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CAFÉ FILOSÓFICO La vanidad 16 08 2013

Iniciamos la tercera temporada de Café Filomanía Barcelona en un nuevo sitio, el Hotel Catalonia
Berna, donde tuvimos el honor de inaugurar la Sala Literaria.

Abrimos la sesión con las presentaciones por parte de Katrina y los comentarios de Humbert sobre
algunos aspectos de desarrollo, pauta de respeto en las intervenciones y esquema de la sesión: situación
de partida, el pasado, cristianismo y actualidad de la vanidad.

LA VANIDAD…

Concepto en desuso aunque con un gran sentido histórico y sucedáneos operativos actuales. El concepto
evoluciona de un sentido metafísico moral, (pecaminosos, donde se penalizan ciertas conductas
“ligeras”) hacia una concepción de cierta ética utilitarista (conducta socialmente aceptada e incluso
exigible o deseable en algunos contextos). Las hogueras marcan el punto de inflexión…

LA HOGUERA DE LAS VANIDADES

Nos situamos, imaginariamente ante la más famosa Hoguera de las vanidades acontecida el 7 de febrero
de 1497, cuando seguidores del monje Girolamo Savonarola recogieron y quemaron en público miles de
objetos en Florencia, durante la fiesta del Martes de Carnaval. Tales hogueras no fueron invento de
Savonarola, sino que ya eran un acompañamiento usual a los sermones al aire libre de Bernardino de
Siena en la primera mitad del siglo. Esta destrucción tenía como objetivo la eliminación de aquellos
objetos que se consideraban pecaminosos (objetos de vanidad) como espejos, maquillajes, vestidos
refinados, incluso instrumentos musicales, libros inmorales, manuscritos con canciones seculares y
cuadros. Entre los objetos destruidos durante esta campaña había varias pinturas originales sobre temas
mitológicos clásicos realizados por Sandro Botticelli, puestas por él mismo en la hoguera.

La pregunta en este punto fue: ¿cómo se llegó a tales hogueras? En qué se había convertido la vanidad?.
Y la respuesta estuvo clara: en un pecado. Y más precisamente, el pecado.

Distintas aportaciones al respecto concretaron la condensación de la vanidad en pecado:

Vanidad, del latín vanitas… vano… Recordamos el pasaje del Eclesiastés: «Vanitas vanitatum omnia
vanitas» («Vanidad de vanidades, todo es vanidad»). Un libro curioso, criticado dentro del propio
cristianismo… distintas traducciones e interpretaciones.

Otra aportación apunta a la hybris griega como antecedente. En el sentido de desafiar a lo más alto. (Uno
de los conceptos fundamentales en la configuración de la poética de la tragedia griega clásica es el
de hybris: orgullo, altanería, insolencia, soberbia, impetuosidad, inquietud, arrebato, ultraje,
violencia, desenfreno, empecinamiento, daño. Ya Hesíodo menciona “como causa de la creciente
desventura de los hombres, el progreso de la hybris y la irreflexión, la desaparición del temor de los
dioses, la guerra y la violencia. (…) en la edad de hierro, en la cual el poeta lamenta tener que vivir,
domina solo el derecho del más fuerte. Solo los malhechores pueden afirmarse en ella” (Jaeger, 1993,
p. 76).

Las historias de Narciso y Lucifer.

Varias opiniones apuntaron hacia la historia de los siete pecados capitales y cómo se articulaba la
vanidad en ellos. La Psychomachia o “Batalla del alma” del poeta hispanorromano Aurelio Prudencio
(392 d. C.), dio nombre a un tipo de ficciones donde las virtudes o conceptos abstractos aparecen
personificadas en lucha contra los pecados o vicios. P.e la Humildad y Esperanza contra Orgullo.
Así mismo se explicitaron las historias de varios “filósofos vanidosos” con problemas con la Iglesia. Las
historias de Giordao Bruno, Galileo Galilei y Rene Descartes. Se hablo de Nietzsche como el “vanidoso
máximo” por anunciar la muerte de Dios. Y también se recordó a Max Stirner con el ejercicio que hace
de excéntrica vanidad en su obra El único y su propiedad.

En el transcurso de la conversación parecía que la vanidad se iba asociando con otros conceptos. Sus
contrarios, como la humildad o la modestia. O sus semejantes, como la arrogancia, el orgullo, la
soberbia… entre otros. En especial con este último, dio lugar a diversas puntualizaciones y matices de
especial interés. Esquemáticamente.

Una de las intervenciones interpretó la vanidad y la soberbia a la luz de las dos brujas más malas de los
cuentos, la madrastra de Blancanieves y la hada mala de la Bella Durmiente. La primera como ejemplo
de vanidad, la segunda como la soberbia. Otra de las intervenciones propuso el situarlas en alguno de los
periodos vitales humanos, de este modo, la adolescencia correspondería a la vanidad y la soberbia a la
vejez. Y como no, varios cules y/o argentinos situaron a CR7 como ejemplo más representativo de
ambas.

Lejos ya del contexto significativo de la religión, se preguntó a los asistentes por esa “supuesta vanidad
(soberbia) actual”, qué nos ha quedado de ese pecado mortal? La verdad es que bien poco. Se bromeó
sobre algunas notas publicitarias en las que se utiliza la vanidad (Bendita Vanidad… el pecado es no
cuidarte), se comentaron algunas revistas sobre temas de “supuesta” actualidad…  La idea general era
establecer la relación con el mundo de la imagen, en cierto modo trivial, frívolo, superficial y
aparentemente inofensivo.

Aunque algunos de los participantes ya habían avanzado algunas ideas, se les preguntó por el posible
origen (o consecuencias) de la vanidad en este sentido más actual. Y las respuestas fueron de lo más
reveladoras: lo trivial, frívolo, superficial… no es en modo alguno inofensivo.

Auge materialismo, sociedad de consumo, codicia de la vanidad, vació personal, hipnosis o ilusión,
exceso de individualismo, capitalismo o crisis de valores, cultura de la imagen-cuerpo, competitividad
salvaje, lo políticamente correcto, tecnificación de la vida cotidiana… y un sincero no lo tengo nada
claro.

Para concluir se propone a los asistentes que cojan un pequeño trozo de papel y escriban en él lo que
consideren un objeto o conducta o pensamiento de vanidad. Luego, acercarlo a la llama de alguna de las
velas para quemarlo.

El tema acordado para la próxima sesión en octubre fue La Esperanza.


Por Humbert Ruiz

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