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Norberto Fuentes

El último
disidente
Fidel y la transición en Cuba

Editado por
NORBERTO FUENTES
y
PEDRO SCHWARZE

2
Sobre los textos de Norberto Fuentes:
© 2004, 2005, 2006, 2007, 2008 by Norberto Fuentes

Sobre la presente edición:


© 2008 by Norberto Fuentes and Pedro Schwarze

Gracias especiales a Filiberto Castiñeiras


por sus siempre útiles observaciones y sugerencias.

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Contenido

Prefacio 9

A la espera del Valhalla


Un prólogo de Pedro Schwarze 11

Yéndose en fade 15
Fidel no cree ni en el dolor 16
El hermano menor 20
Fidel: Un punto de vista 26
La sonrisa de La Gioconda 31
No solo el poder y la gloria 34
Los 80 años de Fidel 39

En ausencia 47
Los cuarteles de verano 48
Una maniobra perfecta 51
Mientras duerme la pantera 54
Llorar y matar 58
Fidel sufriendo una recaída 62
Nuestro cuarto presidente 64
Itaca cerrada por reformas 69

Leña al fuego 71
El Puesto de Mando 73
Nadie está escuchando 75
A cuatro días del cumpleaños de Fidel 78
A tres días del cumpleaños 80

4
A dos días, sólo dos 82
El palo durísimo 86
El reposo del guerrero 88
Primer búnker 90
El buen vecino 92
El próximo paso 94
Los profetas desarmados 96
Se les acabó el enemigo 100
Remember Playa Girón 103
La prueba del agua 106
La mala memoria 109
Polonesa + guaguancó 114
Guantanamera 116
El mensajero 118
El nuevo Cominterm 119
El cuarto ministerio 121
La insoportable levedad del ser 126
Sábado rojo 128

Modelos para armar 130


Los próximos 50 años 131
La Unión de Repúblicas Socialistas 133
Estandartes en el polvo 135
Prohibido improvisar 137
Los niños del Punto cero 140
Un cumpleaños a la mitad 146
Grabriel 150
Las buenas y las malas noticias: ¿Cuál primero? 152
El surgir de una dinastía 155
Como si Fidel hubiera muerto 159
Absorbido por la sombra 162
Fidel podría aislarse 166
El Aguafiestas 167
El embajador de Fidel 169

5
Ilusiones de los otros 171
Que crezcan otras cien flores 174
El turno de los mortales 180
¿Qué se puede esperar de Fidel? 184

Dulce como la adversidad 186


Apéndice: Sartre sobre ideología y revolución 191
Fahrenheit 451 193

6
Esta noche soñé que estaba de nuevo en La Habana, en el salón de una
funeraria de la calle Veintitrés. Me rodeaban numerosos amigos. Tomábamos
café. De pronto se abrió una puerta blanca y entró un ataúd enorme cargado
por una docena de viejas plañideras. Un amigo me dio un codazo en las
costillas y me dijo:
—Ahí traen a Fidel Castro.
Nos volvimos. Las viejas dejaron el féretro en el centro del salón y
salieron llorando a todo pulmón. Entonces el ataúd se abrió. Fidel sacó
primero una mano. Luego la mitad del cuerpo. Finalmente salió por
completo de la caja. Se arregló el traje de gala, y se acercó sonriente hasta
nosotros.
—¿No hay café para mí? —preguntó.
Alguien le dio una taza.
—Bien. Ya estamos muertos —dijo Fidel—. Ahora verán que eso
tampoco resuelve nada.

—GUILLERMO ROSALES: Boarding Home

7
Sea cual fuere su rigor o la amplitud de sus experimentos, una ideología
sobrepasa por muy breve margen al presente.

—JEAN PAUL SARTRE

8
Prefacio

U
n fantasma recorre Cuba. El fantasma de la transición. Se trata de una
expectativa surgida la noche en que Fidel Castro se vio obligado a alejarse
del poder por una grave crisis de salud, y en el que los viejos contrincantes
salieron de sopetón de una larga molicie y las cosas parecieron desenvolverse a gran
velocidad en unos pocos días, hasta que la displicencia habitual del gobierno cubano y
su indiscutible profesionalismo para controlar el país de modo absoluto calmaron los
ánimos. Pero ése quizá sea el barullo que nos llega, la inútil herencia que nos deja el
verano del 2006. Nadie le está prestando caso a las vetas de oro que corren por las
paredes. La discusión, sin embargo, es digna de los mejores manuales de la historias del
comunismo. La discusión, la verdadera. Resurgió en La Habana, de improviso. Sus
resonancias eventualmente alcanzarían la estatura de los encontronazos entre Lenin y
Trotsky y con un debate al nivel de la factibilidad de la construcción del socialismo en
un solo país —el más notable en el movimiento revolucionario a principios del siglo
pasado. La dialéctica del discurso del movimiento se desdobla ahora, por lo pronto —y
por imperativo de las circunstancias—, en una recreación teórica de la resistencia. Es
una verdadera proeza intelectual y política de Fidel Castro, reconózcanlo. Un líder
octogenario, probablemente enfermo de muerte, con los días contados, tiene las agallas
de volverse a plantear las misiones del socialismo y las alternativas de mantenerlo en el
poder. Así, mientras China y hasta el combativo Vietnam se desplazan por el terreno del
desarrollo económico, los cubanos siguen aferrados a las viejas luchas doctrinarias.
Siguen reclamando tribunas. La lucha interna —por la propia lógica y peso de los
acontecimientos— prevalece dentro del poder en Cuba y tales confrontaciones son

9
como una bendición para el estudioso. Fidel se bate aún como un león. Raúl es la
reforma. Y nadie ha dicho la última palabra. La ideología vive. Aún retiene esa
capacidad en una isla abandonada a su suerte.

* * *

La colección de textos que componen este libro pretende ilustrar, a su manera, los
acontecimientos antes mencionados y que tuvieron lugar en Cuba desde que Fidel
Castro se ausentó del poder. No empiezo en la fecha de aquel lunes de tensiones, el 31
de julio, y la lúgubre resonancia de su “Proclama”, sino un tiempo antes, cuando ni
siquiera Fidel sabía lo que se estaba cocinando en sus vísceras. Examinar algunas de las
actividades a las que él se dedicaba en los días previos a su crisis de salud así como las
áreas de nuestro interés y en lo que invertíamos el tiempo puede resultar aleccionador.
Mientras uno trataba de interpretar su juego, ellos —Fidel, Raúl y la cerrada cofrade del
primer círculo— se mantenían en su ocupación habitual: conspirar. Conspiraban pero
Fidel también se estaba muriendo. De cualquier manera, en esas crónicas y en las que le
siguieron después del anuncio de su enfermedad, no se trataba de vaticinar sino de
hallar algunas razones. Por último: Quizá sea necesario advertir que los errores de
apreciación son inevitables en textos producidos casi al unísono con los
acontecimientos. En todo caso me guié por el axioma favorito de los servicios de
inteligencia cubanos: para ser objetivo no se puede tomar partido.

10
A LA ESPERA
VALHALLA
DEL

11
ólo la contestadora telefónica de Norberto Fuentes respondía a mis insistentes

S llamados. Tenía la misión urgente de contactar al escritor cubano para pedirle


un artículo o que me diera una entrevista para la cobertura que en mi diario (La
Tercera, de Santiago de Chile) estábamos preparando como consecuencia del
hecho que se acaba de producir en La Habana. Era la noche del lunes 31 de julio de
2006 y la televisión cubana había leído un mensaje de Fidel Castro en el que anunciaba
un inédito traspaso de sus funciones a otros funcionarios, pero por sobre todo a su
hermano Raúl, el ministro de Defensa y “número dos” del régimen, desde sus orígenes.
Todo ello a causa de una grave crisis intestinal que había sufrido tras los actos políticos
del 26 de Julio, que lo llevó al quirófano y lo tuvo a un paso de la muerte.
Norberto Fuentes (La Habana, 1943) era una de las personas más indicadas para
hablar de ese momento. No sólo por sus años como miembro del hardcore cubano, su
amistad con los hermanos Castro en la década de 1980 y su exilio desde 1994 en
Estados Unidos. Sino porque en abril de ese año, sólo tres meses antes, había salido de
la imprenta el segundo y último grueso tomo de su obra La autobiografía de Fidel
Castro. Un libro donde Fuentes realizó un proceso casi psicológico para adentrarse en la
mente del comandante y hacer un repaso de toda su vida, como si el mismísimo Fidel se
dedicara a escribir sus memorias, claro que para ser leídas post mortem, liberándose de
todas las trabas, trancas y ataduras de un personaje público e histórico que no quiere
develar en vida sus mecanismos mentales ni quedar desnudo exhibiendo sus
razonamientos y sentimientos más profundos.
Desde que se puso a trabajar en La autobiografía, a mediados de 2001, Fuentes
vivió un proceso de introspección para entender cada uno de los más trascendentales
movimientos, acciones y jugadas de Fidel Castro en sus ocho décadas, al punto que en
esos siete años el autor de Dulces guerreros cubanos (1999) había dado un giro. En este

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trabajo, Fuentes había utilizado todo el bagaje acumulado desde sus años de juventud en
Cuba, cuando los estudiantes analizaban como ejercicio intelectual los discursos y
decisiones del Comandante en Jefe, hasta el tiempo en que se convirtió en el cronista de
la Revolución Cubana y se adentró en la intimidad de las más altas esferas del poder de
la isla.
Por eso era imperioso hablar esa noche con él. Pero la frase “Please, leave your
message”, en la voz de Fuentes, era lo único que obtenía de mis llamadas. Ignoraba si
no estaba en su casa o se negaba a responder a la avalancha de llamados que seguro
estaba recibiendo como consecuencia de la “proclama” de Fidel Castro. Hasta que por
fin Norberto interrumpió la grabación de su contestadora. Sin embargo, se negó a mis
solicitudes: ni columna ni entrevista. Sólo me dio algunas de las líneas del guión que se
estaba desarrollando. Necesitaba tiempo para evaluar el nuevo escenario, mientras
abajo, en las calles de Miami, cientos de personas habían salido a las calles a celebrar.
Un festejo estridente que muy pronto se volvería en una frustración silenciosa y
avergonzada.
En todo caso no pasó más de media hora cuando Fuentes me llamó y me dijo que
apretara el REC de mi grabadora. Ya tenía todas sus ideas en orden y la interpretación
de todo el cuadro para realizar una reveladora entrevista de lo que estaba sucediendo en
Cuba y de lo que podría pasar en los meses siguientes. La frase de Norberto: ”Fidel ha
cedido el poder y no va a regresar”, pronunciada esa larga noche siguió resonando por
días en mi cabeza y toma un valor enorme a dos años de que fuera dicha con apenas
minutos de reflexión.
Los que siguieron fueron días vertiginosos, que se convirtieron en semanas y
meses, donde el secretismo de lo que ocurría en La Habana echó a correr las más
variadas y descabelladas especulaciones —con el aparato de inteligencia
norteamericano a la cabeza— de la etapa en la que había entrado la Revolución Cubana.
En las semanas precedentes, con los 80 años de Fidel Castro en vista, y los 24
meses que vendrían, Norberto Fuentes escribió y respondió preguntas incesantemente
sobre lo que sucedía en Cuba y hacia donde se encaminaba la Revolución Cubana. Una
fase nunca antes vivida por la isla en su historia, por lo que era muy fácil caer en un
terreno pantanoso o ser presa de los espejismos al interpretar esos hechos. Si ni siquiera
Raúl o Fidel Castro sabían el terreno en el que estaban pisando, ni cuantas de las
decisiones tomadas serían temporales ni cuales serían un viaje sin regreso.

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Ya sea desde distintos medios internacionales, como desde el blog “Mi leña al
fuego” que lanzaría cuatro días después, los escritos y opiniones de Norberto Fuentes se
convirtieron en imprescindible y necesarios. No por nada fue él quien hizo público el
diagnóstico de las dolencias de Fidel Castro: diverticulitis. Este libro reúne todos esos
artículos y entrevistas de este expectante período, en versiones íntegras y corregidas,
que más allá de su importancia histórica se transforman en una guía para descubrir lo
que se viene en la Cuba erigida durante seis décadas por los hermanos Castro.

—PEDRO SCHWARZE

14
YÉNDOSE
FADE
EN

15
FIDEL NO CREE NI EN EL DOLOR

SÁBADO 23 DE OCTUBRE, 2004

Ya se iba retirando del podio, con marcha bastante campechana, y muy erguido por
cierto, cuando un bordillo en el piso de la tribuna y unos potentes reflectores de frente le
jugaron la mala pasada. Hay la acostumbrada rapidez de movimientos de sus escoltas
para auxiliarlo aunque, extrañamente, dejen al descubierto por segundos la escena
yaciente de su proverbial corpulencia. Pero van a rodar cabezas en esa escolta.
Haciendo caso omiso a que acaba de partirse una rodilla, la muñeca y el antebrazo
y al impacto en la cabeza de una caída que lo proyectó a más de dos metros del punto de
desequilibrio y que el castigo ha sido recibido por un organismo de más de 78 años, lo
primero que hace Fidel Castro es pedir que le alcancen un micrófono para consolar al
público presente en la Plaza Ernesto Che Guevara de Santa Clara donde oficiaba una
graduación de instructores de arte. Pero de inmediato agrega que estará “muy interesado
por ver la foto de cómo me caí...” Eso significaba que va a pedir responsabilidades. Él
lleva años haciendo su esfuerzo por aparecer ante el público como el infatigable
caminante de otros tiempos y ocultando sus dificultades de locomoción para que lo
abandonen ante un bordillo. Quizá ustedes no lo crean, pero uno de los propósitos
principales de la Seguridad Personal es no dejar nada a la casualidad. Quizá esto
explique la cantidad de infelices ametrallados o con las clavículas zafadas con un golpe
de kárate porque delante de ellos hicieron algún gesto sospechoso. Sólo sospechoso.
Suficiente con tal de preservar la vida de Fidel.
Está sudando copiosamente y ya él mismo ha localizado dos de las fracturas y, sin
que lo abandone la presencia de ánimo ni permitirse rechistar por el tormento, recuerda
que está ante las cámaras y que el espectáculo no puede detenerse, por lo que reclama (y
quizá ya disfrute de antemano) su lugar en las noticias: “La prensa internacional —
dice— lo ha recogido y seguramente mañana está en las primeras páginas de los
periódicos”. Difícil competencia el día en que los Medias Rojas de Boston le arrebata el

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campeonato a los New York Yankees, que los ingleses deciden subordinar un batallón
moto mecanizado de sus fuerzas en Irak al mando americano o el forcejeo presidencial
Bush-Kerry en su apogeo de incriminaciones políticas y personales.
Por último, la esperada advertencia que para muchos sonará como amenaza: “Como
ustedes ven, puedo hablar aunque me enyesen, y puedo continuar...” Eso es. Que lo
enyesen y que todo siga igual.

TAMBIÉN PEQUEÑAS VICTORIAS

El dispositivo comienza a reaccionar. Hacen desfilar la caravana de los tres Mercedes


negros con cristales opacos frente a los corresponsales extranjeros en la supercarretera
rumbo a La Habana mientras que a él le suministran sedantes y lo montan en una
ambulancia que tomará por una vía alternativa para el traslado de tres horas hacia La
Habana. El sedante no es solo para aliviar el dolor sino para tratar de tranquilizarle. Ya
tiene el hiperquinético puesto de mando montado sobre su camilla y a la mano una
batería de teléfonos celulares y a su alrededor una docena de colaboradores —entre
escoltas, secretarios y médicos— todos a coro apretujados alrededor de su camilla y con
las respuestas más veloces a sus requerimientos, sobre todo respecto a las primeras
reacciones de la prensa internacional. Aún La Habana no aparece en el horizonte cuando
ya ha establecido las reglas del juego: nada de anestesia general porque no puede perder
el control de la situación. Nunca fuera del juego. Una buena raquídea y andando.
No ha sido por gusto la fractura en ocho partes de la rótula y ahora tener que
enfrentarse a una complicada intervención quirúrgica aparte de la inmovilización del
brazo derecho desde el hombro. Fue todo un prodigio de actuación y de capacidad
intuitiva su zambullida de cabeza contra una superficie de granito. Por lo pronto el
episodio echa por tierra todas las especulaciones sobre su salud mental. Tiene un gesto
intuitivo perfecto en las fracciones de segundo que la caída le da para razonar. Ni
desconcierto ni pánico. No darse en la cabeza es su objetivo. Cualquier cosa menos
golpearse el cerebro. En eso residen sus posibilidades de no pasarse el resto de su vida
vegetando en un hospital. Y gana su pequeña batalla en ese violento transcurrir entre el
vacío y el impacto. Incluso en tal instante está maniobrando desde su poder y
sopesándolo y se dirige a sí mismo. Hizo caso omiso al relampaguear de ese momento y
a sus mínimas posibilidades y continuó dirigiendo el país.

17
En los partes sobre su estado de salud dictados desde el borde de su cama y que se
está auto prodigando en la prensa cubana —y reclamando la atención hasta de la
Associated Press— se ve, por lo pronto, que la está tomando como una experiencia que
va a comenzar a disfrutar, no sin cierto lirismo pero también con humor.
Pensó rápido y pensó bien.
Todo menos la cabeza.

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EL HERMANO MENOR

SÁBADO 18 DE DICIEMBRE, 2004

Le llaman “El Cuate” en el círculo más reducido de sus amigos y nada le complace más
que lo reconozcan como el primer bolchevique de América. Es un título que él mismo
se ha creado, entre chanzas de viejos camaradas y sus impulsos revolucionarios,
probablemente para ser, al menos en esa extraña añoranza leninista, el primero por
encima de su hermano, sabiendo de antemano, además, que el hermano no se va a
interesar en disputárselo. Raúl Castro no es un hombre de gran estatura, ni corpulento, y
ha envejecido rápidamente, y a veces las fotografías revelan un pecho abombado que le
resta marcialidad. En su conjunto, no presenta la recia impronta que debe distinguir a un
ministro de Defensa, aunque ocupe ese cargo desde hace 45 años y que, incluso —y este
es otro de sus motivos de orgullo—, haya sido el más joven ministro de Defensa de la
historia —un veinteañero cuando lo nombraron en 1959. Por aquel entonces tuvo que
superarse con el largo rabo de mula que le colgaba sobre la nuca y su voz inmadura,
quizá de adolescente. Hasta que decidió ponerse en manos de un implacable fígaro de la
barbería militar del antiguo campamento de Columbia, que, de un tijeretazo, dio por
terminado el atributo guerrillero. Ah, ¡y la voz! Ahora es una voz cavernosa y ronca,
que impostó a base de arduos ejercicios y de no volver a permitirse un falsete. Ahora
sabe rugir y eso es muy adecuado para un sistema de ordeno y mando. Por otro lado —
cuando no lleva atuendo militar con sus charreteras de cuatro estrellas de general de
Ejército—, sabe vestir sin ostentación pero con suma elegancia y prefiere las ropas de
color beige y el lujo de la única joya que se permite es el Rolex Oyster de oro. Este es,
pues, el hombre de presencia ligera y dado a las bromas y a disfrutar de las largas
veladas que propicia la gracia de ser un buen bebedor, muy de acuerdo a su estilo
bolchevique, y al que he visto tomar decisiones de jefe de Estado, implícitas de frialdad
y rapidez ejecutiva, sin que le hayan hecho temblar las manos.

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Este es a su vez el hombre que todos observan por sus posibilidades de sucesor de
Fidel Castro. En las últimas semanas, luego de que Fidel tuviera el traspié y se hiciera
pedazos la rótula —ocho pedazos, exactamente— a Raúl se le ha ofrecido la
oportunidad de ejercer el papel de Presidente de la República. Se presenta en la losa del
aeropuerto para recibir dignidades, impone condecoraciones y suple en el podio los
discursos habitualmente reservados para Fidel. Desde luego, esto obliga a todos los
observadores de la política cubana a volver a reparar en el más pequeño Castro. Lo que
preocupa es saber si tienen al hombre con la capacidad y los recursos necesarios para
dirigir el país —y sobre todo para controlarlo a la muerte de Fidel. Pues me parece que
tengo la más preocupante de las noticias para ellos. Más que noticia, un cuento. Una
tarde del otoño de 1987, yo acompañaba a Raúl en un recorrido por la provincia de
Camagüey que debía terminar en la primera fábrica cubana de producción de las
prodigiosas carabinas Kalashnikov, cuando, tragos en mano, nos metimos con el agua
hasta la cintura en la piscina de la residencia que la Seguridad del Estado reservaba para
estas visitas. Dos o tres miembros más del séquito —recuerdo al vicepresidente Carlos
Lage y a Alcibíades Hidalgo, el ayudante— también disfrutaban de aquel ocaso en
provincia, cuando Raúl dijo, de sopetón: “¿Ustedes se imaginan, caballeros, que pasaría
en este país si a Fidel le da un infarto y a mí me da otro al recibir la noticia?” Fue nítido
el nervioso tintineo de los cubos de hielo en el vaso del vicepresidente Lage. “¿Se lo
imaginan? —insistió Raúl—. ¿Se lo imaginan ustedes, caballeros?”
Bueno, yo no sé qué debimos imaginarnos aquella tarde, pero sí otra ocasión en que
Alcibíades me dijo, no sin un aceptable dejo de orgullo por la resolución de su jefe, que
Raúl “tenía muy claro lo que debía hacerse” en caso del fallecimiento de Fidel.
Realmente, había mucho más entusiasmo y deliberación que en el lúgubre
pronunciamiento de la piscina camagüeyana. “Tiene una conciencia muy clara de su
actuación en ese momento”. Y perfiló —por supuesto— una inequívoca noche de
cuchillos largos. Y masiva. Quiénes iban a ser incluidos en la lista de la degollina es
algo que me quedó sin precisar, pero me resultaba evidente que era todo aquel que
pudiese representar el más mínimo peligro para su asunción al poder, al menos en esos
instantes críticos de sustituir a Fidel y su gloria.
No les quepa la menor duda, sin embargo, de que pese a estas angustias
existenciales, es el hombre perfecto para el cargo. Tomen sino sus o dos o tres obras
maestras organizativas. Cuando el núcleo matriz de la guerrilla fidelista se fracciona en
marzo de 1958, se produce un despliegue hacia al norte del valle intramontano de la

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región oriental bajo el mando de Raúl, donde pasa a operar permanentemente. Allí es
donde él funda el Segundo Frente Oriental “Frank País”, que realmente —en medio de
la guerra y para la edad que tenía— fue una proeza, aquel pequeño Estado
revolucionario, ejemplar y sin duda disciplinado por el terror. Y después, al triunfo de la
Revolución, se convirtió en el jefe del Ministerio de lasa Fuerzas Armadas
Revolucionarias, que siempre ha funcionado como un reloj. Si se toma en cuenta que
había heredado un aparato militar de niveles de subdesarrollo y con armamento de la
Segunda Guerra Mundial y que además había sido el ejército que los mismos
guerrilleros derrotaron en un par de años y que a la vuelta de una década llegó a ser
catalogado como uno de los diez primeros ejércitos del mundo y que llegó a dislocar
una fuerza de combate permanente de unos 100 000 hombres apoyada con más de 500
tanques y artillería y aviación de intercepción supersónica a más de15 000 kilómetros de
distancia, en la República Popular de Angola, lo menos que se le puede conceder es que
se trata de un eficiente organizador y con un buen equipo de asesores.
Pero, cuidado, todavía es el emisario. Un hombre como su hermano Fidel, que no
permite siquiera que se le suministre anestesia general para mantener el control de la
intervención quirúrgica en su rótula, no es fácil de poner bajo control y mucho menos
de aproximarle la idea de ser sustituido. La ilusión de que está disminuido es vana y
fatal para el que se lo proponga como escenario de una acción política en Cuba. En este
sentido, yo ni dudo incluso de que hayan querido —quizá desde Miami, quizá desde la
Casa Blanca— negociar con Raúl a espaldas de Fidel, negociar lo que contrarrevolución
insiste en vender como una transición. Desde luego, esa posibilidad también esta
prevista, y por lo menos en lo que resulta hasta el día de hoy, el mismo Raúl ha puesto a
Fidel al corriente de estas dulces tentativas de conspiración.
Fidel se ha descansado durante muchos años en la figura de Raúl porque lo ha
hecho aparecer como que su hermano menor es el malo. Y es algo de lo que Raúl se
queja y dice, coño, en realidad el malo es él. De modo que eso a la larga significa que,
en caso de que Fidel desaparezca, Raúl no tiene una imagen que cuidar con tanto celo.
Fidel sí la tiene, como se sabe, y la necesita incluso como alimento espiritual. Bueno, se
trata realmente de un personaje fuera de serie. Raúl no, porque es más común. No es
una descripción peyorativa. Se trata de acercarlo al común de los mortales. Pero, por eso
mismo, y ya que hablamos de lo malo que pueden ser los hombres, reitero que no le va
a temblar la mano para la represión. Aunque al final la época no lo ayude para una
degollina ni va a contar con la intelectualidad mundial virando el rostro hacia otro lado.

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Tampoco es nada nuevo toda esta historia de la transición. Porque es algo que ellos
han puesto en marcha hace ya bastante tiempo. Yo recuerdo que Raúl estaba empeñado
en mandarnos a Alcibíades Hidalgo y a mí a la URSS y Polonia para que estudiáramos
los procesos de la Perestroika y del ajedrez entre el gobierno de Jarulsesky y el
Sindicato Solidaridad. Al final sólo dio tiempo para que mandara a Alcibíades a
Polonia. En eso también Raúl era el leal bolchevique, es decir, en eso también apostaba
a lo que pudieran lograr los soviéticos, y recuerdo aquel cuarto piso de su oficina en la
sede del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, con los retratos de todos
los mariscales y generales soviéticos que habían pasado por Cuba como sus asesores.

SIEMPRE TENDREMOS A PARÍS

Y es melancólico, por lo menos hay espacio en su alma para estas extrañas


navegaciones del ser. A principios de 1987, yo viajaba a París para cumplir el contrato
de un libro y Raúl me hizo perder el vuelo un par de veces. Recuerdo con exactitud una
de las fechas, el 10 de marzo. Se presentó en la puerta de mi casa, muy temprano en la
mañana, miró las maletas en la sala y a la que era mi mujer, Lourdes Curbelo, con sus
atuendos de viaje, y dijo: “¿Tú no crees que puedas suspender ese viaje?” Todo lo que
quería era evocar París. Había estado allí a su regreso del Cuarto Festival Mundial de las
Juventudes y los Estudiantes celebrado, nada más y nada menos, que en Bucarest en
1953. Cuatro días desandando por París. La añoranza, la nostalgia de aquellos pocos
días todavía lo apresaban. Entonces comprendí el enorme sacrificio que este hombre
había hecho por su hermano. Quisiera dedicarse a jugar gallo y a las juergas. Pero está
obligado a mantener bajo un puño de hierro a un ejército comunista. Y no solo a
soportar esa carga, sino que es la herencia que le deja el hermano. Si alguien ha estado
condenado a no ser lo que quiere, es Raúl Castro. Un militar eficiente, cumplidor y
depurado. En eso lo convirtieron, en un hereje de la vida bohemia y del vagabundeo.
Prohibido trasnochar, hermano.
Por fin, cuando pude salir para Francia, creo que a la semana siguiente, resignado
Raúl a que yo ocupara su lugar a orillas del Sena, me pidió que —a mi regreso— le
llevara una caja de vinos pero baratos, de los que toman regularmente los franceses. “No
se lo digas a nadie en la Embajada porque entonces se quieren esmerar y se gastan una
millonada con los vinos más caros. No. Yo quiero recuperar el sabor del vino de mi
juventud.”

23
Es un hecho que Raúl podrá moverse represivamente con mucha más facilidad que
Fidel porque es mucho más ideologizado, quiero decir, mucho más adscrito al
comunismo. Y puede decir junto con Stalin que no está en el poder para pasar a la
historia sino “para ser el perro cancerbero de las conquistas del socialismo”. Mucho
menos creador que Fidel, solía decirme cuando me visitaba en mi casa y con los dos
solos en mi oficina —bueno, solos absolutamente no; siempre estaban los vasos bien
servidos— que a él lo que le interesaba era mover los hilos desde la oscuridad. “Mover
los hilos”, me decía y me mostraba unos dedos que supuestamente movían las
articulaciones de un títere. Es un conspirador y ha entendido que esa es la esencia del
gobierno. Un conspirador natural, por cierto, porque sus lecturas son fatales —es un
fanático de los mamotretos de Gary Jennings sobre Marco Polo (El viajero) y el
conocido Azteca, que le suministraba García Márquez y luego él ordena adquirir por
decenas para repartir entre sus generales, y con los que recicló su pasión por las

24
novelitas soviéticas sobre la Guerra Civil o la Segunda Guerra Mundial—; pero nada de
un nivel más sofisticado, como las constantes lecturas de Fidel sobre Roma. De
cualquier manera, con más o menos tonelaje de sangre a su haber que se le achacan por
indiscriminados fusilamientos, debemos aceptarle una simpática habilidad de hombre
que sabe lanzar una mirada irónica sobre todo lo que le rodea. Recuerdo la ocasión en
que escuchábamos una arenga de Fidel en la que apelaba a una conducta espartana y
sobria de la población y el codazo con el que Raúl me subrayó su observación de que
“ni te preocupes, que en el proceso cubano, la austeridad dura siempre muy poco”.
Esto último puede ser, al fin, una buena noticia. Esa cierta comprensión de Raúl por
la debilidad humana habla de un hombre con el que se puede negociar. En definitiva,
duro o flojo, sanguinario o no, la posibilidad de lograr la apertura sigue vinculada a la
habilidad de los americanos —y de lo que quede de inteligencia en Miami— para tratar
de acercársele sin emitir las señales equivocadas, sin obligarlo a que vuelva a
atrincherarse. Todo depende, en verdad, de la calibración. Nunca habrá apertura desde
posiciones de debilidad para los cubanos. La perspectiva de hundir en el mar la isla
antes de entregarse es la única verdad de la Revolución Cubana. Denlo por seguro.
Y que Raúl sea el hombre con el que iniciemos el diálogo, depende por lo pronto,
según sus propias palabras, de que sobreviva a la noticia de que el Comandante en Jefe
ya no está entre nosotros.

25
FIDEL: UN PUNTO DE VISTA

SÁBADO 14 DE MAYO, 2005

Debió salir en La Tercera, de Santiago de Chile, el


domingo 15 de mayo de 2005. Publicación objetada.

Me imagino que el principal escollo del gobierno chileno para enfrentar el actual
diferendo con Fidel Castro y cómo lidiar con él sea una certidumbre quizá
desmoralizante: que al final haya que darle la razón. Pueden dar por seguro que, desde
la perspectiva cubana, todo está viciado de origen. La palabra lidiar, para empezar, es la
que está de más. Si alguien aquí no está loco es el presidente cubano, que ha dado
muestras abundantes de racionalidad y pragmatismo en los últimos 45 años. Desde
luego, no cree que una suerte de izquierda que tanto gusta de mirarse a sí misma como
moderada y disponible para la negociación en cualquier frente, sobre todo si de negociar
con los gringos se trata -- como acaba de demostrar ahora mismo en Chile -- tenga nada
que enseñarle. Lo cierto es que apenas le da un voto de confianza y cree que con ella ha
obtenido una victoria irrefutable sobre sus sempiternos enemigos, ésta hace que se le
vaya como agua entre las manos. José Miguel Insulza está sobre la raya blanca pero,
antes de cruzarla, saca su pañuelo blanco y decreta el empate. Ese es el movimiento que
efectúa. Retomar un largo trecho desde su posición anotadora, tomar de la mano a
Condoleezza Rice y llevarla a rastras hacia donde la cinta de la meta no había sido aún
quebrada. Era la primera vez que Fidel lograba conjurar el embrujo de la omnipotencia
americana en la Organización de Estados Americanos (OEA) y de pronto se queda
como aquel personaje de Hemingway: el ganador que no gana nada.
Déjenme explicarles algo. Porque se trata de una guerra muy vieja.
Más que la descripción de ministerio de colonias —con la que Fidel se regodea a la
hora de describir a la OEA—, la realidad es que su modus operandi la sitúa en un nivel
inferior del escalafón: ciertamente, el traje de “ministerio” le queda grande. Hablando

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en plata (y ya es inevitable desde aquí comenzar a darle la razón a Fidel), la OEA no ha
sido más, al menos ante el caso cubano, que una división —branch dirían los
americanos— de los servicios de inteligencia. Y no en un escalón muy prominente.
Advierto que no se trata de quitarse el sombrero ante Fidel bajo los requerimientos de
alguna clase de militancia y por lo tanto de transgredir el análisis. Se trata de hechos
basados en información desclasificada de los propios Estados Unidos. Lo cierto es que
la OEA estaba en el tercer lugar de prioridades cuando se preparaba la desgraciada
invasión de Playa Girón. Al menos el 28 de enero de 1961, en la primera reunión de
contacto del presidente John F. Kennedy con los oficiales de la CIA encargados de la
operación, estos situaron el comprometimiento de la OEA en un incoloro traspatio de su
proyecto. Primero, incrementar las actividades de la CIA en el campo de la propaganda,
incrementar las acciones “políticas” (sic.) e incrementar los sabotajes, todo sin
descuidar los sobrevuelos de abastecimientos de armas para los insurgentes en la isla.
Segundo, revisar las propuestas al presidente para activar el despliegue de fuerzas
anticastristas en el territorio cubano. Y tercero, el empleo de la OEA para santificar a
nivel de los gobiernos del área la próxima restauración contrarrevolucionaria en Cuba.
Kennedy acabado de estrenar en la Casa Blanca y ya el río arrastraba el sonido de esas
piedras.
Se pueden imaginar la excitación, la alegría, la manera en que Fidel disfrutaba el
hilvanado de su batalla sobre la OEA a más de 40 años de aquellos avatares. Y la
seguridad de su victoria. Además de que la iba a ganar sin comprometer en el teatro de
operaciones una sola de sus fuerzas. Sólo vicarios. Puros emisarios. Sólo fuerzas
delegadas. Hete aquí, sin embargo, que es el gobierno chileno el que se encarga
inesperadamente de reacomodar su posición cuando ya toda la izquierda
latinoamericana —en la más exhaustiva gama de sus matices: moderada, radical,
francamente comunista, socialista, de centro, reformista— estaba arañando la presea. En
ese sentido, no es nada difícil la tarea de entender la airada reacción de Fidel porque a
ojos vistas la jugada de José Miguel Insulza fue totalmente gratuita e innecesaria, pese a
que pueda argumentarse que fue el compromiso con la señorita Rice para obtener su
aquiescencia, el compromiso de denostar al menos un tantito sobre ese asunto de la
democracia en Cuba a cambio de retirar la candidatura del canciller mexicano Luis
Ernesto Derbez, que era su último caballo de batalla. Insulza ya tenía la candidatura en
su bolsillo y a Condoleezza sólo le quedaba como reserva, si acaso, alguna empecinada
maniobra de pataleteo (con la que hubiese, sin duda, magnificado —y de manera

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escandalosa— su desastre) cuando el ministro chileno desconoce al tropel de gente que
lo había apoyado y se lanza en brazos del adversario que precisamente todos estos
denodados hermanos del subcontinente creían haberse sacudido de encima. Ah, pobres
hermanitos. Acababan de ver a Condoleezza avocada a ofrecer una crisis aún más honda
en la OEA, sin un candidato posible y la incoherencia y vacilaciones de una larga pelea
en una institución que de todas maneras se le había ido de las manos. Y, ah, pobre Fidel.
Incluso esa larga pelea hubiese sido aún mucho más dulce que el disfrute de arrebatarle
la presidencia a los candidatos de Washington.
No creo que haya que ser un Fidel Castro irascible y vociferante para sacar las
garras ante declaraciones y conducta como las de Insulza. Pero la costumbre de la media
es ya referirse a las complejidades mentales del cubano. Pero déjenme decirles que en
casos como este sus tales complejidades son casi nulas. Es uno de los tipos más claros
del mundo y casi que infantil sobre todo en lo tocante a su espíritu competitivo. Donde
las cosas se complican —y esto lo he visto yo desarrollarse muchas veces— no es en su
personalidad, si no en los receptores de sus ataques, que al no entender la simpleza del
mensaje son ellos los que comienzan a darle una extraña carga a los embates que
reciben de este político, de este veterano de tantas batallas. Yo recuerdo un día que
Fidel se rió muchísimo en una de las habitaciones del hotel Habana Libre —el antiguo
Hilton— reservadas para los cabildeos de la dirigencia cubana en el transcurso de la ya
legendaria Conferencia Tricontinental de 1966, a la que asistieron líderes
revolucionarios de todo el mundo, cuando le preguntó a Luis García Guitar, su
embajador en El Cairo, que era lo que pensaban los árabes y cuáles eran sus ambiciones
para ese cónclave, a lo que García Guitar le respondió que, sencillamente, no sabía.
“Pues yo no lo sé, comandante”, dijo. Lo que al presidente Osvaldo Dorticós, allí
presente, le pareció una respuesta insólita, sobre todo viniendo del embajador en aquella
posición clave del mundo árabe, por lo que le espetó que la respuesta le parecía
“demasiado simple”, a lo que el rechoncho embajador nuestro —era muy rechoncho,
una sólida mole de baja estatura— le respondió: ¿Y no será acaso usted el que lo
complica todo, presidente.” Esto provocó un ataque de hilaridad de Fidel y sirvió para
que durante casi todos los días de la conferencia se estuviera refiriendo a Dorticós como
el Presidente Complicado.
También es cierto que nunca ha habido un verdadero lenguaje de entendimiento
entre la Revolución Cubana y Chile, incluso desde tiempos anteriores a Salvador
Allende. Es la puja entre una república que quiere ser seria y meticulosamente ortodoxa

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en las relaciones diplomáticas, como supuestamente deben ser éstas en un mundo
civilizado y que se le supone cada día una tendencia más aguzada a la negociación, y el
crudo desenfado de la contingencia revolucionaria. No me tomen a mal. En definitiva la
ambición cubana no deja de ser más novedosa y de convocar los aires de la aventura.
Pero con Allende tampoco hubo la facilidad de un lenguaje de acceso directo. No lo
hubo siquiera cuando al gobierno de la Unidad Popular se le abrió la perspectiva de
obtener grandes cantidades de armamentos pesados —tanques, artillería, quizá aviación
de caza— directamente de la Unión Soviética. Lo cierto es que cuando Fidel estuvo en
posesión de los informes que indicaban que ya había movimiento de la flota mercante
soviética con los primeros tanques y piezas de artillería rumbo a Chile, comenzó a
sabotear el plan. ¿Armamento soviético en su propio patio sin que él participara en la
transacción? Ni pensarlo. Además, los soviets significaban en ese momento una opción
de “civilidad”, nada que se pareciera a un quebrantamiento de las leyes internacionales,
o a una subversión del orden, ni siquiera dentro de Chile. Hasta los militares chilenos —
en pocas semanas devenidos sangrientos golpistas— se hubiesen entusiasmados con
esas formidables máquinas de combate T-60 en sus polígonos.
Querer hallar una respuesta al actual desaguisado chileno cubano en la
hipersensibilidad o un supuesto síndrome sicopático de Fidel Castro es un error, o por lo
menos echarle la culpa al bando que se ha visto defraudado. Bueno, más que error, una
perdedera de tiempo —como dicen los cubanos. Por ahí no se va a ningún lado. Y la
tesis de que la embestida de Castro contra Insulza tras sus negociaciones con
Condoleezza Rice en buena medida se ajusta a un guión casi preestablecido, guión
según el cual Cuba debía haber dado por sabido la concesión de Insulza e, incluso,
aceptarla de buen grado, como muestra de madurez política, es inadmisible para el
estadio regular de asimilación de la mentalidad castrista.

INNECESARIO TODO EN LA HORA DE UNA VICTORIA

Si a alguien se lo debía Insulza —y el presidente Ricardo Lagos— era a Fidel Castro,


que se equivocó también al pensar que al final Insulza no actuaría como un atildado y
gentil diplomático dispuesto a tenderle a los americanos un conteo de protección. Al
virarse en contra de Fidel —y de sus combativas huestes— para hacerle el favor a
Condoleezza y a la administración Bush, obligaron la respuesta inmediata del guerrero.
Mal momento para Insulza equivocarse.

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Fidel está haciendo un uso muy productivo de sus últimos años. Y de la
información acumulada.

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LA SONRISA DE LA GIOCONDA

DOMINGO 23 DE ABRIL, 2006

Han perdido mucho tiempo y han sido muy torpes, por no mencionar la falta de
independencia y escasez de imaginación. La última oportunidad de restauración
contrarrevolucionaria la perdieron hace tantos años —en las arenas de la batalla de
Playa Girón (1961)— que es ya un recuerdo de abuelitos. Quizá aún les quedara una
reserva de energía a la caída del campo socialista, cuando pusieron todas las esperanzas
remanentes en un supuesto efecto dominó que daría cuenta —¡al fin!— de su Némesis.
Los menciono para empezar porque son ellos los que intentan gobernar en Cuba
después de la muerte de Fidel. Ustedes sumen todos esos años para que sepan el tiempo
en que perdieron el contacto con la realidad cubana. La sola proposición de esa apuesta
es además de obscena, ridícula. Después de tantas bombas y cañonazos, ahora hay que
esperar a que Fidel Castro se muera en su cama —me imagino que enfundado en sus
pijamas de seda negra pero con las botas puestas (ojo, parecen las de campaña de uso
regular del ejército, pero son de factura italiana y fabricadas a la medida). Desaparecido
desde hace rato el carismático Jorge Más Canosa, los candidatos de la propuesta del
exilio son a duras penas reconocidos por unas docenas de habitantes de la isla. Ni qué
decir de sus programas políticos aparte de que quieran recuperar —si aún estuviesen en
pie— sus viejas pocilgas. Muy difícil para quienes han pateado (es una forma cubana de
expresión deportiva) a los americanos, tragarse el cuento de los que no dan un paso sin
saber qué pensará la CIA. Además de que, en el campo de la sociología, sería como un
ritornello perfecto: ellos, que establecieron las condiciones de asfixia y opresión que dio
lugar a la Revolución Cubana, regresarían para devolvernos a la situación equivalente.
Así que, para responde a la famosa pregunta de que qué diablos pasará después de
Fidel, la respuesta inevitable es virarnos hacia donde se halla el único candidato visible
y posible… en la isla. Raúl Castro. Con él, desde luego, no cuentan en Miami. Por eso
la premura por destruirlo de antemano, asesinarlo, meterlo preso, a galeras, condenarlo

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en La Haya, acabar con él, en suma y a como de lugar. O díganme ustedes qué
posibilidades le quedan a unos futuros presidentes de Cuba que dicen llamarse Carlos
Alberto Montaner, Carlos Saladrigas o Lincoln Díaz Balart. Escollos de diversas índoles
se les presentan en su camino de ascenso al poder. El primero es que Fidel (él aún no ha
fallecido, recuerden) solo habla de gobierno a gobierno con los Estados Unidos y no con
estos mandarines provinciales. Y que ha tenido la sabiduría en los últimos años de
convertir a Cuba en el país más estable del área. Pregúntenle si no a Bush cuánto él
agradece tener ese frente cubierto. Es más, pregúntenle qué no está dispuesto a hacer y
ofrecer para que se mantenga en esa calma. Segundo, que el hipotético candidato, Raúl
Castro, se encuentra ya, de hecho, en el poder. Pueden sacar esta cuenta, muy sencilla.
Después de casi medio siglo de gobernar en las peores condiciones posibles y de haber
sobrevivido a atentados, guerras civiles, amenazas atómicas, invasiones americanas,
guerras sucias, si hay un grupo preparado en este mundo para continuar con las riendas
de mando atrabancadas en su puño, son estos cubanos. Nada parece perturbarles, nada
los apremia. En el peor momento de su existencia como líder, después de la
desaparición de la Unión Soviética, cuando gobernantes de todo el mundo hacían coro
para aconsejarle a Fidel las más disímiles fórmulas de retirada, él optó —son sus
palabras— por escucharles “con la sonrisa de la Gioconda y la bíblica paciencia de
Job”.
Se discute mucho sobre la capacidad de Raúl para gobernar en ausencia de Fidel.
Bueno, el argumento no camina porque de una u otra manera él está al frente de las
principales tareas del Estado cubano desde hace años y lo que estamos viendo en
acción, ahora mismo, es su gobierno. Esa gente que se ha quemado (otro decir cubano,
éste por comprometerse) es el gobierno de la sucesión. O de la continuidad. O como se
le quiera llamar.
Luego, si hay transición o hay cambios, más o menos depende de la inteligencia del
aproche y de que no exageren la presión. En definitiva, tampoco esto no es nuevo ni les
asusta, porque allí hay cambios y movimiento todos los días, e incluso Raúl ha reiterado
públicamente la invitación de hacerlo en vida de Fidel, consciente de que el carisma y
presencia de su hermano haría las cosas mucho menos traumáticas. Olvídense de que
Raúl vaya a precipitarse en una carrera de sinecuras e intercambios con el enemigo que
sólo serviría para debilitarlo y terminar como Sadam Hussein; de ahí la validez de su
propuesta de actuar en presencia aún de Fidel, puesto que sólo él puede permitirse un
incremento de la velocidad. Es una desgracia que suela olvidarse con frecuencia que los

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clásicos, de Lenin a Sartre, nos han enseñado que si hay algo flexible y capaz de
avanzar, al igual que retroceder, es una revolución.

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NO SOLO EL PODER Y LA GLORIA

VIERNES 19 DE MAYO, 2006

Debió salir en Qué Pasa, de Santiago de Chile, el sábado


20 de mayo de 2006. Publicación objetada.

Una vez, en Angola, el general Menéndez Tomassevich al hacer un alto en sus correrías
tras el líder rebelde Jonás Savimbi y echar una ojeada a su paquete de correspondencia
—en su caso servido en valija diplomática— que incluía algunos ejemplares del
periódico Granma, supo a través de la transcripción de un discurso de su Comandante
en Jefe que el ingreso de divisas de Cuba se hallaba en su nivel más bajo. El viejo
Tomás —como llamábamos al general—, un revolucionario emotivo y fácil para
producir golpes de efecto, dispuso de inmediato que se extrajeran 2 millones de dólares
de la reserva especial de cinco millones de las tropas cubanas y se le enviaran a Fidel en
La Habana. La respuesta a la supuesta buena acción no tardó 72 horas en llegar a
Luanda. Llegó en forma de un cifrado. Y venía firmado por el ministro de las Fuerzas
Armadas. “Tomás —decía Raúl Castro—: ¿Y a ti quién te autorizó a regalar mi
dinero?”
Mi dinero. Su dinero. Bueno, la anécdota debe poner en perspectiva la muy
particular relación que se establece con el dinero en la Revolución Cubana. Una relación
que comienza y termina ahí mismo: en los dos hermanos. Y que está determinada por la
visión de plantación con que manejan el país. Todo lo demás son unas pequeñas a la vez
que herméticas estructuras que efectúan las transacciones y llevan los estados de
cuentas. Aclaro que en todo momento cuando hablo de dinero me estoy refiriendo a
dólares, a divisas, a moneda libremente convertible, a la platita que ha destapado el
último escándalo sobre las supuestas intimidades de Fidel Castro (¿Qué otras
intimidades pueden quedarle a los 80 años que no sean crímenes y fortuna?) expuesta en
un reportaje de bastante dudosa factura de Forbes, y no a lo que el común de los

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cubanos llama “chavitos” y que es la moneda de su uso corriente y sólo aceptable para
adquirir artículos de primera necesidad. A decir verdad, lo llamativo en este caso no es
el reportaje (es la segunda o tercera vez que le achacan al cubano una montaña de dinero
semejante) sino la virulencia del contraataque de Fidel, inexplicable en alguien con una
piel tan dura. La reacción desde La Habana debe tener desconcertados a los editores de
Forbes, tan acostumbrados como estaban a esa invectiva anual, y especialmente porque
no deben tener la menor posibilidad de probar su aserto.
Fidel nunca deja huellas porque todo se produce y manifiesta por el Estado. El
principio —quizá, de tanto repetirse, haya perdido toda noción de objetividad— es que
Fidel lo maneja todo como su finca. Desde un botón de camisa que se importe de China
hasta el último millón de dólares que ingresen por una venta de habanos, no sólo es de
su conocimiento sino que necesita de su aprobación. Igual que ahora maneja los
ingresos que le reporta el petróleo de Chávez, así manejaba los excedentes de petróleo
soviético que lograba situar a su favor en el mercado internacional. A la hora de
distribuir, él, desde su oficina en el Palacio de la Revolución, se encarga de preguntar
cuánto hay disponible. Luego procede a repartir “los buchitos” —es el lenguaje. Tanto
para tal ministerio, tanto para el otro. Esto es, fíjense bien, en cuanto al dinero que
ingresa al Estado de manera regular y santificado por el comercio más ortodoxo —
“limpio de polvo y paja”, como también es el lenguaje. Hay otros dineros, desde luego,
que tienen un origen “colateral”, por llamarle de alguna manera al que es producto de
cualquier negocio reprobable o de origen no apto para la publicación. O que surge de las
muchas donaciones, por ejemplo, que sus socios políticos del Medio Oriente deciden
hacerle. Cooperaciones, como se les designa, con la mejor buena fe. Ese es un dinero
que siempre aterriza en efectivo en Cuba y que de la misma forma se envía para bancos
de Europa —digamos en Alemania o en Suiza—, pero cuyas casas matrices están a su
vez fuera de esos territorios —digamos, en España. Esas son las cuentas, que aunque no
se encuentran a nombre de Fidel Castro, son de Fidel Castro. Los negocios vienen de
muy lejos, desde las primeras semanas del triunfo revolucionario, cuando la conocida
“madrina de la Revolución” Celia Sánchez mandó a depositar dinero para Fidel en
Suiza. Quizá no haya existido una persona más incondicional de Fidel, desde la época
de la Sierra Maestra. Y ese imperio de poderes subterráneos comenzó bajo su atenta
mirada. Por lo demás, son estos los bancos que mantienen al día a Fidel de una inmensa
y preciosa información sobre los movimientos bancarios internacionales. Es obligación
puntual mantener informado a un cliente de esa importancia.

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En el orden interno, Fidel contó desde principios de los 80 con Emilio Aragonés —
un capitán de milicias, obeso y sibarita, que hizo méritos en la lucha clandestina contra
Batista—, a quien puso al frente de uno de sus más productivos frentes: el Banco
Financiero Internacional (BFI). En un principio, éste había funcionado como una filial
de la llamada corporación CIMEX, un invento a medio camino entre las operaciones de
inteligencia y la necesidad de generar algunos dólares fuera de las rígidas estructuras
estatales y a su vez funcionar como una empresa capitalista. El coronel José Luis
Padrón, miembro del Alto Mando del Ministerio del Interior y un héroe de la guerra de
Angola, fue puesto al frente de CIMEX, tarea que dividía con la jefatura de las
empresas turísticas y las delicadezas de las relaciones con los Estados Unidos. El
chileno Max Marambio, “Guatón”, jefe del GAP (Grupo de Amigos del Presidente), la
escolta de Salvador Allende, y reciclado en Cuba como oficial de la Dirección General
de Operaciones Especiales, fue nombrado su delegado en CIMEX, mientras que el
silencioso, enigmático comandante Ramiro Valdés, ministro del Interior, supervisaba.
Se le achaca a Marambio haber obtenido un modesto capital inicial de 70 000 dólares, a
través de unas amistades suecas, para comenzar la operación, y también sus éxitos
iniciales. Me he detenido en estos cuatro personajes porque puede decirse que, en lo
esencial, la estructura del movimiento con las divisas de Fidel en su forma actual
comenzó con ellos. El caso es que pronto necesitaron de un banco y que la única
institución cubana de esa clase existente —el Banco Nacional de Cuba, una especie de
Oficina del Tesoro Nacional, en cuya silla de ejecutivo principal se sentara una vez el
Che Guevara— resultaba incapaz y sin empuje alguno para afrontar una transacción
fuera de la mecánica “socialista”. Fue cuando surgió el BFI, primero como una
dependencia del propio CIMEX y luego como institución independiente. El caso es que
a Fidel no le gustó nada la idea de que estos “muchachos” de CIMEX empezaran en el
juego de trasegar ellos con bancos extranjeros. Desde entonces, el BFI trabajó como un
banco privado, a través del cual las instituciones estatales cubanas obtienen cartas de
crédito, aunque establece como norma inflexible para respaldarla el pago de un 5 % de
interés. El mismo Banco Nacional de Cuba debió recurrir al capitán Aragonés para que
le garantizara sus créditos y lo ayudara a salir del atolladero de algunas deudas.
Advierto que no todo fue sonrisas con este grupo de fundadores. El más golpeado ha
sido José Luis Padrón. Un día del verano de 1986 Fidel lo llamó para que le llevara 20
millones de dólares en efectivo que necesitaba para “un compañero gobernante de las
islas del Caribe”. Fidel le había dicho a José Luis que mantuviera siempre sin tocar 20

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millones de CIMEX en las arcas del BFI. José Luis, por su parte, había creído
conveniente jugar a la bolsa y puso a correr ocho millones en esa aventura, por lo que
solo disponía de doce millones. Del primer rebote, José Luis fue a dar al Amazonas,
como participante de una expedición en canoas rústicas que debía develar los
conocimientos de navegación de las sociedades precolombinas en una tirada de dos
años, dando remo y comiendo caracoles —cuando los hubiese— desde los andes
peruanos hasta la isla de La Española.
Poco tiempo después, a principios de los 80, surgieron otras fuentes de divisas,
colocadas indefectiblemente bajo la sombrilla de la Seguridad del Estado y que por tal
razón se les asociaba de forma automática con Fidel. La más celebre de todas, MC, un
departamento de la Dirección Z (o “Ilegales”) de la Inteligencia cubana, surgió como
un desprendimiento de CIMEX, para crear cualquier clase de negocios en países
cercanos a Cuba que le brindaran cobertura económica así como “fachada” de
comerciantes, a los agentes cubanos en sus destinos de matarifes o informantes en los
países del área, al frente del cual se designó al coronel Antonio de la Guardia, uno de
los oficiales emblemáticos del aparato de Seguridad, que pese a todo terminaría fusilado
como chivo expiatorio de Fidel cuando éste requirió sacudirse de la acusación de
narcotráfico. Pero es una hipótesis en muchos casos aventurada que el florecimiento de
los negocios en dólares partiera de la iniciativa personal de Fidel. En realidad, se trataba
también de negocios que se creaban dentro de las propias oficinas de la Seguridad,
como resultado de los intereses de grupos que desarrollaban, y en otros eran de civiles
que se ponían al amparo de la Seguridad para poder actuar. El más celebre de esta
galería es Héctor Carbonell Méndez, alias “El Güiro Carbonell”, que descubrió el
formidable método de hacer algunas compras con amigos panameños para surtir los
artículos de las tiendas de turismo habaneras y le enviaba paquetes de dinero con una
parte de las ganancias al general José Abrantes, el ministro del Interior nombrado en
1985. Por lo cual se ganó el inmediato aprecio del respetable general y una posición de
intocable… aunque no intocable de forma permanente, porque tanto a Abrantes como al
Güiro se les defenestró sin miramientos y condenó a penas de cárcel en el año 1989,
cuando Fidel necesito a su vez sacudirse de aquel Ministerio del Interior de nuevos ricos
y proclamó que sus integrantes, a partir de entonces, tenían que ser como “mirlos
blancos”, así de puros los concebía. En pocas palabras, no solo mirlos y no solo blancos,
sino también sin un dólar en sus bolsillos.

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Es indudable que la tenencia de divisas en las fuerzas revolucionarias ha devenido
en una especie de marca de cenizas que te puede llevar, más temprano que tarde, al
patíbulo. Vean el caso de Carlos Aldana, el todopoderoso secretario ideológico del
Partido Comunista, cuya carrera política resultó destruida para siempre por la acusación
de tener a su nombre una tarjeta de crédito de matriz panameña. Pocos se han salvado
del escarnio, como es el caso de Abraham Maciques, durante largos años jefe de una
tienda de cadenas en dólares y del exclusivo Palacio de las Convenciones de La Habana.
Otro afortunado es Rodolfo Fernández, a quien se le conoce como Rodolfo Conaca, por
la primera oficina bajo su mando al triunfo de la Revolución (Comisión Nacional de
Acueductos y Alcantarillados) y que se dedica a las compras de artículos de consumo
personal de Fidel (incluida las gabardinas españolas de sus uniformes) desde mediados
de los 60, y que parece estar a salvo de cualquier proceso inquisitorial en virtud de la
confianza depositada por Celia en él, y a la forma casi mística en que Fidel conserva las
cosas relativas a Celia desde su muerte en 1980. Al menos, en lo que se refiere al
círculo cerrado de Fidel, lo más saludable es mantenerse alejado de las divisas. Que él
siga repartiendo y organizando los buchitos. Carlos Lage, con el cargo de vicepresidente
del Consejo de Estado, es por lo pronto el hombre a cargo de llevar el dinero líquido en
esa oficina, y únicamente a Fidel está en la obligación de reportarle. Queda alguien, sin
embargo, fuera del control financiero del Jefe y que hace muchos años está
amontonando una fortuna fuera de Cuba. Se supone que la atesore en países tan inocuos
como Ecuador o Italia, donde también debe haber dislocado personal suyo en espera de
un eventual exilio de la segunda familia real cubana. El coronel Luis Alberto Rodríguez,
el joven casado con Deborah Castro Espín, la hija mayor de Raúl, y cuyo alto rango
militar no responde —como se pueden imaginar— a su participación en ninguna batalla,
lleva los negocios de la familia desde una llamada “área de inversiones de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias en moneda libremente convertible” y que tiene bajo su
control una extensa cadena de hoteles y tiendas de artículos para turistas. De seguir así
la actividad, quién quita que el próximo año Forbes incluya a Raúl en su lista.

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LOS 80 AÑOS DE FIDEL

VIERNES 28 DE JULIO, 2006

[UNA ENTREVISTA DE PEDRO SCHWARZE]

—¿Cuáles son los hitos de la infancia que definieron a Castro hasta hoy?
—Los primeros choques sociales de su vida comienzan en el período en Santiago
de Cuba, en el colegio La Salle. Lo llamaban "judío" porque sus padres no estaban
casados por la Iglesia. Pasó mucho tiempo hasta que Ángel (Castro Argiz, su padre) se
divorció de la mujer anterior y se casó con Lina (Ruz González, su madre).Incluso hay
un sacerdote que abofeteó a Fidel en algún momento y eso lo marcó notablemente. Se
produce un cambio muy positivo en su vida cuando Lina se casa con el viejo Ángel y lo
trasladan al colegio Dolores de Santiago de Cuba, que era de los jesuitas.Su encuentro
con la disciplina militar y con el sentido misionero que lo va a acompañar toda su vida,
comienza en el colegio Dolores, donde se hizo un estudiante devoto y un gran jugador
de básquet. Después hace el Bachillerato en el colegio Belén, que era probablemente el
más importante de Cuba en los 40 y 50 y también era jesuita El encuentro decisivo de su
juventud -como lo será después en la universidad su encuentro con el comunismo- fue
con la Compañía de Jesús. Es el momento definitorio de su carácter y personalidad.
Castro pudo haber terminado en Papa. Si no se encuentra con el comunismo en la
universidad, seguro termina en Papa o como un cardenal revolucionario.
—Algunos han comentado que Castro se parece mucho a Juan Pablo II en su perfil
autoritario, en su obstinación, en tirar el carro contra la corriente mundial
—Fidel no tira del carro en contra de todo el mundo. Además, ¿quién es primero en
la arena internacional: Juan Pablo II o Fidel? Debiéramos comparar a Juan Pablo II con
Fidel y no al revés. Decir que va en contra de todas las cosas puede significar que es un
hombre obstinado, y Fidel no es un hombre obstinado. Una muestra de que no es un
hombre obstinado es que lleva 47 años en el poder. Un hombre obstinado hubiese sido
quebrado fácilmente. Fidel es un hombre muy inteligente, pragmático, con una

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capacidad de maniobra extraordinaria. El Papa, en cambio, está montado sobre una
estructura mucho más celosa y rígida que la de Castro. Fidel tiene que responder a una
dinámica más violenta y rápida. Como todo gran hombre en la historia, Fidel toma
cosas de todas las escuelas posibles lo que le conviene, y tomó algunas de la Iglesia
Católica, como el sentido misionero y el sentido de organización militar que le dieron
los jesuitas.
—¿Cómo era la relación de Castro con sus padres?
—Lo primero que hizo Fidel fue quemarle los cañaverales al padre en medio de la
guerra en su hacienda. También hizo la reforma agraria en su finca en Birán. Siempre ha
demostrado que él está por sobre la familia. Eso no quiere decir que no tenga una
familia, porque la tiene, ni que tenga una vida familiar secreta...
—¿Pero cómo era en su infancia con su padre y con su madre?
—Hay muchas anécdotas, como, por ejemplo, cuando amenazó con quemar la casa
si no lo mandaban a La Habana. U otra vez que necesitaba dinero, el padre no se lo
quiso dar y quemó otra cosa. El violentaba las acciones, pero era un mundo también
muy violento, donde los padres la ejercían también sobre sus hijos. El padre de Fidel era
un gallego casi analfabeto que había extendido todo su latifundio a costa de irle
corriendo la cerca nada más y nada menos que a la United Fruit. Era un mundo al borde
de la delincuencia y de la violencia, donde el primer regalo que le hicieron a Fidel -que
se lo hizo su hermano Ramón- fue una pistola. Vistas desde la perspectiva urbana del
mundo de hoy, pueden parecer horroríficas, pero en ese mundo no.
—Se dice que Fidel es un gran seductor con las mujeres. ¿Es así o es más mito que
realidad?
—Es un señor seductor. Les hacía poemas a las mujeres cuando se enamoraba. Le
encanta seducir y enamorar a las mujeres. Eso es muy cubano y español. Pero a su vez
mantiene a su familia en reserva. La cubre con el argumento de la seguridad, lo que es
cierto, pero lo principal es que no mezcla a su familia con el resto de la gente.
—Más allá de las mujeres, ¿con qué tipo de personas le gusta estar a Castro?
¿Quiénes lo aburren?
—Lo aburre casi todo el mundo. El mundo que lo rodea, y que él mismo ha creado,
es un mundo subordinado y entregado a su mando. ¿Cómo un hombre tan inteligente se
rodea de gente tan inocua o de gente de tan bajo registro intelectual? Fidel no tiene a
grandes intelectuales a su alrededor, y trata a los intelectuales con un cierto resquemor,
miedo, precaución, como fue con Sartre. García Márquez, por ejemplo, es un hombre

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adocenado, doblegado ante Fidel. No creo que sea el tipo de intelectual que saque a
Fidel de sus casillas, que sería el intercambio ideal. Un hombre muy inteligente necesita
muchas contradicciones, muchos desafíos. A Fidel le gusta elaborar desafíos en
términos generales, en términos políticos globales. Pero en la relación personal no le
conozco a Fidel mucha gente que lo contradiga.
—¿Y quiénes son sus amigos?
—Él no tuvo mejor amigo en su juventud que Alfredo "Chino" Esquivel, y le dolió
muchísimo cuando Esquivel le dijo en 1960 que se iba del país. Fidel lo recibió 30 años
después, en Cuba, y le regaló una caja de tabaco firmada. Cuando el Chino regresó,
meses después, ya Fidel no lo recibió. El rompimiento de esas amistades lo hizo, más
que un hombre solitario, un hombre blindado, a prueba de la soledad. Tuvo que escoger
entre su vocación de ser humano y su vocación de líder de la revolución cubana. El no
puede estar en la posición en que está y tener amigos.

Fuentes también cita el caso del general Arnaldo Ochoa, quien fue fusilado en Cuba el
13 de julio de 1989 junto a Antonio de la Guardia, Amado Padrón y Jorge Martínez.
Todos habían sido acusados de "alta traición a la patria y a la revolución", cargos que,
según muchos analistas occidentales, escondían una purga interna de Castro para evitar
que se produjera un proceso como la Perestroika en la ex URSS. Sobre Ochoa, Fuentes
dice que "tuvo una relación muy estrecha con Castro, pero lo liquidó. El último gesto
que tuvo con Ochoa, ya no de amistad sino de compasión, fue cuando lo cogieron preso
y lo llevaron a una reunión con Raúl. Fidel esperaba que Ochoa confesara toda la
mierda que estaba haciendo en Angola... pero no lo hizo. Fidel tenía una botella de agua
mineral, y cuando le dijeron que Ochoa no había hablado, la reventó contra la pared.
Fue más un gesto de fastidio, de compasión que de amistad. Sabía que iban a fusilarlo
en un mes".
—¿Cómo es la relación de Castro con su familia?
—Fidel tiene una relación de familia. Hubo un momento en que uno de sus hijos
vio a un disidente en La Habana. El muchacho fue a la casa y empezó a preguntarle a
Fidel por qué había tanto repudio contra los disidentes. Fidel le dijo que eran enemigos
de la revolución, y llamó por teléfono a Furry (Abelardo Colomé Ibarra), el ministro del
Interior: "Oye, Furry, tengo aquí a mi hijo delante, ¿qué es lo que pasa con este
disidente?". Furry le dio su versión, y Fidel dice que son unos cabrones. Colgó el

41
teléfono, miró al hijo y le dijo: "Yo me imagino que tú no estarás viendo a esos
disidentes". Eso quiere decir que Fidel hace una vida familiar. En otro momento había
un tigrillo que habían traído de Nicaragua, que estaba en una jaula en Tropas Especiales.
Antonio, su hijo, se puso a jugar con el tigrillo y éste lo arañó. En siete u ocho minutos
entró el propio Fidel manejando el Mercedes hecho un demonio, en bata de casa y con
la pistola al lado del asiento, cagándose en la madre de todo el mundo, diciendo que los
animales son fieras y tienen que estar en el zoológico. Es la reacción de un padre y, a su
vez, un dirigente, una mezcla de ambas cosas. No hizo nada más. Se dio cuenta de que
todos los muchachos que estaba allí eran de la edad de su hijo, eran todos
irresponsables, unos chiquillos.
—¿Cómo se puede definir su relación con Raúl?
—Es una relación que Fidel necesita, que Fidel utiliza y que para conveniencia de
Fidel es su hermano de sangre. Creo que Raúl ha conspirado más en contra de Fidel que
Fidel en contra de Raúl. Pero Raúl no tiene el aliento ni el umbral personal y político de
Fidel. Es un hombre muy inteligente y muy dedicado al trabajo, y eso le conviene a
Fidel, que es un genio político.
—¿En la intimidad es una relación distante?
—No, Raúl ve a Fidel cada vez que quiere. Pero Fidel está en su pedestal, y no se
baja de ahí ni para su hermano. Recuerdo que para un cumpleaños de Raúl, Fidel fue y
le llevó unos camarones. Y Raúl le decía "Ay Fidel, qué fáciles te han salido las
cosas".Raúl siempre tiene un cierto resquemor. Ha estado obligado a jugar un papel de
segunda con Fidel, toda su vida. Un papel para el que no estaba preparado. Eso ha
creado un sedimento de incompatibilidad entre los dos hermanos que a Fidel le importa
un carajo. Esa relación de hermandad que tienen muchos no existe entre Fidel y Raúl.
Fidel no la tiene con nadie. Es algo que se proclama para crear una imagen represiva en
el país, pero entre los dos no hay nada. Los exilios de Raúl son anuales. Cada vez que
tienen una gran bronca, Raúl se va a la sierra. Pero es algo que sólo puede hacer Raúl. A
Fidel, Raúl siempre le va a llevar la cuenta de que entre él y el Che lo empujaron, y los
americanos, lo empujaron a él al comunismo. Ese no era el plan inicial de Fidel. Es
demasiado inteligente para eso.
—¿Cómo se sabe cuándo Fidel está enojado?
—A Fidel nada lo detiene. Puede reírse o estallar. Es uno de los mejores alumnos
de Maquiavelo, quien se pregunta si es preferible ser temido o amado. El que ríe mucho
es un hombre amado. El que estalla es un hombre temido. Por supuesto que Fidel

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prefiere ser temido, y no le cuesta ningún trabajo. ¡Quién se le va a oponer! Enojado lo
vi una vez en Cayo Piedra, donde tiene su especie de Camp David. En enero del 85
habían venido dos representantes americanos a verlo a Cuba, y los invitó allí con la
delegación. Traían a un edecán militar que había sido coronel en Vietnam. Y algún
cabeza caliente decidió que como había estado en Vietnam había que dejarlo en La
Habana. Fidel estuvo dando patadas hasta que dijo: "¿Quién fue el que dio esa orden?".
Y un tipo llamado Ramírez, que estaba allí, dijo: "Comandante, fui yo". Y eso
impresionó a Fidel, que no siguió. Pasa del azafrán al lirio en un segundo. Nunca sabes
cuándo está enojado de verdad. Eso es circunstancial y de acuerdo al público o al
objetivo que esté persiguiendo. Esa es una de las cosas más grandes de Fidel: cómo
maneja su estado de ánimo aparente, siempre en función política. Todo en Fidel Castro
está manejado en función política.
—¿Dónde radica el olfato político de Castro?
—Es un adiestramiento. Al igual que el olfato de los cazadores, Fidel ha
desarrollado su olfato político y de seguridad personal. Hay dos cosas: una que es
consciente y otra es subconsciente. Un día pasó por una calle de La Habana, vio a un
personaje, y le dijo a José Abrantes (ex ministro del Interior, quien murió en prisión):
"Oye, Pepe, cógeme preso a este hombre, que está conspirando". Y lo cogen preso y
efectivamente estaba metido en una conspiración. Y Abrantes le dice: "Fidel, ¿cómo tú
supiste que ese hombre estaba conspirando?". Fidel responde: "Porque a ese lo conozco
de la universidad y estábamos peleados... es bien caradura porque estaba conspirando".
El caso de Eutimio Guerra es el más espeluznante de todos. A principios de la guerra en
la sierra, y cuando eran un grupo chico de 15 personas, cada vez que llegaban a un lugar
venía la aviación y los bombardeaba. Y comienzan a preguntar quién es el hombre que
los está traicionando. Había una confianza extrema en Eutimio Guerra, porque había
sido un compañero formidable. Una tarde están Fidel y Eutimio en un arroyito con las
patas en el agua, y Eutimio le pregunta a Fidel: "Cuando la revolución triunfe, ¿qué me
van a dar?" Fidel lo miró y pensó: éste es el traidor, porque ya le han hecho una
proposición y piensa quién le va a dar más. No le dijo nada: "Eutimio, lo que tú quieras,
chico". Esa noche Fidel le dijo a Ciro Redondo y a Raúl que Eutimio era el traidor. Lo
interrogaron, el tipo confesó y lo mataron. Fidel viene de la Universidad de La Habana
de los '40 y '50, donde las luchas políticas eran a balazos. Y luego completa su
educación cuando se empata con la revolución de Lenin, el marxismo y el Partido

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Comunista. Ver a Fidel en situaciones de peligro, es una fiera. No responde a nada más
que no sea su instinto de seguridad.
—¿Cómo es el proceso de caer en desgracia con Castro?
—Totalmente circunstancial y político. Desde el punto de vista personal nunca caes
en desgracia con Fidel. El te parte los cojones si las circunstancias lo obligan. Hay que
decir en favor suyo dos cosas: una, que no es un tipo vengativo en el orden personal, y
dos, que es verdad lo que dice, que sus peores enemigos gozan de buena salud y están
aquí en Miami. Además tiene un sentido del humor muy especial. Eufemio Fernández
había sido enemigo suyo toda la vida y lo cogió en una conspiración. Antes de fusilarlo,
y sin que el tipo supiera que lo iban a fusilar, Fidel tuvo una larga conversación con él,
le dio tabaco y al salir de la celda, le dijo: "Y por cierto, guajiro, te vamos a fusilar esta
noche".Con Fidel todo depende siempre de las circunstancias políticas, los objetivos
políticos y su seguridad.

La relación de Fidel Castro con los líderes de la ex Unión Soviética es otro de los temas
que Fuentes conoce en detalle. Dice que el episodio determinante en ese campo fue la
crisis de los misiles, que se detonó cuando, en octubre de 1962, un avión espía de
Washington detectó en Cuba instalaciones para lanzar misiles soviéticos que podían
portar cabezas nucleares. Decidido a apoyar la revolución cubana y usarla como
plataforma en la región, Nikita Jruschov quiso contrapesar también la existencia de
bases misilísticas estadounidenses en Turquía. Fuentes dice que "la relación con los
rusos se definió para siempre en las seis o siete horas que pasaron entre el derribo del
avión U2 americano, el 27 de octubre de 1962, y la orden de Nikita Jruschov de retirar
los cohetes. Fidel no estaba preparado para eso. Era un revolucionario y estaba
preparado para la lealtad o para la traición, pero nunca para la decepción. Jruschov lo
decepcionó. En un momento determinado los soviéticos estaban muy entusiasmados con
Cuba. Fidel se dejó cortejar por los soviéticos, y Jruschov hizo por Cuba lo que ningún
dirigente del mundo hubiese hecho: el inicio, desarrollo y desenlace de la crisis de
octubre fue una operación monumental político-militar para defender la revolución
cubana. Jruschov tuvo todo lo que quiso, y la existencia de la revolución cuabana se
debe también a eso, pese a que decepcionó a Fidel. Después de la crisis de octubre,
Fidel comenzó a relacionarse con los soviéticos de manera más libre, lo que duró hasta
más o menos 1980, cuando Reagan accedió al poder y Brezhnev le dijo a Raúl Castro en

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Moscú que si había un ataque de Estados Unidos, Cuba se tenía que manejar por su
cuenta".
—¿Recuerda algún episodio en particular que refleje la personalidad de Fidel?
—Escogería dos por su similitud. Durante la ofensiva del verano del '58 en la Sierra
Maestra, hubo un momento en que las fuerzas de Batista estuvieron pegadas al último
reducto rebelde. En esa ocasión en que Fidel lo vio todo perdido, reunió a los
comandantes que le quedaban y les dijo a todos que se dispersaran para comenzar la
guerrilla otra vez. "La guerra no ha terminado". Esto lo empató después con la crisis de
octubre. Cuando él se da cuenta de que los soviéticos se van a llevar los cohetes y que
Jruschov y Kennedy se han puesto de acuerdo y él ha quedado fuera del juego, Fidel se
inserta en el juego y sigue peleando. Hace una crítica demoledora a la dirección
soviética, pero a su vez mantiene la relación con los soviéticos en el mejor estado. Esas
dos actitudes reflejan su voluntad de continuar la lucha, de no aceptar la derrota
definitiva como solución a ningún problema. Siempre existe, aun en la peor
circunstancia, un margen de posibilidades.
—¿Cómo es la relación de Fidel con Chávez?
—Parece que es diferente. Chávez le ha salido un buen alumno. Supongo que
cuando fue el golpe de Estado contra Chávez, Fidel se enojó mucho. Pero el golpe le dio
la oportunidad de rescatar a Chávez con sus tropas en Venezuela, y eso puso a Chávez a
su disposición eternamente. Chávez es un gran político, y esa asociación con Fidel va a
rendir beneficios a varios.
—¿Hasta qué punto el surgimiento de Chávez fortalece a Castro?
—Antes de Chávez estaban los chinos, que han ayudado mucho a Fidel. Chávez le
ha ahorrado a Fidel muchas cosas, y además le ha dado el petróleo, que vende igual que
en la época de los soviéticos. Pero el éxito actual de la revolución no depende de
Chávez. Fidel previó este escenario hace mucho tiempo: que el neoliberalismo iba a
fracasar y que la revolución cubana va a resistir son enunciados anteriores a Chávez.
Chávez ha facilitado muchas cosas, y quizás las ha acelerado y le ha dado unos 80 años
más cómodos a Fidel, pero sin Chávez las cosas no hubieran variado mucho.
—¿Cree que Castro está preocupado del tema de la sucesión en Cuba?
—El día que Fidel se preocupe de la sucesión, ése no es Fidel. Primero, es más que
evidente que las revoluciones son tareas de una generación. Después quedan los efectos
de estas revoluciones y eso va variando porque hay una dialéctica de las cosas, incluso
de la misma revolución. ¿Cuántos cambios ha tenido la revolución desde 1959? No es la

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misma revolución. La revolución tiene la habilidad de renovar constantemente a su
equipo de gobierno. Casi todos los que están al frente del gobierno nacieron después de
la revolución. Además, Fidel sabe que es absolutamente inútil: ¡cuando él no tenga el
control de las cosas, qué coños va a controlar! Lo que van a hacer después de Fidel es
problema de ellos. Fidel no piensa nada de eso. Además, es muy bueno que no sepan
qué va a pasar, porque eso los afila, los angustia y los convierte en feroces defensores de
ese poder.

Publicada en Qué Pasa, de Santiago de Chile.

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EN AUSENCIA

47
LOS CUARTELES DE VERANO

MIÉRCOLES 2 DE AGOSTO, 2006


2006

Al parecer Fidel no estaba bromeando hace apenas una semana —el pasado 26 de
julio— cuando amenazó con vivir cien años, veinte más de los que tiene ahora, pero
dejándoles claro a los americanos y al resto de sus enemigos que no pensaba pasárselas
gobernando hasta entonces. La noticia (lunes 31 de julio, a las 8,45 PM hora de La
Habana) de la operación quirúrgica y de que cedía todos los cargos y responsabilidades
a su hermano Raúl y a otros de sus compañeros, demuestra que, más allá del
chascarrillo, estamos ante un acontecimiento que tiene todas las pintas de haber sido
planificado. Por lo menos la idea le estaba dando vueltas y haciéndosele cada vez más
atractiva. Desde luego que si lo metieron de urgencia en el quirófano, por lo que el
mismo ha dado en llamar un “accidente de salud”, esto fue algo no premeditado,
especialmente si tomamos en cuenta su carácter supersticioso. Pero si descartamos la
posibilidad de que ya esté muerto, el accidente de salud lo único que hizo fue adelantar
la puesta en marcha del operativo. Es más, el tal accidente lo que ha venido a corroborar
es lo acertado de tener la contingencia prevista y el plan de respuesta a la mano. La
crisis intestinal aguda con sangramiento sostenido no estaba en los cálculos. Son más
bien elementos circunstanciales o sencillamente muy bien aprovechados.
El hecho es que la incertidumbre se apoderó de Cuba, de Estados Unidos y del
mundo en cuanto la información saltó. Como suele ocurrir con Fidel desde hace cinco
décadas, la noticia se puso al tope de las titulares, y él nuevamente en el centro de la
hechos mundiales, superando incluso hasta la guerra en Líbano —aunque tan solo sea
por unas horas. Y como suele ocurrir igualmente en su reino, donde no caben las
filtraciones, surgió la duda de si lo informado se rige a la verdad, o es el encubrimiento
de una tragedia. Así las cosas, mientras en Miami las calles se vuelven escenario de
algarabía y festejos, en La Habana el silencio y corrillos en voz baja se apoderan del
escenario.

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Yo pienso que Fidel está aún en control de la situación por dos factores, para mí,
determinantes. Carlos Valenciaga, miembro del Consejo de Estado y jefe del despacho
del gobernante, el hombre que leyó el
mensaje, es “un hombre de Fidel” y
alguien conocidamente detestado por Raúl
Castro, por lo que no habría sido escogido
para entregar un comunicado así en caso
de que el máximo líder cubano no
estuviese al mando, y con su camisa ligera
de cuadros y su tranquila expresión
adolescente, no era exactamente la
imagen de uno de los delfines del
castrismo en los funerales de su
benefactor. Eso sin contar, la forma como está escrito el comunicado, que muestra la
mano y estilo de Fidel.
En caso de que la operación se haya hecho el domingo probablemente se esperó a
que pasaran los efectos de la anestesia, se despertara y se entendiera que estaba bien,
para el siguiente paso: dar a conocer la proclama. (George W. Bush, haciendo campaña
política en Miami, fue cogido tan de sorpresa como el resto de las humanidad mientras
demostraba lo que entiende que debe ser el mensaje de apertura democrática para la
Isla, al reunirse solo con sus amigotes de las filas más reaccionarias del exilio cubano.)
Otro elemento lo da el comunicado firmado de puño y letra por Fidel. Primero, deja en
la máxima incertidumbre a un país y una región, al anunciar interminables semanas de
reposo, y pospone los festejos por sus 80 años, del 13 de agosto, para el 2 de diciembre,
50º aniversario del desembarco del Granma. Es decir, cinco meses en que todo el
mundo quedará en vilo, a la espera de una resurrección apoteósica.
Por lo pronto la tranquilidad que se respira en La Habana es la habitual, no hay
unidades policíacas alrededor de la sección de intereses (de Estados Unidos), no hay
tanques desplegados en las calles. Los festejos de Miami por el fallecimiento que ya dan
como cierto no tienen ningún significado práctico para sus protagonistas aunque sí es
demostrativo de otro acierto estratégico de La Habana: que nuevamente Fidel desplaza a
la contrarrevolución hacia el exterior.
¿Saben una cosa? Fidel está vivo y ha cedido el poder y no va a regresar. Y si tal es
el caso, se trata de una maniobra perfecta y nos descubre una faceta inédita de su

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personalidad. Hace lo que nadie pensó que iba a hacer: soltar el poder. La fecha del
regreso —2 de diciembre—, da cuatro meses de prueba para el nuevo equipo
gobernante de Cuba. Bueno, nuevo en el sentido que Fidel no está al frente del grupo.
Eso va a ser un laboratorio. El le ha dado el poder a Raúl, pero también ha distribuido
las tareas mayores en otra gente. Se mantiene vigilante sobre todo lo que está pasando y
da al traste con todos los planes de la transición tan llevados y traídos por Miami, la
disidencia y los americanos. Igual que cuando Don Corleone le cedió en vida el poder a
Michael. Él lo aconsejaba, le entrenaba para asumir el poder de la familia y no
desaparecía por entero del escenario. De seguir este orden en la secuencia, un día Fidel
se va a morir entre los pimientos rojos de su jardincito y mientras corretea detrás de uno
de sus nietos. Mas lo que tenemos por lo pronto, es que está amortiguando con el
comunicado de la noche del lunes no la noticia de su muerte, sino la revelación de que
él se ha retirado del poder, y sin disparar un tiro. Fidel ha cedido el poder a Raúl y Raúl
también tendrá que cederlo dentro poco. Está ocurriendo lo que Raúl me decía
invariablemente que él iba a hacer e3n un futuro que a fines de los 80 parecía
improbable: “Cuando nosotros nos retiremos, nos retiramos pero siempre con un pie en
el estribo. Nosotros nunca nos vamos a apear por completo del carro”. Una maniobra
muy desconcertante para la contrarrevolución, porque los ha derrotado una vez más.
Fidel Castro lo que ha hecho es extender y eternizar el régimen.
Una última cosa. Fidel vio el derrumbe de Batista y supo del derrumbe de Machado
y sabe que si la exaltación callejera que se vive en Miami se produce en La Habana, esto
le cuesta el cuello a toda su familia, a su mujer y a sus hijos, a su hermano y a todos sus
seguidores más cercanos. Ahora los está protegiendo con la maniobra, y dando un
margen de tiempo para que las cosas se asienten. La presión sobre él, personal y física,
disminuirá con el paso de las semanas. El sigue estando vivo dentro de su entorno, en
condiciones favorables de seguridad, de tranquilidad, mientras lo otros van a empezar a
llevar las riendas del poder. Para un líder revolucionario de sus características es muy
difícil abandonar las estructuras de su establecimiento. Sobre todo por lo que para él
significa abandonar el mando, que es la muerte, tal y como sus e enemigos se han
encargado de proclamar durante casi medio siglo.
Fidel ha cedido el poder y es definitivo. ¿Quién nos lo iba a decir?

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UNA MANIOBRA PERFECTA

DOMINGO 3 DE AGOSTO, 2006

[UNA ENTREVISTA DE MAURICIO BERNAL]

—Muchos están pasando ya la página de la historia en Cuba.


—Eso es ridículo. Si Fidel estuviera muerto —y a cada minuto que pasa es una idea
más difícil de comprar—, es un hecho que ya hay un nuevo Gobierno en Cuba que ha
empezado a trabajar y con el que hay que vérselas a partir de ahora. Si dentro de dos o
tres semanas Fidel muere, ya no será él quien esté en el Gobierno, y la onda de choque
ya no va a ser tan fuerte. El significado de su muerte tendrá otra dimensión, será solo
simbólico.
—¿Quiere decir que está todo orquestado, que lo que está pasando estaba planeado
de antemano?
—Creo que eso es lo que está pasando en estos momentos por la cabeza de Fidel.
Lo que se ha inaugurado en Cuba es la sucesión, una sucesión que su hermano podrá
llevar durante dos o tres años y que luego supondrá el ascenso al poder de una
generación más joven. Es una maniobra redonda y perfecta. A mí me gusta compararlo
con el retiro de Don Corleone, cuando le cede el poder a Michael. Fidel será el primer
líder revolucionario que hace algo así.
—O sea, que ahora estamos asistiendo a la retirada definitiva.
—Así es. Él en este momento está amortiguando el efecto de la noticia de que se
retira, no de la noticia de su muerte. Ahora se abre un periodo provisional hasta el 2 de
diciembre, y no es casualidad que Fidel haya pedido que se posponga la celebración de
su cumpleaños hasta ese día, que es cuando se celebra el 50° aniversario del desembarco
del Granma. En esa fecha se van a definir las cosas.
—¿Y qué va a hacer Fidel?
—Su idea ha sido siempre retirarse y dedicarse a la escritura. Yo lo sé porque lo
escuché de su propia boca.

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—Estados Unidos tiene planes de democratización de la isla para cuando Castro se
muera. En este escenario que usted plantea, ¿se van a quedar de brazos cruzados?
—Estados Unidos puede tener todos los planes que quiera, pero este es un
problema que tienen que resolver los cubanos y que van a terminar por resolver los
cubanos. Estados Unidos no estaba preparado para esto y tiene pocas opciones de
intervenir. Si yo fuera ellos, empezaría a negociar ahora mismo. Esos 80 millones de
dólares (62,5 millones de euros} que han destinado a financiar la contrarrevolución son
una tontería, sobre todo si se tienen en cuenta los créditos que Cuba ha recibido de
Rusia y China.
—¿Pero no es cierto que los que quieren una Cuba democrática no tendrán una
mejor oportunidad?
—El de Cuba es actualmente el gobierno más estable del continente americano. El
pasado lunes empezamos a vivir el futuro de Cuba.
—Algo tendrá que cambiar.
—Por fuerza de la lógica y del aire fresco que va a entrar en el país, van a cambiar
muchas cosas. En el mejor de los escenarios —y es el que le deseo al país— Cuba va a
asumir el camino de China en términos económicos y políticos: un poder fuerte y
centralizado y un desarrollo económico sostenido. Es la peor noticia posible para la
contrarrevolución y para Estados Unidos.
—¿Una economía como la china?
—Los datos que tiene la CIA es que la economía cubana creció el año pasado un
8%. Cuba está haciendo muy buenos negocios con China y Venezuela, su posición
geográfica es muy explotable, tiene un sector turístico fuerte y ahora parece que hay
petróleo. No es descabellado.
—Y después de Raúl, ¿qué?
—El poder va a ser cada vez más colegiado. La contrarrevolución sigue dominada
por los mismos viejos cagalitrosos de siempre, pero en Cuba, aparte de Fidel y Raúl, los
que vienen son gente joven. Valenciaga, por ejemplo. Eso es una política deliberada de
la revolución. Para tristeza y aburrimiento de las generaciones posteriores, nunca más
habrá un Fidel Castro.

Publicada en la edición de 3/8/2006 de El Periódico


de Barcelona.

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1. Palacio de la Revolución en la Plaza de la Revolución.
2. Clínica CIMEQ
3. “El Punto” —la casa de Fidel en el antiguo reparto Mayanima.

CONVALECENCIA Y ATRINCHERAMIENTO

1. El Palacio de la Revolución, donde tuvo lugar la intervención quirúrgica y donde pasó


los primeros meses de convalecencia.
2. La clínica CIMEQ, construida a mediados de los 70 con recursos y personal del
Ministerio del Interior, y hacia donde fue trasladado —detrás de un área conocida como
la cancha de tenis— a mediados de 2007.
3. El lugar conocido íntimamente por el personal de Seguridad Personal como “El Punto”
en el reparto Mayanima, al sur de la playa de Jaimanitas, donde Fidel tuvo su residencia
con Dalia Soto del Valle al menos desde fines de los 70 y donde criaron a sus hijos y
que, de acuerdo a fuentes confiables, ha sido desmontada y la unidad de custodia
reducida al mínimo indispensable de preservación. La radio contrarrevolucionaria de
Miami suele identificarle como “Punto Cero”. Adoptan equivocadamente el nombre de
la escuela de entrenamiento en guerra urbana adscripto a la Dirección General de
Operaciones Especiales (DGOE) del Ministerio del Interior ubicada a unos 30
kilómetros al este de La Habana.

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MIENTRAS DUERME LA PANTERA

VIERNES 4 DE AGOSTO, 2006

Siempre queriendo reeditar la entradas triunfal del Ejército Rebelde en La Habana el 8


de enero de 1959. Ese es el síndrome recurrente de una ciudad llamada Miami. Parecen
querer despedir a Fidel desde aquí con el mismo bullicio que lo recibieron en La
Habana hace 47 años. No habrá ahora tanques arrebatados en combate a los batistianos
(o que se les rindieron) irrumpiendo en la ciudad, ni pechos cruzados de cananas, ni
fusiles en alto ni barbas ni melenas. Tampoco habrá héroes para que celebremos o para
que las señoras se lleven en masa a sus camas. Todo un ejército victorioso del cual
disfrutar entre sus sábanas. En cuanto a este Miami, no me imagino a ninguno de
nuestros prohombres locales en uniformes de fatiga, Garand al hombro y tomando la
base militar más cercana en los alrededores, creo que una de la Fuerza Aérea llamada
Homestead, para allí soltar su discursito del ascenso al poder. Si acaso, desfilarán en sus
limosinas y, los más jóvenes, en sus camionetas de cristales negros y cada vez más
ostentosas.y con cornetas de locomotora. De cualquier manera —para qué negarlo— la
ciudad celebró por la alto le muerte de Fidel. Tres días de festejos callejeros
consecutivos, siendo el más espectacular el que tomabas un tramo de unos 150 metros
de largo de la Calle 8, en la legendaria Pequeña Habana, frente a un restaurante
emblemático de la ciudad: el Versailles. Ahí las emisoras de televisión montaron el
andamiaje de sus parabólicas y quisieron tomarle el pulso a la agonía final de Fidel. A
una prudente distancia —de más de 300 kilómetros y Estrecho de la Florida de por
medio—, de la salita de cuidados intensivos donde el hombre debía debatirse entre la
vida y la muerte, llenaban sus lentes con las imágenes de los bailes de tambores y
contoneos de caderas de una multitud sedienta de la sangre, o mejor dicho en este caso,
de las tripas, de un solo hombre. Sí, los Estados Unidos es la mayor potencia industrial
y militar de la historia, pero el único sucedáneo de la Plaza de la Revolución de La
Habana que han podido ofrecerle a los cubanos exiliados, y a regañadientes, es este

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pedazo de asfalto bajo la noche sofocante. Tiene un ventorrillo, eso sí, donde se
expende el insustituible y concentrado café cubano. Durante años, ha sido el sitio donde
hacia la medianoche acostumbran a converger unos contrarrevolucionarios cada vez
más envejecidos, de filas cada vez más espaciadas, a planear invasiones y campañas
militares contra su Némesis, el otro ancianito que ahora suponemos batiéndose contra la
pelona en su convalecencia tras las murallas. La venduta miamense adosada al
Versailles se ha ganado un apelativo popular durante todos estos años de vano
conspirar. El Pentágono, en lo que parece ser —para los cubanos— una justa
comparación con el edificio a la vera del Potomac que alberga el corazón del mando
militar estadounidense. El pandemonio se ha desatado frente a ellos. Aunque algo
parecía alentar a la sudorosa multitud. Mientras Fidel durara más, más fiesta tendrían.
Es una piñata de caníbales sazonada con un cafecito en El Pentágono.
Mas la euforia por la muerte de Fidel que domina durante tres días a una población
de cubano americanos calculada en más de un millón de integrantes, cede
repentinamente a las 72 horas. La impronta de violencia contenida, como de comandos
en vísperas del desembarco en territorio hostil, se replegó hacia la zona de ebullición
cero que, inevitablemente, se convertirá en la antesala de un estadio de depresión en
masa, otra vez esa conocida experiencia anímica de mis mercuriales vecinos. No es la
primera vez que les ocurre. Tengo entendido que arañaron la victoria por primera vez a
mediados de abril de 1961, cuando los portones de las barcazas de desembarco de la
CIA se abrieron sobre dos playazos de Bahía de Cochinos y soltaron las fuerzas y su
material de guerra con que habrían de liquidar la Revolución Cubana, arrancarle la
cabeza a Fidel y ocupar la isla. Conocemos el desenlace a través de centenares de libros
y miles de artículos desde entonces, aunque les quedó el maravilloso recuerdo de que
esas fuerzas, que estaban siendo machacadas en su lugar de desembarco, fuesen
descritas por la radio gubernamental estadounidense como los valientes que capturaban
una provincia cubana por día. Me recuerda aquella mofa de Hemingway de la Guerra
Civil Española, que era recurrente —con su vozarrón de hombre de los bosques— en
sus borracheras de Cuba. “Nuestras tropas —decía— siguen avanzando sin perder una
sola pulgada de terreno.”
Después, la crisis de octubre de 1962. Ellos mismos me lo han contado (yo estaba
del otro lado, como saben, allá en la isla). La excitación los embargaba cuando veían
pasar los vagones de ferrocarril por las dos líneas que cruzan la conocida calle 8 —y
que aún sobreviven en esta ciudad— cubiertos con las oscuras lonas del ejército,

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vivaqueando hacia las bases del sur toda la metralla que nos iban a meter en Cuba. No
importaba que pulverizaran la isla, de la que apenas acababan de salir en las se,manas o
meses anteriores. Eran como maridos abandonados. Si Cuba no podía ser de ellos, pues
que los gringos la desaparecieran. Miren la cantidad de disidentes quejumbrosos y
llorones que se hubieran perdido. Los hubiesen evaporado antes de surgir a la vida
política como contestatarios. Ni la más mínima oportunidad para soltar la primera
lágrima de arrepentimiento, ni tiempo para acumular argumentos sobre la maldad
comunista. En fin, que el polvo no deserta. Tuvieron que pasar muchos años, sin
embargo, hasta 1984, para la penúltima oportunidad, para que hubiese el brote de
alzamiento popular de unas dos horas de duración en un sector de un kilómetro y medio
del litoral habanero. Conocido como el “maleconazo”, puso a Miami otra vez en las
vísperas del día definitivo. Esa tarde —debe advertirse— hubo menos fiesta y más
expectativa. En las tres ocasiones citadas, se ha producido un dramático desplome moral
de la comunidad al conocerse los desenlaces tan desfavorables para ellos. Desfavorables
porque no pueden regresar, al menos en su condición de conquistadores.
Y ahora Fidel y su quebranto de salud. Una emergencia médica certificada como
muerte sin apelaciones por los compatriotas que, con las resonancias de tumbadoras de
las barriadas habaneras, llenó el condado de Dade. No obstante, no se amilanan al
conocer que Fidel no ha sucumbido ante la dolencia de sus vísceras. Tienen la
práctica de las situaciones anteriores. Les ha enseñado que si bien se les acaba el mundo
en un segundo, y todas sus ilusiones se desvanecen sin consuelo, ellos saben cómo sacar
a relucir de inmediato sus opciones de reemplazo. Es el talismán que a todos sirve para
exorcizar el ridículo universal que ellos mismos producen. En estos días, antes de
retirarse de los sitios de festejos, cambian la certeza de sus celebraciones funerales por
cuestionamientos que se adaptan a la nueva situación. Están cambiándome el muerto
por la dura realidad de que se las tienen que arreglar con el vivo. Y, de acuerdo a las
actuales circunstancias, es que surge —para empezar— los cuestionamientos sobre el
sucesor y la necesidad de ubicarlo geográficamente, Y, bueno, si el Comandante no está
en su ataúd, cuál es la puñetera razón por la que Raúl no aparece en público.

El texto fue escrito el 4 de agosto. La transmisión el domingo


6 del primer vídeo de Fidel convaleciente, en compañía de su
hermano Raúl y del presidente Hugo Chávez hizo innecesario que
continuara esta clase de ataque a Miami. Antes de engavetarle

56
hasta el presente, algunas partes de “Mientras duerme la
pantera” fueron empleadas en un texto mucho más breve —
“Añoranza por la conga”— el 8 de agosto, durante la breve
experiencia al frente de un blog —MI LEÑA AL FUEGO— que la edición
digital del periódico El Mundo me contrató; un mes
verdaderamente divertido de actividad periodística, o más bien
de esta forma de nuevo tipo del agit-prop que se registra en la
blogósfera.

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LLORAR Y MATAR

DOMINGO 6 DE AGOSTO, 2006

[UNA ENTREVISTA DE ENRIQUE SERBETO]

—¿Cómo se enteró de la transferencia de poderes a Raúl Castro?


—Me llamó alguien, bueno fueron 200 personas a la vez, todos muy excitados. Hay
dos o tres amigos que yo llamé a La Habana, a una amiga en concreto, y me dijo:
«Estaba esperando tu llamada y ahora sí que estoy asustada», porque en Cuba
interrumpieron la novela y dieron la noticia repitiéndola tres veces, la sensación parece
que fue impresionante. Aquí en Miami, en menos de una hora teníamos una conga en la
calle, frente al «Versailles», que es lo que a mí más me preocupaba. Ahora ya se ha
calmado el clima, y de rebote hemos empezado con la depresión masiva. Fue
lamentable.
—¿Qué va a pasar ahora?
—Veo muy difícil que Fidel regrese a ocupar sus cargos. Tendrá una posición
como la Reina Isabel, mirando las cosas desde lejos, dando consejos, y si es así su
regreso a la Plaza de la Revolución va a ser apoteósico, como la resurrección de Cristo.
Pero ya dejará las cosas en manos de Raúl, que también se retirará pronto. Eso, si se hila
de manera adecuada por la oposición más inteligente, pienso que va a ser un proceso
bueno y que así está pensado.
—¿Por qué no aparece Raúl?
—Está jugando su juego, se le verá cuando él quiera. Tengo entendido que se ha
dejado ver por un barrio de La Habana, pero por lo que sé, él reacciona siempre de una
forma ríspida a cualquier cosa que pueda parecer una imposición del bando contrario.
«¡Me queréis ver, pues ahora no me muestro!» Eso aumenta sus expectativas y sus
posibilidades de juego. Eso es muy de ellos. Algunos opositores están haciendo
barbaridades que no contribuyen a nada, como decir que van a empezar a ir a buscar a
sus familiares, que quieren formar juntas de gobierno. Pero al mismo tiempo, en la

58
oposición del exilio se han empezado a oír cosas sensatas e inteligentes. En la revista
Encuentro hay un artículo de Eduardo Armengol que es muy bueno, diciendo que lo que
dijeron Bush y Lincoln Díaz Balart es una locura, eso de llamar a la desobediencia
civil... es una ingerencia. Éste es un tiempo que va a obligar a todos a la reflexión sobre
lo que ha pasado hasta ahora en Cuba y aquí en Florida, los llamados a la venganza no
tienen lugar. Es el momento del sosiego y la reflexión.
—¿Esto ha sido un plan o un accidente?
—La decisión ya estaba tomada, me puedo imaginar que es una idea que Fidel ya
tenía, es una maniobra típicamente fidelista, que no esperaba nadie. El 26 de julio ya
dijo que iba a durar cien años pero que no estaría gobernando todo el tiempo.
Seguramente ha ido madurando la idea, hasta que la lanzó. No podía prever una
hemorragia intestinal, pero eso lo aceleró, puesto que lo que sí podía prever es que tiene
80 años y que tenía que mover ficha. Yo no creo que fue Hugo Chávez llevándole a
Argentina de viaje, fueron los analgésicos que le dieron cuando se cayó y se rompió la
rodilla, que le han destrozado el aparato digestivo. Tampoco es la primera operación de
este tipo a la que se somete, le hicieron una en el año 83 en el mismo lugar en el que le
operaron ahora, en el Palacio de la Revolución, en un saloncito que tienen allí en la
quinta planta, donde murió Celia, y si no me falla la memoria, le habrá operado
Mercedes, la mujer de Eugenio Selman-Housein, que es la cirujano de Fidel.
—¿Qué le parece lo que ha dicho su hermana Juanita desde Miami?
—Juanita ha tenido una actitud muy digna. Hace cuatro años pagó una página del
Herald para atacarme, pero tengo que decir que ha tenido una actitud muy de los Castro,
muy firme. Yo le oí decir el otro día que «si en Miami viaja mucha gente a ver a su
familia, ¿por qué no puedo ir yo a verlo? Yo me separé de mi hermano por razones
ideológicas, pero es mi hermano». Eso es más fuerte que otra cosa. Yo tengo entendido
o me puedo imaginar que Raúl le llame a la farmacia, como hace con otros familiares
que están en el exilio. Raúl es el más familiar y una vez en mi casa me dijo que les
llamaba y que lo hacía por que le daba la gana, algo que no me pareció justo porque a
otros miembros del Partido se les prohíbe.
—¿Entonces va a resultar que Raúl es un sentimental?
—Raúl es muy sentimental, en mi casa lloró muchas veces, por cualquier cosa.
Recuerdo que en 1988 llevé a Raúl Rivero a mi casa para presentárselo, porque había
escrito unos poemas sobre el Ejército Rebelde y a las 12 de la noche Rivero [Rivero]
leyó algo, Raúl Castro se emocionó y se puso a llorar...

59
—¿Gobernando será muy distinto a su hermano?
—No, no puede ser como su hermano. Ahora quieren abrir un periodo de
estabilidad, puede que incluso de endurecimiento, pero las perspectivas son buenas. Y
eso es así porque si los acosamos y los acorralamos, no vamos a ver la salida. Además,
tiene la ventaja de que se podrá evitar un derramamiento de sangre. ¿Vio lo que pasó en
Miami? Esa exaltación, esta violencia contenida; parecían comandos en vísperas de su
salida a territorio enemigo, bajo el tronar de los tambores... pero además es que son muy
brutos, empezaron a decir que querían ir a buscar a sus familiares para traérselos ¡Pero
cómo!
—¿Qué papel juegan las personas a las que se menciona en esta especie de
testamento con tareas específicas asignadas?
—Esas son las tareas propias de Fidel. Eso es para demostrar que él era Superman.
Él le da el mando a Raúl, pero todo lo demás son las tareas propias que él hacía
personalmente. Lo único curioso es que nombra a Raúl comandante en jefe de las
Fuerzas Armadas, aunque sin darle el mando, porque Fidel sigue siendo una especie de
comandante en jefe del país. Le da todos los cargos y no le da ninguno.
—Pero, específicamente, ¿los nombres quieren decir algo?
—Hay una especie de reparto de poderes para que nadie discuta el cargo de nadie.
Machado Ventura y Balaguer son hombres de Raúl, pero Lage y la gente del dinero son
gente de Fidel. Así se preserva el equilibrio, porque Raúl también es del carajo e igual
se le ocurre poner solo a gente de los suyos. De alguna manera se mantienen las
estructuras establecidas. Eso cada vez va a ser más el núcleo duro de un gobierno
colectivo. Y entre ellos hay que buscar al Deng Xiaoping de la Revolución cubana,
desde luego no al Mijail Gorbachov.
—¿Y las relaciones con Chávez?
—Lo de Chávez tomará otro rumbo. Es significativo que haya vuelto de viaje de
Vietnam y se haya ido a Caracas sin haber pasado por La Habana, normalmente habría
tenido que pasar por allí y decir «¡quiero verlo!», aunque también puede ser que le
hayan pedido que no lo haga para mantener la discreción, porque habría sido difícil que
un personaje como Chávez guardase un secreto.
—¿Y la oposición?
—En el momento que esa carta con el traspaso de poderes se leyó en la televisión
cubana, en todas partes ya se habían tocado todas las puertas que había que tocar en
Cuba. Estoy seguro. La disidencia, una parte de ellos son de la Seguridad del Estado y

60
siempre hacen lo que les dicen, eso es así. A los otros, también les tocaron la puerta,
estoy seguro diciéndoles: «Oye, si mueves un dedo, aunque sólo sea un dedo, lo único
que queda de ti es un dedo flotando en el espacio sideral». En Cuba las cosas son así.
Raúl me contó muchas veces que en la crisis de octubre, cuando el mundo estuvo a
punto de ir a la guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética por los misiles
de Cuba, en la noche del 23 de octubre, él estaba fumándose un puro en el Malecón de
La Habana -entonces fumaba- y le dio la orden terminante a su escolta de que matasen a
su familia sin dudarlo en caso de guerra, porque no quería que acabasen en manos del
enemigo. En la actualidad Vilma, su mujer, se está muriendo y sus hijos han crecido, se
han casado y tienen una vida por delante. Eso es así, esta gente mata y hace lo que cree
que tiene que hacer. Por eso digo que el discurso no puede cambiar de la noche a la
mañana, porque eso sería mortal, si tú convocas en Cuba elecciones mañana mismo, te
puedes imaginar lo que pasaría, ¡a ver quién controla eso!
—¿Qué hay que hacer entonces?
—Si ese país va para adelante, y yo creo que irá, es porque dejará de estar en manos
de la mediocridad, que ha sido un recurso que se ha empleado todos estos años. La
revolución fue impostergable para Cuba, pero se dejó que derivara hacia un modelo que
ha aparecido ante el mundo como una parte del imperio del mal, un imperiecito del mal.
Yo creo que las revoluciones sirven para hacer las cosas que las democracias no
alcanzan y eso pasa solamente en muy pocas ocasiones, a decir verdad un puñado de
veces el siglo pasado. Una de ellas pasó en Cuba. Ahora tengo que decir que desprecio a
los que salieron a bailar a las calles de Miami cuando supieron lo de la enfermedad de
Fidel. Los alemanes, que yo sepa, al menos le guardan silencio a Hitler y Fidel no es
Hitler, es un hombre como todos los hombres, un revolucionario, una figura importante
del siglo XX. Lo que nos pasa a los cubanos es que somos envidiosos, muy envidiosos,
y eso nos viene de los españoles, tengo que decir. Pero en estos momentos todos
tenemos que hacer un ejercicio de generosidad y lo primero que hay que aceptar es que
aquella revolución la hicimos todo el país, todos los cubanos. Unos lucharon a favor,
otros en contra y algunos en los dos lados.

Publicado en ABC, Madrid, como “Norberto Fuentes,


escritor: «He visto llorar a Raúl Castro, pero también sé
que estuvo dispuesto a matar a su familia»”.

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FIDEL SUFRIENDO UNA RECAÍDA

DOMINGO 6 DE AGOSTO, 2006

[UNA ENTREVISTA DE PEDRO SCHWARZE]

—¿Cómo se habría producido la crisis?


—Tiene que haberse producido el 27 o el 28 de julio, porque el 26 de julio (53°
aniversario del Cuartel Moncada) estaba bien. Hay que recordar que Fidel ha sido
favorecido por una salud de hierro. Y en cuanto se produjo la crisis, de inmediato se
pusieron en marcha los mecanismos previstos para este tipo de situaciones. Es ahí
donde Fidel habría escrito su comunicado (dado a conocer la noche del lunes) en forma
apresurada. Su recaída de la diverticulitis podría ser una consecuencia de los
medicamentos (muy fuertes para el aparato digestivo) que le proporcionaron para
mitigar el dolor después de su caída y quebrazón de la pierna y el brazo en Santa Clara,
en 2004.
—¿Qué es lo que está sucediendo en los círculos del poder cubanos?
—Fidel ha cedido el poder y no regresará. Y si ese es el caso, es una maniobra
genial y muy humana de su parte, que descubre una faceta más de su personalidad. El ha
hecho lo que nadie pensó que iba a hacer, que es ceder el poder, y quizás se ponga a
escribir su verdadera autobiografía. El da la fecha de regreso el 2 de diciembre, donde
son cuatro meses de prueba. Eso va a ser un laboratorio. El le ha dado el poder a Raúl,
pero también ha distribuido las tareas mayores en otra gente. El se mantiene vigilante
sobre todo lo que está pasando y da al traste con todos los planes de la oposición de una
transición gobernada desde afuera.
—¿Para qué hacer algo así?
—Con esto él va a proteger a su familia. El vio el derrumbe de Batista y conoció el
derrumbe de Machado y sabe que si los incidentes que se vivieron en Miami se
producen en La Habana, esto le cuesta el cuello a toda su familia, a su hermano y a
todos sus seguidores más cercanos. Con esto él los está protegiendo, dando un margen

62
de tiempo para que las cosas se asienten. La presión sobre él, personal y física,
disminuye enormemente. El sigue estando vivo dentro de su entorno, en condiciones
favorables de seguridad, de tranquilidad, mientras los otros van a empezar a llevar la
rienda del poder. Al ceder el poder temporalmente, él sigue manteniendo los cargos,
siendo nominalmente el jefe de Estado, aunque no lo sea. Así hasta el día de su muerte.
Y por tal razón no puede ser juzgado en el exterior.
—¿Habrá influido en su decisión el que estemos en la víspera de sus 80 años?
—Puede influir. Quizás quiera ensayar, en lo que le resta de vida, otras cosas. Pero
para eso necesita seguridad, sosiego y tiempo. El problema que yo pienso es que nos ha
sorprendido a todos, porque realmente nunca pensamos que Fidel Castro iba a ceder el
poder, y lo ha cedido. El final del comunicado es una despedida. El pone el 2 de
diciembre, pero no dice que regresa al poder. Es una maniobra redonda y muy
enaltecedora de su parte.
—¿Raúl está preparado para asumir el poder?
—Completamente. Hace 47 años que está preparado. Cuando Fidel estaba en la
Sierra, Raúl ya tenía bien instituido el segundo frente "Frank País", como una república
perfectamente organizada, con construcción de caminos, escuelas, equipos médicos,
asamblea de campesinos, todo. Eso es algo que Raúl organizó en meses. Aparte que van
a tener a Fidel durante un tiempo. Igual que cuando Don Corleone le cedió en vida el
poder a Michael. El lo aconsejaba. Un día Fidel se va a morir entre los olivos mientras
corretea detrás de uno de sus nietos, y habrá hecho un buen trabajo, cediéndole el poder
a Raúl. Lo que están amortiguando con el comunicado de la noche del lunes no es la
noticia de su muerte; está amortiguando la noticia de que él ha entregado el poder, sin
disparar un tiro. Y ha entregado el poder no al enemigo, sino a su gente.

Publicado en La Tercera, Santiago de Chile, como “Fidel


sufrió una recaída de su diverticulitis”. En una nota
agregada del entrevistador al final de su original se lee:
"En el comunicado (del lunes) Fidel pone el 2 de
diciembre, pero no dice que regresa al poder. Es una
maniobra redonda y muy enaltecedora de su parte".

63
NUESTRO CUARTO PRESIDENTE

DOMINGO 6 DE AGOSTO, 2006

A diferencia de Manuel Urrutia; el primer presidente instalado en ese puesto por la


Revolución —y que duró apenas unas semanas en el cargo, empeñado como estuvo en
luchar contra la prostitución y el juego sin que se dispusiera entonces de reemplazos
ocupaciones y de una velada campaña anticomunista—, de Osvaldo Dorticós —que
desde el desfenestre de Urrutia y hasta el primer congreso del Partido en 1975 y luego
de algunas reprimendas a Fidel y las vieja guardia comunista sobre la redacción de la
constitución socialista—, y de su propio hermano Fidel —que duró en el cargo hasta la
semana pasada y que una diverticulitis ha obligado soltar sus títulos oficiales—, es
indudable que Raúl Castro ha sido, de los cuatro, el que más tiempo ha tenido para
prepararse, así como que será el de menos tiempo de vida disponible para ejercer el
cargo e imponer sus modelos de gobierno Digamos que esta muy bien entrenado, desde
que fundó el llamado Segundo Frente “Frank País”, una especie de república de bolsillo
en el valle intramontano de Mayarí, al norte de Santiago de Cuba, durante la lucha
guerrillera contra Batista. Desde entonces mostró su genio organizativo y hasta una
sorprendente capacidad productiva, puesto que era el frente guerrillero mejor
alimentado y vestido, donde no se presentaban problemas de abastecimientos, con
administración territorial y un adecuado sistema de cobro de impuestos. En fin, que
ninguno de los tres abogados que ocuparon el puesto tenía su experiencia, siendo Raúl
el único con verdadera competencia de gobernante al triunfo de la Revolución. Luego,
el transcurso de todos estos largos e intensos 47 años a la sombra de Fidel, aunque
siempre manteniendo como una especie de legado feudal del Segundo Frente su
autoridad e independencia sobre las Fuerzas Armadas Revolucionarias, otra vez con
estructuras económicas apartes de las del resto del país e incluso manejándose con una
filosofía de trabajo diferente al resto de la organización socio económica nacional.

64
El tema de discusión actual, apenas inaugurado en la posición, es —sin embargo—
si dispondrá de los recursos políticos y el apoyo necesario en las estructuras partidarias
y militares para cumplir su misión. Esto deriva de inmediato en la tendencia a
comprarlo con el hermano mayor, Fidel, y avizorar desde ahora la ecuación, que se da
por segura de tener que compensar su falta de carisma con mejorías económicas que se
hagan visibles de inmediato, con una vida mejor para los cubanos —la tan alabada
apertura económica—, y el riesgo probable de una lenta pero exigente apertura política.
Bueno, esta necesidad de carisma me suena tan baladí como innecesaria si tomamos en
cuenta que probablemente todos los presidentes cubanos anteriores a Fidel Castro no
eran precisamente carismáticos. No será carismático pero sí les advierto que tiene la
manita bien pesada y que no le tiembla a la hora de reprimir. Este es un factor a tomar
en cuenta mientras se las arregla para montar su tinglado y estabilizar la situación a su
nombre. Que, al menos en esta etapa, lo mejor es estarse tranquilo.
Yo diría que si algo le va a costar trabajo a él personalmente ahora es hacer el tipo
de vida pública al que lo obliga su nueva investidura. De hecho, es lo que están
clamando desde todos los lugares del mundo. Me viene a la memoria la cantidad de
veces que en nuestras buenas conversaciones sazonadas con scotch, él me aseguraba
que su mayor placer era el de mover los hilos de las conspiraciones, actuar desde las
sombras. Va a tener que salir a la palestra pública. Se me hace evidente, no obstante,
que por lo pronto quiere respirar los últimos aires de la vida clandestina y que lo está
disfrutando. Por lo menos ha logrado meternos a todo de nuevo en el embrollo de sus
misterios.
Advierto, confieso que yo solía decir cuando andaba con ellos que Raúl sin Fidel
hubiese sido un gran estadista, pero no desarrolló sus potencialidades y ocupó el lugar
que le tocó jugar, de entrega a la Revolución.
Hablemos de todos modos acerca de las diferencias entre él y Fidel.
Dos revolucionarios. Pero de estirpe diferente. Prestos a complementarse al menor
peligro, también han producido los más grandes escarceos y broncas registrados en la
cúspide de la Revolución. Por lo regular se han producido debidos a los desastres
económicos de Fidel, sus planes de locura o en los constantes períodos de desconfianza
de Fidel con la ortodoxia reinante en la Unión Soviética.
Fidel se siente sin dudas al nivel de los dioses, y creo que esto es el producto de ser
alguien muy afortunado en cada episodio y aspecto de su vida. Raúl es un comunista de
filas, un hombre de tareas, en fin, un ser humano. Fidel también se permite las

65
libertades, que no se puede permitir Raúl. Los dos son pragmáticos pero cada uno a su
manera. Están a niveles diferentes de visión. Por tal razón, Raúl es, por obligación, una
criatura terrena. La Perestroika fue la gran bronca final entre ellos dos. Raúl apostó a
ella pero al final —con la caída de la Unión Soviética como resultado de la desastrosa
dirección soviética—, tuvo que doblegarse ante las evidencias y aceptar que Fidel tenía
razón. Por eso Raúl sabe en la actualidad (o debe saber) que su papel no es el de un
Gorbachov sino más bien el de un Deng Xiaoping. Raúl es mucho más realista porque
necesita de la realidad para obtener sus logros o acumular fuerzas. Raúl se ha hecho a
base de trabajo, de esfuerzo. Fidel, en cambio, es dado a los símbolos, a los fuegos de
artificio. Eso sí, en algo son idénticos: Ambos se cuidan mucho a sí mismos. Tienen la
convicción de que sus vidas son preciosas para la causa y quizá insustituibles. Fidel por
su compromiso con los dioses y Raúl por sus compromisos con el Partido.

EL QUINTO PISO

El saloncito existe en el Palacio de la Revolución desde principios de los 80 y está


habilitado con los más sofisticados equipos de la marca Siemens y medicamentos de
última generación. Supuestamente es para el uso exclusivo de Fidel aunque sirvió para
darle atención en sus horas de agonía final a Celia Sánchez, su acompañante de la
guerrilla en la Sierra Maestra, hacia las 11 y media de la mañana del viernes 11 de enero
de 1980. No es la primera vez que a Fidel lo someten a una intervención en el mismo
local. La otra vez, al igual que ahora, fue por una diverticulitis. No se dio ninguna
información al público entonces (1983) y el comandante Ramiro Valdés y el general de
División José Abrantes eran sus acompañantes de cabecera. El Palacio de la Revolución
dispone de una guarnición establecida, la cual es la mejor agrupación de choque del país
y con los recursos necesarios de blindados ligeros en sus sótanos para acordonar el área
en fracciones de minutos, y del agregado de sólidos refugios antiaéreos. Es en su quinto
piso donde está el local y donde ahora se recupera Fidel. También la llaman “La
Cliniquita” y se encuentra en el quinto y último piso del cuerpo central del Palacio y su
administradora es la mujer de Eugenio Selman-Housein, el cirujano que acompaña a
Fidel a todas partes. Tiene una sola vía de acceso, a través de un elevador de tres
paradas, la del parqueo soterrado, la del tercer piso (donde se encuentra la oficina de
Fidel) y la de esta quinta planta, donde La Cliniquita comparte espacios con el
Departamento de Versiones Taquigráficas del Consejo de Estado.

66
Una información más modesta que la de este recuadro (por falta
aún de mayores datos) me sirvió de todas maneras para estrenar
el blog MI LEÑA AL FUEGO en www.elmundo.es. La intervención
quirúrgica y posterior convalecencia de Fidel Castro en las
instalaciones habilitadas en el Palacio de la Revolución fue
rechazada de plano por los invitados regulares de los
principales espacios de la televisión de Miami.

67
Una “proclama” de 1958

68
ITACA CERRADA POR REFORMA

DOMINGO 13 DE AGOSTO, 2006

El mayor peligro que yo veo ahora es que, después de curarse y de que se sienta fuerte y
animoso de nuevo, Fidel se deje llevar por su espíritu altamente competitivo y decida
volver a ocupar sus funciones en el aparato del Partido y gobierno cubano. Todo
despende, desde luego, de que logre superar la convalecencia. Las perfección de su
maniobra es tal en estos momentos y las posibilidades que le ofrece son tan numerosas y
dúctiles y pueden acarrear tanto provecho, que temo por una reactivación de los resortes
de su infatigable vanidad y que quiera seguir demostrando que es el mejor. Aclaro que
desde mi muy personal punto de vista, nada de eso me pareció mal en el pasado y les
recuerdo que no otro es el Fidel Castro que hemos aplaudido durante años. Y que
tampoco estaría mal que generara la apoteosis de un regreso, ya que volveríamos así a
los causes de la historia y a la ilusión de que nos brinde unos capítulos más de terca
resistencia. De todas maneras, existe la variante número dos. En la que estamos. Y, en
lo días transcurrido, han probado su gobierno y la eficacia del mecanismo —al menos
para mantener el país en la más absoluta tranquilidad—y, lo más importante y por
donde empecé, la infinitud de sus posibilidades. En este mismo instante, por ejemplo,
pueden negociar cualquier cosa y con cualquiera. Raúl tiene las manos libres, siempre y
cuando no huela el peligro, en especial para su hermano, y después para el resto,
incluido él mismo. Que por lo pronto parezcan estar encerrados tras sus murallas no
tiene mayor significado, solo el que nosotros mismos, desde afuera, estemos dispuestos
a darle.
Ellos pueden estar calculando que la sorpresa, o más bien el susto, de las
autoridades estadounidenses, solo eso, pagó el coste del experimento. La avalancha de
balseros en el horizonte y hasta el estallido de una guerra civil en la isla, tuvo que ser
aplacado de inmediato por el presidente Bush con la nota más conciliatoria que ha
producido su administración hacia Cuba. Ese es el primer gran resultado obtenido por el

69
nuevo presidente del Consejo de Estado cubano. Y eso, ni tan siquiera porque Raúl
Castro haya movido un dedo, o emitido alguna declaración. Sólo como beneficio de su
impertérrito silencio.
Pero es una maniobra irrepetible. Es ese tipo de juego que solo puedes producir una
vez. Y como yo veo las cosas, de regresar Fidel a tomar las riendas a tiempo completo,
se perdería el factor sorpresa. Deben prever que el enemigo se prepararía para el futuro
eventual y para la próxima (quizá postrera) recaída del Comandante. Ahora han dejado
en la estacada a los exiliados de Miami después de tantos años cacareando sobre una
supuesta transición que además ellos esperaban conducir y al llegar ésta verse desnudos
y aislados y sin la posibilidad de hacer avanzar una sola gestión política. Es el gobierno
cubano el que ha demostrado su capacidad para iniciar un proceso ordenado de sucesión
y luego, todo sabemos que es inevitable, una transición, una que será cada vez más
holgada en dependencia de las presiones o no a que sean sometidos y, repito, el peligro
que esto acarree para ellos.
La realidad, muchas veces ignorada, es que Raúl ha estado dirigiendo el país hace
rato porque a Fidel no le interesa especialmente los asuntos administrativos. Fidel se ha
descansado en esa poderosa maquinaria económica y militar de Raúl para ejercer su
poder y aventurarse con todas sus ideas. Raúl ha sido el gobernante de facto, el hombre
de la estructura y —no lo olviden nunca— el rostro de la represión. Donde Fidel tiene
que parecer como bueno, Raúl actúa desde las sombras para sostenerlo. Y, detrás de él,
las divisiones blindadas de tres ejércitos. En términos generales, ha hecho una estructura
lo suficientemente flexible como para ser un Estado y a su vez permitir a Fidel las
descargas continuas y creatividad sin frenos de sus energías revolucionarias. Raúl, por
esencia conservador y ortodoxo, ha sido el mecenas de la revolución fidelista.
Digamos que Fidel ya estuvo muerto y que regresa. Es una idea demasiado
atractiva, demasiado fuerte, para que él no le esté dando vueltas Yo creo que el terreno
ganado en la maniobra no debe devolverse por el intento de regreso a casa de nuestro
Ulises. En términos puramente militares, es imprescindible mantenerse a la ofensiva
luego del éxito inicial. Y lo que han avanzado en estos últimos días no hay lógica ni
razón para perderlo.
Quizá haya llegado el momento de poner orden en la casa. Quizá sea impostergable
que lo hagan. Quizá es algo que ya planearon.

70
LEÑA FUEGO
AL

71
Esta es una selección de los 25 textos colgados por el
autor en su blog de corta vida MI LEÑA AL FUEGO (en
www.elmundo.es)

72
MIAMI. JUEVES 3 AGOSTO.
DE AGOSTO 11:05 PM HORA LOCAL.

El puesto de mando

Primero, noticias.
Fidel se está recuperando. Hace dos minutos acabé de colgar el teléfono con mi
fuente, una infalible, en La Habana, y ése es el parte. Igualmente Raúl en su convoy
reducido de dos o tres Mercedes y un Lada con motor adaptado de Alfa-Romeo se ha
desplazado por algunas calles céntricas de La Habana. La intervención quirúrgica de
Fidel (aún no tengo la fecha exacta) tuvo lugar en el quirófano que para su uso existe en
el Palacio de la Revolución. Este “saloncito” existe allí desde principios de los 80 —y
está habilitado, como supondrán, con los más sofisticados equipos, y todos los
medicamentos de última generación. Supuestamente es para el uso exclusivo de Fidel
aunque sirvió para darle atención en sus horas de agonía final a Celia Sánchez, hacia las
11 y media de la mañana del viernes 11 de enero de 1980. Fidel, desde luego, parece
estar corriendo mucha mejor suerte que su ayudante de la guerrilla en la Sierra Maestra,
aparte de que no es la primera vez que lo someten a una intervención en el mismo local.
La otra, de la que no se dio ninguna información al público, y también por una
diverticulitis, se efectuó en 1983 y quienes estuvieron en la cabecera de su cama fueron
sus dos guardias primados: el comandante Ramiro Valdés y el general de División José
Abrantes. Eran los segurosos (como se le llama en Cuba al personal de la Seguridad del
Estado) por excelencia. Todo responde desde entonces a una lógica de infalibilidad del
dispositivo: el Palacio de la Revolución es el corazón y centro del gobierno cubano y
dispone de una guarnición establecida, la cual es la mejor agrupación de choque del país
y con los recursos necesarios de blindados ligeros en sus sótanos para acordonar el área
en fracciones de minutos, y del agregado de sólidos refugios antiaéreos. Una fortaleza
inexpugnable. No hay que mover al Comandante en Jefe desde —o hacia— ningún otro

73
lugar. Ya está allí. En su puesto de mando. En su dicotomía formidable actual de
convalecencia y atrincheramiento.1

1
Esta información se amplía en “Nuestro cuarto presidente”.

74
SÁBADO 5 DE AGOSTO (MIAMI, 2:02 AM)

Nadie está escuchando

El avión ha despegado. Las emisoras locales están trasmitiendo —con los tonos graves
de los partes en la Segunda Guerra Mundial— que acaba de hacerse al aire desde una
base no identificada para dirigirse a un sector frente a las costas de Cuba y dedicarse allí
a hacer unos lentos ochos durante un par de horas. Su misión, a través de los equipos
que lleva a bordo, es la de actuar como búster entre un trasmisor de señal televisiva en
tierra y los receptores que se encuentran en la isla. Es la famosa señal de Tele Martí, la
emisora del gobierno americano, que nunca se ha logrado ver dentro de Cuba por más
de unos segundos. Un mensaje de la secretaria de Estado Condoleezza Rice es el
segmento estelar de la transmisión a colar hoy. Se trata —explican— de cumplir el
compromiso del presidente Bush de mantener las vías de información abiertas a la
población cubana. Un compromiso muy viejo, y nunca cumplido, al menos de la manera
eficaz que proclaman. La operación es costosa y han tenido que traer el avión desde
Irak. Creo que un Hércules C-130. Buena máquina.
La premura actual tiene dos objetivos, uno evidente y otro de tapón. El evidente es
de decirles a los cubanos en la isla que se manifiesten contra el gobierno, que se
opongan a la actual administración de su país y que, casi dicho descarnadamente, que se
alcen. Por supuesto, todo esto debe ocurrir dentro de los límites de la isla. Inmólense,
desángrense, pero que a ninguno se le ocurra montarse en una balsa y dirigirse a la
Florida.
El otro objetivo, el realmente importante, es el de tratar de salvar la cara ante el
monumental descalabro político que ha tenido lugar en esta ciudad en la ultima semana.
Tres congresistas republicanos, otros tantos senadores y secretarios del gobierno, y el
propio presidente, han clamado por lo más cercano que se puede describir como una
insurrección popular y en Cuba no se ha movido ni una hojita batida por el viento.

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Háblenme todo lo que quieran de la represión y del aparato de la Seguridad y
descúbranme estas verdades de sobra conocidas.
De lo que se trata ahora es de que el gobierno americano y toda la
contrarrevolución (u oposición, como quieran llamarle) asentada en el sur de la Florida,
han demostrado una desproporcionada incapacidad para responder a un cambio en Cuba
y que carecen de las estructuras imprescindibles para llevarla a cabo. El mismo derroche
de estabilidad y sosiego que hace el gobierno de Raúl Castro en este instante (y de paso
anunciar que eso va para largo), es equivalente al patetismo de este exilio torpe y
desconcertado. Si no fuese porque se trata de unas augustas personalidades a las que,
por oficio, se les debe un mínimo de respeto, yo diría que han estado 47 años estafando
a la opinión pública.
Tanto trajín con la transición y cuando esta aparece, se quedan demudados. Incluso
el último argumento para justificar la existencia de Radio y Tele Martí (y sacarnos a
nosotros, los contribuyentes, la plata de su coste) que era el de poder orientar a los
cubanos de la isla en los avatares de la hora cero, ha entrado ahora mismo en el mayor
de los descréditos. Ni un minuto entero de sus transmisiones televisivas ha logrado
penetrar la barredera de bloqueo del gobierno cubano, además del efecto que yo quiero
que ustedes me digan que va a causar en la barriada habanera de Santos Suárez o en
unos pueblitos llamados Nicanor del Campo o San Juan de los Yeras la alocución de la
señorita Rice. Qué manera de empeñarse en emprenderla a pellizcos con el acero.

[NO SE PUBLICÓ:]

UNA ADVERTENCIA
Coral Gables. 1.23 PM.- La inclusión de una caricatura
procedente del portal La Nueva Cuba en mi texto sobre Radio y
Tele Martí se ha hecho sin consultar conmigo y mucho menos con
mi aprobación. Desvirtúa mi clara intención de exponer la
política errática y manipuladora del llamado exilio histórico
de Miami y, peor aún, del gobierno estadounidense, en relación
con Cuba. Es lamentable que su uso solo sirva para amortiguar
la agresividad de mi composición. En este caso yo no estaba
haciendo un chascarrillo de Fidel o el gobierno cubano (los he
hecho muchas veces antes y mucho mejores), sino exponer la
conducta de inocuos resultados de, precisamente, sus enemigos.
El insulto adquiere además un carácter personal dado que La

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Nueva Cuba es, ante mis ojos, una de las páginas más
despreciables de todas las que produce la contrarrevolución
cubana en la web. ¡Y miren que estas abundan! Gracias por la
atención. Norberto Fuentes.

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MIAMI, MÉRCOLES 9 DE AGOSTO. 7:47 PM.

A cuatro días del cumpleaños de Fidel

La euforia por la muerte de Fidel que había dominado esta ciudad durante los primeros
días de la pasada semana cedió visiblemente a las 72 horas. La impronta de violencia
contenida, como de comandos en vísperas del desembarco en territorio hostil, se replegó
hacia la zona de ebullición cero que, inevitablemente, se convertirá en la antesala de un
estadio de depresión en masa, otra vez esa conocida experiencia anímica de mis
mercuriales vecinos de ocasión.
Tengo entendido que arañaron la victoria por primera vez a mediados de abril de
1961, cuando los portones de las barcazas de desembarco de la CIA se abrieron sobre
dos playazos de Bahía de Cochinos y soltaron las fuerzas y su material de guerra con
que habrían de liquidar la Revolución Cubana, arrancarle la cabeza a Fidel y ocupar la
isla. Conocemos el desenlace aunque les quedó el maravilloso recuerdo de que esas
fuerzas, que estaban siendo machacadas en su lugar de desembarco, fuesen descritas por
la radio gubernamental estadounidense como los valientes que capturaban una provincia
cubana por día.
Me recuerda aquella mofa de Hemingway de la Guerra Civil Española, que era
recurrente —con su vozarrón de hombre de los bosques— en sus borracheras de Cuba.
“Nuestras tropas —decía— siguen avanzando sin perder una sola pulgada de terreno.”
Después, la crisis de octubre de 1962. Ellos mismos me lo han contado (yo estaba
del otro lado, como saben, allá en la isla). La excitación que les embargaba cuando
veían pasar los vagones de ferrocarril por las dos líneas que cruzan la calle 8 —y que
aún sobreviven en esta ciudad— cubiertos con las oscuras lonas del ejército,
vivaqueando hacia las bases del sur toda la metralla que nos iban a meter en Cuba. No
importaba que pulverizaran la isla. Eran como maridos abandonados. Si Cuba no podía
ser de ellos, pues que los gringos la desaparecieran. Miren la cantidad de disidentes
quejumbrosos y llorones que se hubieran perdido. Los hubiesen evaporado antes de

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surgir a la vida política como contestatarios. Ni la más mínima oportunidad para soltar
la primera lágrima de arrepentimiento, ni tiempo para acumular argumentos sobre la
maldad comunista. En fin, que el polvo no deserta.
Tuvieron que pasar muchos años, sin embargo, hasta 1964, para la penúltima
oportunidad, para que hubiese el brote de alzamiento popular de unas dos horas de
duración en un sector de un kilómetro y medio del litoral habanero. Conocido como el
“maleconazo”, puso a Miami otra vez en las vísperas del día definitivo. Esa tarde —
debe advertirse— hubo menos fiesta y más expectativa.
Y ahora Fidel y su quebranto de salud. Una emergencia médica certificada como
muerte sin apelaciones por los compatriotas que, con las resonancias de tumbadoras de
las barriadas habaneras, llenó el condado de Dade. No obstante, no se amilanan al
conocer que Fidel no ha sucumbido ante la dolencia de sus vísceras. Tienen la práctica
de las situaciones anteriores. Les ha enseñado que si bien se les acaba el mundo en un
segundo, y todas sus ilusiones se desvanecen sin consuelo, ellos saben cómo sacar a
relucir de inmediato sus opciones de reemplazo.
Es el talismán que a todos sirve para exorcizar el ridículo universal que ellos
mismos producen.
En estos días, antes de retirarse de los sitios de festejos, cambian la certeza de sus
celebraciones funerales por cuestionamientos que se adaptan a la nueva situación. Están
cambiándome el muerto por la dura realidad de que se las tienen que arreglar con el
vivo. Y, de acuerdo a las actuales circunstancias, es que surge —para empezar— los
cuestionamientos sobre el sucesor y la necesidad de ubicarlo geográficamente, Y,
bueno, si el Comandante no está en su ataúd, cuál es la puñetera razón por la que Raúl
no aparece en público.

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JUEVES 10 DE AGOSTO. 7:48 PM.

A tres días del cumpleaños

No conozco otra declaración más clara y determinada de George Bush en sus seis años
de gobierno. Los problemas de Cuba se tienen que resolver dentro de Cuba y con los
cubanos que están allá. No hay nada en el pastel para los cubanos de Miami. Si acaso,
en un futuro impredecible —y a todas luces muy lejano—, se hará factible discutir con
los gobernantes de La Habana “el asunto de las propiedades confiscadas”
Ni una palabra sobre las famosas y variopintas violaciones de los derechos
humanos en la isla ni sobre la falta de libertades o sobre los criminales de guerra que,
afirmaban hasta la pasada semana, gobiernan la isla. Explicado con toda sencillez: El
presidente de los Estados Unidos coincide con el gobierno de Cuba en que su actual
disposición de mantenerse al frente del negocio es lo correcto y la declaración desde el
podio del imperio montado en el rancho de Crawford, Texas, es equivalente a un
reconocimiento oficial de la nueva administración cubana. Tampoco puede ir más lejos
de esa declaración, dada la inexistencia de relaciones diplomáticas normales entre los
dos países. Pero es bastante con lo que ha dicho además de que es uno de los primeros
gobiernos del orbe en ofrecer esta forma maquillada de reconocimiento.
Ahora queda por conocerse la reacción de Miami y el efecto que pueda causar la
segunda parte del mensaje presidencial. O cuando se den cuenta de su significado (si tal
cosa ocurriese).
La segunda parte, ya saben, es que nadie puede moverse y que no aceptarán
ninguna clase de trajines entre las dos riveras. En fin, que Bush le está aclarando al
exilio que no va a jugar ningún rol en la transición.
Debe reconocerse que hasta ahora la caballería republicana ha resistido bien el
embate, o por lo menos que se las ha arreglado para eludir el tropel de preguntas y
frustraciones con que comienzan a atacarlos. Nada, desde luego, que se parezca ni por
asomo a las protestas callejeras y las quemazones de neumáticos y disturbios de los días

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de Elían. Que va. La sublevación elianística estaba reservada para Clinton y Janet Reno
y el resto de aquella pandilla de comunistas.
Por cierto que los mismos locutores radiales que entonces azuzaron la candela
contra el gobierno de Clinton son los que, desde hace dos días, se especializan en
interpretar a Bush y dulcificar hasta lo irreconocible su escueta pero rampante
declaración. El reino absoluto del galimatías.
Si Cantinflas no hubiese existido antes y su legado de centenares de películas no
existiese, estos cubanos lo hubiesen inventado. Lo trágico es que Cantinflas pertenecía a
la tradición de la picaresca y que ése mexicano genial, Mario Moreno, supo cocinar su
personaje en el fuego lento de los buscavidas, mientras que estos payasos (y payasas) de
circunstancia de nuestro entorno, lo que están enredando en sus forzados galimatías es
el último sesgo de dignidad de sus creyentes.
Apuesto a que en las próximas semanas Bush vuelve a desembarcar en esta ciudad
para sus fotos de ocasión en una venduta de cafecito cubano al aire libre (seguramente
en el ventorrillo del Versailles, previamente copado por el Servicio Secreto) y luego de
soltar en español el obligado Viva Cuba Libre desaparecer en brazos de sus amigos
ricachones.
En Miami reina en este instante la misma calma chicha que en La Habana. El
discurso de Crawford permanece inalterable. Ustedes no son un gobierno. Y vayan
bajando el tono de los gritos porque ya me están afectando los tímpanos. La coral
republicana de la ciudad levita en su éxtasis de irrenunciable lealtad.

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VIERNES 11 DE AGOSTO. 12:43 AM.

A dos días, sólo dos

No conozco otra escuela anterior del anticomic en el mundo. La empezamos un


puñadito de muchachos en la revista Mella, que era una revista mensual de la
Asociación de Jóvenes Rebeldes, una agrupación cubana sucedánea del Komsomol. Nos
habían dado el edificio del periódico comunista Hoy, que tenía para nosotros el encanto
heroico de haber sido uno de los blancos favoritos de la policía de Grau, Prío y Batista.
En el tercer piso, al fondo, nos reuníamos. Lázaro Fundora, uno de los coloristas, que
tenía una guitarra, cantaba un rock en español llamado “Los fantasmas”. Silvio
Rodríguez, al que todavía Lázaro no le había enseñado a tocar guitarra, tenía la misión
de dibujar El Hueco: Una historieta muy profunda. En aquella época de primeros
contactos con el marxismo, todo debía ser profundo. Así que rápidamente comenzamos
a burlarnos del concepto. ¿Y qué cosa más profunda que un hueco del que no se sabe
dónde tiene fondo? Otro personaje era Guillermo Rosales, que abandonó su carrera en el
servicio exterior para escribir el guión de una historieta sobre la batalla de Dien Bien
Phu. ¡Por primera vez en un comic ganarían los vietnamitas! Y estaba Virgilio
Martínez, que venía de la tropa del Partido y que, para despistar, firmaba sus caricaturas
en la prensa clandestina con el seudónimo de Laura. Un mulato bajito y con unos
espejuelos de fondo de botella, que no asomaba ningún rasgo femenino pero por cuyo
nombre de guerra nosotros identificábamos cuando lo saludaba un viejo camarada.
Laura, en su mesa de dibujo barnizada, color nogal, compartía su jornada entre la
producción de historietas, para las cuales yo le proveía los guiones, y la encuadernación
de unos impecables pasaportes extranjeros. Isidoro Malmierca, entonces jefe de la
Seguridad del Estado, se encargaba de suministrarle los rollos de papel de pasaporte
cubanos, pero vírgenes, así como las tapas, amén de los modelos a copiar. “Laura —le
decía a Virgilio, y desde sus fríos ojos azules no soltaba un solo destello de
amabilidad—. Laura, necesito tres de Venezuela y uno de Costa Rica.” Ese era el

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ambiente que había allí, en el tercer piso de Mella, a medio camino entre Walt Disney y
el KGB. Yo llegué a ser el director del conglomerado, el de la parte creativa me
apresuro a aclarar, nada que ver con los negocios de Malmierca y la subversión
continental. Mi primer trabajo fue una historieta a dos páginas que, en un gesto
considerado por mí mismo de una audacia enorme, carecía de título. La idea básica era
el regreso de la Brigada 2506 a las costas cubanas y lo que ocurriría de ellos ganar. Su
título de trabajo: “Si los brigadistas volvieran”. Se publicó en el número de noviembre
de 1961. Todavía los brigadistas estaban presos en la cárcel provisional que les habían
instaurado en el Hospital Naval y faltaba como un año para que los juzgaran y unos
meses más para que Kennedy pagara una indemnización en compotas y maquinaria
agrícola a cambio de su liberación. Tenía dos o tres cuadros muy buenos. El que más
me gustaba era el de un Trucutú (el famoso personaje de la edad de piedra de los comics
gringos) que se presentaba, garrote al hombro, antes unos campesinos con el objeto de
¡analfabetizarlos! Es decir, devolverlos a su estadio prerrevolucionario de iletrados. Se
trataba de una recreación de la restauración contrarrevolucionaria en Cuba. Mirando los
debates y exigencias de mis paisanos en estos últimos días, y viendo lo que, de hecho,
ha estado en sus mentes, ha sido inevitable la reactivación de esta memoria y que yo se
la traiga a colación. Poco ha cambiado para mis personajes y situaciones de hace 45
años. La historia, que entonces surgió como comedia, ahora se repite como tragedia.

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SÁBADO 12 DE AGOSTO. 8:56 PM.

El palo durísimo

Imaginad por un instante al Comandante en su lecho de enfermo. Con el gesto de una


mano llama a Joseíto —el coronel José Delgado, jefe de su escolta— para que acerque
al oído y solicitarle un parte de la situación. Joseíto informa. Durante la última semana
Raúl ha aparecido dos veces en televisión, ha firmado cinco decretos, ha participado en
cuatro asambleas provinciales del Partido y ha hecho imprimir un cartel de él en
uniforme y enarbolando un AK-47 cuyo lema reza: ¡Comandante Raúl, Ordene! Lo que
ocurra en el segundo siguiente a tal escenario y, sobre todo, lo que ocurra con los
huesitos de Raúl alineados sobre la banda elástica anterior a la máquina despalilladora,
es algo muy claro para mí.
Estoy bromeando, como pueden suponer, aunque advierto que solo es una broma de
alcance parcial. Porque la gran duda que ha despertado el silencio de Raúl y que ya en
Miami comienza a ser explicada como la amarga realidad de que los Castro los han
engañado ¡otra vez!, encierra —ante la contundencia del análisis más simple— la
verdad de que Fidel no solo está vivo sino que aún entiende que el poder le pertenece.
Yo no sé por qué aquí se ponen bravos si fueron ellos los que inventaron el muerto. Y la
situación —me refiero al mutismo de La Habana— revela algo mucho más sustancioso:
que Raúl está jugando su propio juego y no el que le imponga nadie. Y que está
haciendo lo que siempre ha sabido hacer. Actuar desde las sombras. ¿Que Raúl no
aparece? ¿Qué Joseíto no pueda escanciar las gravísimas noticias en los oídos de su
jefe? Todo previsto. Todo pensado. Todo lógico. No obstante, y por si alguien se quiere
llamare a engaños, el matutino Granma publica el sábado que Fidel se ha levantado, que
camina y que él mismo se está identificando como un caiguarán, uno de los árboles
maderables más duros de Cuba, palo como dicen los campesinos cubanos. Y —
¡atención!— uno de los que alcanza mayor longevidad.

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Hoy Fidel cumple ochentas años. Chávez debe estar a su lado en este momento.
Raúl, de cañón está allí. Y la Doña Dalia y los muchachos. Gabo con toda probabilidad.
Alguien —calculo— debe estar diciendo que no lo obliguen al esfuerzo de apagar de un
soplido 80 velitas. En medida que se avanza en la vida, los pulmones se resientes cada
vez más. 80 años implican las exigencias de un esfuerzo de soplido monumental. Un
cumpleaños suyo como siempre han sido. En la intimidad, con refresquitos y el quei —
forma irreducible cubana de llamar a las tortas. Y de paso se sacude de arriba los fastos
que quisieron inventarle en la Fundación Guayasamín y la idea de llenarle la Plaza de la
Revolución con todos los premios Nobel del mundo. 80 años de Fidel. En realidad se
trata de una bicoca si se le compara con lo que aguanta un caiguarán. A lo mejor eso
sirve de consuelo a muchos en este entorno.
No creo estar cometiendo una herejía de exageradas proporciones ni ser
políticamente incorrecto si, al menos en un día como hoy, digo que disfruto sus
combates aunque sea desde lejos.

¿Nuestro próximo presidente?

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DOMINGO 13 DE AGOSTO. 6:45 PM.

El reposo del guerrero

Aparece muy cansado y la alegría fosforescente del mono Adidas que le echaron encima
no logra disolver la tristeza en el rostro vivaz y fuerte que conocemos de sobra. No es
señal de muerte inminente porque es inconcebible que a estas alturas del juego Fidel le
tema a su inseparable compañera. Se trata de algo peor. Se trata del ocaso, uno
previsiblemente lento, y, aún más difícil para él, de que se retira. Es visible en las fotos
hechas circular en la web una venda de gasa alrededor del abdomen, probablemente
cubriendo con antisépticos la zona de la herida y que debe tener un drenaje debido a uno
colostomía, lo que a su vez significa que puede estar obligado a permanecer hasta un
año (si no es definitivo) recuperándose para luego enfrentar una segunda y definitiva
operación. Está actuando en favor de sui hermano, que es igual a trabajar por la
estabilidad del país. Esta diciendo que eso es para largo, incluso que su vida corre
peligro, pero que por lo pronto se encuentra a la mano y es una presencia latente y
laboriosa. Esta diciendo que las expectativas y elucubraciones deben terminar y que ha
llegado el momento de que el país vuelva al trabajo de la manera acostumbrada y se
encauce. También está dando el tiempo necesario para que Raúl asegure su situación
como mandatario. Las noticias no son las que quisieran sus seguidores y mucho menos
las que añoran en Miami. Por otro lado, mientras aguante ese corpachón de 6 pies dos
pulgadas y más de 220 libras de peso, se nos permitirá asistir a un acto de despedida a
su vez dulce e inesperado. Dulce en el sentido de que su salida del poder va a ser
incruenta, amén de que, cuando se sienta un poco mejor y con disposición a invertir su
tiempo en algo que no sea el progreso favorable o no de su convalecencia, lo tendremos
haciendo cosas realmente productivas. Se va a poner a escribir, denlo por seguro.
Mientras tanto, las claves de hoy domingo 13 de agosto del 2006 es que Fidel está
fortaleciendo la posición de su hermano y del gobierno constituido después del anuncio
de su intervención quirúrgica y, muy importante, para darle aire a Raúl. Con la mirada

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alerta, pese al extremo agotamiento resultante de la agresividad de la operación, está
proclamando al mundo su advertencia: Raúl cuenta con él y le garantiza el espacio de
maniobra y acomodarse. ¿Copiaron? Ahora bien, lo que me preocuparía más de
hallarme en ese entorno y lo que considero más apremiante y angustioso, es que a Fidel
se le haga insoportable la convalecencia y tener que andar con la cabrona bolsita de la
colostomía —si tal fuese la situación— a rastras, porque sería lo único que le impediría
desplazarse a su antojo y con los baños de masas que han sido su presencia natural
desde 1959. Bajo cualquier circunstancia no existe mayor humillación para un hombre
símbolo. Recuerdo una frase de mi época en Cuba. Yo la solía compartir mucho con el
poeta Raúl Rivero y describía la conducta a que nos obligaba los rigores del socialismo
real: “En este país no te puedes ni desmayar.” Sería una versión criolla del apotegma
hemingwayano de la gracia bajo presión. Lo que entonces no sabíamos era que la norma
resultaría valida alguna vez para Fidel Castro.

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MARTES 15 DE AGOSTO, 2:39 AM.

Primer búnker

Según los cables de AFP y una considerable cantidad de periódicos en el mundo, por
primera vez en 48 años de revolución los cubanos vieron este lunes a Fidel Castro
enfermo en una cama. Bueno, puede que sea la primera vez que lo ven tan desmejorado
e incluso que se les haya hecho palpable que su líder invencible ha de enfrentar también,
eventualmente, la muerte. Pero el dato de que nunca antes lo habían visto en cama está
equivocado. El 11 de julio de 1960, estaba enfermo —un estado febril como producto
de una vulgarísima gripe—, cuando se permitió la entrada de un equipo de control
remoto de televisión en sus habitaciones del llamado complejo de la Calle Once, en el
Vedado, donde vivía en los primeros años de la Revolución bajo la vigilancia y
protección de su compañera de campaña en la Sierra Maestra, Celia Sánchez, que lo
rodeaba allí de todas las comodidades y antojos, y más o menos donde permaneció hasta
mediados de los 60 en que comenzó su romance con Dalia Soto del Valle. En aquellas
escenas Fidel se hallaba recostado en una cama camera y enfundado en unos pijamas de
color beige y aparecía reposado y sonriente y con una dentadura intacta. Junto con los
camarógrafos y técnicos, permitió la entrada a un par de periodistas y bromeó con ellos
y hasta inició una pequeña conferencia de prensa al pie de cama sobre la Reforma
Agraria. Tuvo además un momento de visible emoción cuando escuchó la versión
instrumental del “Himno del 26 de Julio” que el maestro Enrique González Mantici, con
la Orquesta Sinfónica de la emisora CMQ, preparó para la ocasión, una especie de
serenata vespertina y efectuada a distancia. Nunca antes la había oído “que no fuera
cantada”. Serían las 4 de la tarde cuando la agrupación, desde los estudios de la
telemisora, acometió la vigorosa marcha que exaltaba la organización revolucionaria
con la que condujo la lucha contra la dictadura batistiana y Fidel la escuchó a través del
aparato de televisión instalado frente a él. Luego, desde el centro de transmisión, a unos
tres kilómetros de distancia, pasaron la señal hacia su refugio, y fue la primera

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oportunidad en que los cubanos lo vieron en unos sedosos pijamas y recostado a un
almohadón. Poco más de un año después, el 8 de agosto de 1960, tuvo una segunda
recaída, una afección de las cuerdas vocales en el fragor de un discurso para anunciar
que se procedería de inmediato a la expropiación forzosa de “las propiedades yanquis
existentes en Cuba” como respuesta a “la actitud asumida por el presidente de EE.UU.
de suspender la compra de azúcar a Cuba”. Enmudeció repentinamente a mitad del acto
y obligó a Raúl a concluir su arenga. Era la época en que aún se permitían el lujo de
eludir la norma de seguridad de nunca aparecer juntos en una misma tribuna. Como
quiera que la afección comprometía sus cuerdas vocales, no tuvo que elaborar ningún
discursillo en los días posteriores. Tampoco fue necesario. Nunca más las cámaras —de
ningún tipo— volvieron a entrar en sus aposentos. Otra norma de seguridad implantada
desde temprano.

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MIÉRCOLES 16 DE AGOSTO, 3:00 AM.

El buen vecino

El l4 marzo de 1959 un diplomático estadounidense de nombre Philip Bonsal, delgado,


delicado, y con esa expresión de susto de quien a hurtadillas se ha tragado un canario —
¿dónde yo he visto esa descripción antes?— asumió en forma oficial su cargo de
embajador ante el gobierno de Fidel Castro. Fue el último intento de los americanos por
resolver las diferencias dentro de los buenos ánimos que debían prevalecer entre viejos
aliados. Todavía hoy es descrito como “un fundador clave” de una política a llevar por
Washington de relaciones “formales y correctas” hacia el recién estrenado gobierno
revolucionario de Cuba.
Sobra decir que fue el primer y único embajador americano en las últimas cuatro
décadas asentado en La Habana.
La actividad paradigmática de Bonsal en ese sentido —el de brindar un enfoque
que hoy llamaríamos políticamente correcto a las relaciones bilaterales— se obtiene de
una lectura esencial; esto es, por la manera que manejó, apenas estrenado en su cargo en
ese mes de marzo, la intervención de la Cuban Telephone Company, la primera gran
empresa de capital americano que los cubanos arrimaban a su baza. En principio, según
se defendió en sus memorias, tomó esa disposición revolucionaria como un error de los
cubanos, pero igualmente tuvo la habilidad de reconocer que era una decisión de un país
soberano.
Llegó más lejos incluso: proclamó que no era su función como embajador de
Estados Unidos representar los intereses particulares de la empresa que ya los cubanos
llamaban descarnadamente monopolio imperialista. Y todavía no frenó su apetito por
lograr un excelente ambiente de cordialidad y franqueza y buena vecindad. Tomó
entonces la iniciativa, que le pareció luminosa, de iniciar un acercamiento con el
ministro de Comunicaciones para ponerlo en contacto con especialistas de regulación y

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operatividad de un sistema telefónico, que podían aterrizar en Cuba con un chasquido de
sus dedos.
En independencia de que Fidel no se tragara la píldora y de inmediato sospechara
que el propósito era colmar todo el servicio telefónico del país con agentes de la
inteligencia americana, la tónica de la presencia de Bonsal en Cuba fue desde su inicio
un calvario de vicisitudes e incomprensiones y desplantes.
Fidel se solazaba en la televisión contando que hacía esperar a Bonsal en su
antedespacho un par de horas y que al final no lo recibía, y Bonsal aguantando. Según el
gobernante, los recados de Bonsal, que al final le hacía pasar con algún ayudante,
expresaban que se quedara con la Cuban Telephone Company y con la Compañía
Cubana de Electricidad y hasta uno que otro latifundio, ya que estaba implantando la
Reforma Agraria, pero que aguantara la mano con el resto de las propiedades de sus
conciudadanos para lograr un excelso estado de vecindad. Estado de vecindad que todos
sabemos a donde fue a parar y donde ha estado en los últimos 47 años.
Ni qué decir del destino de las empresas que con tanta nobleza Philip Bonsal quiso
poner a salvo. Respecto a ellas —y también de las expropiadas a los capitanes de
industria cubanos— hablaba el presidente George W. Bush la semana pasada cuando
mencionó la posibilidad de ver con el gobierno de La Habana el asunto de las
confiscaciones, aunque siempre subrayando que se trata de un objetivo a un plazo que
pinta muy lejano.
No creo que ninguna corporación americana en su sano juicio pretenda recuperar
ahora una instalación en Cuba, que en todos los casos tiene más de 50 años de
explotación, si no es la situación de que ya hayan desaparecido. En cuanto a los
empresarios cubanos, si aún viven, lo aconsejable es que preparen su declaratoria de
herederos a favor de algún nieto. Ah, qué hermosa generación de capitancitos de la
industria cubanos veremos desembarcar en la isla. Porque las señales no pueden ser más
claras sobre la necesaria moratoria estadounidense al respecto.
Al menos deben aceptar la clase de embajador que, es evidente, veremos presentar
sus cartas de estilo ante el presidente Raúl Castro. Como si vieran regresar a Bonsal. De
nuevo la historia en su perenne ascenso en espiral —aunque sea a costa de algunos
ridículos.

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JUEVES 17 DE AGOSTO. 10:10 PM.

El próximo paso

A ver, muchachos, atiendan acá. Va y logro que aprendan algo.


El próximo paso del nuevo gobierno cubano es deshacerse de Felipe Pérez Roque.
Demasiado brutal para tenerlo de canciller en unas circunstancias que prometen una
diplomacia de sonrisas y amabilidades, aunque en dependencia desde luego de que la
presión internacional se mantenga en su nivel actual. Esto es, a la expectativa por lo que
trae Raúl escondido en el bolsillo. No es momento para alguien que da la impresión
habitual de emerger por la escotilla de un tanque a la ofensiva. Desde que asumió el
cargo de canciller y declaró que él conocía el pensamiento íntimo de Fidel Castro, preví
un futuro suyo besando las arañas. Porque si de verdad conociera ese pensamiento
íntimo, estaría huyendo.

De izquierda a derecha, Pérez Roque, Carlos Lage, Álvaro López-Miera, y Abelardo Colomé “Furry”

Carlos Lage no tiene problemas; ahora mismo viene siendo para Raúl lo que Raúl
era para Fidel. Es decir, el Raúl de Raúl. El Número Dos. Un buen número dos, por
cierto, inteligente a la vez que firme, amén de ser un viejo reformista, y libre de la carga
terrible de príncipe de las tinieblas con que Fidel sometía a su hermano para presentarlo
como el que implantaría la degollina en Cuba si lo mataban. Un hecho que conozco al

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dedillo es que Lage estaba virando de cabeza la Unión de Jóvenes Comunistas y
convirtiéndola en una organización nada ortodoxa y bastante respondona, cuando tuvo
la suerte de que, para sustraerlo de su liderazgo allí, no lo fusilaran como a Arnaldo
Ochoa o lo hicieran papilla como a Carlos Aldana, y Fidel se lo llevara consigo para el
Grupo de Apoyo.*
El general de Cuerpo Álvaro López-Miera es un hombre de Raúl, pero es además el
hombre que Raúl personalmente preparó durante años para la posición de jefe del
todopoderoso Estado Mayor General. Coincido con todos los analistas que está
pintadito para ser el tercer ministro de Defensa de la Revolución Cubana.**
Por último, mi predicción más arriesgada, pero de ejecución inevitable a un plazo
no muy lejano. Abelardo Colomé Ibarra, el actual ministro del Interior, y sus allegados,
van al piso. La primera razón para la sustitución es que no puede haber en Cuba un
gobierno de unidad nacional con unos personajes tan emblemáticamente divisivos al
frente del llamado 'aparato'. Otra razón por la que creo que se lo van a fumar, es que en
este mismo instante Colomé está conspirando. Lo único que ha hecho en su vida. Dense
por convencidos de que una de las instrucciones que Fidel le dio a Raúl antes de la
primera dosis de anestesia, fue que no le quitara el ojo de encima. Mientras más rápido
se lo bailen, mejor.
Advierto ahora sobre el efecto contraproducente que esta suerte de predicciones
suele acarrear. Lo malo es que cuando uno dice estas cosas ellos de inmediato se
atrincheran y no ceden un ápice, al menos en principio. Estoy convencido no obstante
que esta es la idea de maniobra actual. Y lo más que puede pasar es que la estemos
retrasando un poco. Ah, olvídense de darme crédito cuando lo lean en los periódicos.

[Notas]

* Carlos Aldana. Caramba, se nos olvidaba. Le pregunta es si habrá alguna clase de


rehabilitación para el antiguo jefe de despacho de Raúl en el Partido y posterior y espumeante
secretario ideológico.
** El primer ministro de Defensa fue el comandante Augusto Martínez Sánchez, luego
nombrado ministro del Trabajo. Martínez Sánchez fue también el primer sustituto que tuvo
Fidel para su cargo de primer ministro cuando viajo a los Estados Unidos en abril de 1959.

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VIERNES 18 DE AGOSTO, 4:53 AM.

Los profetas desarmados

Hace pocos días Alcibíades Hidalgo, el más importante cargo de la nomenclatura


partidaria cubana llegado al exilio, dijo que uno de los rasgos distintivos de la
mentalidad de Raúl Castro era que éste desconfiaba de los intelectuales. Yo entiendo
que estamos ante una apreciación dentro de un retrato generalizado del gobernante,
además de que procede de la voz más autorizada que contamos sobre el personaje; nadie
puede poner en tela de juicio cualquier descripción de Alcibíades sobre Raúl Castro, con
quien trabajó (si la memoria no me falla) durante 10 años como su jefe de despacho en
la llamada oficina política del segundo secretario del Partido, y siendo como es una
fuente aun sin explotar y sin justipreciar en los think tanks del exilio, o incluso del
gobierno americano.
La expresión, desde luego, puede ser despojada de su sentido original y llevar al
criterio de que Raúl, al menos en los momentos actuales, tenga motivos de peso para
desconfiar de la clase, y lo que es peor, que se establezca la creencia de que los
escritores cubanos del eje Miami-Madrid (y el ocasional enganche de México) sean una
promoción de nuevos héroes ilustrados y un implacable flagelo sobre el lomo de nuestro
presente enemigo principal.*
Un muestreo de todo lo que se ha publicado desde el anuncio hace dos semanas de
la intervención quirúrgica de Fidel, arroja de inmediato el resultado de un discurso
lamentable, atrasado, sin ningunas agallas y sobre todo de una desconcertante
desorientación. Si Raúl tiene miedo de lo que se ha publicado hasta ahora y de las
orejitas que están mostrando mis colegas de la hermandad, entonces sí voy a comenzar a
preocuparme.
Pero, bueno, ¿a qué echarle la culpa a estas almas en pena si en definitiva es la
misma desorientación que reflejan las agrupaciones y líderes políticos del exilio, y, más
lamentable aún, el conjunto del gobierno americano y sus servicios de inteligencia?

96
Duros días aguardan a la gente que aquí tienen el dinero y el poder y que durante años
se han cotizado muy caro por su supuesta armazón definitiva sobre la manera en que
habría de llevarse a cabo la transición.
Yo diría que el intelectual que ha actuado con más finura en este mar de desaciertos
es Mario Vargas Llosa. Peruano, como todos sabemos, aunque con una perenne
preocupación por Cuba. A la hora de producir su opinión, sin embargo, dirige su
resuelto ataque a la administración Bush y, con toda sabiduría, toma distancia de una
situación que por lo pronto no domina y no conoce sus pormenores.
Vargas Llosa se mantiene firme en sus lineamientos habituales de lucha por la
democracia la libertad de expresión y libre comercio. Y si bien en estos momentos no
sale de ahí para echar su vistazo sobre Cuba, se queda pasmado al saber que la actitud
de Estados Unidos es la de un remoto observador y que a su vez, eso sí, alista toda una
flota y toda su tecnología de punta para dislocar un cerco electrónico y de cañoneras
rápidas alrededor de la isla con el objeto de impedir un éxodo salvaje. Y ahí terminó la
angustia por la democracia.
Por fin descubren la naturaleza de la retórica democrática de las potencias. Y el
choque se registra por ese despiadado divorcio entre los ideales que flotan siempre en
un limbo de abstracciones y los intereses de un país del poderío de Estados Unidos. Un
trago amargo para el peruano, sin dudas, pero que a los cubanos no debía tomarlos por
sorpresa. Debían estar ya más que escarmentados con las monstruosidades que han
pasado frente a sus ojos.

El lector habrá observado el inútil esfuerzo del autor por


eludir el ataque al viejo compañero de experiencias políticas
en los pasillos del poder revolucionario. Pero todavía gravita
en su conciencia de periodista leal el no haber continuado
hacia donde el impulso original le llevaba, hacia la dirección
del golpe principal. Lo cierto es que la declaración de
Alcibíades de que Raúl Castro desconfiaba de los intelectuales,
no aportaba fundamento al análisis, solo un titular de rápido
consumo para el personal cubano de Miami y algún que otro
reaccionario de las áreas afines. Talento mal usado e
información valiosísima y verdades echadas al bolsillo, para
que nadie las vea. Un intelectual formado por la Revolución, al
que Raúl prácticamente le rogó para que trabajara en la
posición política de mayor confianza de su entorno: la jefatura

97
de su oficina en el Comité Central del Partido, nos deja en la
incómoda posición de no saber a qué tipo de labor él se
dedicaba junto al mismo Segundo Secretario. ¿Manual? ¿Labor
manual? ¿Picaba piedras en aquella oficina? Coño, Alcibíades.

[nota al margen no publicadas]

EL LUGAR COMÚN ENGORDA

Alc fuera de la realidad. Si es por algún dinero, se acepta.


Espero que no lo haga gratis. El lugar común da plata. Pero
puede ser una bronca perdida de la propaganda fidelista. Cada
vez que oigo a esos voceros de la Casa Blanca, que acaban de
revisar los últimos partes de guerra de sus masacres en Iraq, y
me hablan de la falta de derechos humanos en Cuba, se me
revuelve el estómago.

Ex embajador en la ONU duda que Raúl Castro tenga tiempo de


reformar Cuba
A diferencia de su hermano, Raúl Castro tiene sentido del humor
y un trato más cercano, pero como él 'está sediento de poder',
opinó Alcibíades Hidalgo.
AGENCIAS
miércoles 31 de enero de 2007 18:26:00
Alcibíades Hidalgo, antiguo embajador cubano ante Naciones
Unidas, considera que tras la muerte de Fidel Castro su hermano
Raúl no tendrá tiempo de llevar a cabo la reforma de la Isla,
dado el estado "catastrófico" de la economía, informó EFE.
En declaraciones que publica este miércoles el vespertino
francés Le Monde, Hidalgo afirma que la única posibilidad es
intentar poner en marcha en Cuba un régimen "calcado" del
modelo chino.
Pero "no creo que tenga tiempo", afirmó.
Hidalgo fue jefe de gabinete de Raúl Castro entre 1985 y 1993,
año en el que fungió brevemente como embajador de La Habana en
la ONU, ya que fue obligado a regresar a la Isla y puesto "bajo
control". No obstante, escapó de Cuba poco después hacia
Estados Unidos, donde vive actualmente.
El ex funcionario dijo que Raúl Castro, actual gobernante
interino de Cuba por la enfermedad de su hermano Fidel, le
evoca "un sentimiento de frustración".
"Descubrí a un individuo que no tenía la envergadura
intelectual de Fidel, pero que controlaba el sistema de manera
eficaz", afirmó.

98
Para el antiguo embajador, Raúl Castro tiene, a diferencia de
su hermano, sentido del humor y un trato más cercano, pero como
él "está sediento de poder".

99
DOMINGO 20 DE AGOSTO, 8:04 PM.

Se les acabó el enemigo

Los cubanos tienen la costumbre de creer que son importantes para los Estados Unidos
y que deciden en su política exterior. Después de 47 años de destierro y localizados en
una franja del sur de la Florida continúan sin entender que los Estados Unidos solo se
guían por sus propios intereses.
Tienen las mejores relaciones con China y ahora con Vietnam y ni qué decir de sus
romances con Arabia Saudita, de donde se supone que salga la mayoría de los más
tenebrosos terroristas.
Así que, enfrentemos la realidad: si ellos no están ya negociando con Raúl, saben
perfectamente que lo van a hacer.
Quizá algún día los cubanos alcancen la luminosa comprensión de que son
importantes en este país únicamente cada dos años, de agosto a noviembre 11, cuando
hay elecciones. Si tal verdad se abriese camino en sus conciencias, y, sobre todo, si
concibiesen que es hora de que se respeten a ellos mismos, cabe la esperanza de que por
una lógica implacable de las relaciones políticas, los Estados Unidos se vean inclinados
a respetarlos a su vez.
Claro, son objeto de burla porque se ofrecen como un terreno llano, sin obstáculos,
sobre el cual operar sin contratiempos y que nunca ofrece resistencia. El exilio histórico
de Miami. Ningún otro grupo social de la nación cubana ha hecho tanto daño moral y ha
malgastado y pisoteado tanto su imagen pública.
Hay otro problema, el que les está costando un esfuerzo del diablo asimilar. Resulta
de que, con Fidel fuera del poder, se les acaba el enemigo. Por lo tanto, desaparecen.
Ustedes. Estoy hablando con ustedes. De-sa-pa-re-cen. Es la ecuación más simple del
juego político. Vosotros se esfuman porque no existe su razón de ser. Es el gran hueco
negro de la contrarrevolución cubana: se los ha tragado su propia mentira.

100
Más sabio que el padrecito.

Raúl no es Fidel. Olvídense de que vaya a incrementar los conflictos, porque los va
a disminuir. Fidel necesitaba de la confrontación como su privilegiado portaestandarte
de legitimidad. Pero —¡que le vamos a hacer!— Raúl no lo requiere. Llegó la era de los
negocios, probablemente muy jugosos. A eso dedicará el segundo secretario del Partido
el tiempo que le queda, para desarrollar lo más que pueda la economía y para tener un
poco de calma a su alrededor.
Lógico que haya susto en la vieja claque. Se dan cuenta de que no está lejano el día
de hacer cola —líneas le llaman— para aplicar por los bonos de alimentos. A menos
que tenga el coraje de ponerse a trabajar. Asustados por perder sus famosos (y
cuantiosos) grands del gobierno, se ponen a inventar crisis cada vez más tremebundas,
en un último intento, no tanto por empujar los marines hacia Cuba, sino por alargar su
proyecto.
Pueden inventar lo que estimen, sin embargo. Su estrategia ya es atrasada. La que
vale actualmente es la del gobierno americano, consistente en ignorar a los cubanos y

101
hacer sus relaciones. No importa que manden a repartir algunas piltrafas para el público
de la calle 8 de Miami a través de emisarios de segunda fila, unas piltrafas que se llaman
declaraciones grandilocuentes, de que ahora sí se comen crudos a los hermanitos Castro.
Es el fin de la ilusión. Y sigan llenando los periódicos y las estaciones de radio con
las noticias mas espantosas, que los acuerdos son inevitables y ustedes no van a
determinar nada. Nada.

102
MIÉRCOLES 23 DE AGOSTO, 9:05 PM.

Remember Playa Girón

John Negroponte, el jefe del Servicio de Inteligencia estadounidense anunció el viernes


que creará un puesto de director de misión para Cuba y Venezuela, que coordinará los
esfuerzos de la comunidad de espionaje de Estados Unidos para recabar y analizar
información de inteligencia en ambas naciones latinoamericanas.
Si el anuncio es para levantar los ánimos de Miami, luego de la advertencia del
presidente Bush de que no piensa tomar acción contra el gobierno transitorio (o
definitivamente nuevo) de Raúl Castro, pasa. Hasta se les puede dedicar una sonrisa de
complicidad. Si están hablando en serio, la situación no puede ser más desconcertante.
Tantos años de fracasos con sus operativos parecen no escarmentarlos. Lo han
probado todo. Empezaron con querer reclutar a Fidel en la Sierra. Intentaron entrarle a
través de Frank País, el jefe urbano del Movimiento 26 de Julio, y no avanzaron mucho.
Después le mandaron al bergante de Frank Fiorini, alias “Frank Sturgis” (o al revés,
Frank Sturgis, alias “Frank Fiorini”) como piloto de un avión cargado de armas y con la
misión verdadera de detectar presencia comunista en la guerrilla. Lo que detectó fue
unos mulatos de rostros feroces que solo parecían hallar satisfacción en su adoración al
doctor Fidel y a la hora de matar batistianos.
Con el triunfo de la Revolución, el veterano jefe de la CIA, Allen Dulles, no tuvo
reparos —ante el pleno del congreso americano— en pedir comprensión y hasta apoyo
para Fidel y sus muchachos. Era cierto que no cesaban de fusilar batistianos, que
fusilaban incluso en demasía, pero se trataba de jóvenes inexpertos. Ya se calmarían.
Paciencia. Además, qué otra cosa hacían los revolucionarios sino fusilar.
Luego, como saben, el desembarco de Bahía de Cochinos. Por presiones sobre todo
de Nixon, optaron por esta clase de invasión bananera. La concepción fue de ellos. Una
invasión como la de Guatemala, y tragarse a Fidel como hicieron con Jacobo Árbenz.
Quizá más reforzada, pero nunca concebida fuera de los parámetros de un paseo militar.

103
Aquello —todos lo
sabemos— fue un
desastre y Cuba le
añadió la humillación del
“Remember Playa
Girón”. El desafiante
lema revolucionario de
la época circuló con
prolijidad en periódicos
y carteles sobre una
ampliación fotográfica
de los brigadistas
prisioneros,
polvorientos,
desarmados, las manos tras las nucas. (Existía una lógica de propagandistas expertos, de
parte de los cubanos, cuando optaban por localizar su victoria en una de las dos playitas
donde desembarcaron los invasores y donde éstos tuvieron su último foco de resistencia,
de nombre más orgulloso, por supuesto, que el de Bahía de Cochinos.) Pero lo que
quedaba claro era que las soluciones militares (o en su variante de operaciones
encubiertas de la CIA) resultaban cuando menos una imprudencia. La solución, tanto
entonces como ahora, es política. Hombre, desde luego que siempre queda la
posibilidad de arrasar la isla, aunque ya para esa instancia no tenemos nada que hablar,
sino sencillamente encender los televisores y dedicarnos a contemplar cómo los
Tomahawks acaban con los barrios de la infancia y le entran por la ventana a la tía que
dejamos la última vez frente a su telenovela o queman vivos a los viejos amigos, los
pobres, que quedaron atrapados allá.
En fin, que la fórmula actual de los pronunciamientos tienen el inconfundible sesgo
de los manierismos del viejo Langley.
Y como quiera que está a punto de nombrarse un directorio de inteligencia para
ocuparse de Cuba al máximo nivel del gobierno estadounidense y que éste no debe ser
ajeno a los oficiales (si no son los mismos) que pocas semanas atrás confirmaba el
excelente estado de salud de Fidel Castro, las perspectivas son inmejorables para el
próximo, estruendoso fracaso.

104
Que pusieran al presidente Bush en la embarazosa y débil situación de que se
enterara —como el resto de los comunes mortales, por la televisión cubana— que Fidel
estaba en un quirófano, es una pequeñez en comparación con lo que nos espera.

Foto: Frank Sturgis el 11 de enero de 1959 en la loma de San Juan, al este de Santiago de Cuba. Posa con
gesto aguerrido y empuñando su carabina M-2 sobre la tumba de los cerca de 200 batistianos fusilados un
par de noches atrás.

105
DOMINGO 27 DE AGOSTO, 9:29 PM.

La prueba del agua

Lenin citaba las secuelas de los desastres naturales como una de las causas probables de
las revoluciones. La posibilidad de que la tormenta Ernesto se convierta en un huracán
con vientos de hasta 137 kilómetros por hora y aguaceros torrenciales y se abalance
sobre la isla de Cuba tan pronto como el martes (29 de agosto), bien pudiera ser la
primera verdadera prueba de fuego para el gobierno de Raúl Castro. No para que estalle
una revolución, porque —según se sabe—, eso es lo que ya tienen allí, pero sí al menos
una buena asonada contrarrevolucionaria provocada por la secuela de devastación del
meteoro.
Una pregunta de necesaria implementación surge del hipotético escenario anterior:
¿Queda algo por devastar en Cuba?
¿Queda allí algo en pie?
Hemingway tenía otra forma de ver las cosas. Como todo buen ciudadano cubano
sabía que no existe mejor templanza para enfrentar los huracanes que tener ya
almacenada en el buche una buena estiba de botellas de ron antes de que te toque la
primera ráfaga. Lo demás es un problema que se deja a la solidez de las construcciones
y a la sabiduría que en su momento aplicaron los constructores. Por cierto, que los
cubanos nunca han agradecido a la escuela de arquitectura española que levantó esa país
durante unos cinco laboriosos siglos que se las ingeniaran para colocar las ventanas
siempre a favor del beneficio de los vientos alisios y a su vez para que aguantaran como
monolitos el empuje de los huracanes.
Hablando de las monumentales pegas hemingweyanas de preparación de choque
antihuracanes. Y si la tormenta te va a llevar el techo, que situación mejor que la de
estar muerto de risa en medio de una borrachera. Estruendoso el ataque de hilaridad
cuando ves que el techo se desprende, hacia arriba primero, como un platillo volador de

106
Spielberg, y luego otra ráfaga lo lanza de un bofetón a 15 kilómetros de distancia como
una guillotina de acción horizontal.
Miami. Veamos como son las cosas aquí durante esos fenómenos. Son solidarios.
Desprendidos. Tú ves que se quedan sin luz, agua y combustible durante semanas y que
las calles son escombreras y que los cables del tendido eléctrico aún chisporrotean,
vivos, sobre el pavimento mojado, cuando deciden ayudar a los cubanos de la isla, por
donde el mismo huracán pasó antes. Cuanta cosa hallan al fondo de las alacenas se
convierte en donativos, a lo que se suma la previsión de los primeros auxilios con la
adición de uno que otro paquete de curitas (las bandas adhesivas con almohadilla
aséptica central) y pomitos de mercurocromo. El trabajo que da encontrar
mercurocromo en las droguerías. Los americanos no saben lo que es eso. Y mucho
menos que es una verdadera y prodigiosa poción que nos curó de cuanto arañazo y
herida registramos en nuestra infancia. Conocen, eso sí, la bicicleta y los patines. Pero
—para que vean— no como curar sus accidentes asociados. Y qué primeros auxilios se
puede aplicar en Cuba de manera convincente sino hay una buena embadurnada final de
mercurocromo, aunque lo que estés es muriéndote de asfixia o electrocutado por un
rayo.
Lo mejor de todo es que esa ayuda no va a ningún lado y que desde un inicio está
destinada a podrirse o ponerse zocata en los almacenes miamenses. Y que todos aquí
conocen la respuesta del gobierno cubano desde que comienzan la recolección. Métanse
esa miseria donde mejor les quepa, suele decir el gobierno cubano. ¿Y por qué lo
hacen? Yo diría que por la satisfacción inmanente que de algún modo muy oscuro
produce el desprecio. Y porque disponen de una nueva oportunidad para argumentar la
maldad que se genera desde La Habana.
La temporada ciclónica de este año, sin embargo, promete. Los analistas cubanos
del exilio ponen en sorna la capacidad de previsión y organizativa de Raúl Castro y que
va a ser un fracaso en situación de emergencias. Ahí tienen la nueva ilusión. Quién quita
que un cicloncito les haga el trabajo de preparación artillera y hasta de la invasión.
Todavía faltan unos 4 años para que, por las normas americanas, podamos llamarle
dictador al menor de los Castro, pero quién sabe si una buena desolación y desespero
nos ahorra esperar tanto tiempo. No obstante, me temo que él se leyó antes que muchos
de nosotros la frase de Lenin sobre el potencial impulsor de levantamientos populares
de los desastres naturales. Y debe estar amarrando las cosas. Un veterano de la botella,

107
debe igualmente tenerlo todo preparado para aguantar los embates a la usanza
hemingwayana. ¡Salud!

Foto: En mi casa. Verano de 1987. No hay tormentas. (Foto: Norberto Fuentes)

108
MARTES 29 DE AGOSTO, 9:19 PM.

La mala memoria

La última moda de esta ciudad es rastrear los crímenes del gobernante cubano Raúl
Castro.
El método estuvo ensayándose durante los últimos 47 años pero en relación a su
hermano mayor, Fidel, que hasta hace poco gobernaba la cercana isla de Cuba. Siempre
ha tomado cuerpo la ilusión de que basta con ubicarle un hecho de sangre para que los
americanos alisten la expedición de marines y den el go! Positivo para el desembarco.
En honor de la comunidad cubana exiliada, aceptemos que no se les puede negar el
mérito de llenar una considerable cantidad de expedientes criminales sobre Fidel. Lo
que sí no han logrado nunca es despertar la voluntad de combate de la Casa Blanca.
Tampoco tuvieron mucha suerte cayéndole atrás a Fidel por los cuatro puntos
cardinales con la pretensión indoblegable de que algún otro gobierno extranjero lo
metiera preso y lo juzgara y, como mínimo, lo echara a galeras. Ese juez Baltasar
Garzón se convirtió en una de las mayores frustraciones de esta comunidad y sus
pretensiones justicieras. Y eso que le viraron las espaldas hasta a su antiguo aliado
Pinochet con tal de reforzar sus argumentos. Bueno, si había caído un fascista, nada más
justo que le tocara entonces a un rojo.
Este asunto de los asesinos populares, quiero decir de los que asesinan a los
pueblos, es bastante complicado, no crean. Mas estoy entendiendo, por lo que leo en los
últimos días, que los crímenes de tal naturaleza pueden extinguir en algún punto. No
importa la cuantía ni la alevosía ni como le chuparon la yugular a sus víctimas. Si ya tú
no eres el que nos impide ocupar la presidencia, pues adiós, asesino, y ocupémonos del
sucesor. Ese es ahora el terrible criminal.
No estoy bromeando. Ni un ápice. La otra noche tuve que aguantarle la tabarra de
más de dos horas de un amigo, o por lo menos conocido, devenido de pronto en juez
implacable no solo de los crímenes de Raúl Castro sino también de su pasado. Es

109
evidente que se preparan para incluir el pasado en el expediente acusatorio, me imagino
que en previsión de que no aparezca ninguna prueba convincente de asesinato. Su
argumento más sólido era que cómo podíamos olvidar un pasado salpicado de sangre.
Pero la sangre así, volátil, suspendida en el aire, sin saberse a ciencia cierta de que
cuerpo se emite.

Clemente Aragón y Aragón en un recorte de la revista en ruso Kyba (Cuba) que reproducía mi trabajo
“Entrevista a un asesino” publicado originalmente en el periódico Granma del 13 de marzo de 1966.

Son argumentos muy extraños para establecer en una comunidad como ésta, cuyos
pilares originales fueron las gavillas de esbirros del régimen batistiano. Después
incrementada por los que hicieron contrarrevolución sin prestar excesiva atención a las
convenciones de no torturar o abstenerse de matar inocentes y, para concluir de modo
extraordinario, con la arribazón de muchos de los que combatieron a los que hicieron
esa contrarrevolución y los fusilaban a mansalva, no me discutirán que el sitio se las
trae. Yo no creo que exista una ciudad en los Estados Unidos que reúna más asesinos
por kilómetros cuadrado, una tremenda densidad de criminales con la que nos codeamos
en los supermercados del área o en la barbería.
Me los han señalado desde lejos aquí, en Miami, y hasta he hablado con algunos de
ellos. No tienen mucha oportunidad de desarrollar sus viejas habilidades de matarifes en
el país de adopción, por lo que regularmente son individuos tranquilos, y lo más que se

110
permiten es añorar la época en que matar “comunistas” —es decir, cualquier clase de
enemigo que se les parara en frente— no les acarreaba ningún problema.
Los que yo conocí en mi vivaqueo como corresponsal de guerra al principio de la
Revolución, los habían sacado del monte. Como todos los prisioneros frescos, acabados
de capturar, resultaban locuaces y hasta agradecidos. Por ahí tengo, en mis gavetas, un
atado de viejas entrevistas en las que me contaban con lujo de detalles sus desmanes
sobre unos infelices que capturaban con un uniforme de milicias o emboscaban en un
apartado camino de la Sierra. Tengo sus nombres, sus fotografías y las declaraciones
que les tomé para mis reportajes.
De haber escapado a los cercos, librado del paredón y haber encontrado un bote, me
imagino que ahora sería alguno de mis vecinos. Quizá uno de esas ancianitos a bordo de
sus Cadillac de estilo demodé a los que uno les cede el paso amablemente mientras
conducen con esa cachaza de potentados criollos por las calles del vecindario.
Tan contento que yo estaba con mi teoría de borrón y cuenta nueva. Grave error de
mi parte. Aunque también de ellos. Puesto que si no quieren que sus muertos descansen,
yo tampoco se lo permitiré a los míos.
Y va a ser la guerra de los muertos.

[No publicado]

INTERCAMBIO

¡¡¡Desde luego que era un cumplido!!!


No se te ocurra pensar que no lo era, y te aseguro que yo
también disfruto un montón con la visión tan diferente que
estás dando de Cuba y del exilio, tan alejada del maniqueísmo
al que estamos acostumbrados. Y para mi es un placer y un
honor, formar parte de ella editando tus textos.
Y ahora te dejo para seguir editando lo último
Un abrazo.
Juan
www.elmundo.es

Tú no tienes idea (o sí, sí la tienes) de lo que yo disfruto,


más que escribiendo, obligándome a pensar. Mi termómetro es

111
cuando los textos se asumen como una provocación. Escribir para
repetir lugares comunes, y máxime cuando se hace para complacer
a unos pendejos derechistas, es cuando menos una traición al
sentido común. Hemingway nunca lo escribió pero se lo dijo a un
amigo mío: no basta con tener talento, también hay que tener
cojones. No te puedo decir que yo tenga ninguna de las dos
cosas, pero por lo menos trato de guiarme por el consejo.
Bueno, estas ha sido una descarga de tú aún no despierto del
todo y yo aún no dormido. Así que basta. Gracias de todas
maneras por lo que he tomado como un cumplido. Tu amigo,
Norberto.

From: "JM"
Allí supongo que será hora de estar durmiendo, pero aquí
también es muy pronto y yo si que estoy dormido (ya sabes que
no es lo mismo dormido que durmiendo, como no lo es jodido que
jodiendo ;-))... el caso es que he tardado un buen rato en
enterarme de que era eso de "Yeims Bon"... pero tranquilo, por
que estoy seguro de que si sigues metiendo leña con tus blogs,
antes o después nos veremos envueltos en alguna intriga....
Me pongo con tus últimos blogs.
Un abrazo
Juan
www.elmundo.es

De: nf
Enviado el: miércoles, 30 de agosto de 2006 8:47
Para: JM
Asunto: RE: NF para Juan
Es una pena que no sea cosa de nadie. Con lo que me gustan las
intrigas. No obstante, gracias, Juan. Tu amigo Yeims Bon.

Ya te lo cambiaron.... y supongo que ya sabes que la caída no


fue cosa de nadie que quiera silenciarnos ;-), fue un error de
los dominios .es
Juan
www.elmundo.es

DE: NF
Enviado el: martes, 29 de agosto de 2006 15:39
Para: Blog navegante
Asunto: Norberto Fuentes para Juan

112
¿Nos sacaron la página del aire? ¿Cuál de los servicios
especiales nos ataca? Bueno, este correo a tu dirección también
me lo han devuelto dos veces. Vamos a ver si funciona por esta
otra dirección.

113
MARTES 22 DE AGOSTO, 9:07 PM.

Polonesa + guaguancó

Fidel llegó a Polonia poco después de una visita de Nixon. Aterrizó en el aeropuerto de
Okecie el 6 de junio de 1972, por la mañana. Fidel estaba molesto —“encabronado” era
su término— por el recibimiento y el trato que el jefe de los comunistas polacos, Eduard
Gierek, dio a Nixon después de los bombardeos de B-52 contra Haiphong y el bloqueo
y minado del resto de los puertos vietnamitas. Para empezar, se negó a dormir en la
misma residencia que el huésped anterior.
Acto seguido, mandó a recortar toda una serie de actividades ya programadas en la
visita, de varios días, que incluía desplazamientos al interior y a un sinfín de centros
industriales.
El corresponsal de la AP en Varsovia, de cierto apellido griego (me dispensan que
no lo recuerde), parece que comenzó a averiguar sobre las intimidades de la comitiva
cubana y encontró el dato de que Fidel estaba exhausto por el viaje (había comenzado
en La Habana el 1 de mayo y ya había pasado por Guinea, Sierra Leona, Argelia,
Bulgaria, Rumania y Hungría, antes de caer en Polonia, donde se encontraba “sólo por
complacer a los soviéticos”. Y ese agotamiento fue suficiente para que el corresponsal
llegara a la conclusión de que Fidel había sufrido un principio de infarto y lanzó la
noticia al mundo.
Cuando aquel despacho de AP llegó a La Habana, las huestes se sintieron
repentinamente huérfanas. Celia Sánchez llamaba a la residencia de Varsovia donde se
suponía que se encontraba el Jefe, y allí le decían que había salido, pero Celia no lo
quería creer. Llamó al Centro de Prensa y alguien le dijo que Fidel estaba visitando la
parte vieja de la ciudad, “por iniciativa propia”, lo cual era cierto. Hasta altas horas de la
madrugada recorrió la parte vieja y pasó frente al night club Kokodrile, donde descubrió
algo insólito: un stripteasse en plena ciudad de un país socialista. No obstante, decidió
entrar. A los fotógrafos cubanos que le acompañaban, cuando tomaron las primeras

114
imágenes, el jefe de la Seguridad, Pepe Abrantes, mandó que le quitaran los rollos, y
después no relampagueó ni un solo flash. Fidel disfrutó del espectáculo y salió a
caminar por la plaza y se encontró con varias parejas de polacos, entre ellos algunos
recién casados que no podían creérselo, de encontrarlo así, caminando por la calle y le
pidieron autógrafos. También encontró una vendedora de flores, Yadwiga Ganaszek,
con la que intercambió algunas palabras, ella en polaco, él en español.
Al regreso a la casa, recibe la noticia de que habían llamado Celia, Raúl y Ramirito
—el ministro del Interior, Ramiro Valdés—, todos al borde del ataque de histeria por su
percance de salud. Se encabrona al grado máximo. Pide el despacho de prensa que,
solícito, le lleva Orlando Fundora, el jefe de los servicios de propaganda del Partido
cubano, y Ángel Guerra, director de la revista Bohemia. “Jummm”, rezongó Fidel.
Aquel chupatintas yanqui necesitaba una lección. Quedó acordado que, al día siguiente
un grupo de periodistas cubanos “indignados” visitarían al corresponsal de AP, tropa de
choque encabezada por Fundora y Guerrita, pero a la cual se unieron tres karatekas de la
escolta. Al pobre tío lo persiguieron por debajo de las mesas, lo alcanzaron, lo
machucaron a como diera lugar y cuando lo soltaron, inerme, le habían quebrado el
tabique nasal y hechos astillas los dos pómulos y varias costillas. Directo para al
hospital. Los polacos protestaron. Al final, Polonia fue el único país de aquel periplo de
nueve países que no produjo un comunicado final —sacrosanta tradición comunista. Ya
en el aeropuerto, a la hora de despedirse, Fidel encargó al embajador José Bolaños que
tratara de pasarle la mano a los polacos y mejorar las relaciones...
Bueno, he contado esto como antecedente de lo que luego, años después, sería una
época de constantes sobresaltos por noticias parecidas, y como memoria de los años en
que los cubanos eran los dueños del mundo y ordenaban una paliza donde se les
antojara.

115
MIÉRCOLES 30 DE AGOSTO. 1:01 AM.

Guantanamera

Algunos de los instrumentos de presión americanos contra Cuba comienzan a


presentarse como las monedas de cambio a la hora de que los cubanos abandonen su
entusiasmo por ser los malos de la película. El embargo y Guantánamo suenan con
fuerza. Esa localidad del sur de Cuba me recuerda un cuento.
Una vez en los años 60 un burócrata del Ministerio de Relaciones Exteriores
cubano había recibido una notificación de la Embajada Suiza a cargo de los intereses de
Estados Unidos en La Habana en la que planteaba no sé qué problema en la base de
Guantánamo —un enclave que la marina americana mantiene a contrapelo de Cuba
desde hace más de un siglo en el extremo oriental de la isla. El burócrata la había
aceptado sin ver bien de qué se trataba, y como un asunto más que debía atender la
cancillería. Mas los que vieron bien fueron los dirigentes del Gobierno cubano: aceptar
la nota era aceptar la presencia de la Base en territorio cubano. Fidel llamó a su jefe de
protocolo, un mastodonte, un blanco de pesos completos, a quien sin embargo le
sentaban muy bien los costosos trajes con los que se encargaba de recibir a embajadores
y dignatarios. Roberto Meléndez. Tengo entendido que provenía de las células urbanas
del Movimiento 26 de Julio que lucharon contra Batista. Tal era entonces el jefe de
Protocolo del servicio exterior cubano.
”Vete ahora mismo para Guantánamo —le dijo Fidel—, y diles a los yanquis que
nosotros no aceptamos esto.”
Quizá, en su instrucción, haya añadido alguna palabrota habitual en aquellos
tiempos de la juvenilia revolucionaria.
Luego de las tres horas de vuelo del turbohélice An-24 de la Fuerza Aérea —
necesarias para cubrir los 1 000 kilómetros entre La Habana y Santiago de Cuba—, y las
casi 2 horas de automóvil hasta Guantánamo, y luego del traslado de media hora desde
el Puesto de Mando de la Brigada Fronteriza y a través del lento camino que

116
serpenteaba los campos minados, en los todoterrenos Gaz.69 soviéticos puestos a su
disposición, Meléndez se plantó delante de la puerta alambrada de la instalación
norteamericana, acompañado de un traductor, y solicitó la presencia de “un jefe”. A la
hora se presentó un coronel. Meléndez sacó su papel de protesta diplomático y lo cogió
entre sus dos manazas de triturador de rocas y convirtió el documento en una pelota, a la
que agregó el peso compactante de siete salibazos (escupías, le llamó Meléndez ), que
propinó en ese instante sobre el material en elaboración, y cuando estuvo
inextricablemente consolidado, tomó impulso y se lo lanzó por el medio del pecho al
oficial, mientras le decía:
”¡Yo lo que me c... en el c... de tu madre. Y esto te lo metes por el c...!”
Pura violencia verbal cubana. Violencia y escatología. La primera ce es relativa a
hacer las necesidades fisiológicas más elementales. La segunda, el aparato reproductor
femenino. La tercera, el ojete terminal del recto, o, en muchos de los giros del coloquio
insular, el recto en toda su longitud.
El traductor, cogido de sorpresa, tartamudeaba aún tratando de ejercer su oficio con
la mayor profesionalidad posible, mientras Meléndez daba media vuelta y dejaba al
coronel y al traductor frente a frente, el coronel recogiendo el papel del suelo y el
traductor caminando para atrás.
”Le piché la protesta por el medio del pecho”, me contaba Meléndez, años
después..
“Piché” es de “pitchear”. El lanzamiento de la pelota en el juego de béisbol. Dios,
qué de complicaciones semánticas.
Guantánamo. El enclave ha conservado su nombre aborigen, o como los
conquistadores creyeron que estos le llamaban. Los militares americanos, no sin cierta
gracia, le dieron una cierta tónica sioux o cheyene. Ellos le llaman Yitmo (Gitmo).
Falta por saber si Fidel y Raúl y toda su claque se deciden a portarse bien de una
vez y por todas. Estoy loco por ver el fiestón que se gastan sobre la pista de los F-17
cuando le echen garra a esa fruta prohibida.

117
MIÉRCOLES 30 DE AGOSTO . 1:54 AM.

El mensajero

Un cable de AFP fechado ayer en San José, Costa Rica, me ha hecho recordar la historia
de Meléndez y el coronel de los marines, así como mis propias ocasionales correrías de
periodista en permanente busca de batallas por los alrededores de la Base Naval de
Guantánamo. El cable de AFP informa de una pomposa declaración del presidente de
ese país, Oscar Arias, en la que propone que se le exija al gobierno estadounidense el
levantamiento del embargo y la devolución a las autoridades cubanas de la instalación
naval de Guantánamo, a cambio de que los cubanos den señales claras de apertura hacia
la democracia.
A tenor de parecer negativo (¡una vez más!) en mis apreciaciones, aseguro desde
ahora que se trata de otra gestión de Arias destinada al fracaso. Ya el vicepresidente
Carlos Lage lo dejó plantado la semana anterior en Colombia —donde coincidieron en
la toma de posesión de Álvaro Uribe— porque Arias quiso ponerle condiciones a un
encuentro con el cubano. Es conocida la proverbial terquedad de estos nacionales a no
aceptar condiciones.
Tengo una única pregunta al respecto. Es sencilla. ¿Por qué no hacen el intento, tan
siquiera una vez, de proponerse un diálogo con los cubanos sin anteponerles un
programa?
Vamos, señores, que ustedes no están imponiendo los términos de una rendición.
¿O es que alguien ha levantado bandera blanca en el Palacio de la Revolución?
Bueno, ustedes hagan lo que estimen conveniente. Para algo son políticos y hasta
recipientes del Nobel. Creo imprescindible de cualquier manera dejar constancia de mi
recomendación al presidente Arias. Si le avisan que afuera de su casa de Gobierno se ha
presentado un cubano muy bien trajeado pero con pinta de boxeador retirado y que
solicita su presencia mientras no cesa de resoplas como un toro, que no lo reciba.

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JUEVES 31 DE AGOSTO, 3:45 AM.

El nuevo Cominterm

No lo digo con ánimo de crítica sino todo lo contrario. Uno hasta siente orgullo de ver a
los viejos camaradas como se encaminan y siguen enfrascados en las tareas. Una
revisión de los periódicos nos permite saber que Chávez lo está haciendo muy bien
como sustituto de Fidel en la arena internacional. Anda por Damasco y allí proclama su
acuerdo con los sirios de unir voluntades contra los americanos. Chávez en su periplo
mientras Raúl Castro se vuelca hacia los asuntos internos de la isla. De nuevo sumido
en una actuación de bajo perfil, que es muy de su gusto. Por otro lado, una noticia que
pasa casi desapercibida pero que no debemos dejar escapar. La Habana autorizó el lunes
que un avión cazahuracanes de los servicios meteorológicos estadounidenses se
acercasen sin problemas a las costas de la isla para evaluar los vaivenes de la tormenta
Ernesto. Desde octubre de 1963, cuando solicitaron un permiso de sobrevuelo del
huracán Flora, que se movía a su antojo sobre las provincias orientales, esto era algo
que los americanos no habían logrado. Dejar uno de esos cazahuracanes pegarse al
litoral tiene todas las características de un gesto de buena voluntad. Antes eran
superfortalezas B-29 y ahora son esos magníficos Hércules C-130. Bueno, pues ayer lo
tuvimos volando en la zona de exclusión y nadie en el gobierno cubano les recordó el
otro Hércules C/130 encargado de amplificar las trasmisiones de la tan discutida Tele
Martí. En fin, que un simple vistazo a los tres acontecimientos me revela que la
capacidad de maniobra comunista permanece intacta. Saber jugar en todos los frentes,
esa es la capacidad. Si Fidel, con su personalidad abarcadora y sin duda atractiva,
absorbía antes todos los desafueros —como si desafiara a sus enemigos diciéndoles,
tiren solo sobre mí—, ahora hay una distribución. Ahora están actuando perfecto. Y
ustedes me dirán, qué hace el venezolano Hugo Chávez a todas estas en ese juego. Y
les responderé: Esa es la parte más brillante de la actuación. Para empezar, en esta clase
de maniobras no hay cubanos ni venezolanos, porque parten de la base que no hay

119
fronteras. De lo que se trata es de cumplir tareas al unísono y en pos de un objetivo
común. ¿No lo habían escuchado antes? ¿Objetivo común? Es un mecanismo
internacionalista y ya lo tienen trabajando. Stalin y los soviéticos —y luego de muchas
maneras los chinos— cometieron el error de abroquelarse en sus fortines y tras la
defensa natural que constituían sus vastos territorios. A lo más lejos que llegó Stalin
para salirse de ese cerco virtualmente auto impuesto fue la creación del Cominterm, un
supuesto aparato para unir las voluntades de los comunistas de todos los rincones del
planeta en pos del objetivo común de la Revolución Mundial, pero que nunca logró
romper el destino de convertirse en otro de los servicios de inteligencia bajo el rígido
control del Kremlin. Terminó actuando en exclusiva para la defensa de la URSS y no
para hacer estallar la multiplicidad de revoluciones extranjeras prometidas. Fidel estuvo
muy claro en la necesidad de traspasar esos bordes si quería sobrevivir. Cero fortalezas<
todo lo contrario: mucha expansión. La técnica del avispero. ¿O que es peor para sus
enemigos, entrarse a trompadas con un oso o tenérselas que ver con un enjambre de
avispas venenosas? Hay algo que resurge entre Cuba y Venezuela. ¿Ustedes no lo están
viendo? Carece de nombre oficial. Pero existe. Y con cada uno de sus dirigentes
enfrascado en las tareas especificas asignadas.

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JUEVES 31 DE AGOSTO, 7:02 AM.

El cuarto ministerio

Ramiro Valdés es más sabio de lo que muchos calcularon. El ex ministro del Interior
(MININT) regresa al gabinete justo ahora que al frente de régimen está Raúl Castro,
más de dos décadas después que Valdés fuese removido del cargo como resultado de
una de las tantas pugnas que Fidel y Raúl han sostenido en todos estos años, y que en
ese caso ganó el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Recuerdo que en 1986, un año después de la salida de Ramiro del MININT, yo
estaba con Carlos Aldana —entonces el secretario ideológico del Partido Comunista—
y hacíamos un poco de ejercicios en el Gimnasio de Tropas Especiales, cuando Aldana
reparó en Ramiro, cerca de nosotros, que estaba añadiendo unos pesados discos de
hierro a su pesa. En perfecto estado físico, y aplicándose con maestría en todos los
aparatos del complejo, parecía un atleta de alto rendimiento. Fue en ese momento que
Aldana me dijo: “Este cabrón está preparándose para sobrevivir. Se lo tengo que decir a
Raúl. Quiere sobrevivirnos a todos.” y la verdad es que su vuelta al gobierno demuestra
que él ya ha sobrevivido a muchos, incluido al propio Aldana, destituido de sus cargos a
comienzos de los 90.
Ramiro recibió la noticia de que ya no era el tercer hombre del régimen a mediados
de 1985 durante una reunión del Buró Político. En la sala donde se reúne esa instancia,
los primeros puestos en importancia cuentan con micrófonos para grabar las
declaraciones cuando corresponda y que se desactivan desde el mismo lugar cuando los
temas tratados no son para los oídos del resto de los cubanos. Pues bien, cuando,
Ramiro fue removido del cargo, Fidel hizo salir a todos los presentes de la sala y se
quedó a solas con él, tratando de darle algún consuelo. Fidel se encargó de apagar los
micrófonos, pero no sabía, y quizá recién ahora, si alguien le da a leer el presente texto,
que desde el piso inferior, en la salita donde se registran las grabaciones —y cuyo
funcionamiento está a cargo de la oficina política de Raúl—, también se pueden activar

121
los micrófonos sin que se enteren arriba y que toda la conversación había sido grabada.
Raúl se hizo presente en la sala de grabación en cuanto supo que Fidel había terminado
de pasarle la mano a Ramiro, y le pidió al operador, uno de sus hombres —me abstengo
de citarlo por su nombre, para evitarle la eventualidad de algún problema—, que le
entregara el casete con la grabación, algo que éste hizo sin titubear. Raúl se guardó el
casete en su bolsillo, le dijo al operador que de eso nadie debía enterarse, dio media
vuelta y se fue. Dijo así, textualmente: “De esto, a nadie.” El ministro de la FAR quería
tener controlada hasta el más mínimo detalle de la salida de Ramiro, y, más que eso, lo
que le había dicho Fidel. Valdés.
Después le quitaría una con que contaba en Varadero y hace pocos meses un yate y
una lancha que tenía fondeados en un embarcadero al fondo de su residencia de
Jaimanitas, al este de La Habana, que da a la costa. Todo mandado por Raúl. El
argumento para despojarlo de la casa, era la necesidad de incorporar del inmueble a un
complejo turístico que las FAR desarrollaban en la zona. La historia para pedirle las
llaves del yate y la lancha sonaba más perentoria. Había “la señal” de que la CIA
pudiera intentar hacerse con las embarcaciones para emplear en alguna operación
comando de sabotaje en el litoral.
Más de 21 años después de su defenestre, Ramiro está de vuelta. De todas formas
ya no serán los tiempos en que recorría las calles habaneras en su comitiva de dos autos
Tatra T603 negros, el mismo auto que Fidel tenía (aunque blanco) y que nunca usó. De
un primer vistazo, no es lo mismo el Ministerio del Interior o la Seguridad del Estado
que el despacho de ministro de Informática y las Comunicaciones. Aunque todos
sabemos que en las actuales circunstancias lo que importa no es el ministerio y sus
probables rimbombancias, sino del alto valor de la jugada política implícita en su
nombramiento. Alto no, altísimo. Se trata del cuarto ministerio que ocupa. Además del
MININT, Ramiro fue jefe (con rango superior al de ministro) del sector de la
construcción y tuvo a su cargo últimamente el desarrollo de la electrónica y
especialmente de crear una sólida base informática y de producción de computadoras
cubanas y sus programas.
Pero no me pierdan la perspectiva con lo dicho anteriormente, puesto que todo eso
es borrasca del pasado. Su actual nombramiento es un gesto de unidad de Raúl Castro,
donde muestra su capacidad para superar sus diferencias personales y superar las
asperezas que lo separaron de Ramiro. Es una muestra de que quiere arreglar las cosas,
en primer lugar, en casa. De que quiere comenzar en buena forma y sin divisiones su

122
gestión al frente del gobierno cubano. Y yo diría que es un buen comienzo de Raúl,
porque habla de capacidad de maniobra, de inteligencia y de que ningún problema
personal va a pesar en él más que las necesidades del momento.
Falta saber si todo esto fue idea de Raúl o de Fidel, sobre todo porque Ramiro tiene
la misma edad que ellos, pero está en mejores condiciones físicas y, de cierto modo,
siempre ha sido el tercer hombre de la Revolución.

123
Diversión: NF

124
Fotomontaje: Liborio
Mario García Joya “Mayito”, el fotógrafo, participó

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LUNES 4 DE SEPTIEMBRE, 2:32 AM.

La insoportable levedad del ser

La puerilidad lo está matando. No sus complicaciones intestinales ni la intervención


quirúrgica ni que, de sopetón, haya rebajado 41 libras. La bobería. Tal es la mecánica de
corrosión pronta a destruir su imagen guerrera y siempre ajustada a una medida de
sobriedad. Parece que nos vamos a tener que disparar una sesión de fotos de Fidel
convaleciente cada tres o cuatro días hasta que vuelva a engordar y sentirse en plan de
pelea. Mala cosa, porque si esperara a restablecerse y —sin exageraciones—, recuperara
un mínimo de su acostumbrada elegancia, un regreso suyo a cualquier podio hubiese
superado hasta la vuelta de Cristo. Cristo nunca tuvo televisión, para empezar.
Imagínense ese sermón de la montaña trasmitido por CNN a todo el mundo vía satélite.
Fidel pudo lograr (quizá aún esté a tiempo) un memorable capítulo de apoteosis
propagandística, de haberse reservado un poco más. De haber racionado la proyección
de su imagen y no malgastarse en estos lastimeros esfuerzos por demostrar que está
entero. Eso me recuerda una de las frases de mayor competencia gráfica que
empleábamos en Cuba para mostrar nuestra resignación ante cualquier adversidad o
contratiempo: Enteros como el picadillo.
Coño, Jefe, despida a todos esos asesores y consejeros que merodean a su
alrededor. Tómese su tiempo. Aproveche ahora y descanse. Renueve energías. Yo le
aseguro que si no aparece en un mes, la gente se morirá de miedo. ¿En qué vuelta
andará Fidel? ¿Qué nos estará preparando ahora? Pero ese ancianito en pijamas y
pantuflas, meticulosamente peinado para la ocasión y con la mirada consumida por la
tristeza, da pena para no decir lástima. Es que en el pasado de nuestra generación
señorea la figura del jefe invencible y aguerrido, machorro y locuaz, que era el que más
sabía de guerras y de caña de azúcar y de química y de hidropónicos y de lucha contra el
burocratismo y de siembra de frutales y de ajedrez y de deuda externa.

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Stalin estuvo claro (¿Cuando no?) Acuérdense de lo que Vadim Listov nos contaba
de lo que decía Stalin que era la estricta conducta de presencia que debían observar los
dirigentes. Podían ser vistos de pie o sentados. Y si sentados, preferiblemente detrás de
un buró. Pero nunca acostados, nunca en reposo. Las líneas horizontales son
inadmisibles para la adusta personalidad del líder. ¿Vadim Listov? Vadim era el
corresponsal de Pravda en La Habana a mediados de los 60 y todo el mundo decía que
ostentaba los grados de coronel del KGB. La última vez que supe de él, me dijeron que
había comprado una isla frente a las costas de Grecia, tanto era el dinero que había
sacado de Rusia. Yo lo dudo por dos razones: porque me parece exagerado que se
vendan islas frente a tales costas y porque nunca me ha invitado y él y yo éramos
buenos amigos.
La vanidad es un lujo insostenible con esas estampas que nos están suministrando
desde las oficinas del Consejo de Estado. Al no existir el sustento de una presencia si no
juvenil al menos sólida, la vanidad se reduce a la nostalgia de un pasado probablemente
irrecuperable. Se trata de una realidad otra, que le han cortado una porción de metros de
tripas y usted convalece. Los asesores lo están embarcando, Jefe. Quizá ya estén
conspirando. Mándelos al diablo, o a cogerlos presos, y dedíquese a sanar.
Una tarea primero. La otra después.

[nota al margen no publicada]

LA ÚLTIMA INTIMIDAD
Fidel no se ha ido de Palacio, porque sabe mucho. Sabe que Raúl
ya le ha sembrado la casa de técnica o algo por el estilo.
Además no va a romper su intimidad. Nadie de los que recibe en
Palacio puede ir a su casa ni van a estar en contacto con
Dalia. Y para que uno convalezca con una enfermedad que es un
secreto de estado no puede ser en su casita. A Chávez y los
médicos los recibe allí. En Palacio está el poder, el día que
se vaya ya él sabe que perdió la jugada.

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MIÉRCOLES 6 DE SEPTIEMBRE, 12:21 AM.

Sábado rojo

Fidel y la puerilidad. Un tema extensivo.


Palacio de la Revolución. Despacho del Comandante en Jefe. Un sábado de febrero
o marzo de 1984. Fidel me mostraba su último trofeo: un enorme tabaco, como de un
metro de largo, colocado sobre una base de madera, enviado por el sindicato de una
fábrica de puros que acababa de ganar una emulación productiva.
Devolvió el trofeo con el tabaco al librero detrás de él y me dijo:
“¿Qué hora tú tienes ahí?”
Eran las siete de la noche.
“Las siete, comandante.”
“Como las siete”, dijo, reflexivo.
Silencio.
“Pues pronto serán como las nueve. ¡Y yo estoy aquí todavía, trabajando!”
Asintió, grave.
“¡Sábado por la noche y yo trabajando!”
Muy difícil responder a una declaración como ésta e ignorar la apetencia de un
personaje de semejante calibre que necesita que tú le sueltes una sinecura. Decirle, por
ejemplo, que se esta sacrificando por el pueblo y que no tiene hora ni descanso en su
entrega y que nada calma su dedicación total al trabajo.
“No, del carajo, comandante”, dije, casi como quien ofrece un pésame por la
muerte de algún ser querido, y que fue cuando, meditabundo, logré a plenitud, aunque
—confieso— involuntariamente, la precisión de argumentos requerida.
“Nadie en el mundo creería esto.”
Yo estaba pensando que nadie en el mundo creería que yo estaba en esa situación
con Fidel Castro, de no saber cómo agasajarlo por unos segundos y se me escapó en voz
alta la expresión.

128
“¿Verdad?”, me dijo, con el rostro iluminado.
“Nadie”, asentí, convencido.
“Un sábado por la tarde y yo aquí trabajando, mientras él pueblo se va por ahí, de
fiestas. De verdad que nadie lo creería.”
“Nadie, comandante. Nadie.”
“Es lo que yo digo. Nadie.”
“Ujum.”
“De verdad que nadie.”

129
MODELOS
ARMAR
PARA

130
LOS PRÓXIMOS 50 AÑOS

DOMINGO 3 DE DICIEMBRE, 2006

Las expectativas por la presencia de Fidel Castro en el desfile militar de ayer fueron
sustituidas por un discurso de excelente factura de quien, a todas luces y según revelan
los hechos, es ya el gobernante cubano: Raúl Castro, hermano menor de Fidel y aún en
el cargo nominal de segundo secretario del Partido Comunista y ministro de Defensa.
La prensa internacional está destacando lo que asume como el párrafo esencial de este
equivalente a un discurso de toma de posesión presidencial: cuando Raúl tendió su ramo
de olivo a Washington y reafirmó su disposición a resolver en la mesa de negociaciones
el largo diferendo común. Pese a lo calibrado de esta propuesta y a la exactitud del
momento para hacerla, el mensaje de verdad importante de este desfile es que todos
tenemos que vérnosla con un nuevo gobierno. Lo cierto es que la ausencia de Fidel,
luego de la tan anunciada espera, pasó de soslayo en todo momento. Cierto es que hasta
el último detalle de cuanto aconteció en la plaza no es más que el resultado de dos
cosas: de ser un auténtico legado de Fidel Castro y de que ese gobierno y sus directrices
y maniobras políticas constituyen una maquinaria ajustada y en perfecto
funcionamiento. Pueden estar convencidos igualmente de que este es uno de los días
más amargos de Fidel. Alguien lo suplanta en sus viejos dominios de gloria y de poder,
y que ahora, junto al par de vivas a su persona, la muchedumbre que desfila recibe a la
perfección el mensaje de la nueva situación y tiene el tacto y la viveza de acompañar sus
vítores con otro dedicado a Raúl. Así que se han quedado con las ganas de ver un viejo
achacoso y que la Revolución Cubana aún despliega su antigua sabiduría y lo que les ha
servido en la Plaza, en vez del ancianito frágil, es un hueso muy duro de roer y con un
ejército en plenitud de sus bríos y de impecable rigor prusiano. En cuanto a los
americanos y al alborozo que las declaraciones de Raúl pueda causarles, mis
apreciaciones. Una, acepten el ramo de olivo. Puede haber buenos negocios y turismo y
rumba. Dos, pórtense bien, porque el consejo reiterado de un Fidel en sus cuarteles de

131
invierno a su hermano es que su fuerza nunca estará en la paz con el poderoso vecino
del norte, sino en la confrontación, o por lo menos, en como sepa contenerlos.

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LA UNIÓN DE REPÚBLICAS SOCIALISTAS

DOMINGO 10 DE DICIEMBRE
DICIEMBRE, 2006

La Habana, 4 de diciembre de 2006

"Año de la Revolución Energética en Cuba"

Compañero Hugo Chávez Frías

Presidente de la República Bolivariana de Venezuela

Hugo:

Seré breve para que la emoción no me traicione.

Tu victoria fue contundente, aplastante y sin paralelo en la historia de nuestra América.

Los pueblos oprimidos del mundo agradecerán siempre la estrategia y el coraje con que
libraste tan difícil batalla de ideas.

Tu hazaña política y la del pueblo venezolano han conmovido al mundo.

Los cubanos estamos felices.

Un fortísimo y martiano abrazo.

Las 65 temblorosas palabras del mensaje de felicitación de Fidel a Chávez por su


victoria en las elecciones, son un reflejo inequívoco de un cambo cualitativo de las
relaciones entre Cuba y Venezuela. El Fidel melancólico y aún extrañado al verse fuera
del poder que se contiene detrás de estas palabras nos muestra a las claras en el punto en
que nos hayamos: la alianza se mantiene incólume; se trata sencillamente de que el

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cambio realmente significativo es el papel de los actores principales que ha sido ha sido
reasignado. Raúl es el nuevo gobierno cubano mientras Chávez ha sido reelecto con
toda seguridad por mucho más de los seis años previstos (por ahora)
constitucionalmente. No hay que quitarle el mérito a Fidel de todas maneras. Chávez
fue su criatura (no hay ninguna intención peyorativa, todo lo contrario porque fue un
movimiento de doble sentido: Chávez también supo buscar su fuente de sabiduría en el
lugar exacto.). Pero más que un buen alumno dispuesto a escucharlo, lo que Fidel ha
creado es su segunda revolución, y además una que promete extenderse incluso más allá
de los confines venezolanos. En este sentido, ha demostrado una capacidad imaginativa
que pocos quieren aceptar. Es una revolución de nuevo tipo. Y no me digan ahora que
se está aprovechando de las estructuras democráticas. Igual se aprovechó de las
estructuras dictatoriales, lo que nos lleva fácilmente a la conclusión de que las clases
dominantes siempre tienen un caramelo para Fidel. El problema está en la democracia
sino en saber movilizar y conducir a las mayorías, las que son permanentes en cualquier
sociedad: los desposeídos. ¿Suena a marxismo? Bueno, es marxismo. Mondo y lirondo.
Así que vayan leyendo los viejos manuales, para que entiendan. Sobre esta base
debemos intentar la comprensión de lo que va a ocurrir entre Raúl Castro y Hugo
Chávez. Pues nada. A menos que de arrancada los dos decidan de modo propio proceder
a un debilitamiento de tan exitosa alianza. No esperen semejante tontería, estimados
enemigos o adversarios de ambos procesos. ¿O cómo ustedes conciben que gente tan
hábil para la mutación y tan pragmática va ahora a destruir una estrategia que ha sido
elaborada a conciencia y tan minuciosamente? Quienes crean que todo se ha hecho
sobre las marcha y a golpes de intuición, son del equipo de los eternos perdedores. Lo
que hacen es repetir el viejo discurso racista y pro americano empleado desde el inicio
de la Revolución Cubana. Pasar por alto la capacidad táctico estratégica de los
revolucionarios cubanos (y ahora de los venezolanos) es equivalente el concepto que
llevó a la todopoderosa CIA al desastre —¡hace casi medio siglo!— en Bahía de
Cochinos. Acostumbraos, pues, al siguiente escenario. Chávez es el nuevo gladiador
mientras le da la oportunidad a Raúl de poner las cosas en orden dentro de Cuba. En los
designios estratégicos de una revolución continental en marcha, Chávez toma las
banderas de Fidel mientras Raúl mueve las fichas en su tablero, se corona y consolida la
posición avanzada principal. Tengan por seguro que no le faltará una gota de petróleo.
Dentro de un mismo país esas cosas no ocurren.

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ESTANDARTES EN EL POLVO

JUEVES 28 DE DICIEMBRE, 2006

Al inicio del período especial, proclamado en la década de los noventa, los portentosos
desfiles militares, con la exhibición del equipamiento soviético y las concentraciones
multitudinarias cesaron. Pero quedaba Fidel Castro y su imagen en la televisión cubana
para sustituir los méritos de un sueño. El gladiador que enfrenta a sus enemigos con las
manos vacías puede resultar de cualquier manera una imagen muy eficiente. Era la
noche del 31 de Diciembre de 1992, víspera del Año Nuevo y de un aniversario más del
triunfo de la Revolución Cubana. Esta vez, la celebración con la habitual marcha del 2
de enero, se transformaba en modestos —y sobre todo, de bajo presupuesto— actos con
orquestas populares para bailar. Como quiera que el Comandante no podía lanzar uno de
sus fragorosos discursos de combate y sacrificio, después de un bolerito o un contagioso
chachachá, optó por una entrevista “casual” de televisión. Hacía frió esa noche en La
Habana. Cerca de la media noche, Fidel miró a las estrellas, no por casualidad, ya que
en esa época había comenzado su afición por los libros de astrología y se interesaba en
la posibilidad de vida en otros planetas e incluso un poco más allá, por lo que podía
haber de base científica en los horóscopos. La encantaba hablar del Big Bang, de la
importancia material de la casualidad en la historia, y su héroe del momento era el físico
británico Stephen Hawking, a quien se refería con la larga tirada de “cerebro” dedicado
a los estudios de la relatividad general, la teoría cuántica y la cosmología. El polvo
sideral. ¿Que diferencia entre ese polvo y el que todos seremos de su educación jesuita?
Había llovido. Una dulce lluvia invernal, que había limpiado la atmósfera sobre una
isla empecinada, aún en el más crudo invierno, en mantener su empaque tropical. De
modo que su visión hacia el infinito, hacia los confines del diverso, era prístina, nítida.
De pronto los dos entrevistadores, Héctor Rodríguez y Soledad Cruz, quisieron empezar
con sus planificadas preguntas, aunque el Comandante les adelantó si no tenían frió y si
les habían servido algo de tomar. El entrevistador dijo que Vilma Espín, esposa de Raúl

135
Castro y presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, les había ofrecido un trago —
un dedito de ron, un chorrito”. Mandaron a buscar otros tragos, más consistentes, y
Fidel comentó: “Coño, qué ridícula la vieja ésa. Vengan para acá.” Y los condujo al
reservado que él tiene en los bajos del monumento a José Martí, en lo alto de la Plaza,
con sus grandes ventanales, desde se veía el pueblo ya en retirada del baile, caminando
sobre el pavimento aún húmedo y sudados por el baile y mojados por la lluvia que no
pudo impedir sus ganas de gozar. Entonces Fidel dijo: “Mira para aquello.” Estaba
refiriéndose a la multitud. “Qué clase de pueblo, chico.” Comenzaba su recurrente
método en el que él mismo se pregunta y se responde. “Mañana yo me voy a morir. ¿Y
quién va a venir? ¿Más Canosa? Este pueblo es ingobernable.”
Era noche de filosofía política y cosmología. Terminado los tragos y de nuevo a la
intemperie, Fidel señaló a un punto indescifrable del firmamento y pregunto: “¿A qué
ustedes no saben qué constelación es ésa? Cassiopeia, caballeros. Cassiopeia. Con dos
eses.”
Trece años después no hay desfile militar en la Plaza, pero —por primera vez en la
historia— tampoco hay Fidel para bendecir a las tropas. Lo peor (al menos para él, y ha
despecho de sus propias creencias e incluso de las esperanzas de sus enemigos) el
pueblo ha encontrado su gobernabilidad. Todos los mecanismos han funcionado a la
perfección. Excepto uno. El de su propia vanidad.

136
PROHIBIDO IMPROVISAR

DOMINGO 31 DE DICIEMBRE, 2006

No puede pedírsele a los cubanos, con un equipo de gobierno que ha demostrado tal
cultura y capacidad política durante un buen medio siglo (y sobre todo por los
resultados obtenidos en su contienda contra los Estados Unidos), que repitan el
descalabro de Mijail Gorbachov. Para empezar, no olviden que los cubanos carecen de
retaguardia. Esto significa que cualquier movimiento en falso los coloca de inmediato
en una situación en la que no hay aliados ni refugio. Así que, a partir de la noción de
que con cada una de sus decisiones gubernamentales se están jugando el pellejo,
procedemos al inventario de las posibilidades. Primero: No puedes desmantelar el
sistema político antes de iniciar reformas económicas. La inexperiencia del único
presidente de la URSS primó inclusive mientras visitaba Pekín en medio de las protestas
de Tiananmén. Donde es previsible que Gorbachov hubiese clamado por una discusión
transparente con los estudiantes amotinados, la dirigencia china optó por llamar a la
guarnición de Pekín y poner a rodar los tanques sobre sus esteras. Las brigadas de
tanques. Hete ahí una solución expedita e inapelable. En aquel momento Fidel, en una
de las declaraciones más cínicas de toda su carrera, dijo que las autoridades chinas
habían aplastado las manifestaciones con blindados “porque no sabían reprimir” (fue
una época en que los cubanos desplazaron los usuales términos partidarios como
dirigencia o Alto Nivel por éste más determinante de autoridades). Demás estaba decir,
según lo expresado, que la represión era parte de la vida cotidiana. El problema era
saber cómo hacerlo. Bien, las lecciones chinas fueron desde entonces atendidas con
mayor atención a la hora de mantener el poder político y, en su momento, no olvidar el
intento de traer la bonanza económica. Además, los resultados eran envidiables. Y los
cubanos tomaron nota. Henry Kissinger se apresuraba a soltar desde los Estados Unidos
una declaración de talante semejante a la de Fidel: dejad que los chinos resuelven sus
problemas internos.

137
Siendo ése el trasfondo, no hay que ser un profeta para describir el futuro inmediato
de Cuba bajo la batuta del general de ejército Raúl Castro.
Raúl —como le llamamos los cubanos— ha recalcado en los últimos tiempos la
conveniencia de hacer cambios en vida de Fidel. Esto significa claramente que tales
declaraciones y la búsqueda de cambios (e incluso de la transición) son
pronunciamientos y proyectos elaborados de común acuerdo entre los dos. Que ha sido
un propósito de acción conjunta. La diferencia es que Fidel sigue con vida pero no está
gobernando. El problema residirá a partir de ahora en la naturaleza de los cambios y en
su velocidad y, por encima de todo, a dónde puedan conducir. Raúl ha sido un amante
de los modelos clásicos y no creo que vaya a volverse loco en la cúspide de su carrera.
Lo que tenemos, por lo pronto, es que ha iniciado una nueva modalidad de mando, un
gobierno colegiado, de cambios en la economía del cual ha sido ducho en el ejército y
con una retórica funcional de la Revolución con discursos menos largos, menos horas
de marchas, y desfiles menos aparatosos. Y veremos la disolución de la farragosa
programación de televisión fidelista. A propósito de esto advierto a mis vecinos del sur
de la Florida que, junto con la calibración de un tono mas bajo del espectáculo publico,
Miami pierde su puesto en la balanza de la propaganda política, que es para lo que
siempre se ha utilizado desde La Habana. Ah, por supuesto. Entendido. All right. Ya
sabemos que Miami es una petit potencia económica y que no faltan empresarios
cubanoamericanos deseosos (y en la actualidad, más bien desesperados) por invertir en
la isla. Y ya les da lo mismo si es en brazos de una restauración contrarrevolucionaria o
bajo la tutela de los hermanos Castro. Aunque lo terrible para ellos —y puede que
hallan comenzado a entenderlo— es que Cuba puede encontrar iguales inversiones en
otros mercados pero sin ceder a las exigencias de perder espacio político.
Tal el abecé de la situación. Si la disposición de Cuba ha sido la del cambio, e
incluso la de una proclamada transición, ahora con Raúl en el poder lo que queda es
verificar cuál cambio a su vez va a producir los Estados Unidos. La pelota, señores,
sigue estando del lado americano, y por lo menos es así como lo ven los cubanos de la
Isla, mientras Washington sigue a la defensiva —como comprobamos a diario— con
declaraciones de funcionarios de tercera, que intentan responder a las iniciativas de La
Habana. Cierto que Raúl necesita hacer progresar la economía para sustituir con una
dieta abundante de la población la catarata de slogans que sólo un Fidel Castro
enarbolaba como un traje a la medida, y que le sentaba tan bien y todos adoraban. La
herencia permanecerá en nuestra memoria como un precioso cuento de hadas (tampoco

138
esperen que se desmantelen a corto plazo los lemas de cinco décadas). A la larga el
programa de Raúl no será más que la adecuación de una de las estrofas primarias de
Fidel: Libertad con Pan, Pan sin Terror. El lema estuvo en sus discursos del primer
trimestre de 1959, y lo que entonces fue una frase de contención ante el temor del
comunismo, ahora se convertirá en el rechazo de un país a la restauración
contrarrevolucionaria (no les quepa la menor duda que los únicos terroristas que quedan
en Occidente viven en Miami) y para desarrollar las posibilidades de una economía
socialista que va desde el vigoroso desarrollo chino hasta el venerables socialismo
sueco o incluso el francés.
Las noticias parecen ser buenas. Y algún alborozo habrá entre los antiguos aliados,
cuando el teniente general Nicolai Leonov, el ultimo bastión de los cubanos en el KGB,
y en la actualidad el más firme y mejor ubicado de sus aliados en el moderno Moscú,
aterriza en La Habana, y —como es de rigor—, bajo una inocente cobertura de
parlamentario en la Duma rusa. Eternos camaradas. De nuevo a confraternizar y a
escanciar unos buches de vodka, como en los viejos tiempos a bordo de un buque
italiano en mayo de 1953. ¿Y qué nuevos pactos sellarán? Lo sabremos con el
desarrollo de los próximos acontecimientos. Pero de lo que pueden estar seguros es que
en la sala de situación de Cuba en la CIA ha llegado una vez mas la hora de
preocuparse.
Pero… ¿el scotch? ¿Cuándo nos tomamos el scotch? Parece también que muy
pronto. Porque la mejor frase de todas en las últimas horas, y en perfecta equivalencia a
aquella de Kissinger ante la masacre de Tiananmén, acaba de pronunciarla Thomas
Shannon, subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, al referirse a
la situación de Cuba: “El éxito de la sucesión —aseguró— depende del control absoluto
del Estado.”

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LOS NIÑOS DEL PUNTO CERO

DOMINGO 14 DE ENERO, 2007

El 31 de agosto de 1986, luego de un interminable viaje de 17 horas desde La Habana,


con escala en Islas de Sal, frente a Cabo Verde, Fidel Castro llegó a Harare (Zimbabwe)
para participar en la conferencia cumbre de los países no alineados. Se instaló en el
chalet de las afueras de esta bucólica ciudad que le habían adquirido y preparado los
especialistas del Ministerio del Interior y que luego serviría como residencia
permanente del embajador cubano. Había un jardincito amurallado contiguo a la puerta
principal y el chalet era remoto y el mediodía sin sobresaltos cuando Fidel salió al
patiecito desde adentro de la casa, enfundado con una bata de casa morada, que le caía
hasta los tobillos, y pantuflas. Comenzó a dar unos pasos, las manos en los bolsillos de
la bata, cuando advirtió la presencia de una docena de sus colaboradores arremolinados
en el parqueo contiguo a la muralla y regresó a la casa. Entonces el que salió al patio fue
el coronel Joseíto —José Delgado— el jefe de su escolta, que se viró hacia el grupo y
dijo, en un auténtico tono de súplica: “Caballeros, coño, salgan de esa entrada y no
miren más para acá, para que él se crea que está solo.” En todo el transcurso de mi
experiencia cerca o junto a Fidel, éste lo tengo registrado como el momento más
patético. Demasiado inteligente para saber que su soledad era un imposible, parecía
contentarse con la creencia de una ilusión. No obstante —y eso quedaba por
descontado— era una soledad que se garantizaba por el despliegue de una compañía
reforzada de los rangers de Tropas Especiales traída desde La Habana para la ocasión y
armada hasta con cohetes antiaéreos portátiles.
Implícito en la escena, ese cierto patetismo —término que no empleo
peyorativamente—, es debidamente revelador de una personalidad en permanente lucha
por asegurarse un perímetro de intimidad y hacerlo inviolable. Esto se expresa, más bien
se justifica ideológicamente, de muchas maneras y ofrece además unos dividendos
inesperados. La idea expresada en palabras del mismo Fidel es que no debe mezclar su

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vida personal con la política. En ese caso, por decantación, nada mejor que su guardia
pretoriana para trazar y defender la frontera. Es donde hace acto de presencia su
verdadera preocupación: disponer del mejor servicio de escolta del mundo. Idea y
escolta que luego le sirven (lógico) para darse la gran vida en francachelas con el
empleo de sus misteriosas casas de seguridad o, como ocurrió en una época, para eludir
la persecución constante que Celia Sánchez —su compañera de guerrilla en la Sierra
Maestra— le montó por toda Cuba cuando supo de los devaneos amorosos de Fidel con
Dalia Soto del Valle.
En lo tocante a su familia, vale contarlo, este concepto de reducto fortificado ha
sido defendido aún con mayor encarnizamiento. Estoy hablando de la familia verdadera,
de esta señora, su mujer, Dalia, y de los cinco hijos tenidos con ella, en orden
decreciente: Alex, Alexis, Alejandro, Antonio y Ángel. De vez en cuando, en los
últimos tiempos, surgen algunas fotos de la intimidad familiar y se publican fuera de
Cuba pero la explicación del establecimiento sobre estas filtraciones es de resignación:
normal que ocurra porque cada uno de los muchachos ha crecido y ha cogido su rumbo.
No los pueden tener siempre bajo protección del feudo. En realidad, bien mirada las
cosas, pese a las escasas fotos publicadas en revistas de chismes fuera de Cuba, ha sido
un triunfo del servicio de Seguridad Personal, porque hasta la mayoría de edad nunca
hubo acceso ni siquiera a la imagen de los jovencitos.
Todo parte en su origen de un criterio elaborado por Fidel —que es político
(aunque él quiera revertirlo como un asunto de seguridad)— y, en sus propias palabras,
muchas veces vertidas en el círculo más estrecho de sus amigos, es el de no contaminar
a su familia con el resto de sus subordinados.
Y no es solo para el vulgo. Ni siquiera Raúl Castro ha tenido acceso a esa familia y
sus predios. Raúl se volvió loco de alegría el día que su hijo Alejandro, ya con más de
20 años de edad, vino a conocer finalmente a un par de sus primos, dos de los hijos de
Fidel, de forma casual en una fiesta. Fue una ocasión de exaltación para el general de
Ejército y jefe de las Fuerzas Armadas, al enterarse, y llamó a los subordinados que
tuvo a la mano y mandó a buscar vodka para brindar por el encuentro. Y no solo el
contacto de unos primos. El acceso de Raúl y sus familiares, al igual que el de cualquier
otro ciudadano, a la piscina térmica bajo techo de la afamada clínica CIMEQ, está
prohibido cuando Dalia la va a usar.
Siempre ha habido un cruce de elementos de reserva con nociones de seguridad.
Angelito (tiene el nombre del abuelo, el gallego Ángel Castro), que es asmático, como a

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todo hijo de vecino, se le recomendó baños en las playas por los especialistas, a lo que
Fidel, conocido amante de la natación, accedió gustoso a participar en la terapia. Pero
cada vez que se preparaba la excursión de los coches, y Angelito, aún niño, armaba la
pataleta por meterse en el Mercedes blindado con su padre, éste se negaba rotundamente
con la sabia admonición de que no se debe meter todos los huevos en una canasta.
Usted, vaya con su madre. Nos vemos en la playa.
De modo que el mismo sistema de seguridad que ha sido tan exitoso alrededor de
Fidel y que le ha preservado la vida durante más de 50 años y la permitido superar la
friolera de unos 600 atentados que se le acreditan a la CIA en contra suya, se encarga de
la protección de Dalia y de los muchachos, aunque con matices diversos. Un escolta por
cada uno de ellos desde pequeños, cuando salían fuera del área, al igual que Dalia, que
disponía a veces de un simple chofer, muy discreto, que se mantenía en apariencia
alejado e incógnito cuando ella iba a una cafetería de su agrado —El Castillo de la
Punta— en la boca del puerto habanero, o a las exiguas compras que se pueden realizar
en Cuba. Un escolta por cabeza y, cosa curiosa, con regularidad eran negros, y después
de la guerra de Nicaragua, comenzaron a llamarles “los compas”, a las usanza de los
sandinistas.
Ocurre a veces, no obstante, que la relación con esa clase de personal de combate
entrañaba sus peligros. Los muchachos —sobre todo Alejandro y Antonio— solían
cruzar al campamento de las Dirección General de Operaciones Especiales (DGOE),
sede de las legendarias Tropas Especiales, apenas a unos 500 metros del complejo
residencial de Fidel, al oeste de La Habana, conocido regularmente como Punto Cero,
en una barriada llamada anteriormente Mañanimar que la Revolución capturó —y de
inmediato congeló— al inicio de su desarrollo. En el campamento, donde encontraban
gente de mas o menos su edad, los reclutas de Tropas, y daban natación, el deporte más
barato y accesible para todos en Cuba, con todo ese mar a tu disposición. Que los
muchachos de Fidel se bañaran en la costa, junto al espigón de Tropas, era a su vez un
pequeño triunfo del jefe de la Seguridad del Estado y viceministro primero del Interior,
el general José Abrantes, porque le permitía suplir al sistema de educación de los hijos
del jefe el servicio de los buzos del Grupo de Exploración Subacuática de la DGOE. Un
tanto extra para anotarse. Los proveía además de la compañía de unos jóvenes muy
sanos y dispuestos y en los que se podía confiar sin reservas.
Otra forma de excitante entretenimiento la encontraban los muchachos al fondo de
las barracas de Tropas. Había allí un tigrillo y un gato montes. El coronel Tony de la

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Guardia los sacó del búnker de Somoza en Managua, el día que ganaron la guerra, y los
llevó a Cuba, de regalo para Abrantes. Los tenían agarrados por cadenas, no muy largas,
a dos matas de mango y a prudente distancia entre sí para que no se despedazaran
mutuamente. Parece que habían sido entrenados ambos y —según habían observado—
atacaban solo a personal civil porque dejaban acercarse y pasar cerca de quienes
calzaran botas. Esa domesticación somocista es la que por poco le cuesta la vida a
Antonio. El hecho de que el tigrillo tenía los dientes limados fue un factor de alivio. El
zarpazo de todas maneras le rajo la piel de un brazo. Antonio estaba descalzo (venía de
la playa) y saltó fuera del radio de acción del tigrillo cuando se escuchó el estrechón
metálico de la cadena, que detuvo en seco al animal. Estaba cayendo la tarde y hacía
apenas unos minutos que Antonio estaba de vuelta a su casa cuando la unidad completa
fue puesta en zafarrancho de combate el irrumpir en sus calles interiores como un bólido
el Mercedes con el mismo Fidel al timón, solo, sin escolta, la pistola Steichkin APS de
20 triros a su lado, en el asiento, y clamando a voz en cuello que dónde estaba “ese hijo
de puta” —el tigrillo. Cuando se apeó, estaba en pantuflas, pantalón de pijamas y era
evidente que solo había atinado a echarse por encima su camisa con los grados de
Comandante en Jefe en las hombreras, abrochada solo por un par de botones. Se plantó
delante del tigrillo, pistola en mano. El tigrillo a su vez miró las suaves pantuflas de su
vestimenta de emergencia. Pero algo cruzó por la mente de Fidel Castro. Algo que le
hizo conducir con el pulgar, en gesto profesional, el martillo de la Steichkin a la
posición de seguro. Entonces se limitó a soltar un regaño ante los lívidos soldados y
oficiales que lo rodeaban: “¡Las fieras son para estar en el Zoológico, coño!” Un
segundo después, estaba entrando un camión jaula del Zoológico Nacional en la sede de
la DGOE.
Claro, no siempre el servicio demostró su eficiencia. Su abroquelada habilidad tiene
ligeras fisuras. En otra ocasión, las cosas se fueron de la mano desde el punto de vusta
meramente político (mucho más temible en el entourage fidelista que una manada
salvaje de tigrillos) y Alejandro, al parecer el más inquieto intelectualmente de los cinco
vástagos, decidió averiguar por su cuenta y riesgo que era todo aquello que tanto se
mencionaba de la disidencia interna. Y se fue a ver a uno de los más prominentes
disidentes del país, que yo aquí, piadosamente, me reservo su nombre. Este cuento me
lo hizo uno de los jefes de los grupos de escoltas de Fidel, un buen amigo durante
mucho tiempo. Me dijo que Fidel se enteró del asunto y que lo mando a él mismo, a mi
amigo, a informarle al señor disidente que aquella había la última frontera que podía

143
haber tocado y que tenía órdenes específicas y que él cumpliría gustosamente la
próxima vez que se produjera un encuentro con alguien de la familia del Comandante.
Era de “las poquitas cosas” que no se la iban a tolerar, ni a él ni a nadie. ¿Entendido? ¿A
cabalidad? ¿Alguna pregunta? Bien, pues.
Tigrillos y disidentes aparte, no cabe dudas de que son los menos problemáticos de
la prole.
De los hijos fuera de este matrimonio con Dalia, Fidel considera que existen otros
dos regularmente conflictivos y a los que, de una u otra manera ha optado por
abandonar sus esfuerzos educativos. Uno es Fidel Castro Díaz-Balart, “Fidelito”, dejado
de lado por lo que su propio padre considera un afán incomprensible de poder (quizá sin
darse cuenta del irresistible mimetismo que él mismo genera sobre su hijo) y que pese a
todo es el único ha llegado a ocupar un cargo de ministro del Gobierno, pero al que ha
tenido que despachar finalmente por sus excesos y abusos y los despilfarros que
generosamente se le calificó como “cosas cercanas a lo ilegal”. La otra es Alina, que
parece colmar su vocación de criatura incomprendida en una desmesurada actividad
contrarrevolucionaria desmesurada desde el exterior. Se habla muy poco, sin embargo,
de Jorge Ángel Castro, un ingeniero químico que Fidel reconoció con su apellido
después del triunfo de la Revolución y que hasta entonces fue un hijo natural de una
señora llamada María Laborde y que fue concebido, según se conoce, en un viaje en
tren de La Habana a la ciudad de Santa Clara (cuatro horas de camino) mientras Fidel
hacía campaña por el Partido Ortodoxo.
Fidelito. Durante muchos años Raúl se ocupó de su crianza y de invitar a Cuba una
vez por año, traída desde Europa, con todos los gatos pagos, a Mirta la primera mujer de
Fidel y madre del muchacho. No hubo destierro definitivo para esta parte de la familia.
Raúl ha sido el verdadero educador de José Raúl Fernández (su nombre de guerra
cuando estudiaba en la URSS), mientras que Abrantes se hacia cargo de los menesteres
y cuitas de Alina, hija concebida con Natalia Revuelta después de Fidelito. Abrantes,
como se ve, era más afortunado que Raúl en cuanto al acceso familiar. Se ocupaba de
Alina y a través de sus servicios de Seguridad, a los cinco hijos de Dalia. Raúl tenía que
conformarse con Fidelito. No le fue difícil, sin embargo, convencer a mismísimo Leonid
Brezhnev de que se le permitiera estudiar en el más exclusivo centro de sus centros de
investigaciones:.el secretísimo Instituto Korchatov, nombrado por el padre de la bomba
atómica soviética, y al que no tenía acceso ningún extranjero, donde recibió una
excelente calificación por su tesis de grado en física nuclear y donde nadie se enteró que

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era el hijo de Fidel Castro. Al regreso, casado con una soviética, con la que tuvo hijos,
le esperaba el flamante puesto de presidente de la Comisión de Energía Nuclear de Cuba
e incluso se produjeron los primeros amagos a su alrededor de convertirlo en un
candidato a su sucesor de su padre, al estilo de Kim Jong Il en Corea del Norte. Las
llamadas “cosas cercanas a lo ilegal” dieron evidentemente al traste con estas
pretensiones. Ha tenido un largo proceso de rehabilitación, que pareció concluir hace un
par de años, cuando se le permitió de nuevo viajar al exterior y entonar las debidas
alabanzas a su progenitor.
Fidel, nadie lo dude, ha dedicado el tiempo necesario y posible a sus hijos. Dalia ha
sido el sargento severo y con puño de hierro que ha conducido sus asuntos hogareños.
Pero Fidel nunca ha sido ajeno. Tiene una familia y eso, en el ocaso de su vida, mal que
pese a sus enemigos, es lo que esté prevaleciendo. No se dejen engañar por todas
aquellas historias, hechas por él mismo y que hace correr, de que no ha podido dedicarle
la atención debida a su familia; no son más que sus habituales triquiñuelas para de paso
ponerlos a resguardo. No son más —estas sí— que medidas de seguridad. Aquel
hombre en lo mas profundo del África Austral que yo contemplaba mientras procuraba
creerse que estaba solo, ha logrado por fin regresar al hábitat más cercano del silencio.

Publicado como “Fidel puertas adentro”.

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UN CUMPLEAÑOS A LA MITAD

DOMINGO 4 DE FEBRERO, 2007

El pasado 31 de Julio, con el anuncio de que Fidel Castro había sido sometido a la
urgencia de una intervención quirúrgica, Raúl Castro estaba recibiendo un país en orden
y bajo absoluto control. Es difícil explicarse de qué manera sus adversarios, sobre todo
en el sur de la Florida, pusieron a flote las esperanzas de que esa paz se podía
quebrantar, incluso, si corroboraban que el gobernante cubano había fallecido. Lo
paradójico es que los ánimos en Miami y en otros lejanos reductos
contrarrevolucionarios, como en Madrid, no se hayan calmado hasta que el propio
Castro saliera en la TV. Las autoridades norteamericanas habrán respirado por esta
señal de tranquilidad obligatoria y de nuevo se cumplía el vaticinio de que la única
policía que se moviliza ante cada anuncio de la muerte de Fidel, es la de Miami. Así
mismo, en La Habana, comprobaron el principio de que para sus encarnizados enemigos
nada hay más importante que el sostenimiento de sus fantasmagóricos dictámenes y
conclusiones, por muy ilusorios que estos sean, y que machacarse la cabeza contra la
dura realidad ha llegado a ser un ejercicio colectivo. Y eso ha sido lo que ha dominado
hasta el presente la ecuación del petit gobierno de Raúl Castro, el de los últimos seis
meses cubanos. Frente al aluvión de las especulaciones, la roca inconmovible de la
dirección cubana, que debe hasta divertirse con los descalabros de pronósticos médicos
y políticos en los que han hecho caer hasta al todopoderoso jefe de la inteligencia
norteamericana, John Negroponte, que se sumó a la tontería miamense y que al final no
le quedó mas remedio que morderse la lengua.
Hubo sectores moderados, sin embargo, que esperaron los grandes cambios y que
todavía hoy lamentan la poca celeridad —o más bien la ausencia absoluta— de los
ansiados reajustes iniciales a producir por Raúl Castro. Vean los periódicos: ésa es la
tónica que se han impuesto en esta especie de celebración de aniversario a mitad de año.
No tienen otro recurso para calibrar la realidad cubana. Y su instrumento es inútil,

146
porque quieren ver las señales de cambio en una estructura perfectamente organizada y
que ha funcionado de maravillas en los últimos 50 años. Nada tienen que ofrecer de este
lado que les garantice a la cúpula revolucionaria, no ya opulencia, sino —tan siquiera—
tranquilidad. Bien pensado, no deja de ser una falta de respeto para la inteligencia
promedio que se pretenda violentar la naturaleza de la sociedad cubana actual a cambio
de que sus enemigos se sientan complacidos. Realmente, uno no sabe, en específico,
qué esperaban de Raúl Castro. Y —vale la pregunta—: ¿Qué ha pasado en estos seis
meses a cambio de los cambios? Pues que el ensayo de la peor catástrofe que puede
abalanzarse sobre ese proceso, que es la muerte de Fidel Castro, ha superado
dulcemente todos los escollos, todas las terribles predicciones, todos los Apocalipsis.
Imagínense ahora la íntima —y justificable— satisfacción del grupo dirigente. ¿Control
policiaco? Desde luego. ¿Necesidades y penurias de la población? También. Pero… —
permítanme la incidental— ¿Y cuándo no ha sido así? ¿Y qué capacidad tienen esas
premisas —represión, penurias, necesidades— para erosionar o desestabilizar un poder
establecido como el cubano? No obstante, sería formidable disponer de un nombre, por
lo menos uno, de alguien muerto de hambre en el transcurso de ese proceso. Fíjense
bien. En el transcurso de ese proceso. No me hagan trampas con los que sí se murieron
antes, cuando —casualmente— mandaban en Cuba los patrones que no dejan de gritar
hoy en Miami. Y está por verse la primera revolución que se destaque por su apego a la
democracia.
Sea como sea, la contrarrevolución no renuncia, al menos en lo que es su campo de
batalla favorito: el de la retórica. Desde hace meses la han cogido con Chávez. Hugo
Chávez parece ser definitivamente el catalizador en potencia del derrumbe. Sobre todo
en lo que tiene que ver en una supuesta enemistad entre Chávez y Raúl Castro. No crean
que son pocas las esperanzas que se acumulan en la bronca que está a punto de estallar
entre ambos. Es un problema, dicen, de personalidades antagónicas y que ninguno de
los dos se traga. Y después de esa bronca —razonan—, ¿qué se va a hacer Raúl sin la
plata que les sueltan desde Caracas? No deja de tener una arista de razón la apuesta,
vistas así las cosas. Pero déjenme decirles algo. Estaríamos antes dos personas por
completo diferentes y no estos dos políticos de enorme pragmatismo, que además se
hallan ambos en su momento de mayor brillo personal, si vinieran ahora a desmelenarse
en una bronquita por desavenencias de estilos. Dónde coño tienen el cacumen nuestros
ilustres politólogos. Está todavía por conocerse a un Raúl Castro que hace dejadez de un
socio tan lucrativo por un afán de quinceañera de su carácter. Aparte de que Chávez,

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como todo buen soldado, está atrayendo sobre sí la concentración de fuego del enemigo,
y dejándole a Cuba y a Raúl una zona de sosiego en la cual operar. Y no esperen que
propicie una brecha con Raúl; mucho menos en vida de Fidel.
Un asunto de la máxima importancia de los últimos meses –más bien, diría yo, de
las últimas semanas— y lo prueba el mismo lleva-y-trae con Chávez, es que hay un
frente de combate al que Fidel no ha renunciado, que no suelta: el de las relaciones
internacionales. De esto dispongo de alguna información verificable, a la que le sumo la
aplicación de algunas señales públicas y la aplicación de la vieja lógica. Fidel está
puesto de lleno para las elecciones en los Estados Unidos. Cuando dijo hace poco que a
lo mejor Bush no terminaba su mandato, se hizo evidente que había entrado en el juego
político americano. Es un mecanismo de análisis y corroboración —y, cuidado, también
operativo y de influencia— que se activa al máximo en estos períodos electorales de
Estados Unidos. Algunas fuentes me informan desde La Habana que Ricardo Alarcón,
el actual presidente de la Asamblea Nacional, ha devenido el funcionario de alto rango
que con mayor frecuencia Fidel recibe en sus habitaciones de convaleciente del Palacio
de la Revolución. Contactan hasta tres veces por semana. Nada más comprensible.
Alarcón es el representante cubano más apreciado por los gringos; cada vez que hay un
embrollo, piden a Alarcón para dialogar. Su larga estancia en New York como jefe de la
Misión ante la ONU lo hizo potable para la nomenclatura del Departamento de Estado.
Es decir, a Alarcón se le considera “históricamente” como el hombre de las relaciones
con los Estados Unidos. Y en el sentido y potencial de esas relaciones es, desde
siempre, donde se ha definido el poder en Cuba. En sus enroques con Washington. Los
cubanos tienen además un excelente equipo para el trabajo político y de inteligencia
sobre ese país, donde igualmente cuentan con amigos tan buenos como poderosos y con
leales sirvientes. A eso están dedicados a mitad del cumpleaños del mandato de Raúl,
digno de la tranquilidad y la enorme serenidad con que en La Habana, desde hace años,
aprendieron a actuar.

Publicado como “Raúl y su medio aniversario”.

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Esta es una foto que fue dada a conocer por el periódico cubano Juventud Rebelde el 29 de octubre de 2006, es decir,
tres meses después de la crisis que alejó del poder a Fidel Castro. En la imagen se puede ver una zona enrojecida del
cuello del ahora ex Presidente cubano. Desde que Fidel sufriera su grave problema intestinal, en julio de 2006, son
contadas las imágenes en las que se puede observar con detalle el lado derecho de su cuello, y la gran mayoría lo
muestra de frente o tomándole el flanco izquierdo. Es muy probable que alguna de las pequeñas mangueras a las que
fue conectado para sus repetidas operaciones o exámenes haya sido colocada en el cuello. Hace dos semanas la
televisión cubana emitió un video de Fidel Castro, reunido con su hermano Raúl y con Hugo Chávez. En una de las
escenas de esa grabación se pudo apreciar una nueva cicatriz en el cuello de Fidel, testimonio gráfico de que habría
sido sometido a recientes intervenciones o exámenes. Abajo: Imagen de la televisión cubana del 18 de junio de 2008.

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GRABRIEL

DOMINGO 4 DE MARZO, 2007

Una tarde de 1987 Fidel llamó a uno de los chóferes asignados a Gabriel García
Márquez como servidumbre de la Casa de Protocolo Número 6 --mucama, cocinera,
ayudante, camarera y dos chóferes. El viejo Candebat, un mulato largo, de pómulos
lombrosianos y guayabera del Diplomercado una talla corta para su estatura, y que
manejaba uno de los Mercedes del Gabo, tenía el brazo del Comandante por arriba de
sus hombros mientras éste, en la rotonda de baldosas rojas a la entrada de la mansión, le
cuchicheaba al oído. Tenía tarea. El jefe le encomendaba seguirle los pasos a Lupe
Veliz, una gordita entrada en años, que había sido su amante aún siendo mujer de su
ayudante y hombre de máxima confianza, el capitán Antonio Núñez Jiménez. Candebat
debía llevar una cuenta acuciosa de las incursiones de Lupe en la cocina de Gabo y los
platos que se servía. Candenbat me lo contó. Se trataba de alejar a Gabo de las
inconveniencias de una funcionaria de alto rango -- Lupe estaba a cargo de la oficina de
Relaciones Internacionales del Ministerio de Cultura. Para orgullo del mulato Candebat,
“el comandante estaba en todas”. Cuando, de rebote, se lo conté a Carlos Aldana, el
secretario ideológico del Partido, él me restituyó la imagen del Fidel conspirador y no
del personaje “cazuelero” (un chismoso, a la cubana). Usaba a Candebat para levantar
una barrera de desconfianza alrededor de Lupe y las otras señoronas de su escuadrón
volante, que revoleteaban sobre el lugar. En esta especie de sofisma que Carlos alentaba
no podía despreciarse, así mismo, una lógica interior, muy del uso en nuestro entorno.
Fidel no estaba haciendo otra cosa que proteger al Gabo, si bien a su vez lo espiaba.
No es la primera vez que me pasa; me ha ocurrido anteriormente que, para hablar
de un escritor, empiece por Fidel. En 1981, dando los toques finales a un libro sobre
Hemingway, tuve la oportunidad de entrevistar a Fidel respecto a sus lecturas de este
autor y de pronto me vi reajustando toda mi visión sobre esa montaña literaria que era
Ernest Hemingway por la valoración que de él podía tener uno de sus lectores: Fidel

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Castro. Vean ustedes, lo importante no era escribir los 43 capítulos de Por quién doblan
las campanas, sino lo que le había parecido a Fidel. Con Gabo es aún más complejo el
tema dado sus estrechos vínculos con el Comandante y porque, a juicio de casi todo el
mundo, lo que hace atractiva la biografía de Gabo es la del personaje contiguo. Ha
habido envidia, desde luego, nada más que de pensar los cuentos que Fidel le habrá
hecho, y se habla de confesiones inéditas y de un material contado en secreto durante
noches y noches de conciliábulo en la Casa de Protocolo Número 6 que Gabo usará
algún día en su biografía del jefe de la Revolución Cubana.
Grabriel. Este hombre bueno y remoto ha vivido fascinado con un cubano que
nunca ha aprendido a pronunciar su nombre a derechas. Esa ere que se le pierde dentro
de un nombre tan corto, pero tan enmarañado de consonantes, y siempre presta a
saltársele de lugar no sin antes reproducirse donde el lenguaje escrito nunca la ha
registrado, y tampoco, por esos pruritos tan de Fidel, de lo que debe ser adecuado y
elegante, negándose como se niega, a llamarlo por el mote aceptado internacionalmente
de Gabo.
Bien vistas las cosas, no creo que ningún otro interlocutor de Fidel haya pagado la
cuota de ataques e incomprensiones que, por permanecer a su lado, la ha tocado a Gabo.
Y lo más costoso de todo: el encarnizado silencio suyo ante cualquier episodio que
otros, sin titubeo, hubiesen convertido en denuncias o agravios. Ha sido sordo a todas
las pendejadas que, desde Mario Vargas Llosa hasta Susan Sontag, le han endilgado
durante más de 30 años de viajes a Cuba y estancias más o menos largas. Pendejadas es
uno de sus vocablos favoritos, así que se ajusta al homenaje. El silencio. No otra cosa
molesta tanto en adversarios —o nítidos enemigos— que ya no saben si el objeto de sus
ataques es Fidel o Gabo. Claro que él sabe perfectamente que lo vigilan; muchas veces
bromeamos sobre el asunto, y me sacaba a la piscina para que habláramos a cielo
abierto cualquier nimiedad que cruzara por nuestras cabecitas de intelectuales de
izquierda, aunque de esa manera él también se hacía parte del sofisma: la vigilancia era
necesaria para la salvaguarda de la Revolución. No había maldad en el procedimiento,
sino, más bien, un acto justificable de prevención. Bendecíamos el estado policiaco, o al
menos su necesidad. Todo por la Revolución. He ahí la razón entrañable y lo que aún
hoy, a mí, me mueve a admirarlo y a quererlo aún más. Porque yo nunca he conocido a
un hombre dispuesto a perder tanto por la lealtad a un amigo, a Fidel. Ah, Maestro. Qué
de recuerdos.

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LAS BUENAS Y LAS MALAS NOTICIAS: ¿CUÁL PRIMERO?

LUNES 10 DE ABRIL, 2007

El episodio de un español que le solicita la libertad de los presos políticos a Fidel


Castro, es algo que yo había visto antes. Carmen Balcells, la famosa agente literaria de
Gabriel García Márquez, acometió la tarea. Aunque no creo que pensara con
detenimiento en el terreno que se estaba metiendo, sino más bien que fue como
aconsejando al cubano —con una frase de ocasión— para que saliera de ese fastidio.
Ocurrió un poco después de las sidras, los besos y los abrazos de bienvenida al año
1986, y delante de la veintena de invitados que García Márquez tenía esa noche en su
casa, algo que ya se estaba haciendo una costumbre, “esperar el año en casa del Gabo”,
una especie de coronación del Everest en el combinado de poder y gloria que se conocía
entonces en Cuba, no tanto por Gabo sino por que Fidel hacía acto de presencia en
cualquier momento. Carmen había llegado esa misma tarde a La Habana para participar
del exclusivo festejo, el último vuelo de Iberia del año 1985. Y Fidel se presentó en el
recinto hacia las 12,30, luego de dedicar su noche a recorrer hospitales y visitar en su
post operatorio al primer cubano con un corazón transplantado. Fidel estaba de pie. La
puerta de salida al jardín estaba a su espalda. Carmen estaba a su lado y hablaban del
desempleo mundial y de lo formidable que resultaba viajar en primera por Iberia
cuando, de improviso, soltó aquello de, Ah, oye, Fidel, ¿y por qué no acabáis de soltar a
los presos políticos? No puedo asegurar que fuesen las palabras exactas, pero sí que no
se le debe haber olvidado lo que pasó a continuación. Casi nadie, hasta ese momento,
había reparado en el personaje que yo tenía junto a mí, hundido en el cojín de un sofá
beige, vestido con un terno de chaqueta negra pero sin corbata y que tomaba whisky con
soda de un vaso enorme. Raúl Castro Ruz. Le bastó la brevedad del consejo de Carmen
para saltar de su asiento —su vaso fue uno de los dos que de repente yo tuve en las
manos— y comenzó la descarga de una virulenta diatriba. Era inadmisible que Carmen
—ni nadie viniera del extranjero— se apeara con semejante solicitud. El gobierno

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cubano era el único en el mundo que se veía obligado soportar esa clase de
cuestionamientos. No había un solo preso en Cuba que no hubiesen atentado contra los
legítimos poderes del Estado cubano. La voz ronca y dura de Raúl surgía incontenible
junto con sus argumentos. Fidel y Carmen parecían dos totems alrededor del cual se
movía Raúl como en una danza de guerrero sioux. Carmen daba indicios de bascular
levemente en el centro del círculo que describía Raúl —aguantaba con bastante entereza
la embestida—, mientras Fidel se mantenía callado y con una inusitada expresión de
ausencia. En su silencio, expresaba una cierta solidaridad con Carmen, y a su vez dejaba
que el hermano desplegara su ataque sin contratiempos.
Bien, pues, esa noche yo tuve conciencia de uno de los temas en los que te
quemabas nada más que de acercártele y, lo más importante, que esos hermanitos no
creían en diplomacia ni buenos oficios cuando se intentaba transgredir una pulgada del
territorio que han demarcado como propio.
¿Conocía el canciller Miguel Ángel Moratinos la anécdota? Quién sabe. Pero es
previsible que las inconveniencias y la rispidez del diálogo con los cubanos en lo
referente al tema, tiene que haber estado presente en la preparación de su viaje a La
Habana. Y es indudable que el éxito de su gestión ha tenido que ver, sobre todo, con el
uso de los accesos alternativos que el negocio diplomático pone en sus manos. Y no son
desdeñables los resultados de la aventura, porque los aproches anteriores, los
inaugurados sobre todo por José María Aznar para la política española hacia la isla, han
demostrado su desgaste e incompetencia. Amén de que los presos continúan tras los
barrotes. Ya ustedes saben, se trata de la vieja política de la ilusión que creen vislumbrar
a cada rato con el fin de derrocar a Fidel Castro. Lo cierto es que, desde que Zapatero
llegó al poder, ha procurado —o al menos intentado— llevar a cabo otra dinámica y
hacer del pragmatismo su profesión de fe. Como mínimo, ha entendido que encerrarse
en una concha con Estados Unidos (el principal productor de la ilusión
contrarrevolucionaria) no sirve de nada.
La semana pasada, en el Palacio de la Revolución, no hubo danza sioux alrededor
de Moratinos. Hay algo lamentable de cualquier manera. Y es la supervaloración que la
disidencia cubana se hace sobre ella misma. La cruda verdad es que no disponen de
ninguna cadena hotelera, de ninguna finca, de ninguna fábrica, y mucho menos de
tropas, para exigir una agenda y sentarse por derecho propio en la mesa de negociación.
Su argumento principal —que debido a la represión no pueden lograr una plataforma
política que merezca la atención de los centros de poder, tanto afuera como dentro del

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país— es inobjetable pero también demuestra a las claras la debilidad de su sistema de
comunicación. Quizá aún estén a tiempo de aprender que, para poder negociar, hay que
disponer de un mínimo de fuerza política, o económica o social —y mejor las tres
juntas. El mecanismo resulta notorio. Tienen que encontrar sus vías, como bien hicieron
los checos, o los polacos, y que vengan desde adentro y no haya que esperar por los
dignatarios extranjeros que desembarcan en el aeropuerto.

AQUELLAS NOCHES EN CASA DE GABO

El diario español ABC publicó hoy un pequeño texto (¿memorias, reportaje?) de Norberto Fuentes sobre
un incidente ocurrido un fin de año en la casa de Gabriel García Márquez en la capital cubana. Cuenta el
texto que la editora Carmen Balcells, posiblemente la única mujer que Norberto comparte con Gabo, y
viceversa, le preguntó a Fidel Castro que cuando liberaba a los presos políticos. La que se armó después
lo van a leer aquí. Lo que ABC no publicó es la fotografía de la velada, que ahora aquí la descubrimos.
De izquierda a derecha, tenemos a NF, Carlos Aldana [secretario ideológico del Partido Comunista],
Armando Hart [ministro de Cultura], el cineasta brasileño Ruy Guerra, Carmen Balcells y Vilma Espín [la
mujer de Raúl Castro]. Al fondo del lado derecho, medio escondido en la oscuridad haciendo, váyase a
saber qué cosa, se distingue a Alcibíades Hidalgo [jefe de despacho de la oficina política de Raúl Castro].

Colgado en HEREJÍAS Y CAIPIRINHAS, el blog de Rui Ferreira, el martes 10 de abril de 2007.

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EL SURGIR DE UNA DINASTÍA

MIÉRCOLES 27 DE JUNIO, 2007

En sus pocos meses al frente del gobierno cubano, Raúl Castro se ha homologado dos
errores de apreciación, que hubiesen sido insólitos bajo el mandato de su hermano Fidel.
Ambos yerros demuestran de manera abismal lo que separa a los dos Castro en sus
conceptos de lo que es una Revolución. O al menos de su metodología. Ambos develan
que, mientras Fidel ha sido siempre el revolucionario implícito, apasionado, natural,
Raúl Castro ha navegado en las aguas de una ortodoxia comunista, más apegada a los
márgenes sociales y económicos preestablecidos que a una ambiciosa premura por
quebrar todas las fronteras. Si bien uno pudo llevar de la mano, firme, la Revolución, el
otro no hubiese superado la base del viejo Partido Socialista Popular. Uno tiende a
pensar que tantos años al lado de Fidel, capeando tormentas y desgracias, lo habrían
enseñado. Uno se imagina los pequeños conciliábulos secretos, de entrenamientos al
oído, al estilo de Don Corleone con su hijo Michael. Los acontecimientos están
demostrando que si tal cosa ocurre, Raúl Castro no escucha. Malo para Raúl. Y sobre
todo malo para la Revolución. Un proceso que en todo momento se ha distinguido por
el uso de la imaginación, no debe caer en manos de una ortodoxia rampante y estólida.
Quizá Raúl haya sido bueno en estos meses para manejar con bastante tino la
propaganda exterior, llevar y traer a Chávez y otros dignatarios, buscar y traer médicos
españoles de renombre para dejar en la estacada del más absoluto ridículo a la CIA, y
todo mientras se mantiene a la sombra, porque —ojo—: no se equivoquen, si algo él
sabe hacer muy bien es conspirar. Pero en lo que no alcanza a Fidel es en su inspiración.
La conspiradera es necesaria, inevitable, y Raúl es un maestro en sus artes. Pero donde
Fidel nunca habla por hablar es en el papel de las masas, en el baño de pueblo que ese
proceso necesita darse en forma continua. Mientras la gente salga a la calle para
apoyarlo, no hay problema, los asuntos están resueltos. La tendencia de Raúl —lo estoy

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viendo— es hacia todo lo contrario. Es una peligrosísima tendencia que se dirige sin
ambages, por gravedad, a la creación de una dinastía.
Así, pues, paso revista rápidamente al primer error. Es la bronquita que Raúl animó
hace pocos meses con los intelectuales del patio, cuando revivió los fantasmas de algo
que se ha dado en llamar “quinquenio gris”, que se le supone un período de represión
cultural de principios de los 70, en el que le hicieron la vida cuadritos a los intelectuales
cubanos, sobre todo a los de filiación homosexual (es decir, un buen número de ellos).
Represión cultural, a la vez que sexual ¿no? Con la colaboración de su viejo amigo
Alfredo Guevara, con el que creyó posible producir una perestroika de fácil control y
aislada de otras posibles contaminaciones, Raúl dio la luz verde. Guevara —“un marica
tan cobarde que se va a morir con el culo entero”, al decir de Nicolás Guillén— era sin
duda el hombre adecuado para la tarea de conducir esta nueva revolución dentro de la
revolución y cuyos dividendos dentro de la intelectualidad internacional se dieron por
descontados. Error fatal. La bronquita se les fue de las manos de inmediato, y al no
haber contado con la existencia de la Internet, enseguida otros represores en potencia y
absolutamente declarados como los nuevos funcionarios gubernamentales, los viejos
homosexuales reprimidos de ayer pero ahora en el poder, se desbarrancaron a dar gritos
y sobre todo a agenciarse en un santiamén —¡miren que son buenos en el
proselitismo!— el apoyo de todos sus aliados en el exterior. El error que nunca hubiese
cometido Fidel. Iniciar una provocación que solo afecta a un grupo reducido de la
sociedad y con características demasiado fáciles de identificar y de que se abroquelen
instintivamente para defenderse. Es imposible que al gran provocador que es Fidel
Castro se le hubiese ocurrido semejante tontería. Imagínenselo, al despertarse de su
lecho de post operatorio, y ver en su primera sesión de lectura de cables que el tema de
conversación internacional sobre Cuba era la reposición en vitrina de los fantasmas de
una bronca que él había controlado maravillosamente desde fines de los 60 y de la que
se había servido a su antojo. De pronto, todo el ámbito cultural mundial se veía
conmovido por aquella resucitación, a cerca de 40 años de distancia. Fidel debe haber
acabado con Raúl. Tiene que haber agotado los decibeles que le permitieron su
condición quirúrgica. Yo he medido su proceso de cura por el tiempo que esto demoró
en apagarse. Se acabó la perestroika nacional. Fidel está curado. Sus viejas y bien
concebidas provocaciones —que han sido constantes y de las que ha vivido esta
Revolución desde su inicio— son para respuestas masivas, en gran escala, y tiene que
tener resonancias en todas las capas de la sociedad, o que afecte a la mayoría de ellas.

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En sus batallas revolucionarias, ha de participar todo el pueblo, o si no ¿de qué estamos
hablando? Recuérdense la teoría de Jean Paul Sastre apenas desembarca en Cuba en
1960. La del contragolpe. Enunció lo que quizá sería la observación magistral de la
Revolución Cubana, de su mecánica de conducción y que finalmente devino el aviso de
sus verdaderos peligros. El contragolpe. Contragolpe a las acciones de los enemigos.
Pero si esos golpes del adversario no existieran, quedaba la opción ¡de inventarlos! Y ya
esto echa algo oscuro e inestable en el caldero de las interrogantes: cuántas de las
“agresiones” imperialistas no fueron en realidad fabricadas por la misma Revolución, si
no instigadas por ella.
Una observación final sobre el punto. Alguien aquí no mide las consecuencias,
obviamente. Al menos alguien debe advertirle a Raúl de —a la hora de sus impulsos
perestroikianos— su diferencia esencial con Mijail Gorvachov. Que Gorbachov no tuvo
un solo fusilado.
Y ahora el segundo error. Desde luego, la muerte de Vilma Espín.
El propósito explícito desde el principio, apenas una hora después del fallecimiento
de Vilma a las 4:14 PM del lunes 18, fue la de producir las ceremonias fúnebres en
privado y el entierro de sus cenizas en una fecha por decidirse. “Atendiendo a su
voluntad, la compañera Vilma Espín ha sido cremada”, dijo una tétrica línea del
obituario oficial, expedido apenas dos horas después de la hora señalada, es decir —
aceptando como ciertos los propios datos de la prensa partidaria—, no esperaron mucho
tiempo para llevarla al crematorio. Hubo una marcada voluntad por acelerar las cosas.
Todo en un bajo perfil de acuerdo al método empleado por Raúl desde que comenzó a
gobernar. ¿Por qué un error? Porque no vinculó a Vilma con el símbolo que ella
realmente era. Una mujer nunca altisonante, guapa, genuina, madre hacendosa, había
sido durante casi medio siglo la primera dama de la Revolución Cubana. Y cumplió esa
tarea de modo ejemplar. No hay un solo escándalo, de ninguna especie, en la
Revolución Cubana, que esté asociado a Vilma. Sólo, quizá, un exceso de ingenuidad
femenina y de muchas maneras una subordinación sin debates hacia su marido —el
mismo Raúl Castro de referencia—, pese a ser ella de manera ininterrumpida durante
casi medio siglo la presidenta de una organización llamada a la plena emancipación de
la mujer: la Federación de Mujeres Cubanas.
Deben saber que en el episodio subyace una antigua divergencia de criterios entre
Fidel y Raúl. Desde principios de los 80 Raúl se propuso disolver dos organizaciones —
de las llamadas “de masas” en Cuba—: la Federación de Mujeres y los Comités de

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Defensa de la Revolución. Raúl las contemplaba como instrumentos que perdían su
contenido en otros tiempos valiosos y que ya se convertían en estorbos burocráticos, y
en anomalías de una sociedad que tendía a la “normalización”. Fidel, desde luego, se
opuso con fuerza a un proyecto a todas luces descabellado en un entorno que toda
aceleración a la normalidad era la muerte del proyecto revolucionario. La estabilidad,
según la óptica fidelista, es el equivalente inmediato a arriar las banderas de combate.
Suerte envidiable de una generación de revolucionarios que Fidel durara tantos años. Y
es por aquí que uno entiende ese afán de Raúl —quién sabe si inconsciente en él— de
crear su propia dinastía. ¿Qué otra forma tiene de proteger a los suyos? El fallecimiento
de Vilma es una abrumadora señal de que el tiempo se está acabando.

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COMO SI FIDEL HUBIERA MUERTO

VIERNES 27 DE JULIO, 2007

[UNA ENTREVISTA DE ENRIQUE SERBETO]

—¿Cuáles son los datos objetivos de lo que está pasando en Cuba?


—Hace un año comenzó en Cuba una situación nueva, para la cual estaban creadas
ya todas las condiciones. No hay que ser un profeta para saber que Fidel no quería tener
un problema intestinal y quedarse en una mecedora tomando pastillitas como forma de
retiro, pero las condiciones estaban creadas, porque ellos han trabajado en esto durante
muchos años. Son mucho más pragmáticos que todos sus adversarios. Hay un lema en
la inteligencia cubana, que siempre me ha impresionado, desde que yo lo conocí, y que
yo trato de fijarme en él en estas ocasiones: «a la hora de hacer un análisis no puedes
tomar partido». ¿Por qué impresiona? Porque un país tan ideologizado como Cuba, a la
hora de tomar decisiones, los responsables no toman partido, y eso lo vi varias veces
pasar delante de mí. Por ejemplo, en Angola, usando la aviación de forma limitada.
«¿Por qué?», le preguntaba a Aldana. «Pues porque los surafricanos tienen bombas
atómicas y nosotros no». Lo importante no es acertar lo que ha pasado, sino la
capacidad para analizarlo.
—Y ¿Cómo definiría lo que ha pasado este año?
—Ha empezado una etapa, con unas estructuras que ya estaban creadas, no surge
del vacío, es una continuidad, pero con otro estilo, que ha estado subyacente a lo largo
de la Revolución. Raúl es un conspirador, al que le gusta mover los hilos por detrás. No
ha habido en este año ni un solo espectáculo, tipo reformas agrarias, o confrontación
con Estados Unidos. Fidel se crece en la confrontación, Raúl en la conspiración, en la
maniobra. Por ejemplo, la guerra de Angola fue una idea de Raúl Castro. Es la maniobra
más deslumbrante de un país subdesarrollado, que manejó una guerra a 15.000
kilómetros de distancia y con éxito. Pues esa fue idea de Raúl, que Fidel compró y
capitalizó. Ha pasado un año, ha empezado un proceso, no una transición, sino un

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proceso, sin grandes espectáculos, pero lo importante es que en Cuba no ha pasado
absolutamente nada. En Cuba hay más tranquilidad que en EE.UU.
—Hace unos meses se decía en uno de sus artículos publicados en ABC, que Raúl
había cometido errores de apreciación.
—Esta bronca de los intelectuales yo no acababa de entenderla. ¿Por qué Raúl se
ponía a avivar aquella bronca de nuevo?. Si Padilla está muerto, Pavón, el Torquemada
de la revolución está retirado, Jorge Serguera, el comandante Papito, también y creo que
un poco enfermo, ¿para qué revivir esta bronca? Yo no sabía lo que sé ahora: que eso no
fue impulsado por Raúl, sino una maniobra de Alfredo Guevara, que avivó esto por
pretensiones personales y creyendo que era el momento de una perestroika cubana.
Raúl, tengo entendido, no tiene nada que ver. Esto es cosa de Alfredo, que siempre se
equivoca políticamente y que lo que creó fue un problema en contra de Raúl. Con Fidel
sano, tal vez podría haberse pensado otra cosa.
—Este año se ha producido también la muerte de su esposa, Vilma Espín.
—Él estaba preparado, es un hombre realmente muy duro, de mucha sangre fría.
Esto es todo el mismo discurso. Están resolviendo estas cuestiones necrológicas en el
mismo ambiente. Están haciendo ya el discurso como si Fidel hubiera muerto también.
Raúl lo dice de una manera muy interesante, dice que este año, el pueblo ha aprendido a
confiar en sí mismo.
—¿Hasta donde pueden llegar los cambios en la gestión económica que ha
anunciado Raúl Castro?
—Que no haya pasado nada (en apariencia) es más que un éxito para Raúl, porque
todo el mundo esperaba que el régimen se desmoronaría de cualquier manera. Mira ya
lo que se está hablando: reconoce que el salario es objetivamente insuficiente para el
sistema. Toda la utopía guevarista que Fidel ha utilizado alternativamente, ya se ha
terminado. Tal vez parecen cosas poco importantes, pero son cosas. Están apuntando a
que esos cambios se hacen cada vez con mayor seguridad, pero no hay heroísmo ni
brillantez. Es la parte más aburrida de la política; Fidel es otro estilo, es un
revolucionario. Eso es lo que ha movido a que hasta Estados Unidos le dé una moratoria
a Cuba en estos momentos, para ver hasta donde llegan. Y esa es una política que, en mi
opinión, empezó España, que se convenció de que hay una situación nueva.
—¿Y no ha habido también cambios en Miami en este año?
—La incapacidad estratégica más grande de los enemigos de la revolución es que
hacen los análisis tomando partido y queriendo desviarlo todo a su visión. ¿Qué está

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diciendo una parte del Gobierno americano? Qué Raúl no ha hecho la transición. Es
verdad, pero es que además esa transición no la va a hacer Raúl. Lo únicos que tienen
problemas son los antirrevolucionarios, que no entienden lo que está pasando, y no lo
digo por joder.
—¿Tiene algún significado la notoriedad de la hija de Raúl?
—Le dan un papel bonito y agradable, parece una cosa muy democrática, el tema
de los homosexuales y tal, pero no tiene la menor importancia, es pura propaganda.

Publicado en ABC como «Están haciendo el discurso como si


Fidel hubiera muerto ya».

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ABSORBIDO POR LA SOMBRA

MARTES 7 DE AGOSTO, 2007

Los integrantes de la última muchedumbre a convocar por la Revolución aún no tienen


fecha para presentarse en sus lugares de asamblea pero saben que participarán de su
marcha más dolorosa y que el hombre que van a honrar aún se mece en su sillín de
madera barnizada, despojado de sus botas y en pantuflas y pendiente de unas miserables
pastillitas. Mientras, el país necesita comer. Los propios dolientes del futuro cercano
tienen el imperativo de alimentarse, la bendita sopa, y techo y transporte, solo para
empezar. Aunque no esté mal este desenlace de epopeya —que es al menos reconocer
que ahora deben ponerse a trabajar—, no deja de haber algunos índices de amargura, y
de frustraciones. Nos despertamos del sueño, y lo primero que nos encontramos es que
Raúl Castro ha hecho con su hermano lo que su hermano nunca hubiese hecho con él:
arrebatarle todo el poder.
No se engañen: un cerco de silencio rodea al hombre que rumia, quizá
desconcertado, en el sillón hecho a su medida por la Empresa de Productos Varios
(EMPROVA). La bonanza —fuera de Cuba sobre todo— que trajo para Raúl su
discurso del 26 de julio, Fidel intentó cortarla de tajo en su última proclama, o por lo
menos fue su clara intención, rápidamente advertida por los observadores. Y quizá esta
fuese la última batalla, su postrero acto de resistencia. Era tan obvio que resultaba
sospechoso, si no es que descubrías los síntomas de la creciente debilidad y despojos de
todos sus atributos. ¿Escribir? No me vengan con cuentos. En su mullida prisión
domiciliaria, Fidel tiene que haber entendido en estos días el verdadero valor de la letra
impresa. Ni uno solo de los párrafos escritos en su serie de Reflexiones para publicación
obligatoria en la prensa oficial han logrado detener una acción de los americanos (para
nombrar su Némesis), y, lo que es peor, de su propio hermano Raúl. Qué ingenuidad la
de este hombre, al principio de su enfermedad, de creerse que podía seguir gobernando,
o al menos creando unas crisis formidables, a través de la literatura. No se le ocurrió

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llamar a Gabo, ni a mí mismo, coño, que le hubiese dicho, no jodas, Fidel, si lo primero
que has advertido es que no vas a contar todo lo que tú sabes para no comprometer al
país. O eres gobernante o eres escritor. Y si sigue en esa tontería va a terminar
recibiendo un periódico Granma impreso para él solo. Es decir, que no intente
aprovechar una de esas Reflexiones para crearle el caos a Raúl. Si ya eso no fue lo que
pasó hace dos o tres días con su última Reflexión, en la que se echa para atrás con su
ataque al discurso de Raúl y en cambio se dedica a alabar a una lumbrera de los Estados
Mayores rusos, el general Leonid Ivashov, en su deprimente visión del imperialismo
americano. Y no se fíen del acceso a la Internet, de la cual Fidel se ha hecho un avezado
especialista, porque nada más fácil que secuestrarle y ponerle bajo control su terminal.
En fin, lo que tenemos por delante, es que este 26 de Julio asistimos a una ocasión
tan importante como puede ser el virtual discurso de proclamación presidencial de Raúl
Castro Ruz. Y en éste se advierten, por lo que dice y no, todas las virtudes así como
todos los defectos. Y ahí hay algo que para mí es esencial porque no está resuelto y es la
manera en que ha comenzado a ejercer. ¡Esa obcecación suya por actuar desde las
sombras! Era explicable cuando había que competir contra Fidel, contra el último de los
héroes griegos, aunque hubiese nacido en la plantación cañera de Birán. Las sombras. El
método presente es que Raúl sigue bajo protección de las sombras aún estando en la
cúspide de la cadena de mando. Incluso hace correr como amenaza que el hombre está
aún vivo. Y que el regreso es posible. De resultas que ahora el malo ¡es Fidel! Por aquí
anda la razón fundamental por la cual no acaba de asumir el cargo ni que tenga apuros.
Porque le permite continuar maniobrando desde sus inefables cuarteles lejanos. Ha
sustituido la voz y el pecho de Fidel, dándole el frente a todas las contingencias, por las
melifluas declaraciones de su hija Mariela o de una Soledad Cruz, poetisa de obra
escasa y (si mal no recuerdo) de vaporosa cabellera negra. Ellas son los portavoces,
aunque espero que tengan el tino de nunca encaramarse en la tribuna de la Plaza. Que
no sigan faltándole el respeto a la Revolución de Fidel Castro, más bien conocida por
haber llevado el mundo a una pulgada del abismo nuclear y no por su defensa del amor
libre y el derecho al quirófano de diez loquitas cubanas que aspiran a que les corten el
rabo. Por favor, va siendo hora de que se callen.
En cuanto al discurso en sí, uno mejor que ése lo pronunció José Abrantes
Fernández (el anterior ministro del Interior) en diciembre de 1988 y le costó la vida. Y
que ahora, a casi 50 años de Revolución, Raúl se de cuenta de que los salarios son

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inadecuados, es un trago duro de pasarse. Pero son detalles dentro de un conjunto más
amplio, así que deben eludirse.
Hay otros síntomas. Más relevantes. Está prevaleciendo su equipo. Tiene como
virtud la acogida de viejos compañeros, mayormente los eliminados por Fidel. Mientras
desplaza a los otros, los Carlitos Valenciaga, los Felipe Pérez Roque, y muy pronto los
Ricardo Alarcón y hasta los Carlos Lage. (Ramiro Valdés, el antiguo ministro del
Interior, sigue en la mira pero es un hueso mucho más duro.) Pero el equipo presenta
sus propios problemas, a la larga peligrosos en extremo para el mismo Raúl, que son sus
tendencias al nepotismo y a la corrupción. Desde luego, entre Carlos Aldana y Luis
Alberto Rodríguez, Aldana es el mejor por carrera larga, porque es un revolucionario
auténtico. Luis Alberto no es más que un niñito bien, hijo de un general, casado con
Deborah, otra hija de Raúl y que se empeña en convertir la Revolución Cubana en una
gigantesca empresa comercial.
Raúl —durante 50 años— tuvo a Fidel en su rango de fuego, amén de que suyas
eran las soluciones y se mantuvo a la expectativa. ¿Por qué no le dio un golpe de
Estado? ¿Por qué no lo mató antes? Es el cumplido de todos los comunistas de su
escuela: revisar. Y ahora revisará lo que todos hicimos juntos. Desde los trabajos
voluntarios hasta la ultima campaña contra el mosquito Aedes Egipto. Qué extraño aire
de peretroika tardía, y qué olvido de que la gente se movilizaba por una idea.
¿Perestroika? Se le supone un laboratorio lejano que le permitiría saber hasta qué punto
pueden llegar las reformas y cómo implementarlas. No digo que de pronto Raúl se vea
animado por unos sentimientos suicidas. Al menos está advertido. Vamos a ver si de
verdad copió el mensaje.
Hay que reconocerle, sin embargo, luego del primer año de Gobierno, que su gran
victoria ha sido tranquilizar al país y al mundo. No es necesario pues recordar que
gobierna cómodamente sobre la estructura que Fidel le legó.
Fidel. Ése es el único que corre peligro. Porque se ha aislado. De alguna manera ha
regresado a los tiempos lejanos en que era un abogado sin fortuna y medio vagabundo y
que encontró como respuesta a sus desgracias fraguar una Revolución. Los tiempos del
profeta desarmado. Su última batalla, sin embargo, ya está por escrito La última batalla
del profeta. Su advertencia final. No se puede confiar en los americanos. ¿Alguien lo ha
leído? ¿Lo escucharon? Es a la larga en lo que van a fallar. Si no saben hacerlo,
entonces sí tendremos Apocalipsis. Entiendo que no es fácil apearse de este tigre que
estamos cabalgando. Como quiera que sea, está en juego algo más que la vida de Fidel

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—la poca que pueda quedarle. Es la propia existencia de la nación cubana lo que
tenemos en el fiel. Y todos somos responsables.

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FIDEL PODRÍA AISLARSE

DOMINGO 2 DE AGOSTO, 2007

[UNA ENTREVISTA DE PEDRO SCHWARZE]

—¿Qué significaría para Fidel Castro que su hermano vuelva a tomar contacto con
Aldana?
—El enojo de Fidel es que tiene a la reforma delante de él. El le ha dicho a Raúl los
peligros de eso miles de veces. Fidel se está exponiendo al máximo de peligro, porque
es él contra todo el mundo. No digo que de pronto Raúl se vea animado por unos
sentimientos suicidas. La Perestroika fue un laboratorio lejano que le permite a él ahora
saber hasta qué punto pueden llegar las reformas y cómo implementarlas. Aquí el único
que en estos momentos corre peligro es Fidel. Porque se va a aislar. Y sobre todo por la
conciencia que desde hace un año la gente tiene de su mortalidad.
—¿Carlos Aldana escribió en el pasado discursos de Raúl Castro?
—Habitualmente escribía los discursos de Raúl. Era el jefe de su despacho político.
Alcibíades Hidalgo —su ex jefe de despacho ministerial— también hizo algunos.
Aldana además tenía una enorme influencia en lo que se decía. Las ideas del discurso
son las de Aldana y también son las ideas de Raúl. Raúl tampoco es ajeno a eso. Aldana
tenía una enorme influencia en Raúl. Aldana es un hombre muy inteligente y puede
contribuir mucho a los cambios en Cuba, a lo que suma la experiencia que le costó tratar
de hacer esos cambios.
—¿Cuándo Raúl Castro reanudó sus vínculos con Aldana?
—Raúl retomó sus contactos con Carlos Aldana desde fines del año pasado. Raúl
debe sentirse cómodo consultando a Aldana. Raúl tiene una relación con Aldana que es
lo que más enoja a Fidel. Es una relación que no es pública, pero que en algún momento
lo será.

Publicada en La Tercera, Santiago de Chile.

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EL AGUAFIESTAS

MIÉRCOLES 29 DE AGOSTO, 2007

Solicitado por —y enviado a— Qué Pasa, de Santiago de Chile, el


29 de agosto de 2007, pero no publicado. Los aguafiestas del
aguafiestas.

La estructura ha demostrado su solidez. Después de un año de ausencia de Fidel Castro en


el Puesto de Mando, el nivel de ataque a absorber se mantiene en la misma zona de
despliegue que se le permite: el de la retórica, y su tendencia permanente es a menguar.
Desde los últimos encuentros armados, allá por los lejanos 60, el país no ha conocido
ningún peligro verdadero de desestabilización —ni interno ni procedente del exterior. De
todas maneras va a haber el peligro de las primeras 72 horas luego del anuncio oficial de
la muerte de Fidel. Tendrán que acuartelar, de rigor, a las unidades militares y policíacas.
Siempre puede existir un loquito que cree llegado su momento para arrastrar a un
comunista del vecindario. Lo probable es que hagan una recogida primero. Y ésa, en mi
opinión, será la primera verdadera señal antes del anuncio. De cualquier manera todos los
potenciales cabezas locas han sido visitados y advertidos desde hace rato. Y a nadie le
quepa la menor duda de que le van a pasar los tanques por arriba a cualquiera. La famosa
Operación Estrella de neutralización relámpago del enemigo interno —una reproducción
perfeccionada del progrom de casi medio millón de contrarrevolucionarios el 17 de abril
de 1961, al unísono con la batalla de Playa Girón— está montada y lista, por lo menos,
desde principios de los 80. (No duden que los yanquis tengan previsto algo semejante
para Miami y que algunos cubanos conozcan el destino de los japoneses residentes en la
Segunda Guerra Mundial.) Después, como es de suponerse, será la búsqueda de algún
bienestar económico. No apuesten todas las fichas a que se identifiquen con los modelos
chinos o vietnamitas. Es el mismo cuento de la época soviética. Entonces era la tabarra
del modelo soviético. Todo menos reconocer la legitimidad del proceso. Nunca vieron la
verdad en relación con el Kremlin y su influencia o no en la isla. Y la única verdad es que

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la Revolución Cubana se inventó a sí misma. Hasta donde llega mi conocimiento no fue el
KGB el que puso en el poder a Batista ni organizó los crispantes desequilibrios sociales
que empujaron el país por el plano inclinado de la Revolución. En fin, que Raúl Castro,
gobernante designado, y sus seguidores, han tenido más de un año para prepararse. Fidel
ha sido generoso en ese sentido. Les ha garantizado, con sus trece meses (hasta el
momento) de supervivencia, un tiempo precioso para lo que entre nosotros se llama “los
amarres”, esto es, organizar. Ya entre ellos —calculo— habrán pensando en funerales y
ceremonias. El mausoleo suyo será sin dudas en La Habana. Los tres grandes
departamentos militares del país, cada uno con su raíz histórica: Raúl en Oriente (donde
tiene su nicho desde hace 20 años, con nombre y todo), el Che, en el centro, donde libró
su magnífica batalla de Santa Clara, y Fidel en La Habana, en Occidente, la capital de la
nación y símbolo de gobierno. Al pairo y sin timón quedará tristemente, como siempre, la
contrarrevolución. Tendrán sus cinco minutos de júbilo con fondo de tumbadoras en los
restaurantes de la Sagüesera (el South West de Miami); luego, el eterno desplome moral.
Los pobres, el embullo que tienen. Y esperen a que los yanquis corran a los Lear Jets para
negociar sus jugosos contratos. Error fatal. Tampoco es el modelo. Ni la URSS, ni China,
ni Vietnam, ni Bienvenido Mister Marshall. Si algo demostró el liderazgo de Fidel Castro
es que todo el propósito de una Revolución es el desempeño del poder. Su obtención y
retención. La industria y el comercio son asuntos secundarios. Y de que estos sean los
billetes para continuar viaje en el día segundo —este dilatado día segundo— son parte de
los retos a enfrentar por los herederos. Lo único que ha acumulado el bastión hasta hoy es
poder. De eso es de lo que se ha tratado en todo momento. Del poder. Pero la disyuntiva
del regreso, y a disponer de una generación de hombres de negocio y no de combatientes,
solo es sorteable sin el correspondiente baño de sangre en el caso de que sepan
aprovechar la conmoción de la muerte de Fidel. Será nuestro shock and awe, pero como
un fenómeno de combustión interna. Aunque estoy persuadido de que puede dárseles el
voto de confianza. Estos viejos guerreros están preparados. No han hecho otra cosa desde
hace 50 años. ¿Y qué bronca han perdido?

168
EL EMBAJADOR DE FIDEL

DOMINGO 11 DE NOVIEMBRE, 2007

La promoción de Carlos Lage no llegó al poder por las armas. Ciertamente no es un


“histórico”. Más bien resulta un ejemplar novedoso seleccionado entre las reservas
políticas de la Revolución. Afable y comedido, de aspecto frugal, y con el formidable
agregado de un doctorado en medicina, es el tipo ideal para que la bronca tropa de la
Sierra Maestra lo emplee en las negociaciones, sobre todo cuando en éstas se requiere
de tacto y buenos modales. Es, desde luego, inteligente, y si menciono ahora la principal
cualidad no es para abrumarles con las virtudes del desconocido medico de otros
tiempos, sino porque sin duda es su principal activo. Es hábil. Pero con esa habilidad
opaca tan esencial como distintiva de la segunda generación revolucionaria. Como
nunca alcanzan el poder absoluto, se las arreglan para que toda su actuación sea a la
zaga. Ahí cosechan sus éxitos o sufren sus fracasos pero sin que nunca lleguen a
alcanzar realmente la cumbre. Y esa ha sido la carrera del vicepresidente Lage, sin
querer quitarle un ápice de mérito a la conducta. Lo cierto es que logrado sostenerse en
el poder durante todos estos años. Y si tal logro resulta difícil en cualquier sistema,
imagínenselo a la sombra de Fidel Castro. Y si ustedes supieran como fue su inicio. Es
increíble que Lage sobreviviera. Hacia 1986 era el secretario de la Unión de Jóvenes
Comunistas (UJC) cuando comenzó a retozar peligrosamente con ciertas ideas
reformistas. Tres años después, por mucho menos que su liberalismo y su santificación
de que la juventud debía ser irreverente y audaz y no ser subyugada por los dogmas y
todos aquellos cantos de sirena que despertaba el entusiasmo de la militancia de la UJC,
se produjo la destrucción del Ministerio del Interior y hubo hasta fusilamientos y largas
condenas de cárcel. Había una lucha y ésta comenzaba a agudizarse. Peor aún: lo que
había comenzado en Moscú ya se abalanzaba sobre las playas cubanas, por lo que
resultaba lógico que Fidel hiciera disparar los sistemas de aviso. Lage tiene entonces la
suerte de que hay tiempo a favor y no sea necesario destruirlo. Es de ese modo que se

169
produce su “promoción”. Fidel se lo lleva para el Equipo de Apoyo del Comandante en
Jefe, una entelequia situada por encima del resto de las estructuras de gobierno y de
dirección política del país. En fin, que lo pone a salvo. Pero es una maniobra política no
sólo delicada sino con muy buen tino. Lage se encuentra en un momento de ascenso en
su carrera. Fidel nunca recoge hombres en caída, a menos que esté muy comprometidos
con ellos, como José Millar Barruecos o Rolando Rodríguez, fracasados en sus
respectivas posiciones como rector de la Universidad de La Habana o director del
Instituto del Libro, colocados por él mismo posteriormente en cargos burocráticos de su
propio complejo de oficinas del Consejo de Estado, una especie de hospicio de inútiles.
Pero Lage estaba en ascenso, en la UJC lo adoraban y las reformas estaban en boga a
escala internacional, así que a este pichón de Gorbachov le dio la sopa que había que
darle: ponérselo al lado. Aquí, cerca, Carlitos. Y no te me muevas muy lejos. Pero no
vean esto mal. Es bueno porque sitúa las intentonas reformistas bajo la poderosa
cobertura del mismo Fidel. También es consustancial con su idea de que tanto la
disidencia como la reforma pueden manifestarse en el socialismo pero no como fuerzas
foráneas sino dentro del Partido. Existencia, no coexistencia. Y algo le cayó bien en el
muchacho. Denlo por seguro. Porque tal es el requerimiento principal para sostenerse en
Cuba dentro del poder. Demostrarle a Fidel la capacidad que uno tiene para cumplir las
tareas además de saberse mantener a flote. Es en este último aspecto en el que Raúl
Castro entra en escena. Raúl sabe manejar la onda de Fidel, está muy bien equipado
para saber hacia donde se dirigen sus emisiones de pensamiento y, de modo especial,
sabe como no contradecirlo. Acepta incluso de buen grado que en el ámbito
internacional el personaje se llama Fidel Castro y que él nunca ha jugado en la liga.
Nadie puede negar que la política internacional de la Revolución Cubana ha sido un
éxito de medio siglo. ¿Se percatan, pues, de la dialéctica? Desde 1986 Carlos Lage es
uno de sus cuadros operativos con mayor cantidad de horas de vuelo bajo su supervisión
directa. Diría que del cuadro de mandos actual es uno de los más competentes, y sin las
estridencias de un Pérez Roque o el estilo ya demodé de Ricardo Alarcón. Es la otra
cosa que sabe Raúl, un Raúl cada vez con más poder y nivel de decisión dentro del país.
Pero con muy poco público exterior. Lage es uno de los emergentes. Por gravedad.
Tiene acceso diario a los cuarteles de invierno del viejo pero achacoso león. En la suma
Fidel-relaciones internacionales-garantía de éxito el hombre es Lage. Y si tal es la onda,
que navegue.

170
Publicado como “Carlos Lage, el gentleman de Castro” en La
Tercera de Santiago de Chile.

171
ILUSIONES DE LOS OTROS

MARTES
MARTES 11 DE DICIEMBRE, 2007

Es risible, cuando menos, escribir una pieza sobre el probable


efecto en el público cubano de una película alemana versada en
el espionaje doméstico al mismo tiempo que en mi refugio de
Coral Gables, Florida, me hallo bajo el acoso de los micrófonos
de esta suerte de instalación múltiple de transmisión en que
los oficiales de sabe Dios cuáles agencias me han convertido la
casa. Toda la casa: el dormitorio, los baños, la cocina, la
sala —sobre todo la sala— ese lugar de reuniones tan peligrosas
con la tropa de bergantes que constituyen mis amistades. Ahora
mismo me están oyendo teclear. Ahora mismo están sustrayendo
cada una de estas pulsaciones sobre el teclado. Solo se
detendrá ante la severa mirada de cualquier hijo de puta
designado como analista. Los fisgones tienen ese nombre
actualmente. Analistas. Mi pieza.

El uso de la retórica ha sido el arma más competente de los enemigos de la Revolución


Cubana, sobre todo a partir del descalabro que significó su derrota en Playa Girón —o
Bahía de Cochinos según el término adecuado por la publicidad de los yanqui, los
derrotados mayores de aquella contienda. También es el bálsamo con que se procuran
alivio. Proclamar que la Seguridad del Estado cubana fue entrenada por la tenebrosa
Stasi de Alemania oriental es uno de los argumentos favoritos. Ilustra la incapacidad
criolla para montar un aparato de tanta eficacia. Bueno, lo ilustra desde la perspectiva de
ellos, y en ese terreno palabrero les permite un pellizquillo vengador. Lo otro es tener
que aceptar la humillación de la derrota a manos de un servicio de creación
absolutamente autóctono. Qué Stasi ni que tontería. En toda la historia de los servicios
cubanos no hubo jamás un asesor de contrainteligencia de la Stasi merodeando por sus
pasillos por no decir que ningún joven cubano estudió la disciplina en la RDA. Todo

172
eso fue un invento cubano y resultó suficiente para liquidar a la todopoderosa CIA y sus
servidores del patio. Viene a cuento por el estreno en Cuba de la La vida de los otros, de
Florian Henckel. Para muchos fuera de Cuba, es decir, fuera del potaje, resulta una
paradoja la exhibición de una película sobre lo que llaman implacables métodos de
espionaje en la RDA y que se les hacen idénticos a los de Cuba. El problema es que la
mayoría (si no el total) de los espectadores que asistieron al estreno en La Habana han
trabajado para la Seguridad del Estado en algún momento de los últimos 48 años, y
juéguensela que lo han hecho gustosamente. No hay inocentes en Cuba. Se perdieron
para siempre en las luchas de los años 60. ¿Y microfonitos con nosotros? Déjenme
decirles que el equipamiento de escucha disponible —micrófonos, grabadoras,
cablerío— era mucho mejor que el mostrado en la película de Henckel. Por cierto que
los primeros se los capturaron a la CIA, tan temprano como septiembre de 1960, del
enjambre tecnológico montado en el techo de los chinos de la corresponsalía de
XINJUA acabados de estrenar en el continente. Desde entonces fue la ambición por la
captura de los teams de la CIA, no tanto los espías como los botines, tan
abundantemente provistos de artilugios para el espionaje y muchas pistolas Colt
Commander, con las que te podías quedar si el jefe se hacía de la vista gorda. La técnica
de escucha no. Esa era potestad del Mando Superior, que la reciclaba contra la misma
CIA o sus peones. La contrarrevolución cubana fue liquidada el 17 de abril de 1961
cuando, ante la noticia de que el país había sido invadido por Bahía de Cochinos, más
de medio millón de contrarrevolucionarios se vieron arrestados, en una operación tan
veloz como ejemplar. La mañana de esa operación decisiva no había un solo micrófono
de manufactura alemana instalado en Cuba ni ningún agente entrenado en Berlín ¿Una
síntoma de apertura la exhibición de La vida de los otros? Si complace ver de ese modo
un cuento tan soso para los cubanos, disfrútenlo. Retórica de la contra y consuelo de
académicos. Los alemanes no tenían mucho que enseñarle a los cubanos en ese terreno,
y menos ahora que ni siquiera existen. Una película sobre un pobrecito oficial de la
Stasi que se enamora de su objetivo tiene el efecto corrosivo de una gota de miel sobre
una viga de acero en un país donde Seguridad del Estado permanece incólume.

173
QUE CREZCAN OTRAS CIEN FLORES

DOMINGO 17 DE FEBRERO, 2008

Las esperanzas de una especie de perestroika cubana o al menos de una inminente


apertura política en la isla son tan ilusorias como fugaces. Pero las expectativas han sido
altas en las últimas semanas, en medida que se acercan las elecciones del 24 de febrero
para los cargos de la Asamblea Nacional y se cuece la historia (para mi absolutamente
improbable) de que Fidel Castro va a ceder sus cargos por enfermedad. Su acerada frase
de que los revolucionarios no se retiran, pese a las veces que la ha repetido, suele
pasarse por alto según los vaivenes de sus oráculos en Miami y en las cancillerías y
servicios de inteligencia. A todas estas, desde Cuba se han dejado filtrar algunos vídeos
que despiertan el entusiasmo y los pronósticos: el muro de Berlín criollo está a punto de
caer. A veces se torna en la imagen de una rebelión en progreso. Lo que tiene de
extraño, sin embargo, es que siempre ocurre ante las cámaras de grabación de vídeo y
con imágenes limpiamente profesionales. Unos estudiantes de la Universidad de
Ciencias Informáticas (UCI) cuestionando las políticas del gobierno en una reunión con
el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón, amplió las
conjeturas y le dio un cierto aire de heroísmo a las corresponsalías extranjeras
acreditadas en Cuba, que se las agenciaban para recibir de fuentes anónimas estos
materiales fílmicos presuntamente clandestinos. Alarcón respondiendo a todas las
preguntas con una sarta de eufemismos y ditirambos —entre los que se destaca que el
gobierno cubano no da permiso de viaje a todos los ciudadanos como contribución a
que el espacio aéreo mundial no se nuble de aviones— se convirtió de paso en el chivo
expiatorio de los amantes de la línea raulista.
Raúl tenía que deshacerse de semejante tonto. Fumárselo (una fórmula mucho más
radical entre los cubanos de la fumigación), aunque, a mi leal entender, lo que ocurre es
la sólida conciencia que tiene Alarcón de que todas estas reuniones, debates y asambleas

174
no van a ningún lado. Ciertamente, si de algo se tiene conciencia en Cuba es que la
perestroika no resuelve ningún problema, más bien lo complica todo. Aparte de que no
se ha tocado todavía el tema de que te cuesta el pellejo.
Son tomas profesionales e incluso desde diversos ángulos, pero nadie acaba de
decir que han sido filtradas por los mismos servicios cubanos a los corresponsales
extranjeros acreditados en La Habana, y bajo su permanente control, cuando no pura y
simple complicidad. Ah, ¿pero ustedes creían que solo son los cubanos de a pie los
objetivos del despiadado escrutinio y/o comprometimiento oficial? Allí no hay un solo
corresponsal que si no entra por el aro pueda ejercer su oficio. La apuesta es sencilla. Si
no expulsan a ninguno en los próximos días, ya pueden dar como un hecho que están
reclutados bajo cualquiera de los rubros de la Seguridad del Estado: agente ideológico,
comprometido, tonto útil, etc.
En fin, que pese al cúmulo de experiencia en contra, hay un buen alboroto entre
cubanólogos y servicios de inteligencia. Todos quieren ver el advenimiento del cambio
—llámese contrarrevolución, capitalismo, perestroika y hasta raulismo— a la vuelta de
la esquina. Espejismos. Tal el nombre del juego. Raúl Castro lo pone a rodar a cada
rato. Nos pasamos el año pasado completo con el espejismo de los intelectuales y de lo
que pasó hace casi 40 años con el caso de Heberto Padilla y, en paralelo, cuando a los
escritores de filiación homosexual se les negó el pan y el agua (es una metáfora, no se
alarmen: siguieron consumiendo de ambos). La maniobra resulta muy productiva y no
se gasta. Mira que la usan veces. Y siempre obtienen los mismos resultados: ganan
tiempo, obtienen respetabilidad, dan la sensación de democratización inmediata y
suman adeptos, y de nuevo son noticia internacional.
Pero si algo no es factible que ocurra en ese país, al menos en vida de Fidel, es
ninguna clase de apertura. Yo quisiera que ustedes hubiesen visto la cara de Fidel
Castro, como yo lo tuve a unos metros de distancia, el domingo 11 de noviembre de
1987, cuando descendió en el aeropuerto «José Martí» después de su viaje a la URRS
de Mijail Gorbachov. No le había gustado nada lo que había visto. Fue la primera vez,
hasta donde tengo conocimiento, que entre un grupo de íntimos avizoró el
«desmerengamiento» de la Unión Soviética, o por lo menos que una apertura sin control
desembocaría allí en una contrarrevolución.

175
FRÍO Y CALCULADO CONTROL

Mi información actual es que, lejos de estar produciéndose una apertura democrática en


Cuba, lo que está en aumento es la represión. Y, de modo singular, con quien se ha
incrementado la presión del puño de hierro es con los viejos revolucionarios. No escapa
nadie y las advertencias son claras. Y van casa por casa. No van a tolerar ningún desliz.
Difícil fórmula esta de tragarse una apertura sobre la base del más frío y calculado
control de toda la población.
Conozco de muy buenos y viejos amigos, la vieja y noble tropa, cuyos integrantes
han sido visitados y han sido perfectamente advertidos. En consecuencia, ellos mandan
mensajes de que, por lo pronto, hay que enfriar la relación. No más llamadas telefónicas
ni mensajes subliminales por la Internet.
No obstante, acepto que Raúl siempre ha tenido una mala cabeza respecto a estos
debates públicos. Todo el sistema de la Revolución Cubana esta montado sobre una
base rigurosamente ideológica y donde esto se ponga en crisis, el derrumbe será
inevitable. Raúl se pone en ese jueguito con harta frecuencia pero era razonable en una
época en que contaba con un Fidel en pleno uso y disfrute de todas sus facultades. Me
pregunto si ahora no tiene una cierta inconciencia de que está retozando con la pelotita
de nieve. A la que yo le doy muy poco tiempo para que se convierta en un alud
desbastador. Las ansias de apertura democrática que comiencen en una de esas
asambleas terminan muy prontamente en nuestra caída del muro de Berlín. En épocas de
Fidel, claro, había la lógica de que lo hacía también para llevarle la contraria al hermano
y, con la fabricación de pequeñas crisis, ganar por aquí o por allá algunos espacios
políticos para su propio programa de socialismo ortodoxo.
Por eso es lo extraño de estos brotes perestroikianos que él está impulsando. Y lo
que obliga a pensar que están minuciosamente diseñados desde el inicio. Si a alguien no
le gustan las sorpresas, es a Raúl Castro. Ni producirlas y mucho menos recibirlas. Fidel
no. Fidel se salta constantemente las líneas del guión. Véanlo como un problema de
carácter. Cuando Fidel preparaba la sorpresa del asalto al cuartel Moncada, en julio de
1953, Raúl estaba pidiendo su ingreso en el Partido Comunista. Raúl es el hombre de
los pasos precisos, de las planificaciones. El hombre de la sincronización militar.
Pero si nada de esto es nuevo, a qué tanto alboroto. Más bien lo que hay es el
desconocimiento de la mecánica. La opinión de la calle ha sido esencial en la vida

176
cotidiana de la Revolución. Existen organizaciones y miles de personas, tanto
voluntarios como profesionales, que elaboran permanentemente los estados de opinión.

LES ENCANTAN LAS ASAMBLEAS

No creo que exista otro gobierno del continente (incluido por supuesto los Estados
Unidos) tan atento al sentir popular y el que, como decíamos, mida el aceite de la
población con tanta asiduidad. Ese país está celebrando asambleas abiertas, de crítica y
autocrítica, de opinión del pueblo, y váyase a saber cuántos nombres, desde los años 60.
Le encantan las asambleas abiertas. En el Ministerio del Interior, en las universidades,
en los Comités de Defensa de la Revolución (uno en cada cuadra o cuartón de tierra de
todo el país). El asunto es que esto nunca ocurrió en el ejército, del cual Raúl ha sido su
jefe desde el triunfo de la Revolución. El resto de la población cubana se despedaza con
las autocríticas mientras Raúl y sus militares observaban desde los cuarteles. Algo pasa
de todos modos, cada vez que se impele uno de estos procesos masivos de crítica, y es
que los vectores de vapor a presión se disparan y ponen las estructuras del poder en
riesgo. Aunque, al nivel de los infelices ciudadanos, siempre hay quien se lo cree y no
tiene la experiencia de los revolucionarios más avezados ante el designio de Mao de que
crezcan cien flores y cien escuelas se establezcan. Y ya saben. Luego va el líder
supremo, presuroso, hacia el florecido cantero, tijera en mano. No caben dudas de que
semejantes sesiones religiosas de autoflagelación política tienen un efecto inmediato en
la contabilización de la policía.
Mientras, el entretenimiento para el próximo quinquenio parece estar garantizado.
En estos mismos instantes hay un habanero inmolándose en una asamblea de barrio
donde expone que hace seis meses no llegan huevos a su bodega. Si Alarcón está
presente, pueden imaginarse la piedad con que hablará de las gallinas. En fin, que a
todas estas yo no puedo creer que Raúl Castro desconozca que la base de la estabilidad
sólo se encuentra en la economía y no en los pantagruélicas y a la postre inútiles
asambleas. Sus nuevos socios comunistas, los chinos y los vietnamitas, le habrán
explicado los beneficios de una economía próspera y en desarrollo para el
mantenimiento incólume del aparato político. Solo por ahí vendrán las verdaderas
señales de cambio. Cambios, por cierto, de los que él está mucho más requerido que
cualquiera de nosotros.

177
Los dos subtítulos son un aporte de la redacción. Fue publicado
como "Renace el espejismo de la Perestroika cubana". La
declaración sobre el imposible de que Fidel se saliera del
juego es una responsabilidad compartida. Fidel fusiló al
general Arnaldo Ochoa, entre otros asuntos porque Ochoa quiso
jubilarse. O por lo menos porque se la pasaba anunciando el
proyecto de una merecida jubilación. Se había ilusionado con
una casa sobre pontones y balancearse en una hamaca y pescar y
leer. Los revolucionarios y los escritores nunca se retiran,
nos decía Fidel. Se refería al retiro como una especie de
traición. No conocen el reposo. O no debían conocerlo.

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Distribución de la tercera planta del Palacio Presidencial antes del
17 de julio de 1959.

179
EL TURNO DE LOS MORTALES

MIÉRCOLES 20 DE FEBRERO, 2008

El primer efecto de la noticia es que va a amortiguar la de su muerte. Ya no va a ser lo


mismo nunca, en ningún sentido. Otro gobierno en otras circunstancias estará actuando
en el país cuando finalmente —cualquiera que sea la fecha en que esto ocurra—, se
informe del fallecimiento de Fidel Castro. Ahora consideremos los hechos inmediatos.
El primero es que, una vez más, enfermo, muy gravemente enfermo, sin su viejo
uniforme de combate, despojado de sus vistosas charreteras de Comandante en Jefe, y
lastimosamente ataviado con un mono deportivo que no pega en su situación de salud,
él está aún en plena capacidad de sorprendernos. Una vez más. Si no revisen las
primeras planas y las pantallas de sus ordenadores. Su renuncia acaba de ponerle los
pelos de punta a todos los servicios de prensa del mundo. Paradójicamente la última vez
que anunció la renuncia a sus cargos fue en la edición del 17 de julio de 1959 del
periódico Revolución. El propio Fidel escogió en los talleres del periódico los tipos más
grandes para anunciar, apenas con seis meses en el poder, que la presidencia de Manuel
Urrutia le hacía imposible su gestión como Primer Ministro del Gobierno
Revolucionario. En realidad, era una estratagema para sacudirse de toda la retranca aún
pálidamente contrarrevolucionaria que minaba su estructura. Es decir, en aquella fecha
renunció pero para dar inicio a una revolución. El anuncio de hoy tristemente tiene
todas las resonancias de que es para terminarla. El presidente ahora es él mismo, y debe
dar paso a un nuevo equipo de gobierno, que de seguro en el área política se dirigirá
hacia aguas de moderación y con los radares en barridos de alerta permanente ante
cualquier amago de galerna. Es como la luz de una lámpara que discreta, furtivamente
debe ser apagada.
La Habana duerme en el momento que esto escribo (5 de la mañana en la zona
horaria; 11 en Madrid). Se despertarán con la noticia. También duerme Miami, donde
me encuentro. Me imagino que dentro de poco comenzará la charanga frente al

180
restaurante Versailles de la famosa calle 8 de esta ciudad, a la vista, a tres cuadras,
desde mi apartamento en un piso 15. Los caníbales con su baile. Aunque uno nunca
sepa bien qué diablos celebran. Al menos habrá que ver lo que van a hacer con las
maletas. Porque ese vuelo todavía no existe.
Esto quiere decir que no va a producirse una crisis de poder en el futuro inmediato,
nada de sublevaciones callejeras ni de cadáveres de comunistas colgados de las farolas,
y es el segundo y más relevante de los asuntos inmediatos. El país, entero, completo, sin
fisuras, está bajo control. Llevan más de un año trabajando el terreno, y las noticias que
se han filtrado recientemente sobre el recrudecimiento de la represión indican que el
Gobierno y su policía política se preparaban desde hace semanas para la noticia de esta
madrugada. El puño de hierro suele tomarse la delantera en Cuba. Aparte de que, como
sabemos, Fidel se alejó del poder desde que se creyó en brazos de la muerte a fines de
julio del 2006 y cedió sus cargos a Raúl y otros de sus compañeros. Así que estamos
ante una formalidad. La sustancia en realidad ocurrió antes. Por lo menos en su forma
inicial. Y yo creo que Raúl, hasta ahora, la ha estado aprovechando. Y quizá sea
pertinente explicarles cómo es que esa represión se produce. Es casuística,
minuciosamente casuística. Van casa por casa y tocan justamente en las puertas
designadas y hablan con toda claridad con el ciudadano que debe ser advertido. El
mensaje es rústico, elemental si se quiere, pero de una enorme efectividad. No se te
ocurra un invento, porque te la cortamos. Mira el hacha.
Sabiendo como él sabe que toda la poderosa mística de la Revolución Cubana
acaba de extinguirse esta misma mañana, Raúl Castro se enfrenta ahora no solo a su
prueba de fuego personal sino a la posibilidad cierta de que todo se le vaya de las manos
en un santiamén. Cabalga en el lomo del tigre y es de desear que tenga las cuatro patas
bien amarradas. Y ustedes, por favor, déjense de tonterías y de retórica, que tal es el
requerimiento de Cuba hoy por la mañana. Tranquilos. Miren el hacha.
La pregunta inevitable es si la Revolución desaparecerá bajo las reformas de Raúl
Castro y su grupo. Acaso la biología impostergable, la muerte del principal combatiente
cubano, será el episodio final de aquella historia que llenó la imaginación (y no pocas
veces también atizó el encono) de millones de personas en todos los rincones del
planeta. La única señal actual desde Cuba de que Raúl Castro y sus allegados quieren
conservar la Revolución (que puede ser una forma de describir el poder que Fidel les
lega) es ese aumento de la represión. Al menos que tengan miedo por sus propias vidas,
puede resultar una fórmula políticamente correcta en las actuales circunstancias. Los

181
obliga a ser cautelosos, a la vez que magnánimos, y los veremos calibrar todas sus
acciones. Dentro de la isla hacen llamados a la cordura a cualquier que se quiera pasar
de rosca o los agitadores en potencia, pero el sábado soltaron a siete disidentes presos y
por primera vez en la historia dejaron que un avión militar español recogiera a cuatro de
ellos en La Habana, todo para beneplácito de España y de la Unión Europea. Y pueden
estar seguros que la libertad de los restantes no es muy lejana.
Entonces, pues, tienen que meterle mano a la economía. Ese es el más peligroso —
y el único fortificable— de los flancos expuestos al enemigo. Todo lo que hay en este
momento de debilidad en el régimen se llama precariedad económica. Desde luego que
esa era la Revolución de Fidel Castro, una en la que se desayunaba, almorzaba y cenaba
ideología. Y desde luego que en ese sentido nunca más la Revolución será igual, no solo
porque Fidel era el único que podía hacerlo de ese modo, sino porque de seguirlos estos,
en su reemplazo, tienen la insurrección garantizada. Tal el otro flanco, el que ya está
perdido irremediablemente, el de Fidel y su mística, Fidel y su afán de gloria (del que
sabía contagiarnos tan bien), y sus ejércitos y sus equipos de pelota y sus paseos
triunfales por el universo y el humo de sus grandes habanos expelidos como cachetadas
en las narices de 10 presidentes norteamericanos. Estará en su cama de caudillo
consejero, prudente y sabio —como él mismo se anuncia (“Tal vez mi voz se escuche.
Seré cuidadoso”), pero ¿de qué leño se afincará el fuego?
Fidel tiene que sentirse muy mal. Esas tripas de cristal lo han traicionado y de paso
le han hecho una pesada jugarreta a sabe Dios cuántos miles o millones de cubanos que
aún querían que aguantara. En todas las llamadas que recibo se reitera una declaración:
la impresión que les causa saber que Fidel Castro ya no es el Comandante en Jefe. Creo
entenderlo. Es el cambio de intensidad de radiación que demarca la diferencia entre la
épica y la vida cotidiana. Fidel Castro sucumbe ante su última tentación. No morirá con
las botas puestas. Va a hacerlo con unas zapatillas deportivas Adidas.
Por último, en su beneficio, aceptemos que solo su grave estado de salud explica la
decisión. No nos precipitemos en la despedida, no obstante. La quedaría una última
batalla, la posibilidad cierta de una última victoria. Que consiga —aún en su lecho de
enfermo— estabilizar un proceso de transición y que las cosas sean ordenadas y fluidas.
Muy extraño lo que está en juego: no son precisamente sus ideas desbordadas y la
pasión sin límites que las impulsaba, si no las estructuras de Gobierno, ese andamiaje
frío y finalmente burocrático contra el cual se rebeló tantas veces en estos años y al que

182
veía con desconfianza y tan asfixiante como una camisa de fuerza, pese a pertenecerle,
pese a ser su hechura.
¿Qué tiempo de vida le queda? ¿Tendrá tiempo para otra sorpresa? Cualquiera que
sea le lectura que nos depare el futuro, más allá o más acá, la responsabilidad de Raúl
Castro y los otros substitutos es protegerlo de la visión apocalíptica del desastre.

Publicado en ABC como “Fidel: El turno de los mortales”

183
¿QUÉ SE PUEDE ESPERAR DE FIDEL?

DOMINGO 24 DE FEBRERO, 2008

La búsqueda de los modelos posibles para encasillar a Fidel Castro y su movimiento


desde la época más temprana de su presencia en la media occidental es una constante de
la larga marcha del cubano. Desde el Robin Hood de la Sierra Maestra concebido a la
perfección para las matinés de la televisión americana de fines de los 50, hasta la
marioneta de los designios soviéticos de una buena parte de la existencia de la Cuba
socialista, y el reciente invento de ajustarlo al molde de yeso de Deng Xiaoping como
paradigma del todopoderoso jerarca comunista que pasa a retiro por propia voluntad, no
le han dado respiro. Se trata sin duda de una reacción intuitiva, visceral de sus enemigos
para disminuir su carisma y la fascinación que ha ejercido sobre millones de personas.
Y está claro que mucho del material vino de los laboratorios de propaganda negra de la
CIA. Era imprescindible conectarlo a los diabólicos planes de dominación mundial de la
URSS. Además del argumento para destruirlo militarmente, eliminaba el peligro
principal que surgía del establecimiento revolucionario, que era la osadía de su proyecto
de reivindicación nacional. La marioneta soviética y el modelo soviético de desarrollo
fueron así las imágenes que prevalecieron durante tres décadas. Son cómodas y tan
simples de asimilar como las tiras cómicas. Cuba de pronto era una provincia búlgara,
sin nieve ni manzanos, pero con el necesario rigor de sus comisarios, y, desde luego,
nada de embullarse con una guarachita. En cuanto a Deng Xiaoping como paradigma
del destino fidelista, la relación es un desprendimiento de una creencia: si Cuba va a
adoptar el modelo chino para su inmediato salto económico, lo lógico es que Fidel se
acoja a una jubilación como la de Deng. En lo que probablemente se cuente como los
días finales de su existencia, la comparación recurrente es pues la del más habilidoso de
los herederos de Mao. El camarada Deng, que por propia voluntad abandona su posición
de máximo jerarca del Partido Comunista Chino para jubilarse como cualquier hijo de
vecino y que a partir de entonces acepta como única responsabilidad la presidencia de

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una asociación local de jugadores de ping-pong, viene como anillo al dedo para
acomodar a Fidel en su reclusión. Vanas ilusiones. Porque la percepción es equivocada.
Deng era un reformista. Fidel es un revolucionario. El papel de Deng le corresponde
precisamente a Raúl Castro, que es el que ahora debe dar inicio a una consistente
transformación económica. Habrá que esperar entonces —me imagino que dentro de un
lapso de cuatro o cinco años—, a que Raúl tenga su quebranto de salud y exija su propio
distanciamiento del poder, para entonces endilgarle el título del chino. Todo lo contrario
con Fidel. Fidel se hubiese resistido a la implantación de todas las reformas económicas.
No era su juego. No es su visión misionaria de las revoluciones. Y olvídense de los
estados comparativos entre personalidades tan discrepantes. El sistema trae ruido y solo
sirve como vector de fantasías. Lo que se ha querido es ajustarlo a modelos que él
mismo, Fidel, ha dado por descontado que se hallan por debajo de su actuación y
sabiduría. Y no lo digo para que se le admire con mayor o menor intensidad, lo digo
porque estoy tratando de exponer su propia interpretación de hombres que han conocido
su misma (o semejante) ubicación en el olimpo del poder absoluto. Digámoslo del modo
más rudo y claro posible: Fidel Castro más bien los desprecia —a todos. Óiganlo hablar
de Lenin, Martí, Stalin, Brezhnev, Gorbachov, Mao, el Che Guevara, Kim Il Sung, los
papas con los que ha tratado, los presidentes americanos. En cualquier parte de su
discursos sobre cualquiera de esas personalidades van a encontrar que los elogios vienen
de inmediato calzados por el análisis de los errores que cometieron (y que, por supuesto,
él está salvo de ellos). Puede que a algunos los mire con cierta conmiseración (Ho Chi
Minh) o como a un travieso hermano menor (Hugo Chávez). Pero el remoto puesto de
observación desde el que los contempla lo mantiene siempre a salvo. También olvídense
de verlo al frente de un club de ping-pong; ni siquiera del team de la selección nacional
cubana de béisbol. Fidel va a escribir. Es decir, va a continuar en lo que está desde que
se enfermó. Algunas veces lo dijo a algunos de sus íntimos. “Mi sueño es poder
retirarme y ponerme a escribir.” Recuerdo la forma radiante en que García Márquez lo
comentaba cada vez que le devolvía un original suyo o un libro: “Está loco por ser un
escritor.” Lo decía con el convencimiento de que en ese oficio Fidel hallaría la
verdadera redención. A lo mejor Gabo tenía razón.

185
DULCE COMO
ADVERSIDAD
LA

186
E
l 28 de julio de 1992, en Láncara, un pueblucho al sudoeste de Lugo, en la
Galicia española, a Fidel Castro le preguntaron por el juicio que le depararía la
historia. Visitaba la casa natal de su padre Don Ángel María Castro Argiz y le
esperaban para una romería campestre con todo el pueblo vestido de gala, cuando le
soltaron aquella bomba de profundidad. Si la visita a la tierra de sus antepasados parecía
propicia para los temas históricos, la situación internacional era la que resultaba muy
difícil para Fidel. La Unión Soviética acababa de «desmerengarse», término del criollo
para calificar la disolución de aquel país, un merengue que se derrite, y todo indicaba
que Cuba había quedado al garete, y sin dudas a merced de la pronta voracidad
americana. Por un extraño conjuro en las asociaciones de ideas de casi todos los
gobernantes del mundo —secundados por la media—, una misma solicitud de que
desistiera en sus empeños como jefe del gobierno de su país llovían sobre el cubano.
Debía ser razonable en esos días que se evidenciaban como los últimos instantes de su
liderazgo, y obtener una especie de bendición histórica, a obtener seguramente si
iniciaba los trámites de entrega de su enclave, lo que entonces se llamaba «el inicio de
una transición». La Historia —en estos casos, supuestamente, con mayúscula— sólo
abriría sus puertas ante una determinada conducta. Nadie, desde luego, mencionaba los
seguros acontecimientos del día después. Sólo Fidel parecía escuchar el clavetear de los
carpinteros que elevaban su patíbulo. Así que le pregunta sobre el juicio histórico estaba
asociada a las evidencias que se creían disponer internacionalmente de su abdicación, o
a la segura necesidad que tendría de tirar los tanques para la calle y montar un
memorable baño de sangre en la isla. Fidel, sin embargo, respondió con la dosis
regulada de histamina de que suele hacer galas en sus momentos de mayor lucidez: ¿En
qué fecha del futuro sería ese juicio del que estaban hablando y al que supuestamente se
le sometería? ¿En 100 años? ¿En 500? ¿En 1 000? Elusivo y astuto como él solo. Bien,
pues, nosotros hemos requerido de mucho menos tiempo, apenas casi 15 años después

187
de la romería de Láncara, para saber que, de haberse rendido, Fidel nos hubiese privado
de la mejor parte de su obra: la del período de supervivencia que siguió a continuación
de la desaparición de la URSS, y con ella, del campo socialista, Ahora sabemos que no
hay que ser bondadosos implícitamente, sino más bien lo contrario. Algo que sólo él
comprendió entonces. Y si no lo comprendió como un objeto consciente de su
proyección estratégica, fue a lo único que tuvo posibilidad de aferrarse.
Pensar que las fuerzas de su destrucción eran autóctonas y no que residían fuera de
la isla devino el error principal de la apreciación. Creyeron ver las lavativas del
derrocamiento de Fidel en su propio pueblo. Olvidaron el viejo axioma de que los
líderes revolucionarios que bajan de las montañas (las montañas como metáfora) para
tomar el poder, son invencibles si no los matan en el camino —Lenin (que se apeó de
un tren blindado), Mao Tse Tung, Ho Chi Minh, Fidel. El enemigo habita afuera. Y
Fidel resolvió algo muy temprano. Que si iba a sostener su poder en base a la
confrontación, no podía estar cambiando de enemigo todos los días. Lo más
conveniente, en este orden de cosas, es un enemigo estratégico. Era premonitoria
aquella carta suya (ahora famosa) a Celia Sánchez —su ayudante de campaña en las
guerrillas de la Sierra Maestra—, en medio de la «Ofensiva de Verano» del ejército
batistiano contra sus posiciones en la cordillera. Contenía, en muy breves palabras, su
juramento de iniciar una guerra contra los Estados Unidos después que acabara con
Batista. («Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los
americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe,
empezará … la guerra que voy a echar contra ellos.») Pero sólo eso. Sería tonto
reivindicar que desde entonces estaba creando las condiciones para disponer de un
enemigo de mayor sustancia que el dictador Fulgencio Batistas. Tonto y un ejercicio
inútil de cinismo. Pero un brote de inteligencia intuitiva ante el espectáculo de una
lastimera vivienda campesina reducida a cenizas por los rockets americanos no tiene por
qué desmerecerse en su capacidad de información que se almacena para un eventual uso
futuro. Lenin había dicho una vez que una Revolución valía lo que supiera defenderse,
que es el concepto ampliado por Fidel —en Cuba (aunque, por razones obvias) nunca
teorizado en letra impresa—, de que una Revolución, al menos una como la Cubana,
vale según su capacidad para crear enemigos de los cuales defenderse.
Lo cierto es que nunca fue más vulnerables que cuando ganó la guerra contra
Batista. La vulnerabilidad —que se le reveló de inmediato— fue la de carecer de un
enemigo. Desbandar el ejército y los grupos guerrilleros paralelos y, acto seguido,

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proponerse destruir la plutocracia económica del país no era más que la aplicación
consciente de los métodos leninistas. Pero el enemigo, esa criatura para justificar todas
sus ofensivas, ¿dónde estaba esa sanguinaria, cruel y despiadada entidad? Y ya eso no
era leninismo. Ya eso —y perdonen la indulgencia y lo que pueda parecer como un
exceso de vanidad nacional— era puro fidelismo.
Habían tenido la posibilidad. Tenían el poder. El comunismo la sacralizó después.
Cuando se reunieron y comenzaron a hacer la Revolución, Fidel y los suyos se dieron
cuenta del valor del proyecto, porque muy pocas veces un grupo de hombres, además
jóvenes, se organiza y fabrica una aventura de tal naturaleza. Ya esa visión de la
aventura y de la lozanía de aquellos muchachos no llegaba a la asimilación de los
soviéticos; incluso Alexandr Alexeiev, coronel del KGB devenido en el embajador
favorito de los cubanos, «el mejor de ellos», se pasaba la vida tratando de meter a Fidel
en cintura. Después lo intentó Nikita Jruschov (a través de Anastas Mikoyan como
emisario). Después Leonid Brezhnev. Y no pararon hasta Mijail Gorbachov. En la crisis
de octubre todo eso quedó claro para los revolucionarios cubanos. Ellos, los soviéticos,
les necesitaban. Eran viejos y demodé y no motivaban ni a sus propios comités del
Partido. Al final, Fidel Castro era el último héroe soviético. (Ya antes había sido el
Robin Hood de la televisión americana.)
La historia de Fidel Castro quizá algún día se valore por éste, su episodio más
trágico —la desaparición de la URSS—, el del gladiador caído, aunque solo pone una
rodilla en el polvo y aún se sujeta de la empuñadura de la espada, para volver a
levantarse. Pero si se trata de resumir lecciones, reconozcamos que Fidel y la
permanencia de la Revolución Cubana, tal y como él la encausaba, tuvieron como virtud
principal la de liberarnos de la escolástica marxista en su práctica diaria. Fue algo en lo
que nos entrenamos como también de las acciones del contrario y lo que daba sustento
a nuestro ideario y además nos vinculaba a un movimiento internacional de
reivindicaciones que llegó a contrarrestar, incluso, el poderío de las metrópolis
occidentales. Fidel no gobernaba por el libro. Gobernaba de acuerdo a las vicisitudes
cotidianas y casi siempre por choque con las condiciones adversas, por la adversidad.
Gobernaba en relación a la contrariedad.
La historia no es siquiera ganar o perder. Es hacerla. Es lo que Fidel entendió como
nadie. El absoluto componente casuístico de la historia. Una vez le oí decir, de pasada,
como dándome una suerte de explicación: «Yo lo que soy es un guerrero». Me di cuenta

189
entonces que esa libertad renacentista que nos daba el concebirnos a nosotros mismos
como condotieros, estaba más allá de toda ideología o responsabilidad social.
¿Cuándo me va a juzgar la historia? ¿Dentro de 100 años? ¿De 5000? ¿De 1 000?
¿Cuándo la historia te juzga de manera que su veredicto sea definitivo?
Moraleja y conclusión. Algo aprendimos de los afanes de combate y conquista de la
Revolución Cubana, y es que cuando las batallas surgen por necesidades puramente
políticas, debes tener lista la próxima. Nunca debe faltarte una guerra en la reserva. Y
para ese avatar jamás nos falló la imaginación de Fidel Castro. La revolución también es
sueño.

190
APÉNDICE

Sartre sobre ideología


y revolución

Lo que sorprende primero en Cuba —sobre todo si se han visitado los países del
Este— es la ausencia aparente de ideología. Sin embargo, no son ideologías lo que
falta en este siglo; aquí mismo tienen representantes que os ofrecen por todos lados
sus servicios. Vuestros dirigentes no las ignoran: simplemente no las emplean: Sus
adversarios les formulan los reproches más contradictorios: para unos, esa ausencia
de ideas no es más que un engaño; esconde un marxismo riguroso que no se atreve
aún a decir su nombre: algún día, los cubanos se quitarán la máscara y el
comunismo se instalará en el Caribe, a pocos kilómetros de Miami. Otros
enemigos —o, a veces, los mismos— los acusan de no pensar nada en absoluto:
"Están improvisando", se me ha dicho, "y luego de haber hecho algo elaboran una
teoría". Alguien agrega cortésmente: "Trate de hablar con los miembros del
gobierno: quizás ellos sepan lo que están haciendo. Porque lo que es nosotros, debo
confesarle que no sabemos absolutamente nada". Y hace unos días, en la
Universidad, un estudiante declaraba: “La Autonomía [Universitaria] nos resulta
tanto más indispensable cuanto que 1a Revoluci6n no ha definido sus objetivos".
A todo esto he oído mil veces responder: “La Revolución es una praxis que forja
sus ideas en la acción.” Esa respuesta resulta lógicamente inatacable, pero hay que
reconocer que resulta un poco abstracta. Hay que comprender, es cierto, las inquietudes
—sinceras o fingidas— de los que dicen ignorado todo o reprochan al movimiento
revolucionario el no haber definido sus fines. En efecto, en París, hace algunos meses,
unos amigos cubanos vinieron a verme. Me hablaron largamente, con fuego, de la

191
Revolución, pero yo traté en vano de que me dijeran si el nuevo régimen sería o no
socialista, Hoy en día tengo que reconocer que hacía mal en plantear el problema en
esos términos. Pero cuando se está lejos se es un poco abstracto y se tiende a caer en
esas grandes palabras que constituyen hoy símbolos más que programas. ¿Socialismo?
¿Economía liberal? Muchas mentes se interrogan: están convencidos de buena fe que
una Revolución debe saber dónde va.
De hecho, se equivocan. Nuestra Revolución, la francesa, la de 1789, fue
totalmente ciega. La burguesía —que la realizó— creía ser la diosa universal,
comprendió demasiado tarde el conflicto que la oponía al pueblo; y los mismos que
votaron por la República, habían sido monárquicos dos años antes. Todo terminó por
una dictadura militar que salvó a los ricos y reemplazó a la monarquía. Y, tras los
espejismos de un rigor inflexible, ¡cuántas vacilaciones, cuántos errores, cuántos
retrocesos se produjeron durante los primeros años de la Revolución Rusa! La Nep fue
impuesta por las circunstancias; la URSS no preveía el fracaso de los movimientos
revolucionarios en Europa ni su aislamiento. Las nuevas ideas se expresaban dentro del
cuadro de una ideología sin flexibilidad, se convertían en hernias: el Socialismo en un
solo país, la Revolución permanente; invenciones que se creía poder justificar mediante
citaciones. Y el pensamiento marxista quedaba desarmado ante la resistencia
campesina: se hacía un viraje hacia la derecha, luego hacia la izquierda, luego
nuevamente hacia la derecha. Sea cual fuere su rigor o la amplitud de sus experimentos,
una ideología sobrepasa por muy breve margen al presente.

Fragmento de “Ideología y Revolución” por Jean Paul Sartre publicado originalmente


en el número 51 (21 de marzo de 1960) de Lunes de Revolución y reproducido en Sartre
visita a Cuba, Ediciones R, La Habana, 1960.

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FAHRENHEIT 451

ABC, Madrid: La sonrisa de La Gioconda, Los cuarteles de verano, Las buenas y las
malas noticias: ¿Cuál primero?, El surgir de una dinastía, Absorbido por la sombra,
Renace el espejismo de la Perestroika cubana, El turno de los mortales, 4/06-2/08.
EL MUNDO, Madrid: Itaca cerrada por reformas, 8/06.
LA TERCERA, Santiago de Chile: Fidel no cree ni en el dolor, Nuestro cuarto presidente,
El reposo del guerrero, Los próximos 50 años, La Unión de Repúblicas Socialistas,
Estandartes en el polvo, Prohibido improvisar, Los niños del Punto Cero, Un
cumpleaños a la mitad, Grabriel, El embajador de Fidel, Ilusiones de los otros, El turno
de los mortales, ¿Qué se puede esperar de Fidel?, 10/04-2/08.
LA REPUBBLICA, Roma: Los próximos 50 años, 12/06.
NEUE ZURCHER ZEITUNG, Zurich: Dulce como la adversidad, 2/08
QUÉ PASA, Santiago de Chile: El hermano menor, 12/04.

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