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Mario Pujé a Supervisién La Practica del Psicoanalista _—_—_—_—_—_I, an aie oP (®! ou & psicoanilisis La supervision Hacia un dispositive de control La incidencia desreguladora de la ensefianza de Lacan no deja de repercutir sobre ese enigma que habitualmente se denomina la formacién de los analistas, y en particular sobre el triple apoyo en que clésicamente se sustenta, En primer lugar, el andlisis del analista -necesario, desde esta perspectiva- desvirtia toda distin- cién entre anilisis didActico y terapéutico; un andlisis sélo demos- trard ser “didéctico” al final, y un procedimiento institucionaliza- do revelara si hubo pase y por lo tanto, produccién de un analista como su resultado. En segundo lugar, la posible formacién teéri- ca es potenciada bajo cualquiera de sus diversas formas: semina- rio -especialmente el de Lacan- grupo de estudio, comunicacién del caso, trabajo de cartel. Finalmente, la practica de control es relegada a una contingencia, su demostrada vigencia contrasta con el escaso espacio que se dedica a su conceptualizacién y su mini- ma mencién a lo largo del seminario. El problematico estatuto del control encuentra seguramen- te su origen en fa reiterada reglamentacién que sufre por parte de los institutos oficiales de ensefianza de psicoanilisis. Obligatorie- dad medida en frecuencia, cantidad y duracién, instancia de eva- luacién con valor promocional, cuestiones que lo elevan paradé- jicamente a una dimensidn de visién-stiper. En los circulos donde 93 La prictica del psicoanatista ia contratransferencia es considerada. eje, instrumento y vector de ladireccién de la cura, el novel practicante es conminado a supe- rar ta valla de los controles para alcanzar su titulo, y debe para ello aprender a encamar una limpida pantalla capaz de reflejar en forma invertida—el inconsciente de su Paciente, constituyendo sus Puntos ciegos e inanalizados el obstéculo mayor. Concebido como una prolongacién de la formacién tedrica y del andlisis didéctico, el control deviene asf naturalmente el Ambito privilegiado donde ese andlisis didactico y esa formacién pueden Hegar a ser cuestio- nados. . La imposicién de un aprendizaje sujeto a evaluacién apela abiertamente a ta impostura del aprendiz : se sabe lo que es con- veniente decir, lo que es prudente silenciar, Aunque nada impide que la experiencia recomience después ... verdaderamente. Y es alli donde reside su nticleo de interés y donde quizis se pueda fundar su consistencia : la espontaneidad de una demanda, El pedido de control es tan antiguo como el psicoandlisis mismo. Si se ha podido hablar de andlisis original’ a propésito de laconflictiva vinculacién que une Freud a Fliess, es verificable la porcién que en su correspondencia dedica al relato de su relacién con los pacientes. ,No hay por otra Parte en fas comunicaciones de Freud, siempre fundadas mas o menos explicitamente en esta relacién, un Hamado al control de su experiencia, sea bajo la for- ma de la sociedad cientifica, los discipulos, 0 mas ampliamente, el piblico en general? No se duda de que en la clinica algo empuja a decir, atin cuando no son unfvocos los criterios con que este impulso se con- ceptualiza. Si Steckel suspende su andlisis con Freud para hablarle de sus pacientes, no se deja de sefialar su valor inicial de resistencia’, y de recordar que en efecto, todo aquello que interrum- pe la labor analltica debe ser entendida como tal. Pero atenerse a lo que deberfa ocurrir en vez de leer lo que verdaderamente ocu- 94 La supervision tre, jno sittia la resistencia en el lector como su verdadero lugar? Que haya un real en Ia relacién con el analizante que incita a ha blar y que llama efectivamente al Otro, ;s6lo podria ser concebi- do en los términos siempre suspicaces de una actuacién?®. La ins- titucién de un espacio pago para hablar de los pacientes -regular, ocasional o por correspondencia‘- mantenido por Freud a lo largo de su vida, demuestra en todo caso que no es esa su respuesta. Por su parte, Lacan deja abierta su escuela a la eventuali- dad del control por fuera d de toda reglamentacién estricta, Laapues- ta.a su Suipervivencia queda restringida como en él andlisis a que cada demanda encuentre su Otro, en el marco de una transferen- cia @ la cantonnade, amplia y generalizada. Si el analista slo se autoriza de s{ mismo, en su acto,-emblema cuyas insignias s6lo marcan strictu sensu las posiciones de Freud y Lacan el control no puede regirse sino por su propia espontaneidad, ajeno, por tan- to, a toda “supervision” institucional, Constatemos : librada a su propio régimen, la demanda se renueva, la prctica perdura. La demanda Hay en nuestro medio una notoria modificaci6n de la fre- cuencia de control que sustituyé el encuentro regular, preestable- ido, por lo que podriamos denominar la periodicidad de la “ur- gencia”. Irregularidad que tiende a centrar la atencién mds sobre el caso que sobre el analista, y que prescindiendo de las siempre invocables razones econdémicas evidencia en los hechos una de- sacralizaci6n del control como instancia de formacién. Si un ana- lisis no pedeta sostenerse solamente en las ganas de venir, nada in- dica que el control esporddico, atin planteando cierta dificultad, deje de conservar esencialmente su estructura; la que reposa esen- 95 La practica del psicoanalista cialmente en la necesidad que experimenta un analista de hablar de sus pacientes a otro analista al que supone capaz de responder. Aun en el contexto de un requerimiento del Otro, como lo es una exigencia institucional, esta demanda suele hallar su opor- tunidad. Un andlisis solicitado por terceros no encuentra forzosa- mente alli su limite sino tal vez la condicién de su posibilidad. Aunque requiera evidentemente un tiempo de claboracién de la ~demanda, y un tiempo de decision del deseo. Si una demanda de control encuentra muchas veces una motivacién inconfesa, sea por interés de reconocimiento, de auto- rizacién, de evitar ia ida de un paciente, la factibilidad de recibir alguna derivacién o de vincularse a alguna personalidad o grupo, no deja por lo mismo de presentar cierta inocencia, que recuerda laposiciGn analizante. oe Su espontaneidad es atin mAs sorprendente si se considera que el lugar que el control reserva al analista es cuando menos incémodo. De las multiples posiciones que el aspirante a analista suele atravesar en su vida ~~entre otras, estudiante, anali- zante, profesor, practicante— probablemente la de analista bajo control sea de las més conflictivas, Enredado entre el discurso del Paciente que se propone relatar y su implicacién en la cura, abier- to a los tropiezos de su propia enunciacién, situado en el camino que lo separa de su andlisis y la distancia que experimenta respec- to de su acto, obligado a testimoniar de su no saber para qué controlarfa, sino?— como la medida misma que distingue el sa- ber supuesto del saber que puede explicitar, no tarda en constatar que al exponer su caso, se expone; al juicio, a la critica, cuando no a la interpretacién. Por su parte, el supervisor encuentra quizds su ocasién mAs Propicia. Libre de intervenir a su solo arbitrio o guardar silencio si lo considera pertinente, puede hacer recaer el peso de su autori- dad sobre el discurso del analizante, una interjeccién del analista, 0 el tramo de teorfa que prefiere Privilegiar. Y esto, porque am- 96 La supervision bos participantes saben de antemano que el acto analftico y su : horror concomitante tienen s6lo un responsable. Soledad que fa- cilita que la silueta del pequefio amo o Ia de! propio analista se proyecten en cada tramo de la experiencia Pero asf como no toda respuesta a la demanda es apropiada al discurso de} psicoanilisis, el dispositivo de control debe poder precisar los bordes que aseguren que el juego de espejos y sus fascinaciones no se reproduzca hasta el infinito. La transferencia ---—— -Siladestitucién subjetiva solidaria de Ja travesfa del fantas- ma implica la caida del sujeto supuesto saber, nada objeta que alguien quiera confrontar ia estructura de la experiencia que lo incluye como analista con el saber que le consta otro detenta’. Adn i cuando el pase permanece como nuestro punto de mira, lo que se i ve, si se mira, atafie mas bien a analistas en andlisis preguntindo- se qué hacer con un caso: pregunta que incita a una respuesta fue- ra de las fronteras de su propio andlisis. No esté exclufdo que se supervise con el propio analista, 0 que un andlisis se inicie con el supervisor, lo que interroga por cierto la concepcién que éste tiene de la prdctica en que se com- promete a participar. La prohibicién promovida por Eitington en 1936 es relativamente tardia y atiende al beneficio que concede al candidato de conocer otra técnica que la de su propio analista | (J). Conocemos por otra parte fa anécdota de quien creyéndose supervisar con Lacan se descubre sin proponerlo, su analizante. Contorno impreciso cuyo franqueamiento frecuente testimo- nia de una misma transferencia, correlacionada en ambos casos al sujeto supuesto saber; pero que al desdibujar sus limites volatili- za la validez y la legitimidad que dan su raz6n a una practica. 97 La practiva del psicoanatista En primer lugar, porque el movimiento de progresiva des- titucién del sujeto supuesto saber que un andlisis verifica, recorre una via diferente que la explicitacién de saber instituido por el procedimiento de control. El saber particular del inconsciente que la instauracién del discurso analitico pone a trabajar en el lugar de la verdad, no es compatible con la vocacién de universalidad que el saber de la teorfa y la produccién del matema presuponen (Aun- que debamos subrayar la excepcionalidad que representa la comu- nicacién institucionalizada del pase). En segunda lugar, porque si la transferencia es la misma, estd capturada en dos dispositivos eminentemente distintos’. Mien- tras que en un andlisis se halla coordinada a la asociacién libre y a la interpretacién que constituyen sus fundamentos, no es ésta la —tegla-el-modo explicito que-regulaet diélogo en control. Aun cuando la asociacién no es infrecuente no constituye por tanto la norma. Como tampoco lo es la interpretacién. Puede ocurrir, im- premeditada, y puede también suceder que una acotacién al pasar sea escuchada, alcanzando los efectos de una interpretacién. Es la invitacién que deja caer ¢! analista en la modutacién de sus lap- sus, chistes 0 asociaciones que més acii del caso reenvfan fugaz- mente a su propia posicién como sujeto del inconsciente. En cualquier caso, la distancia que separa el andlisi supervisién permite absorber en el espacio del primero, las emer- gencias transferenciales que se manifiestan en el segundo (sean de temor, respeto, idealizacién o desafiante suspicacia) confiriéndo- les su estatuto mismo de lateralidad. Situemos la dificultad : se trata de pensar una prictica con- forme al rigor de la transmisién del psicoandlisis que no retorne al analista a su posicién analizante o lo reduzca a una funcin de intermediario entre su profesor y su paciente (de lo que el padre de Juanito dibuja una caricatura), ,No se ve ademés que el auspi- cioso término de andlisis de control reintroduce facanianamente 98 La supervision una ilusoria multiplicacién del psicoanilisis que el propio facanis- mo se propone disolver ? El dispositivo Reducido a su estructura minima, diremos que el control es un espacio para hablar. El silencio absoluto no es impensable, pero Mama al corte, a la escansién, a la interpretaci6n. Un espacio para hablar de sf mismo, por supuesto, pero en relacién a un caso; para hablar de un caso en relacién a sf mismo. Se lo ve : si se separan excesivamente ambos términos y se reduce la operacién a uno de ellos, el primero abre camino a la instauraci6n del discurso uni- versitario, el segundo a la del discurso del analista. Una eleccién se oftece entonces a quien estd en posicién de controlar e impone por lo mismo una responsabilidad: ;qué modo de respuesta proponer a la demanda que se le dirige?. Si la inter- pretacién presupone la momenténea cafda del sujeto supuesto sa- ber y su inmediato restablecimiento, podemos admitir que la de+ suposicién de saber acorde a la préctica de control encuentra un régimen més apropiado en su explicitacién que rige la via de la construccién, . . Para Freud se trata en la construcci6n de un procedimiento logic que tiende a restaurar la inteligibilidad de un texto guiado por un criterio de veracidad o verosimilitud®. Si la verdad perma- nece entonces en su horizonte, apunta como tal a un imposible de decir, sea bajo la forma de la correccién de un relato (Recuer- dos encubridores), la produccién de un mito (Tétem y tabi) o la articulaci6n del fantasma (Pegan a un nifio). Guarda para el ana- lista un valor de representaci6n auxiliar, susceptible por tanto de verificacién, correcci6n o substitucién. Si “el psicoandlisis como teoria se alimenta en la prdctica que engendra” win cuando “los observables de la clinica no po- 99 La prdctica del psicoanalista drian objetarla"® su constitucién verifica el movimiento que va de Ia reconstruccién de una historia a la construccién de la teorfa (la reconstruccién del suefio de los lobos deriva en ef concepto de escena primaria). La construccién permite asi un anudamiento entre lo que en una cura se dice, lo que no se puede decir, y el saber de la teo- ria que la estructura. El material que el analista aporta a control es ya de hecho una construccién. Implica la seleccién de algunos elementos, la omisién de otros, su puesta en relaci6n. ;No se perfilaentonces el control como un émbito propicio donde este esboz0 impreciso, que puede tomar la forma de una elucubracién personal o simplemen- te de un malestar, pueda ir explicitandose, confronténdose, corri- giéndose ? Lo que como exigencia adicional solicita de parte del psicoanalista en posici6n de supervisor cierta capacidad de sus- traceién que dé cabida a un trabajo de elaboracién, que consoli Ia transferencia no tanto a su presencia, como a la del psicoandli- sis mismo. Precisemos : \a interpretacién no se confunde con la comu- nicacién de construcciones, aunque ésta pueda adquirir en deter- minado momento el valor de una rectificacién de la posicién del sujeto en un andlisis. La interpretacién, regida por la oportunidad, encuentra su ocasi6n en las inflexiones del discurso por las que las marcas de la enunciacién vinculan al sujeto a su deseo. Pero se subordina a una estrategia, la transferencia, y se somete a una politica: la que regula por la falta en ser la finalidad de la cura. Por no desconocer la ubicacién estratégica en la que opera, ni la po- litica que la gobierna, la construccién, como herramienta, debe permitir sitwar a la interpretacién en su dimensién tdctica, posi- bilitarta, porque es a partir de ella que su espontaneidad puede ser calculada. 100 La supervision Capaz de ser puesto en suspensién en el momento mismo en que se produce, de revisar su propia formulacién, el saber de la construcci6n es un saber que se elabora. Lo que conduce a situar en la demanda de control lo que en ella puede leerse como articulable del deseo del psicoanalista; enese trayecto que la pregunta sabre “;qué hacer con un pacien- te?” despliega, para dirigirse “no tanto a lo que el analista pretende hacer de su paciente, sino a lo que espera que su andlizante haga de ér"™. Entre el caso de un analista y el analista como caso, se trata de provocar el trabajo de construccién de un caso que, como tal, incluya al analista. NOTAS L- Mannoni,O. El andlisis original. Les Temps Modernes. Junio de 1967, N° 253. 2 Jinkis.J. El control es contingente, la supervisién necesaria, el andlisis impo- sible. IMAGO N°8. Bs.As.L.V.1979. 3 - Dfaz,G.;Dfaz Romero, R.:Gémez,D.; El agieren de la supervisién, Et control. Bs.As. Nueva Visién, 1991 4 Véase la Correspondencia Sigmund Freud-Edoardo Weiss."Problemas de la préctica psicoanalitica”, GedisaSerie Freudiana dirigida por Oscar Masotta, Barcelona, 1979, 5 Soler,C. Qué controt? Omicar? N°42, Navarin, Paris, 1987. 6 Sur I’histoire de la formation des analystes. Scilicet 6/7 Paris, 1976. 7 - Esta cuestiGn merecerfa ser pensada en relacién a [a nociGin de transferencia de trabajo que Lacan menciona en su “Acta de fundaci6n - Nota adjunta” (21/6/ 1964), a propésito de la ensefianza del psicoandlisis y de su transmisién: "La ensefianza del psicoaniilisis no puede transmitirse de wx sujeto al otro sino por las vias de wna transferencia de trabajo”. Escansion | - Nueva Serie, La Escue- 10L La prictica del psicoanalista la, Buenos Aires, 1989, 9.13 8 - Freud,S. Construcciones en el andlisis, B.N..Madrid,1967. 9 - Masotta.O. Cuadernos $.F. N‘1, Bs.As., 1971. Ver: A. Marchilli, Analizar conseuyend, Conjetural N* 20, dedicado a Oscar Masotta. Buenos Aires, Si- 10.1990. 10- Lacan. Les quatre concepts fondamentaux de la psycha Seuil, Paris, 1973. perchanl. Live XX 102 tan La supervisién Supervisién y ensefianza Parto de una idea: en la supervisién hay ensefianza. Y atin un poco més: la supervisi6n ha sido concebida desde el origen, a ‘sus motivos como en su finalidad, como una instancia de en za, Es también desde esta perspectiva que se ha introdu- cido en la préctica hospitalaria y en la formacién de los residentes y concurrentes. Lo que sin duda ¢s un tanto problematico. Porque, [qué es lo que se ensefia en psicoandlisis? ;Quin enseiia qué a quién? Hay un texto de Lacan, “El psicoandlisis y su ensefianza™, que, desde su mismo titulo, pone en juego algo de esta dificultad. ‘Ya que por razones inherentes a la construccién de la lengua, un equivoco gramatical nos impide decidir si el “su”, el pronombre posesivo, califica al sujeto o al objeto, si modifica al antecedente © al consecuente. No podemos entonces saber si el psicoandlisis designa allf lo que se ensefia o si es mAs bien el psicoandlisis el que ensefla. Por lo que somos, en ese caso, no los agentes sino los destinatarios de esa ensefianza. Los subtftulos que introducen el resumen preliminar de esta comunicacién sitdan el problema en su complejidad: “E! psicow- nlisis, lo que nos ensefia.... cémo enseRarlo”. Términos que con- ducen a una pregunta que puede servir de gufa y referencia a toda tentativa de ensefianza psicoanalitica en sentido estricto: ,Cémo ensefar lo que el psicoandlisis nos enseha? 103 La prdctica del psicoanalista {.Cémo ensefiar algo sin tomar la senda de lo que se puede decir o de lo que se puede mostrar? La noci6n de transmisién -que evoca por cierto la idea de un contagio- da relieve a esta problematica que se halla en el cen- tro de Ia formacién de los psicoanalistas y atiende a su peculiari- dad: ,c6mo ensefiar el psicoanilisis sin traicionar en ese acto el mismo psicoanilisis que se pretende ensefiar? ;Cémo encontrar un medio que no sea sélo un vehiculo sino en cierto sentido homélo- go a aquello mismo que se propone transmitir? ;Una via que ms alld de preservar el valor puramente formal del mensaje freudia- no, conlleve la verdad de ese mensaje haciéndose idéntico a él? Un abanico de practicas ubicadas desde siempre en el ojo de tormenta de la historia del psicoandlisis pueden ser ordenadas en tomo a esa interrogacién central: la cura analftica en su aspec- tos intrinsecamente “didécticos”, los cursos, Ia supervisi6n, los grupos de estudio, Ia presentacién de enfermos, los institutos de formacién, la nocién misma de “escuela”. El estilo que adopta el seminario de Lacan, con sus giros de laberinto y su formulacién inacabada, no puede dejar de ser pen- sado como tomando en cuenta esta dificultad, y constituyendo, en sus efectos de transferencia, una forma ejemplar de respuesta a ella. Pero lejos de quedar resuelta, fa necesidad de una via de en- sefianza acorde con la experiencia analitica se actualiza en cada Ambito en que el psicoandlisis se hace presente: {Es posible la ensefianza del psicoandlisis en la universidad? {Qué nivel de for- macién psicoanalitica se demuestra factible en un hospital? ;Cémo debe ser concebida la institucién de los analistas para que su Fun — “cionamiento no Se cristituya en obstéculo de su propia finalidad? {Qué formas instituidis pueden preservar en cada espacio de trans- misién la especificidad de “la cosa” analitica? Hay, a partir de Freud, consenso entre los psicoanalistas en reconocer al andlisis como el lugar privilegiado de la transmisién, y al andlisis del analista como el camino apropiado a su formacién, log La supervision De alli, quizds, et deslizamiento frecuente de subordinar todas las actividades ligadas a una funcién de ensefianzaen las que los psicoanalistas participan, a la basqueda de la produccién de ese andlisis. Buisqueda que olvida que si la transmisién del psicoand- lisis se redujera pura y simplemente al andlisis del analista, su for- macion se homologaria sin retorno a una suerte de iniciacién. Sila enseiianza en psicoandlisis no puede ejercerse por fuera de Ja transferencia, no se desprende de ello que el concepto de transmisién)se reduzca simplemente a promover, incentivar, ins- plegar esa transferencia. Asunto que nos obliga a reflexionar sobre la especificidad de esta serie de espacios situables dentro del campo de transmi- sién del psicoandlisis en los que un psicoanalista opera haciendo posible esa transmisi6n, pero sin hacerlo forzosamente desde la posicién que la experiencia le reserva en la cura. Es decir, en una intervencién que, atin cuando supone la transferencia, no se soporta desde la posici6n de objeto, ni encuentra su paradigma en {a inter- pretacién, Lo que no significa que el psicoanalista que ensefia haga por ello docencia, ni que su enunciacién se confunda con la del profe- sor. La radicalidad de la posicién de Lacan es, al respecto, ilus- trativa. Su propia ensefianza es presentada como un esfuerzo sos- tenido afio tras afio, durante casi treinta ails, por empujar la fron- tera de su "no querer saber nada de eso”, un poco més alla, Posi- cin analizante del enseiiante que indica bien que si el inconsciente es un saber, sélo hay ensefianza propiamente analitica cuando es relativa al saber que no se sabe. . “Retornando al terreno déf que habfamos partido, ,c6mo ensefiar en la supervisi6n lo que el psicoandlisis nos enseiia, sin hacer virar esta prictica a un endlisis? ;Cémo descartar al mismo tiernpo fa via universitaria, ain si se reconoce que en su transcur- so hay apelaci6n al saber, tanto en el sentido del inconsciente, como 105 La prdctica del psicoanalista enel de la teorfa y de la experiencia acumuladas? Que el supervisor no intervenga alli como analista exige, de su parte, aceptar en primer lugar la ficcién de que Jo que se narra es efectivamente el relato de un analizante, es decir, “un material”, las secuencias de un ‘‘caso”. Enese sentido, las expresiones formutadas por Lacan en Co- lumbia University nos proporcionan un indicio seguro: “No sé porqué se ha llamado a esa supervision. Es una stiper audicién. Quiera decir que es sorpréndente que, al escuchar lo que les ha” narrado un practicante, a través de lo que les dice, se pueda te- ner una representacin de aquél que estd en andlisis, que es ana- lizante”>. “Por cietto, esta frase podria argumentar en favor de fa tesis del inconsciente estructurado como un lenguaje, y es probablemen- te con esa intencién que ha sido pronunciada. Pero, en la perspec- tiva que hemos adoptado, por extrafio que parezca, la idea a rete- ner es la de representacién, la nocién de que el supervisante co- munica una representacin de aquél que se encuentra en andlisis con él, De otro modo, pesquisar lo que en los enunciados reenvfa a la enunciacién, reduciendo ta distancia que separa al relato del acto mismo de relatar, ubica al propio supervisado en una posicién analizante y lo empuja a convertirse en el relator de su propio caso. La posibilidad que se ofrece en contrapartida de recurrir a to ya sabido y aceptado como tal, toma al material como un cam- po apropiado para la aplicacién de un saber prestablecido. E! caso ilustra entonces lo bien fundado de la teorfa, y ésta deviene una especie de metalenguaje que redobla el lenguaje corriente que se recoge en sesi6n, transcribiéndolo para hacerlo significar’. La su- pervisién se transforma entonces en un sofisticado dispositive de traduccién. No diluir ef control en el andlisis, descartando al mismo tiempo fa via universitaria, exige poder vincular la ensefianza en 106 La supervision la supervisi6n no tanto al descubrimiento del inconsciente —des- cubrimiento que atafe al analizante, ef que se instituye como tal a partic de él—, sino més bien a los efectos que se desprenden de este descubrimiento, en la singularidad de cada andlisis’, Uno de Jos cuales, y sin duda no el menor, lo constituye el analista mismo. Y es que s6lo la toma en consideracién de la transferencia permite dar cuenta de la coyuntura especifica que atraviesa un tra- tamiento, y de la posicién subjetiva que adopta el analizante en cada una de sus fases. Es a partir de ella que lo que se dice en un andlisis puede ser pensado legitimamente en los términos de un caso, siendo el relato que se despliega en la cura, fa narracién del encuentro que en esa misma transferencia se produce. Estando la interpretaci6n fntimamente ligada a lo ocasio- nal de un decir y siendo por Io tanto imprevisible, el espacio de supervisi6n aparece particularmente apropiado a la regulacién y al cdlculo de la tratisférencia desde donde los alcances de toda interpretacién pueden eventualmente ser medidos. Queda como referencia ideal que el supervisante pueda ex- traer una ensefianza de su propia inclusi6n en la cura, haciendo de ella la causa de una elaboracién de saber. Lo que supone tomar en Cuenta aquello que hace a su especificidad, y que no puede ser mds que una referencia ala particularidad de la transferencia en el caso, nunca una referencia a {a teorfa. : Algo que si exige rigor de parte del supervisante, sittia la sicién del supervisor como ta de aquel que debe promover, Propiciar, “contagiar” —al sustraerse— ese trabajo de elaboracién, 107

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