Está en la página 1de 481

so, e

razon
El arte de Razonar. Persuadir. Refutar
Un programa integral de iniciación a la lógica . el debate y la dialéctica.
Con el DICCIONARIO DE FALACIAS más completo
Edición ampliada

Ricardo García Damborenea


USO DE RAZÓN
E DICIÓN CORREG IDA Y AMPLIAD/l.
Ricardo García Damborenea

USO DE RAZÓN
El arte de Razonar, Persuadir, Refutar

Un programa integral de iniciación a la lógica,


el debate y la dialéctica

Edición corregida y ampliada

Febrero 2012
En internet: www.usoderazon.com

© Ricardo García Damborenea, 2000, 2012 .

.:\ll rights reserved.


ISBN: 146113451X

ISBN~13: 9781461134510
A Ja¡;¡'er, Ullai, Aillhoa, JI/liette y Alejalldro,
que hall atral'eJado el Bachillerato y la
Unú/erfl'dad sin oír hablar de e.rLas COJa.f.
DIVISIÓN DE LA OBRA

Primera parte: Esta es la CUESTI ÓN


Segunda parte: Los cauces del RAZONAMIENTO
Tercera parte: Los ARGUMENTOS
Cuarta parte: Diccionario de FALACIAS
Anexo: Nuestra manera de PENSAR
Bibliografia
Índice
Ricardo García Damborenea

8
USO DE RA.zÓN

PRESENTACIÓN
Un bombre puede argumentar bien sin entender los principios del
razonamiento, igllal que plfede)ugar bien al billar sin entmder la mecánica ana/itica. Pe irce.

Este libro se ocupa del razonamiento en su variante más llana, es de-


cir, la lógica práctica o informal tal y como se emplea en la calle, en casa,
en la radio, la política o la publicidad, escenarios que comparten el mismo
lenguaje, los mismos recursos, los mismos sobrentendidos, y donde los
argulnentos se trastniten principalmente de viva voz.
Somos consumidores ávidos de cualquier argumento, propio o ajeno,
que nos sirva para resolver problemas o tomar decisiones. Sin duda, acl1-
vidades como razonar, persuadir o deliberar, ocupan la parte principal de
nuestro tiempo y lo mejo r de nues tra atención, tanto si cuestionamos la
mo ralidad de una guerra como si discutimos sobre el fútbol dominical .
Si razonar es muy impo rtante debiéramos conceder la misma impo r-
tancia a razonar bien, pero 11 0 ocurre así. Paradó jicamente, nuestra argu-
mentació n se caracteri%a por la inseguridad. Es un campo brumoso, de
límItes inciertos, plagado de lagunas, conceptos movedizos y procedi-
mientos vacilantes.
Lo llamativo es que ni siquiera somos conscientes de nuestra indigen-
cia lógica. Ocurre aquí como con los automovilistas. Pocos piensan que
no son argumentadores perfectos y casi todos creen que a los demás no
les vendría mal estudiar un poco .
El propósito de este libro es facilitar nuestro aseo mental : despejar las
brumas, precisar los conceptos, o rdenar los procedimientos y señalar los
errores más frecuentes en nuestra forma habitual de razonar.
No hablamos aquí de lógica forma! en ningwH de sus variedades. Si un
político, un comerciante o un enamorado argumen taran con el formalis-
mo de la lÓgica académica, perderían el debate, el cliente y la novia. H asta
los profesores de lógica formal abordan sus problemas cotidianos me-
diante procedimientos más sencillos, más antiguos y, sobre todo, más
acces ibles.
El razonamiento es un arte que requiere poco aprendizaje. Todo el
mundo sabe argumentar mejor o peor. Se aprende con el habla y la socia-
Ii%ació n. Cualquier nii'io de diez años, medianamente dotado, respeta los
prin cipios elementales de la lógica (identidad, no contradicción, causal i-
dad) sin que se los explique nadie; sabe cómo sostener su razón y utiliza
los mismos recursos argwnentales que un adulto: un ejemplo, un prece-
dente, una hipótesis, una autoridad, una nonna, una disyunción ... ; fun-
damenta sus razones en lo justo, lo útil, lo conveniente, lo cierto, lo pro-

9
Ricardo García Damborenea

bable ... ; en suma: maneja el mismo repertorio lógico que utilizará durante
toda su vida.
Aprendemos a razonar del mismo modo que aprendemos a hablar:
po r imitación. A lo largo de nuestra vida mejoramos nuestra capacidad,
en mayor o menor grado, según sea la calidad de los modelos que nos
rodean . A esta pedagogia ambiental se suma con ventaja el estudio de la
gramática y de la lógica, indispensable para superar los estadios elementa-
les de nuestro desarrollo expresivo. Necesitamos estudiar, sobre todo,
para evitar los fallos propios y no imitar los ajenos, porque nacemos con
más disposición para equivocarnos que para acertar. Si hay algo que po-
demos hacer bien o mal, bueno será conocer la manera de hacerlo bien.
11 ¡¡ intención es contribuir a la difusión de este conocimiento. Lejos
de cualquier ánimo doctrinario, hago mías las palabras del Arcipreste de
Hita:

Escolar sqy mi!} rudo; lZon maestro ni dador:


ajJl7illdi e sépoco para ser demostrador.
aque.rto quey o dgere entendedlo t'OJ J1l~jor,
bajo me.rtra enmelldo¡ióll pOllgoy o e! mi error.

10
USO DE RA.zÓN

Primera parte

ESTA ES LA CUESTIÓN

Las clases de cuestiones que pueden aparecer en Llll debate y los tipos
de argumentos que reclama cada una de ellas

11
Ricardo García Damborenea

12
USO DE RA.zÓN

INTRODUCCIÓN
¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO?
Sóc rates - SlfjJongo, Gotgias. qlle tú
también úenej' la experiencia de numerosas
dísCIIsio!1eJ y q/le bar ob.rervado en ellas qlle
difúilmenfe f(msigllen los interloClltores precisar el
o/veto sobre el que intentaH dialogar. 1

1. La cuestión
¿Qué es lo más importante para abordar una discusión? Saber de qué
se discute. Tal homenaje a Perogrullo no es gratuito . La experiencia coti-
diana muestra la facilidad con que nos enzarzamos en disputas mal esta-
blecidas. Tan absurdo como encargar Wl traje sin conocer quién lo vestirá
es preparar argumentos antes de averiguar qué debemos defender y cuá-
les son las exigencias de su defensa. Así pues, el principal mandamiento
para quien pretenda participar en un intercambio de ideas, dice que, lejos
de malgastar sus primeras energías en un acopio tal vez inútil de razona-
mientos, deberá pretisar el objeto sobre el que intenta dú;¡/ogar: ¿en qué consiste
el desacuerdo? ¿dónde radica el meollo de la discrepancia? ¿qué me nie-
gan? ¿qué pretendo concretamen te rechazar?

- D ebieras pensar en tu futuro y iomarle mir en sen'o los estudios.


- Pero, papá, Ji tlÍ 11 mi edad parabar már áempo en el bar qlle en clase.
- }v1ira, hijo, si quieres dismtir (''OIwiene no !JteS(!/ar !as tosas. ¿E stá bien o
mal lo que yo te digo? ¿EstN" bien o mal lo q1/eyo hlá? ¿Justifican mis errom
los que tlÍ !Vmetas? 5011 tm !Vsas distúttas: ¿,,,ál qtttem que dis'lltamos?

Cuando no establecemos adecuadamente los lin1ites de la disconfor-


midad, resulta un guirigay en el que nadie se entiende porque cada 00 0
trata sobre cosas diferentes. No es raro escuchar debates en los que un
participante porfia que los hechos 110 hall ommdo, mientras su oponente
sostiene que JOJl un crimen, y un terc ero afirma que esLut'o mI!)' bien hecho.
cuestiones todas manifies tamente distintas e incompatibles. Es preciso,
pues, determinar la cuestión.
Surge una controversia cuando existen dos opiniones encontradas
sobre una misma materia, por ejemplo: la TV e,- buma para los niño,-/ la

1 Platón, Gorg,ias.

13
Ricardo García Damborenea

TV eJ perjudiáal para los 1t¿'¡loJ. Al objeto de este desacuerdo, a lo que se


discute, a lo que se cuestiona, lo llamamos cuestión, porque suele enun-
ciarse en forma de pregLU1ta: ¿EJ buelta o mala la TV para 10J ItÚrOJ? o, lo
que es il,'1lal: Si la TV eJ, 0110, buelta para los IltllOJ.

Ulta mlljer dijo: Mi hijo es el áw y tu hijo es el mllerto. Pero la otra replicó:


No; tu hijo eJ el mllerlo y mi hijo eJ' el tiw.

La cuestión es, pensó Salomón, averiguar cuál de ellas dice la verdad.


H amlet no se muestra menos preciso al señalar el problema: E Jta es la
CUeJtióll, esto es lo que no sabemos y lo que hemos de resolver: si convie-
ne más ser o 110 ser, estar tÚ}O o do/ar de estarlo.

2. ¿Cómo delimitamos la cuestión?

Todo lo que Je dimlle se reduce a tres ",esttlJlles: Si caSte la <vsa, qué es la <VJa
y cómo es la <vsa. Cicerón.'

Aunque pudiera parecer que las posibilidades de controversia son in-


finitas, todas las cues tio nes se reducen a tres variedades porque única-
mente son tres las dudas o cosas dudosas sobre las que podemos discutir:

a. Si una cosa existe o no, por ejemplo, si un hecho se ha produ-


cido o no.
b. E n qué consiste, es to es, qué nombre le corresponde
c. Si nos parece bien o mal.

a. Se discute sobre si algo es cierto o posible: si ha ocurrido o no, si es


como se cuenta o de otra manera. En suma: se discute acerca de los he-
chos y sus circunstancias. Por ejemplo:

Si Grempea" ha parali,;ado, o 110, la produmoll de ulta empresa el/ Aúúmte.


Si en la dillim Gutiémz se ha practicado. o IZO, UI1 aborto eJta semana.
Si el Madna gallará la liga de fiitboL

A este tipo de cuestión la llamaremos de hechos o conjettlfal, po r-


que en ella, faltos de evidencias, discutimos sobre conjeturas para saber si
algo (un hecho o una intención) se da o pudiera darse.

'El Orador, 14,45.

14
USO DE RA.zÓN

b. Aceptando que los hechos han ocurrido, o que pueden ocu-


rrir, cabe la discusión sobre qué nombre hemos de ponerles. Por ejem-
plo:

Si cHando Greenpeace recum a la fllerZf1l'ontra las emprefaJ debemos tXJ/lside-


rarln UJl rasgo de altrulJmo) mI exceso jm'fmi! o /fila forma de terrorismo.
Si el aborto de la dílliCt1 Guliémz collsfiü!ye /In alio médico normal, o /l1l aJe-
JzJza!o .

A esta variedad la llamaremo s cuestlon nominal o de palabras,


porque en ella se debaten los nombres de las cosas, para conocer qué
son, en qué conS1sten .

c. Estando de acuerdo en que los hechos son ciertos, e indepen-


dientemente de la denominación que merezcan, se puede discutir si están
bien o están mal y si convienen o perjudican . De este modo se debate,
por ejemplo:

Si kJ qlle ha" Creenpeace es úttl, o repmm!a l1/1a ammaza para la úzd"stria.


Si en la dÚli!"a Cutiémo;: se his¡p fo mejor que se podia hacer dadas las úrmlls·
ranclas.
Si el tn/lllft dellvladrid kJ estimaremos mmo IlIla bimamlturallza o l/na cala·
midad.

A este tipo de cuestión la llamaremos evaluativa o de valoración,


porque en ella se confrontan juicios de valor para establecer si las cosas
debemos considerarlas buenas o malas yen qué grado.
Es tas son , pues, las tres posibilidades de debate gue ofrece cualguier
asunto. Las llamamos cuestiones de conocimiento porque nos sirven
para explicar y juzgar los hechos. Tocaremos una de ellas o todas segu i-
das según sea nuestro grado de información. Así, por ejemplo, mirando
al pasado, podemos discutir suces ivamente: si la cosa ha ocurrido (cues-
tión conjetural), cÓmo la llamaremos (cuestión nominal) y qué nos parece
(cuestión de val oración).

Si Greenpeace ha paralizado o /lO tilla empresa en Alicante;


Si hemos de i"OlIsiderarkJ l/na haZ"'la o lIlI sabotaje;
Si. pm a todo, IIOJ pare" ql1e u tllW bim o mal haho.

Como es obvio, si lo hechos no se rechazan, el debate comienza en la


cuestión nominal, y si ésta tampoco se discute, será posible dirigirse di-

15
Ricardo G arcía Damborenea

rectamente a la valoración . Del mism o modo se abordan las cosas del


futuro: si son posibles, cómo se llaman y qué nos parecen.

3. Los debates que suscita la acción


Nada nos impide polemizar sobre una o varias de las cuestiones bási-
cas, pero lo habitual es que nuestros debates no se limiten a ellas, esto es,
al análisis de los hechos. Discutimos al servicio de la acción (pra::ás). Que-
remos dejar sentado cómo son las cosas porque nos esperan preguntas
adicionales: ¿hay que hacer algo? ¿qué ef In qlle habría que hacer? ¿cómo consegllir-
lo? Estamos hablando de cuestiones de acción . Nos interesan las cues-
tiones de conocimiento como preludio y fundamento de nuestras deci-
Siones.
Aquí ocurre también que los debates imaginables son infinitos pe ro
sus variedades se reducen sust<Ulcialmente a dos: la deliberación (¿qué
ham?) y el enjuiciamiento (¿quién es el responsable?) .
En la deliberación nos ocupamos del futuro, no para vaticinarlo,
como corresponde a una cuestión puramente conjetural, sino para esco-
ger cómo nos conviene actuar.

Si se debe ún'llar a Gmnpem, a "iJi/ar todas !as empresas de!paIJ.


Si el Er/ado debe cefTar la empreJa contaminan/e.
Si el E s/ado debe compensar a la emprera perjudú·ada.

Son cuestiones de acción que no podremos re solver sin repasar antes


las cuestiones de conocimiento en cada lUla de las alternativas disponi-
bles.
En el enjuiciamiento discutimos sobre personas para delimitar re s-
ponsabilidades, lo que nos obliga a tocar cuestiones conjeturales (¿in/er-
"ino?), de nombre (¿impmdenáa /emeraría o acáden/e?), y de valoración (hizo
bien, hi::::.o mal, hizo lo que pudo), para concluir con una deliberación (¿merece
UIl premio o un caságp?).

Bien se ve que tanto la deliberación como el enjuiciamiento son deba-


tes mixtos que pueden albergar discrepancias múltiples.

¿Qué hiZO PÚlOdJet?


¿Cómo In llamaremos?
¿QuéjilÚ70 flOf merece?
¿Quéprrx.c!e ha,,, con él?
¿Quién debe ha"rlny dónde, cuándo, cómo ... ?

16
USO DE RA.zÓN

Todas estas cuestiones, y algLU1as más, rondaron (y embrollaron) el


caso Pinochet. E s obvio que no se pueden discutir al mismo tiempo,
salvo que deseemos (cosa frecuente) conflU1dir al auditorio.

Los que displltan hall de tVllliwir pnmero en lo que lratall, que ef In que lla-
man eslado de la causa, o elPlllltO de qlle principalmente fe duda.)

***
En suma: el primer paso en toda polémica debe servir para precisar la
cuestión: ¿qué es lo que se discute? ¿sobre qué asunto y sobre qué
aspecto de dicho asunto? i\ esto nos referimos cuando hablamos de "n-
Irar el debate o atVtarlo.

VOJOtroJpeJlJáis que lo que se traLa es Ji se ha de hacer la guerra o llo:y IZO es


arí. Lo que se trata es si esperaréir al enemigo CIl Italia, o si iréir a tVmbatirlo
ell Macedonia, porque Filipo 110 os pennite estVger la paz4

Si no queremos dar facilidades a un contrincante, importa cuidar dos


cosas:
A. Que el debate no se desvíe de la cuestión que está en cada
mo mento sobre la mesa .

----!2l1e /lO me den a mi a entender que ésta /lO Jea bada de barbero y éfta al-
han/a de afilo.
- Búm podria ser de bom'·a - dijo el mra.
- Tanto mOllta~ que el mso 110 coltsiste en eJO, sillo en ri es o /lO es albarda.

B. Que al tratar diversas cuestiones se guarde el orden que la ló-


gica reclama.
Cuando un asunto nos obliga a cons iderar varias cuestiones es una lo-
cura confundirlas o mariposear sobre ell as. Debemos impedir cualquier
desviación de la cuestión: eJO NO ef lo qlle eslamos disaJ¡iendo. Ya llegará el
momen/JJ de tratarlo. Importa mucho ordenar el debate para solventar todas
las diferencias sucesivamente. Sería absurdo discutir sobre la corrección
de ur10S hechos que no están probados o que, si lo están, no se conside-
ran pernIcIosos.

Me plantea IIs/ed la mestúJ" de si C/l el "¡genio hay ex","o de UllaJ· Jla,"meJ a


olrar, y, en ({Jso de haber deJigualdad, a málo malef fe debe adjlldú-ar la prefe-

J Fr. Luis de León, Expo,ición del Lbro de Job, XVI II, 2.


4 Tito Livio~ x.,'C'{l, 5

17
Ricardo G arcía Damborenea

rem:z'a. La (,'uestióll m1l.rta, como se t'e, de dos partes. E n la pnmera se da por


sentada aquella desigualdad, pues la J"jxJlle/l quielles plantean la segullda: mll~
"der l'eJltaja a esta o aquella lli1aijll.5

Arirtipo pedía una ¡,'Z dinero a Diollisú), Objetó úte que, segúll elpropio Aris~
tipo, el sabio no lo 1l"'JlÚ ReJjxJndúj AriSlipo,' Dame el dinero, y luego enlra~
remos en eJa cuef/ión. Dióselo Dionúio, y al momen/o dijo elfllóscfo: ¿ Vef có-
mo IZO neceJilo? 6

Llamamos división a la tarea de señalar y ordenar todas las cues tiones


que pueden intervenir en un debate, Una buena división asegura tres
cuartas partes del éxito porque despliega con claridad lo que es tá en jue-
go, lo que debemos defend er y aquello que será preciso refutar De ella,
sin ningún esfuerzo adicional , brotan los argumentos porque ella misma
los exige y, en buena parte, los sugiere,

El midado de eSlable,u biell lar meJ~fione,r, de plantearlas mil exactitudy aáer~


to,y de IZO permitir que salgan de ,rf( temno, es de mqyor intuir para el que ha-
bla el últúno, porque a ,'ms COII sólo este trabajo fá"fy mmffr¡, des!(melr mall~
to se ha dicho antes, e indina a Sil fal/Or la balanza Jin otros esfuerzos nifatiga.
SlIele ocurrir que el que habla primero apela al medio de desnaturalizar la mes~
tiÓIl para mirarla bajo el aspecto que más le collúeJZe, No se necesita, pues, e/l~
tonc'es otra cosa que traerla a sus ltrdaderos términos, y con esto sólo tendrá a
tierra lodo el edifiáo y toda la grall balumba que haya podido lemnlar /In ad~
¡.enario rlieslro y poco esmpuloJ'O, ] oaquín M' López,

Delimitadas de esta manera las cuestiones posibles, conviene all0ra


que las veamos un poco más despacio , porque cada una de ellas impone
modos peculiares para la defensa y la refutación, Comenzaremos por la
primera, es decir: la cuestión conjetural,

5 Feijoo, Carlas eruditas.


ú Diógenes Laercio, Arislipo.

18
USO DE RA.zÓN

RESUMEN DE Lr\ INTRODUCCIÓN r\ L \ CUESTIÓN


I. Controversia es e l d eb a te que surge e ntre d os o pini o ne s co ntradic t o rias.
n. Cuestión es aquel asp ecto del aS1U1to en que se conden sa la co nt roversia.
IIl . L as cuestiones básicas o d e conocimiento, pue d en ser d e tres tipos:
Conjetural, cuando se disc uten hech os que no son p atentes.
Nominal, si se dis puta sobre el n o mb re.
Evaluativa, que se re fiere a la valo ració n .
IV. La mayo r parte d e los d ebates complejos, 'lue plante an cu es tio n es d e ac-
ción, respo nden a dos modelos principales:
La deliberación sobre qué h ace r.
El enjuiciamiento de una responsabilidad.

19
Ricardo G arcía Damborenea

LA CUESTIÓN DE HECHOS
O CONJETURAL

[-le de hablar aquí sólo en hipótesis, didendo 110


lo que sé, filIO lo que supongo más probable. De.
Jekyll.

E n esta cuestión se disputa sobre si las cosas son o no sao, es decir si


los hechos sobre los que se discrepa ocurrieron, ocurren u ocurrirán .

Controversia: La CL4 últenúlO en el aseSÚtato de Kemzedy / No últenúlO.


Cuestión: ¿Intenúzo la CL4 en el aresúlalo de Kemzedy?

Se llama conjetural po rque, al no ser los hechos evidentes, hemos de


apoyamos en conjeturas, es decir, en juicios probables basados en datos
incolnpletos o en indicios.

Lizaro} engalfado me baso.Turaréyo a DiOJ que haJ" ttÍ comido !as UI/as de trey
a treJ.
No !Vmí, dijeyo; mas ¿por qué sospCi"háis eso?
¿Sabes en qué l'eo que las comiste tfU a tm? En que mmíayo dos a dosy ,'a-
lIabas.

Toda conjetura versa so bre un hecho o lUU intención, es decir, sobre


si es o no cierto que se produjo el hecho o existió la intención.

Los hechos y sus circunstancias

Seis hOllradoJ feradof'eJ me eJlJellaron manto sé;


SUJ nombm SOIl "jmo, málldo, dónde, qué, quiény por qué. R. Kipling.

No conjeturamos sob re hechos aislados. La gente normal no discute


S1 un gobierno indefmido negocia co n terroristas en general, o si será
posible pagar no se sabe qué pensiones. Juzgamos de los hechos en la
perspectiva de una situación determinada:

¿Negodó elgobienzo de Irlanda !Vil los lerronstas del IM en 1998?

20
USO DE RA.zÓN

¿Será posible pagar lar pensioJles de jubilaáóll en el alio 2040?

Alll'que los hechos en sí sean indiscutibles - ha aparecido un cadá-


ver, se ha estrellado un avión- queremos saber cómo han ocurrido.

¿Cuál ha sido la causa?


¿Quién ha inten'ellldo?
¿Por qué lo ha h"ho?
¿Cuándo, dónde, con qué medioJ?

Necesitamos detalles, precisiones circunstanciales de persona, lugar,


tiempo, modo y causa, sin las cuales nos sentimos incapacitados para
conjeturar.

Comen:;:arrm a informarse de por qué medios, en qué lllgar, en qué día, a qué
hora, cómo ya propósito de qué le había llegado aquelgran tesoro. Rabelais .

Cada W1a de las preguntas que reclaman información circunstancial:


quién, cuándo, dónde, cómo, con qué medios y por qué, puede
suscitar W1a cues tión . Cabe es tar de acuerdo en los hechos (es cierto que la
cosa ocum"ó, o que pudo ocurrir), pero no en las circlUl stancias (no es cierto que
oClImera como se dú-e: /lO es cierto q/le fllera el! Junio, 110 es cierto que se tratara en el
Consejo de M inistros, IZO es cierto que el presrdente est/ltiera úformado). Sin salir de
las causas, caben muy diversas discrepancias:jite un mOl'lnlienLo de tierras, UIl
e"or de la tXJll/rala, etc. D e manera que, con frecuencia, es prec iso plantear
diversas cues tiones sucesivamente, según cuál sea el o los pW1tos de dis-
crepanCla.

LJ que se presmta aju",o no es si Clodio fue muerto (algo q/le nosotros reamo·
"mos; hay mllstancia de que se realizó Hna emboscada). LJ que no está claro es
por parte de quién se realic;á esa emboscada. Esto es lo que estamos disi7,áúrdo
y 110 el h"ho múmo.1

Los criterios de la conjetura


Sea cual fuere la conj etura que realicemos, los as ideros de nuestro ra-
zonamiento son:
1. que existan indicios o motivos.
2. que los hechos parezcan no sólo posibles sino muy proba-
bies.

7 Cicerón, pro Nlilól1.

21
Ricardo G arcía Damborenea

¿Es posible que ommera, que jueras tú, que juera ayer... ?
¿Exirtm úzdiaos de q"e o",mera, de que /o hú:úras ttÍ, de que jitera así..?
¿Tmías motivos para dmar/o?

Cuando algo es posible, disponemos de indicios y descubrimos moti-


vos, podemos sostener que probablemente ocurrió. Veámoslo en detalle :

1. Que existan signos in directos de que las cosas han ocurrido de W1a
determinada manera. Pueden ser de dos tipos: indicios y motivos.

Indicios: aceptaD10s que algo ha ocurrido cuando aparecen se-


ñales que lo indican: La riqueza oculta es un indicio de fraude fiscal, las
adjudicaciones irregulares de obras públicas son indicios de corrupción,
los indicadores económicos son indicios de la evolución de la econo mía.

Motivos . Se refuerza nuestra creencia cuando apreciamos moti-


vos para realizar una acción determinada; por ejemplo, la expectativa de
lU1 beneficio, la satisfacción de lll1a venganza.

2. Que sea posible, que pueda ocurrir. Por ejemplo, es posible que
existan escuchas telefónicas y no es po sible, por más indicios que aClll11U-
lemas, que el terrorismo desaparezca de la noche a la mañana. T aD1pOCO
es posible que haya intervenido en un hecho quien no tenía capacidad de
hacerlo porque no estaba presente, carecía de medios o de autoridad.

No basta con que W1 hecho parezca posible. Q ueremos saber si es


probable o, incluso, previsible. E s posible que lll1 padre mate a sus hijos,
pero no es probable. Aceptamos lo habitual, lo que ocurre con más fre-
cuencia en lll1a circw1stancia determinada: Es muy probable que donde
disminuya la vigilancia crezca el fraude.

Señores ¿por qué hemos de mer /o raro, /o sorprendC/lte, /o incoH<,bible, lo que


1ZO ha sucedido IZIfIlca, y IZO hemos de creer lo fácil, lo común, /o fremen/e, lo que
sucede todor /os díar, las intriga.r que húntny Plllulan en lorpalados?8

LlaD1aD1oS verosímil a lo que reúne estas condiciones. Si existen indi-


cios o motivos de algo que es posible y probable, nos parecerá razonable
que los hechos se produzcan en la dirección que la experiencia común
sefiala. Cuando algo es posible y se desea, lo verosimil es que ocurra.

8 Joaquín ¡'ve Ló pez en su dqeflsa parlamentaria de Olózaga.

22
USO DE RA.zÓN

Pudo sery comino, IlIego jite. DlU1S Escoto.

Volvamos al caso de las uvas. ¿En qué se apoyaba la conjetura del


ciego?: en el motivo (el beneficio), en que existía una posibilidad sin
límites amparada por la ceguera, en un indicio clamoroso (tú callabas) y,
en fin, en su propia experiencia so bre lo probable y lo habitual. Por eso
su interpretación resulta verosúnil .

No hay que aJombrarse de que falsificara el dOl1<mellto, no sólo porque ml"has


lemya han ommdo tosas aJí, JtllO porque algunoJ de «)j" que tratan COII él han
hecho COJaJ mucho peores que éstas. ¡sócrates?

Añadamos algo más sobre los indicios, los mo tivos y lo posible.

a. Indicios
Indicio es todo hecho conocido que sugiere la existencia de o tro no
conocido: si veo hlUno infiero que hay fuego; si lUla mujer amamanta a
un nií'ío colegimos que no es virgen.

us hijos del rey han hu/do, lo que los e:;"polle a JospechaJ. 1 1acbeth.

Se flU1damenta en las relaciones que nues tra experiencia pueda esta-


blecer entre dos hechos. A saber:

• una relación causal. Si nos cons ta la existencia de una causa po-


demos inferir que se ha producido o se producirá el efecto: la tlzeJ-
tabilidad polítú'a prodl1a'rá un desw/fo eJl lar tlumioneJ y en el ,'OI/fllmO, Al
revés, el efecto nos indica la causa: las huellas qlle penibo etl la meJa tlZ-
dú-aJi que mis croquetas se las ha com/do elgato de la I"Úza.

• una relació n de coexistencia o de sucesión, cuando los dos he-


chos aparecen jWltos o muy próximos en el tiempo, como el
tmeno y la lluvia.

Rinconete- Pame que la GanamioJa ha eSa/pido, seilal de que quiere can-


tar.

• lilla relación de semejanza, cuando lll1 hecho (o un conjunto de


ellos) se parece mucho a algo:

9 Isócrates. XV1I, 33.

23
Ricardo G arcía Damborenea

Supongo que era elpresidente porque ti llIl i'Oihe I/egro, grande, (1m los mitales
osmros.

El valo r de un indicio depende de la fuerza con que percibamos esa


relación. Es grande cuando la asociación parece con stante e infalible, es
decir, necesaria, como la que existe entre el humo o las cenizas y el fuego .
En este caso el indicio equivale a Wla prueba y basta Wl0 solo para es ta-
blecer la conclusión. E ste tipo de relación necesaria se da entre causa y
efecto, principio y con secuencia, sign o y significado, todos los cuales
producen certeza: 110 había Ilo"ido porque el suelo eJtaba suo.
Lo habimal es que, al ser equívocos los indicios disponibles, no nos
baste con Wl0. Neces itaremos una suma de ellos para que la idea que
sugieren resulte convincente. Si veo o a un señor bajito paseando solita-
rio por el Retiro puedo p ensar que se trata de mi tío J acinto. Es una pro-
babilidad. Si además lleva barba, bo ina, abrigo y ha salido de un p ortal de
la calle Alfonso XII, las p robabilidad es se suman y mi convicción se ve
mucho m ás reforzada.

La tierra alegre, el "elo daro, el aire limpio, la luZ serena, "ada UlIO por Jiy to-
dos Jltn!!)s daball manifiestas señaleJ de qlle el día había de ser serello y "laro.
Quijote.

Por supues to que a través de un a suma de indicios no puedo alcanzar


ninguna certeza. Toda presunción b asada en indicios equívocos puede
ser erronea.

No había pruebas, solo destellos que podíall signifi"ar algo o 110 signifi"ar na-
da.'o

Cuanto mayor sea el número de indicios que sugieren lo mism o, tanto


más fácilmente surgirá la convicción .

Poole- Señor, júe lan deprisa y la perfOlla iba lan encorvada, que no me
atrel/'eria a jurarlo. Pero si usted se refiere a Mr Hyde, pues bien: Sí ¡creo que
era éll Oiga usted' paret:ía tener la múma e.rtatura y la IJltSma ligerec:;.a, y ade-
más. ¿quién que no júese élpudiera haber mtrado por la puerta dellaboratono?

/O O rwell, 1984.

24
USO DE RA.zÓN

b. Los motivos

¿Por l'entllra aquel bombre bubúra mmetido el bomú,dio Stll alguna tausa. y
de!eüándose solamente en el bomúid¿o mismo? ¿Quién h había de creer? (..)
Aun el múmo Ca/i/illa IZO amaba Jllf aLrocidadef por sí mismas, sino que
amaba otras lVSas,y para lVllseguir éJlas ~jea¡{aba aquél/aL TI

Un m otivo es W1a forma de causa: la que nos empuja a la acción .

No me faltan mol,,'os para bablar en favor de Núiar: omm que es amigo mío,
que se enmentra en apuros, que el {)útima de una úyitsticia y que no sabe de
oratoria.12

Bás icamente hacemos las cosas p ara obtener un bien o evitar un mal.

Por UIlO de es/os dOf motillOs bat"ell todos lo que hacen: en perJectlcióll de alguna
gantllll-"ia opor escapar de algúll castigo .13

Com o con frecuen cia ocurre que no se alcanza el fin que se pretendía,
juzgam os los mo tivos no por el resultado obtenido sino po r las expecta-
tivas de ventaja o perjuicio : Wl jugado r de bolsa no neces ita m ás que la
sombra de una sospecha para atem o rizarse. Igualmente consideramos
ben eficiosa la elección de un mal si es menor que otro.

Cicerón- lOe qué modo puede probarse que júe Chdio quién preparó una
emboscada a Milón? Sin duda es s/!ficien!e con mostrar que eJl aquel monstnlO
tan tllIdaV in/miza! hubo UIl motit,o importante, /lila gran ejperanza puesta en
la manha de Mihn y nl/merosas mltajas. Valga en persollajes IVmo éstos aqllel
dúho de Casiano "¿Cui bollO?""

c. Lo posible y lo imposible
Utilizamos comúnmente la expres ión imposible en las siguientes si-
tuacio nes:
1. Es impos ible todo lo que se opone a las leyes de la naturaleza: que
Wl burro vuele, que una piedra suba, que el agua se mueva sola, que Wla
causa no produzca efecto, que Wl efecto no tenga causa. No es posible

11 San AgUStúl , Cot!fesiones J V


12 Isócrates, XXI, 1.

IJ Platón, GOrgiClS.
14 pro Jyfi/ón.
Ricardo García Damborenea

que se altere el orden natural de las cosas sin que exista un mo tivo o W1a
causa.
2. E s imposible todo lo que implica lIDa contradicción, por ejemplo,
un absurdo: 2+2=3; estar vivo estando muerto; que el todo sea menor
que la parte.
3. Es imposible todo lo que prec isa medios u oportunidades de los
que no se dispone: no se puede comprar una finca sin dinero, no es pos i-
ble que un soldado dé órdenes al general. N ues tra estimación de lo pos i-
ble está muy ligada a la existencia de la ocas ión, esto es, a la oportunidad
de tiempo o de lugar para hacer o conseguir algo : No Je ha"'l las (aJaS
cuando se quiere, sillO mando sepuede.
4. Es imposible todo lo que es exageradamente improbable:

- porque parece extremadamente dificultoso . Por ejemplo, que


cese el conflicto en O riente !\Iedio .
- porque existe una voluntad eficiente que se opone: Jamás volaré
esa ley.
- porque choca con el sentido común . Por ejemplo, las casuali-
dades extravagante s: ganar todos los años en la lo tería; actuar en
perjuicio propio cuando no se trata de abnegación .

No puede ser eso, respolldió S ancho, porque sifueran ladrones, 110 se dejaran
aquí esle dinero .

Que ande la bella camda


Blál vesliday mal ,dada
Bzen puede j-er.
Mas qlle el bueno de! mando
No sepa quién da el m tido
No Pllede ser.'"

Defensa y rechazo
Si t.rasladamos lo dicho a W1 debate real, quien pretenda sostener que
un hecho dudoso es cierto, alegará:

- Q ue todo indica que ocurrió : existen indicios; han surgido efec-


tos.
- Q ue había motivos y que, de hecho, se han producido benefi-
cios (o indicios de beneficio).

15 GÓngora., Le/ras amorosaJ, 96.

26
USO DE RA.zÓN

- Q ue es ta explicación es la única verosúnil.

Po r el contrario, quien desee negar la existencia de lUl hecho, aducirá:

- Q ue no es p os ible o que es muy dific il. Tan dificil, que p ode-


mos considerado imposible.
- Q ue no existían motivos, que no había nada que ganar, que,
po r el contrario, representaba Wl perjuicio .
- Q ue los indicios no prueban nada, que son apariencias, que
pueden indicar cosas diversas, que son conjeturas temerarias.

Yo os demostraré q/le no di" la ,"rdad por medio de dos argumelttos, a saber.'


que, ni si hubúse querido, !Jabria podido, ni. si hllbúse podIdo, habria qUerido
C/lV!JJe1er fa/u acciones.16

Como regla general, se puede es tablecer el siguiente orden en las p o-


siciones defensivas:

- Negar la posibilidad del hecho.


- Si no cabe negarla, porque es posible, negar la verosimilitud.
- Si esto tampoco cabe, po rque es verosímil, sos tener que no hay pruebas.

Mirad, aunque lvnaJllcido


os t'eáis, negad osado,
Don Juan, que lo bielt negado
nunca ha sido mal creído,l1

Como ya hemos señalado, la verosimilitud y su contraria se aplican


tanto a los hechos como a sus circunstancias: la persona, el lugar, el
tiempo, el modo, la causa. De todos ellos se puede argumentar sobre lo
pos ible, los indicios y, en el caso de las personas, sobre los mo tivos: el"
imposible que ocum'era el j Uel'es; IZO pudo ser por la noche; F u/allo careda de motl-
l'OS; .. etc.

Cicerón- Si 110 quiso darle muerte {I:uando !J"búra colltado} toll el bmepláá·
to de todo el mNlldo, ¿pe/lSaremos que qlllso h""rlo ton la desaprobatúíll de al·
gunas persollas? Si no se atmió a matar mando la legaltdad, el lllgar, las tir·
amsta",,{¡s y la úJ'Ptlllidad le fawredan ¿pensaremoJ" que no dudó ett hattrh

16Gorgias: Oifensa de Palamedes (en i\felero, Sqfistas).


17 Calderón: Mañana será otro día.

27
Ricardo G arcía Damborenea

<VIIdeshollor, en llIl lllgary ámmstamiaJ de.rfawrables.y con nesgo de la propia


Hda? 18

Tanto quien sostiene un hecho como quien lo niega, completa su ar-


gumentación con la hipótesis contraria: es Ixrosími! lo que afirmo y es increíble
(o absurdo) lo contrario. Para ello se recurre a una suposición: ¿Qué hubiera
ocumdo JiJuera eierlo lo que se qfirma? Si no se dan las consecuencias previsi-
bles, parece razonable rechazar la hipó tesis.

Un debate previo a c ualquier o tro


l\ [ientras no esté resuelta esta cuestión, mientras no sepamos o acep-
temos que las cosas han ocurrido u ocurren y que lo hacen de és ta o de
aquélla manera, será prematura cualquier consideración so bre el nombre
o la evaluación de las mismas. No es posible discutir con sentido la valo-
ración de algo cuya existencia no está razonablemente admitida. E sto
puede sonar a perogmUada, pero en el terreno de las disputas todas las
precauCIones son pocas.
Por ser rula cuestión que precede a cualquier otra, es la primera que se
discute en el parlamento, especialmente en los debates sobre la situaaoll
política, las comparecmc/as iJiformatiras, las comisiones de iJlt'estigacióll, etc. Otra
cosa es que, al estar los debates parlamentarios mal ordenados, se plan-
teen cuestiones de valoración o incluso p ropuestas cuando está sin resol-
ver la cuestión conjetural. Esto suele ocurrir con la distraída aquiescencia
del Presidente por tener éste toda su atención concentrada en cronome-
trar las intervenciones o so focar los alboro tos. Con ello los oradores se
suceden en la tribuna proponiendo soluciones a cosas que no están pro-
badas y que seguramente no se van a debatir adecuadamente, pero que se
condenan por si acaso y para que conste en el telediario . Es muy frecuen-
te que el Presidente del Congreso llame al ord en, y son rarísimas las
ocas iones en que llama a la c uestión .
Nos hemos limitado a debates sobre el pasado para no complicar la
exposición. La argumentación es la misma cuando se conjetura el futuro,
como veremos con más detalle en el capítulo sobre la deliberación .

18 pro Mitón.
28
USO DE RA.zÓN

EJEMPLO DE CUESTIÓN CONJETURAL


Traemos aquí un fragmento del Discurso de Palamedes, el insigne in-
ventor del alfabeto y del juego de dam as. Su enemistad con Ulises venía
de antiguo, de cuando es te intentó eludir sus compromisos y no ir a Tro-
ya, ftngiéndose loco. Palamedes descubrió, mediante una treta, el engañ o.
En venganza Ulises tramó una conspiració n contra él: fal sificó una carta
del rey de Troya dirigida a Palamedes, en la que éste aparecía como trai-
dor a los griegos y, para hacer más veros ímil la insidia, hizo enterrar lma
cantidad de dinero bajo su tienda. Ante la evidencia, Palamedes fue con-
denado a muerte y ejecutado. /9
Se atribuye a Go rgias Wl discurso escolar que mues tra de qué manera
podría haberse defendido Palamedes. E s un poco largo, pero lo hemos
resumido. j\·[erece la pena leerlo como ilustración de cuanto hemos co-
mentado en el capítulo .
...Yo OJ mOJtraré que Ulúes 110 dlá la ,.erdad por medio de dos argummtoJ, a sa-
ber: que, lIi si hllbÚise quertdo, habría podido, 111; si hubiese podido, habría quertdo
acometer tales acciones.
A . Me dirijo primero al argllmento de que 110 tellgo poder para Ilel/ar a cabo esa
traición.
1. H abría sido Ile{,uan'o, en ifecto, que la traición hubiese ¡elUdo, ante todo,
1m pn'llcipio y el pn'llcipio habria sido IIlla mllt'ersación (...) Ahora bien, ¿cómo pue-
de;¡ medú¡r palabraJ Ji 110 ttime IlIgar 1111 enmentro? M as ¿de qué modo podría haber
tenido lugar un encuentro, toda t'ez que ni el rey me enrió IIlla per.rolla en Sil nombre
ni lIadie fue a I'er/() ell el mío? (..)
2. Pero imagúzemos pOJible que ello sucediera IVII 1111 elZtlletZtro (..) ¿Cómo
puedo entenderlo y hablarle? ¿AcaJo a JolaJ 10J dOJ? No IVmprenderemos, en tal caso,
IlllutroS mllLtlOf diJcllrsos. ¿Mediante /In intérprete, tal tez? En ese slIpllesLo, inter-
viene una ten'era persona como testigo de planes que net'eJitan mantenerse en secreto.
3a. Pero admitamos que sucedió asi, aunque no slll'ediese. HubieJe sido pre-
cúo que, tras nuestro encuentro. nos hubiéJemos e.:\'·igldo y dado una garantía. ¿Cuál
habría sido, en tal ca.ro, esa garantía? ¿Un juramento, quiZáJ? ¿Quién iba a utar
dlJpUesto a coliflar en mi, un traidor? ¿Rehenes, acaso? ¿Quiénes? E n mi caso tendría
que haber entregado a mi hermano (puesto q"e 110 disponía de otra persona); el bárba-
ro, a alguflo de SIlS hijos (...) Pero, Ji así hllbiese Jlmdido, el intermmblo habría Sido
palmano para todoJ flOSOtroJ.
3b. Alguien podría Stlgen'r que nos dúnoJ' garantía mediallte dillero, dálldo-
melo ély attptándolo yo. ¿ Poco dinero tal vez? No, porque no es l/eroJ'ími! reábir poco
dinero a cambio de grandeJ JemidoJ. ¿Mucho entonceJ? ¿Cómo Je hi::;.o, en tal ca.ro~ el
transporte? ¿Cómo podría haberlo transportado tilia sola perfolla? ¿O fueron mUlhas?
Si hubieJelI sido muchas, mm};os teJtigos habría habido de la lVlZJpiraáólI; Ji hllbim

19 Anto nio ~.relero , Scjistas.

29
Ricardo G arcía Damborenea

rido una Jala persona, no habría sido m",ho el dinero tral/sportado. ¿Lo transporta-
roll de día o de /1O,he? Si de noche, son muchos y próximos 1m puestos de tigilanáa,
que 110 es porible mlzar S¿JI ser adlertidos. ¿File, entom"", de día? La lu'G empero, es
enemiga de tales a"ioms.
4. Pero admitamos que su"dió lo que /la s""dió. Nos rellnimoJ; hablamoJ,
nos entendimoJ; redbí el dinero de elloJ, lo reábí JÚI q/le nadie Je aperábiera, logré
ocultarlo. Debía finalmmte pomr en ejecución todo aquello por lo que Je hablan reali-
zado estar intngps. Ahora bien, esta er una cueftión aún más insoluble que las susci-
tadaJ ha.rta ahora, a Jaber: la realización de la a,,·ión debl de llevarla a cabo yo Iolo o
con la ayuda de otroJ.
4a. No era, S¡j, embargo, la empresa misión para /lila sola pmona.
4b. ¿Con la ayuda de otroJ, mtO/lm·? ¿De quiélles? Eádmtemellte de gente
mn la que tengo trato. ¿ubres o esda/m? La gmte libre COII quien tengo trato JOis
I/osotros. Ahora bim, ¿quién de VOJotroJ tiene iVnJtalllia de ello? Que hable. ¿Cómo
puede, por otra parte, creerse que lo hú~ COn la ayllda de esdaws? Por propia //Olmltad
delata/l ellos para obtener la libertad u oblzgados a ello por el rigor de la tortura (...)
De modo que me habria remltado absolutamente impoJible por todoJ 10I conceptos
llevar a cabo la empre..-a.
B. E xaminad conmigo también eIta ,","II,,511: ¿por qué razón me habría convellldo
el desear Iletar a cabo la a,,·ión, en el caso de que hllbieJe tenido eapaddad para reali-
zarla? (...)
1. ¿Para haamle con el poder absoluto? ¿Sobre vosotros o sobre los bárba-
ros?
la. Sobre I;OSOtroI, únpoJible,ya que, al ser tantos y tan tillstres, están de
I/uestro lado las mejoreJ mndúiones (...)
1b. ¿Sobre 10I bárbaroI, entonm? ¿Quién me entregará, empero, el poder?
¿ y con qué fuerza podré yo, un gn·ego, detentar ifectú'amente ese poder sobre unOJ
bárbaroI, el poder de 11110 Iolo Iobre muchos? ¿Por la persuasión o por la tiolemia?
Porque ni ello.r estarán dispuestos a dejarre ,·o/lt'ellcer nipodrlayo obligarlos a ello (...)
2. A!glllál podrá argiiir que file por deseo aparionado de riqueza y dlilero
por lo qm intmté la traidón. Ahora bien, de dinero poseo IlIla cantidad S/Ificiente y de
otros mmhos búmes 110 tengo lIetesidad a!gll/Ia (...)
3. Y áertamente que no emprenderla por razón de honor 11/2 hombre aCdOIleI
de esa naturaleza, t:Oll tal de que fllera medianamente Jellsalo. Ya que es en la I/irtud
y /lO en la pen'ersidad donde .re on'g,illall los honores. Ya UIl traidor a Grecia, ¿cómo
potlrla %rgánele algún hOllar? (...)
4. ¿COII el deseo, qu¡,;ás, de ser tÍtil a fUI amlgoI o de callIar daifa a SIIS
enemigos? Porqlle por esos motl'tvs a!gllien podría obrar il/jIlI/ammte. A mi, empero,
me habría SII"dido exactamente lo iVl/trano: habría hecho da/io a mú amigoJy bene-
fiáado a mis el/emigos (...)

30
USO DE RA.zÓN

Que 110 habría, ell mlldtmáll, quen'do, aunque hubiera podido, lIi habría podido,
aUllque hubiera querido. traicionar a Grecia, ha quedado ya de manifiesto por las
razones anten:omlente adm'ldas.

RESUMEN DE L \ CUESTIÓN CONJETURAL


J. La cuestión conjetural co n sid era exclusivam ente los hech os, sin entrar en
otras con sid eraciones.
JI. La p o lé mic a pued e surg ir alre ded o r d e los h ech os en sí o de su s circunstan-
cias : quién , cuándo, có mo, co n qué m edios, por qu é.
111. Se argumenta en términ os de probabilidad, basad os en indicios y en mo tivos.
l. porque existen, o n o , indicios o motivos .
2. p orque el he ch o es posible y muy probable.
En el mi sm o grad o en que se d en estas condicio n es, estimarem os que
la explicación es verosímil.
1 ndicio es un h ech o conocido que sugiere la existencia de o tro co n el
que mantiene una relación causal, de coexistencia, d e suc esió n o de se mejanza.
Motivo es la causa d e h acer al go. Los m o tivos básicos son d os: o bte n-
ción d e un bien y evitación de tul mal.
Es posible todo 10 que, habiend o volun tad, puede oc urrir p o rque n o
es tá reíiido con las leyes de la n aturaleza, n o es absurdo, cu enta con los m edios
adecuados y no tropieza con o b stácul os infranqueab les.
En las cosas posibles n os interesa su p robab ilidad y su facilidad.
IV. Se trata de W1 d ebate previo a cualquier o tro.

31
Ricardo G arcía Damborenea

L\ CUESTIÓN DE PAL\BRAS
o NOMINAL
P01fiaba Sambo que era venta,y su amo que no, .fino ca.rtillo.

Con frecuencia discutimos sobre los nombres de las cosas:

¿Esto es eutallasia o asesinato?


¿A qué llamamos eutallasia?
¿A qué llamamos asest1lato?

No se discute el hecho, pero cada uno lo ve de manera diferente y po r


eso lo denomina con ténninos distintos.
El método de verificación de la propiedad o impropiedad de los
nombres es la defmición. En esta cuestión se trata de aportar defmiciones
y de ajustar estas a los hechos, por eso se ha llamado también cuestión
definitoria o definitiva.

La definición y sus clases


Definir es ofrecer el significado o la clasificación de una palabra, per-
sona, objeto o acto. Cuando discutimos sobre un término es porque su
margen de significación es elástico y conviene precisarlo. Defmimos (se-
ñalamos los fmes) para delimitar (poner limites) o determinar (fijar los
términos de) un concepto, con el fm de distinguirlo de otros con los que
pudiera confundirse. Responde a la pregunta ¿qllé eJ eJlo?: ¿Qué eJ lerroriJ-
mo? ¿En qué lVJZJ"Úte la democracia? ¿A qué llamamoJ paz? La deftnición es,
pues, un juicio que establece los limites de un concepto.

a. Tipos de definición: informativa y argumentativa


Las definiciones tienen dos funcione s prácticas . La primera es pura-
mente informativa:

(¡¡al/do hablo de la H úpania romana me refiero al i'Olljllnto de la pellíllSNIa, es


d",,., a /o que hoy SO Il Españay Portugal.

Nos servimos de una defmición para aclarar el sentido que aplicamos


a una expresión con el fin de evitar malentendidos:

32
USO DE RA.zÓN

Sócrates- ¿Podrías decimos, Hel7ltógenes, qué es tÚlOlelliia?


H errnógenes- Vollerse por el ¡tilO de molesta iVllversación para los lVmi-
dados. Tal me par", ser la lÚtolelláa.2°

Las definicio nes de este tipo suelen ser convencionales, no inclinan el


platillo de la balanza a favor de nadie y rara vez suscitan controversias. Si
surge un malentendido, porque alguien emplea términos ambiguos, un-
precisos o desconocidos, el diálogo se detiene hasta dejar claro el signifi-
cado de la palabra empleada:

Sara- H a de sabé usté, sello]ué, que este jOlfll es amigo mío.


Juez- ¿AmlgO íntimo?
Sara- Según el arta/lJe que mía le dé a la palabra.
Juez- Todo el que time.
Sara- Pos si- es amigo intimo.2 1

La segunda función de las defmiciones es argumentativa. Recurri-


mos a ellas cuando no existe acuerdo sobre el nombre que debemos apli-
car a hechos reconocidos, porque hay intereses en juego:

Las mmisúmes de fa Banca SOIl 1111 robO/110 SOIlIIJl robo.

Uno cree que Wl concepto es aplicable a determmado objeto o caso,


pero el mterlocutor lo contradice, con lo cual ambos se ven obligados a
empezar por la defmición . Entonces la cuestión ¿Esto es A? conduce a
preguntar ¿qué es A?: ¿qué es robo? De cómo definamos la palabra puede
resultar, por ejemplo, que estemos ante un acto legal o ilegal. D el nombre
de las cosas depende su valoración, es decir, el resultado del debate, con
lo cual la defmición se convierte en un arma dialéctica al servicio de nues-
tros obJetivos. De aquí la impo rtancia que se concede a esta polémica.
Todas las denommaciones implican consecuencias que conviene asegurar
o eludir; consecuencias que, aunque no aparezcan en la discusión, consti-
tuyen su verdadera raZÓn de ser y determinan las actitudes de los conten-
dientes. No se alude a ellas, pero no se piensa en o tra cosa. Por ejemplo,
para evitar los efectos penales o sociales de Wl hecho innegable, se le
cambia el nombre:

Le he llamado imbécil, pero 110 es Ull tllsulto, StlZO 1m diagllóxtúYJ.

20]enofo nte, El banquete, V I.


21 Seraflll y Joaquín Álvarez Q uintero , Zaragatas.

33
Ricardo García Damborenea

No existió tiola,,"" porque ella 110 opuso resistencia.

No es lo mismo designar lm acto como homúidú) que llamarlo asesinato;


va mucha diferencia de tachar a alguien de terrorista a bautizarlo como
violen/o .

Ernesto CM Gllet'ara: Psú-ópata argmtino extremadamente tiolmto 22

Como todo el mundo sabe, la polémica sobre si Espai'ía es una nación


o cualquier otra cosa, no constituye una disquisición teórica.

EJO qlle usted llama impllesto rewlmúJIlario 110 es más que !Jna extorsión ma-
fiosa.

Lo que se discute a través del nombre es si estamos ;mte un gesto no-


ble o canalla y, en co nsecuencia, si deberemos encomiado o aplicarle la
ley.

L.as údúnas del SIDA 110 se debe;¡ mntemplar aJmo e;rformos StlZO aJmo mi-
lIustdltdos.

Se desea trasladar a los enfermos del SIDA a la catego ría de minusvá-


lidos con el fin de impedir que sufran discriminaciones laborales,
Un diputado en las Cortes espai'íolas de 1869 pidió que la palabra per-
fOnas del artículo primero de la nueva Constitución se cambiase en indúi-
duos, lo que traía envuelta la abolición de la esclavitud, pues los esclavos,
jurídicamente considerados, no eran entonces personas, sino cosas. La
ONU tardó 25 ai'íos en definir la palabra agresión, y no fue por capricho.
Con mucha frecuencia, pues, el resultado global de una polémica de-
pende de que acertemos al definir los términos en litigio. Nada es tan
cLUcial para lm razonamiento como la defmición. Por eso se dice que
quien controla las defmiciones gobiema todo el debate.

- L..a ada es un derecho.


- Sziz duda, pero no es 1m deber.

Es timamos que una polénllca no minal es inane, estéril, cuando no


modifica nuestra actitud ,mte los hech os, como ocurre en la fábula de los

22 Cado s Rodríguez Braun, Prensa diaria.

34
USO DE RA.zÓN

galgos y los podencos. ¿Qué más da la clase de perro cuando lo impo r-


tante es que son perros?

-Akánzame esa sopera.


- No ef ulla sopera) sino IIfl fnttero .
- LJámaln conlO quieras, pero alcánzameln.

Si nos hemos entendido e/l la (oJa, 110 dúputemos sob" las palabrar. 23

b. Una o dos cuestiones


Como acabamos de ver, la asignación de un nombre nos conduce a su
defmición. Parece un mismo debate, pero son dos cuestiones distintas
que abordamos suces ivamente: una definición (¿a q/lé llamamos A?) y lma
aplicación: (¿encajalZ los hunos en la definúión de A?) . Definimos en qué
consiste ser A y discernimos luego si un objeto dado es verdaderamente
A. Al defmir delimitamos, al discernir o aplicar una defmición, comp ro-
bamos. Con frecuencia planteamos ambas cues tiones: defendemos W 1a
defmición y sostenemos su aplicación al caso que se discute.

Uamamos mllerte al me de la attúidad cmbraL u s mllOJ a/lencefálims IZO


tÚl1en attúidad "rebral. Luego lZaml mllertos.

No siempre ocurre así. A veces todo el empeño se concentra en re-


chazar ooa defmició n porque, si triunfa, su aplicac ión será inevitable:

]\To Je puede hablar de l'lo/ación si 110 exúle ziolelZt:ia.

A la inversa, cuando la definición no se discute, el debate se reduce a


la aplicación:

- Un tohetiJo es 1111 soborno a /l1Z f/llUionano ptiblú'O.


- No se In dúcuto. Pero mi dente no es jimaonano.

c. Controversia simple o doble


Cabe también que la polémica sea simple o doble, según se discuta
sobre W1 sólo nombre o se enfrenten dos deno minaciones.
En la controversia simple una de las partes sostiene lll1 nombre que
la contraria rechaza.

23 Schopenhauer, S eJIilia.

35
Ricardo García Damborenea

Lo que eJcribe Cortázar SOIl lIo¿das / No SOIl lIote/as.

Si uno piensa que Cortázar es un gran novelista será po rque estima


que sus escritos encajan en una definición aceptable de novela. Q uien se
opone al no mbre rechaza la defmición po r incorrecta, o niega que los
hechos cuadren con el nomb re que se p ropo ne. Podría sugerir otra pal a-
bra para deno minar las producciones de Cortázar, pero no es indispensa-
ble que lo haga, y con frecuencia no es conveniente, porque aWlque no
resulte errónea (que pudiera serlo) o frece a la parte contraria la oportuni-
dad de pasar al ataque. Por lo general, bas ta con desembarazarse de la
denominación que se es tima inadecuada o peligrosa.

No se cómo tmdremos que llamarlas, pero 110 responden a /o que solemos enten-
derpor IImdas.

E n la cuestión doble cada W1a de las partes o frece su p ropia deno mi-
naCI0 t1 .

Controtuyia: E J 1111 ado terrorista / E s UII alboroto callejero


CllesliólI: ¿I",,,,diar un auwbtís es terronsmo o es alboroto?

Cuando se enfrentan dos nombres, cada una de las partes defme am-
bas propues tas: en primer lugar la propia, para mostrar que se ajusta a los
hechos y:. a continuació n, la contraria:. para probar que resulta inadecua-
da, inútil, o tendenciosa .

Lo ü!y0 !lO es economia sino codicia, pllef la economia COllsúte en amseroar con
midado los bienesy la codtiia eJZ desear injustamente los ajenos.24

En res umen, hemos distinguido:

Dos tipos de de fullció n: informativa y argumentativa.


Dos ti pos de cues tió n: sobre la definición y so bre su aplicación.
Dos tipos de co ntrovers ia: simple, gue afecta a un sólo no mb re, y doble ,
que enfrenta dos deno minacio nes.

24 _,\.nónimo, Retónm a ~lermio, IV, 35.

36
USO DE RA.zÓN

Cómo definimos
Toda definición se basa en semejan zas y diferencias. Semejanzas pa-
ra set'ialar el género (el grupo, fam ilia, directorio) donde clasificamos un
concepto y donde figuran todos los semejantes a él: un aIesillalo es un homi-
ádio; UII psú"Ópata es un mfermo. Diferencias para individualizar la variedad
a que nos referimos y distinguirla de los demás miembro s del grupo: un
homicidio ... con a!el/Osia; un elifermo ... menta!

Hay definiciones sencillas: El sol es la eslre//a", de! sislema solar, Obsen'ar


es mirar... con atención.

Hijo- ¿Qué es UIl lraidor?


Lady 1 lacduff- Pues lino que jJlray miente,

O tras exigen numerosas matizaciones para agotar el campo de las di-


ferencias, Por ejemplo : si quiero defmir el abo rto legal, que es una varie-
dad muy concreta de abo rto, comenzaré por situad o en el catálogo de
conceptos: el aborto legal es una úzlerrupáón del embarazo. Añadiré, para
empezar a seii.alar sus peculiaridades, que es pro,'omdo (en lo que se dife-
rencia de los espontáneos, que son la mayoría), Como con esto no basta,
detallo: antes de las dOl'e primeras semanm de geItaáózz (para diferenciarlo de
todos lo que se producen con pos terioridad a esa fecha), Como la defmi-
ción todavía es insuficiente porque caben demasiados abortos en ella,
seii.alo: realizado con garanlías médúv-aúslena(¡les (para separarlo de todos los
que no o frecen estas garantías); y aún he de aii.adir: (Jlando mneJlffe algllno de
IOI moti/.Vs remgidos por la ley, Ha cos tado un poco de trabajo, pero hemos
ll egado a un nivel de concreción casi transparente: el aborlo legal eJ l/na
intermpáólI del embarazo pro,'oc'c1da antes de las doc'e semclllas de gestaúólI, mil ga-
falltla.r médúv-asistemúles, mando mnmrre alguno de los moti,"s remgidos por la ley,
Tal vez, para despejar hasta el último equívoco, debiéramos haber inclui-
do que se trata de lUl aborto ['oluntario y haber especificado las garalltías
médti'o-mistezláa!es, ¿A usted qué le parece?
Todo lo que contribuya a seii.alar diferencias entre una cosa y sus se-
mejantes tiene cabida en la defmición, Por ejemplo, la finalidad : Una
mentira piadoJ"a no persigue e! da/lO del prójimo; el uso : E l C1ichi//o del pan; la cau-
sa: T nmlO es e! mido de! rayo; los efectos: Elopio es un somnífero; las condicio-
nes: La tlo!ación e>"'7ge vio¡encia~ los opuestos: Lo lVJltran"o de economía es de"o-
che, y lo de a,'aná'a, generosidad; la intención: No eJ penalty, la mallo ha sido
illvolulltaria, De la misma manera se puede recurrir a las partes (tielle tres
ladoJ), la materia (pláJtúv), la fonna (redolldo), el tamaí'io (el máJ largo), la
po sición (el ten'ero), el tiempo (ante!" de las doce semaltas), las peculiaridades

37
Ricardo G arcía Damborenea

(lisa gafas); los ejemplos (1111 libro es esto qlle está usted leyendo) , la etimología,
los sinónimos, y las comparacione s:

Poesía eres tú.


¿Como eJ lo magnallimidad? Todo lo colltrano de la mezquúldad.
Discuten los amigos con los amigos; d¡Jputall, en cambio, los arkersan()JY los
ellemigos,25
Relo/, /lna máquilla de metal, compuesta de dlúrsas nledas, CIf)'O morúJliellto
"glodo e.c ProPIO para sellalar lar horar26

No es preciso gue una definición recoja todas las características cono~


cidas. Basta con gue señale una o algunas con tal de gue resulten s uficien ~
tes para distinguir un concepto de o tros afmes. Sefialamos las cualidades
particulares, porque nuestras definicio nes son, en su mayo da, descripti-
vas.

Carro: mm/o/e t:onsistente en ulla platqforma COIl barandillas, montada gene-


ralmente sobre dOJ nledaJ, COIl lanza o ¿'ara.r para engancbar el tiro.
Pllblúidad: COl/¡Il11to de medlory témúill que permde;¡ la difuslon de objetos o
de ideas, y que tiel/de;¡ a prol'o,"ar mmportamiemos o aaitlldes en los indizzduos
que miben sus mensajes.

Un fil ósofo, o un físico, es tán condenados a emplear definiciones


ITIUy precisas, esenciales : bombre es animal raciona! En la vida común no

sufrimos esta limitación: para definir un metro no recurrimos a1 patrón


gue guardan en París. Lo describimos como 100 centimetros o, si acaso,
abriendo los brazos a guisa de ejemplo. Rara vez se nos alcanza la esencia
de las cosas, por lo gue nos conformamos con sus accidentes, lo cual nos
permite defmir de fOlma mucho más gráfica y pintoresca a partir de cllal~
guier diferencia significativa: el homb" es 111/ animal que lisa zapatos.

CuáparlaJltes son esos diputados mlldos q/le sólo opil/an mando levantan el ,"ulo
para ".'olar. 27
Loco es el que Imzjia en la dulzura de Ul/ lobo, la salud de 1111 caballo, el amor
de un mancebo o elJúramenLo de una pula.28

25 Platón, Pro/ágoras.
26 ..wuuld, Lógim de Pon RoyaL

27 Víctor j'vlárquez Reviriego, Diano ABC.


28 Shakespeare, El Rey Lear:

38
USO DE RA.zÓN

Disponemos de una gran libertad para deftnir a condición de no re-


torcer o traicionar el concepto que designamos . Podemos utilizar la deft-
nición que mejor nos cuadre, pero hemos de procurar que sea breve (no
W1 folleto explicativo), clara (más que el término deftnido), completa y
prec Isa.

La eutanasia es la anLiápacióll de la muerte de UIl e/yermo terminal irreatpera-


ble que pade" il/soportables urfrimimtos y que solicita Maja, ábre y mterada-
menle qyuda para monTo

H ay casos en que las deftniciones se tornan imposibles. Así ocurre


cuando determinados conceptos se nos han convertido en W1 cajÓI/ de
sastre:

¿Qllién puede dar /lila dejínúiólI de 1Z00-ela? ellalldo yo era mlldJaiho emped a
,vle"úmar dejíniciones de nOI.da y llegué a lener máf de Imcienlas, pero me di
cumla de qlle 110 Jmia para nada porque si el U ¡¡rel' de Joy" respondía a la.f
premisas de /lila difinición, sobraba El Decameróll de Boc(1a:io,y !o mi.fJJJO pa-
saba iVll otras obras gemaleS.29
Amor eJ un IZO Jé qué, tiene por /lO sé dónde, em:íale no Jé quién) engéndraJe 110
sé cómo, collténtase no sé con qué, siéntese IZO sé tuándo,y mata no sé por qué. JO

Cómo argumentamos con las definiciones


Cuando necesitamos deftnir algo podemos hacer dos cosas: emplear
las defmiciones tal y como están en sus fuentes, o modificarlas. Veamos
las ventajas que ofrece cada lilla de es tas posibilidades: la definición
convencional y la redefinición.
Muchísimas defini cio nes nos vienen dadas (el diccionario, un cód igo
legal, el uso habitual del término) y las utilizamos tal y como circwan:

Mayor de edad e.r quien tiene 18 años atmplidol'. Constitución espai'íola.


Jadamia es la alabanza propla exmi",y presulltllosa. Diccionario RAE.

En otros casos no existen defmiciones es tablecidas, o las existentes


son insatisfacto rias o simplemente anticuadas. Las defmiciones, como los
códigos, envejecen po rque la vida camina más ligera que ellas : se multi-
plican con mayor rapidez los conceptos que las palabras. Hemos de co-

29 C. J. Cela, en el diario El Mundo.


30 Ovidio, Ars amandi.

39
Ricardo G arcía Damborenea

rregir las defmiciones convencionales o crear otras para los nuevos con-
ceptos.
A veces se modifica lma defmición (redefmición), porque precisamos
ensanchar o res tringir sus contenidos:

El gobiemo amplia el lVllCepto de familia lIt/meroJa a dos hijos si tillO es mimls-


l/tílido.
Por défilit debe enlendem el volumen de endeudamiento del gobiemo mitra!, los
gobienzos regionaleJ o locales y Iosf011dos de la seguridad solia!' Tratado de la
UE.

Así actúa el gobiemo, la UNESCO, las sociedades científicas, etc. E n


las conversaciones cotidianas, lo que hacemos con más frecuencia es
aprovechar la elasticidad de los términos para dar con la interpretación
que mejor se adapte a nuestras necesidades:

Si llamomor ambúión al noble y legitimo empello por realizar lor proyedor que
belUficien a mipais sqy ambiciofO e incfllfO mI!} ambicioso. Pero fi llamamof
J

ambúión al afán deJmedldo de poder o rique~as, e/l modo alguno podrá /ladie
tat-harme de amb"ioro.

¿Qué entendemos por borracho? ¿y po r salud mental? ¿y por acoso


sexual? Dígase lo que se diga, sin duda suscitará polémica. Donde no
existen defUliciones rígidas, todo es subjetivo y todo el mWldo piensa que
su redefinición es tan legitin1a como otra cualquiera. ¿Quién logrará im-
poner la suya? Aquél que acierte a cargarse de razón y sea más persuasivo
al seí'ialar diferencias y matices.

E l hombre que re puede calentar a buena lumbre y Je deja ahumar, y el que


puede beber bum tino y lo bebe malo,y el que puede te/ler bl/ella IfSttdllra y la
tiene astrosa, y el que qllien nár pobre por morir rúv; aquel sólo y no otro po-
dremos l/amar {l/:aro y mezquúlO.31

E n swna, que W10 se acoja a la defmición establec ida o que la modifi-


que depende de la necesidad. E l pro pio debate señala el tipo de defmi-
ción que nos conviene emplear. Sobre esto no existe más regla que el
buen criterio de quien argumenta. Se apreciará mejor si repasamos algu-
nos ejemplos:

31 Fray Antonio de Guevara, Episto/as familiares.

40
USO DE RA.zÓN

a. Definiciones convencionales
Un antiabo rtista, po r ejemplo, tal vez prefiera las definiciones más es-
trictas, menos matizadas: un aborto es UIl homicidio premeditado, luego es 1111
asesinato. Cuando un juez español procesó al ex dictador Pinochet por
genoadio, el Fiscal G eneral se opuso apelando a una definición literal:

l'lo e.r genocidio porque genoádio se dice ¿¡¡ando existe pene,'/((ióll por rac::..ón na-
Clona!. étnica, religiosa o raáa~ que no se hall dado en este caso .

Cuando el presidente Clinton fue acusado por negar sus relaciones se-
xuales con una becaria, alegó que el concepto de relación sexual implicaba
el coito y que, en consecuencia, él no había mantenido relaciones sexuales
con dicha becaria. Del mismo modo, Wl tribunal de París rechazó en
1998 que un varón hubiera sido vio lado por una mujer, ya que, en senti-
do estricto, sin penetracióll IZO existe liolación. Las mujeres pueden causar
agreJlolles se.:'Cllales, pero no l:iolaciones.

Si ha úlido en el extranjero es porque hayó de la gllerra. Resulta mmho más


apropiado cOlwderarlo desertor que e"'1f"do. 32

b. Rcdcfinicioncs

Coriolano- Ojalá jilesen bárbaros, qlle es lo que son, aUllqlle naddos en


Roma,y no romanos. que es lo que IZO SOIl, allllque los hayan parido en elpórti-
IV del Capitolio.

Q uien desee combatir las ideas que se amparan en defmiciones estric-


tas o convencionales, no tiene o tro camino que idear deftnici ones que se
adapten mejor a su manera de ver la realidad.

Robespierre- El terror IZO ef otra COJa que lajusticia pronta, fet'era, úifle)...?'-
b!e,- blego es ¡lila emanaúón de la úrtlld.

En la Oraúóll Contra P,sÓIl, Cicerón elude la defmición con vencional .


Que Pisón era cónsul no se podía discutir puesto que había sido elegido
como tal. Marco Tulio no rechaza el nombramiento ni la legitimidad, es
decir, no discute la defmición o ficial . Pero tampoco la emplea, po rque no
sirve al propósito de su discurso, que es descalificar a Pisón. Al contrario,
la menosprecia: ¿Piensas Lú que el collslllac!o se colltiene en los lúioreJ', en la toga y
en la pn:/Rxta? Define el consulado como a él le conviene: es menester ser

32 Isócrates, XVI II, 49,

41
Ricardo G arcía Damborenea

cónsul con e! ánimo, con e! conse jo, con la fe, con la gravedad, con el
desvelo, etc. en suma, con todas las virtudes que deben exigirse a quien
ejercita el mando supremo. Las consecuencias vienen solas : primera, que
el concepto habitual de cónsul es fal so, inexpres ivo, equívoco. Segunda,
que Pisón no tenía de cónsul sino las apariencias.

¿Qué es ser de izquierdas? No) desde luego) tener lIll cameL o !lit himno. Eso só-
lo son los úgllos extenzos de la i'{gllierda. Fco . Umbral, en E l MlIIulo

Siguiendo el ejemplo de Cicerón, si uno quiere atacar a un ministro,


nada le impedirá selíalar como características del gobernante la honradez,
el conocimiento, el don de gentes, la dispos ición para el diálogo, etc. Es
obvio que definimos un ideal pero ¿quién osará alegar que para gobernar
no es preciso ser honrado, capaz o dialogante? El resto es fácil: si el mi-
nistro concreto no se corresponde con la definició n, ¿quién rechazará
que se trata de un ministro de pacotill a? 11 [i concepto de nac ión, de paz,
de amigo, no se satisface con la definición escueta de la ley o del diccio-
nario, que son andaderas. Busco pues W1a defU1ición que responda a cada
idea en ténninos que puedan ser compartidos por los oyentes y que sir-
van al obj eto de! debate.

No se /lama tllZO caballero porqlle es en sangre ¡únpio, en potmáa grande, en jo-


yas n<-oy ell tasa/los poderoso;porqlle todas estas msas en tm men-ader se sl/elen
ballar,y aan un judio !as stlele mmprar. Lo que al ",ballero le bace fer ",balle-
ro es ser medido en el bablar, largo e!l el dar, sobrio en el mmer, hOllesto ett el ti-
¡,ir, lienzo en elperdonary animoJo en elpelear.3 }

¿Qué hará quien se oponga a la definición?


Todo lo contrario. A lma defmición convencional opondrá o tra más
amplia que selíale nuevos matices. Ante una redefU1ición esgrimirá la
defmición convencional. Si la defmición era subjetiva (que expresa una
preferencia personal o de grupo) buscará de fmiciones objetivas y vicever-
sa. Por ejemplo: W1 general es acusado de temerario porque, aunque lo-
gró la victo ria, se enfrentó a un enetnigo sup erior )', en efecto, tetnerario
es el que acomete a un enelnigo más fu erte. La parte contraria podría
decir que no se puede llamar tem erario a quien acometiendo con menos
fuerzas logra la victo ria; que tal concepto de temerario es rígido; que
excluye muchas gestas heroicas; que la superioridad numérica se puede

.H Fray Antonio de G uevara., EpísloiasfalJljijares.

42
USO DE RA.zÓN

compen sar con e! valor, la as tucia y el mejor aprovechamiento de la


oportunidad; en una palabra, que se está utilizando una defInición raquí-
tica, inconveniente e injusta. El defensor del término en litigio puede
aferrarse a la definición convencional y responder que el término temera-
rio se aplica a la decisió n, no a los res ultados; que el éxito no justifica la
temeridad ni puede disfrazar la imprudencia; que, precisamente po r haber
sido temerario, nadie pensaría en o frecerlo como ejemplo para otros
generales, etc. As í es como la defmición o frece Wl arsenal bien nutrido
para la defen sa y el ataque.
De! mismo modo podríamos hablar en e! caso de la eutanasia o de!
aborto. A determinadas posiciones les favorece la defmición más es tricta.
Q uien piense que ésta se ha quedado corta como la ropa de los nifios,
habrá de utilizar una nueva que reco ja los matices no contemplados en la
antigua. Y así con todo lo que se quiera: ¿a qué llamamos arte, paz, de-
mocracia, izquierda, matrimonio, progreso, divisió n de poderes, unidad
nacio nal, tregua indefinida ... ? Por ejemplo:

&ut'énes hall de Jer conJideradoJ padres? ¿L s que engendraron al nillo o quie-


lIes lo hall adoptado, lo cllidan, lo alimmtalZ, miran por SIl illterés, !o edlil"llfl y
!o aman?

La elltallasia llO es el derecho a deádlr sobre la propia l'ida. Eso es el sllliidio y


lIadie !o disCllte. La elltallasta únpúia que alguien tennizte mil la uda de otro,
con la de quien, qllenf?lldo mon'r, !lO puede por si mismo terminar. De modo que
Jerá mejor que nos de¡áJloS de falsas polémicasy ente/remos que la elltallaJia es
un homú·idio jHflfjicado.

Otras tácticas de la definición


Eufemismo. Como es sabido, llamamos eufemismo a la manifes ta-
ción suave o decorosa de ideas cuya recta y fran ca expresión sería dura,
malsonante o, si se quiere, políticamellte izlmrrecta. Puede aplicarse a la ar-
gumentación como lo que es: una variedad de deftnición argumentativa
que disfraza la realidad y permite que se acepten mej or las defIniciones
que convienen al o rador.

El! AJganiJtán no estamos en gue"a. Se !rata de l/IZa inlemendón humallitan'a.

De este modo se cano nizan actividades que parecerían inadmisibles


con o tro nombre : gana mucho la actividad del terrorista cuando se la
denomina lllcha armada. Felipe II dispuso que la tarea de los espaí\oles en
América no se llaJnara conquista, sino pacijicación. Los no rteamericanos

43
Ricardo G arcía Damborenea

han inventado el término food illsemá(y para referirse a la desnutrición


vulgarmente llamada hambre. No parece bien que haya norteamericanos
hambrientos.

Si ÚJs méd"vf !lOS probibiemz prolltlllciar las palabraJ ¡.,"'e!a, gola, rellmaliJmo
o cálmlo de '4zga, ¿Jería ello remed,o para exllTpar mzs dolemú1S? 34

El recurso al eufernismo allorra defmiciones y disputas. Sin necesidad


de modificar la sustancia de las cosas, se las reboza con otro nombre y
quedan corregidas. Los economistas son especialmente fecwldos a la
hora de inventar eufemismos: creámiento Ilegatiw;progreso de la tasa de defeetl-
so; bajada de! nimo de al/melito ... El vicio se ha contagiado a toda la sociedad:
empleadas de hogar, lentra edad, persona de mlor...

A lodo le da /In nombre Ja!Jo: a lo q/le otros llaman críme/leJ", él ÚJ !lama reme-
dzos, a la crueldad d", rígor, a la tacañería, ahorro, a las lorlllrasy ab/lJos que
J/gris) dirdplúzar. Tácito, Histonas.

E s to de bautizar las cosas sin modificar la realidad confo rma el pri-


mer paso para engaí'íar al pueblo en todas las revoluciones. Quien impo-
ne las denominaciones derrama su propia ideologia sobre la sociedad . D e
allí, por ejemplo, que se insista en llamar Estado a Espaí'ía, gesto b/lmallltarío
a W1 bombardeo y all/iamenúmo al discrepante. Para sembrar lma mentali-
dad es preciso ganar la batalla de las palabras. En la novela 1984, de
George Olwell, aparece una neolenglta caracterizada por los eufemismos
que dicta el poder. Cuando no se pueden modificar los hechos se opera
sobre el lenguaje .

Dodor- DiJmlpe, señor Katona, ¿quúre decirme qJlé ,vrgo desempeJia mted
eI/ Matlmhek y Compa/lía?
Katona--- Yo dLría que s'!)' tilia espuie de relazúmes públÚ"as. Una espede de
mediador enlre lv1.attmhek y sus e/Lintes, a bordo de una bzádeta.
Dodor- El tlJlio de ÚJs ",vdos, ¿1I0?
Katona--- DOdor, ¿le gllJla que le llamen malafallos? (De la película El ba-
zar de las sorpresas).

La degradación del nombre busca lo contrario que el eufemismo:


sustituye ténninos i.nocuos o eufemislTIos por expresiones denigratorias u
ofen sivas, po r ejemplo: matasanos.

34 J. S\\Iift, Argumento contra la abolición del cristianismo.


44
USO DE RA.zÓN

De hoy en adelanw a todo "rítú'o fe le llamará emidioJo, a toda prueba mlum·


lIia, a toda censura libelo,y a todo raáoállio ¡'¡z,r"ltoY

El pres idente Bush rebautizó el slogan electoral de Clinton úweniólI y


l'reámienlo, como impuestofY gas/os. Un mismo acontecimiento religioso se
puede calificar de manera neutra (fenómeno de culto), encomiástica (e:>..presión
de piedad), o despectiva (Jllpmliáón), según mejor convenga,

El socialismo aútiaJlo IZO es otra cosa que el agua bendita COIl que la denjpl¡a
bmdzá el ellojo de la anJ'tOlrada.J6

Al nombrar las cosas orientamo s la valoración de los hechos, y con


ello propiciamos el rechazo o la aceptación de W1a propuesta que los
corrija. Por eso, con altísima frecuencia, los no mbres se emplean con la
exclusiva intención de menospreciar los actos, las ideas o los propósitos
del adversario; en otras palabras, para favorecer juicios de valor y califica-
ciones morales.

Mú amz!,oJ me llaman Feli"dad. Mi.r meml!,os, en mmblo, para denigrarme,


me llamall Vtáo 37

Reves timos los conceptos con elementos emocionales <jue faciliten la


aquiescencia o la repulsa del público.

El aborto es IIn úzfallticidlo.

¿Quién querría pasar por infarlticida? Clístenes, el tirarlo de Sición,


modificó los nombres de las tribus dorias: llamó a la suya la de los Selíores
del Pueblo (Arquelaos); y a las otras tres, las de los CerdoJ (HiataJ), L",holtes
CQueúratas)y AsnoJ (Olleatas).38
Al ofrecer denominaciones degradarltes sugerimos implícitamente una
valoración negativa. Con la misma palabra parece que resolvemos la
cuestión no minal y la evaluativa, pero no es así. N uestro contrincante
sabrá distinguir las dos cosas: discutirá por un lado la denominación y
po r otro, sea ésta cual fuere, la valo ració n.

35 ~ Io ratín,
La defTOta de los pedantes.
36 C. i\Iarx y F. Engels, El manifiesto Comunista.

~7 ]eno fonte, Remerdos de Sócrates, l, 26.


38 H erodoto, V, 68.

45
Ricardo García Damborenea

- ¿Por qué lo llamar Iomra?


- Porque quiero adelantar que me pamr mal.
- Será una Iomra, pero me pare" bien. Porque es IlIIa santa Iomra.

El primer interlocutor plantea una cuestión nominal que solamente se


puede discutir rechazando la calificación: /lO es una locura. E l segundo in-
terlocutor no discute la cuestión nominal, pero valora el hecho de otra
manera.

Elusión del nombre . .A veces nos encontramos con definiciones im-


plícitas que n o mencionan el nombre pero dejan que se sobren tienda: no
le he llamado ladrón: sólo he dicho que se 11e¿-ó los candelabros. Como lo defmido y
la definición son intercambiables, tanto da emplear lmo como la otra:

Grolllho (a la mUjer Je/llada a J'/I lado en /lna eleganle mla)- ¿Se aalflaría
IIS/ul COl/mlZ,o por dteZ millones de dólares?
Mujer (se ríey co/llesta)- Pues claro que sí, GnllldJo.
Gro",ho--- Bueno. ¿ Y qué lalpor qllú", dólans?
Mujer (t/¡dignuda)- Pero bUello, ¿ql1len se ha mído uIted que JOy?
Grou,ho--- E so ya ha quedado daro. Ahora eItamos dúmtiendo elpre,,039

E n resumen: las tác ticas que empleamos en la cues tió n no minal so n:

a. La rcdcfinición o reclas ific ació n de co nceptos, según los obj etivos


del deb ate.
b. Los eufemismo s.
c. La degradación de los términos.
d. La elusión del n ombre.

39 Paulos, J ohn Allen, Un matemático lee e/periódico.

46
USO DE RA.zÓN

Cómo se refuta en la cuestión nominal


Un argumento que apela a una defmición, viene a decir:

Cohecho es soborno a IIJlJuncionan'o público,


Ufted ha fObomado a 1111 flllllionano ptiblú"().
L uego IIsted ha mmetido 11/1 mhecho.

P, G, H, son /os mierios para defillir A


B l1lmp!e los mierios F, GY fel

LIIego B es A

Dado que el argumento consta de Wla defmición y su aplicación a un


caso, podemos arruinarlo atacando cualquiera de las dos premisas: puede
ser mala la definición o puede estar mal aplicada al caso que se discute.

DI'" usted que soy un fascista. O tlSted no fabe lo que es 1m fasárta o lIsted no
sabe /o que foy yo.

a. El rechazo de la definición
La definición es vulnerable cuando traiciona el concepto que pretende
definlr, blen porque es fal sa o porque es lncompleta. Nues tras ldeas po-
drán ser más o menos nebulosas y, en consecuencia, admitir toda clase de
precisiones. Lo que no admiten es la distorsión. Una defmición falsa no
se corresponde con la idea o el hecho que describe . Son frecuentes las
definiciones basadas no en lo sustancial sino en lo accesorio. Por ejem-
plo, Daniel Ortega, el revolucionario sandinista de N icaragua, gastaba su
propia defmición de democracia:

DemOlraáa es alfabetizaaoll, es reforma de la (úrra, es edlltaáólly salud públi·


t ao

¿Donde dejamos la ley de mayorías, las elecciones con candidatos de


la opos ición, la prensa libre ... ?

El fast:úmo generalmente se define por SUJ aspedos aa:esonos como el flaá()lla~


lismo, el raármo o el militansmo, eludiendo SIl l/OaOll jimdammta/.· la slIpedita·
aOll del tI,dlÚdllo al Estado 4 0

40 C. Rodríguez BraWl, Prensa diaria.

47
Ricardo G arcía Damborenea

Un buen ejemplo de mala definición es la de eutanasia que recurre a la


etimología: buena mUe/te. Nos obliga a definir de nuevo ¿qué es buena
muerte?: ¿morir rodeado de los hijos? ¿acabar con lilla mala vida? ¿evitar
la muerte mala, larga y dolorosa? ¿suicidarse? ¿disponer de auxilio para
escoger la hora o las condiciones? Ya se ve que estamos ante una defini-
ció n que, en lugar de fijar los límites del concepto, los pulveriza.
Una defmición fal sa no individualiza bien el concepto, es demasiado
1:L"a, demasiado estrecha o, peo r aún, está confeccionada a la medida de
los intereses de guien la emplea. Puede ser atacada, según convenga, por
diferentes flancos:

1. Porgue traiciona el concep to, esto es, no responde a la idea


compartida por todos, o la mayo ría, o los más sabios.

¿Qué tielle que l'er con /lna huelga romper ulla da féma, cortar las lútear tele-
finieas, apoderam de depósito.f de e:xploslvof?

Podem os pro barlo apoyándonos en la opinión general, en el uso, en


la tradición, en las normas donde es té recogída (lUl diccionario, una ley),
en la comparación con casos similares en que la defmición aceptada co in-
cide con la nues tra, en sus sinónimos, O en la etimología.

Si uto no es tilla guerra, muchos se equiwcan al emplear el término.

Temerano viene de "temeranur" que Jignifica i1rifle.-'\7.·l'O, es decir, que adúa sin
fOpesar las mltajasy Iofperjllliiof.

Dlás q!le te echo en cara la ho.rpitaltdad de Alejandro. ¿ Yo a ti la hopitaltdad


de Alejandro? ¿De donde la obtuviste? Ni huéped de E/ipo ni am(go de Am-
jandro te llamaríayo a ti (¡lO estoy tan loco), a no ser que también a los segado-
res y a los que trabajan ajomal haya que llamarlof amigosy huéspedef de quie-
nes 10f tomaron a sueldo. Pero ello no es así. ¿ De qué? Ni mucho menos. Yo a
ti te llamo aJalanado de Filipo antejY de Alejandro, ahora41

Una defmición puede ser mala porgue elude el marco circunstancial


en gue se mueve el concepto . Por ejemplo no significa lo mism o la pala-
bra paz en Afganistán y en Colombia; no se entiende igual el concepto de
acoso sexual en N atnibia y en N ueva York.

41 D em ós tene s, Sobre la aJrona.

48
USO DE RA.zÓN

2. Por los inconvenientes o los absurdos que se derivarían de su


aceptación .

El ténnino "tio!ellfos" es un et!femúmo que deforma la reabdad en bellificio de


InI terroristas.
Según dicen, en Afgallisláll ha estallado tilla actióll humanitaria.

3. Po rque expresa Wla contradicció n del interlocuto r:

E n manto al calificatil"O de tirano, puedo responder que, l7Ialq1/iera que sea mi


condú:ión, sf!Y el mismo que era alando padas/eú conmigo tina alianza. Realer-
do que entonteS me l/amabais rey; veo que ahora me llamáis tirano. PlleI bim, si
hubiese cambúldo yo el t(tuln e/l que se basa mi autoridad, deberia dar mentas
de miJa/la de cOllsútem:ia; como Mis f)Oj"otros los que cambiáiJ, wsotros debéú
explú"ar la ¡;lIeIlraY

Con Iof terron:r/a.r en m:/il/o no cabe ulZa negoa'acióll digna: () se COllseroa la dig-
mdady 110 se Ilegoda, o se llegaday fe pierde la digmdad. Hay que mvger.

4. Adem ás, si la defInición está mal hech a, su in1precisión afecta-


rá también a la idea contraria. Si nuestro concepto de guerra es bo rroso,
también lo será el de paz. Si conflU1din1os la sen cillez con la grosería,
también conflU1diremos sus contrarios: el engolamiento y la elegancia.

Si eslo IZO es ulla guerra, ¿a qué llamamos paz?; si IZO es temendad, ¿qué es la
pmdenda?

5. Porque es exageradamente rígida o exageradamente flexible.


Cuando alguien se atrinchera en W1a defInición rígida n o es dificil
combatirlo, porque suele ser el caso de conceptos que han desbo rdado
po r los cuatro costados los lin1ites de la palabra habitual, po r ejemplo :
fallid, biellestar, muerte diglla ...
l\ [ás enconada puede ser la disputa de un a definición que peca de fl e-
xible po rque mueve las fronteras del concepto en sanchando o reducien-
do su extensión a gusto del usuario.
Llamamos estrecha a la que amo ntona diferencias y matices para d e-
jar fu era todo lo que pueda m oles tar. Así hay quien reduce la extensión
del ténnino demói"rata para excluir a cuantos n o coi.ncidan con sus propias
ideas. Como decía maese Cabra:

42 Tito Livio, X..:'LXlV.

49
Ricardo García Damborenea

Todo !o que 110 eJ olla eJ ,úio ogula.

En el extremo contrario se mueve la defU1ición relajada, que menos-


precia matices y diferencias para hacer sitio a lo que desea. Los mismos
que restringen el término demócrala, inflan la definici ón de Jasásla hasta
incluir en ella a todo el género humano salvo el o rador y sus amigos. Es
también el caso de quien etiqueta pomposamente como champáll cual-
quier vino con burbujitas de origen ign o to.

- Si I/Jled eJtá disp/leJto aJalibiar la muerte ¡{miammle a los mftmlos termi-


Itales, ¿aimo es que ayudó a /lila mujer que 110 tellía ese diagnóst"v?
- Todas las mfermedades qlle acortan la "da SOIl temllltales.

b. El rechazo de la aplicación
Que se pueda aplicar o no W1a defInición a un hecho es un aswHo de
semejanzas y diferencias. Kevorkian, el médico norteamericano conde-
nado en 1999 por practicar la eutanasia, se fotografió para la prensa jW1tO
a una pizarra en la que podía leerse:

*
[-Iomiade 111/lrder

*
Eu/hallaria = Homia'de
E u/hallaria lvIurder

Quien defIenda la aplicación de una defmición, acentuará las semejan-


zas y menospreciará las diferencias. En un ejemplo anterior, quien aplica-
ba el término temeran·o no tomaba en cuenta la victoria. En el Evangelio,
basta el deseo para ser adúltero:

Todo el que mira a !lila mlljer deJeándolaya ad!llleró mil ella en JI( mra'?!Ín43

El contrincante hará lo contrario: menospreciar las semejanzas como


irrelevantes)' acentuar la importancia de las diferencias (no es temerario el
,,«onafa; 110 eJ lo múmo Jer adúltero de mellte qlfe de 171<'10 entero). Cicerón, para
atacar al cónsul, sefíala primero lo irrelevante de las selnejanzas (toga,
lietores) )' destaca enseguida la magnitud de las diferencias .

No, 110 hablo a mi ~/ércilo; wfOlros !1O sois romaIlOj~' IZO tenéis más que el aspet-
loy las armas. ¡Ah! si hubtúeú Imido lambiéll el lalorJ44
UIl üwálido que Iletesila de olra perrona para mon'rse IZO ex un Juidda.

43 wlateo, 5, 28,
44 Tito Livio~ X.:XVII ,

50
USO DE RA.zÓN

No porque sea árbol ha de ser plátano; pero si ilO es árbol, mudJo menos será
plátano. Lo que no es ártud está lejos de serjúsfláa.45

Todas las diferencias que sefíalamos al hablar de la defmición pueden


ser utilizadas para este caso:

No baJla haber lomado a priJlamO para ser deudor, SÚIO que ha de aiíadirse la
pemstemia en la deuda por no haberla wlisje,ho.46

En resumen: Po de mo s refutar la de fmició n o su aplicació n al caso que nos


oc upe.

Rechazamos la definición:
a. p o rque trai cio na e l con cepto.
b. por los inc on venientes que acarrea.
c. p o rque expresa una co ntradicció n,
d . po rque altera la idea contraria.
e. p o rque es exageradame nte flexib le.
Rechazamos la aplicación:
Porque en nue stro c aso pe san más las diferencias que las semejanzas con
10 defmido.

Consideraciones finales
1. No siempre existen los dos contendientes. Se puede argumen-
tar contra lIDa defmición surgida en un debate anterior o contra la defmi-
ción más extendida.
2. H ay cuestio nes que son puramente de palabras y otras que son
puramente de hechos. En ambos casos, al no existir contaminación entre
los hechos y las palabras, el debate se simplifica. En ocasiones, sin em-
bargo, es preciso tocar ambas cuestiones y conviene no mezclarlas, por-
gue es una insensatez discutir sobre los nombres cuando no existe acuer-
do sobre los hechos.
Para distinguir con claridad las d os clases de cuestiones, conviene ad-
quirir el hábito mental de preguntarnos : los que dÚCJilen, ¿admüen o ilO los
mismos hechos? Veamos algunos ejemplos.
Cuando se discute si una madre es iJyalllicida, sin duda estamos ante
una cuestión de hechos. Hay un niño muerto l' se trata de averiguar si su

' 15 QU111
. tili·ano, V ,-"',.1
X "6
46 Epicteto, Diatribas, 1, 7-16.

51
Ricardo G arcía Damborenea

madre es, o no, la causante de la muerte . No hay cuestión de palabras.


Nadie pondrá reparos al nombre de úrjalltúida si se prueba que la madre
asesinó a su hijo. Se le aplicará po r definición. Toda la controversia se
centra, pues, en los hechos.
¿Edipo fue un pamadc? Aquí no existe discrepancia sobre los hechos.
Todo el mundo está de acuerdo en que mató a su padre. ¿Qué se discute,
pues ? Si el término pamúda es adecuado a lo que hizo Edipo: matar a un
hombre sin saber que era su padre. E s una pura cuestión de palabras.
3. Buena parte de las malas defmiciones no son sino Jaladas de pe-
túión de pnilápio. Se pueden dar éstas en dos circunstancias: a) cuando se
ofrece una defmición privada dando por supuesto que todo el mundo la
comparte. b) cuando se defm e en círculo.
a. Se nota enseguida el advenimiento de lma definición privada
po rque la escoltan expres iones subj etivas y restrictivas como: autélltúv,
real, genllino, ¿erc/adero, etc.: paz auténtica, amencano genllino, amor verdadero ... Es
el caso de quien define a su conveniencia y, como es natural, logra que
los hechos coincidan pasmosamente con su defmición .

- A todas !as gallegas les gl/sta elpulpo afilra.


- Plles a RoJalia, que es gallega, 110 le gusta.
- Rosalia no es ulla auténtita gallega.

Yo amo la libertad, pero la libertad terdac/era. La quúro catóúia, espmiola.


Aparisi Guijarro 4 7

b . Se produce un razonamiento circular cuando lo defmido entra


en la defmición: Expen'encla ef lo que j'e e:>..penmenta cuando un e:>..perto expen'-
menta la expene,uia.

¿Y qué es la aman? Todos lo sabéis y IZO n",sito deliroslo. La aaión es... /o


que se hace, señoref.48

Hay pocas personas Justas porque hay potas perronas displleJtas a dar a cada
11110 /o que le mrresponde.

Lar c!yudas a Ia.r t'Ídlma.r de deó'!oJ" t'¡o!enf¡;s 110 son fubt'{!Ilcz'ones, sillo e..v:pre-
sión de I/n prúnipio de sobdandad de la soáedad tVn las vktlmar.

47 Catlrunaque, FratlCisco, Los oradores de 1869, lvladrid, Simón y Osler, 1879.


48 Galdós, Torquemada en elpurgalon'o.

52
USO DE RA.zÓN

- Esta película ef la mejor del año.


- ¿Qué significa mejor?
- Ha reábido el apla/lso de los pnitápales cl"Ítúvs.
- ¿Q1Ié significa pniuipales cl"Ítú'os?
- Los que tienen s/dicienle gllJio y conocimiento como para apreciar pelú;ulaJ
sobresalien/es, como ésta.

Como dijo Lincoln: E f /111 libro q/le gUftará a la gente que g/lsta de ute lipa
de librof. Pueden encontrarse más ejemplos sobre la Peliáón de Pnlllipio en el
Diccionario de falacias .
4. No es aconsejable dirigirse al adversario con expresiones co-
mo: ¡deflname la IVdúia! Puede devolverle la pelota y responder: deflnala
usted. Es preferible ser menos exigentes: ¿a qué llama usted mdú,{¡? ¿qué
debemos en/ender por codicia?
Cuando le ofrezcan una definición, no responda escolásticamente:
¡Mal difinido!, IZO es congnleJlLe lo difillido con la difúzicióJl; /lO se debe definir in
orbem. Es un lenguaje que molesta no sólo a su interlocutor sino a todos
los oyentes. E s preferible que muestre los fallos y contradicciones de
manera más llana y accesible para todo el mundo.
S. Si la cuestión nominal es irrelevante (de las que no mejoran
nues tro conocimiento ni modifican nuestra actitud), záfese de ella. No
pierda el tiempo en discusiones estériles. Traslade el debate a la cuestión
de valoración:

IVo l/qy a discutir COIl tlJied /lila cuutión nomillal. I....o que )'0 difiendo es que mi
proplleJta, llámela como usted quiera, es la más (Oflt'etlle,lte. Esto es !o que usted
debe rebatir,y no e/nombre.

¿Cómo prefieres ql/e te IVllsidere, pérfido o precaritador? Veo que es l/emano


11110 u otro calificativo, pero 110 me empniaré mlltigo e/l ql/e elijas e/ que q/lie-
ras.49

Como dice Q uintiliano , ninglÍll ú/feré.r tiene el saber eOIl qué nombres se desig-
na algo cuando la cosa ef clara por Ji mismaJo Si un adversario insiste en cues-
tiones nominales con el objeto de eludir el debate fW1damental, no de-
bemos dejarnos arrastrar; hemos de imponer la cuestión principal, aun-
que no exista acuerdo en las denominaciones. Buena parte de nuestras
decisiones pueden defenderse con independencia del nombre que quiera
dárseles.

49 Cicerón, CONtra ,Q. Cetilio.


50 1Il, VI, 2.

53
Ricardo G arcía Damborenea

¿Qué babéis <Vlltestado? Que 110 babía gUClTa pueJ 110 babía sido declarada. Pe,
ro ¿dimlt""os sobre /as !'Osas o sobre /as palabras? H abéis dicho !o mismo qlle
BOl/gam'¡le deda eIt el !'Ombate de La Granada. Rodaban las balas sobre el
puente de fII lZat.e y dijo a lol' ofltiales: ÚJ que hay en eJ'Io de gratiofO ef que IZO
estamos en guerra. Yen ifecto, no eftaba dedarada,51

6. En los tribunales no es raro que se plantee una cuestión n o-


minal por patte de quien se aferra a la letra de la ley contra su erpiritu, es
decir, una interpretación basada en la intención del legislador. La defensa
ha de procurar que se respete el sentido de la ley, no su expresión formal:

Yo creo,jl/ms, que wsotros IZO tenéis que disputar sobre las palabras, StllO sobre
fU Jignijicado, y que todos Jabéir que manlos han matado a alguien JOIl homici-

das y malltos SOIl bomiádas han matado a algllien. ¡Arduo trabajo fería para el
legislador escribir todas larpalabras qlle t,enen el mismo significado! 52

Véanse, como complemento de lo dicho, las falacias del Accidente y


del Colltúllmm.

EJEMPLO DE CUESTIÓN NOMINAL: LA 8' FILÍPICA


Como ejemplo de discurso en el que se desarrolla lUla cuestión nomi-
nal, contamos con el comienzo de la 8' Filípica de Cicerón. Fue pronun-
ciada el 3 de Febrero del 43 a.e. en el Senado . Cicerón, contra el criterio
de quienes desean alcanzar un acuerdo con Marco Antonio, defiende W1a
declaración de guerra para que Roma no con tinúe impasible ante las
agresiones de los rebeldes. ArgtU11enta que la guerra ha comenzado aun-
que se la disfrace con palabras como desorden, rebelión, alzamiento o
tumulto.

¿En qué cOllstitia el debate? Algl/nos 110 querían emplear la palabra guerra,
prefin'ei¡do la de tuml/lto, mostrálldose iglloralltes. 110 sólo de las !'Osas, StlZO hasta de la
significa",!n de las palabras, porque ptlede haber guerra Stl, tllmlllto, pero 110 tI/milito
Slfl guerra.

¿Qué es el tumulto silla IIl1a perturbaáólI tall grande que callsa el mayor te·
mor? AJÍ fe entendió siempre esta palabra. Nuestros antepasados hablarrm de IlIm"l·
to itálico, porque era guerra intestina, y de tUtJ1ulto gálico, porque era guetra en las
fronteras de ¡talia. A las demárguerras IZO las !famaron asÍ,

51 .Mirabeau, D úmrso Jvbrr el deredJo de hacer la paz Alayo de 1790.


52 Lisias, Contm Teomnesto (I)~ 7

54
USO DE RA.zÓN

El tumulto eJ máJ gra,'C que la guerra, mmo lo prueba que los motiws de
exención, "álidos para la guerra, 110 lo son para el tuml/lto. Pllede haber, mmo he
dicho al/te!; guerra si" tuml/lto, pero 110 tuml/lto sin gl/erra. Ahora bÚ!fI; mmo l/O hay
térmil/o medio entre la gl/erray la pa'V si el tI/multo IZO es la guerra, tendria que J-er la
paz. ¿Quiéll p/lede imagúzary de"" tal absurdo?
Pero esto es de/mene demasiado en las palabra.r; ol'lpémonos de los hechos,
que advierto, padres cOllscnptos, fOn a l/eres desjiguradospor las denominaciones que se
In aplican.
No queremo,f llamar gllefTa a lo que OCUlTe. ¿Por qué entonces allton'zamos
a 10J ml/lliápios y a las mlollias a rechazar a Amonio? ¿Por qué les permitimos
redl/tar soldados S¡j, multas ni tiolmela y por la espolZtánea wl/l/ltad de los afiliados?
¿Por q/lé cOllsmtimos que ofrezcan sllbSldios a la república?
S/pámid el lIombre de guerra, y destruúiis el entusú¡smo de los munúipios;
y Ilmsaáanwzte el apoyo que IZOS presta el pueblo romallO, habrá de debilitarse a
callJa de llueJtra timidez.
¿Qué má.r diré? DécúJlo Bruto es acometido. ¿Elto 1/0 es guerra? Módena
está asediada. ¿No es eJto /l1l acto de gl/erra? La Calia está Jiendo devastada, ¿puede
haber pa..:;. más segura? ¿Quién puede l/amar guefTa a todo esto?
HemoJ enáado eDil /lJl ~jéráto a UIl cónsul l'alerosirimo, Octat'io, que sin es-
perar nuestros e/eeretoi, sin tener en menta S/f edad, ha mmellzado la guerra contra
Al/tomo por su propio únpu/so. Comprendía q!le IZO era túnpo de deliberar, SillO de
guemar, y que de 110 aprotechar el momento, opnll1lda la replÍbú'ca, 110 habría delibe-
raczon poJible.
En SlIma, Huestros generaleJy sus '!Jércilos están en paz; /lO es enemigo aquél
c:t!)as ¡ropas hemos arrojado de Clalerna; IZO es enemigo quien combate a /l1l cónsul a
mallo armada (...) Ni Jiquiera las frases de la carta de Sil colega que acaban de leer-
nos se rifieren a UIl enemigo ni ti tilla gllerra: "Arrojé la guarnición; C/aterna extá en
mi poder; la caballeria jlle pI/esta enjuga; hemos tomba/ido; algllllos hall sido muer-
tos. " ¿Pllede haber paz más i'Ompleta?
Se han declarado alistamientos en toda Italia; se han supánlldo los permi-
faS; se "a a testir el traje militar; el CÓIlSIl¿ ha dicho que telldrá al Senado i'Oll escolta.
¿No eJ eJto amso /lila guerra,y /lila guerra tall gra!lde !'Dmo jamáJ la hubo?

55
Ricardo García Damborenea

RESUJ\iIEN DE L\ CUESTIÓN NOMIN c\L


I. Es ta cues tió n se plantea cuando el desacuerd o radica en el no mbre que hem os
de aplic ar a hechos que no se discuten.
11. E l instrument o principal para la defen sa y el rechazo de las deno minacio nes
es la de flllició n.
IlI. La defmició n puede ser info rmativa y argumentativa.
IV. Pueden surg ir dos cues tio nes dife rentes: so bre la de finició n y sobre su apli -
cación a un caso d ado .
V. La controversia puede ser de dos tipos: simple o doble, según se di spute
acerca de un n ombre o de dos.
VI. D e finim os se ñalando el gé nero e indic ando las difere ncias distintivas (causas,
efec tos, [mes, condicio n es, fo rma, m ateria, e jemplos, etc.) que sean necesarias
para delimitar unívocamente el co ncepto .
V IL Empleam os el tip o de definició n qu e mej o r sirve a nuestras conclu sion es.
Entre las tácticas al se rvicio de la de finició n están la redefl11ición o reclasific a-
ció n, el eufemi smo, la de gradació n del no mbre y su clusió n.
VlII. Refutam os la de finició n cuando es fal sa. Para p robarlo re currimos al u so
es tablec ido (diccio narios, sinónimos, etimo logía), a su s co ntra rios, a las conse-
cuen cias ind eseables que se derivarían de su aceptació n .
IX. Rechazam os la aplic ació n de tU1 término apel ando a las diferenci as respecto
a lo deftnido .

56
USO DE RA.zÓN

LA CUESTIÓN EVALUATIVA
I\To nos mueven las cosas, sino /osparecereJ" sobre las mJas.53

El tercer debate que suscitan los hechos se ocupa de su valo ración. Ya


no se trata de polemizar sobre si las cosas son o no SOI1 , si ocurriero n ti
ocurrirán de esta o de aquella manera. Tampoco se discute si debemos
bautiz2Llas con un nombre u o tro. En es ta cues tión nos limitamos a es ta-
blecer si los hechos evidentes o admitidos -y se llamen como se lla-
men- nos parecen bien o nos parecen mal; si la iniciativa que se nos
propone la estimamos aceptable o perniciosa.

El árbitro aduó corredamente.


El aborlo eJ 1m mal innúable.
DebiJle collsultar anleJ de hacer IZada.

La controversia surge con facilidad en este campo porque es tamos an-


te juicios subj etivos sobre cosas que nunca son absolutamente buenas o
malas.

Es la ml/¡er del hombre lo más bl/mo;


Es la mlljer de! hombre lo máJ malo;
Su tida suele sery j l / regalo;
Su muerte suele sery Sil !/mello. Lope de Vega.

Una misma cosa puede parecer buena y mala, es decir, admite valo ra-
ciones contradictorias . E sta es la principal carac terística de la cues tión
que nos ocupa y, también, su mayor dificultad. N uestras razones no po-
drán alcanz2L nunca la contundencia que permite el debate sobre la reali-
dad de los hechos, po rque en las valoraciones nadie puede enarbolar la
verdad, esto es, nadie puede alegar lUla razón irrefutable.

- ¿Cuál es ellema de JH sermón?


- Hablaré delpecado.
- ¿A jal/Or o en contra?
(De la película M r. Bel"dere llama a la pl/erlel) .

•AJ discutir una Cueslú5n de hechos sos tenemos afirmaciones que necesa-
riamente son ciertas o falsas: ocurrió/no ocurrió. Cotna las cosas no

53 Epicte to, M anual, V.

57
Ricardo García Damborenea

pueden ser y no ser al mismo tiempo , una de las versiones ha de resultar


necesariamente cierta, la otra, falsa y, al menos en teoría, podríamos veri-
ficarlo. Tal vez seamos incapaces de hallar la verdad, pero sabemos que
existe u na verdad. Si yo digo: En la cara omIta de la luna hay restOJ de ulla
11m" de! hiperespaáo, mi afirmación ofrece solamente dos posibilidades: que
sea cierta o que sea falsa. O filmar hace o!!jelú'amenle dalia o filmar IZO hace
objetivamente da/lo; o está prohibido mpiar en los exámeneI o 110 está prohibido, ésta
es la cuestión.
En los juicios de valor no se puede decir lo mismo. No tiene sentido
afinnar: eJ áer/o qlle eJ buello; eJ mentira que Jea cómodo ... No se exponen para
decir la verdad, sino para o frecer lilla apreciación. Lo opuesto a una ver-
dad es una fal sedad; lo opues to a lilla valoración es otra valo ración. Ante
ellas lo único que cabe es compartirlas o rechazarlas. Si decimos :

La te!msiólI pública debe mmpelir eOIl lar le!evúiolles privadas.

podrá uno estar de acuerdo o no, aceptarlo o combatirlo, calificar la


idea como brillante o reaccionaria ... Pero no podrá sostener que sea fal sa.
Ante juicios como:

Las pelímlar de ]ohn Ford son l/na escuela de humamdad.


Algullos lieder de Schubert son mlly emorionantes.
FI/mar es 1111 placer.

carece de sentido pregun tar si son ciertos o falsos. Tasamos un hecho


porque nos parece equ itativo, op ortw10, razonable, placentero, adaptado
a la situación, etc. No porque sea derlo. Por muy bien fW1damentada que
esté la sentencia de un juez (es tlll haho que exúte IlIIa prohibúióll y es 1111 hecho
que se ha úifringido), nunca faltará quien se crea con razones para sos tener
que ha sido injtlSta. Una cosa es la legalidad (cuestión de hecho) y otra la
jUStÜÚl (valoración).
No discutimos, pues, sobre cómo son las cosas en realidad, sino sobre
cómo nos parecen. E mpleamos con frecuencia el verbo ser: eslo es bUeIlo,
como si tuviéramos un conocimiento preciso de la calidad obj etiva de las
cosas. No es así. Para cualquier persona con las meninges sin almidonar,
queda sobreentendido que se ha dicho: esto me p arece bueno, lo que equi-
vale a admitir que pueden existir pareceres contradictorios justificados.
Se trata, pues, de justificar por qué nuestra forma de valorar algo es la
más deseable para los demás.

58
USO DE RA.zÓN

Cómo justificar un juicio de valor


Depende de lo que pretendamos. Q uien expone un juicio de valor y
no desea persuadir a nadie, se al10rra la justificación porque su gusto es
soberano. No cabe controversia donde cada uno guarda su perra gorda.
Guzmán de Alfarache escoge W1 criado listo pero gran ladrón y bellaco, por-
que le impo rta más saber a qué atenerse y estar en guardia que confiar
demasiado.

Sillock- ¿Por qué prejiero tomar ulla libra de carne a retibir tres mil duca-
dos? (..) Tal es mi caráder. Si tilla rata perturba mi ca.ra y me pla" dar diez
mil dutadospor desembarazarme de ella ¿qué se puede alegar en contra? 54

Por el contrario, si W10 pretende persuadir a o tros para que compar-


tan las mismas valoraciones, deberá fundamentarlas, justificarlas con
buenas razones, cargarse de razón. Para ello precisará apelar a criterios
compartidos po r los oyentes sobre lo que es bueno y malo en general.
No es dificil disponer de ellos cuando juzgamos en términos de utilidad o
mo ralidad : es bueno gastar mmos de lo que se galla; IZO es blleno matar. Lo con-
trario ocurre en las valoraciones estéticas, po rque carecemos de criterios
compartidos sobre lo bello o lo placentero. No se puede dar razón del
gu sto: de gllstor 110 hay nada ermlo, y meno s hoy cuando el arte con tempo-
ráneo, tras repudiar a la belleza, ha contraído segundas nupcias con la
ftlosofia y busca su justificación en miríficos folletos explicativos, o más
simplemente, en el argumento de autoridad (de W1 crítico o de un merca-
der).

Epirtemón compró 1111 iwadro en el que estaban reflejados al tito los átomos de
Epúwro y las ideas de PIalón. Rabelais.

f\quí renunciamos a los juicios estéticos. Nos ocuparemos exclusiva-


mente de valorar los hechos, tal y como se ofrecen a nuestra percepción
(ayer granizó; mbe el preáo del blltallo; la ley prohíbe ji/mar etI plÍblú-o; pmd, morir
mmzana), es decir, de los acontecimientos y, más especialmente, de aque-
llos que responden a iniciativas hwmanas (acciones), porque para ellos
disponemos de criterios compartidos que pueden fundamentar nuestras
evaluaciones.

54 Shakespeare, El i\4ercader de Veneda.

59
Ricardo García Damborenea

Los criterios para valorar


Son de dos tipos, uno material que, por emplear un término general,
llamaremos lo útil 00 beneficioso, lo conveniente, lo agradable), y otro
que denominaremos lo moral 00 bueno, lo lícito, lo justo, lo equitativo,
lo debido ...).

l\lontaigne- Yo Slgp el leng1laje común q1le diftmu,c/ !as <'Osas útiles de las
honradas. ss

El principal criterio para juzgar la calidad de una acción es el de lo


útil o conveniente. Discutimos sobre si una actuación determinada fue,
es o será conveniente. Llamamos así a lo que permite alcanzar un bien (o
incrementarlo), o rechazar un mal (o reducirlo). Consideramos inútil lo
que no contribuye al logro de un detelminado fm.
Claro está que no todo lo que consideramos ventajoso es tá pelmitido.

- Rechazo la pena de muerte porque no sime para nada.


- ¿Y si sinim para algo la aprobada usted?
- Mepone usted en un brete. J\'láximo, en El País.

Cuando evaluamos acciones, al criterio de utilidad acompaña el de


moralidad. Decimos que está bien lo que es útil, pero también lo que
respeta las nOlmas morales o legales, y que está mal lo contrario. Así,
pues, los criterios que empleamos para juzgar la calidad de las conductas
son dos: lo útil y lo moral. .1\1 valo rar acciones del pasado o intenciones
para el futuro, nos pregrmtamos si fueron o serán útiles, si fueron o serán
lícitas. Con estos criterios, quien desee menospreciar LU10S hechos o re-
chazar una propuesta (valoración negativa), alegará:

Que no es conveniente: po rque no es útil , o produce conse-


cuencias indeseables.
Que no está bien: porque es inmoral en sí o en sus efectos.

A bandonasteis a losJó"dios ,,"Iltra mes/ros tlzteresesy contra lajustúiaJ6

55 Ensq)'os, IlI, 1: D e lo ,ílily de /o bonulo.


56 D em ós tene s, Sobre la pai;

60
USO DE RA.zÓN

La defensa (valoración positiva) se concentrará en probar lo contra-


no:

Que es útil hacerlo.


Q ue no presenta reparos morales .

No ha!!amnospados másJustos que éstos, ni más útileJ'para /lltestra ,,!tdar/Y

Cuando apelamos a la utilidad empleamos un argumento pragmáti-


co. Al recurrir a la licitud exponemos lUl argumento moral o de princi-
pio. Si alguien nos aconseja no pagar impuestos para salir de apuros,
podemos responder:

Si IZO pago los implleJ'loJ me arrieJgo a ,,"a milita (argumento pragmático) .


No pagar los únpt/eslos es ,,¡so!tdario porque traJlada la carga jiJca! a los que
pagan (argumento moral).

No es lo mismo Nobleza obliga que H acienda oblt'ga. Son criterios distin-


tos que suelen presentarse como antagonistas:

Noble es lo que has dÚ'ho, pero tlteficaz,58

pero que pueden ser complementarios. La utilidad puede ser justa y la


moral útil. Defendemos la democracia porque es el sistema más justo y el
más útil. Argumentamos contra la pena de muerte con ambos criterios:

Es inmoral, porque nadie tiene derecho a pn'!}ar a otro de l/ida. Sil

Es iIlCOIlt'eJtlellte, porque es peá'grosa (dado que existen errores judúiales),y es


ineficaz (110 disuade a los delit¡mellte.~.

Las normas, en especial las legales, no sólo nos imponen o nos prohí-
ben ciertas conductas. También nos amenazan con casrjgos. Añaden
argumentos pragmáticos por si no bastara con la directriz normativa.

Dios l/O cesa, IZO sólo de adoctn'llanlO.r COIl sum'idad, sino también de ilifimdir-
nos temorpara Jluestra salud.59

57 Isócrates, VI II , 16.
58 Eurípides, Los [-Ierádidas. El refranero dice: I-Ionray pml-'echo 110 mben en /01

saco.
59 San Agustín, Cartas, 93, 2,4.

61
Ricardo G arda Damborenea

En resumen :

Valo ramos la calidad de las cosas co n los criterios de utilidad y moralidad.


Llamamos argum en to pragmático al que con sidera la utilidad en ra:,.:ó n de las
ventajas e in conveniente s que se d erivan d e un acontecitniento o d e un a acc ió n.
Apela a valores materiales.
Llamamos argmnento m o ral al que juzg a las accione s en razó n de si re spetan o
quiebran n o rmas establecidas. Apela a valo res m o rale s.

El argumento pragmático, o de las consecnencias materiales

E s bueno el eje,"!/}, luego es bllena la "al/sa. Aristó teles.

Como su nombre indica, se ocupa de evaluar hech os o intenciones


po r sus efectos prácticos. Juzgamos d el árbol po r sus frutos y de las deci-
Siones, p or SUS consecuenCias.

Dijo una vez Sócrater que le pareda extraño qlle partor de buryeJ, cada l/ez
menor en mímeroy cada t'ez máxjlacos, no reconociera xer malpastor.60
Bllen delantero de fútbol no es el que de "'ez en mando aderta, sino el que de tez
en mando falla.

Precede a cualquier decisión : Vo tar, comprar lUla casa, cambiar de


trabaj o, casarse, tener hijos, divorciarse, invertir en el mercado de valores,
etc. plantean problemas que se resuelven ponderando ventajas e incon-
venientes, es decir, consecuencias favorabl es o desfavorables. Por las
consecuencias se aconseja y se disuade, se acusa y se defiende, se elogia y
se censura . Como veremos enseguida, es el argutnento que mejor caracte-
riza a las deliberaciones.

Alltes de modifit-ar la ley sobre elltallasia debemos pregllntamos qllé comeclIen-


'ÚlS práctú-as tendría.

Como las cosas, po r 10 general, producen consecuencias buenas y ma-


las, el argumento pragmático po ndera los pros y los contras de los acon-

60 Jenofon te, Remerdos de SócraleJ-, 1, 11.

62
USO DE RA.zÓN

tecimientos o de las acciones, para averiguar si contienen más ventajas


que inconvenientes, o al revés.

Non son «JIltados por biel/es aquellos por quien vielle a home más da/io qlle
pro'"!

Así, pues, en su desarrollo podemos distinguir dos pasos:

1. Enwneración de las consecuencias.


2. Ponderación de las favorables frente a las des favorables.

1. E n primer lugar, enumeramos las diferentes consecuencias.


Po r ejemplo: fu silar al responsable de lUl intento de golpe de Estado es
un gesto ejemplarizante que manifiesta la firmeza del gobierno ; no hacer-
lo puede ser interpretado como un rasgo de flaqueza y una invitación
para que otros repi tan el intento. Pero :

AZa11a- FUJilar a Sa}!Ju'Jo obligaría después a fusilar a otros Jeú /1 otlJO


IZOS

que están ÚlCUrsOf eIl la misma pena,y a IoJ de Casttlblalllv. Serian demasIados
tadá"res en el"amtllO de la Reptíbái-a. [AdemáJ"] jilSllando a Sanjurjo. haria-
mos de él Ull mártiry fllndaríamos, sin quererlo, la múglO/l de su heroismo y Sil
taballerosldad. 62

2. A continuació n, comparamos los conjuntos de consecuencias


favorables y perjudiciales para ver cuál pesa más en nuestra estimación.

Perlenecer a la Unión Europea Jtlscita problemas, pero oca.r/ollaria mmhoJ máJ


y peores l/O perrel/mr.
Kutúsov- De lo que Je trata es de sall'ar a Rtlfia. ¿Es mejor ceder Momí
Stil entrar eIt batalla, operder la batalla, el ejénito y también Mosai? 63

¿Cómo se replica ante un argumento pragmático?


Dispon emos de t.res caminos:

61 Código de las Siele Partidas.


62. Vidarte. Juan Simeón, LLJs Cortes Consli!t9'enles de 1931-1933·
63 Tolstói, GIICTTCly PCli:

63
Ricardo García Damborenea

a. Una conjetura: ¿Son probables las consecuencias previstas?


b. Otra valoración: ¿Superan las ventajas a los inconvenientes?
c. Un argumento moral: ¿Viola algún principio moral impor-
tante?

a. ¿Es probable que se produzcan las consecuenCIas preVIs-


tas?
No es fácil considerar todas las consecuencias de W1 acto. Conviene
recordar que es tas pueden ser directas o indirectas; previsibles o in1previ-
sibles; seguras o hipo téticas . Puede que olvidemos algunas, bien porque
no contemos con los in1previstos, bien porque menospreciemos los efec-
tos colaterales. Añádase a esto que no todas las consecuencias parecen
seguras: muchas son puramente imaginarias, sin otro fW1damento que los
temores particulares del analista o los espejismos de sus deseos .

Esto de hacu msliallos [a los judíos) hará qlle JIIball IOJ"pmioJ de los ,udoJy ,
si todoJ JlO,f ponemos a l'Omer carne de cerdo, dentro de poco IZO podremos com-
prar ni pam'ta para aJar!4
Ulla mlljer Je burla de JU mando enloqu",do, qlle tiene 1111 re"jl,.r catgado
apoyado en la sien. No te tias - dtá él-. Desp"és t'as ttí.65

En una palabra, la prin1era forma de combatir lm argumento pragmá-


tico consiste en rechazar su razón de ser, es to es, las presuntas conse-
cuencias, con los criterios de toda conjetura: lo posible y lo probable.

b. ¿Superan las ventajas a los inconvenientes?


Tal vez no podamos rechazar las consecuencias, pero eso no significa
que todos las valoremos igual . No siempre es fácil distinguir entre conse-
cuencias buenas y malas. No sabemos con seguridad cuáles reslÚtarán
favorables o desfavorables. Desconocemos en realidad dónde reside
nuestro mayor provecho. Tomamos las decisiones basándonos en las
consecuencias directas, a corto plazo. Las más importantes aparecen más
tarde, pero se nos escapan. Por su mal le nacieron alaS" a la hormiga, decía
Sancho. El pianista Murray Peral1i. se deprimió al sufrir W1a lesión en la
mano que le alejó de los conciertos durante cuatro años. Más tarde con-
sideró que había sido una bendición porque pudo es tudiar, practicar y ver
los frutos. Al otear el futuro bien podemos decir que quien no es tá con-
fu so es porque no piensa con claridad. Pitágoras, que era un sabio, no

64 Shakespeare, El lvlem:tder de Venecia.


65 Paulos~ Jolm ..r\llen, Pienso, luego no.
64
USO DE RA.zÓN

permitía que sus discípulos, al orar, pidieran nada para sí mismos porque,
decía, ninguno sabe lo que le conviene.'6

Yo tmgo IIn amigo que de milo tmía llIt talento extraorrlúlario para el pÚltlo.
Pero elpadre se OpllSO por aquello de que el arte es cosa de a[emúzados. Hoy mi
amigo time 60 atios, es maricóny iZO J'abe tocar elpiano. (De la película 1:',,-
say Cho<vlate).

Así pues, la segunda vía para rechazar Wl argumento pragmático con-


siste en modificar la valoración de las consecuencias.

- El akvhol es llIl mzelto lento. - Es iguaL No tengo prira.


- ¿Vitd -Sí, gradas a Dios. Pam, que respzra. - ¡U!stima! (De la pe-
lícula El hombre de! traje blamv)
- ¡Soy UI1 hombre! - Nadú eJperjá10. (De la película Con falda.Jj a lo
!viV) .

c. ¿Viola algún principio moral importante?


El tercer camino consiste en oponer al argumento pragmático una ba-
rrera moral, como hizo Sócrates contra las muy persuasivas razones que
sus ,unigos le ofrecieron para huir de la cárcel.

Sócrates- Quenao Cnáin, tu solúitud sería m1/y estimable si se aliara <Vil al-
guua redztud (..) Se ha de lVl1siderar si es Jltsto o ilO que yo zlztmte sahr de
aqui. 67

No siempre se utiliza de buena fe. En la vida política, po r ejemplo,


cuando se pretende rechazar una medida y no cabe argumentar contra su
utjJidad, se apela a cualquier consideración moral que pueda contribuir al
vituperio del adversario, con razón o sin ella. La moral es un pretexto
valiosísimo para reves tir de honorabilidad una crítica mal intencionada.
E s mucho más frecuente que se censure a W1 gobierno por ser injusto,
insolidario, irrespetuoso con las libertades ... etc., que por ser ineficaz.
La maniobra no es gratuita. Los valores morales son muy importantes
para que los indiferentes formen opinión sobre un aswHo. Cuando la
gente cree que sus principios o sus creencias están en juego (por ejemplo,
la igualdad ante la ley, la solidaridad), se sacude con presteza las distrac-

66 Diógenes Laercio, V1II, 5.


67 Platón, Critón.

65
Ricardo G arcía Damborenea

ciones y toma posición a favor o en contra de los valores presuntamente


amenazados.

En tiempos de paz d¡t-en que la paz es el bim mpremo,y en tiempos de guerra,


qlle la guerra es l/na obágaáón moral. El Roto en El País.

En resumen :

E l argumento pragmático evalúa hecho s o intencio ne s por sus efectos prácticos.


Ac túa en dos pasos:
Enumeración de las con sec uencias.
Po nderac ión de las favo rable s frente a las des favo rables.
Se replica de tre s maneras:
Con una conjetura: Porque no se han calculado bien las consecuencias.
Con otra valoración: Porque no se estiman las consecuencias del mismo mo-
do.
Con tUl argumento moral: porque no es lícito.

El argumento moral o de principio


El argumento moral presupone que debemos actuar guiados por
principios o deberes y evitar, en consecuencia, todas las acciones que los
violen. Actúa como una especie de condición, o de aduana, que se alza
frente al argumento pragmático para dejarle pasar o rechazarlo.

Atendiendo a que el Gobierno, aún al1uando de buenafi, se ha equitvtado por-


qlle no ha resultado lo que deseaba, y t'ol2Siderando que los gobiernos no deben
eq/litvtarse y son responsables de Sl/S errores, el Gobierno presentará ¡ilmediata-
mm!e la dimisión en mallos de S.M. Sagasta.

Puede apelar a valores superiores Oibertad, justicia, igualdad), deberes


(cuidar de la propia familia, respetar la naturaleza), o derechos Oibertad
de palabra, igualdad de sexos, intimidad).

¿Cómo se plantea un argumento moral?


Exactamente igual que un argumento pragmático: analizando las con-
secuencias y ponderando ven tajas e inconvenientes, con la única diferen-
cia de que ahora aplicamos consideraciones morales. En realidad nues-
tros análisis de las consecuencias llevan a cabo las dos valoraciones si-

66
USO DE RA.zÓN

multáneam ente, como si contempláramos las cosas con dos ojos, uno
moral y el o tro pragmático.

- H/!yamos manto antes.


- No, /o que propones es tilla {vbardía. Además, no eJtoy dispuesto a renUil-
cIar.

¿Cómo se replica ante un argumento moral?


Disponemos de tres caminos:

a. ¿Es el principio relevante en este caso?


b . ¿Se viola realmente dicho principio?
c. ¿Existen otras con sideraciones que lo contrapesen?

a. ¿Es el principio relevante en este caso?


Como es obvio, quien apela a Wl principio moral, da por sentado que
hace al caso, que es aplicable a la situación que se discute. No todo el
mundo estará de acuerdo:

Cualldo IIlla empreJa pn'vada en dijimltades redil" la plantilla ¿debe mllJiderar


la SIIerte de /0.1" trabajado"J de.rpedidos?
¿Vúme al Ca.lO elpn"mipio de prot"YiÓI/ de la "da en e! debate sob" la eutana-
Jia?
La ley de! aborto ¿debe tmer m menta la dol1nila de la Iglesúl Católica?
¿Las razones humanitanasjustifican una guerra?

Buena parte de nuestras divergencias más enconadas surgen en este


punto: si un principio es aplicable o no a un asunto particular.

b . ¿Se viola realmente dicho principio?


Podemos, tal vez, aceptar que un principio es relevante para determi-
nado asunto. Entonces surge la cuestión de si asistinlos o no a una viola-
ción del mismo:

¿Se qlliebra {VII el aborto e!pnil/ipio de prot",ión de la tida?


La dedaraáól/ obliga/oria del SJDA ¿mlls/illlye 111/ alentado mll/ra e! derecho
a la intúmdad?
¿Traúiona sllJjines la TV pública mando mle a las exigemias de la audien-
cia?

67
Ricardo García Damborenea

c, ¿Existen ottas consideraciones que lo contrapesen?


Por último, ¿hay otras consideraciones que contrapesen este princi-
pio? Podemos estar de acuerdo con la o po rtunidad de W1a norma y,
además, aceptar que, efectivamente, se ha violado o se pretende violarla,
pero tomamos en cuenta o tras razones de más peso, sean éstas pragmáti-
cas o morales.

Me doy ,'tienta de la maldad qtle "'y a cometer, pero la pobreza eJ más poderoJa
q/le mis decisioneJ.68

A menudo, la respues ta a W1 argumento moral es un argumento


pragmático: se sostiene que respetar el principio en cuestión sería dema-
siado costoso, peligroso, largo, contraproducente", en una palabra, que
las consideraciones prácticas contrapesan a las morales .

¿Se debe permitir que las mmpa¡lías de Jeguros de I:ida pregufllen a JIIS dientes
Ji Jon portadores de! úruJ del SIDA?

Los oponen tes arguyen que ello viola el derecho de cada W10 a su
propia intimidad. Los partidarios replican que las con secuencias prácticas
de no autorizar tales investigaciones pueden ser devastadoras para el
sector de los seguros y muy perjudiciales para los demás aseb'urados que
habrán de pagar pólizas más altas. Esta tensión entre argumentos prag-
máticos y argumentos de principios es frecuentísin1a, tanto al enjuiciar
hechos del pasado como al analizar planes para el futuro. No es raro que
renw1cielnos a la razón m oral por tener la jieJta en paz.

Opino q/le Je deben mantenery respetar las actas de César, 110 porq/le 1m
apruebe - ¿qtlién puede aprobarla.r?- JtllO por creer que aflte todo hay q/le
atellder a la paV al soszegoP

Un argumento de principio se puede replicar también apelando a otro


principio que, argüimos, pesa más. Hay quien piensa, por ejemplo, que en
los Estados Unidos in1porta más reducir las armas que proteger el dere-
cho a poseerlas. Del mismo modo, un juez puede exigir que W1 periodista
revele ciertas fuentes indispensables para incriminar a presuntos culpa-
bles. El argwnento del juez dirá que el principio por el que un periodista
debe proteger el anonin1ato de las fuentes pesa menos que el principio de
obligación de colaborar con la justicia.

68 Eurípides, iWedea.
69 Cicerón, Filipit"a 1.

68
USO DE RA.zÓN

El Fiscal rechaza abnr el diario Egtll [de ETAj. AI/tepone el derecho a la ti-
da a la libertad de expresión. Prensa del 25/8/98.

E n resumen :

Llamam os argumento moral o de principio al que juzga las acciones en razón de


si respetan o quieb ran n o rmas m o rale s.
H emos sdi.alado que se repli ca de tres man eras:
Po r no se r el principio relevante para el caso.
Porque no 10 viola.
Po rque lo contrapesan o tras con sideraciones, bien sean pragmáticas o morales.

Conflictos
Como acabamos de ver, es muy frecuen te que en fren ternos Wl raL;Q-
namiento moral con otro pragmático . La misma naturaleza de las cosas lo
facilita. P or eso escribía Cicerón a su amigo Ático:

501/ treJ IOJ tipos de inz'eJúg,aáón del deber: 11110, mando deliberamoJ si algo es
hOllesto o l'efgOIl'(!JSO; dos, si es úfll o imítil;y tres, tllmo ht[Y que )úzgar malldo
los dos pareml pugilar entre si,1°

E n la mayor parte de las d iscusiones no se plantean divergencias de


orden moral o legal. Supuesta la licitud de una medida, ambas parte s
discuten exclusivamente sobre su utilidad: si es lVlll'ellienLe {} penzicioJ"O; si ex
ificaz {} inútil,' si esto es más con~'eJlienLe que aquello.

Si mlniene reduár elpreáo del tran.rporte públúv.


Sijite benefiáoso smtarse a dialogar mIZ 10J telTOristaJ.

Cuando hemos de escoger entre dos p osibilidades, se discute cuál es


más útil, y si ambas son de utilidad pareja, entonces se añaden valoracio-
nes morales. Lo justo se suma a lo útil :

Mipropuesla es más barata, y mtÍ.J ificaz; pero también márjllsta, más mlida-
na.

70 Carlas a Atico, 420, 4.

69
Ricardo G arcía Damborenea

En otras ocasiones, las posturas en litigio defienden, bien algo que es


útil aWlque admita reparos morales (matar al semestrador de UI1 aáón; trasla~
dar un pueblo para cOllstruir Ull pantalla), bien algo de suyo lícito que origina
perjuicios materiales:

Si debemos cOllsmlir que /lna huelga de camúmeros paralú, elpaís.


Si se debe dejar monr a /111 red/lso m huelga de hambre.

Se puede defender lo más justo sacrificando lo útil :

Tenemos la obligación moral de acoger a los ,limigrantes.

En cuyo caso, acentuamos el bien de la justicia, el deber o el honor, al


tiempo que reducimos la importancia de los inconvenientes.
Por el contrario, cabe defender lo útil sacrificando lo justo:

Es más urgente aregurar el trabajo de /nI nalil'Os que el de /n,. inmigranles.

Entre los dos extremos de utilidad y justicia podemos imaginar multi~


tud de posiciones intermedias que intenten armonizar los valores en liti~
gio. Sea cual fuere la postura elegida, deberá justificarse con las mejores
razones disponibles.
Justificamos nues tras decisiones cuando buscamos el bien mayor, tan~
to si juzgamos éste con criterios de calidad (el que protege un valor
jerárquicamente superior), como si apelamos a la cantidad: el que ofrece
más beneficios o alcanza a mayor número de personas .

COIl do/nr digo esta fatal ,.rdad: es prefen'b/e que muera L /lis a qlle pereztall
ám mil ,ú,dadallos "rtllosos; L uis debe mon,. porq/le es predso que la patna
"va. Robespierre.

¿Q/lé puede haitr el amorfratemo? ¿Abandonará a todos aljí/ego eterno del ill~
jíemo por librar a 'lilas poms deljí/ego Irallsi/ono del hamo? (.) ¿No será me~
jor 'VIlJertar a los que se pueda, aunque perezcan b'bremenle aquellos a los que
IlO Jf puede mllsen'ar? 71

Cuando hacemos daño (porque es inevitable, porque carecemos de al~


ternativa), es preciso que sea el lnenor posible. Si nos roban la cartera,
puede estar justificado causar algunas lesiones al ladrón para defender~

71 San Agustín, Cartas, 185, 3, 14.

70
USO DE RA.zÓN

nos. No estaría justificado matarlo. El valor de la cartera es muy inferior


al de la vida. N uestros derechos tienen lúnites.
No es fácil desenvolverse en el mar proceloso de los valores, po rque
todas las acciones humanas conllevan una dosis de irreductible ambigü e-
dad moral. Nunca sabemos precisar si nos mueve más el interés o la jus-
ticia.

Esta incertidumbre es insos!t!yab1e. Nos coloca de callto) de tratiJ, ante eljuicio


moral. Nos guslafÍa ser netos y plllao.r, como los niños de w~ blanca que can-
tan e/I los caros de laJ iglesias. Pero abnnlOs la bo"a y /lOJ sale /lita toZ compli-
tada, de órgano liejo,y can los tl/bos l!enos de roña72

El peso de las circunstancias: Evaluamos casos y no principios

E s raro que surjan disputas sobre finalidades indeterminadas o sobre


principios generales. Todos estamos de acuerdo en que no se debe quitar
la vida, causar daño físico o mo ral, suprúnir libertades o no facilitar los
mínimos materiales y culturales para que las personas desarrollen una
vida digna. E n las alturas siempre reina el acuerdo. Lo malo es que en
mo ral las generalidades sirven para muy poco.

Us propios déspotas no niegan que la libertad Jea ex"lmte;pero la desean Jólo


para elloJ mismos. T ocqueville.

Los problemas surgen al intentar adaptar los valores a los casos con-
cretos.

NingtÍn dio,- lli nillgtÍlI homhm se atreml a de<1r que 110 hay que cartigar al que
t:Omete úyúJ/úia... Discuten tilda ado ... unos qfirman que ha sido realizado tOIl
jm"/ida, otros, que l~lJitstamente.73

Bruto mató a Cesar. Ya sabemos que IZO se debe matar. Si/l embargo, ¿Bn/to
hizo bien o mal? BJfáálponerse de amerdo en abob,. toda da.re de o .plotaáón,
pero !lO lo es acordar si ulZa acción determinada coJlstitl!Ye () IZO lina l:ariedad de
explotaáón. Hay muchas personas que IZO dudan de la ,",istemia de VÚ)S, pero
IZO l/en daro que ello figllifique recbazar el UfO rielpreJervatiz!o.

No discutimos sobre principios generales, sino sobre problemas con-


cretos en circwlstancias determinadas. Seguramente nadie rechaza la

72 Álvaro Delgado Gal, Diario El País.


73 Platón, Eutifrón, Se.

71
Ricardo García Damborenea

aportación del 0,7% del Producto Interior Bruto a las necesidades del
Tercer l\lmdo. Eso no se discute. La polémica brota por algo más pro-
saico: si podemos pagarlo, si para ello hemos de aceptar mayores impues-
tos o recortar otros gas tos ... Del mismo modo, hay quien defiende la
negociac ión con los terro ristas enco miando los encantos de la Paz"
¿Q uién no la querría? Los problemas están en otro lado.

Todo,- queremos un presupuesto mtrútiw, pero ¿mil cargo a quéparlldas?

Si hemos de juzgar en el marco de mas circunstancias detenninadas,


es lógico que ante cualquier hecho, iniciativa, o incluso frente a lo que se
llama LUl globo sonda, surjan las preguntas familiares: ¿quién lo ha,.? ¿para
qué? ¿cómo? ¿",ándo? ¿dónde?

¿ y mál,-erá la mmpoJiliólI de ese deslacametlto y la magnltlld de su mnlútgetl-


te? ¿ Y dónde obtendrá el aproásúJIlamiento? ¿ Y de qué manera estará dispuesto
a realizar los antedúhos planes? Yo lo adarad dismmendo por cada !lila de eJ-
tas cuefÚonef feparadamente.74

Conocidas las respuestas es posible que el desacuerdo se concentre en


cualquiera de ellas, o en varias, o en todas. Cabe, por ejemplo, que nos
parezca mal el hecho desnudo o que éste en sí no desagrade pero juz-
guemos que lo hacen malo sus circunstancias. De manera que la cues tión
general se nos divide en un abanico de discrepancias secundarias que
importa mucho delimitar para el buen éxito del debate, y a cada una de
las cuales hemos de aplicar los criterios de utilidad y moralidad.

La cuestión del QUIÉN, deja a lUl lado el fondo del asunto para
discutir sobre las personas involucradas. Por ejemplo:

Eso hubúra estado bÚII en i-ualqmera menos eJl usted.

Casca- ¡Ah! Elpueblo quiere a Bntto de todo mTazólt. Y lo que eJl Ilosotro,-
Jena IIIZ de/úo, JII. pruellcia, lVmo alquimia poderofa, In com;erlirá en ménlo y
l'irtud. 75

- ¿Qué de/"tos tiene mi madre?


- Ese, preásammte. que es tu madre. Si !o fúese de la maúera, por ejemplo,
sería e"''''ltadoray todos saldríamos gallando. X,~udaró.

74 Demós tene s, Pn"mera Filipica"


75 Shakespeare,}u/io César.

72
USO DE RA.zÓN

La cuestión del CUÁNDO contempla la oportunidad y rellena mu~


chos debates po r sí mism a, No discute el propósito, sino el momento,
Toda la polémica se centra en el tiempo y la ocasión ,

Afldmúnos hablando de <vsaJ que es bueno callar ahora, <vmo bueno era ha-
blar de ellaJ' entonces7 G

Así, algunas iniciativas se rechazan porque las cirCw1stancias no son


oportunas: Sí, pero 1/0 ahora; llega tarde; e.r prematuro; 110 se dispo/le atÍn de los
medios; es pmiso J11perar anteJ algllnos obstáculoJ; la ocaJión no ha llegado ...

¿Convúlle que la reforma ednea/ita coú,ada <vn la huelga de projésores?

No [ahora}, ItO sea que al qllmr arrancar la d::[Jlla, arranq!léú eOIl e/la elln'-
gO.71

}\To .re debe hablar COIl fOJ tefTOnJ-ta.r mientrar /lO entreguen las armas.

C/léntare [de TaleJ de Milero} que IIrgiéndole su madre a q/le.re tarare, respon-
dti! que todada era temprano;y que parados algllnos alIOS, urglendole SIl madre
COIl mayom úlstamias, dijo queya era tarde.?8

o se hacen las cosas cuando se puede o no se podrán hacer cuando se


quiera. Hay decisiones tan inopo rtunas que no respetan ni el derecho a
dormir: cuando el p ro nunciamiento de Villacampa (1886), Sagas ta, a
quien despertaron a las tres de la madrugada para informarle, exclamó:
¡Pero, hombre, por DIOS 1, ¿a estar horar?

Las cuestiones del CÓMO y el DÓNDE, entienden de modos,


maneras y lugares . Lo que parece bien allí, o así, parece mal aquí o asao.

El ministro aduó JÚZ encomendarse a nadie.


Sí, es I.mlad qlle yo he aceptado el Jnfraglo unú;ersa!, pero IZO !o acepto ta!y co-
mo lo propone la comisión. Romero Robledo.
Lar mallifestaciolleJ a la puerta de Lar Cortes coaccionan a IoJ diputadoJ.
H ay chistes que dejan de serlo fúera de Cownt Gardm y otroJ, úlcompmzsibleJ
CXtepto etl Hyde Park Comer. Swift.

76 Dante, D iúna Comedia, Canto 4.106.


77 Mateo, 13, 29.
78 Diógenes Laercio.

73
Ricardo G arcía Damborenea

Las cuestiones del PARA QUÉ Y de los MEDIOS, se ocupan de


los fmes y los recursos, que son temas capaces de consumir debates in-
terminables, porque las cosas nos parecen buenas o malas seglill el uso
que se haga de ell as.

No J"e puede mmparar ulZa Ie!f/.úión pública mIZ ulZa primda. Porque Ji ambaJ
tllt'teran los miSmos jilles, la pública collstituiría UIl gasto imí/ily /lila competen-
cia des/eal,·y si /lO tienen los mismosfilles no deben emplear los mirmos medios.

H '!)I IIIza persemáón úljllsta: la que promuete/l los impíos COlZtra la Igluia de
Cn"slo;y h'!)l l/na perJ"e",,,"" jusla: la que promu",e la Iglesia de Cristo lVlZtra
los Z/¡ipíos.'?

¿QuiélZ IZO amJidera afrenloJO que 10,- hombres libres sean golpeado,-? Y jÚI em-
bargo, Ji eslo le pasa al al/lor de hechos úyUSIOJ", Je jU7J;a que lo liene bien mere-
ado.SO

Se puede discrepar en los fine s, se puede discrepar en los medios, y se


puede discrepar en la relación entre ambos: si los medios son adecuados,
o no, a los fm es que se pretenden.

Es posible apuntar a "n fin recto y errar, IZO obstante, en los mediOS tVlZd'f<mles
alfin; como uposib/e también errar en eljillY acertar en los medios mndllcentes
a él,y espoJible, en jin, no acertar elZ ninguna de ambas fOSas.81

- Cabe discrepar eu los fines perseguidos, las intenciones que


manifies tan, los valores que amparan:

No nos huimos aúados de los alem/mses para esdaúzar a Greda eIt su beneji-
"0, súzo para liberarla de los persasP
No me lVlJipla," quien persigue a los herejes no por amor de SIl l'Omaión silio
por afálZ de l'Omba/irlos.s3
La pen'midad del boxeo eJ"tn"ba en que busta lZetuanamenle e! da/lo flsitv de!
adt'errano.

79 Sa.n Agustín, Cartas, 185, 2.11.


80 Polibio, n, 56, 9.

81 Aristó tele s, É tica ENdemia, 1227b, 20.

82 T ucídides, lIJ, 10.


83 San Agustín, Cartas, 93)2.

74
USO DE RA.zÓN

- Podemos discrepar en los medios: si están disponibles, si


son suficientes, si son adecuados, si son lícitos, si producen demasiadas
consecuencias indeseables : el precio, los sacrificios, la renuncia de otros
objetivos.

Su propuesta es úrepro,hable, pero /lO disponemos de pruuplleflO para realizar-


la.
Estoy dispueJto a redllár el défiat, pero IZO a e>p.ensas de laJ'pensiolZes de jubi-
lacióll.
No autori;¡p la histem-tomía para e>ttirpar el ,0"'" de IlIIa mujer embarazada
porqlle impú"a la muerte delfeto.

- Cabe discrepar sobre la relación entre el fin y los medios

Antístenes, en su lecho de muerte- ¿QuielZ me úbrará de eJlOS males?


Diógenes, ofreciénd ole un puñal- Es/e.
An tístenes- De los males digo, JIO de la bida.s4

El fin detennina los medios que se han de emplear para conseguirlo.


En otras palabras, los medios deben ser adecuados al propósito persegui-
do. De lo contrario se con sideran gratuitos, inútiles o sospechosos: H a-
blar por hablar, HCIltr por hater, J'vf.atar por matar...

Agüar ba/lderas ro¡as 1/0 crea empleo. Helmuth Koh1.


¿Tú IZO /.ts qlle es lte/.edad o úmpleza IÚJrar por lo que ,VIZ llorar /lO Je puede
remediar? Celestina.
-Si de aquí a malzalZa 110 enClleJlfro doce "ulpesetar, tendré que Iet'alltanne la
tupa de los Jesos. - A /o mejor tampom las tienes ahí... Xaudaró.

Aceptarnos los sacrificios cuando nos atraen los resultados. Como re-
conocía el protagonista de El Rojo y el Negro:

-['lo es la muer/e, ni el calabozo, ni el aire húmedo !o que me liene aba/ido, sillo


la atlJ"emia de la seitora de Rina!. Si, para I.erla, me tiera obligado a pa.rar Je-
mallar enteras en las bodegas de fU cara, ¿acaso me qtl(jaría?

A su vez, los medios determinan el fin. Es obvio que no podemos


tomar en serio ningún propósito para el que no se disponga de ins tru-
mentos. Nuestros objetivos nacen y se transfOlman con arreglo a la dis-
ponibilidad de medios .

84 Diógenes Laercio.

75
Ricardo G arcía Damborenea

y dijoles [Don Quijote] que le aderezasen otro mejor lecho que la l'ezpasada; a
!o cual le mjJOlldúi la huéspeda que ,vmo lo pagase mejor que la otra wZJ que
ella se le daría de príncipes.

l'"luchos debates se nos enturbian porque confundimos fmes y me-


dios: ¿La guerra es un fin o es un medio? ¿Y la paz? Si, en el caso que se
discute, no se sabe con claridad cuáles son los fmes, la discusión avan zará
entre tinieblas. Q ue la paz esté considerada, en general, como un valor
muy apreciable, no la convierte en Wl fm para el caso concreto en que se
estimó preferible la guerra como medio ineludible para lograr determina-
do objeto. Que el acuerdo o consenso entre las partes de lm litigio sea
deseable, no lo convierte en lm fm que imponga la remmcia a las reivin-
dicaciones de la parte que inició el conflicto. El consenso es una de las
formas (instrumentos) de alcanzar un acuerdo, no un fm en sí mismo . En
ocas iones la democracia es un fin , pero en o tras es W1 medio. 1\ ruchos
demagogos pregonan los derechos humanos como si fueran un fm cuan-
do, en realidad no son sino medios para obtener un bien individual o
colectivo. Buena parte de nues tros conflictos de valores proceden de
considerar a los seres humanos como instnUl1entos cuando son fines o,
al revés, como fm es cuando son medios. Conviene distinguir las cosas.
Como hemos indicado, sea cual fuere la cuestión: de persona, de
oportunidad, de medios, etc. hemos de juzgarla seglU1 criterios de conve-
niencia y moral idad. Por ejemplo, el fin suele justificar los medios, como
es el caso de una mentira piadosa, pero no siempre lo hace. Pueden se r
estos condenables en sí (argumento moral), o porque sus consecuencias
los convierten en contraproducentes (argumento pragmático). A la inver-
sa, los medios lícitos no hacen bueno a un fin perverso (aplicar una ley
lllJusta, o eludir una obligación moral tras el burladero de la ley). Cicerón
acusa a Sextilio Rufo de recoger una herencia sin faltar a las leyes, pero
contra su conciencia.

-¿Porqué no acudiste en ayuda de! ahogado?


- Yo /10 soy el "tilal/te de la playa.

- ¿Por qllé me reprocha ufted la usura? Yo l/O obligo a I/adiey, además, ayu-
do a IoJ me/lesterofOr.

76
USO DE RA.zÓN

RESUl'v[EN DE L\ CUESTIÓN DE V,\LORc\CIÓN


I. En las cuestione s d e valo rac ió n , la c o ntrove rsia se pro duce sobre el juic io que
n os m erecen las accion es p as adas, pre sentes o futuras.
11. Valo ram os la calidad d e las cosas con un d o bl e criterio : uLilidad )' licitud.
III. E l argumento pragmático evalúa h ech os o intencio ne s p o r su s efectos prác-
ticos.
Actúa e n d os pasos:
Enumeració n de las con sec uen cias.
Po nderación de las favo rables frente a las desfavo rables.
Se replica d e tres m aneras:
Po rque no se h an calculado bien la s co n secu encias.
Po rque n o se v alo ran las con sec uen cias del mism o m o d o .
Con un argume n to m o ral.
IV. Llamarnos argum ento de principio, o m oral, al que juzga las accion es en
rílzó n d e si resp etan o quiebran n o nnas m o rales o leg ales.
H em os sdi. alado que se repli ca d e tres m an e ras:
Po r no se r e! prin cipio rele vante p ara e! c aso.
Po rque no 10 viola.
Po rgue 10 contrapesan otr as con sid eracio n es, bien sean prab'lTláticas o m o-
rales.
V. No es p osible sos lener una v alo rac ió n sin con siderar las circ un stancias del
h ech o, con lo cual surge n c ues tio n es es p ecíficas:
la cu es tión del QUIÉN lo ha h echo o lo prop on e.
la cu es tión de! C UÁ NDO se ha h ech o o se pre tende hacerlo .
la c ue stión del CÓ!d O se ha h ech o o se pretende hace rlo .
la cu es ti ón de! D ÓND E se hi zo o se pretende h ace r.
la c ues tión del P ARA QU É se h a he ch o o se p rop on e y con qué l\,fE -
DIOS.
Un a vez delimitad a la cu es tió n al hech o o a alguna de su s circun stancias, aplica-
m os los criterios d e utilidad y licitud:
Si CON V IENE hace r esto, hace rlo as í, hace rlo ah o ra, e tc. : No era co nve-
niente h acerlo en aq uel m omento.
Si es J UST O hace rlo, h ace rl o as í, e tc.: fue inmo ral hacerlo de e sa m an era.

EJEMPLO DE CUESTIÓN EVALUATIVA:


EL DISCURSO CAPUANO
Vamos a ver un ejemplo de Tito Livio . Anilla!, que acaba de conquis-
tar Capua, invita a cenar a Wl n oble capmillo que le es adicto y al hij o de
éste, un joven patrio ta romano que odia a! cartaginés. El padre , a! saber
que su hijo ha acudido a la cena con una espada escondida para dar
muerte a Aníba!, se lo lleva al jardin y le argumenta sobre lo justo y lo
útil .

77
Ricardo G arcía Damborenea

Hijo, yo te flfplim y te mego, por todos Ior dll<ulos jllrídúvs que unen a los
bijor mil SHf padres, qHe 110 pretendar bac'ery sufrir todo lo que IZO tiene nombre, al/te
los ojos de tu padre, POtaS horar han trallsmmdo desde que, jurando por todos los
dioses, I/nimos Iluestra diestra a la de A níbal empeñando Ill/estra palabra; ¿fúe para
armar m/ltra él, liada más salir de hablarle, lar manos ml/sagradar por eljuramento?
¿Te levantas de la mesa que le da hOjptialidad, a la que Aníbal le admtiió, para
manchar eJa mifma mem mn la sangre de quien te da hOjpitalidad? Pude mVllaliar
a Allíbal mil mi hijo, ¿y 110 S<!JI capa" de mVllaliar a mi hijo mil Aníbal?
Pero pare qlle no haya nada imiolable; nifidelidad a la palabra dada, ni
religión, ni amor filial,- que .le intenten m:c:iones /lefandas, siempre'y t:ualldo /la nos
acarreen la minajl/nto i'O/I el delito, ¿Pimsar atacar a Aníbal tú solo? ¿Qué me dices
de esa multiiud de esdaws y de hombres libres? ¿ Y de todas las miradas, atentas sólo
a él? ¿ Y de tantar manos? ¿Quedarán paralizadar ante semejallte diflate? ¿Le resú-
LiráJ la mirada a eJe mirmo AIl/bal al que IZO puedell resúlir r:/én-ÜoJ armados, allLe
el cual se le ponen los pe/os de punta al Plleblo romano? SlIPonimdo q/IC le faltaJetI
oLraJ qyudaJ, ¿seráJ capaz de herirme incluso a mí, cuando cubra toN mi cuerpo el
mepo de Anibal? Porque, em sí, para llegar harta él tendrás que atacary tra.rparar
a/lLu mipropio pecho_ D~/aLe diJuadir aqui en ~'e:::. de ¡racarar allí. Que miJ nfegOJ
te/lgan ante ti la ifitacia que tU¿:Úroll hqy en tu fawr.85

Tal vez matar a Aníbal fuera útil, pero no era justo, dadas las circuns-
tancias, Y si no importara lo justo, era peligroso, de graves consecuencias
para Capua, los capuanos y, en especial, para el padre, Un argumento
pragmático se responde con un argumento mo ral y otro pragmático,

Consideraciones finales
Padecemos una deformación educativa que nos induce a plantear las
cuestiones de val or como si se tratara de pro blemas de hecho . Nos gus-
tan las ideas claras y contrastadas, modelo blanco y negro: frente a la
piedad situamos la impiedad; ante lo justo, lo injusto y, en general, frente
a la verdad, el erro r. 1\ [ás o menos, cotno si estuviéramos en una pizarra
resolviendo ecuaciones algebraicas. E sta m<Ulera de pensar se llama, con
razón, dogmática, y es muy atractiva porque allorra mucha energía men-
tal: el pmen·atlt·o es malo; lJIe/ltir, reprobable; la e/ltallaria, 1In crimen, Cuando las
ideas son simples, su aplicación a las cosas está al alcance de cualquier
recluta. Precisamente, para evitar que parezcan tan simples, vamos a re-
pasar las principales diferencias que determinan la manera de abordar las
cuestiones de hecho y las de valor.

85 Tito Livio~ X.,{III~ 9, 2-8.

78
USO DE RA.zÓN

1. Los hechos son objetivos y los valores, relativos


La verdad sobre los hechos es permanente y no depende del o bserva-
dor. Podemos estar equivocados p o rque nues tro conocimiento sea in-
completo, pero esto no altera los hechos. Tampoco los modifica el cam-
bio de observador. Q ue Bruto mató a Cesar es una verdad perdurable
por los siglos de los siglos.
Po r el contrario, los juicios sobre las conductas no son const,mtes.
Nuestra opinión sobre si Bruto hizo bien o mal depende de las circuns-
tan cias del caso y de las circunstancias del observador.
Las cirClU1stancias del caso m odifican nuestros criterios sobre lo justo
y lo conveniente. Nos parece bien mentir cuando se trata de ayudar al
pró jimo y no está mal ro bar (por e jemplo el arma de un suicida), para
evitar un mal mayor.

Las mismas cosas, en lodas partes y JÚZ que en nada se d!fereJU1en, JOIl tíli!es
para IIIIOJ y per;údúia!es para 0lroL 86

AW1que los hechos no varíen, ni se modifiquen sus circunstancias,


basta que se alteren las del observador para corregir sus criterios. Duran-
te la juventud nos dejamos guiar de las esperanzas; durante la madurez,
de la experiencia. Un torero ansía finnar contratos a cualquier hora, ex-
cepto cuando es tá en el patio de caballos digiriendo la angustia que pre-
cede al paseillo.

Ha cambiado nuestra apreciación de lo que tIntu considerábamos pntdeJlcla y


que ahora resulta Jer impmúióny debilidad.87

Pis,unos el m ovedizo terreno de lo preferible, donde los criterios


pueden ser divergentes y romadizos en flmción de las circunstancias. Las
diferencias de opinión derivan, precisamente, de distintas maneras de
apreciar lo que llamamos bienes y males, en razón de los intereses en
juego, los criterios ideológicos, las conveniencias estratégicas, la vecindad
o lejanía de los p ro bl em as, el mom ento. . Lo que p ara unos puede ser
bueno, para o tros, es malo, y para cada persona, unas veces es bueno y
o tras, malo.

lA muerte, e.rpantoJa para CÚUÓJI, eJ deJeab!e para Cawll e úldiflrente para


Sót.:ratcJ. 88

86 Isócrates, Xl I, 24.
87 T ucídides, 1, 32.

79
Ricardo G arcía Damborenea

La muerte para 10J difillltOJ es /111 mal, para 10J comenianwJ de lápldafy obje-
tos jíínebres, un hiel/.S9

Como decía Marx (Carlos):

Si no bubiera ladrolles no babría candados y, por tanto, tampom Jábnias de


candados, ni ""ajeros empleados etl ellas.

¿Son malos los ladrones? Los valores no son objetivos, no están en


las cosas. Somos noso tros quienes depos itamos nues tra estima sobre lo
que nos rodea, sean objetos, personas, h echos o virtudes. N inglUl valor
es absoluto. N inguno rige en todo momento y para todo el mW1do. Co-
mo dice Aristóteles:

Allnqtle lodos bllJ"Camos la felúidad, lIO tVimidú1/os en los medios ademadospa-


ra alcanzarla.

La vida es el bien supremo, pero cuando su calidad disminuye hasta


niveles insopo rtables, la muerte se contempla como un mal menor.

Antígona- Sabia que iba a morir. Y si muero alltes de ttimpo, yo lo llamo


gallalu:ia. Porque quien, como yo, ['¿'va entre desgracias fin mento, ¿cómo 110 t'a a
obtenerpromho al monl'?

E n el Diccionario de falacias figura la Falacia del seamdum quid que


cometen quienes olvidan la relatividad de los valores.

2. Los valores forman jerarquías


E ntre los ciudadanos existen amplísimas coincidencias sobre los valo-
res admitidos, sin las cuales no sería posible la convivencia en W1a socie-
dad pluralista. Incluso existe W1 acuerdo general sobre que determinados
valores forman familias que no se pueden fragmentar. Por ejemplo: Li-
bertad, igualdad y seguridad son inseparables. O se tienen los tres o no se
tiene ninguno.
E llo no obsta para que, llegddo el momento de jUZgM lUl caso concre-
to, se produzcan diferencias de criterio en su jerarquización, que son las
que alimentan toda clase de disputas. H ay servidores de la libertad y de-
votos de la igualdad; partidarios de los valo res emergentes y celosos
guardianes de los valores admitidos. N i todos ni siempre apreciamos del

88 .Montaigne, Enst!)'oj' J, 1: De Demócriloy H erácl¡lo.


89 DúCllrsoj' dobles, 1,3 (en ]\<felero, Srftsta~.

80
USO DE RA.zÓN

mismo modo la libertad o la vida. Quien tiene asegurada la igualdad es


pos ible que concentre su atención en la libertad, y viceversa. No vale lo
mismo un vaso de agua en el desierto o en la ducha. Mi reilto por 1111 taballo,
decía Ricardo III cuando su valor prioritario era la vida. El bisabuelo de
los Escipiones logró que no fue se el enemigo lo más temible para un
soldado. Co n frecuencia nuestros juicios de val or son comparativos:

T/ ale más honra sin banvs que barcoJ sin honra.


E It TV importa más la audiencia qlle la caMad.
Sil mmen estaba mejor Implllle que castigado por tll brazo.

Claro está que nues tras jerarqlúas de valores no son rígidas. La priori-
dad que es tablecemos para un caso determinado tal vez no la apliquemos
en la próxima ocasión. Si alguien sos tiene en un debate la primacía de la
libertad sobre la seguridad, no significa que desprecie ésta, sino que la
subordina circunstancialmente. Tal vez en otra ocas ión le parezca que
debe primar la seguridad por encima de cualquier otro valor.

H eráclito - Só!rJ la exirlella{¡ de la enfermedad ha" deseable la sallld.


Lear- A rte extraño el de lIuestras Itm.ridade.r, qlle tmeca en preciosas Ia.r co-
sas más ['i!es.

3. Estamos ante cuestiones de grados


En las Cuestiones de hecho no caben grados: no es posible que una mujer
esté uu poquiLo embarazada. E n las valoraciones, po r el contrario, caben
todos los grados imaginables entre el bien y el mal. La verdad y la fal se-
dad son contradictorias, pero los valores no lo son. Un valor subordina a
otro, pero no lo excluye.
Aristó teles pudo proclamar enfáticamente que era más amigo de la
verdad que de Platón en lUl momento en que la verdad parecía el valo r
prio ritario. No me cuesta imaginar que, si se tratara de salvar la vida de
Platón, Aristóteles pudiera invertir su preferencia. Era sin duda más ami-
go de la verdad, pero sólo hasta cierto punto.
Un aborto no es absolutamente bueno ni absolutamente malo. Puede
ser ambas cosas, hasta cierto punto. Lo mismo se puede afirmar de las
normas que restringen la entrada a los inmigrantes, del Estado de las
Autonomías, del acceso lllliversal a la Universidad, de G reenpeace, e
incluso de la democracia que, como se ha dicho, es el peor de los siste-
mas posibles, salvo todos los demás .

81
Ricardo G arcía Damborenea

Se puede mantener que para toda á,'¡is;aáón eJ maw matar, pero JÓW dentro de
tiertos /ímÜcs90

Cualquier debate sobre valores, al carecer de soluciones perfectas, es


una cuestión de grados. Nada es ab solutamente justo o injusto, útil o
pernicioso, bueno o malo. Puede ser ambas cosas al mismo tiempo.
¿Hasta qué grado? Hasta el que seamos capaces de matizar. Donde con-
cluye la obj etividad, la lógica se calla y dej a paso al buen sentido. No
existe más regla que cons iderar todos los aspectos del hecho. ¿Sabe al-
guien a partir de qué condiciones se puede hablar de muerte dign a? ¿D e-
bieron tomarse en cuenta valores es téticos, históricos, ecológicos, labora-
les, econó micos, incluso coacciones terro ristas, en la construcción de lU1a
carretera? D igamos que sí. ¿H asta qué punto debió pesar cada uno de
ellos?

En un punlo eJLá que IIIlO Jea un Jallto o un mandn'a .Galdós. 91

Cotno vemos, se trata de dar con el pW1tO en que nuestra valo ración
se modifica. El último peso afíadido a la balanza invierte la situación .
Respondemos como los sistemas biológicos: tan malo es el exceso como
la carencia de azúcar, tan pernicioso resulta regar las plantas en exceso
como no regarlas.

NeriJa--- Tanlo enferma el que Je baria mmo el que IZO mme. La Celestina.

¿H as ta dónde podemos tensar la cuerda? En W1a cues tión de grados


se puede perder la razón bien por exceso de radicalismo, bien po r des-
bordamiento de matices. Si nues tra afirmación es absoluta, no será dificil
taparnos la boca mostrando los aspectos que la relativizan. Si matizam os
demas iado, podemos parecer templagaitas que no saben a qué carta que-
darse. Como decía Aristóteles :

En el medio eJlá la árlud!2

En el Diccionario de Falacias figura la falacia del COlllinuum en la


que incurren quienes rechazan los cambios graduales. E ste es Wl buen
momento para examinarla. O tros sofismas que guardan relación con los

90 Humberto Eco, El País, 5/5/99.


91 G,údós, El abuelo.
91 Élica a Nicóma¡;o,

82
Ricardo G arcía Damborenea

Se puede mantener que para toda á,'¡is;aáón eJ maw matar, pero JÓW dentro de
tiertos /ímÜcs90

Cualquier debate sobre valores, al carecer de soluciones perfectas, es


una cuestión de grados. Nada es ab solutamente justo o injusto, útil o
pernicioso, bueno o malo. Puede ser ambas cosas al mismo tiempo.
¿Hasta qué grado? Hasta el que seamos capaces de matizar. Donde con-
cluye la obj etividad, la lógica se calla y dej a paso al buen sentido. No
existe más regla que cons iderar todos los aspectos del hecho. ¿Sabe al-
guien a partir de qué condiciones se puede hablar de muerte dign a? ¿D e-
bieron tomarse en cuenta valores es téticos, históricos, ecológicos, labora-
les, econó micos, incluso coacciones terro ristas, en la construcción de lU1a
carretera? D igamos que sí. ¿H asta qué punto debió pesar cada uno de
ellos?

En un punlo eJLá que IIIlO Jea un Jallto o un mandn'a .Galdós. 91

Cotno vemos, se trata de dar con el pW1tO en que nuestra valo ración
se modifica. El último peso afíadido a la balanza invierte la situación .
Respondemos como los sistemas biológicos: tan malo es el exceso como
la carencia de azúcar, tan pernicioso resulta regar las plantas en exceso
como no regarlas.

NeriJa--- Tanlo enferma el que Je baria mmo el que IZO mme. La Celestina.

¿H as ta dónde podemos tensar la cuerda? En W1a cues tión de grados


se puede perder la razón bien por exceso de radicalismo, bien po r des-
bordamiento de matices. Si nues tra afirmación es absoluta, no será dificil
taparnos la boca mostrando los aspectos que la relativizan. Si matizam os
demas iado, podemos parecer templagaitas que no saben a qué carta que-
darse. Como decía Aristóteles :

En el medio eJlá la árlud!2

En el Diccionario de Falacias figura la falacia del COlllinuum en la


que incurren quienes rechazan los cambios graduales. E ste es Wl buen
momento para examinarla. O tros sofismas que guardan relación con los

90 Humberto Eco, El País, 5/5/99.


91 G,údós, El abuelo.
91 Élica a Nicóma¡;o,

82
USO DE RA.zÓN

valores son: La falacia ad IVI/SeqlleJItiam, que apela a valores no significativos


para el caso, y las falacias de eludir la cuestión y de la pista falsa.

En resumen:
C ae m os con fa cilid ad en el erro r d e tratar las C ue s tio n es d e valo ració n com o
si fu eran Cues tione s d e h ech o . No es lo mism o disc utir cóm o son las cosas o
cóm o oc urren los fen ó m en os, que razonar sobre cóm o d ebe juzgar se algo, o qué
d eb em os escoge r p ara lograr un fIn . No se argumenta d e la mi sm a m ane ra sobre
si la luna tie n e atmós fera 'lue sobre la ley del divorcio. Son pro blemas diferentes
y conviene record ar algun as d e las cosas seílalad as:
L N ing ún juicio d e valo r o frece Wl a verdad incontes table. T o d os son relati-
vos y tod os son cliscutib1e s.
n. Los valo res fo rman jerarquías, c uyas prio ridade s fund ament:Ul la m ayor
p a rte d e las di scu sio nes. No argum e ntamos a favo r o en co ntra d e un d ete rmi-
nad o valo r, sino a favor o en conlra d e su prio ridad .
lIT. Las cu es tio n es d e v alorac ió n son cu es tio nes d e grado. L as cosas so n
buen as o malas h as ta cierto punto . D e aquí que, con frec uen cia, las m e jo res
solucio n es se an combinacio ne s en mayo r o m en o r g rado d e las pro pues tas e n-
frentadas.

83
USO DE RA.zÓN

valores son: La falacia ad IVI/SeqlleJItiam, que apela a valores no significativos


para el caso, y las falacias de eludir la cuestión y de la pista falsa.

En resumen:
C ae m os con fa cilid ad en el erro r d e tratar las C ue s tio n es d e valo ració n com o
si fu eran Cues tione s d e h ech o . No es lo mism o disc utir cóm o son las cosas o
cóm o oc urren los fen ó m en os, que razonar sobre cóm o d ebe juzgar se algo, o qué
d eb em os escoge r p ara lograr un fIn . No se argumenta d e la mi sm a m ane ra sobre
si la luna tie n e atmós fera 'lue sobre la ley del divorcio. Son pro blemas diferentes
y conviene record ar algun as d e las cosas seílalad as:
L N ing ún juicio d e valo r o frece Wl a verdad incontes table. T o d os son relati-
vos y tod os son cliscutib1e s.
n. Los valo res fo rman jerarquías, c uyas prio ridade s fund ament:Ul la m ayor
p a rte d e las di scu sio nes. No argum e ntamos a favo r o en co ntra d e un d ete rmi-
nad o valo r, sino a favor o en conlra d e su prio ridad .
lIT. Las cu es tio n es d e v alorac ió n son cu es tio nes d e grado. L as cosas so n
buen as o malas h as ta cierto punto . D e aquí que, con frec uen cia, las m e jo res
solucio n es se an combinacio ne s en mayo r o m en o r g rado d e las pro pues tas e n-
frentadas.

83
Ricardo García Damborenea

RECAPITULACIÓN DE LAS TRES


CUESTIONES BÁSICAS
Normalmente disertamos sobre la equidad en los jllicios; en las
asambleas, sobre la utilidad; sobre la honestidad eIJ los panegíricos. 9J

Hemos repasado las principales cuestiones que se suscitan en cual-


quier controversia. ¿Para qué nos sirve conocerlas? Principalmente, para
comprobar que las pos ibilidades del debate no son in flll itas. El número
de asuntos que podemos discutir puede ser teóricamente ilimitado, pero
las variedades de cuestiones que suscitan caben en la palma de la mano.
Son tres:

-Discuto sobre la existencia de los hechos: Si algo ha sido, es O será.


-No discuto la existencia de los hechos, sino el nombre que me-
recen.
-No discuto los hechos, ni me impo rta su nombre. Discuto so-
bre su valoración .
Todo lo que uno sos tenga y todo lo que a uno le nieguen, estará in-
cluido en W1a de estas posibilidades y, en consecuencia, exigirá un deter-
mino modelo argumental:

-En una cues tión conjetural hemos de probar que los hechos son
ciertos o no (que sucedió, que sucederá). Argumentamos sobre
lo posible, lo probable y lo verosimil .
-En una cuestión nominal, probamos que los hechos se adaptan
a unas defllliciones mejor que a otras. Deflllimos y aplicamos las
definiciones.
-En la cuestión de valoración, se trata de si los hechos nos pare-
cen bien o mal. Defendemos juicios de valor apoyándonos en
criterios de utilidad y moralidad.

E l primer esfuerzo que reclama todo debate consiste en fijar bien la


cuestión y dividirla en los puntos que sea menester, para no malgastar
palabrerías que no vienen al caso e impedir que el adversario se vaya por
las ramas.
S eRores, si tomo 1" palabra en Hna materia sometida desde hace ánco días a la1J!"os de-
bates, lo hago tan sólo para fijar el estado de la cuestión, que en mi concepto no ha sido
esfableáda como debía serlo. 94

93 Tácito, Diálogo sobre los oradores.

84
USO DE RA.zÓN

,
DIAGRAMA PARA EL ANALISIS DE UNA
CUESTIÓN

I INICIO
I
I

I NO I ¡ ESTÁ EL DEBATE DENTRO DE


L A CUESTIÓN? H sí

¿DE SvíA L A
~
¿EMPLEA LOS CRITERIOS
CUESTIÓN? sí
ADECUADOS ?
A

'\
I NO I -Si se discute sobre
hechos, ¿se apela a
lo posible, lo
¿SE ESCOGE MAL L A probable y lo
CUEST iÓN ? verosímil?
-Si se discute sobre
palabras. ¿se ar-

/l Porque no se divide
correctamente.
gumenta con defi-
niciones?
-Si se discute sobre
valores, ¿se apli-
Porque no se delimita. can criterios de
Porque no se respeta el utilidad y mora- sí
orden lógico. (idad?
"- ./

I NO I
1 1-
PLA NTEAR L A
sí CUESTIÓN la'" EL DEBATE
ADECUADA ESTÁ BrEN
ENCAUZADO

94 .Mirab eau, Disalrso sobre el demho de hacer la paz (J\layo de 1790).

85
Ricardo G arcía Damborenea

,
L\ DELIBERACION

Cuando los hombres forman planes ratpnables, por lo general


suelen fl/mplirse; pero mando no forman planes raifJllables, ni
D ios sllefe favon?~'Cr las decisiones IJllmaJ1as. Temístocles. 95

T-Iemos visto cómo se resuelven cuestiones conjeturales, nominales y


evaluativas cuando aparecen aisladas. Vamos a examinar en este capirulo
y en el que sigue las dos situaciones prácticas en que con mayor frecuen-
cia abordamos todas ellas entremezcladas: la deliberación y el enjui-
ciamiento.
Deliberatnos~ con o tros o con noso tros lnismos, cuando nos velnos
precisados a tOlnar una decisión, es decir, a escoger entre varias opcio-
nes aquella que mejor nos permita alcanzar un propós ito.

La Je/lora- ,Qué tupé tie/le la mánera! ¿Pues 110 me ha dúvo que ella oyo eJ-
lábamos de mtÍr en la casa?
.El setlor- ¿ Y en qué habéiJ quedado? Xaudaró.

Estamos ante un debate sobre los medios que mejor conducen a un


fIn . Deliberar consiste en comparar las ventajas y los inconvenientes de
cada opción. E s una palabra que deriva del latúl libra (balanza) y que
expresa nuestra actitud de ponderar, sopesar los pros y los contras de una
determinada iniciativa, o comparar varias para ver cuál es preferible. Al
deliberar, recorremos las tres cues tiones básicas, igual que en las cues tio-
nes de conocimiento, salvo que ah ora lo hacemos al servicio de un obje-
tivo mucho más exigente: ¿qué ham-?: ¿es posible hacerlo? ¿cómo lo llamaremos?
¿qué nos par",?
Quien delibera toma a su cargo aconsejar o disuadir en razón del pro-
vecho o del daño previsibles. Parece una cuestión de valo ración, pero
incluye cues tiones conjerurales y nominales. Tomemos por ejemplo el
caso de la supresión del servicio militar obligatorio: surgen controversias
de valoración : ¿es útt! opernicioso? ¿esjusto o injusto? ¿lo eJ e/l sí o ell ra,án de las
ámlllsta",ias?: ¿es úyústo por la jórma? ¿es permáoso por el momento elegido? ¿es
¡'uvlU'eniente por fltS ,vllsecuencias? etc. Tamb ién intervienen las conjeturas.
Es preciso barmntar lo po rvenir, especialmente en dos aspectos : si será
pos ible realizar lo que se pretende y si los resultados que surjan serán los
que se imaginan: ¿erposible mpnmirlo o no? ¿de esle modo o de olro? ¿ahora o

95 H erodo lo, VIII, 60.

86
USO DE RA.zÓN

dentro de tinl'O afios? ¿los resultados que se esperan son los más probables?, etc. Ni
qué decir tiene que, a cada paso, pueden surgir cues tiones nominales: ¿qué
entiende IIsted por semóo militar? ¿se puede llamar e;ircito naaonal al que reduta
extralljeros? etc. Pero todo es to no hace más que preparar la resolución
fmal: ¿se Jupnme o no se suprime el múao militar oblLga/orio? Resolvamos de
una vez: Se suprime. ¿Po r qué? Porque es poJible, lúito, y ofm, más I.en/ajas que
¡'u'Ollt'enientes.

Criterios
Ya los conocemos . Se delibera con los mismos que hemos reseñado al
tratar las cues tio nes simples: posibilidad, utilidad y moralidad.

DIgo qlle siempre elogié fa pa" que Jiempre la al'OlIsejé, pero que 110 la quiero
1'011 Marta An/omo (..) porql!e es impoflble, porque espeúgroJíslma, porque es
IUJi,0nzosa. Os expltiaré estos tres motiws.96

Posibilidad. Cuando analizamos propuestas para el futuro (so-


bre el pasado no se delibera), es obvio que no juzgamos ni las inevitables,
ni las imposibles. Si algo no se puede elud ir porque resulta forzoso reali-
zado, o no se puede pretender porque es inalcanzable o muy difícil de
lograr, la discusión naufraga en la indiferencia. Claro está que no basta
con que algo sea posible o fác il para deliberar sobre ello, pero es Wla
condición necesaria, sin la cual ni lo úti! ni lo Justo serán tomados en
consideración.

llamaremos fáa¡ a aquello que podemos realizar eJl el mellor "pado de fúmpo,
LVII escaso o lIlitglÍll esfilerzr;, gasto y fatIga; posible, a aquello que a pesar de
e:>.:'zgireifiterzo, gasto,Jatiga, tiempo, puede hal'erre con éxitO.97

La utilidad es el principal soporte de cualquier deliberación.

Lo que persuade a todos Jtll ex(epáóll es fa I'Ont'e/lietllia. Aristóteles ?8

Aunque los oyentes den a entender que les mueven motivos lnora-
les, rara vez ocun e que no pesen en prinler lugar la utilidad y el daño que
se puedan derivar de cualquier iniciativa.

96 Cicerón, Filípica VII.


97 Cicerón, l nrentión 11,56, 169.
98 ll.etórica, 1365b, 23-27.

87
Ricardo G arcía Damborenea

Pretellir los aaidentes de trabajo es rentable para todos. E s 1In mensaje de las
Mutuas de Amdmtes de Trabajo.

Moralidad. Ya hemos dicho que no basta con defender una ini-


ciativa como útil. Es preciso sos tener que no lesiona principios, deberes
o derechos que constituyan el atmazón de la convivencia. En este senti-
do, la moralidad puede considerarse también como una condición para
lograr que lo útil mueva a los oyentes a deliberar. Es casi imposible per-
suadir de las ventajas de WH acción cuando ésta no es lícita. Con fre-
cuencia se da el caso, pero siempre es preciso aderezar su presentación
para que la transgres ión res ulte admisible, po rque, como recuerda Q uinti-
liana, Iladie es tall malo que quiera parecer/o.

l.JJs oradofu bUeIlosy sabios logran que la.r ciudades lTeanJNSlo lo que es benifi-
clOSO. 99

En resumen:

El que persuade tiene qlle demo.rtrar que las COJas que él e:x.:horta a bacer Jon jlfJta.r,
legaleJ, convenientes, nobles, gratas y ¡ááles de hacer. E l que disuade ba de oponerse a ello por
medio de lo contrario, e.1 decir; que no es ju.rto, etc. (..) Todo het"lJo partitipa de ambas perspu-
tit'as, de modo qlle a nadie qm sostenga malqtúera de los dos planteamientos le faltará qllé
decir. 100
Escogemos el crite rio más e ficaz e n fun ció n de la sensibilidad de nues-
tro audito rio . El más persuasivo suele ser la utilidad. Los dem ás rondan alred e-
do r de ella, co mo condicio nes.
Lo que se delibera, o es ciertamente posible, o no. Si es dlldosa la posibilidad, esta
será la mestión tÍnica o principal [..) L uego se delibera sobre lo útil, o la dtlda utaró entre lo
útily lo bonesto. Quintiliano. 101

Divisióo yargumeotación
¿Qué cuestiones pueden aparecer en una deliberación y en qué orden?
La mejor manera de apreciarlo será revisar todos los pasos que acompa-
ñan a una deliberación completa en sus dos versiones: la defensa y el
rechazo de un plan .

99 Platón, Teeteto, 167c.


100 Retórica a A lqcmdro, 1421b. 3 ~5.
IO l Q Wlltiliano, 1lI, VllI, 16-18.

88
USO DE RA.zÓN

A. La defensa de un consejo, un plan, una propuesta


En toda deliberación se sostiene que existe un medio para alcanzar lUl
objetivo. Hay un problema que deseamos solucionar o eludir y dispon e-
mos de un procedimiento para lograrlo. Se n os presentan, pues, tres
grandes cuestio nes que debemos examinar suces ivamente:

1. ¿Por qué hay que hacer algo?


2. ¿Qué hay que hacer?
3. ¿Es lo mejor que se puede hacer?

Como es obvio, omitiremos los puntos que nadie discuta. El orden de


su exposición puede variar. Aquí vamos a seguir el más lógico, no el más
persuastvo.

l a cuestión: ¿Por qué hay que hacer algo? ¿Tenemos algún


problema?
Surge un problema cuando deseam os algw1a cosa, es decir, cuando
hemos de establecer los medios para alcanzar W1 fm; po r ejemplo, lograr
un bien :

Deseo que mi hijo se eduque eJZ 1111 ambiente urbano.


Quiero monrme mn una salud de roble.
Es pmiso asegurar la Igualdad laboralpara !as mujeres.

Establecidos los fines surge el problema de escoger los medios más


adecuados para alcanzarlo.
Del mismo modo se plantean las cosas cU'Uldo procuramos evitar W1
mal, p or ejemplo, cuando nues tros deseos se ven amenazados por los
acontecimientos, en cuyo caso hemos de modificar los hábitos estableci-
dos:

Si 110 dejas de Jilmar tendrás IIIl úrfarto.

La situació n vigente, el actual estado de cosas o, si se quiere, el Statu


Quo, no se altera salvo que alguien lo cues tione. Q uien pretende W1 cam-
bio aswne la carga de la prueba, esto es, la obligación de o frecer argumen-
tos que justifiquen la necesidad del cambio:

l.d casa se IZOS ha quedado peqtleila.


E n esta "údad 110 e"'Vlltrarás trabajo.
Nos estamos cargando la capa de OZOIZO.

89
Ricardo G arcía Damborenea

En suma: se debe establecer que existe tul problema y que es lo sufi-


cientemente importante como para exigir lU1a actuación que lo corrija.
Hemos de señalar el objetivo del plan, su justificación: ¿por qué hay que
hacer algo?

IVo se puede deJ/,,iar de acciolleJ erróneas ¡¡ipersuadir a desear cosas diferelltes si


alltes no fe cellsura COIl l/alentía las cirí1l1lstallcias actuales. 102

Claro está que no basta con señalar un objetivo para que surja la deli-
beración. Será preciso mos trar, además, que el problema:

1. es grave.
2. es inminente.

1. Debemos señalar su gravedad:

lL; elyermedad coronana se ha trall.iforoJado ell la pnmera caUfa de muerte no


accidental.
LLlf immdaáones ambatan udas humanas y affUÚ¡an la economía en lar co-
man'ar qfectadar.
Si no se reparan !as catedrales, se hundirán.

Apelamos al peligro, al despilfarro de recursos, al daño social, a las


pérdidas potenciales. Un problema menor se puede pasar por alto, pero
los problemas graves es obvio que reclaman una solución.

2. Hemos de probar su inminencia. No hablamos de tul riesgo futu-


ro, sino de lU1 enemigo que acampa a las puertas de la ciudadela, que está
produciendo ya consecuencias indeseables o que, con toda probabilidad,
las producirá muy pronto si no se le combate: se hall caído ya tm p¡/¡ácuÚJJ
de la catedraL E l asunto es inaplazable.

¿Cuándo plles, ateniellJ'eS, haremos In que es menester? ¿Cuando oCltrra qué?


¿Cuando, por Zeus, haya algulla Ilemtdad? Pero, ahora ¿cómo hay que LVwi-
derar lo que está oCltmendo? 103

Si anunciamos dificultades a plazo largo, será dificil persuadir a nadie


para que modifique su conducta. Este es el caso de los argumentos que
señalan la gravedad del deterioro ecológico del planeta o las dificultades

102 Isóc rates. IV. 130.


10.) Demós tenes. Primert:l l~'jípjm.

90
USO DE RA.zÓN

gue padecerá el vigente sistema de seguridad social para pagar las pensio-
nes dentro de cincuenta aí'íos. Siempre cabe responder al estilo de D on
Juan: Largo me lo fiáis. Por eso, en todos es tos casos es más persuas ivo
emplear argumentos de principio, por ejemplo : las obligaciones gue te-
nemos hoy con nuestros descendientes. Si las consecuencias de un pro-
blema no son evidentes, como ocurre con una osteopo ros is que no existe
aún pero gue aparecerá si no se toman medidas desde ahora, no gueda
otro recurso gue el argumento de autoridad, en este caso, la de Wl médi-
co, para resaltar la actualidad y la inlportancia del problema.

E n resumen:
Para persuadir de la necesidad de un cambio, es prec iso comenzar por e xpo-
ner la raíz del mal y su s consecuencias. Lo hace m os m ostnUldo que existe un
problema que nos afecta y que es grave e imninente.

No siempre precisamos tanto esfuerzo. Con frecuencia la presencia


del problema y su gravedad son tan no torias gue provocan la delibera-
ción. Los oyentes conocen la situación, están prevenidos, tal vez preocu-
pados y deseosos de escuchar directamente el consejo, con lo cual toda
descripción está de más . Sin embargo, puede ocurrir lo contrario: a veces
nos inquietan las consecuencias de situaciones cuyas causas no percibi-
mos: IZO sé qué hacer con mi hijo. Es pos ible gue hayamos sido deliberada-
mente mal informados. También ocurre con frecuencia gue el aswHo
afecta exclusivamente a W1 sector de la sociedad (pilotos de avión, obje-
tores de conciencia, maestros). En todos estos casos, si no se expone el
problema con claridad resulta imposible pretender gue, guienes hayan de
adoptar medidas para resolverlo, se interesen.

2" cuestión: ¿Qué hay que hacer? ¿Disponemos de una solución?


Disponemos de solución si lo gue proponemos es eficaz y factible, es
decir, si resuelve el pro blema y es tá a nuestro alcance porgue no lo inva-
lidan barreras materiales o morales infrangueables.
Un plan es eficaz (útil) cuando pennite lograr lo gue se persigue: to-
mar el AVE es Wl buen medio para llegar a Sevilla. Suprinlir las calefac-
ciones de carbón corrige buena parte de la contaminación urbana.
La solución debe solventar el asunto atacando su raíz, es decir, sus
causas. Enjugar los sínto mas no resuelve el problema: sirve para paliarlo,
enmascararlo 0, si acaso, lavar las manos del responsable . Si nos inquie-
tan los vertederos, el programa co rrecto r debiera eliminar la costumbre
de tirar las basuras . Cuando son varios los factores gue contribuyen a W1
problema, conviene abordarlos todos: un plan hidrológico precisa medi-

91
USO DE RA.zÓN

gue padecerá el vigente sistema de seguridad social para pagar las pensio-
nes dentro de cincuenta aí'íos. Siempre cabe responder al estilo de D on
Juan: Largo me lo fiáis. Por eso, en todos es tos casos es más persuas ivo
emplear argumentos de principio, por ejemplo : las obligaciones gue te-
nemos hoy con nuestros descendientes. Si las consecuencias de un pro-
blema no son evidentes, como ocurre con una osteopo ros is que no existe
aún pero gue aparecerá si no se toman medidas desde ahora, no gueda
otro recurso gue el argumento de autoridad, en este caso, la de Wl médi-
co, para resaltar la actualidad y la inlportancia del problema.

E n resumen:
Para persuadir de la necesidad de un cambio, es prec iso comenzar por e xpo-
ner la raíz del mal y su s consecuencias. Lo hace m os m ostnUldo que existe un
problema que nos afecta y que es grave e imninente.

No siempre precisamos tanto esfuerzo. Con frecuencia la presencia


del problema y su gravedad son tan no torias gue provocan la delibera-
ción. Los oyentes conocen la situación, están prevenidos, tal vez preocu-
pados y deseosos de escuchar directamente el consejo, con lo cual toda
descripción está de más . Sin embargo, puede ocurrir lo contrario: a veces
nos inquietan las consecuencias de situaciones cuyas causas no percibi-
mos: IZO sé qué hacer con mi hijo. Es pos ible gue hayamos sido deliberada-
mente mal informados. También ocurre con frecuencia gue el aswHo
afecta exclusivamente a W1 sector de la sociedad (pilotos de avión, obje-
tores de conciencia, maestros). En todos estos casos, si no se expone el
problema con claridad resulta imposible pretender gue, guienes hayan de
adoptar medidas para resolverlo, se interesen.

2" cuestión: ¿Qué hay que hacer? ¿Disponemos de una solución?


Disponemos de solución si lo gue proponemos es eficaz y factible, es
decir, si resuelve el pro blema y es tá a nuestro alcance porgue no lo inva-
lidan barreras materiales o morales infrangueables.
Un plan es eficaz (útil) cuando pennite lograr lo gue se persigue: to-
mar el AVE es Wl buen medio para llegar a Sevilla. Suprinlir las calefac-
ciones de carbón corrige buena parte de la contaminación urbana.
La solución debe solventar el asunto atacando su raíz, es decir, sus
causas. Enjugar los sínto mas no resuelve el problema: sirve para paliarlo,
enmascararlo 0, si acaso, lavar las manos del responsable . Si nos inquie-
tan los vertederos, el programa co rrecto r debiera eliminar la costumbre
de tirar las basuras . Cuando son varios los factores gue contribuyen a W1
problema, conviene abordarlos todos: un plan hidrológico precisa medi-

91
Ricardo García Damborenea

das tanto para aumentar los recursos de agua COlno para reducir el despil-
farro. Q uien pretenda reducir el ntunera de accidentes en las carreteras
debe preocuparse de modificar el compo rtamiento de los conductores,
rejuvenecer los automóviles, mejo rar los viales y asegurar la vigilancia.
No todos los factores tienen la misma importancia. Por ejemplo, las cau-
sas del para son múltiples, pero reco nocemos una principal: la escasez de
empresarios y sus abundantes reticencias para crear empleo . E n conse-
cuencia, toda propuesta que no contribuya a multiplicar el número de
empresarios ya reducir sus temo res, será ineficaz.
Un plan es factible cuando se puede realizar. Ha de ser posible y fácil
o, al menos, sin ob stáculos previsibles insuperables. Tiene aplicación en
este apartado todo lo señalado en el capírulo sobre la Cuestión Conjetu-
ral: ¿es posible en sí? ¿es posible allora? ¿es posible tal y com o se propo-
ne? .. etc.

La emp/ua a que os lanzáis es peligrosa; Ins al1llgp que habéis nombrado son
iltregtlros; el momento mismo ertá mal eJcogido, y l/ueJtro plan entero es dema-
fiado flf!jo para lVntrarreJtar tan graJl oposiaon. 104

Nuestra posició n argLUnental será: que es posible, que es fácil o al


menos se puede lograr, que n o som os ni los {micos ni los prmeras en
intentarlo, que si no se hace será difícil de reparar, etc.
Igualmente, tiene aplicación aquí todo lo señalado en el capítulo sobre
la Cueslión de Valoradó/l. E l plan ha de ser pos ible y útil, pero también
lícito en cada uno de sus aspectos.
La cuestión nOlninal , como fácilmente se adivina, tiene muy poca Ítn-
po rtancia en las deliberacio nes, salvo que la traigamos para favorecer LUla
valoración propicia o desfavorable .

En resumen:
Disponemos de una pro puesta eficaz y factible: ataca el pro blema en su raíz,
estamos e n co ndicion es d e realizarla, y carece d e objecio nes m o rales.

3" cuestión: ¿Es lo mejor que se puede hacer? ¿Ofrece nuestra


propuesta más ventajas y menos inconvenientes que cualquier otra?
He aquí el pWltO donde naufragan los indecisos. Así le ocurre a Ham-
let cuando, tras señalar muy precisamente la cuestión (Ser 0//0 set], y con-
tando con una solución factible y eficaz, se las apaila para que los inco n-

104 Shake speare, Enrique IV

92
USO DE RA.zÓN

venientes equilibren y aun superen a las ventajas, bloqueando su deter-


ffi111aciól1.
En cualquier discusión nos gusta exponer de manera contrastada las
ventajas con los inconvenientes porque resulta más gráfico y, sobre todo,
más persuasivo: de lIlla parle ... y de la olra... ; por tlll lado ... y por olro ... Pero
dado que aquí es tamos haciendo un estudio anatómico de la deliberación,
las veremos por separado.
a. Las ventajas
Es ta es la consideración más importan te, porque es la que ,.ende 013ce
atractiva) la propues ta. Cuando una sugerencia ofrece ventajas evidentes,
nos inclinamos sin dificultad a su realización. P or eso mismo es el apar-
tado donde se concentrarán las principales objeciones del adversario. Al
exponer las ventajas nos interesa subrayar tres cosas:

1. Se producirán los resultados esperados .


2. Lo harán en un grado significativo.
3. Nos benefi ciaremos de o tras ventajas adicionales.

1. ¿Se producirán los resultados que se esperan?


Colón supo convencer de que era factible alcanzar las Indias por Oc-
cidente. ¿Lograría alcanzarlas? No basta con que un proyecto sea posible.
Sus resultados deben parecer altamente pro bables, con lo que volvemos a
con jeturar: ¿gallaráll los nofteameritanos la gl/erra de este mio? ¿mejorará la emno-
mía si tambia e! gobierno? ¿dúmilluirá el paro si repartimos los plleslof de Iraba¡o?
¿Son pro bables los resultados en sí? ¿Lo son en las presentes circ un stan-
cias? Hay cosas cuyo alcance parece veros imil pero en o tro tiempo, en
otro 1ugar, de otra m,mera...

LJf enfermor se ",ran en los librofy se muerell en la tamo. Sydenham.

2. ¿Son significativos los resultados que se esperan?


¿En qué grado se estima que nues tra pro puesta corregirá la situación?
¿Lo hará en todo, en parte, de manera significativa o irrelevante? ¿Repre-
sentan los resultados una mejo ra tan importante como para justificar el
es fuerzo?: ¿fe redu<irá elparo de mallera apreciable mediallle el "parto de! trabajo?

3. ¿Existen otras ventajas asociadas al plan?


A la hora de persuadir hay que ser t,m incan sable como un charlatán .
Todas las ventajas ayudan . Si un plan produce efectos indirec tos que sean
beneficiosos, nos inclinaremos con más gus to a realizarlo : si reciclamos
las basuras podemos lograr que se reduzca el cos to de algunas materias
como papel, vidrio, aluminio ... ; con los aho rros de nuestra pro puesta se

93
Ricardo G arcía Damborenea

pueden acometer o tros problemas pendientes; la reparación de la catedral


ofrecerá trabajo a los parados, será un alivio para las empresas construc-
toras en crisis, favorecerá el nlrismo ... etc.

De un foll eto publicitario- COIl el dinero que fe ahorra en el feguTO del co-
che, podrá úllÚar a su ml!Jer a una cena romántica. COIl los puntos acumula-
dOJ~ podrá elegir un ngalo de! calálogo y lener un bonilo dela!!e con la abuela.
Graciar al plan personal¡;;.ado de ahorro, enviará este alZO a la Illlza a Irlanda
para aprender inglés.

Iba Es!upillá a auxiliar a los reos de muerte eIl la !.-apilla y a darles com.rsa-
"0" en la hora InIJJenda, hablándoles de lo tOllta que es esta tida, de lo bueno
que es Diosy de lo rú-ammte que iban a estar m la glona. 105

Cuando se trata de continuar una tarea emprendida, puede ser útil


apelar al argumento del despilfarro:

Ulises- Seria "ergoni!'JO haber eslado aqlli [Troya] lanlo tiempo y regrecar
COIl las mallos l'adas. ;06

Despil farra quien malversa los medios. Si una obra está iniciada, no
parece razonable intermmpirla. E l art,'u mento del despilfarro pondera el
es fuerzo que ya se ha realizado, el dinero invertido y los sacrificios sopo r-
tados, para no des istir del empeño. Es el argumento que emplea un mi-
nistro para continuar un plan de obras públicas parcialmente ejecutado, el
del médico que no intermmpe un tratamiento, y el del banquero que
sostiene a Wla empresa insolvente con la esperanza de cobrar algún día:

Si alguiell le debe a usted áen librar.. usted le tiene cogtdo;pero si le debe tllI mi-
llón de libras, él le ttime !.vgtdo a usted. ] .M. Keynes.

En la misma dirección se mueve el razonamiento que sostiene la im-


posibilidad de retroceder en el camino emprendido:

1\ lacbeth- He ido lall IejOf en e! lago de la sallgre, que si 110 al'allzara más,
el relro"der feria tall difial como el gallar la olra orilla.

O tro argumento auxiliar es el que sugiere la expresión coloquial ya


puestos. Una vez que se han aceptado molestias, desmontado los mue-

105 Ga.ldós: Fortllna/ay Jatinla.


106 l/íada, 1I, 298.

94
USO DE RA.zÓN

bies, y acarreado materiales para pintar las paredes, se aprovecha para


bamÍ2ar los suelos. Lo aplicamos siempre que nos parece que no convie-
ne dejar escapar la ocas ión O que podemos sacar partido de unos medios
dispuestos para otro fm .
Cuando las ventajas no parecen claras, cabe recurrir a procedimien-
tos indirectos . Por ejemplo, como aconse jaba Aristóteles, aquello cuyo
contrario es malo, es bueno; aquello cuyo contrario conviene a los
enem.igos, es bueno, etc.

Si al mú¡úleno le mlltmla eJa ley de prellsa, ¡!t'a segllro de qlle más colltellta a
ms memigos, que aguarda/l 1111 pretexto.

Como parte de la utilidad, solem os considerar el honor y la glo ria.


Con frecuencia se adoptan muchas decisiones que no persiguen otro
beneficio que el buen nombre, la buena fama, el prestigio o, sencillamen-
te, el que /lO se dIga. La vanidad es un motor demasiado importante como
para olvidarlo, porque influye en las decisiones, bien como argumento
principal, bien como cortejo de razones más sólidas. Su corolario, la ver-
güenza, es o tro gran determinante de la acción. Hay quien no roba, acaba
la carrera, se casa, paga sus impuestos o guarda silencio ... por vergüenza.

En resumen:
Enumeramos todas las ventajas que puedan parece r probables y significati-
vas, a las que po demo s ailadir el reg alo de o tras ventajas sec wldarias.

b. Los inconvenientes
Aquí nos intere sa probar dos cosas:

1. que solamente se producirán los inconvenientes esperados y


no otros.
2. que no serán importantes.

La primera es una conjetura y la segunda, una valoración.


1. ¿Están bien calculados los inconvenientes?

¿H aJ lvtlflderado !as saltdas laborales que ofrece esa carrera, el ex,"siw mimero
de lit",,,ados que hay ya etl el país, la muy alla probabiltdad de que ttmsiteJ
bllScar lu jilturo en el extralljero?

Cualquier iniciativa conlleva desventaJas : mover un dedo exige un es-


fuerzo; no todo el mundo se toma la molestia de recoger una moneda del

95
Ricardo G arcía Damborenea

suelo. Los planes implican perjuicios, riesgos, el abandono de otras acti-


vidades. Importa que rula propuesta no sea demasiado cos tosa, ni excesi-
vamente larga, ni tope con objeciones morales mayores.

Para acabar {villa J'edi",;n, Manáo file plleJ'IO en libertad. Pero no J'e pliSO fin a
la Jedición, fino que Je le dio Itll jije. l0?

2. ¿Son importantes?
Se supone que no. Q uien hace una propuesta y no puede ocultar las
desventajas, reduce hasta donde puede la importancia de éstas.

Leónidas- Si las flechaJ' de 1oJ' persaJ' osmreml el so~ ml/cho mejor: así pe-
/earemoJ' a la sombra.

Lady I\·lacbeth- ¡Qllé imporla que llegue a J'abene, Ji /ladie Pllede pedir
cuentas a !lltestro poder!

Conviene recordar en este pru1tO las preguntas que asociábamos a los


argumen tos morales: ¿Se viola algún principio importante? ¿Es relevante
tal principio en es te caso?

c. El balance de ventajas e inconvenientes


Sólo nos queda mostrar dos cosas:

1. que las ventajas compensan los inconvenientes.


2. que es la mej or de las opciones posibles.

1. ¿Acarrea la propuesta más ventajas que inconvenientes?


Supuesto que los inconvenientes son importantes, siempre cabe argüir
que las ventajas pesan más: París bien Fale l/na mzia.

Sabiamos que habia diezprobabilidadeJ' <VIllra una de salir <VII blál;y, J'in em-
bargo, noJ' hemos e~'PIieJ'lo, pI/es e! botín que perreg¡¡iamoJ' ahogaba en /lOJ'otroJ'
la lVllJúleraúón de! rieJgo probable en perspedim.108

Se reconoce que las consecuencias desfavorables son grandes, pero


no tanto como las ventajas o, en otras palabras, que éstas merecen la
pena que se pase por alc'Ulzarlas. Como decía Sancho Panza, 110 se pescall

107 Tito Livio, VI, 17,6.


108 Shakespeare, Segunda parle de Enriqlfe 1 V

96
USO DE RA.zÓ;-,¡

u/la de que /10 dumúera eIt la habitatión y otra de que se cortase la mallO al te-
njicar cua!qlllcr ado que no filese el de henr a Carlos.
}'. Se elU1Ie!ltra a Andtis el amllo que Carlos llevaba e!l la mano. Pudo apo-
derarse de él al asestlzar/o,y también habérselo dado la tÍdtlt¡a. Aquella proba-
bibdad co/ldu" al crimen, y sumada COII faJ· anlenores da el nlÍmero de 1m,
quedalldo aúlada por he/erogénea la probabilidad cOII/rana.
4' illdiao: se lIolall mallchas de sangre en la camisa de Alldtis. Él ftrpone que
¡ueron prodlládas por la henda qlle /enía en la mano. E l J"e,- free que las mall-
chas pro"den de la sangre de Carlos. Sumada es/a probablltdad da el /llÍmero
de matro,y queda otra aislada en colltra.
5' illdiáo: A ndtis debió tratar de defellderse. E lltre ms mallos se emvlltró 1111
peda,!, de tela de algodón blanco, Stll duda arralll"lldo al agresor. lA camisa de
Andtis se halla rota, y aunque no cotlmde elpedazo 1'011 la rotura, tal,"zpor-
que habiéndose apercibido ésle de aquella ámms/a",ia procuró borrar la huella
de! ,rime¡¡, SOIl de la misma lela. Pero como por imeronínil quepareZ'"lI, no es
imposible que la '"lImisa de Andtis esluáera rola y que la del awzllO de CarkJJ"
¡"eJe de la mirma clase de tela, no puede collsiderarse JÚlO como l/IZa probabili-
dad¡rente a otra; J!n embargo) sumarla con lar alltenores da el reJpetable Illíme-
ro de tiliCO, que, con la enemistad que abngaba colltra Cario,; COIIStttllyell seú
hechos dijere/ltes que, por dijere/ltes tÍas, "¡enell a zI,dú"lIr que A udtis mató a
Carlos.)18

Es tamos ante el modelo más típico de inferencia hipo tética o abducti-


va. La conclusión no se sigue de las premisas, no está contenida en ellas,
pero todas juntas sugieren una conclusión con más fuerza que otras p o-
sibles. Es una inferencia a la mejo r explicación.

Si el signo .A. indica X o Y o Z,


yel signo B indica G o HoZ,
e
y el sign o indica J\l o N o Z,
T odo indica que probablemente Z.

Se concluye, atando '"lIbos, lo que todos los indicios comparten.

María ILO ha ¡,tI,ido.


Pablo ha telefoneado dláelldo que tmía I/Il mmpromlio.
Jllan y Núm· hall dado la extllsa de! niño enfermo.
TeniaJO raifÍll, ti/s amigos le están abafldollafldo.

318 López !\-lo reno, La prueba de inditios.

319
Ricardo García Damborenea

Si este hombre ha sido muerto por hierro; si se te ha cogido a tt~ m enemigo, so-
bre el mirmo lugar, COIl ulla espada sal/gral/te C/l la mallO; si nadie más que tzi
ha sido asto en este süio; si nadie tenia interés en st/ ml/erte; si tú te has mos-
trado fiempre (apaz de todo: ¿se puede dudar que l/O seas el asesino? 319

Scevino, uno de los conjurados contra Nerón, fue descubierto por


una suma de indicios:

E l dia alltenor al seJlalado para matar a NenJn, hi::,y lestamento) ordenó que se
afilare 11/1 l'iejo puñal oxidado, pareda preompado, mió COII már ablllldalllia de
/o ai'Ostumbrado, libero a todos ms esdaws, repartió dinero y mandó preparar
,"lIdas para tllrar heridas. Su liberto Milliio, lie/do estas dispoúcúmes, conjetu-
m lo que se tramaba,y misó a Nemll."20

Así razonan los jueces en la prueba de indicios, los médicos que


amontonan síntomas para un diagnós tico, los arqueólogos que conjetu-
ran la organización social de los hominidos, y el detective que tras exami-
nar toda la evidencia disponible concluye que el asesino es el mayordo-
mo. Lo mismo ocurre en los juegos infantiles de adivinanzas por caracte-
res: alltlnal de compa/lía que emptiza por p, tantay se columpúl; alimento, blam'o y
etl botella... Cada nuevo dato añad Ido restringe el abanico de posibilidades.

Estonzuda.
Tiene fiebre.
Le duele la garganta.
E ste lIiño ha G'Ogtdo un «¡(arro.

La fuerza de la conclusión crece conforme se aüaden premisas que


suman la misma conjetura plausible. Cada una de ell as ofrece un apoyo
deleznable, pero como son acumulativas, el resultado final puede alcanzar
el grado de certeza que los jueces llaman colmáión moraL Los indicios se
suman, pero la convicción se multiplica:

{AdemáJ], si los pies de M arie eran peqltellOSy también lo eran los dell't1dát""
el aumento de probabibdades de que éste i'Orrespolldiera a aquélla 1/0 se daríaya
en propon'ión meramellte antmérica, sino geométnr;a o aet/mllla/.ú/a. Agreguemos

319Cicerón, De el Orador, 11, 75.


320 1'vhquiavelo, D isCllrsos sobre la primera década de Tito Litio, 111, 5 (La historia

procede de Tácito, Anaks, Libro XV).

320
USO DE RA.zÓ;-,¡

a esto los zapatoJ. Al ser análogos a los que Mane lleraba puestoJ aumenta a
talPl/llto la probabilidad que casi la vueü~1l ,rrteza321

Sherlock H olmes- Cada /1110 de estos hechos es sugerente por si solo. Pero
jllllLOJ adquieren t/HaJlIer.:;.,a al"tIIJ¡¡tlalú:a . 322

La ausencia de una suma de signos es también persuasiva (podemos


argumentar ex-úlenlio):

Falta una olo/a.


E l apnJ'm no se alborotó.
us perros no ladraron.
Luego no ha sido el lobo.

No aparecen los signos que habitualmente acompañan la presencia de


una alimaña.

Hécuba- Dún [Helena] que mi hijo le lle,"Ó a la fuerza. ¿Quién Je enleró en


E parta? ¿Qué l'OteS dúte? (...) ¿Dlás que tratabas de huir [de Troya] mil so-
gar, dejándote caer de las loms porque /lO queriar permanet"r aqui? ElllO"'"S,
¿dónde te sorprendúron trenzalldo lHl nudo o afilalldo ulla epada, mmo haria
ulla mujer l10ble que añora a su esposo? J23

En suma, la prueba po r indicios resulta del concurso de varios hechos


que sugieren la existencia de un tercero, que es el que se pretende averi-
guar. Sólo cuando son numero sos, coincidentes y relevantes para la con-
clusión pueden constituir prueba. Por el contrario resultan nebulosos y
equívocos cuando su nlunero es exiguo y las relaciones en que se apoyan
están traídas por los pelos .

Para la tdetltifica,úíll del cadál_", los forenses hall !ellldo etl cumta la talla, la
mmple"úín, el cabello, las caraderifticas j!sú-as, la detltadllra y la ropa.

Resumen:
Los signos inco nc1uyentc s adguie ren valor cuando se pueden sumar po rque
son numero sos y convergente s. Con cada WIO de ello s fannamos un juicio co n-
dic ional pre suntivo y con la suma d e todo s con s truim os un razo namiento hip o-
tético, es de cir, buscamo s la mej o r e xplicac ión para el co njunto de signos.

321 E. Mm Poe, El misteno de lV1arie RtJget.


322 Conan Doyle, Último mllfe/o.
323 Eurípides, LAs Trqyanas.

321
Ricardo García Damborenea

Apéndice 1: Los signos predictivos


H as ta aquí hemos hablado de los indicios como si fueran huellas del
pasado, pero de la misma manera nos sirven para vaticinar el futuro. H ay
signos que seüalan hacia atrás, retro-d,úi,"s, porque siguen a los hechos, y
los hay que miran hacia adelante, pre-dútit'Os que autorizan previsiones o
pronóstlcos.

] esucristo- Por la tarde deds: ''Bllen tiempo", si el áe!n está arrebolado. Ya


la maiialla: ({/-/qy habrá {empeJlad", Ji en el cielo hqy ambo/u OfCltrOf.324
l-Tipócrates- Si el testímlo derecho se muestra tVmwlJo y frío, no hay que es-
perar hum defell/ace.325

Algunos son inequívocos porque se apoyan en relaciones conocidas


de causa-efecto, sean és tas direc tas o remotas. Así describía un testigo la
Peste Negra:

Te/lían de repente bubones m las axilas, y la aparúúín de estas bllbas era signo
infalible de muerte.

O tros son presuntivos porque se amparan en relaciones habituales o


probables.

Cualldo stlball !ns estorninos por la malla/la, máendo la radio porque la a co-
menzar el ügormatú,o.
] esucristo- Cuando !ns ramos de la higuera están tterllOS y brotan las hojas,
conocéis que la pnmat'era está ten'a. 326

La experiencia nos permite asociar lo s indicios presentes con deter-


minados cambios en la situación .

Si baja la fiebre habitualmente se úliúa la mejoría.


Ha bajado la fiebre.
Probablemente se inúiará la mejoría.

Podemos pronosticar el futuro en tanto en cuanto conocemos las


consecuencias de los indicios presentes. Tales consecuencias podrán ser

324 M.teo, 16, 2-3.


325 l-lipócrates, AJon"smos.
326 Mateo, 24, 32

322
USO DE RA.zÓ;-,¡

más o menos seguras (constantes, habituales, ocasionales), de lo cual


dependerá la firmeza de nuestra conclusión .

Siempre que hay !!ento Sur sube la temperatura.


La mayoría de las amenazas no Je mmplen.
A veces una pú'C/dura de aáspa produ," la muerte.

Podemos también concluir a partir de un sólo sign o (s i es inequívo-


co)} o mej or de W1a swna de signos concurrente s, cada uno de los cuales
se limita a señalar que existe la posibilidad de que algo se produzca:

Ha" mU<1)o ,d!)r.


Se están ammulalldo lIubarrones.
Sopla un tiento mlly desagradable.
(lodo parm zI,dú'C/r que) Vamos a twer tormen/a.

L;¡ tierra alegre, el áelo daro, e! aire hinpio, la luZ serena, cada uno por Jiy Io-
dosjimIos daban manifiextas sellales que el dla había de ser serenoy claro.)2?

¿Creer que saldrá elegido Gmaro?


Es may pop"lar.
Habla may bim.
Sabe serpersuasiL'O.
Es tina perJona muy moderada eI/ /odaJ SIlS posúiones.
Cono" perfectamenle la fábn'·a.
(Todo parm seifalar que) lo elegirán presidente de! Comité de E mpresa.

Al parecer, Genaro aculTIlIla muchas ventajas, tal vez más que ningún
otro, con lo cual es tamos cargados de razones para vaticinar plausible-
mente el resultado.

No treO que Isabel ltIya de ,'acado",s.


Su madre está e/yerma.
A Sil hyo lo han smpendido.
Tzene apuros <vn la hipo/cca delpij-O.
Por falllo creo que le sobran motil/Ospara quedarse en ca.ra.

Ya se ve que estamos ante ejemplos característicos de una inferencia


hipotética o abductiva.

327 Cerv ante s, Don Quijo/e.

323
Ricardo García Damborenea

Biblis- Podría haberte Jervirlo de indúio de la henda que mfre mi "orazólI mi


colory mi demmraclon y mi ro.rfro y mi.r ojo.r, mil frel7lemia humedeados,y mi.r
suspúvs profiridos SÚI moti!.'o etidente,y mis retlerados abra;;:oJ,y los besos, q"e
tal tez lo notarías, se podía mmprender q"e no eran propÚJS de una hermalla,328

Adoramos los signos predictivos porque nos agobia la incertidwnbre


del futuro. De ahí el éxito que han tenido siempre los augurios.

Estepresagio no me lo húieron lIi mtrmlas de otejas, ni tmellos de los q/le me-


nan por la i:::.quúrda, ni el callto o el tuelo del ate. Mi ÚIIII-O allguno file la adi-
ttlzaáóll racional deljÚLuro. 329

H oy no confiamos en las patrat1as de at1taño, pero atisbamos con an-


sia cualquier clase de señal que nos sirva de aviso.

Lo.r .rigIlOS de las cosaJ temibles .rOIl igllalmellte temibles, ya qlle pollen de malli-
fiesto que lo temible está pró>,imo;y esto es elpeligro: la proxúmdad de lo temi-
bleYo

Prestamos un extraordinario interés a las calamidades ajenas po rque


deseamos averiguar los acontecimientos que las preceden, las señales que
las anuncian, bien para reconocerlas cuando nos to que, bien para vivir
tratlquilos si no aparecen.

Sócrates - Tú, al menos e/I mallfo a /0 que humallamente se puede pm'er, es-
tár '40J de tener que mon'r mallana. 331
] esucristo- Llego, ensegUIda, después de la tribu/alión de aquellos días, se
osmmrrá el sol, y la luna 110 dará JU /ui! y las estrellas caerán del lielo, y los
poderes del ,ielo se tVnmoverál,. Enlollm apam"rá el eslandarle del I-lijo del
hombre .. . 332

La ausencia de signos predictivos nos deja desarmados . Por ejemplo:


el principal problema de los sismólogos es la imposibilidad de prever la
aparición de un terremoto. Como los temblores de tierra no se at1Unciatl,
no es posible detectarlos atltes de que aparezcan. Otro ejemplo: lUlO de

328 Ovidio, i\1clamorfoJiJ, 1, 607.


329 Ovidio, T rijlcj; 1.

330 Aristóteles, futórica~ I1, 82a.30.

33'1 Platón, CrilÓn, 47a.

332 Mateo, 24, 29~30.

324
USO DE RA.zÓ;-,¡

los ingredientes más aterradores del terrorismo es la imprevisibilidad de


sus atentados.

Resumen:
Los signos predictivos se basan en correlaciones cau sale s o de suc e sió n.
Penniten juicios condicio nale s n ecesarios (ha saltado un rayo, ahora sonará
el trueno) o presuntivos (s i han tomado el café, de jarán la me sa libre).
Podemos sumarlos, si so n va nos y co nve rgentes, para co nstruir un razo na-
miento hipo tético que ofrezca la mejor explic ació n para la suma de sign os.

Apéndice 11: Los grupos de señales. Los sindromes


Del mismo modo que argumentamos con signos acumulativos que
proporcionan una convicción creciente, lo hacemos con grupos de signos
que, rewlidos, caracterizan a Wla situación, sea pasada o futura.
E n medicina se asentó el término griego síndrome (concurso) para
denominar los conjuntos de señales característicos de lilla situación c1Úli-
ca: síndrome febnl, de úlSlifiáenáa mm/ata, de abstinencia.

Si los síntomas A, B Y e es tán presentes, decÍ1110s que se da el


síndrome X.

Los SigilOS de la illjlamadóll SOIl: Tllmor, dolor, mbory calor. Paracelso.

En el mismo sentido se emplea el término Jáltomatologla (grupo de SÚ1-


tomas que caracterizan a una enfermedad):

Fiebre, catarro Ilasal y dolores mtlJmlares lVitformall la silltomatologla de la


gnjJe.

Tomamos un conjunto de sel1ales como signo de algo. No es patri-


monio exclusivo de la medicina. El meteorólogo y el economista razonan
de la misma manera: situacióll altlic:ic/óllica, úiflacióll. Los síndro mes son
como los gestos de la cara: Wl conjlll1to de signos que nos permiten vis-
lumbrar la realidad oculta de los seres que nos rodean. Interpretamos el
cuadro completo: la posición de las cejas, la frente , los o jos, la boca ... E s
el conjunto lo que 11 0S indica si estamos ante un ánimo risueüo o avina-
grado.

3 ?~
_J
Ricardo García Damborenea

Eran ,,,,ri palabrar l/uutror gertoJ.JJ3

Le bastó /lila mirada al rostro pálido y asustado de la )0"" para comprender


que e!la había es",chado Id conterraúólI.

O bservamos las expres iones del ros tro con mucha atención y, gene-
ralmente, les damos más crédito que a las palabras.
El esquema de razonamien to es puramente deductivo . Al fm y al cabo
se trata de aplicar una definición a un caso:

La colección de datos A es característica de B.


Tenemos la colección A.
Luego podemos pensar B.

Diama, rómilOs] dolores abdomúlaleJ JOIl Jíl1lomCl.r de! "j!era.

E l télmino diagnóstico (discernimiento, distinción), originalmente


médico pero que h oy utilizan desde los analistas de empresas hasta los
talleres de automóviles, viene a significar lo mismo: el reconocimiento de
Wl caso en el que re-en contramos los signos de W1a enfert11edad (o ave-
ría) conocida.

A q/lel/1JJ atletas qlle de los pla"res .rexlla!es pasan al entrellamtento glmllástüv


ierán fácilmente reconocibles: lei flaquean laJfuerzaf, respirall elltrecorladamen-
le, lienen ÚJljJtlLsos débi!ef, fe agolan ,vn los erjller:;:.ofy "den ensegllidaY4

Naturalmente hablamos de esquemas o cuadros sugeridos po r la ex-


perien cia general y que sirven para o rientarnos. Rara vez los vemos re-
producidos milimétricamente en la realidad.

Resumen:
Los síndromes son agrup ac io nes de signos. Esta un.idad conforma un
indicio que se relacio na con detenni.l1 ada situación.

Sherlock H olmesy el Dr. Watsoll salteron de campú¡g. Después de H/la buena


trlla se júeroll a dOr/mr. Horas más tarde Hohnes se despertó y codeó a su bum
amigo.
-WatfOll, mire el de/o y digame qué ,..

333 Ovidio, Arte de amar, l.


334 Filóstrato, Gimnástico 48.

326
USO DE RA.zÓ;-,¡

-Veo mtlffmesy mi/Iolles de estreilar.


-¿ y qué deduce de eso?
Watsoll pellSÓ /111 múltlto. -Astrollómicammte, me di" que hay mtl/ol/es de
ga/axú./s y potemiahnente mi/kmesy lmlloJles de p/alletas. Astrológú-ammte ¡'ea
que S at/frtlO está ell Leo. CrrHIológú-amente, dedll'!;!·o que SOIl las 1m·y diez.
Meteoro!6gicamente, útll!Y0 que mañana tendremos /in hermoso día... ¿ Y a tlJ-
led qué le dút?
-Pues -contuta H olmes- que nos han robado la tienda de campaila.

RESUMEN GENERAL DE LOS


I\RGUMENTOS DEL SIGNO
1. .A rg umentos d e l sig n o son to d os aquellos que extraen conclusiones d e signo s
o indicios.
11. Un signo o indicio es to ci o hecho con oc id o que sugiere la existencia de otro
no conoc ido .
III. Las relaciones entre sign o y significado pueden ser causales, de coexistencia,
de sucesió n y de se me janza..
IV. La fuerza del argumento del sign o está vinculada a la seguridad con que
podemos afirmar la co rrelación. E n este se ntido hablam os d e signos inequí-
vocos y de signos equívocos o no concluye ntes.
V. Los signo s inequívocos co rre spo nden a correlacio nes ne cesarias: el trueno
que oigo es un indicio del rayo que no he visto.
Basta con uno para concluir con seguridad po r m edio d e una deducción.
Se amparan en un juicio bicondicional: Sólo si salta 1m rqyo se produce IfIJ truellO.
Cuando faltan, penniten argumentar ex~silentio.
V I. Los sign os equívocos o no conclu yentes, reflejan correlaciones m ás o menos
probables. Son plausible s si pueden apoyarse en una regla de experien cia que
adopta la. forma de un co ndicional presuntivo: si tiene manchas de sangre
presumiblemente es el asesino.
Su ausencia no permite argum e ntar ex-silentio.
V IL Los sign os eqlúvocoS adquieren valo r cuando se pueden sumar porque son
num erosos y convergentes. Co n cada Wl 0 d e ellos fo nnamos un juicio concli-
cional presuntivo y co n la suma de to d os co nstruimos un razonamiento hip o-
tético, es d ec ir, buscam os la me jor explicació n para el conjunto de sign os.
V III. Los sign os predictivos se basan en correlaciones causale s o de suce sió n.
Los m o delos argumentales son los mi sm os que empleamos para los signos re-
tro-dictivos: Permiten juicios condicio nales n ecesarios (ha sal tado un rayo,
ahora so nará el trueno) o preswltivos (si h lUl to mad o el café, dejanin la m esa
libre). Po d em os también sumarlos si son van os y co nverge ntes.
IX. Los sÚldrome s son ag rupacione s de sign os que aparecen unid os. Confo nnan
un indicio que se relacio na con determ inada situació n.

327
Ricardo García Damborcllca

DIAGRAMA PARA EL ANÁLISIS DE LOS


ARGUMENTOS DEL SIGNO
INI C IO

¿Es u n :! Stllll :!
¿Es un signo
IIlcquívoco? H NO 1+
ele va tios sig nos
C<juívocos? -i NO 1-

si si
1 1 1 1
¿Está bien
iut'("[prClado?
¿So n
co nv(' [gcnl cs?
H NO -h
I RECHAZAR EL
si 1 si 1 ARGUi\ IENTO
1 1
1"1'
¿Son relevantes

ACEPTAR EL
ARGUl\LENTO
p a[~
conclusión?
b
H NO t
si
1
.- 1
¿E sti n bien
si
f- inte rpretados? --1 NO f-

328
USO DE RA.zÓ;-,¡

Cuarta parte

DICCIONARIO DE FALACIAS

Q ue contiene, en orden alfabético, los diversos modos de discurrir


mal que llaman sofism as, so fisterías o falacias

329
Ricardo García Damborenea

330
USO DE RA.zÓ;-,¡

INTRODUCCIÓN
La !ógú-a no ensc,ia a pensar rectamente sino a evitar
lasJaladas, es decir, ei pensamiento torcido.

Definición
Los argumentos sirven, como sabemos , para sos tener la verdad (vero-
similitud, conveniencia) de lma conclusión. Con frecuencia, sin embargo,
los con struimos mal, con lo que su finalidad no se alcanza. También con
frecuencia, empleamos argumentos aparentes con el fin de engañar, dis-
traer al adversario o descal ificarlo. A todas las fo rmas de argumentación
que encierran errores o persiguen fmes espurios, los llamamos falacias .
E l término procede del latín fa!!alia, que significa engaño, y lo empleamos
como sinónimo de JojÍfma, palabra que acuñaron los griegos para des ignar
el argumen to engai'ioso.
Ya se ve que la terminología es imprecisa porque mezcla errores de
razonamiento (por ejemplo una generaliza"on prelipitada), con maniobras
extra-argumentales (por ejemplo un ataque per.rollalJ, e incluye también los
fal sos argumentos que se emplean con la intención de engañar o desviar
la atención (por ejemplo la falacia ad 19l1orantiam, la pista folsa o las apelalio-
nes emoliona!,,). Todos tienen una cosa en común: adoptan la apariencia de
un argumento e inducen a aceptar una p ropos ición que no está debida-
mente justificada. Unas veces nos engaña nuestro juicio y o tras las mañas
de nuestro interlocutor.
Ocurre con las falacias como con los dioses del panteón greco-
romano: son tantas y con parente scos tan embrollados que cualquier
intento de clasificación resulta inútil. Desde que Aristóteles redactara sus
Rejútaliolles Sofirritas hasta hoy, no han aparecido dos libro s sobre esta
materia que recogieran el mismo o rdenamiento. Es mucho más fácil
clasificar insectos, po rque plantean men os problemas conceptuales y
están mejor defmid os. Los fall os argumentales, por el contrario, son es-
curridizos y ubicuos: un mismo erro r puede constituir varios so fi smas a
la vez. Aquí no vamos ni siquiera a e sbozar una clasificación. Nos limita-
remos a exponer las falacias más frecuentes en orden alfabético para
facilitar su consulta.

331
Ricardo García Damborenea

a. De dónde proceden nuestros escasos errores y los infinitos de


los oponen tes
Las falacias con que tropezarnos habitualmente se pueden atribuir a
cuatro fuentes o tipos de error, de los que derivan todas:

1. Abandonar la racionalidad.
2. Eludir la cuestión en litigio.
3. No respaldar lo que se afirma.
4. Olvidos y confusiones.

1. El abandono de la racionalidad
Se produce de varias maneras:
- cuando nos negdffios escuchar argumentos que pudieran obligarnos
a modificar una opinión que estimamos irrenunciable, es decir, cuando
no estarnos dispuestos a ser convencidos . As í ocurre, po r ejemplo en la
falacia Ad Bam/llm y en la falacia Ad Veremndiam.
- cuando disfrazarnos la realidad con triqui"uelas corno la Ambigüe-
dad o las Preguntas múl tiples.
- cuando tornarnos la exigencia de prueba corno WH cuestión perso-
nal y respondernos desviando la cuestión con Wl Ataque personal o WH
Pista falsa.

2. No discutir la cuestión en litigio


Lo más impo rtante en cualquier discusión es saber de qué se discute ,
Son muy frecuentes los errores mo tivados porque se abandona (o permi-
tirnos que se ab,mdone) la cuestión para introducir otro debate . Cuando
esto sucede decirnos que se incurre en Wla falacia de Eludir la Cuestión.
Se trata de WH maniobra que caracteriza el Ataque Personal, la falacia
Casuística, la Pista Falsa y las apelaciones emocionales del Sofisma Paté-
tico.

3. No respaldar lo que se afirma


Q uien sostiene una afirmación contrae dos obligaciones: no eludir la
carga de la prueba y apo rtar razones suficientes. Se incurre en argumen-
tación falaz tanto cuando no se sostiene lo que se afllma (falacias del Non
.reqllitllr, la Afirmación G ratuita, o la Petición de Principio), como cuando
se traslada la carga de la prueba, que es el caso de la falacia Ad Ignoran·
tiam.

4. Olvidos y confusiones
Aquí se agmpan los fallos propiarnente lógicos, aquellos en que olvi-
darnos alternativas o confiuldÍ01os conceptos. Si lun jugador de ajedrez

332
USO DE RA.zÓ;-,¡

responde siempre con el primer movimiento que le viene a la cabeza,


cometerá errores sin número por olvido de alternativas. D el mismo mo-
do, si conflU1de un gMIlbito con el enroque, tMIlpOCO llegMá muy lejos.
El Olvido de alternativas es la madre de numerosas fal acias y se da
con muchísima frecuencia, po r ejemplo en las generalizacio nes y disyun-
CIo ne s.

La confusión de conceptos es otra madre de fal acias y deriva de


nuestros erro res al diferenciar ideas co mo eJencla y accidente, regla y excepción,
todo y parte, absoluto y relati,", tolltÚllIO y ¡-ambio, de lo que surgen las falacias
del Accidente, del Smllldl/m quid, de Composición, y del COlltúlullm.

b . El ataque a la falacia
Nos pasa con muchos so fi smas lo que con los juegos de manos: aun-
que sabemos que hay un truco no podemos explicarlo. Cada sofisma,
co mo veremos, requiere una respuesta peculiar, pero se pueden señalar
algunas sugerencias generales.
1. La mejor forma de combatir un mal argumento es dejar que se
hunda solo. Para ello lo más sencillo es reconstruirlo en su forma están-
dar, con lo que sobresaldrán sus contradiccio nes o sus carencias.
2. Lo peor que se puede hacer es emplear la palabra falacia o agi-
tar latinajos. A nadie le gus ta que le acusen de falaz. Es un término cuasi
insultante que tal vez suscite alglID arrepentimiento contrito pero que,
generalmente, provoca un contraataque feroz e irracio nal que puede
hundir el debate. Existen vías más sutiles para info rmar a los contrincan-
tes de que han resbalado en su razonamiento. No merece la pena malgas-
tar tiempo en una descripció n técnica del erro r que, cotno los latines, no
entenderá nadie. E s mejor limitarse a señalar el fallo en las premisas, la
conclusión o la inferencia.
3°. Siempre son muy eficaces los ejemplos, especialmente cuando
son absurdos. Aquí hemos p rocurado facilitar una abundantísima mtuli-
ción que se puede utilizar como está o inspirarse en ella para fabricar
otra.
4° Con mucha frecuencia un mismo error puede ser clas ificado
en diversos modelos de fal acias. Determinado ataque personal, por ejem-
plo, pudiera considerarse como falacia Ad Homúzem, Ad COflsecuentiam, Ad
Verel7l1ldiam, A d Popl/lllm, Pista Falsa, Sofisma Patético o apelación al Tu
Quoqlle. No tendría sentido el1wnerarlas. Lo más eficaz es litnitarse a
denunciar aquélla que parezca más flagrante, es to es, más comprensible
para la audiencia.
No recogemos todos los errores imaginables sino los que, po r su fr e-
cuencia, han recibido tul nombre, a veces en latin (prueba de su abolen-

333
Ricardo García Damborenea

gol. No es preciso que Wl0 se los aprenda. Lo importante es diferenciar


los errores, aunque hemos de reconocer que las etiquetas ayudan a distin-
guir, comprender y, sobre todo, a conservar la mem oria de las cosas.
Para más información sobre el o rigen de las fal acias, véase: ¿Qué es
W1 buen argumento? En el anexo Nuestra Mallera de Pensar

l.....aJ·fa/aciaf !la tienen por qué fer ideaf inmediatamente reconociblef como de-
mencia/eJ. D e hecho, 1l0nnalmente J"e trata de ideaf qlle j"/(enall mI!) biell, lo
malfacilita que polüicos, illteledualef, medios y toda dafe de mot'lmientOJ so-
cialel se riman de ellas para .racar adelante SUl causaJ o c'(Jrreras. Precisamente
por .fU poder de arrastre --üpedalmellte e!l atlOS eledorales-- JZe('eJitamos obser-
!'arias detmidamente y dar COIl los errores que las comier!ell e!l m~!as para el
desa.ft,.. lll0 m as SoweU.

334
USO DE RA.zÓ;-,¡

A
Falacia del ACCIDENTE
Se comete al conftUldir la esen cia con el accidente, lo sustancial con lo
ad jetivo. Incurre en ella, po r ejemplo, quien juzga por las aparien cias.

Mejiftójéles- Cala sobre tu cabeza ulla peluca de miles de blldes, calcea tI/S
pies COIl <vtumos de I/Ila I r/m de alto, que 110 por ello dejarás de ser lo que eres.

Como es sabido, el hábiÚJ 110 ha" al monje y aunque la mOlla se tista de seda...
T odo esto viene a decir lo rnismo: que las cosas tienen esencia y accidentes.
Esencia es la substancia de una cosa, lo que no se puede suprimir sin
alterar el concepto; lo inherente, lo necesario, y también lo universal,
po rque es en lo que coinciden todos los individuos del mismo gén ero .
Un triángulo es, esen cialmente, lUl polígono de tres lados. Como todos
los conceptos, presenta un aire abstracto, fantasmal e in visible hasta que
se reviste de accidentes: triángulo de tiza, de bronce, de fl ores, azul o
verde, tieso o tumbado, isósceles o e scaleno. Puede adoptar muchas pre-
sencias accidentales, pero lo común , lo inseparable, lo que se predica de
todas es su esen cia: un polígono de tres lados. Percibimos las cosas por
sus accidentes y es preciso desnudarlas para con ocerlas, para descubrir su
m eollo, aquello que permanece bajo los cambios de aparien cia: la subs-
tan cia, esto es, lo que sostiene los accidentes (del lacio JIIbstare = estar
debajo).
Accidente (del latín múdere = sobrevenir a) es lo que particulariza las
cosas, lo añadido, lo sobrevenido. El accidente puede faltar, no es necesario
para el concepto; es contingente, yuxtapuesto. Como ocurre con los
triángulos, las no tas variables de los índividuos de una misma especie son
accidentales.
La Falacia del accidente se comete por tom ar una propiedad
accidental como esencial, lo que conduce a erro res al generalizar y al defmir:
Nll trzángulo es Nll poligollo ¡"de. Atribuimos como esencial a todos los
individuos de W 1a especie W1a cualidad que sólo conviene accidentalmente a
algunos de ellos.

335
Ricardo García Damborenea

Platón era jilósr¡fo, pero 110 por sus fomltades dialécttim, como Hipó,rates era
médico. pero 110 por su e1omenáa. Tambiétzy opuedo serjilósr¡fo y cojo al mismo
tiempo,y sin embargo, no habíais de imtfa1me e/l la cojera para serji/ÓSr¡fos,135

La definición por los accidentes traiciona el concepto, como ocurre


cuando se define la democracia por la educación y la seguridad social. Si
definiéramos las aves como vertebrados que vuelan, no serían aves ni los
pingüinos ni el Pato Donald, pero podrían serlo Dumbo y los murciélagos .

Si hubiera que juzgar a los jilósr¡fo.r por Sil barba, lo másjllsto .rería poner a la
cabe'(fl de todos 1111 ma,ho tabrí0336

Es lilla falacia muy próxima a la Generalización Precipitada. La mayo-


ría de las Falmias del Acádmle se cometen al general izar a partir de los
accidente s de las cosas, lo que ocurre con más facilidad cuando los datos
son insuficientes: Todo!' los eJpañolu bailan flamenco. No es preciso bailar
flamenco para ser español. Estamos ante un carácter accidental, que pue-
de darse y no darse. Si juzgo todas las tuberculos is según los accidentes
que la caracterizaban en mi bisabuelo, construiré W1a fal sa generalización
que no comprenderá la mayo ría de las tuberculosis que rondan el planeta.
Si considero esencial que H omero fuera poe ta, podré afirmar que todos
los hombres son poetas.
Extraer conclusiones a partir de cosas que sólo son ciertas
accidentalmente, es lo que hacen tantas personas que generalizan a
determinadas profesiones Gueces, policías, periodistas) el abuso en que
puedan haber incurrido algWl0S de sus miembros:

Todos los jllms están comprados.


Los polítúvs son tiliaS golfos

Olvidan que lo mismo puede argumentarse sobre los cuchillos de


cocina, los medicamentos o la libertad de prensa. El abuso no es argumento
contra el uso . Es la falacia del que juzga la feria, no por lo sustancial, sino
según le va en ella.

335 Epicte to. Nota de Pablo Jo rdán en Pláticas, T, 8, 11 .


336 Luciano, El eunlfco. En esta divertida historia, Luciano bromea con las

derivaciones genitales que suscita en A tenas la oposició n a cátedra de Wl


eunuco: ¿tiene o 110 tiene miembro el aJpira11te? ¿es precúo el miembro parafiloso/ar?

336
USO DE RA.zÓ;-,¡

- ¿Qué mayor pmeba de que nada aprotel'ha la fílosofla que el que algllllos fí-
/¡jsofos tivaf/ toljJeme/lte?
- No es eso pmeba alguna;plles, i'Omo los I'ampos, 110 todos /os que se ,«/tivan
son férllles. 337

Véase, también, falacia del Sel7llldum quid.

Falacia de la AFIRMACIÓN GRATUITA


Como su nombre indica, se comete cuando no se da rVDn de las
propias afirmaciones. Abunda más que la hierba en Asturias. Cualquier
conversación está plagada de juicios inconsistentes sin otro apoyo que el
énfasis con que se enuncian.

No sólo tienen dml'hos los seres humanos. Los perros también los tienen.

¿Qué razones se aportan en apoyo de afirmación tan sOlprendente?


N ingtma.
Bentham llamó a este sofisma Ipsed.b."¡tismo (del latín pse: él mismo, y
dó.:it: dijo), que equivale a nuestra expresión: /o dijo Bias, plinto redondo. Se
puede incluir con todo mérito entre las falacias de Elusión de la carga de la
prueba.
Se emplea menos donde cabe el riesgo real de ser replicado con dureza,
com o ocurre en la vida parlamentaria, pero es muy frecuente donde no
existe tal riesgo, como sucede en la prensa escrita, muy especialmente en los
editoriales y en las ,vlumnC1f de opinión y, por encima de todo, en las tertulias
radiofónicas. Caracteriza a la propaganda y a la publicidad, en cuyos
mensajes importa más la sugestión que las razones.

Vamos a rer de qué trata este eSl'rito que tan artera y dllramente he enjicado.
1\ lingote, en ABe.

Falacia de AFIRMAR
EL CONSECUENTE
Véase CONSEC UENTE.

337 Cice rón. T usclllanas. 1I~ 5.

337
Ricardo García Damborenea

AMBIGÜEDAD, Falacia de
Falacia del equivoco o de anfibología
Se produce cuando en un mismo argumento se emplean palabras o
frases en más de un sentido, como ocurre en este ejemplo con la palabra
igual:

LoJ JeXOJ /10 Jon igualex, 10J derrd)Qj" no pueden Jer iguales.

No se habla de la misma igualdad a lo largo del argumento. Primero se


emplea en su acepción de identidad (biológica) y más tarde en su acepción
jurídica (igualdad ante la ley). La anlbigüedad utiliza conceptos diferentes
que comparten 1ma expresión comlm. La lengua está llena de vocablos
polisémicos a los que cada lUlO puede dar 1Ul sentido distinto.

Toda persona que ocasiona ulla henda a olra es llIl delint7fellle.


Todo cirt!J(i/lo ocasiolla hendas a otraxpenolltlx.
Luego lodo dn!J"c/llo eJ Ull delinmenle.

Confunde la acción de matar o hacer daño y la intervención quitúrgica


efectuada con el propósito, enteramente opuesto, de lograr la curación de
1m enfermo y salvarle la vida. Con el mismo fund;ill1ento podría ser acusado
de caníbal quien se come un brazo de gü:allo.
Idéntica fal acia comete quien confunde responsabilidad penal y
responsabilidad política: No asllmiré ninguna mpollfabiádad hada que lo pruebe un
tnbulZaL La responsabilidad jurídica presupone la inocencia has ta que se
demuestre lo contrario. La responsabilidad política se basa en la confianza
de los ciudadanos y es compatible con la inocencia. Bajo el amparo de esta
falacia se producen paradojas: personas que han dimitido de su cargo
porque no eran dignas de la confianza (pública), han recibido o tro cargo
porque eran dignas de la confianza (del gobiemo).

- ¿Cómo afirma usled que sea áerlo que sus lalas de lV/lJert'a l!et'all mitad de
lLibrey milad de caballo?
- Porque ex verdad, seiiorjuez. Yo siempre mezclo /tila liebrey UIl caballo.

¿Qué significa mitad y mitad? Para evitar (o combatir) esta ambigüedad


semántica, se requiere precisar el significado de cada lUlO de los términos
de las premisas y asegurarse de que no varían a lo largo de la inferencia.

338
USO DE RA.zÓ;-,¡

Un padrey llll hijo tWI de paseo. E l niño se detiette delanw de lItl árbol lleno de
pequefioJ ¡m/os y pregullta: - ¿Qué árbol es? - UIl ámelo de esos de ámelas
negras. -¿Negras? Puesyo las 1."0 ro¡iZas. -Es que están turles.

Las conversacio nes cotidianas abllildan también en construcciones


gramaticales equívocas que dan lugar a malentendidos por ambigüedad
sintáctica, como sucede en las siguientes:

Juan le dijo a Pedro que tenía mal aJpedo.


Juan le dijo a Pedro que debiera atender a ftt madre.

¿Cuál de los dos tenía mal aspecto? ¿De qué madre se trata?

Durante la noche pasada se han regútrado dos grados baio cero en León y uno
más en Burgos.
Dos PaJ"loreJ'protestantes hablan de! tnste eJ"lado de la moral sexual de hoy en
día:
- Yo nunca me Cltv.rté eOIl mi ml!Jer antes de que 1l0f cafáramos. ¿Y lI.rted?
- No estoy .feguro. ¿Cómo .fe llama? 338

Una tercera forma de equívoco se produce a través de sobreentendidos:

Guriémz ha llegado hoy al trabajo mmpletamente sobno.

¿Cómo hay que entender es to? ¿Señala una situación excepcional o relata lo
que ocurre todos los días?

Hoy ha dúho la ,'erdad el Presidente.


,
Falacias de FALSA ANALOGIA
Incurre en falacia todo argumen to analógico que no se apoya en una
semejanza relevante u olvida diferencias que impiden la conclusión.
Véase: Introducción: Refutació n de una analogía.
,
Falacia de ANFIBILOGIA
Véase M lBI GÚEDAD .

338 Paulo s, Pienso, luego río.

339
Ricardo García Damborenea

ANTECEDENTE, Falacia del


o de negar el antecedente
Se comete cuando en un argumento condicional se niega el an tece-
dente. Po r ejemplo:

Si es madnleJlo, es espallol
E l Cúl no e.f madri!eilo.
Llego El Cid IZO es "pailo!.

Se ha señalado como condición para ser español la de ser madrileño.


Bien se ve que se trata de lU1a condición suficiente, es decir, compatible con
otras igualmente suficientes: se puede ser español por muchos caminos.
Pero lo que nos impide argumentar negando tal condición es que no es
necesaria: se puede ser español sin ser madrileño. Si lo fuera tendría valor
negarla. La falacia consiste, precisamente en tratar una condic ió n suficiente
como si fuera una condición necesaria.
Al negar una condición suficiente no cabe concluir nada. El consecuente
puede darse gracias a o tras condiciones igualmente suficientes. El juicio
condicional se limita a señalar que, si se cumple una condición, estamos
autorizados para afirmar algo, pero no autoriza nada en o tros supuestos.

Si se IVIlPOta Il11a huelga de autobuses tmdl7lmos problemas de tráfico.


No han mmotado la huelga,
Luego ItO Imdl7llJlosprob!emas de Iráfim.

¡Q ué más quisiéramos! Pueden producirse atascos circulatorios por o tras


razones. El argumento sería correcto si concluyera como Pero G rullo: no
tendremos problemas de tráfico a causa de la huelga de autobuses.
En esquema:

Si A, entonces B
X no es A
Luego X no es B

Si alguien toma cianuro, Je monrú.


Lu abuela 110 ha tomado tialtllro,
Luego ItO mon'rá.

Véase la Falacia del Consecuente.

340
USO DE RA.zÓ;-,¡

,
Falacia por mala APLICACION
de una REGLA
Véase SECUNDUM Q UID .

Falacias del ATAQUE PERSONAL


G rupo de falacias que desvían la atención del asunto que se discute
hacia la persona del adversario o sus circunstancias.
Cuando se trata, como es habitual, de sostener afirmaciones
indemostrables o decisiones basadas en conjeturas, cobra extraordinario
valor persuas ivo el prestigio de la persona que da el consejo o hace la
p ropuesta. E n los casos dudosos (es decir, en la mayoría), concedemos la
razón con más facilidad a aquellos en quienes confiamos, sean médicos,
asesores fiscales, fabricantes de quesitos en porciones, o políticos. Más del
80% de la persuasión nace de la confianza que inspire el con sejero.

Un ra'(fJllamimto que prrJi,de de geflte Stll fama y el mismo, pero que ,iene de
gentefamosa, 110 tienen igllalfuerza,J39

Ahí radIca la fo rtaleza de un p olítico, pero también su punto vulnera-


ble. La difamac ión es tan frecuente en la vida pública porque los p olíticos
comprenden instintivam ente la neces idad de arruinar el crédito moral de
sus adversarios. En un dirigente sin pres tigio los argwnentos parecerán
argucias, las emoc iones farsa, y la sinceridad, hipocresía. D e aquí p rocede
Wl componente inevitable de la acción política: la batalla por la inugen
propia y el despres tigio de la ajena que, a veces, convierte las locuciones
públicas en sinlples variaciones de lm {mico mensaje sustancial : yo pro-
pongo lo más justo y mi oponente es un felón .
Hay dos argwnentos fal aces o pseudo argumentos que atacan
directamente al adversario: la fal acia ad hominem y la falacia del Muñeco de
Paja. Son pseudo argwnentos porque ninguno refuta las afirmaciones del
contrincante. El primero se limita a descalificarlo como persona y el
segundo forja Wl oponente inlaginario fácil de fun1bar. Son también, como
se ve, ejemplos de la Elusión de la carga de la prueba.

339 Eurípides, H écuba.

341
Ricardo García Damborenea

AUTORIDAD, falacia de FALSA


La Falacia de Fal sa Autoridad cons iste en apelar a una autoridad que
carece de valor por no ser concreta, competente, imparcial , o estar tergi-
versada.

E stos rmales son mejore>; porque los alllmáa la tele.


Debe ser bueno l'otar a Bush, porque lo apoya J"lio Iglesias.

I\ [uchos anlUlcios farmacéuticos nos muestran un señor con bata


blanca que parece un médico y no lo es, pero que da consejos como si lo
fuera. Es tamos ante una autoridad inconcreta, incompetente e inexisten-
te . Hasta el más honrado de los hwnanos cuando discute en familia se
inventa autoridades que le salven del naufragio dialéctico: Wl maestro, un
libro, el primo de la suegra del ministro, etc. y, si cuela, cuela.

Sganarelle- Hipó,rates dú, que los dos ItOS ",bramos.


Geronte- ¿Dlá eso Hipó,rates?
Sganarelle- Sí.
Geronte- ¿EIt qué rapí¡ulo, porfa/JOr?
Sganarelle- En el rapfllllo de los Jombmm}4o

Las características de esta falacia son dos: el empleo de una fal sa auto-
ridad y el afán de engafiar. De no ser por esto último, podríamos consi-
derarla como Wl argumento flojo que no cumple los requisitos exigibles a
cualquier auto ridad. La diferencia se aprecia en cuanto solicitamos infor-
mación acerca de ella. Si el argeunento es débil se nos confesará que no se
dispone de tal info nnación. Si el argcunento es falaz, las pregeilltas queda-
rán sin respuesta, como si no hubieran sido oídas o, m ás comúnmente,
serán contestadas con evasivas.
En reswnen, estamos ante Wl engaí'io que pretende ocultar la debili-
dad del argcunento. Podemos defendernos reclamando la información
que se nos niega, porque en este sofisma, a diferencia de lo que ocurre en
la falacia Ad V ereamdiam, nadie nos coacciona. El argumen tador falaz
intenta explo tar nuestra igno Gu1Cia o nuestro confonnismo , pero no es
obligado que lo consiga, puesto que nada nos prohíbe desnudar la indi-
gencia de sus aseveraciones. Por el contrario, cuando se pretende cerrar
el paso a cualquier crítica mediante expresiones como: necesan'amente, cier-
lamente, illdisatliblemente, jÚZ duda, obriamente, tvmo saben hasta los niílos, etc,
todas las cuales insinúan lo inadecuado, estúpido o insolente que pudiera

340 Moliére, El médico a palos,

342
USO DE RA.zÓ;-,¡

parecer cualquier duda sobre el argumento , es tamos ante un engai'ío de


tinte dogmático al que llamamos falacia Ad Vereallldiam.
Las falacias de autoridad se alinean entre las artimai'ías que sirven para
Eludir la Carga de la Pmeba, es decir, la obligación de aportar datos que
sostengan nuestras afirmacio nes.
Con viene no olvidar que una autoridad parcial puede tener razón. Es-
to es muy importante. Si rechazamos su razón pretextando su parcialidad,
incurrimos en WH falacia Ad H ominem.

B
Argumentum ad BACULUM,
también llamado Recurso a la fuerza,
Argumento ad terrorem, Apelación al miedo
Si A 110 es B, usted se f a a enterar.
L uego már le ,-ale aceptar que A es B.

La expresión ad baü¡/um significa "al bastón" y se refiere al intento de


apelar a la fuerza, en lugar de dar razones, para establecer una verdad o
inducir una conducta. La denominación es irónica, puesto que no existe tal
argumento: se reemplaza la razón por el miedo. Su empleo exige dos
requisitos: carecer de argumentos y disfmtar de algún poder. Representa,
con el insul to, la expresión extrema de la renuncia al uso de cualquier
razonamien to .

E n la aramblea, mlentrar E rpendio y Mato.r hablaban, todos esmchaban y


prestaban solúita ate",ión a lo que se deda. Pero si algúll otro se atm-aba a ex-
presar su OPtlllOIl, al mommto, Stl, esmcharlo, le tiraban piedrar harta matarlo
(..) El militado file qlle, como /ladie se alm;ó ya por tal motito a expmar Sil
opimon, nombraron generales a Matosy Espendlo. 341

341 Polibio, 1, 69,9-16.

343
Ricardo García Damborenea

E s un procedimiento frecuentísimo:

Mira Laura, tIÍ flecesÜas este empleo y yo Ilecestlo tilla secretana can°,iosa, asi
que será mejor que 1I0S entmdamos.
EJ'Cuche guardia,ya Jé que me he saltado e! Stop, pem IIsled 110 sabe mil quién
eslá hablando. Mepamt que a IIsled 110 le gUJla mucho Sil empleo. Yo miraría
más por mljamilia. Si usted me polle la IJllllta !elldri que hablar mil Jwjejés...

Generalmente las amenazas no se expresan literalmente. Son más


eficaces cuanto más veladas. Basta con evocar la posibilidad de que se
produzcan consecuencias desagradables para quien no se deja convencer.

y mllste queyo sostmdri esm mdos los temnos. ¡EII todos los temllos! Y re-
eJI
pelÍa lo de! lemno l7izm o Jetf I.t<tJpara que e! otm se fijara en eltmpo y en e!
garrote y se diera por muido.342

A veces se insinúan las amenazas tan sutilmente que, llegado el caso,


puedan negarse con toda energía, alegando que Wl0 ha sido malinterpretado
0, más frecuentemente, que no se trata de una atnenaza sino de rula mera
infonnación que pretende ser útil al destinatario y ayudarle a ponderar sus
propias decisiones. No cabe ningtUla duda de que está a pWltO de surgír lUla
falacia ad bamblm cuando alguien, utilizando la exmsatio nOIl petita, advierte
que no pretende fo rzar a su interlocuto r:

Por JIIpueslo, usled es libre de ha"r lo que le pare'l!'CllJlejor... pem IIJ{¿d es IVIlS-
dente de que nueJtm Banco eJ uno de los pnllcipales ammáonLes de su penoódico
y estoy seguro de que 110 desea perjudlúmlOs pub/ú-alldo ese artía/Io.

No consiste la falacia en apelar al miedo, sino en hacerlo para sos tener


lUla conclusión o decidir W1a conducta sin alegar razones. Por supuesto,
quien ejerce lUla autoridad normativa Oa del que manda), no precisa recurrir
a razonamientos para hacerse obedecer porque generalmente está
legítimado para castigar la desobediencia indebida. Tampoco es falaz quien
nos advierte de W1 peligro real ajeno a su voluntad. Si nuestro dentista
insiste en que nos cepillemos más los dientes o de lo contrario acabaremos
sin muelas, sin duda apela al miedo. Sin intención falaz de ninguna clase,
nos muestra consecuencias naturales, previsibles, demostrables, para que
conozcamos todas las posibilidades que pueden determinar nuestras
decisiones. El dentista no piensa inten'enir en el proceso; no pretende
provocar las consecuencias desagradables .

342 Clarín, La ~enlao

344
USO DE RA.zÓ;-,¡

-Haga asted /¡¡ que guste, Mawnsey, pero si vota en contra lIuestra, compraré
mis ¡¡!traman'llos en otro Jifio: malldo pongo a~íl'ar al té me gusta sentir que
hago I/n bmejia" al país manteniendo a comenialltes que están del lado de la
jlfJiiáa. 343

Es ta es una falacia que se padece desde una posición de deb ilidad y que
no se puede rebatir racionalmente. En el mejor de los casos cabe pregw1tar
si, además del poder, existe algún fi.mdamento para creer que lo que se nos
impone es razonable.

y como Eunbíades alzase el bastón mmo para pegarle, Temístodes le dijo:


''Bien, tú pega;pero esctlcha",344

Véase también el So fisma Patético.

COIl frecuencia se dice que la fuer:;.a no es UIl argumento. Eso depende por com-
plelo de lo que u quiera probar}45

Falacia de la BARBA
Véase CONTINUUM.

e
Falacia del CALVO
Véase CONTINUUM.

343 G. Elliot, Middlemarcb.


344 Plutarco, Temísl()deJ~ XL
345 \Xlild e~ El alma de! hombre bqjo el sotia/ismo.

345
Ricardo García Damborenea

CARGA DE LA PRUEBA, falacia de elu-


dirla
Véase ELUDIR LA CARGA.

CARRO, subirse al
Véase PO PULISTA.

CASO ESPECIAL, falacia del


Véase EMBUDO.

,
CASUISTICA, falacia de la
Consiste en rechazar lll1a generalización alegando excepciones
irrelevan tes.

piltra esa demallfralizada! Para que luego dtr,mt que las madres aman a SIlS
bijos.

Como es sabido, las reglas generales no se invalidan sei'ialando


excepCiones, sino demostrando que éstas conforman la mayoría de los
casos.

Se esfúer;;:a por dmirtuar una regla citalldo alteo o seis casos en que /lO se 171m-
pie. AUllque hubiera Jido poJible aducir cillme/lta en b'ez de cimv, esos ,útmenta
ejemplos podrían seguir siendo ra'f!mab!emmte considerados como excepciones a
la regla ha.,-ta el momento en que pudiera reJÍltarse la regla misma.34ó

Se trata de una falacia muy extendida, mediante la cual el adversario


intenta llevarse el debate a los cerros de Úbeda o, al menos, concentrar la
atención en los aspectos que sólo a él interesan (excepciones y casos
patticulares). Es lUl rewrso muy fácil porgue mUlea faltan árboles gue
contradigan la orientación general del bosque. Es una argucia muy socorrida
porgue entorpece la discusión y distrae al adversario con detalles nimios. Es
una artimai'ia fecunda porgue contribuye mejo r que ninguna otra a degradar

346 E. AlliUl Poe, El misterio de Alm1e Roge/.

346
USO DE RA.zÓ;-,¡

Wl debate que no se puede g.mar, a falsearlo y a confundir al auditorio.


Verbi gratú:r.

- Mi parádo /10 se ha mezdado en ningúlI taso de lVlrl!l"úín.


- Plles hanpromado al altalde de Torrepureza.
- EfO file tina excepción, /l1l abllf o perrollal,y IZO implicó a mipar/ido.
- Plles era /fll mtimbro de Sil par/Ido, ¿o es que le habiall dado de baja?
- Era de mi partzdo, pero eso /10 •• .
- Y o lo que digo ... etc.

Se combate esta falacia desnudando la intención y distinguiendo con


claridad en tre las excepciones y la regla.

{-l e l/lx/o mllchos J-e'ZOfU de lal! piadosa lVlldicióll que !!e¡:an COIl mucbo l¡alory
padenaCt los deSCUIdos de los criadoJ;' pero lo mil/rano es- lo más ordinario.
Marcos de O bregón.

Dado que este so fisma, para eludir el problema, desvía la atención hacia
los detalles en disputa, podemos considerarla lUla variedad de E ludir la
Cuestión . Y ya que pretende sustituir lUla regla general por otra basada en
las excepciones (las madm no aman a SIIS hijos), debemos incluirla entre las
falacias de G eneralización Precipitada.

- ¿Como es poJib!e, don Santiago (Rusiífog, cómo es posible qlle "sled y SIIS
am¡goj~ que son personas lan forma/u, perJOllaJ"tan buenas y queridas, !reaten-
ten esta.r !J1qierotas del hamo, estaJ mt!Jerolas de trefpeJetas . .. ?
-¡Un momenlo, 1111 momento! - dijo RJiJ"/¡¡o! parálldole en seco-- ¡La m/a
era de cuatro ... / J47

O tras falacias que acompaii.an a las generalizaciones son: Conclusión


D esm esurada, falacia del Embudo, y falacia del Sel1lndum q/fid.

Falacia de la FALSA CAUSA


Utilizamos el término gen érico de Falacia de la fal sa cau sa para refe-
rirnos a todos los errores en la argumentación causal .'"

347 J. Pla, E l maderno gris.


348 T radicio nalmente se la co noce corno falacia de non "msa pro callSa (to mar
po r cau sa lo que no es causa).

347
Ricardo García Damborenea

Vamos a dividirla en dos variedades, según el tipo de error que la


ongll1e:
a. falacias por confusión de una condición necesaria con lll1a
condición suficiente.
b. falacias por olvido de alternativas.

a. Falacias por tomar una condición necesaria como si fuera su-


ficiente
Se producen cuando atribuimos la responsabilidad caus,d a lUla condi-
ciónnecesaria, o sea, a lm componente de la causa. Es frecuentísima.

No hay razón para que se pare el tVehe. Tióle gasolina de sobra.


DéjeJe /lsted de historiar. E l paro alimenta porq/le hay muchar h/lelgas.

Simplificamos al considerar únicamente un aspecto del asunto. Puede


replicarse: es eso, pero no sólo eso. Todos sabemos que el desempleo no res-
ponde a lUla causa {mica: Puede aumentar por razones demográficas,
económicas, laborales o sociales (cambios en la política de inmigración,
incorporación de la mujer, etc.).

Álvaro- ¡No hay deredJo! Dijiste que si arreglaba mi habLiación podria ¡j. al
a/te. Ya eJlá arreglada.
Su madre- Si,pero le pedí que lo húieras esta ma/lana.

O rdenar la habitación es lUla condición necesaria. La suficien te in-


cluía, por lo que vemos, que se arreglara a su hora. Con frecuencia olvi-
damos que la oporU!nidad opera como una condición necesaria.

La esposa, señalando los destrozos del aparador- ¿l-las tisto, mona·


da, lo que has hecho al tÚ'arme la plalltha?
El marido- ¡Tú tienes la mlpa, por agathar la ,,,beza! Xaudaró.

Agachar la cabeza es condición necesaria para que se destroce la vaji-


lla, pero ni con mucho, salvo que intervenga la magia, es condición sufi-
ciente.

Una amiga-Ayer me sentóJatal la langosta.


La otra- ¡Qué raro! Seria otra ,vsa. Yo también tVm! langOJlay 110 me hizo
da/lO.

Cotner langosta es Wla condición necesaria, no suficiente. N i siquiera


que esté contaminada forma una condición suficiente: varía mucho la

348
USO DE RA.zÓ;-,¡

sensibilidad individual a los tóxicos (condición necesaria). Si juntamos las


tres, se da la condición suficiente: ha comido langos ta, en mal estado, una
persona sen sible.

b. Falacias que olvidan alternativas. La falacia post hoc 349


Aquí se incluyen todos los errores causales producidos al interpretar
precipitadamente cualquier relación como si fuera causal. Se agrupan bajo
la denominación genérica de Falacia post hoc. Puede cometerse de
vana.') maneras:
1. Por sentar la relación causal a partir de una coincidencia.
2. P or confundir la causa con el efecto.
3. Po r olvido de una causa común.
4. P or encadenar las causas injustificadamente.

1. Por sentar una relación causal a partir de una coincidencia


La sucesión o coex istencia de dos hechos conforma el punto de par-
tida de cualquier razonamiento causal, pero no basta. También es la prin-
cipal fuente de sus errores, en especial cuando el número de observacio-
nes resulta insuficiente, como suele ocurrir en la mayor parte de nuestros
argumentos cotidianos. Lo más probable es que se trate de WM coinciden-
cta.
Por ejemplo:

UJted es /l1l illmrable tabeza loca porque lIadó c/lalldo el Sol Je paseaba por de-
/allle de /a mllJ/e/aaoll de AOjarlo en presenaa de Urallo.
Cualldo mi tio se fue a ""ir a La l'{amna, de;o el cafoy .fe pa.ró alpoleo. No le
puedes figurar lo que mtjoro Sil arma.

Nuestra cordial enhorabuena, pero la mejoría del asma nada tiene que
ver con el poleo ni con el café. Todos los asmáticos mejoran en un clima
seco como el de La 11 lancha. Con el mismo fundamento se puede atribuir el
éxito en la vida a nacer en Jueves. Que dos cosas aparezcan juntas no signi-
fica sino que han aparecido jWllas.

- Siempre que /al'O mi {Vine se pOlle a 110,.r.


- ¿ y mando 110 In /a,'a?
- Tambiéll II/leL'e.
- ¿ y a qué In atn'buye?

349Su nombre deriva de la antigua denominación de la falacia: P OJI hOl; ve!


mm b(}(,~ tv!l sinae "Ot~ ergo propter hoc, que para n osotro s significa: Tras esto o con esto o
Jin es/o, I/lego a ({¡lisa de esto. También se la denomina FaJada de correlación accidental.

349
Ricardo García Damborenea

E s el error más frecuente en la argumentación causal. Responde al


mismo defecto mental que las generalizaciones precipitadas. D e hecho es
la generalización precipitada de una asociación de sucesos. La utilizamos
sin pudor para atribuir culpas a quien no corresponden:

Pio['e) ¡ponv gmrrno!


No hay dinero para pe/lSiones porque Je lo gastan en amJamento.

Se refuta con facilidad demos trando que no existe una relación s igni~
ficativa, o sea, que estamos ante una coincidencia. No es dificil probar
que el efecto tiene lugar aunque no intervenga la causa, o que está produ~
cido por otra causa distinta de la que se pretende:

- ¿Cuánto tarda en atrar la gnpe (011 u/a medimaoll?


- Una semana.
- ¿ y JÚI ella?
- Siete dias.

E s el mismo error que cometemos cuando nuestra observación de la


realidad es incompleta:

lAs riadas se !la'an InJpUel!teJ llUaVJ, pero no p/leden mil Ins puentes romanos.
Es 'I.idente que se hunden Ins puenteJporque no se mllstm)e hoy mmo antaño.

Esto sería cierto si los puentes romanos, en general, se mantuvieran en


pie, cosa que no ocurre Oa tnayoría de los puen tes romanos se han
hundido), y, por el contrario, los puentes nuevos, en general, se hWldieran,
lo que tampoco es verdad. E stamos ante una Generalización Precipitada.

Lo mismo ocurre cuando nos dicen que el consumo de maril1Uana fa~


vorece el paso a drogadicciones más duras po rque el 75% de los drogd~
dictas comenzaron fumand o marihuana. ¿Qué ha ocurrido con esa pro~
bable mayoría de fwnadores que no se han convertido en adictos a otras
drogas?
Un anuncio de los habituales en TV dice:

E stl/dios deml/eJtran que mujeres que deJayllllan Special K pesan menos que !as
que 110 In desayunan.

350
USO DE RA.zÓ;-,¡

Dejando a un lado eso de "estudios demuestran" que es una flagrante fa-


lacia de Falsa Autoridad, el a11W1Cio nos invita a olvidar que las mujeres
que desaylman esas cosas suelen seguir una dieta para perder peso.

2. Por confundir la causa con el efecto (inversión de la causa)

ElgimnaJio IZO er bueno para adelgazar, eJlá lleno de gordos.

¿El gimnasio engorda?

Una flll1cionaria de la oficina de empleo a otra- No me exfralia que


eslos tipos no consigan empleo. ¿Has nito qué gmte más irrúable?

¿No será, al revés, que estén irritados por la falta de empleo?

Dos aborígenes australúJ/los tan a Estados U Hidosy I.en porprimera '''z a !In
hombn; pradzúmdo e! esq!li amátúv, serpenleando y dando rallos almledor de!
lago.
- ¿Por qué "a lan de pnia el barto? -pn;gllllta 11il0 de IoJ aborigeneJ.
- Porque le perrigue e! loto de la merda --tolltesla el otro 3 50

3. Por olvido de una causa común

E>""úte Itlta comlaáón mire el consumo de agua minera!y la falud de /os Iliñof.

Esto no puede servir para bendecir el agua. Hay W1a causa común pa-
ra atnbos fenómenos. Los nUlOS que conSUlnen agua mineral son más
pudientes y disp on en no sólo de agua sino de un conjunto de elementos
(comida, ropa, educación) que contribuyen a su mejor salud.

Los nitlos de brazos más largos razonan mejor que los de brac;os más ("Ortos.

Sin duda razonan mejor y tienen los brazos más largos los niños de
más edad.

He decidido 110 dormir más en ulla cama. Casi todo el mundo mlfere en la ca-
ma.

La enfermedad produce ambas co sas: guardar cama y morir.

350 Paulos.

351
Ricardo García Damborenea

4. Por no considerar la existencia de un intermediario


Es o tra fOlIDa de simplificación.

El causallte del Mal de las "''''as lotas es e/ afán de lutro.

Si ponemos las cosas en sus justos términos, deberemos decir:

El afáll de IlItro, más el depredo de la ley, han JlImlado el empleo de piensos


cárnicos iJifedadoJ,y estos hall prol'Ocado el Mal de las ¿'(Icas !ocas.

Ahora está más claro qué es lo que debemos combatir. Si el afán de


lucro no se asocia con o tra condición necesaria, no hace daño po r sí
mlsmo.

Ni e/ {abato Ili el a/cohol lIi la ",miera matan, tomO 110 matall los i"Uthi/los.

5. Por encadenar las causas injustificadamente

Si 110 Iltln'e, habrá ql/e regar eljardílly e/ milo.re mojará los pies mil el agua de
la mallgl/era, de lo qlle resultará Ulla illflamadóll de gargallta. De manera ql/e,
Ji no lluete, tendremos al niño et!lermo.

Debiera decir:

Si 110 Iltlnt, habrá que regar eljardzíl (¡zetesarzamenle),y e/lliño la! "z se mOje
o tal t'ez no .re mqje mspies, de lo que puede resultar, o IZO resultar, una ilijección
de garganta. De manera que, Ji no l/¡Iue, sabe Dios lo que pasará con el niño.

Siempre que se utilizan cadenas argumentales cabe la posibilidad de


que se nos cuele algún eslabón inadmisible. No le sorprenda que alguien
pretenda hacer pasar como explicación razonable una cadena causal fan-
tástica:

EIJamón ha" bebery e/ beber qutia la sed; ergo e/jamóll qlltla la sed. 35I

Como dice ]\ lontaígne: H aga el disdpl/lo burla de lales tosar. E s más sagaz
burlarse que colltestarlas. He aquí el argumento más brillante de Fray Ge-
rundio de Campazas:

351 Montaigne, 1, x"''XV, De la edumtión de ¡OJo niños.

352
USO DE RA.zÓ;-,¡

Santa A naftle madre de M aría; M aría ftle madre de ensto; luego santa Al/a
es abuela de la Santísima Tn·mdad.

A es te grupo corresponde la falacia de la Pendiente Resbaladiza o fa-


lacia del Dominó.

Hijo, baJla /VII tilla copa para tI,idar e! camtllO de! allVholúmo. ElpnnzerpaJo
es crucial. Si lo pntebasy te gusta, que"Yif máf, y L1fClnto már consumas máf
depel/diente te harás, haJla acabar completamente alcohólúv. H a'(tJle ca.ro: /o he
asto ml/dJas t'et:es.

Se pretende que las cosas ocurren como al que tropieza en lm escalón


y no cae al siguiente, sino que rodando recorre todos los peldaños hasta
el final de la escalera.

Si IIsted permite la eutanasia en este (XlJO en que parece justificada, en/ollces


cualquierpaciente que no esté en mza situación lennina!podrá escoger ex/a forma
de Juú:idio legal,y, a COIlÚ'1lI1acióll, cualquierperrona Jimplemente depn'mida po-
drá de<idir elfin de Stl tida <VII q)'lIda médúw.

En una mala cadena, como ocurre en es tos ejemplos, no se justifican


los pasos. Se traen las conclusiones por los pelos y como mejor conven-
ga.

Un camionero llama a la radio para protestar por una tractorada que


bloquea las carreteras: ¡No me dejan trabajar! Si no trabajo tina semana, no
llego afin de mes. Si no llego afin de me.r dejo sill pagar /lna letra. Si dejo sin
pagar /lila letra me embargan elpúo. Si me embargan elpúo, me deja mi mujer.
Si me deja mi mlljer, ullgo que pegarme 11/1 timo

6. Por simple mala fe


Una triquiñuela muy extendida consiste en decir la mitad de la verdad.
La televisión está llena de anuncios sobre productos dietéticos que o bran
milagros . En general, para no caer fuera de la ley procuran decir la ve r-
dad: no prometen curaciones sino "ayudas".

E lyogl1nito X q)'lIda a aJntmlar el mlestemL

Lo que no dicen es cuántos kilos de yogurcito habría que tomarse ca-


da día para lograr lm resultado que fuera significativo.

353
Ricardo García Damborenea

En Resumen:
Distinguimos dos variedade s en la s falacias de Falsa Causa:
a. Falacias por confusión de condiciones que consiste en atribuir la
re spon sabilidad causal a lUla condició n ne cesaria.
b. Falacias del post-hoc que e stablecen una relación causal sin o tro
fundamento que la ap arició n sinllUtánea o sucesiv a de dos h echos. Se
puede producir po r:
1. no de scartar la casualidad.
2 . inversión de la causa, cuand o se confund en causa )' efecto .
3. olvido de un a causa común.
4. no con siderar la exi stencia de un intermediario.
5. encadenar las causas injustificadam ente .
6. po r simple m ala fe.

-¿Por qué , 't i u.rted por la calle dmzdo palmada.r?


- Para espantar a los elefantes.
- Pero si no hay nillgullo.
-¿Lo le usted? ¿ Ve cómo da resultado?

,
CIRCULO VICIOSO, falacia del
Véase PE TICIÓN D E PRINCIPIO.

,
COMPOSICION, falacias de la
y la DIVISIÓN
La falacia de Composición se produce cuando atribuimos a un con-
junto cosas que solamente son ciertas en las partes. Venimos a decir:
como todos los componentes son buenos (o malos), el conjunto ha de
ser bueno (o malo).

Por fuerza fe trata de tilla orquesta magJl!fica porque todor lar profesores roJl
e:x.traorrlinanor.

Los directores saben muy bien que no es así. Una cosa es inducir que
todos /os proftsores son extraordúlarios y o tra, transformar esa conclusión en algo
distinto: el todo, el mlljllllto, es extraordúzario. Estamos ante una variedad de la
Falacia de Conclusión D esmesurada. No se pueden trasladar las virtudes de

354
USO DE RA.zÓ;-,¡

los individuos al conjW1to (¡qué más quisiera el Real Madrid!). El presidente


Rodríguez Zapatero, gran devoto de salir del paso con cualquier falacia,
decía:

Portalmr la.,. lVml/mdades autóllomas es fortalmr el Estado porque formall


parte de ély la forta!ec::.a de cada parle lo es de Sl/lVll/lmto

Lo que se predica de las partes no siempre puede predicarse del todo.


Una buena colección de frases no hace W1 buen libro. Cosas que son ciertas
separadas no tienen por qué serlo cuando aparecen w1idas. La sal común,
pese a que sus componentes, d oro y sodio, son tóxicos, es indispensable
para la vida. Los hermanos Álvarez Quintero eran brillantes cuando
escribían jW1tOS y mediocres si lo hacían por separado . .A los hermanos
l\ lachado les ocurría lo contrario.

La iglesia es la ig!eJia de los pobres, luego la ig!eJia es pobre.


Iglloro por qué la salsa !1O es bUella. Todos fUJ '/¡gredienteJ JOIl deliáoJOJ.
Cuando una beata .re cara COIl U/l beato) !lO reJulta Jiempre UIl matn'mollio bea-
tO / 52

El caso opuesto se da en la Falacia de la División, según la cual las


paltes disfrutan las propiedades del todo.

Debe Jer muy bllen jugador, porque está en fin equipo magnifilV.
Es 1m gobienlO dubitatil'O. Se t'e que fUJ millislros fOil indecisos.

Bien pudiera ser que no se pongan de acuerdo entre ellos.

Juana es Mil encanto~ luego Sil nan'z eJ UIl elU'ClIlto.

O pinaremos cuando la vean1Os.

Falacia por CONCLUSIÓN


DESMESURADA
Error inductivo que se comete cuando, a partir de datos ciertos, lle-
vamos la conclusión más lejos de lo que aquéllos permiten . Es LU1a fo rma
de Falacia por O lvido de Alternativas .

352 Lichtemberg, Aforismos. VerdadeJ' de perra cbim.

355
Ricardo G arcía D ambo renea

Con frecuencia, siendo ciertos los ejemplos, nos empeüamos en obtener


de ellos lo que no dicen. Es conocida la anécdota del sabio que a la voz de
¡salta!, lograba que cada una de las pulgas de su colección se introdujera en
W1 frasco. Arrancó a una pulga las patas traseras y al ordenar ¡salta!, la pulga
no saltó, y lo mismo ocurrió tras arrancar las patas a todas las demás. El
sabio, entusiasmado, anotó en su cuadelTIo: Cuando Je le quitan las palas Irase-
raf a IlIla pulga deja de oir}5}

H q pocas Jelloras entre IOJ Dip/ltadoJ. Pare" q/le a las mlljere.r /lO lex atrae la
polftú-a.

Si cinco aywltamientos catalanes piden la independencia y novecientos


no dicen nada, no puede concluirse que novecientos ayuntamientos no la
desean: ¡LnJ t!YtIIltamienlos catalalles rechazan la illdependencia!. Tal vez no la
desean, pero lo único que consta es que no la han solicitado. Caben otras
explicaciones alternativas: no quieren manifestarse, no pueden (por falta
de mayoría independentista), no se han parado a pensarlo ...

Los restallrantes que están Jiempre 1!elloJ dan muy bzen de comer.

Las razones por las que lm comedor esté habitualmente lleno pueden ser
diversas: sus precios son atractivos, es limpio y rápido, ocupa un
emplazamiento idóneo, está de moda, lo regenta Julio Iglesias ... y todo lo
que se quiera y no tenga nada que ver con la comida que sirven.

E l i/ld,á de participaáón en !as e!eaione.r mUllúipa!e.r ha sido de! 24%. S e te


q/le la gente está harta de loxpolfti,my eEge darler la "palda.

Tal vez, pero no necesariamente. Los electores reducen su participación


cuando hay lm g.mador indiscutible. Lo mismo ocurre cuando no les
inquieta el resultado por estimar que la administración del municipio está
asegurada con cualquier candidato.
Concluyen desmesuradamente los partidos políticos cuando intetpretan
encuestas sobre el voto de los ciudadanos. Tienen éstas la virtud de lisonjear
las esperanzas de todos los afectados. O curre lo mismo con los resultados
electorales: nadie confiesa haber perdido las elecciones.
Véase también la falacia de la Composición.
Otras falacias que acompailan a las generalizaciones son: Generalización
Precipitada, falacia Casuística, falacia del Embudo, falacia del Setundllm qllld.

353 Paulos, Pienso, luego río.

356
USO DE RA.zÓ;-,¡

CUADRO SINÓPTICO DE LAS DlSTINTAS FALACIAS QUE


ACOMP~'\'ÑAN A L,\,S G ENERALIZ~'\'CI ON ES
Si gen eraliz amos d esd e casos in s uficie ntes o e xce p cio nales, cometemos Wla fa -
lacia de Generalización precipitad a.
Si nue stra gen eralizació n v a más le jos de 10 que auto rizan los datos, incurrimos
en una falacia de Conclus ión d es m es urada.
Si n egrunos q u e las reglas gen e rales tengan e xcep cio ne s o si aplicamos lUla re-
gla general a una excepción, com etem os una falacia de Secundum q uid
Si rec h azamos una regla general po rque e xis ten excepciones, caem os en una fa-
lacia Casu ística.
Si rechazamos la aplic ación de lUla regla apelando a excepciones infundadas,
incurrimos en una Falacia del e m b udo.

,
Falacia por CONCLUSION
EQUIVOCADA
Véase NON SEQUITUR.

Falacia del CONSECUENTE


o de afirmar el consecuente
Se produce cuando en un argumento condicional se concluye afir-
mando el consecuente. Por ejemplo:

Si algHielt es madri!etlo, mtomrs es espatlo!.


El Cid es espatlo!'
Luego, es madnleño.

E n esquema:

Si A, entonces B.
X es B.
Luego, X es A.

Olvida esta falacia que B puede ser consecuencia de otras cosas distintas
de A.

Si alguien toma áallllro re monrá.


Lu abllela Je ha mllerto,
U NgO. ha tomado '''1fturo.

357
Ricardo García Damborenea

El consecuente forma una condición necesaria. Si falta (si la negamos)


podemos negar el antecedente: Si IZO se ha muerto es seguro que no ha tomado
cianuro. Po r el contrario, si la afirmamos, no podemos extraer ninglU1a
conclusión porque no es una condición suficiente: puede haber muerto
de o tras muchas maneras.

Quien incurre en esta falacia lee la primera premisa en ambas direc-


ciones: Ji loma cianuro, se muere,] si se muere, ha tomado ,--ianuro. Es como si, al
afinnar que todo gran ciclista es narigudo, asumiéramos que todo narigu-
do es un gran ciclista. No es oro todo lo que reluce, atll1que todo oro
reluzca.

Si un canan'o canta es que e.ftá VilV .


Mi CClllano eJtá I:il/O,
Luego, canla.

Can tará si quiere, o si puede . Se llama Falacia de afirmación del con-


secuente o Falacia del consecuente po rque se produce cuando afirmamos
el consecuente. El argumento correcto, repito, lo niega. No es preciso
volverse loco para descubrir es tas fal acias, pero conviene es tar atento.

Si compras el tothe no te llegará el dútero ajin de mes.


No te llega el dinero ajin de mes,
LRego, has comprado el ,Vine.

Véase la falacia del Antecedente.

CONSEQUENTIAM, falacia ad
o de las Valoraciones Irrelevantes
Pretende refutar una tes is o un plan apelando a consecuencias irrele-
vantes para lo que se intenta demostrar. Viene a decir: esto ha de ser
fal so po rque conlleva consecuencias que no nos convienen o, al revés,
esto es muy bueno por sus efectos complementarios. Veamos un eJem-
plo:

Racionalidady capaádad de análisis l/O pueden ser tonsiderados atnbuto.r mas-


má"os. E quitale a ton"der a los hombres una t",/taja izzjl¡.rtiftcada en lar de-
mandas de empleoy en las promociones.

358
USO DE RA.zÓ;-,¡

¿Qué es lo que se discute? Si la racionalidad es, o no, un atributo


masculino. Sin duda no lo es, pero lo que afirma nuestro ejemplo es que
110 debe serlo, independientemente de que lo sea o no, porque acarrearía
tVIISettle/UÚ1S indeseables. Es lUla falacia que deforma la realidad insertando
juicios de val or do nde no hacen al caso. No es posible resolver si la
propo sición es verdadera o falsa alegando que no es ... deseable.

i'lo me interesa si el Gobierno liene razón. En ningún (aso 110S íVIlt'iene reeono-
drsela.
No procede tomar dedaraáó/1 al exprrwdmte GOIlZá!eZ porque represmtaría
/1/1 estigma para JII perro l/a.

No se ría: lo dijo lm juez. A Galileo nadie le negó los hedlos.


Sinlplemente se consideró desastrosa la posibilidad de que pudiera estar en
lo cierto. No tenía razón porque no convenía que la tuviera. En 1999 se
protestó por la concesión de un Osear honorífico al director de cine Elia
Kazan. Los disconformes alegaron que hace cincuenta años colaboró en la
caza de bngas contra los COffiLU1istas. No negaron los méntos
cinematográficos de Kazán. Tampoco negaban que el Orcar sea tul
reconocinliento al mérito estrictamente cinematográfico. No importa.
¿Recuerda alguien que Lope de Vega denunció herejes a la Llquisieión?
Hace lmos años se conmemoró el centenario de Clarín, autor de La Regmta.
Surgieron protestas del mismo estilo cuya fÍJente prefiero silenciar:

Se qlliere ,,!ebrar a bombo y plattflo el amúrsario de 111/ escritor myas malida-


des literanaJ IZO ['amos a dúalúr, pero sobre Cl!]a posición docLn'lla!, en manlo a
Iluestra Fe se refiere, !enemos Jen'os reparos que oponer.

El denominado Pel/samie/lto Politi",mente ComcffJ pretende expurgar de las


bibliotecas públicas (y si fÍJem posible, de la historia) toda literanlr3 racista o
sexista, sea cual sea su calidad. Este es caso de Hllck!ebmy Fúm por ejemplo,
y de casi toda la literatura desde los tiempos de H omero.

La objetiL1dad l/O debería exiIlir en elperiodúmo ... El deber supremo delperio-


difla de i'{!lllierdas no es serl'ir a la [/erdad, ÚIlO a la fuo/¡,cióll .354

La publicidad abusa sin fatiga de este sofisma. Al ser muy parecidos los
productos de las distintas marcas , los cOlnerciantes acentúan valores que no
vienen al caso: las pasiones que despierta lUl perfume, o el prestigio que

354 Salvador Allende. Citado por e Rodríguez Braun, Diaionario políticamente


incorredo. Periodismo.

359
Ricardo García Damborenea

aporta calzar determinadas zapatillas deportivas... Lo mismo ocurre con los


cantantes pop que dedican su concierto a la mujer afgana (o a la difunta
princesa de G ales). Ahora les ha dado a los publicitarios por la ecología y la
ayuda al Tercer 1 [lllldo: si uno compra determinado artículo recibe
satisfacciones complementarias porque contribuye a la protección de la
naturaleza, o porque una parte de lo que se pague irá destinado a los pobres.
El mensaje acentúa ventajas que nada tienen que ver con el producto.

Alababall a Filipo de hermoso, eloCllente y buen bebedor; mar Demóstelles di¡o


que tales loas mmSjXJlldíall más que a 11/1 rry a ulla mujer, a IllZ abogado y a
una esponja355

Conviene recordar lo que señalamos al hablar de las valoraciones: ¿es


relevante el principio que se alega para este caso? ¿Complementa otras
razones O las sustituye? Cuando lo que está en juego es lo preferible, toda
valoración adicional es perfectamente legítima: déme el más barato, el que "'gala
PUlltos, el emlogúta. Por el contrario, si lo que se discute es la calidad objetiva
de un producto o la verdad de lUla afirmación, cualquier valoración
complementaria está fuera de lugar.

La ",estióll no es saber ú las medidas pmútar por la ley [aute la peste} son
graa:J, Ji 110 Ji JOIl lleaJana.r para impedir que muera la milad de la pobla-
ciÓIl.356

CONTINUUM, falacia del


o argumento de continuidad, también llamada fa-
lacia del montón, de la barba o del calvo.
Consiste en asumir que pequeñas diferencias en una serie continua de
sucesos son irrelevantes, o que posiciones extremas, conectadas por pe-
quei'ias diferencias intermedias, son la misma cosa porque no podemos
establecer wl1ímite ob jetivo para el cambio. Como esta definición parece
un galimatías, veamos algllll ejemplo .

355 l'vlonliugne. Ensqyos, XXXIX: Comidemdones sobre L/cerón.


356 Albert Camús, La pes/e.

360
USO DE RA.zÓ;-,¡

-¿Dos granor de tni,o SOII montón de trig o?-No. -¿ Y a/[adiéndo!eJ otro


grallo? -Tampoco. - ¿Y at7adie/ldo otro? -Tampom. - lJ,ego /lUllm ha-
brá mOlltón, múmtras se atiadan/lno a UI/O. Eubulides de Mileto. J57

Lo dicho, las pequeñas diferencias en un cambio gradual son


irrelevantes. Es lo mismo un grano que un montón. Del mismo modo se
puede argüir en sentido contrario . Si a lUl montón le quitamos un grano,
sigue siendo montón ... y así, cuando solamente quede un grano, diremos
que es un montón. Si las diferencias graduales son irrelevantes, da lo mismo
uno que muchos.

Si a quún no es callO se le arral/ta /In pelo, 110 queda tallO; si se le quita otro,
tampOtv;y así, peh a peh, milita será mlIV. E ubulides de ~ Weto. 3S8

Es tamos ante cambios graduales. Podemos diferenciar con claridad las


pos iciones extremas, el principio y el fUlal , pero somos incapaces de señalar
el límite donde se inicia el cambio de la una a la otra: ¿dónde mmienza el
monlólI? Sin duda existe Wl lúrute, Wl umbral más o menos amplio en que se
produce el cambio. Aunque nos movamos a lo largo de un continuo en el
que las variaciones de grado resultan inapreciables, ha de existir un pW1tO en
el cual lUla pequd\a diferencia determine un cambio decis ivo. Las medicinas
son eficaces cuando alcanzan Wla concentración sanguúlea suficiente. Un
solo pasajero de más detennina el hlUldin1iento de lUla embarcación, y una
ramita de sobra el desfallecimiento del asno que carga la leña. Nunca
sabemos cuál es el último de los pocos o el primero de los muchos. El
mismo problema surge siempre que empleamos cantidades in1precisas:

Si alguien q/liriera saber atánto hay que miadir o quitar para qlle el n'·o sea
pobrti; el dlebrti, destono"do; lo mutho, poto; h grande, peql/efio; h largo, corto;
h ancho, estretho;y al tontrano, no podríamos mponder nada Jeguro y ,úrlo.
Cicerón.359

La falacia suele afirmar:

a. que no existen diferencias entre los extremos.


b. que, si ex isten, cualquier lin1ite que pretendanlos establecer será
arbitrario.

357 Diógene s Laercio, II, E /I(:Jjdej~ no ta.


358 Ídem.
359 Cicerón. Cuestiones Académicas, 11, x..:'XV III.

361
Ricardo García Damborenea

Así cabe sostener que no existe la pobreza o que, si existe, es imposible


determinar ellúnite entre pobres y ricos. Con los mismos criterios se arguye
que, siendo graduales los cambios del embrión humano y dado que al nacer
es lma persona, debemos considerarlo así desde el momento de la
feclilldación. D el mismo modo, al ser graduales los cambios entre la vida y
la muerte, sería arbitrario establecer lill limite preciso entre ambas. Todos
estos razonamientos tienen su corolario: como no es posible conocer el
umbral de la pobreza, no podemos subvencionarla; como el embrión es lilla
persona, todo aborto constituye lill homicidio; como no sabemos cuando se
produce la muerte, toda extracción de órganos para lill transplante equivale
a un asesinato .

Todo reaen naádo es I/Ila persolla. Su desarrolln desde el embnoll hasta elfito
maduro es gradual, JÚZ que exista un PUlltO en que su naturaleza cambie abrtlp-
lal1le/lte. No exlite IIn PUllto en que podamos collJiderar qlle matarlo es lía/o.
En tonseafelzcia, la interrtrjJciólt del embara::.:p es tan ilícita ívmo el aJesinalo de
JfJl mIzo.

Que no conozcamos el momento en que se producen los cambios no


significa que las cosas no cambien. Un embrión no es lilla persona, como
lilla semilla no es lm árbol. La diferencia entre el calor y el frío es lma
cuestión de grado, pero nos impOlta mudlo. No decimos que, como son
cambios graduales, no existe diferencia, ni pensamos que hace calor Cl.lando
el termómetro seí'íala 2°C. Es cuestión de grado la distancia de lo creíble a lo
increíble, de la sordera a la audición, de la juventud a la vejez, de la vida a la
muerte. No siempre sabemos en qué pWltO se produce la diferencia, donde
figura el umbral de la nueva cualidad, pero podemos apreciar que es nueva,
que algo ha cambiado: ¿cuándo Wl niño se convierte en hombre? ¿qué copa
produce la embriaguez?
O tra cosa es que para facilitar nues tra mtervención en los
acontecimientos, fijemos límites convencionales en el desarrollo de Wl
cambio gradual. El portero de mi casa tiene señalada la temperatura matinal
por debajo de la cual debe encender la calefacción. En los camiones yen los
ascensores figura lill rotulito que señala su carga máxima autorizada: en
ningún caso se auto riza más, alillque el camión pudiera transportarla. Son
wnbrales prudenciales que permiten regular nuestras conductas. Así, los 18
aüos sei'ialan el comienzo de la vida adulta y el ejercicio de nuevos derechos
y obligaciones; determinado nivel de renta seüala el lúnite oficial de la
pobreza; llamamos muerte clúlica a la que ha alcanzado Wl grado
irreversible de lesión cerebral. Los umbrales que establecemos pueden
seüalar restricciones por encima o por debajo del lúnite: mayoría de edad
desde los 18 aüos: nlillca antes alillque se trate de Wl muchacho muy

362
USO DE RA.zÓ;-,¡

maduro; se autoriza el aborto antes de las doce sem an as de ges tación: en


ningún caso (salvo situaciones excepcionales) después, alUlque el feto no sea
todavía lUla persona. Establecemos límites pmdenciales amplios para evitar
toda intervención en las situaciones poco claras. Un feto menor de doce
semanas no cwnple los requisitos para ser considerado persona, pero no
estamos seguros por encima de dicho plazo.

A la media bora de la jeCIIlldacióll de UIl buev'o aÚIl /lO hemos aLrat'esado la


frontera que separa IIIl tro~ de malena humana de /l1l Jer humano, ti los atatro
meJesya eJtamOJ al otro lado de la frontera, a los mtom díaJ alÍn no la hemos
07lo;.ado, a IoJ tm mesesya estamo,. al otro lado .. . 360

Por supuesto, los límites convencionales no son inamovibles. Los


cambios en nuestros conocimientos o nuestra sensibilidad, pueden
modificarlos . Por e jemplo : ¿dónde está el límite de lo tolerable? Es evidente
que nuestros criterios se han modificado en los últimos cuarenta años. Hoy
consideram os que la llamada limpie'C" étnúYi es intolerable, justifica nues tra
injerencia, incluso nos obliga a intervenir militarmente . Antaño no ocurría
así. Un concepto difuso como lo intolerable admitía wnbrales más elásticos .
A quien persevere en la falacia sin atender a razones, es preciso
arrastrarlo al absurdo. Se le pregunta, por ejemplo, cuánto dinero necesita
lUl hombre para que lo llamemos rico. ¿Y si le quitamos lU1 millón?
Seguirem os quitando millones hasta que nuestro contrincante perciba el
límite de su p ropio ridículo y reconozca que está equivocado.

Uso de la limlcia,y lomo pelos de cola equina


paulatinamente afTClIltV tillOy luego otro.J61

¿Cuántos años necesita lUla person a para ser vieja? ¿D ónde comienza el
exceso en la comida? ¿En qué plU1tO la sencillez se transforma en grosería y
el humor en bufonada? ¿Cuánta agua necesita el trigo para resplandecer? ¿y
cuánta más para arminarse? ¿y dónde está el límite? ¿Diremos que es lo
mismo regar y no regar?
Los antiguos la llamaban falaz"1 de! montón (por el de trigo), de la barba
(¿cuántos pelos se precisan para considerar que un hombre tiene barba?) y
de! wlw.

Pero Grullo-Quien tiene pOlYJ, tiene;y si tiene dos pOlYJJ, tiem algo,".} si time dos
algos, más es;y Ji tiene dos mases, tiene mm:ho;y si tiene dos mudJos, es n('o.362

360 J. \Xlage nsberg, A más cómo menos por qué, [652].


361 Ho racio, Epístolas, 2,45-47.

363
Ricardo García Damborenea

CUESTIÓN COMPLEJA, falacia de la


Véase PREGUNT AS M ÚLTIPLES.

D
DESEOS, falacia de confundirlos con la
REALIDAD o WishfUI thinking (hacerse ilu-
siones)
Consiste en considerar exclusivmnente las posibilidades favorables de
un suceso, menospreciando el resto de las alternativas .
Quien incurre en esta falacia piensa que las cosas irán bien porque
pueden ir bien. Es Wla forma de turbación afectiva de la inteligencia que
nos lleva a confw1dir nuestros deseos con la realidad o , si usted prefiere, lo
que es mermnente posible con lo que es probable o seguro.

A menudo doy por hecho lo que sóh es posible.363

Cuando Creso preguntó si debía emprender la guerra contra los persas,


el oráculo predijo que si lo hacía destruiría un gran imperio. No se le ocurrió
preguntar de qué imperio se trataba, y emprendió la guerra confiadmnente.
La realidad fue que cayó W1 imperio: el de Creso. 364
Habitualmente encadenmnos las ensoilaciones según el modelo
popularizado en el cuento de La lechera, lo que nos lleva a construir
arglllnentos basados en una serie de relaciones cau sa~efecto que concluye en
W1 flflal remoto e innecesario, pero atractivo.
Estmnos ante una falacia opuesta a la Pendiente Resbaladiza. Al
contrario que ésta, anima a dar el primer paso. Aquí se trata de mostrar un
resultado final extremadmnente positivo pero tan incieLto como la
catástrofe que nos mnenaza allí. El motivo es el mismo: ofrecer un

362 Quevedo, LoJ Jlfcños.


363 O vidio, Amores, 2, 13.
364 Herodoto, 1, 91.

364
USO DE RA.zÓ;-,¡

panorama gue distraiga de la falta de méritos del hecho o decisión gue se


discuten.
A veces se enfrentan ambas falacias, como ocurre en las campañas
electorales: los contrincantes se sacuden golpes de pmdúnte resbaladi,;.a y soifar
d"pierto mutua y suces ivamente. Sin llegar a estos extremos, no es raro gue
en todos los debates públicos en gue se emplea la una, surja la otra. Por
ejemplo:
Un megamuseo urbano se puede defender, medi'U1te Wla pendiente
resbaladiza, alegando gue: de no comtmirlo la dudad perderá renombre y atradú";
atraerá menos tunj"tar; algunos negodor 110 se instalarán ] otros aballdonarán la dudad;
fe perderán empleoJ; s!lbirán lof impuestos y demnderá el pmio de las propúdades
inmllebles. Un desastre.
Por el contrario, se puede combatir con una buena enso;\ación: es mejor
emplear esa mOlllalla de millolleJ en mejorar laJ ¡'!fraeslnldllrCJj~ el traJporte y la
edllcaaon, lodo lo cual atraerá mCÍJ illdMlnas, combalirá elparo y pennilirá que ba¡áz los
impuestos.
Seguramente ni la falta del megamuseo eguivale a desastre ni el
rechazarlo nos traslada al paraíso. Ambas posiciones son falaces porgue
aceptan gue las posibilidades remotas son ciertas y automáticas.

"Bolademil"" soslenia que el molúlo podria hattrse en !In año. En adelante, de-
claró, se ahorrarla tanto trabajo, que los animales sólo teudrian tres dias labo-
rables por semana. "Napoleón ", por el mntrano, sostenia qlle la gran nemidad
de! momento era alimentar la prot/;mión de comeslibleJ, y que si perdian e!
lúmpo en e! molino de denlo, se morir/an lodos de hambre.365

Véase también la falacia del Jugado r.

Falacias de FALSO DILEMA


Se produce una falacia de falso dilema, de la misma forma gue en todo
argumento disyuntivo, cuando se emplean ténninos en disyuntiva gue no
son ciertos, exhaustivos o excluyentes.
El arglUnento del dilema consta de:

Una disyunción gue recoge dos únicas opciones alternativas.


Dos proposiciones condicionales gue analizan las alternativas .
Una conclusión común.

365 O rwell, Rebel/ón en la gra'!Ja.

365
Ricardo García Damborenea

AoB
Si A, entonces e
Si B, entonces e
En consecuencia, los errores posibles son:

1. Puede ser falso el dilema porque sus términos:


no son exhaustivos (incompletos; olvidan otras pos ibilidades).
no son excluyentes (no son incompatibles; no obligan a esco-
ger) .
2. Pueden ser falsas las premisas condicionales y sus conclusiones.

1. Es falso el dilema
a. Porque los términos no son exhaustivos (la enumeración es
incompleta)
EstaInos en la lnislna situación de cualquier argumento disyuntivo en
que se nos ofrecen opciones no exh austivas. El dilema ha de flU1cionar
como ID1a tenaza. Si el adversario descubre una tercera vía, no hemos hecho
m ás que el ridículo. Por ejemplo:

LoJ ttl/súplledm quedarse en Rtw/da o hlllr a Tanzallia.


Si se quedan eJt IV/anda, ms mafan los buLus.
Si ht!}eJt, los mafan en Tall zoJlia.
Con(luúóJl: 10.1' matan en ambos (aros.

Supongam os que alguien nos replica:

No eJ derlo qlle los rutsú hayan de esmger exdNsim/JIenle ",In Rt/al/da y


Tanzania. Pueden, ademáJ~ ir al Congo.

Si esto es cierto, queda destrozado nues tro dilema. H emos dejado una
vía de escape, con lo que nuestro gozo dialéctico se desvanece como las
ilusiones de IDl pobre.
PongMlos tul dilema clásico (Aristipo):

El que Je cClfa /o ha!' mI/ /JI/yer her/JIoJa o mn /JI1I)erjéa.


Si es hemlOJa, callsa (elos.
Si eJjéa, desagrado.
Condllsióll: no {'Olltúne (aJarse.

Basta con tener los ojos abiertos para percibir que la mayoría de las
mujeres caben entre los dos extremos Qlermosas o feas): casi todas mezclan

366
USO DE RA.zÓ;-,¡

atractivos y defectos. Aquí, pues, falta el término medio, como ocurre


también en los ejemplos que siguen:

¿Sf!Y yo por l/entura la causa de que foda Clleftióll política fe refuef¿'a, en


últi-
mo resultado, en ute último dilema: la Religión o lar rewlua'olles; el catolicis-
mo o la muerte? J66

Sin duda cabe mucho terreno entre ambos extremismos.

Cuenta una leyenda que, cualldo 10J libros de la famoJa biblioteca de Alejalldrfa
flleron incautados trar la illt'aJlOIl mu.rulmaJla, el califa Omar refolLió que si el
IVlltenido de los libms e.rtaba de amerrlo tVn la dottn/la del Corán, erall tlllítiles,
y J-j ten/an algo en CO/ltra, debíall derfmirre.

Cabe un término medio: los libros sin duda no decían lo mismo que el
Corán, p ero tampoco lo contrario.
Las disyuntivas incompletas incurren en el erro r general del olvido de
alternati vas

b. Porque los términos no son incompatibles

o /lOS pn;ocupamo.f por el desarrollo industrial,eI/ de.tnmmto de! ambiente, o


1l0S pn;ocupamos de la naturaleza m petjuiáo de las tI¡dl/strias. Lo uno o lo
otm. Ya sé qlle las dos opáones tienen úllvnmtientes, pero hay qlle estVger: opa-
titOJ o empleos.

¿Cómo deberíamos contestar?

l\To se/ior. Es/amos allle HIl falso dilema. No SOIl ope/aneJ illlVmpatibleJy IZO
Jerá difici¡ armonizar lar t'entqjary reducir los ¡m:ofltymientes de ambos.

2. Son falsas las premisas


Pueden serlo, com o argumentos condicionales que son , bien p orque
no es cierto lo que afirman, bien p orque n o sea cierta su conclusión .
Caben aquí los mismos erro res que en cualquier argumento condicional .
Volvamos al ejemplo de Bumndi. Supongamos que alguien replica:

E J "erto qlle los tlltsir JÓIo puedel! e.ftVgermtn; RlIallday Tallzania.


Pero no es terdad que los maten en Tanzania.
Ar! er que pueden refugiarse en Ta/lc:::f'nia.

366 D on oso Co rl"és, D iscurso en l.LJs Corles, 30. 12.1 850.

367
Ricardo García Damborenea

La disyuntiva era buena, pero uno de los condicionales resulta ser falso.
As í de sen cillo. En lU1 dilema los caminos deben estar bien tomados, y los
obstáculos que los intercepten deben ser infranqueables. D e o tro modo
nW1Ca detendrán a nuestro adversario. La conclusión que se extraiga de cada
alternativa ha de ser cierta, obligada, indiscutible.
Es te error es una de las muchas formas que adopta la falacia genérica del
Non seqllitllr
Vea el diagrama para el análisis del dilema.

,
DISYUNCION FALSA, falacias por
Se produce una falacia por fal sa disYW1Ción cuando los términos en
disyuntiva no son exh austivos o n o son excluyentes. Convierte en falace s
a los argumentos disYWltivos que se fOffilen a partir de ella.
El argumento disyuntivo elemental con sta de:
• Una disyunción que recoge dos únicas opciones alternativas .
• Dos propos iciones condicionales que analizan las alternativas
para descartar W1a de ellas.
• Una conclusión.
En consecuencia, los posibles errores de un arglll11ento disywHivo son:
I. Q ue sea falsa la disywll:Íva porque sus ténninos:
no sean exhaustivos.
no sean excluyentes .
n. Q ue sean fal sas las premisas y las conclusiones de los arglll11entos
condicionales.

1. Es falsa la disyuntiva
Utilizamos la disYW1Ción para expresar inlplícitamente que no existen
más posibilidades que las presentadas y que sólo una de ellas puede ser
cierta: E stá 'ú'o o está muerto. La disyunción, pues, ha de ser exhaustiva y
sus téffi1inos, excluyentes .
a. Porque no es exhaustiva (la disyuntiva es incompleta)
Puede ocurrir porque se olviden o tras posibilidades o porque se cons-
truya con términos contrarios.
1. Se olvidan otras posibilidades
Esto ha sido un aseslilato o /lJl suzádio.

¿Por qué no una muerte súbita o un accidente? Se trata una vez más
de nuestra conocida falacia p or olvido de alternativas. Es preciso, pues,

368
USO DE RA.zÓ;-,¡

compro bar siempre que la disyunción que se nos plantea está completa
para poder es tar seguros de que W1a de las opciones es cierta:

Únicamente han podido ser Pedro o Andrés.

2. Se construye sobre términos contrarios, olvidando las


opciones intermedias
Si los términos de la disYW1tiva son contrarios, debe incluirse siempre
la tercera posibilidad: ni uno ni otro. Si ésta se omite por descuido (o con
intención), la disywHiva queda incompleta.

La prensa es buma o mala. (No es ni una msa ni la otra).


¿Cómo t'a e! enfirmo, mejor opeor? (SIgile iguaO.
Se trata de ef<vger entre la dictadura que I.iene de abajo,y la dútadllra que I.iene
de arriba:yo eSi-ojo la que ,¡(me de amba, porque 'úne de re!'folleJ mCÍJ lúnpias
y serenas; se trata de efivger, por último, entre la d"tadura de!puñaly la dúta-
dllra dehable:yo esmjo la didadllra dehable, porqlle es mCÍJ noble.}67

¿Por qué se ha de escoger entre dos dictaduras? Estamos ante una


disyuntiva extremista propia de quien ocupa uno de los extremos y me-
nosprecia las pos iciones intetmedias. N i lo W10 ni lo otro. Pensar con los
extremos requiere mucho menos esfu erzo mental que buscar diligen te-
mente todas las posibles soluciones a W1 problema. ¿Cómo debemos
juzgar a Napoleón: como W1 ilustrado o un protofascista? Escoger cual-
quiera de estas opciones es pro pio del pensamiento en blanco y negro
que caracteriza a los reclutas intelectuales.
Con muchísinu frecuencia se construyen fal sas disyunciones sin otro
fIn 'lue descalifIcar al adversario. Para hacer más atractiva una propues ta,
se le aüade la contraria pero reves tida de ropajes que la hagan parecer
manifiestamente rechazable.

oyo, o e! caos.
En estas elecciones no extSlen más que dos aflernallt'as: elprogreso, o la C{}l/enla.
Se está conmigo, o se eflá contra mi.

Al o frecer dos posibilidades extremas en las que W1a de ellas es fran -


camente rechazable, se pretende que la otra se admita sin necesidad de
prueba. Debemos considerar sospech osas todas las dico tomías, esas clasi-
fIcaciones duales: los buenos y los malos, los amigos y los enemigos, lo
blanco y lo negro ... que simplifIcan la realidad.

367 D on oso Co rl"és. Ídem.

369
Ricardo García Damborenea

¿A quién ql/ieres már? ¿A l/Il ogro que te pinche con !l1l alfiler o a papá? Gila
en LJ CodorttiZ'

Como decía Horacio:

Ammulas Jiempre 0pOJÚÚJlleJfretl/e afren/e (..) Pero h'!)l Ulz /érmil!o medio el!
las cosa.J)y bqy límites que el buen sentido no puede franquear.368

Las disyuntivas incompletas con stituyen el mejor ejemplo de falacia


por olvido de alternativas.
b. Porque no es excluyente
Si los térmmos no son incompatibles, no obligan a escoger. En otras
palabras: no existe tal disyuntiva.

o hablar o camúlaJ.
O la amas o la aborre",.

Ambas cosas son habitualmente compatibles.

Correr o es benejióJso para la sallid o es petjlldúial.

Puede ser las dos cosas.


Beata pnmera- Yo Jay mlly myente, así que no Jé Ji ha'rT IlIla l10mla a la
VúgeJl de las Augus/ias, o IVIlt'ocar al demonio, o acudIr al lVusltl/ono de la tía
Blasa, que /ÚIle poderes.
Beata segunda- ¿Y las tres cosas al mismo tiempo? Antonio l\'lingote en
ABe.

11. Son falsos los condicionales


Pueden serl o, como argumentos condicionales gue son, bien porgue
no es cierto lo gue afirman, bien porgue no sea cierta su conclusión.
Caben aguí los mismos errores gue en cualquier argumento condicional.
Vea el diagr,una para el análisis de Wl arglUnento dis)'lUltivo.

DIVISIÓN, Falacia de la
Véase COl\ lPOSICIÓN.

368 Ho racio: Sátiras.

370
USO DE RA.zÓ;-,¡

,
Falacia del DOMINO
Véase PEN DIENTE RESBALADIZA.

E
Falacia de ELUDIR LA CARGA
(o responsabilidad) DE LA PRUEBA
Consiste en n o aportar razones que fWldamenten la conclusión o en
pretender que las aporte el oponente .

Dic.Y IZO da ra'(Ón de lo que dic•. 369

E xpresión máxima de esta falacia es la sordera mental de quien se niega


a razonar:

Sobre la mestiólZ del diwnio IZO quiero ni oír hablar. Como le he dicho, creo que
el,ú/mlo de! matnmonio es indúúibley punto.

La expresión carga de la pmeba procede del campo jurídico y se expresa en


el brocardo: Proba! qui dial non qui llega!, es decir, está obligado a probar sus
palabras el que acusa, no el que niega.
E s W1a falacia principal, madre o componente de otras muchas:
AfIrmación gratuita, argumento Ad Ignorantiam, sofIsma Patético , Ataque
personal, falacia Populista, Recurso al Tu quoque, falaciaAd VereC/llldiam.

Falacia de ELUDIR LA CUESTIÓN


o Ignoratio Elenchi
Consiste en probar o tra cosa diferente de la que se cue stiona. Tradi-
cionalmente se la conocía como Ignoratio elenchi o elusión del asw1to
(del griego e!e/Uvs, argumento). E s W1a de las más habituales.

369 Fray Luis de Leó n, Los NombreJ' de Cristo.

371
Ricardo García Damborenea

Quien la comete saca la discusión de su terreno, o se empei'ia en probar


lo que nadie discute. Hace como el estudiante al que pregwltan la lección
16' y contesta la 14' po rque es la que se sabe bien.

-¿Qué buscas debajo de la farola?


-Lasflmu.
- ¿Está,. segum de que es aqui donde /as has perdido?
-No,pem aqui hay más luZ.

Po r ejemplo, quien no desea entrar en un debate sobre la licitud de


llll proyecto (que es lo que se discute), puede desviar la atención hacia la
utilidad (que no discute nadie).

Demóstenes-Ahora biell, sé que Esquine!" m ti miar la réplim a los cargos


nIiJl1loJ], e¡¡ Sil deseo de deJúams lo más lejos poJib!e de los hetlJos, ta ti dúmmr
fObre lo,. grandes beneJido.r que remitan a todos Io.r hombm por ejétto de la paz
y, lvntranamente, los males que les sobreLienen a raíz de la guerra. De esta guisa
t'tl afer JU difensa.J70

La reswne bien el dicho: ¿De dónde ,ielles? Manzanas traigo.

- El Jemes/ro es IIIt cnmen horrendo.


- Sin dI/da, pem aquí lo que se dúmte es si el acusado lo mmetúí o 110.

Con frecuencia se utiliza para ofrecer una PIsta fal sa:

EItá uIted hadendo eljuego a los enemigos de la democrada.


Estamos al/te /lila eItrategia para apartar del poder a 1111 gobiemo elegido legí-
timamente.
U democraaa está ell peágm (porql/e se critú" al Gobúmo).
Usted ú1SItlta a Cataluña (porque se miú" aun polítim mtalán).

Este recurso falaz fue bautizado por Bentham 37l como Escudo de
pretarimdom, porque se emplea para evitar la censura de las personas que
ejercen el poder.

El conductor- Graaas al eum, ante nosotmI se abre un sóádo ji/tum ,vmún


para todos los mmpeoI a salm de la ineJtabiúdad intemaáonaly de las manio-
bras de los e.rpemladom .

370 Demós tenes, Sobre la embqjadCljrCllldlflenla.


37 1 Bentham, FahdClS poll~icaJ.ll . IV.

372
USO DE RA.zÓ;-,¡

El policía de tráfico- Vale, pero usted JOpla el alcoholímetro. Forges,


Diario E l País.

Es una falacia madre, de la que participan todas las que tratan de desviar
la atención hacia otro asunto, como es el caso de las siguientes: Ataque
personal, falacia Casuística, alacia Ad Consecuentiam, sofisma Patético, falacia
de la Pista falsa.

El ministro inglés al espai1ol- Como estoy dl!puesto a llegar a un acuerdo,


tamos a seguir hablalldo del PeztÓIl. Pnlllero, esto 110 es IHI pellóll. ]\lingote,
DiarioABC.

Falacia del EMBUDO


o del caso especial
Consiste en rechazar la aplicación de una regla apelando a excepcio-
nes infundadas.

- ¿Por qllé ha parado eJe mlor saltálldose la cola?


- Es pnmo del mmetje.

Se utiliza con frecuencia como una pura ley del embudo, para cimentar la
excepción o alegar privilegios cuando se trata de aplicar una regla que nadie
discute. La falacia consiste en apelar a Wla excepción no justificada. Es un
recurso habitual de los políticos a la hora de juzgar a sus adversarios o de
rechazar el recurso al Tu quoque (no me critiques por lo que tú mismo
haces).

- T ú tambiéll lo hamo
- Sí, pero mi caso es dirttllto.

La mejor forma de atacar esta falacia, y la primera que nos viene a la


cabeza, consiste en reprochar al opo nente por utilizar W1a doble vara de
medir, una doble moral, o, en general, ser contradictorio. A nadie le agrada
illla acusación en es tos términos. Si, pese a esto, nuestro interlocutor no se
siente movido a justificar la excepción que rechuna, exigiremos las razones
por las que debe recibir un trato diferente del que reciben los demás, o por
las que no deba ser aplicada la regla general en su caso. Por supuesto que no
le faltarán razones. Lo que importa es si las que aporte justifican su
posición. Ante adversarios especialmente recalcitrantes, podemos comparar
su exigencia con Wl ejemplo absurdo:

373
Ricardo García Damborenea

V I!Y a pedir q/le 110 me cobre/l este atio el IRPF. porque mi caso /lO es mmo el
de todos: Yo nmsÜo ese dÚlerrJ para otras msas.

O tras falacias que acompañan a las generalizaciones son: Generalización


precipitada, Conclusión desmes urada, falacia Casuística, falacia del SeCJlIldum
qllld.

CUADRO SINÓPTICO DE LAS DISTINTAS FALACIAS QUE


ACOMPAÑAN A LAS GENERALIZACIONES
Si generafuamos desde casos insuficientes o exce pcio nales, com etemos una fa -
lacia de Gcneraliz ación prccipitada.
Si nuestra gen eralización va m is lejos de lo que autorizan los datos, incurrimos
en una falacia de Conclusión desmesurada.
Si neg.unos que las reglas gen erales tengan excepcio ne s o si aplicamos Wla re-
gla ge nenu a una excepció n, cometemos una falacia de Secundum quid
Si rechazamos lUla regla gen eral po rque existen excepciones, caem os en lUla fa-
lac ia Casuí stica.
Si rechazamos la aplicación de una regla apelando a excepcion es i.nnllldada s,
incurrimos en una falacia del Embudo.

EMOCIONES
Véase SOFISMA PATÉTI CO .

ENVENENAR EL POZO, falacia de


Véase falaciaAD H OMIl'\7EM.

EQUÍVOCO, falacia del


Véase AMBI GÜEDAD .

ESPANTAPÁJAROS, falacia del


Véase MUÑECO DE PAJA.

374
USO DE RA.zÓ;-,¡

Falacia de EX SILENTIO
Véase SILENCIO.

F
Recurso a la FUERZA
Véase BACULUM.

G
GENERALIZACIÓN
Falacia por MAL USO de
Véase SECUNDUMQUlD.

GENERALIZACIÓN
PRECIPITADA, falacia de la
Las falsas ú,d",úolle,. de algunas experiemias parfú-ulares, JOIl ulla de la,. más
óVmlllles "'lISas de los falsos juúios de los bombm. LÓgica de Port Royal.

Surge este sofisma cuando se generaliza a partir de casos que son


insuficientes o poco representativos.

He lVlloádo tm: se tt que todos los gibraltareñoJ SOIl óVnlraballdútaJ.

Se presentan las premisas como si aportaran W1 fundamen to seguro a la


conclusión, cuando, en realidad, ofrecen W1 sustento deleznable.

375
Ricardo García Damborenea

Si UII sa"rdote lasd,. hate algo zizdetente, enseguida dedmos: ¡lvIim qué ejemplo
IZOS da el clero! Como Ji aquel sacerdote¡Ítem el dero. T. Moro.

Con frecuencia los ejemplos que pecan de insuficientes no son nI


típicos, ni siquiera representativos. Así ocurre con lo que podemos llamar el
argumento de mis parientes basado en informaciones familiares:

A mi milada le robaroll el bolso en la Grall Vía (como quien dice: a todo


el mundo le roban).

Conducen a generalizaciones extremas a partir de un caso aislado que no


es típico. No toda familia representa bien al conjw1to de familias españolas
(no es cualquier familia). Nuestro grupo de contertulios, aW1que sea plural,
tal vez no refleja los criterios predominantes del país... etc. Aquí no se trata
de que cada uno hable de la feria según le va en ella.
Las afumaciones que carecen de soporte son simples anécdotas, es
decir, datos recogidos de manera poco rigurosa y, por lo general, basados en
experiencias exclusivamente personales. Ilustran, pero no demuestran,
porque ignoramos lo principal: si dichas experiencias personales son
comunes o lnuy raras.

Cada ¿-ez qlle mfocalZ las cámaras de teletiJiólZ al diputado GU/zdisalw lo (vgm
dormido. Ese hombre IZO ha" más que dormir.

A lo mejor es verdad, pero no po r este razonamiento que generaliza a


partir de datos tmU1ifiestamente insuficientes y, además, poco
representativos. Sin duda, el conjwllo de la actividad parlamentaria del
diputado no se lin1ita a los debates oceánicos que transmite la TV. Aquí se
da lU1 fenómeno frecuente en nuestras apreciaciones: sumamos los datos de
las experiencias chocantes y no tomamos en cuenta las que no llaman la
atención. Es posible que el Sr. GlU1disalvo haya aparecido más veces
despierto que dormido, pero le ocurre como al que mató a un perro y se
quedó con mataperros. Dicho de otra manera: con frecuencia las malas
generalizac iones proceden de una selección de datos sesgada po r exceso de
confianza en nuestras dotes de observación.
Cuando W10 se pone siempre en lo peor, cada vez que ocurre algo malo
acierta y archiva sus aciertos en la lnemoria. Po r el contrario , cada vez que
se equivoca, la satisfacción porque han salido las cosas bien aventa el
recuerdo de sus temores. Resultado: lo único que almacena son aciertos,
con lo que se cree autorizado a proclamar: ¡/lllnta me equiwm!

376
USO DE RA.zÓ;-,¡

Un amigo mortraba a DiágoraJ; en el templo de Neptuno, el gran nlÍmero de


ex-wtos depositados por los que habían sobmú,Jo a /111 naufragio: Fíjate bien,
tlÍ que m/lSideras m",ra úll'ocar a NeptllNo e/Z la tempestad. Sí, dijo Dldgoras,
pero ¿dollde están ms eX-I'otor que prometieron ms ahogados? 372

Incurren, sin ninguna duda en esta falacia todas las administraciones


públicas que ocultan la parte de la realidad que no les conviene. Por
ejemplo, para predicar el uso del cinturón de seguridad se aftrma que el 40%
de las personas fallecidas en accidente de tráfico no lo llevaban puesto. No
lo dicen, pero podemos pensar que el 60 % de las personas fallecidas sí que
llevaban puesto el cinturón de seguridad. En conclusión que ¡mueren m'1S
personas con el cinturón puesto que sin el cinturón! No digo yo que no se
deba emplear el salvavidas pero, no será por los razonamientos de una
administrac ión pública que no sabe argumentar.
Lo mismo ocurre cuando se nos dice que muere mucha gente como
consecuencia del uso del tabaco pero se nos oculta cuántos fumadores no
se mueren por fumar.
Los prejuicios, en especial los elaborados sobre razas o naciones, tienen
su origen en una tnala generalización (que se asocien o no intereses
materiales es otra his toria). Si nos m olesta el vecino de arriba porque es un
español alborotador, no generalizaremos que todos los españoles son
alborotadores, ya que conocemos muchos que no lo son. Pero si nuestro
vecino de arriba es marroquí, tal vez no concluyamos de la misma manera.
El odio extendido es igualmente fruto de W1a mala generalización, sin la
cual no sería posible la guerra. Para que el deber consista en herir o matar
sin saber quiénes son las víctimas, necesitamos generalizar el odio y que
todos los enemigos parezcan sin1ilares. E s preciso w1iformados, cosiftcar-
los, convertirlos en cualesquiera.

¿Por qué 110 he de matarlo? Es /111 útglér, UII memlg,0373

La generalización del odio es tan fantasmal como el amor w1iversal,


siempre merecedor de la mayo r sospecha. El amor es incompatible con la
generalización. Se deposita en objetos singulares a los que se diferencia, se
destaca del común, se particulariza: una esposa, W1 amigo, o un libro. Cosa
distinta es la caridad.

Siempre he odiado a toda.r las naáoneJ; projúioneJY mmumJades, y todo mi


amor /'(/ dirigido haáa las }enonar mlw'"tas}74

372 Cicerón. S obre la naturaleza de los dioses, 111, 89.


373 Dumas, L/u tres mosqueteros.

377
Ricardo García Damborenea

E s posible que, pese a la indigencia de los datos, lUla generalización sea


buena, esto es, que su conclusión sea verdadera. H abrá que atribuir la
puntería al olfato, la intuición o la buena fomma de quien la propone, pero
nW1Ca a la solidez de un argumento que, no por atinar, deja de ser falaz. ¿Y
qué importa, si hemos acertado? ¡-lemas acertado por casualidad, no por
hacer las cosas bien. Si aquí ocurre como en la lotería, bien pudiera ser que
la fortuna no regrese jamás . Lo malo de los aciertos casuales es que
hipertrofian la confianza en los malos procedimientos.
O tras falacias que acompafían a las generalizaciones son : Conclusión
desmesurada, falacia Casuística, falacia del Embudo, falacia del Sel'lllldum
qtlld.

CUADRO SINÓPTICO D E LAS D1STTN T AS FALACIAS QUE


ACOMPAÑAN A LAS GEN ERALIZACIONE S
Si generalizamos desde casos in suficientes o exce pcio nales, com etemos una fa-
lacia de Generalización precipitada.
Si nues tra generalizació n v a más le jos d e lo que auto rizan los datos, in currimos
en una falacia de Conclusión desmesurada.
Si negamos que las reglas generales tengan excepcio nes o si aplicamos una re-
gla general a W 1a excepción, com etem os una falacia de Secundum quid
Si rechaz amos una regla gen eral po rque existen excepcio nes, caemos en una fa-
laCia Casuística.
Si rechazamos la aplicación de una regla apeland o a excepciones infund adas,
incurrimos en una falac ia del Embudo.

GENÉTICA, falacia
Consiste en juzgar las cosas de hoy en razÓn del valo r que concede-
mos a su origen o desarrollo.

Es il/compreflSible que a Carlos le hayal/mllcedido el Premio Nóbel de Pisita.


}<uúnos)llIItos al mlegio y era el más tOl/to de la dase.
No es posible que esa I'Omputadora jimáolle bien. La ha montado UIl chino eIt
/lila lonja de! rastro.
¿Cómo puede decir Domíngllez que es soda/ir/a si J'1I padre hizo la guen'a con
Frallco?

374 S\Vift~ Epistolario.

378
USO DE RA.zÓ;-,¡

La af11lllación sobre cómo nacen o cótno eran las cosas en el pasado no


tiene absolutamente nada que ver con el juicio que nos merezcan los
méritos del presente. Está bien explicar el origen y desarrollo de lUla
persona, idea, o institució n, como quien hace historia o analiza la evolución
de una enfermedad, pero está mal basar las valoraciones del presente en las
del pasado cuando éstas no son relevantes. Muchas cosas nacen to rcidas o
son frutos de er[Ores, casualidades o traumas infantiles sin que el juicio que
nos merezca su origen sea trasladable a la opinión de hoy.

- ¿Cómo pl/edes ser ttÍ libre ri tI/S padres 1/0 /o erall?


- Tampo,v erall púgiles,y sin embargo yo lo Soy375

Es una maniobra cómoda para evitar la lidia con la idea en sí. Juzgar los
méritos de hoy por los defectos de ayer constituye una variedad de la falacia
de Eludir la cuestión y, cuando se refiere a personas, una falacia Ad
[-Iomútem. Constituye, además, una fl agrante Petición de principio: E n
efec to, la fal acia genética parte de W l supuesto falso que se da por bueno.
Po r ejemplo:

QuielleS 110 desta"," eIt el colegio, 110 destacarán en la "da.


u s hijos de /os franquistas SOIl franq/listas.

H
Falacia ad HOMINEM
o falacia ad p ersonam
Sócrates- ¿Qué eJ eso, Polo? ¿Te ríes? ¿Es ese ofro Illlet.'(} procedimiento de
reJlltaa'ón? ¿Reírse cuando el interlocttLor dice algo, Sill argumentar contra
ello?376

375 Diógenes Laercio, A ntíslenes.


376 Platón, GorgiaJ:

379
Ricardo García Damborenea

Se llama así todo mal argumento gue, en lugar de refutar las


afmnaciones de un adversario, intenta descalificarlo personalmente .
Consiste, por ejemplo, en negar la razón a Wla persona alegando gue es
fea. }J describir a W1 oponente como estúpido, poco fiable, lleno de
contradicciones o de prejuicios, se pretende gue guarde silencio o, por lo
menos, gue pierda su credibilidad.

Si no puedes reJponder al argumenl0 de 1m adverJano, no eJtá todo perdido:


puedeJ Ú/JlIltarie. Elbert Hubbard .

E stamos ante W1 atague dirigido hacia el hombre, no hacia sus


razonarruentos. Es W1a agresión, como la del jugador de futbol gue no logra
alcanzar la pelo ta y da W1a patada a su adversario para derribarlo. Podet11os
distinguir dos variedades: el atague directo y el indirecto.
a. Directo: Va derecho al bulto y suele ser insultante. Pone en
duda la inteligencia, el carácter, la condición, o la buena fe del
oponente.

E.f eJttíptdo y I'Omo tal 110 puede tmer llIla opúlió" fiable.
E s pol'O cuidadoso I'On JIIJ aftrmlldoneJ, un exaltado.
¡Claro que lo dú.j ¿Qué esperabas de una negra?

A esta misma familia pertenecen las tradicionales descalificaciones


ideológicas: es lVmunúta, es de dertchas.. . y todo cuanto, en este sentido, pueda
ser considerado perverso o al menos reprobable para cierto punto de vista:
es católico, ateo, anarguista, capitalista, jesuita, del Opus Dei ... esto es, gente
incapaz de articular ideas respetables.

¿Vas a mer lo que di" ese "rdo ra,,,,ta?


Dlá eso porque ... eJ burgués,j"dio, espa/lol (o las tres l'Osas).
SUJ opútioneJ l'Oúmden I'On las de Heni Batasuna.

Clase social, raza, religjón, nacio nalidad, antecedentes, o hábitos de vida


son irrelevantes a la hora de juzgar las opiniones ajenas.

Nill ¡:ale el azor meJlOJ porque en villlido Jiga, ni lo.r bueno.r enJiemploJ porque
judio los diga. D om Sem Tob.

Lo menos importante es si los ténrunos del atague son ciertos o falsos.


Tal vez el oponente sea llIl lfrdo r",úfa, pero no es eso lo gue se discute, sino
sus argumentos. Es comprensible gue la idea puede desagradar, pero SI
Hitler afmnara gue dos y dos son cuatro habría gue o torgarle la razón.

380
USO DE RA.zÓ;-,¡

E l/ el Nllet'o Reieh 110 debe haber cabida para la enteldad aJlI los animales. A.
Hitler.

Pensar que los razol1atnientos de los mo nstruos son mo nstruosos es una


ensonaClon de idealistas y, para lo que aquí nos ocupa, una falacia ad
hominem.

Halla un reloj parado d,,,, la ludad dOJ a " , al dla.

Hay quien emplea esta falacia antes de escuchar el argumento del


contrario, en lma maniobra que coloquialmente se llama envenenar el
pozo. No se quiere dejar agua para cuando llegue el contrincante. Pretende
negar que esté cualificado para dar una opinión:

Tú no ereJ !luyer, as! que lo que /)qyas a decir sobre el aborlo 110 cuenta.
¿QJlépuede saber UIl sacerdote sobre los hijos si no ha tellido ningullo?

Tal vez es té muy cualificado para opinar; tal vez sus consejos sean muy
sensatos. E sta m aniobra adelanta que nada de lo que diga se tomará en
consideración . Los curas no pueden hablar sobre el matrimonio; los blancos
no pueden hablar sobre las minorías de colo r; los hombres no pueden
hablar sobre las mujeres.

En JIIla discUJIOll LLllin no J'e eifof'!\.aba en tom'elutr a Sil ad,/ersano. No bUJ-


{aba la J)erdad, buscaba la "ietona. Tenia que ganar a toda costay, para conse-
guirlo, m",hoJ medioJ eran buenoJ: la zancadilla lúesperada, la bofetada Jimba·
lica, atizar tm mamporro en la cabeza.}77

A veces adopta la forma de Wl recurso a la vergüenza (véase falacia Ad


Veremlldúlm) :

Me temo algúlZ ataq/le col/tra mis teús por parte de personaJ ignorantes de la
edutal10ll elementa!, que pradú:all /lna ",tórica de plaza ptibáia JÚZ método ni
arte.
IgJloro lo que difeJlderá mi 0poJlente, pero ninguJla persona rai!JIlahle puede sos-
tener que ...
Q/liriera ter a U/1 hombre Jobrio, moderado, 'Wlo,)/lsto, deár que IZO hay D ÚH:
por lo metlos hablarla defÍllteresadalllellte;pero tal hombre 110 exúte. J78

377 V. Grossman, Todo j!,!)'e.


378 La Bruyere, Los caraderes.

381
Ricardo García Damborenea

Con frecuencia se apela a las contradicciones entre lo que el adversario


defiende hoy y lo que sostenía ayer. La gente cambia de opiniones y es un
recurso al alcance de wal'juier menguado descalificar a un oponente por
defender hoy cosas que antaño combatía.

Cambia usled lanlas I.UtI de opinióll que no sabemos Ji lo que defiende hoy se-
guirá JOJteniéndolo mallalla. (pero ¿tengo razóll o no?).
Sorprende que Jea usted quien propone utm lVfaf, teniendo eJZ menta que ntlnca
ha mido m el Erlado de Bienestar. {¡'Pues más a mifatorij .

Es LUl recurso falaz porque apela a contradicciones ajenas a la discusión


y que, seguramente, no tienen nada que ver con lo bien fundado del punto
que se sostiene hoy.

E>.:zsLe gran número de perronas que no tienen durante itl nda más qlle l/na
idea, y por lo mifmo /10 se lvntradice/l 1lI11ll"a. 1\70 pertene~..lv a ua clase; yo
aprelldo de la ~ida, aprendo mimtrar vito, y, por lo tallto, aprendo hoy todavía.
E rpoJible qlle lo que hoyes mi OpilllOIl, de aquí a un mIo no !o sea, o !o collsi-
dere ernJneo,y me diga: ¿Cómo he podIdo tener esa opúziólZ alifes? Bismarck.

En resumen, la falacia que llamamos ad homúzem pretende eludir las


razones del contrario, lograr el redJa{O de zllla medida en ra!?p1l de la supuesta mala
lYJIldición de quienes la pro/lllielJen.379

Tiene cien mil libras de renta, IlIego tiene raijin. E J degran n{]cimienÚJ, luego Je
debe mer lo que él propone como ~"rdadem. E s llIl hombre que no tiene haden-
da, luego 110 tiene razón.380

b. Indirecto o circunstancial: El ataque indirecto no se dirige


abiertamente contra la persona sino contra las circunstancias en que se
mueve: sus vmculos, sus relaciones, sus intereses, en una palabra, todo
aquello que pueda poner de manifiesto los motivos que le empujan a
sostener su punto de vista. Da por supuesto que, en general, somos más
amigos de Platón que de la verdad. E s la forma de ataque que sufre quien
pertenece a LUl g11lpO (político, religioso, cultural, económico) no porque
sus ideas sean despreciables, sino porque se supone que disfraza con
argwnentos los intereses de su grupo. La del1lll1cia de supuestas

379 Benthrun, Falacias pol/ticas, 1, VI.


380 U gim de Porl R,!yal.

382
USO DE RA.zÓ;-,¡

conspiraciones de la OposlClon, que tanto gustan a algunos políticos,


adoptan la fonna de esta falacia:

Usted ha" las pregulltas para per;údicar al gobiemo.


Detrás de todo esto hay /lila estralegúJ para hUlldir al Presúlenle.
Son 100llos úll¡eJ~ manipuladoJpor ulla palemia extranjera.

Se da por sentado que, aW1que el oponente sea W1a bellísima persona,


sus circW1stancias le aconsejan ver las cosas de W1a manera detenninada que
le impide ser objetivo. No importa que sus razones lo sean. Aquí se trata de
eludir las razones para, en su lugar, insinuar que el adversario habla por
interés, que es sospechoso de parcialidad e incluso de mala fe, y, en
consew encia, que no se debe malgastar el tiempo rebatiéndole.

¡Claro, mmo a li 110 le toca, te pamr mlly bien la reforma!

Se da por supuesto que la opinión es hija del interés y no se consideran


sus posibles razones.

No plledes fiarte de ese estudio sobre e! tabaco. U ha pagado la úidustria taba·


calera.
DebéiS gl/amaros de pennitir a los dl/eilos de los esc/aws q/le últen'engall ez¡ !as
leyes sobre la esc/aullld.

Se sienta como premisa implícita que los esclavistas, al ser parte


interesada, no serán fiables en la redacción de la ley, lo que es falaz, porque
hasta W1 esclavista puede exponer buenos razonamientos sobre la esclavitud
(al fm y al cabo es el que más sabe). Pero es que, además, aunque su
participación fuera interesada, una medida benéfica no se puede rechazar
por el simple hecho de que beneficie al proponente.

UII hombre de bumas !Vsttlmbres Pllede albergar opilllimes faLsas y puede llIl
makado predicar la nmad a/lllq/le 110 crea m ella.381

Si el razonamiento es bueno, ¿qué importa quién lo presen te o por qué'

E l ""Ior de /lila Idea 110 tielle liada que wr !VII la sim,ridad de! hombre que la
expresa.J82

381 l\ Io nt,ugne. Ensqyos, XXI: De la cólera.


382 \Xlilde~ El re/ralo de Dorian Gr'!Y.

383
Ricardo García Damborenea

Una cosa es ser más escrupuloso y vigilante en el escrutinio de un


argumento y otra dejarse influir en su evaluación por consideraciones extrk
argumentales. Una fi.¡ente puede ser parcial y tener razón. Su parcialidad
debe movemos a desconfiar y, enseguida, a buscar datos adicionales, pero
no nos auto riza a rechazar sus razones.

El acto mismo, Ji IZO es pernicioso, /lO se colwierte en malo porque ÚJj" motú'OJ"
J'ealZ de los que miran alpropio ilZterés.383
* **
Como acabamos de ver, tan to en el ataque ad homúzem direc to como en
el indirecto, se dejan a un lado los razonamientos para provocar una actitud
de rechazo hacia el oponente y, en consecuencia, hacia sus palabras. Esta
transferencia de la afirmación hecha por una persona a la persona misma
resulta ser extremadamente atractiva para el público, de allí el "éxito" de
estas falacias . Nos inclinamos a contemplar un debate como si fuera una
competición. No se trata de ver quién tiene razón, sino quién gana, es decir,
quién zurra con más contundencia. Si W1a de las partes sabe alinearse con
los sentimientos de la mayoría y caracterizar a la oposición como Wl
enemigo común, su ventaja es indudable.

Para incl/rrir en personalismos IZO se reql/iere ni trabajo ni inte/edo. En esta


dase de lVmpetiáón, los más pere{!Jsos e igllorantes Plledm medirse ,vn los úldi-
úd/los más i¡¡gemososy mejor dotados.384

No es raro que en un mismo ataque se empleen unidas la falacia Ad


H ominen, la falacia Ad Vere17l1ldiam y el argumento Ad Popull/1Jl o so fisma
Populista. Cwnplen funciones idénticas: sirven para silenciar al adversario y
eludir la carga de la prueba:

A /lSted no se le Pllede ha,,, caso porque es l/It altzztado (ad HOlJlúzem) .


Ningllna persona e!l Sil sallo jllláo dúO/tina esto (ad V erettlltdÚJm).
y ItO es q/le lo digayo: lo d/á todo el lJlundo (ad POpl/!tllJl).

No es fácil sustraerse a la tentació n de utilizar la falacia Ad f-lomúzem.


Nos invitan la pasión y la conveniencia. La pasión, porque aunque no lo
Inanifestemos, con frecuencia nos inc1inatnos a pensar: aborrezco a este hombre,
luego ItO tiene razón Iti ménto, con lo que incurrimos en W 1a falacia Ad
Conseq/le/ltiam. La conveniencia, porque siempre es más fácil golpear que
razonar. En el terreno de la política no cabe duda de que las biografías

383 Benrl",m, Ftlladas pol/ticas, !l , 1, 3.


384 Íd em , 1I, 1, 7.

384
USO DE RA.zÓ;-,¡

personales son mucho más interesantes para el público que los argumentos,
y pueden reemplazarlos con facilidad.
Por eso conviene señalar que este juego es peligroso. Los ataques
personales descalifican también al atacante, ya que muestran su
irracionalidad y su indigencia argumental. Con frecuencia, se vuelven contra
quien los produce (m/llra produmzlem) , porque repugnan a los sectores más
sensibles del auditorio. No por eso se emplean menos. El caso es hablar
para que no se note la carencia de razones. Abwldan quienes consideran
más grave callar que decir tonterías. Si algW1a vez nos vemos impelidos a
emplear Wl ataque personal hemos de procurar, en primer lugar, que
culmine nuestro razonamiento (no que lo sustituya) y, en segundo lugar,
reves tirlo de formas corteses y, a ser posible, irónicas para mitigar sus
efectos negativos.

Veo qlle le apoya Ludo Apll!eyO, persona pniuipúmle, //0 en edad, sillo en
prádica y enfrenamienlo forense. En segundo lugar, según creo, liene a Alieno.
J\TtfJlcCI presté rtijiciente atención a su.r posibilidades en la oraton·a; para gntar,
desde luego, veo que eftá bien fuerte y mtrenado.J85

Si somos víctimas de este abuso oratorio, podemos defendemos al estilo


clásico: Verbera sed audi (pega pero escuma)386; Si ha lermúzado IIfted con SIIS
insultos, nos gustaria escuchar sus razonamientos; es más fác¿j esmchar SIIS i/lsultos que
sus rac;pllamúlltOJ, o, como narraba Borges de aquel que fue refutado con W1
vaso de whisky en la cara: Eso es tilla digresújll. Ahora espero Sil argll/JIe/llo.

Esos golpes que me tienen de abqjo /lO me detendrán. Les diré: contestad sipo-
déiJ; después calumniad cuanto qlleráú.387

Cabe también fOlmular la hipótesis de que sea otro quien habla:

O/¿ide que /o he d,,-ho yo. Supollgamos que /o d", otro: ¿cuáles seríall SIIS razo-
Ilespara m-hazarlo?

Lo más impOltante es no perder el temple, porque la tentaClon de


responder en parecidos ténn.inos suele ser fo rtísima. Si caemos en ella tal
vez rusftutemos dándole gusto al cuerpo, pero nuestros objetivos dialécticos
se desvanecerán. Desallogaremos nuestra cólera sin mejorar nuestra causa.

385 Cicerón, Contra Q. Cecilio


386 Plutarco, TemístodeJ', X I.
387 l\1irabeau~ Dúcurso del 14 de mqyo de 1790.

385
Ricardo García Damborenea

Es mejor contenerse, denunciar el abuso del adversario y solicitar


cortésmente Wl argumento.
Solamente se pueden admitir los ataques a la persona cuando es ella el
objeto de discusión y no sus razonamientos. En muchas ocasiones se
cliscute sobre una persona, por ejemplo para criticar una conducta o
seleccionar un candidato. Si queremos demostrar que el presidente de una
empresa pública es corrupto no queda otro camino que poner los hechos
encima de la mesa.

¿Conodir mC(Yores ú/m/lSememias 'lile las mmetidas por el General Serrano?


É l trabajó mn E spartero mntra la Rc¡úa Cnsflúa; después. en un paseo que
dÚJ aBandona, dem'bó a Espartem. Entro e/l el mes de MC(Yo en la maááoll
de 1843,y la aballdonó en el mes de Noúembre. Sostm'o al l\1¡ilirteno pun'-
talla algún rúmpo, y le dejó caer en IoJ abismoJ. Fo"(!Í COIZ JII febril mano al
General O'Do/IIle!1para que jim/ara e!programa de ManzanareJ en que Je eJ-
labledó la Mi/úia Nadolla/,y máJ tarde apoyó e/golpe de Estado q/le disolda
la LVIllicia difimlil/amen/e. COIl un gesto, con un ademán imperioso, sallri la di-
nastla de h abe! JI el 22 de J/lnio etl la Montaiia de! Príncipe Plo, y COIl otro
gesto, con otro ademán, dem'bó la dilla.rtía de Isabel JI, el 28 de Sepflembre, etI
e! Pumte de A lto/ea. ¿No teméú de mtregar la suerte del país al Gmem! Se-
rrano? 388

Es igualmente legítima la crítica personal cuando se discute la


cualificación o la solvencia de una presunta autoridad. ¿Cómo probar que
alguien es incompetente si no se pueden dar ejemplos de su torpeza? Lo
mismo ocurre cuando se conjetura sobre la participación de alguien en
detenninados hechos. Es imprescindible apelar a sus motivos o a sus
intereses para probar lo que se pretende. De igual modo, a la hora de
ponderar un testimonio, nadie protestará porque se cuestione la fiabilidad
del testigo alegando que existen razones para dudar de su buena fe al tener
interés en el asunto, o de su capacidad de observación por ser miope o
distraído. Son ataques legítimos porque se limitan a dilucidar si las fuentes
son imparciales y es tán bien informadas, pero, sobre todo, porque abordan
el fondo de la cuestión (en este caso una persona), aportan datos relevantes
y no pretenden eludir ningún razonamiento.
En suma: ante Wl testimonio, importa saber si el tes tigo es Wl
embustero pertinaz. Ante un argwnento, no, tanto si viene de un santo
como de lll110co. Dicho de otra manera: si la industria tabacalera intetviene
como experto en Wl asunto de tabacos, estamos autorizados a sospechar de
su independencia y a considerar que se trata de lUla autoridad parcial. Pero

388 Caslelar, Debate sobre la rrgenda. Sesió n de Corte s del 19 de junio de 1869.

386
USO DE RA.zÓ;-,¡

si la industria tabacalera se limita a ofrecer sus argumentos en Wl debate


abierto no cabe rechazarlos por el hecho de que procedan de W1a parte
interesada. H emos de discutirlos. No se puede rechazar (ni dar por bueno)
el argumento de LID antiaboLtista porque éste sea católico.

Todas estaJ'jalaáas mdan el mmlÍn propÓStlO de demar la atenáón de la me-


dida al hombre, de modo que la maldad de una propuesta se pmeba por la mal-
dad de quien la apoya,y la maldad de quien Je opone prueba la bondad de una
propueJta.389

Véase también Atague personal y falacia Genética.

1
Falacia ad IGNORANTIAM
SCII/~ ¿Que Lu hennana jlle abduáda por alienigena.r? EJO es ridimlo.
Muld,,- Bueno, mientras 110 puedar probar lo mlllrario, tendrár que a"plar
que es "erlo. (De la serie de televisión E>.pediente X)

Uamó Locke argrunento ad 'glloralltiam al que se apoya en la incapacidad


de responder por parte del adversario. El proponente estima que su
afirmación es admisible - aunque no la pruebe- si nadie puede encontrar
un argumento que la refute.

Le he su.rpendido porque IIsted mpió en el examen.


E JO /lO es derto.
¿Puede IIsted demostrar que /lO mpió?

Usted no demuestra que Aseaja/so.


L lego A es ,,erto.

Como nadie puede probar lo contrario, decimos que esta falacia se


ampara en la ignorancia o pres unta ignorancia del interlocutor.

389 Ben tham, 'J-""'a/aáas po//ticas, Il, 1.

387
Ricardo García Damborenea

-El hombre de Atapuerca empleaba la falaáa {id ignorantiam. ¿PHede IIsted


probar lo i'Olltrano?
-No.
- Lllego es tier/o.

Q uien conozca algo sobre el llamado pensamiento primitivo aducirá que


es inimaginable que los cavernícolas emplearan recursos ajenos a sus
necesidades dialécticas y que exigen W1 desarrollo intelectual y social muy
superior. Ahora bien, quien no conoce es tas cosas ¿qué puede responder?

- Las mujeres están emolionalmellte úl!'apatüadas para gobemar.


- ¿Por qué? No me pare" "erto.
- ¿Puedes darme !as ra'(rJllespor las que piensas qlle es/án capad/adas?

No se trata de si uno puede o no aportar tales razones (tal vez ni se ha


parado a pensarlo). La proposición inicial no ha sido demos trada.
Encuentra esta falacia un terreno muy favorable en todas las situaciones
en que es imposible confIrmar o refutar W1a afIrmación:

A mí déjame de historias: opruebas qlle Dios 110 eXlste o te ca!!as.


¿Puedes asegllrar que no he tenido tres ",camat,ones antenom y que no !V/veré
a reem:arnarme?
No puedes probar que los "Piritlls de los muer/os l/O regmal/ a la tierra para
comunicarse con /os !}ÜVJ.

Se supone algo como cierto porque es imposible probar su falsedad. Tal


es el caso de los extraterrestres, los fenómenos paranormales, los duendes o
el monstmo del lago Ness. Por ejemplo, se puede afIrmar que existen
habitantes en otros planetas porque nadie ha demostrado que no existan.

Nad" ha demostrado qlle los ex/ratemstm 110 existan. Debemos i'OndJlir que
e)'1.sten.

En sentido inverso se puede ;lfgumentar:

Nad" ha demoftrado que los "'.'tratemstref existan. L uego 110 existm.

Se ve que nuestra ignorancia sirve lo mismo para probar W 1a cosa y su


contrana.
Nos encontramos en esta falacia ante las situaciones más flagrantes de
inversión de la carga de la prueba, esa maniobra que traslada al oponente

388
USO DE RA.zÓ;-,¡

la responsabilidad de probar la falsedad de lo que Wl0 af11ma. En lugar de


aportar argLUnentos, busca Wl apoyo falaz en el descon ocimiento ajeno o en
la imposibilidad de probar lo contrario. Lo que de verdad se ignora en la
falacia ad 19l1oranrú./m es el principio que dice: Probar qui dúü, IZon qlli negar.
Incumbe la ptueba al que afirma, no al que niega. Q uien sostenga que
existen extraterrestres debe p ro barlo y quien disponga de razones para
pensar que el hombre de Atapuerca cultivaba falacias, debe exponerlas. De
otro modo nada se demuestra.

Sefior T atcher-¿Banvf eJpmzoleJ 1m" de las cortas de E JtadoJ Ullldof?


No hay la menorprtleba de lo que dlár. ¿Cómo te atrnu a afirmar que... ?
Sd\or Kane-Demllestre lo mlltrano. (De la película Cilldadano Kane)

E n los tribunales, por supuesto, está prohibido el paso a la falacia ad


Ignoran/iam. Q uien ac usa debe p robar su acusación más allá de loda dllda
razonable (In dubio, pro reo), y quien la rechaza no precisa pro bar nada, porque
se le preslllTIe inocente. Le bas ta con refutar los argumentos de la acusación.
Ahora bien ¿constituye esta presunción de inocencia LUla falacia ad
IglloTalltiam? Aparentemente, sí:

El amJado eJ ino,"nte porque uJted 110 puede demoJtrar lo mnlrano.

No estamos ante una fdlacia po rque la preslUlción de inocencia no


prueba ni pretende p robar la inocencia. Puede muy bien darse el caso de Wl
culpable cuyo delito no se logre demostrar. Estamos ante una regla
prudencial que, para evitar el castigo injusto de los inocentes, aconseja
considerar a todos los acusados como Ji fueran inocentes mientras no se
demuestre lo contrario. Cuando W1 jurado dice illomlle o no mlpable (1101
gm!ty), no pretende afirmar la inocencia, sino la falta de ptuebas, yeso es lo
que importa, pues sólo se castiga la culpa probada. Los jueces de la Roma
republicana al votar la sentencia de un caso dudoso escribían en su tablilla:
N.L que significa 1l011lújltel (no está claro que sea culpable). Tal vez nuestras
sentencias, para evitar equívocos, debieran decir: no ha sido probada la
attlfatúín. En SlllTIa, un ac usador que traslada la carga de la ptueba es falaz.
Un acusado que exige la ptueba, no, porque no está obligado a probar su
inocencia (En muchísimas ocasiones es impos ible probar la inocencia) .'90

390 Tod as las reglas prudenciales o frecen el aspec to de una falacia ad


ignorantiam s in sed o: no Ji Ji la esmpela eJtá carg,ada, fuego debo suponer que fo es!t:Í, por si
acaso. No son falaces po rque no pretenden dem ostrar nada sino to mar en
con sideració n tilla posibilidad real y peligrosa para actuar en consecuencia. La
duda persiste.

389
Ricardo García Damborenea

Desgraciadamente, a veces ocurre que se invierten las cosas y lo que era


presullaon de ÚlOcellaa se transfOlma en presullaon de mlpabiMad, con lo cual se
obliga al acusado a probar su inocencia. Tamaño desvergonzado empleo de
la falacia ad ignoralltiam ocurre cuando se produce alarma SOt,al por delitos
como vio laciones, narcotráfico, conupcio nes políticas, abuso sexual de la
infancia o malos tratos a mujeres, En estos casos, no es raro que se in vierta
la carga de la prueba y que baste la sospecha para establecer una condena
(awlque adopte la fOlma de una prisión provisional). La sociedad parece
aceptar el riesgo de castigar inocentes con tal que no escape ningún
culpable. Lo mismo ocurre cuando median prejuicios sociales o raciales
aplicables a! sospechoso: un gitano, un inmigrante o Wl negro, como
ejemplificaba aquella joya del cine titulada Matar a /In ruiseJior. Es la misma
actitud que históricamente ha caracterizado a la caza de brujas. A este
desorden menta! corresponde la falacia de McCartby, que popularizó
dicho senador nOlteamericano en un periodo de histeria colectiva ante la
Amenaza Roja:

No tengo mucha iJiformaaoll Jobre lar adin'dadeJ de eJte Jt!}eto, excepto la lVIlJ-
tallaa de que 110 hqy nada en IoJ archiwJ de! FEI q/le migue SIIJ cone)aoneJ
com/lnistaJ.

Como nada pmeba qtle no sea usted romtlnista, debemos 'V/lcú/ir q/le es usted
mm/mista. Así pensaba el público norteamericano y as í piensan todos los
públicos en situaciones epidémicas de histeria colectiva en las que arraiga y
se extiende, como un contagio, la presulllión de atlpabi/idad. Es una actitud tan
absurda como la siguiente:

El FEI /la ha logrado demostrar que Smith /la esttlto etl la escma del mittelz la
I/oche del 25 de Jtll/io, por lo que podemos condl/ir que estuw alli.

Una advertencia: cuando se solicita la dÍ111isión o destitución de tul


cargo público presuntamente in1plicado en un caso de corrupción ¿se
incurre en Wla presunción de culpabilidad? Algunos piensan que sí y, en
consecuencia, defienden que nadie dimita o sea destituido hasta que un
tribwla! se pronw1Cie. Esto es Wla falacia. f\.l solicitar la din1isión de un
cargo público sospechoso, no se pres ume su culpabilidad sino su incapa-
cidad para seguir ocupando tul puesto de confianza, aunque sea inocente.
Lo que resuelvan los tribtula!es es o tra histo ria. Las personas que ocupan
cargos públicos deben ser como la mujer del César.
La mejo r manera de combatir la falacia ad igl1oral1liam consiste en exigir
que se atienda la carga de la prueba, es decir, que quien sostiene algo o acusa
a o tra persona, pnlebe sus afitmaciones, Cualquier o tro camino 110S deja en

390
USO DE RA.zÓ;-,¡

manos del argwnentador falaz. El ac usado que, en lugar de exigir pruebas,


intenta demostrar su inocencia, acentúa las sospedlas .
En las situaciones inverificables o illfolsab/es, es decir cuando no es
posible ni probar la verdad ni la falsedad de algo, como ocurre con los
extraterrestres, siempre podemos alegar que no sabemos lo suficiente para
fo rmar un juicio ni a favor, ni en co ntra: ¿cómo se prueba que D ios existe o
que no existe? N uestra conclusión d ebe ser que, a la luz de la razón, la
cuestión está abierta. Debiéramos decir que es Wla cuestión IZO pertinente O
únpertúlellte, pero nlll1ca faltan indocwnentados que toman esta expresión
com o Wl insulto.

Me misto a mer que el mUlldo haya sido mado por la dÚtlla sabidllda, allll-
que !lO eJiry seguro de /o contrano,J91

H e1man o Jorge- u r esedtllrar /lO dlÚll que Dlo..- nera.


Fray G uillermo- TantpolV dÚ~1l que 110 /o húiera (de la película E l nom-
bre de la rosa).

No incurre en esta falacia quien argwnenta E x silentio, almque pudiera


hacerlo .

Falacia de IGNORATIO ELENCHI


Véase ELUDIR LA CUESTI ÓN.

J
Falacia del JUGADOR
Afirma que si se produce llll su ceso aleatorio, sus pro babilidades de
aparecer de nuevo cambian significativamente.

No quiero Ull billete de loteda acabado en 9. Ya ha salido dos l.'ettS.

391 Cice ró n. Cuestiones A cadémicas.

391
Ricardo García Damborenea

E Jte fin de semalta iremoJ a la playa. E n los dos últimos ha llovido, ari que
ahora toca bllen tiempo.

Que algo aleatorio haya sucedido no modifica las probabilidades fi.Jmras


ni del mismo suceso ni de los restantes. Q ue una moneda caiga de cara seis
veces seguidas no garantiza que la próx ima vez resulte cruz. Cada opción, si
no se modifican las condiciones, tiene y conserva su propia p ro babilidad per
raeatla saecumnlm. Es cierto que si lanzamos la moneda muchísunas veces,
cabe esperar, estadísticamente, que los resultados se igualen, pero eso no
penrute prejuzgar de qué lado caerá la m oneda en el próximo lanzamiento.

D on Quijote- Todas estas b017"astas que ItOS su,~de;z Jon seHales de ql/e
presto ha de serellarse el ttimpo y han de su,"dernos bien !as cosas. porque no es
poJible que el mal ni el bien Jean dllrableJ,y de aquf Je Jigue q/le, habiendo du-
rado mmho el mal, el bien utáya ,m'Cl.

V éase también la falacia de Confundir los d eseos co n la realidad


(Wishfl/I thinkit¡iJ .

L
LEALTAD, apelación a la
Variedad de sofisma patético en el que se apela a nuestras emociones
para eludir el razonamiento.

Con mipatna, con razón o sin ella.

La apelación fal az a la lealtad supone que uno debe estar de acuerdo con
los intereses del grupo al que pertenece, independientemente de que dicho
grupo tenga razón o de que sus intereses estén justificaclos.

Ya sé, guardia, que he girado donde está prohibido, pero lo.r colegas tellemOJ que
t!)IlIdamos. No me pas a tratar como rifllera UlI paúano.
Si lo piensas bien comprenderás ql/e tengo razón y, Jobre todo, remerda q/le
siempre te he prestado qJl/da.

392
USO DE RA.zÓ;-,¡

Con mi patria, con mi equipo, contra el enemigo compartido... con


razón o sin ella. Son apelaciones que invocan uno de nuestros sentimientos
más fuertes, más nobles y también más sectarios, como la amistad o la
pertenencia a lUl grupo: familia, escuela, ciudad, facción política, religión,
sociedad recreativa, admiradores de un autor, etc. Nos sitúan con frecuencia
en lU1 conflicto moral que adopta la forma de lU1 dilema: o COIl !os míos o eOIl la
razón (¿Vil mf mioJ o lVllla Iry; con IoJ mios o lVIl la morag y que resolvemos, en un
sentido u o tro, segLm vengan las cirCwlstiU1cias: unas veces con la razón y
otras renwlciando a ella en favor de los vincwos de lealtad, como hace la
madre de Wl delincuente. No es raro que pese en nuestra elección el afán de
no parecer ingratos, desleales, insociables o, simplemente, poco fiables.
Escoger las emociones frente a la razón no es de suyo falaz. Al fm y al cabo
la razón no es lo más importante en la vida. Como en todas las apelaciones
emocionales, la falacia consiste en apelar fraudulentamente a la lealtad -
explotando la fragilidad emocional del adversario- para imponer una
conclusión que carece de ra7..ones.
Estamos ante WH versión restringida del so fisma Popul ista y, como
en éste, an te una variedad de la falacia de Eludir la cuestión. Véase tam-
bién sofisma Patético .

M
Falacia del MANIQUEO
Véase J\lUÑECO D E PAJ A.

Apelación al MIEDO
Véase BACULUM.

Falacia ad MISERICORDIAM
Consiste en apelar a la piedad para lograr el asentimiento cuando se
carece de arglll11entos. T rata de forzar al adversario jugando con su com-
pasión (o la del público) , no para complementar las razones de una opi-
nión , sino para sustituirl as.

393
Ricardo García Damborenea

ÚIf palabrasque mllmn a la piedad, las s/ípáiasy megos a los amigoJ son eji-
"am mal/do eljuúio depende de la multüud. 392

Es una variedad de so fisma Populista, en cuanto busca el apoyo


irracional de la audiencia y, como aquella, se incluye entre las falacias de
E ludir la cuestión.

Hazlo por mi amor.


Si lo ham me t'Oy a Jentir muy mal.
Los pemionútaJ no puedett Jer los úni",s espa¡ioles que no se benejiáen de la
bonanza económú;a.
Sólo IIn gobierno siu entralzas puede e"har a la talle a los trabajadores del asti-
llero.

Uno apela a las emociones cuando piensa que seran favo rables a su
causa, lo cual es legítimo, pero comete W 1a falacia cuando lo hace por
e liecer de argumentos. La apelación a la misericordia debe ser un
complemento de las razones, no su vicario.

Ya sé que está prohibido girar a la izg/llerda, guardia, pero 110 me multe, por
fat'Or. He tenido 1111 mal día; estaba tI/tentaudo llegar al hospitalporqlle atabau
de ingreJar a mi andaua madre. Y 1'0] Ivn el/iempo justo porqlle entro a traba-
jar dentro de uua hora en mi segllndo empleo qlle es de túmpo pamaly salano
míllúJ/o, pero no puedo perderlo porqlle es el únúv Joporte de los dláiJiete miem-
bros de mifamilia.

La historia es muy triste, pero, ni nos consta que sea cierta (cosa
frecuente en las apelaciones a la piedad), ni aporta una sola razón por la que
el protagonista deba eludir la ley, ni justifica el gíro a la izquierda. Es una
buena fOtm a de Eludir la cuestión y busca su amparo en la fragilidad
sentimental del interlocutor.
E n ocasiones se emplea como p unto de partida de una lacrimosa
Pendiente resbaladiza:

Ya sé que be girado mal, guardia, pero, por jal'Or, no me milite. Si lo hace, me


qllitaráu elpermúo de "oudmir, 110 podré trabajary mú hijos se ,,,áu en la mi-
sena.

' 92 Gorgias, D efinsa de Palamedes (en Melero, S ofisla1).

394
USO DE RA.zÓ;-,¡

Sufrir la multa es el primer paso en una terrible cadena de infortunios.


De hecho, el primer paso fue el giro a la izquierda y no hay razón para
esperar que las consecuencias de la multa sean tan graves como se anlmcian.
No es raro, cuando se reclaman responsabilidades políticas, que el
gobierno recuerde, como única defensa, el listado de servicios a la patria
realizados por la persona que se juzga. Véase la cuestión de Enjuiciamiento.
Véase también So fisma Patético.

,
Falacia del MONTON
Véase CONTINUUM.

Apelación a la MULTITUD
Véase POPULUM.

Falacia del MUÑECO


DE PAJA
También llamada falacia del
espantapájaros y del maniqueo
Consiste esta falacia en deformar las tesis del contrincante para debili-
tar su posición y poder atacarla con ventaja.

Ello," di"'l que la Ig!eJia dice !o que 110 di"Y que 110 di<, lo que di<,. 393

Se diferencia de la falacia Ad Homúlem en que ésta elude los


razonarIÚentos para concentrarse en el ataque a la persona. La falacia del
mllllem de paja, ataca una tesis, pero antes la altera. Para ello, disfraza las
posiciones del contrincante con el ropaje que mejor convenga, que suele ser
el que recoge los aspectos más débiles o menos popwares.

Una im'ellcib!e inclinación a la filantropía !lez,'a a los políticos a señalamos los


úifinitoJ males de sus adt'ersan'os.394

393 Pasc al, Pensamientos, 980.


394 Víctor j\ líÍrrJuez Reviriego, en el diario ABe.

395
Ricardo García Damborenea

La expresión mm!,,'o de paja (rrrall) mall) pertenece a la imaginación


boxístíea anglosajona y refleja la idea de que es más fácil derribar a un
adversario de paja, indefenso, que a 1U1 ho mbre real o bstinado en
defenderse. Nosotros podríamos hablar de pelele o alftlzique. No ataca esta
falacia lo que es, sino lo que nos gustaría que fuera. Los políticos la emplean
sin fatiga:

Nosotros queremos <VllJtruir lIlI puente hacia e/jittllro. Boh Dole habla de <VIlS-
tmir UIl puente hacia elpasado. Bill Clinton.
Los del Parfldo POPlllar 110 meJI ell la demoi'racia. F. González.

¿Por qué los políticos están siempre deseando explicar lo que piensa la
parte contraria? La razón es obvia: quien expone la posmra de su adversario
dispo ne de magníficas opOltunidades para simplificarla o defo rmarla. Si uno
pinta su propia posición de blanco inmacwado y la contraria del negro más
siniestro, la elección que deba efecmar un ciudadano indeciso se simplifica.
E ste es el propósito de W1a falacia que se basa en la creación de W1a fal sa
imagen de la., a.firmaciones, ideas o intenciones del ad versario.
Po r ejemplo: quien rechace Wla nueva tecnología puede ser acusado de
aüorar las eavemas. Si propone W1a reducción de los gastos militares, le
dirán que se rinde al enemigo. Si critica a los pescado res espa110les le dirán
que da la razón a los marroq1úes.
Rara vez se defo rman hechos, pues resultan demasiado evidentes para
admitir simplificaciones. Lo no rmal es cebarse en opiniones o en propósitos
que siempre son más interpretables o se pueden inventar. E n 1998, al ser
suprimido en la C ímara de los Lores el privilegío hereditario, uno de los
afectados construyó, más que Wl mW1eco, toda w'" falla valenciana:

Lo qlle estamos rielldo es la abolicióll de Gran Bretm!a. La reforma quiere


acabar COil la reilta, la ,,¡ftura, la soberaniay la libertad bniáltii'as.

Existen dos técnicas para atacar 1U1a opinión que no sea realmente la del
contrario: a) atribuirle una postura ficticia; b) deformar su punto de vista
real. La primera se inventa un adversario que no existe; la segunda lo
modifica sólo en parte .

a. Atribuirle una postura ficticia


Nos inventamos al adversario. Fo rjarnos Wl oponente imaginario . Le
atribuimos afi,maeiones que no tengan nada que ver con lo que ha dicho o
podría haber dicho . Se trata de caricaturizar su posición para atacarla más
fácilmente . Si alguien desea perjudicar a la deredu, puede convertir
cualquier sugerencia de allo rro en un intento solapado de hundir el Estado

396
USO DE RA.zÓ;-,¡

de Bienestar, las pensiones o el futuro de los hospitales. Si, por el contrario,


prefiere perjudicar a la izquierda puede construir lUl espantapájaros con la
amenaza de las nacionalizaciones, su avidez por el dinero público y su
indiferencia ante el despilfarro. Si lU10 es tá en contra de la violencia que
rezwna el televisor y sostiene la conveniencia de que se establezca algún
tipo de control público sobre el contenido de las emisiones, comprobará
enseguida que cualquier adversario convierte sus tímidas insinuaciones en
nos talgia de la censura, intentos de ley mordaza, ataques a la libertad de
expresión y, a poco que se esfuerce, espíritu antidemocráúco, ánimo
inquisitorial y criptofascismo. Se trata de vestir bien el muñeco para que
asuste y poder golpearlo hasta que calle.

San Agustin- T/I" I/lza alegria me'f!iada de Lttgtiettza de ,.er que tantos
años hubtúe yo ladrado, 110 lVlltra la fe católica, JÚZO lVllLra las !ecciolleJY qui-
meras que los hombres habían fabricado (..J No me mnstaba todada que la
IgleJúl enseñase las dodnnas ttrdaderas, pero Ji que 110 etlmTaba aquellas ,vsas
queyo había álllPerado y reprendido}95

Una fonna solapada de crear lUl mlll/em de paja consiste en afirmar con
vilUlencia el rechazo de algo que nadie ha propuesto. Por ejemplo, si lUlO se
opone con indignación a que se recorten las pensiones, sembrará la
sospecha de que algunos (sus adversarios, sin duda) pretenden recortarlas,
con lo que ya es tá creado el muñeco.

Yo, lo que asegllro, es qlle estoy en <vntra de la torlllra.


Yo 110 piemo que deban ",ram las' emlelas plÍblú-a.r
No estoy disp/lesto a bajar la guardia en la deftnJa de la democrada y de las li-
bertades.
Sería ,"tolerable que se atamra la libertad de prensa.

¿Quién dice lo contrario? ¿el contrincante? D ebe ser así, piensa el


público, porque de otro modo no se insistiría tanto. Y así será, salvo que la
víctima se apresure a corregir la mistificación .

b . Defonnar su punto de vista real


En esta técnica no es preciso inventarse la posición del contrario. Basta
con defonnarla. Se puede mentir de diversas maneras y casi siempre se
utilizan combinadas: por omisión, por adición, por deformación .
Un procedímíento para exagerar lUl mensaje es radicalizarlo: donde lUlO
afi1ma algo como probable, el adversario lo entiende como segllro; si era

395 San Agustín, COIifesiolles, llI, 4~ I V . 5.

397
Ricardo García Damborenea

,,,oslmti se convierte en zizdlldahle. O tro procedimiento es la generalización:


donde dice algullos se traduce todos, y si se habla de algunas mn, se lee .riempre.
Todo esto contribuye a facilitar el ataque.

- ¿Acaso las centrales JlI,(c/eares IZO tienen accidenteJ?


-Siempre cabe la posibilidad de que tengan Hit aaidmte, por nmota qHe sea.
- Usted ÚJ ha dicho. Pueden tener aaide¡¡tes, lllego fOil peltgrosar.

El mismo tipo de falacia se produce cuando en las citas textuales se


recortan intencionadamente las frases, se aparta la infonnación del contexto
que ilumina su significado, o se enfatiza su lectura de Wl modo que
tergiversa el sentido:

Se debe¡¡ adelalltar las eleaiolles, ha dicho elpmidente de!gobiemo.

E n realidad, lo que dice la letra pequeña es:

-¿Sería us/edpartidario de adelantar la,- elecdolleJ Jipemiera la mcryoría?


- E xe no es nuestro caso. E n general,)'o creo que mando NO xe cuenta CON mz
mpaldo mcryoritario .re deben adelalltar la,- elmioltes.

Se trata de W1a vulgar manipulación sin otro objeto que in1presionar a


ingenuos con grandes tragaderas que no están en condiciones de
compro bar las cosas.
En una palabra, no es dificil arruinar la posición adversaria. Basta con
citar frases fuera de contexto, descubrir significaciones ocultas donde no las
hay y exagerar cosas que no correspondan a nada real . Después de esto no
es preciso estoguear al toro. Bas tará con apuntillado. N i siquiera necesitará
el argwnentador falaz mancharse (más) las manos: el público se encargará
de la faena.
Lo mejor que podemos hacer para protegem os de esta insidia es compa-
rar meticulosamente nuestro plmto de vista original con la versión que pre-
tendan endosarnos: Cnlú-a usted una rea!tdad que no exiJIt. No hay otro camino
para desautorizar a un adversario de mala fe. Puede ocurrir que no dispo n-
gamos del documento original (W1a grabación de radio, Wl reco rte de pren-
sa), en cuyo caso debemos exigir que quien acusa lo aporte sin eludir la
carga de la prueba.

398
USO DE RA.zÓ;-,¡

N
Falacia de NEGAR EL
ANTECEDENTE
Véase Al\JTECEDENTE.

Falacias del NON SEQUITUR


o de la conclusión equivocada
Denominación genérica para todos los argumentos en que la conclu-
sión no se sigue de las premisas.

El médico- La d",jiólI es s/!ya: los fumadores se al"atarralZ el doble, y en


Cast'¡la hmv /m frío que pela.
El paciente a un amigo- El médúv me ha úlsúluado que deje Castilla
(Nieto en El Mmldo).

Todos los nillos n",JitUfI los ",idados de sus padres, pero tualZdo ambos padres
trabajan 110 pueden prestársela. Por eJO, las madre,. /10 debzerall trabajar.

La forma más frecuente de esta falacia la o frecen las deducciones


incorrectas (véase: D educción).
Incurren en 11011 seqllitur las falacias del Antecedente y del Consecuen-
te. También lo hacen a rras sofismas, como la Conclusión desmesurada y
la Petición de principio.

399
Ricardo García Damborenea

o
OLVIDO
DE ALTERNATIVAS, falacias por
Se produce la falacia por no considerar todas las pos ibilidades que
ofrece un problema, con lo cual se corre el riesgo de olvidar la buena:

Esto ha sido un suúidlo o un mádmte (¿por qué /lO ulla muerte natural o llIt
asesúlato?).

Es un error común muy característico de los argumentos DisYW1tivos,


del Dilema y de los argumentos Causales, pero lo co mparten otros varios
so fi smas: Generalización precipitada, Conclusión desmesurada, Pendien-
te resbaladiza y WtjhJullhillki/lg.

p
PATÉTICO, sofisma
Llamado así porque apela al palhos 0a emoción) y no al logos 0a razón).
Comprende todos los medios de persuasión no argumentativos que pre-
tenden sostener un punto de vista despertando las emociones en los
oyentes.

¡Qué dúguslo le rar a dar a 11/ padre!


¿Er que quiere..- hmu Ihmr a la Virgen?
Me de"pao/laría que dijeras lo colltrario.

No se nos explican las razones po r las que debamos hacer o dejar de


hacer algo. Se apela a nuestra sensibilidad para exhOltarnos o disuadimos
una acción. No es que hurgar en nuestras emociones esté mal O sea
condenable, pero si ésa es toda la argumentación disponible, estamos ante
una falacia. Su señor padre puede estar completamente equivocado; yeso de

400
USO DE RA.zÓ;-,¡

gue llore la Virgen no deja de ser tula manera de hablar. Se ve gue no


disponemos de argumentos más sólidos gue tengan algo gue ver con el
fondo del aStulto.
Pueden ser muy útiles para suscitar respues tas irracionales, porque para
la mayor parte de la gente es más fácil dejarse llevar po r los sentimientos
gue pensar críticamente. También es más fácil para el orador excitar las
pasiones del auditorio gue construir un argumento convincente. Por ello,
los gue tratan de persuadirnos más a menudo -políticos y aJlwlci:mtes-
tienden a despertar nuestra emo tividad para inclinam os a hacer cosas gue
probablemente no harían10s si pretendieran convencem os con argumentos.
E ste tipo de maniobra es muy eficaz cuaJldo se emplea aJlte tul auditorio
numeroso, como ocurre en maJlifestaciones callejeras, mítines políticos o
asambleas religiosas, donde triwlfa guien mejor manipl~e las emociones
colectivas, sean éstas positivas Qealtad, piedad, solidaridad, espíritu de
emwación) o negativas (miedo, envidia, rencor) ligadas o no a prejuicios
sociales o étnicos .

¿Dejaremos que alguien pie liJe que IOJ e.rpmloles bemoJ údo mbarder?
¿Qué será de Francia, de IZuestra lengua, de I/uestras tradúúmes, cuando abra-
mos la puerta a los úzmigranteJ?
De u/zpatrono mlllca puede "nir Ilada buello.

Las falacias patéticas, principal arma de! demagogo, representan e!


colmo de los malos argumentos. N i siguiera los hay. Ni existen premísas ni
conclusió n, ni ganas de argumentar. Precisamente, se trata de evitarlo. No
se pretende justificar una tesis, sino arrancar un asentitniento emocional.

Cuando las ra'{!Jnes SOIl débiles. los ajú'/os son IOJ q/le gobiemall.J96

No es gue toda apelación a las emociones sea falaz. N adie puede


prescindir de ellas. Los razonan1ientos son capaces de convencer a la mente,
pero no mueven la vollUltad. Es preciso conmover, sin duda, pero tras
haber convencido.

Sipntendemos lograr que lo dudo.fO se vea áerto, bay que edJar mallo del ra~­
namiento, COIl !as pnlebar al canto. Mar si IoJ qyentes Ilecesitan antes bien Jer
movidos que eIIse/lados. de merte que 110 seall flojos ell ba"r lo mismo qlle ya
Jaben y ammoden el asentimiento a laJ cosar que mrifieJall Jer t-erdadermj en eJ-
te cm"o! se requieren mqyoreJ amJtos de elomelU'ia, y aqui SOIl lleceJan'ar las stÍ-

396 GiberL, BalLasar, R.etórim o reglas de la elocuel1cia.

401
Ricardo García Damborenea

pltim e imrepaúo!les, lar imitaúo!leJY apremios'y todo otro remrso propio para
cOllmo¿'er los állimos.J97

Una cosa es probar lo que decimos (convencer) y otra lograr que los
convencidos actúen (persuadir). Lo segundo es más dificil y no basta la
razón porque con frecuencia, aunque quien nos escucha sepa lo que debe
hace r, no quiere hacerlo .

De!pecado todos dtim que es malo'y le come/en todos. Quevedo.


Le replicaron que se to"formara COIl teller rac;.ólI,'ya que 110 habría de teller otra
cora. Rabelais.

Con las emociones podemos arrastrar al mlUldo entero tras el féretro de


Diana de Gales; con la razón ni siquiera lograremos que contribuyan al
sostén de Unicef. Ambas, razón y emoción, son necesarias, pero en su
debido orden. Cuando los oyentes es tén convencidos suficientemente sobre
cómo se debe actuar, será el momento de apelar a las emociones para
mover a los recalciwmtes. Primero, luz al pensamiento y después, si hace
falta, fuego al corazón.

Es pmúo probar antes a UIlO tomo traidor'y IlIego protocar a los oymtes tVntra
la traición, 398
Demóstenes a Esquines- Al oír tu dúmrso han dicho: ¡qllé bú" habla!
Al oír e! mío hall tVmdo a empllllar las armas. Plutarco.

¿Por qué molestal.l10S en consttuir lUla argumentación conVUlcente SI


podemos interesar al público de manera mi, directa, más fácil y más eficaz
excitando sus emociones? Porque es peligroso y abre la puerta a toda suerte
de irracionalidades; porque las emociones se enfrían tan pronto como
termina la función; porque podemos ser refutados con facilidad; porque
nuestro prestigio correrá un peligro permanente. Ocurre aquí como con
todas las trampas: el que a veces salh= bien no las hace recomendables. ¿Y
si la urgencia u otras circw1stancias aconsejan apelar directamente a los
sentimientos? .Adelante con ellos. .Al menos sabremos que estamos
fomentando emocionalmente algo que, llegado el momento, podríamos
sostener con la razón. La falacia consiste en hacer lo contrario, como era el
caso de Hitler:

397 San Agus tín, us cuatro ",'bros de la dodrina t7is/iana, IV, 6.


398 Teón, Ejercicios de retórica, 65.

402
USO DE RA.zÓ;-,¡

Como orador, Hitler Illlllca se molestó en probar lo qlle deda: afirmaba para
desencadenar la emodón ... Consideraba a SH allditono tomo IIlla mlljer que debe
ser en pnmer IlIgar deslludada emocionabnmte y después sedl/cida para II/ego
abandonarla. Los úlUmos dúZ minI/tos de Sil distllIYo pamían I/Il orgasmo "r-
ba¿;99

Una advertencia más: no todas las pas io nes se pueden excitar decen-
temente. Hay pasiones y supersticiones sucias que debiera estar prohibi-
do agitar en cualquier tribuna: venganza, odio, envidia, racismo, violen-
cia ... Conviene es tar preparado para enfriarlas cuando se perciben en el
público y, especialmente, nos importa ser capaces de combatirlas cuando
las emplee nues tro adversario. Quien no conoce las trampas está despro-
tegido frente a ellas. No puede preparar antídotos el que no sabe nada de
venenos.
El sofisma patético caracteriza a las siguientes falac ias : apelación al
~ liedo, apelación a la Piedad, apelació n a la Lealtad, falacia de la Pista falsa.

Falacia de la PENDIENTE
RESBALADIZA
o del dominó
Consiste en una cadena de argumentos que conduce, desde un co-
mienzo aparentemente inocuo, a un fmal manifiestamente indeseable.
Para rechazar una proposición o desaconse jar una conducta, apela a con-
secuencias remotas, hipotéticas y desagradables. Por ejemplo:

No se puede sllpft/m,. el sen"io militar oMgatono porque dÚlam,aríamos a los


ciudadanos de su compromiso con la Ilación, h ella! debilitarla Ilueslra capaci-
dad difellsit'a y de dúuasióll, COIl lo que en la prác/ica eslaríamos imzfalldo a
que se abuse de Ilosotrosy llO ,fe reJpeten IlUeJlro,f inlereseJ~ e,fjJefia!menle los Cf}-
meniales, aJll !as ml/fea/emias tlzeátablef de receJiól/ eml/ómll-ay desempleo. Ya
se sabe qlle ",ando esto oCl1m la foáedad se siel/te irritada e tllsegllra, la politi¡-a
se loma inestable y ma!quier z}u'/.deJlte puede O7!ar un caOJ rew!lIa'rJllano.

Es tamos ante rula larga cadena de inferencias del tipo A ¡-a/lsa B, B ¡-alisa
e, etc., que culminan en un fmal tenebroso. La falacia consiste en dar por
fimdadas consecuencias que no son seguras y a veces ni siquiera probables.
Se ampara en la inquierud que desata el resultado final para colar de matute

399 \Xloods.john y \Xlalton. Douglas. Critique de L'argllmentaHon.

403
Ricardo García Damborenea

algunas relaciones causa-efecto que son refutables (en este caso, todas): es
una temeridad dar el primer paso, porque las consecuencias se producirán
de modo automático e irremediable. Este ejemplo puede parecer exagerado.
D e hecho es una deliberada exageración, pero cosas así se escuchan cuando
alguien no sabe qué alegar:

Cuatro órdenes de pertllrbaáonu sodales se pueden esludiar mmo posibles eOIlJ·e-


cuenciar del dil'Orcio: los suiCidios, la cn'minalidad general, la cn'minalLdad en los
mello res delillcuenLes, y la aiminalLdad enloJ a)¡!yugeJ.4OO

Se nos presentan las consecuencias como si fueran obligadas cuando


distan de ser ni siquiera probables.

Debieras dejar de fumar porque la debilidad frenle a la adieáón caralieriza a


IIIla personabdad insegura, ,,¡capaz de afrontar las mponJf1bzfidades de Un em-
pleo o de una reladón. Acabarás sola, infeliV en la miseria.

Los pasos necesarios para aceptar esta conclusión suponen que todo el
que ftuna padece un defecto de la personalidad; que los desórdenes de la
personalidad conllevan la pérdida del empleo y de las relaciones, y que esto
equivale a terminar sola fané y descangqyada. Este progresivo deslizamiento
hacia la perdición es lo que da nombre al sofisma, conocido también como
Falacia del dominó.

Si los estlldúlIltes 110 se plantan ahora ante la admillistraaoll por esle problema
peque/lo, el decanato pensará que liene luZ l"erde para arrebatar/lOJ otro yo/ro
derecho, harta no dg'ar ninguno.

A orece en abw1dancia sielnpre que se discuten innovaciones : servicio


militar, legalización de las drogas, rein serción de presos, ampliación de los
supuestos legales del aborto, juicios con jurado, o educación laica:

Los jÓ,"lIes 110 educados en el respeto a DIOS, serán reados a soportar disciplina
algulla para la hOllejlidad de la tiday , aI/ezados a 110 llegar liada a su <vnarpis-
cencia, Jerán llet'ado,rfácilmente a agitar la mirma paz del E xtado.

En cualquier campaí1a electoral se nos alecciona generosamente sobre


las terroríficas consecuencias que se producirí,Ul si llegaran a gobemar los
contrarios.

400 Leizaola, citado po r Vidarte, Sim eón, Las Cortes Comtit'!)'entes de 1931-
1933.

404
USO DE RA.zÓ;-,¡

E ste sofisma, asociado a los ataques personales (falacia Ad Homúzem),


suele consumir las mejores energías de los candidatos sin dejarles ocasión
para cosas de mayor sustancia.

Cualquier remrte en la aJlJtemia sallitan·a puede parettr ballal, pero es muy pe-
ligrom. LospeqlleiioJ retvrteJ abren la puerla a los gralldes remrtesy, fillalmen-
te, a la flpresión de! sis/ema xC1nitano graluito. Si /lO impedimos es/a tendencia,
el Gobienzo pensará qlle tiene fas mallOS libres para acabar eDil el sistema Jan/-
lano ptibb'v.

Siempre que rebrota el debate sobre la eutanasia, aparece una abundante


cosecha de sofismas sin que falte la pelldiellte resbaladiza:

Una vez que ulla fOciedad permite que /liza penona quiLe la l/ida a otra, barán-
dose e/l sus mulllos tritenospn·mdos de !o qlle es ulta ,,,la digna, no puede exú-
tir /lila forma segura para lVll/ener el l/in/s morla! aJí introdllcido. Irá a donde
quiera.401

E s, en fm , el argumento que nos recuerda que quien mal anda, mal


acaba:

Yo lVllOd a llIt hombre e bien


tan cabá como er reló,
y se metió en er qtleré,
y en llIl hOJpitá muna.

A diferencia de la falacia del Wúhfi,l thillkillg, la que nos ocupa considera


lll1icarnente posibilidades desfavorables y sugíere que las cosas irán mal
porque pueden ir mal. Nos invita a confundir la realidad con nuestros
temores.
Asociada al sofisma Patético fue muy provechosa para la propag,mda
exterior del sistema soviético. Las críticas al régimen cornlmista iniciaban
pendientes resbaladizas que contribuían a un desastre inevitable: el fracaso
de la Revolución. Los críticos, po r tanto, eran traido res
contrarrevolucionarios.
Una variedad de esta falacia consiste en rechazar W1a proposIción
alegando que puede producir efectos colaterales indeseables. El ejemplo
tradicional se refiere al rnaes tro que no permite a un niño llevar su to rtuga a
la clase de párvulos porque eso le obligaría a dejar que otros nUlOS llevaran
también sus mascotas: ¡quizás alguno tenga W1 elefante!

401 Dr. Callahan, diario ABe

405
Ricardo García Damborenea

LA elección de 10J métodoJ de e/1Je11iJ/lZiJ se debe dejar en mallos de los projesore.r.


Si se pero,,!e que los estudúliltes influyan eJl este campo, qllerrán tlztentlú en
otros, zlZc!USO en la dú",ión de la Facultad. Esto mnd,mda a la nrptura de!
orden, la disdplina y, en difinitú,'a, a fa deJapanáim de loda dOl"enaa "'zlt'ersi-
laria.

Lo que se viene a sugerir es que si se acepta W1a regla, no faltará quien


pretenda aplicarla en otras situaciones que sean claramente indeseal)les.
Al rechazar la falacia, es preciso no dejarse distraer ni aterrorizar por los
demunbaderos escabrosos que vaticina. No nos interesa la última
conclusión, sino examinar las premisas intermedias (del formato A causa B)
y desL1.lbrir cuántas de ellas son refutables o necesitan justificación. Se
puede responder de varias maneras, por ejemplo:
a. Poniendo de manifies to que la cadena argwnental no la forman
relaciones causales plausibles, es decir, que se están arrastrando las
consecuencias por los pelos. Basta con que podamos detener la
cadena en uno de los eslabones. Es como trazar Wla barrera que
impide el deslizamiento por la pendiente.

LA supre.rúín de! senil,,) mdirar no prol'oca la úzdiftmuia de los tÚ¡dadanos por


los problemas de la /ladón.

b . Bromeando: LArgo me lo fiáis, como decían en el Comúlado de púdra,


0, s i se pre fiere: de aqli! a den alZOS todos calws.

Suplico a los que anlitipall sus lemoru aten'a de los deJórdeneJ que deJolaráll
Framia si se zlztrodlli" la libertad de mItos. obsen'en que la toleranáa no ha
prodz/Ctdo entre nueJtros ""iflOS ¡ratos empollzozlados; y que los protestantes,
ilzettfablemmte condmados, mmo todos sabemos, eJl e! otro mundo, se han sabi·
do amglar de /lila manera cómoda en éste, Stl, duda e/I compellsaáólt debida a
la bondad de! Ser SlIpnmo. 402

No todos los argwnentos que utilizan cadenas de consecuencias


inquiet;JJltes son falaces. Por ejemplo:

Debieras abandonar el tabam. Te deja un deJagradable olor m el ab'elzto, el pelo


y la ropa, que molesta a los que se te aproximan.

402 l'vlirab eau, DisClirso sobre la libertad de (,:ultos.

406
USO DE RA.zÓ;-,¡

En este ejemplo, las consecuencias son automáticas e inevitables. Una


cadena argumental no es falaz cuando se construye sobre relaciones causales
necesarias o plausibles que se pueden confIrmar paso a paso.
Con frecuencia se emplea esta argumentación legítimamente para no
ceder ante Wla coacció n, una amenaza, o un chan taje:

Si cede usled efta t'f!'{; deberá ceder 1m poco más la próxima,y así JlIcesú'amenle.

No por el hecho de at1W1Ciar males se incurre en fal acia. l\luchos


temores es tán bien flu1dados y es razonable rechazar iniciativas que no se
sabe a dónde conducen :

Si ofrr:m el dedo te cogerán el brazo.


Eso abriría un jXJrtillo peligroJo.
E:>-.1Jle el nesgo gratt de q/le se /IOJ eJcape el (/JImto de las mallos.
Por 1111 dal/O IIlIa herradura;jXJr /.lita herradl/ra un caballo;por un caballo I/n
relllo.

N W1Ca es malo aconsejar plUdencia.

Si se legalizara el ado de acabar mil la "da de alglllál para ayudarlo, tal vez
se haga dallo a gmte tll0mlte mmo ab/lelos demelUiados,y el Estado debe prote-
ger a esa gente.403

Tanto la falac ia como el argumento legítimo adoptan la forma: Si P


enlom:es Q, enlOllce..f R, entollces 5, entonces T... pero Wla cadena argumental se
constmye sobre relaciones causales plausibles y se conftrma paso a paso. E n
la falacia de la pendiente resbaladiza, se menosprecia la plausibilidad de los
vinculos causales y se concentra toda la atención en los remotos resultados
indeseables.

Si l//10 empieza por pernll!,,,,e llll asesúlato, pronto no le da imjXJrtalUia a ro-


bar, del robo para a la bebiday a la illobsemallCia de! día del Seilor.y Je acaba
jXJrfaltar a la buena educaáólly por dejar las msas para e! día J/glliente. 404

403 Asociación Espruiola contra el Cán cer.


404 Thomas de Quincey, El asesinato considerado como Uf/a de la.r bellas artes. Papel
JegllJldo.

407
Ricardo García Damborenea

PERSONAM, falacia ad
Véase 1-101l11NEM.

PETICIÓN
DE PRINCIPIO, Falacia de,
o PetitioprinciPii (afIrmación de lo del principio)
°
AristóteleJ- Postular tomar lo delpn"'áplo eJ demostrar por Jí miJmo lo que
/lO está claro o IlO es colloádo por sí mismo, esto es: 1lO demostrar. 405

Veamos Wl ejemplo:

-EJte mleglo es m/ly patemaliJta.


-¿Porqué?
-Porque trata a fOf eftlldianfef lvmo ni¡loJ.

Utiliza como premisa lo mismo que dice la conclusión. Esto es W1a Pe-
tición de Principio. ¿Por qué lleva Wl nombre tan raro? Es la versión latina
de Wla idea de Aristóteles: petere Id q/lod demo/lJlrandllm tlZ prilllipio proposÚum
eJt, que (usted perdone por la agresión) significa: afirmar aquello que se debe
demostrar.
¿Po r qué conservamos es ta denominación? Porque es en la que nos en-
tendemos todos: pétÜIOIl de pniuipe dicen en Francia, petüio pn"'ápú o beggtlzg the
qlleJttoll en Norteamérica. La idea es que el principio ¡garantía) de lUla de-
mostración no puede apoyarse en la conclusión. Una cosa no puede ser
p ro bada por sí misma.

Si digo yo que un hombre eJlá bo"udJO y lIJled me dI" que es debido a que ha
bebzdo mlliho, 110 amglamoJ nada.4!J6

En todo raciocinio, lo que sirve de fi.mdamento debe ser más claro y co-
nocido que lo que se quiere probar. Por eso la falacia consiste en pOJtlllar o
Jentar aquello mtimo que eJ pmiJo demostrar!07

405 Anal/litVs Primeros, 65a, 27.


406 Boswell, Vida Samlle' Johson.
407 A ristóteles, Tópims, VIII, 162b, 35.

408
USO DE RA.zÓ;-,¡

-¿Por q1lé ha gallada el Partido Popular?


-Porque tiene más electores.

Se incurre en este sofisma de dos maneras:


a. porque se utiliza como premisa lo mismo que afirma la
conclusión O algo cuya verdad depende de ella.
b. porque se utiliza como premisa algo cuya verdad no está
probada.

a. Cuando se utiliza una premisa equivalente a la conclusión


o que depende de ella. El círculo vicioso

-El opio pmd"" fUe/io porque es soporiftm.


- ¿Por qué el Joporiftm?
-Porque tlldu,~ al SU"IO.

Al emplear W 1a premisa que es equivalente a la conclusión O dice


exactamente lo mismo que ella, caemos vettiginosamente en el llamado
círculo vicioso o prueba en círculo (ámtlus áriOSllS, orbis ti, demostrando),
donde <unbas proposiciones se ampar<Ul recíprocamente, la una en la otra:

Uega tarde, porque trae retraso. ¿Por qué trae retraso? Porque 110 ha llegado a
su hora.
Sótrates fue maestm de Platón y Jenofonte. porque éstos fuemll discipu/os de
aquel
Me gusta el COIim'porqlle es mi bebidafa"n/a.

Se apoya la conclusión con la premisa; si pedinlos el fundamento de la


premisa nos ofrecen la conclusión. Se repiten las cosas en vez de probarlas.
En lm círculo vicioso se queda cualquiera tan en tinieblas con la respuesta
como con la pregLmta.

La ewluáón asegura la sllpemánáa de las eJpeties. ¿De l'lIáles? De las que


sobrnú-'eIl.
Dios ayuda a los que J~ ayudan.
Si h"bieJe un reflréndum sobre la pella de muerle, gallarían los bUeIlos. ¿ Y
quiénes SOIl /os buenos? LoJ que gallen el reflrélldum. Chwny O1wnez, Ola·
no 16.
Cuando se present,m la premisa y la conclusión en los mismos tétmi-
nos, la falta es tan fl agrante que pocos se atreven a incurrir en ella. A
menudo las dos formulaciones se diferencian lo suficiente para disinlldar

409
Ricardo García Damborenea

el hecho de que una misma proposición aparece a la vez como premisa y


como conclusión.

- ¿Por qué es pretiso qlle galles más dÚlero qlle tll mUJer?
- Porque sry e! tarón.
- ¿Por qué túne qlle mbrar más e! tarón?
- Porque ba de sostener a la familÚJ.
[¿ Por qué ¡¡me que soslener e! varón a la familia? ¡Porque es e! ¡:arón!j

El perioclista- ¿Por qué muere lallla genle de illfarlo?


El eximio cardiólogo- Porque lar enfermedader mronanas son ulZa de lar
califas más frementes de mortalidad en los mayores de ánmmta años.

El mismo caso de fal acia se da, como hemos dicllo, cuando la premisa,
en lugar de repetir lo que afuma la conclusión, se apoya en ella.

Dios e...-"\'7.Jle porque Dios dice que exúle.

Nos hemos limitado a utilizar como premisa algo que depende de la


conclusión: ¿cómo vamos a saber lo que D ios dice cuando no sabemos aún
si existe? Para aceptar la premisa es preciso aceptar antes la conclusión.

- Mi Párro,v es UIZ santo porque habla todos los días con DIOS.
-¿ Y tlÍ cómo lo sabes?
-Porqlle me lo ba dicbo él mismo.
-¿ y cómo sabes qlle IZO le mgaña?
-¿Cómo me iba a engañar UII bombre qlle babia lodof 10f dlas mn DIOS?

No probamos nada.

El patrono- Sí, ya teo que este mior Gramó/ec;. me responde de usted; pero
el ,'tISO es que a este se/íory o IlO !o conozco ni le he lútO en mi l'ida.
El recomendado- Es igual, de responder de! mior Gramó!ez me encargo
yo. Xaudaró.

*' * *'
No todo argumento circular es falaz. Hay fenómenos que se
retroalirnentan y sólo se pueden describir o argumentar de manera circular:

L:J hipertensión arlenal leJ10lla el riJión y la /eJión renal produ" biperlemión


arteriaL
Si te I'otan mllchos plledes ganar,y siplledes ganar te l'Otan mucbos.
410
USO DE RA.zÓ;-,¡

- ¿Por qué l'a la gente a Ia.r fiestas?


- Porq!le hay gente que da jiestas.
- ¿ y por qué da jiestas la gmte?
- Porque hay genle que l'a.
(De la película Elpecado de Cámy BroIVIl).

Los economistas hablan de círculos viciosos y círculos virtuosos para


referirse a situaciones en que las cosas ftrncionan en W1a espiral de
empeoramiento o de mejora, porque los efectos retroalimentan las causas.

Baja la bolsa porque se asllftan ms úllersOref, y se asustan los ÚtltrfOref porq!le


baja la bolsa.

As í nacen y se sostienen las llamadas espirales ascendentes (o escaladas)


de accióo-reacción-acció n que caracterizan las venganzas y cualquier
conducta violenta en general. Nada que ver con nuestra falacia que, por sus
propIOS méritos, debemos incluir en el gmpo de Eludir la carga de la
pmeba.

***
b. Cuando se apoya la conclusión en algo opinable
Vamos con lm ejemplo:

Todos lospen'erfos hall de ser castigados en eJle mUlldo o en el olro.


Hqy pen'er.fOJ que no fOil castigado.r en este mundo.
Luego m serán en el otro.

En la primera premisa se da por supues to algo que no está probado y


que no todo el mundo acepta. Lo que sirve de pmeba en lm arglUnento
debe ser más claro y conocido que lo que se quiere pro bar. Es preciso que
la conclusión busque lill apoyo que no se cuestione.

Si !tí me daJ a íVllocer lo illcógnilo por lo menos touoe/do, es coger aglfa en tefio.
Celestina.

Esta Petiaon de Primipio da por descontado que el interlocutor aceptará


como evidente una pro posición no detnostrada. La cometen con frecuencia
quienes parten de supuestos religiosos o ideológicos que consideran
indiscutibles (fado discurso ideológico se apoya necesariamente sobre un
presupuesto que no se cuestiona).

411
Ricardo García Damborenea

No eJ bumo liberalizar 1m¡armadm porque eIItOlllfJ habría IIna eJI cada calle.
Hay que negoáar aJll 10J terrrmj'taJ jxJrque eJ la 1Íllica manera de acabar eOIl el
problema.
No se debe [,ellder l bena jxJrque EJpaila perdería fII mmpail,a aérea de bande-
ra.

En todos estos ejemplos, se da por supuesto algo que no está probado:


¿por qué no debe haber Wla f31macia en cada calle?, etc.
En toda discusión hay que estar de acuerdo sobre algo , Necesitamos
compartir lUl asidero desde el que argumentar a favor o en contra, Cuan-
do no existe un principio compartido, como ocurre con las creencias
religiosas o políticas, no hay discusión posible.

Contra pn'mipia negantem non nt disputandum [Con quim niega mJpn'mipioJ


no Je Pllede disa/firj.

A partir de una creencia particular se pueden extraer consecuencias y


corolarios para uso privado, pero no razonamientos:

Un inquisidor de Arras- Todo amJado de hedJláría eJ nemariammte ,ul-


pable de ella. DIOS 110 puede permtiir qlle qlliell no es un hechicero sea acusado
de serlo. 408

No se puede dismtir !a elJidenfe superiondad mora! de la izgllÚirda porque es su


prin,ipal carácter dijere",ia!.

Yo he didJo: si el derecho a! JU/raglo es natllral, no .re puede pn'¡:ar de él a la


mujer. y la mmisión d".: siendo natllral, se Pllede pn'I'ar de él a la mujer, por-
que elfin de la mlljer no eJ gobemar.409

Duns Escoto defendía el dogma de la Inmaculada Concepción con el


siguiente argumento:

Pudo sery mlllúlO, IlIego¡Íle.

La publicidad comercial cultiva amorosamente este so fisma:

Si son huews Pafea! tienen que ser buenos.

408 Huizinga, El%ño de la Edad Media.


409 Romero Robledo, Debate de la Constitución de 1869.

412
USO DE RA.zÓ;-,¡

Sabemos lo que a IMed le gmta. Por eso hemos preparado el detergeJlte radiadi-
w Pum.
Vota últeúgellte: ,"ta Imle.

Como decía la vieja Lógica de Port Royal:

Se pueden refinr a esla jalacia lodos IoJ argumenlos etl que Je prueba ulla IVJa
incógllita por otra que es tanto o máJ incógnita; o tilla COJa incierta por olra que
es tanto o más tizcierta. A. Arnauld.

Falacia de la PISTA FALSA


Consiste en despistar, es decir, distraer la atención del adversario y de
los oyentes hacia un asunto colateral para disimular la debilidad de la
propia posición. Por ejemplo:

¿No está usted de amerdo <VII elprocesamietlto de PÚlOchet? ¿Es qlle 110 le im-
portan las matro mil lÍdltnas mortales, "i el dolor de fUS jamilür?

Parecía un debate jurídico o político y, de repente, sin discutirlo, se ha


transfonnado en W1a inquisición personal. El salto ha sido tan
imperceptible que el público lo sigue con naturalidad. Además se han
repartido los papeles de manera que a lUl lado quedan el promotor de la
falacia y el público; al otro, Wl sospechoso (no en balde, se ha utjJizado
como pista fal sa una falacia de1 l\ [utleco de paja).
Es to se produce en cualquier conversación de lUla manera tan
inconsciente que impide considerarlo falaz. Cuando se habla por pasar el
rato es habirual mariposear por los asuntos; nadie se molesta en disciplinar
las charlas intranscendentes . O tra cosa es que quien debe justificar en serio
Wla tesis pretenda eludir su obligación con la maniobra descrita.

- Es preciso resolter elproblema de los hamos margl}¡ales.


- E n eso estamos de acuerdo, pero lo qlle IIsted propolley a se ha emayado sill
h<ito, mesta demariado y /lOS obILgaría a reml/lliar a los programar qlle está/l etI
marcha.
- A IIsted lo que le omm: es que /li entiellde el problema Ili le preompa la si-
lllaao/l de la infamia margl}¡ada, ni la de losjÓlietteS hundidos en la droga ...

N i una palabra sobre la propuesta que se dlscutía o las tres objeciones


que se plantean .

413
Ricardo García Damborenea

La pista falsa, como decimos, debe ser colateral a la cuestión, porque ha


de estar relacionada con ella aWlque sea indirectamente. De o tro modo el
auditorio no aceptará la EiJga. Estaríamos ante una simple elusión de!
aswllo. Si se está discutiendo sobre la dona,,"" de anúJ/ales W10 puede
desviarse por la rama del hambn en el mllndo sin que se note demasiado la
trampa. No cabría, por ejemplo, ponerse a considerar el peso de lar
nll¡lIillaa'onalujarmadli!icaJ en la elvllomía mundial, o lar imrrsiones del "Vaticano en
los laboralonos de im'eJllga"on, porque son saltos descarados . Más que irse por
las ramas parece que cambian de árbol.
Además de colateral, es importante que e! asunto despierte emociones.
El público rara vez se involucra con los argumentos de Wl debate, pero lo
hace siempre con las emociones. Toma partido enseguida por aquel orador
que expresa los sentimientos comW1es. De este modo se divide la
concurrencia: e! tramposo y los oyentes se sitúan en el lado de los buenos
frente a W1 incauto que se ha dejado distraer y comienza a parecer
sospechoso .

¿No t'a a l.'otar usted en mlltra del aborto? ¿E.r que no le imporlan lns llillo.r
que morirán JÚI ter la luz, Stll que se nspete, como se le nspetó a IIsted, el den-
cho a núr, a estar aquí?

Quien explote la situación adecuadamen te, puede lograr lo que con


cualquier apelación a las emociones: que el público no sólo simpatice, sino
que llore; no sólo que olvide lo que se discutia, sino que deje de interesarle
aW1que se le recuerde.
Ocurre como con aquellos abogados que describia Swift:

Cuando dejíefldell ufla '"{JI/sa, ",tan tena"mmte entrar e/I el fondo, pero se
muestran w"úg/ero.r, Ilolentos y pro/ijo.r al examútar todo aquello que es ajmo
al arllllto. 410

Es ta falacia produce un dialogo de sordos en el que no existe ningLU1a


pos ibilidad de entendimiento, porque ni siquiera se sabe cuál es la postura
de los contendientes, ni qué es lo que se quiere demostrar. El único
resultado claro es que la cuestión se elude, que el auditorio pierde el tumbo
y que, si quien la cultiva es hábil, puede dar la impresión de que domina el
debate.
En ténTIÍnos coloquiales solemos llamar a esta maniobra '"{Jmbto de agujar,
en clara imagen ferroviaria : habhunos de desliar la (Uesrton. Los británicos,
amantes del deporte y del juego limpio, la lIam,U1 Amlque ahllmado, porque

41 0 Swift, Viqje alpais de los H0'!Ylmlmms.

414
USO DE RA.zÓ;-,¡

antes de iniciar la caza del rorro se pasa Wl arenque sobre las pistas del
animalito para confundir a los perros.
Véanse tanlbién la Falacia de Eludir la cuestión yel sofisma Patético.

Sofisma POPULISTA
o Argumento ad populum, también conocido
como falacia de apelación a la multitud
Se trata de W1a simple variedad de la falacia Ad VereclIIzdiam. E n ella el
lugar de la autoridad reverenda lo ocupa la opinión más extendida, a la
que se apela como si se tratara de la archiesencia de la verdad.
Se basa en la supuesta autoridad del plleblo, de Wla mayoría o,
simplemente del auditorio, para sostener la verdad de Wl argumento, como
si la razón dependiera del númeto de los que la apoyan: l/O es posible que tantos
se eqlliwqueJI, dicen. El recurso es evidentemente falaz, porque de lo que
dicen muchos lo {mico seguro es que lo dicen muchos, y lo más probable es
que se trate de lm interés, W1 prejuicio o lma pasión colectiva.

Si lo dudas, úztemígales, o más búnyo lo wy a hacrrpor ti. ¿Qué os pam" I.a-


rol/eJ a/enienJe.f? ¿Esq/lú/O es huéJped de Alejandro o ",menano JHYo? .. ¿Oyer
In que elicm? 4/1

La imaginación anglosajona la bautizó como Bal/dlVagon fallaC}, esto es,


falaúa del carro de la bal/da, refiriéndose al de los músicos en los festejos
electorales, al que se enCaranlatl los entusias tas del ganador. Es la misma
idea que nosotros, hijos de Roma, reflejanlos con la expresión: sublrre al carro
de! ",,,,dor. E n este sentido, se supone que W1a idea ha de ser cierta cumdo
todo el mW1do la acepta:

Debe .rer /lna película est/lpenda porque hay /lnas cola.r enormeJ en la taquilla.

A1g=os confunden la verdad con el número de matlifestantes, porque


meZclatl las diversas verdades en juego. La verdad de lo que opina la
mayoría se puede expresar en el número de asistentes a W1a manifestación:
eJ wrdad que 24654 dÚ'1I X (verdad es tadística); pero, por muchos
mmifestantes que se reúnm, no sabremos ni W1a palabra más acerca de lo
bien fundada que pueda estar su reclanlación.

411 Demós tenes, Sobre la corono.

415
Ricardo García Damborenea

Sócrates- Los hay que demnan Hila mOlleda falsa si está sola, pero si está
en montón la apnteban.412

Recurrir al número de los que opinan algo es lma vía legítima cuando se
trata de medir el alcance de una opinión. Solamente podemos conocer lo
que piensa la mayoría preguntándoselo. Ahora bien, si nos dicen que el 64%
de los jóvenes ado ra la música bata/ao, no 10 entenderemos como un
argumento a favor de la bondad de tales sones, sino como un dato que
expresa un gusto juvenil .

E l tolumen de aplausos no mide el talor de una Idea. La dodn'na imperante


puede ser una estlljJidezpomposa.4 13

D el mismo modo, cuando analizamos un sondeo que mide la


popwaridad de los políticos, no concluimos que los ciudadanos escogen
bien o mal, no entramos a considerar si tienen o no razón. Nos limitamos a
constatar cuáles son sus preferencias. No pedimos que nos desvelen la
verdad, sino que den su opinión.
E stamos ante lUla falacia cuando se intenta probar mediante el peso de
la opinión cosas que no son opinables. Para averiguar si Sevilla tiene más
habitantes que Barcelona, las creencias de la mayoría son irrelevantes (bien
pudiera ocurrir que una mayoría pensara que tiene más Sevilla). Apelar a
opiniones populares para sostener algo que debe ser comprobado
objetivamente es una falacia de opinió n, lUl mal argumento basado en una
pésima autoridad. Todo el mlllldo no es una fuente concreta, no es imparcial y,
generalmente, ni siquiera está bien informada.

Sócrates- Sobre lo ql/e d".,. ""dráll ahora a apoyar tllS palabras msi todos
los ateniensesy e:xtralyeros, si deseas presentar mlltra mí testigoJ de que 110 teJlgo
razón. Pero yo, al/nque 110 Joy más que 11110, flO acepto tu opimon; 110 me obligas
a el/o con razolles, sillo que prese!Ztas contra mi muthos testigos falsos. 414

Si ex iste alguien capaz de sostener hoy una cosa y mañana la contraria,


sin más fundamento que el calo r de los acontecimientos, las sugestiones de
lUla película, o la moda, ese alguien, al que H obbes llamó Leda/han, es la
opinión pública.

412 Erasmo, Apotegmas, [43].


413 Gómez Dávila, Esmlios ti Im/exlo implícito 1.
414 Pla tó n, Gorgias.

416
USO DE RA.zÓ;-,¡

No exúte opinión algl/na, por abmma que sea, que los hombres 110 acepwn co-
mO propia, si llegada la hora de contemrrles se arglge que tal opinión es "a¿rp-
tada IlIIú.rsallJleJZte". Son como o"ejas que sigueJZ al carnero a dondequúra que
['aya. m

A este mlsmo tipo de sofismas corresponden la apelación a la


tradición (Jiemp", se ha hecho aJI) y la apelación a la práctica común (todo el
mll1/{lo ha" lo mIJmo). Por ejemplo:

Mipad", /I1l/1ta permitió que Sil mlljer le !em1ltara la ""z.


- ¿Por ql/é saqueaste aquella tzenda durante el motín eal!ejero?-Todo el
mundo lo hada.

Hay situaciones en que nos dejamos llevar por la corriente porque,


como decía San Agustin, da ¡-'ergiienza no ser desvergonzado; pero es to es una
explicación, no Wl argumento. Lo que hagan otros o lo que hicieran
nuestros abuelos, no ofrece rungwH garantía de acierto. Son argucias que se
emplean para intentar jus tificar (mal) W1a acción, olvidando que las
conductas deben apoyarse en sus propios méritos, no en los actos ajenos.
Como señala lUla frecuente recriminación mateLTIa: ¿As! que, si otros se tiran
por la Irntana, tlÍ tambié" te tiras?

Cl/alldo algún diputado ql/iera aJimlar l/na teoria abmrda o apoyar I/Ila idea
deJ"Cabellada, le1tga la p",call,,1511 de decir.' "EJta norma se Jiglte e1t el extranje-
ro". Si desea dotar de mayory más p,"stigiosa ambigüedad al mneeplo, imilllÍe
senallamente: aPorque ¿'DmO OC/fin en todas parles . .. " 416

Se puede combatir esta falacia rechazando la razón del número y su


carácter de autoridad parcial y mal informada, pero es preferible aportar
ejemplos y comparaciones:

SiJuzgamos la calidad de las películas por las colas de las taqu¿flaJ, deberíamos
mlocar en la aíJpide El último mplé.
Dicen los japollese,r que la cazay (OIlJumo de delfineJ forma parte de su m/Lura.
También formaba parle de su cultllra la diraimillaa15n de la mUjery ahora la
,'Ombaten.

415 Schopenhauer, Dialédica Erístim, Estratagema 30.


416 \V Fernández~F l órez, Amlaciones de 1111 qyenle, 1, 71.

417
Ricardo García Damborenea

Al hablar de las costumbres sacrosan tas de an taüo, nadie se acuerda de


las auténticas, de las de verdad: sufrir hambre, pasar frío, soportar abusos,
padecer enfermedades, enterrar a los hijos y quemar herejes. ¡Al1, los
buenos viejos tiempos!

La e:xpenimáa de todos /os tiempos IIOJ'prueba que /os ángeles túnen figura hu-
mana. 41 7

POST HOC, falacia del


Véase Falsa CAUSA.

POPULUM, argumento ad
Véase POP ULI STA

POZO, envenenar el
Véase ]-]OJ\(INEM.

PREGUNTAS
,
MULTIPLES, falacia de las
o de la Cuestión Compleja,
también llamada falacia por presuposición
Consiste en confundir varias pregLU1tas en una. Su o bjeto es inducir al
adversario a contes tar globalmente con un sí o un no, a sabiendas de que
la respues ta no es posible sin distinguir cada una de las p reg¡.m tas y pro-
ceder por partes.

¿Le gtl.rtall a !lJled /oxgemelox?


[Ana, sí;Jorge, 110).

Si W10 contesta distraídamente, con un sí O lU1 no, como si se tratara de


una sola preg¡.mta, corre el riesgo de eqlúvocar la respuesta.

417 Flaubert, E Jtupidiano.

418
USO DE RA.zÓ;-,¡

¿Qué le ha pamido la illlá'atú'a delpresidmte C/úzton?


fEI presidmte Clinton ha tomado ,'anas inúiati"as: bombardear Jrak, saltarre
los acuerdos de Nmúmes Unidas. atacar objetit'os ti,iles, 110 soúmlJllar e! pro-
blema, correr UHa cortina sobre SI/j' entuertos errJticos. ¿A l'IIál de e/fax se refie-
re?]

No toda pregunta múltiple es falaz. Con frecuencia los periodistas


atnontonan varias preguntas en W1a y, aunque no siempre actúan de buena
fe, tampoco lo hacen siempre con mala intención. En cualquier caso, nada
impide subdividir las respuestas com o a lUlO mejor le convenga o solicitar
que se plantee cada pregunta po r separado. Nadie está obligado a responder
dócilmente con un sí o lUl no . Las pregtmtas complejas requieren respuestas
matizadas.

- Se/lor presidenfe. Unospen"ódicos dúrn que ntá usted satisfecho de las em-
l10mias que prqyeda su ministro,y otror que u/á J1Jled deJcontenlo. ¿Es ¡:erdad?
- Ven/ad debe Jer que digan eJO lospen"ódúvs, si es usted quien los ha leído.

- POtVS días alifes de! mtalado para mi boda mí en mma tVn lllla gastritis in-
fecciosa.
- ¿ Ya está ustedfitera de 'llidado?
- ReJpetto a la gastritis sí. Xaudaró.

Son mucho más peligrosas las preguntas tramposas que encierran


presupuestos inaceptables:

¿H a dejado usted de golpear a f1I marido?

Responda la interlocutora lo que responda, admite implícitamente un


presupuesto falso: que ha golpeado a su marido :

Usted tenía un marido al que golpeabay ha de¡ado de golpear,


O usted tenía Hn marido al que golpeabay no ha dejado de golpear.

He aquí la falacia: se trata de dos preguntas, pero sólo se en sei'ia W1a. La


salida sensata es corregir la pregunta de11lUlciando la falsedad del supues to:
Nunca he golpeado a mi marido.

- ¿Has pellSadoy a qué "as a regalar a tu noz,,;?


-Eres mlfj hábIl, mamá, pero no tellgo nolÍo.

419
Ricardo García Damborenea

No toda pregunta con presupuesto es falaz. Si consta que lUla set10ra


golpeaba a su marido no sería falaz preglll1tarle si ha dejado de golpearlo.
En este caso el presupuesto está justificado. La falacia busca apoyo en lU1a
falsa preslU1ción.

¿ Dónde mvndió IIsled lasjoyas de! robo?

Aquí lo que se da por supuesto es que robó las joyas. Si esta pregm1ta se
hace a lUla persona cuya participación en el delito está probada, no encierra
ningmla falacia. Por el contrario, si el destinatario de la pregmlla no ha
reconocido su participación, está injustificada.

¿ Va IIsled a de"r la ''mIad esta le" (o tampom)?

Sin comentarios.

Sócrates- H aré !o que lú digas, pero malldo IZO sé !o qlle preguntas, ¿qllieres
que mil/es/e sill pedirle e>..plicacióll?
Eutidemo- COlltéstame según !o que ,vmprendes.
Sócrates- Yo, ¡por Zeus!, 110 !Vntestaré si alltes 110 he adarado la pregullta.
Eutidemo- Tampo,v tVntestarás II///lea a !o que <rees haber mmpre"d,do
porque pierdes el tiempo e/I eharlatanedasy eres más áejo de !o debido'18

REVERENCIA, apelación a la
Véase VERECUNDIAJ'vl.

418 Platón, Elltidemo.

420
USO DE RA.zÓ;-,¡

s
Falacia del SECUNDUM QUID
o falacia por mala aplicación de una regla,
o falacia del mal uso de una generalización
Se comete al aplicar rígidamente una regla como si no existieran ex-
cepCio nes.
Olvida este sofisma que, en determinado caso particular, puede darse al-
guna circunstancia especial que haga la regla inaplicable o aconseje no apli-
carla 4l9

- ¿Porqllé /la ambató u.rted el arma al fULáda?


- Porque era suya. ¿COII qué derecho podiayo qlltiárse!a?

Estima como afIrmaciones absolutas (en las que no caben excepciones)


las reglas generales, y considera que admitir la existencia de una excepción
quiebra la regla. Confunde lo absoluto con lo relativo. Pongamos el
principio: 110 malarcÍJ. Si se toma como una regla general, sign ifica que caben
excepCIones:

No fe debe matar (en genera4, falm en ámmJtamias excepáonaleJ.

Si se toma de fOlIDa absoluta, significa que no caben excepciones:

No se debe matar (e/lningtÍlI caso), sin extepáolles.

La primera interpretació n conside ra la regla como W1a o rientación que


se elude en situaciones atípicas . La segunda lo entiende de una manera
rígida. Quien plantee el principio de esta fonna lo aplicará incorrectamente
en aquellos casos en que matar pudiera es tar justificado, por ejemplo, en
legitima defensa. Sostendrá que si se acepta la excepción se quiebra la regla:

419 A efectos de esta. falacia, hablamos de reglas tanto para referim os a las
generalizaciones como a las nOffiUS que regulan nuestra conducta. E n amb os
G i SQS se trata de e xpresio nes gene rales que admiten la e xisten cia de
excep CIOnes .

421
Ricardo García Damborenea

¡para eJO mejor slIpnmir la regla! Así, pues, quien incurre en esta falacia comete
dos errores:

1. Confunde una regla general, abierta a excepciones, con una regla


absoluta.
2. Olvida que las excepciones no anulan la regla.

1. Conftmde:

Todo S eJprobablemente P

Con:

Todo S es necesan'amente P

que son los esquemas correspondientes de las generalizaciones


presw1tivas y absolutas. Las normas expresan generalizaciones abiertas: ni
bajan del Sinaí, ni están ftmdidas en bronce, ni carecen de excepciones: como
norma, en general, IZO se debe matar,

2. Olvida que las excepciones no anulan lma regla general. Es de


sentido común que WH regla absoluta sólo se puede rechazar
absolutamente:

EJ"IIJ es necesaname1!le derlo (o aplicable al <,aso) porque no exirlen exapdoneJ /


es/() no es necesan'amente cierto, porque e>..irLen excepciones,

Por el contrario, las cosas que se afinnan en general, solamente se


rechazan en general:

Esto es áerto (11 obágatono) en general, para la mayoría de las s¿fl/aaones/ esto
/10 es ,,,rto eJZ geJIera!, para la mayoría de las situadones.

Las reglas absolutas valen para todos y para cada uno de los individuos.
Las reglas generales valen para todos pero no ponen la mano en el fuego
sobre lo que pueda ocurrir con los casos individuales, porque no saben
cuándo tropezarán con las excepciones.

422
USO DE RA.zÓ;-,¡

Pantagruel- Nada hay peor que pedir o pmtar. No quiero úifen,. de aqlli
que jamás sea liúto debery prestar. Nadá: es tan ni'o que alguna tez no deba.
Nadie es tan pobre que alguna teo::. 110 pl/eda prestar. 420

Tomar en cuenta circunstancias excepcionales, atípicas, no significa que


matar se haga bueno, o que podamos tomar las normas a beneficio de
in ventario, sino que tales circunstancias pueden modificar nuestras
valoraciones. Oaro está que las excepciones deben justificarse. Por ejemplo,
sea el principio: Todo e/mundo tiene demho al UfO de m propiedad. No carece de
excepciones: que la propiedad sea IDl automóvil y el propietario esté ebrio;
que la propiedad sea IDl ar=~ y el propietario Wl suicida. No es humo mmÚ,.
vale como principio, pero está justificada la mentira al enemigo o a la vecina
cotilla. La libertad de palabra no autoriza a gritar ¡fuego! en lill teatro lleno.
No se debe irrWllpir en IDla propiedad ajena, pero en Wl caso de vida o
muerte, nadie reprochará a quien entre en Wla casa rompiendo la ventana
para llamar por teléfono. Se deben administrar antibióticos en Wla
pti!monía, siempre y cuando no estemos ante IDl caso de alergia a los
antibióticos. No precisaríamos jueces si las leyes pudieran administrarse
automáticamente. Llamamos huelga de celo a la aplicación rígida de IDl
reglamento. El sentido común exige que todo razonamiento presIDHivo esté
abierto a cambios en la situación y al reconocinliento de circlillstancias
excepcionales.

Tmgo orden de leer toda la comsjXJ/ldmáa de Su Majestad, pero procuro /lO


abrir faJ· cartas de Sil aman/e,y Jitllll'a me hall reñido por esta llegligemia. 421

No es razonable aplicar las reglas generales de manera rígida,


menospreciando las linlitaciones que puede reclamar Wl caso concreto,
porque podemos caer con facilidad en el absurdo:

- ¡Desgraaada! dijo la abadesa. Si te estaball [tolando en el dormüorio, ¿por


qué 110 gniaste ptdúndo socorro? Todas hubtesemos atudtdo eJI tu ayuda.
- No me atrev!, porque en e/ dormt!orio hay que guardar filenao absoluto 4 22

No es posible aplicar las estadísticas rígidamente:

No es ,'erdad que cada matrimonio tellga 1,5 hijos. Los MOlltenegro tienen 6.
EJa regla no ¡/limo na.

420 Rabelais, Tercer libro de Pall/agmel, 5.


421 Bemard Shaw, EI ,·alTO de manzanas.
422 Rabelais, 'Ten·er libro de Pan/agruel, 19.

423
Ricardo García Damborenea

El mismo caso se da cuando aplicamos W1a regla por analogía


menospreciando las diferencias (excepciones):

Si IZO Je puede gritar en la muela, tampotV en elpatio.

Al fm y al cabo, las analogías no afirman que dos cosas sean iguales en


todo, sino en cierto aspecto, en cierto sentido, a determinados efectos.

El nombre semndum qtltd que traducimos mpci"to a algo, nos viene de que,
como decía Aristóteles, no es lo mism o afirmar algo sin más, en general,
que decirlo respedo a algo particular'"
Hay cosas que siendo ciertas en general pueden ser fal sas en algún
aspecto, en algún lugar, en alguna ocasión. Es justo obedecer a los
superiores, pero no es justo hacerlo cuando ordenan algo malo. La riqueza
es un bien, en general, y puede ser un mal, en particular, para el insensato
que no sabe administrarla. Así, pues, tenemos cosas que son
aparentemente contradictorias: obedecer puede ser justo e injusto; la
riqueza puede ser buena y mala. No existe tal contradicción si sabemos
clistinguir lo que se afi,ma filZ már, sin detenernos en las circunst,Ulcias, de
lo que se dice respecto a algo concreto. Porque no hablamos de las mismas
cosas: es verdad que mi coche es blanco, pero en algtUl aspecto Oas ruedas)
es negro. Eso no significa que mi coche, en conjunto, en general, sea
blanco y negro al mismo tiempo.

i\ristó teles-1\Tada imptde que Jiendo algo un bien sin más, no Jea un bien
para tal indiViduo o que fí lo sea pero no ahora ni aqm:

Pues bien, quien olvida o desprecia esta diferencia incurre en la Falacia


del smHldum qtlld No toma en cuenta los requisitos tácitos que invalidarían
el uso de lUla generalización.

Para combatir este sofisma, lo primero que precisamos es no


mencionarlo. No cliremos: ¡Está tMed útmmet1do en tilla folada del se!1mdum qttld!
Si nos expresamos de esta manera, nuestro adversario quedará
pertwbadísimo peto no habremos ganado ni 1m ápice de razón porque

423 A ristó tele s, Refutadones Sqf!stú·os, 167a, 168b12, 180a21. E l nombre


completo de la falacia dice: A dicto Jimplidler ad dictum semndum quid: de lo dicho
sin más (simplemente) a lo dicho según lo que (realmente) es. No es lo mismo
hablar relativamente, en cierto sentido, en lUl sentido restringido (semndum quid).
que hacedo ab solutamente (simplicilet).

424
USO DE RA.zÓ;-,¡

nadie nos entenderá. Es más eficaz explicar en qué consiste una regla
general y cómo es posible que aparezcan excepciones. Aceptado esto, será
más sencillo hacer ver que estamos ante lUla situación atípica en la que no
cabe aplicar la regla rígidamente porque lo impiden razones específicas del
caso, tal vez valores superiores, que entran en conflicto con la regla. Si con
esto no basta, podemos utilizar alguno de los absurdos ejemplos
precedentes, que para eso están. Tal vez no logremos convencer a nuestro
empecinado contrincante, pero el auditorio nos dará la razón .
En resumen, la Falacia del seCIIlldum qtlld o del mal uso de lU1a
generalización, consiste en olvidar que lUla regla general puede no ser
aplicable en situaciones atípicas o excepcionales. Como es sabido, las malas
generalizaciones exa¡,>eran, enfatizan, los casos atípicos (no representativos),
con los cuales pretenden erigir reglas válidas. En la Falacia del smmdulJI quid
ocurre 10 contrario: se menosprecian los casos atípicos .

-L.as al/es "uelan y esto es uu al/e, luego eJio I/uela.


-Oiga, que es U!l al'estnfZ.
-Me da igual,- /lO fea usted ilógico: ¿/lO acabamos de aceptar que lar al/es tue-
/an?

Ya que esta falacia se refiere a circunstancias inhabituales o accidentales,


podemos considerarla como lma variedad de la falacia del Accidente.

O tras falacias que acompañan a las generalizaciones son: Generalización


precipitada, Conclusión desmesurada, falacia Casuística, falacia del
Embudo.

CUADRO SINÓPTICO DE LAS DlSTINT AS FALACIAS QUE


ACOMPAÑAN _'" LAS GENERALIZ_"'CION ES

Si gen eralizamos desd e casos insuficientes o excepcionales, com etemos una fa-
lacia de Generalización precipitada.
Si nue stra generalización va más lejos de 10 que auto rizan los datos, incurrimos
en Wl a falacia de Conclusión desmesurada.
Si negam os que las reglas generales tengan excepciones o si aplicamos una re-
gla general a Wla excepción~ cometemo s una falacia de Secundum quid
Si rechazamos una regla general po rque existen excepciones, caem os en una fa-
lacia C asuística.
Si rechazamos la aplicaci ó n d e una regla apelando a exce pcio ne s infundadas,
incurrimos en una falacia del Embudo.

425
Ricardo García Damborenea

SILENCIO, falacia del falso


E l argumento ex Jilm!io alega que algo no es cierto porque no existen
datos que lo sos tengan (silencio significativo). Da por supuestas dos co-
sas: que estamos hablando de datos que podemos buscar, yque los hemos
buscado adecuadamente. E stos dos supuestos constituyen sus premisas.
El argumento puede ser falaz por dos caminos:
1. Cuando la primera premisa es fal sa.
2. Cuando, a partir de premisas probables, se pretende imponer
una conclusión categórica.
Cuando la primera premisa es fal sa. Po r ejemplo:

Carlos }1O es UIl insensato: tiene 1m e!edroemifalograma normal.

Quien esto afirma, argumenta del m odo siguiente:

Sijitera un insellsato lo sabríamos gradas al eledroem'ifalograma.


Pero 110 lo sabemos porque el electro elll'ifalograma es normaL
I...uego 110 es UI1 il1sensato.

E l supuesto de la primera premisa es absolutamente fal so. Tan fals o


como suponer que si existiera el alma humana podríamos verla en el
quirófano. De premisas fal sas resul tan conclusiones falace s.

Sifuera terronstafiguraría eIt los anJ,úos de la poltda.


Pero 110 figura.
L uego no es terromta.

Si una de las premisas es presuntiva, la conclusión no puede ser cate-


go nca.

Si mi abuelo hubiera }latido en Numancia, probablemente lVlZstaría en algúlZ


anhito.
Pero IZO mnfta.
LlIego mi abuelo, sin duda, 110 nadó en Numam:ia.

La conclusión hereda el carácter presuntivo de la primera premisa y


debiera decir, más humildemente: Es probable que mi abuelo no naciera eIt
Numanaa. Con la misma inconsis tencja se puede argüir:

Si me haten 1111 dJequeo probablenJelzte sabráll Ji tengo i"ámu.


No me han detectado 1111 tállltr.
No tengo ,yjmu.
426
USO DE RA.zÓ;-,¡

Si no tiene manchar de sangre, probablemente no es el asesillo.


No las time.
SÚ, duda, 110 es e! asesúlO.

No es raro encontrarse con falsos argumen tos ex úlentú¡ que dan un


salto hasta la falacia Ad Ignorantiam. E n esta, característicamente, se tras-
lada la carga de la prueba al interlocutor, es decir, con todo desparpajo se
viene a decir: Pmebe uJted que ¡lO eJ derlo lo que yo afirmo y no pruebo. Supon-
gamos, por ejemplo, el siguiente falso argumento ex si/entio:

Si usted no¡úera mmunista habría mnstanda de ello en los anhiws de! FEI.
No cons ta que no sea í'OIJI/lllista
Luego, no es cierto que usted IZO sea comunista.

E l salto al argumento ad ignorantiam es como sigue:

luego debe Jedo.


}\To COlrrta que lI.rted no Jea comuJli.Jta,
Mientras /lO demueJtre usted lo con/rano hemos de collsiderar que es comunista.

Estamos ante un abuso que desarma a la víctima. Por eso se llama fa-
lacia ad ¡g,norantiam po rque explota nuestra incapacidad (¡gnorantiam) para
demostrar lo que no n os corresponde demostrar.
E n resumen: Cuando empleamos un argumento eX-Jilentio débil y, para
compensar su deb ilidad, tratamos de imponerlo abusivamente como si
fuera conclusivo, y trasladamos la carga de la prueba al oponente, incu-
rrimos en una falacia ad ignoranfiam.

T
Argumento ad TERROREM
Véase BACULUM.

427
Ricardo García Dam borenea

TU QUOQUE, recurso al
Tu qlloqlle, traducido al castellano significa Y ttÍ también. Es una varie-
dad de ataque personal que consiste en rechazar lm razonamiento ale-
gando la inco nsistencia del proponente. Se le acusa de hacer o defender
lo mismo que condena o, al contrario, de no practicar lo que aconseja
hacer a o tros . Es decir, se emplea para despreciar las razones de quien no
es consecuente, sin analizarlas.

¿Cómo ''!JI a obedecer al médú·o si él mismo 110 se apli,,, el mento?

Ahí está ése dálldonos consejos a Ins griegos sobre COI1COrdÚl, mal1do atÍn 110 ha
logrado cOlu'encerse a sí mismo, a Sil 'tIIgery a Sil cncJda-tres personas tan so-
/o-- aplJl/ef'Se de amerdo en fII t'lda íl1lt1na.424

Estamos ante W1a réplica que siempre parece contundente y cuenta con
el asentimiento del público. 1\ todo el mW1do le vienen a la cabeza
expresiones tales que: comejos '.l1do y para mí ¡!O tengo; el que esté libre de petOldo
que tire la primera piedra; ¡!O l'e la ,iga ef/ f!f ojo ...
La falacia surge con facilidad porque utilizamos el TII qlloqfle en dos
siulaciones distintas que no distingeÚffios con nitidez. Despad1aremos en
primer lugdr el uso legítimo de este recurso.

El uso legitimo

Procure ser, ef/ todo In posible, el que ha de reprender, irreprensible425

E s legítimo recurrir al Tu quoqlle para rechazar una autoridad moral.


¿Qué significa autondad moral? Uam,unos así a aquella cuya solvencia
consiste en ser consecuente con lo que aconseja, a la que argeU11enta con el
ejemplo, a la que o frece un modelo vivo de la conducta que predica.

Son mis hechos, no mis palabras, soldados, lo que qlliero que secundéis; que no
fÓIobusquéis en mí órdenes, fino también fljemplo.426

Recurrimos a Wla autoridad cuando las cosas no están claras, nos falta
infonnación o no son persuasivos los razonatruentos. En muchas

424 Plutarco, lVforalia: Prueptos (O!!}lIga!es, 43.


425 S rullíuuego,L.os dos perros.
426 VaJerio COrvUIO, en Tito Livio, VIl, 32, 12.

428
USO DE RA.zÓ;-,¡

situaciones no buscamos tanto la opinión de un experto como la de una


persona fiable, no espeGl1110s lUla demos tración sino un modelo. Así ocurre,
por ejemplo, cuando alguien nos aconseja, reclama sacrificios o critica
nuestra conducta. Necesitamos confiar en la persona que aconseja o acusa y
medimos su credibilidad por su coherencia. Carece de crédito un político
que no dé ejemplo en el cumplimiento de sus propias normas, y
consideramos hipócrita a quien nos critica defectos que comparte.

¿Quiell lo/eraria quelos Gracos se qUfljaseJl de ulla .redicióll? 427


No hay nar/a más intolerable que exigir a otm I'tImtas de SIl tida qulm no pue·
de r",dú'¿as de la mya.428

En todos estos casos en que los consejos o las anlsaciones precisan el


respaldo de una sólida autoridad moral que sostenga nuestra confianza, es
legítimo exigír las credenciales a tal autoridad, que no son otras que su
ejemplo, y estamos autorizados para rechazarla, mediante el recurso al tu
ql1oque, cuando no lo ofrece.

Muy gran wrgümza hall de tener de mmgir a otms lox que mi que hay mucho
que tVrregir en xí mesmox; porqlle el hombre tllerto no toma por ada!td al áe·
gO.429

No sólo es tamos ante lUl ataque legítimo a la persona, a su autoridad,


sino que suele ser un gran ataque, un mazazo demoledor. Imagínemos el
caso de un político que evade impuestos, un obispo d rogadicto o un juez
venal . Q ueremos que cada Wl0 se aplique su propia medicina, y que su vida
no desmienta sus palabras.

El! nmad, si os paru'e colll/eniente que las a'udades estén en manos de tirallos,
estableced pn/:¡¡em IIlltú-ano entre wsotros mirmos,y IJ/ego btlSí'ad de extable,"rlo
entre los demás!)O
TepaYelu al botl!-ano, que hada pmpaganda de tlll remedIO 'Vlltra la tos mún·
tras tosía.

Ahora bien: ¿el rechazo de una autoridad justifica el rechazo de sus


razonamientos? Evidentemente no. Supongamos, por ejemplo, que el
gobiemo rechaza las acusaciones de la oposición :

427 Juvenal, Sátiras, II, 24.


428 Ciceró n, Contra Q. Ceci/io.
429 Fray Anto nio d e G uevara, Iv!!!} de pní"ipes.
430 Herodo lo, V, 92.

429
Ricardo García Damborenea

Ustedes sefioreJ 1/0 tiel/en ningHl/a credibiltdad altte el Parlamento ni ante la so~
,,,dad porque maltdo gobemabau hadan lo ('Ontrano de /o qlle ahora reclaman.

Se les reprocha, con razón, la falta de autoridad moral pero no se entra a


combatir sus razonamientos. Si se pretende que estos quedan
suficientemente rebatidos con el reproche moral, entramos de lleno en el
uso falaz del recurso al tu quoque.

El uso falaz
Estamos ante lUla falacia cuando el tll quoqlle se emplea para rechazar lUl
razonamiento o excusar LUla conducta.

No dejo el labat'O porque mi médico tampo,'O lo deja.

E l médico no precisa ampararse en la autoridad moral. Es lU1 expelto; le


sobran razones técnicas para fundamentar sus consejos: el tabaco no daña
por igual a todo el mWldo; los peligros para lU1 determinado paciente
pueden objetivarse mediante exámenes clúlicos o instmmentales. Si es así,
menospreciar las razones porque el consejero es incoherente constituye lU1
so fisma. Lo mismo ocurre cuando rechazamos lma crítica fundamentada
alegando: ¡Tú más! Un error no se corrige con otro.

Estos f.,'ersos JOIl malos, pero ttÍ 110 los bates mo/0res.431

A veces se emplea esta falacia com o Wl recurso cómodo para eludir la


cuestión, es decir, de mala fe . Lo más frecuente, sin embargo, es que se
cometa por confundir las cuestiones. En efecto: mezclamos
inconscientemente aslll1tOS diferentes. Cualquier persona que sufre esta
objeción puede preguntar a su contrincante:

-¿De qué estamos dismtiendo?


- ¿ De! hetlJo m SI?
- ¿ De mi?: ¿ De Jipuedo dar comejos aunque para mi ItO Imga?
- ¿De usted?: ¿De si mi ejemplo jttSlifica o no que lo haga uJled?

Son cuestiones muy distintas y exigen un tratamiento diferenciado. De


lo contrario ocurre, como es habitual, que no discutimos el hecho y, en su
lugar, nos ocupamos de mí o de usted .

4.) 1 Marcial, Epigramas, 1I. 7.

430
USO DE RA.zÓ;-,¡

De mí: No me dé mI/Jejas porque usted ha,~ lo mirmo.


De /lsted: ¿Por qué 110 roy a hmrrloyo si es /o mismo que hmr usted?

• Si se discute un consejo o una acusación ft.mdamentada, el


consejero y sus actos son irrelevantes. }-Iemos de atender a sus razones. De
otro modo estaremos eludiendo la cuestión mediante un ataque personal
ilegítimo: la falacia Ad Homillem.
• Si se pretende justificar acciones en razón de que otro las ha
cometido antes, estamos eludiendo la cuestión mediante lm sofisma
Poplilista.
• Como, en cualquier caso, no se discute el hecho en sí, es tamos ante
una falacia de Eludir la cuestión en la variedad de Pista falsa.
La respuesta a esta falacia exige que el debate regrese a su terreno, el
hecho en sí, y que clausuremos las vías de fuga. Por ejemplo:

- No e.rtamos dúmtieltdo .robre mí, ,illO sobre llIla propue.rta. Déjeme a U11
lado o Imagine q/le la sllgeremúI procede de otra persona. Dígame si /o que pro-
pongo está bim o mal m sí múmo. Desp/lés, Ji llJ·ted q/liere, hablaremos de mi
Úlcollsútmaa.y de si mi lVl1dllda)lIstifita la de usted.
- ¡Pero usled 110 es quiél1 para dar lVI/SejOS!
- Aqll! IZO cumta quién o/rece laf ra;;:JIlej~ sillo afán/o pesall. Tal ['evo de-
biera haar lo que preziL,"o, lal,"z ."oy hipócrila, pero la hipocresía es UII defecto
mora4 no UlI error lógim. l\To o/vide queyo puedo Jer ÚZCOIlJealelzle y, JiJl embar-
go, tener raifÍn. Disalta mis razones, no mi amdllcta.
- ¿Pero tómo puede usled ClIVllJ'ejar lo q1le 110 practúy¡ o mlú-ar lV.ras q1le lIS-
ted múmo haid
- Yo 110 crüko a nadÚ! ni me ofrefilv mmo e;emplo. Me IimÜo a pmwtar ulta
propuesta razonada. Si me torio iYJll1111 l1Ithillo 110 podré "'ISlIrar a quie11 haga
/o múmo, pero nada me ,,,,pedirá adl,trlir de los nesgos. Al m11lran'o: J"abe máJ
de los ¿:lIchdloJ quien mlles/ra tú:aln'ces.
- Pero ufted, COI! Stl conducta, da la razón a quien haga lo con/rano.
- Yo 110 sirw de excusa para lo que usted haga maL Alis errores seguiráJl
siendo errores mando lar cometa otro.

Toma e¡emp/o sallldable de los extrados de tu padre, pero 110 qUIeras p011erlos
mmo extllSa para tus propÚJs 10i11ras,432

432 Bernard Shaw, 'Trata de Mancas.

431
Ricardo García Damborenea

En resumen;
Cuando, enfren tados a un razo namien to, lo menos preciamos alegando la
incon sistencia del proponen te, estamos ante Wl caso claro de fal acia del tu
quoque que es una v ariedad de la falacia ad hominem. Si 10 empleam os para.
excusar una conducta caem os en una variedad de la falacia ad popuJum. E n :ur1 -
bos casos utilizam os el recurso al tll qlloqlle para eludir la cuestión.

H ay situaciones en que la confusión entre los usos legitimo e ilegitimo se


ve favorecida porque coinciden en lilla misma persona la autoridad del
experto y la autoridad moral . Así ocurre con los médicos, por ejemplo, en
los que nunca está claro qué tipo de autoridad pesa más. La mayoría de los
pacientes no están en condiciones de juzgar la solidez de los argwnentos
técnicos: Obedecen porque confían en su médico. En consecuencia, si
mengua la autoridad moral del facultativo, decae su capacidad como
consejero. Lo mismo ocurre en la política: Un gobernante puede estar
cargado de razón para subir el sueldo a los diputados al mismo tiempo que
congela el de los funcionarios, pero como al público no se le alcanzan tales
razones, lo único que percibe es la contradicción aparente. En estos casos lo
deseable sería examinar por un lado las razones y po r otro las coherencias,
pero rara vez asistimos a este milagro de racionalidad. Por eso no basta con
tener razón: conviene guardar las fo rmas.

¿Quién ignora que !OJ diJcurJOJ pareceJl máJ n¡ridiaJJ Ji JOIl prommciadoJ por
personas bien iVnsideradaJ que por gente desacmditada, y que puede ofm"r más
cOIifianza una l'ida que /In dú¿:¡(fJ"O? 433
Oyendo los gobemantes de Esparta que un hombm disolllto proponía al p/leblo
1111 consejo tÍtil, le mandaron callar y encargaron a /In hombm honrado que se
atn'buym él la ú"'t1"ión de la propuesta. 434

En el Evangelio se distinguen bien las dos situaCiones. Cuando


Jesucristo dice: el q/le eJté libre de pecado ... no niega que la acusación es té
fundad a; no elogia el adtilterio. Se limita a negar autoridad moral a una
acusación hipócrita. También dijo en o tra ocasión:

Haced lo que dlán, pero 1/0 los ú"üéis en lo que ha,," 4J5

433 Isócrate s~ XV, 278.


434 l'vlonliugne. Ensqyos, lI, x...,XV IIl: De cómo lodo tiene Sil oporlllllidacl
435 San J\ bteo, 23,2

432
USO DE RA.zÓ;-,¡

que es tanto como afIrmar que un hipócrita puede tener razón y, en


con secuencia, que conviene clist.ínguír razones y coherencias.

Celestina- Haz ttÍ /o q/le bien digo y 110 /o que mal hago.
Rabelais - No pudú Ialllo en mis jallas que oktdéis laf ¡:/lulras.
Wilde- Siempre lra.rlado a los demás /os bllenos ,V/mjos. Es /o tÍllico que se
puede hacer COIl e!ÚJs. AUllo múmo IZO le JintlZ para IZada.
Fray Antonio de G uevara- Ojalá JHpiese yo lall biell enmendar lo que
hago como sé decir lo que olrof hall de hacer (..) Soy como las campallas que
Ilamall a misay ellas /II/1lca allá enlrall (..) Enmlo a muchos el camúlO y qué-
dome descamú¡ado. 436

v
VALORACIONES
IRRELEVANTES
Véase CONSEQUENIIAM.

Argumento ad VERECUNDIAM,
apelación a la vergüenza o a la reverencia
Falacia en la que, para intimidar al adversario, se apela a una autoridad
que n o está bien visto discutir.

El Papa, el PropiO Padre Santo ha bendecido hoy al Sr. Corleolle. ¿Ef usted
más lisln que el Papa? (De la pelíClda El PadnllO I11) .

En esta falacia se p roduce un engal'io con tintes dogmáticos que cierra el


paso a cualquier crítica del argwnen to y acaba con la discusión. Es una
falacia bautizada por Locke hace trescientos años, pero llevamos milenios
empleándola.

436 iVleno.predo de tvrley alabanza de aldea.

433
Ricardo García Damborenea

Podríamos llamarla falacia de la Autondad Rmmlda, entendiendo por tal


la que parece digna de respeto y veneración, esto es, casi infalible y, a todas
luces, indiscutible. Imaginemos que, en Lma disputa escolástica medieval,
alguien citara, como apoyo, una opinión de Santo Tomás. ¿Quién osaría
contradecir al Doctor Angélico? Nadie: por respeto, por IgnoranCIa, por
timidez, para no ser objeto de la chacota universal.

Calic1es - As!pUeJ, ri alguiell por vergüenza 110 se atret'e a decir /o que piell-
Ja, se l'e obligado a tVlltradedm. Sin duda ItÍ le ba.rpercalado de erla slIlile":,ay
obra.r de malafi en lar di""Jiolles. 431

Lo habitual es apelar a Lma autoridad que no se pueda criticar sin


desdoro. Donde antes decíamos Santo Tomás (que no tiene ningt.ma culpa
en esto), pongamos que nos citan al fundador del partido, al pueblo
soberano, a la opinión de la mayoría, a lo que todo el mundo acepta, a lo
que se considera normaL. . y vendremos a encontrarnos en una situación muy
incómoda para criticar O rechazar lo que se nos impone.
Es obvio que esta falacia juega con las emociones del contrincante.
Explo ta la timidez ante los grandes nombres y tapa la boca por respetos
humanos, por temor a las conveniencias sociales, por no parecer desleal a lo
que debiera ser reverenciado, en W1a palabra: por vergüenza.

Aristó teles- A los eJpedadores !es afedall las jÓfJJIulas que IIsan los oradores
hasla la sadedad: "¿Quién 110 lo sabe? ¡Todo el mundo lo sabe!". Y el que emi-
cha, a""lI,onzado, aJúnle, mil eljin de parliápar en lo que lodos los demás sa-
ben.438

El argt.unentador falaz explota la confusión entre dos tipos de autoridad.


Está por un lado la de! que más sabe (cognitiva), que admite un examen
crítico, nos autoriza a comprobar su fiabilidad, y se mues tra abierta al
debate. Pero está, po r otro lado, la autoridad del que más manda
(normativa), como pueda ser la de los dioses, los maestros o los padres,
todos los cuales están en condiciones de pronunciar la última palabra en los
asuntos bajo su control sin necesidad de justificarla. La falacia ad t'erel1llldiam
apela a una autoridad que se supone cognitiva, esto es, que basa su peso
argumental en la razón, pero que se comporta como puran1ente autoritaria y
no deja o tra opción que obedecer e! m andato, segt.lir el c;unino indicado,
tornar la opinión recibida como obligatoria e indiscutible. No se trata

437 Platón, Gorgias, 483a.


438 A ristó tele s, Retórica, 1408a.

434
USO DE RA.zÓ;-,¡

simplemente de una falsa autoridad que oculta sus deficiencias. Estamos


ante Wla autoridad que no admite examen y considera insolente la réplica.
Es W1 abuso dogmático que nos deja indefen sos, porque cuando lmo de
los participantes interviene desde las alturas, investido de poder (propio o
transferido por la autoridad que cita), mientras al contrincante se le esposa
por los tobillos, el combate resulta desigual y deja pocas opciones al inferior:
callar, pasar po r insolente o parecer imbécil . La prmera condición para
discutir con libertad es que las autoridades reverendas se despo jen del halo
de su cargo y desciendan a la arena sin más padrinos que su razón. Como se
ve estat110s ante lma condición de in1posible cwnplimiento.

Andrómaca- Temo q/le el hecho de seryo //1 efdata me nieg/le la palabra


aunq/le /mga m/lcha ra'(Ón y, si ,-enzo, "mm act/Sada por ello de haber hecho
un daiio.439

J-Jace siglos que la autoridad reverente se emplea para erradicar como


herética, traidora o antisocial toda opinión divergente que pudiera perjudicar
los criterios establecidos. En los prmeros quince años de existencia de
ETA, el argwnemo callejero que cerraba el paso a cualquier comentario
crítico ante el asesinato del día era: Aígo habrá hecho, esto es, A ígo (malo) habrá
hecho (o pretmdido) ¡la ddúna! E n opinión de la mayoría, ETA era W1a
orgdl1ización experta en ciudadanos mal andantes que velaba por el bien del
pueblo. No podía equivocarse ni en la elección de las víctin1as ni en los
p rocedmientos: BTA 110 mala porq/le fí, aígtllla ra'(Óll habrá lemdo. ¿Por qué era
eficaz esta insidia, es decir, por qué silenciaba las críticas tamaña petúión de
pn'mipio? Porque era W1 org,lImenlo ad "real/Idiam. Si lo políticamente correcto
era pensar bien de ETA, la osadía de criticarla, amén de otros riesgos,
equivalía a convertirse en W1 ciudadano bajo sospecha a los o jos de los
convecinos más progresistas.
Es tat110s ante tu1 so fisma sectario, dispues to para p roteger el dogma,
para silenciar cuanto pueda debilitarlo. Es el preferid o de los aficionados a
rasgdfSe las vestiduras. No es que no quieran oír porque la palabra les
produzca alguna suerte de urticaria, pretenden que nadie escuche para que
nadie sea persuadido. El argumento ad I;ereallldiam busca el silencio.
Caracteriza a toda sociedad bienpens,mte celosa de sus principios. Los
marxistas popularizaron en su día este tipo de irracionalidad que rechazaba
toda idea de origel/ ilegítimo, esto es, todas las ideas que no h¡eGm marxistas-
leninistas. Los intGmsigentes del extremo contrario despreciaban toda
propuesta que no gozara del lllht! obsla/eclesiás tico.

439 Euripides, Al1drómaca.

435
Ricardo García Damborenea

Lo emplean con profusión y desparpajo quienes pretenden encamar la


exclusiva de algLU10S valores:

¿H '!J' algo más tonto que un obrero de derechas?

N i todos los obreros ven al patrón como enemigo, ni guarda relación la


inteligencia con la posición política, ni todos los patronos son de derechas.
En cualquier debate padmnentario tenemos ocasión de descubrir expertos
en democracia, en libertad, en sentido social, en derechos hwnanos que
enarbolml los valores como si fuerml patrimonio de su familia y contemplan
a sus prójimos de soslayo y con menosprecio.

Sócrates - Tratas de asustarme, Noble Polo, pero 110 me rejiltas. 440

En la actual idad, conforme crecen corrientes irracionales que imponen


dogmáticamente sus criterios, no se precisa mucho es fuerzo para sufrir las
disciplinas de esta falacia. Los bienpensantes de hoy, por ejemplo, todos los
pattidarios del IImnado pellJamiento pe (poli tic amente correcto), comparten
la rigidez mental de los bien pensm1tes de todos los tiempos, y hOStigml a
cuantos no siguen la corriente por atreverse a pensar o actuar de una fonna
que ellos consideran escandalosa, perversa, desviada, herética, o
reaCC1onar1a.
Si, en lUl determinado aslUltO, percibimos que todas las opiniones que se
escuchan van en la misma dirección mientras en la contraria resuena el
silencio, es que el sectarismo impregna el mnbiente y los prudentes se callan.

ClIalquiera que sostenga sus preLeIl.riolles por medio de alltonaades semf!}cmte.r,


me q1le, por eso mismo, debe tntmfar,y está dispuesto a calificar de impúdim a
toda persolla que ose mlltradeárlas. E so es-piemo-- lo que puede llamarse
arg/lmentllm ad lumllldúlm. Locke. 441

En suma: la falacia ad l'erel1l1ldúlm (al respeto o a la vergüenza), en lugar


de ofrecer G17..ones, presenta autoridades elegidas a la medida de los temores
o respetos del adversario. Apela, pues, a la vergüenza que produce rechazm'
a W1a autoridad que se supone indiscutible. Es W1a posición dogmática cuya
expresión paradigmática: M agirter di..Yú, fue popwarizada por los discípwos
de Pitágoras como expresión suprenu de toda argumentación.

440 Platón, Gorgias, 473d.


441 Locke, Ensqyo sobre el conodmienlo humano, IV, XV Il, 19.

436
USO DE RA.zÓ;-,¡

Se tiene /l1l)úegofáál si tenemOJ de Illtestra parte /lila a/ltondad q/le el adl'ersa-


rio respeta. Podráll utilizarse talltas más autoridades {uallto más restnltgldos
sealllos t'OJ10t'lmielltos del adt'ersano. 442

El so fisma Popul ista es W1a simple variedad de esta fal acia, en la que
la opinión común se convierte en autoridad reverenda. Po r ejemplo:

Polo- ¿i'lo crees que quedas refutado, Sócrates, mando dices cosa tales que
llillgúJl bombre se aLrn'ena a decir? En ifedo, pregunta a alguno de ésLos. 443

Véase también sofisma Patético.

w
Falacia del WishfuJ thinking
Ver D ESEOS (Confundir los deseos con la realidad).

442 Scho penh aue r, Dialédica enslica, Es tra tagem a 30.


443 Plató n, GorgiaJ; 473e.

437
Ricardo García Damborenea

438
USO DE RA.zÓ;-,¡

Anexo

NUESTRA MANERA DE PENSAR

Donde se trata de por qué empleamos todos y siempre los


mismos patrones argumentales, así como de las características de
un buen argumento

439
Ricardo García Damborenea

440
USO DE RA.zÓ;-,¡

¿DE DÓNDE SALEN NUESTROS


ARGUMENTOS?
El sentido comÍln
Argumentar es dar razón de nuestras afIrmaciones, exponer su fun-
damento, al modo de guien enseña las cartas para demostrar gue ha ga-
nado una partida.
La tarea de in ventar argumentos no precisa reglas: Brotan alegremen-
te de nuestra imaginación tan pro nto como conocemos el aS W1to que
deseamos discutir. Cosa distinta es gue resulten acertados o erróneos.
Para pensar correctamente (como para hablar con propiedad) necesita-
mos reglas gue aporten rigor a nues tros razonamientos habituales, pero
no las necesitamos para empezar a constluirlos.
Pudiera parecer gue a la hora de crear argumentos disponemos de in-
contables pos ibilidades. En realidad, el ntunero de nuestros recursos es
muy reducido. Sostenemos nues tras aftrmaciones con un repertorio muy
corto de razonamientos.
¿Por gué utilizamos todos y siempre los mismos procedimientos lógi-
cos? Porgue reflejan nuestra manera espontánea de inferir (sea bien o
mal), con lo cual los entiende todo el mundo, es decir, resultan de sentido
comlUl. Todos los debates parlamentarios , por ejemplo, como todos los
razonamientos de los periódicos, de la medicina, de los tribwlales, de la
publicidad ... son de sentido común. No hay diferencias entre los argu-
mentos de un niño y los del pres idente del T riblUlal Constitucional . Por
supuesto gue el contenido y la fuerza de los argumentos son muy distin-
tos en un caso y en otro, pero los recursos lógicos y el esgueleto de las
demostracio nes son los mismos tanto si fW1damentan lUla sentencia co-
mo si reflejan la ingenua vis ión del mundo infantil.

Nuestro punto de apoyo: lo ya conocido


No discutimos lo obvio, lo gue todo el mundo acepta. Tampoco dis-
cutimos creencias o dogmas gue se consideren inamovibles. Discutimos
lo dudoso, lo inseguro. Razonamos para indagar lo desconocido .
En este salto que efectúa el razonamiento hacia lo oscuro, no conta-
mos con más luz que lo ya conocido. Pongamos Wl par de ejemplos:

No sé si Carlos será MPac:;. de saltar la tapia del huerto. Lo mejor, para salir de
dudas, sería que él múmo In úztentara, pero lIO está prrwzte. Conszdero eJZtO/Urf

441
Ricardo García Dam borenea

/o que ya J é: la altura de la tapia, la del mucnacho, JII agiMad. JUJ alltei.dell-


tes...y Ikgo a la conclusiónfimdammtada de que podrá Jaltarla (1m foáMad.

¿Será perezosa esta gatita mando Cfe'(f'tl? Todo parm "Idimr que no: es un bi-
,nito muy allimado, juguetón, que IZO sabe estarse quieto. Sin embargo, penJa-
mos que cuando crezm se volverá perezosa porqlle es 1m galo. Nos apoyamos en
!o qlle sabemof: lodos los galOJ son perezpsos, Y iVllduimoj' que, en ese ¡uturo
deJCOIlOCldo, la gala será como cualquier galo.

Todo razonamiento es Wl salto de lo conocido a lo ign o to que se


apoya en lo que ya sabemos . Si no sabemos nada o no es tamos seguros
de lo que sabemos, no podemos argumentar.

.Ellendero que pesa algo wlom las magnitudes dmolloadaJ a un lado y laJ (0-
Iloádas al otro. Lichtemberg.

Comenzaremos, pues, po r aquí: Lo que sabemos y cómo lo hemos


sabido. Resuelto esto podremos abordar lo que nos importa: ¿qué pode-
mos concluir sobre lo que no sabemos, es decir, cómo utilizamos nues-
tros conocimientos para argumentar sobre lo desconocido?

Cómo conocemos

Todos nuestros conocimientos proceden de la obse1vación o del ra-


zonamiento deductivo a partir de las observaciones. Observamos los
fenómenos que es tán a nues tro alcance y razonamos cuando no podemos
observar.

La observación
La o bservación swninistra el único conocimiento fiable. Si quiero sa-
ber qué clase de alimentos guarda el frigorífico de mi casa no tengo más
que dos opciones: abrir la puerta para examinar el contenido o que me lo
cuente o tra persona que lo haya hecho. Sólo así puedo conocer la verdad
que oculta el refrigerado r.

a- La experiencia propia
La experiencia propia recoge todo lo que percibimos a través de los
sentidos: vemos, oímos, olemos, tocamos las cosas . Además, éstas nos
provocan sentimientos: placer, dolo r, alegría, tristeza, miedo ... La info r-
mación que recibimos por estos cauces constituye nuestra realidad obje-
tiva, la única de la que nos sentimos seguros, bien se trate de hechos o de
valo raciones: mi mechero Junciona; el Iliiio eJ-tá aJIIJtado; eJe ntido eJ düagradable.
En esto no nos diferenciamos de los animales. Percibimos la realidad por
442
USO DE RA.zÓ;-,¡

sus evidencias, porque la palpamos: Esto ha ,-ido arí: /0 he "úto. A yer I/oúó:
me mojé. E l ¡itego quema: me duele. E sto es lo evidente, lo tangible, el único
saber que nos parece seguro. No nos convencemos del todo sin tocar los
hechos. Se supone que W1 mechero en condiciones debe encender, pero
no lo creemos hasta haberlo comprobado, y nadie lo creerá hasta haberlo
compro bado a su vez: ¿Funáolla? Si. ¿A l."?

b- La experiencia ajena
Para ir más allá de lo que alcanza nuestra experiencia particular, preci-
samos la de o tras personas, presentes o ya desaparecidas: Sabes que Ilmúte
el4 de Julio de 1985 porque te /0 ha dúho tu madre. Sé que tu pnmo Juan está en
Madn'd porque me /0 has mntado. Insúles en que me Slenta mal el "ajé porque te lo
ha dúho el mM"·o.
Todo lo que escapa de nuestra experiencia personal directa, es decir,
la mayor parte de nuestro saber, por ejemplo, todo el contenido de la
enseñan za, todo lo que aprendemos en los libros, en la televisión o en la
consulta del médico, se apoya en lo que nos comunican o tras personas a
las cuales damos crédito: Oz:idio mun'ó en el de.rtienv; el cal'ao tiene mucbo flifo-
ro; maliana //o"erá eJI Seúlla.
También recurrunos a los demás para contrastar nuestras impresiones
subjetivas y confirmarlas o corregirlas según proceda: ¿No has "omprobado
tlÍ que ely ogurtya no sabe ayogurt, ni el tomate a tomate, ni el melocotón a me!o"o-
tón? Las experiencias propias y las ajenas suman, intercambian y corrigen
sus observaciones.

Vamos con el primer argumento


Si debo probar ante otras personas que mis conocin1ientos sobre el
contenido del frigorífico son ciertos, puedo hacer dos cosas: ense11arles el
frigorífico o pedirles que confien en mi palabra. Claro es tá que puedo
mostrárselo por medios documentales (fotografia, video) y que, además
de mi palabra, cabe aportar la de otros tes tigos, pero el caso es que los
hechos solamente se pueden probar por una de es tas dos vías : la experi-
mental o el argumento de autoridad. Esto vale para cualquier o bserva-
ció n, bien se trate de conocer qué ríos americanos desembocan en el
Océano Pacífico, cuál es la influencia del alcohol en los accidentes de
carretera, o qué comían los hombres de Atapuerca. O muestro los he-
chos, con lo cual sobran las razones (es decir, los argumentos), o apelo al
conocimiento de o tras personas. Así nace el argumento de autoridad:

Arg. de Autoridad: A eJ B porqNe lo di" fulallo que está enterado.

443
Ricardo García Damborenea

Resumen: La ob serv ació n direc ta no admite más demos tración que la exp o-
sición de los hechos o el argumento de au to ridad.

El razonamiento deductivo
Cuando nos enfrentamos a problemas que no están al alcance de la
observación directa (propia o ajena), no queda más recurso que el razo-
namiento. Razonamos para indagar lo desconocido, para saber a qué
atenernos respecto de aquellas cosas que no hemos podido ver ni tocar,
para entrever o adivinar lo que permanece oculto: ¿Por qlfé fe ha mllerto el
perro? ¿Resútirá el pllellte? ¿C/lántof paradof hay? ¿Neculiamof /lna reforma /llti-
t'ersitaáa? ¿Debo dejar de filmar?
Según sean nuestros conocimientos y según sea el tipo de duda que se
nos plantee, la abordaremos con uno u o tro de los procedimientos si-
guientes .

a. Cuando el problema es el grupo


Nuestras observaciones sobre algLUlOS casos que comparten una ca-
racterística común plantean la duda sobre si ocurrirá lo mismo en todos
los suj etos del mismo grupo. Conozco una docena de suecos y da la
coincidencia de que son protestantes. ¿E s que todos los suecos lo son?
Supongo que, en general, sí. La experiencia de sucesos repetidos nos
invita a generalizar, es decir, a dar un salto de lo que sabemos con LU10S
pocos a lo que suponemos de todos.
Es tamos ante generalizaciones incompletas Qas completas recogen
hechos comprobados) que elaboramos inuútivamente a partir de cual-
quier experiencia, sea ésta muy rica o muy po bre: IIIt gato ronronea, algunos
gatos ronronean, todos los gatos que conozco ronronean. De todas estas obse rva-
cio nes extraemos la misma conclusió n: los gatos ronronean. Generalizar es
suponer que lo percibido en algunos casos vale para todos. De los he-
chos que observamos repetidamente extraemos conclusiones generales
que incluyen también los casos que no conocemos. Damos por supuesto
que la naturaleza es constante en sus manifestaciones y no imaginatnos lo
contrario salvo que futuras experiencias nos desengaílen.
Así es tablecemos reglas (juicios) sobre cómo son las cosas, y aunque
no alcanzan la certeza de las observaciones directas, nos sirven para saber
a qué atenernos: los metales se calientan COIZ el talor; lospenvs muerden; 10J ado!es-
{tlltes fOlZ tutaruclos. Es un conocimiento imperfecto po rque siempre está
expuesto a la aparición de excepciones.
Cuando hemos de probar Wla generalización recurrimos a los casos
conocidos: lodos lof melales conocidos se dilatan COIl el calor; lodos los perrof

444
USO DE RA.zÓ;-,¡

que he visto, mllerden; todos los adolefeentes que he tratado SOIl teJtamdos... Así
nace el argmnento que llamamos:

Generalización: Todos los A son B porque los A que IVIlOZCO son B.

b. Cuando observamos una relación entre dos hechos


No sólo generalizamos al observar casos repetidos. También lo ha-
cemos al percibir que se repiten ciertas relaciones entre las cosas.
Una variedad muy común de generalización es el juicio que establece
la asociación habitual entre dos hech os. No hay humo SÚt jÍlego. No hay mora·
rón sin golpe. De aquí puedo derivar dos juicios nuevos: el causal y el de
indicios. El juicio causal es tablece que de una cosa viene la o tra: Los golpes
causan moratn/tes; el fuego produ," humo. El juicio de indicios afitma que una
cosa es señal de la otra: El humo illdica la exisLencia de 1111 fuego; el moratón
re¡;e/a que ha exúlido 1111 golpe.
Así nacen dos nuevos argumentos:

Arg. Causal : A causa B porque A .riempn pm.de a B.


Arg. de Indicios: A es indúio de B porque donde apam. A , apan," B.

En suma. I-Iemos visto hasta ah ora el o rigen de los siguiente s razonamientos:


A rg. de Autoridad: Todos los gatos ro nronea.n porque lo dic e mi abuela.
Arg. de Generalización: T odos los gatos ro nronean porque todos lo que
con oZco lo hacen.
A rgum . Causal: E l ga to ronronea. p orque está a gu sto (s iempre que es tá a
g u sto ro nro n ea)
A rg. de Indicios: el ga to es tá a gusto porg ue ronronea (gue ronronee es
indicio de que está a gusto)

c. El paso inverso. Cuando tenemos un solo caso


¿Puede vo tar Klaus Kinski, que es alemán, en las elecciones municipa-
les de E spaña? Para responder a este tipo de pregunta dispongo de varios
cammas:
1. Sé a qué atenerme porque dispongo de una regla

a) Tengo una regla y puedo aplicarla


Cuando nos enfrentamos a problemas aislados, nuestro primer mo-
vimiento mental revisa las regias que almacena la memoria en busca de
alguna que venga al caso. Si existe tal regla, la aplicamos directamente .
Po r ejemplo: ¿es el sol más grande de lo que parece?

445
Ricardo García Damborenea

E J sabido que wdos WJ objetos lejanos son más grandes de lo que pam'eIl,
E ! JO! es Ull obje!/! muy !ejano,
L.;;ego, hemoJ de pellJar que el sol eJ mucho más grande de lo qlle parm,

Aplicación de una regla: X eJ BjXJrque X eJA y //!do A es B.

Este es el argumento deductivo más sencillo y más frecuente: la apli-


cación de Wla regla a un caso.
La regla que aplicamos puede ser de varios tipos:
- una generalización:
¿EJ/a medú'atión es 1111 ¡¡h1('0 en potemia?
Sí, porque todaJ las medúintlr Jon /ÓXÚVs e/I po/elUia,

-una ley de la naturaleza:


Moriré porque la lIalura!e"a hllmana es morlal,

- una defmición:
Mohammed Abubakar eJ eJpaJlol porque ha Iwtido en Epaka (es "pailo!
jXJr dejinúúin) ,

- una no rma legal:


A!ejalldro pl/ede mIar porque t¡fne WS 18 allOS q/le exige la ley,

-una norma mo ral :


Robar es in/uslo porque ÚJ que no admito para mi no eJ litilo hadrrelo a ÚJJ
demás,

-lma no rma prudencial:


No debes ir porque en la duda hqy que mvger siempre ÚJ más seguro,

- una relación causal conocida:


Se elU1IeJltra mal porque ha bebido demasiado,

-un indicio conocido:


Son laJ nu". porque oigo el camión de la leche,

-una condición:
Una fOlma especial de regla es el juicio condicional: Si lVmes muchos
/JlleI'OJ, te pondrás malo. En realidad es una regla derivada, bien de Wla defi-
nición, bien de una generalización :

446
USO DE RA.zÓ;-,¡

Forma Condicional
Definición El topo es /In mam!ftro Equivale a: Si es topo, entonces es
i medÍt,'oro insedívoro.
Generalización Todos los cántaros son Equivale a: Si es cántaro, entonces es
frágiles. ftágiL

Con estas reglas formamos argumentos condicionales:

Arg. condicional: Si es A , entonces es B. Es A, IlIego es B.


Si el ratón ha mordido el "bo, monrá. H a mordido el "bo; I/lego, morirá.

b) Tengo una regla pero no se da el caso


A veces, me amparo en una regla porque constato que no se cumple:

Si tzlziera Pablo a comer bubiera llamarlo, pero /lO ha dicho nada, luego 110 de-
Ile.

No aparecen los datos que serían de esperar y nues tro conocimiento


consiste precisamente en que no aparecen. Estamos ante un silencio
significativo. Así opera el argumento ex si/enrio o po r el silencio de los
datos:

I\rgumento ex si/entio: Si A jitera tierto lo sabria, pero IZO lo sé, IlIego es Jal-
fo .

IlIfio César no jile cantante porque de haberlo sido es inimaginable qlle nadie
lo contara.

Es una variedad de argumento condicional en el que la condició n vie-


ne a decir: si fuera cie rto 10 sabría, 10 vería, constaría, habría rastros ...

2. No tengo regla
a) Busco algo semejante
Cuando no existe regla que se pueda aplicar al caso, la mente busca
w"'- que afecte a algo similar. ¿Con ozco la solución en alglU1 problema
parecido? Po r ejemplo: Aunque no esté recogido en la ley ¿pueden las
mujeres ingresar en las Fuerzas Armadas?

Sí, porque tienen los mismos derrchos que los hombres. Si éstos Plleden ingrr:-
far en las Fuerzas Amwdaf, las mllierrs tamblen.

447
Ricardo García Damborenea

Aplicamos reglas conocidas a casos que no son iguales pero que nos
parecen semejantes. Este es el procedimiento que utilizamos en los ar-
gumentos de analogía:

Arg. de Analogía: us A SOIl By X es como A , luego X es B.


Si Pedro ha podido mil la maleta, tambiéll podrá.Jllall,porqlle son mlly pare-
tidoI.

b) Examino los con trarios


Existe una fOlma de analogía inversa a la que recurrimos cuando no
nos queda otra cosa a la que agarrarnos: la comparación con los contra-
rios. Por ejemplo, para saber si algo es cierto o falso, bueno o mal o, revi-
samos lo que ocurre en el supues to contrario. Así opera el argumento de
los contrarios: No sé qué pensar del caso que me ocupa pero sé lo que
ocurre en el supuesto contrario:

Es bueno hat:er fljercit:io porque el sedentansmo at:arrea muchos LrasLorllO.L

Alego que en el supues to contrario, que es lo único que conozco ,


ocurre 10 contrario.

Arg. de los contrarios: U colltrano de A es !o mntrano de B, IlIego A es


B.

Cuando el problema consiste en elegir


Con mucha frecuencia los problemas se nos presentan como una dis-
yunción: ¿estamos ante !lJI asesinato o !l1! sllicidio? ¿Me CO!ltiene más ir o quedar-
me? i r-la Sido .Juan o Pedro? Hemos de buscar la verdad entre dos o más
opciones. As í suelen presentarse los dilemas morales : ¿Hay que dejar morir
a la madre o al hijo? El pro blema consiste en elegir cuando las cosas pue-
den tener diversas causas, diversas consecuencias o diversas interpreta-
Clones.
Resolvemos la duda por exclusión : si no hay más que dos posibilida-
des, y compruebo que W1a de ellas es falsa (o imposible, o menos mala),
la otra debe ser cierta (o necesaria, o preferible).

o gallo más dúzero o gasto menos. No puedo ganar más. Luego, he de gastar
menos.

Así opera el argumento disyuntivo:

Arg. disyuntivo: X no puede ser más q/le A o B,y no es A, l/lego es B.

448
USO DE RA.zÓ;-,¡

El asesino es el mayordomo o la do",-e/la. No ha rido la do""lla, luego ha ri-


do el mayordomo.

Cuando los datos son heterogéneos . La inferencia hipotética


Con mucha frecuencia la información disponible no permite ninguna
conclusión. Son datos heterogéneos y aparentemente inconexos. Por
ejemplo, sabemos que :

Un tVche se ha salú/o de la carreteray se ha est"llado aJl1tra un arboL Ha sido


al aman",r. No hay slfpertiúeJltes ni testigos que IIOS puedan infórmar. El
tramo de carretera es redo. Los neumáticos están bien. No se t eJl rastros de fre-
nazp. El ¡mpado illdica que la l/elocidad no era exceJú:a.

La duda es: ¿por qué ha ocurrido? No disponemos de ningún argu-


mento que nos permita mezclar un conjw1to de datos tan diversos.
N uestro recurso natural en es tos casos consiste en buscar la me jor
explicación posible en la que encajen todos ellos. Como parece que cada
obse1vación y todas juntas apuntan en la misma dirección , puedo elabo-
rar una hipótesis explicativa que las englobe. Po r ejemplo: e1lVlldlldor se
quedó dormido.
Así opera la inferencia hipo tética que, naUlralmente, es nues tro pro-
cedimiento para elaborar hipótesis:

Inferencia hipotética: Si A indica Z, B indica Z, e imhia Z ... Todo pare-


ce indicar que ha lido Z.

La mejo r explicación para es te conjunto disperso de datos es Z.

449
Ricardo García Damborenea

En resumen:
En el razo narnienl"O deduc tivo ensayamos uno o varios de los carninos si-
guientes:

1. Sé a qué atenerme a) T engo una regla y puedo Aplicació n


aplicarla A rg. Condicional
b) Tengo tilla regla pero no
hace al caso. -,,--\.lego el silencio . A rg. E x -silentio
2. No tengo regla a) A pelo a algo seme jante A rg. de Analogía
b) Examino los contrarios A rg. p or Contrarios
3. Elijo en disyunú va Concluyo por exclusión A rg. Disyunúvo
4. Ante datos hetero -
geneos Busco la m e jo r explicación A rg. Hipo tético

450
USO DE RA.zÓ;-,¡

RES UMEN GENERAL DE NUESTRAS PRI NCIPALES FO RMA S


DE ARGUr.IENTAC rÓN

Datos <lo que \'eo) Garantía (lo que sé) Conclusión Argumento

El trm JII/e a las 7 111fol11111tI J& d.. Est(lcióll SO/f tllas7 AutOlidad
El hecho X Alguien dice: X es B Xes B
Me hl/lI lJlonfidolrts pmw UI 1It1'l1mlr~1 ts mI/dril/te Los pen»! IJII/mlm GeneralizaCión
CadaXes B La naturaleza es co nst.'l.nte Los X son B

Veo) "'''05 "!JOJ' //lImo El U!)'O pru,de {{l/mello & !)'O {(fIIJa ¡mello Causal
X apa rC'ce con B X p recede a B X causa B

Dolor ptdoml Acolllp(//la a! úifil/i0 llldiCd Úiftllto Indic ios


El hecho X X acompafia a B X indica B

S ócmltJ ts homúre Los bombrrs sOIlINoita/,! S ócmle; f S IIlo/tal ,A,plicaclón


XesA Los A son B XesB

S ócmlts es ¡mlJ//m: Si r..s hombre, es mortal SÓCml fJ es moda/ CondiCional


Xes A SiesAesB Xes B

No 1m I/tllllfldo PtdITJ Si l/O l'illiem IJllbúm IfIlllltldo Vimt' fu'silm/io


No hay datos de X Si X fuera 1\ 10 sab1"Ía X no es A

1\,7o/;a cogido el coche O /'fl ell aJchr o Clll11il/tI Camilla Disyuntivo


X no es A O es A,o es B Xes B

Mi Cflsa es COIIIO 1(/ l'ecillfl Hall IVvado m la CIIJlI recil/a P"er/m rovaf'fllt An alogía
Xcs como A Acs B Xcs B

¿Es vI/el/o ellJdricio? El serltlllmwllo pnjlldicn El qercicio fJ VIltIlO fu· ClHlh,lrio


¿X es B? Contrano de A es contrano de X es B
B
So/' vriSf/, !tII!Jemllllrl... Torios il/diMII vlltlllielllpo Hará /Jllm lielllPo Hipotético
A, B, C,D, Todos lIldican Z Z

Para co noce r cada m odelo de argumento en detalle con sus exigen cias, su s
limitacio nes y su s erro res, acud a a la Segunda Parte: Los A ¡gllmentos,

451
Ricardo García Damborenea

452
USO DE RA.zÓ;-,¡

¿QUÉ ES UN BUEN ARGUMENTO?


A. LOS INGREDIENTES:
EL ESQUEMA D E T OULMIN 444

E n 1958, el pro feso r Toulmin de la Universidad de Cambridge publi-


có un esquema que tiene la virtud de o frecer una visión global de todos
los factores que intervienen (o debieran intervenir) en un razonamiento.
Ayuda a no olvidar detalles que, en la práctica, pueden ser muy importan -
tes.
E n cualquier argumento podemos distinguir seis partes muy distintas:

Co nclu sión
Datos
Garantías
Respaldos
:N[atización
Salvedades

Respaldo de
la Guantía

~
Garantía
1 1

Respaldo
de lo s
D::¡to s H Dato s 1
I 1
·t'-latizaClo n
Syl Co nc lUSIó n
1

Salvedades
1 1

Como esto puede parecer Wl jeroglífico, vam os a verlo por partes.


Pongamos el argumen to:

¡-larry es espaJTolporque ila,,,; el! M allorray la ley remilO," natÚJIlaúdad de ori-


gen a todos ms natidos e/l EspaJia salto que lIlúgl/no de JIIS padres sea español,
que 110 eJ el taJo.

444 Stephen Toulmin, Tbe lIses ifArgllmmt.

453
Ricardo García Damborenea

1. ¿Qué se afirma?
Un argumento se caracteriza por su conclusión, es decir, por aquello
que pretendemos sostener.

[-{any es eJpañoL

2. ¿En qué se basa?


D ar razones significa responder a dos porqué>" sucesivos:

,¡' Primera pregunta: ¿por qué dice eso?: ¿Por qué afirma que ¡-lany es
espa/lo!? La respuesta nos o frece los datos, por ejemplo los
hechos del caso: COllcluyo que H any eJ espa/lo! porque nadó en
¡Vfa!!om¡.

,¡' Segunda pregunta: ¿Yeso qué tiene que ver? ¿Por qué de esos
datos se extrae la conclusión ? Porque tengo una garan tía que
auto riza el paso de los datos a la conclusión. Por ejemplo, LID
principio establecido: Los HatiJos eN Ma!!orca fOil espa/lo!es.

Garantías

Datos Conclusión

Los nacidos en t\-lallorca,


5011 espailoles

Hany nació en
¡-Iany es espailol
l\lallorca

D atos y garantía constituyen las premisas del argumento: Los datos


suelen ser los hechos del caso y como garantía utilizamos principalmente
reglas general es, principios, otros datos ... (Ver Argumentos: Vocabulario)

454
USO DE RA.zÓ;-,¡

3. ¿Están respaldadas las premisas?


Con frecuencia los datos o la garantía no son evidentes. por lo que
hemos de respaldarlos para que no quepa duda sobre su solidez. En este
ejemplo, los datos se apoyan en un certificado de nacimiento. El respaldo
de la garantía es la legislación sobre nacionalidad:

Respaldo

+
Garantías
I

Resp:¡ldo J Razones I .1 ConclUSIón


I

Leyes sobre
naCiona lIdad

+
Los naCIdo s en I\¡lallorca son
esp:uloles

Certificado de H arry nació e n


H :l[ry es esp :1.I10 1
llKimlento j'v[ll.l1m:ca

4. ¿Qué fuerza tiene la conclusión? ¿Necesita matices?


Según la fuerza con que afirmen las cosas, los juicios que expresan
nuestras conclusiones pueden ser de tres tipos: necesarios, probables,
posibles (Ver Grados de certeza). Así, pues, si no especificamos nada, la
conclusión puede entenderse de tres maneras:

E s seguro que l-Iarry es españoL


Es probable (presumible) qlle l-Iarry sea espa/ToL
Es posible que l-Iarry sea español.

455
Ricardo García Damborenea

Respaldo

+
Garantías

I
Respaldo
, I
"-
Razones Cuali ticació n

"'-" Co nclusión

Le yes sobre nacionalidad


I

Los naudos en
i\,lallorca, son
Certificado espmioles
I I
'\.
Harry nacIó en
ivlallo rca . 11 PresumIblemente
11

\
I Es espafio l
I
N ues tros razonamientos, salvo en el caso de las matemáticas, no son
por lo general concluyentes, sino presuntivos, es decir, probables o posi-
bles, po rque se apoyan en premisas que no autorizan afirmaciones cate-
gó ricas. Por eso, muchas conclusiones neces itan LID matiz calificado r
como: probablemente, presumiblemente, plamiblemente, etc. Si no lo hacemos se
no s podrá rechazar la conclusión que presentamos como categórica
cuando no pasa de probable.
y esto tiene su importancia porgue si, como es habitual, las dos posi-
ciones en controversia exponen conclusiones presuntivas, lo que se diri-
me en último término es cuál de ellas parece más probable o, si se trata
de conclusione s posibles, cuál de ellas puede ampararse en una regla de
prudencia.

456
USO DE RA.zÓ;-,¡

5. ¿En qué condiciones sería refutable, es decir, fallaría el ar-


gumento?
¿Existe a1geU1a posibilidad de que el arge¡mento fall e? ¿Existe a1geU1a
cirClU1stancia excepcional que pudiera impedirnos sostener la conclusió n?
D icho de otro modo: ¿Tiene excepciones nue stra conclusión?

La abuela Ana era pelirroja de niña, lllego premmib!emente lo eJ ahora salvo


que baya mCtlnecido, no tmga pelo o se !o úiTa.

D ado gue nuestras conclusiones pueden ser verdaderas en determina-


das cirCwlstancias y no serlo en otras, nos interesa siempre señalar en qué
condiciones fal laría el argumento o cuáles son las excepciones. D e este
modo, paradójicamente, aumenta su consistencia porgue cierra el paso a
las objeciones más elementales. Utilizamos habitualmente expres iones
como: Jako qlle...; Ji 110 me equiwlv...; Ji 10J ¿"álmloJ no fallan ...; Ji laJ lVJaS Jiglleti
igual..;ex,"pto esto y aquello ... etc.

En el caso de Harry, cabe gue el certificado de nacimiento sea fal so o


gue sus padre s no fu eran espaüoles (excepción prevista en la ley). Son
salvedades gue debemos seüalar para conservar la razón:

RESUJ\mN DE LOS INGREDIENTES


DE UN I\RG UMENTO
E n un argumento di stinguimos se is co mp o nentes:
Conclusión
Datos
Garantía
Re spaldos
?vlatizacio ncs
Salvedad es
No siempre figuran to dos en la exposició n o ral del razo namiento, pero de-
ben existir, al menos en nues tra m ente, p o rgue co rremos el riesgo d e que n os
pidan cuenta mati zada de nuestras afirmacio nes . Conviene e star en co ndicio nes
de re sponder para con se rvar la razón.

457
Ricardo G arcía D ambo renea

Ganmtías

Respaldo Conclus ión

Razones Cualilicació n

CondICio nes de
refutación

Leyes sobre
naCionalIdad

Los nacidos en ~vl:a llorca


I-Ia rry es espailo!
I Ce rtificado
I son espailoles
I I
Á
"" H:m1' nac lo
en 1la11orca
P,emm;blemente I~
Salvo que el certificado
sea falso o ninguno de sus
padres sea espailol

458
USO DE RA.zÓ;-,¡

¿QUÉ ES UN BUEN ARGUMENTO?


B. LOS REQUISITOS

Un buen argumento es el que:


./ se atiene a la cuestió n;
./ ofrece razones sólidas~
.,/ es tá p rotegido ante refutaciones.
Si cwnple es tas condiciones es bueno y su conclusión debe ser acep-
tada. Si no las cwnple, probablemente es falaz.

1. ¿Se atiene a la cuestión que se debate?


ArglUnentamos en el seno de una cues tión, a favo r o en contra de una
de sus alternativas Por ejemplo: el jl/n'eS habrá edipse de Itllla/ el jl/el'eJ no
habrá abpJe de IlIna.

Sé lo que defiendo: El jlle"es habrá edipse de Dma;


y sé lo que habrá que defender para negarme la razón: e!jUet'eS /lO ha-
brá ecbpse de IU/la.

1 li conclusión no puede ir po r o tros derro teros. Si la cuestión no es-


tuviera clara será preciso concretarla antes de exponer los arglUnentos:

No Je dismte si CarloJ es prudmte o temerario StllO si es e! respollSable de! al"-


tidellte o /lO lo eJ. Yo soslmgo que 110 lo es.

Cuando alguien pretende argumentar fuera de la cues tión decimos


que incurre en la falacia de Eludir la cues tión .

Para recordar los criterios argumen tales que exige cada cuestión véase
el diagrama para el análisis de una cues tión .

2. ¿Ofrece razones sólidas?


Llamamos sólidas a las razones que sostienen la conclusión de una
manera convincente. P ara logrado, han de ser relevantes, suficientes y
aceptables.

a. ¿Son premisas relevantes para lo que se afirma o no


tienen nada que ver con ello? SeGÍn relevantes si conducen a
la conclusión, si prestan apoyo a la conclusión.

459
Ricardo García Damborenea

No se debe condenar a e.rte asesino cont'Ú1o'y coifeso porque su anciana madre IZO

fxJdria soportar lama/lo dúgllsto.

Para evitar la condena del asesino pudiera ser relevante alegar que no
es responsable de sus actos porque ulá 10m. Por el contrario, apelar al
dolor de Sil amiana madre, a que 1/1l día saldrá de la cáml y tomará mzgal1za, a
que !lOS ha huho 1111 jat'Or fxJrqlle la tktima era 1111 aJeSÚlO peligrosúimo ... son
ejemplos típicos del so fisma Patético que es una de las argucias más fre-
cuentes para eludir la cuestión .
O tros ejemplos de premisas irrelevantes son las falacias del Ataque
personal. (por ejemplo : No reml10zm a este tn"bllllal jasásta); de la Pista fal sa
(los problemas de la jimen/lid marginal 110 se reme/ml a golpe de seJltemias); la fala-
cia Populista (todos los vecinos de su bam'o pien.wn que el al'lI.rado eJ inocente) ~ la
falacia Genética (no es posible que e/ hijo de una Janta sea IIn a.resino); y todas
las falacias del Non Sequitur en general, es decir, todas aquellas en que la
conclusión no se sigue de las premisas:

Todos los mahometanos son úifieles


Los budistas SOIl úifieles
Luego 10J b"dú/as son mahometanos.

b. ¿Son premisas que aporten base suficiente para


sostener la conclusión?
E sto es muy importante en las generalizaciones, en los argumentos
causales yen las pruebas de indicios que no admiten conclusiones válidas
con pocos casos o a partir de anécdotas personales.
Cuando los datos no ofrecen apoyo suficiente a la conclusión surgen
falacias como la Afirmación gratuita, la Generalización precipitada o la
Falsa causa.
En otros casos, por ejemplo en los argumentos moral es y en las deli-
beraciones, es más dificil sel1alar cuándo Wl argumento reúne suficiente
base para sostener la conclusión porque ninguno lo consigue. No existen
premisas que prueben concluyentemente si el aborto es bueno o es malo
o si debo estudiar medicina o farmacia. En estos casos, lo que se procura
es acumular muchos argumentos que, por distintos caminos (por distin-
tas razones), abunden en la misma conclusión.

c. ¿Son premisas aceptables o, si es necesario, tengo un


respaldo que las sostenga?
Este problema no se plantea cuando nuestros datos son o bjetivos o
indiscutibles, pero es to no es lo frecuente. En la mayor parte de las oca-
siones no debatimos con las evidencias en la mano. N i siquiera es fre-

460
USO DE RA.zÓ;-,¡

cuente que aportemos premisas de [as que se pueda decir que son verda-
deras o falsas. La mayor parte de nues tros debates no se ocupa de la ver-
dad sino de lo justo, lo conveniente, lo preferible, lo probable ... Por eso,
ya que no suelen ser ciertas, es muy importante que nuestras premisas
sean aceptables.
Es aceptable o admisible, cualquier premisa que :
./ o frezca datos o bjetivos .
./ exprese un conocimiento común o personal, tUl testimonio
indudable, el informe indiscutible de un experto .
./ reco ja la conclusión de un argumento ya aceptado .
./ pueda p ro barse, po rque cuenta con un respaldo sólido.
Po r el contrario, son inaceptables las siguientes premisas:
./ tUl juicio que es té en contradicción con la evidencia, o con otro
juicio bien fundado, o con una fuente creíble, o con nues tro
propio conocimiento, o con o tras premisas del mism o
argumento .
. / tUl juicio dudoso que no lleve respaldo .
./ un juicio confuso, ambiguo o ininteligible .
./ tUl juicio idéntico a la conclusión o basado en tUl supuesto
cues tionable .
./ un juicio que olvide alternativas.
Con es tas premisas inacep tables surgen las falacias de: Ambigüedad,
Pe tición de principio, Composición , División, Conttllla"'l, O lvido de al-
ternativas, Wishfu/ thillking, etc.

d. ¿Son premisas que suministren una protección efectiva


frente a los desafios razonables al argumento?
Si el argumento se atiene a la cues tió n, sus premisas son relevantes,
o frecen apoyo suficiente y son aceptables, el argumento está sólidamente
preparado para res istir cualquier crítica. Pese a ello nos pueden atacar por
no matizar la conclusión o no sei'íalar las posibles salvedades. Debemos,
pues, incluir estos aspectos:
./ ¿Es una conclusión segura, p ro bable o pos ible? ¿Es una
afirmación tajante o una me ra hipó tes is?
./ ¿Caben excepciones? ¿H emos de hacer alguna salvedad referida
a la fiabilidad de los respaldos o los cambios en las
c ircW1 stanc ias?
D e es te modo se le obliga al adversario a limitarse a la defensa de su
propia posición (s i puede).

461
Ricardo García Damborenea

RESUMEN DE LOS REQUISITOS DE UN BUEN


ARGUMENTO
Un buen argumento sati sface cuatro criterios:
I. Se atiene a la cu estión
n. Ofrece razo ne s relevante s, suficientes y acep lables.
lIT. j\·[atiza la conclusión
I V. Señala posibles excepciones o salvedade s
Si cumple estas condicion es, es bueno y su conclusión debe se r aceptada.
Si n o las cumple, probablemente es defecluo so o falaz.

LA PREPARACIÓN DE UN ARGUMENTO
l'"lodelo de cuestionario:

1. ¿Qué quiero probar?

2. ¿En qué me baso?

Tengo esta garantía:

3. ¿Es 1m bllen sostén para laI (olld¡¡rio!les?


¿Son pmlJlisas relevantes? SI NO
¿Son a"ptables? SÍ NO
¿Ofmml Apoyo sufiáente? SÍ NO

0 "matu'es preClSa
4 I)¿tle
I •
. /la CO/U·ltlSlOll.
/", . ..... . . • . .. . .. • . .. . . . • . . .. . ......

5. ¿Se ha (ollJiderado el tipo de pmeha o "Idenáa que debilitaría o anu-


laría el argumento? ¿Cuál? ............................................. .

462
USO DE RA.zÓ;-,¡

BIBLIOGRAFÍA
Afto nio, Tcó n y H erm óge nes: Ejerciáos de retórica. j\üdrid , G redos, 1991.
Agus tín (san): Los cuatro libros sobre doctrina cristiana. l\ladrid, Aspas, 1947.
Alburquerque Garda, Luis: El arte de hablar en público. Seis retóricas famosas. i\Iadrid,
Visor, 1995.
Alchourrón, c.E. y Bulygin, E.: Análisis /ógim y deredJo. ~ladrid , Centro de Estudios
Con stitucionales, 1991.
Alcxy, Ro bcrt T eoría de la a'J!,Hmentación jurídica. ¡\'fadrid , Centro de Estudios Co nsti-
hICio nrues, 1997.
An ónimo. Retó,úu a Alejandro. Síln chez S:illZ, J osé (ed.). Salamanca, Unive rsidad,
1989.
An ónim o: RPtó,úva Herenio. IVfadrid , Gredo s, 1997.
Arias j\·fontan o, Benito: Los Rheloricomm libri quaffuor. Badajoz, Diputación Provin -
cial de Badajoz, 1984.
Aristó teles: Tratados de lógiCCl (Órganon) (2 volúmenes). l\ ladrid, Gredos, 1982.
- Relórú·a. Madrid, G redos, 1990.
-Ética E Hdemia. México, UNA.~ I, 1994.
-Ética a Nicómaco,l\1adrid, Centro de Estudios Políticos, 1999.
Arnaldo (I\rnaldd) Antonio: Arte de pensar o lógica admirable (Lógica de Port RoyaO .
.Madri d ~ Alfaguara, 1987.
A tienza Rodrígue z, IvIanuel: S obre la anC/log/a en el derecho. Iviadrid, Civitas, 1986.
- Las razones del derecbo. Teorías de la argumenfaáón jun'dit'a. ?\ ladrid, CEe, 1991.
- Tras la Justicia. Barcelo na, Ariel, 1993.
- Laguerra de lasJalacias. Alicante, Compas, 1999.
Ba1dinotti, César: Arte de dirigir el pensamiento en la investigación de la verdad o lógica.
Madrid, Benito Cano, 1798.
Bmes, Jaime: Curso defilosofía elemental París, Librería de Rosa y Buret, 1854.
- El tri/en'o. Barcelona, Imprenta Barcelonesa, 1908.
Bentham, Jeremy: Falaciaspolíticas. Madrid , C.E.C., 1990.
- Táctúm'parlamm/anas. J\ ladricl, Congreso de los Diputados, 1991.
Bc rlin , Tsruah: COnt-eptosy mtegoría.f. "M éxico, Fo ndo de cultura Eco no mica, 1983.
Blair, Hugo: Lecciones sobre la relóricaJ' las bellas artes (4 volúmenes). i\ hdrid, Imprenta
Real, 1804.
Bochen sky, J.J\L ¿Qué es autoridad? Barcelona, Herder, 1979.
- Los mé/odos aduales delpensamiento. J\Iadrid, Rialp , 1957.
Bo rrelli , M.: Elementos del arte de pmsar. J\ ladád, Anto nio Calle ja, 1844.
Calvo Beca, Ma.nuel y Del Bno, l\ ,r Dolores: Jnsfrumentos dialédimr para el deba/e.
Madrid, Dólar, 1982.
Capaldi, N icholas: The art o/dmption. Amh erst (N. Y), Prom etheus, 1987.
Cap many, Antonio: Filoso/ia de la elocuencia. :tYladrid, San cha, 1842.
Carroll, Lewis: E/juego de la lógica. rvIadrid , Alianza, 1994.
Cese na, JWUl Ángel: Compendio de la retórim. V alencia, Ge ró nUno Co ne jos, 1748.
Cicerón , !vIarco Tulio: E lorador (Ora/or). Barcelona, Alma :Ma ter, 1967.
-Acerca del orador Universidad N acio nal Autó noma de México. lVléxico, 1995.
- Divisions de i' art ora/aire. Topiqlles. Paris, Le s Belles Le ttre s, 1924.
- Bm/lls. París, Les Belles Lettres, 1973.

463
Ricardo G arcía D ambo renea

-La It/vena'ón Reló,ú-a. l\Iadrid, Gredos, 1997.


Cole, Thomas: T be origins ofRhetorit' in the Ancient Greet'C. Balt., John H opkin s U.P.)
1995.
Condillae, abate: Lo lógica o los primeros elementos del arte de pensar. Madrid, Imp. Real,
1788.
Copi, lrwing 1\1., y Cohen, Cad: l nlrodllctión lo logic. Upper Saddle Rive r, HJ Prentlce
Hall, 1998.
Damer, T. Edward: AttackingJalll!J reasoning: a practical guide lo Jallaryfree arg,uments.
Behnont (Ca), Wad s\Vorth, 1994.
Deallo, Alfredo: Jnlroduaión a la lógica formaL lvladrid, I\lúmza, 1974.
Del Río, Emilio; Caballero José Anto rno; Albadalejo, T omás (ed s): Qllilltiliano y /a
formación del oradorpol/lico. Logroñ o, Instituto de Estudios RiOjallOS, 1998.
Diógcnes Laercio: l/ idas oPinionesy .fententias de los filósrifO.f más ilu.rtre.f (2 volúmenes).
Nladrid, Luis Navarro, 1887.
Duranrun, G uy: La mentira en la propaganda política y en la publicidad. Barcelona, Pai-
dós,1983.
Echave, Delia Te resa; Urquij o, ?'vra Eugenia: G uib ourg, Ricardo: Lógica, proposiáon y
norma. Buenos Aires, As trea, 1980.
Edwards, Rich¡trd D.: Competitit;e Debate. Alpha books. Penguin, New Yo rk, 2008.
Eemeren, Frans Val) y Grootendorst, Rob: La nouvelle dialectique. París, Kimé, 1996.
Espina, Antonio: La elomencia (2 volúmene s). Ñladrid, LibertariasjProcUlufi, 1995.
E stella, fray Diego de: lVIodo de predü-ary Modus fOncionandi (2 volúmenes). :\t hdrid,
CSIC, 1951.
Faleon y Tella, hr J osé: El argJ(m~nto analógúYJ eJ1 el derecho. :Madrid, Civitas, 1991.
Ferrater Ñ[ora, José: Diaionario de filosofta (4 vo lúmenes). Barcelona, J\riel, 1994.
García Amado, Juan .Antonio: Teorias de la tópicajllrídim. wbdrid, Civitas, 1988.
Garrido, l"lallUel: Lógica Jimbólica. h ladrid, Tecn os, 1995.
G ibert, Baltasar. Retórica o reglas de la elocJlentia. i\hdrid, Viuda de MatÍn, 1792.
Gómez Hennosilla, J osef: Arte de hablar eN prosa y en verso (2 volúmenes). hhdrid,
Imprenta Real, 1826.
Gómez Losada, Ignacio: ClIlJi¡;o Rudolla/. Madrid, Antonio Sanz, 1743.
Gonzále z Bedoya: Tratado histónm de /ógim jilo.fijim (2 volúmenes). i\-Iadrid, N¡ijera.,
1990.
González Solano, G ustavo: Lógim jllrídim. San ]oJi de Costa Rim. Unú·. de Cosla Rim,
2003.
Cortari, Eli de: Lógica generaL l\1é xico, G rijalb o, 1972.
Granada, F fay Luis: Los seis libros de la retbó,ú-a eclesiástica. Barcelona, Juan Jolís, 1772.
HílIllilto n, \VilliílIll Gerard: Lógica parlammtaria. J\ Iadrid, Congreso Diputados,
1996.
Hamblin, c.L.: Fallad,s. Newport News, Va (Vale Press), 1998.
I-Iempel, Cad G .: Fi/osofia de /a deuda natllra/. Madrid, Alianza, 1973.
Hermógenes (Teón )' Aftonio): Ejercicios de retórú-a. hhdrid, G redos, 1991.
H emández Guerre ro , J osé Antonio y GarcÍa Tejera, i\r del Carmen: Historia breve
de la retórica. Madrid, Súltesis, 1994.
Herrero, Ca nnen: Penodúmoy persllariÓI1. J'vfadrid, Ac tas, 1996.
H errick, J ames A.: ArgllmeJ1tation. Scotttsdale (.t\rizona), Gorsuch, 1995.

464
USO DE RA.zÓ;-,¡

H o rnero, Calixto: Elemenlos de retórica. :tviadrid, Ibarra, 1791.


Iglesias Zoido, J,c.: La argu!JIentatión en los disflfrsos deliberatiVO-f de T llcididesy "ti relación
con la normo/iva retórica del sigio I V. Cáceres, Univ. de Extremadura, 1995.
«ahane, H oward; Cave nder, N acy: Logic and contemporary Rbetorit: Belmont (Ca),
Wads\Vorth , 1998.
Lam y, Bemardo: Dismrso en que J'e da Hna idea del arte de persuadir. J\Iadcid, J'vIanuel
Martín, 1779.
- La rhétoriqlle 0/1 tart de par/ero Pans, Presses Universitaires, 1998.
Lanham, Richard A.: A bandlist o/ rbe/orica! terms. Berkeley, Ca., Un.iv. o f Califo mia
Press, 1991.
Lausberg, H einrich: Manlfa! de retórica literaria (3 volúme nes). ?\,fadrid, Gredos, 1966.
Lázaro Carreter, Fenunclo: Diccionario de términos filológicos. l\¡fadricl , G recios, 1962.
Lloyd, G.E.R : Polaridady analogía: do.r tipo.r de a'lumentación en lo.r albores delpemamiento
griego. Madrid, Tallrlls, 1987.
Lo Cascio, Vincenzo: Gramática de la argumentación. Nhdrid, Alianza, 1998.
Locke, Jo hn: An essC!)! conterning buman JlI1derstanding. O xfo rd, Clarend on, 1975 .
Lo nginus: Fragments (editado mn Rufus: Arl rbetorique). ParÍs, Les belles lettres, 2001
López, ] oaquín ?vIaría: Lecciones de elomencia en generaL .!lvfadrid, Leocadio Ló pez,
1870.
López Eire, .Antonio: Actualidad de la re/ótica. Salamanca, HespéLides, 1995.
- Y Santiago, .J avier: Retóricay comlmicación política. .Madrid, Cátedra, 2000.
López de Haro, Carl os: D iccionmio de reglas, Aforismosy principios del Derecbo. .l\hdrid,
Reus, 1924.
López .l\t!oreno, Santiago: La pmeba de indicios. .Madrid, A urelio J . Alma, 1879 .
.Majada, Arturo: Oratoria forense. Barcelona, Bosc h, 1962.
.I\ [ans Puigamau,J aime j\ L: Lígica para jllfistas. Barcelona, Bosch , 1978 .
.Martín ]iménez, Alfonso: Retórica y literatura en el siglo XVI. El Broceflj"t!. Valladolid,
Universidad de VaJladolid, 1997.
.l\htes, Benson: Lógica de los estoicos. .l\L-tdrid, Tecnos, 1985.
Melero Bellido, .Anto nio (ed.): Soflstar. ~dadrid , G reda s, 1996.
J\ lenandro: Sobre losgéllems epididicos. Salamanca, Universidad, 1989.
rvfenne, Albert: Introducción a la lógica. JVfadrid, Gredos, 1969.
l"fortara G arave lli, Bice: M anua! de retórim. .I\·Iadrid, Cátedra, 1991.
Murphy, Jame s ./-: La retórica en la Edad l vIedia, México, Fo ndo de Cultura Econó~
mica, 1986.
- Sinopsis histórica de la retórica dásim. J\tfadrid, G redo s, 1989.
N ietzsche, Friedrich: Esrritos sobre retórica. .I\¡fadrid , T rotta, 2000.
O rtega, l\1fon so: El dimfrj'o político. Retórica, parlamento, dialédú'cl. Nfadrid, Fundación
Cánovas del Castillo, 1993.
Pabó n G uerrero, Alon so: B.e/horica de la lengua castellana. J\ladrid, lb arra, 1764.
Pascal, Blaise: D el arte de persuudir. En Obras, Madrid, Alfaguara, 1981
Ffander, A.: Lógita. E spasa-Calpe. Buenos Aires, 1938.
Perelman , Chaim: I....a lógú'cl )'urídicay la nueva retórica. i\ifadrid, Civi tas. 1988.
- Y O lbrechts-Tyteca, L: Tratado de la argumentación. .l\hdrid, Gredos, 1989.
Peirce, Charles S.: Eserito.r lógims. 1\ Iadricl, Alianza, 1988.

465
Ricardo García Damborenea

- Gro/m"" of ralidity of Ihe laws of logic. Journal o[ Speculative Philosophy (1869),


193-208.
Pina Polo, Santiago: Con/ra Arma Verbis. Z aragoza, InsL Fenundo el Católico,
1997.
Pizarro, Fina: Aprender a raiflnar. l\ ladrid, Alhambra, 1995.
Platzeck, Emrd o~ W/olfram: La evolutión de la lógica gn'ega en el aJjJedo espetial de la analo~
gia. Barcelon a, e.S. Le., 1954.
Popper, K.R.: COf!Jeturasy "fu/adones. Barce1ona, Paidós, 1983.
- El tmú'erso abierio (post Jfriptllm a la Lógica de la investigatión cientpca). :Madrid,
Tecnos, 1984.
- Conocimiento o&etit'o. l\>Iadrid, T ecn os, 1974.
- E n btiSt'a de un mundo m~jor. Barcelona, Paidos, 1994.
Quintiliano: Institllciones oratorias (5 volúme nes). Salamanca, Unive rsidad Pontifica,
1996-200l.
Ramó n Fo rt, Carlos: Elementos de oratoria sagrada. ?vIadrid, Peúa, 1847.
Rey y H eredia, José J\laría: Elementoj' de lógit:a. ~ ladrid, Rivadeneyra, 1869.
Reyes, Joaquín rvf : Elementos del arie de hablar o imtitllciones rteórit'a.f. G ran ada, J osé
López Guevara, 1891.
Richards, LA.: T he pbilosopf!J if rhetorit: New Yo rk, O xfo rd University P ress, 1965.
Sánchez G uzmán , J.R. : Teoria de h pltblicidad ¡\hdrid, Technos, 1993.
Santamaría, Carlos: l ntrodllaión al rai!JI1amiel1/o hllmano. .Madrid, .Alianza, 1995.
San z del Río, J.: Análisis delpensamiento racionaL j\tIadrid, Aurelio J. Al ari a, 1877.
Schopenhauer, .Arthur: De la mádruple raíz del pn'ncipio de railÍn st!fiáente. ivfadrid,
G redos, 1981.
- Dialéctica erística. IvIadrid, T ro tta, 1997.
Séneca, Lucio Anneo: Confroversiae and SlJasoriae (2 volúmenes). T-Iarvard, University
P., 1974. H a aparecido lila edicio n castellana: Séneca el viejo: Conlrot'ersias
y SlJasorias (2 volúmenes), Madrid. G redos, 2005.
Sebeok, 11lOm as ~.\.. y Umiker-Sebeok, Jean: Sberlode H olmes y Charles S. Peirce. E l
método de la im'estigación. Barcelona, Paidós, 1994.
Sexta Empírico: Conlra IOJprofisores. l'vladrid, G redas, 1997.
- Esbozos Pirrónicos. j\{adrid, G redos, 1993.
Teón (Hennógenes, .Aftonio): Ejerticios de re/órim. n1adrid, G redos, 1991.
Toulmin, Stephen E.: Tbe IIses o/arJ!pment. C ambridge, Univers ity P. 1958.
Varela, Félix: jUiscelanea filosijica. 1 Iadrid, Fuentenebro, 1821.
Varela tvlartmez, .IWlll lvlaría: La lógica o ar/e de investigar la verdad. Valladolid, Santa-
re n, 1820.
Vaz Ferreira, Carlos: Lógú'a ¡lipa. lVlont evideo, Barreiro, 1920.
Vico, Giambattista: E lementos de retórim. 1'ladrid. Trotta, 2005.
Vives, Juan Luis: El arte retórim. De ratione diamdi. Barcelona, An tJuopos, 1998.
\Valto n, D ouglas N., Appea! fo E~'<Peri Opinion. PA, Pennsylvania Unive rsity Press,
1977.
- hiformalT.....ogic. Cambridge U.K., Cambridge Unive rsity Press, 1989.
- Plausible arguIlIent iJl et'el)'dqy mnt'ersation. NY, N ew York State University, 1992.
-A'J!,Hment strudure: a pragmatic theory. Toranto, Unive rsity Press, 1996.
-Argllmentsfrom Ignorance. Pennsylvania, State Unive rsity Press, 1996.

466
USO DE RA.zÓ;-,¡

-Appea! lo pi!J: A'l,umenlllm ad misericordiam. Si. Univ. o [ N .Y., N.Y, 1997.


-Ad hominem arguments. Tuscaloosa, Univ. of Ahbama Pr. , 1998.
-Appeal lo pop"lar opi"ion. Penn, Pelill. SI. Univ. Pro1999.
- Lega! mgllmentation and evidence. P e nn. ~ Peno St. Univ. Pr" 2000.
\Veston, Anthony: Las claves de la argllmentación. Barcelona, Ariel, 1994.
\X/hately, Richard. Efemenls rif R e/botit" Harrer & BroU1ers Publishers, New York.
:Mi ejemplar es lU1:t reimpre sión solicitada a \V\V\v.kessinger.net.
\Villmann, Otto: lniciacion a la lógim. Barcelona, Imprenta E lzevirúma, 1928.
Woods, JOh11 Y \Valton, D o uglas: Ctitiqtle de L'argutJJmfation. París, Kimé, 1992.

467
Ricardo García Damborenea

468
LISO DE R.-\ZÓ:-,:

ÍNDICE
PRE SENT ACI ÓN 2

P RIMER.A PARTE
EST A ES LA C[ JESTIÓN

lntr.odu cción 13
LLCU CStiÓJ.l 13
Cóm~dc.lim¡t'lm Qs...la_cucstió.n L4
Los deba tes gue suscita ¡:l acc ión 16
Resum e n 12

La c u es tió n d e h ech os o conj e tural 2Q


Los hec hos y sus circwl s lan cills 20
Los criten os de la conje tura 21
Defensa y rechazo 2ú
Un debate p revio a cualquier otro 28
E jem plo de cues tión conjetu ral 22
R e s u Olen 11

La c u e s tión d e p a la b ra s o n om in a l 32
La definición y sus clases 32
C Óm o deu n im os 3.1
Cóm o argumen tamos con las d efmicio ncs 32
O tra s t:íctic as de la d e fi nició n !l1
Cómo...sCJCÍuta_c.nJ:U:UCs.tiÓ1LtlOmil1al fl
Cous ide.rllcin uc.'i.J inales 51
Eje mplo de cuestió n nomin al 54
ReSlun CIl 56

L<LC.ues.tit)o e Y:IJII :t ,jv,1 51


... Cóm o justificar un juicio de valor 5.9
Los cri terios para ,,:tlo ra r 60
El argumen to p ragmát ico 62
¿Cóm o se re plica ante un argumen to pragm ático? 63.
El argume nto mo ral ú6
..:Cóm o se replica an te un ~l rgulllcn t o mo ral? 61
Con Oicl'os ú9.
El peso de las circu nstan cias 11

469
Ricardo García D ambo renea

Resumen TI
Ejemplo de cues tión evaluativa TI
Con sidcra.cioncsJinalcs lB

Recapitulación de las tre R cuestioncs básicas &!


Diagrama para el análisis de una cuestió n 85
I ,a deliberaciÓn 8ú
Criterios 81
Divisió n y arglunentació n 8.8
Defensa de ulla propues ta 8.2
Rechazo de un a e ropues ta 'llI
Fal:lCias que aco mpailan a las deliberaciones 'l2
Resumcn l.QQ
E jemplo de deliberación 111Q
Los errore s donde naufragan las deliberaciones 1113.

E l enjuiciamiento 1112
Si el rt'sponsaule intervino en los ht'ch os 1lO
Si transgredió alguna no nn ativa III
Si tiene justificación en lodo o en parle III
Q ué procede hacer 115
Ejemplo de enjuiciamiento 116
Rcs.umen 111

SEGJ IN D A PARTE
LOS CAUCES DEL RAZONAMIENTO
1ntcncl,,(·,·jÚn 121
Los argumentos: generalidade s v vocabulario 121
Conclu sio nes o Irs i:; 123
Ra zonamie ntos m ediatos e ino}('diatos 123
El o rden de exposició n 124
Ideas afines a la de argumento ill
I ,a fo ana estándar 125
Combinaciones de argumentos 121
La carga de la prueba 130
Tipos d e juicios y grados de cerlt:.t:a 13.1
Argumentación ad IJOIJIÚtelJl y ad fflJl l32
Demos tració n directa e indirecta lli
La refutació n I a [('chM"cj ón al abs llul o 116
ResuOlen D2

470
USO DE R."'ZÓ~

Diagrruna para el iU1álisis de IDI argumento

La.-"LfOl:masllásica8.-deinfcn:ncja 1A1
Lalnducción 1A4
Los tipos de inducció n lli
Resumen 151
La_dc_d uc.c.iAn 152
T a 6Jerza d e la s d¡>dllcc jones 15?
T as fonna s h abitll ale s de dedllccján 151
J os t'lllitu(-'ma s 15&
R esllmen 162
La hipótes is o abducció n 16.1
Las regla.s de experiencia 164
La fuerza del razonamiento hipotético 161
La persuasió n con hipótesis 169-
Las reglas de pmdcncia 110
R eS lltue n 111

TERCERA PARTE
LOS ARGUMENTOS
LOS ARGUMENTOS POR ANALOGíA 111
J.EI argumento a pari 111
Su s pWlt OS de apoyo 112
¿ De qué se mejanzas habl amos? lltL
1 as di fere ncia s deben ser desd6iahles 183
L a fuerz a dd argumento p or :lllalogía 185
Fa lac ja s 1R6
R efuta ció n d e una analogía 186
El juego de las semejanzas y las diferencias 122
Resllmen l'M
Diagrama para el argumento de analogía 125
2. El argumento a fortiori 126
.A rgumento d e mayor a m en o r 122
A rgumento de menor a mayo r 122
Una pregunta retórica 1'28
La combinació n de argumentos 122
R eslltncn 2llil
~ unos usos del argumento a pari 2Q1
Reciprocidad 2Q1
Igualdad de rrato JO?
prece dente 2111
Traslacjón 2lli
i\fadelo 2lli

471
Ricardo García Damborenca

Conjeturas 2!l5
~ lcláforas. símiles. e ilustraciones 2m
BeSlllU e n 2Q1

LQtiRG.UMENIQ&llEAlLIOJUllAD 208
Esquema, requisitos}' refutación 2lQ
.&lacias 215
Resumen lli
Diagr:lOla para el argumc nto de autoridad 2U

LOS ARGUMENTOS CAIlSA LES 2.l.8


La explicación causal 2.l.8
1,as condiciones 2'0
EIEgume nto causal sencillo ??:J
Falacias 23'
Los casos complcjos 232
Aplicaciones prácticas 23.3
Las expl icllCio ncs intencio nales 233
HeS llOlen lli
D ia rama de los ar men tos causales ID

EL~ONTRARLQ 2.l8
El lodamcnto. 2.l2
J.bm 242
CÓJllo~.,.c....t:c.futa 244
Resume n ill
Diagrama del argwncn to ex ,vntrano 2d8

I.OS AI1GI lMENTOS POR GENE nAJ.IZA C IÓN 2;!!l


Gc ncralil:acio l\cs comelctas 25D
Gene ralÚacio nes preslultivas 2il
Falacias en las gc nerali;.:aciones 2:i6
B. esume.n 25.2
Diagrama de las ~ ne mlil:aci o n es 2úQ
An exo: La generalización de un solo caso 261

I_O&A.RGUMENIQ&CO~DJGlOJ~IALES-' 2<L4
El juicio condicion al 265
Las dos fomlas co rrectas del argumento 261
Falacias 2ú8
Rt:(u laciÓn 2fl2
Algunos usos del argu men to cond icional 2fl2
E nlim c ma s 210
Rcsumen ID

472
USO DE R."'ZÓ~

Diagrama d e los argumentos condicio nales )71


LORARGllMENI nSLONDlClDNALERll 2TI
El condicional presuntivo 2TI
La cad ena d e argume ntos condi cio nales 2.14
El caso del argumento bico ndicion al 2:L5
Los condicio nale s complej os ID
R eS 1Unen 21'l

L~ARGJlMENTnS-DlSYUNTIYnSJ ,
EXCI.JNENTES 280
El argume nto di syuntivo 2&0
Requisitos de lUla disyuntiva ? 8?
¿Cóm o sab emo s que es excluyente? 285
Argum entació n 2&fí
Eala.c.ias 28.1
R eslunen 2R8
D iagrama del argo disyuntivo excluyente 282
LOS ARGlIMENTOS DISYlINTlyOS TI
NO EXCI ,1 !YEN'fES 220
La di syunti va no excl uye nte 2211
L as o p cio n es abiertas 221
La enumerac ió n de posibilidades 29l
R esumen 2.24
D iagram a del argodi syuntivo no excluye nte 2'2.1
l .os A RGI !MENTOS DISYI INTIVOS JJJ
EI,DIJ,EMA
Tipos de dilem a
lo s c u e rn os d e l dilema
La...s.alida d el dil e m;r el mal m eo o r
R e to r s jÓn d e l dil e ma
Falacia s en los dil ema s
R eS llm e n
Diagram a p ara el dilem a

EL ARGUME NTO EX-SILENTIO 305


Definj c jó n :ill:i
Falac jas .lli8
Re~unen 302
D iag rama del argum ento E x sile ntio .llO

I.oS A HGI !MENTOS DEI, SIGNO


O DEI, INDICIO 3ll
Los sign os 3ll
El v al o r d e lID ;mli.cio 3D
El argume nto del signo 3D

473
Rica rdo G arcÍa Damborenea

La prueba de indicios ID
A péndice T: Los signos predictivos 322
Apéndice II: Los grupos de seÚales .12S
Resumen 321
Diagrama del argumento del signo 328

CUARTA PARTE
DICCIONARIO D E FALACIAS

In!rod¡¡ cc iÓn
Diccionario

ANEXO
NUESTRA MANERA DE PENSAR
¿De dónde salen nuestros argumentos? ±ll
El sen tido comÚ n ±ll
N uestro punto de apoyo: lo ya conocido ±ll
CÓnID_C011QCc.moli ±l2
1 a observaciÓn 'IA2
El razonami e nto dedllctivo 444
a. Cuand o el problema es el grupo 444
h...Luand{L.ohs.e.o.~'lolO.S-WlaJ:clacióu ±-4S
c. El paso inve rso: cuando tenemos un solo caso 'I'i.'i
Cuando el problema consiste en elegir ±I&
Cuando los datos son heterogéneos 442
Re s umen fu
¿Qué es un buen argumento? d5.1
A. Los ingredientes. El esquema de Toulmin d5.1
Resumen ±.'i1
B. Los requisitos lli
Resum e n ±62

mm IOG R AFÍ -\

474
USO DE RAZÓN. Ricardo García Damborcnea

475
Ricardo García Damborenea

476
USO DE RAZÓN propone de forma amena e incluso divertida, un sólido acceso
al mundo de la lógica, la dialéctica, y el debate.

Facilita con todo rigor nuestro aseo mental y recoge los errores más frecuentes
en el modo habitual de razonar.

Los componentes principales de la obra son: el ANÁLISIS DE LA CUESTiÓN,


una completa relación de ARGUMENTOS y un DICCIONARIO DE FALACIAS que,
por sí solo, justificaría el libro.

Como señala el autor, «si razonar es muy importante, deberíamos conceder


la misma importancia a razonar bien ... pero ni siquiera somos conscientes
de nuestra indigencia lógica. Ocurre aquí como con los automovilistas: Pocos
piensan que no son argumentadores perfectos y casi todos creen que a los
demás no les vendría mal estudiar un POcOl).

No estamos ante un libro de lógica formal. Se ocupa del razonamiento en su


vertiente más común, tal y como se emplea en la vida cotidiana: «si un político,
un comerciante o un enamorado argumentaran académicamente, perderían el
debate, el cliente y la novia».

Estamos ante una nueva versión de la obra que apareció el año 2000,
corregida y muy ampliada.

RICARDO GARCíA DAMBORENEA (Madrid, 1940), médico, político, escritor,


nos sorprende con una obra singular, clara y accesible que nos ayuda a
comprender y a mejorar nuestro uso de razón .

anr\nn >

También podría gustarte