMA, localizado durante la
excavación del Corte 4, que muy probablemente fueron realizados durante la campaña de 1988
(Ferrer Palma, 1997a: 133 y 136).

Entre los cortes planteados y excavados ex novo durante la intervención de 2005, se cuentan
parte del sector Atrio, desde los ortostatos 1 y 23 hacia el exterior del dolmen, el Corte 7 y el
Testigo Cortes 2-3 ubicados en el atrio, y los cortes 3-6 situados en la ladera noreste. Aunque en
principio la profundidad estimada en el proyecto para su excavación, al menos para los cortes 3-
6, no debía superar los 0,50 m, debido a que la afección de la construcción del camino de subida
a los dólmenes por el lateral noreste no sobrepasaría esta cota, estos cortes alcanzaron
finalmente una profundidad máxima de entre 1,60 y 0,90 m. Igualmente, las dimensiones del
Corte 7, 4,50 m de longitud, 3,80 m de anchura y 1,10 m de profundidad, sobrepasaron las
dimensiones necesarias para la extracción del olivo existente frente a la entrada de Menga,
cuestión para la que había sido proyectado. Algo similar ocurrió con el Testigo Cortes 2-3, que
según el proyecto no iba a ser excavado, quedando como testigo en la zona del atrio, sin
embargo tras la excavación del Corte 3 se decidió su excavación, alcanzando 3,30 m de
longitud, 3 m de anchura y 0,70 m de profundidad máxima.

588
La misma división realizada para los sectores y cortes, se encuentra entre las estructuras
delimitadas y/o excavadas. Así, la mayor parte de las localizadas en Interior Menga, Corte 1,
Corte 2 y mitad suroeste del sector Atrio, habían sido ya identificadas y excavadas por el equipo
de la UMA entre 1986 y 1991, mientras que las ubicadas en la mitad noreste del sector Atrio,
Testigo Cortes 2-3, Corte 7 y los cortes 3-6, fueron identificadas y delimitadas en superficie, y en
algunos casos (E-13 y E-14) excavadas, ex novo, en 2005.

En los sectores Interior Menga y mitad suroeste del Atrio fueron re-excavados en 2005 los
alveolos de cimentación de los pilares y la zanja abierta en 1988 junto al intradós de los
ortostatos para la detección de los alveolos de cimentación y/o la fosa lineal continua que
constituyeran la cimentación de los ortostatos (Ferrer Palma, 1997a: 131-132). Del mismo modo,
se re-excavaron estructuras ya intervenidas en 1988, lo cual hemos podido constatar tanto a
partir del relleno sedimentario y la cultura material que contenía, como de las fotografías de la
excavación a la que hemos tenido acceso.

En el sector Interior Menga se volvieron a re-excavar estructuras, designadas por nosotros como
Estructura 2 (E-2), Estructura 4 (E-4), Estructura 5 (E-5) y Estructura 6 (E-6). En el caso de la E-
5, aunque excavada en 1988 (Ferrer Palma, 1997: 132) probablemente no lo fue en su totalidad,
alcanzándose en esa intervención los 1,60 m de profundidad (según hemos podido comprobar
en las fotografías de dicha intervención), profundizándose en 2005 hasta los 2,25 m. En el sector
Atrio, la Estructura 7 (E-7) también había sido completamente excavada en 1988 por el equipo
de la UMA. En los cortes 1 y 2 fueron localizadas en 2005 las Estructuras 10 (E-10) y Estructura
11 (E-11), respectivamente. Estas estructuras también habían sido identificadas en 1991 por el
equipo de la UMA, que excavó la E-10 y delimitó en superficie la E-11. El relleno sedimentario de
estas estructuras era muy heterogéneo y muy poco compacto, y la cultura material que contenía
de cronologías muy variadas, lo que permite plantear, lo ya indicado en los cortes realizados por
el equipo de la UMA, esto es, que tras la excavación de 1991, fueron tapadas con el mismo
sedimento excavado, posiblemente ligado con arenas industriales, tal y como se deduce del
estudio granulométrico del sedimento procedente de las estructuras 2 y 7 realizado en el marco
de nuestro estudio de materiales (Lozano Rodríguez et al., 2018c), sin interposición de geotextil
e incluso conteniendo los mencionados materiales arqueológicos, ya mezclados, procedentes
probablemente de distintas zonas del interior y/o exterior del dolmen.

Por otro lado, en estas zonas Interior Menga y Atrio se identificaron y excavaron ex novo otras
estructuras. En el sector Interior Menga, el “Pozo” y una “Estructura cuadrangular” ubicada entre
los pilares 1 y 2, renombradas por nosotros como Estructura 1 (E-1) y Estructura 3 (E-3)
respectivamente, y en el sector del Atrio, las estructuras renombradas por nosotros Estructura 8
y Estructura 9. En cambio, todas las estructuras localizadas en Testigo Cortes 2-3, Corte 7 y
Cortes 3-6, es decir, las estructuras 12-17 (E-12, E-13, E-14, E-15, E-16 y E-17) fueron
identificadas por primera vez en 2005. Todas ellas fueron delimitadas en superficie, siendo
además excavadas las fosas (E-13 y E-14) que contenían los restos de los dos individuos

589
inhumados en el atrio de Menga en la Alta Edad Media (Díaz-Zorita Bonilla y García Sanjuán,
2012: 237-249).

En el entorno, durante la extracción del arbolado fueron también localizadas ex novo las
estructuras 19 y 20 (E-19 y E-20), que aunque no fueron descritas, fotografiadas ni dibujadas,
algunos de sus restos materiales, revueltos debido a la extracción con retroexcavadora de los
olivos, sí fueron recogidos durante la intervención.

Con respecto a los materiales hallados en los sectores/cortes y estructuras, el deficiente registro
de materiales durante la intervención arqueológica hace muy difícil su valoración dentro de un
contexto determinado, debido a que como expusimos anteriormente: i) muchos de los materiales
se encuentran en posición secundaria, formando parte de un relleno contemporáneo dispuesto
en el interior y en el atrio de dolmen tras las excavaciones del equipo de la Universidad de
Málaga; y, ii) en el caso de los materiales hallados en contexto primario: a) en muchos casos
solo contamos con las unidades estratigráficas en las que fueron hallados, siendo éstas una
mera sucesión numérica lineal organizada de arriba abajo, ya que no contamos con
descripciones ni dimensiones de éstos (a excepción de la UE 1 de la Estructura 9); y b) en todos
los casos carecen de información contextual de calidad, al desconocer la posición exacta en la
que se encontraron y la relación con el resto de materiales hallados en el mismo contexto y
dentro del propio sector/corte y/o estructura en la que se encontraban.

En el caso de los materiales hallados en los sectores/cortes y fuera de cualquier estructura


arqueológica, destaca la existencia de materiales que abarcan una amplia cronología, desde la
Prehistoria Reciente hasta la Edad Contemporánea, dentro del mismo sector/corte y muchas
veces en la misma unidad estratigráfica. Esto es lógico en el caso de los cortes/sectores
previamente excavados por la Universidad de Málaga, pero no para los excavados ex novo en
2005, para los que caben las siguientes posibilidades: a) que como los cortes excavados
anteriormente, éstos también habían sido excavados con anterioridad y rellenados con
sedimento que contenía material arqueológico, algo que creemos improbable; b) que el
inventario de los materiales realizado en la excavación no fue riguroso, ya que probablemente no
fuesen registrados por la arqueóloga directora de la intervención, opción que consideramos
debido a las circunstancias de la excavación.

En el caso de las estructuras negativas excavadas previamente por el equipo de la Universidad


de Málaga en 1988 y 1991 (Estructuras 2, 4, 5, 6, 7 y 11), éstas no debían presentar una
estratigrafía ni unos materiales con una secuencia cronológica lógica, al haber llegado a ellas por
azar, formando parte del relleno usado en el tapado de éstas tras las excavaciones de 1988 y
1991. En cambio, las estructuras negativas excavadas ex novo (Estructuras 1, 3, 8, 9, 13 y 14) si
deberían presentar una secuencia estratigráfica y unos materiales con coherencia cronológica.

La Estructura 1 o pozo no presentaba dicha coherencia contextual al corresponder


probablemente con tramo del pozo excavado por Mitjana y Ardison entre 1842-1847, cegado

590
posteriormente, presumiblemente con rellenos del entorno. Las estructuras 3 y 8 no contenían
materiales, o al menos no han sido localizados en nuestro estudio de los materiales depositados
en la Universidad de Málaga, y no fue descrito su relleno sedimentario, por lo que no podemos
conocer sus contenidos. Mientras que las estructuras 9, 13 y 14, contenían unos materiales
correspondientes a contextos inalterados.

La Estructura 9 corresponde a una estructura negativa de morfología ovalada, de 1,10 m en su


eje noreste-suroeste, 0,85 m en su eje noroeste-sureste y 25 cm de profundidad situada en el
atrio del dolmen de Menga. La excavación de la mitad de su relleno permitió la identificación de
tres unidades estratigráficas y el hallazgo de fragmentos de cerámica a mano y de carbón en los
dos niveles inferiores. Las dataciones radiocarbónicas obtenidas de dos muestras de carbón de
la UE 3 arrojaron unas fechas situadas en la primera mitad del IV milenio ANE (Ua-24582: 4935
± 40 BP, 3790-3640 cal ANE 2σ, y Ua-24583: 4865 ± 40 BP, 3760-3530 cal ANE 2σ (García
Sanjuán y Lozano Rodríguez, 2016) (Tabla 11.2). Esta estructura es la que ha proporcionado por
ahora la datación más antigua del conjunto dolménico antequerano en general y del dolmen de
Menga en particular, constituyendo la primera evidencia constatada mediante datación
radiocarbónica del uso de este espacio en la Prehistoria Reciente.

Por el contrario, las estructuras 13 y 14 son dos estructuras funerarias de la Alta Edad Media (E-
13: CNA-1173: 1100 ± 45 BP, 783-1022 cal DNE 2σ (Díaz-Zorita Bonilla y García Sanjuán,
2012) y CNA-4324: 1280 ± 30 BP, 667-770 cal DNE 2σ (García Sanjuán et al., 2018b) y E-14:
CNA-1174: 1250 ± 35 BP, 676-871 cal DNE 2σ (Díaz-Zorita Bonilla y García Sanjuán, 2012)
(Tabla 11.2), que evidencian el uso del atrio de Menga como lugar de enterramiento, al menos
29 siglos después del uso la Estructura 9.

Dejando a un lado las estructuras 9, 13 y 14, que como hemos dicho presentan contextos
primarios bien definidos, podemos hacer una valoración del resto de materiales atendiendo a su
cronología, dejando en un segundo plano el contexto, que ha sido analizado a lo largo del
capítulo y que, como hemos dicho, su valor es relativo debido al deficiente registro realizado
durante la intervención.

El material lítico se compone de piezas líticas talladas y pulidas, que podemos enmarcar
cronológicamente y de manera genérica dentro de la Prehistoria Reciente, y piezas naturales, sin
huellas de trabajo/uso.

El material lítico tallado está conformado por 11 piezas: dos denticulados (Figura 11.37 J y K) de
la UE 5 de la Estructura 5, una lasca interna (Figura 11.37 C) de la UE 5 del Corte 1, una
muesca retocada y raedera (Figura 11.37 G) y una raedera (Figura 11.37 H) de las UE 1 y 2 del
Testigo Cortes 2-3 respectivamente, una muesca retocada (Figura 11.37 F) hallada en el entorno
de Menga y Viera y un desecho de talla (Figura 11.37 A), una lasca interna (Figura 11.37 B), un
raspador (Figura 11.37 I), una posible punta Levallois (Figura 11.37 D) y una muesca retocada
(Figura 11.37 E) descontextualizados (Anexo III.2: Tabla 1) (Lozano Rodríguez et al., 2018b).

591
Las piezas macrolíticas pulimentadas son siete: un percutor (Figura 11.38 A) hallado en la
Estructura 1 o Pozo, una lasca procedente de un percutor localizada en el Atrio, un molino
(Figura 11.39) y una pieza indeterminada (Figura 11.38 E) recuperados de la UE 2 y dos
percutores, uno de la UE 3 (Figura 11.38 B) y otro de la UE 5 (Figura 11.38 C) del Corte 1, y un
hacha-martillo o machacador (Figura 11.38 D) descontextualizado (Anexo III.2: Tabla 2) (Lozano
Rodríguez et al., 2018a).

Igualmente, el macrolítico sin huellas de trabajo/uso está compuesto por 25 piezas: un guijarro
de mármol blanco (Figura 11.40 C) de la Estructura 1 o Pozo, un canto de micaesquisto (Figura
11.40 B) de la UE 5 del Corte 1, un canto de cuarcita de la UE 2 del Testigo Cortes 2-3 (Figura
11.40 A), 15 cristales de cuarcita (Figura 11.41) del Corte 3 y siete fragmentos de nódulos de
hierro (Figura 11.42) de la UE 2 del Corte 3, del entorno de Menga y Viera y descontextualizados
(Anexo III.2: Tabla 3) (Lozano Rodríguez et al., 2018a).

Figura 11.37. Material lítico tallado hallado en la intervención de 2005 en Menga. A) A/DJ 14540.0130-1(sin
contexto); B) A/DJ 14540.0130-2 (sin contexto); C) A/DJ 14540.0015 (Corte 1); D) A/DJ 14540.0130-4 (sin contexto);
E) A/DJ 14540.0130-5 (sin contexto); F) A/DJ 14540.0173 (4) (entorno dólmenes); G) A/DJ 14540.0096 (Testigo
Cortes 2-3); H) A/DJ 14540.0095 (Testigo Cortes 2-3); I) A/DJ 14540.0130-3 (sin contexto); J) A/DJ 14540.0083-1
(Estructura 5); K) A/DJ 14540.0083-2 (Estructura 5).
Foto: Miguel Ángel Blanco de la Rubia (Lozano Rodríguez et al., 2018b: 191).

592
Figura 11.38. Industria macrolítica. A) Percutor A/DJ 14540.0068 (Estructura 1); B) Percutor A/DJ 14540.0018 (Corte
1); C) Percutor A/DJ 14540.0033 (Corte 1); D) Hacha-Martillo / Machacador A/DJ 14540.0123 (sin contexto); E)
Indeterminado A/DJ 14540.0021 (Corte 1). Foto: Miguel Ángel Blanco de la Rubia
(Lozano Rodríguez et al., 2018a: 209).

Figura 11.39. Industria macrolítica. Molino A/DJ 14540.0022 (Corte 1). Foto: Miguel Ángel Blanco de la Rubia
(Lozano Rodríguez et al., 2018a: 209).

593
Figura 11.40. Lítico natural. A) Cuarcita A/DJ 14540.0085; B) Micaesquisto A/DJ 14540.0017; C) Mármol blanco
A/DJ 14540.0070. Foto: Miguel Ángel Blanco de la Rubia (Lozano Rodríguez et al., 2018a: 213).

Figura 11.41. Lítico natural. Cristales de caliza A/DJ 14540.0059.


Foto: Miguel Ángel Blanco de la Rubia (Lozano Rodríguez et al., 2018a: 212).

Figura 11.42. Lítico natural. Nódulos de óxido de hierro A/DJ 14540.0048.


Foto: Miguel Ángel Blanco de la Rubia (Lozano Rodríguez et al., 2018a: 213).

594
El material cerámico se compone de fragmentos de recipientes y de material constructivo a mano
y a torno, y con cronologías que van desde la Prehistoria Reciente hasta la Edad
Contemporánea.

Dejando a un lado los 334 fragmentos que tenían escrito en las bolsas “Corte 3, pero pertenece
a Cerro Marimacho” (Anexo III.3: Tabla 2), cuyo contexto primario no parece ser el dolmen de
Menga, contamos con solo con 10 fragmentos amorfos de cerámica a mano, correspondientes a
formas cerradas, que podemos adscribir de manera genérica a la Prehistoria Reciente. Estos
fragmentos fueron recuperados en el Testigo Cortes 2-3, en la UE 3 del Corte 7 (Figura 11.43 A,
D, E y G), en el Corte 3 (Figura 11.43 B) y en el lateral sureste del túmulo de Menga (Figura
11.43 C y F) (Anexo III.3: Tabla 1) (García Sanjuán et al., 2018c).

Con respeto a los 334 fragmentos cerámicos que aparecieron embolsados en el Corte 3 con la
indicación de pertenecer al Cerro Marimacho, debemos destacar que en la UE 2 del mismo corte
3 aparecieron dos pesetas de 1978 y 1979. Esta cuestión nos permite sugerir que posiblemente
estos 334 fragmentos, todos amorfos a excepción de 36 bordes, un asa y dos amorfos con
carenas, fueron enterrados junto al dolmen de Menga tras alguna de las prospecciones
realizadas a finales de los años 70 en el Cerro de Marimacho, después de seleccionar los
fragmentos con forma para su estudio, y probablemente con el objetivo de poder localizarlos
fácilmente en un futuro próximo.

Figura 11.43. Selección de fragmentos de cerámica a mano hallados en la intervención de 2005 en Menga: A) A/DJ
14540.0065 (3) (Corte 7); B) A/DJ 14540.0065 (4) (Corte 3); C) A/DJ 14540.0122 (1) (Túmulo Menga Lateral SE); D)
A/DJ 14540. 0065 (1) (Corte 7); E) A/DJ 14540.0065 (2) (Corte 7); F) A/DJ 14540.0122 (1) (Túmulo Menga Lateral
SE); G) A/DJ 14540.0122 (2) (Corte 7). Foto: Miguel Ángel Blanco de la Rubia
(a partir de García Sanjuán et al., 2018c: 105).

595
Entre la cerámica a torno podemos identificar seis grandes conjuntos correspondientes a Edad
del Hierro (mediados del siglo IX - segunda mitad del siglo III ANE), Edad Antigua (segunda
mitad del III ANE - principios del VIII DNE), Alta y Plena Edad Media (Periodo Andalusí)
(principios del siglo VIII - primera mitad del siglo XIII DNE), Baja Edad Medieval (segunda mitad
del siglo XIII - siglo XV DNE), Edad Moderna (siglos XVI-XVIII) y Edad Contemporánea (siglos
XIX y XX).

Dentro del primer grupo encontramos seis fragmentos correspondientes a un ánfora de tradición
fenicio-púnica de los siglos VI-IV ANE (Figura 11.44) procedente de la Estructura 20 (Anexo III.4:
Tabla 1) (Vázquez Paz, 2018), que encontramos embolsada junto con restos óseos humanos y
faunísticos durante nuestro estudio de materiales (Anexo III.4: Tabla 20).

Los materiales cerámicos de Edad Antigua con forman un conjunto de 143 fragmentos, 51
correspondientes a recipientes cerámicos de transporte, almacenamiento, cocina, mesa y
domésticos y 92 a materiales constructivos. Sus cronologías comprenden desde el siglo I ANE y
el siglo V DNE. La pieza más antigua de producción romana, es un fragmento de cerámica de
importación destinada a la mesa de terra sigillata itálica, de la forma Conspectus 22-23 (Figura
11.45 H) con una datación genérica de finales del siglo I ANE al primer tercio del siglo I DNE,
localizado en la UE 1 del Corte 5. Con una datación entre los siglos II y IV DNE, se encuentran
los fragmentos de cerámica africana de cocina, destacando un amorfo con barniz anaranjado al
interior de tipo “A” (Figura 11.45 I) localizado en la UE 4 del Atrio. Fechados entre los siglos IV y
V DNE se encuentran fragmentos de cerámica también de importación y destinada a mesa de
African red slip D, destacando restos correspondientes a: plato (Figuras 11.45 A) hallado en el
Atrio, bordes de platos de la forma Hayes 61A (Figuras 11.45 B y C) de la UE 2 del Corte 3,
fondo y borde de platos de la forma Hayes 59A procedentes de la UE 3 del Atrio (Figura 11.45 E
y D), y dos fondos de platos de formas indeterminadas (Figuras 11.45 F y G) de las UE 2 y UE 3
del Corte 3 y fondo de plato con decoración impresa del Estilo A I-II, correspondiente un círculo
radiado que se repetiría formando un friso concéntrico (Figura 11.46) localizado en la UE 4 de la
Estructura 5. Con una cronología más amplia, entre los siglos I y V DNE, se encuentran algunos
fragmentos amorfos de ánfora (Figura 11.47), de cerámicas domésticas y de dolium de
almacenamiento, así como trozos o piezas completas o semi-completas de elementos
constructivos (tégulas, ladrillos e ímbrices), sin duda, los materiales cerámicos más numerosos.
Entre ellos destacan un resto de tubuli procedente del lateral sureste del túmulo de Menga
(Figura 11.48), y 46 fragmentos (70,4 kg) de tégulas romanas que no presentaban información
contextual alguna y que no se encontraban recogidas en el inventario de materiales, pudiendo
corresponder a tumbas de Edad Antigua ubicadas en el entorno de Menga y Viera (Figura 11.49)
(Vázquez Paz, 2018).

596
Figura 11.44. Fragmentos de ánfora púnica hallados en la Estructura 20.
Foto: Miguel Ángel Blanco de la Rubia (Vázquez Paz, 2018: 133).

Figura 11.45. Fragmentos de sigillata itálica, African Red Slip D y cerámica africana de cocina: A) Fragmento de
plato en African red slip D (Atrio); B) Borde de plato en African red slip D de la forma Hayes 61A (Corte 3-UE 2); C)
Borde de plato en African red slip D de la forma Hayes 61A (Corte 3-UE 2); D) Borde de plato en African red slip D
de la forma Hayes 59A (Corte 3-UE 3); E) Fondo de plato en African red slip D de la forma Hayes 59A (Atrio-UE3);
F) Fondo de plato en African red slip D de forma indeterminada (Corte 3-UE2); G) Fondo de plato en African red slip
D de forma indeterminada (Corte 3-UE3); H) Fragmento de terra sigillata itálica de la forma Conspectus 22-23
(Corte 5-UE 1); I) Galbo de cerámica africana de cocina con barniz anaranjado al interior de tipo “A” (Atrio-UE4).
Foto: Miguel Ángel Blanco de la Rubia (Vázquez Paz, 2018: 128).

597
Figura 11.46. Fragmento de fondo de plato con decoración impresa del Estilo A I-II
(Foto: Coronada Mora Molina).

Figura 11.47. Pivote de ánfora de probable procedencia africana.


Foto: Miguel Ángel Blanco de la Rubia (Vázquez Paz, 2018: 130).

Figura 11.48. Tubulus documentado en la intervención de 2005.


Foto: Miguel Ángel Blanco de la Rubia (Vázquez Paz, 2018: 133).

598
Figura 11.49. Selección y recomposición de tégulas halladas en la intervención de 2005.
Foto: Javier Pérez González (Vázquez Paz, 2018: 134).

El conjunto de cerámicas de cronología medieval, moderna y contemporánea lo componen 770


restos cerámicos, que constituyen 625 elementos o fragmentos (partes de recipientes), de los
cuales se seleccionaron 186 para su estudio. Atendiendo a criterios cronológicos este conjunto
puede ser dividido en cinco grandes grupos: a) Cerámica andalusí o probablemente andalusí del
siglo VIII a la primera mitad del siglo XIII (14 fragmentos, de los que se seleccionaron 12); b)
Cerámica bajomedieval de la segunda mitad del siglo XIII al siglo XV (76 fragmentos, de los
cuales se seleccionaron 45), con mayor presencia de los materiales del siglo XV; c) Cerámica
moderna de los siglos XVI y XVII (231 fragmentos, seleccionándose 85); d) Cerámica moderna y
contemporánea de los siglos XVIII y XIX (51 fragmentos, de los que se seleccionaron 44); y e)
Cerámica moderna/contemporánea siglos XVI al XIX (253 fragmentos) (López Torres, 2018).

Los fragmentos de cerámica andalusí, cuya cronología no se ha podido precisar más debido a
que los fragmentos recuperados no aportan información concreta, se concentran en la Estructura
5, Atrio, Testigo Cortes 2-3, Corte 3 y Corte 5, destacando: un asa que morfológicamente puede
adscribirse a la tipología de cántara, un fragmento del borde de una tapadera de disco o lo que
también se puede interpretar como “plato” para cocer el pan, borde y fondo de una olla y
fragmentos correspondientes al cuerpo de formas cerradas, con restos de trazos en almagra o
manganeso. Las piezas con pigmentación en manganeso forman parte de un mismo recipiente y
parecen recoger un motivo decorativo de tipo fitomórfico (Figuras 11.50 A y B) (López Torres,
2018).

599
Figura 11.50. Elementos cerámicos representativos de los distintos grupos cronológicos identificados.
Cerámica andalusí (siglos VIII-primera mitad del siglo XIII): A y B (A/DJ 14540.0143-5-2-Testigo Cortes 2-3):
fragmentos de un mismo recipiente cerrado, con pigmentación en manganeso y decoración tipo fitomórfico.
Cerámica bajomedieval (segunda mitad del siglo XIII-XV: C (A/DJ 14540.0031-13-4-Atrio): fragmento de plato de
perfil cónico y borde de tendencia redondeada, con un ala marcada por una arista; D (A/DJ 14540.0026-12-1-Atrio),
E (A/DJ 14540.0167-31-2-Atrio) y F (A/DJ 14540.0113-44-1-Estructura 7): fragmentos de escudillas con pie anular
grueso; G (A/DJ 14540.0137 (2)-37-3-Atrio): fragmento de candil de cazoleta con cubierta melada.
Cerámica moderna (siglos XVI-XVII): H (A/DJ 14540.0138-1-1-Estructura 5) y I (A/DJ 14540.0164-4-3-Corte 5):
fragmentos de platos de perfil cónico, base rehundida y bordes de tendencia redondeada o ligeramente salientes; J
(A/DJ 14540.0052 (1)-11-43-Corte 3): fragmento de plato de la serie decorativa blanca y azul con decoración lineal;
K (A/DJ 14540.0023 (1)-7-28-Atrio): fragmento de plato de la serie talaverana “estrella de pluma”; L (A/DJ
14540.0160-24-3-Atrio): fragmento de jarro de cubierta vítrea blanca, brillante y compactada con decoración en azul
(importación lisboeta); M (A/DJ 14540.0120-entorno Menga-Viera): fragmento de jarro con decoración estampillada
de motivos geométricos bajo cubierta vítrea; N (A/DJ 14540.0147-28-4-Atrio): fragmento de cazuela.
Cerámica moderna-contemporánea (siglos XVIII-XIX): Ñ (A/DJ 14540.0024-10-2-Atrio): fragmento de fondo de
pequeña taza con decoración en azul sobre blanco; O (A/DJ 14540.0163-6-1-Atrio) y P (A/DJ 14540.0146-43-3-
Atrio): fragmentos de lebrillos; Q (A/DJ 14540.0146-43-2-Atrio): alcuza o aceitera con vedrío verde claro al exterior;
R (A/DJ 14540.0109 (1)-2-3,8,10-Estructura 2): fragmentos de caneco (importación alemana).
Foto: Javier Pérez González (López Torres, 2018: 166).

600
La cerámica bajomedieval se documenta en todos los ámbitos de la intervención, aunque con
una mayor presencia en el exterior del dolmen. Dentro del grupo de mesa se encuentran las
formas de platos (Figura 11.50 C), escudillas (Figuras 11.50 D, E y F), cuencos, fuentes (Figura
11.51) y jarros. Al grupo domestico corresponden las formas de candil de cazoleta (Figura 11.50
G) y el lebrillo. Al grupo de transporte, se adscriben, con reservas, tres piezas que podrían
corresponder a la boca del tipo formal denominado cantimplora (López Torres, 2018).

Figura 11.51. Recomposición de una fuente semi-completa hallada en el pozo o Estructura 1 a una profundidad de
4m (A/DJ 14540.0078-1-13 y 15) (Foto: Coronada Mora Molina).

La cerámica moderna de los siglos XVI y XVII aparece tanto en el exterior como en el interior del
dolmen, pero con una mayor presencia en la zona de acceso. Se documenta en todas las
localizaciones, excepto en la Estructura 7 y en el registro del interior del pozo o Estructura 1. Los
grupos funcionales constatados a los que puede atribuírseles un tipo formal concreto son los de
mesa, doméstico y cocina, sin embargo, en muchos casos se registra únicamente fragmentos del
cuerpo del recipiente sin poder asignarle una tipología específica. Dentro del grupo de mesa se
encuentran platos (Figuras 11.50 H, I y J), cuencos, escudillas, jarros (Figura 11.50 L y M) y
alcarrazas, en el doméstico las formas de lebrillo, cántaro y anafe, y en el de cocina las ollas y
cazuelas (Figura 11.50 N) (López Torres, 2018).

La cerámica de los siglos XVIII y XIX se encuentra representada tanto en el exterior del dolmen,
excepto en el Testigo Cortes 2-3, Corte 7 y Corte 4, como en el interior, donde su presencia es
más abundante, sobre todo en el registro del interior del pozo o Estructura 1. Los grupos
funcionales representados son el de mesa, cocina y doméstico. Dentro del grupo de mesa,
destacan los dos fondos de pequeñas tazas decoradas en azul sobre blanco del siglo XVIII
(Figura 11.50 Ñ), reflejo de las diferentes corrientes estéticas europeas (producciones lisboetas,
las porcelanas chinas o las lozas italianas de Savona), y dos fragmentos del siglo XIX hallados
en el pozo o Estructura 1, correspondientes a dos platos, uno de loza industrial y otro elaborado
a la manera tradicional, con torneado manual y cocción en hornos de leña. Las cerámicas de
cocina registradas son escasas y localizadas en el interior del pozo, correspondiendo a las
formas de olla y una cazuela. Dentro del grupo doméstico se encuentran las formas de lebrillo

601
(Figuras 11.50 O y P), alcuza o aceitera (Figura 11.50 Q) y caneco, un recipiente cilíndrico a
modo de botella producido en Alemania en el siglo XIX (Figura 11.50 R) (López Torres, 2018).

Entre los elementos metálicos hallados en la intervención de 2005 en Menga (Anexo III.6: Tablas
1-3), destacan un fragmento de un posible espejo romano, siete monedas de los siglos XVI, XVII
y XX, y dos elementos de cartuchería de los siglos XIX-XX.

El posible fragmento de espejo romano (Figura 11.52), hallado en la UE 5 de la Estructura 5,


presenta una composición de bronce con niveles muy elevados de estaño, y con presencia de
arsénico y plomo (Murillo-Barroso et al., 2018).

Figura 11.52. Posible fragmento de espejo romano. Foto: Javier Pérez González (Murillo-Barroso et al., 2018: 241).

Las siete monedas, corresponden a: i) una pieza de cuatro maravedís realizada a nombre de los
Reyes Católicos entre 1520 y 1566, localizada en la UE 1 del Corte 7 (Figura 11.53 A); ii) una
pieza de cuatro maravedíes realizada en época de Felipe III, probablemente en 1618-1619,
hallada en la UE 1 del Atrio (Figura 11.53 B); iii) una pieza de ocho maravedís realizada entre
1602 y 1626, devaluada en 1628 y resellada en 1641 y nuevamente devaluada en 1642 y
resellada en 1651/1952, procedente de la UE 2 del Corte 1 (Figura 11.53 C); iv) una moneda
frustra, posiblemente una pieza de ocho maravedís realizada entre 1602 y 1626 (Figura 11.53
D), también de la UE 2 del Corte 1; v) una moneda de 5 céntimos de 1941 hallada en el sector
Interior Menga (Figura 11.54 A); y vi) dos pesetas de 1978 y 1979 halladas en la UE 2 del Corte
3 (Figura 11.54 B) (Anexo III.6. Tabla 1) (De Francisco Olmos et al., 2018).

602
Figura 11.53. Monedas de los siglos XVI y XVII halladas en la intervención de 2005 en Menga: A) Moneda de cuatro
maravedís acuñada desde época de Carlos I hasta 1566 (reinado de Felipe II) a nombre de los Reyes Católicos
(Corte 7-UE 1); B) Moneda de cuatro maravedís del reinado de Felipe III, acuñada c. 1618-1619 (Atrio); C) Moneda
de ocho maravedís del reinado de Felipe III, probablemente acuñada entre 1602 y 1626 (Corte 1-UE 2); D) Moneda
no identificable (Corte 1-UE 2). Foto: Javier Pérez González (a partir de De Francisco Olmos et al., 2018: 248).

Figura 11.54. Monedas de Edad Contemporánea halladas en la intervención de 2005 en Menga.


A) Moneda de 5 céntimos de 1941 (Interior Menga), B y C) Pesetas de 1978 y 1979.
Foto: Javier Pérez González (De Francisco Olmos et al., 2018: 252).

603
Los elementos de cartuchería son: i) una bala blindada de 30 mm de longitud, 6,5 mm de
diámetro y 10,40 g de peso, que forma parte de un cartucho Carcano de origen italiano, un tipo
de munición creada en 1890, que cayó en desuso en 1950 (Figura 11.55 A); y ii) un casquillo ya
percutido del tipo Lefacheux, de 14 mm de longitud y 12 mm de diámetro, con un peso de 1,94
gramos (Figura 11.55 B), una munición usada en el siglo XIX, constituyendo el paso intermedio
entre las armas de avancarga, donde se introducía manualmente la pólvora, y las actuales de
percusión anular.

Por otro lado, encontramos un grupo de objetos contemporáneos y de escaso interés,


correspondiendo a una lengüeta de una lata de refresco o conserva (Figura 11.56 D), un clavo
de 14 cm procedente del Corte 1, posiblemente de la excavación de la Universidad de Málaga de
1991 (Figura 11.56 A), un fragmento metálico amorfo procedente de la Estructura 2 (Figura 11.56
B), y dos fragmentos de un mismo clavo similar a los utilizados para herrar (Figura 11.56 C),
procedentes de la UE 6 de la Estructura 5.

Figura 11.55. Bala (sin contexto) y vaina disparada (Corte 1) halladas en la intervención de 2005 en Menga.
Foto: Javier Pérez González (Rodríguez Larrarte et al., 2018: 266).

Figura 11.56. Elementos metálicos hallados en la intervención de 2005 en Menga. A) Clavo; B) Fragmento amorfo
de hierro; C) Dos fragmentos de un clavo usado para herrar; D) Lengüeta de una lata.
Foto: Javier Pérez González (a partir de Murillo-Barroso et al., 2018: 240).

604
Los restos óseos animales recogidos fueron 354 fragmentos, 60 de los cuales no han podido ser
identificados, correspondiendo los restantes 294 a las especies de asno, bóvido, ovicaprino,
cabra, cerdo, perro, gato, ciervo, conejo y gallina. Éstos restos fueron hallados tanto en el interior
como al exterior del monumento, concretamente en los sector y cortes Interior Menga (34
fragmentos), Atrio (23 fragmentos), Testigo Cortes 2-3 (4 fragmentos), Corte 7 (11 fragmentos),
Corte 4 (9 fragmentos) y Entorno Menga-Viera (1 fragmento), y en las estructuras 1 o pozo (237
fragmentos), 2 (1 fragmento), 5 (8 fragmentos) y 20 (1 fragmento), encontrando en nuestro
estudio de materiales 25 fragmentos descontextualizados (Anexo III.7: Tablas 1 y 2) (Riquelme
Cantal y García Sanjuán, 2018).

Sin duda, la estructura que presenta el mayor número de restos óseos es el pozo, donde
además fueron localizados los únicos restos en conexión anatómica en la intervención,
correspondientes a un ejemplar masculino de bóvido adulto (Riquelme Cantal y García Sanjuán,
2018). El hecho de que esqueleto aparezca completo, sugiere que este bóvido fue arrojado al
interior del pozo poco después de su muerte. La caída hasta el fondo pudo ser la responsable de
que algunos huesos aparezcan fracturados. La única evidencia de manipulación antrópica sobre
los huesos de este individuo aparece en el cráneo, al quedar las huellas producidas al seccionar
los cuernos con un objeto metálico cortante, posiblemente tras la muerte del animal y antes de
arrojarlo al pozo (Riquelme Cantal, 212: 233).

Con respecto a las dataciones radiocarbónicas obtenidas a partir de los materiales carbonizados
y osteológicos hallados durante la excavación de 2005, encontramos por un lado las cinco
fechas mencionadas anteriormente, dos correspondientes a la primera mitad del IV milenio ANE
procedentes de la Estructura 9 (Ua-24582: 4935 ± 40 BP, 3790-3640 cal ANE 2σ, y Ua-24583:
4865 ± 40 BP, 3760-3530 cal ANE 2σ (García Sanjuán y Lozano Rodríguez, 2016)) y otras tres a
la Alta Edad Media, entre los siglos VII y XI DNE, dos procedentes de la Estructura 13 (CNA-
1173: 1100 ± 45 BP, 783-1022 cal DNE 2σ (Díaz-Zorita Bonilla y García Sanjuán, 2012)) y CNA-
4324: 1280 ± 30 BP, 667-770 cal DNE 2σ (García Sanjuán et al., 2018b) y una de la Estructura
14 (CNA-1174: 1250 ± 35 BP, 676-871 cal DNE 2σ (Díaz-Zorita Bonilla y García Sanjuán, 2012)
(Tabla 11.2).

Por otro lado encontramos otras dos dataciones procedentes de la Estructura 1 (pozo), obtenidas
sobre radio de bóvido encontrado en conexión anatómica a -5,90 m (Beta-322311: 120 ± 30 BP,
1679-1940 cal DNE 2σ) y metacarpo de perro sin conexión anatómica (Beta-322312: 150 ± 30
BP, 1667-1951 cal DNE 2σ) (Riquelme Cantal, 2012: 232) (Tabla 11.2), que de acuerdo a los
datos de la excavación realizada por Mitjana y Ardison entre 1842 y 1847, forman parte del
relleno echado posteriormente para cegar del pozo. Como expusimos en el Capítulo 6, el pozo
excavado por Mitjana y Ardison de 5,40-7,02 m de profundidad (1847: 19), pudo llegar a alcanzar
los 13 m de profundidad en 1853 según Tenison (1853: 276; 2010: 280), continuando abierto
entre 1861 y 1879 cuando es mencionado por Trinidad de Rojas (1861: 295; 1874: 58; 1879: 25,
1879: 25). A partir de 1879, no se volvió a hacer referencia al mismo hasta la excavación de
2005 en Menga.

605
Las restantes 16 dataciones han sido obtenidas de muestras de carbón (CNA-4206, CNA-4207,
CNA-4208, CNA-4209, CNA-4210, CNA-4211, CNA-4212, CNA-4213) y fauna (CNA-4316, CNA-
4317, CNA-4318, CNA-4319, CNA-4320, CNA-4321, CNA-4322 y CNA-4323), halladas en los
sectores Interior Menga (CNA-4319, CNA-4320 y CNA-4321) y Atrio (CNA-4316, CNA-4318 y
CNA-4212), Corte 1 (CNA-4213) y estructuras 2 (CNA-4317) y 5 (CNA-4208, CNA-4209, CNA-
4210, CNA-4211, CNA-4322 y CNA-4223), así como de material descontextualizado (CNA-4207
y CNA-4206) (Tabla 11.2).

Estas muestras no se encontraban en posición primaria, al proceder del relleno dispuesto tras las
excavaciones del equipo de la Universidad de Málaga en 1988 y 1991, teniendo por tanto una
calidad muy baja (García Sanjuán et al., 2018b). Si dejamos a un lado esta importantísima
circunstancia, y nos centramos únicamente en las fechas obtenidas vemos que una de ellas se
sitúa a finales de la Edad del Hierro, a finales del siglo IV y principios del III ANE (CNA-4319:
2220 ±30 BP, 374-202 cal ANE 2σ), otra en la Baja Edad Media, entre el siglo XIV y principios
del XV DNE (CNA-4213: 579 ±30 BP, 1301-1418 cal DNE 2σ), siete en la Baja Edad Media -
Edad Moderna, entre los siglos XV y XVII DNE (CNA-4210: 405 ±30 BP, 1434-1622 cal DNE 2σ,
CNA-4211: 399 ±30 BP, 1437-1626 cal DNE 2σ, CNA-4323: 390 ± 30 BP, 1439-1628 cal DNE
2σ, CNA-4317: 370 ± 30 BP, 1448-1633 cal DNE 2σ, CNA-4207: 364 ± 29 BP, 1449-1634 cal
DNE 2σ, CNA-4322: 340 ± 30 BP, 1470-1638 cal DNE 2σ y CNA-4316: 340 ± 30 BP, 1470-1638
cal DNE 2σ), y otras siete de Edad Moderna – Edad Contemporánea, entre los siglos XVI y XX
DNE (CNA-4206: 269 ± 29 BP, 1517-1949* cal DNE 2σ, CNA-4209: 255 ± 29 BP, 1521-1949*
cal DNE 2σ, CNA-4320: 230 ± 30 BP, 1533-1949* cal DNE 2σ, CNA-4318: 190 ± 30 BP, 1650-
1949* cal DNE 2σ, CNA-4208: 184 ± 28 BP, 1652-1949* cal DNE 2σ, CNA-4212: 159 ± 30 BP,
1665-1949* cal DNE 2σ y CNA-4321: 110 ± 30 BP, 1681-1937 cal DNE 2σ). Estas dataciones
son completamente congruentes con el tipo material cerámico y metálico hallado en la
intervención, evidenciando, junto a las obtenidas en contextos primarios, la frecuentación del sitio
en el que se ubican los monumentos de Menga y Viera de manera continuada desde la primera
mitad del IV milenio ANE hasta la actualidad.

Por último, con respecto al tapado de las estructuras excavadas en 2005, y solo a partir de las
fotografías de las que disponemos, podemos decir que en el interior y en el atrio del dolmen de
Menga se hizo disponiendo geotextil y un relleno de tierra apisonado manualmente (Figura
11.57). En el caso de los alveolos de cimentación de los pilares se dispusieron numerosas
piedras a modo de calzos, para dar mayor consistencia al relleno (Figura 11.58). El tapado del
resto de estructuras y cortes debió realizarse del mismo modo, aunque no contamos con
documentación fotográfica para corroborarlo.

606
Figura 11.57. Tapado de las estructuras excavadas en el sector Atrio. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital
(Mora Molina et al., 2018: 63).

Figura 11.58. Tapado del alveolo de cimentación del Pilar 1. Foto: Moreno Estudio Imagen Digital
(Mora Molina et al., 2018: 63).

607
CAPÍTULO 12:

PROSPECCIONES GEOFÍSICAS EN
MENGA, VIERA Y EL ROMERAL
EN 2004 Y 2005

609
En este capítulo se analizan los estudios geofísicos realizados en 2004 en Menga por Kristian
Strutt (Universidad de Southampton) y en 2005 en Menga, Viera y El Romeral por Teresa Teixidó
Ullod y José Antonio Peña Ruano (Instituto Andaluz de Geofísica-Universidad de Granada).

12.1. PROSPECCIÓN MAGNÉTICA DE 2004 EN MENGA

La prospección magnética llevada a cabo en Menga por Kristian Strutt fue propuesta y financiada
por la Universidad de Sevilla y la Junta de Andalucía, y desarrollada entre el 9 y el 15 de
diciembre de 2004 (Strutt, 2005: 3).

12.1.1. OBJETIVOS Y METODOLOGÍA

Los objetivos de esta prospección magnética eran aportar más información acerca de la forma y
naturaleza de los depósitos arqueológicos que constituyen el túmulo de Menga y su entorno
inmediato (Strutt, 2005: 5).

El método magnético mide el campo magnético local en una malla de puntos extendida sobre
una superficie, normalmente realizando medidas a lo largo de perfiles paralelos. Las anomalías
que se miden son de dos tipos: unas más débiles, debidas a magnetismo inducido, provocadas
por la respuesta de los materiales soterrados al campo magnético excitador (el campo magnético
terrestre), y otras más fuertes, debidas a magnetismo remanente, presente en algunos
materiales con independencia del campo excitador actual (Peña, 2011: 135).

Su principal ventaja en arqueología es que permite reconocer grandes extensiones de terreno en


un tiempo breve (media hectárea por jornada de trabajo), y que el procesamiento de los datos no
es excesivamente complejo, con lo que se pueden tener resultados previos más rápidamente
que con otros métodos. En cambio, su hándicap más destacado es la precisión, al distorsionar la
morfología y dimensiones de las estructuras. Sin embargo, los nuevos magnetómetros de flux-
gate (como el Geoscan Research FM36 usado en Menga y Cerro Marimacho) tienen una mayor
sensibilidad y sus configuraciones multisensor y velocidades de muestreo le permiten una
productividad notable. Por otro lado, es muy sensible a la contaminación férrica, siendo
inaplicable en las proximidades de las cercas metálicas que rodean muchos yacimientos o
cuando éstos han sido parcialmente excavados y en ellos han quedado clavos de replanteo
(Peña, 2011: 135).

En este caso, la prospección se organizó en cuadrículas de 30 m por 30 m, que fueron situadas


utilizando una estación total Leica TC 307. El levantamiento del magnetómetro se llevó a cabo
utilizando dos gradiómetros de flujo de Geoscan Research FM36, tomando las lecturas a
intervalos de 0,5 m a lo largo de líneas transversales de 1 m. Los datos obtenidos se procesaron
utilizando el software Geoplot 3.0, y se interpolaron los valores de 0,5 m desde las lecturas
611
existentes para mejorar la resolución espacial de los resultados a través de las líneas
transversales (Strutt, 2005: 6).

12.1.2. PROSPECCIÓN MAGNÉTICA EN MENGA

En Menga, Strutt prospectó un área aproximada de 100 x 100 m que incluyó todo el túmulo y las
laderas noreste a noroeste del cerro donde se ubica (Figura 12.1). Las anomalías identificadas
en ella se muestran en la Figura 12.2 y se corresponden con:

1) Cuatro tramos curvos rodeando el túmulo (m1, m2, m3 y m4 de la Figura 12.2). Se trata de
anomalías pseudo-circulares y ovaladas identificadas como un posible anillo de piedra de 60 x
40 m que circundaría y demarcaría el túmulo. Aunque este anillo no ha sido identificado en
ninguna de las intervenciones arqueológicas, es posible que algunas de las anomalías
detectadas correspondiera a alveolos o fosas de cimentación de elementos verticales previos,
hoy día inexistentes y de los que solo quedaría la estructura negativa que los cimentaba, tal y
como se ha documentado en torno a la estructura tumular de otros monumentos del sur
peninsular, caso del dolmen del Llano de la Belleza (Aroche, Huelva) (García Sanjuán et al.,
2006: 185-186) y el dolmen de Soto (Linares Catela y Mora Molina, 2015: 105; 2018: 104-105).
No obstante, según la disposición del arbolado visible en la fotografía aérea tomada en 1987 por
Paisajes Españoles S.A. (Figura 12.3), creemos que muchas de ellas corresponden a los hoyos
realizados para la plantación de árboles en 1941 y 1983-1984.

2) Cuatro tramos de anomalías lineales (m5, m6, m7 y m8 de la Figura 12.2). Aunque dos de
ellas (m7 y m8 de la Figura 12.2) fueron interpretadas como una posible cámara de 5 x 8 m
ubicada en el lateral oeste (m7 de la Figura 12.2) y una ampliación de la misma hacia el sur (m8
de la Figura 12.2), creemos que podrían corresponderse con el hueco abierto en el túmulo por
Mitjana y Ardison y tapado realizado en 1941, y con alguna de las catas realizadas en el túmulo
de Menga entre 1986 y 1991 por el equipo de la Universidad de Málaga (Figura 8.2).

3) Presencia de material ferruginoso en el atrio (m9 y m10 de la Figura 12.2). Estos restos deben
corresponder a clavos de replanteo de los cortes realizados en 1991 en el atrio por el equipo de
la Universidad de Málaga.

4) Una estructura lineal (m11 de la Figura 12.2) que discurre desde el atrio en dirección noreste
hacia la ladera.

5) Estructuras lineales (m12 y m13 de la Figura 12.2) en el tramo medio de la colina en la que se
emplaza Menga, interpretadas como un antiguo camino, y otras dos estructuras lineales y
paralelas (m14 de la Figura 12.2) que descienden desde m12 en dirección noroeste. A nuestro
juicio estas anomalías corresponden, de nuevo a las plantaciones de árboles en 1941 y 1983-
1984 (Figura 12.3). No obstante, éstas pueden estar ocultando estructuras previas construidas

612
para monumentalizar el dolmen, pudiendo ser las estructuras m12 y m13 el límite externo de una
terraza construida para circundar el monumento y m14 un posible acceso en rampa, tal y como
se ha documentado en otros monumentos del sur peninsular, caso de los dólmenes 1-4 de El
Pozuelo (Zalamea la Real, Huelva) (Linares Catela, 2016: 120-124).

Figura 12.1. Imagen en escala de grises de la prospección magnética en Menga


(Strutt, 2005: Figura 3; García Sanjuán y Wheatley, 2009: 136).

613
Figura 12.2. Interpretación derivada de la prospección magnética en Menga (Strutt, 2005: Figura 4).

614
Figura 12.3. Fotografía aérea tomada en 1987 por Paisajes Españoles S.A. (Fuente: CADA).

12.2. PROSPECCIÓN GEORRÁDAR EN MENGA, VIERA Y EL


ROMERAL Y TOMOGRAFÍA ELÉCTRICA EN MENGA DE 2005

La prospección georrádar en Menga, Viera y El Romeral y la tomografía eléctrica en Menga


llevada a cabo por Teresa Teixidó Ullod y José Antonio Peña Ruano en 2005, fue propuesta y
financiada por la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía, iniciándose el
13 de abril de 2005 y finalizando el 26 de julio del mismo año (Teixidó y Peña, 2005: 4).

12.2.1. OBJETIVOS Y METODOLOGÍA

Estos trabajos tenían como objetivo principal realizar una inspección de los túmulos para
conocer su estructura interna y determinar cómo es su conexión con el espacio circundante
(Peña Ruano y Teixidó Ulloa, 2009: 165). En el caso de Menga, de manera adicional, se
pretendían documentar con mayor precisión las anomalías en el sector suroeste del túmulo que
se habían detectado en la prospección magnética anterior, y complementar y contribuir al

615
desarrollo la excavación arqueológica dirigida por Francisco Carrión Méndez (Universidad de
Granada) que se estaba desarrollando paralelamente (Teixidó y Peña, 2005: 4).

Cada túmulo fue analizado mediante el método de rádar del subsuelo o georrádar (Ground
Penetrating Radar (GPR)). Se trata de un método electromagnético de prospección que emite
hacia el interior del subsuelo una onda de radiofrecuencia pulsada mediante una antena con una
frecuencia determinada, y que en superficie recoge la energía reflejada cuando se encuentran
materiales en contacto que presentan diferentes valores con respecto a un parámetro
denominado “contante dieléctrica del terreno”, pudiéndose calcular la profundidad a la que se
encuentran dichos materiales (Peña, 2011: 136). El mayor inconveniente de este método es que
aunque para que la onda se refleje es necesario que exista un contraste notable en el parámetro
“contante dieléctrica del terreno” entre dos materiales en contacto, dicho contraste no implica que
los materiales en contacto sean diferentes, ya que un mismo material puede tener un valor
distinto de constante dieléctrica en función de su contenido en fluidos. Así, si la parte superior de
un material está seca y a cierta profundidad presenta contenido en agua, esto será recogido
como dos materiales con valores diferentes, aunque en realidad sean partes de un mismo
material. Así mismo, puede ocurrir que dos materiales diferentes sean tomados como uno mismo
por presentar valores similares de la constante dieléctrica (Teixidó y Peña, 2005: 5-6).

Para llevar a cabo estas prospecciones se utilizó como equipo transmisor-receptor, un rádar de
subsuelo monocanal modelo SIR 2000 (GSSI, Inc.) con una antena de 200 MHz, que
teóricamente alcanza los 7-8 m de profundidad (Peña Ruano y Teixidó Ulloa, 2009: 165), y que
presentaba la ventaja de deslizarse bien sobre un suelo con irregularidades moderadas (Teixidó
y Peña, 2005: 6).

Para la toma de los datos se realizaron perfiles radiales en los túmulos, con separación
aproximada de 30º, que partían desde la parte más elevada de cada uno de ellos. Así mismo,
para la obtención de perfiles 3D, un método que exige superficies más planas, se acotó en la
zona superior de cada túmulo, un área rectangular donde se realizaron perfiles paralelos
separados 0,5 m (Teixidó y Peña, 2005: 6-7).

Los datos obtenidos en campo fueron procesados para su representación en radargramas,


mediante el software Radan-4 (GSSI), programas propios y estándares de ofimática e imágenes.
Así, con diferentes tratamientos se conseguía eliminar las señales parasitarias y resaltar los
rasgos significativos (Teixidó y Peña, 2005: 7). En el caso de los perfiles 3D, su procesamiento
debía continuar, para relacionar los datos de cada perfil con los del siguiente, y así obtener una
representación tridimensional del área prospectada (Teixidó y Peña, 2005: 8), a partir de la cual
podían extraerse otras imágenes 3D, siendo las más comunes: i) las “rebanada de tiempo o de
profundidad”, que consiste en obtener una serie de plantas con un determinado espesor y a una
determinada profundidad, de manera que la sucesión de plantas muestra la evolución de las
anomalías; ii) las “superficies alabeadas”, en donde se representa la anomalía significativa más
próxima al suelo, obteniéndose una imagen similar a la que cabe esperar en una excavación por

616
niveles naturales; y ii) la “representación volumétrica de las anomalías”, en la que se eligen solo
los cuerpos reflectantes que superen un determinado valor umbral y se proyectan espacialmente
obteniéndose una imagen 3D que puede visualizarse desde cualquier ángulo (Peña Ruano y
Teixidó Ulloa, 2005: 165).

Adicionalmente, y con el objetivo de documentar con mayor precisión las anomalías en el sector
suroeste del túmulo de Menga que se habían detectado en la prospección magnética de 2004,
se realizaron tres perfiles de tomografía eléctrica en Menga (Teixidó y Peña, 2005: 7). Este
método mide la resistividad aparente del terreno con un dispositivo compuesto por cuatro
electrodos, dos que inyectan corriente y otros dos que miden la diferencia de potencial que se
genera. El procedimiento consiste en recorrer los perfiles proyectados con una separación de
electrodos determinada, correspondiente a cierta profundidad, y repetir el proceso con distintas
separaciones de electrodos, para obtener medidas de pseudo-resistividad a distintas
profundidades, que mediante un tratamiento de inversión son convertidas a “resistividades y
profundidades verdaderas”, generándose imágenes de resistividad 2D del interior del subsuelo.
Los datos fueron tomados con un dispositivo Dipolo-dipolo, seleccionándose una distancia inter-
electródica mínima de 0,5 m, adecuada para alcanzar 6 m de profundidad, y usándose cuatro
bobinas de cable, con longitud total de 40 m. Para el procesamiento de los datos se usó el
programa Res2dinv (Geotomo Software Inc.) (Teixidó y Peña, 2005: 9-11).

12.2.2. PROSPECCIÓN GEORRÁDAR Y TOMOGRAFÍA EN MENGA

La prospección georrádar en Menga consistió en la realización de un perfil sobre la cámara y


otros 12 perfiles radiales que partían de un mismo punto situado en la parte superior del dolmen,
al suroeste de la cámara, prolongándose cada uno de ellos hasta donde permitía la topografía, y
uno más que desde dicho punto central se extendía hasta el lateral suroeste del túmulo de Viera
(Figura 12.4). De manera complementaria a éstos, se realizaron tres perfiles de tomografía
eléctrica al suroeste de la estructura ortostática, con una profundidad de 6 metros (Figura 12.5).

El radargrama realizado sobre la cámara (Figura 12.6) permitió identificar, de abajo arriba: i)
material homogéneo que se identificó como sustrato geológico; ii) capa distinta a la anterior,
denominada como estrato geológico diferente al anterior o nivel antrópico; iii) zona de fuerte
reflexión provocada por el contacto aire-suelo, identificada como la estructura megalítica interna;
iv) zona de aspecto homogéneo que se correspondía con la estructura ortostostática; y v) nivel
con distintas geometrías identificado como el material de relleno sobre las cobijas (Teixidó y
Peña, 2005: 15).

617
Figura 12.4. Situación de los perfiles radiales prospectados con georrádar (Teixidó y Peña, 2005: 13).

Figura 12.5. Ubicación de los perfiles de tomografía eléctrica y del área estudiada con rádar 3D
(Teixidó y Peña, 2005: 14).

618
Figura 12.6. Radargrama M-205º realizado sobre la cámara de Menga (Teixidó y Peña, 2005: 15).

De la comparación de los 12 radargramas radiales y de los tres perfiles eléctricos se dedujo que:
i) las zonas con resistividades elevadas correspondían al sustrato geológico y a ortostatos y
cobija; y ii) los sectores con resistividades bajas (en amarillo en Figura 12.7) correspondían a
rellenos organizados (Teixidó y Peña, 2005: 15), que a nuestro juicio probablemente se trata en
muchos casos de los rellenos de las catas realizadas en el túmulo de Menga por el equipo de la
Universidad de Málaga entre 1986 y 1991.

Adicionalmente, y partir de los perfiles eléctricos se propuso también la existencia de dos


“sectores anulares de rellenos: uno por la parte trasera de la cámara y otro más exterior (...) los
dos anillos parecen unirse en dirección NE” (Teixidó y Peña, 2005: 18) (Figura 12.8). En nuestra
opinión, estas anomalías pueden corresponder a: i) dos tipos de masas tumulares circundantes a
la estructura ortostática, una que se extiende a lo largo el trasdosado de la estructura megalítica
y otra más alejada, que pudieron ser construidas con funciones diferentes, la más ajustada al
trasdosado de los ortostatos para dar solidez a la estructura y la exterior para monumentalizarla,
y/o en momentos distintos debido al agrandamiento de la estructura megalítica, un hecho
documentado recurrentemente en monumentos del oeste de Francia (Joussaume y Laporte,
2003: 319-343), destacando el caso del agrandamiento tumular concéntrico de La Boixe B
(Vervants, Charentes) (Gómez de Soto, 1990, 1998), así como en el sur peninsular, caso de los
dólmenes 1-4 de El Pozuelo (Linares Catela, 2017: 1396-1397) o Lagunita I (Barroso et al.,
2012); o ii) las paredes de las numerosas catas realizadas por el equipo de la Universidad de
Málaga entre 1986 y 1991, cuya dispersión por todo el túmulo pueden dificultar su identificación
en los estudios geofísicos.

619
Figura 12.7. Perfil de la tomografía eléctrica PE-1 y radargramas próximos (Teixidó y Peña, 2005: 36).

Figura 12.8. Imagen 3D de los perfiles de tomografía eléctrica (Teixidó y Peña, 2005: 18).

620
Por otro lado, sobre la mitad suroeste de la parte superior del túmulo Menga se delimitó un área
rectangular sobre la que se hizo una prospección 3D, dentro de la que se incluía la parte
posterior de la cámara de Menga y una de las anomalías detectada en la prospección magnética
de 2004 (Figura 12.5). Este estudio confirmó que dicha anomalía se trataba de una de las catas
realizadas entre 1986 y 1991 por el equipo de la Universidad de Málaga, constatando la
existencia de al menos otra en el sector prospectado (Teixidó y Peña, 2005: 20).

12.2.3. PROSPECCIÓN GEORRÁDAR EN VIERA

La prospección georrádar en Viera consistió en la realización de 11 perfiles radiales que partían


de un mismo punto situado en la parte superior del dolmen, al oeste de la cámara,
prolongándose cada uno de ellos hasta donde permitía la topografía (Figura 12.9).

Figura 12.9. Situación de los perfiles radiales prospectados con georrádar (Teixidó y Peña, 2005: 20).

621
Estos radargramas permitieron documentar, al igual que en Menga: i) sectores con resistividades
bajas correspondientes a rellenos organizados y compuestos mayoritariamente por tierra,
localizados en la parte superior del túmulo, entre los cuales se han podido diferenciar rellenos de
las catas realizadas en el túmulo de Viera por el equipo de la Universidad de Málaga entre 1986
y 1995 e incluso algunos de los elementos (arquetas y tubos de conducción de aguas)
dispuestos en el túmulo en 2003-2004 para la evacuación del agua de lluvia (Figura 12.10); y ii)
zonas con resistividades elevadas, que corresponden al sustrato geológico, ortostatos y cobijas,
y a la mitad inferior de masa tumular con gran cantidad de piedras (Figura 12.11) (Teixidó y
Peña, 2005: 23).

Figura 12.10. Radargramas: a) V-80º (izquierda, cata realizada por la Universidad de Málaga entre 1986 y 1995; b)
V-66º (derecha), arqueta dispuesta en 2003 en el túmulo (modificada a partir de Teixidó y Peña, 2005: 23).

Figura 12.11. Porción del radargrama V-225º (Figura 5), donde se observa la composición del túmulo de Viera y se
señala el perfil oeste del corte abierto en 2003 en el túmulo de Viera, donde a su vez se documentó una cata de
1988, correspondiente según nuestra numeración a la cata 6 (modificada a partir de Teixidó y Peña, 2005: 22).

Por otro lado, y al igual que en Menga, en la parte superior del túmulo de Viera se delimitó un
área rectangular para la realización de un estudio 3D. Esta zona incluía el tramo del dolmen
cubierto por las tres últimas cobijas (Figura 12.12). En ella, además de la localización de la
cámara y la constatación de que la masa tumular se compone de un relleno bien organizado, se
identificó una anomalía en el punto x= 6, y =9, ubicado al norte de la cámara de Viera (Figura
12.12). Esta ha sido interpretada como restos de una ocupación del siglo XIX (Teixidó y Peña,

622
2005: 24), aunque creemos que ésta podría corresponder a la cata 17 según nuestra numeración
realizada en 1995 por el equipo de la Universidad de Málaga (Figura 8.3).

Figura 12.12. Imágenes obtenidas de la zona acotada en el túmulo de Viera para su estudio con rádar 3D
(Peña Ruano y Teixidó Ulloa, 2009: 174).

12.2.4. PROSPECCIÓN GEORRÁDAR ENTRE LOS TÚMULOS DE MENGA Y


VIERA

Con el objetivo de documentar la zona de contacto entre los túmulos de Menga y de Viera se
prospectó con georrádar el perfil M-225º (Figura 12.4), en cuyo radargrama (Figura 12.13)
destacan dos anomalías situadas entre ambos túmulos, identificadas como posibles
conglomerados. A nuestro juicio, es posible que puedan corresponderse con estructuras
arqueológicas, quizás estructuras funerarias de Edad Antigua como las documentadas en el
entorno de Menga y Viera en las excavaciones 1988, 1991 y 2003-2004, descritas a lo largo de
esta Tesis Doctoral.

623
Figura 12.13. Radargrama del perfil M-225º (modificada a partir de Peña Ruano y Teixidó Ulloa, 2009: 171).

624
12.3.5. PROSPECCIÓN GEORRÁDAR EN EL ROMERAL

En El Romeral se realizaron 12 perfiles radiales que partían de un mismo punto situado en la


parte superior del tholos, extendiéndose hasta donde la topografía lo permitía (Figura 12.14), y
una prospección 3D en la parte superior del túmulo, donde se delimitó un área rectangular en la
que se incluían el tramo final de la primera cámara, el corredor entre las dos cámara y la
segunda cámara, así como gran parte de la zona superior del túmulo (Figura 12.15) (Peña
Ruano y Teixidó Ulloa, 2009: 172).

Tanto los radargramas (Figura 12.16) como las imágenes 3D (Figura 12.17) evidenciaron la
existencia de varios tipos de rellenos distintos en la estructura del tholos. Así, en primer lugar se
diferenció un relleno con alta resistividad, conformado por piedras planas, correspondiéndose
con las paredes del tholos. Este relleno iba cambiando, bajando su resistividad, hacia el exterior
del túmulo, por lo que podría suponerse que el relleno intercalaba mayor cantidad de niveles
terrígenos hacia los bordes del túmulo (Peña Ruano y Teixidó Ulloa, 2009: 172).

Figura 12.14. Situación de los perfiles rádar realizados en El Romeral (Teixidó y Peña, 2005: 25).

625
Figura 12.15. Ubicación de la zona de prospección 3D y de los perfiles realizados (Teixidó y Peña, 2005: 25).

Figura 12.16. Fotografía de la primera cámara y porciones de los dos radargramas más cercanos, R-185º (superior)
y R-210º (medio), y de un radargrama alejado de ésta, R-010 (inferior) (Peña Ruano y Teixidó Ulloa, 2009: 176).

626
Figura 12.17. Imágenes 3D obtenidas en la prospección con rádar 3D (Peña Ruano y Teixidó Ulloa, 2009: 177).

En segundo lugar, centrándonos en el tramo cercano a la estructura interna, se identificaron, un


primer relleno organizado formado por reflectores dispuestos laminarmente en la mitad inferior, y
un segundo relleno organizado en la mitad superior, pero con una organización diferente al de la
mitad inferior (Peña Ruano y Teixidó Ulloa, 2009: 172); así como un relleno formado por material
homogéneo y fino que rodea la segunda cámara, ubicado entre el relleno anteriormente descrito
(Teixidó y Peña, 2005: 26-27; Peña Ruano y Teixidó Ulloa, 2009: 172).

Por otro lado, en las imágenes 3D se identificó también una anomalía situada tras la segunda
cámara, bajo el punto central de los perfiles radiales (imagen superior derecha de la Figura
12.17) (Teixidó y Peña, 2005: 27).

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12.3. VALORACIÓN

Con respecto a los métodos de prospección geofísica utilizados, el primero de ellos, la


prospección magnética, quizás no sea el más adecuado para la detección de estructuras
arqueológicas en sitios tan alterados por actuaciones arqueológicas recientes, caso de las
excavaciones en Menga y Viera en 1986-1995 (Ferrer Palma, 1997a; 1997b; Ferrer Palma et al.,
2004; Marqués Merelo et al., 2004), 2003-2004 en Viera (Fernández Rodríguez et al, 2006;
Fernández Rodríguez, 2009), ya que tras ellas suelen quedar elementos ferruginosos que
distorsionan los resultados. Por otro lado, al ser una técnica que desfigura la morfología y las
dimensiones de las estructuras localizadas, quizás tampoco sea idónea para la localización de
estructuras en sitios como el dolmen de Menga, donde se presupone una alta concentración de
éstas, y donde sus formas y tamaños no sean correctamente detectados en la prospección
magnética y no se ajusten totalmente a la realidad, pudiendo pasar desapercibidos detalles
importantes.

Por el contrario, la prospección georrádar parece más adecuada, sin embargo al igual que la
magnética, en nuestra opinión careció de una interpretación arqueológica pormenorizada y
ajustada a la biografía más reciente de los monumentos en el caso de Menga y Viera: los cortes
arqueológicos realizados en los túmulos de ambos monumentos entre 1986 y 1995. Así, ciertas
anomalías, cuya identificación no ha sido posible, podrían corresponder a algunas de estas
catas, de las que a día de hoy desconocemos su posición exacta (Figura 12.18), siendo
necesario la excavación superficial de ambos túmulos para localizarlas y ubicarlas correctamente
y en coordenadas absolutas.

Por otro lado, consideramos del mayor interés para la investigación futura en los dólmenes de
Antequera el hallazgo ciertas anomalías que parecen corresponder a rellenos tumulares distintos
dentro de cada monumento, algo parcialmente documentado en las excavaciones de 2003-2004
en Viera y de 2005-2006 en Menga. La existencia de masas tumulares distintas y concéntricas
oculta información valiosa sobre la construcción de los monumentos, pudiendo dar respuesta a
preguntas como la cronología, las técnicas constructivas o la existencia de varios episodios de
construcción, si su estudio se realiza con la metodología arqueológica adecuada.

Igualmente, en el caso de Menga, sería muy importante la contrastación arqueológica de la


posible existencia de una terraza circundante al monumento y el acceso a ella, dispuestos a cota
más baja en el cerro en el que se ubica el dolmen, como parece que pudo existir al menos en el
lateral norte.

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Figura 12.18. Situación de los perfiles rádar y de tomografía de Menga y Viera y superposición aproximada de las
catas arqueológicas de 1986-1995 (modificado a partir de Teixidó y Peña, 2005: 43).

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