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Tarea:
Un Ensayo Del libro: El Manual Del Perfecto Idiota Latinoamericano De Plinio Apuleyo
Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas llosa
Cuenta: 12218040001
El Progreso, Yoro
Introducción
la historia es una exitosa conspiración de malos contra buenos en la que aquéllos siempre ganan y
nosotros siempre perdemos (él esté en todos los casos entre las pobres víctimas y los buenos
contradicción) abominar del consumismo. Cuando habla de cultura, tremola así: "Lo que sé lo
aprendí en la vida, no en los libros, y por eso mi cultura no es libresca sino vital». ¿Quién es él?
Es el idiota latinoamericano.
el manual del perfecto idiota latinoamericano de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto
RETRATO DE FAMILIA
En la formación política del perfecto idiota, además de cálculos y resentimientos, han intervenido
los más vanados y confusos ingredientes. En primer término, claro está, mucho de la vulgata
marxista de sus tiempos universitarios. En esa época, algunos folletos y cartillas de un marxismo
elemental le suministraron una explicación fácil y total del mundo y de la historia. Todo quedaba
debidamente explicado por la lucha de clases. La historia avanzaba conforme a un libreto previo
igualitaria). Los culpables de la pobreza y el atraso de nuestros países eran dos funestos aliados:
caldo para cocer allí, más tarde, una extraña mezcla de tesis tercermundistas, brotes de
nacionalismo y de demagogia populista, y una que otra vehemente referencia al pensamiento, casi
siempre caricaturalmente citado, de algún caudillo emblemático de su país, llámese José Martí,
Augusto César Sandino, José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre, Jorge Eliécer
Gaitán, Eloy Alfaro, Lázaro Cárdenas, Emiliano Zapata, Juan Domingo Perón, Salvador Allende,
cuando no el propio Simón Bolívar o el Che Guevara. Todo ello servido en bullentes cazuelas
retóricas. El pensamiento político de nuestro perfecto idiota se parece a esos opulentos pucheros
tropicales, donde uno encuentra lo que quiera, desde garbanzos y rodajas de plátano frito hasta
descubriríamos en los pliegues más íntimos de su memoria las úlceras de algunos complejos y
resentimientos sociales. Como la mayor parte del mundo político e intelectual latinoamericano, el
perfecto idiota proviene de modestas clases medias, muy frecuentemente de origen provinciano y
de alguna manera venidas a menos. Tal vez tuvo un abuelo próspero que se arruinó, una madre
que enviudó temprano, un padre profesional, comerciante o funcionario estrujado por las
está casi siempre marcado por fracturas sociales, propias de un mundo rural desaparecido y mal
EL ÁRBOL GENEALÓGICO
consecuencia de una larga gestación que casi tiene dos siglos de historia. Incluso, es posible
afirmar que la existencia del idiota latinoamericano actual sólo ha sido posible por el
mantenimiento de un tenso debate intelectual en el que han figurado algunas de las mejores
momento en que las colonias hispanoamericanas rompieron los lazos que las unían a Madrid, a
principios del XIX, y en seguida los padres de la patria formularon la inevitable pregunta: ¿por
fueron las Trece Colonias? En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las
virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente
populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina.
Desgraciadamente, estas cualidades parecen estar muy distantes de nosotros, en el grado que se
requiere; y, por el contrario, estamos dominados de los vicios que se contraen bajo la dirección de
una nación como la española, que sólo ha sobresalido en fiereza, ambición, venganza y codicia.
Simón Bolívar. «Carta a un caballero que tomaba gran interés en la causa republicana en la
América del Sur», (1815) La primera respuesta que afloró en casi todos los rincones del
continente, tenía la impronta liberal de entonces. A la América Latina —ya en ese momento,
empezó a dejar de llamarse Hispanoamérica— le iba mal porque heredaba la tradición española
inflexible, oscurantista y dictatorial, agravada por la mala influencia del catolicismo conservador
y cómplice de aquellos tiempos revueltos. España era la culpable. Un notable exponente de esa
visión antiespañola fue el chileno Francisco Bilbao, formidable agitador, anticatólico y anti
dogmático, cuya obra, Sociabilidad chilena, mereció la paradójica distinción de ser públicamente
consagrados a la piromanía ideológica. Bilbao, como buen liberal y romántico de su época, se fue
a París, y allí participó en la estremecedora revolución de 1848. En la Ciudad Luz, como era de
Lamennais —como cuenta Zum Felde— lo llamaron «nuestro hijo» y mantuvieron con él una
copiosa correspondencia. Naturalmente, Bilbao, una vez en Francia, reforzó su conclusión de que
para progresar y prosperar había que desespañolizarse, tesis que recogió en un panfleto entonces
n el último cuarto de siglo el idiota latinoamericano ha contado con la notable ventaja de tener a
su disposición una especie de texto sagrado, una Biblia en la que se recogen casi todas las
tonterías que circulan en la atmósfera cultural de eso a lo que los brasileros llaman «la izquierda
festiva». Naturalmente, nos referimos a Las venas abiertas de América Latina, libro escrito por el
uruguayo Eduardo Galeano a fines de 1970, cuya primera edición en castellano apareció en 1971.
Veintitrés años más tarde —octubre de 1994— la editorial Siglo XXI de España publicaba la
densidad de las tribus latinoamericanas clasificables cono idiota, como la extensión de este
fenómeno fuera de las fronteras de esta cultura. En efecto: de esas sesenta y siete ediciones una
buena parte son traducciones a otras lenguas, y hay bastantes posibilidades de que la idea de
Estados Unidos, Francia o Italia {no digamos Rusia o Cuba) haya sido modelada por la lectura de
esta pintoresca obra ayuna de orden, concierto y sentido común. ¿Por qué? ¿Qué hay en este libro
que miles de personas compran, muchas leen y un buen por ciento adopta como diagnóstico y
modelo de análisis? Muy sencillo: Galeano —quien en lo personal nos merece todo el respeto del
mundo—, en una prosa rápida, lírica a veces, casi siempre efectiva, sintetiza, digiere, amalgama y
mezcla a André Gunder Frank, Ernest Mandel, Marx, Paul Baran, Jorge Abelardo Ramos, al Raúl
Prebisch anterior al arrepentimiento y mea culpa, a Guevara, Castro y algún otro insigne
lineal, fundamentalista, si se cree y suscribe lo que ahí se dice, hay que salir a empuñar el fusil o
—los más pesimistas— la soga para ahorcarse inmediatamente. Pero ¿qué dice, a fin de cuentas,
aclaremos, de paso, que todas las citas que siguen son extraídas de la mencionada edición
sexagésima séptima, impresa en España en 1994 por Siglo XXI para uso y disfrute de los
peninsulares. Gente —por cierto— que sale bastante mal parada en la obra. Cosas del
El Manual emplea la ironía y la burla como arma dialéctica, aunque tampoco faltan serias
reflexiones sobre las graves consecuencias que para Latinoamérica tuvo el sarampión marxista.
Sin embargo, el análisis adolece de algunas parcialidades. Falta un examen crítico de la derecha
latinoamericana y de la política de Estados Unidos, que no ha sido para sus vecinos el Gran
Satán, pero tampoco el hada madrina. También son insatisfactorios los juicios sobre la teología
de la liberación. Los autores la tratan como un bloque único, y mientras atacan a los clérigos de
esa corriente, apenas tienen en cuenta las respuestas del magisterio de la Iglesia.